De la esperanza vive el cautivo [Cerrado]

No había sido sencillo el poder decidir un rumbo fijo, había descubierto que ninguna decisión duraba demasiado tiempo estando con Dag Thorlák. En un solo día podía dictaminar que debíamos ir a un pueblo a trabajar como granjeros [ERROR] Regresar a Lunargenta y reclamar el trono [ERROR] Volvernos pescadores [ERROR] Recuperar su antiguo puesto en la guardia [ERROR] Hacer que el apellido Thorlák vuelva a ser grande [ERROR] Olvidarse de los humanos e intentar vivir como vampiro...

Por cada cambio de idea que surgía en la mente de Dag, desviabamos nuestro rumbo, a veces durante medio día, otras veces durante algunas horas y en una ocasión el cambio de idea solo duró algunos minutos. Finalmente el objetivo que se impuso por sobre los demás había sido el de ir a Sacrestic Ville, parecía una resolución bastante lógica, así que nos dirigimos allí.

En un comienzo los cambios de humor del vampiro habían sido desconcertantes, parecía luchar constantemente con sus ansias de destrucción. No podía decir que su condición era producto de su raza, ya que había conocido a otros como él y no se comportaban de esa forma [CONCLUSIÓN] Había algo que era diferente en Dag y probablemente estaba allí desde antes de su cambio. Mi sistema comenzaba a descartar posibilidades, pero para dar un diagnóstico necesitaba observarlo durante más tiempo.

-Pronto llegaremos ¿sí? - Le dije al vampiro mientras contemplábamos un poblado desde lo alto de una colina. Si bien lo más tradicional era ir por los caminos, había escuchado que últimamente todas las rutas estaban atestadas de bandidos, y no solo de los humanos comunes, sino de todas las razas. Por eso sugerí tomar algunos desvíos, mi sistema nunca perdía el norte, por lo que podía andar en cualquier dirección y rápidamente volver a encontrar el camino principal.

Por debajo nuestro podíamos ver una aldea, probablemente no era el centro ya que era más bien pequeña, y era mejor así, en el estado emocional que estaba Dag lo más prudente era que no estuviera inmediatamente en contacto con tantos de sus congéneres al mismo tiempo. SEPA-IV y ATAC bajaban pegados a mis piernas, en cambio AMA había desarrollado cierto apego con el vampiro, y era habitual verlo cerca suyo, incluso aunque el hombre no parecía prestarle demasiada atención.

La noche se cernía sobre el pueblo, ingresamos por la calle principal y sin embargo no había un solo alma a la vista. Mire hacía el cielo, aún faltaban muchas horas para que saliera el sol ¿No deberían estar los Vampiros en plena actividad? Los edificios y las casas en general estaban bien construidos, suponía que era necesaria una estructura sólida si no querían que en el día entraran los rayos del sol. Las ventanas tenían postigos de madera robusta, perfectamente preparados para cerrarse de modo casi hermético cuando llegara el día.

-No parece haber nadie ¿cierto? - Le pregunté a Dag en tono neutral. SEPA-IV se había asustado ante semejante silencio y comenzó a trepar por mi pierna, mientras que ATAC se puso en guardia, más bien emocionado con la idea de dispararle clavos a algún ser vivo.

He estado observando a Zöe durante varios días; así como ella me estudia a mí, yo intento comprender el razonamiento que se esconde tras su extraña forma de ser. Nadie ha sido tan paciente a mi lado, por alguna razón que no comprendo las personas se cansan de mí muy rápido. Zöe, sin embargo, me sigue sin rechistar y asiente a casi todo lo que digo, excepto cuando tiene un muy buen motivo para contrariarme, cosa que hace siempre con suavidad y paciencia.

La joven es amable... muy a su manera. Al principio sentía ganas de tomarla por los hombros y sacudirla con la esperanza de ver en el brillo de sus ojos el más mínimo atisbo de sobresalto. Ahora comprendo que ella no se asusta, ni se enfada, ni se emociona, o al menos no tan notablemente como lo hago yo. Es extraño estar con alguien que no reacciona a mí tal como todos los demás; con ella me siento desconcertado y, de alguna manera, más tranquilo de lo habitual.

Ahora, observando el pequeño pueblo que nos espera en la falda de la colina, inhalo para sentir en mi pecho dicha tranquilidad y asiento a las palabras de mi acompañante. Pronto apresuro el paso para liderar el descenso. Aunque una parte de mí piensa que deberíamos irnos, me intriga saber qué nos espera allí abajo. Cuando era humano jamás me hubiera siquiera planteado acercarme a un nicho de los aberrantes seres de la noche, pero ahora soy uno de ellos y, más que miedo, siento un cosquilleo en la boca del estómago.

-No creo que esto sea una buena idea.

-¿Piensas que es mejor volver a la cueva?

-¡N-No!

-¡Entonces calla!

Al llegar al pueblo, el cosquilleo se convierte en incertidumbre. ¿Dónde están todos? Miro hacia un lado y luego hacia el otro; las calles están desiertas y silenciosas. ¿Qué sucede? Aparto con el pie al enano amarillo, pues me incomoda tenerlo tan cerca, y acelero mi andar para internarnos más y más en el tétrico poblado. Instintivamente dejo caer una mano en el pomo de mi espada y cruza por mi mente una pregunta que me eriza la piel.

-¿Estará vivo el vampiro que me convirtió?

Aprieto los párpados y niego con la cabeza; ya no tengo por qué temerle, ¡ahora soy tan fuerte como él! Además ha pasado muchísimo tiempo, de seguir vivo, podría estar en cualquier otra parte del mundo.

Hemos llegado a la plaza principal, me doy cuenta de que estoy caminando demasiado rápido y me paro en seco para que Zöe pueda alcanzarme. Entonces puedo escuchar el murmullo de varias voces que provienen de un imponente edificio que corona la explanada. Sus puertas están entreabiertas y dejan escapar una tenue luz... además de un aroma que me resulta tan conocido como apetitoso.

Spoiler:

-Deberíamos entrar.

Sugiero sin pensarlo demasiado e intercambio miradas con la mujer de metal antes de aventurarme primero, impaciente. A medida que nos acercamos el ruido es más claro; se oye música y algarabía, suena como algún tipo de festejo. Cuando abro más la puerta para poder entrar, el chirrido de ésta alerta a las personas que se encuentran en el interior. La música cesa, damas y varones elegantemente vestidos se giran a la vez para observarnos y durante largos segundos nadie dice nada. Hay tantas personas agolpadas que no logro ver qué hay en el fondo de la sala por mucho que me ponga en puntas de pie y estire el cuello.

-¡Di algo, idiota!

Entreabro los labios pero ninguna palabra sale de mi boca, sólo atino a sonreír y a alzar una mano para saludar a la multitud. Ahora que lo pienso, no tengo idea de cómo se presentan los vampiros.

-Por Odín... estamos muertos.

A Dag también le resultaba extraño el modo en que encontramos la aldea, miramos por la calle y no había nadie, la mayoría de las casas estaban cerradas, pero las que no, se encontraban vacías también. ATAC se subió a un techo para ver mejor, pero no dio señal alguna de encontrar orgánicos, puse las manos para atraparlo cuando salto y apuramos el paso para alcanzar al vampiro.

Los primeros sonidos de personas que escuchamos vinieron desde el edificio más grande de la aldea, su complejo diseño y su detallado decorado lo hacían distinguirse del resto de los edificios. Asentí ante la sugerencia de Dag, en verdad no tenía lógica alguna quedarnos afuera y era importante encontrar algún sitio donde quedarnos antes de que comenzara el día.

Dentro del lugar parecía encontrarse todo el pueblo y algunos de aldeas aledañas también, visten con trajes de buena calidad, y la música es muy alegre... O lo era hasta que ingresamos al lugar. El silencio reinó nuevamente en el ambiente, mire a Dag a la espera de que dijera algo, en general le dejaba las interacciones sociales a los orgánicos, pero en esta ocasión no pareció ser la opción más acertada. [Timidez: Falta de seguridad en uno mismo, dificultad para hablar en público o relacionarse con otras personas] Mi acompañante parecía tener repentinamente algo de timidez. [CONCLUSIÓN] Tendría que hablar.

