Man with a Mission[Libre][10/10][Cerrado]

Uno estaba tranquilamente deambulando por el desierto mientras pensaba en si podría encontrar algo más digno de beberme que otro buitre, que debía admitir que se encontraba entre las cosas más desagradables que me había metido nunca al cuerpo, cuando aparece un cuervo con un mensaje. Y aunque lo primero que pensé es que el destino me había puesto una comida menos horripilante delante, luego recordé que si había algo peor que la sangre de buitre era la de cuervo, así que me limité a coger el mensaje que traía.

El día ha llegado, el asalto contra la Dark Order se llevara a cabo en 10 días, en el Acantilado de la muerte, pueden reclamar como botín todo lo que encuentren una vez terminado el trabajo, además el cuervo pide mínimo 50 palabras. Biusas, espadas, mandanga del lithe, Atte Zelas

Lamentablemente no era una oferta para conseguir comida, pero si que era el momento de cumplir una promesa de ayuda a un amigo, después de lo que habíamos vivido no quedaba sino ir a ayudar. Además, seguramente buena parte de la gente que conocía fuese a ir en la ayuda, y la perspectiva de que les mataran por falta de apoyo me sonaba aún menos apetecible que la sangre de buitre.

- Prepárate Teufel, tenemos un nuevo objetivo. Tenemos que encontrar la forma de llegar al Acantilado de la Muerte en 10 días.

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Puede que mis cálculos para llegar a tiempo no hubieran estado tan finos como me hubiera gustado, o quizás estuviera demasiado lejos para poder llegar a tiempo, pero de lo que estaba seguro es de que no íbamos a llegar a tiempo si continuábamos andando. Aprovechando que era cuesta abajo se me había ocurrido el plan de deslizarnos a través del bosque para llegar aprovechando el trineo-barca que tenía construido. El lado bueno, es que si habíamos conseguido pillar velocidad, el negativo es que en cualquier momento podíamos estamparnos con un tronco y reventarnos.

- ¿Estás tu seguro de que no había una forma mejor de llegar?

- Seguro, seguro.... Pues no. Pero era la única idea que tenía y no hay tiempo de pararse a pensar.

- ¿Y has pensado en que si nos matamos no vas a llegar?

- No te preocupes, está todo controlado.- Mentí descaradamente.- Además, me decepcionas, Teufel, pensaba que tu pueblo no temía a la muerte.

- Pero nos referimos a una muerte en combate, digna de un guerrero, no a hacernos mierda contra un árbol.

Le quité importancia a su comentario agitando la mano. Aunque después de que casi me despidiera de mi cabeza si no hubiera esquivado una rama me volví a centrar en intentar manejar el trineo-barca.

Al rato se acabó el bosque y nos vi precipitándonos directamente hacia el barranco en un vehículo que no estaba reduciendo su velocidad precisamente.

- ¿Y ahora qué?

- Salta y rueda.

La mujer nutria ni siquiera se lo pensó, y en lo yo me preparaba para tirarme ya había saltado fuera del vehículo, lo que yo imité momentos después. Cuando comprobé que tanto yo como Teufel seguíamos enteros, fui a comprobar como había quedado mi vehículo, que había volcado cuando nos bajamos precipitadamente. Se había dado un buen golpe, pero al menos no parecía complicado repararlo. Estaba evaluando que necesitaría para hacerlo cuando mi compañera me hizo una observación bastante evidente.

- ¿Es que es de noche y no los veo o resulta que aquí no hay nadie?

- Pues ahora que lo mencionas. Tienes razón, está vacía.- Respondí tras girarme y observar lo vacía que estaba la playa.

- ¿Seguro que es aquí?

- Si, es aquí,- Revisé el mensaje para asegurarme de que no la había liado.- Aunque quizás no sea el día correcto... Esto de poner en cuanto tiempo en vez de fechas no es mejor método de medida.

- ¿Nos estás diciendo que hemos hecho todo esto para llegar tarde?

- Nah. Zelas no es precisamente sutil, si hubiera pasado ya por aquí lo sabríamos. Aunque puede ser que yo calculase mal y hayamos llegado pronto.

- ¿Eso es que casi nos matamos contra los árboles esos porque no sabes contar?- Me quedé mirándola y me encogí de hombros sin decir nada.- Me voy a ver si hay algo interesante en este bosque. Porque como siga aquí un momento más creo que voy a hacer yo lo que no te hicieron los árboles.

Y con un gruñido, desapareció entre los árboles dando saltitos de nutria. Por mi parte, me puse a reparar el bote-trineo^[1], que tendría que servirme de refugio contra el sol mientras que esperaba a que llegase la gente. Era una suerte tener mis herramientas a mano y toda la madera que pudiese necesitar.

**********************

A la noche siguiente, salí de mi refugio improvisado para encontrarme a Teufel juzgándome intensamente, pero el que no procediera a destrozarme a mordiscos parecía una buena señal.

- Efectivamente, habíamos llegado un día antes. Parece que ya hay gente en la costa.

Avanzamos de nuevo hacia el acantilado propiamente dicho, fingiendo acabar de llegar y que nunca ocurrió mi desastroso plan de la noche anterior. Estaba sorprendentemente concurrido. A la mitad ya los conocía y habíamos luchado juntos con anterioridad, aunque al resto no me parecía haberles visto nunca. Me quedé unos momentos fijándome en que una de ellos era idéntica a la impostora que había enfrentado junto al propio Zelas y Oromë en la cúpula de cristal. Luego tendría que hablar con ella, pero por el momento bastante tendríamos con organizarnos para llegar hasta la isla.

- Si os faltan suficientes pergaminos de esos, yo tengo un bote. No es el mejor sistema pero a una mala podríamos ir yo y otra persona más.

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Zelas escribió:El día ha llegado, el asalto contra la Dark Order se llevara a cabo en 10 días, en el Acantilado de la muerte, pueden reclamar como botín todo lo que encuentren una vez terminado el trabajo, además el cuervo pide mínimo 50 palabras. Biusas, espadas, mandanga del lithe, Atte Zelas"

- ¡Maldito  y sensual elfo, todo el maldito año esperando en la península y justo decides ... me lleva la... !-  Y así comienza esta aventura.


Los días se hacían eternos. Con la llegada de los cuervos y un viaje que de lo poco que recordaba eran sus acompañantes, desde Dundarak hasta la otra punta del continente - porque a final de cuentas había sido absurdo esperar en la península su llamado y que llegara justo cuando estaba del otro lado- , podría decirse que al fin la razón de tanta preparación había iniciado en la misión suicida de Zelas.

Algunas, por no decir casi todas, de las caras eran conocidas. Me llevé varias sorpresas, y algunas decepciones... Al final el elfo pelirrojo sí había desertado con su comitiva.

- Si alguno necesita de mis servicios como curtidora o arcanista, aunque veo que entre nosotros hay más experimentados que yo, no duden en pedirlo, será cortesía de la casa. - Manifesté a los presentes que pudieran estar entre nosotros. ⁽¹⁾

- Por mi parte si voy a luchar de noche, necesito algo que me permita ver. Eso o alguno de los presentes con buena visión puede quedarse conmigo.


El camino hacia ese lugar fue tenso. Seguía repasando mentalmente lo que llevaba encima al mismo tiempo que ahora escuchaba el plan del rubio. La prioridad era legar al otro lado sin tratar de llamar la atención, cosa que creía imposible tomando en cuenta todas las veces en que el sigilo no era precisamente nuestro fuerte.

- Meleis. Encárgate de llevar a alguien más. - Le indiqué mirándolo de reojo.

- ¿Y tú cómo cruzarás? - Preguntó algo desconcertado ante la idea.

- Haré una prueba de fe. Y si no funciona, recuerdame como una... suicida. - Dije tomando en cuenta lo arriesgado que pretendía hacer, aunque últimamente sentía que mi conexión elemental era ligeramente más fuerte. - Sólo procura mantenerte cerca de mí al otro lado, Necesitaré de tu agua en caso de que nos alejemos demasiado de la costa en la batalla. - Agregué a mi hermano quién no parecía muy cómodo con la idea pero acabó por ceder a esta.  

Quien marcó el inicio fue Zelas, que al activar su artefacto dio pie a que los demás nos moviéramos.La pequeña bruja, a quien le tenía cierta estima dado que no era la primera vez que nos veíamos, fue la que siguió antes de advertir que lo mejor era no hacer lo que decía la canción de cierto bardo popular entre  las abuelas de Aerandir.

La voz de Corlys me desconcertó un poco. Su poder de camuflaje era tan maravilloso que hasta ahora notaba que estaba ahí. No había más que hacer y lo que seguía requirió mucho más valor de lo que podía expresar con palabras.

Como si una música externa y motivacional me inspirara comencé a correr hacia el acantilado en la medida que concentraba mi energía y sacaba del mi bolsa el peluche de bégimo que no dudé en apretar. ¿Por qué no se me ocurrió ir a la costa y correr desde allí? No sé, no dormir por tanto tiempo no me hacía pensar muy claro.

Lo primero que sentí fue la falta de suelo, seguido de una caída - bastante suave gracias a los Dioses-  de la que por suerte los reflejos fueron los necesarios para elevar el agua salada con la mano libre a la altura suficiente para caer sobre mis pies, impulsarme de un buen salto y andar sobre ella como si de tierra se tratara. La fe había funcionado, de lo contrario la muerte había sido un hecho. - ¡ESTOY BIEN! - Si escucharon o no, no era algo que pudiera comprobar. ⁽²⁾

Al mismo tiempo, la palidez de mi hermano era evidente así como semejante susto concentrado en la boca del estomago. Respiró profundo tratando de recuperar la compostura. Se quitó su bolso. - Si alguno de ustedes puede llevar eso, estaría muy agradecido, hay pociones que pueden ayudar pero en mis manos será inútil. Por favor, el que desee viajar conmigo, suba rápido a mi lomo me gustaría comprobar que mi hermana está bien, solo podré llevar a uno. - Dijo con su típica cordialidad antes de cambiar a su forma draconica. ⁽³⁾   

Estaba tranquilamente descansando, o mejor dicho, reposando en el tronco de un árbol. El cual me servía para apaciguar un poco el inclemente sol del día. En ese momento el cuervo que me seguía a todos lados, y que por alguna razón no le había puesto ningún nombre porque ninguno me convencía comenzó a graznar. Esto debido a que otro cuervo se acercó a mi. El cuervo extraño dejó para mi un escrito entre mis piernas, mientras mi mascota, si es que pudiese llamar así seguía con su infernal alarido.

