El Scion: La Leyenda del Triunvirato [Libre]
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Re: El Scion: La Leyenda del Triunvirato [Libre]
La situación se había complicado de un momento a otro y es que este terrible kraken había sabido pillarme por sorpresa y atraparme por uno de los tentáculos. Mis gritos de dolor mientras trataba de forcejear se acompañaba por el ruido de batalla provocado por el resto de mis compañeros. Pude escuchar las palabras de Eberus mientras sentía como la bestia gritaba y eso me daba una oportunidad para soltarme. Hice que la hoja de mi espada se envolviera de fuego dorado permitiéndome cortarle el tentáculo y liberarme, cayendo eso si a la poza de agua, desde la que eche a volar soltando fuego por mi espada.
—Descuida, tendrás la distracción que pides —le dije a Eberus antes de concentrar energía en la hoja y liberarla en forma de corte de fuego con la que le corte otro de los tentáculos haciendo que el kraken gritara y que dejara de prestar atención a Eberus y Sango. Sabía que el kraken iba a liberar su furia sobre mi ahora, por lo que lo que hice fue hacer que de la hoja empezara a salir fuego que me encerrara en una esfera. Uno de los pocos tentáculos que quedaban comenzaron a golpear sobre la barrera mágica. —Aprovechad y acabar con el kraken.
—Descuida, tendrás la distracción que pides —le dije a Eberus antes de concentrar energía en la hoja y liberarla en forma de corte de fuego con la que le corte otro de los tentáculos haciendo que el kraken gritara y que dejara de prestar atención a Eberus y Sango. Sabía que el kraken iba a liberar su furia sobre mi ahora, por lo que lo que hice fue hacer que de la hoja empezara a salir fuego que me encerrara en una esfera. Uno de los pocos tentáculos que quedaban comenzaron a golpear sobre la barrera mágica. —Aprovechad y acabar con el kraken.
Logan Allen
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Re: El Scion: La Leyenda del Triunvirato [Libre]
Pero el desvanecimiento fue una ilusión. Un simple parpadeo que duró lo suficiente como para que Sango volviera en sí y se diera cuenta de la gran necesidad que tenían tanto él como sus compañeros de volver y acabar con la amenaza que les había atacado. Las rocas caían a su alrededor, las voces llegaban atenuadas y cuando se incorporó pudo verse a sí mismo luchando contra la bestia. Sacudió la cabeza y apoyándose en el hacha que acababa de recuperar se levantó.
Sus ojos no podían quitarse de su otro yo. Parecía recibir los impactos con tanta naturalidad como el que se ve golpeado por una mosca arrastrada por una ráfaga de viento. Comprendió al mirar a Eberus que era él el responsable de aquel reflejo de sí mismo mientras que Logan había conseguido liberarse del abrazo mortal de la bestia y ahora se encontraba en el otro extremo de la cueva, rodeado por una suerte de barrera. La bestia, cansada de golpear ilusiones, se centró en el joven brujo y golpeó con la violencia propia del que se sabe en una situación de peligro: matar o morir.
Ben se lanzó a la cabeza del animal y sujetándose en unos de los pliegues de su piel, comenzó a descargar hachazos con violencia sobre el animal. Los golpes cada vez se internaban más en la carne del animal pero esta no parecía ceder en su empeño por destruir a Logan. Sin embargo, que cada golpe que daba fuera respondido por una nueva vía de escape de sangre de la bestia, le indicaba que iba por el buen camino. Sin embargo, él comenzaba a cansarse. La bestia se agitó y con un golpe de uno de sus brazos, lanzó a Sango lejos.
Una vez más, en el suelo, se obligó a ponerse en pie pero esta vez la bestia no se quedaría en la poza. Avanzó con los tentáculos que le quedaban, arrastrándose por el suelo de la cueva en dirección a él. Allí, fuera del agua, Ben pudo estudiar durante un breve instante a la bestia y no pudo evitar pensar en un pulpo. Uno de aquellos que podía verse en la lonja de Lunargenta y que, según decían, traían de las frías aguas del norte.
- Que los Dioses me lleven, es un puto pulpo...- dijo antes de lanzarse a un lado para esquivar un ataque que iba hacia él-. ¡Eberus, Logan, mátadle, joder!
De la que se levantó, recuperó el escudo que había quedado tirado en el suelo hacía tan solo unos instantes y lo usó para desviar los cada vez más débiles golpes de la bestia. No había duda, tenían que seguir atacando.
- ¡Rajadle, cortadle, tiradle magia, matadlo! ¡Sin miedo, sin temor, los Dioses brindarán por esta hazaña, y si tenemos suerte, brindaremos con ellos esta noche! ¡Al Valhalla! (1)
Ben se lanzó hacia los brazos que le quedaban a la bestia, gritando y rugiendo como un auténtico animal. Lanzaba golpes a sus tentáculos mientras avanzaba e intentaba alcanzar su rostro. Pero le fue imposible. Los tentáculos se cerraban sobre él y le golpeaban y entorpecían lo suficiente como para detener su avance. Él solo pudo clavarse en el sitio (2) y esperar que sus compañeros asestaran el golpe de gracia. Ahora era él que hacía de cebo.
- ¡Eberus, Logan, por los Dioses, matadlo!
Sus ojos no podían quitarse de su otro yo. Parecía recibir los impactos con tanta naturalidad como el que se ve golpeado por una mosca arrastrada por una ráfaga de viento. Comprendió al mirar a Eberus que era él el responsable de aquel reflejo de sí mismo mientras que Logan había conseguido liberarse del abrazo mortal de la bestia y ahora se encontraba en el otro extremo de la cueva, rodeado por una suerte de barrera. La bestia, cansada de golpear ilusiones, se centró en el joven brujo y golpeó con la violencia propia del que se sabe en una situación de peligro: matar o morir.
Ben se lanzó a la cabeza del animal y sujetándose en unos de los pliegues de su piel, comenzó a descargar hachazos con violencia sobre el animal. Los golpes cada vez se internaban más en la carne del animal pero esta no parecía ceder en su empeño por destruir a Logan. Sin embargo, que cada golpe que daba fuera respondido por una nueva vía de escape de sangre de la bestia, le indicaba que iba por el buen camino. Sin embargo, él comenzaba a cansarse. La bestia se agitó y con un golpe de uno de sus brazos, lanzó a Sango lejos.
Una vez más, en el suelo, se obligó a ponerse en pie pero esta vez la bestia no se quedaría en la poza. Avanzó con los tentáculos que le quedaban, arrastrándose por el suelo de la cueva en dirección a él. Allí, fuera del agua, Ben pudo estudiar durante un breve instante a la bestia y no pudo evitar pensar en un pulpo. Uno de aquellos que podía verse en la lonja de Lunargenta y que, según decían, traían de las frías aguas del norte.
- Que los Dioses me lleven, es un puto pulpo...- dijo antes de lanzarse a un lado para esquivar un ataque que iba hacia él-. ¡Eberus, Logan, mátadle, joder!
De la que se levantó, recuperó el escudo que había quedado tirado en el suelo hacía tan solo unos instantes y lo usó para desviar los cada vez más débiles golpes de la bestia. No había duda, tenían que seguir atacando.
- ¡Rajadle, cortadle, tiradle magia, matadlo! ¡Sin miedo, sin temor, los Dioses brindarán por esta hazaña, y si tenemos suerte, brindaremos con ellos esta noche! ¡Al Valhalla! (1)
Ben se lanzó hacia los brazos que le quedaban a la bestia, gritando y rugiendo como un auténtico animal. Lanzaba golpes a sus tentáculos mientras avanzaba e intentaba alcanzar su rostro. Pero le fue imposible. Los tentáculos se cerraban sobre él y le golpeaban y entorpecían lo suficiente como para detener su avance. Él solo pudo clavarse en el sitio (2) y esperar que sus compañeros asestaran el golpe de gracia. Ahora era él que hacía de cebo.
- ¡Eberus, Logan, por los Dioses, matadlo!
(1) Uso de habilidad - ¡Al Valhalla! [1 uso]: Durante la batalla, este poderoso grito de guerra infunde nuevas esperanzas en los corazones de sus aliados y puede llegar a intimidar a sus adversarios. Cuando Sango grita, la adrenalina se dispara y permite que tanto él como sus aliados ignoren parte del daño recibido y les permite lanzarse al ataque, una vez más, para gloria y regocijo de los Dioses.
(2) Uso de habilidad - Baile de uno: El entrenamiento ha dado sus frutos y Sango es capaz de utilizar su escudo, brazos, piernas, en definitiva, todo aquello de lo que disponga en un reducido espacio de terreno que considera suyo, para esquivar los ataques de varios enemigos.
Sango
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Re: El Scion: La Leyenda del Triunvirato [Libre]
Aquella hazaña no iba a ser sencilla, pero Eberus comenzaba a sentir en sus adentros que conseguirían derribar a la bestia. Todo parecía avanzar torpemente hacia la victoria, con el éxito de las distracciones y el progresivo debilitamiento de aquel gigantesco cefalópodo, pero también con muchos golpes recibidos y agresiva adversidad.
Los inspiradores gritos de Sango ayudaron a que el brujo sintiera esa positividad. Nunca había creído en los Dioses, pero lo que le inspiraba no eran las creencias, sino el ímpetu, el fervor, el coraje, la confianza y el compañerismo que transmitía con sus palabras. Y al ver que el espectáculo de fuego, sangre y violencia les estaba llevando a amainar al monstruo, no dudó en intentar algo más complicado pero que, de salir bien, podría resultar en un golpe de gracia.
Localizó una roca grande y pesada, como del tamaño de una gran oveja, y se dispuso a utilizar todas sus fuerzas psíquicas y el coraje fundado por Sango en él para intentar elevarla sobre la cabeza de la bestia y arrojarla hacia abajo (1). El ascenso era lento e inestable. Eberus se veía algo tembloroso y su esfuerzo se notaba en la rojez y en las venas que comenzaban a hacerse más perceptibles en su rostro. Pero, finalmente, logró hacerlo. La roca impactó sobre la cabeza del kraken. Sin embargo, el exhausto brujo no pudo fijar su mirada en el resultado de su esfuerzo. Cayó al suelo en un fuerte mareo que le mantenía ido, tambaleándose incluso estando sentado, y dejado a la suerte del éxito o fracaso de su último ataque y de sus compañeros, sin siquiera poder concentrarse en protegerse si algún ataque se dirigía hacia él.
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OFF: 1.- Utilizo mi talento Telequinesis.
Los inspiradores gritos de Sango ayudaron a que el brujo sintiera esa positividad. Nunca había creído en los Dioses, pero lo que le inspiraba no eran las creencias, sino el ímpetu, el fervor, el coraje, la confianza y el compañerismo que transmitía con sus palabras. Y al ver que el espectáculo de fuego, sangre y violencia les estaba llevando a amainar al monstruo, no dudó en intentar algo más complicado pero que, de salir bien, podría resultar en un golpe de gracia.
