Cicatriz De Vermis [Privado]
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Cicatriz De Vermis [Privado]
Los días en Isla Cicatriz de Vermis pasaban lentos. Habían pasado ya 5 días desde su llegada y los únicos 5 supervivientes del naufragio intentaban sobrevivir en aquel mundo hostil.
Mientras que Ivaran e Isildam, los dos elfos, exploraban la isla, arco en mano, buscando alimentos, Patacero y Ava sobrevolaban los alrededores de la isla, buscando un barco que pasara por allí.
La verdad era que la probabilidad de que algún barco les ayudase era casi imposible, más que nada porque Isla Cicatriz de Vermis estaba a muchos kilómetros de la costa, dónde no había nada más. Si algún barco aparecía, era porque se disponía a cazar sirenas y temía que encontraran el mismo destino que ellos.
Trébol mantenía su optimismo y buen humor, aunque quizás, los ánimos parecían desaparecer poco a poco. En la isla, apenas había presencia de animales, pues los anteriores moradores habían acabado con todo ser vivo. Había algunas frutas, algunas de ellas venenosas entre las saludables, siendo casi imposible diferenciarlas. Dos días antes, casi pierden al Capitán, que salvó su vida gracias a la magia sanadora élfica.
Eran días duros. Sin embargo, aún había esperanza.
Trébol había recorrido la costa en búsqueda de restos de naufragios. Buscaba madera, madera que pudiera utilizar para fabricar alguna especie de embarcación. Su experiencia cómo carpintero podría ser práctica, pero sin apenas ayuda y en las condiciones que les tocaba vivir, dudaba mucho poder escapar de allí en menos de dos meses.
Luego, estaban las malditas sirenas. Si bien su número se había reducido y sus apariciones en los últimos días habían sido escasas, los demás integrantes del grupo llevaban aquella arcilla verdosa sobre sus oídos siempre que estaban junto al mar. En ese sentido, Trébol estaba más aliviado, pues su colgante parecía aislarle de la influencia de estas asesinas marinas.
Tras haber detectado una superficie de madera lisa en buen estado, comenzó a arrastrarla hacia la zona dónde estaba llevando todas las partes que podía utilizar. Mientras arrastraba la madera por la fina arena de Cicatriz, alzó la vista para detectar que Ava se acercaba veloz.
―¿Qué… pa…sa? ―le preguntó, intentando gesticular con su boca cada sílaba, pues los oídos de la mujer cuervo estaban entaponados con arcilla. La respuesta no tardaría en llegar.
Mientras que Ivaran e Isildam, los dos elfos, exploraban la isla, arco en mano, buscando alimentos, Patacero y Ava sobrevolaban los alrededores de la isla, buscando un barco que pasara por allí.
La verdad era que la probabilidad de que algún barco les ayudase era casi imposible, más que nada porque Isla Cicatriz de Vermis estaba a muchos kilómetros de la costa, dónde no había nada más. Si algún barco aparecía, era porque se disponía a cazar sirenas y temía que encontraran el mismo destino que ellos.
Trébol mantenía su optimismo y buen humor, aunque quizás, los ánimos parecían desaparecer poco a poco. En la isla, apenas había presencia de animales, pues los anteriores moradores habían acabado con todo ser vivo. Había algunas frutas, algunas de ellas venenosas entre las saludables, siendo casi imposible diferenciarlas. Dos días antes, casi pierden al Capitán, que salvó su vida gracias a la magia sanadora élfica.
Eran días duros. Sin embargo, aún había esperanza.
Trébol había recorrido la costa en búsqueda de restos de naufragios. Buscaba madera, madera que pudiera utilizar para fabricar alguna especie de embarcación. Su experiencia cómo carpintero podría ser práctica, pero sin apenas ayuda y en las condiciones que les tocaba vivir, dudaba mucho poder escapar de allí en menos de dos meses.
Luego, estaban las malditas sirenas. Si bien su número se había reducido y sus apariciones en los últimos días habían sido escasas, los demás integrantes del grupo llevaban aquella arcilla verdosa sobre sus oídos siempre que estaban junto al mar. En ese sentido, Trébol estaba más aliviado, pues su colgante parecía aislarle de la influencia de estas asesinas marinas.
Tras haber detectado una superficie de madera lisa en buen estado, comenzó a arrastrarla hacia la zona dónde estaba llevando todas las partes que podía utilizar. Mientras arrastraba la madera por la fina arena de Cicatriz, alzó la vista para detectar que Ava se acercaba veloz.
―¿Qué… pa…sa? ―le preguntó, intentando gesticular con su boca cada sílaba, pues los oídos de la mujer cuervo estaban entaponados con arcilla. La respuesta no tardaría en llegar.
Trébol
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Re: Cicatriz De Vermis [Privado]
Con pocas esperanzas, tras varias jornadas sin encontrar ni rastro de ningún barco en el horizonte, la cuerva se preparó para alzar el vuelo por segunda vez en lo que iba de día y recorrer los alrededores de la isla. Cinco días, llevaban cinco días varados en aquel abandonado lugar, y los ánimos habían ido en picado conforme pasaba el tiempo y perdían a sus compañeros.
Varios habían sucumbido a sus heridas tras el último enfrentamiento con las sirenas, mientras otros habían desfallecido a causa del hambre y la escasez de agua potable. Un incidente con unas frutas venenosas estuvo a punto de llevarse también al capitán, pero gracias a la rápida acción de Isildam, el dragón consiguió reponerse, y junto a la alada, sobrevolaba la zona en busca de ayuda.
Trébol por su parte aprovechaba sus habilidades como carpintero para reunir madera de las embarcaciones que habían naufragado en la orilla y fabricar algo que les permitiese navegar de regreso a Ulmer, pero aunque ya no les asediaban tanto, las culpables de que hubiesen acabado en Cicatriz de Vermis seguían rondando la playa. - No se rinden. - murmuró Ava en cuanto sus botas llegaron a la línea que separaba la arena del mar. Gracias a su aguda visión pudo atisbar las cabezas de un par de aquellas molestas criaturas asomando ligeramente sobre la superficie, acechándolos en la distancia.
Pero por suerte, sus cantos ya no surtían efecto en los supervivientes, todo gracias a la arcilla que tapaba sus oídos, así que a menos que se metiesen en el agua, estaban a salvo. Por eso la joven ya no hacía demasiado caso a las bestias, es más, habían dejado los cuerpos de aquellas a las que habían abatido cerca de la orilla precisamente para mandarles un mensaje, que no era buena idea que los molestasen, y funcionaba.
El grupo había ganado algo de tranquilidad, pero después de haber perdido a la tripulación del Perseguidor al completo y a casi todos los voluntarios de Ulmer que se habían unido a la cacería, resultaba difícil celebrar los pequeños logros.
- Capitán, ésta vez iré hacia el oeste. - avisó al dragón, ya que se iban organizando para abarcar tanto como les era posible. - Bien, yo descansaré un poco y saldré en dirección contraria. - respondió Patacero, despidiéndose de ella con un gesto de la mano.
Todos hacían lo que podían para mantener el ánimo y seguir adelante, ellos exploraban desde el cielo, Trébol trataba de crear una forma de salir de la isla y tanto Isildam como su misterioso compañero, que por alguna razón se mantenía a distancia del resto y ocultaba su rostro la mayor parte del tiempo, buscaban alimentos y fuentes de agua.
Ese trabajo en equipo era lo único que los mantenía con vida a aquellas alturas, pero si la cosa se alargaba pronto la moral se vería afectada, debían encontrar una salida antes de que eso ocurriese.
- Gran águila, guía mis alas… ayúdanos a encontrar algo… lo que sea. - pidió para sus adentros la cuerva, desplegando las negras extremidades para comenzar a batirlas con fuerza. Ya en el aire, buscó una corriente de viento que la favoreciese y así no tener que esforzarse de más, y pasó varios minutos de un lado a otro, escrutando el horizonte con sus brillantes ojos.
Cuando finalmente alcanzó a ver algo en la lejanía, tuvo que parpadear un par de veces para comprobar que era real y no una alucinación producto de su deseo de dar con un medio que les permitiese escapar de allí. - Un barco… tiene que ser un barco… - susurró, pero estaba a más distancia de la que podría recorrer con las energías que le quedaban. - Tengo que avisar a los demás. - añadió, dando la vuelta de inmediato y acelerando en dirección a la playa.
Trébol fue el primero en verla, y con lentitud, para que pudiese leerle los labios, preguntó qué ocurría, seguramente porque había vuelto demasiado pronto. - ¡Un barco! - exclamó la morena, descendiendo hasta aterrizar en la arena. - He visto un barco, pero está demasiado lejos, no puedo llegar hasta él… ¡tenemos que hacerle alguna señal para que se acerque! - continuó en voz alta, para que si los elfos se encontraban cerca, también la escuchasen.
Si conseguían llamar la atención de su capitán y que se aproximase a Cicatriz de Vermis ella podría volar hasta su cubierta y explicarles la situación por la que pasaban, pero debían darse prisa, antes de que las sirenas intentasen algo en contra del nuevo navío.
Varios habían sucumbido a sus heridas tras el último enfrentamiento con las sirenas, mientras otros habían desfallecido a causa del hambre y la escasez de agua potable. Un incidente con unas frutas venenosas estuvo a punto de llevarse también al capitán, pero gracias a la rápida acción de Isildam, el dragón consiguió reponerse, y junto a la alada, sobrevolaba la zona en busca de ayuda.
Trébol por su parte aprovechaba sus habilidades como carpintero para reunir madera de las embarcaciones que habían naufragado en la orilla y fabricar algo que les permitiese navegar de regreso a Ulmer, pero aunque ya no les asediaban tanto, las culpables de que hubiesen acabado en Cicatriz de Vermis seguían rondando la playa. - No se rinden. - murmuró Ava en cuanto sus botas llegaron a la línea que separaba la arena del mar. Gracias a su aguda visión pudo atisbar las cabezas de un par de aquellas molestas criaturas asomando ligeramente sobre la superficie, acechándolos en la distancia.