Hasta cierto punto me parecía tierno. Yo pensaba que nada más me seguía porque me daba pesar no darle comida ya que siempre me seguía. Pero parecía celoso del cuervo mensajero. Cuando tomé el mensaje lo abrí y comencé a leerlo.

Zelitas escribió:El día ha llegado, el asalto contra la Dark Order se llevara a cabo en 10 días, en el Acantilado de la muerte, pueden reclamar como botín todo lo que encuentren una vez terminado el trabajo, además el cuervo pide mínimo 50 palabras. Biusas, espadas, mandanga del lithe, Atte Zelas

Vaya... Parece que ya es hora. - Suspiré levemente mientras guardaba la hoja. - ¿Qué pasa? - Preguntó Ryra, quien se acercaba trayendo algo para beber. - ¿Recuerdas del trabajo que te comenté para que me contactó Zelas a Mera y a mi? - Ante mi pregunta, la bruja asintió levemente. - Pues parece que dentro de 10 días comenzará ese trabajo. - La mujer suspiró y bebió un poco de la botella de vino. - Pues bueno... Habrá que prepararse ¿No es así? - Ahora fui yo quien afirmó con la cabeza. Quien sabe qué nos depararía el destino. Solo esperaba que los dioses nos dieran su bendición. Si es que eso nos pudiese ayudar.


No me tomó demasiado tiempo llegar al punto de encuentro. Estaba en un lugar que me resultaba convenientemente cercano para llegar al Acantilado de la Muerte. Tome junto con Ryra un pequeño transporte que nos dejó lo más cercano posible de aquel lugar. El resto del camino fue a pie mientras la bruja y yo cavilábamos sobre tonterías que para el resto de las personas pudiese resultar cualquier bobería. Pero que cuando encuentras a una persona que te conoce bien puedes indagar profundamente sobre ellos. - ¿Y por qué las rosas se llaman rosas si son rojas? Me parece algo sumamente extraño. - Y que lo digas. A las personas les encanta poner nombres extraños. Como el nombre verde. Si lo dices muchas veces te resultará una palabra palabra extraña al pronunciar. - Arquee mi ceja. - ¿Te parece? A ver... Verde, verde, verde, verde... Verde, verde, verde [...] Verde, verde, verde... Oye, tienes razón. Me causa una sensación rara en la lengua. - Te lo dije. - Dijo la bruja con orgullo.


Al llegar a aquel lugar, pude notar cómo en el lugar había ya algunas personas. Algunos conocidos, a los cuales saludé con cordialidad, algunos otros que no conocía, a los cuales solo hice un ademán con mi cabeza en forma de saludo; otros que realmente no esperaba ver allí, y por qué no; ausencias de personas que esperaban que estuviesen. - Parece que Baltazar no vino... Una pena.

En eso logré escuchar cómo Mera ofrecía sus servicios de curtidora y de arcanista. Por lo que me acerqué a la rubia. - Hola. - Sonreí de medio lado. - ¿Tienes algo que me ayude a que cuando me transformo en lobo mi ropa no se me caiga? Es molesto tener que vestirse de nueva cuenta. - Le dije mirando a Mera con una sonrisa.


Al estar allí estaba repasando la situación. El asalto a la isla debía ser con sigilo, por lo que habían sugerido, parecía que el plan de Zelas era que llegáramos por unos pergaminos que una mujer de cabellera negra del grupo estaba repartiendo. Por lo que tomé el pergamino. Recordaba haberla visto en otro lugar, por lo que le dediqué una sonrisa galante mientras tomaba el pergamino.

Al notar mi reacción, Ryra se acercó a mi y comenzó a susurrarme. - A mi no me engañas. Le tienes ganas, ¿verdad? Se te ve en los ojos. - Al escucharla entrecerré mis ojos y sonreí. - Pues sí. - Le respondí también en un susurro. - Eres un cerdo, al menos podías negarlo. - ¿Para qué? Tu bien dices que no puedo engañarte. - La bruja negó con una sonrisa maliciosa. - Eres de lo peor. - Dijo mientras se acercaba a Meleis.

La bruja se acercó al hermano de Mera y esta tomó el equipaje del chico. - Yo me encargo de esto muchacho. Ahora vayamos a ver si Meraxes todavía respira. - Esperó a que Meleis tomara su forma de dragón y dio un salto para subir al joven dragón. Mientras eso pasaba me acerqué al filo del acantilado. Luego elevé mi vista para ver a mi cuervo que había estado sobrevolando todo el tiempo ese lugar. - Muy bien... Te quiero ver allá, ¿De acuerdo? Ahí nos vemos. - El cuervo pareció haber entendido el mensaje y comenzó a volar hacia la isla. Luego de eso me giré para ver a los que aún quedaban allí. - Bueno. Por algún lugar escuché que el mundo es de los que se avientan y se arriesgan. Espero por los dioses que así sea. - Reí levemente y se lanzó hacia el pergamino luego de haber fijado, o al menos tratar de fijar un objetivo en la isla. (1)

Enter Gaegel:

OFF:

1.- Hago uso de uno de los pergaminos de Escape que Reike estuvo repartiendo.

Atuendo de Gaegel y Ryra:

Inventario:

La única posada a 5 km a la redonda del acantilado de la muerte había sufrido un repunte de actividad en los últimos 9 días y 21 horas. Caoimhe había pasado los últimos 7 días haciendo lo que mejor sabía hacer: Tejer una red de informaciones que mantuviesen su sensación de control sobre un nuevo escenario para analizar todas y cada una de sus posibilidades. Si el mensaje de Zelas era certero, cualquier información era preciada a vistas de una  batalla.

El posadero, alguien a quien bien poco le importaba a que se debía aquel aumento de ventas siempre que se tradujese en dinero, bastante tenía con mantener a raya a sus clientes habituales como para prestar atención a aquellos que habían decidido por sorpresa acercarse hasta el mismísimo fin de las islas Illidienses.

Caoimhe, sin embargo, tenía una idea un tanto más exacta para explicar la fortuita actividad de aquel lugar perdido de la mano de Isil y había empezado a conocer lo suficiente las acciones rutinarias de los clientes habituales como para explicar la presencia de muchos en aquel lugar.

Sabía, sin embargo, más bien poco acerca de la Dark Order, pero lo suficiente de uno de sus integrantes en particular. El espía había tenido cierta popularidad en Beltrexus en sus años antes de volverse pródigo y quizás ahora en el exilio y lejos de ser la sombra de lo que fue cuando estaba en activo, Caoimhe podría obtener alguna información de Trowa Balrog que le beneficiase y poder usar en algún momento

Apartó los pensamientos de la Dark order para focalizarse sobre los integrantes que la acompañaban aquella noche:  

Junto al dueño, un hombre esbelto, fornido y con una barba desaliñada tan solo había necesitado 5 jarras de hidromiel para pavonearse sobre como él era el único  no miembro de la Dark order que sabía como acceder hasta la centralita de aquella organización sin acabar muriendo en el intento.

Caoimhe había aprendido que Devon Manriz, el mercader al que había estado observando con particular interés las últimas dos noches, hablaba de más acerca de sus habilidades a casi todas las horas del día.Pero algo especial en la expresión del dueño, minimizando las palabras de Devon a la par que instándolo de manera activa a callar puso en sobreaviso a Caoimhe.

La vampiresa escuchó con atención disimulada la discusión consigo mismo que el hombre mantenía sobre como todos los integrantes de la Dark order subsistían mes a mes tan solo por los 8 barriles de biusas que en su barco él les suministraba de manera puntual cada luna nueva. La mayor parte de los integrantes de aquella taberna ignorándolo o tomándole el pelo.


Caoimhe no tuvo que pensar demasiado acerca de si aquello  era o no verídico. Estaba segura que la mayoría de las personas que se iban a unir a Zelas en su marcha mercenaria lo harían en unas horas. Así que de equivocarse tan solo tendría que apresurarse al lugar indicado en el momento acordado. Sin embargo, de ser cierto las habladurías de aquel charlatán aquello le proporcionaría una manera de bajar el acantilado.

Sus acciones aquella noche fueron básicas:

Se había asegurado de usar el perfume de Freya [1] minutos antes de sentarse junto al sitio habitual donde lo hacía el mercader. Su uso había sido lo suficientemente efectivo como para  encandilar al hombre con su atractivo aumentado por su olr a amortentia  durante las primeras 3 copas. Para la 4 el hombre le propusieso enseñarle 'su barco'. Caoimhe por supuesto se había mantenido sobria y aquel inuendo por parte del hombre fornido sirvió como confirmación de que su plan estaba funcionando.

La vampiresa sonrió de manera esquiva y comenzó la segunda parte de su plan:  Tenía el suficiente conocimiento sobre su poder como para saber que las visiones que obtuviese solían ser sugeridas por los pensamientos de su víctima en el momento en el que se las arrebatase.  Así que tan solo tuvo que fingir un rubor inicial ante tal propuesta, una torpeza digna de la doncella más virgen de las Islas y un vaso roto en las manos del mercader.

La sangre del hombre tintando sus propias manos [2] Imágenes exactas de un cargamento de Biusas, Un lugar escondido, la vampiresa supuso, que en algún lugar al borde del acantilado.Un barco en algún lugar cerca de la costa y la visión de una isla cercana. Su poder además le proporcionó una imagen mental de si misma que estaba segura en una situación muy poco ortodoxa que estaba segura era como el hombre esperaba que acabase su velada juntos.

Tras limpiar el desorden que había dejado el vaso roto y la herida del mercader, Caoimhe, aprovechando aún los efectos de su perfume de Freya, susurró de manera seductora al oido del hombre instándole a enseñarle dónde guardaba tal cantidad de biusas. Una afirmación positiva a una proposición silenciosa.

El mercader la miró de arriba a abajo preguntándose si aquello era un sueño y la tomó de la mano. Tras caminar  al menos 1 km, el hombre alcanzó su escondite secreto: Barriles llenos de la mercancía parecían apilados de una manera determinada en un agujero en la tierra que parecía estrecharse de manera cónica hasta acabar en el mar bajo ellos. La mercancía sujeta por  cuerdas.

