Reencuentro. [Interpretativo, privado][+18]

Había pasado tanto tiempo que apenas podía recordar La intensa mirada de Nana. Aunque podría reconocerla entre la más grande de las multitudes. Llevaban varios días siguiendo el rastro, fiándose de los sentidos de Brendarid.

Tras alimentarse de conejos y algún venado, el brujo Aren y Brendarid lo habían logrado, la aldea de licántropos se alzaba a lo lejos. Se giró hacia su acompañante.
-Ya hemos llegado. Ahora déjame hablar a mí y reza a todos los dioses que conozcas.

Tras otros quince minutos de caminata, al fin llegaron hasta la entrada del poblado. La presencia de Brendarid no llamaba la atención, era un licántropo más. Pero Aren atraía todas las miradas.

Trataron de avanzar todo lo posible, hasta que alguien se cruzó en su camino. Distinguió el olor antes incluso de verle.
-Vaya, mira quien es, el cachorro de Nana. ¿Nos has traído la cena?- era Leo y, obviamente, se refería al mago.

Brendarid se acercó a él, quedándose a un palmo de su cara. Le miró fijamente a los ojos, con cierto aire amenazador.
-Ahora vas a darte la vuelta, caminarás delante nuestra y nos guiarás hasta Nana. Es un trabajo sencillo, hasta tú podrías hacerlo. Y si vuelves a llamarme cachorro, tú o cualquier otro, me aseguraré de que nadie reconozca el rostro de vuestro cadáver.

Leo se quedó soberanamente impactado ante ese recibimiento. Si había alguna posibilidad de amistad entre ambos, se había evaporado. La seriedad y la intensa mirada de Brendarid dejaron mudo a Leo. Se dio la vuelta y les hizo un gesto para que lo siguieran. Tras ese encontronazo, todas las miradas pasaron a centrarse en Brendarid, había logrado que Aren pasase algo más desapercibido.

Música de entrada.:

El viaje llegaba a su fin. La aldea de los licántropos se alzaba en la lejanía junto con un gran e ilusorio cartel de "la cena es bienvenida". Aren lo había pensado detenidamente y había deducido que no le servía de mucho tener miedo, de hecho sólo acabaría matándole. Brendarid le dijo que rezase a todos los dioses que conociera, si era por dioses seguramente habría hasta para los libros así que decidió no hacerlo para llegar bien mentalizado a su destino. Finalmente el poblado se hizo presente y Aren se convirtió en el protagonista de todas las miradas. Se limitó a mirar al frente a la nuca de Brendarid tratando de no desviar la mirada a ningún otro punto. Si lo hacía seguramente algún licántropo se sentiría ofendido y para saldar la ofensa tendría que saltarle al cuello al mago y degollarle de un mordisco.

-Vaya, mira quien es, el cachorro de Nana. ¿Nos has traído la cena?-

Una voz se colocó justo delante de Brendarid y Aren se limitó a seguir mirando la nuca de Bren. Si las cosas se ponían difíciles siempre podría intentar crear fuego para asustar, pero más allá de aquello poco podía hacer. La cena decía el cabrón. Si ese lobo fuera de un material inflamable ahora mismo estaría sumergido en una interesantísima combustión. Por suerte Brendarid defendió al brujo y obligó al otro licántropo a llevarles ante Nana, la líder de la aldea. El peso de las miradas dejó a Aren y se posó sobre los hombros de Brendarid. Si el brujo apreciaba mínimamente al licántropo sería prudente seguir las normas básicas de la aldea.

El brujo no dijo nada, se limitó a seguir a Brendarid hasta el lugar al que se dirigía. ¿Cómo sería Nana? -Espero que esté más abierta al diálogo que sus compañeros...- La sensación de que se equivocaba empezaba a recorrer su cuerpo. Definitivamente Aren se estaba metiendo en la boca del lobo de forma bastante literal.

 

Ver a Nana tras tantos meses era mejor que poder ver el sol tras un invierno lluvioso. Estaba todavía más bella de lo que la recordaba, pero dado que ella no se alteró al verle, él no iba a ser menos. Decidió hacer lo que se le decía, tal vez había cometido un error al traer a Aren al poblado y no pudiese salvar su vida, ahora que el mago conocía su ubicación.

