Dulces Sueños [Evento Objetos del 19]
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Dulces Sueños [Evento Objetos del 19]
-Oye, Sim, Sim.- una molesta voz dijo, pero la ignoró. Estaba muy cansado, solo un par de minutos más.
-¡Simón!- insistió. ¿Por qué no se callaba y le dejaba dormir? Y entonces algo le golpeó el estómago, doblándolo sobre sí mismo, su grito medio ahogado silenciado por el tintineo de su cota de mallas.
-¿Qué cojones?- miró al culpable, desenfundando su espada mientras recuperaba su postura, espada en alto ante el hombre que había soltad la lanza y alzaba las manos a los lados. -¿Eduardo? ¿Porq…?- y entonces recordó. –Mierda mierda mierda, ¡podría haber muerto! Gracias.-
-Bueno, técnicamente…- contestó su salvador, aunque no acabo la frase, ninguno de los dos creyéndose demasiado lo que iba a decir a continuación. “No habrías muerto”, pero había poca diferencia en realidad. Nadie moría por el Sopor, pero un sueño eterno venía a ser lo mismo, y dormirte sin despertar para comer y beber técnicamente te mataría eventualmente si no tenías alguien que cuidara de ti. Entrecerró los ojos, maldiciendo silenciosamente a Eduardo y su pichoncito, antes de desterrar ese pensamiento impuro hacia su salvador.
Solo cuando el hombre se tensó ante su mirada se dio cuenta de que aún tenía la espada desenvainada, y la volvió a su funda, oyendo un suave suspiro de alivio. –Lo siento… solo… está siendo duro…- ni una cerveza para relajarse podían tomarse, por miedo a que les entrara sueño.
-Lo entiendo…- A veces se preguntaba como como todo podía irse a la mierda tan rápido. Baslodia era una ciudad tranquila, sin los problemas de Lunargenta. Cierto, la paga era peor, y la comida horrible, pero como Guardias, tenían el mejor equipo que el reino podía hacer, incluso mejor que el de la capital. O al menos antes. Y lo único que tenía que hacer era detener unos pocos ladrones e intentar que los mineros no se mataran entre ellos en sus frecuentes disputas. Alguna vez había disputas entre los herreros o algo así, pero para eso estaban sus superiores, no era su problema.
Por lo que cuando una mañana, un preocupante número de personas no se había despert…no, más bien, no podían ser despertadas, bueno, había levantado unas cuantas alarmas. Un veneno, puede, pero gente más lista que él decía que no, que estaban demasiado dispersos como para haber bebido del mismo pozo bla bla bla. Y cuando la siguiente mañana se había llevado a unos tantos… bueno, las alarmas habían pasado a puro pánico. Y habían tomado lo que en ese momento había parecido una sabia elección.
Si uno no despertaba, lo mejor sería no dormirse. Plan perfecto, sin fisuras. Cierto, seguramente irse de allí habría sido una mejor opción, algunos lo habían hecho, y habían sido afectados igualmente en la tercera noche, en las afueras de la ciudad… muchos habían sido mordisqueados por lobos antes de que los encontraran, si los habían encontrado siquiera.
No, la verdad, era que la mayoría eran demasiado pobres para irse a vivir a otra ciudad sin un trabajo asegurado, y sin saber exactamente qué diablos era el Sopor, seguramente la Guardia de Lunargenta lo acribillaría a flechas por miedo a que los contagiara. Y por una vez no podía culpar a esos pomposos imb…
Inspirar, expirar, contar hasta diez. Esa era la cuarta noche con Sopor, la segunda que pasaba despierto. La primera había ido sin problemas, casi haciéndole creer que podría apañárselas como si nada, pero la segunda estaba siendo dura… Y una cabezadita con el sol bien en alto no ayudaría, ya se había intentado.
Que cruel era el Sopor, llevándose solo a unos pocos, para que un exhausto hombre pensara que tenía posibilidades, que una cabezadita no haría ningún mal, tentando la suerte…
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Recibió otro golpe en el estómago, pero no se enteró, ya sumido en una ligera cabezadita que se convirtió en un profundo Sopor.
Simón abrió los ojos, asustado por la posibilidad de haberse dormido, solo para encontrarse en completa oscuridad. -¿Eduardo?- Preguntó, solo para que su voz resonara con un extraño eco. Seguro que había algo raro y mágico pasando, así que recordó su entrenamiento y fue a sacar la espada, solo para encontrarse desarmado. –Vale, no entres en pánico.- la armadura seguía allí, así que no se había dormido en su cama ni nada así, aunque claramente estaba tumbado. ¿Se había quedado ciego? Una horrible posibilidad, pero llegados a ese punto, se agarraría a cualquier respuesta posible. Puede que fuera uno de esos vampiros y su extraña magia... Cuanto echaba de menos a su espada.
Entonces el mundo tembló, y notó una presión en su pecho, el olor a tierra llenándole la nariz. -Olvida eso ultimo.- y lleno de pánico, empezó a escarbar y gritar, esperando que alguien, algo, lo escuchara, o que pudiera excavar la tierra lo suficientemente rápido para no ahogarse. Con la adrenalina recorriéndole las venas y su mente incapaz de pensar racionalmente, no pudo darse cuenta que debería haberse ahogado hacía mucho tiempo, la tierra simplemente acumulándose más y más, oprimiéndolo poco a poco, enterrándolo vivo, sin matarlo, hasta que incluso pensar dolía.
Iba a estar allí mucho tiempo.
Bienvenido al castillo onírico de Discordia. En este turno, tendréis que hacer dos cosas:
La primera es dormiros. El rango del Sopor es incierto, así que no hace falta que estéis en la ciudad propiamente dicha, o que os hayáis enterado de que no deberíais dormir siquiera.
La segunda es llegar al trono del castillo, lo que implica subir por el castillo, entrando en tres sueños, uno por cada zona. Los calabozos, donde empezareis, provocan pesadillas, donde os enfrentareis a vuestros miedos, la cocina y el comedor contienen sueños extraños, inofensivos, pero cuya salida no está clara, usualmente oculta o no es lógica y finalmente, en las habitaciones previas al trono hay sueños placenteros, de los que no querréis salir. Demostrad Valor, Sabiduría y Determinación y en la siguiente ronda os enfrentareis a Zack Egdecomb para despertar.
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-¡Simón!- insistió. ¿Por qué no se callaba y le dejaba dormir? Y entonces algo le golpeó el estómago, doblándolo sobre sí mismo, su grito medio ahogado silenciado por el tintineo de su cota de mallas.
-¿Qué cojones?- miró al culpable, desenfundando su espada mientras recuperaba su postura, espada en alto ante el hombre que había soltad la lanza y alzaba las manos a los lados. -¿Eduardo? ¿Porq…?- y entonces recordó. –Mierda mierda mierda, ¡podría haber muerto! Gracias.-
-Bueno, técnicamente…- contestó su salvador, aunque no acabo la frase, ninguno de los dos creyéndose demasiado lo que iba a decir a continuación. “No habrías muerto”, pero había poca diferencia en realidad. Nadie moría por el Sopor, pero un sueño eterno venía a ser lo mismo, y dormirte sin despertar para comer y beber técnicamente te mataría eventualmente si no tenías alguien que cuidara de ti. Entrecerró los ojos, maldiciendo silenciosamente a Eduardo y su pichoncito, antes de desterrar ese pensamiento impuro hacia su salvador.
Solo cuando el hombre se tensó ante su mirada se dio cuenta de que aún tenía la espada desenvainada, y la volvió a su funda, oyendo un suave suspiro de alivio. –Lo siento… solo… está siendo duro…- ni una cerveza para relajarse podían tomarse, por miedo a que les entrara sueño.
-Lo entiendo…- A veces se preguntaba como como todo podía irse a la mierda tan rápido. Baslodia era una ciudad tranquila, sin los problemas de Lunargenta. Cierto, la paga era peor, y la comida horrible, pero como Guardias, tenían el mejor equipo que el reino podía hacer, incluso mejor que el de la capital. O al menos antes. Y lo único que tenía que hacer era detener unos pocos ladrones e intentar que los mineros no se mataran entre ellos en sus frecuentes disputas. Alguna vez había disputas entre los herreros o algo así, pero para eso estaban sus superiores, no era su problema.
Por lo que cuando una mañana, un preocupante número de personas no se había despert…no, más bien, no podían ser despertadas, bueno, había levantado unas cuantas alarmas. Un veneno, puede, pero gente más lista que él decía que no, que estaban demasiado dispersos como para haber bebido del mismo pozo bla bla bla. Y cuando la siguiente mañana se había llevado a unos tantos… bueno, las alarmas habían pasado a puro pánico. Y habían tomado lo que en ese momento había parecido una sabia elección.
Si uno no despertaba, lo mejor sería no dormirse. Plan perfecto, sin fisuras. Cierto, seguramente irse de allí habría sido una mejor opción, algunos lo habían hecho, y habían sido afectados igualmente en la tercera noche, en las afueras de la ciudad… muchos habían sido mordisqueados por lobos antes de que los encontraran, si los habían encontrado siquiera.
No, la verdad, era que la mayoría eran demasiado pobres para irse a vivir a otra ciudad sin un trabajo asegurado, y sin saber exactamente qué diablos era el Sopor, seguramente la Guardia de Lunargenta lo acribillaría a flechas por miedo a que los contagiara. Y por una vez no podía culpar a esos pomposos imb…
Inspirar, expirar, contar hasta diez. Esa era la cuarta noche con Sopor, la segunda que pasaba despierto. La primera había ido sin problemas, casi haciéndole creer que podría apañárselas como si nada, pero la segunda estaba siendo dura… Y una cabezadita con el sol bien en alto no ayudaría, ya se había intentado.
Que cruel era el Sopor, llevándose solo a unos pocos, para que un exhausto hombre pensara que tenía posibilidades, que una cabezadita no haría ningún mal, tentando la suerte…
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Recibió otro golpe en el estómago, pero no se enteró, ya sumido en una ligera cabezadita que se convirtió en un profundo Sopor.
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Simón abrió los ojos, asustado por la posibilidad de haberse dormido, solo para encontrarse en completa oscuridad. -¿Eduardo?- Preguntó, solo para que su voz resonara con un extraño eco. Seguro que había algo raro y mágico pasando, así que recordó su entrenamiento y fue a sacar la espada, solo para encontrarse desarmado. –Vale, no entres en pánico.- la armadura seguía allí, así que no se había dormido en su cama ni nada así, aunque claramente estaba tumbado. ¿Se había quedado ciego? Una horrible posibilidad, pero llegados a ese punto, se agarraría a cualquier respuesta posible. Puede que fuera uno de esos vampiros y su extraña magia... Cuanto echaba de menos a su espada.
Entonces el mundo tembló, y notó una presión en su pecho, el olor a tierra llenándole la nariz. -Olvida eso ultimo.- y lleno de pánico, empezó a escarbar y gritar, esperando que alguien, algo, lo escuchara, o que pudiera excavar la tierra lo suficientemente rápido para no ahogarse. Con la adrenalina recorriéndole las venas y su mente incapaz de pensar racionalmente, no pudo darse cuenta que debería haberse ahogado hacía mucho tiempo, la tierra simplemente acumulándose más y más, oprimiéndolo poco a poco, enterrándolo vivo, sin matarlo, hasta que incluso pensar dolía.
Iba a estar allí mucho tiempo.
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La primera es dormiros. El rango del Sopor es incierto, así que no hace falta que estéis en la ciudad propiamente dicha, o que os hayáis enterado de que no deberíais dormir siquiera.
La segunda es llegar al trono del castillo, lo que implica subir por el castillo, entrando en tres sueños, uno por cada zona. Los calabozos, donde empezareis, provocan pesadillas, donde os enfrentareis a vuestros miedos, la cocina y el comedor contienen sueños extraños, inofensivos, pero cuya salida no está clara, usualmente oculta o no es lógica y finalmente, en las habitaciones previas al trono hay sueños placenteros, de los que no querréis salir. Demostrad Valor, Sabiduría y Determinación y en la siguiente ronda os enfrentareis a Zack Egdecomb para despertar.
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Othel
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Re: Dulces Sueños [Evento Objetos del 19]
-Definitivamente algo no estaba bien en aquel lugar- pensó Níniel mientras los muros de la ciudad crecían ante ella conforme los fuertes pasos de Trickster la acercaba a sus puertas. El silencio era sepulcral y no se veía un alma, ni tan siquiera un par de guardias custodiando la entrada, ni un simple arquero vigilando desde la ventajosa posición que las ennegrecidas torres proporcionaban. Solo el viento, cargado de impurezas por culpa de los trabajos de minería y forja que habían hecho famosa a Baslodía, y que le daba a la ciudad aquel aspecto sucio e insano, parecía estar dispuesto a recibirlas.
-¿Dónde está todo el mundo?- Preguntó también evidentemente extrañada Catherine mientras guiaba a su fiel Roger tirando de sus riendas y caminando delante de él. -¿Acaso hay una fiesta en la plaza que nadie ha querido perderse?- Añadió echando la vista hacia el lomo de su montura, solo para comprobar que el joven que allí se hallaba, colocado como si de un fardo se tratara, no corría riesgo de caer al suelo.
-¿Oyes jolgorio alguno? Es una ciudad grande, nunca cometerían tal imprudencia.- Respondió la peliblanca cada vez más intranquila. -Tengo un mal presentimiento.- Advirtió desmontando a la misma altura de las puertas y observando hacia el interior de la ciudad con precaución. Como en las murallas, no se veía un alma, al menos a primera vista.
