LATROM OJEPSE LE [OJABART]
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LATROM OJEPSE LE [OJABART]
La academia Hekshold lucía imponente incluso a plena noche, iluminada sólo por la luz de la luna. Cohen avanzaba por un puente de piedra que daba acceso al lugar, cargado con su bolsa de viaje. En su interior, Betis, el pequeño pantera, asomaba su cabeza al exterior, observando el entorno con curiosidad.
Había escuchado una interesante oferta. Un trabajo simple y buen remunerado. Fácil de realizar. Sólo había que buscar a un tal Wilhelm, un joven junto a un espejo.
Lo encontró en una de las entradas del edificio. Pelo rojizo, ojos claros, con la cara repleta de pequeñas pecas anaranjadas. Rondaría los veinte años.
A su lado, un espejo de altura media, con unos excelentes grabados en su madera y un reluciente cristal que reflejaba la luz plateada de la luna.
―Buenas noches. Nikolas Cohen ―dijo, presentándose a la vez que se señalaba, mientras observaba al chico, aunque con el rabillo del ojo, dirigía al espejo una nueva mirada― He venido a aceptar la propuesta de trabajo… ¿Acaso es éste el espejo?
“Aún no estamos todos…”
Lo más asombroso del asunto es que el joven no abrió la boca. Aún así, el vampiro pudo escuchar la voz del chico de forma nítida en su mente, algo que le sobrecogió y sorprendió… ¡Cosas de brujos!
Cohen resopló impaciente y se dejó caer contra las frías paredes de piedra de la Academia, colocando su bolsa de viaje entre sus piernas. Betis aprovechó la oportunidad para saltar al exterior y caminó un par de pasos en dirección a Wilhelm, a quién olió con curiosidad.
“Betis es precioso”
―Lo sé…
El vampiro se quedó sorprendido por la facilidad con la que había contestado, convencido de haber escuchado de nuevo su voz. Además, el joven sabía el nombre de la pequeña pantera, cuándo él no lo había pronunciado. ¿Cómo era eso posible?
Cohen sintió curiosidad y se preguntó si el joven respondería a sus preguntas sobre cómo había llegado a controlar esa habilidad. Los efectos de la magia de su voz podrían ser brutales si aprendía cómo dominar esa técnica.
“Si crees que voy a soltar prenda a un vampiro, vas listo…”
―¿Pero qué demonios?
Cohen miró al edificio, curioso. Sin duda, muchas cosas podrían aprenderse allí. Era asombroso que un lugar tan intelectual, tan repleto de numerosos conocimientos, no hubiera llamado su atención antes… Incluso se preguntó si se podría apuntar a alguna clase de la Academia en algún momento…
“¿Crees que te aceptarían? ¿A ti? Lo dudo.”
El vampiro, con una clara falta de paciencia, observó al chico con desgana, preguntándose cuándo se libraría de su molesta presencia. Wilhelm, tras seguramente escuchar ese pensamiento en su cabeza, no dudó en sonreír.
# Wilhelm: #33ff00
Había escuchado una interesante oferta. Un trabajo simple y buen remunerado. Fácil de realizar. Sólo había que buscar a un tal Wilhelm, un joven junto a un espejo.
Lo encontró en una de las entradas del edificio. Pelo rojizo, ojos claros, con la cara repleta de pequeñas pecas anaranjadas. Rondaría los veinte años.
A su lado, un espejo de altura media, con unos excelentes grabados en su madera y un reluciente cristal que reflejaba la luz plateada de la luna.
―Buenas noches. Nikolas Cohen ―dijo, presentándose a la vez que se señalaba, mientras observaba al chico, aunque con el rabillo del ojo, dirigía al espejo una nueva mirada― He venido a aceptar la propuesta de trabajo… ¿Acaso es éste el espejo?
“Aún no estamos todos…”
Lo más asombroso del asunto es que el joven no abrió la boca. Aún así, el vampiro pudo escuchar la voz del chico de forma nítida en su mente, algo que le sobrecogió y sorprendió… ¡Cosas de brujos!
Cohen resopló impaciente y se dejó caer contra las frías paredes de piedra de la Academia, colocando su bolsa de viaje entre sus piernas. Betis aprovechó la oportunidad para saltar al exterior y caminó un par de pasos en dirección a Wilhelm, a quién olió con curiosidad.
“Betis es precioso”
―Lo sé…
El vampiro se quedó sorprendido por la facilidad con la que había contestado, convencido de haber escuchado de nuevo su voz. Además, el joven sabía el nombre de la pequeña pantera, cuándo él no lo había pronunciado. ¿Cómo era eso posible?
Cohen sintió curiosidad y se preguntó si el joven respondería a sus preguntas sobre cómo había llegado a controlar esa habilidad. Los efectos de la magia de su voz podrían ser brutales si aprendía cómo dominar esa técnica.
“Si crees que voy a soltar prenda a un vampiro, vas listo…”
―¿Pero qué demonios?
Cohen miró al edificio, curioso. Sin duda, muchas cosas podrían aprenderse allí. Era asombroso que un lugar tan intelectual, tan repleto de numerosos conocimientos, no hubiera llamado su atención antes… Incluso se preguntó si se podría apuntar a alguna clase de la Academia en algún momento…
“¿Crees que te aceptarían? ¿A ti? Lo dudo.”
El vampiro, con una clara falta de paciencia, observó al chico con desgana, preguntándose cuándo se libraría de su molesta presencia. Wilhelm, tras seguramente escuchar ese pensamiento en su cabeza, no dudó en sonreír.
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# Wilhelm: #33ff00
Última edición por Cohen el Miér Jul 05 2023, 11:32, editado 1 vez
Cohen
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Re: LATROM OJEPSE LE [OJABART]
Meses después de su regreso a las islas, y de haber dejado atrás la maldición que la había obligado a caminar por las sombras durante casi un año, la hechicera aún no había conseguido desprenderse de algunos de los hábitos de su época como vampira.
De vez en cuando, salía en mitad de la noche a caminar sin rumbo fijo por las calles de la ciudad, cosa que al dragón no le agradaba demasiado, pero teniendo en cuenta todo por lo que su compañera había pasado, intentaba mostrarse comprensible. Por eso ya no hacía preguntas cuando la veía prepararse, simplemente hacía lo mismo y la acompañaba.
Sin embargo, Alister también tenía sus obligaciones, trabajaba como instructor de la guardia de Beltrexus entrenando a los aprendices a soldados, y no podía ir con Elen a todos sus paseos nocturnos.
Bajo la brillante luz de la luna, que se mostraba en todo su esplendor, la de cabellos cenicientos abandonó el hogar que ambos compartían para dirigirse a la capital de los brujos, donde si los rumores que le habían llegado hacía menos de una semana eran ciertos, su pequeña escapada se volvería algo más interesante.
Dejando de lado las calles principales de la ciudad, se encaminó hacia un lugar bien conocido para ella, la imponente Hekshold, que de noche adquiría una apariencia algo más tétrica y misteriosa. Y en una de sus entradas laterales, tal como le habían dicho, encontró a la persona que buscaba, aunque no estaba solo.
- Tú debes ser Wilhelm. - apuntó, tras observar fugazmente a los dos individuos que aguardaban junto al edificio. El chico encajaba con la descripción que le habían dado, y a su lado descansaba el objeto que en principio sería el centro de aquel trabajo, un ornamentado espejo de metro y medio de alto. - Elen Calhoun, no sabía que pensabas contratar a más de una persona… - dejó caer, ésta vez desviando sus verdes ojos hacia el otro hombre, cuyo éter y aura le resultaban extrañamente familiares.
“Solo me cubro las espaldas, no puedo permitirme que algo salga mal.”
La respuesta del joven llegó a la mente de la bruja sin que éste moviese los labios ni un ápice, pero a ella no le extraño, estaba acostumbrada a ver todo tipo de habilidades en los miembros de su raza.
- Bien, por mi parte no hay problema… siempre que me pagues. - soltó, percatándose del pequeño animalillo que los acompañaba, una curiosa pantera. - ¿De quién será? Solo espero que no nos delate. - pensó, alzando la vista de nuevo hacia el muchacho.
“A mí no me mires, la ha traído él.”
La expresión de la hechicera se ensombreció un tanto al comprobar que Wilhelm no solo tenía la capacidad de comunicarse telepáticamente sino también de leer las mentes de otros, y el chico se dio cuenta enseguida de su cambio de actitud.
“Quien me iba a decir que una ex Centinela terminaría trabajando para mí…”
- Te lo advierto, deja de hurgar en mi cabeza o lo lamentarás. - lo cortó de inmediato, cruzando los brazos sobre el pecho y dedicándole una gélida mirada.
“Vale, vale, tampoco es para ponerse así… mejor centrémonos en lo que hemos venido a hacer aquí, o más bien lo que vais a hacer vosotros, porque yo estoy demasiado ocupado…”
- Querrás decir que no te atreves a hacerlo por ti mismo, pero continúa. - replicó Elen, sin cortarse un pelo, ya que él tampoco había tenido reparos a la hora de meterse en sus pensamientos.
“Ejem…”
Aquel carraspeó también llegó a la benjamina de los Calhoun, dándole la razón.
“El trabajo es sencillo y os pagaré bien por ello, solo tenéis que llevar este espejo al interior y cambiarlo por uno idéntico que se encuentra en una de las habitaciones de los catedráticos, que casualmente, no se encuentran en la academia ahora mismo.”
Puede que aquel muchacho no tuviese lo necesario para colarse en el Hekshold y llevar a cabo la tarea por sí mismo, pero al menos se había informado para encontrar la mejor oportunidad de hacerlo sin que los descubriesen.
- No perdamos más tiempo entonces, estudié aquí hace años así que conozco el lugar, puedo guiarte una vez dentro. - comentó, centrando su atención en el otro individuo, cuyo nombre aún no sabía.
De vez en cuando, salía en mitad de la noche a caminar sin rumbo fijo por las calles de la ciudad, cosa que al dragón no le agradaba demasiado, pero teniendo en cuenta todo por lo que su compañera había pasado, intentaba mostrarse comprensible. Por eso ya no hacía preguntas cuando la veía prepararse, simplemente hacía lo mismo y la acompañaba.
Sin embargo, Alister también tenía sus obligaciones, trabajaba como instructor de la guardia de Beltrexus entrenando a los aprendices a soldados, y no podía ir con Elen a todos sus paseos nocturnos.
Bajo la brillante luz de la luna, que se mostraba en todo su esplendor, la de cabellos cenicientos abandonó el hogar que ambos compartían para dirigirse a la capital de los brujos, donde si los rumores que le habían llegado hacía menos de una semana eran ciertos, su pequeña escapada se volvería algo más interesante.
Dejando de lado las calles principales de la ciudad, se encaminó hacia un lugar bien conocido para ella, la imponente Hekshold, que de noche adquiría una apariencia algo más tétrica y misteriosa. Y en una de sus entradas laterales, tal como le habían dicho, encontró a la persona que buscaba, aunque no estaba solo.
- Tú debes ser Wilhelm. - apuntó, tras observar fugazmente a los dos individuos que aguardaban junto al edificio. El chico encajaba con la descripción que le habían dado, y a su lado descansaba el objeto que en principio sería el centro de aquel trabajo, un ornamentado espejo de metro y medio de alto. - Elen Calhoun, no sabía que pensabas contratar a más de una persona… - dejó caer, ésta vez desviando sus verdes ojos hacia el otro hombre, cuyo éter y aura le resultaban extrañamente familiares.
“Solo me cubro las espaldas, no puedo permitirme que algo salga mal.”
La respuesta del joven llegó a la mente de la bruja sin que éste moviese los labios ni un ápice, pero a ella no le extraño, estaba acostumbrada a ver todo tipo de habilidades en los miembros de su raza.
- Bien, por mi parte no hay problema… siempre que me pagues. - soltó, percatándose del pequeño animalillo que los acompañaba, una curiosa pantera. - ¿De quién será? Solo espero que no nos delate. - pensó, alzando la vista de nuevo hacia el muchacho.
“A mí no me mires, la ha traído él.”
La expresión de la hechicera se ensombreció un tanto al comprobar que Wilhelm no solo tenía la capacidad de comunicarse telepáticamente sino también de leer las mentes de otros, y el chico se dio cuenta enseguida de su cambio de actitud.
“Quien me iba a decir que una ex Centinela terminaría trabajando para mí…”
- Te lo advierto, deja de hurgar en mi cabeza o lo lamentarás. - lo cortó de inmediato, cruzando los brazos sobre el pecho y dedicándole una gélida mirada.
“Vale, vale, tampoco es para ponerse así… mejor centrémonos en lo que hemos venido a hacer aquí, o más bien lo que vais a hacer vosotros, porque yo estoy demasiado ocupado…”
- Querrás decir que no te atreves a hacerlo por ti mismo, pero continúa. - replicó Elen, sin cortarse un pelo, ya que él tampoco había tenido reparos a la hora de meterse en sus pensamientos.
“Ejem…”
Aquel carraspeó también llegó a la benjamina de los Calhoun, dándole la razón.
“El trabajo es sencillo y os pagaré bien por ello, solo tenéis que llevar este espejo al interior y cambiarlo por uno idéntico que se encuentra en una de las habitaciones de los catedráticos, que casualmente, no se encuentran en la academia ahora mismo.”