Su corazón palpitaba más intensamente que nunca, allí estaba de nuevo ante la mujer que había logrado que dejase de ser una bestia. Mientras reprimía las ganas de besarla, avanzaba tras ella sin decir ni una palabra. Por eso le sorprendió sobremanera que ella se girase sin previo aviso y se lanzase a sus brazos. Respondió al beso con todas las ganas que llevaba controlando desde que sintió su olor. Pero, en lugar de regocijarse en un beso largo, separó sus labios, pegó la frente a la suya y le dijo casi susurrando:

-Hablaremos en privado más tarde tú y yo-señaló a Aren-, hay cosas de las que ocuparse. Guíanos.

Curioso, llevaba desde el instante en que se separaron esperando ese momento, pero ahora que estaba allí, había demasiado sobre lo que hablar. Tal vez Aren fuese capaz de ayudarles y liberar a los licántropos del yugo de La manada, o fuese la cena. Había conocido a mucha gente y aprendido muchas cosas sobre el mundo que le rodeaba durante esos meses. No estaba preparado para enfrentarse a Thorbald, pero no pretendía matarlo tan pronto. Primero destruiría a todo lo que le rodeaba, y después acabaría con el, muy lentamente. No había una muerte lo bastante cruel para él.

Nana parecía más amable que sus congéneres en lo que respecta a los de distinta raza a ella. Al menos su tono burlón y sus bromas sobre quién era la mascota de quién resultaban menos ofensivos que referirse a Aren como "la cena". Aquello se agradecía, y mucho. Nana iba a guiarlos hacia un lugar de descanso donde poder cenar, eso era reconfortante. Ese era el camino, sin disputas de ningún tipo. Sin embargo el camino hacia la cena se detuvo unos instantes mientras Nana y Brendarid se daban el lote delante del brujo. En aquellos casos uno no sabía que hacer, es decir, se estaban besando delante suya y cualquier movimiento sería inadecuado. Decidió que lo mejor era ignorarles y mirar a su alrededor, memorizando las caras. Todavía había miradas fijas en él. Incluso se podía distinguir como algunos de los licántropos enseñaban los dientes frente a la mirada de Aren. Él tenía clara su táctica de combate en caso de problemas. Había estudiado mucho sobre el arte de la guerra y había resuelto que, si tu enemigo te supera en fuerza, en número y no puedes escapar de él, lo mejor es morir con dignidad.

Aren dirigió de nuevo su mirada hacia la pareja, al parecer Brendarid había decidido que lo mejor era dejar eso para más tarde y hablar del tema en el instante. No sabía si hablar ahora sería apropiado o no. De hecho imaginaba que si lo hacía sería terriblemente descuartizado. Así que se limitó a no decir nada y mirar al frente. -¿Por qué estaba yo aquí?- La pregunta cruzó su mente durante un instante, la respuesta era evidente pero se resistió un poco a salir. -Ah, ya, porque creo en la humanidad... Si es que soy subnormal.- Si alguna vez tenía la oportunidad de reencarnarse, escogería convertirse en un ser que pase de todo y viva a su bola. Como un oso. Nadie se mete con un oso.

La mirada que Nana le dedicó a Aren no le gustó demasiado. Sabía que le daría la oportunidad de explicarse por ir con él, pero si la ofendía de algún modo, Brendarid no tenía autoridad real para cuestionarla. La siguieron hasta la cabaña que era su hogar. No diría que la decoración no le gustase, los huesos y los cráneos de las presas siempre adornaron su cueva, se sentía más cómodo que en los fríos hogares de piedra de los humanos.

Reconoció a la mujer que estaba en la puerta y que los acompañó al interior. Rose, juraría que se llamaba. La saludaría, pero parecía bastante ofuscada con Nana para atenderle. Obedecieron a la loba y se sentaron. Brendarid le dedicó una rápida mirada al mago mientras ella hablaba con Rose para que le dejase hablar primero. Esperaba que lo entendiese, por su propio bien.

Nana fue muy directa y seca, lo cual no le sorprendió, pero imponía más de lo que recordaba. En cuanto terminó de hablar, fue él, y no Aren, quien tomó la palabra.
-Él es Aren, lo conocí en Lunargenta hará cinco días, y ha aceptado el ayudarnos contra Thorbald. Decidí traerlo debido a sus amplios conocimientos y a que no creo que estemos en disposición de rechazar ayuda. Las razones por la que nos ayuda me resultan confusas, por eso esperaba que tú lo entendieses. De todas formas, si lo consideras completamente necesario, estás en tu derecho de quitarle la vida o de echarlo; aunque te agradecería que no lo matases, no parece mala persona.

