Planes frustrados [Interpretativo][Libre][1/1][CERRADO]
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Planes frustrados [Interpretativo][Libre][1/1][CERRADO]
Escasos segundos después de que la benjamina de los Calhoun las hubiese instado a salir de la cueva, Igraine la adelantó por un lado y alzó el vuelo nada más llegar a la entrada, llevando consigo a Huracán, que se encontraba aferrada a una de las enormes alas de la dragona. Sin querer quedarse atrás, la bruja espoleó al caballo y éste de inmediato emprendió la carrera a través de la nieve, queriendo alejarse del lugar tan rápido como fuese posible. El oscuro manto de la noche se había cernido ya sobre aquellas tierras, dando a los vampiros la posibilidad de perseguirlas en el exterior, pero pocos se atreverían a salir con el frío que hacía, y los valientes que intentasen darle alcance pronto la perderían de vista gracias a la velocidad de Sombra.
Al parecer el breve descanso había servido para que el animal recuperase parte de sus fuerzas y pudiese avanzar con mayor facilidad, pero eso no duraría demasiado, así que tenía que poner la mayor distancia posible entre ella y la caverna antes de que su fiel compañero empezara a cansarse. Los gruñidos de los vampiros se escuchaban en la lejanía, pero por suerte no tuvo que preocuparse mucho más por ellos, Igraine se acercó volando para que imitase a la cazadora y se agarrase a la base de una de sus alas, luego hizo lo posible por sujetar al equino sin hacerle daño, antes de alzarse nuevamente en el aire.
Sombra no llevaba bien las alturas, enseguida se puso nervioso y comenzó a relinchar agitado, pero sus quejas no sirvieron de nada, la dragona no iba a soltarlo de ningún modo. - No sé si esto sea buena idea…- comentó la alquimista, preocupada por el estado de su caballo. Sabía que tratar de llegar a Dundarak a pie en plena noche era casi un suicidio, pero aun así no le gustaba ver a su compañero tan incómodo, incluso temía porque el estrés terminase causándole algún daño, pensamiento que trató de mantener lo más apartado de su mente posible.
Para ella en cambio, aquella no era la primera vez que un dragón la llevaba volando, aunque la vez que el caballero los había rescatado a ella y al elfo de la llanura, tras el encontronazo con el demonio sombrío, había optado por trasladarlos sujetándolos con sus garras. Sin duda eran una raza afortunada, ninguna otra a excepción de algunos hombres bestia podía igualarlos en el aire, ni disfrutar de la libertad que daba surcarlo. Concentrada como estaba en vigilar a Sombra, la de ojos verdes no prestó demasiada atención a la breve conversación que mantenían Igraine y Huracán, hasta que divisó a lo lejos la ciudad de los dragones.
Pronto se encontrarían a salvo y en un lugar mucho más confortable que la llanura, o eso era lo que ella creía. Una sombra se abalanzó contra Igraine por la espalda, enganchando sus afiladas garras a las escamas que recubrían su bestial cuerpo, y logrando con ello que se desestabilizase y comenzase a perder altura rápidamente. Elen se giró a tiempo de ver al culpable, que no era otro sino el grifo, enviado por Mortagglia para terminar con el trabajo que ella misma no se atrevía a realizar por su cuenta.
Ligeramente herida, la alada trató de despistar a su atacante, pero este se mostraba feroz e implacable, no descansaría hasta abatir a su objetivo, tal como le había ordenado su dueña. Adivinando lo que pretendía, la dragona descendió a toda prisa para poder dejar en la nieve al equino y las hechiceras, pero antes de que alcanzase el suelo se produjo un nuevo choque entre ambas bestias, tan brusco que la de cabellos cenicientos salió despedida contra algo frío y sólido.
Sombra tuvo algo más de suerte al aterrizar, consiguió levantarse en cuestión de segundos y corrió sin dudarlo hacia la bruja, inquieto pero aliviado de volver a pisar tierra firme. Tras frotarse el hombro con que había impactado contra la piedra, Elen se levantó y escrutó los alrededores con la mirada en busca de Huracán, que probablemente también se hubiese caído de la dragona. Solo cuando comprobó que su amiga se encontraba bien desvió la vista hacia la piedra con la que había chocado, que resultó no ser una roca natural sino los restos de un antiguo muro, cuya altura no llegaba al metro.
Levantó la vista y maldijo interiormente, ¿otra vez allí? ¿por qué siempre terminaba en aquel condenado lugar? Las ruinas eran inconfundibles, se encontraban en el poblado abandonado de los dragones, lugar que no le traía buenos recuerdos. Su padre había muerto por viajar hasta allí, y a punto estuvo la joven de perder a su madre también por ello, si existía un lugar que no se alegraba de pisar era aquel.
Sin embargo, y dadas las circunstancias, más valía estar en un sitio conocido, así que se centró en ver lo poco positivo que había en todo aquello. Igraine trataba de hacer frente al grifo, pero su fiereza pronto la hizo cambiar de estrategia, dejando atrás a las jóvenes, que tendrían que arreglárselas solas para llegar a Dundarak. Con ello quería protegerlas de la criatura, que parecía mucho más interesada en ella que en las magas, con lo que la siguió, olvidándose completamente del resto de objetivos.
Mortagglia no estaría contenta con ello pero era lo que se había buscado con su cobardía, mandar a otros a hacer el trabajo de uno tenía sus riesgos. - ¡Por aquí! - exclamó la alquimista en cuanto perdió de vista tanto a Igraine como a su perseguidor, para luego tomar las riendas de Sombra y dirigirse a través de las ruinas hasta el único lugar medianamente intacto que conocía, la antigua biblioteca. - Conozco un lugar en que podremos resguardarnos. - añadió poco después, para tranquilizar a su amiga.
No le resultó difícil encontrar la entrada, pero el caballo no podría pasar por ella así que tuvo que buscar otro sitio para él, entre las medio derruidas paredes de lo que antaño fue una modesta casa de piedra. Eso bastaría para protegerlo durante las horas que faltaban para el amanecer, momento en que esperaba poder continuar el viaje hacia tierras menos inhóspitas. Tras dejarlo a buen recaudo, avanzó hacia la puerta de la biblioteca y la empujó para acceder al interior, donde casi de inmediato comenzó a sentirse menos el frío. - No es el lugar más confortable pero servirá. - musitó, antes de ponerse a buscar algo para hacer fuego.
Al parecer el breve descanso había servido para que el animal recuperase parte de sus fuerzas y pudiese avanzar con mayor facilidad, pero eso no duraría demasiado, así que tenía que poner la mayor distancia posible entre ella y la caverna antes de que su fiel compañero empezara a cansarse. Los gruñidos de los vampiros se escuchaban en la lejanía, pero por suerte no tuvo que preocuparse mucho más por ellos, Igraine se acercó volando para que imitase a la cazadora y se agarrase a la base de una de sus alas, luego hizo lo posible por sujetar al equino sin hacerle daño, antes de alzarse nuevamente en el aire.
Sombra no llevaba bien las alturas, enseguida se puso nervioso y comenzó a relinchar agitado, pero sus quejas no sirvieron de nada, la dragona no iba a soltarlo de ningún modo. - No sé si esto sea buena idea…- comentó la alquimista, preocupada por el estado de su caballo. Sabía que tratar de llegar a Dundarak a pie en plena noche era casi un suicidio, pero aun así no le gustaba ver a su compañero tan incómodo, incluso temía porque el estrés terminase causándole algún daño, pensamiento que trató de mantener lo más apartado de su mente posible.
Para ella en cambio, aquella no era la primera vez que un dragón la llevaba volando, aunque la vez que el caballero los había rescatado a ella y al elfo de la llanura, tras el encontronazo con el demonio sombrío, había optado por trasladarlos sujetándolos con sus garras. Sin duda eran una raza afortunada, ninguna otra a excepción de algunos hombres bestia podía igualarlos en el aire, ni disfrutar de la libertad que daba surcarlo. Concentrada como estaba en vigilar a Sombra, la de ojos verdes no prestó demasiada atención a la breve conversación que mantenían Igraine y Huracán, hasta que divisó a lo lejos la ciudad de los dragones.
Pronto se encontrarían a salvo y en un lugar mucho más confortable que la llanura, o eso era lo que ella creía. Una sombra se abalanzó contra Igraine por la espalda, enganchando sus afiladas garras a las escamas que recubrían su bestial cuerpo, y logrando con ello que se desestabilizase y comenzase a perder altura rápidamente. Elen se giró a tiempo de ver al culpable, que no era otro sino el grifo, enviado por Mortagglia para terminar con el trabajo que ella misma no se atrevía a realizar por su cuenta.
Ligeramente herida, la alada trató de despistar a su atacante, pero este se mostraba feroz e implacable, no descansaría hasta abatir a su objetivo, tal como le había ordenado su dueña. Adivinando lo que pretendía, la dragona descendió a toda prisa para poder dejar en la nieve al equino y las hechiceras, pero antes de que alcanzase el suelo se produjo un nuevo choque entre ambas bestias, tan brusco que la de cabellos cenicientos salió despedida contra algo frío y sólido.
Sombra tuvo algo más de suerte al aterrizar, consiguió levantarse en cuestión de segundos y corrió sin dudarlo hacia la bruja, inquieto pero aliviado de volver a pisar tierra firme. Tras frotarse el hombro con que había impactado contra la piedra, Elen se levantó y escrutó los alrededores con la mirada en busca de Huracán, que probablemente también se hubiese caído de la dragona. Solo cuando comprobó que su amiga se encontraba bien desvió la vista hacia la piedra con la que había chocado, que resultó no ser una roca natural sino los restos de un antiguo muro, cuya altura no llegaba al metro.
Levantó la vista y maldijo interiormente, ¿otra vez allí? ¿por qué siempre terminaba en aquel condenado lugar? Las ruinas eran inconfundibles, se encontraban en el poblado abandonado de los dragones, lugar que no le traía buenos recuerdos. Su padre había muerto por viajar hasta allí, y a punto estuvo la joven de perder a su madre también por ello, si existía un lugar que no se alegraba de pisar era aquel.
Sin embargo, y dadas las circunstancias, más valía estar en un sitio conocido, así que se centró en ver lo poco positivo que había en todo aquello. Igraine trataba de hacer frente al grifo, pero su fiereza pronto la hizo cambiar de estrategia, dejando atrás a las jóvenes, que tendrían que arreglárselas solas para llegar a Dundarak. Con ello quería protegerlas de la criatura, que parecía mucho más interesada en ella que en las magas, con lo que la siguió, olvidándose completamente del resto de objetivos.
Mortagglia no estaría contenta con ello pero era lo que se había buscado con su cobardía, mandar a otros a hacer el trabajo de uno tenía sus riesgos. - ¡Por aquí! - exclamó la alquimista en cuanto perdió de vista tanto a Igraine como a su perseguidor, para luego tomar las riendas de Sombra y dirigirse a través de las ruinas hasta el único lugar medianamente intacto que conocía, la antigua biblioteca. - Conozco un lugar en que podremos resguardarnos. - añadió poco después, para tranquilizar a su amiga.
No le resultó difícil encontrar la entrada, pero el caballo no podría pasar por ella así que tuvo que buscar otro sitio para él, entre las medio derruidas paredes de lo que antaño fue una modesta casa de piedra. Eso bastaría para protegerlo durante las horas que faltaban para el amanecer, momento en que esperaba poder continuar el viaje hacia tierras menos inhóspitas. Tras dejarlo a buen recaudo, avanzó hacia la puerta de la biblioteca y la empujó para acceder al interior, donde casi de inmediato comenzó a sentirse menos el frío. - No es el lugar más confortable pero servirá. - musitó, antes de ponerse a buscar algo para hacer fuego.
Última edición por Elen Calhoun el Jue 11 Feb - 22:49, editado 1 vez
Elen Calhoun
Aerandiano de honor
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Re: Planes frustrados [Interpretativo][Libre][1/1][CERRADO]
No había demasiada visibildad aquella noche y el frío helaba nuestro cuerpo. Surcábamos los cielos subidas a lomos de Igraine cuando un bostezo fue el indicador de que el sueño empezaba a apoderarse de mí. Ya habíamos tenido mucho ajetreo todo aquel día entre el camino a la cueva y el inesperado choque contra la Hermandad. Se supone que Dundarak sería nuestro próximo destino, y una vez allí podríamos descansar para al día siguiente partir, al menos yo, de nuevo hacia Beltrexus.
Pero un grito conocido me asustó. Había escuchado aquel sonido recientemente. No tuve demasiado tiempo para pensar, pues acto seguido sentí un fuerte golpe sobre el lomo de la dragona. En medio de la noche y la ventisca, el hipogrifo al que Mortagglia había atacado nos golpeó fuertemente por el costado derecho, produciendo un impacto que casi nos derriba.
Igraine descendió en picado para dejarnos en suelo antes de que volviera a atacar y nos pudiésemos caer. Pero el hipogrifo golpeó de nuevo justo antes de que ésta aterrizara. El nuevo golpe era más fuerte que el anterior e hizo que Elen y yo saliésemos despedidas en la misma dirección. Afortunadamente, estábamos cerca del suelo.
Con un grito fui a dar con mis huesos sobre el firme. La nieve amortiguó mi caída. Alcé la vista para buscar con la mirada a Elen y acercarme a ella. La bruja había dado de bruces contra una piedra que parecía más una antigua estructura. ¿Dónde demonios estábamos? No tuve mucho tiempo para observar el paisaje pues vi de nuevo al hipogrifo y a Igraine emitir sonidos de batalla y pasar volando alrededor nuestra, casi llevándonos por delante.
Elen tomó a Sombra y yo me subí tras ella. ¡Qué poco me gustaba montar a caballo! Pero tampoco tenía mucha elección. Y se dirigió a través de las calles de las ruinas, asegurando saber de un lugar en el que refugiarse.
-¿Hay algún rincón del mundo que no conozcas? – le pregunté curiosa esbozando una ligera sonrisa. Me sorprendía la cantidad de lugares que había visitado Elen. Cuando en la casa de Dundarak ya había dicho que conocía la cueva me sorprendió. Pero que conociera una ciudad abandonada en medio de la Llanura Nevada me sorprendía aún más.
Terminamos dando en una entrada de lo que parecía una modesta casa de piedra, donde dejó a Sombra, e inmediatamente se dirigió a una puerta al lado de ésta casa. Un edificio algo más grande cuya puerta chirrió al abrirse. En medio de lo que parecía, a decir por los libros, una biblioteca abandonada. Entré algo tímidamente en el lugar y lo observé. La joven de cabellos cenicientos esperaba pasar allí lo que quedaba de noche.
Sé que algún arqueólogo o historiador condenaría lo que iba a hacer, pero allí había muchos libros viejos y secos para prender y la supervivencia primaba. Me acerqué a una estantería y tomé algunos. Se los acerqué a Elen y se los puse en el suelo para que hiciese con sus habilidades mágicas una pequeña hoguera para entrar en calor.
Ya no se oían ruidos fuera, ni del grifo ni de Igraine. Espero que ésta pudiese vencer a la criatura y volviera de alguna manera para volver a encontrarnos. No le había dicho que estábamos esperando que se uniera a nuestra causa. No contaba con el ataque del hipogrifo y esperaba habérselo dicho cuando aterrizáramos en el suelo. Tuve que contarle mis preocupaciones a mi amiga.
-Tenemos que encontrar de nuevo a Igraine. – le dije con un tono de preocupación alrededor del fuego.
Volví a mirar a alrededor, antes de depositar mis armas a mi lado, e hice una pausa de nuevo. Quedé pensativa mirando las llamas de la fogata. Pensando en todo lo que Mortagglia había dicho sobre Dorian. Me toqué el cuello para ver cómo se encontraban los dos tajos que me había hecho en éste. Cicatrizaron más rápido debido al frío. Podría haberme cortado el cuello tranquilamente, pero no lo hizo. Prefirió controlarme mentalmente para que acabara con Elen y, una vez sin la bruja, perfectamente podría haberme hecho beber de la sangre del vampiro.
Una vez más, de no ser por Elen no sé como hubiese acabado la cosa. Yo no había estado a la altura del enfrentamiento. Tal vez aquella era la causa por la que Dorian e Isabella preferían que me entrenase más antes de salir a recorrer el mundo sabiendo que Mortagglia iba a estar espiándonos y esperándome.
-Elen… debo darte las gracias de nuevo. – no solía dar las gracias a nadie, pero con Elen era distinto. Era más sincera. – Siento haberte atacado. De no ser por ti, yo… - hice varios gestos de negación y no me atreví a terminar la frase. Miré hacia ella. – Espero algún día poder devolverte todo lo que me has ayudado.
Esperé su respuesta y me tumbé sobre el suelo, colocando los brazos bajo mi cabeza para que sirvieran de almohada. Lo cierto es que en solitario solía cumplir y desenvolverme muy bien. Aunque los retos a los que me enfrentaba cuando estaba con Elen solían ser mucho mayores que a los que me enfrentaba en soledad.
-Sería mejor cazadora que yo…– finalicé con una sonrisa ya desde el suelo, con los ojos cerrados, y medio dormida.
Off: Si quieres tienes permiso para manejar a Huracán el día siguiente. Irá a donde vaya ElenPero un grito conocido me asustó. Había escuchado aquel sonido recientemente. No tuve demasiado tiempo para pensar, pues acto seguido sentí un fuerte golpe sobre el lomo de la dragona. En medio de la noche y la ventisca, el hipogrifo al que Mortagglia había atacado nos golpeó fuertemente por el costado derecho, produciendo un impacto que casi nos derriba.
Igraine descendió en picado para dejarnos en suelo antes de que volviera a atacar y nos pudiésemos caer. Pero el hipogrifo golpeó de nuevo justo antes de que ésta aterrizara. El nuevo golpe era más fuerte que el anterior e hizo que Elen y yo saliésemos despedidas en la misma dirección. Afortunadamente, estábamos cerca del suelo.
Con un grito fui a dar con mis huesos sobre el firme. La nieve amortiguó mi caída. Alcé la vista para buscar con la mirada a Elen y acercarme a ella. La bruja había dado de bruces contra una piedra que parecía más una antigua estructura. ¿Dónde demonios estábamos? No tuve mucho tiempo para observar el paisaje pues vi de nuevo al hipogrifo y a Igraine emitir sonidos de batalla y pasar volando alrededor nuestra, casi llevándonos por delante.
Elen tomó a Sombra y yo me subí tras ella. ¡Qué poco me gustaba montar a caballo! Pero tampoco tenía mucha elección. Y se dirigió a través de las calles de las ruinas, asegurando saber de un lugar en el que refugiarse.
-¿Hay algún rincón del mundo que no conozcas? – le pregunté curiosa esbozando una ligera sonrisa. Me sorprendía la cantidad de lugares que había visitado Elen. Cuando en la casa de Dundarak ya había dicho que conocía la cueva me sorprendió. Pero que conociera una ciudad abandonada en medio de la Llanura Nevada me sorprendía aún más.
Terminamos dando en una entrada de lo que parecía una modesta casa de piedra, donde dejó a Sombra, e inmediatamente se dirigió a una puerta al lado de ésta casa. Un edificio algo más grande cuya puerta chirrió al abrirse. En medio de lo que parecía, a decir por los libros, una biblioteca abandonada. Entré algo tímidamente en el lugar y lo observé. La joven de cabellos cenicientos esperaba pasar allí lo que quedaba de noche.
Sé que algún arqueólogo o historiador condenaría lo que iba a hacer, pero allí había muchos libros viejos y secos para prender y la supervivencia primaba. Me acerqué a una estantería y tomé algunos. Se los acerqué a Elen y se los puse en el suelo para que hiciese con sus habilidades mágicas una pequeña hoguera para entrar en calor.
Ya no se oían ruidos fuera, ni del grifo ni de Igraine. Espero que ésta pudiese vencer a la criatura y volviera de alguna manera para volver a encontrarnos. No le había dicho que estábamos esperando que se uniera a nuestra causa. No contaba con el ataque del hipogrifo y esperaba habérselo dicho cuando aterrizáramos en el suelo. Tuve que contarle mis preocupaciones a mi amiga.
-Tenemos que encontrar de nuevo a Igraine. – le dije con un tono de preocupación alrededor del fuego.
Volví a mirar a alrededor, antes de depositar mis armas a mi lado, e hice una pausa de nuevo. Quedé pensativa mirando las llamas de la fogata. Pensando en todo lo que Mortagglia había dicho sobre Dorian. Me toqué el cuello para ver cómo se encontraban los dos tajos que me había hecho en éste. Cicatrizaron más rápido debido al frío. Podría haberme cortado el cuello tranquilamente, pero no lo hizo. Prefirió controlarme mentalmente para que acabara con Elen y, una vez sin la bruja, perfectamente podría haberme hecho beber de la sangre del vampiro.
Una vez más, de no ser por Elen no sé como hubiese acabado la cosa. Yo no había estado a la altura del enfrentamiento. Tal vez aquella era la causa por la que Dorian e Isabella preferían que me entrenase más antes de salir a recorrer el mundo sabiendo que Mortagglia iba a estar espiándonos y esperándome.
