Cruel World [Interpretativo] [Libre] [Cerrado]

Mi estómago rugió con fiereza, ayer no había comido nada y hoy había anochecido sin tener nada que llevarme a la boca nuevamente, lo cual era molesto y vergonzoso, se suponía que ahora sabía valérmelas por mi mismo y sin embargo aqui estaba, famélico y habiendo fallado en todos los intentos de conseguir algo de comer o dinero para comprarla. Pero esto no iba a seguir mucho tiempo, no, tenía pensado terminar con esta mala racha esta misma noche. Buscaría objetivos vulnerables, borrachos, ancianos o quizás otros niños, lo cual no em hacía mucha gracia, pero cuando el hambre apretaba uno no podía permitirse hacer distinciones, la supervivencia era dura, había que aceptarlo.

Aunque lo primero fue descartar la opción de pedir caridad, cosa que hice llendo a un un burdel/taberna por el que solía pasar bastante; y no, no para hacer guarrerías, si no para realizar encargos a la dueña, comer sobras cuando se sentía generosa o dormir junto a la chimenea en invierno. Pero hoy no tenía nada que pudiera darme, así que me lancé de nuevo a la calle, no pasaba nada, tocaría actuar a la vieja usanza, ya fuera cortando alguna bolsa o apoyando el filo de mi espada en algún cuello para obligar a algun desgraciado a darme su bolsa de oro a cambio de conservar la vida (aunque nunca había tenido intención de matar realmente a nadie a quien hubiera atracado).

Me quedé por la zona. Era un lugar por el que había varias tabernas y cantinas y a esta hora los hombres acudían a dar rienda suelta a sus vicios entregándose al alcohol y las mujeres, entre otras cosas. Es decir, muchos de ellos caminaban borrachos por la calle, lo que era otra manera de decir que eran vulnerables, víctimas fáciles. Solo debía tener cuidado con lo que podía ser una conducta agresiva.

Finalmente vi a la víctima perfecta, un hombre que iba tan ebrio que no podía sostenerse solo en pie, debía apoyarse siempre en una pared para avanzar, lo cual significaba que tampoco tenía ningun amigo cerca que lo ayudara, es decir, que si lo seguía un poco acabaría encontrando una ocasión en la que estaría solo. Y además ni siquiera se daría cuenta de que estaría detrás de él.

No tuve que seguirlo ni diez minutos hasta que encontré el momento perfecto, el hombre se había retirado a un callejón oscuro lejos de miradas indiscretas, así que rápidamente y sin molestarme en disimular puesto que él no estaba en condiciones de verme (y dudaba que a nadie más le importase). Desenvainé mi espada rota en cuanto estuve a su espalda y apoyé la irregular punta en su piel, con cuidado de no atravesarla por accidente pero haciendo al suficiente presión como para que la notase. - La bolsa o la vida. - una frase típica, ¿pero para que decir más? El hombre se giró lentamente y abrió la boca, lo cual me figuré que fue para decirme que me iba a dar el oro y que no le hiciera daño así que me acerqué más para resultar más amenazante... y vomitó. Acercarme fue un error puesto que el chorraco de jugos dijestivos me manchó de arriba abajo lo cual me hizo dar un bote hacia atrás. - ¿¡Estás de broma!? ¡Que asco! ¡Que puto asco! - dije mientras me sacudía. Mierda, iba a tener el olor durante semanas.

- Peddone zenorita, *hip*, pedmitame ayudadla... - dijo el hombre, que tan ciego iba que acababa de confundirme con una mujer. Aunque lo cierto es que mi voz de pito no ayudaba en esta situación. - ¡Apartate de mi asqueroso borracho! ¡Te juro que, espera, para, deja de acercarte!  

El hombre este se estaba acaramelando mucho conmigo, DEMASIADO diría yo, por lo que lo aparté de un empujón mientras seguía delirando en su confusión. En otras circunstancias quizás me hubiera reido (básicamente si yo no fuera la victima) y puede que hasta me diera pena, al fin y al cabo uno no terminaba en semejante estado si la bebida no le destrozaba el cerebro con el paso de los años.

Entonces hizo acto de presencia un niño, el cual se situo detrás del hombre (demasiado cerca) al mismo tiempo que el entusiasmo del hombre se empezaba hacer preocupante. Ni siquiera pude fijarme demasiado en el muchacho puesto que el tipo se me estaba abalanzando demasiado encima, aunque ahora que estaba recuperado de la primera impresión del vómito pude reaccionar, evitándolo a propósito en el último instante y poniéndole el pie para que tropezara y cayera al suelo. Entonces hice un giro de muñeca con la mano que sujetaba la espada para rasgarle el bolsillo... del cual no salió nada. - Maldito borracho, ¡te lo has gastado todo en bebida! - exclamé, claramente frustrado ante esa situación. ¿Así que había pasado por todo esto para nada?