No podía evitar tratar a Nana con algo más de respeto debido a su nueva posición, además de que eso había aprendido de los humanos mientras trabajaba en el mar. Siempre hay alguien por encima al que tratar con respeto. No le gustaba esa filosofía, pero la respetaba, a los humanos les gustaba ser adulados.

-Ahora, Aren, explícate- Y no hagas que te maten, quiso decirle. Se había llevado bastante bien con el mago, no le gustaría que muriese. No molestaba demasiado ni hablaba en exceso. Tampoco se quejaba mucho. Se podría decir que, si salía de esta, sería un buen candidato a amigo. Algo prácticamente nuevo para Brendarid.

Siguió el camino guiado por Nana hacia la cabaña central de la aldea. La cabaña estaba decorada con huesos de animales liderados por una gran calavera de ciervo la cual conoraba toda la decoración. -Bueno, los humanos hacen algo parecido y los brujos también, aunque sólo los más drásticos y lo hacen con cabezas de elfo. El pensamiento de Aren era algo positivo en la situación. Nana le hacía caso a Bren y eso era bueno, estaba algo protegido. Sin embargo todo parecía más bonito de lo que era. En ese mismo instante Aren era más vulnerable que nunca, Nana sólo le estaba concediendo algo de tiempo para explicarse y después sería juez, jurado y probablemente verdugo. Había una chica en la puerta, en apariencia no parecía diferente a los demás del pueblo, simplemente menos fuerte físicamente o menos dependiente de las mismas facultades. Aren no pudo evitar escuchar, tras el indicamiento de donde sentarse, que aquella muchacha era una bruja como él. Eso le indicaba que posibilidades, pero siendo realistas seguía partiendo de la misma base. Debía demostrar algún tipo de utilidad frente a aquella mujer.

Aren tomó asiendo como le indicó la mujer. Tras un leve intercambio de palabras, la misma se sentó enfrente de ellos, echó un par de leños al fuego y empezó a hablar. Las palabras no eran muy amistosas y Aren lo veía venir, ya la había cagado y todavía no había hecho nada.

-Y por el poco respeto que me has mostrado, parece que aprecias más bien poco tu vida.-

¿No había mostrado respeto? No sabía qué clase de respeto esperaba la mujer. ¿Pretendía que besase el suelo bajos sus pies a su paso? Aren ignoraba como funcionaban exactamente las relaciones sociales, pocas veces salía de la biblioteca y mucho menos hablaba con nadie. Sabía lo típico de tratar a las personas de usted, pero ignoraba el respeto que esperaban los licántropos. No pudo explicarse, Brendarid le interrumpió contando por él su historia. Se agradecía que le introdujese ante Nana y su apoyo indirecto hacia su persona. Era el momento de que Aren se explicase y debía escoger bien las palabras. -Lamento no haber mostrado el respeto esperado. Sé que no es una excusa, pero mi estancia prologanda en la biblioteca sin hablar con casi nadie y mi desconocimiento total de las formas sociales me han llevado a errar frente a su persona. Mis más sinceras disculpas.- Esperaba no haber dicho nada que ella no pudiese comprender o malinterpretara, era muy fácil fastidiarlo todo cuando a uno le tocaba hablar frente a alguien importante. -En cuanto a mis motivos para estar aquí...- Hizo una leve pausa para tomar aire y pensarlo bien, lo necesitaría. -Mis motivos para ayudar en contra de Thorbald son que, por lo que me ha explicado Brendarid, hay que detener las atrocidades que comete. No quiero nada a cambio de ofrecer mi ayuda, pues espero que usted se convierta en una líder justa y sabia para los licántropos y por fin haya paz entre los vuestros. La razón por la que ofrezco mi ayuda a cambio de nada es que soy un mago del equilibrio, mi objetivo es restaurar el equilibrio del mundo y para ello ha de haber paz entre todas las razas.- Cogió aire lentamente y lo soltó con la misma lentitud, era mucho que explicar. -Y para que haya paz entre todas las razas, primero tiene que haber paz en la raza misma... Espero haberme explicado bien.- No estaba seguro de si lo había dicho todo, pero había dicho lo esencial. Por primera vez miró a los ojos a Nana, con seguridad y deseoso de que ella aceptase lo que él decía por bueno.

