Se rompen algas a domicilio [Libre, 6/4]
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Se rompen algas a domicilio [Libre, 6/4]
El elfo arrugó el papel, donde había leído aquella oferta de trabajo tan particular y sin mirar siquiera, la lanzó a la basura, obviamente cayó al piso porque tal vez ni siquiera había un bote de basura, de cualquier modo, era uno de esos trabajos que en la vida, alguien de su tipo llegaría a aceptar, y es que claro, necesitaba llegar al norte tan pronto como fuera posible, pero ser parte de una tripulación de sirvientes no parecía algo digno de su clase, se había convertido en un diestro guerrero, de un día para otro tenía más habilidades y dinero por alguna razón que no terminaba de entender, y se sentía completamente preparado para viajar al norte a hacer algo que había estado posponiendo hace mucho tiempo.
Lo pensó de nuevo, el “trabajo” no parecía difícil, sin embargo, había algo en el nombre de la embarcación que le resultaba ligeramente extraño, y es que “Rompen Algas 3000” era un nombre bastante inquietante para un barco. Romper algas no parecía ser una hazaña que requiriera de un gran esfuerzo, pero la mezcla de todo lo hacía ver muy raro y hasta insultante ¿Y qué con el 3000? -No, de ninguna manera Destino formará parte de esa tripulación.- Dijo con toda su convicción.
Unos minutos más tarde, como era de esperarse, el elfo estaba a bordo del barco -Pero Destino está aquí porque quiso- Se dijo a sí mismo, y claro, desde luego, le creemos, la necesidad de llegar pronto al norte no tenía nada que ver. Caminó hasta el borde del barco, mojó de saliva su dedo índice y lo levantó estirado para medir la velocidad del viento, miró las velas y luego al agua, tomó un feo gorro de capitán que tenía cerca y lo vio caer al mar, entonces dedujo que sí, inequívocamente, estaban rodeados de agua.
Fue entonces cuando hizo su entrada magistral el capitán de la embarcación, empujó la puerta de su cabina y se quedó parado con los brazos extendidos al frente, los ojos cerrados y el rostro de medio lado cual si se tratara de una super estrella. Ciertamente su porte era señorial, se le veía seguro, poderoso, lleno de determinación. Abrió los ojos lentamente y quienes estaban al frente retrocedieron intimidados, luego dirigió la mirada a todos los presentes examinando a todos uno por uno y dijo -Saludos, señoritas, bienvenidos al Rompen Algas 3000- Caminó lentamente hasta dar un par de pasos y miró a todos de nuevo, manteniendo una mano en el mango de su espada.
Los pocos tripulantes murmuraban entre ellos, susurraban cosas que Destino no alcanzaba a comprender pero parecían un poco confundidos -Mi nombre es Ron- Dijo con firmeza y seguridad -Ron Pez Crotos- Destino río, recibiendo de inmediato un codazo de parte de un tripulante cercano -Cuidado tonto, o harás que nos mate- Ciertamente el elfo se encontraba bastante intrigado pues aquel sujeto no parecía un pez croto, aunque no tenía idea de qué rayos era eso pero sabía que este no era uno, este era una especie de perro… o más bien… perrito que no medía más de medio metro.
Muy bien, zoquetes, iremos al norte según lo acordado, pero antes haremos una entrega en Beltrexus- Dijo de nuevo con una seguridad envidiable -Tú, verifica las velas- Señaló a un tripulante ciego -Ustedes dos, llenen mi bañera de burbujitas- Fijó la mirada en otro de baja estatura -Tú, baja de mi barco- El pobre hombre miró a los lados y detrás esperando que fuera una confusión pero no lo era, le habían ordenado bajarse del barco en medio del mar y lógicamente, como cualquiera en su sano juicio habría hecho, saltó al mar. El capitán tocó su cabeza -Y por un demonio ¿Alguien ha visto mi estúpido gorro de capitán?- Destino abrió los ojos como platos recordando que había lanzado uno al mar, aunque desde luego, aquel detalle formaría parte de sus más profundos secretos.
Destino entonces aprovechó para dar un vistazo al resto de los tripulantes, eran menos de 10 hombres vestidos como simples marineros aunque algunos resultaban particularmente llamativos ¿estarían ahí por los mismos motivos que él? Lo sabremos cuando posteen…
Lo pensó de nuevo, el “trabajo” no parecía difícil, sin embargo, había algo en el nombre de la embarcación que le resultaba ligeramente extraño, y es que “Rompen Algas 3000” era un nombre bastante inquietante para un barco. Romper algas no parecía ser una hazaña que requiriera de un gran esfuerzo, pero la mezcla de todo lo hacía ver muy raro y hasta insultante ¿Y qué con el 3000? -No, de ninguna manera Destino formará parte de esa tripulación.- Dijo con toda su convicción.
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Unos minutos más tarde, como era de esperarse, el elfo estaba a bordo del barco -Pero Destino está aquí porque quiso- Se dijo a sí mismo, y claro, desde luego, le creemos, la necesidad de llegar pronto al norte no tenía nada que ver. Caminó hasta el borde del barco, mojó de saliva su dedo índice y lo levantó estirado para medir la velocidad del viento, miró las velas y luego al agua, tomó un feo gorro de capitán que tenía cerca y lo vio caer al mar, entonces dedujo que sí, inequívocamente, estaban rodeados de agua.
Fue entonces cuando hizo su entrada magistral el capitán de la embarcación, empujó la puerta de su cabina y se quedó parado con los brazos extendidos al frente, los ojos cerrados y el rostro de medio lado cual si se tratara de una super estrella. Ciertamente su porte era señorial, se le veía seguro, poderoso, lleno de determinación. Abrió los ojos lentamente y quienes estaban al frente retrocedieron intimidados, luego dirigió la mirada a todos los presentes examinando a todos uno por uno y dijo -Saludos, señoritas, bienvenidos al Rompen Algas 3000- Caminó lentamente hasta dar un par de pasos y miró a todos de nuevo, manteniendo una mano en el mango de su espada.
Los pocos tripulantes murmuraban entre ellos, susurraban cosas que Destino no alcanzaba a comprender pero parecían un poco confundidos -Mi nombre es Ron- Dijo con firmeza y seguridad -Ron Pez Crotos- Destino río, recibiendo de inmediato un codazo de parte de un tripulante cercano -Cuidado tonto, o harás que nos mate- Ciertamente el elfo se encontraba bastante intrigado pues aquel sujeto no parecía un pez croto, aunque no tenía idea de qué rayos era eso pero sabía que este no era uno, este era una especie de perro… o más bien… perrito que no medía más de medio metro.
Muy bien, zoquetes, iremos al norte según lo acordado, pero antes haremos una entrega en Beltrexus- Dijo de nuevo con una seguridad envidiable -Tú, verifica las velas- Señaló a un tripulante ciego -Ustedes dos, llenen mi bañera de burbujitas- Fijó la mirada en otro de baja estatura -Tú, baja de mi barco- El pobre hombre miró a los lados y detrás esperando que fuera una confusión pero no lo era, le habían ordenado bajarse del barco en medio del mar y lógicamente, como cualquiera en su sano juicio habría hecho, saltó al mar. El capitán tocó su cabeza -Y por un demonio ¿Alguien ha visto mi estúpido gorro de capitán?- Destino abrió los ojos como platos recordando que había lanzado uno al mar, aunque desde luego, aquel detalle formaría parte de sus más profundos secretos.
Destino entonces aprovechó para dar un vistazo al resto de los tripulantes, eran menos de 10 hombres vestidos como simples marineros aunque algunos resultaban particularmente llamativos ¿estarían ahí por los mismos motivos que él? Lo sabremos cuando posteen…
- Capitán Ron Pez Crotos:
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Última edición por Destino el Vie 12 Feb 2021, 03:27, editado 2 veces
Destino
Maestro de las Mil Espadas
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Re: Se rompen algas a domicilio [Libre, 6/4]
-¿Cómo rompes un alga?, ¿No tiene mas sentido cortarlas en ese caso?, bueno el 3000 tiene todo el sentido del mundo- Exclamo Hazel viendo el anuncio de trabajo, quería huir del lugar en el que se encontraba y ese anuncio representaba la oportunidad ideal para ello, sin dudarlo se embarco como uno mas de la tripulación.
-Es definitivo, tengo mala suerte- exclamo cuando se entero hacia donde se dirigía la embarcación, Beltrexus le traía recuerdos agridulces, y Hazel lo consideraba el inicio de una cadena de sucesos que lo llevaron al borde de la locura y que le habían dejado atrapado en ese sexy cuerpo de rubio menemista(?). El rubio cargaba la ridículamente grande espada en su espalda y se había acomodado en un lugar estratégico para no llamar la atención, su espada por desgracia no le hacia la persona menos llamativa como intentaba aparentar Hazel.
El aire salió estrepitosamente de sus narices cuando el capitán se presento, reprimiendo una risa que por suerte alguien mas si expreso, sin represalias por suerte o al menos hasta que vio como un marinero enano, o como prefieren ser llamados "persona de baja estatura" fue obligado a abandonar el barco en medio del mar, Hazel decidió hacer algo al respecto pero justo en ese momento fue abordado por un marinero, quien traía un ridículo atuendo como el que la mayoría vestía.
-Tienes que ponerte esto- dijo acercando el atuendo al rubio.
-Tienes que llevarle esa ropa a alguien mas- replico Hazel.
-Son las reglas- insistió.
-Buena suerte con eso- dijo el rubio mirando hacia otro lugar, desentendiéndose del asunto
-Vaya que eres quisquilloso Zelas- exclamo el marinero negando con la cabeza.
-¿Qué?- pregunto sorprendido.
-¿Qué?- respondió y pregunto a la vez el marinero, desentendiéndose de la pregunta anterior.
Ambos se miraron fijamente por unos segundos, para luego emprender diferentes direcciones, sabiendo que inevitablemente se volverían a encontrar puesto que estaban en un barco en medio del mar, toda la situación dejo a Hazel profundamente turbado.
OFF: alguien que salve al enano(?)
-Es definitivo, tengo mala suerte- exclamo cuando se entero hacia donde se dirigía la embarcación, Beltrexus le traía recuerdos agridulces, y Hazel lo consideraba el inicio de una cadena de sucesos que lo llevaron al borde de la locura y que le habían dejado atrapado en ese sexy cuerpo de rubio menemista(?). El rubio cargaba la ridículamente grande espada en su espalda y se había acomodado en un lugar estratégico para no llamar la atención, su espada por desgracia no le hacia la persona menos llamativa como intentaba aparentar Hazel.
El aire salió estrepitosamente de sus narices cuando el capitán se presento, reprimiendo una risa que por suerte alguien mas si expreso, sin represalias por suerte o al menos hasta que vio como un marinero enano, o como prefieren ser llamados "persona de baja estatura" fue obligado a abandonar el barco en medio del mar, Hazel decidió hacer algo al respecto pero justo en ese momento fue abordado por un marinero, quien traía un ridículo atuendo como el que la mayoría vestía.
-Tienes que ponerte esto- dijo acercando el atuendo al rubio.
-Tienes que llevarle esa ropa a alguien mas- replico Hazel.
-Son las reglas- insistió.
-Buena suerte con eso- dijo el rubio mirando hacia otro lugar, desentendiéndose del asunto
-Vaya que eres quisquilloso Zelas- exclamo el marinero negando con la cabeza.
-¿Qué?- pregunto sorprendido.
-¿Qué?- respondió y pregunto a la vez el marinero, desentendiéndose de la pregunta anterior.
Ambos se miraron fijamente por unos segundos, para luego emprender diferentes direcciones, sabiendo que inevitablemente se volverían a encontrar puesto que estaban en un barco en medio del mar, toda la situación dejo a Hazel profundamente turbado.
OFF: alguien que salve al enano(?)
Zelas Hazelmere
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Re: Se rompen algas a domicilio [Libre, 6/4]
–Se ve pateable –comenté repentinamente al ver al chihuahua.
–¿Qué? –preguntó Xana con el ceño fruncido.
–Nada, solo digo estupideces para rellenar el silencio. –Sacudí una mano para restarle importancia al asunto–. Como sea, ¿todavía no has visto a ya sabes quién?
Xana negó con la cabeza. Suspiré.
–Bueno, tenemos un largo rato para buscar.
–¿Estás seguro de que subió a este barco?
–Claro que sí –Claro que no.
De pronto un sujeto saltó al agua, siguiendo una orden absurda del chihuahua. Xana se acercó a la borda para observar si el desafortunado al menos sabía nadar y qué tan lejos estábamos de donde sea que zarpamos.
–¿Debo suponer –empezó Xana cuando me coloqué a su lado– que hay un buen motivo para dejarlo ahí?
–Tal vez. –Volví a encogerme de hombros, y ella volvió a lanzarme una mirada ceñuda–. Tal vez no, quise decir. No me dejas terminar.
Xana miró alrededor y, en el momento en que creyó que nadie nos observaba, me dio la señal para que yo hiciera la misión de rescate en sigilo.
–Agarra mi Ganso –le grité al enano mientras le tendía mi látigo. Él contestó algo que no alcancé a entender. Probablemente se quejó de que no podía alcanzar el látigo–. Sí, lo sé, ahora no está lo suficientemente largo, pero espera un segundo a que mi Ganso crezca.
Un manotazo en la parte posterior de mi cabeza me interrumpió.
–Intenta ser discreto –masculló la elfa.
El enano finalmente se sujetó del látigo. Al instante me fortalecí intensificando todo el éter de mi cuerpo y canalizándolo en mis brazos. Luego tiré hacia arriba con tanta fuerza que no solo subí al enano, sino que lo catapulté hacia el cielo. A él, por desgracia, le fue imposible evitar soltarse del látigo, así que voló sobre el barco y cayó en el mar al otro lado.
–Ahm… Bueno… calculé mal su peso –admití, avergonzado.
–¿Qué? –preguntó Xana con el ceño fruncido.
–Nada, solo digo estupideces para rellenar el silencio. –Sacudí una mano para restarle importancia al asunto–. Como sea, ¿todavía no has visto a ya sabes quién?
Xana negó con la cabeza. Suspiré.
–Bueno, tenemos un largo rato para buscar.
–¿Estás seguro de que subió a este barco?
–Claro que sí –Claro que no.
De pronto un sujeto saltó al agua, siguiendo una orden absurda del chihuahua. Xana se acercó a la borda para observar si el desafortunado al menos sabía nadar y qué tan lejos estábamos de donde sea que zarpamos.
–¿Debo suponer –empezó Xana cuando me coloqué a su lado– que hay un buen motivo para dejarlo ahí?
–Tal vez. –Volví a encogerme de hombros, y ella volvió a lanzarme una mirada ceñuda–. Tal vez no, quise decir. No me dejas terminar.
Xana miró alrededor y, en el momento en que creyó que nadie nos observaba, me dio la señal para que yo hiciera la misión de rescate en sigilo.
–Agarra mi Ganso –le grité al enano mientras le tendía mi látigo. Él contestó algo que no alcancé a entender. Probablemente se quejó de que no podía alcanzar el látigo–. Sí, lo sé, ahora no está lo suficientemente largo, pero espera un segundo a que mi Ganso crezca.
Un manotazo en la parte posterior de mi cabeza me interrumpió.
–Intenta ser discreto –masculló la elfa.
El enano finalmente se sujetó del látigo. Al instante me fortalecí intensificando todo el éter de mi cuerpo y canalizándolo en mis brazos. Luego tiré hacia arriba con tanta fuerza que no solo subí al enano, sino que lo catapulté hacia el cielo. A él, por desgracia, le fue imposible evitar soltarse del látigo, así que voló sobre el barco y cayó en el mar al otro lado.
–Ahm… Bueno… calculé mal su peso –admití, avergonzado.
(☞°∀°)☞ OFFROL ☜(°∀°☜)
Sí, tengo un látigo que se llama Ganso, que crece y que puede arder cuando se toca en el lugar indicado. Así que prepárense para los malos chistes (?)
Rauko
Aerandiano de honor
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Re: Se rompen algas a domicilio [Libre, 6/4]
-Espera…. ¿Qué?- miraba el ridículo traje de marinero que le extendía un miembro de la tripulación. Le hubiera gustado decir que en ningún lado decía que debía usarlo pero…. De todo lo que había en ese pedazo de papel solo entendió su nombre y eso por qué lo puso ella misma. Y ya bastante mala leche tenía de haberse subido al barco equivocado. En el mar ciertamente no se sabía si se iba arriba o abajo las allá de la salida del sol, pero esa cosa zarpó a medio día y según le señalaron ese barco iba al sur no al norte… Aghh de nuevo al norte, había golpeado a alguien por eso. Por suerte al enano que había golpeado cuando le dio la información después le dieron la indicación de salir del barco en pleno viaje. Upss.
-Son las reglas el capitán es quisquilloso. -dijo encogiéndose de hombros el insistente marinero que se había quedado algo pasmado cuando su compañero el chaparro saltaba por la borda, mientras el muy pateable capitán del barco reclamaba su sombrero. Ella se encogió de hombros y siguió en lo suyo.
-Nonono nini. Esa cosa deja demasiada piel expuesta – Como si ella usara tanta, su ropa habitual era un ajustado pantalón y un top con correas bajo la capa;- seguramente lo que quieres es que el patea… Capitán me vea roja y me quiera meter a una olla como langosta. Métete ese… -un grito corto su efusivo mensaje y otro chapoteo al otro lado del barco le hizo sacudir la cabeza negando.- ¡bueno ya sabes qué hacer con eso!
Con felicidad se quedo cerca de la borda medio oculta por el puente cerca del cuarto del pateable capitán, todos corrían para seguir sus ordenes y ella pensaba como regresar a Ciudad Lagarto tras esa vuelta tan innecesaria.
-¡Trae acá!- bablbuceo y tomo del otro el ridículo traje gorrito incluido, había un tripulante menos en la nave, sus ropas obscuras serían resguardadas al fondo de la mochila; veteadas de blanco por el agua de burbujas de la tina del patea… Capitán; que un insensato había derramado según el por accidente sobre la albina. Se cambió sin pudor en un rinconcito de la nave y se quejó de lo corto de los pantalones y lo corto de la blusa. Pero si dejaba expuestos los ganchos en la cintura y la amenaza latente de que si alguien decía algo sería colgado del mástil más alto.
-Son las reglas el capitán es quisquilloso. -dijo encogiéndose de hombros el insistente marinero que se había quedado algo pasmado cuando su compañero el chaparro saltaba por la borda, mientras el muy pateable capitán del barco reclamaba su sombrero. Ella se encogió de hombros y siguió en lo suyo.
-Nonono nini. Esa cosa deja demasiada piel expuesta – Como si ella usara tanta, su ropa habitual era un ajustado pantalón y un top con correas bajo la capa;- seguramente lo que quieres es que el patea… Capitán me vea roja y me quiera meter a una olla como langosta. Métete ese… -un grito corto su efusivo mensaje y otro chapoteo al otro lado del barco le hizo sacudir la cabeza negando.- ¡bueno ya sabes qué hacer con eso!
Con felicidad se quedo cerca de la borda medio oculta por el puente cerca del cuarto del pateable capitán, todos corrían para seguir sus ordenes y ella pensaba como regresar a Ciudad Lagarto tras esa vuelta tan innecesaria.
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-¡Trae acá!- bablbuceo y tomo del otro el ridículo traje gorrito incluido, había un tripulante menos en la nave, sus ropas obscuras serían resguardadas al fondo de la mochila; veteadas de blanco por el agua de burbujas de la tina del patea… Capitán; que un insensato había derramado según el por accidente sobre la albina. Se cambió sin pudor en un rinconcito de la nave y se quejó de lo corto de los pantalones y lo corto de la blusa. Pero si dejaba expuestos los ganchos en la cintura y la amenaza latente de que si alguien decía algo sería colgado del mástil más alto.
Christelle Glassneth
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Re: Se rompen algas a domicilio [Libre, 6/4]
Colgado boca abajo sujeto por su cola, Koru jugueteaba a impulsarse, dando vueltas sobre un extraño dibujo lleno de símbolos raros plasmado en un trozo de dura madera. Con cara de velocidad, surcaba el… ¿cielo? Atrás y adelante, una y otra vez.
-¡TÚ! ¡YA TE DIJE QUE DEJASES DE HACER ESO, MALDITO ENGENDRO! - gritaron dos humanos feos idénticos que hasta hablaban al mismo tiempo. Con ambas manos y ambos pies sujetos al canto de esa madera, Koru ladeó la cabeza. Sin duda, debía bajar y explicarse. Las últimas cuatro veces no había conseguido que le entendiera.
Le gustaba trepar, aunque fuese hacia abajo. Esos sitios que construía la gente grande en cambio no le gustaban. La piedra estaba fría y todo el mundo estaba siempre muy nervioso, saliendo de dentro para gritar. El pequeño sentía lástima de ellos.