Pero entonces capté por el rabillo del ojo el brillo del oro en las manos del recien llegado, tan solo un instante, pero lo suficiente para hacer que me girara hacia él con los puños apretados. - ¡Eso es mío! - exclamé furioso. Genial, acababa de robar al hombre al que yo pensaba robar, pero dado que el que había recibido la vomitona había sido yo, no estaba dispuesto a permitirlo.

Pero otro muchacho hizo acto de presencia, el cual tosió para llamar nuestra atención y comenzó a hacerle señales con la cabeza al otro, lo que me hizo pensar que estaban conpinchados, y mi experiencia decía que eso casi siempre significaba problemas para mi. Además de que el borracho luchaba por levantarse mientras murmuraba algo sobre una puta, pero estaba tan mal que lo hice callar dándole un puntapie en la sien de forma distraía. - Estais juntos ¿eh? ¿Que es esto, una emboscada? - mi mente trabajaba a toda velocidad, pensando en quien podría haberlos mandado. - ¿Os manda "El Puño"? ¡Él y yo hemos terminado! - dije apresuradamente sin darles tiempo a contestar. - Ya no formo parte de los Dragones Negros, no desde hace mucho, ¡no le debo nada! - dije mientras mi mirada volaba rápidamente de uno al otro.  

Me puse colorado de la rabia cuando el enano dijo que él había conseguido el dinero y se lo guardaba. A ver, que técnicamente era cierto, pero era yo el que había acechado al borracho y el que lo había asaltado en un callejón oscuro y el que se había manchado por conseguirlo, ¡no era justo que el oro se lo llevase él y desde luego no iba a conseguirlo! Pelearía por ello si hacía falta, aunque tampoco estaba pensando con la mente demasiado clara.

Pero luego dijo algo que me confundió, que Puño me iba  desayunar vivo pero que no había oido hablar de los Dragones Negros en siglos, pero yo mismo había visto el símbolo callejero de esa banda de niños por la calle, mi antigua "familia". - Eso no tiene ningun sentido, eres un mentiroso. - dije estrechando los ojos con ademán de sospecha, expresión que cambió al caer en la cuenta de que me había amenazado com amoratarme un ojo. ¿Con que esas teníamos eh?

Envainé la espada en mi cintura mientras decía algo sobre el territorio de los gorriones y necesitar pintar el símbolo en las paredes ¡pues no eran dragones negros, no!, una banda de la que nunca había oido hablar antes, así que no debían de ser muy importantes. El otro muchacho parecía estar murmurando algo pero mi atención estaba centrada en el que me había robado a mi, así que le lancé una mirad furiosa y cerré los puños. - ¿Solo sabes hablar o puedes respaldar tus bravuconerías con acciones? - desafié.

Pero entonces el otro nos reprendió de tal manera que tuve que prestarle atención. Parecía haber perdido la paciencia con todo esto, pero yo tambien, así que menos mal que había estallado él antes porque yo podría haber hecho algo muy desagradable.

- Me llamo Azoth. - dije para que no me volvieran a llamar chico vomitado. - Y si, yo tambien pienso que hay bastantes borrachos para todos, ¡así que dile a tu amigo que no se acerque a los míos! - dije volviendome de nuevo al ladrón de ladrones. - ¿Es que no tienes "ética profesional"? ¡Ese tipo era mi víctima no la tuya, yo me lo trabajé! ¡Tú solo apareciste para recoger los beneficios! Más que gorrión deberías llamarte buitre. - oh no, mierda, mierda, toda esta frustración me estaba llevando al borde del llanto de pura impotencia, así que me giré para que no lo vieran. Llevaba bastante tiempo sin comer, y justo cuando iba a conseguir dinero me lo arrebatan en las narices y termino cubierto de vómito, un olor que tardaría un montón en salir, además no tenía ninguna otra ropa.

Ambos jóvenes siguen con su típica hostilidad, si bien detuvieron los mutuos ataques ante las palabras de Chimar aquella calma duro poco. Son dos "cabeza dura totales " y de seguir así la situación degenerara más, todo es divertido hasta que alguien termina sangrando. Demian puede ser muy “excesivo” en sus juegos, aun no se le ha formado la idea de que matar gente es malo dándole cierto peligro intrínseco.

“risa controlada” vamos hermano… es suficiente.