-Buenas noches, soy Z03 o Zöe, bio-cibernética. Él es Dag Thorlák, Vampiro y antiguo integrante de la guardia - [EVALUANDO] Quizás era mejor decir “ex rey de Lunargenta” [ERROR] esa no parecía ser la mejor opción - Nos gustaría pasar el día en alguna de sus residencias, por favor.

El silencio continuó durante algunos segundos hasta que uno de los vampiros se nos acercó, era muy alto, tenía los rasgos mucho más pronunciados, quizás perteneció a los humanos hacía mucho tiempo y por eso su fisonomía era distinta. Sea como fuere, el resto de los invitados se quedaron mirándolo, eso debía significarse que era respetado, el líder de la aldea tal vez.

-Buenas noches, Zöe y Dag Thorlák - Su acento era marcado, pero mi sistema no logra encontrar a qué región podría pertenecer - Me temo que nos sorprenden en medio de una celebración, no encontraran a nadie que les abra la puertas en este momento. Pero no se preocupen, sumense a nuestra velada, coman y beban hasta estar saciados porque hoy es una noche para festejar.

El resto de los aldeanos apoyaron las palabras de su líder entre risas y ovaciones, yo simplemente asentí, nuestro objetivo parecía cumplirse, estábamos en un pueblo con vampiros y quizás ahora Dag podría sentirse más cómodo. Sin duda esa era la mejor opción, ya no era un humano, tenía que estar con los suyos.

Pronto la música comenzó a sonar de nuevo, los vampiros comenzaron a bailar, reir, cantar, las mismas cosas que hacía cualquier otra raza en una celebración. En el fondo del lugar había una larga mesa llena de botellas con un líquido oscuro que supuse sería sangre ya que no había otra cosa que pudieran beber. También habían muchos cuerpos apilados y despedazados de maneras diferentes, probablemente de allí había surgido la sangre.

Prefería no acercarme ya que algunos vampiros eran algo violentos cuando se alimentaban [ANALIZANDO] parecía mejor opción quedarse cerca de los que bailaban.

Zöe habla antes de que a mí se me ocurra nada y, aunque al principio se me tensan todos los músculos por la enorme ansiedad que me consume, pronto me doy cuenta de que aquella simple presentación parece ser bastante efectiva. El portavoz del grupo aparece ante nosotros e incluso yo, siendo bastante alto, tengo que alzar ligeramente la mirada para verlo a los ojos. Mi corazón se acelera, por un instante imagino que es él quien clavó sus colmillos en mi cuello hace más de cien años y siento la imperante necesidad de desenvainar mi espada y rebanarle la cabeza. No obstante, a último momento relajo el fuerte agarre con que sostengo la empuñadura y esbozo una sonrisa cortés. No, no es ese el rostro de quien me condenó con esta larga existencia.

-¿Qué es lo que celebran? -Inquiero con renovada confianza una vez la cháchara vuelve a inundar el ambiente y la mayoría de las miradas se alejan de nosotros, o al menos eso es lo que nos hacen ver. Entonces el anfitrión me observa con interés, deteniendo la mirada durante un instante sobre los colmillos que se asoman en mi sonrisa. ¿Está comprobando si de verdad soy uno de los suyos?

-¡La alegría de estar vivos, por supuesto! ¿Acaso hay alguna mejor razón para festejar? -Exclama mientras me pasa un brazo por sobre los hombros. Se me ocurren unas cuantas mejores razones pero, antes de poder hablar, el sujeto tira de mí para introducirme a la zona de baile y así cruzar hasta el otro lado, separándome de Zöe. El bullicio me hace doler la cabeza, los zapateos, las voces, la música, el penetrante olor de la sangre... siento que podrían volverme loco. Pero, aunque el ambiente me pone incómodo, algo en mí me obliga a aceptar con sumisión la guía de ese hombre.

-¿De dónde vienen, Dag Thorlák? Oh, qué mala educación, yo he olvidado presentarme. Mi nombre es Iorghu Emmeran; puedes llamarme Ior.

-Un gusto, Ior. -Alzo la voz para decir y, tras tragar saliva, continúo- Venimos del Este, estábamos...

-¿¡Del Este!? -Me interrumpe, alejándose ligeramente de mí, sin soltarme, para dedicarme una mirada extrañada- Pues menos mal que ya has llegado hasta aquí. Este es el lugar que nos corresponde, Dag. Nuestro lugar. Si no me crees, mira: ¿pueden las... “gentes” del Este ofrecerte algo como esto?

El peso sobre mis hombros desaparece cuando Iorghu Emmeran se separa definitivamente de mí para señalar con un ostentoso ademán la fuente del aroma que colma la estancia. Dos largas mesas exhiben los manjares de la fiesta; sobre una se extienden filas de botellas y cálices llenos de sangre hasta el tope y, sobre la otra, descansan los cuerpos aún tibios de quienes llenarán las copas cuando éstas se vacíen. Mi mirada recae sobre una muchachita lánguida y todavía con color en las mejillas cuyo puñal en el pecho ha sido clavado hace pocos minutos, dado que algunos de sus músculos aún exhiben espasmos, reflejos de una vida que se rehusa a dejarse ir.

-¡Vaya, vaya! ¡Tienes buen gusto, por lo que veo! -Una fuerte palmada en la espalda me espabila, es Iorghu, que está a mi lado y observa sonriente a los congéneres que se reúnen en torno a la jovencita- ¿Qué les parece si le dejamos la primer mordida a nuestro invitado?

-¡Sí! ¡Por supuesto! ¡Adelante! ¡Que beba, que beba!

Estos vampiros sí que son hospitalarios. Trago saliva por enésima vez en la noche, mi garganta está seca y mis labios se ciñen tensos. Sé que todo esto está mal, sé que hace cien años hubiese mandado a invadir, exterminar y quemar esta aldea hasta los cimientos y, con ella, a todos sus grotescos habitantes. Pero ahora me siento más bienvenido que nunca y deseo rendirme a estos instintos que jamás me he permitido satisfacer. Doy un paso adelante, pero me llevo una mano a la boca. No sé qué hacer. Siento que voy a vomitar.

Por otro lado, otros pequeños grupos se mantienen ajenos a la degustación. Algunos bailan, otros cuentan historias, unos pocos observan embelesados a los músicos y otras cuantas cuchichean con los ojos puestos sobre la cibernética.

-¿Qué hace esa... cosa aquí?

-Mírenla, miren esa cara. ¡Parece una muñeca!

-Pobrecilla...

-¿A qué sabrá?

Un grupo de mujeres con bellísimos vestidos de amplios escotes se acercan a Zöe. Colmillos relucen en anchas sonrisas y las damas no pierden la oportunidad de tantear a la extraña, tocándole el cabello, los hombros y la espalda con aires amistosos e intenciones solapadas. Pronto una de ellas le toma la mano y la atrae al sector de baile, seguida por todas las demás.

-¿Bailas, cariño? -Inquiere una, todas reunidas en torno a ella, mirándola con fijeza- ¿Qué hace una cibernética con un vampiro? ¿Eres su sirviente?

-¿O su esclava?

-¿Su... amante, quizás? -Todas ríen a coro e intercambian miradas pícaras. A juzgar por el comportamiento de los anfitriones, no suelen tener visitantes tan exóticos en la aldea.

Dag había sido llevado a un lado, nos habían separado [BUSCANDO PELIGRO] No parecía ser algo de lo cual desconfiar, solo estaban siendo amables y en las fiestas entre orgánicos muchas veces preferían dividirse entre hombres y mujeres.

Vi que acercaban al vampiro a la mesa con los cuerpos, de haber estado alguno de ellos vivo hubiese intervenido de inmediato, mi sistema estaba preparado para que evitara la muerte de cualquier ser vivo inteligente. Pero ahora no tenía sentido interponerse, no podría resucitarlos y en cambio era necesario que los vampiros comieran para poder vivir.

De un momento a otro me vi rodeada por un grupo de mujeres, las mire sin gesto alguno y deje que tiraran de mí hacia la pista de baile.

-Conozco los fundamentos básicos del baile, sí - Las orgánicas me miraron algo extrañadas y supe que mi respuesta no había sonado natural - Sí, sé bailar - Había tenido que ir a muchas festividades y eventos, por lo que mi sistema había terminado por adaptar algo parecido a un baile humano, aunque se trataba más bien de una imitación muy sincronizada - No, no soy su sirviente. Tampoco su esclava. Ni su amante - Respondí a cada una de las consultas de forma pausada.

