Bienvenidas, cazadoras... [Privado] [Huracán]
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Bienvenidas, cazadoras... [Privado] [Huracán]
“Lady Cassandra Harrowmont, me congratula invitarla a la fiesta que tendrá lugar en honor a los Cazadores de Vampiros…”
Esa carta me pareció extraña, así de primeras. Había llegado al despacho y apenas le hice caso cuando Natasha la trajo. Más correspondencia, ¡menudo rollo! Pero el sello de una casa noble me llamó la atención. Estaba firmada por Lord Nikolaj Valeri von Kärstenssen Belov, el hombre que había estado en el funeral de Anastasia y la Maestra Isabella. Tuve que hacer memoria para acordarme de él, había tanta gente y ese día estaba tan confusa que apenas recordaba lo que había pasado. También pensé en rechazar la invitación, pero luego acepté, después de consultarlo con mi tía Virgie.
- ¡Ve a la fiesta! ¡Diviértete! - decía ella. Aún pensaba que me venía bien no centrarme tanto en el trabajo y salir más allá de las islas para no tener que volver a irme de retiro obligado como hacía unos meses.
- Pero son varios días… ¿Qué pasará con el gremio?
- Hay gente que nos podemos encargar de él mientras no estás. ¿Qué más da que sean varios días? En la carta dice que te atenderá bien y podrás disponer de las comodidades que te ofrece. Además, pone que quiere hablar de negocios contigo, a lo mejor consigues una buena oferta para el gremio. - Mi tía siempre tan positiva. Se había vuelto un gran apoyo para mí desde que había pasado lo de la Hermandad. Asentí. En otras circunstancias, sin duda habría ido a la fiesta. Pero ahora me lo pensaba un poco más, justo ahora era cuando el gremio estaba volviendo a crecer y no quería liarla de nuevo. Mi padre había tenido que hacer una gran inversión para mejorar los equipos, contratar nuevos cazadores y también algo de promoción.
Todavía me acordaba de las primeras semanas tras la muerte de la maestra Boisson y de Anastasia. ¡Qué desastre! Yo no estaba atenta al gremio, destrocé parte del palacio, me tuvieron que llevar a Lunargenta, y mientras tanto, los cazadores que tenía contratados iban haciendo de las suyas por ahí. Cuando regresé y me vi más recuperada hice una buena limpieza de personal. No iba a aguantar que jodieran el gremio. Y aún me seguía preocupando que pudiese pasar algo.
Pero mi tía me aconsejó y, varios días después, estaba llegando a Roilkat con un séquito de mis doncellas.
Quedaban unos días para la gran fiesta, donde las grandes fortunas de Aerandir se reunirían. Y, obviamente, no podía faltar ahí. Pero Lord Kärstenssen y yo nos habíamos reunido antes para tratar unos asuntos, en principio, sobre el Gremio de Cazadores. Él mismo, en persona, salió a recibirme cuando sus mayordomos nos guiaron hasta la puerta de su mansión, una gran construcción que destacaba en las afueras de Roilkat, llena de vidrieras de cristales de colores, piedras terrosas, y ese toque “desértico” que usaban todas las construcciones allí. A diferencia del resto de edificios, grandes jardines rodeaban la mansión. Muy verdes y con multitud de plantas y árboles, con fuentes y flores por todos lados. Era bastante distinto a las dunas que rodeaban la ciudad.
Él se encontraba en la puerta, esperándonos. Al instante, me tendió la mano y me la besó, a la vez que me hacía una sutil reverencia - Lady Harrowmont. Estoy encantado de que haya aceptado mi invitación. Por aquí, sígame, querida. - Sonrió y me condujo hacia el interior de su casa. Su impresionante casa. Estaba copada de cuadros de antiguos guerreros dragones, según iba explicando. Medallas de sus casas y reliquias varias. Dos doncellas, de todo mi séquito, vinieron conmigo. En ese momento me estaba haciendo sentir como una reina. - Supongo que llega cansada del viaje, my lady - estaba claro que era de clase alta. - Le enseñaré dónde se quedará. Espero que sea de su agrado - comentó el hombre con una sonrisa ladina. Le miré y asentí, con gesto amable. Se estaba portando muy bien.
- ¿De qué quería hablar, Lord Kärstenssen? - Pregunté con curiosidad. En su carta no desvelaba muchos detalles.
- Hoy no es el mejor momento, Lady Harrowmont, mi prioridad es que usted y sus acompañantes descansen antes de hablar de trabajo. ¿No cree? - Subimos las escaleras y, después de recorrer varios pasillos, el lord abrió una puerta blanquecina, muy alta. - Esta será su habitación, espero y sea de su agrado - preguntó entrando después de mí. ¡Obviamente me gustaba! No era tan grande como la mía de mi casa en Beltrexus, pero era preciosa. ¡Este hombre sí que sabía cómo tratar a una dama de mi alcurnia!
- Me gusta mucho, Lord Kärstenssen, muchas gracias. - Todavía me quedaba la duda sobre el tema sobre el que quería hablar ese hombre, pero preferí asentarme y ya tratar de sacar conversación más adelante. En la hora de la cena, por ejemplo.
- He pedido que le preparen un baño caliente. Supuse que le sentaría bien para su descanso. - Suponía bien, sin duda. Estaba deseando meterme en una bañera calentita. El resto de mi séquito apareció en mi habitación y colocó varias maletas rígidas de madera. En una estaba mi arco, las flechas, el uniforme de cazadora (era mejor para moverme que un vestido como el que llevaba), en otra maleta había productos de belleza, en otra, ropa… digamos que venía muy preparada.
Una vez me dejaron sola corrí hacia la cama y me tiré sobre ella para probar lo mullida que estaba. ¡Y era como estar entre nubes! Sólo con eso se me había pasado el mal que me suponía viajar en barco, más el tiempo invertido hasta llegar a Roilkat. ¡Así sí! Me bañé, cené y me divertí bastante con Lord Kärstenssen esos días; era un buen anfitrión, muy atento.
- Me gusta su gremio, Maestra Harrowmont - ¡Qué bien sonaban esas palabras! Le miré con una sonrisa. Estábamos cenando. - Hasta mis oídos llegaron sus hazañas.
- ¿Y qué pretende con esta reunión? - Apoyé la cabeza en mi mano, mirándolo.
- Tengo propuestas para mejorarlo, eso quisiera hablarlo con usted después de la fiesta, Maestra Cazadora.
- ¿Y por qué no ahora?
- Qué impaciente, my lady - se levantó y se aproximó a mí, deslizando la mano por la superficie de la mesa - . Digamos que soy un tipo muy influyente - era evidente - y tengo gran admiración por su gremio. Quisiera que pudiéramos darle mayor fama, mayor equipo, más visibilidad… Hay rincones en Aerandir que no conocen su excelente trabajo. No me gustaría permitir eso - sonrió, de lado. ¿Más dinero? Mi padre había hecho ya una buena inversión para mejorarlo. Pero… tal vez lo que hablaba Kärstenssen no estaba tan mal. Aunque debía conocer más sobre él. Y durante unos días, antes de la fiesta, tuvimos tiempo para conocernos y continuar hablando sobre posibles negocios.
Y ese día por fin llegó. Las grandes fortunas y el resto de cazadores se reunirían en la mansión del susodicho para celebrar, ¿qué sé yo? El caso era celebrar. Varias horas antes ya me estaban ayudando a prepararme para la gran noche. Vendría mucha gente. Creía recordar que incluso algunos del gremio de Beltrexus estaban invitados, ¿vendrían?
Como obsequio por la estancia, las doncellas de Kärstenssen se encargaron de mi apariencia, regalándome un vestido “al estilo Roilkat”, o sea, con piedras y cristales por todos lados. Y, la verdad, es que era precioso. Y destacaba, importante. Destacaba mucho. No era, para nada como el resto de vestidos que había visto. Junto con mi séquito, acabaron de ayudarme a arreglarme. Peinado, maquillaje, todo estaba perfectamente cuidado. Era la Maestra Cazadora, tenía que sobresalir del resto de invitados. Eso de pasar desapercibida no lo llevaba muy bien, la prueba estaba en la anterior gala de Beltrexus y mi vestido llameante que acabaron arruinándome. ¡Valientes hijos de…!
Pero no esta vez, estaría junto a gente civilizada y decente. O eso creía.
Varios trabajadores de mi anfitrión se encargarían de ver las listas de asistentes para evitar eso, que se colasen indeseables como en la gala.
- Menuda reunión de negocios… - Pensé, sonriente, al mirarme al espejo. Las prefería así, entre lujos y personas que me adulaban, que no reuniéndome con mis trabajadores en el despacho del Palacio de los Vientos. ¿Vería a alguno de mis trabajadores? ¿O a alguien conocido? Esperaba que sí, para que me vieran deslumbrante, literalmente.
Muchos ya habían llegado, estaban picoteando algo de comer y otros bailaban tímidamente. Pero yo tenía intención de aparecer más tarde, quería que se me viera bien.
Esa carta me pareció extraña, así de primeras. Había llegado al despacho y apenas le hice caso cuando Natasha la trajo. Más correspondencia, ¡menudo rollo! Pero el sello de una casa noble me llamó la atención. Estaba firmada por Lord Nikolaj Valeri von Kärstenssen Belov, el hombre que había estado en el funeral de Anastasia y la Maestra Isabella. Tuve que hacer memoria para acordarme de él, había tanta gente y ese día estaba tan confusa que apenas recordaba lo que había pasado. También pensé en rechazar la invitación, pero luego acepté, después de consultarlo con mi tía Virgie.
- ¡Ve a la fiesta! ¡Diviértete! - decía ella. Aún pensaba que me venía bien no centrarme tanto en el trabajo y salir más allá de las islas para no tener que volver a irme de retiro obligado como hacía unos meses.
- Pero son varios días… ¿Qué pasará con el gremio?
- Hay gente que nos podemos encargar de él mientras no estás. ¿Qué más da que sean varios días? En la carta dice que te atenderá bien y podrás disponer de las comodidades que te ofrece. Además, pone que quiere hablar de negocios contigo, a lo mejor consigues una buena oferta para el gremio. - Mi tía siempre tan positiva. Se había vuelto un gran apoyo para mí desde que había pasado lo de la Hermandad. Asentí. En otras circunstancias, sin duda habría ido a la fiesta. Pero ahora me lo pensaba un poco más, justo ahora era cuando el gremio estaba volviendo a crecer y no quería liarla de nuevo. Mi padre había tenido que hacer una gran inversión para mejorar los equipos, contratar nuevos cazadores y también algo de promoción.
Todavía me acordaba de las primeras semanas tras la muerte de la maestra Boisson y de Anastasia. ¡Qué desastre! Yo no estaba atenta al gremio, destrocé parte del palacio, me tuvieron que llevar a Lunargenta, y mientras tanto, los cazadores que tenía contratados iban haciendo de las suyas por ahí. Cuando regresé y me vi más recuperada hice una buena limpieza de personal. No iba a aguantar que jodieran el gremio. Y aún me seguía preocupando que pudiese pasar algo.
Pero mi tía me aconsejó y, varios días después, estaba llegando a Roilkat con un séquito de mis doncellas.
- Casa de Lord Kärstenssen:
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Quedaban unos días para la gran fiesta, donde las grandes fortunas de Aerandir se reunirían. Y, obviamente, no podía faltar ahí. Pero Lord Kärstenssen y yo nos habíamos reunido antes para tratar unos asuntos, en principio, sobre el Gremio de Cazadores. Él mismo, en persona, salió a recibirme cuando sus mayordomos nos guiaron hasta la puerta de su mansión, una gran construcción que destacaba en las afueras de Roilkat, llena de vidrieras de cristales de colores, piedras terrosas, y ese toque “desértico” que usaban todas las construcciones allí. A diferencia del resto de edificios, grandes jardines rodeaban la mansión. Muy verdes y con multitud de plantas y árboles, con fuentes y flores por todos lados. Era bastante distinto a las dunas que rodeaban la ciudad.
Él se encontraba en la puerta, esperándonos. Al instante, me tendió la mano y me la besó, a la vez que me hacía una sutil reverencia - Lady Harrowmont. Estoy encantado de que haya aceptado mi invitación. Por aquí, sígame, querida. - Sonrió y me condujo hacia el interior de su casa. Su impresionante casa. Estaba copada de cuadros de antiguos guerreros dragones, según iba explicando. Medallas de sus casas y reliquias varias. Dos doncellas, de todo mi séquito, vinieron conmigo. En ese momento me estaba haciendo sentir como una reina. - Supongo que llega cansada del viaje, my lady - estaba claro que era de clase alta. - Le enseñaré dónde se quedará. Espero que sea de su agrado - comentó el hombre con una sonrisa ladina. Le miré y asentí, con gesto amable. Se estaba portando muy bien.
- ¿De qué quería hablar, Lord Kärstenssen? - Pregunté con curiosidad. En su carta no desvelaba muchos detalles.
- Hoy no es el mejor momento, Lady Harrowmont, mi prioridad es que usted y sus acompañantes descansen antes de hablar de trabajo. ¿No cree? - Subimos las escaleras y, después de recorrer varios pasillos, el lord abrió una puerta blanquecina, muy alta. - Esta será su habitación, espero y sea de su agrado - preguntó entrando después de mí. ¡Obviamente me gustaba! No era tan grande como la mía de mi casa en Beltrexus, pero era preciosa. ¡Este hombre sí que sabía cómo tratar a una dama de mi alcurnia!
- Me gusta mucho, Lord Kärstenssen, muchas gracias. - Todavía me quedaba la duda sobre el tema sobre el que quería hablar ese hombre, pero preferí asentarme y ya tratar de sacar conversación más adelante. En la hora de la cena, por ejemplo.
- He pedido que le preparen un baño caliente. Supuse que le sentaría bien para su descanso. - Suponía bien, sin duda. Estaba deseando meterme en una bañera calentita. El resto de mi séquito apareció en mi habitación y colocó varias maletas rígidas de madera. En una estaba mi arco, las flechas, el uniforme de cazadora (era mejor para moverme que un vestido como el que llevaba), en otra maleta había productos de belleza, en otra, ropa… digamos que venía muy preparada.
Una vez me dejaron sola corrí hacia la cama y me tiré sobre ella para probar lo mullida que estaba. ¡Y era como estar entre nubes! Sólo con eso se me había pasado el mal que me suponía viajar en barco, más el tiempo invertido hasta llegar a Roilkat. ¡Así sí! Me bañé, cené y me divertí bastante con Lord Kärstenssen esos días; era un buen anfitrión, muy atento.
- Estancias de la casa:
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Sala de estar.
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Comedor
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Habitación donde me quedo.
- Me gusta su gremio, Maestra Harrowmont - ¡Qué bien sonaban esas palabras! Le miré con una sonrisa. Estábamos cenando. - Hasta mis oídos llegaron sus hazañas.
- ¿Y qué pretende con esta reunión? - Apoyé la cabeza en mi mano, mirándolo.
- Tengo propuestas para mejorarlo, eso quisiera hablarlo con usted después de la fiesta, Maestra Cazadora.
- ¿Y por qué no ahora?
- Qué impaciente, my lady - se levantó y se aproximó a mí, deslizando la mano por la superficie de la mesa - . Digamos que soy un tipo muy influyente - era evidente - y tengo gran admiración por su gremio. Quisiera que pudiéramos darle mayor fama, mayor equipo, más visibilidad… Hay rincones en Aerandir que no conocen su excelente trabajo. No me gustaría permitir eso - sonrió, de lado. ¿Más dinero? Mi padre había hecho ya una buena inversión para mejorarlo. Pero… tal vez lo que hablaba Kärstenssen no estaba tan mal. Aunque debía conocer más sobre él. Y durante unos días, antes de la fiesta, tuvimos tiempo para conocernos y continuar hablando sobre posibles negocios.
Y ese día por fin llegó. Las grandes fortunas y el resto de cazadores se reunirían en la mansión del susodicho para celebrar, ¿qué sé yo? El caso era celebrar. Varias horas antes ya me estaban ayudando a prepararme para la gran noche. Vendría mucha gente. Creía recordar que incluso algunos del gremio de Beltrexus estaban invitados, ¿vendrían?
Como obsequio por la estancia, las doncellas de Kärstenssen se encargaron de mi apariencia, regalándome un vestido “al estilo Roilkat”, o sea, con piedras y cristales por todos lados. Y, la verdad, es que era precioso. Y destacaba, importante. Destacaba mucho. No era, para nada como el resto de vestidos que había visto. Junto con mi séquito, acabaron de ayudarme a arreglarme. Peinado, maquillaje, todo estaba perfectamente cuidado. Era la Maestra Cazadora, tenía que sobresalir del resto de invitados. Eso de pasar desapercibida no lo llevaba muy bien, la prueba estaba en la anterior gala de Beltrexus y mi vestido llameante que acabaron arruinándome. ¡Valientes hijos de…!
- Vestido:
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Abrigo
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Pero no esta vez, estaría junto a gente civilizada y decente. O eso creía.
Varios trabajadores de mi anfitrión se encargarían de ver las listas de asistentes para evitar eso, que se colasen indeseables como en la gala.
- Menuda reunión de negocios… - Pensé, sonriente, al mirarme al espejo. Las prefería así, entre lujos y personas que me adulaban, que no reuniéndome con mis trabajadores en el despacho del Palacio de los Vientos. ¿Vería a alguno de mis trabajadores? ¿O a alguien conocido? Esperaba que sí, para que me vieran deslumbrante, literalmente.
Muchos ya habían llegado, estaban picoteando algo de comer y otros bailaban tímidamente. Pero yo tenía intención de aparecer más tarde, quería que se me viera bien.
off: ficha de Lord Kärstenssen -> [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Cassandra C. Harrowmont
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Re: Bienvenidas, cazadoras... [Privado] [Huracán]
Finalmente, tras mi encuentro con la elfa, Helyare, Belladonna me había conseguido convencer. Tras casi medio año en el ostracismo. Perdida y alternando mi vida entre cacerías solitarias, buscando respuestas a los problemas familiares y sin encontrar un camino, me di cuenta de que no podía seguir así. Tenía que cumplir mi destino. Volver al gremio y continuar el legado familiar. Ahora convertida en leyenda. Además, tenía que saber por qué ese tal Lord Kärtenssen sabía que seguía viva y qué quería de todos los cazadores de vampiros de Aerandir. Así es como estábamos. Delante de su gran mansión terrosa. Un montón de gente esperaba fuera.
-Bien. Pues parece que hemos llegado. Voy a entrar. – aseveró Belladonna, mirando la puerta. Había una gran cantidad de invitados dispuestos a entrar.
-¡¿Qué?! ¿Tú? – pregunté girando la cabeza, mirándola a los ojos. - Belladonna Boisson. Segunda de la Hermandad. ¿En una fiesta de cazadores de vampiros? – Bella me devolvió la sonrisa y replicó.
-Tengo unos asuntos de los que encargarme. Tú no te preocupes por mí. Estaré bien. – dijo con suficiencia, colocando una capucha sobre su chal y desvaneciéndose en una estela de humo.
Maljuré unas palabras antes de poder detenerla. ¿Qué demonios quería tramar ahí dentro? Ella, la de sobra conocida número dos de la Hermandad, en territorio hostil. Tendría que indagar acerca de ella. Belladonna estaba intentando hacer algo. ¿Boicotear la fiesta? Esperaba que ni siquiera fuera tan suicida. Así, como si fuera poco lo que tenía que hacer: Conocer a Lord Kärtenssen y reencontrarme con Cassandra, ahora además tenía que descubrir qué tramaba Belladonna.
Pero antes, tenía que entrar. Y existía un problema. Había desmenuzado la carta de invitación del Lord. Aunque tampoco me interesaba aparecer allí con mi nombre y apellidos de pila. Aunque la mayoría no me pondrían cara, todo el mundo conocía el nombre de la destructora de la Hermandad y la daba por muerta, y para la gente que no conocía prefería que fuera así. Y el apellido de mi familia tenía muchísimo renombre, promulgado además por todo Aerandir por las relaciones de Isabella. De sobra conocida por todo el mundo.
Me tapé con una capucha para que no me reconocieran. Había comprado unos viejos ropajes en una tienda de Roilkat. Negros, como no. Eran lo suficientemente elegantes para una gala. Me cubrí con una capucha, para evitar ser reconocida y me puse a la cola. Intentando evitar el cruce de miradas con nadie. Aguardé la larguísima cola pacientemente. Perdiendo la mirada alguna que otra vez entre la multitud de cotillas de Roilkat, que observaban el acceso de los presentes a la mansión de uno de los hombres más ricos de la ciudad. Les miraba con asco. ¿Qué coño hacían? ¿Acaso era eso una pasarela?
- Huracán (sin espada):
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Cuando llegó mi turno, empecé a pensar cómo diablos iba a entrar yo ahí. Sin invitación. Sin desvelar quién era. Nadie me iba a creer. Joder. Faltaban tres o cuatro personas por chequear y yo ni siquiera sabía quién decir que era. Hubiese sido más sencillo saltar el muro, aunque me hubiese visto la seguridad. ¿Cómo lo haría Belladonna?
Cuando ya no me quedaba mucha esperanza, de entre la multitud, salió una pequeña chica con un abrigo de cuero, en un ajustado vestido verde con minifalda, tapada por un sombrero de ala ancha, que no me permitía identificar su cara. Desde luego, tenía pinta de cazadora.
-Disculpe, señorita ¿tiene invitación? – susurró sin mirarme, agarrándose al brazo.
-¡¿Qué?! – respondí seria. Totalmente de improviso. Tomó mi mano.
-Detecto apertura de los poros de la mano. Activación de glándulas sudorosas. – clamó la pequeña pero voluptuosa mujer que en tacones alcanzaba casi mi altura. – No tiene invitación. ¡Lo sabía! – No dije nada. Estaba sorprendida por aquella repentina aparición. – No se preocupe, yo la tengo. – No tuve tiempo de responder, ya nos tocaba justo cuando la chica terminó su frase y el hombre nos pidió la invitación. – Somos las hermanas Martina y Demetria Calvin-Kostor. – dijo al recepcionista, pasándole su invitación. Este lo anotó y nos permitió el paso.
Pudimos acceder a los excelsos jardines de la mansión. No sabía muy bien como lo había hecho, sólo supe taparme un poco la cara, poniéndome de lado.
-Le dije a Jules que la grande del bigote no era un armario, era una mujer. ¡Los armarios no caminan! – resopló quitándose el sombrero. ¡¿Rachel?! Antes de que me mirara aparté la cara. – Debimos haber dormido y robado las entradas a una pareja de chico y chica. – me tomó la mano con ambos brazos. - Discúlpeme, la vi dudosa y aproveché. Soy Rachel Roche. – Tapándome aún más con la capucha y, sin preguntar, me estrechó la ma… ¡Ah! ¡Hija de puta! ¿Por qué aprietas tanto? – Le veo después, señorita que no es Martina Calvin-Kostor. Debo ayudar a mi hermano. – y desapareció entre la multitud.
Menos mal que no se fijó demasiado en mí. NIA me habría identificado sin lugar a dudas. ¿Así que Jules y Rachel habían abandonado el gremio? Ellos deberían tener invitación. Y si lo habían hecho, ¿qué hacían allí? Genial. Más tareas para el día.
- Rachelita Roche (sin pistola evidentemente ¬¬):
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Lo primero sería dar con Cassandra. Sola, en medio de aquel enorme jardín con cientos de invitados, entre cazadores de vampiros e invitados, difícilmente daría con ella. Decidí acercarme a una mesa y escribir una pequeña nota arrancando un pequeño trozo de mantel de papel. ¿Cómo podía atraer a Cassandra?
“Cassandra Harrowmont: Me gustaría intercambiar unas palabras con la todopoderosa Maestra Cazadora de los Cazadores de Beltrexus. Su riqueza es sólo comparable a
Piropos y dorado de píldora: Cassandra vendría sin duda. Enrollé el papel, tomé a un camarero por el brazo. Cass era de sobra conocida. – Busque y entréguele esto a Lady Cassandra Harrowmont. – ordené sin dudar. El hombre, algo sorprendido, asintió.
Dicho esto. Me dediqué a adentrarme en el laberinto. Me costaría llegar hasta el centro. – No debí haberle dicho en el laberinto. – dije después de más de cinco minutos perdida. – Cassandra es demasiado estúpida como para resolverlo ella sola. – lamenté.
Una vez en el estanque central. Esperaría en uno de los pasillos. No saldría hasta ver, que verdaderamente, era ella.
Anastasia Boisson
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Re: Bienvenidas, cazadoras... [Privado] [Huracán]
Mientras me seguía mirando al espejo llamaron a la puerta un par de veces. - Adelante - dije, sin apartarme del cristal, sólo girándome un poco para ver quién era: Lord Kärstenssen.
- Lady Harrowmont - saludó con una sonrisa.
- Lord Kärstenssen - respondí y avancé hacia él unos pasos. - ¿No debería ser buen anfitrión y estar en la fiesta recibiendo a los invitados? - enarqué una ceja.
- Quería ver cómo se encontraba mi invitada predilecta - sonreí.
- Bien, lista para bajar. - Después de haber tardado un buen rato en arreglarme y admirar mi imagen otro poco más. De verdad que estaba muy contenta con estar ahí. Me sentía importante. Y no era para menos, siendo la Maestra Cazadora de Beltrexus y teniendo ese trato favorecedor con el lord.
- ¿Vamos, my lady? - me tendió la mano y bajamos al salón donde estaban llegando los invitados. Algunos ya estaban bailando. Aún así no pude evitar pensar que me miraban. Y esperaba que lo hicieran, tanto los que trabajaban para mí como los de otros gremios. Buscaba su admiración, que me reconocieran y en ese momento supieran que era yo la que había conseguido levantar el gremio de Beltrexus. Que yo era la líder.
Kärstenssen y yo empezamos a bailar al ritmo de la música, entremezclándonos con el resto de participantes que también habían decidido dejarse llevar por los armoniosos sonidos de la sala. Tras un buen rato de baile, decidí sentarme a descansar. Por su parte, mi anfitrión fue a charlar con otros invitados que reclamaban su atención.
Sentada en una de las esquinas de la sala, uno de los camareros de la fiesta pasó a ofrecerme algo de comer. A eso me negué, pero le pedí una copa de vino para calmar la sed. Cinco minutos después, ya tenía en mis manos una fina copa de cristal y estaba degustando el suave sabor de la bebida. Por supuesto, era muy buena, aunque seguía pensando que el vino de las Islas era mejor que cualquier otro.
Disfruté de mi descanso hasta que la copa se acabó. Después me incorporé para seguir bailando y disfrutando de la fiesta. De nuevo, más bailes, alcohol, risas y divertidas charlas que poco tenían que ver con el trabajo sino, más bien, con las riquezas y privilegios con los que contábamos la gran mayoría de invitados. Uno de los camareros se acercó a mí y tomé otra copa de vino de su bandeja. Pensé que se iba a ir, pero me dejó una nota.
- Esto es para usted, Lady Harrowmont.
Aproveché otro descanso entre bailes para ir a leer la nota.
