Atrápame... si puedes. [Privado-Eltrant] [CERRADO]
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Atrápame... si puedes. [Privado-Eltrant] [CERRADO]
El castillo de Urd no era, ni mucho menos la única ruina de las tierras secas y perecederas de la comarca. La antigua localización había sido antaño conocida, de hecho, como la ruta de los castillos y aunque la mayoría no eran más que amasijos de piedra y recuerdos, alguno que otro había sido reconvertido en un intento de ostentosidad por parte de los llamados "nuevos ricos" buscando quizás, que aquella tierra seca, dañada por las historias de vampiros y sequía se convirtiese en el nuevo emplazamiento para un sector de la población que, aunque no reconocidos por el rey, quizás tuviesen el dinero suficiente para comprar sus títulos nobiliarios.
En otras palabras, un grupo de pomposos nobles que habían cosechado una pequeña fortuna en Roilkat y habían decido que aquel lugar era perfecto para encadenar tierras que nadie quería, con la esperanza de que algún día valiesen algo. Tanto o más que las del mismísimo rey.
Eilydh conocía bien a ese tipo de nuevos ricos.Los había tratado a menudo en los viajes de negocio con sus padres. Tenían la libertad que les dejaba comprar el dinero, y el egocentrismo para pensar que cualquier cosa podría ser, por lo tanto, comprada con monedas. Eilydh había diseñado especificamente 4 tipo de sonrisas para camuflar el odio contenido cada vez que le hacían una proposición indencente y otras 3 para las veces que al rechazarles, ponían un precio a su decisión. Como si aquello fuese a cambiar las palabras de la elfa. También había inventado mil y una manera de matarlos a todos en lo que duraba la cena de negocios de su padre, pero claro, eso rara vez lo llevaba a cabo.
Rara vez.
El caso es. que el hecho de que el objetivo de la elfa pese a todo ello fuese uno de esos nobles sin titulo era cuanto menos irónico para la elfa. Si hacía exactamente un año le hubiese dicho que iba a aventurarse a una tierra de vampiro, sola en busca de uno de esos hombres "careta", como solía llamarlos, seguramente la elfa hubiese apostado la mayor parte de la fortuna de su padre en su propia contra. Sin embargo... tanto había pasado en el periodo de un año que Eilydh . no estaba muy segura de si sabía o no que iba a ser de ella el siguiente. Y teniendo en cuenta las aventuras a las que la estaba sometiendo la vida, dudaba si iba a acabar contándolo durante mucho más tiempo.
Había tomado prestado uno de los caballos del virrey en ciudad lagarto para aquel viaje. Al principio la montura había sido reacia al toque de Eilydh, y a la elfa le había parecido raro el hecho de que las crines de aquel caballo fuesen tan largas y bien tratadas como las de las prostutas de la ciudad. A medida que habían avanzado en el camino, ambos habían parecido hacer migas y el animal había caminado paciente por los caminos dispuestos por el rey hasta llegar a la península. Al caballo gustarle el cambio de escenario y corría feliz a través de la ladera desierta, sin saber muy bien hasta dónde pero contento de dejar que sus patas no se entumeciesen. Sobre él, Eilydh, que se había mostrado reacia a que el caballo se expusiese demasiado a una tierra tan poco segura como aquella, había tenido que dar su brazo a torcer y simplemente adaptarse al hecho de que su nuevo compañero no iba a dejar de hacer aquello tan solo porque la elfa estuviese en un territorio del que apenas sabía nada y dispuesta a la merced de vampiros. Se había quitado su armadura, pesaba demasiado para ir a lomos de su corcel y le impedía agarrarse de manera segura sin acabar haciendo daño al animal. Aquello sin duda podía ser un problema para cualquier situación en la que necesitase protegerse mientras estuviese montada sobre el caballo, pero Eilydh se alegró que aquella no fuera de esas veces, pues en principio aquello era una visita... amistosa.
-O tanto como lo pueden ser este tipo de visitas - sonrió en su mente.
Llevaba pues un vestido algo fino teniendo en cuenta la reducción de temperatura cuando el viento de la carrera la azotaba y aunque el pelaje de su montura la mantenía alejada del frío, la seda de su vestido la molestaba de cuando en cuando, y se sentía algo desprotegida. A la par que... podía respirar.
Cambió su gesto serio y preocupado y casi con la certitud de que aquella vez había sucumbido a la tentación de libertad que compartía con el tigre, se deshizo las trenzas y dejó que sus cabellos volasen libres alborotados por el aire que creaba al correr. El animal no conocía bien el significado de sumisión que aquello significaba en un elfo y ajeno a aquello apresuró el paso, Eilydh dejoó de agarrar sus crines por un momento, dejando sus manos libres y sintiendo el aire alrededor de estas; creyéndose segura en la inmensidad solitaria de aquellos terrenos, pues en ningun otro lugar se hubiese expuesto tanto, pero... estaba feliz de no estar retenida. E iba a buscar algo muy especifico que había perdido hacía mucho tiempo. Venganza. Ella y el caballo eran lo más parecido a estela de pelo blanco y seda violácea sobre el terreno árido de la montaña seca.
-Ya casi estamos, amigo- dijo Eilydh, agarrándose al cuello de su montura sin poder dejar de escapar una risa nerviosa producto de la adrenalina de la carrera- Estoy segura que no es el castillo más grande, pero según mis fuentes es el único que ha sido formalmente reconstruido.
En su carrera apresurada habían pasado retazos de castillos enormes y a medio derruir de los que en la mayor parte de los casos, salían lacayos al encuentro de la mujer y el caballo. Ambos por supuesto lo ignoraban.
El sol estaba bien en su punto alto cuando atisbaron la residencia Rouge, o así creyó haber oido a su padre llamarla un par de veces. Las torretas altas tan delgadas que parecían estar suspendidas del cielo por un lazo invisible. Los muros oscuros que contrastaban con el rojo del tejado, guiño al apellido de los dueños. Los ventanales enormes ocultos por cortinas gruesas que no dejaban ver el interior de la mansión.
- Y tú, ¿qué dices,? ¿Cuántos sarcófagos hacen falta para que una familia de 8 duerman de manera apacible durante todo el día? ¿Cuántas habitaciones vamos a tener que buscar antes de dar con la acertada? Espero que tengas mucha sangre... estos amiguitos no se contentaran con mis venas delgaduchas- acarició el lomo del caballo y se le acercó a la oreja, tirándole un poco de esta de manera juguetona, hasta que este disminuyó su carrera a casi un paso alegre a medida que la cancela que colindaba con los terrenos de los Rouge se aproximaba.
En otras palabras, un grupo de pomposos nobles que habían cosechado una pequeña fortuna en Roilkat y habían decido que aquel lugar era perfecto para encadenar tierras que nadie quería, con la esperanza de que algún día valiesen algo. Tanto o más que las del mismísimo rey.
Eilydh conocía bien a ese tipo de nuevos ricos.Los había tratado a menudo en los viajes de negocio con sus padres. Tenían la libertad que les dejaba comprar el dinero, y el egocentrismo para pensar que cualquier cosa podría ser, por lo tanto, comprada con monedas. Eilydh había diseñado especificamente 4 tipo de sonrisas para camuflar el odio contenido cada vez que le hacían una proposición indencente y otras 3 para las veces que al rechazarles, ponían un precio a su decisión. Como si aquello fuese a cambiar las palabras de la elfa. También había inventado mil y una manera de matarlos a todos en lo que duraba la cena de negocios de su padre, pero claro, eso rara vez lo llevaba a cabo.
Rara vez.
El caso es. que el hecho de que el objetivo de la elfa pese a todo ello fuese uno de esos nobles sin titulo era cuanto menos irónico para la elfa. Si hacía exactamente un año le hubiese dicho que iba a aventurarse a una tierra de vampiro, sola en busca de uno de esos hombres "careta", como solía llamarlos, seguramente la elfa hubiese apostado la mayor parte de la fortuna de su padre en su propia contra. Sin embargo... tanto había pasado en el periodo de un año que Eilydh . no estaba muy segura de si sabía o no que iba a ser de ella el siguiente. Y teniendo en cuenta las aventuras a las que la estaba sometiendo la vida, dudaba si iba a acabar contándolo durante mucho más tiempo.
Había tomado prestado uno de los caballos del virrey en ciudad lagarto para aquel viaje. Al principio la montura había sido reacia al toque de Eilydh, y a la elfa le había parecido raro el hecho de que las crines de aquel caballo fuesen tan largas y bien tratadas como las de las prostutas de la ciudad. A medida que habían avanzado en el camino, ambos habían parecido hacer migas y el animal había caminado paciente por los caminos dispuestos por el rey hasta llegar a la península. Al caballo gustarle el cambio de escenario y corría feliz a través de la ladera desierta, sin saber muy bien hasta dónde pero contento de dejar que sus patas no se entumeciesen. Sobre él, Eilydh, que se había mostrado reacia a que el caballo se expusiese demasiado a una tierra tan poco segura como aquella, había tenido que dar su brazo a torcer y simplemente adaptarse al hecho de que su nuevo compañero no iba a dejar de hacer aquello tan solo porque la elfa estuviese en un territorio del que apenas sabía nada y dispuesta a la merced de vampiros. Se había quitado su armadura, pesaba demasiado para ir a lomos de su corcel y le impedía agarrarse de manera segura sin acabar haciendo daño al animal. Aquello sin duda podía ser un problema para cualquier situación en la que necesitase protegerse mientras estuviese montada sobre el caballo, pero Eilydh se alegró que aquella no fuera de esas veces, pues en principio aquello era una visita... amistosa.
-O tanto como lo pueden ser este tipo de visitas - sonrió en su mente.
Llevaba pues un vestido algo fino teniendo en cuenta la reducción de temperatura cuando el viento de la carrera la azotaba y aunque el pelaje de su montura la mantenía alejada del frío, la seda de su vestido la molestaba de cuando en cuando, y se sentía algo desprotegida. A la par que... podía respirar.
Cambió su gesto serio y preocupado y casi con la certitud de que aquella vez había sucumbido a la tentación de libertad que compartía con el tigre, se deshizo las trenzas y dejó que sus cabellos volasen libres alborotados por el aire que creaba al correr. El animal no conocía bien el significado de sumisión que aquello significaba en un elfo y ajeno a aquello apresuró el paso, Eilydh dejoó de agarrar sus crines por un momento, dejando sus manos libres y sintiendo el aire alrededor de estas; creyéndose segura en la inmensidad solitaria de aquellos terrenos, pues en ningun otro lugar se hubiese expuesto tanto, pero... estaba feliz de no estar retenida. E iba a buscar algo muy especifico que había perdido hacía mucho tiempo. Venganza. Ella y el caballo eran lo más parecido a estela de pelo blanco y seda violácea sobre el terreno árido de la montaña seca.
-Ya casi estamos, amigo- dijo Eilydh, agarrándose al cuello de su montura sin poder dejar de escapar una risa nerviosa producto de la adrenalina de la carrera- Estoy segura que no es el castillo más grande, pero según mis fuentes es el único que ha sido formalmente reconstruido.
En su carrera apresurada habían pasado retazos de castillos enormes y a medio derruir de los que en la mayor parte de los casos, salían lacayos al encuentro de la mujer y el caballo. Ambos por supuesto lo ignoraban.
El sol estaba bien en su punto alto cuando atisbaron la residencia Rouge, o así creyó haber oido a su padre llamarla un par de veces. Las torretas altas tan delgadas que parecían estar suspendidas del cielo por un lazo invisible. Los muros oscuros que contrastaban con el rojo del tejado, guiño al apellido de los dueños. Los ventanales enormes ocultos por cortinas gruesas que no dejaban ver el interior de la mansión.
- Y tú, ¿qué dices,? ¿Cuántos sarcófagos hacen falta para que una familia de 8 duerman de manera apacible durante todo el día? ¿Cuántas habitaciones vamos a tener que buscar antes de dar con la acertada? Espero que tengas mucha sangre... estos amiguitos no se contentaran con mis venas delgaduchas- acarició el lomo del caballo y se le acercó a la oreja, tirándole un poco de esta de manera juguetona, hasta que este disminuyó su carrera a casi un paso alegre a medida que la cancela que colindaba con los terrenos de los Rouge se aproximaba.
Eilydh
Honorable
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Re: Atrápame... si puedes. [Privado-Eltrant] [CERRADO]
No le gustaba aquel sitio.
La comarca de Urd le traía malos recuerdos. No es que hubiese estado allí con anterioridad para poder afirmarlo con certeza; pero aquel lugar se le antojaba escalofriantemente similar al condado de Cotplice.
Y las tierras de Erzebeth Báthory eran, básicamente, el motivo por el que Lyn era traslucida al caer la noche. La vampiresa era incapaz de sentir nada cuando se ponía el sol, ni algo tan simple como la suave brisa del aire o el cálido fuego de una hoguera.
Por su culpa había perdido eso.
Por su culpa.
- ¿Qué tienes en mente? – Eltrant levantó la mirada, apartándola de las cicatrices que recorrían sus manos y se giró hacía Lyn, quien descansaba en la otra cama de la habitación. - ¿Te preocupa algo? No tienes buena cara. – Afirmó, volviendo al manuscrito que tenía entre las manos y pasando una página del mismo de forma despreocupada. – Bueno, más bien. – Sonrió – Tienes peor cara que de costumbre. – Agregó, riendo en voz baja.
Suspirando, Eltrant esbozó una sonrisa cansada y se encogió de hombros.
- Eso es un… ¿algo? – Lyn enarcó una ceja y se incorporó hasta quedarse sentada sobre la cama. – Ahora enserio. ¿Va todo bien? – Eltrant se levantó de su propia cama y comenzó a reunir su equipo.
- No estoy muy seguro de que venir aquí haya sido buena idea. – Lyn, sin llegar a contestar, se dejó caer de espaldas contra la almohada y levantó el libro en alto, leyéndolo desde aquella extraña posición.
- Bueno, habías oído rumores raros. ¿No? – dijo, girándose sobre sí misma. – Eso es lo que hacemos. – Agregó a continuación pasando otra página. – Ir a sitios dónde es bastante probable que te apuñalen. – Añadió, mirando reojo, de forma disimulada, si su acompañante había sonreído ante aquel comentario.
- Su… - Sonrió, ahora genuinamente, según se abrochaba las correas que mantenían sujeta su coraza contra su pecho y se colocaba la gruesa capa marrón sobre los hombros. – Supongo que tienes razón. – Afirmó, repitiendo aquella última acción con ambos guanteletes.
- Por supuestísimo que tengo razón, Mortal. – dijo la ojiazul asintiendo sin girarse a mirar a su compañero. – Me sorprende que todavía no te hayas dado cuenta. – Jugó unos instantes con su flequillo, según terminaba de leer otra página.
Lo último que se pegó al cuerpo fueron sus armas. Como de costumbre: Olvido a la espada en primer lugar, Recuerdo a la cintura en segundo, y después el resto de su equipo. Como mínimo, el llevar todo aquello imponía lo suficiente como para que los bandidos empezasen a tomarse en serio si el ir a por él era una buena opción.
- Voy a acercarme al pueblo. – dijo – A preguntar lo de los… rumores. – Expuso agachándose a ajustar, en última instancia, las correas que mantenían fijas sus grebas.
No había escuchado nada realmente especifico de lo que estaba pasando allí, lo cual era más curioso, normalmente los mercaderes solían saber bastantes cosas, pero en este caso todo se reducía a: ve a Haldefor y descúbrelo por ti mismo.
- ¿Quieres acompañarme? – Lyn levantó una mano, indicado al castaño que estaría con él enseguida y, cuando terminó de leer, negó con la cabeza.
- A la gigantesca bola de fuego candente que hay en el cielo no le gusta que de paseos matutinos. – dijo, volviendo a su libro. – Además… no me interesa demasiado ver la comarca. – Completó, bosteando. – Si quisiera ver algo deprimente te miraría a ti hablarle a tu armadura. – Eltrant tomó un cojín aleatorio, de los que estaban en la cama, y se lo lanzó a su compañera antes de salir de la habitación.
Lo último que escuchó antes de cerrar la puerta fue un sonoro “¡Eh!”.
La posada estaba a varios kilómetros de la aldea y esta, a su vez, estaba en un lugar relativamente “céntrico”.
En los alrededores del pequeño pueblo había una concentración de baluartes… irregular. Casi como si más que fortalezas pensadas para defender la zona fuesen viejas mansiones, casas sobredimensionadas que tenían más que ver el estatus social de su propietario que de estrategia militar.
Prácticamente todos derruidos, pero no deshabitados, Eltrant no tardó en descubrir esto último cuando varios de los habitantes de aquellos pequeños castillos en ruinas salieron al encuentro del solitario viajero.
El errante se limitó a obviarles y a, quizás, entregarle varias monedas a modo de limosna. Algo le decía que, de no haber ido tan armado, muchas de aquellas personas habrían tratado de atracarle.
- Sí que están mal las cosas por aquí… - Cruzándose de brazos, miró a su alrededor.
Había oído que varios nobles de Roilkat estaban comprando todo aquello. Pero o bien estaban haciéndolo poco a poco, o solo lo estaban haciendo por el mero hecho de poder decir “Tengo tierras en la comarca de Urd, he puesto mi estandarte personal en territorio vampírico”.
Continuó caminando durante varias decenas de minutos, preguntándose si realmente había sido buena idea dejar a Mohr con Lyn en la posada, hasta que divisó a otra figura a un lado del camino. Una completa desconocida que, poco a poco, según se acercaba, comenzó a reconocer.
Quizás el que tuviese el pelo suelto le hubiese hecho más difícil el reconocerla en un principio, pero era indudablemente Ellie. Estaba mirando fijamente uno de los baluartes que había en el lugar, un castillo de paredes negruzcas, tejados rojos y altas torres que no envidaban nada a las del castillo de Lunargenta.
- ¿Ellie? – Preguntó, avanzando varios pasos en dirección a la mujer. – Eres tú. ¿Verdad? – Bajó ambas manos hasta el cinturón y esbozó una sonrisa. – Curioso, el encontrarte aquí. ¿Todo bien? – Amplió la sonrisa, agradecido de ver una cara conocida en un lugar como aquel.
La comarca de Urd le traía malos recuerdos. No es que hubiese estado allí con anterioridad para poder afirmarlo con certeza; pero aquel lugar se le antojaba escalofriantemente similar al condado de Cotplice.
Y las tierras de Erzebeth Báthory eran, básicamente, el motivo por el que Lyn era traslucida al caer la noche. La vampiresa era incapaz de sentir nada cuando se ponía el sol, ni algo tan simple como la suave brisa del aire o el cálido fuego de una hoguera.
Por su culpa había perdido eso.
Por su culpa.
- ¿Qué tienes en mente? – Eltrant levantó la mirada, apartándola de las cicatrices que recorrían sus manos y se giró hacía Lyn, quien descansaba en la otra cama de la habitación. - ¿Te preocupa algo? No tienes buena cara. – Afirmó, volviendo al manuscrito que tenía entre las manos y pasando una página del mismo de forma despreocupada. – Bueno, más bien. – Sonrió – Tienes peor cara que de costumbre. – Agregó, riendo en voz baja.
Suspirando, Eltrant esbozó una sonrisa cansada y se encogió de hombros.
- Eso es un… ¿algo? – Lyn enarcó una ceja y se incorporó hasta quedarse sentada sobre la cama. – Ahora enserio. ¿Va todo bien? – Eltrant se levantó de su propia cama y comenzó a reunir su equipo.
- No estoy muy seguro de que venir aquí haya sido buena idea. – Lyn, sin llegar a contestar, se dejó caer de espaldas contra la almohada y levantó el libro en alto, leyéndolo desde aquella extraña posición.
- Bueno, habías oído rumores raros. ¿No? – dijo, girándose sobre sí misma. – Eso es lo que hacemos. – Agregó a continuación pasando otra página. – Ir a sitios dónde es bastante probable que te apuñalen. – Añadió, mirando reojo, de forma disimulada, si su acompañante había sonreído ante aquel comentario.
- Su… - Sonrió, ahora genuinamente, según se abrochaba las correas que mantenían sujeta su coraza contra su pecho y se colocaba la gruesa capa marrón sobre los hombros. – Supongo que tienes razón. – Afirmó, repitiendo aquella última acción con ambos guanteletes.
- Por supuestísimo que tengo razón, Mortal. – dijo la ojiazul asintiendo sin girarse a mirar a su compañero. – Me sorprende que todavía no te hayas dado cuenta. – Jugó unos instantes con su flequillo, según terminaba de leer otra página.
Lo último que se pegó al cuerpo fueron sus armas. Como de costumbre: Olvido a la espada en primer lugar, Recuerdo a la cintura en segundo, y después el resto de su equipo. Como mínimo, el llevar todo aquello imponía lo suficiente como para que los bandidos empezasen a tomarse en serio si el ir a por él era una buena opción.
- Voy a acercarme al pueblo. – dijo – A preguntar lo de los… rumores. – Expuso agachándose a ajustar, en última instancia, las correas que mantenían fijas sus grebas.
No había escuchado nada realmente especifico de lo que estaba pasando allí, lo cual era más curioso, normalmente los mercaderes solían saber bastantes cosas, pero en este caso todo se reducía a: ve a Haldefor y descúbrelo por ti mismo.
- ¿Quieres acompañarme? – Lyn levantó una mano, indicado al castaño que estaría con él enseguida y, cuando terminó de leer, negó con la cabeza.
- A la gigantesca bola de fuego candente que hay en el cielo no le gusta que de paseos matutinos. – dijo, volviendo a su libro. – Además… no me interesa demasiado ver la comarca. – Completó, bosteando. – Si quisiera ver algo deprimente te miraría a ti hablarle a tu armadura. – Eltrant tomó un cojín aleatorio, de los que estaban en la cama, y se lo lanzó a su compañera antes de salir de la habitación.
Lo último que escuchó antes de cerrar la puerta fue un sonoro “¡Eh!”.
[…]
La posada estaba a varios kilómetros de la aldea y esta, a su vez, estaba en un lugar relativamente “céntrico”.
En los alrededores del pequeño pueblo había una concentración de baluartes… irregular. Casi como si más que fortalezas pensadas para defender la zona fuesen viejas mansiones, casas sobredimensionadas que tenían más que ver el estatus social de su propietario que de estrategia militar.
Prácticamente todos derruidos, pero no deshabitados, Eltrant no tardó en descubrir esto último cuando varios de los habitantes de aquellos pequeños castillos en ruinas salieron al encuentro del solitario viajero.
El errante se limitó a obviarles y a, quizás, entregarle varias monedas a modo de limosna. Algo le decía que, de no haber ido tan armado, muchas de aquellas personas habrían tratado de atracarle.
- Sí que están mal las cosas por aquí… - Cruzándose de brazos, miró a su alrededor.
Había oído que varios nobles de Roilkat estaban comprando todo aquello. Pero o bien estaban haciéndolo poco a poco, o solo lo estaban haciendo por el mero hecho de poder decir “Tengo tierras en la comarca de Urd, he puesto mi estandarte personal en territorio vampírico”.
Continuó caminando durante varias decenas de minutos, preguntándose si realmente había sido buena idea dejar a Mohr con Lyn en la posada, hasta que divisó a otra figura a un lado del camino. Una completa desconocida que, poco a poco, según se acercaba, comenzó a reconocer.
Quizás el que tuviese el pelo suelto le hubiese hecho más difícil el reconocerla en un principio, pero era indudablemente Ellie. Estaba mirando fijamente uno de los baluartes que había en el lugar, un castillo de paredes negruzcas, tejados rojos y altas torres que no envidaban nada a las del castillo de Lunargenta.
- ¿Ellie? – Preguntó, avanzando varios pasos en dirección a la mujer. – Eres tú. ¿Verdad? – Bajó ambas manos hasta el cinturón y esbozó una sonrisa. – Curioso, el encontrarte aquí. ¿Todo bien? – Amplió la sonrisa, agradecido de ver una cara conocida en un lugar como aquel.
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
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Re: Atrápame... si puedes. [Privado-Eltrant] [CERRADO]
Curiosa la concepción del ser. Basta tan solo un gesto para entregarse a las ilusiones propias de la mente. Un segundo entero no fue suficiente para que la elfa relajase los hombros tan solo un momento y se mostrase vulnerable tan solo para si misma y para el aire que la alborotaba, Y aún así, creyéndose sola en su burbuja de aire momentánea, fue igualmente efímero el tiempo que tardó en darse cuenta que no era el viento quien susurraba su nombre.
Más bien, lo gritaba.
No era su mente la que, al final y a duras penas, había comenzado a usar aquel nombre falso que ella misma se había dado en un intento de hacerse inexistente, no, y que aquella voz le sonaba. Demasiado. El viento tenía curiosmente un tono de voz, un timbre, una pausa específica al decir su nombre. Lo suficientemente conocida como explotar su burbuja de irrealidad y mostrarse al fin, como era, por un mísero segundo. Vulnerable.
Ante el dueño de aquella voz: Eltrant Tale.
¿De dónde ha salido...? Se apresuró a preguntarse la elfa, moviendo rápida sus manos a su cabello, apresurándose a componer una trenza un tanto tosca, pero lo suficientemente correcta como para salvaguardar su orgullo, si se diese el caso de que alguien de su tribu miraba. Un tanto improbable, pero también lo era encontrarse a Tale en medio de la nada. Y allí estaba: Avanzando por la ladera con su porte heróica de quien ha conquista montañas como aquella mil veces, clavado su espada en la cima otras tantas y alardeado de ello casi el doble de veces.
¿Eres tú verdad? Había dicho el chico. Ellie sonrió de manera espontánea, olvidando por un instante el rosado que cubría sus mejillas al ser descubierta siendo viento. Le hizo gracia la manera afable de su voz: Dando a entender que en su vida, y desde que se conocieron habían pasado tantas cosas que podría o no haber olvidado el rostro de la elfa. Al fin y al cabo, debía entender que en la vida heróica de Eltrant Tale todos los días se quemaban posadas y destrozaba a un ejercito de bichos de metal.
-Como si no lo supieses, Tale- dijo la chica, acercándose al hombre sin bajarse del caballo. Regalándole la segunda sonrisa en menos de 5 minutos, aquella vez algo más burlona- He de decir que...mejor, ahora que por fin me has encontrado- añadió tiznando sin quererlo su voz de orgullo elfo, como para dejar claro que era una suerte que aquel chico hubiese tenido la suerte de encontrarla-
El caballo dio dos vueltas alrededor del hombre, como si lo analizase.A Eilydh, aquella pausa le recordó la furia de Olvido en sus manos. Recordó el poder que enfundaba el hombre y el peligro que aquel poder conllevaba. Recordó también que su último encuentro con el muchacho la había dejado en el limbo de no saber qué esperar de aquel conocido personaje. Eltrant le había provocado la curiosidad suficiente como para querer saber qué decían los demás de él si preguntaba por su nombre, sin hacerlo nunca, por supuesto. Al fin y al cabo no era como si hubiese tenido que preguntar en los lugares que había visitado desde su último encuentro como para que le contasen de él. Al parecer el chico era una celebridad. Alguien popular en un mundo en el que no todos lo son por las razones exactas, y Tale tenía luces y sombras. Proezas y habladurías. Heroicísmo y narcisismo. O al menos eso había oido.
Eilydh había aprendido a no creer todo lo que se oye en las tabernas de ciudades aglomeradas. Ciudad lagarto, donde había pasado cierta temporada, era el ejemplo perfecto de ello, y por otro lado y si lo hiciese, también se exponía a pensar qué había oido el hombre de ella, si es que lo había hecho. Si es que había creído todo lo que había oido. Se mordió el labio, sin saber qué decir para rellenar aquel silencio. Ahí era donde residía su curiosidad.
La elfa agradeció el carromato al que habían ignorado hasta entonces y que se había apresurado, tirado por dos caballos negros hasta ellos. La montura era elegante, y los colores de la misma, a juego con la mansión frente a ellos podía revelar, quizás a quién pertenecía. La elfa tensó los hombros, una parte de ella deseaba que pasase de largo. Ya había planeado un plan perfecto para aseidar aquella mansión.
Pero por otro lado...Pasó sus ojos de Eltrant al carro que se acercaba. El caballo obedeció sus movimientos y se posicionó esperando la llegada de las ruedas dispersas sobre la montaña inclinada.Cuando el cuadrilátero rojizo se paró frente a las tres figuras, el cochero, que guiaba a los caballos no dijo nada. Su peluca blanca con rizos y su mirada perdida al frente indicaba que así se lo habían adoctrinado muchas otras veces. Las marcas moráceas de sus pómulos ocultas con polvo blanquecino constataban que no había aprendido tan solo a base de palabras.
La puerta principal del carromato se abrió y un hombre gordinflón, bajito con una peluca similar a la del cochero pro gris y algo menos despeinada asomó la cabeza. Vestía terciopelo azul, y medias enfundadas en lo que parecía un traje corto del mismo material, estos últimos dorados. Tenía la expresión de quien encuentra 200 aeros en un abrigo que no es el suyo. Sospechoso de que estuviesen allí, pero a la vez deleitado con su presencia.
-Señorita Skyer...- dijo el hombre finalmente.- Que.... afortunada...sorpresa- dijo mirando a Eltrant, Eilydh pudo ver como la mirada se posaba en sus orejas cerciorándose de que no era elfo, y supo exactamente qué pasaba por su cabeza- Justo iba a mandar a mis guardias a que os echasen de mis tierras... cuando bueno... Es dificil olvidar a una Skyer cuando la conoces lo suficiente- dijo esbozando una sonrisa maquiavélica que pretendía todo menos ser agradable.- Siempre vienen acompañadas de complicaciones... sí- dijo, esta vez guiñándole un ojo a Eltrant, como si esperase que el hombre entendiese de lo que hablaba
Eilydh entró en pánico: Aquello no era lo que había planeado. Aquel hombre conocía a su padre lo suficiente como para avisarlo de donde se encontraba.Sabía que los negocios entre ambos nunca fueron sumamente fructíferos, pero estaba segura de que si su padre le había puesto precio a su cabeza, Monsier Rouge no iba a dejar escapar aquella oportunidad.
Desde luego, no era algo con lo que no contase. Tan solo que... bueno... No había monsieur Rouge. Hizo una inclinación de cabeza solemne, y se limitó a sonreir ella también.
-Supongo que te envía tu padre...- dijo el hombre- Aunque bueno... no sabía que los Skyers ahora también tuviesen pactos con humanos..- miró a Eltrant algo ofendido y.. curioso- aunque son nuevos tiempos. Quien sabe...- subió al carromato y cerró la puerta tras de si. Cuando estuvo dentro, abrió la pequeña ventana y le hizo un gesto al cochero de que avanzase.- Vamos, querida... no tardes. Sabes que no me gustan que las mujeres me hagan esperar- dijo el hombre urgiéndole a Eildyh que lo siguiese.
La elfa ocultó el gesto de rabia que hizo con su puño derecho fingiendo que agarraba las fustas del caballo de manera apropiada. Hacía 5 meses que no le hablaban con aquella soberanía innata. Aquellas palabras justo, fueron lo que hicieron que se decidiese a alterar su plan, y arriesgarse a ser capturada. Movió el caballo hacia el carro, pero paró el paso a tan solo un metro de Eltrant, de pronto reparando en algo:
Tale había oido demasiado. Había oido su apellido y eso era bastante, Retrocedió unos pasos de nuevo y le tendió una mano a Eltrant dedicandole una mirada significativa.
-Tú vienes conmigo- le dijo. No estaba segura de si el hombre estaba acostumbrado a recibir órdenes, menos de una mujer. Menos de una elfa. Pero mientras esperaba que el hombre le diese la mano para subir a su caballo no tuvo duda alguna de que dijo aquello de manera que no fuese una sugerencia, sino un hecho.
Más bien, lo gritaba.
