Estúpido Cosmos [Cerrado]

Y se hizo de día. Aren no tenía muchos recuerdos de lo que había pasado la noche anterior, de hecho no recordaba si había logrado seducir a Rose o no, pero el caso es que se despertó en una cama vacía y sin la túnica que acostumbraba a llevar todos los días. Todo eran posibilidades, podría ser que no hubiese ocurrido nada o podría haber ocurrido todo, dejar el tema por el momento era la opción más sabia. Se levantó de la cama y se vistió apropiadamente tras estirar un poco el cuerpo. La vida para aquellos licántropos debía de ser dura, Rose había mencionado algo de que les estaba costando un poco, pero que poco a poco lo conseguirían. Aren no podría negarse a ayudarles si Nana se lo ordenaba y aunque no fuera una orden probablemente ayudase en todo lo posible. No es que Aren tuviese un físico prodigioso, pero para algo sabía hacer magia, que coño.

Recogió sus libros y los guardó en su bandolera, planeaba salir al exterior y ponerse a leer en algún lugar tranquilo, durante el día ningún licántropo se atrevería a tocarle y nunca estaba de más ir haciendo que se acostumbrasen a su presencia, aunque fuese de forma tan forzada. Al salir pudo detectar, como no, un aura de hostilidad tremenda hacia su persona. Varios licántropos iban y venían la mayoría en forma humana y otros pocos en forma de lobo. Aren decidió no darle importancia por el momento e ir a un lugar tranquilo sin mucho bullicio donde poder cobijarse y leer apaciblemente. Encontró su refugio a la sombra de un árbol bastante alejado dentro de la misma aldea, probablemente fuera a ser talado en un futuro o estuviese allí para adornar, todo era posible. Abrió de nuevo uno de los libros que había estado leyendo aquellos días, libros sobre licántropos, libros donde a lo mejor podría encontrar alguno de sus puntos débiles... Era lo único a lo que podía agarrarse para ser útil en la lucha contra Thorbald, lo único en lo que podía servir para lograr un equilibrio entre todas las razas. Su objetivo solía ser motivo de burla, podían reirse lo que quisieran, pero Aren lo conseguiría.

Pasó las páginas sin mucha esperanza, se sabía la mayoría de páginas de memoria y las pocas que no se sabía las había revisado cientos de veces. Lo mismo pasaba con los otros dos libros, muy probablemente no fuese a encontrar nada útil en ellos... Pero maldita sea, tenía que intentarlo.

Por fin tenía algo de calma después de un período muy agitado. Ya no tenía que levantarse junto al sol para ayudar a Nana en el establecimiento y coordinación de los habitantes de la nueva ciudad, ni tampoco tenía que quedarse vigilando toda la noche la frontera norte, aunque no tuviera problemas de sueño por costumbre. La queja era estar a veces demasiado lejos de Nana. Se podía ver una Aleki aparentemente interesada en el éxito de la manada, pero lo cierto era que añoraba la atención de esos ojos amarillos sinónimos de liderazgo y valentía. Quería que sólo le mirasen a ella.

Esa era la motivación de todos los días, incluso de ese después de una fiesta en la que no compartió más de lo necesario. Estaba rodeada de gente, pero aun así no se sentía realmente acompañada, con una barrera que sólo Nana había sido capaz de atravesar. Por eso la estimaba y la quería tanto. Se apartó de su cama –sorprendiéndose todavía de tener una residencia propia- y tras los arreglos y asuntos de siempre se acomodó sus ropas para salir y percibir más de cerca el ambiente que se estaba dando en la “calle” principal de aquel pueblo.

