Y que no amanezca hoy {Privado, Interpretativo}
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Y que no amanezca hoy {Privado, Interpretativo}
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Se vistió el cielo con su traje de amanecer, y con él la vida en la aldea empezó. El humo de las chimeneas de las casas coronaba el aún oscuro cielo de un nuevo día. Mientras, entre las montañas los primeros rayos de sol asomaban tímidos manchando rojas las nubes que paseaban dispersas por un manto de estrellas. Había dormido como hacía meses que no dormía, no había soñado, no solía hacerlo, tenía demasiadas puertas cerradas. Nana abrió los ojos con los primeros rayos de sol que atravesaron las ventanas de su cuarto y dieron a parar en sus ojos amarillos. Frunció el ceño molesta por la luz e inconscientemente se llevó la mano a la frente tapándose la molesta luz del sol. Aún con los ojos cerrados palpó a su lado, pensando que quizá, todo aquello vivido anteriormente había sido un sueño, y que a su lado aún no estaba él, y que quizá aún no había vuelto de su viaje. Pero no fue así, su corazón parecía haberse parado durante unos segundos ante aquella sensación de no saber si vivía en un sueño o si aquello era la realidad. Rozó con su mano fría el torso de Brendarid y sonrió. Intentó abrir un ojo, perezosa, para descubrir que aquel hombre que había a su lado era real, y que no había sido un sueño.
Sonrió, pues no podía ser de otra manera, y se refugió de los rayos de sol que caían sobre su cara perdiéndose de nuevo entre las pieles que tapaban a ambos para hacerse un hueco entre sus brazos y resguardarse en su pecho. Podría quedarse allí horas, días, o toda la eternidad. Pero no era capaz de engañar al tiempo. Al menos no todavía.
-Buenos días, dormilón. -Deslizó una de sus manos por su pecho para llegar hasta su rostro apartándole un mechón de pelo rizado que caía sobre su rostro, entrelazó su pierna por encima de la suya y le acarició la mejilla dulcemente. -Que hoy nos espera un día muy largo, y el poblado no espera, y empezará a vivir sin nosotros...-Le susurró al oído y le dio un suave beso en los labios. Se había dormido la noche anterior con las historias de Bren sobre marineros, peces y sirenas. Y podría acostumbrarse a dormir todas las noches de la misma manera.
Se apartó de él para disponerse a salir de la cama, pero cuando sacó un brazo el frío le echó para atrás. La pequeña chimenea que tenían a los pies de la cama ya había perdido todo el fuego, y las brasas, y la habitación estaba demasiado fría. Suspiró hondo y se quitó las pieles de encima de un tirón para luego poner un pie sobre la madera, fría, cómo no. La piel se le erizó hasta la nuca, se frotó los brazos para no perder el calor y se puso en pie casi de un salto. Si no lo hacía así, podía pasarse horas en la cama sin hacer nada. Alzó la mirada más allá de las cortinas de la habitación, y se sintió más que nunca como en casa. Cogió su ropa de trabajo, pantalones de cuero, una camisa blanca, botas y un chaleco de cuero.
-Hoy vas a tener que utilizar ropa, al menos para entrenar... -Dijo de espaldas a Brendarid mientras se sentaba en la cama para ponerse las botas altas, atando bien fuerte los cordones.
Nana
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Re: Y que no amanezca hoy {Privado, Interpretativo}
La voz de Nana le despertó al instante; nunca había dormido tanto y tan profundamente. Era evidente que estaba soberanamente cansado después del largo viaje, más de lo que esperaba. Se frotó un poco el rostro para espabilarse y se sentó sobre la cama. Comprobó el frío que tenía la loba, llevaba tanto tiempo viviendo a la intemperie que apenas era consciente de las bajas temperaturas de los bosques.
Se levantó lentamente, todavía deslumbrado por la luz de la mañana. Estaba a punto de asomarse a la ventana para saludar al nuevo día cuando recibió la terrible noticia de que tendría que vestirse. Pocas cosas le molestaban más que eso. Tampoco lo cuestionó, supuso que si lo decía, era porque no había otro remedio, Nana rara vez cuestionaba su costumbre de prescindir de la ropa. Soltó un soplido de queja y se dirigió al armario, donde supuso que estaría la ropa. Cogió las prendas, las tiró sobre la cama y se fue vistiendo con mucha parsimonia.
-Me da igual lo que digas, no pienso ponerme nada en los pies.- podía llegar a soportar la ropa en sí, pero no el calzado. No comprendía esa necesidad de alejarse del agradable tacto de la tierra, aunque lo comprendía, pues el suelo de las ciudades humanas era realmente repulsivo para él.
Terminó de vestirse con una simple camisa blanca y unos pantalones marrones de piel. Realizó su ritual matutino de frotarse el pelo hasta que le molestase lo menos posible, no tardaba más de unos segundos en coger su forma habitual. Una vez estuvo vestido sí que pudo asomarse a la ventana y respirar el fresco aire de la mañana. El leve ruido de la gente saliendo de sus casas y empezando con sus labores no le molestaba, al contrario que los humanos, que eran considerablemente más escandalosos. Las voces de los licántropos se fundían con el rumor de los árboles y el río, comprendió que eran una raza mucho más unida a la naturaleza que los humanos, y esperaba que siguiese siendo así por mucho tiempo.
-Deberías saber que no sé luchar, nunca me he enfrentado a nadie en mi forma humana, y mucho menos de frente.- dijo girándose hacia Nana apoya en el alfeizar- Supongo que seré un patoso hasta para los cachorros, no creo que cause buena impresión si soy apalizado...
Se levantó lentamente, todavía deslumbrado por la luz de la mañana. Estaba a punto de asomarse a la ventana para saludar al nuevo día cuando recibió la terrible noticia de que tendría que vestirse. Pocas cosas le molestaban más que eso. Tampoco lo cuestionó, supuso que si lo decía, era porque no había otro remedio, Nana rara vez cuestionaba su costumbre de prescindir de la ropa. Soltó un soplido de queja y se dirigió al armario, donde supuso que estaría la ropa. Cogió las prendas, las tiró sobre la cama y se fue vistiendo con mucha parsimonia.
-Me da igual lo que digas, no pienso ponerme nada en los pies.- podía llegar a soportar la ropa en sí, pero no el calzado. No comprendía esa necesidad de alejarse del agradable tacto de la tierra, aunque lo comprendía, pues el suelo de las ciudades humanas era realmente repulsivo para él.
Terminó de vestirse con una simple camisa blanca y unos pantalones marrones de piel. Realizó su ritual matutino de frotarse el pelo hasta que le molestase lo menos posible, no tardaba más de unos segundos en coger su forma habitual. Una vez estuvo vestido sí que pudo asomarse a la ventana y respirar el fresco aire de la mañana. El leve ruido de la gente saliendo de sus casas y empezando con sus labores no le molestaba, al contrario que los humanos, que eran considerablemente más escandalosos. Las voces de los licántropos se fundían con el rumor de los árboles y el río, comprendió que eran una raza mucho más unida a la naturaleza que los humanos, y esperaba que siguiese siendo así por mucho tiempo.
-Deberías saber que no sé luchar, nunca me he enfrentado a nadie en mi forma humana, y mucho menos de frente.- dijo girándose hacia Nana apoya en el alfeizar- Supongo que seré un patoso hasta para los cachorros, no creo que cause buena impresión si soy apalizado...
Brendarid
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Re: Y que no amanezca hoy {Privado, Interpretativo}
Acabó de vestirse y se levantó casi de un salto de la cama sacudiéndose los pantalones negros y ciñéndose el chaleco de cuero al torso. Se echó hacia un lado el pelo negro y se mordió el labio pensativa. Debería de haber apuntado todo lo que tenía que hacer aquel día, que iba a ser muy largo, quizá hasta demasiado largo. Se acercó a bren y se dejó caer literalmente en sus brazos de espaldas a él para luego rodearse con sus brazos por los hombros.
-Bueno, intentaré no dejarte demasiado en ridículo. -Dijo de broma acariciándole el brazo y se giró para abrazarle por el cuello y darle un beso en los labios. -Que luego no me rindes... -Le dijo con el mismo tono de broma dándole un tirón al cinto del pantalón y le guiñó un ojo. Se separó de él y cogió sus armas atadas al cinturón que reposaban encima del baúl a los pies de la cama.
Se ató el cinturón y se dirigió a la puerta, se paró un segundo, como si se le olvidara algo. Había comenzado otro día, y por una vez en su vida iba a tener una vida normal, un día normal con la persona que ella quería. Quizá era demasiado extraño para alguien que había pasado sola sus últimos años, que había aprendido a convivir ella sola con ella y sus miedos, pero se sentía preparada para dar aquel paso.
-Venga, vamos. -Le dijo con una sonrisa haciendo un pequeño ademán con la cabeza y salió del cuarto. En el gran salón ya estaba Rose sirviendo el desayuno, Alec, Hera con su gran panza y Leo sentados en uno de los bancos esperaban ansiosos a la pareja.
-Ya era hora. -Dijo Leo cruzado de brazos. Alec sin embargo se levantó rápidamente con una sonrisa de oreja a oreja y se acercó hasta Brendarid para darle un fuerte abrazo.
-Me alegro de volver a verte, hermano. -Le dijo con una amplia sonrisa y le dio un golpecito en la espalda.
-Bueno, bueno, ya está bien de colegueo que yo ahora tengo que comer por dos. -Hera se dio la vuelta en el banco sosteniéndose la barriga y cogió la jarra de leche de yak para servirse un vaso.
Rose observó a Nana de arriba abajo con los brazos en jarras y con el ceño fruncido. Negó con la cabeza varias veces y se acercó a la loba.
-Esa ropa... -No acabó de decir la frase cuando Nana le puso la mano frente a la cara para hacerla callar.
-Ya, Rose, ya. -Le dijo y la miró a los ojos, y luego le señaló el cinto con las armas. Rose entendió en seguida por qué Nana no llevaba alguno de sus vestidos y asintió con la cabeza con resignación. -¿Dónde te has dejado al brujo? -Preguntó Nana mirando hacia la mesa donde ya estaban todos sentados y se disponían a empezar a comer.
-No sé, esta mañana me he despertado y ya no estaba. Creo que lo vi con Aleki debajo de un árbol... -Rose se encogió de hombros, una sonrisa nerviosa se le asomó en el rostro. Nana la miró, confusa, pero enseguida entendió.
-Qué mal gusto tienes. -Añadió sin más la loba y se acercó a la mesa para sentarse al lado de Hera que había comenzado a desayunar antes que nadie.
El sonido de la puerta irrumpió las risas y los buenos días de los compañeros, así se hacían llamar todos aquellos que componían el grupo de confianza de la líder. Un hombre apareció por la puerta, el sacerdote. Nana ignoraba el nombre de aquel, pero simplemente le llamaba el sacerdote.
-Buenos días. -Dijo sin más el hombre sentándose a la mesa. Nana arqueó una ceja, ¿Quién lo había invitado a pasar a la mesa de los compañeros? Miró a Rose buscando una respuesta y Rose señaló a Leo con la mirada. Leo por su parte seguía allí, con los codos sobre la mesa y las manos entrelazadas, como rezando.