-Aquí hay alguien.- Advirtió la felina tras entrar, captando gracias a sus ojos la figura de un guardia en el suelo, apoyado contra la pared en el interior de una pequeña garita de piedra. -Hay un tipo. Vaya, está dormido. La vigilancia de este lugar no se puede decir que sea muy estricta que digamos...- Expresó la gata acercándose y comenzando a azuzar a aquel tipo para que se despertara. -Eh, amigo...Eh...despierta. ¿Me oyes? Despierta. ¿Dónde está todo el mundo? Hemos encontrado a un chico tirado a un lado del camino...- Intentó en vano, cruzando una mirada seria con su hermana. Era exactamente lo mismo que parecía pasarle a aquel joven que llevaban cargando desde hacía un rato, y en aquellas circunstancias, aquello no era una mera anécdota ni una curiosidad. Por eso, cuando un fuerte golpe metálico y un fuerte improperio llegaron hasta sus oídos, primero la mujer bestia y luego la elfa, se pusieron en guardia.
-Simón, joder no me hagas esto.- Volvió a escucharse acompañado por el inconfundible sonido de los apresurados pasos de alguien que portaba armadura. El origen de los mismos no tardaría en aparecer doblando la esquina de una de las casas cercanas, y cuando levantó la vista del pesado cubo de agua que transportaba con ambas manos, su expresión al ver allí a aquellas forasteras prestas para el combate, y con un chico dormido sobre una de sus monturas, más que de sorpresa, fue de auténtico sobresalto, tanto que casi derrama todo el agua que tan costosamente había llevado hasta allí.
-¿Quiénes sois vosotras? ¿Qué...? Quiero decir...Alto a la guardia, bajad las armas.- Exigió dejando el cubo en el suelo y llevando su mano al cinto en busca de su espada con un tono de voz muy poco convincente. Solo tras tantear un par de veces se percató de que su cinto estaba vacío. Catherine echó una miradita al interior de la garita de vigilancia y vio dónde estaba lo que aquel tipo ahora buscaba. No pudo evitar esbozar una amplia sonrisa.
-Tranquilo. No somos enemigas, ya las bajamos.- Intervino no obstante Níniel obedeciendo a aquel hombre e instando a su hermana a hacer lo mismo. -Veníamos hacia la ciudad cuando encontramos a este joven dormido a un lado del camino. No despertaba así que lo trajimos a la ciudad, pero al llegar...- Señaló lo evidente a su alrededor. -¿Qué ha pasado?- Quiso saber. El hombre dudó un instante pero no tardó en aceptar aquellas palabras como ciertas, volviendo a tomar el balde y tratando de usar aquella agua fresca con su compañero dormido. No tuvo más éxito que Catherine en su empeño.
-Maldita sea...- Maldijo antes de utilizar el resto del agua sobre sí mismo. -Me temo que has escogido el peor momento para visitar Baslodia, elfa. Pasa lo que ves...por toda la ciudad.- Dijo antes de suspirar con tono cansado. Miró a la joven y entonces se percató de dos cosas; La primera que era evidente que la elfa quería más información, y la segunda que sus ojos brillaban como se decía que brillaban los de los grandes héroes de la batalla de Sandorai. Entonces miró a Catherine y supo a ciencia cierta quiénes eran, mostrándose de repente mucho más complaciente y dispuesto a hablar.
-Mis disculpas, no os había reconocido heroínas. Si estáis aquí...¿Habéis venido a salvar la ciudad? Os ayudaré en todo lo que pueda. Os contaré todo lo que sé. - Dijo antes de entrar en materia mostrándose más animado que segundos antes. -Empezó hace unos días. Mucha gente empezó a no despertar tras quedarse dormida. Por lo visto descartaron que fuese algún veneno, pero siguió pasando. Nadie sabe qué pasa. Muchos trataron de huír, el chico debe ser uno de esos, pero la mayoría o no quiso o no pudo...Tratamos de no dormirnos hasta encontrar una solución pero...Es más fácil decirlo que hacerlo.- Explicó mientras Níniel atendía a sus palabras pensativa. Aquellos síntomas le eran muy familiares, pero a semejante escala nunca lo había visto. Además por lo visto no se debía a una contaminación de los suministros de agua...
-Con vosotras aquí podremos lograrlo...¿Nos ayudaréis? Os llevaré al castillo. Aún quedamos algunos despiertos. Al menos cuando salí hace unas horas el mejor alquimista de la ciudad seguía trabajando junto con un par de brujos en un remedio.- Instó el hombre señalando en dirección a la plaza fuerte de la ciudad. Parecía no ser sólo capaz de reconocer quién era, sino además que la peliblanca era alquimista.
-Guíanos.- Aceptó al considerar que allí no solo obtendría toda la información disponible, si no además la ayuda y equipo necesarios para intentar hacer algo, aunque sospechaba que todo aquello estaba relacionado con el "mundo onírico" y no con una simple enfermedad o conjuro.
Durante el camino el grupo pudo constatar que aquel guardia, de nombre Eduardo, no había exagerado sobre la magnitud del problema. Apenas se encontraron con gente despierta por las calles, y la mayoría de ellos estaban tan claramente cansados que no tardarían en dormirse. Los pocos que aún conservaban algo de su energía, seguramente gracias a pociones o plantas, se afanaban en cuidar de los dormidos, recogiéndolos de las calles si era necesario. El desánimo era patente, como lo era el hecho de que la ciudad muy posiblemente no aguantaría mucho más sin una solución. Hablar de días podía ser demasiado optimista incluso.
En el castillo la situación no era mucho mejor. La gente pedía ayuda y respuestas, pero lo pocos guardias que había no tenían ni lo uno ni lo otro, como tampoco su señor. El patio se había convertido en un lugar de descanso para muchos durmientes, pero los encargados de cuidarlos eran pocos, y menguaban con el paso de las horas. La presencia de las heroínas pareció reconfortar algunos de sus cansados corazones, pero aquello no iba a ser suficiente ni por asomo.
-Por aquí. Os llevaré con el maestro alquimista.- Les indicó Eduardo guiándoles hasta un magnífico laboratorio de alquimia que haría las delicias de cualquier maestro de aquel arte. Además el lugar contaba con una gran cantidad de tratados de estudio y referencia sobre la materia, y estantes y estantes repletos de materiales. No había duda con que la familia gobernante de Baslodia era muy rica, rica y poderosa. Aquel sitio solo tendría que envidiar al equipo de alquimia de la torre de la Logia.
-¿Qué ocurre? ¿Por qué nos interrumpes soldado?- Quiso saber de inmediato un hombre bajito, con barriga en forma de tonel y unas entradas tan pronunciadas que podría llamársele calvo sin temor a equivocarse. Era una de las 4 personas que trabajan a destajo allí en aquel momento. -Nuestra tarea es vital, lo dejé muy claro. Si te envía tu señora, dile que...-
-Lo lamento maestro Flavio. Creo que considerará que esta interrupción merece la pena.- Dijo haciéndose a un lado para que aquel hombrecillo barrigudo viese bien a Níniel. En un primer momento su rostro seguía mostrando el mismo enfado que antes, pero en cuanto la miró a los ojos, algo para lo que necesitó alzar bastante la cabeza, la cosa cambió.
-No es posible. Eres Níniel Thenidiel.- Dijo tras reconocerla. -Los dioses están de nuestro lado. Por supuesto que es una interrupción que merece la pena.- Clamó antes de presentarla al resto allí presentes, como si no le hubiesen oído gritar su nombre. Como ya era costumbre, ellos también sabían quién era. Incluso los brujos, que en circunstancias normales no le habrían dedicado más que un asentimiento de cabeza con el justo respeto, o ni eso, parecían contentos de tenerla allí. Tanto como para querer estrechar su mano.
-Francesco me habló mucho de tí. En cada carta me decía que eras su alumna más brillante. Que incluso le superabas. Un brujo elogiando de ese modo a una elfa...Incluso para alguien como el bueno de Francesco me pareció inaudito.- Continuó el hombre, un humano a todas luces, lo que demostraba que el círculo íntimo del maestro Otrore era de lo más amplio.
-Conocéis a mi maestro. Como su alumna eso me honra.- Acertó a decir Níniel. Pues se había acostumbrado a que últimamente la conocieran solo por lo ocurrido en árbol madre, y no por otros motivos.
-Bueno, muchos maestros alquimistas nos conocemos entre nosotros. Tú aún eres muy joven pero los que ya no somos unos jovenzuelos...Aunque debo decir, que por lo que se dice que pasó en el bosque de los elfos, no solo has superado a tu maestro, has dejado a ese viejo brujo muy atrás ya. Por lo visto tus pociones y ungüentos salvaron a cientos de personas.- Aclamó. Allí estaba de nuevo, "árbol madre"... Níniel trató de negar que hubiese hecho tal cosa, pues aunque es cierto que ayudó, sus pócimas no salvaron a cientos ni a una cifra ni siquiera cercana. Mas como de costumbre aquello solo fue tomado como modestia, incluso por los brujos. Si aquellas historias continuaban aumentando, nunca se libraría de aquel altar que le había erigido en Lunargenta. Su madre la mataría, seguro.
-Lamento que nos hayamos conocido en estas circunstancias pero, como habrás visto tu ayuda es más que necesaria. Hemos trabajado día y noche. Nos mantenemos despiertos mediante pociones...Pero no tenemos nada. Hemos probado varias fórmulas, desde simples como la poción de despertar básica, hasta complejas en base a la fórmula de "reanimación". Incluso una inyección de concentrado de flor de la felicidad...pero nada. Sus cuerpos deberían estar despiertos, incluso "demasiado" despiertos. No están enfermos no les pasa nada, pero es como...-
-Como si su conciencia estuviera en otro lugar.- Terminó Níniel la frase por él. Si aquellas pócimas maestras no habían funcionado y no era una enfermedad, las opciones se reducían y apuntaban casi inequívocamente a...
-¿Lo sabéis? ¿Sabéis qué ocurre?- Dijo esperanzado e intrigado el maestro Flavio.
-¿Os habló mi maestro de sus estudios sobre "el mundo de los sueños"?- Inquirió la peliblanca.
-Me lo mencionó en alguna carta, un proyecto ambicioso y con el que no avanzó en años. Un momento no quieres decir que...-Níniel casi podía escuchar a su cabeza atando cabos y pensando en posibilidades. -Pero hemos descartado que fuese ingerido, incluso aunque esa fórmula existiese...-
-Existe, y es funcional. Pero ese no es el punto. La poción puede impedirte despertar si es mal usada o mal preparada, dejándote atrapada, por eso conozco estos síntomas, pero decís que la ingesta está descartada. No obstante el "mundo de los sueños" existe por sí mismo, y hay otros modos de acceder a él a parte del que todos conocemos.- Dijo sacando de su bolsa su preciado criptomapa. -Y modos de aprisionar a la gente en él. Esto no es una epidemia o un veneno o un conjuro de sueño profundo que podamos combatir como alquimistas, magos o sanadores. Alguien o algo en ese mundo les impide despertar. -
-¿Quién o qué podría hacer algo así...y a esta escala por los dioses?-casi chilló el hombre. El resto de trabajadores también parecía incrédulo.
-No puedo asegurarlo, pero creo que lo sé. Solo hay un modo de confirmarlo...Y solo un modo de pararlo. Vencerlo en "su" mundo.-
-A pesar de lo que nos has contado...Esto sigue sin parecerme una buena idea.- Comentó el maestro Flavio mientras terminaba los últimos preparativos, yendo de un lado a otro del laboratorio evidentemente inquieto. -Cuesta creer que todas las teorías del viejo Otrore fuesen correctas... Y aunque ahora sé que lo son, que vayas al "mundo onírico" sola con el peligro que eso supone...Muchos soldados y gente sabía no ha despertado tras dormir. Incluso nuestro señor...Siento que envío a una de las grandes heroínas de nuestro tiempo a la boca del lobo.- Añadió mirando a la peliblanca, que al contrario que él se mostraba calmada.
-Es un riesgo. Pero ya he estado allí y tengo el elixir onírico. Si sabéis de alguien mejor para esta tarea...- Convino la elfa sentándose en una improvisada cama de telas, ropa y cojines que los ayudantes de Flavio habían dispuesto para ella allí mismo. A su lado Catherine tenía el ceño extremadamente fruncido. Había querido ir con ella, pero la sacerdotisa se había negado. Carecía de su experiencia en aquel mundo de sueños y pesadillas en el que no existía más lógica que la que una llevara consigo, y ni eso. Además, ¿quién mejor que ella para custodiar su cuerpo inerte mientras estuviera tan vulnerable?
-No hay tiempo para ceremonias...Hay mucha gente en peligro.- Instó, pidiéndole a su hermana que le acercara el elixir que ella misma había preparado y apurando su contenido de un sorbo*. Entonces, le dedicó una caricia en la mano para tranquilizarla, y la joven se recostó, cerrando los ojos y comenzando a contar. La pelirroja se acomodó a su lado, con todos sus sentidos alerta y con una pócima para mantenerse despierta a su alcance, solo por si acaso.
-Uno...dos...tres...-Contó Níniel hasta sentir la familiar sensación de caer en una oscuridad sin fondo. Aquello la había asustado la primera vez, incapaz de saber cuánto caería o a dónde. Pero a esas alturas ya tenía las respuestas para tan inquietantes preguntas. -Nueve...y diez.-
Abrió los ojos y nadó a través de las cristalinas aguas hasta emerger a la superficie, y desde la superficie a la orilla del riachuelo que tan bien conocía. Estaba desnuda, y como siempre el agradable sol del verano rápidamente comenzó a calentar su blanca piel mientras que las gotas de agua resbalan por ella hasta la verde hierba. La joven no se alteró ante aquello y desvió su mirada hasta la casa árbol de su familia. Aquel era su sueño, un sueño sobre su hogar en Sandorai, y siempre que iba al mundo de los sueños empezaba allí.
