La díscola de la familia Boisson [Libre] [3/3] [Cerrado]
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Bosques cercanos al Gran Lago. Faltan pocas semanas para la gran batalla.
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Cataratas del Tymer, con la cordillera al Norte de fondo.
En principio pensé que haber aceptado que Jules y Eltrant se encargaran de Rachel había sido una mala idea. No es que no confiara en ambos, desde luego les creía más a ellos que al espía chupasangres de Cirylo, quien no me terminaba de convencer, a pesar de que mi madre me asegurara de su total compromiso con el gremio. Probablemente por mis prejuicios hacia la raza.
Más allá de la confianza, el problema radicaba en la dificultad de la tarea. ¿Tenían conocimientos como para conseguir que aquello que Cirylo había llamado "NIA" dejase de influenciar a Rachel? ¿Podrían hacerlo sin perder toda la valiosa información de su interior? No guardaba muchas esperanzas de ello pero, aún así, una vez más Eltrant logró sorprenderme.
Los días en los que Eltrant y Jules atendieron a Rachel, yo los dediqué completamente, junto a Cassandra Harrowmont y el resto de cazadores que nos habían acompañado al norte, a saber más sobre el paradero de la Hermandad. La Dama ya no tenía más lugartenientes después de que hubiésemos “desactivado” al centinela compañero de Elen, el vampiro Vladimir el Inmortal, y también al misterioso guardián amigo de Alanna Delteria, el pequeño Velo. Hasta donde sabíamos por medio de Cyrilo, se había quedado sola.
El propio vampiro indicó que el paradero actual de la Dama es desconocido incluso para él y que ésta seguía interesada en capturarnos a mi madre y a mí. Cirylo también indicó que, actualmente, se encontraba en algún lugar del Aerandir occidental creando un peligroso ejército de vampiros como el que devastó Lunargenta hace ya unos meses. Sin embargo, desde la traición de Velo, Mortagglia ya no confiaba en nadie más y se ocultaba incluso de sus propios seguidores mientras preparaba, en paradero desconocido, su ataque final.
Sin embargo, mi madre dirigió una investigación particular y me había escrito una carta para reunirme con ella en Sacrestic Ville y acabar con la Dama de una vez por todas. En aquel momento me encontraba en Dundarak, ciudad a la que había llegado por la carta de Cirylo que me había incitado a ir a “cazarle” para así tener la oportunidad de encontrarnos con Rachel. Por lo que la ciudad de los vampiros estaba lejos, muy lejos.
Por su parte, Jules se quedaría unos días más en Dundarak con su hermana ya recuperada. El papel de la pequeña de los Roche sería fundamental a la hora de derrotar a la Dama y debíamos cuidarla bien. Sin embargo, Eltrant sí que parecía interesado en acompañarme una vez más. ¿En serio no tenía nada más interesante que hacer? Aquella era la duda que me asaltó después de más de una semana de caminata junto al mercenario, Cass, y un par de cazadores más.
Atrás habían quedado las frías llanuras de los reinos del Norte y habíamos llegado a toparnos con los frondosos y solitarios bosques del río Tymer, en su parte Norte. Encontrar comida en un bosque podía ser difícil para según que gente, pero no para una compañía de expertos cazadores, desde luego.
-¿Qué te motiva a querer ayudarme, Tale? – le pregunté seria, alzando la cabeza para quitarme el flequillo que tapaba uno de mis ojos. Le llamaba por su apellido, como hacía de costumbre. No tenía demasiada confianza aún como para llamarle por el nombre. - ¿Te identificas con la causa? ¿Mortagglia ha matado a algún ser querido tuyo? ¿Deseos de gloria y fama? Juegas con fuego, Tale. Si Velo no hubiese cambiado de idea a última hora ni tú ni yo estaríamos aquí. – le recordé.
-Y él tampoco estaría aquí si aquel granero de Dundarak no hubiese comenzado a arder. - contestó con rapidez Cass, también bastante inexpresiva. Llevándose la mano al costado, aún dolorida por uno de los golpes que Eltrant le había propinado durante su combate. – No creas que me he olvidado de ello. - le advirtió. Yo reí y esperé a su respuesta, para continuar el diálogo.
– Dime, ¿piensas sacar algún beneficio de esto? – pregunté a Eltrant mirándole, aún no me creía que hubiese gente tan altruista capaz de ayudar desinteresadamente a otros arriesgando su propio cuello.
Estaba por ver cómo se sentiría Eltrant con dos mujeres tan poco conversadoras como Cass y yo. Por increíble que pareciera, el mercenario me caía mucho más simpático que la traicionera de Cass, con quien se podría decir tuve una infancia complicada y aún recordaba nuestro reciente incidente la noche de la mascarada. No era una mujer a la que fácilmente pudieses darle la espalda.
-A ver cuando llegamos al Gran Lago. – comenté hastiada tras varios días de avance lento entre el bosque. Miraba al suelo, para evitar tropezarme con las ramas de la espesura. Al encontrarnos en la parte Norte, la menos transitada, los caminos estaban más cerrados y la naturaleza mucho más viva que en la parte Sur del lago, que servía de paso y cruce de caminos entre los cuatro principales reinos. Pero en parte lo preferíamos pues seríamos mucho menos discretos de cara a los mil y un ojos de Mortagglia. - ¿Creéis que quedará mucho? – pregunté al grupo con la esperanza de que alguno me dijera: “Sí, justo detrás de aquel árbol”. Algo que dudaba que alguien dijese.
Más allá de la confianza, el problema radicaba en la dificultad de la tarea. ¿Tenían conocimientos como para conseguir que aquello que Cirylo había llamado "NIA" dejase de influenciar a Rachel? ¿Podrían hacerlo sin perder toda la valiosa información de su interior? No guardaba muchas esperanzas de ello pero, aún así, una vez más Eltrant logró sorprenderme.
Los días en los que Eltrant y Jules atendieron a Rachel, yo los dediqué completamente, junto a Cassandra Harrowmont y el resto de cazadores que nos habían acompañado al norte, a saber más sobre el paradero de la Hermandad. La Dama ya no tenía más lugartenientes después de que hubiésemos “desactivado” al centinela compañero de Elen, el vampiro Vladimir el Inmortal, y también al misterioso guardián amigo de Alanna Delteria, el pequeño Velo. Hasta donde sabíamos por medio de Cyrilo, se había quedado sola.
El propio vampiro indicó que el paradero actual de la Dama es desconocido incluso para él y que ésta seguía interesada en capturarnos a mi madre y a mí. Cirylo también indicó que, actualmente, se encontraba en algún lugar del Aerandir occidental creando un peligroso ejército de vampiros como el que devastó Lunargenta hace ya unos meses. Sin embargo, desde la traición de Velo, Mortagglia ya no confiaba en nadie más y se ocultaba incluso de sus propios seguidores mientras preparaba, en paradero desconocido, su ataque final.
Sin embargo, mi madre dirigió una investigación particular y me había escrito una carta para reunirme con ella en Sacrestic Ville y acabar con la Dama de una vez por todas. En aquel momento me encontraba en Dundarak, ciudad a la que había llegado por la carta de Cirylo que me había incitado a ir a “cazarle” para así tener la oportunidad de encontrarnos con Rachel. Por lo que la ciudad de los vampiros estaba lejos, muy lejos.
Por su parte, Jules se quedaría unos días más en Dundarak con su hermana ya recuperada. El papel de la pequeña de los Roche sería fundamental a la hora de derrotar a la Dama y debíamos cuidarla bien. Sin embargo, Eltrant sí que parecía interesado en acompañarme una vez más. ¿En serio no tenía nada más interesante que hacer? Aquella era la duda que me asaltó después de más de una semana de caminata junto al mercenario, Cass, y un par de cazadores más.
Atrás habían quedado las frías llanuras de los reinos del Norte y habíamos llegado a toparnos con los frondosos y solitarios bosques del río Tymer, en su parte Norte. Encontrar comida en un bosque podía ser difícil para según que gente, pero no para una compañía de expertos cazadores, desde luego.
-¿Qué te motiva a querer ayudarme, Tale? – le pregunté seria, alzando la cabeza para quitarme el flequillo que tapaba uno de mis ojos. Le llamaba por su apellido, como hacía de costumbre. No tenía demasiada confianza aún como para llamarle por el nombre. - ¿Te identificas con la causa? ¿Mortagglia ha matado a algún ser querido tuyo? ¿Deseos de gloria y fama? Juegas con fuego, Tale. Si Velo no hubiese cambiado de idea a última hora ni tú ni yo estaríamos aquí. – le recordé.
-Y él tampoco estaría aquí si aquel granero de Dundarak no hubiese comenzado a arder. - contestó con rapidez Cass, también bastante inexpresiva. Llevándose la mano al costado, aún dolorida por uno de los golpes que Eltrant le había propinado durante su combate. – No creas que me he olvidado de ello. - le advirtió. Yo reí y esperé a su respuesta, para continuar el diálogo.
– Dime, ¿piensas sacar algún beneficio de esto? – pregunté a Eltrant mirándole, aún no me creía que hubiese gente tan altruista capaz de ayudar desinteresadamente a otros arriesgando su propio cuello.
Estaba por ver cómo se sentiría Eltrant con dos mujeres tan poco conversadoras como Cass y yo. Por increíble que pareciera, el mercenario me caía mucho más simpático que la traicionera de Cass, con quien se podría decir tuve una infancia complicada y aún recordaba nuestro reciente incidente la noche de la mascarada. No era una mujer a la que fácilmente pudieses darle la espalda.
-A ver cuando llegamos al Gran Lago. – comenté hastiada tras varios días de avance lento entre el bosque. Miraba al suelo, para evitar tropezarme con las ramas de la espesura. Al encontrarnos en la parte Norte, la menos transitada, los caminos estaban más cerrados y la naturaleza mucho más viva que en la parte Sur del lago, que servía de paso y cruce de caminos entre los cuatro principales reinos. Pero en parte lo preferíamos pues seríamos mucho menos discretos de cara a los mil y un ojos de Mortagglia. - ¿Creéis que quedará mucho? – pregunté al grupo con la esperanza de que alguno me dijera: “Sí, justo detrás de aquel árbol”. Algo que dudaba que alguien dijese.
Última edición por Huracán el Vie Feb 03 2017, 15:36, editado 1 vez
Anastasia Boisson
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Re: La díscola de la familia Boisson [Libre] [3/3] [Cerrado]
Dejó que el cálido abrazo del sol calentase su rostro, por fin dejaba atrás las frías llanuras norteñas.
Le apenaba dejar a Rachel en la ciudad, pero los últimos preparativos para la salida del navío de la guarda “La Real Gaviota” estaban a punto de finalizar, y francamente, a ojos del exmercenario, necesitaba pasar un algo de tiempo a solas con Jules, sobre todo ahora que NIA estaba bajo control.
Por otro lado, y a pesar de que Tyron reclamase su presencia en el cuartel con bastante insistencia, el oficial se había asegurado de que tuviese trabajo de camino a Verisar, de que aún lejos de casa, se encargase de cumplir su deber como guarda de Lunargenta. – “Más te vale de ser útil para variar y darte prisa.” – Leyó, en voz baja, la última frase de la carta que había recibido al poco de abandonar Dundarak. – Tan elocuente como siempre. – Suspiró volviendo a guardar el papel amarillento en uno de los bolsitos que llevaba colgando del cinto.
Llevaba ya una semana acompañando a la pequeña tropa de cazadores a través de la estepa helada, y ahora, internados en la espesura que acompañan al nacimiento del Tymer, buscaban algo que, según había podido entender, ayudaría a Huracán a acabar con la líder de la hermandad de una vez por todas.
El grupo que la cazadora había formado no era precisamente decir hablador, Cassandra y Huracán parecían compartir la misma pasión por la charla, y los demás cazadores no confiaban mucho en él desde que les combatió para proteger a Rachel, en cualquier caso, no le importaba demasiado, incluso disfrutaba bromear continuamente con las cazadoras respecto a esto, aun así, por extraño que se le antojase añoraba las charlas con Jules.
Respiró, concentrándose en el sonido que el bosque hacía a su alrededor y continuó avanzando junto a sus acompañantes, esquivando la maleza, las ramas, y en general, luchando contra la ausencia de caminos en aquel lugar.
No podía negar que echaba en falta su montura, Mohr debía de estar en aquel momento en los establos del cuartel, en Lunargenta. El animal le había acompañado al norte y junto a él había superado la estepa helada sin muchas dificultades, pero había decidido que, lo mejor para el caballo, era mandarle mediante un mensajero de confianza a la ciudad de los humanos, se merecía un descanso, y aquel bosque era lo menos parecido a eso.
La fría voz de Anastasia junto a él, le sacó de sus pensamientos, preguntando el motivo por el cual el castaño había decidido acompañarles hasta allí, buscando que recompensa podía sacar alguien como Eltrant de todo aquello. - ¿Motivos contra la Hermandad? – Se atusó la barba buscando alguna respuesta lógica a las preguntas de la bruja, frunció el ceño cuando estas comenzaron a aparecer en sus pensamientos, cuando recordó las "fiestas" que la Hermandad solía promover en los barrios pobres de Lunargenta – Lo que le han hecho a Rachel no tiene perdón. – Aseguró sin duda alguna en su voz – Voy a reducir cada baluarte que posea a cenizas – Tensó la mandíbula, el tatuaje mágico de su espalda se resintió levemente. – Voy a… - Se giró hacía Huracán y relajó la expresión negando con la cabeza - ...y también supongo que como guarda de Lunargenta tengo el deber de ayudarte a acabar con Mortagglia, no es como si la Hermandad no estuviese cometiendo atrocidades en todas partes – Sonrió agotado, aun siendo cierta esa afirmación, la realidad era que el estar allí era totalmente opcional para él, tenía muchas más razones para viajar al sur directamente, al menos si quería comportarse como un guardia competente, y estaba seguro que sus acompañantes lo sabían – Pero, de todos modos, me caes bien, realmente no necesito más excusas para ayudarte – Dijo finalmente, rodeando el cuello de la muchacha con su brazo útil, sabía que aquello la incomodaba bastante y él encontraba divertida la expresión de frustración que se apoderaba de la cara de la bruja en estos casos. – Y te recuerdo, señorita Harrowmont, que fui yo quien te sacó de ese granero en llamas. - Aseguró dejando escapar una carcajada, liberando a Anastasia de su agarre y llevándose, inconscientemente, la mano hasta los vendajes que aun llevaba bajo la coraza, causados algunos por los eventos vividos semanas atrás con Rachel y otros por las insistentes saetas de la mujer que tenía junto a él en aquel momento.
Suspiró y se encogió de hombros ante la siguiente pregunta que Huracán le formuló – No creo que vaya a sacar ningún beneficio de esto – Respondió simplemente, tratando de mantener el ritmo de los cazadores, de no quedarse atrás. – No personal – El mundo estaría mejor sin Mortagglia, no había que ser un genio para saberlo – Simplemente… creo que es lo correcto.