Puede que aquel muchacho no tuviese lo necesario para colarse en el Hekshold y llevar a cabo la tarea por sí mismo, pero al menos se había informado para encontrar la mejor oportunidad de hacerlo sin que los descubriesen.
- No perdamos más tiempo entonces, estudié aquí hace años así que conozco el lugar, puedo guiarte una vez dentro. - comentó, centrando su atención en el otro individuo, cuyo nombre aún no sabía.
Elen Calhoun
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Re: LATROM OJEPSE LE [OJABART]
Cohen observó cómo otra persona se acercaba hasta allí, por lo que dio un par de pasos hacia la oscuridad, intentando que su presencia pasara desapercibida, hasta que pudiera comprobar que era seguro mostrarse.
Tras un cordial saludo entre ellos y amenaza consiguiente por invasión mental, Cohen se agachó para tomar de nuevo a Betis entre sus manos, acariciándolo con los dedos, mientras cariñosamente, el bebé pantera le mordía suavemente el pulgar. ¿Acaso le estaban brotando ya sus colmillos?
Fue entonces cuándo el chico comenzó a transferir desde su mente las instrucciones de aquel trabajo tanto a la mujer cómo a él. Un trabajo que parecía de lo más sencillo. Sustituir un espejo por otro de la habitación de un catedrático, ausente de la Academia.
Al terminar de dar las instrucciones, el vampiro se acercó un poco más hacia ellos y no tardó en reconocer a esa mujer.
La había conocido en el baile de Bragival, aquel que había terminado siendo un baño de sangre. La ocasión no había dado pie a intimar mucho con la desconocida. Había ese misterio que resolver…
En ese mismo momento, escuchó de nuevo la maldita voz en su mente:
“¡Así que vosotros ya os conocéis!”
―Algo así… ¿Me recuerdas? Soy Cohen. Coincidimos en Sacrestic Ville, durante el Bragival…
“En un baño de sangre, por lo que sé…”
Cohen, hastiado, furioso, controlando sus ganas de dirigir al molesto chico uno de sus gritos, metió a Betis en el interior de la bolsa de viaje que colgaba de su espalda. La pantera, curiosa, asomó de nuevo la cabeza al exterior.
―No parece demasiado difícil… y si conoces el interior del edificio, nos irá bien, ¿no crees?
La verdad era que aquel dinero parecía fácil de conseguir. El chico quería hacerse con el espejo con alguna razón y simplemente, no quería arriesgarse a que lo descubrieran.
―¿Cuál sería la entrada más discreta? ―le preguntó a la mujer, mientras observaba a su alrededor, antes de dirigirse hacia el espejo.
En la parte trasera, el espejo tenía un pequeño gancho y haciendo algo de fuerza, lo cargó con él mientras esperaba que su compañera comenzara a guiarle al interior del edificio.
Al otro lado del edificio, cuatro pequeños hombres hamsters, que eran gansters, corrían veloces hacia uno de sus muros, portando cada uno de ellos una esquina de un espejo de un metro y medio de largo. Tras apoyar el delicado objeto contra la pared de piedra, se acercaron hacia una de las numerosas entradas de la Academia.
La verdad era que apenas estaba custodiada por un vigilante nocturno, enfrascado en la lectura de un grueso tomo, intentando no conciliar el sueño. Cuándo las pequeñas cuatro fierecillas le atacaron, el anciano de larga barba se mostró sorprendido por las feroces mordidas.
Gracias a su magia de aire, conjuró un torbellino que provocó que los hamsters gansters salieran despedidos hacia atrás, liberándole de sus afilados dientes roedores. Fue cuándo algo impactó sobre su cabeza, cayendo al suelo a causa del dolor. Unos segundos más tarde, mientras recuperaba la consciencia, alzó su cabeza unos centímetros para ver cómo los hamsters corrían de nuevo hacia él.
Tras un cordial saludo entre ellos y amenaza consiguiente por invasión mental, Cohen se agachó para tomar de nuevo a Betis entre sus manos, acariciándolo con los dedos, mientras cariñosamente, el bebé pantera le mordía suavemente el pulgar. ¿Acaso le estaban brotando ya sus colmillos?
Fue entonces cuándo el chico comenzó a transferir desde su mente las instrucciones de aquel trabajo tanto a la mujer cómo a él. Un trabajo que parecía de lo más sencillo. Sustituir un espejo por otro de la habitación de un catedrático, ausente de la Academia.
Al terminar de dar las instrucciones, el vampiro se acercó un poco más hacia ellos y no tardó en reconocer a esa mujer.
La había conocido en el baile de Bragival, aquel que había terminado siendo un baño de sangre. La ocasión no había dado pie a intimar mucho con la desconocida. Había ese misterio que resolver…
En ese mismo momento, escuchó de nuevo la maldita voz en su mente:
“¡Así que vosotros ya os conocéis!”
―Algo así… ¿Me recuerdas? Soy Cohen. Coincidimos en Sacrestic Ville, durante el Bragival…
“En un baño de sangre, por lo que sé…”
Cohen, hastiado, furioso, controlando sus ganas de dirigir al molesto chico uno de sus gritos, metió a Betis en el interior de la bolsa de viaje que colgaba de su espalda. La pantera, curiosa, asomó de nuevo la cabeza al exterior.
―No parece demasiado difícil… y si conoces el interior del edificio, nos irá bien, ¿no crees?
La verdad era que aquel dinero parecía fácil de conseguir. El chico quería hacerse con el espejo con alguna razón y simplemente, no quería arriesgarse a que lo descubrieran.
―¿Cuál sería la entrada más discreta? ―le preguntó a la mujer, mientras observaba a su alrededor, antes de dirigirse hacia el espejo.
En la parte trasera, el espejo tenía un pequeño gancho y haciendo algo de fuerza, lo cargó con él mientras esperaba que su compañera comenzara a guiarle al interior del edificio.
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Al otro lado del edificio, cuatro pequeños hombres hamsters, que eran gansters, corrían veloces hacia uno de sus muros, portando cada uno de ellos una esquina de un espejo de un metro y medio de largo. Tras apoyar el delicado objeto contra la pared de piedra, se acercaron hacia una de las numerosas entradas de la Academia.
La verdad era que apenas estaba custodiada por un vigilante nocturno, enfrascado en la lectura de un grueso tomo, intentando no conciliar el sueño. Cuándo las pequeñas cuatro fierecillas le atacaron, el anciano de larga barba se mostró sorprendido por las feroces mordidas.
Gracias a su magia de aire, conjuró un torbellino que provocó que los hamsters gansters salieran despedidos hacia atrás, liberándole de sus afilados dientes roedores. Fue cuándo algo impactó sobre su cabeza, cayendo al suelo a causa del dolor. Unos segundos más tarde, mientras recuperaba la consciencia, alzó su cabeza unos centímetros para ver cómo los hamsters corrían de nuevo hacia él.
Cohen
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Re: LATROM OJEPSE LE [OJABART]
En cuanto el segundo individuo se acercó ligeramente a ellos, la de cabellos cenicientos cayó en que ya lo había visto antes, eso explicaba que el éter que lo rodeaba le resultase vagamente familiar.
“¡Así que vosotros ya os conocéis!” - intervino Wilhelm, sin hacer caso a la advertencia de la hechicera sobre no andar hurgando en mentes ajenas. Elen lo miró por el rabillo del ojo con gesto serio, pero su atención pasó de nuevo a Cohen en cuanto éste tomó la palabra y le recordó el lugar en que habían coincidido. - El Bragival… - musitó para sí, ya que no tenía muy buenos recuerdos de aquella noche en Sacrestic.
“En un baño de sangre, por lo que sé…” - volvió a hablar el joven, que andaba metiendo sus narices en los pensamientos del hombre. - Déjalo ya o tendrás que ir tú a cambiar el espejo. - le advirtió mentalmente, justo antes de que el que sería su compañero en aquel trabajo recogiese a su curiosa mascota y se preparase para entrar a la academia.
- No nos descubrirán, de eso me ocupo yo. - aseguró con tranquilidad, no solo porque conocía bien el interior del edificio de su época como estudiante, sino porque confiaba en que sus habilidades podrían solucionar cualquier problema que pudiese surgir, ya fuese por las buenas o por las malas.
- Normalmente hay un par de vigilantes cuidando las entradas principales, así que usaremos una de las secundarias. - contestó, mientras Cohen tomaba la iniciativa de cargar el ornamentado y aparatoso objeto. - Por aquí. - señaló, emprendiendo el camino hacia uno de los laterales del Hekshold.
Valiéndose de la tenue luz de la luna, la de ojos verdes avanzó junto al muro con lentitud, atenta a cualquier posible ruido que delatase la presencia de alguno de los brujos que custodiaban el edificio. - Esto sería más sencillo si siguiese siendo vampira… - pensó, pero sus días al amparo de las sombras habían terminado y debía hacer lo posible por olvidar esa etapa de su vida.
- ¿Vas bien? Enseguida llegaremos… - susurró a su compañero, para asegurarse de que el espejo no le suponía un problema a la hora de caminar. Solo debían recorrer un pequeño tramo y doblar una esquina para alcanzar la parte trasera de la academia, allí encontrarían una modesta puerta por la que los trabajadores del Hekshold entraban y salían durante el día.
En cuanto llegaron al punto en que debían girar, la benjamina de los Calhoun levantó una mano para indicar a Cohen que se detuviese un momento, y con cautela, se asomó al otro lado, comprobando que no había nadie en la zona antes de seguir. Y sin decir nada, continuó hasta el lugar en cuestión, donde los esperaba la entrada que usarían para colarse, cerrada por supuesto.
Teniendo en cuenta que era de noche aquel detalle era de esperar, pero no suponía un problema, no para alguien que contaba con la telequinesis de su lado. Agachándose levemente para observar la cerradura, Elen comprobó que habían echado la llave por dentro y seguía allí, cruzada para evitar que alguien forzase la puerta, algo que en tierra de brujos podía parecer bastante absurdo.
Colocando la mano justo en aquel punto, la joven cerró los ojos y se concentró para manipular el pequeño objeto, haciéndolo girar con sus poderes hasta que un click le indicó que había conseguido abrirla.
Apoyando la palma contra la superficie de madera, empujó suavemente y se adentró en el oscuro pasillo, donde una vez más echó en falta algunas de sus habilidades de señora de las sombras. Ya no podía ver con claridad en aquel tipo de ambientes, prácticamente iba a ciegas, aunque podía remediarlo.
Poco a poco, la electricidad se fue concentrando alrededor de su diestra, envolviendo desde el antebrazo hasta la punta de los dedos para luego reunirse en una pequeña y tenue esfera de energía celeste. - Con esto debería ser suficiente para que podamos movernos aquí dentro. - dijo en voz baja, echando la vista atrás hacia su compañero. - Vamos. - indicó, haciéndose a un lado para dejarlo pasar antes de cerrar la puerta de nuevo.
- Los cuartos de los catedráticos están en la planta alta, tenemos que llegar hasta el vestíbulo o una de las escaleras laterales y subir. - reveló poco después, buscando mentalmente la ruta más rápida y a la vez segura para evitar que pudiesen toparse accidentalmente con alguien de camino. - Será mejor no acercarse a la zona central, vayamos por aquí. - se decidió segundos más tarde, poniéndose en marcha rumbo a una de las escaleras.
“¡Así que vosotros ya os conocéis!” - intervino Wilhelm, sin hacer caso a la advertencia de la hechicera sobre no andar hurgando en mentes ajenas. Elen lo miró por el rabillo del ojo con gesto serio, pero su atención pasó de nuevo a Cohen en cuanto éste tomó la palabra y le recordó el lugar en que habían coincidido. - El Bragival… - musitó para sí, ya que no tenía muy buenos recuerdos de aquella noche en Sacrestic.
“En un baño de sangre, por lo que sé…” - volvió a hablar el joven, que andaba metiendo sus narices en los pensamientos del hombre. - Déjalo ya o tendrás que ir tú a cambiar el espejo. - le advirtió mentalmente, justo antes de que el que sería su compañero en aquel trabajo recogiese a su curiosa mascota y se preparase para entrar a la academia.
- No nos descubrirán, de eso me ocupo yo. - aseguró con tranquilidad, no solo porque conocía bien el interior del edificio de su época como estudiante, sino porque confiaba en que sus habilidades podrían solucionar cualquier problema que pudiese surgir, ya fuese por las buenas o por las malas.
- Normalmente hay un par de vigilantes cuidando las entradas principales, así que usaremos una de las secundarias. - contestó, mientras Cohen tomaba la iniciativa de cargar el ornamentado y aparatoso objeto. - Por aquí. - señaló, emprendiendo el camino hacia uno de los laterales del Hekshold.
Valiéndose de la tenue luz de la luna, la de ojos verdes avanzó junto al muro con lentitud, atenta a cualquier posible ruido que delatase la presencia de alguno de los brujos que custodiaban el edificio. - Esto sería más sencillo si siguiese siendo vampira… - pensó, pero sus días al amparo de las sombras habían terminado y debía hacer lo posible por olvidar esa etapa de su vida.