Ese comentario despectivo emitido por el brujo fue bastante gracioso, su hermano menor tiene que hacer esfuerzo para no reír. A veces le salen buenas bromas, crueles pero divertidas a la final. Irónicamente el comportamiento del hechicero en este instante se asemeja al de cualquier niño normal, ¿Dónde abra quedado el frio chico controlado? ¿Acaso tuvo un encuentro con alguna planta alucinógena?    

Se cuenta y no se cree…

Murmura para sí mismo, es un espectáculo raro. El autodenominado Azoth pronto hace un gesto reconocible, toda la pelea parece estar afectándole a sobremanera. Por primera vez en algo de tiempo Dem resulta el malo del cuento con toda legalidad, anteriormente siempre había surgido alguien más que le relevara pero se hace evidente que este no será el caso. Lo siguiente confirma completamente la hipótesis.

El mago aplica su magia sobre un par de piedras, las transforma en monedas ilusorias. Eventualmente arroja dicho material falso al chico desconocido, disfraza el intento con algunas palabras amables. Esto comienza a ponerse cruel, una cosa es jugar y otra muy diferente ensañarse con alguien sin suerte. No es agradable a la vista tal comportamiento, no existe lógica alguna.

Es imposible detener la ilusión pero se pueden disminuir los efectos colaterales, dentro de lo posible claro. Chimar le aplica su mirada más severa al ilusionista, le observa de esa forma varios segundos. Posteriormente saca un par de monedas reales y se las ofrece al otro niño, un pequeño tributo de paz como dicen. Lo cierto es que corto algunas bolsas mientras caminaba, la costumbre.

Lamento todo esto… Dem no sabe jugar… tómalas.

Me sonrojé ligeramente de vergüenza cuando dijo que lo más trabajado que tenía al hombre era que me había potado encima y me había confundido con una mujer. Miré de reojo al borracho, no le había dado tan fuerte como para dejarlo inconsciente, ni mucho menos, y sin embargo ahí estaba, roncando a pierna suelta tirado en el suelo. Al ver esa clase de imágenes siempre me prometía a mi mismo que no bebería jamás, era increíble los estragos que ocasionaba la bebida.

Me giré en cuanto dijo que me devolvía las monedas y las cacé al vuelo cuando me las tiró... solo que había algo raro en ellas. Al cogerlas no me parecían muñecas, tenía la sensación de no estar tocando lo que estaba viendo, ¿pero como podía ser eso? Mi rostro solo reflejó confusión durante unos segundos.

Levanté la mirada hacia el otro muchacho cuando me ofrece dos monedas, alargo mi otra mano para recibirlas y me doy cuenta de que, efectivamente, no se me había atrofiado el sentido del tacto, en la mano derecha tenía la sensación de estar sujetando piedras. Vuelvo a mirar... y si, ahora lo veía. Lo que estaba sujetando eran piedras, lo cual era imposible, totalmente imposible. Pero claro, al igual que todos había oido hablar de gente capaz de volver posible lo imposible, los magos. Había visto alguno por la ciudad, pero nunca me parecieron que tuvieran nada de especial, y tampoco había visto a ninguno montando un espectáculo de magia, esta era la primera manifestación que veía en toda mi vida. y no sabía que pensar al respecto.

- Tu... eres un brujo. - dije mientras aferraba las piedras con fuerza, como si eso me ayudase a soltar esas palabras. En otras ocasiones me habría puesto furioso porque me hubieran estafado, pero meter la magia hacía que otras emociones y pensamientos afloraran. Por una parte sentía miedo, por otra todos los prejuicios escuchados hacia los brujos me hicieron desconfiar, pero sobre todo, sentía curiosidad, curiosidad y cierta fascinación. Posé la mirada en el otro chico. - ¿Tu tambien? Le has llamado hermano antes. - y que yo supiera ser brujo era algo de nacimiento, con lo que podía ser lógico. Y como esa tenía un millón más de preguntas.

Pero no pude hacerlas porque mi especializado oido de pilluelo callejero detectó en la distancia el sonido que todos los pilluelos callejeros eran capaces de escuchar de lejos y que habían aprendido a temer. El sonido metálico de las botas de metal de la guardia acercándose, seguramente habría algun altercado y venían a poner orden. - Hora de desaparecer. - murmuré.

Miré con recelo al chico serio el cual de pronto había amenazado con convertir en zombi porque era un ¿nigromante? A saber que era eso, pero por su comentario inmediatamente posterior deduje que lo decía de broma, con lo cual solté el pomo de mi espada el cual había aferrado en el momento en que dijo eso. - ¿Que es un nigromante...? - fue lo único que alcancé a decir antes de que el brujo hiciera uno de sus trucos y creara una roca de la nada, lo cual me hizo abrir los ojos como platos.