Saludó a unos cuantos por cortesía y conversó con unos otros por tener la mala suerte de toparse con ellos, pero siempre con una sonrisa – la mayor de las veces fingida pero sonrisa al fin y al cabo- en el rostro. Masticando un trozo de carne que le había regalado una de las licántropas más ancianas caminó dejando que el flujo de gente y su propia curiosidad le guiaran, terminando por hacer el clásico recorrido que sus pies y sus sentidos habían tomado ya automáticamente como ruta de patrullaje. Aquellos pasos le llevaron a una de las zonas más alejadas, notando Aleki ni bien ingresó un ligero cambio en el ambiente. Podía percibir cierta hostilidad en el aire, pero no dirigida hacia ella. A lo lejos pudo ver una figura descansar en un árbol, notando de inmediato sus características gracias a sus sentidos. Sonrió con traviesa malicia y rodeó la zona en sigilo para poder llegar a ese árbol desde el aire, aterrizando en la rama más cercana al hombre que parecía leer algo sin muchas ganas. – Ni con todos los libros del mundo podrás vencernos en nuestro territorio, viejo…- Dijo con una sonrisa desafiante pero sin sonar amenazante en ningún momento, quedándose en cuclillas desde las alturas. Le encantaba esa sensación de supremacía.

El libro repetía las mismas palabras de siempre, las mismas que Aren ya había memorizado a lo largo de días y días de intenso estudio del mismo. Cerró el libro y lo colocó delante suya para luego mirarlo fijamente con un aire tremendamente pensativo. Podía sentir sobre su posición ciertas miradas de intensa hostilidad, pero no le importaban lo más mínimo y, de hecho, sabía que estaba protegido por Nana y Brendarid... De momento. No se dio cuenta de la presencia que se aproximaba a él sigilosamente, que se subía a un árbol y observaba en malicioso silencio lo que hacía el hombre. Una voz desafiante comenzó a hablarle a Aren, que en un principio se sorprendió de la presencia de la misma. Cientos de pensamientos pasaron por su cabeza desde "bueno, es hora de morir" hasta "juraría que cuando me fui de mi país dejé las patatas asadas en el horno".

-Ni con todos los libros del mundo podrás vencernos en nuestro territorio, viejo…-

Y dale con viejo. Aren sólo tenía 58 años y no eran tantos. Para su raza eso era poco más que un tercio de vida, lo que equivaldría a unos 27 años en edades humanas que llegasen a poco más de 80 años, pero aquellos licántropos tenían la curiosa manía de llamarle viejo. Dejando ese tema al margen, la afirmación de aquella muchacha no tenía mucho sentido. Lo libros albergaban sabiduría y la sabiduría daba poder para doblegar a cualquiera... Y además pesaban un montón, un golpe en la cabeza con uno de aquellos libros y adiós consciencia durante un par de horas. -Estoy bastante seguro de que nunca se te ha caído uno de éstos a la cabeza.- Comentó Aren quien levantaba el libro que estaba delante suya y sentía una vez más el peso de aquel mastodonte. -Una vez me pasó, estuve inconsciente un par de días... O eso creo, tampoco lo recuerdo muy bien.- Los libros de mil páginas para arriba siempre resultaban demoledores si se usaban como arma. Aren se levantó para observar mejor a la muchacha que le miraba. No parecia una sanguinaria mujer loba dispuesta a degollar a cualquier ser vivo, pero Nana tampoco lo parecía. -Aren Einarth.- Se presentó con educación, mirando fijamente a los ojos de aquella joven sin mostrar más que una seguridad enorme. -Y no soy ningún viejo, la barba me da demasiados años.- Aclaró suspirando, nadie le creería nunca a pesar de que dijese la verdad.

Le contempló con la desconfianza característica disfrazada de curiosidad. No es que le interesase realmente lo que estaba haciendo, pero tenía que matar el tiempo de alguna forma. Sin Nana las cosas eran demasiado aburridas en el pueblo, y tampoco tenía amigos en el sentido más común de la palabra como para pasar el tiempo. Y tampoco los quería; no estaba acostumbrada a ello.

Alzó una ceja ahogando una risita después de su verborrea, observando cómo él también le veía para reforzar la instancia de presentación entre los dos. Miró el libro - ¿Cómo era que la gente se entretenía en eso? No había nada mejor que vivir las aventuras en vivo en vez de verlas impregnadas en una serie de papeles – y se llevó una mano a la barbilla, como si de verdad estuviera reflexionando – Pues no, no se me ha caído ninguno. O quizás se me cayó y no me acuerdo por el impacto. – Dijo con notorio tono bromista, con un leve toque de burla. Necesitaba molestar a alguien y ya había encontrado a su víctima.

