Diamante de Sangre-En las Minas Oscuras-(QUEST/master)

Desde que salieron y vio la nota de la cantimplora hasta que llegaron a la mina le dio vueltas a la cabeza sobre el significado de la misma. Detendrá el fluir de la sangre... detendrá... se repetía constantemente. Lo que había visto en la casa del hombre no era muy alentador, y el título del libro en el cual se había fijado antes de salir le podía dar pistas o no de lo que era él, quizá debió haberle pedido que se lo prestase pero hubiese sido demasiado por su parte.

Al llegar a la entrada de la boca oscura de las entrañas de la tierra suspiró. Al principio la luz solar ayudaba a ver, pero veía desde lejos que cada vez iba a ser más oscuro. Quizá no estuviese en la integridad física óptima para aquella misión, pero lo intentaría con todo su ser, la derrota no era una opción.
Se llevó la cantimplora a la nariz y la olió, seguidamente volteó un poco la misma hacia el lado contrario de su boca, vertiendo el contenido sobre el seco suelo, regándolo de un lila claro. Desde el principio no le había gustado el viejo, lo ayudaba por como era y porque lo había pedido, pero no pensaba aceptar un medicamento que no sabía de qué estaba hecho y siquiera si podía envenenarle, pero lo peor de todo fue el detener el fluir de la sangre, si eso era cierto, el brazo izquierdo se moriría. Podía aguantar un dolor que llevaba aguantando hacía días e iba sanando progresivamente, era preferible a que la sangre cerrase el riego.
Kaala pareció sorprendida cuando tiré el contenido.

- No todo lo que ves es cierto, por mi no te preocupes, chica lobo, sé lo que me hago. Podía ser tanto una pócima como un veneno. - Guardó la cantimplora de nuevo en la mochila que les había cedido Joseph. - Ahora podremos usarla para agua, si es que encontramos...

Se adelantó a la loba y entró en la cueva. Aún no le había respondido las preguntas sobre Lys y todo lo demás, pero no tenía intenciones de hacerlo, pues seguía desconfiando de aquella que pertenecía a La Manada, aquellos que los atacaron y por los cuales Nana se había sacrificado. "¿Cómo estará ella? Espero que se haya salvado, a ella también le debo un favor... últimamente no paro de agradecer a lobos, qué mala suerte tengo últimamente."
La cueva estaba compuesta por rocas, más rocas y algunas rocas más para completar las rocas restantes, pero en el suelo había lo que eran unos extraños restos de metal y unas señales como si de un camino se tratase, pero pronto lo reconocío, lo que eran las vías de una mina pues en el norte había en grandes cantidades debido a la ingente cuantía de montañas exploradas y por explorar del territorio. Acarició el pomo de la espada así como a su vez el emblema de su casa, recordando dónde la había conseguido y cómo, y además, en compañía de quién.

Se arrodilló y echó la capa a un lado, posó su mano en la tierra y cogió un poco de ésta. Se la acercó a la nariz y la olfateó. - Está seca, todo aquí está muerto, pero no temas loba, pues estamos en las entrañas del subsuelo, donde la roca y la tierra reina, donde nació el dragón de tierra, el señor de mi casa, el que nos dotó con su sangre, el que da la vida y que la quita, el que vela por las criaturas. Estamos en su vientre, así pues, no nos puede pasar nada malo en éste. Pero por si acaso, yo iré delante.

Las palabras de la loba lo sorprendieron por varios motivos, el primer de todos es que la recordaba como alguien escurridiza y muy tímida, temerosa incluso de hablar por no pecar, aquellas respuestas directas pues no las esperaba, ni tampoco que mediante unas palabras lógicas cargase ella con la antorcha, pero era lo más adecuado y no pudo recriminárselo.
- Quizá tengas razón, quizá no debería hablar así a alguien que no conozco de casi nada, quizá no sea justo... ¿Me hablas tú, loba, de justicia? Los licántropos no sabéis nada de organizaciones judiciales de las cuales nosotros podemos enorgullecernos, nosotros no matamos y cazamos por placer, somos rectos y sabios, justos en todo lo posible, sobretodo la mayoría que seguimos el camino de la espada, pero lo lobos no sois así, no... cuando hayáis a alguien indefenso, lo atacáis, cuando un niño se pierde en el bosque, os lo coméis. ¿Y me hablas tú de justicia? - Estaba realmente molesto por todo lo ocurrido y el que le dijese que si la juzgaba o la dejaba de juzgar había prendido su chispa. - No me gustáis, pero he de reconocer - Dijo tragándose su orgullo. - que tú salvaste a Lys y es algo que te debo, por ello mismo tienes mis disculpas. No eres como ese Markus, no, eres más bien como aquella mujer, la loba negra... pero también fue tu manada la que mandó gente a matarnos después de dar palabra de no hacerlo.