-¿Entonces qué son? -

-Somos compañeros - Era la descripción más cercana que se me ocurría, ambos carecíamos de objetivos fijos por lo que viajar juntos no parecía una mala idea - Aunque mi opinión puede diferir de la de Dag, deberían preguntarle personalmente - Había veces que el vampiro se mostraba muy dependiente de mi presencia, en ese tipo de situaciones mi figura se asemejaba más a la de una cuidadora. Pero en otros momentos se mostraba muy distante y reservado, cuando estaba así entonces no parecía más que una simple acompañante.

-Bien, no importa ¡Vamos a bailar! -

Mis respuestas no parecían tener especial relevancia, una de las mujeres agarro mis manos y comenzó a moverse por la pista de baile a gran velocidad, imite sus movimientos para lograr seguirla, intentando a la vez no chocar con otras parejas. Rápidamente me soltó y otra mujer tomó su lugar, su cabello era rojo como el fuego y sonreía de una forma que no lograba entender, le sonreí también ya que parecía lo más adecuado.

Varias vampiros pasaron por mis brazos, la mayoría de ellas sonriendo de esa extraña manera, y a medida que el ritmo de la música bajaba el baile se volvía más lento y más pegado al cuerpo. En algún momento, sin que me percatara bien como, una de las mujeres bailaba conmigo una pieza muy pausada y de pronto otra me abrazó por la espalda, nunca había visto ese tipo de baile, así que no estaba segura de cómo debía proseguir. La vampiro que estaba detrás mío comenzó a reír y de forma inesperada hizo un diminuto corte en mi cuello.

Iba a llevarme la mano a la herida, pero la mujer que estaba delante de mí la agarró antes, instandome a seguir bailando. Otra dama se puso junto a mi, sonrió mostrando los colmillos y me hizo otro pequeño corte a la altura del hombro, mientras miraba eso otra más hizo un corte en mi mejilla del lado contrario. Eran muy rápidas, bailaban alrededor mío y aprovechaban mis puntos ciegos para realizar los cortes.

-No deberían hacer esto - Deseaba avisarles que mi sabor no era bueno, pero no parecían estar en un estado racional - Sería bueno que se detuvieran, por favor - La vampiro que aún seguía frente a mí continuaba insistiendo para que bailemos y nos olvidáramos de todo, mire a Dag en busca de algo de ayuda, si su timidez se había pasado quizás podría convencerlas de que se detuvieran antes de que fuera tarde.

-Hazlo, está bien.

-¿Acaso no vinimos aquí para que te comportes como lo que eres?

-¡Detente!

-Ya es hora de que lo aceptes.

Mi corazón late tan rápido que oigo las palpitaciones en mis tímpanos, mis piernas quieren salir corriendo, mas mi garganta exige con ímpetu sentir cuanto antes la sangre acariciándola y saciando su sed.

-¡Todos nos están mirando! ¡Haz algo!

Siento brazos que me empujan hacia adelante, finalmente cedo y avanzo titubeante hacia el cuerpo inerte de la jovencita. Me recuerda a Lena, o más bien a cómo probablemente fue en su adolescencia, pues yo no estuve allí realmente para verla crecer, envejecer y morir. Iorghu me pone una mano en el hombro y hace presión para que me agache; eso hago, dócil, y quedo a la altura del cuello de la chica. Estoy muy cerca, no lo soporto más; clavo mis colmillos en esa carne aún blanda, muevo la cabeza para agrandar la herida y sorbo con voracidad. Hace varias jornadas que sobrevivo a base de sangre animal y ésta no me sacia, sólo me ayuda a continuar existiendo sin que me arda tanto el estómago. Ahora recuerdo lo maravilloso que es este elixir y trago sin parar.

Puedo sentir cómo mis congéneres me miran con sorpresa y orgullo, deben estar pensando que soy un muerto de hambre, pero no me importa. Tras aplaudirme y darme palmadas en la espalda, varios de ellos se reúnen en torno a mí y muerden también al cadáver en los brazos, las muñecas, el busto y al otro lado del cuello. Mientras bebo, pienso en que me alegra que la niña esté muerta; al menos no la han obligado a ser consciente de lo que hacemos con su cuerpo.

No sé cuántos minutos pasan; dejo de beber cuando siento que mi estómago está a punto de estallar. Me pongo de pie lentamente, no he bebido tanto desde aquella vez en que varios desafortunados humanos abrieron la cueva donde dormí durante más de un siglo. Había olvidado cómo era sentirse tan sano, fuerte y saciado. Sonrío ampliamente sin molestarme en limpiar la sangre que mancha toda la parte inferior de mi rostro y me alejo dejando a los demás bebiendo, incluso Iorghu Emmeran, que sorbe alegremente de uno de los pechos. Tengo tantas energías que deseo unirme al baile, pese a que la última vez que bailé fue hace más de cien años, con mi esposa Dahlia.

Me abro paso entre la gente con tímidos pasos, pero no tengo mucho tiempo para entrar en calor. Al otro lado de la muchedumbre, atisbo a Zöe observándome con fijeza. ¿Cómo he podido olvidarme de ella? Quizás está triste porque la dejé sola, aunque jamás he visto a Zöe ponerse triste. Preocupado, atravieso la pista para llegar hasta mi compañera. Entonces, cuando estoy a escasos metros, noto lo que la distancia me había impedido ver: varias mujeres la rodean y, por alguna razón, se aprovechan de ella para lastimarla.

-¿¡Qué están haciendo!? -Exclamo en voz tan alta que la fiesta vuelve a congelarse; todos dejan de bailar para observarme con ojos desorbitados, incluidas las vampiresas, quienes me miran con cierto reproche.

-Oh, cariño, sólo estamos jugando. -Dice una de ellas.

-¡Ella no es ningún juguete! -Mi ceño se frunce y aprieto los puños, pero pronto otra intercede.

-¿Ah, no? Permítenos discrepar. Es una bio-cibernética, que vendría siendo lo mismo.

-No siente nada, cariño. Míralo por ti mismo.

La que está a espaldas de Zöe la empuja hacia mí. Doy un paso adelante para atraparla entre mis brazos, apartándola de ellas.

-Fíjate, ¡no hace nada para defenderse!

Bajo la mirada hacia el rostro de mi compañera. Antes me ha dejado morderla y creo que me permitiría hacerlo una segunda vez si se lo pidiera. Todos me están mirando, esperando que haga lo que me dicen, tal como hace un momento cuando me incitaban a beber. ¿Qué debería hacer? Me siento presionado y deseo la aprobación de mis congéneres. Si los contrarío, sé que no les agradaré más. Aprieto los labios y miro, uno a uno, los cortes que le han hecho a Zöe.

-¡Mátala! ¿Qué mejor forma de ganártelos a todos?

Las mujeres no parecían querer escucharme, por el momento ninguna había llegado a probar mi “sangre”, quizás porque estaban aún satisfechas con la comida que habían tenido antes [CONCLUSIÓN] Solo estaban jugando conmigo, quería ¿Asustarme? Tal vez sí, a los vampiros parecía excitarlos cuando sus víctimas sentían terror, un reflejo de su parte más primitiva, como cuando un felino se emocionaba al ver correr a una presa. Pero yo no podía sentir miedo, si tan solo me dejaran explicarles...

Dag entiende mi mensaje y se acerca a intentar impedir que sigan con su juego, las mujeres me empujaron de repente, trastabille y caí en los brazos del vampiro. Me comparaban con una muñeca, y en cierto sentido tenían razón, pero no era una descripción del exacta.

-No soy una muñeca y... No quiero que me hagan daño - Lo cual no significaba que tendría reacciones impulsivas como las de los orgánicos, simplemente era cuestión de pedir las cosas con educación y ellos lo entenderían ¿Correcto? - Por favor no me hagas daño, Dag ¿sí?

Me mantuve seria mientras lo decía, sin desviar la mirada ni un segundo, era importante que mi compañero entendiera que estaba hablando en serio y que esto al menos no era algo que pudiera discutirse o de lo que pudiera cambiar de opinión.

-Algo sé de Bios, seguramente la programaron para decir eso - Dijo uno de los vampiros del público.

-Ciertamente no puede ser algo que en verdad “sienta”, ellos no saben lo que es eso - Dijo una de las damas que me había lastimado.