Se quedó en silencio durante varios minutos, reflexivo, era consciente de que su actitud era como mínimo extraña, las preguntas de Huracán eran una prueba de ello. Ninguna persona cuerda abrazaría la muerte en nombre de un desconocido sin motivo, sin embargo, aquel tipo de decisiones se habían vuelto algo natural para él, casi tanto como respirar, y realmente no conocía el por qué de esto; Quizás fuese una consecuencia de la maldición, o puede que fuese su interés por escalar puestos en la guardia, volviéndose el ejemplo en vida de los valores que debería tener la organización.
Volvió a realidad cuando un distante murmullo comenzó a ser audible, cuando el suave susurro del agua al fluir se unió al de la brisa al acariciar las copas de los árboles.
Sin detenerse un solo segundo, comprobó su indumentaria, la armadura estaba relativamente intacta, parcheada como buenamente había podido lejos de su herrería, la indumentaria, por otro lado, era completamente nueva, el sargento se había encargado de enviarle paquetes durante su estancia en el norte desde el mismo instante en el que decidió quedarse a ayudar a la cibernética con trozos de metal con los cuales reparar su armadura, prendas añiles con las que arreglar su uniforme, y sendas cartas describiéndole como todas aquellas cosas iban a salir de su salario.
- ¿Creéis que quedará mucho? – Huracán parecía tan cansada de andar como él mismo, afortunadamente, los rayos de sol estaban comenzando a filtrarse entre las copas de los arboles cada vez con más facilidad según avanzaban, estaban llegando a un claro, todos los viajes en los que había acabado perdido en mitad de la nada daban fe de ello. – Justo detrás de aquel árbol – Indicó Eltrant adelantándose al grupo, deseando que lo que había dicho fuese cierto.
Una vez alcanzó dicho árbol, se quedó mirando la imponente masa de agua que tenía frente a él, que como había predicho, descansaba pocos metros tras la linde de la foresta. Respiró hondo y entornó los ojos, esperaba no tener que subirse a ninguna embarcación, su incapacidad de sobrevivir a cualquier charco que superase los dos metros le hacían ser, como mínimo, prudente a la hora de decidir si subir o no a algún barco, quizás fuese de las pocas cosas que meditaba a conciencia.
Esbozó una sonrisa cansada y suspiró apartando su mirada del Gran Lago, desde dónde estaba Eltrant pudo vislumbrar lo que parecía ser una especie de camino pobremente empedrado y bastante descuidado, parecía que nadie lo había transitado en años, cruzándose de brazos señaló la calzada informando a los demás de su descubrimiento, a pesar de que estos también lo habrían visto. – Civilización – Dijo – O al menos lo que queda de ella.
Le apenaba dejar a Rachel en la ciudad, pero los últimos preparativos para la salida del navío de la guarda “La Real Gaviota” estaban a punto de finalizar, y francamente, a ojos del exmercenario, necesitaba pasar un algo de tiempo a solas con Jules, sobre todo ahora que NIA estaba bajo control.
Por otro lado, y a pesar de que Tyron reclamase su presencia en el cuartel con bastante insistencia, el oficial se había asegurado de que tuviese trabajo de camino a Verisar, de que aún lejos de casa, se encargase de cumplir su deber como guarda de Lunargenta. – “Más te vale de ser útil para variar y darte prisa.” – Leyó, en voz baja, la última frase de la carta que había recibido al poco de abandonar Dundarak. – Tan elocuente como siempre. – Suspiró volviendo a guardar el papel amarillento en uno de los bolsitos que llevaba colgando del cinto.
Llevaba ya una semana acompañando a la pequeña tropa de cazadores a través de la estepa helada, y ahora, internados en la espesura que acompañan al nacimiento del Tymer, buscaban algo que, según había podido entender, ayudaría a Huracán a acabar con la líder de la hermandad de una vez por todas.
El grupo que la cazadora había formado no era precisamente decir hablador, Cassandra y Huracán parecían compartir la misma pasión por la charla, y los demás cazadores no confiaban mucho en él desde que les combatió para proteger a Rachel, en cualquier caso, no le importaba demasiado, incluso disfrutaba bromear continuamente con las cazadoras respecto a esto, aun así, por extraño que se le antojase añoraba las charlas con Jules.
Respiró, concentrándose en el sonido que el bosque hacía a su alrededor y continuó avanzando junto a sus acompañantes, esquivando la maleza, las ramas, y en general, luchando contra la ausencia de caminos en aquel lugar.
No podía negar que echaba en falta su montura, Mohr debía de estar en aquel momento en los establos del cuartel, en Lunargenta. El animal le había acompañado al norte y junto a él había superado la estepa helada sin muchas dificultades, pero había decidido que, lo mejor para el caballo, era mandarle mediante un mensajero de confianza a la ciudad de los humanos, se merecía un descanso, y aquel bosque era lo menos parecido a eso.
La fría voz de Anastasia junto a él, le sacó de sus pensamientos, preguntando el motivo por el cual el castaño había decidido acompañarles hasta allí, buscando que recompensa podía sacar alguien como Eltrant de todo aquello. - ¿Motivos contra la Hermandad? – Se atusó la barba buscando alguna respuesta lógica a las preguntas de la bruja, frunció el ceño cuando estas comenzaron a aparecer en sus pensamientos, cuando recordó las "fiestas" que la Hermandad solía promover en los barrios pobres de Lunargenta – Lo que le han hecho a Rachel no tiene perdón. – Aseguró sin duda alguna en su voz – Voy a reducir cada baluarte que posea a cenizas – Tensó la mandíbula, el tatuaje mágico de su espalda se resintió levemente. – Voy a… - Se giró hacía Huracán y relajó la expresión negando con la cabeza - ...y también supongo que como guarda de Lunargenta tengo el deber de ayudarte a acabar con Mortagglia, no es como si la Hermandad no estuviese cometiendo atrocidades en todas partes – Sonrió agotado, aun siendo cierta esa afirmación, la realidad era que el estar allí era totalmente opcional para él, tenía muchas más razones para viajar al sur directamente, al menos si quería comportarse como un guardia competente, y estaba seguro que sus acompañantes lo sabían – Pero, de todos modos, me caes bien, realmente no necesito más excusas para ayudarte – Dijo finalmente, rodeando el cuello de la muchacha con su brazo útil, sabía que aquello la incomodaba bastante y él encontraba divertida la expresión de frustración que se apoderaba de la cara de la bruja en estos casos. – Y te recuerdo, señorita Harrowmont, que fui yo quien te sacó de ese granero en llamas. - Aseguró dejando escapar una carcajada, liberando a Anastasia de su agarre y llevándose, inconscientemente, la mano hasta los vendajes que aun llevaba bajo la coraza, causados algunos por los eventos vividos semanas atrás con Rachel y otros por las insistentes saetas de la mujer que tenía junto a él en aquel momento.
Suspiró y se encogió de hombros ante la siguiente pregunta que Huracán le formuló – No creo que vaya a sacar ningún beneficio de esto – Respondió simplemente, tratando de mantener el ritmo de los cazadores, de no quedarse atrás. – No personal – El mundo estaría mejor sin Mortagglia, no había que ser un genio para saberlo – Simplemente… creo que es lo correcto.
Se quedó en silencio durante varios minutos, reflexivo, era consciente de que su actitud era como mínimo extraña, las preguntas de Huracán eran una prueba de ello. Ninguna persona cuerda abrazaría la muerte en nombre de un desconocido sin motivo, sin embargo, aquel tipo de decisiones se habían vuelto algo natural para él, casi tanto como respirar, y realmente no conocía el por qué de esto; Quizás fuese una consecuencia de la maldición, o puede que fuese su interés por escalar puestos en la guardia, volviéndose el ejemplo en vida de los valores que debería tener la organización.
Volvió a realidad cuando un distante murmullo comenzó a ser audible, cuando el suave susurro del agua al fluir se unió al de la brisa al acariciar las copas de los árboles.
Sin detenerse un solo segundo, comprobó su indumentaria, la armadura estaba relativamente intacta, parcheada como buenamente había podido lejos de su herrería, la indumentaria, por otro lado, era completamente nueva, el sargento se había encargado de enviarle paquetes durante su estancia en el norte desde el mismo instante en el que decidió quedarse a ayudar a la cibernética con trozos de metal con los cuales reparar su armadura, prendas añiles con las que arreglar su uniforme, y sendas cartas describiéndole como todas aquellas cosas iban a salir de su salario.
- ¿Creéis que quedará mucho? – Huracán parecía tan cansada de andar como él mismo, afortunadamente, los rayos de sol estaban comenzando a filtrarse entre las copas de los arboles cada vez con más facilidad según avanzaban, estaban llegando a un claro, todos los viajes en los que había acabado perdido en mitad de la nada daban fe de ello. – Justo detrás de aquel árbol – Indicó Eltrant adelantándose al grupo, deseando que lo que había dicho fuese cierto.
Una vez alcanzó dicho árbol, se quedó mirando la imponente masa de agua que tenía frente a él, que como había predicho, descansaba pocos metros tras la linde de la foresta. Respiró hondo y entornó los ojos, esperaba no tener que subirse a ninguna embarcación, su incapacidad de sobrevivir a cualquier charco que superase los dos metros le hacían ser, como mínimo, prudente a la hora de decidir si subir o no a algún barco, quizás fuese de las pocas cosas que meditaba a conciencia.
Esbozó una sonrisa cansada y suspiró apartando su mirada del Gran Lago, desde dónde estaba Eltrant pudo vislumbrar lo que parecía ser una especie de camino pobremente empedrado y bastante descuidado, parecía que nadie lo había transitado en años, cruzándose de brazos señaló la calzada informando a los demás de su descubrimiento, a pesar de que estos también lo habrían visto. – Civilización – Dijo – O al menos lo que queda de ella.
Eltrant Tale
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Re: La díscola de la familia Boisson [Libre] [3/3] [Cerrado]
Será un viaje tranquilo y sin problemas- Me dije con sarcasmo -Todo va a estar bien, evitaremos los caminos principales- Continué autoflagelándome con ironía ante la cadena de eventos que se habían desencadenado durante este viaje que debería ser tranquilo -No tomará mucho tiempo, estaré allá en un parpadeo- Habían pasado casi semanas desde la salida y apenas me encontraba en la mitad del viaje, había tenido que atravesar el pantano, lugar del que no había salido con muy buen olor que digamos -Ah, claro, una fogata, como no, encendamos una fogata para que cualquiera pueda hallarme- Protesté de nuevo en una sucesión constante de quejas que parecían no tener fin -Y las trampas, claro, sin mencionar el acabar cazado por animales, solo falta que la comida intente comerme- Dije de mala gana mientras avanzaba intentando quitar de mi ropa las manchas de sangre que me habían decorado casi por completo.
Definitivamente aquel estaba lejos de ser el mejor viaje de mi vida, y aunque debía reconocer que la planificación no había sido el punto fuerte, tampoco era para tanto, parecía como si de alguna manera yo fuera el blanco de la ira de los dioses, de todos ellos, o como si simplemente me mantuvieran atrapado en un juego de supervivencia mientras apostaban unos contra otros a ver cuánto duraría antes de sucumbir -Estúpidos dragones, odio los dragones- Murmuré de mala gana recordando que todo había iniciado a causa de aquellos dementes de Dundarak -Y hechiceras fanáticas, a esas también las odio- Seguí avanzando rumbo al lago en donde pensaba cuando menos darme un buen baño esperando con ello arrancarme de la piel esa constante mala suerte que parecía haberse cernido sobre mis hombros -Y licántropos, también odio a los licántropos- Añadí a la lista con amargura -Y hombres-bestia... Y humanos locos...- La lista parecía ser interminable -A todos, odio a todos- Dije de muy mal humor, y vaya que era difícil ponerme de mal humor pero este viaje definitivamente había puesto a prueba mi paciencia.
Entre quejas y blasfemias contra cualquier cosa que me viniera a la mente avanzaba decidido ya sin mucho cuidado de encontrarme otro licántropo u hombre bestia, me daba igual quien fuera, pues si algo había entendido en este viaje era que durante esta racha de mala suerte mis habilidades de sigilo y ocultación eran tan solo comparables a las de un simio con botas de metal sobre un piso de piedra; me detuve un instante al sentir un pequeño chorro líquido cayendo sobre mi hombro izquierdo que sin ninguna delicadeza enviaba algunas pequeñas gotas a mis mejillas -Aves... Ahora también odio a las malditas aves- Limpié con la mano mi hombro, más por reacción que por aseo y acabé con el hombro y la mano llenas de excremento de ave -Creo que ya no puede ser peor- A lo lejos pude ver por fin el brillo de la luna reflejado sobre las aguas del lago.
Un empedrado camino, largo pero bien escondido entre árboles me llevaría hasta la orilla a donde avancé cansado de deambular por aquel endemoniado bosque donde me había acosado la mala suerte hasta la saciedad; avancé en el agua hasta sentir la humedad alcanzando mis rodillas; quité mi camisa y la metí al agua en un intento por quitarle el sucio acumulado durante el largo viaje con algo de esfuerzo, agua y mucho fregar; más de pronto algo me resultó extraño, había muy poco movimiento, esa calma antes de la tormenta; como cuando sabes que algo malo va a pasar pero no sabes de donde vendrá; recorrí el lugar con la vista aunque de momento no lograba ver a nadie cerca; sin embargo, lo mejor sería estar atento...
Definitivamente aquel estaba lejos de ser el mejor viaje de mi vida, y aunque debía reconocer que la planificación no había sido el punto fuerte, tampoco era para tanto, parecía como si de alguna manera yo fuera el blanco de la ira de los dioses, de todos ellos, o como si simplemente me mantuvieran atrapado en un juego de supervivencia mientras apostaban unos contra otros a ver cuánto duraría antes de sucumbir -Estúpidos dragones, odio los dragones- Murmuré de mala gana recordando que todo había iniciado a causa de aquellos dementes de Dundarak -Y hechiceras fanáticas, a esas también las odio- Seguí avanzando rumbo al lago en donde pensaba cuando menos darme un buen baño esperando con ello arrancarme de la piel esa constante mala suerte que parecía haberse cernido sobre mis hombros -Y licántropos, también odio a los licántropos- Añadí a la lista con amargura -Y hombres-bestia... Y humanos locos...- La lista parecía ser interminable -A todos, odio a todos- Dije de muy mal humor, y vaya que era difícil ponerme de mal humor pero este viaje definitivamente había puesto a prueba mi paciencia.