Localizó una roca grande y pesada, como del tamaño de una gran oveja, y se dispuso a utilizar todas sus fuerzas psíquicas y el coraje fundado por Sango en él para intentar elevarla sobre la cabeza de la bestia y arrojarla hacia abajo (1). El ascenso era lento e inestable. Eberus se veía algo tembloroso y su esfuerzo se notaba en la rojez y en las venas que comenzaban a hacerse más perceptibles en su rostro. Pero, finalmente, logró hacerlo. La roca impactó sobre la cabeza del kraken. Sin embargo, el exhausto brujo no pudo fijar su mirada en el resultado de su esfuerzo. Cayó al suelo en un fuerte mareo que le mantenía ido, tambaleándose incluso estando sentado, y dejado a la suerte del éxito o fracaso de su último ataque y de sus compañeros, sin siquiera poder concentrarse en protegerse si algún ataque se dirigía hacia él.
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Eberus
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Re: El Scion: La Leyenda del Triunvirato [Libre]
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Aylizz Wendell
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Re: El Scion: La Leyenda del Triunvirato [Libre]
La gigantesca roca impactó en la criatura que golpeó aleatoriamente a su alrededor con sus largos tentáculos. Ben se tiró al suelo y se cubrió la cabeza con los brazos esperando que los Dioses le protegieran de aquel frenesí. Sintió rocas caer a su lado y todo parecía vibrar a su alrededor haciendo que Ben llegara a pensar que había sido un error echarse al suelo y no haber intentado salir corriendo.
La calma llegó de repente. Como un grito que cesa y en el que no hay eco. Solo se escuchaba el movimiento de las agitadas aguas de la poza y nada más. Ben giró la cabeza y se incorporó lentamente al ver que la criatura ya no estaba. En su lugar las aguas habían adquirido un intenso color oscuro, signo inequívoco, se dijo, de que el golpe con la roca había resultado mortal. Eso esperaba.
Buscó con los ojos a sus compañeros para encontrarse, únicamente, con Eberus que estaba recostado contra la pared de la galería, tenía los ojos cerrados y Ben se temió lo peor. Corrió hacia él e hincó una rodilla al tiempo que le zarandeaba. Al ver que movía la cabeza, se lo reprochó.
- Maldito canalla, no me pegues esos sustos- dijo tratando de hacer que fijara la mirada en él-. Impresionante ese truco. Lo has hecho, te has cargado al pulpo gigante- le sonrió y le abofeteó suavemente para que despertara-. Pero aún quedan cosas que hacer, ¿eh? Venga, hay que salir de aquí.
Le dio tiempo para que se recuperara mientras él recuperaba el equipo perdido por toda la galería y llamaba a Logan a voces. Sabía que era inútil, desapareció sin dejar rastro y aquí sí que Ben dejó que los malos pensamientos ocuparan su mente. Mucho habían pasado desde que se conocieran en el desierto. Muchos peligros habían enfrentado y un lazo de amistad los había unido. Pero el mal era demasiado grande en el mundo y los que osaban enfrentarse a él corrían el riesgo de caer. Suspiró y sacudió la cabeza. Mientras él viviera, recordaría a su amigo caído.
Se giró en dirección a Eberus al que ayudó en todo lo que precisó para volver a recuperar la verticalidad y echar a andar.
- Vamos a coger el barco y nos vamos a largar de esta galería bajo el mar- dijo mientras caminaba hacia la salida-, y en cualquier sitio de las Islas nos beberemos un barril entero de cerveza. Buen plan, ¿no?- dijo antes de percatarse de las voces que provenían de la escalera.
Sin pensarlo dos veces, empuñó el hacha y se lanzó a la carrera hacia la escalera dejando a Eberus tras de sí. Sus pisadas debieron alertar a los que bajaban porque se escucharon movimientos y voces apresuradas.
- ¡Están aquí!- gritó el primero que apareció ante él.
Sin embargo, Ben le embistió con el escudo y le estampó contra la pared de roca. Aquel desgraciado soltó un gruñido antes de que el aire se le escapara del pecho. El que llegó tras él intentó acuchillar a Sango pero la armadura detuvo el golpe. Ben se giró estirando el brazo del hacha pero el atacante se había separado lo suficiente como para evitarle. En sus manos apareció un orbe de fuego. Sango abrió los ojos y le lanzó el hacha con un rápido movimiento. Para sorpresa del brujo, el hacha se quedó clavada en el pecho y Ben aprovechó para sacarla de su sitio y dejar que un reguero de sangre salpicara su rostros y la armadura mientras aquel hombre caminaba hacia atrás olvidándose del orbe de fuego.
Sin tiempo que perder, Ben se giró y caminó hacia el otro desgraciado que estaba levantándose de espaldas a toda la acción. Cuando se giró lo único que pudo acertar a ver fue el filo del hacha impactar contra su rostro. Ben extrajo el hacha y le volvió a golpear, esta vez en el cuello provocando la muerte del segundo atacante.
- ¡Eberus, estos cabrones nos han seguido!- gritó.
Corrió escaleras arriba dejando que el aire fresco entrara, poco a poco, en su pecho. La luz del sol le recibió con un gran abrazo. Allí fuera estaba su bote y el de los recién llegados. Echó un rápido vistazo y pudo ver otro bote a lo lejos. La costa no estaba muy lejos, quizá con algo de suerte y buenos brazos consiguieran llegar sin que les lanzaran hechizos. Quizá. Ben se metió, de nuevo, en la galería y fue con Eberus.
- Hay más de esos en el mar. Tienen un bote. La costa no está lejos. Puedo remar hasta perder el sentido dime que te quedan más trucos como el de la piedra. O bueno, si no lo tienes, miénteme- dijo casi con una sonrisa-. Pero que no me entere.
Ben confiaba en Eberus para salir de allí. Y él haría lo que estuviera en su mano para sacarlos con vida de aquella.
La calma llegó de repente. Como un grito que cesa y en el que no hay eco. Solo se escuchaba el movimiento de las agitadas aguas de la poza y nada más. Ben giró la cabeza y se incorporó lentamente al ver que la criatura ya no estaba. En su lugar las aguas habían adquirido un intenso color oscuro, signo inequívoco, se dijo, de que el golpe con la roca había resultado mortal. Eso esperaba.
Buscó con los ojos a sus compañeros para encontrarse, únicamente, con Eberus que estaba recostado contra la pared de la galería, tenía los ojos cerrados y Ben se temió lo peor. Corrió hacia él e hincó una rodilla al tiempo que le zarandeaba. Al ver que movía la cabeza, se lo reprochó.
- Maldito canalla, no me pegues esos sustos- dijo tratando de hacer que fijara la mirada en él-. Impresionante ese truco. Lo has hecho, te has cargado al pulpo gigante- le sonrió y le abofeteó suavemente para que despertara-. Pero aún quedan cosas que hacer, ¿eh? Venga, hay que salir de aquí.
Le dio tiempo para que se recuperara mientras él recuperaba el equipo perdido por toda la galería y llamaba a Logan a voces. Sabía que era inútil, desapareció sin dejar rastro y aquí sí que Ben dejó que los malos pensamientos ocuparan su mente. Mucho habían pasado desde que se conocieran en el desierto. Muchos peligros habían enfrentado y un lazo de amistad los había unido. Pero el mal era demasiado grande en el mundo y los que osaban enfrentarse a él corrían el riesgo de caer. Suspiró y sacudió la cabeza. Mientras él viviera, recordaría a su amigo caído.
Se giró en dirección a Eberus al que ayudó en todo lo que precisó para volver a recuperar la verticalidad y echar a andar.
- Vamos a coger el barco y nos vamos a largar de esta galería bajo el mar- dijo mientras caminaba hacia la salida-, y en cualquier sitio de las Islas nos beberemos un barril entero de cerveza. Buen plan, ¿no?- dijo antes de percatarse de las voces que provenían de la escalera.
Sin pensarlo dos veces, empuñó el hacha y se lanzó a la carrera hacia la escalera dejando a Eberus tras de sí. Sus pisadas debieron alertar a los que bajaban porque se escucharon movimientos y voces apresuradas.
- ¡Están aquí!- gritó el primero que apareció ante él.
Sin embargo, Ben le embistió con el escudo y le estampó contra la pared de roca. Aquel desgraciado soltó un gruñido antes de que el aire se le escapara del pecho. El que llegó tras él intentó acuchillar a Sango pero la armadura detuvo el golpe. Ben se giró estirando el brazo del hacha pero el atacante se había separado lo suficiente como para evitarle. En sus manos apareció un orbe de fuego. Sango abrió los ojos y le lanzó el hacha con un rápido movimiento. Para sorpresa del brujo, el hacha se quedó clavada en el pecho y Ben aprovechó para sacarla de su sitio y dejar que un reguero de sangre salpicara su rostros y la armadura mientras aquel hombre caminaba hacia atrás olvidándose del orbe de fuego.
Sin tiempo que perder, Ben se giró y caminó hacia el otro desgraciado que estaba levantándose de espaldas a toda la acción. Cuando se giró lo único que pudo acertar a ver fue el filo del hacha impactar contra su rostro. Ben extrajo el hacha y le volvió a golpear, esta vez en el cuello provocando la muerte del segundo atacante.
- ¡Eberus, estos cabrones nos han seguido!- gritó.
Corrió escaleras arriba dejando que el aire fresco entrara, poco a poco, en su pecho. La luz del sol le recibió con un gran abrazo. Allí fuera estaba su bote y el de los recién llegados. Echó un rápido vistazo y pudo ver otro bote a lo lejos. La costa no estaba muy lejos, quizá con algo de suerte y buenos brazos consiguieran llegar sin que les lanzaran hechizos. Quizá. Ben se metió, de nuevo, en la galería y fue con Eberus.
- Hay más de esos en el mar. Tienen un bote. La costa no está lejos. Puedo remar hasta perder el sentido dime que te quedan más trucos como el de la piedra. O bueno, si no lo tienes, miénteme- dijo casi con una sonrisa-. Pero que no me entere.
Ben confiaba en Eberus para salir de allí. Y él haría lo que estuviera en su mano para sacarlos con vida de aquella.
Sango
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Re: El Scion: La Leyenda del Triunvirato [Libre]
Aquella maniobra le había dejado exhausto. Una pequeña parte de él comenzaba a percibir, aunque borroso, un rostro amigo frente al suyo, y sintió un gran alivio. Creyó haber escuchado que decía "lo has hecho, te has cargado al pulpo gigante" y un extenso sentimiento de satisfacción irradió sus entrañas. - No jodas - pudo balbucear enormemente impresionado.