-Me gustaría comprobar a qué sabe una Bio- cibernético - Se relamió otro de los vampiros - ¿será virgen?

Ese era otra obsesión extraña que poseían los vampiros, al parecer la sangre de virgen tenía un sabor diferente, o al menos eso alegaban. No había base científica alguna que pudiera sostener esa realidad, no había diferencia alguna entre la sangre de una persona antes o después de que tuvieran su primer coito. A menos que tal unión terminara en un embarazo, en ese caso quizás sí podría justificarse la diferencia.

De entre la multitud mis tres acompañantes se abrieron paso, agarrándose a mis pies en cuanto tuvieron oportunidad. ATAC parecía sumamente enojado, y apuntaba con su pistola de clavos a todos los que estaban alrededor, los vampiros lo miraban y se sonreían ya que claramente no sabían lo que significaba ese gesto. SEPA-IV se escondía entre los pliegues de mi pantalón y AMA tenía ambas manos levantadas, listas para doblar lo que se le pusiera enfrente.

Pero el que más me preocupaba era Neil, el muñeco jamás se apartaba de mí, y dedicaba a su tiempo a susurrar todo tipo de cosas. Y ahora mismo estaba furioso, su murmullo era cada vez más veloz y las palabras se entremezclaban haciendo imposible entenderlo.

-Amigos, amigos, haya paz - Dijo el Líder que nos había recibido cuando llegamos al lugar, unas pequeñas gotas de sangre aún manchaban la comisura de sus labios - No estamos aquí para pelear ¿Cierto? Es momento de bailar y celebrar, dejemos las discusiones a un lado.

Me cuesta oír lo que todos tienen para decir; por un instante sólo somos Zöe y yo juntos, muy cerca, como días atrás en la cueva. ¿Por qué ansío tanto lastimarla, pese a saber que no puedo beber de ella? ¿Es porque todos me lo están pidiendo? Incluso mis amigos invisibles me dicen sin palabras que haga caso a mis congéneres, que sólo así me considerarán un verdadero vampiro.

Pero, por otro lado, sé que aunque disfrutara lastimar a Zöe luego sentiría deseos de llorar por haberlo hecho. Temo decepcionarla, temo que se vaya de mi lado como tantos otros se han ido. Lo malo es que también temo decepcionar a los vampiros que me rodean. Acerco mi mano izquierda a su cuello y toco con mis uñas su piel, justo junto a uno de los cortes que le han hecho.

¿Qué hago? ¿Qué hago? ¿Qué hago?

-Por favor no me hagas daño, Dag ¿sí?

Pestañeo dos veces y lo que iba a ser un fuerte agarre se convierte en una caricia. Su firme mirada me ayuda a comprender, finalmente, que lastimarla sería peor que no hacerlo. Me inclino hacia ella y le beso la frente con suave gentileza antes de apartarme dando un paso atrás. Cuando volteo hacia los vampiros, mi expresión muta para observarlos con enfado.

Antes de que pueda decirles algo, Iorghu intercede para calmar los ánimos. Las mujeres suspiran y miran hacia otra parte con el ceño fruncido, parece que no tienen más opción que obedecer al cabecilla. Pronto, una de ellas lo agarra del brazo y murmura con tono meloso:

-Lo lamentamos mucho, Ior. Es que... estamos tan aburridas. ¿Cuánto falta para La Caza?

¿La caza? Arqueo una ceja y observo a Emmeran, tan expectante como el resto.

-Oh, ahora que lo dices, querida, ya es tiempo. -Se voltea y alza una mano- ¡Tráiganla! -Vocifera e inmediatamente un grupo de cinco personas sale por una puerta lateral del edificio. En ese instante la multitud lanza gritos de júbilo y los músicos suben el volumen. Al ver mi mueca de confusión, el anfitrión se acerca a nosotros y explica:

-Nos gusta que estas fiestas sean más que simples bailes. Contamos historias, hacemos festines, como habrán visto, y jugamos varios juegos, como concursos de fuerza o quién tiene los colmillos más largos, por ejemplo. -Sonríe y se encoge de hombros, yo tanteo los míos con la lengua, preguntándome si podría ganar- Pero nuestra diversión principal es la que verán a continuación, con ella damos por terminada la velada. Espero que te nos unas, Dag. -Finaliza, guiñándome un ojo antes de echarse a andar una vez más hacia el fondo del salón. ¿Por qué sólo me invita a mí?

Observo a Zöe de reojo y le tomo la mano para que no volvamos a separarnos. La fiesta sigue como si nada hubiera pasado, pero percibo que las miradas hacia nosotros mientras cruzamos la sala ahora son distintas, menos cálidas y más juiciosas. Aparte del festín, pocas cosas me han gustado de estar aquí. Los de mi raza son extraños y caprichosos; aunque parece que tienen un trato bastante amable con sus iguales, no me gusta lidiar con ellos. Me recuerdan a Géminis y a Vladimir, y eso basta para que me hierva la sangre de enojo.

Cuando llegamos al fondo, la mayoría ha dejado de bailar y somos muchos quienes observamos con interés e impaciencia la puerta lateral, aunque Zöe y yo somos los únicos que lo hacen sin sonreír. ¿Qué estamos esperando? Varios cuchichean y otros tantos se empujan para estar adelante de todo.

Un chirrido nos alerta, la puerta se abre y entran dos hombres que sostienen firmemente una cadena entre sus manos. Pocos segundos después vemos que al otro extremo hay una niña que no debe llegar a los trece años. Está desnuda y sus muñecas sangran debido a los grilletes; tras ella vienen los otros tres vampiros que la azuzan para que camine. La multitud aplaude, silba y se estremece. Yo no puedo hacer más que abrir la boca y apretar la mano de Zöe con mal disimulada sorpresa.

-¡Llegó la hora, mis queridos amigos! Cuando se abran los grilletes, La Caza dará comienzo. Las reglas son simples: quien la atrape tiene el derecho de matarla con sus propias manos, sin ayuda de nadie más, y podrá conservar la cabeza. -Varios se ponen en guardia. Los hombres que rodean a la niña comienzan a hostigarla con sus largas fustas, la cría grita y gime de dolor, haciéndose un ovillo en el suelo mientras le siguen pegando. Mis músculos están congelados, no puedo entender por qué están haciendo esto. ¿Qué tiene esta gente con las niñas pequeñas? ¿Por qué no la matan rápidamente con un puñal como a todas las demás?

Pronto entiendo la razón. Sin pestañear observo cómo el cuerpecito infantil se retuerce, muta y se agranda. Le crece pelo, sus extremidades se deforman en largas patas y desde su coxis se extiende una cola. Es como el hombre que luchó conmigo tras apenas salir de la primera cueva, es un ser que no existía cuando yo era joven. Le llaman licántropo y, por alguna razón que no comprendo, los míos la odian.

Mientras la bestia yace en el suelo, uno de los hombres abre los grilletes y rápidamente la multitud recula varios pasos; sólo unos pocos valientes se quedan al frente. Lentamente, la loba comienza a incorporarse y Emmeran exclama:

-¡Que gane el mejor!

Siento su uña primero y pienso que va a escarbar en la herida, como un niño curioso que desea ver de qué está hecho su juguete nuevo, he visto a los Gorriones hacer eso en cientos de oportunidades. Pero mis palabras parecen surtir efecto, Dag comprende que no deseo que me lastime, y cambia su gesto notablemente, ahora es una caricia y un beso en la frente, y yo se lo devuelvo con una sonrisa y dos palmadas en su cabeza.

La tensión parecía dispersarse, el anfitrión tenía esa habilidad para hacer que todos alrededor se relajaran ¿Sería algún tipo de capacidad vampirica? No, entonces no debería afectarle al resto de los de su raza ¿O sí? [ANALIZANDO] No tenía una respuesta para eso aún, pero lo importante es que Dag parecía ser de nuevo él mismo, y que la fiesta iba a continuar en los cánones normales.

-¿Cazar...? - Iba a preguntar qué era lo que iban a perseguir y en donde, pero tenía la sensación de que toda la explicación iba dirigida únicamente a Dag y no a mi, mis sistemas para entender las conversaciones de los orgánicos parecía estar mejorando mucho - Quizás debería esperar afuera - Le digo a mi compañero, tal vez los vampiros desean tener una fiesta solo entre ellos. Sin embargo, Dag agarra mi mano y se asegura que no nos separemos en ningún momento.