Nana negó con la cabeza, qué se le iba a hacer. Hizo un pequeño ademán al hombre para que se sentara con ellos a la mesa y la líder comenzó a comer, tostadas con jamón de jack y leche de jack, y todo de jack. Estaba tan harta del jack...
Nana
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Re: Y que no amanezca hoy {Privado, Interpretativo}
En cuanto vio a toda esa gente, se sintió profundamente abrumado, era lo último que esperaba encontrarse al abrir la gente, un grupo de gente que apenas conocía con los que compartiría el desayuno. Pudo distinguir a Leo antes de que dijese nada, se había grabado a fuego su olor, que detectó nada más poner un pie en el salón. Pero no acababan ahí las sorpresas; uno de ellos se levantó y fue hacia él. Instintivamente se puso tenso, como dispuesto a atacarle si hacia algún movimiento brusco; en su lugar le dio un fuerte abrazo y le llamó hermano. Malamente le pudo responder al abrazo por el shock, pero un ligero sentimiento de alegría apareció en su rostro en forma de una fina sonrisa.
Mientras se dirigía a su asiento escuchó que el brujo no estaba, y eso no le gustaba. No conocía a esa tal Aleki, no debió haberlo dejado solo, pensó, quién sabe en qué líos se puede meter. Una vez sentado, su mirada y la de Leo se cruzaron, ambos se quedaron mirando al otro como si fuese una pelea mental para ver quien aguantaba más. Probablemente no fuesen más de unos segundos, pero no tenía la más mínima intención de perder su tiempo de desayuno compitiendo con aquel hombre, así que volvió su mirada a la mesa. Supuso que no habría mucho de su agrado, y así era; se sirvió un vaso de leche y escuchó las conversaciones en silencio, seguía siendo igual de callado que antes cuando se trataba de alguien que no fuese Nana.
Cuando se estaba sirviendo su tercer vaso de leche, pues no pretendía tomar otra cosa, un hombre irrumpió por la puerta. Era nuevo, no conocía el olor de este, y no necesitó mirar a Nana para comprobar que no le agradaba que estuviera ahí. Las miradas de tanto de Rose como de Nana se centraron durante un instante en Leo, el cual tenía una postura extraña, supuso que él tendría algo que ver. Clavó sus ojos en el licántropo que acababa de entrar y se sentó relativamente cerca suya.
-¿Quién es este?- le dijo a Nana al oído, pero a un tono lo bastante alto como para que fuese muy probable que lo hubiese escuchado. Tenía curiosidad por ver cuál sería la reacción de aquel individuo ante la hostilidad y los sutiles toques de desprecio que dejó impresas en esas tres palabras.
Mientras se dirigía a su asiento escuchó que el brujo no estaba, y eso no le gustaba. No conocía a esa tal Aleki, no debió haberlo dejado solo, pensó, quién sabe en qué líos se puede meter. Una vez sentado, su mirada y la de Leo se cruzaron, ambos se quedaron mirando al otro como si fuese una pelea mental para ver quien aguantaba más. Probablemente no fuesen más de unos segundos, pero no tenía la más mínima intención de perder su tiempo de desayuno compitiendo con aquel hombre, así que volvió su mirada a la mesa. Supuso que no habría mucho de su agrado, y así era; se sirvió un vaso de leche y escuchó las conversaciones en silencio, seguía siendo igual de callado que antes cuando se trataba de alguien que no fuese Nana.
Cuando se estaba sirviendo su tercer vaso de leche, pues no pretendía tomar otra cosa, un hombre irrumpió por la puerta. Era nuevo, no conocía el olor de este, y no necesitó mirar a Nana para comprobar que no le agradaba que estuviera ahí. Las miradas de tanto de Rose como de Nana se centraron durante un instante en Leo, el cual tenía una postura extraña, supuso que él tendría algo que ver. Clavó sus ojos en el licántropo que acababa de entrar y se sentó relativamente cerca suya.
-¿Quién es este?- le dijo a Nana al oído, pero a un tono lo bastante alto como para que fuese muy probable que lo hubiese escuchado. Tenía curiosidad por ver cuál sería la reacción de aquel individuo ante la hostilidad y los sutiles toques de desprecio que dejó impresas en esas tres palabras.
Brendarid
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Re: Y que no amanezca hoy {Privado, Interpretativo}
Nana tenía un trozo de pan en la boca y estaba masticándolo cuando escuchó la pregunta de Brendarid. El sacerdote se sentó en el único sitio que había libre al lado de su compañero. La loba miró a Leo con una ceja levantada, este se encogió de hombros quitándote hierro a la situación. Dejó el mendrugo de pan que se estaba comiendo y se giró hacia Brendarid girando también el cuerpo.
-Es el sacerdote. -Dijo en un tono normal, no tenía necesidad de mantener un tono de secretismo. -Que ahora se sienta en la mesa de los compañeros porque Leo le ha invitado. -Dijo en el mismo tono de voz, nada amenazante, simplemente explicándole la situación. Cogió de nuevo el mendrugo de pan, se remangó las mangas de la camisa y mojó el mendrugo en la leche de jack.
-¿Y qué va a hacer ahora, bendecir la mesa? -Bromeó Alec que se estaba sirviendo un vaso de leche a él y a su esposa que devoraba el jamón de jack.
-Hera, te vas a atragantar. -Le dijo Rose dándole un toque en la mano para que soltara el trozo de jamón que estaba engullendo literalmente. Hera se giró y miró con los carillos llenos de comida a la bruja y frunció el ceño. Rose se encogió de hombros resignada.
-No, no pretendía crear tensión en esta mesa... -Dijo el sacerdote poniéndose en pie con ambas manos sobre la mesa. -Pero si molesto, puedo irme. -Miró serio a Nana, buscando una respuesta.
Nana sonrió de medio lado y le hizo un ademán con la mano para que se volviera a sentar, no le gustaban esas situaciones de tensión y menos en su momento favorito del día. Miró a Alec que no se explicaba por qué no había echado al sacerdote de la mesa sabiendo la opinión religiosa de su líder.
-Bueno, bueno, compañeros... -Dijo Nana terminando de tragar el trozo de pan y se salió del banco apoyándose en el hombro de Brendarid para luego ponerse detrás del sacerdote que se había sentado. -Si algo he aprendido de los humanos es que la gente necesita algo en que creer. -Comentó poniendo las manos sobre los hombros del sacerdote. -Siempre tenemos que tener a los dioses de parte en nuestra causa. -Apretó los hombros del sacerdote, podía palpar literalmente la tensión en los músculos de aquel hombre. Se agachó hasta quedar a la altura del oído del sacerdote. -Porque a nadie le favorecería que los dioses estuvieran contra nuestra causa... -Susurró en tono ligeramente amenazante.
Todos los presentes sabían que Nana no era precisamente una devota de los dioses porque era una hija bastarda de Fenrir, o así la hacían llamar los más devotos. Pero aún así la querían, se había ganado el respeto de los mismísimos dioses.
-Va, vamos a desayunar en paz... -Dijo Leo sin alzar la vista de su vaso de leche caliente. Llevaba días un poco extraño, le hablaba raro a Nana y de vez en cuando cuestionaba sus decisiones, cosa que enervaba sobre manera a la loba.
-Sí, será lo mejor. -Apoyó Rose, asintiendo con la cabeza y levantándose para cortar más jamón de jack. El jamón de jack era elaboración propia de la aldea, lo salaban y desecaban allí mismo, estos eran los primeros que salían, y la verdad es que sabían bastante bien. -No le deis más disgustos a Hera o le saldrá medio niño en vez de un niño entero. -Bromeó Rose mirando a su amiga y todos rieron ante su broma.
-Hablando de cachorros... -Hera se frotó la barriga, Alec le pasó la mano por encima del hombro a Hera y sonrió con una media sonrisa que a Nana no le gustaba nada. -¿Para cuándo el vuestro? -Comentó Alec.
Alec sabía tanto como Nana la opinión de quedarse embarazada y lo mala madre que sería la loba. Así que Nana dejó de un golpe su vaso de leche sobre la mesa. Echó una mirada furtiva a Alec, retándole, pero giró la cabeza hacia Brendarid y cogió aire. En otras circunstancias aquello habría acabado en una estúpida pelea amistosa entre ambos, pero ahora, ahora las cosas habían cambiado. Se levantó de la mesa y se acercó a la puerta de salida. Una buena manera de eludir su pregunta, sin duda.
-Vamos, tienes mucho que aprender... -Dijo mirando a Bren mientras abría la puerta de madera y esperaba a su compañero para irse hacia el bosque.
Nana
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Re: Y que no amanezca hoy {Privado, Interpretativo}
Tras escuchar la respuesta de Nana, volvió a clavar su mirada en Leo, el cual no se la devolvió esta vez. Extraño, pensó, siempre estaba dispuesto a medirse con él. Tampoco le dio más importancia de la necesaria y siguió bebiendo la leche. Parecía que algo se gestaba en ese salón, además del bebé de Hera, y que él era el único que no se estaba enterando. Cuando la loba se levantó, Brendarid se estaba llenando su cuarto vaso de leche, realmente deliciosa a su parecer. Las palabras que le dedicó a aquel hombre y la tensión de todo su cuerpo hacía parecer a Nana una gigante al lado de aquel insignificante ser. La observó casi con admiración, una de las características que más le gustaba de ella era su crudeza en algunos casos. Soltó una pequeña risa que consiguió disimular bastante bien frente a los demás, no pudo evitarlo, la situación le resultaba hilarante.
Por desgracia, todo aquel momento que rozaba lo gracioso para él se desvaneció cuando Alec tuvo la terrible idea de preguntar por cachorros. Fue como un jarro de agua fría, pues ya suponía cuál iba a ser la respuesta de su compañera, y no se equivocó. Se apenó un poco, pues podría haberse bebido un par de vasos más, pero no tenía intención de enfadarla más de lo que probablemente ya estuviese. Así que se levantó, posó una mano en el hombre de Alec y susurró:
-Es un tema más delicado de lo que crees... hermano...- dudó antes de pronunciar la última palabra, pues no estaba seguro de tener el derecho de usarla, pero como no recibió reprimenda, supuso que era algo normal.
Al contrario que la líder de la aldea, él no era nada sutil, así que justo cuando el sacerdote estaba a punto de beberse un vaso de leche, avanzó, alargó el brazo para arrebatárselo y se lo bebió de un golpe. Soltó un largo suspiro al acabar, la posó con contundencia en la mesa y miró muy fijamente a los ojos del sacerdote.
-Si tus dioses no van ayudarnos, que se aparten de nuestro camino.- y acto seguido caminó hacia la puerta, dejando a todo el mundo atrás. Es probable que no fuese una buena idea, pero de esa forma el sacerdote podía presuponer que le estaría vigilando.
Una vez llegó hasta Nana, la dejó pasar primero y cerró la puerta tras ellos.-No me gusta, y ahora ya lo sabe. ¿Qué relación tienen él y Leo?