Entre quejas y blasfemias contra cualquier cosa que me viniera a la mente avanzaba decidido ya sin mucho cuidado de encontrarme otro licántropo u hombre bestia, me daba igual quien fuera, pues si algo había entendido en este viaje era que durante esta racha de mala suerte mis habilidades de sigilo y ocultación eran tan solo comparables a las de un simio con botas de metal sobre un piso de piedra; me detuve un instante al sentir un pequeño chorro líquido cayendo sobre mi hombro izquierdo que sin ninguna delicadeza enviaba algunas pequeñas gotas a mis mejillas -Aves... Ahora también odio a las malditas aves- Limpié con la mano mi hombro, más por reacción que por aseo y acabé con el hombro y la mano llenas de excremento de ave -Creo que ya no puede ser peor- A lo lejos pude ver por fin el brillo de la luna reflejado sobre las aguas del lago.
Un empedrado camino, largo pero bien escondido entre árboles me llevaría hasta la orilla a donde avancé cansado de deambular por aquel endemoniado bosque donde me había acosado la mala suerte hasta la saciedad; avancé en el agua hasta sentir la humedad alcanzando mis rodillas; quité mi camisa y la metí al agua en un intento por quitarle el sucio acumulado durante el largo viaje con algo de esfuerzo, agua y mucho fregar; más de pronto algo me resultó extraño, había muy poco movimiento, esa calma antes de la tormenta; como cuando sabes que algo malo va a pasar pero no sabes de donde vendrá; recorrí el lugar con la vista aunque de momento no lograba ver a nadie cerca; sin embargo, lo mejor sería estar atento...
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Re: La díscola de la familia Boisson [Libre] [3/3] [Cerrado]
La respuesta de Eltrant me confirmó por qué era una de las pocas personas en las que confiaba. El ahora guardia de Lunargenta tenía un corazón tan bondadoso como el de su compañera, Alanna. Y eso decía mucho de él. Podía considerar a la guardia una buena amiga así que, con algo más de tiempo, tal vez podría considerar a su homólogo alguien a quien confiar una vida. O mejor no, pues su pasión por lanzarse de bruces contra todo bicho viviente seguramente haría que el protegido acabase muy mal.
-Ya veo. – comenté a su conclusión. No era demasiado expresiva y no me gustaba serlo, pero aquellos que me conocían bien, veían bajo cada uno de mis fríos gestos una reacción si cabe más expresiva que una cara. Y el humano podía notar que, por mucho que dijera, en el fondo me caía en gracia. Ahora si alguien esperaba que yo fuese el alma de la fiesta, lo llevaban claro. Jules siempre decía que yo no era la típica amiga con la que salir a tomar unas copas, y no se equivocaba.
Por otra parte, el cansancio comenzaba a pasar factura. No sabíamos cuanto quedaba para llegar al gran lago y poder descansar tras la agotadora semana de caminata sin descanso. Y aún nos quedaba atravesar todo el lago y, una vez en los bosques del oeste, llegar a Sacrestic Ville. Toda una odisea por el Norte. Incluso habría sido más sencillo bajar hasta Verisar y de ahí atravesar los bosques de Sandorái y utilizar la carretera habitual. Eran más kilómetros, pero más sencillos. Definitivamente, la idea de tomar aquella ruta alternativa no había sido buena.
Eltrant fue el primero en ver un pequeño camino de piedras prácticamente cerrado por la vegetación. Camino que fuimos abriendo poco a poco con las dagas a base de cortar ramas cruzadas. - ¿Escucháis eso? – pregunté. Era el estrepitoso caer de agua a medida que nos acercábamos. El camino fue abriéndose hasta que, poco después, vimos una de las mayores bellezas que había visto nunca.
Las famosas e impresionantes cataratas del Tymer a su nacimiento se postraban delante de nosotros. Dando lugar a un rico espectáculo visual y sonoro. El estruendo del agua al impactar desde una altura de casi doscientos metros contra el lago era impresionante y, de fondo, las increíbles montañas pertenecientes a los reinos del Norte. El trinar de los pájaros y el agua calmada completaban una estampa de cuento de hadas. – Es increíble… - dije con sorpresa. Era la primera vez que veía un espectáculo semejante.
-Huracán, hemos andado demasiado. Será mejor montemos un campamento y descansemos hasta mañana. En el lago hay agua y comida en abundancia. – me pidió la mayor de los Harrowmont. A la familia Harrowmont en general y a ella en particular le costaba mucho admitirnos a los Boisson como los líderes del gremio. Pero respetar las jerarquías era clave e incluso alguien tan rico como era ella y su familia debía obedecer las órdenes del “Maestro Cazador”, que por méritos propios era yo.
-Muy bien. – indiqué como líder del grupo, aceptando su petición. – Descansad e id montando el campamento, Tale y yo iremos a explorar la zona y a buscar una manera de atravesar el lago. Volveremos en unas horas. Quedas al mando, Cassandra. – ordené, cediéndole el testigo de la compañía y de los otros tres cazadores.
Sin más, continuamos la caminata por el camino de piedras. Estaba ya oscuro, pero aún faltaba mucho para que anocheciera por completo, y hasta el canto del próximo gallo aún tendríamos tiempo para descansar una vez terminásemos nuestra expedición. -¿Cansado, Tale? – le pregunté a mi compañero avanzando delante. Yo seguramente estuviese tan cansada o más que él, pero debía ser yo misma y hacerme la exigente.
Tras un breve rato siguiendo las orillas del lago, sin nada aparentemente útil para cruzar, aprecié un castillo lejano, abandonado y medio en ruinas. – Mira allí. Parece abandonado. ¿Merecerá la pena mirar?– le pregunté, señalándole el castillo. Y, fue entonces cuando algo me llamó la atención al ver moverse algo dentro del agua. ¿Una persona? ¿Qué demonios hacía un tipo solitario en aquel rincón tan alejado del mundo? Daba igual. Necesitábamos cruzar el lago o saber algo del castillo. – Parece que hay alguien en el agua. Si quieres preguntarle algo, te lo dejo a ti. – comenté mirando a los ojos al guardia, y es que no era un secreto que el don de la palabra no era lo mío. Si éste decidía preguntarle algo al hombre, yo iría junto a él, aunque de primeras me mantendría callada.
-Ya veo. – comenté a su conclusión. No era demasiado expresiva y no me gustaba serlo, pero aquellos que me conocían bien, veían bajo cada uno de mis fríos gestos una reacción si cabe más expresiva que una cara. Y el humano podía notar que, por mucho que dijera, en el fondo me caía en gracia. Ahora si alguien esperaba que yo fuese el alma de la fiesta, lo llevaban claro. Jules siempre decía que yo no era la típica amiga con la que salir a tomar unas copas, y no se equivocaba.
Por otra parte, el cansancio comenzaba a pasar factura. No sabíamos cuanto quedaba para llegar al gran lago y poder descansar tras la agotadora semana de caminata sin descanso. Y aún nos quedaba atravesar todo el lago y, una vez en los bosques del oeste, llegar a Sacrestic Ville. Toda una odisea por el Norte. Incluso habría sido más sencillo bajar hasta Verisar y de ahí atravesar los bosques de Sandorái y utilizar la carretera habitual. Eran más kilómetros, pero más sencillos. Definitivamente, la idea de tomar aquella ruta alternativa no había sido buena.
Eltrant fue el primero en ver un pequeño camino de piedras prácticamente cerrado por la vegetación. Camino que fuimos abriendo poco a poco con las dagas a base de cortar ramas cruzadas. - ¿Escucháis eso? – pregunté. Era el estrepitoso caer de agua a medida que nos acercábamos. El camino fue abriéndose hasta que, poco después, vimos una de las mayores bellezas que había visto nunca.
Las famosas e impresionantes cataratas del Tymer a su nacimiento se postraban delante de nosotros. Dando lugar a un rico espectáculo visual y sonoro. El estruendo del agua al impactar desde una altura de casi doscientos metros contra el lago era impresionante y, de fondo, las increíbles montañas pertenecientes a los reinos del Norte. El trinar de los pájaros y el agua calmada completaban una estampa de cuento de hadas. – Es increíble… - dije con sorpresa. Era la primera vez que veía un espectáculo semejante.
-Huracán, hemos andado demasiado. Será mejor montemos un campamento y descansemos hasta mañana. En el lago hay agua y comida en abundancia. – me pidió la mayor de los Harrowmont. A la familia Harrowmont en general y a ella en particular le costaba mucho admitirnos a los Boisson como los líderes del gremio. Pero respetar las jerarquías era clave e incluso alguien tan rico como era ella y su familia debía obedecer las órdenes del “Maestro Cazador”, que por méritos propios era yo.
-Muy bien. – indiqué como líder del grupo, aceptando su petición. – Descansad e id montando el campamento, Tale y yo iremos a explorar la zona y a buscar una manera de atravesar el lago. Volveremos en unas horas. Quedas al mando, Cassandra. – ordené, cediéndole el testigo de la compañía y de los otros tres cazadores.
Sin más, continuamos la caminata por el camino de piedras. Estaba ya oscuro, pero aún faltaba mucho para que anocheciera por completo, y hasta el canto del próximo gallo aún tendríamos tiempo para descansar una vez terminásemos nuestra expedición. -¿Cansado, Tale? – le pregunté a mi compañero avanzando delante. Yo seguramente estuviese tan cansada o más que él, pero debía ser yo misma y hacerme la exigente.
Tras un breve rato siguiendo las orillas del lago, sin nada aparentemente útil para cruzar, aprecié un castillo lejano, abandonado y medio en ruinas. – Mira allí. Parece abandonado. ¿Merecerá la pena mirar?– le pregunté, señalándole el castillo. Y, fue entonces cuando algo me llamó la atención al ver moverse algo dentro del agua. ¿Una persona? ¿Qué demonios hacía un tipo solitario en aquel rincón tan alejado del mundo? Daba igual. Necesitábamos cruzar el lago o saber algo del castillo. – Parece que hay alguien en el agua. Si quieres preguntarle algo, te lo dejo a ti. – comenté mirando a los ojos al guardia, y es que no era un secreto que el don de la palabra no era lo mío. Si éste decidía preguntarle algo al hombre, yo iría junto a él, aunque de primeras me mantendría callada.
Anastasia Boisson
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Re: La díscola de la familia Boisson [Libre] [3/3] [Cerrado]
Silbó asombrado cuando las majestuosas cataratas se presentaron ante el pequeño grupo de cazadores, incluso Huracán parecía sorprendida. El estruendo del agua al impactar contra el lago creaba un extraño juego de sonidos en el cual participaban tanto el lago como las montañas que, en el horizonte, se alzaban sobre las cascadas.
Habían llegado hasta el nacimiento del Tymer, pocas personas habían podido contemplarlo con sus propios ojos y no por ello era menos famoso, paisajes como el que tenía frente a él eran el motivo por el cual abandonó la granja años atrás. – No es algo que se vea todos los días, no – Murmuró sin apartar la mirada.
La aguda voz de Harrowmont sacó a Eltrant de sus cavilaciones que miró a su alrededor buscando el lugar en el que la joven se encontraba. Cassandra, tan fría como de costumbre, no tardó en sugerir a los presentes pasar la noche en aquel lugar. El guarda se cruzó de brazos y miró de nuevo en dirección a la estruendosa masa de agua ¿Descansar allí? No dudaba que las vistas eran inigualables, pero el increíblemente sonoro torrente de agua dejaba mucho que desear como método de relajación.
Suspiró, finalmente, cuando oyó como Huracán daba el visto bueno, no era su decisión, al fin y al cabo, no tenía derecho a quejarse, de todas formas, no es como si su oficina en Lunargenta fuese mucho más tranquila que aquel lugar. - ¿Yo? – Eltrant estiró los brazos y se encogió de hombros – Esta bien. – La idea no era mala, todo tipo de seres merodeaban por aquellos lares al anochecer, no podían permitirse acampar en mitad del bosque sin tomar precauciones, incluso él era consciente de ello.
Sin intercambiar muchas palabras continuaron avanzando por el ya el estropeado camino de piedra, no había hablado mucho con Huracán desde que se enfrentaron directamente a Mortagglia, pero parecía tener buen aspecto, igual de seria y metódica que de costumbre, sonrió para sí y sin decir nada, siguió el curso de la calzada junto a la orilla del lago.
- ¿Cansado? – Ensanchó su sonrisa al mismo tiempo que contemplaba como la cazadora se le adelantaba varios pasos tomando velocidad. – Para nada, podría hacer otros quince kilómetros si me lo pidieses - Aun sin apenas haberse detenido a descansar cinco minutos en lo que, en aquel momento, debía de ser el campamento en el que pasarían la noche, Huracán seguía esforzándose por no mostrar un ápice agotamiento, obviamente el castaño sabía que la joven no era indestructible, pero aquella actitud era, por decirlo de alguna manera, contagiosa, o al menos en parte. – … Aunque, tú sabes… no me vendría mal un respiro – Dijo acelerando lo suficiente para alcanzar a la bruja, momento en el cual le dio una pequeña palmada amistosa en el hombro, respirando con cierta dificultad.
Entrecerró los ojos cuando, en el horizonte, empezó a vislumbrarse lo que parecía ser un castillo medio derruido, casi fantasmagórico. – No sabría que decirte… - Eltrant se detuvo junto a Huracán y respiró hondo, descansando, analizando el edificio abandonado.
El castillo que se alzaba frente a ellos, distante, parecía ser la típica vivienda de un noble adinerado con pocas ganas de lidiar con la multitud de las ciudades, por lo que no le extrañaría que muy probablemente, en un punto distante en el tiempo, el mismo camino que ahora estaba prácticamente abandonado estuviese lleno de vida y de personas que iban y venían de aquel lugar con provisiones.
Las razones por las que ahora estaba abandonado podían contarse por decenas, lo mejor que podían hacer era pensar con calma que hacer respecto a la edificación – Sí hay algo peligroso con lo que lidiar esta noche, está ahí adentro – Aseguró dejando caer ambas manos hasta su cinturón, los edificios abandonados eran las guaridas perfectas para todo tipo de bestias y bandidos, para la peor calaña que, aprovechando el estado del lugar, lo convertían en una especie de refugio desde la cual aterrorizar los pueblos cercanos. – No estaría mal que nos asegurásemos de que esta vacía – Aconsejó – Aunque tampoco muy de cerca – Huracán era muy hábil con la ballesta, y él sabía bastante bien encajar los golpes, pero aun así seguían siendo solo dos, la fortaleza abandonada, por otro lado, era lo suficientemente grande como para cobijar entre sus muros a un pequeño ejército.
Fue en aquel instante, mientras Eltrant seguía con su mirada clavada en el castillo semiderruido, cuando Huracán se percató de la presencia de una tercera persona en el lugar. - ¿En el agua? – El guarda desvió su mirada hacía el lugar hacía el que apuntaba la cazadora, una figura difusa por la ya entrada noche se movía de forma confusa, aunque tampoco podía decir con exactitud que estaba viéndolo correctamente - Un lugareño... eso es raro – Dijo a Huracán en voz baja buscando algún signo de aprobación en su mirada, la aldea más cercana esta a varios días de viaje de allí, y en la dirección de la que ellos procedían, no obstante, era él quien, esta vez, tenía que decidir qué hacer. - Mantente alerta. - Susurró.