Iba hablando él solo, sabía que con sus primeras palabras quizá la había herido, pero era lo que pensaba él, y no solo él sino todos los dragones del norte, pues no podían ver a ninguno de sus vecinos, pero si tenían que elegir preferían a los del este, pues con los vampiros solo trataba la escoria.

Poco rato tardaron en encontrar un esqueleto colgado por cadenas, con ropas hechas jirones, y una bifurcación. El esqueleto estaba colgado en la que seguía recta, pero luego había una pendiente hacia abajo, y por ello no era nada alentador seguir recto, pero seguir bajando implicaba más oscuridad, y tampoco era bueno. Alandor tenía la impresión de que cualquiera de las dos decisiones podría resultar peliaguda y no se decidía a elegir, pero sí que estaba seguro de algo.
- Atrás. - Ordenó a Kaala con voz imperiosa.
Cuando ésta se retiró puso la mano sobre la empuñadura y desenfundó gracilmente a Vegvísir. La hoja resplandeció unos segundos al salir de su funda, era una hoja más blanca que gris, casi parecía brillar y se diferenciaba en la oscuridad, no mucho, pero se notaba que ahí había algo, por desgracia no la podía usar como antorcha.
- Ilumina el esqueleto. - Volvió a exhortar.
Una vez hecho, alzó la espada y cortó las cadenas haciendo que el saco de huesos cayese al suelo provocando un ruido sordo que pronto resonó en el eco de la cueva. Eso, por desgracia, tampoco era bueno, pero no podía permitir que el cuerpo del que había sido un ser vivo humanoide quedase humillado de tal manera durante años y años hasta que alguien que se adentrase en las profundidades de la cueva se decidiese a bajarlo.
- Habría que darle sepultura, pero no tenemos tiempo para eso, sin embargo sí que lo dejaremos en el suelo, pues ya no tendrá que cargar más con la humillación de estar muerto y esclavizado por cadenas de frío hierro oesternense. - Clavó la espada en el suelo y se arrodilló, cerrando los ojos. - Que el fuego te juzgue, hijo de tierras desconocidas. - Seguidamente procedió a inspeccionar el cuerpo para ver si había alguna pista de interés en él o cualquier cosa que pudiese serles de utilidad.

Casi no escuchaba lo que la loba decía pues estaba ocupado inspeccionando lo que el muerto había dejado. Vio algo brillante bajo lo que eran los restos óseos y acercó la mano, instintivamente lo asió con cuidado y lo acercó a su cara para verlo más de cerca cuando un gran estruendo sobrevino al caballero y seguidamente una oscuridad total. El hombre se puso de pie alarmado y desenfundó a Vegvísir de las entrañas de la mina mirando a todos lados sin ver nada, bastante alterado.

- ¡Kaala! - Gritó. ¿Qué ha pasado? - Dijo aún con la voz alzada.

Por el otro lado aún había un pequeño reguero de luz entre las piedras pues por fortuna había de todos los tamaños y eso implicaba que hubiese pequeños orificios donde la luz aún pasaba, pero solo veía esos orificios y nada más. No necesitaba nada más. Se guardó el medallón en la capa, en uno de los muchos bolsillitos que tenía esta y guardó la espada en la vaina. No había mucho tiempo antes de que ella decidiese continuar su camino, estaba gritando también pero él se tranquilizó y habló con serenidad después de un gran suspiro.

- Espera un momento, no son más que piedras. - Puso la mano sobre una de ellas, estaba completamente mojada, o más bien embarrada. - Las piedras y la tierra son de mi estirpe, me entiendo con ellas, pero para fortuna nuestra están mojadas, lo que me ayudará en este caso. Échate hacia atrás un momento.