- ¿Vas bien? Enseguida llegaremos… - susurró a su compañero, para asegurarse de que el espejo no le suponía un problema a la hora de caminar. Solo debían recorrer un pequeño tramo y doblar una esquina para alcanzar la parte trasera de la academia, allí encontrarían una modesta puerta por la que los trabajadores del Hekshold entraban y salían durante el día.
En cuanto llegaron al punto en que debían girar, la benjamina de los Calhoun levantó una mano para indicar a Cohen que se detuviese un momento, y con cautela, se asomó al otro lado, comprobando que no había nadie en la zona antes de seguir. Y sin decir nada, continuó hasta el lugar en cuestión, donde los esperaba la entrada que usarían para colarse, cerrada por supuesto.
Teniendo en cuenta que era de noche aquel detalle era de esperar, pero no suponía un problema, no para alguien que contaba con la telequinesis de su lado. Agachándose levemente para observar la cerradura, Elen comprobó que habían echado la llave por dentro y seguía allí, cruzada para evitar que alguien forzase la puerta, algo que en tierra de brujos podía parecer bastante absurdo.
Colocando la mano justo en aquel punto, la joven cerró los ojos y se concentró para manipular el pequeño objeto, haciéndolo girar con sus poderes hasta que un click le indicó que había conseguido abrirla.
Apoyando la palma contra la superficie de madera, empujó suavemente y se adentró en el oscuro pasillo, donde una vez más echó en falta algunas de sus habilidades de señora de las sombras. Ya no podía ver con claridad en aquel tipo de ambientes, prácticamente iba a ciegas, aunque podía remediarlo.
Poco a poco, la electricidad se fue concentrando alrededor de su diestra, envolviendo desde el antebrazo hasta la punta de los dedos para luego reunirse en una pequeña y tenue esfera de energía celeste. - Con esto debería ser suficiente para que podamos movernos aquí dentro. - dijo en voz baja, echando la vista atrás hacia su compañero. - Vamos. - indicó, haciéndose a un lado para dejarlo pasar antes de cerrar la puerta de nuevo.
- Los cuartos de los catedráticos están en la planta alta, tenemos que llegar hasta el vestíbulo o una de las escaleras laterales y subir. - reveló poco después, buscando mentalmente la ruta más rápida y a la vez segura para evitar que pudiesen toparse accidentalmente con alguien de camino. - Será mejor no acercarse a la zona central, vayamos por aquí. - se decidió segundos más tarde, poniéndose en marcha rumbo a una de las escaleras.
Elen Calhoun
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Re: LATROM OJEPSE LE [OJABART]
Caminaron sigilosos hacia una de las puertas secundarias de la Academia. A medida que rodeaban el edificio, Cohen se percató de la gran extensión de aquella institución y de la enorme cantidad de historias que ocultarían sus paredes.
Elen le guiaba mientras él cargaba con el espejo, intentando no tropezar con ningún desnivel del suelo. A su espalda, el pequeño Betis se movía inquieto en el interior de su bolsa de viaje.
Al llegar hasta la puerta, el vampiro observó cómo la bruja usaba el poder de su mente para abrir la puerta desde el interior. El hombre de las sombras siempre se quedaba fascinado al comprobar los poderes mágicos de otras razas y lo útiles que parecían. Un breve instante más tarde, la puerta estaba abierta y pudieron pasar al interior.
Con cuidado, inclinó ligeramente el espejo para hacerlo pasar por el hueco de la puerta y al llegar al otro lado, lo dejó caer momentáneamente contra el suelo, para contemplar con fascinación la belleza del interior del edificio. Ver en la oscuridad le permitía distinguir detalles del lugar cómo si de día se trataba, aunque tuvo que dejar a un lado, su fascinación, pues Elen avanzaba rápida, sin ser atraída por el atrayente entorno. Quizás porque ya estaba tan acostumbrada a él que le resultaba cotidiano.
La bruja le indicó el camino hasta unas escaleras, situadas en uno de los rincones más tranquilos del lugar. Tomando de nuevo el espejo, cargó con el objeto siguiendo los pasos de la bruja.
―Siempre imaginé la Academia cómo un lugar lleno de vida… ¿Por qué apenas hay personas en este lugar?
Sabía que muchos brujos se encontraban fuera en estos momentos, pero aún así, le extrañó la ausencia de otras personas, recorriendo aquellos pasillos… incluso escuchar el rumor de las voces en la lejanía en algún lugar… sin embargo, la calma era absoluta, algo que intranquilizaba bastante a Cohen.
Ascendieron un par de niveles. El vampiro se limitaba a seguir a la bruja que parecía desenvolverse demasiado bien en el lugar. Él la seguía con un gran acto de fe y confianza ciega, mientras se preguntaba por qué aquella tarea estaba tan bien pagada, si resultaba increíblemente fácil…
Caminaron por un pasillo hasta lo que parecía ser una pequeña sala distribuidora. De ella, surgían algunos otros corredores en múltiples direcciones, todos ellos con numerosas puertas a cada lado de sus paredes.
El vampiro observó cómo se cruzaban con una primera persona, una mujer joven que atravesaba el otro extremo de la sala, demasiado concentrada cómo para percatarse de la presencia de ambos.
―¿Sabes cuál es la habitación exacta? ―preguntó el vampiro con voz queda, mientras se cuestionaba sobre si él podría recordar cual de aquellas puertas era la correcta.
Los hámsteres gánsteres estaban en el interior del edificio. Cada uno de ellos continuaba portando una de las esquinas del espejo, que permanecía en horizontal. Uno de ellos llevaba consigo además parte de la barba del brujo que habían asaltado, que había tomado cómo trofeo de batalla.
Ascendieron hasta el segundo nivel por una estrecha escalera circular. Subir dos plantas con aquel espejo por esa terrible escalonada había sido un terrible tedio, pero el espejo logró llegar intacto. Sólo les quedaba sustituirlo por el correcto y llevarse el original, tal y cómo llevaban planeando desde hacía meses.
En aquel extremo del edificio, se escuchaban numerosas voces. Parecía estar celebrándose algún tipo de reunión en una de las aulas magnas anexas a esas escaleras, por lo que los hámsteres gánsteres aumentaron su sigilo y caminaron lentamente y en silencio a través del estrecho pasillo que daba paso a una sala distribuidora, de la que partían otros pasillos con numerosas puertas.
Elen le guiaba mientras él cargaba con el espejo, intentando no tropezar con ningún desnivel del suelo. A su espalda, el pequeño Betis se movía inquieto en el interior de su bolsa de viaje.
Al llegar hasta la puerta, el vampiro observó cómo la bruja usaba el poder de su mente para abrir la puerta desde el interior. El hombre de las sombras siempre se quedaba fascinado al comprobar los poderes mágicos de otras razas y lo útiles que parecían. Un breve instante más tarde, la puerta estaba abierta y pudieron pasar al interior.
Con cuidado, inclinó ligeramente el espejo para hacerlo pasar por el hueco de la puerta y al llegar al otro lado, lo dejó caer momentáneamente contra el suelo, para contemplar con fascinación la belleza del interior del edificio. Ver en la oscuridad le permitía distinguir detalles del lugar cómo si de día se trataba, aunque tuvo que dejar a un lado, su fascinación, pues Elen avanzaba rápida, sin ser atraída por el atrayente entorno. Quizás porque ya estaba tan acostumbrada a él que le resultaba cotidiano.
La bruja le indicó el camino hasta unas escaleras, situadas en uno de los rincones más tranquilos del lugar. Tomando de nuevo el espejo, cargó con el objeto siguiendo los pasos de la bruja.
―Siempre imaginé la Academia cómo un lugar lleno de vida… ¿Por qué apenas hay personas en este lugar?
Sabía que muchos brujos se encontraban fuera en estos momentos, pero aún así, le extrañó la ausencia de otras personas, recorriendo aquellos pasillos… incluso escuchar el rumor de las voces en la lejanía en algún lugar… sin embargo, la calma era absoluta, algo que intranquilizaba bastante a Cohen.
Ascendieron un par de niveles. El vampiro se limitaba a seguir a la bruja que parecía desenvolverse demasiado bien en el lugar. Él la seguía con un gran acto de fe y confianza ciega, mientras se preguntaba por qué aquella tarea estaba tan bien pagada, si resultaba increíblemente fácil…
Caminaron por un pasillo hasta lo que parecía ser una pequeña sala distribuidora. De ella, surgían algunos otros corredores en múltiples direcciones, todos ellos con numerosas puertas a cada lado de sus paredes.
El vampiro observó cómo se cruzaban con una primera persona, una mujer joven que atravesaba el otro extremo de la sala, demasiado concentrada cómo para percatarse de la presencia de ambos.
―¿Sabes cuál es la habitación exacta? ―preguntó el vampiro con voz queda, mientras se cuestionaba sobre si él podría recordar cual de aquellas puertas era la correcta.
________________________________________________
Los hámsteres gánsteres estaban en el interior del edificio. Cada uno de ellos continuaba portando una de las esquinas del espejo, que permanecía en horizontal. Uno de ellos llevaba consigo además parte de la barba del brujo que habían asaltado, que había tomado cómo trofeo de batalla.
Ascendieron hasta el segundo nivel por una estrecha escalera circular. Subir dos plantas con aquel espejo por esa terrible escalonada había sido un terrible tedio, pero el espejo logró llegar intacto. Sólo les quedaba sustituirlo por el correcto y llevarse el original, tal y cómo llevaban planeando desde hacía meses.
En aquel extremo del edificio, se escuchaban numerosas voces. Parecía estar celebrándose algún tipo de reunión en una de las aulas magnas anexas a esas escaleras, por lo que los hámsteres gánsteres aumentaron su sigilo y caminaron lentamente y en silencio a través del estrecho pasillo que daba paso a una sala distribuidora, de la que partían otros pasillos con numerosas puertas.
Cohen
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Re: LATROM OJEPSE LE [OJABART]
Sin dar más detalles, la hechicera emprendió el ascenso a través de la escalera lateral del edificio, echando la vista atrás de vez en cuando para cerciorarse de que su compañero no tenía problemas para transportar el aparatoso espejo. Tal como había dicho Wilhelm, el interior parecía más desierto que de costumbre, tanto que resultaba inquietante. ¿Dónde se habían metido todos los brujos que normalmente pernoctaban en la academia?
- Que los catedráticos abandonen el lugar durante unos días no es extraño, tienen obligaciones fuera de las islas… pero ¿y los demás? Ya deberíamos haber escuchado a alguien al menos… - pensó Elen, mientras enfilaba uno de los pasillos aguzando el oído en busca de algún indicio de que no estaban completamente solos.
Pero por más que se mantenía alerta, no logró captar ningún sonido que delatase la cercanía de otras personas, así que siguió avanzando hasta llegar al corredor que desembocaba en la sala de la que partían los diferentes pasillos de habitaciones.
Fue entonces cuando una silueta al otro lado de la estancia la hizo detenerse en seco, pero afortunadamente la mujer siguió su camino sin reparar en ellos. - Por poco. - susurró la bruja, que instintivamente había escondido la eléctrica esfera de luz a su espalda. - ¿Sabes cuál es la habitación exacta? - preguntó Cohen, retomando el trabajo en cuanto la posible amenaza se desvaneció.
- Más o menos, están separadas por categoría… ese pasillo lleva a las de los aprendices, el segundo a las de los profesores y ese de ahí es el de los catedráticos, el que nos interesa. - señaló, esperando un poco antes de volver a ponerse en marcha, solo por si acaso. - Wilhelm no nos dijo quién era el propietario del espejo original, tendremos que revisarlas una a una hasta encontrarlo. - indicó, ya que a pesar de saber moverse con soltura por el Hekshold, sus visitas a aquellos cuartos durante su época de estudiantes habían sido escasas.
- Empecemos por este lado. - sugirió, acercándose a la primera puerta de la derecha y alargando la mano hacia el pomo para girarlo con lentitud. Dentro de la habitación reinaba la más profunda oscuridad, ambiente en el que hasta no hacía mucho se habría sentido de lo más cómoda, pero las cosas habían cambiado y ahora tenía que echar mano a su elemento para poder desenvolverse entre las sombras.
Lentamente, paseó la mirada por los ornamentados muebles que decoraban el cuarto, que más parecía un estudio a juzgar por la cantidad de estanterías repletas de libros y pergaminos que había. - No parece que sea esta… - dijo en voz baja desde el centro de la sala, punto desde el que podía ver prácticamente todos los rincones.
- Continuemos. - añadió instantes después, justo antes de que un ruido en el exterior la pusiese en alerta de nuevo. - ¿Qué ha sido eso? - preguntó por inercia, aunque no esperaba una respuesta de su compañero. Rápidamente, la de cabellos cenicientos regresó junto a la puerta y se asomó al corredor, alcanzando a atisbar una sombra que desaparecía por el otro lado. - Aquí hay alguien más, tengamos cuidado. - susurró, saliendo al pasillo y echando un vistazo al resto de habitaciones.
No les convenía quedarse mucho tiempo allí dentro, así que fue directa hacia la siguiente para revisar si su objetivo se encontraba en ella, pero no fue el caso, y tuvo que entrar en al menos dos estancias más antes de dar con lo que buscaba.