Por desgracia, todo aquel momento que rozaba lo gracioso para él se desvaneció cuando Alec tuvo la terrible idea de preguntar por cachorros. Fue como un jarro de agua fría, pues ya suponía cuál iba a ser la respuesta de su compañera, y no se equivocó. Se apenó un poco, pues podría haberse bebido un par de vasos más, pero no tenía intención de enfadarla más de lo que probablemente ya estuviese. Así que se levantó, posó una mano en el hombre de Alec y susurró:
-Es un tema más delicado de lo que crees... hermano...- dudó antes de pronunciar la última palabra, pues no estaba seguro de tener el derecho de usarla, pero como no recibió reprimenda, supuso que era algo normal.
Al contrario que la líder de la aldea, él no era nada sutil, así que justo cuando el sacerdote estaba a punto de beberse un vaso de leche, avanzó, alargó el brazo para arrebatárselo y se lo bebió de un golpe. Soltó un largo suspiro al acabar, la posó con contundencia en la mesa y miró muy fijamente a los ojos del sacerdote.
-Si tus dioses no van ayudarnos, que se aparten de nuestro camino.- y acto seguido caminó hacia la puerta, dejando a todo el mundo atrás. Es probable que no fuese una buena idea, pero de esa forma el sacerdote podía presuponer que le estaría vigilando.
Una vez llegó hasta Nana, la dejó pasar primero y cerró la puerta tras ellos.-No me gusta, y ahora ya lo sabe. ¿Qué relación tienen él y Leo?
Brendarid
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Re: Y que no amanezca hoy {Privado, Interpretativo}
La loba observó la escena desde la perspectiva que le daba la puerta. Ciertamente sí se podía mascar la tensión en el ambiente, quizá demasiado incluso, no solían ser así los desayunos hacía unas semanas, más bien todo lo contrario. Estaban llenos de risas, de comentarios tontos, de palmaditas en la espalda... Pero todo empezó a ponerse turbio tras el accidente. El accidente de Leo. Nana frunció el ceño al ver a Brendarid, al parecer no le gustaba nada el sacerdote, y no entendía muy bien por qué, si nisiquiera había mencionado media palabra con él. Habían pasado muchas cosas durante todos aquellos meses, cosas que aún no le había contado a Brendarid. Nana suspiró, y se encogió de hombros. Las miradas incómodas entre sus amigos cesaron cuando la puerta se cerró tras ellos.
-Buenos días. -Saludó el herrero que caminaba hacia su puesto de trabajo, quitándose el sombrero ante la líder y prosiguió su camino. Nana miró a Bren y negó con la cabeza ante su pregunta, aquel no era buen sitio para hablar aquello.
Tomó a Bren del cuello de la camisa y lo empujó hacia ella como para besarle, pero en vez de eso se apartó y se dio la vuelta para que le siguiera.
-No es un buen sitio para hablar de política. -Comentó girando la cabeza hacia Brendarid y volvió a mirar al frente, con una mano sobre su espada y la otra en el bolsillo del pantalón.
Mucha gente pasaba y saludaba a la líder con un ademán con la cabeza, los niños se aglutinaban enseguida al rededor de la mujer, pero sin acercarse, pues Nana era aquella mujer misteriosa que infundía respeto entre los más pequeños, aquella que les contaba historias de terror las noches de tormenta. Esa imagen tenían de ella, pero aún así, la respetaban como a la que más.
Llegaron a un claro, cerca del lago donde habían estado el día anterior dándose un baño. Era uno de los sitios favoritos de la loba, allí casi no habían casas, y estaban lo suficientemente alejados para hablar de sus cosas. Se desabrochó el cinto y lo dejó sobre la hierba, al igual que el chaleco que le ceñía el torso.
-Bien, el sacerdote y Leo... -Comenzó mientras se hacia una trenza en el pelo. -Resulta que hace unas semanas, Leo tuvo un accidente, se calló de una escalera mientras acababa de poner un tejado. Desde entonces está algo... Místico. -Se acomodó la trenza a un lado de la cabeza. -Dice que ha visto a los dioses, que le hablan, y él lo plasma en sus pinturas.- Cogió las dos espadas que había envainadas en su cinto y le lanzó una al suelo a los pies de Brendarid. -Es pintor, ¿Lo sabías? -Arqueó una ceja y miró el filo de su espada. -Bueno, el caso es que desde entonces se han hecho íntimos amigos, y me dicen que debería de estar más en paz con los dioses... -Se encogió de hombros y negó con la cabeza, se notaba que no le gustaba la idea. -Que deberíamos de hacer más ofrendas, y construir un templo para ellos, que así ganaríamos adeptos de la manada, que rechaza cualquier tipo de deidad. -Alzó la mirada a los ojos de Brendarid. -Y lo que me jode de verdad es que tienen razón, porque la religión es una base importante de cualquier estado. -Agitó la cabeza, sabía que Brendarid no iba a saber por dónde iba Nana, dudaba siquiera si sabía leer aún, como para explicarle ahora lo que era un estado. -Pero a mi nadie me cuestiona, y menos me dice lo que tengo que hacer. Sea dios o mortal. -Finalizó frunciendo el ceño, tozuda como ella sola. Se remangó la camisa y le hizo un ademán con la cabeza para que cogiera la espada.
-Vayamos a lo importante, que no hemos venido a hablar cariño. -Nana miró a Bren con una mirada retadora y alzó la espada señalándole con ella. -Empezaremos con las armas humanas, que estoy segura de que no tienes ni idea de utilizarlas. -Añadió bromeando e hizo otro ademán con la cabeza. -Venga, ataca. -Imperó sin moverse del sitio y bajó la espada dejándola perpendicular a su pierna.
Nana
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Re: Y que no amanezca hoy {Privado, Interpretativo}
Entendió algo de lo que Nana quiso decirle, pero no todo, ciertamente. No entendía esa necesidad de adorar cosas que no veían; si los dioses querían ser adorados, que viniesen y lo dijesen. De todas formas, empezaron a aparecer palabras que no comprendía y que era muy temprano para tratar de comprender. Probablemente lo que más le enfadaba fuese que un hombre se considerase el portavoz de los dioses. ¿Qué tenía ese hombre de especial? Nada. No era fuerte, ni parecía especialmente listo, sí más listo que Bren, pero sabía que eso no era difícil. No era un gran mérito ser más listo que alguien criado en una cueva. Si era necesario, sería el más firme opositor de aquel hombre y sus misteriosos dioses.
Sí, había visto esos instrumentos antes, los portaban los guardias de Lunargenta en sus cintos. Eran básicamente cuchillos de metal de casi el tamaño de un brazo, instrumentos diseñados para matar otras personas. Nunca había sujetado una, ni tenía ni idea de qué esperaba Nana que pasase. De todas formas la recogió y la sacó de su funda, dejándola a un lado. Sujetó firmemente la espada por el mango con una mano y la osciló de lado a lado para comprobar su peso y acostumbrarse a ella.
-Totalmente cierto, no tengo ni idea de como usar estas cosas.
No le gustaba el olor de la espada, de hecho, no le gustaba el olor del metal en general. Normalmente lo pasaba por alto, pero cuando sostenía un gran trozo de metal afilado en sus manos, no podía evitar fijarse en su olor. Era como el olor de lo inerte, no podía dar vida de ninguna forma, solo quitarla. Las piedras no tienen vida, pero la vida crece sobre ellas, al contrario que en el metal de las espadas. Por lo tanto decidió arrancar trozos de hierba y restregarlos por el filo para tratar de que se le pegase algo el olor de la clorofila.
Supuso que no podría alargar el momento mucho más, así que se preparó mentalmente para lanzarse contra Nana y procurar esquivar el golpe que probablemente ella consiguiese darle. Suspiró y se lanzó contra ella enarbolando la espada sobre su cabeza como haría un niño que quisiese golpear a otro con un palo por haberle insultado.
Sí, había visto esos instrumentos antes, los portaban los guardias de Lunargenta en sus cintos. Eran básicamente cuchillos de metal de casi el tamaño de un brazo, instrumentos diseñados para matar otras personas. Nunca había sujetado una, ni tenía ni idea de qué esperaba Nana que pasase. De todas formas la recogió y la sacó de su funda, dejándola a un lado. Sujetó firmemente la espada por el mango con una mano y la osciló de lado a lado para comprobar su peso y acostumbrarse a ella.
-Totalmente cierto, no tengo ni idea de como usar estas cosas.
No le gustaba el olor de la espada, de hecho, no le gustaba el olor del metal en general. Normalmente lo pasaba por alto, pero cuando sostenía un gran trozo de metal afilado en sus manos, no podía evitar fijarse en su olor. Era como el olor de lo inerte, no podía dar vida de ninguna forma, solo quitarla. Las piedras no tienen vida, pero la vida crece sobre ellas, al contrario que en el metal de las espadas. Por lo tanto decidió arrancar trozos de hierba y restregarlos por el filo para tratar de que se le pegase algo el olor de la clorofila.
Supuso que no podría alargar el momento mucho más, así que se preparó mentalmente para lanzarse contra Nana y procurar esquivar el golpe que probablemente ella consiguiese darle. Suspiró y se lanzó contra ella enarbolando la espada sobre su cabeza como haría un niño que quisiese golpear a otro con un palo por haberle insultado.
Brendarid
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Re: Y que no amanezca hoy {Privado, Interpretativo}
Nana miró atenta a Brendarid, no pudo evitar reír cuando cogió la espada como si fuera un niño pequeño. La loba no era muy dada a los entrenamientos ya que era de las que seguía la filosofía de que no se aprende a luchar, se lleva en la sangre, y tan solo sale ese instinto cuando alguien a quien quieres está en peligro o tu propia vida está pendiente de un hilo. Sosteniendo tan solo la espada con una mano, cuando Bren arremetió contra ella tan solo tuvo que alzar el brazo y poner la espada en perpendicular, evitando el golpe de su compañero y haciendo rechinar acero con acero. Giró empujando el filo de su espada para que la inercia del golpe hiciera caer hacia delante a Brendarid y se puso a su lado casi sin inmutarse.
-Es una espada, no un palo para pastorear cabras. -Le dijo tajante con el semblante serio. -Ahora estarías muerto y no podrías tener tu venganza. -Añadió colocándole la espada en el pescuezo y luego la retiró.-Creo que podremos dejar la espada para más adelante... No es tu campo. Ya probaremos con las hachas.-Negó con la cabeza y clavó la espada en el suelo.
Se desabrochó el chaleco de cuero y lo dejó a un lado en el suelo, después comenzó a desabrocharse la camisa de espaldas a Bren.
-Ahora veremos cómo te mueves en tu campo. -Le dijo aún de espaldas haciendo caer su camisa al suelo, se descalzó las botas y se quitó los pantalones dándose la vuelta hacia él. -Al final no era tan necesaria la ropa. -Bromeó pero en seguida recuperó aquella seriedad en el rostro. El entrenamiento era algo muy serio, ya que dependía de ello la seguridad de la aldea y la supervivencia de su clan.
-A ver qué sabe hacer tu bestia.-Nana esbozó una media sonrisa, esa media sonrisa sádica que se le ponía cuando se acercaba una noche de luna llena. Se frotó las manos y después hizo un ademán para que le atacase cuando estuviera preparado.