Fue a coger una piedra con las dos manos cuando sintió un dolor punzante en el brazo izquierdo y recordó la herida del brazo. "Maldición... en ese caso tendré que apañármelas con una mano o.." Miró a la oscuridad hacia donde se supone que estaba el cadaver y tanteó en el suelo hasta que encontró éste. "Lo siento, pero debo proteger a los vivos aun a costa de olvidar a los muertos, pues el deber de protección es más importante en este momento" Tocó el cuerpo con cuidado hasta que llegó al fémur, el hueso más largo conocido y lo quitó del cuerpo. No parecía muy estable pero aún podía resistir algo, pero necesitaba algo para que ganase consistencia y se acordó rápidamente de los hierros que agarraban el muerto. Tocó la pared y mientras subía con las manos se puso de puntillas hasta que consiguió descubrir donde se encontraban estos y con el brazo bueno dio un tirón apartándose rápidamente del sitio por si caían más piedras, teniendo pues en la mano el hueso y el hierro. Ató la cadena alrededor del fémur para darle consistencia y que no se doblase a la hora de hacerlo funcionar, a modo de palanca. Al igual que durante el tiempo que estuvo ahí el hueso agarrado por el hierro, el caballero descubrió que podría hacer utilizar ese truco de nuevo, si la gravedad y el peso óseo no había roto aún la masa de calcio era muy probable que un poco más de hierro forjado no lo hiciese.

- Aguanta un poco. - Animó a la loba.

Pasó la palanca entre el orificio entre dos piedras y con el brazo bueno hizo fuerza para sacar la piedra. Normalmente estaba seguro que con una sola mano le hubiese costado muchísimo y su cansancio hubiese sido extremo, pero en aquella ocasión el agua y el barro, condicionantes para que la movilidad de la piedra fuere mayor, ocasionaron que rápidamente puediese despejar un poco el camino y se hizo un espacio para cruzar. Para mover las piedras a modo de palanca lo que hizo era que la piedra y el hueso no entrasen en contacto sino que lo hiciese con un rígido hierro atado al hueso asegurando así una mayor dureza.

Pronto vio luz, mucha más luz de la antorcha que había encendida al otro lado, pero no se apresuró a cruzar pues aún podía ser peligroso y se aseguró de que el camino era seguro, intentando no dar ningún paso en falso pues conocía bien lo que cubría las rocas, lo que tanto lo había ayudado podía ahora entorpecerlo. Pasó sentado, arrastrándose con la mano derecha, para no causarse lesión alguna y cruzar a donde Kaala estaba sana y salva.

Al pasar al otro lado no medió palabra alguna, pues supo que había hecho un buen trabajo, y esperaba que la muchacha hubiese aprendido la lección de no irse sola más, simplemente sacó el medallón y se lo enseñó, a ver qué podía decir ella sobre éste, y luego añadió unas palabras. - Parece que ya hemos elegido camino.

Se sacudió bien la suciedad de la ropa y la miró de arriba abajo, realmente parecía estar bien, y aquello lo reconfortaba en cierta manera pero su interés por Lys no hacía más que fastidiarle y recordarle que había tenido que dejarla atrás en su camino, pero pronto la reencontraría en las runas.

- Está bien, que yo sepa. Si no ha ocurrido nada, debe estar sin un rasguño, tal y como la dejé. - Sentenció el caballero.

Observó que eran iguales, aquello no le gustaba pues indicaba que los esqueletos debían formar parte de alguna organización, clan, familia u orden que tuviese por emblema dos machetes una calavera y un cáliz. Las calaveras por lo que pudo observar las habían encontrado, pero aún faltaban los machetes y los cálices, pero antes de deducirlo por si mismo prefirío compartir con Kaala sus suposiciones pues dos mentes pensaban mejor que una, así es como se lo enseñaron los dragones sabios de Dundarak.

- Hay tres elementos en estas monedas, cuatro si contamos el vacío, pero normalmente esto es porque uno se pone el medallón de un lado y no del otro, hacer grabados es costoso y mucho más si son de doble cara, por ello supondremos que que haya un vacío indica absolutamente nada, por otro lado están la calavera, puede significar varias cosas, como muerte o simplemente que al líder la organización, banda o lo que quiera que sea ésto le gustaba decapitar a la gente, pero simplemente puede indicar todos estos esqueletos. ¿Pero por qué iban a llevar esqueletos un medallón? Aquí está el problema, pues de nada serviría vestir a un muerto. Por otro lado están los machetes, hay dos, podemos suponer que cada uno es un peligro y al haber dos y además dos caminos es probable que tenga algo que ver, y por eso yo la valentía la defiendo, pero en un lugar así sería una estupidez por nuestra parte separarnos, y por último el cáliz, que puede indicar varias cosas como riqueza o brujería si lo convinamos con la calavera, o por lo menos eso me parece a mí. - Después de su largo discurso miró a la loba, esperando una opinión constructiva sobre sus deducciones, que muy probablemente eran erroneas en su mayoría o su totalidad.

