Se rompen algas a domicilio [Libre, 6/4]
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Re: Se rompen algas a domicilio [Libre, 6/4]
¡Zelitas!
❀ Feliz cumpleaños ❀
Una elfa salvaje aparece sólo para desearte un día genial. Y ya está, sigan con lo suyo. Bye!
Aylizz Wendell
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Re: Se rompen algas a domicilio [Libre, 6/4]
La montaña de madera seguía moviéndose sin patas por el agua grande, y Koru ya había hablado con mucha gente grande. Cuatro. Cero, Ojosdesol, Pelosol, Pelonieve… todos hacían cosas raras que no había visto en los sitios donde vivían la gente grande.
Intentó no cerrar los ojos para que no hubiera cosas de las que no se diera cuenta, pero le lloraron y sin que él los dejara sí que se cerraron. Enfadado con sus ojos los miró mal… sin poder verlos. No los tocó, como la primera vez que se portaron mal. Hacía daño y ya sabía que sólo los podía ver en el agua pequeña que no se movía. Sonrió. Sabía muchas cosas, y aún así, dos de gente buena le hablaron para contarle más cosas. Se puso un poco triste por Pelonieve. No era justo que su mamá ya no tuviese colores para él. Koru había visto cerditos-nieve con hermanos-tierra. ¿Así que esos otros cerditos no dejaron nada para él? Abrió la boca de sorpresa. ¡¿También había cerditos malos?! Claro, por eso miraban hacia arriba como si esperasen cosas malas. Pero ahora Koru los había descubierto. Tenía que hablar con uno y estar seguro.
Cero quiso jugar con el y Koru se echó a reír cuando cayeron hacia atrás, hasta que vio como toda la gente grande se había vuelto loca, pegándose entre sí con las cosas frías y peligrosas.
-¿Son tontos?- preguntó a Cero, señalando a varios- No me gusta el ruido que hacen- explicó, esquivando un objeto con el que gente grande mala cortaba sus árboles, que quedó clavado en la montaña de madera- ¿Quieren morirse? ¿Para qué? Si chocas con un árbol te haces daño, y eso hace más. La gente pequeña no se pega, juega. Crecen y se pegan. Hacerse grandes les ha hecho tontos- sentenció, pasando a dos centímetros de su cabeza otro trozo de hierro alargado y afilado. Koru lo miró enfadado y le pegó con su palo- Voy a preguntarles- le dijo a Cero.
Con caras feas, la gente grande intentaba cortarse y pincharse y el suelo estaba resbaloso y pringoso. Koru se encaramó a la espalda de uno de ellos, que se tambaleó, y cuando giró la cabeza, los ojos del niño ya se encontraban a dos centímetros de los suyos.
-¿Por qué os pegáis? ¿No queréis ser amigos? ¿Sois todos gente mala? Podéis jugar y no pincharos. ¿Os gusta el agua grande? Hay sitio para todos. Creo que hasta es más grande que mi bosque, pero no lo sé, aunque sé muchas cosas. Hay más de dieséis peces. ¿Lo sabías? ¿Has visto tododientes? ¿Por qué estás en la montaña de madera? ¿Te gusta? ¿Cómo se mueve? Porque se mueve aunque no lo parezca. ¿Te gustan las manzanas? Ya no tengo, pero sé que hay- advirtió, entrecerrando los ojos y mirando a todos lados. Saltó al otro gente grande, quien sacudió su trozo de hierro- Eres tonto- protestó Koru- puedes hacerme daño. ¿Sabes hablar con eso? Mi palo no quiere hablar. Pelonieve me ha dicho que le haga una boca. ¿Has pintado la cara de Sana? Porque pareces mala gente y son gromas de mala gente. ¿Eres mala gente? ¿Te ha mordido una tortuga? ¿Cuántos pelosol conoces? Yo seis, o cuatro- se miró las manos, retomando el bastón justo cuando se le escapaba de las mismas- ¿Te duele si te toco un ojo? -probó- A mi sí, no me gusta. ¿A ti tampoco? – no le respondió, era malo, seguro, hasta se sentó para ni hablar con él. Koru entonces saltó al siguiente, acertando en pleno rostro. Rio cuando ambos cayeron. ¡¡Había inventado un juego!! Claro. Era superlisto.
-¿Has visto lombrices? ¿Dónde empiezan? ¿Comiste caracoles? ¿Por qué? Se esconden, pero su casa se rompe fácil. Yo no lo hago. Soy buena gente. Una vez sí, sin querer. No me gusta tocarlos, son babosos. ¿Se puede hablar sin lengua? ¿Has visto a alguien? ¿Conoces algún arquista? Creo que Pelonieve es arquista- dijo entrecerrando los ojos y mirando hacia él, a lo lejos- ¿Por qué los nidos de la gente grande huelen siempre mal? Hueles mal. ¿Os laváis poco? ¿Os gusta ir sucios? ¿Por qué?
Aquel tampoco quería hablar, y Koru perdió de vista a Pelonieve, Cero y Carapintada. Dos gente grande ¡INTENTARON PEGARLE!
-¿Es que sois tontos? – preguntó enfadado- Soy Koru, del bosque. Pegarse es de gente mala, y hace daño- volvió a ver a Pelonieve y corrió hacia él, saltando a tres que continuaban intentando pincharse y cortarse.
-¿CÓMO HACES ESO? -preguntó asombrado, recordando el brillo- ¿Eres familia de Reike? Tiene ojosdesol y tú pelo de luz. ¿Qué más puedes hacer? ¿Has hablado con piedras? ¿Y con tortugas? ¿Por qué el agua grande sabe mal? ¿Cómo se mueve la montaña de madera? Los campos son aburridos. Os dejo venir al bosque porque sois buena gente. Hay comida rica, pero no bicocho. Las cosas que pinchan no son de gente buena- aseguró- Sólo valen para hacer daño. Por eso mi palo ni pincha, pero puede hacer daño. ¿Por qué tienes la cara pintada? ¿Te hicieron una groma? Hay gente que pinta para hacer gromas. Lo vi, y luego esa gente se enfada. Cosas de gente grande rara, pero no de arquistas. ¿Os gustan los peces grandes? En el bosque no hay, y Cero dijo que pueden comerse gente. Es pequeño pero sabe muchas cosas, no dice mentiras. Voy a buscarlo.
Esa era la idea, hasta que llamó su atención la gran ropa con la que habían vestido a la montaña de madera. ¡SE MOVÍA! ¿¡Como no había mirado hacia arriba antes?! Saltó de una cabeza a otra, enfundando el palo a la espalda, agarrándose con ambas manitas a esa cosa. Casi cayó por el movimiento, y rio de puro contento. Subió un poco más.
-¡CERO! ¡ÉSTA COSA SE MUEVE! ¡SOIS MUY PEQUEÑOS! – aquello era como mirar desde sus árboles grandes. No sabía donde estaba su amigo, pero seguro que le oía. También era listo. Una de sus manos se soltó, y quedó horizontal. Una nueva cosa divertida. La montaña de madera era asombrosa. Se agarró entonces de manos y pies y continuó subiendo, hasta que vio unos sitios donde habían atado esa ropa. Si la soltaba, todos podrían jugar con ella, como él.
Les regalaría eso, y al divertirse, dejarían de pegarse. Sonrió ampliamente.
Merecía ser arquista.
Koru´Len
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Re: Se rompen algas a domicilio [Libre, 6/4]
El barco se había hecho un caos, una lucha encarnizada entre los fieles al capitán Perrito, y los detractores, quienes estaban furiosos al sentirse estofados. La falta de capitán podría ser un problema, si no fuera porque contaban con el mejor navegante que el mundo hubiera conocido alguna vez -Destino llevará este barco con éxito y a salvo hasta Beltrexus- Dijo mientras giraba con fuerza el timón como si realmente tuviera idea de lo que hacía, y quedaban con rumbo hacia Ulmer.
La mujer que había caído al agua, fue traída de regreso por el rubio, era gracioso ver a la chica pegada a la enorme espada como una banderita agitándose en su regreso, aunque nadie podría haber imaginado lo que vino después. El pequeño, adorable y extraño animalito peludo se trepó hacia las velas, y en un acto de absurda ingenuidad o genialidad estratégica, no sabría decidir cuál de las dos, dejó caer la tela de las velas sobre la multitud enardecida haciendo que dejaran de pelear entre ellos y comenzaran a batallar por salir de debajo de la tela.
Destino, desde luego, continuaba dirigiendo el barco sin ver hacia dónde, mientras bailaba un pie y silbaba una pegajosa melodía, pero el resto de tripulantes peleaban cada vez con menos ganas bajo la carpa que se les había venido encima, hasta que finalmente un fuerte golpe detuvo el barco -Bienvenidos a Beltrexus, de nada, luego pueden agradecer- Dijo destino orgulloso mientras soltaba el timón y usaba su espada para cortar la tela y confirmar que lo que habían topado era Beltrexus.
Y claro, como era de esperarse, aquello estaba muy lejos de ser Beltrexus -Los brujos han hecho este lugar cada vez más pequeño, o quizá se encogió por el agua... a veces pasa...- Dijo sin querer dar su brazo a torcer, y es que ni por asomo se parecía, pero pocas personas en Aerandir eran tan tercas como el pelinegro. Los tripulantes comenzaron a hacer agujeros en la tela de las velas para poder salir y vieron aquel nuevo y misterioso lugar a donde el elfo los había llevado -Esto no es Beltrexus- Dijo uno enojado -Pero al menos parece que estaremos a salvo- Justo al terminar aquella frase, una lanza le atravesó el pecho y lo mató al instante.
Otro de los tripulantes que iba saliendo tomó la lanza y la levantó emocionado -Hasta nos dieron algo para pescar, que buen servicio- Dijo contento. ¿Qué misterios escondería esa pequeña y misteriosa isla? Solo había una manera de averiguarlo.
La mujer que había caído al agua, fue traída de regreso por el rubio, era gracioso ver a la chica pegada a la enorme espada como una banderita agitándose en su regreso, aunque nadie podría haber imaginado lo que vino después. El pequeño, adorable y extraño animalito peludo se trepó hacia las velas, y en un acto de absurda ingenuidad o genialidad estratégica, no sabría decidir cuál de las dos, dejó caer la tela de las velas sobre la multitud enardecida haciendo que dejaran de pelear entre ellos y comenzaran a batallar por salir de debajo de la tela.
Destino, desde luego, continuaba dirigiendo el barco sin ver hacia dónde, mientras bailaba un pie y silbaba una pegajosa melodía, pero el resto de tripulantes peleaban cada vez con menos ganas bajo la carpa que se les había venido encima, hasta que finalmente un fuerte golpe detuvo el barco -Bienvenidos a Beltrexus, de nada, luego pueden agradecer- Dijo destino orgulloso mientras soltaba el timón y usaba su espada para cortar la tela y confirmar que lo que habían topado era Beltrexus.
Y claro, como era de esperarse, aquello estaba muy lejos de ser Beltrexus -Los brujos han hecho este lugar cada vez más pequeño, o quizá se encogió por el agua... a veces pasa...- Dijo sin querer dar su brazo a torcer, y es que ni por asomo se parecía, pero pocas personas en Aerandir eran tan tercas como el pelinegro. Los tripulantes comenzaron a hacer agujeros en la tela de las velas para poder salir y vieron aquel nuevo y misterioso lugar a donde el elfo los había llevado -Esto no es Beltrexus- Dijo uno enojado -Pero al menos parece que estaremos a salvo- Justo al terminar aquella frase, una lanza le atravesó el pecho y lo mató al instante.
Otro de los tripulantes que iba saliendo tomó la lanza y la levantó emocionado -Hasta nos dieron algo para pescar, que buen servicio- Dijo contento. ¿Qué misterios escondería esa pequeña y misteriosa isla? Solo había una manera de averiguarlo.
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[1] No hay nada que poner en offrol pero se ve tan bonito =) Destino
Maestro de las Mil Espadas
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Re: Se rompen algas a domicilio [Libre, 6/4]
-Ok situación bajo control- diría el rubio mientras seguía arreglando su cabello al mismo tiempo que botellas, espadas y perritos volaban por doquier en busca de algo a lo que golpear.
Al parecer el capitán perrito había abandonado la nave pero por suerte Destino la había encausado hacia alguna parte, Xana y Rauko intentaban detener la pelea ante lo cual Zelas considero unirse a la refriega, sin embargo, al ver los orbes de Xana el rubio lo reconsidero "Seee... No lo creo, ya me partirá la madre con esos como en 15 temas mas" pensó el rubio para si mismo mientras buscaba un barril donde sentarse, cuando encontró el lugar no pudo evitar notar una extraña ancla con forma de.....
-Banana! es un alimento indispensable, y no debes desperdiciarla!- diría uno de los tripulantes perritos molesto mientras le quebraba una botella a otro tripulante perrito y con los remanentes de la botella procedía apuñalarlo en la....
-Tula!- diria un gato encubierto a uno de los tripulantes pez con el que estaba comiendo
-¿Qué?- preguntaría el pez el cual era una pecera con cuerpo mecánico(?)
-Mira a tu izquierda, al lado del rubio ese-
-Oh, pareciera que esta al lado de una....-
-Diuca!, así se llamaba el ave que vimos el otro día en el puerto- comentaría una joven a uno de sus acompañantes.
-Que no, esas son gaviotas, además diuca es otra forma de llamar las partes..-
-Nobles?, de que rayos hablas no ves que son todos indeseables- respondería con desdén uno de los mismos indeseables.
-Ah, entonces por eso los abandonaste a la deriva en ese firme leño robusto con..-
-2 orbes, solo necesito 2 orbes para acabar de una buena vez...- comentaría Xana intentando mantener el orden, mas cuando vio a Rauko este estaba ocupado comiendo una...
-Salchicha!-
-Uff.. tengo nombre sabes?- diría el pobre tripulante perrito salchicha que solo intentaba limpiar de una buena vez todas esas balas de cañón.
El barco se detuvo de golpe y Zelas finalmente vio como se desplegaba aquella ancla-dildo-monstruosidad de un solo ojo, lo cual para suerte de el, daba fin a aquel intento de chiste rebuscado que por algún motivo sonaba mejor antes de ejecutarlo.
-Probare suerte en la isla- se dijo a si mismo antes de descender de aquel navío perdido por la mano de dios(?)
Al parecer el capitán perrito había abandonado la nave pero por suerte Destino la había encausado hacia alguna parte, Xana y Rauko intentaban detener la pelea ante lo cual Zelas considero unirse a la refriega, sin embargo, al ver los orbes de Xana el rubio lo reconsidero "Seee... No lo creo, ya me partirá la madre con esos como en 15 temas mas" pensó el rubio para si mismo mientras buscaba un barril donde sentarse, cuando encontró el lugar no pudo evitar notar una extraña ancla con forma de.....
-Banana! es un alimento indispensable, y no debes desperdiciarla!- diría uno de los tripulantes perritos molesto mientras le quebraba una botella a otro tripulante perrito y con los remanentes de la botella procedía apuñalarlo en la....
-Tula!- diria un gato encubierto a uno de los tripulantes pez con el que estaba comiendo
-¿Qué?- preguntaría el pez el cual era una pecera con cuerpo mecánico(?)
-Mira a tu izquierda, al lado del rubio ese-
-Oh, pareciera que esta al lado de una....-
-Diuca!, así se llamaba el ave que vimos el otro día en el puerto- comentaría una joven a uno de sus acompañantes.
-Que no, esas son gaviotas, además diuca es otra forma de llamar las partes..-
-Nobles?, de que rayos hablas no ves que son todos indeseables- respondería con desdén uno de los mismos indeseables.
-Ah, entonces por eso los abandonaste a la deriva en ese firme leño robusto con..-
-2 orbes, solo necesito 2 orbes para acabar de una buena vez...- comentaría Xana intentando mantener el orden, mas cuando vio a Rauko este estaba ocupado comiendo una...
-Salchicha!-
-Uff.. tengo nombre sabes?- diría el pobre tripulante perrito salchicha que solo intentaba limpiar de una buena vez todas esas balas de cañón.
El barco se detuvo de golpe y Zelas finalmente vio como se desplegaba aquella ancla-dildo-monstruosidad de un solo ojo, lo cual para suerte de el, daba fin a aquel intento de chiste rebuscado que por algún motivo sonaba mejor antes de ejecutarlo.
-Probare suerte en la isla- se dijo a si mismo antes de descender de aquel navío perdido por la mano de dios(?)
Zelas Hazelmere
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Re: Se rompen algas a domicilio [Libre, 6/4]
Caos. No había otra palabra para describir lo que pasaba. O quizás sí, no lo sé, existen muchas palabras. Pero eso no cambia el hecho de que el caos reinaba en el barco. Y Xana tampoco colaboró demasiado con su reacción estelar, que solo motivó a otros a seguir el camino de la violencia. No tuve más remedio que recurrir a mis maravillosas habilidades como guerrero mágico para evadir a todo incauto que me atacara, tomarlos por una de sus orejas y tirarlos al suelo. Los que eran sabios no volvían a intentarlo, pero algunos parecían competir por demostrar su inmadurez y terminaron con más que orejas enrojecidas.
El monito cara rara regresó a nosotros, aun vivo y peludo, con otro grupo de preguntas que necesitaban respuestas importantes, aunque esta vez era más difícil estar atento y memorizarlas dado el momento. Quizás fue más sencillo escapar del Oblivion.
–Magia –empecé a decirle, sin dejar de dar giros y derribar personas. Quise darle más detalles, pero no había tiempo para extenderse–. No sé quién es Reike, pero tiene buen gusto para los nombres. Y también puedo tener ojosdesol. –Cargué éter en mis ojos, convirtiéndolos en focos de luz–. Hablé con piedras, pero se hicieron las duras en vez de responder, y las tortugas no hablan porque son más de encerrarse en sí mismas. La montaña de madera se mueve porque el agua no quiere ser aguafiestas y se lo permite. Y tiene mal sabor porque los peces no pueden salir a la superficie a hacer pis y popó. Ah, y gracias por tu amabilidad. No te preocupes por el bicocho, que yo hago mejor comida. –Generé una biusa con forma de banana, lo que consideré perfecto para el monito, y se la lancé, pero un tiburón, disparado desde algún lado a gran velocidad, lo atrapó y cayó de vuelta al mar–. Terrible.