Sin embargo, muchiiiiisimas cosas en la ciudad lo entusiasmaban. El suelo que no crecía, los nidos de humanos, que no todos eran iguales, algunos incluso de madera, como árboles sin copas. Más feos, eso sí. Las extrañas formas de hablar, las montañas de madera que flotaban en el agua grande que sabía asquerosa…
Con el dedo más largo de la mano que más utilizaba para agarrar cosas pinchó sin fuerza la barriga del hombre una vez abajo. Abrió mucho los ojos cuando el hombre retrocedió tras voltearse, chocando con la pared. Koru se acercó aún más a él. ¿Cómo si no iba a hacerse entender? Echó una rápida ojeada con los párpados entrecerrados, buscando al otro que era igual al gritón. Ni rastro. Trepó hasta el hombro de éste, con la esperanza de que desde allí sí lograse dar con él. Tampoco. ¿¡Es que podía desaparecer!?
Volvió a descender. El humano, antes rojo, ahora estaba pálido. Tal vez era una nueva especie. Como las orugas raras que cambiaban si las tocabas. Había que estar seguro, y alzó la mano una vez más, cuando su objetivo colocó la suya delante de sí. El pequeño se acuclilló, colocando su cara entre las manos, esperando.
-¡De… detente!- Pero el niño-bestia tomó dos dedos con los suyos, y el humano se metió con una rapidez pasmosa en su nido, cerrando la forma de entrar con un golpe. Esperó, observando a las gentes que iban y venían, no pocos dedicándole una mirada, antes de apresurar el paso cuando Koru decidía dirigirse a ellos. ¿Estarían escapando de algo? ¿Tigres? ¿Elfos malos de los que pegaban? ¿Tododientes? No. No había tododientes en el suelo, eran cosas de río. ¿Habría tododientes de suelo? Tanto sus ojos como su boca formaron tres círculos casi perfectos. Tenía que averiguar eso.
Con el pesar del palo de madera que el humano había sacado de su nido para regalarle, y que agitaba para llamar su atención, el pequeño agitó el suyo desde la mitad de la calle, tratando de que entendiera que ya tenía uno y de metal. Rebuscó alrededor alguien a quien preguntar de quien estaban huyendo, todos parecían asustados, y Koru adoptó una cara que creía debía tener alguien que ayudaba a los demás. Se puso justo delante de una amable pareja que se sí se detuvo al llegar él, aunque miraron al principio a lo lejos, como si no le hubiesen visto.
-¿Tenéis miedo? -comenzó- Me llamo Koru. Me lo puse yo, vengo del bosque. ¿Por qué tenéis miedo? No veo nada. ¿Veis algo que yo no? Tenéis un color raro, puede ser de comer cosas malas. Yo tuve un color raro por una fruta que no era fruta. Luego vi otras que se movían. La fruta no se mueve sola. Creo. ¿Conocéis fruta que se mueva sola?
Esperó un momento, pero ellos no dijeron una sola palabra. Rodearon al niño-bestia y echaron a correr. Éste se encogió de hombros. Tendría que averiguar por sí mismo qué les había asustado. Y al mirar a lo lejos, se decidió por lo que más había llamado su atención: las montañas de madera que flotaban en el agua grande. Fuera lo que fuera lo que estaba haciendo correr a la gente, tenía que ser eso. Era lo más raro de ese sitio de humanos.
Lo más rápido que pudo, sonriendo sin parar, saltó de una a otra, desde palos largos a maderas planas, de gentes extrañas a cajas y barriles, de árboles sin corteza plantados… ¿en el agua grande? Miró hacia abajo desde la mitad de uno de esos. Bajó. Tenía demasiadas preguntas y necesitaba con urgencia que alguien las contestase. Acudió al primer ser vivo que encontró para ello, con su palo metálico cruzado a la espalda. Tiró de su manga, notando bajo sus pies como todo se movía. Increíble. Miró hacia abajo, hasta casi tocar el suelo con la cabeza, hasta que recordó las dudas que tenía por misión.
-¿Por qué flota? ¿Lo hiciste tú? ¿más como tú? ¿qué es eso?- señaló ese tronco liso vertical tan extraño- Soy Koru, vengo del bosque. Yo me puse mi nombre. Puedo ponerte uno. Se lo he puesto a muchas cosas. No hablan, así que no tuve otro remedio. Pero les gusta, no se quejan. Soy bueno en eso. Mi palo es de metal. ¿Tienes cosas malas de metal que pinchan? No es buena idea. ¿Por qué todo es madera? ¿Os gusta? Mi bosque tiene madera, pero viven animales y gente. ¿Se la habéis quitado a ellos? ¿Sois malos? Conozco gente mala, no me gustan. ¿Has perdido cosas? Yo suelo encontrarlas, aunque no a quien las pierde. Todo el mundo tiene mucha prisa, más aquí.
Un barril abierto reclamó al niño-bestia, quien rebuscó cayéndose dentro, sacando la cabeza entre manzanas y mordisqueando dos. Trató de comerse la primera sin usar las manos. Esta montaña de madera que flotaba definitivamente le gustaba.
-¡TÚ! ¡YA TE DIJE QUE DEJASES DE HACER ESO, MALDITO ENGENDRO! - gritaron dos humanos feos idénticos que hasta hablaban al mismo tiempo. Con ambas manos y ambos pies sujetos al canto de esa madera, Koru ladeó la cabeza. Sin duda, debía bajar y explicarse. Las últimas cuatro veces no había conseguido que le entendiera.
Le gustaba trepar, aunque fuese hacia abajo. Esos sitios que construía la gente grande en cambio no le gustaban. La piedra estaba fría y todo el mundo estaba siempre muy nervioso, saliendo de dentro para gritar. El pequeño sentía lástima de ellos.
Sin embargo, muchiiiiisimas cosas en la ciudad lo entusiasmaban. El suelo que no crecía, los nidos de humanos, que no todos eran iguales, algunos incluso de madera, como árboles sin copas. Más feos, eso sí. Las extrañas formas de hablar, las montañas de madera que flotaban en el agua grande que sabía asquerosa…
Con el dedo más largo de la mano que más utilizaba para agarrar cosas pinchó sin fuerza la barriga del hombre una vez abajo. Abrió mucho los ojos cuando el hombre retrocedió tras voltearse, chocando con la pared. Koru se acercó aún más a él. ¿Cómo si no iba a hacerse entender? Echó una rápida ojeada con los párpados entrecerrados, buscando al otro que era igual al gritón. Ni rastro. Trepó hasta el hombro de éste, con la esperanza de que desde allí sí lograse dar con él. Tampoco. ¿¡Es que podía desaparecer!?
Volvió a descender. El humano, antes rojo, ahora estaba pálido. Tal vez era una nueva especie. Como las orugas raras que cambiaban si las tocabas. Había que estar seguro, y alzó la mano una vez más, cuando su objetivo colocó la suya delante de sí. El pequeño se acuclilló, colocando su cara entre las manos, esperando.
-¡De… detente!- Pero el niño-bestia tomó dos dedos con los suyos, y el humano se metió con una rapidez pasmosa en su nido, cerrando la forma de entrar con un golpe. Esperó, observando a las gentes que iban y venían, no pocos dedicándole una mirada, antes de apresurar el paso cuando Koru decidía dirigirse a ellos. ¿Estarían escapando de algo? ¿Tigres? ¿Elfos malos de los que pegaban? ¿Tododientes? No. No había tododientes en el suelo, eran cosas de río. ¿Habría tododientes de suelo? Tanto sus ojos como su boca formaron tres círculos casi perfectos. Tenía que averiguar eso.
Con el pesar del palo de madera que el humano había sacado de su nido para regalarle, y que agitaba para llamar su atención, el pequeño agitó el suyo desde la mitad de la calle, tratando de que entendiera que ya tenía uno y de metal. Rebuscó alrededor alguien a quien preguntar de quien estaban huyendo, todos parecían asustados, y Koru adoptó una cara que creía debía tener alguien que ayudaba a los demás. Se puso justo delante de una amable pareja que se sí se detuvo al llegar él, aunque miraron al principio a lo lejos, como si no le hubiesen visto.
-¿Tenéis miedo? -comenzó- Me llamo Koru. Me lo puse yo, vengo del bosque. ¿Por qué tenéis miedo? No veo nada. ¿Veis algo que yo no? Tenéis un color raro, puede ser de comer cosas malas. Yo tuve un color raro por una fruta que no era fruta. Luego vi otras que se movían. La fruta no se mueve sola. Creo. ¿Conocéis fruta que se mueva sola?
Esperó un momento, pero ellos no dijeron una sola palabra. Rodearon al niño-bestia y echaron a correr. Éste se encogió de hombros. Tendría que averiguar por sí mismo qué les había asustado. Y al mirar a lo lejos, se decidió por lo que más había llamado su atención: las montañas de madera que flotaban en el agua grande. Fuera lo que fuera lo que estaba haciendo correr a la gente, tenía que ser eso. Era lo más raro de ese sitio de humanos.
Lo más rápido que pudo, sonriendo sin parar, saltó de una a otra, desde palos largos a maderas planas, de gentes extrañas a cajas y barriles, de árboles sin corteza plantados… ¿en el agua grande? Miró hacia abajo desde la mitad de uno de esos. Bajó. Tenía demasiadas preguntas y necesitaba con urgencia que alguien las contestase. Acudió al primer ser vivo que encontró para ello, con su palo metálico cruzado a la espalda. Tiró de su manga, notando bajo sus pies como todo se movía. Increíble. Miró hacia abajo, hasta casi tocar el suelo con la cabeza, hasta que recordó las dudas que tenía por misión.
-¿Por qué flota? ¿Lo hiciste tú? ¿más como tú? ¿qué es eso?- señaló ese tronco liso vertical tan extraño- Soy Koru, vengo del bosque. Yo me puse mi nombre. Puedo ponerte uno. Se lo he puesto a muchas cosas. No hablan, así que no tuve otro remedio. Pero les gusta, no se quejan. Soy bueno en eso. Mi palo es de metal. ¿Tienes cosas malas de metal que pinchan? No es buena idea. ¿Por qué todo es madera? ¿Os gusta? Mi bosque tiene madera, pero viven animales y gente. ¿Se la habéis quitado a ellos? ¿Sois malos? Conozco gente mala, no me gustan. ¿Has perdido cosas? Yo suelo encontrarlas, aunque no a quien las pierde. Todo el mundo tiene mucha prisa, más aquí.
Un barril abierto reclamó al niño-bestia, quien rebuscó cayéndose dentro, sacando la cabeza entre manzanas y mordisqueando dos. Trató de comerse la primera sin usar las manos. Esta montaña de madera que flotaba definitivamente le gustaba.
Koru´Len
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Re: Se rompen algas a domicilio [Libre, 6/4]
Destino no terminaba de entender por qué aquel hombre había saltado al mar sin cuestionar la orden, tal vez el capitán era muy intimidante y tenía métodos de persuasión espeluznantes, lo miró un instante con los ojos entrecerrados hasta que la mirada del pequeño capitán tropezó con la suya -¿Y tú qué miras? Blanquito- Destino estaba a punto de responderle cuando alguien lo tomó por el brazo -¿Qué haces? ¿estás demente? Muchos han muerto por menos que eso- Expresó preocupado llevándose a Destino al otro lado del barco -Parece que eres nuevo aquí- Dijo se manera amigable ofreciendo la mano al elfo -Te ayudaré a adaptarte y te diré todo lo que debes saber para...- Destino se soltó de su agarre y se fue a otro lado sin prestarle atención al pobre hombre.
Había visto un par de rostros conocidos al otro lado y hacia allá se dirigía, el elfo Raujo y su mujer Sana trataban de pescar algo, sin duda eran bastante proactivos, tal vez ya alguien les había asignado tareas a todos menos a él, todo un problema, sin duda, porque ahora debía encontrar la manera de adaptarse y saber lo que tenía que hacer -Lo sabía, no sabes qué hacer, vamos, ven conmigo, te diré lo que tienes que… oyeee- De nuevo Destino hizo caso omiso al hombre y continuó su camino al otro lado aunque aquello se veía muy extraño, Raujo consiguió pescar un hombre pero en lugar de subirlo al barco lo lanzó al otro lado.
¡Capitán!- Gritó alguien alarmado mientras señalaba por estribor, o babor, ni Destino ni yo sabemos, era la izquierda del barco, en fin -Capitán, no podemos dejar a Carl ahí, recuerde que esta zona está infestada de tiburones- Un montón de ruidos extraños se oyeron en el agua como si alguien chapaleara con desesperación, el hombre corrió y le lanzó una cuerda -Olvídenlo, ya no hará falta, la mitad que queda de él, no tiene manos para atrapar la cuerda, bueno, lo intentamos, adiós Carl, siempre te recordaremos como el tipo que conocí hace cinco minutos- Recogió la cuerda y se fue a hacer sus deberes.
Había otro sujeto extraño repartiendo lo que parecía ser un uniforme, por lo que Destino decidió rodearlo por todo el borde de la embarcación, deambulaba cabizbajo disimulando cuando alguien lo tomó por el brazo -¿Y esto qué es?- Dijo el pelinegro con un tic en el ojo mientras observaba extrañado a la pequeña criatura parlante.
Flota porque es un barc- No terminó de responder porque fue interrumpido por otra pregunta -No, lo hicieron otras person- Y de nuevo fue interrumpido por otra pregunta -¿Para qué preguntas si no esperarás la resp- Y de nuevo fue interrumpido -Destino también se puso su nombre- Aclaró con orgullo, una y otra vez intentó responder la avalancha de preguntas pero siempre fue en vano -Un poco malo, tal vez- Intentó definirse pensando al respecto.
Eres gracioso, desde hoy te llamarás Kupo- Dijo sonriente el pelinegro -Así al presentarte dirás: “Mi nombre es kupo” y lo escupes- Finalmente se deshizo del pequeño dejándolo en un barril antes de continuar su camino hacia donde se encontraba Raujo pero repentinamente el pequeño capitán profirió a gritos -¡A donde el destino nos lleve!- Destino lo miró intrigado levantando una ceja porque no tenía planeado llevar a nadie a ningún lado. Acto seguido, el capitán se recostó al timón y este se movió hasta que el barco dio algunos giros y no supimos en qué dirección habíamos quedado -Sé en qué dirección quedamos- Dijo el capitán con una sonrisa nerviosa.
No debía ser difícil ubicarse, el sol sale por el este y se esconde por el oeste, aunque por desgracia era justo medio día, así que pasaría un buen rato antes que la sombra les indicara hacia donde se dirigían, eso desde luego, asumiendo que el capitán había enderezado el timón y no seguían navegando en círculos.
[1] Este offrol es solo para decir que en este post no hay offrol. Había visto un par de rostros conocidos al otro lado y hacia allá se dirigía, el elfo Raujo y su mujer Sana trataban de pescar algo, sin duda eran bastante proactivos, tal vez ya alguien les había asignado tareas a todos menos a él, todo un problema, sin duda, porque ahora debía encontrar la manera de adaptarse y saber lo que tenía que hacer -Lo sabía, no sabes qué hacer, vamos, ven conmigo, te diré lo que tienes que… oyeee- De nuevo Destino hizo caso omiso al hombre y continuó su camino al otro lado aunque aquello se veía muy extraño, Raujo consiguió pescar un hombre pero en lugar de subirlo al barco lo lanzó al otro lado.
¡Capitán!- Gritó alguien alarmado mientras señalaba por estribor, o babor, ni Destino ni yo sabemos, era la izquierda del barco, en fin -Capitán, no podemos dejar a Carl ahí, recuerde que esta zona está infestada de tiburones- Un montón de ruidos extraños se oyeron en el agua como si alguien chapaleara con desesperación, el hombre corrió y le lanzó una cuerda -Olvídenlo, ya no hará falta, la mitad que queda de él, no tiene manos para atrapar la cuerda, bueno, lo intentamos, adiós Carl, siempre te recordaremos como el tipo que conocí hace cinco minutos- Recogió la cuerda y se fue a hacer sus deberes.
Había otro sujeto extraño repartiendo lo que parecía ser un uniforme, por lo que Destino decidió rodearlo por todo el borde de la embarcación, deambulaba cabizbajo disimulando cuando alguien lo tomó por el brazo -¿Y esto qué es?- Dijo el pelinegro con un tic en el ojo mientras observaba extrañado a la pequeña criatura parlante.
Flota porque es un barc- No terminó de responder porque fue interrumpido por otra pregunta -No, lo hicieron otras person- Y de nuevo fue interrumpido por otra pregunta -¿Para qué preguntas si no esperarás la resp- Y de nuevo fue interrumpido -Destino también se puso su nombre- Aclaró con orgullo, una y otra vez intentó responder la avalancha de preguntas pero siempre fue en vano -Un poco malo, tal vez- Intentó definirse pensando al respecto.
Eres gracioso, desde hoy te llamarás Kupo- Dijo sonriente el pelinegro -Así al presentarte dirás: “Mi nombre es kupo” y lo escupes- Finalmente se deshizo del pequeño dejándolo en un barril antes de continuar su camino hacia donde se encontraba Raujo pero repentinamente el pequeño capitán profirió a gritos -¡A donde el destino nos lleve!- Destino lo miró intrigado levantando una ceja porque no tenía planeado llevar a nadie a ningún lado. Acto seguido, el capitán se recostó al timón y este se movió hasta que el barco dio algunos giros y no supimos en qué dirección habíamos quedado -Sé en qué dirección quedamos- Dijo el capitán con una sonrisa nerviosa.
No debía ser difícil ubicarse, el sol sale por el este y se esconde por el oeste, aunque por desgracia era justo medio día, así que pasaría un buen rato antes que la sombra les indicara hacia donde se dirigían, eso desde luego, asumiendo que el capitán había enderezado el timón y no seguían navegando en círculos.
Destino
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Re: Se rompen algas a domicilio [Libre, 6/4]
"Oh mierda olvide al enano" pensó Hazel al momento que corría de vuelta al lado del barco donde le había visto, sin embargo, no esperaba la sorpresa de ver al enano volar por sobre el barco.
-Enanos voladores, finalmente llegaron enanos voladores-
"Sorprendido, ustedes gente del futuro son bastante extraños"
"Espera un momento, ya te he matado 2 veces, porque te estoy escuchando otra vez... y con el color de voz de Angael"
"Oh Zelas, jamás te desharás de nosotros, ya somos parte de tu historia, además usar el mismo color dos veces no queda bien(?)"
La silueta de Ian se hizo presente frente a el, al igual que las otras apariciones que había visto, visibles solo para el, con diálogos desarrollándose en su cabeza que le hacia parecer una persona loca, lo que el pobre Hazel no sabia era que no necesitaba de nadie para parecer una persona loca, ya hacia suficiente al cargar con esa espada ridículamente grande a sus espaldas, se alejo hacia un lado mas tranquilo y menos poblado del barco, lo cual era una idiotez porque se encontraban, en efecto, en un barco.
"Acabemos con esto de una vez"
-Y donde estaría la gracia en eso.... jajaja mira al enano se lo están comiendo los tiburones"
"Espera que?"
El Rubio volvió en si para ver como el enano era comido por los tiburones, un espectáculo dantesco, horripilante e hipnotizador a la vez, en una arremetida uno de los tiburones partió al enano por la mitad, haciendo que la parte abajo del enano se deslizara por el cuerpo del tiburón el cual antes de volver a sumergirse dentro del agua, por unos breves segundos pareció tener piernas de enano. Aquella imagen del tiburón con piernas de enano se quedo grabada en la mente de Zelas y aquello le hizo reír, reafirmando su posición como la persona loca del barco.
Un tiburón con piernitas jajaja buenísimo(?)
-Enanos voladores, finalmente llegaron enanos voladores-
"Sorprendido, ustedes gente del futuro son bastante extraños"
"Espera un momento, ya te he matado 2 veces, porque te estoy escuchando otra vez... y con el color de voz de Angael"
"Oh Zelas, jamás te desharás de nosotros, ya somos parte de tu historia, además usar el mismo color dos veces no queda bien(?)"
La silueta de Ian se hizo presente frente a el, al igual que las otras apariciones que había visto, visibles solo para el, con diálogos desarrollándose en su cabeza que le hacia parecer una persona loca, lo que el pobre Hazel no sabia era que no necesitaba de nadie para parecer una persona loca, ya hacia suficiente al cargar con esa espada ridículamente grande a sus espaldas, se alejo hacia un lado mas tranquilo y menos poblado del barco, lo cual era una idiotez porque se encontraban, en efecto, en un barco.
"Acabemos con esto de una vez"
-Y donde estaría la gracia en eso.... jajaja mira al enano se lo están comiendo los tiburones"
"Espera que?"
El Rubio volvió en si para ver como el enano era comido por los tiburones, un espectáculo dantesco, horripilante e hipnotizador a la vez, en una arremetida uno de los tiburones partió al enano por la mitad, haciendo que la parte abajo del enano se deslizara por el cuerpo del tiburón el cual antes de volver a sumergirse dentro del agua, por unos breves segundos pareció tener piernas de enano. Aquella imagen del tiburón con piernas de enano se quedo grabada en la mente de Zelas y aquello le hizo reír, reafirmando su posición como la persona loca del barco.