“Cassandra Harrowmont: Me gustaría intercambiar unas palabras con la todopoderosa Maestra Cazadora de los Cazadores de Beltrexus. Su riqueza es sólo comparable a su…” estaba tachado. Posiblemente se había equivocado al escribir. Continué. “… gran belleza. Soy su eterno admirador. Reúnase conmigo en el centro del laberinto.” Volteé la nota varias veces para mirar si había algún nombre o algo para reconocerlo. Nada. Resoplé y miré hacia la puerta. ¿Quién podría ser? Estaba claro que muchas personas de ahí me admiraban por mi gran belleza, pero podría haber dado la cara. No sé…
Arrugué la nota, dejé la copa de vino en la mesita y salí a la calle decidida a ir al centro del laberinto.
Craso error el salir sin el abrigo. La cantidad de gente en el salón, los bailes y las copas de vino me habían hecho tener calor y ahora iba por el jardín con la espalda y los brazos al descubierto. ¡Muy bien por mí!
Avancé rápido y me adentré en el laberinto, tirando entre los matojos la nota que me había llegado.
Ahí parecía hacer menos frío, pero aun así me estaba helando. Me froté los brazos varias veces y después caminé por entre los enormes setos sujetándome la falda del vestido. No podía pasarle nada, era demasiado hermoso para que se me quedase enredado en alguna planta.
Al principio creía que iba a ser fácil… pero era un laberinto. Y era imposible contar las veces que me perdí hasta llegar al centro. ¡Estaba harta! Cada vez avanzaba más rápido, cabreada y frustrada por no encontrar el camino correcto a la primera. Me daban ganas de darle una patada al suelo y tirar los setos con un movimiento de tierra. Pero no… por suerte, después de un rato perdida, más de quince minutos o veinte, incluso, llegué al lugar que quería. Ahí estaba. Pero no había nadie. Solté mi vestido y avancé hacia el estanque, mirando a todos lados.
- ¿Hay alguien? - avanzaba despacio hasta un banco de piedra, dispuesta a quedarme sentada allí. De primeras pensé que podría ser Kärstenssen pero, ¿para qué quedaría conmigo en el centro de este estúpido laberinto si ya estaba en su casa? También pensé en que en realidad era un admirador secreto que, obviamente, estaba claro que tenía. Uno y varios más. Y que era tímido, por eso no salía.
Por desgracia para mí, no pude evitar pensar que podía ser una broma. Y en caso de ser así… me encargaría de cobrar venganza esa noche si descubría quién había sido. - ¿Hola? - ¿Por qué mierdas no había nadie ahí esperándome como la dama que era? ¡Malditos impuntuales! Seguro que era tan idiota que se había perdido.
Di una vuelta al estanque, como si quisiera hacer tiempo. Pero mientras iba memorizando el camino porque estaba viendo que tendría que volver a la mansión sí o sí. Ahí no había nadie y no me gustaba esperar.
- Lady Harrowmont - saludó con una sonrisa.
- Lord Kärstenssen - respondí y avancé hacia él unos pasos. - ¿No debería ser buen anfitrión y estar en la fiesta recibiendo a los invitados? - enarqué una ceja.
- Quería ver cómo se encontraba mi invitada predilecta - sonreí.
- Bien, lista para bajar. - Después de haber tardado un buen rato en arreglarme y admirar mi imagen otro poco más. De verdad que estaba muy contenta con estar ahí. Me sentía importante. Y no era para menos, siendo la Maestra Cazadora de Beltrexus y teniendo ese trato favorecedor con el lord.
- ¿Vamos, my lady? - me tendió la mano y bajamos al salón donde estaban llegando los invitados. Algunos ya estaban bailando. Aún así no pude evitar pensar que me miraban. Y esperaba que lo hicieran, tanto los que trabajaban para mí como los de otros gremios. Buscaba su admiración, que me reconocieran y en ese momento supieran que era yo la que había conseguido levantar el gremio de Beltrexus. Que yo era la líder.
Kärstenssen y yo empezamos a bailar al ritmo de la música, entremezclándonos con el resto de participantes que también habían decidido dejarse llevar por los armoniosos sonidos de la sala. Tras un buen rato de baile, decidí sentarme a descansar. Por su parte, mi anfitrión fue a charlar con otros invitados que reclamaban su atención.
Sentada en una de las esquinas de la sala, uno de los camareros de la fiesta pasó a ofrecerme algo de comer. A eso me negué, pero le pedí una copa de vino para calmar la sed. Cinco minutos después, ya tenía en mis manos una fina copa de cristal y estaba degustando el suave sabor de la bebida. Por supuesto, era muy buena, aunque seguía pensando que el vino de las Islas era mejor que cualquier otro.
Disfruté de mi descanso hasta que la copa se acabó. Después me incorporé para seguir bailando y disfrutando de la fiesta. De nuevo, más bailes, alcohol, risas y divertidas charlas que poco tenían que ver con el trabajo sino, más bien, con las riquezas y privilegios con los que contábamos la gran mayoría de invitados. Uno de los camareros se acercó a mí y tomé otra copa de vino de su bandeja. Pensé que se iba a ir, pero me dejó una nota.
- Esto es para usted, Lady Harrowmont.
Aproveché otro descanso entre bailes para ir a leer la nota.
“Cassandra Harrowmont: Me gustaría intercambiar unas palabras con la todopoderosa Maestra Cazadora de los Cazadores de Beltrexus. Su riqueza es sólo comparable a su…” estaba tachado. Posiblemente se había equivocado al escribir. Continué. “… gran belleza. Soy su eterno admirador. Reúnase conmigo en el centro del laberinto.” Volteé la nota varias veces para mirar si había algún nombre o algo para reconocerlo. Nada. Resoplé y miré hacia la puerta. ¿Quién podría ser? Estaba claro que muchas personas de ahí me admiraban por mi gran belleza, pero podría haber dado la cara. No sé…
Arrugué la nota, dejé la copa de vino en la mesita y salí a la calle decidida a ir al centro del laberinto.
Craso error el salir sin el abrigo. La cantidad de gente en el salón, los bailes y las copas de vino me habían hecho tener calor y ahora iba por el jardín con la espalda y los brazos al descubierto. ¡Muy bien por mí!
Avancé rápido y me adentré en el laberinto, tirando entre los matojos la nota que me había llegado.
Ahí parecía hacer menos frío, pero aun así me estaba helando. Me froté los brazos varias veces y después caminé por entre los enormes setos sujetándome la falda del vestido. No podía pasarle nada, era demasiado hermoso para que se me quedase enredado en alguna planta.
Al principio creía que iba a ser fácil… pero era un laberinto. Y era imposible contar las veces que me perdí hasta llegar al centro. ¡Estaba harta! Cada vez avanzaba más rápido, cabreada y frustrada por no encontrar el camino correcto a la primera. Me daban ganas de darle una patada al suelo y tirar los setos con un movimiento de tierra. Pero no… por suerte, después de un rato perdida, más de quince minutos o veinte, incluso, llegué al lugar que quería. Ahí estaba. Pero no había nadie. Solté mi vestido y avancé hacia el estanque, mirando a todos lados.
- ¿Hay alguien? - avanzaba despacio hasta un banco de piedra, dispuesta a quedarme sentada allí. De primeras pensé que podría ser Kärstenssen pero, ¿para qué quedaría conmigo en el centro de este estúpido laberinto si ya estaba en su casa? También pensé en que en realidad era un admirador secreto que, obviamente, estaba claro que tenía. Uno y varios más. Y que era tímido, por eso no salía.
Por desgracia para mí, no pude evitar pensar que podía ser una broma. Y en caso de ser así… me encargaría de cobrar venganza esa noche si descubría quién había sido. - ¿Hola? - ¿Por qué mierdas no había nadie ahí esperándome como la dama que era? ¡Malditos impuntuales! Seguro que era tan idiota que se había perdido.
Di una vuelta al estanque, como si quisiera hacer tiempo. Pero mientras iba memorizando el camino porque estaba viendo que tendría que volver a la mansión sí o sí. Ahí no había nadie y no me gustaba esperar.
Cassandra C. Harrowmont
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Re: Bienvenidas, cazadoras... [Privado] [Huracán]
Espantar a las moscas que rodeaban el estanque y los setos me resultaba ya demasiado aburrido. Después de media hora comenzaba a plantear lo mala idea que había sido quedar con Cassandra en un laberinto. – Menuda estupidez. – lamentaba sentándome en aquel solitario banco del estanque.
El jolgorio se escuchaba lejano, pero pronto recordé el inconfundible taconeo del pisar de Cassandra. ¡Qué viejos recuerdos! Reconozco que sonreí cuando lo sentí. Después de tantos años, aún no lo había olvidado.
Mi retorno merecía una entrada triunfal. No podía verme sin más, vestida mejor que de costumbre, aunque ni mucho menos preparada para una fiesta. Decidí esconderme tras uno de los arbustos para comprobar qué, efectivamente, se trataba de la cazadora.
-Tan rimbombante como siempre. Desde luego, no ha cambiado nada. – musité agachada, apartando varias ramas para poder ver. Cassandra buscaba inquieta al querido que le había escrito la carta. Pero tenía que salir rápido, pues la bruja no se caracterizaba por ser una persona muy paciente. De hecho, conociéndola, si quien la estuviera esperando fuera un hombre, sin lugar a dudas le caería un buen rapapolvos por hacer esperar a “la Grandiosa Harrowmont”.
Era momento de arrearle un buen susto. Tomé una pequeña piedra y, sin que me viera, me asomé al estanque mientras se encontraba de espaldas y tiré una piedra. Lo justo para que fuera capaz de verla, pero sin ser yo advertida.
Me envolví entonces en una columna de humo negro y salí de mi escondrijo como una exhalación. Le dejaría unos instantes para que fuera capaz de comprender qué estaba ocurriendo. - ¿Te acuerdas de mí? – pregunté para generar expectación, mientras el humo se disipaba poco a poco dejando ver cada vez más mi figura. Para cuando había podido sopesar una opción, ya podría verme entera, de brazos cruzados, mirándola con ciertos aires de soberbia.
-Cassandra Cecilia de Harrowmont… – pronuncié su nombre con la vista entrecerrada, saliendo de lo que restaba de humareda, taconeando acompasadamente y con chulería hacia ella. Había transcurrido casi medio año desde la última vez que nos habíamos visto, y lo cierto es que, en cierto modo, me agradaba. Aunque no lo reconociera. - ¿Cómo estás, vieja amiga? – pregunté con amabilidad.
Mi intención no era que cayera inconsciente, ni mucho menos. La última vez que me había visto, me vio lanzarme por el rosetón de una catedral, de casi cien metros, a un enorme incendio en la parte inferior de la plaza. Probablemente la explosión de la grey mortem acabó con sus esperanzas de volver a encontrarme.
-Tendrás muchas preguntas que hacerme, imagino. – supuse cerrando una ceja. – Yo también, compañera. Y por eso te he citado en este laberinto tan bonito.– sonreí de manera falsa, con ironía, mirando las plantas. – Estuve muy bien en mi letargo. – mentira. - Por fortuna, he decidido retornar justo a tiempo. Antes de que hicieras una – otra – estupidez. – la miré de arriba a abajo, enfadada. De brazos cruzados. – Porque ya veo que la ibas a hacer.
Creía que, por su vestimenta y lo arreglada que iba, Cassandra estaba a punto de venderle el gremio al susodicho Kärtenssen. Aunque puede que éste aún ni siquiera le hubiera propuesto el tema. De ser así, mejor. Ya que aún estaba a tiempo de advertirla.
-Te seré sincera, Cass. Te estoy muy agradecida por haber cuidado del gremio en mi ausencia.– Aunque fuera de la manera más lamentable posible, como Tale y yo pudimos comprobar en Lunargenta. - Espero que no me hayas cambiado las cortinas de MI – enfaticé esta palabra – despacho. – alcé las cejas y sonreí. Elevé el mentón un poco. – Porque no lo has hecho, ¿verdad? – Dije esto en voz más baja. Luego me di la vuelta. - En cualquier caso, ya no será necesario que sigas ocupándolo. - Alcé mi puño izquierdo y lo contemplé. – La Maestra Cazadora ha vuelto para quedarse.
El jolgorio se escuchaba lejano, pero pronto recordé el inconfundible taconeo del pisar de Cassandra. ¡Qué viejos recuerdos! Reconozco que sonreí cuando lo sentí. Después de tantos años, aún no lo había olvidado.
Mi retorno merecía una entrada triunfal. No podía verme sin más, vestida mejor que de costumbre, aunque ni mucho menos preparada para una fiesta. Decidí esconderme tras uno de los arbustos para comprobar qué, efectivamente, se trataba de la cazadora.
-Tan rimbombante como siempre. Desde luego, no ha cambiado nada. – musité agachada, apartando varias ramas para poder ver. Cassandra buscaba inquieta al querido que le había escrito la carta. Pero tenía que salir rápido, pues la bruja no se caracterizaba por ser una persona muy paciente. De hecho, conociéndola, si quien la estuviera esperando fuera un hombre, sin lugar a dudas le caería un buen rapapolvos por hacer esperar a “la Grandiosa Harrowmont”.
Era momento de arrearle un buen susto. Tomé una pequeña piedra y, sin que me viera, me asomé al estanque mientras se encontraba de espaldas y tiré una piedra. Lo justo para que fuera capaz de verla, pero sin ser yo advertida.
Me envolví entonces en una columna de humo negro y salí de mi escondrijo como una exhalación. Le dejaría unos instantes para que fuera capaz de comprender qué estaba ocurriendo. - ¿Te acuerdas de mí? – pregunté para generar expectación, mientras el humo se disipaba poco a poco dejando ver cada vez más mi figura. Para cuando había podido sopesar una opción, ya podría verme entera, de brazos cruzados, mirándola con ciertos aires de soberbia.
-Cassandra Cecilia de Harrowmont… – pronuncié su nombre con la vista entrecerrada, saliendo de lo que restaba de humareda, taconeando acompasadamente y con chulería hacia ella. Había transcurrido casi medio año desde la última vez que nos habíamos visto, y lo cierto es que, en cierto modo, me agradaba. Aunque no lo reconociera. - ¿Cómo estás, vieja amiga? – pregunté con amabilidad.
Mi intención no era que cayera inconsciente, ni mucho menos. La última vez que me había visto, me vio lanzarme por el rosetón de una catedral, de casi cien metros, a un enorme incendio en la parte inferior de la plaza. Probablemente la explosión de la grey mortem acabó con sus esperanzas de volver a encontrarme.
-Tendrás muchas preguntas que hacerme, imagino. – supuse cerrando una ceja. – Yo también, compañera. Y por eso te he citado en este laberinto tan bonito.– sonreí de manera falsa, con ironía, mirando las plantas. – Estuve muy bien en mi letargo. – mentira. - Por fortuna, he decidido retornar justo a tiempo. Antes de que hicieras una – otra – estupidez. – la miré de arriba a abajo, enfadada. De brazos cruzados. – Porque ya veo que la ibas a hacer.
Creía que, por su vestimenta y lo arreglada que iba, Cassandra estaba a punto de venderle el gremio al susodicho Kärtenssen. Aunque puede que éste aún ni siquiera le hubiera propuesto el tema. De ser así, mejor. Ya que aún estaba a tiempo de advertirla.
-Te seré sincera, Cass. Te estoy muy agradecida por haber cuidado del gremio en mi ausencia.– Aunque fuera de la manera más lamentable posible, como Tale y yo pudimos comprobar en Lunargenta. - Espero que no me hayas cambiado las cortinas de MI – enfaticé esta palabra – despacho. – alcé las cejas y sonreí. Elevé el mentón un poco. – Porque no lo has hecho, ¿verdad? – Dije esto en voz más baja. Luego me di la vuelta. - En cualquier caso, ya no será necesario que sigas ocupándolo. - Alcé mi puño izquierdo y lo contemplé. – La Maestra Cazadora ha vuelto para quedarse.
Anastasia Boisson
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Re: Bienvenidas, cazadoras... [Privado] [Huracán]
Y ahí estaba yo, esperando en un estúpido laberinto, muriéndome de frío y perdiéndome la fiesta por un hombre que no tenía huevos a dar la cara, o que estaba con las bromitas. Ya me iba a volver cuando vi una piedra volando por ahí. Enarqué una ceja. ¿Acaso estaba jugando? ¡Por los dioses! No tenía tiempo de estar con críos. En la fiesta había personas mucho más interesantes que un niño que se dedicaba a jugar en los laberintos. - Que te jodan. - musité y me dispuse a largarme.
Hasta que escuché una voz que me era familiar y me giré, teniendo frente a mí una columna de humo negro que se iba disipando. ¡Casi me da un infarto! Me quedé sin respiración mirando hacia la neblina, sorprendida. La figura que iba apareciendo no era la de un hombre… ¿era admiradora? Pero esa voz… era inconfundible. El problema es que sí esperaba confundir la voz. De quien era estaba muerta.
El susto fue mayor cuando la niebla se disipó y apareció Anastasia con los brazos cruzados y esa cara suya de pocos amigos, tan habitual. ¡¡Anastasia!! ¡¡Apareció!! ¿Cuántas copas de vino me había tomado? Seguro que le habían echado alguna hierba para potenciar el efecto, porque estaba viendo visiones. Hubiese creído más factible ver una sirena en medio del bosque que encontrarme con la cazadora. Todavía estaba estupefacta, sin moverme. Sólo parpadeé unos segundos, con la boca abierta, sin creérmelo todavía. No, ni de coña, vamos. Quien estaba frente a mí no era Anastasia. Ella se había lanzado desde la torre de una catedral en Sacrestic Ville hacia las llamas. Era IMPOSIBLE que estuviese viva. ¡Si la habíamos enterrado! Bueno, sus cenizas…
Seguía sin moverme, tratando de centrarme y evitar las consecuencias del alcohol pero… no. Seguía ahí plantada. Estaba hablando. - Eh… - No fui muy elocuente. Miré a todos lados, buscando al gilipollas que estaba con las bromitas. Primero lo de la nota, luego el laberinto y ahora una aparición de Huracán. ¿No era suficiente? ¡¡Y encima hablaba!! Me preguntó que cómo estaba. Joder, entre las visiones de ese idiota y la bebida…
- Pfff - resoplé y me llevé la mano a la frente, y después al pelo, sin perder de vista la imagen de la cazadora. Creo que la fiesta se había acabado para mí. Iba a volver a la casa de Kärstenssen y a dormir, que por lo visto no me encontraba bien. ¿Por qué en mis visiones tenía que aparecer esa mujer? Cerré los ojos un momento, obligándome mentalmente a centrarme. Al abrirlos no estaría… o sí. En cuanto los abrí, ahí seguía, con ese porte chulesco y, cómo no, vestida de negro. - Ah… - sí, mi dialéctica era sublime en esos momentos.
Como no parecía que fuera a desaparecer esa estúpida visión y ya estaba maldiciendo a los que habían preparado el vino, me acerqué a Anastasia y extendí los brazos, con escepticismo. Quería tocarla, ver si era real. Ella siguió hablando, pero no le hice ni caso. Me acerqué a ella y coloqué las manos en sus brazos, apretándolos un poco. ¡¡Era real!! Con los ojos abiertos la miré de arriba abajo y volví a tocarla. - ¿Anastasia? - Miré por encima de su hombro, como si quisiera comprobar que por la espalda no estaba desapareciendo o algo. Realmente no sabía qué hacía, todo me parecía poco para comprobar que estaba viva. ¡¡Que no podía estar viva!! No porque no quisiera. Aunque no lo admitiera nunca, había extrañado a esa mujer. Pero… es que era imposible que hubiese salido ilesa después de aquello. Cuando dije a los cazadores de volver, tenían las cenizas de ella y el cuerpo de Isabella. Ambas habían muerto. Aunque los dioses hubiesen ayudado a Anastasia, una caída desde esa altura, un incendio y una explosión eran suficientes para acabar con la vida de alguien y rematarla varias veces. No, no, no. Seguía sin creérmelo.
Volví a tocarla, aun con la cara de sorpresa. Y no desaparecía. Se giró. Había estado hablando de las cortinas del despacho y que la Maestra había vuelto. Hablaba igual que ella, con esa prepotencia que daban ganas de cruzarle la cara. Y lo hice. Me coloqué frente a ella, mirándola mientras daba la vuelta a su alrededor, comprobando que era ella y le solté un bofetón. - ¿¡POR QUÉ FINGISTE ESTAR MUERTA!? ¡¡NO TE COMUNICASTE CONMIGO!! ¡¡NI UNA PUTA NOTA!! ¿¡ERES ESTÚPIDA O QUÉ!? - Al instante la abracé con fuerza, conteniéndome las ganas de llorar. No, no y no. Por muchas ganas que tuviera, no iba a darle el gusto a esa imbécil. - ¡Ay! ¡Por los dioses! - me separé de ella y la sujeté por los brazos, volviendo a mirarla. - ¿¡Qué pasó!? ¿¡Por qué estás viva!? Yo… yo… vi que… ¡Joder! - por fin había reaccionado. La solté y le di la espalda, inspirando y exhalando gran cantidad de aire. Necesitaba centrarme. Volví a girarme, nerviosa, y ahí seguía.
Vale, tenía que calmarme. Carraspeé y la volví a mirar. ¿Qué había dicho antes? Intenté recordar lo que había hablado. - ¿Qué… qué estupidez voy a hacer? - Resoplé - Sólo estoy en una fiesta. Y no has venido sólo para “intentar que no haga una estupidez”. ¿Qué haces aquí? - se me acumulaban las preguntas y volví a resoplar, sin creerme del todo que ella estuviera delante de mí. - Ah… tu despacho. Ahora lo uso yo. Tuvimos que hacer reformas - “cuando lo destrocé” - pero al final está todo igual que antes. - comenté. - Incluidas tus horribles cortinas negras. Que mira que son feas. Siguen ahí porque no he encontrado unas que me gusten tanto, me las tienen que hacer - intenté presumir, solo para no admitir que dejé su despacho tal y como estaba, con ese tono negro feo, porque no era capaz de cambiarlo. Era la “esencia” de Huracán y cambiarlo suponía, para mí, patear su memoria.
Cuando dijo lo de la Maestra Cazadora, estaba yo todavía en shock y no le hice caso. Hasta ese momento. - Espera, espera. La Maestra Cazadora soy yo. Tú estabas… bueno. Te fuiste. Se siente. El gremio es mío. Y de hecho, soy la invitada de honor de Kärstenssen - sonreí con chulería. - Por eso mismo, porque el gremio es mío. Queee… ¡por cierto! Te lo tengo que presentar. Es un caballero. Tiene intención de hacer un buen aporte económico. Podría mejorar mucho el gremio. Aún no hemos hablado de negocios pero… - enarqué las cejas. Volví a clavar la vista en ella y contemplarla, de nuevo, de arriba abajo. La veía un poquito más vieja. A lo mejor, si se portaba bien y dejaba de decir que ella era la Maestra Cazadora, podría dejarla probar el agua del pozo de la juventud. Pero no esperaba que sirviera de mucho, no era una diosa de la belleza, así que daba igual lo joven que estuviera.
Volví a soltar aire. - Ay, Anastasia. Antes de volver, cuéntame qué pasó.
Hasta que escuché una voz que me era familiar y me giré, teniendo frente a mí una columna de humo negro que se iba disipando. ¡Casi me da un infarto! Me quedé sin respiración mirando hacia la neblina, sorprendida. La figura que iba apareciendo no era la de un hombre… ¿era admiradora? Pero esa voz… era inconfundible. El problema es que sí esperaba confundir la voz. De quien era estaba muerta.
El susto fue mayor cuando la niebla se disipó y apareció Anastasia con los brazos cruzados y esa cara suya de pocos amigos, tan habitual. ¡¡Anastasia!! ¡¡Apareció!! ¿Cuántas copas de vino me había tomado? Seguro que le habían echado alguna hierba para potenciar el efecto, porque estaba viendo visiones. Hubiese creído más factible ver una sirena en medio del bosque que encontrarme con la cazadora. Todavía estaba estupefacta, sin moverme. Sólo parpadeé unos segundos, con la boca abierta, sin creérmelo todavía. No, ni de coña, vamos. Quien estaba frente a mí no era Anastasia. Ella se había lanzado desde la torre de una catedral en Sacrestic Ville hacia las llamas. Era IMPOSIBLE que estuviese viva. ¡Si la habíamos enterrado! Bueno, sus cenizas…
Seguía sin moverme, tratando de centrarme y evitar las consecuencias del alcohol pero… no. Seguía ahí plantada. Estaba hablando. - Eh… - No fui muy elocuente. Miré a todos lados, buscando al gilipollas que estaba con las bromitas. Primero lo de la nota, luego el laberinto y ahora una aparición de Huracán. ¿No era suficiente? ¡¡Y encima hablaba!! Me preguntó que cómo estaba. Joder, entre las visiones de ese idiota y la bebida…
- Pfff - resoplé y me llevé la mano a la frente, y después al pelo, sin perder de vista la imagen de la cazadora. Creo que la fiesta se había acabado para mí. Iba a volver a la casa de Kärstenssen y a dormir, que por lo visto no me encontraba bien. ¿Por qué en mis visiones tenía que aparecer esa mujer? Cerré los ojos un momento, obligándome mentalmente a centrarme. Al abrirlos no estaría… o sí. En cuanto los abrí, ahí seguía, con ese porte chulesco y, cómo no, vestida de negro. - Ah… - sí, mi dialéctica era sublime en esos momentos.
Como no parecía que fuera a desaparecer esa estúpida visión y ya estaba maldiciendo a los que habían preparado el vino, me acerqué a Anastasia y extendí los brazos, con escepticismo. Quería tocarla, ver si era real. Ella siguió hablando, pero no le hice ni caso. Me acerqué a ella y coloqué las manos en sus brazos, apretándolos un poco. ¡¡Era real!! Con los ojos abiertos la miré de arriba abajo y volví a tocarla. - ¿Anastasia? - Miré por encima de su hombro, como si quisiera comprobar que por la espalda no estaba desapareciendo o algo. Realmente no sabía qué hacía, todo me parecía poco para comprobar que estaba viva. ¡¡Que no podía estar viva!! No porque no quisiera. Aunque no lo admitiera nunca, había extrañado a esa mujer. Pero… es que era imposible que hubiese salido ilesa después de aquello. Cuando dije a los cazadores de volver, tenían las cenizas de ella y el cuerpo de Isabella. Ambas habían muerto. Aunque los dioses hubiesen ayudado a Anastasia, una caída desde esa altura, un incendio y una explosión eran suficientes para acabar con la vida de alguien y rematarla varias veces. No, no, no. Seguía sin creérmelo.
Volví a tocarla, aun con la cara de sorpresa. Y no desaparecía. Se giró. Había estado hablando de las cortinas del despacho y que la Maestra había vuelto. Hablaba igual que ella, con esa prepotencia que daban ganas de cruzarle la cara. Y lo hice. Me coloqué frente a ella, mirándola mientras daba la vuelta a su alrededor, comprobando que era ella y le solté un bofetón. - ¿¡POR QUÉ FINGISTE ESTAR MUERTA!? ¡¡NO TE COMUNICASTE CONMIGO!! ¡¡NI UNA PUTA NOTA!! ¿¡ERES ESTÚPIDA O QUÉ!? - Al instante la abracé con fuerza, conteniéndome las ganas de llorar. No, no y no. Por muchas ganas que tuviera, no iba a darle el gusto a esa imbécil. - ¡Ay! ¡Por los dioses! - me separé de ella y la sujeté por los brazos, volviendo a mirarla. - ¿¡Qué pasó!? ¿¡Por qué estás viva!? Yo… yo… vi que… ¡Joder! - por fin había reaccionado. La solté y le di la espalda, inspirando y exhalando gran cantidad de aire. Necesitaba centrarme. Volví a girarme, nerviosa, y ahí seguía.