Pero por suerte, sus cantos ya no surtían efecto en los supervivientes, todo gracias a la arcilla que tapaba sus oídos, así que a menos que se metiesen en el agua, estaban a salvo. Por eso la joven ya no hacía demasiado caso a las bestias, es más, habían dejado los cuerpos de aquellas a las que habían abatido cerca de la orilla precisamente para mandarles un mensaje, que no era buena idea que los molestasen, y funcionaba.
El grupo había ganado algo de tranquilidad, pero después de haber perdido a la tripulación del Perseguidor al completo y a casi todos los voluntarios de Ulmer que se habían unido a la cacería, resultaba difícil celebrar los pequeños logros.
- Capitán, ésta vez iré hacia el oeste. - avisó al dragón, ya que se iban organizando para abarcar tanto como les era posible. - Bien, yo descansaré un poco y saldré en dirección contraria. - respondió Patacero, despidiéndose de ella con un gesto de la mano.
Todos hacían lo que podían para mantener el ánimo y seguir adelante, ellos exploraban desde el cielo, Trébol trataba de crear una forma de salir de la isla y tanto Isildam como su misterioso compañero, que por alguna razón se mantenía a distancia del resto y ocultaba su rostro la mayor parte del tiempo, buscaban alimentos y fuentes de agua.
Ese trabajo en equipo era lo único que los mantenía con vida a aquellas alturas, pero si la cosa se alargaba pronto la moral se vería afectada, debían encontrar una salida antes de que eso ocurriese.
- Gran águila, guía mis alas… ayúdanos a encontrar algo… lo que sea. - pidió para sus adentros la cuerva, desplegando las negras extremidades para comenzar a batirlas con fuerza. Ya en el aire, buscó una corriente de viento que la favoreciese y así no tener que esforzarse de más, y pasó varios minutos de un lado a otro, escrutando el horizonte con sus brillantes ojos.
Cuando finalmente alcanzó a ver algo en la lejanía, tuvo que parpadear un par de veces para comprobar que era real y no una alucinación producto de su deseo de dar con un medio que les permitiese escapar de allí. - Un barco… tiene que ser un barco… - susurró, pero estaba a más distancia de la que podría recorrer con las energías que le quedaban. - Tengo que avisar a los demás. - añadió, dando la vuelta de inmediato y acelerando en dirección a la playa.
Trébol fue el primero en verla, y con lentitud, para que pudiese leerle los labios, preguntó qué ocurría, seguramente porque había vuelto demasiado pronto. - ¡Un barco! - exclamó la morena, descendiendo hasta aterrizar en la arena. - He visto un barco, pero está demasiado lejos, no puedo llegar hasta él… ¡tenemos que hacerle alguna señal para que se acerque! - continuó en voz alta, para que si los elfos se encontraban cerca, también la escuchasen.
Si conseguían llamar la atención de su capitán y que se aproximase a Cicatriz de Vermis ella podría volar hasta su cubierta y explicarles la situación por la que pasaban, pero debían darse prisa, antes de que las sirenas intentasen algo en contra del nuevo navío.
Ava Kenrith
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Re: Cicatriz De Vermis [Privado]
Cicatriz de Vermis
Y un pirata que aprovecha la situación a su favor
Mis tripulantes debían hacer un sobreesfuerzo enorme para evitar sucumbir ante el llamado de las sirenas, esas criaturas de las cuales había tantas historias. Había conocido a alguna, a otra la había hecho prisionera y vendido de manera ilegal, a otras las había matado y seguramente alguna o alguno de ellos buscaba venganza... En fin. Poca era mi preocupación al respecto.
―¿Qué quieres Arath? Mejor sácate eso de tus oídos o te juro que te daré de latigazos de nuevo―amenacé y el chico se quitó lo que le dio su madre días atrás cuando supo que estaríamos por esta zona. Amice, por fortuna pasaba bien su embrazo y toda la tirpulción lo sabía. Yo me había vuelto un poco más sobreprotector con ella y le encargaba a Ivo y a Eudasio, el cocinero y su ayudante que también eran luchadores que estuvieron con el viejo capitán al que asesiné para tomar su puesto, para cuidar de ella y de mi hermana, Marcy.
La pequeña a la que al principio no quise, se adaptaba bien. Ophe le habían puesto entre Marcy y Amice. La pequeña de 3 años de edad ya hablaba y no dejaba de llamarme como "Padre". Ellas le habían dicho que me llamara así pero yo agarraba, la alzaba en brazos y la miraba lo más amenazadoramente posible para exigirle que me dijese "Capitán" o "Thomas" o "Thom"... De alguna manera eso le hacía gracia a la pequeña, cuando me enfadaba y sonreía. No comprendía porqué exigía tanto cariño de mi parte pero debía admitir que en el fondo, comenzaba a tenerle aprecio. Era como esos gatos que se acercaban a las personas que los odiaban y al final o lo aceptabas o hacías algo para deshacerte de ellos. En mi caso no podría, aunque apenas supe que era mía, la desprecié con todo mi ser.
Una puta me la había encajado en mi barco y negar que era mía era una locura. Su cabello era del mismo color que el mío y había sacado los ojos de su tía Marcy, los cuales a su vez se parecían a los de mi madre.
Bueno, toda una novela.
―Deben ser aquellos los sobrevivientes de los restos del barco que vimos atrás, mi Capitán―dijo el chico de quince años mientras me pasaba la capa por mi espalda. Además de ser mi sobrino, lo trataba como si fuese un ayudante de cámara, todo a fin de enseñarle todo lo mejor posible para que tuviera con qué defenderse en un futuro.
Era innecesario ser un adivino para que todos supieran que yo no tenía un alma caritativa con nadie así que lo más probable, es que sacara provecho de aquellos pobres infelices desafortunados en su travesía. Las banderas de mi barco eran sólo por el comercio de Lunargenta y lo único que mostraba para indicar que era un pirata, era un emblema en una chqueta que usaba. El prendedor podía colocármelo en el hombro, pecho, o cintura, que ahora mismo ocultaba bajo una banda que se ajustaba por encima del cinto del pantalón, junto a una espada y una petaca de licor. Sino no sería el Capitán Thomas Hidalgo, ¿verdad?
―¡Alisten dos botes!―ordené. Ivo era cocinero, y Eudasio, solía catar mi comida porque tenía sospecha de que cualquiera de mi tripulación ería capaz de alterar los ingredientes de la comida mía con algún fin vengativo o macabro con obvias razones. Yo no los dominaba ni tenía bajo mi mando porque me eran leales, sino que tenían miedo y había negociaciones, pero ellos no eran ningunos santos tampoco―Vamos chico. Tú irás conmigo y otros dos, en el otro bote. Y tomen sus malditas armas por las dudas! Lleven licores, comida y agua bebible―tenía que agradar a mis futuros clientes y de querer salvarse... tendrían que aceptar mis condiciones...
Me incorporé a medias en el bote en que iba con el chico, remando. Yo también lo hacía porque formaba parte de mi ejercicio y si bien era más de mandonear, me gustaba hacer lo que hacía la tripulación también. Me relajaba hacer limpieza y ordenar. Bebí un sorbo de ron de mi petaca, la guardé y agité mi brazo para llamar la atención de aquellos.
―¡Ey!―fue mi modo de saludo, amistoso y finalmente llegamos a la orilla. Salté del mismo. El chico y yo, junto a los otros dos marineros llevamos las embarcaciones a tierra y cando culminamos, dejé los últimos detalles para ellos y me dirigí a los náufragos―Soy el Capitán Thomas Hidalgo―remarqué mi apellido y aguardé a ver reacción alguna por si me reconocían. En su mayoría, las personas de los muelles de Lunargenta y muchos de la ciudad allí odiaban mi apellido gracias a mi padre, quien nos condenó por la eternidad a una vida de miseria hasta que remamos a contracorriente para sobrevivir―Hemos traigo algunas provisiones para los supervivientes... que calculo que son ustedes y...―miraría hacia detrás de ellos, buscando a otros más.
Ignoré las señas previamente de aquella persona pero di a entender con unos marineros que encendieron antorchas, que estábamos prevenidos ante cualquier situación si veíamos algún tipo de amenaza.
Holaa, si quieren que edite algo me avisan. No había leído lo último de Ava que no se había corrido la flecha y ya había completado mi post. Cualquier cosa, me dicen.
De todos modos añadí que sería prudente que no se acercaran al barco o de última que hayan visto que ellos bajaron los botes (?
Thomas J. Hidalgo
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Re: Cicatriz De Vermis [Privado]
Cuándo Ava le informó de la presencia de un barco, Trébol actuó rápido. Había amontonado una pira de madera, de trozos inservibles, en la costa oeste de la isla. Por lo que en cuanto la joven cuerva le informó de la presencia del barco, el licántropo sonrió y corrió hacia la misma. Tardó unos segundos en prenderle fuego a la madera, usando el de la pequeña hoguera que el capitán había mantenido encendida en el pequeño asentamiento dónde habían vivido estos últimos días.
Pero, sin embargo, la hoguera parecía no ser necesaria, pues el barco parecía aproximarse a la isla. ¿Acaso eran completos temerarios? ¿Desconocían la existencia de las sirenas allí?
Los dos hombres elfos llegaron poco después, quizás alertados por la altura de la pira ardiente. Isildam estaba sucio y cansado, pero aún así, el elfo mantenía una porte espléndida. En cambio, su acompañante parecía más reticente a comunicarse y Trébol apenas había logrado intercambiar unas palabras con él.
―¡Dos botes! ¡Esos locos están bajando dos botes!
Trébol miró de nuevo en la dirección del barco, pero no lograba ver eso. Sin duda, la vista de los elfos era mucho más avanzaba, razón por la que lograba ver.
―¡Bueno, eso es genial! Quizás las sirenas no estén al acecho…
La verdad era que su actitud positiva le hacía imaginar siempre lo mejor. Pero dudaba mucho que las sirenas les permitieran salir de allí con facilidad. Simplemente, ellos eran juguetes con las que aquellos monstruosos seres parecían divertirse.
El capitán llegó unos minutos más tarde, cuándo las dos pequeñas embarcaciones se acercaban ya a la costa. Se transformó de dragón a forma humana en apenas unos instantes y Trébol observó de nuevo aquella transformación, que era tan asombrosa cómo la propia.