- Aquí está. - avisó a Cohen, acercándose al ornamentado espejo que Wilhelm les había mandado robar. Sin embargo, un pequeño detalle le resultó de lo más extraño en cuanto se situó frente al mismo. - Algo va mal, no percibo ningún rastro de éter. - reveló, llevando la diestra a la cristalina superficie para tocarla levemente. - Dudo mucho que ese chico se haya tomado tantas molestias solo por un mero objeto decorativo, éste no es el original, se nos han adelantado. - soltó con seriedad, dirigiendo sus verdes ojos hacia su acompañante.
Al otro lado del corredor, justo por donde había desaparecido la extraña sombra, empezaron a escucharse unos leves chillidos, solo audibles para aquellos que tuviesen un oído extraordinariamente agudo. Los hámsteres se habían adelantado y tenían en su poder el verdadero espejo, pero nadie les había advertido de la naturaleza del mismo y no estaban preparados para lo que éste iba a hacerles.
Off: Inicio de la primera complicación, los hámsteres gánsteres se nos han adelantado y han robado el espejo.
- Que los catedráticos abandonen el lugar durante unos días no es extraño, tienen obligaciones fuera de las islas… pero ¿y los demás? Ya deberíamos haber escuchado a alguien al menos… - pensó Elen, mientras enfilaba uno de los pasillos aguzando el oído en busca de algún indicio de que no estaban completamente solos.
Pero por más que se mantenía alerta, no logró captar ningún sonido que delatase la cercanía de otras personas, así que siguió avanzando hasta llegar al corredor que desembocaba en la sala de la que partían los diferentes pasillos de habitaciones.
Fue entonces cuando una silueta al otro lado de la estancia la hizo detenerse en seco, pero afortunadamente la mujer siguió su camino sin reparar en ellos. - Por poco. - susurró la bruja, que instintivamente había escondido la eléctrica esfera de luz a su espalda. - ¿Sabes cuál es la habitación exacta? - preguntó Cohen, retomando el trabajo en cuanto la posible amenaza se desvaneció.
- Más o menos, están separadas por categoría… ese pasillo lleva a las de los aprendices, el segundo a las de los profesores y ese de ahí es el de los catedráticos, el que nos interesa. - señaló, esperando un poco antes de volver a ponerse en marcha, solo por si acaso. - Wilhelm no nos dijo quién era el propietario del espejo original, tendremos que revisarlas una a una hasta encontrarlo. - indicó, ya que a pesar de saber moverse con soltura por el Hekshold, sus visitas a aquellos cuartos durante su época de estudiantes habían sido escasas.
- Empecemos por este lado. - sugirió, acercándose a la primera puerta de la derecha y alargando la mano hacia el pomo para girarlo con lentitud. Dentro de la habitación reinaba la más profunda oscuridad, ambiente en el que hasta no hacía mucho se habría sentido de lo más cómoda, pero las cosas habían cambiado y ahora tenía que echar mano a su elemento para poder desenvolverse entre las sombras.
Lentamente, paseó la mirada por los ornamentados muebles que decoraban el cuarto, que más parecía un estudio a juzgar por la cantidad de estanterías repletas de libros y pergaminos que había. - No parece que sea esta… - dijo en voz baja desde el centro de la sala, punto desde el que podía ver prácticamente todos los rincones.
- Continuemos. - añadió instantes después, justo antes de que un ruido en el exterior la pusiese en alerta de nuevo. - ¿Qué ha sido eso? - preguntó por inercia, aunque no esperaba una respuesta de su compañero. Rápidamente, la de cabellos cenicientos regresó junto a la puerta y se asomó al corredor, alcanzando a atisbar una sombra que desaparecía por el otro lado. - Aquí hay alguien más, tengamos cuidado. - susurró, saliendo al pasillo y echando un vistazo al resto de habitaciones.
No les convenía quedarse mucho tiempo allí dentro, así que fue directa hacia la siguiente para revisar si su objetivo se encontraba en ella, pero no fue el caso, y tuvo que entrar en al menos dos estancias más antes de dar con lo que buscaba.
- Aquí está. - avisó a Cohen, acercándose al ornamentado espejo que Wilhelm les había mandado robar. Sin embargo, un pequeño detalle le resultó de lo más extraño en cuanto se situó frente al mismo. - Algo va mal, no percibo ningún rastro de éter. - reveló, llevando la diestra a la cristalina superficie para tocarla levemente. - Dudo mucho que ese chico se haya tomado tantas molestias solo por un mero objeto decorativo, éste no es el original, se nos han adelantado. - soltó con seriedad, dirigiendo sus verdes ojos hacia su acompañante.
Al otro lado del corredor, justo por donde había desaparecido la extraña sombra, empezaron a escucharse unos leves chillidos, solo audibles para aquellos que tuviesen un oído extraordinariamente agudo. Los hámsteres se habían adelantado y tenían en su poder el verdadero espejo, pero nadie les había advertido de la naturaleza del mismo y no estaban preparados para lo que éste iba a hacerles.
Off: Inicio de la primera complicación, los hámsteres gánsteres se nos han adelantado y han robado el espejo.
Elen Calhoun
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Re: LATROM OJEPSE LE [OJABART]
Cohen se dejó guiar por la bruja hasta el pasillo de los catedráticos. Tras revisar algunas de las habitaciones, cargando el espejo de una a otra, el vampiro seguía a Elen, observando el entorno académico con curiosidad.
Una vez encontraron la habitación correcta, introdujo con cuidado el falso espejo, comparándolo con el que estaba a la vista. La verdad era que apenas detectó diferencias algunas: la tonalidad de la madera era ligeramente distinta, pero aparte de eso, parecía un espejo. Otro espejo normal.
Cuándo las palabras de la bruja le alertaron, Cohen la miró con desconfianza. Sabía que los brujos veían el éter de los objetos mágicos. Ya le había sucedido cuándo robó las telas mágicas en aquella ciudad y se vio perseguido por una extraña turba de curiosos.
―¿Cómo que se nos han adelantado? Puede que no sea el espejo adecuado. A lo mejor, esta no es la habitación correcta.
En ese momento, una multitud de dudas y preguntas aparecieron en su mente. ¿Quiénes podrían haberse llevado el espejo? ¿Desde cuándo ya no estaba allí? ¿Podía confiar en el criterio de Elen?
―Esto no pinta nada bien… ¿ves algo más que no pueda percibir?
El vampiro miró la estancia con verdadero cuidado, pero no logró ver ningún indicio, ninguna pista que seguir. ¿Y si el catedrático se lo había llevado consigo?
Entonces, unos numerosos gritos comenzaron a sonar en algún lugar de aquellas galerías. Los alaridos se extendieron por los pasillos en un agonizante eco. El grito fue tan aterrador que Cohen dudó si era conveniente salir de la habitación o cerrar la puerta…
Ambos salimos de nuevo al pasillo, dejando la copia del espejo falso frente a la otra copia del espejo falso. El Catedrático al volver encontraría un par de espejos en lugar de uno y ninguno de ellos será mágico. Alguien debería de darle explicaciones...
Miramos a ambos lados, aunque no teníamos ni idea desde dónde se habían escuchado los gritos. Miré a la bruja, preguntándole qué camino tomar, pero parecía confundida.
―¿No distingues ningún rastro de éter? ―Tras negar con la cabeza, Cohen suspiró lamentándose― El espejo debe estar aún en el edificio. Deberíamos separarnos e intentar dar con él. Con suerte, alguno de nosotros dará con el ladrón... o con aquello que haya hecho chillar a la gente...
El vampiro continuó por el pasillo hacia la izquierda, mientras que Elen se dirigió hacia el lado opuesto, aquel por el que habían venido.
―Tranquilo, Betis, no corremos ningún peligro... ―le dijo al cachorro que llevaba en el interior de la bolsa, a su espalda, que se removía algo inquieto, cómo si hubiera percibido que una posible amenaza estaba a punto de aparecer.
Una vez encontraron la habitación correcta, introdujo con cuidado el falso espejo, comparándolo con el que estaba a la vista. La verdad era que apenas detectó diferencias algunas: la tonalidad de la madera era ligeramente distinta, pero aparte de eso, parecía un espejo. Otro espejo normal.
Cuándo las palabras de la bruja le alertaron, Cohen la miró con desconfianza. Sabía que los brujos veían el éter de los objetos mágicos. Ya le había sucedido cuándo robó las telas mágicas en aquella ciudad y se vio perseguido por una extraña turba de curiosos.
―¿Cómo que se nos han adelantado? Puede que no sea el espejo adecuado. A lo mejor, esta no es la habitación correcta.
En ese momento, una multitud de dudas y preguntas aparecieron en su mente. ¿Quiénes podrían haberse llevado el espejo? ¿Desde cuándo ya no estaba allí? ¿Podía confiar en el criterio de Elen?
―Esto no pinta nada bien… ¿ves algo más que no pueda percibir?
El vampiro miró la estancia con verdadero cuidado, pero no logró ver ningún indicio, ninguna pista que seguir. ¿Y si el catedrático se lo había llevado consigo?
Entonces, unos numerosos gritos comenzaron a sonar en algún lugar de aquellas galerías. Los alaridos se extendieron por los pasillos en un agonizante eco. El grito fue tan aterrador que Cohen dudó si era conveniente salir de la habitación o cerrar la puerta…
Ambos salimos de nuevo al pasillo, dejando la copia del espejo falso frente a la otra copia del espejo falso. El Catedrático al volver encontraría un par de espejos en lugar de uno y ninguno de ellos será mágico. Alguien debería de darle explicaciones...
Miramos a ambos lados, aunque no teníamos ni idea desde dónde se habían escuchado los gritos. Miré a la bruja, preguntándole qué camino tomar, pero parecía confundida.
―¿No distingues ningún rastro de éter? ―Tras negar con la cabeza, Cohen suspiró lamentándose― El espejo debe estar aún en el edificio. Deberíamos separarnos e intentar dar con él. Con suerte, alguno de nosotros dará con el ladrón... o con aquello que haya hecho chillar a la gente...
El vampiro continuó por el pasillo hacia la izquierda, mientras que Elen se dirigió hacia el lado opuesto, aquel por el que habían venido.
―Tranquilo, Betis, no corremos ningún peligro... ―le dijo al cachorro que llevaba en el interior de la bolsa, a su espalda, que se removía algo inquieto, cómo si hubiera percibido que una posible amenaza estaba a punto de aparecer.
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Re: LATROM OJEPSE LE [OJABART]
Cohen avanzó por el pasillo temiéndose lo peor, pero a medida que avanzaba, numerosas personas habían salido de sus habitaciones. Jóvenes aprendices de brujo en su mayoría, en ropa de dormir, invadieron los pasillos preguntándose el origen de aquellos gritos.
La presencia de más personas le resultaba beneficiosa en ciertos aspectos si había alguna amenaza contra la que luchar. Sin embargo, si encontraba el verdadero espejo, tendría muy difícil sacarlo del edificio ante la atenta mirada de tantos chicos.
―¿Qué ha sido ese grito? ¡Por los brujos de la Gran Guerra!
―Por un momento, pensé que era Zalomer roncando… ¿Serán los elfos que han venido a reconquistar las Islas?
―Dicen que han visto a un grupo de hámsteres corriendo. ¿Hámsteres? ¿No serían ratas grandes?
―Si hasta los roedores huyen, algo bueno no será… Deberíamos irnos de nuevo a dormir. No será tan grave...
―¿Quién es ese hombre atractivo? ¡Oh, tiene una pantera hermosa en su bolsa! Quiero tocar ese cachorrito...
Cohen, malhumorado salvo por el comentario de su atractivo, se abría paso entre los jóvenes estudiantes de la Universidad. Sin catedráticos que los controlaran, parecían haberse apoderado de la noche y cada vez eran más y más.
Fue entonces cuándo Cohen se acercó hasta un grupo de ellos, que en círculos, parecían estar observando algo. El vampiro se abrió paso entre ellos de malas formas, esperando encontrar un espejo en el centro del grupo, pero lo único que encontró fue una escultura de piedra de lo que parecía ser un hámster de apenas un metro de altura.
La estatuilla parecía estar anexa al suelo de piedra y tras varios empujones por parte de los jovencillos de moverla, parecía haberse quedado ahí.
―Hace un rato que salí de la habitación y no estaba aquí. ¡Es tan extraño!
―El cabrón es más feo que Zalomer. Seguro que son elfos... esos malditos orejones...
―Señor, ¿puedo coger su pantera? Por favor, Señor, déjeme coger su pantera. ¿Dónde la ha conseguido? ¿Ha sido en los bosques?.
El vampiro continuó por el pasillo, sin intercambiar palabra con ninguno de los zagales, hasta que llegó hasta una de las escaleras laterales del edificio. Supuso que eran las opuestas por las que él y Elen habían subido hasta aquella planta.
Mientras comenzaba a bajarlas en soledad, pues ningún molesto alumno le había seguido, se quedó paralizado al comprobar que una segunda estatua de piedra, también de un hámster con clara expresión de terror, estaba fijada de forma sólida con uno de los escalones.