No era su mente la que, al final y a duras penas, había comenzado a usar aquel nombre falso que ella misma se había dado en un intento de hacerse inexistente, no, y que aquella voz le sonaba. Demasiado. El viento tenía curiosmente un tono de voz, un timbre, una pausa específica al decir su nombre. Lo suficientemente conocida como explotar su burbuja de irrealidad y mostrarse al fin, como era, por un mísero segundo. Vulnerable.
Ante el dueño de aquella voz: Eltrant Tale.
¿De dónde ha salido...? Se apresuró a preguntarse la elfa, moviendo rápida sus manos a su cabello, apresurándose a componer una trenza un tanto tosca, pero lo suficientemente correcta como para salvaguardar su orgullo, si se diese el caso de que alguien de su tribu miraba. Un tanto improbable, pero también lo era encontrarse a Tale en medio de la nada. Y allí estaba: Avanzando por la ladera con su porte heróica de quien ha conquista montañas como aquella mil veces, clavado su espada en la cima otras tantas y alardeado de ello casi el doble de veces.
¿Eres tú verdad? Había dicho el chico. Ellie sonrió de manera espontánea, olvidando por un instante el rosado que cubría sus mejillas al ser descubierta siendo viento. Le hizo gracia la manera afable de su voz: Dando a entender que en su vida, y desde que se conocieron habían pasado tantas cosas que podría o no haber olvidado el rostro de la elfa. Al fin y al cabo, debía entender que en la vida heróica de Eltrant Tale todos los días se quemaban posadas y destrozaba a un ejercito de bichos de metal.
-Como si no lo supieses, Tale- dijo la chica, acercándose al hombre sin bajarse del caballo. Regalándole la segunda sonrisa en menos de 5 minutos, aquella vez algo más burlona- He de decir que...mejor, ahora que por fin me has encontrado- añadió tiznando sin quererlo su voz de orgullo elfo, como para dejar claro que era una suerte que aquel chico hubiese tenido la suerte de encontrarla-
El caballo dio dos vueltas alrededor del hombre, como si lo analizase.A Eilydh, aquella pausa le recordó la furia de Olvido en sus manos. Recordó el poder que enfundaba el hombre y el peligro que aquel poder conllevaba. Recordó también que su último encuentro con el muchacho la había dejado en el limbo de no saber qué esperar de aquel conocido personaje. Eltrant le había provocado la curiosidad suficiente como para querer saber qué decían los demás de él si preguntaba por su nombre, sin hacerlo nunca, por supuesto. Al fin y al cabo no era como si hubiese tenido que preguntar en los lugares que había visitado desde su último encuentro como para que le contasen de él. Al parecer el chico era una celebridad. Alguien popular en un mundo en el que no todos lo son por las razones exactas, y Tale tenía luces y sombras. Proezas y habladurías. Heroicísmo y narcisismo. O al menos eso había oido.
Eilydh había aprendido a no creer todo lo que se oye en las tabernas de ciudades aglomeradas. Ciudad lagarto, donde había pasado cierta temporada, era el ejemplo perfecto de ello, y por otro lado y si lo hiciese, también se exponía a pensar qué había oido el hombre de ella, si es que lo había hecho. Si es que había creído todo lo que había oido. Se mordió el labio, sin saber qué decir para rellenar aquel silencio. Ahí era donde residía su curiosidad.
La elfa agradeció el carromato al que habían ignorado hasta entonces y que se había apresurado, tirado por dos caballos negros hasta ellos. La montura era elegante, y los colores de la misma, a juego con la mansión frente a ellos podía revelar, quizás a quién pertenecía. La elfa tensó los hombros, una parte de ella deseaba que pasase de largo. Ya había planeado un plan perfecto para aseidar aquella mansión.
Pero por otro lado...Pasó sus ojos de Eltrant al carro que se acercaba. El caballo obedeció sus movimientos y se posicionó esperando la llegada de las ruedas dispersas sobre la montaña inclinada.Cuando el cuadrilátero rojizo se paró frente a las tres figuras, el cochero, que guiaba a los caballos no dijo nada. Su peluca blanca con rizos y su mirada perdida al frente indicaba que así se lo habían adoctrinado muchas otras veces. Las marcas moráceas de sus pómulos ocultas con polvo blanquecino constataban que no había aprendido tan solo a base de palabras.
La puerta principal del carromato se abrió y un hombre gordinflón, bajito con una peluca similar a la del cochero pro gris y algo menos despeinada asomó la cabeza. Vestía terciopelo azul, y medias enfundadas en lo que parecía un traje corto del mismo material, estos últimos dorados. Tenía la expresión de quien encuentra 200 aeros en un abrigo que no es el suyo. Sospechoso de que estuviesen allí, pero a la vez deleitado con su presencia.
-Señorita Skyer...- dijo el hombre finalmente.- Que.... afortunada...sorpresa- dijo mirando a Eltrant, Eilydh pudo ver como la mirada se posaba en sus orejas cerciorándose de que no era elfo, y supo exactamente qué pasaba por su cabeza- Justo iba a mandar a mis guardias a que os echasen de mis tierras... cuando bueno... Es dificil olvidar a una Skyer cuando la conoces lo suficiente- dijo esbozando una sonrisa maquiavélica que pretendía todo menos ser agradable.- Siempre vienen acompañadas de complicaciones... sí- dijo, esta vez guiñándole un ojo a Eltrant, como si esperase que el hombre entendiese de lo que hablaba
Eilydh entró en pánico: Aquello no era lo que había planeado. Aquel hombre conocía a su padre lo suficiente como para avisarlo de donde se encontraba.Sabía que los negocios entre ambos nunca fueron sumamente fructíferos, pero estaba segura de que si su padre le había puesto precio a su cabeza, Monsier Rouge no iba a dejar escapar aquella oportunidad.
Desde luego, no era algo con lo que no contase. Tan solo que... bueno... No había monsieur Rouge. Hizo una inclinación de cabeza solemne, y se limitó a sonreir ella también.
-Supongo que te envía tu padre...- dijo el hombre- Aunque bueno... no sabía que los Skyers ahora también tuviesen pactos con humanos..- miró a Eltrant algo ofendido y.. curioso- aunque son nuevos tiempos. Quien sabe...- subió al carromato y cerró la puerta tras de si. Cuando estuvo dentro, abrió la pequeña ventana y le hizo un gesto al cochero de que avanzase.- Vamos, querida... no tardes. Sabes que no me gustan que las mujeres me hagan esperar- dijo el hombre urgiéndole a Eildyh que lo siguiese.
La elfa ocultó el gesto de rabia que hizo con su puño derecho fingiendo que agarraba las fustas del caballo de manera apropiada. Hacía 5 meses que no le hablaban con aquella soberanía innata. Aquellas palabras justo, fueron lo que hicieron que se decidiese a alterar su plan, y arriesgarse a ser capturada. Movió el caballo hacia el carro, pero paró el paso a tan solo un metro de Eltrant, de pronto reparando en algo:
Tale había oido demasiado. Había oido su apellido y eso era bastante, Retrocedió unos pasos de nuevo y le tendió una mano a Eltrant dedicandole una mirada significativa.
-Tú vienes conmigo- le dijo. No estaba segura de si el hombre estaba acostumbrado a recibir órdenes, menos de una mujer. Menos de una elfa. Pero mientras esperaba que el hombre le diese la mano para subir a su caballo no tuvo duda alguna de que dijo aquello de manera que no fuese una sugerencia, sino un hecho.
Eilydh
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Re: Atrápame... si puedes. [Privado-Eltrant] [CERRADO]
- Claro que sabía que eras tú. No lo digas con ese tono. – Eltrant sonrió, negando con la cabeza ante la respuesta de la mujer, preguntándose por que esta tenía tanta prisa por volver a hacerse la trenza con la que siempre la había visto.
– Desde lejos parecías como… - Se atusó la barba unos instantes, tratando de encontrar la mejor descripción de lo que tenía en mente. – La ilustración de uno de mis libros. – dijo, finalmente. – Muy solemne y todo eso. – Aclaró a continuación, girándose a mirar el castillo. – Además de que te sentaba bien el pelo as… - Un carromato inesperado interrumpió al castaño a mitad de su frase.
Sin decir nada, aguardó en silencio a que el carruaje se parase frente a ellos.
Era demasiado pretencioso para ser un simple mercader, a los que solía gustarles pasar relativamente desapercibidos en los caminos, también estaba demasiado desprotegido para ser un noble que venía de lejos, no era el tipo de gente que se arriesgaba a un viaje largo en un mundo plagado de bandidos.
No, aquel carruaje pertenecía a alguien que vivía cerca.
Por contexto, Eltrant se imaginó que debía de ser uno de los habitantes del baluarte que tenían delante.
Cuando el carro se detuvo el enjuto cochero de peluca grisácea que lo guiaba, uno que por su aspecto parecía haber visto (y perdido) más de una pelea, se desplazó hasta la pequeña puerta que descansaba en un lateral del vehículo, dejando salir del mismo a un tipo algo orondo y ataviado con una indumentaria que debía de costar más que lo que había pagado por todas las herramientas que tenía en su herrería.
Sin decir nada, Eltrant esperó a que el dueño de aquellas tierras se posicionase frente a la elfa y les estudiase a ambos con la mirada. Había visto a más de un centenar de nobles como aquel, era el tipo de persona que los Nómadas odiaban con toda su alma: un imbécil presuntuoso que creía ser capaz de comprar a cualquiera con saco de Aeros.
Alguien que, por sus palabras, pensaba que las razas no humanas que poblaban Aerandir eran poco más que animales.
Le recordaba a Roiland padre.
Dejó descansar casualmente su mano derecha sobre el pomo de Recuerdo en cuanto notó la mirada del hombre sobre él. ¿Le odiaba? ¿No quería que estuviese allí? Fue más un acto reflejo que algo que pretendiese hacer de forma consciente: cualquier persona lo habría tomado simplemente por la postura genérica de un tipo armado, nada de lo que preocuparse.
Eltrant dejó que el hombre le dijese lo que tuviese que decirle a Ellie, a quien llamaba “Skyer”, sin interrumpir en la conversación. No obstante, no pudo evitar sentir algo de curiosidad cuando el tipo hizo referencia a la familia de la elfa.
Skyer no le parecía un apellido típicamente elfo; aunque había conocido a uno que se llamaba Thomas Payne y al parecer este provenía directamente desde el mismísimo corazón de Sandorai, así que no se lo pensó demasiado tampoco.
Estudió el carruaje según se alejaba.
¿Negocios familiares? Toda aquella conversación, o monologo más bien, parecía indicar que Ellie estaba allí por algún tipo de reunión. ¿Le debía dinero la familia Skye a aquel tipo? ¿O era otra cosa? Por lo que recordaba Ellie había afirmado ser mercader cuando se encontraron en la posada en la que capturaron a Aldemar, así que sería una… explicación.
Fuese como fuese, aquel indeseable se creía con poder suficiente como para mangonear a Ellie, tratarla como a poco más que una sirvienta a la darle varias migajas de pan.
- Tú vienes conmigo. –
La voz de la elfa, justo a su lado, teniéndole una mano, le hizo salir de sus pensamientos y volver a estar frente a aquel amplio castillo de tejados carmesíes.
No era ciego, tampoco tan idiota como todos parecían creer. Había visto la inquietud reflejada en la mirada de la mujer, o le había parecido ver algo similar a esto; No estaba seguro de lo que pasaba en aquel lugar, pero Ellie parecía necesitar su ayuda de algún modo u otro.
Y se lo estaba pidiendo a su manera: con una orden cargada de orgullo elfico.
- Muy bien. – dijo Eltrant, sujetándose del antebrazo de la mujer e impulsándose hasta quedar sobre su montura, justo tras ella. – No entiendo muy bien lo que pasa. – Aquello podía ser una simple reunión en la que hablaban materiales y nada interesante, pero algo le decía que había más. – Pero estoy detrás de ti. – dijo, ajustándose las correas de los guanteletes a los brazos.
– Desde lejos parecías como… - Se atusó la barba unos instantes, tratando de encontrar la mejor descripción de lo que tenía en mente. – La ilustración de uno de mis libros. – dijo, finalmente. – Muy solemne y todo eso. – Aclaró a continuación, girándose a mirar el castillo. – Además de que te sentaba bien el pelo as… - Un carromato inesperado interrumpió al castaño a mitad de su frase.
Sin decir nada, aguardó en silencio a que el carruaje se parase frente a ellos.
Era demasiado pretencioso para ser un simple mercader, a los que solía gustarles pasar relativamente desapercibidos en los caminos, también estaba demasiado desprotegido para ser un noble que venía de lejos, no era el tipo de gente que se arriesgaba a un viaje largo en un mundo plagado de bandidos.
No, aquel carruaje pertenecía a alguien que vivía cerca.
Por contexto, Eltrant se imaginó que debía de ser uno de los habitantes del baluarte que tenían delante.
Cuando el carro se detuvo el enjuto cochero de peluca grisácea que lo guiaba, uno que por su aspecto parecía haber visto (y perdido) más de una pelea, se desplazó hasta la pequeña puerta que descansaba en un lateral del vehículo, dejando salir del mismo a un tipo algo orondo y ataviado con una indumentaria que debía de costar más que lo que había pagado por todas las herramientas que tenía en su herrería.
Sin decir nada, Eltrant esperó a que el dueño de aquellas tierras se posicionase frente a la elfa y les estudiase a ambos con la mirada. Había visto a más de un centenar de nobles como aquel, era el tipo de persona que los Nómadas odiaban con toda su alma: un imbécil presuntuoso que creía ser capaz de comprar a cualquiera con saco de Aeros.
Alguien que, por sus palabras, pensaba que las razas no humanas que poblaban Aerandir eran poco más que animales.
Le recordaba a Roiland padre.
Dejó descansar casualmente su mano derecha sobre el pomo de Recuerdo en cuanto notó la mirada del hombre sobre él. ¿Le odiaba? ¿No quería que estuviese allí? Fue más un acto reflejo que algo que pretendiese hacer de forma consciente: cualquier persona lo habría tomado simplemente por la postura genérica de un tipo armado, nada de lo que preocuparse.
Eltrant dejó que el hombre le dijese lo que tuviese que decirle a Ellie, a quien llamaba “Skyer”, sin interrumpir en la conversación. No obstante, no pudo evitar sentir algo de curiosidad cuando el tipo hizo referencia a la familia de la elfa.
Skyer no le parecía un apellido típicamente elfo; aunque había conocido a uno que se llamaba Thomas Payne y al parecer este provenía directamente desde el mismísimo corazón de Sandorai, así que no se lo pensó demasiado tampoco.
Estudió el carruaje según se alejaba.
¿Negocios familiares? Toda aquella conversación, o monologo más bien, parecía indicar que Ellie estaba allí por algún tipo de reunión. ¿Le debía dinero la familia Skye a aquel tipo? ¿O era otra cosa? Por lo que recordaba Ellie había afirmado ser mercader cuando se encontraron en la posada en la que capturaron a Aldemar, así que sería una… explicación.
Fuese como fuese, aquel indeseable se creía con poder suficiente como para mangonear a Ellie, tratarla como a poco más que una sirvienta a la darle varias migajas de pan.
- Tú vienes conmigo. –
La voz de la elfa, justo a su lado, teniéndole una mano, le hizo salir de sus pensamientos y volver a estar frente a aquel amplio castillo de tejados carmesíes.
No era ciego, tampoco tan idiota como todos parecían creer. Había visto la inquietud reflejada en la mirada de la mujer, o le había parecido ver algo similar a esto; No estaba seguro de lo que pasaba en aquel lugar, pero Ellie parecía necesitar su ayuda de algún modo u otro.
Y se lo estaba pidiendo a su manera: con una orden cargada de orgullo elfico.
- Muy bien. – dijo Eltrant, sujetándose del antebrazo de la mujer e impulsándose hasta quedar sobre su montura, justo tras ella. – No entiendo muy bien lo que pasa. – Aquello podía ser una simple reunión en la que hablaban materiales y nada interesante, pero algo le decía que había más. – Pero estoy detrás de ti. – dijo, ajustándose las correas de los guanteletes a los brazos.
Eltrant Tale
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Re: Atrápame... si puedes. [Privado-Eltrant] [CERRADO]
Las puertas de metal que indicaban el inicio de los terrenos ajardinados de la mansión Rouge se encontraban envueltas en espesa vegetación, a juego con el resto de los terrenos. El traqueteo del carromato sobre el terreno irregular parecía imitar el sonido de un reloj que había comenzado una cuenta atrás medida que el carromato y el caballo con Eilydh y Eltrant los pisaban. Eilydh sentía que debía explicar algo acerca de lo que hacía allí al hombre que ahora montaba justo detrás de ella. Pero era consciente de que eran demasiadas explicaciones y que de contarlas enteras... Eltrant seguramente tomaría las riendas de aquel caballo y la obligaría a dar la vuelta de nuevo a donde la había encontrado.
-Él y su solemne sentido de la justicia...- pensó la chica mientras buscaba las palabras exactas que hiciesen que Eltrant no huyese. Por un motivo extraño, el que él hubiese aceptado seguirla había dispersado un poco el hecho de que el encuentro con Mister Rouge había cambiado por completo su plan de acción. Como si en alguna parte recóndita de su mente, Todo estuviese bien porque Eltrant la iba a ayudar. - Sacudió la cabeza de pronto, como para apartar aquellos pensamientos y cargada con un deje de molestia más hacia ella que hacia su acompañante, dij
-Emmm... Esto... Mister Rouge es un... viejo conocido de mi familia- dijo mordiéndose la lengua evitando los dos insultos que acompañaban al adjetivo viejo mientras hablaba y tensando su espada mientras atusaba las riendas para que el caballo andáse más rápido en un intento de que aquello camuflase su molestia- Es un hombre excéntrico- dijo simplemente pensando como poner en palabras su plan y el motivo por el que estaba allí.- Se que tu tienes tus espadas y todo eso.. pero el también tiene sus armas. No lo subestimes, Elty- Eltrant no pudo verla, pero una sonrisa casi infantil surcó los labios de la chica cuando lo llamó así. Como una pequeña derrota.
Aquello fue lo único que dijo hasta alcanzar la entrada a la mansión. El hombre bajito y gordinflón ya había bajado de su transporte cuando Eilydh alcanzó los escalones principales del lugar. Angostos, con algún que otro retazo de musgo en las esquinas. La puerta que los separaba del interior de la mansión parecía no haber sido abierta en años, y el chirrido de los goznes unido a la nube de polvo que salió de la mansión cuando abrió la puerta hizo suponer a la elfa que aquello era justo una suposición acertada.
-Amatista, Rubi... Escarlata... mis pequeñas he llegado a casa!- dijo el hombre mientras dejaba la peluca en uno de los muebles de entrada cubierto de polvo y les indicaba a Eltrant y a Eilydh que entrasen. - Mis hijas...sin duda el mejor tesoro que tengo- dijo Mister Rouge mirando de manera significativa a Eilydh.- Pasen, pasen...Ellas bajarán en breve, estoy seguro- dijo el hombre mientras el lacayo que había conducido el carromato se apresuraba a encender algunas velas para iluminar la estancia principal, totalmente a oscuras.- VENGAN he dicho... y cierren la puerta al entrar.
Eilydh se entretuvo un poco ajustando al caballo cerca de donde el carromato y para cuando terminó parecía que era la única que quedaba fuera de la mansión. Se apresuró y agarró la mano de Eltrant para llamar su atención de manera disimulada. Aprovechó que el hombre llamaba a voces a sus hijas para decirle al hombre:
-He venido a buscar...algo que Mr Rouge robó de mi familia. Es un coleccionista. No me lo va a dar por las buenas, no se si me entiendes- lo miró durante un segundo de manera intensa, como si quisiese trasmitirle la severidad de la situación y con miedo de que sus planes de robarle a aquel hombre hiciesen que por un momento Eilydh le pareciese tan culpable como él y decidiese marcharse.... y eso que ni siquiera le había dicho toda la verdad. ..
-Mon papa!!- Una figura femenina bajó por las escaleras corriendo, casi levitándo y se avanzó sobre el señor Rouge sin titubear.- Ya te tardaste lo suficiente.... Pero... Oh! No vienes solo!!- sonrió de manera seductora.
Era pálida. Casi translucida. Tenía los ojos grandes y almendrados de un color avellana claro. La figura embutida en un vestido color carmesí y el cabello negro con tonos rojizos recogidos en un tocado alto que dejaba los hombros y el cuello expuestos tan solo cubiertos con un collar de felpa negro. La chica miró a los recién llegados con gesto de sorpresa. Su mirada fue de Eilydh a Eltrant y de nuevo a Eilydh en un gesto que hizo a la elfa sentir como si por un momento no estuviese actuando acorde a la situación.
La escena se vió interrumpida por la llegada de 2 damas más. Ambas igual de pálidas que la primera pero algo más jóvenes. Éstas abrazaron a su padre pero se quedaron cerca la una de la otra. Mientras que la primera se había acercado a la elfa y a Eltrant como analizándolos.
-Espero que recuerdes a mi hija Escarlata,Solíais pasar tiempo en el jardín de nuestra antigua mansión, ¿Recuerdas, querida Eil..?.-
-Por supuesto..-Interrumpió Eilydh antes de que aquel hombre revelase su nombre completo- Un... placer volver a verte- dijo Eilydh sonrojándose al tener que hacer una reverencia justo como su padre le había enseñado. Eilydh no tenía buenos recuerdos de Escarlata. La recordaba casi tan fría como el mármol, materialista, caprichosa y con una habilidad especial para conseguir lo que quería siempre que estuviese al alcance de su padre. Fuese o no de manera legítima.
-Oh pero por supuesto que me recuerda... ¿quién podría olvidarme?- Dijo la chica atusándose el cabello- Ahora... No recuerdo haber oido que tu....- llevó sus ojos a los dedos de Eilydh y después a los de Eltrant y una sonrisa amplia se apoderó de sus labios- Oh... ya veo...
-Este es Eltrant- dijo Eilydh de nuevo interrumpiendo a la chica. La elfa estaba empezando a pensar que quizás arrastrar a Eltrant a aquella aventura no había sido una buena idea después de todo.-Un amigo.- aclaró. ¿Lo era? Apenas se conocían, y por supuesto la elfa no estaba segura aún de si podía confiar en él. Pero aquello hacía las cosas más fáciles.
Escarlata le pasó la mano a Eltrant esperando que este la besase a modo de saludo provincial, mientras se ajustaba el vestido y parpadeaba de manera lenta fijando sus enormes ojos en el hombre. Eilydh puso sus ojos en blanco por un momento y los dejó que se conociesen mientras ella se acercaba al hombre.
- Eltrant y yo estamos en un viaje de negocios...- mintió Eilydh- Y bueno...justo le decía a mi amigo que eres un gran coleccionista...Mister Rouge... y que bueno, si verdaderamente quería ver objetos insólitos debíamos visitarte.- Eilydh posó una mano en el hombro del hombre, en un tono adulador y éste la miró con . ojos grandes y brillantes.
-Oh... florecilla...- dijo el hombre guiándolos hasta el salón principal en el que el lacayo acababa de encender un fuego- Ya sabes como me gustan las cosas únicas...- dijo enfatizando aquello- Tu y tu padre lo sabéis bien... - tragó saliva- Aunque como sabes.. no siempre se puede conseguir todo lo que se quiere.. verdad?-dijo el hombre de nuevo dedicándole una mirada significativa- A veces hay que aceptar la oferta que te dan... y bueno esa a veces no es tan buena como la anterior- añadió el hombre.
Eilydh apretó el puño mientras clavaba sus uñas en su muñeca al escuchar como el hombre la llamaba florecilla. Pero tragó saliva. Aquel era un momento crítico y no podía romper su coartada. Al menos no aún, aunque el tono de voz del señor Rouge le daba a entender que quizás el hombre sabía más de lo que había dejado entrever.
Debían acabar con aquello lo más rápido posible.
-Usted siempre sabe jugar bien sus cartas para acabar con el mejor, beneficio, Mister Rouge... o eso es lo que siempre me ha dicho mi padre- dijo la elfa. Un nudo se apoderó de su garganta al pronunciar aquella última palabra.
-Oh, mon cheri! ¿Por qué no le enseñamos .a Eltrant nuestra colección, papa??- dijo de pronto Esmeralda componiendo un gesto infantil hacia su padre pero agarrándose del brazo y la mano de Eltrant mientras lo rodeaba con su cuerpo- Estoy segura que la elfa también se alegrará de ver que aunque hace que no hagamos negocios con ellos... aún mantenemos nuestro toque- dijo Esmeralda, con vanidad hacia Eilydh.
-Oh... Escarlata, querida... estoy cansado acabo de llegar de un viaje muy...- comenzó a decir Mister Rouge mientras se acomodaba en un sofá.
-Oh No!!- interrumpió la mujer- No te preocupes... Yo les enseño la colección.- dijo tirándo del brazo de Eltrant- Para mi sería un enorme placer...- avanzó delante de Eilydh agarrada de la mano del hombre por un pasillo cercano a la sala principal.
- Qué considerada...- respondió la elfa de nuevo poniendo los ojos en blanco y siguiéndolos
--Él y su solemne sentido de la justicia...- pensó la chica mientras buscaba las palabras exactas que hiciesen que Eltrant no huyese. Por un motivo extraño, el que él hubiese aceptado seguirla había dispersado un poco el hecho de que el encuentro con Mister Rouge había cambiado por completo su plan de acción. Como si en alguna parte recóndita de su mente, Todo estuviese bien porque Eltrant la iba a ayudar. - Sacudió la cabeza de pronto, como para apartar aquellos pensamientos y cargada con un deje de molestia más hacia ella que hacia su acompañante, dij
-Emmm... Esto... Mister Rouge es un... viejo conocido de mi familia- dijo mordiéndose la lengua evitando los dos insultos que acompañaban al adjetivo viejo mientras hablaba y tensando su espada mientras atusaba las riendas para que el caballo andáse más rápido en un intento de que aquello camuflase su molestia- Es un hombre excéntrico- dijo simplemente pensando como poner en palabras su plan y el motivo por el que estaba allí.- Se que tu tienes tus espadas y todo eso.. pero el también tiene sus armas. No lo subestimes, Elty- Eltrant no pudo verla, pero una sonrisa casi infantil surcó los labios de la chica cuando lo llamó así. Como una pequeña derrota.
Aquello fue lo único que dijo hasta alcanzar la entrada a la mansión. El hombre bajito y gordinflón ya había bajado de su transporte cuando Eilydh alcanzó los escalones principales del lugar. Angostos, con algún que otro retazo de musgo en las esquinas. La puerta que los separaba del interior de la mansión parecía no haber sido abierta en años, y el chirrido de los goznes unido a la nube de polvo que salió de la mansión cuando abrió la puerta hizo suponer a la elfa que aquello era justo una suposición acertada.
-Amatista, Rubi... Escarlata... mis pequeñas he llegado a casa!- dijo el hombre mientras dejaba la peluca en uno de los muebles de entrada cubierto de polvo y les indicaba a Eltrant y a Eilydh que entrasen. - Mis hijas...sin duda el mejor tesoro que tengo- dijo Mister Rouge mirando de manera significativa a Eilydh.- Pasen, pasen...Ellas bajarán en breve, estoy seguro- dijo el hombre mientras el lacayo que había conducido el carromato se apresuraba a encender algunas velas para iluminar la estancia principal, totalmente a oscuras.- VENGAN he dicho... y cierren la puerta al entrar.
Eilydh se entretuvo un poco ajustando al caballo cerca de donde el carromato y para cuando terminó parecía que era la única que quedaba fuera de la mansión. Se apresuró y agarró la mano de Eltrant para llamar su atención de manera disimulada. Aprovechó que el hombre llamaba a voces a sus hijas para decirle al hombre:
-He venido a buscar...algo que Mr Rouge robó de mi familia. Es un coleccionista. No me lo va a dar por las buenas, no se si me entiendes- lo miró durante un segundo de manera intensa, como si quisiese trasmitirle la severidad de la situación y con miedo de que sus planes de robarle a aquel hombre hiciesen que por un momento Eilydh le pareciese tan culpable como él y decidiese marcharse.... y eso que ni siquiera le había dicho toda la verdad. ..
-Mon papa!!- Una figura femenina bajó por las escaleras corriendo, casi levitándo y se avanzó sobre el señor Rouge sin titubear.- Ya te tardaste lo suficiente.... Pero... Oh! No vienes solo!!- sonrió de manera seductora.
Era pálida. Casi translucida. Tenía los ojos grandes y almendrados de un color avellana claro. La figura embutida en un vestido color carmesí y el cabello negro con tonos rojizos recogidos en un tocado alto que dejaba los hombros y el cuello expuestos tan solo cubiertos con un collar de felpa negro. La chica miró a los recién llegados con gesto de sorpresa. Su mirada fue de Eilydh a Eltrant y de nuevo a Eilydh en un gesto que hizo a la elfa sentir como si por un momento no estuviese actuando acorde a la situación.
La escena se vió interrumpida por la llegada de 2 damas más. Ambas igual de pálidas que la primera pero algo más jóvenes. Éstas abrazaron a su padre pero se quedaron cerca la una de la otra. Mientras que la primera se había acercado a la elfa y a Eltrant como analizándolos.
-Espero que recuerdes a mi hija Escarlata,Solíais pasar tiempo en el jardín de nuestra antigua mansión, ¿Recuerdas, querida Eil..?.-
-Por supuesto..-Interrumpió Eilydh antes de que aquel hombre revelase su nombre completo- Un... placer volver a verte- dijo Eilydh sonrojándose al tener que hacer una reverencia justo como su padre le había enseñado. Eilydh no tenía buenos recuerdos de Escarlata. La recordaba casi tan fría como el mármol, materialista, caprichosa y con una habilidad especial para conseguir lo que quería siempre que estuviese al alcance de su padre. Fuese o no de manera legítima.
-Oh pero por supuesto que me recuerda... ¿quién podría olvidarme?- Dijo la chica atusándose el cabello- Ahora... No recuerdo haber oido que tu....- llevó sus ojos a los dedos de Eilydh y después a los de Eltrant y una sonrisa amplia se apoderó de sus labios- Oh... ya veo...
-Este es Eltrant- dijo Eilydh de nuevo interrumpiendo a la chica. La elfa estaba empezando a pensar que quizás arrastrar a Eltrant a aquella aventura no había sido una buena idea después de todo.-Un amigo.- aclaró. ¿Lo era? Apenas se conocían, y por supuesto la elfa no estaba segura aún de si podía confiar en él. Pero aquello hacía las cosas más fáciles.
Escarlata le pasó la mano a Eltrant esperando que este la besase a modo de saludo provincial, mientras se ajustaba el vestido y parpadeaba de manera lenta fijando sus enormes ojos en el hombre. Eilydh puso sus ojos en blanco por un momento y los dejó que se conociesen mientras ella se acercaba al hombre.
- Eltrant y yo estamos en un viaje de negocios...- mintió Eilydh- Y bueno...justo le decía a mi amigo que eres un gran coleccionista...Mister Rouge... y que bueno, si verdaderamente quería ver objetos insólitos debíamos visitarte.- Eilydh posó una mano en el hombro del hombre, en un tono adulador y éste la miró con . ojos grandes y brillantes.
-Oh... florecilla...- dijo el hombre guiándolos hasta el salón principal en el que el lacayo acababa de encender un fuego- Ya sabes como me gustan las cosas únicas...- dijo enfatizando aquello- Tu y tu padre lo sabéis bien... - tragó saliva- Aunque como sabes.. no siempre se puede conseguir todo lo que se quiere.. verdad?-dijo el hombre de nuevo dedicándole una mirada significativa- A veces hay que aceptar la oferta que te dan... y bueno esa a veces no es tan buena como la anterior- añadió el hombre.
Eilydh apretó el puño mientras clavaba sus uñas en su muñeca al escuchar como el hombre la llamaba florecilla. Pero tragó saliva. Aquel era un momento crítico y no podía romper su coartada. Al menos no aún, aunque el tono de voz del señor Rouge le daba a entender que quizás el hombre sabía más de lo que había dejado entrever.