Un tiburón con piernitas jajaja buenísimo(?)
Zelas Hazelmere
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Re: Se rompen algas a domicilio [Libre, 6/4]
–Espera, juraría que estábamos en la cubierta –dije, mi frente arrugada por la perplejidad, mientras observaba el pasillo que conectaba los camarotes.
–Y que estábamos haciendo algo importante –agregó Xana, a mi lado igual de extrañada.
–Algo importante y pequeño a la vez.
–Sí, algo pequeño.
–Pero no tan pequeño como tu…
–Disculpen –nos interrumpió alguien con voz nasal. Nos dimos la vuelta, pero no vinos a nadie–. Vengo a pedirles una colaboración –continuó. Finalmente Bajamos nuestras miradas, encontrando a un hombre-perro de medio metro, similar al capitán. Extendió una patita hacia nosotros, expectante–. Sé que es triste pedir, pero más triste es robar.
Sin pensarlo demasiado, Xana sacó unas cuantas monedas de su bolsillo y se las entregó. El perrito, mientras tanto, no hizo mucho por disimular su interés en nuestros hermosos colgantes. Asintió con la cabeza y dijo:
–Gracias, joven, que el Gran Bebé Vin se lo multiplique. –De pronto señaló algo detrás de nosotros–. ¡Por las llamas escupidas por la bruja que luchó en Sandorái sin usar bragas, ¿qué es eso?!
Xana y yo nos volteamos de inmediato. No encontramos nada, ni siquiera abajo. De nuevo miramos al perro, sin embargo, él ya no estaba ahí. En su lugar, ahora había otro hombre-perro del mismo tamaño y color, pero este usaba una capucha negra cubriendo toda su cabeza, con unos agujeros para sus ojos y hocico, además de un pequeño cuchillo en una pata.
–Entréguenme sus joyas, aeros, armas y sus zapatos o les meto puñal –nos amenazó, con la misma voz nasal de… Bueno, son el mismo perro, obviamente, no tiene sentido intentar negarlo.
–¿De dónde sacaste la capucha y el cuchillo si andabas desnudo? –inquirió Xana.
–Eso no es asunto tuyo –espetó el can, sacudiendo su arma.
–Bueno, llegó mi hora de eliminar un criminal más de este mundo –musité. Mis piernas empezaron a emitir un resplandor blanco.
–No lo mates –exigió la elfa.
–Vale, entonces solamente lo patearé.
–¿Pero qué…?!
Antes de que el ladrón perrón finalizara, recibió una patada fulminante. Salió disparado y rebotó en las paredes, no porque yo lo quisiera exactamente así sino porque el barco dio un giro brusco. El perro siguió rebotando hasta que salió y aterrizó en algún lugar de la cubierta del barco. Quedó con la lengua afuera y con dos cruces en lugar de ojos. ¿Qué explicación tiene la aparición de esas cruces? No importa.
Xana dejó escapar un largo suspiro.
–Bueno –dijo con los hombros caídos–, no sé tú, pero creo que Nousis no subió a este barco.
–Oh, sí… Parece que tienes razón –me lamenté.
–Ahora estamos aquí perdiendo el tiempo porque no prestaste atención.
–Oye, no me culpes a mí –repliqué con indignación.
–¿A quién si no?
–La culpa es de Nousis, por supuesto.
–Y que estábamos haciendo algo importante –agregó Xana, a mi lado igual de extrañada.
–Algo importante y pequeño a la vez.
–Sí, algo pequeño.
–Pero no tan pequeño como tu…
–Disculpen –nos interrumpió alguien con voz nasal. Nos dimos la vuelta, pero no vinos a nadie–. Vengo a pedirles una colaboración –continuó. Finalmente Bajamos nuestras miradas, encontrando a un hombre-perro de medio metro, similar al capitán. Extendió una patita hacia nosotros, expectante–. Sé que es triste pedir, pero más triste es robar.
Sin pensarlo demasiado, Xana sacó unas cuantas monedas de su bolsillo y se las entregó. El perrito, mientras tanto, no hizo mucho por disimular su interés en nuestros hermosos colgantes. Asintió con la cabeza y dijo:
–Gracias, joven, que el Gran Bebé Vin se lo multiplique. –De pronto señaló algo detrás de nosotros–. ¡Por las llamas escupidas por la bruja que luchó en Sandorái sin usar bragas, ¿qué es eso?!
Xana y yo nos volteamos de inmediato. No encontramos nada, ni siquiera abajo. De nuevo miramos al perro, sin embargo, él ya no estaba ahí. En su lugar, ahora había otro hombre-perro del mismo tamaño y color, pero este usaba una capucha negra cubriendo toda su cabeza, con unos agujeros para sus ojos y hocico, además de un pequeño cuchillo en una pata.
- Ladrón perrón:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
–Entréguenme sus joyas, aeros, armas y sus zapatos o les meto puñal –nos amenazó, con la misma voz nasal de… Bueno, son el mismo perro, obviamente, no tiene sentido intentar negarlo.
–¿De dónde sacaste la capucha y el cuchillo si andabas desnudo? –inquirió Xana.
–Eso no es asunto tuyo –espetó el can, sacudiendo su arma.
–Bueno, llegó mi hora de eliminar un criminal más de este mundo –musité. Mis piernas empezaron a emitir un resplandor blanco.
–No lo mates –exigió la elfa.
–Vale, entonces solamente lo patearé.
–¿Pero qué…?!
Antes de que el ladrón perrón finalizara, recibió una patada fulminante. Salió disparado y rebotó en las paredes, no porque yo lo quisiera exactamente así sino porque el barco dio un giro brusco. El perro siguió rebotando hasta que salió y aterrizó en algún lugar de la cubierta del barco. Quedó con la lengua afuera y con dos cruces en lugar de ojos. ¿Qué explicación tiene la aparición de esas cruces? No importa.
Xana dejó escapar un largo suspiro.
–Bueno –dijo con los hombros caídos–, no sé tú, pero creo que Nousis no subió a este barco.
–Oh, sí… Parece que tienes razón –me lamenté.
–Ahora estamos aquí perdiendo el tiempo porque no prestaste atención.
–Oye, no me culpes a mí –repliqué con indignación.
–¿A quién si no?
–La culpa es de Nousis, por supuesto.
Rauko
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Re: Se rompen algas a domicilio [Libre, 6/4]
—Ya te dije... que no hacía falta... nadar más deprisa... que los tiburones. Solo…
Valeria dejó que las palabras muriesen en sus labios mientras subía a la plancha de madera flotante. Empapada y agotada, se tumbó boca arriba bajo el sol de mediodía. Al notar inclinarse su balsa improvisada, se incorporó ligeramente hasta quedar apoyada sobre un codo y observó cómo Zero se sentaba a su lado con las piernas cruzadas. Apenas se le había acelerado un poco la respiración. ¿Cómo era posible? ¡Ella no era tan vieja!
—Sigo pensando que debería haber tratado de ayudar —dijo el chico con un suspiro.
—No digas tonterías, muchacho. No puedes ayudar a nadie si estás en el estómago de un tiburón.
—Pero tal vez habría podido…
—¡Nada, no habrías podido nada! —lo cortó Valeria.
Irritada, se incorporó hasta quedar sentada ella también y se hizo sombra llevando la mano a la frente para echar un vistazo a su alrededor. Aún podía ver los restos del naufragio a lo lejos. Zero alzó la vista en la misma dirección y volvió a suspirar.
—Esto no es culpa tuya, Zero —dijo en un tono más suave—. En todo caso, yo debería haber imaginado que no era buena idea encerrarnos en un barco con esto —añadió señalando sus ojos.
—No es culpa suya, señorita Reike —dijo Zero—. Usted no podía prever que aquel hombre-morsa organizaría un motín para hacerse con sus ojos.
—Supongo que no —concedió ella, mucho menos dada al remordimiento que su acompañante—. Me pregunto qué habrá sido del tipo. Se movía con sorprendente agilidad para estar fuera del agua.
—Lo vi alejándose nadando a toda velocidad. Se lo veía aún más ágil en el agua.
—Condenado pez.
—Mamífero.
—¿Cómo?
—Las morsas son mamíferos.
—¿Seguro? Pero si tienen...
—Seguro. Y los hombres-bestia también —sentenció el muchacho.
—En fin —dijo Valeria tras un momento de consideración—, mejor será que pensemos cómo vamos a salir de esta. ¿Por qué no haces ese hocus pocus tuyo? Ya sabes, eso de adivinar lo que tienes alrededor.
—¿El radar?
—Eh… sí… eso mismo.
Zero ni siquiera cambió de postura. Apenas parpadeó antes de responder:
—Creo que algo se acerca. Algo grande.
—¿Grande como otro tiburón? —preguntó Valeria inquieta.
—Más grande.
—¿B-ballena?
—No, se mueve sobre el mar. Pero parece que se anda moviendo en círculos.
Zero se puso en pie sobre la balsa improvisada y señaló una dirección con el dedo. Valeria siguió el dedo con la mirada y después de un momento, distinguió un barco haciendo eses sobre las olas como estudiante en día de permiso. No podía decir que le inspirase confianza, pero tampoco es que tuvieran dónde elegir.
—Bien, este es el plan —dijo—: Tú rema hacia el barco y yo me encargo del resto.
Con esos ojos como faros, a Valeria no le cabía duda de que los dejarían subir. Ya fuera para adorarla o para intentar sacárselos a la fuerza.
----------
OFF:¿Alguien que me tire una cuerdita? Como quizá alguno pueda imaginar, traigo conmigo mis dos maldiciones de Sandorai, pero me da pereza copiarlas, así que, para quien no sepa de qué van y se quiera enterar, dejo enlace a mi inventario. Están abajo del todo. [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Si alguno conoce a Zero on rol, no tengo ningún reparo en que lo maneje, pero no se extrañen si lo encuentran un poco cambiado.
Valeria dejó que las palabras muriesen en sus labios mientras subía a la plancha de madera flotante. Empapada y agotada, se tumbó boca arriba bajo el sol de mediodía. Al notar inclinarse su balsa improvisada, se incorporó ligeramente hasta quedar apoyada sobre un codo y observó cómo Zero se sentaba a su lado con las piernas cruzadas. Apenas se le había acelerado un poco la respiración. ¿Cómo era posible? ¡Ella no era tan vieja!
—Sigo pensando que debería haber tratado de ayudar —dijo el chico con un suspiro.
—No digas tonterías, muchacho. No puedes ayudar a nadie si estás en el estómago de un tiburón.
—Pero tal vez habría podido…
—¡Nada, no habrías podido nada! —lo cortó Valeria.
Irritada, se incorporó hasta quedar sentada ella también y se hizo sombra llevando la mano a la frente para echar un vistazo a su alrededor. Aún podía ver los restos del naufragio a lo lejos. Zero alzó la vista en la misma dirección y volvió a suspirar.
—Esto no es culpa tuya, Zero —dijo en un tono más suave—. En todo caso, yo debería haber imaginado que no era buena idea encerrarnos en un barco con esto —añadió señalando sus ojos.
—No es culpa suya, señorita Reike —dijo Zero—. Usted no podía prever que aquel hombre-morsa organizaría un motín para hacerse con sus ojos.
—Supongo que no —concedió ella, mucho menos dada al remordimiento que su acompañante—. Me pregunto qué habrá sido del tipo. Se movía con sorprendente agilidad para estar fuera del agua.
—Lo vi alejándose nadando a toda velocidad. Se lo veía aún más ágil en el agua.
—Condenado pez.
—Mamífero.
—¿Cómo?
—Las morsas son mamíferos.
—¿Seguro? Pero si tienen...
—Seguro. Y los hombres-bestia también —sentenció el muchacho.
—En fin —dijo Valeria tras un momento de consideración—, mejor será que pensemos cómo vamos a salir de esta. ¿Por qué no haces ese hocus pocus tuyo? Ya sabes, eso de adivinar lo que tienes alrededor.
—¿El radar?
—Eh… sí… eso mismo.
Zero ni siquiera cambió de postura. Apenas parpadeó antes de responder:
—Creo que algo se acerca. Algo grande.
—¿Grande como otro tiburón? —preguntó Valeria inquieta.
—Más grande.
—¿B-ballena?
—No, se mueve sobre el mar. Pero parece que se anda moviendo en círculos.
Zero se puso en pie sobre la balsa improvisada y señaló una dirección con el dedo. Valeria siguió el dedo con la mirada y después de un momento, distinguió un barco haciendo eses sobre las olas como estudiante en día de permiso. No podía decir que le inspirase confianza, pero tampoco es que tuvieran dónde elegir.
—Bien, este es el plan —dijo—: Tú rema hacia el barco y yo me encargo del resto.
Con esos ojos como faros, a Valeria no le cabía duda de que los dejarían subir. Ya fuera para adorarla o para intentar sacárselos a la fuerza.
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OFF:¿Alguien que me tire una cuerdita? Como quizá alguno pueda imaginar, traigo conmigo mis dos maldiciones de Sandorai, pero me da pereza copiarlas, así que, para quien no sepa de qué van y se quiera enterar, dejo enlace a mi inventario. Están abajo del todo. [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Si alguno conoce a Zero on rol, no tengo ningún reparo en que lo maneje, pero no se extrañen si lo encuentran un poco cambiado.
Reike
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Re: Se rompen algas a domicilio [Libre, 6/4]
Mientras todo se desbocaba en la cubierta una peliblanca se preguntaba muy seriamente como mantener el desayuno en su barriga entre enanos voladores y perros dando órdenes. Por alguna razón recordó a un pug pastelero, pero eso solo le hizo correr al borde y darle al mar lo que antes había dado con gusto a su estómago. Rio cuando un tiburón parecía tener piernas de enano, y eso al menos le hizo pasar el mal trago y usando un poco de agua de su cantimplora termino lanzando un escupitajo que se llevó el mal sabor de boca. Lo variopinto del lugar le mareaba y mejor en un zigzagueo de ideas (y de un barco que se bamboleaba curioso) miraba al sol que estaba en su cenit más alto, ni como adivinar hacia donde iban, aunque se suponía al norte.
N hubo modo de hacer acopio de su memoria, el mar, océano o cualquier masa de agua que no tuviera cerca una orilla era imposible de memorizar, cambiando el oleaje con cada instante pasado, solo podía decirse que cambiaba el sentido del viento. El mar seguía siendo azul y blancuzco, el cielo azul y blancuzco, y solo la tonalidad de azul le hacía saber cuál era el cielo y cual el agua y volvió a devolver el contenido del estómago con la filosofía del arriba y abajo, echando de menos la mancha rojiza del enano comestible. Miro alrededor todo azul y blanco, azul y blanco azul y blanco y…. – ¡Ah por los dioses gracias!
Dijo corriendo al otro lado y enfocando la mirada en una mancha de color con media forma que le daba al menos un punto de diferencia en ese mar de azul… Uso la mano para cubrir los ojos y distinguir el punto que iba acercándose y mostraba a un chico y una mujer de ojos brillantes que le hizo sentir un vuelco en el corazón y correr por la cuerda con la que habían intentado salvar al enano y atarla a un barril que tenía la tapa cerca, lo cerro y tumbo para rodarlo hasta el borde, estaba pesado y se escuchaba el relleno de manzanas revolverse dentro, entonces dejo caer la soga mientras buscaba los ojos brillantes. Un héroe de Sandorai, la vena codiciosa palpitaba y casi olvidaba esa sensación de vértigo que le daba el barco en su ir y venir.
off: Minipost para salvar a Reike, y tal vez hacer dar vueltas a un monito
N hubo modo de hacer acopio de su memoria, el mar, océano o cualquier masa de agua que no tuviera cerca una orilla era imposible de memorizar, cambiando el oleaje con cada instante pasado, solo podía decirse que cambiaba el sentido del viento. El mar seguía siendo azul y blancuzco, el cielo azul y blancuzco, y solo la tonalidad de azul le hacía saber cuál era el cielo y cual el agua y volvió a devolver el contenido del estómago con la filosofía del arriba y abajo, echando de menos la mancha rojiza del enano comestible. Miro alrededor todo azul y blanco, azul y blanco azul y blanco y…. – ¡Ah por los dioses gracias!
Dijo corriendo al otro lado y enfocando la mirada en una mancha de color con media forma que le daba al menos un punto de diferencia en ese mar de azul… Uso la mano para cubrir los ojos y distinguir el punto que iba acercándose y mostraba a un chico y una mujer de ojos brillantes que le hizo sentir un vuelco en el corazón y correr por la cuerda con la que habían intentado salvar al enano y atarla a un barril que tenía la tapa cerca, lo cerro y tumbo para rodarlo hasta el borde, estaba pesado y se escuchaba el relleno de manzanas revolverse dentro, entonces dejo caer la soga mientras buscaba los ojos brillantes. Un héroe de Sandorai, la vena codiciosa palpitaba y casi olvidaba esa sensación de vértigo que le daba el barco en su ir y venir.
off: Minipost para salvar a Reike, y tal vez hacer dar vueltas a un monito
Christelle Glassneth
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Re: Se rompen algas a domicilio [Libre, 6/4]
Sus grandes ojos no perdían detalle de cuanto ocurría a su alrededor. ¡¿Cómo hacerlo?! En la montaña de madera subían cada vez personas más interesantes. Ladeó la cabeza ante las palabras del grande. No tenía sent… ¡SÍ QUE LO TENÍA! Koru abrió los ojos hasta que parecieron dos discos pasmados. Miró al suelo y nuevamente al extraño. Qué gente más curiosa, aunque no entendiera su nombre. Koru estaba mejor pensado, se dijo sonriendo y mordiendo otra manzana, casi nadando en el barril.
Volvió a sacar la cabeza, agarrando el borde con ambas manos. Todo se movía, y el agua grande no se bebía. ¿Qué hacían allí? Sacudió la cabeza. La gente grande sabía muy pocas cosas.
Había criaturas parecidas a la niña que había perdido la piedra, o la chica de la playa. Caras parecidas, orejas parecidas. Aún no sabía si oían mejor. Ni tenían pelo en la cara. Sus pensamientos continuaron un buen rato sobre el misterio que suponían los mujombres de orejas largas, hasta que otros dos de ellos patearon a algo que se parecía a los animales que los humanos usaban como compañía. Koru rezumó indignación y mantuvo el equilibrio sobre el borde del barril, con el palo de metal agarrado de una mano, tres manzanas en el brazo restante y una siendo mordida para no olvidarla. Volvió la vista con pena al resto de manzanas, antes de recuperar su rictus que esperaba mostrase enfado. Eso estaba mal. ¿Se había metido en un sitio de gente mala? Su rostro volvió a cambiar, ésta vez a curiosidad. Sería mejor preguntar.
Justo en ese momento, alguien le hizo caer nuevamente dentro. Todo se volvió oscuro y el colchón de fruta lo mantuvo con poco movimiento, hasta que un fuerte golpe contra uno de los costados de la cubierta abrió el barril. Boca arriba, se impulsó saliendo en horizontal, sólo para volver a buscar la manzana que había mordido, junto a las tres que había decidido llevarse. Eran suyas, era así. Le hubiera gustado hacerle cara a una y ponerle nombre, pero terminaban marrones y asquerosas, con un olor que el niño sabía que decía “no me puedes comer o te dolerá la tripa”. La miró con pena. Vida de manzana.
El agua grande rodeaba ya toda la montaña de madera y Koru se encaramó a la borda. El soplido de todas partes le daba en la cara y eso le ponía alegre. ¡Cuánto por investigar! Apenas sabía por donde empezar, y se decidió por la absolutamente asombrosa llegada de unas personas que había subido desde ese sitio que no se podía beber. Recorrió la pequeña distancia que los separaba y mirando hacia arriba, con las ganas de saber pintadas en cada centímetro de su cara, casi notó que ésta se partía al abrir la boca lo más que pudo. ¡¡¿QUÉ LE PASABA EN LOS OJOS!??
Saltó incapaz de quedarse quieto alrededor, hasta que fue capaz de colocar sus preguntas una tras otra en un ritmo demencial.
-¿Qué eres? ¿Vivís en el agua? ¿Cómo habéis llegado? ¿Coméis peces? ¿Os gusta beber esa agua? A mí no. Sabe mal y marea. ¿Cómo te llamas? ¿Y tú? Yo soy Koru, del bosque. Tiene madera, como esta cosa- señaló abajo- ¿Qué hacéis aquí? ¿Os gusta la montaña de madera? No se hunde. Las piedras sí. Pero no puede pesar menos, es maaaaas grande, no puede. ¿Qué bichos de agua conocéis? Yo tres, aunque sé contar hasta dieciseiste. ¿Les ponéis nombres? Hay manzanas. Tres son mías. Os doy algunas. No todas, luego querré más. Podéis comer conmigo. Hasta bichos del bosque. Pero no lo de armadura, que me duelen los dientes. Para eso está mi palo, está frío y no habla. Yo lo intento, y no quiere. Será tímido, porque me han dicho que hay algunos que hablan. No pincha, como las armas de la gente mala. ¿Sois malos? ¿Habéis venido a hacer cosas de gente mala? ¿Sois los malos del agua?- sólo entonces recordó lo que le había llamado la atención - ¿Por qué tienes ojos de sol? ¿Has robado uno? ¿Hay más para mí?
