Reencuentro. [Interpretativo, privado][+18]

Lo había dicho. Ella lo había dicho. Acababa de decir que le quería. Desde luego, no esperaba esa reacción ni mucho menos. De hecho, conociendo a Nana, esperaba que ahora sobreviniese una discusión bastante violenta. No pudo evitar alzar las cejas cuando lo escuchó, realmente siempre deseó oírlo.

Todo un licántropo... Sí, se podría decir que cada vez era menos animal y más una sutil mezcla entre humano y bestia. Ser un lobo descontrolado no beneficiaría en nada ni a él ni a los que le rodean. Sí, él también la quería, más de lo que podía admitir. No quería parecer débil afirmándolo.
-Yo... yo tambien te quiero.-y, sin embargo, lo acababa de afirmar. Tenía que decirlo, se acababa de quitar un gran peso de encima. En el fondo, llevaba deseando hacerlo desde hacía muchísimo tiempo.

Observó como Nana dejaba caer su camisa al suelo. Intentó controlarse, no quería parecer un crío que nunca había visto unos pechos. Sonrió de medio lado y la atrajo hacia él abrazándola con fuerza. La besó, y esta vez no tenía intención de interrumpirlo con ninguna frase. No iba a arriesgarse a estropearlo. En ese momento, no necesitaba nada más que notar su piel y su respiración más cerca que nunca. Todo lo demás, el mundo, la propia vida le eran totalmente secundarios

Jamás comprendería esa manía de ponerse ropa. Los humanos habían perdido su contacto con la naturaleza, era obvio que se sintiesen inválidos sin ella, pero los licántropos no eran como ellos. Sonrió un poco al ver que ella ponía una de sus manos en su pecho. Ciertamente, lo añoraba. Miró hacia el pantalón con cierto desprecio.
-Nunca entenderé por qué te vistes. Estás mucho más hermosa sin toda esa tela tapándote.

Su otra mano descendió hasta el botón de los pantalones de la loba. Le costó más de lo esperado, pero había cogido práctica con esas cosas, finalmente fue capaz de desabrocharlo. Introdujo la mano por un lateral del pantalón, acariciando la piel de sus muslos. Hacía demasiado desde la última vez.

Se acercó a su cuello y se lo besó. Al principio con delicadeza, pero no pudo evitar emocionarse a medida que su mano apretaba su pecho; hasta el punto de darle pequeños mordiscos. La atrajo aún más hacia sí desde la cadera. Su respiración se hacía cada vez más agitada. No podría desearla más, ojalá nunca llegase el día siguiente.

-No se cuanto aprecias eso-dijo mirando a los pantalones-, pero o te los quitas, o los rompo.

Un siglo parecía que había pasado desde la última vez que ambos estaban así, como si nada más en el mundo importase, tan solo ella y él y el tiempo que ahora corría solo para su disfrute. No importaba cuántas horas tuviera la noche, que todas eran para ellos. Se mordió el labio al notar sus manos tibias en sus muslos calientes, notó como las cosquillas subían desde más abajo de su columna hasta su sien. Le mordió la oreja y rió ante su comentario sobre los pantalones. 

-Tampoco les tengo mucho aprecio... -Dijo bromeando y se levantó de la cama poniéndose frente a él semi desnuda, llevó sus manos a los pantalones y los dejó caer, resbalando por sus muslos hasta caer en el suelo. -Pero son caros y mejor si no los rompemos... ¿Mejor? -Preguntó caminando en paso lento hacia él, le acarició los hombros y se apoyó en sus muslos con una sonrisa pícara y seductora en la cara. 

-Lo del suelo, la pared, la mesa... Sigue en pie. -Le dijo al oído en tono seductor sin parar de acariciarle la nuca. -Si tú quieres, claro. -Le echó una mirada retadora, a ver hasta dónde podía llegar aquel juego de seducción.

Definitivamente, iba a dejar de controlarse. Era totalmente imposible que tuviese a Nana desnuda delante y se comportase de forma delicada. Se levantó rápidamente, colocó la mano en su hombro y la llevó hasta que ella tuvo la espalda en la pared. Menos mal, hacerlo en una cama perdía parte de su gracia.
-Prefiero a esto a una cama.