Entonces ambos entraron en la roca y yo dudé durante un solo instante antes de meterme tambien. Primera vez que veía hacer magia y ya me estaba metiendo en algo creado por un mago. No obstante, ahí dentro tan solo encontré a los otros dos chicos, así que me las arreglé para hacerme hueco aunque estábamos un poco apretados. - ¡Ay! Cuidado con ese pie. - murmuré para no ser oidos cuando noté que una bota se me estaba clavando en el costado.

Aunque era incómodo estar así de juntos, no pude evitar pensar que la peor parte se la estarían llevando ellos puesto que tenían de primera mano el olor a vómito del borracho, puede que hasta se estuvieran manchando un poco con el mismo. La verdad no me parecía una idea del todo mala, por lo que tuve que taparme la boca para no reir. Aunque se me quitaron las ganas en cuanto apareció el guardia, al cual veía tan claramente que tuve que recurrir a todo mi autocontrol para recordar que él no podía vernos y mantenerme quieto dentro de la ilusión. Hasta contuve el aliento cuando se acercó atraido por el hedor, pero al final se fue, asociándolo al borracho.

Aun así esperé un poco hasta asegurarme de que no había peligro para salir del interior de la "roca". - Vaya, eso es muy útil. - comenté mientras me estiraba para desentumecer los músculos por la mala postura adoptada ahí dentro. - ¿Como es que os dedicais al robo a borrachos pudiendo hacer eso? Podríais asaltar a objetivos mucho más grandes como.. mercaderes, ¡o incluso entrar en alguna casa!

Así que consideraban que el robo mayor no era rentable y que era demasiado peligroso. Bueno, más bien me parecía esto último, que les daba miedo, lo cual podía llegar a comprender, aunque no pude evitar una sonrisilla de condescendencia. Fingí creerme completamente sus palabras sin rechistar más y les dejé hablar, además había aparecido un pajarillo adorable en escena (atraído por alguna hechicería o eso me había parecido) lo cual alegraba el entorno.

- No sé, tampoco estoy acostumbrado a la vida de cortabolsas, no tengo mucha práctica. - empecé a explicarme. - Cuando era pequeño vivía con una banda callejera, nos dedicábamos al asalto a mano armada. - las bandas grandes de niños callejeros eran uno de los terrores nocturnos en los barrios bajos de la ciudad. Esas bandas desvalijaban a los pobres infelices a los que conseguían pillar aislados, y eso en el mejor de los casos puesto que tampoco era raro que entraran en algun comercio y lo desvalijaran. Yo había participado en todo eso, y tambien en guerras con otras bandas. - Tambien guerreábamos, extorsionábamos, obedecíamos, pagábamos impuestos al jefe y uno de los mayores tendía a demostrar su poder abusando sexualmente de los más pequeños (nunca me tocó a mi). No lo hecho de menos. - murmuré con amargura, aunque lo bastante alto como para que me escucharan, había visto demasiadas veces como la sangre de los niños teñía de rojo las calzadas.

Realmente hacía poco que me dedicaba al latrocinio en solitario ya que cuando vivía con mi maestro no tenía necesidad de robar para sobrevivir. Podría decir que hasta ahora había sido la mejor época de mi vida aunque tuviera la costumbre de ponerme una almohada en la cara mientras dormía para ver si era capaz de reaccionar rápidamente ante una amenaza imprevista.

Me tapé la boca para disimular la risa cuando Dem dijo que Chimar era la reencarnación de una monja. Eso me había parecido gracioso. Pero entonces me di cuenta de que estaban intercambiando miradas y el llamado CHimar parecía tener alguna clase de idea en mente. - ¿Que pasa? - pregunté con curiosidad.

- Que afortunados.- dije frunciendo el ceño y cruzándome de brazos cuando Demian dijo que los gorriones no tenían porque convertir el robo en un trabajo y podían vivir aventuras y cosas así, porque yo nunca me había podido permitir tal cosa (aunque robar era una aventura en si misma), ni ninguno de los otros raterillos callejeros que había conocido tampoco.