-Mañana al anocher tan solo necesito desamarrar las cuerdas y todos y cada uno de los barriles caerán de manera grácil a mi barco. De ahí a la isla tan solo  hay unos... dos kilómetros. ¿Entiendes ahora porqué soy tan especial?- El hombre agarró su cintura buscando la acción que creía iba a obtener al enseñarle aquel alijo.  El olor nauseabundo a alcohol de aquel hombre posándose sobre su nariz

Caoimhe sonrió de manera sutil y lo apartó de ella fingiendo la continuación de un juego..

-Gracias por ser tan sincero- dijo- Pero... me duele la cabeza, Estoy muy cansada, no eres mi tipo, mejor seamos amigos o... cualquiera de las excusas que te hayan puesto  a lo largo de tu insignificante vida-

La percepción de la chica cambió entonces mostrando su lado más terrorífico [3]. El hombre dio un paso atrás alejándose de ella entendiendo de pronto que aquello nunca iba a acabar en un final feliz.

La vampiresa sacó entonces  su espada de uno de los bolsillos.  Apuntó al hombre que seguía retrocediendo con la hoja mientras él asustado ante la visión diabòlica de Caoimhe intentaba buscar una escapatoria.

La sangre de aquel hombre en una de sus manos recordándole que podría acabar con el de una manera mucho más satisfactoria. La sed agolpándose  en su cuello tentándola a dejar cualquier otro plan que pudiese tener y...

No dejó que sus pensamientos se apoderasen mucho de ella. Abrió uno de los barriles de Biusas, sacó algunas de ellas y se metió dentro del mismo. Si aquel barril alcanzaba con normalidad el barco bajo aquella entrada cónica al mar sin destruirse el peso pluma de la vampiresa no iba a causar mucha diferencia.

Antes de cerrarse dentro del barril cortó las cuerdas que amarraban los barriles mientras el mercader, que había ganado algo de valentía le incitaba a parar aún tembloroso por la hoja de su espada.

El estruendo de los barriles rodando uno sobre otro alertó a Caoimhe quien cerró el suyo propio tan solo segundos antes de que este se comenzase a mover. Una y otra vez el barril recorría los circulos concéntricos del cono invertido que era aquel pasadizo. La vampiresa rodando dentro del el junto con las biusas a su lado. Su estómago balanceándose entre la fina linea entre la náusea y el vómito.

No pudo decir que su bajada fue grácil. Ni segura. Pero para cuando el barril paró de manera seca los trozos de madera chocaron contra algo fime que hizo que su coraza estallase exponiendo no solo a ella, sino al conjunto de Biusas que habían viajado junto a ella.

-Jamás me había sentido tanto como un objeto..- dijo deshaciendose de los trozos de madera que la habían mantenido a salvo en su viaje e intentando no prestarle atención al dolor de sus articulaciones.

Se apresuró a desamarrar el barco y a remar aún con el dolor de la caída en su cuerpo. Alguna biusas desprendiendose de su barco a medida que avanzaba. Cuando por fin creyó que podía relajarse hasta alcanzar la isla, el agua salada a su alrededor  la salpicó de manera estrepitosa,  haciendo que la barca se  tambalease por un segundo.


Ante ella un enorme.... ¿peluche? acababa de salvar a una mujer  de pelo largo de morir estampada contra el agua del acantilado. Caoimhe entendió que no  había muchas razones por las que alguien saltase de aquella forma al agua en aquel lugar particular a a aquella hora en particular salvo si tenía el mismo objetivo que ella misma.

-Me alegro que estes bien...- dijo respondiendo al grito de Meraxes aunque tenía la sensación de que no iba dirigido hacia ella- Ojalá pudiese decir lo mismo- dijo de manera dolorida, sacando una biusa de entre sus cabellos despeinados-

-No temas- dijo siendo entonces muy consciente de que seguía inmersa en su estado vampírico- Creo que ambas estamos aquí por la misma razón... así que será mejor que avancemos sin llamar mucho....- miró al peluche que aún sostenía a Meraxes a su cargamento de biusas- más la atención.- dijo.

Remó de manera constante para que el agua también impulsase a Meraxes y ambas finalmente alcanzasen la orilla.


Off----


Os traigo biusas :p

Intro :

He usado:

[1] Perfume de Freya [Elixir, Limitado, 2 Usos] Líquido en base a amortentia de agradable aroma que, al ser usado, incrementará considerablemente el atractivo del personaje para los demás

[2] Rastro [Mágica, 2 usos] Al tocar la sangre de un ser vivo, Caoimhe es capaz de ganar cierto entendimiento sobre el mismo, su personalidad o historia. Si se concentra, puede llegar a conocer su estado anímico en el momento de perder la muestra de sangre, pero eso gastará dos usos

[3] Maldición Desatada [Mágica, 2 usos de 2 turnos]: Mi maldición se vuelve más fuerte, haciendo que la oscuridad me posea. Luzco más siniestro, aterrando a los débiles. Mis ataques realizan daño mágico adicional y puedo ocultarme en las sombras con más facilidad.

Así se ve Caoimhe inmersa en su maldición desatada:

Caótica Cao:

Inventario:

　Y ahí estaba, sin saber si antes o después, si aquí o allá, si somnoliento o haciéndome el ganso, pero lo importante es que recibimos una carta de Zelas. Su contenido era claro: siempre tenía las biusas en su mente, como cualquier persona respetable.

　Y también mencionó que había llegado el día esperado, el momento decisivo en el que enfrentaríamos a sus enemigos. «Al fin», pensé al leerlo, «ya empezaba a pensar que su estrategia era esperar que los malos murieran de viejos».

　Sin nada mejor que hacer, o quizás sí había más que hacer y lo ignoré todo, partimos rumbo al sitio donde nuestras armas decidirían si conseguiríamos la victoria, si Zelas moriría otra vez o si ocurrirían ambas posibilidades.

　Una vez ahí, tuve que esperar que mis compañeros de batalla encontraran algún método para llegar a la base secreta no tan secreta de los enemigos. Fue más complicado de lo que imaginé que sería.

　Mientras tanto, me aparté del grupo para hacerme el interesante y reflexionar sobre cómo Corlys se suponía que nos ayudaría si solo lo había visto mostrar dotes musicales. Xana me siguió poco después y se colocó a mi lado. Nuestras miradas se perdieron en el horizonte, donde un punto diminuto se agrandaba sobre el mar. Nadie lo sabía aún, excepto los que sí, pero mi instinto despertó, gatillando en mí un presentimiento sobre algo de suma importancia: yo no sería el único con biusas cerca.

　–¿Crees que no hay otra solución? –Xana, con suma crueldad inconsciente, me sacó de mi ensimismamiento con su pregunta.

　–¿Eh? –balbuceé, sin entender a qué se refería. Su expresión grave me indicó que se avecinaba una conversación seria. Tenía que responder con el mismo tono, o casi, sin perder mi humor.

　–Ya sabes, lo de matar a esos de la Orden de los Negros. –me explicó, cruzándose de brazos y apartando la mirada. El viento le revolvió el cabello y este le golpeó los ojos. Se giró para evitarlo, pero no sirvió de mucho–. Odio esto –murmuró.

　–Lo sé, pero podrías hacer una esfera de energía alrededor de tu cabeza, como un casco antiviento.

　–¿Qué? No, tonto, me refiero a lo de matar. Y mis estrellas no funcionan así –replicó, y procedió a intentar, no sin discreción, mi idea del casco. Falló.

　–Puedes quedarte fuera de esto. No hay que preocuparse, pues solo hay tres opciones: ganamos, morimos o simplemente algo mucho peor –dije sacudiendo una mano, como para restarle al asunto la importancia que sabíamos que tenía–. También creo que has desperdiciado mucho tiempo si todavía no puedes hacer cascos de luz.

　–Te prometí que te seguiría a donde fuera, incluso a otros mundos y otros tiempos… No voy a abandonarte ahora –dijo, tiñendo sus palabras de una determinación que se desvaneció al final–. Aunque no sé si… –Se calló. Respiró hondo–. Quizás ya no importe demasiado –añadió con resignación–, no después de saber lo que sabemos.

　–No pensemos en eso –le corté, sintiendo el peso de aquel nefasto conocimiento que, en los primeros días, marchitó mi voluntad y nubló el sentido de mi vida–. Lucharé y haré lo necesario para proteger a quienes me importan, aunque parezca inútil.

　El silencio llenó un instante que se tornó interminable.

　De repente, lo vi. Era increíble que estuviera allí, en aquel lugar tan remoto y desolado. El punto que había visto crecer resultó ser algo maravilloso.

　–¡Biusas! –señalé con entusiasmo.

　–¿Qué? –Xana se volteó y también vio a la mujer que venía con biusas. Se permitió sonreír, a pesar de todo–. De verdad que parece que las biusas y tu vida están ligadas por los mismos dioses.

　Esbocé una sonrisa amplia.

　–Tomemos eso como una buena señal –propuse–. Tal vez lo que vimos no se cumpla; siempre hay alguna salida para ese tipo de problemas. –Le puse una mano en el hombro–. Pero dejemos el futuro para luego. Hoy, recordemos por qué estamos aquí y luchemos como sabemos. Si crees que hay otra manera a la mía, será tu oportunidad de probármelo, ¿no te parece?

　Ella me miró con una media sonrisa y una ceja alzada.

　–No esperaba ese optimismo de ti ahora. Parece que ningún argumento se compara con el poder motivador de las biusas.

　–¿Eso es lo que te sorprende… y no que no puedas hacer cascos de luz?

　–Serás… –Se interrumpió y abrió los ojos–. Acabo de tener una idea gracias a eso –exclamó en voz baja. Se lanzó sobre mí, me abrazó y me besó, dejándome atónito. Luego se apartó y se marchó, llevándose mi bolsita de aeros que, al parecer, tomó cuando me distrajo–. ¡Gracias!

　La vi andar hacia Meraxes, sin saber qué opinar sobre haber sido robado por Xana, aunque, al menos, podía hallar alivio en que no lo hizo justo después de agarrarme una nalga, lo que habría sido mucho más que una traición a mi confianza. Tampoco sabía qué podría comprar ella para sí misma a estas alturas, si en pelotas era más que suficiente para derrotar a cualquiera, siendo sus ideales su única debilidad. ¿Qué tan poderosa podría ser si no se contuviera?, me pregunté, como tantas otras veces. Aunque, si era sincero, prefería que siguiera siendo como era y no como debía ser.

　–¿Puedes hacer unas botas silenciosas? –la escuché decir–. No, mejor unas sandalias silenciosas, para mayor comodidad. Pero que se vean muy bien, poderosas, y que combinen con mi ropa.