El ambiente parece cambiar nuevamente, los vampiros están exultantes de alegría, llega el momento que estaban esperando. Las puertas se abren y de adentro sale una joven encadenada [ANALIZANDO] se encuentra muy maltratada, su peso es bajo, probablemente hace algunos días que la tienen encerrada. Y además... No era humana, era una licantropo.

-Van a usarla para cazar - Claro, perseguir a humanos no tendría mucho sentido, era lentos y débiles a comparación de los vampiros. En cambio un licantropo, seguramente podría escapar y correr durante bastante tiempo, incluso estando en esas condiciones tan lamentables. Mire a Dag e hice lo que los orgánicos entendían como “gesto de desaprobación” - Lo siento, pero no puedo permitir que maten a un ser vivo en frente mío - Sabía que habíamos venido hasta aquí buscando la aprobación de los demás vampiros, y entendía que mis acciones podrían costarnos caro, pero mi sistema no aceptaba excusas - Buscaremos en otro pueblo ¿Sí? No debes preocuparte - Hice dos caricias en la mano de Dag antes de soltarlo e ir a por la muchacha.

Se encontraba asustada, gruñía y tiraba tarascones a cualquier que intentaba acercarse, los vampiros la miraban y se reían, mientras la provocaban para que se enojara cada vez más. Con educación me abrí paso entre la gente hasta quedar a ochenta centímetros de la licantropo.

-Respeto las costumbres y tradiciones de su pueblo, pero no puedo permitir que la maten, por favor, desistan de sus intentos, busquen otro tipo de diversión - El silencio se hizo presente nuevamente, los gestos que hasta hace pocos segundos eran alegres ahora estaban llenos de furia.

-¿Quien se cree que es?-

-¿Cómo te atreves a...?-

-¡Matenla!-

-No, mejor aún, vamos a perseguirla a ella, seguro aguanta bastante -

-Tenes la cabeza de un Bio es mucho mejor trofeo - La mayoría de los invitados parecían estar de acuerdo en que yo era un mejor premio que la licantropo, eso era un alivio. La muchacha detrás de mí no parecía entender qué sucedía, por momentos gruñía y al siguiente se lamentaba.

-ATAC, SEPA-IV, AMA, modo defensivo, protejan a la muchacha - Les ordené a mis tres acompañantes quienes de inmediato se pusieron alrededor de la licantropo. Quizás podría lograr que los vampiros me siguieran...

Zöe suelta mi mano y la veo avanzar hacia la bestia. Yo, por otro lado, siento que en vez de sangre tengo hielo y soy incapaz de moverme de mi lugar. Estoy donde se supone que pertenezco y estas son las costumbres de los míos, ¿por qué entonces me parece todo tan grotesco? ¿sigo acaso muy ligado a mi pasado como humano? He sido un guardia, un defensor del bien y de la justicia, y por momentos siento que lo sigo siendo. He hecho cosas terribles, pero creo haber tenido mis razones para obrar de tal manera. Esta niña, por otro lado, no me ha hecho nada; que uno de su raza haya intentado matarme no justifica que la odie a ella.

Las acciones de mi compañera atraen toda la atención. No me gusta, no quiero que dañen a ninguna de las dos. ¡Ha sido un error venir aquí! Finalmente mis músculos vuelven a responder y desenvaino la espada con un rápido silbido. Una zancada es suficiente para pararme junto a Zöe, con la loba a nuestras espaldas, encarando a la turba de vampiros que ahora me observan con ojos encendidos de furia.

-¿Qué te pasa? ¿No eres acaso uno de los nuestros? -Inquiere Iorghu, negando con decepción.

-Bebe de nuestra comida y luego defiende a una perra y a una muñeca. Ya ves, Ior, por eso no hay que invitar forasteros. -Comenta con saña una de las mujeres que molestaban a Zöe.

Dudo por un momento, ¿y si soy yo quien está haciéndolo todo mal? Mi cuerpo se estremece al saberme repudiado por los míos. Mi compañera ha sugerido volver a buscar en otro pueblo, ¿pero y si son todos así? ¿dónde pertenezco si nos vamos de aquí? Tal vez nunca debí haber abandonado la cueva...

-Felicitaciones, Dag. Una vez más decides arruinarlo todo, maldito imbécil.

Estoy a punto de envainar mi arma cuando percibo cómo la loba, a mis espaldas, se echa a correr. Parece haber visto en esa breve conversación una oportunidad para escapar. La muchedumbre se agita y se divide en tres grupos. Algunos de mis congéneres se lanzan a la persecución de la bestia y otros se apartan de su camino. Los que quedan comienzan a avanzar para cerrarse en un círculo en torno a Zöe y a mí. No dudo en blandir mi espada para cortar el aire y hacer retroceder a los que están más cerca, ellos sonríen y gritan como si se tratase de un juego, menos Iorghu Emmeran, que clava sus rojizos ojos en los míos y dice con frialdad:

-Parece que esta noche habrá tres premios, amigos míos. La cabeza más valiosa... será la del traidor.

-¡Yo me pido a la muñeca! -Grita una de las mujeres.

-¡Adelante!

Dag se decide finalmente y elige estar de nuestro lado, eso es bueno, no estaba segura de poder hacerles frente sola, según mi sistema teníamos menos de un treinta por ciento de posibilidades, quizás un poco más si lográbamos que la licantropo nos ayudara [ERROR] La loba corre para escapar, no hay forma de poder hacer una estrategia en común de esa manera.

-No soy una muñeca, y no puedo permitir que me maten - No aún, había muchas cosas que debía descubrir, un objetivo que cumplir, encontrarlo [ERROR] encontrar algo. Levanto las manos y saco las herramientas de mis dedos, al ver eso algunos de los vampiros reculan, sin embargo la gran mayoría continúan rodeándonos.

ATAC es el primero en abrir fuego, no necesita demasiados incentivos para hacerlo, dispara una ola de clavos al vampiro que tiene más cerca, el hombre grita sorprendido y observa los puntiagudos objetos de metal que atravesaron sin dificultad su carne. Pero estamos hablando de una raza que se recupera rápidamente, por lo que el daño le resulta doloroso, mas no mortal.

Distraídos como estaban con ATAC no notaron que se acercaba a ellos AMA, quien retorció la pierna de uno, rompiendo el hueso sin ninguna dificultad. Ahora comenzaban a tomarnos en serio, pero al mismo tiempo su nivel de excitación subía, ya que el reto de la caza los exacerbaba. Un vampiro salta a mi espalda y muerde mi cuello, rápidamente escupe con gesto de asco mi “sangre”, lo tomo del cuello e inclinandome hacia adelante lo tiró al piso aprovechando su propio peso y le atravieso el cráneo con un destornillador.

Siento que rasgan mi piel a la altura de las costillas, giro la cabeza y veo a la mujer que había declarado que sería su trofeo, la golpeo en el rostro con el dorso de la mano, mi capacidad para no sentir dolor resulta muy útil en estas situaciones. Pero mi contraataque no es efectivo, no a menos que atraviese ciertos puntos precisos [ANALIZANDO] la mujer vampiro regresa y busca atravesarme con sus largas uñas, su rostro está desfigurado por la ira [ANALIZANDO]

Veo a SEPA-IV y extiendo las manos para que salte a ellas, el pequeño robot entiende mi gesto y se sube, lo acerco a la cabeza de la vampiro justo en el instante en que prende el fuego. La llamarada no llega muy lejos, pero a corta distancia era verdaderamente mortal, la mujer cae con el rostro calcinado, pero llegó a hacerme daño por varias partes del cuerpo desde donde sale más líquido refrigerante del que es conveniente.

-Vamos - Le digo a Dag mientras abro un camino gracias a las llamaradas de SEPA-IV, no es una estrategia que vaya a funcionar mucho tiempo, pero al menos nos permitirá llegar hasta la puerta, y luego [ANALIZANDO] Tendremos que ser muy rápidos.

La situación se nos ha ido de las manos como la arena que se escurre entre los dedos; no sé cómo demonios hemos terminado así. Cruza por mi mente la posibilidad de pedir tregua e irnos en paz, pero pronto Zöe y sus pequeñas aberraciones quiebran la tensión para dar paso a una encarnizada pelea. Jamás pensé que mi pacífica compañera pudiese violentar de tal manera a otras personas. ¿Eso significa que, cuando la mordí, podría haberse defendido? ¿Por qué no me atacó entonces? Debo forzarme a dejar esas inquietudes para después, pues los vampiros que tengo más cerca no tardan en enfrentarme pese a que los sintéticos, como siempre dice Zöe, han demostrado ser oponentes de temer.