La sujetó por la cadera con la otra mano y la atrajo hacia él. La besó con intensidad. Sus lenguas se entrelazaron como en una combate a muerte, no iba a ser delicado después de tanto tiempo. La mano de su hombro pasó a enredarse en sus largos cabellos negros hasta que acabó agarrando un mechón de su pelo. La emoción del momento casi le hace tirarle del pelo.

Sujetó su trasero con fuerza, lo cual facilitó que sus caderas estuviesen completamente pegadas. Sus labios bajaron hasta su cuello, donde la besó con fuerza. Tiró algo de su pelo, echando su cabeza hacia atrás para poder besar la parte delantera de su cuello y su mentón.

Habían pasado de un cuadro romántico a uno no tan romántico, pero eso a ella le gustaba más, era más su estilo. Sonrió ante la reacción de Brendarid, pero jamás habría pensado en todo lo que venía posteriormente. Se sorprendió cuando el lobo casi la embiste con violencia contra la pared, haciéndoles quedar tan cerca que casi podía escuchar su corazón resonar en sus tímpanos. Cogió aire y se mordió el labio fruto de aquella pasión incontrolada que le ofrecía su compañero de juegos. 

-Sí, esto es mucho mejor... -Dijo casi en un susurro. Su respiración se había agitado como el agua de mar un día de tormenta. Se abrazó al cuello de Brendarid con fuerza y con un leve salto rodeó su cintura con sus piernas, el calor de la lujuria le rodeaba los muslos. 

Arqueó la espalda hacia atrás, dejándole vistas a todo su torso desnudo y apoyó la cabeza y la espalda contra la pared, fundiéndose con el frío de las maderas. Le mordió el labio durante un apasionado beso, luego el cuello, los lóbulos de las orejas. Deslizó una de sus manos por los hombros del lobo, arañándole levemente con las uñas.

En cuanto la loba colocó las piernas en su cintura, la sujetó por los muslos y usó la pared como punto de apoyo, lo que hacía que estuviesen todo lo pegados posible. La podía sentir más cerca que nunca. Llevaba tanto tiempo ansiándolo que casi no le parecía real, más un espectro, como un sueño lucido que olvidarás poco después de despertarte. Pero esta vez no era así, estaban allí, más reales que nunca.

Tras un reencuentro de lo más emotivo, ambos terminaron tumbados sobre el suelo. Brendarid tenía un brazo bajo el cuello de Nana, permitiendo que así esa se acomodase sobre su pecho. Eran poco más que dos cuerpos jadeantes, despeinados y jadeantes observando al infinito. Él se acercó a ella y la besó en la cabeza.

-Desde luego, ha sido mejor de lo que me esperaba.

Realmente se había olvidado de donde estaba y de qué hacía allí. Los recuerdos volvieron a su mente: el poblado, el mago, Thorbald... La verdad es que se estaba mejor allí tumbado que en el mundo real. Por desgracia, había comprobado que esos momentos no son eternos.

Sacó el brazo de debajo de Nana con suavidad, se incorporó lentamente y se acercó a la ventana. El sol brillaba más de lo que recordaba, tuvo que entornar los ojos hasta poder acostumbrarse a la luz. Había gente ahí fuera, trabajando o simplemente existiendo. Tal vez no le desagradase vivir así, aunque en el fondo de su ser siempre preferiría estar solo. Quizás, si se esforzaba lo suficiente, consiguiese compatibilizar ambas cosas: trabajar solo y vivir en comunidad. Es algo que se había planteado durante toda sus estancia entre los humanos, estar con ellos no fue tan duro, ¿por qué iba a serlo estar entre los de su propia raza?

-Puede que vivir aquí no sea tan duro como pensé en un principio-dijo sin girarse-. ¿Tendrías un sitio para mí entre toda esta gente?

Aún tenía mucho que conocer, y probablemente mucho que viajar, precisamente el mago pudiese ayudarle en ello. No quería, ni pretendía, volver a dejar a Nana sola, pero no podía predecir lo que iba a ocurrir. Puede que algún día decidiese marchar al norte, o tal vez al oeste, había demasiadas cosas que conocer y no tanto tiempo. Incluidos detalles sobre cierta maldición que hablaría con Aren en otro momento.