Debían acabar con aquello lo más rápido posible.
-Usted siempre sabe jugar bien sus cartas para acabar con el mejor, beneficio, Mister Rouge... o eso es lo que siempre me ha dicho mi padre- dijo la elfa. Un nudo se apoderó de su garganta al pronunciar aquella última palabra.
-Oh, mon cheri! ¿Por qué no le enseñamos .a Eltrant nuestra colección, papa??- dijo de pronto Esmeralda componiendo un gesto infantil hacia su padre pero agarrándose del brazo y la mano de Eltrant mientras lo rodeaba con su cuerpo- Estoy segura que la elfa también se alegrará de ver que aunque hace que no hagamos negocios con ellos... aún mantenemos nuestro toque- dijo Esmeralda, con vanidad hacia Eilydh.
-Oh... Escarlata, querida... estoy cansado acabo de llegar de un viaje muy...- comenzó a decir Mister Rouge mientras se acomodaba en un sofá.
-Oh No!!- interrumpió la mujer- No te preocupes... Yo les enseño la colección.- dijo tirándo del brazo de Eltrant- Para mi sería un enorme placer...- avanzó delante de Eilydh agarrada de la mano del hombre por un pasillo cercano a la sala principal.
- Qué considerada...- respondió la elfa de nuevo poniendo los ojos en blanco y siguiéndolos
Eilydh
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Re: Atrápame... si puedes. [Privado-Eltrant] [CERRADO]
Según atravesaban las ostentosas puertas del castillo sintió una extraña sensación apoderarse de su espalda, principalmente debido a las palabras que Ellie dejó escapar según seguían al carromato del dueño del lugar.
“No lo subestimes.”
- Descuida. – dijo ajustando instintivamente las correas de sus guanteletes ante la advertencia de Ellie. – He aprendido… por las malas a no subestimar a nadie. - Musitó, sonriendo escuetamente al oír a la elfa llamarle “Elty”.
No hizo ningún comentario y dejó que su inesperada compañera usara aquel mote, después de todo, él mismo también usaba un diminutivo con ella y, por encima de eso, aquello significaba que la mujer comenzaba a estar más cómoda con su presencia.
¿De qué sería Ellie el diminutivo? ¿Quizás de Elizabeth?
Antes de que pudiese pensar siquiera en preguntarle a la elfa, se detuvieron. El señor Rouge, con la misma pomposidad de la que había hecho alarde hasta el momento, se dirigió a los presentes unos instantes y después procedió a llamar a voces a sus hijas.
- Entiendo… - dijo simplemente a lo que había dicho Ellie, al motivo por el que estaban allí. Entrecerró los ojos, mirando la espalda del barrilete que había comprado aquellas tierras.
Un coleccionista.
Aquella palabra le traía malos recuerdos, sobre todo si estaba asociada a alguien… que se comportaba como el hombre que tenía delante. Pensó momentáneamente en Elen y en dónde podría estar en aquel mismo instante; los dioses sabían que, si estaban frente a otro coleccionista como el que encararon en Dundarak, la Centinela podría haber sido de gran ayuda en aquel sitio.
- Avísame cuando lo tengas. – Susurró, volviendo rápidamente a dejar descansar la mano sobre el pomo de Recuerdo adoptando una pose casual, limitándose a ser, a ojos de Rouge, un guardaespaldas o un mercenario contratado por la familia Skye.
Una de las hijas de Rouge no tardó en aparecer. Lo primero que pensó Eltrant al verla fue, irónicamente, que iba a juego con el resto del edificio: un vestido de color rojo intenso que parecía fundirse con los tapices y cortinas que adornaban la sala; casi parecía un objeto más que una mujer propiamente dicha.
Se preguntó, durante unos segundos, si no era aquella la sensación que quería dar Rouge.
Las segundas herederas de la casa Rouge tampoco se hicieron esperar. Prácticamente idénticas a su hermana, pero visiblemente más jóvenes, estas, a diferencia de la que había llegado en primer lugar, se decidieron por quedarse junto a su padre.
Escarlata Rouge solo necesitó decir una frase para desvelar a Eltrant que sus sospechas no eran infundadas. Su apariencia iba a juego con su personalidad: Era una heredera consentida, una de las tantas que había visto en la capital; probablemente pensase poder comprar a cualquiera, que todos obedeciesen sus órdenes al pie de la letra simplemente por su apellido.
Miró fijamente a la mujer, viendo como esta le ofrecía la mano para besarla, sin mover un musculo.
- Encantado, señorita Rouge. – dijo esperando a que bajase la mano. – Mi nombre es Eltrant Tale. - No hizo ningún tipo de saludo formal a la mujer que tenía frente a él, aunque tampoco la menospreció, la trató, básicamente, como a una desconocida a la que acababa de conocer.
Quizás sí que admitía estar algo más en guardia de lo normal con toda a aquella gente.
- Sí. – Respondió Eltrant girándose hacia el señor Rouge cuando Ellie mencionó que eran amigos. – Verá, Señor Rouge… - Se atusó la barba unos segundos. ¿Qué era lo que más querían aquellas personas por encima de todo? ¿Contactos? ¿Poder? No, si era un coleccionista querría cosas únicas. – Soy un veterano de varias guerras… - Curioseó entre sus pertenencias durante unos instantes y acabó con la vieja medalla que había recibido por estar en la vanguardia al asalto a Térpoli.
Estaba algo dentada debido a sus viajes, pero seguía igual de brillante que siempre. Por supuesto, el encantamiento que hacía que su nombre apareciese en el dorso de la medalla junto con su rango y regimiento seguía activo.
- Ya no hay muchas de estas… - Se detuvo un momento, mostrándosela al hombre. - … supuse que usted sería capaz de apreciarlo. Primer Regimiento de Asalto de Lunargenta. Muchas bajas. – Sonrió, moviendo la medalla entre sus dedos, haciéndola brillar tenuemente bajo la luz que entraba por una de las ventanas del castillo. – Por supuesto, esto no es lo único con lo que aquí mi amiga y yo contamos. – Mencionó. – He participado en muchos conflictos, le sorprendería las cosas que se recuperan en la guerra. – Respiró por la nariz profundamente, esperando una respuesta del hombre.
La, probablemente, primogénita de la casa Rouge volvió a intervenir, mostrando interés por enseñarle la colección de la familia a los invitados.
- Agradecería que me llamase Señor Tale. – Corrigió Eltrant, rápidamente, a la mujer. – Solo mis socios más cercanos, o mis amigos, pueden llamarme por mi nombre. – Aseveró, imitando a los tantos nobles que había visto en la capital.
Sabía lo mucho que solía descolocar a gente como aquella encontrarse con personas que no se rindieran a sus exigencias. Sobre todo si estas demostraban tener un “cargo” o algo sobre lo que apoyase para hacerlo.
Tras lanzar una rápida mirada a su compañera, se liberó del agarre de la mujer con delicadeza y, sonriendo educadamente, le hizo un gesto, siempre en un tono formal, para que le mostrase el camino a seguir.
- Me muero de ganas por ver la colección. -
“No lo subestimes.”
- Descuida. – dijo ajustando instintivamente las correas de sus guanteletes ante la advertencia de Ellie. – He aprendido… por las malas a no subestimar a nadie. - Musitó, sonriendo escuetamente al oír a la elfa llamarle “Elty”.
No hizo ningún comentario y dejó que su inesperada compañera usara aquel mote, después de todo, él mismo también usaba un diminutivo con ella y, por encima de eso, aquello significaba que la mujer comenzaba a estar más cómoda con su presencia.
¿De qué sería Ellie el diminutivo? ¿Quizás de Elizabeth?
Antes de que pudiese pensar siquiera en preguntarle a la elfa, se detuvieron. El señor Rouge, con la misma pomposidad de la que había hecho alarde hasta el momento, se dirigió a los presentes unos instantes y después procedió a llamar a voces a sus hijas.
- Entiendo… - dijo simplemente a lo que había dicho Ellie, al motivo por el que estaban allí. Entrecerró los ojos, mirando la espalda del barrilete que había comprado aquellas tierras.
Un coleccionista.
Aquella palabra le traía malos recuerdos, sobre todo si estaba asociada a alguien… que se comportaba como el hombre que tenía delante. Pensó momentáneamente en Elen y en dónde podría estar en aquel mismo instante; los dioses sabían que, si estaban frente a otro coleccionista como el que encararon en Dundarak, la Centinela podría haber sido de gran ayuda en aquel sitio.
- Avísame cuando lo tengas. – Susurró, volviendo rápidamente a dejar descansar la mano sobre el pomo de Recuerdo adoptando una pose casual, limitándose a ser, a ojos de Rouge, un guardaespaldas o un mercenario contratado por la familia Skye.
Una de las hijas de Rouge no tardó en aparecer. Lo primero que pensó Eltrant al verla fue, irónicamente, que iba a juego con el resto del edificio: un vestido de color rojo intenso que parecía fundirse con los tapices y cortinas que adornaban la sala; casi parecía un objeto más que una mujer propiamente dicha.
Se preguntó, durante unos segundos, si no era aquella la sensación que quería dar Rouge.
Las segundas herederas de la casa Rouge tampoco se hicieron esperar. Prácticamente idénticas a su hermana, pero visiblemente más jóvenes, estas, a diferencia de la que había llegado en primer lugar, se decidieron por quedarse junto a su padre.
Escarlata Rouge solo necesitó decir una frase para desvelar a Eltrant que sus sospechas no eran infundadas. Su apariencia iba a juego con su personalidad: Era una heredera consentida, una de las tantas que había visto en la capital; probablemente pensase poder comprar a cualquiera, que todos obedeciesen sus órdenes al pie de la letra simplemente por su apellido.
Miró fijamente a la mujer, viendo como esta le ofrecía la mano para besarla, sin mover un musculo.
- Encantado, señorita Rouge. – dijo esperando a que bajase la mano. – Mi nombre es Eltrant Tale. - No hizo ningún tipo de saludo formal a la mujer que tenía frente a él, aunque tampoco la menospreció, la trató, básicamente, como a una desconocida a la que acababa de conocer.
Quizás sí que admitía estar algo más en guardia de lo normal con toda a aquella gente.
- Sí. – Respondió Eltrant girándose hacia el señor Rouge cuando Ellie mencionó que eran amigos. – Verá, Señor Rouge… - Se atusó la barba unos segundos. ¿Qué era lo que más querían aquellas personas por encima de todo? ¿Contactos? ¿Poder? No, si era un coleccionista querría cosas únicas. – Soy un veterano de varias guerras… - Curioseó entre sus pertenencias durante unos instantes y acabó con la vieja medalla que había recibido por estar en la vanguardia al asalto a Térpoli.
Estaba algo dentada debido a sus viajes, pero seguía igual de brillante que siempre. Por supuesto, el encantamiento que hacía que su nombre apareciese en el dorso de la medalla junto con su rango y regimiento seguía activo.
- Ya no hay muchas de estas… - Se detuvo un momento, mostrándosela al hombre. - … supuse que usted sería capaz de apreciarlo. Primer Regimiento de Asalto de Lunargenta. Muchas bajas. – Sonrió, moviendo la medalla entre sus dedos, haciéndola brillar tenuemente bajo la luz que entraba por una de las ventanas del castillo. – Por supuesto, esto no es lo único con lo que aquí mi amiga y yo contamos. – Mencionó. – He participado en muchos conflictos, le sorprendería las cosas que se recuperan en la guerra. – Respiró por la nariz profundamente, esperando una respuesta del hombre.
La, probablemente, primogénita de la casa Rouge volvió a intervenir, mostrando interés por enseñarle la colección de la familia a los invitados.
- Agradecería que me llamase Señor Tale. – Corrigió Eltrant, rápidamente, a la mujer. – Solo mis socios más cercanos, o mis amigos, pueden llamarme por mi nombre. – Aseveró, imitando a los tantos nobles que había visto en la capital.
Sabía lo mucho que solía descolocar a gente como aquella encontrarse con personas que no se rindieran a sus exigencias. Sobre todo si estas demostraban tener un “cargo” o algo sobre lo que apoyase para hacerlo.
Tras lanzar una rápida mirada a su compañera, se liberó del agarre de la mujer con delicadeza y, sonriendo educadamente, le hizo un gesto, siempre en un tono formal, para que le mostrase el camino a seguir.
- Me muero de ganas por ver la colección. -
Eltrant Tale
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Re: Atrápame... si puedes. [Privado-Eltrant] [CERRADO]
El pasillo que guiaba a través de las estancias de la mansión Rouge se extendía casi tanto como la línea curva que se había posado de manera misteriosa y sigilosa en los labios de Eilydh. La elfa había fingido no ver los ademanes toscos que Escarlata había dedicado a Eltrant a medida que este desestimaba todos y cada uno de los intentos de la mujer de acercarse al hombre, y dominar la situación a base de sus encantos. El problema era simple y residía en el hecho de que Eilydh no sabía fingir bien, y tuvo que entretenerse admirando alguna que otra figurita conocida decorando el pasillo que les llevaba a la sala de colecciones.
No dijo nada a su acompañante, ni mucho menos. Eltrant parecía ser el tipo de persona inocente y humilde que piensa que todos los que le rodean, quizás tuviesen las mismas buenas intenciones que él. Eilydh casi había tenido que contener un suspiro de exhasperación al escucharle hablar de su medalla en la batalla en lo que intuyó un intento de impresionar al señor Rouge. Eso o el hombre si que sabía fingir bien.
Pausó un poco sus pasos ante aquella ocurrencia y miró la figura de Eltrant por detrás embriagado de las atenciones de una dolida Escarlata que parecía estar retomando la confianza después de los desplantes del
Hombre y de cuando en cuando volvía a agarrarle la mano a Eltrant.
El chico parecía afable y educado pero por un momento y antes Justo de que llegasen a su destino Eilydh recordó el abrazo de olvido sobre sus manos y por alguna extraña razón deseó haberla tomado durante más tiempo. Quizás así hubiese entendido algo más aquello que la unía a Eltrant.
-Esta es la sala principal- dijo finalmente Escarlata abriendo la puerta.- no podéis tocar nada- se dirigió de manera directa a Eilydh cuando dijo esto y después se giró con ternura hacia Eltrant- pero si te interesa algo avisame y veré que puedo hacer- le guiño un ojo.
Eilydh ignoró la pareja y avanzó por la sala como si ya la hubiese recorrido antes.
Los objetos en apariencia inútiles se veían intercalados con cadáveres disecados de animales. Escuchó una leve explicación sobre objetos tales como la cucharilla de plata con la que el Rey removía su té en las mañanas. El último clavo de la casa árbol del consejo del
Arbol madre en sandorai y objetos que aunque curiosos no igualaban lo que Eilydh andaba buscando. Además no había ni rastro de lo que buscaba ella. Esa sala sin duda debía ser una tapadera.
-Pensé que habíais adquirido un arsenal de tornillos de bio sin código de registro en vuestra última redada en tierras de máquinas...- interrumpió Eilydh de manera directa.
Escarlata la miró de manera frustrada al saberse interrumpida y luego posó su mirada sobre Eltrant de nuevo.
-Bueno... si pero esos objetos aún no están clasificados y no los hemos expuesto hasta que mi padre los analice en su taller- la chica llevó su mano de manera distraída a la puerta medió escondida del fondo de la sala y volvió a dirigirse a Eltrant: Como verás mi señor Tale mi padre trabaja duro para mantener esta colección a raya... - la mujer adecentó el cuello de la camisa de Eltrant buscando una excusa para acercarse a él. Llevó una mano a las llaves que colgaban de su cinturón y añadió- tanto que he tenido que restringir su acceso al taller de trabajo para que de cuando en cuando se tome descansos...
- Vaya...- dijo Eilydh fingiendo encontrarse mal de pronto- necesito... agua.. estoy... estoy algo atorada.. creo que me voy a desma.. desma...- hizo una leve inclinación con pocas dotes de actriz hasta una de las sillas dispuestas alrededor de la sala.
-¡Oh Dios! No aquí... mi padre me mata. ¡agua! ¡Necesito agua! Vigila que no se desmaye sobre las placas de madera de roilkat. Tale- dijo Escarlata y los dejó solos.
Cuando Eilydh se cercioró de que Escarlata se había marchado, dejó de lado su teatralidad y se reclinó en la silla posando su mirada en Eltrant.
- Como imaginas no he venido a buscar clavos de metal ni Animales disecados...-dijo de manera seria- estoy segura de hecho que lo que busco y los objetos más interesantes están detrás de esa puerta... - añadió- pero no puedo entrar con Escarlata en mis narices. Necesito que la distraigas...- Eilydh podía casi adivinar el gesto confundido de Eltrant preguntándose como distraer a la Escarlata- no lo se.... seguro algo podrás hacer que la mantenga ocupada durante el tiempo necesario para que me escabulla tras esa puerta “mi Tale”- Eilydh le guiñó un ojo a Eltrant a modo de burla copiando el gesto que había hecho Escarlata y su manera de ponerle posesivo a su nombre.
Se escucharon pasos en el corredor de mármol tras de ellos indicando que Escarlata estaba de vuelta.
-Gracias a Dios no se ha desmayado..- dijo dándole el vaso a Eilydh y girándose hacia Eltrant- Una mujer tan débil no merece tanta atención...podemos continuar por los adornos navideños artesanales si quieres... - comenzó a decir dándole la espalda a Eilydh y posicionándose frente al hombre.
Por su parte Eilydh aprovechó que Eltrant estaba frente suya y Escarlata no la veía para hacerle gestos al chico señalándose a sí misma y la puerta y luego Escarlata y Eltrant.
Se levantó de manera sigilosa y comenzó a andar hasta la puerta sin dejar de hacer aspavientos a Eltrant para que mantuviese distraida a Escarlata.
- ¿Alguna vez te han dicho que tienes brazos de guerrero mi Tale? - dijo Escarlata de nuevo aprovechando que caminaba junto a él para asir su brazo.- ... ¿ Cómo dice que conociste a Eilydh?- dijo la chica.
Eilydh mostró a Eltrant las llaves que había robado del cinturón de Escarlata aprovechando que la ayudó con el agua. La hija del señor Rouge acababa de desvelarle a Eltrant su nombre real y aquello la había descentrado un poco. Quizás Eltrant confiase menos en ella ahora que sabía que le había estado mintiendo... pero ya lidiaría con ello más tarde. Ahora tan solo esperaba que su compañero idease algo que mantuviese ocupada a Escarlata el tiempo suficiente que ella necesitase para encontrar lo que había venido a buscar.
No dijo nada a su acompañante, ni mucho menos. Eltrant parecía ser el tipo de persona inocente y humilde que piensa que todos los que le rodean, quizás tuviesen las mismas buenas intenciones que él. Eilydh casi había tenido que contener un suspiro de exhasperación al escucharle hablar de su medalla en la batalla en lo que intuyó un intento de impresionar al señor Rouge. Eso o el hombre si que sabía fingir bien.
Pausó un poco sus pasos ante aquella ocurrencia y miró la figura de Eltrant por detrás embriagado de las atenciones de una dolida Escarlata que parecía estar retomando la confianza después de los desplantes del
Hombre y de cuando en cuando volvía a agarrarle la mano a Eltrant.
El chico parecía afable y educado pero por un momento y antes Justo de que llegasen a su destino Eilydh recordó el abrazo de olvido sobre sus manos y por alguna extraña razón deseó haberla tomado durante más tiempo. Quizás así hubiese entendido algo más aquello que la unía a Eltrant.
-Esta es la sala principal- dijo finalmente Escarlata abriendo la puerta.- no podéis tocar nada- se dirigió de manera directa a Eilydh cuando dijo esto y después se giró con ternura hacia Eltrant- pero si te interesa algo avisame y veré que puedo hacer- le guiño un ojo.
Eilydh ignoró la pareja y avanzó por la sala como si ya la hubiese recorrido antes.
Los objetos en apariencia inútiles se veían intercalados con cadáveres disecados de animales. Escuchó una leve explicación sobre objetos tales como la cucharilla de plata con la que el Rey removía su té en las mañanas. El último clavo de la casa árbol del consejo del
Arbol madre en sandorai y objetos que aunque curiosos no igualaban lo que Eilydh andaba buscando. Además no había ni rastro de lo que buscaba ella. Esa sala sin duda debía ser una tapadera.
-Pensé que habíais adquirido un arsenal de tornillos de bio sin código de registro en vuestra última redada en tierras de máquinas...- interrumpió Eilydh de manera directa.
Escarlata la miró de manera frustrada al saberse interrumpida y luego posó su mirada sobre Eltrant de nuevo.
-Bueno... si pero esos objetos aún no están clasificados y no los hemos expuesto hasta que mi padre los analice en su taller- la chica llevó su mano de manera distraída a la puerta medió escondida del fondo de la sala y volvió a dirigirse a Eltrant: Como verás mi señor Tale mi padre trabaja duro para mantener esta colección a raya... - la mujer adecentó el cuello de la camisa de Eltrant buscando una excusa para acercarse a él. Llevó una mano a las llaves que colgaban de su cinturón y añadió- tanto que he tenido que restringir su acceso al taller de trabajo para que de cuando en cuando se tome descansos...
- Vaya...- dijo Eilydh fingiendo encontrarse mal de pronto- necesito... agua.. estoy... estoy algo atorada.. creo que me voy a desma.. desma...- hizo una leve inclinación con pocas dotes de actriz hasta una de las sillas dispuestas alrededor de la sala.
-¡Oh Dios! No aquí... mi padre me mata. ¡agua! ¡Necesito agua! Vigila que no se desmaye sobre las placas de madera de roilkat. Tale- dijo Escarlata y los dejó solos.
Cuando Eilydh se cercioró de que Escarlata se había marchado, dejó de lado su teatralidad y se reclinó en la silla posando su mirada en Eltrant.
- Como imaginas no he venido a buscar clavos de metal ni Animales disecados...-dijo de manera seria- estoy segura de hecho que lo que busco y los objetos más interesantes están detrás de esa puerta... - añadió- pero no puedo entrar con Escarlata en mis narices. Necesito que la distraigas...- Eilydh podía casi adivinar el gesto confundido de Eltrant preguntándose como distraer a la Escarlata- no lo se.... seguro algo podrás hacer que la mantenga ocupada durante el tiempo necesario para que me escabulla tras esa puerta “mi Tale”- Eilydh le guiñó un ojo a Eltrant a modo de burla copiando el gesto que había hecho Escarlata y su manera de ponerle posesivo a su nombre.
Se escucharon pasos en el corredor de mármol tras de ellos indicando que Escarlata estaba de vuelta.
-Gracias a Dios no se ha desmayado..- dijo dándole el vaso a Eilydh y girándose hacia Eltrant- Una mujer tan débil no merece tanta atención...podemos continuar por los adornos navideños artesanales si quieres... - comenzó a decir dándole la espalda a Eilydh y posicionándose frente al hombre.
Por su parte Eilydh aprovechó que Eltrant estaba frente suya y Escarlata no la veía para hacerle gestos al chico señalándose a sí misma y la puerta y luego Escarlata y Eltrant.
Se levantó de manera sigilosa y comenzó a andar hasta la puerta sin dejar de hacer aspavientos a Eltrant para que mantuviese distraida a Escarlata.
- ¿Alguna vez te han dicho que tienes brazos de guerrero mi Tale? - dijo Escarlata de nuevo aprovechando que caminaba junto a él para asir su brazo.- ... ¿ Cómo dice que conociste a Eilydh?- dijo la chica.
Eilydh mostró a Eltrant las llaves que había robado del cinturón de Escarlata aprovechando que la ayudó con el agua. La hija del señor Rouge acababa de desvelarle a Eltrant su nombre real y aquello la había descentrado un poco. Quizás Eltrant confiase menos en ella ahora que sabía que le había estado mintiendo... pero ya lidiaría con ello más tarde. Ahora tan solo esperaba que su compañero idease algo que mantuviese ocupada a Escarlata el tiempo suficiente que ella necesitase para encontrar lo que había venido a buscar.
Eilydh
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Re: Atrápame... si puedes. [Privado-Eltrant] [CERRADO]
La sala en la que estaban la colección del señor Rouge era más modesta de lo que habría esperado en un principio. Animales disecados y un montón de baratijas que, si bien a ojos del castaño podía parecer que no tenían valor alguno, la familia que dominaba aquellas tierras parecía haber pagado una cuantiosa suma de Aeros por ellas.
Por supuesto, la señorita Escarlata no se había rendido con sus avances hacía Eltrant, pues no fueron pocas las veces en las que trató de sujetar la mano del castaño llegando a incluso, tratar de adecentar el cuello de la camisa que asomaba pobremente por el cuello de su armadura.
Fue en ese preciso momento en el que Ellie se dejó caer sobre una de las sillas fingiendo malestar.
No le fue muy difícil adivinar que estaba fingiendo, y él era muy denso; la teatralidad de la que hacía gala le recordaba, en cierto modo, a la forma en la que Lyn imitaba a la gente como Escarlata.
Pero bastó, pues Escarlata no tardó en dejarles a solas con toda la colección de Lord Rouge mientras se apresuraba a ir a por un vaso de agua para la elfa.
- Descuida. – dijo Eltrant a Escarlata según se acercaba a hacer como que sujetaba a Ellie. – Me aseguraré de que esté bien. – dijo a la espalda de la mujer que acababa de dejar la habitación. – Los dioses no quisieran que las placas de madera de Roilkat sufriesen daños. – dijo al final, esbozando una sonrisa de complicidad a Ellie.
Cuando se quedaron solos recibió otra petición por parte de su compañera: tenía que distraer a Escarlata. No le sorprendió saber que lo que buscaba Ellie se encontraba oculto en el taller que la señorita Rouge había afirmado custodiar con fervor para que su padre no se pasase días encerrado en él.
Habría sido demasiado fácil que estuviese allí, a la vista de todos.
- Puedo… puedo idear algo. – dijo, llevándose una mano hasta el mentón, pensativo.
Antes de que pudiese concretar algo más, la primogénita de la familia Rouge llegó con el vaso de agua para su afligida invitada. Una vez se aseguró de que la elfa no se desmayaba y se encontraba mejor, no tardó en volver a menospreciarla y, como si no hubiese pasado nada, la mujer continuó mostrando la colección a Eltrant.
Si tenía en consideración toda la atención que Escarlata Rouge depositaba en él y lo mucho que obviaba la presencia de Ellie en el lugar, no le pareció demasiado difícil de distraer. Trató de mantenerse sereno al ver a la elfa hacerle aspavientos según se dirigía a la puerta del taller y se limitó a mantener a Escarlata mirando siempre en dirección opuesta a la mujer.
- Bueno… - Escarlata volvió a asirse de su brazo y, como ya había pasado varias otras veces, volvió a apartarla con educación. – …me dedico a ello, señorita Rouge. Es normal que mis brazos lo muestren. – dijo esbozando una sonrisa al oírla mencionar que “tenía brazos de guerrero”. - ¿Cómo conocí a…? - ¿Eilydh? Dadas las circunstancias no había mucho margen de error, debía de referirse a Ellie.
Acababa de descubrir de que era “Ellie” el diminutivo. Lo cierto es que su nombre real era… visiblemente más elfico, aunque tampoco podía decir nada al respecto, recordaba haber conocido a un elfo que se llamaba simple y llanamente “Thomas”.
- Ah, sí. - dijo al final - En los caminos de Aerandir, por supuesto. – Respondió. – Además de tener mi propia caravana me dedico a protegerla personalmente. Así ahorro gastos y me… aseguro de que todo vaya bien. – Argumentó, improvisando lo mejor que pudo, incapaz de evitar quedarse en silencio a mitad de la segunda frase. – En la ruta a Dundarak me cruce con Eilydh. – dijo finalmente, intentando pronunciar el nombre de la misma forma que lo había hecho Escarlata. – Me sorprendió la pericia con la que dirigía sus rutas… - Se cruzó de brazos frente a una vitrina en la que había una espada de un color negruzco, con varias joyas engarzadas. - … y decidí proponerle una alianza comercial. - El metal de aquella arma no estaba hecho para pelear, había forjado las suficientes como para saberlo.
Por algún motivo, no obstante, Escarlata decidió ignorar aquel objeto y procedió a girarse sobre si misma dispuesta a mostrar alguno de los otros a Eltrant. Cosa que el castaño impidió tomando a la mujer con suavidad de la cadera y señalando la espada.
- ¿A qué viene tanta prisa Señorita Rouge? – dijo esbozando su mejor sonrisa, tratando de recordar desesperadamente todos los consejos que le dio Alanna para moverse por la alta sociedad. – Aun no me ha dicho nada de esta pieza. – dijo, aun sin soltarla, evitando que se girase a mirar a Ellie.
Más le valía darse prisa y hacerse con lo que le habían robado los Rouge rápido, por que su capacidad para improvisar historias no era daba tanto de si.
Por supuesto, la señorita Escarlata no se había rendido con sus avances hacía Eltrant, pues no fueron pocas las veces en las que trató de sujetar la mano del castaño llegando a incluso, tratar de adecentar el cuello de la camisa que asomaba pobremente por el cuello de su armadura.
Fue en ese preciso momento en el que Ellie se dejó caer sobre una de las sillas fingiendo malestar.
No le fue muy difícil adivinar que estaba fingiendo, y él era muy denso; la teatralidad de la que hacía gala le recordaba, en cierto modo, a la forma en la que Lyn imitaba a la gente como Escarlata.
Pero bastó, pues Escarlata no tardó en dejarles a solas con toda la colección de Lord Rouge mientras se apresuraba a ir a por un vaso de agua para la elfa.
- Descuida. – dijo Eltrant a Escarlata según se acercaba a hacer como que sujetaba a Ellie. – Me aseguraré de que esté bien. – dijo a la espalda de la mujer que acababa de dejar la habitación. – Los dioses no quisieran que las placas de madera de Roilkat sufriesen daños. – dijo al final, esbozando una sonrisa de complicidad a Ellie.
Cuando se quedaron solos recibió otra petición por parte de su compañera: tenía que distraer a Escarlata. No le sorprendió saber que lo que buscaba Ellie se encontraba oculto en el taller que la señorita Rouge había afirmado custodiar con fervor para que su padre no se pasase días encerrado en él.
Habría sido demasiado fácil que estuviese allí, a la vista de todos.
- Puedo… puedo idear algo. – dijo, llevándose una mano hasta el mentón, pensativo.
Antes de que pudiese concretar algo más, la primogénita de la familia Rouge llegó con el vaso de agua para su afligida invitada. Una vez se aseguró de que la elfa no se desmayaba y se encontraba mejor, no tardó en volver a menospreciarla y, como si no hubiese pasado nada, la mujer continuó mostrando la colección a Eltrant.
Si tenía en consideración toda la atención que Escarlata Rouge depositaba en él y lo mucho que obviaba la presencia de Ellie en el lugar, no le pareció demasiado difícil de distraer. Trató de mantenerse sereno al ver a la elfa hacerle aspavientos según se dirigía a la puerta del taller y se limitó a mantener a Escarlata mirando siempre en dirección opuesta a la mujer.
- Bueno… - Escarlata volvió a asirse de su brazo y, como ya había pasado varias otras veces, volvió a apartarla con educación. – …me dedico a ello, señorita Rouge. Es normal que mis brazos lo muestren. – dijo esbozando una sonrisa al oírla mencionar que “tenía brazos de guerrero”. - ¿Cómo conocí a…? - ¿Eilydh? Dadas las circunstancias no había mucho margen de error, debía de referirse a Ellie.
Acababa de descubrir de que era “Ellie” el diminutivo. Lo cierto es que su nombre real era… visiblemente más elfico, aunque tampoco podía decir nada al respecto, recordaba haber conocido a un elfo que se llamaba simple y llanamente “Thomas”.
