El destino de los Harrowmont y de la Fuente de la Juventud [Minievento, SCA]
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El destino de los Harrowmont y de la Fuente de la Juventud [Minievento, SCA]
Transcurría una noche lluviosa y tranquila en Lirio. El pequeño poblado marítimo al Este de las islas illidenses.
Todo allí funcionaba en torno a la fuente de la Juventud. Desde que Cassandra Harrowmont se convirtiera en guardiana de la Fuente de la Juventud, su familia había prácticamente comprado la totalidad del pueblo e invertido un buen puñado de millones en aquello. Lo cierto es que no me podía quejar, porque en parte repercutía en el dinero que la maestra cazadora inyectaba en el Gremio. Pero claro, la Fuente era ahora una atracción turística única en Aerandir. Mucha gente llegaba hasta allí. Principalmente ricos de Beltrexus, pero también de todos los confines del mundo, con la intención de ver sus aguas puras. Sus aguas mágicas. Y los Harrowmont les dejaban verlas, claro. Siempre que pagaran un "módico precio". Siempre que comieran su comida, bebieran su agua y durmieran en sus posadas. ¡Oh! Y si aún te quedaban ganas, aún podías quedarte unos días más para disfrutar de las paradisíacas playas de Lirio, ¡corre y reserva tu hamaca en primera línea antes de que se acaben! Tal y como rezaba un cartel a la entrada del pueblo.
Sí. La familia de Cass no dejaba de tener buena visión para los negocios. Y Lirio ahora no dejaba de ser parte de ese entramado turístico-comercial. Un parque temático Harrowmont.
Pero todo estaba cerrado a aquellas horas. Aún quedaba luz en la posada "Harrowmont's: El trago rejuvenecedor". Sí. Así de hortera se llamaba el local. Candem Felton, el tabernero, se encontraba secando los últimos vasos de la intensa jornada. Pronto podría irse a casa con su esposa y su terna de hijos. A los que daría un beso antes de dormir. Él estaría durmiendo cuando ellos se levantaran para ir a dar sus clases al legendario Hekshold. Pero cuando ya no contaba con nadie más, unos nuevos clientes entraron a la taberna. Eran cinco. Cuatro hombres y una mujer. Por su manera de comportarse, al tabernero no le gustó ni una pizca el aspecto del grupo. Todos encapuchados, con ropajes medio quebrados, de negro y con un aspecto cuanto menos inquietante. Ninguno saludó. Simplemente entraron armando alboroto. Alguno se sentó en una mesa, apoyando los pies. Otros se sentaron directamente sobre otra mesa contigua. Y uno incluso se dedicó a arañar la mesa con sus uñas o garras. Una especie de tick maniático que parecía tener.
Viendo el panorama, el tabernero se acercó con cierto respeto en sus rostro. - Disculpen, estamos cerrando ¿quieren algo? - Aunque lo habían ignorado hasta ese momento, todos se callaron y miraron al recién invitado.
-No. Estamos esperando a alguien. Piérdete. - respondió una mujer, recostada sobre el respaldo de su silla, con los tacones sobre la mesa, haciendo girar su varita entre los dedos.
-Pero... vamos a cerrar pronto. - respondió el hombre temeroso.
-Bien, entonces tendremos que tomar algo antes de que llegue el momento. - Dijo Vallenegro, levantándose. El licántropo le sacaba más de una cabeza al tipo. Se dirigió a la barra. Comenzó a revolver entre las botellas. Si bien no las miraba con cuidado, las que le gustaban las cogía. Y las que no directamente las tiraba al suelo. Todos los de la mesa reían.
El tabernero miró al licántropo que tiraba sus botellas. Sabía que no iba a ser fácil deshacerse de aquellos tipos. Pero tenía que ser firme. Había acostumbrado a dialogar con gente de calaña similar.
Vallenegro descorchó la botella con los dientes. Escupió el tapón y dio un trago largo a la botella. - Esta mierda está buena. - Luego tomó varias y las tiró a sus compañeros. El tabernero no sabía que decir a tomó al tipo por el pescuezo y lo tiró sobre una de las mesas. El resto del grupo coreó su nombre.
El tabernero, intimidado y visiblemente sudoroso, trataría de pedir calma a los lacayos del Hombre Muerto. Lejos de conseguirlo, otro de los "huéspedes" agarró al tipo de la pechera y lo tiró en una mesa, dos más lo agarraron. Vallenegro tomó un porrón de la barra y se acercó a él. - ¡Únete a nuestra fiesta, viejo amigo! - Introdujo de buen amago. - Vas a salir de aquí rebuznando. - Mientras todos gritaban y lo retenían. Vallenegro introdujo en su boca la parte estrecha del porrón. Introdujo ron por la otra parte, y cual embudo introdujo al tipo aquel viscoso líquido.
En ese momento, Belladonna, que se había mantenido al margen de la fiesta, sentada en su silla, se levantó. Se acercó con sensualidad y mostró su rostro, dejando ver su rostro. Aunque su rostro le resultaba familiar, no la conocía. En efecto, el tabernero conocía a Belladonna Boisson. Habían estudiado juntos en el Hekshold.
La bruja abrió el vial que llevaba por colgante e introdujo unas gotas del objeto del 19. Aquel que permitía transformar a los seres vivos en animales.
-¿Así que rebuznando, cariño? - rió - Bien. Un burro muy bonito serás. No será malo para ti. A fin de cuentas no te distinguirán de los burros a los que sirves. - concluyó.
Pronto un burro saldría por la puerta de la taberna, despertando a todo el vecindario. ¡Otra vez el burro del quesero se había escapado! Pensarían los vecinos.
La noche comenzaba a caer en aquel lluvioso atardecer. Yo, como cada día cuando no estaba cazando vampiros de campaña por el mundo, me encontraba en mis quehaceres cotidianos como maestra cazadora. Pluma en mano, en el Palacio de los Vientos. Redactando contratos o instrucciones para los cazadores o espías del gremio. A veces me daba el gusto de escribir cartas para mis amigos. En cualquier caso, rara vez alguien me interrumpía en mi despacho cuando estaba trabajando. Para los temas menores tenían a mi prometido Jules. Que era bastante más afable que yo. Y por fortuna, yo había conseguido liberarme.
Aquella tarde sería diferente. Cassandra Harrowmont irrumpía en el despacho más alterada que nunca. No acostumbraba a asustarme. Y aquella vez tampoco lo hice. Simplemente miré para la otra maestra cazadora ligeramente sorprendida. Nunca la había visto así. Tan nerviosa y poco cuidada.
-¡Cass! - Exclamé sorprendida por su imagen. - ¿Qué te pasa? - pregunté.
- Milton. - Dijo Cassandra. Abrí los ojos. Hacía tiempo que no sabía nada de Milton - ¡Se ha ido de casa!
¡Milton Harrowmont! Diablos. Hacía años que no escuchaba el nombre del hermano de Cassandra. Hasta donde sabía, Cassandra y Milton se habían enfrentado a Belladonna Boisson en un callejón de Sacrestic Ville, el día que acabamos con la tiranía de Mortagglia. ¡Ya había llovido desde entonces! ¡Tres años!
Pero lo cierto es que los hermanos nunca fueron rival para la psicópata de Bella. Milton acabó moribundo, y la maestra cazadora se libró de un destino aún peor gracias a nuestra salvadora irrupción de Elen Calhoun y de, mi madre adoptiva, Isabella Boisson. Después de aquella fatídica noche, Cassandra se llevó a Milton a la mansión Harrowmont. Y lo cierto es que, tres años después, nadie más volvió a ver a Milton. Con Cassandra esquivando cualquier pregunta que hiciera referencia al fatídico destino de su hermano. Multitud de hipótesis se corrieron alrededor del destino del menor de los Harrowmont. Incluso que había fallecido días después del incidente.
Pero aquella noche fue diferente. Cassandra mostraba una versión más personal de mi misma, conforme la miraba con preocupación desde el escritorio. Los ojos de la bruja comenzaron a brillar. Se cruzó de brazos y se dio la vuelta. Yo me levanté y la tomé por el hombro, con atención. Sabía que le estaba costando expresarse.
- Cassandra. - La llamé para el nombre. La maestra cazadora estaba muy nerviosa. La miré con preocupación, aún sentada en mi escritorio. - Nunca me has querido hablar de Milton. Por favor, cálmate y cuéntamelo todo.
-Quizás debí habértelo contado antes. Pero me sentía muy avergonzada. - comenzó diciendo. - ¿Recuerdas cuando estábamos en el callejón? Milton estaba inconsciente por el hechizo de la psicópata de tu madre. - hizo especial énfasis en esto. - Se iba a morir. Hablé con los médicos disponibles en Sacrestic. Me dijeron que no volvería a despertar Que se iba a morir así. - Se tomó una pausa. - Cyrilo vino esa noche, vio su estado, y me dijo que era posible salvarlo. Pero que sólo había una manera. - no quería pronunciarlo. - Milton tenía que pasar el ritual de conversión de los vampiros. Y Cyrilo, como vampiro, podía ayudarle. - Abrí los ojos con sorpresa. ¿En serio Milton había acabado así? Conocía al hermano de Cassandra, y pese a ser un cobarde y un insoportable, lo que menos querría del mundo sería perder su condición de niño pijo y rico. - Tuve que decidirlo yo sola. Sobre la marcha. Él nunca lo eligió. - Cassandra rompió en el momento y se dio la vuelta. Se abrazó a mí y apoyó su cabeza en mi hombro y comenzó a llorar decepcionada. - ¡Mierda, Anastasia! Lo sé. Soy una vergüenza. Soy la maestra cazadora de vampiros. Y he tenido que recurrir a lo que más odio para... - apretó sus dedos con frustración, clavando sus largas uñas en mi espalda. - ¡Para salvar a mi hermano! ¿No te parezco ridícula?
Podía entender a Cassandra. No sé si en mi lugar habría sido capaz de tomar una decisión así. En cualquier caso, a mí debería habérmelo dicho para poder ayudarla. No era momento para recriminárselo.
-No, Cass. - dije para consolarla. Antes de que rompiera a llorar, le di un abrazo y acaricié su cabeza. No acostumbraba a ser cariñosa en público, pero en privado había gente que me importaba. - No pasa nada. Fuiste valiente y salvaste a tu hermano. Creo que yo hubiera hecho lo mismo en tu lugar. - Me alejé de ella y tomándola por los hombros. Le hice una pequeña carantoña en la nariz, como solía hacerle. Pese a tener treinta años, parecía una niña en aquel momento. - ¿Qué pensó Milton cuando despertó?
-Pf. Recordarás como es. Imagínatelo... - comentó sacando un pañuelo y secándose las lágrimas. - ¡Me odia por ello, Anastasia! Me dijo que era una vergüenza para él. Que le suponía ser una vergüenza ser un chupasangres y que nadie le aceptaría. Se encerró en su habitación y no quiso salir. En meses. En años. Llevaba en casa desde entonces... Marginado. Deprimido. Hasta hoy. - Lo último que me dijo me extrañó. ¿Por qué había decidido irse hoy? Se llevó la mano al bolsillo trasero de su pantalón. Y de ahí sacó una pequeña servilleta enrollada. La cual me pasó. - Lee. -
Tras abrirla, me di cuenta de que era una misiva escrita por el propio Milton. Quien harto de permanecer enclaustrado, sin que nadie lo aceptara por cómo era, decide irse de casa para unirse a un hombre que verdaderamente puede apreciar su valía y utilidad. Tomará un barco en Lirio esta noche, y nadie volverá a saber más de él. Además de expresar su más profundo odio hacia Cassandra.
-¿A qué hombre crees que se refiere? - pregunté, devolviéndole la carta. Cassandra la devolvió a su bolsillo.
-No lo sé. Alguien ha estado lavándole el cerebro sin que nos diéramos cuenta. ¿Con qué fin? Lo desconozco. - comentó la bruja. -
Si bien no me parecía buena idea acudir al rescate del hermano de Cassandra. Temía por el hecho de que no fuera a irse solo. Si Milton se había escapado de casa, era obvio que tenía un plan de huida. ¡Y menos en un fortín de su propia familia! Ninguno de los Harrowmont era estúpido, ni siquiera Milton.
-¿Saben tus padres esto? - pregunté, con preocupación, acerca de James y Cecilia. A Cass no le gustó la pregunta y me mostró una mirada de frustración. No era alguien a quien le gustara pedir favores.
-¡Claro que lo saben! Mi padre ya ha ido a Lirio a buscarlo. Me dijo que no te dijera nada, pero... No lo veo claro Anastasia. - comentó con preocupación. - Si nos damos prisa lo cogeremos. No nos llevará más que unos minutos de ventaja. ¡Tengo el caballo aquí abajo!
Oh, no. Eso sí que no... Casi se me revuelven las tripas.
-¡A caballo no, por favor! - Dije con estupor. Por todos los dioses. ¡Odiaba los caballos! Animales nerviosos. Nada temperamentales. Incomodísimos. No sabía montar a caballo ni tenía intención de ello.
-¡No seas quejica, Anastasia! A pie no llegaremos nunca. ¡Yo cabalgo!
Lirio no pasaría por ser un pueblo normal sino fuera porque albergaba la fuente de la Juventud de Aerandir. La excéntrica familia Harrowmont había invertido en los últimos años miles de millones en excavaciones para dar con ella, después de haberla encontrado con la ayuda de Asher Daregan y varios profesores del Hekshold. Aquel poblado era, a día de hoy, una especie de resort Harrowmont al que nadie podía acercarse sin la previa autorización de la maestra cazadora.
-Será mejor que llamemos a algunos de los chicos del gremio. Quizás Jules o Annelise... - me di la vuelta y me dispuse a salir por la puerta. Pero Cassandra me tomó del brazo.