La presencia de más personas le resultaba beneficiosa en ciertos aspectos si había alguna amenaza contra la que luchar. Sin embargo, si encontraba el verdadero espejo, tendría muy difícil sacarlo del edificio ante la atenta mirada de tantos chicos.
―¿Qué ha sido ese grito? ¡Por los brujos de la Gran Guerra!
―Por un momento, pensé que era Zalomer roncando… ¿Serán los elfos que han venido a reconquistar las Islas?
―Dicen que han visto a un grupo de hámsteres corriendo. ¿Hámsteres? ¿No serían ratas grandes?
―Si hasta los roedores huyen, algo bueno no será… Deberíamos irnos de nuevo a dormir. No será tan grave...
―¿Quién es ese hombre atractivo? ¡Oh, tiene una pantera hermosa en su bolsa! Quiero tocar ese cachorrito...
Cohen, malhumorado salvo por el comentario de su atractivo, se abría paso entre los jóvenes estudiantes de la Universidad. Sin catedráticos que los controlaran, parecían haberse apoderado de la noche y cada vez eran más y más.
Fue entonces cuándo Cohen se acercó hasta un grupo de ellos, que en círculos, parecían estar observando algo. El vampiro se abrió paso entre ellos de malas formas, esperando encontrar un espejo en el centro del grupo, pero lo único que encontró fue una escultura de piedra de lo que parecía ser un hámster de apenas un metro de altura.
La estatuilla parecía estar anexa al suelo de piedra y tras varios empujones por parte de los jovencillos de moverla, parecía haberse quedado ahí.
―Hace un rato que salí de la habitación y no estaba aquí. ¡Es tan extraño!
―El cabrón es más feo que Zalomer. Seguro que son elfos... esos malditos orejones...
―Señor, ¿puedo coger su pantera? Por favor, Señor, déjeme coger su pantera. ¿Dónde la ha conseguido? ¿Ha sido en los bosques?.
El vampiro continuó por el pasillo, sin intercambiar palabra con ninguno de los zagales, hasta que llegó hasta una de las escaleras laterales del edificio. Supuso que eran las opuestas por las que él y Elen habían subido hasta aquella planta.
Mientras comenzaba a bajarlas en soledad, pues ningún molesto alumno le había seguido, se quedó paralizado al comprobar que una segunda estatua de piedra, también de un hámster con clara expresión de terror, estaba fijada de forma sólida con uno de los escalones.
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Re: LATROM OJEPSE LE [OJABART]
La planta inferior también estaba sumida en el caos. Los alumnos eran ya de una edad algo más avanzada y aunque su actitud era mucho más madura, todos buscaban una amenaza a la que enfrentarse. Era evidente que los gritos se habían escuchado también desde allí.
Decidido a seguir bajando hasta la planta baja del edificio, buscando la salida más próxima, el sonido de unos nuevos gritos le alertaron. Antes de que pudiera percatarse lo que estaba ocurriendo realmente, observó cómo ese pasillo del Hekshold se convertía en un campo de batalla.
Algunos de los poderosos alumnos invocaron su magia elemental hacia el otro extremo del pasillo, haciendo que brillantes y ardientes bolas de fuego convirtieran aquella estancia en un horno. La temperatura se elevó rápidamente y las llamas parecían concentrarse alrededor de algo que, en la distancia, Cohen era incapaz de percibir en la lejanía.
Las diferentes ráfagas de fuego se expandían, pero de ellas surgió una figura, lo que parecía ser una mujer. Su piel era blanca, casi cristalina. Su melena era oscura, con una desagradable tonalidad verdosa. Sus ropajes estaban sucios, rotos, propios de una época pasada, ropa anticuada.
Su figura parecía inmune al fuego y avanzaba mirando a un lado y a otro. A medida que sus ojos miraban a los de otras personas que la contemplaban, sus figuras humanoides se iban convirtiendo en estatuas de piedra, quedando paralizadas.
―¡Es Toolussa! ¡Cierren los ojos y no se mue…!
El chico que daba la voz de alarma se convirtió en una estatua antes de que pudiera acabar con la advertencia.
Cohen desvió la mirada hacia atrás, apartando la vista de ese ser. Al volver la cara a las personas que habían estado a su espalda, se las encontró con los ojos cerrados y totalmente quietas.
Siguiendo el ejemplo de los demás, Cohen cerró los ojos y se mantuvo totalmente quieto, cómo si de una estatua se tratara. Pies fijados al suelo, ojos cerrados carentes de vida. Cómo si fuera una estatua de hámster más, cómo aquellas dos que había visto.
Sentía cómo el calor del fuego se apoderaba de la academia, como parte de aquella planta del edificio se quemaba, avanzando las llamas rápidamente y haciendo el aire cada más irrespirable.
Fue entonces cuándo oyó ese caminar. El caminar de Toolussa abriéndose paso entre aquellas provisionales estatuas de piedra vivas que apenas respiraban por miedo a morir. Controló su respiración: no quería que su presencia fuera percibida por lo que fuera esa mujer.
Pero un ruido familiar se hizo patente. Era un ruido pequeño que normalmente hubiera pasado desapercibido para la mayoría, pero en el silencio sepulcral de aquel pasillo, los movimientos de Betis en el interior de su bolsa hizo que Toolussa dejara de caminar.
_____________________________________________
Segunda complicación: La presencia de "Toolussa" en la Academia, un ser que convierte en estatuas de piedra a todos los seres vivos a los que les ve mirarla y que sigue el rastro de movimiento que percibe. Su historia más adelante en el tema.
Decidido a seguir bajando hasta la planta baja del edificio, buscando la salida más próxima, el sonido de unos nuevos gritos le alertaron. Antes de que pudiera percatarse lo que estaba ocurriendo realmente, observó cómo ese pasillo del Hekshold se convertía en un campo de batalla.
Algunos de los poderosos alumnos invocaron su magia elemental hacia el otro extremo del pasillo, haciendo que brillantes y ardientes bolas de fuego convirtieran aquella estancia en un horno. La temperatura se elevó rápidamente y las llamas parecían concentrarse alrededor de algo que, en la distancia, Cohen era incapaz de percibir en la lejanía.
Las diferentes ráfagas de fuego se expandían, pero de ellas surgió una figura, lo que parecía ser una mujer. Su piel era blanca, casi cristalina. Su melena era oscura, con una desagradable tonalidad verdosa. Sus ropajes estaban sucios, rotos, propios de una época pasada, ropa anticuada.
Su figura parecía inmune al fuego y avanzaba mirando a un lado y a otro. A medida que sus ojos miraban a los de otras personas que la contemplaban, sus figuras humanoides se iban convirtiendo en estatuas de piedra, quedando paralizadas.
―¡Es Toolussa! ¡Cierren los ojos y no se mue…!
El chico que daba la voz de alarma se convirtió en una estatua antes de que pudiera acabar con la advertencia.
Cohen desvió la mirada hacia atrás, apartando la vista de ese ser. Al volver la cara a las personas que habían estado a su espalda, se las encontró con los ojos cerrados y totalmente quietas.
Siguiendo el ejemplo de los demás, Cohen cerró los ojos y se mantuvo totalmente quieto, cómo si de una estatua se tratara. Pies fijados al suelo, ojos cerrados carentes de vida. Cómo si fuera una estatua de hámster más, cómo aquellas dos que había visto.
Sentía cómo el calor del fuego se apoderaba de la academia, como parte de aquella planta del edificio se quemaba, avanzando las llamas rápidamente y haciendo el aire cada más irrespirable.
Fue entonces cuándo oyó ese caminar. El caminar de Toolussa abriéndose paso entre aquellas provisionales estatuas de piedra vivas que apenas respiraban por miedo a morir. Controló su respiración: no quería que su presencia fuera percibida por lo que fuera esa mujer.
Pero un ruido familiar se hizo patente. Era un ruido pequeño que normalmente hubiera pasado desapercibido para la mayoría, pero en el silencio sepulcral de aquel pasillo, los movimientos de Betis en el interior de su bolsa hizo que Toolussa dejara de caminar.
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Segunda complicación: La presencia de "Toolussa" en la Academia, un ser que convierte en estatuas de piedra a todos los seres vivos a los que les ve mirarla y que sigue el rastro de movimiento que percibe. Su historia más adelante en el tema.
Cohen
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Re: LATROM OJEPSE LE [OJABART]
Betis seguía moviéndose en el interior de su bolsa y Cohen sabía que contaba con poco tiempo. Tras recordar dónde se encontraban las escaleras por las que pretendía descender al piso de abajo unos minutos antes, el vampiro se movió rápidamente, palpando la pared a ciegas hasta llegar al primer escalón.
“Mantén la calma y joder… ni se te ocurra abrir los ojos”
Betis parecía molesto en el interior de la bolsa y continuaba moviéndose, mientras el vampiro bajaba los escalones uno a uno, con sus manos aferradas a la pared, todo lo rápido que alguien bajaba unas escaleras que desconocía por completo sin llegar a ver.
Tras él, escuchaba el sonido de unos pasos que continuaban su estela y cuándo había bajado ya varios escalones, terminó tropezando contra algo.
Tardó unos segundos en comprender que se trataba de otra persona. Alguien que subía las escaleras, escuchó el nombre de Toolussa y decidió permanecer quieta allí. Notó su respiración, al ver que chocaba con alguien, temiendo lo peor.
Cohen la esquivó rápidamente y continuó el descenso. Por algún motivo, unos segundos más tarde, escuchó gritar a alguien apenas unos metros tras de sí. El vampiro imaginó que quizás, había una nueva estatua de piedra en mitad de la escalera. No sería él el que se decidiera a mirar.
Al llegar hasta el tramo final de los escalones, encontrándose en la primera planta, el vampiro abrió los ojos prometiéndose no mirar atrás. Se sorprendió ver a decenas de personas poblando aquel pasillo, totalmente quietos, con los ojos cerrados. Algunos de ellos intentaban contener la respiración, en silencio; otros, visiblemente nerviosos, temblaban.
Cohen corrió por el pasillo, tranquilo de saber que Toolussa estaba detrás de él y era imposible que se la encontrara de frente, por lo que pudo aumentar la distancia con aquel ser, fuese lo que fuese. Recorrió rápidamente los pasillos esperando que esa mujer le perdiera el rastro y al pasar junto a una clase vacía, decidió entrar en ella y encerrarse nada más entrar.
―Betis, debo ocultarte…
Su intención era esconder al pobre animal, que no comprendía la compleja situación en la que se encontraban. Le había cogido el cariño suficiente cómo para evitar a toda costa que al pobre le ocurriera algo por su negligencia.
En la zona más amplia de la clase, Cohen desplegó rápidamente su domo portátil, aquel que utilizaba durante los periodos diurnos cuándo se veía obligado a viajar y no tenía un techo firme dónde pasar las horas de luz. Tras depositar al pequeño cachorro en su interior, lo cerró adecuadamente desde el exterior.
Fue entonces cuándo escuchó el sonido de una puerta abriéndose. Cohen se quedó completamente quieto, no moviendo ni un ápice de su cuerpo. Había cerrado la puerta por la que había entrado, pero no había revisado si al fondo de la clase, había algún acceso más. Apretó además los ojos con fuerza, conteniendo la respiración.
Al escuchar los pasos, una voz femenina llegó hasta él.
―¡No soy la puñetera Toolussa! ¿Se puede saber quién cojones eres?
Cohen se mantuvo quieto, desconfiado. ¿Acaso no era eso lo que diría la propia Toolussa?
―Toolussa no habla, joder. No seas estúpido y abre los ojos si no quieres que vaya yo a abrírtelos.
Ante la amenaza física, Cohen abrió lentamente los ojos y se giró para ver por primera vez a aquella mujer. Su melena era blanca, ligeramente grisácea en algunas de sus mechas de pelo. En su rostro, numerosas arrugas que daban evidencia de su avanzada edad. Sus ojos, celestes y vivos, parecían cansados. Y caminaba lenta hacia su posición.
―¡Jamás hubiera imaginado que Toolussa volviera a la vida! ¿Es que acaso ese maldito espejo está aquí?
La alusión a un espejo llamó rápidamente la atención de Cohen, que miró a la anciana bruja con curiosidad.
―¿Un espejo?
―¡Vaya! ¡Pero si hablas...! Hablo de su espejo. El Espejo Mortal. ¿De dónde crees que ha salido Toolussa? ¿Acaso no conoces la historia?
“Mantén la calma y joder… ni se te ocurra abrir los ojos”
Betis parecía molesto en el interior de la bolsa y continuaba moviéndose, mientras el vampiro bajaba los escalones uno a uno, con sus manos aferradas a la pared, todo lo rápido que alguien bajaba unas escaleras que desconocía por completo sin llegar a ver.
Tras él, escuchaba el sonido de unos pasos que continuaban su estela y cuándo había bajado ya varios escalones, terminó tropezando contra algo.
Tardó unos segundos en comprender que se trataba de otra persona. Alguien que subía las escaleras, escuchó el nombre de Toolussa y decidió permanecer quieta allí. Notó su respiración, al ver que chocaba con alguien, temiendo lo peor.
Cohen la esquivó rápidamente y continuó el descenso. Por algún motivo, unos segundos más tarde, escuchó gritar a alguien apenas unos metros tras de sí. El vampiro imaginó que quizás, había una nueva estatua de piedra en mitad de la escalera. No sería él el que se decidiera a mirar.