–¿Ah? –dijo Xana, con la pregunta del monito tomándola por sorpresa en medio de su labor pacificadora–. ¿Una groma? –Se detuvo un momento para comprender de qué plátanos estaba hablando–. Ah, bueno… –Frunció el ceño, reflexiva. Mientras, empuñó su bō para derribar a un atacante golpeándolo en una rodilla, sin darle demasiada importancia–. Ahora que lo pienso, quizás sí fue una broma, pero los que me pintaron no lo sabían porque, bueno, ellos mismos también se pintaron. Todos fuimos… tontos. –Una sombra surcó sus ojos por un instante–. Pero yo también uso un palo que no pincha –cambió de tema y volvió a sonreír–. Me alegra saber que no soy la única que ha pensado en cómo ser buena persona incluso en peleas.
El derribado agarró los tobillos de Xana. Ella lo noqueó enseguida con el bō.
El mono se había marchado para buscar números, o algo así. No pude estar atento. Una salchicha de procedencia desconocida cayó en mis manos y decidí comerla, pues desperdiciar la comida no formaba parte de mi filosofía. Xana, por su parte, decía algo de necesitar pelotas para acabar.
Por suerte, pronto pudimos descansar gracias a una imprevista intervención del cielo. Ahora que estábamos velados, que no sé si sea la palabra correcta aunque suena perfecta para la ocasión, nadie pudo seguir combatiendo con otros sino contra la vela del barco. En cualquier caso, dado que nadie parecía haber muerto permanentemente aún, sé que no era un velatorio.
Poco después logré salir haciendo un corte en la vela. Xana me siguió en vez de buscar su propia salida, toda una contradicción a su desarrollo personal de supuesta independencia. Fuera, vimos la isla donde terminamos de alguna manera. No parecía Beltrexus, aunque Destino dijera lo contrario. Para serlo faltaba elitistas y gente capaz de perder la virginidad con imaginarlo. En vez de eso, llovían lanzas.
–Al menos se parece a Beltrexus en que no soy bien recibido –concedí.
El monito cara rara regresó a nosotros, aun vivo y peludo, con otro grupo de preguntas que necesitaban respuestas importantes, aunque esta vez era más difícil estar atento y memorizarlas dado el momento. Quizás fue más sencillo escapar del Oblivion.
–Magia –empecé a decirle, sin dejar de dar giros y derribar personas. Quise darle más detalles, pero no había tiempo para extenderse–. No sé quién es Reike, pero tiene buen gusto para los nombres. Y también puedo tener ojosdesol. –Cargué éter en mis ojos, convirtiéndolos en focos de luz–. Hablé con piedras, pero se hicieron las duras en vez de responder, y las tortugas no hablan porque son más de encerrarse en sí mismas. La montaña de madera se mueve porque el agua no quiere ser aguafiestas y se lo permite. Y tiene mal sabor porque los peces no pueden salir a la superficie a hacer pis y popó. Ah, y gracias por tu amabilidad. No te preocupes por el bicocho, que yo hago mejor comida. –Generé una biusa con forma de banana, lo que consideré perfecto para el monito, y se la lancé, pero un tiburón, disparado desde algún lado a gran velocidad, lo atrapó y cayó de vuelta al mar–. Terrible.
–¿Ah? –dijo Xana, con la pregunta del monito tomándola por sorpresa en medio de su labor pacificadora–. ¿Una groma? –Se detuvo un momento para comprender de qué plátanos estaba hablando–. Ah, bueno… –Frunció el ceño, reflexiva. Mientras, empuñó su bō para derribar a un atacante golpeándolo en una rodilla, sin darle demasiada importancia–. Ahora que lo pienso, quizás sí fue una broma, pero los que me pintaron no lo sabían porque, bueno, ellos mismos también se pintaron. Todos fuimos… tontos. –Una sombra surcó sus ojos por un instante–. Pero yo también uso un palo que no pincha –cambió de tema y volvió a sonreír–. Me alegra saber que no soy la única que ha pensado en cómo ser buena persona incluso en peleas.
El derribado agarró los tobillos de Xana. Ella lo noqueó enseguida con el bō.
El mono se había marchado para buscar números, o algo así. No pude estar atento. Una salchicha de procedencia desconocida cayó en mis manos y decidí comerla, pues desperdiciar la comida no formaba parte de mi filosofía. Xana, por su parte, decía algo de necesitar pelotas para acabar.
Por suerte, pronto pudimos descansar gracias a una imprevista intervención del cielo. Ahora que estábamos velados, que no sé si sea la palabra correcta aunque suena perfecta para la ocasión, nadie pudo seguir combatiendo con otros sino contra la vela del barco. En cualquier caso, dado que nadie parecía haber muerto permanentemente aún, sé que no era un velatorio.
Poco después logré salir haciendo un corte en la vela. Xana me siguió en vez de buscar su propia salida, toda una contradicción a su desarrollo personal de supuesta independencia. Fuera, vimos la isla donde terminamos de alguna manera. No parecía Beltrexus, aunque Destino dijera lo contrario. Para serlo faltaba elitistas y gente capaz de perder la virginidad con imaginarlo. En vez de eso, llovían lanzas.
–Al menos se parece a Beltrexus en que no soy bien recibido –concedí.
Rauko
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Re: Se rompen algas a domicilio [Libre, 6/4]
—No-no lo sé —respondió Zero a Koru, mirando angustiado a su alrededor—. Quizá se han vuelto locos.
Aquella posibilidad lo angustiaba más, por alguna razón. ¿Y si alguien había soltado una sustancia nociva en el barco? Pero entonces, tendría que haberles afectado también a ellos. Bueno, puede que no a él, pero Koru no parecía haberse vuelto violento de repente. Seguía lanzando sus preguntas al mismo ritmo que hacía un rato, cuando las cosas eran… más normales.
—No creo que quieran morirse, pero yo tampoco le veo sentido a esto.
Lo embargó la impotencia. No podía sacar a la señorita Reike del agua él solo y, mucho menos, detener una pelea masiva. Asintió a las palabras de su nuevo amigo sin despegar su horrorizada mirada del lamentable espectáculo que se estaba desplegando ante él. Hasta que el chico salió corriendo otra vez.
—¡No, espera! ¡Es peligroso!
Corrió tras Koru, pero un marinero se abalanzó hacia él. Se tiró al suelo para esquivarlo y rodó por la cubierta, golpeando unas piernas por el camino. Cuando se levantó, había perdido de vista al niño.
—¡Zero! ¿Dónde te has metido? —volvió a llamar Valeria.
Empujó, con telequinesis, un barril que derribó a dos marineros que discutían sobre leños o vete a saber qué otras cosas robustas. Eso le dejó el campo de visión libre para encontrar al muchacho. Lo agarró del brazo y lo arrastró fuera de la refriega.
—Ven, vamos a buscar si queda algún bote salvavidas para salir de este barco de locos.
—Pero, señortia Reike, Koru…
—¡CERO!¡ESTA COSA SE MUEVE!
Al oír la voz del mencionado diablillo, ambos alzaron la vista. No fue difícil dar con él, trepando como un, bueno, lo evidente, mástil arriba.
—No irá a hacer lo que… Sí, lo hizo —terminó Valeria, tratando de respirar despacio y no gritar.
Dejó que Zero abriera paso bajo la vela mientras trataba de centrarse en el momento presente y no dejarse llevar por la ira. «Responder, no reaccionar», se diría cuando un fuerte bandazo le indicó que el barco había encallado sabía los dioses donde.
Pero cuando aquel payaso tomó una lanza de guerra por un regalo de bienvenida, ya no pudo aguantar más. Se la arrancó de las manos, dándole con ella en el cogote de paso, y la lanzó por la borda con toda la fuerza de su magia*. Junto con otras tres que venían en su dirección.
----------
OFF: * Uso de mi talento de Telequinesis, nivel Avanzado (3), para devolver algunas lanzas de vuelta a sus dueños.
Y sí, reposteo porque como total pardilla olvidé el dado de aniversario. Para un post que saco...
Aquella posibilidad lo angustiaba más, por alguna razón. ¿Y si alguien había soltado una sustancia nociva en el barco? Pero entonces, tendría que haberles afectado también a ellos. Bueno, puede que no a él, pero Koru no parecía haberse vuelto violento de repente. Seguía lanzando sus preguntas al mismo ritmo que hacía un rato, cuando las cosas eran… más normales.
—No creo que quieran morirse, pero yo tampoco le veo sentido a esto.
Lo embargó la impotencia. No podía sacar a la señorita Reike del agua él solo y, mucho menos, detener una pelea masiva. Asintió a las palabras de su nuevo amigo sin despegar su horrorizada mirada del lamentable espectáculo que se estaba desplegando ante él. Hasta que el chico salió corriendo otra vez.
—¡No, espera! ¡Es peligroso!
Corrió tras Koru, pero un marinero se abalanzó hacia él. Se tiró al suelo para esquivarlo y rodó por la cubierta, golpeando unas piernas por el camino. Cuando se levantó, había perdido de vista al niño.
—¡Zero! ¿Dónde te has metido? —volvió a llamar Valeria.
Empujó, con telequinesis, un barril que derribó a dos marineros que discutían sobre leños o vete a saber qué otras cosas robustas. Eso le dejó el campo de visión libre para encontrar al muchacho. Lo agarró del brazo y lo arrastró fuera de la refriega.
—Ven, vamos a buscar si queda algún bote salvavidas para salir de este barco de locos.
—Pero, señortia Reike, Koru…
—¡CERO!¡ESTA COSA SE MUEVE!
Al oír la voz del mencionado diablillo, ambos alzaron la vista. No fue difícil dar con él, trepando como un, bueno, lo evidente, mástil arriba.
—No irá a hacer lo que… Sí, lo hizo —terminó Valeria, tratando de respirar despacio y no gritar.
Dejó que Zero abriera paso bajo la vela mientras trataba de centrarse en el momento presente y no dejarse llevar por la ira. «Responder, no reaccionar», se diría cuando un fuerte bandazo le indicó que el barco había encallado sabía los dioses donde.
Pero cuando aquel payaso tomó una lanza de guerra por un regalo de bienvenida, ya no pudo aguantar más. Se la arrancó de las manos, dándole con ella en el cogote de paso, y la lanzó por la borda con toda la fuerza de su magia*. Junto con otras tres que venían en su dirección.
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OFF: * Uso de mi talento de Telequinesis, nivel Avanzado (3), para devolver algunas lanzas de vuelta a sus dueños.
Y sí, reposteo porque como total pardilla olvidé el dado de aniversario. Para un post que saco...
Reike
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Re: Se rompen algas a domicilio [Libre, 6/4]
El miembro 'Reike' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Tyr
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Re: Se rompen algas a domicilio [Libre, 6/4]
La gente grande se movía a un sitio y a otro y Koru rió. Antes se pegaban, ahora bailaban. Y todo por su idea de darles la ropa de la montaña de madera. Con sus pequeños puños en la cadera, cerró los ojos, orgulloso.
Hasta que parpadeó, cuando el agua grande se escondió, y todo lo que pudo ver fue cielo. Giró la cabeza, ladeándola cuando la gente grande volvía a ser grande, cada vez más rápido. Y rio otra vez alegre cuando se metió en un agujero raro, y volvió a salir de él. ¡VOLABA! Abrió los brazos, girando sobre sí mismo. ¡KORU EL ARQUISTAAA! Pero volvió a bajar.
Se deslizó por la ropa hasta un lado de la montaña de madera, justo al lado del agua grande que sabía mal. Con manos y pies agarrados, buscó a Pelonieve el arquista, Carapintada, Cero y Reike, pero vio dos manzanas en el suelo y miró hacia arriba, arqueando una ceja. Con los pies tontos, dos de la gente grande casi le pisaron, y Koru los miró enfadado, antes de que se tirasen al agua grande. Con una manzana en cada mano, se agarró con la cola para mirar por encima del trozo de madera alto de cada lado. Otro grande le copió.
-Quisieron quitarme las manzanas. ¿Buscan manzanas en el agua grande? Sabe mal. ¿Sabe mal porque tiene dentro manzanas que al comerlas te duele aquí?- abrió mucho los ojos. ¡Claro! Por eso el agua pequeña sabía bien, menos si era agua pequeña marrón asquerosa. Esa no. ¿¡Y si también tenía cosas dentro que la hacían saber mal?! - ¿HAS PROBADO ALGUNA MANZANA DE AGUA GRANDE? ¿ME LA DAS? ¡TE LA CAMBIO POR ÉSTA!- ofreció. Pero el de la gente grande también se tiró cuando la montaña de madera se movió. Tenía que ser gente mala. Le había querido cambiar una de las suyas, y se fue a por todas las del agua grande. Eso no se hacía.
Volvió a buscar a gente más mejor, cuando vio un sitio con árboles y piedras y cosas. ¿Qué hacía allí? Corrió hacia Pelonieve, que sabía muchas cosas, hasta que la montaña de madera se movía porque el agua grande la dejaba. Entrecerró los ojos. Tenía que hablar con el agua grande.
Puso una manzana en la mano de Pelonieve y otra en la de Carapintada. Él les daba una manzana rica, y ellos le contarían cosas, pensó sonriente.
-La gente grande se está tirando al agua grande. ¿Sabe mal porque tiene manzanas malas que las comes y te duele? ¿Puedes dormir con ojos de sol? ¿Me los puedes poner a mi? Volé antes, pero estuve muy alto y a lo mejor no me visteis. Mi palo también, pero no sé si le gustó. Luego caí porque me olvidé de cómo se hacía. ¿Tú sabes? ¿Qué más hay en el agua grande que manzanas y peces? ¿Qué es eso?- señaló al sitio de árboles- ¿Por qué tiene árboles? Las piedras no flotan, yo lo sé. Y no se pueden comer. Y esas están encima del agua grande. ¿Son amigos? ¿Por eso las deja flotar? ¿Puedo ser yo amigo también? ¿Habéis hablado con el agua grande? ¿Conocéis a una pelosol que pierde cosas y es pequeña? – esperó un instante, antes de recordar que como Reike era una rois, podía mandar mucho a mucha gente, y tenía que saber cosas.
Saltó de una espalda a otra, hasta volver a donde Ojosdesol y Cero estaban ahora.
-¡Bailaron!- rio- Os traje manzanas, pero tuve que dárselas a Pelonieve el arquista para que me contase cosas. ¿Puedes mandar a la gente grande? No me cambiaron mi manzana por una del agua grande. Tienes que decirles cosas para que sean gente buena- se quejó- ¿Hay piedras que flotan y piedras que no? ¿Eres la mamá de Cero? ¿Puedes mandar a mi palo que hable? Pelonieve dijo que pintándole boca hablaría. ¿Si te traigo algo bonito lo haces? Vale.
Corrió para tomar impulso cuanto fue capaz, y saltó del suelo a la parte más alta de un lado, y de allí, al agua grande. Se encontró frente a frente con un pez que le sonrió, pero al querer tocarlo, se dio la vuelta. Koru sabía que era un pez bueno y quería llevarlo a su casa de pez, pero él tenía que encontrar algo bonito para Ojosdesol.
- Pez buena gente:
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Se subió a la parte más alta del árbol más alto, pues sus grandes ojos habían visto cosas que no eran hojas ni ramas. Cogió una, pero se le cayó, y la vio romperse. Qué fruta rara. Igual no le gustaba el árbol.
Iba a arrancar otra, cuando salió uno de los bichos que había en su bosque que tenían muchas patas y dos dientes feos delante, como patitas pequeñas.
-¿Es tu fruta?- le preguntó. Pero el bicho muchipata no quiso hablar con él e hizo un sonido feo, adelantando una pata. Koru le pegó con el palo- ¡No seas mala! ¡Hay muchas frutas de pelo, dame una! ¡Se la voy a dar a Ojosdesol!
Pero el bicho muchipata se le acercó más y Koru, con la fruta grande, salió de allí, sacándole la lengua.
-¡ERES FEA Y MALA! ¡QUÉDATE TUS FRUTAS POCHAS!
Llegó al suelo, metiéndose al agua y nadando con una sola mano y los pies, palo a la espalda, volvió a trepar por la montaña de madera, y plantándose delante de Ojosdesol, le ofreció esa cosa con ambas manos.
Giró la cabeza, llamada su atención por otra cosa. Unas criaturas estaban saliendo del mar, poniendo pie en ese sitio amigo del agua grande.
-Igual son amigos del bicho muchipata- dijo Koru con toda la calma del mundo- y quieren la fruta grande que se rompe. Se les habrán acabado las manzanas del agua grande.
Koru´Len
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Re: Se rompen algas a domicilio [Libre, 6/4]
Y tal como había dicho, también había cumplido, los había llevado a salvo hasta Beltrexus, aunque se veía un poco distinto, pero eran detalles insignificantes, solamente le faltaba ser más grande, tener brujos, y ser Beltrexus, de cualquier manera, estaban ahí, no se habían ahogado y eso ya era ganancia, Destino habría esperado ovaciones y alabanzas, pero le bastaba con que no fueran una pila de ingratos.
Dejó el timón y caminó hacia el borde del barco, no parecía que hubiera mucha comida en la isla, o al menos no a la vista, así que giró para poner la vista en la tripulación, algunos estaban gorditos como para ser alimento por varios días, pero aquel pequeño monito peludo podía oponer menos resistencia, lo cual lo convertía en la primera opción en caso de que faltara el alimento.
Desgraciadamente no estaban solos en la isla, no había tiempo para pensar en comida, primero debía ponerse a salvo, aunque el elfo esperaba que no todos, los caídos de hoy podrían ser la comida de mañana -No bajen del barco hasta examinar la isla, enviaremos un par de vigías para que… bueno… hagan lo que quieran- Dijo de mala gana al ver que lo ignoraban para lanzarse a la isla.