- Aleki Kyuuji – dijo acercando una mano alzada a su cabeza, similar a un saludo militar con los dedos juntos - ¿Eres de los que cuando se afeitan la barba se vuelven bebés? ¿Cuántos años tienes? Si se puede saber, claro…supuesto viejo. – Inquirió con una sonrisa, quedándose en cuclillas con la atención y la tensión de un felino dispuesto a saltar. Pero no lo haría…aún.

Aquella mujer le observaba con desconfianza pero al mismo tiempo con superioridad, era una mezcla rara entre "te considero menos fuerte que yo" y "es cierto que ese libro podría dejarme inconsciente". Le debían de resultar graciosas las palabras de Aren y era bastante normal para él dado que la gente no solía entenderle cuando hablaba. Las palabras de la loba iban cargadas con un ácido toque de humor que debía de ser autóctono de aquella aldea, no todos lo usaban pero sí bastantes y los que no lo hacían era porque te degollaban primero y bromeaban después.

Su nombre era Aleki Kyuuji. -"Bastante raro, pero un nombre después de todo."- Pensó el "viejo" mientras acariciaba su barba de forma pensativa. Aquella muchacha podría enseñarle una o dos cosas de los licántropos si lograba acercarse a ella lo suficiente, el problema eran sus garras y no otra cosa. Con esas garras podía hacer muchas cosas, desde sacarle los ojos a Aren hasta sacarle los ojos y el resto de la cara. Había que tener cuidado con esas garras... Y bueno, con la boca también, los licántropos en forma lupina tienen unos dientes que no son normales, podrían cortar árboles con ellos si quisieran.

"¿Eres de los que cuando se afeitan la barba se vuelven bebés? ¿Cuántos años tienes? Si se puede saber, claro…supuesto viejo."

Cuando se lo dijera le seguiría llamando viejo y la situación no cambiaría un ápice, de modo que se resignó y habló. -Te sorprendería... Pero ya que quieres saberlo te lo diré, tengo unos muy bien cuidados cincuenta y ocho años.- Y ya está, bomba soltada, ahora lo compararía con las edades humanas. Pensaría: 1+1=2 y aplaudiría como una foca que busca recompensa al pronunciar "Sí, eres un viejo". Así funcionaba la gente, después de todo. No era difícil adivinar que la postura de aquella muchacha sugería que podía saltar en cualquier momento sobre el brujo, pero éste estaba preparado en cualquier caso, no había cogido el libro por nada. -¿Y cúal es tu edad? Yo te he dicho la mía, es normal que quiera saber ahora la tuya.- Aren parecía liberar alegría con cada una de sus preguntas, como si fuera una presa que no sabe que está a punto de ser cazada. -Ah y es un placer conocerte, Aleki.- Siempre había que ser educado con los potenciales asesinos en serie.

Silbó cuando escuchó su edad, haciéndose la sorprendida. Para su raza esa edad no era mucho, debido a los años que podían vivir gracias a su envejecimiento más lento de lo normal; y al menos en su punto de vista, era bastante para un ser humano. ¿Cómo había podido sobrevivir por tanto tiempo considerando lo peligroso de aquel mundo? Quizás no era un tipo ordinario. Bueno, por algo estaba allí como si nada en la tribu de los licántropos, revisando sospechosamente un texto sobre cómo vencerlos…

- El placer es mío, supongo…- dijo encogiéndose de hombros, deslizando la indirecta de que no le era completamente agradable conocerlo. Tenía que quedarse con la idea de que podría vigilarlo mejor, ahora que su aroma se había grabado en su nariz para poder identificarlo rápidamente en caso de que incurriera en alguna actitud sospechosa. – Y sí, al menos para mí eres un viejo. No sé cómo será el común de tu raza, pero esa es mi percepción. – Sonrió teniendo en cuenta también la famosa ley de vida relacionada con la fuerza y la edad. Quizás físicamente podría ser más débil, pero la sabiduría era algo que no podía pasar por alto. De todas formas, sentía que podía partirle la cabeza de un par de golpes en caso de que tuvieran que “hablar” de forma no tan pacífica.