-Elen… debo darte las gracias de nuevo. – no solía dar las gracias a nadie, pero con Elen era distinto. Era más sincera. – Siento haberte atacado. De no ser por ti, yo… - hice varios gestos de negación y no me atreví a terminar la frase. Miré hacia ella. – Espero algún día poder devolverte todo lo que me has ayudado.
Esperé su respuesta y me tumbé sobre el suelo, colocando los brazos bajo mi cabeza para que sirvieran de almohada. Lo cierto es que en solitario solía cumplir y desenvolverme muy bien. Aunque los retos a los que me enfrentaba cuando estaba con Elen solían ser mucho mayores que a los que me enfrentaba en soledad.
-Sería mejor cazadora que yo…– finalicé con una sonrisa ya desde el suelo, con los ojos cerrados, y medio dormida.
Anastasia Boisson
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Re: Planes frustrados [Interpretativo][Libre][1/1][CERRADO]
Huracán parecía sorprendida de que conociese también aquel remoto lugar, y a decir verdad, después de tantos años viajando poco le quedaba por ver. Sin duda había zonas por las que apenas había pasado, sobre todo aquellas que estaban en el territorio de los elfos, pero más por no arriesgarse que por otra cosa. Era más que notable que algunos miembros de esta raza seguían mirando con malos ojos a los hechiceros, y antes de provocar un enfrentamiento la joven prefería mantenerse a cierta distancia, aunque eso supusiera dejar de lado la curiosidad que le despertaba su magia.
Tras pasar de largo por delante del mostrador que en sus tiempos habría servido para recibir a eruditos e investigadores de todos los campos de conocimiento, Elen avanzó hacia la antigua chimenea de piedra que se encontraba en la sala principal de la biblioteca y se arrodilló para comprobar que aún pudiese servir. Por suerte los derrumbamientos no habían afectado a aquella parte de la estructura, solo a una de las escaleras que permitía el acceso a la planta superior, donde la maga ya había estado años atrás.
Anastasia se adelantó trayéndole algunos libros y depositándolos a su lado en el suelo, cosa que de inmediato captó su atención. Los tomos que ahora descansaban sobre la fría piedra tenían más de un siglo de antigüedad, y su valor podía llegar a ser incalculable para algunos estudiosos, pero jamás conseguirían salir de entre aquellas paredes, y probablemente nadie descubriese lo que contenían. Echó un vistazo a los primeros ejemplares y se alegró de no entender lo que había escrito en sus páginas, al parecer se había usado algún antiguo dialecto para plasmar las palabras en las hojas.
Sin pensarlo demasiado, y teniendo en cuenta que solo contaba con dos opciones para hacer fuego, utilizar los libros o empezar a destrozar parte del mobiliario en busca de madera, arrancó algunas de las páginas y comenzó a colocarlas dentro de la chimenea, que posteriormente encendió con ayuda de sus poderes. Las llamas pronto se propagaron consumiendo el papel, e iluminando la estancia mientras la calidez empezaba a invadir la sala, algo que sin duda se agradecía teniendo en cuenta el frío que hacía fuera.
Huracán no podía apartar a Igraine de su mente, la dragona había hecho lo posible por alejar al grifo de ellas pero ¿cuál habría sido el resultado de la pelea entre ambas criaturas? Debían descubrirlo. Encontrar a la dragona era una prioridad para ambas, no solo para comprobar que se encontrase bien sino para que su amiga pudiese informarla de lo que pretendían tanto Dorian como los cazadores que aún quedaban vivos. - En cuanto amanezca podremos ponernos en marcha, la encontraremos. - aseguró para dar ánimos a su compañera, antes de apartarse del fuego levemente.
La tensai se sentía culpable por lo ocurrido mientras Mortagglia ejercía su control mental sobre ella, pero eso se lo harían pagar a la vampira tarde o temprano, no tenía por qué disculparse. - Esa mujer solo sabe pelear con malas artes, ninguna de las dos estaba preparada para lo que pretendía hacer pero conmigo no le funcionó, de algo tenía que servir estar maldita. - comentó con calma, mientras se deshacía del cinturón doble en que descansaban las dos espadas que llevaba a la espalda. - Además, tú me ayudaste con el demonio de Dundarak, sin ti no habría conseguido sacarlo de la casa, estamos en paz. - añadió, sonriendo levemente.
Luego se entretuvo deshojando varios de los tomos que tenía a mano, dejando de ese modo suficiente papel como para mantener el fuego durante unas horas más, al menos hasta que amaneciese. Huracán no tardó en quedarse dormida, así que aprovechó el momento para salir de la biblioteca y revisar que Sombra estuviese protegido, cubriéndolo con una de las gruesas pieles que guardaba en las alforjas, eso lo mantendría bien hasta que saliese el sol. Tras esto regresó al interior y se detuvo a mirar algunas de las estanterías, prestando atención a cualquier libro que pudiese tratar sobre alquimia o hierbas.
Cuando encontró lo que buscaba volvió junto al fuego, para ponerse a leer hasta que el sueño la venciese, cosa que tras media hora terminó sucediendo. Las horas pasaron y pronto el astro rey comenzó a asomar por el horizonte, anunciando la inminente llegada del nuevo día. Elen despertó temprano y se ocupó de mantener el fuego hasta que su amiga despertó, momento en que tomaron un ligero desayuno y se prepararon para emprender nuevamente la marcha.
Sombra aguardaba fuera impaciente, no le agradaba el clima de aquellas tierras y cuanto antes se pusiese en movimiento mejor, así que resopló sonoramente nada más ver a las jóvenes. - Tranquilo amigo, ya nos vamos. - musitó la bruja, acariciando el cuello del caballo. - Igraine se fue en esa dirección, deberíamos seguirla y buscar posibles huellas o restos en la nieve, si el viento no los ha borrado ya. - indicó, antes de retirar la piel que cubría al animal y enrollarla para poder guardarla. Acto seguido se subió a la silla y esperó a que Anastasia hiciese lo mismo, puede que no le gustasen los caballos pero en el norte ir a pie era demasiado lento, con lo que la posibilidad quedaba descartada.
El viento parecía calmado aquella mañana, lo que facilitó bastante el trayecto, que los terminó llevando hacia otra parte del poblado abandonado, una mucho más apartada del resto de ruinas. Poco se veía en la zona, a excepción de lo que parecía ser una especie de mansión abandonada, que resistía el paso del tiempo y las inclemencias del tiempo sorprendentemente bien. En los alrededores se podían distinguir algunas huellas, suficientemente profundas como para dejar claro que lo que las hubiese dejado tenía un tamaño considerable, pero lo más preocupante no era eso, sino las manchas de sangre que podían apreciarse en la nieve que rodeaba la puerta principal.
- ¿Qué opinas de eso? - preguntó la de ojos verdes, deteniendo el caballo con un movimiento de las riendas.
Tienes libertad para manejar a Elen, que entrará a investigar lo que ocurre en la mansión creyendo que las huellas pertenecen al grifo.
Tras pasar de largo por delante del mostrador que en sus tiempos habría servido para recibir a eruditos e investigadores de todos los campos de conocimiento, Elen avanzó hacia la antigua chimenea de piedra que se encontraba en la sala principal de la biblioteca y se arrodilló para comprobar que aún pudiese servir. Por suerte los derrumbamientos no habían afectado a aquella parte de la estructura, solo a una de las escaleras que permitía el acceso a la planta superior, donde la maga ya había estado años atrás.
Anastasia se adelantó trayéndole algunos libros y depositándolos a su lado en el suelo, cosa que de inmediato captó su atención. Los tomos que ahora descansaban sobre la fría piedra tenían más de un siglo de antigüedad, y su valor podía llegar a ser incalculable para algunos estudiosos, pero jamás conseguirían salir de entre aquellas paredes, y probablemente nadie descubriese lo que contenían. Echó un vistazo a los primeros ejemplares y se alegró de no entender lo que había escrito en sus páginas, al parecer se había usado algún antiguo dialecto para plasmar las palabras en las hojas.
Sin pensarlo demasiado, y teniendo en cuenta que solo contaba con dos opciones para hacer fuego, utilizar los libros o empezar a destrozar parte del mobiliario en busca de madera, arrancó algunas de las páginas y comenzó a colocarlas dentro de la chimenea, que posteriormente encendió con ayuda de sus poderes. Las llamas pronto se propagaron consumiendo el papel, e iluminando la estancia mientras la calidez empezaba a invadir la sala, algo que sin duda se agradecía teniendo en cuenta el frío que hacía fuera.
Huracán no podía apartar a Igraine de su mente, la dragona había hecho lo posible por alejar al grifo de ellas pero ¿cuál habría sido el resultado de la pelea entre ambas criaturas? Debían descubrirlo. Encontrar a la dragona era una prioridad para ambas, no solo para comprobar que se encontrase bien sino para que su amiga pudiese informarla de lo que pretendían tanto Dorian como los cazadores que aún quedaban vivos. - En cuanto amanezca podremos ponernos en marcha, la encontraremos. - aseguró para dar ánimos a su compañera, antes de apartarse del fuego levemente.
La tensai se sentía culpable por lo ocurrido mientras Mortagglia ejercía su control mental sobre ella, pero eso se lo harían pagar a la vampira tarde o temprano, no tenía por qué disculparse. - Esa mujer solo sabe pelear con malas artes, ninguna de las dos estaba preparada para lo que pretendía hacer pero conmigo no le funcionó, de algo tenía que servir estar maldita. - comentó con calma, mientras se deshacía del cinturón doble en que descansaban las dos espadas que llevaba a la espalda. - Además, tú me ayudaste con el demonio de Dundarak, sin ti no habría conseguido sacarlo de la casa, estamos en paz. - añadió, sonriendo levemente.
Luego se entretuvo deshojando varios de los tomos que tenía a mano, dejando de ese modo suficiente papel como para mantener el fuego durante unas horas más, al menos hasta que amaneciese. Huracán no tardó en quedarse dormida, así que aprovechó el momento para salir de la biblioteca y revisar que Sombra estuviese protegido, cubriéndolo con una de las gruesas pieles que guardaba en las alforjas, eso lo mantendría bien hasta que saliese el sol. Tras esto regresó al interior y se detuvo a mirar algunas de las estanterías, prestando atención a cualquier libro que pudiese tratar sobre alquimia o hierbas.
Cuando encontró lo que buscaba volvió junto al fuego, para ponerse a leer hasta que el sueño la venciese, cosa que tras media hora terminó sucediendo. Las horas pasaron y pronto el astro rey comenzó a asomar por el horizonte, anunciando la inminente llegada del nuevo día. Elen despertó temprano y se ocupó de mantener el fuego hasta que su amiga despertó, momento en que tomaron un ligero desayuno y se prepararon para emprender nuevamente la marcha.
Sombra aguardaba fuera impaciente, no le agradaba el clima de aquellas tierras y cuanto antes se pusiese en movimiento mejor, así que resopló sonoramente nada más ver a las jóvenes. - Tranquilo amigo, ya nos vamos. - musitó la bruja, acariciando el cuello del caballo. - Igraine se fue en esa dirección, deberíamos seguirla y buscar posibles huellas o restos en la nieve, si el viento no los ha borrado ya. - indicó, antes de retirar la piel que cubría al animal y enrollarla para poder guardarla. Acto seguido se subió a la silla y esperó a que Anastasia hiciese lo mismo, puede que no le gustasen los caballos pero en el norte ir a pie era demasiado lento, con lo que la posibilidad quedaba descartada.
El viento parecía calmado aquella mañana, lo que facilitó bastante el trayecto, que los terminó llevando hacia otra parte del poblado abandonado, una mucho más apartada del resto de ruinas. Poco se veía en la zona, a excepción de lo que parecía ser una especie de mansión abandonada, que resistía el paso del tiempo y las inclemencias del tiempo sorprendentemente bien. En los alrededores se podían distinguir algunas huellas, suficientemente profundas como para dejar claro que lo que las hubiese dejado tenía un tamaño considerable, pero lo más preocupante no era eso, sino las manchas de sangre que podían apreciarse en la nieve que rodeaba la puerta principal.
- ¿Qué opinas de eso? - preguntó la de ojos verdes, deteniendo el caballo con un movimiento de las riendas.
Tienes libertad para manejar a Elen, que entrará a investigar lo que ocurre en la mansión creyendo que las huellas pertenecen al grifo.
Elen Calhoun
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Re: Planes frustrados [Interpretativo][Libre][1/1][CERRADO]
Un haz de rayos de sol atravesaron una de las ventanas rotas de aquel extraño poblado e iluminaron mis ojos, provocándome despertar. Era ya de día y, aunque hacía frío, al menos no tanto como el anterior. Me giré para ver si Elen aún descansaba, pero no. La joven se encontraba en la misma postura en la que la había dejado, sentada alimentando el fuego.
-Buenos días – saludé a mi compañera, que enseguida me ofreció un pequeño desayuno que no rechacé. Era importante comer algo también.
Una vez listas y tras comprobar que no me había dejado nada de mi equipamiento en aquella casa, procedimos a salir de la pequeña casa. Donde Elen dio un cariñoso saludo a su corcel, que había pasado la noche fuera. Sin duda, Sombra era una criatura valiente y un fiel compañero de aventuras. Iba cogiéndole cariño, así que sonreírle y darle una pequeña caricia en los cuartos subí de nuevo a lomos del caballo, tras mi compañera, que sabía por dónde habían ido Igraine y el grifo en su combate.
La luz del sol en aquella iluminada mañana permitía ver el poblado en su totalidad. Para ser pleno invierno hacía un día soleado, aunque muy frío, eso sí. El poblado era más grande de lo que parecía. Miraba asombrada a todos lados, ¿por qué todo aquello había acabado destruido? No inspiraba confianza alguna pasear por aquel ambiente postapocalíptico. Elen había estado allí, tal vez supiese decirme algo del lugar.
-Este lugar parece guardar grandes secretos. – comenté mientras miraba de pasada una casa con la puerta abierta, que permitía ver un interior totalmente desvalijado y destruido – Me pregunto qué horrores habrán llevado a este lugar a acabar así. – continué deseando una explicación suya, si es que la conocía.
Atravesamos casi todo el poblado, y yo iba maravillada por la impresionante arquitectura del lugar. Muy distinta a la de Beltrexus, aunque ciertamente parecida a la de Dundarak. Pero no había tiempo para contemplaciones. Encontrar a Igraine se antojaba, de nuevo, la prioridad.
Elen detuvo de nuevo a Sombra ante una antigua mansión abandonada. Por el tamaño bien podría pasar por la hacienda de un rico que una mansión como tal. Pero lo que más llamaba la atención eran unas huellas de una criatura aparentemente enorme. Elen me preguntó qué opinaba sobre ellas. Desmonté del caballo y me puse en cuclillas para observarlas de cerca. Estaban difuminadas por el paso de la noche y no se podía distinguir con claridad a qué criatura pertenecían. Y seguían un rastro de sangre que dirigía directamente al interior de la mansión, con la puerta entreabierta.
Tomé un palo cercano, lo mojé un poco de la sangre y me lo llevé a la nariz para olfatearla. El sentido del olfato era clave en ocasiones y yo en la academia me habían enseñado a distinguir criaturas por el olor de su sangre. A fin de cuentas, el trabajo de los cazavampiros no era únicamente matarlos, sino también rastrearlos y encontrarlos. No era una experta identificando sangre. Pero sabía si eran vampiros o no, que era todo lo que necesitaba para la profesión.
-No son vampiros. – Dije siguiendo el rastro de sangre con la mirada. Era una sangre de olor dulce. Eso era algo aparentemente obvio, por el tamaño de las huellas. Pero no sería la primera criatura gigante que era derribada para ser devorada por los chupasangres. – Entremos a mirar. – le comenté. Dirigiéndome a la puerta. Saqué mi ballesta pesada. La sangre no era un buen indicador y no quería que nada me sorprendiera.
Fui delante, y le hice un gesto a Elen poniendo la mano en alto al llegar a la puerta para que se detuviera. Abrí rápidamente la puerta, antes de entrar apuntando con la ballesta pesada, desplazando mi cintura en todas las direcciones para observar si había algo y disparar a alguna posible criatura hostil.
Fuimos a dar a un salón grande. La casa estaba medio en ruinas y la luz entraba por casi todos los sitios. No había rastro de nadie. A la izquierda y a la derecha había varias puertas, y unas escaleras enormes en el centro del pasillo subían hacia un piso superior. El salón tenía un suelo de madera que tenía manchas de sangre recientes y unos golpes enormes que abollaban el suelo. El rastro de sangre seguía las escaleras hacia el piso de arriba. Sin embargo, por la puerta cerrada de la izquierda, algunas estancias más allá, se escuchaba algo. Como un instrumento de cuerda sonando.
-Alguien está tocando un instrumento en la izquierda. – susurré a Elen con seriedad y cierta cara de preocupación. No sé si separarnos era la mejor idea, pero tal vez así abarcaríamos más. - ¿Qué prefieres investigar? ¿O prefieres que vayamos juntas? – Dejé a la bruja de cabellos cenicientos que decidiera si prefería investigar individualmente el rastro de sangre en el piso superior o el rastro de la música. En ese caso, yo me dirigiría al otro. Aunque puede que prefiriera investigar en conjunto alguno de los dos caminos.
-Buenos días – saludé a mi compañera, que enseguida me ofreció un pequeño desayuno que no rechacé. Era importante comer algo también.
Una vez listas y tras comprobar que no me había dejado nada de mi equipamiento en aquella casa, procedimos a salir de la pequeña casa. Donde Elen dio un cariñoso saludo a su corcel, que había pasado la noche fuera. Sin duda, Sombra era una criatura valiente y un fiel compañero de aventuras. Iba cogiéndole cariño, así que sonreírle y darle una pequeña caricia en los cuartos subí de nuevo a lomos del caballo, tras mi compañera, que sabía por dónde habían ido Igraine y el grifo en su combate.
La luz del sol en aquella iluminada mañana permitía ver el poblado en su totalidad. Para ser pleno invierno hacía un día soleado, aunque muy frío, eso sí. El poblado era más grande de lo que parecía. Miraba asombrada a todos lados, ¿por qué todo aquello había acabado destruido? No inspiraba confianza alguna pasear por aquel ambiente postapocalíptico. Elen había estado allí, tal vez supiese decirme algo del lugar.
-Este lugar parece guardar grandes secretos. – comenté mientras miraba de pasada una casa con la puerta abierta, que permitía ver un interior totalmente desvalijado y destruido – Me pregunto qué horrores habrán llevado a este lugar a acabar así. – continué deseando una explicación suya, si es que la conocía.
Atravesamos casi todo el poblado, y yo iba maravillada por la impresionante arquitectura del lugar. Muy distinta a la de Beltrexus, aunque ciertamente parecida a la de Dundarak. Pero no había tiempo para contemplaciones. Encontrar a Igraine se antojaba, de nuevo, la prioridad.
Elen detuvo de nuevo a Sombra ante una antigua mansión abandonada. Por el tamaño bien podría pasar por la hacienda de un rico que una mansión como tal. Pero lo que más llamaba la atención eran unas huellas de una criatura aparentemente enorme. Elen me preguntó qué opinaba sobre ellas. Desmonté del caballo y me puse en cuclillas para observarlas de cerca. Estaban difuminadas por el paso de la noche y no se podía distinguir con claridad a qué criatura pertenecían. Y seguían un rastro de sangre que dirigía directamente al interior de la mansión, con la puerta entreabierta.
Tomé un palo cercano, lo mojé un poco de la sangre y me lo llevé a la nariz para olfatearla. El sentido del olfato era clave en ocasiones y yo en la academia me habían enseñado a distinguir criaturas por el olor de su sangre. A fin de cuentas, el trabajo de los cazavampiros no era únicamente matarlos, sino también rastrearlos y encontrarlos. No era una experta identificando sangre. Pero sabía si eran vampiros o no, que era todo lo que necesitaba para la profesión.
-No son vampiros. – Dije siguiendo el rastro de sangre con la mirada. Era una sangre de olor dulce. Eso era algo aparentemente obvio, por el tamaño de las huellas. Pero no sería la primera criatura gigante que era derribada para ser devorada por los chupasangres. – Entremos a mirar. – le comenté. Dirigiéndome a la puerta. Saqué mi ballesta pesada. La sangre no era un buen indicador y no quería que nada me sorprendiera.
Fui delante, y le hice un gesto a Elen poniendo la mano en alto al llegar a la puerta para que se detuviera. Abrí rápidamente la puerta, antes de entrar apuntando con la ballesta pesada, desplazando mi cintura en todas las direcciones para observar si había algo y disparar a alguna posible criatura hostil.
Fuimos a dar a un salón grande. La casa estaba medio en ruinas y la luz entraba por casi todos los sitios. No había rastro de nadie. A la izquierda y a la derecha había varias puertas, y unas escaleras enormes en el centro del pasillo subían hacia un piso superior. El salón tenía un suelo de madera que tenía manchas de sangre recientes y unos golpes enormes que abollaban el suelo. El rastro de sangre seguía las escaleras hacia el piso de arriba. Sin embargo, por la puerta cerrada de la izquierda, algunas estancias más allá, se escuchaba algo. Como un instrumento de cuerda sonando.