Los momentos difíciles requieren decisiones difíciles- Dijo para sí mismo antes de pararse hábilmente y con un equilibrio sobrehumano sobre la baranda del barco y gritar con fuerza -Venimos en paz, seres inferiores, adoradnos y…- El glorioso discurso de entrada del elfo fue interrumpido cuando algo lo golpeó en el pecho y lo mandó hacia atrás, haciéndolo caer de bruces en la cubierta del barco.
¿Qué lo había golpeado? Parecía una especie de nuez gigante y peluda ¿qué clase de personas siniestras podrían usar semejante tipo de armas contundentes? De cualquier modo, tendrían que averiguarlo sobre la marcha, pues de pronto, una lluvia de estas cosas, comenzó a caer sobre ellos -Corran, está lloviendo nueces gigantes peludas- Dijo alguien mientras corría por refugio -Pues al menos ya no son lanzas- Dijo otro antes que su pecho fue atravesado de lado a lado por una lanza.
A toda prisa, velocidad de gobierno para la arrancada, lancen el ancla, hay que amarrar de costado, aten el esprín en la codera- Gritó el elfo sin tener la más remota idea de las órdenes que daba, pero que recordaba haber leído alguna vez en un libro de marineros ¿Qué tan malo podría ser?
Destino tomó la nuez peluda para lanzarla de regreso al pequeño bosque, pero al hacerlo chocó con otra que venía hacia él y ambas se rompieron, descubriendo que por dentro parecían una especie de hielo caliente con agua en su interior, entonces, ¿Los de la isla querían matarlos o les estaban lanzando cantimploras muy herméticas?
Dejó el timón y caminó hacia el borde del barco, no parecía que hubiera mucha comida en la isla, o al menos no a la vista, así que giró para poner la vista en la tripulación, algunos estaban gorditos como para ser alimento por varios días, pero aquel pequeño monito peludo podía oponer menos resistencia, lo cual lo convertía en la primera opción en caso de que faltara el alimento.
Desgraciadamente no estaban solos en la isla, no había tiempo para pensar en comida, primero debía ponerse a salvo, aunque el elfo esperaba que no todos, los caídos de hoy podrían ser la comida de mañana -No bajen del barco hasta examinar la isla, enviaremos un par de vigías para que… bueno… hagan lo que quieran- Dijo de mala gana al ver que lo ignoraban para lanzarse a la isla.
Los momentos difíciles requieren decisiones difíciles- Dijo para sí mismo antes de pararse hábilmente y con un equilibrio sobrehumano sobre la baranda del barco y gritar con fuerza -Venimos en paz, seres inferiores, adoradnos y…- El glorioso discurso de entrada del elfo fue interrumpido cuando algo lo golpeó en el pecho y lo mandó hacia atrás, haciéndolo caer de bruces en la cubierta del barco.
¿Qué lo había golpeado? Parecía una especie de nuez gigante y peluda ¿qué clase de personas siniestras podrían usar semejante tipo de armas contundentes? De cualquier modo, tendrían que averiguarlo sobre la marcha, pues de pronto, una lluvia de estas cosas, comenzó a caer sobre ellos -Corran, está lloviendo nueces gigantes peludas- Dijo alguien mientras corría por refugio -Pues al menos ya no son lanzas- Dijo otro antes que su pecho fue atravesado de lado a lado por una lanza.
A toda prisa, velocidad de gobierno para la arrancada, lancen el ancla, hay que amarrar de costado, aten el esprín en la codera- Gritó el elfo sin tener la más remota idea de las órdenes que daba, pero que recordaba haber leído alguna vez en un libro de marineros ¿Qué tan malo podría ser?
Destino tomó la nuez peluda para lanzarla de regreso al pequeño bosque, pero al hacerlo chocó con otra que venía hacia él y ambas se rompieron, descubriendo que por dentro parecían una especie de hielo caliente con agua en su interior, entonces, ¿Los de la isla querían matarlos o les estaban lanzando cantimploras muy herméticas?
- Nueces gigantes peludas:
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Destino
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Re: Se rompen algas a domicilio [Libre, 6/4]
-Veamos dijo el ciego- exclamo el rubio mientras se adentraba en la pequeña isla esquivando y bloqueando lanzas, era bueno estar en tierra firme y por alguna razón el rubio se encontraba bastante feliz de poder moverse sin tener que mantener el equilibrio, quizás por lo mismo iba brincando al ritmo de una canción que solo sonaba en su cabeza.
El rubio parecía ir bailando mas que esquivando, sin embargo, algo le llamaba su atención, a pesar de la lluvia de lanzas y ahora de cosas redondas y peludas, el no-elfo no podía encontrar de donde provenían las creaturas que lanzaban esas cosas -eso es raro- se dijo a si mismo mientras seguía buscando de donde salían tantas cosas, en especial porque la isla no era tan grande para que tantas cosas siguieran siendo arrojadas en dirección a ellos.
Entonces fue que vio algo horrible, absolutamente horrible, pero fascinante, era un conejo, con cuernos, pero de pronto no solo era uno, sino 2, 3, 4, 6, 100, y todos estaban observando al rubio con ojos inyectados en sangre, quienes comenzaron a rodear al rubio, apuntando sus cuernos hacia el, -Bueno... Si no queda de otra- señalo el no-elfo mientras comenzaba a patear creaturitas a la vez que de nuevo sonaba aquella extraña melodía en su cabeza, mientras corría de vuelta al barco, porque la lluvia de lanzas y bolas peludas no era suficiente, ahora venia una estampida de conejos cornudos.
OFF:
El rubio parecía ir bailando mas que esquivando, sin embargo, algo le llamaba su atención, a pesar de la lluvia de lanzas y ahora de cosas redondas y peludas, el no-elfo no podía encontrar de donde provenían las creaturas que lanzaban esas cosas -eso es raro- se dijo a si mismo mientras seguía buscando de donde salían tantas cosas, en especial porque la isla no era tan grande para que tantas cosas siguieran siendo arrojadas en dirección a ellos.
Entonces fue que vio algo horrible, absolutamente horrible, pero fascinante, era un conejo, con cuernos, pero de pronto no solo era uno, sino 2, 3, 4, 6, 100, y todos estaban observando al rubio con ojos inyectados en sangre, quienes comenzaron a rodear al rubio, apuntando sus cuernos hacia el, -Bueno... Si no queda de otra- señalo el no-elfo mientras comenzaba a patear creaturitas a la vez que de nuevo sonaba aquella extraña melodía en su cabeza, mientras corría de vuelta al barco, porque la lluvia de lanzas y bolas peludas no era suficiente, ahora venia una estampida de conejos cornudos.
OFF:
- La canción que suena en su cabeza:
Zelas Hazelmere
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Re: Se rompen algas a domicilio [Libre, 6/4]
El monito volvió a nosotros y, siendo una monada, nos obsequió un par de manzanas. Un lindo gesto, pero no saber de dónde sacó las frutas jamás me había preocupado tanto. Aunque, por supuesto, no lo suficiente como para detenerme de comer.
–El agua sabe mal porque no estudia para saber bien las cosas –empecé a responder sus preguntas–. Yo no puedo dormir con ojos de sol porque la gente normal duerme de noche, cuando no hay sol. Y sí, te los puedo poner, pero solo mientras te toque. –Puse una mano sobre su cabeza y canalicé mi magia hacia sus ojos, dotándolos de luminiscencia hasta que me separé de él–. Xana sí puede encenderte más y sin tocarte.
–Eso sonó terrible.
–¿Qué? ¿Qué parte?
–Mejor olvídalo. –Creó dos pequeños orbes etéreos y luminosos y los colocó en los ojos del monito–. Ahí tienes, pequeño –le sonrió–. Pero no durarán mucho, así que disfrútalos. –Acarició la cabeza del preguntón, impregnando su pelaje con partículas de luz por simple capricho.
–Lamento admitir que no pude verte volar –proseguí–, pero, en compensación, podría mostrarte cómo yo puedo volar sin alas.
–Cómo te gusta presumir tus habilidades, ¿eh?
–¡Oye, él me preguntó! –repuse con una leve sonrisa.
–Eso no niega lo que dije.
–No hay cómo ganar contigo –exhalé. Entonces, tras recordar con algo de esfuerzo las preguntas del mono, seguí con las respuestas–. En el agua grande hay toda clase de cosas que la gente suelta, a veces hasta gente, y que el agua se queda porque le gusta coleccionar. Eso –señalé el islote, ignorando las lanzas que iban y venían– es una isla, que es como cualquier otro lugar, pero chiquita porque es hija de esos lugares grandes. Tiene árboles para no olvidar sus raíces. También intenté debatir con el agua una vez, pero no pudo darme ningún argumento sólido.
Y se marchó. O quizás ya se había marchado mucho antes. Era difícil seguirle el ritmo al mono, incluso siendo yo un fanático de la velocidad.
–El mono huele raro –comentó Xana oliéndose la mano con la que lo había acariciado.
–Entonces come la manzana con la otra –recomendé.
Quise hacer caso a mi propio consejo y una lanza se llevó mi manzana y terminó clavada en una de las extrañas y numerosas bestias que emergían del agua para invadir el islote. Dichas criaturas parecían el resultado de una noche de diversión entre langostas, escorpiones y alguna otra cosa con pésimo gusto.[1]
–¿Eh? –solté entonces, extrañado por la escena ante mis ojos: una lluvia de nueces gigantes peludas–. ¿Eso qué se supone que es? ¿Sabrá bien?
–No lo sé, pero vaya que son cosas contundentes –comentó Xana al ver a algunos desafortunados recibir las extrañas frutas de una manera dolorosa. Sin perder más tiempo, decidió contraatacar disparando esferas de energía a cuantos proyectiles enemigos podía detener.
–Cosas contundentes, así las llamaré.
–Muy largo –apuntó con algo de esfuerzo por su nueva labor.
–Tienes razón. Abreviaré cosa contundente… tomando solo sus primeras letras: coco.
–¿Y si mejor me ayudas a protegernos?
–Le quitas lo divertido a la vida… –Me detuve. Abrí los ojos, perplejo, notando al fin algo serio: las lanzas mortales lanzadas para matar sí estaban matando, y de forma permanente, a gente que estaba viva–. ¡¿Por qué no me dijiste antes que nos están atacando?!
–¿Eh?
No había querido salir de la paz que existía bajo el velo de lo absurdo y lo hilarante, pero ya había dado un paso decisivo al punto de no retorno. Salté hacia el islote… Espera, ¿yo todavía estaba en el barco entonces? ¿O ya había bajado? ¿Dónde se supone que estaba? ¿Hablé con el monito en el barco o en tierra? Pero si estaba en el barco, ¿cómo la lanza que se llevó mi manzana terminó sobre un langosta-escorpión-algomás en tierra? ¿Cambió su curso mágicamente en el aire?
Sea como fuera, salté hacia algún lado. Caí y reboté en uno de esos feos langosta-escorpión-algomás, el cual se volteó patas arriba, y volví a caer sobre él, provocando, de alguna manera, que él saliera disparado hacia adelante y derribara a las demás en su camino.
Prefiriendo ignorar eso, avancé raudo, sin miedo al éxito, aunque no sabía a dónde debía ir exactamente, hasta que vi a Zelas correr de regreso al barco.
–¿Uh? –fue todo lo que dije al respecto antes de optar por ignorarlo y continuar mi misión–. ¡¿Eh?! –exclamé sobresaltado por un pequeño ejército de conejos cornudos y furiosos adelante.
Más por instinto que por algún atisbo de inteligencia, di un gran salto propulsado con magia. En el aire, al empezar a perder impulso, di otro salto mágico. Me elevé lo suficiente para ver al líder enemigo en la retaguardia.
Temible, impasible y emplumada, ella alzó su vista, y pude ver en sus ojos un poder inconmensurable.
«Vamos, ¡sin miedo!», me dije para no pensar, como cualquier persona prudente, en lo peligroso que era esa cosa. Empuñé mi espada Doppelsäbel, me fortalecí con éter y aceleré mi caída para realizar una estocada como un relámpago.
El estruendoso choque desencadenó un destello cegador y una descarga eléctrica que me impelió hacia atrás. Cuando el dolor y el aturdimiento al fin me permitieron levantarme del suelo, busqué a la gallina con la mirada.
Ella estaba ilesa, protegida por una electrificante burbuja mágica, y lista para acabar por sí misma con todos sus enemigos.
Esta vez no pude ignorar mi instinto de supervivencia. Hui como gallina… Quizás eso ya no sea correcto decir. Hui como Zelas. Por suerte, los conejos estaban ocupados en una encarnizada lucha contra las langostas-escorpiones-algomás, así que no supusieron un gran obstáculo para mí.
–¡Debemos huir de aquí si queremos vivir! –advertí una vez en el barco–. ¡La gallina mágica nos matará!
Un huevo cayó en la cubierta. Al romperse, liberó una nube de humo de la que luego salió nuestra nueva enemiga.
–No permitiremos que asusten a la isla otra vez, pio –siseó la figura–. No importa cuánto les hayan pagado las langostruosidades, mi gran pollita mantendrá esta isla a flote.
Se abalanzó sobre el perro más cercano, decidida a decapitarlo con su sable corto, y solo el restallido de un flamante látigo frente a ella la hizo retroceder.
–No importa cuán poderosa sea tu pollita –sentencié, mi espada en una mano y mi látigo en la otra–. A ti puedo ganarte con mi Ganso ardiente.
Ella rio entre dientes.
–Lo dudo, te faltan huevos.
–Ya no sé de qué se está hablando –comentó el perro.
–El agua sabe mal porque no estudia para saber bien las cosas –empecé a responder sus preguntas–. Yo no puedo dormir con ojos de sol porque la gente normal duerme de noche, cuando no hay sol. Y sí, te los puedo poner, pero solo mientras te toque. –Puse una mano sobre su cabeza y canalicé mi magia hacia sus ojos, dotándolos de luminiscencia hasta que me separé de él–. Xana sí puede encenderte más y sin tocarte.
–Eso sonó terrible.
–¿Qué? ¿Qué parte?
–Mejor olvídalo. –Creó dos pequeños orbes etéreos y luminosos y los colocó en los ojos del monito–. Ahí tienes, pequeño –le sonrió–. Pero no durarán mucho, así que disfrútalos. –Acarició la cabeza del preguntón, impregnando su pelaje con partículas de luz por simple capricho.
–Lamento admitir que no pude verte volar –proseguí–, pero, en compensación, podría mostrarte cómo yo puedo volar sin alas.
–Cómo te gusta presumir tus habilidades, ¿eh?
–¡Oye, él me preguntó! –repuse con una leve sonrisa.
–Eso no niega lo que dije.
–No hay cómo ganar contigo –exhalé. Entonces, tras recordar con algo de esfuerzo las preguntas del mono, seguí con las respuestas–. En el agua grande hay toda clase de cosas que la gente suelta, a veces hasta gente, y que el agua se queda porque le gusta coleccionar. Eso –señalé el islote, ignorando las lanzas que iban y venían– es una isla, que es como cualquier otro lugar, pero chiquita porque es hija de esos lugares grandes. Tiene árboles para no olvidar sus raíces. También intenté debatir con el agua una vez, pero no pudo darme ningún argumento sólido.
Y se marchó. O quizás ya se había marchado mucho antes. Era difícil seguirle el ritmo al mono, incluso siendo yo un fanático de la velocidad.
–El mono huele raro –comentó Xana oliéndose la mano con la que lo había acariciado.
–Entonces come la manzana con la otra –recomendé.
Quise hacer caso a mi propio consejo y una lanza se llevó mi manzana y terminó clavada en una de las extrañas y numerosas bestias que emergían del agua para invadir el islote. Dichas criaturas parecían el resultado de una noche de diversión entre langostas, escorpiones y alguna otra cosa con pésimo gusto.[1]
–¿Eh? –solté entonces, extrañado por la escena ante mis ojos: una lluvia de nueces gigantes peludas–. ¿Eso qué se supone que es? ¿Sabrá bien?
–No lo sé, pero vaya que son cosas contundentes –comentó Xana al ver a algunos desafortunados recibir las extrañas frutas de una manera dolorosa. Sin perder más tiempo, decidió contraatacar disparando esferas de energía a cuantos proyectiles enemigos podía detener.
–Cosas contundentes, así las llamaré.
–Muy largo –apuntó con algo de esfuerzo por su nueva labor.
–Tienes razón. Abreviaré cosa contundente… tomando solo sus primeras letras: coco.
–¿Y si mejor me ayudas a protegernos?
–Le quitas lo divertido a la vida… –Me detuve. Abrí los ojos, perplejo, notando al fin algo serio: las lanzas mortales lanzadas para matar sí estaban matando, y de forma permanente, a gente que estaba viva–. ¡¿Por qué no me dijiste antes que nos están atacando?!
–¿Eh?
No había querido salir de la paz que existía bajo el velo de lo absurdo y lo hilarante, pero ya había dado un paso decisivo al punto de no retorno. Salté hacia el islote… Espera, ¿yo todavía estaba en el barco entonces? ¿O ya había bajado? ¿Dónde se supone que estaba? ¿Hablé con el monito en el barco o en tierra? Pero si estaba en el barco, ¿cómo la lanza que se llevó mi manzana terminó sobre un langosta-escorpión-algomás en tierra? ¿Cambió su curso mágicamente en el aire?
Sea como fuera, salté hacia algún lado. Caí y reboté en uno de esos feos langosta-escorpión-algomás, el cual se volteó patas arriba, y volví a caer sobre él, provocando, de alguna manera, que él saliera disparado hacia adelante y derribara a las demás en su camino.
Prefiriendo ignorar eso, avancé raudo, sin miedo al éxito, aunque no sabía a dónde debía ir exactamente, hasta que vi a Zelas correr de regreso al barco.
–¿Uh? –fue todo lo que dije al respecto antes de optar por ignorarlo y continuar mi misión–. ¡¿Eh?! –exclamé sobresaltado por un pequeño ejército de conejos cornudos y furiosos adelante.