Un rato después, los dos botes llegaron hasta la isla. Milagrosamente, las salvajes sirenas le habían permitido pasar… pero salir de allí… eso podría ser una historia muy diferente.
El hombre que parecía al mando en aquel pequeño grupo de marineros dio un paso adelante. Se presentó como el Capitán Thomas Hidalgo y salvo el Capitán de El Perseguidor nadie parecía conocer su nombre. O al menos, sólo él fue el que hizo un mínimo de asentimiento ante ese nombre. ¿Le conocía? ¿Había escuchado quizás hablar de él?
―Gracias por las previsiones, Capitán ―le dijo Trébol, que había recuperado la sonrisa― pero deberías cubrir tus orejas con arcilla para el viaje de vuelta, al igual que tus hombres. ¿Podemos marcharnos ya hacia el barco antes de que las sirenas vuelvan? Allí charlaremos, podríamos comer…
En ese momento, sintió cómo el Capitán Patacero apretaba su brazo derecho llamando su atención. Trébol le miró, viendo el desconcierto en los ojos de aquel hombre por primera vez, cómo si tuviera una sirena o algo peor ante sí.
―Pero… ¿qué ocurre?
―Es un conocido pirata... ha traído víveres, por lo que no está pensando llevarnos a su barco pronto. Al menos, no por ahora... O al menos, no a cambio de nada...
Fue entonces cuándo Trébol miró de nuevo al hombre y lo observó cómo si volviera a verlo por primera vez.
Pero, sin embargo, la hoguera parecía no ser necesaria, pues el barco parecía aproximarse a la isla. ¿Acaso eran completos temerarios? ¿Desconocían la existencia de las sirenas allí?
Los dos hombres elfos llegaron poco después, quizás alertados por la altura de la pira ardiente. Isildam estaba sucio y cansado, pero aún así, el elfo mantenía una porte espléndida. En cambio, su acompañante parecía más reticente a comunicarse y Trébol apenas había logrado intercambiar unas palabras con él.
―¡Dos botes! ¡Esos locos están bajando dos botes!
Trébol miró de nuevo en la dirección del barco, pero no lograba ver eso. Sin duda, la vista de los elfos era mucho más avanzaba, razón por la que lograba ver.
―¡Bueno, eso es genial! Quizás las sirenas no estén al acecho…
La verdad era que su actitud positiva le hacía imaginar siempre lo mejor. Pero dudaba mucho que las sirenas les permitieran salir de allí con facilidad. Simplemente, ellos eran juguetes con las que aquellos monstruosos seres parecían divertirse.
El capitán llegó unos minutos más tarde, cuándo las dos pequeñas embarcaciones se acercaban ya a la costa. Se transformó de dragón a forma humana en apenas unos instantes y Trébol observó de nuevo aquella transformación, que era tan asombrosa cómo la propia.
Un rato después, los dos botes llegaron hasta la isla. Milagrosamente, las salvajes sirenas le habían permitido pasar… pero salir de allí… eso podría ser una historia muy diferente.
El hombre que parecía al mando en aquel pequeño grupo de marineros dio un paso adelante. Se presentó como el Capitán Thomas Hidalgo y salvo el Capitán de El Perseguidor nadie parecía conocer su nombre. O al menos, sólo él fue el que hizo un mínimo de asentimiento ante ese nombre. ¿Le conocía? ¿Había escuchado quizás hablar de él?
―Gracias por las previsiones, Capitán ―le dijo Trébol, que había recuperado la sonrisa― pero deberías cubrir tus orejas con arcilla para el viaje de vuelta, al igual que tus hombres. ¿Podemos marcharnos ya hacia el barco antes de que las sirenas vuelvan? Allí charlaremos, podríamos comer…
En ese momento, sintió cómo el Capitán Patacero apretaba su brazo derecho llamando su atención. Trébol le miró, viendo el desconcierto en los ojos de aquel hombre por primera vez, cómo si tuviera una sirena o algo peor ante sí.
―Pero… ¿qué ocurre?
―Es un conocido pirata... ha traído víveres, por lo que no está pensando llevarnos a su barco pronto. Al menos, no por ahora... O al menos, no a cambio de nada...
Fue entonces cuándo Trébol miró de nuevo al hombre y lo observó cómo si volviera a verlo por primera vez.
Trébol
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Re: Cicatriz De Vermis [Privado]
Rápidamente, Trébol reaccionó a su aviso y corrió hacia la hoguera para tomar uno de los trozos que ardían y prender la pira de madera que había ido amontonando durante su búsqueda de materiales. - Eso debería bastar. - pensó Ava, girándose hacia el mar y comprobando que el barco ya había virado en dirección a la isla, como si se hubiesen percatado de su presencia antes incluso de que encendiesen el fuego.
- ¿Nos habrán visto al capitán o a mí mientras sobrevolábamos la zona? - se preguntó, pero no importaba, por fin tenían algo de esperanza, y después de varios días allí abandonados a su suerte, era algo que se agradecía enormemente.
Cuando los elfos regresaron a la playa tras otra de sus incursiones ambos parecían cansados y sus ropajes estaban sucios a causa de los remotos lugares en que habían tenido que meterse para hallar algo que fuese comestible, pero aquello se había vuelto normal. El aspecto general del grupo había ido en picado conforme pasaban los días, por eso necesitaban salir de aquel infierno cuanto antes, y quizá su billete de vuelta a Ulmer estuviese a punto de llegar de manos del capitán de aquel navío.
El problema era que los recién llegados parecían desconocer el peligro que rondaba aquellas aguas, y sin pensárselo, se aventuraron en ellas en un par de botes. - No es buena idea, las sirenas podrían atacarlos en cualquier momento. - pensó la cuerva, mientas el licántropo, todavía conservando su marcado optimismo, comentaba que quizá las acuáticas criaturas no estuviesen al acecho en aquel momento. - Ojalá tengas razón… - susurró, poco antes de que Patacero llegase en su forma bestial y procediese a transformarse de nuevo en humano.
La Midgardiana lo observaba con atención cada vez que se le presentaba la oportunidad, no podía evitarlo, su curiosidad la movía a querer saber más acerca del proceso, pero sabía que aquel no era el momento de dejarse llevar por su interés en todo lo relacionado con la magia y aquel tipo de metamorfosis.
Reunidos junto a la pira, los supervivientes aguardaron hasta que los botes llegaron sorprendentemente intactos hasta la orilla y sus ocupantes se acercaron. Que el mismísimo capitán se hubiese molestado en ir hasta allí para tratar con ellos y llevarles algunas provisiones hizo que la joven viese por fin algo de luz al final de aquel desastroso viaje, por fin podrían regresar a tierra, o eso creía ella.
Pero cuando Trébol sacó el tema Patacero lo tomó por el brazo, interrumpiéndolo, detalle que no pasó desapercibido para la alada. - ¿Qué ocurre? ¿Algo va mal? - caviló, preguntándose si el capitán conocería al recién llegado y sabría algo que pudiera resultar preocupante.
Al igual que ella, el lobo no entendió de primeras el por qué de su acción, así que quiso saber qué era lo que ocurría, y la respuesta del dragón provocó que la cuerva también se pusiese algo tensa. - ¿Un pirata? Eso podría ser un problema… ahora mismo no estamos en las mejores condiciones para afrontar otra pelea. - pensó, buscando alguna alternativa con la que todos pudiesen salir beneficiados. - N… no tenemos mucho que ofrecer, pero quizá podamos pagar nuestro pasaje trabajando en cubierta… - dijo en voz baja, tanto que solo los más cercanos a ella alcanzarían a escucharla, es decir, los miembros de su grupo.
No sabía qué opinaría el resto de su idea, tampoco si Hidalgo aceptaría algo así o tendría sus propias condiciones para permitirles subir a su embarcación, así que guardó silencio, expectante. ¿Con qué intenciones se había acercado a la isla aquel hombre? ¿De verdad quería ayudarlos o intentaría acabar con ellos para arrebatarles lo poco que les quedaba y saquear los cuerpos de los caídos? Pronto lo sabrían.
Los brillantes ojos de la mujer bestia recorrieron entonces con atención a los acompañantes del capitán en busca de debilidades, por si las cosas se torcían y tenía que echar mano a Segadora para defenderse. Uno de los presentes no era más que un crío y eso la descolocó un poco, pero quizá su presencia allí implicase que no buscaba problemas.
- ¿Nos habrán visto al capitán o a mí mientras sobrevolábamos la zona? - se preguntó, pero no importaba, por fin tenían algo de esperanza, y después de varios días allí abandonados a su suerte, era algo que se agradecía enormemente.
Cuando los elfos regresaron a la playa tras otra de sus incursiones ambos parecían cansados y sus ropajes estaban sucios a causa de los remotos lugares en que habían tenido que meterse para hallar algo que fuese comestible, pero aquello se había vuelto normal. El aspecto general del grupo había ido en picado conforme pasaban los días, por eso necesitaban salir de aquel infierno cuanto antes, y quizá su billete de vuelta a Ulmer estuviese a punto de llegar de manos del capitán de aquel navío.
El problema era que los recién llegados parecían desconocer el peligro que rondaba aquellas aguas, y sin pensárselo, se aventuraron en ellas en un par de botes. - No es buena idea, las sirenas podrían atacarlos en cualquier momento. - pensó la cuerva, mientas el licántropo, todavía conservando su marcado optimismo, comentaba que quizá las acuáticas criaturas no estuviesen al acecho en aquel momento. - Ojalá tengas razón… - susurró, poco antes de que Patacero llegase en su forma bestial y procediese a transformarse de nuevo en humano.
La Midgardiana lo observaba con atención cada vez que se le presentaba la oportunidad, no podía evitarlo, su curiosidad la movía a querer saber más acerca del proceso, pero sabía que aquel no era el momento de dejarse llevar por su interés en todo lo relacionado con la magia y aquel tipo de metamorfosis.