-Tan tranquilo y hermoso como lo recuerdo.- Se dijo la joven a sí misma mientras dirigía sus pasos hasta su casa. Y conforme lo hacía, se concentró, pensando en sus cosas. En su ropa, en su equipo, en sus armas...Y conforme lo hacía estas fueron apareciendo sobre ella, como si nunca hubiese estado desnuda. Pues aquel era su sueño, y gracias al elixir, tenía el control sobre él. Al menos en parte, y al menos hasta que lo que fuera que mantenía a las gentes de Baslodia durmiendo, comenzara a hacer de las suyas.
-¿Qué voy a experimentar esta vez?- Preguntó al aire concentrada y sabiendo que la paz y tranquilidad de su sueño no duraría mucho. Nunca lo hacía. Su pregunta sería rápidamente respondida.
Comenzó con unos gritos lejanos. Gritos de dolor y miedo, todos ellos conocidos por la joven como pertenecientes a sus familiares y amigos. Entonces llegaría el fuego y el humo. Su hogar, su bosque, en llamas devoradoras que todo lo consumían sin que nadie pudiese hacer nada. El riachuelo de aguas cristalinas donde tantas veces se había bañado de niña se tornó carmesí por la sangre de sus hermanos, y su corrupción manchó la tierra causando que la hierba, los árboles y las plantas se marchitaran.
Níniel bajó la mirada pero no se movió. Tomó aire, lo soltó, y al volver a levantar la mirada no había ni miedo ni angustia en su rostro. Le dolía ver su hogar así, pero era consciente de que solo era un sueño. Y no era la primera vez que lo tenía.
Fue entonces cuando vio el cuerpo mutilado de su padre colgado de una de las ramas más bajas de su hogar. A su lado estaba el cuerpo de su prima Chandra...y bajo ellos unas bestias repugnantes y pustulosas se alimentaban de los cuerpos de Vincent y de sus amigos. Aquello la afectó y apretó los dientes, pero controló sus instintos de enfrentarse a aquellos seres o de tratar de manipular el sueño para hacerlos desaparecer. Las criaturas no eran su verdadero enemigo allí, su miedo lo era. Lo sabía perfectamente. Ya se había enfrentado a ese sueño antes.
Por ello, ni siquiera cuando vio a su madre ser arrastrada desde el interior de la casa y violada ante sus ojos por un grupo de criaturas aún más repulsivas que las primeras, hizo nada. Apretó los puños y la mandíbula, y se tranquilizó. Las criaturas no estaban interesadas en ella, porque ser atacada no era uno de sus mayores temores.
-"No conoceréis al miedo. El miedo mata la mente. El miedo es la pequeña muerte que conduce a la destrucción total. Afrontaré mi miedo. Permitiré que pase sobre mi y a través de mi. Y cuando haya pasado, giraré mi ojo interior para escrutar su camino. Allá donde haya pasado el miedo ya no habrá nada. Sólo estaré yo.”- Recitó concentrada.Y entonces todo acabó.
Ya no se encontraba en Sandorai, ni siquiera en un Sandorai de pesadilla. Estaba en un lugar oscuro, frío y húmedo. El olor a muerte y putrefacción resultaba casi mareante y solo la luz de unas antorchas colocadas a distancias regulares en la dura piedra la dejaban hacerse una idea de dónde se encontraba. Era una prisión, un calabozo...Pero aunque había tenido la ocasión de ver algunos, aquél no lo reconocía como uno de ellos. -¿El sueño de otra persona? No, se siente...distinto- Intuyó la joven por sus experiencias previas, alerta para reaccionar ante algún imprevisto.
Generó un orbe de luz desde el extremo de su bastón y comenzó a andar. Había muchas celdas allí, y cada una de ellas estaba ocupada por toda una serie de balbuceantes desgraciados. La mayoría eran humanos, pero Níniel no le dio mayor importancia. Solo era un sueño...O al menos eso creía, hasta que uno de aquellos desdichados llamó su atención.
Se trataba de un hombre ataviado con el uniforme de la guardia de la ciudad, aunque apenas pudo distinguirlo ya que estaba cubierto y manchado de tierra. Sus ojos estaban en blanco, y frenéticamente movía sus manos como si...escarbara. Resultaba inquietante, pero más inquietante aún era el hecho de Níniel lo reconocía como aquel guardia dormido en la entrada de la ciudad. Simón, mencionó Eduardo que era su nombre.
La joven se acercó e hizo que el orbe iluminara mejor al tipo. -Simón, ¿eres tú?- Preguntó acercándose un poco más. En ese momento el humano reaccionó y aún con sus ojos en blanco trató de agarrar la túnica de la peliblanca, no lográndolo por muy poco y haciendo que cayera hacia atrás por el susto. Recelosa, se levantó y observó de nuevo al hombre, esta vez manteniendo mayor distancia. El guardia había vuelto a sus metódicos intentos por escarbar la nada ignorando a la elfa.
En ese momento una puerta se abrió al final del pasillo y la peliblanca decidió continuar. Aunque no sin antes echar un último vistazo a aquellos prisioneros. ¿Acaso podían ser...?
En cuanto cruzó aquella puerta y esta se cerró tras ella con un chirrido, Níniel tuvo claro que no se encontraba en el mundo de los sueños. O al menos no del todo. Ya en aquellas mazmorras la sensación era diferente, pero allí...-Magia de conjuración...¿Un castillo conjurado dentro del mundo de los sueños? ¿Sueños conjurados en un castillo real?- Pensó. No, el castillo estaba conjurado, eso estaba claro, podía notarlo solo tocando aquellas paredes. -Un castillo conjurado...con sueños...- ¿Acaso era eso posible? Una pregunta tonta dada la situación, aunque la respuesta podía resultar de lo más interesante, académicamente hablando.
En cualquier caso, en aquella zona no parecía haber nadie. ¿Estaría el o los responsables de todo allí, en aquel castillo? Era una posibilidad y debía tener cuidado. Ya fuera el caso o no debía encontrarlo, así como la salida de aquel lugar, y por su experiencia ambas cosas solían ir de la mano.
Su primer impulso fue comprobar la gran puerta de entrada. Por supuesto era imposible que fuese a ser tan sencillo, y cuando al intentar abrirla la puerta se mostró firmemente cerrada, no se desilusionó lo más mínimo. Al contrario, rápidamente decidió probar en la dirección contraria, ascendiendo por las escaleras y cruzando por la que debía ser la puerta al gran comedor en un castillo como aquel....o al menos en un castillo normal. Lo que encontró al abrir aquellas puertas no obstante no tenía nada de normal.
-¿Pero qué...?-Solo pudo decir la joven antes de tener que agacharse para no ser golpeada por lo que a todas luces se trataba de una enorme ardilla blanca que volaba directamente contra su cabeza. Rápidamente se levantó y se puso en guardia, pero lo que vio delante suya la dejó más que sorprendida.
-Mira lo que has hecho Níniel.- Dijo una voz con musical tono de riña. -Casi le das a Níniel con eso.- Le dijo Níniel a...Níniel. Salvo que ninguna de ellas era Níniel.
-Lo siento Níniel. Fue sin querer. Níniel ¿me perdonas?- Se disculpó Níniel con Níniel y con Níniel, esta última sí la verdadera, que agitó la cabeza como si aquello pudiera ayudarla a salir del shock. Y no era para menos, pues estaba en un enorme comedor atestado de personas. De elfas peliblancas de ojos aguamarina vestidas todas ellas con túnicas blancas, negras y doradas y portadoras todas de un báculo de dragón dorado, algunas incluso usándolo para jugar a las peleas entre ellas como si de un vulgar palo se tratara.
-Vale, cálmate Níniel, solo es otro sueño. Las puertas conectan con sueños en este sitio...- Se dijo a sí misma la peliblanca.
-Estoy calmada.- Dijeron varias Níniel al unísono logrando que la original enarcara una ceja, esbozara una sonrisa de circunstancias y se dispusiera a salir de allí lo más rápido posible. Más por desgracia al girarse para salir por la misma puerta por la que había entrado...ya no estaba allí.
-Era de esperar...- Se lamentó la elfa volviendo a girarse, observando a todas aquellas otras Níniel y buscando otra salida con la mirada.
Había Níniels jugando con enormes peluches de Geralt "la ardilla blanca". Otro grupo se peleaba con sus bastones y otras las reñían. Algunas tomaban el té con exquisitos modales en la mesa. Muchas parecían estar practicando alquimia en una esquina. El grupo más grande parecía estudiar con ahínco pesados volúmenes y...por desgracia, había una corriendo desnuda a lo largo de toda la mesa de banquetes.
-Genial...- Expresó la original comenzando a moverse por entre las distintas Níniels para continuar su búsqueda de una salida de allí. Al menos ninguna de sus "yos" la atacaba. Siempre se decía que había que superarse a una misma, pero allí había demasiadas Níniels que superar.
Llevaba ya un rato buscando cuando se sentó en una de las sillas de banquete, cansada de dar vueltas sin encontrar ni una sola puerta o ventana en aquel lugar. ¿De donde salía entonces la luz de aquella sala? No tenía sentido preguntárselo, aquello era un sueño, y uno para colmo que era incapaz de controlar. Había probado imaginando una puerta, una ventana, un balcón y hasta un agujero en el techo...Pero no había funcionado.
-¿Un té, Níniel? Te sentará bien.- Le ofreció Níniel, y para su propia sorpresa se encontró aceptándolo y bebiéndolo.
-Royal green...con un toque de limón. Se nota que me conoces.- Dijo antes de darse cuenta. La otra Níniel sonrió encantadoramente por el cumplido. Al menos hasta que Níniel dio otro sorbo y, de repente, vió lo absurdo de aquello levantándose de golpe. -No, no. Tengo que encontrar la salida de este lugar. Quiero salir de aquí. Ya.- Exigió a las otras Níniels, que la miraron por un momento y luego continuaron a lo suyo. -Tiene que haber un modo de salir...No es convencional...pero debe haberlo...piensa piensa...- Por mucho que pensara no se le ocurría nada, y el tiempo pasaba.
-¿Otro té, Níniel?- Volvió a preguntarle otra de las Níniels. La original la miró con las cejas alzadas pero negó con la cabeza, apoyándola sobre la mesa. -Tiene que haber un modo...¿Dónde demonios está la salida de este condenado lugar?- Preguntó alzando de nuevo la voz. Y de nuevo las demás Niniel se quedaron mirándola, más esta vez, en lugar de volver a sus asuntos, señalaron todas al mismo lugar, donde una puerta que evidentemente antes no estaba allí, ahora sí lo estaba.
Níniel se quedó perpleja.
-No me j...Quiero decir. Gracias, Níniel.- Dijo la joven antes de disponerse a abandonar aquel sueño rauda como el viento y sintiéndose estúpida.
-De nada, Níniel. Vuelve pronto.- La despidieron las demás al unísono.
-Sí, claro...contad con ello.- Respondió la peliblanca, lo último de vuelta al castillo y ya siendo nuevamente la única Níniel del lugar. Tomó aire, lo exhaló y se dispuso a olvidar aquello y proseguir con su tarea sin pensar en que de haber preguntado desde el principio...
Había muchas puertas que podía comprobar, pero de nuevo se decidió por ascender una planta más a falta de un mejor criterio para moverse por allí que el del cuidado y el del ensayo y error. Además aquella segunda planta parecía prometedora, pues contenía una gran colección de arte que Níniel supo apreciar. Desde luego el dueño del lugar no había reparado en gastos, de maná, para conjurar todo aquello, no le faltaba detalle. Definitivamente debía de ser un brujo poderoso y con talento.
Una puertas dobles de madera noble hermosamente tallada llamaron especialmente su atención tras una primera exploración del lugar. Aquello no podía ser obra de un humano, ningún orejas redondas sería capaz de tal maravilla. La joven no pudo evitar acariciar los contornos de aquella madera, las delicadas figuras femeninas en ella...Se sentía como acariciar realmente la piel de las elfas allí representadas...incluso parecía tibia al contacto como sí...
Una de las hojas de la puerta se entreabrió ligeramente y la joven se asomó lentamente y con cuidado. -Por todos los dioses...- Exclamó entrando sin más precauciones a aquel lugar, girando sobre sí misma una y otra vez para contemplar el tamaño y magnificencia de aquel lugar. -Vaya- Exclamó de nuevo ante la mayor biblioteca que jamás había visto a parte de la de Lunargenta, revisando algunos de los tomos más cercanos. -No me lo puedo creer. Los manuscritos de Jared Lath, el bardo legendario. Las anotaciones de Joaquim Saland...el primer alquimista que logró la vida eterna...Bueno, al menos hasta que su aprendiz le cortó la garganta en busca de su secreto.- La peliblanca cerró aquel volumen y lo devolvió a su lugar.
-No me lo puedo creer, porque no es real. Es otro sueño. Además se sabe perfectamente que no quedan copias de las anotaciones de Joaquim. El mismo aprendiz que le cortó el cuello se aseguró de ello.- Masculló dispuesta a darse de nuevo la vuelta y encontrarse con que de nuevo la puerta había desaparecido. Pero al hacerlo con desgana, la puerta seguía allí, y exactamente igual de abierta que la había dejado. -Esto es nuevo.- Expresó con dudas.
La peliblanca salió y para su sorpresa lo hizo sin problemas. ¿Acaso aquella biblioteca no era un sueño? Bueno, incluso si no lo era, aquellos libros serían conjurados como el resto del castillo...Claro que sí se habían conjurado para ser una copia perfecta de los originales...La joven se giró y volvió a entrar, revisando en los estantes nuevamente hasta que encontró un tomo que le era muy familiar; El compendio vegetal del maestre Salomon. Solo se conocían tres copias de aquel libro, y por suerte una de ellas estaba en poder de la Logia. Níniel lo había estudiado, por lo que enseguida confirmaría que aquello no era...