Vale, tenía que calmarme. Carraspeé y la volví a mirar. ¿Qué había dicho antes? Intenté recordar lo que había hablado. - ¿Qué… qué estupidez voy a hacer? - Resoplé - Sólo estoy en una fiesta. Y no has venido sólo para “intentar que no haga una estupidez”. ¿Qué haces aquí? - se me acumulaban las preguntas y volví a resoplar, sin creerme del todo que ella estuviera delante de mí. - Ah… tu despacho. Ahora lo uso yo. Tuvimos que hacer reformas - “cuando lo destrocé” - pero al final está todo igual que antes. - comenté. - Incluidas tus horribles cortinas negras. Que mira que son feas. Siguen ahí porque no he encontrado unas que me gusten tanto, me las tienen que hacer - intenté presumir, solo para no admitir que dejé su despacho tal y como estaba, con ese tono negro feo, porque no era capaz de cambiarlo. Era la “esencia” de Huracán y cambiarlo suponía, para mí, patear su memoria.
Cuando dijo lo de la Maestra Cazadora, estaba yo todavía en shock y no le hice caso. Hasta ese momento. - Espera, espera. La Maestra Cazadora soy yo. Tú estabas… bueno. Te fuiste. Se siente. El gremio es mío. Y de hecho, soy la invitada de honor de Kärstenssen - sonreí con chulería. - Por eso mismo, porque el gremio es mío. Queee… ¡por cierto! Te lo tengo que presentar. Es un caballero. Tiene intención de hacer un buen aporte económico. Podría mejorar mucho el gremio. Aún no hemos hablado de negocios pero… - enarqué las cejas. Volví a clavar la vista en ella y contemplarla, de nuevo, de arriba abajo. La veía un poquito más vieja. A lo mejor, si se portaba bien y dejaba de decir que ella era la Maestra Cazadora, podría dejarla probar el agua del pozo de la juventud. Pero no esperaba que sirviera de mucho, no era una diosa de la belleza, así que daba igual lo joven que estuviera.
Volví a soltar aire. - Ay, Anastasia. Antes de volver, cuéntame qué pasó.
Cassandra C. Harrowmont
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Re: Bienvenidas, cazadoras... [Privado] [Huracán]
Cassandra había quedado patidifusa después de mi llegada. Podía decirse que casi ni me había escuchado. Pero lo primero que hizo fue, eso sí, insultarme, y pegarme un bofetón. - ¡Eh! – grité molesta, llevándome la mano a la cara, me había quedado roja. Aunque no parecía hacerlo de malas, sino de frustración por estar tanto tiempo sin saber de mí. Lo que hizo a continuación fue abrazarme efusivamente. Lo primero que hice fue gruñir un poco, ya que me había cogido en las heridas aún cicatrizadas por la elfa Helyare, de hacía pocos días.
Yo no la abracé en principio, sino que quedé con los brazos bajos. – Cass… - Con cara de sorpresa. No recordaba la última vez que se había alegrado de verme. Parecía que Cassandra Harrowmont me apreciaba, después de todo. No era para menos, aunque rivales ambas habíamos vivido muchas experiencias juntas desde pequeñas.
Finalmente, por seguir su efusividad, decidí levantar las manos despacio, hasta sus hombros, donde las apoyé sin apretar. Era lo más parecido a un abrazo. Luego me alejé, no me gustaba que invadieran mi espacio. Pude ver como hacía esfuerzo por evitar llorar. Joder. Al final iba a hacer que me diera pena y todo.
-Es una larga historia… - expliqué resoplando a su pregunta sobre por qué seguía viva. Aún apoyando una mano en su hombro. Luego torcí el gesto cuando habló de las cortinas. – No te permito que te metas con mis cortinas negras. ¡Si son preciosas! Infinitamente menos horteras que los tonos claros y dorados de tu mansión. – repliqué seria. No había ninguna duda. Éramos Cassandra y Anastasia.
-¿El gremio es tuyo? ¿Perdona? – reí, acercándome a ella, poniendo el dedo índice en su hombro y dándole repetidos golpecitos, mostrándole los dientes. – Te recuerdo que estás viviendo en el Palacio de los Vientos como una vulgar ocupante. Es una mansión cuyas escrituras pertenecen a la familia Boisson. Y tras la muerte de mi madre yo soy la legítima heredera. Estoy en mi pleno derecho de ponerte de patitas en la calle y quedarme con el gremio por usurpadora. – Lo último no era del todo cierto, ya que el gremio como entidad era prioridad de ambas familias, pero desde luego si no me iba a readmitir como Maestra Cazadora ya podía ir buscándose otra base.
Aún así, Cass, al igual que yo, parecía estar de buenas. Y por eso ese intercambio de “malas” palabras se intercambiaba con gestos más o menos afectivos o expresiones cariñosas. Ambas éramos muy impulsivas y podíamos estar insultándonos como al instante siguiente comentando las últimas novedades de la moda de Beltrexus.
-Así que lo último que supiste es de cuando me tiré por el rosetón… - cerré los ojos y me llevé el dedo al índice, intentando hacer memoria. No es que recordara muy bien como pasó todo. – Pues mientras llegaba abajo, disparé a Mortagglia. Y con las capacidades de mi elemento pude amortiguar el impacto contra el suelo y alejar las llamas. Creo que sólo me partí tres costillas en la caída. – reí airadamente. Raro en mí. Pero estaba relajada y con una persona de confianza. Luego cambié a un tono más serio. – Luego abajo tuve un fuerte forcejeo con mi abuela. La vi arder, quemarse en vida. Sufría. – quizás dije esto con algo de saña. Pero le tenía muchísimas ganas. – Mortagglia estuvo a punto de matarme pero tenía las granadas de Soffleheimer. Estaba dispuesta a morir si me la llevaba a ella por delante. – volví a entrecerrar los ojos. – Pero entonces Belladonna apareció y me sacó de ahí, yo tiré la granada a Mortagglia e imagino que escucharíais la explosión. – Aunque nunca llegué a aclarar qué había pasado con Belladonna. Eso era harina de otro costal para la que quizás Cass no estuviera preparada aún. – Todos murieron.
La bruja parecía muy interesada en saber mi historia. Parecía escucharme con mucha atención. Era la primera persona a la que se lo contaba, ni siquiera con Eltrant había mostrado tanta confianza.
-Debí haberos dicho algo. Pero tenía dudas. Creía que había cumplido un ciclo, y no sabía si era correcto volver. Estuve meses reflexionando. Vagando sin rumbo. Hice algún contrato, pero me sentía más agresiva, más rara. Entonces descubrí que este era mi modo de vida, y decidí volver. – comenté agachando la cabeza ligeramente, algo entristecida. – Lo siento, Cassandra. – me sinceré en voz baja mientras apretaba, brazos agachados, mis dos puños con frustración. Verdaderamente me estaba costando pronunciar aquellas palabras.
Le di un tiempo para replicar o preguntarme sus dudas. Pero antes de abordar el tema de Lord Kärtenssen, que iba para largo, ya que no me había gustado nada lo que había comentado de la inversión que iba a hacer aquel tipo ni lo de que Cassandra fuese su invitada de honor, yo también estaba interesada en saber qué había hecho ella todo ese tiempo.
Me crucé de brazos y me acerqué al estanque. Permanecí pensativa, y luego me giré. -Y tú, ¿qué has hecho todo este tiempo? – comencé preguntando. – ¿Seguís todos en el gremio? ¿Algún contrato destacable o nuevo enemigo? Necesito que me pongas al día.
Yo no la abracé en principio, sino que quedé con los brazos bajos. – Cass… - Con cara de sorpresa. No recordaba la última vez que se había alegrado de verme. Parecía que Cassandra Harrowmont me apreciaba, después de todo. No era para menos, aunque rivales ambas habíamos vivido muchas experiencias juntas desde pequeñas.
Finalmente, por seguir su efusividad, decidí levantar las manos despacio, hasta sus hombros, donde las apoyé sin apretar. Era lo más parecido a un abrazo. Luego me alejé, no me gustaba que invadieran mi espacio. Pude ver como hacía esfuerzo por evitar llorar. Joder. Al final iba a hacer que me diera pena y todo.
-Es una larga historia… - expliqué resoplando a su pregunta sobre por qué seguía viva. Aún apoyando una mano en su hombro. Luego torcí el gesto cuando habló de las cortinas. – No te permito que te metas con mis cortinas negras. ¡Si son preciosas! Infinitamente menos horteras que los tonos claros y dorados de tu mansión. – repliqué seria. No había ninguna duda. Éramos Cassandra y Anastasia.
-¿El gremio es tuyo? ¿Perdona? – reí, acercándome a ella, poniendo el dedo índice en su hombro y dándole repetidos golpecitos, mostrándole los dientes. – Te recuerdo que estás viviendo en el Palacio de los Vientos como una vulgar ocupante. Es una mansión cuyas escrituras pertenecen a la familia Boisson. Y tras la muerte de mi madre yo soy la legítima heredera. Estoy en mi pleno derecho de ponerte de patitas en la calle y quedarme con el gremio por usurpadora. – Lo último no era del todo cierto, ya que el gremio como entidad era prioridad de ambas familias, pero desde luego si no me iba a readmitir como Maestra Cazadora ya podía ir buscándose otra base.
Aún así, Cass, al igual que yo, parecía estar de buenas. Y por eso ese intercambio de “malas” palabras se intercambiaba con gestos más o menos afectivos o expresiones cariñosas. Ambas éramos muy impulsivas y podíamos estar insultándonos como al instante siguiente comentando las últimas novedades de la moda de Beltrexus.
-Así que lo último que supiste es de cuando me tiré por el rosetón… - cerré los ojos y me llevé el dedo al índice, intentando hacer memoria. No es que recordara muy bien como pasó todo. – Pues mientras llegaba abajo, disparé a Mortagglia. Y con las capacidades de mi elemento pude amortiguar el impacto contra el suelo y alejar las llamas. Creo que sólo me partí tres costillas en la caída. – reí airadamente. Raro en mí. Pero estaba relajada y con una persona de confianza. Luego cambié a un tono más serio. – Luego abajo tuve un fuerte forcejeo con mi abuela. La vi arder, quemarse en vida. Sufría. – quizás dije esto con algo de saña. Pero le tenía muchísimas ganas. – Mortagglia estuvo a punto de matarme pero tenía las granadas de Soffleheimer. Estaba dispuesta a morir si me la llevaba a ella por delante. – volví a entrecerrar los ojos. – Pero entonces Belladonna apareció y me sacó de ahí, yo tiré la granada a Mortagglia e imagino que escucharíais la explosión. – Aunque nunca llegué a aclarar qué había pasado con Belladonna. Eso era harina de otro costal para la que quizás Cass no estuviera preparada aún. – Todos murieron.
La bruja parecía muy interesada en saber mi historia. Parecía escucharme con mucha atención. Era la primera persona a la que se lo contaba, ni siquiera con Eltrant había mostrado tanta confianza.
-Debí haberos dicho algo. Pero tenía dudas. Creía que había cumplido un ciclo, y no sabía si era correcto volver. Estuve meses reflexionando. Vagando sin rumbo. Hice algún contrato, pero me sentía más agresiva, más rara. Entonces descubrí que este era mi modo de vida, y decidí volver. – comenté agachando la cabeza ligeramente, algo entristecida. – Lo siento, Cassandra. – me sinceré en voz baja mientras apretaba, brazos agachados, mis dos puños con frustración. Verdaderamente me estaba costando pronunciar aquellas palabras.
Le di un tiempo para replicar o preguntarme sus dudas. Pero antes de abordar el tema de Lord Kärtenssen, que iba para largo, ya que no me había gustado nada lo que había comentado de la inversión que iba a hacer aquel tipo ni lo de que Cassandra fuese su invitada de honor, yo también estaba interesada en saber qué había hecho ella todo ese tiempo.
Me crucé de brazos y me acerqué al estanque. Permanecí pensativa, y luego me giré. -Y tú, ¿qué has hecho todo este tiempo? – comencé preguntando. – ¿Seguís todos en el gremio? ¿Algún contrato destacable o nuevo enemigo? Necesito que me pongas al día.
Anastasia Boisson
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Re: Bienvenidas, cazadoras... [Privado] [Huracán]
- Sí, preciosísimas… - repliqué con ironía por sus cortinas - Las mías tienen estilo, no son horteras - ¿qué iba a saber esta de gusto si siempre iba de negro? No sabía combinar ningún color, así que poco tenía que hablar de estilo.
Cuando empezó a picarme con su dedo para recriminarme las escrituras de su casa, repetí el gesto en su hombro, usando el mismo tonito que ella - y yo te recuerdo que las propietarias de la familia fueron dadas por muertas. Así que estoy en mi derecho de comprar esa mansión si quiero. Y, aparte, te puedes quedar con la mansión, pero puedo cambiar la base - ¡Que ella no era la Maestra Cazadora ya! La miré otra vez y suspiré. Había vuelto… Aún me costaba creerlo y a la vez me alegraba, aunque solo unos minutos hablando con ella y ya me hubiese puesto nerviosa.
Sujetándome la enorme falda del vestido, me fui a sentar a uno de los bancos de piedra al lado del estanque. Lo necesitaba, demasiadas emociones en un momento. Ella empezó a contarme qué pasó cuando la vi caer del rosetón. Escuché con atención todo, aquello parecía surrealista. Había sobrevivido después de esa gran caída, había forcejeado con su abuela y había conseguido escapar, tirando una de sus granadas. Increíble. No le quitaba ojo de encima mientras trataba de asimilar lo que me estaba contando. Volví a resoplar, moviendo la cabeza. Me costaba creerlo, pero ahí estaba, viva.
- ¿Y Belladona? ¿Sigue viva? - Quise saber cuando dijo que la había salvado. Esperé a que volviera a hablar y luego me levanté de golpe, quedando frente a ella - ¡¡Claro que debiste habernos dicho algo!! ¿¡Eres idiota!? ¡¡Estuvimos pasándolo mal por tu culpa!! Te largaste… ¡sin decir nada! ¡¡Pensábamos que habías muerto!! - grité y cerré los puños para contenerme de darle otro guantazo. - ¿¡De qué vas a tener dudas!?
Pero pidió perdón. En ese momento toda mi rabia desapareció y me quedé mirándola, inmóvil. Apreté los labios durante varios segundos en los que reinó el silencio.
- Al menos has vuelto. Y estás viva - concluí.
Volví a sentarme y empecé a hablar mientras me frotaba los brazos. Se me había olvidado el frío que tenía, ya que el abrigo estaba en la casa de Kärstenssen. - Yo… cuando os fuisteis pedí a los cazadores que recuperasen vuestros cuerpos. El de Isabella sí, el tuyo… me dieron cenizas en un tarro - no la miraba, pero iba a sincerarme como ella había hecho - y cuando llegué a casa pedí a mi padre hacer un funeral para vosotras. - Sonreí un poco amarga - ya no me acuerdo de todo, pero cuando el barco atracó en la isla, me dijo mi tía que la gente nos aclamaba. Días después, organicé junto a ella un acto para vosotras. Vinieron Elen, Vincent, Jules y Rachel entre otros. ¡Ya ves! Para lo rancia que eres, tienes amigos - comenté soltando una sonrisilla. Estaba apenada, pero no me quitaba las ganas de picar un poco a la cazadora. - Y, bueno, enterramos los restos cerca del acantilado. Si un día quieres ir… te llevo. Allí está Isabella. - Eso seguro, pero la vasija con las cenizas no sabía de quién era. A lo mejor sólo eran restos de madera, ni idea. Sólo era una forma simbólica de representar a Anastasia. - Jules y Rachel se fueron. No he vuelto a saber de ellos desde aquel día. Sin ti, Jules no quería seguir. No sé qué te vio ese imbécil - otra pullita para picar y relajar un poco el tono serio - si no eres gran cosa - solté una risita ladina. - Está claro que no tiene buen gusto, si no, se habría fijado en mí. Y, bueno - continué - incluso Kärstenssen fue a la ceremonia. Vino gente de varios puntos de Aerandir.
Acabé de frotarme un poco los brazos y la volví a mirar. - Después de eso volví al trabajo con muchos ánimos pero… realmente no me acuerdo de todo. - Normal, si estaba más tiempo de fiesta que trabajando - tu prima y Lazarus encontraron el despacho destrozado entero y mi padre y mi tía me mandaron de retiro a Lunargenta un tiempo, con mi madre. ¡Pfff! No me dejaron usar ningún tipo de arma, ni enterarme de ningún contrato, ni de los nuevos integrantes… nada. Durante ese tiempo estuve completamente desconectada del gremio, así que no sé qué pasó. Cuando regresé vi que había habido bastantes problemas con los nuevos, que apenas nos pedían servicios… ¡un jodido desastre! - volví a resoplar - En serio. Quise matarlos a todos. Pero traté de arreglar las cosas y ahora va bastante bien - sonreí conforme. - Despedí a los ineptos, me encargué personalmente de varios contratos importantes… ¡Y aquí estoy! El gremio creció mucho. Volvemos a estar en buena posición y no paran de llegar contratos. A lo mejor te dejo volver - intenté volver a chinchar. - Sólo porque tenemos mucho trabajo, eh.
Me llevé el dedo a la boca, pensando en algún enemigo o contrato importante, pero luego negué. No teníamos un enemigo tan “típico” como Mortagglia, más bien eran vampiros molestos en aldeas, pequeños aquelarres… nada fuera de lo normal. Contratos destacables había, sobre todo destacaban por las sumas de dinero. Pero no eran tareas muy complicadas.
La miré de nuevo, a pesar de haber estado hablando con ella. Parecía que quería asegurarme de que seguía ahí y no se iba a esfumar, que su presencia no era producto del alcohol. - No todo es malo… Pero cuando os fuisteis era todo horrible. Milton no se ha recuperado aún. Sigue igual, no reacciona a nada. Mi madre acabó bastante mal mentalmente y tampoco se ha recuperado. Está rarísima. El gremio parecía caer en picado, me aislaron… ¡Por los dioses! Fue todo tan complicado… Pero ahora han mejorado las cosas. Kärstenssen quiere dar una buena inyección de dinero, más de la que ya hay. Podremos mejorar los servicios, las armas, contratar a gente más competente. Podremos abarcar más zonas de Aerandir - sonreí esperanzada y muy animada. Había conseguido salvar las dificultades y sacar de las cenizas el gremio de Cazadores.
Me dirigí a ella, incorporándome de nuevo. - Y tú, ¿cómo has llegado hasta aquí? ¿Te saltaste las vallas? - seguro que había usado su elemento para colarse en la mansión. - ¿Y cómo sabías que yo estaría en la fiesta? Ah... ¿cómo sabías que había fiesta? No vas mal pero... tu vestido... ¿no te sentaría mejor algo de color? ¡En serio! Aquí todos van preciosos y si quieres pasar, así, tan de negro, llamarás la atención. Además, deberías maquillarte mejor. Te hace la cara rara. - Yo ahí tratando de salvar el aspecto de mi compañera. Si quería conocer al anfitrión tendría que estar a la altura. Y no, definitivamente, no lo estaba. - Es un consejo, no querrás asustar a Lord Kärstenssen con esa cara.
Cuando empezó a picarme con su dedo para recriminarme las escrituras de su casa, repetí el gesto en su hombro, usando el mismo tonito que ella - y yo te recuerdo que las propietarias de la familia fueron dadas por muertas. Así que estoy en mi derecho de comprar esa mansión si quiero. Y, aparte, te puedes quedar con la mansión, pero puedo cambiar la base - ¡Que ella no era la Maestra Cazadora ya! La miré otra vez y suspiré. Había vuelto… Aún me costaba creerlo y a la vez me alegraba, aunque solo unos minutos hablando con ella y ya me hubiese puesto nerviosa.
Sujetándome la enorme falda del vestido, me fui a sentar a uno de los bancos de piedra al lado del estanque. Lo necesitaba, demasiadas emociones en un momento. Ella empezó a contarme qué pasó cuando la vi caer del rosetón. Escuché con atención todo, aquello parecía surrealista. Había sobrevivido después de esa gran caída, había forcejeado con su abuela y había conseguido escapar, tirando una de sus granadas. Increíble. No le quitaba ojo de encima mientras trataba de asimilar lo que me estaba contando. Volví a resoplar, moviendo la cabeza. Me costaba creerlo, pero ahí estaba, viva.
- ¿Y Belladona? ¿Sigue viva? - Quise saber cuando dijo que la había salvado. Esperé a que volviera a hablar y luego me levanté de golpe, quedando frente a ella - ¡¡Claro que debiste habernos dicho algo!! ¿¡Eres idiota!? ¡¡Estuvimos pasándolo mal por tu culpa!! Te largaste… ¡sin decir nada! ¡¡Pensábamos que habías muerto!! - grité y cerré los puños para contenerme de darle otro guantazo. - ¿¡De qué vas a tener dudas!?
Pero pidió perdón. En ese momento toda mi rabia desapareció y me quedé mirándola, inmóvil. Apreté los labios durante varios segundos en los que reinó el silencio.
- Al menos has vuelto. Y estás viva - concluí.
Volví a sentarme y empecé a hablar mientras me frotaba los brazos. Se me había olvidado el frío que tenía, ya que el abrigo estaba en la casa de Kärstenssen. - Yo… cuando os fuisteis pedí a los cazadores que recuperasen vuestros cuerpos. El de Isabella sí, el tuyo… me dieron cenizas en un tarro - no la miraba, pero iba a sincerarme como ella había hecho - y cuando llegué a casa pedí a mi padre hacer un funeral para vosotras. - Sonreí un poco amarga - ya no me acuerdo de todo, pero cuando el barco atracó en la isla, me dijo mi tía que la gente nos aclamaba. Días después, organicé junto a ella un acto para vosotras. Vinieron Elen, Vincent, Jules y Rachel entre otros. ¡Ya ves! Para lo rancia que eres, tienes amigos - comenté soltando una sonrisilla. Estaba apenada, pero no me quitaba las ganas de picar un poco a la cazadora. - Y, bueno, enterramos los restos cerca del acantilado. Si un día quieres ir… te llevo. Allí está Isabella. - Eso seguro, pero la vasija con las cenizas no sabía de quién era. A lo mejor sólo eran restos de madera, ni idea. Sólo era una forma simbólica de representar a Anastasia. - Jules y Rachel se fueron. No he vuelto a saber de ellos desde aquel día. Sin ti, Jules no quería seguir. No sé qué te vio ese imbécil - otra pullita para picar y relajar un poco el tono serio - si no eres gran cosa - solté una risita ladina. - Está claro que no tiene buen gusto, si no, se habría fijado en mí. Y, bueno - continué - incluso Kärstenssen fue a la ceremonia. Vino gente de varios puntos de Aerandir.
Acabé de frotarme un poco los brazos y la volví a mirar. - Después de eso volví al trabajo con muchos ánimos pero… realmente no me acuerdo de todo. - Normal, si estaba más tiempo de fiesta que trabajando - tu prima y Lazarus encontraron el despacho destrozado entero y mi padre y mi tía me mandaron de retiro a Lunargenta un tiempo, con mi madre. ¡Pfff! No me dejaron usar ningún tipo de arma, ni enterarme de ningún contrato, ni de los nuevos integrantes… nada. Durante ese tiempo estuve completamente desconectada del gremio, así que no sé qué pasó. Cuando regresé vi que había habido bastantes problemas con los nuevos, que apenas nos pedían servicios… ¡un jodido desastre! - volví a resoplar - En serio. Quise matarlos a todos. Pero traté de arreglar las cosas y ahora va bastante bien - sonreí conforme. - Despedí a los ineptos, me encargué personalmente de varios contratos importantes… ¡Y aquí estoy! El gremio creció mucho. Volvemos a estar en buena posición y no paran de llegar contratos. A lo mejor te dejo volver - intenté volver a chinchar. - Sólo porque tenemos mucho trabajo, eh.
Me llevé el dedo a la boca, pensando en algún enemigo o contrato importante, pero luego negué. No teníamos un enemigo tan “típico” como Mortagglia, más bien eran vampiros molestos en aldeas, pequeños aquelarres… nada fuera de lo normal. Contratos destacables había, sobre todo destacaban por las sumas de dinero. Pero no eran tareas muy complicadas.
La miré de nuevo, a pesar de haber estado hablando con ella. Parecía que quería asegurarme de que seguía ahí y no se iba a esfumar, que su presencia no era producto del alcohol. - No todo es malo… Pero cuando os fuisteis era todo horrible. Milton no se ha recuperado aún. Sigue igual, no reacciona a nada. Mi madre acabó bastante mal mentalmente y tampoco se ha recuperado. Está rarísima. El gremio parecía caer en picado, me aislaron… ¡Por los dioses! Fue todo tan complicado… Pero ahora han mejorado las cosas. Kärstenssen quiere dar una buena inyección de dinero, más de la que ya hay. Podremos mejorar los servicios, las armas, contratar a gente más competente. Podremos abarcar más zonas de Aerandir - sonreí esperanzada y muy animada. Había conseguido salvar las dificultades y sacar de las cenizas el gremio de Cazadores.
Me dirigí a ella, incorporándome de nuevo. - Y tú, ¿cómo has llegado hasta aquí? ¿Te saltaste las vallas? - seguro que había usado su elemento para colarse en la mansión. - ¿Y cómo sabías que yo estaría en la fiesta? Ah... ¿cómo sabías que había fiesta? No vas mal pero... tu vestido... ¿no te sentaría mejor algo de color? ¡En serio! Aquí todos van preciosos y si quieres pasar, así, tan de negro, llamarás la atención. Además, deberías maquillarte mejor. Te hace la cara rara. - Yo ahí tratando de salvar el aspecto de mi compañera. Si quería conocer al anfitrión tendría que estar a la altura. Y no, definitivamente, no lo estaba. - Es un consejo, no querrás asustar a Lord Kärstenssen con esa cara.
Cassandra C. Harrowmont
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Re: Bienvenidas, cazadoras... [Privado] [Huracán]
Traté de obviar su pregunta acerca de Belladonna. Ya que la bruja rápidamente se olvidó de ello y pasó a contarme cómo había vivido ella los últimos meses. Por lo visto, Jules y Rachel habían abandonado el gremio, en palabras de Cassandra. – Jules y Rachel están aquí. – . Aunque esbocé una tímida sonrisa cuando escuché lo de la negativa de Jules a seguir en el gremio sin mí. Me mantuve en silencio durante el resto de la conversación. Escuchando atentamente.
A Cassandra tampoco le había ido mucho mejor que a mí. El puesto de maestra cazadora le quedaba demasiado grande. Había comenzado a contratar a mercenarios, más que gente vocacional y con motivos para odiar a los vampiros. Cassandra era bastante torpe para mandar y bastante despreocupada, por lo que tampoco me extrañaba que la hubiesen apartado del gremio sus propios padres, so pena de que terminara con el mismo. Debía de dar un punto a favor de su padre, desde luego.