Nana
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Re: Y que no amanezca hoy {Privado, Interpretativo}
No le sorprendió demasiado el ser vencido por Nana con tanta facilidad, era la primera vez que sujetaba una espada. aunque no la primera vez que veía una. siempre le habían parecido un símbolo de la debilidad de los hombres, que no pueden presentar batalla sin un arma más allá de las que la naturaleza les ha proporcionado.
Se alejó varios metros de ella y clavó la espada en el suelo. No pudo evitar sonreír, pocas cosas le gustaban más que convertirse en lobo, y hacía mucho que no lo hacía con Nana.
-Bien, creí que nunca me desharía de esto.- sin dudarlo un segundo, se quitó las ropas todo lo rápido que pudo. Al principio tardaba más de cinco minutos en conseguir quitarse una camisa, ahora le estaba resultando hasta familiar hacerlo. Lo cual no quitaba que le siguiese resultando horrible. Podía llegar a acostumbrarse a todo, incluso a la vida en una aldea, pero jamás a la ropa.
Todavía no había aprendido a doblar la ropa, aunque sí sabía que era algo que se solía hacer con ella, aunque no entendía por qué. La dejó a un lado lo más ordenada que pudo, pero seguían siendo poco más que un montón de telas revueltas. Acto seguido, y sin borrar la sonrisa de su rostro, cambió lentamente su forma. Todo su cuerpo estaba cubierto de nuevo por su característico pelaje negro, semejante al de la loba.
Miró a su alrededor y luego al cielo. Realmente no le gustaba pelear a la luz del sol, y mucho menos en terreno abierto. Se acercó lentamente hasta estar frente a frente con Nana, sin intención de hacerle nada. Le lamió la cara, clavó sus ojos en los de ella y echó a correr al interior del bosque. Si iba a pelear como un lobo, lo haría a su manera. Corrió cerca de doscientos metros en el interior de la espesura, alejándose de ella. Se restregó rápidamente contra un árbol para impregnarlo con su olor y se agazapó en unos arbustos a unos diez metro del árbol, asegurándose de dejar el viento de cara para tratar de ocultar su olor. Si Nana quería luchar como lobos, lo harían como siempre lo han hecho los lobos.
Se alejó varios metros de ella y clavó la espada en el suelo. No pudo evitar sonreír, pocas cosas le gustaban más que convertirse en lobo, y hacía mucho que no lo hacía con Nana.
-Bien, creí que nunca me desharía de esto.- sin dudarlo un segundo, se quitó las ropas todo lo rápido que pudo. Al principio tardaba más de cinco minutos en conseguir quitarse una camisa, ahora le estaba resultando hasta familiar hacerlo. Lo cual no quitaba que le siguiese resultando horrible. Podía llegar a acostumbrarse a todo, incluso a la vida en una aldea, pero jamás a la ropa.
Todavía no había aprendido a doblar la ropa, aunque sí sabía que era algo que se solía hacer con ella, aunque no entendía por qué. La dejó a un lado lo más ordenada que pudo, pero seguían siendo poco más que un montón de telas revueltas. Acto seguido, y sin borrar la sonrisa de su rostro, cambió lentamente su forma. Todo su cuerpo estaba cubierto de nuevo por su característico pelaje negro, semejante al de la loba.
Miró a su alrededor y luego al cielo. Realmente no le gustaba pelear a la luz del sol, y mucho menos en terreno abierto. Se acercó lentamente hasta estar frente a frente con Nana, sin intención de hacerle nada. Le lamió la cara, clavó sus ojos en los de ella y echó a correr al interior del bosque. Si iba a pelear como un lobo, lo haría a su manera. Corrió cerca de doscientos metros en el interior de la espesura, alejándose de ella. Se restregó rápidamente contra un árbol para impregnarlo con su olor y se agazapó en unos arbustos a unos diez metro del árbol, asegurándose de dejar el viento de cara para tratar de ocultar su olor. Si Nana quería luchar como lobos, lo harían como siempre lo han hecho los lobos.
Brendarid
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Re: Y que no amanezca hoy {Privado, Interpretativo}
Unos segundos tardó en advertir lo que pretendía Brendarid, tantos años entrenando cuerpo a cuerpo en un granero que ahora, se le hacía demasiado extraño sumergirse en el bosque para entrenar. Un mar de recuerdos se le vinieron a la mente, un trauma. La última vez que vio la muerte fue en ese mismo lugar, unas millas más allá, dentro del bosque. Una encarnizada lucha contra dos hombres de la manada salvando a una elfa, un dragón, y a Kaala.
De repente fue como si el mundo se le viniera encima, el bosque se volvió rojo sangre y las cicatrices le dolían, le escocían sobre manera. Echó las orejas hacia atrás y escondió el rabo echándose poco a poco hacia atrás. Si moría, moriría allí, y eso ya lo sabía. Lo podía oler en el aire. Pero Bren, Bren ahora se había sumergido allí. Agitó el hocico, "Tan solo es un entrenamiento" se dijo intentando convencerse a si misma y echó a andar.
Tantos meses en su gran salón, construyendo casas y entrenando en su forma humana le habían pasado factura, quizá había dejado de ser la que solía ser. Echó a correr sin mirar las grandes sombras que se cernían sobre su pelaje negro, a lo lejos, el sonido de una carreta que cruzaba el camino hacia el norte, hacia Dundarak, comerciantes seguramente. A su espalda, su casa, su gente. Y Bren, podía olerle, pero no iba a ser ella la que echase a correr hacia él, porque era él quien tenía que demostrarle de lo que era capaz.
Astuto eso de despistar, pero servía con animales, no con licántropos, al menos no con ella. Miró al frente y echó a correr hasta llegar a una gran piedra que había en mitad de la nada, bajo un gran árbol. Se subió a lo alto de la piedra y se sentó sobre ella, aulló, alertando de su posición al lobo, que no andaba muy lejos de donde ella estaba.
Nana
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Re: Y que no amanezca hoy {Privado, Interpretativo}
Pasó un buen rato antes de que empezase a sospechar que Nana no le seguiría. Si quisiese hacerlo, no habría tardado más de dos minutos en llegar hasta donde él estaba. trató de captar el olor de la loba a través del aire que le daba de frente; no estaba muy lejos de allí, pero no se dirigía hacía él. Poco después escuchó el aullido, así que se dirigió donde ella estaba, tratando de tener siempre el viento de cara.
No tardó en verla a través de la maleza, subida a una roca. Caminó hacia ella hasta salir de entre los árboles, se sentó y la miró largamente a los ojos. Vio algo extraño en ella, en sus ojos, no le transmitían lo que él esperaba. Como si por su mente estuviera pasando algo poco agradable.
Se sentó sobre sus patas traseras y aulló con fuerza. No era un aullido hostil, sino una respuesta, la respuesta a su aullido. Aquello que le respondería a alguien que le pidiese ayuda. Se acercó hasta ella, sin la más mínima intención de un enfrentamiento. No la miraba a los ojos, no la miraba, de hecho. Subió a la roca de un salto y frotó su cabeza contra su cuello.
No necesitaba que le dijese que le pasaba algo, o qué le pasaba, conocía lo bastante bien su mirada como para saber que no era una mirada normal, ni siquiera una hostil. Siempre había odiado el combate, nunca se enfrentaba a nadie a no ser que le moviese el hambre. Y aunque así sea, siempre procura dar una muerte rápida. El hecho de tener que luchar contra Nana, aunque sea un entrenamiento, no le agradaba.
Se tumbó a su lado, sobre sus cuatro patas, mirando hacia el interior de la espesura. Él estaría allí en los mejores y en los peores momentos de la loba, aunque no pueda hacer mucho.
No tardó en verla a través de la maleza, subida a una roca. Caminó hacia ella hasta salir de entre los árboles, se sentó y la miró largamente a los ojos. Vio algo extraño en ella, en sus ojos, no le transmitían lo que él esperaba. Como si por su mente estuviera pasando algo poco agradable.
Se sentó sobre sus patas traseras y aulló con fuerza. No era un aullido hostil, sino una respuesta, la respuesta a su aullido. Aquello que le respondería a alguien que le pidiese ayuda. Se acercó hasta ella, sin la más mínima intención de un enfrentamiento. No la miraba a los ojos, no la miraba, de hecho. Subió a la roca de un salto y frotó su cabeza contra su cuello.
No necesitaba que le dijese que le pasaba algo, o qué le pasaba, conocía lo bastante bien su mirada como para saber que no era una mirada normal, ni siquiera una hostil. Siempre había odiado el combate, nunca se enfrentaba a nadie a no ser que le moviese el hambre. Y aunque así sea, siempre procura dar una muerte rápida. El hecho de tener que luchar contra Nana, aunque sea un entrenamiento, no le agradaba.
Se tumbó a su lado, sobre sus cuatro patas, mirando hacia el interior de la espesura. Él estaría allí en los mejores y en los peores momentos de la loba, aunque no pueda hacer mucho.
Brendarid
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Re: Y que no amanezca hoy {Privado, Interpretativo}
No esperaba para nada la respuesta de Brendarid, que al parecer había abortado el entrenamiento, pues su respuesta al aullido no había sido nada hostil. ¿Habría notado la tensión de la loba desde allí? No podía ser, Nana era la mejor ocultando sus sentimientos a todo el mundo, era una faceta que todo líder debía tener. Pero para él, para él al parecer no tenía secretos.
Bren se subió a la roca y se posó a su lado, Nana echó las orejas hacia atrás y emitió un sonido agudo posando la cabeza bajo el cuello de Brendarid. Lo había notado, sin duda lo había notado, había notado que el bosque no era el lugar que antaño le había proporcionado seguridad y comodidad, ahora era un lugar hostil para ella, y aún podía incluso oler la sangre de ambos lobos lejos de allí, aunque fuese tan solo un recuerdo efímero de hacía ya varios meses atrás, justo antes de conocer a Bren.
Se transformó en humana, se tumbó en la piedra boca arriba, mirando a las copas de los árboles, con una mano se quitó el pelo de la frente y con la otra, buscó en sus costillas aquella gran cicatriz que le recorría desde más abajo del pecho hasta casi el ombligo. Cuánta sangre había perdido aquella vez, de las pocas veces que se había visto a las puertas de cualquier infierno después de una muerte bastante dolorosa.
-Fue antes de conocerte. -Dijo acariciándose con la yema de los dedos la cicatriz. -Fueron dos lobos de la manada, secuaces de Ojo Rojo. -Recordó al viejo aquel, quien le debía un favor aún, y se preguntó qué fue de él durante tanto tiempo. -Nunca había mirado a la muerte a los ojos como aquella vez. -Se giró para mirar a los ojos a Brendarid. -Fue no muy lejos de aquí. -Se puso de lado en posición fetal juntando las rodillas con su pecho cara a Bren.
Nana
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Re: Y que no amanezca hoy {Privado, Interpretativo}
Escuchó las palabras de Nana atentamente. No conocía el nombre que ella había mencionado, pero no sonaba ni mucho menos amistoso. Se giró hacia ella y acercó su hocico a la cicatriz de su estómago y la lamió sutilmente. Volvió a su forma humana y alzó su rostro con una mano para poder mirarla a los ojos, mientras la otra la posaba sobre la cicatriz.