-Alguien está tocando un instrumento en la izquierda. – susurré a Elen con seriedad y cierta cara de preocupación. No sé si separarnos era la mejor idea, pero tal vez así abarcaríamos más. - ¿Qué prefieres investigar? ¿O prefieres que vayamos juntas? – Dejé a la bruja de cabellos cenicientos que decidiera si prefería investigar individualmente el rastro de sangre en el piso superior o el rastro de la música. En ese caso, yo me dirigiría al otro. Aunque puede que prefiriera investigar en conjunto alguno de los dos caminos.
Anastasia Boisson
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Re: Planes frustrados [Interpretativo][Libre][1/1][CERRADO]
- Antaño esta era una imponente ciudad habitada por dragones, pero las guerras entre razas terminaron destruyéndolo casi todo, una pena. - comentó la hechicera, en respuesta a las dudas que su compañera había expresado en voz alta poco antes. - Vampiros, licántropos y dragones… yo hubiese apostado por los últimos pero nadie gana realmente después de una batalla, se pierde demasiado. - añadió al poco, mientras Huracán desmontaba para examinar con mayor detenimiento las huellas en la nieve.
A diferencia del resto de brujos, Elen no sentía la inclinación de los de su raza a involucrarse en guerras, al menos no cuando no tenían sentido, como la que había enfrentado a elfos y magos por un territorio que bien podrían haber compartido. Un desperdicio de vidas, en eso se traducía le pelea, pero ya no había forma de reparar el daño que había separado a ambas razas, solo quedaba esperar a que las nuevas generaciones dejasen atrás el pasado y abriesen la mente, para poder coexistir en cualquier lugar sin que ningún miembro de ellas tuviese que temer a otro.
Mientras tanto debía seguir en el presente, así que bajó de su montura y observó con atención a su amiga, que olisqueaba la sangre para determinar a qué podía pertenecer. Tras asegurar que no pertenecía a ningún vampiro, Anastasia sugirió que entrasen a echar un vistazo, y de inmediato echó mano a una de sus ballestas y se encaminó hacia la entrada principal de la mansión. La de ojos verdes por su parte desenvainó la daga y se mantuvo por detrás de su compañera, lista para volver a entrar en acción si era necesario. Ya estaba más que acostumbrada a encontrar problemas en su camino, así que no tenía la menor duda de que en el interior les aguardaría algo.
Nada más abrir la puerta Huracán se adelantó para asegurarse de que no hubiese peligro, apuntando en todas direcciones con su arma, pero nada ni nadie les salió al encuentro, al menos de momento. El interior de la casa se encontraba en peor estado del que hubiese imaginado, con parte del mobiliario totalmente destrozado y grietas en las paredes, lo que indicaba que la estructura no estaba en su mejor momento, y que podría ceder repentinamente si el peso del piso superior superaba la resistencia de los soportes.
El suelo del salón estaba hundido en algunas zonas y teñido por la sangre, cosa que daba bastante que pensar, quizá alguna criatura hubiese hecho de la mansión su guarida, y se alimentase en el interior para mantenerse alejada del frío. Hasta el momento la idea tenía sentido, e incluso parecía cada vez más probable, pero de pronto llegó a sus oídos el sonido de una melodía, proveniente de una de las habitaciones que se encontraban en el lado izquierdo de la casa. - La música amansa a las fieras…- musitó, recordando haber leído algo semejante en alguna parte.
¿Sería la guarida de Mortagglia y el grifo? No, seguramente no, ya que la vampira había calmado al animal con unas simples palabras, pero entonces, ¿quién tocaba? El rastro de sangre seguía escaleras arriba así que tenían dos opciones a investigar, lo que las obligaba a dividirse o elegir. La última vez que habían actuado separándose, en Beltrexus, ambas pudieron arreglárselas bien por su cuenta pero en este caso podía ser diferente, aunque de elegir un camino puede que perdiesen la oportunidad de revisar el otro, debía tener eso en cuenta. La sangre llamaba mucho más su atención, así que se acercó despacio al pie de las escaleras y se giró hacia su compañera, haciendo el menor ruido posible.
- Revisaré el piso de arriba, tú podrías investigar esa música, si necesitas ayuda solo grita, bajaré enseguida. - musitó sin apenas alzar la voz, antes de empezar a subir los escalones muy despacio, esquivando las manchas carmesíes y apoyando con sumo cuidado los pies, para no perder el factor sorpresa que tenía de su lado, de momento. Puede que el portazo hubiese captado la atención de lo que las esperaba dentro, pero quizá relacionasen en golpe con el viento que hacía en el exterior, ya que las ventanas también hacían ruido y chocaban contra el cristal a causa de las corrientes.
A diferencia del resto de brujos, Elen no sentía la inclinación de los de su raza a involucrarse en guerras, al menos no cuando no tenían sentido, como la que había enfrentado a elfos y magos por un territorio que bien podrían haber compartido. Un desperdicio de vidas, en eso se traducía le pelea, pero ya no había forma de reparar el daño que había separado a ambas razas, solo quedaba esperar a que las nuevas generaciones dejasen atrás el pasado y abriesen la mente, para poder coexistir en cualquier lugar sin que ningún miembro de ellas tuviese que temer a otro.
Mientras tanto debía seguir en el presente, así que bajó de su montura y observó con atención a su amiga, que olisqueaba la sangre para determinar a qué podía pertenecer. Tras asegurar que no pertenecía a ningún vampiro, Anastasia sugirió que entrasen a echar un vistazo, y de inmediato echó mano a una de sus ballestas y se encaminó hacia la entrada principal de la mansión. La de ojos verdes por su parte desenvainó la daga y se mantuvo por detrás de su compañera, lista para volver a entrar en acción si era necesario. Ya estaba más que acostumbrada a encontrar problemas en su camino, así que no tenía la menor duda de que en el interior les aguardaría algo.
Nada más abrir la puerta Huracán se adelantó para asegurarse de que no hubiese peligro, apuntando en todas direcciones con su arma, pero nada ni nadie les salió al encuentro, al menos de momento. El interior de la casa se encontraba en peor estado del que hubiese imaginado, con parte del mobiliario totalmente destrozado y grietas en las paredes, lo que indicaba que la estructura no estaba en su mejor momento, y que podría ceder repentinamente si el peso del piso superior superaba la resistencia de los soportes.
El suelo del salón estaba hundido en algunas zonas y teñido por la sangre, cosa que daba bastante que pensar, quizá alguna criatura hubiese hecho de la mansión su guarida, y se alimentase en el interior para mantenerse alejada del frío. Hasta el momento la idea tenía sentido, e incluso parecía cada vez más probable, pero de pronto llegó a sus oídos el sonido de una melodía, proveniente de una de las habitaciones que se encontraban en el lado izquierdo de la casa. - La música amansa a las fieras…- musitó, recordando haber leído algo semejante en alguna parte.
¿Sería la guarida de Mortagglia y el grifo? No, seguramente no, ya que la vampira había calmado al animal con unas simples palabras, pero entonces, ¿quién tocaba? El rastro de sangre seguía escaleras arriba así que tenían dos opciones a investigar, lo que las obligaba a dividirse o elegir. La última vez que habían actuado separándose, en Beltrexus, ambas pudieron arreglárselas bien por su cuenta pero en este caso podía ser diferente, aunque de elegir un camino puede que perdiesen la oportunidad de revisar el otro, debía tener eso en cuenta. La sangre llamaba mucho más su atención, así que se acercó despacio al pie de las escaleras y se giró hacia su compañera, haciendo el menor ruido posible.
- Revisaré el piso de arriba, tú podrías investigar esa música, si necesitas ayuda solo grita, bajaré enseguida. - musitó sin apenas alzar la voz, antes de empezar a subir los escalones muy despacio, esquivando las manchas carmesíes y apoyando con sumo cuidado los pies, para no perder el factor sorpresa que tenía de su lado, de momento. Puede que el portazo hubiese captado la atención de lo que las esperaba dentro, pero quizá relacionasen en golpe con el viento que hacía en el exterior, ya que las ventanas también hacían ruido y chocaban contra el cristal a causa de las corrientes.
Elen Calhoun
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Re: Planes frustrados [Interpretativo][Libre][1/1][CERRADO]
Elen parecía mucho más atraída por la sangre fresca que manchaba el suelo que por la música. Y prefería investigar individualmente por qué la sangre subía hasta arriba. A mí la sangre y el tamaño de las hendiduras en el suelo no me inspiraba ninguna confianza. Me quedé pensativa unos instantes sobre si separarse sería buena idea separarse. Aunque la mansión se recorría rápidamente y de necesitarlo, y, como decía la bruja, rápidamente una de nosotras podría asistir a la otra. Elen ya se encontraba ascendiendo por las escaleras con deseos de subir y descubrir qué había arriba.
-No hagas locuras. – le advertí mirándola a los ojos y con un tono protector. Elen sería muy poderosa, pero en ocasiones pecaba de temeraria, y no quería que le pasara nada. En la academia había aprendido que la confianza era importante, pero uno debe saber siempre hasta donde puede llegar.
Sin más, abrí la puerta de la izquierda y me dirigí hacia la nueva estancia. Era un enorme pasillo, bastante estrecho, con habitaciones a ambos lados. Pero la música, probablemente un laúd, se encontraba al frente. Iba con la ballesta apuntando al suelo, aunque siempre atenta a ver si escuchaba algo al otro lado de las puertas. No tenía intención de comprobarlo tampoco. Avanzaba con rostro serio y algo nerviosa.
No sé por qué me dio por pensar en la posibilidad de que hubiera espíritus o fantasmas en aquella casa. Oía ruidos extraños y miraba hacia atrás cada poco, pero eran fruto de mi sugestión con los fantasmas. Nunca me había topado con ellos, pero esas cosas siempre me dieron excesivo respeto y temor. Pero no, definitivamente allí no había nada de eso.
Llegué hasta el fondo del pasillo y, tras atravesar un par de salas más en estado de conservación deplorable. Parece que por fin llegué a la sala contigua a donde se encontraba el músico. Que también cantaba. Abrí la puerta con cuidado y con la ballesta desenfundada, aunque no apuntaría al tipo, para que no pensase que era hostil.
El hombre se encontraba al fondo de la sala, y se giró al verme. Ni mucho menos se asustó por ver a una mujer con una ballesta. Es más, sonrió. Era un hombre de mi altura, con barba muy poco cuidada y larga y totalmente despeinado. Portaba un laúd, que paró de tocar.
-¡Hola! ¡Qué alegría! – dijo sonriendo y mirando hacia su izquierda. No había nadie allí. - ¡Tenemos visita!
-Sí. Pero ten cuidado. Parece peligrosa – dijo él mismo, cambiando el tono de voz y mirando hacia la derecha. ¿Pero qué coño hacía? ¿Hablaba consigo mismo?
-Tranquilo. La invitaremos a tomar algo. – continuó girando la cabeza al otro lado. Ahora miró hacia mí - ¡Llegas justo a la hora del té! ¿Quieres tomar algo con nosotros? Ya verás que contento se pone Toby en cuanto sepa que tenemos visita.
-No, gracias. – respondí en mi tono seco, sujetando la ballesta con fuerza hacia el suelo, para levantarla rápido si aquel chalado intentaba acercárseme demasiado. - ¿Quién eres?
El tipo pareció extrañado y miró hacia un lado, donde supuestamente se encontraba su “compañero”. A priori podría tratarse de un vampiro, porque vivir en soledad en aquel lugar destruido, pero no tenía ninguno de los rasgos característicos de los vampiros. Piel pálida, ojos rojos o comillos al sonreír. Tal vez un humano, brujo o dragón. Quién sabe.
-¡Qué maleducados! No nos hemos presentado – comentó – Yo soy Lex.
-Y yo soy su hermano, Max – dijo poniéndose a un lado, con su segundo tono de voz - ¿Entonces, te quedas a tomar el té?
Fuera quien fuera, aquel chiflado parecía inofensivo. No era más que un pobre ermitaño. Pero seguía intrigada por Igraine y por.
-Ya he dicho que no. – volví a decir con tono serio – Esta noche han pasado por aquí dos criaturas enormes. Estoy buscando a un dragón. ¿Lo has visto? – El tipo miró extrañado a un lado.
-¿Crees que se refiere a esas dos criaturas que nos despertaron? – se puso al otro lado y miró al contrario – Es posible – sonrió y volvió a la otra posición - ¡Estás de suerte, mujer! Creo que Toby dio caza a una anoche.
Si lo que decía era cierto, no quiero saber el tamaño que tendría el tal Toby para dar caza a alguna de ambas criaturas. Esperaba que Igraine no fuese la presa.
-¿Quién coño es Toby? – pregunté ya harta de aquel tipo, que estaba colmando mi paciencia. - ¿Es otro amigo imaginario tuyo?
-¡Oh! No te hemos presentado a Toby… - lamentó poniendo una cara extraña. – Es quien cuida de nosotros y nos trae la comida. También nos habla, y nos entretiene. Necesita música para dormir, así que por la mañana le tocamos algo.
De repente, un estruendoso sonido hizo retumbar los cimientos de la casa. Era el ruido de una criatura. Parte del polvo del techo cayó. Me agaché mirando hacia arriba. Por un momento pensé que se iba a derrumbar. Parece que el anterior comentario de Elen sobre que la música amansaba a las fieras no había ido muy desencaminado.
-Mierda...– dijo el tipo extrañado, aunque como si no pasara nada – No deberíamos haber parado de tocar. Toby necesita música para descansar. Tendremos que subir, ¿no crees? – se giró hacia el otro lado – Sí, deberíamos ver qué necesita. – contestó con su alter ego.
¿Subir? ¿Entonces la tal criatura era real y se encontraba arriba?
-Mierda… Elen. – maldije, mirando hacia el techo, antes de salir corriendo por la puerta que había entrado, rumbo al piso de arriba. Tenía que encontrar a mi amiga, no fuera que le ocurriese algo a ella.
-No hagas locuras. – le advertí mirándola a los ojos y con un tono protector. Elen sería muy poderosa, pero en ocasiones pecaba de temeraria, y no quería que le pasara nada. En la academia había aprendido que la confianza era importante, pero uno debe saber siempre hasta donde puede llegar.
Sin más, abrí la puerta de la izquierda y me dirigí hacia la nueva estancia. Era un enorme pasillo, bastante estrecho, con habitaciones a ambos lados. Pero la música, probablemente un laúd, se encontraba al frente. Iba con la ballesta apuntando al suelo, aunque siempre atenta a ver si escuchaba algo al otro lado de las puertas. No tenía intención de comprobarlo tampoco. Avanzaba con rostro serio y algo nerviosa.
No sé por qué me dio por pensar en la posibilidad de que hubiera espíritus o fantasmas en aquella casa. Oía ruidos extraños y miraba hacia atrás cada poco, pero eran fruto de mi sugestión con los fantasmas. Nunca me había topado con ellos, pero esas cosas siempre me dieron excesivo respeto y temor. Pero no, definitivamente allí no había nada de eso.
Llegué hasta el fondo del pasillo y, tras atravesar un par de salas más en estado de conservación deplorable. Parece que por fin llegué a la sala contigua a donde se encontraba el músico. Que también cantaba. Abrí la puerta con cuidado y con la ballesta desenfundada, aunque no apuntaría al tipo, para que no pensase que era hostil.
El hombre se encontraba al fondo de la sala, y se giró al verme. Ni mucho menos se asustó por ver a una mujer con una ballesta. Es más, sonrió. Era un hombre de mi altura, con barba muy poco cuidada y larga y totalmente despeinado. Portaba un laúd, que paró de tocar.
-¡Hola! ¡Qué alegría! – dijo sonriendo y mirando hacia su izquierda. No había nadie allí. - ¡Tenemos visita!
-Sí. Pero ten cuidado. Parece peligrosa – dijo él mismo, cambiando el tono de voz y mirando hacia la derecha. ¿Pero qué coño hacía? ¿Hablaba consigo mismo?
-Tranquilo. La invitaremos a tomar algo. – continuó girando la cabeza al otro lado. Ahora miró hacia mí - ¡Llegas justo a la hora del té! ¿Quieres tomar algo con nosotros? Ya verás que contento se pone Toby en cuanto sepa que tenemos visita.
-No, gracias. – respondí en mi tono seco, sujetando la ballesta con fuerza hacia el suelo, para levantarla rápido si aquel chalado intentaba acercárseme demasiado. - ¿Quién eres?
El tipo pareció extrañado y miró hacia un lado, donde supuestamente se encontraba su “compañero”. A priori podría tratarse de un vampiro, porque vivir en soledad en aquel lugar destruido, pero no tenía ninguno de los rasgos característicos de los vampiros. Piel pálida, ojos rojos o comillos al sonreír. Tal vez un humano, brujo o dragón. Quién sabe.
-¡Qué maleducados! No nos hemos presentado – comentó – Yo soy Lex.
-Y yo soy su hermano, Max – dijo poniéndose a un lado, con su segundo tono de voz - ¿Entonces, te quedas a tomar el té?
Fuera quien fuera, aquel chiflado parecía inofensivo. No era más que un pobre ermitaño. Pero seguía intrigada por Igraine y por.
-Ya he dicho que no. – volví a decir con tono serio – Esta noche han pasado por aquí dos criaturas enormes. Estoy buscando a un dragón. ¿Lo has visto? – El tipo miró extrañado a un lado.
-¿Crees que se refiere a esas dos criaturas que nos despertaron? – se puso al otro lado y miró al contrario – Es posible – sonrió y volvió a la otra posición - ¡Estás de suerte, mujer! Creo que Toby dio caza a una anoche.
Si lo que decía era cierto, no quiero saber el tamaño que tendría el tal Toby para dar caza a alguna de ambas criaturas. Esperaba que Igraine no fuese la presa.
-¿Quién coño es Toby? – pregunté ya harta de aquel tipo, que estaba colmando mi paciencia. - ¿Es otro amigo imaginario tuyo?
-¡Oh! No te hemos presentado a Toby… - lamentó poniendo una cara extraña. – Es quien cuida de nosotros y nos trae la comida. También nos habla, y nos entretiene. Necesita música para dormir, así que por la mañana le tocamos algo.
De repente, un estruendoso sonido hizo retumbar los cimientos de la casa. Era el ruido de una criatura. Parte del polvo del techo cayó. Me agaché mirando hacia arriba. Por un momento pensé que se iba a derrumbar. Parece que el anterior comentario de Elen sobre que la música amansaba a las fieras no había ido muy desencaminado.
-Mierda...– dijo el tipo extrañado, aunque como si no pasara nada – No deberíamos haber parado de tocar. Toby necesita música para descansar. Tendremos que subir, ¿no crees? – se giró hacia el otro lado – Sí, deberíamos ver qué necesita. – contestó con su alter ego.
¿Subir? ¿Entonces la tal criatura era real y se encontraba arriba?
-Mierda… Elen. – maldije, mirando hacia el techo, antes de salir corriendo por la puerta que había entrado, rumbo al piso de arriba. Tenía que encontrar a mi amiga, no fuera que le ocurriese algo a ella.
Anastasia Boisson
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Re: Planes frustrados [Interpretativo][Libre][1/1][CERRADO]
“No hagas locuras”, había dicho su amiga antes de dirigirse hacia la música, demostrando que después de tanto tiempo ya conocía bastante bien lo impulsiva que podía llegar a ser. Elen no era de las que se echaban atrás ante las situaciones peligrosas, si tenía un objetivo claro encontraba la manera de cumplirlo, aunque para ello tuviese que arriesgarse. Eso hasta el momento le había servido bastante bien, pero quizá debía empezar a pensar en cuidarse un poco, su cuerpo ya era un mapa de cicatrices y había estado varias veces a punto de morir, a ese paso no llegaría a vieja.
Envejecer tampoco era algo que le hiciera especial ilusión pero tras lo ocurrido con Karen en las islas empezaba a pensar diferente, no podía acabar como ella, sola y deseando la muerte para abandonar este mundo. Siguió subiendo las escaleras sin apenas hacer ruido, con la vista clavada en el rastro de sangre que teñía el suelo, y que no debía tener más de unas horas. Lo que quiera que estuviese arriba al menos ya habría comido, y quizá estuviese durmiendo tras alimentarse, eso podría darle una ventaja.
Llegó al piso superior y de inmediato se dio cuenta de que estaba mucho peor que el de abajo, algo había hundido el suelo y destrozado todo a su paso, incluyendo muebles, jarrones, e incluso la propia barandilla de madera que bordeaba la escalera. Los trozos de vidrio estaban esparcidos por gran parte de la sala, pero quedaba claro que la criatura no se encontraba allí, sino en una de las habitaciones que había al fondo de la estancia. Faltaba la puerta, y el marco de la misma había sido abollado por ambos lados, lo que indicaba que la bestia ya tenía algunas dificultades para pasar por ella.
Desenfundando la daga, Elen avanzó hacia la habitación con lentitud, sin dejar de escuchar de fondo la música que llegaba desde abajo, bastante clara. Eso le hizo pensar que quizá Anastasia no hubiese encontrado problemas, aún. Se acercó al marco de la puerta y enseguida comenzó a oír la respiración de la criatura, lenta y gutural, lo suficientemente calmada como para estar convencida de que dormía. Sin perder tiempo se asomó al interior, tapándose a medias la cara por culpa del fuerte olor que embargaba la estancia.