Las palabras de Nana pesaron como ladrillos; ladrillos en su conciencia. La había dejado sola cuando le necesitaba, aunque él considerase que era necesario y que volvería, la verdad era que ella quería estar junto a él, pero él no estuvo ahí para escucharla. No podía sentirse culpable del todo, tenía que hacerlo, no había otra opción.

Nuestro sitio... Sí, puede que tuviese razón y debiese quedarse allí, aunque supiese que su futuro seguía siendo incierto, que seguía todavía los designios de la luna, como si fuese un animal. Aquella parte salvaje jamás le abandonaría, únicamente podía tratar de convivir con ella en la medida de lo posible. Se giró hacia ella y la abrazó; no con fuerza ni con pasión, sino con amor, todo aquel amor que jamás fue capaz de decirle con palabras, y que no sabía si algún día podría demostrárselo. Cogio su rostro entre las manos y le dijo en voz baja:

-No hay nada en este mundo que pudiese alejarme de ti. Pero si así fuese, y llegase el día en que yo no estuviese aquí, ten por seguro que estarás conmigo, y que yo estaré aquí.- dijo poniendo una mano sobre el pecho de la loba.

Acto seguido pensó en lo que supondría vivir con Nana en la aldea. Aunque ella fuese la líder indiscutible, y él no pensaba cuestionarle ese título, el hecho de ser la pareja de la líder, si es que debía considerarse así, daba por sentado que ocuparía un lugar de importancia entre lo licántropos. Ciertamente, eso no era de su agrado. No sabía qué se podía esperar de él, no era en absoluto un líder, no se le daba bien el tratar con los demás, aunque durante su estancia en el mar aprendió bastante; y desde luego no sabía organizar una aldea, por lo que no le sería de mucha ayuda a Nana. De todas formas, tampoco quería vivir solo, prefería estar junto a ella.

-Desde luego que quiero quedarme aquí contigo, pero creo que necesito saber ciertas cosas. ¿Qué se esperará de mí? Tú me conoces, sabes que no soy un líder ni se me dan bien las personas. Ni siquiera creo que pueda ayudarte a organizar esto, por poco que sea. Puedo servir para la caza, o incluso enseñar a pescar a los más pequeños, pero temo que no ser más que un estorbo. Y después de lo que has trabajado, lo último que quiero es molestarte.

Amante de la gran madre de lobos... no sonaba del todo mal. No esperaba ningún tipo de respeto especial, ni siquiera que alguien se sometiese a él somo un sirviente. No soportaría tales cosas, pero sabía de sobra que nadie lo haría, los licántropos eran demasiado orgullosos. Se postrarían ante Nana por ser quien era, pero no ante él, y ese pensamiento le agradaba. Nunca había enseñado a cazar ni a pescar a nadie, ni siquiera a sí mismo. Sus métodos eran personales, ya que nadie le llegó a enseñar del todo cómo hacer tales cosas. De hecho, todavía no dominaba el método de la caña de pescar, era más fácil adoptar la forma lupina y atrapar a tus presas con la boca.

Vio como Nana se vestía, no le dio demasiada importancia, siempre y cuando no esperase que él lo hiciera. Le daba igual cuanto sorprendiese al resto de la aldea, pero le seguía pareciendo raro el estar en el bosque vestido. Necesitaba ese contacto con la tierra. Todos estos pensamientos se desvanecieron en cuanto escuchó la palabra "comida". Fue entonces cuando se percató del hambre que tenía. El viaje con Aren no había estado repleto de comida, tenían que elegir entre llegar pronto o pararse a comer tanto como desearían. Habían conseguido cazar un ciervo, pero además de estar muy delgado, no tuvieron más opción que dejarlo allí después de comer, no podían cargar con él.