　Me fue inevitable, al escucharla, reconocer que ella, para bien o para mal, pasaba demasiado tiempo conmigo.

　Los minutos pasaron. El momento de saltar llegó. Xana usó uno de los pergaminos de escape porque, aunque ella misma podía teletransportarse, prefirió el camino de menor esfuerzo; necesitaría todas sus fuerzas para la inminente batalla contra la Dark Order y, aunque aún no lo sabíamos, contra sus propios sentimientos.

　Por mi parte, seguí el buen ejemplo de Zelas. No tenía una espada ridículamente grande para impulsarme, pero con mi propia magia lo compensé potenciando mis propios saltos.

　En el descenso, reparé en la inesperada presencia de Destino, ya en la isla, apuntando sus armas hacia nosotros.

　Y caí justo en un portal por el despiste y volví al punto de inicio.

　–Ahm… Pues… Sí, creo que saltar está sobrevalorado, ahora que lo pienso –decidí para evitar otro momento vergonzoso.

　Un pergamino de escape después, llegué donde esperaban los demás.

La información de Arturo era precisa, en mi primer encuentro con Zelas y V mis conocimientos sobre la Dark Order eran mínimos, pero gracias a los informantes del mago en Gnosis habíamos podido recolectar una base de datos elaborada sobre el gremio. Evidentemente, los números importantes eran inaccesibles, del único que teníamos noción concreta era de V por mis propios aportes de la Subasta de los Christies. De resto, la información que tenía y había estudiado con detenimiento se centraba en los fundamentos conocidos del gremio oscuro y sus integrantes más débiles. (1)

Quizás podría parecer poco, pero la intención era continuar con la construcción del perfil para poder actuar con ventaja. La Dark Order amenazaba muchos de los objetivos de Gnosis, pero en términos de poder eran superiores, debíamos ganar la batalla estratégica y permanecer en las sombras. Para que así en el momento adecuado poder dar jaque y quitar de en medio un obstáculo tan importante.

Un cuervo había acercado una invitación a un escuadrón de mercenarios para atacar algunos miembros de la Orden Oscura. No era el tipo de misión predilecta para las estrellas, pero mi curiosidad y las directrices de Corvo requerían que me infiltrase en ese grupo de desquiciados liderados por Zelas.

El rubio me debía una conversación sobre sus nexos con aquel gremio luego de la batalla contra el Rajang, pero sería en otra ocasión, no podía llamar la atención. Mi rostro había sido objetivo de situaciones recientes que me hacían “solicitado”, por lo que mantener un perfil bajo y pasar desapercibido era parte fundamental de mi rol. Estaría solo y con una identidad secreta.

Participar encubierto en aquel escuadrón con el fin de investigar a Zelas y todo lo que pudiera de la Dark Order suponía una misión arriesgada. Por lo que aprovechando los días que faltaban para el encuentro estipulado en los mensajes de reclutamiento dado por los cuervos, me encerré en mi torre para prepararme.

Vestimenta de Zagreus para la misión :

El trayecto de la península al archipiélago fue calmado, las noches tranquilas solo eran amenazadas por mi condición de no resaltar. Empleando ropajes oscuros, escondía mi rostro bajo una capucha que debajo escondía una máscara de hierro construida por Corvo con intención de ocultar mi cara. Un detalle que justificaba cada movimiento del líder, y reafirmaba el porqué lo estimaba.

Entre las sombras me desplacé por un par de días hasta llegar al punto de encuentro, el evitar los caminos principales enlentecía mi paso, pero garantizaba no levantar la sospecha de la gente al ver un tipo con claras intenciones de no ser reconocido.

Monté un pequeño campamento improvisado entre los bosques alrededor del archipiélago que me servía de base para esperar la noche y el inicio de la misión. No tenía altas expectativas sobre el grupo de mercenarios, pero la idea de conocer de cerca a la Dark Order valía los esfuerzos de acudir a tan absurdo llamado.

Valiéndome de mis ojos capaces de ver en la más oscura de las penumbras del bosque (2), guardé mis distancias del grupo que poco a poco se reunía en lo alto del acantilado. Ubicaba al rubio y algún rostro resonaba de forma vaga en mi memoria.

Por mil demonios… esto es un circo. - susurré decepcionado de mis “compañeros” que no se veían capaces de lidiar con la amenaza. Sabía que Zelas si bien se veía débil, con sus acrobacias y espadas absurdamente grandes era un buen peleador; sin embargo, V barrió el piso con él, el rubio debería considerarse afortunado de aún estar vivo. Si el resto de la Dark Order tenían al menos un cuarto del poder del sujeto silente de armadura plateada, el número 12, varios de esos “mercenarios” no saldrían del Archipiélago de la Muerte.

Con serias dudas de aquella campaña, me acerqué a la reunión de los preparativos que pronunciaba el rubio. Me mantuve en la oscuridad sin llamar la atención. Mi presencia impotente y seguridad desaparecieron al oír “el plan” de nuestro “líder”. No teníamos posibilidad alguna, guardé silencio, pero en mis adentros gritaba indignado de como todos parecían aceptar que Zelas fuera un gran estratega. Posterior a la reunión y tras una exhibición del rubio de como desplazarse en el aire, el resto empezó a buscar formas de llegar a la isla, prácticamente haciendo un espectáculo para ver quién no moría antes de siquiera empezar la misión…

No quería hablar con nadie y mucho menos depender de alguien más. Estaba preparado para llegar a la isla, con solo saber la localización de aquel encuentro era esperable un reto como el que se presentaba. Con solemnidad me acerqué al risco y comencé a hacer cálculos mentales contemplando los vientos de aquella fría noche, la distancia al punto de destino en la isla e incluso las ráfagas del aleteo del dragón que era parte del escuadrón.

Un par de minutos me bastó para tener una respuesta con certeza, física simple, que me aseguraría un aterrizaje sin inconvenientes. Di un suspiro y con majestuosidad abrí mis brazos a los costados, ignoraba al resto de participantes y sus formas -dignas de circo-, y me lancé al vacío tirando de una delgada cuerda conectada a una pequeña mochila en mi espalda.

Mi capa se abrió y luego de un sonido metálico se armó sobre mi espalda uno de mis mejores inventos, El Manto de Icaro (3). Permitiendo planear con solemnidad y gran velocidad los cielos.

Llegué a la costa de la isla, donde ya otros habían arribado. Con un aterrizaje sutil y fríamente calculado toqué el suelo, aunque la inercia del vuelo hizo que tuviera que dar un par de pasos torpes para mantener el equilibrio. Ajusté nuevamente la capucha que cubría mi blanca cabellera, mi máscara seguía en su posición y al parecer nadie se fijaba en mí, el silencio me mantenía al margen, pero seguramente, a efectos del “plan” del rubio, me tocaría intervenir y participar como… "equipo"…

En el borde del acantilado, en el misterioso territorio brujo, se alzaba la pandilla de inusuales héroes. Frosk, Erika y Bluto se mantenían de pie junto a Zelas, el joven admirador que había reunido a este grupo dispar, listos para enfrentar a unos sectarios malvados en la isla que yacía a lo lejos junto a otras tantas personas a cada cuál más peculiar.

-Yo puedo nadar para llegar, croac.-No se le veía muy entusiasmado con la idea de los portales, al igual que Erika, a la cual miró y con una mirada cómplice asintió para mostrar su apoyo.

-Yo puedo transformarme en dragón.-Dijo con un hilillo de voz, se le notaba que le daba vergüenza hablar ante tanta gente.-...también puedo llevar a Bluto.

El gigante de metal no tuvo ni voz ni voto, más que nada porque se dejaba guiar por lo que decidieran sus amigos, siempre y cuando eso no les pusiera en peligro, cosa que no juzgó como tal.

Mientras los demás comenzaban a utilizar sus métodos mágicos para llegar a la isla, Frosk contempló el mar destellante bajo la luz de la luna. Con un salto valiente, se zambulló en el agua y comenzó a nadar con un entusiasmo contagioso. Sus patas palmeadas se agitaron con rapidez, dejando tras de sí un rastro de burbujas mientras avanzaba hacia la isla. Erika, siguiendo el ejemplo, se transformó en un majestuoso dragón, alzándose en el cielo con elegancia. Bluto se aferró con firmeza a sus garras, con sus ojos mecánicos parpadeando con anticipación.

Mientras Erika y Bluto avanzaban hacia la isla con tranquilidad, Frosk se encontró en una situación menos deseada. El valiente hombre-rana estaba nadando hacia la orilla con toda la determinación de un verdadero héroe acuático, cuando de repente, la tranquilidad del agua se rompió.

Un tiburón, que parecía estar bastante intrigado por la presencia de Frosk en su territorio, emergió de las profundidades marinas con un brillo amenazante en sus ojos. Frosk, al percatarse de la presencia del tiburón, sintió cómo un escalofrío recorría su espina dorsal. Se le encogió el corazón y aceleró su nado en un intento frenético por llegar a la orilla.

Las patas de Frosk se movían a toda velocidad mientras el tiburón lo perseguía, cortando el agua con su aleta dorsal como si fuera un proyectil. Frosk miró hacia atrás y vio los afilados dientes del tiburón, lo que aumentó su determinación para llegar a la orilla lo más rápido posible.

-¡CROAC CROAC CROAC CROAC!-Croó con desesperación.

El anfibio aceleró lo más que pudo. Tanto, que incluso sentía que las ancas se le iban a despegar de la cintura. Por suerte, fue más rápido que el tiburón (o quizás este se aburrió y se marchó) y lo perdió de vista. Al final, pudo llegar junto a los demás a la orilla. Allí, le esperaban Erika y Bluto también, quienes esperaban a la rana preocupados.

Frosk se desplomó, lengua afuera, nada más salir de la orilla.

-Casi soy la cena de un tiburón...

-Pero si en estas aguas no hay tiburones.-Dijo la dragona enarcando una ceja y poniendo sus brazos en jarras.

-Si que los hay-Miró con desdén a su compañera aún desde el suelo.

-Eso suena a excusa porque te he ganado la carrera, ¿Eh?-Le sacó la lengua, vacilona.

-¡ERES UNA DRAGONA!-Le señaló, acusatorio-¡CON TUS ALAS! ¡TUS GARRAS! ¡Y TUS COSAS!-Hacía gestos exagerados para indicar cada parte que hacía que la dragona tuviera ventaja sobre él en una carrera.