- ¡Buenas noches! – Exclamó lo suficientemente alto como para que el extraño le oyese, sin apenas meditar un poco que decir exactamente - ¿Estás perdido? – Cada palabra que pronunciaba era una afrenta al “sentido común” y a la “prudencia” sobre la que había estado pensando momentos atrás, pero tampoco le importaba demasiado fuese quien fuese estaba muy lejos de la civilización y completamente solo, y aunque era consciente de que había muchas probabilidades de que fuese alguien problemático, también podía ser una persona que solo necesitaba algo de ayuda.
- Los paseos nocturnos por el lago no están nada mal ¿Verdad? - Agregó - Aunque normalmente suelo darlos mas cerca de... la civilización y tal. - A unas malas, eran dos contra uno, confiaba en que Huracán podría abatirle antes de que saliese siquiera del lago, o eso esperaba, tendrían muchos problemas si el desconocido resultaba ser alguien capaz de evitar saetas con una movilidad tan reducida.
Dejando caer su mano hasta el pomo de su espada se acercó un par de pasos a la orilla del lago - ¿Necesita ayuda? – Se giró hacia Huracán y se encogió de hombros, esperando una respuesta del desconocido – Si es de por aquí supongo que sabrá algo del castillo… ¿No?
Habían llegado hasta el nacimiento del Tymer, pocas personas habían podido contemplarlo con sus propios ojos y no por ello era menos famoso, paisajes como el que tenía frente a él eran el motivo por el cual abandonó la granja años atrás. – No es algo que se vea todos los días, no – Murmuró sin apartar la mirada.
La aguda voz de Harrowmont sacó a Eltrant de sus cavilaciones que miró a su alrededor buscando el lugar en el que la joven se encontraba. Cassandra, tan fría como de costumbre, no tardó en sugerir a los presentes pasar la noche en aquel lugar. El guarda se cruzó de brazos y miró de nuevo en dirección a la estruendosa masa de agua ¿Descansar allí? No dudaba que las vistas eran inigualables, pero el increíblemente sonoro torrente de agua dejaba mucho que desear como método de relajación.
Suspiró, finalmente, cuando oyó como Huracán daba el visto bueno, no era su decisión, al fin y al cabo, no tenía derecho a quejarse, de todas formas, no es como si su oficina en Lunargenta fuese mucho más tranquila que aquel lugar. - ¿Yo? – Eltrant estiró los brazos y se encogió de hombros – Esta bien. – La idea no era mala, todo tipo de seres merodeaban por aquellos lares al anochecer, no podían permitirse acampar en mitad del bosque sin tomar precauciones, incluso él era consciente de ello.
Sin intercambiar muchas palabras continuaron avanzando por el ya el estropeado camino de piedra, no había hablado mucho con Huracán desde que se enfrentaron directamente a Mortagglia, pero parecía tener buen aspecto, igual de seria y metódica que de costumbre, sonrió para sí y sin decir nada, siguió el curso de la calzada junto a la orilla del lago.
- ¿Cansado? – Ensanchó su sonrisa al mismo tiempo que contemplaba como la cazadora se le adelantaba varios pasos tomando velocidad. – Para nada, podría hacer otros quince kilómetros si me lo pidieses - Aun sin apenas haberse detenido a descansar cinco minutos en lo que, en aquel momento, debía de ser el campamento en el que pasarían la noche, Huracán seguía esforzándose por no mostrar un ápice agotamiento, obviamente el castaño sabía que la joven no era indestructible, pero aquella actitud era, por decirlo de alguna manera, contagiosa, o al menos en parte. – … Aunque, tú sabes… no me vendría mal un respiro – Dijo acelerando lo suficiente para alcanzar a la bruja, momento en el cual le dio una pequeña palmada amistosa en el hombro, respirando con cierta dificultad.
Entrecerró los ojos cuando, en el horizonte, empezó a vislumbrarse lo que parecía ser un castillo medio derruido, casi fantasmagórico. – No sabría que decirte… - Eltrant se detuvo junto a Huracán y respiró hondo, descansando, analizando el edificio abandonado.
El castillo que se alzaba frente a ellos, distante, parecía ser la típica vivienda de un noble adinerado con pocas ganas de lidiar con la multitud de las ciudades, por lo que no le extrañaría que muy probablemente, en un punto distante en el tiempo, el mismo camino que ahora estaba prácticamente abandonado estuviese lleno de vida y de personas que iban y venían de aquel lugar con provisiones.
Las razones por las que ahora estaba abandonado podían contarse por decenas, lo mejor que podían hacer era pensar con calma que hacer respecto a la edificación – Sí hay algo peligroso con lo que lidiar esta noche, está ahí adentro – Aseguró dejando caer ambas manos hasta su cinturón, los edificios abandonados eran las guaridas perfectas para todo tipo de bestias y bandidos, para la peor calaña que, aprovechando el estado del lugar, lo convertían en una especie de refugio desde la cual aterrorizar los pueblos cercanos. – No estaría mal que nos asegurásemos de que esta vacía – Aconsejó – Aunque tampoco muy de cerca – Huracán era muy hábil con la ballesta, y él sabía bastante bien encajar los golpes, pero aun así seguían siendo solo dos, la fortaleza abandonada, por otro lado, era lo suficientemente grande como para cobijar entre sus muros a un pequeño ejército.
Fue en aquel instante, mientras Eltrant seguía con su mirada clavada en el castillo semiderruido, cuando Huracán se percató de la presencia de una tercera persona en el lugar. - ¿En el agua? – El guarda desvió su mirada hacía el lugar hacía el que apuntaba la cazadora, una figura difusa por la ya entrada noche se movía de forma confusa, aunque tampoco podía decir con exactitud que estaba viéndolo correctamente - Un lugareño... eso es raro – Dijo a Huracán en voz baja buscando algún signo de aprobación en su mirada, la aldea más cercana esta a varios días de viaje de allí, y en la dirección de la que ellos procedían, no obstante, era él quien, esta vez, tenía que decidir qué hacer. - Mantente alerta. - Susurró.
- ¡Buenas noches! – Exclamó lo suficientemente alto como para que el extraño le oyese, sin apenas meditar un poco que decir exactamente - ¿Estás perdido? – Cada palabra que pronunciaba era una afrenta al “sentido común” y a la “prudencia” sobre la que había estado pensando momentos atrás, pero tampoco le importaba demasiado fuese quien fuese estaba muy lejos de la civilización y completamente solo, y aunque era consciente de que había muchas probabilidades de que fuese alguien problemático, también podía ser una persona que solo necesitaba algo de ayuda.
- Los paseos nocturnos por el lago no están nada mal ¿Verdad? - Agregó - Aunque normalmente suelo darlos mas cerca de... la civilización y tal. - A unas malas, eran dos contra uno, confiaba en que Huracán podría abatirle antes de que saliese siquiera del lago, o eso esperaba, tendrían muchos problemas si el desconocido resultaba ser alguien capaz de evitar saetas con una movilidad tan reducida.
Dejando caer su mano hasta el pomo de su espada se acercó un par de pasos a la orilla del lago - ¿Necesita ayuda? – Se giró hacia Huracán y se encogió de hombros, esperando una respuesta del desconocido – Si es de por aquí supongo que sabrá algo del castillo… ¿No?
Eltrant Tale
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Re: La díscola de la familia Boisson [Libre] [3/3] [Cerrado]
La majestuosa cascada se mostraba imponente y sublime, hacía ya mucho que había estado en este lado del lago; me traía algunos buenos recuerdos pensar que era justo aquí en donde había conocido a Bath, mi antigua compañera de viajes de la que no sabía nada hacía ya mucho tiempo; sin embargo sabía que no era momento para ese tipo de sentimentalismos, por más hermosa que fuera la vista, el lugar no dejaba de ser potencialmente peligroso, y más en mi posición actual, tan expuesto a la vista de cualquiera que llegara.
Y efectivamente no tardó mucho en suceder lo que espetaba que no llegara a pasar; unos pasos lentos pero constantes que se venían acercando me hicieron ponerme en alerta ante unos posibles intrusos, y es que si andaban por ese bosque tan peligroso seguramente no serían simples viajeros o no habrían llegado tan lejos sin ser víctimas de algún depredador; pese a todo, la voz que escuché no parecía hostil en absoluto; me acomodé la camisa y mojé mi cabello para luego dejarlo caer sobre mi rostro y ocultarlo a medias; tal vez no serviría de mucho pero al menos en principio me servía para al menos dificultar que me reconocieran si venían de las tierras del norte en donde me habían vuelto bastante popular.
Aunque la voz no me pareciera amenazante lo mejor sería no dejar nada al azar, así que intentaría obtener discretamente un poco de información acerca de los recién llegados -¿Perdido? Sí, así es, creo que me he perdido- Dije manteniéndome de medio lado evitando dar el rostro directamente -No sé dónde estoy o cómo he llegado aquí- Dije fingiendo no reconocer el lugar -Espero llegar pronto a la civilización ¿Me faltará mucho?- Comenté cerrando con una pregunta para reforzar mi coartada de no saber nada.
Escuché con atención al caballero que al mirarlo bien me parecía recordarlo de algún lado, aunque no venía a mi mente nada en específico; miré de reojo al castillo por el que me preguntaban, no tenía idea de aquel lugar pero en el más tonto de mis descuidos giré por fin el rostro hacia los forasteros permitiéndoles ver mi rostro, pero no solo eso, pues había podido reconocer de inmediato a aquella molesta mujer que había intentado asesinarme tiempo atrás a las puertas de la torre del clan; abrí los ojos como platos impresionado ante la situación fortuita; aunque giré el rostro de prisa estaba más que claro que si era atenta a los detalles y tenía buena memoria, claramente podría haberme identificado.
Retrocedí un par de pasos esperando no llamar la atención, a diferencia de la vez anterior ahora era yo el que estaba en una fuerte desventaja numérica, por lo que tratar de enfrentarlos podría no acabar bien -Creo que acabo de recordar mi camino- Dije tratando de no parecer nervioso mientras miraba de medio lado hacia el castillo que me habían mencionado y que ahora se mostraba como mi única esperanza de salir ileso.
Y efectivamente no tardó mucho en suceder lo que espetaba que no llegara a pasar; unos pasos lentos pero constantes que se venían acercando me hicieron ponerme en alerta ante unos posibles intrusos, y es que si andaban por ese bosque tan peligroso seguramente no serían simples viajeros o no habrían llegado tan lejos sin ser víctimas de algún depredador; pese a todo, la voz que escuché no parecía hostil en absoluto; me acomodé la camisa y mojé mi cabello para luego dejarlo caer sobre mi rostro y ocultarlo a medias; tal vez no serviría de mucho pero al menos en principio me servía para al menos dificultar que me reconocieran si venían de las tierras del norte en donde me habían vuelto bastante popular.
Aunque la voz no me pareciera amenazante lo mejor sería no dejar nada al azar, así que intentaría obtener discretamente un poco de información acerca de los recién llegados -¿Perdido? Sí, así es, creo que me he perdido- Dije manteniéndome de medio lado evitando dar el rostro directamente -No sé dónde estoy o cómo he llegado aquí- Dije fingiendo no reconocer el lugar -Espero llegar pronto a la civilización ¿Me faltará mucho?- Comenté cerrando con una pregunta para reforzar mi coartada de no saber nada.
Escuché con atención al caballero que al mirarlo bien me parecía recordarlo de algún lado, aunque no venía a mi mente nada en específico; miré de reojo al castillo por el que me preguntaban, no tenía idea de aquel lugar pero en el más tonto de mis descuidos giré por fin el rostro hacia los forasteros permitiéndoles ver mi rostro, pero no solo eso, pues había podido reconocer de inmediato a aquella molesta mujer que había intentado asesinarme tiempo atrás a las puertas de la torre del clan; abrí los ojos como platos impresionado ante la situación fortuita; aunque giré el rostro de prisa estaba más que claro que si era atenta a los detalles y tenía buena memoria, claramente podría haberme identificado.
Retrocedí un par de pasos esperando no llamar la atención, a diferencia de la vez anterior ahora era yo el que estaba en una fuerte desventaja numérica, por lo que tratar de enfrentarlos podría no acabar bien -Creo que acabo de recordar mi camino- Dije tratando de no parecer nervioso mientras miraba de medio lado hacia el castillo que me habían mencionado y que ahora se mostraba como mi única esperanza de salir ileso.
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Re: La díscola de la familia Boisson [Libre] [3/3] [Cerrado]
A Eltrant no le parecía demasiado atrayente la idea de adentrarse en el castillo. Y no me extrañaba. A mí tampoco. El lugar no es que diera muy buen aspecto. Tal vez hubiese bandidos o bestias en el interior… O tal vez algo mucho peor. Pero era bueno saber si había algo que podía atacarnos durante la noche. Definitivamente, preguntar al tipo del lago parecía lo más apropiado, pero Eltrant optó a la prudencia y a mantenernos alerta.
-Siempre lo estoy. – le respondí seria en alusión a su advertencia. Dejándole ganar unos metros para ir tras de él. Avancé con los brazos libres, con las armas enfundadas. No quería asustar al tipo de las orillas del lago.
El humano se presentó con educación y con cierto toque gracioso. Ir con Eltrant al lado era como llevar a Jules en versión saco de golpes. Su manera de expresarse era similar a la del brujo, aunque por el contrario era bastante más propenso a recibir palizas, el brujo era más esquivo. Tras enviar una mirada a mi compañero me detuve a su lado y torcí mi rostro hacia el hombre del agua con cara de pocos amigos, no lo distinguía demasiado bien desde mi posición y eso no me gustaba. Me crucé de brazos.
Eltrant le ofreció su ayuda y le preguntó por el castillo. Pero el tipo no parecía ser de allí y por lo visto se encontraba perdido. Alcé una ceja, extrañada. ¿Perdido en aquel rincón del mundo? Preguntó donde estaba la civilización y no contesté. Él no había respondido a mi pregunta, así que yo tampoco lo haría a la suya. Dejándole nuevamente a Eltrant los honores.
En determinado momento de la conversación, pude ver claramente su rostro y cruzamos miradas. Momento en que empezó a retroceder al verme, eso me hizo fijarme aún más en él. De una manera muy poco disimulada trató de escaquearse de la situación alegando que ya conocía el camino. Pero su cara me sonaba demasiado.