Vuelvo a blandir mi espada pero esta vez doy un paso al frente para que su filo penetre la carne de quienes han tardado demasiado en esquivarme. Atravieso a dos o tres antes de percatarme de que el líder ya no está entre ellos. Los heridos gimen y se llevan las manos a los estómagos para impedir que la sangre fluya a borbotones; aprovecho esa distracción para cortarles las cabezas con un tajo limpio y potente. Ya nadie ríe, pues han entendido que esto ha dejado que ser un juego, y pronto se lanzan a mí dos vampiresas cuyas uñas parecen garras que utilizan con virtuosismo para rajar mi piel de lado a lado.

Siento un profundo ardor en mi rostro y veo que desde mi mentón gotea sangre. Mis músculos se tensan y se me eriza la piel ante la adrenalina de la batalla, bramo un grito de guerra y vuelvo a sesgar con mi arma los cuerpos que se interponen en mi camino como si fuera la hoz de la Muerte. Sin embargo, esta pelea es distinta a las que he luchado antes; cada vez que atravieso a un congénere siento que me atravieso a mí mismo, que me traiciono, que asesino con horror y con placer a eso que ahora represento. Me detengo a observar cada expresión con sumo detalle y recibo casi con goce los ataques que me lanzan. Siento la tentación de permitir que terminen con mi existencia, de dejar que estos vampiros terminen el trabajo que aquellos otros comenzaron mucho tiempo atrás...

No obstante no quedan muchos de ellos y pronto Zöe me indica que es hora de partir. Ensarto desde la retaguardia a un hombre que estaba a punto de atacarla por la espalda y me uno al escape, teniendo especial cuidado con el fuego que escupe el pequeño ser metálico para ahuyentar a los otros.

Estamos muy cerca de la salida. Los que perseguían a la loba la han dejado en paz para centrarse en nosotros y puedo ver por sobre las cabezas cómo ésta se escabulle por la puerta principal corriendo desesperadamente hacia su libertad, aunque en el estado en que está dudo que llegue mucho más lejos.

-Deberíamos ayudarla.

Susurra una voz en mi mente, una de las amables, pues las otras están tan enfadadas conmigo que han decidido dejar de hablarme. Puedo sentir que deseaban que me quedara aquí, puedo sentir la profunda decepción que me profesan. Pero decido no prestarles atención; más deseo seguir junto a Zöe, que no me obliga a jugar juegos extraños como esta gente, y correr tras la bestia para prestarle ayuda. Pero, estando a pocos metros de la salida, Iorghu Emmeran se interpone en el camino con los brazos abiertos y con un gesto de enfado que le desfigura lo que antes era un rostro apuesto y encantador.

-Les hemos ofrecido nuestra hospitalidad, ¿¡y así es como nos pagan!? -Exclama y nos apunta, acusatorio, con el dedo índice- ¡¡Vergüenza!! -Su silueta comienza a difuminarse para convertirse en una sombra densa que se cierne sobre nosotros. Puedo sentir sobre mi piel pequeños cortes y la voz del líder retumba, ahora, en toda la estancia mientras los vampiros que quedan nos abuchean desde una distancia segura- ¡Muerte! ¡Muerte! ¡Muerte! -Gritan todos al unísono. Miro a Zöe de reojo y trago saliva, nada puede hacer mi espada contra esa nube oscura que nos abraza y nos asfixia.

Los enemigos menores eran atravesados por la espada de Dag sin mayores inconvenientes, dejando ver claramente su entrenamiento como soldado, era una hecho evidente que sin su ayuda mis compañeros y yo no habríamos podido salir de allí. Un nuevo vampiro se acerca por mi derecha con la boca abierta y los colmillos listos para morderme, muevo mi bisturí con velocidad y corto los bordes de sus labios, haciéndolo retroceder.

Llegamos a la salida pero... El Líder de los Vampiros insistía en interrumpir nuestra huida. Bajo a SEPA-IV ya que no deseo que lo lastimen, pero no esperaba que utilizara sus habilidades de sombra, miro a Dag, su gesto denota preocupación [ANALIZANDO] no podemos atacar algo que no tiene materia [ERROR] Los susurros de Neil son demasiado fuertes, no permite que mi sistema llegue a alguna solución.

“Muerte, muerte, muerte” dicen los vampiros que nos rodean “Muerte, muerte, muerte” dice el Muñeco Neil en mi cabeza, me causa dolor físico aunque se supone que no pueda sentirlo. La oscuridad nos rodea y nos hace daño, es Iorghu utilizando sus capacidades como vampiro, pequeños cortes aparecen por mi cuerpo, más líquido refrigerante moja mi ropa [“Muerte, muerte, muerte”] dice mi sistema aunque se supone que eso es imposible.

¿Por que nunca me había hecho preguntas en relación a Neil? ¿Por que me resultaba normal que un muñeco pudiera hablar en mi mente? [ERROR] [INFORMACIÓN BLOQUEADA] mi propia mente me impedía continuar por ese camino. Me arrodillo porque el agudo dolor en mi cabeza no me permite mantener el equilibrio, estoy por hacer algo que no debería poder hacer y cada circuito en mi cuerpo orgánico me lo está haciendo entender por medio del daño físico.

De pronto se pudo escuchar un ruido en el fondo de la sala, los vampiros se giraron ya que hasta el momento toda su atención se había fijado en nosotros. Los cuerpos de los humanos que hasta hace unos segundos yacían inertes había comenzado a moverse, su andar era torpe, y la gran mayoría no lograba aún salir de arriba de la mesa porque se lo impedían los cuerpos de los demás cadáveres.

-No... No lo hagas - Le decía a Neil mientras lo abrazaba, era una extraña sensación, podía captar una especie de regocijo que parecía surgir del muñeco, una alegría desenfrenada que me provocaba ganas de reír aunque no supiera el porqué. Y a la vez mi sistema me generaba un inmenso dolor en cada músculo, el choque entre ambos sentimientos me dejaban paralizada.

Mientras tanto, los cuerpos de los humanos recientemente asesinados habían comenzado a caminar, sus movimientos se asemejaba al de marionetas, como si estuvieran siendo movidos por hilos invisibles. Era como aquella vez en la tienda del titiritero, pero los vampiros eran rápidos y ágiles, no se dejarían atrapar fácilmente.

Siento una opresión en las sienes, trago saliva, las orejas me arden, mi piel llora lágrimas rojas. Quisiera sentarme y estar lejos, estar antes. Antes, antes, ¿cómo era? Antes, mucho antes, no había oscuridad ni dolor ni sangre surcando mi piel. Antes creía tener dolor. Ahora sé cómo se siente en realidad.

Zöe se arrodilla, abraza a su muñeco y habla; yo la miro de reojo sin poder hacer nada para ayudarla ni para detener a Iorghu Emmeran, que nos aprieta en su abrazo de muerte. Yo no controlo las sombras ni he visto a nadie que las use con semejante habilidad, poco podría hacer si me batiera a espadazos con él. Todas mis voces gritan, especialmente la mía propia, pero de pronto, cuando veo que la gente se gira y con un enorme esfuerzo lo hago yo también, el coro de bramidos cesa. Ni yo ni mis voces ni los otros vampiros podemos creer lo que estamos viendo.

Observo a la chica de la que he bebido caminar hacia nosotros, sus ojos están blancos y de su piel perforada una y otra y otra vez aún manan espesas gotas de sangre. Tras ella vienen los demás; no hacen ningún gesto pero, por alguna razón, puedo sentir cuán enojados están. Los vampiros se echan sobre ellos y muerden, arañan y empujan con la confianza de quien se proclama vencedor antes de tiempo. Pero los resucitados no reculan ni muestran dolor. Pese a ser heridos, se abalanzan sobre mis congéneres y se agarran a ellos como garrapatas. Hay más muertos que vivos y pronto los chupasangres se ven superados, pues no pueden frenar a aquellos que han regresado del óbito para hacerlos pagar por sus pecados.