Cuando escuchó la declaración de Aren, se sintió muy satisfecho. Parecía que había dicho exactamente lo que él diría, seguro que no había ningún problema; o eso creía. Era sencillo: un hombre amable que deseaba la paz y estaba dispuesto a ayudar. El rostro de Brendarid se iluminó e incluso sonrió ligeramente. Por desgracia, luego tocó el turno de Nana

Cierto que Aren no era un hombre joven y no servía para luchar, pero tal vez pudiese convencer a Nana. Por lo que se vio obligado a intervenir.
-Escucha, Nana, puede que sea mayor y que no sirva para combatir, pero tiene otra virtud que no tienen los jovenes: la sabiduría. Ven un momento.

Se levantó y apartó a Nana unos cuantos metros, lo justo para que el mago no pudiese oír lo que decían. Se acercó a su oído y susurró:
-Dale tiempo para demostrar que puede ayudarnos. Mientras tanto, déjalo a mi cargo, yo me responsabilizo de él. Si decides que debe irse, yo lo devolveré a la ciudad y me aseguraré de que nunca cuente lo que ha visto.- le pasó una mano por el pelo- Confía en mí, no he pasado todo este tiempo observando el vuelo de los pájaros. He aprendido bastante sobre los humanos. Si existe una forma de derrotar a Thorbald, estoy seguro de él la conocerá.

Parecía haber captado la atención de Nana, sin embargo la atención de Nana llegó con más cosas, la mayoría insultos hacia Aren y alguna que otra reprimenda a Brendarid. Aren estaba seguro de que esa mujer le estaba probando en lo relativo a la paciencia porque no paraba de insinuar que no servía para nada. En eso llevaba ventaja, nadie tenía más paciencia que el brujo, ni siquiera las piedras. No le gustaba que le tocasen sin más y cuando Nana le cogió el brazo sus pelos se erizaron levemente. Cogió aire y lo soltó con la misma tranquilidad de siempre, analizando la situación y haciéndose una imagen mental de él mismo cocinando para los licántropos. No duraría ni dos horas. La cocina no era lo suyo.

Estuvo a punto de intervenir y responderle a Nana que no era un viejo decrépito e inútil. Sin embargo Brendarid interrumpió apoyando al brujo. ¿La forma de derrotar a Thorbald? Eso tardaría algo de tiempo, pero animaba saber que Aren tenía el apoyo de alguien. Brendarid se llevó a Nana a un sitio más privado para hablar con ella, supuso Aren. De modo que éste se quedó pensativo sobre lo que debía hacer o no en cuanto volviesen. Tal vez no debiera hacerlo, pero sus impulsos más naturales le llevaron a coger un libro de entre sus cosas. Era el libro donde había visto la primera debilidad de los licántropos y puede que hubiese alguna más. Comenzó a leer por encima los textos que ya había repasado miles de veces, no le venía nada nuevo a la cabeza. Tal vez se pudiese añadir el temperamento a la lista, pero esa sólo era la debilidad de Nana, no de todos.

Los licántropos le parecían seres bastante conflictivos, muy dados a las peleas y a la conserva del territorio para los suyos. Sin embargo también le parecían interesantes. Desde el punto de vista de Aren todo era interesante menos los humanos y los brujos, de los cuales ya sabía más de lo necesario. -Espero que todo esté yendo bien.- Pensó mientras giraba la cabeza tratando de ver a alguno de los dos sujetos en el lugar. Guardó el libro y siguió esperando. Aquello se estaba haciendo eterno.

Brendarid esbozó una especie de sonrisa, había conseguido convencer a Nana. Aunque no sabía lo caro que le iba a salir aquello. Miró al mago, se levantó y le guiñó un ojo.
-Si salgo de esta-le susurró al oído-, recuérdame que te dé una vuelta por el bosque para enseñarte a ser útil aquí.

Tras esto, salió apresuradamente tras Nana. Consiguió sujetarla de la muñeca antes de que entrase en su cuarto, la atrajo hacia él y la besó sin vacilar. Hacía meses que ansiaba hacer eso, prometió que volvería y eso había hecho. Rodeó sus caderas con los brazos y susurró:

-Déjame que te ayude, no pienso llegar y ser una carga.-dijo mientras apartaba un mechón de pelo de la loba-Saldré a cazar y traeré la comida para el brujo. Si me das unas horas y un mapa, tal vez pueda marcarte territorios de rebaños.