Al llegar hasta el tramo final de los escalones, encontrándose en la primera planta, el vampiro abrió los ojos prometiéndose no mirar atrás. Se sorprendió ver a decenas de personas poblando aquel pasillo, totalmente quietos, con los ojos cerrados. Algunos de ellos intentaban contener la respiración, en silencio; otros, visiblemente nerviosos, temblaban.
Cohen corrió por el pasillo, tranquilo de saber que Toolussa estaba detrás de él y era imposible que se la encontrara de frente, por lo que pudo aumentar la distancia con aquel ser, fuese lo que fuese. Recorrió rápidamente los pasillos esperando que esa mujer le perdiera el rastro y al pasar junto a una clase vacía, decidió entrar en ella y encerrarse nada más entrar.
―Betis, debo ocultarte…
Su intención era esconder al pobre animal, que no comprendía la compleja situación en la que se encontraban. Le había cogido el cariño suficiente cómo para evitar a toda costa que al pobre le ocurriera algo por su negligencia.
En la zona más amplia de la clase, Cohen desplegó rápidamente su domo portátil, aquel que utilizaba durante los periodos diurnos cuándo se veía obligado a viajar y no tenía un techo firme dónde pasar las horas de luz. Tras depositar al pequeño cachorro en su interior, lo cerró adecuadamente desde el exterior.
Fue entonces cuándo escuchó el sonido de una puerta abriéndose. Cohen se quedó completamente quieto, no moviendo ni un ápice de su cuerpo. Había cerrado la puerta por la que había entrado, pero no había revisado si al fondo de la clase, había algún acceso más. Apretó además los ojos con fuerza, conteniendo la respiración.
Al escuchar los pasos, una voz femenina llegó hasta él.
―¡No soy la puñetera Toolussa! ¿Se puede saber quién cojones eres?
Cohen se mantuvo quieto, desconfiado. ¿Acaso no era eso lo que diría la propia Toolussa?
―Toolussa no habla, joder. No seas estúpido y abre los ojos si no quieres que vaya yo a abrírtelos.
Ante la amenaza física, Cohen abrió lentamente los ojos y se giró para ver por primera vez a aquella mujer. Su melena era blanca, ligeramente grisácea en algunas de sus mechas de pelo. En su rostro, numerosas arrugas que daban evidencia de su avanzada edad. Sus ojos, celestes y vivos, parecían cansados. Y caminaba lenta hacia su posición.
―¡Jamás hubiera imaginado que Toolussa volviera a la vida! ¿Es que acaso ese maldito espejo está aquí?
La alusión a un espejo llamó rápidamente la atención de Cohen, que miró a la anciana bruja con curiosidad.
―¿Un espejo?
―¡Vaya! ¡Pero si hablas...! Hablo de su espejo. El Espejo Mortal. ¿De dónde crees que ha salido Toolussa? ¿Acaso no conoces la historia?
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Re: LATROM OJEPSE LE [OJABART]
La mujer se acomodó sobre uno de los asientos del aula y comenzó a relatar la historia:
―Toolussa era una joven que fue comprometida con un anciano, un amigo de su padre, en contra de su voluntad. Imagínate: una joven hermosa, en la flor de la vida, obligada a casarse con un vejestorio impotente… bueno, esto no lo sé, pero ya sabes, es uno de esos detalles que deben añadirse a estas historias, ¿verdad?
La anciana tras mirar a Cohen interrumpió su relato, esperando quizás la respuesta del vampiro.
―Por supuesto… Adornar la cruda realidad con un poco de fantasía no hace daño a nadie.
―¡Lo mismo digo! El caso… es que la joven estaba bien jodida y decidió huir la noche antes del enlace. Dejó una carta a su familia, despidiéndose… debía ser muy trágica, supongo, ¿verdad? Una de esas cartas liberadoras que se escriben cuándo estás hasta el mismísimo coño de vivir… La joven terminó en Roilkat, trabajando en un taller dónde fabrican espejos… ¡Que oficio más deprimente! El caso… la joven encontró una pequeña estatua de piedra. Le encantó, tanto que ella la tomó enseguida cómo la mayor y más importante de sus posesiones…
La anciana se reacomodó en su asiento y continuó con su relato.
―La joven Toolussa dormía en una habitación, en una casa de huéspedes. En ella, había un espejo. Tenía la estatua de piedra frente a él. Una noche, sin saber cómo, se escuchó un grito. Las demás personas que vivían en esa vivienda fueron a la habitación de Toolussa para socorrerla, pero ella no estaba allí. Había desaparecido. No se sabía cómo. Obviamente, tras varios días de ausencia de la joven, otra chica pasó a dormir allí: misma habitación, misma cama, mismo espejo... A la mañana siguiente, se encontraron a la joven convertida en una estatua de piedra, con una expresión horrorizada frente al espejo. Aquello hizo que aquella casa de huéspedes quedara vacía y el propietario vendió todos los objetos de la habitación. ¿Puedes creerlo? Es verdaderamente aterrador…
―Es inquietante…
―La historia empeora. Allí dónde iba el espejo, las figuras de piedra surgían una y otra vez. No tardaron en deducir que el espejo estaba maldito. Fue entonces cuándo llevaron el espejo hasta una casa de nobles de Lunargenta. Durante una fiesta, muchos de los presentes vieron que una mujer salió del espejo y que todo aquel que la miraba a los ojos directamente se convertían en figuras de piedra. Uno de ellos reconoció a la joven Toolussa. Y ahí nació la leyenda…
―Si todo lo que me cuentas es cierto, deberíamos salir de aquí lo antes posible. No quisiera convertirme en una figura de piedra.
―¡NO, NO, NO! ¡Mil veces no! Hay que esperar que vuelva a meterse en el espejo. Luego, hay que taparlo, con algo que impida que nadie se mire en él y guardarlo en algún lugar dónde nunca nadie vuelva a mirarlo... Porque en el momento en el que alguien mire en su cristal, Toolussa saldrá de él buscando convertirlos en sus figuras de piedra, terminando con la vida de todas las personas que se encuentre a su paso....
―Pero… ¿cómo te proteges contra ella?
―Joven, durante décadas, han probado de todo. Parece inmune a la magia. Está maldita y corrupta por una magia sombría que parece infalible. Brujos, Elfos, Vampiros… todos han intentado usar su magia contra ella y ninguna de ellas la afecta. Lo único que funciona es cerrar los ojos: que no vea en ellos ningún rastro de vida. Y permanecer quietos, que ella crea que eres una estatua… ante cualquier movimiento, te perseguirá hasta que logre mirarte a los ojos y añadirte a su colección... salvo que algo más que se mueva, capte su atención. Cuándo detecte que en un lugar no hay rastro de vida, ella misma volverá a su espejo, esté dónde esté, hasta que una persona más vuelva a mirarse en él.
―Deberíamos encontrar su espejo.
―Ya soy demasiado mayor para esos trotes. Prefiero que lo hagas tú.
―Toolussa era una joven que fue comprometida con un anciano, un amigo de su padre, en contra de su voluntad. Imagínate: una joven hermosa, en la flor de la vida, obligada a casarse con un vejestorio impotente… bueno, esto no lo sé, pero ya sabes, es uno de esos detalles que deben añadirse a estas historias, ¿verdad?
La anciana tras mirar a Cohen interrumpió su relato, esperando quizás la respuesta del vampiro.
―Por supuesto… Adornar la cruda realidad con un poco de fantasía no hace daño a nadie.
―¡Lo mismo digo! El caso… es que la joven estaba bien jodida y decidió huir la noche antes del enlace. Dejó una carta a su familia, despidiéndose… debía ser muy trágica, supongo, ¿verdad? Una de esas cartas liberadoras que se escriben cuándo estás hasta el mismísimo coño de vivir… La joven terminó en Roilkat, trabajando en un taller dónde fabrican espejos… ¡Que oficio más deprimente! El caso… la joven encontró una pequeña estatua de piedra. Le encantó, tanto que ella la tomó enseguida cómo la mayor y más importante de sus posesiones…
La anciana se reacomodó en su asiento y continuó con su relato.
―La joven Toolussa dormía en una habitación, en una casa de huéspedes. En ella, había un espejo. Tenía la estatua de piedra frente a él. Una noche, sin saber cómo, se escuchó un grito. Las demás personas que vivían en esa vivienda fueron a la habitación de Toolussa para socorrerla, pero ella no estaba allí. Había desaparecido. No se sabía cómo. Obviamente, tras varios días de ausencia de la joven, otra chica pasó a dormir allí: misma habitación, misma cama, mismo espejo... A la mañana siguiente, se encontraron a la joven convertida en una estatua de piedra, con una expresión horrorizada frente al espejo. Aquello hizo que aquella casa de huéspedes quedara vacía y el propietario vendió todos los objetos de la habitación. ¿Puedes creerlo? Es verdaderamente aterrador…
―Es inquietante…
―La historia empeora. Allí dónde iba el espejo, las figuras de piedra surgían una y otra vez. No tardaron en deducir que el espejo estaba maldito. Fue entonces cuándo llevaron el espejo hasta una casa de nobles de Lunargenta. Durante una fiesta, muchos de los presentes vieron que una mujer salió del espejo y que todo aquel que la miraba a los ojos directamente se convertían en figuras de piedra. Uno de ellos reconoció a la joven Toolussa. Y ahí nació la leyenda…
―Si todo lo que me cuentas es cierto, deberíamos salir de aquí lo antes posible. No quisiera convertirme en una figura de piedra.
―¡NO, NO, NO! ¡Mil veces no! Hay que esperar que vuelva a meterse en el espejo. Luego, hay que taparlo, con algo que impida que nadie se mire en él y guardarlo en algún lugar dónde nunca nadie vuelva a mirarlo... Porque en el momento en el que alguien mire en su cristal, Toolussa saldrá de él buscando convertirlos en sus figuras de piedra, terminando con la vida de todas las personas que se encuentre a su paso....
―Pero… ¿cómo te proteges contra ella?
―Joven, durante décadas, han probado de todo. Parece inmune a la magia. Está maldita y corrupta por una magia sombría que parece infalible. Brujos, Elfos, Vampiros… todos han intentado usar su magia contra ella y ninguna de ellas la afecta. Lo único que funciona es cerrar los ojos: que no vea en ellos ningún rastro de vida. Y permanecer quietos, que ella crea que eres una estatua… ante cualquier movimiento, te perseguirá hasta que logre mirarte a los ojos y añadirte a su colección... salvo que algo más que se mueva, capte su atención. Cuándo detecte que en un lugar no hay rastro de vida, ella misma volverá a su espejo, esté dónde esté, hasta que una persona más vuelva a mirarse en él.
―Deberíamos encontrar su espejo.
―Ya soy demasiado mayor para esos trotes. Prefiero que lo hagas tú.
Cohen
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Cohen volvió a salir fuera del aula con la clara intención de poner fin a aquella locura. Caminó despacio, sigiloso, con una mano puesta sobre los ojos, para ver el suelo que tenía ante sí, sin alzar la vista demasiado por si se encontraba con Toolussa de frente.
Los pasillos de la Academia ahora estaban vacíos. Las voces procedentes de la planta inferior le hicieron saber a Cohen de que estaban desalojando el edificio, que sin duda, era la opción más sensata en aquella situación.
Si Toolussa había hecho su épica aparición en la segunda planta, el espejo debía estar en ella, por lo que el vampiro, con extrema sutileza, volvió a subir.
En el pasillo en el que había visto a Toolussa por primera vez, varios brujos de agua terminaban de apagar el incendio, mientras que algunos de aire hacían que el humo y las cenizas salieran por una de las ventanas, haciendo el lugar algo más respirable. Una pequeña bruja gritó al verle, pero al comprender que Cohen no era Toolussa y que ella no se había convertido en una estatua de piedra, siguió con su labor.
―Están desalojando el edificio. Márchate antes de que sea demasiado tarde.
El vampiro, decidido a poner fin a aquella situación, avanzó sin prestar atención al consejo. Caminó por los pasillos de aquella planta, intentando hallar algún indicio y siempre con la cabeza gacha.
Al doblar una esquina para acceder a un corredor lateral, encontró tirada en el suelo una tela oscura, totalmente opaca. Al agacharse y extenderla, Cohen comprendió que podría ser perfectamente la tela que había tapado el espejo antes de liberar a Toolussa.
Por lo que el espejo debía estar cerca. Miró a su alrededor, viendo que había varias puertas, habitaciones en las que podía haber sido escondido.
Abrió un par de ellas, pero no fue hasta en la tercera, cuándo vislumbró un espejo. Durante unos segundos, temió mirar en él, pero luego recordó que Toolussa aún estaba fuera y según las palabras de la anciana, no había peligro mientras tanto.
Al posar sus manos sobre él, sintió un fuerte sonido a su espalda y antes de que pudiera reaccionar, dos pequeñas personas le atacaron sin piedad. Al vampiro le dio tiempo a ver una daga, que se incrustó en su cuerpo, apuñalándole en un costado. Mientras que sintió cómo otra, se clavaba en su pierna izquierda.