Reunidos junto a la pira, los supervivientes aguardaron hasta que los botes llegaron sorprendentemente intactos hasta la orilla y sus ocupantes se acercaron. Que el mismísimo capitán se hubiese molestado en ir hasta allí para tratar con ellos y llevarles algunas provisiones hizo que la joven viese por fin algo de luz al final de aquel desastroso viaje, por fin podrían regresar a tierra, o eso creía ella.
Pero cuando Trébol sacó el tema Patacero lo tomó por el brazo, interrumpiéndolo, detalle que no pasó desapercibido para la alada. - ¿Qué ocurre? ¿Algo va mal? - caviló, preguntándose si el capitán conocería al recién llegado y sabría algo que pudiera resultar preocupante.
Al igual que ella, el lobo no entendió de primeras el por qué de su acción, así que quiso saber qué era lo que ocurría, y la respuesta del dragón provocó que la cuerva también se pusiese algo tensa. - ¿Un pirata? Eso podría ser un problema… ahora mismo no estamos en las mejores condiciones para afrontar otra pelea. - pensó, buscando alguna alternativa con la que todos pudiesen salir beneficiados. - N… no tenemos mucho que ofrecer, pero quizá podamos pagar nuestro pasaje trabajando en cubierta… - dijo en voz baja, tanto que solo los más cercanos a ella alcanzarían a escucharla, es decir, los miembros de su grupo.
No sabía qué opinaría el resto de su idea, tampoco si Hidalgo aceptaría algo así o tendría sus propias condiciones para permitirles subir a su embarcación, así que guardó silencio, expectante. ¿Con qué intenciones se había acercado a la isla aquel hombre? ¿De verdad quería ayudarlos o intentaría acabar con ellos para arrebatarles lo poco que les quedaba y saquear los cuerpos de los caídos? Pronto lo sabrían.
Los brillantes ojos de la mujer bestia recorrieron entonces con atención a los acompañantes del capitán en busca de debilidades, por si las cosas se torcían y tenía que echar mano a Segadora para defenderse. Uno de los presentes no era más que un crío y eso la descolocó un poco, pero quizá su presencia allí implicase que no buscaba problemas.
Ava Kenrith
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Re: Cicatriz De Vermis [Privado]
Cicatriz de Vermis
Y un pirata que aprovecha la situación a su favor
―Mi voluntad es lo suficientemente fuerte como para no andar cayendo en hechizos de sirenas―fue mi respuesta con una muy leve sonrisa, para no ser el de siempre porque de lo contrario habría respondido otra cosa. Miré a mis dos hombres―Ellos si cubren sus oídos pero saben que serán castigados si yo tengo que repetir las cosas dos veces―luego las otras palabras me dejaron algo perplejo. Carraspeé. Daban por hecho que los llevaría al barco y aunque era de necesidad para ellos, me fastidiaban que lo creyeran por seguro. Oí lo que luego dijo otro sujeto, al primero que había hablado. Sonreí bajando la mirada un momento, divirtiéndome con lo que les sucedía― Es verdad... ¿Qué sabes de mí?―pregunté luego clavando la mirada en aquel que advirtió sobre quién era―Es claro que habrá un precio. ¿Si, cariño?―pregunté de pronto mirando a la mujer, sin ser demasiado obvio en cómo la observaba. Podría llegar a incomodarla un poco pero no mostraba el semblante que solía dejar ver cuando visitaba las posadas o burdeles.
―Pensé que tenían tapones en los oídos y por eso no les preocupaban las sirenas...―apunté con el dedo para no olvidarme, contestando al hombre que estaba junto al primero que habló―Podría ser... pero también alguno de ustedes podría quedarse y servirme unas cuantas semanas a mí. Me sería útil ya que en la última tormenta perdí a varios de mis tripulantes. Supongo que el precio sería demasiado... demasiado justo porque si son dos los que se quedarán, entonces solo tendrán que relajarse en el viaje.... Cuatro semanas a bordo conmigo una vez los dejemos a tierra a salvo. En cuanto al que se quede o los dos que se queden, apenas terminen su labor, podrán relajarse y apenas se toque cualquier puerto, allí quedarán―expliqué con la naturalidad de un comerciante.
Saqué el prendedor que tenía una calavera y lo puse rápidamente en mi hombro con la diestra sin dejar de prestar atención a quienes tenía delante. Los otros tres que me acompañaban llegaron hasta nosotros pero ninguno se puso a la par mía. Apenas saludaron un leve gesto a los que tenía delante.
―Ivo es un cocinero bastante fuerte.. no es luchador pero es de mi confianza. Eudasio, este muchacho falto de carne, es un ayudante. No les faltará la buena comida en mi barco. En cuanto a él... Trik... es una garrapata para aquellos a los que no conoce así que espero que no les irrite demasiado su presencia... y sí, decido que vayamos al barco. ¿Cuántos hombres son aquí en total?―el sujeto éste era a quien un vampiro había coaccionado anteriormente para que fuese como ojos y sombras en todo mi barco para detectar e informarme sobre cualquier actividad sospechosa, así que no murieron tantos tripulantes por la tormenta, sino bajo mi espada.
Thomas J. Hidalgo
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Re: Cicatriz De Vermis [Privado]
El optimismo de Trébol disminuía a cada segundo que aquel capitán pasaba en Cicatriz de Vermis. Había escuchado su insólita petición a cambio de un pasaje: que uno o un par de ellos decidieran alistarse en su tripulación durante cuatro semanas. Ese era el precio por salir de aquel maldito lugar.
Trébol miró a su alrededor, pero vio cómo los Capitanes se miraban, desafiantes. Patacero había comenzado a detallas a Hidalgo que había escuchado hablar de él, pero que tampoco sabía demasiado. Si era cierto, Trébol no tenía la forma de saberlo.
Isildam observaba toda la situación, ligeramente apartado. Miraba en dirección al navío, en la distancia, cómo si su vista intentara captar algo que a simple vista no estaba allí. Quizás estaba barajando la posibilidad de unirse a la tripulación…
―¿Podríamos hablarlo? ―preguntó finalmente el elfo, aunque se dirigía al recién llegado. Sin esperar respuesta, dio unos pasos alejándose de ellos, esperando poder hablar con privacidad.
Trébol hizo una señal a Isildam, mientras el Capitán Patacero le dejaba claro a Hidalgo de que en la isla quedaban sólo 5 supervivientes.
―¿Qué estás pensando? ¿Piensas aceptar la oferta?
Isildam miró al grupo, algo desesperado, mientras llegaba Patacero, el último, para incorporarse.
―¿Qué elemento domina, Capitán? ―preguntó susurrando en una voz muy baja.
―El fuego… ¿Por qué?
―Ante el más mínimo movimiento sospechoso de esos hombres, quema una de las dos barcas en las que han llegado.
Sus palabras sorprendieron al licántropo. ¿Qué pretendía hacer Isildam para salir de esa situación? ¿Cómo quemar una de las dos barcas que habían llegado intactas hasta allí en el único barco que pasaría durante meses?
―¿Podríamos negociar de alguna forma? Cuatro semanas en un barco pirata sería mejor que un solo día más aquí…
La verdad era que aquella era una opción razonable, pero… ¿era aquel hombre de fiar? ¿Qué pasaría finalizadas las cuatro semanas? ¿Realmente les dejaría marchar?
―¿A alguien se le ocurre algo? ― expresó el licántropo, cansado de aquella situación, deseoso de dejar aquella isla de una vez por todas...
Trébol miró a su alrededor, pero vio cómo los Capitanes se miraban, desafiantes. Patacero había comenzado a detallas a Hidalgo que había escuchado hablar de él, pero que tampoco sabía demasiado. Si era cierto, Trébol no tenía la forma de saberlo.
Isildam observaba toda la situación, ligeramente apartado. Miraba en dirección al navío, en la distancia, cómo si su vista intentara captar algo que a simple vista no estaba allí. Quizás estaba barajando la posibilidad de unirse a la tripulación…
―¿Podríamos hablarlo? ―preguntó finalmente el elfo, aunque se dirigía al recién llegado. Sin esperar respuesta, dio unos pasos alejándose de ellos, esperando poder hablar con privacidad.
Trébol hizo una señal a Isildam, mientras el Capitán Patacero le dejaba claro a Hidalgo de que en la isla quedaban sólo 5 supervivientes.
―¿Qué estás pensando? ¿Piensas aceptar la oferta?
Isildam miró al grupo, algo desesperado, mientras llegaba Patacero, el último, para incorporarse.
―¿Qué elemento domina, Capitán? ―preguntó susurrando en una voz muy baja.
―El fuego… ¿Por qué?
―Ante el más mínimo movimiento sospechoso de esos hombres, quema una de las dos barcas en las que han llegado.
Sus palabras sorprendieron al licántropo. ¿Qué pretendía hacer Isildam para salir de esa situación? ¿Cómo quemar una de las dos barcas que habían llegado intactas hasta allí en el único barco que pasaría durante meses?
―¿Podríamos negociar de alguna forma? Cuatro semanas en un barco pirata sería mejor que un solo día más aquí…
La verdad era que aquella era una opción razonable, pero… ¿era aquel hombre de fiar? ¿Qué pasaría finalizadas las cuatro semanas? ¿Realmente les dejaría marchar?
―¿A alguien se le ocurre algo? ― expresó el licántropo, cansado de aquella situación, deseoso de dejar aquella isla de una vez por todas...
Trébol
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Re: Cicatriz De Vermis [Privado]
Atenta no solo a las palabras sino también a los gestos del recién llegado, como si quisiera leer sus intenciones, cosa que solía hacer con sus presas cuando salía de caza por el bosque, Ava guardó silencio y se mantuvo en un segundo plano a propósito. Pero interpretar a una persona era mucho más complicado que prever el comportamiento de un animal, así que solo podía vigilar que el capitán no acercase las manos a sus armas o hiciese alguna seña extraña a quienes lo acompañaban.
Y tal como había apuntado Patacero, el supuesto pirata reveló que no les dejaría subir a su barco gratuitamente, como no, tenía que sacar algún partido a aquella buena acción, pero lo que incomodó a la cuerva no fue eso sino la forma en que se dirigió a ella justo después. Por un momento la tensión se apoderó de su cuerpo y sintió la tentación de retroceder para ponerse por detrás de sus compañeros pero se contuvo, no tenía miedo, simplemente no quería que aquel desconocido se fijase de más en ella.