-No, Anastasia. - replicó la bruja. - Vayamos solas. Necesito discreción en esto, y... - agachó la cabeza. Venían uno de sus halagos que tanto le costaba admitir - ... tú eres en quien más confío. - Dijo rápido. Frunciendo el ceño, con fastidio. Por nuestra rivalidad, Cassandra siempre aparentaba repulsión hacia mi persona. Si bien sus sentimientos internos eran bien diferentes. Apreciaba aquel esfuerzo. Sonreí. - Sabes que en Lirio está la Fuente de la Eterna Juventud. De la cual soy guardiana. - Me mostró el enorme manijo de llaves de la fuente, del que nunca se separaba y cuyo acceso tenía una puerta mágica que únicamente se abría con las llaves de Cass. - Tengo muchos conocidos y mi padre ha invertido muchos aeros ahí. Nadie dejará zarpar un barco sin mi consentimiento o el suyo. Pero tenemos que ir rápido.
-Si no queda más remedio... - comenté sin demasiada ilusión por subir al jamelgo.
Y allá fuimos. Rumbo al pueblo a todo galope.
Todo allí funcionaba en torno a la fuente de la Juventud. Desde que Cassandra Harrowmont se convirtiera en guardiana de la Fuente de la Juventud, su familia había prácticamente comprado la totalidad del pueblo e invertido un buen puñado de millones en aquello. Lo cierto es que no me podía quejar, porque en parte repercutía en el dinero que la maestra cazadora inyectaba en el Gremio. Pero claro, la Fuente era ahora una atracción turística única en Aerandir. Mucha gente llegaba hasta allí. Principalmente ricos de Beltrexus, pero también de todos los confines del mundo, con la intención de ver sus aguas puras. Sus aguas mágicas. Y los Harrowmont les dejaban verlas, claro. Siempre que pagaran un "módico precio". Siempre que comieran su comida, bebieran su agua y durmieran en sus posadas. ¡Oh! Y si aún te quedaban ganas, aún podías quedarte unos días más para disfrutar de las paradisíacas playas de Lirio, ¡corre y reserva tu hamaca en primera línea antes de que se acaben! Tal y como rezaba un cartel a la entrada del pueblo.
Sí. La familia de Cass no dejaba de tener buena visión para los negocios. Y Lirio ahora no dejaba de ser parte de ese entramado turístico-comercial. Un parque temático Harrowmont.
Pero todo estaba cerrado a aquellas horas. Aún quedaba luz en la posada "Harrowmont's: El trago rejuvenecedor". Sí. Así de hortera se llamaba el local. Candem Felton, el tabernero, se encontraba secando los últimos vasos de la intensa jornada. Pronto podría irse a casa con su esposa y su terna de hijos. A los que daría un beso antes de dormir. Él estaría durmiendo cuando ellos se levantaran para ir a dar sus clases al legendario Hekshold. Pero cuando ya no contaba con nadie más, unos nuevos clientes entraron a la taberna. Eran cinco. Cuatro hombres y una mujer. Por su manera de comportarse, al tabernero no le gustó ni una pizca el aspecto del grupo. Todos encapuchados, con ropajes medio quebrados, de negro y con un aspecto cuanto menos inquietante. Ninguno saludó. Simplemente entraron armando alboroto. Alguno se sentó en una mesa, apoyando los pies. Otros se sentaron directamente sobre otra mesa contigua. Y uno incluso se dedicó a arañar la mesa con sus uñas o garras. Una especie de tick maniático que parecía tener.
Viendo el panorama, el tabernero se acercó con cierto respeto en sus rostro. - Disculpen, estamos cerrando ¿quieren algo? - Aunque lo habían ignorado hasta ese momento, todos se callaron y miraron al recién invitado.
-No. Estamos esperando a alguien. Piérdete. - respondió una mujer, recostada sobre el respaldo de su silla, con los tacones sobre la mesa, haciendo girar su varita entre los dedos.
-Pero... vamos a cerrar pronto. - respondió el hombre temeroso.
-Bien, entonces tendremos que tomar algo antes de que llegue el momento. - Dijo Vallenegro, levantándose. El licántropo le sacaba más de una cabeza al tipo. Se dirigió a la barra. Comenzó a revolver entre las botellas. Si bien no las miraba con cuidado, las que le gustaban las cogía. Y las que no directamente las tiraba al suelo. Todos los de la mesa reían.
El tabernero miró al licántropo que tiraba sus botellas. Sabía que no iba a ser fácil deshacerse de aquellos tipos. Pero tenía que ser firme. Había acostumbrado a dialogar con gente de calaña similar.
Vallenegro descorchó la botella con los dientes. Escupió el tapón y dio un trago largo a la botella. - Esta mierda está buena. - Luego tomó varias y las tiró a sus compañeros. El tabernero no sabía que decir a tomó al tipo por el pescuezo y lo tiró sobre una de las mesas. El resto del grupo coreó su nombre.
El tabernero, intimidado y visiblemente sudoroso, trataría de pedir calma a los lacayos del Hombre Muerto. Lejos de conseguirlo, otro de los "huéspedes" agarró al tipo de la pechera y lo tiró en una mesa, dos más lo agarraron. Vallenegro tomó un porrón de la barra y se acercó a él. - ¡Únete a nuestra fiesta, viejo amigo! - Introdujo de buen amago. - Vas a salir de aquí rebuznando. - Mientras todos gritaban y lo retenían. Vallenegro introdujo en su boca la parte estrecha del porrón. Introdujo ron por la otra parte, y cual embudo introdujo al tipo aquel viscoso líquido.
En ese momento, Belladonna, que se había mantenido al margen de la fiesta, sentada en su silla, se levantó. Se acercó con sensualidad y mostró su rostro, dejando ver su rostro. Aunque su rostro le resultaba familiar, no la conocía. En efecto, el tabernero conocía a Belladonna Boisson. Habían estudiado juntos en el Hekshold.
La bruja abrió el vial que llevaba por colgante e introdujo unas gotas del objeto del 19. Aquel que permitía transformar a los seres vivos en animales.
-¿Así que rebuznando, cariño? - rió - Bien. Un burro muy bonito serás. No será malo para ti. A fin de cuentas no te distinguirán de los burros a los que sirves. - concluyó.
Pronto un burro saldría por la puerta de la taberna, despertando a todo el vecindario. ¡Otra vez el burro del quesero se había escapado! Pensarían los vecinos.
- - -
La noche comenzaba a caer en aquel lluvioso atardecer. Yo, como cada día cuando no estaba cazando vampiros de campaña por el mundo, me encontraba en mis quehaceres cotidianos como maestra cazadora. Pluma en mano, en el Palacio de los Vientos. Redactando contratos o instrucciones para los cazadores o espías del gremio. A veces me daba el gusto de escribir cartas para mis amigos. En cualquier caso, rara vez alguien me interrumpía en mi despacho cuando estaba trabajando. Para los temas menores tenían a mi prometido Jules. Que era bastante más afable que yo. Y por fortuna, yo había conseguido liberarme.
Aquella tarde sería diferente. Cassandra Harrowmont irrumpía en el despacho más alterada que nunca. No acostumbraba a asustarme. Y aquella vez tampoco lo hice. Simplemente miré para la otra maestra cazadora ligeramente sorprendida. Nunca la había visto así. Tan nerviosa y poco cuidada.
-¡Cass! - Exclamé sorprendida por su imagen. - ¿Qué te pasa? - pregunté.
- Milton. - Dijo Cassandra. Abrí los ojos. Hacía tiempo que no sabía nada de Milton - ¡Se ha ido de casa!
¡Milton Harrowmont! Diablos. Hacía años que no escuchaba el nombre del hermano de Cassandra. Hasta donde sabía, Cassandra y Milton se habían enfrentado a Belladonna Boisson en un callejón de Sacrestic Ville, el día que acabamos con la tiranía de Mortagglia. ¡Ya había llovido desde entonces! ¡Tres años!
Pero lo cierto es que los hermanos nunca fueron rival para la psicópata de Bella. Milton acabó moribundo, y la maestra cazadora se libró de un destino aún peor gracias a nuestra salvadora irrupción de Elen Calhoun y de, mi madre adoptiva, Isabella Boisson. Después de aquella fatídica noche, Cassandra se llevó a Milton a la mansión Harrowmont. Y lo cierto es que, tres años después, nadie más volvió a ver a Milton. Con Cassandra esquivando cualquier pregunta que hiciera referencia al fatídico destino de su hermano. Multitud de hipótesis se corrieron alrededor del destino del menor de los Harrowmont. Incluso que había fallecido días después del incidente.
Pero aquella noche fue diferente. Cassandra mostraba una versión más personal de mi misma, conforme la miraba con preocupación desde el escritorio. Los ojos de la bruja comenzaron a brillar. Se cruzó de brazos y se dio la vuelta. Yo me levanté y la tomé por el hombro, con atención. Sabía que le estaba costando expresarse.
- Cassandra. - La llamé para el nombre. La maestra cazadora estaba muy nerviosa. La miré con preocupación, aún sentada en mi escritorio. - Nunca me has querido hablar de Milton. Por favor, cálmate y cuéntamelo todo.
-Quizás debí habértelo contado antes. Pero me sentía muy avergonzada. - comenzó diciendo. - ¿Recuerdas cuando estábamos en el callejón? Milton estaba inconsciente por el hechizo de la psicópata de tu madre. - hizo especial énfasis en esto. - Se iba a morir. Hablé con los médicos disponibles en Sacrestic. Me dijeron que no volvería a despertar Que se iba a morir así. - Se tomó una pausa. - Cyrilo vino esa noche, vio su estado, y me dijo que era posible salvarlo. Pero que sólo había una manera. - no quería pronunciarlo. - Milton tenía que pasar el ritual de conversión de los vampiros. Y Cyrilo, como vampiro, podía ayudarle. - Abrí los ojos con sorpresa. ¿En serio Milton había acabado así? Conocía al hermano de Cassandra, y pese a ser un cobarde y un insoportable, lo que menos querría del mundo sería perder su condición de niño pijo y rico. - Tuve que decidirlo yo sola. Sobre la marcha. Él nunca lo eligió. - Cassandra rompió en el momento y se dio la vuelta. Se abrazó a mí y apoyó su cabeza en mi hombro y comenzó a llorar decepcionada. - ¡Mierda, Anastasia! Lo sé. Soy una vergüenza. Soy la maestra cazadora de vampiros. Y he tenido que recurrir a lo que más odio para... - apretó sus dedos con frustración, clavando sus largas uñas en mi espalda. - ¡Para salvar a mi hermano! ¿No te parezco ridícula?
Podía entender a Cassandra. No sé si en mi lugar habría sido capaz de tomar una decisión así. En cualquier caso, a mí debería habérmelo dicho para poder ayudarla. No era momento para recriminárselo.
-No, Cass. - dije para consolarla. Antes de que rompiera a llorar, le di un abrazo y acaricié su cabeza. No acostumbraba a ser cariñosa en público, pero en privado había gente que me importaba. - No pasa nada. Fuiste valiente y salvaste a tu hermano. Creo que yo hubiera hecho lo mismo en tu lugar. - Me alejé de ella y tomándola por los hombros. Le hice una pequeña carantoña en la nariz, como solía hacerle. Pese a tener treinta años, parecía una niña en aquel momento. - ¿Qué pensó Milton cuando despertó?
-Pf. Recordarás como es. Imagínatelo... - comentó sacando un pañuelo y secándose las lágrimas. - ¡Me odia por ello, Anastasia! Me dijo que era una vergüenza para él. Que le suponía ser una vergüenza ser un chupasangres y que nadie le aceptaría. Se encerró en su habitación y no quiso salir. En meses. En años. Llevaba en casa desde entonces... Marginado. Deprimido. Hasta hoy. - Lo último que me dijo me extrañó. ¿Por qué había decidido irse hoy? Se llevó la mano al bolsillo trasero de su pantalón. Y de ahí sacó una pequeña servilleta enrollada. La cual me pasó. - Lee. -
Tras abrirla, me di cuenta de que era una misiva escrita por el propio Milton. Quien harto de permanecer enclaustrado, sin que nadie lo aceptara por cómo era, decide irse de casa para unirse a un hombre que verdaderamente puede apreciar su valía y utilidad. Tomará un barco en Lirio esta noche, y nadie volverá a saber más de él. Además de expresar su más profundo odio hacia Cassandra.
-¿A qué hombre crees que se refiere? - pregunté, devolviéndole la carta. Cassandra la devolvió a su bolsillo.
-No lo sé. Alguien ha estado lavándole el cerebro sin que nos diéramos cuenta. ¿Con qué fin? Lo desconozco. - comentó la bruja. -
Si bien no me parecía buena idea acudir al rescate del hermano de Cassandra. Temía por el hecho de que no fuera a irse solo. Si Milton se había escapado de casa, era obvio que tenía un plan de huida. ¡Y menos en un fortín de su propia familia! Ninguno de los Harrowmont era estúpido, ni siquiera Milton.
-¿Saben tus padres esto? - pregunté, con preocupación, acerca de James y Cecilia. A Cass no le gustó la pregunta y me mostró una mirada de frustración. No era alguien a quien le gustara pedir favores.
-¡Claro que lo saben! Mi padre ya ha ido a Lirio a buscarlo. Me dijo que no te dijera nada, pero... No lo veo claro Anastasia. - comentó con preocupación. - Si nos damos prisa lo cogeremos. No nos llevará más que unos minutos de ventaja. ¡Tengo el caballo aquí abajo!
Oh, no. Eso sí que no... Casi se me revuelven las tripas.
-¡A caballo no, por favor! - Dije con estupor. Por todos los dioses. ¡Odiaba los caballos! Animales nerviosos. Nada temperamentales. Incomodísimos. No sabía montar a caballo ni tenía intención de ello.