-Es una copia perfecta, palabra por palabra...Entonces todos estos también...- Níniel volvió a mirar aquella biblioteca con asombro, y, a sabiendas del valor de un lugar así, del conocimiento que allí se guardaba, revisó algunos nombres más con renovado fervor. Allí parecía haber de todo: Magia de luz, sombras, alquimia, historia...sintió un hormigueo por todo el cuerpo, emocionada. Alguien como ella podía pasarse años leyendo todos aquellos libros. Una idea extrañamente atractiva de hecho.
-Un momento...Hay cosas más importantes. Vidas en juego. Baslodia...-Se dijo recordando dónde estaba y manteniendo su euforia ante todo aquel conocimiento a raya. Además percatándose de que había pasado algo por alto ante la emoción de todo aquel conocimiento. -Entré por la puerta...pero salí sin problemas y volví a entrar, ¿o no?- Pensó mirando alrededor y tocando aquel libro con la mano. Ni rastro de la magia de conjuración que había notado por todo el castillo. -Lo sabía...- Arrojó varios libros al suelo y luego tomó uno más, especialmente voluminoso. Salió de nuevo fuera de aquella sala y lo arrojó desde lo alto de las escaleras.
-No me engañas, seas quien seas. He superado el miedo, he superado el sinsentido y no he caído en la tentación.- Gritó desde lo alto de las escaleras. -Creo que ya está bien de jueguecitos, ¿no?.-
Como toda respuesta, una fuerte luz la obligó a cerrar lo ojos, y cuando los abrió se encontraba ante un nuevo par de puertas de madera noble talladas. Esta vez representando a un castillo...sobre un cuco que volaba sobre una preciosa representación de Aerandir. Antes de que la sacerdotisa diera un paso para tratar de abrirlas, estas comenzaron a hacerlo solas.
-¿Dónde está todo el mundo?- Preguntó también evidentemente extrañada Catherine mientras guiaba a su fiel Roger tirando de sus riendas y caminando delante de él. -¿Acaso hay una fiesta en la plaza que nadie ha querido perderse?- Añadió echando la vista hacia el lomo de su montura, solo para comprobar que el joven que allí se hallaba, colocado como si de un fardo se tratara, no corría riesgo de caer al suelo.
-¿Oyes jolgorio alguno? Es una ciudad grande, nunca cometerían tal imprudencia.- Respondió la peliblanca cada vez más intranquila. -Tengo un mal presentimiento.- Advirtió desmontando a la misma altura de las puertas y observando hacia el interior de la ciudad con precaución. Como en las murallas, no se veía un alma, al menos a primera vista.
-Aquí hay alguien.- Advirtió la felina tras entrar, captando gracias a sus ojos la figura de un guardia en el suelo, apoyado contra la pared en el interior de una pequeña garita de piedra. -Hay un tipo. Vaya, está dormido. La vigilancia de este lugar no se puede decir que sea muy estricta que digamos...- Expresó la gata acercándose y comenzando a azuzar a aquel tipo para que se despertara. -Eh, amigo...Eh...despierta. ¿Me oyes? Despierta. ¿Dónde está todo el mundo? Hemos encontrado a un chico tirado a un lado del camino...- Intentó en vano, cruzando una mirada seria con su hermana. Era exactamente lo mismo que parecía pasarle a aquel joven que llevaban cargando desde hacía un rato, y en aquellas circunstancias, aquello no era una mera anécdota ni una curiosidad. Por eso, cuando un fuerte golpe metálico y un fuerte improperio llegaron hasta sus oídos, primero la mujer bestia y luego la elfa, se pusieron en guardia.
-Simón, joder no me hagas esto.- Volvió a escucharse acompañado por el inconfundible sonido de los apresurados pasos de alguien que portaba armadura. El origen de los mismos no tardaría en aparecer doblando la esquina de una de las casas cercanas, y cuando levantó la vista del pesado cubo de agua que transportaba con ambas manos, su expresión al ver allí a aquellas forasteras prestas para el combate, y con un chico dormido sobre una de sus monturas, más que de sorpresa, fue de auténtico sobresalto, tanto que casi derrama todo el agua que tan costosamente había llevado hasta allí.
-¿Quiénes sois vosotras? ¿Qué...? Quiero decir...Alto a la guardia, bajad las armas.- Exigió dejando el cubo en el suelo y llevando su mano al cinto en busca de su espada con un tono de voz muy poco convincente. Solo tras tantear un par de veces se percató de que su cinto estaba vacío. Catherine echó una miradita al interior de la garita de vigilancia y vio dónde estaba lo que aquel tipo ahora buscaba. No pudo evitar esbozar una amplia sonrisa.
-Tranquilo. No somos enemigas, ya las bajamos.- Intervino no obstante Níniel obedeciendo a aquel hombre e instando a su hermana a hacer lo mismo. -Veníamos hacia la ciudad cuando encontramos a este joven dormido a un lado del camino. No despertaba así que lo trajimos a la ciudad, pero al llegar...- Señaló lo evidente a su alrededor. -¿Qué ha pasado?- Quiso saber. El hombre dudó un instante pero no tardó en aceptar aquellas palabras como ciertas, volviendo a tomar el balde y tratando de usar aquella agua fresca con su compañero dormido. No tuvo más éxito que Catherine en su empeño.
-Maldita sea...- Maldijo antes de utilizar el resto del agua sobre sí mismo. -Me temo que has escogido el peor momento para visitar Baslodia, elfa. Pasa lo que ves...por toda la ciudad.- Dijo antes de suspirar con tono cansado. Miró a la joven y entonces se percató de dos cosas; La primera que era evidente que la elfa quería más información, y la segunda que sus ojos brillaban como se decía que brillaban los de los grandes héroes de la batalla de Sandorai. Entonces miró a Catherine y supo a ciencia cierta quiénes eran, mostrándose de repente mucho más complaciente y dispuesto a hablar.
-Mis disculpas, no os había reconocido heroínas. Si estáis aquí...¿Habéis venido a salvar la ciudad? Os ayudaré en todo lo que pueda. Os contaré todo lo que sé. - Dijo antes de entrar en materia mostrándose más animado que segundos antes. -Empezó hace unos días. Mucha gente empezó a no despertar tras quedarse dormida. Por lo visto descartaron que fuese algún veneno, pero siguió pasando. Nadie sabe qué pasa. Muchos trataron de huír, el chico debe ser uno de esos, pero la mayoría o no quiso o no pudo...Tratamos de no dormirnos hasta encontrar una solución pero...Es más fácil decirlo que hacerlo.- Explicó mientras Níniel atendía a sus palabras pensativa. Aquellos síntomas le eran muy familiares, pero a semejante escala nunca lo había visto. Además por lo visto no se debía a una contaminación de los suministros de agua...
-Con vosotras aquí podremos lograrlo...¿Nos ayudaréis? Os llevaré al castillo. Aún quedamos algunos despiertos. Al menos cuando salí hace unas horas el mejor alquimista de la ciudad seguía trabajando junto con un par de brujos en un remedio.- Instó el hombre señalando en dirección a la plaza fuerte de la ciudad. Parecía no ser sólo capaz de reconocer quién era, sino además que la peliblanca era alquimista.
-Guíanos.- Aceptó al considerar que allí no solo obtendría toda la información disponible, si no además la ayuda y equipo necesarios para intentar hacer algo, aunque sospechaba que todo aquello estaba relacionado con el "mundo onírico" y no con una simple enfermedad o conjuro.
Durante el camino el grupo pudo constatar que aquel guardia, de nombre Eduardo, no había exagerado sobre la magnitud del problema. Apenas se encontraron con gente despierta por las calles, y la mayoría de ellos estaban tan claramente cansados que no tardarían en dormirse. Los pocos que aún conservaban algo de su energía, seguramente gracias a pociones o plantas, se afanaban en cuidar de los dormidos, recogiéndolos de las calles si era necesario. El desánimo era patente, como lo era el hecho de que la ciudad muy posiblemente no aguantaría mucho más sin una solución. Hablar de días podía ser demasiado optimista incluso.
En el castillo la situación no era mucho mejor. La gente pedía ayuda y respuestas, pero lo pocos guardias que había no tenían ni lo uno ni lo otro, como tampoco su señor. El patio se había convertido en un lugar de descanso para muchos durmientes, pero los encargados de cuidarlos eran pocos, y menguaban con el paso de las horas. La presencia de las heroínas pareció reconfortar algunos de sus cansados corazones, pero aquello no iba a ser suficiente ni por asomo.
-Por aquí. Os llevaré con el maestro alquimista.- Les indicó Eduardo guiándoles hasta un magnífico laboratorio de alquimia que haría las delicias de cualquier maestro de aquel arte. Además el lugar contaba con una gran cantidad de tratados de estudio y referencia sobre la materia, y estantes y estantes repletos de materiales. No había duda con que la familia gobernante de Baslodia era muy rica, rica y poderosa. Aquel sitio solo tendría que envidiar al equipo de alquimia de la torre de la Logia.
-¿Qué ocurre? ¿Por qué nos interrumpes soldado?- Quiso saber de inmediato un hombre bajito, con barriga en forma de tonel y unas entradas tan pronunciadas que podría llamársele calvo sin temor a equivocarse. Era una de las 4 personas que trabajan a destajo allí en aquel momento. -Nuestra tarea es vital, lo dejé muy claro. Si te envía tu señora, dile que...-
-Lo lamento maestro Flavio. Creo que considerará que esta interrupción merece la pena.- Dijo haciéndose a un lado para que aquel hombrecillo barrigudo viese bien a Níniel. En un primer momento su rostro seguía mostrando el mismo enfado que antes, pero en cuanto la miró a los ojos, algo para lo que necesitó alzar bastante la cabeza, la cosa cambió.
-No es posible. Eres Níniel Thenidiel.- Dijo tras reconocerla. -Los dioses están de nuestro lado. Por supuesto que es una interrupción que merece la pena.- Clamó antes de presentarla al resto allí presentes, como si no le hubiesen oído gritar su nombre. Como ya era costumbre, ellos también sabían quién era. Incluso los brujos, que en circunstancias normales no le habrían dedicado más que un asentimiento de cabeza con el justo respeto, o ni eso, parecían contentos de tenerla allí. Tanto como para querer estrechar su mano.
-Francesco me habló mucho de tí. En cada carta me decía que eras su alumna más brillante. Que incluso le superabas. Un brujo elogiando de ese modo a una elfa...Incluso para alguien como el bueno de Francesco me pareció inaudito.- Continuó el hombre, un humano a todas luces, lo que demostraba que el círculo íntimo del maestro Otrore era de lo más amplio.
-Conocéis a mi maestro. Como su alumna eso me honra.- Acertó a decir Níniel. Pues se había acostumbrado a que últimamente la conocieran solo por lo ocurrido en árbol madre, y no por otros motivos.
-Bueno, muchos maestros alquimistas nos conocemos entre nosotros. Tú aún eres muy joven pero los que ya no somos unos jovenzuelos...Aunque debo decir, que por lo que se dice que pasó en el bosque de los elfos, no solo has superado a tu maestro, has dejado a ese viejo brujo muy atrás ya. Por lo visto tus pociones y ungüentos salvaron a cientos de personas.- Aclamó. Allí estaba de nuevo, "árbol madre"... Níniel trató de negar que hubiese hecho tal cosa, pues aunque es cierto que ayudó, sus pócimas no salvaron a cientos ni a una cifra ni siquiera cercana. Mas como de costumbre aquello solo fue tomado como modestia, incluso por los brujos. Si aquellas historias continuaban aumentando, nunca se libraría de aquel altar que le había erigido en Lunargenta. Su madre la mataría, seguro.
-Lamento que nos hayamos conocido en estas circunstancias pero, como habrás visto tu ayuda es más que necesaria. Hemos trabajado día y noche. Nos mantenemos despiertos mediante pociones...Pero no tenemos nada. Hemos probado varias fórmulas, desde simples como la poción de despertar básica, hasta complejas en base a la fórmula de "reanimación". Incluso una inyección de concentrado de flor de la felicidad...pero nada. Sus cuerpos deberían estar despiertos, incluso "demasiado" despiertos. No están enfermos no les pasa nada, pero es como...-
-Como si su conciencia estuviera en otro lugar.- Terminó Níniel la frase por él. Si aquellas pócimas maestras no habían funcionado y no era una enfermedad, las opciones se reducían y apuntaban casi inequívocamente a...
-¿Lo sabéis? ¿Sabéis qué ocurre?- Dijo esperanzado e intrigado el maestro Flavio.
-¿Os habló mi maestro de sus estudios sobre "el mundo de los sueños"?- Inquirió la peliblanca.
-Me lo mencionó en alguna carta, un proyecto ambicioso y con el que no avanzó en años. Un momento no quieres decir que...-Níniel casi podía escuchar a su cabeza atando cabos y pensando en posibilidades. -Pero hemos descartado que fuese ingerido, incluso aunque esa fórmula existiese...-
-Existe, y es funcional. Pero ese no es el punto. La poción puede impedirte despertar si es mal usada o mal preparada, dejándote atrapada, por eso conozco estos síntomas, pero decís que la ingesta está descartada. No obstante el "mundo de los sueños" existe por sí mismo, y hay otros modos de acceder a él a parte del que todos conocemos.- Dijo sacando de su bolsa su preciado criptomapa. -Y modos de aprisionar a la gente en él. Esto no es una epidemia o un veneno o un conjuro de sueño profundo que podamos combatir como alquimistas, magos o sanadores. Alguien o algo en ese mundo les impide despertar. -
-¿Quién o qué podría hacer algo así...y a esta escala por los dioses?-casi chilló el hombre. El resto de trabajadores también parecía incrédulo.