La pregunta de Nana le sacó una sonrisa.
-Me sorprende que todavía tengas que hacerme esa pregunta.- nada más acercarse a la mesa con los restos del venado, le dio un fuerte mordisco que arrancó un pedazo de carne sanguinolento. Era considerablemente más cómodo comerlo en forma lupina, pero las construcciones como las casas no daban pie a hacerlo, resultaba hasta incómodo. Masticar carne cruda en forma humana era más complejo, pero dada el hambre que tenía, no es que le importase lo más mínimo. Y por supuesto, seguía teniendo algún problema con las normas de educación, no las acababa de entender.

-¿Tú vas a cocinarla? porque entonces será mejor que cojas tu parte antes de que me lo acabe.- le dijo con la boca llena y visiblemente animado con el estómago lleno.

Brendarid escuchó todo lo que la loba tuvo que decirle sobre el poblado. Arrancó un buen pedazo de carne y se quedó un buen rato pensando en su respuesta. Finalmente, tragó y respondió:

¿De cuántos estamos hablando? ¿Tenéis gente suficiente para establecer partidas de caza?

Nunca había cazado en grupo, pero sabía como hacerlo de forma instintiva. Aunque él hubiese vivido toda su juventud en la más completa soledad, eso no hacía que todo lo relacionado con su naturaleza social se le olvidase. Cuando hubo tragado otro pedazo de carne sanguinolento, volvió a hablar.

-Si hay que enseñar a los más pequeños, deberíamos formar grupos de caza para salir esta noche. Los niños deberían ir para observar como se hace.-miró hacia la Nana y le dedico una sonrisa-No te preocupes, no permitiré que les pase nada, pero el mejor momento para salir es en cuanto se ponga el sol y la oscuridad sea total.

Giró su cabeza a ambos lado buscando algo sobre la mesa. Alargó el brazo y cogió una jarra llena de agua, de la cual bebió directamente. Una vez más, los modales no eran su fuerte. Después de un fuerte suspiro, volvió a hablar.

-No me parece mala idea ir a entrenar, pero creo que pocas veces me he enfrentado directamente a alguien. Prefiero atacar por la espalda y asegurarme la victoria. Bueno, cuando quieras, estoy preparado para participar en una cacería. Solo da la orden de formar los grupos.

Las palabras de Nana no estaban faltas de razón. Podía ser bueno cazando en solitario, pero nunca había cazado en grupo. Cierto, eso podría complicarle las cosas llegado el momento. Pero bueno, si no iban a salir a cazar en tres días, tenía tiempo de sobra. Lo que sí le descolocó fue la mención a una manda de jaks. Brendarid casi se atraganta.

-Cazar un jak no es nada fácil-dijo girándose hacia Nana-. Si no se anda con cuidado... ¿no habéis tenido problemas con cazar animales tan grandes?

Al menos no estaban en una mala zona en absoluto, según la describía ella. También es cierto que no entendía demasiado de comercio ni esas cosas; pero sí sabía que si se permanecía cerca de un río y hubiese alguna manada cerca, lo más probable es que el poblado saliese a flote sin problemas.

Cogió el hueso tallado que le ofrecía la loba. Miles de recuerdos pasaron fugazmente por su mente, ahora más civilizada que en aquellos tiempos. Había vivido en aquella cueva durante muchos años; más de los que admitiría jamás. Aunque empezaba a acostumbrarse a vivir rodeado por los demás, siempre añoraría aquellos momentos en su cueva, rodeado por la luz y el calor de una pequeña hoguera, alimentándose de aquello que cazaba y recolectaba, sobreviviendo... hasta el último suspiro de su vida, da igual cuanto tiempo lleve en sociedad.

Alzó la cabeza para mirar aquellos penetrantes ojos. Se podría decir que un ligero ápice de sonrisa se dibujó en su rostro; sus ojos brillaban más que nunca. Dejó el hueso encima de la mesa y se llenó la boca con el último trozo de carne que tenía arrancado, no sin antes murmurar un apenas audible "gracias". Supuso que si Nana puede entender sus miradas sin necesidad de hablar, podría entender eso.

-¿A qué hora dices que es el entrenamiento?-dijo una vez hubo tragado.