-Deberíamos guardar silencio, amigos. Quizás sea buena idea pasar desapercibidos.-Dijo Bluto mirándoles con sus fríos ojos verdes de metal.

La rana y la dragona entonces miraron al resto de presentes y sintieron vergüenza. Quizás no era buena idea armar tanto jaleo a esas horas de la noche y en un territorio supuestamente hostil.

Gracias a los dioses y a mi pequeño peluche de Bégimo el aterrizaje había salido mejor de los esperado y tener fe para desplazarme sobre el agua fue todavía más épico.  No por ello el susto que me llevé ante semejante aparición frente a mí  me hizo fritar del miedo haciendo que mi corazón latiera con suma rapidez, lo que me hacía dar saltitos sobre el agua y obviamente caminar, porque aún el insomnio me tenía lo bastante lenta como para considerar correr - .

Las palabras del espectro me hicieron pensar muchas cosas, pero parecía que estaba de nuestro lado. ¿Cómo había llegado a esa conclusión? Las biusas.

Meleis, en cuyo lomo montaba Ryra - no tardó en descender hacia nosotros. Exhaló un suspiro - algo así como un perro - al verme ilesa. - Andando. - Respondí al peculiar grupo que ahora estaba allí, sin entrar en mayores detalles.

Guardando mi peluche en la bolsa, lo siguiente fue avanzar hacia el otro lado. - Mierda, está oscuro y no veo. - Me quejé en el trayecto. - ¿Ryra, crees que puedes iluminar las...? - Era evidente que la luz que se dirigía al cielo no era ella pero al menos eso nos daba un punto no muy lejano hacia el que podríamos llegar con un muy seguro comité de bienvenida.

- Me adelantaré. Ryra, tú y Meleis ataquen desde arriba. Sra Espectro, los distraeremos para que los asuste y se hagan pipí encima. - No era mejor plan del mundo pero en serio que esa mujer daba miedo y más de uno podría salir despavorido.

Me impulsé de tal modo y emprendí carrera hacia la luz que ante la absurda idea de pasar desapercibida dije la palabra que hacía que el ahora collar me sirviera de linterna. Mi siniestra ya tomaba el mango de mi arma y faltaría poco para que los azotes comenzaran a resonar en el lugar.

No tardé mucho en visualizar a un par de ellos, suponía que para este punto también me verían a mí avanzar hacia ellos, con movimientos precisos el sonido del cuero chocar su objetivo era como música para mis oídos aprovechando mi velocidad para esquivar lo mejor posible los ataques contrarios.

Meleis, un poco más lento por el peso extra - aleteó sus alas hasta llegar al punto de encuentro. Su rugido también atraería la atención de algunos. El combate había dado inicio.

Al final procedí a ir en mi barca hasta la isla en cuestión. Los pergaminos estaban bien, pero prefería no gastarlos por si la cosa se torcía y teníamos que recurrir a una salida de emergencia. Además, mi compañera era una mujer nutria y podía llegar hasta allí nadando sin problemas.

Llegué más tarde que todos los que había recurrido a magias o artefactos voladores para llegar, pero al menos comprobé que el hombre rana aún estaba de camino. En cualquier caso, ni siquiera habíamos empezado y ya habíamos perdido a la mitad de la gente. Nuestro grupo estaba conformado por Rauko y su compañera, el tipo enmascarado, el equipo de la rana, la mujer sospechosamente similar a la falsa Reike, Teufel y yo.

- Vaya, parece que ni siquiera han necesitado hacer nada para separarnos de nuestro intrépido líder y la mitad de voluntarios.- Mientras que llegaba la rana, aproveché para solucionar una duda que me acompañaba desde el principio de la misión.- Aunque antes de que todo se complique. ¿Tu eres la auténtica Reike, no?- Siendo idéntica a la falsa no había muchas más opciones, especialmente sabiendo como habíamos dejado Zelas, Oromë y yo a la otra, pero después de haber visto a los numerosos no-Vincent, uno ya no podía estar seguro de nada.

Momentos después llegó el último de nuestro equipo y empezó a discutir con su amiga dragona. Entre tanto noté que Teufel se quedaba olisqueando el aire mirando fijamente hacia el centro de la isla^[1].

- ¿Hueles eso? Alguien se acerca, pero no parece nadie de los nuestros.

Tras la advertencia, puse yo también atención hacia el bosque^[2] y pude ver varias figuras acercándose hacia nosotros entre los árboles. No habíamos conseguido avanzar apenas y ya iban a salir ellos a nuestro encuentro.

- No os preocupéis, parece que ya es tarde para pasar desapercibidos.- Comenté en dirección al hombre rana y la dragona.- Pues tiene pinta de que ya estaban esperando nuestra llegada. Nos vienen una docena de soldados, todos con un aspecto bastante normal.- Hablé ya refiriéndome a todos los demás mientras me descolgaba la lanza y el escudo de la espalda. No parecía que ninguno de los grandes de la organización fuera a llegar aún, pero aun así habría que luchar.- Aunque no sé si sentirme ofendido por esta bienvenida. Si la mitad de lo que contaba Vincent sobre vosotros es cierto, cualquiera de los dos podría gestionárselos a todos sin ayuda.- Dije en referencia a Rauko y Xana.

En cualquier caso, tampoco estaba entre mis intenciones quedarme a ver como otros se encargaban de todo, que ya que habíamos venido hasta aquí para ayudar a Zelas, como que procedía hacer algo más que limitarse a mirar. Esperé a que apareciera el primero de los soldados de entre los árboles, y en cuanto lo tuve suficientemente cerca, me puse en posición y le tiré mi lanza directa al pecho.

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No había tiempo que perder y aquello no tardó en trasladarse a la mujer que había estado viajando con ella en su peluche. Mientras, caoimhe cargó en su bolso alguna que otra biusa: Nunca sabías cuando iban a hacerte falta. Meraxes dio una órden simple a los que parecían ser conocidos suyos y tras sugerir que usase en su beneficio su aspecto escabroso ella misma se lanzó a la batalla.

Quizás no estaba del todo equivocada. Al contrario que Meraxes, Caoimhe pareció rezagarse durante unos minutos y cambió su dirección inicial acercándose a  una pequeña zona de vegetación cercana donde aprovechó la frondosidad de los árboles para hacerse una con la oscuridad [1] sumiéndose en las sombras. Tan solo le quedaba pues, esperar.  

Los enviados no tardaron mucho en llegar y aunque la mayoría circulaban de manera directa hasta donde la figura de Meraxes había comenzado la batalla dos de ellos quedaron rezagados quizás analizando la zona en busca de otros atacantes.  Caoimhe no perdió entonces el precioso tiempo:


-Ayuda- Comenzó pues su obra magistral. Caoimhe puso énfasis en recalcar el temor y la urgencia en su voz. Una mezcla entre pánico y exaltación similar a alguien que hace un descubrimiento macabra.- He capturado a uno de los cabecillas... debemos.. debemos llevarlo a Zieg. ¡Ayúdenme!-


Uno de aquellos hombres detuvo al primero que guiado por la voz de Caoimhe  y su urgencia estaba a punto de atravesar la vegetación. Pero el segundo parecía algo más avispado que el primero y reculó un paso instando al segundo a hacer lo mismo.

Caoimhe se frustró de manera leve pero no desistió.  Estaban taaaan cerca.

-¡Ayuda... por favor!- dijo esta vez entre jadeos mientras movía un poco las ramas bajas del árbol en el que se había subido a esperar, dando la impresión de un forcejeo inminente- ¡He... he encontrado el cargamento de  biusas!- continuó y dejó rodar dos de ellas de manera leve hasta alcanzar los pies de los mercenarios.


Aquello pareció convencerlos pues el segundo apartó su brazo del primero y  con un gesto de énfasis lo isntó a avanzar.

Caoimhe no se entretuvo.  Desenfundó a Moonsoon, su espada en forma de media luna en el momento en el que ambos comenzaron a andar y  cogiendo impulso desde la rama en la que estaba montada saltó sobre el primero de los hombres en el momento justo en el que pasaban bajo su árbol, aprovechando el trabajo de ambos para hacerse camino sobre la vegetación.


Su salto fue certero para el hombre quién cayó noqueado al suelo pero no tanto para ella que notó el dolor agudo de sus costillas ya magulladas de nuevo resentirse. No perdió el tiempo, sin embargo pues  sabía que el efecto de su aspecto no le daría más que varios minutos de ventaja.


Y así fue. El segundo mercenario  paralizado por el miedo de su aspecto y la incapacitación salida de la nada de su compañero gritó como un acto reflejo. Caoimhe realizó un movimiento certero con su espada: Un corte limpio que dejó la cabeza del mercenario en el suelo con la expresión de pánico esperando el rigor mortis.

Bajo sus rodillas el hombre sobre el que había caido comenzó a moverse de manera paulatina. Caoimhe clavó su sangrienta Moonsoon en su pecho, acabando con cualquier movimiento incipiente.

Acto seguido la recuperó, no sin algo de dificultad y comprobó en su reflejo en la hoja que su aspecto comenzaba a parecerse algo más a ella misma que hacía varios minutos.

Limpió el reguero de sangre  en su mejilla de manera apresurada, no con mucho atino. Recuperó la biusa que había perdido y se dispuso a unirse de nuevo al grupo para seguir la batalla.

Luego de haber atravesado aquel pergamino, todo se volvió oscuridad y me vi cayendo de nalgas en el suelo, lo cual me provocó un quejido de dolor. - Ay... - Me levanté y miré de un lado a otro. Parece que la suerte me había dado un regalo, puesto que había llegado sano y salvo a pesar de que la distancia había sido algo larga. - Hay que darle crédito. Son pergaminos de calidad. - Dije en voz baja mientras miraba de un lado a otro.

El sitio donde había caído estaba cubierto en penumbra. Lograba distinguir ligeramente en la oscuridad. Beneficios de mi raza, que si bien no podría compararse nunca con los vampiros, podía salir bien librado de la situación. En ese momento caminé por un rato a paso lento. Lo que buscaba más que nada era ser cauteloso.


La bruja miraba de un lado a otro por el lugar. Ella sabía perfectamente que el muchacho no estaría tranquilo hasta encontrar a su hermana sana y salva. No lo iba a negar, aquel movimiento que había decidido usar fue demasiado intrépido. Pero conforme Meleis fue avanzando llegaron a divisar a la mujer de rubios cabellos. Al verla, Ryra esbozó una leve sonrisa. - Eso estuvo de locos. Me alegra saber que sobreviviste a eso. - Le dijo la mujer de cabellera negra.