Tras un breve rato de descanso, pudo recuperar sus sentidos. Luego Sango le ayudó a levantarse, y una vez erguido se encorvó y apoyó las manos en sus rodillas. - ¿Yo he hecho esto? ¿En serio? ¿Y para qué necesitas tanta hacha y tanto escudo? - bromeó el brujo, que aún no podía creerse lo que había logrado con sus poderes, sin desestimar la crucial contribución de sus compañeros. Luego escuchó la propuesta de plan de su camarada, y su excitación subió más si cabía. - Ese barril de cerveza va a ser pequeño para lo que tenemos que reponer, Sango.
Instantes después, los anteriores brujos que querían cargar contra ellos descendían por las escaleras que habían tomado ellos para bajar allí. - Hostias, Sango, pues yo ahora no puedo hacer mucho - un escalofrío recorrió su espalda y perturbó sus entrañas. Se veía indefenso sin la capacidad para usar bien sus poderes, y no podía hacer mucho más que confiar en la tenacidad de su amigo. - Hazme un favor: no hagas que te maten - le pidió por el propio bien de Sango.
Confiaba en él, y esa confianza se vio respaldada por su gran desempeño. Siempre era un espectáculo admirable para él observarle pelear con su escudo y su hacha. Derribó a todos aquellos brujos casi sin pestañear, y Eberus dio gracias por no estar en su equipo.
Cuando vio que todos estaban muertos y Sango había ascendido al nivel del mar, caminó sin miedo hacia el mismo lugar. Y, cómo no, antes de subir aprovechó para registrar los cadáveres y ver si tenían algo de utilidad. - Os ha salido mal la jugada, hijos de la gran puta. A ver, a ver... ¡por los Dioses! - observó con una sonrisa malévola de satisfacción el pergamino que había encontrado en la túnica del tercero de los brujos. El pícaro conocía ese glifo, el glifo de fisura (1). - ¿Qué tendríais pensado hacer aquí con eso, despreciables codiciosos? Bueno, en realidad no os culpo. Sea lo que sea que haya aquí, yo habría hecho lo mismo - habló a los cadáveres con total normalidad, recordando que estaban dejando atrás un lugar con gran potencial de exploración.
Luego, continuó ascendiendo por las escaleras, recibiendo la mala noticia cuando le quedaban cuatro peldaños por subir. - Podría mentirte, pero ahora mismo no estoy muy creativo. Confía en mí. Me voy sintiendo más fuerte, y si les presto atención puedo bloquear fácil alguno de sus ataques - le informó con la voz algo apagada aún.
Antes de subir al bote de nuevo, se refrescó la cabeza con el agua del mar y luego se apresuró a desatar el cabo con el que había asegurado el barco a la roca. Al ver que allí también estaba el bote de sus difuntos enemigos, se le ocurrió algo: - Eh, ¿te da tiempo a partir con tu hacha unos cuantos trozos de madera de ese bote? Puedo intentar repetir el truco de la piedra con eso - Tras hacer la propuesta se montó en el bote y, sin perder de vista a los brujos, trató de concentrarse en su propia respiración para intentar acelerar la reparación de su conexión práctica con el éter.
Le venían recuerdos y preguntas sobre Logan, pero tenía que rechazarlos por ahora para poder recuperarse. Y en ese momento cualquier palabra de Sango no llegaría a ser procesada por su mente, a no ser que fuera muy insistente. El brujo, cuando él quería, tenía un control aceptable sobre su mundo mental. ¿Qué menos, siendo ilusionista?
Sin ser muy consciente de si Sango estaba remando o no, sus ojos seguían clavados en el bote de los brujos. Estimaba que según la distancia que los separaba no podrían atacarles con algo poderoso. Pero eran más remando. Esa distancia podría acortarse.
_______
OFF: 1. Glifo de Fisura: [Pergamino, Limitado, 1 Uso]: Al poner este pergamino sobre una superficie sólida se comenzará a formar una grieta que se irá expandiendo de a poco hasta romper la estructura o alcanzar una extensión de 10 metros.
Quizás nos sirva en algún momento, jejeje.
Tras un breve rato de descanso, pudo recuperar sus sentidos. Luego Sango le ayudó a levantarse, y una vez erguido se encorvó y apoyó las manos en sus rodillas. - ¿Yo he hecho esto? ¿En serio? ¿Y para qué necesitas tanta hacha y tanto escudo? - bromeó el brujo, que aún no podía creerse lo que había logrado con sus poderes, sin desestimar la crucial contribución de sus compañeros. Luego escuchó la propuesta de plan de su camarada, y su excitación subió más si cabía. - Ese barril de cerveza va a ser pequeño para lo que tenemos que reponer, Sango.
Instantes después, los anteriores brujos que querían cargar contra ellos descendían por las escaleras que habían tomado ellos para bajar allí. - Hostias, Sango, pues yo ahora no puedo hacer mucho - un escalofrío recorrió su espalda y perturbó sus entrañas. Se veía indefenso sin la capacidad para usar bien sus poderes, y no podía hacer mucho más que confiar en la tenacidad de su amigo. - Hazme un favor: no hagas que te maten - le pidió por el propio bien de Sango.
Confiaba en él, y esa confianza se vio respaldada por su gran desempeño. Siempre era un espectáculo admirable para él observarle pelear con su escudo y su hacha. Derribó a todos aquellos brujos casi sin pestañear, y Eberus dio gracias por no estar en su equipo.
Cuando vio que todos estaban muertos y Sango había ascendido al nivel del mar, caminó sin miedo hacia el mismo lugar. Y, cómo no, antes de subir aprovechó para registrar los cadáveres y ver si tenían algo de utilidad. - Os ha salido mal la jugada, hijos de la gran puta. A ver, a ver... ¡por los Dioses! - observó con una sonrisa malévola de satisfacción el pergamino que había encontrado en la túnica del tercero de los brujos. El pícaro conocía ese glifo, el glifo de fisura (1). - ¿Qué tendríais pensado hacer aquí con eso, despreciables codiciosos? Bueno, en realidad no os culpo. Sea lo que sea que haya aquí, yo habría hecho lo mismo - habló a los cadáveres con total normalidad, recordando que estaban dejando atrás un lugar con gran potencial de exploración.
Luego, continuó ascendiendo por las escaleras, recibiendo la mala noticia cuando le quedaban cuatro peldaños por subir. - Podría mentirte, pero ahora mismo no estoy muy creativo. Confía en mí. Me voy sintiendo más fuerte, y si les presto atención puedo bloquear fácil alguno de sus ataques - le informó con la voz algo apagada aún.
Antes de subir al bote de nuevo, se refrescó la cabeza con el agua del mar y luego se apresuró a desatar el cabo con el que había asegurado el barco a la roca. Al ver que allí también estaba el bote de sus difuntos enemigos, se le ocurrió algo: - Eh, ¿te da tiempo a partir con tu hacha unos cuantos trozos de madera de ese bote? Puedo intentar repetir el truco de la piedra con eso - Tras hacer la propuesta se montó en el bote y, sin perder de vista a los brujos, trató de concentrarse en su propia respiración para intentar acelerar la reparación de su conexión práctica con el éter.
Le venían recuerdos y preguntas sobre Logan, pero tenía que rechazarlos por ahora para poder recuperarse. Y en ese momento cualquier palabra de Sango no llegaría a ser procesada por su mente, a no ser que fuera muy insistente. El brujo, cuando él quería, tenía un control aceptable sobre su mundo mental. ¿Qué menos, siendo ilusionista?
Sin ser muy consciente de si Sango estaba remando o no, sus ojos seguían clavados en el bote de los brujos. Estimaba que según la distancia que los separaba no podrían atacarles con algo poderoso. Pero eran más remando. Esa distancia podría acortarse.
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OFF: 1. Glifo de Fisura: [Pergamino, Limitado, 1 Uso]: Al poner este pergamino sobre una superficie sólida se comenzará a formar una grieta que se irá expandiendo de a poco hasta romper la estructura o alcanzar una extensión de 10 metros.
Quizás nos sirva en algún momento, jejeje.
Eberus
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Re: El Scion: La Leyenda del Triunvirato [Libre]
Ni se detuvo a pensar en cómo Eberus podía usar madera de aquella barca, simplemente se lanzó a destrozar el bote con el hacha. Golpeó con fuerza haciendo que decenas de astillas salieran volando con cada golpe. Los fragmentos que consiguió eran de todas las formas y tamaños, pensó en hacerlos más uniformes pero descartó la idea al no saber cuáles eran las dimensiones que necesitaba para convertir aquellas maderas en mortales rocas asesinas como había sucedido con la criatura submarina.
- Eberus, voy a darle duro al remo, hasta que mis brazos digan basta y aún así seguiré remando- dijo subiendo de un salto al bote. Echó un rápido vistazo a los frascos de los que habían bebido Logan y él para sumergirse en el fondo marino-. Y cuando se nos echen encima, si es que no hemos muerto antes, espero que les tires toda esta mierda en llamas y griten hasta que se cuezan.
Se sentó y la barca se bamboleó de un lado a otro. Cogió uno de los remos y lo usó a modo de palanca para alejarse de las piedra. Escuchó las voces a lo lejos. Sin tiempo que perder Sango cogió el otro remo y metió ambos en el agua, uno a cada lado, babor y estribor, como le habían enseñado. Sus manos se aferraron con fuerza a los remos y antes de empezar echó un rápido vistazo hacia la costa. No le parecía tan cercana como antes. Apretó los dientes y dio la primera brazada.
Sus movimientos rápidos y poderosos al principio, introducía las palas en el agua y empujaba con fuerza y energía para luego sacarlas por encima de la superficie del agua y llevarlas hacia delante para, nuevamente, empujar y desplazar el agua bajo ellos para permitirles avanzar con cierta velocidad. A modo de rutina seguía una cuenta para no perder el ritmo: un, dos, remo; un, dos, remo.
Sin emabargo, el levantar la cabeza y ver la costa casi a la misma distancia, unido al calor que empezaba a sentir con la armadura y el resto del equipo estorbando en aquella tarea, así como el cansancio que empezaba a acusarse después del tiempo bajo el agua y el combate, hizo que el ritmo decayera y la cuenta subiera peligrosamente.
- Aegir- dijo entredientes mientras empujaba los remos-. ¡Aegir!-gritó-. ¡Aegir, venceré tus olas! ¡Venceré cualquier mal que nos eches encima!- volvió a dar una brazada poderosa.
Espoleado por su propio discurso, por sus propias palabras, era ajeno al hecho de que sus perseguidores estaban terriblemente cerca de ellos, tanto, que Ben, en un breve momento de descanso que se permitió mientras el barco deslizaba sobre las aguas, escuchó las voces casi como si estuvieran a escasos quince pasos. Se giró, entonces para mirar y le alivió ver que su cabeza le había jugado una mala pasada, pero aún así, estaban mucho más cerca.
- Joder- ladró al tiempo que volvía a concentrarse en el remo.