Después de la árdua discusión sobre los medallones se encontraron de frente con los esqueletos con armaduras. Alandor miró a Kaala la cual parecía un poco rehusada a pasar por ahí, parecía un perrito asustado incluso, era bueno tener respeto a los muertos, pero no en esas cantidades, por eso el caballero en signo tranquilizador se aproximó él primero a los muertos y los observó, notó que el metal recubría sus huesos y se dio cuenta de que su única protección era una cota de cadenas bajo la cálida ropa, así que le sacó a uno de los esqueletos la cota de placas y se la colocó, así como un guantelete para el brazo derecho, nunca sabía cuando iba a necesitar propinar un puño de hierro, además de que transformarse iba a ser complicado y necesitaría el hierro, posiblemente. Se acercó a otro que parecía tener un tamaño más pequeño y le quitó a su vez la armadura, que esta era de acero como pudo comprobar por el peso y se la dio a Kaala.
- Póntela, casi no llevas protección. Yo lucharé llegado el momento, más vale loba viva y protegida que loba muerta pero fiera. - Aunque la loba no lo sabía, Alandor ya se estaba autoproclamando protector, como siempre hacía con toda mujer que lo acompañaba, pues amaba hacer él las cosas debido a su servicial y caballeresco carácter.

Alandor se acercó al agua cuyo rumor escuchaba desde hacía un rato y sin pensárselo dos veces bebió de ésta. Conocía bien las montañas pues el norte estaba plagado de ellas y al ver allí el líquido supo que era potable, pues ninguna era más limpia que la subterranea y mucho más en tales cantidades, y es que aunque la muerte llegaba a esos lugares, aún había una pizca de vida. - Aún hay posibilidades de salvar este lugar. Cuando vuelva a Dundarak tendré que llevar un informe, pocos dragones han explorado este lugar. - Comentó mientras llenaba el pellejo y el recipiente donde estaba la poción.

Continuaron el camino dos horas más y llegaron a una escalera de madera, subieron instintivamente y pronto vieron la luz. ¿El final de la mina? No, pero era muy distinto, un suelo de mármol y dos grandes entradas. Siguieron el camino indicado cuando escucharon el crujir de unos huesos y una sombra moviéndose velozmente. Alandor no pudo discernir el tamaño de lo que era y mucho menos qué había sido, pero estaba seguro de que allí había pasado algo. Miró a Kaala y ella pareció darse cuenta también.

Todo ocurrió muy rápido y cuando quiso darse cuenta se encontró en la sala de los glifos iluminados y con su compañera atada con cadenas y un extraño hombre hablándoles, casi exigiéndoles cosas y suscitando que eran unos ladrones que se habían introducido en sus minas, y aquello fue lo que menos lo gustó al caballero pues debido a su honor no podía dejar pasar estas ofensas, pero no era tiempo de discutir pues tenían a Kaala de rehén y sopesando la situación la vida, aunque fuese de una loba, valía mucho más que una represalia a tiempo, así pues lo dejaría pasar por esta vez y no reprochó nada.

Miró a Kaala, aún sin haber abierto la boca. Parecía confusa y aterrorizada a la vez, era lógico, pero... ¿Cómo era eso de que ella tenía el alma maldita? Por supuesto que el alma de Alandor no podía estar corrupta pues siempre seguía la senda del caballero, pero... ¿Qué habría hecho ella para estar de esa forma? Debería saberlo antes de continuar caminando a su lado, pues no podía proteger correctamente a alguien que ha podido cometer pecados mortales tales como para tener manchado el espíritu.