El peso de Segadora en su espalda era lo que la tranquilizaba, aunque no quería que las cosas acabasen mal. Por suerte, Hidalgo no tardó en proponer algo parecido a lo que ella ya había mencionado, necesitaba reemplazar a algunos miembros de su tripulación, a los que había perdido durante una tormenta, así que estaba dispuesto a llevarlos de regreso a Ulmer a cambio de que algunos de ellos trabajasen bajo su mando durante unas semanas.
Con la promesa de liberar a quien optase por quedarse a bordo una vez acabado el plazo, el capitán procedió a colocarse una insignia con forma de calavera en el hombro, bajo la atenta mirada de la Midgardiana, solo por si acaso, y presentar a sus hombres. Luego accedió a llevarlos al barco consigo, pero primero quería saber cuántos supervivientes eran en total, cuestión a la que el dragón respondió en nombre de todos.
En cuanto Isildam le pidió algo de tiempo para hablarlo con los demás, Ava se acercó al elfo, cosa que también hizo su otro misterioso aliado, que hasta el momento se había mantenido ligeramente al margen. El arquero no dudó en preguntar a Patacero por el elemento que dominaba, pidiéndole que hiciese uso del mismo si aquellos hombres hacían cualquier movimiento extraño.
Aquello tomó por sorpresa a la joven, y no fue la única, Trébol tampoco parecía convencido con aquel drástico plan. - Si el capitán se transforma ahora podrían tomarlo como una provocación, ¿de verdad crees que confiarían en nosotros teniendo a un dragón en su forma bestial en nuestro bando? - intervino el peliblanco, en un intento por evitar que todo se saliese de control y acabasen envueltos en otro conflicto.
- Ti.. tiene razón, eso no nos ayudaría… y aunque la pelea fuese inevitable y les ganásemos… ¿cómo tomaríamos el barco? No sabemos cuántos hombres tiene a bordo… - agregó Ava, con apenas un hilo de voz. - Llevamos días sin apenas comer… de… deberíamos evitar enfrentarnos a ellos. - susurró, ya que aunque no quería despertar las sospechas de sus posibles rescatadores, tampoco quería exponer las debilidades de su grupo.
- Pienso como Trébol, cuatro semanas trabajando en cubierta serían una mejor solución… si lo que os preocupa es que no cumpla su palabra de liberaros luego… iré yo. - soltó, sin pensárselo demasiado. - A mí no podrían retenerme… si… si las cosas se complican, me iré volando. - añadió, aunque la idea en sí no le agradaba en absoluto.
Pasar un mes entre piratas, en un ambiente que sin duda le resultaría de lo más incómodo, ¿cómo iba a gustarle ese plan? Claramente prefería que hubiese otra alternativa, pero no se le ocurría ninguna que no los llevase a usar la violencia.
Ivaran la miró de reojo desde debajo de su capucha con expresión seria, valorando si la cuerva, en su afán por evitar el conflicto, estaba pecando de ingenua. - Esa es una pésima idea… ¿una mujer en un barco repleto de delincuentes? De verdad, no se me ocurre una peor… - soltó con tono frío, a pesar de haber visto su destreza en combate. - ¿En qué piensa? Aunque pueda abrir las alas y marcharse cuando le de la gana tarde o temprano bajaría la guardia y quedaría expuesta… - caviló, tachándola de imprudente, algo que empezaba a ser recurrente.
- Quizá sea mejor aceptar su oferta y que lo meditemos durante el trayecto hasta Ulmer, puede que al llegar encontremos otra forma de negociar con él. - propuso, alzando la vista hacia su congénere, que era con quién más había tratado hasta el momento en la isla. - No tenemos por qué decirle quién se quedará a bordo todavía, mis compañeros siguen en el asentamiento licántropo y tenemos algunas piezas de confección élfica, armas, ropa, joyas, quizá le interese hacer un trato a cambio de algunas de ellas. - reveló, confiando en poder comprar el pasaje con parte de las mercancías y así librarse del problema.
Y tal como había apuntado Patacero, el supuesto pirata reveló que no les dejaría subir a su barco gratuitamente, como no, tenía que sacar algún partido a aquella buena acción, pero lo que incomodó a la cuerva no fue eso sino la forma en que se dirigió a ella justo después. Por un momento la tensión se apoderó de su cuerpo y sintió la tentación de retroceder para ponerse por detrás de sus compañeros pero se contuvo, no tenía miedo, simplemente no quería que aquel desconocido se fijase de más en ella.
El peso de Segadora en su espalda era lo que la tranquilizaba, aunque no quería que las cosas acabasen mal. Por suerte, Hidalgo no tardó en proponer algo parecido a lo que ella ya había mencionado, necesitaba reemplazar a algunos miembros de su tripulación, a los que había perdido durante una tormenta, así que estaba dispuesto a llevarlos de regreso a Ulmer a cambio de que algunos de ellos trabajasen bajo su mando durante unas semanas.
Con la promesa de liberar a quien optase por quedarse a bordo una vez acabado el plazo, el capitán procedió a colocarse una insignia con forma de calavera en el hombro, bajo la atenta mirada de la Midgardiana, solo por si acaso, y presentar a sus hombres. Luego accedió a llevarlos al barco consigo, pero primero quería saber cuántos supervivientes eran en total, cuestión a la que el dragón respondió en nombre de todos.
En cuanto Isildam le pidió algo de tiempo para hablarlo con los demás, Ava se acercó al elfo, cosa que también hizo su otro misterioso aliado, que hasta el momento se había mantenido ligeramente al margen. El arquero no dudó en preguntar a Patacero por el elemento que dominaba, pidiéndole que hiciese uso del mismo si aquellos hombres hacían cualquier movimiento extraño.
Aquello tomó por sorpresa a la joven, y no fue la única, Trébol tampoco parecía convencido con aquel drástico plan. - Si el capitán se transforma ahora podrían tomarlo como una provocación, ¿de verdad crees que confiarían en nosotros teniendo a un dragón en su forma bestial en nuestro bando? - intervino el peliblanco, en un intento por evitar que todo se saliese de control y acabasen envueltos en otro conflicto.
- Ti.. tiene razón, eso no nos ayudaría… y aunque la pelea fuese inevitable y les ganásemos… ¿cómo tomaríamos el barco? No sabemos cuántos hombres tiene a bordo… - agregó Ava, con apenas un hilo de voz. - Llevamos días sin apenas comer… de… deberíamos evitar enfrentarnos a ellos. - susurró, ya que aunque no quería despertar las sospechas de sus posibles rescatadores, tampoco quería exponer las debilidades de su grupo.
- Pienso como Trébol, cuatro semanas trabajando en cubierta serían una mejor solución… si lo que os preocupa es que no cumpla su palabra de liberaros luego… iré yo. - soltó, sin pensárselo demasiado. - A mí no podrían retenerme… si… si las cosas se complican, me iré volando. - añadió, aunque la idea en sí no le agradaba en absoluto.
Pasar un mes entre piratas, en un ambiente que sin duda le resultaría de lo más incómodo, ¿cómo iba a gustarle ese plan? Claramente prefería que hubiese otra alternativa, pero no se le ocurría ninguna que no los llevase a usar la violencia.
Ivaran la miró de reojo desde debajo de su capucha con expresión seria, valorando si la cuerva, en su afán por evitar el conflicto, estaba pecando de ingenua. - Esa es una pésima idea… ¿una mujer en un barco repleto de delincuentes? De verdad, no se me ocurre una peor… - soltó con tono frío, a pesar de haber visto su destreza en combate. - ¿En qué piensa? Aunque pueda abrir las alas y marcharse cuando le de la gana tarde o temprano bajaría la guardia y quedaría expuesta… - caviló, tachándola de imprudente, algo que empezaba a ser recurrente.
- Quizá sea mejor aceptar su oferta y que lo meditemos durante el trayecto hasta Ulmer, puede que al llegar encontremos otra forma de negociar con él. - propuso, alzando la vista hacia su congénere, que era con quién más había tratado hasta el momento en la isla. - No tenemos por qué decirle quién se quedará a bordo todavía, mis compañeros siguen en el asentamiento licántropo y tenemos algunas piezas de confección élfica, armas, ropa, joyas, quizá le interese hacer un trato a cambio de algunas de ellas. - reveló, confiando en poder comprar el pasaje con parte de las mercancías y así librarse del problema.
Ava Kenrith
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Re: Cicatriz De Vermis [Privado]
Cicatriz de Vermis
Y un pirata que aprovecha la situación a su favor
Retrocedí un paso para dar pie a que ellos hablasen sobre mi oferta para poder sacarlos de la isla. Cuando descubrí a la mujer mirándome, apenas si le devolví una leve sonrisa insinuante, sutil... Reí para mí, porque me divertía la tensión que había generado en ella. Eso sí deje entrever en mi semblante, hasta que les di el espacio que necesitaban.
― ¿Y bien...? ¿Siguen debatiendo si es mejor quedarse aquí o largarnos? Creí que tenían prisa― dije pacientemente y tratando de sonar lo más amistoso posible.
Miré a los tres hombres de mi tripulación. Eudasio venía conmigo, Trik en la otra junto a otro más que tenían todo listo para subir a los botes. El muchacho que era delgado y era bastante joven, casi como Arath, sí tenía su buena fuerza tras estar bajo mi mando. Anteriormente, se había criado con malos modales, fue un polizón muy irrespetuoso hasta que mi antecesor lo dejó en una celda sin comida ni agua hasta que se debilitó. Le hizo rogar por un trozo de pan y vino, porque agua no pensó en darle y así fue como ese muchacho se unió al barco... bajo la humillación y ruego. Al final, como mi querida Amice y Yulia, terminaron por acostumbrarse a esto con el correr del tiempo.
―Me gustaría saber, ya que han hablado bastante... quienes se quedarán en mi barco para evitar sorpresas o desacuerdos entre ustedes cuando lleguemos a su destino―sin sonrisa ni insinuaciones esta vez. Mis negociaciones eran serías y más cuando alguna vida dependía de esto, fuese esclavo, prisionero o algún artilugio que poseyera magia.