-La muerte no siempre es una mala maestra, nos puede llegar a enseñar mucho.
Cierto es que él no tenía grandes cicatrices. Alguna que otra cuando la batalla contra un ciervo o un jabalí se alarga más de lo esperado. Nunca había visto su propia muerte de cerca, pero había visto la muerte de otros, y eso le había enseñado muchas cosas que jamás olvidará.
Besó sus labios y pasó el brazo por debajo de su cabeza, acercándola a su pecho. Podía verse la luz del sol a través de las hojas del gran árbol que los cobijaba, que de vez en cuando le daba en los ojos, dependiendo de por donde soplase el viento.
-¿Qué planes tienes para hoy?- preguntó, tratando de quitarle hierro al momento. Después de la escena en el desayuno, le daba algo de recelo volver a pisar la aldea, aunque sabía que debería hacerlo de un momento a otro.
-Lo digo por si puedo ayudarte en algo, si es que no deciden matarme en cuanto vuelva por lo del desayuno.
-La muerte no siempre es una mala maestra, nos puede llegar a enseñar mucho.
Cierto es que él no tenía grandes cicatrices. Alguna que otra cuando la batalla contra un ciervo o un jabalí se alarga más de lo esperado. Nunca había visto su propia muerte de cerca, pero había visto la muerte de otros, y eso le había enseñado muchas cosas que jamás olvidará.
Besó sus labios y pasó el brazo por debajo de su cabeza, acercándola a su pecho. Podía verse la luz del sol a través de las hojas del gran árbol que los cobijaba, que de vez en cuando le daba en los ojos, dependiendo de por donde soplase el viento.
-¿Qué planes tienes para hoy?- preguntó, tratando de quitarle hierro al momento. Después de la escena en el desayuno, le daba algo de recelo volver a pisar la aldea, aunque sabía que debería hacerlo de un momento a otro.
-Lo digo por si puedo ayudarte en algo, si es que no deciden matarme en cuanto vuelva por lo del desayuno.
Brendarid
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Re: Y que no amanezca hoy {Privado, Interpretativo}
Nana alzó los ojos y lo miró, entre avergonzada por haber contado aquello, no le gustaba admitir que la muerte le daba miedo, pero le daba mucho miedo. Ahora que tenía tanto que perder la muerte sería lo peor que le podría pasar. Se abrazó a él poniendo la cabeza contra su pecho, el latido de su corazón rebotaba en sus tímpanos, la tranquilizaba, así siempre se sentía en casa. Y si aquel corazón dejaba de latir, ella moriría con él, y con tantos y tantos sueños... Le acarició la mejilla y apoyó la barbilla en su hombro mirándole a los ojos.
-Supongo que hoy tendremos que volver, reencontrarnos con tu amigo el brujo y convocar el consejo...-Suspiró, pues si por ella fuera se pasaría toda la vida allí, con el susurro de los árboles y la respiración de la única persona realmente importante para ella. Deslizó su mano hasta la mano de Brendarid, que había colocado sobre su cicatriz. El tintineo de las hojas del bosque le hizo recordar tantas cosas que la piel se le erizó hasta la nuca.
-Sabes, el hombre al cual has robado su vaso de leche, era el sacerdote que nos tiene que casar... -Le dijo en tono irónico agarrándole la mano y estrechándola en sus dedos con una sonrisa. Rió y negó con la cabeza un par de veces. Le acarició la barba con una sonrisa de oreja a oreja y se puso sobre él sentada sobre sus muslos, mirando la infinidad del bosque. Aquel lugar, que irónico, había podido ser el lugar de su muerte, de su primera muerte, por así decirlo, y ahora vivía no mucho más allá, junto al fiordo. La vida era algo tan efímero y ella quizá iba a pasar por ella sin dejar huella.
-Tengamos tres. -Dijo de repente sin bajar la vista a Bren. Esbozó una gran sonrisa y le miró a los ojos. -Tengamos tres cachorros. -Quizá, quizá fuese una buena madre, quizá no, pero lo intentaría. Quería ver como Bren enseñaba a sus cachorros a pescar, a cazar, y ella les enseñaría el arte del comercio, serían los mejores licántropos de toda la aldea, y unos perfectos futuros líderes.
-Te quiero y si morimos en el intento de liberarnos del yugo de la manada, estoy segura de que nuestros hijos lo conseguirán. -Apoyó ambos brazos a los lados de la cabeza de Bren y lo miró a los ojos dejando caer toda su melena sobre la roca, sonrió de oreja a oreja, sincera y por un momento, sin preocupaciones. -Que para mi, estar juntos el resto de nuestras vidas es poco, y también quiero estarlo en todas las otras que podamos vivir.- Ahora entendía aquello que solía decir el anciano con el que había vivido tantos años. Amar nos hace libres.
Nana
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Re: Y que no amanezca hoy {Privado, Interpretativo}
El consejo, eso sonaba muy importante, aunque no tuviese muy claro qué era. No había vuelto a ver a Aren desde que llegaron, esperaba que estuviese bien, era un buen tipo y todavía tenía cosas que aprender de él. Cuando escuchó lo del sacerdote, se le heló un poco la sangre. No esperaba aquello, seguro que le maldecía o algo por el estilo. Tampoco pretendía disculparse por decir lo que pensaba.
-Bueno... supongo que estará enfadado, pero no pienso disculparme.
La afirmación de Nana de tener tres cachorros le pilló algo descolocado, no se lo esperaba. No es que estuviese en desacuerdo, pero las dudas sobre si él era el indicado para criar a alguien volvían a asaltar su mente. Apenas era capaz de cuidarse a sí mismo, como para cargar con la responsabilidad de tres pequeñas vidas que no se perdonaría el perderlas.
Sabía que debía hacer algo si pretendía traer tres vidas a este mundo donde ser un licántropo libre seguía siendo muy difícil, aun con los esfuerzos de Nana. Todavía mirando al cielo, tomo una determinación.
-Creemos una unidad de hostigadores.-afirmó todavía mirando al cielo a través de las ramas-Ellos nos superan en números, pero podemos acabar con ellos uno a uno, con emboscadas y trampas desde los árboles. Conozco estos bosques mejor que cualquiera de ellos, nunca podrán darnos caza aquí.
No sabía si hablado sin pensar, si había gente suficiente en la aldea para poder hacer algo así, pero su corazón le decía que debía actuar cuanto antes, no quería que pasase ni un día más sentado en un silla o en una cama viendo como La manada se hace cada vez más fuerte. Aun con todas las dudas, deseaba traer al mundo a sus cachorros, y para poder hacerlo de forma seguro, las cabezas de Thorbald y los suyos debían estar en una pica. Y, aunque ya no lo admitía abiertamente, su lado salvaje seguía latente en él. Ese lado que le exigía venganza, que quería probar la sangre de Thorbald y arrancarle el corazón con sus propias manos. Thorbald destruyó su vida, ahora él destruiría todo lo que él tiene hasta obligarle a pedir perdón; y cuando estuviese de rodillas rogando por su vida, le arrancaría la garganta y le daría la muerte más lenta que pudiese permitirse.
-Bueno... supongo que estará enfadado, pero no pienso disculparme.
La afirmación de Nana de tener tres cachorros le pilló algo descolocado, no se lo esperaba. No es que estuviese en desacuerdo, pero las dudas sobre si él era el indicado para criar a alguien volvían a asaltar su mente. Apenas era capaz de cuidarse a sí mismo, como para cargar con la responsabilidad de tres pequeñas vidas que no se perdonaría el perderlas.
Sabía que debía hacer algo si pretendía traer tres vidas a este mundo donde ser un licántropo libre seguía siendo muy difícil, aun con los esfuerzos de Nana. Todavía mirando al cielo, tomo una determinación.
-Creemos una unidad de hostigadores.-afirmó todavía mirando al cielo a través de las ramas-Ellos nos superan en números, pero podemos acabar con ellos uno a uno, con emboscadas y trampas desde los árboles. Conozco estos bosques mejor que cualquiera de ellos, nunca podrán darnos caza aquí.
No sabía si hablado sin pensar, si había gente suficiente en la aldea para poder hacer algo así, pero su corazón le decía que debía actuar cuanto antes, no quería que pasase ni un día más sentado en un silla o en una cama viendo como La manada se hace cada vez más fuerte. Aun con todas las dudas, deseaba traer al mundo a sus cachorros, y para poder hacerlo de forma seguro, las cabezas de Thorbald y los suyos debían estar en una pica. Y, aunque ya no lo admitía abiertamente, su lado salvaje seguía latente en él. Ese lado que le exigía venganza, que quería probar la sangre de Thorbald y arrancarle el corazón con sus propias manos. Thorbald destruyó su vida, ahora él destruiría todo lo que él tiene hasta obligarle a pedir perdón; y cuando estuviese de rodillas rogando por su vida, le arrancaría la garganta y le daría la muerte más lenta que pudiese permitirse.
Brendarid
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Re: Y que no amanezca hoy {Privado, Interpretativo}
Bren seguía hablando desde toda la venganza que le recorría las venas, Nana no podía culparle, tantos años viviendo solo en los bosques que tan solo conocía aquella vida. Nana se incorporó y lo miró desde su posición, sentada sobre los muslos de su compañero. Negó con la cabeza un par de veces y se echó el pelo hacia atrás. Una cosa era cierta, que la guerra ya había empezado, pero había empezado más allá de las batallas, era una guerra de alianzas, de territorio. Una guerra estratégica que pocos podían llegar a entender y que de momento, el Colmillo iba ganando con bastante ventaja. No solo habían conseguido arrebatarle a Thorbald el terreno del Fiordo y de parte de aquel preciado bosque, sino que también les había robado a la manada el comercio; a algunos les parecerá inútil el comercio para los licántropos, pero la manada se abastecía en su mayoría de eso, de cobrar impuestos por entrar en su territorio y de los caravaneros extraviados. Además Nana ya había hecho alianzas con el rey de Lunargenta, su gran amigo, que prometió enviar tropas por su causa y por beneficio propio de Lunargenta, ya que los licántropos de Thorbald habían hostigado durante muchos años a los campesinos de los reinos de Verisar.
-Bren, quizá tardemos años en enfrentarnos a Thorbald. -Le dijo mirándole a los ojos seria. -¿Con qué quieres atacar? ¿Con un ejército de ancianos y de huérfanos?- Bromeó y se recogió el pelo a un lado de la cabeza. -Si queremos ganar, tenemos que hacernos fuertes, cultivar nuestros campos, levantar una muralla en el pueblo y primero, antes que todo lo demás, aprender a vivir soportándonos los unos y los otros. -Añadió, pues el poblado contaba con personas que, como Bren y Nana, habían pasado toda su vida en completa soledad, y ahora debían de adaptarse a vivir en comunidad.
Un aullido en la espesura hizo que Nana alzase la cabeza hacia la espesura. Un lobo marrón oscuro apareció entre la maleza, jadeante. Al ver a la pareja se transformó en humano. Era el sacerdote. Se giró al ver a la pareja, por respeto quizá, o por pudor, quién entendiera a los sacerdotes.