El dragón miró de nuevo al extraño, no sabía quién era ni si quiera si podía mantener su palabra o si en realidad lo que quería era burlarse de ellos, pero recordó el estado de su brazo y supo que en esas condiciones muy dificilmente podría hacerle frente, así pues decidió que lo mejor en este momento era confiar en la palabra del extraño, pero no le gustaba nada aquello y esperaba que el final no fuese como él pensaba, pero desde luego que encontraría el objeto antes de un día, pero no podría calcular el tiempo y eso en parte era bueno y malo, no podía saber cuánto tiempo le faltaba para que acabase el día, ni siquiera qué hora era en aquél momento, pero no se pondría nervioso e incurriría en errores básicos, podría mantener la calma.
Asintió con la cabeza.

- Muy bien, como caballero confiaré en tu palabra de que no le tocarás un solo cabello a la joven, tardaré menos de un día, pero como cuando vuelva le haya pasado algo vagaré por estas cuevas aún como alma en pena para vengar el alma que tú dices que es corrupta de la joven que es ahora mi protegida. - Desenvainó la espada y posó la punta de la hoja en el suelo. - Lo juro por mi espada, y es el juramento más sagrado que existe.

Guardó de nuevo a Vegvísir y fue por el camino indicado echándole un último vistazo a Kaala por el rabillo del ojo. "Sé fuerte mientras vuelvo, chica, lo necesitarás, pero no dudes en que volveré". - Pensó, intentando transmitirle estos sentimientos a ella, sabiendo que era totalmente inútil pero lo hacía sentir mejor de todas formas.

La puerta se cerró tras el caballero.

Caminó durante mucho tiempo pero no supo cuanto, sin embargo al final del camino llegó a la sala rectangular, parecía el final, o eso al menos aparentaba y lo único que discernía que podía alterar la habitación era la muchacha que parecía llacer muerta. Se aproximó por instinto al cuerpo y cuando se encontró en medio del salón la salida se vio obstaculizada por una pared de piedra. - "Esto no será tan fácil de derrumbar, pero es el menor de mis problemas ahora mismo... la llave, hay que encontrar la llave." - se repetía una y otra vez mientras se acercaba al cadáver.

Las antorchas de la pared se iluminaron de un fuego azulado, y para un dragón como él aquello no era buena señal, pues conocía el fuego puro que era el rojo que todo lo limpia y el azul, a parte de algunos otros, el cual representaba el frío y la muerte, un poco contradictorio siendo fuego después de todo, pero era un mal presagio para cualquier norteño y aquello lo hizo ponerse alerta. Algo no andaba bien, y muy probablemente era la muchacha, pero enseguida se dio cuenta de las palabras ensangrentadas y observó que estaba en lo cierto. "¿Sálvame?" Algunas preguntabas pasaban por la cabeza del caballero como quién era ella, quién habría escrito aquella palabra, por qué con sangre, y qué ocultaba aquella sala... nada daba buena espina.

Inspeccionó el cuerpo y encontró una llave, pero no podía ser tan fácil, así que de momento no la cogió y decidió analizar fríamente la situación, pues la impulsividad siempre llevaba a desastres, y así se lo habían enseñado los estrategas de Dundarak durante su formación, Algo que le llamó su atención tras la llave fue la espada, la observó sin tocarla, era sin duda de una calidad aceptable pero incomparable con Vegvísir. ¿Para qué querría una persona muerta una espada en una tumba de tierra como es una mina? ¿Acaso alguien la había dejado ahí después? ¿Quizá... podía ser que una maldición de protección para la llave? Todo encajaba perfectamente planteado desde ese punto de vista, después de todo estaban en el oeste y los crueles engendros se sabían todo lo relativo a las artes oscuras, así pues podría llegar a ser lo más probable incluso.

El tiempo corría y no podía permitirse perder más tiempo pensando, así pues decidió improvisar y retiró la llave del pecho de la mujer guardándoselo rápidamente en el bolsillo de la capa y saltando hacia atrás por la posible maldición o lo que pudiese ocurrir, pero deseaba con todas sus fuerzas que la sala no acabase destruída, pues él acabaría igual.
La mujer se levantó y como si de un rayo se tratase comenzó a moverse, sus ojos casi no podían seguirla, era demasiado rápida.y en un momento dado alzó la espada para atacar al dragón el cual por suerte con todo su entrenamiento pudo rápidamente echarse a un lado evitando el ataque. Era una espada demasiado grande para un cuerpo demasiado enclenque.
Se sorprendió tras las palabras de la mujer, pues no se las esperaba para nada. ¿Quién era su amado? Es cierto que servía para liberar los espíritus, la llave, pero era entonces muy probable que uno de los que los habían atacado fuese su amado, quizá el momento de la venganza había llegado antes de lo esperado.