Saqué mi petaca de alcohol y bebí un trago, uno para indicar que no había alteración de sustancia en ella y otro trago más, para "saciar" mi sed, luego lo puse delante de mi y miré a los presentes.
― ¿Alguno quiere probar el mejor licor que jamás podrían probar...?―pregunté y si no obtenía respuesta pronto, la guardia en mi cinto junto a la espada nuevamente.
Disculpen tanta tardanza, se me han complicado un poco las cosas por situaciones personales. Cualquier cosa con lo que no estén de acuerdo, me hablan por mp
Thomas J. Hidalgo
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Re: Cicatriz De Vermis [Privado]
Trébol fue escuchando atento el transcurrir de la conversación. La verdad era que cada uno de ellos aportaba una opinión ligeramente diferente a los demás, aunque todos compartían el deseo de salir de aquella isla.
Isildam era el que más reparos tenía a ceder. Acostumbrado a ser el líder, a ser el que diera las órdenes y a controlar las situaciones, el elfo parecía contrariado al ver que no tenía ningún tipo de control en esa situación.
Si realmente el Capitán Hidalgo tenía problemas con su tripulación, ¿era seguro viajar en ese barco? ¿Y si había un levantamiento contra el capitán cuándo ellos estuvieran a bordo? Las dudas le agolpaban en su mente.
Entonces, la voz del Capitán llegó hasta ellos. Quería saber qué dos personas le acompañarían en su tripulación. Los observó a todos antes de que hablaran. La verdad era que la propuesta de Ava parecía inteligente: si ella y el capitán aceptaban y ambos se marcharan volando en la primera oportunidad que tuvieran, ninguno se vería obligado a convertirse en marinero forzoso.
Con la mirada, vio cómo Isildam llevaba sus ojos hasta el capitán, haciéndole pensar a Trébol que quizás el elfo había pensado lo mismo.
―¿Alguno quiere probar el mejor licor que jamás podrían probar...?
Trébol miró en dirección al pirata. Quizás siendo agradable, simpático y amable, podría terminar convenciéndole de que lo hiciera por simple compasión…
―¡No me vendría nada mal un trago! ―dijo, alegremente, mientras caminaba en dirección al Capitán.
La verdad era que no estaba acostumbrado a beber. Disfrutaba enormemente de la cerveza negra de Ulmer, pero rara vez bebía cualquier otra bebida que no fuera esa…
Por eso cuándo dio un trago a la petaca del pirata, bajo la amenazante mirada de sus acompañantes, el fuerte sabor de la bebida le hizo encoger cada rasgo de su rostro a causa del peculiar sabor del brebaje.
―¡Joder! Sin duda, es una bebida fuerte… ―exclamó ligeramente asqueado― No sería capaz de dar otro trago, Capitán... ¿Podríamos hablar del tema camino al barco? Temo que las sirenas vuelvan y nos impidan regresar... tienen un cántico hermoso que te hace querer hundirte con ellas y una vez te agarran, no te dejan escapar hasta que el último aliento de aire ha salido de tus pulmones... Hunden barcos... imagínate esas barcas con las que habéis llegado... ¿Qué sería entonces de su pasaje, su barco, su tripulación?... No me gustaría que tuviera que pasar por eso, por lo que nosotros llevamos pasando aquí...
Trébol intentaría la estrategia de intentar caer bien al Capitán, intentar que empatizara, hacerle comprender que no se encontraban en cualquier lugar, que cada momento allí era peligroso... Todos sabían que si querían salir de allí pronto, aquella era su mejor oportunidad… siempre y cuando las sirenas les permitieran hacerlo…
Isildam era el que más reparos tenía a ceder. Acostumbrado a ser el líder, a ser el que diera las órdenes y a controlar las situaciones, el elfo parecía contrariado al ver que no tenía ningún tipo de control en esa situación.
Si realmente el Capitán Hidalgo tenía problemas con su tripulación, ¿era seguro viajar en ese barco? ¿Y si había un levantamiento contra el capitán cuándo ellos estuvieran a bordo? Las dudas le agolpaban en su mente.
Entonces, la voz del Capitán llegó hasta ellos. Quería saber qué dos personas le acompañarían en su tripulación. Los observó a todos antes de que hablaran. La verdad era que la propuesta de Ava parecía inteligente: si ella y el capitán aceptaban y ambos se marcharan volando en la primera oportunidad que tuvieran, ninguno se vería obligado a convertirse en marinero forzoso.
Con la mirada, vio cómo Isildam llevaba sus ojos hasta el capitán, haciéndole pensar a Trébol que quizás el elfo había pensado lo mismo.
―¿Alguno quiere probar el mejor licor que jamás podrían probar...?
Trébol miró en dirección al pirata. Quizás siendo agradable, simpático y amable, podría terminar convenciéndole de que lo hiciera por simple compasión…
―¡No me vendría nada mal un trago! ―dijo, alegremente, mientras caminaba en dirección al Capitán.
La verdad era que no estaba acostumbrado a beber. Disfrutaba enormemente de la cerveza negra de Ulmer, pero rara vez bebía cualquier otra bebida que no fuera esa…
Por eso cuándo dio un trago a la petaca del pirata, bajo la amenazante mirada de sus acompañantes, el fuerte sabor de la bebida le hizo encoger cada rasgo de su rostro a causa del peculiar sabor del brebaje.
―¡Joder! Sin duda, es una bebida fuerte… ―exclamó ligeramente asqueado― No sería capaz de dar otro trago, Capitán... ¿Podríamos hablar del tema camino al barco? Temo que las sirenas vuelvan y nos impidan regresar... tienen un cántico hermoso que te hace querer hundirte con ellas y una vez te agarran, no te dejan escapar hasta que el último aliento de aire ha salido de tus pulmones... Hunden barcos... imagínate esas barcas con las que habéis llegado... ¿Qué sería entonces de su pasaje, su barco, su tripulación?... No me gustaría que tuviera que pasar por eso, por lo que nosotros llevamos pasando aquí...
Trébol intentaría la estrategia de intentar caer bien al Capitán, intentar que empatizara, hacerle comprender que no se encontraban en cualquier lugar, que cada momento allí era peligroso... Todos sabían que si querían salir de allí pronto, aquella era su mejor oportunidad… siempre y cuando las sirenas les permitieran hacerlo…
Trébol
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Re: Cicatriz De Vermis [Privado]
Sin volver a intervenir en la conversación, Ava escuchó con atención las palabras del elfo mientras proponía utilizar parte de las mercancías de su pueblo para hacer un trato diferente con el capitán, pero ¿estaría Hidalgo dispuesto a aceptar algo así? No lo tenía tan claro.
Quizá la avaricia del pirata, pues estaba segura de que para dedicarse a algo semejante aquel hombre debía tener debilidad por el dinero y los tesoros, jugase en favor del grupo, pero no podía darlo por sentado, ya que a excepción de Patacero, los demás no tenían ni idea del tipo de persona que tenían delante. - Ojalá sea suficiente… - pensó la cuerva, creyendo realmente que tendrían el trayecto para organizarse y decidir qué hacer al final, pero no fue el caso.
Casi como si se hubiese dado cuenta de lo que hablaban entre ellos, el capitán quiso saber quiénes se quedarían a bordo antes de partir hacia su navío, y en su semblante se reflejó una seriedad que hasta el momento no había mostrado. - Algo me dice que no nos conviene intentar jugársela. - caviló Ivaran, planteándose poner todas las cartas sobre la mesa y hablarle de los valiosos objetos que los suyos habían llevado hasta Ulmer.
Sin embargo, antes de que pudiese decir nada, el recién llegado echó mano a una petaca que descansaba en el interior de su abrigo y dio un trago, ofreciendo a los presentes un poco de aquel licor, invitación que Trébol no dudó en aceptar. Manteniendo su actitud siempre amistosa, a pesar de las circunstancias, el licántropo probó la bebida y mencionando de nuevo a las sirenas, trató de que la conversación se trasladase a la cubierta del barco.
- Es cierto, esas criaturas destrozaron el casco de nuestro navío con mucha facilidad, esas barcas no les durarían un asalto, llevan días acechándonos desde el agua, deberíamos aprovechar que nos han dado un respiro para ponernos a salvo lejos de su territorio… - lo apoyó el peliblanco, esperando que el humano entendiese que después de rondarlos durante días, las acuáticas bestias no tardarían en regresar. - Además, dudo mucho que vuestra llegada haya pasado desapercibida para ellas, sacadnos de la isla y hablemos rumbo a Ulmer, solo queremos perder de vista este lugar, no somos una amenaza para vosotros. - continuó, aunque aquella última parte de la frase era una mentira.
Que hubiesen sobrevivido hasta entonces se debía a la cooperación y a las habilidades y puntos fuertes de cada miembro del grupo. Contaban con la fuerza y agilidad de los guerreros, la magia del dragón, la puntería de los arqueros y el don sanador de los hijos del bosque, así que en resumen, su equipo estaba bien equilibrado en todos los sentidos. Ciertamente podían llegar a ser un peligro para el pirata y su tripulación si se lo proponían, pero el cansancio y desgaste que llevaban a cuestas inclinaba la balanza hacia la vía de la negociación.
- Aunque nos lleves al barco seguiremos estando en tus manos, de camino a tierra tendremos tiempo de sobra para tratar el tema y encontrar la mejor solución para todos, ya que asumo que algunos de nosotros te resultaremos más aptos para el trabajo que otros… - soltó, esperando dar en la diana. Que les permitiese elegir entre ellos era una inesperada muestra de consideración, pero desde un punto de vista más estratégico, a Hidalgo le convenía verlos en acción para valorar quién podría serle útil a bordo.
- ¿Y bien? ¿qué opina? ¿no sería mejor que nos marchásemos de una vez y nos evalúe allí? - preguntó, aunque a decir verdad, no tenía ni la más mínima intención de ser uno de los que pasase a formar parte de la tripulación.