-Los hombres que has contratado son una vergüenza de cazadores. Son unos cerdos. ¿Lo sabes? – le eché en cara de malos modales. – He tenido que despachar a unos cuantos miembros que llevan nuestro emblema por los destrozos que estaban causando. – continué enfadada. – Podrías haber contratado a gente que al menos sintiera la causa por la que luchamos, no burdos mercenarios catetos en busca de aeros fáciles. – reproché. Antes de hacer una larga pausa y agarrotar los dedos de ambas manos, inclinándome y pidiéndole explicaciones, mostrando los dientes con desesperación. – ¿Y encima quieres vender el gremio a Kärtenssen por el buen polvo que te habrá echado? – le dije con todo el descaro. – Esto te supera, Cassandra. No puedes llevar el gremio sola. – sentencié con soberbia y prepotencia.
Y dicho esto me dispuse a tomar a Cassandra del brazo e instalarla a acompañarme fuera. – Vamos a solucionar esto ahora mismo. Vayamos a hablar con Lord Kärtenssen. Pillémoslo de improviso y veamos qué quiere. – le dije casi haciéndola caer por los tacones que llevaba y ese vestido que no le permitía. – Y he entrado gracias a la ayuda de Rachel, que como te he dicho está aquí. Aunque ella no me ha identificado.
Traté de conducir a Cassandra por el laberinto, buscando la salida. Ya no recordaba como demonios había llegado al centro y, sinceramente, no sabía salir. El dichoso laberinto era demasiado grande. Todo lo que ansiaba era reunirme con Lord Kärtenssen. Estaba nerviosa y tenía ganas de salir de aquel puto jardín.
-A tomar por culo. – protesté muy enfadada, después de cinco minutos vagando sin rumbo claro. - ¡Ash balla ná! – grité contra uno de los setos. Estirando los brazos hacia atrás e impulsándolos hacia delante con toda la fuerza que pude. Cassandra podría comprobar que mis habilidades de viento habían aumentado considerablemente. Las corrientes de aire eran ahora mucho más destructivas. Creé un pasillo circular en la dirección en la que había lanzado, barriendo todas las hojas y ramas que formaban las paredes del laberinto. Ahora teníamos una salida directa. Volví a agarrar a la bruja del brazo y la conduje fuera.
-Me subiré la capucha para pasar desapercibida. A ver si nos puedes llevar con Kärtenssen. – pedí mirando de reojo detrás de la última pared-seto del laberinto. Y es que yo era una figura de sobra reconocida y no tenía ganas de que Lord Kärtenssen tuviese tiempo para planear una estrategia de escape o huida. Había que pillarle in fraganti, sin tiempo de reacción por medio.
Delante nuestra estaba la fiesta, con las mesas y la comida en el espléndido día que hacía. Y al otro lado, la puerta abierta de la mansión. Cualquier invitado podía acceder al Palacio y a todas las comodidades sin restricción. Por fortuna, todos parecían más ocupados de degustar los aparentemente carísimos licores de Kärtenssen. Así que pudimos pasar por allí más o menos sin que nos advirtieran.
Sin embargo, una de las camareras de la zona, ataviada con minifalda, medias de tres cuartos y un acusado escote, se detuvo delante de nosotras. ¡Diantres! ¡Rachel de nuevo! Me escondí un poco detrás de Cassandra.
-¡Maestra Harrowmont! ¿Quiere beber algo? ¡Le traigo vino de las bodegas de Baslodia! – preguntó la joven. Mirando a Cassandra. – Beba algo, maestra, que sé que le gusta. La maestra Boisson siempre decía que usted el pésimo gusto que tenía para elegir a sus pretendientes, lo tenía para degustar el buen vino. Y éste lo es, se lo aseguro. – comentó Rach con una sonrisa complaciente. Miré de reojo a Cassandra, alzando las cejas con miedo a una reacción que nos delatara. Conociendo lo impulsiva de la bruja tampoco me extrañaba.
Después del ofrecimiento, miró hacia mí. Que trataba de esconderme. Ella giró la cabeza para mirarme con sus ojos siempre inexpresivos y abiertos como platos.
-¿Y usted, quiere algo, Maestra Boisson? – ofreció la cibernética. - Discúlpeme. No sé muy bien por qué mi inteligencia artificial la identifica como la Maestra Boisson, si la Maestra Boisson murió hace meses. De todos modos, beba. – me extrañaba. Tomé la copa para quitarme su insistencia. Había saludado a Cass como si no le importara que se diera cuenta. – Gracias, Maestra Boisson que no es Boisson. – y nos hizo una referencia y siguió su camino.
Miré hacia atrás. La vi dejar la bandeja en el suelo y esconderse, como si nadie la viera, detrás de una mesa larga con mantel. Se asomaba y nos miraba cada cierto tiempo, repetidamente. Su pelo de seta y sus ojos azules salían por encima de ésta.
-Creo que te está siguiendo... a su manera. Debe ser cosa de Jules.– comenté dándole un sorbo a la bebida y golpeando a Cass en el hombro para que mirara el ridículo que hacía la cibernética. Seguramente Jules le habría mandado seguir a Cassandra. Rachel, una vez se la conocía, era bastante plana, y dejaba bastante que desear como espía. Pero al menos era graciosa. Que Rach nos siguiera era la menor de mis preocupaciones.
A Cassandra tampoco le había ido mucho mejor que a mí. El puesto de maestra cazadora le quedaba demasiado grande. Había comenzado a contratar a mercenarios, más que gente vocacional y con motivos para odiar a los vampiros. Cassandra era bastante torpe para mandar y bastante despreocupada, por lo que tampoco me extrañaba que la hubiesen apartado del gremio sus propios padres, so pena de que terminara con el mismo. Debía de dar un punto a favor de su padre, desde luego.
-Los hombres que has contratado son una vergüenza de cazadores. Son unos cerdos. ¿Lo sabes? – le eché en cara de malos modales. – He tenido que despachar a unos cuantos miembros que llevan nuestro emblema por los destrozos que estaban causando. – continué enfadada. – Podrías haber contratado a gente que al menos sintiera la causa por la que luchamos, no burdos mercenarios catetos en busca de aeros fáciles. – reproché. Antes de hacer una larga pausa y agarrotar los dedos de ambas manos, inclinándome y pidiéndole explicaciones, mostrando los dientes con desesperación. – ¿Y encima quieres vender el gremio a Kärtenssen por el buen polvo que te habrá echado? – le dije con todo el descaro. – Esto te supera, Cassandra. No puedes llevar el gremio sola. – sentencié con soberbia y prepotencia.
Y dicho esto me dispuse a tomar a Cassandra del brazo e instalarla a acompañarme fuera. – Vamos a solucionar esto ahora mismo. Vayamos a hablar con Lord Kärtenssen. Pillémoslo de improviso y veamos qué quiere. – le dije casi haciéndola caer por los tacones que llevaba y ese vestido que no le permitía. – Y he entrado gracias a la ayuda de Rachel, que como te he dicho está aquí. Aunque ella no me ha identificado.
Traté de conducir a Cassandra por el laberinto, buscando la salida. Ya no recordaba como demonios había llegado al centro y, sinceramente, no sabía salir. El dichoso laberinto era demasiado grande. Todo lo que ansiaba era reunirme con Lord Kärtenssen. Estaba nerviosa y tenía ganas de salir de aquel puto jardín.
-A tomar por culo. – protesté muy enfadada, después de cinco minutos vagando sin rumbo claro. - ¡Ash balla ná! – grité contra uno de los setos. Estirando los brazos hacia atrás e impulsándolos hacia delante con toda la fuerza que pude. Cassandra podría comprobar que mis habilidades de viento habían aumentado considerablemente. Las corrientes de aire eran ahora mucho más destructivas. Creé un pasillo circular en la dirección en la que había lanzado, barriendo todas las hojas y ramas que formaban las paredes del laberinto. Ahora teníamos una salida directa. Volví a agarrar a la bruja del brazo y la conduje fuera.
-Me subiré la capucha para pasar desapercibida. A ver si nos puedes llevar con Kärtenssen. – pedí mirando de reojo detrás de la última pared-seto del laberinto. Y es que yo era una figura de sobra reconocida y no tenía ganas de que Lord Kärtenssen tuviese tiempo para planear una estrategia de escape o huida. Había que pillarle in fraganti, sin tiempo de reacción por medio.
Delante nuestra estaba la fiesta, con las mesas y la comida en el espléndido día que hacía. Y al otro lado, la puerta abierta de la mansión. Cualquier invitado podía acceder al Palacio y a todas las comodidades sin restricción. Por fortuna, todos parecían más ocupados de degustar los aparentemente carísimos licores de Kärtenssen. Así que pudimos pasar por allí más o menos sin que nos advirtieran.
Sin embargo, una de las camareras de la zona, ataviada con minifalda, medias de tres cuartos y un acusado escote, se detuvo delante de nosotras. ¡Diantres! ¡Rachel de nuevo! Me escondí un poco detrás de Cassandra.
-¡Maestra Harrowmont! ¿Quiere beber algo? ¡Le traigo vino de las bodegas de Baslodia! – preguntó la joven. Mirando a Cassandra. – Beba algo, maestra, que sé que le gusta. La maestra Boisson siempre decía que usted el pésimo gusto que tenía para elegir a sus pretendientes, lo tenía para degustar el buen vino. Y éste lo es, se lo aseguro. – comentó Rach con una sonrisa complaciente. Miré de reojo a Cassandra, alzando las cejas con miedo a una reacción que nos delatara. Conociendo lo impulsiva de la bruja tampoco me extrañaba.
Después del ofrecimiento, miró hacia mí. Que trataba de esconderme. Ella giró la cabeza para mirarme con sus ojos siempre inexpresivos y abiertos como platos.
-¿Y usted, quiere algo, Maestra Boisson? – ofreció la cibernética. - Discúlpeme. No sé muy bien por qué mi inteligencia artificial la identifica como la Maestra Boisson, si la Maestra Boisson murió hace meses. De todos modos, beba. – me extrañaba. Tomé la copa para quitarme su insistencia. Había saludado a Cass como si no le importara que se diera cuenta. – Gracias, Maestra Boisson que no es Boisson. – y nos hizo una referencia y siguió su camino.
Miré hacia atrás. La vi dejar la bandeja en el suelo y esconderse, como si nadie la viera, detrás de una mesa larga con mantel. Se asomaba y nos miraba cada cierto tiempo, repetidamente. Su pelo de seta y sus ojos azules salían por encima de ésta.
-Creo que te está siguiendo... a su manera. Debe ser cosa de Jules.– comenté dándole un sorbo a la bebida y golpeando a Cass en el hombro para que mirara el ridículo que hacía la cibernética. Seguramente Jules le habría mandado seguir a Cassandra. Rachel, una vez se la conocía, era bastante plana, y dejaba bastante que desear como espía. Pero al menos era graciosa. Que Rach nos siguiera era la menor de mis preocupaciones.
Anastasia Boisson
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Re: Bienvenidas, cazadoras... [Privado] [Huracán]
- ¡Eh! ¿¡Pero tú eres retrasada o qué te pasa!? ¿¡La explosión te dejó sorda!? Te estoy diciendo que yo no los contraté. ¡Ya estaban contratados cuando llegué! Y tuve que despedir a esos ineptos. - Reprendí, quejándome por lo que me estaba diciendo. ¿Que el puesto de Maestra Cazadora me quedaba grande? ¡Una mierda! Lo había hecho muy bien a mi regreso. - Y dale… ¡Pesada! ¡Que no voy a venderle el gremio a nadie! Sólo aportará dinero, y ya está. - Resoplé. Había llegado y ya me estaban dando ganas de echarla. No recordaba lo que era lidiar con Anastasia. Cerré los puños y moví los brazos violentamente hacia abajo en un acto de desesperación. Me estaba cabreando con su insistencia en lo del gremio. Yo era la Maestra Cazadora, si le picaba era asunto suyo. Pero el puesto no se lo iba a ceder. - ¡Deja de quejarte de mí! ¡No lo habrías hecho mejor! ¡Preferiste huir antes de asumir el cargo, puta cobarde! - me estaban dando ganas de atizarle otro guantazo para que dejara de recriminarme las cosas. Pero ella me cogió del brazo y me llevó a través del laberinto.
Después de unos minutos dando vueltas decidió usar su poder para hacer un pasillo - Tendrán que contratar a un jardinero para arreglar esto. - comenté en voz baja. Sí, eran bonitos los muros del laberinto, pero tenía que reconocer que Anastasia había hecho bien en destrozarlos, ¡qué asco de laberinto! Bonito, pero imposible de atravesar.
- Ya te he dicho lo que quiere: va a dar dinero al gremio. –comenté cuando salimos. Iba a seguir diciéndole más cosas, pero una camarera de baja estatura y pelo corto y moreno apareció de golpe con una bandeja y me detuve en seco para mirarla. - Rachel… - abrí la boca de la sorpresa. Huracán me había dicho que estaban ahí, pero no les había visto en toda la noche y no esperaba encontrarme a ninguno de los Roche en la fiesta. - ¿Qué tal? ¿Qué haces aquí? - Anastasia se había ocultado un poco detrás de mí. Enarqué una ceja y la miré de soslayo cuando escuché las palabras de la biocibernética. Aprovechando lo grande que era la falda de mi vestido, eché uno de mis pies para atrás con intención de darle un talonazo a la bruja en el pie, a la vez que cogía la copa que ofrecía la espía. - Al menos yo tengo pretendientes, a la “Maestra Boisson” no se le acercaba nadie - comenté con tonito. - Gracias por la copa, Rachel, pero tenemos que irnos. - Insté. Pensé que se iba a largar, pero no. Ahí estaba, bajo la mesa, mirándome. Enarqué una ceja, pensando en el oficio que se supone que tenía esa chica dentro del gremio. ¿En serio espiaba a la gente? Suspiré con hastío y miré a mi compañera. - Si Jules quiere verme que venga él, ¿para qué manda a su hermana? - dije en voz baja y luego me acerqué a la mesa donde estaba, inclinándome un poco sobre ella con una sonrisa, apoyando los brazos en el tablero. - Oye, Rach. ¿Está Jules aquí? ¿Por qué no vas a decirle que quiero hablar con vosotros dos en la parte de atrás de la casa? Sin tanta gente - eché un vistazo por toda la sala y volví a ella. - Os echo de menos, hace tanto que no os veo que… me gustaría hablar, pero en privado. Ve, por favor. - No sabía si iba a funcionar o no, pero quería deshacerme de ella y de Jules mientras íbamos a ver a Kärtenssen. No quería que ella se enterase de nada de lo que fuéramos a hablar ahí. Ambos no estaban ya en el gremio, así que no tenían por qué saber de los entresijos del mismo. Esperaba que la mentira hubiera servido y se fueran los dos hermanos fuera de mi vista por un rato.
Agarré a Anastasia de la muñeca y la miré. - Espero que no nos siga. Ahora vamos a ver a Lord Kärtenssen. Pero pórtate bien, no le increpes. - Advertí. Los modales de mi compañera eran dudosos. Aún así la arrastré por entre la gente, que bailaban desinhibidos y alegres por toda la sala. Di un sorbo a la copa que me dio Rachel y la dejé en una mesa cualquiera mientras avanzaba, buscando dónde estaba el anfitrión. Era difícil, la gente me paraba porque querían bailar conmigo o hablarme. Y menos mal que Anastasia no iba con la cara descubierta, muchos de esos invitados habrían sufrido ataque al verla. Para todos, estaba muerta.
Me negué a todas las ofertas para apartarme del lugar y seguí buscando al lord.
Un par de minutos después dimos con él. Estaba bajando las escaleras y vino hacia nosotras, sonriendo de manera afable. - Lady Harrowmont, la estaba buscando.
- Salí fuera a tomar el aire, my lord. Aquí hay demasiada gente. - Contesté, dedicándole otra sonrisa y abanicándome con la mano. En realidad se estaba mejo aquí que fuera, ahí sí que hacía frío. Pero era la mejor forma de explicar dónde estaba y por qué había vuelto con compañía. Me hice a un lado para quedar entre los dos y que pudiera ver mejor a la bruja de negro.
- ¿Y quién la acompaña? ¿Es una amiga suya?
- Bueno, amiga... Conocida, mejor - Respondí, mirándola de forma acusatoria. No respondí nada más, sino que esperé a que Anastasia hablase y dijese lo que quisiera. Si quería presentarse, si no; si quería preguntarle por el gremio, o si quería preguntarle de dónde sacaba el vino. Yo solo me crucé de brazos esperando a que hablase, así iba a darse con un canto en los dientes cuando descubriera que yo no quería vender el gremio a nadie. Y que las intenciones del Lord no eran tan malas como quería creer la bruja. ¡Siempre pensaba mal de todo el mundo la muy idiota! Así normal que no tuviese amigos…
El hombre me miró extrañado y, sin perder su gesto amable, miró a Anastasia - ¿Y bien? ¿Quiere que subamos los tres a mi despacho para hablar más tranquilos? - Estaba curioso por la nueva persona que me acompañaba.
Después de unos minutos dando vueltas decidió usar su poder para hacer un pasillo - Tendrán que contratar a un jardinero para arreglar esto. - comenté en voz baja. Sí, eran bonitos los muros del laberinto, pero tenía que reconocer que Anastasia había hecho bien en destrozarlos, ¡qué asco de laberinto! Bonito, pero imposible de atravesar.
- Ya te he dicho lo que quiere: va a dar dinero al gremio. –comenté cuando salimos. Iba a seguir diciéndole más cosas, pero una camarera de baja estatura y pelo corto y moreno apareció de golpe con una bandeja y me detuve en seco para mirarla. - Rachel… - abrí la boca de la sorpresa. Huracán me había dicho que estaban ahí, pero no les había visto en toda la noche y no esperaba encontrarme a ninguno de los Roche en la fiesta. - ¿Qué tal? ¿Qué haces aquí? - Anastasia se había ocultado un poco detrás de mí. Enarqué una ceja y la miré de soslayo cuando escuché las palabras de la biocibernética. Aprovechando lo grande que era la falda de mi vestido, eché uno de mis pies para atrás con intención de darle un talonazo a la bruja en el pie, a la vez que cogía la copa que ofrecía la espía. - Al menos yo tengo pretendientes, a la “Maestra Boisson” no se le acercaba nadie - comenté con tonito. - Gracias por la copa, Rachel, pero tenemos que irnos. - Insté. Pensé que se iba a largar, pero no. Ahí estaba, bajo la mesa, mirándome. Enarqué una ceja, pensando en el oficio que se supone que tenía esa chica dentro del gremio. ¿En serio espiaba a la gente? Suspiré con hastío y miré a mi compañera. - Si Jules quiere verme que venga él, ¿para qué manda a su hermana? - dije en voz baja y luego me acerqué a la mesa donde estaba, inclinándome un poco sobre ella con una sonrisa, apoyando los brazos en el tablero. - Oye, Rach. ¿Está Jules aquí? ¿Por qué no vas a decirle que quiero hablar con vosotros dos en la parte de atrás de la casa? Sin tanta gente - eché un vistazo por toda la sala y volví a ella. - Os echo de menos, hace tanto que no os veo que… me gustaría hablar, pero en privado. Ve, por favor. - No sabía si iba a funcionar o no, pero quería deshacerme de ella y de Jules mientras íbamos a ver a Kärtenssen. No quería que ella se enterase de nada de lo que fuéramos a hablar ahí. Ambos no estaban ya en el gremio, así que no tenían por qué saber de los entresijos del mismo. Esperaba que la mentira hubiera servido y se fueran los dos hermanos fuera de mi vista por un rato.
Agarré a Anastasia de la muñeca y la miré. - Espero que no nos siga. Ahora vamos a ver a Lord Kärtenssen. Pero pórtate bien, no le increpes. - Advertí. Los modales de mi compañera eran dudosos. Aún así la arrastré por entre la gente, que bailaban desinhibidos y alegres por toda la sala. Di un sorbo a la copa que me dio Rachel y la dejé en una mesa cualquiera mientras avanzaba, buscando dónde estaba el anfitrión. Era difícil, la gente me paraba porque querían bailar conmigo o hablarme. Y menos mal que Anastasia no iba con la cara descubierta, muchos de esos invitados habrían sufrido ataque al verla. Para todos, estaba muerta.
Me negué a todas las ofertas para apartarme del lugar y seguí buscando al lord.
Un par de minutos después dimos con él. Estaba bajando las escaleras y vino hacia nosotras, sonriendo de manera afable. - Lady Harrowmont, la estaba buscando.
- Salí fuera a tomar el aire, my lord. Aquí hay demasiada gente. - Contesté, dedicándole otra sonrisa y abanicándome con la mano. En realidad se estaba mejo aquí que fuera, ahí sí que hacía frío. Pero era la mejor forma de explicar dónde estaba y por qué había vuelto con compañía. Me hice a un lado para quedar entre los dos y que pudiera ver mejor a la bruja de negro.
- ¿Y quién la acompaña? ¿Es una amiga suya?
- Bueno, amiga... Conocida, mejor - Respondí, mirándola de forma acusatoria. No respondí nada más, sino que esperé a que Anastasia hablase y dijese lo que quisiera. Si quería presentarse, si no; si quería preguntarle por el gremio, o si quería preguntarle de dónde sacaba el vino. Yo solo me crucé de brazos esperando a que hablase, así iba a darse con un canto en los dientes cuando descubriera que yo no quería vender el gremio a nadie. Y que las intenciones del Lord no eran tan malas como quería creer la bruja. ¡Siempre pensaba mal de todo el mundo la muy idiota! Así normal que no tuviese amigos…
El hombre me miró extrañado y, sin perder su gesto amable, miró a Anastasia - ¿Y bien? ¿Quiere que subamos los tres a mi despacho para hablar más tranquilos? - Estaba curioso por la nueva persona que me acompañaba.
Cassandra C. Harrowmont
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Re: Bienvenidas, cazadoras... [Privado] [Huracán]
Sin ningún tipo de remordimiento, Cassandra se remangó el vestido y se acercó a Rachel, escondida detrás de la mesa. Conforme se acercaba, la pequeña Rachel seguía escondiendo aún más, pero sus ojos siempre permanecían a la vista. Se llegó a meter debajo de la mesa incluso, aunque con el mantel intentaba taparse. Finalmente, cuando Cassandra la pilló, la joven salió de su escondrijo y se limpió un poco la tierra.
-Me ha pillado, maestra. Se nota que procede de una familia de grandes rastreadores. ¡Sus habilidades son increíbles! – respondió la biocibernética. Yo me reí ligeramente. Se notaba que Jules y Rachel eran hermanos porque decían las mismas frases, sólo que uno lo decía de manera sarcástica, y la otra lo decía completamente en serio. – Sí, Jules está aquí. Sólo me ha pedido que la vigile un tiempo. Y que le avise si encuentra con Kärtenssen. – replicó la morena. Luego Cassandra tuvo unas palabras muy bonitas para la biocibernética que eran más falsas. Pero siendo Rachel como era, sin duda se las creería. - ¡Oh, qué bonito, maestra! – Rach juntó las manos y la miró con los ojos brillantes. – Yo también la he echado mucho de menos ¡No sabía qué hacer sin usted!– Exclamó expresiva, tratando de poner sentimiento, sin éxito, sentimiento a mirada y palabra. - Como no tengo jefe ahora que me diga qué hacer... - Joder, si no fuera Rachel y la conociera, diría que se estaba quedando con ella. Pero entonces abrazó a Cass. – Bueno, iré a buscar a Jules. Cuídese de no verse con Kärtenssen, ahora que no la espiaré. – pidió la cibernética, y se fue corriendo por el jardín.
Hice varios gestos con la cabeza viendo cómo se alejaba. Rachel era difícil de entender. Era tan simple… Y tan compleja a la vez. Cassandra era mucho más previsible. – Sí, vamos. – respondí cambiando la vista a la bruja cuando ésta llamó mi atención para reencontrarnos con el dueño de semejante castillo.
Nos adentramos en el interior de la mansión. El ornamento de aquel lugar superaba casi al mayor de los palacios en los que había estado. A la altura de la mansión de los Harrowmont, o incluso más. Los mármoles y columnas que revestían aquellas paredes y muros eran una clara referencia del elevado poder adquisitivo del Lord. Destacando la enorme lámpara de araña dorada, colgada del techo. De no ser porque yo también era bastante adinerada, incluso me habría sorprendido. Caminé cruzándome entre los invitados, que sobrepasarían los cien en toda la fiesta.
Finalmente nos encontramos al Lord, Cass no tardó en presentarme como “una amiga suya”. No dudó en sonreír e invitarnos a ir a su despacho. Un lugar de completa madera, rodeado, con vidrieras con rudimentarios utensilios de caza u objetos pertenecientes a poderosos vampiros o cazadores. En el pasado pudieron ser muy útiles, pero ahora no eran más que piezas de museo. También había libros de vampirismo, o pócimas extrañas embotelladas. Aquel señor amaba lo que hacía, desde luego.
-Pasad, jóvenes. Sed bienvenidas a mi vanidosa habitación. – El elegante caballero se dirigió a una estantería, de donde sacó una botella de ginebra, en silencio.
-¿Sabe quién soy, Lord? – pregunté con seriedad, ya que Cass no me había presentado por miedo a que no quisiera revelarme. El hombre sirvió ginebra en tres copas que sacó de un armario acristalado.
-¿Cómo no? – preguntó retórico, mirándome primero y devolviendo ésta a los recipientes. – Sois Lady Anastasia de Boisson y di Miraclo. La cazadora que derrotó a Lady Mortagglia y destruyó la Hermandad. – miré a Cassandra y alcé las cejas al oírlo, sólo me faltó decirle: “¿Cómo te quedó el cuerpo?” Desde luego, Kärtenssen sabía cómo ganarse a la gente. – Soy un gran admirador suyo desde siempre, señorita, y de todo lo que conlleva a su gremio. Por ello he nombrado a su amiga, la maestra Harrowmont, invitada de honor de la fiesta. – guiñó un ojo a Cassandra.
-Me sorprende que no os extrañe verme viva. Por lo que me han dicho – incliné la mano ligeramente hacia Cass. – estuvisteis en mi funeral.
-Sí, lo sé. Pero nunca me creí que hubieseis muerto. – rió, acercándose a nosotras con aquella voz ronca. Tenía una mirada ciertamente… Intimidante. Alcé la cabeza un poco cuando se aproximó. – Y por eso os hice llegar una carta de invitación. Por favor, mi ladys. – y nos tendió la mano para que nos sentáramos en dos butacas al lado, junto a su despacho. Me senté, recostándome hacia atrás y cruzando mis piernas. Luego apoyé los brazos en los reposamanos y le miré seria.
-¡Oh, precisamente, mi Lord! Entenderá entonces que me llame la atención el saber cómo sabía que seguía viva y dónde me encontraba. – sonreí ladeando la cabeza con falsedad, deposité una mano en mi muslo y recosté la otra en la barbilla.
Kärtenssen sonrió. Mantuvo sus ojos en los míos, y yo en los de él. Por momentos, la pija de Cassandra había pasado a un segundo plano donde tendría que alternar las miradas tensas entre uno y otro. Había abierto un pequeño cajón en su escritorio y sacado un cofre.