El suelo del cuarto estaba encharcado de sangre, pero eso no era lo peor. Algunos restos de la bestia que había servido de alimento aún seguían desperdigados por la habitación, entrañas, garras, plumas, e incluso la cabeza, que yacía junto al enorme bulto oscuro que dormitaba. Una vez posada la vista sobre el causante de la matanza, la de cabellos cenicientos abrió los ojos desmesuradamente, ya se había topado con algo semejante tiempo atrás. Sí, aquellas características eran inconfundibles, espinas en la cabeza, coraza de escamas, alas de murciélago y aguijón de escorpión, no podía ser otra cosa.
- Una Manticore. - dejó escapar en un susurro apenas audible, con cierta preocupación. Se había enfrentado a una de aquellas bestias en las islas, pero en aquel entonces contó con la ayuda de su hermano, y aun así les costó bastante librarse de ella. Sin embargo, la que tenía delante no era ni de lejos tan grande, parecía un ejemplar muy joven, cuyo tamaño probablemente solo alcanzase a igualar la altura de la hechicera. ¿Cómo demonios habían conseguido tenerla allí dentro? Y lo que era más importante, ¿a quién en su sano juicio se le habría ocurrido convivir con una Manticore en casa?
No tenía ningún sentido, por joven que fuese, la bestia terminaría cediendo a sus instintos, y quien tocaba la música desde abajo pronto dejaría de ser considerado como compañía para convertirse en comida. Un par de meses más y la Manticore ni siquiera entraría por la puerta, entonces necesitaría presas más grandes para saciar su hambre, y en cuanto le faltase el alimento no dudaría en dar cuenta de quien trataba de amansarla con melodías suaves.
Con cuidado, la hechicera avanzó hacia la criatura para echar un vistazo a los restos que quedaban de su última víctima, esperando confirmar con ello que se trataba del grifo, cosa que no tardó en suceder. Por un lado se alegró de ver que el animal se había ocupado de la mascota de Mortagglia, pero ¿qué le habría pasado a Igraine? Tenían que encontrarla cuanto antes. De repente se dio cuenta de que algo no iba bien, la música había dejado de sonar, y con ello la Manticore comenzó a reaccionar, moviéndose y abriendo los ojos.
La tensai maldijo interiormente, estaba demasiado cerca de la bestia y ésta la vio de inmediato, dado que su sentido de la vista mejoraba con la oscuridad. Con un brusco movimiento se puso en pie y gruñó guturalmente, haciendo que el suelo retumbase bajo su peso, mientras la de ojos verdes retrocedía a toda prisa y comenzaba a manipular su electricidad para cegarla. Al ser un ejemplar joven todavía conservaba un buen oído, cosa que perdería conforme fuese creciendo, pero que de momento le daba la ventaja de escuchar por donde se movía la intrusa, aunque no pudiese mirarla directamente.
Un rugido escapó de la garganta del animal en cuanto el brillo de la esfera que la bruja había creado le arrebató la vista, no era el mejor modo de despertar a una criatura que se caracterizaba por su ferocidad. La electricidad, en forma de potente descarga, salió del orbe e impacto en la cabeza de león de la bestia, pero como ya había comprobado la joven en las islas, estos seres eran muy resistentes a los ataques, así que solo quedó aturdida momentáneamente, pronto se recuperaría y se lanzaría a perseguirla.
- Tenemos que salir de aquí. - musitó, antes de correr hacia la puerta y posteriormente escaleras abajo, a toda prisa. - ¡Huracán corre! - exclamó al ver a su amiga llegando al pie de las escaleras, seguramente ya se hubiese dado cuenta de que la bestia estaba despierta. La Manticore destrozó nuevamente el marco de la puerta y siguió a la maga, alcanzando la parte alta de las escaleras cuando Elen se encontraba junto a la salida.
Off: Tienes libertad para manejar un poco a Elen ante la situación.
Envejecer tampoco era algo que le hiciera especial ilusión pero tras lo ocurrido con Karen en las islas empezaba a pensar diferente, no podía acabar como ella, sola y deseando la muerte para abandonar este mundo. Siguió subiendo las escaleras sin apenas hacer ruido, con la vista clavada en el rastro de sangre que teñía el suelo, y que no debía tener más de unas horas. Lo que quiera que estuviese arriba al menos ya habría comido, y quizá estuviese durmiendo tras alimentarse, eso podría darle una ventaja.
Llegó al piso superior y de inmediato se dio cuenta de que estaba mucho peor que el de abajo, algo había hundido el suelo y destrozado todo a su paso, incluyendo muebles, jarrones, e incluso la propia barandilla de madera que bordeaba la escalera. Los trozos de vidrio estaban esparcidos por gran parte de la sala, pero quedaba claro que la criatura no se encontraba allí, sino en una de las habitaciones que había al fondo de la estancia. Faltaba la puerta, y el marco de la misma había sido abollado por ambos lados, lo que indicaba que la bestia ya tenía algunas dificultades para pasar por ella.
Desenfundando la daga, Elen avanzó hacia la habitación con lentitud, sin dejar de escuchar de fondo la música que llegaba desde abajo, bastante clara. Eso le hizo pensar que quizá Anastasia no hubiese encontrado problemas, aún. Se acercó al marco de la puerta y enseguida comenzó a oír la respiración de la criatura, lenta y gutural, lo suficientemente calmada como para estar convencida de que dormía. Sin perder tiempo se asomó al interior, tapándose a medias la cara por culpa del fuerte olor que embargaba la estancia.
El suelo del cuarto estaba encharcado de sangre, pero eso no era lo peor. Algunos restos de la bestia que había servido de alimento aún seguían desperdigados por la habitación, entrañas, garras, plumas, e incluso la cabeza, que yacía junto al enorme bulto oscuro que dormitaba. Una vez posada la vista sobre el causante de la matanza, la de cabellos cenicientos abrió los ojos desmesuradamente, ya se había topado con algo semejante tiempo atrás. Sí, aquellas características eran inconfundibles, espinas en la cabeza, coraza de escamas, alas de murciélago y aguijón de escorpión, no podía ser otra cosa.
- Una Manticore. - dejó escapar en un susurro apenas audible, con cierta preocupación. Se había enfrentado a una de aquellas bestias en las islas, pero en aquel entonces contó con la ayuda de su hermano, y aun así les costó bastante librarse de ella. Sin embargo, la que tenía delante no era ni de lejos tan grande, parecía un ejemplar muy joven, cuyo tamaño probablemente solo alcanzase a igualar la altura de la hechicera. ¿Cómo demonios habían conseguido tenerla allí dentro? Y lo que era más importante, ¿a quién en su sano juicio se le habría ocurrido convivir con una Manticore en casa?
No tenía ningún sentido, por joven que fuese, la bestia terminaría cediendo a sus instintos, y quien tocaba la música desde abajo pronto dejaría de ser considerado como compañía para convertirse en comida. Un par de meses más y la Manticore ni siquiera entraría por la puerta, entonces necesitaría presas más grandes para saciar su hambre, y en cuanto le faltase el alimento no dudaría en dar cuenta de quien trataba de amansarla con melodías suaves.
Con cuidado, la hechicera avanzó hacia la criatura para echar un vistazo a los restos que quedaban de su última víctima, esperando confirmar con ello que se trataba del grifo, cosa que no tardó en suceder. Por un lado se alegró de ver que el animal se había ocupado de la mascota de Mortagglia, pero ¿qué le habría pasado a Igraine? Tenían que encontrarla cuanto antes. De repente se dio cuenta de que algo no iba bien, la música había dejado de sonar, y con ello la Manticore comenzó a reaccionar, moviéndose y abriendo los ojos.
La tensai maldijo interiormente, estaba demasiado cerca de la bestia y ésta la vio de inmediato, dado que su sentido de la vista mejoraba con la oscuridad. Con un brusco movimiento se puso en pie y gruñó guturalmente, haciendo que el suelo retumbase bajo su peso, mientras la de ojos verdes retrocedía a toda prisa y comenzaba a manipular su electricidad para cegarla. Al ser un ejemplar joven todavía conservaba un buen oído, cosa que perdería conforme fuese creciendo, pero que de momento le daba la ventaja de escuchar por donde se movía la intrusa, aunque no pudiese mirarla directamente.
Un rugido escapó de la garganta del animal en cuanto el brillo de la esfera que la bruja había creado le arrebató la vista, no era el mejor modo de despertar a una criatura que se caracterizaba por su ferocidad. La electricidad, en forma de potente descarga, salió del orbe e impacto en la cabeza de león de la bestia, pero como ya había comprobado la joven en las islas, estos seres eran muy resistentes a los ataques, así que solo quedó aturdida momentáneamente, pronto se recuperaría y se lanzaría a perseguirla.
- Tenemos que salir de aquí. - musitó, antes de correr hacia la puerta y posteriormente escaleras abajo, a toda prisa. - ¡Huracán corre! - exclamó al ver a su amiga llegando al pie de las escaleras, seguramente ya se hubiese dado cuenta de que la bestia estaba despierta. La Manticore destrozó nuevamente el marco de la puerta y siguió a la maga, alcanzando la parte alta de las escaleras cuando Elen se encontraba junto a la salida.
Off: Tienes libertad para manejar un poco a Elen ante la situación.
- Manticore bestiario:
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Elen Calhoun
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Re: Planes frustrados [Interpretativo][Libre][1/1][CERRADO]
Corrí tan rápido como pude en cuanto oí el estruendo. El chalado salió también tras de mí, preocupado por su “mascota” y maldiciéndose a sí mismo sobre por qué el animal estaría agresivo. Abrí con el hombro la vieja puerta que llevaba a las escaleras y por la inercia casi me llevo por delante el pasamanos. Me disponía a subir por ellas, justo cuando veo a Elen bajando por las mismas, haciéndome gestos y diciéndome que había que salir de allí como fuera.
La bruja eléctrica pasó delante de mí como una exhalación hacia fuera. Yo tardé unos instantes en reaccionar, el tiempo que tardó en salir tras ella una criatura que parecía un león con alas de murciélago y cola de escorpión. Emitiendo unos ruidos guturales muy desagradables.
-¿Qué diablos es eso? – grité aterorrizada observando la criatura, pero dándome la vuelta hacia la puerta instintivamente, Elen ya estaba saliendo por ella, dando de nuevo al extenso y nevado patio de la mansión.
-¡Toby, no! ¡Somos nosotros! – parece que el chalado aquel quería controlar a su mascota y se interpuso entre el animal y yo, lo que le sirvió para que la criatura lo cogiera con su enorme boca, lo meneara contra el suelo varias veces, antes de lanzarlo por la puerta hacia fuera despedido como un proyectil. ¿A quién se le ocurre tener por mascota a semejante monstruo?
¿Cómo íbamos a hacerle frente a semejante criatura? Correr era estúpido, pues nos acabaría enganchando por velocidad ya que la nieve dificultaba mucho el avance, y los edificios donde refugiarse estaban demasiado lejos y medio en ruinas. Ni aún subidas a lomos de Sombra creo que podríamos llegar a buen puerto. Y ahora no teníamos a Mortagglia para calmar a la bestia.
-Vamos a tener que hacerle frente. – le dije fatigada a la bruja para que se fuera haciendo a la idea de que corriendo íbamos a conseguir que nos sorprendiera por la espalda. Me giré para hacer frente a la bestia.
Flexioné mis rodillas, apoyé una mano en el suelo y controlé los tiempos para, justo cuando se había lanzado a por mí, dar un salto con voltereta en el aire de unos cinco metros de alto, ayudándome de las brisas del viento. Tomé mi ballesta pesada en el aire, que la había guardado para poder correr más fácilmente y le disparé un virote en el lomo. Si bien no lo atravesó, al menos quedó clavado en este, haciendo a la criatura emitir un grito de dolor. La antigua ballesta de Mortagglia, con las nuevas modificaciones de Mortdecái, tenía una potencia increíble. Aterricé con una rodilla sobre la nieve y apoyándome con mi mano en el suelo.
Mi ataque hizo que me viera como una amenaza, y se girara de nuevo hacia mí. Ahora que no tenía un virote cargado, volví a guardar mi ballesta, para sacar las pequeñas, y cuando se lanzó de nuevo a por mí, volví a aprovecharme de una corriente de aire para volver a dar una voltereta, esta vez pequeña, en dirección horizontal hacia la izquierda, y le disparé varias veces con ambas ballestas. Éstas tenían menos potencia, y las que le dieron en su caparazón espinado rebotaron, otras, consiguieron clavarse en sus alas de murciélago. Aunque no estaba segura de que le hicieran demasiado daño.
Mis hechizos del viento aún no eran lo suficientemente poderosos como para poder dañar con ellos a una criatura de semejante tamaño. Volvió a abalanzarse de nuevo, esta vez saltando como un león a por mí, volví a saltar hacia atrás, pero con su cola de escorpión me dio un golpe y me sacó volando por los aires contra la mansión, chocando de espaldas contra las duras paredes de la casa, para caer por gravedad contra el suelo. Afortunadamente, la nieve amortiguó mi caída.
Quedé tirada en suelo boca abajo, con nieve en la boca, con los brazos extendidos a la altura de mi cabeza y prácticamente inconsciente. Poco podría ayudar a Elen ahora. Si ella no conseguía distraer a la criatura iba a acabar siendo su comida para este día. Un pitido agudo retumbaba en mis oídos, no escuchaba absolutamente nada más y lo veía todo doble.
Intentaría ir recuperando movilidad en las articulaciones poco a poco, espero que Elen pueda enfrentarse ella sola a la criatura el tiempo suficiente como para que pudiera ayudarla de nuevo.
La bruja eléctrica pasó delante de mí como una exhalación hacia fuera. Yo tardé unos instantes en reaccionar, el tiempo que tardó en salir tras ella una criatura que parecía un león con alas de murciélago y cola de escorpión. Emitiendo unos ruidos guturales muy desagradables.
-¿Qué diablos es eso? – grité aterorrizada observando la criatura, pero dándome la vuelta hacia la puerta instintivamente, Elen ya estaba saliendo por ella, dando de nuevo al extenso y nevado patio de la mansión.
-¡Toby, no! ¡Somos nosotros! – parece que el chalado aquel quería controlar a su mascota y se interpuso entre el animal y yo, lo que le sirvió para que la criatura lo cogiera con su enorme boca, lo meneara contra el suelo varias veces, antes de lanzarlo por la puerta hacia fuera despedido como un proyectil. ¿A quién se le ocurre tener por mascota a semejante monstruo?
¿Cómo íbamos a hacerle frente a semejante criatura? Correr era estúpido, pues nos acabaría enganchando por velocidad ya que la nieve dificultaba mucho el avance, y los edificios donde refugiarse estaban demasiado lejos y medio en ruinas. Ni aún subidas a lomos de Sombra creo que podríamos llegar a buen puerto. Y ahora no teníamos a Mortagglia para calmar a la bestia.
-Vamos a tener que hacerle frente. – le dije fatigada a la bruja para que se fuera haciendo a la idea de que corriendo íbamos a conseguir que nos sorprendiera por la espalda. Me giré para hacer frente a la bestia.
Flexioné mis rodillas, apoyé una mano en el suelo y controlé los tiempos para, justo cuando se había lanzado a por mí, dar un salto con voltereta en el aire de unos cinco metros de alto, ayudándome de las brisas del viento. Tomé mi ballesta pesada en el aire, que la había guardado para poder correr más fácilmente y le disparé un virote en el lomo. Si bien no lo atravesó, al menos quedó clavado en este, haciendo a la criatura emitir un grito de dolor. La antigua ballesta de Mortagglia, con las nuevas modificaciones de Mortdecái, tenía una potencia increíble. Aterricé con una rodilla sobre la nieve y apoyándome con mi mano en el suelo.
Mi ataque hizo que me viera como una amenaza, y se girara de nuevo hacia mí. Ahora que no tenía un virote cargado, volví a guardar mi ballesta, para sacar las pequeñas, y cuando se lanzó de nuevo a por mí, volví a aprovecharme de una corriente de aire para volver a dar una voltereta, esta vez pequeña, en dirección horizontal hacia la izquierda, y le disparé varias veces con ambas ballestas. Éstas tenían menos potencia, y las que le dieron en su caparazón espinado rebotaron, otras, consiguieron clavarse en sus alas de murciélago. Aunque no estaba segura de que le hicieran demasiado daño.
Mis hechizos del viento aún no eran lo suficientemente poderosos como para poder dañar con ellos a una criatura de semejante tamaño. Volvió a abalanzarse de nuevo, esta vez saltando como un león a por mí, volví a saltar hacia atrás, pero con su cola de escorpión me dio un golpe y me sacó volando por los aires contra la mansión, chocando de espaldas contra las duras paredes de la casa, para caer por gravedad contra el suelo. Afortunadamente, la nieve amortiguó mi caída.
Quedé tirada en suelo boca abajo, con nieve en la boca, con los brazos extendidos a la altura de mi cabeza y prácticamente inconsciente. Poco podría ayudar a Elen ahora. Si ella no conseguía distraer a la criatura iba a acabar siendo su comida para este día. Un pitido agudo retumbaba en mis oídos, no escuchaba absolutamente nada más y lo veía todo doble.
Intentaría ir recuperando movilidad en las articulaciones poco a poco, espero que Elen pueda enfrentarse ella sola a la criatura el tiempo suficiente como para que pudiera ayudarla de nuevo.
Anastasia Boisson
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Re: Planes frustrados [Interpretativo][Libre][1/1][CERRADO]
La cazadora no venía sola, por el rabillo del ojo, Elen alcanzó a ver que un hombre de aspecto desaliñado la seguía de cerca, con la preocupación grabada en el rostro y una especie de laúd en las manos. Seguramente aquel individuo fuese el ignorante al que no se le había ocurrido otra cosa que tener una Manticore como mascota, pero no había tiempo para detenerse a increparle su estupidez, tenía que salir de la mansión y buscar un lugar que le diese ventaja de cara al combate, que era del todo inevitable.
Al menos esta vez conocía los puntos fuertes y débiles de la criatura a batir, no como en los bosques, que tuvo que ir descubriéndolo poco a poco, lo que le costó más de una herida. Aún conservaba la cicatriz de las garras de aquel ejemplar en el costado, y por una vez no quería llevarse más recordatorios, así que enfundó la daga y aferró con fuerza la empuñadura de su espada, arma que le permitiría luchar a mayor distancia. - Es una Manticore, ¡cuidado con su sprint! - advirtió al escuchar la pregunta de su compañera, que parecía aterrorizada. La reacción de Anastasia era de lo más natural, nunca había visto nada semejante, y para ser sinceros las diferentes partes que componían a la bestia la hacían parecer más un experimento fallido que un animal.
El extraño trató de calmar al ser, pero tal como esperaba la hechicera, los instintos primitivos podían más que el posible vínculo que pudiese haber entre ambos, la Manticore lo atrapó entre sus fauces y lo zarandeó varias veces, para luego lanzarlo al exterior. Sin embargo, el hombre había hablado en plural, detalle que le hizo preguntarse si habría alguien más dentro de la mansión, quizá otro inútil que no tenía dos dedos de frente. La bruja no se detuvo hasta alejarse lo suficiente de la vivienda, necesitaba espacio para no verse acorralada y además quería valerse de la claridad del día, que afectaría en cierta medida a la visión de la bestia.
Huracán también sabía que no lograrían nada huyendo, tenían que hacerle frente e intentar acabar con ella cuanto antes, o el frío les pasaría factura. La cazadora se giró hacia el animal y comenzó a atacarlo con su ballesta, que gracias a las modificaciones de Mortdecái era capaz de disparar con la fuerzas suficiente como para que las flechas quedasen clavadas en la piel de la Manticore. Mientras su amiga se volvía el centro de atención para la bestia, Elen permitió que la electricidad el envolviese ambos brazos y manipuló el elemento para crear una brillante esfera de energía, que en el momento preciso soltaría contra el ser.
Dicho momento no tardó en llegar, cuando la Manticore alcanzó a Huracán valiéndose de su cola. El impacto provocó que el cuerpo de la bruja saliese despedido contra los muros de la mansión, y que tras chocar bruscamente contra la piedra quedase tendida en la nieve, vulnerable. Sin perder ni un instante, Elen liberó la electricidad y ésta dio de lleno en una de las alas del animal, que profirió un gruñido y se giró furioso hacia ella, para acto seguido lanzar un sprint en su dirección.
Sin duda la velocidad de aquel ser era peligrosa, pero teniendo en cuenta lo pesado de su cuerpo, y que al no ver con claridad tenía que guiarse más bien por el olfato, la de ojos verdes supuso que le costaría maniobrar de forma repentina para cambiar de dirección, cosa de la que se aprovecharía. Esperó sin moverse hasta que la Manticore ya se encontraba a tan solo unos metros de ella, solo entonces se lanzó al suelo y rodó para salir de la trayectoria del ataque, incorporándose de inmediato en cuanto la bestia pasó a su lado, para hundir la espada en la membrana de su ala derecha.