- Ah, sí. - dijo al final - En los caminos de Aerandir, por supuesto. – Respondió. – Además de tener mi propia caravana me dedico a protegerla personalmente. Así ahorro gastos y me… aseguro de que todo vaya bien. – Argumentó, improvisando lo mejor que pudo, incapaz de evitar quedarse en silencio a mitad de la segunda frase. – En la ruta a Dundarak me cruce con Eilydh. – dijo finalmente, intentando pronunciar el nombre de la misma forma que lo había hecho Escarlata. – Me sorprendió la pericia con la que dirigía sus rutas… - Se cruzó de brazos frente a una vitrina en la que había una espada de un color negruzco, con varias joyas engarzadas. - … y decidí proponerle una alianza comercial. - El metal de aquella arma no estaba hecho para pelear, había forjado las suficientes como para saberlo.
Por algún motivo, no obstante, Escarlata decidió ignorar aquel objeto y procedió a girarse sobre si misma dispuesta a mostrar alguno de los otros a Eltrant. Cosa que el castaño impidió tomando a la mujer con suavidad de la cadera y señalando la espada.
- ¿A qué viene tanta prisa Señorita Rouge? – dijo esbozando su mejor sonrisa, tratando de recordar desesperadamente todos los consejos que le dio Alanna para moverse por la alta sociedad. – Aun no me ha dicho nada de esta pieza. – dijo, aun sin soltarla, evitando que se girase a mirar a Ellie.
Más le valía darse prisa y hacerse con lo que le habían robado los Rouge rápido, por que su capacidad para improvisar historias no era daba tanto de si.
Eltrant Tale
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Re: Atrápame... si puedes. [Privado-Eltrant] [CERRADO]
Eilydh casi podría palpar la seguridad de Escarlata escalando por su sien a medida que como por arte de magia su recién conocido nuevo mejor amigo parecía al fin colmarla de atención. La elfa no perdió mucho tiempo sin embargo y apenas atinó a escabullirse entre expositores mientras movía, intentando no hacer ruido, sus manos entre las llaves que acababa de robar.
Cuando llegó a la puerta se cercioró de que nadie la había seguido y hundió la primera de las muchas llaves en el pomo de la puerta de metal y madera. El mecanismo no se movió, por supuesto, pero Eilydh ya contaba con que aquello no iba a ser fácil. Atinar en un primer intento con la llave que abría aquella puerta hubiese sido tener el consentimiento total de los dioses.
Y pocas veces los Dioses estaban de acuerdo con robos.
Siguió probando poco a poco y con cada llave fallida se ponía más y más nerviosa. Giró su vista y se puso de puntilla para inspeccionar qué había tramado su amigo para entretener a Escarlata. Atinó ver la sonrisa de la chica, la mano de Eltrant en su cintura, los pequeños pasos que la mujer daba par acercarse al hombre.
-Parece que tampoco te ha costado tanto entretenerla al fin y al cabo- musitó entre dientes saltándose varias llaves y agarrando una al azar. Por algún motivo algo la había hecho enojar y metió la llave en la cerradura con más hastío que hacía unos minutos. - Qué músculos más curtidos señor Tale...- imitó Eilydh en un susurro con una voz inusualmente aguda y haciendo unos aspavientos para si misma frente a la puerta.
Y la llave giró. Con un leve y sordo "Click" que la sacó de aquel estado en el que se había sumido sola. Enfocó su mirada en lo que acababa de abrir y se apresuró a escabullirse dentro de la sala haciendo el mínimo ruido. No pudo sin embargo evitar hacer sonar la puerta al cerrarse.
Se mordió el labio inferior.
-Mierda- pensó, rezando par que Escarlata no la hubiese oido y se imaginó a Eltrant avanzando en sus tácticas de distracción. Sacudió la cabeza de manera rápida y avanzoó en la sala, casi a tientas.
Aquello pareca el recibidor a un pasillo inmenso que acababa en unas escaleras sombrías. Eilydh caminó apresurada dejando atrás la mesa de trabajo llena de herramientas para la datación de objetos. Miles de cosas amontonadas aquií y allá hacían que a la chica le fuese dificil mantenerse en silencio y en un momento determinado encontró una lámpara de aceite que se apresuró a encender a medida que el pasillo se hacía más oscuro al llegar a la entrada de las escaleras.
Dió un último vistazo tras de si, Los escalones frente a ella parecían escarbados en la roca y estaba segura de que aquella justo era la entrada a la verdadera colección del señor Rouge. Un escalofrío le recorrió la espalda, recordando las piezas que había visualizado la última vez que estuvo allí haciendo negocios con su padre.
Se preguntó cuánto tardaría Escarlata en darse cuenta que la elfa se había esfumado. Al juzgar por la posición de la mano de Eltrant seguro tenía algunos minutos aún. Quizás horas.
Se sumió en la oscuridad.
--------
Me retiene. ¿Lo hace? Sin duda alguna no quiere que avance en mi tour por los objetos. ¿Se habrá dado cuenta de que este es el lugar más apartado de esa loca?
Tiene su mano en mi cadera. Sus ojos parecen guardar un secreto. Por supuesto que se ha dado cuenta, por fin sucumbe a un poco de humanidad. Estaba empezando a pensar que me iba a costar más trabajo seducirlo que inventar una cosa para camuflar su desaparición repentina...
Parece interesado en esa espada.. que curioso.. si supiese justo a quién perteneció teniendo en cuenta su pasado.
-Oh.. es tan solo una réplica a gran escala de la daga Tornaluna. Ya sabes.. las historias y leyendas elfas dicen que esta encantada. Por lo visto tenía una hermana gemela. perdida hace muchos años... demasiados. Estoy segura que tu amiga Eilydh puede contarte más detalles de esas cosas elfas- Me acerco más al hombre, reposo mi mano sobre su hombro y le adecento de nuevo el cuello de su camina. Tiene un aroma único.. peculiar. Huele a maldición y a sangre maldita.. si tan solo pudiese girarse un poco podría incluso atisbar la vena de su cuello y mmmmm tan taaaan apetitoso- El color es el original... - mejor que me enfoque en algo que no involucre desangrar a mi invitado. Mi padre lo querrá vivo sin duda.- Dicen que esta hecha con partículas de la propia luna... - ahogo un suspiro.
Por supuesto que no me creo esas leyendas estúpidas. Y será mejor que acapare la atención de este guerrero en algo más trival.. demasiadas preguntas le hará sospechar.. si tan solo supiese que guardamos la original abajo me pediría que se la mostrase.
Esbozo una sonrisa y me giro un poco señalando a una hoz con diamantes incrustados. Se paciente, cachorro... Estoy segura que tendrás la eternidad para admirar la daga tornaluna. Estoy segura que padre te hará una vitrina frente a ella si tanto te gusta.
No sin antes divertirnos un rato, seguro.
Te agarro la mano. Lo hago de manera segura, como para guiarte.
-Esta hoz es una de los primeros objetos de la colección. Un campesino le incrustó diamantes que robó de la corona del rey.... por supuesto el pobre campesino no duró mucho. Pero... bueno padre sabe estar en el momento y lugar adecuado-
La sangre del pobre campesino aún me da dolor de barriga. Pero la tuya... Oh Eltrant... tu sangre será mi cura... estoy segura.
Llevo una mano a una de tus orejas fijando mi mirada en tus ojos. Tan solo quiero sentir el fluir de tu sangre bajo esa capa de piel que...
Espera. ¿Y la chica? Esta muy callada. Quizás deba cerciorarme.
-Me pregunto si Eilydh se encuentra bien... está muy callada y no querría que...- Me giro buscando la silla donde la dejamos sentada. Esta vacía. Se ha ido. ¿Nos dejo solos?
Mi gesto se torna frío. Confuso. ¿Es que acaso aquel hombre...? No.. imposible.
No, nadie dejaría sola a alguien tan impresionante como yo con un hombre como Eltrant, Ha escapado.
Entro en pánico. Llevo mis manos al bolsillo. Mis llaves. No están, no tintinean. ¿Acababa de oir el cerrar de una puerta?
Miro a Eltrant, Tengo mi mano aún en su cuello. Ya no hay razón para ocultarme... al fin y al cabo mi padre no se enfadará si su nuevo coleccionable tiene... dos marcas de dientes en el cuello.
Cuando llegó a la puerta se cercioró de que nadie la había seguido y hundió la primera de las muchas llaves en el pomo de la puerta de metal y madera. El mecanismo no se movió, por supuesto, pero Eilydh ya contaba con que aquello no iba a ser fácil. Atinar en un primer intento con la llave que abría aquella puerta hubiese sido tener el consentimiento total de los dioses.
Y pocas veces los Dioses estaban de acuerdo con robos.
Siguió probando poco a poco y con cada llave fallida se ponía más y más nerviosa. Giró su vista y se puso de puntilla para inspeccionar qué había tramado su amigo para entretener a Escarlata. Atinó ver la sonrisa de la chica, la mano de Eltrant en su cintura, los pequeños pasos que la mujer daba par acercarse al hombre.
-Parece que tampoco te ha costado tanto entretenerla al fin y al cabo- musitó entre dientes saltándose varias llaves y agarrando una al azar. Por algún motivo algo la había hecho enojar y metió la llave en la cerradura con más hastío que hacía unos minutos. - Qué músculos más curtidos señor Tale...- imitó Eilydh en un susurro con una voz inusualmente aguda y haciendo unos aspavientos para si misma frente a la puerta.
Y la llave giró. Con un leve y sordo "Click" que la sacó de aquel estado en el que se había sumido sola. Enfocó su mirada en lo que acababa de abrir y se apresuró a escabullirse dentro de la sala haciendo el mínimo ruido. No pudo sin embargo evitar hacer sonar la puerta al cerrarse.
Se mordió el labio inferior.
-Mierda- pensó, rezando par que Escarlata no la hubiese oido y se imaginó a Eltrant avanzando en sus tácticas de distracción. Sacudió la cabeza de manera rápida y avanzoó en la sala, casi a tientas.
Aquello pareca el recibidor a un pasillo inmenso que acababa en unas escaleras sombrías. Eilydh caminó apresurada dejando atrás la mesa de trabajo llena de herramientas para la datación de objetos. Miles de cosas amontonadas aquií y allá hacían que a la chica le fuese dificil mantenerse en silencio y en un momento determinado encontró una lámpara de aceite que se apresuró a encender a medida que el pasillo se hacía más oscuro al llegar a la entrada de las escaleras.
Dió un último vistazo tras de si, Los escalones frente a ella parecían escarbados en la roca y estaba segura de que aquella justo era la entrada a la verdadera colección del señor Rouge. Un escalofrío le recorrió la espalda, recordando las piezas que había visualizado la última vez que estuvo allí haciendo negocios con su padre.
Se preguntó cuánto tardaría Escarlata en darse cuenta que la elfa se había esfumado. Al juzgar por la posición de la mano de Eltrant seguro tenía algunos minutos aún. Quizás horas.
Se sumió en la oscuridad.
--------
Me retiene. ¿Lo hace? Sin duda alguna no quiere que avance en mi tour por los objetos. ¿Se habrá dado cuenta de que este es el lugar más apartado de esa loca?
Tiene su mano en mi cadera. Sus ojos parecen guardar un secreto. Por supuesto que se ha dado cuenta, por fin sucumbe a un poco de humanidad. Estaba empezando a pensar que me iba a costar más trabajo seducirlo que inventar una cosa para camuflar su desaparición repentina...
Parece interesado en esa espada.. que curioso.. si supiese justo a quién perteneció teniendo en cuenta su pasado.
-Oh.. es tan solo una réplica a gran escala de la daga Tornaluna. Ya sabes.. las historias y leyendas elfas dicen que esta encantada. Por lo visto tenía una hermana gemela. perdida hace muchos años... demasiados. Estoy segura que tu amiga Eilydh puede contarte más detalles de esas cosas elfas- Me acerco más al hombre, reposo mi mano sobre su hombro y le adecento de nuevo el cuello de su camina. Tiene un aroma único.. peculiar. Huele a maldición y a sangre maldita.. si tan solo pudiese girarse un poco podría incluso atisbar la vena de su cuello y mmmmm tan taaaan apetitoso- El color es el original... - mejor que me enfoque en algo que no involucre desangrar a mi invitado. Mi padre lo querrá vivo sin duda.- Dicen que esta hecha con partículas de la propia luna... - ahogo un suspiro.
Por supuesto que no me creo esas leyendas estúpidas. Y será mejor que acapare la atención de este guerrero en algo más trival.. demasiadas preguntas le hará sospechar.. si tan solo supiese que guardamos la original abajo me pediría que se la mostrase.
Esbozo una sonrisa y me giro un poco señalando a una hoz con diamantes incrustados. Se paciente, cachorro... Estoy segura que tendrás la eternidad para admirar la daga tornaluna. Estoy segura que padre te hará una vitrina frente a ella si tanto te gusta.
No sin antes divertirnos un rato, seguro.
Te agarro la mano. Lo hago de manera segura, como para guiarte.
-Esta hoz es una de los primeros objetos de la colección. Un campesino le incrustó diamantes que robó de la corona del rey.... por supuesto el pobre campesino no duró mucho. Pero... bueno padre sabe estar en el momento y lugar adecuado-
La sangre del pobre campesino aún me da dolor de barriga. Pero la tuya... Oh Eltrant... tu sangre será mi cura... estoy segura.
Llevo una mano a una de tus orejas fijando mi mirada en tus ojos. Tan solo quiero sentir el fluir de tu sangre bajo esa capa de piel que...
Espera. ¿Y la chica? Esta muy callada. Quizás deba cerciorarme.
-Me pregunto si Eilydh se encuentra bien... está muy callada y no querría que...- Me giro buscando la silla donde la dejamos sentada. Esta vacía. Se ha ido. ¿Nos dejo solos?
Mi gesto se torna frío. Confuso. ¿Es que acaso aquel hombre...? No.. imposible.
No, nadie dejaría sola a alguien tan impresionante como yo con un hombre como Eltrant, Ha escapado.
Entro en pánico. Llevo mis manos al bolsillo. Mis llaves. No están, no tintinean. ¿Acababa de oir el cerrar de una puerta?
Miro a Eltrant, Tengo mi mano aún en su cuello. Ya no hay razón para ocultarme... al fin y al cabo mi padre no se enfadará si su nuevo coleccionable tiene... dos marcas de dientes en el cuello.
Eilydh
Honorable
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Re: Atrápame... si puedes. [Privado-Eltrant] [CERRADO]
Empezaba a estar incómodo con Escarlata.
Y no era el tipo de incomodidad de “Por todos los dioses Reivy, hace diez minutos que terminé de tomarte las medidas. Vístete de una vez”. Era distinto, su instinto le decía que había algo que ocultaba la mirada de la mujer, sus acciones. Todo se le antojaba milimetrado, casi le parecía que estaba siendo él el engañado y no al contrario.
Aunque tampoco se iba a engañar, por un lado, no podía negar que creía que algo no iba del todo bien… pero por el otro aquella era justo la sensación que le daban la gigantesca mayoría de los nobles con los que se cruzaba.
Llegados a aquel punto solo podía continuar.
Manteniendo la compostura, Eltrant dejó que le adecentase el cuello de la camisa por segunda vez mientras pensaba como continuar la conversación.
- Interesante. – dijo como toda respuesta a la explicación que la mujer le dio acerca de la daga. – Parece que sabe usted mucho sobre leyendas, Señorita Rouge. – Mencionó casualmente, obviando los evidentes avances de la mujer y alternando su atención hacia la hoz que Escarlata acababa de describir. – ¿Hay alguna que te guste personalmente? – dijo esbozando una sonrisa.
Escarlata Rouge no respondió, se limitó a asir el brazo de Eltrant con delicadeza, con dulzura, mientras acariciaba su cuello con su mano derecha. Un gesto que habría hecho emocionarse a cualquier hombre, Eltrant mentiría si dijese que no se vio perdido, durante unos instantes, en los ojos de la noble.
Pero entonces la mujer, finalmente, comprendió que Ellie había desaparecido.
No dijo nada ante la repentina desaparición de la elfa, pero el castaño pudo ver como esta comprobaba su cinturón, como buscaba las llaves que había tenido colgando del mismo para, al final, quedarse en la misma posición con una expresión neutra.
Incluso para alguien como él era demasiado optimista el esperar que no sospechase nada.
- ¿La has visto salir? – Sacudió la cabeza. – Esta chica… siempre hace lo mismo. Me despisto y desaparece. - dijo, dejando escapar un suspiro que cualquiera con un mínimo de inteligencia sabría que es fingido. – Si va a volver a la caravana debería avisar. ¿No crees? – dijo, quitándole importancia al asunto, girándose al final de nuevo hacia Escarlata. - ¿Y bien, Señorita Rouge? – dijo Eltrant, tomando a la mujer por la muñeca de la mano que aun rodeaba su cuello. - ¿Alguna leyenda que te guste? – Preguntó a continuación, algo más serio.
Estaba en una encrucijada. ¿Trataba de mantener la farsa? ¿O se resignaba a admitir que Escarlata era lo suficiente inteligente como para ser capaz de atar cabos tan simples como aquellos?
Podía sentir, en cualquier caso, los dedos de la mujer tensarse en torno a su cuello.
Escarlata tenía algún truco bajo la manga, estaba seguro de ello.
- ¿Alguna de ellas con espadas interesantes? – Aun sujetado a la mujer por la muñeca, bajo la mano opuesta hasta el pomo de Recuerdo y la dejó descansar ahí. – Me suelen gustar esas. – Apretó ligeramente la mano en torno al brazo de Rouge.
No sabía que más hacer para ganar tiempo. Esperaba que Ellie hubiese recuperado ya lo que aquella familia le había robado para salir de allí de una vez.
Y no era el tipo de incomodidad de “Por todos los dioses Reivy, hace diez minutos que terminé de tomarte las medidas. Vístete de una vez”. Era distinto, su instinto le decía que había algo que ocultaba la mirada de la mujer, sus acciones. Todo se le antojaba milimetrado, casi le parecía que estaba siendo él el engañado y no al contrario.
Aunque tampoco se iba a engañar, por un lado, no podía negar que creía que algo no iba del todo bien… pero por el otro aquella era justo la sensación que le daban la gigantesca mayoría de los nobles con los que se cruzaba.
Llegados a aquel punto solo podía continuar.
Manteniendo la compostura, Eltrant dejó que le adecentase el cuello de la camisa por segunda vez mientras pensaba como continuar la conversación.
- Interesante. – dijo como toda respuesta a la explicación que la mujer le dio acerca de la daga. – Parece que sabe usted mucho sobre leyendas, Señorita Rouge. – Mencionó casualmente, obviando los evidentes avances de la mujer y alternando su atención hacia la hoz que Escarlata acababa de describir. – ¿Hay alguna que te guste personalmente? – dijo esbozando una sonrisa.
Escarlata Rouge no respondió, se limitó a asir el brazo de Eltrant con delicadeza, con dulzura, mientras acariciaba su cuello con su mano derecha. Un gesto que habría hecho emocionarse a cualquier hombre, Eltrant mentiría si dijese que no se vio perdido, durante unos instantes, en los ojos de la noble.
Pero entonces la mujer, finalmente, comprendió que Ellie había desaparecido.
No dijo nada ante la repentina desaparición de la elfa, pero el castaño pudo ver como esta comprobaba su cinturón, como buscaba las llaves que había tenido colgando del mismo para, al final, quedarse en la misma posición con una expresión neutra.
Incluso para alguien como él era demasiado optimista el esperar que no sospechase nada.
- ¿La has visto salir? – Sacudió la cabeza. – Esta chica… siempre hace lo mismo. Me despisto y desaparece. - dijo, dejando escapar un suspiro que cualquiera con un mínimo de inteligencia sabría que es fingido. – Si va a volver a la caravana debería avisar. ¿No crees? – dijo, quitándole importancia al asunto, girándose al final de nuevo hacia Escarlata. - ¿Y bien, Señorita Rouge? – dijo Eltrant, tomando a la mujer por la muñeca de la mano que aun rodeaba su cuello. - ¿Alguna leyenda que te guste? – Preguntó a continuación, algo más serio.
Estaba en una encrucijada. ¿Trataba de mantener la farsa? ¿O se resignaba a admitir que Escarlata era lo suficiente inteligente como para ser capaz de atar cabos tan simples como aquellos?
Podía sentir, en cualquier caso, los dedos de la mujer tensarse en torno a su cuello.
Escarlata tenía algún truco bajo la manga, estaba seguro de ello.
- ¿Alguna de ellas con espadas interesantes? – Aun sujetado a la mujer por la muñeca, bajo la mano opuesta hasta el pomo de Recuerdo y la dejó descansar ahí. – Me suelen gustar esas. – Apretó ligeramente la mano en torno al brazo de Rouge.
No sabía que más hacer para ganar tiempo. Esperaba que Ellie hubiese recuperado ya lo que aquella familia le había robado para salir de allí de una vez.
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
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Re: Atrápame... si puedes. [Privado-Eltrant] [CERRADO]
La sombra de Eilydh se perdía en las paredes de aquel pasillo que parecía ser interminable. El acabado concienzudo y cuidadoso de la estética noble había dado paso de manera progresiva a un ambiente algo más tosco y menos pulido donde los azulejos habían pasado a ser simples piedras unidas con masillas a parches y adecuándose al relieve tosco de la piedra en un intento casi absurdo de esconder lo que era en toda regla una gruta.
Eilydh miró atrás un par de veces a medida que descendía, algunas creyendo oir algún ruido de pasos, otra como para cerciorarse de que nadie la seguía... otras simplemente para convencerse de que nadie lo hacía, de manera más o menos molesta por algún que otro motivo. Cualquiera podría pensar que un coleccionista como el señor Rouge hubiese puesto más atención en la seguridad que daba hasta su sala de tesoros, sin embargo y para sorpresa de la chica, la sala que finalmente atisbó a lo lejos del pasillo apenas tuvo protección más que puertas dispuestas mas o menos a lo largo del corredor para las que tuvo que ir eligiendo una llave del montón que robó a Escarlata.
-La ingenuidad del que se cree inquebrantable, a menudo es su mayor seguridad- pensó la chica girando el pomo de una pesada puerta que parecía estar tapizada en laminas de oro.
La luz que había adornado el pasillo largo hasta aquel lugar parecía haber desaparecido en esa sala en cuestión y Eilydh buscó a tientas alguna làmpara de aceite o cerilla que iluminase al fin aquella estancia. Sus manos tocaron varias piezas en relieve, cegada por la oscuridad y cuando por fin dio con la textura adecuada la asió y rompió parte de la tela bajo su armadura para mojarla en el aceite de la lámpara y prenderla en el centro de la estancia.
Cuando la luz aclaró donde se encontraba, Eilydh deseó no haberla encendido nunca.
La figura alta de la elfa parecía frágil e insignificante rodeada de cuerpos inertes, sin duda sin vida que la rodeaban en las posturas más grotescas que una mente podía imaginar. Por alguna razón las personas, perfectamente dispuestas en estandartes cubiertos de cristal limpio y claro, conservaban ciertos gestos de humanidad en sus rostros, obviamente fallecidos. Como si alguien hubiese capturado a la perfección la esencia exacta de lo que alguna vez fueron y elegido aquella última postura como lecho final de un descanso poco apacible en la eternidad.
La mayoría de las figuras tenían la caracterïstica señal de muerte vampira, a saber: dos pequeños agujeros limpios a un lado del cuello, pero algunas de ellas no parecían haber sido cena de Escarlata y sus hermanas.
¿Qué desde cuando sabía Eilydh que la señorita con la que había dejado a Eltrant era una vampiresa? Oh... Eilydh lo supo desde el momento exacto en el que la conoció, cuando aún no había sido transformada.
El señor Rouge no dejaba que sus escrúpulos arruinasen una buena colección, y teniendo en cuenta lo varipinto de aquella ( soldados con espadas clavadas en la sien, brujos sin duda asesinados por encantamientos, campesinos muertos de hambruna, prostitutas que mostraban signos de la enfermedad innombrable) era poco asombroso que el señor Rouge no poseyese algún que otro vampiro en su colección personal. El problema con los vampiros, sin duda era lo dificil que se hacía matarlos.
Unido a eso y al hecho de que, aunque hombre de pocos escrúpulos, el señor Rouge era un padre de familia, Eilydh tan solo tuvo que sumar 2 +2.
Y si.... técnicamente había dejado solo a Eltrant "muro de acero" "heroe de Aerandir" con una vampiresa emperrada en conseguir la mayor colección de almas de todo aerandir, pero estaba segura que el chico tendría algún que otro as bajo la manga para librarse de ella, al fin y al cabo convivía con Lyn. Algo habría aprendido.
Además ella tenía una meta que alcanzar, y cuando su estómago se acostumbró a lo macabra de aquella sala, se dispuso a buscar entre las vitrinas la daga tornaluna. La sala era tan inmensa que pensó que necesitaría años para encontrarla. Giró de un lado para otro sin titubear entre lo que parecían calles y calles de personas embalsamadas en sus propios cuerpos antes de darse cuenta que con cada giro que daba, se alejaba más de la única puerta que la conducía de nuevo a la superficie.
Comenzó a dudar si iba a encontrarla y de su propia cabeza cuando algun que otro cuerpo pareció seguirla con la mirada, como si aún siguiesen vivos pero atrapados en el líquido del embalsamado de sus propios cuerpos, que impedía que hablasen o se moviesen, La cabeza le daba vueltas.
Quizás por el estres constante de buscar lo que no encontraba, por el olor fuerte a formol o el estrés de saberse en un aprieto.
Y entonces la vio...
La daga reposaba de manera pacífica en la mano de un cadaver partícularmente pálido que como la propia Eilydh tenía orejas puntiagudas. La chica usó varios de los objetos que encontró a su alrededor para romper el cristal que mantenía preservada aquella figura y tras varios intentos, sus esfuerzos fueron certeros y el cadaver quedó sin barrera aparente.
Eilydh extendió la mano y asió por fin lo que había buscado durante casi 3 años. La contempló entre sus dedos. Era muy parecida a la daga que portaba en su cinturon, pero la cuchilla de esta era negra y oscura como la misma noche y los remaches tenían esmeraldas rojizas en vez de azules.
Sonrió satisfecha y antes de que pasase mucho tiempo, comenzó a preguntarse como salir de aquel lugar y volver tras sus pasos. Se dispuso la daga junto a la otra pero...
No podía mover su brazo.
La daga parecía haberse pegado a su mano y esta se mantenía en posición fija a pesar de los intentos de la chica de moverla de un lado a otro. Eilydh entró en pánico.Un cosquilleo que iniciaba en sus dedos se iba moviendo de manera apresurada hasta la palma de su mano manteniendo esta firme. Giró su mirada a la del elfo que hasta hacía varios minutos había estado portando la daga que ahora estaba pegada a su mano, y esta vez si pudo ver como sus ojos se movían de manera rápida de un lado para otro, confirmando sus sospechas.
Eilydh entró en pánico.
-Ya te dije, querida mía, que en algún momento u otro , pasarías a formar parte de mi colección. Tan solo tenía que esperar- La voz del señor Rouge retumbaba en la sala como un eco profundo que se esparcía por ella pero del que Eilydh no podía encontrar el foco.
-Agh...- dijo Eilydh girando por tercera vez consecutiva hacia un callejón sin salida a medida que su mano se dormía más y más- Espero que al menos Eltrant lo esté pasando mejor que yo-
-------
Este chico piensa que soy tan ingenua como su amiga la orejas largas.
Sin duda es una pena perder la existencia de este apuesto caballero en el mundo de los vivos, pero estoy segura que su sangre me fortalecerá más de lo que pudo hacerlo a él.
Parece interesado en espadas; Ni siquiera se ha dado cuenta que he intentado tantear el espacio entre mis labios y su cuello varias veces. Parece un caballero listo, Pero quizás le gusta dejarse querer.
-Mi leyenda preferida, Señor Tale, es sin duda la de los habitantes de la noche.- Me acerco de nuevo al hombre, casi escucho el palpitar de su corazón en su cuello, mi boca esta cerca de su oreja, sin duda puedo fingir que tan solo quiero susurrarle los detalles de la leyenda y camuflar eso con un acto final.... bueno... casi tan interesante como el-Imagino que la conocerá señor Tale.
Lo agarro de la mano. Si mis calculos no fallan su amiga esta a punto de ser parte de nuestra colección, seguro que se alegra cuando su muy queridisimo Eltrant se le una. Lo guío hasta una silla, donde su amiga se había sentado no hace mucho. Necesito comprar el tiempo necesario para que mis habilidades surtan efecto. Al fin y al cabo una no usa su habilidad para embelesar todos los días.
- La noche es oscura el primer día de invierno. Los animales diurnos temen la ausencia de sol, y a menudo se esconden bajo tierra para alejar el miedo de sus pequeños y débiles corazones- comienzo la leyenda en cuestión, el hombre parece interesado- la noche oscura atrae a las criaturas de la noche. Sus ojos son luceros en la oscuridad y usan el calor de los cuerpos de sus presas para sobrellevar el frío que marcan con ellos. - Si tan solo supiese... Me acerco más a su oido, mis labios tan solo están a dos palmos de su cuello...
-La noche es fría el primer día de invierno, y las criaturas oscuras, nocturnas saben jugar entre las sombras. Los pequeños animales del bosque se creen seguros en sus madrigueras... pero las criaturas oscuras viven en las sombras y bueno... esperan el momento exacto para cazar a sus presas-
Me lanzo a su cuello, sin miramiento, he esperado demasiado. Mis colmillos rozan la piel perfecta del cuello de aquel hombre. Casi saboreo el intenso sabor metálico de su sangre en mis labios.
Oh... Eltrant Tale.
Que pieza más peculiar en nuestra humilde colección.
Eilydh miró atrás un par de veces a medida que descendía, algunas creyendo oir algún ruido de pasos, otra como para cerciorarse de que nadie la seguía... otras simplemente para convencerse de que nadie lo hacía, de manera más o menos molesta por algún que otro motivo. Cualquiera podría pensar que un coleccionista como el señor Rouge hubiese puesto más atención en la seguridad que daba hasta su sala de tesoros, sin embargo y para sorpresa de la chica, la sala que finalmente atisbó a lo lejos del pasillo apenas tuvo protección más que puertas dispuestas mas o menos a lo largo del corredor para las que tuvo que ir eligiendo una llave del montón que robó a Escarlata.
-La ingenuidad del que se cree inquebrantable, a menudo es su mayor seguridad- pensó la chica girando el pomo de una pesada puerta que parecía estar tapizada en laminas de oro.
La luz que había adornado el pasillo largo hasta aquel lugar parecía haber desaparecido en esa sala en cuestión y Eilydh buscó a tientas alguna làmpara de aceite o cerilla que iluminase al fin aquella estancia. Sus manos tocaron varias piezas en relieve, cegada por la oscuridad y cuando por fin dio con la textura adecuada la asió y rompió parte de la tela bajo su armadura para mojarla en el aceite de la lámpara y prenderla en el centro de la estancia.
Cuando la luz aclaró donde se encontraba, Eilydh deseó no haberla encendido nunca.
La figura alta de la elfa parecía frágil e insignificante rodeada de cuerpos inertes, sin duda sin vida que la rodeaban en las posturas más grotescas que una mente podía imaginar. Por alguna razón las personas, perfectamente dispuestas en estandartes cubiertos de cristal limpio y claro, conservaban ciertos gestos de humanidad en sus rostros, obviamente fallecidos. Como si alguien hubiese capturado a la perfección la esencia exacta de lo que alguna vez fueron y elegido aquella última postura como lecho final de un descanso poco apacible en la eternidad.
La mayoría de las figuras tenían la caracterïstica señal de muerte vampira, a saber: dos pequeños agujeros limpios a un lado del cuello, pero algunas de ellas no parecían haber sido cena de Escarlata y sus hermanas.
¿Qué desde cuando sabía Eilydh que la señorita con la que había dejado a Eltrant era una vampiresa? Oh... Eilydh lo supo desde el momento exacto en el que la conoció, cuando aún no había sido transformada.
