Reencuentro. [Interpretativo, privado][+18]

Las palabras de Bren sonaban en su cabeza de nuevo, una y otra vez. Casarse, tener una familia. Él lo quería, y parecía tener muy claro que quería pasar el resto de su vida con ella, y ella... Ella de repente no sabía qué quería en su vida. Había conseguido ser la líder de una manada y había unido a gente para formar una aldea. Incluso había conseguido enfadar al padre de todos los lobos, Thorbald, y ante aquella situación se sentía desconcertada, pero aún así le quería, le quería como jamás había querido a nadie antes. Casarse, casarse... Ella que hasta hacía unos meses se pasaba la vida de bar en bar, de cama en cama, de hombre en hombre, era una idea que hacía unos años ni siquiera se habría planteado aquello y sin duda la respuesta había sido no.

-Sí, claro que quiero. -Dijo de repente, sin venir muy a cuento en la conversación. Al cuerno con todo, con la manada y con el poblado, con la gente, con todo. Además, siempre era una buena hora para celebrar cosas, sería una forma de unir más a la gente.-Casémonos. -Dijo impulsívamente sin pensar casi en lo que decía. Una sonrisa de oreja a oreja se le dibujó en la cara, por alguna razón que no entendía ahora se sentía más feliz que nunca, como si hubiera dado un paso más en sus propios miedos, pasar toda su vida con alguien era uno de ellos, quizá el que más le asustaba, le habían hecho tanto daño durante tanto tiempo que tenía miedo de volver a perderle y quedarse sola de nuevo, no lo aguantaría.

-Al cuerno con todo, quiero estar contigo toda mi vida. -Le dijo abrazándose de nuevo a él por el cuello y le dio un apasionado beso en los labios. Se separó unos segundos. -Ah, pero lo del hijo tendrá que esperar.-Dijo en tono de broma poniéndole el índice sobre la nariz y le guiñó un ojo. -Aunque quiero seguir intentándolo, todos los días. -Añadió con una sonrisa pícara en el rostro y hundió la cabeza en su hombro sin borrar aquella sonrisa tonta en la cara. Ahora tenían otro problema, organizarlo. Si es que Brendarid estaba dispuesto a llevar todo eso adelante. 

Aquello era tan repentino que era incluso extraño para ella. Si por ella fuera se casaría en ese mismo momento, iría donde el sacerdote y los haría casar, sin nadie más, tan solo él y ella frente a los dioses. Pero alguien como ella no podía hacer algo así, porque la gente también quería celebrar esas cosas, y no le parecía justo para ellos no enterarse de los acontecimientos importantes de su aldea, aunque iba a ser algo sencillo, Rose haría el vestido, un par de ciervos para comer, y poco más, Hera se encargaría de todo, porque a ella le encantaban todas esas cosas, además tal y como estaba de embarazada se pasaba el día aburrida tejiendo calcetines de lana o bufandas, y seguro que algo así le alegraría. De esta manera Nana no tendría de qué preocuparse. 

-A ver, no es nada complicado, está el sacerdote de Fenrir que tenemos en la aldea. -Si al final aquel sacerdote iba a ser de utilidad, con lo reacia que había sido ella toda su vida a los temas religiosos. -La ceremonia es muy sencilla, pero difícil de explicar...-Advirtió frunciendo el ceño buscando las palabras para explicar algo tan normal para ella. -El sacerdote te bendice, tú solo tienes que asentir y decir cuatro palabras, luego la fiesta y ya está, formalmente casados ante los dioses. -Nana sonrió, pese a que no creía en los dioses era algo necesario para la gente de la aldea, ¿Qué tipo de líder era si no profesaba la fe de sus habitantes? Decirlo así casi que sonaba más angustioso de lo que realmente era. 

-Te quiero Brendarid. -Le dijo al oído y lo abrazó fuerte fuerte contra si. -No sé cuánto va a durar eso de toda la vida, pero de una cosa estoy segura, merecerá la pena. -Susurró y le dio un beso en la mejilla con una sonrisa cariñosa. Comenzaba a ponerse el sol por el oeste, cubriendo de un manto naranja los tejados de las chozas, y el agua que ahora parecía hecha de oro. Pronto anochecería y ellos seguían allí perdiendo la noción del tiempo.

Nana asintió con la cabeza ante las palabras de Bren, se frotó los hombros y le siguió hasta fuera del lago. La verdad es que tendría que tener una conversación larga y tendida con Brendarid sobre los dioses, lo que signficaban, y cómo eran. Sobre todo porque los dioses licántropos eran diferentes a los dioses humanos y dragones, que solían ser más conocidos. Salió de allí y se resguardó entre las pieles que le tendía Brendarid, él como siempre parecía ser inmune al frío y esas cosas de las personas normales.  Se giró y lo abrazó con las pieles en los hombros, acurrucádose en su pecho en busca de calor.