-Nana, Hera se ha puesto de parto. -Dijo apresurado dándoles la espalda. Nana salió casi de un salto de encima de Bren, con los ojos como platos y el corazón en un puño.
-¿Y Alec? -Preguntó desde lo alto de la roca mirando al sacerdote que se tapaba entre los arbustos con pudor de su desnudez.
-Salió esta mañana temprano con una partida de caza y aún no ha vuelto. -Respondió el sacerdote, hizo un amago de girarse, pero al ver la desnudez de su líder volvió a darse la vuelta cerrando los ojos con fuerza.
-¡Maldita sea Alec! -Maldijo la loba frunciendo el ceño. Nana cerró los ojos por unos segundos, pensando en qué debería de hacer. Era obvio que Nana debía de estar allí, las mujeres de la aldea atenderían a Hera, pero de qué manera... Tantos años con los humanos que Nana había aprendido incluso hasta algo de su medicina. -Bren, busca a Alec. -Miró a Brendarid a los ojos y le encomendó dicha misión, que aunque pareciera que no, era una misión importante. Toda mujer quiere tener al padre de sus cachorros a su lado durante el parto. -Nos vemos en el gran salón. -Le dijo a modo de despedida dándole un corto beso en los labios.
Nana saltó de la roca y se convirtió en lobo antes de tocar el suelo. Echó a correr como alma que lleva el diablo. El sacerdote miró a Bren, y confuso se convirtió y salió a correr tras la líder de manera más bien torpe. No paró de correr hasta que hubo llegado allí, al gran salón, donde toda la gente se amontonaba en círculos. El primer cachorro de la aldea, la esperanza de Ulmer. Nana se transformó en humana, Rose la esperaba fuera con algo de ropa. Ambas amigas se miraron, asintieron a la vez con la cabeza y Nana tomó el vestido que Rose le ofrecía, se lo puso mientras se abría paso entre la multitud para llegar a su casa.
-Está con las ancianas. No paraba de llamarte a ti y a Alec. -Apuntó Rose caminado a la espalda de Nana. La loba asintió con la cabeza y entró a la casa. La lumbre trabajaba a todo trapo para mantener caliente el gran salón, mientras mujeres iban y venían con trapos mojados con agua tibia. Nana se remangó las mangas del vestido y se paró junto a Hera.
-Alec, ¿Dónde está Alec? -Consiguió articular entre jadeos y gritos. Nana la miró, allí tendida sobre la mesa rodeada de un montón de mujeres. -¡Por dios, diles que se vayan! -Le pidió a Nana. Nana las miró e hizo un ademán con la cabeza, tan solo quedaron Rose, una mujer que había sido comadrona en Lunargenta, y ella.
-Bren ha ido a buscarle. No te preocupes. -Apuntó la loba acariciando el pelo de su amiga. Debía de mantener la calma, por ella, por las dos. Se sentó a su lado y le cogió la mano. -Va, respira tranquila, que yo creo que con esa panza vienen más de uno. -Bromeó para destensar a su amiga, y esta esbozó una sonrisa con las pocas fuerzas que podía invertir en ella. Rose trajo varias almohadas que colocó en la cabeza de Hera. -¿No sería más fácil que te transformaras para tener a los cachorros? -Preguntó a Hera, que se encogió de hombros, como si no hubiera pensado aquella opción. Nana se incorporó y la ayudó a desvestirse, tiró el camisón a un cubo y le mojó la cara con una toalla húmeda. Hera se transformó en un precioso lobo de pelaje rojizo y ojos azules. Pronto asomaría la cabeza el primer cachorro y Alec seguía en paradero desconocido.
Nana
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Re: Y que no amanezca hoy {Privado, Interpretativo}
Venciendo a la confusión del momento, Brendarid reaccionó rápidamente, se convirtió en lobo, saltó de la roca y echó a correr en dirección opuesta a Nana. Si Alec y los demás habían salido de caza, se habrían internado en lo profundo del bosque. Puede que le llevasen un día de ventaja, encontrarlos pronto era una tarea muy complicada para uno solo. Por suerte, nada podía escapársele mientras no saliese de la linde de ese bosque.
Corrió entre altos árboles, parándose únicamente cuando algún olor le llamaba la atención. Percibió el rastro de una manada de herbíboros que seguía hacia el norte, era la única pista que tenía. Él habría seguido a esa manada, así que esperaba que ellos también. Seguía sin percibir el olor de ningún licántropo, esperaba que fuera porque no iba por el mismo camino que ellos, y no porque el tiempo se hubiese llevado el rastro.
Viró rápidamente hacia el este, intentando encontrar el más mínimo rastro. Llegó hasta un pequeño claro donde pudo subirse a una pequeña colina por encima de la maleza. Los árboles seguían impidiéndole ver nada, pero era un buen lugar en el que llamar a Alec. Liberó un aullido que resonó en todo el bosque. Si Alec y los demás estaban a menos de cuatro kilómetros de él, lo oirían y responderían. Pero él no esperó a la respuesta, no tenía tiempo que perder, bajó la pequeña colina y siguió corriendo como alma que lleva el diablo.
No obtenía respuesta, y eso le preocupaba, podía tardar demasiado en encontrarle. Cuando ya se había alejado de la colina y había vuelto a buscar el más mínimo rastro oloroso que lo guiase, sus oídos captaron un leve aullido desde el oeste. Eran ellos, tenían que serlo. Nunca había escuchado el aullido de Alec, así que solo podía esperar que no fuese una trampa. Volvió a aullar para indicarles donde estaba y corrió en su dirección. Si ambos se dirigían hacia el otro, no podían tardar mucho en encontrarse.
Cuando ya llevaba cerca de diez minutos corriendo entre los bosques, escuchó un chasquido a su derecha, pero fue demasiado tarde; un lobo con el pelaje marrón claro se abalanzó sobre él desde un alto, haciendo que ambos rodasen por el suelo. Trató de reaccionar todo lo rápido que pudo, buscando el cuello de su rival mientras se revolcaban y levantaban una gran polvareda. Logró empujar a su rival y apartarlo, incorporándose con el lomo encorvado, preparado para lanzarse sobre él de nuevo. Pero en lugar de eso, su rival se transformó en humano.
-Brendarid, maldita sea, casi te matamos.- era Alec, y varios lobos salieron de entre los árboles. Sin duda, habría acabado muerto si no fuesen sus aliados-¿Qué haces aquí?
-Hera está de parto, Nana me ha enviado a buscarte-dijo una vez se hubo transformado en humano-. Debes darte prisa, no sé cuanto tiempo tenemos.
Sorprendentemente, Alec mantuvo la compostura mejor de lo que había esperado, se dirigió a sus hombres.
-Cargad con las presas hasta la aldea, yo me adelantaré con Brendarid, nos veremos allí.-tras decir esto, se giro hacia Brendarid-Vamos, apresuremos.
Ambos se transformaron en lobo y corrieron en dirección a la aldea. No sabría calcular cuanto tardaron en llegar, pero sin duda Alec era un gran corredor en los bosques, ninguno se quedó atrás en ningún momento hasta que se pudieron ver los primeros humos de las casas. Siguieron corriendo hasta alcanzar las puertas de la casa donde Hera se encontraba. Alec se adelantó entonces, sacando de fuerza de quién sabe donde, se transformó en humano y abrió la puerta a toda velocidad, llegando al lado de su mujer.
Bren entró poco después, también de vuelta a su forma humana. Jadeaba del cansancio, había corrido más de lo esperado. Nunca había visto un parto, y mucho menos podría asistir en algo, así que se acercó a Nana.
-¿Me necesitas o voy a buscar a los demás? se han quedado atrás cargando con las presas
Corrió entre altos árboles, parándose únicamente cuando algún olor le llamaba la atención. Percibió el rastro de una manada de herbíboros que seguía hacia el norte, era la única pista que tenía. Él habría seguido a esa manada, así que esperaba que ellos también. Seguía sin percibir el olor de ningún licántropo, esperaba que fuera porque no iba por el mismo camino que ellos, y no porque el tiempo se hubiese llevado el rastro.
Viró rápidamente hacia el este, intentando encontrar el más mínimo rastro. Llegó hasta un pequeño claro donde pudo subirse a una pequeña colina por encima de la maleza. Los árboles seguían impidiéndole ver nada, pero era un buen lugar en el que llamar a Alec. Liberó un aullido que resonó en todo el bosque. Si Alec y los demás estaban a menos de cuatro kilómetros de él, lo oirían y responderían. Pero él no esperó a la respuesta, no tenía tiempo que perder, bajó la pequeña colina y siguió corriendo como alma que lleva el diablo.
No obtenía respuesta, y eso le preocupaba, podía tardar demasiado en encontrarle. Cuando ya se había alejado de la colina y había vuelto a buscar el más mínimo rastro oloroso que lo guiase, sus oídos captaron un leve aullido desde el oeste. Eran ellos, tenían que serlo. Nunca había escuchado el aullido de Alec, así que solo podía esperar que no fuese una trampa. Volvió a aullar para indicarles donde estaba y corrió en su dirección. Si ambos se dirigían hacia el otro, no podían tardar mucho en encontrarse.
Cuando ya llevaba cerca de diez minutos corriendo entre los bosques, escuchó un chasquido a su derecha, pero fue demasiado tarde; un lobo con el pelaje marrón claro se abalanzó sobre él desde un alto, haciendo que ambos rodasen por el suelo. Trató de reaccionar todo lo rápido que pudo, buscando el cuello de su rival mientras se revolcaban y levantaban una gran polvareda. Logró empujar a su rival y apartarlo, incorporándose con el lomo encorvado, preparado para lanzarse sobre él de nuevo. Pero en lugar de eso, su rival se transformó en humano.
-Brendarid, maldita sea, casi te matamos.- era Alec, y varios lobos salieron de entre los árboles. Sin duda, habría acabado muerto si no fuesen sus aliados-¿Qué haces aquí?
-Hera está de parto, Nana me ha enviado a buscarte-dijo una vez se hubo transformado en humano-. Debes darte prisa, no sé cuanto tiempo tenemos.
Sorprendentemente, Alec mantuvo la compostura mejor de lo que había esperado, se dirigió a sus hombres.
-Cargad con las presas hasta la aldea, yo me adelantaré con Brendarid, nos veremos allí.-tras decir esto, se giro hacia Brendarid-Vamos, apresuremos.
Ambos se transformaron en lobo y corrieron en dirección a la aldea. No sabría calcular cuanto tardaron en llegar, pero sin duda Alec era un gran corredor en los bosques, ninguno se quedó atrás en ningún momento hasta que se pudieron ver los primeros humos de las casas. Siguieron corriendo hasta alcanzar las puertas de la casa donde Hera se encontraba. Alec se adelantó entonces, sacando de fuerza de quién sabe donde, se transformó en humano y abrió la puerta a toda velocidad, llegando al lado de su mujer.
Bren entró poco después, también de vuelta a su forma humana. Jadeaba del cansancio, había corrido más de lo esperado. Nunca había visto un parto, y mucho menos podría asistir en algo, así que se acercó a Nana.