El señor Rouge no dejaba que sus escrúpulos arruinasen una buena colección, y teniendo en cuenta lo varipinto de aquella ( soldados con espadas clavadas en la sien, brujos sin duda asesinados por encantamientos, campesinos muertos de hambruna, prostitutas que mostraban signos de la enfermedad innombrable) era poco asombroso que el señor Rouge no poseyese algún que otro vampiro en su colección personal. El problema con los vampiros, sin duda era lo dificil que se hacía matarlos.
Unido a eso y al hecho de que, aunque hombre de pocos escrúpulos, el señor Rouge era un padre de familia, Eilydh tan solo tuvo que sumar 2 +2.
Y si.... técnicamente había dejado solo a Eltrant "muro de acero" "heroe de Aerandir" con una vampiresa emperrada en conseguir la mayor colección de almas de todo aerandir, pero estaba segura que el chico tendría algún que otro as bajo la manga para librarse de ella, al fin y al cabo convivía con Lyn. Algo habría aprendido.
Además ella tenía una meta que alcanzar, y cuando su estómago se acostumbró a lo macabra de aquella sala, se dispuso a buscar entre las vitrinas la daga tornaluna. La sala era tan inmensa que pensó que necesitaría años para encontrarla. Giró de un lado para otro sin titubear entre lo que parecían calles y calles de personas embalsamadas en sus propios cuerpos antes de darse cuenta que con cada giro que daba, se alejaba más de la única puerta que la conducía de nuevo a la superficie.
Comenzó a dudar si iba a encontrarla y de su propia cabeza cuando algun que otro cuerpo pareció seguirla con la mirada, como si aún siguiesen vivos pero atrapados en el líquido del embalsamado de sus propios cuerpos, que impedía que hablasen o se moviesen, La cabeza le daba vueltas.
Quizás por el estres constante de buscar lo que no encontraba, por el olor fuerte a formol o el estrés de saberse en un aprieto.
Y entonces la vio...
La daga reposaba de manera pacífica en la mano de un cadaver partícularmente pálido que como la propia Eilydh tenía orejas puntiagudas. La chica usó varios de los objetos que encontró a su alrededor para romper el cristal que mantenía preservada aquella figura y tras varios intentos, sus esfuerzos fueron certeros y el cadaver quedó sin barrera aparente.
Eilydh extendió la mano y asió por fin lo que había buscado durante casi 3 años. La contempló entre sus dedos. Era muy parecida a la daga que portaba en su cinturon, pero la cuchilla de esta era negra y oscura como la misma noche y los remaches tenían esmeraldas rojizas en vez de azules.
Sonrió satisfecha y antes de que pasase mucho tiempo, comenzó a preguntarse como salir de aquel lugar y volver tras sus pasos. Se dispuso la daga junto a la otra pero...
No podía mover su brazo.
La daga parecía haberse pegado a su mano y esta se mantenía en posición fija a pesar de los intentos de la chica de moverla de un lado a otro. Eilydh entró en pánico.Un cosquilleo que iniciaba en sus dedos se iba moviendo de manera apresurada hasta la palma de su mano manteniendo esta firme. Giró su mirada a la del elfo que hasta hacía varios minutos había estado portando la daga que ahora estaba pegada a su mano, y esta vez si pudo ver como sus ojos se movían de manera rápida de un lado para otro, confirmando sus sospechas.
Eilydh entró en pánico.
-Ya te dije, querida mía, que en algún momento u otro , pasarías a formar parte de mi colección. Tan solo tenía que esperar- La voz del señor Rouge retumbaba en la sala como un eco profundo que se esparcía por ella pero del que Eilydh no podía encontrar el foco.
-Agh...- dijo Eilydh girando por tercera vez consecutiva hacia un callejón sin salida a medida que su mano se dormía más y más- Espero que al menos Eltrant lo esté pasando mejor que yo-
-------
Este chico piensa que soy tan ingenua como su amiga la orejas largas.
Sin duda es una pena perder la existencia de este apuesto caballero en el mundo de los vivos, pero estoy segura que su sangre me fortalecerá más de lo que pudo hacerlo a él.
Parece interesado en espadas; Ni siquiera se ha dado cuenta que he intentado tantear el espacio entre mis labios y su cuello varias veces. Parece un caballero listo, Pero quizás le gusta dejarse querer.
-Mi leyenda preferida, Señor Tale, es sin duda la de los habitantes de la noche.- Me acerco de nuevo al hombre, casi escucho el palpitar de su corazón en su cuello, mi boca esta cerca de su oreja, sin duda puedo fingir que tan solo quiero susurrarle los detalles de la leyenda y camuflar eso con un acto final.... bueno... casi tan interesante como el-Imagino que la conocerá señor Tale.
Lo agarro de la mano. Si mis calculos no fallan su amiga esta a punto de ser parte de nuestra colección, seguro que se alegra cuando su muy queridisimo Eltrant se le una. Lo guío hasta una silla, donde su amiga se había sentado no hace mucho. Necesito comprar el tiempo necesario para que mis habilidades surtan efecto. Al fin y al cabo una no usa su habilidad para embelesar todos los días.
- La noche es oscura el primer día de invierno. Los animales diurnos temen la ausencia de sol, y a menudo se esconden bajo tierra para alejar el miedo de sus pequeños y débiles corazones- comienzo la leyenda en cuestión, el hombre parece interesado- la noche oscura atrae a las criaturas de la noche. Sus ojos son luceros en la oscuridad y usan el calor de los cuerpos de sus presas para sobrellevar el frío que marcan con ellos. - Si tan solo supiese... Me acerco más a su oido, mis labios tan solo están a dos palmos de su cuello...
-La noche es fría el primer día de invierno, y las criaturas oscuras, nocturnas saben jugar entre las sombras. Los pequeños animales del bosque se creen seguros en sus madrigueras... pero las criaturas oscuras viven en las sombras y bueno... esperan el momento exacto para cazar a sus presas-
Me lanzo a su cuello, sin miramiento, he esperado demasiado. Mis colmillos rozan la piel perfecta del cuello de aquel hombre. Casi saboreo el intenso sabor metálico de su sangre en mis labios.
Oh... Eltrant Tale.
Que pieza más peculiar en nuestra humilde colección.
Eilydh
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Re: Atrápame... si puedes. [Privado-Eltrant] [CERRADO]
Apretó los dientes, maldiciendo su incapacidad para notar las evidentes señales de que aquello estaba a punto de suceder, cuando los colmillos de Escarlata perforaron la carne de su cuello.
Había sentido aquella sensación en más de una ocasión, aunque al menos Lyn solía apañárselas para que su mordedura no doliese. Además de que esta solía morderle en el brazo y no en el cuello.
Sin tiempo de pensar, actuando por completo de forma instintiva, Eltrant agarró a escarlata por la muñeca y le propinó un empujón en el pecho, lo suficientemente fuerte como para hacerla chocar contra la vitrina que esta tenía justo tras ella con violencia, fragmentando el cristal que protegía el objeto de su interior en más de un centenar de pedazos que se dispersaron a los pies de la pareja.
Tensó los músculos y se llevó la mano derecha hasta su cuello, lugar desde donde ahora goteaba un grueso hilo de sangre. Lo que había sido un mero mordisco se había transformado en algo más bien parecido a un corte cuando Eltrant se había zafado de su atacante.
Al menos, en ese mismo instante, el tatuaje mágico de su brazo izquierdo se activó, comenzando a sanar de forma lenta pero inexorable la herida, transmitiendo una ya conocida calidez hasta el grueso corte que tenía en su cuello.
Tragó saliva, al notar un cierto sabor metálico en su boca, y frunció el ceño.
- Tengo una amiga que no opinaría muy bien de esa leyenda, Escarlata. – Fue lo primero que dijo Eltrant, presionando con aun más fuerza en su propio cuello, tiñendo su guantelete derecho de rojo, notando como la tela que cubría su armadura adquiría un color similar.
Escarlata sonrió, Eltrant no estaba seguro de si era porque la vampiresa pensaba que todo aquello había acabado o porque simplemente estaba jugando con él.
- De todas formas… - La sangre seguía manando, pero el tatuaje, como mínimo, se aseguraba de parar las hemorragias rápido, aunque la herida siguiese abierta. - ¿…tratáis así a todos vuestros invitados? – Preguntó, bajando ahora la mano hasta el pomo de Recuerdo. - ¿Dónde esta Ellie? – Inquirió a continuación, sin perder de vista los movimientos de la mujer.
Escarlata respondió a eso relamiéndose la sangre que aún quedaba en la comisura de sus labios y dejando escapar una melodiosa risita, la risa de alguien seguro de sí mismo, de un cazador que no ve el momento de saltar sobre su presa.
- Oh, Señor Tale… – Escarlata se cruzó de brazos y se movió hacia la derecha, rodeando a Eltrant, manteniéndose siempre a la misma distancia del hombre. – La elfa ya debe de formar parte de la colección de mi padre. - Un silencio prácticamente antinatural se había apoderado de la estancia, uno que solo era roto por el sonido de los tacones de la mujer y el crujido de los cristales rotos que esta pisaba con cada movimiento que hacía. – No es que me guste especialmente… - Se encogió de hombros, deteniéndose al otro lado de la habitación, justo frente a la puerta por la que se había perdido Eilydh. - … pero tengo que admitir que es un buen añadido al repertorio. – Musitó esbozando una sonrisa, mostrándole los dos incisivos a Eltrant que, muy cuidadosamente, se había estado esforzando por ocultar hasta el momento.
Había escuchado suficiente.
Sin mediar una palabra más, Eltrant dejó de presionar la herida de su cuello y desenvainó a Recuerdo de un fuerte tirón, el fantasmagórico brillo azulado de la espada de hielo pareció sorprender durante unos instantes a Escarlata, pero su expresión volvió a contraerse en una extraña mueca de autocomplacencia.
- Es usted una caja de sorpresas, Señor Tale. – Un extraño brillo se apoderó de los ojos de la mujer. – Voy a divertirme mucho rompiéndote. – Era la emoción de un cazador que se emocionaba al ver a su presa revolverse, al verla luchar con todas sus fuerzas para escapar de la trampa en la que acababa de caer.
Eltrant fue el que tomó la iniciativa en primer lugar.
Dos zancadas bastaron para cerrar la distancia que le separaba del lugar en el que estaba Escarlata y, asiendo la espada con ambas manos, lanzó un tajo en diagonal en cuanto afianzó los pies frente a la mujer.
Pero Escarlata era una vampiresa; Un ataque así no solo se le antojaba como previsible, sino que también era lento, tosco y fácil de ver. La rubia se agachó entre risas, haciendo alarde de una flexibilidad sobrehumana, y evitó la hoja de Recuerdo sin ningún problema, la cual acabó impactando contra otra de las vitrinas del “museo” destrozándola en mil pedazos.
- Señor Tale. ¿Es que no sabe usted comportase en casa ajena? – El tono de voz de Escarlata rozaba el coqueteo, como si aún pretendiese, de alguna forma, ganarse el favor del hombre al que había mordido en el cuello.
El contrataque de Escarlata no tardó en llegar, lo primero que hizo esta fue lanzar una patada a la altura de la cabeza de Eltrant, una que no llegó a acertar debido a que el errante retrocedió justo en el momento en el que iba a recibir el puntapié en la nariz.
Pero no era eso lo que había pretendido la vampiresa con aquel ataque: el tacón de la mujer salió despedido de su pie e impactó a Eltrant justo entre los ojos, cegándolo el tiempo exacto para que la rubia se deslizase alrededor de la hoja helada que blandía el exmercenario y clavase un puñal entre las placas de la armadura de su pecho con una precisión milimétrica.
Dejando escapar un gruñido de dolor, Eltrant se antepuso a lo que acababa de suceder y agarró a la mujer de los ropajes antes de que esta tuviese oportunidad de alejarse, momento en el que procedió a estrellarla contra todas las vitrinas que tenía a su alrededor, una por una, hasta convertir la sala en una imitación de la Lunargenta asediada por los vampiros.
Solo había cristales rotos y astillas por todas partes.
Por supuesto, Escarlata consiguió escapar del agarre del exmercenario antes de que este continuase zarandeándole como si de un muñeco de felpa se tratase. Se las ingenió para volver a armarse con otro puñal y lo deslizó a escasos centímetros de los ojos de este, consiguiendo que el humano la soltase antes de que esta pudiera dejarle ciego.
Jadeando copiosamente, Eltrant llevó la mano hasta el arma que aún tenía alojada entre las piezas de su armadura del pecho y la desencajó de un tirón: era el mismo cuchillo que le había mostrado antes, uno de los que había estado en las vitrinas.
- Le habías prestado tanta atención antes… - Escarlata se peinó pobremente y se limpió la sangre que resbalaba ahora por su frente. - … que he decidido enseñártelo más de cerca. – dijo, ampliando la sonrisa.
¿Ante qué tipo de vampiresa estaba?
No le había dejado tiempo ni a planteárselo. ¿De la voz? ¿Controlaba las sombras? ¿Controlaba la sangre? ¿O simplemente se había centrado en ser rápida y letal, como un cazador? Por no hablar de que la respuesta, además, podía ser “Sí” a varias de esas preguntas.
Además, también estaba el asunto de Ellie; debía de estar en alguna parte de aquella mansión y algo le decía que ella también estaba una situación similar a la que se encontraba él en aquel momento.
Envainó a Recuerdo, algo que hizo enarcar una ceja a Escarlata y que volviese a cruzarse de brazos.
- ¿Ya se rinde, Señor Tale? – Preguntó torciendo levemente el gesto. – Tengo que admitirlo, me decepciona un poco, esperaba que… – Eltrant alargó la mano derecha hasta Olvido a su espalda.
- No se preocupe, Señorita Rouge. – Cortó el errante, desenvainando el gigantesco espadón plateado, instando al aire que recorría la hoja a recorrer la habitación. – Acabo de empezar. – Masculló, frunciendo el ceño, colocando a Olvido frente a su cara.
Había sentido aquella sensación en más de una ocasión, aunque al menos Lyn solía apañárselas para que su mordedura no doliese. Además de que esta solía morderle en el brazo y no en el cuello.
Sin tiempo de pensar, actuando por completo de forma instintiva, Eltrant agarró a escarlata por la muñeca y le propinó un empujón en el pecho, lo suficientemente fuerte como para hacerla chocar contra la vitrina que esta tenía justo tras ella con violencia, fragmentando el cristal que protegía el objeto de su interior en más de un centenar de pedazos que se dispersaron a los pies de la pareja.
Tensó los músculos y se llevó la mano derecha hasta su cuello, lugar desde donde ahora goteaba un grueso hilo de sangre. Lo que había sido un mero mordisco se había transformado en algo más bien parecido a un corte cuando Eltrant se había zafado de su atacante.
Al menos, en ese mismo instante, el tatuaje mágico de su brazo izquierdo se activó, comenzando a sanar de forma lenta pero inexorable la herida, transmitiendo una ya conocida calidez hasta el grueso corte que tenía en su cuello.
Tragó saliva, al notar un cierto sabor metálico en su boca, y frunció el ceño.
- Tengo una amiga que no opinaría muy bien de esa leyenda, Escarlata. – Fue lo primero que dijo Eltrant, presionando con aun más fuerza en su propio cuello, tiñendo su guantelete derecho de rojo, notando como la tela que cubría su armadura adquiría un color similar.
Escarlata sonrió, Eltrant no estaba seguro de si era porque la vampiresa pensaba que todo aquello había acabado o porque simplemente estaba jugando con él.
- De todas formas… - La sangre seguía manando, pero el tatuaje, como mínimo, se aseguraba de parar las hemorragias rápido, aunque la herida siguiese abierta. - ¿…tratáis así a todos vuestros invitados? – Preguntó, bajando ahora la mano hasta el pomo de Recuerdo. - ¿Dónde esta Ellie? – Inquirió a continuación, sin perder de vista los movimientos de la mujer.
Escarlata respondió a eso relamiéndose la sangre que aún quedaba en la comisura de sus labios y dejando escapar una melodiosa risita, la risa de alguien seguro de sí mismo, de un cazador que no ve el momento de saltar sobre su presa.
- Oh, Señor Tale… – Escarlata se cruzó de brazos y se movió hacia la derecha, rodeando a Eltrant, manteniéndose siempre a la misma distancia del hombre. – La elfa ya debe de formar parte de la colección de mi padre. - Un silencio prácticamente antinatural se había apoderado de la estancia, uno que solo era roto por el sonido de los tacones de la mujer y el crujido de los cristales rotos que esta pisaba con cada movimiento que hacía. – No es que me guste especialmente… - Se encogió de hombros, deteniéndose al otro lado de la habitación, justo frente a la puerta por la que se había perdido Eilydh. - … pero tengo que admitir que es un buen añadido al repertorio. – Musitó esbozando una sonrisa, mostrándole los dos incisivos a Eltrant que, muy cuidadosamente, se había estado esforzando por ocultar hasta el momento.
Había escuchado suficiente.
Sin mediar una palabra más, Eltrant dejó de presionar la herida de su cuello y desenvainó a Recuerdo de un fuerte tirón, el fantasmagórico brillo azulado de la espada de hielo pareció sorprender durante unos instantes a Escarlata, pero su expresión volvió a contraerse en una extraña mueca de autocomplacencia.
- Es usted una caja de sorpresas, Señor Tale. – Un extraño brillo se apoderó de los ojos de la mujer. – Voy a divertirme mucho rompiéndote. – Era la emoción de un cazador que se emocionaba al ver a su presa revolverse, al verla luchar con todas sus fuerzas para escapar de la trampa en la que acababa de caer.
Eltrant fue el que tomó la iniciativa en primer lugar.
Dos zancadas bastaron para cerrar la distancia que le separaba del lugar en el que estaba Escarlata y, asiendo la espada con ambas manos, lanzó un tajo en diagonal en cuanto afianzó los pies frente a la mujer.
Pero Escarlata era una vampiresa; Un ataque así no solo se le antojaba como previsible, sino que también era lento, tosco y fácil de ver. La rubia se agachó entre risas, haciendo alarde de una flexibilidad sobrehumana, y evitó la hoja de Recuerdo sin ningún problema, la cual acabó impactando contra otra de las vitrinas del “museo” destrozándola en mil pedazos.
- Señor Tale. ¿Es que no sabe usted comportase en casa ajena? – El tono de voz de Escarlata rozaba el coqueteo, como si aún pretendiese, de alguna forma, ganarse el favor del hombre al que había mordido en el cuello.
El contrataque de Escarlata no tardó en llegar, lo primero que hizo esta fue lanzar una patada a la altura de la cabeza de Eltrant, una que no llegó a acertar debido a que el errante retrocedió justo en el momento en el que iba a recibir el puntapié en la nariz.
Pero no era eso lo que había pretendido la vampiresa con aquel ataque: el tacón de la mujer salió despedido de su pie e impactó a Eltrant justo entre los ojos, cegándolo el tiempo exacto para que la rubia se deslizase alrededor de la hoja helada que blandía el exmercenario y clavase un puñal entre las placas de la armadura de su pecho con una precisión milimétrica.
Dejando escapar un gruñido de dolor, Eltrant se antepuso a lo que acababa de suceder y agarró a la mujer de los ropajes antes de que esta tuviese oportunidad de alejarse, momento en el que procedió a estrellarla contra todas las vitrinas que tenía a su alrededor, una por una, hasta convertir la sala en una imitación de la Lunargenta asediada por los vampiros.
Solo había cristales rotos y astillas por todas partes.
Por supuesto, Escarlata consiguió escapar del agarre del exmercenario antes de que este continuase zarandeándole como si de un muñeco de felpa se tratase. Se las ingenió para volver a armarse con otro puñal y lo deslizó a escasos centímetros de los ojos de este, consiguiendo que el humano la soltase antes de que esta pudiera dejarle ciego.
Jadeando copiosamente, Eltrant llevó la mano hasta el arma que aún tenía alojada entre las piezas de su armadura del pecho y la desencajó de un tirón: era el mismo cuchillo que le había mostrado antes, uno de los que había estado en las vitrinas.
- Le habías prestado tanta atención antes… - Escarlata se peinó pobremente y se limpió la sangre que resbalaba ahora por su frente. - … que he decidido enseñártelo más de cerca. – dijo, ampliando la sonrisa.
¿Ante qué tipo de vampiresa estaba?
No le había dejado tiempo ni a planteárselo. ¿De la voz? ¿Controlaba las sombras? ¿Controlaba la sangre? ¿O simplemente se había centrado en ser rápida y letal, como un cazador? Por no hablar de que la respuesta, además, podía ser “Sí” a varias de esas preguntas.
Además, también estaba el asunto de Ellie; debía de estar en alguna parte de aquella mansión y algo le decía que ella también estaba una situación similar a la que se encontraba él en aquel momento.
Envainó a Recuerdo, algo que hizo enarcar una ceja a Escarlata y que volviese a cruzarse de brazos.
- ¿Ya se rinde, Señor Tale? – Preguntó torciendo levemente el gesto. – Tengo que admitirlo, me decepciona un poco, esperaba que… – Eltrant alargó la mano derecha hasta Olvido a su espalda.
- No se preocupe, Señorita Rouge. – Cortó el errante, desenvainando el gigantesco espadón plateado, instando al aire que recorría la hoja a recorrer la habitación. – Acabo de empezar. – Masculló, frunciendo el ceño, colocando a Olvido frente a su cara.
Eltrant Tale
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Re: Atrápame... si puedes. [Privado-Eltrant] [CERRADO]
¿Cuánto tiempo llevaba corriendo?
La voz frenética y fantasmal del señor Rouge se esparcía por la sala de manera continua, como olas de sonido y estruendo que paralizaban con un pequeño sobresalto la carrera de la chica de cuando en cuando. No era lo único paralizado. Su muñeca había adquirido el color opaco de las siluetas que la rodeaban y agarraba la daga en una mueca casi extraña, pues no podía abrir la mano. Hacía tiempo que había perdido la sensibilidad de aquella zona y aunque intentó despojarse de la daga para así acabar con el efecto, mantenía el agarre firme que había usado para despojar a su anterior dueño de ella.
Su corazón comenzaba una carrera continua con ella misma. A ratos era lo único que sonaba en su cabeza y los cuerpos de la colección del señor Rouge la seguían como intentando guiarla pero sin poder hablar o siquiera parpadear.
Desde luego, Eilydh había imaginado mejores maneras de pasar la eternidad que aquella. Su frenesí dio paso a la ira y su carrera ordenada entre pasillos unida a las palabras enmarcadas en un tono personal del señor Rouge hicieron aflorar una rabia que había estado dormida. Se cansó de correr y decidió que deshacerse de las vitrinas que contenían los cuerpos era una mejor manera de hacer camino, blandió a Karma, destrozando todo a su paso, pero aquello tan solo pareció multiplicar el numero de cuerpos a su alrededor.
-Mi querida niña... no gastes tus energías. Acepta tu destino, pequeña..- la voz del señor Rouge le daba ánimos a seguir buscando la salida...
Si tan solo...
Quizás no necesitase encontrar la salida. Quizás la única forma de salir de alli, como si fuese un reflejo de su propia vida, era afrontando aquello que le daba miedo.
Usó a Karma de manera feroz provocando un corte perfecto y limpio varios centímetros por encima de su muñeca, como si se tratase de una pulsera alrededor de su piel. Si aquel hechizo se propagaba por continuidad de su piel, era la única manera de pararlo. Eilydh sabía que tendría que rehacer el corte un par de veces, pues su esencia no tardaría mucho en sanarlo, pero al menos le daba tiempo a pensar como acabar con el señor Rouge.
Porque estaba claro que aquella era la manera más eficaz de salir de allí.
La sangre brotaba por su mano, dejando un reguero a sus pies. Eilydh contuvo el aliento cada vez que tenía que cortarse la piel, pero aquello definitivamente ralentizó el efecto de la daga, y Eilydh no perdió la sensación de dolor allí donde se cortaba una y otra vez. Buena señal supuso.
En cuanto a Rouge...
-Como si tuvieses una vitrina lo suficientemente alta como para contenerme... Como si toda esta sala fuese digna de que mi esencia acabase en ella.
-Oh señorita... Creo que has heredado el deje de superioridad de tu querida madre... Una lástima que no vayas a compartirlo con ella nunca más... si tan solo supieses los planes que tengo para tu cuerpo. El lugar exacto donde voy a colocarte.-
Eilydh necesitaba que el hombre siguiese hablando. Necesitaba que el eco de la voz de aquel hombre bajito y roto la guiase exactamente hasta donde se encontraba, su escondite, y presumiblemente, la salida de aquel lugar.
-Mi padre siempre tuvo razón sobre ti, Señor Rouge. Alguien con tanto afán de protagonismo no puede hacer de su oficio nada extraordinario. Estoy segura que ambos estaremos de acuerdo en que esta colección no es mas que un par de baratijas y pobres desgraciados que se encontraron en el peor momento de sus vidas contigo... Ninguno de estos tiene el valor necesario siquiera para pensar en llamarlos interesante. Creo que empiezo a entender por qué me quieres aquí.-
-No sabes lo que dices niña.. si tan solo supieses los extremos que he necesitado. La sangre que he vertido sobre cada uno de los palmos que pisas con tus pies... el miedo en la cara de cada uno de ellos al sentir como dejaban de ser ellos y eran parte de... mi-
La voz del anciano se escuchaba más clara con cada palabra que emitía y en la última frase, Eilydh vislumbró el color rojizo de su túnica algo deforme por el efecto del cristal de las vitrinas que la rodeaban. Se agachó como un felino bordeando la situación del hombre. Aguantó la respiración como un cazador que vigila su presa de manera cautelosa, esperando el mejor momento para atacar por su espalda.
-Y ¿sabes lo mejor de todo, Eilydh Skye?- dijo el hombre con una risita contenida, Eilydh vio como se miraba las uñas ajeno a la figura que se acercaba por detrás de él.- Lo mejor, preciosa, es que estoy seguro que tu padre me dará un buen precio cuando sepa que tengo el cuerpo de su hijita en buen recaudo. Lo mejor, Eilydh, querida... Es que tu muerte será la venganza justa que tu padre esperaba. Casi puedo ver tu perfecto rostro clavado en las estacas de los traidores junto al árbol madre- dijo el hombre.
Eilydh se inundó del miedo que traía consigo el saber que aquel mequetrefe decía justo la verdad y dejó que el miedo fuese la catapulta que necesitaba. Saltó sobre él asiéndose a su espalda agarrándose al hombre como si se tratase de una de sus crías y finalmente, sin dudar ni un momento y con la misma seguridad con la que había estado cortándose su propia muñeca, dejó que Karma se hiciese con el cuello del señor Rouge.
Cayó sobre sus rodillas y el cuerpo desmembrado de Rouge, con la cabeza del hombre aún en su mano. Se levantó poco a poco y como había temido una única puerta, a unos 5 metros de alto en la pared circular de aquella habitación. La elfa agarró la cabeza de Rouge por sus cabellos como pudo, teniendo en cuenta que aún no podía soltar la daga. Trepó sobre una de las vitrinas, la más alta y cuando estuvo ahí subió no sin dificultad hasta la puerta que entraba a la sala.
Cuando alcanzó suelo firme bajo sus pies, jadeando por el esfuerzo y tras cortarse de nuevo la muñeca, pues empezaba a sanar, Eilydh echó un vistazo a la cabeza que había traido consigo y luego a ella misma, manchada de su propia sangre y de la del señor Rouge. Antes de abandonar por completo la visión de la sala redonda y blanca impoluta notó como la sangre del coleccionista de un color rojo vivo se había esparcido por el suelo y pintaba de manera irónica los cuerpos de la colección macabra.
Avanzó pues por aquel pasillo mientras se guiaba por los recovecos en un principio y más tarde por las voces de la habitación al otro lado. No estaba segura de si estaba en el lugar exacto ni si aquellas voces era la de su amigo, pero siguió avanzando hasta que por fin, la claridad del sol la trasportó a un lugar conocido y ahora si pudo adivinar que Eltrant era la voz de esa habitación.. Se quedó quieta, por un momento, Podía ver el bajo del vestido de Escarlata a menos de dos metros de ella.
-Digamos que es curioso señor Eltrant- dijo Escarlata limpiándose una pequeña gota de la sangre del hombre de la comisura de sus labios- Es curioso como una no se sacia nunca de algo que le gusta, ¿Verdad?- dijo acercándose la gota que acababa de limpiar de sus labios y relamiéndola mientras se paseaba peligrosamente cerca de donde estaba Eilydh.- es curioso porque.... en contraposición, algo que odiamos puede ser MUY MUY molesto. Incluso en pequeñas porciones.
Escarlata giró de manera desprevenida, lanzando una de las vitrinas hasta Eltrant interponiéndolo entre él y ella y agarrando a Eilydh de manera desprevenida por el cuello y la mano que tenía utilizable y agarraba la cabeza del señor Rouge.
-Parece que tu amiguita me ha traído un regalo- dijo la vampiresa agarrando la cabeza de su padre y tirándola al suelo con una mezcla de asco y furia.- Dos de hecho- dijo y su expresión cambió a una risa complice cuando vio la daga en la mano paralizada de Eilydh.
-Si que parece que os conocéis bien... la elfa ha sabido justo como volver hasta donde estaba su amigo ¿No?- Acercó su boca al cuello de Eilydh y por alguna extraña razón la chica no pudo moverse, como si su cerebro no la dejase siquiera hablar. - Pues bien, querida... veamos si tu querido amigo... sabe diferenciar el camino exacto hasta ti.
Escarlata dio un chasquido y activó otra de sus habilidades. La primera siendo paralizar a Eilydh con su mente. En esta ocasión Eltrant vería a ambas, Eilydh y Escarlata de la misma manera, ambas como Escarlata. Eilydh era controlada por la vampiresa y esta, por supuesto no iba a dejar que Eltrant se saliese con la suya.
-Juguemos pues, querido.- dijeron ambas Escarlatas a la vez.
-Espero que esto se te de mejor que el Tak- pensó Eilydh, agarrando una de las vitrinas sin poder evitarlo y lanzándola hasta Eltrant mientras Escarlata tomaba una de las espadas de exposición.- Sino... voy a quedar paralizada de verdad pensó fijándose en el corte en su muñeca que habia comenzado a sanar y que imaginó Eltrant no podía ver.
La voz frenética y fantasmal del señor Rouge se esparcía por la sala de manera continua, como olas de sonido y estruendo que paralizaban con un pequeño sobresalto la carrera de la chica de cuando en cuando. No era lo único paralizado. Su muñeca había adquirido el color opaco de las siluetas que la rodeaban y agarraba la daga en una mueca casi extraña, pues no podía abrir la mano. Hacía tiempo que había perdido la sensibilidad de aquella zona y aunque intentó despojarse de la daga para así acabar con el efecto, mantenía el agarre firme que había usado para despojar a su anterior dueño de ella.
Su corazón comenzaba una carrera continua con ella misma. A ratos era lo único que sonaba en su cabeza y los cuerpos de la colección del señor Rouge la seguían como intentando guiarla pero sin poder hablar o siquiera parpadear.
Desde luego, Eilydh había imaginado mejores maneras de pasar la eternidad que aquella. Su frenesí dio paso a la ira y su carrera ordenada entre pasillos unida a las palabras enmarcadas en un tono personal del señor Rouge hicieron aflorar una rabia que había estado dormida. Se cansó de correr y decidió que deshacerse de las vitrinas que contenían los cuerpos era una mejor manera de hacer camino, blandió a Karma, destrozando todo a su paso, pero aquello tan solo pareció multiplicar el numero de cuerpos a su alrededor.
-Mi querida niña... no gastes tus energías. Acepta tu destino, pequeña..- la voz del señor Rouge le daba ánimos a seguir buscando la salida...
Si tan solo...
Quizás no necesitase encontrar la salida. Quizás la única forma de salir de alli, como si fuese un reflejo de su propia vida, era afrontando aquello que le daba miedo.