Koru´Len
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Re: Se rompen algas a domicilio [Libre, 6/4]
Destino no dejaba de mirar a todos lados con un tic en el ojo izquierdo que a ratos se pasaba al derecho, pensando en la mala decisión que había sido subir a ese barco lleno de personas extrañas y dirigido por un pequeño hombre perro que era completamente incapaz de mirar a donde iban si tomaba el timón. Decir que el pelinegro tenía un mal presentimiento sería quedarse corto, muy muy corto.
De alguna manera Rauko que era el único conocido a bordo se le había perdido de vista. A donde quiera que miraba solo veía gente extraña, un rubio que parecía tener una intensa discusión consigo mismo, un hombrecito que vigilaba atentamente unas ardillas enjauladas, para alguna entrega tal vez, y una tripulación bastante anormal.
Justo cuando parecía que comenzaba a adaptarse a ese nivel de rareza, un pequeño perrito aterrizó en su espalda de golpe para luego rebotar y caer al piso con los ojos en una forma bastante extraña -¿Pero esto qué es? ¿Sáquen a Destino de aquí?- Se dio un par de cachetadas intentando despertarse del terrible sueño pero nada parecía funcionar, todo lo que pasaba era bastante raro.
Se acercó hacia la… ¿popa?... ¿proa?... No sé, hacia la parte frontal del barco donde comenzaban a acumularse tripulantes, la chica peliblanca que recordaba de algún lado parecía haber rescatado al hombrecito que se comió el tiburón. Destino no pudo evitar preguntarse si habían salvado la parte de abajo o la de arriba, para su desgracia esto era un gran desacierto, se trataba de más raritos, una joven de ojos brillantes y un jovencito, subiendo al barco, en medio del mar, desde luego que tenía sentido.
Aquello solo tenía sentido en sus peores pesadillas, en algún lado tenía que estar algún ilusionista riendo a carcajadas por hacerle pasar aquellos momentos tan incómodos, pero cuando lo encontrara…alas le irán a faltar para nadar lejos del barco. Un par de gritos lo sacaron de su concentración, se trataba del capitán del barco que finalmente se había decidido a darle rumbo seguro al viaje -¡Leven anclas!- Dijo con certeza aunque nadie le obedeció -Mi capitán, estamos en el mar, las anclas se suben al inicio… y nosotros ni siquiera tenemos ancla- El pequeño capitán caminó hacia él y señaló al piso con firmeza, el marinero se puso de rodillas con las piernas entreabiertas para ganarse una patada del capitán justo donde más duele.
Lo… sien… to…- Alcanzó a decir el hombre retorciéndose en el piso -¿Cuántas veces debo decirte que no tenemos anclas? Las anclas son para los débiles- Escupió al piso -Eh tú, tarado, toma el timón y dirígenos al sureste a 45 grados de la estrella de Tyr- Le dijo al tripulante que se encontraba más cerca mientras sacaba un pequeño papel que desdobló y desdobló hasta que se convirtió en un mapa más grande que el mismo capitán.
Destino se acercó a donde algunos de los tripulantes murmuraban entre ellos -Es un perrito, estoy seguro- Insistía uno de ellos que había recibido algunos golpes y ahora recibía un par más -No te atrevas a ofender a nuestro capitán Ron Pez Croto- Los otros tripulantes defendían furiosos a su capitán -Es un pez croto, obviamente, si fuera un perro se llamaría Ron Perrito, y jamás lo he visto romper un rito.
Destino miró la escena impotente, miró en dirección al capitán que a todas luces era un perrito mientras se preguntaba por qué todos le tenían tanto miedo y se dejaban maltratar, incluso le obedecían sin poner resistencia alguna cuando lo lógico es que con una patada lo podían mandar al mar, algo muy extraño estaba ocurriendo en ese lugar...
[1] Dejo abierta la interacción del capitán acerca de a quién llama a manejar el timón, quien quiera se queda la interacción, además algunos tripulantes parecen sospechar que el capitán no es quien dice ser, no es un pez croto sino un perro. De alguna manera Rauko que era el único conocido a bordo se le había perdido de vista. A donde quiera que miraba solo veía gente extraña, un rubio que parecía tener una intensa discusión consigo mismo, un hombrecito que vigilaba atentamente unas ardillas enjauladas, para alguna entrega tal vez, y una tripulación bastante anormal.
Justo cuando parecía que comenzaba a adaptarse a ese nivel de rareza, un pequeño perrito aterrizó en su espalda de golpe para luego rebotar y caer al piso con los ojos en una forma bastante extraña -¿Pero esto qué es? ¿Sáquen a Destino de aquí?- Se dio un par de cachetadas intentando despertarse del terrible sueño pero nada parecía funcionar, todo lo que pasaba era bastante raro.
Se acercó hacia la… ¿popa?... ¿proa?... No sé, hacia la parte frontal del barco donde comenzaban a acumularse tripulantes, la chica peliblanca que recordaba de algún lado parecía haber rescatado al hombrecito que se comió el tiburón. Destino no pudo evitar preguntarse si habían salvado la parte de abajo o la de arriba, para su desgracia esto era un gran desacierto, se trataba de más raritos, una joven de ojos brillantes y un jovencito, subiendo al barco, en medio del mar, desde luego que tenía sentido.
Aquello solo tenía sentido en sus peores pesadillas, en algún lado tenía que estar algún ilusionista riendo a carcajadas por hacerle pasar aquellos momentos tan incómodos, pero cuando lo encontrara…alas le irán a faltar para nadar lejos del barco. Un par de gritos lo sacaron de su concentración, se trataba del capitán del barco que finalmente se había decidido a darle rumbo seguro al viaje -¡Leven anclas!- Dijo con certeza aunque nadie le obedeció -Mi capitán, estamos en el mar, las anclas se suben al inicio… y nosotros ni siquiera tenemos ancla- El pequeño capitán caminó hacia él y señaló al piso con firmeza, el marinero se puso de rodillas con las piernas entreabiertas para ganarse una patada del capitán justo donde más duele.
Lo… sien… to…- Alcanzó a decir el hombre retorciéndose en el piso -¿Cuántas veces debo decirte que no tenemos anclas? Las anclas son para los débiles- Escupió al piso -Eh tú, tarado, toma el timón y dirígenos al sureste a 45 grados de la estrella de Tyr- Le dijo al tripulante que se encontraba más cerca mientras sacaba un pequeño papel que desdobló y desdobló hasta que se convirtió en un mapa más grande que el mismo capitán.
Destino se acercó a donde algunos de los tripulantes murmuraban entre ellos -Es un perrito, estoy seguro- Insistía uno de ellos que había recibido algunos golpes y ahora recibía un par más -No te atrevas a ofender a nuestro capitán Ron Pez Croto- Los otros tripulantes defendían furiosos a su capitán -Es un pez croto, obviamente, si fuera un perro se llamaría Ron Perrito, y jamás lo he visto romper un rito.
Destino miró la escena impotente, miró en dirección al capitán que a todas luces era un perrito mientras se preguntaba por qué todos le tenían tanto miedo y se dejaban maltratar, incluso le obedecían sin poner resistencia alguna cuando lo lógico es que con una patada lo podían mandar al mar, algo muy extraño estaba ocurriendo en ese lugar...
Destino
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¿Acaso habían recogido gente del medio del mar?, al parecer si, una chica de ojos brillantes y un niño que se le hacia vagamente familiar, el no-elfo decidió caminar hacia el otro extremo del barco, el ver a gente en su cabeza no le ayudaba, para ese punto ya había eliminado a gran parte de los remanentes de su cabeza, sin embargo, estos parecían no dejarle en paz.
"Vamos ¿aun no descubres quien te falta?" comento Braver, el dueño original del cuerpo que ahora Zelas ocupaba.
"Pensé que había acabado con todos ustedes" respondió Hazel a la voz de su cabeza.
"Es gracioso que no sepas quien es el que falta" exclamo Ian, el responsable de todo ese desastre.
"Si es bastante irónico si lo ves desde cierto punto de vista" dijo Brian, que era básicamente Ian en el cuerpo de Braver.
"¿Por qué apareces 2 veces?, se supone que son la misma persona" pregunto extrañado Hazel.
"Para mas placer" exclamaron las 2 copias al mismo tiempo.
"Esto ya perdió todo el sentido" dijo Zelas al momento que comenzaba a caminar alrededor del barco para evitar responsabilidades, sentía que algo estaba por ocurrir, pero temía que fuera el hecho que se estaba volviendo loco, entonces ocurrió de nuevo.
Su cuerpo se quedo inmóvil a la vez que su conciencia era arrebatada a ese oscuro lugar donde ocurrían los enfrentamientos con aquellos remanentes del pasado, en esta ocasión incluso música amenazadora sonaba.
Zelas blandió su enorme y ridículamente grande espada preparándose para lo peor, "Acabemos con esto de una vez!" grito dándose ánimos a si mismo, sin embargo, no recibió respuesta alguna. Súbitamente un golpe proveniente de una fuerza invisible le dejo sin aire, otros 3 golpes impactaron en su cuerpo mandándolo al piso. Hazel se apoyo en su espada para reincorporarse mientras luchaba por recuperar el aliento. "¿Qué demonios?" fue entonces cuando lo vio, su ultimo obstáculo, aquel que sortearlo le devolvería la cordura, pero que a la vez le podía arrebatar todo lo que había logrado.
"¿Cómo es posible?"
"Compartió mucho tiempo con nosotros"
"Puede que haya aprendido a pelear"
"Incluso puede que le hayamos enseñado un par de cosas"
"Es normal que sea el que mas resentimiento te guarde de nosotros"
"Al fin y al cabo, fuiste tu quien lo arrastro a esta situación"
Nada tenia sentido y a su vez todo lo tenia, todo el tiempo estuvo frente a sus narices, el antojo por lamer cosas con éter, los zumbidos repentinos, la necesidad imperiosa de hacer un panal(?) y todo por algo tan insignificante como tomar una abeja esmeralda para tenderle una trampa a Ian y hacer que Rauko se la comiera.
"De acuerdo, que así sea" exclamo desafiante.
-bzzzzzzz- le respondió su diminuto adversario, con un zumbido que se alzo incluso por sobre la música.
---------------------------------------------------------------------------------------------------------
Al mismo tiempo, el cuerpo de Hazelas yacía de pie inconsciente, balanceándose a la par del barco, con la mirada perdida y con saliva saliendo de su boca(?)
"Vamos ¿aun no descubres quien te falta?" comento Braver, el dueño original del cuerpo que ahora Zelas ocupaba.
"Pensé que había acabado con todos ustedes" respondió Hazel a la voz de su cabeza.
"Es gracioso que no sepas quien es el que falta" exclamo Ian, el responsable de todo ese desastre.
"Si es bastante irónico si lo ves desde cierto punto de vista" dijo Brian, que era básicamente Ian en el cuerpo de Braver.
"¿Por qué apareces 2 veces?, se supone que son la misma persona" pregunto extrañado Hazel.
"Para mas placer" exclamaron las 2 copias al mismo tiempo.
"Esto ya perdió todo el sentido" dijo Zelas al momento que comenzaba a caminar alrededor del barco para evitar responsabilidades, sentía que algo estaba por ocurrir, pero temía que fuera el hecho que se estaba volviendo loco, entonces ocurrió de nuevo.
Su cuerpo se quedo inmóvil a la vez que su conciencia era arrebatada a ese oscuro lugar donde ocurrían los enfrentamientos con aquellos remanentes del pasado, en esta ocasión incluso música amenazadora sonaba.
- Musica de final boss(?):
Zelas blandió su enorme y ridículamente grande espada preparándose para lo peor, "Acabemos con esto de una vez!" grito dándose ánimos a si mismo, sin embargo, no recibió respuesta alguna. Súbitamente un golpe proveniente de una fuerza invisible le dejo sin aire, otros 3 golpes impactaron en su cuerpo mandándolo al piso. Hazel se apoyo en su espada para reincorporarse mientras luchaba por recuperar el aliento. "¿Qué demonios?" fue entonces cuando lo vio, su ultimo obstáculo, aquel que sortearlo le devolvería la cordura, pero que a la vez le podía arrebatar todo lo que había logrado.
- El ultimo Remanente:
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"¿Cómo es posible?"
"Compartió mucho tiempo con nosotros"
"Puede que haya aprendido a pelear"
"Incluso puede que le hayamos enseñado un par de cosas"
"Es normal que sea el que mas resentimiento te guarde de nosotros"
"Al fin y al cabo, fuiste tu quien lo arrastro a esta situación"
Nada tenia sentido y a su vez todo lo tenia, todo el tiempo estuvo frente a sus narices, el antojo por lamer cosas con éter, los zumbidos repentinos, la necesidad imperiosa de hacer un panal(?) y todo por algo tan insignificante como tomar una abeja esmeralda para tenderle una trampa a Ian y hacer que Rauko se la comiera.
"De acuerdo, que así sea" exclamo desafiante.
-bzzzzzzz- le respondió su diminuto adversario, con un zumbido que se alzo incluso por sobre la música.
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Al mismo tiempo, el cuerpo de Hazelas yacía de pie inconsciente, balanceándose a la par del barco, con la mirada perdida y con saliva saliendo de su boca(?)
Última edición por Zelas Hazelmere el Miér 17 Abr 2024, 19:43, editado 1 vez
Zelas Hazelmere
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Re: Se rompen algas a domicilio [Libre, 6/4]
–Él es un Pez Croto, sin lugar a dudas –aseguró uno de los jugadores. Miró las cartas en sus manos y colocó en la mesa la que contenía la imagen de tres gatos sobre triángulos dorados–. Tres de doros.
–Puede que lo parezca a simple vista –continuó otro mientras sopesaba sus posibles jugadas–, pero no lo es. Incluso me atrevería a decir que es un perro. Quiero decir, ¿no le han visto el bigote? –De pronto una sonrisa curvó sus labios–. Sacrifico a Casa Infernal y a Brian Milenario para invocar a… Nekomante, Buscadora de Llaves Mág…
–¡Objeción! –interrumpió el tercer jugador, volteando una de sus fichas–. Activo mi carta trampa: ¡Oblivionación!, que me permite expulsar del juego a tus dos monstruos, sin importar el nivel que tengan.
–Vale, en ese caso… termino mi turno –musitó mientras veía a sus dos monstruos desaparecer en un portal–. Pero… te advierto que en la siguiente ronda podré enviar a uno de mis minions a fastidiarte –siseó–. En fin, como decía, Ron Pez Croto es temible, horripilante, espeluznante y aterrador, todo al mismo tiempo. Pero al que vemos hoy parece incapaz de ser todo eso a la vez, así que no puedo evitar sospechar. Y si tenemos un impostor aquí, yo voto por expulsarlo de la nave. De lo contrario, si el verdadero Pez Croto se entera de que lo suplantaron y que no actuamos tal como debe ser… No sé qué podría pasarnos.
–Hay cinco soluciones sencillas para este problema –intervino el cuarto, sin apartar la mirada de su par de cartas–, y la sexta es increíble.
El resto esperamos que continuara, pero no lo hizo.
–¿No vas a decirnos más?
El cuarto jugador levantó el dedo índice de su mano derecha.
–Lo que diga mi dedito –respondió, y sacudió el dedo de un lado a otro.
Sin más, hizo que la estatuilla con forma de vaca sin cabeza avanzara tres casillas en el tablero y colocó una de sus dos cartas, la que contenía la imagen de cuatro cartas de colores distintos y «+4» en una esquina. Luego, alzando la que le quedaba, dijo:
–Uno.
–Quiero irme –mencioné al fin, cansado de ser la mesa en la que estaban jugando; mis rodillas dolían.
–Las mesas no hablan durante el día –espetó el quinto jugador mientras, a regañadientes, sumaba a su mano cuatro cartas. Luego lanzó el dado sobre la mesa, es decir, sobre mi espalda. El dado giró y giró sin detenerse, desconcertándolos a todos–. Lo sabía. ¡Estamos en un sueño! –gritó con pánico–. ¡Todos, agarren sus piernas o ya no las tendrán al despertar!
–Descuida –se apresuró a decir el segundo jugador, alzando ambas manos–, tapsin caliente me despierta, me acuesta y me cuida.
Los otros se miraron entre sí.
–¿Taspin caliente te despierta, te acuesta y te cuida? –le preguntó el tercer jugador.
–¡¿Qué acabas de decir?! –se indignó profundamente el segundo–. ¡Retráctate! –exigió.
–Bueno, creo que ya fue suficiente para mí –murmuré. Me hice intangible y emprendí vuelo.[1] Emergí en la cubierta del barco, donde encontré a Xana.
–¿Dónde estabas? –inquirió al apenas verme.
–En uno de los camarotes. Y tampoco sé cómo llegué ahí. –Ni cómo me convertí en mesa.
–Yo tampoco sé cómo llegué aquí. –Se cruzó de brazos y miró con recelo a nuestro alrededor–. Algo muy raro está pasando en este barco. –Su mirada se detuvo un momento en una chica, cuyo aspecto era tan similar al mío que no me hubiera extrañado si nos confundían, y luego volvió a mí, recorriéndome de los pies a la cabeza. Frunció el ceño–. ¿Y por qué estás usando la misma ropa de marinera que está vistiendo esa albina?
–Xana, eso no se pregunta.
–Puede que lo parezca a simple vista –continuó otro mientras sopesaba sus posibles jugadas–, pero no lo es. Incluso me atrevería a decir que es un perro. Quiero decir, ¿no le han visto el bigote? –De pronto una sonrisa curvó sus labios–. Sacrifico a Casa Infernal y a Brian Milenario para invocar a… Nekomante, Buscadora de Llaves Mág…
–¡Objeción! –interrumpió el tercer jugador, volteando una de sus fichas–. Activo mi carta trampa: ¡Oblivionación!, que me permite expulsar del juego a tus dos monstruos, sin importar el nivel que tengan.
–Vale, en ese caso… termino mi turno –musitó mientras veía a sus dos monstruos desaparecer en un portal–. Pero… te advierto que en la siguiente ronda podré enviar a uno de mis minions a fastidiarte –siseó–. En fin, como decía, Ron Pez Croto es temible, horripilante, espeluznante y aterrador, todo al mismo tiempo. Pero al que vemos hoy parece incapaz de ser todo eso a la vez, así que no puedo evitar sospechar. Y si tenemos un impostor aquí, yo voto por expulsarlo de la nave. De lo contrario, si el verdadero Pez Croto se entera de que lo suplantaron y que no actuamos tal como debe ser… No sé qué podría pasarnos.
–Hay cinco soluciones sencillas para este problema –intervino el cuarto, sin apartar la mirada de su par de cartas–, y la sexta es increíble.
El resto esperamos que continuara, pero no lo hizo.
–¿No vas a decirnos más?
El cuarto jugador levantó el dedo índice de su mano derecha.
–Lo que diga mi dedito –respondió, y sacudió el dedo de un lado a otro.
Sin más, hizo que la estatuilla con forma de vaca sin cabeza avanzara tres casillas en el tablero y colocó una de sus dos cartas, la que contenía la imagen de cuatro cartas de colores distintos y «+4» en una esquina. Luego, alzando la que le quedaba, dijo:
–Uno.
–Quiero irme –mencioné al fin, cansado de ser la mesa en la que estaban jugando; mis rodillas dolían.
–Las mesas no hablan durante el día –espetó el quinto jugador mientras, a regañadientes, sumaba a su mano cuatro cartas. Luego lanzó el dado sobre la mesa, es decir, sobre mi espalda. El dado giró y giró sin detenerse, desconcertándolos a todos–. Lo sabía. ¡Estamos en un sueño! –gritó con pánico–. ¡Todos, agarren sus piernas o ya no las tendrán al despertar!
–Descuida –se apresuró a decir el segundo jugador, alzando ambas manos–, tapsin caliente me despierta, me acuesta y me cuida.
Los otros se miraron entre sí.
–¿Taspin caliente te despierta, te acuesta y te cuida? –le preguntó el tercer jugador.
–¡¿Qué acabas de decir?! –se indignó profundamente el segundo–. ¡Retráctate! –exigió.
–Bueno, creo que ya fue suficiente para mí –murmuré. Me hice intangible y emprendí vuelo.[1] Emergí en la cubierta del barco, donde encontré a Xana.
–¿Dónde estabas? –inquirió al apenas verme.
–En uno de los camarotes. Y tampoco sé cómo llegué ahí. –Ni cómo me convertí en mesa.