Acto seguido, fue Meraxes quien le iba a dar una petición, fue cuando en el cielo se iluminó, haciendo que la mujer que estaba encima del dragón abriera sus ojos sorprendida. - Parece que ya no hace falta. - Mencionó Ryra haciendo una mueca de extrañeza. Meraxes dio una indicación, ella asintió. Cuando el muchacho convertido en dragón emprendió vuelo de nueva cuenta negó con la cabeza. - Bueno, al carajo con ser silenciosos. - Dicho eso tomó su ballesta y lanzó unas flechas encendidas hacia adelante. Al menos le cumpliría a Meraxes y se encargaría de iluminar un poco el lugar.

Enter Ryra:

¿Qué carajos es eso? - Me pregunté mirando aquel destello en el cielo. Me rasqué con mi nuca algo extrañado y suspiré levemente. - Bueno. Parece que la entrada sigilosa nunca fue una opción - Negué con mi cabeza mientras caminaba en dirección hacia aquel lugar.

Tras caminar un poco me encontré con un hombre extraño, el cual al verme decidió atacarme, por lo que di un salto hacia atrás y desenvainé mi gran espada para dividirla en dos para así detener su ataque. Ese hombre volvió a intentar atacarme, pero todos sus embates fueron repelidos con mis espadas gemelas, las cuales se encargaron de desarmar a aquel hombre. - Parece que el baile acaba de comenzar.

Volví a unir mis espadas en una sola y la guardé. Esto parece que fue mal visto por ese hombre quien parecía que lo estaba subestimando, pero nada podía estar más alejado que eso. En ese momento me encontraba en plenitud. Era de noche, y mis habilidades rebosaban de vitalidad. Di un giro cuando ese hombre intentó golpearme, pero en ese momento desenvainé mi espada corta. Y al poder colocarme a espaldas de ese hombre coloqué el filo de mi espada en su cuello. - Es una pena que no seas invitado para bailar y debas irte a dormir tan temprano. - Dicho eso moví mi espada, haciendole un corte en su cuello. De inmediato ese hombre comenzó a desangrarse precipitadamente. Le di la espalda, no sin antes limpiar la hoja de mi espada en las ropas de ese hombre y luego enfundar mi espada corta para seguir mi camino. Mientras continuaba caminando miré hacia el frente. Notando no muy lejos de allí a Meleis en su forma de dragón. - Desperdiciar mis mejores pasos tan pronto sería contraproducente. - Dije en voz baja mientras el hombre a quien le había dado el tajo en el cuello caía al suelo. Si nuestra misión eran los líderes de la Dark Order, debíamos de buscar ser más inteligentes y ahorrar en lo posible nuestras energías por lo que estaba por venir. De pronto logré escuchar un graznido no muy lejos de aquí, por lo que sonreí levemente. - Ya llegaste tu también. - Hice mención al cuervo mientras lo miraba sobrevolar el lugar.

Atuendo de Gaegel y Ryra:

Inventario:

No les sirvió de mucho guardar silencio, pues como ya había señalado el hombre de cabellos notablemente claros, el enemigo ya estaba alerta y se dirigía hacia ellos. El grupo ahora era mucho más reducido que al principio, exactamente la mitad. Sin embargo, esto no parecía ser un problema, ya que la tarea de la rana y sus compañeros era causar estragos sin contemplaciones y hacer preguntas después. Erika todavía se cuestionaba cómo había terminado en esa situación, sin tener ni idea de quién estaba a su lado como aliado o enemigo, o incluso por qué se había desencadenado todo aquel lío.

-¿Otra vez me toca transformarme?-Se quejó, mostrando una evidente preocupación y un atisbo de pereza en su tono.

Los ropajes de Erika no aguantaban bien sus transformaciones, pero afortunadamente Bluto siempre llevaba una buena cantidad de repuestos en su voluminosa mochila. No obstante, era claro que estos recursos no eran infinitos.

-Adelante, entonces.-Fue lo que dijo Frosk con una sonrisa ladina y sus ojos ambarinos brillando con la luz de la luna mientras veía llegar a la docena de enemigos.

¡Vamos a la batalla!:

Mientras una docena de enemigos se aproximaba, tres de ellos se destacaron del grupo y se lanzaron al ataque contra el trío de amigos. Frosk dio un paso adelante, desenvainando su espada con agilidad mientras saltaba con una destreza propia de su especie. Sus movimientos evocaban la imagen de un espadachín hábil y decidido, su lengua pegajosa lista para entrar en acción. Se abalanzó sobre su oponente, lanzando golpes precisos y ágiles, utilizando su escudo para defenderse cuando era necesario.

Erika, en cambio, se encontraba en una situación más complicada. A pesar de sus dudas y su inexperiencia en combate, se aferró a su espada con tenacidad. A medida que el enemigo se aproximaba, hizo un esfuerzo por liberarla de su funda y mantenerla firme en sus manos. Aunque sus movimientos eran torpes y poco efectivos, su determinación era innegable. Sin embargo, la espada era un arma que le quedaba grande y le costaba manejar, lo que la dejaba en desventaja ante su oponente, y transformarse tan solo sería seguir manchando el honor de su familia.

Bluto, con su imponente figura metálica, se colocó en medio de la refriega como un muro de protección. Sus puños proyectiles se lanzaban con precisión, golpeando a los enemigos y frenando su avance. Cada impacto resonaba como un trueno, y aunque los ataques de Bluto eran lentos en comparación con la agilidad de Frosk, eran igualmente devastadores. Sus golpes eran como martillazos, aplastando a los enemigos y generando caos en las filas contrarias.

El trío de amigos se movía en sincronía, cada uno utilizando sus habilidades y fortalezas para enfrentar a los oponentes. Frosk saltaba y esquivaba con gracia, su espada cortando el aire con precisión. Erika, a pesar de su torpeza, no se daba por vencida, tratando de encontrar una oportunidad para golpear con su espada. Bluto, como un bastión de metal, protegía al grupo mientras lanzaba puñetazos devastadores.

La playa se convirtió en el escenario de una lucha caótica y épica, con golpes, espadazos y proyectiles volando en todas direcciones. La arena se levantaba en nubes mientras los combatientes se enfrentaban.

No tardaron en salir victoriosos, ya que los enemigos no tenían mucho aguante y les fue sencillo librarse de ellos. Frosk se libró de uno, y Bluto de los otros dos, ya que Erika no era capaz de lanzar ningún golpe con acierto y su estrategia se basó solo en defenderse interponiendo la espada larga entre ella y el arma del enemigo.

Tras eso, la rana se dirigió a los otros aliados.

-¿Cómo vais, compañeros?

Si habían acabado tan victoriosamente como él, tendrían que seguir hasta el campamento enemigo. Si no, tendría que ayudarlos, aunque suponía que ese caso no se iba a dar ante la aparente buena capacidad de sus aliados y el bajo nivel de los enemigos.

Tras recobrarme del aterrizaje, me dispuse a recoger mis alas. Las telas y barras de metal del Manto de Ícaro debían doblarse de forma muy precisa, por lo que tomándome el tiempo suficiente logré poner todo en su lugar, mi equipo podría ser utilizado una vez más.

Mientras me ausentaba en mis labores, más sujetos llegaron a nuestra posición. Estábamos separados de gran parte del “equipo”, el líder de la misión brillaba por su ausencia y era evidente que debíamos continuar. Igualmente, su plan sería el mismo, así que no era necesario reflexionar sobre el “que hubiese hecho Zelas”.

Callado analizaba disimuladamente los sujetos a mi alrededor, algunos incluso intentaban socializar entre ellos. Guardé silencio mientras dejaba que mi manto oscuro me envolviera en la penumbra de la noche. Observaba con detenimiento sus rasgos, el equipo que dejaban a la vista y sobre todo intentaba ver los rostros de mis compañeros, ver el miedo o determinación en sus ojos. Mi visión filtrada con un color carmesí por la lentilla de la máscara me permitía hacer contacto visual sin parecer que los estudiaba meticulosamente. Además, cubrirme el rostro me permitía no ser evidente con mis expresiones de disgusto y decepción por cada conclusión que hacía sobre mi “equipo”.

Como era de esperarse, el plan fracasaría incluso antes de iniciar. Estábamos separados y el enemigo sabía nuestra posición. Un ataque furtivo arremetía contra nosotros en la costa. Al menos una docena de sujetos corría en formación para enfrentarnos.

Varios empezaron a hacer frente a los atacantes, yo preferí quedarme atrás, analizando cada movimiento de mis contrincantes, pero en especial de mis compañeros. Estaba dispuesto a estudiarlos a fin de procurar que la misión resultara bien, quizás con la dirección adecuada podríamos triunfar e incluso cooperar como un escuadrón organizado…

Patético - me repetía una voz agría en mis adentros que solo pensaba que moriría rodeado de inútiles. En mi mano diestra mi daga del crepúsculo se ocultaba debajo de las mangas holgadas de mi manto negro. Veía la colina entre los árboles intentando divisar a los verdaderos enemigos. No veía a nadie de la Dark Order, pero sabía que nos observaban y eso me intranquilizaba, no podíamos mostrar nuestro repertorio completo, debíamos encargarnos de las sobras con solo con nuestras manos sin llamar la atención de los números importantes.

Uno a uno el pelotón de hombres enviados a darnos caza iban cayendo. Caminaba a las espaldas de mis compañeros, estudiándolos a la distancia. Empecé a crear un perfil para cada integrante, aprendía…

Perfiles del escuadrón :

Suspiré dentro de mi máscara decepcionado tras mi observación.

Tenía una idea superficial de aquellos sujetos, pero aún quedaban al menos la mitad de los atacantes. Sin embargo, Rauko y la mujer tatuada faltaban por actuar. Conocía al elfo y sabía lo poderoso que podría ser. No me preocupaban los contrincantes que quedaban, pero sí me angustiaba que así como lo hizo en su día, Rauko subestimara a sus enemigos y terminase siendo víctima de su propia ímpetu contra los números importantes de la Dark Order.

Caminé despacio entre los cuerpos, quería ver de cerca como el elfo actuaba y si podía ver a su acompañante. El último recuerdo que tenía de aquel rostro tatuado era la melancolía en sus ojos. En aquel instante no pude conversar sobre mis suposiciones, sobre su capacidad para traducir un texto de lengua antigua, quizás en esta ocasión sí podría.