El frío en la sala aumentó y el dolor del brazo izquierdo lo hizo a su vez, pero por suerte Alandor tenía una buena constitución y pudo resistirlo sin hacer muecas de dolor, y había otras cosas más importantes en las que pensar, así pues haciendo el mínimo caso posible al brazo y sin desenvainar la espada habló con la chica, era la única opción que tenía.

- ¡Tranquilízate y hablemos! - Gritó el caballero. Supo que ella pararía pues le había dicho que si se iba y le devolvía la llave lo dejaría vivir, así pues supuso que estaría dispuesta a dialogar. La muchacha pareció hacer un ademán de escucharle así que rápidamente comenzó a hablar antes de que cambiase de opinión. - Si no me equivoco, tú eres la única que quiere estar con él pues él desea ser liberado, pero yo puedo ayudarte a conseguir tu propósito. - Ante esto la muchacha pareció tener más interés en escucharlo, así que continuó. - Tengo un plan, pero no será fácil y necesitaré tu ayuda.

Era complicado, muy complicado, pues necesitaba cumplir tres requisitos y estos eran salvarla a ella, liberar a Kaala y a los espíritus y conseguir la gema, pero sabía como podría hacerlo y sobretodo no podía levantar su arma contra ella, pues era una mujer al fin y al cabo, y era muy importante salvarla pues así lo había pedido escrito en sangre.

Después de recapacitarlo unos minutos el dragón observó que el plan de la muchacha parecía ser mucho más factible y sencillo que el suyo, quizá así incluso pudiese salvarla a ella, era mucho mejor que traicionar y como caballero jamás se lo habría perdonado, por ello, aunque no le hacía mucha gracia, más bien le daba incluso un poco de repugnancia, no pudo hacer otra cosa que acceder al plan de la mujer.

- Está bien, aceptaré pues veo que no hay muchas posibilidades más y la tuya es más factible de lo que podía llegar a ser la mía, pero antes de entrar en mi cuerpo deberás decirme tu nombre, pues no sería cortés por tu parte entrar en mi cuerpo y no saber cuál es.

Si ella se lo hubiese dicho o no, no importaba en realidad pero pronto se quedó ciego y tendría que confiar en sus instintos de dragón para guiars, estos no eran especialmente buenos pero como siempre había alardeado, su familia procedía de la tierra y aquello lo aventajaba en aquel terreno, incluso frente a otras criaturas con mejor percepción pues todo aquello era dominio de su padre último, por ello confiado se dio la vuelta escuchando, palpando, todo por donde había pasado.

Vio unas vias mineras completamente reparadas y a unos enanos transportados en un carro, eran bastantes y muy apretados, y si solo era un carro muy probablemente habría más y tantos trabajadores haría que la mina fuese mucho más profunda de lo que habían visto, muy probablemente habría pisos inferiores cerrados desde hacía decenios e incluso siglos, aquella sola idea hizo que un escalofrío recorriese el cuerpo del caballero y un sentimiento aventurero lo embriagó de golpe, pero pronto recapacitó y se dio cuenta de que tenía una misión, no podía fallar. Continuó caminando.

Más adelante vio a los mismos enanos picando, extraían oro y rubíes, una suculenta presa para el minero profesional, pero era extraño pues estaban picando en la dirección contraria hacia donde iban minutos antes, ¿qué estaba ocurriendo? Realmente aquellos no estaban allí cuando él pasó antes de ir a ver a la mujer de la llave pero ahora los veía. Pronto esa imagen se alejó y lo siguiente que vio fue a esos enanos en diferentes lugares, muertos, algunos decapitados, otros sin brazos e incluso había uno que tenía su propio pico clavado en el estómago, era una visión horrible.