–Yo tampoco sé cómo llegué aquí. –Se cruzó de brazos y miró con recelo a nuestro alrededor–. Algo muy raro está pasando en este barco. –Su mirada se detuvo un momento en una chica, cuyo aspecto era tan similar al mío que no me hubiera extrañado si nos confundían, y luego volvió a mí, recorriéndome de los pies a la cabeza. Frunció el ceño–. ¿Y por qué estás usando la misma ropa de marinera que está vistiendo esa albina?
–Xana, eso no se pregunta.
(☞°∀°)☞ OFFROL ☜(°∀°☜)
[1] Habi: Ente esplendente.
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Rauko
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Re: Se rompen algas a domicilio [Libre, 6/4]
—Tú primero, muchacho —dijo Valeria ofreciendo la soga a Zero.
El chico hizo ademán de protestar, pero una mirada de la adulta hizo que obedeciera y emprendiera la subida. Ella sujetó la cuerda desde abajo, para evitar que se balanceara a un lado y a otro, y, cuando vio a Zero encaramarse a la borda, se sujetó con firmeza y comenzó la subida.
—Gracias —dijo, cuando llegó arriba, a la joven albina que le lanzara la cuerda, procurando que en su sonrisa no se filtrara el desconcierto por el escandaloso atuendo que llevaba.
Como era esperable cuando alguien es rescatado en medio del mar, ya se había formado un corrillo de gente alrededor. Obedeciendo a las instrucciones recibidas antes de subir al barco, Zero había permanecido en silencio, a la espera de que ella diera las explicaciones. Valeria tomó aire, abrió la boca y... fue interrumpida por una especie de pequeño homínido peludo.
—¿Que qué…? —murmuró.
Un gesto de Zero hizo que Valeria dirigiera la mirada hacia él. El chico siempre estaba ansioso por ser útil, así que le dedicó un gesto de asentimiento. Él tomó aire y comenzó su vertiginosa recitación particular.
—Personas. No. Naufragamos. A veces. No. Yo soy Zero, ella es la señorita Reike. Encantado, Koru del bosque. Vamos de camino a Beltrexus. Se llama barco, está hecho para que flote. Bueno, conozco más de diecisiete, ¿quieres la lista entera? ¿Manzanas? Oh, gracias. Los bichos tienen muchas proteínas. Quizá hablaría si un arcanista lo hechizara. ¡Oh, no, definitivamente no somos los malos! A mí tampoco me gustan las armas que pinchan.
Con el animalillo neutralizado por el momento (o eso creía ella), Valeria se volvió al grupillo que la rodeaba y preguntó por el capitán del barco. Entre unos cuantos rostros embobados por su mirada, un par de brazos apuntaron vagamente hacia el castillo de popa.
Agradeció la información, pero antes de que pudiera dar un paso en la dirección indicada, llegó la pregunta que nadie más se había atrevido nunca a hacer, a pesar de que debía de estar en la mente de todo el mundo, a juzgar por los murmullos que se desataron entre los presentes: ¿por qué demonios le brillaban los ojos?
Valeria respiró hondo, dibujó una amable sonrisa en su rostro y se volvió hacia el pequeño mono. Se agachó (no mucho, todo hay que decirlo) para que sus miradas quedaran a la altura, le tomó la barbilla con una mano, para asegurarse de mantener su atención fija en esos malditos ojos y respondió con mucha más calma de la que sentía:
—No he robado nada, encanto —«Últimamente»—. Tengo los ojos de sol porque una poderosa elfa del bosque me irradió con su luz por proteger Sandorai. Si encuentras una elfa y te portas muy muy bien con ella —añadió con un guiño—, quién sabe, tal vez tengas suerte.
Dicho esto, soltó la barbilla del animalillo, le dio un toquecito con el índice en la punta de la nariz y se incorporó de nuevo. Al hacerlo, captó el ceño ligeramente fruncido de Zero.
—¿Qué? —susurró a la defensiva—. Nada de eso era mentira.
—Pero…
—¿Por qué no vas a jugar con tu nuevo amiguito mientras yo nos consigo un camarote? —interrumpió ella y echó a andar hacia la popa, para los menos marinos, hacia la parte de atrás del barco.
—¿Amig… Ju...gar?
Tras dar un pequeño rodeo para evitar pisar a un tipo que babeaba y bizbizeaba en el suelo, Valeria dio con el que debía de ser el capitán de la embarcación, por la forma en que aterrorizaba a todo el mundo. «Genial, más bichitos peludos», se dijo mientras transformaba su mueca de asco en una nueva sonrisa.
—Señor Capitán, ¿sería tan amable de indicarme hacia dónde se dirige su magnífico barco?
—¿Qué pasa?, ¿se te pegaron las orejas durante mi discurso inaugural? —respondió él sin apartar la vista de su enorme mapa.
—Me temo que me lo perdí —dijo ella tomando el mapa y dándole la vuelta para colocárselo del derecho—, acabo de embarcar.
—¿Pero qué… cómo? —empezó él, poniéndose cada vez más rojo de rabia. Entonces, alzó la vista y se encontró con la mirada de Valeria. Su expresión cambió por una de avaricia que a ella le gustó aún menos—. Claro, claro. Bienvenida —dijo con su colita ondeando alegremente tras él—. Nos dirigimos al norte.
—¿Al norte? —preguntó ella sin perder de vista el gotero de baba que el chucho iba dejando en el suelo de madera.
—Al norte —confirmó él—, pero pararemos primero en Beltrexus para una entrega.
—En Beltrexus.
—En Beltrexus.
—De camino al norte.
—Así es.
—Está bien —dijo finalmente Valeria, sintiéndose como quien le sigue la corriente al loco de turno para evitar un episodio explosivo—. Me gustaría comprar dos pasajes a Beltrexus con derecho a camarote.
----------
OFF:Me quedó fuera el episodio de estrés postraumático con los elfos, así tengo algo de lo que tirar en futuros posts xD
Me doy cuenta que no dejé imagen de Zero por aquí:
El chico hizo ademán de protestar, pero una mirada de la adulta hizo que obedeciera y emprendiera la subida. Ella sujetó la cuerda desde abajo, para evitar que se balanceara a un lado y a otro, y, cuando vio a Zero encaramarse a la borda, se sujetó con firmeza y comenzó la subida.
—Gracias —dijo, cuando llegó arriba, a la joven albina que le lanzara la cuerda, procurando que en su sonrisa no se filtrara el desconcierto por el escandaloso atuendo que llevaba.
Como era esperable cuando alguien es rescatado en medio del mar, ya se había formado un corrillo de gente alrededor. Obedeciendo a las instrucciones recibidas antes de subir al barco, Zero había permanecido en silencio, a la espera de que ella diera las explicaciones. Valeria tomó aire, abrió la boca y... fue interrumpida por una especie de pequeño homínido peludo.
—¿Que qué…? —murmuró.
Un gesto de Zero hizo que Valeria dirigiera la mirada hacia él. El chico siempre estaba ansioso por ser útil, así que le dedicó un gesto de asentimiento. Él tomó aire y comenzó su vertiginosa recitación particular.
—Personas. No. Naufragamos. A veces. No. Yo soy Zero, ella es la señorita Reike. Encantado, Koru del bosque. Vamos de camino a Beltrexus. Se llama barco, está hecho para que flote. Bueno, conozco más de diecisiete, ¿quieres la lista entera? ¿Manzanas? Oh, gracias. Los bichos tienen muchas proteínas. Quizá hablaría si un arcanista lo hechizara. ¡Oh, no, definitivamente no somos los malos! A mí tampoco me gustan las armas que pinchan.
Con el animalillo neutralizado por el momento (o eso creía ella), Valeria se volvió al grupillo que la rodeaba y preguntó por el capitán del barco. Entre unos cuantos rostros embobados por su mirada, un par de brazos apuntaron vagamente hacia el castillo de popa.
Agradeció la información, pero antes de que pudiera dar un paso en la dirección indicada, llegó la pregunta que nadie más se había atrevido nunca a hacer, a pesar de que debía de estar en la mente de todo el mundo, a juzgar por los murmullos que se desataron entre los presentes: ¿por qué demonios le brillaban los ojos?
Valeria respiró hondo, dibujó una amable sonrisa en su rostro y se volvió hacia el pequeño mono. Se agachó (no mucho, todo hay que decirlo) para que sus miradas quedaran a la altura, le tomó la barbilla con una mano, para asegurarse de mantener su atención fija en esos malditos ojos y respondió con mucha más calma de la que sentía:
—No he robado nada, encanto —«Últimamente»—. Tengo los ojos de sol porque una poderosa elfa del bosque me irradió con su luz por proteger Sandorai. Si encuentras una elfa y te portas muy muy bien con ella —añadió con un guiño—, quién sabe, tal vez tengas suerte.
Dicho esto, soltó la barbilla del animalillo, le dio un toquecito con el índice en la punta de la nariz y se incorporó de nuevo. Al hacerlo, captó el ceño ligeramente fruncido de Zero.
—¿Qué? —susurró a la defensiva—. Nada de eso era mentira.
—Pero…
—¿Por qué no vas a jugar con tu nuevo amiguito mientras yo nos consigo un camarote? —interrumpió ella y echó a andar hacia la popa, para los menos marinos, hacia la parte de atrás del barco.
—¿Amig… Ju...gar?
Tras dar un pequeño rodeo para evitar pisar a un tipo que babeaba y bizbizeaba en el suelo, Valeria dio con el que debía de ser el capitán de la embarcación, por la forma en que aterrorizaba a todo el mundo. «Genial, más bichitos peludos», se dijo mientras transformaba su mueca de asco en una nueva sonrisa.
—Señor Capitán, ¿sería tan amable de indicarme hacia dónde se dirige su magnífico barco?
—¿Qué pasa?, ¿se te pegaron las orejas durante mi discurso inaugural? —respondió él sin apartar la vista de su enorme mapa.
—Me temo que me lo perdí —dijo ella tomando el mapa y dándole la vuelta para colocárselo del derecho—, acabo de embarcar.
—¿Pero qué… cómo? —empezó él, poniéndose cada vez más rojo de rabia. Entonces, alzó la vista y se encontró con la mirada de Valeria. Su expresión cambió por una de avaricia que a ella le gustó aún menos—. Claro, claro. Bienvenida —dijo con su colita ondeando alegremente tras él—. Nos dirigimos al norte.
—¿Al norte? —preguntó ella sin perder de vista el gotero de baba que el chucho iba dejando en el suelo de madera.
—Al norte —confirmó él—, pero pararemos primero en Beltrexus para una entrega.
—En Beltrexus.
—En Beltrexus.
—De camino al norte.
—Así es.
—Está bien —dijo finalmente Valeria, sintiéndose como quien le sigue la corriente al loco de turno para evitar un episodio explosivo—. Me gustaría comprar dos pasajes a Beltrexus con derecho a camarote.
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OFF:Me quedó fuera el episodio de estrés postraumático con los elfos, así tengo algo de lo que tirar en futuros posts xD
Me doy cuenta que no dejé imagen de Zero por aquí:
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Re: Se rompen algas a domicilio [Libre, 6/4]
Con los ojos extremadamente abiertos, Koru trató de atender a la mujer maravillosa. Imposible. Había llegado del agua grande y tenía ojos de sol. No sólo era amable, sino que tenía que ser una de esas cosas que podía hacer muchas cosas que las personas normales no, que vivían en el cielo sin alas, y jugaban con el sol y la luna y todo el mundo tenía que hacerles caso y pedirles lo que querían. Había visto eso algunas veces en su bosque. Gente grande de orejas pequeñas o largas, con los ojos cerrados y hablando en voz baja sin que hubiera nadie. Nunca había entendido las respuestas cuando les preguntó qué hacían. Él no hablaba con el río para que le diera peces. Bueno, salvo una vez, y no creía que volviera a hacerlo más. Respirar agua podía llegar a marear.
Con la cabeza muy ladeada, no apartó la vista de la mujer, hasta que el más pequeño que también había salido del agua grande hasta la montaña de madera que flotaba se dirigió a él. Parpadeó dos veces… ¡le estaba respondiendooo! Algunas de las palabras no las había entendido. Tenía que darse prisa en contestar, o se marcharía junto a Ojos de Sol. Pasó el peso de su cuerpo de un pie a otro una y otra vez, tratando de decidirse por dónde empezar.
-¿Cero?- levantó las cejas- ¿Los que te hicieron eran números? A mí creo que no. Los que hacen a las ardillas pequeñas son otras ardillas mayores. Y los lobos, lobos mayores. Y a los peces… no sé. Hay peces pequeños y peces grandes. Pero los peces nacen de bolitas ¿lo sabías? Se pueden comer, eso sí, los grandes con fuego son más ricos. También hay animales que nacen de huevos. ¿Los números nacéis de huevos? Si no es así, la otra manera es un poco asquerosa, y se oye mucho ruido. Yo no sé si nací de un huevo, no me acuerdo. ¿Tú te acuerdas?
Acuclillándose, con la cara entre las manos, trató de pensar en ese momento. Nada, no había manera.
-¿Bar…co?- repitió dudando. No tenía sentido. ¡No significaba nada! Compuso una mueca de enfado. No le gustaba ese nombre- Re…i… ke… -torció la boca. No estaba seguro de qué pensar sobre ese. Había escuchado historias de gente que mandaba mucho sobre mucha gente, reis, o rois o rius. Si ella era una de esas a quienes todo el mundo pedía cosas, podía mandar sobre mucha gente. ¡CLARO! Eso SÍ tenía sentido. Golpeó con uno de sus pequeños puños su mano restante abierta. Reike era un rois.
Sin embargo, su asombro creció aún más si era posible.
-¿¿MÁS?? – ¡esas personas eran absolutamente increíbles! ¡Más de diecéis! ¡Y NO ERAN MALOS!
La boca del niño se abrió cuanto pudo. Cero era ya el mayor descubrimiento que había hecho desde aquella cosa que tenía dibujados sonidos. O eso le había explicado el hombre de los dientes largos, que se había transformado en polvo cuando tras dormirse, el sol volvió al día siguiente, habiendo Koru quitado eso que no dejaba abrir las ventanas para que se alegrase cuando hiciese calor por la mañana. Le había tocado con el palo, pero continuó transformado en polvo. Hacer eso para no hablarle era de gente mala.
Tenía que decidirse. Y cogiendo una de sus manzanas, se la puso en su mano al muchacho.
-Quiero ver un arquista. Luego – y agarrando su palo metálico, echó a correr. ¡Su palo hablaba! ¡LO SABIAAA! Pronto iba a poder enseñarle todo lo que él sabía. ¿Un palo podría aprender taaantas cosas? ¿Y SI HABÍA UN ARQUISTA ALLÍ, EN LA MONTAÑA DE MADERA?
Miró a todos lados, extasiado por su propia idea, casi llegó a tropezar con alguien que estaba en el suelo. Lo miró varios segundos, hasta que se sentó en el suelo y empezó a darle toquecitos con el palo.
-¿Estás muerto? ¿Por qué duermes? ¿Eres un arquista? ¿Tienes ojos de sol? ¿Te gusta el agua grande? ¿Estás cansado? ¿Te gusta dormir en la madera? A mí a veces. Mi palo va a hablar, ¿Quieres hablar con él? ¿Te duele la tripa? ¿Quieres una manzana? Ya he dado una, pero soy gente buena. ¿Conoces a más gente? Yo a dos. ¿Crees que hay más de diesiete bichos de agua?
No estaba seguro de creer a Cero en eso.
Con la cabeza muy ladeada, no apartó la vista de la mujer, hasta que el más pequeño que también había salido del agua grande hasta la montaña de madera que flotaba se dirigió a él. Parpadeó dos veces… ¡le estaba respondiendooo! Algunas de las palabras no las había entendido. Tenía que darse prisa en contestar, o se marcharía junto a Ojos de Sol. Pasó el peso de su cuerpo de un pie a otro una y otra vez, tratando de decidirse por dónde empezar.
-¿Cero?- levantó las cejas- ¿Los que te hicieron eran números? A mí creo que no. Los que hacen a las ardillas pequeñas son otras ardillas mayores. Y los lobos, lobos mayores. Y a los peces… no sé. Hay peces pequeños y peces grandes. Pero los peces nacen de bolitas ¿lo sabías? Se pueden comer, eso sí, los grandes con fuego son más ricos. También hay animales que nacen de huevos. ¿Los números nacéis de huevos? Si no es así, la otra manera es un poco asquerosa, y se oye mucho ruido. Yo no sé si nací de un huevo, no me acuerdo. ¿Tú te acuerdas?
Acuclillándose, con la cara entre las manos, trató de pensar en ese momento. Nada, no había manera.
-¿Bar…co?- repitió dudando. No tenía sentido. ¡No significaba nada! Compuso una mueca de enfado. No le gustaba ese nombre- Re…i… ke… -torció la boca. No estaba seguro de qué pensar sobre ese. Había escuchado historias de gente que mandaba mucho sobre mucha gente, reis, o rois o rius. Si ella era una de esas a quienes todo el mundo pedía cosas, podía mandar sobre mucha gente. ¡CLARO! Eso SÍ tenía sentido. Golpeó con uno de sus pequeños puños su mano restante abierta. Reike era un rois.
Sin embargo, su asombro creció aún más si era posible.
-¿¿MÁS?? – ¡esas personas eran absolutamente increíbles! ¡Más de diecéis! ¡Y NO ERAN MALOS!
La boca del niño se abrió cuanto pudo. Cero era ya el mayor descubrimiento que había hecho desde aquella cosa que tenía dibujados sonidos. O eso le había explicado el hombre de los dientes largos, que se había transformado en polvo cuando tras dormirse, el sol volvió al día siguiente, habiendo Koru quitado eso que no dejaba abrir las ventanas para que se alegrase cuando hiciese calor por la mañana. Le había tocado con el palo, pero continuó transformado en polvo. Hacer eso para no hablarle era de gente mala.
Tenía que decidirse. Y cogiendo una de sus manzanas, se la puso en su mano al muchacho.
-Quiero ver un arquista. Luego – y agarrando su palo metálico, echó a correr. ¡Su palo hablaba! ¡LO SABIAAA! Pronto iba a poder enseñarle todo lo que él sabía. ¿Un palo podría aprender taaantas cosas? ¿Y SI HABÍA UN ARQUISTA ALLÍ, EN LA MONTAÑA DE MADERA?
Miró a todos lados, extasiado por su propia idea, casi llegó a tropezar con alguien que estaba en el suelo. Lo miró varios segundos, hasta que se sentó en el suelo y empezó a darle toquecitos con el palo.
-¿Estás muerto? ¿Por qué duermes? ¿Eres un arquista? ¿Tienes ojos de sol? ¿Te gusta el agua grande? ¿Estás cansado? ¿Te gusta dormir en la madera? A mí a veces. Mi palo va a hablar, ¿Quieres hablar con él? ¿Te duele la tripa? ¿Quieres una manzana? Ya he dado una, pero soy gente buena. ¿Conoces a más gente? Yo a dos. ¿Crees que hay más de diesiete bichos de agua?
No estaba seguro de creer a Cero en eso.
Koru´Len
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Si algo estaba claro, era que algo muy extraño estaba sucediendo en ese barco, la desconfianza de los tripulantes era cada vez mayor, y aunque rayaba en lo absurdo, algunos defenderían con la vida, la teoría, y es que desde luego, confiaban plenamente en la inconmensurable sabiduría del capitán, la misma que nos llevaba en este momento a ver pasar en la lejanía, por tercera vez, el puerto de Lunargenta, era seguro que sabía a dónde nos estaba llevando.
Incluso, varias horas luego de partir, parecía que cada vez estábamos más cerca del lugar de donde habíamos salido -Es un perro- Murmuró Destino casi entre dientes antes de tener que retroceder cuando algunos de los marineros comenzaron a gruñir como perros rabiosos. El elfo levantó una ceja mientras retrocedía lentamente hasta que tropezó con un extraño sujeto que babeaba, de pie, sin hacer o decir nada, tras pasarle las manos frente a la cara sin que reaccionara de ninguna manera, el pelinegro prefirió continuar a donde se encontraba el capitán hablando con la extraña que de alguna manera había llegado al barco.
Estaba seguro de haber visto a Rauko en algún lado, pero ahora ya no podía encontrarlo, el barco estaba lleno de personas extrañas, actuando de maneras extrañas en situaciones extrañas, así que para una persona racional y coherente, centrada y en pleno uso de sus facultades mentales solo quedaba una cosa por hacer, saltar del barco y tratar de encontrar un pez grande que lo pudiera arrastrar de nuevo a la orilla.
El elfo caminó silenciosamente hasta el borde donde lamentablemente pudo notar que los peces en el agua no parecían muy amigables con los seres del bosque, ni con nadie -Algún día tendrán que ir al bosque, y no les ayudaremos tampoco- Les dijo de mala gana a los tiburones mientras se veía obligado a agacharse para evitar ser lanzado al agua por el cuerpo volador de un pobre marinero que se había atrevido a decir que el capitán era un perro.