Más por instinto que por algún atisbo de inteligencia, di un gran salto propulsado con magia. En el aire, al empezar a perder impulso, di otro salto mágico. Me elevé lo suficiente para ver al líder enemigo en la retaguardia.
Temible, impasible y emplumada, ella alzó su vista, y pude ver en sus ojos un poder inconmensurable.
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«Vamos, ¡sin miedo!», me dije para no pensar, como cualquier persona prudente, en lo peligroso que era esa cosa. Empuñé mi espada Doppelsäbel, me fortalecí con éter y aceleré mi caída para realizar una estocada como un relámpago.
El estruendoso choque desencadenó un destello cegador y una descarga eléctrica que me impelió hacia atrás. Cuando el dolor y el aturdimiento al fin me permitieron levantarme del suelo, busqué a la gallina con la mirada.
Ella estaba ilesa, protegida por una electrificante burbuja mágica, y lista para acabar por sí misma con todos sus enemigos.
Esta vez no pude ignorar mi instinto de supervivencia. Hui como gallina… Quizás eso ya no sea correcto decir. Hui como Zelas. Por suerte, los conejos estaban ocupados en una encarnizada lucha contra las langostas-escorpiones-algomás, así que no supusieron un gran obstáculo para mí.
–¡Debemos huir de aquí si queremos vivir! –advertí una vez en el barco–. ¡La gallina mágica nos matará!
Un huevo cayó en la cubierta. Al romperse, liberó una nube de humo de la que luego salió nuestra nueva enemiga.
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–No permitiremos que asusten a la isla otra vez, pio –siseó la figura–. No importa cuánto les hayan pagado las langostruosidades, mi gran pollita mantendrá esta isla a flote.
Se abalanzó sobre el perro más cercano, decidida a decapitarlo con su sable corto, y solo el restallido de un flamante látigo frente a ella la hizo retroceder.
–No importa cuán poderosa sea tu pollita –sentencié, mi espada en una mano y mi látigo en la otra–. A ti puedo ganarte con mi Ganso ardiente.
Ella rio entre dientes.
–Lo dudo, te faltan huevos.
–Ya no sé de qué se está hablando –comentó el perro.
(☞°∀°)☞ OFFROL ☜(°∀°☜)
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Rauko
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Re: Se rompen algas a domicilio [Libre, 6/4]
—Alejémonos del borde —dijo Valeria, tirando de Zero hacia atrás, al ver que las lanzas no se detenían.
Con una mano, agarraba firmemente el brazo del muchacho que, preocupado por Koru, se resistía a perder de vista el lugar por el que había salido del barco en dirección a la isla. El otro brazo lo llevaba extendido ante ellos en ademán protector. No necesitaba usar las manos para usar su magia, pero el movimiento del brazo le ayudaba a enfocar el éter en medio de todo aquel caos.
Extendiendo la palma hacia delante, detuvo en seco otra lanza extraviada, justo antes de notar en la espalda la elevación de la otra borda. Echó un rápido vistazo al mar y se le cayó el alma a los pies ante la imagen de los monstruos que emergían de entre las olas. ¿Es que se habían ido a meter en medio de una batalla?
Se volvió de nuevo hacia la isla justo a tiempo de detener una esfera peluda que alguien había lanzado por el aire. Por si acaso fuera una bomba alquímica, la envió lejos por encima de sus cabezas. Que se la comieran los monstruos.
—Tenemos que salir de aquí —le dijo a Zero.
Solo que no había forma de escapar de aquella ellos solos. De alguna manera, tenían que volver a botar el barco y atravesar el mar de langostas gigantes que se movían hacia tierra.
Valeria oyó al elfo que había tomado el timón antes, probablemente el que los había hecho encallar, soltando disparates y dio un paso en su dirección, dispuesta a acallar su galimatías y tomar el barco bajó su control si era necesario. No sería la primera vez, después de todo. Pero antes de que pudiera acercarse, la interrumpió el chiquillo alocado, que eligió aquel momento para volver a dar la tabarra. ¿Qué si podía mandar a la gente grande?
—Es lo que intento —respondió sin demasiada paciencia—, antes de que acaben con todos nosotros.
Se desvió lo justo para esquivar al muchacho mientras seguía su camino hacia el elfo junto al timón, expulsando con un gesto de su brazo cualquier lanza o bola peluda que viniera en su dirección y arrastrando a Zero en su camino, que con una sonrisa de disculpa, se esforzaba por seguir el ritmo de sus pasos, así como el de las preguntas de Koru.
—No, no, si flota, no puede ser una piedra. Bueno, a menos que haya un brujo cerca moviéndola, claro, pero no se le puede llamar flotar a eso. O quizá sí… ¿Eh? ¿Mi mamá? No, no lo es, pero cuida de mí desde que…
¿Desde que ocurrió qué? A Zero le costaba recordar los detalles de lo que sucedió. Solo que había estado a punto de ser capturado por la Base y la señorita Reike se las había arreglado para sacarlo de allí. Tampoco entonces tuvo tiempo de pararse a pensar en lo sucedido, ya que las preguntas llovían tan rápido como los proyectiles.
—Seguro que podría hacerlo hablar, es arcanista. Pero no creo que dibujarle una boca sea suficiente… ¡No, no no no! ¡Espera, es peligroso! —gritó angustiado cuando Koru, muy animado, salió corriendo de nuevo en busca de algo bonito.
—¡Qué barbaridades está diciendo! —ladró Valeria en cuanto tuvo a tiro al elfo moreno—. ¡Hay que sacar el barco de la playa, no echar el ancla ni amarrar ninguna mierda! Y no es como si pudiéramos bajar a empujar con la que se está montando en tierra, así que…
Lo que fuera a decir se borró de su mente cuando una bomba de humo cayó en la cubierta revelando, al poco rato, la imagen más grotesca que Valeria había visto en… bueno, no hace falta ponerse matemáticos y, a fin de cuentas, la breve conversación que siguió a la aparición enturbió aún más la imagen, así que muy probablemente se encontrara en el top tres de imágenes grotescas que Valeria había presenciado a lo largo de su vida.
—A mí sí que me importa una polla esta isla de los huevos —murmuró.
—¿Qué? —dijo Zero.
—Nada —respondió ella entre dientes y, dirigiéndose a la recién llegada, añadió en voz más alta—: ¿Y si nos destierran? Echan el barco al mar y nosotros nos vamos con la cabeza gacha y prohibición de volver a visitar esta hermosa costa.
Quién sabía si valdría la pena el intento después de la bravata del otro elfo. Por si acaso, dio un rápido giro a la muñeca, aflojando la funda oculta.
Con una mano, agarraba firmemente el brazo del muchacho que, preocupado por Koru, se resistía a perder de vista el lugar por el que había salido del barco en dirección a la isla. El otro brazo lo llevaba extendido ante ellos en ademán protector. No necesitaba usar las manos para usar su magia, pero el movimiento del brazo le ayudaba a enfocar el éter en medio de todo aquel caos.
Extendiendo la palma hacia delante, detuvo en seco otra lanza extraviada, justo antes de notar en la espalda la elevación de la otra borda. Echó un rápido vistazo al mar y se le cayó el alma a los pies ante la imagen de los monstruos que emergían de entre las olas. ¿Es que se habían ido a meter en medio de una batalla?
Se volvió de nuevo hacia la isla justo a tiempo de detener una esfera peluda que alguien había lanzado por el aire. Por si acaso fuera una bomba alquímica, la envió lejos por encima de sus cabezas. Que se la comieran los monstruos.
—Tenemos que salir de aquí —le dijo a Zero.
Solo que no había forma de escapar de aquella ellos solos. De alguna manera, tenían que volver a botar el barco y atravesar el mar de langostas gigantes que se movían hacia tierra.
Valeria oyó al elfo que había tomado el timón antes, probablemente el que los había hecho encallar, soltando disparates y dio un paso en su dirección, dispuesta a acallar su galimatías y tomar el barco bajó su control si era necesario. No sería la primera vez, después de todo. Pero antes de que pudiera acercarse, la interrumpió el chiquillo alocado, que eligió aquel momento para volver a dar la tabarra. ¿Qué si podía mandar a la gente grande?
—Es lo que intento —respondió sin demasiada paciencia—, antes de que acaben con todos nosotros.
Se desvió lo justo para esquivar al muchacho mientras seguía su camino hacia el elfo junto al timón, expulsando con un gesto de su brazo cualquier lanza o bola peluda que viniera en su dirección y arrastrando a Zero en su camino, que con una sonrisa de disculpa, se esforzaba por seguir el ritmo de sus pasos, así como el de las preguntas de Koru.
—No, no, si flota, no puede ser una piedra. Bueno, a menos que haya un brujo cerca moviéndola, claro, pero no se le puede llamar flotar a eso. O quizá sí… ¿Eh? ¿Mi mamá? No, no lo es, pero cuida de mí desde que…
¿Desde que ocurrió qué? A Zero le costaba recordar los detalles de lo que sucedió. Solo que había estado a punto de ser capturado por la Base y la señorita Reike se las había arreglado para sacarlo de allí. Tampoco entonces tuvo tiempo de pararse a pensar en lo sucedido, ya que las preguntas llovían tan rápido como los proyectiles.
—Seguro que podría hacerlo hablar, es arcanista. Pero no creo que dibujarle una boca sea suficiente… ¡No, no no no! ¡Espera, es peligroso! —gritó angustiado cuando Koru, muy animado, salió corriendo de nuevo en busca de algo bonito.
—¡Qué barbaridades está diciendo! —ladró Valeria en cuanto tuvo a tiro al elfo moreno—. ¡Hay que sacar el barco de la playa, no echar el ancla ni amarrar ninguna mierda! Y no es como si pudiéramos bajar a empujar con la que se está montando en tierra, así que…
Lo que fuera a decir se borró de su mente cuando una bomba de humo cayó en la cubierta revelando, al poco rato, la imagen más grotesca que Valeria había visto en… bueno, no hace falta ponerse matemáticos y, a fin de cuentas, la breve conversación que siguió a la aparición enturbió aún más la imagen, así que muy probablemente se encontrara en el top tres de imágenes grotescas que Valeria había presenciado a lo largo de su vida.
—A mí sí que me importa una polla esta isla de los huevos —murmuró.
—¿Qué? —dijo Zero.
—Nada —respondió ella entre dientes y, dirigiéndose a la recién llegada, añadió en voz más alta—: ¿Y si nos destierran? Echan el barco al mar y nosotros nos vamos con la cabeza gacha y prohibición de volver a visitar esta hermosa costa.
Quién sabía si valdría la pena el intento después de la bravata del otro elfo. Por si acaso, dio un rápido giro a la muñeca, aflojando la funda oculta.
Reike
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Re: Se rompen algas a domicilio [Libre, 6/4]
¡TENÍA OJOS DE SOL! ¡KORU OJOSDESOL! Al menos había sentido algo allí, se dijo, aunque enfurruñado y mirando hacia abajo, a ver si hacía manchas de luz en el suelo de la montaña de madera que era amiga del agua grande y por eso no se hundía como las piedras. Pelonieve y Carapintada le gustaban, pero ahora tenía que hacer que se hiciera de noche para que sus ojos tuvieran sus poderes de verdad. A lo mejor podía calentar el agua grande mirándola con fuerza, como cuando los viajeros del bosque ponían la comida encima del fuego. Seguro que sí. Pero no quería hacer daño a los peces y a las cosas que tenían su casa en el agua grande. Los tododientes le daban igual, y las cosas sin patas que se movían tan rápido allí y despacio sin agua porque eran vagas-de-tierra. Los peces buena gente, como el amigo que había hecho hace poco, tenían que estar tranquilos.
Los amigos del bicho muchipata malo que quería quedarse con todas las frutapelosas empezaron a pegarse con otras cosas que Koru no había visto nunca y sus ojos se abrieron todo lo que pudieron para ver mucho mejor. Con una frutapelosa bajo al brazo, comenzó a saltar intentando hacerse con más de esas, hasta que el juego se acabó y la gente grande y las cosas del agua grande empezaron a pegarse. Koru bufó enfadado. Podían jugar a tirarse frutapelosas y en cambio querían comerse o pincharse. Había hecho bien en salir del bosque, tenían que aprender de él para saber cómo ser buena gente. No como las tortugas o los pelosol grandes.
Levantó el mentón con orgullo después de contar dos veces sus tres capturas, hasta que cayó en la cuenta de que Carapintada, Pelonieve, Reike y Cero eran cuatro. Le faltaba…
Soltó una frutapelosa para contar y ésta salió rodando hasta llegar a dos saltarines con cuernos raros que se pegaron con ella y la partieron ante el disgusto de Koru, quien corrió a salvarla tomando con la cola los dos pedazos en los que había quedado ahora. Encaramándose al palo de madera recto, acarició la frutapelosa.
-Son cosas malas- le explicó a ambos trozos, que tenían dentro una parte blanquita, señalando según hablaba- Salen del agua grande porque sabe mal y se les han acabado las manzanas del agua grande. Además hay otras cosas malas que no podemos ver aún. Yo más luego sí, porque tengo ojosdesol por un arquista. Pelonieve habla raro y dice cosas raras pero es buena gente y por eso ahora soy superKoru. No te voy a mirar mucho para que no te hagas fuego, no te preocupes, aunque luego te daré un probada para ver si eres frutarrica o frutapocha. ¿Quieres que te pinte una boca? No tengo colores. Si hablas no te como. ¿Hay frutas buena gente? ¿Os comen las tortugas? ¿Sois amigas de los bichos muchipata? Son feos y no quieren compartir, eso no se hace. Uno casi me pega antes. De verdad, pero no me dejé. Fue antes de ser superKoru. Reike es una rois, cuando hables tienes que hacerle caso, sabe cosas. Como Cero. Voy a darles a tus amigas. ¿Quieres que les pida que te arreglen? A lo mejor pueden.
La frutapelosa no dijo nada y Koru parpadeó varias veces, esperando. A lo mejor esas frutas eran iguales a las del bosque y tampoco hablaban. Uno de la gente grande le había dicho una vez que eran sólo trozos de árbol para comer. Pero también le había dicho que él no podía volar, y ya lo había hecho. La gente grande casi nunca sabía nada.
Apenas había tardado nada en contarle todo eso cuando muchipatas, saltarines con cuernos y gente grande que ya venía con él de antes en la montaña de madera formaron una cantidad de gente y bichos que casi no cabía nada en el suelo. Koru lo miró con fiereza, intentando detenerlos con sus poderes de arquista.
Nada. O Pelonieve le había engañado o como sospechaba, sólo podía hacerse superpoderoso de noche. Debía preguntarle a Cero, él lo sabría. Con esa brillante idea, oteó en busca de Ojosdesol -grande, ahora que él también lo era- y de su amigo. Y sonrió al encontrarlos, saltando de cabeza en cabeza, girando varias veces sobre sí mismo sin perder sus frutapelosas aún con las malas intenciones de los muchipata y los saltarines raros. Subido a un trozo de madera un poco más alto que el suelo, casi liso y estrecho, vio con la boca abierta como Pelonieve cayó por un truco extraño del pájaro que no volaba. Había visto pájaros como ese cerca de los nidos de la gente grande. Estaba claro que ese era mala gente. Se acercó a Cero y le puso en las manos las frutapelosas.
-No hablan, pero no sé si son amigas de los muchipata, se han portado bien. La cosa blanca huele bien, aún no la he mordido. No me gustan esas cosas- señaló a todos los recién llegados- y ese pájaro del gorro ha pegado a Pelonieve, así que voy allá. Me gusta su gorro, y sus alitas. Yo lo haría más pequeño- e hizo una mímica a fin de mostrarle lo que quería decir- No sabía que vivían tantas cosas en el agua grande, pero soy superKoru ahora, tengo que defender a Pelonieve y a vosotros. Estoy cansado de estar aquí, creo que deberíamos seguir paseado por el agua grande como antes de estar parados. ¿Reike puede decírselo a la montaña de madera? Si conociésemos muchos peces buena gente podrían llevarnos- ideó de repente, con los ojos y la boca casi circulares.
-No tenéis nada que hacer. Moriréis aquí.
Koru miró a todos lados. Frunciendo el ceño, revisó a todos aquellos que se estaban pegando. ¿¡Por fin le había hablado el agua grande?! Sacó medio cuerpo por la boda, mirando la superficie azul.
-Soy Angra Mainyu,y la guerra eterna…
-Eres agua grande- rebatió Koru- ¿puedes decirles a los muchipatas que nos dejen en paz? Solo queremos ir a un sitio. ¿Tienes manzanas allí abajo? ¿Son distintas? Si me das una te miro de noche. ¿Puedes saludar a mi amigo pez? ¿Por qué las piedras no flotan? ¿Tienes piedras dentro? ¿Te gusta que estemos en la montaña de madera? Ese pájaro no vuela, pero da comida- señaló- ¿Cómo hablas? Tu boca debe ser muy grande. ¿Dónde está? Pero no nos comas ¿vale? Tenemos arquistas, y Cero es mi amigo. Te dejo con las cosas que pinchan, y esos bichos que salieron de…
-No soy el mar, soy lo que has llamado “pájaro que no vuela”, miserable espécimen. Borraré…
Aún agarrado, Koru levantó una ceja y giró la cabeza. Y justo cuando sus ojos pasaban por el pájaro con gorro, esa voz volvió a la carga.
-Exacto hibrido. Yo os mataré a…
El niño-mono se cruzó de brazos, acercándose a la gallina hasta queda a unos pasos, a pesar de la locura que ocurría a su alrededor.