Besó su frente y el aroma de su pelo llegó hasta él. Sí, era tal y como lo había recordado todo aquel tiempo. Tal vez algo más limpio que las otras veces, pero tampoco es que le incomodase.
-Solo dale un sitio donde dormir y yo me encargaré de que no le quite comida a nadie y de que sea útil. Seguro que hasta puede ayudarte a levantar el poblado, no rechaces el consejo de un hombre sabio. -le dijo con una sonrisa en el rostro.

"Unifica a todas las razas", decían. "Será divertido", decían. En realidad nadie se lo dijo, lo decidió por si mismo y se había metido en aquel lío por su propia cuenta pero le tocaba las pelotas igualmente. La discusión se podía escuchar desde donde estaba Aren, al parecer representaba un problema acoger a un brujo como él y estaba claro que la hospitalidad de los licántropos era inexistente. Nana llamó su atención con un tono de voz cargado de un desprecio ilimitado, al menos no estaba muerto por ahora. Tendría que cultivar un campo y pescar con los demás "hombres", al parecer lo que iba a conseguir Aren era matar de hambre a todo aquel poblado en lugar de derrocar a Thorbald. Cuando Nana mencionó que sería presentado al día siguiente ante el pueblo esbozó una media sonrisa de lo más maquiavélica, la idea no le gustaba, pero podría ser que los demás hombres lobo fueran más agradables que Nana. No era muy difícil serlo.

Bren se acercó a su lado y le susurró que le ayudaría a integrarse en aquel lugar, cazar no le resultaría demasiado difícil dado que los ciervos se esperarían de todo menos dagas voladoras que van a sus cuellos, pero cultivar los campos... Aren tendría que echarle imaginación. Bren agarró de la muñeca a Nana y... Otra vez una escena de cariños. Cogió una de las cervezas que había dejado la otra bruja y le dio un sorbo, el alcohol no le entusiasmaba dado que nublaba su mente, pero pensar en aquel momento le acabaría volviendo loco. Según Bren no podía hablar sin que le hablasen y por como Nana trataba al brujo lo mejor era no hablar directamente. Dejó la cerveza a medio vaciar en la mesa y esperó pacientemente a que alguien le diese la palabra sobre algo en lo que sí pudiera hablar. Probablemente al beber cerveza sin permiso habría inflingido unas quince normas del poblado y a algún que otro dios. Mierda.

No reaccionó frente a la descarga de ira de Nana, no esperaba menos. La bofetada no se la esperaba, pero tampoco negó que se la mereciera. No le atraía la idea de compartir el mismo destino que la silla, así que agradecía el conservar todos los dientes, por ahora. Suspiró profundamente y le dedicó una sonrisa.
-Dormirá en el granero y no escucharás una sola queja por su parte, majestad.

Se inclinó burlándose de ella. Tal vez así ablandase algo la situación. Su pueblo... las palabras resonaban en su cabeza. No sabía si Nana esperaba alguna respuesta por su parte, pero no tenía nada claro aquella frase. ¿Realmente sería capaz de tener un hogar? ¿De convivir con otros de su misma especie? Nunca lo había intentado, pero si lo había conseguido entre humanos, tal vez entre licántropos le fuese algo más sencillo.

-Ahora dime-dijo algo más serio-¿Qué quieres que haga yo? Sabes que tampoco necesito gran cosa para dormir, puedo dormir con el brujo si no hay sitio.

Estaba seguro de que Aren no metería la pata, temía más por sí mismo. Era bastante propenso a no gustarle a sus semejantes, como demostraba su relación con Leo. Lo último que necesitaba Nana era que él causase más problemas de los que ya había. Tal vez pudiese coger a los licántropos más jóvenes y enseñarles a cazar, no se le daba nada mal. Por su cabeza solo pasaban ideas de como no estropearlo todo y de como ayudar en lo que bien pudiese.

Con el tiempo Aren se había terminado la cerveza, no tardó demasiado en hacerlo de todas formas y justo cuando dejó la jarra vacía sobre la mesa escuchó el sonido de algo golpear la pared con fuerza. Menuda histérica. Decidió no darle importancia y cruzarse de brazos mientras esperaba educadamente a que alguien se dirigiera a él. Si Aren fuese un brujo como los demás probablemente la cabaña en la que se encontraba estaría ardiendo con todos dentro, la sola idea de prenderle fuego a la estructura ya le horrorizaba.

"No se lo tengas en cuenta, no tiene un buena experiencia con los brujos."