Sentía pinchazos en los brazos y las respiración tan agitada que apenas podía concentrarse en pensar otra cosa que no fuera remar. El calor por el esfuerzo y el sol del mediodía aumentaba la dificultad de aquella hazaña. Le ayudaba ver que el esfuerzo tenía recompensa y la orilla estaba mucho más cerca que la vez anterior. Sin embargo, las voces e incluso los chapoteos de los remos de aquellos brujos, eran cada vez más audibles.
- Eberus, estamos al lado, por tu madre, que no nos tiren ahora- dijo entre jadeos por el esfuerzo que llevaba realizado.
Y era verdad, sólo quedaban unas pocas brazadas para alcanzar la costa. Un escalofrío recorrió su espalda. Miró tras de sí y comprendió el terrible error que acababa de cometer: desde uno de los botes perseguidores, sus ojos vieron una suerte de forma oscura creciendo en torno a uno de ellos. Ben abrió mucho los ojos y gritando de puro dolor remó con las fuerzas que le quedaban.
- Eberus, voy a darle duro al remo, hasta que mis brazos digan basta y aún así seguiré remando- dijo subiendo de un salto al bote. Echó un rápido vistazo a los frascos de los que habían bebido Logan y él para sumergirse en el fondo marino-. Y cuando se nos echen encima, si es que no hemos muerto antes, espero que les tires toda esta mierda en llamas y griten hasta que se cuezan.
Se sentó y la barca se bamboleó de un lado a otro. Cogió uno de los remos y lo usó a modo de palanca para alejarse de las piedra. Escuchó las voces a lo lejos. Sin tiempo que perder Sango cogió el otro remo y metió ambos en el agua, uno a cada lado, babor y estribor, como le habían enseñado. Sus manos se aferraron con fuerza a los remos y antes de empezar echó un rápido vistazo hacia la costa. No le parecía tan cercana como antes. Apretó los dientes y dio la primera brazada.
Sus movimientos rápidos y poderosos al principio, introducía las palas en el agua y empujaba con fuerza y energía para luego sacarlas por encima de la superficie del agua y llevarlas hacia delante para, nuevamente, empujar y desplazar el agua bajo ellos para permitirles avanzar con cierta velocidad. A modo de rutina seguía una cuenta para no perder el ritmo: un, dos, remo; un, dos, remo.
Sin emabargo, el levantar la cabeza y ver la costa casi a la misma distancia, unido al calor que empezaba a sentir con la armadura y el resto del equipo estorbando en aquella tarea, así como el cansancio que empezaba a acusarse después del tiempo bajo el agua y el combate, hizo que el ritmo decayera y la cuenta subiera peligrosamente.
- Aegir- dijo entredientes mientras empujaba los remos-. ¡Aegir!-gritó-. ¡Aegir, venceré tus olas! ¡Venceré cualquier mal que nos eches encima!- volvió a dar una brazada poderosa.
Espoleado por su propio discurso, por sus propias palabras, era ajeno al hecho de que sus perseguidores estaban terriblemente cerca de ellos, tanto, que Ben, en un breve momento de descanso que se permitió mientras el barco deslizaba sobre las aguas, escuchó las voces casi como si estuvieran a escasos quince pasos. Se giró, entonces para mirar y le alivió ver que su cabeza le había jugado una mala pasada, pero aún así, estaban mucho más cerca.
- Joder- ladró al tiempo que volvía a concentrarse en el remo.
Sentía pinchazos en los brazos y las respiración tan agitada que apenas podía concentrarse en pensar otra cosa que no fuera remar. El calor por el esfuerzo y el sol del mediodía aumentaba la dificultad de aquella hazaña. Le ayudaba ver que el esfuerzo tenía recompensa y la orilla estaba mucho más cerca que la vez anterior. Sin embargo, las voces e incluso los chapoteos de los remos de aquellos brujos, eran cada vez más audibles.
- Eberus, estamos al lado, por tu madre, que no nos tiren ahora- dijo entre jadeos por el esfuerzo que llevaba realizado.
Y era verdad, sólo quedaban unas pocas brazadas para alcanzar la costa. Un escalofrío recorrió su espalda. Miró tras de sí y comprendió el terrible error que acababa de cometer: desde uno de los botes perseguidores, sus ojos vieron una suerte de forma oscura creciendo en torno a uno de ellos. Ben abrió mucho los ojos y gritando de puro dolor remó con las fuerzas que le quedaban.
Sango
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Re: El Scion: La Leyenda del Triunvirato [Libre]
Dentro de su estado óptimo, estaba comenzando a recuperar poco a poco esa conexión con el éter que a todo rodea. Su mirada navegaba por los flujos del éter como su bote por las olas, recuperando poco a poco su natural fluidez, en un limbo entre el automatismo y el control voluntario del brujo. En concreto, se fijaba en los flujos próximos a sus enemigos, que delataban que dentro de poco podrían lanzar un ataque mágico. Su corazón comenzó a enfurecerse, llenándose de coraje. Sus enemigos se estaban acercando.
De repente, unos gritos con el nombre de un dios se entrometieron en su semi-trance. - ¡Aegir! ¡Aegir! - Había leído sobre ese Dios. Los gritos de su camarada fluyeron hacia el interior de las corrientes de éter que observaba, desencadenando en él una idea que, con el tiempo que había tomado para recuperarse, podía llevar a cabo.
Una profunda y poderosa voz retumbó desde los cielos. Era el mismísimo dios Aegir, ordenando a sus hijas que asistieran a su fiel, Ben, en su dificultosa huida. El dios del mar le había escuchado, y ahora se hacía escuchar. O, al menos, esa intención quería representar el brujo al crear esa ilusión sonora (1). Esperaba que su compañero creyente fuera motivado así para no perder las fuerzas, pues la vida de los dos dependía de ello. ¿Quién le iba a decir que las lecturas sobre mitología podrían servirle de algo?
No había tiempo para concentrarse más. Tenía que tomar la iniciativa. Localizó de un rápido vistazo los trozos de madera que le había proporcionado Sango y los hizo levitar frente a él. A la distancia que habían conseguido alcanzar los brujos, por suerte o por desgracia era posible joderlos con los fragmentos de aquel bote, y eso comenzó a procurar. A cada brusco movimiento de su brazo, uno de los maderos se dirigía con violencia hacia sus enemigos (2). El primero, impactó en la proa de uno de sus botes. El segundo, logró golpear el vientre de uno de ellos, que se agachó por el impacto. El tercero, le dio en el brazo a un remador. Ahora el brujo podía contar siete cachos más de madera. ¿Bastaría con esos para darles, al menos, un respiro? No lo tenía tan claro.
Vaya... otro mentalista. Te tengo calado, débil. Una masa oscura comenzaba a formarse entre su bote y los de aquellos malditos brujos. - Vais a sacar ya lo divertido, ¿eh? - respondió en voz baja ante la expectativa de un ataque mágico. - Sango, vamos a salir de esta. Pero ten cuidado, por fin se atreven a atacarnos estos hijos de puta - comentó con rabia y desprecio en su voz. - ¡Rema como una bestia, compañero! ¡Tengo tu espalda cubierta!
Una masa oscura dispersa, semiesférica y de un tamaño incierto se dirigió con rabia hacia el bote en el que ambos navegaban. Y con la misma rabia Eberus respondió, bajando su centro de gravedad y levantando sus brazos para crear una barrera etérea que deseaba que actuara como un fiel escudo (3). El bote retumbó y se tambaleó, y un poco del agua marina refrescaba ahora sus pies, pero, por suerte, el bote estaba intacto. - ¡Me cago en...! ¡Se están quedando atrás, Sango! ¡Sigue así, por todos los Dioses! - gritaba el brujo con una voz desgarrada.
A causa del ataque, varios de los trozos de madera habían caído al agua. Solo dos de ellos estaban sobre el bote, y solo estos eran manejables para el brujo bajo estas circunstancias. - ¡Joder! - exclamó furioso. - ¡Comed madera, compatriotas! - Y lanzó los dos a la misma vez, hacia los de un mismo bote. Uno de ellos fue al agua, pero el otro consiguió impactar en la cara de un brujo. Se habían quedado sin madera, pero al menos ahora los brujos no remaban más rápido que Sango.
Sin embargo, no se les acababan las ganas de dar guerra. Uno de los brujos que quedaba intacto se colocó en guardia y levantó sus manos hacia delante revelando sus intenciones. - ¡Atento! ¡Creo que este es elementalista! - advirtió el brujo. Y, al tiempo que avisaba a su compañero, el agua que rodeaba a su bote comenzaba a tomar forma de pequeñas esferas que, poco a poco pero de manera preocupante, crecían en tamaño.
Por fortuna, la arena que era arropada por el vasto manto marino tomaba ya alturas esperanzadoras para los dos bajo las claras aguas del mar Illidense.
_______
OFF:
1. Eberus manipula el éter con su talento de magia de ilusión de nivel avanzado.
2. Eberus utiliza Telequinesis como talento, no como racial.
3. Eberus utiliza Superioridad Arcana: [Mágica, 1 uso] : Puedo disipar o prevenir los efectos de un hechizo o habilidad [Mágica] dirigida hacia mí. Si afecta a más objetivos, sólo prevengo aquellos sobre mí.
De repente, unos gritos con el nombre de un dios se entrometieron en su semi-trance. - ¡Aegir! ¡Aegir! - Había leído sobre ese Dios. Los gritos de su camarada fluyeron hacia el interior de las corrientes de éter que observaba, desencadenando en él una idea que, con el tiempo que había tomado para recuperarse, podía llevar a cabo.
¡Hijas de las olas, conspirad a favor!
Una profunda y poderosa voz retumbó desde los cielos. Era el mismísimo dios Aegir, ordenando a sus hijas que asistieran a su fiel, Ben, en su dificultosa huida. El dios del mar le había escuchado, y ahora se hacía escuchar. O, al menos, esa intención quería representar el brujo al crear esa ilusión sonora (1). Esperaba que su compañero creyente fuera motivado así para no perder las fuerzas, pues la vida de los dos dependía de ello. ¿Quién le iba a decir que las lecturas sobre mitología podrían servirle de algo?
No había tiempo para concentrarse más. Tenía que tomar la iniciativa. Localizó de un rápido vistazo los trozos de madera que le había proporcionado Sango y los hizo levitar frente a él. A la distancia que habían conseguido alcanzar los brujos, por suerte o por desgracia era posible joderlos con los fragmentos de aquel bote, y eso comenzó a procurar. A cada brusco movimiento de su brazo, uno de los maderos se dirigía con violencia hacia sus enemigos (2). El primero, impactó en la proa de uno de sus botes. El segundo, logró golpear el vientre de uno de ellos, que se agachó por el impacto. El tercero, le dio en el brazo a un remador. Ahora el brujo podía contar siete cachos más de madera. ¿Bastaría con esos para darles, al menos, un respiro? No lo tenía tan claro.