-Eres mala y fea, pero me gusta tu gorro- admitió- ¿Tienes otro? ¿Me das una pluma? ¿Son suaves? No se hace daño a la gente. ¿No tienes papás-pájaro, o hijos-pájaro? Soy Koru del bosque. ¿Cómo hablas sin mover la boca? ¿Tienes dientes? ¿Vienes del agua grande y por eso tienes ojos de agua? ¿Le has quitado los pinchos de metal a gente grande? No te valen sin dedos. ¿Ves? Yo tengo y tu no. ¿Hasta cuanto sabes contar? Diesiete? ¿O las encontraste y las quieres devolver? Entonces eres buena gente. Pero aquí hay mucha gente grande con cosas pinchosas. ¿Por qué pegaste a Pelonieve? Eso no me gustó. Podemos ser amigos. Yo te doy una frutapelosa y tu no pegas a nadie- sonrió, seguro de sí mismo- ¿naciste de un huevo? Me comí alguno, pero no había pájaros dentro, aunque sé que los hacen pájaros. ¿Eres su rois? ¿Puedes hacer que mi palo hable como tu, sin mover la boca? Si lo haces te encuentro bicocho, y te doy una frutapelosa. Sólo una. Las otras son para cero, Reike y… Vale, te doy media.
Koru no entendió nada. Pero otros sí escucharon mentalmente una sarta de improperios furiosos antes de verse engullidos por una luz que consumió el barco.
Koru miró alrededor. No sabía dónde estaban ahora. Desde luego sus poderes eran asombrosos, se dijo poniendo sus puñitos en la cadera.
Koru´Len
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Re: Se rompen algas a domicilio [Libre, 6/4]
Quizá la elección de instrucciones dadas por Destino, no habían sido del todo claras, o coherentes, por lo que Reike no tardó en contrariarlo haciendo que la gente a bordo se confundiera sin saber exactamente qué hacer o a quién seguir, por lo que el elfo como hombre adulto y responsable, sensato y coherente decidió dar otra serie de instrucciones con menos sentido en un tono de voz más alto -Desplieguen las velas, Giren el timón hacia babor, mantengan la dirección del viento, preparen los remos para maniobrar- Finalmente señaló a uno de los hombres a bordo -Tú, sube a la cofa para vigilar el horizonte- Ni Destino ni aquel hombre tenían idea de lo que era una cofa, pero tras aquella serie de incoherentes instrucciones dio otro vistazo a la bruja con la cara llena de orgullo y seguridad.
Y no es que aquello fuera una competencia, pero hasta ahora Destino le iba ganando a la bruja, lo triste es que todos los que deberían estar siguiendo esas instrucciones estaban cada vez más confundidos, quizá sería de ayuda saber lo que era una cofa. De cualquier manera, Destino tuvo que hacer a un lado sus deberes de capitán sustituto para contemplar con horror que todo en la isla se había vuelto un caos peor que el que había en el barco -Mira lo que has causado, mala mujer, tu imprudencia va a matar a todos- Le recriminó a Reike solo porque era la que estaba más cerca y porque debía mantenerse como figura de autoridad.
Pero conejos que se multiplicaban, langospiones asesinos sumidos en una batalla serían el menor de los problemas cuando de la nada y sin aviso apareció aquella misteriosa e imponente figura emplumada. Todo el cuerpo del elfo fue sacudido por un súbito escalofrío ante la sola presencia de aquella criatura, sus pasos hacían temblar la tierra, sus aleteos desquebrajaban el viento, sus cacareos sembraban terror en el corazón de sus enemigos.
Hay que alejarse de este lugar, y de ese espantoso ser- Murmuró el elfo con sus piernas temblando antes aquella criatura tan imponente y escalofriante, esos casi 30 centímetros de poder absoluto hicieron que Destino sintiera el verdadero terror, y se pondría aún peor. Antes que el elfo pudiera formar un plan de escape, una granada de humo alcanzó el barco y de ella emergió una ágil e intrépida guerrera polla que parecía dispuesta a exterminar a toda la tripulación.
Y tras ella, la portentosa tempestad emplumada se acercaba a pasos firmes, lenta pero segura, hasta que estuvimos a su alcance. Reike fue la primera en tratar de pedir clemencia, pero la cereza del pastel vino dada por el peluche parlante que se le acercó a la gallina sin ningún atisbo de instintos de supervivencia y autopreservación -Está demente- Dijo el pelinegro para sí mismo mientras corría de nuevo en busca del timón para, bueno, para nada en realidad porque el barco estaba atascado.
Lo que sucedió a continuación parecía suceder en cámara lenta, con cada palabra que pronunciaba el monito (y vaya que de eso tenía muchas), la gallina se mostraba más y más furiosa, al punto que incluso la mujer polla detuvo sus acciones para contemplar con horror la manera tan descarada en la que Koru hacía enojar cada vez más a aquella monstruosa entidad.
Maten al peluche, o causará un desastre- Dijo Destino sin dudarlo y para sorpresa, la mujer polla saltó de inmediato con un ataque dirigido a separar la cabeza del mono del resto de su cuerpo. Lamentablemente su velocidad no fue suficiente para detener el desastre que se aproximaba.
No hubo escape posible, no había salvación, todos dejaron lo que hacían para gritarle al mono que se detuviera, pero todo esfuerzo fue en vano, antes de poder reaccionar el piso bajo los pies de la gallina comenzó a desintegrarse y en apenas un parpadeo todo se puso blanco, como si la realidad entera desapareciera y todos fuéramos abrazados por la nada misma.
Muuu- Fue lo siguiente que escuchó Destino, seguido de -Hagan lo que dice, de prisa- Destino abrió los ojos lentamente, sin saber qué había pasado. El barco estaba de nuevo en el mar, avanzaban hacia un ritmo desconocido, pero había una gran diferencia, esta vez el barco estaba capitaneado por una mujer bestia a la que llamaban con sumo respeto “Sailor Moo”. El ambiente en el barco era otro, todo más tranquilo y ordenado, quizás porque la vaca sí sabía poner orden en la tripulación y todos obedecían sus órdenes.
Muuu- Volvió a decir la vaca, ante lo cual todos se dieron prisa para dirigir el barco al frente, a máxima velocidad con rumbo hacia donde fuera que la vaca había dicho -Muuu- Volvió a decir la vaca y el encargado del timón lo giró a la izquierda cambiando el rumbo -¿Pero qué está pasando? ¿Esto qué es?- Preguntó el elfo sin saber o entender lo que había pasado ¿Qué había sido el resplandor blanco? ¿Y dónde estaban ahora?
Aquellos misterios estaban por resolverse, afortunadamente un vistazo rápido del elfo le ayudó a ver que los demás compañeros de su viaje ya comenzaban a aparecer en diferentes lados del barco, algunos salían de adentro de unos barriles, otros simplemente parecían estar dormidos en el piso, pero de cualquier manera, al menos estaban vivos y a salvo, aparentemente a salvo.
Y no es que aquello fuera una competencia, pero hasta ahora Destino le iba ganando a la bruja, lo triste es que todos los que deberían estar siguiendo esas instrucciones estaban cada vez más confundidos, quizá sería de ayuda saber lo que era una cofa. De cualquier manera, Destino tuvo que hacer a un lado sus deberes de capitán sustituto para contemplar con horror que todo en la isla se había vuelto un caos peor que el que había en el barco -Mira lo que has causado, mala mujer, tu imprudencia va a matar a todos- Le recriminó a Reike solo porque era la que estaba más cerca y porque debía mantenerse como figura de autoridad.
Pero conejos que se multiplicaban, langospiones asesinos sumidos en una batalla serían el menor de los problemas cuando de la nada y sin aviso apareció aquella misteriosa e imponente figura emplumada. Todo el cuerpo del elfo fue sacudido por un súbito escalofrío ante la sola presencia de aquella criatura, sus pasos hacían temblar la tierra, sus aleteos desquebrajaban el viento, sus cacareos sembraban terror en el corazón de sus enemigos.
Hay que alejarse de este lugar, y de ese espantoso ser- Murmuró el elfo con sus piernas temblando antes aquella criatura tan imponente y escalofriante, esos casi 30 centímetros de poder absoluto hicieron que Destino sintiera el verdadero terror, y se pondría aún peor. Antes que el elfo pudiera formar un plan de escape, una granada de humo alcanzó el barco y de ella emergió una ágil e intrépida guerrera polla que parecía dispuesta a exterminar a toda la tripulación.
Y tras ella, la portentosa tempestad emplumada se acercaba a pasos firmes, lenta pero segura, hasta que estuvimos a su alcance. Reike fue la primera en tratar de pedir clemencia, pero la cereza del pastel vino dada por el peluche parlante que se le acercó a la gallina sin ningún atisbo de instintos de supervivencia y autopreservación -Está demente- Dijo el pelinegro para sí mismo mientras corría de nuevo en busca del timón para, bueno, para nada en realidad porque el barco estaba atascado.
Lo que sucedió a continuación parecía suceder en cámara lenta, con cada palabra que pronunciaba el monito (y vaya que de eso tenía muchas), la gallina se mostraba más y más furiosa, al punto que incluso la mujer polla detuvo sus acciones para contemplar con horror la manera tan descarada en la que Koru hacía enojar cada vez más a aquella monstruosa entidad.
Maten al peluche, o causará un desastre- Dijo Destino sin dudarlo y para sorpresa, la mujer polla saltó de inmediato con un ataque dirigido a separar la cabeza del mono del resto de su cuerpo. Lamentablemente su velocidad no fue suficiente para detener el desastre que se aproximaba.
No hubo escape posible, no había salvación, todos dejaron lo que hacían para gritarle al mono que se detuviera, pero todo esfuerzo fue en vano, antes de poder reaccionar el piso bajo los pies de la gallina comenzó a desintegrarse y en apenas un parpadeo todo se puso blanco, como si la realidad entera desapareciera y todos fuéramos abrazados por la nada misma.
Muuu- Fue lo siguiente que escuchó Destino, seguido de -Hagan lo que dice, de prisa- Destino abrió los ojos lentamente, sin saber qué había pasado. El barco estaba de nuevo en el mar, avanzaban hacia un ritmo desconocido, pero había una gran diferencia, esta vez el barco estaba capitaneado por una mujer bestia a la que llamaban con sumo respeto “Sailor Moo”. El ambiente en el barco era otro, todo más tranquilo y ordenado, quizás porque la vaca sí sabía poner orden en la tripulación y todos obedecían sus órdenes.
Muuu- Volvió a decir la vaca, ante lo cual todos se dieron prisa para dirigir el barco al frente, a máxima velocidad con rumbo hacia donde fuera que la vaca había dicho -Muuu- Volvió a decir la vaca y el encargado del timón lo giró a la izquierda cambiando el rumbo -¿Pero qué está pasando? ¿Esto qué es?- Preguntó el elfo sin saber o entender lo que había pasado ¿Qué había sido el resplandor blanco? ¿Y dónde estaban ahora?
Aquellos misterios estaban por resolverse, afortunadamente un vistazo rápido del elfo le ayudó a ver que los demás compañeros de su viaje ya comenzaban a aparecer en diferentes lados del barco, algunos salían de adentro de unos barriles, otros simplemente parecían estar dormidos en el piso, pero de cualquier manera, al menos estaban vivos y a salvo, aparentemente a salvo.
- Capitana Sailor Moo:
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[1] Algo ha pasado tras el resplandos blanco que engulló a todos, y ahora todo parece estar siendo normal en el barco, salvo por la misteriosa capitana ¿Qué habrá sucedido con la gallina? ¿Habrá relación entre el resplandor blanco, la leche y la vaca que solo dice Muuu pero todos parecen entenderle o será simplemente un pnj improvisado porque daba risa? Lo averiguaremos en el siguiente episodio titulado: "Sí hay relación entre el resplandor blanco, la leche y la vaca que solo dice Muuu pero todos parecen entenderle".
Destino
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Re: Se rompen algas a domicilio [Libre, 6/4]
El rubio había logrado llegar al barco a tiempo, solo para ser engullido por una explosión de luz que le encegueció por unos segundos, cuando volvió en si, se encontraba tomando sol en un costado del barco, y su enorme espada estaba siendo usada como reflector, ya saben para tener un bronceado mas completo(?)
-¿Qué rayos esta pasando?-
-Claramente nos estamos bronceando-
-¿Eh?-
El rubio observo al individuo que estaba al lado suyo, usando lo que se podría denominar un traje de baño muy pequeño, el capitán Ron Pez Crotos se encontraba de vuelta en el barco del cual había huido en primer lugar.
-Yo te vi huir-
-Y yo te he visto morir y, sin embargo, acá estamos los dos-
-Eso... ¿Como?-
-Mejor disfruta la vida, ¿podrías mover tu espada un poco mas a la derecha?, me bloquea la vista de las pollitas que nos acompañan-
-¿Qué?-
Zelas entonces se volteo para ver una hilera de gallinas con bikinis tomando sol
-Bueno ya he visto suficiente- señalo el rubio para levantarse y tomar su espada, mientras escuchaba al ex-capitan comenzar a coquetear con las "pollitas", el rubio necesitaba saber que diantres estaba ocurriendo en ese barco, sin mas comenzó a caminar en dirección al lugar donde se debería encontrar el capitán, topándose con un variopinto grupo de individuos a los cuales ignoro por completo puesto que no tenia ganas de socializar, fue entonces que un poderoso -Muuuuuuuu- resonó por todo el barco haciendo que mágicamente las ropas de personas al azar cambiaran por unos extraños vestidos de marineras, una de esas personas fue el mismo Hazelas quien ahora se encontraba con un uniforme que dejaba bastante poco a la imaginación, sin embargo, seguía usando sus botas.
-Lo que faltaba- se dijo el rubio para si mismo mientras se acercaba a una chica que se encontraba ahí y le robaba sus tacones. -Oye ¿Por qué haces eso?- preguntaría la chica al notar como el rubio le quitaba los tacones y le dejaba sus botas. -Bueno es que tiene que combinar ¿no?- respondió el no-elfo mientras procedía a caminar de nueva cuenta hacia donde debería estar el capitán, el sonido de sus tacones denotaba que el rubio iba a exigir una explicación por todo eso(?)
-¿Qué rayos esta pasando?-
-Claramente nos estamos bronceando-
-¿Eh?-
El rubio observo al individuo que estaba al lado suyo, usando lo que se podría denominar un traje de baño muy pequeño, el capitán Ron Pez Crotos se encontraba de vuelta en el barco del cual había huido en primer lugar.
-Yo te vi huir-
-Y yo te he visto morir y, sin embargo, acá estamos los dos-
-Eso... ¿Como?-
-Mejor disfruta la vida, ¿podrías mover tu espada un poco mas a la derecha?, me bloquea la vista de las pollitas que nos acompañan-
-¿Qué?-
Zelas entonces se volteo para ver una hilera de gallinas con bikinis tomando sol
- Si yo lo pensé ustedes lo ven(?):
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-Bueno ya he visto suficiente- señalo el rubio para levantarse y tomar su espada, mientras escuchaba al ex-capitan comenzar a coquetear con las "pollitas", el rubio necesitaba saber que diantres estaba ocurriendo en ese barco, sin mas comenzó a caminar en dirección al lugar donde se debería encontrar el capitán, topándose con un variopinto grupo de individuos a los cuales ignoro por completo puesto que no tenia ganas de socializar, fue entonces que un poderoso -Muuuuuuuu- resonó por todo el barco haciendo que mágicamente las ropas de personas al azar cambiaran por unos extraños vestidos de marineras, una de esas personas fue el mismo Hazelas quien ahora se encontraba con un uniforme que dejaba bastante poco a la imaginación, sin embargo, seguía usando sus botas.
- Sailor Hazelas:
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-Lo que faltaba- se dijo el rubio para si mismo mientras se acercaba a una chica que se encontraba ahí y le robaba sus tacones. -Oye ¿Por qué haces eso?- preguntaría la chica al notar como el rubio le quitaba los tacones y le dejaba sus botas. -Bueno es que tiene que combinar ¿no?- respondió el no-elfo mientras procedía a caminar de nueva cuenta hacia donde debería estar el capitán, el sonido de sus tacones denotaba que el rubio iba a exigir una explicación por todo eso(?)
Zelas Hazelmere
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Re: Se rompen algas a domicilio [Libre, 6/4]
Efectivamente, morimos. Ni siquiera tuve alguna oportunidad de... Bueno, sí que las tuve: con mi velocidad era posible que interviniera y evitara la catástrofe, pero la perplejidad que me gatilló la actitud del mono me impidió siquiera asimilar la absurda situación. Al final, moriría a manos... o a ¿alas? de una gallina mágica enfurecida por las preguntas de un niño mono, resultado que ni seres inmortales de otros mundos o dioses dragones lograron antes... ¿O después? ¿En qué momento tuvo lugar esta aventura disparatada?
En cualquier caso, morimos, pero, como de costumbre, sobrevivimos. Ilesos, incluso. Aunque...
–¿Por qué hay gallinas aquí? –pregunté, nuevamente perplejo, y la vaca en el timón respondió.
–Muuu.
Y tenía razón. No encontré fallas en su lógica, así que di por resuelta la cuestión.
–¿Y dónde está Xana? –pregunté, más para mí mismo que para la vaca. Busqué a mi alrededor, aprovechando para contar cabezas, notando con alivio que no faltaba nadie. De hecho, había más que antes, lo cual era raro, especialmente cuando la cantidad de cabezas no concordaba con la cantidad de cuerpos, pero, como bien decía mi difunto abuelo del que jamás escuché hablar en mi vida, «más vale que sobren a que falten».
–Muuu –indicó la vaca, interrumpiendo mis innecesarias cavilaciones.
Me giré en la dirección que dijo, descubriendo al fin a Xana. Sonreí y esa sonrisa murió apenas nació, y el perpetrador del crimen fue la anormalidad ante mí.
–¿Por qué estás usando ese traje tan raro? –pregunté frunciendo la nariz, pues que ella aceptara vestir algo así sin invertir un largo tiempo para convencerla era algo nunca antes visto... Creo.
Ella se volteó hacia mí y, con pesimista resignación, suspiró.
–Diría lo mismo –me contestó–, pero siempre llevas algo raro. Al menos ahora vamos a juego.
–¿Eh?
Finalmente me percaté de dos cosas: uno, que de nuevo mi atuendo había cambiado, pasando de vestir de marinera a vestir de marinera lunar; dos, que no veía nada, y era debido a una venda que cubría mis ojos.