-¿Me necesitas o voy a buscar a los demás? se han quedado atrás cargando con las presas
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Re: Y que no amanezca hoy {Privado, Interpretativo}
La noción del tiempo se perdía demasiado rápido allí, sentada en el banco al lado de su amiga, mientras le acariciaba el lomo para tranquilizarla. Mullida entre cojines y toallas húmedas estaba Hera, tumbada de lado jadeante. No faltaba mucho para que el primer cachorillo asomara la cabeza. Nana se puso en pie, los había olido, no tardarían mucho en llegar. Hera se revolvió, pero Nana le puso la mano encima para que se quedase quieta.
-¿Recuerdas el día que nos conocimos? Vagabas por Lunargenta cual cachorrilla apaleada. Recuerdo que ese día llovía. -Empezó a contarle Nana para tranquilizarla. -Y salí de la posada, y te encontré ahí en la puerta, medio muerta. El hombre que te transformó no te había explicado siquiera cómo volver a tu forma humana. -Nana sonrió al recordar todo aquello, hacía tanto tiempo atrás ya, y ahora se había casado con el mercenario Alec, el compañero de lucha de Nana, y ahora iban a tener cachorros. -Madre mía, si eras una niña... -Dijo en voz baja más para ella que para su compañera.
La loba pelirroja emitió un sonido agudo, ya venía el primero. La puerta se abrió de par en par casi de un golpe, Alec se puso al lado de Hera y le dio un beso en la cabeza.
-Lo siento, no debí de haberme alejado tanto. -Se disculpó Alec acariciando el pelaje de su esposa. -Respira cariño... -La comadrona agarró de la cabeza al pequeño cachorro que asomaba ya la cabeza intentando ver la luz.
Nana tomó la mano de Bren, nerviosa, pues no entendía aún los partos, ni el proceder en estos casos. Negó con la cabeza varias veces, no quería que Bren se fuera. Silencio sepulcral durante unos segundos, tan solo los gemidos de Hera se escuchaban, y de pronto un llanto agudo. Un pequeño cachorro de color beige comenzó a gritar en las manos de la comadrona.
-Es una niña preciosa. -Apuntó la mujer mayor con una sonrisa de oreja a oreja enseñando los pocos dientes que le quedaban.
Nana pudo respirar por fin, las cosas estaban yendo bien, o al menos eso parecía por el momento. Veía sufrir a su amiga, que contrarrestaba enormemente con la cara de alegría con la que Alec sostenía el cachorrillo entre sus brazos. Pronto empezaba a asomar el siguiente, que ya tenía el camino hecho.
Alec se acercó a ambos, miró a Nana y asintió con la cabeza, entregándole a la pequeña envuelta con una toalla. El corazón de Nana se encogió, era tan pequeña y tan indefensa... La acunó entre sus brazos mientras Alec acudía a Hera para ayudar con el segundo cachorro. Nana alzó la cabeza para mirar a Brendarid. Quizá sí, quizá sí hubiera nacido para darle a sus cachorros la familia que ella jamás tuvo.
Nana
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Re: Y que no amanezca hoy {Privado, Interpretativo}
Brendarid aceptó el deseo de Nana y sentó junto a ella, correspondiendo al apretón de manos. Nunca había visto un parto, y realmente le estaba sorprendiendo la experiencia. Veía el rostro de Alec, que estaba a punto de ser padre, y supo al instante que él también quería ser padre, aunque fuese en ese mundo tan injusto y, a veces, terrible. Pues incluso entre aquella oscuridad, había destellos de luz, como esa aldea y ese momento.
Cuando el primer cachorro salió, se maravilló ante aquel momento, sin duda uno de los momentos más hermosos que había visto en mucho tiempo. Aunque lo que más le sorprendió fue que no era el único. Se acercó acercó al oído de Nana y susurró:
-¿Suele haber más de uno?
Durante su estancia con humanos había sacado en limpio que las humanas solían tener una cría a la vez, dos como mucho. Las que superaban ese límite, eran casos raros. No sabía si los licántropos se diferenciaban en eso de los humanos. Se acababa de dar cuenta de que esos debían ser los primeros cachorros nacidos en la aldea, sin duda era un momento importante. Siempre se había sentido fuera de lugar, incluso en ese momento no podía evitar que sobraba, pero si Nana le quería allí, desde luego que no iba a moverse. Aún no se había acostumbrado a vivir de ese modo.
Cuando el primer cachorro salió, se maravilló ante aquel momento, sin duda uno de los momentos más hermosos que había visto en mucho tiempo. Aunque lo que más le sorprendió fue que no era el único. Se acercó acercó al oído de Nana y susurró:
-¿Suele haber más de uno?
Durante su estancia con humanos había sacado en limpio que las humanas solían tener una cría a la vez, dos como mucho. Las que superaban ese límite, eran casos raros. No sabía si los licántropos se diferenciaban en eso de los humanos. Se acababa de dar cuenta de que esos debían ser los primeros cachorros nacidos en la aldea, sin duda era un momento importante. Siempre se había sentido fuera de lugar, incluso en ese momento no podía evitar que sobraba, pero si Nana le quería allí, desde luego que no iba a moverse. Aún no se había acostumbrado a vivir de ese modo.
Brendarid
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Re: Y que no amanezca hoy {Privado, Interpretativo}
Nana seguía acunando a la pequeña entre sus brazos, un pequeño cachorro que buscaba desesperadamente el pecho de su madre, pero debería de esperar, al menos hasta que su hermano saliera, que no iba a tardar demasiado. Al parecer el segundo se resistía más en abandonar el cómodo útero de su madre. Nana miró a Brendarid y frunció el ceño ante su pregunta.
-Suele haber uno, pero a veces, como en los humanos, se pueden tener dos o tres en un mismo embarazo. -Le explicó y le dio la espalda haciéndose un hueco entre sus brazos mientras acunaba al cachorrillo. Los jadeos de Hera eran cada vez más fuertes, y el segundo ya empezaba a asomar la cabeza.
Rose se había puesto detrás de Hera mientras le humedecía el morro con toallas húmedas y le daba de beber, Alec seguía acariciando a su esposa que estaba demasiado ocupada en gritar como para atender las recomendaciones de la comadrona.
-Va, un último empujón. -Dictó la mujer y la cabeza de aquel pequeño lobo asomó por fin, después de mucho sufrimiento para su madre, y tan pronto asomó la cabeza salió entero. La comadrona le frotó la espalda y enseguida se puso a llorar. -Y este, este es un niño. -Apuntó la mujer mayor con otra enorme sonrisa. Los jadeos de Hera cesaron, y quedó exhausta sobre la mesa, aún en su forma de lobo. Nana se incorporó para darle la pequeña cachorra a Rose, que enseguida la puso en el regazo de su madre para que ambos se amamantasen.
-Después de esto ya no sé si quiero tres. -Le susurró a Brendarid al oído bromeando y luego se levantó enseguida para ir al lado de Alec y darle un fuerte abrazo. -Felicidades compañero. -Le dijo y le dio un fuerte beso en la mejilla. Alec parecía estar a punto de llorar en cualquier momento, si no fuera por la presencia de la mujer mayor, Nana sabía que se habría echado a llorar. Nana sonrió y se acercó a Hera que ahora dormía plácidamente en su forma de lobo sobre la mesa con sus dos cachorros pegados a su pecho. -Lo has hecho genial, compañera. -Le dijo al oído y le dio un beso en la frente.
Pronto entró Leo y el sacerdote tras ser avisados por Rose, tras un fuerte abrazo de Alec y Leo Nana les hizo un ademán para abandonar el lugar y dejar dormir tranquila a la reciente madraza.
-Vamos a tomar algo a la taberna, que Hera está en buenas manos. -Dijo señalando a Rose y a la comadrona que asintieron con la cabeza.
Caminaron hasta la taberna, la gente iba dándole golpecitos en la espalda a Alec en forma de felicitación, sin duda iba a ser un buen día para Ulmer. Los dioses estaban de su parte. La taberna del poblado no era muy diferente a las demás casas, solo que un poco más grande, y con unas escaleras que bajaban hacia abajo, pues era una construcción casi subterránea para mantener la humedad y el frío para el vino y demás bebidas. Además de que era el lugar donde secaban los jamones de jack y los desalaban.
-¡A esta ronda invito yo! -Dijo Alec con una gran sonrisa al mesonero, que era íntimo amigo de este, ya que había pasado muchas largas noches de borrachera allí.
Nana se sentó en una de las mesas grandes y apartadas al lado de uno de los ventanucos que daban al exterior.
Nana
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Re: Y que no amanezca hoy {Privado, Interpretativo}
Se quedó un rato mirando a la pequeña en brazos de Nana. Sí, podía acostumbrarse a eso. La acarició suavemente en el lomo, pues tampoco tenía ni idea tratar con cachorros, por lo que tenía miedo a hacerle daño. Se alegró al saber que lo licántropos eran iguales a los humanos en eso, temía que la pobre Hera tuviese que estar dando a luz durante mucho más, se veía que sufría.
Todos contemplaron con alegría como salía el segundo cachorro, un hermoso y sano niño. No tenía muy claro qué debía hacer en ese momento, pero se levantó después que Nana y dio un fuerte apretón de manos a Alec. No añadió nada, estaba acostumbrado a hablar sin palabras, así que simplemente asintió mirándole a los ojos. Esperaba que Alec lo entendiese.
Se giró al momento cuando Leo y el sacerdote entraron. Sostuvo un rato la mirada de Leo, pero ya no lo consideraba su rival. Aquel que se acobarda al ver la muerte no se merece el ser su rival. Fue el primero en salir del lugar, antes incluso de que Nana lo propusiese, no le gustaba la compañía del sacerdote, no la soportaría si no era necesario. Caminó junto a Nana mientras se dirigían a la taberna, la verdad es que preferiría descansar después de recorrerse medio bosque, pero no sabía si eso estaría bien visto; necesitaba acostumbrarse cuanto antes a las costumbres de la aldea.
Dentro de la taberna pudo oler el jamón secándose desde la entrada. Se apoyó en la ventana, cerca de Nana, y miró al exterior.
-No sabía que dolía tanto... creo que podemos probar con uno solo...
No sabía si había alguna forma de poder escoger cuantos cachorros tener, aunque supuso que no. Se sentó junto a Nana y aprovechó antes de que alguien se acercase.
-No me gusta ver a Leo así, esperaba que fuese un rival digno. El Leo de enérgico de antes lo ha sustituido un cobarde... debería darle vergüenza. ¿No hay ninguna forma de que vuelva a ser el mismo?
Todos contemplaron con alegría como salía el segundo cachorro, un hermoso y sano niño. No tenía muy claro qué debía hacer en ese momento, pero se levantó después que Nana y dio un fuerte apretón de manos a Alec. No añadió nada, estaba acostumbrado a hablar sin palabras, así que simplemente asintió mirándole a los ojos. Esperaba que Alec lo entendiese.