Casi vomitó de la impresión pero lo resistió y continuó, palpando, escuchando, olfateando... hasta que llegó a una especie de cámara subterránea, no sabía como había llegado pero allí vio a tres hombres con el colgante que había en los esqueletos. Acercó la mano a la capa y tocó el frío metal con los relieves del símbolo de los dos machetes y la calavera. Observó a los hombres, él podía verlos perfectamente pero ellos parecía que no a él, todos llevaban machetes y sacó la precipitada conclusión de que ellos habían sido los asesinos de los pobres enanos, pero no lo sabía con certeza. ¿Qué habría pasado allí realmente? ¿Qué les había ocurrido a los esqueletos, a esos hombres de los machetes, para acabar así? Realmente las minas oesternenses no eran más que un lugar lleno de muerte y sangre, un lugar horrible para cualquier ente puro y Alandor estaba seguro de que no saldría impune de allí.

Cuando recobró la visión sintió un extraño alivio pero los momentos siguientes fueron incluso más tensos que los anteriores pues ahora se trataba de algo real, un peligro existente, la amenaza de los esqueletos. Debía contenterlos a todos, y debía pues ya lo había asumido así ya que su instinto caballeresco no lo veía de otro modo y la respuesta salió de él segundos después de que el hombre formulase las palabras.

- Si no hay más remedio, yo me quedaré aquí. - Miró a la loba. - Ve a liberar las almas. - Exhortó.

Puede que hubiese otro camino, quién sabe, puede incluso que no hiciese falta presentar batalla, pero el dragón no lo deseaba así y es que pelear por que la dama se viese a salvo lo llenaría mucho más que ingeniárselas para salir de allí, pues sabía que era posible que no volviese a ver la luz solar, aunque dado el caso de que las cosas se viesen demasiado negras siempre podría recurrir a su forma de dragón, a pesar de no caber bien en aquél lugar. Lo mejor era dejarlo como último recurso y solo para cuando estuviese en peligro de muerte, era lo mejor.

Tocó la empuñadura de la espada que le había regalado la Dama de Lágrima, realmente era una bella espada pero en su estado no podría usarla, con el brazo bueno la lanzó a uno de los extremos del cuarto y desenvainó Vegvísir seguidamente. Era la guía nívea, la que conduce a los hombres a la victoria, así la habían llamado, y Sokotora predijo grandes victorias para el caballero, no podía morir allí, solo y en la penumbra. Debía luchar por el honor de la familia Siland en las tierras del Oeste.

- ¡Kaala, ve de una vez, no volveré a repetirlo! - Gritó pero la muchacha se mostraba reacia a marcharse, así pues se acercó a ella y se arrodilló, le posó la mano derecha en la mejilla y con una dulce caricia acompañó su voz. - Hoy seré tu espada y tu escudo, sería una deshonra para mí si murieses por mi culpa, así pues, por los bosques que tanto aprecias, sal de aquí con la gema, que uno de nosotros salga con vida por lo menos, yo soy tu protector, el caballero dragón que te escudará en la oscuridad que vemos hoy aquí, así pues, con estas palabras te lo vuelvo a exhortar; ¡Apremia y cumple con nuestra misión! Nos veremos en casa del anciano, Kaala, hija de la luna.

Esperaba que esas palabras bastasen para que la muchacha aceptase a irse.

Mientras ella se marchaba o no, él pensaba en el plan de combate que seguiría, eran muchos enemigos y los estrategas nórdicos recomendaban que ante una superioridad numérica tan grande y con mínimas posibilidades de victoria, lo mejor era huir y no sería tachado de deshonra sino de astucia, pero en este caso sería imposible, así pues debería examinar los puntos débiles de un esqueleto con exactitud.
Eran todo hueso, ni músculo ni piel, si con una espada era posible cortar un hueso con los impedimentos que conllevaba carne y músculo, sin ellos sería más fácil, pero en contra estaba que la masa ósea era mucho más dura que lo demás. Vegvísir era una espada fría, helada al contacto, pero aquello muy probablemente no afectase en nada a los muertos, pero tenía la suerte de que la espada era una bastarda y por ello servía tanto como para proteger como para atacar, y la ventaja de las bastardas es que se pueden asir con una mano o con dos, y en añadidura la fuerza de Alandor era considerable como para poderla manejar sin problemas con una. La única ventaja que tenía eran sus arduos años de combates por el mundo, su larga experiencia, y por eso consideró la situación y lo mejor sería ponerse a la defensiva, cerca de una pared para que no pudiesen atacar por la espalda, posiblemente así lo haría. "Realmente ha sido un detalle el decir que nos iban a atacar" - Pensó. - "Y no sé como haré pagar al hombre este todo lo que ha hecho pasar a la dama, pero se arrepentirá."