- Y…tengo veinticuatro. Bien cuidados también. – Bromeó más divertida con la actitud del hombre que con el trivial tema de conversación. Decidió adentrarse un par de pasos más allá y se rascó la barbilla antes de preguntar, apoyando los brazos en sus piernas manteniendo esa posición de resorte comprimido - ¿Y qué hace un joven como usted en pleno corazón de la raza Lycan? –Dijo curiosa, alzando una ceja. – ¿Está buscando una forma rápida de morir? – Sonrió, enseñando ligeramente sus dientes.

Sí. El placer era todo suyo. A este narrador no le gusta ser presumido pero sabe como crear personajes que lo petan. Oh, sí nena. Bueno, volviendo al tema...

Aleki se encogía de hombros como si sus palabras careciesen de verdad o certeza. ¿Qué estaba haciendo aquella chica allí de todas formas? La curiosidad era algo que tenías cuando no había nada mejor que hacer y lo cierto es que la aldea estaba en construcción todavía, al menos por lo que había podido ver el brujo. Para ella era un viejo, como no. Los de su raza la mayor parte vivían poco y a lo grande, no había visto muchos licántropos de avanzada edad y eso quería decir que o crecían muy despacio o morían muy jóvenes y algo le decía que era lo segundo. -La percepción es mi peor enemiga entonces, tal vez debería perseguirla y acabar con ella brutalmente.- Aren siempre llevaba consigo un toque de sutil humor ácido que podría herir a las personas, pero tenía la certeza de que aquella loba ni se inmutaría por sus palabras, no parecía para nada irascible.

Tenía veinticuatro años y aquello le daba la razón en su teoría de que los licántropos solían morir jóvenes. Por desgracia la juventud, como las noches apasionadas con cierta bruja que no conocía de casi nada, no duraban eternamente. -Veinticuatro...- Murmuró para si mismo, memorizando ese número y guardándolo en su cajón de los recuerdos número tres. Por supuesto aquella muchacha sabía utilizar el sarcasmo de forma hiriente. Llamar "joven" a Aren después de haberle considerado un "viejo" era una clara afrenta que, en un universo paralelo donde Aren fuese más grande, más fuerte y más todo, sería brutalmente castigada con un simple pero efectivo puntapié en el estómago.

¿Está buscando una forma rápida de morir?

Por supuesto para ellos, los brujos, el comportamiento universal solía oscilar entre "leer apaciblemente en una biblioteca tranquila" y "pasar un par de noches en un pueblo de licántropos asesinos dispuestos a degollarte mientras duermes". Las posibilidades eran infinitas pero Aren sintió que debía ser sincero. -Te propongo un trato.- Ofreció el brujo con amabilidad. -Baja de ahí y no me amenaces con los dientes y te contaré encantado por qué vuestra líder Nana me ha dejado quedarme aquí... Por ahora.- Enseñó el libro que tenía entre sus manos y lo señaló con su dedo. -¿No me creerás tan tonto como para leer este libro en este poblado y al aire libre, verdad?- El comportamiento de Aren era calmado, amable y tranquilo con un pequeño y sutil toque de suicida e imbécil. Conocer a Bren le había hecho más valiente para bien y para mal y en sus buenos tiempos la simple presencia de aquella licántropa había supuesto que el brujo batiese el record mundial de "correr sobre el agua" numerosas veces en una sola carrera.

Aleki dejó pasar unos segundos como quien deja corriendo una llave de agua para que cambie a la temperatura deseada para dar su respuesta. Ciertamente tenía un punto a favor en el hecho de que estuviera tan tranquilo y confiado en un territorio que para cualquier otro era un sinónimo de hostilidad y muerte rápida –a excepción de que estuviera “protegido” por Nana, como era en ese caso-, pero eso no le evitaba poder molestarlo un rato. De cierta forma le molestaba un poco su presencia, siendo consciente de que no podía negar que lentamente se estaba edificando un sentido de pertenencia a esa ciudad y a esa enorme familia que eran los licántropos; pero si Nana lo había dejado integrarse, no podía hacer mucho. Después de todo, se debía a ella.