Tiró del arma para causar más daño aún, abriendo una larga brecha en la extremidad de la criatura, arrebatándole la posibilidad de volar y esperando que la pérdida de sangre pronto afectase al ejemplar, que al ser tan joven probablemente nunca había sufrido una herida semejante. Con un contundente movimiento del cuerpo, la Manticore apartó de sí a la maga y puso algo de distancia entre ambas, llevándose consigo la espada, que aún seguía clavada en el ala. Rugió y se agitó violentamente hasta deshacerse de la hoja, que aterrizó en la nieve, fuera del alcance de la joven, que todavía no dominaba la telequinesis lo suficiente como para atraer hacia sí un objeto de tal tamaño.
Elen buscó con la mirada a su compañera y luego volvió a centrarse en la bestia que tenía delante, preparando una nueva descarga que en breve disparó, directamente hacia la cabeza de la Manticore. Sabía que aquello haría poco efecto, dada la coraza natural que tenía el animal, pero el brillo del elemento serviría para cegarlo parcialmente, lo que le daría algo de tiempo para pensar en el siguiente paso. En las islas todo había sido distinto, los hermanos se enfrentaron a un espécimen adulto y mucho mayor en tamaño, que finalmente terminó cayendo por los acantilados gracias a uno de sus trucos, pero esta vez no había nada parecido al alcance, tendrían que apañárselas como pudiesen.
- ¿Huracán estás bien? - preguntó alzando la voz, sin dejar de vigilar al animal. - Sus puntos flacos son la vista y el oído, debemos aprovechar eso. - añadió poco después, para que la tensai también tuviese algo de información sobre el ser al que se enfrentaban.
Al menos esta vez conocía los puntos fuertes y débiles de la criatura a batir, no como en los bosques, que tuvo que ir descubriéndolo poco a poco, lo que le costó más de una herida. Aún conservaba la cicatriz de las garras de aquel ejemplar en el costado, y por una vez no quería llevarse más recordatorios, así que enfundó la daga y aferró con fuerza la empuñadura de su espada, arma que le permitiría luchar a mayor distancia. - Es una Manticore, ¡cuidado con su sprint! - advirtió al escuchar la pregunta de su compañera, que parecía aterrorizada. La reacción de Anastasia era de lo más natural, nunca había visto nada semejante, y para ser sinceros las diferentes partes que componían a la bestia la hacían parecer más un experimento fallido que un animal.
El extraño trató de calmar al ser, pero tal como esperaba la hechicera, los instintos primitivos podían más que el posible vínculo que pudiese haber entre ambos, la Manticore lo atrapó entre sus fauces y lo zarandeó varias veces, para luego lanzarlo al exterior. Sin embargo, el hombre había hablado en plural, detalle que le hizo preguntarse si habría alguien más dentro de la mansión, quizá otro inútil que no tenía dos dedos de frente. La bruja no se detuvo hasta alejarse lo suficiente de la vivienda, necesitaba espacio para no verse acorralada y además quería valerse de la claridad del día, que afectaría en cierta medida a la visión de la bestia.
Huracán también sabía que no lograrían nada huyendo, tenían que hacerle frente e intentar acabar con ella cuanto antes, o el frío les pasaría factura. La cazadora se giró hacia el animal y comenzó a atacarlo con su ballesta, que gracias a las modificaciones de Mortdecái era capaz de disparar con la fuerzas suficiente como para que las flechas quedasen clavadas en la piel de la Manticore. Mientras su amiga se volvía el centro de atención para la bestia, Elen permitió que la electricidad el envolviese ambos brazos y manipuló el elemento para crear una brillante esfera de energía, que en el momento preciso soltaría contra el ser.
Dicho momento no tardó en llegar, cuando la Manticore alcanzó a Huracán valiéndose de su cola. El impacto provocó que el cuerpo de la bruja saliese despedido contra los muros de la mansión, y que tras chocar bruscamente contra la piedra quedase tendida en la nieve, vulnerable. Sin perder ni un instante, Elen liberó la electricidad y ésta dio de lleno en una de las alas del animal, que profirió un gruñido y se giró furioso hacia ella, para acto seguido lanzar un sprint en su dirección.
Sin duda la velocidad de aquel ser era peligrosa, pero teniendo en cuenta lo pesado de su cuerpo, y que al no ver con claridad tenía que guiarse más bien por el olfato, la de ojos verdes supuso que le costaría maniobrar de forma repentina para cambiar de dirección, cosa de la que se aprovecharía. Esperó sin moverse hasta que la Manticore ya se encontraba a tan solo unos metros de ella, solo entonces se lanzó al suelo y rodó para salir de la trayectoria del ataque, incorporándose de inmediato en cuanto la bestia pasó a su lado, para hundir la espada en la membrana de su ala derecha.
Tiró del arma para causar más daño aún, abriendo una larga brecha en la extremidad de la criatura, arrebatándole la posibilidad de volar y esperando que la pérdida de sangre pronto afectase al ejemplar, que al ser tan joven probablemente nunca había sufrido una herida semejante. Con un contundente movimiento del cuerpo, la Manticore apartó de sí a la maga y puso algo de distancia entre ambas, llevándose consigo la espada, que aún seguía clavada en el ala. Rugió y se agitó violentamente hasta deshacerse de la hoja, que aterrizó en la nieve, fuera del alcance de la joven, que todavía no dominaba la telequinesis lo suficiente como para atraer hacia sí un objeto de tal tamaño.
Elen buscó con la mirada a su compañera y luego volvió a centrarse en la bestia que tenía delante, preparando una nueva descarga que en breve disparó, directamente hacia la cabeza de la Manticore. Sabía que aquello haría poco efecto, dada la coraza natural que tenía el animal, pero el brillo del elemento serviría para cegarlo parcialmente, lo que le daría algo de tiempo para pensar en el siguiente paso. En las islas todo había sido distinto, los hermanos se enfrentaron a un espécimen adulto y mucho mayor en tamaño, que finalmente terminó cayendo por los acantilados gracias a uno de sus trucos, pero esta vez no había nada parecido al alcance, tendrían que apañárselas como pudiesen.
- ¿Huracán estás bien? - preguntó alzando la voz, sin dejar de vigilar al animal. - Sus puntos flacos son la vista y el oído, debemos aprovechar eso. - añadió poco después, para que la tensai también tuviese algo de información sobre el ser al que se enfrentaban.
Elen Calhoun
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Re: Planes frustrados [Interpretativo][Libre][1/1][CERRADO]
Mientras me reincorporaba vi como Elen mantenía a raya a la criatura, que parecía ser una manticore, según ella. Había cegado al animal con sus habilidades eléctricas e incluso la había atravesado con la espada, dejándosela clavada en una de sus alas, impidiéndole así volar. Eso daría una ventaja.
Pero la criatura, herida en cuerpo y orgullo, realizó un fuerte movimiento para separarse de Elen y comenzó a agitarse logrando deshacerse de la espada de la bruja con rapidez, que quedó clavada en la nieve, lejos de nuestro alcance.
Elen, desarmada, comenzó a retroceder sin quitarle un ojo al monstruo, y a defenderse tratando de cegarlo. Pero el animal parecía tener bastante resistencia a sus poderes eléctricos. La joven me preguntó como me encontraba y me informó sobre los puntos débiles de la criatura, que era su vista y su oído. Este último veía más complicado de explotar.
-Sí. – le respondí a su primera pregunta levantando la vista y recargando mi ballesta pesada con rapidez, apoyada en el muro. Una vez colocado el virote, tiré con tanta fuerza de la palanca de la ballesta que casi la parto, fruto de los nervios, consiguiendo el tensado máximo. A continuación giré con la mano la rosca de carraca que otorgaba el torque otorgándole el efecto de perforación. Nunca había probado el efecto máximo de perforación. Mortdecái decía que colocar ambos parámetros al máximo para matar vampiros era como matar moscas a cañonazos, forzar el arma reducía la vida útil del equipo. Pero en este caso no iba a matar una mosca precisamente.
-¿Puedes cegarla? – pregunté en voz alta sobre el punto débil de la criatura, que estaba centrada en Elen. Con más deseo de sangre que nunca.– Se mueve demasiado. – me dije a mí misma sin demasiado convencimiento. No tenía un tiro claro. La criatura avanzaba herida hacia ella, pero si Elen lanzaba su luz cegadora, tal vez tendríamos una oportunidad, y desde cerca le haría más daño con la ballesta. El problema sería no quedarme yo cegada también, en cuyo caso quedaría expuesta al peligro.
Fui acercándome tan rápido como pude al animal por su espalda. La intención era que el cuerpo de la bestia impidiera que la luz de mi amiga me cegase. –¡Ahora! – grité a Elen cuando me coloqué tras el animal, que no se había percatado de que me encontraba a su espalda.
Apuntar a la cabeza era difícil, era una criatura nerviosa y me encontraba de espaldas. Haber ido de frente hubiese sido más apropiado, pero entonces la luz me hubiese cegado, y sin luz la criatura me devoraría. Definitivamente, ahora que no podía volar, lo mejor sería que tampoco pudiese correr. De modo que apunté a una de sus extremidades traseras, concretamente a la rodilla. Disparé aprovechando que se había quedado paralizada por la luz.
El resultado fue exitoso, y la flecha quedó atravesando la rodilla del animal, que soltó un rugido de dolor. Me llevé la mano al carcaj para tomar un nuevo virote pero, para mi sorpresa, ya no me quedaban. Mis viajes en Lunargenta, Baslodia, Dundarak, los bandidos que me había topado por los caminos, la guarida de Mortagglia, ahora aquella criatura… Demasiados enemigos para tan pocos virotes. Las veinte flechas con las que solía salir de casa se me habían agotado. Sinceramente, no esperaba usar tantas para encontrar simplemente a dos personas.
-¡Me he quedado sin flechas! – grité a Elen para que estuviera al tanto. Pero la falta de logística no iba a hacer que la criatura nos perdonase la vida. Al menos no podía volar, pero ahora tampoco podría correr demasiado, no con una flecha en la rodilla.
No veía la espada de Elen por ningún lado y yo me había quedado también sin la parte más básica de mi equipo. ¿Qué podía hacer? Miré a todos lados en busca de una solución. Fue, entonces, cuando vi no muy lejos de la mansión una pequeña iglesia medio en ruinas, con un campanario en un estado deplorable. Si era cierto que el oído era otro de sus puntos débiles, tal vez pudiéramos aprovechar la funcionalidad de aquel equipo.
-¡Las campanas, Elen! ¡Las campanas! – le gritaba haciéndole gestos para que se fijara en la pequeña iglesia. A la vez que yo me dirigía hacia ella. Mi objetivo era llegar al campanario para poder dejar sordo al animal, que ahora tenía una movilidad mucho más reducida, hacia allí me dirigí, corriendo como pude por la nieve.
Pero la criatura, herida en cuerpo y orgullo, realizó un fuerte movimiento para separarse de Elen y comenzó a agitarse logrando deshacerse de la espada de la bruja con rapidez, que quedó clavada en la nieve, lejos de nuestro alcance.
Elen, desarmada, comenzó a retroceder sin quitarle un ojo al monstruo, y a defenderse tratando de cegarlo. Pero el animal parecía tener bastante resistencia a sus poderes eléctricos. La joven me preguntó como me encontraba y me informó sobre los puntos débiles de la criatura, que era su vista y su oído. Este último veía más complicado de explotar.
-Sí. – le respondí a su primera pregunta levantando la vista y recargando mi ballesta pesada con rapidez, apoyada en el muro. Una vez colocado el virote, tiré con tanta fuerza de la palanca de la ballesta que casi la parto, fruto de los nervios, consiguiendo el tensado máximo. A continuación giré con la mano la rosca de carraca que otorgaba el torque otorgándole el efecto de perforación. Nunca había probado el efecto máximo de perforación. Mortdecái decía que colocar ambos parámetros al máximo para matar vampiros era como matar moscas a cañonazos, forzar el arma reducía la vida útil del equipo. Pero en este caso no iba a matar una mosca precisamente.
-¿Puedes cegarla? – pregunté en voz alta sobre el punto débil de la criatura, que estaba centrada en Elen. Con más deseo de sangre que nunca.– Se mueve demasiado. – me dije a mí misma sin demasiado convencimiento. No tenía un tiro claro. La criatura avanzaba herida hacia ella, pero si Elen lanzaba su luz cegadora, tal vez tendríamos una oportunidad, y desde cerca le haría más daño con la ballesta. El problema sería no quedarme yo cegada también, en cuyo caso quedaría expuesta al peligro.
Fui acercándome tan rápido como pude al animal por su espalda. La intención era que el cuerpo de la bestia impidiera que la luz de mi amiga me cegase. –¡Ahora! – grité a Elen cuando me coloqué tras el animal, que no se había percatado de que me encontraba a su espalda.
Apuntar a la cabeza era difícil, era una criatura nerviosa y me encontraba de espaldas. Haber ido de frente hubiese sido más apropiado, pero entonces la luz me hubiese cegado, y sin luz la criatura me devoraría. Definitivamente, ahora que no podía volar, lo mejor sería que tampoco pudiese correr. De modo que apunté a una de sus extremidades traseras, concretamente a la rodilla. Disparé aprovechando que se había quedado paralizada por la luz.
El resultado fue exitoso, y la flecha quedó atravesando la rodilla del animal, que soltó un rugido de dolor. Me llevé la mano al carcaj para tomar un nuevo virote pero, para mi sorpresa, ya no me quedaban. Mis viajes en Lunargenta, Baslodia, Dundarak, los bandidos que me había topado por los caminos, la guarida de Mortagglia, ahora aquella criatura… Demasiados enemigos para tan pocos virotes. Las veinte flechas con las que solía salir de casa se me habían agotado. Sinceramente, no esperaba usar tantas para encontrar simplemente a dos personas.
-¡Me he quedado sin flechas! – grité a Elen para que estuviera al tanto. Pero la falta de logística no iba a hacer que la criatura nos perdonase la vida. Al menos no podía volar, pero ahora tampoco podría correr demasiado, no con una flecha en la rodilla.
No veía la espada de Elen por ningún lado y yo me había quedado también sin la parte más básica de mi equipo. ¿Qué podía hacer? Miré a todos lados en busca de una solución. Fue, entonces, cuando vi no muy lejos de la mansión una pequeña iglesia medio en ruinas, con un campanario en un estado deplorable. Si era cierto que el oído era otro de sus puntos débiles, tal vez pudiéramos aprovechar la funcionalidad de aquel equipo.
-¡Las campanas, Elen! ¡Las campanas! – le gritaba haciéndole gestos para que se fijara en la pequeña iglesia. A la vez que yo me dirigía hacia ella. Mi objetivo era llegar al campanario para poder dejar sordo al animal, que ahora tenía una movilidad mucho más reducida, hacia allí me dirigí, corriendo como pude por la nieve.
Anastasia Boisson
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Re: Planes frustrados [Interpretativo][Libre][1/1][CERRADO]
Mientras su compañera se levantaba y recargaba su ballesta, tras asegurar que se encontraba bien de forma escueta, Elen siguió utilizando la electricidad para mantener a raya a la bestia, que gruñía molesta cada vez que el brillo de su elemento se volvía más intenso. De vez en cuando arremetía contra ella y lanzaba zarpazos al aire, pero al no poder ver con claridad dónde se encontraba su objetivo terminaba fallando y retrocediendo, con los ojos casi completamente cerrados a causa de la luz. Aquello no podría prolongarse por mucho tiempo, pues a pesar de que las energías de la bruja se iban consumiendo lentamente, en algún momento se agotarían del todo, dejándola sin la posibilidad de utilizar sus poderes, cosa que debía evitar a toda costa.
- Por supuesto, solo dime cuándo. - respondió a la pregunta de Huracán, que ya pensaba en un ataque combinado, entre sus armas y los poderes de la alquimista. El problema era que la Manticore no dejaba de moverse, estaba inquieta y furiosa por el daño recibido en el ala, lo que dificultaba bastante tener un tiro seguro, a lo que además había que sumar el ansia e instintos cazadores, que se habían adueñado por completo de la criatura. Sin embargo, conociendo las habilidades que su amiga tenía para manejar las ballestas, Elen no se preocupó demasiado, solo tenía que esperar al momento preciso y hacer uso de su electricidad.
Manipuló la energía para crear un brillante orbe celeste, que fue aumentando rápidamente de tamaño conforme pasaban los segundos, hasta alcanzar uno semejante al de la cabeza del animal, eso tendría que ser más que suficiente. Observó cómo Anastasia se posicionaba tras la Manticore, buscando un punto débil al que dirigir su flecha, pero al mismo tiempo valiéndose del cuerpo de la bestia para no quedar cegada también. En cuanto dio la señal, la esfera de energía explotó causando un intenso destello, que se podría ver desde bastante lejos, llamando la atención de los escasos seres vivos que se atrevían a morar en aquellas inhóspitas tierras.
- Ojalá Igraine lo viese. - pensó para sí, mientras un alarido escapaba de la garganta de la Manticore. Huracán le había acertado en una de las rodillas traseras, arrebatándole la capacidad de esprintar, lo que unido a que ya tampoco podía volar, dejaba al ser en clara desventaja, aunque aún contaba con su aguijón, la protección de las duras escamas que recubrían su lomo y unas peligrosas fauces.
Elen no olvidaba en ningún momento todo aquello, pero pronto tuvo que tenerlo mucho más en cuenta, cuando la suerte dejó de estar de lado de las hechiceras. Anastasia ya no tenía más flechas, así que quedaba descartado el intentar dañarle las demás extremidades a distancia, lo que habría dejado fácilmente al animal sin capacidad para caminar. Si quería intentarlo tendría que recuperar su espada y hundirla en alguna parte de aquel ser, para luego valerse del metal de la hoja y transmitir la electricidad a todo el cuerpo de la Manticore.
No sería fácil, ¿pero cuándo lo era? A la de cabellos cenicientos siempre terminaban surgiéndole imprevistos, así que ya estaba acostumbrada a los problemas. Su compañera no perdió el tiempo, y casi de inmediato se dirigió a una pequeña iglesia cercana, para hacer uso de las campanas contra la bestia. - Debí explicarme mejor. - se reprochó interiormente la bruja, pues no se refería a que el oído de la Manticore fuese muy sensible, sino a que solía ser bastante malo. Aquel ejemplar en particular aún no había perdido el sentido del todo, pero el sonido de las campanas solo atraería su atención, cosa de la que si jugaban bien sus cartas, podrían aprovecharse.
La estructura de la iglesia estaba medio en ruinas, con lo que si conseguían que el animal subiese hasta el campanario quizá la estructura terminase por ceder, enterrándolo entre un montón de escombros. Lo complicado sería sacar de allí a Huracán antes de que eso sucediese, pero era una opción a considerar seriamente, sobre todo por el hecho de que no tenían mucho más a su disposición para terminar con la Manticore. Así pues, la de ojos verdes adoptó el papel de cebo, llamando la atención de la bestia con descargas dirigidas a su recién dañada pata, lo que enseguida hizo empeorar el humor del ser.
Aprovechando uno de los movimientos evasivos, la joven recuperó su espada y atravesó con ella la única ala sana que aún poseía la criatura, transmitiéndole parte de su electricidad para tratar de aturdirla y ganar un poco de tiempo. Una vez hecho esto inició la carrera hacia la iglesia, echando la vista atrás de vez en cuando para vigilar en qué momento reaccionaba de nuevo la Manticore.
Off: Elen tratará de llegar hasta ti para avisarte de su idea, puedes manejarla para que llegue a la iglesia.
- Por supuesto, solo dime cuándo. - respondió a la pregunta de Huracán, que ya pensaba en un ataque combinado, entre sus armas y los poderes de la alquimista. El problema era que la Manticore no dejaba de moverse, estaba inquieta y furiosa por el daño recibido en el ala, lo que dificultaba bastante tener un tiro seguro, a lo que además había que sumar el ansia e instintos cazadores, que se habían adueñado por completo de la criatura. Sin embargo, conociendo las habilidades que su amiga tenía para manejar las ballestas, Elen no se preocupó demasiado, solo tenía que esperar al momento preciso y hacer uso de su electricidad.
Manipuló la energía para crear un brillante orbe celeste, que fue aumentando rápidamente de tamaño conforme pasaban los segundos, hasta alcanzar uno semejante al de la cabeza del animal, eso tendría que ser más que suficiente. Observó cómo Anastasia se posicionaba tras la Manticore, buscando un punto débil al que dirigir su flecha, pero al mismo tiempo valiéndose del cuerpo de la bestia para no quedar cegada también. En cuanto dio la señal, la esfera de energía explotó causando un intenso destello, que se podría ver desde bastante lejos, llamando la atención de los escasos seres vivos que se atrevían a morar en aquellas inhóspitas tierras.
- Ojalá Igraine lo viese. - pensó para sí, mientras un alarido escapaba de la garganta de la Manticore. Huracán le había acertado en una de las rodillas traseras, arrebatándole la capacidad de esprintar, lo que unido a que ya tampoco podía volar, dejaba al ser en clara desventaja, aunque aún contaba con su aguijón, la protección de las duras escamas que recubrían su lomo y unas peligrosas fauces.