Vaya... otro mentalista. Te tengo calado, débil. Una masa oscura comenzaba a formarse entre su bote y los de aquellos malditos brujos. - Vais a sacar ya lo divertido, ¿eh? - respondió en voz baja ante la expectativa de un ataque mágico. - Sango, vamos a salir de esta. Pero ten cuidado, por fin se atreven a atacarnos estos hijos de puta - comentó con rabia y desprecio en su voz. - ¡Rema como una bestia, compañero! ¡Tengo tu espalda cubierta!
Una masa oscura dispersa, semiesférica y de un tamaño incierto se dirigió con rabia hacia el bote en el que ambos navegaban. Y con la misma rabia Eberus respondió, bajando su centro de gravedad y levantando sus brazos para crear una barrera etérea que deseaba que actuara como un fiel escudo (3). El bote retumbó y se tambaleó, y un poco del agua marina refrescaba ahora sus pies, pero, por suerte, el bote estaba intacto. - ¡Me cago en...! ¡Se están quedando atrás, Sango! ¡Sigue así, por todos los Dioses! - gritaba el brujo con una voz desgarrada.
A causa del ataque, varios de los trozos de madera habían caído al agua. Solo dos de ellos estaban sobre el bote, y solo estos eran manejables para el brujo bajo estas circunstancias. - ¡Joder! - exclamó furioso. - ¡Comed madera, compatriotas! - Y lanzó los dos a la misma vez, hacia los de un mismo bote. Uno de ellos fue al agua, pero el otro consiguió impactar en la cara de un brujo. Se habían quedado sin madera, pero al menos ahora los brujos no remaban más rápido que Sango.
Sin embargo, no se les acababan las ganas de dar guerra. Uno de los brujos que quedaba intacto se colocó en guardia y levantó sus manos hacia delante revelando sus intenciones. - ¡Atento! ¡Creo que este es elementalista! - advirtió el brujo. Y, al tiempo que avisaba a su compañero, el agua que rodeaba a su bote comenzaba a tomar forma de pequeñas esferas que, poco a poco pero de manera preocupante, crecían en tamaño.
Por fortuna, la arena que era arropada por el vasto manto marino tomaba ya alturas esperanzadoras para los dos bajo las claras aguas del mar Illidense.
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OFF:
1. Eberus manipula el éter con su talento de magia de ilusión de nivel avanzado.
2. Eberus utiliza Telequinesis como talento, no como racial.
3. Eberus utiliza Superioridad Arcana: [Mágica, 1 uso] : Puedo disipar o prevenir los efectos de un hechizo o habilidad [Mágica] dirigida hacia mí. Si afecta a más objetivos, sólo prevengo aquellos sobre mí.
Eberus
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Re: El Scion: La Leyenda del Triunvirato [Libre]
Estaban muy cerca de la orilla. Eberus le lanzaba palabras de ánimo y mientras gritaba a sus perseguidores Ben apretaba los dientes y daba las últimas brazadas. Y por un instante le pareció que ya habían llegado porque los remos se aligeraron. Sin embargo, cuando apartó los ojos de la fina arena de la playa para posarlos en los remos, se fijó en que estos habían desaparecido y solo agarraba dos trozos de madera astillados. Frunció el ceño y estudió una burbuja que se formaba frente a ellos. Al instante siguiente, sin embargo, sintió un cosquilleo en el estómago.
Se vio a varios varas de altura con respecto a la arena de la playa que se le recibió con un doloroso abrazo mientras a su alrededor seguían explotando las burbujas que se habían formado tras ellos. Levantó la cabeza lo justo para ver como cientos de fragmentos de madera de la barca en la que habían estado hacía tan solo unos instantes caían en la playa como una lluvia de granizo. El dolor comenzó en el pecho y se extendió a los brazos y llegó al resto del cuerpo casi al instante.
Estaba tendido en la orilla y cuando el agua del mar le cubrió parte del rostro tragó agua que no contaba con ello. Tosió y escupió, gimió de dolor con cada sacudida y se esforzó por arrastrarse en dirección a tierra firma, lejos del agua. Clavaba las manos en la arena húmeda y con las piernas se impulsaba para alejarse todo lo que pudo hasta que sintió arder todo su cuerpo. Giró sobre sí mismo y quedó de costado mientras trataba de meter en su cuerpo todo el aire que pudo.
- Es el cabronazo que ayudó al brujo en el Arenal de Roilkat- escuchó a su alrededor-. ¿Qué hacemos con él?
- Llevadlos al bote, rápido.
Ben parpadeó y trató de fijar la vista en el lugar del que procedían las voces pero estas se apresuraron antes y se echaron sobre él para cargar con él con gran esfuerzo pues el peso de todo el equipo, unido al suyo propio, no era algo que aquellos brujos pudieran ignorar.
- Joder, rezuma éter por todas partes- farfulló el que cargaba con sus piernas.
- ¿Deberíamos...?- preguntó uno deteniendo la marcha.
- En el bote- contestó con resuello el otro.
Cuando llegaron al bote, le dejaron las piernas colgando y ambos tiraron de sus hombros. Ben aprovechó el momento y se impulsó con las piernas hacia atrás para desequilibrar a sus captores y estamparles contra el barco. Con un gemido de dolor ambos se retorcieron bajo él. Sango giró y gateó en dirección a la playa. Fue entonces cuando se puso en pie y sintió el peso del dolor y la adrenalina del peligro corriendo, a la vez, por su sangre.
Se giró y esta vez no sacó el hacha sino la espada y sin un momento de duda golpeó caminó hacia los brujos que le miraban aterrorizados. Sango, poseído por la ira de Tyr, por el dolor de la pérdida de Logan, por las penurias que aquellos brujos les habían hecho pasar en el Desierto. Alzó la espada frente a él y se lanzó a por ellos con rabia descontrolada.
Cuando el primer corte laceró el brazo de uno de los brujos que alzó los brazos para protegerse, sintió un flujo de energía que recorría la palma de su mano y se extendía por el resto del cuerpo (1). El otro brujo se escabulló pero trastabilló un poco más allá y Sango solo tuvo que lanzar una estocada para dejar que el mar se llevara su último aliento.
Entonces se giró y pudo ver que había captado la atención de los brujos que estaban junto a Eberus. Habían sacado sus armas, menos uno de ellos que estaba concentrado en algo. Sabía que los brujos no podían estar conjurando durante largo rato, no sin descansar o sin el apoyo de algún objeto. Ben enseñó los dientes mientras descolgaba el escudo a su espalda. Al menos sería un combate entre armas a cuerpo. Y ahí sí que tenía una oportunidad, no por él, sino de darle a Eberus el tiempo necesario para recuperarse y darles a aquellos bastardos lo que se merecían.
Cientos de miles de partículas de arena comenzaron a girar en torno a él. Ben miró a los lados y poco a poco la visión de su entorno comenzó a enturbiarse al tiempo que fuertes vientos lanzaban la arena contra él. Se escondió tras el escudo y echó una pierna hacia atrás al tiempo que bajaba todo lo que podía el cuerpo para que los vientos no le zarandearan con tan violencia. Vientos huracanados lanzaron cientos de miles de partículas de arena contra él, colándose por entre la ropa, en la nariz, en la boca, obligándole a cerrar los ojos y a aguantar hasta que amainara aquel temporal. Aquella obra de brujería le estaba dando el tiempo suficiente para prepararse y era algo que no podía permitirse.
Se impulsó con la pierna más atrasada y salió corriendo contra el remolino. Sorprendentemente para él era una fina pared que no le costó trabajo atravesar. Se maldijo por no haberlo intentado antes y alzó la espada para encarar al primer atacante que tenía frente a él que resultó ser el único brujo no armado, el que estaba concentrado, seguramente, en mantenerle cautivo en el remolino de arena. La espada le partió en dos la cabeza y todo a su espalda se calmó.
Sin embargo, rápidamente tuvo al resto encima que le atacaron con espadas cortas que manejaban con gran habilidad. Algunos de ellos, tenían flotando en torno a ellos, trozos de madera del bote destrozado. No va a ser una pelea fácil. Alzó el escudo y se clavó en el sitio.
- ¡Por Tyr! ¡Venid a mi, cabrones!
Repelió los dos primeros ataques con el escudo que sirvió, además, para desarmar a sus rivales ya que las espadas se cubrieron con una gruesa capa de piedra que provocó que tuvieran que dejar las armas en el suelo (2). Ben no contraatacó pues se le echaban encima esta vez por el lado de la espada, aprendiendo de los errores de sus compañeros. Sango con una rápida maniobra rechazó los ataques con bruscos movimientos de la espada. Un trozo de madera le impactó en un costado y otro en un lado de la cara lo que provocó que perdiera el pie y la ventaja de la posición.
Un brujo le lanzó una estocada pero Ben la rechazó golpeando, hacia abajo, el filo de la espada con el canto del escudo. Con la diestra lanzó un terrible golpe descendente (3) que provocó una grave herida en el costado de aquel desgraciado que se tiró al suelo entre gritos de dolor mientras trataba, inútilmente, de taponarse la herida.
Sus atacantes reconsideraron su estrategia y formaron un círculo en torno a Sango que se movía, lentamente, hacia atrás con el escudo y la espada en el alto, atento a cualquier movimiento. Querían rodearle, atacarle a la vez desde todas partes. Tenía que llevar la delantera. Tenía que obligarles a adaptarse a cometer errores. Les enseñó los dientes.
Con un paso lateral, se acercó al que tenía a su derecha y provocó que le resto se moviera hacia él. Sin embargo, había sido una finta y tan rápido fue a un lado cargó hacia el contrario extendiendo el brazo derecho y girando sobre sí mismo obligando a sus atacantes a pararse en seco detener su avance o obligarse a recibir el ataque ante la imposibilidad de hacer otra cosa.
Sango deshizo el círculo pero apenas causó daño con su maniobra. Necesitaba a Eberus. Y le necesitaba ya.
(2) - El escudo posee un encantamiento de Defensa Pétrea: Cada vez que el objeto encantado es golpeado por un ataque de otro objeto (arma, guante, bota, etc.), el objeto atacante se cubrirá de piedras alrededor del lugar del impacto, por dos turnos. Esto le volverá más pesado, puede inutilizar su filo o puntas, dificultar movimiento y, en general, dificultará su uso y efectividad.
(3) - Uso de habilidad - Contraataque: Inmediatamente después de recibir un ataque, Sango, realiza un ataque contra su contrincante, este golpe se considera muy difícil de esquivar y puede llegar a causar heridas graves.