En un par de ocasiones clavé mi daga con un movimiento rápido sobre algunos cuerpos que se arrastraban y retorcían sobre el suelo. No era suficiente incapacitarlos, debían ser eliminados. Apuñaladas certeras a sus puntos vitales bastaban para acabar con su miseria.

Tras eliminar a los 12 hombres y asegurar que no se levantarían, comuniqué con voz de mando un mensaje para agrupar al “equipo”, no había tiempo para debatir liderazgos. Ellos verían si aceptaban mis palabras.

No se separen, este combate no significa nada, no canten victoria. - señalé con una voz que se volvía más grave por el uso de la máscara, añadiendo un tono profundo y sombrío a mi discurso. - Debemos ser capaces de comunicarnos, trabajar solos puede ser nuestra perdición si nos enfrentamos a un grupo organizado y poderoso. Propongo decir nuestros nombres y que nos mantengamos juntos, debemos continuar - dije mientras miraba con detenimiento a cada integrante haciendo un leve movimiento con mi cabeza para hacer un paneo de todos. Era mi oportunidad de tomar un rol de capitán en aquel grupo improvisado de mercenarios.

Evidentemente, no podía decir mi nombre, así que tomé prestado un alias para no levantar sospechas. Mi actuar durante la batalla había sido mínimo debido a mis labores de “investigación”, debía reafirmar que, por desgracia, estaba de su parte al menos esta vez. - Pueden llamarme Judas. - Un nombre que no levantaría sospechas de mis intenciones y además no permitiría asociar mi verdadera identidad..

Por cierto...- dije volteándome para ver a la bruja. - Mencionaste algo sobre un mapa... además te quería preguntar: ¿Cuánto peso eres capaz de levantar con tus poderes?

　Y ahí estábamos, listos para actuar, cuando de pronto noté que no estábamos listos. De hecho, estábamos peor que antes, con nuestro grupo reducido a la mitad, aunque todavía nutrida con la nutria, y Zelas estaba en algún lugar que solo el Bebé Barbudo sabría dónde.

　Observé a mis compañeros. Podía confiar en ellos. Después de todo, la bruja alquimista estuvo conmigo en la Torre Infinita y me nalgueó; la rana, aunque de pequeña estatura, era el inigualable Frosk el Grande; Corlys era… un conocido.

　«De todas formas, me basto y sobro para luchar contra toda la Dark Order», pensé antes de recordar los rumores sobre su poderío, «y para perder contra todos ellos».

　Xana, por su parte, tuvo un fugaz tic nervioso cuando la alquimista nalgueadora le preguntó sobre sus tatuajes. Cientos de respuestas, verdaderas, falsas y ambiguas, nacieron y fueron desechadas en su mente en un instante. Solo una perduró, reverberando como ecos en su memoria. «Significan que hice algo terrible para pasar el rito de iniciación de mi clan y me convertí oficialmente en nigromante». Como mejor pudo, sonrió con cortesía y respondió:

　–Ahora mismo, son un recordatorio de un error de mi pasado.

　Afortunadamente para ella, la alquimista se distrajo con algo más. Xana suspiró con cierto alivio y descolgó su lanza de su espalda, cerró los ojos para sentir su conexión con el éter y se mentalizó para lo que vendría.

　Yo me comí una biusa. Estaba rica.

　Poco después, descubrimos que el plan de Zelas se había ido al Oblivion y ahora nuestras opciones eran luchar y ganar o luchar y ganar con estilo.

　–Ah, ¿Vincent dijo eso de nosotros? –contesté a Corlys, ladeando la cabeza–. Es un exagerado –agregué, sonriendo con una pizca de timidez fingida–. Soy un humilde espadachín. Ya lo verán pronto.

　Xana me lanzó una mirada significativa. Entendí la pregunta contenida en sus ojos. No era el mejor momento para ocultar mis capacidades, lo cual no era una pregunta, pero, en fin, son detalles irrelevantes.

　Mis hábiles e intrépidos compañeros atrapados en una aparatosa desventura derramaron la primera sangre, y la segunda, y un poco más. Mientras los evaluaba con mi pobre criterio, convoqué mi espada Doppelsäbel y aceleré el éter que fluía por mi cuerpo.

　Xana me detuvo colocando una mano en mi hombro.

　–No los detendré –murmuró–, pero lucharé a mi manera.

　–Deberás apresurarte o ya no quedará nadie vivo –le dije.

　Volví la vista al frente, hacia los enemigos. Algunos se habían quedado rezagados, por algún motivo. Quizás tenían miedo de morir.

　Xana corrió hacia ellos, quienes se pusieron en guardia. Ella se detuvo, los observó uno a uno.

　–Si no quieren morir, pueden rendirse ahora y prometo que podrán irse de la isla en paz –les dijo, sonando más amable de lo que pretendía.

　Tras un momento de silencio, se escuchó un pequeño crujido, a un lado de Xana, en el suelo. Ambos miramos al sitio, viendo las huellas de pisadas y una rama rota.

　La ilusión se desvaneció en cuanto aquel sujeto atacó con su daga, buscando el cuello de mi compañera.

　En un instante, me impulsé con una descarga de éter^[1] y perforé con mi espada el cráneo del sujeto. Mis manos y el rostro de Xana fueron salpicados de sangre. Xana permaneció estupefacta.

　–Ya perdieron la oportunidad –siseé–. Ahora, si me disculpan –saqué mi Doppelsäbel, dejando caer el cadáver, y saboreé el éter que este desprendió–, les arrebataré sus almas.

　Saqué la lengua en un gesto infantil, inocente, que contrastaba con mis intenciones homicidas.

　Xana reaccionó y se abalanzó sobre los enemigos. Ellos se dispersaron, intentando rodearnos. Un espadachín se interpuso en el camino de ella, lanzando un tajo ascendente. Xana creó una esfera de luz^[2] y la disparó al rostro de él, que fue impelido hacia atrás en un instante que ella aprovechó para clavar la lanza en el corazón del sujeto, infligiéndole una herida mortal y falsa^[3]. Retiró la lanza y la usó para batear la esfera, aún en el aire, hacia otro desafortunado.

　Corrí hacia ese último. Mientras él bloqueaba la esfera, di un veloz giro para decapitarlo y giré otra vez para golpear, con el lomo de mi espada, su cabeza en el aire para lanzarlo hacia otro sujeto. Para mí no era tan sencillo conjurar proyectiles, así que tuve que improvisar usando la cabeza.

　Corrí hacia él, acelerándome con magia. Él tenía una lanza. Tras desviar la cabeza proyectil, me lanzó una estocada. Potencié mis piernas y di un gran salto. En el aire lancé, con toda mi fuerza, mi espada hacia un enemigo que iba a por Xana; el dúo de hojas atravesó su cuello. Al ascender y situarme sobre el lancero, expulsé éter hacia arriba^[1], disparándome al lado contrario, apuntando mis pies contra la cabeza del lancero que terminé aplastando en la tierra.

　De pronto, sentí un aumento de éter y de calor. Vi el entorno iluminarse por algún fuego que escuché venir desde un costado. Salté hacia atrás, evadiendo una ráfaga de bolas igníferas que dejaban a su paso una estela de humo etéreo.

　No mantuvieron su trayectoria; se desviaron, hacia mí, y me perseguirían hasta extinguirse.

　Corrí, necesitando de toda mi velocidad para no ser alcanzado. Busqué con la mirada al hechicero. Ni siquiera intentó esconderse, confiado en su magia.

　Volví la vista al frente, avancé hacia un árbol. Salté hacia él, buscando la mayor altura posible. Apoyé mis pies en el tronco para saltar como resorte y pasar sobre los llameantes proyectiles, que estallaron impactando en el árbol.

　Propulsándome con magia, di un giro innecesario pero muy vistoso en el aire. Aterricé de pie, y mis plantas fueron azotadas inmediatamente por el dolor. Le sonreí con suficiencia al pirómano, fingiendo no sentir nada.

　Vi el éter concentrarse en sus manos^[4] mientras su rostro reflejaba un temor en aumento. Me apresuré hacia él, sorprendiéndolo con la velocidad en la que yo reducía la distancia entre ambos. Quizás más por instinto que por voluntad, alzó un muro de llamas a su alrededor, obligándome a detenerme.

　–Oye, eso no es divertido –repliqué. Me crucé de brazos y empecé a caminar a su alrededor.

　Él intentaba no apartar sus ojos de mí, pero no podía evitar, cada tanto, lanzar un breve vistazo a Xana y al actual oponente de esta, al resto de mis compañeros y donde estaba mi espada. También sudaba más que yo, y no por el calor, y sus respiraciones eran rápidas.

　Me detuve donde lo vi conveniente. Sonreí y alcé las manos en gesto de rendición.

　–Descuida, te necesito vivo –le dije, levantando no más que sus sospechas–. Pero, eso sí, mírame a los ojos y dime una cosa. Y más te vale ser honesto –pedí, con suma seriedad, atrayendo toda su atención en mí.

　Y cayó de bruces, con Doppelsäbel clavada en su espalda, resultado de activar el encantamiento de la espada cuando levanté las manos para atraerla directo hacia mí.^[5] Las llamas se extinguieron junto a su vida.

　Mientras recogía y limpiaba mi espada, estuve atento al combate de Xana. Ella arrojaba una frenética cadena de ataques con su lanza y orbes de energía, que poco hacían contra su enemigo, un hombre ataviado por una gruesa armadura y que empuñaba un mandoble. Él era fuerte, sin lugar a dudas. Pero su fuerza hallaría su límite.

　Con una lentitud que no padecía al inicio, dejó caer su espada en un poderoso ataque pesado que Xana esquivó con un ágil paso lateral. Él intentó levantar su arma, pero no pudo; la espada estaba cubierta por una gruesa capa de piedra que Xana creó con los constantes choques de su lanza encantada.^[6] El fortachón intentó retroceder, pero las articulaciones de sus piernas también estaban petrificadas. Perdió el equilibrio y cayó como un tronco.

　Xana saltó sobre él, le inmovilizó los brazos petrificándolos de la misma manera, le arrancó el casco y le rajó el cuello.

　Ella se apartó, con la mirada ausente. Se colocó a mi lado y apoyó su frente en mi hombro.

　–Es… demasiado… difícil… salvarlos –musitó–. Y no te contienes –masculló.