Presa del dolor, emitió su potente grito de tormento, que brotó de su garganta con más furia y decisión que nunca. [1] Fue entonces cuándo pudo girarse, a punto de evitar una nueva puñalada en su espalda. Pudo ver entonces a dos pequeños hombres hámsteres, muy semejantes a las dos pequeñas estatuas de piedra con las que se había cruzado.
Claramente mareados, sus movimientos eran algo más torpes, aunque intentaban apuñalar al vampiro con una intención extraordinaria. Cohen logró desviar uno de los golpes y aferrar el brazo de uno de los pequeños hámsteres, presionando fuertemente su muñeca con la intención de hacerle soltar la daga, pero la fierecilla continuaba resistiendo.
Sintió un mordisco en su pierna apuñalada. El segundo hámster se había aferrado a la extremidad del vampiro en su mareo y le había dado un fuerte mordisco. Cohen movió la pierna, manteniendo el equilibrio con la otra e intentando zafarse de aquel hombrecillo.
Finalmente, logró librarse de ambos. Mientras que el primero salió despedido hacia una de las paredes, el aferrado a su pierna cayó al suelo.
Cohen colocó entonces su pie derecho sobre el cuello del hámster, presionando sin ningún tipo de piedad, asfixiándole con la presión de todo su peso corporal y disfrutó viendo cómo aquel jodido desgraciado se tornaba azul por la falta de aire. Cogió impulso y pisoteó fuertemente su cuello en un par de ocasiones, hasta que consiguió rompérselo por completo.
Miró entonces en dirección al otro, que se encontraba mareado y confuso, quizás sin llegar a comprender lo que sucedía. Cogió la daga ensangrentada, la misma que él había usado para herirle en su costado, para dar un par de dolorosos pasos hacia el hombre.
Cuándo el hámster saltó dispuesto a atacarle, aunque claramente desviado, elevó el puñal y lo insertó en el cuerpo ajeno mientras estaba suspendido en el aire, atravesándole el vientre sin compasión.
Un par de minutos más tarde, malherido por los cortes de su cuerpo, tomó de su bolsa el elixir de sanación que llevaba consigo para proceder a curar sus heridas, mientras intentaba reponerse un poco. [2]
Tras beberlo, esperando su efecto, miró en dirección al Espejo Mortal y comprendiendo la razón de su nombre: a su alrededor, sólo parecían ocurrir desgracias.
[1] Uso de mi habilidad Grito de Tormento [Mágica, 2 usos de 1 turno]: Cohen emite un grito que causa un fuerte dolor de cabeza, acompañado de mareos, visión borrosa y una cierta desorientación en las personas a su alrededor. Primer Uso.
[2] Uso de: Poción de Salud (Elixir) (1 uso): Sana hasta 2 heridas moderadas o leves en pocos segundos.
Los pasillos de la Academia ahora estaban vacíos. Las voces procedentes de la planta inferior le hicieron saber a Cohen de que estaban desalojando el edificio, que sin duda, era la opción más sensata en aquella situación.
Si Toolussa había hecho su épica aparición en la segunda planta, el espejo debía estar en ella, por lo que el vampiro, con extrema sutileza, volvió a subir.
En el pasillo en el que había visto a Toolussa por primera vez, varios brujos de agua terminaban de apagar el incendio, mientras que algunos de aire hacían que el humo y las cenizas salieran por una de las ventanas, haciendo el lugar algo más respirable. Una pequeña bruja gritó al verle, pero al comprender que Cohen no era Toolussa y que ella no se había convertido en una estatua de piedra, siguió con su labor.
―Están desalojando el edificio. Márchate antes de que sea demasiado tarde.
El vampiro, decidido a poner fin a aquella situación, avanzó sin prestar atención al consejo. Caminó por los pasillos de aquella planta, intentando hallar algún indicio y siempre con la cabeza gacha.
Al doblar una esquina para acceder a un corredor lateral, encontró tirada en el suelo una tela oscura, totalmente opaca. Al agacharse y extenderla, Cohen comprendió que podría ser perfectamente la tela que había tapado el espejo antes de liberar a Toolussa.
Por lo que el espejo debía estar cerca. Miró a su alrededor, viendo que había varias puertas, habitaciones en las que podía haber sido escondido.
Abrió un par de ellas, pero no fue hasta en la tercera, cuándo vislumbró un espejo. Durante unos segundos, temió mirar en él, pero luego recordó que Toolussa aún estaba fuera y según las palabras de la anciana, no había peligro mientras tanto.
Al posar sus manos sobre él, sintió un fuerte sonido a su espalda y antes de que pudiera reaccionar, dos pequeñas personas le atacaron sin piedad. Al vampiro le dio tiempo a ver una daga, que se incrustó en su cuerpo, apuñalándole en un costado. Mientras que sintió cómo otra, se clavaba en su pierna izquierda.
Presa del dolor, emitió su potente grito de tormento, que brotó de su garganta con más furia y decisión que nunca. [1] Fue entonces cuándo pudo girarse, a punto de evitar una nueva puñalada en su espalda. Pudo ver entonces a dos pequeños hombres hámsteres, muy semejantes a las dos pequeñas estatuas de piedra con las que se había cruzado.
Claramente mareados, sus movimientos eran algo más torpes, aunque intentaban apuñalar al vampiro con una intención extraordinaria. Cohen logró desviar uno de los golpes y aferrar el brazo de uno de los pequeños hámsteres, presionando fuertemente su muñeca con la intención de hacerle soltar la daga, pero la fierecilla continuaba resistiendo.
Sintió un mordisco en su pierna apuñalada. El segundo hámster se había aferrado a la extremidad del vampiro en su mareo y le había dado un fuerte mordisco. Cohen movió la pierna, manteniendo el equilibrio con la otra e intentando zafarse de aquel hombrecillo.
Finalmente, logró librarse de ambos. Mientras que el primero salió despedido hacia una de las paredes, el aferrado a su pierna cayó al suelo.
Cohen colocó entonces su pie derecho sobre el cuello del hámster, presionando sin ningún tipo de piedad, asfixiándole con la presión de todo su peso corporal y disfrutó viendo cómo aquel jodido desgraciado se tornaba azul por la falta de aire. Cogió impulso y pisoteó fuertemente su cuello en un par de ocasiones, hasta que consiguió rompérselo por completo.
Miró entonces en dirección al otro, que se encontraba mareado y confuso, quizás sin llegar a comprender lo que sucedía. Cogió la daga ensangrentada, la misma que él había usado para herirle en su costado, para dar un par de dolorosos pasos hacia el hombre.
Cuándo el hámster saltó dispuesto a atacarle, aunque claramente desviado, elevó el puñal y lo insertó en el cuerpo ajeno mientras estaba suspendido en el aire, atravesándole el vientre sin compasión.
Un par de minutos más tarde, malherido por los cortes de su cuerpo, tomó de su bolsa el elixir de sanación que llevaba consigo para proceder a curar sus heridas, mientras intentaba reponerse un poco. [2]
Tras beberlo, esperando su efecto, miró en dirección al Espejo Mortal y comprendiendo la razón de su nombre: a su alrededor, sólo parecían ocurrir desgracias.
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[1] Uso de mi habilidad Grito de Tormento [Mágica, 2 usos de 1 turno]: Cohen emite un grito que causa un fuerte dolor de cabeza, acompañado de mareos, visión borrosa y una cierta desorientación en las personas a su alrededor. Primer Uso.
[2] Uso de: Poción de Salud (Elixir) (1 uso): Sana hasta 2 heridas moderadas o leves en pocos segundos.
Cohen
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Re: LATROM OJEPSE LE [OJABART]
Una vez sintió el alivio de la curación, Cohen se puso de pie. La herida de su pierna parecía haberse sanado rápidamente, aunque la del costado, algo más profunda, quizás tardaría algo más en encontrar alivio.
Sintiendo que no tenía mucho tiempo que perder, introdujo la tela en su bolsa de viaje y cogió el espejo con sus manos ensangrentada, cargando de nuevo con su peso, hacia el exterior de la habitación.
Si bien hacía unos minutos, el eco de las voces de los brujos de agua y aire que habían apagado el incendio se escuchaban retumbando en las paredes de piedra, ahora el silencio en el edificio parecía sepulcral, cómo esas noches de niebla en el cementerio de Sacrestic.
Los brujos parecían haberse marchado, huyendo de Toolusa, quizás con la esperanza de que la maldita mujer del espejo volviera tarde o temprano a este por su propia voluntad.
Cada vez que tenía que retorcer alguna de las esquinas, Cohen dejaba el espejo en el suelo; se agachaba mientras se llevaba una mano a la frente para impedirse elevar la mirada; si el pasillo encontraba a alguien, no la vería más allá de la cintura, impidiendo el contacto visual con los ojos.
Así fue recorriendo un pasillo tras otro, preguntándose dónde se encontraría aquella mujer y cómo iba a conseguir que la maldita volviera a introducirse en el espejo. Debía de atraerla hasta él… pero… ¿cómo hacerlo?
Recordó las palabras de la mujer: cuándo detecte que no hay rastro de vida, ella volverá a su espejo. Pero él no podía marcharse, pues sus opciones para entregarle el espejo a Wilhem, serían mínimas.
El vampiro dejó el espejo en uno de los corredores más amplios de aquella planta. De su bolsa, sacó la tela oscura, dejándola tras él. Aquel lugar sería el indicado: debía atraer a Toolussa hasta allí.
Tras preparar la escena, bajó a las plantas inferiores, recorriendo sus pasillos. Siguió el rastro de las numerosas figuras de piedra. Toolussa iba arrasando con cada incauto, de cada pasillo, de cada planta, recibiendo aquel lugar un ataque que seguramente no había tenido en años.
Fue entonces cuándo la vio, en la lejanía, al final de uno de los corredores. Afortunadamente, estaba de espaldas y Cohen reaccionó rápido.
―¡Toolussa! ―gritó, quedándose quieto tras dar el grito.
El silencio era completo, durante unos segundos, hasta que escuchó de nuevo los pasos. Los pasos de Toolussa en su dirección. A medida que los continuaba escuchando, acercándose a una velocidad moderada, Cohen comenzó a desplazarse de espaldas a la mujer, asegurándose de mantener una distancia prudencial con ella, pero permitiéndole estar la mayoría del tiempo a su vista para permitirle a ésta seguir su rastro.
Sintiendo que no tenía mucho tiempo que perder, introdujo la tela en su bolsa de viaje y cogió el espejo con sus manos ensangrentada, cargando de nuevo con su peso, hacia el exterior de la habitación.
Si bien hacía unos minutos, el eco de las voces de los brujos de agua y aire que habían apagado el incendio se escuchaban retumbando en las paredes de piedra, ahora el silencio en el edificio parecía sepulcral, cómo esas noches de niebla en el cementerio de Sacrestic.
Los brujos parecían haberse marchado, huyendo de Toolusa, quizás con la esperanza de que la maldita mujer del espejo volviera tarde o temprano a este por su propia voluntad.
Cada vez que tenía que retorcer alguna de las esquinas, Cohen dejaba el espejo en el suelo; se agachaba mientras se llevaba una mano a la frente para impedirse elevar la mirada; si el pasillo encontraba a alguien, no la vería más allá de la cintura, impidiendo el contacto visual con los ojos.
Así fue recorriendo un pasillo tras otro, preguntándose dónde se encontraría aquella mujer y cómo iba a conseguir que la maldita volviera a introducirse en el espejo. Debía de atraerla hasta él… pero… ¿cómo hacerlo?
Recordó las palabras de la mujer: cuándo detecte que no hay rastro de vida, ella volverá a su espejo. Pero él no podía marcharse, pues sus opciones para entregarle el espejo a Wilhem, serían mínimas.
El vampiro dejó el espejo en uno de los corredores más amplios de aquella planta. De su bolsa, sacó la tela oscura, dejándola tras él. Aquel lugar sería el indicado: debía atraer a Toolussa hasta allí.
Tras preparar la escena, bajó a las plantas inferiores, recorriendo sus pasillos. Siguió el rastro de las numerosas figuras de piedra. Toolussa iba arrasando con cada incauto, de cada pasillo, de cada planta, recibiendo aquel lugar un ataque que seguramente no había tenido en años.
Fue entonces cuándo la vio, en la lejanía, al final de uno de los corredores. Afortunadamente, estaba de espaldas y Cohen reaccionó rápido.
―¡Toolussa! ―gritó, quedándose quieto tras dar el grito.
El silencio era completo, durante unos segundos, hasta que escuchó de nuevo los pasos. Los pasos de Toolussa en su dirección. A medida que los continuaba escuchando, acercándose a una velocidad moderada, Cohen comenzó a desplazarse de espaldas a la mujer, asegurándose de mantener una distancia prudencial con ella, pero permitiéndole estar la mayoría del tiempo a su vista para permitirle a ésta seguir su rastro.
Cohen
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A medida que avanzaba por el pasillo, Cohen notaba la presencia de Toolussa tras él. Cada vez que se adentraba en uno de los corredores de la Academia, aceleraba el paso, aumentando la distancia con aquel ser maldito. Al llegar al final de este, antes de pasar al siguiente pasillo, esperaba hasta que sus pasos eran de nuevo detectados, continuando con su marcha.