-Espera… ¿Tú eres? – pregunté extrañada. Interviniendo por primera vez y dando un par de pasos adelante para tratar de hacer memoria de quién era. Fue entonces cuando caí. – Oh, creo que ya caigo... – me golpeé los muslos y sonreí - ¡Eres el chupasangres por el que ofrecen 5000 aeros en Dundarak! – exclamé y, acto seguido, me llevé la mano a mi ballesta pesada. - ¿Por qué retrocedes, amigo? ¿Acaso no eres tan valiente sin un dragón y un oso a tu lado? – esbocé una sonrisa satisfactoria y, en cierta manera, psicópata, con mis ojos abiertos como platos. Me encantaba cazar vampiros. Especialmente los más peligrosos suponían una motivación especial para mí. – ¿O por qué no me dices a la cara lo que me dijiste en la gala de los premios? ¿Sin papá y mamá no tienes valor, eh? – le pregunté muy enfadada y con cierto toque sádico. Le tenía ganas. Para qué mentir. – Vamos… Ven bonito, que bien va a quedar tu cabeza colgada de mi cinturón. – insinué en un tono cada vez más grave, mordiéndome los dientes y apuntándole. Aunque sin disparar. Poco me faltaba para soltar el gatillo.
Aquel enfrentamiento tuvo lugar cerca de la playa de los ancestros. Pese a herir a uno de sus animales, Jules y yo tuvimos que terminar huyendo tras la fiereza con la que se desenvolvió el dragón. Aquel fue un empate técnico en el que todos pudimos terminar muertos. Sin embargo, aún recordaba el rastrero ataque de su alimaña alada cuando habíamos apalabrado el cese del combate. Un ataque a traición difícil de olvidar. Ahora no parecía tener a ninguno de sus animalejos en los alrededores, pero no podía confiarme como la otra vez.
No podía esperar juego limpio de alguien por el que pagaban 5000 aeros en Dundarak. Además, en mi filosofía de vida no cabía el ser “inocente hasta que se demuestre lo contrario”, sino más bien “culpable hasta que se demuestre lo contrario”. Era una cazadora de vampiros, y aquel tipo era un chupasangres y un traidor cuya cabeza costaba 5000 aeros. ¿Qué más motivos necesitaba para darle caza allí mismo? Además, era una pésima malperdedora. El hecho de no salir victoriosa la primera vez y que me vacilara en los premios no había hecho sino incrementar mis ganas de volver a encontrarme con él y arrancarle la cabeza. Ahora por fin tendría la oportunidad.
-Ten cuidado. – advertí a Eltrant, en voz baja. Aún no sabía como iba a reaccionar mi compañero. Tal vez intentase hacer de pacificador ante la tensa situación. Pero iba a tener que ser muy bueno para tranquilizar mis ganas. – Es muy rápido y tiene poderes mentales, trata de no escucharle demasiado.
-Siempre lo estoy. – le respondí seria en alusión a su advertencia. Dejándole ganar unos metros para ir tras de él. Avancé con los brazos libres, con las armas enfundadas. No quería asustar al tipo de las orillas del lago.
El humano se presentó con educación y con cierto toque gracioso. Ir con Eltrant al lado era como llevar a Jules en versión saco de golpes. Su manera de expresarse era similar a la del brujo, aunque por el contrario era bastante más propenso a recibir palizas, el brujo era más esquivo. Tras enviar una mirada a mi compañero me detuve a su lado y torcí mi rostro hacia el hombre del agua con cara de pocos amigos, no lo distinguía demasiado bien desde mi posición y eso no me gustaba. Me crucé de brazos.
Eltrant le ofreció su ayuda y le preguntó por el castillo. Pero el tipo no parecía ser de allí y por lo visto se encontraba perdido. Alcé una ceja, extrañada. ¿Perdido en aquel rincón del mundo? Preguntó donde estaba la civilización y no contesté. Él no había respondido a mi pregunta, así que yo tampoco lo haría a la suya. Dejándole nuevamente a Eltrant los honores.
En determinado momento de la conversación, pude ver claramente su rostro y cruzamos miradas. Momento en que empezó a retroceder al verme, eso me hizo fijarme aún más en él. De una manera muy poco disimulada trató de escaquearse de la situación alegando que ya conocía el camino. Pero su cara me sonaba demasiado.
-Espera… ¿Tú eres? – pregunté extrañada. Interviniendo por primera vez y dando un par de pasos adelante para tratar de hacer memoria de quién era. Fue entonces cuando caí. – Oh, creo que ya caigo... – me golpeé los muslos y sonreí - ¡Eres el chupasangres por el que ofrecen 5000 aeros en Dundarak! – exclamé y, acto seguido, me llevé la mano a mi ballesta pesada. - ¿Por qué retrocedes, amigo? ¿Acaso no eres tan valiente sin un dragón y un oso a tu lado? – esbocé una sonrisa satisfactoria y, en cierta manera, psicópata, con mis ojos abiertos como platos. Me encantaba cazar vampiros. Especialmente los más peligrosos suponían una motivación especial para mí. – ¿O por qué no me dices a la cara lo que me dijiste en la gala de los premios? ¿Sin papá y mamá no tienes valor, eh? – le pregunté muy enfadada y con cierto toque sádico. Le tenía ganas. Para qué mentir. – Vamos… Ven bonito, que bien va a quedar tu cabeza colgada de mi cinturón. – insinué en un tono cada vez más grave, mordiéndome los dientes y apuntándole. Aunque sin disparar. Poco me faltaba para soltar el gatillo.
Aquel enfrentamiento tuvo lugar cerca de la playa de los ancestros. Pese a herir a uno de sus animales, Jules y yo tuvimos que terminar huyendo tras la fiereza con la que se desenvolvió el dragón. Aquel fue un empate técnico en el que todos pudimos terminar muertos. Sin embargo, aún recordaba el rastrero ataque de su alimaña alada cuando habíamos apalabrado el cese del combate. Un ataque a traición difícil de olvidar. Ahora no parecía tener a ninguno de sus animalejos en los alrededores, pero no podía confiarme como la otra vez.
No podía esperar juego limpio de alguien por el que pagaban 5000 aeros en Dundarak. Además, en mi filosofía de vida no cabía el ser “inocente hasta que se demuestre lo contrario”, sino más bien “culpable hasta que se demuestre lo contrario”. Era una cazadora de vampiros, y aquel tipo era un chupasangres y un traidor cuya cabeza costaba 5000 aeros. ¿Qué más motivos necesitaba para darle caza allí mismo? Además, era una pésima malperdedora. El hecho de no salir victoriosa la primera vez y que me vacilara en los premios no había hecho sino incrementar mis ganas de volver a encontrarme con él y arrancarle la cabeza. Ahora por fin tendría la oportunidad.
-Ten cuidado. – advertí a Eltrant, en voz baja. Aún no sabía como iba a reaccionar mi compañero. Tal vez intentase hacer de pacificador ante la tensa situación. Pero iba a tener que ser muy bueno para tranquilizar mis ganas. – Es muy rápido y tiene poderes mentales, trata de no escucharle demasiado.
- OFF ROL:
- The hunt begins...
Anastasia Boisson
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Re: La díscola de la familia Boisson [Libre] [3/3] [Cerrado]
- Varios días de viaje en aquella dirección encontrarás una aldea – Dijo el guarda sin pensarlo mucho cuando el desconocido afirmo estar, sin lugar a dudas, perdido en aquel pequeño rincón del mundo. – Aunque es tarde, lo mejor será que acampes con nosotros hasta… - Se calló de inmediato cuando la tenue luz de la luna desveló el rostro del extraño, le sonaba lejanamente de algo, aunque no podía afirmar precisamente de qué, en cualquier caso, por algún motivo, el hombre decidió que acababa de recordar su camino y se dispuso a marcharse de inmediato. – No, espera un segundo… - No pudo terminar de hablar, Huracán le interrumpió, ella sí que había sido capaz de reconocer al desconocido. - ¿Le conoces? – Se giró hacia su compañera extrañado.
La expresión de la bruja estaba congelada en lo que Eltrant había empezado a describir como “Mirada de cazadora” Cassandra la solía poner también cuando alguien le llevaba la contraria, así como la mayor parte de los brujos del campamento; También sabía, quizás muy a su pesar, que una vez decidían una presa, no descansaban hasta haberla abatido.
Estudió al hombre, de aspecto jovial que estaba en el agua, a varios metros de él. Estaba ante un individuo esbelto, ataviado completamente en negro, con porte seguro, firme aun frente a dos adversarios, emanaba, de algún modo, ligereza, sus movimientos eran casi felinos, suaves y sutiles, y por lo que decía Huracán, con un rencor en su tono de voz que apenas se encargó de disimular, el “viajero extraviado” era un fugitivo de la ley, un vampiro por el cual ofrecían nada más y nada menos que cinco mil Aeros.
Frunció el ceño y, suspirando, plantó su mano derecha en la empuñadura de su arma y con la que quedaba libre, se encargó de obstaculizar el paso de la cazadora. – Espera, espera – Algo parecido a una luz, a un destello, emanó momentáneamente desde el castillo, no obstante, fue lo suficientemente rápido como para que Eltrant pensase que no era más que producto de su imaginación, lo último que necesitaban además de un fugitivo eran más problemas – Me preocupa que sea yo el que tenga que decirte que mantengas la cabeza fría, tú eres la lista de los dos – Bromeó dándole un leve golpe en la espalda a la cazadora, avanzando un par de pasos en dirección al vampiro justo después, sin desenvainar la espada
- Mi nombre es Eltrant Tale, fugitivo. – Se presentó sin perder de vista al vampiro ni sus movimientos, era consciente de lo fácil que estos podían fundirse con la noche, de la facilidad con la que este podía escapar – Guardián de la Ciudadela de Lunargenta, miembro del Escuadrón de Acero - Aquel título era inventado, pero sonaba bien, así que le dio un poco igual, también servía para intimidar a los malhechores de poca monta, aunque dudaba mucho que valiese con alguien cuya cabeza valía tal cantidad de dinero – Entrégate y me encargaré de que recibas un trato justo – Desenvainó la espada, el brillo azulado de la hoja, tan fría como el mismo hielo, iluminó el rostro del exmercenario en mitad de la oscuridad – De lo contrario me temo que tendremos que usar la fuerza. – El hombre que tenía frente a él era un prófugo, y aunque solo tenía por prueba las palabras de su aliada, confiaba en ella, no necesitaba nada más para arrestarle.
Respiró hondo y esperó la respuesta del vampiro, con un suave movimiento deshizo el nudo que sujetaba su capa a su cuello, la cual se desprendió de su espalda, arrastrada por el viento, y se perdió lago a dentro, estiró los brazos.
- ¿Qué me dices? – Sonrió a su supuesto adversario, aunque evitó mirarle a los ojos, no sabía exactamente que quería decir la cazadora con poderes mentales, pero lo mejor que podía hacer era evitar ponerle las cosas fáciles al señor de la noche – Estoy seguro que ninguno de nosotros quiere pelear ahora mismo. – Miró a Huracán, estaba bastante seguro de que ella sí que quería hacerlo – Estas en desventaja numérica, en mitad del agua… y mi amiga tiene una puntería que, sinceramente, me da miedo - Dejó caer su espadón sobre su hombro, la última vez que se refirió a Huracán como a una amiga esta se encargó de recordarle que no lo eran, esperaba que la cosa hubiese cambiado – Haznos un favor y no huyas ¿Vale? – No solo estaban ellos allí, en el campamento quedaban aun muchos cazadores, si el vampiro decidía emprender la huida tendría que ser endiabladamente rápido para escapar a una comitiva de cazadores como la que Huracán lideraba, aunque por supuesto, si aquel individuo era tan peligroso como la bruja afirmaba decir, quizás ni entre todos pudiesen darle caza si decidía emprender la huida, por increíble que le resultase, debía de hacer de guarda competente en aquella situación.
Otro fogonazo proveniente del castillo llamó la atención de Eltrant, esta vez fue ligeramente más intenso, como si alguien se estuviese encargando de encender y apagar un pequeño candil de forma intermitente, frunció el ceño – Huracán – Señaló al castillo cuando hubo captado la atención de su aliada, la luz se había vuelto una constante, seguía apagándose y encendiéndose, pero ahora parecía querer llamar más la atención de todos los presentes, Eltrant volvió a girarse hacía el vampiro.
- ¿Tienes tú algo que ver con eso? – Preguntó serio, cabía la posibilidad de que aquel no fuese sino el cabecilla de un selecto grupo de vampiros, en cuyo caso, estarían en problemas.
La expresión de la bruja estaba congelada en lo que Eltrant había empezado a describir como “Mirada de cazadora” Cassandra la solía poner también cuando alguien le llevaba la contraria, así como la mayor parte de los brujos del campamento; También sabía, quizás muy a su pesar, que una vez decidían una presa, no descansaban hasta haberla abatido.
Estudió al hombre, de aspecto jovial que estaba en el agua, a varios metros de él. Estaba ante un individuo esbelto, ataviado completamente en negro, con porte seguro, firme aun frente a dos adversarios, emanaba, de algún modo, ligereza, sus movimientos eran casi felinos, suaves y sutiles, y por lo que decía Huracán, con un rencor en su tono de voz que apenas se encargó de disimular, el “viajero extraviado” era un fugitivo de la ley, un vampiro por el cual ofrecían nada más y nada menos que cinco mil Aeros.
Frunció el ceño y, suspirando, plantó su mano derecha en la empuñadura de su arma y con la que quedaba libre, se encargó de obstaculizar el paso de la cazadora. – Espera, espera – Algo parecido a una luz, a un destello, emanó momentáneamente desde el castillo, no obstante, fue lo suficientemente rápido como para que Eltrant pensase que no era más que producto de su imaginación, lo último que necesitaban además de un fugitivo eran más problemas – Me preocupa que sea yo el que tenga que decirte que mantengas la cabeza fría, tú eres la lista de los dos – Bromeó dándole un leve golpe en la espalda a la cazadora, avanzando un par de pasos en dirección al vampiro justo después, sin desenvainar la espada
- Mi nombre es Eltrant Tale, fugitivo. – Se presentó sin perder de vista al vampiro ni sus movimientos, era consciente de lo fácil que estos podían fundirse con la noche, de la facilidad con la que este podía escapar – Guardián de la Ciudadela de Lunargenta, miembro del Escuadrón de Acero - Aquel título era inventado, pero sonaba bien, así que le dio un poco igual, también servía para intimidar a los malhechores de poca monta, aunque dudaba mucho que valiese con alguien cuya cabeza valía tal cantidad de dinero – Entrégate y me encargaré de que recibas un trato justo – Desenvainó la espada, el brillo azulado de la hoja, tan fría como el mismo hielo, iluminó el rostro del exmercenario en mitad de la oscuridad – De lo contrario me temo que tendremos que usar la fuerza. – El hombre que tenía frente a él era un prófugo, y aunque solo tenía por prueba las palabras de su aliada, confiaba en ella, no necesitaba nada más para arrestarle.
Respiró hondo y esperó la respuesta del vampiro, con un suave movimiento deshizo el nudo que sujetaba su capa a su cuello, la cual se desprendió de su espalda, arrastrada por el viento, y se perdió lago a dentro, estiró los brazos.