La voz del elfo dio paso al silencio, mientras sus compañeros observaban con atención al humano, esperando su respuesta. - ¿Conseguirán convencerlo con eso? - pensó la morena, pensando en qué hacer si la cosa no salía bien, en última instancia, se ofrecería voluntaria a pesar de que pudiese ser una idea de la que se terminase arrepintiendo luego.
Quizá la avaricia del pirata, pues estaba segura de que para dedicarse a algo semejante aquel hombre debía tener debilidad por el dinero y los tesoros, jugase en favor del grupo, pero no podía darlo por sentado, ya que a excepción de Patacero, los demás no tenían ni idea del tipo de persona que tenían delante. - Ojalá sea suficiente… - pensó la cuerva, creyendo realmente que tendrían el trayecto para organizarse y decidir qué hacer al final, pero no fue el caso.
Casi como si se hubiese dado cuenta de lo que hablaban entre ellos, el capitán quiso saber quiénes se quedarían a bordo antes de partir hacia su navío, y en su semblante se reflejó una seriedad que hasta el momento no había mostrado. - Algo me dice que no nos conviene intentar jugársela. - caviló Ivaran, planteándose poner todas las cartas sobre la mesa y hablarle de los valiosos objetos que los suyos habían llevado hasta Ulmer.
Sin embargo, antes de que pudiese decir nada, el recién llegado echó mano a una petaca que descansaba en el interior de su abrigo y dio un trago, ofreciendo a los presentes un poco de aquel licor, invitación que Trébol no dudó en aceptar. Manteniendo su actitud siempre amistosa, a pesar de las circunstancias, el licántropo probó la bebida y mencionando de nuevo a las sirenas, trató de que la conversación se trasladase a la cubierta del barco.
- Es cierto, esas criaturas destrozaron el casco de nuestro navío con mucha facilidad, esas barcas no les durarían un asalto, llevan días acechándonos desde el agua, deberíamos aprovechar que nos han dado un respiro para ponernos a salvo lejos de su territorio… - lo apoyó el peliblanco, esperando que el humano entendiese que después de rondarlos durante días, las acuáticas bestias no tardarían en regresar. - Además, dudo mucho que vuestra llegada haya pasado desapercibida para ellas, sacadnos de la isla y hablemos rumbo a Ulmer, solo queremos perder de vista este lugar, no somos una amenaza para vosotros. - continuó, aunque aquella última parte de la frase era una mentira.
Que hubiesen sobrevivido hasta entonces se debía a la cooperación y a las habilidades y puntos fuertes de cada miembro del grupo. Contaban con la fuerza y agilidad de los guerreros, la magia del dragón, la puntería de los arqueros y el don sanador de los hijos del bosque, así que en resumen, su equipo estaba bien equilibrado en todos los sentidos. Ciertamente podían llegar a ser un peligro para el pirata y su tripulación si se lo proponían, pero el cansancio y desgaste que llevaban a cuestas inclinaba la balanza hacia la vía de la negociación.
- Aunque nos lleves al barco seguiremos estando en tus manos, de camino a tierra tendremos tiempo de sobra para tratar el tema y encontrar la mejor solución para todos, ya que asumo que algunos de nosotros te resultaremos más aptos para el trabajo que otros… - soltó, esperando dar en la diana. Que les permitiese elegir entre ellos era una inesperada muestra de consideración, pero desde un punto de vista más estratégico, a Hidalgo le convenía verlos en acción para valorar quién podría serle útil a bordo.
- ¿Y bien? ¿qué opina? ¿no sería mejor que nos marchásemos de una vez y nos evalúe allí? - preguntó, aunque a decir verdad, no tenía ni la más mínima intención de ser uno de los que pasase a formar parte de la tripulación.
La voz del elfo dio paso al silencio, mientras sus compañeros observaban con atención al humano, esperando su respuesta. - ¿Conseguirán convencerlo con eso? - pensó la morena, pensando en qué hacer si la cosa no salía bien, en última instancia, se ofrecería voluntaria a pesar de que pudiese ser una idea de la que se terminase arrepintiendo luego.
Ava Kenrith
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Re: Cicatriz De Vermis [Privado]
Cicatriz de Vermis
Y un pirata que aprovecha la situación a su favor
Esbocé una leve sonrisa cuando el hombre probó de mi licor y lo ofreció a los demás. Cuando nadie más quiso, recuperé la botella y la volví a dejar en mi cinto junto a mi espada.
―Gracias por la preocupación, pero sí, cuando lo deseen pero... primero díganme mejor quienes serán los que serán los que se queden así cerramos el trato. No me gusta sentir las cosas inconclusas―hablé con calma pero estaba decidido a no mover ni un bote para ir al barco hasta que no dijesen quienes se quedaría―Conozco el riesgo que hay y mis hombres están preparados para eso... yo sólo confío en mí mismo y nada de trucos. La voluntad lo es todo y se lo puede decir mi esposa, hermana y mi sobrino que están allí―señalé con un gesto hacia el barco. Lo que podían decirle es lo terco que era―No... prefiero que cerremos aquí mismo la negociación, ya que sería justo y cuatro semanas... es un tiempo bastante corto y una buena oferta incluso.. No pasarán hambre ni frío, tendrán un buen catre, siempre y cuando se comporten en mi barco. Algo que odio son los comentarios a mi espalda. El último que dijo algo fue sobre mi esposa. Le hundí el cuchillo desde el abdomen hasta la garganta... o al revés... hasta sus tripas se salieron. Pero hago castigos más leves como los latigazos pero... eso es para los que no saben respetar las normas de mi hogar... o sea, de mi querido barco y creo que ninguno aquí necesita más problemas. Os ofreceré buen viaje y aventura mientras puedan aprender bien y saber desempeñarse en las labores a cambio de este salvamento―mi voz se mantenía calma siempre y no había burla ni nada. Por eso no me embriagaba antes de los negocios aunque sí solía tomar algún que otro trago.
Se oyó un cuerno desde lejos y me hizo girar la cabeza hacia mi barco.
―Mi Capitán, usted ordene...―
―¿Insinúas que debo apresurarme y por lo tanto estás diciéndome lo que debo hacer, Eudasio? ―pregunté enarcando mis cejas hacia el chico, que se puso nervioso, más mantuvo su compostura y carraspeó previo a contestar.
―No mi señor...―
―Si te preocupas, supuestamente por las mujeres, sé que saben cuidarse así que mejor cierra tu boca y espera a que se cierre esto―volví mi atención hacia los que podrían ser los nuevos tripulantes, esperando que aceptaran y sino, a su suerte pues.
Thomas J. Hidalgo
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Re: Cicatriz De Vermis [Privado]
Trébol escuchó la propuesta de Ivaran y la correspondiente respuesta del Capitán Hidalgo. Impaciente, exhaló todo el aire de sus pulmones, frustrado con la situación. Cuánto más tiempo perdieran en la isla, más complicado sería volver.
―Yo me ofrezco, si ponemos rumbo al barco cuánto antes. No hay tiempo que perder.
La verdad era que valía la pena sufrir 4 semanas a bordo de aquel barco antes que arriesgarse a continuar allí. Sus cuerpos estaban ya debilitados, sus mentes cansadas, incluso el optimismo de Trébol parecía llegar a su fin de un momento a otro.
La verdad era que Trébol había esperado que el capitán Patacero diese un paso adelante. Era un hombre de mar, pero quizás conocer los rumores sobre Hidalgo le hacían denegar la propuesta.
―Está bien. También iré.
Sin duda, Isildam era el candidato perfecto. Tenía gran aplomo y Trébol, desde que lo conocía, se había dado cuenta de que además era competente y seguro de sí mismo. Además, el chico era jodidamente encantador. Seguramente en unos días, tendría a todos los marineros encandilados con su carisma.
Trébol miró en dirección a los otros e hizo un gesto de conformismo. Luego, dirigió de nuevo su vista hacia Hidalgo.
―Debemos marcharnos ahora mismo, por favor. Si las sirenas vuelven o atacan su barco, no habrá forma de salir de aquí… incluso hay caníbales en el interior de la isla…
La historia de los caníbales había sido cierta hasta hacía unos días antes, aunque parecía que la batalla nocturna había acabado con todos ellos. A pesar de ello, habían hecho guardias durante las largas madrugadas por si recibían un ataque.
―Deberíamos marcharnos, Capitán. Si la noche nos sorprende aquí, lo lamentará... piense en su esposa... ―añadió Isildam, dirigiéndose también al hombre.
―Yo me ofrezco, si ponemos rumbo al barco cuánto antes. No hay tiempo que perder.
La verdad era que valía la pena sufrir 4 semanas a bordo de aquel barco antes que arriesgarse a continuar allí. Sus cuerpos estaban ya debilitados, sus mentes cansadas, incluso el optimismo de Trébol parecía llegar a su fin de un momento a otro.
La verdad era que Trébol había esperado que el capitán Patacero diese un paso adelante. Era un hombre de mar, pero quizás conocer los rumores sobre Hidalgo le hacían denegar la propuesta.
―Está bien. También iré.
Sin duda, Isildam era el candidato perfecto. Tenía gran aplomo y Trébol, desde que lo conocía, se había dado cuenta de que además era competente y seguro de sí mismo. Además, el chico era jodidamente encantador. Seguramente en unos días, tendría a todos los marineros encandilados con su carisma.
Trébol miró en dirección a los otros e hizo un gesto de conformismo. Luego, dirigió de nuevo su vista hacia Hidalgo.
―Debemos marcharnos ahora mismo, por favor. Si las sirenas vuelven o atacan su barco, no habrá forma de salir de aquí… incluso hay caníbales en el interior de la isla…
La historia de los caníbales había sido cierta hasta hacía unos días antes, aunque parecía que la batalla nocturna había acabado con todos ellos. A pesar de ello, habían hecho guardias durante las largas madrugadas por si recibían un ataque.
―Deberíamos marcharnos, Capitán. Si la noche nos sorprende aquí, lo lamentará... piense en su esposa... ―añadió Isildam, dirigiéndose también al hombre.