-No puedo asegurarlo, pero creo que lo sé. Solo hay un modo de confirmarlo...Y solo un modo de pararlo. Vencerlo en "su" mundo.-
********************************
-A pesar de lo que nos has contado...Esto sigue sin parecerme una buena idea.- Comentó el maestro Flavio mientras terminaba los últimos preparativos, yendo de un lado a otro del laboratorio evidentemente inquieto. -Cuesta creer que todas las teorías del viejo Otrore fuesen correctas... Y aunque ahora sé que lo son, que vayas al "mundo onírico" sola con el peligro que eso supone...Muchos soldados y gente sabía no ha despertado tras dormir. Incluso nuestro señor...Siento que envío a una de las grandes heroínas de nuestro tiempo a la boca del lobo.- Añadió mirando a la peliblanca, que al contrario que él se mostraba calmada.
-Es un riesgo. Pero ya he estado allí y tengo el elixir onírico. Si sabéis de alguien mejor para esta tarea...- Convino la elfa sentándose en una improvisada cama de telas, ropa y cojines que los ayudantes de Flavio habían dispuesto para ella allí mismo. A su lado Catherine tenía el ceño extremadamente fruncido. Había querido ir con ella, pero la sacerdotisa se había negado. Carecía de su experiencia en aquel mundo de sueños y pesadillas en el que no existía más lógica que la que una llevara consigo, y ni eso. Además, ¿quién mejor que ella para custodiar su cuerpo inerte mientras estuviera tan vulnerable?
-No hay tiempo para ceremonias...Hay mucha gente en peligro.- Instó, pidiéndole a su hermana que le acercara el elixir que ella misma había preparado y apurando su contenido de un sorbo*. Entonces, le dedicó una caricia en la mano para tranquilizarla, y la joven se recostó, cerrando los ojos y comenzando a contar. La pelirroja se acomodó a su lado, con todos sus sentidos alerta y con una pócima para mantenerse despierta a su alcance, solo por si acaso.
-Uno...dos...tres...-Contó Níniel hasta sentir la familiar sensación de caer en una oscuridad sin fondo. Aquello la había asustado la primera vez, incapaz de saber cuánto caería o a dónde. Pero a esas alturas ya tenía las respuestas para tan inquietantes preguntas. -Nueve...y diez.-
Abrió los ojos y nadó a través de las cristalinas aguas hasta emerger a la superficie, y desde la superficie a la orilla del riachuelo que tan bien conocía. Estaba desnuda, y como siempre el agradable sol del verano rápidamente comenzó a calentar su blanca piel mientras que las gotas de agua resbalan por ella hasta la verde hierba. La joven no se alteró ante aquello y desvió su mirada hasta la casa árbol de su familia. Aquel era su sueño, un sueño sobre su hogar en Sandorai, y siempre que iba al mundo de los sueños empezaba allí.
-Tan tranquilo y hermoso como lo recuerdo.- Se dijo la joven a sí misma mientras dirigía sus pasos hasta su casa. Y conforme lo hacía, se concentró, pensando en sus cosas. En su ropa, en su equipo, en sus armas...Y conforme lo hacía estas fueron apareciendo sobre ella, como si nunca hubiese estado desnuda. Pues aquel era su sueño, y gracias al elixir, tenía el control sobre él. Al menos en parte, y al menos hasta que lo que fuera que mantenía a las gentes de Baslodia durmiendo, comenzara a hacer de las suyas.
-¿Qué voy a experimentar esta vez?- Preguntó al aire concentrada y sabiendo que la paz y tranquilidad de su sueño no duraría mucho. Nunca lo hacía. Su pregunta sería rápidamente respondida.
Comenzó con unos gritos lejanos. Gritos de dolor y miedo, todos ellos conocidos por la joven como pertenecientes a sus familiares y amigos. Entonces llegaría el fuego y el humo. Su hogar, su bosque, en llamas devoradoras que todo lo consumían sin que nadie pudiese hacer nada. El riachuelo de aguas cristalinas donde tantas veces se había bañado de niña se tornó carmesí por la sangre de sus hermanos, y su corrupción manchó la tierra causando que la hierba, los árboles y las plantas se marchitaran.
Níniel bajó la mirada pero no se movió. Tomó aire, lo soltó, y al volver a levantar la mirada no había ni miedo ni angustia en su rostro. Le dolía ver su hogar así, pero era consciente de que solo era un sueño. Y no era la primera vez que lo tenía.
Fue entonces cuando vio el cuerpo mutilado de su padre colgado de una de las ramas más bajas de su hogar. A su lado estaba el cuerpo de su prima Chandra...y bajo ellos unas bestias repugnantes y pustulosas se alimentaban de los cuerpos de Vincent y de sus amigos. Aquello la afectó y apretó los dientes, pero controló sus instintos de enfrentarse a aquellos seres o de tratar de manipular el sueño para hacerlos desaparecer. Las criaturas no eran su verdadero enemigo allí, su miedo lo era. Lo sabía perfectamente. Ya se había enfrentado a ese sueño antes.
Por ello, ni siquiera cuando vio a su madre ser arrastrada desde el interior de la casa y violada ante sus ojos por un grupo de criaturas aún más repulsivas que las primeras, hizo nada. Apretó los puños y la mandíbula, y se tranquilizó. Las criaturas no estaban interesadas en ella, porque ser atacada no era uno de sus mayores temores.
-"No conoceréis al miedo. El miedo mata la mente. El miedo es la pequeña muerte que conduce a la destrucción total. Afrontaré mi miedo. Permitiré que pase sobre mi y a través de mi. Y cuando haya pasado, giraré mi ojo interior para escrutar su camino. Allá donde haya pasado el miedo ya no habrá nada. Sólo estaré yo.”- Recitó concentrada.Y entonces todo acabó.
Ya no se encontraba en Sandorai, ni siquiera en un Sandorai de pesadilla. Estaba en un lugar oscuro, frío y húmedo. El olor a muerte y putrefacción resultaba casi mareante y solo la luz de unas antorchas colocadas a distancias regulares en la dura piedra la dejaban hacerse una idea de dónde se encontraba. Era una prisión, un calabozo...Pero aunque había tenido la ocasión de ver algunos, aquél no lo reconocía como uno de ellos. -¿El sueño de otra persona? No, se siente...distinto- Intuyó la joven por sus experiencias previas, alerta para reaccionar ante algún imprevisto.
Generó un orbe de luz desde el extremo de su bastón y comenzó a andar. Había muchas celdas allí, y cada una de ellas estaba ocupada por toda una serie de balbuceantes desgraciados. La mayoría eran humanos, pero Níniel no le dio mayor importancia. Solo era un sueño...O al menos eso creía, hasta que uno de aquellos desdichados llamó su atención.
Se trataba de un hombre ataviado con el uniforme de la guardia de la ciudad, aunque apenas pudo distinguirlo ya que estaba cubierto y manchado de tierra. Sus ojos estaban en blanco, y frenéticamente movía sus manos como si...escarbara. Resultaba inquietante, pero más inquietante aún era el hecho de Níniel lo reconocía como aquel guardia dormido en la entrada de la ciudad. Simón, mencionó Eduardo que era su nombre.
La joven se acercó e hizo que el orbe iluminara mejor al tipo. -Simón, ¿eres tú?- Preguntó acercándose un poco más. En ese momento el humano reaccionó y aún con sus ojos en blanco trató de agarrar la túnica de la peliblanca, no lográndolo por muy poco y haciendo que cayera hacia atrás por el susto. Recelosa, se levantó y observó de nuevo al hombre, esta vez manteniendo mayor distancia. El guardia había vuelto a sus metódicos intentos por escarbar la nada ignorando a la elfa.
En ese momento una puerta se abrió al final del pasillo y la peliblanca decidió continuar. Aunque no sin antes echar un último vistazo a aquellos prisioneros. ¿Acaso podían ser...?
En cuanto cruzó aquella puerta y esta se cerró tras ella con un chirrido, Níniel tuvo claro que no se encontraba en el mundo de los sueños. O al menos no del todo. Ya en aquellas mazmorras la sensación era diferente, pero allí...-Magia de conjuración...¿Un castillo conjurado dentro del mundo de los sueños? ¿Sueños conjurados en un castillo real?- Pensó. No, el castillo estaba conjurado, eso estaba claro, podía notarlo solo tocando aquellas paredes. -Un castillo conjurado...con sueños...- ¿Acaso era eso posible? Una pregunta tonta dada la situación, aunque la respuesta podía resultar de lo más interesante, académicamente hablando.
En cualquier caso, en aquella zona no parecía haber nadie. ¿Estaría el o los responsables de todo allí, en aquel castillo? Era una posibilidad y debía tener cuidado. Ya fuera el caso o no debía encontrarlo, así como la salida de aquel lugar, y por su experiencia ambas cosas solían ir de la mano.
Su primer impulso fue comprobar la gran puerta de entrada. Por supuesto era imposible que fuese a ser tan sencillo, y cuando al intentar abrirla la puerta se mostró firmemente cerrada, no se desilusionó lo más mínimo. Al contrario, rápidamente decidió probar en la dirección contraria, ascendiendo por las escaleras y cruzando por la que debía ser la puerta al gran comedor en un castillo como aquel....o al menos en un castillo normal. Lo que encontró al abrir aquellas puertas no obstante no tenía nada de normal.
-¿Pero qué...?-Solo pudo decir la joven antes de tener que agacharse para no ser golpeada por lo que a todas luces se trataba de una enorme ardilla blanca que volaba directamente contra su cabeza. Rápidamente se levantó y se puso en guardia, pero lo que vio delante suya la dejó más que sorprendida.
-Mira lo que has hecho Níniel.- Dijo una voz con musical tono de riña. -Casi le das a Níniel con eso.- Le dijo Níniel a...Níniel. Salvo que ninguna de ellas era Níniel.
-Lo siento Níniel. Fue sin querer. Níniel ¿me perdonas?- Se disculpó Níniel con Níniel y con Níniel, esta última sí la verdadera, que agitó la cabeza como si aquello pudiera ayudarla a salir del shock. Y no era para menos, pues estaba en un enorme comedor atestado de personas. De elfas peliblancas de ojos aguamarina vestidas todas ellas con túnicas blancas, negras y doradas y portadoras todas de un báculo de dragón dorado, algunas incluso usándolo para jugar a las peleas entre ellas como si de un vulgar palo se tratara.
-Vale, cálmate Níniel, solo es otro sueño. Las puertas conectan con sueños en este sitio...- Se dijo a sí misma la peliblanca.
-Estoy calmada.- Dijeron varias Níniel al unísono logrando que la original enarcara una ceja, esbozara una sonrisa de circunstancias y se dispusiera a salir de allí lo más rápido posible. Más por desgracia al girarse para salir por la misma puerta por la que había entrado...ya no estaba allí.
-Era de esperar...- Se lamentó la elfa volviendo a girarse, observando a todas aquellas otras Níniel y buscando otra salida con la mirada.
Había Níniels jugando con enormes peluches de Geralt "la ardilla blanca". Otro grupo se peleaba con sus bastones y otras las reñían. Algunas tomaban el té con exquisitos modales en la mesa. Muchas parecían estar practicando alquimia en una esquina. El grupo más grande parecía estudiar con ahínco pesados volúmenes y...por desgracia, había una corriendo desnuda a lo largo de toda la mesa de banquetes.
-Genial...- Expresó la original comenzando a moverse por entre las distintas Níniels para continuar su búsqueda de una salida de allí. Al menos ninguna de sus "yos" la atacaba. Siempre se decía que había que superarse a una misma, pero allí había demasiadas Níniels que superar.
Llevaba ya un rato buscando cuando se sentó en una de las sillas de banquete, cansada de dar vueltas sin encontrar ni una sola puerta o ventana en aquel lugar. ¿De donde salía entonces la luz de aquella sala? No tenía sentido preguntárselo, aquello era un sueño, y uno para colmo que era incapaz de controlar. Había probado imaginando una puerta, una ventana, un balcón y hasta un agujero en el techo...Pero no había funcionado.
-¿Un té, Níniel? Te sentará bien.- Le ofreció Níniel, y para su propia sorpresa se encontró aceptándolo y bebiéndolo.
-Royal green...con un toque de limón. Se nota que me conoces.- Dijo antes de darse cuenta. La otra Níniel sonrió encantadoramente por el cumplido. Al menos hasta que Níniel dio otro sorbo y, de repente, vió lo absurdo de aquello levantándose de golpe. -No, no. Tengo que encontrar la salida de este lugar. Quiero salir de aquí. Ya.- Exigió a las otras Níniels, que la miraron por un momento y luego continuaron a lo suyo. -Tiene que haber un modo de salir...No es convencional...pero debe haberlo...piensa piensa...- Por mucho que pensara no se le ocurría nada, y el tiempo pasaba.
-¿Otro té, Níniel?- Volvió a preguntarle otra de las Níniels. La original la miró con las cejas alzadas pero negó con la cabeza, apoyándola sobre la mesa. -Tiene que haber un modo...¿Dónde demonios está la salida de este condenado lugar?- Preguntó alzando de nuevo la voz. Y de nuevo las demás Niniel se quedaron mirándola, más esta vez, en lugar de volver a sus asuntos, señalaron todas al mismo lugar, donde una puerta que evidentemente antes no estaba allí, ahora sí lo estaba.
Níniel se quedó perpleja.
-No me j...Quiero decir. Gracias, Níniel.- Dijo la joven antes de disponerse a abandonar aquel sueño rauda como el viento y sintiéndose estúpida.
-De nada, Níniel. Vuelve pronto.- La despidieron las demás al unísono.
-Sí, claro...contad con ello.- Respondió la peliblanca, lo último de vuelta al castillo y ya siendo nuevamente la única Níniel del lugar. Tomó aire, lo exhaló y se dispuso a olvidar aquello y proseguir con su tarea sin pensar en que de haber preguntado desde el principio...