Seguía pensando en lo de cazar jaks, él rara vez lo había hecho, y únicamente atacaba a aquellos ejemplares jóvenes o muy ancianos, y esperando que la manada no le encarase, pues entonces solo podría correr en dirección opuesta. Fue en ese momento cuando Nana se levantó y le mostró la cicatriz. Abrió los ojos de par en par, no podía creer lo que acababa de oír. Pasó los dedos sobre la herida, la piel era más dura en esa zona; era increíble que antes no se hubiese fijado.

-¿Qué clase de locura te invadió para acercarte a un macho alfa jak tú sola? Necesitarías a un ejército para tumbarlo.

No sabía exactamente cuántos lobos harían falta para derribar a un macho alfa jak, él jamás había cazado con otros lobos, pero estaba seguro de que debían ser muchos. Y lo más probable es que alguno de ellos acabase herido, o incluso muerto. Él había tenido bastante suerte en cuanto a la caza, nunca fue herido de gravedad. Alguna vez algún ciervo se creyó lo bastante valiente como para golpearle con las astas, pero nada más allá de moratones o rasguños.

Cuando la loba se pegó a él en busca de calor, Brendarid le correspondió abrazándola.
-Si dejaseis de vestiros como los humanos, soportaríais mejor el frío.
Lo soltó como si nada, pero era una realidad. Llevaba toda su vida viviendo sin ropa y nunca tuvo ningún problema. Obviamente, en determinado meses del año, cuando la nieve empezaba a caer, no tenía más remedio que taparse con pieles, pero había llegado a bañarse en agua helada sin mayor complicación. Su cuerpo estaba plenamente acostumbrado al frío, y él consideraba que, al igual que todo, el frío formaba parte de la naturaleza, y debe ser respetado, pero no temido.

Sonrió ante el comentario de cuanto duraría contra ella. De hecho, esperaba durar incluso menos. Nunca en su vida se había peleado directamente contra alguien, prefería rehuir los enfrentamientos frontales y atacar desde las sombras. Le acarició el pelo y dijo:
-Se supone que debes enseñarme, no golpearme hasta dejarme inconsciente.

Volvió su mirada hacia la puerta, y luego hacía la luz que entraba por alguna de las ventanas. Sin duda, aún era temprano.
-Dime, ¿crees que podrías darme un paseo por el poblado? Creo que debería acostumbrarme a esto.

El mejor poblado de licántropos de Aerandir... curioso comentario, ya que él no conocía ningún otro, además del de La manda. Cierto que no consideraba aquello un poblado, habían olvidado lo que era ser un licántropo, eran más marionetas de Thorbald que lobos. Se levantó y esperó a que Nana se vistiese, esperaba que a nadie le importase que fuese desnudo, sería un mal comienzo.

Sí, la idea del baño le gustaba. Le sonrió, pero no dijo nada. No quiso mostrar lo nervioso que estaba al salir frente a todo el poblado cogido de la mano de la líder de toda aquella gente. Por mucho que lo intentaba, seguía sintiéndose algo incómodo en aquellas circunstancias, rodeado de tantas personas. Suponía que en algún momento ese sentimiento desaparecería, pero podía adivinar su comportamiento: iba a realizar bastantes escapadas al bosque, tal vez no muy largas, de una hora o dos. Pero realmente necesitaba hacerlo, no podía olvidar más de veinte años de su vida en soledad en tan poco tiempo.

Caminó junto a la loba; por suerte, ella atraía la mayoría de las tiradas, lo cual le hacía sentir algo menos incómodo. Un grupo de niños pasó correteando frente a ellos. Algunos incluso saludaron a Nana. Él no pudo evitar sonreír ante aquella imagen, nunca le habían desagradado los niños, pero los niños humanos que había conocido en su estancia entre ellos eran muy diferentes. No parecían tan libres, vivían confinados entre sus muros de piedra muerta y la podredumbre de algunos de sus barrios más marginales. Ciertamente, una imagen que ningún niño debía contemplar. Le encantaba ver a aquellos jóvenes saltar y correr donde quisieran, eran la viva imagen de la libertad.