El pelinegro dio un vistazo más al pequeño y peludo capitán que parecía tener una nueva adquisición -Con un demonio, lo que faltaba- Esa disrupción de éter, ese caos que dejaban a su paso, lo más probable era que se tratara de una bruja, o una elfa con serios problemas hormonales, aunque la falta de orejas picudas tal vez serviría para refutar esa teoría.
De cualquier forma, si Destino quería llegar pronto a su destino, tendría que echare una mano al desorientado capitán, así que sin más, se apresuró a subir a donde el pequeño capitán y la mujer conversaban, alcanzando a escuchar unas ultimas frases un poco perturbadoras que incluían una lengua muy veloz entre las piernas de alguien -¿Qué?- Dijo el pelinegro arrugando la cara y sacudiendo la cabeza mientras trataba de entender aunque tal vez era mejor no entender.
Pero igual si no aceptas- Dijo el capitán poniendo voz gruesa y seria para recuperar la compostura -Y vaya que te pierdes un muy buen rato- Continuó -Tendrás que ganarte tu lugar en el barco- Señaló a los marineros en cubierta que eran todo un poema, algunos peleaban entre ellos, otro babeaba sin motivo, balanceándose de lado a lado, y hasta había uno colgando de una pierna de las cuerdas que soltaban las velas -Estoy bien, casi termino- Dijo al sentirse observado -Somos hombres de mar, somos rudos, somos bestias salvajes, guerreros feroces, no necesitamos camarotes ni alguna de esas comodidades de niñas de ciudad- Presumió el capitancito mientras colocaba un pie sobre un pequeño cajón para terminar en pose de alfa.
Y claro, habría sido genial si no lo hubiese interrumpido uno de sus lacayos -Capitán, ya está listo su baño de burbujas y la cama tiene sus sábanas nuevas de terciopel…- El hombre no terminó su reporte, pues una pequeña bota lo golpeó en la cabeza y lo mandó al suelo -Vaya, que desafortunado accidente, me pregunto de dónde salió esa bota- Dijo mientras colocaba su pata descalza detrás de su pata con bota -Lo cierto es que te ganarás tu lugar como todos- Miró a Destino fijamente mientras pasaba cerca de él -Y tú, dirige el timón en rumbo norte 74,26,54… sin peros- Finalizó antes que Destino pudiera decir nada.
Aunque antes de hacer su retirada triunfa se detuvo y giró la cabeza ligeramente para decirle a Reike -Lo de la oferta de hacer rato, de mi lengua, no era cierta, no te creas tanto… pero si quieres entonces sí puede ser cierto- Con aquella extraña declaración se dirigió a su cómodo y relajante camarote de macho alfa.
Destino no sabía siquiera qué responder, estaba ahí frente a aquella extraña, rodeado de tipos extraños, tal vez aquella mujer no era la peor opción -¿De casualidad sabes manejar tiburones?- Preguntó en primer lugar, era la pregunta obvia, aunque si era una bruja, poco podría saber de cosas tan importantes así que mejor cambió la pregunta para la dama -¿A dónde queda el norte 76, 24, 56?- El timón iba y venía alegremente por su cuenta y nadie a bordo parecía preocuparse por haber pasado ya 4 veces por el puerto de Lunargenta.
[1] No hay nada que poner en offrol pero se ve tan bonito =) Incluso, varias horas luego de partir, parecía que cada vez estábamos más cerca del lugar de donde habíamos salido -Es un perro- Murmuró Destino casi entre dientes antes de tener que retroceder cuando algunos de los marineros comenzaron a gruñir como perros rabiosos. El elfo levantó una ceja mientras retrocedía lentamente hasta que tropezó con un extraño sujeto que babeaba, de pie, sin hacer o decir nada, tras pasarle las manos frente a la cara sin que reaccionara de ninguna manera, el pelinegro prefirió continuar a donde se encontraba el capitán hablando con la extraña que de alguna manera había llegado al barco.
Estaba seguro de haber visto a Rauko en algún lado, pero ahora ya no podía encontrarlo, el barco estaba lleno de personas extrañas, actuando de maneras extrañas en situaciones extrañas, así que para una persona racional y coherente, centrada y en pleno uso de sus facultades mentales solo quedaba una cosa por hacer, saltar del barco y tratar de encontrar un pez grande que lo pudiera arrastrar de nuevo a la orilla.
El elfo caminó silenciosamente hasta el borde donde lamentablemente pudo notar que los peces en el agua no parecían muy amigables con los seres del bosque, ni con nadie -Algún día tendrán que ir al bosque, y no les ayudaremos tampoco- Les dijo de mala gana a los tiburones mientras se veía obligado a agacharse para evitar ser lanzado al agua por el cuerpo volador de un pobre marinero que se había atrevido a decir que el capitán era un perro.
El pelinegro dio un vistazo más al pequeño y peludo capitán que parecía tener una nueva adquisición -Con un demonio, lo que faltaba- Esa disrupción de éter, ese caos que dejaban a su paso, lo más probable era que se tratara de una bruja, o una elfa con serios problemas hormonales, aunque la falta de orejas picudas tal vez serviría para refutar esa teoría.
De cualquier forma, si Destino quería llegar pronto a su destino, tendría que echare una mano al desorientado capitán, así que sin más, se apresuró a subir a donde el pequeño capitán y la mujer conversaban, alcanzando a escuchar unas ultimas frases un poco perturbadoras que incluían una lengua muy veloz entre las piernas de alguien -¿Qué?- Dijo el pelinegro arrugando la cara y sacudiendo la cabeza mientras trataba de entender aunque tal vez era mejor no entender.
Pero igual si no aceptas- Dijo el capitán poniendo voz gruesa y seria para recuperar la compostura -Y vaya que te pierdes un muy buen rato- Continuó -Tendrás que ganarte tu lugar en el barco- Señaló a los marineros en cubierta que eran todo un poema, algunos peleaban entre ellos, otro babeaba sin motivo, balanceándose de lado a lado, y hasta había uno colgando de una pierna de las cuerdas que soltaban las velas -Estoy bien, casi termino- Dijo al sentirse observado -Somos hombres de mar, somos rudos, somos bestias salvajes, guerreros feroces, no necesitamos camarotes ni alguna de esas comodidades de niñas de ciudad- Presumió el capitancito mientras colocaba un pie sobre un pequeño cajón para terminar en pose de alfa.
Y claro, habría sido genial si no lo hubiese interrumpido uno de sus lacayos -Capitán, ya está listo su baño de burbujas y la cama tiene sus sábanas nuevas de terciopel…- El hombre no terminó su reporte, pues una pequeña bota lo golpeó en la cabeza y lo mandó al suelo -Vaya, que desafortunado accidente, me pregunto de dónde salió esa bota- Dijo mientras colocaba su pata descalza detrás de su pata con bota -Lo cierto es que te ganarás tu lugar como todos- Miró a Destino fijamente mientras pasaba cerca de él -Y tú, dirige el timón en rumbo norte 74,26,54… sin peros- Finalizó antes que Destino pudiera decir nada.
Aunque antes de hacer su retirada triunfa se detuvo y giró la cabeza ligeramente para decirle a Reike -Lo de la oferta de hacer rato, de mi lengua, no era cierta, no te creas tanto… pero si quieres entonces sí puede ser cierto- Con aquella extraña declaración se dirigió a su cómodo y relajante camarote de macho alfa.
Destino no sabía siquiera qué responder, estaba ahí frente a aquella extraña, rodeado de tipos extraños, tal vez aquella mujer no era la peor opción -¿De casualidad sabes manejar tiburones?- Preguntó en primer lugar, era la pregunta obvia, aunque si era una bruja, poco podría saber de cosas tan importantes así que mejor cambió la pregunta para la dama -¿A dónde queda el norte 76, 24, 56?- El timón iba y venía alegremente por su cuenta y nadie a bordo parecía preocuparse por haber pasado ya 4 veces por el puerto de Lunargenta.
Destino
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Re: Se rompen algas a domicilio [Libre, 6/4]
1, 2, 3, 4, 5, 6 golpes consecutivos tiraron a Zelas al piso.
"Esto ya es estúpido" exclamo escupiendo un poco de sangre al piso.
"Bzzz Bzzz BZZZZ!" zumbo la oveja.
"Mas claro imposible" dijo Braver aplaudiendo
"Lo dijo todo" espeto Brian
"Quiero ver que respondes a eso imbécil" grito Ian
Zelas escupio de nueva cuenta y emprendió también un ataque consecutivo, los primeros 3 golpes con su espada que no impactaron nada, el cuarto golpe en cambio se sintió como si hubiera chocado contra un objeto mas resistente de lo que realmente era su enemigo en si, al punto que su arma reboto.
La pequeña abeja esmeralda comenzó a emitir una cantidad de éter increíble, parecía que estaba cargando algo, sin embargo, Zelas puso toda su fuerza en el siguiente ataque y antes de que impactara, giro su espada para golpearle con la parte plana, aplastando a la abeja en el proceso y acabando con ella.
"KHE"
"KHE"
"KHE"
Exclamaron las otras 3 personalidades con sus mandíbulas desencajándose de la sorpresa, mientras que Zelas se limpiaba el piso y un resto de sangre de la boca.
"Y por eso yo soy el dueño de este cuerpo, solo a ustedes se les ocurriría algo tan estúpido como dejar que la abeja cargara su ataque, incluso así, esa abeja me dio mas pelea que todos ustedes juntos, lamento lo que paso con ustedes, pero no puedo dejar que mi vida sea arrebatada por arrepentimientos del pasado, esto se acaba ahora"
Exclamo preparando su arma, nada le preparo para lo que ocurriría a continuación, la abeja reapareció y entre los 4 le rodearon aplaudiendo al momento que se turnaban para decir:
"Felicidades"
"Felicidades"
"Felicidades"
"Bzzz bzzz bzzz bzzzz bzzz"
Por algún extraño motivo escuchaba mas aplausos de los que realmente debería haber, todo el lugar comenzó a tornarse extrañamente brillante, al parecer, aquel extraño efecto secundario había llegado a su fin.
-------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
-¿Estás muerto? ¿Por qué duermes? ¿Eres un arquista? ¿Tienes ojos de sol? ¿Te gusta el agua grande? ¿Estás cansado? ¿Te gusta dormir en la madera? A mí a veces. Mi palo va a hablar, ¿Quieres hablar con él? ¿Te duele la tripa? ¿Quieres una manzana? Ya he dado una, pero soy gente buena. ¿Conoces a más gente? Yo a dos. ¿Crees que hay más de diesiete bichos de agua?-
Escucho al momento que despertaba, en efecto había vuelto a su cuerpo, pero estaba siendo bombardeado por preguntas a la vez que era tocado con un palo por breves intervalos que se volvían molestos después de un rato.
-No a todo- exclamo al momento que se reincorporaba y se acercaba a un barril con agua para lavarse la cara que estaba llena de baba, se miro por unos momentos en el reflejo del agua, ese era el, esa era su realidad.
Vio de nueva cuenta al extraño niño mono y considero preguntarle algo, sin embargo, no lo hizo puesto que aquello significaría detonar de nueva cuenta la verborrea del pequeño, en cambio, tomo una botella vacía que había tirada y la lleno con agua, para luego entregársela al pequeño.
-Toma esta botella con agua, procura que nadie te la quite y bebe con responsabilidad- exclamo a modo de compensación por la forma en la que le había respondido antes, esperaba escuchar las voces en su cabeza en cualquier momento, pero el hecho que solo sus pensamientos fueran los únicos que escuchaba, le provocaban una extraña sensación de soledad.
-Vale necesito encontrar algo que hacer- comento al momento que tiraba de una cuerda, acción que hizo que alguien cayera desde las velas. -Vale necesito salir de acá- se dijo mas para si mismo al momento que caminaba hacia otro lado del barco, intentando evadir cualquier culpa por lo que había hecho.
off: Estado anormal: Memorias Residuales: Durante los siguientes temas en los que participes al menos una vez por tema deberás librar una breve lucha contra 1 de las 4 entidades que te acompañan (Braian, Ian, Braver, La Abeja). Cada vez que lo hagas, la entidad involucrada desaparecerá permanentemente.
Entidades restantes 0/4
"Esto ya es estúpido" exclamo escupiendo un poco de sangre al piso.
"Bzzz Bzzz BZZZZ!" zumbo la oveja.
"Mas claro imposible" dijo Braver aplaudiendo
"Lo dijo todo" espeto Brian
"Quiero ver que respondes a eso imbécil" grito Ian
Zelas escupio de nueva cuenta y emprendió también un ataque consecutivo, los primeros 3 golpes con su espada que no impactaron nada, el cuarto golpe en cambio se sintió como si hubiera chocado contra un objeto mas resistente de lo que realmente era su enemigo en si, al punto que su arma reboto.
La pequeña abeja esmeralda comenzó a emitir una cantidad de éter increíble, parecía que estaba cargando algo, sin embargo, Zelas puso toda su fuerza en el siguiente ataque y antes de que impactara, giro su espada para golpearle con la parte plana, aplastando a la abeja en el proceso y acabando con ella.
"KHE"
"KHE"
"KHE"
Exclamaron las otras 3 personalidades con sus mandíbulas desencajándose de la sorpresa, mientras que Zelas se limpiaba el piso y un resto de sangre de la boca.
"Y por eso yo soy el dueño de este cuerpo, solo a ustedes se les ocurriría algo tan estúpido como dejar que la abeja cargara su ataque, incluso así, esa abeja me dio mas pelea que todos ustedes juntos, lamento lo que paso con ustedes, pero no puedo dejar que mi vida sea arrebatada por arrepentimientos del pasado, esto se acaba ahora"
Exclamo preparando su arma, nada le preparo para lo que ocurriría a continuación, la abeja reapareció y entre los 4 le rodearon aplaudiendo al momento que se turnaban para decir:
"Felicidades"
"Felicidades"
"Felicidades"
"Bzzz bzzz bzzz bzzzz bzzz"
Por algún extraño motivo escuchaba mas aplausos de los que realmente debería haber, todo el lugar comenzó a tornarse extrañamente brillante, al parecer, aquel extraño efecto secundario había llegado a su fin.
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-¿Estás muerto? ¿Por qué duermes? ¿Eres un arquista? ¿Tienes ojos de sol? ¿Te gusta el agua grande? ¿Estás cansado? ¿Te gusta dormir en la madera? A mí a veces. Mi palo va a hablar, ¿Quieres hablar con él? ¿Te duele la tripa? ¿Quieres una manzana? Ya he dado una, pero soy gente buena. ¿Conoces a más gente? Yo a dos. ¿Crees que hay más de diesiete bichos de agua?-
Escucho al momento que despertaba, en efecto había vuelto a su cuerpo, pero estaba siendo bombardeado por preguntas a la vez que era tocado con un palo por breves intervalos que se volvían molestos después de un rato.
-No a todo- exclamo al momento que se reincorporaba y se acercaba a un barril con agua para lavarse la cara que estaba llena de baba, se miro por unos momentos en el reflejo del agua, ese era el, esa era su realidad.
Vio de nueva cuenta al extraño niño mono y considero preguntarle algo, sin embargo, no lo hizo puesto que aquello significaría detonar de nueva cuenta la verborrea del pequeño, en cambio, tomo una botella vacía que había tirada y la lleno con agua, para luego entregársela al pequeño.
-Toma esta botella con agua, procura que nadie te la quite y bebe con responsabilidad- exclamo a modo de compensación por la forma en la que le había respondido antes, esperaba escuchar las voces en su cabeza en cualquier momento, pero el hecho que solo sus pensamientos fueran los únicos que escuchaba, le provocaban una extraña sensación de soledad.
-Vale necesito encontrar algo que hacer- comento al momento que tiraba de una cuerda, acción que hizo que alguien cayera desde las velas. -Vale necesito salir de acá- se dijo mas para si mismo al momento que caminaba hacia otro lado del barco, intentando evadir cualquier culpa por lo que había hecho.
off: Estado anormal: Memorias Residuales: Durante los siguientes temas en los que participes al menos una vez por tema deberás librar una breve lucha contra 1 de las 4 entidades que te acompañan (
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Zelas Hazelmere
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Re: Se rompen algas a domicilio [Libre, 6/4]
–Lo gracioso es que sí –concluí mi historia.
–¿Qué? –respondió Xana.
–¿Qué?
–¿Por qué de la nada dices eso?
–Bueno, parece que no estabas prestando atención a lo que te decía.
–Pero si llevabas un largo rato sin decir nada y de pronto sueltas «lo gracioso es que sí».
–Oh, mira: un monito que habla –señalé.
–Ustedes no viven por estos lares, ¿no? –intervino un desconocido que tal vez sí nos haría avanzar en la trama principal. Cuando nos volteamos hacia él, nos estudió con la mirada–. Como lo suponía. –Asintió con la cabeza–. He buscado a personas especiales, poderosos, perceptivos y astutos, individuos con capacidades específicas para ayudar a todos los atrapados en este barco maldito. Por desgracia, no tengo tiempo para buscar, así que me conformaré con ustedes. –Nos entregó un par de monedas–. Ya saben qué hacer.
Dicho eso, se tomó una botella de leche y desapareció al instante. «Vaya, tenía la leche y desaprovechó la oportunidad de mostrar un pulgar arriba y decir: “Tal como debe ser”», lamenté.
Luego estuve unos momentos hablando con Xana sobre qué se suponía que debíamos hacer, hasta que un hombre cayendo desde lo alto nos interrumpió. Xana creó dos estrellitas azules y las hizo colisionar donde el sujeto iba caer. Ambas estallaron y la onda expansiva generada tuvo la intensidad necesaria para desacelerar al desafortunado afortunado.[1]
El éxito.
Y después él cayó hacia el agujero en el suelo abierto por tal explosión.
Ambos nos asomamos al agujero. El hombre sobrevivió, que era lo importante, aunque no se veía muy contento aunque le salvamos la vida: se dedicó a despotricar, lo que enojó a los que estaban ahí intentando jugar al mítico juego «¡Uno, monopolio de monstruos, oh!».
–Oh, mira, encontré un Zelas –le comenté a Xana para alejarnos de aquel grupo de gente rara e irnos a donde reinara la cordura y el sentido común. Fuimos tras el no-elfo, que por algún motivo estaba evitándonos a todos–. Hey, no huyas –me quejé–. Después de haberte dado los mejores años de mi vida, ¡¿así es como me pagas?! –añadí con indignación y tristeza fingidas y gesticulando con teatralidad.
En otras palabras, el sujeto que nos entregó un par de monedas no nos hizo avanzar la trama principal.
–¿Qué? –respondió Xana.
–¿Qué?
–¿Por qué de la nada dices eso?
–Bueno, parece que no estabas prestando atención a lo que te decía.
–Pero si llevabas un largo rato sin decir nada y de pronto sueltas «lo gracioso es que sí».
–Oh, mira: un monito que habla –señalé.
–Ustedes no viven por estos lares, ¿no? –intervino un desconocido que tal vez sí nos haría avanzar en la trama principal. Cuando nos volteamos hacia él, nos estudió con la mirada–. Como lo suponía. –Asintió con la cabeza–. He buscado a personas especiales, poderosos, perceptivos y astutos, individuos con capacidades específicas para ayudar a todos los atrapados en este barco maldito. Por desgracia, no tengo tiempo para buscar, así que me conformaré con ustedes. –Nos entregó un par de monedas–. Ya saben qué hacer.
Dicho eso, se tomó una botella de leche y desapareció al instante. «Vaya, tenía la leche y desaprovechó la oportunidad de mostrar un pulgar arriba y decir: “Tal como debe ser”», lamenté.
Luego estuve unos momentos hablando con Xana sobre qué se suponía que debíamos hacer, hasta que un hombre cayendo desde lo alto nos interrumpió. Xana creó dos estrellitas azules y las hizo colisionar donde el sujeto iba caer. Ambas estallaron y la onda expansiva generada tuvo la intensidad necesaria para desacelerar al desafortunado afortunado.[1]
El éxito.
Y después él cayó hacia el agujero en el suelo abierto por tal explosión.
Ambos nos asomamos al agujero. El hombre sobrevivió, que era lo importante, aunque no se veía muy contento aunque le salvamos la vida: se dedicó a despotricar, lo que enojó a los que estaban ahí intentando jugar al mítico juego «¡Uno, monopolio de monstruos, oh!».
–Oh, mira, encontré un Zelas –le comenté a Xana para alejarnos de aquel grupo de gente rara e irnos a donde reinara la cordura y el sentido común. Fuimos tras el no-elfo, que por algún motivo estaba evitándonos a todos–. Hey, no huyas –me quejé–. Después de haberte dado los mejores años de mi vida, ¡¿así es como me pagas?! –añadí con indignación y tristeza fingidas y gesticulando con teatralidad.
En otras palabras, el sujeto que nos entregó un par de monedas no nos hizo avanzar la trama principal.
(☞°∀°)☞ OFFROL ☜(°∀°☜)
[1] Habi de Xana: Idilio de estrellas.