Había muchas puertas que podía comprobar, pero de nuevo se decidió por ascender una planta más a falta de un mejor criterio para moverse por allí que el del cuidado y el del ensayo y error. Además aquella segunda planta parecía prometedora, pues contenía una gran colección de arte que Níniel supo apreciar. Desde luego el dueño del lugar no había reparado en gastos, de maná, para conjurar todo aquello, no le faltaba detalle. Definitivamente debía de ser un brujo poderoso y con talento.
Una puertas dobles de madera noble hermosamente tallada llamaron especialmente su atención tras una primera exploración del lugar. Aquello no podía ser obra de un humano, ningún orejas redondas sería capaz de tal maravilla. La joven no pudo evitar acariciar los contornos de aquella madera, las delicadas figuras femeninas en ella...Se sentía como acariciar realmente la piel de las elfas allí representadas...incluso parecía tibia al contacto como sí...
Una de las hojas de la puerta se entreabrió ligeramente y la joven se asomó lentamente y con cuidado. -Por todos los dioses...- Exclamó entrando sin más precauciones a aquel lugar, girando sobre sí misma una y otra vez para contemplar el tamaño y magnificencia de aquel lugar. -Vaya- Exclamó de nuevo ante la mayor biblioteca que jamás había visto a parte de la de Lunargenta, revisando algunos de los tomos más cercanos. -No me lo puedo creer. Los manuscritos de Jared Lath, el bardo legendario. Las anotaciones de Joaquim Saland...el primer alquimista que logró la vida eterna...Bueno, al menos hasta que su aprendiz le cortó la garganta en busca de su secreto.- La peliblanca cerró aquel volumen y lo devolvió a su lugar.
-No me lo puedo creer, porque no es real. Es otro sueño. Además se sabe perfectamente que no quedan copias de las anotaciones de Joaquim. El mismo aprendiz que le cortó el cuello se aseguró de ello.- Masculló dispuesta a darse de nuevo la vuelta y encontrarse con que de nuevo la puerta había desaparecido. Pero al hacerlo con desgana, la puerta seguía allí, y exactamente igual de abierta que la había dejado. -Esto es nuevo.- Expresó con dudas.
La peliblanca salió y para su sorpresa lo hizo sin problemas. ¿Acaso aquella biblioteca no era un sueño? Bueno, incluso si no lo era, aquellos libros serían conjurados como el resto del castillo...Claro que sí se habían conjurado para ser una copia perfecta de los originales...La joven se giró y volvió a entrar, revisando en los estantes nuevamente hasta que encontró un tomo que le era muy familiar; El compendio vegetal del maestre Salomon. Solo se conocían tres copias de aquel libro, y por suerte una de ellas estaba en poder de la Logia. Níniel lo había estudiado, por lo que enseguida confirmaría que aquello no era...
-Es una copia perfecta, palabra por palabra...Entonces todos estos también...- Níniel volvió a mirar aquella biblioteca con asombro, y, a sabiendas del valor de un lugar así, del conocimiento que allí se guardaba, revisó algunos nombres más con renovado fervor. Allí parecía haber de todo: Magia de luz, sombras, alquimia, historia...sintió un hormigueo por todo el cuerpo, emocionada. Alguien como ella podía pasarse años leyendo todos aquellos libros. Una idea extrañamente atractiva de hecho.
-Un momento...Hay cosas más importantes. Vidas en juego. Baslodia...-Se dijo recordando dónde estaba y manteniendo su euforia ante todo aquel conocimiento a raya. Además percatándose de que había pasado algo por alto ante la emoción de todo aquel conocimiento. -Entré por la puerta...pero salí sin problemas y volví a entrar, ¿o no?- Pensó mirando alrededor y tocando aquel libro con la mano. Ni rastro de la magia de conjuración que había notado por todo el castillo. -Lo sabía...- Arrojó varios libros al suelo y luego tomó uno más, especialmente voluminoso. Salió de nuevo fuera de aquella sala y lo arrojó desde lo alto de las escaleras.
-No me engañas, seas quien seas. He superado el miedo, he superado el sinsentido y no he caído en la tentación.- Gritó desde lo alto de las escaleras. -Creo que ya está bien de jueguecitos, ¿no?.-
Como toda respuesta, una fuerte luz la obligó a cerrar lo ojos, y cuando los abrió se encontraba ante un nuevo par de puertas de madera noble talladas. Esta vez representando a un castillo...sobre un cuco que volaba sobre una preciosa representación de Aerandir. Antes de que la sacerdotisa diera un paso para tratar de abrirlas, estas comenzaron a hacerlo solas.
OFF: *Níniel fabrica on rol y crea su Elixir onírico. Este elixir permite tener sueños lúcidos al entrar en el "mundo onírico". No obstante si me da alguna ventaja contra Zack lo dejo a criterio del master.
Níniel Thenidiel
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Re: Dulces Sueños [Evento Objetos del 19]
Zack Edgecomb se encontraba sentado en su trono, apreciando su obra, un espejo ante él reflejando sueños, en vez de su figura. En esos instantes, se encontraba mirando como una mujer huía de una gigantesca horda de arañas por un bosque que no reconocía. Encontró salvación en una cabaña, temporalmente, puesto que con la magnífica lógica de los sueños, la puerta y ventanas se cubrieron de arácnidos, que avanzaron lentamente, casi de manera burlona, hacia la chica, ahora llorando encogida en posición fetal. El sueño no cambiaría mucho más a partir de ese momento, así que lo hizo desaparecer con un gesto de su mano, buscando otro interesante, mientras tomaba un sorbo de su copa.
Pero estaba vacía. Con un chasquido de lengua, acercó la copa de plata a la jaula dorada, donde el Cuco aleteó molesto, antes de quedar paralizado, cayendo al suelo de su prisión mientras la jaula drenaba su poder, rellenando la copa. Tomó un sorbo, suspirando de placer. No había nada como la desesperación para hacer una buena bebida, como el mejor vino tinto que uno fuera a probar jamás en el aburrido mundo real. Y mientras se preguntaba si esa persona cayendo desde el cielo infinitamente era lo suficientemente entretenido como para dedicarle unos minutos de su tiempo, una perturbación en el castillo le indico que alguien había escapado de su pesadilla. Inusual, pero no único, siempre había alguien sorprendentemente loco o valiente, o alguien que había superado sus propios miedos de una forma u otra. Se concentró en el espejo, el reflejo mostrando a una mujer, solo una elfa. Suspiró de alivio. Por un momento había temido que fuera una de esas…cosas de fuera, pero si solo era una elfa, no pasaba nada, nadie había escapado del segundo sueño aún.
Aun así la siguió viendo, vigilando, hasta que entró en el segundo, manteniendo la conexión unos minutos, para estar seguro. El sueño era extraño, y habría sido de su agrado si no fuera tan… falto de color. Había un motivo por el cual la primera prueba que tenían que superar los suplicantes era una pesadilla. La confusión o la vergüenza de verte a ti mismo desnudo no tenían el mismo peso o sabor que el puro y genuino terror irracional. Pero no sabía cómo salir de allí, así que la dejo pudrirse, volviendo la atención de su espejo a las mazmorras. ¿Cómo podía ser que de todos los miedos de una persona, el peor, el que escogía el castillo, fuera hacia su madre? Ni siquiera había golpes, ni gritos, solo… Alguien había escapado otra vez. Del segundo sueño. Volvió a centrar la vista en el primer valiente que encontraba el camino, ahora con un poco de preocupación manchando su curiosidad.
Su copa de plata pura estalló en mil pedazos como si fuera de cristal en cuando vio la cara de esa maldita elfa otra vez. ¿Cómo? Lamentablemente, se lo había perdido, y el espejo no podía retroceder a sueños pasados, un error de diseño que no había considerado hasta ese momento. No pasaba nada, lo arreglaría cuando tuviera tiempo, después de atrapar eternamente a ese estorbo. La miró, de verdad, buscando en su mente y corazón para la tercera trampa. Al no haber sido probadas con nadie, solo la confianza en si mismo le aseguraba que fueran a retener a la elfa, por lo que no costaba nada hacer una revisión de última hora, retocar algún aspecto aquí y allá para asegurarse de que fuera perfecto, a medida. Y entonces vio los ojos, o más bien, hizo la conexión al fin. Sandorai. Uno de los salvadores de ese patético árbol. ¿Era una cuestión de poder? No, había construido ese castillo con sumo cuidado, si una criatura soñaba, podía atraparla. Si una persona soñaba, se corrigió mentalmente, recordando lo inexplorada que era esa nueva frontera. Los pedazos de su copa flotaron, reformándose, aunque el líquido se había perdido, lamentablemente. Podía dejar las cosas seguir su curso…
Las noticias de su pequeña… invitación a su corte parecían haberse extendido más rápido de lo previsto, y habían enviado a alguien que consideraban lo suficientemente poderoso para derrotarlo en su territorio. Insultante, pero no se arriesgaría, la mataría allí mismo. Parecía tener mucha vitalidad, andando como si nada tras todo este tiempo, pero drenaría sus emociones de manera más activa, ofreciendo misericordia, aunque fuera temporal, al resto de invitados al castillo y centrando toda su atención en la mujer. Se concentró y empujó, su voluntad rodeando a la elfa.
Y no pasó nada. Allí estaba, impasible, consultando un libro en la biblioteca que había recreado para ella. Ni siquiera parecía percatarse de que algo iba mal. Porque nada iba mal, entendió, no funcionaba. ¿Por qué? Todo el mundo dormía, y si dormían, el castillo podía drenarlos, especialmente si habían usado somníferos, como la hora en el mundo aburrido parecía indicar. Aunque el espejo no había dejado de enfocarla, no necesitó mirar cuando el castillo le advirtió que alguien había superado un sueño. Con un gritó de furia, la copa se rompió por segunda vez, esta vez contra una pared decorada con tapices, sobresaltando al ave.
-¡Cállate!- le gritó al ave, consiguiendo solo que revoloteara aún más. -¿Esas tenemos? Muy bien…- ¿Y que si sus trucos habituales no funcionaban? Se sobraba y bastaba para acabar con un intruso. Extendió los brazos, una armadura formándose por todo su cuerpo, sueños hechos realidad, un metal de un vibrante color violeta, que parecía superponerse sobre sí mismo, como si tuviera una armadura espectral encima de la “real”. La corona de múltiples metales y su capa caleidoscópica seguían allí, por supuesto, un rey tenía que tener presencia, incluso en batalla. Se lo pensó un momento, y con un gesto de manos, la sala del trono se alargó sin consideración por las leyes físicas o la previa forma del castillo y ya que estaba, también tiró la lógica por la ventana y movió el suelo noventa grados, quedando suspendido de una pared como si nada. Para entonces, la mujer ya estaba ante las puertas del trono, y no había motivo para negarle la entrada, aunque estaba molesto con ella, un acto tan mezquino estaba por debajo de un rey.
-Bienvenida, suplicante. Te encuentras ante Zack Edgecomb, rey de Discordia. Disfruta de mi creación, pues será lo último que veas.- Una lanza del mismo color que su armadura apareció sobre su mano, flotando ligeramente, y alterando ligeramente las propiedades de la habitación, el arma empezó a "caer" hacia su enemiga.
Bienvenida a la sala del trono, Niniel. Zack Edgecomb es, como seguro que ya sabes, un poderoso mago de conjuración, que se encuentra, nunca mejor dicho, en su propio elemento. Esta iba a ser una pelea a contrarreloj, superar las defensas del brujo antes de que te sorbiera las emociones y con ello, la vitalidad, pero gracias a tu Elixir Onírico, has perdido la necesidad de darte prisa. Eso no significa que vaya a ser fácil, espera que el suelo te traicione, tumbándote o alterando la gravedad, o que cree barreras con el propio castillo para detener tus ataques, además de habilidades más clásicas de la escuela como la creación de armas que saldrán disparadas hacia ti.
En general, no creo que derrotarlo te vaya a suponer un riesgo debido a que ha perdido gran parte de su capacidad ofensiva, pero te pondrá muchos problemas para no ser vencido. Y una vez lo veas manipular el castillo unas cuantas veces, tu elixir también te permitirá hacerlo (en menor medida). Seguramente añadiré una tercera ronda por mi parte, para cerrar el tema de vuelta al mundo real.
Pero estaba vacía. Con un chasquido de lengua, acercó la copa de plata a la jaula dorada, donde el Cuco aleteó molesto, antes de quedar paralizado, cayendo al suelo de su prisión mientras la jaula drenaba su poder, rellenando la copa. Tomó un sorbo, suspirando de placer. No había nada como la desesperación para hacer una buena bebida, como el mejor vino tinto que uno fuera a probar jamás en el aburrido mundo real. Y mientras se preguntaba si esa persona cayendo desde el cielo infinitamente era lo suficientemente entretenido como para dedicarle unos minutos de su tiempo, una perturbación en el castillo le indico que alguien había escapado de su pesadilla. Inusual, pero no único, siempre había alguien sorprendentemente loco o valiente, o alguien que había superado sus propios miedos de una forma u otra. Se concentró en el espejo, el reflejo mostrando a una mujer, solo una elfa. Suspiró de alivio. Por un momento había temido que fuera una de esas…cosas de fuera, pero si solo era una elfa, no pasaba nada, nadie había escapado del segundo sueño aún.