La gente parecía feliz, trabajaba y conversaba en cada esquina. Era curioso lo mucho que necesitaban los humanos para ser felices, y lo poco que necesitaban todos esos licántropos para alcanzar una felicidad incluso mayor. Observó durante un instante las curiosas técnicas que tenían para curtir las pieles. Hacían que lo que hacía él en su cueva no pudiese ni ser considerado curtir. Aquellas pieles quedaban hermosas y uniformes, le encantaría dormir cubierto por alguna de ellas. Luego vio algo que siempre le había llamado la atención. Tintaban la ropa. Sabía que los humanos lo hacían, aunque no sabía como. Puede que más adelante, cuando no tuviese tanto recelo de acercarse a los demás, se acercase y tratase de aprender aquellos increíbles trucos capaces de cambiarle el color a las pieles.

-Tengo más cosas que aprender aquí de lo que esperaba.-le dijo a Nana casi susurrando mientras pasaban por en medio de toda la gente. También estaba interesado en como le daban forma a los huesos y la madera. Él sabía como hacerlo, pero sospechaba que habría alguien allí que podría enseñarle todavía más. Parecía ansioso por aprender.

La forma en la que Nana intentaba expresarse con nerviosismo le hizo bastante gracia. Cierto que los niños no le apasionaban, pero tampoco le disgustaban. Al menos le gustaba saber que aquellos críos iban a tener una infancia considerablemente mejor que la que tuvo él. No desearía algo así para nadie, sería capaz de dar su vida para ellos no sufriesen lo mismo.
-¿No tengo cara de que me gusten los niños?-le dijo mientras ella se metía en el agua-No me molestan, me gusta ver que son felices en el poblado.

Estaba a punto de meterse en el agua, cuando se le ocurrió algo mejor. Hacía mucho que no lo probaba, y creyó que ese momento era tan bueno como cualquier otro. Se transformó en lobo y saltó al momento al agua, en cuanto se sumergió, salió y agitó su oscuro pelaje, jadeando con la lengua fuera. Volvió a su forma humana y se volvió a meter de forma más pausada.
-Necesitaba hacerlo-dijo mientras se acercaba a ella.

Sin duda era un lugar hermoso. El bosque seguía siendo tan bello como lo recordaba en sus ensoñaciones. Los suaves cantos de los pájaros se entremezclaban con los sonidos de los insectos que habitaban en las orillas del agua. Alguna libélula volaba sobre ellos, tratando de cazar alguna mosca o algún mosquito. Sus colores llamativos sumaban más belleza al lugar, si es que era posible.

-Y dime-le dijo cuando se acercó lo suficiente a ella como para rodear su cintura con las manos-¿La líder de los licántropos nunca ha pensado en tener hijos?-el tono de su voz era, obviamente picaresco. No es que se le diesen muy bien esas cosas, pero había aprendido ciertas técnicas para meterse con otros observando a los humanos.

Brendarid no podía estar más en desacuerdo ante aquel comentario. Se limitó a sonreír y a acariciarle el pelo.
Estoy seguro de que habría pocas madres mejores que tú. Habría que ser muy valiente para acercase a un hijo tuyo sin tu permiso.

En cuanto a la otra pregunta, esa sí que le planteaba más dudas. Sabía cuidar de sí mismo, pero nunca en su vida había tenido más responsabilidad que esa, y un hijo es una responsabilidad considerablemente grande. No sabía si lo haría bien, pero lo que tenía claro es que intentaría darle a ese niño todo aquello que él no pudo recibir. También había que tener en cuenta que no conocía las costumbres ni de su propio pueblo, no sabía si debían casarse antes. Había escuchado que los humanos organizaban una especie de fiestas cuando dos personas decidían vivir juntas para siempre; le parecía muy extraño. Tampoco sabía cómo reaccionaría la gente del poblado, o si sería bueno para Nana. Estaría débil durante el embarazo, si La manada era consciente de su existencia, atacarían justo en ese momento.

-No voy a mentirte- dijo mientras encajaba el agua que le lanzaba Nana-, a veces he pensado en poder darle a un niño aquello que mis padres no pudieron darme. Lo que se supone que todo hijo debe tener.-el tono de su voz se volvía cada vez más apesadumbrado-No sé si sería un buen padre o no, pero al menos lo intentaría...