- ¿Qué me dices? – Sonrió a su supuesto adversario, aunque evitó mirarle a los ojos, no sabía exactamente que quería decir la cazadora con poderes mentales, pero lo mejor que podía hacer era evitar ponerle las cosas fáciles al señor de la noche – Estoy seguro que ninguno de nosotros quiere pelear ahora mismo. – Miró a Huracán, estaba bastante seguro de que ella sí que quería hacerlo – Estas en desventaja numérica, en mitad del agua… y mi amiga tiene una puntería que, sinceramente, me da miedo - Dejó caer su espadón sobre su hombro, la última vez que se refirió a Huracán como a una amiga esta se encargó de recordarle que no lo eran, esperaba que la cosa hubiese cambiado – Haznos un favor y no huyas ¿Vale? – No solo estaban ellos allí, en el campamento quedaban aun muchos cazadores, si el vampiro decidía emprender la huida tendría que ser endiabladamente rápido para escapar a una comitiva de cazadores como la que Huracán lideraba, aunque por supuesto, si aquel individuo era tan peligroso como la bruja afirmaba decir, quizás ni entre todos pudiesen darle caza si decidía emprender la huida, por increíble que le resultase, debía de hacer de guarda competente en aquella situación.
Otro fogonazo proveniente del castillo llamó la atención de Eltrant, esta vez fue ligeramente más intenso, como si alguien se estuviese encargando de encender y apagar un pequeño candil de forma intermitente, frunció el ceño – Huracán – Señaló al castillo cuando hubo captado la atención de su aliada, la luz se había vuelto una constante, seguía apagándose y encendiéndose, pero ahora parecía querer llamar más la atención de todos los presentes, Eltrant volvió a girarse hacía el vampiro.
- ¿Tienes tú algo que ver con eso? – Preguntó serio, cabía la posibilidad de que aquel no fuese sino el cabecilla de un selecto grupo de vampiros, en cuyo caso, estarían en problemas.
Eltrant Tale
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Re: La díscola de la familia Boisson [Libre] [3/3] [Cerrado]
El amable hombre no dudó en orientarme acerca de la dirección en la que debía ir, no parecía ser una mala persona pese a andar con esa mujer -No, no, odiaría molestarlos con mi presencia- Intenté de inmediato escapar a su oferta de acampar juntos pero al parecer ya era demasiado tarde, la obstinada mujer parecía haberme reconocido.
Maldita sea, de todas las personas en este mundo tenía que ser ella- Pensaba mirando de reojo a la cazadora fanática -No, no soy- Respondí esperando que no continuara -No, no caes y no lo soy- Insistí aunque claramente era demasiado tarde -¿Chupasangres? ¿Dónde?- Dije al tiempo que llevaba las manos al pecho fingiendo un ataque de pánico; un paso atrás, luego otro, ligeramente levanté las manos en señal de estar desarmado aunque eso no parecía razón suficiente para detener a aquella obstinada mujer -¿Qué te hace pensar que no tengo un dragón cerca?- Le pregunté en tono pícaro e inconsciente para luego volver a la misma actitud -Digo, no ¿Cuál dragón? No sé de qué habla, señorita- Entrecerré los ojos para detallarla bien -¿Porque es una señorita verdad?- Pregunté aunque tal vez no estaba haciendo mucho para calmarla, en lugar de eso mi especial y súper desarrollado don que tenía para enojar a las féminas se había convertido en algo incontrolable, una especie de placer inconsciente que no alcanzaba a percibir hasta que ya el mal estaba hecho.
Alcé una ceja e hice memoria acerca de los premios -Ah pero claro que te lo digo, somos amigos, y los amigos no se disparan entre ellos- Tenía más esperanzas de molestarla que de convencerla, así que con cada frase que dejaba salir daba uno y otro paso atrás; aunque escapar nadando no parecía ser la mejor de las ideas -Si me das tu cinturón puedo colgarlo de mi cabeza y todos felices- Continué argumentando de manera jocosa solo para ganar tiempo mientras pensaba cómo salir de tan peligrosa situación, y es que la mujer hablaba con bastante propiedad, ya la había visto en acción y sabía que sus amenazas no eran solo palabras vacías.
Se susurraban entre ellos, tal vez planeaban rodearme o esperar que huyera para dispararme a traición, pero las palabras con las que me describía la mujer me hacían parecer incluso más poderoso de lo que era realmente -Oh, me halagas, aunque no soy tan rápido y no existen los poderes mentales- Intenté confundirlos, pues había aprendido que mis habilidades eran más efectivas si el objetivo no estaba preparado para ellas.
Justo cuando pensaba que la mujer saltaría a dispararme el amable caballero, al parecer un Guardia de Lunargenta se interpuso dándome un respiro -Espera ¿Te llamas Eltrant Tale y eres un fugitivo?- Dije jugando con las palabras que él mismo había dicho, aunque luego consideré que siendo más calmado podría ponerlo de mi parte -Pero vaya cuantos títulos, has de ser todo un héroe- Dije manteniendo aún las manos en alto y a la vista -Define “Trato Justo”, porque debo comer al menos una vez al día- Ser bromista no había hecho más que hundirme más en la difícil y pantanosa situación.
El hombre definitivamente había tomado las riendas del asunto, afortunadamente para mí pues de otro modo ya tendría algún objeto punzante clavado en alguna parte, se quitó su capa y la dejó ir de forma despreocupada para luego apoyarse el espadón en el hombro mientras intentaba convencerme de que me entregara ¿Cuáles eran mis opciones? No sabría qué responderle al momento hasta que noté que algo llamaba su atención en la lejanía; llevé la vista en la dirección que le había visto mirar pero no llegué a ver nada y rápidamente regresé mi atención a la cazadora -Vale, vale, no quiero pelear y no escaparé, lo prometo, pero quiero mi trato justo- Acepté como una treta que claramente rompería ante la primera oportunidad clara de escapar.
La mirada del guardia seguía regresando de manera intermitente hacia aquella roída edificación desde donde por fin alcancé a ver lo que me señalaba -¿Eh? ¿Yo?- Me encojí de hombros fingiendo inocencia -No, claro que no, y sí así fuera, no estoy tan loco como para querer escapar de ustedes usando alguno de mis trucos mentales y correr a toda velocidad hacia esa dirección con el fin de salvarme- Me di media vuelta -Sería una locura, pero por ahora solo puedo advertirles que...- Hice una pequeña pausa para tomar impulso aprovechando su pequeña distracción al querer examinar la dirección de aquella extraña señal -¡¡Matanga dijo la changa!!- [1] Grité con fuerza hacia el par de cazadores, porque ante mis ojos ambos eran cazadores, y dejé escapar una potente dosis de magia, al menos la suficiente para causarles una leve jaqueca que los debilitara por unos instantes.
Sin apenas dar tiempo a reaccionar emprendí una vertiginosa carrera a toda velocidad hacia esa dirección con el fin de salvarme, y es que si había alguien ahí, y era un vampiro, tal vez no estaría solo, y si hay algo que gusta a los vampiros es asesinar cazavampiros; sabía que el truco mental no duraría mucho; así que mientras corría me concentré para envolver mi cuerpo en una capa de sombras, una pequeña distorción de percepción en las mentes de mis perseguidores dándoles la impresión de que me había desvanecido en la noche. [2] Al final tan solo alcanzarían a ver una rápida sucesión de pisadas en el agua que hacían saltar las gotas hasta que finalmente alcancé a correr sobre el suelo y salté perdiéndome entre los árboles con rumbo a aquel lugar en donde esperaba encontrar un aliado temporal; a pesar de el desvanecimiento, había dejado mis huellas dibujadas por todo el terreno, por lo que no les resultaría difícil seguirme, aunque eso no parecía ser lo peor.
[1] Habilidad de Nivel 0: El que susurra en la oscuridad. Maldita sea, de todas las personas en este mundo tenía que ser ella- Pensaba mirando de reojo a la cazadora fanática -No, no soy- Respondí esperando que no continuara -No, no caes y no lo soy- Insistí aunque claramente era demasiado tarde -¿Chupasangres? ¿Dónde?- Dije al tiempo que llevaba las manos al pecho fingiendo un ataque de pánico; un paso atrás, luego otro, ligeramente levanté las manos en señal de estar desarmado aunque eso no parecía razón suficiente para detener a aquella obstinada mujer -¿Qué te hace pensar que no tengo un dragón cerca?- Le pregunté en tono pícaro e inconsciente para luego volver a la misma actitud -Digo, no ¿Cuál dragón? No sé de qué habla, señorita- Entrecerré los ojos para detallarla bien -¿Porque es una señorita verdad?- Pregunté aunque tal vez no estaba haciendo mucho para calmarla, en lugar de eso mi especial y súper desarrollado don que tenía para enojar a las féminas se había convertido en algo incontrolable, una especie de placer inconsciente que no alcanzaba a percibir hasta que ya el mal estaba hecho.
Alcé una ceja e hice memoria acerca de los premios -Ah pero claro que te lo digo, somos amigos, y los amigos no se disparan entre ellos- Tenía más esperanzas de molestarla que de convencerla, así que con cada frase que dejaba salir daba uno y otro paso atrás; aunque escapar nadando no parecía ser la mejor de las ideas -Si me das tu cinturón puedo colgarlo de mi cabeza y todos felices- Continué argumentando de manera jocosa solo para ganar tiempo mientras pensaba cómo salir de tan peligrosa situación, y es que la mujer hablaba con bastante propiedad, ya la había visto en acción y sabía que sus amenazas no eran solo palabras vacías.
Se susurraban entre ellos, tal vez planeaban rodearme o esperar que huyera para dispararme a traición, pero las palabras con las que me describía la mujer me hacían parecer incluso más poderoso de lo que era realmente -Oh, me halagas, aunque no soy tan rápido y no existen los poderes mentales- Intenté confundirlos, pues había aprendido que mis habilidades eran más efectivas si el objetivo no estaba preparado para ellas.
Justo cuando pensaba que la mujer saltaría a dispararme el amable caballero, al parecer un Guardia de Lunargenta se interpuso dándome un respiro -Espera ¿Te llamas Eltrant Tale y eres un fugitivo?- Dije jugando con las palabras que él mismo había dicho, aunque luego consideré que siendo más calmado podría ponerlo de mi parte -Pero vaya cuantos títulos, has de ser todo un héroe- Dije manteniendo aún las manos en alto y a la vista -Define “Trato Justo”, porque debo comer al menos una vez al día- Ser bromista no había hecho más que hundirme más en la difícil y pantanosa situación.
El hombre definitivamente había tomado las riendas del asunto, afortunadamente para mí pues de otro modo ya tendría algún objeto punzante clavado en alguna parte, se quitó su capa y la dejó ir de forma despreocupada para luego apoyarse el espadón en el hombro mientras intentaba convencerme de que me entregara ¿Cuáles eran mis opciones? No sabría qué responderle al momento hasta que noté que algo llamaba su atención en la lejanía; llevé la vista en la dirección que le había visto mirar pero no llegué a ver nada y rápidamente regresé mi atención a la cazadora -Vale, vale, no quiero pelear y no escaparé, lo prometo, pero quiero mi trato justo- Acepté como una treta que claramente rompería ante la primera oportunidad clara de escapar.
La mirada del guardia seguía regresando de manera intermitente hacia aquella roída edificación desde donde por fin alcancé a ver lo que me señalaba -¿Eh? ¿Yo?- Me encojí de hombros fingiendo inocencia -No, claro que no, y sí así fuera, no estoy tan loco como para querer escapar de ustedes usando alguno de mis trucos mentales y correr a toda velocidad hacia esa dirección con el fin de salvarme- Me di media vuelta -Sería una locura, pero por ahora solo puedo advertirles que...- Hice una pequeña pausa para tomar impulso aprovechando su pequeña distracción al querer examinar la dirección de aquella extraña señal -¡¡Matanga dijo la changa!!- [1] Grité con fuerza hacia el par de cazadores, porque ante mis ojos ambos eran cazadores, y dejé escapar una potente dosis de magia, al menos la suficiente para causarles una leve jaqueca que los debilitara por unos instantes.
Sin apenas dar tiempo a reaccionar emprendí una vertiginosa carrera a toda velocidad hacia esa dirección con el fin de salvarme, y es que si había alguien ahí, y era un vampiro, tal vez no estaría solo, y si hay algo que gusta a los vampiros es asesinar cazavampiros; sabía que el truco mental no duraría mucho; así que mientras corría me concentré para envolver mi cuerpo en una capa de sombras, una pequeña distorción de percepción en las mentes de mis perseguidores dándoles la impresión de que me había desvanecido en la noche. [2] Al final tan solo alcanzarían a ver una rápida sucesión de pisadas en el agua que hacían saltar las gotas hasta que finalmente alcancé a correr sobre el suelo y salté perdiéndome entre los árboles con rumbo a aquel lugar en donde esperaba encontrar un aliado temporal; a pesar de el desvanecimiento, había dejado mis huellas dibujadas por todo el terreno, por lo que no les resultaría difícil seguirme, aunque eso no parecía ser lo peor.
[2] Habilidad de Nivel 4: Espíritus de la Noche
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Re: La díscola de la familia Boisson [Libre] [3/3] [Cerrado]
Eltrant intervino para tratar de calmarme. Y lo consiguió en cierto modo. Al menos su cabeza ya no estaba en la trayectoria de la mira de mi arma. Pero mi gesto no pudo ser de mayor desaprobación. ¿Por qué dialogar con aquel tipo? ¿Acaso no era más fácil acabar con él allí mismo? ¡Pero si estaba en el agua! Era un tiro que hasta uno de mis estudiantes de la academia acertaría. Nunca entendería la fe en el diálogo de la gente como Jules o Eltrant. ¿Acaso esperaba que escoltásemos al vampiro hasta Sacrestic? - ¿Haznos un favor y no huyas? – repetí incrédula, mirando a Eltrant, para que se diese cuenta la absurdez de la idea de pedirle a un criminal que nos acompañe amablemente hasta prisión. - ¿Y por qué no le invitamos también a un té con pasteles? – pregunté con cara de pocos amigos.
Para colmo, las respuestas del vampiro no podían ser más sarcásticas. Nos estaba haciendo burla y se estaba quedando con mi compañero y lo peor es que no podía atravesarle los sesos como a otros congéneres suyos gracias a la bonita amistad que Eltrant pretendía entablar con él.
Fue entonces cuando Eltrant notó un destello de luz repentino procedente del castillo que rápidamente se apagó. Un fogonazo. Y el humano decidió preguntarle al vampiro si tenía alguna relación con ello. Éste se disculpó de la manera más falsa que había visto en mi vida. – Mientes. – sentencié. Cada vez estaba más enfadada. Disimulaba muy mal cuando alguien me caía mal.