Se vio a varios varas de altura con respecto a la arena de la playa que se le recibió con un doloroso abrazo mientras a su alrededor seguían explotando las burbujas que se habían formado tras ellos. Levantó la cabeza lo justo para ver como cientos de fragmentos de madera de la barca en la que habían estado hacía tan solo unos instantes caían en la playa como una lluvia de granizo. El dolor comenzó en el pecho y se extendió a los brazos y llegó al resto del cuerpo casi al instante.
Estaba tendido en la orilla y cuando el agua del mar le cubrió parte del rostro tragó agua que no contaba con ello. Tosió y escupió, gimió de dolor con cada sacudida y se esforzó por arrastrarse en dirección a tierra firma, lejos del agua. Clavaba las manos en la arena húmeda y con las piernas se impulsaba para alejarse todo lo que pudo hasta que sintió arder todo su cuerpo. Giró sobre sí mismo y quedó de costado mientras trataba de meter en su cuerpo todo el aire que pudo.
- Es el cabronazo que ayudó al brujo en el Arenal de Roilkat- escuchó a su alrededor-. ¿Qué hacemos con él?
- Llevadlos al bote, rápido.
Ben parpadeó y trató de fijar la vista en el lugar del que procedían las voces pero estas se apresuraron antes y se echaron sobre él para cargar con él con gran esfuerzo pues el peso de todo el equipo, unido al suyo propio, no era algo que aquellos brujos pudieran ignorar.
- Joder, rezuma éter por todas partes- farfulló el que cargaba con sus piernas.
- ¿Deberíamos...?- preguntó uno deteniendo la marcha.
- En el bote- contestó con resuello el otro.
Cuando llegaron al bote, le dejaron las piernas colgando y ambos tiraron de sus hombros. Ben aprovechó el momento y se impulsó con las piernas hacia atrás para desequilibrar a sus captores y estamparles contra el barco. Con un gemido de dolor ambos se retorcieron bajo él. Sango giró y gateó en dirección a la playa. Fue entonces cuando se puso en pie y sintió el peso del dolor y la adrenalina del peligro corriendo, a la vez, por su sangre.
Se giró y esta vez no sacó el hacha sino la espada y sin un momento de duda golpeó caminó hacia los brujos que le miraban aterrorizados. Sango, poseído por la ira de Tyr, por el dolor de la pérdida de Logan, por las penurias que aquellos brujos les habían hecho pasar en el Desierto. Alzó la espada frente a él y se lanzó a por ellos con rabia descontrolada.
Cuando el primer corte laceró el brazo de uno de los brujos que alzó los brazos para protegerse, sintió un flujo de energía que recorría la palma de su mano y se extendía por el resto del cuerpo (1). El otro brujo se escabulló pero trastabilló un poco más allá y Sango solo tuvo que lanzar una estocada para dejar que el mar se llevara su último aliento.
Entonces se giró y pudo ver que había captado la atención de los brujos que estaban junto a Eberus. Habían sacado sus armas, menos uno de ellos que estaba concentrado en algo. Sabía que los brujos no podían estar conjurando durante largo rato, no sin descansar o sin el apoyo de algún objeto. Ben enseñó los dientes mientras descolgaba el escudo a su espalda. Al menos sería un combate entre armas a cuerpo. Y ahí sí que tenía una oportunidad, no por él, sino de darle a Eberus el tiempo necesario para recuperarse y darles a aquellos bastardos lo que se merecían.
Cientos de miles de partículas de arena comenzaron a girar en torno a él. Ben miró a los lados y poco a poco la visión de su entorno comenzó a enturbiarse al tiempo que fuertes vientos lanzaban la arena contra él. Se escondió tras el escudo y echó una pierna hacia atrás al tiempo que bajaba todo lo que podía el cuerpo para que los vientos no le zarandearan con tan violencia. Vientos huracanados lanzaron cientos de miles de partículas de arena contra él, colándose por entre la ropa, en la nariz, en la boca, obligándole a cerrar los ojos y a aguantar hasta que amainara aquel temporal. Aquella obra de brujería le estaba dando el tiempo suficiente para prepararse y era algo que no podía permitirse.
Se impulsó con la pierna más atrasada y salió corriendo contra el remolino. Sorprendentemente para él era una fina pared que no le costó trabajo atravesar. Se maldijo por no haberlo intentado antes y alzó la espada para encarar al primer atacante que tenía frente a él que resultó ser el único brujo no armado, el que estaba concentrado, seguramente, en mantenerle cautivo en el remolino de arena. La espada le partió en dos la cabeza y todo a su espalda se calmó.
Sin embargo, rápidamente tuvo al resto encima que le atacaron con espadas cortas que manejaban con gran habilidad. Algunos de ellos, tenían flotando en torno a ellos, trozos de madera del bote destrozado. No va a ser una pelea fácil. Alzó el escudo y se clavó en el sitio.
- ¡Por Tyr! ¡Venid a mi, cabrones!
Repelió los dos primeros ataques con el escudo que sirvió, además, para desarmar a sus rivales ya que las espadas se cubrieron con una gruesa capa de piedra que provocó que tuvieran que dejar las armas en el suelo (2). Ben no contraatacó pues se le echaban encima esta vez por el lado de la espada, aprendiendo de los errores de sus compañeros. Sango con una rápida maniobra rechazó los ataques con bruscos movimientos de la espada. Un trozo de madera le impactó en un costado y otro en un lado de la cara lo que provocó que perdiera el pie y la ventaja de la posición.
Un brujo le lanzó una estocada pero Ben la rechazó golpeando, hacia abajo, el filo de la espada con el canto del escudo. Con la diestra lanzó un terrible golpe descendente (3) que provocó una grave herida en el costado de aquel desgraciado que se tiró al suelo entre gritos de dolor mientras trataba, inútilmente, de taponarse la herida.
Sus atacantes reconsideraron su estrategia y formaron un círculo en torno a Sango que se movía, lentamente, hacia atrás con el escudo y la espada en el alto, atento a cualquier movimiento. Querían rodearle, atacarle a la vez desde todas partes. Tenía que llevar la delantera. Tenía que obligarles a adaptarse a cometer errores. Les enseñó los dientes.
Con un paso lateral, se acercó al que tenía a su derecha y provocó que le resto se moviera hacia él. Sin embargo, había sido una finta y tan rápido fue a un lado cargó hacia el contrario extendiendo el brazo derecho y girando sobre sí mismo obligando a sus atacantes a pararse en seco detener su avance o obligarse a recibir el ataque ante la imposibilidad de hacer otra cosa.
Sango deshizo el círculo pero apenas causó daño con su maniobra. Necesitaba a Eberus. Y le necesitaba ya.
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(1) - La espada posee un encantamiento de Marca Vampírica: Al causar una herida profunda con esta arma, sana una de tus heridas leves, o baja una de tus heridas moderadas a leve. Este efecto sólo puede ocurrir una vez cada treinta minutos.(2) - El escudo posee un encantamiento de Defensa Pétrea: Cada vez que el objeto encantado es golpeado por un ataque de otro objeto (arma, guante, bota, etc.), el objeto atacante se cubrirá de piedras alrededor del lugar del impacto, por dos turnos. Esto le volverá más pesado, puede inutilizar su filo o puntas, dificultar movimiento y, en general, dificultará su uso y efectividad.
(3) - Uso de habilidad - Contraataque: Inmediatamente después de recibir un ataque, Sango, realiza un ataque contra su contrincante, este golpe se considera muy difícil de esquivar y puede llegar a causar heridas graves.
Sango
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Re: El Scion: La Leyenda del Triunvirato [Libre]
Al final, los brujos pudieron hacerse con una ventaja abrumadora. Sin casi poder reaccionar, Eberus y su camarada se vieron arrojados al agua y con su bote hecho trizas. "Maldita magia..." pensaba el brujo, rabioso por la imprevisibilidad de los ataques mágicos de los que aún tanto le faltaba por aprender. "Ay, Eberus, la magia... Ese arte impredecible: puedes prever hacia dónde se moverá la espada que empuña un cabronazo grande y musculoso, pero si te topas con un brujo cabreado, como nosotros, no sabes si te puede chamuscar las barbas o si se va a meter en tus pensamientos para hacer que te cagues de miedo". El Pícaro recordaba las palabras de su padre, al que no le faltaba razón. Y por eso ansiaba tanto aprender sobre magia y dominarla. Mientras imploraba a las olas que le empujaran hacia la orilla y daba brazadas y pataleaba para hacerlo posible, ya estaba pensando en maneras para darles su merecido a esos mamarrachos que ni siquiera conocía, y tampoco conocía sus motivos, pero querían matarlos. Y eso no iba a pasar.
Con miles de gotas cayendo de su melena y con el sabor salado del mar en su lengua, masticaba arena al apretar los dientes por el esfuerzo que le requería el querer incorporarse para tener controlados a esos brujos. Miraba a Sango, y él ya estaba preparado para recibirlos. Al fin se puso en pie, con el agua por los tobillos y mirando hacia el mar mientras se secaba los ojos para poder ver mejor. - ¡¿Quién cojones sois?! - preguntó enfurecido cuando los brujos ya casi habían atracado.
- ¿Que quiénes somos? - uno de ellos se rio, como si aquella pregunta hubiera sido una tomadura de pelo. - Os vais a enterar... - terminó amenazando.
Eberus no esperaba una respuesta aclaradora, pues lo único que planeaba ahora era hacerlos morir. Luego, si quedara alguno moribundo, trataría de sacar información si acaso. No medió palabra, y mientras se bajaban rápido del bote elevó uno de sus remos con la mente y lo golpeó contra la cabeza de uno de ellos, que cayó al agua.
- Cabrón... - gruñó uno de ellos. Y este, con el mismo remo que había usado Eberus, logró dejarle inconsciente. Así de veloz fue su ataque, y así yacía ahora Eberus inconsciente sobre la arena, con las orejas cubiertas por el agua, empezando a escuchar poco a poco cómo unos chapoteos se acercaban hacia él, pero sin poder moverse aún.
Un manto negro inquebrantable cubría sus ojos, y el peso del poco mar que aún cubría sus extremidades parecía el de miles de mares. No podía pensar con claridad, y en cuanto pudo rozar algún atisbo de control sobre sus acciones, escuchaba el ruido de una batalla armada. Y desafortunadamente, no estaba soñando con batallas. Una real estaba sucediendo cerca de él, con Sango como uno de los protagonistas. Pero, en cuanto abrió los ojos, pudo ver a varios brujos a su alrededor. Tuvo suerte, sin embargo, pues justo en ese momento su camarada había llamado la atención de estos, y no se dieron cuenta de que había recuperado la conciencia.
Bien sabía que sin recomponerse, él era inútil. No podía actuar instantáneamente tras esa contusión de la que no tenía recuerdo, pero de la que estaba seguro que había recibido por el dolor y la hinchazón que cubría uno de sus ojos parcialmente. De este modo, agradeció llevar puesta su túnica mágica (1), respiró hondo y se preparó mentalmente para hacer algo que no le requería demasiadas parafernalias mentales, por estar acostumbrado a hacerlo.