Usó a Karma de manera feroz provocando un corte perfecto y limpio varios centímetros por encima de su muñeca, como si se tratase de una pulsera alrededor de su piel. Si aquel hechizo se propagaba por continuidad de su piel, era la única manera de pararlo. Eilydh sabía que tendría que rehacer el corte un par de veces, pues su esencia no tardaría mucho en sanarlo, pero al menos le daba tiempo a pensar como acabar con el señor Rouge.
Porque estaba claro que aquella era la manera más eficaz de salir de allí.
La sangre brotaba por su mano, dejando un reguero a sus pies. Eilydh contuvo el aliento cada vez que tenía que cortarse la piel, pero aquello definitivamente ralentizó el efecto de la daga, y Eilydh no perdió la sensación de dolor allí donde se cortaba una y otra vez. Buena señal supuso.
En cuanto a Rouge...
-Como si tuvieses una vitrina lo suficientemente alta como para contenerme... Como si toda esta sala fuese digna de que mi esencia acabase en ella.
-Oh señorita... Creo que has heredado el deje de superioridad de tu querida madre... Una lástima que no vayas a compartirlo con ella nunca más... si tan solo supieses los planes que tengo para tu cuerpo. El lugar exacto donde voy a colocarte.-
Eilydh necesitaba que el hombre siguiese hablando. Necesitaba que el eco de la voz de aquel hombre bajito y roto la guiase exactamente hasta donde se encontraba, su escondite, y presumiblemente, la salida de aquel lugar.
-Mi padre siempre tuvo razón sobre ti, Señor Rouge. Alguien con tanto afán de protagonismo no puede hacer de su oficio nada extraordinario. Estoy segura que ambos estaremos de acuerdo en que esta colección no es mas que un par de baratijas y pobres desgraciados que se encontraron en el peor momento de sus vidas contigo... Ninguno de estos tiene el valor necesario siquiera para pensar en llamarlos interesante. Creo que empiezo a entender por qué me quieres aquí.-
-No sabes lo que dices niña.. si tan solo supieses los extremos que he necesitado. La sangre que he vertido sobre cada uno de los palmos que pisas con tus pies... el miedo en la cara de cada uno de ellos al sentir como dejaban de ser ellos y eran parte de... mi-
La voz del anciano se escuchaba más clara con cada palabra que emitía y en la última frase, Eilydh vislumbró el color rojizo de su túnica algo deforme por el efecto del cristal de las vitrinas que la rodeaban. Se agachó como un felino bordeando la situación del hombre. Aguantó la respiración como un cazador que vigila su presa de manera cautelosa, esperando el mejor momento para atacar por su espalda.
-Y ¿sabes lo mejor de todo, Eilydh Skye?- dijo el hombre con una risita contenida, Eilydh vio como se miraba las uñas ajeno a la figura que se acercaba por detrás de él.- Lo mejor, preciosa, es que estoy seguro que tu padre me dará un buen precio cuando sepa que tengo el cuerpo de su hijita en buen recaudo. Lo mejor, Eilydh, querida... Es que tu muerte será la venganza justa que tu padre esperaba. Casi puedo ver tu perfecto rostro clavado en las estacas de los traidores junto al árbol madre- dijo el hombre.
Eilydh se inundó del miedo que traía consigo el saber que aquel mequetrefe decía justo la verdad y dejó que el miedo fuese la catapulta que necesitaba. Saltó sobre él asiéndose a su espalda agarrándose al hombre como si se tratase de una de sus crías y finalmente, sin dudar ni un momento y con la misma seguridad con la que había estado cortándose su propia muñeca, dejó que Karma se hiciese con el cuello del señor Rouge.
Cayó sobre sus rodillas y el cuerpo desmembrado de Rouge, con la cabeza del hombre aún en su mano. Se levantó poco a poco y como había temido una única puerta, a unos 5 metros de alto en la pared circular de aquella habitación. La elfa agarró la cabeza de Rouge por sus cabellos como pudo, teniendo en cuenta que aún no podía soltar la daga. Trepó sobre una de las vitrinas, la más alta y cuando estuvo ahí subió no sin dificultad hasta la puerta que entraba a la sala.
Cuando alcanzó suelo firme bajo sus pies, jadeando por el esfuerzo y tras cortarse de nuevo la muñeca, pues empezaba a sanar, Eilydh echó un vistazo a la cabeza que había traido consigo y luego a ella misma, manchada de su propia sangre y de la del señor Rouge. Antes de abandonar por completo la visión de la sala redonda y blanca impoluta notó como la sangre del coleccionista de un color rojo vivo se había esparcido por el suelo y pintaba de manera irónica los cuerpos de la colección macabra.
Avanzó pues por aquel pasillo mientras se guiaba por los recovecos en un principio y más tarde por las voces de la habitación al otro lado. No estaba segura de si estaba en el lugar exacto ni si aquellas voces era la de su amigo, pero siguió avanzando hasta que por fin, la claridad del sol la trasportó a un lugar conocido y ahora si pudo adivinar que Eltrant era la voz de esa habitación.. Se quedó quieta, por un momento, Podía ver el bajo del vestido de Escarlata a menos de dos metros de ella.
-Digamos que es curioso señor Eltrant- dijo Escarlata limpiándose una pequeña gota de la sangre del hombre de la comisura de sus labios- Es curioso como una no se sacia nunca de algo que le gusta, ¿Verdad?- dijo acercándose la gota que acababa de limpiar de sus labios y relamiéndola mientras se paseaba peligrosamente cerca de donde estaba Eilydh.- es curioso porque.... en contraposición, algo que odiamos puede ser MUY MUY molesto. Incluso en pequeñas porciones.
Escarlata giró de manera desprevenida, lanzando una de las vitrinas hasta Eltrant interponiéndolo entre él y ella y agarrando a Eilydh de manera desprevenida por el cuello y la mano que tenía utilizable y agarraba la cabeza del señor Rouge.
-Parece que tu amiguita me ha traído un regalo- dijo la vampiresa agarrando la cabeza de su padre y tirándola al suelo con una mezcla de asco y furia.- Dos de hecho- dijo y su expresión cambió a una risa complice cuando vio la daga en la mano paralizada de Eilydh.
-Si que parece que os conocéis bien... la elfa ha sabido justo como volver hasta donde estaba su amigo ¿No?- Acercó su boca al cuello de Eilydh y por alguna extraña razón la chica no pudo moverse, como si su cerebro no la dejase siquiera hablar. - Pues bien, querida... veamos si tu querido amigo... sabe diferenciar el camino exacto hasta ti.
Escarlata dio un chasquido y activó otra de sus habilidades. La primera siendo paralizar a Eilydh con su mente. En esta ocasión Eltrant vería a ambas, Eilydh y Escarlata de la misma manera, ambas como Escarlata. Eilydh era controlada por la vampiresa y esta, por supuesto no iba a dejar que Eltrant se saliese con la suya.
-Juguemos pues, querido.- dijeron ambas Escarlatas a la vez.
-Espero que esto se te de mejor que el Tak- pensó Eilydh, agarrando una de las vitrinas sin poder evitarlo y lanzándola hasta Eltrant mientras Escarlata tomaba una de las espadas de exposición.- Sino... voy a quedar paralizada de verdad pensó fijándose en el corte en su muñeca que habia comenzado a sanar y que imaginó Eltrant no podía ver.
Eilydh
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Re: Atrápame... si puedes. [Privado-Eltrant] [CERRADO]
Jadeando, con la espada en alto, alternó la mirada entre las dos personas que tenía delante.
Escarlata y… Eilydh… o Escarlata y Escarlata.
Retrocedió un par de pasos y volvió a hacer lo mismo mientras pensaba detenidamente como actuar. Frente a él tenía dos imágenes prácticamente iguales, dos vampiresas que clamaban su vida.
Y una de ellas era su amiga.
Lo primero era adivinar qué tipo de magia era. ¿Estaba frente a una ilusión? ¿La Ellie que había visto convertirse en Escarlata era real o la señora de la noche solo estaba jugando con su cabeza para confundirle aún más?
La cabeza de Rouge cercenada en el suelo, desde luego, parecía bastante real.
¿Llegaría la vampiresa a tales extremos? Por supuesto, no sería la primera vez que veía algo así, no le sorprendería en absoluto. ¿Pero que ganaba Escarlata matando a su padre? Tenía más sentido que lo hubiese hecho Eilydh después de que les hubiesen descubierto y… aun así, no podía estar seguro de que nada de aquello fuese real.
Tensó la mandíbula y dejó de pensar durante unos segundos, consiguió detener a tiempo el puñal de la Escarlata que tenía más cerca con un rápido movimiento de muñeca, sujetando la hoja directamente con la mano gracias al metal que cubría su guantelete.
- ¿Qué le ocurre, señor Tale? – Murmuró la mujer, sonriendo, orgullosa de haber sido capaz de evitar el filo de Olvido con relativa facilidad. - ¿No decías que acababas de empezar? – Eltrant no soltó el cuchillo inmediatamente, tras analizar a la mujer durante unos segundos que se le antojaron increíblemente largos, la empujó hacía el otro lado de la habitación.
Descartó la ilusión.
Si bien no tenía forma de saberlo a simple vista, ambas mujeres eran tangibles, había sentido los impactos en su armadura, podía ver como el cristal se quebraba a sus pies con cada paso que daban.
Estaban las dos allí, con él, e intentaban matarle de una forma muy real.
Aunque, por supuesto, aquello le traía más preguntas que respuestas; Los movimientos de las dos mujeres estaban perfectamente sincronizados y, por mucho que quisiera, el caballero tampoco tenía tiempo de pararse a revisar detenidamente la indumentaria de sus oponentes en busca de pistas.
¿Quién era Escarlata y quien era Ellie?
- “Piensa, Eltrant.” – Estaban envueltos en un frenético baile acompasado por el sonido que producía el metal de Olvido a detener las hojas de las mujeres. – “¡Piensa!” – No podía atacar, no directamente, sin arriesgarse a herir a Ellie; Escarlata lo sabía, y era evidente que era por eso por lo que se lanzaba contra él una y otra vez, desde todos los ángulos posibles.
Volvió a bloquear otro puñal, como buenamente pudo, antes de que este le cortase el cuello. Muy a su pesar la otra Escarlata aprovechó aquel breve momento para asestar una estocada, de nuevo, entre las juntas de su armadura.
Bramando de dolor, sintió como su cuerpo se resentía, como le instaba a extraer el puñal que ahora tenía alojado en la zona lumbar. Se giró inmediatamente, enarbolando a Olvido, dispuesto a acometer contra la mujer que acababa de herirle.
Pero aquella Escarlata no intentó siquiera esquivar el golpe.
Simplemente sonrió y extendió mínimamente ambos brazos.
Incapaz de detener la estocada a aquellas alturas, simplemente optó por soltar la espada antes de que girarse completamente. Olvido salió entonces despedida de sus manos debido a la inercia y acabó firmemente clavada en una de las tantas vitrinas, destrozándola en el proceso.
- Ellie… -
Tenía que ser ella, la que tenía delante, la que tenía los ropajes en mejor estado de las dos.
No había intentado evitar el metal; lo había recibido literalmente con los brazos abiertos: Era eso lo que quería Escarlata, quería que fuese él quien matase a la elfa.
- ¿Tú crees? – Un directo en la cara fue lo que Eltrant recibió como toda respuesta por parte de la Escarlata que le acababa de apuñalar.
Mascullando varios insultos a los dioses al sentir como su nariz crujía, Eltrant se tambaleó hacia atrás y acabó apoyado contra uno de los tantos muebles destrozados. Sin nada que añadir tras aquel breve intercambio, el errante se profirió un gruñido de dolor cuando extrajo el puñal que aun tenia alojado en la espalda y desvió su atención hacia las Escarlatas, que volvían a estar centradas en mitad del caos que era ahora el museo de los Rouge.
- ¿Estás confundido, Señor Tale? ¿Tiene miedo? – La aterciopelada voz de Escarlata rompió el silencio. – Eso que sientes se llama desesperación. – Ambas sonrieron a la misma vez, era un espectáculo un tanto dantesco, incluso irreal. – Algo que va a estar muy presente en sus últimas horas de vida. – dijeron las dos Escarlatas, también, al unísono.
- ¿Quieres… callarte de una vez? - Se limpió la sangre que resbalaba por su nariz y, ayudado por el mueve sobre el que estaba, se irguió completamente. – No me dejas pensar. – Abrió y cerró la mano izquierda, de forma intermitente.
- Valentía. Él último bastión de los condenados. – Musitaron ambas a la vez que comenzaban a caminar en dirección a Eltrant.
El control vampírico, por lo que le había contado Lyn, variaba mucho entre persona y persona; Según la ojiazul, no había dos modos iguales de hacer obedecer a alguien, pero si que había dos constantes que todo vampiro debía de tener en cuenta al hacer uso de estas habilidades.
En primer lugar, la fuerza de voluntad de la víctima, y en segundo tus propias energías.
Sobre lo primero no tenía que preocuparse, conocía a pocas personas tan cabezotas como Ellie. Las energías de Escarlata parecían ser un problema… pero ya había lidiado con cosas como aquella en muchas ocasiones.
Golpeó el suelo. [1]
Fue repentinamente, sin previo aviso, sin prepararse.
El guantelete mágico se activó en apenas una fracción de segundo, justo antes de que sus nudillos tocasen el mármol que componía el museo. La explosión resultante destrozó aún más el mobiliario y arrojó todo contra las paredes del lugar, Escarlata y Ellie incluidas.
De lo que apenas una hora antes habían sido hermosos muebles y amplias vidrieras ahora solo quedaban astillas y cristales rotos. Si el resto de habitantes del castillo Rouge no se habían percatado de todo aquello todavía, en aquel momento debían de haberlo hecho.
- ¡Eilydh Skyer! – Tronó Eltrant, avanzando hasta el centro de la habitación, ignorando el vapor blanco que el guantelete liberaba. - ¡Recuerda porque hemos venido aquí! – Añadió, con el mismo tono de voz.
[1] Habilidad de Nivel 8 de Eltrant: Seísmo.
Escarlata y… Eilydh… o Escarlata y Escarlata.
Retrocedió un par de pasos y volvió a hacer lo mismo mientras pensaba detenidamente como actuar. Frente a él tenía dos imágenes prácticamente iguales, dos vampiresas que clamaban su vida.
Y una de ellas era su amiga.
Lo primero era adivinar qué tipo de magia era. ¿Estaba frente a una ilusión? ¿La Ellie que había visto convertirse en Escarlata era real o la señora de la noche solo estaba jugando con su cabeza para confundirle aún más?
La cabeza de Rouge cercenada en el suelo, desde luego, parecía bastante real.
¿Llegaría la vampiresa a tales extremos? Por supuesto, no sería la primera vez que veía algo así, no le sorprendería en absoluto. ¿Pero que ganaba Escarlata matando a su padre? Tenía más sentido que lo hubiese hecho Eilydh después de que les hubiesen descubierto y… aun así, no podía estar seguro de que nada de aquello fuese real.
Tensó la mandíbula y dejó de pensar durante unos segundos, consiguió detener a tiempo el puñal de la Escarlata que tenía más cerca con un rápido movimiento de muñeca, sujetando la hoja directamente con la mano gracias al metal que cubría su guantelete.
- ¿Qué le ocurre, señor Tale? – Murmuró la mujer, sonriendo, orgullosa de haber sido capaz de evitar el filo de Olvido con relativa facilidad. - ¿No decías que acababas de empezar? – Eltrant no soltó el cuchillo inmediatamente, tras analizar a la mujer durante unos segundos que se le antojaron increíblemente largos, la empujó hacía el otro lado de la habitación.
Descartó la ilusión.
Si bien no tenía forma de saberlo a simple vista, ambas mujeres eran tangibles, había sentido los impactos en su armadura, podía ver como el cristal se quebraba a sus pies con cada paso que daban.
Estaban las dos allí, con él, e intentaban matarle de una forma muy real.
Aunque, por supuesto, aquello le traía más preguntas que respuestas; Los movimientos de las dos mujeres estaban perfectamente sincronizados y, por mucho que quisiera, el caballero tampoco tenía tiempo de pararse a revisar detenidamente la indumentaria de sus oponentes en busca de pistas.
¿Quién era Escarlata y quien era Ellie?
- “Piensa, Eltrant.” – Estaban envueltos en un frenético baile acompasado por el sonido que producía el metal de Olvido a detener las hojas de las mujeres. – “¡Piensa!” – No podía atacar, no directamente, sin arriesgarse a herir a Ellie; Escarlata lo sabía, y era evidente que era por eso por lo que se lanzaba contra él una y otra vez, desde todos los ángulos posibles.
Volvió a bloquear otro puñal, como buenamente pudo, antes de que este le cortase el cuello. Muy a su pesar la otra Escarlata aprovechó aquel breve momento para asestar una estocada, de nuevo, entre las juntas de su armadura.
Bramando de dolor, sintió como su cuerpo se resentía, como le instaba a extraer el puñal que ahora tenía alojado en la zona lumbar. Se giró inmediatamente, enarbolando a Olvido, dispuesto a acometer contra la mujer que acababa de herirle.
Pero aquella Escarlata no intentó siquiera esquivar el golpe.
Simplemente sonrió y extendió mínimamente ambos brazos.
Incapaz de detener la estocada a aquellas alturas, simplemente optó por soltar la espada antes de que girarse completamente. Olvido salió entonces despedida de sus manos debido a la inercia y acabó firmemente clavada en una de las tantas vitrinas, destrozándola en el proceso.
- Ellie… -
Tenía que ser ella, la que tenía delante, la que tenía los ropajes en mejor estado de las dos.
No había intentado evitar el metal; lo había recibido literalmente con los brazos abiertos: Era eso lo que quería Escarlata, quería que fuese él quien matase a la elfa.
- ¿Tú crees? – Un directo en la cara fue lo que Eltrant recibió como toda respuesta por parte de la Escarlata que le acababa de apuñalar.
Mascullando varios insultos a los dioses al sentir como su nariz crujía, Eltrant se tambaleó hacia atrás y acabó apoyado contra uno de los tantos muebles destrozados. Sin nada que añadir tras aquel breve intercambio, el errante se profirió un gruñido de dolor cuando extrajo el puñal que aun tenia alojado en la espalda y desvió su atención hacia las Escarlatas, que volvían a estar centradas en mitad del caos que era ahora el museo de los Rouge.
- ¿Estás confundido, Señor Tale? ¿Tiene miedo? – La aterciopelada voz de Escarlata rompió el silencio. – Eso que sientes se llama desesperación. – Ambas sonrieron a la misma vez, era un espectáculo un tanto dantesco, incluso irreal. – Algo que va a estar muy presente en sus últimas horas de vida. – dijeron las dos Escarlatas, también, al unísono.
- ¿Quieres… callarte de una vez? - Se limpió la sangre que resbalaba por su nariz y, ayudado por el mueve sobre el que estaba, se irguió completamente. – No me dejas pensar. – Abrió y cerró la mano izquierda, de forma intermitente.
- Valentía. Él último bastión de los condenados. – Musitaron ambas a la vez que comenzaban a caminar en dirección a Eltrant.
El control vampírico, por lo que le había contado Lyn, variaba mucho entre persona y persona; Según la ojiazul, no había dos modos iguales de hacer obedecer a alguien, pero si que había dos constantes que todo vampiro debía de tener en cuenta al hacer uso de estas habilidades.
En primer lugar, la fuerza de voluntad de la víctima, y en segundo tus propias energías.
Sobre lo primero no tenía que preocuparse, conocía a pocas personas tan cabezotas como Ellie. Las energías de Escarlata parecían ser un problema… pero ya había lidiado con cosas como aquella en muchas ocasiones.
Golpeó el suelo. [1]
Fue repentinamente, sin previo aviso, sin prepararse.
El guantelete mágico se activó en apenas una fracción de segundo, justo antes de que sus nudillos tocasen el mármol que componía el museo. La explosión resultante destrozó aún más el mobiliario y arrojó todo contra las paredes del lugar, Escarlata y Ellie incluidas.
De lo que apenas una hora antes habían sido hermosos muebles y amplias vidrieras ahora solo quedaban astillas y cristales rotos. Si el resto de habitantes del castillo Rouge no se habían percatado de todo aquello todavía, en aquel momento debían de haberlo hecho.
- ¡Eilydh Skyer! – Tronó Eltrant, avanzando hasta el centro de la habitación, ignorando el vapor blanco que el guantelete liberaba. - ¡Recuerda porque hemos venido aquí! – Añadió, con el mismo tono de voz.
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[1] Habilidad de Nivel 8 de Eltrant: Seísmo.
Eltrant Tale
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Re: Atrápame... si puedes. [Privado-Eltrant] [CERRADO]
La mente de Eilydh parecía ir rápido. O quizás simplemente el resto de lo que hacía era demasiado lento.
En su cabeza se entremezclaban en segundos imágenes pasadas con retazos de la realidad que tenía enfrente y que poco a poco le costaba distinguir a medida que el control de Escarlata sobre ella se hacía más patente. Los cristales rotos de la habitación en el árbol madre de Sandorai. La habitación redonda de Owens tintada del color rojizo de los cabellos de Escarlata. El sonido conciliador de la risa de Eltrant y la imagen del propio entretenido en sus miles de quehaceres en la herrería. Su voz cortada por el dolor. Y el rojo cálido en sus manos. La expresión de dolor del hombre y la misma cara ahora con algo parecido al miedo mientras lanzaba su espada a lo lejos.
-Corre-quiso decir Eilydh, paralizada como estaba por el miedo a que ella hubiese sido la que lo había herido- vete de este lugar antes de que llegues a formar parte de los despojos que lo componen- pensó pero de sus labios tan solo salieron palabras que no la representaban.
Sentía su mano entumecida, pero por alguna razón la daga tornaluna ahora no estaba en su mano, sino que Eltrant se la había quedado consigo, al parecer Escarlata también dominaba aquel agarre de una manera que la propia Eilydh no entendía bien. Al menos uno de sus problemas había desaparecido. Sintió como se movía sin siquiera quererlo y bajo sus pies el estallido inmenso de lo que supo era la furia de Eltrant en su máximo esplendor. Aquella rabia que el hombre canalizaba en su guantalete y esparcía en el suelo haciendo que los mismisimos cimientos del lugar se tambaleasen.
Y con ellos Escarlata. La vampiresa cayó al suelo a la par que varias de las estanterías caían sobre ella. Aquello pareció menguar la intensidad del poder que mantenía atada a Eilydh a su mente y devolvió a la elfa al allí y ahora.
La primera visión que tuvo al saberse desatada, o parcialmente desatada de aquel hechizo fueron los ojos serios y cansados de Eltrant gritando su nombre. Skyer había dicho, y la fuera de aquel apellido en la voz de aquel guerrero le insufló la valentí que necesitaba. La voz de Eltrant pronunciando su nombre sonaba exraña y necesaria, y su primera reacción fue desenfundar a Karma. Ella era ella de nuevo y aprovechó que Escarlata estaba aún en el suelo para aproximarse a ella y propinarle al fin el golpe final que necesitaba
No exactamente para lo que habían acudido allí,tuvo que reconocer, pero seguramente una de las cosas más fructíferas que haría en su estancia.
Escarlata esquivó el golpe usando una de las vitrinas dobladas sobre ella de escudo. Karma se clavó en ella y Eilydh hizo palanca para sacar la hoja de la espada de la madera. Minutos quizás, los suficientes para que de nuevo la vampiresa tomase ventaja.
-Por lo visto tu amigote conoce más bien de lo que crees,Dhydhy- dijo la mujer relamiendose un poco de su propia sangre a la vez que se ponía en pie- Me pregunto si te querría conocer tanto si supiese lo que yo he visto en tu mente- dijo, casi en un susurro acercándose a Eilydh.
La elfa al fin desatoró su espada y retrocedió varios pasos intentando tomar distancia de cualquier posible ataque de Escarlata. Sabía que la mujer ganaba ventaja en las distancias cortas y no iba a darle el gusto de situarse ahí donde la ventaja le beneficiase. Por otro lado, Escarlata parecía más preocupada por Eltrant, que había quedado separado de las mujeres por una linea rota en el suelo de la estancia que se abría al piso inferior, dando luz a la colección macabra de la que Eilydh acababa de escapar.
-Casi me olvido de un pequeño detalle...- dijo Escarlata llevándose la mano a los labios, risueña- a decir verdad... tres- sonrió.
Y de la nada aparecieron tres figuras, tres casi copias de aquella vampiresa que saltaron sobre la espalda de Eltrant intentando morderlo allí donde hubiese piel.
-Mis queridas hermanas llevan 50 años de sed... Es una pena que no sea yo la que me embriague con tu sangre, Tale.. pero al menos serás un tentempié para las chicas- rió acercándose a Eilydh- En cuanto a ti... debes de estar muy perdida lejos de las raíces que te atan a Sandorai,.. me pregunto cuánto me va a pagar tu padre cuando le lleve intacta las trenzas que vienen con tu cabeza.
Eilydh estocó con Karma de un lado hacia otro luchando contra si misma, como si sus manos no la obedeciesen y fuesen la única parte de ella de las que Escarlata aún tenía control. Se concentró en ellas intentando que fuesen de nuevo suyas e intentó que de nuevo le respondiesen, con poco éxito y desmantelando los escombros de la sala.
Aquello era imposible.
Escarlata tenía bastante poder sobre la mente de cualquiera que quizás se enfrentase a ella, necesitaba que su concentración se difuminase y que Eilydh no fuese el único foco.. quizás así pudiese al fin zafarse de ella.
Y entonces se acordó.
Se llevó la mano a uno de los bolsillos de su armadura y sacó un pequeño frasco con un contenido verdoso. Lo escondió entre sus dedos aprovechando que Escarlata estaba lo suficientemente sumida en si misma como para percatarse de aquello.
-Voy a ponértelo fácil, elfita. al fin y al cabos siempre he pensado que las mujeres no deberían pelear por un hombre..rio- Tu vida por la de él. Tu te marchas... él... bueno. El se queda para siempre- dijo componiendo una maquiavélica sonrisa
Eilydh intentó de nuevo estocar a la cabeza de Escarlata, de nuevo sin suerte a herirla, con la única diferencia de que en aquella ocasión aquello era justo lo que menos pretendía. El bamboleo de su espalda hizo que la poción que guardaba entre sus dedos saliese disparada a los pies de escarlata vertiéndose en sus pies con un espeso humo verdoso [1]
El efecto fue inmediato. Las piernas de la mujer comenzaron a bailar de manera desenfrenada sin poder parar de moverse. Aquello la enfureció tomándola por sorpresa y cortó la conexión mental que mantenía con Eilydh por el tiempo suficiente como para que esta al fin, pudiese ser certera en su estocada.
Y la elfa no dudó un segundo.
-Bailaría contigo, Escarlata... pero ya sabes que tengo dos pies izquierdos... no quisiera robar tu momento- dijo, más para ella misma que para la mujer que exasperada intentaba zafarse de los efectos de la poción.
La sangre roja como su nombre manchó la cara de Eilydh al esparcirse con el roce de la hoja de Karma. Por desgracia los pies de la vampiresa fueron lo suficientemente rápidos como para evitar un corte mortal, pero la estocada fue certera como para dejarla en el suelo, sangrando de uno de los costados y moviéndose como una culebra sobre si misma sin posibilidad de alzarse de nuevo y sangrando lo suficiente como para debilitarla de manera progresiva. Se encargarían de ella en un rato.
Eilydh le dedicó poca atención antes de saltar con cuidado al otro lado de la sala y acudir a ayudar a Eltrant al que las tres vampiras mantenían entretenido.
-No se te puede dejar solo...- dijo al posicionarse a su lado con Karma - Te dejo un momento y no solo destrozas un castillo milenario... sino que también eres el epicentro de un lio de faldas entre tres mujeres. Empiezo a entender que tu fama si que te hace juicio, Tale- le dijo con una sonrisa, uniéndose a las estocadas de él frente a las vampiresas que parecían no tener mucha inteligencia en sus movimientos pero eran reticentes y seguían alzándose una y otra vez contra ambos.
------
[1]Uso la poción de baile sobre Escarlata:La poción sirve como una granada de mano. Se ha de lanzar a los pies del enemigo, rompiendo el cristal y liberando la nube amarilla. El enemigo quedará expuesto al hechizo: estará obligado a bailar por el resto del turno. Solamente afecta a personajes de nivel 4 e inferiores y criaturas de dificultad Media o inferior.
Duración: 1 turno
En su cabeza se entremezclaban en segundos imágenes pasadas con retazos de la realidad que tenía enfrente y que poco a poco le costaba distinguir a medida que el control de Escarlata sobre ella se hacía más patente. Los cristales rotos de la habitación en el árbol madre de Sandorai. La habitación redonda de Owens tintada del color rojizo de los cabellos de Escarlata. El sonido conciliador de la risa de Eltrant y la imagen del propio entretenido en sus miles de quehaceres en la herrería. Su voz cortada por el dolor. Y el rojo cálido en sus manos. La expresión de dolor del hombre y la misma cara ahora con algo parecido al miedo mientras lanzaba su espada a lo lejos.
-Corre-quiso decir Eilydh, paralizada como estaba por el miedo a que ella hubiese sido la que lo había herido- vete de este lugar antes de que llegues a formar parte de los despojos que lo componen- pensó pero de sus labios tan solo salieron palabras que no la representaban.
Sentía su mano entumecida, pero por alguna razón la daga tornaluna ahora no estaba en su mano, sino que Eltrant se la había quedado consigo, al parecer Escarlata también dominaba aquel agarre de una manera que la propia Eilydh no entendía bien. Al menos uno de sus problemas había desaparecido. Sintió como se movía sin siquiera quererlo y bajo sus pies el estallido inmenso de lo que supo era la furia de Eltrant en su máximo esplendor. Aquella rabia que el hombre canalizaba en su guantalete y esparcía en el suelo haciendo que los mismisimos cimientos del lugar se tambaleasen.
Y con ellos Escarlata. La vampiresa cayó al suelo a la par que varias de las estanterías caían sobre ella. Aquello pareció menguar la intensidad del poder que mantenía atada a Eilydh a su mente y devolvió a la elfa al allí y ahora.
La primera visión que tuvo al saberse desatada, o parcialmente desatada de aquel hechizo fueron los ojos serios y cansados de Eltrant gritando su nombre. Skyer había dicho, y la fuera de aquel apellido en la voz de aquel guerrero le insufló la valentí que necesitaba. La voz de Eltrant pronunciando su nombre sonaba exraña y necesaria, y su primera reacción fue desenfundar a Karma. Ella era ella de nuevo y aprovechó que Escarlata estaba aún en el suelo para aproximarse a ella y propinarle al fin el golpe final que necesitaba
No exactamente para lo que habían acudido allí,tuvo que reconocer, pero seguramente una de las cosas más fructíferas que haría en su estancia.
Escarlata esquivó el golpe usando una de las vitrinas dobladas sobre ella de escudo. Karma se clavó en ella y Eilydh hizo palanca para sacar la hoja de la espada de la madera. Minutos quizás, los suficientes para que de nuevo la vampiresa tomase ventaja.
-Por lo visto tu amigote conoce más bien de lo que crees,Dhydhy- dijo la mujer relamiendose un poco de su propia sangre a la vez que se ponía en pie- Me pregunto si te querría conocer tanto si supiese lo que yo he visto en tu mente- dijo, casi en un susurro acercándose a Eilydh.
La elfa al fin desatoró su espada y retrocedió varios pasos intentando tomar distancia de cualquier posible ataque de Escarlata. Sabía que la mujer ganaba ventaja en las distancias cortas y no iba a darle el gusto de situarse ahí donde la ventaja le beneficiase. Por otro lado, Escarlata parecía más preocupada por Eltrant, que había quedado separado de las mujeres por una linea rota en el suelo de la estancia que se abría al piso inferior, dando luz a la colección macabra de la que Eilydh acababa de escapar.