Una voz femenina le habló y tras una mirada se dio cuenta de que era Rose. Era gracioso que afirmase eso de Nana. -Se podría decir que tenemos algo en común.- Lo dijo en voz baja esperando que el súper oído de los licántropos no fuese tan "súper". Cogió una de las empanadillas y les doy un mordisco, se moría de hambre. -Deliciosas- Apremió con toda la amabilidad que pudo, para ser una bruja aquella le caía bastante bien.

"Dormirá en el granero hasta que me demuestre que es digno de nuestra confianza."

Pudo escuchar un fragmento de la conversación que mantenía Nana con Brendarid. No es que el granero fuese a ser el lugar más cómodo del mundo, pero Aren se imaginaba que terminaría durmiendo en las afueras de la aldea, así que era mejor de lo que se esperaba. -¿Cómo acbaste aquí? Si no es indiscreto preguntar.- Esperaba no resultar maleducado, no mentía cuando decía que no se le daba bien hablar con las personas. -Por cierto, me llamo Aren Einarth.- Algo tenía que hacer mientras Nana no le diese una orden explícita de "mover el culo fuera de su cabaña".

 

Bueno, llamar cama a sobre lo que había dormido los últimos meses era demasiado. Poco más que camastros en barcos de pesca; seguían siendo ligeramente más blandos que el suelo, pero todavía sentía una predilección oculta por el suelo. Aunque lo peor no fue eso, sino el nombre que Nana pronunció. No solía llevarse bien con los de su especie, pero ese en especial le caía considerablemente mal. Le costaría distinguir su olor entre un montón de estiercol.

Esbozó una sonrisa ladeada y se acercó a ella. Sujetó bruscamente su mentón con una mano y la atrajo hacia él; aunque en lugar de besarla, se acercó a su cuello y lo olisqueó. No, no había rastro del olor de aquella escoria en ella. Luego acercó sus labios a su oído y susurró.
-Has estado a punto de ser el origen de la primera muerte en esta aldea.-seguía sujetando su mentón, no con fuerza, pero tampoco con delicadeza. Besó su mejilla y volvió a mirarla a los ojos- No creas que a mí me importaría, pero tú perderías a un trabajador útil. Es probable que sea la única razón por la que sigue vivo.

Soltó su rostro y volvió a un tono de voz normal.-Si dejo a Aren solo, ¿me lo encontraré vivo mañana por la mañana, o tendré que ir recuperando sus pedazos por todo el bosque? No le hacía gracia el hecho de que muriese el brujo. Tampoco sería una gran pérdida, y dudo que Nana enviase a nadie mientras durmiese, pero no se fiaba en absoluto del ataque de racismo que pudiese sentir cualquier licántropo entrómetido. Por no mencionar que la idea de dormir en el granero le atraía considerablemente menos que la de dormir con Nana.

Al parecer Rose trabajaba en un burdel de Lunargenta, era curioso que aquello ocurriese. Una bruja con poderes trabajando para hombres probablemente malvados y necesitando ser rescatada por Nana. Aquello le indicaba que había desgracias en todas las razas sin excluír ninguna, aunque era algo que ya imaginaba. Aren jugueteaba con uno de los libros en la mano de forma inconsciente, tal vez no era el mejor momento para hacerlo, pero cuando no estaba leyendo tendía a hacer cosas sin pensar. Nana parecía una líder respetable dentro de lo que cabía y Aren decidió olvidar los malos tratos a los que estaba siendo sometido y achacarlos a una cuestión de desconfianza por parte de Nana. -Yo también vivía en Lunargenta o vivo, depende de si vuelvo o no.- Todo eran posibilidades. -Era el ayudante del bibliotecario, un trabajo apasionante y lleno de riesgos y aventuras.- Oh sí, el sarcasmo era una de las herramientas favoritas de Aren cuando se trataba de hablar de su trabajo. -Se podría decir que este es mi primer viaje "real" por la causa que persigo.- Al menos hablaba de algo, era bastante teniendo en cuenta que Aren solía escuchar sin hablar ni una pizca, sobretodo cuando se trataba de brujos.

Pasó un brazo por encima de los hombros de la loba. De repente, acababa de darle igual lo que le pasase al brujo. Probablemente no volviese a ver la luz del día hasta mañana. No esperó a que Rose se llevase a Aren, dirigió a Nana tranquilamente hacia su habitación con una sonrisa en los labios. Una vez dentro, cerró la puerta, la empujó contra la pared y juntó sus cuerpos, besándola con una pasión inusitada.