-¡No seas quejica, Anastasia! A pie no llegaremos nunca. ¡Yo cabalgo!
Lirio no pasaría por ser un pueblo normal sino fuera porque albergaba la fuente de la Juventud de Aerandir. La excéntrica familia Harrowmont había invertido en los últimos años miles de millones en excavaciones para dar con ella, después de haberla encontrado con la ayuda de Asher Daregan y varios profesores del Hekshold. Aquel poblado era, a día de hoy, una especie de resort Harrowmont al que nadie podía acercarse sin la previa autorización de la maestra cazadora.
-Será mejor que llamemos a algunos de los chicos del gremio. Quizás Jules o Annelise... - me di la vuelta y me dispuse a salir por la puerta. Pero Cassandra me tomó del brazo.
-No, Anastasia. - replicó la bruja. - Vayamos solas. Necesito discreción en esto, y... - agachó la cabeza. Venían uno de sus halagos que tanto le costaba admitir - ... tú eres en quien más confío. - Dijo rápido. Frunciendo el ceño, con fastidio. Por nuestra rivalidad, Cassandra siempre aparentaba repulsión hacia mi persona. Si bien sus sentimientos internos eran bien diferentes. Apreciaba aquel esfuerzo. Sonreí. - Sabes que en Lirio está la Fuente de la Eterna Juventud. De la cual soy guardiana. - Me mostró el enorme manijo de llaves de la fuente, del que nunca se separaba y cuyo acceso tenía una puerta mágica que únicamente se abría con las llaves de Cass. - Tengo muchos conocidos y mi padre ha invertido muchos aeros ahí. Nadie dejará zarpar un barco sin mi consentimiento o el suyo. Pero tenemos que ir rápido.
-Si no queda más remedio... - comenté sin demasiada ilusión por subir al jamelgo.
Y allá fuimos. Rumbo al pueblo a todo galope.
Off: Perdón por la largura del post >.< Quería explicar bien las motivaciones de Huri y su madre por aquí e introducir a los pjs.
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Re: El destino de los Harrowmont y de la Fuente de la Juventud [Minievento, SCA]
—Lástima que esté lloviendo —dijo Iyán con los ojos entrecerrados levantados hacia el cielo.
—¿Tú crees? —respondió Valeria con tono sarcástico mientras se reacomodaba la capucha de la capa.
—Lo digo por la estrella. Tenía la esperanza de verla antes de que pasara de largo.
—¿Demasiado ocupado en tus noches libres para mirar al cielo? —dijo la bruja dejando ver una mueca divertida bajo la sombra de la capucha.
—Se hace lo que se puede —respondió el hombre volviendo la vista hacia su acompañante y dedicándole un guiño y una sonrisa pícara.
Valeria dejó escapar una suave risa. Don Aburrido y doña Sosaina, como había apodado mentalmente a los dos brujos que los acompañaban desde el Hekshold, no daban ninguna señal de haber escuchado la conversación que se desarrollaba delante de ellos. Resultaba irónico que hiciera falta una escolta para viajar a un pueblo que se anunciaba como lugar de descanso y rejuvenecimiento, pero el pequeño grupo no había acudido a Lirio para relajarse, sino como recaderos de Lovelace. En realidad, Valeria era la recadera, los otros tres eran su escolta: dos brujos anodinos y un lobito chistoso con un espadón a la espalda casi tan grande como él. La bruja habría preferido ir ella sola, con tal de no llamar la atención, pero la catedrática no había querido ni oír hablar del tema. Aquellas muestras, insistió, eran demasiado importantes.
Lo interesante, en cualquier caso, era que por fin había puesto el pie en la famosa aldea. Había oído rumores acerca de ella en los últimos años. Lovelace le había confirmado algunos antes de enviarla allí, y le había desmentido muchos otros, pero Valeria sospechaba que no se lo había dicho todo. Tanto daba, ya tendría ocasión de enterarse. Sin ir más lejos, tal vez el tipo que los recibió a la entrada del pueblo fuera una buena fuente de información, por lo que la bruja le mostró su mejor sonrisa mientras le entregaba la carta de la maestra Lovelace.
—Los estábamos esperando, bienvenidos a Lirio —dijo el hombre doblando de nuevo la misiva que acababa de leer—. Me temo que no podrán acercarse a recoger esas muestras hasta la mañana, pero dispondrán de habitaciones para pasar la noche cómodamente.
—Perfecto —dijo Valeria rozando accidentalmente la mano que le tendía el sobre de vuelta—, tampoco es que tuviéramos intención de volver de noche y lloviendo, ¿verdad? —Tolmo asintió sonriente, don Aburrido y doña Sosaina permanecieron en su papel de estatua— ¿Algo interesante para hacer por aquí antes de la hora de acostarse? —En otras palabras, ¿cuánto tiempo tendría que esperar para salir a husmear por su cuenta?
—Se alojarán al otro lado del pueblo, junto al puerto, así que puedo ofrecerles un paseo turístico pasado por agua antes de la cena.
Bajando recatadamente la mirada, la bruja tomó el brazo que el caballero había puesto a su disposición y se dejó guiar por las calles de la aldea. Iyán Tolmo caminaba a su lado, balanceándose ligeramente hacia los lados al andar y observando con detalle sus alrededores. Los otros dos brujos de la Academia, permanecían detrás en silencio.
—Harrowmont's —leyó Iyán en voz alta al pasar junto a una de las posadas que se anunciaban a ambos lados del camino—: El trago rejuvenecedor. Entonces —añadió volviendo la vista hacia su guía—, ¿todo el pueblo pertenece a los Harrowmont? ¿Son una familia importante en la isla?
Valeria puso los ojos en blanco bajo la capucha de su capa mientras el hombre se deshacía en halagos hacia la familia que había sacado de su anonimato a la aldea y revitalizado la economía de la región. No se podía negar que los Harrowmont tenían visión de negocio; también disponían del dinero para materializar tal visión. Lo que cuestionaba la bruja era su falta de prudencia y sensatez. Se suponía que aquel lugar debía ser custodiado y estudiado y ellos lo habían convertido en un reclamo de curiosos. «Pero, claro, quién puede esperar discreción de Cassandra Harrowmont».
El cielo gris del atardecer se había oscurecido casi completamente para cuando llegaron al puerto y, gracias a la temprana intervención del licántropo, Valeria no había conseguido sacarle nada a aquel tipo que no tuviera que ver con la vida y milagros del a familia Harrowmont; una pena que no pudieran quedarse más tiempo y con mejor clima para disfrutar de todas las maravillas que habían implementado en el lugar. El grupo se despidió allí de su guía, pero aún permanecieron un tiempo observando el bamboleo de los barcos en el muelle.
—Creía que los brujos os regíais únicamente por vuestros méritos —comentó Tolmo pensativo—. No pensé que hubiera familias más importantes que otras.
—Es cierto que un brujo puede llegar tan lejos como dicte su propia capacidad —respondió Valeria—, pero nadie dijo que el punto de partida fuera el mismo.
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OFF: Con permiso de Sigel, me he traído a un amiguito del Hekshold. Confío en que se llevará a las mil maravillas con las maestras cazadoras, ya que comparten enemigo natural ^^
—¿Tú crees? —respondió Valeria con tono sarcástico mientras se reacomodaba la capucha de la capa.
—Lo digo por la estrella. Tenía la esperanza de verla antes de que pasara de largo.
—¿Demasiado ocupado en tus noches libres para mirar al cielo? —dijo la bruja dejando ver una mueca divertida bajo la sombra de la capucha.
—Se hace lo que se puede —respondió el hombre volviendo la vista hacia su acompañante y dedicándole un guiño y una sonrisa pícara.
Valeria dejó escapar una suave risa. Don Aburrido y doña Sosaina, como había apodado mentalmente a los dos brujos que los acompañaban desde el Hekshold, no daban ninguna señal de haber escuchado la conversación que se desarrollaba delante de ellos. Resultaba irónico que hiciera falta una escolta para viajar a un pueblo que se anunciaba como lugar de descanso y rejuvenecimiento, pero el pequeño grupo no había acudido a Lirio para relajarse, sino como recaderos de Lovelace. En realidad, Valeria era la recadera, los otros tres eran su escolta: dos brujos anodinos y un lobito chistoso con un espadón a la espalda casi tan grande como él. La bruja habría preferido ir ella sola, con tal de no llamar la atención, pero la catedrática no había querido ni oír hablar del tema. Aquellas muestras, insistió, eran demasiado importantes.
Lo interesante, en cualquier caso, era que por fin había puesto el pie en la famosa aldea. Había oído rumores acerca de ella en los últimos años. Lovelace le había confirmado algunos antes de enviarla allí, y le había desmentido muchos otros, pero Valeria sospechaba que no se lo había dicho todo. Tanto daba, ya tendría ocasión de enterarse. Sin ir más lejos, tal vez el tipo que los recibió a la entrada del pueblo fuera una buena fuente de información, por lo que la bruja le mostró su mejor sonrisa mientras le entregaba la carta de la maestra Lovelace.
—Los estábamos esperando, bienvenidos a Lirio —dijo el hombre doblando de nuevo la misiva que acababa de leer—. Me temo que no podrán acercarse a recoger esas muestras hasta la mañana, pero dispondrán de habitaciones para pasar la noche cómodamente.
—Perfecto —dijo Valeria rozando accidentalmente la mano que le tendía el sobre de vuelta—, tampoco es que tuviéramos intención de volver de noche y lloviendo, ¿verdad? —Tolmo asintió sonriente, don Aburrido y doña Sosaina permanecieron en su papel de estatua— ¿Algo interesante para hacer por aquí antes de la hora de acostarse? —En otras palabras, ¿cuánto tiempo tendría que esperar para salir a husmear por su cuenta?
—Se alojarán al otro lado del pueblo, junto al puerto, así que puedo ofrecerles un paseo turístico pasado por agua antes de la cena.
Bajando recatadamente la mirada, la bruja tomó el brazo que el caballero había puesto a su disposición y se dejó guiar por las calles de la aldea. Iyán Tolmo caminaba a su lado, balanceándose ligeramente hacia los lados al andar y observando con detalle sus alrededores. Los otros dos brujos de la Academia, permanecían detrás en silencio.
—Harrowmont's —leyó Iyán en voz alta al pasar junto a una de las posadas que se anunciaban a ambos lados del camino—: El trago rejuvenecedor. Entonces —añadió volviendo la vista hacia su guía—, ¿todo el pueblo pertenece a los Harrowmont? ¿Son una familia importante en la isla?
Valeria puso los ojos en blanco bajo la capucha de su capa mientras el hombre se deshacía en halagos hacia la familia que había sacado de su anonimato a la aldea y revitalizado la economía de la región. No se podía negar que los Harrowmont tenían visión de negocio; también disponían del dinero para materializar tal visión. Lo que cuestionaba la bruja era su falta de prudencia y sensatez. Se suponía que aquel lugar debía ser custodiado y estudiado y ellos lo habían convertido en un reclamo de curiosos. «Pero, claro, quién puede esperar discreción de Cassandra Harrowmont».
El cielo gris del atardecer se había oscurecido casi completamente para cuando llegaron al puerto y, gracias a la temprana intervención del licántropo, Valeria no había conseguido sacarle nada a aquel tipo que no tuviera que ver con la vida y milagros del a familia Harrowmont; una pena que no pudieran quedarse más tiempo y con mejor clima para disfrutar de todas las maravillas que habían implementado en el lugar. El grupo se despidió allí de su guía, pero aún permanecieron un tiempo observando el bamboleo de los barcos en el muelle.
—Creía que los brujos os regíais únicamente por vuestros méritos —comentó Tolmo pensativo—. No pensé que hubiera familias más importantes que otras.
—Es cierto que un brujo puede llegar tan lejos como dicte su propia capacidad —respondió Valeria—, pero nadie dijo que el punto de partida fuera el mismo.
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OFF: Con permiso de Sigel, me he traído a un amiguito del Hekshold. Confío en que se llevará a las mil maravillas con las maestras cazadoras, ya que comparten enemigo natural ^^
Reike
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Re: El destino de los Harrowmont y de la Fuente de la Juventud [Minievento, SCA]
Cassandra galopaba grácil cual gacela. Era increíble ver cómo dominaba aquel rocín del color de la nieve. Una criatura hermosa, grande y esplendorosa como todo lo que la propia bruja siempre quiso representar en sí misma.
En cuanto a la búsqueda de Milton, llevábamos un buen tiempo en Lirio y habíamos revisado los muelles. No había ningún barco que tuviera aspecto de cruzar el continente. Por tanto, ¿cómo o con quién se iba a ir? Cassandra cada vez parecía más preocupada y su rostro mostraba más y más incertidumbre.
-¡No lo encontraremos! – comentaba preocupada la hermana. - ¿Y si se ha ido y no vuelve? ¿Y si sólo nos trajo aquí para despistarnos y en realidad ha ido al otro extremo de la isla? – comentó la bruja claramente angustiada, tendiendo la vista atrás, hacia mí, agarrada a su cintura.
Su preocupación era comprensible. Pero entrar en pánico no solucionaría nada. - No digas tonterías, Cass. – Lo cierto es que no sabía muy bien donde buscar. – Quizás podríamos preguntar en la taberna si alguien lo ha visto. ¿Es ahí dónde iban a mirar tus padres, no?
Aunque quería resolver el problema con la mayor discreción posible, la bruja aprobó con buenos ojos preguntar en los lugares más frecuentados del pueblo. Y si algo pasaba en los pueblos pequeños, por narices tenía que pasar por las barbas del tabernero del pueblo. Así, sin devolverme la respuesta espoleó a su caballo y corrimos hacia el Trago Rejuvenecedor. Justo al lado del puerto. Una posada que, además, era propiedad suya. Por lo que no le pondrían dificultades en proporcionar información.