　–Lo siento –dije, también en voz baja–. No quería que te hirieran, no quiero que hieran a nadie. Por eso actué como sé hacerlo.

　–Lo sé –exhaló–. Yo… aún soy demasiado débil.

　Noté al compañero enmascarado pasearse por el lugar, rematando a los que aún vivían.

　–Pero lograste salvar a dos –dije para animar a Xana–. Dos que aún tendrán una oportunidad de redimirse, así que no lo lamentes más y descansemos. Aún queda mucho por hacer –agregué, colocando una mano en su espalda para llevarla con nuestros compañeros y, de ese modo, permitir que el enmascarado eliminara como correspondía a esos dos sobrevivientes.

　Al cabo de unos momentos, aquel enmascarado asumió el liderazgo en ausencia de Zelas. Para empezar, dio indicaciones prudentes que no involucraban arriesgar nuestras vidas probando los límites de la magia arcana. Luego, para ganarse nuestra confianza, dijo que lo llamáramos Judas. Efectivamente, muy confiable, y espero que se note el sarcasmo en mis palabras.

　–A mí pueden llamarme Mordred –me presenté, señalándome con el dedo índice.

　Xana, tardando apenas unos eternos segundos, comprendió el juego que quise seguir y fue la siguiente.

　–Y a mí: Medea. Un placer. –Saludó con una leve inclinación

　Sonreí, satisfecho por algo tan tonto y, quizás, inadecuado justo después de una masacre.

-EL SIGUIENTE POST SE REALIZARA EL DIA 5 DE SEPTIEMBRE A MAS TARDAR QUIEN NO POSTEE PARA LA FECHA SE CONSIDERARA NOQUEADO POR UN CADAVER EN LLAMAS O UN ARBOL(?)-

Las cosas parecían marchar bastante bien, lidiar con los guardias fue sencillo, principalmente con la llegada de nuevos aliados. De hecho su cara se me hacía bastante familiar, pero en vista de que mi cabeza era un manojo de confusiones no lograba dar con él. Como sea, había sido de excelente ayuda a exterminar a los guardias que había inmovilizado.

Para cuando acabó de decir la frase un poco tardía sobre hacer silencio, el calor de la batalla - literalmente - se intensificó.

Los cuerpos en llamas de los muertos se levantaban, y no bastando con eso, el bosque también se prendía en candela. Miré mi látigo, ardiendo cómo estaban esas cosas dudaba que mi arma fuera a funcionar. ¿Qué había originado el fuego?  Mejor dicho ¿Qué había levantado a los muertos?

-Hay que apagar ese maldito fuego. - Reclamé un poco frustrada al ver que las cosas comenzaban a complicarse antes de lo esperado.

La cosa no paró ahí, pues un ave de fuego iba justo en dirección hacia Meleis y Ryra, sin embargo poco podía hacer para ayudarlos a ellos.

Aún cerca del agua, aproveché para retroceder de un salto en la medida que volvía a enrollar mi látigo, por lo que inmediatamente la concentración de éter de mi siniestra se hizo presente formando un látigo de agua. La opción más certera intentar apagar a esas cosas que difícilmente se acercarían al agua.⁽¹⁾ Eso pensé cuando una avanzo mojando ligeramente sus pies, por un momento pareció extinguirse, aunque a los pocos segundos las llamas volvieron.

-Oye, cabello de ensueño. ¿Puedes rematarlos una vez que les eche agua encima? - Esperaba que sí, pero tampoco me detuve a esperar que respondiera. Aprovechando la distancia y mi posición ventajosa, aplicando la fuerza precisa, el látigo acuático enrolló al más cercano de ellos, el vapor se concentraba pero tampoco me detuve allí. Con la mano libre concentré nuevamente mi energía para formar un par de esferas que no dudé en lanzar en contra del otro muerto en llamas .⁽²⁾ Esperaba que su fuerza fuese lo bastante potente para hacerlo retroceder y apagarlo en el proceso, sin embargo con el bosque ardiendo no estaba muy segura si lo que estaba haciendo funcionaría.

Meleis

Mientras tantos, las cosas en el aire tampoco estaban sencillas. La llegada de aquel ave de fuego puso al joven dragón en alerta, sin contar el hecho que ahora había gran parte del terreno boscoso en llamas, pero, podría decirse que el chico tenía cierta ventaja, contaba con su coraza natural para resistir un poco más y el agua era su elemento.

Su preocupación más inmediata se trataba de Ryra, que era la persona que llevaba en su lomo, además de que el peso extra mermaba su velocidad. El aleteo sus alas con más potencia y entre zigzagueos, cuya dirección iba guiandose hacia el núcleo del fuego, comenzó disparar chorros de agua en contra del ave,⁽³⁾ tal vez su actual jinete podría intentar golpearlo con flechas o buscar una brecha, por ahora necesitaba apaciguar el fuego si quería lograr clavar sus dientes en aquella cosa.

Los soldados que nos llegaron no duraron demasiado, en lo que yo recuperaba mi lanza del cuerpo del primero, y Teufel le hacía cosas al siguiente en llegar que consiguieron que me arrepintiese de poder ver en la oscuridad, el resto se habían encargado de los restantes. La rana y sus compañeros habían resultado bastante útiles, aunque los que más destacaron fueron Rauko y Xana, que eliminaron entre los dos a más de la mitad, confirmándome que lo que decía Vincent de ellos era totalmente cierto.

- Todo bien por aquí. Parece que a pesar de todo, Zelas sabía lo que se hacía reuniéndonos.- Respondí al hombre sapo mientras esperaba a que Teufel soltara los restos mutilados de lo que había sido su víctima para reunirnos con el resto.

Entre tanto, el tipo misterioso había asumido el liderazgo en ausencia de Zelas, y aunque su actitud me generaba la imperiosa necesidad de contestarle, la falta de Zelas hacía que alguien debiera organizar este caos, y siendo que estaba seguro de que yo no quería ser esa persona, opté por tragarme todas las respuestas que pasaban por mi cabeza y resignarme. Lo que no esperaba mucho era que la gente optara por dar nombres falsos, porque el del tipo misterioso sonaba sospechoso, pero los de los elfos ya sabía que eran falsos. No me iba a meter con sus decisiones, aunque esperaba que al menos fueran capaces de asociarlos bien como sus nombres, porque como intentásemos advertirles de algo en batalla y les volaran la cabeza por haber mentido ahora sería un problema. Al menos la probable Reike optó por usar su nombre verdadero, lo que además confirmaba su identidad como la versión original de esa loca que habíamos confrontado en la cúpula de cristal.

- Yo soy Corlys.- Esperaba que la nutria se presentara a si misma, pero parecía muy ocupada intentando limpiarse la sangre de cabeza y brazos como para responder.- Y la bola de pelo es Teufel.- Lamentablemente, no estaba tan ocupada como para no gruñirme amenazadoramente por referirme a ella de esa forma.

Reike estaba enseñándonos un mapa con nuestra localización y los lugares más favorables para la base enemiga cuando se escuchó un estruendo. Al levantar la vista vi claramente unos troncos precipitándose hacia nosotros. Antes de que nadie pudiese reaccionar, Reike detuvo la avalancha con sus poderes. Pero cuando me giré para felicitarla vi que ya no estaba junto a nosotros sino surcando el aire. Hubiera estado bien mandar a alguien a ayudarla, pero la bestia que había lanzado esos troncos contra nosotros ya se había personado a nuestro lado, y no podíamos desaprovechar el sacrificio de Reike y permitir que volviera a lanzarnos medio bosque. Así que solo podíamos confiar en que tuviera suficientes recursos como para no matarse.

- No parece haber demasiado tiempo para planes. Intentemos acabar con este rápido y así podremos ir antes a ayudar a Reike.

Miré a Teufel y asintió con la cabeza, entonces nos lanzamos contra el hombre semidesnudo por ambos lados. Teufel intentó morderle el costado, pero el hombre se adelantó y la mandó a volar de un revés. Era una suerte que su piel fuese tan resbaladiza como dura^[1], porque era probable que ese golpe hubiera matado a un humano normal. Por mi parte intenté empalarle con mi lanza, pero la desvió sin esfuerzo con las protecciones que llevaba en el antebrazo. Viendo que este ser era ridículamente fuerte, quizás con ayuda del extraño líquido que corría por sus venas, opté por hacer lo mismo que él, que aunque dudaba ir a llegar a su nivel, confiaba que fuese suficiente para poder aguantarle mientras mis compañeros lo terminaban. Liberé mi maldición^[2] y empecé a canalizar sangre para reforzarme^[3], e inmediatamente volví a la carga contra él. Lancé otra estocada hacia su costado, que desvió de la misma forma, pero aproveché que no contaba con que el ataque iba con mucha más fuerza que el anterior para apartarle el brazo y estamparle el canto del escudo en el pecho con toda la fuerza que pude sacar. A diferencia de mi infructuoso intento anterior, en esta ocasión si se tambaleó hacia atrás por el impacto.

- Lo siento, pero sois enemigos de nuestro amigos. Sólo queda una salida.- Le respondí mientras le atacaba de nuevo, lanzando una rápida sucesión de punzadas utilizando la ventaja que me daba mi mayor alcance. A pesar de todo, mi enemigo se las apañaba para esquivar o desviar los golpes. Ya no iba a poder volver a pillarle por sorpresa como antes, pero mientras me quedasen fuerzas no iba a detenerme.

El regreso de Teufel y la entrada de otros compañeros al combate me dio la distracción que esperaba. Volví a lanzar una sucesión de envites con el escudo y la lanza, esperé a que me fuese a bloquear uno de los lanzazos y entonces finté, dejando que la punta se deslizara por su brazal y empujándola con todas mis fuerzas hasta que se clavó profundamente en su brazo. Haber hecho me había dejado bastante más expuesto de lo que me gustaría y no tardó en llegar un brutal golpe directo a mi pecho, que a pesar de lograr interponer el escudo en su camino fue suficiente para lanzarme rodando por el suelo del bosque.

Dolorido por el impacto y notando como los efectos de la sangre se iban desvaneciendo y sufría la posterior fatiga, opté por quedarme tirado en el suelo, limitándome a respirar y recuperar las fuerzas, mientras confiaba en que mis compañeros pudieran terminar el trabajo. Por mi parte había conseguido conectarle un par de buenos golpes y le había dejado una lanza clavada en el brazo izquierdo, viendo el tipo de monstruos contra el que nos estábamos enfrentando no me podía quejar.

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