-Creo que ambos estábamos esperando este momento-dijo separándose un instante-. No es que me apasionase la idea de dormir en el granero.

Volvió a besarla, rodeando su cintura con las manos. Terminó por cogerla en brazos y dejándola caer de forma medianamente suave sobre la cama, para ponerse sobre ella acto seguido.
-Ah, sí. Si vuelves a mencionar a Leo, le sacaré los ojos mientras duerme- dijo en un tono completamente normal-. Por tu bien, no debes codearte con imbéciles. No estoy celoso, eso son meras tonterías.

Puso una mano sobre la cama; seguía siendo más blanda de lo que era de su gusto. Entre los humanos no tenía más remedio que usar camas si no quería llamar la atención, pero ahí no tenía mucho que ocultar, aunque fuese llamativo incluso entre los suyos.
-Luego podríamos pasar al suelo... ya sabes, aún no me he acostumbrado a eso de usar camas, me sigue pareciendo una costumbre extraña.

Sí, era hora de irse. Todas las señales apuntaban a ello después de todo y no había que ser ninguna especie de genio buscador del equilibrio para darse cuenta de que Aren ya sobraba allí. Rose parecía muy interesada en la lectura que seguía Aren y estaría encantado de explicárselo todo con calma, para ser una bruja no le parecía mala gente, a diferencia de la mayoría de sus congéneres. Se levantó con calma, Aren había estudiado formas de caballería y sería entretenido probarlas allí. No tenía vergüenza para tratar con mujeres atractivas dado que la vergüenza es algo que Aren decidió descartar hacía ya mucho tiempo, algo inútil. -Si me lo permites te lo explicaré por el camino, lo cierto es que me atrae mucho más la idea de dormir en tu casa que en un granero.- Confesó con una sonrisa en la cara, aquella mujer sería su salvación por el momento y si tenía que dormir en el granero acabaría apuñalando sin querer a lo primero que entrase. La puerta de la habitación de Nana se había cerrado, de modo que no pudo despedirse de ninguno de los dos licántropos y era una pena dado que no quería caerle mal a Nana. Se acercó a la puerta y la abrió para darle paso a Rose primero, no por nada en particular, por pura educación. Por el camino le explicaría que lo que estudiaba en aquel libro eran las debilidades propias de los licántropos sin otro motivo que utilizarlas en contra de Thorbald para hacer más fácil el enfrentamiento. Había encontrado una pero aquello no parecía ser suficiente... Nunca lo era.

Tenía mucho que explicarle a la interesada bruja sobre quién era él y sus objetivos, era la única que parecía querer escucharle y nunca estaba de más ganarse algunos amigos en lugares hostiles. Por otro lado él era un hombre y ella una mujer y si había que cumplir se cumplía y ya está.

Spoiler:

Había escuchado bien, sí. Eso lo había cogido completamente por sorpresa. Aunque Nana estaba encima de él, se incorporó hasta quedar sentado y la miro con cara de incredulidad. Tras un breve silencio, habló.
-¿Me estás diciendo que Leo está enamorado de ti?

No es que no lo sospechase, no le caía mal Leo por ello, sino por su manía de considerarle un crío cuando le llamaba cachorro o derivados. Dando a suponer que el único motivo por el que compartían el mismo aire era porqué Nana le "protegía". No le gustaba pelearse, ni tenía pensado hacerlo, no parecía que a Leo le interesase sacrificar su vida por ello.
-Veo que no tenía ninguna prisa en decírmelo.-su tono de voz aumentó. No demasiado, pero sí sonaba más contundente- Llevo seis meses en el mar, trabajando y viviendo entre humanos, fingiendo ser algo que no soy para dejar de ser un lastre. Me he pasado cada uno de esos días soñando con volver a ver tu rostro. Y cuando regreso, lo primero que oigo es que Leo está enamorado de ti...

Puede que no estuviese siendo justo, ella tampoco estuvo en un lecho de rosas todo ese tiempo, pero desde luego, no era el recibimiento que esperaba. Suspiró profundamente y se frotó los ojos tratando de recomponer sus ideas. Podía sentir aquellos ojos mirándole.
-Lo siento... Tal vez no esté siendo justo. No tenías por qué decírmelo, supongo. Es solo que, después de tanto tiempo ansiando este momento, no esperaba esto. Creo que acabo de estropearlo todo.