No había nadie en la calle aquella noche lluviosa, pero la silueta de varias personas juntas, viniendo hacia el puerto, nos llamó la atención. - ¡Mira! ¿Estará Milton en ese grupo? – La silueta de unos chicos nos hizo fijarnos en ellos con la esperanza de que fuera el hermano de Cass. Pero rápidamente descubrimos que no era así. - No. Es Tolmo. Y... - entrecerró la vista. - ¡Ogh, por los dioses! Esa dichosa petarda de Reike. - musitó con relativo desprecio cuando perdió la falsa ilusión de ver a su hermano en el grupo. Durante el breve tiempo que pasamos a su lado, la bruja ni siquiera hizo ademán de saludar a su compañera. Es más, le envió una mirada fulminante, como si su presencia la hubiese molestado. Mostrando absoluta indiferencia hacia el hecho de encontrarse con una compañera en unas horas extrañas y en un lugar inusual.
Cassandra se paró en la taberna. Llegó a la puerta, se bajó del caballo, amarró al rocín a un poste y se encaminó hacia la posada. Ignorando por completo a la bruja. – Espera aquí a ver si lo ves pasar, voy a preguntar dentro. – Me dijo aún con el gesto torcido. Miré al interior, parecía verme a James y Cecilia Harrowmont en el interior. Dejé a Cass que se reuniera con sus padres. Yo me volví hacia el grupo de Reike y Tolmo, de nuevo.
A Cassandra ya le caía mal Valeria desde el colegio. Pero allí hacía lo mismo con todos los que no estuvieran en su clase social. Ahora, la odiaba aún más. Eran “compañeras” en la casa Hartem y eso no era algo que sentara bien a la bruja, ya que ni quería nadie que le hiciese sombra, ni consideraba que alguien de clase social inferior tuviero derechos para pertenecer a Hartem. “Su sangre”. Y es que Cassandra era hija de Cecilia Hartem, hermana de Thundermaul. Lo que la convertía en sobrina del catedrático. Era su protegida y tenía especial peso dentro del departamento. Llevarse mal con ella, por insoportable que fuera, era un suicidio. Ya había hundido a varios compañeros. Y Valeria estaba en su punto de mira. Edna era quien quizás tuviese mejor trato con Cass.
Por mi parte, pertenecía a los Axhol. Aislada en mi soledad, sí había compartido alguna experiencia o trabajo durante mis estudios con Reike. No es que fuéramos íntimas amigas, pero nos llevábamos bien y teníamos cierto respeto mutuo. Me acerqué cordialmente a su grupo. Recordaba algunas de las caras. Los había cruzado en el Hekshold, aunque por mi carácter no acostumbraba a relacionarme con nadie.
-Tolmo, Valeria, buenas noches. ¿Qué os trae por aquí? –saludé con amabilidad, pero seria, casi sin entonar. Era mi carácter. Me fijé en ella, hacía más tiempo que no la veía. – A él lo encuentro de vez en cuando… - le eché una sonrisilla tímida al licántropo, a fin de cuentas, ayudaba al gremio de manera regular. – Pero a ti… Debe ser la primera vez en años que te encuentro fuera del Hekshold. – Comenté. Valeria en lo personal, quizás no me hubiese visto nunca con el “equipamiento de guerra”. Yo al menos a ella no la recordaba “de calle”. - ¿Lleváis mucho tiempo por Lirio? Nosotras estamos resolviendo… - miré a la posada, para asegurarme de que Cass no me escuchaba. Luego a la bruja. – … Un pequeño asunto. El hermano de Cass, Milton. ¿Te acuerdas de él? – Iba tres o cuatro cursos por debajo. Pero no creía que el niñato mimado, consentido y abusón fuera desconocido para ella. – Se ha… - ¿Desaparecido? ¡Ugh! No, no. Eso era demasiado fuerte. - … Perdido. – carraspeé. - Por casualidad, ¿No os habréis cruzado con él? O con alguien “sospechoso”, por el pueblo o cerca.
Me crucé de brazos aguardando su respuesta. Me mostraba tranquila. Pero nuestra llegada evidenciaba nerviosismo. La silueta de la impulsiva de Cass haciendo gestos y sus padres tratando de calmarla a través de las luces de la ventana, evidenciaba que ninguno de ellos tenía evidencia alguna.
La situación era más grave de lo que parecía.
En cuanto a la búsqueda de Milton, llevábamos un buen tiempo en Lirio y habíamos revisado los muelles. No había ningún barco que tuviera aspecto de cruzar el continente. Por tanto, ¿cómo o con quién se iba a ir? Cassandra cada vez parecía más preocupada y su rostro mostraba más y más incertidumbre.
-¡No lo encontraremos! – comentaba preocupada la hermana. - ¿Y si se ha ido y no vuelve? ¿Y si sólo nos trajo aquí para despistarnos y en realidad ha ido al otro extremo de la isla? – comentó la bruja claramente angustiada, tendiendo la vista atrás, hacia mí, agarrada a su cintura.
Su preocupación era comprensible. Pero entrar en pánico no solucionaría nada. - No digas tonterías, Cass. – Lo cierto es que no sabía muy bien donde buscar. – Quizás podríamos preguntar en la taberna si alguien lo ha visto. ¿Es ahí dónde iban a mirar tus padres, no?
Aunque quería resolver el problema con la mayor discreción posible, la bruja aprobó con buenos ojos preguntar en los lugares más frecuentados del pueblo. Y si algo pasaba en los pueblos pequeños, por narices tenía que pasar por las barbas del tabernero del pueblo. Así, sin devolverme la respuesta espoleó a su caballo y corrimos hacia el Trago Rejuvenecedor. Justo al lado del puerto. Una posada que, además, era propiedad suya. Por lo que no le pondrían dificultades en proporcionar información.
No había nadie en la calle aquella noche lluviosa, pero la silueta de varias personas juntas, viniendo hacia el puerto, nos llamó la atención. - ¡Mira! ¿Estará Milton en ese grupo? – La silueta de unos chicos nos hizo fijarnos en ellos con la esperanza de que fuera el hermano de Cass. Pero rápidamente descubrimos que no era así. - No. Es Tolmo. Y... - entrecerró la vista. - ¡Ogh, por los dioses! Esa dichosa petarda de Reike. - musitó con relativo desprecio cuando perdió la falsa ilusión de ver a su hermano en el grupo. Durante el breve tiempo que pasamos a su lado, la bruja ni siquiera hizo ademán de saludar a su compañera. Es más, le envió una mirada fulminante, como si su presencia la hubiese molestado. Mostrando absoluta indiferencia hacia el hecho de encontrarse con una compañera en unas horas extrañas y en un lugar inusual.
Cassandra se paró en la taberna. Llegó a la puerta, se bajó del caballo, amarró al rocín a un poste y se encaminó hacia la posada. Ignorando por completo a la bruja. – Espera aquí a ver si lo ves pasar, voy a preguntar dentro. – Me dijo aún con el gesto torcido. Miré al interior, parecía verme a James y Cecilia Harrowmont en el interior. Dejé a Cass que se reuniera con sus padres. Yo me volví hacia el grupo de Reike y Tolmo, de nuevo.
A Cassandra ya le caía mal Valeria desde el colegio. Pero allí hacía lo mismo con todos los que no estuvieran en su clase social. Ahora, la odiaba aún más. Eran “compañeras” en la casa Hartem y eso no era algo que sentara bien a la bruja, ya que ni quería nadie que le hiciese sombra, ni consideraba que alguien de clase social inferior tuviero derechos para pertenecer a Hartem. “Su sangre”. Y es que Cassandra era hija de Cecilia Hartem, hermana de Thundermaul. Lo que la convertía en sobrina del catedrático. Era su protegida y tenía especial peso dentro del departamento. Llevarse mal con ella, por insoportable que fuera, era un suicidio. Ya había hundido a varios compañeros. Y Valeria estaba en su punto de mira. Edna era quien quizás tuviese mejor trato con Cass.
Por mi parte, pertenecía a los Axhol. Aislada en mi soledad, sí había compartido alguna experiencia o trabajo durante mis estudios con Reike. No es que fuéramos íntimas amigas, pero nos llevábamos bien y teníamos cierto respeto mutuo. Me acerqué cordialmente a su grupo. Recordaba algunas de las caras. Los había cruzado en el Hekshold, aunque por mi carácter no acostumbraba a relacionarme con nadie.
-Tolmo, Valeria, buenas noches. ¿Qué os trae por aquí? –saludé con amabilidad, pero seria, casi sin entonar. Era mi carácter. Me fijé en ella, hacía más tiempo que no la veía. – A él lo encuentro de vez en cuando… - le eché una sonrisilla tímida al licántropo, a fin de cuentas, ayudaba al gremio de manera regular. – Pero a ti… Debe ser la primera vez en años que te encuentro fuera del Hekshold. – Comenté. Valeria en lo personal, quizás no me hubiese visto nunca con el “equipamiento de guerra”. Yo al menos a ella no la recordaba “de calle”. - ¿Lleváis mucho tiempo por Lirio? Nosotras estamos resolviendo… - miré a la posada, para asegurarme de que Cass no me escuchaba. Luego a la bruja. – … Un pequeño asunto. El hermano de Cass, Milton. ¿Te acuerdas de él? – Iba tres o cuatro cursos por debajo. Pero no creía que el niñato mimado, consentido y abusón fuera desconocido para ella. – Se ha… - ¿Desaparecido? ¡Ugh! No, no. Eso era demasiado fuerte. - … Perdido. – carraspeé. - Por casualidad, ¿No os habréis cruzado con él? O con alguien “sospechoso”, por el pueblo o cerca.
Me crucé de brazos aguardando su respuesta. Me mostraba tranquila. Pero nuestra llegada evidenciaba nerviosismo. La silueta de la impulsiva de Cass haciendo gestos y sus padres tratando de calmarla a través de las luces de la ventana, evidenciaba que ninguno de ellos tenía evidencia alguna.
La situación era más grave de lo que parecía.
Anastasia Boisson
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Re: El destino de los Harrowmont y de la Fuente de la Juventud [Minievento, SCA]
Mientras hablaban, dos caballos atravesaron el camino junto a ellos. Valeria ni siquiera había prestado atención a los jinetes hasta que su acompañante abrió la boca.
—Vaya —murmuró— si las miradas matasen…
Fue entonces cuando la bruja alzó la vista y vio de quién se trataba: el orgullo de los Harrowmont en persona. Por un memento, se preguntó si la mujer habría acudido corriendo a Lirio al descubrir a quién había enviado Lovegood a por las muestras con el único propósito de impedirle la entrada. No era una idea tan descabellada, en realidad, pues se la tenía jurada desde su admisión en la academia, hacía cerca de quince años.
Tampoco es que Valeria hubiese hecho algún esfuerzo por fomentar una mejor relación. Es más, se había tomado la libertad de cobrarse alguna que otra afrenta en el pasado. Pero, aunque le constaba que la cazadora sospechaba fuertemente de la implicación de la ratita de Beltrexus, la versión oficial de los hechos siempre sería: “No sé de qué me hablas”.
El hecho de que el otro jinete fuera su compañera cazadora, sin embargo, le llevó a pensar que el encuentro debía ser casual y que la llegada de ambas mujeres se debía a algún otro asunto. La aversión de Anastasia Boisón por los animales era notoria y mucho tendría que haber cambiado para que accediera a subirse a lomos de un caballo en una noche como aquella sólo para jugarle una mala pasada a una compañera.
Mientras que la simpática de Cassandra se metía en la taberna sin mostrar el más leve signo de reconocimiento, Anastasia sí se molestó en acercarse al grupo después de bajar del caballo. Valeria la observó con atención, aunque no tanta como la que le prestó Iyán. La bruja resultaba aún más imponente pertrechada para el camino que con las túnicas propias de los pasillos y aulas del Hekshold.
—Anastasia, hola —saludó Valeria mientras Tolmo correspondía a la sonrisa de la recién llegada con otra más descarada, una leve inclinación de cabeza y un guiño—. Cierto —añadió haciendo memoria ante el comentario de la cazadora—, no recuerdo que nos hayamos encontrado “de pantalones” antes.
—Una pena —murmuró el licántropo con aire distraído—. ¿Qué? —dijo alzando de nuevo la vista— Era un cumplido.
—Anastasia —continuó Val sin más concesiones a aquella interrupción que una media sonrisa divertida—, estos son Ab… er… —Al darse cuenta de que no recordaba los verdaderos nombres de sus acompañantes, la bruja fingió una carraspera repentina.
—Oliver y Tatiana —finalizó automáticamente Tolmo, que sabía ser útil cuando no andaba persiguiendo faldas… o pantalones, al parecer—. Chicos, la Maestra Boisón. —Don Aburrido y Doña Sosaina correspondieron a la presentación con una respetuosa inclinación de cabeza— Acabamos de llegar —explicó el lobo solícito—. Nos envía la Maestra Lovelace a recoger algunas muestras de los alrededores de la fuente para sus investigaciones. Bueno, a Reike que es la que entiende algo de alquimia. Los demás estamos de guardaespaldas. ¿Vosotras? —preguntó a su vez, señalando la taberna con un gesto de la cabeza.
La respuesta de la maestra cazadora no se hizo esperar, aunque llegase algo entrecortada. Parecía luchar consigo misma por dar con las palabras adecuadas. Cuando Valeria escuchó de qué se trataba, comprendió enseguida el apuro: seguro que a Cassandra no le haría ninguna gracia.
—¿Miltón? —preguntó también en voz baja, dirigiendo otra mirada de soslayo hacia la taberna—. Creía que estaba… —hizo un gesto con la mano enfrente de su cuello, simulando un corte. Hacía tanto tiempo que no se hablaba del chico que casi se había dado por su puesto.