–Vacapitana, ¿por qué? –quise saber.
–Muuu –respondió con calma, dejando todo tan claro como la leche.
–Está bien –asentí–, suficiente de hacer preguntas estúpidas. Vamos a encargarnos de lo que importa: buscar a la polla blanca asesina y castigarla por la gloria de la luna –sentencié y choqué el puño contra mi pecho para enfatizar..., no sé, la doble referencia, quizás.
–¿Qué? –soltó alguien atascado dentro de un barril, siendo su cabeza lo único fuera del recipiente. De alguna manera, la magia marinera también lo alcanzó y llevaba el traje, pero no en su cuerpo, sino que era el barril lo que lo llevaba–. ¿A nadie le parece extraño esa vaca, esta situación, lo de la gallina, esta...? Lo que sea que está pasando –se quejaba. Miró a la persona más cercana a él–. Tú, responde: ¿qué demonios pasó aquí? –interpeló.
–Es mejor no saber –le contestó el otro, lacónico, y siguió con sus quehaceres.
–¿Ah? Pero ¿qué dices? –Desvió su mirada al siguiente más cercano–. Tú: ¿entiendes lo que pasa?
–Es mejor no saber –respondió su interlocutor, negando suavemente con la cabeza y con un sombrío brillo en los ojos.
Señor Barril se estremeció. Se deshizo de su temor y se aferró a su terquedad.
–Saldré de aquí y ya verán, sabré lo que sucede.
Una esfera de luz índigo se estrelló contra él y estalló, enviándolo al mar. Sorprendido, me giré hacia la conjuradora de aquello, es decir, Xana.
–Es mejor no saber –respondió a la duda que no alcanzó a salir de mis labios.
Esta vez fui yo quien se estremeció. Con cautela, me alejé de ella y fui a ver el estado del Señor Barril, pero no vi nada gracias a la venda en mis ojos.
–Descuida, estará bien –dijo Xana mientras sacudía una mano para restarle importancia–. Los tiburones marineras lo cuidarán bien.
En el agua estaban los susodichos, unos hombres-bestia con mente de tiburón, todos nadando alrededor de Señor Barril. Al verme, los tiburones me mostraron un pulgar... Una aleta arriba.
–No sé, no me convence –tuve que decir–. ¿Tú que opinas? –le pregunté a la vaca.
–Muuu –sentenció.
–Si tú lo dices, debe ser verdad –dije dejando de preocuparme demás.
–Pues bien –dijo Xana, extendiendo una mano hacia mí como una invitación–, dejemos de perder más tiempo y vayamos a nuestra misión. –Dicho eso, una sonrisa juguetona se asomó en sus labios, escondiendo detrás un aura de muerte y perdición, y no me refiero al mal aliento.
En cualquier caso, morimos, pero, como de costumbre, sobrevivimos. Ilesos, incluso. Aunque...
–¿Por qué hay gallinas aquí? –pregunté, nuevamente perplejo, y la vaca en el timón respondió.
–Muuu.
Y tenía razón. No encontré fallas en su lógica, así que di por resuelta la cuestión.
–¿Y dónde está Xana? –pregunté, más para mí mismo que para la vaca. Busqué a mi alrededor, aprovechando para contar cabezas, notando con alivio que no faltaba nadie. De hecho, había más que antes, lo cual era raro, especialmente cuando la cantidad de cabezas no concordaba con la cantidad de cuerpos, pero, como bien decía mi difunto abuelo del que jamás escuché hablar en mi vida, «más vale que sobren a que falten».
–Muuu –indicó la vaca, interrumpiendo mis innecesarias cavilaciones.
Me giré en la dirección que dijo, descubriendo al fin a Xana. Sonreí y esa sonrisa murió apenas nació, y el perpetrador del crimen fue la anormalidad ante mí.
–¿Por qué estás usando ese traje tan raro? –pregunté frunciendo la nariz, pues que ella aceptara vestir algo así sin invertir un largo tiempo para convencerla era algo nunca antes visto... Creo.
Ella se volteó hacia mí y, con pesimista resignación, suspiró.
–Diría lo mismo –me contestó–, pero siempre llevas algo raro. Al menos ahora vamos a juego.
–¿Eh?
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Finalmente me percaté de dos cosas: uno, que de nuevo mi atuendo había cambiado, pasando de vestir de marinera a vestir de marinera lunar; dos, que no veía nada, y era debido a una venda que cubría mis ojos.
–Vacapitana, ¿por qué? –quise saber.
–Muuu –respondió con calma, dejando todo tan claro como la leche.
–Está bien –asentí–, suficiente de hacer preguntas estúpidas. Vamos a encargarnos de lo que importa: buscar a la polla blanca asesina y castigarla por la gloria de la luna –sentencié y choqué el puño contra mi pecho para enfatizar..., no sé, la doble referencia, quizás.
–¿Qué? –soltó alguien atascado dentro de un barril, siendo su cabeza lo único fuera del recipiente. De alguna manera, la magia marinera también lo alcanzó y llevaba el traje, pero no en su cuerpo, sino que era el barril lo que lo llevaba–. ¿A nadie le parece extraño esa vaca, esta situación, lo de la gallina, esta...? Lo que sea que está pasando –se quejaba. Miró a la persona más cercana a él–. Tú, responde: ¿qué demonios pasó aquí? –interpeló.
–Es mejor no saber –le contestó el otro, lacónico, y siguió con sus quehaceres.
–¿Ah? Pero ¿qué dices? –Desvió su mirada al siguiente más cercano–. Tú: ¿entiendes lo que pasa?
–Es mejor no saber –respondió su interlocutor, negando suavemente con la cabeza y con un sombrío brillo en los ojos.
Señor Barril se estremeció. Se deshizo de su temor y se aferró a su terquedad.
–Saldré de aquí y ya verán, sabré lo que sucede.
Una esfera de luz índigo se estrelló contra él y estalló, enviándolo al mar. Sorprendido, me giré hacia la conjuradora de aquello, es decir, Xana.
–Es mejor no saber –respondió a la duda que no alcanzó a salir de mis labios.
Esta vez fui yo quien se estremeció. Con cautela, me alejé de ella y fui a ver el estado del Señor Barril, pero no vi nada gracias a la venda en mis ojos.
–Descuida, estará bien –dijo Xana mientras sacudía una mano para restarle importancia–. Los tiburones marineras lo cuidarán bien.
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En el agua estaban los susodichos, unos hombres-bestia con mente de tiburón, todos nadando alrededor de Señor Barril. Al verme, los tiburones me mostraron un pulgar... Una aleta arriba.
–No sé, no me convence –tuve que decir–. ¿Tú que opinas? –le pregunté a la vaca.
–Muuu –sentenció.
–Si tú lo dices, debe ser verdad –dije dejando de preocuparme demás.
–Pues bien –dijo Xana, extendiendo una mano hacia mí como una invitación–, dejemos de perder más tiempo y vayamos a nuestra misión. –Dicho eso, una sonrisa juguetona se asomó en sus labios, escondiendo detrás un aura de muerte y perdición, y no me refiero al mal aliento.
Rauko
Aerandiano de honor
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Re: Se rompen algas a domicilio [Libre, 6/4]
Zero recibió las esferas peludas de manos de Koru, intentando que no cayeran al suelo mientras escuchaba las explicaciones del muchacho acerca de su inexistente capacidad para comunicarse verbalmente. Acercó la nariz a la parte blanca que mostraba una de las mitades de la que había sido abierta y aspiró su aroma con cierto interés.
—Creo que es algún tipo de fruto —dijo, aunque Koru ya había cambiado de tema.
Mientras tanto, Valeria respiró hondo, tratando de alejar la furia que amenazaba con enturbiar su juicio con cada palabra sin sentido que salía de boca de aquel elfo que había decidido tomar una capitanía para la que claramente no estaba preparado. Enfocó sus emociones en extender su éter en torno al cuchillo que había liberado bajo su muñeca. Un cortecito, solo uno. Quizá rebanarle el pescuezo sería visto como algo excesivo por el resto de la tripulación, pero un buen trasquilón en esa larga, espesa y brillante melena…
Los deseos de venganza murieron de forma instantánea cuando Zero le señaló tímidamente un peligro más acuciante que un capitán incompetente. ¿Es que el chiquillo peludo no tenía ningún aprecio por su vida?
—Koru —llamó Valeria, tratando de mantener la voz más calmada que el resto de marineros que intentaban llamar su atención—, aléjate de…
Pero ya era demasiado tarde.
El fogonazo de luz la dejó ciega. O eso fue lo que pensó al principio pues, una vez que consiguió dominar el ataque de pánico que le sobrevino con la oscuridad total, se dio cuenta de que la negrura no era tan absoluta.
Estaba acurrucada en una habitación diminuta. No, no era exactamente una habitación, era algún tipo de contenedor. Olía a una mezcla de fruta podrida y ¿roble? Eso explicaba las paredes combadas y la fina línea de luz que se filtraba desde arriba.
Envió un impulso de éter que hizo saltar la tapa del barril y se asomó al exterior justo a tiempo de ver cómo un barril igualmente ocupado era expulsado por la borda, por lo que se apresuró a salir del suyo.
—¡Señorita Reike, por fin la encuentro! —dijo Zero corriendo hacia ella.
—¿Qué llevas puesto? —preguntó Valeria mientras se acercaba el brazo a la cara para oler su ropa. Arrugó la nariz y añadió—: ¿Cuánto tiempo llevo ahí dentro?
—Eh, no estoy seguro —dijo el muchacho, mientras observaba su propia vestimenta.
El chico parecía tan confundido como ella, si bien no era el único con un modelito similar. Aunque no fue eso lo que más llamó la atención de la bruja en aquel momento.
—¡Nos movemos! ¿Cuándo hemos salido de la isla?
—¿La isla?
Pero Valeria perdió el interés en la conversación cuando alcanzó a ver al niño mono. El temerario mozalbete peludo que, de alguna manera, estaba en el centro de todas las cosas extrañas que le habían sucedido desde que embarcara en aquella trampa flotante.
—¡Koru! —llamó—, ¿no querías ver magia? Pásame esa vara tuya.
Antes de que el excitable muchacho tuviera tiempo de despistarse con el vuelo de una gaviota, Valeria extendió su alcance y, arrebatándole el bastón con un repentino tirón de éter, lo hizo levitar hasta donde ella y Zero se encontraban. Para cuando llegó el bastón, ya había arrancado un par de planchas del barril que acababa de abandonar. Las ató rápidamente a la vara, con ayuda de la ridícula corbata de Zero y, sin detenerse a observar el horríblemente deforme muñeco que acababa de crear, dibujó con rapidez un conjunto de runas en el bastón(1).
—Ve y dale un coscorrón a tu amo —le susurró al espantajo.
De alguna manera, aquello hizo que se sintiera un poco mejor.
----------
OFF: (1) Uso la técnica Asistente arcano en el arma de Koru, por los loles: Trazas con cuidado runas sobre un muñeco, figura de barro o similar, que no puede superar los 30 centímetros de altura. Éste cobrará vida por 10 minutos, realizando tareas para ti. No tomará decisiones, más que seguir al pie de la letra tus instrucciones. Es algo torpe y no puede realizar acciones de combate.
Vamos a suponer que los 30 centímetros se compensan con el hecho de que es un palo. Diviértete con tu juguete, dura 10 minutos xD
—Creo que es algún tipo de fruto —dijo, aunque Koru ya había cambiado de tema.
Mientras tanto, Valeria respiró hondo, tratando de alejar la furia que amenazaba con enturbiar su juicio con cada palabra sin sentido que salía de boca de aquel elfo que había decidido tomar una capitanía para la que claramente no estaba preparado. Enfocó sus emociones en extender su éter en torno al cuchillo que había liberado bajo su muñeca. Un cortecito, solo uno. Quizá rebanarle el pescuezo sería visto como algo excesivo por el resto de la tripulación, pero un buen trasquilón en esa larga, espesa y brillante melena…
Los deseos de venganza murieron de forma instantánea cuando Zero le señaló tímidamente un peligro más acuciante que un capitán incompetente. ¿Es que el chiquillo peludo no tenía ningún aprecio por su vida?
—Koru —llamó Valeria, tratando de mantener la voz más calmada que el resto de marineros que intentaban llamar su atención—, aléjate de…
Pero ya era demasiado tarde.
El fogonazo de luz la dejó ciega. O eso fue lo que pensó al principio pues, una vez que consiguió dominar el ataque de pánico que le sobrevino con la oscuridad total, se dio cuenta de que la negrura no era tan absoluta.
Estaba acurrucada en una habitación diminuta. No, no era exactamente una habitación, era algún tipo de contenedor. Olía a una mezcla de fruta podrida y ¿roble? Eso explicaba las paredes combadas y la fina línea de luz que se filtraba desde arriba.
Envió un impulso de éter que hizo saltar la tapa del barril y se asomó al exterior justo a tiempo de ver cómo un barril igualmente ocupado era expulsado por la borda, por lo que se apresuró a salir del suyo.
—¡Señorita Reike, por fin la encuentro! —dijo Zero corriendo hacia ella.
—¿Qué llevas puesto? —preguntó Valeria mientras se acercaba el brazo a la cara para oler su ropa. Arrugó la nariz y añadió—: ¿Cuánto tiempo llevo ahí dentro?
—Eh, no estoy seguro —dijo el muchacho, mientras observaba su propia vestimenta.
- vestimenta de zero porque me niego a vestir a Reike de marinerita:
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El chico parecía tan confundido como ella, si bien no era el único con un modelito similar. Aunque no fue eso lo que más llamó la atención de la bruja en aquel momento.
—¡Nos movemos! ¿Cuándo hemos salido de la isla?
—¿La isla?
Pero Valeria perdió el interés en la conversación cuando alcanzó a ver al niño mono. El temerario mozalbete peludo que, de alguna manera, estaba en el centro de todas las cosas extrañas que le habían sucedido desde que embarcara en aquella trampa flotante.
—¡Koru! —llamó—, ¿no querías ver magia? Pásame esa vara tuya.
Antes de que el excitable muchacho tuviera tiempo de despistarse con el vuelo de una gaviota, Valeria extendió su alcance y, arrebatándole el bastón con un repentino tirón de éter, lo hizo levitar hasta donde ella y Zero se encontraban. Para cuando llegó el bastón, ya había arrancado un par de planchas del barril que acababa de abandonar. Las ató rápidamente a la vara, con ayuda de la ridícula corbata de Zero y, sin detenerse a observar el horríblemente deforme muñeco que acababa de crear, dibujó con rapidez un conjunto de runas en el bastón(1).
—Ve y dale un coscorrón a tu amo —le susurró al espantajo.
De alguna manera, aquello hizo que se sintiera un poco mejor.
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OFF: (1) Uso la técnica Asistente arcano en el arma de Koru, por los loles: Trazas con cuidado runas sobre un muñeco, figura de barro o similar, que no puede superar los 30 centímetros de altura. Éste cobrará vida por 10 minutos, realizando tareas para ti. No tomará decisiones, más que seguir al pie de la letra tus instrucciones. Es algo torpe y no puede realizar acciones de combate.
Vamos a suponer que los 30 centímetros se compensan con el hecho de que es un palo. Diviértete con tu juguete, dura 10 minutos xD
Reike
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Re: Se rompen algas a domicilio [Libre, 6/4]
Con la boca tan abierta como era capaz, Koru no se lo podía creer.
Estaba claro que debía tener cuidado. ¡¡SuperKoru OjosdeSol!! Los bichos muchipata ya no estaban, ni las cosas raras que habían salido del agua grande. Ni el pájaro con gorro. No sabía cómo lo había hecho, pero su poder los había cambiado de sitio. Orgulloso de sí mismo, como debía ser, miró a todos lados. Todos lo que consideraba buena gente estaban allí, como Reike, Cero o Pelonieve. Claro, asintió cerrando los ojos un momento, él no les habría hecho daño. Tenía razón.
Corrió de aquí para allá, asombrado. ¡¡GENTE NUEVA EN LA MONTAÑA DE MADERA!! Se acercó veloz al animal que había hablado justo antes con Pelonieve y Carapintada. El chico rio al ver la ropa extraña de todos. Infló el pecho para hablar, pero ella se le adelantó.
-Muuuu
-No iba a preguntar eso. Bueno sí, pero más luego. ¿Cuándo llegaste? ¿Cómo? ¿Viste como nos cambié de sitio? Soy Koru, del bosque. Bueno, SuperKoru-Ojos-de-Sol. ¿Tienes otro gorro? Esos pájaros no tienen, me gustaba el del otro pero se fue. Tengo amigos peces buena gente. Creo que no saben hacer gorros. Les preguntaré, otro día. ¿Puedes hablar debajo del agua? ¿Conoces a Reike, Cero, Carapintada, Pelonieve y Pelosol? ¿Tienes amigos? ¿Son como tú? Tienes la cabeza grande.
-Muuuu
-Reike es rois, no puedes mandar más que ella- la amonestó con el dedo índice- Decir mentiras está mal. ¿Tienes manzanas? Te perdono por dos. Yo tenía frutapelosas, pero se han ido- torció el gesto mirándose las manos. Intentó que aparecieran, pero las frutapelosas no le obedecieron. A lo mejor eran poderosas. Esa idea lo hizo mirar a un lado. ¡¿Y SI TODAS LAS COSAS RARAS HABÍAN INTENTADO RESCATAR A LAS FRUTAPELOSAS? ¡Y ELLAS NO LE HABÍAN HABLADO! Enfadado, puso esas cosas junto a los bichos muchipata, los tododientes y las tortugas- Tu ropa es rara.
-Muuu
Koru pasó entonces sus grandes ojos de ella a sí mismo, y luego a todos los demás que podía ver alrededor.
-Pues no vale, yo qu…
Entonces escuchó la voz de Reike, y su boca volvió a hacer una O perfecta cuando su palo saltó de su manita y se fue con ella. ¡HABÍA DICHO MAGIA! ¡¡ESTABA ARQUISTEANDO!!