-Usted es rastreadora, lo sabrá tan bien como yo. Simplemente tuve que acudir el día después a la catedral de Sacrestic. Reconstruir la escena. No había rastro de vos, aunque sí localicé la punta de una flecha, incrustada en polvo calcáreo. – el hombre abrió el cajón. Había una demarcada y casi calcinada punta cubierta de polvo de hueso. No sabía por qué tuve una malísima sensación al sentir aquello, y el hombre lo notó. – La punta de la flecha que acabó con Lady Mortagglia… y el propio polvo de ella. Las pruebas de carbono que hicieron mis alquimistas revelaron que se trata de polvo de vampiro. Pero no había rastros de huesos de brujos. – el hombre volvió a cerrar el cofre. Y puse cara de repugnancia. ¿Qué clase de desecho social sería capaz de conservar como oro en paño el polvo de Mortagglia? – Tengo entendido que usted, maestra, y Belladonna Boisson, cayeron desde lo alto de la torre. – miré a Cassandra. No sabía hasta qué punto era bueno que sospechara que Bella seguía viva. - ¿Belladonna sigue viva, maestra? – preguntó inclinándose hacia delante. Sus ojos mostraban viveza. Deseos de saber.
Aún había mucha pana que cortar hasta llegar a la carta que había recibido, pero la conversación estaba volviéndose demasiado personal. Me tomé un tiempo en pensar una respuesta.
-No estamos aquí para hablar de mí, señor Kärtenssen, sino de usted. – repliqué. – Dígame, ¿qué es lo que quiere? – cambié de conversación.
-Me ha pillado, maestra. Se nota que procede de una familia de grandes rastreadores. ¡Sus habilidades son increíbles! – respondió la biocibernética. Yo me reí ligeramente. Se notaba que Jules y Rachel eran hermanos porque decían las mismas frases, sólo que uno lo decía de manera sarcástica, y la otra lo decía completamente en serio. – Sí, Jules está aquí. Sólo me ha pedido que la vigile un tiempo. Y que le avise si encuentra con Kärtenssen. – replicó la morena. Luego Cassandra tuvo unas palabras muy bonitas para la biocibernética que eran más falsas. Pero siendo Rachel como era, sin duda se las creería. - ¡Oh, qué bonito, maestra! – Rach juntó las manos y la miró con los ojos brillantes. – Yo también la he echado mucho de menos ¡No sabía qué hacer sin usted!– Exclamó expresiva, tratando de poner sentimiento, sin éxito, sentimiento a mirada y palabra. - Como no tengo jefe ahora que me diga qué hacer... - Joder, si no fuera Rachel y la conociera, diría que se estaba quedando con ella. Pero entonces abrazó a Cass. – Bueno, iré a buscar a Jules. Cuídese de no verse con Kärtenssen, ahora que no la espiaré. – pidió la cibernética, y se fue corriendo por el jardín.
Hice varios gestos con la cabeza viendo cómo se alejaba. Rachel era difícil de entender. Era tan simple… Y tan compleja a la vez. Cassandra era mucho más previsible. – Sí, vamos. – respondí cambiando la vista a la bruja cuando ésta llamó mi atención para reencontrarnos con el dueño de semejante castillo.
Nos adentramos en el interior de la mansión. El ornamento de aquel lugar superaba casi al mayor de los palacios en los que había estado. A la altura de la mansión de los Harrowmont, o incluso más. Los mármoles y columnas que revestían aquellas paredes y muros eran una clara referencia del elevado poder adquisitivo del Lord. Destacando la enorme lámpara de araña dorada, colgada del techo. De no ser porque yo también era bastante adinerada, incluso me habría sorprendido. Caminé cruzándome entre los invitados, que sobrepasarían los cien en toda la fiesta.
Finalmente nos encontramos al Lord, Cass no tardó en presentarme como “una amiga suya”. No dudó en sonreír e invitarnos a ir a su despacho. Un lugar de completa madera, rodeado, con vidrieras con rudimentarios utensilios de caza u objetos pertenecientes a poderosos vampiros o cazadores. En el pasado pudieron ser muy útiles, pero ahora no eran más que piezas de museo. También había libros de vampirismo, o pócimas extrañas embotelladas. Aquel señor amaba lo que hacía, desde luego.
-Pasad, jóvenes. Sed bienvenidas a mi vanidosa habitación. – El elegante caballero se dirigió a una estantería, de donde sacó una botella de ginebra, en silencio.
-¿Sabe quién soy, Lord? – pregunté con seriedad, ya que Cass no me había presentado por miedo a que no quisiera revelarme. El hombre sirvió ginebra en tres copas que sacó de un armario acristalado.
-¿Cómo no? – preguntó retórico, mirándome primero y devolviendo ésta a los recipientes. – Sois Lady Anastasia de Boisson y di Miraclo. La cazadora que derrotó a Lady Mortagglia y destruyó la Hermandad. – miré a Cassandra y alcé las cejas al oírlo, sólo me faltó decirle: “¿Cómo te quedó el cuerpo?” Desde luego, Kärtenssen sabía cómo ganarse a la gente. – Soy un gran admirador suyo desde siempre, señorita, y de todo lo que conlleva a su gremio. Por ello he nombrado a su amiga, la maestra Harrowmont, invitada de honor de la fiesta. – guiñó un ojo a Cassandra.
-Me sorprende que no os extrañe verme viva. Por lo que me han dicho – incliné la mano ligeramente hacia Cass. – estuvisteis en mi funeral.
-Sí, lo sé. Pero nunca me creí que hubieseis muerto. – rió, acercándose a nosotras con aquella voz ronca. Tenía una mirada ciertamente… Intimidante. Alcé la cabeza un poco cuando se aproximó. – Y por eso os hice llegar una carta de invitación. Por favor, mi ladys. – y nos tendió la mano para que nos sentáramos en dos butacas al lado, junto a su despacho. Me senté, recostándome hacia atrás y cruzando mis piernas. Luego apoyé los brazos en los reposamanos y le miré seria.
-¡Oh, precisamente, mi Lord! Entenderá entonces que me llame la atención el saber cómo sabía que seguía viva y dónde me encontraba. – sonreí ladeando la cabeza con falsedad, deposité una mano en mi muslo y recosté la otra en la barbilla.
Kärtenssen sonrió. Mantuvo sus ojos en los míos, y yo en los de él. Por momentos, la pija de Cassandra había pasado a un segundo plano donde tendría que alternar las miradas tensas entre uno y otro. Había abierto un pequeño cajón en su escritorio y sacado un cofre.
-Usted es rastreadora, lo sabrá tan bien como yo. Simplemente tuve que acudir el día después a la catedral de Sacrestic. Reconstruir la escena. No había rastro de vos, aunque sí localicé la punta de una flecha, incrustada en polvo calcáreo. – el hombre abrió el cajón. Había una demarcada y casi calcinada punta cubierta de polvo de hueso. No sabía por qué tuve una malísima sensación al sentir aquello, y el hombre lo notó. – La punta de la flecha que acabó con Lady Mortagglia… y el propio polvo de ella. Las pruebas de carbono que hicieron mis alquimistas revelaron que se trata de polvo de vampiro. Pero no había rastros de huesos de brujos. – el hombre volvió a cerrar el cofre. Y puse cara de repugnancia. ¿Qué clase de desecho social sería capaz de conservar como oro en paño el polvo de Mortagglia? – Tengo entendido que usted, maestra, y Belladonna Boisson, cayeron desde lo alto de la torre. – miré a Cassandra. No sabía hasta qué punto era bueno que sospechara que Bella seguía viva. - ¿Belladonna sigue viva, maestra? – preguntó inclinándose hacia delante. Sus ojos mostraban viveza. Deseos de saber.
Aún había mucha pana que cortar hasta llegar a la carta que había recibido, pero la conversación estaba volviéndose demasiado personal. Me tomé un tiempo en pensar una respuesta.
-No estamos aquí para hablar de mí, señor Kärtenssen, sino de usted. – repliqué. – Dígame, ¿qué es lo que quiere? – cambié de conversación.
Anastasia Boisson
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Re: Bienvenidas, cazadoras... [Privado] [Huracán]
¡Qué pesados con el tema de Kärtenssen! Ya llevaba un par de días con él, ¿se pensaban los muy imbéciles que si tuviera que hablar algo del gremio lo hablaría esta noche? Resoplé bajito al pensar en eso. No paraban de intentar advertirme de él y ni siquiera lo conocían. Que no me acercase al lord, claro, como si no lo hubiera hecho ya antes de la fiesta y los días anteriores. De Rachel me lo esperaba, pero no de Jules. No pensaba que pudiese ser tan tonto como para intentar impedirme hacer algo. Y más si no tenía narices a dar la cara. Que yo ni sabía que estaba aquí hasta que no me lo había dicho Anastasia.
Por fin encontramos al anfitrión y subimos a su despacho. Parecía una exhibición de antigüedades de nuestro gremio, y también tenía libros sobre vampirismo. ¿Este hombre no era cazador? Con disimulo fui observando todo lo que tenía: botellas con pociones, cuadros, armas antiguas, ilustraciones… ¡Increíble! A esa zona de la casa no había entrado pero era extraña. Su mansión era ostentosa, mucho a decir verdad. Pero esta sala era una mezcla entre lo más antiguo y obsoleto, y la riqueza más absoluta. Sonreí cuando me sirvió la copa, justo a tiempo para escuchar cómo identificaba a mi compañera con todos sus logros. Le dirigí una mala mirada a Anastasia, aunque rápido le dediqué una sonrisilla a Lord Kärtenssen cuando me guiñó el ojo. Yo era su invitada de honor, ¿qué pintaba ahí Anastasia? Cogí el vaso y me senté, colocando la enorme falda del vestido. Ambos comenzaron a hablar sobre cómo había descubierto que la cazadora no había muerto, a lo que no pude evitar resoplar con fastidio. ¡No me estaban haciendo caso! ¡La invitada de honor era yo! A la que todos tendrían que prestar atención. Y sin embargo, ahí estaba, mirando al lord y a mi compañera, mientras daba pequeños sorbos al vaso, esperando que alguno se percatase de que yo seguía ahí.
- Por desgracia sí - dije en referencia a Bella, de golpe, con tono seco y clavando la mirada en Anastasia. Kärtenssen trató de buscarme con sus ojos, pero solo encontró una mirada fría por mi parte. Esa bruja malnacida había jodido a mi familia. Me incorporé y me serví otro vaso de ginebra, más cargado que el anterior. Total, no me iban a hacer caso.
- Qué... sorpresa - comentó en voz baja ante mi respuesta. Luego volvió la vista hacia la cazadora, quien había intentado desviar la conversación con la pregunta, aunque no funcionó. Después respondió: - ¿qué quiero? Como he dicho, soy un gran admirador tanto suyo como de su gremio. - Se levantó y caminó a paso lento por un lado de la mesa, sujetando su vaso la misma elegancia con que andaba, aunque apenas bebió. Yo sí. Yo no hacía otra cosa que beber. - Sus andanzas despertaron mi curiosidad. Es usted una leyenda, incluso antes de lo sucedido con Lady Mortagglia, maestra Boisson. - Di un trago más largo, casi vaciando el vaso. Sentía cómo el líquido raspaba al pasar por mi garganta. Entre eso y las copas de vino… Digamos que era la única forma que tenía de desviar mi atención de lo que estaban hablando. Las palabras del lord hacia Anastasia me estaban enfadando cada vez más. ¿¡Leyenda!? ¿Esa idiota? La conversación entre ellos proseguía ante mi semblante serio. - Por eso, hace unos meses decidí que me gustaría aportar capital a los Cazadores de Beltrexus. Armamento nuevo, más moderno, mejores prestaciones… ya sabe. Todo lo que se pueda conseguir con dinero. Si consiguió acabar con la Hermandad con armas menos modernas que las que yo le puedo aportar, ¿qué no conseguirán si me permiten formar parte como socio capitalista? Me gustaría poder ayudar en los trámites y papeleos, también - sus ojos parecían iluminarse al hablar de eso. Formar parte del gremio, eso quería. Dar dinero, lo que le había dicho a Anastasia. Su voz, ronca y calmada, sonaba tan convincente cuando hablaba… - Puedo serles de gran ayuda, incluso dando a conocer el gremio hasta en los lugares más insospechados. Con su vuelta, maestra Boisson, el nivel de los Cazadores subirá inmediatam… - en ese momento dejé caer el vaso al suelo mientras me incorporaba, ayudándome del sillón para ello. Si antes, con el vino, ya me había mareado un poco, ahora estaba peor. Pero no iba a estar ahí aguantando cómo Lord Kärtenssen seguía adulando a Anastasia.
- Me largo.
- Lady Harrowmont - el hombre tendió su mano para intentar ayudarme o detenerme, pero moví el brazo bruscamente para que no me tocase.
- No, no. Quedaos aquí, hablad de lo increíble que es Anastasia Boisson, de su regreso de entre los muertos y luego podéis follar como animales encima de la mesa. - respondí de mala gana, lanzando una mirada sentenciante a ambos, aunque la clavé en mi compañera. - Llamo a Jules, si quieres, también. - Dicho eso, me fui cerrando la puerta a mi espalda.
- Discúlpeme - Kärtenssen miró a mi compañera con cara de circunstancia. No sabía si vendría a buscarme o no, pero ya me daba igual.
¡Estúpidos! ¿¡Por qué había tenido que aparecer Anastasia!? ¡Esa misma noche! ¡Precisamente la misma noche en la que la protagonista era yo! ¡¡Había conseguido levantar el gremio de sus cenizas!! Y ahora, simplemente con hacer acto de presencia ya iba eclipsándolo todo. Valiente zorra…
No estaba nada acostumbrada a quedar a la sombra de nadie, y menos de la Boisson. Desde muy pequeñas siempre había sido yo la que había resaltado, y no llevaba nada bien que no fuera así. Su simple aparición había trastocado toda mi noche. ¡Claro que me alegraba de verla! Pero… ¿¡por qué la alababa tanto!? La Maestra Cazadora era yo. La que había hecho cosas más importantes que fugarme durante meses y fingir estar muerta, era yo.
Me ayudé del balaustre que conectaba con las escaleras para poder continuar caminando. Todo me daba vueltas y sentía que si me soltaba, caería de bruces contra el suelo. ¡Lo que me faltaba ya! Encima hacer el ridículo. No iba a bajar a donde estaban los invitados, no en ese estado. Mi cara estaba roja de rabia y me daban ganas de llorar… o de darle un puñetazo en la cara a Anastasia. Solté el barandal y me quedé apoyada en la pared, cerrando los ojos para intentar mitigar el mareo. ¡Aunque eso era hasta peor! Despacio me dirigí a uno de los baños más cercanos de la casa para relajarme un poco. Bajo un ornamentado espejo había una palangana igual de ostentosa con agua fría. Con cuidado para no destrozarme el maquillaje, empecé a mojarme partes de la cara, el pelo y las manos, para refrescarme un poco. El rostro que mostraba el espejo no era la mejor, definitivamente. Mostraba la rabia que me había dado estar ahí mientras todos los halagos iban para ella.
Resoplé y me quedé apoyada en el mueble, con ambas manos, mirando hacia abajo. Quería acabar con esa horrible sensación de inestabilidad que tenía.
Por fin encontramos al anfitrión y subimos a su despacho. Parecía una exhibición de antigüedades de nuestro gremio, y también tenía libros sobre vampirismo. ¿Este hombre no era cazador? Con disimulo fui observando todo lo que tenía: botellas con pociones, cuadros, armas antiguas, ilustraciones… ¡Increíble! A esa zona de la casa no había entrado pero era extraña. Su mansión era ostentosa, mucho a decir verdad. Pero esta sala era una mezcla entre lo más antiguo y obsoleto, y la riqueza más absoluta. Sonreí cuando me sirvió la copa, justo a tiempo para escuchar cómo identificaba a mi compañera con todos sus logros. Le dirigí una mala mirada a Anastasia, aunque rápido le dediqué una sonrisilla a Lord Kärtenssen cuando me guiñó el ojo. Yo era su invitada de honor, ¿qué pintaba ahí Anastasia? Cogí el vaso y me senté, colocando la enorme falda del vestido. Ambos comenzaron a hablar sobre cómo había descubierto que la cazadora no había muerto, a lo que no pude evitar resoplar con fastidio. ¡No me estaban haciendo caso! ¡La invitada de honor era yo! A la que todos tendrían que prestar atención. Y sin embargo, ahí estaba, mirando al lord y a mi compañera, mientras daba pequeños sorbos al vaso, esperando que alguno se percatase de que yo seguía ahí.
- Por desgracia sí - dije en referencia a Bella, de golpe, con tono seco y clavando la mirada en Anastasia. Kärtenssen trató de buscarme con sus ojos, pero solo encontró una mirada fría por mi parte. Esa bruja malnacida había jodido a mi familia. Me incorporé y me serví otro vaso de ginebra, más cargado que el anterior. Total, no me iban a hacer caso.
- Qué... sorpresa - comentó en voz baja ante mi respuesta. Luego volvió la vista hacia la cazadora, quien había intentado desviar la conversación con la pregunta, aunque no funcionó. Después respondió: - ¿qué quiero? Como he dicho, soy un gran admirador tanto suyo como de su gremio. - Se levantó y caminó a paso lento por un lado de la mesa, sujetando su vaso la misma elegancia con que andaba, aunque apenas bebió. Yo sí. Yo no hacía otra cosa que beber. - Sus andanzas despertaron mi curiosidad. Es usted una leyenda, incluso antes de lo sucedido con Lady Mortagglia, maestra Boisson. - Di un trago más largo, casi vaciando el vaso. Sentía cómo el líquido raspaba al pasar por mi garganta. Entre eso y las copas de vino… Digamos que era la única forma que tenía de desviar mi atención de lo que estaban hablando. Las palabras del lord hacia Anastasia me estaban enfadando cada vez más. ¿¡Leyenda!? ¿Esa idiota? La conversación entre ellos proseguía ante mi semblante serio. - Por eso, hace unos meses decidí que me gustaría aportar capital a los Cazadores de Beltrexus. Armamento nuevo, más moderno, mejores prestaciones… ya sabe. Todo lo que se pueda conseguir con dinero. Si consiguió acabar con la Hermandad con armas menos modernas que las que yo le puedo aportar, ¿qué no conseguirán si me permiten formar parte como socio capitalista? Me gustaría poder ayudar en los trámites y papeleos, también - sus ojos parecían iluminarse al hablar de eso. Formar parte del gremio, eso quería. Dar dinero, lo que le había dicho a Anastasia. Su voz, ronca y calmada, sonaba tan convincente cuando hablaba… - Puedo serles de gran ayuda, incluso dando a conocer el gremio hasta en los lugares más insospechados. Con su vuelta, maestra Boisson, el nivel de los Cazadores subirá inmediatam… - en ese momento dejé caer el vaso al suelo mientras me incorporaba, ayudándome del sillón para ello. Si antes, con el vino, ya me había mareado un poco, ahora estaba peor. Pero no iba a estar ahí aguantando cómo Lord Kärtenssen seguía adulando a Anastasia.
- Me largo.
- Lady Harrowmont - el hombre tendió su mano para intentar ayudarme o detenerme, pero moví el brazo bruscamente para que no me tocase.
- No, no. Quedaos aquí, hablad de lo increíble que es Anastasia Boisson, de su regreso de entre los muertos y luego podéis follar como animales encima de la mesa. - respondí de mala gana, lanzando una mirada sentenciante a ambos, aunque la clavé en mi compañera. - Llamo a Jules, si quieres, también. - Dicho eso, me fui cerrando la puerta a mi espalda.
- Discúlpeme - Kärtenssen miró a mi compañera con cara de circunstancia. No sabía si vendría a buscarme o no, pero ya me daba igual.
¡Estúpidos! ¿¡Por qué había tenido que aparecer Anastasia!? ¡Esa misma noche! ¡Precisamente la misma noche en la que la protagonista era yo! ¡¡Había conseguido levantar el gremio de sus cenizas!! Y ahora, simplemente con hacer acto de presencia ya iba eclipsándolo todo. Valiente zorra…
No estaba nada acostumbrada a quedar a la sombra de nadie, y menos de la Boisson. Desde muy pequeñas siempre había sido yo la que había resaltado, y no llevaba nada bien que no fuera así. Su simple aparición había trastocado toda mi noche. ¡Claro que me alegraba de verla! Pero… ¿¡por qué la alababa tanto!? La Maestra Cazadora era yo. La que había hecho cosas más importantes que fugarme durante meses y fingir estar muerta, era yo.
Me ayudé del balaustre que conectaba con las escaleras para poder continuar caminando. Todo me daba vueltas y sentía que si me soltaba, caería de bruces contra el suelo. ¡Lo que me faltaba ya! Encima hacer el ridículo. No iba a bajar a donde estaban los invitados, no en ese estado. Mi cara estaba roja de rabia y me daban ganas de llorar… o de darle un puñetazo en la cara a Anastasia. Solté el barandal y me quedé apoyada en la pared, cerrando los ojos para intentar mitigar el mareo. ¡Aunque eso era hasta peor! Despacio me dirigí a uno de los baños más cercanos de la casa para relajarme un poco. Bajo un ornamentado espejo había una palangana igual de ostentosa con agua fría. Con cuidado para no destrozarme el maquillaje, empecé a mojarme partes de la cara, el pelo y las manos, para refrescarme un poco. El rostro que mostraba el espejo no era la mejor, definitivamente. Mostraba la rabia que me había dado estar ahí mientras todos los halagos iban para ella.
Resoplé y me quedé apoyada en el mueble, con ambas manos, mirando hacia abajo. Quería acabar con esa horrible sensación de inestabilidad que tenía.
Cassandra C. Harrowmont
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Re: Bienvenidas, cazadoras... [Privado] [Huracán]
Las adulaciones de aquel tipo me resultaban pedantes. Qué asco de tipo. Alzaba las cejas y suspiraba irónica cada vez que escuchaba uno de aquellos piropos de aquel hombre, quien trataba de ganarse mi aprobación sabiendo de mi difícil carácter.
Modernizar el gremio. Bastante teníamos con el dinero de Cassandra. La aportación de aquel, sin duda incluso mayor que la Harrowmont, podría ser muy útil. Pero había cosas que no entendía. Si tan admirador nuestro era, ¿por qué se mantuvo en secreto todo este tiempo? ¿Por qué mi madre jamás me habló de él? ¿Quién era y qué escondía aquel embaucador? No me fiaba demasiado de él, de hecho tenía muchas cuestiones que realizar. Lamentablemente, no serviría de nada, pues aquel tipo no sería sincero. Parecía tenerse su guión ampliamente estudiado.
Pero no pude hacerlo. Cassandra siempre quería copar el protagonismo. A la niña no le gustaba que nadie la eclipsara. Alguna mirada de reojo ya me sirvió para ver que lo estaba pasando mal sobre aquella silla, y en particular con aquella conversación. Ni siquiera podía aguardar cinco minutos más a que Kärtenssen, yo e incluso ella, debatiésemos sobre mi repentino e inesperado regreso de entre los muertos. No. Como siempre, tuvo que montar el espectáculo. – Cassandra, por favor, siéntate. – Pedí en pocas palabras, con una voz tranquila y una cara sentenciante, con las piernas cruzadas pero sin levantarme, en lo que había sido la única mirada que le había echado en lo que llevábamos de conversación. Era totalmente intrascendente. Hice varios gestos de negación con la cabeza mientras bebía un sorbo.
No hice ni caso a sus palabras. Simplemente alcé la mano, de espaldas a ella, en la mesa, cuando salió hecha una furia. – Cierra la puerta al salir, Cass. – comenté sin hacer el amago de levantarme o girarme, con una media sonrisa, posando la copa en la mesa, mientras Kärtenssen trataba, en vano, de tranquilizarla.
El Lord de la casa volvió acto seguido a donde me encontraba. Volvió a la mesa, claramente desconcertado por lo que había ocurrido. No parecía saber donde meterse.
-No… No sé que he hecho mal. – se trataba de explicar a sí mismo. – Juro que no trataba de desplazarla…
-No se preocupe. – repliqué, carraspeando. – Es así.
-Imagino que usted la conocerá mejor, maestra Boisson. – El hombre resopló y casi se dejó caer sobre la silla del escritorio. Yo le miré en silencio, a los ojos. - En fin, ¿va a aceptar mi ayuda económica? – preguntó.
-Por supuesto que no. – afirmé sentenciante. Tampoco había mucho más que decir. Kärtenssen abrió los ojos, nervioso, y comenzó a taquetear con los dedos en la mesa, pensativo.
Estaba claro que no aguardaba aquella rotundidad. Esperaba ser persuasivo. Se creía que podría conseguir todo. ¿El dinero lo compra todo, no? Parecía totalmente descolocado.
-No consideraré esta decisión como definitiva hasta que conozca la respuesta de la otra maestra cazadora. – comentó el descolocado Lord muy indignado.
-Oh, señor Kärtenssen, creía que lo había comprendido. – sonreí, levantándome de la silla y apoyándome en la mesa. - Ella le ha dado su respuesta hace dos minutos.
Me di la vuelta para salir por la puerta. Había conseguido lo que quería al más puro estilo manipulador de Isabella. Para conseguir la opinión buscada de Cassandra únicamente necesitaba encenderla. La bruja y yo, en el fondo, nos compenetrábamos bastante bien a nuestra manera.
No alcancé a ver como Kärtenssen apretaba sus puños contra la mesa con frustración mientras observaba impotente como abandonaba la estancia. No le había gustado para nada mi respuesta. El Lord de la mansión no había dicho aún su última palabra en aquella noche.
El siguiente objetivo era encontrar a Cassandra. ¿Dónde se había metido? Nada más cerrar la puerta del Lord pude deducirlo gracias al silencio general de la mansión. Escuché algo en el baño inmediatamente pegado al salón donde estábamos reunidos. Alguien daba golpes de un lado a otro. Me acerqué sigilosamente a éste para ver la silueta de la bruja.
Entré y cerré la puerta con cuidado. Estaba haciendo esfuerzos por mantenerse en pie. – ¿Qué tal, Cass? – comenté en el mismo baño, apoyándome con el trasero en la mesita junto al lujoso lavabo. – No habrá trato. Ese Kärtenssen es un gilipollas. Creo que en eso coincidimos. Nadie guardaría los huesos de mi abuela en polvo. Deberíamos investigar ese asunto. – comenté atusándome la barbilla.
Al ver los esfuerzos de mi compañera por mantenerse en pie, rápidamente entendí que la prioridad tenía que ser otra. Apestaba a licor. Apenas tenía capacidad para decir cosas coherentes. – Deberías dejar el alcohol, no te hace ningún bien... – resoplé. – Anda, ven, que te ayudo. - me remangué la chaqueta, tomé a la bruja de los hombros y la “invité” a acercarse al retrete. – Échalo todo. Yo te sujeto la frente. Para que luego digas que no soy una buena amiga. – comenté con una doble ironía. – Me lo pones demasiado fácil… No deberías autohumillarte así. – resoplé. No sabía si finalmente se resistiría a ello o aceptaría mi oferta.