Aun así la siguió viendo, vigilando, hasta que entró en el segundo, manteniendo la conexión unos minutos, para estar seguro. El sueño era extraño, y habría sido de su agrado si no fuera tan… falto de color. Había un motivo por el cual la primera prueba que tenían que superar los suplicantes era una pesadilla. La confusión o la vergüenza de verte a ti mismo desnudo no tenían el mismo peso o sabor que el puro y genuino terror irracional. Pero no sabía cómo salir de allí, así que la dejo pudrirse, volviendo la atención de su espejo a las mazmorras. ¿Cómo podía ser que de todos los miedos de una persona, el peor, el que escogía el castillo, fuera hacia su madre? Ni siquiera había golpes, ni gritos, solo… Alguien había escapado otra vez. Del segundo sueño. Volvió a centrar la vista en el primer valiente que encontraba el camino, ahora con un poco de preocupación manchando su curiosidad.
Su copa de plata pura estalló en mil pedazos como si fuera de cristal en cuando vio la cara de esa maldita elfa otra vez. ¿Cómo? Lamentablemente, se lo había perdido, y el espejo no podía retroceder a sueños pasados, un error de diseño que no había considerado hasta ese momento. No pasaba nada, lo arreglaría cuando tuviera tiempo, después de atrapar eternamente a ese estorbo. La miró, de verdad, buscando en su mente y corazón para la tercera trampa. Al no haber sido probadas con nadie, solo la confianza en si mismo le aseguraba que fueran a retener a la elfa, por lo que no costaba nada hacer una revisión de última hora, retocar algún aspecto aquí y allá para asegurarse de que fuera perfecto, a medida. Y entonces vio los ojos, o más bien, hizo la conexión al fin. Sandorai. Uno de los salvadores de ese patético árbol. ¿Era una cuestión de poder? No, había construido ese castillo con sumo cuidado, si una criatura soñaba, podía atraparla. Si una persona soñaba, se corrigió mentalmente, recordando lo inexplorada que era esa nueva frontera. Los pedazos de su copa flotaron, reformándose, aunque el líquido se había perdido, lamentablemente. Podía dejar las cosas seguir su curso…
Las noticias de su pequeña… invitación a su corte parecían haberse extendido más rápido de lo previsto, y habían enviado a alguien que consideraban lo suficientemente poderoso para derrotarlo en su territorio. Insultante, pero no se arriesgaría, la mataría allí mismo. Parecía tener mucha vitalidad, andando como si nada tras todo este tiempo, pero drenaría sus emociones de manera más activa, ofreciendo misericordia, aunque fuera temporal, al resto de invitados al castillo y centrando toda su atención en la mujer. Se concentró y empujó, su voluntad rodeando a la elfa.
Y no pasó nada. Allí estaba, impasible, consultando un libro en la biblioteca que había recreado para ella. Ni siquiera parecía percatarse de que algo iba mal. Porque nada iba mal, entendió, no funcionaba. ¿Por qué? Todo el mundo dormía, y si dormían, el castillo podía drenarlos, especialmente si habían usado somníferos, como la hora en el mundo aburrido parecía indicar. Aunque el espejo no había dejado de enfocarla, no necesitó mirar cuando el castillo le advirtió que alguien había superado un sueño. Con un gritó de furia, la copa se rompió por segunda vez, esta vez contra una pared decorada con tapices, sobresaltando al ave.
-¡Cállate!- le gritó al ave, consiguiendo solo que revoloteara aún más. -¿Esas tenemos? Muy bien…- ¿Y que si sus trucos habituales no funcionaban? Se sobraba y bastaba para acabar con un intruso. Extendió los brazos, una armadura formándose por todo su cuerpo, sueños hechos realidad, un metal de un vibrante color violeta, que parecía superponerse sobre sí mismo, como si tuviera una armadura espectral encima de la “real”. La corona de múltiples metales y su capa caleidoscópica seguían allí, por supuesto, un rey tenía que tener presencia, incluso en batalla. Se lo pensó un momento, y con un gesto de manos, la sala del trono se alargó sin consideración por las leyes físicas o la previa forma del castillo y ya que estaba, también tiró la lógica por la ventana y movió el suelo noventa grados, quedando suspendido de una pared como si nada. Para entonces, la mujer ya estaba ante las puertas del trono, y no había motivo para negarle la entrada, aunque estaba molesto con ella, un acto tan mezquino estaba por debajo de un rey.
-Bienvenida, suplicante. Te encuentras ante Zack Edgecomb, rey de Discordia. Disfruta de mi creación, pues será lo último que veas.- Una lanza del mismo color que su armadura apareció sobre su mano, flotando ligeramente, y alterando ligeramente las propiedades de la habitación, el arma empezó a "caer" hacia su enemiga.
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Bienvenida a la sala del trono, Niniel. Zack Edgecomb es, como seguro que ya sabes, un poderoso mago de conjuración, que se encuentra, nunca mejor dicho, en su propio elemento. Esta iba a ser una pelea a contrarreloj, superar las defensas del brujo antes de que te sorbiera las emociones y con ello, la vitalidad, pero gracias a tu Elixir Onírico, has perdido la necesidad de darte prisa. Eso no significa que vaya a ser fácil, espera que el suelo te traicione, tumbándote o alterando la gravedad, o que cree barreras con el propio castillo para detener tus ataques, además de habilidades más clásicas de la escuela como la creación de armas que saldrán disparadas hacia ti.
En general, no creo que derrotarlo te vaya a suponer un riesgo debido a que ha perdido gran parte de su capacidad ofensiva, pero te pondrá muchos problemas para no ser vencido. Y una vez lo veas manipular el castillo unas cuantas veces, tu elixir también te permitirá hacerlo (en menor medida). Seguramente añadiré una tercera ronda por mi parte, para cerrar el tema de vuelta al mundo real.
Othel
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Re: Dulces Sueños [Evento Objetos del 19]
Tras aquellas puertas no había otro sueño. Tampoco uno tratando de disfrazarse de realidad, como había tratado de hacer el último en un intento por tentarla, logrando engañar a la joven por un momento tras extraer de su mente su pasión por toda clase de conocimientos. No, ante ella había otra sala más de aquel extraño castillo conjurado con sueños, tan colorido y falto de lógica como el resto del mismo, y con el mismo y particular éter sustentando lo que la madera, la piedra y el metal jamás podrían en el mundo real. Como era el caso de la longitud imposible de aquella sala, la cual no encajaba con las proporciones del resto del castillo, aunque sí con su decoración.
-Edgecomb...- Murmuró la peliblanca al llegar a las cercanías de aquel llamativo trono tras recorrer la anormal distancia que lo separaba de las puertas, y tras ver a su llamativo anfitrión ignorar las leyes de la naturaleza al mantenerse de pié sobre una de las paredes del lugar. Aquel nombre implicaba tantas cosas y posibilidades...Respondía tantas preguntas pero a la vez planteaba tantas otras... Su mirada se desvió por un instante de aquel hombre hasta la jaula donde aquella criatura devoradora de sueños se hallaba encerrada, atando aún más cabos.
Casi desde el principio intuía que aquel cuco tenía algo que ver con lo que estaba ocurriendo en la ciudad, especialmente conociendo la verdadera naturaleza de aquel ser como uno de aquellos diecinueve peligrosos objetos de los que había sido informada, y allí estaba. Todavía no lograba saber la relación exacta entre criatura y conjurador, pero estando en un lugar como aquel castillo era evidente que el cuco aumentaba el poder de conjuración de aquel hombre, y también que el hombre debía de poder controlar los sueños de un modo muy superior al del elixir de la alquimista. ¿Estaría usando al cuco también para eso, o acaso la maldita ave solo estaba aumentando una capacidad propia de aquel brujo?
En cualquier caso, pronto quedaría patente que aquel "rey de discordia" no tenía ninguna intención de entretener a su invitada con explicaciones sobre qué era exactamente aquel lugar o cómo había logrado que existiese algo así en el mundo de los sueños. Tampoco sobre cuáles eran sus intenciones al dormir a toda una ciudad. La peliblanca le estorbaba...y debía morir.
-Solo disfrutaré de este lugar cuando mis sueños, y los de todos los habitantes de la ciudad, vuelvan a ser nuestros.- Respondió la peliblanca apartándose de la trayectoria de aquella lanza que, al caer, se dirigió hacia ella en vez de "hacia abajo" como cualquiera supondría a pesar de la disposición alterada de la sala. Por suerte solo había llevado la velocidad que había ganado al caer desde escasa altura, pero una cosa estaba clara; Con semejante capacidad para alterar las condiciones del lugar, podía pasar cualquier cosa.
-No te dejaré.- Decidió entonces la elfa al ver como su enemigo hacía aparecer nuevas lanzas y se preparaba para repetir su anterior ataque, aunque esta vez confiando en el número de armas arrojadas para evitar que fueran tan fácilmente esquivadas. Alzando su bastón proyectó un intenso destello de luz pura y, tras bendecirse a sí misma con un gran aumento de su velocidad, agilidad y destreza, comenzó a alejarse del lugar donde había estado para ser un objetivo mucho más difícil de alcanzar por su ahora cegado y dolorido adversario*, que dejó caer las recién conjuradas armas mientras se llevaba las manos a los ojos gritando toda clase de improperios hacia aquella "sucia elfa".
Desde detrás del propio trono de Discordia, Níniel se preparó para continuar con su plan. Y es que aquel ataque no había sido simplemente para evitar las lanzas y ganar algo de tiempo. La sacerdotisa había estado muchas veces en el mundo de los sueños. Sabía perfectamente lo importante que era la concentración para poder controlar los sueños, y más a ese nivel. Cegado y con aquel terrible dolor en los ojos, Edgecomb sería en esos momentos una objetivo fácil.
La joven, en silencio, rogó por la ayuda de Anar, y dos orbes de luz comenzaron a flotar a su alrededor justo antes de alzar su mano libre hacia la figura de Zack para drenar sus energías. No una ni dos, sino hasta tres veces la joven buscaría debilitar a su adversario hasta que no fuese ni tan siquiera capaz de conjurar ni una triste vara...y funcionó**. La elfa pudo sentir cómo se hacía con una parte de su gran poder mágico. Pero el rey de Discordia no caería sin luchar.
Níniel estaba a punto de cantar victoria, cuando de repente todo el suelo se sacudió a sus piés tan violentamente que pareció oscilar como la superficie del mar embravecido. Incapaz de mantener el equilibrio, cayó al suelo, rompiendo el contacto visual con Zack y siendo arrastrada por aquel suelo que parecía haber cobrado vida propia. Solo gracias a su destreza mejorada logró evitar golpearse en la cabeza contra el trono que pensaba haber usado como protección de ser necesario, pero al hacerlo se lastimó su brazo izquierdo. Solo era una contusión, no estaba roto, pero dolía.
Cuando por fin el suelo dejó de moverse, la joven rápidamente trató de ubicar a Zack con la mirada, dispuesta a seguir atacando y no darle tregua para impedir que se recuperase. No obstante parecía que su enemigo también había pensado exactamente lo mismo hasta librarse de aquel ardor que le cegaba y abrasaba los ojos.
La elfa no pudo evitar gritar al ver como la sala entera comenzaba a girar y ella se deslizaba por el suelo sin poder frenarse lo suficiente debido al liso mármol. Trató de colocar los pies por delante para amortiguar el impacto en la medida de lo posible, pero hasta aquello resultaba complejo. No pudo más que protegerse del mejor modo que pudo y desear que la pared fuera tan suave y mullida como un colchón de plumas. Se encogió, se preparó para el golpe y...cuando abrió los ojos, había chocado contra un colchón, y no cualquier colchón, aquel era el suyo, el de su casa. Parecía que volvía a ser capaz de tener cierto control sobre el mundo de los sueños. Aquello era muy buena señal.
Sin tiempo que perder comenzó a autocurarse y alzó la vista hasta la pared opuesta, que ahora ocupaba el lugar del techo, maldiciendo a aquel brujo persistente deseando que todas aquellas acciones agotarán su maná. Más hubiese hecho bien en guardarse sus malos pensamientos para lo que se le venía encima.
Seguramente con su posición delatada por su grito, o porque no podía estar en otro lugar, Edgecomb pareció alterar nuevamente las leyes de la naturaleza y dejó caer sobre ella todos los objetos que hasta aquel momento habían permanecido inalterables en su pared, precipitando toda una lluvia de cuadros, velas, braseros, estatuas, armaduras y espadas decorativas sobre la joven. Su control del castillo era débil, poco preciso y estaba malgastando sus energías...Pero por los dioses que con aquello le bastaba.
-Ma-seshield- Gritó la joven al aire al tiempo que una esfera de luz protectora con la forma de una angelical figura alada femenina de luz pura se manifestó en torno a ella, protegiéndola de los objetos que chocaban contra la burbuja uno tras otro durante unos instantes que parecieron alargarse***. El rostro de la angelical mujer de luz mostraba una expresión de molestia y enfado, sensaciones que Níniel trataba de controlar, limitándose a clavar su mirada aguamarina en aquel condenado brujo que, aún dolorido, parecía estar bastante seguro de que con aquello debía de haberse librado de aquel "incordio".
-No estés tan complacido contigo mismo, brujo. Todavía no estoy muerta.- Pensó la sacerdotisa acariciando su bastón y convocando a Kiri, su fiel espíritu guardián****. La pequeña elemental de luz apareció y, juguetonamente, dio un par de vueltas alrededor de la elfa antes de obedecer la voluntad de su maestra. Armada con su pequeña lanza y su pequeño escudo, se lanzó volando a toda velocidad y con una sonrisa salvaje contra Zack, dispuesta a atravesar su cuello.
-Edgecomb...- Murmuró la peliblanca al llegar a las cercanías de aquel llamativo trono tras recorrer la anormal distancia que lo separaba de las puertas, y tras ver a su llamativo anfitrión ignorar las leyes de la naturaleza al mantenerse de pié sobre una de las paredes del lugar. Aquel nombre implicaba tantas cosas y posibilidades...Respondía tantas preguntas pero a la vez planteaba tantas otras... Su mirada se desvió por un instante de aquel hombre hasta la jaula donde aquella criatura devoradora de sueños se hallaba encerrada, atando aún más cabos.