—Yo ni siquiera sabía que tuviese un hermano —aportó Iyán con un encogimiento de hombros.
—Nos hemos cruzado con algunas personas por el camino y desde que llegamos, pero nadie que pareciese perdido —continuó Valeria sin terminar de comprender cómo podía perderse alguien en su propio pueblo—. A decir verdad, hace tanto que no lo veo que no sé si lo reconocería si me lo encontrara. En cuanto a gente sospechosa, bueno, supongo que de habernos topado con alguien así, aquí mis compañeros —había vuelto a olvidarse de sus nombres— habrían tenido algo que decir al respecto. ¿Por qué preguntas por gente sospechosa? ¿Crees que alguien puede haberlo secuestrado?
La pregunta era más por educación que otra cosa. Saltaba a la vista que allí había más de lo que Anastasia se atrevía a revelar. ¿Por qué, si no, iba a movilizarse toda la familia, en lugar de acudir a unas autoridades que estarían más que encantadas de lamerle el culo a un Harrowmont?
—Si podemos ayudar en algo —ofreció Tolmo en el acto, con un gesto serio que pocas veces asomaba a su rostro—, no tenéis más que decirlo.
Aburrido y Sosaina asintieron al unísono, Valeria también, pero por puro compromiso. Dudaba que Cassandra quisiera su ayuda precisamente.[/color]
—Vaya —murmuró— si las miradas matasen…
Fue entonces cuando la bruja alzó la vista y vio de quién se trataba: el orgullo de los Harrowmont en persona. Por un memento, se preguntó si la mujer habría acudido corriendo a Lirio al descubrir a quién había enviado Lovegood a por las muestras con el único propósito de impedirle la entrada. No era una idea tan descabellada, en realidad, pues se la tenía jurada desde su admisión en la academia, hacía cerca de quince años.
Tampoco es que Valeria hubiese hecho algún esfuerzo por fomentar una mejor relación. Es más, se había tomado la libertad de cobrarse alguna que otra afrenta en el pasado. Pero, aunque le constaba que la cazadora sospechaba fuertemente de la implicación de la ratita de Beltrexus, la versión oficial de los hechos siempre sería: “No sé de qué me hablas”.
El hecho de que el otro jinete fuera su compañera cazadora, sin embargo, le llevó a pensar que el encuentro debía ser casual y que la llegada de ambas mujeres se debía a algún otro asunto. La aversión de Anastasia Boisón por los animales era notoria y mucho tendría que haber cambiado para que accediera a subirse a lomos de un caballo en una noche como aquella sólo para jugarle una mala pasada a una compañera.
Mientras que la simpática de Cassandra se metía en la taberna sin mostrar el más leve signo de reconocimiento, Anastasia sí se molestó en acercarse al grupo después de bajar del caballo. Valeria la observó con atención, aunque no tanta como la que le prestó Iyán. La bruja resultaba aún más imponente pertrechada para el camino que con las túnicas propias de los pasillos y aulas del Hekshold.
—Anastasia, hola —saludó Valeria mientras Tolmo correspondía a la sonrisa de la recién llegada con otra más descarada, una leve inclinación de cabeza y un guiño—. Cierto —añadió haciendo memoria ante el comentario de la cazadora—, no recuerdo que nos hayamos encontrado “de pantalones” antes.
—Una pena —murmuró el licántropo con aire distraído—. ¿Qué? —dijo alzando de nuevo la vista— Era un cumplido.
—Anastasia —continuó Val sin más concesiones a aquella interrupción que una media sonrisa divertida—, estos son Ab… er… —Al darse cuenta de que no recordaba los verdaderos nombres de sus acompañantes, la bruja fingió una carraspera repentina.
—Oliver y Tatiana —finalizó automáticamente Tolmo, que sabía ser útil cuando no andaba persiguiendo faldas… o pantalones, al parecer—. Chicos, la Maestra Boisón. —Don Aburrido y Doña Sosaina correspondieron a la presentación con una respetuosa inclinación de cabeza— Acabamos de llegar —explicó el lobo solícito—. Nos envía la Maestra Lovelace a recoger algunas muestras de los alrededores de la fuente para sus investigaciones. Bueno, a Reike que es la que entiende algo de alquimia. Los demás estamos de guardaespaldas. ¿Vosotras? —preguntó a su vez, señalando la taberna con un gesto de la cabeza.
La respuesta de la maestra cazadora no se hizo esperar, aunque llegase algo entrecortada. Parecía luchar consigo misma por dar con las palabras adecuadas. Cuando Valeria escuchó de qué se trataba, comprendió enseguida el apuro: seguro que a Cassandra no le haría ninguna gracia.
—¿Miltón? —preguntó también en voz baja, dirigiendo otra mirada de soslayo hacia la taberna—. Creía que estaba… —hizo un gesto con la mano enfrente de su cuello, simulando un corte. Hacía tanto tiempo que no se hablaba del chico que casi se había dado por su puesto.
—Yo ni siquiera sabía que tuviese un hermano —aportó Iyán con un encogimiento de hombros.
—Nos hemos cruzado con algunas personas por el camino y desde que llegamos, pero nadie que pareciese perdido —continuó Valeria sin terminar de comprender cómo podía perderse alguien en su propio pueblo—. A decir verdad, hace tanto que no lo veo que no sé si lo reconocería si me lo encontrara. En cuanto a gente sospechosa, bueno, supongo que de habernos topado con alguien así, aquí mis compañeros —había vuelto a olvidarse de sus nombres— habrían tenido algo que decir al respecto. ¿Por qué preguntas por gente sospechosa? ¿Crees que alguien puede haberlo secuestrado?
La pregunta era más por educación que otra cosa. Saltaba a la vista que allí había más de lo que Anastasia se atrevía a revelar. ¿Por qué, si no, iba a movilizarse toda la familia, en lugar de acudir a unas autoridades que estarían más que encantadas de lamerle el culo a un Harrowmont?
—Si podemos ayudar en algo —ofreció Tolmo en el acto, con un gesto serio que pocas veces asomaba a su rostro—, no tenéis más que decirlo.
Aburrido y Sosaina asintieron al unísono, Valeria también, pero por puro compromiso. Dudaba que Cassandra quisiera su ayuda precisamente.[/color]
Reike
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Re: El destino de los Harrowmont y de la Fuente de la Juventud [Minievento, SCA]
-Esta es mi indumentaria habitual. – le contesté llevándome la mano al pecho y jugueteando con el rubí de centinela. – Sabes que odio las faldas. Sólo las cuando me toca uno de esos… - miré hacia otro lado y suspiré, mostrando un rostro vago. - … aburridos, compromisos de ricos. – Sí. Compromisos de gente con dinero.
Fue entonces cuando Tolmo soltó uno de sus jocosos comentarios con los que conseguía que pusiera los ojos en blanco. Creo que el lobo se llevaría bien con Jules. Reike ni siquiera sabía cómo se llamaban los alumnos. Así que me quedé mirándolos, esperando que Tolmo me los presentara.
-Ya veo. – repliqué, observando a los susodichos de arriba abajo, con ciertos aires de grandeza y sin dejar de jugar con el collar. Luego giré el cuello despacio hacia Tolmo, que rápidamente me explicó los propósitos del grupo allí. - Muestras de la fuente… - repetí, seria. Lo de venir de noche había sido una buena idea, pero habían tenido mala suerte y su guardiana estaba allí. ¡Qué ilusos! – ¿Y cómo pensabais entrar? ¿De verdad creéis que Cassandra os permitirá acceder? – Pregunté mirando a Valeria. Rápidamente me di cuenta de que era una pregunta oficiosa y sin respuesta. – Vale, vale. No me digáis nada. Cassandra es mi amiga. No quiero saber nada de esto. – Me costaría negarle a Cassandra que no sabía que se habían colado en “su” fuente.
Pero la conversación pronto cambió de deriva y Reike mostró su preocupación por Milton. Para ella fue toda una noticia enterarse de que años después seguía vivo.
-¿Secuestrado? No creo. – expliqué. – Nadie puede entrar en la mansión Harrowmont con la seguridad que tiene y que nadie se entere. – me tomé una pausa, mirando al suelo. – Más bien creemos que se ha ido por su propio pie.
Cass salió entonces con un evidente rostro de preocupación. Pero caminando con firmeza. Mostrando toda su entereza y moviendo airadamente los brazos al andar. No parecía agradarle nada que estuviera hablando con el grupo de Valeria. No hacía más que criticarla constantemente cada vez que se acordaba de que existía.
-No. No podéis ayudar en nada. – dijo desde la distancia, interrumpiendo nuestra conversación. Se puso a mi lado y al de Reike, a la cual miró por encima del hombro. Cassandra era una señora mujer de casi dos metros de altura, mientras que Reike era bastante más bajita. Le envió una mirada de absoluto desprecio. – Deja de cotillear y métete en tus asuntos, Reike. - Olfateó el ambiente, como si lo hiciera a Reike. - Y a ver si empiezas a tener un poquito de gusto para vestir. – Cassandra no perdía el tiempo que por su condición social no pintaba nada en la casa más tradicional del Hekshold. Y no es que Reike vistiera mal, pero desde luego no vestía prendas ni joyas Bvltrexari que acostumbraba a usar ella. Luego se giró hacia mí. – Anastasia, está pasando algo en Lirio. ¿Escuchas todos esos asnos rebuznar en la noche? Mi padre me acaba de decir que alguien ha estado convirtiendo a la gente que estaba por la calle en burros. – Puse una mueca de extrañeza. En serio, ¿qué clase de pirado se divierte haciendo eso?
-Entonces será difícil dar con Milton. – Su hermana me envió una mirada inquisitiva. Juro que no había ido con segundas, aunque la comparación no pudo ser más acertada. – Quiero decir, si él ha sido uno de los desafortunados transformados, será difícil encontrarlo. – me excusé.
-Creo que la situación es más grave de lo que parece. Y toda ayuda que podamos recibir será poca. – Ahora era James, el padre de Cassandra y presidente de todo el "imperio Harrowmont", quien irrumpió en escena del brazo de su preocupada esposa. Con su enigmático bastón que utilizaba como complemento y espada camuflada. Nunca como apoyo. A diferencia de su hija malcriada, él era un caballero que reverenció a los presentes con su sombrero. – Por supuesto que mi familia acepta vuestra cortés ayuda, maestra Reike, Tolmo. – Cass bufó con fastidio y su padre la reprendió. – Es necesario, Cassie, no les has contado todo. – La tomó del hombro, con cariño, para tranquilizarla. Miró para nosotros. – Han asaltado la fuente de la juventud, de la que mi hija es guardiana. La mayoría de los asnos que escucháis, son guardianes. Dentro hay más. – señaló hacia el interior de la instalación. Sí. Se oían rebuznos. - La fuente de la juventud es una instalación excepcional. Única en el mundo. Casi tanto como tu rubí, Anastasia... - comentó señalando a mi pecho. -
-Más que su rubí... - aportó Cass con una mirada de odio hacia mí. Como siempre. Tenía que compararse conmigo. Su padre la ignoró. Yo también.
-El nivel de éter de la fuente es único. Y las propiedades del agua, en las manos equivocadas, podrían causar un gran daño al mundo. Por tanto, es preciso mantener un complejo de máxima seguridad. Inaccesible. Y para asegurar su protección, existen entradas secretas que sólo Cassie, Cecilia y yo conocemos. - continuó el padre de familia.
-Permitidme preguntar entonces, Lord Harrowmont, si hay tanta seguridad, ¿cómo han entrado? – pregunté, cruzándome de brazos, con el rostro serio.
-Los ha tenido que ayudar Milt. Desde casa tiene acceso a los planos. – dijo Cecilia, secándose los lagrimones. – Pero no sé por qué ni a quién está ayudando. Hemos enviado una lechuza mensaje a Beltrexus pidiendo ayuda de la guardia, pero no nos han contestado*. Aquí ya veis el panorama. No podemos hacerlo solos, Vale, Anie, ayudadnos. – Continuaba la señora Harrowmont, como siempre más buena e inocente, llamando a la gente por diminutivos cariñosos. – Encuéntralo, James, por favor. ¡Esto ha pasado por nuestra culpa! – Y se echó en el pecho de su marido.
¿Culpa de los Harrowmont? Parece que incluso los más ricos, con sus vidas aparentemente perfectas, tenían sus sombras. Miré a Cassandra, ella también hacía esfuerzos por no derrumbarse, mordiendose los labios. Era raro que los Harrowmont pidieran auxilio tan desesperadamente a nadie, aún dejando vencer a su orgullo. Estaba algo que había algo más que sólo ellos tres sabían, y que a mí no me habían dicho. Y Cassandra sentía un enorme sentimiento de culpa, pero a la vez, parecía mostrar repulsa hacia sus padres. Lo había notado desde que vino corriendo a mi despacho, pero aún no había sido capaz de decírmelo. Tendría que sacárselo cuando estuviéramos solas. La tomé del brazo, tratando de tranquilizarla.
Pero la tensái de tierra estaba encendida. Se dejó acariciar, por muy fría que aparentase ser, siempre se dejaba tranquilizar por mí, pero agachó la vista y entrecerró los ojos.
-Anastasia, tengo la llave maestra de los pasadizos secretos. Por el desagüe del embarcadero está la entrada más rápida. La mar está fuerte, pero está pensado para acceder creando yo misma una plataforma de tierra. – comentó, mirándome a los ojos. – Voy a darle una lección a esos asaltadores. Papá, quédate con mamá. Anastasia, Tolmo y los novatos, conmigo. - Y se dio la vuelta y comenzó a caminar. Los dos chicos la siguieron, sabían que llevarse mal con Cass era sinónimo de tener problemas.
-¿Y Valeria? - pregunté, seria, caminando a su lado.