Elen no olvidaba en ningún momento todo aquello, pero pronto tuvo que tenerlo mucho más en cuenta, cuando la suerte dejó de estar de lado de las hechiceras. Anastasia ya no tenía más flechas, así que quedaba descartado el intentar dañarle las demás extremidades a distancia, lo que habría dejado fácilmente al animal sin capacidad para caminar. Si quería intentarlo tendría que recuperar su espada y hundirla en alguna parte de aquel ser, para luego valerse del metal de la hoja y transmitir la electricidad a todo el cuerpo de la Manticore.
No sería fácil, ¿pero cuándo lo era? A la de cabellos cenicientos siempre terminaban surgiéndole imprevistos, así que ya estaba acostumbrada a los problemas. Su compañera no perdió el tiempo, y casi de inmediato se dirigió a una pequeña iglesia cercana, para hacer uso de las campanas contra la bestia. - Debí explicarme mejor. - se reprochó interiormente la bruja, pues no se refería a que el oído de la Manticore fuese muy sensible, sino a que solía ser bastante malo. Aquel ejemplar en particular aún no había perdido el sentido del todo, pero el sonido de las campanas solo atraería su atención, cosa de la que si jugaban bien sus cartas, podrían aprovecharse.
La estructura de la iglesia estaba medio en ruinas, con lo que si conseguían que el animal subiese hasta el campanario quizá la estructura terminase por ceder, enterrándolo entre un montón de escombros. Lo complicado sería sacar de allí a Huracán antes de que eso sucediese, pero era una opción a considerar seriamente, sobre todo por el hecho de que no tenían mucho más a su disposición para terminar con la Manticore. Así pues, la de ojos verdes adoptó el papel de cebo, llamando la atención de la bestia con descargas dirigidas a su recién dañada pata, lo que enseguida hizo empeorar el humor del ser.
Aprovechando uno de los movimientos evasivos, la joven recuperó su espada y atravesó con ella la única ala sana que aún poseía la criatura, transmitiéndole parte de su electricidad para tratar de aturdirla y ganar un poco de tiempo. Una vez hecho esto inició la carrera hacia la iglesia, echando la vista atrás de vez en cuando para vigilar en qué momento reaccionaba de nuevo la Manticore.
Off: Elen tratará de llegar hasta ti para avisarte de su idea, puedes manejarla para que llegue a la iglesia.
Elen Calhoun
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Re: Planes frustrados [Interpretativo][Libre][1/1][CERRADO]
Llegar hasta la iglesia para tocar las campanas y dejar sorda a la criatura era una de mis prioridades, y máxime tras ver como Elen tenía delante a la manticore. La nieve no facilitaba precisamente las cosas.
-Ash fal’ar – conjuré haciendo un gesto con la muñeca hacia el suelo. Generando una corriente de aire a mis pies que me ayudaría a correr más rápido. Mientras mantenía la carrera, iba observando lo alto de la torre del campanario, tratando de buscar un camino para llegar hasta ella.
Cuando entré me detuve un instante en la puerta para mirar hacia atrás, Elen había recuperado su espada y se proponía a cortar al animal. Me mordí los dientes y resoplé cuando vi lo cerca que pasó el ala punzante del cuerpo de Elen, pensé que le había enganchado. Pero no. Había conseguido realizarle un corte a la criatura en ésta y tras la pasada comenzó a correr hacia la iglesia, donde me encontraba yo.
La criatura salió tras ella, no podía quedarme parada en la puerta, así que rápidamente entré en el edificio a ver si podía llegar hasta las campanas. El escenario era bastante desolador, la iglesia directamente no tenía tejado. Las tejas se encontraban rotas en el suelo. Probablemente destruidas tras el paso de los años. Únicamente se mantenía en pie la fachada del edificio. Al menos había suficientes columnas de piedra todavía en pie para que la criatura no entrase por encima fácilmente, y las paredes de roca contaban con agujeros. Definitivamente, no era el mejor escenario para combatir a una criatura semejante.
Para colmo, la escalerilla de madera que subía al altillo del campanario estaba también partida en dos. Por suerte, pude subirme a un montón de escombros que me permitía saltar desde allí a una de las columnas que en otros tiempos sostenían el techo, me agarré con miedo a que ésta cayera y me aplastara, pero aguantó bien mi impacto y, desde ahí, gracias a mis poderes del viento pude hacer un salto largo que me permitió llegar al campanario, situado en la parte más alta de la ermita.
Eran dos campanas, no demasiado grandes, y supuse que el pequeño sistema de poleas y cuerda cercano a la pared sería lo que haría sonar a ambas. Por lo menos esperaba que funcionaran. Miré entre las dos campanas para ver donde estaba Elen, la criatura estaba cada vez más cerca de la bruja eléctrica, que estaba muy cerca de entrar por la puerta. Tenía que hacer algo, pero no tenía munición para disparar. Así que, aprovechando que Elen había dicho que el oído era su punto débil, me dispuse a tirar de la cuerda de las campanas lo más fuerte que pude.
Sonaban acompasadas. Esperaba dejar sordo al animal, o al menos que huyera por el ruido. Pero no. Lejos de eso, la criatura dio un salto hacia el campanario. Y se sostuvo sobre este. Sorprendiéndome por completo cuando sentí la vieja ermita temblar completamente por el golpe. Corríamos un grave riesgo de derrumbe.
-Me dijiste que su punto flaco era el oído. – le recriminé a Elen separando los brazos de mi cuerpo y golpeándome los muslos, en un claro tono de malhumor, no porque estuviese enfadada, sino fruto de los nervios y la tensión del momento. Parece que o bien no entendí a Elen, o se había equivocado. Fuera cual fuera el motivo, no era el lugar para discutir. La criatura parecía aún más enfurecida y molesta por el ruido. Las campanas no se detuvieron y seguirían resonando, lo que daba lugar a una situación todavía más tétrica e irónica, a fin de cuentas estábamos intentando ser devoradas por una criatura en un teórico “lugar sagrado”.
Bajé de un salto a donde se encontraba mi amiga. El animal estaba herido, pero eso lo hacía todavía más peligroso. Afortunadamente era demasiado grande como para entrar por cualquiera de los huecos de la pared. Cuando bajó del campanario, tras un nuevo pequeño terremoto, trato de meter una de sus zarpas por un agujero cercano a nosotras. - ¡Cuidado!- Grité, tomando rápidamente a Elen del brazo y la arrastré hasta el centro de la estructura, para que no llegara hasta nosotras.
Sentí al animal tratando de encaramarse al edificio. Era ágil pese a tener una única extremidad hábil en ese momento. -¿Qué hacemos, Elen? - respondí algo nerviosa. Mientras decidía algo Me fijé de nuevo en las campanas. Tal vez podría utilizarlas aún.
-¡Ash balla ná! – Estiré y agarroté mis brazos en dirección a las campanas, para conjurar una fuerte corriente de aire con la intención de desplazar las campanas, que al encontrarse en tal estado de deterioro, seguramente podrían soltarse de su sujeción y dar a la criatura en alguna parte. Claro que por la misma teoría, corríamos también de que se derrumbara el edificio. El animal no tardaría en llegar a lo alto del mismo.
Off: Cuando lo necesites y si quieres ayudarte en combate, puedes narrar que las campanas se sueltan por el aire.-Ash fal’ar – conjuré haciendo un gesto con la muñeca hacia el suelo. Generando una corriente de aire a mis pies que me ayudaría a correr más rápido. Mientras mantenía la carrera, iba observando lo alto de la torre del campanario, tratando de buscar un camino para llegar hasta ella.
Cuando entré me detuve un instante en la puerta para mirar hacia atrás, Elen había recuperado su espada y se proponía a cortar al animal. Me mordí los dientes y resoplé cuando vi lo cerca que pasó el ala punzante del cuerpo de Elen, pensé que le había enganchado. Pero no. Había conseguido realizarle un corte a la criatura en ésta y tras la pasada comenzó a correr hacia la iglesia, donde me encontraba yo.
La criatura salió tras ella, no podía quedarme parada en la puerta, así que rápidamente entré en el edificio a ver si podía llegar hasta las campanas. El escenario era bastante desolador, la iglesia directamente no tenía tejado. Las tejas se encontraban rotas en el suelo. Probablemente destruidas tras el paso de los años. Únicamente se mantenía en pie la fachada del edificio. Al menos había suficientes columnas de piedra todavía en pie para que la criatura no entrase por encima fácilmente, y las paredes de roca contaban con agujeros. Definitivamente, no era el mejor escenario para combatir a una criatura semejante.
Para colmo, la escalerilla de madera que subía al altillo del campanario estaba también partida en dos. Por suerte, pude subirme a un montón de escombros que me permitía saltar desde allí a una de las columnas que en otros tiempos sostenían el techo, me agarré con miedo a que ésta cayera y me aplastara, pero aguantó bien mi impacto y, desde ahí, gracias a mis poderes del viento pude hacer un salto largo que me permitió llegar al campanario, situado en la parte más alta de la ermita.
Eran dos campanas, no demasiado grandes, y supuse que el pequeño sistema de poleas y cuerda cercano a la pared sería lo que haría sonar a ambas. Por lo menos esperaba que funcionaran. Miré entre las dos campanas para ver donde estaba Elen, la criatura estaba cada vez más cerca de la bruja eléctrica, que estaba muy cerca de entrar por la puerta. Tenía que hacer algo, pero no tenía munición para disparar. Así que, aprovechando que Elen había dicho que el oído era su punto débil, me dispuse a tirar de la cuerda de las campanas lo más fuerte que pude.
Sonaban acompasadas. Esperaba dejar sordo al animal, o al menos que huyera por el ruido. Pero no. Lejos de eso, la criatura dio un salto hacia el campanario. Y se sostuvo sobre este. Sorprendiéndome por completo cuando sentí la vieja ermita temblar completamente por el golpe. Corríamos un grave riesgo de derrumbe.
-Me dijiste que su punto flaco era el oído. – le recriminé a Elen separando los brazos de mi cuerpo y golpeándome los muslos, en un claro tono de malhumor, no porque estuviese enfadada, sino fruto de los nervios y la tensión del momento. Parece que o bien no entendí a Elen, o se había equivocado. Fuera cual fuera el motivo, no era el lugar para discutir. La criatura parecía aún más enfurecida y molesta por el ruido. Las campanas no se detuvieron y seguirían resonando, lo que daba lugar a una situación todavía más tétrica e irónica, a fin de cuentas estábamos intentando ser devoradas por una criatura en un teórico “lugar sagrado”.
Bajé de un salto a donde se encontraba mi amiga. El animal estaba herido, pero eso lo hacía todavía más peligroso. Afortunadamente era demasiado grande como para entrar por cualquiera de los huecos de la pared. Cuando bajó del campanario, tras un nuevo pequeño terremoto, trato de meter una de sus zarpas por un agujero cercano a nosotras. - ¡Cuidado!- Grité, tomando rápidamente a Elen del brazo y la arrastré hasta el centro de la estructura, para que no llegara hasta nosotras.
Sentí al animal tratando de encaramarse al edificio. Era ágil pese a tener una única extremidad hábil en ese momento. -¿Qué hacemos, Elen? - respondí algo nerviosa. Mientras decidía algo Me fijé de nuevo en las campanas. Tal vez podría utilizarlas aún.
-¡Ash balla ná! – Estiré y agarroté mis brazos en dirección a las campanas, para conjurar una fuerte corriente de aire con la intención de desplazar las campanas, que al encontrarse en tal estado de deterioro, seguramente podrían soltarse de su sujeción y dar a la criatura en alguna parte. Claro que por la misma teoría, corríamos también de que se derrumbara el edificio. El animal no tardaría en llegar a lo alto del mismo.
Anastasia Boisson
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Re: Planes frustrados [Interpretativo][Libre][1/1][CERRADO]
Su perseguidora no tardó demasiado en recuperarse, pero por suerte la flecha que Huracán le había clavado en la rodilla impedía que pudiese correr, con lo que la bruja tuvo tiempo de llegar a la modesta iglesia sin muchos problemas. Conforme avanzaba, la joven pudo darse cuenta de que el estado de la estructura era mucho peor de lo que había imaginado en la distancia, si quería provocar un derrumbamiento tendría que hacerlo con sumo cuidado, para no acabar sepultada junto con la bestia.
Anastasia hizo sonar las campanas, pero al ver que esto no surtía el efecto deseado en la Manticore, recriminó malhumorada a la de ojos verdes, que justo en aquel momento entraba por la puerta de la iglesia. - Me expliqué mal, no tienen un oído sensible sino muy malo, pero al ser un ejemplar joven todavía no ha perdido el sentido del todo. - dijo para aclarar lo que había intentado decirle. El animal, haciendo uso de sus fuertes garras, se encaramó al edificio para intentar treparlo, en busca de algún hueco lo suficientemente grande como para colarse por él.
Con un rápido movimiento, la cazadora tiró de su brazo para apartarla de uno de los agujeros cercanos, por el que la criatura intentaba alcanzarlas con una de sus zarpas. Al parecer la pérdida de sangre todavía no le afectaba demasiado, ni tampoco el dolor por tener ambas alas rajadas y una pata herida, las ansias de venganza eran mucho más fuertes. Ya en el centro de la sala, la hechicera alzó la vista y buscó los puntos débiles de la estructura, cuyo deplorable estado la hacía cada vez más inestable, a causa de los bruscos golpes que le propinaba la bestia en su intento por acceder al interior.
- Tenemos que dejarla entrar, sé que suena a locura pero si lo conseguimos podríamos valernos del edificio para acabar con ella, con desviar un poco las columnas centrales todo cedería. - indicó, mientras su compañera utilizaba sus poderes para golpear las campanas, que seguían sonando. Una de ellas comenzó a soltarse, quedando inclinada y poniendo en peligro cualquier cosa que estuviese debajo, ya que podía caer en cualquier momento. - Ese hueco es lo bastante grande como para salir por él, mantente cerca y vete en cuanto la iglesia empiece a derrumbarse, yo haré de cebo. - musitó, antes de encaminarse a un montículo de escombros y trepar por él.
En el piso de arriba una de las paredes estaba realmente destrozada, lo suficiente como para que con algo de viento terminase cediendo, así que concentró su elemento contra ella, creando una potente corriente de aire. Los bloques y ladrillos agrietados salieron disparados hacia el exterior, dejando en su lugar un enorme hueco, por el que la Manticore cabría sin problemas. El animal no pasó por alto la oportunidad, se valió de sus garras y los garfios que tenía en las puntas de las alas para subir hasta allí, profiriendo un gutural gruñido de satisfacción al ver que una de sus presas lo esperaba.
Elen se quedó completamente inmóvil, con la espalda apoyada en una de las columnas y expectante, pero no tuvo que esperar mucho, la bestia se lanzó contra ella tan rápido como pudo, cosa que era justamente lo que la maga esperaba. Se apartó de la trayectoria en el último momento, dejándose caer por el montón de escombros que había usado para alcanzar el piso superior, aunque quizá no había sido la mejor idea del mundo. El impacto entre la criatura y el soporte hizo temblar toda la estructura de la iglesia, que al quedar sin una de sus columnas principales podía derrumbarse en cualquier momento.
Magullada, la bruja se levantó del suelo y alzó la vista, justo para ver como la campana que Huracán había dejado medio suelta caía repentinamente, acertando sobre la Manticore. Con un alarido, el animal trató de deshacerse del pesado objeto que le había caído encima, mientras la de ojos verdes buscaba una forma de dañar el otro soporte que mantenía en pie la iglesia, pues esperar a que la criatura bajase para volver a engañarla podía ser demasiado arriesgado, sobre todo teniendo en cuenta que la salida se encontraba al otro lado de la sala.
Anastasia hizo sonar las campanas, pero al ver que esto no surtía el efecto deseado en la Manticore, recriminó malhumorada a la de ojos verdes, que justo en aquel momento entraba por la puerta de la iglesia. - Me expliqué mal, no tienen un oído sensible sino muy malo, pero al ser un ejemplar joven todavía no ha perdido el sentido del todo. - dijo para aclarar lo que había intentado decirle. El animal, haciendo uso de sus fuertes garras, se encaramó al edificio para intentar treparlo, en busca de algún hueco lo suficientemente grande como para colarse por él.
Con un rápido movimiento, la cazadora tiró de su brazo para apartarla de uno de los agujeros cercanos, por el que la criatura intentaba alcanzarlas con una de sus zarpas. Al parecer la pérdida de sangre todavía no le afectaba demasiado, ni tampoco el dolor por tener ambas alas rajadas y una pata herida, las ansias de venganza eran mucho más fuertes. Ya en el centro de la sala, la hechicera alzó la vista y buscó los puntos débiles de la estructura, cuyo deplorable estado la hacía cada vez más inestable, a causa de los bruscos golpes que le propinaba la bestia en su intento por acceder al interior.
- Tenemos que dejarla entrar, sé que suena a locura pero si lo conseguimos podríamos valernos del edificio para acabar con ella, con desviar un poco las columnas centrales todo cedería. - indicó, mientras su compañera utilizaba sus poderes para golpear las campanas, que seguían sonando. Una de ellas comenzó a soltarse, quedando inclinada y poniendo en peligro cualquier cosa que estuviese debajo, ya que podía caer en cualquier momento. - Ese hueco es lo bastante grande como para salir por él, mantente cerca y vete en cuanto la iglesia empiece a derrumbarse, yo haré de cebo. - musitó, antes de encaminarse a un montículo de escombros y trepar por él.
En el piso de arriba una de las paredes estaba realmente destrozada, lo suficiente como para que con algo de viento terminase cediendo, así que concentró su elemento contra ella, creando una potente corriente de aire. Los bloques y ladrillos agrietados salieron disparados hacia el exterior, dejando en su lugar un enorme hueco, por el que la Manticore cabría sin problemas. El animal no pasó por alto la oportunidad, se valió de sus garras y los garfios que tenía en las puntas de las alas para subir hasta allí, profiriendo un gutural gruñido de satisfacción al ver que una de sus presas lo esperaba.
Elen se quedó completamente inmóvil, con la espalda apoyada en una de las columnas y expectante, pero no tuvo que esperar mucho, la bestia se lanzó contra ella tan rápido como pudo, cosa que era justamente lo que la maga esperaba. Se apartó de la trayectoria en el último momento, dejándose caer por el montón de escombros que había usado para alcanzar el piso superior, aunque quizá no había sido la mejor idea del mundo. El impacto entre la criatura y el soporte hizo temblar toda la estructura de la iglesia, que al quedar sin una de sus columnas principales podía derrumbarse en cualquier momento.
Magullada, la bruja se levantó del suelo y alzó la vista, justo para ver como la campana que Huracán había dejado medio suelta caía repentinamente, acertando sobre la Manticore. Con un alarido, el animal trató de deshacerse del pesado objeto que le había caído encima, mientras la de ojos verdes buscaba una forma de dañar el otro soporte que mantenía en pie la iglesia, pues esperar a que la criatura bajase para volver a engañarla podía ser demasiado arriesgado, sobre todo teniendo en cuenta que la salida se encontraba al otro lado de la sala.
Elen Calhoun
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Re: Planes frustrados [Interpretativo][Libre][1/1][CERRADO]
La idea de mi fiel compañera era sepultar a aquel monstruo entre las ruinas de la iglesia. El mayor problema que veía era evitar que nosotras acabásemos también enterradas con él. No obstante, no veía otra opción mucho mejor para acabar con el animal, así que asentí con la cabeza a su plan.
Elen por lo visto quería asumir la parte más peligrosa, que era hacer de cebo bajo la criatura, yo seguiría creando una fuerte corriente de viento para liberar las campanas y tratar de darle al animal. Pero mis poderes del viento no tenían aún un nivel de desarrollo muy alto, y destruir aquellas campanas iba a costarme demasiado. Mortagglia, o más bien Anastasia, había desarrollado la telekinesis y le había ido muy bien en su época cazadora. Tal vez, si llegaba viva a Beltrexus sería una buena idea el comenzar a profundizar en estas artes, por ejemplo ahora me vendría de lujo para desprender aquellas viejas campanas.
Cada poco, trataba de mirar qué hacía Elen. Ella también se sirvió del aire para romper una pared en el piso superior por la que entraría la criatura. Estábamos encerradas en la jaula de un león y, encima, en una jaula que iba a derrumbarse.
-Esto es un suicidio. – me dije a mí misma, ligeramente dubitativa sobre el final que iba a tener aquello. No obstante me dirigí hacia el hueco que me había indicado mi amiga mientras agarrotaba los brazos para tratar de desprender aquellas campanas de metal.
El animal no se hizo de rogar y al poco apareció por el hueco, provocando nuevos temblores. Elen se puso tras una columna principal para que la manticore se lanzara a por ella, cosa que no tardó en hacer, y se apartó a tiempo para que el monstruo golpeara de bruces el pilar, que fue el causante de un nuevo temblor, ésta comenzó a tambalearse, haciendo amagos de derrumbarse.
Poco después conseguí soltar la campana antes de que el animal se levantara. Dirigí la corriente de aire hacia el animal para golpearlo con fuerza. La campana le dio en el abdomen y lo volvió a tirar contra la columna de la que se acababa de levantar. El nuevo impacto terminó por derruir el pilar, que para nuestra mala suerte fue a caer en dirección al segundo pilar principal. Y así, como si fueran fichas de dominó, ambas columnas se derrumbaron. Provocando un gran terremoto.