Se giró al momento cuando Leo y el sacerdote entraron. Sostuvo un rato la mirada de Leo, pero ya no lo consideraba su rival. Aquel que se acobarda al ver la muerte no se merece el ser su rival. Fue el primero en salir del lugar, antes incluso de que Nana lo propusiese, no le gustaba la compañía del sacerdote, no la soportaría si no era necesario. Caminó junto a Nana mientras se dirigían a la taberna, la verdad es que preferiría descansar después de recorrerse medio bosque, pero no sabía si eso estaría bien visto; necesitaba acostumbrarse cuanto antes a las costumbres de la aldea.
Dentro de la taberna pudo oler el jamón secándose desde la entrada. Se apoyó en la ventana, cerca de Nana, y miró al exterior.
-No sabía que dolía tanto... creo que podemos probar con uno solo...
No sabía si había alguna forma de poder escoger cuantos cachorros tener, aunque supuso que no. Se sentó junto a Nana y aprovechó antes de que alguien se acercase.
-No me gusta ver a Leo así, esperaba que fuese un rival digno. El Leo de enérgico de antes lo ha sustituido un cobarde... debería darle vergüenza. ¿No hay ninguna forma de que vuelva a ser el mismo?
Brendarid
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Re: Y que no amanezca hoy {Privado, Interpretativo}
La tensión era palpable allí donde entraran, pues Leo y el sacerdote los seguían. Bren se sentó a su lado y Alec frente a ellos. Leo y el sacerdote se quedaron en la barra. Alec dejó sobre la mesa dos jarras bien cargadas de hidromiel mientras sostenía la suya y le daba un buen trago. Alec no pudo evitar escuchar el comentario de Brendarid y se echó a reír. Nana miró a Alec y negó con la cabeza, tomó con ambas manos la jarra y le dio un buen trago.
-Es... Complicado. -Le respondió encogiéndose levemente de hombros. -Leo no está en su mejor momento, quiero decir... -Nana miró a Alec en busca de ayuda, pero este se encogió de hombros y negó con la cabeza, como diciendo "a mi no me metas". Nana puso los ojos en blanco durante unos segundos y se giró hacia Bren apoyando la espalda en la pared de madera. -Leo pensaba que no ibas a volver, Bren. -Clara y concisa, no podía ser de otra manera. -Y después de todo lo que le ha pasado, pensó que finalmente sería con él con quien formaría una familia. -Nana bebió otro trago de la jarra y miró a ambos que estaban allí sentados en la barra. -Ahora se refugia en los dioses porque está vacío, y no le culpo por ello. -Nana miró al fondo de la jarra, ciertamente se sentía triste tras el distanciamiento de su amigo, habían vivido muchísimo juntos y gracias a él había conseguido encaminarse, y le dolía en lo más profundo de su alma que Bren y él no se pudieran llevar bien.
-Hay que pagarle una puta a Leo. -Dijo Alec intentando quitarle hierro a la situación, sonrió y le dio un trago a la cerveza. -Sino acabaremos con sus cuadros por toooda la aldea. -Dijo resignado negando con la cabeza. Leo se pasaba horas y horas pintando en su casa sin hablar con nadie, al igual que con sus inventos. Había diseñado un sistema de riego por el cual se podía conseguir el doble de producción, o algo así había explicado semanas atrás, pero aún estaba confeccionando. -No te preocupes Nana, se le pasará. -Alec alargó el brazo y agarró la mano de Nana, después le dio un trago a su jarra.
-Sí, espero que se le pase... -Dijo Nana aún triste por el comportamiento de su amigo. Miró a Brendarid y le sonrió algo forzada para que no se preocupase por ella. -Esta tarde convocaremos consejo, y habrá que anunciar eso... -Hizo énfasis en la palabra "eso" para que Bren la entendiera. Alec arqueó una ceja y se puso a reír, quién sabe qué pasaría por su mente en aquel momento.
Nana
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Re: Y que no amanezca hoy {Privado, Interpretativo}
No podía creer lo que oía, le parecía sumamente vergonzoso por su parte. Intentó contenerse, pero sentía la necesidad de dirigirse a él como nunca lo había hecho. Ahora era diferente que la primera vez que se vieron; Brendarid era más humano y menos bestia, podía ser capaz de mantener una conversación recurrir a la violencia, normalmente.
Miró hacia la barra y allí estaba Leo, con los ojos completamente vacíos, totalmente opuestos al fuego veía en ellos antaño. Apretó los puños para contenerse, pero era superior a él, tenía que hacer algo. Se levantó rápidamente y se dirigió hacia él muy decidido. Leo le vio llegar y el sacerdote cesó de decirle lo que fuera que le estuviera diciendo y apartó la mirada de los ojos de Brendarid. Sujetó firmemente a Leo por el brazo, pero sin violencia y lo apartó del sacerdote, llevándolo a una zona apartada de la taberna donde nadie podría escucharles si no alzaban la voz. Leo le miraba perplejo, el anterior Leo ya le habría gritado por hacer algo así.
-Me das vergüenza-le espetó-. No me importa como te sientas, no me importa si consideras que has fracasado o no, no es mi problema. Normalmente me daría igual lo que te pasase, pero Nana confía en ti, y te aprecia mucho más de lo que crees. Sabes perfectamente que ahora mismo os necesita a todos, y eso te incluye a ti. Así que deja de comportarte como un imbécil y echa una mano, no seas una carga estúpida.
Leo sonrió, apartando la mirada de Brendarid y resopló.
-No esperaba que precisamente tú vinieses a darte lecciones.
-No es una lección, es un recordatorio sobre lo que tienes que hacer. Deja de refugiarte en dioses y demás tonterías, Nana te necesita, abre los ojos.
No dejó contestar a Leo, antes de que este dijera nada,Brendarid lo había dejado allí, volviendo a su sitio. Se sentó al lado de Nana, obviando si a ella le parecía bien que hiciese eso o no. Tal vez acababa de cometer un error enorme, pero no se lo cuestionaba, hizo lo que creía correcto.
Miró hacia la barra y allí estaba Leo, con los ojos completamente vacíos, totalmente opuestos al fuego veía en ellos antaño. Apretó los puños para contenerse, pero era superior a él, tenía que hacer algo. Se levantó rápidamente y se dirigió hacia él muy decidido. Leo le vio llegar y el sacerdote cesó de decirle lo que fuera que le estuviera diciendo y apartó la mirada de los ojos de Brendarid. Sujetó firmemente a Leo por el brazo, pero sin violencia y lo apartó del sacerdote, llevándolo a una zona apartada de la taberna donde nadie podría escucharles si no alzaban la voz. Leo le miraba perplejo, el anterior Leo ya le habría gritado por hacer algo así.
-Me das vergüenza-le espetó-. No me importa como te sientas, no me importa si consideras que has fracasado o no, no es mi problema. Normalmente me daría igual lo que te pasase, pero Nana confía en ti, y te aprecia mucho más de lo que crees. Sabes perfectamente que ahora mismo os necesita a todos, y eso te incluye a ti. Así que deja de comportarte como un imbécil y echa una mano, no seas una carga estúpida.
Leo sonrió, apartando la mirada de Brendarid y resopló.
-No esperaba que precisamente tú vinieses a darte lecciones.
-No es una lección, es un recordatorio sobre lo que tienes que hacer. Deja de refugiarte en dioses y demás tonterías, Nana te necesita, abre los ojos.
No dejó contestar a Leo, antes de que este dijera nada,Brendarid lo había dejado allí, volviendo a su sitio. Se sentó al lado de Nana, obviando si a ella le parecía bien que hiciese eso o no. Tal vez acababa de cometer un error enorme, pero no se lo cuestionaba, hizo lo que creía correcto.
Brendarid
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Re: Y que no amanezca hoy {Privado, Interpretativo}
Alec y Nana se miraron en el momento en el que Brendarid se levantó y se plantó frente a Leo, la loba se llevó las manos a la cabeza, menuda locura iba a hacer, se esperaba que se llevara un buen golpe de Bren, o quién sabe qué. Pero no fue así, Nana frunció el ceño y Alec se apoyó en la mesa, sentándose de lado tal y como estaba ella anteriormente. Ahora se había incorporado y se había sentado de frente, intentando no mirar la escena que estaba montando Bren. Alec la miró con una sonrisa burlona.
-Al final tu chico dejó de ser una bestia para convertirse en un hombre. -Bromeó Alec tomando un trago de su jarra. -O al menos eso parece. -Añadió mirando a Nana y arqueando una ceja.
Nana negó con la cabeza y sonrió, en realidad le comía la curiosidad de qué sería lo que Bren estaba hablando con Leo, se le hacía extremadamente extraño que Bren se le acercase de esa manera.
-El otro día me dijo que si volvía a mencionar a Leo, le arrancaría la cabeza. -Le comentó la loba a su amigo, y este se echó a reír.
-Madre mía, son el día y la noche estos dos, eh. -Alec negó al igual que Nana y sonrió a la loba.
Ciertamente ambos eran tan diferentes, Leo, un hombre de libros, de pinturas, de inventos. Bren, un hombre de pocas palabras, de actos, de impulsos. Y los quería a los dos a su lado, juntos, y sin tener que elegir a ninguno de los dos, porque uno era su amante, y el otro, su amigo.
Bren se volvió a sentar en su sitio, Nana se iba a girar a preguntar qué es lo que había pasado, pero Leo se adelantó. Se acercó a la mesa con su jarra de cerveza y se sentó junto a Alec sin mediar palabra alguna. El sacerdote los miró desde la barra. Nana le hizo un ademán para que se uniera a su charla.
-Al fin te dignas a beber y a celebrar con tus amigos, eh, pintorcillo. -Le dijo Alec posando una mano sobre la cabeza de Leo y despeinándole. Leo posaba sus ojos sobre los de Nana, inquieto.
-Los amigos son esa familia que no eliges. -Añadió Leo y tanteó la mesa hasta encontrar la mano de Nana, que reposaba sosteniendo la jarra de hidromiel.
Nana asintió con la cabeza y le apretó la mano con una sonrisa de aprobación. Sabía que aquella era la manera que tenía Leo de pedir perdón, por algo que no llegaba a entender, algo que Brendarid había dicho y que ella desconocía. El sacerdote se unió a su charla y se sentó entre Brendarid y Leo, con una amplia sonrisa de embriaguez, los mofletes colorados y la mirada perdida.
-No sé si a tus dioses les hará gracia que bebas hasta desfallecer. -Bromeó Nana al ver al sacerdote de aquella manera. Miró a Bren, confusa, pues había pasado algo que no entendía, ¿Había hecho, a su manera, las paces con Leo? Buscó debajo de la mesa su mano para estrecharla con fuerza, fuera lo que fuere, estaba agradecida por ello.
-Bueno, quiero que brindemos por nosotros, por los compañeros, que aunque no estemos todos los que somos, sigamos unidos por la amistad. -Alec se levantó, le siguió Leo, y Nana, y el sacerdote.
-Yo quiero brindar por Alec, que ha dejado de ser un vividor follador para convertirse en padre, esposo y amante. -Bromeó Nana alzando su jarra de hidromiel. -¡Sköl! -Gritó y todos chocaron sus jarras en el centro de la mesa.
Nana
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