-¿Qué te apetece cenar? -Le preguntó apoyando la barbilla en su pecho para mirarle a los ojos con una sonrisa. -Tendré que explicarte muchas cosas sobre los dioses y demás, pero eso mejor en casa, que tengo libros con dibujos que lo hacen más divertido. -Bromeó pero en parte hablaba en serio, odiaba los temas de religión pero era algo necesario para la gente. En parte ella en tiempos de necesidad también había recurrido a rezarle a los dioses, pero estos jamás habían respondido. 

Se ató las pieles a la cintura de nuevo a modo de vestido corto y se acomodó el pelo aún mojado a un lado de la cabeza. Miró al suelo, había unos ramilletes de lo que parecía ser romero, podría ser útil para condimentar la cena, eso si Bren la quería cocinada, cosa que dudaba enormemente. 

-Me pregunto si Rose estará bien con tu brujo... -Dijo mirando el ramillete de romero, pues ella era la que solía hacerle la comida y preocuparse por los condimentos y demás. -A lo mejor mañana nos llevamos una sorpresa... -Miró al frente, hacia donde estaban todas las casas, buscando con la mirada la casa de la bruja, la cual siempre solía estar cosiendo fuera en una mecedora que había traído desde Lunargenta solo para eso, pero no estaba, y su puerta permanecía cerrada, Nana esbozó una media sonrisa. 

Nana echó a reír como si no hubiera un mañana cuando escuchó aquello de los dragones, no quería ofender a Brendarid pero era tan gracioso escucharle cuando decía esas cosas. Se sujetaba el estómago mientras reía y caminó al lado de Brendarid aún riéndose sobre aquello de los dragones, se reía de vez en cuando mientras caminaban. Los dragones, eran algo que le parecía tan estúpido y un cuento para niños. No existía ningún tipo de dragón elemental gigante que hubiera creado el mundo, el mundo siempre había estado allí, y siempre seguiría allí pese a cualquier profecía. Bren le abrió la puerta y Nana frunció el ceño, había adquirido unos modales muy de humanos. 

-Será mejor que eso de los dragones no te lo oiga mucha gente. -Dijo aún con una sonrisa tonta en los labios casi a punto de reírse. Entró a la cocina sacando un salmón que había pescado Nana la noche anterior. -Yo también sé pescar, eh. -Le dijo en tono de broma, puso el salmón en un plato y lo sacó al salón, así, crudo. -A ver, te explico. -Dejó el plato sobre la mesa y se sentó en el mismo sitio que aquel medio día. -Para nosotros no hay dioses humanos, nuestros dioses son lobos. -Le explicó cruzando las piernas a lo indio sobre el banco corredizo. 

-Está Fenrir, el gran lobo negro, hijo de Loki, que fue encadenado porque su ira despertará el Ragnarok. El padre de todos los lobos. -Cogió un trozo del salmón de la mesa. -Luego, van sus hijos, Skoll y Hati, el sol y la luna que se persiguen las colas sucediendo la noche y el día. -Dibujó un círculo en el aire. -Y por último está Ulmer, el padre de los licántropos, el primero de nosotros que se enfrentó a Thorbald y nos permitió vivir libres. Es el dios de la caza.-Dijo con la voz llena de respeto. -Luego hay varios secundarios, pero no tienen mucha importancia, ya los irás conociendo. -Sonrió y tomó otro trozo de salmón.

La inocencia de Brendarid a veces llegaba a abrumarla, a veces sobrepasaba sus límites, eran cosas tan mundanas y normales para la loba que su desconocimiento era algo así como un atentado a la cultura de su raza, de su pueblo. Pero qué iba a hacer, había aprendido a aceptar cómo era Bren, con sus pros, y con sus contras. Se levantó a penas de su asiento y se sentó sobre Bren posando las rodillas sobre el banco, una a cada lado de su cintura y se abrazó a él por el cuello con una sonrisa. Le puso el índice sobre los labios y negó varias veces con la cabeza. 

-Que no te escuche nadie decir eso. -Su cara se volvió seria, y su mirada de lobo feroz se puso sobre la mirada de Brendarid, interponiéndose entre él y el salmón. -Ulmer fue un hombre, nuestro ancestro, y ni tú ni yo deberíamos de hablar de él así. -Hundió sus uñas en la espalda del lobo sin apartar la mirada. -Él murió para que nosotros estuviéramos aquí, ahora. -Frunció el ceño, enfadada, entendía que Brendarid no conociera su historia, pero de ahí a blasfemar de esa manera sobre su propia familia... -No, él no murió y nos dejó a nuestra suerte, él hizo que nosotros ahora pudiésemos acabar lo que él empezó. -Hundió la cabeza sobre el hombro del lobo buscando su abrazo. 