-¡Elen, tenemos que salir de aquí! – Le grité. Era el momento de salir. Yo lo tenía fácil pues la bruja me había indicado una posible vía de escape. Pero ella, que había hecho de cebo, se encontraba ahora lejos de la salida. La manticore sí que no podría salir pues además de estar mutilada, tenía unas pesadas campanas sobre su cuerpo.
Sin pensármelo más tiempo, salí corriendo del edificio, que poco después comencé a notar que se derrumbaba a mis espaldas, un fuerte alarido agónico de la manticore y un estruendoso sonido de roca derrumbándose en medio de la inmundicia fueron lo último que escuché antes de sentir un notable silencio a mis espaldas. Me di la vuelta y vi como una nube de polvo cubría totalmente lo que ahora serían las ruinas de la iglesia.
Las corrientes de aire que habíamos generado y que aún permanecían en el ambiente, ayudaron a dispersar el polvo con velocidad. El paisaje nevado y el silencio absoluto reinaban ahora en el ambiente, pero en mi cabeza sólo había una preocupación ahora: Saber dónde estaba mi amiga.
-No… no puede ser. – me dije llevándome una mano a la cabeza. No veía a Elen hacer atisbos por ningún lado. Claro que ella podría pensar lo mismo de mí. Corrí de nuevo hacia las ruinas. Allí, entre ellas, se podía ver sobresalir el ala rígida de la manticore, ya sin vida.
-¡Elen! ¿Dónde estás? - Comencé a gritar en el silencio total, levantando piedras aleatoriamente, por la zona en la que se debería encontrar de no haber conseguido escapar. Sólo esperaba que hubiese conseguido salir y que aún no se hubiese pronunciado, que era otra posibilidad, aunque ya comenzaba a asustarme. – ¡Elen! Por favor, dime algo. – pedí, mientras seguía levantando rocas.
Verdaderamente habíamos vivido ya muchas experiencias juntas, y aunque mostrase un rostro frío y duro, incluso con ella. Y, a pesar de que no se lo iba a reconocer a ella, la joven bruja era ya alguien importante para mí en mi vida. Lo último que desearía era perderla.
Elen por lo visto quería asumir la parte más peligrosa, que era hacer de cebo bajo la criatura, yo seguiría creando una fuerte corriente de viento para liberar las campanas y tratar de darle al animal. Pero mis poderes del viento no tenían aún un nivel de desarrollo muy alto, y destruir aquellas campanas iba a costarme demasiado. Mortagglia, o más bien Anastasia, había desarrollado la telekinesis y le había ido muy bien en su época cazadora. Tal vez, si llegaba viva a Beltrexus sería una buena idea el comenzar a profundizar en estas artes, por ejemplo ahora me vendría de lujo para desprender aquellas viejas campanas.
Cada poco, trataba de mirar qué hacía Elen. Ella también se sirvió del aire para romper una pared en el piso superior por la que entraría la criatura. Estábamos encerradas en la jaula de un león y, encima, en una jaula que iba a derrumbarse.
-Esto es un suicidio. – me dije a mí misma, ligeramente dubitativa sobre el final que iba a tener aquello. No obstante me dirigí hacia el hueco que me había indicado mi amiga mientras agarrotaba los brazos para tratar de desprender aquellas campanas de metal.
El animal no se hizo de rogar y al poco apareció por el hueco, provocando nuevos temblores. Elen se puso tras una columna principal para que la manticore se lanzara a por ella, cosa que no tardó en hacer, y se apartó a tiempo para que el monstruo golpeara de bruces el pilar, que fue el causante de un nuevo temblor, ésta comenzó a tambalearse, haciendo amagos de derrumbarse.
Poco después conseguí soltar la campana antes de que el animal se levantara. Dirigí la corriente de aire hacia el animal para golpearlo con fuerza. La campana le dio en el abdomen y lo volvió a tirar contra la columna de la que se acababa de levantar. El nuevo impacto terminó por derruir el pilar, que para nuestra mala suerte fue a caer en dirección al segundo pilar principal. Y así, como si fueran fichas de dominó, ambas columnas se derrumbaron. Provocando un gran terremoto.
-¡Elen, tenemos que salir de aquí! – Le grité. Era el momento de salir. Yo lo tenía fácil pues la bruja me había indicado una posible vía de escape. Pero ella, que había hecho de cebo, se encontraba ahora lejos de la salida. La manticore sí que no podría salir pues además de estar mutilada, tenía unas pesadas campanas sobre su cuerpo.
Sin pensármelo más tiempo, salí corriendo del edificio, que poco después comencé a notar que se derrumbaba a mis espaldas, un fuerte alarido agónico de la manticore y un estruendoso sonido de roca derrumbándose en medio de la inmundicia fueron lo último que escuché antes de sentir un notable silencio a mis espaldas. Me di la vuelta y vi como una nube de polvo cubría totalmente lo que ahora serían las ruinas de la iglesia.
Las corrientes de aire que habíamos generado y que aún permanecían en el ambiente, ayudaron a dispersar el polvo con velocidad. El paisaje nevado y el silencio absoluto reinaban ahora en el ambiente, pero en mi cabeza sólo había una preocupación ahora: Saber dónde estaba mi amiga.
-No… no puede ser. – me dije llevándome una mano a la cabeza. No veía a Elen hacer atisbos por ningún lado. Claro que ella podría pensar lo mismo de mí. Corrí de nuevo hacia las ruinas. Allí, entre ellas, se podía ver sobresalir el ala rígida de la manticore, ya sin vida.
-¡Elen! ¿Dónde estás? - Comencé a gritar en el silencio total, levantando piedras aleatoriamente, por la zona en la que se debería encontrar de no haber conseguido escapar. Sólo esperaba que hubiese conseguido salir y que aún no se hubiese pronunciado, que era otra posibilidad, aunque ya comenzaba a asustarme. – ¡Elen! Por favor, dime algo. – pedí, mientras seguía levantando rocas.
Verdaderamente habíamos vivido ya muchas experiencias juntas, y aunque mostrase un rostro frío y duro, incluso con ella. Y, a pesar de que no se lo iba a reconocer a ella, la joven bruja era ya alguien importante para mí en mi vida. Lo último que desearía era perderla.
Anastasia Boisson
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Re: Planes frustrados [Interpretativo][Libre][1/1][CERRADO]
Con lo que no contaba la hechicera era que el primer soporte de la estructura cayese en dirección al segundo, provocando antes de tiempo lo que buscaba, el inevitable derrumbamiento de la iglesia. Todo el edificio se vio sacudido por el impacto, y mientras las pesadas campanas aprisionaban a la Manticore, sin darle opción de escapar a tiempo, la parte alta del campanario comenzó a caer, en forma de lluvia de escombros. Los bloques de piedra pronto arrancaron un alarido al animal, que en cuestión de unos instantes se vio totalmente sepultado, lo que sumado a las heridas y a la falta de aire, terminó con su vida.
El tiempo de la bruja también se estaba acabando, si no salía de inmediato correría la misma suerte que la bestia, hallando un trágico final. No, no iba a morir de aquella manera, sabía que tarde o temprano le llegaría la hora de abandonar el mundo, pero no en medio de los restos de un poblado que cayó en desgracia por causa de las guerras. Elen tenía una misión que cumplir, y lucharía hasta el último aliento para completarla, ya que si algo tenía que acabar con ella estaba claro que sería su lucha contra los seres que la habían atormentado durante años.
A toda prisa, la joven trató de llegar hasta la salida que había señalado a su compañera, pero los escombros la taparon antes de que pudiese llegar, obligándola a cambiar de dirección de forma repentina. Debía encontrar un hueco por el que escapar antes de que toda la estructura se le viniese encima, así que optó por otra idea, trepar nuevamente hasta lo poco que quedaba del piso superior y saltar a través del agujero que había creado para dejar entrar a la Manticore.
Sin perder ni un segundo, corrió hacia el montículo de escombros y comenzó a subir, echándose a un lado para esquivar los bloques que seguían cayendo peligrosamente cerca de su posición. Solo tenía unos instantes para abandonar la iglesia antes de que se derrumbase por completo, con lo que llegó al primer piso y sin pensárselo dos veces se lanzó por el hueco, cubriéndose el rostro con los brazos para no dañarse la cabeza al aterrizar.
Desafortunadamente fue a parar contra un sólido muro que rodeaba el edificio, golpeándose bruscamente el hombro izquierdo y la sien del mismo lado, lo que la dejó en un estado de semiinconsciencia durante varios minutos. Un fino hilo de sangre le recorrió el rostro, desde el lateral de la frente hasta la mejilla, donde a causa del terrible frío se congeló, sin poder seguir su camino hasta la blanca nieve sobre la que estaba tendido su cuerpo.
Si no reaccionaba en breve aquel podría convertirse en su final, las bajas temperaturas le entumecerían las extremidades y poco después sería incapaz de respirar, ni de llegar a ningún lugar en que cobijarse. Sin embargo, un eco lejano consiguió que empezara a abrir los ojos lentamente, mientras un quejido escapaba de su garganta al notar el dolor que se apoderaba de su cabeza. Era Huracán, que la llamaba sin cesar, preguntando dónde se encontraba o simplemente pidiendo que diese señales de vida.
- Anastasia…- consiguió pronunciar, mientras reunía las fuerzas que le quedaban para incorporarse, movimiento que también la hizo proferir un quejido. Sentada sobre la nieve, Elen cerró los ojos hasta que el paisaje dejó de dar vueltas, mareada y aún un poco aturdida por culpa del golpe. - ¡Estoy aquí! - exclamó, sin intentar levantarse todavía, pues probablemente no pudiese tenerse en pie aún. A lo lejos pudo oír otra voz, la del desquiciado músico, que a pesar de haber sido atacado de gravedad por su propia mascota, lamentaba que la bestia hubiese muerto.
- Maldito inútil. - musitó la hechicera, para luego valerse del muro con que había chocado a modo de apoyo para levantarse. Entonces pudo ver por fin a su amiga, que se encontraba sana y salva, cosa que la tranquilizó bastante.
El tiempo de la bruja también se estaba acabando, si no salía de inmediato correría la misma suerte que la bestia, hallando un trágico final. No, no iba a morir de aquella manera, sabía que tarde o temprano le llegaría la hora de abandonar el mundo, pero no en medio de los restos de un poblado que cayó en desgracia por causa de las guerras. Elen tenía una misión que cumplir, y lucharía hasta el último aliento para completarla, ya que si algo tenía que acabar con ella estaba claro que sería su lucha contra los seres que la habían atormentado durante años.
A toda prisa, la joven trató de llegar hasta la salida que había señalado a su compañera, pero los escombros la taparon antes de que pudiese llegar, obligándola a cambiar de dirección de forma repentina. Debía encontrar un hueco por el que escapar antes de que toda la estructura se le viniese encima, así que optó por otra idea, trepar nuevamente hasta lo poco que quedaba del piso superior y saltar a través del agujero que había creado para dejar entrar a la Manticore.
Sin perder ni un segundo, corrió hacia el montículo de escombros y comenzó a subir, echándose a un lado para esquivar los bloques que seguían cayendo peligrosamente cerca de su posición. Solo tenía unos instantes para abandonar la iglesia antes de que se derrumbase por completo, con lo que llegó al primer piso y sin pensárselo dos veces se lanzó por el hueco, cubriéndose el rostro con los brazos para no dañarse la cabeza al aterrizar.
Desafortunadamente fue a parar contra un sólido muro que rodeaba el edificio, golpeándose bruscamente el hombro izquierdo y la sien del mismo lado, lo que la dejó en un estado de semiinconsciencia durante varios minutos. Un fino hilo de sangre le recorrió el rostro, desde el lateral de la frente hasta la mejilla, donde a causa del terrible frío se congeló, sin poder seguir su camino hasta la blanca nieve sobre la que estaba tendido su cuerpo.
Si no reaccionaba en breve aquel podría convertirse en su final, las bajas temperaturas le entumecerían las extremidades y poco después sería incapaz de respirar, ni de llegar a ningún lugar en que cobijarse. Sin embargo, un eco lejano consiguió que empezara a abrir los ojos lentamente, mientras un quejido escapaba de su garganta al notar el dolor que se apoderaba de su cabeza. Era Huracán, que la llamaba sin cesar, preguntando dónde se encontraba o simplemente pidiendo que diese señales de vida.
- Anastasia…- consiguió pronunciar, mientras reunía las fuerzas que le quedaban para incorporarse, movimiento que también la hizo proferir un quejido. Sentada sobre la nieve, Elen cerró los ojos hasta que el paisaje dejó de dar vueltas, mareada y aún un poco aturdida por culpa del golpe. - ¡Estoy aquí! - exclamó, sin intentar levantarse todavía, pues probablemente no pudiese tenerse en pie aún. A lo lejos pudo oír otra voz, la del desquiciado músico, que a pesar de haber sido atacado de gravedad por su propia mascota, lamentaba que la bestia hubiese muerto.
- Maldito inútil. - musitó la hechicera, para luego valerse del muro con que había chocado a modo de apoyo para levantarse. Entonces pudo ver por fin a su amiga, que se encontraba sana y salva, cosa que la tranquilizó bastante.
Elen Calhoun
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Re: Planes frustrados [Interpretativo][Libre][1/1][CERRADO]
Me ponía más nerviosa conforme revolvía entre los escombros de lo que fue una ermita. Tenía que saber cómo se encontraba mi compañera Elen. Seguía llamándola a voces, esperando alguna respuesta que no tardaría mucho más en llegar. Rápidamente atendí a la voz que pronunciaba mi nombre. Era la de Elen. Respiré tranquila en cuanto la vi tendida en la nieve junto a un muro.
-¡Elen! – corrí hacia donde se encontraba. Intentaba levantarse. Se encontraba aturdida y tenía un hilo de sangre cayendo de su frente a través de su sien. Un golpe en la cabeza. – No tengo pociones mágicas, pero esto servirá. - saqué un pañuelo que llevaba en el bolsillo y se lo puse sobre la herida para evitar que perdiera sangre que la hiciera entrar en inconsciencia. No me parecía una herida profunda, había tenido suerte pues los golpes en la cabeza suelen ser malos.
Traté de ayudarla a reincorporarse, había estado varios minutos a la intemperie y estaba helada. Yo también lo estaba, no sé cuánto podríamos sobrevivir allí fuera, pues en aquel momento comenzaba a granizar de nuevo.
La bruja percibió alguien a nuestra espalda, no dudé en girarme para ver quién era. Sí, era el loco de la doble personalidad. Que venía corriendo hacia nosotras, gritando como un loco y maldiciendo la pérdida de su “mascota”. Echa una furia dejé que Elen se sujetara por sí misma y me dirigí al tipo, andando de brazos encogidos y con actitud desafiante. Iba a saber quién era yo enfadada.
-¡Qué le habéis hecho a Toby desgraciadas! – dijo el tipo que parecía ignorar mi cabreo. No estaba el horno para bollos. Si creía que además de casi.
-Estúpido imbécil. – dije acercándome a él. Yo era una mujer alta, le sacaba un par de palmos. Lo apechugué y lo tiré contra la fría nieve. – Casi consigues que nos mate una manticore – estaba de muy mal humor y eso podría costarle al tipo la vida si reaccionaba con las palabras adecuadas.
-¡No nos matéis! ¡Mi hermano y yo somos inocentes! – volvía a vueltas con lo de su hermano. ¿Me tomaba por gilipollas? Saqué una de las ballestas pequeñas y lo apunté. Estas sí que tenían munición, y para hacer frente a un tipo flacucho, barbudo y famélico era más que de sobra.
-¡Vuelve a hablar en plural! – le grité desafiante, abriendo los ojos, estaba harta de su pluralidad – ¡Hazlo una vez más y te disparo! – mi amenaza iba en serio. Después de un demonio, una guarida de vampiros y una mantícore no iba a tolerar que un imbécil semejante se riera de mí - ¿Dónde está el dragón? ¡Responde! – y con el pulgar quité el seguro de mi ballesta de mano. Un chasquido sonó, lo que indicaba que había llegado a la recámara.
-No… no sabemos quién es… ¿tú lo sabes, Max? – preguntó a nadie mirando al otro tipo.
Apreté el gatillo y un virote salió de la punta de mi ballesta en dirección a la pierna del tipo. Haciéndole soltar un grito de dolor y retorcerse en el suelo. Había disparado de cerca y el daño era evidente. Acerqué mi cara a la del hombre.
-He dicho que no hables en plural. – repetí, por si no le había quedado claro. El tipo afirmó con la cabeza sin atrever a mirarme a los ojos. – Te doy otra oportunidad para que respondas a mi pregunta. – le dije volviendo a apuntar de nuevo.
-No… no me dis…pares… por favor. Lo vi… lo vi. – repitió interponiendo sus brazos entre él y yo, como si eso lo fuera a librar de un nuevo flechazo. – Anoche luchó un dragón… contra un hipogrifo… A las puertas de la mansión… Fue duro… Pero ganó el dragón… Toby recogió los restos del hipogrifo. De verdad, sólo queríamos comer.
-¿A dónde fue el dragón? Y más vale que la encuentre porque si no volveré a por ti. – pregunté con aspecto serio y desafiante, sin dejar de apuntarle. Ante esta amenaza, el ermitaño optó por contarme la verdad.
-Está bien, está bien, te contaré la verdad. Pero no me hagas nada – comenzó diciendo - Adoptó forma humana tras el combate. Pero estaba muy herida. Quedó inconsciente sobre la nieve. – dijo el tipo mostrando un rostro de tristeza – Perdía sangre y metí a la mujer en casa. Esperaba convencerla… de que fuera mi amiga cuando tomara conciencia, por haberla salvado. No… no tengo amigos. Tan… tan sólo necesito alguien. – dijo el tipo, entre lágrimas – Pero yo no soy quien para retenerla… Id a buscarla. Está en el sótano. – concluyó el tipo derrumbado.
Reconozco que tras su triste historia me dio hasta pena haberle disparado. Aquel ermitaño no era más que un pobre hombre solitario que lo único que buscaba era compañía, ya fuera en la figura de su hermano imaginario o de una mantícore. Volví a poner el seguro a la ballesta y me dirigí a donde estaba Elen sin decir nada.
-Vamos, amiga mía. – le dije con una sonrisa tendiéndole la mano por si necesitaba apoyo para caminar después del golpe. Por fin encontraríamos a Igraine. Después de tanto esfuerzo.
-¡Elen! – corrí hacia donde se encontraba. Intentaba levantarse. Se encontraba aturdida y tenía un hilo de sangre cayendo de su frente a través de su sien. Un golpe en la cabeza. – No tengo pociones mágicas, pero esto servirá. - saqué un pañuelo que llevaba en el bolsillo y se lo puse sobre la herida para evitar que perdiera sangre que la hiciera entrar en inconsciencia. No me parecía una herida profunda, había tenido suerte pues los golpes en la cabeza suelen ser malos.
Traté de ayudarla a reincorporarse, había estado varios minutos a la intemperie y estaba helada. Yo también lo estaba, no sé cuánto podríamos sobrevivir allí fuera, pues en aquel momento comenzaba a granizar de nuevo.
La bruja percibió alguien a nuestra espalda, no dudé en girarme para ver quién era. Sí, era el loco de la doble personalidad. Que venía corriendo hacia nosotras, gritando como un loco y maldiciendo la pérdida de su “mascota”. Echa una furia dejé que Elen se sujetara por sí misma y me dirigí al tipo, andando de brazos encogidos y con actitud desafiante. Iba a saber quién era yo enfadada.
-¡Qué le habéis hecho a Toby desgraciadas! – dijo el tipo que parecía ignorar mi cabreo. No estaba el horno para bollos. Si creía que además de casi.
-Estúpido imbécil. – dije acercándome a él. Yo era una mujer alta, le sacaba un par de palmos. Lo apechugué y lo tiré contra la fría nieve. – Casi consigues que nos mate una manticore – estaba de muy mal humor y eso podría costarle al tipo la vida si reaccionaba con las palabras adecuadas.
-¡No nos matéis! ¡Mi hermano y yo somos inocentes! – volvía a vueltas con lo de su hermano. ¿Me tomaba por gilipollas? Saqué una de las ballestas pequeñas y lo apunté. Estas sí que tenían munición, y para hacer frente a un tipo flacucho, barbudo y famélico era más que de sobra.
-¡Vuelve a hablar en plural! – le grité desafiante, abriendo los ojos, estaba harta de su pluralidad – ¡Hazlo una vez más y te disparo! – mi amenaza iba en serio. Después de un demonio, una guarida de vampiros y una mantícore no iba a tolerar que un imbécil semejante se riera de mí - ¿Dónde está el dragón? ¡Responde! – y con el pulgar quité el seguro de mi ballesta de mano. Un chasquido sonó, lo que indicaba que había llegado a la recámara.
-No… no sabemos quién es… ¿tú lo sabes, Max? – preguntó a nadie mirando al otro tipo.
Apreté el gatillo y un virote salió de la punta de mi ballesta en dirección a la pierna del tipo. Haciéndole soltar un grito de dolor y retorcerse en el suelo. Había disparado de cerca y el daño era evidente. Acerqué mi cara a la del hombre.