-Ay, mira tía, de verdad, ¿que es que no me escuchas cuando hablo o qué?. - Respondió con su voz de pija, sin dejar de caminar como una diva. Debió de incluirla en el grupo de los novatos.
Miré atrás para ver que todos venían y pude observar que el padre y la madre Harrowmont desaparecieron misteriosamente. Pero no dije nada. ¿Iban a entrar por su cuenta? Nos dirigimos a la zona. Quizás aquella fuese una buena noche para que Cass ganara algo de aprecio por la bruja. Pero estando nerviosa, su ironía aumentaba.
*Off: Alusión al tema de Asedio del Hombre Muerto a Beltrexus. En este punto las noticias del ataque aún no deberían llegar al grupo.
Fue entonces cuando Tolmo soltó uno de sus jocosos comentarios con los que conseguía que pusiera los ojos en blanco. Creo que el lobo se llevaría bien con Jules. Reike ni siquiera sabía cómo se llamaban los alumnos. Así que me quedé mirándolos, esperando que Tolmo me los presentara.
-Ya veo. – repliqué, observando a los susodichos de arriba abajo, con ciertos aires de grandeza y sin dejar de jugar con el collar. Luego giré el cuello despacio hacia Tolmo, que rápidamente me explicó los propósitos del grupo allí. - Muestras de la fuente… - repetí, seria. Lo de venir de noche había sido una buena idea, pero habían tenido mala suerte y su guardiana estaba allí. ¡Qué ilusos! – ¿Y cómo pensabais entrar? ¿De verdad creéis que Cassandra os permitirá acceder? – Pregunté mirando a Valeria. Rápidamente me di cuenta de que era una pregunta oficiosa y sin respuesta. – Vale, vale. No me digáis nada. Cassandra es mi amiga. No quiero saber nada de esto. – Me costaría negarle a Cassandra que no sabía que se habían colado en “su” fuente.
Pero la conversación pronto cambió de deriva y Reike mostró su preocupación por Milton. Para ella fue toda una noticia enterarse de que años después seguía vivo.
-¿Secuestrado? No creo. – expliqué. – Nadie puede entrar en la mansión Harrowmont con la seguridad que tiene y que nadie se entere. – me tomé una pausa, mirando al suelo. – Más bien creemos que se ha ido por su propio pie.
Cass salió entonces con un evidente rostro de preocupación. Pero caminando con firmeza. Mostrando toda su entereza y moviendo airadamente los brazos al andar. No parecía agradarle nada que estuviera hablando con el grupo de Valeria. No hacía más que criticarla constantemente cada vez que se acordaba de que existía.
-No. No podéis ayudar en nada. – dijo desde la distancia, interrumpiendo nuestra conversación. Se puso a mi lado y al de Reike, a la cual miró por encima del hombro. Cassandra era una señora mujer de casi dos metros de altura, mientras que Reike era bastante más bajita. Le envió una mirada de absoluto desprecio. – Deja de cotillear y métete en tus asuntos, Reike. - Olfateó el ambiente, como si lo hiciera a Reike. - Y a ver si empiezas a tener un poquito de gusto para vestir. – Cassandra no perdía el tiempo que por su condición social no pintaba nada en la casa más tradicional del Hekshold. Y no es que Reike vistiera mal, pero desde luego no vestía prendas ni joyas Bvltrexari que acostumbraba a usar ella. Luego se giró hacia mí. – Anastasia, está pasando algo en Lirio. ¿Escuchas todos esos asnos rebuznar en la noche? Mi padre me acaba de decir que alguien ha estado convirtiendo a la gente que estaba por la calle en burros. – Puse una mueca de extrañeza. En serio, ¿qué clase de pirado se divierte haciendo eso?
-Entonces será difícil dar con Milton. – Su hermana me envió una mirada inquisitiva. Juro que no había ido con segundas, aunque la comparación no pudo ser más acertada. – Quiero decir, si él ha sido uno de los desafortunados transformados, será difícil encontrarlo. – me excusé.
-Creo que la situación es más grave de lo que parece. Y toda ayuda que podamos recibir será poca. – Ahora era James, el padre de Cassandra y presidente de todo el "imperio Harrowmont", quien irrumpió en escena del brazo de su preocupada esposa. Con su enigmático bastón que utilizaba como complemento y espada camuflada. Nunca como apoyo. A diferencia de su hija malcriada, él era un caballero que reverenció a los presentes con su sombrero. – Por supuesto que mi familia acepta vuestra cortés ayuda, maestra Reike, Tolmo. – Cass bufó con fastidio y su padre la reprendió. – Es necesario, Cassie, no les has contado todo. – La tomó del hombro, con cariño, para tranquilizarla. Miró para nosotros. – Han asaltado la fuente de la juventud, de la que mi hija es guardiana. La mayoría de los asnos que escucháis, son guardianes. Dentro hay más. – señaló hacia el interior de la instalación. Sí. Se oían rebuznos. - La fuente de la juventud es una instalación excepcional. Única en el mundo. Casi tanto como tu rubí, Anastasia... - comentó señalando a mi pecho. -
-Más que su rubí... - aportó Cass con una mirada de odio hacia mí. Como siempre. Tenía que compararse conmigo. Su padre la ignoró. Yo también.
-El nivel de éter de la fuente es único. Y las propiedades del agua, en las manos equivocadas, podrían causar un gran daño al mundo. Por tanto, es preciso mantener un complejo de máxima seguridad. Inaccesible. Y para asegurar su protección, existen entradas secretas que sólo Cassie, Cecilia y yo conocemos. - continuó el padre de familia.
-Permitidme preguntar entonces, Lord Harrowmont, si hay tanta seguridad, ¿cómo han entrado? – pregunté, cruzándome de brazos, con el rostro serio.
-Los ha tenido que ayudar Milt. Desde casa tiene acceso a los planos. – dijo Cecilia, secándose los lagrimones. – Pero no sé por qué ni a quién está ayudando. Hemos enviado una lechuza mensaje a Beltrexus pidiendo ayuda de la guardia, pero no nos han contestado*. Aquí ya veis el panorama. No podemos hacerlo solos, Vale, Anie, ayudadnos. – Continuaba la señora Harrowmont, como siempre más buena e inocente, llamando a la gente por diminutivos cariñosos. – Encuéntralo, James, por favor. ¡Esto ha pasado por nuestra culpa! – Y se echó en el pecho de su marido.
- James y Cecilia Harrowmont:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
¿Culpa de los Harrowmont? Parece que incluso los más ricos, con sus vidas aparentemente perfectas, tenían sus sombras. Miré a Cassandra, ella también hacía esfuerzos por no derrumbarse, mordiendose los labios. Era raro que los Harrowmont pidieran auxilio tan desesperadamente a nadie, aún dejando vencer a su orgullo. Estaba algo que había algo más que sólo ellos tres sabían, y que a mí no me habían dicho. Y Cassandra sentía un enorme sentimiento de culpa, pero a la vez, parecía mostrar repulsa hacia sus padres. Lo había notado desde que vino corriendo a mi despacho, pero aún no había sido capaz de decírmelo. Tendría que sacárselo cuando estuviéramos solas. La tomé del brazo, tratando de tranquilizarla.
Pero la tensái de tierra estaba encendida. Se dejó acariciar, por muy fría que aparentase ser, siempre se dejaba tranquilizar por mí, pero agachó la vista y entrecerró los ojos.
-Anastasia, tengo la llave maestra de los pasadizos secretos. Por el desagüe del embarcadero está la entrada más rápida. La mar está fuerte, pero está pensado para acceder creando yo misma una plataforma de tierra. – comentó, mirándome a los ojos. – Voy a darle una lección a esos asaltadores. Papá, quédate con mamá. Anastasia, Tolmo y los novatos, conmigo. - Y se dio la vuelta y comenzó a caminar. Los dos chicos la siguieron, sabían que llevarse mal con Cass era sinónimo de tener problemas.
-¿Y Valeria? - pregunté, seria, caminando a su lado.
-Ay, mira tía, de verdad, ¿que es que no me escuchas cuando hablo o qué?. - Respondió con su voz de pija, sin dejar de caminar como una diva. Debió de incluirla en el grupo de los novatos.
Miré atrás para ver que todos venían y pude observar que el padre y la madre Harrowmont desaparecieron misteriosamente. Pero no dije nada. ¿Iban a entrar por su cuenta? Nos dirigimos a la zona. Quizás aquella fuese una buena noche para que Cass ganara algo de aprecio por la bruja. Pero estando nerviosa, su ironía aumentaba.
*Off: Alusión al tema de Asedio del Hombre Muerto a Beltrexus. En este punto las noticias del ataque aún no deberían llegar al grupo.
Anastasia Boisson
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Re: El destino de los Harrowmont y de la Fuente de la Juventud [Minievento, SCA]
La cazadora supo interpretar en el acto el gesto de “no preguntes y nadie tendrá que mentir” de Valeria. Lo cierto era que ella misma le había expresado esa preocupación a Lovelace. No era ningún secreto que Cassandra y Valeria nunca habían tenido buena relación pero, por algún motivo, los catedráticos del Hekshold parecían asumir que todo aquello era agua pasada, cosas de críos y la maestra Lovelace ni siquiera se había planteado la posibilidad de que fueran a negarle el acceso a un enviado suyo. “Tonterías”, le había dicho al tiempo que la despachaba, “además, no te pido que me traigas agua de la fuente, algunas muestras de plantas de los alrededores bastarán”.
Y así, la brujita se había encontrado en aquel pueblucho justo la noche que la familia Harrowmont al completo había escogido para presentarse en Lirio. «Maravilloso», se dijo con una generosa dosis de sarcasmo. Sin duda, Milton Harrowmont había ido a elegir el mejor momento para desaparecer y hacer saltar todas las alarmas.
En aquel momento, Cassandra llegó echa una furia, más o menos como siempre que Val estaba cerca, dispuesta a recordarles, a Valeria en particular, que aquello no era asunto suyo y que no se metiera donde no la llamaban. Val respondió al comentario sobre su vestimenta con una leve sonrisa que imaginó que Cassandra se tomaría como una patada y, por supuesto, se dispuso a hacer todo lo contrario a lo que le había sugerido: no perdió detalle de lo que le contaba a su compañera cazadora. No fue la única, Iyán apenas fue capaz de transformar en tos su reacción al comentario de Anastasia con respecto a encontrar a Milton en un un pueblo lleno de burros.
Valeria, sin embargo, no rió ni ante el comentario de la bruja ni ante el pobre intento de disimular del lobo. Su mente se había puesto a trabajar inmediatamente a la mención de las transformaciones. ¿“Alguien” estaba haciendo eso a propósito? ¿Con qué fin? Sería el propio señor Harrowmont quien confirmase sus sospechas.
—Lord Harrowmont, lady Harrowmont —saludó Valeria con una inclinación de cabeza—, buenas noches.
Sus compañeros corearon el saludo e imitaron el gesto. Todos mantuvieron una expresión seria, acorde a la gravedad de los hechos que les relataban. Valeria abrió la boca para preguntar acerca de la seguridad de la fuente, pero Anastasia se adelantó; la respuesta de Cecilia Harrowmont encendió todas las alarmas en su mente. «Creen que Milton tiene algo que ver en esto, pero lo buscan como hijo y hermano desaparecido», pensó con cierta alarma. Aquello olía a drama familiar, algo que Val no llevaba nada bien. «Mezcla drama familiar con gran acumulación de éter en malas manos y esta noche puede acabar muy mal, Val, cariño», se dijo inquieta.
—¿La guardia no ha contestado? —preguntó Tolmo con extrañeza— ¿Qué hay del Hekshold?, ¿les han avisado? Si hay un ataque sobre la fuente, sin duda, querrán intervenir para protegerla.
Aquello era cierto. Según lo que Lovelace le había contado, habían sido ella y Meitner quienes habían puesto la fuente en el punto de mira del Hekshold y, si bien habían confiado su guarda y protección a Cassandra Harrowmont, su interés por el lugar y sus propiedades no había disminuido. Si la fuente se veía amenazada, no cabía duda de que tratarían de protegerla, pero, si la propia guardia de Beltrexus no había respondido a un llamado de los mismísimos Harrowmont, quizá la situación era aún más peliaguda de lo que pensaban.
Entonces, la buena de Cassy dio a conocer su plan («Impulsivo y emocional, por supuesto»). Los dos brujos guardaespaldas se apresuraron a obedecer a la hembra dominante, pues sabían bien lo que podían esperar de una negativa. Tolmo tuvo la gracia, al menos, de esperar un gesto de asentimiento por parte de Valeria antes de darse la vuelta y seguir a la cazadora, y Anastasia tuvo el detalle de preguntar por ella. Por supuesto que Cassandra no iba a mencionarla directamente, pero tampoco iba a negarse directamente a una “orden” de su papá, ¿cierto? Y así, Valeria Reike se convertía de nuevo en la novata.
Pero no fue el evidente insulto lo que le envió aquella punzada que hizo que su estómago se encogiera por un instante, sino la forma en que Cassandra se dirigió a sus padres. Si para Cassandra Harrowmont, Valeria no era más que una advenediza cualquiera sin el más mínimo estilo para vestir, para Valeria Reike, Cassandra no dejaba de ser una niña mimada que no tenía la más mínima idea de lo que debían hacer para sobrevivir en el mundo quienes no venían arropados por una familia importante que se ocupara de ellos. Probablemente nunca lo sabría, y quizá fuera mejor que así fuese. Siempre era preferible que un contrincante no supiera de lo que una era capaz y, por eso, ignorando deliberadamente el insulto, Valeria se despidió con la debida cortesía de los señores Harrowmont y siguió al grupo, como era su costumbre, sin decir nada.