Entonces volteo la mirada de uno a otro en su conversación aparentemente secreta, que por lo visto había sido malinterpretada de alguna forma, o eso deduje por la reacción de Chimar frente a la respuesta del brujo. Me encogí de hombros para mi mismo, de todos modos no era asunto mio... o eso esperaba. Lo que si era asunto mio fue la  pregunta de Demian acerca de porque no había matado al líder de la banda, la cual me hizo adoptar un aire sombrío. - Si que lo hice. - aclaré, pero con un tono de "y no voy a hablar más de ello". Aquella había sido la prueba que me había encargado Kylar para entrar como aprendiz a su servicio, y la había cumplido.

Noté que el ambiente se había puesto más serio y sentí como mis músculos se tensaban bajo mi piel instintivamente, ya que estaba acostumbrado a relacionar la seriedad con el peligro. - Puees... - miré inseguro a Chimar debido a la pregunta de Demian, como preguntando que a que venía, pero él solo me dijo que no me diera prisa. Así que decidí seguir su consejo y me limité a devolverle la mirada a Demian, manteniendola fija en sus ojos casi sin pestañear mientras le daba vueltas a las ideas en la cabeza.

- Los adultos son las mejores víctimas de robo. Son arrogantes, descuidados, torpes y egoístas. - como él había apuntado, estaba hablando tan solo de una idea general, no de casos específicos, es decir, de la clase de aultos que te encontrabas por las noches a montones abarrotando las tabernas. - Los adultos son... niños obsoletos. - esa era la mejor definición que creía poder hacer acerca de ellos.

Su siguiente pregunta tenía más tela, sin embargo, y me hacía sospechar que con ella intentaría averiguar que era lo que opinaba acerca de ellos o algo así. - Un grupo de amigos. - fue lo más sincero que se me ocurrió decir.

Vuelvo la cabeza hacia Chimar cuando dice que más que amigos eran hermanos, y entonces entendí porque le había llamado hermano antes a Demian. No eran hermanos de verdad, solo se trataban como tal al ser miembros del mismo grupo, una actitud muy romántica pero quizás poco fiel a la realidad. Pero bueno, no iba a juzgar, al fin y al cabo entendía bastante bien eso, demasiado. - Entiendo lo que quieres decir yo... - iba a añadir algo más pero finalmente negué con la cabeza, esa era una historia para otra ocasión.

Entonces volví la mirada de nuevo hacia el brujo, el cual empezó a hablarme de una bañera que tenían en la Ratonera (su casa aparentemente) para añadir luego que me vendría bien un baño, pillé la indirecta lo cual hizo que el corazón me diera un vuelco. Nadie se había vuelto a interesar por mi desde que había dejado de ser el alumno de Kylar, aunque claro, ellos eso no lo sabían. Quizás tampoco era algo que necesitaran saber ahora, con el tiempo todo llegaría ya que ambos parecían dispuestos a llevarme a esa ratornera suya... y realmente yo tenía ganas de ir.

- Yo... - empecé a decir, sin saber muy bien que añadir. Estaba conmovido, no me habría imaginado de ninguna manera que mi ronda de esta noche acabaría de esta forma, con un ofrecimiento tan amable de dos muchachos a lo que no conocía de nada.

Di unos cuantos pasos en la misma dirección que Chimar y me giré hacia el brujo. - Perdona por lo de antes. - a poco más y me lio a tortas con él cuando fue más rápido quitándole el dinero al borracho que me había vomitado encima.  

Frunzo el ceño cuando veo que Demian se guarda un pequeño cuchillo que parecía haber tenido guardado en la capucha, o detrás de la oreja, o el cuello, la verdad es que no estaba muy seguro. ¿Así que antes tenía pensado llegar al punto de rajarme con eso? Vaya, menos mal que la vía diplomática había triunfado o las cosas que podrían haber puesto feas, no obstante, no digo nada al respecto.

Caminamos un poco hasta que Demian me dice que me ponga su capucha a modo de venda en los ojos, lo cual me hace dudar durante un momento, pero Chimar me aseguró que llegaríamos en seguida así que agarré la capucha con ciertas dudas aun. Me la até rápidamente alrededor de la cabeza, tapándome los ojos por completo. - No hago trampas. - contesté a Demian. En este caso era cierto, había decidido darle el voto de confianza a los gorriones y esperaba no tener que arrepentirme de ello.

Giro la cabeza hacia donde creo que está Chimar al escuchar su voz. - Pensaba que solo erais vosotros dos. ¿Cuantos sois en total entonces? - pregunté ya que le había escuchado nombrar a al menos dos más.

Estiré la mano y me agarré el brazo de uno de ellos (no estaba seguro de cual) para así dejarme guiar por las calles, esperaba que fuera cierto que no estaba muy lejos y que no hubiera que subir o bajar escaleras para llegar... y que supieran guiarme bien para que no me golpeara contra nada.