Al ver semejante masacre, la sombra poco a poco se aleja de nosotros para volver a materializarse. Iorghu se está quedando sin seguidores y, apenas pone los pies en el suelo, corre con lágrimas en los ojos y con el grito en la boca para abalanzarse contra los regresados en un vano esfuerzo por defender lo que le corresponde. Me toco el rostro y observo mis palmas para constatar cuán teñidas están de rojo. Luego miro a Zöe y me arrimo a ella para levantarla, haciendo que pase uno de sus brazos sobre mis hombros. La batalla a nuestras espaldas no nos concierne, es nuestra oportunidad para escapar. Arrastro a mi compañera hacia la salida, su extraña sangre brota igual o más que la mía.

-¡Aguanta! -No es una petición, es una orden. Zöe, como cibernética, debe acatar mis órdenes. Si le digo que viva, vivirá. Incluso si no tiene más sangre en las venas. Tiene que hacerme caso, ¿verdad? Abro las puertas con una embestida e inhalo el aire fresco que nos acaricia los rostros. Pocos metros más allá, la loba que ahora ha vuelto a ser una niña se ha desmayado en medio del camino. Estoy harto, pero toda la sangre que he bebido me provee la energía suficiente para levantar también a la niña y así arrastrarnos hasta una de las casas vacías que lindan la plazoleta. De todas maneras, sé que ya nadie la usará.

La puerta está abierta. Apenas entramos y las deposito en el suelo. No puedo hacer más que observarlas con ojos desorbitados; toda la vida me han enseñado a matar, no a curar. -¿¡Qué hacemos!? -Inquiero y sacudo suavemente a Zöe poniéndole una mano en el hombro. Seguramente ella sabrá qué hacer.

¿Verdad?

Aprieto a Neil contra mi pecho pero sé que no servirá de nada, lo sé perfectamente porque no hay un segundo en el que no esté susurrando en mi mente, y ahora mismo todas sus palabras son de un profundo desprecio por la vida. No sé qué puedo hacer para calmarlo, tal vez solo debería dejarlo hacer hasta que esté satisfecho… [ERROR] ¿Esa fue una conclusión a la que llego mi sistema? ¿O es tal vez…? [ERROR] Tal vez si nos alejábamos del lugar…

Siento a Dag ayudándome para que me levante, mis articulaciones parecen estar fallando, quizás es alguna medida de seguridad que implementa el sistema cuando detecta que le estoy haciendo daño a otros seres vivos. Veo a mí alrededor, los cuerpos de los fallecidos actúan con saña, arrancando los miembros de los vampiros, extrayendo sus intestinos y tirándolos al aire como si fueran confeti. Están contentos, Neil está contento, yo también me siento satisfecha incluso aunque ese sentimiento no me pertenece.

De alguna manera logramos salir del lugar, e incluso rescatar a la licantropo que antes había salido huyendo, Dag la recoge y nos lleva a ambas hasta una de las cabañas del pueblo, los últimos en entrar son mis acompañantes, quienes se encargan de cerrar la puerta con varios pestillos. El sitio tiene todo el amueblado tradicional de una casa de campesino, solo que al abrir los muebles no hay comida, ni medicamentos, solo algunas mantas y algo de ropa.

Ahora que estamos lejos de la masacre mi cuerpo comienza a moverse con naturalidad, levanto a Neil y lo acomodo en mi morral tal como suele estar, luego levanto a la loba.

-Tranquilo, estará bien, solo está cansada y golpeada – Mi cuerpo continuaba perdiendo “sangre”, por lo que me apure en llevar a la muchacha a una cama y taparla con varias mantas - ¿Podrías prender un fuego? Eso sería de gran ayuda ¿Si? – Le sonreí a Dag para que no interpretara mi tono de forma agresiva.

Luego me senté en el piso cerca del hogar y comencé a quitarme lo que quedaba de mi ropa, estaba hecha jirones y tenía que despegarla de la “sangre” que en parte se había secado. Una vez que extraje todos los pedazos de tela hice una revisión general de cómo estaba mi cuerpo, piernas y brazos tenían cortes por muchos sitios, aunque ninguno parecía ser demasiado profundo.
En cambio el corte en mis costillas sí parece ser complicado, tardará mucho tiempo en sanar. Miro a Dag e intento transmitirle tranquilidad, sé que se asusta mucho, pero ahora mismo es necesario que conserve la calma.

-No es nada serio ¿Si? Curaré mis heridas, aunque sería bueno si pudieras ayudarme – Mire a la muchacha, había pensado en la posibilidad de que Dag se encargara de cuidarla pero los orgánicos eran muy sensibles y una vez que tenían una mala experiencia con una raza era probable que generalizaran eso a todos los de la especie – Una vez que termine me encargaré de la Licantropo, por eso tengo que apurarme y cerrar estas heridas.

Me puse de costado y le pase hilo y aguja al vampiro.

-Necesito que cierres esto para que así deje de salir del líquido ¿Correcto? No debes preocuparte, no siento dolor alguno – Me quedé quieta para no interrumpir el trabajo.

Zöe parece regresar a la normalidad, lo sé porque vuelve a mirarme con la misma tranquilidad de siempre. Sin embargo esta vez esa calma no resulta contagiosa, pues mis manos tiemblan por el miedo y la impotencia de no saber cómo actuar en esta situación.

La sigo con la mirada mientras arropa a la niña y trago saliva cuando me pide que encienda fuego. Entreabro los labios para negarme, dado que he aprendido que las fogatas no son precisamente buenas amigas de la raza a la que ahora pertenezco, pero mi mirada recae sobre el ser metálico que escupe fuego y decido guardar silencio. Gateo hasta él y lo tomo entre mis manos; la criatura se sacude pero yo la agito de vuelta para que se quede quieta mientras la acerco a la chimenea.

-Haz lo tuyo, ¡rápido! -Le exijo y siento cómo tiembla entre mis manos antes de escupir una llamarada sobre la leña. Cuando siento que el metal se calienta suelto al ser y éste, tras cerrar la boca, corre a esconderse tras su dueña. La estancia es menos lúgubre ahora que está iluminada, pero mis pupilas duelen antes de acostumbrarse a la oscilante luz que hace bailar nuestras sombras en las paredes.

Cuando me volteo, lo último que espero es ver a la cibernética completamente desnuda. Ella se observa las heridas y yo la devoro con la mirada; mi corazón se acelera y olvido por un instante todo lo que acaba de ocurrir. ¿Por qué se ha quitado la ropa? ¿Acaso espera que yo...? ¡No! Súbitamente pienso en Iredia y recuerdo que no debo asociar sangre con placer ya que, por alguna razón que no llego a comprender bien, esto podría molestar a mi compañera y ahuyentarla de mi lado. Trago en seco y aprieto los párpados para centrarme, seguramente la fiebre que me quema el pecho se debe al fuego que calienta la casa y nada más.

-Nunca he... -Mi voz se apaga cuando tomo la aguja y veo que me tiembla el pulso. Lleno mis pulmones de aire y me arrodillo junto a ella para, con los ojos entrecerrados, dar la primera puntada. Un escalofrío me sacude al ver cómo la aguja penetra en la piel, no puedo evitar pensar en mis propios colmillos haciendo lo mismo en un cuello apetitoso. -¡Concéntrate! -Pienso; aunque Zöe diga que no siente dolor alguno, temo cometer un error que le haga daño. Poco a poco, con cuidado, voy cosiendo la herida y juntando la piel. Ella no grita ni tiembla, así que voy ganando confianza. Al final, al ver que ella guarda la calma, mi martirio se convierte en un juego y corto el hilo con los dientes sólo para volver a enhebrar otro con el fin de arreglar la siguiente herida, una más pequeña en el brazo que ya ni siquiera sangra.

-Cuando termine con todas las tuyas, tú coserás las mías. -Decreto con una sonrisa en el rostro, seguro de que si ella no siente dolor con eso, a mí tampoco me dolerá. Me gusta este entretenimiento, siento que ahora somos más cercanos, como los animales que se lamen mutuamente las heridas. -Y luego la coseremos a ella. -Añado, señalando con un cabeceo a la niña durmiente. Ella no tiene cortes como los nuestros, pero estoy seguro de que un par de puntadas podrán ayudarnos a despertarla.

El pulso de Dag era tembloroso al principio, si era la primera vez que hacía una curación como esta, lo lógico era que dudara. Agarre su mano hasta que dejo de moverse, el mal pulso no me lastimaría, pero si hacía puntadas desparejas luego sería más difícil hacer que sane adecuadamente. Luego de los primeros puntos el vampiro ya se movió con mayor confianza, aún así continué observando con atención por si era necesario intervenir.