Abrió los brazos riendo cuando su palo volvió hacia él con las cosas que le habían pegado, ¡ahora seguro que hablaría!
Al menos hasta que su frente chocó contra él, que no se detuvo, esquivando sus manos. Mareado, Koru cayó hacia atrás. Volvió a sentarse, enfurruñado, llevándose los dedos de las dos manos al golpe.
-¡PALO MALO! ¡ERES TONTO!- Para su sorpresa, volvió a intentar pegarle, pero Koru lo esquivó, y saltando, giró sobre sí en el aire, agarrándose al trozo de metal arquisteado hasta con la cola- ¿Cómo caminas? ¿Tienes patas invisibles? -pasó la cola por debajo, pero no sintió nada- ¿Por qué me pegaste? ¿Sabes hablar? ¿Eres amigo de Reike? ¿Cómo es ser un palo? No tienes manos ¿Tienes hambre? ¿Ahora puedes comer? ¿Te acuerdas de la tortuga volosa? ¿Nos hacemos gorros? Yo no sé, pero aprendo, porque soy muy listo. ¿Tú sabes?
Pero el palo no quiso hablarle, limitándose a flotar a lo largo de la montaña de madera. Desde allí, vio que nadie intentaba ya pegarse con las cosas pinchosas, ahora también había pájaros sin gorro con ropa rara. Miró fijamente al palo para que sintiese sus poderes de OjodeSol y entonces le dijese cosas, pero nada.
-Muuu- dijo el animal cabeza-grande que decía que mandaba cuando pasó a su lado flotando sobre su palo. Éste se paró, y Koru pudo mirar a lo lejos. No hizo fuerza, no quería romper los nidos de la gente grande que se veían muy allá.
-¿Vésar? ¿Qué es Vésar? ¿Hay cosas raras como las que quisieron pegarnos antes? No me gustaban. Abajo hay peces con ropa, son grandes, los he visto. ¿Comes peces? ¿Te sabes muchos? En mi bosque hay agua que corre mucho pero ellos nadan igual. ¿Te gusta el bicocho?
Pero el palo se detuvo cuando casi había llegado junto a Reike y Cero. Koru lo sacudió, y miró apenado a la arquista.
-Se ha cansado. ¿Te dijo como se llamaba? A mi nada. Muu dice que eso es Pínsula, o Vésar, o algo así, pero si hay muchipatas grandes de esos no quiero ir. ¿Sabes si la frutapelosa tenía poderes? ¿Sabes hacer gorros? ¿Mandas mucho? ¿Por qué Cero tiene esa ropa? La mía es normal, no me dieron de esa, pero me gusta más la mía. Me la dio una Pelosol. ¿La conoces? Es más pequeña que Cero. Parecía un dibujo muy bien hecho. Yo sé dibujar, pero no tengo piedras de esas que pintan. Hay peces grandes con ropa- señaló- ¿Desde cuando eres arquista?
Agarró su arma, mirándola de frente.
-Aunque no me hables, somos amigos- decidió. Le había llevado flotando, era buena gente.
Koru´Len
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Re: Se rompen algas a domicilio [Libre, 6/4]
Una vez un gran sabio dijo: “Había una vez un barquito pequeñito, que no podía, que no podía navegar”.
Aquello era una situación muy extraña, Destino miraba a todos lados en busca de una explicación razonable pero por alguna razón, todos parecían muy conformes con la situación actual, nadie parecía tener preguntas y desde luego, nadie tenía respuestas -Bueno, quizá es mejor no saber- Se dijo a sí mismo mientras caminaba, deteniéndose de un salto cuando casi pisó una gallina en traje de baño que deambulaba por esos lados -Muuu- Dijo una vaca en tono muy ofensivo hacia Destino por su descuido al caminar pisando gallinas.
Los más cercanos reaccionaron alarmados ante aquella impresión -Oye, tampoco es para tanto, no lo trates así- El elfo no tenía idea de lo que le habían dicho, pero parecía ser algo muy vulgar. De cualquier forma, la vaca no se detuvo ahí, pues tenía cosas más importantes que hacer, las vacas seguían de prisa las instrucciones de Sailor Moo mientras que todos los tripulantes iniciales parecían bastante contentos, incluso el pequeño animalejo peludo que no paraba de hablar, había encontrado un raro y feo juguete.
Y fue entonces, cuando el pelinegro miró hacia atrás de la embarcación y entendió por qué las vacas tenían tanta prisa, estaban escapando de esa cosa enorme -¿Desde cuándo está ahí esa cosa?- El elfo dejó caer sus brazos al darse cuenta de la magnitud de aquella amenaza contra la que no había más esperanza que hacer lo que ya las vacas parecían estar haciendo: escapar.
¿Desde cuándo nos persigue?- Dijo Destino mientras contemplaba nervioso aquella cosa que superaba por mucho el tamaño del barco -Muuu- Le respondió una vaca que pasaba cerca y que se dio prisa en continuar sus tareas para continuar la fuga. A lo lejos se podía ver claramente lo que los perseguía, era una enorme tortuga con forma de isla, o una isla con forma de enorme tortuga, a fin de cuentas, la impresión era la misma. La embarcación estaba siendo perseguida por una isla veloz y enorme como una tortuga.
No había manera de ganar una batalla contra aquella cosa tan grande, así que la reacción instintiva del elfo fue escapar, aunque sus esperanzas fueron rápidamente mermadas al ver que el barco estaba rodeado de tiburones marineras. El barco capitaneado por Sailor Moo avanzaba a prisa con el viento a favor, pero aquello era solo suerte que se podría terminar en cualquier momento.
De igual forma, la isla tortuga perseguidora se veía cada vez más cerca, escapar no parecía ser una opción, pelear tampoco, no hacer nada tampoco -¿Es la misma isla de antes?- Se preguntó para sí mismo, obviamente no hubo respuesta a aquella pregunta, pero algunos terribles recuerdos vinieron a la mente del elfo, la gallina, el resplandor, algo muy extraño había pasado ahí pero todos actuaban como si nada.
Aquello era una situación muy extraña, Destino miraba a todos lados en busca de una explicación razonable pero por alguna razón, todos parecían muy conformes con la situación actual, nadie parecía tener preguntas y desde luego, nadie tenía respuestas -Bueno, quizá es mejor no saber- Se dijo a sí mismo mientras caminaba, deteniéndose de un salto cuando casi pisó una gallina en traje de baño que deambulaba por esos lados -Muuu- Dijo una vaca en tono muy ofensivo hacia Destino por su descuido al caminar pisando gallinas.
Los más cercanos reaccionaron alarmados ante aquella impresión -Oye, tampoco es para tanto, no lo trates así- El elfo no tenía idea de lo que le habían dicho, pero parecía ser algo muy vulgar. De cualquier forma, la vaca no se detuvo ahí, pues tenía cosas más importantes que hacer, las vacas seguían de prisa las instrucciones de Sailor Moo mientras que todos los tripulantes iniciales parecían bastante contentos, incluso el pequeño animalejo peludo que no paraba de hablar, había encontrado un raro y feo juguete.
Y fue entonces, cuando el pelinegro miró hacia atrás de la embarcación y entendió por qué las vacas tenían tanta prisa, estaban escapando de esa cosa enorme -¿Desde cuándo está ahí esa cosa?- El elfo dejó caer sus brazos al darse cuenta de la magnitud de aquella amenaza contra la que no había más esperanza que hacer lo que ya las vacas parecían estar haciendo: escapar.
¿Desde cuándo nos persigue?- Dijo Destino mientras contemplaba nervioso aquella cosa que superaba por mucho el tamaño del barco -Muuu- Le respondió una vaca que pasaba cerca y que se dio prisa en continuar sus tareas para continuar la fuga. A lo lejos se podía ver claramente lo que los perseguía, era una enorme tortuga con forma de isla, o una isla con forma de enorme tortuga, a fin de cuentas, la impresión era la misma. La embarcación estaba siendo perseguida por una isla veloz y enorme como una tortuga.
No había manera de ganar una batalla contra aquella cosa tan grande, así que la reacción instintiva del elfo fue escapar, aunque sus esperanzas fueron rápidamente mermadas al ver que el barco estaba rodeado de tiburones marineras. El barco capitaneado por Sailor Moo avanzaba a prisa con el viento a favor, pero aquello era solo suerte que se podría terminar en cualquier momento.
De igual forma, la isla tortuga perseguidora se veía cada vez más cerca, escapar no parecía ser una opción, pelear tampoco, no hacer nada tampoco -¿Es la misma isla de antes?- Se preguntó para sí mismo, obviamente no hubo respuesta a aquella pregunta, pero algunos terribles recuerdos vinieron a la mente del elfo, la gallina, el resplandor, algo muy extraño había pasado ahí pero todos actuaban como si nada.
- La isla perseguidora:
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Ok, no es la isla pero está graciosa la imagen
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Tampoco es la isla pero está graciosa la imagen
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Esa sí es la isla
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[1] Mensaje de la isla: ¿pensaron que estaban a salvo? Pues no, chiquitos, voy por ustedes.
Destino
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Re: Se rompen algas a domicilio [Libre, 6/4]
-Esto es... Esto... No puedo caminar bien con esto me aprieta mucho- señalo el no-elfo mientras volvía al interior de la embarcación en busca de ropas un poco mas cómodas, cuando finalmente recupero la comodidad noto como todo el mundo estaba corriendo de un lado al otro del barco.
-¿Qué rayos esta pasando?- preguntaría el rubio viendo como todos corrían de un lugar del barco hacia el otro, fue entonces que se percato de como la isla que habían abandonado aun seguía detrás de ellos -oh, ¿entonces aun no partimos?- pregunto a una de las vacas, pero esta no le presto atención, estaba ocupada tratando de izar las velas, Zelas entonces observo por una orilla del barco y noto que este en efecto se estaba moviendo, no fue hasta que observo de nuevo en dirección a la isla que noto que esta era un tortuga gigante.
-Oh.... AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA- grito el rubio asustado mientras comenzaba a correr de un lado al otro del barco asustado ante la posibilidad de morir por segunda vez después de tan poco tiempo de haber obtenido un cuerpo nuevo, el rubio corrió rápidamente para ayudar a la vaca a izar la vela, sin embargo, el impulso del viento no seria suficiente.
-Necesitamos remos! todos los remos posibles y que todos los que puedan remar lo hagan! pasa la voz!- señalo el rubio mientras notaba un remo ridículamente grande colgado en un costado del barco, Zelas no dudaría y lo tomaría para posicionarse a un lado del barco con el remo gigante y trataría de hacer su parte para alejar al barco de la amenaza que la isla gigante tortuga representaba, lo que no esperaba era que un grupo de hombres bestia renos aparecieran a su lado.
-Ehm... ¿Tu estabas buscando a los nuestros?- preguntaría un reno de nariz azul.
-¿Eh?, ¿Qué fue lo que te dijeron?- respondería con otra pregunta el rubio.
-Una vaca apareció corriendo y gritando "necesitamos renos, todos los renos posibles, y que todos los que puedan rimar lo hagan!, panza atroz"- respondería el reno rascándose la cabeza.
-Voy a morir otra vez....- señalo el no-elfo para si mismo mientras retomaba su trabajo ahora con un poco menos de esperanza.
-¿Qué rayos esta pasando?- preguntaría el rubio viendo como todos corrían de un lugar del barco hacia el otro, fue entonces que se percato de como la isla que habían abandonado aun seguía detrás de ellos -oh, ¿entonces aun no partimos?- pregunto a una de las vacas, pero esta no le presto atención, estaba ocupada tratando de izar las velas, Zelas entonces observo por una orilla del barco y noto que este en efecto se estaba moviendo, no fue hasta que observo de nuevo en dirección a la isla que noto que esta era un tortuga gigante.
-Oh.... AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA- grito el rubio asustado mientras comenzaba a correr de un lado al otro del barco asustado ante la posibilidad de morir por segunda vez después de tan poco tiempo de haber obtenido un cuerpo nuevo, el rubio corrió rápidamente para ayudar a la vaca a izar la vela, sin embargo, el impulso del viento no seria suficiente.
-Necesitamos remos! todos los remos posibles y que todos los que puedan remar lo hagan! pasa la voz!- señalo el rubio mientras notaba un remo ridículamente grande colgado en un costado del barco, Zelas no dudaría y lo tomaría para posicionarse a un lado del barco con el remo gigante y trataría de hacer su parte para alejar al barco de la amenaza que la isla gigante tortuga representaba, lo que no esperaba era que un grupo de hombres bestia renos aparecieran a su lado.
-Ehm... ¿Tu estabas buscando a los nuestros?- preguntaría un reno de nariz azul.
-¿Eh?, ¿Qué fue lo que te dijeron?- respondería con otra pregunta el rubio.
-Una vaca apareció corriendo y gritando "necesitamos renos, todos los renos posibles, y que todos los que puedan rimar lo hagan!, panza atroz"- respondería el reno rascándose la cabeza.
-Voy a morir otra vez....- señalo el no-elfo para si mismo mientras retomaba su trabajo ahora con un poco menos de esperanza.
Zelas Hazelmere
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Re: Se rompen algas a domicilio [Libre, 6/4]
Una vez un sabio dijo: No existen las verdades absolutas, y eso es absolutamente cierto.
La situación era muy extraña, pero no me quejaba de mi atuendo. Me veía hermoso y era cómodo sentir la traviesa brisa rozarme bajo mi falda. Eso me hizo olvidar el… Bueno, no sé, todavía no lo recuerdo.
Pero la situación, como era de esperarse, empeoró con la aparición de una amenaza inesperada. Una isla tortuga nos perseguía.
–Jamás he luchado contra una isla, pero podría intentarlo –me ofrecí, aunque nadie pareció escucharme; todos estaban muy metidos en sus labores y en la desesperación de una muerte inminente.
Llevé una mano a mi cabeza para usar mi diadema, pero, para mi sorpresa, no la tenía, y no supe si era porque la perdí en el cambio de atuendo o si esta aventura era anterior al momento en que conseguí dicha diadema.
–Bueno, lo intenté –suspiré con resignación, aunque menos preocupado de lo que debería. Después de todo, una muerte más no era para tanto.
–Exactamente –secundó Xana, también de buen humor–, así que propongo que nos relajemos, disfrutemos del paisaje y aceptemos la muerte.
–Muu –mugió la vaca, con su imponente voz impregnada de ardiente determinación, calentando todos los corazones que sentían el frío del terror, iluminando aquellas almas perdidas en la oscuridad de la desesperanza, y siendo la leche.
–Lo siento, Xana, pero la vaca tiene razón –reconocí, sintiéndome impulsado a unirme a la causa justa que enarbolaba la vaca con sabias y elocuentes palabras. Me acerqué al grupo de renos, decidido, y eché un rápido vistazo en busca de algo en lo que poder ayudar–. ¿Qué necesitan que haga? –pregunté al no hallar en qué ser útil.
–Lo que hace falta es rimar, eso sí es lo que debe primar, o la isla se nos va a arrimar, y yo no te quiero timar, pero con ella no quiero intimar, aun estando en medio del mar, pues no la puedo amar sin mi corazón primero sanar.
Necesité de varios segundos para poder responder algo al reno.
–Bueno, en eso no te puedo ayudar, así que me voy a marchar para que no los pueda perjudicar.
–Pero acabas de rimar como todo un profesional. Si quieres abandonar entonces eres el mal… y así no se puede hacer un buen… ¿anal?
Los demás renos le miraron, decepcionados, asqueados o tristes, y con un breve intercambio de miradas se pusieron de acuerdo para agarrar al reno de la última rima y lo lanzaron al mar para que pudiera reflexionar sin las rimas estropear.
–Muu –ordenó la vaca, con énfasis en la última u.
Miré en la dirección señalada. Entonces comprendí su plan temerario.
–Esa vaca está loca –exclamé en voz baja, pero opté por seguir su orden de dirigirnos hacia lo que parecía ser una tormenta tempestuosa, nido de relámpagos y truenos que nos amenazaban con una conclusión fatal si osábamos adentrarnos en sus brumosas entrañas.
Ayudé a remar y a rimar, usando mi magia potenciadora, junto con los renos, vacas, gallinas y otros seres vivos, mientras los tiburones marineras nos flanqueaban sin hacer más que exhibir sus ropas.
–Ante nada se detengan, no importa quiénes vengan —decía un reno.
–Pero veo que tú no ayudas. De tu labor no huyas –le reprendió otro, el cual lo vio de patas cruzadas–. Deja de mirar y ponte a trabajar. Yo… Al cuerno las rimas, haz algo o yo… Ahm… ¡Sí! Yo le diré a todos a lo que se dedica tu madre.
–¡Ah, ¿entonces eras tú el que estaba con ella anoche?!
–¿Qué?
–¿Qué?
–¡Muu! –nos advirtió la vacapitana.
La tormenta se cernía sobre nosotros, finalmente. El viento huracanado empezó a azotar el barco, y en ella viajaba un fétido olor que, aunque familiar, no supe reconocer. La lluvia también se derramó, furiosa, sobre nosotros, siendo algunas gotas de un sospechoso color lechoso.
–¡Muu! –mugió la vacapitana alzando las patas traseras.
Entonces ocurrió. La verdadera naturaleza de aquella tormenta fue revelada, sin mostrar piedad a las vulnerables mentes incapaces de asimilar la cruel realidad.
Estábamos bajo una lluvia de vacas dentro de una tormenta.
–¡Xana, necesitamos tu ayuda para protegernos de la lluvia vacuna! –llamé mientras las vacas empezaban a caer a nuestro alrededor, pero no encontré a Xana en ningún sitio.
Sin que yo lo supiera, Xana estaba demasiado ocupada luchando, en algún oscuro lugar del barco, contra una copia oscura y marinera de sí misma, de origen y naturaleza insondables, que la había reemplazado tras el gallinazo de luz.