-He dicho que no hables en plural. – repetí, por si no le había quedado claro. El tipo afirmó con la cabeza sin atrever a mirarme a los ojos. – Te doy otra oportunidad para que respondas a mi pregunta. – le dije volviendo a apuntar de nuevo.
-No… no me dis…pares… por favor. Lo vi… lo vi. – repitió interponiendo sus brazos entre él y yo, como si eso lo fuera a librar de un nuevo flechazo. – Anoche luchó un dragón… contra un hipogrifo… A las puertas de la mansión… Fue duro… Pero ganó el dragón… Toby recogió los restos del hipogrifo. De verdad, sólo queríamos comer.
-¿A dónde fue el dragón? Y más vale que la encuentre porque si no volveré a por ti. – pregunté con aspecto serio y desafiante, sin dejar de apuntarle. Ante esta amenaza, el ermitaño optó por contarme la verdad.
-Está bien, está bien, te contaré la verdad. Pero no me hagas nada – comenzó diciendo - Adoptó forma humana tras el combate. Pero estaba muy herida. Quedó inconsciente sobre la nieve. – dijo el tipo mostrando un rostro de tristeza – Perdía sangre y metí a la mujer en casa. Esperaba convencerla… de que fuera mi amiga cuando tomara conciencia, por haberla salvado. No… no tengo amigos. Tan… tan sólo necesito alguien. – dijo el tipo, entre lágrimas – Pero yo no soy quien para retenerla… Id a buscarla. Está en el sótano. – concluyó el tipo derrumbado.
Reconozco que tras su triste historia me dio hasta pena haberle disparado. Aquel ermitaño no era más que un pobre hombre solitario que lo único que buscaba era compañía, ya fuera en la figura de su hermano imaginario o de una mantícore. Volví a poner el seguro a la ballesta y me dirigí a donde estaba Elen sin decir nada.
-Vamos, amiga mía. – le dije con una sonrisa tendiéndole la mano por si necesitaba apoyo para caminar después del golpe. Por fin encontraríamos a Igraine. Después de tanto esfuerzo.
Anastasia Boisson
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Re: Planes frustrados [Interpretativo][Libre][1/1][CERRADO]
La cazadora no tardó en llegar a su lado para ayudarla, ofreciéndole un pañuelo para evitar que la sangre se siguiera escapando de su sien y terminara por dejarla inconsciente, cosa que a punto había estado de pasar nada más chocar contra el muro. - Yo puedo tratarme, solo necesito apartarme de este frío…- musitó aun ligeramente aturdida, mientras el pitido de los oídos empezaba a desaparecer. Siempre llevaba consigo lo necesario para atender heridas básicas, así que por esa parte no se preocupaba demasiado, solo tenía que llegar al interior de la mansión y encender un fuego que la hiciese entrar en calor, luego ella misma se ocuparía de eliminar el dolor de cabeza que padecía.
De un humor de perros, el músico se acercó hasta ellas, increpándoles por el daño que habían hecho a la Manticore, pero pronto se arrepentiría de aquello. Huracán no estaba precisamente contenta con lo ocurrido, y tras los moviditos días que llevaban, después de librarse de un demonio, enfrentarse a un montón de vampiros y el altercado con Mortagglia, lo peor que pudo hacer el hombre fue colmar su paciencia. La tensai lo tiró a la nieve y de inmediato echó mano a una de sus ballestas pequeñas, mientras aquel idiota suplicaba que no los matasen, ni a él ni a su hermano.
¿Dónde estaba éste último? Se preguntó mentalmente la hechicera, pero pronto las palabras de Anastasia la harían entender un poco mejor la situación, aquel hombre no estaba bien de la cabeza, y por alguna razón se refería a sí mismo en plural. Eso terminó enervando a la cazadora, que no dudó en disparar a la pierna del músico, cumpliendo la amenaza que le había hecho anteriormente. Con un alarido de dolor, al extraño se dio cuenta de que aquella joven iba en serio, así que optó por responder a la pregunta que le había hecho sobre el dragón, cubriéndose con los brazos por si volvía a dispararle.
La lucha entre Igraine y el grifo había tenido lugar en los alrededores de la mansión, y afortunadamente la dragona había ganado, dejando los restos de su oponente como festín para la Manticore y su desequilibrado dueño. Todo iba bien hasta el momento, pero el relato pronto empezó a torcerse, cuando el hombre reveló que a pesar de vencer, Igraine había quedado muy herida tras la pelea. Él mismo se había ocupado de recogerla de la nieve y llevarla a la mansión, con la esperanza de que al reponerse, la dragona quisiese ser su amiga, librándole así de la soledad que lo había llevado a perder en parte la cabeza.
Por último, indicó a las jóvenes que se dirigieran al sótano, lugar en que descansaba Igraine, aunque no tenían idea de en qué estado. Huracán se acercó y le tendió la mano para ayudarla, pero la de ojos verdes quedó pensativa por unos instantes, sin apartar la vista de aquel desgraciado. - No puedo dejarlo así, adelántate y encuentra a Igraine, puede que ella también necesite ayuda. - dijo con tranquilidad, antes de acercarse al músico y tirar de él para que se incorporase.
- Gracias. - susurró el hombre, mientras la hechicera lo ayudaba a llegar hasta el interior de la mansión. Una vez dentro, lo sentó cerca de la chimenea y le examinó la pierna, para acto seguido cortar la flecha que le atravesaba la extremidad y extraerla del todo. Temiendo que perdiese más sangre, Elen rebuscó en su bolsa hasta sacar una infusión de Inhibis y Barrimorth, que vertió en la herida para aliviarle el dolor y al mismo tiempo que empezara a sanar. Luego dio un trago de una poción idéntica para su dolor de cabeza y volvió a echar mano de su bolsa de cuero, esta vez para sacar unas hojas naranjas de Väruk, algo de agua y su mortero.
En cuestión de un par de minutos machacó las hojas y preparó la pasta de efecto calmante, que una vez lista procedió a aplicar en los dos orificios que el proyectil había dejado a su paso, tras lo cual vendó la zona y entregó al ermitaño otro frasco de Inhibis y Barrimorth. - Cuando te vuelva a doler bebe dos tragos de esto, solo dos ¿entendido? - preguntó, obteniendo por respuesta un gesto afirmativo de cabeza.
Dejando de lado al herido, la bruja volvió a ponerse en pie y se dirigió al sótano, por si Igraine necesitaba de alguna de sus pociones o ungüentos.
Off: Puedes manejar a Elen en lo que queda, para que te ayude a sanar a Igraine si es necesario.
Subrayado el uso de la pasiva de alquimia.
De un humor de perros, el músico se acercó hasta ellas, increpándoles por el daño que habían hecho a la Manticore, pero pronto se arrepentiría de aquello. Huracán no estaba precisamente contenta con lo ocurrido, y tras los moviditos días que llevaban, después de librarse de un demonio, enfrentarse a un montón de vampiros y el altercado con Mortagglia, lo peor que pudo hacer el hombre fue colmar su paciencia. La tensai lo tiró a la nieve y de inmediato echó mano a una de sus ballestas pequeñas, mientras aquel idiota suplicaba que no los matasen, ni a él ni a su hermano.
¿Dónde estaba éste último? Se preguntó mentalmente la hechicera, pero pronto las palabras de Anastasia la harían entender un poco mejor la situación, aquel hombre no estaba bien de la cabeza, y por alguna razón se refería a sí mismo en plural. Eso terminó enervando a la cazadora, que no dudó en disparar a la pierna del músico, cumpliendo la amenaza que le había hecho anteriormente. Con un alarido de dolor, al extraño se dio cuenta de que aquella joven iba en serio, así que optó por responder a la pregunta que le había hecho sobre el dragón, cubriéndose con los brazos por si volvía a dispararle.
La lucha entre Igraine y el grifo había tenido lugar en los alrededores de la mansión, y afortunadamente la dragona había ganado, dejando los restos de su oponente como festín para la Manticore y su desequilibrado dueño. Todo iba bien hasta el momento, pero el relato pronto empezó a torcerse, cuando el hombre reveló que a pesar de vencer, Igraine había quedado muy herida tras la pelea. Él mismo se había ocupado de recogerla de la nieve y llevarla a la mansión, con la esperanza de que al reponerse, la dragona quisiese ser su amiga, librándole así de la soledad que lo había llevado a perder en parte la cabeza.
Por último, indicó a las jóvenes que se dirigieran al sótano, lugar en que descansaba Igraine, aunque no tenían idea de en qué estado. Huracán se acercó y le tendió la mano para ayudarla, pero la de ojos verdes quedó pensativa por unos instantes, sin apartar la vista de aquel desgraciado. - No puedo dejarlo así, adelántate y encuentra a Igraine, puede que ella también necesite ayuda. - dijo con tranquilidad, antes de acercarse al músico y tirar de él para que se incorporase.
- Gracias. - susurró el hombre, mientras la hechicera lo ayudaba a llegar hasta el interior de la mansión. Una vez dentro, lo sentó cerca de la chimenea y le examinó la pierna, para acto seguido cortar la flecha que le atravesaba la extremidad y extraerla del todo. Temiendo que perdiese más sangre, Elen rebuscó en su bolsa hasta sacar una infusión de Inhibis y Barrimorth, que vertió en la herida para aliviarle el dolor y al mismo tiempo que empezara a sanar. Luego dio un trago de una poción idéntica para su dolor de cabeza y volvió a echar mano de su bolsa de cuero, esta vez para sacar unas hojas naranjas de Väruk, algo de agua y su mortero.
En cuestión de un par de minutos machacó las hojas y preparó la pasta de efecto calmante, que una vez lista procedió a aplicar en los dos orificios que el proyectil había dejado a su paso, tras lo cual vendó la zona y entregó al ermitaño otro frasco de Inhibis y Barrimorth. - Cuando te vuelva a doler bebe dos tragos de esto, solo dos ¿entendido? - preguntó, obteniendo por respuesta un gesto afirmativo de cabeza.
Dejando de lado al herido, la bruja volvió a ponerse en pie y se dirigió al sótano, por si Igraine necesitaba de alguna de sus pociones o ungüentos.
Off: Puedes manejar a Elen en lo que queda, para que te ayude a sanar a Igraine si es necesario.
Subrayado el uso de la pasiva de alquimia.
Elen Calhoun
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Re: Planes frustrados [Interpretativo][Libre][1/1][CERRADO]
Para cuando terminé la conversación con el tipo, Elen ya se encontraba bien. La bruja de cabellos cenicientos había rehusado mi ayuda inicial, era, al igual que yo, muy orgullosa. Y no parecía gustarle demasiado que la ayudaran. Eso no era algo que precisamente yo pudiera criticarle, pues lo repetía asiduamente. Éramos bastante independientes.
Sin embargo, sí que ofreció su ayuda al loco aquel con el que casi termino. Pudieron llegar hasta el interior de la mansión, el tipo cojeaba por el ataque de la manticore y por el disparo que le había dado en el pie. Una vez allí, Elen y el ermitaño se sentaron junto a la chimenea mientras mi amiga le preparaba unas pociones.
Yo tomé un candelabro cercano y lo encendí aprovechándome de una pequeña vela encendida que se sostenía sobre una mesa semi-destruida en medio de aquel enorme salón. Y con ello me dirigí hacia el sótano, una puerta contigua situada a la derecha.
El lugar era un poco tenebroso. Una tétrica escalera cuya madera crujía descendía considerablemente hasta perderse por la oscuridad. Mares de telas de araña “decoraban” las paredes, dando lugar a una estampa escalofriante. Después de bajar despacio, sin tratar de hacer demasiada fuerza para evitar que rompiera. Llegué hasta donde se encontraba Igraine. Allí, en la oscuridad, y totalmente despierta aunque algo magullada, se encontraba la mujer que había estado buscando.
-¡Anastasia! – gritó al verme, viniendo hacia mí. – Estoy débil. Creía que no conseguiríais sobrevivir… ¿Está todo bien?
-No pasa nada. – le dije tomando de la espalda a la dragona, de avanzada edad, en un claro gesto de afecto – Elen está arriba y tenemos la situación controlada.
-Lo… lo último que recuerdo es cómo le mordí el cuello al hipogrifo. – dijo, tratando de reincorporarse – Era una criatura fuerte y hermosa. ¿Ha sobrevivido? ¿Volverá a atacar?
-No. – respondí con mi habitual sequedad, aunque tratando de entonar algo más alegre – Fue devorado por una manticore, pero a ésta ya le hemos dado caza también.
-¿Os habéis enfrentado a una manticore? – preguntó incrédula - ¿Y habéis sobrevivido? Bueno, en cualquier caso será mejor que salgamos de aquí y ya me lo contarás luego.
Ascendimos de nuevo por las escaleras, Igraine regeneraba sus heridas a gran velocidad y ya podía andar prácticamente bien. Sin necesidad de mi ayuda. Cuando llegamos arriba, Elen y el tipo estaban sentados frente a la chimenea. Aunque este último se encontraba bastante aquejado. Miró con cierta tristeza a Igraine, era consciente de que tenía que irse y que irremediablemente volvería a quedar solo. Pero la dragona no podría cargar con tres personas además de un caballo en el estado en el que se encontraba. Hice un gesto con la cabeza a mi amiga para que saliéramos del lugar.
Cuando abandonamos la casa serían aproximadamente las tres de la tarde. Sin duda, una buena hora para continuar el camino una vez descansáramos.
-Y dime, Anastasia, ¿por qué has venido a buscarme desde tan lejos? – preguntó intrigada. Pues aún no le había tenido tiempo para explicarle el por qué de mi visita. Sonreí y me tomé una pausa para explicárselo bien. Quería que se uniese a nosotros, pero no iba a forzarla ni mucho menos.
-Igraine, tú has visto en primera persona de lo que Mortagglia es capaz. No tiene piedad ni resentimiento por nadie. Ella y la Hermandad secuestran gente inocente para convertirlos a su doctrina y sus malévolos planes, que por ahora desconocemos cuáles son. – me alejé un poco, y miré en dirección al Sur, donde creía que debería estar Beltrexus. A continuación me di la vuelta. – Los cazadores de vampiros, como unidad, no somos suficientes para enfrentarnos a ella y su peligrosa secta. Conoce todos los trucos pues fue una de nosotros. La única manera de hacerle frente es actuando como un grupo, y por eso Dorian está reuniendo a los mejores hombres para hacerle frente. Tú la conociste, fuiste su mejor amiga. Luchasteis juntas. Tienes dotes como espía. Dorian cree en ti para volver a luchar juntos. Será un nuevo despertar para los Cazadores.
-¿Do… Dorian sigue vivo? - replicó en un tono de sorpresa – Desde que el grupo desapareció, Malcolm él y yo tomamos caminos distintos… ¿Sabes lo duro que fue para nosotros perder a todos los que queríamos? No te haces una idea, Anastasia.
La mujer se alejó un poco de Elen y de mí, ligeramente entristecida. Fui tras ella, con un tono cariñoso.
-¿Y vas a dejar que sus muertes fueran en vano? ¿No estarías dispuesta a morir por evitar lo que consideras injusto? No podemos dejar que venzan. Dorian cree en nosotros, y el doctor Malcolm también.
-Lo que no quiero es que tú y tu madre corráis el mismo destino. O que un nuevo grupo termine igual. La Hermandad es un enemigo mortal, Anastasia. No el típico contrato de vampiro borracho de fin de semana. – contestó girando la cabeza de golpe, más en un impulso de rabia. Miró hacia abajo, pensativa. No respondí tampoco y se hizo un silencio generalizado. Le permití reflexionar. Luego Igraine se volvió a girar, más suavemente. – Aún así, si tu madre y tú queréis enfrentaros a Mortagglia… Es inevitable que lo terminéis haciendo... con o sin mí. - reflexionó - ¿Estás segura de que quieres seguir ese destino? – me preguntó mirándome a los ojos.
-Sí. Y siempre lo estaré – respondí sin ninguna duda, pues era lo que, de corazón, sentía.
-Entonces yo también lo estoy.
Sin embargo, sí que ofreció su ayuda al loco aquel con el que casi termino. Pudieron llegar hasta el interior de la mansión, el tipo cojeaba por el ataque de la manticore y por el disparo que le había dado en el pie. Una vez allí, Elen y el ermitaño se sentaron junto a la chimenea mientras mi amiga le preparaba unas pociones.
Yo tomé un candelabro cercano y lo encendí aprovechándome de una pequeña vela encendida que se sostenía sobre una mesa semi-destruida en medio de aquel enorme salón. Y con ello me dirigí hacia el sótano, una puerta contigua situada a la derecha.
El lugar era un poco tenebroso. Una tétrica escalera cuya madera crujía descendía considerablemente hasta perderse por la oscuridad. Mares de telas de araña “decoraban” las paredes, dando lugar a una estampa escalofriante. Después de bajar despacio, sin tratar de hacer demasiada fuerza para evitar que rompiera. Llegué hasta donde se encontraba Igraine. Allí, en la oscuridad, y totalmente despierta aunque algo magullada, se encontraba la mujer que había estado buscando.
-¡Anastasia! – gritó al verme, viniendo hacia mí. – Estoy débil. Creía que no conseguiríais sobrevivir… ¿Está todo bien?
-No pasa nada. – le dije tomando de la espalda a la dragona, de avanzada edad, en un claro gesto de afecto – Elen está arriba y tenemos la situación controlada.
-Lo… lo último que recuerdo es cómo le mordí el cuello al hipogrifo. – dijo, tratando de reincorporarse – Era una criatura fuerte y hermosa. ¿Ha sobrevivido? ¿Volverá a atacar?
-No. – respondí con mi habitual sequedad, aunque tratando de entonar algo más alegre – Fue devorado por una manticore, pero a ésta ya le hemos dado caza también.
-¿Os habéis enfrentado a una manticore? – preguntó incrédula - ¿Y habéis sobrevivido? Bueno, en cualquier caso será mejor que salgamos de aquí y ya me lo contarás luego.
Ascendimos de nuevo por las escaleras, Igraine regeneraba sus heridas a gran velocidad y ya podía andar prácticamente bien. Sin necesidad de mi ayuda. Cuando llegamos arriba, Elen y el tipo estaban sentados frente a la chimenea. Aunque este último se encontraba bastante aquejado. Miró con cierta tristeza a Igraine, era consciente de que tenía que irse y que irremediablemente volvería a quedar solo. Pero la dragona no podría cargar con tres personas además de un caballo en el estado en el que se encontraba. Hice un gesto con la cabeza a mi amiga para que saliéramos del lugar.
Cuando abandonamos la casa serían aproximadamente las tres de la tarde. Sin duda, una buena hora para continuar el camino una vez descansáramos.
-Y dime, Anastasia, ¿por qué has venido a buscarme desde tan lejos? – preguntó intrigada. Pues aún no le había tenido tiempo para explicarle el por qué de mi visita. Sonreí y me tomé una pausa para explicárselo bien. Quería que se uniese a nosotros, pero no iba a forzarla ni mucho menos.
-Igraine, tú has visto en primera persona de lo que Mortagglia es capaz. No tiene piedad ni resentimiento por nadie. Ella y la Hermandad secuestran gente inocente para convertirlos a su doctrina y sus malévolos planes, que por ahora desconocemos cuáles son. – me alejé un poco, y miré en dirección al Sur, donde creía que debería estar Beltrexus. A continuación me di la vuelta. – Los cazadores de vampiros, como unidad, no somos suficientes para enfrentarnos a ella y su peligrosa secta. Conoce todos los trucos pues fue una de nosotros. La única manera de hacerle frente es actuando como un grupo, y por eso Dorian está reuniendo a los mejores hombres para hacerle frente. Tú la conociste, fuiste su mejor amiga. Luchasteis juntas. Tienes dotes como espía. Dorian cree en ti para volver a luchar juntos. Será un nuevo despertar para los Cazadores.
-¿Do… Dorian sigue vivo? - replicó en un tono de sorpresa – Desde que el grupo desapareció, Malcolm él y yo tomamos caminos distintos… ¿Sabes lo duro que fue para nosotros perder a todos los que queríamos? No te haces una idea, Anastasia.
La mujer se alejó un poco de Elen y de mí, ligeramente entristecida. Fui tras ella, con un tono cariñoso.
-¿Y vas a dejar que sus muertes fueran en vano? ¿No estarías dispuesta a morir por evitar lo que consideras injusto? No podemos dejar que venzan. Dorian cree en nosotros, y el doctor Malcolm también.
-Lo que no quiero es que tú y tu madre corráis el mismo destino. O que un nuevo grupo termine igual. La Hermandad es un enemigo mortal, Anastasia. No el típico contrato de vampiro borracho de fin de semana. – contestó girando la cabeza de golpe, más en un impulso de rabia. Miró hacia abajo, pensativa. No respondí tampoco y se hizo un silencio generalizado. Le permití reflexionar. Luego Igraine se volvió a girar, más suavemente. – Aún así, si tu madre y tú queréis enfrentaros a Mortagglia… Es inevitable que lo terminéis haciendo... con o sin mí. - reflexionó - ¿Estás segura de que quieres seguir ese destino? – me preguntó mirándome a los ojos.
-Sí. Y siempre lo estaré – respondí sin ninguna duda, pues era lo que, de corazón, sentía.
-Entonces yo también lo estoy.
----- FIN DE TRAMA -----
Anastasia Boisson
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