-No, con esto será suficiente– Agarré nuevamente las manos de Dag para evitar que siguiera pasando por hilo y aguja todas mis heridas – Cuando son cortes pequeños, el coserlos solo daña más la piel y se corre riesgo que se infecte – Acaricié su cabeza como hacía con los Gorriones cuando hacían lo que les pedía – Lo hiciste muy bien.

Ahora que se había detenido la perdida más abundante de “sangre” podía encargarme de los problemas más urgentes de la Licantropo. Me puse en pie y me acerqué a la muchacha, le tome el pulso, me fije si tenía fiebre y revise su cuerpo en busca de heridas graves.

-Tiene un poco de fiebre, marcas por el látigo en varias partes de su cuerpo, tengo que limpiarla, y darle agua – Miré lo que quedaba de nuestras mochilas, habían sido seriamente dañadas en nuestra huida – Dag, por favor revisa si tenemos algo de agua ¿Correcto? Si no tendré que salir a buscar algún pozo.

Quité lo poco que quedaba de la ropa de la chica, estaba sucia por su transpiración, sangre y restos de orina, busque en mi morral alguna tela limpia para intentar quitar los restos de suciedad. No había mucho que pudiera hacer, era necesario que pasara la noche y bajara la fiebre, tampoco estaba segura de cómo afectaría la biología de un licántropo.

[ANALIZANDO] Había pasado algo por alto, mi sistema trajo las memorias de la primera vez que me había encontrado con Dag, en ese momento me había mordido, pero luego al lamer la herida esta había comenzado a cerrarse con mucha más velocidad. Claro, la saliva de los vampiros tenía efectos curativos [CONCLUSIÓN]

-Dag ¿Podrías lamer las heridas de mi cuerpo? – [ERROR] – No, el sabor de mi sangre es muy desagradable para ti – [ANALIZANDO] – Entonces, podrías poner un poco de tu saliva en mi dedo ¿Cierto? Luego yo podría esparcirlo – Las heridas de mi cuerpo continuaban “sangrando”, en mucha menor medida que cuando llegamos, pero si existía la posibilidad de detenerlo por completo sería lo más eficaz.

Luego podría encargarme de la muchacha con el cien por ciento de mi capacidad, y Dag podría irse a descansar antes de que salga el sol.

Suelto la aguja y agacho dócilmente la cabeza para recibir la caricia de Zöe. Ella hace caso a mis peticiones y yo hago caso a las suyas; así, gracias a ese trato tácito, es como hemos podido llevarnos bien hasta ahora. La sigo con la mirada y observo en silencio cómo revisa a la jovencita. La sangre me hierve de ira al ver lo que mis congéneres le han hecho. ¿Se lo merecía? No lo creo. ¿Es vampirismo sinónimo de maldad? Me aterra que así sea. Entiendo por qué todos odian a los vampiros; yo soy uno de ellos y también tengo ganas de cortarles las cabezas, de cortarme la cabeza a mí mismo.

-Deberías hacerlo. -Me sugiere una de las voces que estaban enfadadas conmigo, y yo alzo una mano para dibujar en mi cuello, con el dedo índice, la marca imaginaria de un corte. -Quizás... algún día. -Pienso, y siento que la voz se alegra. Pero todavía no es el momento. Zöe necesita que consiga algo de agua.

Asiento y me acerco a la mochila ajena para rebuscar la cantimplora que suele llevar aunque para ninguno de los dos sea imprescindible. La sacudo para corroborar que está llena hasta la mitad y sonrío. Sin molestarme en ponerme de pie, gateo hasta Zöe y le extiendo el recipiente que me ha pedido. Pero ahora llega una nueva petición que me hace abrir más los ojos y observarla con sorpresa. Zöe está desnuda y me pide que lama sus heridas. Incluso para mí esto suena extraño; no solo es la primera vez que estoy con una mujer como vino al mundo sin que eso conlleve llevarla a la cama, sino que la situación, ahora, comienza a exigir aún más autocontrol por mi parte.

Trago en seco y la tomo de una mano para tirar de ella hacia abajo, indicándole que vuelva a sentarse frente a mí. La segunda opción que me ha dado me parece aún más rara que la primera y bastante impráctica, así que niego con la cabeza y, sin soltarla, me encorvo para lamer la herida del brazo que quise suturar minutos atrás. Mi mueca se contrae con asco, pero me contengo y prosigo con mi tarea. Le repugnancia que siente mi lengua es opacada por la satisfacción de saber que, al menos por una vez, estoy ayudando a alguien en vez de haciéndole daño. El horrible sabor de Zöe me da la tranquilidad de que no desearé morderla en ningún momento.

Los suaves chasquidos del fuego crepitando y nuestras respiraciones son la única música que llena la estancia. El tiempo pasa con lentitud, o al menos así lo siento yo, que estoy concentrado en lamer hasta la más pequeña herida que mis labios encuentran. Paso de un brazo a otro y luego el pecho, los hombros, la espalda, el abdomen y las piernas. Estoy cansado y siento la boca pastosa.

Finalmente tomo a Zöe del mentón, dado que he dejado su rostro para el final, y continúo tratándola con algo que ya no sé si son lamidas o besos, pues allí los cortes son más pequeños y, en realidad, ya prácticamente no sangran. A estas alturas el sabor ya no me desagrada. De hecho, nada de esto me desagrada en absoluto. Para cuando llego a la última herida, una en el pómulo izquierdo, apenas susurro:

-Ya está...

Pero no aparto mis labios de su piel. No quiero. Aunque suene egoísta, desearía que haya más y más heridas sobre la piel de mi compañera.

Agarré la cantimplora que me ofreció Dag, no era demasiada agua, más tarde tendría que ir a buscar más, pero por el momento serviría. Mojé una de las telas limpias y la acerqué a los agrietados labios de la muchacha, al principio no hubo reacción alguna, pero muy lentamente comenzó a moverlos, absorbiendo el agua que le ofrecía. Humedecí otro trozo de tela y lo apoyé en su frente, eso debería ser suficiente por el momento.

El vampiro tardó en responderme, por lo que creí que iba a negarse, pero pronto puso un gesto que no logré interpretar y comenzó a lamer las heridas, descartando mi idea de usar métodos menos directos. Dag se toma muy en serio la tarea, intento ayudarlo cambiando de postura y cuando está terminando creo reconocer el cansancio que lo embarga, no es buena idea que continúe esforzándose.

Finalmente se detiene en mi mejilla, le doy un abrazo para felicitarlo por su labor.

-Lo hiciste muy bien, Dag. Ahora debes descansar, falta muy poco para que salga el sol, y tus heridas sanaran más rápido si tienes un descanso adecuado ¿Si?- El hombre no se separaba de mi ¿Estaría asustado? ¿O demasiado cansado? Moví mi mano arriba y abajo en su espalda cuatro veces para consolarlo – Esta noche peleaste muy duro, deja que te cuide durante el día.

Lo separe lentamente de mi cuerpo y me acerqué nuevamente a la muchacha para asegurarme de que siguiera estable. Revisé las telas y ya se habían secado, la fiebre seguía estando alta, volví a mojar los paños y los puse en su frente.

-SEPA-IV, asegurate de que el fuego no se apague en toda la noche – El pequeño fue corriendo al hogar y se quedó allí de pie vigilando las llamas – AMA y ATAC, revisen todas las ventanas, no debe entrar ni el más mínimo rayo de sol ¿Correcto? – Ambos se movieron de inmediato para cerrar las ventanas.

Me senté junto a la cama de la loba, así podría estar atenta a su respiración y a cualquier tipo de cambio que denotara una desmejora.


Pase las siguiente seis horas asegurándome de que las vendas de la loba se mantuvieran húmedas, cuando el agua de la cantimplora se agotó tuve que ir a buscar más afuera. El sol estaba ya alto en el cielo, el pueblo se veía tan abandonado como cuando llegamos, aunque seguramente ahora sería por motivos muy diferentes. Cuando regrese a la cabaña la muchacha ya no estaba, quizás había estado esperando a que me fuera para poder escapar.

Cerré la puerta y pase los cerrojos, tendría que esperar a que la noche llegara nuevamente para poder marcharnos de allí.