Trébol
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Re: Cicatriz De Vermis [Privado]
Haciendo un esfuerzo para que su rostro no delatase que la situación empezaba a impacientarle, Ivaran vio como sus esfuerzos por convencer al capitán de tratar el asunto una vez a bordo se iban al traste. - Está decidido a no moverse de aquí hasta que le demos una respuesta concreta. - pensó, sin perder detalle de lo que decía el humano. Hasta el momento le había quedado claro que Hidalgo era un hombre directo y sin pelos en la lengua, pero ésto cobró fuerza cuando reveló lo que le había hecho a uno de sus tripulantes por no seguir sus normas.
El desdichado se había atrevido a hablar de su esposa a sus espaldas y eso le había costado la vida, hasta cierto punto tenía sentido que tratándose de su mujer hubiese reaccionado así, pero viendo el carácter que se gastaba, debían tener mucho cuidado. - Tengo que conseguir que los demás se ofrezcan voluntarios… - meditó, mirando de reojo al resto de su grupo. No le interesaba que la cuerva se alistase en aquel barco, pero ¿cómo podría convencer a los otros de que aceptasen el trato?
Ava por su parte observaba con cierta impresión al capitán, su revelación la había tomado por sorpresa, aunque entendía que hubiese tomado cartas en el asunto al estar un ser querido involucrado. Ella misma había perdido los papeles más de una vez por motivos parecidos, así que no era quién para juzgarlo. - Al menos hay más mujeres en el barco… eso me tranquiliza. - pensó, planteándose de nuevo pasar a formar parte de la tripulación con tal de salir de aquel maldito lugar, pero el sonido de un cuerno la sacó de sus cavilaciones.
Algo estaba pasando en el navío y los marineros intentaban avisar a su capitán, ¿serían las sirenas? Todo había estado demasiado tranquilo, pero ¿por qué atacar la embarcación teniendo un objetivo mucho más fácil en la orilla? ¿Acaso intentaban provocarlos para que intentasen regresar y darles caza de camino? Después de ver la astucia de aquellas acuáticas criaturas era algo que no podía descartar.
Tenían que resolver el asunto lo antes posible para comprobar qué estaba pasando, y por suerte, Trébol dio un paso al frente y se ofreció voluntario, seguido de Isildam, con lo que parecía que finalmente podrían abandonar el infierno en que habían pasado por tantas cosas.
Ambos instaron a Hidalgo a marcharse de allí cuanto antes, dando por terminada la negociación, y fue entonces cuando la morena avanzó ligeramente, clavando sus ambarinos ojos en el humano. - Si… si le parece bien, me adelantaré para ver qué pasa en el barco… si es cosa de las sirenas haré lo posible por repelerlas hasta que lleguen. - se ofreció, desplegando las negras alas hacia los lados.
Segadora reposaba en su espalda, lista para ser desenganchada en cuanto la necesitase, y ya que tenía algo de experiencia lidiando con aquellas molestas bestias, sabía bien qué hacer. - No debemos perder tiempo o dañarán el casco como nos hicieron a nosotros… - señaló, esperando unos segundos antes de coger carrerilla y alzar el vuelo en dirección al navío que representaba su salvación y la del resto del grupo.
Y aunque estaba cansada por la escasez de comida y pocas horas que había dormido en los últimos días, la Midgardiana batió las oscuras extremidades con tanta fuerza como le fue posible, alzándose en busca de una corriente de aire que la ayudase a ganar velocidad.
- Otra vez… - masculló Ivaran por lo bajo, empezando a pensar que eso de actuar por impulso era algo natural en ella, aunque teniendo en cuenta su origen bestial, quizá fuese lo normal. - Bueno, ya está resuelto el tema de los tripulantes, capitán, dé la orden o destrozarán nuestra única vía de escape. - dijo, uniéndose a las peticiones de Trébol e Isildam.
El desdichado se había atrevido a hablar de su esposa a sus espaldas y eso le había costado la vida, hasta cierto punto tenía sentido que tratándose de su mujer hubiese reaccionado así, pero viendo el carácter que se gastaba, debían tener mucho cuidado. - Tengo que conseguir que los demás se ofrezcan voluntarios… - meditó, mirando de reojo al resto de su grupo. No le interesaba que la cuerva se alistase en aquel barco, pero ¿cómo podría convencer a los otros de que aceptasen el trato?
Ava por su parte observaba con cierta impresión al capitán, su revelación la había tomado por sorpresa, aunque entendía que hubiese tomado cartas en el asunto al estar un ser querido involucrado. Ella misma había perdido los papeles más de una vez por motivos parecidos, así que no era quién para juzgarlo. - Al menos hay más mujeres en el barco… eso me tranquiliza. - pensó, planteándose de nuevo pasar a formar parte de la tripulación con tal de salir de aquel maldito lugar, pero el sonido de un cuerno la sacó de sus cavilaciones.
Algo estaba pasando en el navío y los marineros intentaban avisar a su capitán, ¿serían las sirenas? Todo había estado demasiado tranquilo, pero ¿por qué atacar la embarcación teniendo un objetivo mucho más fácil en la orilla? ¿Acaso intentaban provocarlos para que intentasen regresar y darles caza de camino? Después de ver la astucia de aquellas acuáticas criaturas era algo que no podía descartar.
Tenían que resolver el asunto lo antes posible para comprobar qué estaba pasando, y por suerte, Trébol dio un paso al frente y se ofreció voluntario, seguido de Isildam, con lo que parecía que finalmente podrían abandonar el infierno en que habían pasado por tantas cosas.
Ambos instaron a Hidalgo a marcharse de allí cuanto antes, dando por terminada la negociación, y fue entonces cuando la morena avanzó ligeramente, clavando sus ambarinos ojos en el humano. - Si… si le parece bien, me adelantaré para ver qué pasa en el barco… si es cosa de las sirenas haré lo posible por repelerlas hasta que lleguen. - se ofreció, desplegando las negras alas hacia los lados.
Segadora reposaba en su espalda, lista para ser desenganchada en cuanto la necesitase, y ya que tenía algo de experiencia lidiando con aquellas molestas bestias, sabía bien qué hacer. - No debemos perder tiempo o dañarán el casco como nos hicieron a nosotros… - señaló, esperando unos segundos antes de coger carrerilla y alzar el vuelo en dirección al navío que representaba su salvación y la del resto del grupo.
Y aunque estaba cansada por la escasez de comida y pocas horas que había dormido en los últimos días, la Midgardiana batió las oscuras extremidades con tanta fuerza como le fue posible, alzándose en busca de una corriente de aire que la ayudase a ganar velocidad.
- Otra vez… - masculló Ivaran por lo bajo, empezando a pensar que eso de actuar por impulso era algo natural en ella, aunque teniendo en cuenta su origen bestial, quizá fuese lo normal. - Bueno, ya está resuelto el tema de los tripulantes, capitán, dé la orden o destrozarán nuestra única vía de escape. - dijo, uniéndose a las peticiones de Trébol e Isildam.
Ava Kenrith
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Re: Cicatriz De Vermis [Privado]
Cicatriz de Vermis
Y un pirata que aprovecha la situación a su favor
Fruncí el ceño hacia el nuevo marinero que se había ofrecido a cambio de salvarlos.
―Bien. Deben saber que no toleraré sugerencias a no ser que las pida... menos las intenciones de manipularme como "píense en su esposa" como si eso me obligase a actuar por ella―lo dije con calma, sin mostrarme ofendido porque era la primera advertencia y miré al otro muchacho―Perfecto. Vamos entonces a bordo a mi querido barco. Miré a mis hombres y les hice seña para que ayudasen a estar personas.
―Lo mismo para ti―dije a la mujer porque odiaba que me dijeran qué demonios hacer o no hacer―Es bueno que hoy no ande de mal humor porque de lo contrario podría optado por otra decisión en cuanto a las presiones por movernos... Vamos....―gruñí al final para apremiarlos sin dejar de lanzar alguna que otra mirada de enfado o de advertencia.
De hecho, el que me insistieran, presionaran o trataran de manipular de algún modo, me fastidiaba mucho. Sí, así de jodido era yo.
―No, iremos todos juntos. Nada de habilidades en mi barco o las cosas se podrán feas y mis hombres y mujeres en el barco saben como lidiar con todo lo que se presente. Así que descuide, mujer y suba a bordo del bote así nos ponemos en marcha entonces―entre la frialdad que aún sentía en lo que me molestó antes, forcé una sonrisa leve, pero ¿quién no era capaz de leer mi semblante? Tampoco me importaba ocultar mucho el enfado, pero una vez que todo se movieron me serené un poco. Se me daba fatal estarme quieto por mucho tiempo y si lo hacía era bajo los efectos del alcohol.
"A esta mujer le haré trabajar duro en mi barco y en vedad que no me ha tomado con mal humor" cuando vi que batió esas alas oscuras y alcé la mirada furiosa. En el barco les hablaría, pero era seguro que le haríá trabajar como a cualquiera de los demás tripulantes.
Treinta días mas tarde...
Cumplí con lo dicho y finalmente, estuvimos en el muelle de Roilkat donde dejaría a los dos voluntarios.
Sólo habrían castigos que impartí a algunos miembros de mi tripulación pero latigazos nada más por alguna conducta que creí inapropiada o bien, porque habían dejado algo mal hecho. Mi esposa, Amice había dado sus servicios de medicina a quien lo requiriera y Marcy, les habría confeccionado prendas de vestir o bordado algunas. Su hijo había sido quien los había orientado y aconsejado sobre lo qué hacer o no en el barco para mantener una buena convivencia.
En fin, había sido un viaje tranquilo. En los últimos treinta días, los dos voluntarios conocieron cómo era la vida en mi barco, los negocios y los asuntos de comerciante, lo cual era la fachada que presentaba para evitar que me apresaran por piratería. ¿Cómo no podían considerar un hobbi lo que yo hacía? Trabajaba como ellos querían y ¿no podía hacer algo extra? Lo mismo que con mi querida Amice. La amaba y todo mi ser y alma era para ella, pero ¿tal mal es que quisiese jugar con otras mujeres? No había sentimientos con las otras, sólo diversión y ella nunca quería comprender esto.
Apenas dediqué un leve saludo a los voluntarios en tanto nos alejábamos del muelle tras haber gestionado toda la mercancía para vender y la que compramos para nuestro nuevo viaje y destino.
Thomas J. Hidalgo
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