Casi desde el principio intuía que aquel cuco tenía algo que ver con lo que estaba ocurriendo en la ciudad, especialmente conociendo la verdadera naturaleza de aquel ser como uno de aquellos diecinueve peligrosos objetos de los que había sido informada, y allí estaba. Todavía no lograba saber la relación exacta entre criatura y conjurador, pero estando en un lugar como aquel castillo era evidente que el cuco aumentaba el poder de conjuración de aquel hombre, y también que el hombre debía de poder controlar los sueños de un modo muy superior al del elixir de la alquimista. ¿Estaría usando al cuco también para eso, o acaso la maldita ave solo estaba aumentando una capacidad propia de aquel brujo?
En cualquier caso, pronto quedaría patente que aquel "rey de discordia" no tenía ninguna intención de entretener a su invitada con explicaciones sobre qué era exactamente aquel lugar o cómo había logrado que existiese algo así en el mundo de los sueños. Tampoco sobre cuáles eran sus intenciones al dormir a toda una ciudad. La peliblanca le estorbaba...y debía morir.
-Solo disfrutaré de este lugar cuando mis sueños, y los de todos los habitantes de la ciudad, vuelvan a ser nuestros.- Respondió la peliblanca apartándose de la trayectoria de aquella lanza que, al caer, se dirigió hacia ella en vez de "hacia abajo" como cualquiera supondría a pesar de la disposición alterada de la sala. Por suerte solo había llevado la velocidad que había ganado al caer desde escasa altura, pero una cosa estaba clara; Con semejante capacidad para alterar las condiciones del lugar, podía pasar cualquier cosa.
-No te dejaré.- Decidió entonces la elfa al ver como su enemigo hacía aparecer nuevas lanzas y se preparaba para repetir su anterior ataque, aunque esta vez confiando en el número de armas arrojadas para evitar que fueran tan fácilmente esquivadas. Alzando su bastón proyectó un intenso destello de luz pura y, tras bendecirse a sí misma con un gran aumento de su velocidad, agilidad y destreza, comenzó a alejarse del lugar donde había estado para ser un objetivo mucho más difícil de alcanzar por su ahora cegado y dolorido adversario*, que dejó caer las recién conjuradas armas mientras se llevaba las manos a los ojos gritando toda clase de improperios hacia aquella "sucia elfa".
Desde detrás del propio trono de Discordia, Níniel se preparó para continuar con su plan. Y es que aquel ataque no había sido simplemente para evitar las lanzas y ganar algo de tiempo. La sacerdotisa había estado muchas veces en el mundo de los sueños. Sabía perfectamente lo importante que era la concentración para poder controlar los sueños, y más a ese nivel. Cegado y con aquel terrible dolor en los ojos, Edgecomb sería en esos momentos una objetivo fácil.
La joven, en silencio, rogó por la ayuda de Anar, y dos orbes de luz comenzaron a flotar a su alrededor justo antes de alzar su mano libre hacia la figura de Zack para drenar sus energías. No una ni dos, sino hasta tres veces la joven buscaría debilitar a su adversario hasta que no fuese ni tan siquiera capaz de conjurar ni una triste vara...y funcionó**. La elfa pudo sentir cómo se hacía con una parte de su gran poder mágico. Pero el rey de Discordia no caería sin luchar.
Níniel estaba a punto de cantar victoria, cuando de repente todo el suelo se sacudió a sus piés tan violentamente que pareció oscilar como la superficie del mar embravecido. Incapaz de mantener el equilibrio, cayó al suelo, rompiendo el contacto visual con Zack y siendo arrastrada por aquel suelo que parecía haber cobrado vida propia. Solo gracias a su destreza mejorada logró evitar golpearse en la cabeza contra el trono que pensaba haber usado como protección de ser necesario, pero al hacerlo se lastimó su brazo izquierdo. Solo era una contusión, no estaba roto, pero dolía.
Cuando por fin el suelo dejó de moverse, la joven rápidamente trató de ubicar a Zack con la mirada, dispuesta a seguir atacando y no darle tregua para impedir que se recuperase. No obstante parecía que su enemigo también había pensado exactamente lo mismo hasta librarse de aquel ardor que le cegaba y abrasaba los ojos.
La elfa no pudo evitar gritar al ver como la sala entera comenzaba a girar y ella se deslizaba por el suelo sin poder frenarse lo suficiente debido al liso mármol. Trató de colocar los pies por delante para amortiguar el impacto en la medida de lo posible, pero hasta aquello resultaba complejo. No pudo más que protegerse del mejor modo que pudo y desear que la pared fuera tan suave y mullida como un colchón de plumas. Se encogió, se preparó para el golpe y...cuando abrió los ojos, había chocado contra un colchón, y no cualquier colchón, aquel era el suyo, el de su casa. Parecía que volvía a ser capaz de tener cierto control sobre el mundo de los sueños. Aquello era muy buena señal.
Sin tiempo que perder comenzó a autocurarse y alzó la vista hasta la pared opuesta, que ahora ocupaba el lugar del techo, maldiciendo a aquel brujo persistente deseando que todas aquellas acciones agotarán su maná. Más hubiese hecho bien en guardarse sus malos pensamientos para lo que se le venía encima.
Seguramente con su posición delatada por su grito, o porque no podía estar en otro lugar, Edgecomb pareció alterar nuevamente las leyes de la naturaleza y dejó caer sobre ella todos los objetos que hasta aquel momento habían permanecido inalterables en su pared, precipitando toda una lluvia de cuadros, velas, braseros, estatuas, armaduras y espadas decorativas sobre la joven. Su control del castillo era débil, poco preciso y estaba malgastando sus energías...Pero por los dioses que con aquello le bastaba.
-Ma-seshield- Gritó la joven al aire al tiempo que una esfera de luz protectora con la forma de una angelical figura alada femenina de luz pura se manifestó en torno a ella, protegiéndola de los objetos que chocaban contra la burbuja uno tras otro durante unos instantes que parecieron alargarse***. El rostro de la angelical mujer de luz mostraba una expresión de molestia y enfado, sensaciones que Níniel trataba de controlar, limitándose a clavar su mirada aguamarina en aquel condenado brujo que, aún dolorido, parecía estar bastante seguro de que con aquello debía de haberse librado de aquel "incordio".
-No estés tan complacido contigo mismo, brujo. Todavía no estoy muerta.- Pensó la sacerdotisa acariciando su bastón y convocando a Kiri, su fiel espíritu guardián****. La pequeña elemental de luz apareció y, juguetonamente, dio un par de vueltas alrededor de la elfa antes de obedecer la voluntad de su maestra. Armada con su pequeña lanza y su pequeño escudo, se lanzó volando a toda velocidad y con una sonrisa salvaje contra Zack, dispuesta a atravesar su cuello.
OFF:
*Níniel usa su habilidad destello para stunear y cegar dolorosamente a Zack. A continuación su Bendición Estrella fugaz para moverse más rápido y mejor.
**Níniel usa su habilidad Furia de Anar para lanzar tres veces su Aspir. No obstante solo logra acertar uno antes de caer al suelo.
***Níniel usa su habilidad santuario.
****Níniel invoca al espíritu guardián de su bastón para que ataque.
Níniel Thenidiel
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Re: Dulces Sueños [Evento Objetos del 19]
Zack Edgecomb, rey de Discordia y el mejor brujo que jamás había existido, estaba perdiendo. Era imposible, inaudito, y aun así, se veía obligado a afrontar esa realidad a medida que esa mujer ganaba ventaja poco a poco, cada una de sus técnicas (porque no eran trucos, un rey jamás se rebajaría a algo como un truco) contrarrestada.
Había hecho trampas, seguro, preparado con antelación para su reino, para ese enfrentamiento, alguien lo había traicionado, no podía ser de ninguna otra manera. No pasaba nada, volvería, más fuerte, cuando lo que fuese que había hecho perdiera el efecto y acabaría con la tramposa y el traidor. Una retirada estratégica, pues un rey jamás huía.
No habría notado el golpe si no hubiera estado a punto de insultarla, su voz interrumpida por esa lanza procedente de la chiquilla luminosa. Aunque el dolor no se hubiera esparcido unos segundos más tarde, sabía que su tiempo se acababa, las heridas en el cuello solían ser muy, muy malas, era una suerte que no estuviera muerto ya. Su mortaja expiraba, estaba estirando la pata y cualquier otra expresión que la plebe usara, no tenía tiempo para rebuscar en su memoria.
Pero no era su fin. Ni hablar. La muerte era solo un estado mental, y allí, en el centro de su poder, él era un dios, o al menos, lo seria en unos momentos. Extendió su voluntad con sus últimas fuerzas, reuniendo las energías del castillo, arrancándole la energía de ese estúpido pajarraco.
Y falló, el control escapando de sus dedos al igual que su vida, puede que por el pánico, o ese estúpido pájaro, o, por imposible que fuera, puede que sus capacidades no fueran suficientes. Puede que no fuera digno de ser rey. Ya no importaba.
El cadáver del rey de Discordia ni siquiera llego a caer completamente al suelo antes de hacerse añicos en esquirlas de un cristal blanquecino, flotando hacia arriba mientras se evaporaban hasta que nada quedó del hombre. Luego, unos segundos de calma, antes de que el castillo empezara a temblar, grietas apareciendo por todas las superficies, filtrando luz blanca, expandiéndose poco a poco a intervalos regulares, como el latido de un corazón.
Niniel fue la primera en despertarse, siendo la más cercana al epicentro, con una pequeña sorpresa. La jaula dorada que contenía el cuco estaba en su regazo, habiendo aparecido literalmente de la nada, el revoloteo y piar del ave asegurándose que todos se percataran de su presencia.
A lo largo de media hora, todos los afectados por el sopor fueron despertándose, a medida que los sueños dentro de sueños colapsaban y eran expulsados al mundo real. Los que habían sobrevivido el tiempo suficiente al menos, para unos cuantos, este habría sido su ultimo sueño. Los recuerdos de las malas experiencias pasadas en discordia se difuminarían a lo largo de las horas, pero muchos tardarían semanas o incluso meses en dejar de tener pesadillas de las que nada podrían recordar.
Felicidades, has acabado con el reinado de terror de Zack Edgecomb y adquirido su objeto maldito, el Cuco, rescatando a la gente de Baslodia en el proceso. Usualmente, dejaría al usuario escoger si quiere llevárselo o dejarlo con la facción local, en este caso la Guardia… Pero con los estragos causados, tienen todos los motivos posibles para fingir que no saben qué diablos es eso y dejar que te lo lleves lo más lejos posible.
Obtienes 50 aeros y 5 puntos de experiencia, además, la segunda parte ha sido publicada [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] y al tener el ítem, puedes participar para ofrecerlo a alguna de las facciones.
Había hecho trampas, seguro, preparado con antelación para su reino, para ese enfrentamiento, alguien lo había traicionado, no podía ser de ninguna otra manera. No pasaba nada, volvería, más fuerte, cuando lo que fuese que había hecho perdiera el efecto y acabaría con la tramposa y el traidor. Una retirada estratégica, pues un rey jamás huía.
No habría notado el golpe si no hubiera estado a punto de insultarla, su voz interrumpida por esa lanza procedente de la chiquilla luminosa. Aunque el dolor no se hubiera esparcido unos segundos más tarde, sabía que su tiempo se acababa, las heridas en el cuello solían ser muy, muy malas, era una suerte que no estuviera muerto ya. Su mortaja expiraba, estaba estirando la pata y cualquier otra expresión que la plebe usara, no tenía tiempo para rebuscar en su memoria.
Pero no era su fin. Ni hablar. La muerte era solo un estado mental, y allí, en el centro de su poder, él era un dios, o al menos, lo seria en unos momentos. Extendió su voluntad con sus últimas fuerzas, reuniendo las energías del castillo, arrancándole la energía de ese estúpido pajarraco.
Y falló, el control escapando de sus dedos al igual que su vida, puede que por el pánico, o ese estúpido pájaro, o, por imposible que fuera, puede que sus capacidades no fueran suficientes. Puede que no fuera digno de ser rey. Ya no importaba.
El cadáver del rey de Discordia ni siquiera llego a caer completamente al suelo antes de hacerse añicos en esquirlas de un cristal blanquecino, flotando hacia arriba mientras se evaporaban hasta que nada quedó del hombre. Luego, unos segundos de calma, antes de que el castillo empezara a temblar, grietas apareciendo por todas las superficies, filtrando luz blanca, expandiéndose poco a poco a intervalos regulares, como el latido de un corazón.
Niniel fue la primera en despertarse, siendo la más cercana al epicentro, con una pequeña sorpresa. La jaula dorada que contenía el cuco estaba en su regazo, habiendo aparecido literalmente de la nada, el revoloteo y piar del ave asegurándose que todos se percataran de su presencia.
A lo largo de media hora, todos los afectados por el sopor fueron despertándose, a medida que los sueños dentro de sueños colapsaban y eran expulsados al mundo real. Los que habían sobrevivido el tiempo suficiente al menos, para unos cuantos, este habría sido su ultimo sueño. Los recuerdos de las malas experiencias pasadas en discordia se difuminarían a lo largo de las horas, pero muchos tardarían semanas o incluso meses en dejar de tener pesadillas de las que nada podrían recordar.
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Felicidades, has acabado con el reinado de terror de Zack Edgecomb y adquirido su objeto maldito, el Cuco, rescatando a la gente de Baslodia en el proceso. Usualmente, dejaría al usuario escoger si quiere llevárselo o dejarlo con la facción local, en este caso la Guardia… Pero con los estragos causados, tienen todos los motivos posibles para fingir que no saben qué diablos es eso y dejar que te lo lleves lo más lejos posible.
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Othel
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