En aquel momento gritó un extraño ruido que me desconcertó de tal manera que me caí al suelo ligeramente, llevándome las manos a la cabeza. Uno de los tantos trucos mentales de aquella gente, que había aprendido a resistir pero que en caso de aquel hombre, al pillarme desprevenida hizo que me lo tragara de lleno. – Joder. Por los dioses. – exclamé tratando de cesar el intenso pitido que había llegado hasta mis oídos.
Cuando alcé la vista, esta vez con la ballesta en ristre y dispuesta a, esta vez sí, acribillar al vampiro a base de puntas de plata me di cuenta de que éste se había desvanecido en las sombras. Simplemente ya no estaba allí. Lo primero que hice fue mirar a mi compañero, que parecía tan atolondrado como yo. Imaginaba que por lo mismo.
-Bravo, Tale. Un plan infalible. Mira que te lo dije… – le reproché entre bufidos con sarcasmo, con la ballesta reposando en mis brazos, mirando a todas partes a ver en qué dirección podía haberse esfumado. – Dialogar con un criminal… ¿esperabas que nos acompañara alegremente hasta el cuartel? – comenté guardando mi ballesta, cuando advertí que ya no había peligro alguno. Luego me acerqué a él y le señalé en el pecho con mi dedo índice. – Mira, sé que los guardias tenéis que ser justos y todo eso. – continué – Pero yo no trabajo así, ¿vale?. Cuando veo el rostro de alguien en un cartel con un número debajo y unas letras que indican vivo o muerto ya sé lo que tengo que hacer. No necesito más información. – le recriminé sin dar voces, pero algo alterada. – A ti te llega el sueldo todos los meses a casa aunque estés bebiendo cervezas en la taberna, pero yo tengo que ganármelo, ¿sabes? – insistí. Creo que éste estaba siendo el monólogo más largo que había tenido con el ex-mercenario desde que lo conocí y, casualmente, ésto solo lo hacía con la gente con quien tenía confianza. Era mi lado bueno para las personas que me caían bien, si no tuviera confianza directamente le habría golpeado un culetazo con la ballesta. - Espero que tu guardia me entregue los maravillosos 5000 aeros que mi gremio acaba de perder. – y dejé de señalarle con el índice.
Tras escuchar su contestación, me di la vuelta y me puse a buscar el rastro del vampiro. Podía echarle en cara aquello, pero con el guarda me pasaba como con el brujo. A pesar de lo patosos que eran en ocasiones, me caían bien y sería incapaz de hacerles nada malo. Era gruñona, pero en el fondo tenía un buen corazón. Oh, dioses, ¿por qué me ablandaba tanto? Quisiera tener el carácter de Mortagglia o de mi madre en ocasiones.
–Da igual, Eltrant. Ahora tenemos un vil chupasangres campeando a sus anchas por el bosque. – eso suponiendo que no hubiese más, claro. Cualquiera era el bueno que pegaba ojo ahora. Intuí por su posición en el agua y la nuestra hacia donde podía haber huido y contemplé en las aguas mojadas de la orilla la hendidura de las pisadas del tipo. Podría hacerse invisible, pero su peso no disminuía por eso. Cuando seguí varios pares de pisadas pude deducir su dirección. Levanté la vista para seguir la línea de éstas y ver a dónde se dirigía. - Oh, genial, ha ido hacia el castillo. – indiqué entre quejidos. Tenía pocas ganas de entrar en aquella morada. A saber qué había allí, pero no parecía que tuviésemos muchas más alternativas.
Para colmo, las respuestas del vampiro no podían ser más sarcásticas. Nos estaba haciendo burla y se estaba quedando con mi compañero y lo peor es que no podía atravesarle los sesos como a otros congéneres suyos gracias a la bonita amistad que Eltrant pretendía entablar con él.
Fue entonces cuando Eltrant notó un destello de luz repentino procedente del castillo que rápidamente se apagó. Un fogonazo. Y el humano decidió preguntarle al vampiro si tenía alguna relación con ello. Éste se disculpó de la manera más falsa que había visto en mi vida. – Mientes. – sentencié. Cada vez estaba más enfadada. Disimulaba muy mal cuando alguien me caía mal.
En aquel momento gritó un extraño ruido que me desconcertó de tal manera que me caí al suelo ligeramente, llevándome las manos a la cabeza. Uno de los tantos trucos mentales de aquella gente, que había aprendido a resistir pero que en caso de aquel hombre, al pillarme desprevenida hizo que me lo tragara de lleno. – Joder. Por los dioses. – exclamé tratando de cesar el intenso pitido que había llegado hasta mis oídos.
Cuando alcé la vista, esta vez con la ballesta en ristre y dispuesta a, esta vez sí, acribillar al vampiro a base de puntas de plata me di cuenta de que éste se había desvanecido en las sombras. Simplemente ya no estaba allí. Lo primero que hice fue mirar a mi compañero, que parecía tan atolondrado como yo. Imaginaba que por lo mismo.
-Bravo, Tale. Un plan infalible. Mira que te lo dije… – le reproché entre bufidos con sarcasmo, con la ballesta reposando en mis brazos, mirando a todas partes a ver en qué dirección podía haberse esfumado. – Dialogar con un criminal… ¿esperabas que nos acompañara alegremente hasta el cuartel? – comenté guardando mi ballesta, cuando advertí que ya no había peligro alguno. Luego me acerqué a él y le señalé en el pecho con mi dedo índice. – Mira, sé que los guardias tenéis que ser justos y todo eso. – continué – Pero yo no trabajo así, ¿vale?. Cuando veo el rostro de alguien en un cartel con un número debajo y unas letras que indican vivo o muerto ya sé lo que tengo que hacer. No necesito más información. – le recriminé sin dar voces, pero algo alterada. – A ti te llega el sueldo todos los meses a casa aunque estés bebiendo cervezas en la taberna, pero yo tengo que ganármelo, ¿sabes? – insistí. Creo que éste estaba siendo el monólogo más largo que había tenido con el ex-mercenario desde que lo conocí y, casualmente, ésto solo lo hacía con la gente con quien tenía confianza. Era mi lado bueno para las personas que me caían bien, si no tuviera confianza directamente le habría golpeado un culetazo con la ballesta. - Espero que tu guardia me entregue los maravillosos 5000 aeros que mi gremio acaba de perder. – y dejé de señalarle con el índice.
Tras escuchar su contestación, me di la vuelta y me puse a buscar el rastro del vampiro. Podía echarle en cara aquello, pero con el guarda me pasaba como con el brujo. A pesar de lo patosos que eran en ocasiones, me caían bien y sería incapaz de hacerles nada malo. Era gruñona, pero en el fondo tenía un buen corazón. Oh, dioses, ¿por qué me ablandaba tanto? Quisiera tener el carácter de Mortagglia o de mi madre en ocasiones.
–Da igual, Eltrant. Ahora tenemos un vil chupasangres campeando a sus anchas por el bosque. – eso suponiendo que no hubiese más, claro. Cualquiera era el bueno que pegaba ojo ahora. Intuí por su posición en el agua y la nuestra hacia donde podía haber huido y contemplé en las aguas mojadas de la orilla la hendidura de las pisadas del tipo. Podría hacerse invisible, pero su peso no disminuía por eso. Cuando seguí varios pares de pisadas pude deducir su dirección. Levanté la vista para seguir la línea de éstas y ver a dónde se dirigía. - Oh, genial, ha ido hacia el castillo. – indiqué entre quejidos. Tenía pocas ganas de entrar en aquella morada. A saber qué había allí, pero no parecía que tuviésemos muchas más alternativas.
Anastasia Boisson
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Re: La díscola de la familia Boisson [Libre] [3/3] [Cerrado]
El intenso dolor de cabeza fue acallado inmediatamente por las protestas de su compañera, el vampiro se las había ingeniado para escapar haciendo uso de los ardides mentales de los que les había prevenido Huracán, mirando el lago, totalmente a oscuras, que tenía frente a él, suspiró.
Envainó la espada y, sin girarse a mirar a Anastasia, ligeramente avergonzado por su comportamiento, siguió contemplando el vasto manto de agua que conformaba el lago central de Aerandir.
Sus ojos navegaban sobre el suave oleaje, tan oscuro como el mismo firmamento, en busca de alguna seña que le indicase hacía dónde había escapado el vampiro. – No ha ido bien, no – Dijo en voz baja, respondiendo a las palabras de su compañera, bajando ahora la mirada hasta sus bolsillos. – Me gustaba la capa… – Dijo sencillamente, al notar como la suave brisa nocturna penetraba su armadura y calaba sus huesos.
La bruja tenía razón, él ahora era un guardia, y aunque el concepto que Huracán tenía de su trabajo estaba ligeramente equivocado, tenía algo parecido a una paga, él había estado en su misma condición hacía no mucho tiempo atrás, arañando cada trabajo para conseguir unos Aeros, aún en aquel momento, Sam, el mapache con sobrepeso con el que, lamentablemente vivía, era un indicativo de su poder adquisitivo.
Girándose sobre sí mismo sonrió a la cazadora, y procedió a rascarse la parte posterior de la cabeza – Lo siento – Tras rebuscar en sus bolsillos dejó la bolsa con todos los Aeros que tenía en aquel momento consigo en la palma de la mano de Huracán – No es una recompensa desmedida, pero servirá por lo pronto – Ensanchó su sonrisa – No pongas esa cara. Lo atraparemos – Le dio una palmada en la espalda – Ya le he dado una oportunidad – Se cruzó de brazos – Puede que no lo entiendas… - Pensó en Cyrilo y en Catherine, la amiga de Rachel, eran vampiros, y no eran malas personas, al contrario. Muchas veces a él también le costaba separar ambos conceptos, principalmente debido a que, casualmente, la mayoría de las personas que trataban de matarle resultaban ser chupasangres – A veces es recomendable hablar antes de actuar – Comenzó a caminar en dirección al castillo – Aunque eso te cueste cinco mil Aeros.
Según Huracán, el fugitivo se encaminaba al castillo, el apenas había tenido la oportunidad de ver hacía dónde se había escapado, había estado demasiado ocupado por no seguirle el juego de los chistes malos, a simple vista le había parecido el típico malhechor con buen humor, con la suficiente confianza en sí mismo para comportarse del modo en el que lo hacía, y al parecer, por lo que acababa de demostrar, la habilidad.
- Estoy seguro que está decorado de manera impecable por dentro – Dijo a su compañera cuando la desvencijada estructura comenzó a tomar forma frente a él, tratando de animarla un poco, quizás estaba consiguiendo el efecto contrario, en cualquier caso, sabía perfectamente que de ser un completo desconocido para ella le habría abierto la cabeza con la culata de su arma, en sí, había visto hacerlo en un par de ocasiones. – Al menos parece que está bien iluminado - Las luces seguían parpadeando en el ventanal del desvencijado baluarte, como una especie de seña, como si estuviesen atrayendo a los presentes a aquel lugar.
Aquello llevaba a Eltrant a preguntarse si el vampiro a la fuga conocía a los estuviesen en el interior del castillo, en el caso de que la respuesta a esta pregunta fuese afirmativa, habría muchas posibilidades de que fuesen, también, vampiros – Quizás nos convendría pedir ayuda a Cassandra – Dijo frunciendo el ceño cuando, finalmente, la enjuta luz se quedó estática, iluminando una de las estancias superiores de la fortificación. - ¿Qué opinas? – En las semanas de viaje había comenzado descifrar la extraña relación que había entre Harrowmont y Huracán, no eran amigas, tampoco se podía decir que eran las mejores compañeras, pero dentro de la organización estructurada que eran los Cazadores de Vampiros, parecían soportarse la una a la otra. – Aunque… - La imponente fachada del edificio se alzaba frente ellos – ... creo que es un poco tarde.
Sorpresivamente, el baluarte estaba en mejor estado del que parecía desde la distancia, muchas de las paredes medio derruidas, estaban ahora, por algún motivo, completamente intactas, los harapos grisáceos que se veían ondear, mecidos por el aire, desde el lugar en el que habían emboscado al vampiro eran en aquel momento orgullosos estandartes de, según pudo vislumbrar Eltrant desde la penumbra, un vivo color carmesí. - Esto es raro – Afirmó mirando hacia arriba, girándose inmediatamente de nuevo en dirección a Huracán – Sí que gana más desde cerca, sí. Por esto no me gusta tener razón - En el mismo instante en el tanto la bruja como el guarda estuvieron cerca del palacio, un centenar de luces en el interior se encendieron, una tras otra, iluminando toda la fortificación como si esta jamás hubiese estado abandonada.
Frunciendo el ceño, desenvainó la espada de nuevo – Siento… haberte arrastrado hasta esto – Dijo de nuevo, era evidente que había metido a su compañera en más líos de los que a esta le gustaría, aquel edificio estaba lejos de estar simplemente abandonado.
Envainó la espada y, sin girarse a mirar a Anastasia, ligeramente avergonzado por su comportamiento, siguió contemplando el vasto manto de agua que conformaba el lago central de Aerandir.
Sus ojos navegaban sobre el suave oleaje, tan oscuro como el mismo firmamento, en busca de alguna seña que le indicase hacía dónde había escapado el vampiro. – No ha ido bien, no – Dijo en voz baja, respondiendo a las palabras de su compañera, bajando ahora la mirada hasta sus bolsillos. – Me gustaba la capa… – Dijo sencillamente, al notar como la suave brisa nocturna penetraba su armadura y calaba sus huesos.
La bruja tenía razón, él ahora era un guardia, y aunque el concepto que Huracán tenía de su trabajo estaba ligeramente equivocado, tenía algo parecido a una paga, él había estado en su misma condición hacía no mucho tiempo atrás, arañando cada trabajo para conseguir unos Aeros, aún en aquel momento, Sam, el mapache con sobrepeso con el que, lamentablemente vivía, era un indicativo de su poder adquisitivo.
Girándose sobre sí mismo sonrió a la cazadora, y procedió a rascarse la parte posterior de la cabeza – Lo siento – Tras rebuscar en sus bolsillos dejó la bolsa con todos los Aeros que tenía en aquel momento consigo en la palma de la mano de Huracán – No es una recompensa desmedida, pero servirá por lo pronto – Ensanchó su sonrisa – No pongas esa cara. Lo atraparemos – Le dio una palmada en la espalda – Ya le he dado una oportunidad – Se cruzó de brazos – Puede que no lo entiendas… - Pensó en Cyrilo y en Catherine, la amiga de Rachel, eran vampiros, y no eran malas personas, al contrario. Muchas veces a él también le costaba separar ambos conceptos, principalmente debido a que, casualmente, la mayoría de las personas que trataban de matarle resultaban ser chupasangres – A veces es recomendable hablar antes de actuar – Comenzó a caminar en dirección al castillo – Aunque eso te cueste cinco mil Aeros.