- Quizás en otra oportunidad sí, pero el hecho de estar aquí a causa de Nana te da una especie de inmunidad. Eso si no traicionas a quienes viven aquí, como con ese libro. – dijo indicando el enorme artículo con relajo, rascándose un poco la nuca mientras elevaba la cabeza, dando una sensación de despreocupación y rebeldía. Obviamente no iba a hacerle caso, ¿quién se creía que era? O más bien… ¿Con quién creía que estaba hablando? – Es una buena oferta…pero me gusta estar en las alturas. ¿Acaso no puedo mostrar mis dientes? No te voy a hacer daño. Habría que ser estúpida para generar problemas gratuitos en esta incipiente ciudad, con todas las dificultades que ya tenemos. – Explicó sin entrar en mayor detalle. No me creerás tan tonta como para ceder ante lo que diga un afuerino, ¿verdad? – Sonrió con esa filosa amabilidad, terminando por sentarse en la rama y dejar caer la cabeza en su palma, sosteniendo el brazo en su muslo. – Te escucho.

Quizás en otra oportunidad sí, pero el hecho de estar aquí a causa de Nana te da una especie de inmunidad. Eso si no traicionas a quienes viven aquí, como con ese libro.

Debía de haber algún complot en el universo en contra de Aren. Se ve que su idea de unificar las razas no le debió de gustar a algún dios la mar de cruel y éste decidió que era el momento de darle una lección al brujo. En lugar de plagas de langostas y diluvios universales Aren parecía estar sufriendo de la presencia de gente intolerante que no era capaz de entender lo que él pretendía explicar. Bren tampoco le entendía del todo, pero por lo menos se dignaba a escucharle y a intentar comprenderle parcialmente cosa que el agradecía. Había por lo menos dos formas de sobrellevar aquel tipo de situaciones en las que la gente se mofaba de Aren abiertamente. La primera era ignorando a esa gente y la segunda era tratar de explicarlo de nuevo a ver si entre carcajada y carcajada sacaban un poco de inteligencia y le escuchaban. Ahora que lo pienso había una tercera y puede que una cuarta forma de sobrellevar el tema. La tercera era sin duda ser un oso. Cuando un oso te habla te quedas paralizado porque a. Los osos no hablan y b. Los osos son muy grandes.

...

La cuarta forma era con fuego. Nadie se metía con el fuego excepto los bomberos.

...

Estúpidos e intolerantes bomberos.

La sombra de la incertidumbre se cernía sobre aquella muchacha o tal vez fuera el reflejo de la ignorancia... También podía ser el espectro del caos, pero en fin, el caso es que aquella chica no quería enterarse de nada. Era obvio que leía aquello por algún motivo dado que nadie en su sano juicio sería tan estúpido como para leer aquello en una aldea de licántropos. -¿Hay leyes de prohibición sobre ciertos tipos de lectura? ... ¿Es por la tapa dura? Creo recordar que en el territorio de los hombres bestia están prohibidos los libros de tapa dura...- Si aquella chica no quería darse por enterada tendría que explicárselo de algún modo menos ofensivo que su sarcasmo. Obviamente aquella licántropa no iba a poner un pie en tierra, pero también era obvio que no tenía anda que temer ante un pobre y desvalido anciano. Aren terminó por rendirse y encogerse de hombros. -¿No bajarás? Vaya...- Odiaba tener que hacerlo, pero con las mismas se dio media vuelta y comenzó a caminar. -Si realmente tienes curiosidad sobre lo que estudio te invito al lugar donde me alojo a charlar, vivo en casa de Rose por ahora.- Estaba más que clara la postura del brujo, no iba a hablar con ella mientras la diferencia de alturas superase el metro de diferencia a partir de la cabeza de Aren y si Aleki no pegaba un repentino y brutal estirón era imposible que superase esa altura desde el suelo. -Nos vemos, Aleki Kyuuji.-

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