-¿Eres consciente de que quizá esto es un viaje de no retorno? Quizá jamás volvamos a estar así, quizá jamás tengamos cachorros, quizá... -Morir no entraba dentro de sus planes, pero sabía que no iba a ser fácil derrotar a la manada, la guerra era inminente y a cada día y cada hora que pasaba estaban un paso más cerca de aquel día definitivo. Las fraguas de Lunargenta y de Ulmer estaban trabajando día y noche, el mismísimo rey de Lunargenta se había comprometido a contribuir con la causa de Nana a cambio de una alianza con los licántropos y el paso por Ulmer para llegar al norte sin cobrar aduanas. Ojalá jamás llegase aquel día, porque no podría vivir si él moría, y moriría todos los días un poco más sin él. 

Había crujido cada parte de su alma, había tocado cada tendón de sus sentimientos y la había dejado indefensa ante un mundo de sentimientos encontrados. Ahora más que nunca sabía que había encontrado a aquella persona con la que podía contar pasara lo que pasara. Alguien con quien no tenía que ser fuerte, porque ya lo sería él por ella, y sus palabras resonaban en su mente. Le siguió con la mirada mientras se iba hacia la ventana, clavó la mirada en su espalda, quería grabarse cada detalle de él a fuego en su memoria. 

Se levantó del banco y se puso a su lado apoyando ambos brazos sobre el marco de la ventana. Una suave brisa entraba por la ventana y le atusaba el pelo y le acariciaba los pómulos con dulzura. Se giró hacia Brendarid esbozando una gran sonrisa, la sonrisa más sincera que había tenido en mucho tiempo. Se dio la vuelta apoyando la cadera en la madera de la cabaña y se recogió el pelo a un lado de la cabeza. 

-Te quiero. -Le dijo con esa misma sonrisa sincera que tenía antes en el rostro, y ahora lo sentía como jamás lo había sentido antes. -Y si tú mueres mi vida dejaría de tener sentido. -Confesó clavando sus ojos amarillos en los de él. Apartó la mirada un segundo y volvió a mirarle, esta vez para seguir con la conversación anterior. 

-No podemos hacer mucho ahora mismo, estamos bastante indefensos. -Apuntó mordiéndose el interior del labio y frunciendo levemente el ceño. -Deberíamos acabar el embarcadero para tener más tránsito de humanos y dragones y por lo tanto más comercio. -Se rascó la frente y suspiró. -Y acabar también las posadas y las tabernas.. -Arrugó los labios y se sentó de nuevo en el banco con las manos en la cabeza, habían muchas, demasiadas cosas para hacer y muy poco tiempo. 

Alzó la cabeza para mirarle y después miró por la ventana. Si bien era cierto que toda aquella gente la necesitaba, casi tanto como ella a ellos, pero claro, sin él todo aquello dejaba de tener sentido. Le quería, y quizá, si él moría, jamás volvería a enamorarse de nadie, se negaba a sufrir aquello de nuevo. En su angustia repentina un ápice de humor le robó una sonrisa tonta, negó con la cabeza ante el comentario irónico de Bren y se puso en pie, le cogió las manos y las miró detenidamente frunciendo el ceño. 

-Con estas manos de señorito... -Dijo negando con la cabeza con cierta ironía, estrechó sus manos con cariño y sonrió. -No sé qué quieres construir. -Sonrió de medio lado, retadora. -¿Una casita de muñecas? -Se abalanzó sobre él abrazándose a su cuello y sonrió antes de besarle con cariño los labios y luego el cuello. Después se separó, poniendo tierra de por medio. -Mañana veremos qué hay que hacer en el poblado cuando se reúna la asamblea. -Asintió con la cabeza reforzando su afirmación, pero aún no sabía cómo decir que ambos se habían prometido, iba a ser una noticia con mucho impacto. 

-Mañana de momento entrenaremos juntos antes de la reunión que tenemos con tu amigo el viejo. -Comentó frunciendo el ceño. -Dime Bren, cuéntame, qué hiciste en tus viajes, qué viste, a quién conociste... -Estiró el brazo para cogerle de la mano y atraerlo hacia ella, alzo la vista y le sonrió, curiosa. -...¿Pensaste mucho en mi? -Alzó una ceja, y sonrió entre curiosa y bromista, pues en el fondo sabía la respuesta, sino él no estaría allí. 

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