Rauko
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Re: Se rompen algas a domicilio [Libre, 6/4]
—Zero, sí —confirmó Zero a su peludo interlocutor—. No, no eran números —añadió pensativo—, pero sí que debían gustarles los números. En realidad, el nombre que me pusieron fue Z942. —Se estremeció—. No me gustaba, me hacía parecer un objeto sin alma. Así que me lo cambié.
El niño escuchó con paciencia el discurso de Koru acerca de los peces que nacían de huevos. Asintió, por supuesto que sabía cómo nacían los peces. Después, abrió la boca para contestar a la siguiente pregunta, pero fue interrumpido, por lo que acabó por contestar dos de una vez:
—No lo recuerdo exactamente, pero sé que no nací de un huevo. Y tú eres, sin duda, un mamífero, así que tampoco naciste de uno. Supongo que naciste de la otra manera, la asquerosa. Yo también nací así, la primera vez. Luego me hicieron algo, en la Base de los Bio-cibernéticos. Creo… creo que estuve allí varias veces —dijo pensativo. Después negó con la cabeza y continuó sin darle más importancia—. No lo recuerdo muy bien, pero sé que me hicieron algo. Por eso ahora soy como soy.
Zero le habría preguntado a Koru si era la primera vez que viajaba en barco, dada la cantidad de preguntas que tenía para hacer, pero el niño se ausentó de manera imprevista después de ponerle una manzana en la mano. El pequeño bio-cibernético la contempló durante un momento, perdido en sus recuerdos. Al cabo, se encogió de hombros y le dio un mordisco, mientras miraba a su alrededor en busca de la señorita Reike.
Valeria, por su parte, hacía esfuerzos cada vez mayores para no patear a ese chucho asqueroso que se hacía llamar capitán y enviarlo de vuelta al puerto de Lunargenta que, por alguna razón, se veía más cerca que cuando había embarcado.
—Está de suerte, Capitán —dijo sin perder la sonrisa.
—¿Ah, sí? —dijo el chucho—. ¿Aquí mismo o…?
—No, no eso —respondió Valeria en tono seco. Luego recuperó el aplomo y continuó—: Está de suerte, porque cuento con cinco años de experiencia en alta mar. He navegado por todas las costas del continente y las Islas Illidenses, así que no habrá problema con ganarme mi lugar en este barco, se lo aseguro.
«Tal vez hasta me quede con el tuyo», se dijo mientras el pequeño pulgoso continuaba con su ridículo discurso sobre marineros aguerridos. Afortunadamente, fue interrumpido por un golpe de realidad, porque a Valeria ya le estaban dando arcadas.
Se mantuvo impertérrita ante la última oferta del capitán y, cuando el renacuajo peludo se encaminó hacia su relajante baño de burbujas en soledad, dirigió su atención al timonel. Un elfo. Valeria contuvo el aliento mientras su cerebro registraba automáticamente el color de sus ojos. Azules. Respiró de nuevo.
¿Le había preguntado si sabía manejar tiburones? ¿Sería alguna expresión de marineros? No recordaba nada por el estilo, pero, claro, ella no era navegante ni nada por el estilo. Solo se ocupaba de los acuerdos comerciales.
—Me temo que estoy un poco oxidada en ese campo —dijo procurando no comprometerse.
La segunda pregunta le desconcertó un poco más, ya que se suponía que el timonel tendría que entender las crípticas instrucciones del capitán. Por otro lado, ¿podía fiarse de la competencia del propio capitán? Muy posiblemente, no.
—No importa a dónde queda —dijo, decidida a llevarle la contraria al chucho en miniatura si era necesario—, nos dirigimos a Beltrexus, no al norte. Debemos ir hacia el sur, bordeando la península de Verisar, y después hacia el oeste —indicó expandiendo su éter para detener el maldito timón, que ya empezaba a marearla—. Ante todo, va siendo hora de que nos alejemos del puerto de Lunargenta, ¿no le parece?
Y en aquel momento regresó el intenso picor.
Valeria se tensó inmediatamente tratando de no clavarse incontrolablemente las uñas en la piel, tratando de proporcionar un alivio que sabía que no llegaría de esa forma. Miró la borda por la que había accedido al barco momentos antes. ¿Tenía que ocurrir ahora que ya había embarcado?
«Al menos, no puedo mojarme mucho más de lo que ya estoy», se dijo. Corrió hacia la baranda y saltó al mar.
Fue entonces, cuando se escuchó la voz de un hombre quetransitaba por la calle remaba en una pequeña canoa. La voz de un cantante, si es que se le podía llamar así, que se escuchaba cada vez mejor mientras más se acercaba.
—Mi niña bonita, mi dulce princesa, me siento en las nubes, cuando tú me besas —tarareaba en alto.
Valeria, que para entonces creía haber entendido la referencia a los tiburones del timonel, se preguntó si podría convencerlo de llevarla de nuevo al puerto.
Zero, que la había visto caer, corrió hacia la borda gritando:
—¡HOMBRE AL AGUA! ¡HOMBRE AL AGUA!
----------
OFF: Bien, se activa mi guindillitis. Ya veré en el próximo post cómo me las compongo con esos tiburones.
Me da pereza buscar el video de bachataman, pero quienes saben, saben.
El niño escuchó con paciencia el discurso de Koru acerca de los peces que nacían de huevos. Asintió, por supuesto que sabía cómo nacían los peces. Después, abrió la boca para contestar a la siguiente pregunta, pero fue interrumpido, por lo que acabó por contestar dos de una vez:
—No lo recuerdo exactamente, pero sé que no nací de un huevo. Y tú eres, sin duda, un mamífero, así que tampoco naciste de uno. Supongo que naciste de la otra manera, la asquerosa. Yo también nací así, la primera vez. Luego me hicieron algo, en la Base de los Bio-cibernéticos. Creo… creo que estuve allí varias veces —dijo pensativo. Después negó con la cabeza y continuó sin darle más importancia—. No lo recuerdo muy bien, pero sé que me hicieron algo. Por eso ahora soy como soy.
Zero le habría preguntado a Koru si era la primera vez que viajaba en barco, dada la cantidad de preguntas que tenía para hacer, pero el niño se ausentó de manera imprevista después de ponerle una manzana en la mano. El pequeño bio-cibernético la contempló durante un momento, perdido en sus recuerdos. Al cabo, se encogió de hombros y le dio un mordisco, mientras miraba a su alrededor en busca de la señorita Reike.
Valeria, por su parte, hacía esfuerzos cada vez mayores para no patear a ese chucho asqueroso que se hacía llamar capitán y enviarlo de vuelta al puerto de Lunargenta que, por alguna razón, se veía más cerca que cuando había embarcado.
—Está de suerte, Capitán —dijo sin perder la sonrisa.
—¿Ah, sí? —dijo el chucho—. ¿Aquí mismo o…?
—No, no eso —respondió Valeria en tono seco. Luego recuperó el aplomo y continuó—: Está de suerte, porque cuento con cinco años de experiencia en alta mar. He navegado por todas las costas del continente y las Islas Illidenses, así que no habrá problema con ganarme mi lugar en este barco, se lo aseguro.
«Tal vez hasta me quede con el tuyo», se dijo mientras el pequeño pulgoso continuaba con su ridículo discurso sobre marineros aguerridos. Afortunadamente, fue interrumpido por un golpe de realidad, porque a Valeria ya le estaban dando arcadas.
Se mantuvo impertérrita ante la última oferta del capitán y, cuando el renacuajo peludo se encaminó hacia su relajante baño de burbujas en soledad, dirigió su atención al timonel. Un elfo. Valeria contuvo el aliento mientras su cerebro registraba automáticamente el color de sus ojos. Azules. Respiró de nuevo.
¿Le había preguntado si sabía manejar tiburones? ¿Sería alguna expresión de marineros? No recordaba nada por el estilo, pero, claro, ella no era navegante ni nada por el estilo. Solo se ocupaba de los acuerdos comerciales.
—Me temo que estoy un poco oxidada en ese campo —dijo procurando no comprometerse.
La segunda pregunta le desconcertó un poco más, ya que se suponía que el timonel tendría que entender las crípticas instrucciones del capitán. Por otro lado, ¿podía fiarse de la competencia del propio capitán? Muy posiblemente, no.
—No importa a dónde queda —dijo, decidida a llevarle la contraria al chucho en miniatura si era necesario—, nos dirigimos a Beltrexus, no al norte. Debemos ir hacia el sur, bordeando la península de Verisar, y después hacia el oeste —indicó expandiendo su éter para detener el maldito timón, que ya empezaba a marearla—. Ante todo, va siendo hora de que nos alejemos del puerto de Lunargenta, ¿no le parece?
Y en aquel momento regresó el intenso picor.
Valeria se tensó inmediatamente tratando de no clavarse incontrolablemente las uñas en la piel, tratando de proporcionar un alivio que sabía que no llegaría de esa forma. Miró la borda por la que había accedido al barco momentos antes. ¿Tenía que ocurrir ahora que ya había embarcado?
«Al menos, no puedo mojarme mucho más de lo que ya estoy», se dijo. Corrió hacia la baranda y saltó al mar.
Fue entonces, cuando se escuchó la voz de un hombre que
—Mi niña bonita, mi dulce princesa, me siento en las nubes, cuando tú me besas —tarareaba en alto.
Valeria, que para entonces creía haber entendido la referencia a los tiburones del timonel, se preguntó si podría convencerlo de llevarla de nuevo al puerto.
Zero, que la había visto caer, corrió hacia la borda gritando:
—¡HOMBRE AL AGUA! ¡HOMBRE AL AGUA!
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OFF: Bien, se activa mi guindillitis. Ya veré en el próximo post cómo me las compongo con esos tiburones.
Me da pereza buscar el video de bachataman, pero quienes saben, saben.
Reike
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Re: Se rompen algas a domicilio [Libre, 6/4]
¡Viva la montaña de madera ú ú, viva la montaña de madera ú ú, viva la montaña de madera ú ú, viva la montaña de madera ú ú!
Brincaba por cubierta. Todo era interesante. Y raro. A todo lo que ya sabía -que por supuesto era mucho- había metido otra palabra nueva. No le había gustado. La gente grande inventaba palabras feas que no significaban nada para casi todas las cosas. No sabían poner nombres, pero como eran grandes, veían primero las cosas y cuando Koru llegaba, ya tenían nombre. Nombres feos. Saltando encamarado a su bastón de metal, sintió un poco de pena por esas cosas. Ellas no tenían la culpa.
El pelosol que se había despertado le había regalado un algo donde había metido agua dentro. Koru parpadeó, y lo cogió acercando su ojo abierto hasta donde pudo. Había visto a gente grande beber de esas cosas. ¿Para qué, teniendo manos? Le dio la vuelta, y el agua cayó al suelo. Volvió a llenarla y volvió a tirarla unas cuantas veces dentro del trozo de madera más grande y con más agua que sabía bien. Luego le puso el trozo de madera más pequeño en la entrada, y el agua no salió más… hasta que la volvió a abrir. Encerrar cosas era de gente mala. ¿Y SI EL PELOSOL ERA GENTE MALA? Tenía que decírselo a Cero, o a Ojosdesol. Volvió a usar su palo como saltador y fue buscando por la montaña de madera.
Hasta que algo volvió a llamarle la atención. Había visto gente de pelo-noche, de pelo-sol, de pelo-madera y hasta de pelo-fuego. Pero nunca había visto pelo-nieve. Bajó del palo y se acercó corriendo cuando pudo al extraño pelonieve y a la gente grande de orejas largas que estaba con él. ¿Es que vivían en todos los sitios?
-Hola, soy Koru, del bosque. ¿Por qué tienes pelonieve? ¿Da frío? ¿Enfadaste a gente mala que le quitó otro color? ¿Cuántas gente mala conoces? Yo he visto a tres. Tenían cosas de metal que pinchan y eran malos. ¿Conoces a gente grande como tú como pelosol que son buenas? – preguntó a la mujer- Me dieron de comer y perdieron cosas. Eran bonitas, como dibujos. ¿Eres gente buena? ¿Conocéis a Cero? Es pequeño, pero no es un número. No sé quien le puso el nombre, el mio me lo puse yo, por eso es bonito. Sabe muchas cosas pero no es una arquista. ¿Conocéis algún arquista? Hacen cosas raras que la gente normal no puede pero ellos sí. Hay una como tu con ojos de sol, la vi antes- giró la cabeza a todos lados esperando encontrarla, sin éxito- Quiero que mi palo hable, porque sabe y no quiere, seguro. ¿Os gusta el agua grande? Beberla duele la tripa. Hay manzanas aquí, en la montaña de madera. ¿Cómo os llamáis? ¿Os lo pusisteis vosotros? Cero me dijo que no nacemos de huevos como los peces. ¿Alguna vez habéis visto un tododientes? Viven en los ríos y comen muy deprisa. Todo. Todo todo. Yo prefiero el bicocho. Sabe rico, pero no tengo.
Esperó no más de diez parpadeos, pues una pregunta enorme chocó contra él de una manera que casi le hizo tambalearse.
¡¿¿Cómo se movía la montaña de madera??! Corrió a un lado y a otro, asegurándose que no tenía manos planas como los peces. No. No tenía. Tenía que preguntarlo, y con una gran sonrisa, vio a Cero y a Ojosdesol cerca de una cosa pequeña y fea que hablaba. Y su asombro creció tanto que lo detuvo en seco. Se había tirado al agua grande.
Koru corrió hasta ponerse al lado de Cero.
-¿Reike es un hombre? ¿No puede tener bebés de gente grande? ¿Por qué se ha tirado al agua grande? ¿Hay algo allí? ¡HAY PECES GRANDES!- sonrió señalándolos- ¿Tenemos que tirarnos también?- preguntó encaramado a la parte más cercana- ¿Es amiga de los peces grandes? ¿Se los va a comer? ¿Nos daría un poco? Los peces pequeños saben ricos, los grandes no lo sé. Una vez mordí una tortuga grande porque ella quiso morderme primero. No me gustó- dijo, sin dejar de prestar atención al agua grande. Agitó la mano saludando a Ojosdesol.
Realmente le gustaba la montaña de madera. Todo el mundo se divertía.
Koru´Len
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Re: Se rompen algas a domicilio [Libre, 6/4]
El capitán se marchó a su baño de espuma y dejó a Destino en compañía de aquella mujer que al parecer era la única con conocimientos de navegación en toda la nave, pues había dado una muy buena respuesta a la pregunta sobre el rumbo de la embarcación, describiendo una ruta coherente hasta Dundarak, comenzando por la necesidad de alejarse del puerto de Lunargenta.
Y claro que tenía sentido aquello, porque para acercarse a un lugar es necesario alejarse del otro -Resulta tranquilizante que haya alguien a bordo con conocimientos de navegaci…- No terminó siquiera la frase cuando la chica salió corriendo y saltó por la borda -¿eh?- Alcanzó a decir el pelinegro sin entender muy bien la actuación de aquella misteriosa mujer, pero pensando que tal vez, la pregunta sobre la conducción de tiburones la había hecho entrar en duda y había querido comprobarlo.
De cualquier modo, el salto de la chica al agua no parecía ser el único problema de la embarcación, pues la tripulación parecía entrar en caos, con un fuerte debate entre los que pensaban que el capitán era un perro y los que defendían que era cualquier otra cosa -Pero claro que es un perro ¿Cómo no lo ven?- Decían varios de los tripulantes.
Aunque aquella afirmación le costó caro, pues un puñetazo lo mandó al suelo y dio inicio a una trifulca. Destino retrocedió un poco para evitar algunos proyectiles que salieron volando en busca de alguna cabeza para impactar. Fue entonces cuando el capitán regresó al escenario, abriendo la puerta -¡Ahí está, es un perro!- Señalaron a la cola del capitán que se movía de manera inconsciente.
Aquello no pudo sino empeorar el motín que comenzaba a formarse -Mantengan la calma, volveré para resolver esto con honor, como debe ser, porque es lo que un capitán haría- El perrito se dio media vuelta y entró a su camarote, dejando atrás a la tripulación que cesaron la batalla en un instante de inquietante suspenso. Destino se acercó temeroso al timón para al menos sujetarlo mientras el capitán regresaba.
Volverá, el capitán volverá y pondrá orden, él no nos abandonaría- Dijo uno de los más fieles marineros justo antes de ver a la distancia al capitán alejándose en un pequeño bote empujado por un extraño armatroste que giraba en la parte trasera para darle velocidad -Ahí se ven, tarados- Se escuchó decir desde lo lejos, dejando así a la tripulación sin un capitán, y sin nadie que pudiera tripularlo.
Desde luego, esto generó aún más caos en la tripulación y comenzaban a golpearse unos a otros o a lanzar al agua a todos los que antes habían defendido al capitán/perrito -¡Les dije que era un perro!- Dijo un molesto tripulante antes de comenzar a repartir golpes. Por alguna razón, Destino no sabía exactamente cómo reaccionar, simplemente se aferraba al timón sin querer pensar en su futuro incierto, a fin de cuentas, había estado en peores situaciones que esa.
[1] No hay nada que poner en offrol pero se ve tan bonito =) Y claro que tenía sentido aquello, porque para acercarse a un lugar es necesario alejarse del otro -Resulta tranquilizante que haya alguien a bordo con conocimientos de navegaci…- No terminó siquiera la frase cuando la chica salió corriendo y saltó por la borda -¿eh?- Alcanzó a decir el pelinegro sin entender muy bien la actuación de aquella misteriosa mujer, pero pensando que tal vez, la pregunta sobre la conducción de tiburones la había hecho entrar en duda y había querido comprobarlo.
De cualquier modo, el salto de la chica al agua no parecía ser el único problema de la embarcación, pues la tripulación parecía entrar en caos, con un fuerte debate entre los que pensaban que el capitán era un perro y los que defendían que era cualquier otra cosa -Pero claro que es un perro ¿Cómo no lo ven?- Decían varios de los tripulantes.
Aunque aquella afirmación le costó caro, pues un puñetazo lo mandó al suelo y dio inicio a una trifulca. Destino retrocedió un poco para evitar algunos proyectiles que salieron volando en busca de alguna cabeza para impactar. Fue entonces cuando el capitán regresó al escenario, abriendo la puerta -¡Ahí está, es un perro!- Señalaron a la cola del capitán que se movía de manera inconsciente.
Aquello no pudo sino empeorar el motín que comenzaba a formarse -Mantengan la calma, volveré para resolver esto con honor, como debe ser, porque es lo que un capitán haría- El perrito se dio media vuelta y entró a su camarote, dejando atrás a la tripulación que cesaron la batalla en un instante de inquietante suspenso. Destino se acercó temeroso al timón para al menos sujetarlo mientras el capitán regresaba.
Volverá, el capitán volverá y pondrá orden, él no nos abandonaría- Dijo uno de los más fieles marineros justo antes de ver a la distancia al capitán alejándose en un pequeño bote empujado por un extraño armatroste que giraba en la parte trasera para darle velocidad -Ahí se ven, tarados- Se escuchó decir desde lo lejos, dejando así a la tripulación sin un capitán, y sin nadie que pudiera tripularlo.
Desde luego, esto generó aún más caos en la tripulación y comenzaban a golpearse unos a otros o a lanzar al agua a todos los que antes habían defendido al capitán/perrito -¡Les dije que era un perro!- Dijo un molesto tripulante antes de comenzar a repartir golpes. Por alguna razón, Destino no sabía exactamente cómo reaccionar, simplemente se aferraba al timón sin querer pensar en su futuro incierto, a fin de cuentas, había estado en peores situaciones que esa.
Destino
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Re: Se rompen algas a domicilio [Libre, 6/4]
-Oh, mira, encontré un Zelas- fueron las palabras que despertaron todas las alertas del no-elfo el cual rápidamente emprendió la carrera pero no pudo alejarse mucho porque aquello era un barco(?), debía camuflarse con el ambiente así que decidió deshacerse de su espada la cual lanzo al mar, escucho el sonido de la salpicadura de aquella enorme espada y se arrepintió de lanzarla entonces la llamo de vuelta a su lado con un gesto de su mano(1).
La espada volvía con una extraña polizona que soltó la espada justo al momento que Hazelas la tomaba, el rubio le miro con los ojos entrecerrados puesto que le salpico un poco de agua y su cabello amenazaba con encresparse(?), la mujer estaba mojada, visiblemente húmeda y con rastros de haber caído al agua(?), Zelas observo un poco por la borda y noto un tiburón nadando de espaldas y a un perro perdiéndose en el horizonte arriba de un bote, sus perseguidores entonces le alcanzaron.
-Oh, eran ustedes, pensé por un momento que era alguien a quien le debía dinero- dijo saludando a Rauko y a Xana, entonces miro de reojo a la chica húmeda -Creo que es una sirena, vio mi espada e intento robarla- señalo sin darle mucha importancia al asunto cuando noto que el barco hacia unos extraños movimientos que dificultaban mucho su estabilidad en el mismo, sobre todo por el hecho de estar cargando una espada ridículamente grande -No me creerán acabo de tener la experiencia mas.... Oh no- interrumpió el dialogo al notar como su cabello comenzaba a encresparse y salió corriendo hacia la parte interior del barco para arreglar su destartalado cabello.