Era una épica batalla, cuyas impresionantes hazañas de las combatientes nadie podría siquiera imaginar, y nunca nadie más que ellas conocerían los impresionantes, cautivadores, inspiradores y conmovedores detalles de aquel mítico enfrentamiento condenado al olvido.
Lo único que Xana podría decirme, tiempo después, cuando al fin encontró fuerzas para hablarme sobre ello, es que escuchar una narración sobre esa batalla generaría un inmediato y profundo entendimiento sobre el origen mismo de la realidad.
Xana lamentó durante toda su vida nunca encontrar las palabras para narrar la batalla como correspondía.
La situación era muy extraña, pero no me quejaba de mi atuendo. Me veía hermoso y era cómodo sentir la traviesa brisa rozarme bajo mi falda. Eso me hizo olvidar el… Bueno, no sé, todavía no lo recuerdo.
Pero la situación, como era de esperarse, empeoró con la aparición de una amenaza inesperada. Una isla tortuga nos perseguía.
–Jamás he luchado contra una isla, pero podría intentarlo –me ofrecí, aunque nadie pareció escucharme; todos estaban muy metidos en sus labores y en la desesperación de una muerte inminente.
Llevé una mano a mi cabeza para usar mi diadema, pero, para mi sorpresa, no la tenía, y no supe si era porque la perdí en el cambio de atuendo o si esta aventura era anterior al momento en que conseguí dicha diadema.
–Bueno, lo intenté –suspiré con resignación, aunque menos preocupado de lo que debería. Después de todo, una muerte más no era para tanto.
–Exactamente –secundó Xana, también de buen humor–, así que propongo que nos relajemos, disfrutemos del paisaje y aceptemos la muerte.
–Muu –mugió la vaca, con su imponente voz impregnada de ardiente determinación, calentando todos los corazones que sentían el frío del terror, iluminando aquellas almas perdidas en la oscuridad de la desesperanza, y siendo la leche.
–Lo siento, Xana, pero la vaca tiene razón –reconocí, sintiéndome impulsado a unirme a la causa justa que enarbolaba la vaca con sabias y elocuentes palabras. Me acerqué al grupo de renos, decidido, y eché un rápido vistazo en busca de algo en lo que poder ayudar–. ¿Qué necesitan que haga? –pregunté al no hallar en qué ser útil.
–Lo que hace falta es rimar, eso sí es lo que debe primar, o la isla se nos va a arrimar, y yo no te quiero timar, pero con ella no quiero intimar, aun estando en medio del mar, pues no la puedo amar sin mi corazón primero sanar.
Necesité de varios segundos para poder responder algo al reno.
–Bueno, en eso no te puedo ayudar, así que me voy a marchar para que no los pueda perjudicar.
–Pero acabas de rimar como todo un profesional. Si quieres abandonar entonces eres el mal… y así no se puede hacer un buen… ¿anal?
Los demás renos le miraron, decepcionados, asqueados o tristes, y con un breve intercambio de miradas se pusieron de acuerdo para agarrar al reno de la última rima y lo lanzaron al mar para que pudiera reflexionar sin las rimas estropear.
–Muu –ordenó la vaca, con énfasis en la última u.
Miré en la dirección señalada. Entonces comprendí su plan temerario.
–Esa vaca está loca –exclamé en voz baja, pero opté por seguir su orden de dirigirnos hacia lo que parecía ser una tormenta tempestuosa, nido de relámpagos y truenos que nos amenazaban con una conclusión fatal si osábamos adentrarnos en sus brumosas entrañas.
Ayudé a remar y a rimar, usando mi magia potenciadora, junto con los renos, vacas, gallinas y otros seres vivos, mientras los tiburones marineras nos flanqueaban sin hacer más que exhibir sus ropas.
–Ante nada se detengan, no importa quiénes vengan —decía un reno.
–Pero veo que tú no ayudas. De tu labor no huyas –le reprendió otro, el cual lo vio de patas cruzadas–. Deja de mirar y ponte a trabajar. Yo… Al cuerno las rimas, haz algo o yo… Ahm… ¡Sí! Yo le diré a todos a lo que se dedica tu madre.
–¡Ah, ¿entonces eras tú el que estaba con ella anoche?!
–¿Qué?
–¿Qué?
–¡Muu! –nos advirtió la vacapitana.
La tormenta se cernía sobre nosotros, finalmente. El viento huracanado empezó a azotar el barco, y en ella viajaba un fétido olor que, aunque familiar, no supe reconocer. La lluvia también se derramó, furiosa, sobre nosotros, siendo algunas gotas de un sospechoso color lechoso.
–¡Muu! –mugió la vacapitana alzando las patas traseras.
Entonces ocurrió. La verdadera naturaleza de aquella tormenta fue revelada, sin mostrar piedad a las vulnerables mentes incapaces de asimilar la cruel realidad.
Estábamos bajo una lluvia de vacas dentro de una tormenta.
–¡Xana, necesitamos tu ayuda para protegernos de la lluvia vacuna! –llamé mientras las vacas empezaban a caer a nuestro alrededor, pero no encontré a Xana en ningún sitio.
Sin que yo lo supiera, Xana estaba demasiado ocupada luchando, en algún oscuro lugar del barco, contra una copia oscura y marinera de sí misma, de origen y naturaleza insondables, que la había reemplazado tras el gallinazo de luz.
Era una épica batalla, cuyas impresionantes hazañas de las combatientes nadie podría siquiera imaginar, y nunca nadie más que ellas conocerían los impresionantes, cautivadores, inspiradores y conmovedores detalles de aquel mítico enfrentamiento condenado al olvido.
Lo único que Xana podría decirme, tiempo después, cuando al fin encontró fuerzas para hablarme sobre ello, es que escuchar una narración sobre esa batalla generaría un inmediato y profundo entendimiento sobre el origen mismo de la realidad.
Xana lamentó durante toda su vida nunca encontrar las palabras para narrar la batalla como correspondía.
Rauko
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Re: Se rompen algas a domicilio [Libre, 6/4]
Valeria se sentía muy cansada. Toda la situación desde que se habían topado con el barco resultaba tan absurda que ya no era capaz de asimilarla. Ni siquiera estaba segura de querer hacerlo.Así que se quedó quieta, observando a Koru jugar con su vara animada, tan extasiado como si fuera el mayor de los hallazgos. ¿Cuándo fue la última vez que ella se había sentido así respecto a algo?
Salió de sus reflexiones cuando el chico mono regresó, al finalizar el efecto del hechizo. Poco había durado el descanso antes de su siguiente avalancha de preguntas.
—Me temo que no se presentó —respondió con una calma nacida del cansancio—. Dijo que su nombre era información confidencial, altamente sensible y no hubo forma de conseguir que cediera en el interrogatorio.
Miró en la dirección que le señalaba el chico. Sí, había tierra en el horizonte, pero demasiado lejos para que su vista pudiera confirmar si se trataba de una isla o algo mayor.
—¿Verisar otra vez? —murmuró.
Zero confirmó la localización con un breve asentimiento, pero el muchacho peludo no se detuvo demasiado tiempo en esa idea, como no se detenía en ninguna otra al parecer.
—No sé qué son o no capaces de hacer esas frutapelosas, no he tejido en mi vida y, desgraciadamente, mando mucho menos de lo que me gustaría. Tampoco tengo la menor idea de dónde ha sacado Zero esa ropa.
El aludido se encogió de hombros ante el comentario. A aquellas alturas, a Valeria no le sorprendió. Dudaba de que nadie supiera nada de nada en ese barco.
Mientras Koru continuaba saltando de un tema al siguiente, Valeria se percató de una oleada de nerviosismo que se extendía por la cubierta, desde la popa. Sacó una barrita de grafito de su bolsa y se la ofreció.
—No recuerdo haber visto nunca a la persona que describes —le dijo—, pero si lo que quieres es dibujar, ten. A mí nunca se me dio bien, de todas formas; apenas lo justo para entenderme con las runas. Y tuve que estudiar y practicar durante muchos años para aprender a animar objetos como tu vara.
Con esas últimas palabras, le revolvió distraídamente el pelo de la cabeza con una mano y se encaminó a la parte trasera del barco para enterarse de lo que estaba ocurriendo. Para ello, tuvo que esquivar a marineros que corrían de un lado a otro sin hacer nada de provecho. Algunos de ellos hablaban en rimas, por alguna razón, pero nadie parecía dispuesto a articular dónde estaba el problema. En cualquier caso, no tuvo que llegar muy lejos para averiguarlo por sí misma.
—¿Eso es…?
Estaba tan asombrada que no fue capaz de terminar la pregunta, pero no hizo falta.
—Sí —respondió Zero.
—Imposible.
—Muchos de los avistamientos de la criatura se presumen falsos, pero no todos.
—Pero, ¿por qué nos persigue? ¿No se supone que son pacíficos?
El muchacho se encogió de hombros y negó brevemente con la cabeza. Mantenía la vista fija en la enorme bestia como si tratara de grabar en su memoria hasta el más mínimo detalle de su aspecto. Como si el gigantesco animal no estuviera ganándoles terreno a un ritmo alarmante y no lo rodeara el caos más absoluto.
El barco viró bruscamente. ¿Por qué habían cambiado de dirección? Se suponía que esas criaturas solo vivían en aguas profundas. Solo tenían que acercarse a tierra lo más rápido posible y estarían a salvo.
Valeria quiso pedirle explicaciones a la capitana, pero tuvo que agarrarse a uno de los mástiles para no caerse cuando la tormenta agitó el barco. ¿Es que esa vaca quería matarlos a todos?
No fue hasta que las otras vacas (vacas-vacas, cuadrúpedos) comenzaron a llover del cielo que comenzó a preguntarse si aquello estaba ocurriendo realmente o se había golpeado la cabeza durante el ataque en la isla.
Salió de sus reflexiones cuando el chico mono regresó, al finalizar el efecto del hechizo. Poco había durado el descanso antes de su siguiente avalancha de preguntas.
—Me temo que no se presentó —respondió con una calma nacida del cansancio—. Dijo que su nombre era información confidencial, altamente sensible y no hubo forma de conseguir que cediera en el interrogatorio.
Miró en la dirección que le señalaba el chico. Sí, había tierra en el horizonte, pero demasiado lejos para que su vista pudiera confirmar si se trataba de una isla o algo mayor.
—¿Verisar otra vez? —murmuró.
Zero confirmó la localización con un breve asentimiento, pero el muchacho peludo no se detuvo demasiado tiempo en esa idea, como no se detenía en ninguna otra al parecer.
—No sé qué son o no capaces de hacer esas frutapelosas, no he tejido en mi vida y, desgraciadamente, mando mucho menos de lo que me gustaría. Tampoco tengo la menor idea de dónde ha sacado Zero esa ropa.
El aludido se encogió de hombros ante el comentario. A aquellas alturas, a Valeria no le sorprendió. Dudaba de que nadie supiera nada de nada en ese barco.
Mientras Koru continuaba saltando de un tema al siguiente, Valeria se percató de una oleada de nerviosismo que se extendía por la cubierta, desde la popa. Sacó una barrita de grafito de su bolsa y se la ofreció.
—No recuerdo haber visto nunca a la persona que describes —le dijo—, pero si lo que quieres es dibujar, ten. A mí nunca se me dio bien, de todas formas; apenas lo justo para entenderme con las runas. Y tuve que estudiar y practicar durante muchos años para aprender a animar objetos como tu vara.
Con esas últimas palabras, le revolvió distraídamente el pelo de la cabeza con una mano y se encaminó a la parte trasera del barco para enterarse de lo que estaba ocurriendo. Para ello, tuvo que esquivar a marineros que corrían de un lado a otro sin hacer nada de provecho. Algunos de ellos hablaban en rimas, por alguna razón, pero nadie parecía dispuesto a articular dónde estaba el problema. En cualquier caso, no tuvo que llegar muy lejos para averiguarlo por sí misma.
—¿Eso es…?
Estaba tan asombrada que no fue capaz de terminar la pregunta, pero no hizo falta.
—Sí —respondió Zero.
—Imposible.
—Muchos de los avistamientos de la criatura se presumen falsos, pero no todos.
—Pero, ¿por qué nos persigue? ¿No se supone que son pacíficos?
El muchacho se encogió de hombros y negó brevemente con la cabeza. Mantenía la vista fija en la enorme bestia como si tratara de grabar en su memoria hasta el más mínimo detalle de su aspecto. Como si el gigantesco animal no estuviera ganándoles terreno a un ritmo alarmante y no lo rodeara el caos más absoluto.
El barco viró bruscamente. ¿Por qué habían cambiado de dirección? Se suponía que esas criaturas solo vivían en aguas profundas. Solo tenían que acercarse a tierra lo más rápido posible y estarían a salvo.
Valeria quiso pedirle explicaciones a la capitana, pero tuvo que agarrarse a uno de los mástiles para no caerse cuando la tormenta agitó el barco. ¿Es que esa vaca quería matarlos a todos?
No fue hasta que las otras vacas (vacas-vacas, cuadrúpedos) comenzaron a llover del cielo que comenzó a preguntarse si aquello estaba ocurriendo realmente o se había golpeado la cabeza durante el ataque en la isla.
Reike
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Re: Se rompen algas a domicilio [Libre, 6/4]
Una vez un gran sabio dijo: “Los sueños son eso que soñamos cuando estamos soñando”
La situación estaba completamente fuera de control, las vacas vagaban, los perros perreaban, rápidamente todo dejaba de tener sentido y por si fuera poco todo aquello, una fuerte e intempestuosa lluvia de vacas se desató de manera repentina haciendo que la navegación fuera mucho más difícil -Protejan las velas- Gritó Destino al darse cuenta del enorme peligro que suponía la lluvia de vacas, pero la orden fue en vano pues una vaca se estrelló violentamente contra el mástil de la vela principal y lo rompió, haciendo que la vela se viniera abajo… otra vez.
¿Qué?- Gritó alguien confundido entre el caos y la orden del elfo -Que se protejan de las velas- Corrigió la orden anterior viendo que todo se venía abajo. Tras aquella vela, las otras tuvieron la misma suerte, incluso parte de la cubierta comenzaba a llenarse de agujeros debido a la lluvia de vacas -Muuuuuuuuuuajajajaja- Dijo una vaca malvada que pasó rodeando el barco en medio del torbellino que comenzaba a formarse.
Ahora sin velas no se podrá ver nada en la oscuridad- Dijo alguien en medio de la tripulación, a lo que las vacas marineras solo respondieron con un seco y desesperanzado -Muuu- Y tenían toda la razón, porque la isla tortuga comenzaba a acercarse cada vez más de prisa -¡Vamos a morir todos!- Gritó alguien histérico entre los tripulantes.
La isla tortuga se acercó cada vez más y más, hasta que la nave estuvo al alcance de sus fauces, la cabeza de la tortuga emergió del agua abriendo una gran boca que se devoró la mitad del barco junto con los tripulantes que se encontraban en ella. La otra mitad no tuvo una suerte distinta, pues unos instantes más tarde en un segundo bocado que acabó con la tripulación entera.
¡No, Destino, no subas al barco!- Se dijo el elfo a sí mismo mientras despertaba asustado, miró a todos lados en busca de las vacas o sus compañeros pero no había nada de nada, todo parecía haber sido un mal sueño, y es que solamente así, habría tenido sentido toda aquella sucesión de eventos extraños e inexplicables.
El elfo salió de la habitación donde había estado durmiendo cómodamente toda la noche y vio uno de aquellos afiches de su sueño, invitando aventureros a subir a aquel sospechoso barco, pero esta vez sabiendo todo lo que podía ocurrir si se dejaba convencer de ir a romper algas, prefirió hacer caso omiso del mismo y seguir su camino.
[1] Salgan del sueño de Destino, busquen el suyo. La situación estaba completamente fuera de control, las vacas vagaban, los perros perreaban, rápidamente todo dejaba de tener sentido y por si fuera poco todo aquello, una fuerte e intempestuosa lluvia de vacas se desató de manera repentina haciendo que la navegación fuera mucho más difícil -Protejan las velas- Gritó Destino al darse cuenta del enorme peligro que suponía la lluvia de vacas, pero la orden fue en vano pues una vaca se estrelló violentamente contra el mástil de la vela principal y lo rompió, haciendo que la vela se viniera abajo… otra vez.
¿Qué?- Gritó alguien confundido entre el caos y la orden del elfo -Que se protejan de las velas- Corrigió la orden anterior viendo que todo se venía abajo. Tras aquella vela, las otras tuvieron la misma suerte, incluso parte de la cubierta comenzaba a llenarse de agujeros debido a la lluvia de vacas -Muuuuuuuuuuajajajaja- Dijo una vaca malvada que pasó rodeando el barco en medio del torbellino que comenzaba a formarse.
Ahora sin velas no se podrá ver nada en la oscuridad- Dijo alguien en medio de la tripulación, a lo que las vacas marineras solo respondieron con un seco y desesperanzado -Muuu- Y tenían toda la razón, porque la isla tortuga comenzaba a acercarse cada vez más de prisa -¡Vamos a morir todos!- Gritó alguien histérico entre los tripulantes.
La isla tortuga se acercó cada vez más y más, hasta que la nave estuvo al alcance de sus fauces, la cabeza de la tortuga emergió del agua abriendo una gran boca que se devoró la mitad del barco junto con los tripulantes que se encontraban en ella. La otra mitad no tuvo una suerte distinta, pues unos instantes más tarde en un segundo bocado que acabó con la tripulación entera.
¡No, Destino, no subas al barco!- Se dijo el elfo a sí mismo mientras despertaba asustado, miró a todos lados en busca de las vacas o sus compañeros pero no había nada de nada, todo parecía haber sido un mal sueño, y es que solamente así, habría tenido sentido toda aquella sucesión de eventos extraños e inexplicables.
El elfo salió de la habitación donde había estado durmiendo cómodamente toda la noche y vio uno de aquellos afiches de su sueño, invitando aventureros a subir a aquel sospechoso barco, pero esta vez sabiendo todo lo que podía ocurrir si se dejaba convencer de ir a romper algas, prefirió hacer caso omiso del mismo y seguir su camino.
Destino
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