Pasillo a pasillo, escalera tras escalera, Cohen condujo a Toolussa hasta el corredor dónde había depositado el espejo, a la espera de su llegada. Entonces, recordó las palabras de la anciana: “Cuándo detecte que en un lugar no hay rastro de vida, ella misma volverá a su espejo, esté dónde esté, hasta que una persona más vuelva a mirarse en él.”
La Academia parecía totalmente desalojada. Si había aún personas dentro, estaban debidamente encerradas en sus habitaciones y aulas. Los pasillos estaban vacíos y silenciosos. El único rastro de vida que parecía haber en ellos era él. Por lo que Cohen debía desaparecer de la vista de aquella mujer… para siempre.
Pasó por el lado del espejo y entró en la primera habitación que se encontraba abierta tras él. Un par de desordenadas camas de personas que habían huido durante la noche tras aquellos acontecimientos. Cohen dejó la puerta entreabierta y se dirigió hacia la esquina más apartada de la habitación.
Su plan inicial era permanecer quieto, pero recordó que en el interior de su bolsa había un elixir que podía ayudarle. El elixir de invisibilidad del Loto Cárdeno. Llevó el brebaje a sus labios y dejando su bolsa entre sus piernas, Cohen adoptó una postura firme.
A pesar de la invisibilidad que le aportaba este elixir, siguió con las instrucciones. Toolussa parecía inmune a todo tipo de magia, por lo que no sabía si aquello funcionaría.
Un instante más tarde, escuchó cómo la puerta de la habitación se abría. Cohen, que miraba para el rincón, cerró los ojos e intentó contener la respiración.
Sintió unos pasos a su espalda, acercándose poco a poco hacia él. Se mantuvo quieto, sin moverse, cómo si fuera uno de aquellos transformados por la mujer maldita en una de sus estatuas preferidas.
Logró sentir su respiración sobre su nuca, una respiración agitada, regular… por unos segundos, creyó que la mujer había detectado su presencia, pero se apartó de él continuando con su búsqueda por la habitación.
Tras varios minutos de sonidos, el vampiro oyó cómo la puerta de la habitación volvía a abrirse. Al abrir los ojos y moverse, se dio cuenta de que el elixir de invisibilidad había funcionado, pues él mismo veía a su alrededor un etéreo halo, el éter haciendo que su cuerpo fuera indetectable.
Esperó unos instantes y salió de nuevo al pasillo. No había rastro de nadie allí. Ni siquiera Toolussa. ¿Había entrado ya en el espejo? Dio un par de pasos hacia él. El cristal quedaba para el otro lado, por lo que no podía contemplar su reflejo.
Al coger la tela oscura que lo taparía, escuchó una fría voz que le heló la sangre que corría por sus venas, procedente de al otro lado del cristal.
―Emarébil. Arim ne le ojepse.
Cómo vampiro, sabía que ese tipo de voces podían ser de lo más peligrosas, por lo que actuó rápidamente. Cubrió el cristal con la tela, asegurándose que cubría su totalidad, anudando con fuerza los nudos de los extremos de la tela.
Totalmente cubierto, lo cargó de nuevo hacia el aula dónde se encontraba la bruja anciana. Recuperaría a Betis y saldrían de allí. ¿Pero cómo sería capaz de sacar el espejo mortal del edificio? Tras meditar aquella cuestión, pronto cayó en la solución…
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Pasillo a pasillo, escalera tras escalera, Cohen condujo a Toolussa hasta el corredor dónde había depositado el espejo, a la espera de su llegada. Entonces, recordó las palabras de la anciana: “Cuándo detecte que en un lugar no hay rastro de vida, ella misma volverá a su espejo, esté dónde esté, hasta que una persona más vuelva a mirarse en él.”
La Academia parecía totalmente desalojada. Si había aún personas dentro, estaban debidamente encerradas en sus habitaciones y aulas. Los pasillos estaban vacíos y silenciosos. El único rastro de vida que parecía haber en ellos era él. Por lo que Cohen debía desaparecer de la vista de aquella mujer… para siempre.
Pasó por el lado del espejo y entró en la primera habitación que se encontraba abierta tras él. Un par de desordenadas camas de personas que habían huido durante la noche tras aquellos acontecimientos. Cohen dejó la puerta entreabierta y se dirigió hacia la esquina más apartada de la habitación.
Su plan inicial era permanecer quieto, pero recordó que en el interior de su bolsa había un elixir que podía ayudarle. El elixir de invisibilidad del Loto Cárdeno. Llevó el brebaje a sus labios y dejando su bolsa entre sus piernas, Cohen adoptó una postura firme.
A pesar de la invisibilidad que le aportaba este elixir, siguió con las instrucciones. Toolussa parecía inmune a todo tipo de magia, por lo que no sabía si aquello funcionaría.
Un instante más tarde, escuchó cómo la puerta de la habitación se abría. Cohen, que miraba para el rincón, cerró los ojos e intentó contener la respiración.
Sintió unos pasos a su espalda, acercándose poco a poco hacia él. Se mantuvo quieto, sin moverse, cómo si fuera uno de aquellos transformados por la mujer maldita en una de sus estatuas preferidas.
Logró sentir su respiración sobre su nuca, una respiración agitada, regular… por unos segundos, creyó que la mujer había detectado su presencia, pero se apartó de él continuando con su búsqueda por la habitación.
Tras varios minutos de sonidos, el vampiro oyó cómo la puerta de la habitación volvía a abrirse. Al abrir los ojos y moverse, se dio cuenta de que el elixir de invisibilidad había funcionado, pues él mismo veía a su alrededor un etéreo halo, el éter haciendo que su cuerpo fuera indetectable.
Esperó unos instantes y salió de nuevo al pasillo. No había rastro de nadie allí. Ni siquiera Toolussa. ¿Había entrado ya en el espejo? Dio un par de pasos hacia él. El cristal quedaba para el otro lado, por lo que no podía contemplar su reflejo.
Al coger la tela oscura que lo taparía, escuchó una fría voz que le heló la sangre que corría por sus venas, procedente de al otro lado del cristal.
―Emarébil. Arim ne le ojepse.
Cómo vampiro, sabía que ese tipo de voces podían ser de lo más peligrosas, por lo que actuó rápidamente. Cubrió el cristal con la tela, asegurándose que cubría su totalidad, anudando con fuerza los nudos de los extremos de la tela.
Totalmente cubierto, lo cargó de nuevo hacia el aula dónde se encontraba la bruja anciana. Recuperaría a Betis y saldrían de allí. ¿Pero cómo sería capaz de sacar el espejo mortal del edificio? Tras meditar aquella cuestión, pronto cayó en la solución…
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Cohen
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Re: LATROM OJEPSE LE [OJABART]
Tras haber escondido el espejo de Toolussa en una de las habitaciones, volvió hacia la habitación del magistrado, dónde se encontraban los dos falsos espejos.
Cubrió uno de ellos de la misma forma que había cubierto el de Toolussa y lo transportó poco a poco hasta el aula dónde había dejado a la bruja anciana cuidando de Betis.
Por el camino, se dio cuenta de que su cuerpo era de nuevo visible, por lo que, al entrar en el aula, con el falso espejo, la bruja le veía con claridad.
El vampiro había previsto que ella se diera cuenta de que el espejo que le había llevado hasta allí no tenía rastro alguno de éter. De hecho, fue lo primero que dijo al abrir su boca desdentada.
―¡Este no es el espejo mortal!
―¡Claro que lo es! ¿Acaso no percibes todo el éter que vislumbra? Deberías sacarlo afuera, por la entrada principal. Dar a conocer al mundo de que tú has logrado atrapar a Toolussa dentro del espejo. Será algo que hará que todos recuerden tu hazaña. [1]
El efecto de la magia de su voz hizo sonreír a la anciana, que se dirigió al espejo y lo sacó de la habitación, dispuesta a entregarlo, buscando un reconocimiento que nunca le llegaría. Aunque puede que sí lo hiciera la deshonra.
Cohen recogió rápidamente su domo y lo guardó rápidamente en su bolsa. Betis despertó y tras dejarlo en su bolsa de viaje, sacó nuevamente la cabeza al exterior, observándolo todo.
―Tranquilo Betis, nos vamos ya de este terrible lugar.
Si bien al principio de la noche Cohen había deseado haber podido estudiar en un lugar cómo ese, cuándo el ocaso estaba próximo le parecía el lugar más inadecuado para él.
Había logrado salir por la misma puerta por la que había entrado en el edificio. Al otro lado, se escuchaban numerosas voces y entendía que se estaban dando cuenta en ese preciso instante de que el espejo que la anciana portaba no era el real. Apenas tendría unos segundos para alejarse y llegar al punto de encuentro con Wilhem.
El chico continuaba allí y miró el espejo con atención. El vampiro se preguntaba si aquel peligroso objeto estaba bien custodiado en manos de aquel joven brujo.
“¿Para qué crees que lo quiero? Voy a enterrarlo en algún lugar dónde nadie lo encuentre. Mis padres fueron convertidos en figuras de piedra por Toolussa cuándo yo apenas era un bebé. No quiero que a otros chicos les ocurra lo mismo…”
La voz del brujo volvió a sonar en su mente, algo molesto que Cohen había olvidado por completo tras su aventura en el edificio.
El brujo tomó el espejo y tras ponerlo a un lado, le entregó a Cohen una bolsa repleta de Aeros.
“El precio convenido. Un placer, Nikolas Cohen. Nos volveremos a ver…”
Entonces, realizó un conjuro y el espejo comenzó a levitar. Ambos se alejaron caminando por el camino principal que salía de la Academia. Cohen hizo lo mismo a través de los bosques alejándose de allí lo máximo posible antes del amanecer.
______________________________________________________
[1] Uso de mi habilidad Luz De Gas [Mágica, 1 uso de 2 turnos]:
Cohen utiliza un tono de voz tranquilo y sereno, centrando su atención en una o dos personas, motivando que éstas den por ciertas sus palabras, pudiendo incluso inducirlas a recordar hechos que éstas han vivido de forma diferente a la real.
Cubrió uno de ellos de la misma forma que había cubierto el de Toolussa y lo transportó poco a poco hasta el aula dónde había dejado a la bruja anciana cuidando de Betis.
Por el camino, se dio cuenta de que su cuerpo era de nuevo visible, por lo que, al entrar en el aula, con el falso espejo, la bruja le veía con claridad.
El vampiro había previsto que ella se diera cuenta de que el espejo que le había llevado hasta allí no tenía rastro alguno de éter. De hecho, fue lo primero que dijo al abrir su boca desdentada.
―¡Este no es el espejo mortal!
―¡Claro que lo es! ¿Acaso no percibes todo el éter que vislumbra? Deberías sacarlo afuera, por la entrada principal. Dar a conocer al mundo de que tú has logrado atrapar a Toolussa dentro del espejo. Será algo que hará que todos recuerden tu hazaña. [1]
El efecto de la magia de su voz hizo sonreír a la anciana, que se dirigió al espejo y lo sacó de la habitación, dispuesta a entregarlo, buscando un reconocimiento que nunca le llegaría. Aunque puede que sí lo hiciera la deshonra.
Cohen recogió rápidamente su domo y lo guardó rápidamente en su bolsa. Betis despertó y tras dejarlo en su bolsa de viaje, sacó nuevamente la cabeza al exterior, observándolo todo.
―Tranquilo Betis, nos vamos ya de este terrible lugar.
Si bien al principio de la noche Cohen había deseado haber podido estudiar en un lugar cómo ese, cuándo el ocaso estaba próximo le parecía el lugar más inadecuado para él.
Había logrado salir por la misma puerta por la que había entrado en el edificio. Al otro lado, se escuchaban numerosas voces y entendía que se estaban dando cuenta en ese preciso instante de que el espejo que la anciana portaba no era el real. Apenas tendría unos segundos para alejarse y llegar al punto de encuentro con Wilhem.
El chico continuaba allí y miró el espejo con atención. El vampiro se preguntaba si aquel peligroso objeto estaba bien custodiado en manos de aquel joven brujo.
“¿Para qué crees que lo quiero? Voy a enterrarlo en algún lugar dónde nadie lo encuentre. Mis padres fueron convertidos en figuras de piedra por Toolussa cuándo yo apenas era un bebé. No quiero que a otros chicos les ocurra lo mismo…”
La voz del brujo volvió a sonar en su mente, algo molesto que Cohen había olvidado por completo tras su aventura en el edificio.
El brujo tomó el espejo y tras ponerlo a un lado, le entregó a Cohen una bolsa repleta de Aeros.
“El precio convenido. Un placer, Nikolas Cohen. Nos volveremos a ver…”
Entonces, realizó un conjuro y el espejo comenzó a levitar. Ambos se alejaron caminando por el camino principal que salía de la Academia. Cohen hizo lo mismo a través de los bosques alejándose de allí lo máximo posible antes del amanecer.
______________________________________________________
[1] Uso de mi habilidad Luz De Gas [Mágica, 1 uso de 2 turnos]:
Cohen utiliza un tono de voz tranquilo y sereno, centrando su atención en una o dos personas, motivando que éstas den por ciertas sus palabras, pudiendo incluso inducirlas a recordar hechos que éstas han vivido de forma diferente a la real.
Cohen
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