Modernizar el gremio. Bastante teníamos con el dinero de Cassandra. La aportación de aquel, sin duda incluso mayor que la Harrowmont, podría ser muy útil. Pero había cosas que no entendía. Si tan admirador nuestro era, ¿por qué se mantuvo en secreto todo este tiempo? ¿Por qué mi madre jamás me habló de él? ¿Quién era y qué escondía aquel embaucador? No me fiaba demasiado de él, de hecho tenía muchas cuestiones que realizar. Lamentablemente, no serviría de nada, pues aquel tipo no sería sincero. Parecía tenerse su guión ampliamente estudiado.
Pero no pude hacerlo. Cassandra siempre quería copar el protagonismo. A la niña no le gustaba que nadie la eclipsara. Alguna mirada de reojo ya me sirvió para ver que lo estaba pasando mal sobre aquella silla, y en particular con aquella conversación. Ni siquiera podía aguardar cinco minutos más a que Kärtenssen, yo e incluso ella, debatiésemos sobre mi repentino e inesperado regreso de entre los muertos. No. Como siempre, tuvo que montar el espectáculo. – Cassandra, por favor, siéntate. – Pedí en pocas palabras, con una voz tranquila y una cara sentenciante, con las piernas cruzadas pero sin levantarme, en lo que había sido la única mirada que le había echado en lo que llevábamos de conversación. Era totalmente intrascendente. Hice varios gestos de negación con la cabeza mientras bebía un sorbo.
No hice ni caso a sus palabras. Simplemente alcé la mano, de espaldas a ella, en la mesa, cuando salió hecha una furia. – Cierra la puerta al salir, Cass. – comenté sin hacer el amago de levantarme o girarme, con una media sonrisa, posando la copa en la mesa, mientras Kärtenssen trataba, en vano, de tranquilizarla.
El Lord de la casa volvió acto seguido a donde me encontraba. Volvió a la mesa, claramente desconcertado por lo que había ocurrido. No parecía saber donde meterse.
-No… No sé que he hecho mal. – se trataba de explicar a sí mismo. – Juro que no trataba de desplazarla…
-No se preocupe. – repliqué, carraspeando. – Es así.
-Imagino que usted la conocerá mejor, maestra Boisson. – El hombre resopló y casi se dejó caer sobre la silla del escritorio. Yo le miré en silencio, a los ojos. - En fin, ¿va a aceptar mi ayuda económica? – preguntó.
-Por supuesto que no. – afirmé sentenciante. Tampoco había mucho más que decir. Kärtenssen abrió los ojos, nervioso, y comenzó a taquetear con los dedos en la mesa, pensativo.
Estaba claro que no aguardaba aquella rotundidad. Esperaba ser persuasivo. Se creía que podría conseguir todo. ¿El dinero lo compra todo, no? Parecía totalmente descolocado.
-No consideraré esta decisión como definitiva hasta que conozca la respuesta de la otra maestra cazadora. – comentó el descolocado Lord muy indignado.
-Oh, señor Kärtenssen, creía que lo había comprendido. – sonreí, levantándome de la silla y apoyándome en la mesa. - Ella le ha dado su respuesta hace dos minutos.
Me di la vuelta para salir por la puerta. Había conseguido lo que quería al más puro estilo manipulador de Isabella. Para conseguir la opinión buscada de Cassandra únicamente necesitaba encenderla. La bruja y yo, en el fondo, nos compenetrábamos bastante bien a nuestra manera.
No alcancé a ver como Kärtenssen apretaba sus puños contra la mesa con frustración mientras observaba impotente como abandonaba la estancia. No le había gustado para nada mi respuesta. El Lord de la mansión no había dicho aún su última palabra en aquella noche.
El siguiente objetivo era encontrar a Cassandra. ¿Dónde se había metido? Nada más cerrar la puerta del Lord pude deducirlo gracias al silencio general de la mansión. Escuché algo en el baño inmediatamente pegado al salón donde estábamos reunidos. Alguien daba golpes de un lado a otro. Me acerqué sigilosamente a éste para ver la silueta de la bruja.
Entré y cerré la puerta con cuidado. Estaba haciendo esfuerzos por mantenerse en pie. – ¿Qué tal, Cass? – comenté en el mismo baño, apoyándome con el trasero en la mesita junto al lujoso lavabo. – No habrá trato. Ese Kärtenssen es un gilipollas. Creo que en eso coincidimos. Nadie guardaría los huesos de mi abuela en polvo. Deberíamos investigar ese asunto. – comenté atusándome la barbilla.
Al ver los esfuerzos de mi compañera por mantenerse en pie, rápidamente entendí que la prioridad tenía que ser otra. Apestaba a licor. Apenas tenía capacidad para decir cosas coherentes. – Deberías dejar el alcohol, no te hace ningún bien... – resoplé. – Anda, ven, que te ayudo. - me remangué la chaqueta, tomé a la bruja de los hombros y la “invité” a acercarse al retrete. – Échalo todo. Yo te sujeto la frente. Para que luego digas que no soy una buena amiga. – comenté con una doble ironía. – Me lo pones demasiado fácil… No deberías autohumillarte así. – resoplé. No sabía si finalmente se resistiría a ello o aceptaría mi oferta.
Anastasia Boisson
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Re: Bienvenidas, cazadoras... [Privado] [Huracán]
Todo me daba vueltas, sentía que me caería si me soltaba del mueble en el que estaba apoyada. ¡Todo era culpa de Anastasia! ¿Por qué había tenido que aparecer esa misma noche? Seguí echándome agua fría en la cara, pero no mejoraba. Se oyó la puerta y giré la cabeza en sentido contrario, para no mirar a quien entraba. Si era Lord Kärtenssen no quería que me viera así; si era Anastasia, no quería verla, a secas. Y sí, era ella. Empezó a soltarme una chapa de la que no me enteré y pronto se acercó a ayudarme.
- Déjame. - intenté apartarme, pero menos mal que me tenía agarrada por los hombros, si no me hubiese caído al suelo. - Qué polvo más rápido. - resoplé molesta - no sé qué haces aquí, vete a que te sigan dorando la píldora. - estaba molesta mientras me dejaba llevar al retrete. No quería que me ayudase ella, pero si me soltaba no podría andar, así que me dejé guiar. Y, bueno, aunque me negase a vomitar al final, con tanto mareo que tenía encima, acabé echándolo todo en el retrete. Tenía unas ganas de llorar tremendas.
Agarré la muñeca de Anastasia con fuerza mientras vomitaba. A pesar de estar tan mal, lo que más me importaba era el vestido y el maquillaje. Quería salir de ese baño sin que se notase que había estado en ese estado. En cuanto sentía que no me quedaba más en el estómago me dejé caer al suelo, sentada, y apoyada contra la pared, tapándome la cara con el antebrazo. Esperaba que el suelo estuviera limpio.
- Anastasia, ¿por qué has tenido que venir hoy? Yo… me alegro mucho de tu vuelta. Creí que habías muerto… Te eché mucho de menos. Ni siquiera cambié tus horribles cortinas porque me recordaban a ti, quise dejar tu despacho tal y como tú lo dejaste para tener algo para acordarme de ti - con el dorso de la mano me sequé las lágrimas para evitar que cayeran por mis mejillas y me estropearan el maquillaje. También tuve cuidado con la pintura de los ojos, aunque algo sí se corrió. - Pero, ¡joder! No pensé que te fueras a llevar todas las atenciones de Lord Kärtenssen. Has venido a robarme el puesto de Maestra Cazadora, ¡y no quiero! Tú desapareciste, nos engañaste a todos, nos tuviste en un sinvivir por tu muerte… Y ahora regresas y pretendes volver como si nada hubiera pasado. ¡¿Por qué te fuiste?! ¿No era más sencillo ocultarte en las islas y ya? Que todos hubiéramos sabido de ti. ¡No es justo! Para mí ni para nadie. - Apoyé la cabeza en la pared. Luego, cambié de tema - A mí me cae bien Kärtenssen. Me gusta mucho cómo me trata. Me da la importancia que merezco. Soy la Maestra, deberían tratarnos así de bien en el gremio, con todo lujo, con ese respeto que él me tiene… No sé. Parece buen tipo. Pero, claro, has tenido que llegar tú a joderlo con tus aires de leyenda. ¡Si incluso Jules habrá venido a verte a ti, cómo no! También le echo de menos. Le gustas, para mi desgracia, le gustas. ¡Qué asco! ¿Por qué? Si yo soy mejor… Más alta, más guapa, más joven, menos amargada… - volví a taparme la cara con el brazo. - No me gusta que se altere el orden. A la que siempre prestaban atención es a mí, ¡joder! En clase, en casa, en el gremio… ¡Yo era la que iba a triunfar! No tú… Que eras una amargada en la Academia. ¿¡Por qué has tenido que ir de heroína!? ¡No! ¡Tú siempre has sido una marginada! Te tendrías que quedar así, no sé por qué has llamado la atención de Kärtenssen, en serio. No deberías ser tan importante. ¡Yo he levantado el gremio de nuevo! - estiré una de las piernas con fuerza y le pegué una patada a la pata de un mueble, haciéndolo temblar. - Las cosas no han podido cambiar tanto. ¡Encima dices que Belladona está viva! O sea, ¡vienes con esa! ¡A la fiesta! Que debería estar muerta la muy hija de puta - Remarqué el insulto. Pese a que pronunciaba algunas palabras mal, esa sí me esforcé en pronunciarla perfectamente. Me detuve un segundo, suspiré y la miré. - Yo sí quiero que él sea socio capitalista. Podemos tener mejores armas, ser más grandes, y hacer cosas mejores de las que tú hiciste. Es una buena oportunidad de que vean que yo soy buena maestra cazadora. Y le diré que sí. Me da igual lo que le hayas dicho tú o lo gilipollas que te parezca. La que manda soy yo. - Me incorporé, por fin, aunque me había costado. - ¡Déjame hacer las cosas bien! No quiero que te vayas de nuevo, te echo de menos… - Me abracé a ella. - Pero… déjame hacer de maestra cazadora, que para algo llevo tiempo intentando levantar el gremio. No quiero que me eclipses, quiero que estés, pero con el perfil bajo.
Los efectos del alcohol seguían haciendo mella en mí. Ya no estaba tan, tan mareada. Me había venido bien vomitar, pero aún seguía un poco ida a causa de las tantas bebidas que había probado esa noche. - Además, que compensa tener a Kärtenssen cerca. Está bueno y alegra la vista. ¿Has visto a los que tenemos en el gremio? Por favor... Además, que tiene dinero y encima nos lo quiere ofrecer para los Cazadores. ¡Eso nos conviene! Y, bueno, yo también sospecho de él, por eso quiero tenerlo vigilado, tiene algo que me deja un poco con la mosca detrás de la oreja, no sé. Vino a tu funeral y, si tanto te admiraba, podía haber estado mientras “estabas viva”. Admirar a los muertos no tiene sentido, a ellos se les venera, se les respeta. No se les admira tanto. Y con lo de los huesos me ha parecido un loco. Pero… es mejor tenerlo cerca. Si planea algo lo sabremos, no nos pillará de sorpresa. - Apoyé la cabeza en ella para intentar vencer el mareo. - Por eso le doro la píldora, además, así le tengo cerquita y le puedo intentar sacar información. Pensé que me ibas a joder el plan si cambiaban las tornas, y como eres tan sosa, sé que no podrás hacerte con él. Es más probable que le mandes a la mierda. Y no. Tiene dinero, y nos puede venir muy bien para el gremio. Él siente que nos ayuda, y le vigilamos. Que eres tonta - La aparición de Anastasia había hecho tambalearse mi plan, aparte… que el que me dorasen la píldora me gustaba mucho, y eso que me llevaba mientras estuviera cerca del lord. Que una podía planear mucho, pero a todos nos gustaba sentirnos especiales. En parte, y más allá de mi plan, lo que quería era tener a alguien cerca que me bailase el agua, que me diera la atención que merecía y una vida de lujos, como a mí me gustaba. Y Kärtenssen me lo daba. Por eso, todo eran ventajas para mí, hasta que apareció Anastasia. Y, posiblemente, durante ciertas partes me olvidaba del plan, eso había que reconocerlo.
Suspiré y me separé de Anastasia, apoyando una mano en la pared y otra en mi rodilla, inclinándome un poco. ¡Qué malita estaba! ¡Puto alcohol! Seguramente, al día siguiente me olvidase de todo lo que había dicho y de que lo había dicho sin pronunciar las palabras correctamente y dando tumbos a la conversación sin sentido. Pero en ese momento la lengua se me había soltado demasiado para mi gusto. ¡Si es que no tenía que haber aparecido Anastasia!
Me miré el vestido, rezando a los dioses por no habérmelo manchado. - ¿Qué tal mi cara? - pregunté sin atreverme a mirarme al espejo. En el pasillo que iba al baño empezaron a sonar ruidos de alguien que se aproximaba hacia donde estábamos.
- Déjame. - intenté apartarme, pero menos mal que me tenía agarrada por los hombros, si no me hubiese caído al suelo. - Qué polvo más rápido. - resoplé molesta - no sé qué haces aquí, vete a que te sigan dorando la píldora. - estaba molesta mientras me dejaba llevar al retrete. No quería que me ayudase ella, pero si me soltaba no podría andar, así que me dejé guiar. Y, bueno, aunque me negase a vomitar al final, con tanto mareo que tenía encima, acabé echándolo todo en el retrete. Tenía unas ganas de llorar tremendas.
Agarré la muñeca de Anastasia con fuerza mientras vomitaba. A pesar de estar tan mal, lo que más me importaba era el vestido y el maquillaje. Quería salir de ese baño sin que se notase que había estado en ese estado. En cuanto sentía que no me quedaba más en el estómago me dejé caer al suelo, sentada, y apoyada contra la pared, tapándome la cara con el antebrazo. Esperaba que el suelo estuviera limpio.
- Anastasia, ¿por qué has tenido que venir hoy? Yo… me alegro mucho de tu vuelta. Creí que habías muerto… Te eché mucho de menos. Ni siquiera cambié tus horribles cortinas porque me recordaban a ti, quise dejar tu despacho tal y como tú lo dejaste para tener algo para acordarme de ti - con el dorso de la mano me sequé las lágrimas para evitar que cayeran por mis mejillas y me estropearan el maquillaje. También tuve cuidado con la pintura de los ojos, aunque algo sí se corrió. - Pero, ¡joder! No pensé que te fueras a llevar todas las atenciones de Lord Kärtenssen. Has venido a robarme el puesto de Maestra Cazadora, ¡y no quiero! Tú desapareciste, nos engañaste a todos, nos tuviste en un sinvivir por tu muerte… Y ahora regresas y pretendes volver como si nada hubiera pasado. ¡¿Por qué te fuiste?! ¿No era más sencillo ocultarte en las islas y ya? Que todos hubiéramos sabido de ti. ¡No es justo! Para mí ni para nadie. - Apoyé la cabeza en la pared. Luego, cambié de tema - A mí me cae bien Kärtenssen. Me gusta mucho cómo me trata. Me da la importancia que merezco. Soy la Maestra, deberían tratarnos así de bien en el gremio, con todo lujo, con ese respeto que él me tiene… No sé. Parece buen tipo. Pero, claro, has tenido que llegar tú a joderlo con tus aires de leyenda. ¡Si incluso Jules habrá venido a verte a ti, cómo no! También le echo de menos. Le gustas, para mi desgracia, le gustas. ¡Qué asco! ¿Por qué? Si yo soy mejor… Más alta, más guapa, más joven, menos amargada… - volví a taparme la cara con el brazo. - No me gusta que se altere el orden. A la que siempre prestaban atención es a mí, ¡joder! En clase, en casa, en el gremio… ¡Yo era la que iba a triunfar! No tú… Que eras una amargada en la Academia. ¿¡Por qué has tenido que ir de heroína!? ¡No! ¡Tú siempre has sido una marginada! Te tendrías que quedar así, no sé por qué has llamado la atención de Kärtenssen, en serio. No deberías ser tan importante. ¡Yo he levantado el gremio de nuevo! - estiré una de las piernas con fuerza y le pegué una patada a la pata de un mueble, haciéndolo temblar. - Las cosas no han podido cambiar tanto. ¡Encima dices que Belladona está viva! O sea, ¡vienes con esa! ¡A la fiesta! Que debería estar muerta la muy hija de puta - Remarqué el insulto. Pese a que pronunciaba algunas palabras mal, esa sí me esforcé en pronunciarla perfectamente. Me detuve un segundo, suspiré y la miré. - Yo sí quiero que él sea socio capitalista. Podemos tener mejores armas, ser más grandes, y hacer cosas mejores de las que tú hiciste. Es una buena oportunidad de que vean que yo soy buena maestra cazadora. Y le diré que sí. Me da igual lo que le hayas dicho tú o lo gilipollas que te parezca. La que manda soy yo. - Me incorporé, por fin, aunque me había costado. - ¡Déjame hacer las cosas bien! No quiero que te vayas de nuevo, te echo de menos… - Me abracé a ella. - Pero… déjame hacer de maestra cazadora, que para algo llevo tiempo intentando levantar el gremio. No quiero que me eclipses, quiero que estés, pero con el perfil bajo.
Los efectos del alcohol seguían haciendo mella en mí. Ya no estaba tan, tan mareada. Me había venido bien vomitar, pero aún seguía un poco ida a causa de las tantas bebidas que había probado esa noche. - Además, que compensa tener a Kärtenssen cerca. Está bueno y alegra la vista. ¿Has visto a los que tenemos en el gremio? Por favor... Además, que tiene dinero y encima nos lo quiere ofrecer para los Cazadores. ¡Eso nos conviene! Y, bueno, yo también sospecho de él, por eso quiero tenerlo vigilado, tiene algo que me deja un poco con la mosca detrás de la oreja, no sé. Vino a tu funeral y, si tanto te admiraba, podía haber estado mientras “estabas viva”. Admirar a los muertos no tiene sentido, a ellos se les venera, se les respeta. No se les admira tanto. Y con lo de los huesos me ha parecido un loco. Pero… es mejor tenerlo cerca. Si planea algo lo sabremos, no nos pillará de sorpresa. - Apoyé la cabeza en ella para intentar vencer el mareo. - Por eso le doro la píldora, además, así le tengo cerquita y le puedo intentar sacar información. Pensé que me ibas a joder el plan si cambiaban las tornas, y como eres tan sosa, sé que no podrás hacerte con él. Es más probable que le mandes a la mierda. Y no. Tiene dinero, y nos puede venir muy bien para el gremio. Él siente que nos ayuda, y le vigilamos. Que eres tonta - La aparición de Anastasia había hecho tambalearse mi plan, aparte… que el que me dorasen la píldora me gustaba mucho, y eso que me llevaba mientras estuviera cerca del lord. Que una podía planear mucho, pero a todos nos gustaba sentirnos especiales. En parte, y más allá de mi plan, lo que quería era tener a alguien cerca que me bailase el agua, que me diera la atención que merecía y una vida de lujos, como a mí me gustaba. Y Kärtenssen me lo daba. Por eso, todo eran ventajas para mí, hasta que apareció Anastasia. Y, posiblemente, durante ciertas partes me olvidaba del plan, eso había que reconocerlo.
Suspiré y me separé de Anastasia, apoyando una mano en la pared y otra en mi rodilla, inclinándome un poco. ¡Qué malita estaba! ¡Puto alcohol! Seguramente, al día siguiente me olvidase de todo lo que había dicho y de que lo había dicho sin pronunciar las palabras correctamente y dando tumbos a la conversación sin sentido. Pero en ese momento la lengua se me había soltado demasiado para mi gusto. ¡Si es que no tenía que haber aparecido Anastasia!
Me miré el vestido, rezando a los dioses por no habérmelo manchado. - ¿Qué tal mi cara? - pregunté sin atreverme a mirarme al espejo. En el pasillo que iba al baño empezaron a sonar ruidos de alguien que se aproximaba hacia donde estábamos.
Cassandra C. Harrowmont
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Re: Bienvenidas, cazadoras... [Privado] [Huracán]
Intenté olvidar las palabras de la otra maestra de cazadora, dado su evidente estado de embriaguez. Hice un par de gestos con la cabeza negando con lástima y me dispuse a tomar su larga melena castaña. – No me escupas, ¿quieres? – pedí con repugnancia.
La joven no tardaría en empezar a vomitar. La sujeté por la frente para evitar que acabara con la cabeza dentro del orinal. Y alejé las piernas para evitar que me salpicaran sus jugos gástricos. Qué dichoso asco. Tenía que cuidarse más. Aquella estaba siendo una imagen lamentable para cualquiera que nos viera.
El baño era estrecho, por lo que cuando acabó tiré de la cisterna. Ese invento moderno y maravilloso que no debía de haber en todas las viviendas, pero que sí teníamos en el Palacio de los Vientos, y afortunadamente también en casa del Lord. La tensái se sentó sobre el suelo, desesperada, y empezó a soltar el típico discurso de borrachos. Yo me crucé de brazos, me recosté en el muelle del pequeño baño, escuchándola y mirándola con seriedad.
Reconozco que ver a Cassandra llorando y soltando aquella retahíla de palabras sin sentido me daba cierta lástima. ¡Se le estaba descorriendo el maquillaje! Aquello era demasiado humillante para ella, que trataba de evitarlo a toda costa. Encima estaba admitiendo que era una persona reconocida admirada, ¡y que la tuve en vilo! Parece que tendré que emborracharla. Bien merecían aquellas palabras un buen gesto por mi parte.
Escuchándola mientras seguía hablando, me acerqué a su estuche, y tomé su pintalabios y el maquillaje. - Eres como una niña pequeña, Cass. Parece mentira que seas tú la mayor. – Comenté cariñosamente, poniéndome en cuclillas junto a ella. Pero es que Cass no era más que eso, una niña de papá mimada y acostumbrada a ser el centro de atención. Tomé su barbilla para que la dejara quieta mientras balbuceaba algo de Belladonna. – Sshh… - siseé prolongadamente para que estuviese quieta un segundo, mientras le pintaba los labios de rojo de nuevo. Durante esos instantes me hizo caso, ¿ves? Una niña pequeña. – Ajá… Sí, sí… Tú mandas. – continué sin hacerle demasiado caso, le sequé las lágrimas con un pañuelo y le pinté los mofletes para que volvieran a destacar. – Un segundo, quieta. Que ya casi está. – comenté sujetando su mandíbula para que no moviera la cabeza y pintándole de nuevo las pestañas de negro y marcándole la raya debajo del ojo de manera doble, como a ella le gustaba. – Como nueva. – comenté sonriendo y ayudándola a levantarse. - Estamos en privado... Supongo que no pasará nada por decirlo. - me golpeé en los muslos. - Yo... también te he echado de menos. - miré al techo. - Creo.
Me di la vuelta para colocar de nuevo su maquillaje en el estuche, pero entonces Cassandra se abrazó a mí y volvió a decir que me extrañaba. Suavemente, sin hacer fuerza alguna, apoyé mis manos en sus hombros. No sabía dar abrazos. A continuación indicó que su deseo era aceptar la oferta de Lord Kärtenssen.
Quizás el plan de Cassandra no fuera tan ridículo. Pero sus labores como espía eran aún más lamentables que las de Rachel. La bruja era influenciable y estaba “perdida” por el Lord. Conociendo lo propensa que era Cass a ponerse en mi contra, miedo me daban las intenciones del tal Kärtenssen, y más sabiendo que ahora sabía que no me simpatizaba. Sin duda teniéndolo más cerca sería más fácil investigar sus sospechosos movimientos.
-Está bien. Te dejaré aceptar. – afirmé. – Pero con una condición. Aceptarás que ambas dirijamos el gremio. Era la intención de mi madre y de tu padre. Que por fin Boisson y Harrowmont pudiésemos colaborar. - Y más te vale que no te dejes influenciar por el Lord. – advertí alzando el dedo.. Siendo Virgie pariente suya y Cyrilo un vampiro, todo parecía indicar que tendría que decirle a la tonta de Rachel que se encargara de vigilarlos. Definitivamente, necesitábamos nuevos vampiros en el gremio.
Luego me callé. Parecía que alguien venía…
-¿Perdón, está ocupado? – preguntó una chica joven también, asomándose a la puerta.
-Pasa. – contesté seca, instando a Cass salir del mismo. – Bien, ahora ve al despacho y dile que aceptas la propuesta. – pedí quedándome fuera y volviendo a señalar la casa.
Lord Kärtenssen se acercó a la puerta de su despacho. Pero no hizo amago de venir detrás de mí. - ¡Mierda! ¡Ya casi la tenía! – se maldecía una y otra vez. Viendo mi negativa. – Maldita Boisson… - se lamentaba el dragón. Pensativo, atusándose la barbilla, dando vueltas de un lado a otro. Tenía que intentar convencerme.
-¡Eh, mira bien a quien maldices! – dijo una voz ronca y femenina a sus espaldas. El Lord se giró para ver quién hablaba.
Quedó petrificado. Con los pies sobre su escritorio y recostada hacia atrás en la silla, descansaba Belladonna Boisson. ¡En persona! ¿Había sobrevivido al ataque de los cazadores en Sacrestic? Aquello sí que le había sorprendido. – ¿Be… Bella? – preguntó titubeante. Incrédulo de lo que veía. La bruja comía una manzana que había cogido en el jardín.
La bruja bajó las botas de tacón sobre el escritorio en el que reposaban y se levantó. Haciendo una reverencia forzada sujetando los faldones de su vestido negro. Despeinada como iba de costumbre, la rizosa reía.
-Lord Kärtenssen. ¡EL TRAIDOR! ¿Es así cómo debo llamarte? – preguntó la hechicera alzando la ceja. Nadie la escuchó decir estas palabras. Pues era cuando aún estábamos en el baño. El hombre quedó pálido. - ¡Dejaste que nos masacraran! ¿Por qué no disuadiste a Isabella? ¿Por qué no alejaste a parte de los cazadores de Sacrestic? – Belladonna comenzó a ahogar al tipo con un hechizo, que hizo que terminara de rodillas.
-Isabella nunca confió en mí. – dijo con gran esfuerzo mientras era ahogado, cada vez más. Estaba tan decepcionado que ni siquiera hizo el amago de defenderse. – Es más, me dijo que iría a Baslodia.
-¡Pues claro que no! Ella no era estúpida, como tú. – dijo burlona, mordiéndose los labios para ahogarlo aún más. - ¡Señor millonetis! ¡Mi madre ha muerto por tu pasividad! ¿Debería ser yo ahora inmisericorde, o debería darle una nueva oportunidad al perrito faldero? – preguntó, alzando las cejas.
-P…Puedo ayudar aún. – pedía Kärtenssen. Ahogado, ya sobre el suelo.
-¿AHORA? ¡ESTÚPIDO! ¡Ahora no te necesito! ¡La Hermandad no existe! ¡Ahora voy con Anastasia! ¡Y TÚ ERES UN PUTO TRAIDOR!– clamaba la bruja.
Kärtnessen usó un último esfuerzo para golpear a la bruja en el abdomen. Que le liberó de su impulso. Respiró fuerte y se alejó rodando hacia otro lado. Luego desenvainó su espada.
-Admiraba a tu madre, Bella. Pero ahora ella no está. Y mis planes van mucho más allá. - declaró el dragón en voz baja, para no ser escuchado. Envainando su espada contra ella.