En cuanto elevó la cabeza para estudiar la situación, vio a Sango rodeado por unos cuantos brujos. Localizó al que aparentaba ser más peligroso con la espada y se concentró en él, poniéndose en su piel para hacerle sentir con gran credibilidad un apabullante calor (2). Luego, hizo lo mismo con uno de los que estaba al lado de ese, para intentar dejarle a Sango un flanco entero más seguro.
Ambos cayeron en el engaño del ilusionista y comenzaron a respirar acelerados, con gran agobio, sin saber por qué. Se intentaban aliviar aireando el interior de sus ropajes, pero Eberus seguía empeñado en hacerles sufrir. - ¡Atácales ahora, les está fallando el corazón! - gritó a su compañero, tratando de transmitirle que confiara en él. Una buena ilusión siempre se veía bien complementada con un poco de engaño no mágico, y esperaba manipular con ello a esos dos para que pensaran que estaban bajo un peligro real.
- ¡Avísame si no puedes con ellos! - Tenía en mente un plan que involucraba al pergamino que había encontrado antes, pero ahora, poco más podía hacer. Y sabía que, con lo que acababa de hacer, se arriesgaba a que algún brujo se acercara hacia él con la espada. Pero ahora su futuro recaía sobre los caprichos del destino.
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OFF:
1. Hago referencia a las Ropas arcanas superiores que lleva puestas, que por razones narrativas infiero que, además de su acción estipulada en el mercado, ayuda en general a un usuario de la magia a hacer lo suyo.
2. Sofoco [Ilusión, 2 Usos]: Trato de manipular a mi oponente para que durante 2 turnos note un intensísimo calor y sienta la necesidad imperiosa de deshacerse de sus ropas más densas (armadura). Si resiste el calor y no se quita la armadura, sentirá aún así una intensa incomodidad que penalizará a su concentración y por tanto a su capacidad para evadir ataques.
Con miles de gotas cayendo de su melena y con el sabor salado del mar en su lengua, masticaba arena al apretar los dientes por el esfuerzo que le requería el querer incorporarse para tener controlados a esos brujos. Miraba a Sango, y él ya estaba preparado para recibirlos. Al fin se puso en pie, con el agua por los tobillos y mirando hacia el mar mientras se secaba los ojos para poder ver mejor. - ¡¿Quién cojones sois?! - preguntó enfurecido cuando los brujos ya casi habían atracado.
- ¿Que quiénes somos? - uno de ellos se rio, como si aquella pregunta hubiera sido una tomadura de pelo. - Os vais a enterar... - terminó amenazando.
Eberus no esperaba una respuesta aclaradora, pues lo único que planeaba ahora era hacerlos morir. Luego, si quedara alguno moribundo, trataría de sacar información si acaso. No medió palabra, y mientras se bajaban rápido del bote elevó uno de sus remos con la mente y lo golpeó contra la cabeza de uno de ellos, que cayó al agua.
- Cabrón... - gruñó uno de ellos. Y este, con el mismo remo que había usado Eberus, logró dejarle inconsciente. Así de veloz fue su ataque, y así yacía ahora Eberus inconsciente sobre la arena, con las orejas cubiertas por el agua, empezando a escuchar poco a poco cómo unos chapoteos se acercaban hacia él, pero sin poder moverse aún.
Un manto negro inquebrantable cubría sus ojos, y el peso del poco mar que aún cubría sus extremidades parecía el de miles de mares. No podía pensar con claridad, y en cuanto pudo rozar algún atisbo de control sobre sus acciones, escuchaba el ruido de una batalla armada. Y desafortunadamente, no estaba soñando con batallas. Una real estaba sucediendo cerca de él, con Sango como uno de los protagonistas. Pero, en cuanto abrió los ojos, pudo ver a varios brujos a su alrededor. Tuvo suerte, sin embargo, pues justo en ese momento su camarada había llamado la atención de estos, y no se dieron cuenta de que había recuperado la conciencia.
Bien sabía que sin recomponerse, él era inútil. No podía actuar instantáneamente tras esa contusión de la que no tenía recuerdo, pero de la que estaba seguro que había recibido por el dolor y la hinchazón que cubría uno de sus ojos parcialmente. De este modo, agradeció llevar puesta su túnica mágica (1), respiró hondo y se preparó mentalmente para hacer algo que no le requería demasiadas parafernalias mentales, por estar acostumbrado a hacerlo.
En cuanto elevó la cabeza para estudiar la situación, vio a Sango rodeado por unos cuantos brujos. Localizó al que aparentaba ser más peligroso con la espada y se concentró en él, poniéndose en su piel para hacerle sentir con gran credibilidad un apabullante calor (2). Luego, hizo lo mismo con uno de los que estaba al lado de ese, para intentar dejarle a Sango un flanco entero más seguro.
Ambos cayeron en el engaño del ilusionista y comenzaron a respirar acelerados, con gran agobio, sin saber por qué. Se intentaban aliviar aireando el interior de sus ropajes, pero Eberus seguía empeñado en hacerles sufrir. - ¡Atácales ahora, les está fallando el corazón! - gritó a su compañero, tratando de transmitirle que confiara en él. Una buena ilusión siempre se veía bien complementada con un poco de engaño no mágico, y esperaba manipular con ello a esos dos para que pensaran que estaban bajo un peligro real.
- ¡Avísame si no puedes con ellos! - Tenía en mente un plan que involucraba al pergamino que había encontrado antes, pero ahora, poco más podía hacer. Y sabía que, con lo que acababa de hacer, se arriesgaba a que algún brujo se acercara hacia él con la espada. Pero ahora su futuro recaía sobre los caprichos del destino.
_________
OFF:
1. Hago referencia a las Ropas arcanas superiores que lleva puestas, que por razones narrativas infiero que, además de su acción estipulada en el mercado, ayuda en general a un usuario de la magia a hacer lo suyo.
2. Sofoco [Ilusión, 2 Usos]: Trato de manipular a mi oponente para que durante 2 turnos note un intensísimo calor y sienta la necesidad imperiosa de deshacerse de sus ropas más densas (armadura). Si resiste el calor y no se quita la armadura, sentirá aún así una intensa incomodidad que penalizará a su concentración y por tanto a su capacidad para evadir ataques.
Última edición por Eberus el Miér Feb 28 2024, 18:20, editado 1 vez (Razón : Para subrayar el uso de habilidad)
Eberus
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Re: El Scion: La Leyenda del Triunvirato [Libre]
Sus plegarias, silenciosas, se convirtieron en realidad al escuchar la voz de Eberus. Y por los Dioses que algo estaba haciendo porque los brujos que estaba sobre él se comportaban de forma extraña. Ben vio la oportunidad y se lanzó rápido hacia uno de ellos, el que peor lo estaba pasando.
En carrera lanzó una estocada que atravesó el cuerpo del brujo al que levantó del suelo y luego dejó caer girándose de inmediato para atacar al siguiente con un golpe descendente que desvió, con gran esfuerzo, alzando la espada en el último instante. El golpe le hizo perder el control del arma y Ben le asestó un golpe lateral que laceró el costado de su oponente que se tiró al suelo entre gritos de dolor.
Un golpe en el costado hizo que Ben soltara un alarido de dolor lanzó el brazo con la espada en esa dirección pero no impactó en nadie ya que el brujo se había echado hacia atrás. La armadura había hecho efecto pero el golpe había sido brutal. Tratando de recuperar el aliento, Ben observó los rostros sofocados de sus contrincantes y decidió no darles un respiro. Se lanzó hacia el que tenía más cerca con dos golpes de espada que detuvo con gran habilidad. Ben gruñó e intentó embestirle con el escudo pero se lanzó hacia un lado y le golpeó con el lomo de la espada en la espalda a Ben.
Frente a él apareció otro brujo que le lanzó una estocada en dirección a las piernas. Ben se agachó ligeramente y saltó hacia él tratando de que su cuerpo girara en el aire. La escena parecía de una representación cómica más que de un combate real: Ben consiguió esquivar el golpe y en el salto golpeó con el costado al brujo. Ambos se desequilibraron y cayeron al suelo con la fortuna de parte del pelirrojo que quedó sentado sobre aquel hombre que trataba de meter aire en el cuerpo a toda costa. No hubo tiempo para detenerse mucho más.
Sango soltó la espada y consiguió bloquear una estocada con el escudo. La espada se convirtió en piedra y resultó inútil para su rival que la soltó y lanzó un grito de desesperación antes de intentar golpear a Ben con sus propios puños. El que estaba bajo él le agarró del pelo y tiró hacia atrás al tiempo que un puño impactaba contra su cara echándole a un lado y rodando lejos de ambos. Ben se apoyó en los antebrazos y consiguió levantarse a medias, lo justo para impulsarse con una pierna y lanzarse contra su atacante que estaba más ocupado de deshacerse de sus ropas que del pelirrojo. La embestida le pilló con la ropa por la cabeza y cuando cayó al suelo Ben golpeó su pecho con los puños cerrados alzándolos desde la cabeza y dejándolos caer para, a continuación, echar mano al costado y con el hacha asestarle un golpe mortal en el pecho.
Se levantó y miró a su alrededor para ver que uno de los brujos caminaba hacia Eberus. Sango se levantó y se lanzó a la carrera hacia él gritando como un auténtico animal. El hachazo alcanzó a aquel desgraciado en el hombro y Ben tiró de él para que cayera al suelo. Allí en el suelo, Ben lanzó el hacha por encima de su cabeza y asestó dos brutales golpes a aquel desgraciado que quedó sin vida casi al instante.
Jadeante, se volvió hacia Eberus y se limpió restos de sangre que tenía en la cara. Con la mano izquierda, la mano libre, agarró la cabeza del brujo y le echó un rápido vistazo.
- ¿Estás bien?- Ben le miró a los ojos tratando de ver más allá. Buscaba la sinceridad en la respuesta de su amigo-. Estoy reventado, Eb- añadió entre resoplidos-. Dime que guardas algún truco para estos cabrones- llevó la mano al hombro de Eberis y apretó con fuerza antes de girarse y encarar al resto, hacha en mano.
Levantó el hacha como apuntando a los brujos que guardaban distancia con ellos y Ben les enseñó los dientes a modo de desafío. Pese al cansancio, pese a no tener muchas más fuerzas, Ben sentía que debía darlo todo hasta el final. Hasta que no le quedara un suspiro.
- Venga, acabemos con esto de una maldita vez- dijo poniéndose en guardia entre Eberus y el resto de sus perseguidores.
En carrera lanzó una estocada que atravesó el cuerpo del brujo al que levantó del suelo y luego dejó caer girándose de inmediato para atacar al siguiente con un golpe descendente que desvió, con gran esfuerzo, alzando la espada en el último instante. El golpe le hizo perder el control del arma y Ben le asestó un golpe lateral que laceró el costado de su oponente que se tiró al suelo entre gritos de dolor.