-Casi me olvido de un pequeño detalle...- dijo Escarlata llevándose la mano a los labios, risueña- a decir verdad... tres- sonrió.
Y de la nada aparecieron tres figuras, tres casi copias de aquella vampiresa que saltaron sobre la espalda de Eltrant intentando morderlo allí donde hubiese piel.
-Mis queridas hermanas llevan 50 años de sed... Es una pena que no sea yo la que me embriague con tu sangre, Tale.. pero al menos serás un tentempié para las chicas- rió acercándose a Eilydh- En cuanto a ti... debes de estar muy perdida lejos de las raíces que te atan a Sandorai,.. me pregunto cuánto me va a pagar tu padre cuando le lleve intacta las trenzas que vienen con tu cabeza.
Eilydh estocó con Karma de un lado hacia otro luchando contra si misma, como si sus manos no la obedeciesen y fuesen la única parte de ella de las que Escarlata aún tenía control. Se concentró en ellas intentando que fuesen de nuevo suyas e intentó que de nuevo le respondiesen, con poco éxito y desmantelando los escombros de la sala.
Aquello era imposible.
Escarlata tenía bastante poder sobre la mente de cualquiera que quizás se enfrentase a ella, necesitaba que su concentración se difuminase y que Eilydh no fuese el único foco.. quizás así pudiese al fin zafarse de ella.
Y entonces se acordó.
Se llevó la mano a uno de los bolsillos de su armadura y sacó un pequeño frasco con un contenido verdoso. Lo escondió entre sus dedos aprovechando que Escarlata estaba lo suficientemente sumida en si misma como para percatarse de aquello.
-Voy a ponértelo fácil, elfita. al fin y al cabos siempre he pensado que las mujeres no deberían pelear por un hombre..rio- Tu vida por la de él. Tu te marchas... él... bueno. El se queda para siempre- dijo componiendo una maquiavélica sonrisa
Eilydh intentó de nuevo estocar a la cabeza de Escarlata, de nuevo sin suerte a herirla, con la única diferencia de que en aquella ocasión aquello era justo lo que menos pretendía. El bamboleo de su espalda hizo que la poción que guardaba entre sus dedos saliese disparada a los pies de escarlata vertiéndose en sus pies con un espeso humo verdoso [1]
El efecto fue inmediato. Las piernas de la mujer comenzaron a bailar de manera desenfrenada sin poder parar de moverse. Aquello la enfureció tomándola por sorpresa y cortó la conexión mental que mantenía con Eilydh por el tiempo suficiente como para que esta al fin, pudiese ser certera en su estocada.
Y la elfa no dudó un segundo.
-Bailaría contigo, Escarlata... pero ya sabes que tengo dos pies izquierdos... no quisiera robar tu momento- dijo, más para ella misma que para la mujer que exasperada intentaba zafarse de los efectos de la poción.
La sangre roja como su nombre manchó la cara de Eilydh al esparcirse con el roce de la hoja de Karma. Por desgracia los pies de la vampiresa fueron lo suficientemente rápidos como para evitar un corte mortal, pero la estocada fue certera como para dejarla en el suelo, sangrando de uno de los costados y moviéndose como una culebra sobre si misma sin posibilidad de alzarse de nuevo y sangrando lo suficiente como para debilitarla de manera progresiva. Se encargarían de ella en un rato.
Eilydh le dedicó poca atención antes de saltar con cuidado al otro lado de la sala y acudir a ayudar a Eltrant al que las tres vampiras mantenían entretenido.
-No se te puede dejar solo...- dijo al posicionarse a su lado con Karma - Te dejo un momento y no solo destrozas un castillo milenario... sino que también eres el epicentro de un lio de faldas entre tres mujeres. Empiezo a entender que tu fama si que te hace juicio, Tale- le dijo con una sonrisa, uniéndose a las estocadas de él frente a las vampiresas que parecían no tener mucha inteligencia en sus movimientos pero eran reticentes y seguían alzándose una y otra vez contra ambos.
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[1]Uso la poción de baile sobre Escarlata:La poción sirve como una granada de mano. Se ha de lanzar a los pies del enemigo, rompiendo el cristal y liberando la nube amarilla. El enemigo quedará expuesto al hechizo: estará obligado a bailar por el resto del turno. Solamente afecta a personajes de nivel 4 e inferiores y criaturas de dificultad Media o inferior.
Duración: 1 turno
Eilydh
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Nivel de PJ : : 2
Re: Atrápame... si puedes. [Privado-Eltrant] [CERRADO]
Había funcionado.
Ellie volvía a estar de pie, parecía ser dueña de sus propios actos y ya no era una réplica de Escarlata.
Ahora, sin embargo, tenía otros problemas nuevos.
El puñetazo que había dado en el suelo había hecho más desperfectos en el castillo de los que había esperado en un principio. Parte del suelo se había desprendido y Eltrant había quedado separado de su compañera por una gruesa hendidura que dejaba ver el macabro sótano en el que los Rouge guardaban lo que aparentaba ser la parte central de su colección.
Personas, más de una veintena de ellas, congeladas en diferentes posturas por toda la eternidad.
- Coleccionistas… - Gruñó el castaño voz baja. - Todavía espero el día que uno de vosotros coleccione monedas o algo así. – Musitó a continuación, separándose varios pasos del insistente trio de vampiresas que, en lugar de Escarlata, querían ahora acabar con su vida.
Se zafó de una de las vampiresas que saltó sobre su espalda arrojándola contra una de las horrendas “figuras” que poblaban el lugar y volvió a retroceder aún más.
Jadeando, se llevó la mano hasta el lugar por el que había entrado la daga que había blandido Eilie como Escarlata. Perdía sangre, por muy rápido que estuviese sanando gracias al tatuaje de Asher no iba a poder mantener el tipo contra los tres seres que tenía delante de él.
Seres por que, más que vampiresas racionales como Lyn o como Escarlata, parecían más bien bestias sedientas de sangre. Probablemente el efecto de no haber sido alimentadas, como bien había dicho la primogénita de los Rouge.
- Os advierto: me han dicho que tiendo a saber cómo a metal y que soy muy indigesto. – Volvió a retroceder varios pasos, buscando siempre mantener a una distancia prudente de todas las presentes.
Una de las mujeres abrió anormalmente su boca, hasta el punto en el que Eltrant estuvo bastante seguro de haber oído el “crack” que dejó escapar su mandíbula debido al esfuerzo, y mordió con fuerza el antebrazo derecho de Eltrant, doblando el metal que lo protegía como si tal cosa.
Mascullando varios insultos le propinó varios directos a la mujer con la mano que le quedaba libre hasta que el tabique nasal de la vampiresa quedó prácticamente irreconocible y esta, dejando escapar un alarido de dolor, se vio forzada a soltar al errante.
Fue ese el instante en el que sintió a Ellie a su espalda.
¿Había lidiado ya con Escarlata?
Definitivamente, las palabras de la elfa dejaban entrever que volvía a ser ella misma de nuevo.
- Esperaba que me ayudases con esto. – Le dijo, sonriéndole de vuelta, girándose hacia las vampiresas que ahora les tenían rodeados. – No me gusta ser el centro de atención. – Aseveró a continuación, cerrando ambas manos en torno a Olvido y posicionando la hoja de la misma frente a su cara.
No tenía alternativa: instó a que el viento de la hoja rodease su cuerpo durante unos instantes.
Sabía lo que conllevaba aquello, el efecto que iba a tener el aire en él. Pero si quería salir de allí ileso y sacar a Ellie de una sola pieza iba a tener que usar a Olvido.
Inmediatamente sintió como la brisa le daba fuerzas, como sanaba tímidamente sus heridas y le proporcionaba el empujón que sabía que necesitaba para seguir adelante. [1]
Pero, a su vez, sintió como su corazón se aceleraba, como un desagradable hormigueo recorría sus brazos y parecía agitar su misma alma. Su visión comenzó a alternar frenéticamente entre las vampiresas a las que enfrentaba y al hueco del suelo en el que se podían ver todas las víctimas de los Rouge.
- Distráeme a una. – Ordenó seriamente, avanzando, notando como la ira se apoderaba poco a poco de él. – Yo me encargo de las otras dos. – La familia Rouge era un peligro para Aeradir.
Por eso tenía que acabar con ellos.
Cargó contra la primera de las vampiresas, la que tenía más cerca. Esta le esquivó dando un grácil salto hacia atrás, forzando a Eltrant a que se detuviese en el sitio pues, su hermana, acudió inmediatamente a ayudar al objetivo del exmercenario.
Sin alternar un ápice su estrategia, el castaño reposicionó la espada frente a él y encadenó varios tajos que, si bien no llegaron a alcanzar a su víctima, la obligó a detener su acometida.
- ¡¿A qué esperas?! – Bramó, volviendo a avanzar. - ¡Atácame! – Añadió.
Ignorando por completo los ataques que le lanzaba la vampiresa en un fútil intento por mantenerle alejado, sintió como el arma que portaba la mujer se deslizaba por la coraza que cubría su pecho dejando escapar un desagradable chirrido metálico.
Usó ambas manos para asestar aquella estocada, depositó toda la rabia, toda la frustración que le inundaba en aquel momento.[2]
Había toda coda clase de personas en la colección: elfos, hombres-bestia y dragones de todas las edades, desde niños hasta ancianos. No se los podía quitar de la cabeza.
Profirió un grito según hundía firmemente a Olvido en la cintura de la mujer, arrastrando la hoja a través de la carne hasta que esta quedó encallada en la columna vertebral de su oponente.
Jadeando de forma entrecortada miró durante unos instantes a los ojos de la vampiresa, que aun herida de gravedad, alargaba ambas manos hasta la cara de Eltrant, tratando de alimentarse desesperadamente con su ultimo hálito de vida.
De un fuerte tirón, Eltrant desencajó la espada de su oponente y se giró hacia la otra.
- Estás a tiempo de rendirte. – dijo recobrando minimamente la compostura, notando como aquella sensación ajena que procedía de la espada se relajaba un poco.
[1] Uso de Olvido: Calma
[2] Habilidad de Eltrant de Nivel 3: Hoja Cargada.
Ellie volvía a estar de pie, parecía ser dueña de sus propios actos y ya no era una réplica de Escarlata.
Ahora, sin embargo, tenía otros problemas nuevos.
El puñetazo que había dado en el suelo había hecho más desperfectos en el castillo de los que había esperado en un principio. Parte del suelo se había desprendido y Eltrant había quedado separado de su compañera por una gruesa hendidura que dejaba ver el macabro sótano en el que los Rouge guardaban lo que aparentaba ser la parte central de su colección.
Personas, más de una veintena de ellas, congeladas en diferentes posturas por toda la eternidad.
- Coleccionistas… - Gruñó el castaño voz baja. - Todavía espero el día que uno de vosotros coleccione monedas o algo así. – Musitó a continuación, separándose varios pasos del insistente trio de vampiresas que, en lugar de Escarlata, querían ahora acabar con su vida.
Se zafó de una de las vampiresas que saltó sobre su espalda arrojándola contra una de las horrendas “figuras” que poblaban el lugar y volvió a retroceder aún más.
Jadeando, se llevó la mano hasta el lugar por el que había entrado la daga que había blandido Eilie como Escarlata. Perdía sangre, por muy rápido que estuviese sanando gracias al tatuaje de Asher no iba a poder mantener el tipo contra los tres seres que tenía delante de él.
Seres por que, más que vampiresas racionales como Lyn o como Escarlata, parecían más bien bestias sedientas de sangre. Probablemente el efecto de no haber sido alimentadas, como bien había dicho la primogénita de los Rouge.
- Os advierto: me han dicho que tiendo a saber cómo a metal y que soy muy indigesto. – Volvió a retroceder varios pasos, buscando siempre mantener a una distancia prudente de todas las presentes.
Una de las mujeres abrió anormalmente su boca, hasta el punto en el que Eltrant estuvo bastante seguro de haber oído el “crack” que dejó escapar su mandíbula debido al esfuerzo, y mordió con fuerza el antebrazo derecho de Eltrant, doblando el metal que lo protegía como si tal cosa.
Mascullando varios insultos le propinó varios directos a la mujer con la mano que le quedaba libre hasta que el tabique nasal de la vampiresa quedó prácticamente irreconocible y esta, dejando escapar un alarido de dolor, se vio forzada a soltar al errante.
Fue ese el instante en el que sintió a Ellie a su espalda.
¿Había lidiado ya con Escarlata?
Definitivamente, las palabras de la elfa dejaban entrever que volvía a ser ella misma de nuevo.
- Esperaba que me ayudases con esto. – Le dijo, sonriéndole de vuelta, girándose hacia las vampiresas que ahora les tenían rodeados. – No me gusta ser el centro de atención. – Aseveró a continuación, cerrando ambas manos en torno a Olvido y posicionando la hoja de la misma frente a su cara.
No tenía alternativa: instó a que el viento de la hoja rodease su cuerpo durante unos instantes.
Sabía lo que conllevaba aquello, el efecto que iba a tener el aire en él. Pero si quería salir de allí ileso y sacar a Ellie de una sola pieza iba a tener que usar a Olvido.
Inmediatamente sintió como la brisa le daba fuerzas, como sanaba tímidamente sus heridas y le proporcionaba el empujón que sabía que necesitaba para seguir adelante. [1]
Pero, a su vez, sintió como su corazón se aceleraba, como un desagradable hormigueo recorría sus brazos y parecía agitar su misma alma. Su visión comenzó a alternar frenéticamente entre las vampiresas a las que enfrentaba y al hueco del suelo en el que se podían ver todas las víctimas de los Rouge.
- Distráeme a una. – Ordenó seriamente, avanzando, notando como la ira se apoderaba poco a poco de él. – Yo me encargo de las otras dos. – La familia Rouge era un peligro para Aeradir.
Por eso tenía que acabar con ellos.
Cargó contra la primera de las vampiresas, la que tenía más cerca. Esta le esquivó dando un grácil salto hacia atrás, forzando a Eltrant a que se detuviese en el sitio pues, su hermana, acudió inmediatamente a ayudar al objetivo del exmercenario.
Sin alternar un ápice su estrategia, el castaño reposicionó la espada frente a él y encadenó varios tajos que, si bien no llegaron a alcanzar a su víctima, la obligó a detener su acometida.
- ¡¿A qué esperas?! – Bramó, volviendo a avanzar. - ¡Atácame! – Añadió.
Ignorando por completo los ataques que le lanzaba la vampiresa en un fútil intento por mantenerle alejado, sintió como el arma que portaba la mujer se deslizaba por la coraza que cubría su pecho dejando escapar un desagradable chirrido metálico.
Usó ambas manos para asestar aquella estocada, depositó toda la rabia, toda la frustración que le inundaba en aquel momento.[2]
Había toda coda clase de personas en la colección: elfos, hombres-bestia y dragones de todas las edades, desde niños hasta ancianos. No se los podía quitar de la cabeza.
Profirió un grito según hundía firmemente a Olvido en la cintura de la mujer, arrastrando la hoja a través de la carne hasta que esta quedó encallada en la columna vertebral de su oponente.
Jadeando de forma entrecortada miró durante unos instantes a los ojos de la vampiresa, que aun herida de gravedad, alargaba ambas manos hasta la cara de Eltrant, tratando de alimentarse desesperadamente con su ultimo hálito de vida.
De un fuerte tirón, Eltrant desencajó la espada de su oponente y se giró hacia la otra.
- Estás a tiempo de rendirte. – dijo recobrando minimamente la compostura, notando como aquella sensación ajena que procedía de la espada se relajaba un poco.
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[1] Uso de Olvido: Calma
[2] Habilidad de Eltrant de Nivel 3: Hoja Cargada.
Eltrant Tale
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Re: Atrápame... si puedes. [Privado-Eltrant] [CERRADO]
El sonido intenso de un grito agudo hizo que Eilydh no tuviese más remedio que llevarse las manos a los oídos, .El chillido entró por sus orejas y parecía elevarse por el resto de su cuerpo, recorriéndola como un susurro y apoderándose de toda la alegría que podía haberla contenido hasta entonces. Aquel grito tambaleó los pilares del castillo que empezaron a caer y derrumbarse, como su el suelo mismo quisiese absorber todo lo que hasta hacía poco había sido el hogar de los Rouge.
Había estado peleando contra la pequeña vampiresa que parecía ser copia exacta de las dos que arremetían incesante contra Eltrant, había escuchado el tronar de la espada del hombre de cuando en cuando pero no estaba muy segura de que era exactamente lo que hacía pues por alguna extraña razón, su oponente parecía conocer todos sus movimientos. Conocía su mente se movía una y otra vez escapando de sus estocadas hasta finalmente, perderse en la nada. Aquello era extraño... ilógico. Como si las tres vampiresas fuesen una y a la vez.... ninguna.
Eilydh estocó con fiereza insuflada por el saber que Eltrant le cubría las espaldas.
-Como si eso fuese algo de lo que alegrarse... verdad elfa. Porque justo eso es lo que se espera de ti. Ser protegida. Ser... rescatada.
La voz de Escarlata se coló por la estancia. Eilydh no la veía, pensaba que estaba muerta... pero... no podía ser. Seguía hablando. Ella misma la había visto caer...
Aquellas palabras, aunque la enfurecieron, parecieron distraer a la pequeña vampiresa que acabó ensartada en su espada a la vez que el sonido del chillido agudo inundaba sus oídos, señal inequívoca de que Eltrant también había acabado con otra de las pequeñas.
Lo poco que quedaba de las paredes del castillo retumbaron con aquello. Eilydh tomo posición no muy lejos de su compañero, dispuesta a ayudarlo si aquella vampiresa decidía que quería correr la misma suerte que sus hermanas. Casi podía ver el miedo reflejado en sus pupilas, su débil cuerpecillo acurrucándose sobre si mismo su cabello oscuro manchado de la sangre roja que había esparcido su hermana. Casi,... casi sentía pena de ella.
Aquello por suerte no duró mucho.
El gesto de la vampiresa cambió de manera drástica. Sus facciones parecieron transformarse al quedar roto la ilusión que Escarlata había estado manteniendo hasta ahora. Aquellas tres vampiresas no eran más que una distracción mental de nuevo. Una simple imagen creada para cansarlos y drenarlos. Eilydh tuvo una sensación extraña y miró hasta dónde había dejado no hacía mucho el cuerpo de escarlata.
No estaba.
Para cuando volvió a posar su mirada sobre la pequeña vampiresa, la pena parecía no haber ocupado nunca parte de su mente. Aquella era Escarlata, al fin. Sin juegos mentales, sin magia oscura que la envolviese, sin ilusiones, sin patrañas.Lo suficientemente herida como para no poder seguir manteniendo ninguna visión pero aún con su capacidad para introducirse en mente ajenas intactas.
- Es curioso lo que una descubre cuando acecha mentes ajenas ¿verdad?- dijo Escarlata, levantándose mientras tosía, usando sus dos manos de manera grácil, creando de ellas dos espadas con hojas afiladas a cada lado.- Eilydh la elfa sin rumbo.... Demasiado poca cosa para tener las agallas de una guerrera. Demasiado proscrita para ser aceptada entre los tuyos. Demasiado herida como para mostrarse vulnerable. Demasiado vulnerable como para atreverse siquiera a quererse a si misma cuanto más... a nadie más- Escarlata parecía ganar fuerza a medida que observaba los miedos de la mente de Eilydh. Aumentaba su tamaño y se movía de manera más certera- Dime, Eilydh ¿A dónde perteneces?- rió lista para estocar con su espada a la elfa.- Y lo más importante, elfa...¿Quién eres?
Eilydh alzó a Karma. Molesta. Aquella mujer parecía no querer morir nunca. No tan solo le había desvelado su nombre a Eltrant, aquella mujer parecía tener la necesidad de revelar sus miedos más internos, como si le leyese la mente e hiciese alarde ello. Eilydh respiró rápida, de manera entrecortada y furiosa. Recordó la ira misma que la poseyó cuando blandió a olvido y deseó que aquella sensación se la llevase. Lejos, a algún lugar donde no pudiese controlarla, si tan solo con eso pudiese hacer pedazos a Escarlata.
Apretó la empuñadura y Karma se embutió de luz iluminando la estancia en la que estaban.[1] La elfa no pensaba, tan solo realizaba movimientos de un lado a otro, chocando de cuando en cuando con el metal de la mujer, esperando un movimiento en falso que... fuese certero.
Escarlata abrió mucho los ojos al sentir como Karma se clavaba en su abdomen, pero tras dos segundos ahí, la mujer pareció de nuevo hacerse fuerte con los miedos que Eilydh ocupada en su mente y agarró la hoja, la sacó de su cuerpo y haciendo alarde de una fuerza, casi sobrehumana, tiró a Eilydh a la nada. Arrojándola al precipicio que separaba el piso bajo ellos y este mismo.
Eilydh se agarró como pudo, evitando caer a la maraña de personas coleccionables y sangre bajo sus pies.
- Y tú, señor Tale... podríamos haber sido tan buenos amigos....- Escarlata cogió aire por un segundo y comenzó a leer los miedos de Eltrant, fortaleciéndose de ellos- Vaya vaya... has llegado lejos para un simple granjero ¿verdad? Déjame decirte algo, estarías mucho mejor en el lugar de donde proviene la furia de Olvido. No decepcionarías a nadie, no tendrías necesidad de controlarte, serías el gran Tale ¿Cierto? El sangriento. Tale el único. El solitario. Don perfecto. Demasiado preocupado por si mismo como para notar el daño ajeno. Esperando a cierto amor, ¿quizás? ¿Cuánto tiempo? Como si alguien siquiera fuese a tomarte en serio por algo más que por tu sobrenombre. Al fin y al cabo, ese granjero murió al encarnar al gran Muro de acero, Tale-
Escarlata parecía relamerse del gusto con los miedos y codicias que encontraba en la mente de Tale. Tanto se nutría de ellos que sus movimientos eran precisos, certeros y aunque su herida no había curado por el efecto de la habilidad de Eilydh, esta la ignoaraba mientras la elfa luchaba por no morir aplastada en una caída libre , esta se regeneraba.
-NO LA ESCUCHES- Gritó Eilydh agarrándose como pudo a los bordes de la piedra.- Tu cabeza.... tu cabeza es solo tuya. Debería serlo.... Nuestras... vulnerabilidades nos hacen persona. Tu eres más que un muro de acero.... para mi- dijo tragando saliva mientras su rostro se teñía de rosado en parte por el esfuerzo de mantenerse sin caer- Eres... un pésimo jugador de Tak... y el peor ocultando sables robados... Eres... eres.. casi tan cabezota como yo, pero más educado como para ocultarlo.....
-CÁLLATE- Aquello parecía estar molestando a Escarlata que veía en las palabras de alivio de Eilydh hacia Eltrant un ataque a sus poderes, hasta parecía reducir su tamaño poco a poco- ¡CALLATE IDIOTA! DESGRACIA DE LOS ELFOS-
Eilydh por fin pudo asirse a algo que le dio algo de soporte y que aunque no le permitía subirse de nuevo al piso, evitaba que cayese.
-Eres... Eres... el mejor amigo de Lyn, y...
-El producto de tus victorias, pero también la sombra de todas tus victorias, Tale... de toda... la sangre... vertida... en tus... victorias- Escarlata se hacía fuerte, evitando los ataques.
-Eres Olvido, Elty.- gritó Eilydh, con las palabras de Escarlata sobre ella aún en su mente..- Eres todo lo que te ha llevado a ser olvido y lo que aún te hace elegir siempre, primero a Recuerdo. Un hombre justo.- gritó Eilydh con los ojos al borde de las lágrimas, magullada y buscando su espada con la mirada, demasiado lejos como para agarrarla.
La elfa sabía que si dejaba que algún pensamiento negativo se apoderase de su mente, Escarlata la poseería de nuevo y entonces no podría seguir tendiéndole la mano mental que Eltrant necesitaba para seguir peleando contra ella. Siguió animándolo con la esperanza de que su voz fuese suficiente.
--- offHabía estado peleando contra la pequeña vampiresa que parecía ser copia exacta de las dos que arremetían incesante contra Eltrant, había escuchado el tronar de la espada del hombre de cuando en cuando pero no estaba muy segura de que era exactamente lo que hacía pues por alguna extraña razón, su oponente parecía conocer todos sus movimientos. Conocía su mente se movía una y otra vez escapando de sus estocadas hasta finalmente, perderse en la nada. Aquello era extraño... ilógico. Como si las tres vampiresas fuesen una y a la vez.... ninguna.
Eilydh estocó con fiereza insuflada por el saber que Eltrant le cubría las espaldas.
-Como si eso fuese algo de lo que alegrarse... verdad elfa. Porque justo eso es lo que se espera de ti. Ser protegida. Ser... rescatada.
La voz de Escarlata se coló por la estancia. Eilydh no la veía, pensaba que estaba muerta... pero... no podía ser. Seguía hablando. Ella misma la había visto caer...
Aquellas palabras, aunque la enfurecieron, parecieron distraer a la pequeña vampiresa que acabó ensartada en su espada a la vez que el sonido del chillido agudo inundaba sus oídos, señal inequívoca de que Eltrant también había acabado con otra de las pequeñas.
Lo poco que quedaba de las paredes del castillo retumbaron con aquello. Eilydh tomo posición no muy lejos de su compañero, dispuesta a ayudarlo si aquella vampiresa decidía que quería correr la misma suerte que sus hermanas. Casi podía ver el miedo reflejado en sus pupilas, su débil cuerpecillo acurrucándose sobre si mismo su cabello oscuro manchado de la sangre roja que había esparcido su hermana. Casi,... casi sentía pena de ella.
Aquello por suerte no duró mucho.
El gesto de la vampiresa cambió de manera drástica. Sus facciones parecieron transformarse al quedar roto la ilusión que Escarlata había estado manteniendo hasta ahora. Aquellas tres vampiresas no eran más que una distracción mental de nuevo. Una simple imagen creada para cansarlos y drenarlos. Eilydh tuvo una sensación extraña y miró hasta dónde había dejado no hacía mucho el cuerpo de escarlata.
No estaba.
Para cuando volvió a posar su mirada sobre la pequeña vampiresa, la pena parecía no haber ocupado nunca parte de su mente. Aquella era Escarlata, al fin. Sin juegos mentales, sin magia oscura que la envolviese, sin ilusiones, sin patrañas.Lo suficientemente herida como para no poder seguir manteniendo ninguna visión pero aún con su capacidad para introducirse en mente ajenas intactas.
- Es curioso lo que una descubre cuando acecha mentes ajenas ¿verdad?- dijo Escarlata, levantándose mientras tosía, usando sus dos manos de manera grácil, creando de ellas dos espadas con hojas afiladas a cada lado.- Eilydh la elfa sin rumbo.... Demasiado poca cosa para tener las agallas de una guerrera. Demasiado proscrita para ser aceptada entre los tuyos. Demasiado herida como para mostrarse vulnerable. Demasiado vulnerable como para atreverse siquiera a quererse a si misma cuanto más... a nadie más- Escarlata parecía ganar fuerza a medida que observaba los miedos de la mente de Eilydh. Aumentaba su tamaño y se movía de manera más certera- Dime, Eilydh ¿A dónde perteneces?- rió lista para estocar con su espada a la elfa.- Y lo más importante, elfa...¿Quién eres?
Eilydh alzó a Karma. Molesta. Aquella mujer parecía no querer morir nunca. No tan solo le había desvelado su nombre a Eltrant, aquella mujer parecía tener la necesidad de revelar sus miedos más internos, como si le leyese la mente e hiciese alarde ello. Eilydh respiró rápida, de manera entrecortada y furiosa. Recordó la ira misma que la poseyó cuando blandió a olvido y deseó que aquella sensación se la llevase. Lejos, a algún lugar donde no pudiese controlarla, si tan solo con eso pudiese hacer pedazos a Escarlata.
Apretó la empuñadura y Karma se embutió de luz iluminando la estancia en la que estaban.[1] La elfa no pensaba, tan solo realizaba movimientos de un lado a otro, chocando de cuando en cuando con el metal de la mujer, esperando un movimiento en falso que... fuese certero.
Escarlata abrió mucho los ojos al sentir como Karma se clavaba en su abdomen, pero tras dos segundos ahí, la mujer pareció de nuevo hacerse fuerte con los miedos que Eilydh ocupada en su mente y agarró la hoja, la sacó de su cuerpo y haciendo alarde de una fuerza, casi sobrehumana, tiró a Eilydh a la nada. Arrojándola al precipicio que separaba el piso bajo ellos y este mismo.
Eilydh se agarró como pudo, evitando caer a la maraña de personas coleccionables y sangre bajo sus pies.
- Y tú, señor Tale... podríamos haber sido tan buenos amigos....- Escarlata cogió aire por un segundo y comenzó a leer los miedos de Eltrant, fortaleciéndose de ellos- Vaya vaya... has llegado lejos para un simple granjero ¿verdad? Déjame decirte algo, estarías mucho mejor en el lugar de donde proviene la furia de Olvido. No decepcionarías a nadie, no tendrías necesidad de controlarte, serías el gran Tale ¿Cierto? El sangriento. Tale el único. El solitario. Don perfecto. Demasiado preocupado por si mismo como para notar el daño ajeno. Esperando a cierto amor, ¿quizás? ¿Cuánto tiempo? Como si alguien siquiera fuese a tomarte en serio por algo más que por tu sobrenombre. Al fin y al cabo, ese granjero murió al encarnar al gran Muro de acero, Tale-
Escarlata parecía relamerse del gusto con los miedos y codicias que encontraba en la mente de Tale. Tanto se nutría de ellos que sus movimientos eran precisos, certeros y aunque su herida no había curado por el efecto de la habilidad de Eilydh, esta la ignoaraba mientras la elfa luchaba por no morir aplastada en una caída libre , esta se regeneraba.
-NO LA ESCUCHES- Gritó Eilydh agarrándose como pudo a los bordes de la piedra.- Tu cabeza.... tu cabeza es solo tuya. Debería serlo.... Nuestras... vulnerabilidades nos hacen persona. Tu eres más que un muro de acero.... para mi- dijo tragando saliva mientras su rostro se teñía de rosado en parte por el esfuerzo de mantenerse sin caer- Eres... un pésimo jugador de Tak... y el peor ocultando sables robados... Eres... eres.. casi tan cabezota como yo, pero más educado como para ocultarlo.....
-CÁLLATE- Aquello parecía estar molestando a Escarlata que veía en las palabras de alivio de Eilydh hacia Eltrant un ataque a sus poderes, hasta parecía reducir su tamaño poco a poco- ¡CALLATE IDIOTA! DESGRACIA DE LOS ELFOS-
Eilydh por fin pudo asirse a algo que le dio algo de soporte y que aunque no le permitía subirse de nuevo al piso, evitaba que cayese.
-Eres... Eres... el mejor amigo de Lyn, y...
-El producto de tus victorias, pero también la sombra de todas tus victorias, Tale... de toda... la sangre... vertida... en tus... victorias- Escarlata se hacía fuerte, evitando los ataques.
-Eres Olvido, Elty.- gritó Eilydh, con las palabras de Escarlata sobre ella aún en su mente..- Eres todo lo que te ha llevado a ser olvido y lo que aún te hace elegir siempre, primero a Recuerdo. Un hombre justo.- gritó Eilydh con los ojos al borde de las lágrimas, magullada y buscando su espada con la mirada, demasiado lejos como para agarrarla.
La elfa sabía que si dejaba que algún pensamiento negativo se apoderase de su mente, Escarlata la poseería de nuevo y entonces no podría seguir tendiéndole la mano mental que Eltrant necesitaba para seguir peleando contra ella. Siguió animándolo con la esperanza de que su voz fuese suficiente.
[1] Habilidad de nivel 0: Maldición de Sandorai: (Activable): Eilydh embute sus armas con magia de luz, ofreciéndolas de un daño adicional mágico moderado.Visualmente, el arma emite un brillo azulado al activar esta habilidad. Las heridas causadas por estas armas serán más difíciles de tratar.