-Lo único que irá más allá será ¡TU CABEZA! Cuando te la arranque y la cuelgue en mi expositorio. - comentó riéndose psicóticamente. -¡CALABRIS! – conjuró a voces un hechizo. La espada del Lord salió y se clavó en la puerta. “Amenazando” al que intentase entrar. - ¡TORTURE! – el Lord entonces sentiría como su cuerpo comenzaba a quebrarse por dentro. Un ataque similar al que la elfa Helyare había recibido. Sólo que esta vez no había nadie que la controlase. - ¡MUERE, PERRO! – bramó, la bruja a voz en grito, para ser bien escuchada.
Kärtenssen estaba justo como quería... En cierto modo, claro. Y es que cualquiera que entrara ahora, todo lo que veía sería a Belladonna, una ex de la Hermandad, tratando de liquidar a Kärtenssen. La bruja quizás contaba con que apareciera yo… Desde luego, con Cassandra Harrowmont sí que no se contendría.
La joven no tardaría en empezar a vomitar. La sujeté por la frente para evitar que acabara con la cabeza dentro del orinal. Y alejé las piernas para evitar que me salpicaran sus jugos gástricos. Qué dichoso asco. Tenía que cuidarse más. Aquella estaba siendo una imagen lamentable para cualquiera que nos viera.
El baño era estrecho, por lo que cuando acabó tiré de la cisterna. Ese invento moderno y maravilloso que no debía de haber en todas las viviendas, pero que sí teníamos en el Palacio de los Vientos, y afortunadamente también en casa del Lord. La tensái se sentó sobre el suelo, desesperada, y empezó a soltar el típico discurso de borrachos. Yo me crucé de brazos, me recosté en el muelle del pequeño baño, escuchándola y mirándola con seriedad.
Reconozco que ver a Cassandra llorando y soltando aquella retahíla de palabras sin sentido me daba cierta lástima. ¡Se le estaba descorriendo el maquillaje! Aquello era demasiado humillante para ella, que trataba de evitarlo a toda costa. Encima estaba admitiendo que era una persona reconocida admirada, ¡y que la tuve en vilo! Parece que tendré que emborracharla. Bien merecían aquellas palabras un buen gesto por mi parte.
Escuchándola mientras seguía hablando, me acerqué a su estuche, y tomé su pintalabios y el maquillaje. - Eres como una niña pequeña, Cass. Parece mentira que seas tú la mayor. – Comenté cariñosamente, poniéndome en cuclillas junto a ella. Pero es que Cass no era más que eso, una niña de papá mimada y acostumbrada a ser el centro de atención. Tomé su barbilla para que la dejara quieta mientras balbuceaba algo de Belladonna. – Sshh… - siseé prolongadamente para que estuviese quieta un segundo, mientras le pintaba los labios de rojo de nuevo. Durante esos instantes me hizo caso, ¿ves? Una niña pequeña. – Ajá… Sí, sí… Tú mandas. – continué sin hacerle demasiado caso, le sequé las lágrimas con un pañuelo y le pinté los mofletes para que volvieran a destacar. – Un segundo, quieta. Que ya casi está. – comenté sujetando su mandíbula para que no moviera la cabeza y pintándole de nuevo las pestañas de negro y marcándole la raya debajo del ojo de manera doble, como a ella le gustaba. – Como nueva. – comenté sonriendo y ayudándola a levantarse. - Estamos en privado... Supongo que no pasará nada por decirlo. - me golpeé en los muslos. - Yo... también te he echado de menos. - miré al techo. - Creo.
Me di la vuelta para colocar de nuevo su maquillaje en el estuche, pero entonces Cassandra se abrazó a mí y volvió a decir que me extrañaba. Suavemente, sin hacer fuerza alguna, apoyé mis manos en sus hombros. No sabía dar abrazos. A continuación indicó que su deseo era aceptar la oferta de Lord Kärtenssen.
Quizás el plan de Cassandra no fuera tan ridículo. Pero sus labores como espía eran aún más lamentables que las de Rachel. La bruja era influenciable y estaba “perdida” por el Lord. Conociendo lo propensa que era Cass a ponerse en mi contra, miedo me daban las intenciones del tal Kärtenssen, y más sabiendo que ahora sabía que no me simpatizaba. Sin duda teniéndolo más cerca sería más fácil investigar sus sospechosos movimientos.
-Está bien. Te dejaré aceptar. – afirmé. – Pero con una condición. Aceptarás que ambas dirijamos el gremio. Era la intención de mi madre y de tu padre. Que por fin Boisson y Harrowmont pudiésemos colaborar. - Y más te vale que no te dejes influenciar por el Lord. – advertí alzando el dedo.. Siendo Virgie pariente suya y Cyrilo un vampiro, todo parecía indicar que tendría que decirle a la tonta de Rachel que se encargara de vigilarlos. Definitivamente, necesitábamos nuevos vampiros en el gremio.
Luego me callé. Parecía que alguien venía…
-¿Perdón, está ocupado? – preguntó una chica joven también, asomándose a la puerta.
-Pasa. – contesté seca, instando a Cass salir del mismo. – Bien, ahora ve al despacho y dile que aceptas la propuesta. – pedí quedándome fuera y volviendo a señalar la casa.
---
Lord Kärtenssen se acercó a la puerta de su despacho. Pero no hizo amago de venir detrás de mí. - ¡Mierda! ¡Ya casi la tenía! – se maldecía una y otra vez. Viendo mi negativa. – Maldita Boisson… - se lamentaba el dragón. Pensativo, atusándose la barbilla, dando vueltas de un lado a otro. Tenía que intentar convencerme.
-¡Eh, mira bien a quien maldices! – dijo una voz ronca y femenina a sus espaldas. El Lord se giró para ver quién hablaba.
Quedó petrificado. Con los pies sobre su escritorio y recostada hacia atrás en la silla, descansaba Belladonna Boisson. ¡En persona! ¿Había sobrevivido al ataque de los cazadores en Sacrestic? Aquello sí que le había sorprendido. – ¿Be… Bella? – preguntó titubeante. Incrédulo de lo que veía. La bruja comía una manzana que había cogido en el jardín.
La bruja bajó las botas de tacón sobre el escritorio en el que reposaban y se levantó. Haciendo una reverencia forzada sujetando los faldones de su vestido negro. Despeinada como iba de costumbre, la rizosa reía.
-Lord Kärtenssen. ¡EL TRAIDOR! ¿Es así cómo debo llamarte? – preguntó la hechicera alzando la ceja. Nadie la escuchó decir estas palabras. Pues era cuando aún estábamos en el baño. El hombre quedó pálido. - ¡Dejaste que nos masacraran! ¿Por qué no disuadiste a Isabella? ¿Por qué no alejaste a parte de los cazadores de Sacrestic? – Belladonna comenzó a ahogar al tipo con un hechizo, que hizo que terminara de rodillas.
-Isabella nunca confió en mí. – dijo con gran esfuerzo mientras era ahogado, cada vez más. Estaba tan decepcionado que ni siquiera hizo el amago de defenderse. – Es más, me dijo que iría a Baslodia.
-¡Pues claro que no! Ella no era estúpida, como tú. – dijo burlona, mordiéndose los labios para ahogarlo aún más. - ¡Señor millonetis! ¡Mi madre ha muerto por tu pasividad! ¿Debería ser yo ahora inmisericorde, o debería darle una nueva oportunidad al perrito faldero? – preguntó, alzando las cejas.
-P…Puedo ayudar aún. – pedía Kärtenssen. Ahogado, ya sobre el suelo.
-¿AHORA? ¡ESTÚPIDO! ¡Ahora no te necesito! ¡La Hermandad no existe! ¡Ahora voy con Anastasia! ¡Y TÚ ERES UN PUTO TRAIDOR!– clamaba la bruja.
Kärtnessen usó un último esfuerzo para golpear a la bruja en el abdomen. Que le liberó de su impulso. Respiró fuerte y se alejó rodando hacia otro lado. Luego desenvainó su espada.
-Admiraba a tu madre, Bella. Pero ahora ella no está. Y mis planes van mucho más allá. - declaró el dragón en voz baja, para no ser escuchado. Envainando su espada contra ella.
-Lo único que irá más allá será ¡TU CABEZA! Cuando te la arranque y la cuelgue en mi expositorio. - comentó riéndose psicóticamente. -¡CALABRIS! – conjuró a voces un hechizo. La espada del Lord salió y se clavó en la puerta. “Amenazando” al que intentase entrar. - ¡TORTURE! – el Lord entonces sentiría como su cuerpo comenzaba a quebrarse por dentro. Un ataque similar al que la elfa Helyare había recibido. Sólo que esta vez no había nadie que la controlase. - ¡MUERE, PERRO! – bramó, la bruja a voz en grito, para ser bien escuchada.
Kärtenssen estaba justo como quería... En cierto modo, claro. Y es que cualquiera que entrara ahora, todo lo que veía sería a Belladonna, una ex de la Hermandad, tratando de liquidar a Kärtenssen. La bruja quizás contaba con que apareciera yo… Desde luego, con Cassandra Harrowmont sí que no se contendría.
Anastasia Boisson
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Re: Bienvenidas, cazadoras... [Privado] [Huracán]
Seguía tirada en el suelo mientras Anastasia me volvía a maquillar. ¿Tan mal estaba? Lo más que pude hacer era apartarme los mechones de pelo que se me quedaban en medio de la cara, o soplarlos para que no se me pegasen al maquillaje.
- Espero que me estés dejando guapa, eh. No me fío de ti - le comenté a la bruja. Viendo su estilo, a lo mejor me hacía alguna cosa tétrica o algo así. Me iba dejando pintar mientras trataba de responderle a algunas cosas, aun mareada. Cuando me comentó lo de mandar las dos en el gremio estuve a punto de decirle que no. Mi cara reflejaba el descontento que tenía con eso. ¡Quería mandar yo! Me callé unos instantes y pensé un poco antes de hablar. No quería aceptar eso, pero era la única forma de que ella aceptase a Lord Kärtenssen. Y, bueno, también era petición de nuestros padres… ¡Pero no! Al verla, pensé que no volvería al gremio. Y si volvía que se encargase de trabajar, no de mandar. ¡No era justo! Pero… teniéndola a mi lado podríamos vigilar mejor a ese tipo, y así aceptaría. Si no, iba a estar dando por saco para que no saliera el plan. Suspiré. - Ya veremos. - le comenté para no decirle que no directamente. - Y yo no me dejo influenciar, pesada.
Con su ayuda pude salir del baño, tratando de no tropezarme o caerme al ver a la otra chica que quería pasar. Que tenía que guardar las apariencias, por supuesto. Seguía creyéndome que era la estrella de la fiesta y no podía ir tan mareada como había entrado en el lavabo. - Pfff, tengo unas ganas de irme a la cama ahora mismo… - y mira que era raro que yo dijera eso cuando había alguna fiesta. Pero tanto alcohol en tan poco tiempo me había dejado baldada.
Tratando de serenarme y siendo consciente de que había montado un lío al irme de allí de tan malas maneras, avancé hacia donde estaba el despacho del Lord. Ya vería qué le diría, pero la verdad es que eso de pedir perdón me costaba demasiado, así que estaba pensando palabras alternativas para justificar mi comportamiento. Hubiera sido todo muy tranquilo, dentro de lo que cabe, pero al girar la esquina vi la hoja de una espada clavada en la puerta de su despacho. ¿Qué habría sucedido? A lo mejor se había enfadado y había clavado su espada… pero no me parecía propio de alguien de su clase. Lo siguiente que escuché fue una voz aguda gritar. Sin dudarlo eché a correr y abrí la puerta golpeándola con el pie, preparada para hacer un muro de tierra si la cosa se complicaba. Y ya lo creo que se iba a complicar.
El sonido de la puerta abriéndose hizo que ambos me mirasen. En el suelo estaba Lord Kärtenssen, con una cara que fácilmente se podía deducir que estaba sufriendo. Cerca de él, Belladona, tan desquiciada como era ella y, seguramente, torturando al dragón.
- Tú… - apreté la mandíbula soltando esa palabra con el odio más profundo de mi ser. Mis manos estaban siendo rodeadas por haces de tierra y arena. - hija de puta…
- Cassandra… - la voz del hombre era ahogada. No me había llamado “lady Harrowmont”, pero era obvio que estando en su situación, los formalismos sobraban. Y yo tampoco es que le escuchara mucho, mi vista estaba clavada en la loca de la bruja, preparada para reventarle la cabeza a esa desgraciada.
- ¡HIJA DE PUTA! - repetí, con ganas de lanzarme contra ella - ¡¡VOY A HACER QUE TE REUNAS CON TU MADRE!!
Con la telequinesis intenté quitarle la varita y tirársela lejos de su alcance, a poder ser, cerca de mí para controlarla yo. Con un gesto de la mano y sin dejar de mirarla, hice que la espada del Lord se desatrancase de la puerta y volase hasta quedar frente a mí, con la punta en dirección a la bruja. No iba a pensar mucho ni a detenerme en diálogos. Quería matar a esa zorra que había jodido a mi familia. Controlándola con mi poder sobre el metal, empecé a hacer que volase de forma violenta hacia la hechicera. Quería atravesarla, dejarla empalada con la espada. Pero que no muriera, no en ese momento. Que sufriera mientras la torturaba. Iba a enterrarla viva mientras dejaba que se desangrase.
Estaba colocada delante del dragón, para evitar que volviera a hacerle nada. Este seguía de rodillas, apoyado con una de sus manos en el suelo. Todo el mareo y el mal cuerpo que tenía se me había pasado en cuanto había entrado de golpe en el despacho. Mi cabeza estaba centrada en acabar con Belladona. Usando solo los pies, me quité los zapatos de tacón y los aparté de donde estaba.
Tenía que tener cuidado, sabía que podía convertirse en humo y la espada no le haría nada, pero intentaría atravesarla antes de que usase ese don. Si no, probaría a detenerla en el aire encerrándola entre los muros de tierra y piedra. Pero esa no saldría de allí. No iba a permitírselo. - Te voy a matar, pedazo de zorra.
Me daba igual que fuera la madre de Anastasia. Ella no la consideraba como tal, estaba zumbada de la cabeza y, además, había jodido a mi familia. Iba a vengarme sí o sí.
- Espero que me estés dejando guapa, eh. No me fío de ti - le comenté a la bruja. Viendo su estilo, a lo mejor me hacía alguna cosa tétrica o algo así. Me iba dejando pintar mientras trataba de responderle a algunas cosas, aun mareada. Cuando me comentó lo de mandar las dos en el gremio estuve a punto de decirle que no. Mi cara reflejaba el descontento que tenía con eso. ¡Quería mandar yo! Me callé unos instantes y pensé un poco antes de hablar. No quería aceptar eso, pero era la única forma de que ella aceptase a Lord Kärtenssen. Y, bueno, también era petición de nuestros padres… ¡Pero no! Al verla, pensé que no volvería al gremio. Y si volvía que se encargase de trabajar, no de mandar. ¡No era justo! Pero… teniéndola a mi lado podríamos vigilar mejor a ese tipo, y así aceptaría. Si no, iba a estar dando por saco para que no saliera el plan. Suspiré. - Ya veremos. - le comenté para no decirle que no directamente. - Y yo no me dejo influenciar, pesada.
Con su ayuda pude salir del baño, tratando de no tropezarme o caerme al ver a la otra chica que quería pasar. Que tenía que guardar las apariencias, por supuesto. Seguía creyéndome que era la estrella de la fiesta y no podía ir tan mareada como había entrado en el lavabo. - Pfff, tengo unas ganas de irme a la cama ahora mismo… - y mira que era raro que yo dijera eso cuando había alguna fiesta. Pero tanto alcohol en tan poco tiempo me había dejado baldada.
Tratando de serenarme y siendo consciente de que había montado un lío al irme de allí de tan malas maneras, avancé hacia donde estaba el despacho del Lord. Ya vería qué le diría, pero la verdad es que eso de pedir perdón me costaba demasiado, así que estaba pensando palabras alternativas para justificar mi comportamiento. Hubiera sido todo muy tranquilo, dentro de lo que cabe, pero al girar la esquina vi la hoja de una espada clavada en la puerta de su despacho. ¿Qué habría sucedido? A lo mejor se había enfadado y había clavado su espada… pero no me parecía propio de alguien de su clase. Lo siguiente que escuché fue una voz aguda gritar. Sin dudarlo eché a correr y abrí la puerta golpeándola con el pie, preparada para hacer un muro de tierra si la cosa se complicaba. Y ya lo creo que se iba a complicar.
El sonido de la puerta abriéndose hizo que ambos me mirasen. En el suelo estaba Lord Kärtenssen, con una cara que fácilmente se podía deducir que estaba sufriendo. Cerca de él, Belladona, tan desquiciada como era ella y, seguramente, torturando al dragón.
- Tú… - apreté la mandíbula soltando esa palabra con el odio más profundo de mi ser. Mis manos estaban siendo rodeadas por haces de tierra y arena. - hija de puta…
- Cassandra… - la voz del hombre era ahogada. No me había llamado “lady Harrowmont”, pero era obvio que estando en su situación, los formalismos sobraban. Y yo tampoco es que le escuchara mucho, mi vista estaba clavada en la loca de la bruja, preparada para reventarle la cabeza a esa desgraciada.
- ¡HIJA DE PUTA! - repetí, con ganas de lanzarme contra ella - ¡¡VOY A HACER QUE TE REUNAS CON TU MADRE!!
Con la telequinesis intenté quitarle la varita y tirársela lejos de su alcance, a poder ser, cerca de mí para controlarla yo. Con un gesto de la mano y sin dejar de mirarla, hice que la espada del Lord se desatrancase de la puerta y volase hasta quedar frente a mí, con la punta en dirección a la bruja. No iba a pensar mucho ni a detenerme en diálogos. Quería matar a esa zorra que había jodido a mi familia. Controlándola con mi poder sobre el metal, empecé a hacer que volase de forma violenta hacia la hechicera. Quería atravesarla, dejarla empalada con la espada. Pero que no muriera, no en ese momento. Que sufriera mientras la torturaba. Iba a enterrarla viva mientras dejaba que se desangrase.
Estaba colocada delante del dragón, para evitar que volviera a hacerle nada. Este seguía de rodillas, apoyado con una de sus manos en el suelo. Todo el mareo y el mal cuerpo que tenía se me había pasado en cuanto había entrado de golpe en el despacho. Mi cabeza estaba centrada en acabar con Belladona. Usando solo los pies, me quité los zapatos de tacón y los aparté de donde estaba.
Tenía que tener cuidado, sabía que podía convertirse en humo y la espada no le haría nada, pero intentaría atravesarla antes de que usase ese don. Si no, probaría a detenerla en el aire encerrándola entre los muros de tierra y piedra. Pero esa no saldría de allí. No iba a permitírselo. - Te voy a matar, pedazo de zorra.
Me daba igual que fuera la madre de Anastasia. Ella no la consideraba como tal, estaba zumbada de la cabeza y, además, había jodido a mi familia. Iba a vengarme sí o sí.
off: uso la telequinesis y mi habilidad de nivel 1
Cassandra C. Harrowmont
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Re: Bienvenidas, cazadoras... [Privado] [Huracán]
Cuando Cassandra entró por la puerta, yo salí del aseo poco después, esperando fuera. Confiaba en que la bruja sería capaz de decirle las cosas a Lord Kärtenssen sin necesidad. Lejos de ello, comencé a escuchar gritar a Cassandra. Muy enfadada. Y no sólo a ella. Dentro podían escucharse las berridas de… ¡Bella! En la puerta había, además, una espada clavada.
-¡Por todos los dioses! – grité corriendo a abrir la puerta. Pero no pude. Estaba atrancada por algún tipo de magia o bien por el impacto del mandoble, que habría roto la cerradura. - ¡Abrid! ¡Abrid la puerta! – grité golpeándola una y otra vez. En el interior podían escucharse gritos. – Mierda.
-Tú… – dijo la bruja, encogida de hombros y olfateando el ambiente. – Niñata engreída, ¿qué haces TÚ aquí? – preguntó.
Bella no se esperaba tanta agresividad por parte de la tensái de tierra y acabó desarmada por un fuerte golpe de varita. Mientras yo aún seguía golpeando la puerta, Cass atrajo la espada hasta su posición con telequinesis y la lanzó con fuerza hacia la bruja, que convirtiéndose en humo se desplazó por la habitación hasta otra posición, materializándose cerca de su arma.
-¡CASSANDRA HARROWMONT! Acabas de firmar tu sentencia de muerte. – le gritó, mientras recuperaba su varita con la telequinesis. Cassandra se había colocado justo delante de Lord Kärtenssen. Aún ahogado.
Cass intentó envolver a la bruja en muros de tierra y piedra. Pero Belladonna casi parecía estar jugando con ella. - ¡CRÉPITUS! – con un fuerte rayo, trató de destrozar los muros de la hechicera mientras ésta los generaba.
-¿Cómo está tu hermanito… Cassie? ¡Es así como te llaman! ¿No? – gesticuló con su cara una mueca loca. - ¿Se ha recuperado ya de su rotura de espalda? ¿Y tú mamá? ¿Se le han curado ya las cicatrices que le dejé por todo el cuerpo? JA JA JA.– rió la bruja para hacerla enfadar aún más. Con su varita se protegió entonces de un nuevo ataque de Cass, esta vez con tierra, sin dejar de caminar contra ella. – Siempre os habéis dedicado a jodernos la vida primero a mi madre, después a mí, y luego a mi hija. Y por ello os he hecho pagar a todos lo de tu estirpe Harrowmont… Pero tú… Tú vas a ser la que más va a sufrir, maestrucha cazadora. – amenazó la bruja. Se envolvió entonces en una estela de humo en la que envolvió a Cassandra. Volvió a materializarse justo detrás de ella. - ¡DERRIBUS! – conjuró, en un conjuro que de impactar la haría caer al suelo.
A continuación se acercó por ella. Su intención era tomarla con el brazo, por el cuello y apuntar con su varita directamente a la sien. –Ya que “me quieres” tanto, te vas a venir conmigo, maestra cazadora. ¿Si? ¡Verás qué bien nos lo pasamos las dos juntitas! – dijo casi arrastrando a la bruja hacia la ventana. Lord Kärtenssen, aún aturdido, contemplaba la escena. - ¡TÚ! ¡NO TE MUEVAS, TRAIDOR! – se acercó a la oreja de la bruja. - ¡Es un traidor, Cassie! ¿Por qué le defiendes? – cuestionó en un susurro.
Justo en ese momento, y después de insistir tediosamente. Conseguí partir la puerta haciendo uso de mis habilidades de viento. Irrumpiendo violentamente en la sala. Sin armas, eso sí. No las tenía para poder acceder a la fiesta.
-¡Madre! ¡Suéltala! – pedí a la bruja.
-¡Anastasia, siempre tan oportuna! ¡NO QUIERO! ¡Ñá, ñá! – protestó de mal humor, acercándose ya a la ventana. - ¡Y aléjate, o me la cargo!
No era un secreto para Bella que tenía mucho asco a la bruja. Pero no iba a permitir que le hiciera nada. ¡No ella! Si alguien tenía que “maltratar” a Cassandra Harrowmont, o viceversa, esa era Anastasia Boisson.
-Si lo haces… - amenacé apretando los puños con furia. Generándose humo alrededor de éstos, girando arremolinado primero en torno a las manos, y luego en mis muñecas. - … Será lo último que hagas.
Seguí enviándole una mirada sentenciante mientras el humo me envolvía. La Boisson llegó incluso a asustarse por aquella reacción. Mi madre sabía que no quería perderme. Y por tanto, yo sabía que no atacaría a Cass. Me envolví en el humo aterrador y aprovechando su sorpresa me fui a por ambas. Cubrí a las brujas y con la corriente generé un remolino que hizo a Cass separarse, y la lancé fuera, haciéndola rodar varios metros por el salón, pero poniéndola a salvo de la bruja. Me volví a materializar justo delante de Cassandra, de espaldas a ella, mirando con desafío a Bella.
-Si quieres que juguemos a las brujas oscuras… Jugaremos. – la reté, alzando una ceja. Ella me miraba absorta. No había sido magia oscura, sino de viento. Pero lo parecía. Era relativamente parecido a su habilidad.
-¿Dónde has aprendido a…? – preguntó, sorprendida.
Un tipo irrumpió entonces en la escena. Ajeno totalmente a la batalla.
-¡Lord Kärtenssen! ¡Hay vampiros en el patio! ¡Vampiros por todas partes! – advirtió. Antes de echarse las manos a la boca horrorizado al ver la inverosímil presencia del Lord de la casa, en el suelo. Que no tardó en señalar a Belladonna.
-¡Es cosa suya! ¡Una exlíder de la Hermandad! – acusó, señalandola. Quien parecía haber visto el santo en el cielo con la aparición de Belladonna. - ¡Detenedla!
-¡¿Qué?! ¡Yo no he tenido nada que ver! – se excusó la bruja, muy sorprendida. Demasiada coincidencia. ¿Volvíamos a las andadas, madre? - ¡LO JURO!
-¡Por todos los dioses! – grité corriendo a abrir la puerta. Pero no pude. Estaba atrancada por algún tipo de magia o bien por el impacto del mandoble, que habría roto la cerradura. - ¡Abrid! ¡Abrid la puerta! – grité golpeándola una y otra vez. En el interior podían escucharse gritos. – Mierda.
---
La exlugargeniente de la Hermandad giró su cabeza en cuanto escuchó una voz que le resultaba familiar. La despeinada rizosa liberó a Kärtenssen, que se arrastró hasta la ventana para alejarse de ambas brujas. Bella se había olvidado por completo del dragón y sostenía su varita agachada, contemplando a la maestra cazadora.-Tú… – dijo la bruja, encogida de hombros y olfateando el ambiente. – Niñata engreída, ¿qué haces TÚ aquí? – preguntó.
Bella no se esperaba tanta agresividad por parte de la tensái de tierra y acabó desarmada por un fuerte golpe de varita. Mientras yo aún seguía golpeando la puerta, Cass atrajo la espada hasta su posición con telequinesis y la lanzó con fuerza hacia la bruja, que convirtiéndose en humo se desplazó por la habitación hasta otra posición, materializándose cerca de su arma.
-¡CASSANDRA HARROWMONT! Acabas de firmar tu sentencia de muerte. – le gritó, mientras recuperaba su varita con la telequinesis. Cassandra se había colocado justo delante de Lord Kärtenssen. Aún ahogado.
Cass intentó envolver a la bruja en muros de tierra y piedra. Pero Belladonna casi parecía estar jugando con ella. - ¡CRÉPITUS! – con un fuerte rayo, trató de destrozar los muros de la hechicera mientras ésta los generaba.
-¿Cómo está tu hermanito… Cassie? ¡Es así como te llaman! ¿No? – gesticuló con su cara una mueca loca. - ¿Se ha recuperado ya de su rotura de espalda? ¿Y tú mamá? ¿Se le han curado ya las cicatrices que le dejé por todo el cuerpo? JA JA JA.– rió la bruja para hacerla enfadar aún más. Con su varita se protegió entonces de un nuevo ataque de Cass, esta vez con tierra, sin dejar de caminar contra ella. – Siempre os habéis dedicado a jodernos la vida primero a mi madre, después a mí, y luego a mi hija. Y por ello os he hecho pagar a todos lo de tu estirpe Harrowmont… Pero tú… Tú vas a ser la que más va a sufrir, maestrucha cazadora. – amenazó la bruja. Se envolvió entonces en una estela de humo en la que envolvió a Cassandra. Volvió a materializarse justo detrás de ella. - ¡DERRIBUS! – conjuró, en un conjuro que de impactar la haría caer al suelo.