Tuvo que apresurarse para alcanzarlos, pero para cuando llegaron a la entrada que había mencionado Cassandra, ya se había situado a la altura del licántropo, que la miraba con cierta preocupación mientras la cazadora se concentraba en aquella plataforma de tierra que había mencionado. Valeria se limitó a negar brevemente con la cabeza para quitarle importancia al asunto; si se hubiera dejado afectar por cada lindeza que le dedicaba algún niño rico a lo largo de su vida, jamás habría superado sus años de escuela.
Y así, la brujita se había encontrado en aquel pueblucho justo la noche que la familia Harrowmont al completo había escogido para presentarse en Lirio. «Maravilloso», se dijo con una generosa dosis de sarcasmo. Sin duda, Milton Harrowmont había ido a elegir el mejor momento para desaparecer y hacer saltar todas las alarmas.
En aquel momento, Cassandra llegó echa una furia, más o menos como siempre que Val estaba cerca, dispuesta a recordarles, a Valeria en particular, que aquello no era asunto suyo y que no se metiera donde no la llamaban. Val respondió al comentario sobre su vestimenta con una leve sonrisa que imaginó que Cassandra se tomaría como una patada y, por supuesto, se dispuso a hacer todo lo contrario a lo que le había sugerido: no perdió detalle de lo que le contaba a su compañera cazadora. No fue la única, Iyán apenas fue capaz de transformar en tos su reacción al comentario de Anastasia con respecto a encontrar a Milton en un un pueblo lleno de burros.
Valeria, sin embargo, no rió ni ante el comentario de la bruja ni ante el pobre intento de disimular del lobo. Su mente se había puesto a trabajar inmediatamente a la mención de las transformaciones. ¿“Alguien” estaba haciendo eso a propósito? ¿Con qué fin? Sería el propio señor Harrowmont quien confirmase sus sospechas.
—Lord Harrowmont, lady Harrowmont —saludó Valeria con una inclinación de cabeza—, buenas noches.
Sus compañeros corearon el saludo e imitaron el gesto. Todos mantuvieron una expresión seria, acorde a la gravedad de los hechos que les relataban. Valeria abrió la boca para preguntar acerca de la seguridad de la fuente, pero Anastasia se adelantó; la respuesta de Cecilia Harrowmont encendió todas las alarmas en su mente. «Creen que Milton tiene algo que ver en esto, pero lo buscan como hijo y hermano desaparecido», pensó con cierta alarma. Aquello olía a drama familiar, algo que Val no llevaba nada bien. «Mezcla drama familiar con gran acumulación de éter en malas manos y esta noche puede acabar muy mal, Val, cariño», se dijo inquieta.
—¿La guardia no ha contestado? —preguntó Tolmo con extrañeza— ¿Qué hay del Hekshold?, ¿les han avisado? Si hay un ataque sobre la fuente, sin duda, querrán intervenir para protegerla.
Aquello era cierto. Según lo que Lovelace le había contado, habían sido ella y Meitner quienes habían puesto la fuente en el punto de mira del Hekshold y, si bien habían confiado su guarda y protección a Cassandra Harrowmont, su interés por el lugar y sus propiedades no había disminuido. Si la fuente se veía amenazada, no cabía duda de que tratarían de protegerla, pero, si la propia guardia de Beltrexus no había respondido a un llamado de los mismísimos Harrowmont, quizá la situación era aún más peliaguda de lo que pensaban.
Entonces, la buena de Cassy dio a conocer su plan («Impulsivo y emocional, por supuesto»). Los dos brujos guardaespaldas se apresuraron a obedecer a la hembra dominante, pues sabían bien lo que podían esperar de una negativa. Tolmo tuvo la gracia, al menos, de esperar un gesto de asentimiento por parte de Valeria antes de darse la vuelta y seguir a la cazadora, y Anastasia tuvo el detalle de preguntar por ella. Por supuesto que Cassandra no iba a mencionarla directamente, pero tampoco iba a negarse directamente a una “orden” de su papá, ¿cierto? Y así, Valeria Reike se convertía de nuevo en la novata.
Pero no fue el evidente insulto lo que le envió aquella punzada que hizo que su estómago se encogiera por un instante, sino la forma en que Cassandra se dirigió a sus padres. Si para Cassandra Harrowmont, Valeria no era más que una advenediza cualquiera sin el más mínimo estilo para vestir, para Valeria Reike, Cassandra no dejaba de ser una niña mimada que no tenía la más mínima idea de lo que debían hacer para sobrevivir en el mundo quienes no venían arropados por una familia importante que se ocupara de ellos. Probablemente nunca lo sabría, y quizá fuera mejor que así fuese. Siempre era preferible que un contrincante no supiera de lo que una era capaz y, por eso, ignorando deliberadamente el insulto, Valeria se despidió con la debida cortesía de los señores Harrowmont y siguió al grupo, como era su costumbre, sin decir nada.
Tuvo que apresurarse para alcanzarlos, pero para cuando llegaron a la entrada que había mencionado Cassandra, ya se había situado a la altura del licántropo, que la miraba con cierta preocupación mientras la cazadora se concentraba en aquella plataforma de tierra que había mencionado. Valeria se limitó a negar brevemente con la cabeza para quitarle importancia al asunto; si se hubiera dejado afectar por cada lindeza que le dedicaba algún niño rico a lo largo de su vida, jamás habría superado sus años de escuela.
Reike
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Re: El destino de los Harrowmont y de la Fuente de la Juventud [Minievento, SCA]
Cassandra parecía cada vez más nerviosa. Y aunque no decía nada, el hecho de que Reike viniera con nosotros no pareció agradarle demasiado. Evitó pronunciarse lo mínimo, haciendo sentirme mal hacia Valeria. Por fortuna, ésta parecía tener más educación que la Harrowmont e hizo caso omiso a sus burlones comentarios. Consiguiendo que ésta se olvidara de que siquiera existía. Finalmente, tras unos minutos por Lirio encontrándonos con diversos burros, llegamos a la zona portuaria donde se encontraba la entrada secreta de la bruja. Un pasadizo alcantarilla apto.
-Es aquí. – informó la tensái, al tiempo que con sus manos hacia emerger una plataforma de tierra que unía muelle con entrada.
Sin pronunciar una palabra, Cass lideró la batida hacia la puerta. Y se acercó a la rejilla, la abrió, y pudimos acceder a dentro. No parecía forzada. Pero no había que olvidar que no era la única vía de acceso que los Harrowmont habían preparado. Así, avanzamos por un pasillo húmedo y ennegrecido. Que por la peste que bien parecía una cloaca. Los novatos parecían asustados por donde los estaba metiendo la maestra cazadora. Uno de ellos, sabía de fuego así que pudo prender una llamita para darnos luz.
Tras cinco minutos caminando, ya nos habíamos perdido por el entramado de túneles. O más bien se había perdido Cass. Yo no tenía ni idea de dónde nos encontrábamos.
Terminamos llegando a una estancia circular y muy grande. Compuesta de tres anillos a diferentes pisos, que Cass pareció reconocer como nodo central. Sobre el cielo había una alcantarilla por la que penetraba la luz de la luna, iluminando abajo, donde estábamos. – Vamos bien. Subimos al segundo piso, tomamos el pasillo más ancho y ya llegamos. – comunicó la bruja.
Pero en ese momento, vimos una silueta en el fondo pasar. Demasiado rápido como para poder saber si se trataba de un animal o de un ser humano. Si era un vampiro, podía tratarse de Milton.
-¿Habéis visto eso? – preguntó Tolmo.
-Sí. – respondí. Cassandra comenzó a ponerse nerviosa. Pero no reaccionó. Fruncí el ceño y desenfundé una de las ballestas de mano. Adelantando a la Harrowmont paso a paso, en estado de guardia. - ¿Milton? – pregunté. Sólo se escuchó el goteo del agua filtrada. – Milton, ¿eres tú?
En ese momento, Cassandra me tomó del brazo y me apartó rápidamente el arma. Casi consigue que frunza el ceño.
-¿A dónde crees que vas con la ballesta? ¿De verdad le ibas a disparar a mi hermano, Anastasia? – preguntó Cassandra, claramente ofendida. – ¡Es mi hermano! No un animal. Sólo está perdido y necesita ayuda.
-¿De verdad crees que ha venido aquí porque se ha perdido? – pregunté, replicando a la bruja de igual modo enfadada. – Está ayudando a alguien a entrar en la fuente. De esos me defiendo. – Me acerqué a ella, más tranquila y la miré fijamente. La conocía desde que teníamos tres años y jugábamos en el parque. Sabía perfectamente cuando Cassandra me escondía algo. – Dime qué ha pasado. Cuéntamelo todo, Cass. Necesito saberlo para ayudarte. - Su mirada de odio revelaba que esto último la había ofendido.
Comenzó a caminar hacia atrás, alejándose de mí. - ¡NADA! ¡No ha pasado nada! ¡Te he dicho que se ha perdido! – bramó. – Sabía que no era buena idea que vinierais… - continuó caminando hacia atrás, al tiempo que comenzaba a hacer fluir su magia. Miró a Reike, con odio. – Y menos tú, “brujita” de juguete… – Y unas enredaderas comenzaron a salir del suelo y a sujetarnos los pies. ¡Se había vuelto loca!
Pero yo pude transformarme en estela de humo y escapar. - ¡Cassandra! ¿Qué estás haciendo? – La bruja parecía fuera de sí misma, me miraba desafiante. Fuera de sí. - ¡Tranquilízate! ¡Sólo queremos ayudarte!
-¡NO NECESITO AYUDA DE NADIE! – y comentó corriendo hacia la vía de escape que supuestamente llevaba a la fuente de la juventud. Iba a irse sola y tenía que detenerla.
-¡No seas terca! ¡Déjame ayudarte! – exclamé.
-¡NO! – Y creó una barrera de tierra para obstaculizarme. Salté por encima de ella de un salto, mientras la bruja corría hacia la puerta de entrada a la fuente.
-¡Cassandra! – corrí tras ella, y me lanzó un golpe de magia para levantar una piedra que me hizo tropezar.
Desde el suelo, le envié una corriente de aire justo cuando estaba a punto de entrar por la puerta, forzada, evitando que accediera. Me hice de nuevo una estela de humo y me abalancé contra ella, pero la bruja se enterró en la tierra y me di de bruces contra las rejas. Apareciendo ella justamente al otro lado de la puerta, tras desenterrarse de nuevo. Cerró la puerta con gran habilidad. - ¿Sabes que puedo pasar, no? – pregunté con ironía, como si una puerta de barrotes fuera a ser un obstáculo para mí. Quizás para Tolmo o Valeria, que si no habían sido capaces de esquivar el ataque de Cass estarían más atrás.
-Oh, no, no puedes. – Y con una sonrisa, sacó unas esposas inhibidoras de maná y en un rápido movimiento me ató a la puerta cerrada. Grité de dolor. Pues esas esposas incapacitadoras tendían a hacer muchísimo daño a los seres con maná. Luego creó dos enredaderas, ató mis pies y mi mano libre desde la pared, - Ahí quietecita…
-¡Cassan…! - y creó una enredadera en torno a mi boca. Aquello me lo iba a pagar.
-… Y calladita. – comentó. Dándome unos golpecitos en la cara. – Treinta años y sigues siendo "la mestiza" de pobre magia… - ¡Qué bien, ni siquiera me había atacado limpiamente! Como de costumbre, jugando sucio. Y luego, miró a Reike y a los demás. Y trató de hacer lo propio con ellos. Utilizando sus raíces. En el caso de que pudieran escapar, no podrían seguirla pues me había dejado a mi atada a la puerta cerrada. Antes de marchar, tuvo unas palabras. Señaló a Valeria. – Y tú, Reike, ve a decirle a la maestra Meitner que no vuelva a conspirar contra mí. Si quiere agua de MI fuente, que no envíe a sus perros de presa. – y comenzó a caminar hacia atrás. Y me miró, por última vez. - ¡Esto es cosa mía, no te metas! – Me pidió, antes de irse.
Esperaba que los demás pudieran hacer algo para liberarse. Aquella reacción me había dejado totalmente en shock. ¿Qué escondía tan grave Cassandra como para atacarnos a todos? Teníamos que liberarnos y encontrar un nuevo acceso, antes de que le pasara algo por su imprudencia.
Algo estaba pasando con los Harrowmont.
-Es aquí. – informó la tensái, al tiempo que con sus manos hacia emerger una plataforma de tierra que unía muelle con entrada.
Sin pronunciar una palabra, Cass lideró la batida hacia la puerta. Y se acercó a la rejilla, la abrió, y pudimos acceder a dentro. No parecía forzada. Pero no había que olvidar que no era la única vía de acceso que los Harrowmont habían preparado. Así, avanzamos por un pasillo húmedo y ennegrecido. Que por la peste que bien parecía una cloaca. Los novatos parecían asustados por donde los estaba metiendo la maestra cazadora. Uno de ellos, sabía de fuego así que pudo prender una llamita para darnos luz.
Tras cinco minutos caminando, ya nos habíamos perdido por el entramado de túneles. O más bien se había perdido Cass. Yo no tenía ni idea de dónde nos encontrábamos.
Terminamos llegando a una estancia circular y muy grande. Compuesta de tres anillos a diferentes pisos, que Cass pareció reconocer como nodo central. Sobre el cielo había una alcantarilla por la que penetraba la luz de la luna, iluminando abajo, donde estábamos. – Vamos bien. Subimos al segundo piso, tomamos el pasillo más ancho y ya llegamos. – comunicó la bruja.
Pero en ese momento, vimos una silueta en el fondo pasar. Demasiado rápido como para poder saber si se trataba de un animal o de un ser humano. Si era un vampiro, podía tratarse de Milton.
-¿Habéis visto eso? – preguntó Tolmo.
-Sí. – respondí. Cassandra comenzó a ponerse nerviosa. Pero no reaccionó. Fruncí el ceño y desenfundé una de las ballestas de mano. Adelantando a la Harrowmont paso a paso, en estado de guardia. - ¿Milton? – pregunté. Sólo se escuchó el goteo del agua filtrada. – Milton, ¿eres tú?