Eilydh
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Re: Atrápame... si puedes. [Privado-Eltrant] [CERRADO]
¿La había mirado a los ojos?
Tenía que haberlo hecho. La molesta voz de la vampiresa resonaba en su cabeza, alimentándose de sus pensamientos, de sus dudas, de todas las pesadillas que había tenido hasta el momento.
Sabía que nunca había que mirar a un vampiro como Escarlata a los ojos.
Estaba peleando, lo notaba. Era consciente de que blandía la espada frente a él y que la mujer le evadía grácilmente, cada vez más rápido, con una arrogancia que solo conocía en gente como ella.
Pero igualmente estaba rodeado de oscuridad, de una oscuridad penetrante y prácticamente sólida, de la que no se veía capaz de escapar. ¿Ilusiones? ¿Le había cegado con sombras? No, no era eso, ya había vivido ese tipo de cosas mucho tiempo atrás.
Escarlata estaba en su cabeza, era diferente.
- ¡Cállate! – Las palabras se repetían en bucle, aunque las hubiese pronunciado solo una vez. Las silabas rebotaban una y otra vez en las distantes paredes de aquel vacío supuestamente infinito.
“Eres... un pésimo jugador de Tak... y el peor ocultando sables robados... Eres... eres.. casi tan cabezota como yo, pero más educado como para ocultarlo...”
Notó un golpe en el pecho, retrocedió varios pasos y acometió frente a él, a la oscuridad que tenía delante pero que sabía muy bien que estaba ocupada, en realidad, por Escarlata.
Como todas las otras veces falló el golpe.
Tenía razón. Cada una de aquellas palabras era una pesada losa que la vampiresa depositaba sobre sus hombros. Cada persona que había salvado, cada vez que se había inmiscuido en asuntos que no eran suyos propios… había conllevado alguna muerte.
Sus manos estaban manchadas de sangre, era un asesino, un verdugo.
¿Quién era realmente? ¿Qué clase de persona canjeaba la vida de una por otra?
¿Es que se creía con derecho a decidir?
Podía escuchar, sin embargo, la voz de Ellie apagada, abriéndose paso entre las de la vampiresa. Gritó, con todas sus fuerzas, acalló a Escarlata, tomó la mano que la elfa le ofrecía y se centró en el sonido de su voz.
Obligó a las sombras a retroceder.
Era Eltrant Tale.
Su espada era una responsabilidad, su responsabilidad.
Las vidas que había quitado le pesaban, todas y cada una de ellas era una marca en su interior que no podía borrar por más que lo intentase. Pero no las arrebataba sin sentido, no mataba por placer.
Sabía que tendría pesadillas muchas de noches de que le quedaban de vida, que volvería a revivir el asalto a Térpoli, la breve guerra contra los Nórgedos o la muerte de Melissa una y otra vez.
Pero no se arrepentía de ninguna decisión que había tomado.
- ¡Escarlata! – El viento se acumuló en la hoja de Olvido. La vampiresa estaba jugando con ellos, con sus miedos y preocupaciones más profundas. - ¡Sal de mi cabeza! – Pero no había olvidado, ni durante ese tiempo, lo que había visto en el sótano de la mansión de los Rouge.
Aquella era la última vampiresa.
La mujer no tendría ningún cuerpo al que huir.
Dando un tajo en horizontal, justo frente a él. No pretendía acertar a la vampiresa, no con la hoja de metal, al menos. Olvido generó una media luna de viento, una que, tan pronto Eltrant dio la estocada, comenzó a recorrer la habitación en dirección hacia la mujer, cortando todo lo que se encontraba a su paso. [1]
Aquello iba a terminar de una vez por todas.
[1] Uso Habilidad Olvido: Cortaviento.
Tenía que haberlo hecho. La molesta voz de la vampiresa resonaba en su cabeza, alimentándose de sus pensamientos, de sus dudas, de todas las pesadillas que había tenido hasta el momento.
Sabía que nunca había que mirar a un vampiro como Escarlata a los ojos.
Estaba peleando, lo notaba. Era consciente de que blandía la espada frente a él y que la mujer le evadía grácilmente, cada vez más rápido, con una arrogancia que solo conocía en gente como ella.
Pero igualmente estaba rodeado de oscuridad, de una oscuridad penetrante y prácticamente sólida, de la que no se veía capaz de escapar. ¿Ilusiones? ¿Le había cegado con sombras? No, no era eso, ya había vivido ese tipo de cosas mucho tiempo atrás.
Escarlata estaba en su cabeza, era diferente.
“El sangriento. Tale el único. El solitario. Don perfecto. Demasiado preocupado por sí mismo como para notar el daño ajeno.”
- ¡Cállate! – Las palabras se repetían en bucle, aunque las hubiese pronunciado solo una vez. Las silabas rebotaban una y otra vez en las distantes paredes de aquel vacío supuestamente infinito.
“Eres... un pésimo jugador de Tak... y el peor ocultando sables robados... Eres... eres.. casi tan cabezota como yo, pero más educado como para ocultarlo...”
Notó un golpe en el pecho, retrocedió varios pasos y acometió frente a él, a la oscuridad que tenía delante pero que sabía muy bien que estaba ocupada, en realidad, por Escarlata.
Como todas las otras veces falló el golpe.
“El producto de tus victorias, pero también la sombra de todas tus victorias, Tale... de toda... la sangre... vertida... en tus... victorias”
“Eres... Eres... el mejor amigo de Lyn, y...”
Tenía razón. Cada una de aquellas palabras era una pesada losa que la vampiresa depositaba sobre sus hombros. Cada persona que había salvado, cada vez que se había inmiscuido en asuntos que no eran suyos propios… había conllevado alguna muerte.
Sus manos estaban manchadas de sangre, era un asesino, un verdugo.
¿Quién era realmente? ¿Qué clase de persona canjeaba la vida de una por otra?
¿Es que se creía con derecho a decidir?
“Eres Olvido, Elty.”
Podía escuchar, sin embargo, la voz de Ellie apagada, abriéndose paso entre las de la vampiresa. Gritó, con todas sus fuerzas, acalló a Escarlata, tomó la mano que la elfa le ofrecía y se centró en el sonido de su voz.
Obligó a las sombras a retroceder.
Era Eltrant Tale.
Su espada era una responsabilidad, su responsabilidad.
Las vidas que había quitado le pesaban, todas y cada una de ellas era una marca en su interior que no podía borrar por más que lo intentase. Pero no las arrebataba sin sentido, no mataba por placer.
Sabía que tendría pesadillas muchas de noches de que le quedaban de vida, que volvería a revivir el asalto a Térpoli, la breve guerra contra los Nórgedos o la muerte de Melissa una y otra vez.
Pero no se arrepentía de ninguna decisión que había tomado.
- ¡Escarlata! – El viento se acumuló en la hoja de Olvido. La vampiresa estaba jugando con ellos, con sus miedos y preocupaciones más profundas. - ¡Sal de mi cabeza! – Pero no había olvidado, ni durante ese tiempo, lo que había visto en el sótano de la mansión de los Rouge.
Aquella era la última vampiresa.
La mujer no tendría ningún cuerpo al que huir.
Dando un tajo en horizontal, justo frente a él. No pretendía acertar a la vampiresa, no con la hoja de metal, al menos. Olvido generó una media luna de viento, una que, tan pronto Eltrant dio la estocada, comenzó a recorrer la habitación en dirección hacia la mujer, cortando todo lo que se encontraba a su paso. [1]
Aquello iba a terminar de una vez por todas.
___________________________________________________________
[1] Uso Habilidad Olvido: Cortaviento.
Eltrant Tale
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Re: Atrápame... si puedes. [Privado-Eltrant] [CERRADO]
Se hizo el silencio.
No había nada que hubiese podido romper aquel silencio en su cabeza. Ni las últimas piedras que quedaban donde apoyaba sus pies. Ni el estruendo de la pared frontal de la mansión Rouge desmoronándose frente a ellos. Ni siquiera el grito ahogado de Escarlata, furiosa y llena de rabia a partes iguales. Había silencio en su mente y Eilydh entendió en parte que aquel silencio también se traspasó a la de su amigo.
Lo vio en el brillo de sus ojos, ese gesto con la mirada perdida que ponía cada vez que estaba decidido a deshacerse de algo. Atisbó como las medias lunas escapaban de su espada y se perdían entre el amasijo de polvo y piedras de sus alrededores. No tuvo tiempo de alcanzar a ver el final de aquella media luna, sin embargo pues la piedra en la que apoyaba sus pies cedió finalmente y quedó colgando bajo la nada. Su grito de esfuerzo al subirse sobre el poco de suelo que quedaba se aunó con el desesperado de Escarlata.
Interrumpiendo el silencio de su mente, al fin.
La vampiresa cayó sobre los escombros y su cuerpo fue poco a poco descomponiéndose mostrando lo que quedaba de la centenaria y verdadera Escarlata, dejando tras de si la piel arrugada y descolorida, los restos de su vestido más negro que rojizo y la cuenca de sus ojos vacías, inexpresivas con su mano extendida en una imagen macabra de la vampiresa intentando atrapar por última vez a Tale, pero dejándolo escapar de su mente.
Eilydh respiró hondo y apoyó su cabeza por un momento en el suelo antes de levantarse. Buscó a Karma y la asió como si recuperase una parte de ella misma que casi pierde. Al enfundarla se percató de los cortes de su muñeca aún cicatrizando. Alguno de ellos le dejaría una cicatriz. Llevó la mano al lugar donde estaban y sonrió de manera tīmida. "Cada cicatriz es una batalla ganada" Se recordó e imágenes de la vara de metal marcando su espalda ocuparon su mente. La necesidad de comprobar si su compañero estaba bien apartó aquellas imágenes, pero la sonrisa en sus labios había desaparecido.
Se acercó hasta Eltrant, casi corrió hasta donde estaba él. Si hubiese estado herido de gravedad si aquella estúpida misión suya hubiese matado al gran Tale... No se lo perdonaría. Cuando alcanzó la figura del hombre suspiró aliviada al comprobar que estaba bien y aquello se tradujo en un incómodo baile en el que intento abrazarlo pero decidió que no y acabó dándole un pequeño puñetazo en su hombro, de manera juguetona. ¿Quién era aquella elfa y qué había pasado con la confianza en si misma?
-Esa mujer debía estar lo suficientemente loca como para forzarse dentro de la mente de Eltrant Tale- dijo y se dedicó a buscar las heridas que su compañero tenía abiertas, entre ellas los bocados de las vampiresas posicionando sus manos en ellas - Por Ísil... recuérdame que si decido aventurarme entre vampiros de nuevo no te arrastre conmigo. Ahora entiendo por qué Lyn sigue a tu lado... al parecer tu sangre es irresistible, Tale- dijo imitando los ademanes de Escarlata mientras terminaba de curarlo [1]- ¿Estás bien? - preguntó seria.
Se alejó un poco de él cuando sus heridas estaban lo suficientemente cerradas como para no sangrar. Eilydh pensó en las cicatrices que todas esas heridas dejarían en la piel del hombre. Se sintió culpable por aquello. Lo había encaminado a aquella situación sin ni siquiera contarle el porque, apartó su mirada del hombre y el brillo azul y dorado de la daga llamó su atención. Se apresuró a buscarla.
Cuando la tuvo entre sus manos, esta vez sin encantamiento la sopesó un momento y luego se acercó de nuevo a Eltrant.
-Perteneció a mi familia sabes..- dijo mirando la daga y jugueteando con ella- Durante muchos centénios esta daga pasó de padres a hijos del clan Skye. Es un... recuerdo. Un souvenir de un trueque que nunca llegó a consolidarse- Pausó su explicación.- Es todo lo que tenemos de lo que éramos antes de la primera guerra Iliedense.- sonrió.- Mi clan no era un clan acomodado. ¡Eramos exploradores! Guerreros. Elfos itinerantes que hacían hogar de tierras ajenas a Sandorai y en los días de remembranzas del árbol madre consagrábamos todo lo que traíamos de tierras ajenas al bosque a nuestro árbol, contando al resto de los elfos qué era aquello que los rodeaba y bueno... en parte- miró a Eltrant sonriendo algo azorada- Porqué nuestra raza era superior a la de las demás razas barbaras-Llevó su mano de manera pausada a su muslo y sacó la segunda daga, casi hermana a esta en tamaño y forma pero distinta en colores- Robé mi daga tornasol a mi padre cuando... - Pausó su discurso.
Eilydh se pensó sus palabras. No conocía tanto a Tale. Sí, casi se juega la vida del hombre en una aventura ajena a él pero... no podía desvelarle todo sobre ella en aquel lugar no así.
-Tomé... prestada la daga tornasol cuando...- de nuevo pausó su discurso. No. No quería contar los detalles de su ida. Carraspeó- Cuando decidí dejar Sandorai. Se ve que mi padre no valoraba lo suficiente a esta como para conservarla y... el señor Rouge tenía el ojo puesto en ella desde hacía bastante. - suspiró-La que acaba de casi matarnos es la daga Tornaluna. Ambas forjadas con el oro y la plata pura de Roilkat único trueque entre humanos y elfos antes de las guerras. Quizás último trazo de lo que mi clan verdaderamente era.- Pausó un poco su discurso y tiró de la camisa de Eltrant, algo preocupada por el aspecto poco estable del suelo que pisaban, animándolo a salir de aquellas ruinas.
Cuando casi alcanzaron la salida, Eilydh se sorprendió al darse cuenta que su caballo aún la esperaba.Miró a Eltrant de nuevo.
-Es tuya- dijo tendiéndole la daga Tornaluna a Eltrant . Eilydh sabía lo que iba a decir Eltrant, así que se apresuró a taparle la boca con el dedo- No te la estoy regalando- dijo la elfa mirándolo con fiereza- Te estoy devolviendo un préstamo. La tornasol siempre perteneció a los elfos... esta... bueno... Será la primera vez que me oigas admitir que no todas las victorias de mi pueblo fueron justas. - Volvió a mirarlo porque sabía que el hombre iba a insistir en no querer quedársela- Véndela si no la quieres seguro que alguien paga buenos aeros por la daga. No puedes comparar algo forjado por elfos centenarios a tu trabajo tosco, Tale por mucho guantelete que tengas- dijo comenzando a molestarse. Suspiró y se calmó-... tírala a un pozo si quieres. No me importa. Ya ves que nunca quiso ser mía.- le enseñó sus cicatrices en su mano- El problema es que llevo sobre mis hombros el ego de todo mi apellido para recordarme que si lo era.
La puso sobre las manos del hombre y la cerró apretándola antes de separarla de las manos del hombre. Sonrió y se guardó la suya propia.
Lo miró por un momento sin saber bien qué decir se giró al caballo para prepararlo antes de montarlo y dejar aquel sitio en ruinas. El horizonte se perdía con el humo de un pueblo cercano. Casi comenzaba a caer la noche y Eilydh supuso que tendría que buscar refugio si no quería que le cogiese el frío de la luna y las estrellas montando.
-Ha sido divertido- comenzó...- Deberíamos repetir.- se subió al caballo y después miró a Eltrant, dándose cuenta de que quizás él esperaba montar también y que lo llevase de vuelta al lugar del que había venido. Lo sopesó por un momento tomó las riendas del caballo y lo instó a moverse.- Gracias...-dijo rodeando al hombre con el caballo- y... lo siento. Te invitaría a subir... pero no creo que puedas tolerar mi rapidez y montura brusca-
Le guiñó un ojo y atusó al caballo para que se fuese.
off----
[1]1 Eilydh usa manos sanadoras para curar a Eltrant.
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No había nada que hubiese podido romper aquel silencio en su cabeza. Ni las últimas piedras que quedaban donde apoyaba sus pies. Ni el estruendo de la pared frontal de la mansión Rouge desmoronándose frente a ellos. Ni siquiera el grito ahogado de Escarlata, furiosa y llena de rabia a partes iguales. Había silencio en su mente y Eilydh entendió en parte que aquel silencio también se traspasó a la de su amigo.
Lo vio en el brillo de sus ojos, ese gesto con la mirada perdida que ponía cada vez que estaba decidido a deshacerse de algo. Atisbó como las medias lunas escapaban de su espada y se perdían entre el amasijo de polvo y piedras de sus alrededores. No tuvo tiempo de alcanzar a ver el final de aquella media luna, sin embargo pues la piedra en la que apoyaba sus pies cedió finalmente y quedó colgando bajo la nada. Su grito de esfuerzo al subirse sobre el poco de suelo que quedaba se aunó con el desesperado de Escarlata.
Interrumpiendo el silencio de su mente, al fin.
La vampiresa cayó sobre los escombros y su cuerpo fue poco a poco descomponiéndose mostrando lo que quedaba de la centenaria y verdadera Escarlata, dejando tras de si la piel arrugada y descolorida, los restos de su vestido más negro que rojizo y la cuenca de sus ojos vacías, inexpresivas con su mano extendida en una imagen macabra de la vampiresa intentando atrapar por última vez a Tale, pero dejándolo escapar de su mente.
Eilydh respiró hondo y apoyó su cabeza por un momento en el suelo antes de levantarse. Buscó a Karma y la asió como si recuperase una parte de ella misma que casi pierde. Al enfundarla se percató de los cortes de su muñeca aún cicatrizando. Alguno de ellos le dejaría una cicatriz. Llevó la mano al lugar donde estaban y sonrió de manera tīmida. "Cada cicatriz es una batalla ganada" Se recordó e imágenes de la vara de metal marcando su espalda ocuparon su mente. La necesidad de comprobar si su compañero estaba bien apartó aquellas imágenes, pero la sonrisa en sus labios había desaparecido.
Se acercó hasta Eltrant, casi corrió hasta donde estaba él. Si hubiese estado herido de gravedad si aquella estúpida misión suya hubiese matado al gran Tale... No se lo perdonaría. Cuando alcanzó la figura del hombre suspiró aliviada al comprobar que estaba bien y aquello se tradujo en un incómodo baile en el que intento abrazarlo pero decidió que no y acabó dándole un pequeño puñetazo en su hombro, de manera juguetona. ¿Quién era aquella elfa y qué había pasado con la confianza en si misma?
-Esa mujer debía estar lo suficientemente loca como para forzarse dentro de la mente de Eltrant Tale- dijo y se dedicó a buscar las heridas que su compañero tenía abiertas, entre ellas los bocados de las vampiresas posicionando sus manos en ellas - Por Ísil... recuérdame que si decido aventurarme entre vampiros de nuevo no te arrastre conmigo. Ahora entiendo por qué Lyn sigue a tu lado... al parecer tu sangre es irresistible, Tale- dijo imitando los ademanes de Escarlata mientras terminaba de curarlo [1]- ¿Estás bien? - preguntó seria.
Se alejó un poco de él cuando sus heridas estaban lo suficientemente cerradas como para no sangrar. Eilydh pensó en las cicatrices que todas esas heridas dejarían en la piel del hombre. Se sintió culpable por aquello. Lo había encaminado a aquella situación sin ni siquiera contarle el porque, apartó su mirada del hombre y el brillo azul y dorado de la daga llamó su atención. Se apresuró a buscarla.
Cuando la tuvo entre sus manos, esta vez sin encantamiento la sopesó un momento y luego se acercó de nuevo a Eltrant.
-Perteneció a mi familia sabes..- dijo mirando la daga y jugueteando con ella- Durante muchos centénios esta daga pasó de padres a hijos del clan Skye. Es un... recuerdo. Un souvenir de un trueque que nunca llegó a consolidarse- Pausó su explicación.- Es todo lo que tenemos de lo que éramos antes de la primera guerra Iliedense.- sonrió.- Mi clan no era un clan acomodado. ¡Eramos exploradores! Guerreros. Elfos itinerantes que hacían hogar de tierras ajenas a Sandorai y en los días de remembranzas del árbol madre consagrábamos todo lo que traíamos de tierras ajenas al bosque a nuestro árbol, contando al resto de los elfos qué era aquello que los rodeaba y bueno... en parte- miró a Eltrant sonriendo algo azorada- Porqué nuestra raza era superior a la de las demás razas barbaras-Llevó su mano de manera pausada a su muslo y sacó la segunda daga, casi hermana a esta en tamaño y forma pero distinta en colores- Robé mi daga tornasol a mi padre cuando... - Pausó su discurso.
Eilydh se pensó sus palabras. No conocía tanto a Tale. Sí, casi se juega la vida del hombre en una aventura ajena a él pero... no podía desvelarle todo sobre ella en aquel lugar no así.
-Tomé... prestada la daga tornasol cuando...- de nuevo pausó su discurso. No. No quería contar los detalles de su ida. Carraspeó- Cuando decidí dejar Sandorai. Se ve que mi padre no valoraba lo suficiente a esta como para conservarla y... el señor Rouge tenía el ojo puesto en ella desde hacía bastante. - suspiró-La que acaba de casi matarnos es la daga Tornaluna. Ambas forjadas con el oro y la plata pura de Roilkat único trueque entre humanos y elfos antes de las guerras. Quizás último trazo de lo que mi clan verdaderamente era.- Pausó un poco su discurso y tiró de la camisa de Eltrant, algo preocupada por el aspecto poco estable del suelo que pisaban, animándolo a salir de aquellas ruinas.
Cuando casi alcanzaron la salida, Eilydh se sorprendió al darse cuenta que su caballo aún la esperaba.Miró a Eltrant de nuevo.
-Es tuya- dijo tendiéndole la daga Tornaluna a Eltrant . Eilydh sabía lo que iba a decir Eltrant, así que se apresuró a taparle la boca con el dedo- No te la estoy regalando- dijo la elfa mirándolo con fiereza- Te estoy devolviendo un préstamo. La tornasol siempre perteneció a los elfos... esta... bueno... Será la primera vez que me oigas admitir que no todas las victorias de mi pueblo fueron justas. - Volvió a mirarlo porque sabía que el hombre iba a insistir en no querer quedársela- Véndela si no la quieres seguro que alguien paga buenos aeros por la daga. No puedes comparar algo forjado por elfos centenarios a tu trabajo tosco, Tale por mucho guantelete que tengas- dijo comenzando a molestarse. Suspiró y se calmó-... tírala a un pozo si quieres. No me importa. Ya ves que nunca quiso ser mía.- le enseñó sus cicatrices en su mano- El problema es que llevo sobre mis hombros el ego de todo mi apellido para recordarme que si lo era.
La puso sobre las manos del hombre y la cerró apretándola antes de separarla de las manos del hombre. Sonrió y se guardó la suya propia.
Lo miró por un momento sin saber bien qué decir se giró al caballo para prepararlo antes de montarlo y dejar aquel sitio en ruinas. El horizonte se perdía con el humo de un pueblo cercano. Casi comenzaba a caer la noche y Eilydh supuso que tendría que buscar refugio si no quería que le cogiese el frío de la luna y las estrellas montando.
-Ha sido divertido- comenzó...- Deberíamos repetir.- se subió al caballo y después miró a Eltrant, dándose cuenta de que quizás él esperaba montar también y que lo llevase de vuelta al lugar del que había venido. Lo sopesó por un momento tomó las riendas del caballo y lo instó a moverse.- Gracias...-dijo rodeando al hombre con el caballo- y... lo siento. Te invitaría a subir... pero no creo que puedas tolerar mi rapidez y montura brusca-
Le guiñó un ojo y atusó al caballo para que se fuese.
- Daga Tornaluna. :
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[1]1 Eilydh usa manos sanadoras para curar a Eltrant.
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Eilydh
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Re: Atrápame... si puedes. [Privado-Eltrant] [CERRADO]
- Me han dicho que sabe mucho a metal. – dijo quejándose en voz baja, sintiendo como el calor que transmitía las manos de Eilydh le sanaba las heridas poco a poco. – Bueno... estoy vivo. – dijo a continuación, como respuesta a la pregunta que hizo a continuación. – ¿Tú que tal? – Inspiró con fuerza por la nariz y cerró los ojos, concentrándose en la magia que recorría su cuerpo en aquel momento.
Sin decir nada más, estudió la expresión de la joven según esta relataba el verdadero significado que había tras el arma que tantas penurias habían pasado para recuperar. Al parecer no era una sola daga, si no que era un juego de dos.
Tornaluna y Tornasol.
Se le hacía… raro que la muchacha estuviese abriéndose a él de aquella manera.
Quizás estaba demasiado acostumbrado a que los elfos le ocultasen cosas.
- Exploradores, elfos itinerantes y guerreros… - Sonrió a la mujer, limpiándose la sangre seca que había quedado tras la curación con un trapo que guardaba en uno de los muchos bolsillos de su cinturón. – Me recuerda a alguien. – dijo tomando con suavidad a la mujer del hombro.
Dejó escapar una sonora carcajada cuando Ellie mencionó al resto de razas bárbaras.
- Perdona. ¿Te recuerdo quien sigue viviendo en arboles? – Musitó, casi sin pensarlo, mientras la seguía de vuelta al exterior. Por supuesto, no pasó por alto que la mujer se había callado a mitad de una explicación que incluía la palabra “Padre” y “Robo”.
Pero lo dejó estar. Habían pasado mucho por un día y no se merecía ser sometida a ningún tipo de interrogatorio.
Enarcó una ceja cuando, tras eso, Ellie le entregó la daga que habían ido a buscar.
- Pero… esto es… - Dijese lo que dijese la muchacha había tomado una decisión. Sin decir nada, sacó la daga de la modesta vaina en la que venía, examinando la hoja con curiosidad. - Tienes razón. – Añadió tanteando el peso del arma. – Pagarían buenos Aeros por ella. – dijo a modo de broma, esbozando una sonrisa socarrona a la elfa. – Eh. – La señaló con el dedo índice, frunciendo levemente el ceño, pero sin perder la sonrisa. - Tosco pero efectivo. – Agregó al final encogiéndose de hombros.
Aquella era la forma que Ellie tenía de… ¿Darle las gracias? Sonrió según dejaba escapar un pequeño suspiro y bajó la mirada hasta la daga. Una confección curiosa, estaba bastante seguro de que la mujer no mentía al decir que era irreemplazable.
- No sé mucho sobre apellidos y los egos asociados a ellos. – Le dijo, volviendo a meter la daga en su vaina para colgarla después en su cintura, junto a Recuerdo. – El mayor peso que tiene el mío es que tengo un segundo nombre que… - Se detuvo a mitad de frase y se cruzó de brazos, sacudiendo la cabeza. - Lo que sí sé es que nuestros apellidos no definen quienes somos, Ellie. – Agregó ladeando la cabeza, viendo como la mujer se montaba en su montura.
Era curioso, siempre imaginaba a los elfos con monturas más… solemnes.
- Las cicatrices de tu mano son la prueba de que esta arma te pertenece más que a ninguna otra persona. – dijo bajando ambas manos hasta su cinturón, sujetando el mango de Tornaluna. – Pero no te preocupes. – Le dijo suspirando, conociendo que no iba a poder hacer cambiar de opinión a la elfa. - Cuidaré de ella hasta que el peso de tus hombros sea más ligero. – Musitó, viéndola subirse finalmente en su montura.
Empezaba a anochecer. Lyn no iba a estar muy contenta al verle aparecer… en ese estado.
- Por supuesto. Aunque preferiría que la próxima vez fuese haciendo más tranquilo. – Sonrió al ver a Ellie alejarse. - ¿Has probado a plantar algo? – Le dijo según se alejaba más y más. - Es bastante relajante. – Agregó, segundos antes de que esta desapareciese completamente.
Quedándose solo, Eltrant cerró los ojos y se centró en el sonido del viento y en el suave ulular de los pájaros que sobrevolaban la zona. Lo que había visto en el sótano de aquel castillo no era sino otra obra más que iba añadir a la inmensa librería que, desgraciadamente, comenzaba a ser sus pesadillas.
- Supongo que… - Se giró hacia el castillo una última vez. - … alguien debería informar a la guardia local de esto. – Comentó, caminando en dirección al pueblo.
Sin decir nada más, estudió la expresión de la joven según esta relataba el verdadero significado que había tras el arma que tantas penurias habían pasado para recuperar. Al parecer no era una sola daga, si no que era un juego de dos.
Tornaluna y Tornasol.
Se le hacía… raro que la muchacha estuviese abriéndose a él de aquella manera.
Quizás estaba demasiado acostumbrado a que los elfos le ocultasen cosas.
- Exploradores, elfos itinerantes y guerreros… - Sonrió a la mujer, limpiándose la sangre seca que había quedado tras la curación con un trapo que guardaba en uno de los muchos bolsillos de su cinturón. – Me recuerda a alguien. – dijo tomando con suavidad a la mujer del hombro.
Dejó escapar una sonora carcajada cuando Ellie mencionó al resto de razas bárbaras.
- Perdona. ¿Te recuerdo quien sigue viviendo en arboles? – Musitó, casi sin pensarlo, mientras la seguía de vuelta al exterior. Por supuesto, no pasó por alto que la mujer se había callado a mitad de una explicación que incluía la palabra “Padre” y “Robo”.
Pero lo dejó estar. Habían pasado mucho por un día y no se merecía ser sometida a ningún tipo de interrogatorio.
Enarcó una ceja cuando, tras eso, Ellie le entregó la daga que habían ido a buscar.
- Pero… esto es… - Dijese lo que dijese la muchacha había tomado una decisión. Sin decir nada, sacó la daga de la modesta vaina en la que venía, examinando la hoja con curiosidad. - Tienes razón. – Añadió tanteando el peso del arma. – Pagarían buenos Aeros por ella. – dijo a modo de broma, esbozando una sonrisa socarrona a la elfa. – Eh. – La señaló con el dedo índice, frunciendo levemente el ceño, pero sin perder la sonrisa. - Tosco pero efectivo. – Agregó al final encogiéndose de hombros.
Aquella era la forma que Ellie tenía de… ¿Darle las gracias? Sonrió según dejaba escapar un pequeño suspiro y bajó la mirada hasta la daga. Una confección curiosa, estaba bastante seguro de que la mujer no mentía al decir que era irreemplazable.
- No sé mucho sobre apellidos y los egos asociados a ellos. – Le dijo, volviendo a meter la daga en su vaina para colgarla después en su cintura, junto a Recuerdo. – El mayor peso que tiene el mío es que tengo un segundo nombre que… - Se detuvo a mitad de frase y se cruzó de brazos, sacudiendo la cabeza. - Lo que sí sé es que nuestros apellidos no definen quienes somos, Ellie. – Agregó ladeando la cabeza, viendo como la mujer se montaba en su montura.
Era curioso, siempre imaginaba a los elfos con monturas más… solemnes.
- Las cicatrices de tu mano son la prueba de que esta arma te pertenece más que a ninguna otra persona. – dijo bajando ambas manos hasta su cinturón, sujetando el mango de Tornaluna. – Pero no te preocupes. – Le dijo suspirando, conociendo que no iba a poder hacer cambiar de opinión a la elfa. - Cuidaré de ella hasta que el peso de tus hombros sea más ligero. – Musitó, viéndola subirse finalmente en su montura.
Empezaba a anochecer. Lyn no iba a estar muy contenta al verle aparecer… en ese estado.
- Por supuesto. Aunque preferiría que la próxima vez fuese haciendo más tranquilo. – Sonrió al ver a Ellie alejarse. - ¿Has probado a plantar algo? – Le dijo según se alejaba más y más. - Es bastante relajante. – Agregó, segundos antes de que esta desapareciese completamente.
Quedándose solo, Eltrant cerró los ojos y se centró en el sonido del viento y en el suave ulular de los pájaros que sobrevolaban la zona. Lo que había visto en el sótano de aquel castillo no era sino otra obra más que iba añadir a la inmensa librería que, desgraciadamente, comenzaba a ser sus pesadillas.
- Supongo que… - Se giró hacia el castillo una última vez. - … alguien debería informar a la guardia local de esto. – Comentó, caminando en dirección al pueblo.
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