A continuación se acercó por ella. Su intención era tomarla con el brazo, por el cuello y apuntar con su varita directamente a la sien. –Ya que “me quieres” tanto, te vas a venir conmigo, maestra cazadora. ¿Si? ¡Verás qué bien nos lo pasamos las dos juntitas! – dijo casi arrastrando a la bruja hacia la ventana. Lord Kärtenssen, aún aturdido, contemplaba la escena. - ¡TÚ! ¡NO TE MUEVAS, TRAIDOR! – se acercó a la oreja de la bruja. - ¡Es un traidor, Cassie! ¿Por qué le defiendes? – cuestionó en un susurro.
Justo en ese momento, y después de insistir tediosamente. Conseguí partir la puerta haciendo uso de mis habilidades de viento. Irrumpiendo violentamente en la sala. Sin armas, eso sí. No las tenía para poder acceder a la fiesta.
-¡Madre! ¡Suéltala! – pedí a la bruja.
-¡Anastasia, siempre tan oportuna! ¡NO QUIERO! ¡Ñá, ñá! – protestó de mal humor, acercándose ya a la ventana. - ¡Y aléjate, o me la cargo!
No era un secreto para Bella que tenía mucho asco a la bruja. Pero no iba a permitir que le hiciera nada. ¡No ella! Si alguien tenía que “maltratar” a Cassandra Harrowmont, o viceversa, esa era Anastasia Boisson.
-Si lo haces… - amenacé apretando los puños con furia. Generándose humo alrededor de éstos, girando arremolinado primero en torno a las manos, y luego en mis muñecas. - … Será lo último que hagas.
Seguí enviándole una mirada sentenciante mientras el humo me envolvía. La Boisson llegó incluso a asustarse por aquella reacción. Mi madre sabía que no quería perderme. Y por tanto, yo sabía que no atacaría a Cass. Me envolví en el humo aterrador y aprovechando su sorpresa me fui a por ambas. Cubrí a las brujas y con la corriente generé un remolino que hizo a Cass separarse, y la lancé fuera, haciéndola rodar varios metros por el salón, pero poniéndola a salvo de la bruja. Me volví a materializar justo delante de Cassandra, de espaldas a ella, mirando con desafío a Bella.
-Si quieres que juguemos a las brujas oscuras… Jugaremos. – la reté, alzando una ceja. Ella me miraba absorta. No había sido magia oscura, sino de viento. Pero lo parecía. Era relativamente parecido a su habilidad.
-¿Dónde has aprendido a…? – preguntó, sorprendida.
Un tipo irrumpió entonces en la escena. Ajeno totalmente a la batalla.
-¡Lord Kärtenssen! ¡Hay vampiros en el patio! ¡Vampiros por todas partes! – advirtió. Antes de echarse las manos a la boca horrorizado al ver la inverosímil presencia del Lord de la casa, en el suelo. Que no tardó en señalar a Belladonna.
-¡Es cosa suya! ¡Una exlíder de la Hermandad! – acusó, señalandola. Quien parecía haber visto el santo en el cielo con la aparición de Belladonna. - ¡Detenedla!
-¡¿Qué?! ¡Yo no he tenido nada que ver! – se excusó la bruja, muy sorprendida. Demasiada coincidencia. ¿Volvíamos a las andadas, madre? - ¡LO JURO!
*Off: Al igual que todo el hilo, el metarrol es consentido para dar agilidad al combate. Subrayo el uso de la habilidad tinte de los Boisson para aterrar a Bella/Cass y sacar a Cass de la bruja.
Anastasia Boisson
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Re: Bienvenidas, cazadoras... [Privado] [Huracán]
Estaba cegada en matar a Belladona. No aguantaba más el tenerla enfrente. Quería acabar con ella. Esa hija de puta había jodido a mi familia e iba a pagar por ello. La rabia me invadía mientras lanzaba mi habilidad contra ella lo más rápido que podía, intentando encerrarla entre muros para asfixiarla, aplastarla o cualquier otra tortura que se me ocurriera. Respiraba de forma profunda y rápida, con los dientes apretados, mientras que a ella le parecía gracioso o algo. Sin duda estaba loca, no paraba de reír. Los muros que iba creando, los iba destruyendo con tanta rapidez que me costaba mucho más hacerlos nuevos, pero ahí seguía, intentando sacar toda la fuerza que tenía para conseguir unos muros lo suficientemente contundentes como para que fueran irrompibles. El ruido de su hechizo chocar contra la piedra era bastante estridente. Porque me había olvidado de la fiesta, si no, podría llegar a pensar que se estaban escuchando desde abajo. - Hija de puta… te voy a enterrar viva… - mascullaba a la vez que soltaba mi habilidad contra ella, aunque era rápida al defenderse. - ¡¡TE VOY A MATAR, PUTA LOCA!! - grité de nuevo al ver que se estaba riendo de lo que ella le había hecho a mi familia. Avancé hacia ella, a la vez que ella también se acercaba a mí. Traté de hacer un muro de piedra y aplastarla, pero fue imposible. Se volvió a convertir en humo y apareció detrás de mí, lanzándome un conjuro que me hizo perder el equilibrio.
Caí al suelo y me giré, tratando de alejarla de mí, usando, de nuevo, mi habilidad para lanzar una roca y que le impactara en la cabeza. Y si no, que la desarmara de nuevo. Pero falló y se estrelló contra el techo, haciendo que se agrietara y empezase a caer polvo. El lord seguía en el suelo, tal y como le había visto, no era capaz de moverse. La espada se me había caído con el empujón de Bella, pero, con un gesto de mi mano se la acerqué al hombre. Justo a tiempo, pues Bella me agarró del cuello y me arrastró hacia la ventana. Traté de forcejear, pero la varita apuntaba directamente hacia mi sien así que tenía que pensar rápido para no dejar que me hiciera nada.
- Zorra… - dije ahogada por su brazo, tratando de apartarlo de mi cuello.
Seguía pensando formas de escapar: podría hacer que sus brazos se volvieran de roca, o que quedasen envueltos por el material. Apenas me dio tiempo a debatir qué hacer, pues al instante, Anastasia reventó la puerta y entró, amenazando a su madre para que me soltase, pese a Bella no quería. Además de decirme que Kärtenssen era un traidor. ¿Y tenía que creerla a ella? A ella, precisamente…
- Anastasia… - si hubiera tenido aliento le habría recordado lo jodidamente loca que estaba su madre. Pero no me dio tiempo a mucho más antes de la exhibición de sus poderes oscuros. Los mismos que había usado al verme en el laberinto. ¡Qué susto me había dado!
Como si fuera ajeno a todo, uno de los sirvientes del lord apareció en el despacho, con la cara descompuesta del miedo, avisando de que todo se estaba llenando de vampiros. En ese momento, Belladona me soltó y caí al suelo, sobre mis antebrazos. Justo la oportunidad que deseaba, haciendo que brazos de tierra salieran del suelo y la sujetasen de los pies, hasta la altura de las rodillas. Ella se defendía diciendo que no tenía nada que ver, pero lord Kärtenssen pensaba lo que yo: que era cosa suya.
Me levanté y la miré fijamente, con cara de pocos amigos. Estaba deseando, en esos momentos, tener mi arco para darle un flechazo en la cabeza a esa puta desgraciada. La tierra de sus pies se volvió roca.
El dragón se levantó y cogió su espada. Tras su orden, varios de sus guardias aparecieron minutos después, dispuestos a arrestarla. Yo seguía contemplando a la bruja desquiciada esa, con puro odio en la mirada. No la quería presa, la quería muerta. Ese… ser… no merecía vivir. No después de lo que había hecho a toda mi familia. Instantes después de que la roca la atrapase por los pies, hice lo mismo con sus manos, para evitar que pudiera moverse, haciendo que los brazos de tierra salieran de las paredes y desarmándola. Obviamente, no la iba a tener a mi lado y con su varita en la mano.
Apreté la mandíbula con rabia. - No hace falta que nos movamos de aquí. Toda la casa está llena de cazadores de vampiros, ¿no? Pues que se encarguen ellos. Yo quiero encargarme de esta bruja. No la detengáis. - Me dirigí hacia la guardia del lord y luego a él. - Es mía. - Volví a clavar la mirada en ella y, con ira contenida empecé a materializar tierra en mis manos. - Haré que te tragues algo más que tus palabras. A ver si así cierras la puta boca de una vez. - Mascullé, con odio.
- My lady… - Kärtenssen trató de llamar mi atención. Para mí, ahora no había nadie en la sala salvo Belladona. Ni Anastasia, ni él, ni sus guardias, ni los vampiros, ni los invitados. Solo nosotras dos. No sabía si Anastasia se involucraría, a fin de cuentas, era su madre. O si mejor se iba a defender el lugar de los vampiros. Y Kärtenssen tampoco parecía querer dejarme sola con ella, a pesar de que su mansión estaba siendo invadida. Y, como él, yo también creía que los había traído ella. Y la culpa de todo la tenía Anastasia. Di un paso atrás para quedarme de lado y dirigirme a mi antigua compañera, sin dar la espalda a la bruja desquiciada.
- ¡¿Ves lo que has hecho trayéndola?! ¿¡Y tú quieres ser Maestra de qué!? ¡Si no eres capaz de proteger el gremio! ¡Has traído al enemigo a “casa”! ¡Estás poniendo en peligro a la gente, imbé´cil! - También ella iba a recibir por haber traído a su madre, con lo peligrosa que era, aquí. - ¿¡La locura se hereda o qué!? ¡No sé qué mierdas te pasa en la cabeza, Anastasia! ¡Te largas fingiendo tu muerte y regresas hoy, a joder la fiesta! ¡Donde no pintas nada, encima! ¡Vienes a poner en peligro a los demás! ¿¡Estás contenta!? - Le arrebaté la varita de un tirón a Belladona, con intención de partírsela.
off: habilidades básica de Tensai de tierra
Caí al suelo y me giré, tratando de alejarla de mí, usando, de nuevo, mi habilidad para lanzar una roca y que le impactara en la cabeza. Y si no, que la desarmara de nuevo. Pero falló y se estrelló contra el techo, haciendo que se agrietara y empezase a caer polvo. El lord seguía en el suelo, tal y como le había visto, no era capaz de moverse. La espada se me había caído con el empujón de Bella, pero, con un gesto de mi mano se la acerqué al hombre. Justo a tiempo, pues Bella me agarró del cuello y me arrastró hacia la ventana. Traté de forcejear, pero la varita apuntaba directamente hacia mi sien así que tenía que pensar rápido para no dejar que me hiciera nada.
- Zorra… - dije ahogada por su brazo, tratando de apartarlo de mi cuello.
Seguía pensando formas de escapar: podría hacer que sus brazos se volvieran de roca, o que quedasen envueltos por el material. Apenas me dio tiempo a debatir qué hacer, pues al instante, Anastasia reventó la puerta y entró, amenazando a su madre para que me soltase, pese a Bella no quería. Además de decirme que Kärtenssen era un traidor. ¿Y tenía que creerla a ella? A ella, precisamente…
- Anastasia… - si hubiera tenido aliento le habría recordado lo jodidamente loca que estaba su madre. Pero no me dio tiempo a mucho más antes de la exhibición de sus poderes oscuros. Los mismos que había usado al verme en el laberinto. ¡Qué susto me había dado!
Como si fuera ajeno a todo, uno de los sirvientes del lord apareció en el despacho, con la cara descompuesta del miedo, avisando de que todo se estaba llenando de vampiros. En ese momento, Belladona me soltó y caí al suelo, sobre mis antebrazos. Justo la oportunidad que deseaba, haciendo que brazos de tierra salieran del suelo y la sujetasen de los pies, hasta la altura de las rodillas. Ella se defendía diciendo que no tenía nada que ver, pero lord Kärtenssen pensaba lo que yo: que era cosa suya.
Me levanté y la miré fijamente, con cara de pocos amigos. Estaba deseando, en esos momentos, tener mi arco para darle un flechazo en la cabeza a esa puta desgraciada. La tierra de sus pies se volvió roca.
El dragón se levantó y cogió su espada. Tras su orden, varios de sus guardias aparecieron minutos después, dispuestos a arrestarla. Yo seguía contemplando a la bruja desquiciada esa, con puro odio en la mirada. No la quería presa, la quería muerta. Ese… ser… no merecía vivir. No después de lo que había hecho a toda mi familia. Instantes después de que la roca la atrapase por los pies, hice lo mismo con sus manos, para evitar que pudiera moverse, haciendo que los brazos de tierra salieran de las paredes y desarmándola. Obviamente, no la iba a tener a mi lado y con su varita en la mano.
Apreté la mandíbula con rabia. - No hace falta que nos movamos de aquí. Toda la casa está llena de cazadores de vampiros, ¿no? Pues que se encarguen ellos. Yo quiero encargarme de esta bruja. No la detengáis. - Me dirigí hacia la guardia del lord y luego a él. - Es mía. - Volví a clavar la mirada en ella y, con ira contenida empecé a materializar tierra en mis manos. - Haré que te tragues algo más que tus palabras. A ver si así cierras la puta boca de una vez. - Mascullé, con odio.
- My lady… - Kärtenssen trató de llamar mi atención. Para mí, ahora no había nadie en la sala salvo Belladona. Ni Anastasia, ni él, ni sus guardias, ni los vampiros, ni los invitados. Solo nosotras dos. No sabía si Anastasia se involucraría, a fin de cuentas, era su madre. O si mejor se iba a defender el lugar de los vampiros. Y Kärtenssen tampoco parecía querer dejarme sola con ella, a pesar de que su mansión estaba siendo invadida. Y, como él, yo también creía que los había traído ella. Y la culpa de todo la tenía Anastasia. Di un paso atrás para quedarme de lado y dirigirme a mi antigua compañera, sin dar la espalda a la bruja desquiciada.
- ¡¿Ves lo que has hecho trayéndola?! ¿¡Y tú quieres ser Maestra de qué!? ¡Si no eres capaz de proteger el gremio! ¡Has traído al enemigo a “casa”! ¡Estás poniendo en peligro a la gente, imbé´cil! - También ella iba a recibir por haber traído a su madre, con lo peligrosa que era, aquí. - ¿¡La locura se hereda o qué!? ¡No sé qué mierdas te pasa en la cabeza, Anastasia! ¡Te largas fingiendo tu muerte y regresas hoy, a joder la fiesta! ¡Donde no pintas nada, encima! ¡Vienes a poner en peligro a los demás! ¿¡Estás contenta!? - Le arrebaté la varita de un tirón a Belladona, con intención de partírsela.
off: habilidades básica de Tensai de tierra
Cassandra C. Harrowmont
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Re: Bienvenidas, cazadoras... [Privado] [Huracán]
No había lugar a dudas. Cassandra seguía siendo igual de pletórica que siempre. Y no había reducido su ímpetu ni un pelo. Me crucé de brazos y miré sin poner oposición como terminaba enganchando a Belladonna por los pies con sus habilidades de tierra y le arrebataba la varita. Si bien era cierto que Bella no estaba en plenitud de facultades desde su paso por el psiquiátrico de Vulwufar, la maestra había mejorado bastante su triste desempeño en combate.
Mientras maljuraba contra Belladonna. Aunque la cosa cambió cuando se puso a berrear a un centímetro de mi cara. Ni siquiera me moví y mucho menos me achanté por sus palabras. - Vaya, veo que te has hecho toda una mujer, Cass. Al menos tenemos una maestra cazadora que por fin es capaz de inmovilizar a alguien sin ayuda. - le dije alzando una ceja con cierta ironía y me inclinaba hacia delante. Luego incliné la cabeza con elegancia, sin sonreír. - Y una vez más, te equivocas al prejuzgar. Bella no ha traído a esos vampiros. Estuvo internada en un psiquiátrico hasta que yo la liberé. Y desde entonces la he mantenido vigilada. – Cambié mi mirada hacia Kärtenssen, no lo había dicho por él ni mucho menos, lo que sí noté es que me miró sorprendido, quizás por el miedo a ver su casa invadida. Luego miré a Cass, restando importancia al vampiro. Puse mi dedo a la altura de su pecho. – ¿De verdad quieres abrir el cajón de la mierda, Cass? ¿Precisamente tú, que te dedicas a contratar mercenarios por cazadores para que te hagan el trabajo sucio? Cazadores sin ninguna disciplina. Sin ningún principio. Estarás orgullosa. Eres la peor maestra cazadora de la historia. Y encima apestas a alcohol. – terminé de decir a la bruja. Ella se había quedado a gusto, yo también. Ahora, lo más seguro es que me diera un guantazo y terminásemos, una vez más, a golpes.
Pero lejos de ello. Alguien derribó la puerta de acceso. Y Lord Kärtenssen no tardó en echarse las manos a la cabeza. - ¡Mi puerta! – gritó el Lord de la casa. Sí. Una verdadera pena. Era muy bonita.
Me había puesto alerta por si se traba de vampiros. Pero lejos de ello, eran los hermanos Roche. Rachel fue la primera en hacer la incursión. El segundo era Jules, quien venía con su ballesta, seguramente tras despachar. Mi mirada se cruzó rápidamente con la de éste. Por mucho que quisiese ocultarlo, era innegable que aquel hombre era alguien importante para mí. Y, del mismo modo que me alegré de ver a Cass, también me alegré de ver a Jules, aunque los sentimientos para con uno o con otro eran distinto. Él quedó sin palabras, y yo también.
-¡Maestra Boisson! – Rachel sí que no se había quedado sin decir nada.
-¿Anastasia? Estás… Viva. – comentó el brujo, soltando su ballesta. Como si hubiese visto el cielo.
-¡Te dije que estaba aquí, Jules! ¡Te lo dije! – exclamó con los ojos como platos y señalándome la morena menuda. Girándose repentinamente hacia su hermano para hacerle énfasis. La cara de Jules era de asombro completo. -¡La maestra Boisson está viva! – celebraba Rachel. Tan pronto como sus patitas cortas venían con mucho ímpetu hacia mí, dejando su huella en el suelo cual ograrck se tratase, ya me temía lo peor.
-Es… Espera Rachel, no… - pero ya era tarde. Aunque intenté retroceder dando un paso hacia atrás la biocibernética se abalanzó sobre mí, tirándome al suelo. Por el momento pensé que me había partido tres costillas. – ¡Ra…! ¡Chel...! – “me defeco en tus muertos”, me faltó decir. Pero es que a punto de ahogarme no tenía palabras. Zafar de mi estómago su pesado cuerpo era todo cuanto me preocupaba.
-Venga, Rach. Levántate. Con lo que nos ha costado encontrarla vas a aplastarla. – dijo Jules con su siempre sonrisa, acercándose a tirar ligeramente del brazo de su hermana.
-Uy, disculpe mi ímpetu, maestra. – se disculpó y se levantó con agilidad. - ¿Se ha hecho daño? ¿Quiere que le repare algo?
Conforme su hermano me tendía sus brazos para ayudarme a erguirme de nuevo, devolví una mirada de asco a la biocibernética. Pero sus ojos miraban ahora en otra dirección. La ilusión y la sorpresa se habían tornado en una mueca sorpresiva. Las caras de Rachel eran pura expresión.
–¡La… Lady Belladonna! – Se llevó las manos a la boca y luego la señaló. - ¡Está usted viva!
Bella, que había permanecido callada toda la conversación pensando en cómo matar a Cass, sólo la miró inquisitivamente. A alguien de su categoría no le gustaba nada permanecer retenida. – Sí. Y más vales que me liberes, pedazo de hojalata defectuosa. – la bruja apretaba sus puños con fuerza, mientras mantenía sus ojos en Cassandra. – Voy a hacer comer a esa asquerosa Harrowmont sus palabras. ¡Devuélveme mi varita, puta! – le bramó.
-¿Puta? ¿En serio maestra Harrowmont? ¿Usted también ha dejado el gremio para dedicarse a eso? – preguntó la biocibernética con inocencia.
-¿Es que alguna vez dejó de serlo…? – me dije a mí misma al comentario de Rach, aunque Cass perfectamente podría haberlo escuchado.
–No lo sé, maestra. Yo también dejé el gremio cuando usted falleció. Oh, no se preocupe, Lady Belladonna, ahora estoy con usted. - y la biocibernética se aproximaba a liberar a Bella. Con su fuerza seguramente no le costara mucho desmenuzar los terrones de tierra que Cass había hecho bajo sus pies. Aunque era previsible que ésta no se lo permitiese, o tal vez sí, y entonces quizás tuviéramos un problema mayor.
-Ay… por todos los dioses… ¡Cuánto echaba de menos esto! - se lastimó el brujo llevándose las manos a la cara. Y haciéndose a un lado.
Viendo las múltiples frentes que se formaron en tan sólo un minuto. Nadie advirtió que había entrado un joven casi adolescente. Apenas habría cumplido la mayoría de edad. Y lo hacía también con una ballesta. Su tío se sorprendió al verlo tan preparado para el combate, aunque ya conocía de sobra el desempeño de Nick en combate.
-Hemos espantado a los vampiros, tío. – comentó el joven caballero dragón. Éste le dio una palmada en el hombro.
Mientras maljuraba contra Belladonna. Aunque la cosa cambió cuando se puso a berrear a un centímetro de mi cara. Ni siquiera me moví y mucho menos me achanté por sus palabras. - Vaya, veo que te has hecho toda una mujer, Cass. Al menos tenemos una maestra cazadora que por fin es capaz de inmovilizar a alguien sin ayuda. - le dije alzando una ceja con cierta ironía y me inclinaba hacia delante. Luego incliné la cabeza con elegancia, sin sonreír. - Y una vez más, te equivocas al prejuzgar. Bella no ha traído a esos vampiros. Estuvo internada en un psiquiátrico hasta que yo la liberé. Y desde entonces la he mantenido vigilada. – Cambié mi mirada hacia Kärtenssen, no lo había dicho por él ni mucho menos, lo que sí noté es que me miró sorprendido, quizás por el miedo a ver su casa invadida. Luego miré a Cass, restando importancia al vampiro. Puse mi dedo a la altura de su pecho. – ¿De verdad quieres abrir el cajón de la mierda, Cass? ¿Precisamente tú, que te dedicas a contratar mercenarios por cazadores para que te hagan el trabajo sucio? Cazadores sin ninguna disciplina. Sin ningún principio. Estarás orgullosa. Eres la peor maestra cazadora de la historia. Y encima apestas a alcohol. – terminé de decir a la bruja. Ella se había quedado a gusto, yo también. Ahora, lo más seguro es que me diera un guantazo y terminásemos, una vez más, a golpes.
Pero lejos de ello. Alguien derribó la puerta de acceso. Y Lord Kärtenssen no tardó en echarse las manos a la cabeza. - ¡Mi puerta! – gritó el Lord de la casa. Sí. Una verdadera pena. Era muy bonita.
Me había puesto alerta por si se traba de vampiros. Pero lejos de ello, eran los hermanos Roche. Rachel fue la primera en hacer la incursión. El segundo era Jules, quien venía con su ballesta, seguramente tras despachar. Mi mirada se cruzó rápidamente con la de éste. Por mucho que quisiese ocultarlo, era innegable que aquel hombre era alguien importante para mí. Y, del mismo modo que me alegré de ver a Cass, también me alegré de ver a Jules, aunque los sentimientos para con uno o con otro eran distinto. Él quedó sin palabras, y yo también.
-¡Maestra Boisson! – Rachel sí que no se había quedado sin decir nada.
-¿Anastasia? Estás… Viva. – comentó el brujo, soltando su ballesta. Como si hubiese visto el cielo.
-¡Te dije que estaba aquí, Jules! ¡Te lo dije! – exclamó con los ojos como platos y señalándome la morena menuda. Girándose repentinamente hacia su hermano para hacerle énfasis. La cara de Jules era de asombro completo. -¡La maestra Boisson está viva! – celebraba Rachel. Tan pronto como sus patitas cortas venían con mucho ímpetu hacia mí, dejando su huella en el suelo cual ograrck se tratase, ya me temía lo peor.
-Es… Espera Rachel, no… - pero ya era tarde. Aunque intenté retroceder dando un paso hacia atrás la biocibernética se abalanzó sobre mí, tirándome al suelo. Por el momento pensé que me había partido tres costillas. – ¡Ra…! ¡Chel...! – “me defeco en tus muertos”, me faltó decir. Pero es que a punto de ahogarme no tenía palabras. Zafar de mi estómago su pesado cuerpo era todo cuanto me preocupaba.
-Venga, Rach. Levántate. Con lo que nos ha costado encontrarla vas a aplastarla. – dijo Jules con su siempre sonrisa, acercándose a tirar ligeramente del brazo de su hermana.
-Uy, disculpe mi ímpetu, maestra. – se disculpó y se levantó con agilidad. - ¿Se ha hecho daño? ¿Quiere que le repare algo?
Conforme su hermano me tendía sus brazos para ayudarme a erguirme de nuevo, devolví una mirada de asco a la biocibernética. Pero sus ojos miraban ahora en otra dirección. La ilusión y la sorpresa se habían tornado en una mueca sorpresiva. Las caras de Rachel eran pura expresión.
–¡La… Lady Belladonna! – Se llevó las manos a la boca y luego la señaló. - ¡Está usted viva!
Bella, que había permanecido callada toda la conversación pensando en cómo matar a Cass, sólo la miró inquisitivamente. A alguien de su categoría no le gustaba nada permanecer retenida. – Sí. Y más vales que me liberes, pedazo de hojalata defectuosa. – la bruja apretaba sus puños con fuerza, mientras mantenía sus ojos en Cassandra. – Voy a hacer comer a esa asquerosa Harrowmont sus palabras. ¡Devuélveme mi varita, puta! – le bramó.
-¿Puta? ¿En serio maestra Harrowmont? ¿Usted también ha dejado el gremio para dedicarse a eso? – preguntó la biocibernética con inocencia.
-¿Es que alguna vez dejó de serlo…? – me dije a mí misma al comentario de Rach, aunque Cass perfectamente podría haberlo escuchado.
–No lo sé, maestra. Yo también dejé el gremio cuando usted falleció. Oh, no se preocupe, Lady Belladonna, ahora estoy con usted. - y la biocibernética se aproximaba a liberar a Bella. Con su fuerza seguramente no le costara mucho desmenuzar los terrones de tierra que Cass había hecho bajo sus pies. Aunque era previsible que ésta no se lo permitiese, o tal vez sí, y entonces quizás tuviéramos un problema mayor.
-Ay… por todos los dioses… ¡Cuánto echaba de menos esto! - se lastimó el brujo llevándose las manos a la cara. Y haciéndose a un lado.
Viendo las múltiples frentes que se formaron en tan sólo un minuto. Nadie advirtió que había entrado un joven casi adolescente. Apenas habría cumplido la mayoría de edad. Y lo hacía también con una ballesta. Su tío se sorprendió al verlo tan preparado para el combate, aunque ya conocía de sobra el desempeño de Nick en combate.
-Hemos espantado a los vampiros, tío. – comentó el joven caballero dragón. Éste le dio una palmada en el hombro.
- Nick Kärtenssen. Bienvenido!:
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Anastasia Boisson
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