OFF: 1_Retorno.
mato a un tiburón y empiezo a formular oraciones como Destino(?)
La espada volvía con una extraña polizona que soltó la espada justo al momento que Hazelas la tomaba, el rubio le miro con los ojos entrecerrados puesto que le salpico un poco de agua y su cabello amenazaba con encresparse(?), la mujer estaba mojada, visiblemente húmeda y con rastros de haber caído al agua(?), Zelas observo un poco por la borda y noto un tiburón nadando de espaldas y a un perro perdiéndose en el horizonte arriba de un bote, sus perseguidores entonces le alcanzaron.
-Oh, eran ustedes, pensé por un momento que era alguien a quien le debía dinero- dijo saludando a Rauko y a Xana, entonces miro de reojo a la chica húmeda -Creo que es una sirena, vio mi espada e intento robarla- señalo sin darle mucha importancia al asunto cuando noto que el barco hacia unos extraños movimientos que dificultaban mucho su estabilidad en el mismo, sobre todo por el hecho de estar cargando una espada ridículamente grande -No me creerán acabo de tener la experiencia mas.... Oh no- interrumpió el dialogo al notar como su cabello comenzaba a encresparse y salió corriendo hacia la parte interior del barco para arreglar su destartalado cabello.
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Zelas Hazelmere
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Re: Se rompen algas a domicilio [Libre, 6/4]
Sin nada que hacer, mi mente se había sumergido en intranscendentes cavilaciones, hasta que el mono que hablaba me interrumpió para dispararme una lluvia de preguntas, sin darme tiempo de responderle alguna antes de que hiciera otra. Puse mi cara más seria mientras me concentraba en memorizar las preguntas, y en el acto uno de mis ojos se desvió hacia un lado por todo mi esfuerzo invertido. Cuando el mono terminó, relajé la expresión de mi rostro y me apresuré en responder antes de que el olvido pudiera conducir al fracaso mi laboriosa misión de respondedor.
–Hola, soy Rauko –empecé, procurando sonreír amistosamente–, de los campos –añadí sin mucha seguridad en esa improvisada respuesta–. No me puse mi nombre, pero debí hacerlo para elegir algo mejor. Tengo pelo nieve porque mi madre tuvo otro hijo antes de mí, y usó todos los colores que tenía en él, sin saber que yo nacería luego –expliqué, intentando no reírme de mis tonterías–. No da frío. ¡Pero puedo brillar! –Concentré éter en mi cabello, otorgándole un leve pero perceptible resplandor por dos segundos–. Conozco a mucha gente mala, pero descuida, he despachado a unos 78, como mínimo.
Xana me dio un codazo en un costado, arrancándome un pequeño quejido y recordándome que ella aún existía.
–No digas esas cosas al monito –me amonestó en un susurro, para luego obsequiarle una dulce sonrisa al niño-bestia–. Hola, soy Xana, de los campos –se presentó, dándome una breve mirada de soslayo al decir eso último–. Tampoco me puse mi nombre, pero supongo que igual me gusta. Conozco a mucha gente buena, con pelo sol, con pelo noche, con pelo fuego, con pelo tierra, con pelo cielo claro o capaces de transformarse en un bebé barbudo.
–Mis cosas que pinchan también brillan. –Desenvainé rápidamente mi espada y la hice brillar.
–Ya, guarda eso –instó Xana, apartando mi espada a un lado–. No sé quién es Cero –continuó.
–Ni yo, pero no tengo dudas de que no es un número. Tampoco soy arquista, pero puedo hacer cosas que otros no, como hacer brillar cosas. Y ella –dije señalando a mi compañera–, puede hacer estrellas de colores.
–Sí, pues yo…
–Tu palo no habla –proseguí, interrumpiendo a Xana– porque no tiene boca. Hazle una boca. Pero no le des agua grande, sino la chiquita. A nadie le gusta la grande, no nos cabe. O biusas, que son mejores que las manzanas y los tododientes. –Materialicé una biusa con forma de manzana verde translúcida–. Sabe a lo que quieras y no hace doler las tripas.
Y de pronto el monito se marchó, antes de poderle regalar mi biusa. Sentí pena por él, que perdió la oportunidad de comer el mejor alimento, muy superior a lo que sea que fuese el bicocho. Me di la vuelta para continuar buscando a Zelas mientras me comía la biusa.
Por algún motivo la alquimista, cuya espalda seguía siendo la misma de antes, lo cual es un detalle importante, se lanzó al agua, sin miedo al éxito. Su hijo de otra madre se acercó a la borda y gritó algo que me desconcertó. «Un momento, ¿a qué se refiere con “hombre al agua”?», me pregunté. «¿Acaso dice que solo un hombre debe lanzarse al agua para salvar a la alquimista?». Por suerte, miré el peinado del niño y finalmente supe la respuesta, como era de esperarse en tal acción.
Por algún motivo Zelas también arrojó su espada al agua, como si no me hubiera costado forjarle tal arma. Antes de indignarme de verdad, usó su magia para recuperarla, así que me sentí aliviado por su capacidad de retractarse de las muy malas decisiones.
Mientras tanto, se formó un alboroto en la cubierta y el capitán perrón reapareció, pero no para apaciguar el ambiente, sino para desaparecer de nuevo. Al cabo de unos segundos, lo volvimos a ver, ahora en el agua, escapando en un pequeño bote extraño, mientras era perseguido por un hombre en otra canoa y que cantaba, sin afinación alguna, una misma frase que no se cansaba de repetir. Y más atrás de esos dos, en otra canoa, iba el mismo sujeto que nos entregó el par de monedas, alejándose mientras nos miraba fijamente, sin parpadear, girando la cabeza de lado a lado con una profunda decepción. No sabía por qué, pero sentí que le fallé terriblemente.
–Ah, sí, éramos nosotros –respondí a Zelas cuando finalmente se dignó a dejar de ignorar a su mejor herrero y a su mejor conocida elfa exnigromante de cabello negro, cara tatuada, poderes estelares y nulas habilidades culinarias–. Ya veo, ya veo –añadí mientras le escuchaba hablar de sirenas. Sentí que ahora era yo el mono de la conversación, recibiendo respuestas poco fiables.
Y de pronto el no-elfo se marchó. Al menos esta vez no hubo una biusa ignorada.
–No importa, yo sé cuándo no me quieren –comenté, fallando en fingir tristeza. A mi alrededor se había formado un feroz espectáculo difícil de ignorar–. Pero, bueno, ¿y esto qué es? –pregunté con una ceja arqueada.
–Hay que detenerlos –sentenció Xana, tensando su cuerpo y concentrando el éter sobre ella, por cautela, aunque quería evitar recurrir a medidas violentas–. ¿Alguna idea pacifista?
–Diles que te encargarás de la cocina si no se detienen –bromeé con la cara seria.
–No es momento para eso.
–Cierto. Si cocinas, hasta nos quedamos sin barco. Mejor evitar esa posibilidad a toda costa.
–Raaauuukooo –murmuró sin buen humor.
Fue el peor momento para fastidiarla, pero aun así un insensato se atrevió a atacarla. Instintivamente Xana se alejó dando un respingo y le arrojó una esfera de energía. Al pobre le estalló en la cara. Él cayó aturdido, con pequeñas estrellas orbitando sobre su cabeza, residuos de la energía mágica del proyectil.
–Y eres la que pide ideas pacifistas –mencioné–. Terrible.
–Hola, soy Rauko –empecé, procurando sonreír amistosamente–, de los campos –añadí sin mucha seguridad en esa improvisada respuesta–. No me puse mi nombre, pero debí hacerlo para elegir algo mejor. Tengo pelo nieve porque mi madre tuvo otro hijo antes de mí, y usó todos los colores que tenía en él, sin saber que yo nacería luego –expliqué, intentando no reírme de mis tonterías–. No da frío. ¡Pero puedo brillar! –Concentré éter en mi cabello, otorgándole un leve pero perceptible resplandor por dos segundos–. Conozco a mucha gente mala, pero descuida, he despachado a unos 78, como mínimo.
Xana me dio un codazo en un costado, arrancándome un pequeño quejido y recordándome que ella aún existía.
–No digas esas cosas al monito –me amonestó en un susurro, para luego obsequiarle una dulce sonrisa al niño-bestia–. Hola, soy Xana, de los campos –se presentó, dándome una breve mirada de soslayo al decir eso último–. Tampoco me puse mi nombre, pero supongo que igual me gusta. Conozco a mucha gente buena, con pelo sol, con pelo noche, con pelo fuego, con pelo tierra, con pelo cielo claro o capaces de transformarse en un bebé barbudo.
–Mis cosas que pinchan también brillan. –Desenvainé rápidamente mi espada y la hice brillar.
–Ya, guarda eso –instó Xana, apartando mi espada a un lado–. No sé quién es Cero –continuó.
–Ni yo, pero no tengo dudas de que no es un número. Tampoco soy arquista, pero puedo hacer cosas que otros no, como hacer brillar cosas. Y ella –dije señalando a mi compañera–, puede hacer estrellas de colores.
–Sí, pues yo…
–Tu palo no habla –proseguí, interrumpiendo a Xana– porque no tiene boca. Hazle una boca. Pero no le des agua grande, sino la chiquita. A nadie le gusta la grande, no nos cabe. O biusas, que son mejores que las manzanas y los tododientes. –Materialicé una biusa con forma de manzana verde translúcida–. Sabe a lo que quieras y no hace doler las tripas.
Y de pronto el monito se marchó, antes de poderle regalar mi biusa. Sentí pena por él, que perdió la oportunidad de comer el mejor alimento, muy superior a lo que sea que fuese el bicocho. Me di la vuelta para continuar buscando a Zelas mientras me comía la biusa.
Por algún motivo la alquimista, cuya espalda seguía siendo la misma de antes, lo cual es un detalle importante, se lanzó al agua, sin miedo al éxito. Su hijo de otra madre se acercó a la borda y gritó algo que me desconcertó. «Un momento, ¿a qué se refiere con “hombre al agua”?», me pregunté. «¿Acaso dice que solo un hombre debe lanzarse al agua para salvar a la alquimista?». Por suerte, miré el peinado del niño y finalmente supe la respuesta, como era de esperarse en tal acción.
Por algún motivo Zelas también arrojó su espada al agua, como si no me hubiera costado forjarle tal arma. Antes de indignarme de verdad, usó su magia para recuperarla, así que me sentí aliviado por su capacidad de retractarse de las muy malas decisiones.
Mientras tanto, se formó un alboroto en la cubierta y el capitán perrón reapareció, pero no para apaciguar el ambiente, sino para desaparecer de nuevo. Al cabo de unos segundos, lo volvimos a ver, ahora en el agua, escapando en un pequeño bote extraño, mientras era perseguido por un hombre en otra canoa y que cantaba, sin afinación alguna, una misma frase que no se cansaba de repetir. Y más atrás de esos dos, en otra canoa, iba el mismo sujeto que nos entregó el par de monedas, alejándose mientras nos miraba fijamente, sin parpadear, girando la cabeza de lado a lado con una profunda decepción. No sabía por qué, pero sentí que le fallé terriblemente.
–Ah, sí, éramos nosotros –respondí a Zelas cuando finalmente se dignó a dejar de ignorar a su mejor herrero y a su mejor conocida elfa exnigromante de cabello negro, cara tatuada, poderes estelares y nulas habilidades culinarias–. Ya veo, ya veo –añadí mientras le escuchaba hablar de sirenas. Sentí que ahora era yo el mono de la conversación, recibiendo respuestas poco fiables.
Y de pronto el no-elfo se marchó. Al menos esta vez no hubo una biusa ignorada.
–No importa, yo sé cuándo no me quieren –comenté, fallando en fingir tristeza. A mi alrededor se había formado un feroz espectáculo difícil de ignorar–. Pero, bueno, ¿y esto qué es? –pregunté con una ceja arqueada.
–Hay que detenerlos –sentenció Xana, tensando su cuerpo y concentrando el éter sobre ella, por cautela, aunque quería evitar recurrir a medidas violentas–. ¿Alguna idea pacifista?
–Diles que te encargarás de la cocina si no se detienen –bromeé con la cara seria.
–No es momento para eso.
–Cierto. Si cocinas, hasta nos quedamos sin barco. Mejor evitar esa posibilidad a toda costa.
–Raaauuukooo –murmuró sin buen humor.
Fue el peor momento para fastidiarla, pero aun así un insensato se atrevió a atacarla. Instintivamente Xana se alejó dando un respingo y le arrojó una esfera de energía. Al pobre le estalló en la cara. Él cayó aturdido, con pequeñas estrellas orbitando sobre su cabeza, residuos de la energía mágica del proyectil.
–Y eres la que pide ideas pacifistas –mencioné–. Terrible.
Rauko
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Re: Se rompen algas a domicilio [Libre, 6/4]
El alivio que sintió Valeria al encontrarse sumergida de nuevo en el mar fue inmediato. Sin embargo, sabía que no podía confiarse. Si salía inmediatamente, los picores regresarían al instante. Por suerte, para aquel entonces ya tenía una idea de cuándo podía salir con seguridad del agua.
Por desgracia, no estaba sola allí abajo.
Arriba, en el barco, Zero se había asomado angustiado a la borda cuando un animado Koru lanzó una nueva letanía de preguntas. El bio-cibernético hizo un rápido balance de situación: la señorita Reike se había lanzado al agua ella misma, no se había caído. Quizá fuera uno de esos ataques raros que le daban desde que se reencontraron. Ella siempre le decía que se mantuviera apartado cuando le ocurría. Seguramente sabía lo que hacía, ¿cierto?
De manera automática, comenzó a responder las inquietudes del niño-bestia.
—No, no. “Hombre al agua” es solo una expresión que se dice. No sé por qué se dice “hombre” y no “mujer”, ahora que lo pienso. ¿Bebés? Su-supongo que puede, n-no se lo he preguntado. Y no creo que se haya tirado para encontrar algo. Son unos ataques que le dan, ¿sabes? Necesita sumergirse en agua para que se le pasen y… ¡¡¿QUÉEEE?!!
Alarmado, Zero volvió su atención a la mar. Efectivamente, podía ver a los tiburones acercarse.
—¡No, Koru, no hay que tirarse! —dijo sujetando al niño, que se había subido a la borda, y tirando de él hacia atrás—. No es amiga de los peces grandes ni se los va a comer —añadió hablando muy deprisa—. Los peces grandes no se comen, seguro que saben mal, como las tortugas. Pero ellos sí que pueden comerse a la señorita Reike si no hacemos algo rápido. ¡Tenemos que buscar ayuda!
Lamentablemente, ese fue el momento en que todo a su alrededor se convirtió en pandemonium. Un grupo de hombres se abalanzó hacia la borda empujando a otro grupo. Zero volvió a tirar de Koru, esta vez con más fuerza, para obligarlo a tirarse al suelo junto a él. Varios hombres cayeron por la borda, otros corrían por la cubierta sin prestar a un par de niños en el suelo. Zero tuvo que rodar empujando a Koru hacia un rincón, para que no los pisaran, antes de poder incorporarse de nuevo. A su alrededor, todo eran gritos y violencia. ¿Otro motín? ¡Dos en el mismo día! ¿Cómo había ocurrido aquello?
Mientras tanto, en el mar, Valeria comenzaba a temer por su vida cuando una espada exageradamente grande y extrañamente familiar cayó del cielo, asestando un golpe fatal al depredador más cercano. Instintivamente, agarró el mango de la espada. ¿Sería capaz de utilizarla contra el resto de tiburones? Aquella mole necesitaría una buena dosis de impulso telequinético.
«O no», pensó Val cuando, sin intervención alguna por su parte, la espada se alzó en el aire cargando con ella misma que, poco después, aterrizó muy poco elegantemente en la cubierta del barco del que había saltado momentos antes.
Trató de incorporarse, pero le pesaba todo horriblemente y se dejó caer de nuevo, hasta que una voz remotamente familiar la acusó de querer robarle la espada. Se incorporó entonces, tratando de componer una postura digna, aún sentada en el suelo, pero el hombre se marchó corriendo antes de que pudiera responderle.
«Tanto da», se dijo, «lo cierto es que no me apetecía responder».
No se percató de la gente peleando hasta que una elfa de cara tatuada expresó la necesidad de detenerlos. Bien, al menos había alguien con la cabeza en su sitio en aquel barco.
—¿Alguna idea pacifista?
O quizá no.
Valeria se puso de pie buscando con la mirada a Zero, probablemente estaría poniéndose en peligro, tratando de buscar también una solución pacífica al altercado. No vio al muchacho, pero sí el poco pacífico ataque de la elfa. Asintió con aprobación y, con un golpe de éter, derribó un barril de agua y lo hizo rodar hacia otro grupo que corría hacia ella con muy mala cara.
—¡Zero! —gritó mientras los marineros caían al suelo ante el peso del obstáculo rodante—. ¿Dónde te has metido?
Por desgracia, no estaba sola allí abajo.
Arriba, en el barco, Zero se había asomado angustiado a la borda cuando un animado Koru lanzó una nueva letanía de preguntas. El bio-cibernético hizo un rápido balance de situación: la señorita Reike se había lanzado al agua ella misma, no se había caído. Quizá fuera uno de esos ataques raros que le daban desde que se reencontraron. Ella siempre le decía que se mantuviera apartado cuando le ocurría. Seguramente sabía lo que hacía, ¿cierto?
De manera automática, comenzó a responder las inquietudes del niño-bestia.
—No, no. “Hombre al agua” es solo una expresión que se dice. No sé por qué se dice “hombre” y no “mujer”, ahora que lo pienso. ¿Bebés? Su-supongo que puede, n-no se lo he preguntado. Y no creo que se haya tirado para encontrar algo. Son unos ataques que le dan, ¿sabes? Necesita sumergirse en agua para que se le pasen y… ¡¡¿QUÉEEE?!!
Alarmado, Zero volvió su atención a la mar. Efectivamente, podía ver a los tiburones acercarse.
—¡No, Koru, no hay que tirarse! —dijo sujetando al niño, que se había subido a la borda, y tirando de él hacia atrás—. No es amiga de los peces grandes ni se los va a comer —añadió hablando muy deprisa—. Los peces grandes no se comen, seguro que saben mal, como las tortugas. Pero ellos sí que pueden comerse a la señorita Reike si no hacemos algo rápido. ¡Tenemos que buscar ayuda!
Lamentablemente, ese fue el momento en que todo a su alrededor se convirtió en pandemonium. Un grupo de hombres se abalanzó hacia la borda empujando a otro grupo. Zero volvió a tirar de Koru, esta vez con más fuerza, para obligarlo a tirarse al suelo junto a él. Varios hombres cayeron por la borda, otros corrían por la cubierta sin prestar a un par de niños en el suelo. Zero tuvo que rodar empujando a Koru hacia un rincón, para que no los pisaran, antes de poder incorporarse de nuevo. A su alrededor, todo eran gritos y violencia. ¿Otro motín? ¡Dos en el mismo día! ¿Cómo había ocurrido aquello?
Mientras tanto, en el mar, Valeria comenzaba a temer por su vida cuando una espada exageradamente grande y extrañamente familiar cayó del cielo, asestando un golpe fatal al depredador más cercano. Instintivamente, agarró el mango de la espada. ¿Sería capaz de utilizarla contra el resto de tiburones? Aquella mole necesitaría una buena dosis de impulso telequinético.
«O no», pensó Val cuando, sin intervención alguna por su parte, la espada se alzó en el aire cargando con ella misma que, poco después, aterrizó muy poco elegantemente en la cubierta del barco del que había saltado momentos antes.
Trató de incorporarse, pero le pesaba todo horriblemente y se dejó caer de nuevo, hasta que una voz remotamente familiar la acusó de querer robarle la espada. Se incorporó entonces, tratando de componer una postura digna, aún sentada en el suelo, pero el hombre se marchó corriendo antes de que pudiera responderle.
«Tanto da», se dijo, «lo cierto es que no me apetecía responder».
No se percató de la gente peleando hasta que una elfa de cara tatuada expresó la necesidad de detenerlos. Bien, al menos había alguien con la cabeza en su sitio en aquel barco.
—¿Alguna idea pacifista?
O quizá no.
Valeria se puso de pie buscando con la mirada a Zero, probablemente estaría poniéndose en peligro, tratando de buscar también una solución pacífica al altercado. No vio al muchacho, pero sí el poco pacífico ataque de la elfa. Asintió con aprobación y, con un golpe de éter, derribó un barril de agua y lo hizo rodar hacia otro grupo que corría hacia ella con muy mala cara.
—¡Zero! —gritó mientras los marineros caían al suelo ante el peso del obstáculo rodante—. ¿Dónde te has metido?
Reike
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