Un golpe en el costado hizo que Ben soltara un alarido de dolor lanzó el brazo con la espada en esa dirección pero no impactó en nadie ya que el brujo se había echado hacia atrás. La armadura había hecho efecto pero el golpe había sido brutal. Tratando de recuperar el aliento, Ben observó los rostros sofocados de sus contrincantes y decidió no darles un respiro. Se lanzó hacia el que tenía más cerca con dos golpes de espada que detuvo con gran habilidad. Ben gruñó e intentó embestirle con el escudo pero se lanzó hacia un lado y le golpeó con el lomo de la espada en la espalda a Ben.
Frente a él apareció otro brujo que le lanzó una estocada en dirección a las piernas. Ben se agachó ligeramente y saltó hacia él tratando de que su cuerpo girara en el aire. La escena parecía de una representación cómica más que de un combate real: Ben consiguió esquivar el golpe y en el salto golpeó con el costado al brujo. Ambos se desequilibraron y cayeron al suelo con la fortuna de parte del pelirrojo que quedó sentado sobre aquel hombre que trataba de meter aire en el cuerpo a toda costa. No hubo tiempo para detenerse mucho más.
Sango soltó la espada y consiguió bloquear una estocada con el escudo. La espada se convirtió en piedra y resultó inútil para su rival que la soltó y lanzó un grito de desesperación antes de intentar golpear a Ben con sus propios puños. El que estaba bajo él le agarró del pelo y tiró hacia atrás al tiempo que un puño impactaba contra su cara echándole a un lado y rodando lejos de ambos. Ben se apoyó en los antebrazos y consiguió levantarse a medias, lo justo para impulsarse con una pierna y lanzarse contra su atacante que estaba más ocupado de deshacerse de sus ropas que del pelirrojo. La embestida le pilló con la ropa por la cabeza y cuando cayó al suelo Ben golpeó su pecho con los puños cerrados alzándolos desde la cabeza y dejándolos caer para, a continuación, echar mano al costado y con el hacha asestarle un golpe mortal en el pecho.
Se levantó y miró a su alrededor para ver que uno de los brujos caminaba hacia Eberus. Sango se levantó y se lanzó a la carrera hacia él gritando como un auténtico animal. El hachazo alcanzó a aquel desgraciado en el hombro y Ben tiró de él para que cayera al suelo. Allí en el suelo, Ben lanzó el hacha por encima de su cabeza y asestó dos brutales golpes a aquel desgraciado que quedó sin vida casi al instante.
Jadeante, se volvió hacia Eberus y se limpió restos de sangre que tenía en la cara. Con la mano izquierda, la mano libre, agarró la cabeza del brujo y le echó un rápido vistazo.
- ¿Estás bien?- Ben le miró a los ojos tratando de ver más allá. Buscaba la sinceridad en la respuesta de su amigo-. Estoy reventado, Eb- añadió entre resoplidos-. Dime que guardas algún truco para estos cabrones- llevó la mano al hombro de Eberis y apretó con fuerza antes de girarse y encarar al resto, hacha en mano.
Levantó el hacha como apuntando a los brujos que guardaban distancia con ellos y Ben les enseñó los dientes a modo de desafío. Pese al cansancio, pese a no tener muchas más fuerzas, Ben sentía que debía darlo todo hasta el final. Hasta que no le quedara un suspiro.
- Venga, acabemos con esto de una maldita vez- dijo poniéndose en guardia entre Eberus y el resto de sus perseguidores.
Sango
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Re: El Scion: La Leyenda del Triunvirato [Libre]
¡Había funcionado! El truco mentalista logró enturbiar las mentes de aquellos brujos, dejándole la batalla más fácil a su camarada. Sospechó que no debían ser brujos experimentados si había logrado causarles aquello incluso recién noqueado, y soltó una sonrisa arrogante. - No sabéis quién soy, palurdos...
No se notaba nada mal. El noqueo se había ido de su cabeza casi tan rápido como había venido. Trató de incorporarse, pero su cuerpo no respondió igual que su mente. Cayó de rodillas sobre la arena. Aún así, sonreía sabiendo que su gran arma no era el cuerpo. Esperó un rato en esa posición mientras una parte de su mente sostenía la atención en mantener la ilusión sofocante en aquellos magos, y a la vez su confianza crecía al observar al guerrero que peleaba de su lado contra aquellos brujos sin armadura que poco podían hacer.
Poco después ese guerrero y compañero se acercó a él preocupado, pero con el brillo de un héroe en los ojos. Reveló que estaba muy cansado, y era normal. Semejantes hazañas en combate no eran gratis. - Estoy bien. Sango, no debemos subestimarlos... pero sinceramente te adelanto que esta batalla finalizará a nuestro favor - dijo, en el fondo, subestimándolos un poco. O quizás no tan poco. Luego trató de levantarse, y esta vez no tuvo casi problemas. Se tocó el ojo izquierdo, pues casi no veía por él, y confirmó la hinchazón que le cegaba. - Hijos de la gran puta... Bueno, Sango. Ve hacia allí, confía en mí - le pidió con firmeza. No podía gastar tiempo en explicarle, pues los brujos podrían recomponerse.
Venían hacia Eberus, pero dudosos. Aunque con Sango exhausto posiblemente pudieran ganar la batalla, parecían desmoralizados. Aún así, lo más conveniente era poner tierra de por medio. O, quizás, quitarla. Sacó el pergamino encantado con el Glifo de Fisura que había rapiñado de otro brujo y lo colocó en el suelo, esperando que actuara rápido.
Poco a poco, la arena parecía entrar en sí misma. Un rugido profundo avisaba de lo que ocurriría junto con el susurro de la arena frotándose consigo misma. La grieta crecía, y los brujos se habían detenido a unos treinta pasos de distancia sin saber qué estaba ocurriendo. Eberus notaba que, si permanecía ahí, podría caer. Se levantó y, cuando comprobó que el pergamino actuaba por sí solo, caminó hacia atrás mientras vigilaba la situación.
Lo que aquel pergamino lograba era impresionante. ¡Benditas artes arcanas! La arena se precipitaba armoniosa y amenazante hacia el vacío de una gran grieta que cubría ella misma, no dejando lugar a saltos, y llegó un punto en que el propio agua del mar también se unió a la orquesta. Aquel escenario era bastante peligroso, y solo un loco se atrevería a intentar atravesarlo. La grieta no era muy larga, pero afortunadamente la playa tampoco lo era en esa zona, dejando poco margen para que alguien intentara pasar hacia el otro lado. Y los brujos parecieron no atreverse a intentarlo.
- Sango, creo que voy a empezar a estudiar más los encantamientos - El Pícaro sonreía como nunca. Pocas veces había estado tan cerca de morir como aquella vez. En cuanto vio que los brujos no avanzaban, sintió la euforia del que ha visto a su alma irse pero la ha conseguido atrapar con un lazo. - Colega, vámonos de aquí. Lo hemos hecho - le puso una mano en el hombro y le tendió la otra para darse un gran apretón en señal de victoria. - No acostumbro a dar halagos, pero compañero, si este cabrón - decía señalándose - sigue vivo es gracias a ti. Siempre admiraré tu coraje, maldito bárbaro. Vamos rápido a por esos barriles de cerveza, que me quiero quitar ya este sabor a mar.
No se notaba nada mal. El noqueo se había ido de su cabeza casi tan rápido como había venido. Trató de incorporarse, pero su cuerpo no respondió igual que su mente. Cayó de rodillas sobre la arena. Aún así, sonreía sabiendo que su gran arma no era el cuerpo. Esperó un rato en esa posición mientras una parte de su mente sostenía la atención en mantener la ilusión sofocante en aquellos magos, y a la vez su confianza crecía al observar al guerrero que peleaba de su lado contra aquellos brujos sin armadura que poco podían hacer.
Poco después ese guerrero y compañero se acercó a él preocupado, pero con el brillo de un héroe en los ojos. Reveló que estaba muy cansado, y era normal. Semejantes hazañas en combate no eran gratis. - Estoy bien. Sango, no debemos subestimarlos... pero sinceramente te adelanto que esta batalla finalizará a nuestro favor - dijo, en el fondo, subestimándolos un poco. O quizás no tan poco. Luego trató de levantarse, y esta vez no tuvo casi problemas. Se tocó el ojo izquierdo, pues casi no veía por él, y confirmó la hinchazón que le cegaba. - Hijos de la gran puta... Bueno, Sango. Ve hacia allí, confía en mí - le pidió con firmeza. No podía gastar tiempo en explicarle, pues los brujos podrían recomponerse.
Venían hacia Eberus, pero dudosos. Aunque con Sango exhausto posiblemente pudieran ganar la batalla, parecían desmoralizados. Aún así, lo más conveniente era poner tierra de por medio. O, quizás, quitarla. Sacó el pergamino encantado con el Glifo de Fisura que había rapiñado de otro brujo y lo colocó en el suelo, esperando que actuara rápido.
Poco a poco, la arena parecía entrar en sí misma. Un rugido profundo avisaba de lo que ocurriría junto con el susurro de la arena frotándose consigo misma. La grieta crecía, y los brujos se habían detenido a unos treinta pasos de distancia sin saber qué estaba ocurriendo. Eberus notaba que, si permanecía ahí, podría caer. Se levantó y, cuando comprobó que el pergamino actuaba por sí solo, caminó hacia atrás mientras vigilaba la situación.
Lo que aquel pergamino lograba era impresionante. ¡Benditas artes arcanas! La arena se precipitaba armoniosa y amenazante hacia el vacío de una gran grieta que cubría ella misma, no dejando lugar a saltos, y llegó un punto en que el propio agua del mar también se unió a la orquesta. Aquel escenario era bastante peligroso, y solo un loco se atrevería a intentar atravesarlo. La grieta no era muy larga, pero afortunadamente la playa tampoco lo era en esa zona, dejando poco margen para que alguien intentara pasar hacia el otro lado. Y los brujos parecieron no atreverse a intentarlo.
- Sango, creo que voy a empezar a estudiar más los encantamientos - El Pícaro sonreía como nunca. Pocas veces había estado tan cerca de morir como aquella vez. En cuanto vio que los brujos no avanzaban, sintió la euforia del que ha visto a su alma irse pero la ha conseguido atrapar con un lazo. - Colega, vámonos de aquí. Lo hemos hecho - le puso una mano en el hombro y le tendió la otra para darse un gran apretón en señal de victoria. - No acostumbro a dar halagos, pero compañero, si este cabrón - decía señalándose - sigue vivo es gracias a ti. Siempre admiraré tu coraje, maldito bárbaro. Vamos rápido a por esos barriles de cerveza, que me quiero quitar ya este sabor a mar.
Eberus
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