En ese momento, Cassandra me tomó del brazo y me apartó rápidamente el arma. Casi consigue que frunza el ceño.
-¿A dónde crees que vas con la ballesta? ¿De verdad le ibas a disparar a mi hermano, Anastasia? – preguntó Cassandra, claramente ofendida. – ¡Es mi hermano! No un animal. Sólo está perdido y necesita ayuda.
-¿De verdad crees que ha venido aquí porque se ha perdido? – pregunté, replicando a la bruja de igual modo enfadada. – Está ayudando a alguien a entrar en la fuente. De esos me defiendo. – Me acerqué a ella, más tranquila y la miré fijamente. La conocía desde que teníamos tres años y jugábamos en el parque. Sabía perfectamente cuando Cassandra me escondía algo. – Dime qué ha pasado. Cuéntamelo todo, Cass. Necesito saberlo para ayudarte. - Su mirada de odio revelaba que esto último la había ofendido.
Comenzó a caminar hacia atrás, alejándose de mí. - ¡NADA! ¡No ha pasado nada! ¡Te he dicho que se ha perdido! – bramó. – Sabía que no era buena idea que vinierais… - continuó caminando hacia atrás, al tiempo que comenzaba a hacer fluir su magia. Miró a Reike, con odio. – Y menos tú, “brujita” de juguete… – Y unas enredaderas comenzaron a salir del suelo y a sujetarnos los pies. ¡Se había vuelto loca!
Pero yo pude transformarme en estela de humo y escapar. - ¡Cassandra! ¿Qué estás haciendo? – La bruja parecía fuera de sí misma, me miraba desafiante. Fuera de sí. - ¡Tranquilízate! ¡Sólo queremos ayudarte!
-¡NO NECESITO AYUDA DE NADIE! – y comentó corriendo hacia la vía de escape que supuestamente llevaba a la fuente de la juventud. Iba a irse sola y tenía que detenerla.
-¡No seas terca! ¡Déjame ayudarte! – exclamé.
-¡NO! – Y creó una barrera de tierra para obstaculizarme. Salté por encima de ella de un salto, mientras la bruja corría hacia la puerta de entrada a la fuente.
-¡Cassandra! – corrí tras ella, y me lanzó un golpe de magia para levantar una piedra que me hizo tropezar.
Desde el suelo, le envié una corriente de aire justo cuando estaba a punto de entrar por la puerta, forzada, evitando que accediera. Me hice de nuevo una estela de humo y me abalancé contra ella, pero la bruja se enterró en la tierra y me di de bruces contra las rejas. Apareciendo ella justamente al otro lado de la puerta, tras desenterrarse de nuevo. Cerró la puerta con gran habilidad. - ¿Sabes que puedo pasar, no? – pregunté con ironía, como si una puerta de barrotes fuera a ser un obstáculo para mí. Quizás para Tolmo o Valeria, que si no habían sido capaces de esquivar el ataque de Cass estarían más atrás.
-Oh, no, no puedes. – Y con una sonrisa, sacó unas esposas inhibidoras de maná y en un rápido movimiento me ató a la puerta cerrada. Grité de dolor. Pues esas esposas incapacitadoras tendían a hacer muchísimo daño a los seres con maná. Luego creó dos enredaderas, ató mis pies y mi mano libre desde la pared, - Ahí quietecita…
-¡Cassan…! - y creó una enredadera en torno a mi boca. Aquello me lo iba a pagar.
-… Y calladita. – comentó. Dándome unos golpecitos en la cara. – Treinta años y sigues siendo "la mestiza" de pobre magia… - ¡Qué bien, ni siquiera me había atacado limpiamente! Como de costumbre, jugando sucio. Y luego, miró a Reike y a los demás. Y trató de hacer lo propio con ellos. Utilizando sus raíces. En el caso de que pudieran escapar, no podrían seguirla pues me había dejado a mi atada a la puerta cerrada. Antes de marchar, tuvo unas palabras. Señaló a Valeria. – Y tú, Reike, ve a decirle a la maestra Meitner que no vuelva a conspirar contra mí. Si quiere agua de MI fuente, que no envíe a sus perros de presa. – y comenzó a caminar hacia atrás. Y me miró, por última vez. - ¡Esto es cosa mía, no te metas! – Me pidió, antes de irse.
Esperaba que los demás pudieran hacer algo para liberarse. Aquella reacción me había dejado totalmente en shock. ¿Qué escondía tan grave Cassandra como para atacarnos a todos? Teníamos que liberarnos y encontrar un nuevo acceso, antes de que le pasara algo por su imprudencia.
Algo estaba pasando con los Harrowmont.
Anastasia Boisson
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Re: El destino de los Harrowmont y de la Fuente de la Juventud [Minievento, SCA]
¿Qué demonios estaba pasando con Milton? Estaba más que claro que no se había “perdido”. ¿Se habría escapado? ¿De quién, de sus padres? Cualquiera pensaría que lo tenían encerrado, pero ¿por qué? Puede que tuviera algo que ver con el hecho de que sus propios padres sospechasen que había sido él quien dejase entrar a los intrusos.
¿Justificaba eso, por si mismo, que Anastasia sacase su ballesta para enfrentarse al posible chico o había algo más que no le habían contado? Valeria sospechó que se trataba de lo segundo. Ante la duda, siempre era más seguro asumir que le ocultaban información. Lo que le sorprendió fue que Cassandra también le estuviera ocultando información a su supuesta amiga.
Lo cierto es que no dejaba de sorprenderla aquella relación, que se le antojaba más bien producto de la conveniencia familiar que otra cosa. Mientras veía discutir a las cazadoras, no pudo evitar acordarse de Camila. No la había vuelto a ver desde que se despidiera de ella por medio de aquella ilusión. También ellas habían discutido en esa ocasión. «¿Por qué no pudiste confiar en mí, Cam?», pensó Valeria con tristeza al ver retroceder a Cassandra.
No le duró mucho el estado melancólico pues, cuando quiso darse cuenta, se vio fijada al suelo por medio de enredaderas. ¿Es que la niñata se había vuelto loca? Empezaba a entender que su hermano se hubiera escapado.
—Ya te enseñaré yo “juguete” —murmuró Val con fastidio.
Concentró su éter y, al instante, unos pequeños cuchillos salieron de su funda oculta bajo la ropa. Eran lo bastante ligeros como para poder manejar varios al mismo tiempo, enviándolos una y otra vez contra las enredaderas a sus pies, hasta que logró zafarse de ellas. Un poco por delante de ella, Iyán se había deshecho de su propia prisión herbal transformándose en lobo bípedo y corría, mandoble en mano, detrás de las brujas.
Val miró un atrás por un momento antes de lanzarse detrás de él. Aburrido había quemado sus propias lianas y hacía lo propio con Sosaina, que se revolvía con gesto aterrorizado, como si fuera hiedra venenosa lo que la aprisionaba. O puede que no terminara de fiarse de la puntería de su compañero. En cualquier caso, tendrían que pillar el ritmo por su cuenta, porque ella no pensaba quedarse a esperarlos. Ya había perdido bastante tiempo con sus propias ataduras.
Corrió por el mismo camino por el que lo habían hecho las cazadoras y el lobo, saltó como pudo un muro de tierra y llegó a tiempo de ver a Tolmo lanzarse contra un enrejado metálico, unto a un amasijo de raíces que, en un segundo vistazo, resultó ser Anastasia. Por supuesto, más enredaderas salieron a su encuentro, pero esa vez, no estaba distraída y se las arregló para esquivarlas. Cassandra no podría seguir controlando las enredaderas mientras se alejaba, por lo que sólo tenía que continuar moviéndose hasta que éstas estuvieran fuera del radio de alcance de la cazadora.
El lobito, por su parte, recurrió a la misma táctica de antes, transformándose en humano primero y de vuelta en lobo cuando las lianas volvieron a cerrarse en torno a él. Para cuando Aburrido y Sosaina les dieron alcance, las enredaderas habían dejado de moverse y Valeria e Iyán se acercaban a la cazadora atrapada. El lobo arrancó de cuajo las enredaderas que la aprisionaban a la cazadora y la ratita de Beltrexus se fijó enseguida en el brillo de las esposas que la ataban a la puerta.
—Con amigas así —murmuró mientras se sacaba del pelo el delgado dardo con el que solía recogérselo y se acercaba a su compañera—, ¿quién quiere enemigos?
—¿Pero qué diablos le ha dado? —preguntó Iyán en tono enfadado. La expresión de su rostro habría quedado más imponente si no fuera porque el resto de su cuerpo estaba muy pobremente cubierto por los restos sus ropas y un puñado de hojas de enredadera—. ¿Es que se ha vuelto loca? ¡La estábamos ayudando!
—Yo no la noto distinta —dijo distraídamente Valeria, sin levantar la vista de su labor.
Sólo conocía dos maneras de abrir unas esposas inhibidoras de maná: con la llave o con la destreza manual que daba el haberse alimentado durante años gracias al latrocinio. Estaba algo oxidada y le llevó algo más de tiempo del que le hubiera gustado, pero finalmente oyó el “clic” que le indicaba que la cazadora volvía a estar libre.
—¿Y ahora qué? —dijo Tolmo—, ¿puedes hacer lo mismo con la puerta?
—Podría —respondió la bruja—, pero tengo mis dudas de que el Imperio Harrowmont proteja sus intereses con cerraduras simples.
¿Justificaba eso, por si mismo, que Anastasia sacase su ballesta para enfrentarse al posible chico o había algo más que no le habían contado? Valeria sospechó que se trataba de lo segundo. Ante la duda, siempre era más seguro asumir que le ocultaban información. Lo que le sorprendió fue que Cassandra también le estuviera ocultando información a su supuesta amiga.
Lo cierto es que no dejaba de sorprenderla aquella relación, que se le antojaba más bien producto de la conveniencia familiar que otra cosa. Mientras veía discutir a las cazadoras, no pudo evitar acordarse de Camila. No la había vuelto a ver desde que se despidiera de ella por medio de aquella ilusión. También ellas habían discutido en esa ocasión. «¿Por qué no pudiste confiar en mí, Cam?», pensó Valeria con tristeza al ver retroceder a Cassandra.
No le duró mucho el estado melancólico pues, cuando quiso darse cuenta, se vio fijada al suelo por medio de enredaderas. ¿Es que la niñata se había vuelto loca? Empezaba a entender que su hermano se hubiera escapado.
—Ya te enseñaré yo “juguete” —murmuró Val con fastidio.
Concentró su éter y, al instante, unos pequeños cuchillos salieron de su funda oculta bajo la ropa. Eran lo bastante ligeros como para poder manejar varios al mismo tiempo, enviándolos una y otra vez contra las enredaderas a sus pies, hasta que logró zafarse de ellas. Un poco por delante de ella, Iyán se había deshecho de su propia prisión herbal transformándose en lobo bípedo y corría, mandoble en mano, detrás de las brujas.
Val miró un atrás por un momento antes de lanzarse detrás de él. Aburrido había quemado sus propias lianas y hacía lo propio con Sosaina, que se revolvía con gesto aterrorizado, como si fuera hiedra venenosa lo que la aprisionaba. O puede que no terminara de fiarse de la puntería de su compañero. En cualquier caso, tendrían que pillar el ritmo por su cuenta, porque ella no pensaba quedarse a esperarlos. Ya había perdido bastante tiempo con sus propias ataduras.
Corrió por el mismo camino por el que lo habían hecho las cazadoras y el lobo, saltó como pudo un muro de tierra y llegó a tiempo de ver a Tolmo lanzarse contra un enrejado metálico, unto a un amasijo de raíces que, en un segundo vistazo, resultó ser Anastasia. Por supuesto, más enredaderas salieron a su encuentro, pero esa vez, no estaba distraída y se las arregló para esquivarlas. Cassandra no podría seguir controlando las enredaderas mientras se alejaba, por lo que sólo tenía que continuar moviéndose hasta que éstas estuvieran fuera del radio de alcance de la cazadora.
El lobito, por su parte, recurrió a la misma táctica de antes, transformándose en humano primero y de vuelta en lobo cuando las lianas volvieron a cerrarse en torno a él. Para cuando Aburrido y Sosaina les dieron alcance, las enredaderas habían dejado de moverse y Valeria e Iyán se acercaban a la cazadora atrapada. El lobo arrancó de cuajo las enredaderas que la aprisionaban a la cazadora y la ratita de Beltrexus se fijó enseguida en el brillo de las esposas que la ataban a la puerta.
—Con amigas así —murmuró mientras se sacaba del pelo el delgado dardo con el que solía recogérselo y se acercaba a su compañera—, ¿quién quiere enemigos?
—¿Pero qué diablos le ha dado? —preguntó Iyán en tono enfadado. La expresión de su rostro habría quedado más imponente si no fuera porque el resto de su cuerpo estaba muy pobremente cubierto por los restos sus ropas y un puñado de hojas de enredadera—. ¿Es que se ha vuelto loca? ¡La estábamos ayudando!
—Yo no la noto distinta —dijo distraídamente Valeria, sin levantar la vista de su labor.
Sólo conocía dos maneras de abrir unas esposas inhibidoras de maná: con la llave o con la destreza manual que daba el haberse alimentado durante años gracias al latrocinio. Estaba algo oxidada y le llevó algo más de tiempo del que le hubiera gustado, pero finalmente oyó el “clic” que le indicaba que la cazadora volvía a estar libre.
—¿Y ahora qué? —dijo Tolmo—, ¿puedes hacer lo mismo con la puerta?
—Podría —respondió la bruja—, pero tengo mis dudas de que el Imperio Harrowmont proteja sus intereses con cerraduras simples.
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