Según Huracán, el fugitivo se encaminaba al castillo, el apenas había tenido la oportunidad de ver hacía dónde se había escapado, había estado demasiado ocupado por no seguirle el juego de los chistes malos, a simple vista le había parecido el típico malhechor con buen humor, con la suficiente confianza en sí mismo para comportarse del modo en el que lo hacía, y al parecer, por lo que acababa de demostrar, la habilidad.
- Estoy seguro que está decorado de manera impecable por dentro – Dijo a su compañera cuando la desvencijada estructura comenzó a tomar forma frente a él, tratando de animarla un poco, quizás estaba consiguiendo el efecto contrario, en cualquier caso, sabía perfectamente que de ser un completo desconocido para ella le habría abierto la cabeza con la culata de su arma, en sí, había visto hacerlo en un par de ocasiones. – Al menos parece que está bien iluminado - Las luces seguían parpadeando en el ventanal del desvencijado baluarte, como una especie de seña, como si estuviesen atrayendo a los presentes a aquel lugar.
Aquello llevaba a Eltrant a preguntarse si el vampiro a la fuga conocía a los estuviesen en el interior del castillo, en el caso de que la respuesta a esta pregunta fuese afirmativa, habría muchas posibilidades de que fuesen, también, vampiros – Quizás nos convendría pedir ayuda a Cassandra – Dijo frunciendo el ceño cuando, finalmente, la enjuta luz se quedó estática, iluminando una de las estancias superiores de la fortificación. - ¿Qué opinas? – En las semanas de viaje había comenzado descifrar la extraña relación que había entre Harrowmont y Huracán, no eran amigas, tampoco se podía decir que eran las mejores compañeras, pero dentro de la organización estructurada que eran los Cazadores de Vampiros, parecían soportarse la una a la otra. – Aunque… - La imponente fachada del edificio se alzaba frente ellos – ... creo que es un poco tarde.
Sorpresivamente, el baluarte estaba en mejor estado del que parecía desde la distancia, muchas de las paredes medio derruidas, estaban ahora, por algún motivo, completamente intactas, los harapos grisáceos que se veían ondear, mecidos por el aire, desde el lugar en el que habían emboscado al vampiro eran en aquel momento orgullosos estandartes de, según pudo vislumbrar Eltrant desde la penumbra, un vivo color carmesí. - Esto es raro – Afirmó mirando hacia arriba, girándose inmediatamente de nuevo en dirección a Huracán – Sí que gana más desde cerca, sí. Por esto no me gusta tener razón - En el mismo instante en el tanto la bruja como el guarda estuvieron cerca del palacio, un centenar de luces en el interior se encendieron, una tras otra, iluminando toda la fortificación como si esta jamás hubiese estado abandonada.
Frunciendo el ceño, desenvainó la espada de nuevo – Siento… haberte arrastrado hasta esto – Dijo de nuevo, era evidente que había metido a su compañera en más líos de los que a esta le gustaría, aquel edificio estaba lejos de estar simplemente abandonado.
- Off:
- Sí, he vuelto a entregar todo mi dinero a otro user (?), al final del tema avisaré a un master :'DD
Eltrant Tale
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Re: La díscola de la familia Boisson [Libre] [3/3] [Cerrado]
Zoquetes- Dije para mí mismo mientras corría después de haber dejado atrás a aquellos dos cazadores, aunque el tipo de la guardia había sido medianamente agradable, pero al andar con la molesta cazadora se convertía automáticamente en una amenaza; en apenas unos instantes los había dejado atrás haciendo uso de mi incomparable destreza; me sentía invencible y supremo al haber escapado tan fácil; salté sobre una roca en el camino apoyando tan solo una mano sobre ella, estaba prácticamente volando -Soy una pluma en el viento- Dije al tiempo que aterrizaba sobre un charco de lodo que me hizo resbalar y rodar en el piso.
Pasé a través de lodo, hojas, maleza, ramas, animales que salieron disparados en fuga hasta que finalmente me estrellé de espaldas contra un árbol; tenía la cabeza en el piso y los pies hacia arriba; al parecer mi destreza solo era comparable a mi extraña mala suerte, pero fuera como fuera no había tiempo que perder; me giré para ponerme de pie nuevamente y noté una pequeña punzada en la pierna izquierda -Oh, vamos- Una pequeña estaca saliente del árbol se me había incrustado en el muslo, eso sin duda era malo, pues me restaría velocidad en mi desesperada fuga, por lo que de momento lo mejor sería buscar dónde esconderme; y el cazador-guardia me había dado ya una pista.
Era tierra de vampiros, por lo que no resultaba difícil imaginar lo que podría haber en el castillo; habría preferido pasar de largo, y es que mi raza no estaba formada especialmente por mis mejores amigos, sin embargo la herida en mi pierna no me dejaría llegar muy lejos; además había ido dejando algunas gotas de sangre por el camino que tal vez lo cazadores podría seguir sin problemas, sería solo cuestión de tiempo para que me alcanzaran y esta vez no tendría tanta suerte.
Me acerqué a la entrada y misteriosamente la puerta se abrió ligeramente como si me estuviesen esperando; dudé unos instantes pero mirar atrás me hizo recordar que tenía a los cazadores encima, así que sin pensarlo más entré para observar con preocupación cómo la puerta se cerraba detrás de mí, ahora estaba atrapado y no había vuelta atrás -Comienzo a pensar que esto no fue una buena idea- Pensé mientras caminaba un poco más adentrándome en el sombrío lugar hasta que de manera inexplicable y como una reacción en cadena, las antorchas que ornamentaban los muros del lugar comenzaron a encenderse una tras otra de manera tétrica; saqué mis dagas y me preparé para lo peor, sobre todo porque no tenía de momento ningún lugar a dónde correr a esconderme -No deseo problemas, solo busco un refugio para esta noche- Dije en voz alta aunque de momento no escucharía ninguna respuesta...
Pasé a través de lodo, hojas, maleza, ramas, animales que salieron disparados en fuga hasta que finalmente me estrellé de espaldas contra un árbol; tenía la cabeza en el piso y los pies hacia arriba; al parecer mi destreza solo era comparable a mi extraña mala suerte, pero fuera como fuera no había tiempo que perder; me giré para ponerme de pie nuevamente y noté una pequeña punzada en la pierna izquierda -Oh, vamos- Una pequeña estaca saliente del árbol se me había incrustado en el muslo, eso sin duda era malo, pues me restaría velocidad en mi desesperada fuga, por lo que de momento lo mejor sería buscar dónde esconderme; y el cazador-guardia me había dado ya una pista.
Era tierra de vampiros, por lo que no resultaba difícil imaginar lo que podría haber en el castillo; habría preferido pasar de largo, y es que mi raza no estaba formada especialmente por mis mejores amigos, sin embargo la herida en mi pierna no me dejaría llegar muy lejos; además había ido dejando algunas gotas de sangre por el camino que tal vez lo cazadores podría seguir sin problemas, sería solo cuestión de tiempo para que me alcanzaran y esta vez no tendría tanta suerte.
Me acerqué a la entrada y misteriosamente la puerta se abrió ligeramente como si me estuviesen esperando; dudé unos instantes pero mirar atrás me hizo recordar que tenía a los cazadores encima, así que sin pensarlo más entré para observar con preocupación cómo la puerta se cerraba detrás de mí, ahora estaba atrapado y no había vuelta atrás -Comienzo a pensar que esto no fue una buena idea- Pensé mientras caminaba un poco más adentrándome en el sombrío lugar hasta que de manera inexplicable y como una reacción en cadena, las antorchas que ornamentaban los muros del lugar comenzaron a encenderse una tras otra de manera tétrica; saqué mis dagas y me preparé para lo peor, sobre todo porque no tenía de momento ningún lugar a dónde correr a esconderme -No deseo problemas, solo busco un refugio para esta noche- Dije en voz alta aunque de momento no escucharía ninguna respuesta...
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Re: La díscola de la familia Boisson [Libre] [3/3] [Cerrado]
Eltrant comenzó a disculparse por su error. Al pobre se le veía verdaderamente arrepentido ante mi enfado. No me gustaba abroncar a la gente, y menos a la que como Eltrant y Jules no lo hacían de mala fe. Estaba tan decepcionado consigo mismo que incluso comenzó a hurgarse los bolsillos. - ¿Qué haces? – pregunté. Cuando acto seguido sacó una pequeña cantidad de aeros que, en sus propias palabras, era todo lo que llevaba. – Ah, no. Guarda ese dinero, Eltrant. – contesté, ahora aún más ofendida. No pensaba cogérselo. – A ti te hace más falta que a mí. – le dije, mientras comencé a caminar hacia el castillo. Había fraternizado poco con el bueno de Tale. Al que apenas había dirigido la palabra en los días que llevábamos de camino. Yo era una chica reservada, y era hora de contarle algo más de mí. – Mira, vivo en una mansión en Beltrexus. Lo del dinero era solo… un comentario para reflejar mi enfado. – dije, restándole importancia a lo ocurrido.
Aún así, sus palabras sobre hablar antes de actuar eran aprovechables. Pero la vida me había enseñado a que esto, con los vampiros, no solía ser muy efectivo. Y aquel había sido un claro ejemplo.
Así, mientras continuamos irremediablemente nuestro camino hacia el castillo. El guardia me preguntó sobre ir a advertir a Cassandra. - ¿Te has parado a pensar por qué te he traído a ti conmigo y no a ella? – comenté, medio ofendida por su pregunta. – Como habrás notado, Cass y yo no somos amigas. Nuestra relación llega hasta que terminamos de trabajar. – le remarqué, seria, sin entrar en mayor detalle. Aunque aquello lo dejaba en mejor posición a él que a Cass. Y es que la compañía de la mayor de los Harrowmont no me resultaba agradable. Y el sentimiento era recíproco. Al menos ella, a diferencia de su hermano, no era una inútil con su arma. Sus habilidades con el arco eran impresionantes. Siendo la única de los cazadores que no hacía uso de ballesta.
Una heladora brisa comenzó a escamarme en cuanto llegamos al castillo. Ya la noche había caído por completo. Y a medida que nos acercábamos a éste un cierto olor a terror se acercaba. Varios destellos salían de diferentes estancias del castillo. – No te preocupes. – le respondí seria, a mi compañero, que se lamentaba de haberse arrastrado hasta allí. Eltrant parecía tan asustado como yo. Tenía ganas de retroceder y abandonar al vampiro nuevamente, pero había un presentimiento que me incitaba a adentrarme en los oscuros parajes de aquel tétrico lugar, pero no eran mis ansias de acabar con Víctor. Era algo… mucho más intenso.
Pero repentinamente, la puerta volvió a cerrarse a nuestra espalda y las antorchas de las paredes comenzaron a iluminarse. - ¿Qué estás haciendo? ¡Para! – le ordené al tipo, al ritmo de amago de dispararle con la ballesta. Creía que todas aquellas brujerías eran cosa suya.
En ese momento. Una risa femenina enfermiza comenzó a invadir la estancia. No se detectaba a nadie en la sala. Pero venía de todos lados, de cada pasillo medio derruido de aquel oscuro castillo. Pronto, la voz femenina comenzó a ser más explícita.
-¡Anastasia! ¿O debería decir, Huracán? Ja ja ja ja. – comenzó a reír enfermizamente. – ¡No culpes al vampiro! No lo conozco. Además, no hay nadie más en este castillo que yo misma. – y volvió a reír.
Tras decir esto dejé de apuntar al vampiro con la ballesta, que parecía no ser el culpable. Intenté identificar aquella voz. Rápidamente comencé a tratar de hacer memoria para descifrar a quién pertenecía la voz de aquella mujer. Si me conocía por mi nombre, sin duda alguna tenía que pertenecer a la Hermandad, por lo que tendría que ser una de las múltiples chupasangres seguidoras de Mortagglia a las que me enfrenté y no pude derrotar.
-¿Eres la baronesa Byron? – pregunté a la voz. La batalla contra la baronesa y sus secuaces no fue sencilla, y ésta finalmente consiguió escapar. - ¿Catarina Kendrick, quizás? – En el caso de esta asesina de la Hermandad, tuve un intenso duelo que me dejó una “bella” cicatriz en el muslo.
-No y no. Ji ji ji ji – y las luces volvieron a retumbar en la sala. – Esas mujeres son malvadas. Pero no tanto como yo. Y, además, no soy vampiresa. – Bueno, ese dato al menos ya reducía bastante la búsqueda. Pero, ¿quién podía ser tan poderoso como para manejar un castillo a su antojo?
-¿Te conozco? – pregunté, haciendo gala de mi poca palabrería.
-¡Siiii! Nos conocemos. Nos conocemos. Ja ja ja. – gritó con una risa psicópata, a decir verdad. No me sonaba nadie tan rematadamente chiflado. – Pero hace muchos, muchos años que no nos vemos. Yo te recuerdo como si fuera ayer, ¡eras muy pequeña!. - Bonita manera de llamarme. ¿A qué venían esas confianzas? Sería mejor seguir el consejo de Eltrant y armarse de paciencia.
-Preséntate. – insistí de nuevo con pocas palabras, mirando al techo, a ver si podía encontrarla.
-Oh… no, querida. Quiero que lo descubras por ti misma. Pero primero, me divertiré viendo quiénes son tus amiguitos… - explicó. - ¡Que comience el juego!
Y, de las antorchas encendidas, se inclinaron y comenzaron a emitir un fuerte humo con olor a una colonia afresada y muy cargante que rápidamente cubrió la sala por completo. Comencé a ver que todo el escenario del castillo comenzaba a cambiar por otro escenario que no reconocía. Aquello era obra no de una vampiresa, sino de una bruja y, concretamente, una bruja ilusionista. Y una muy poderosa para poder transportarnos simultáneamente a tres personas a un sueño. – No… no conozco ninguna bruja ilusionista. – le expliqué a ambos, tratando de disculparme por aquel malentendido. – Lo lamento, Eltrant. – dije, siendo yo ahora la arrepentida por meter a mi compañero en aquello. Pero fuera como fuera, ahora estábamos en otro sitio. Y en uno muy distinto al castillo, fruto de aquella poción.
Aún así, sus palabras sobre hablar antes de actuar eran aprovechables. Pero la vida me había enseñado a que esto, con los vampiros, no solía ser muy efectivo. Y aquel había sido un claro ejemplo.
Así, mientras continuamos irremediablemente nuestro camino hacia el castillo. El guardia me preguntó sobre ir a advertir a Cassandra. - ¿Te has parado a pensar por qué te he traído a ti conmigo y no a ella? – comenté, medio ofendida por su pregunta. – Como habrás notado, Cass y yo no somos amigas. Nuestra relación llega hasta que terminamos de trabajar. – le remarqué, seria, sin entrar en mayor detalle. Aunque aquello lo dejaba en mejor posición a él que a Cass. Y es que la compañía de la mayor de los Harrowmont no me resultaba agradable. Y el sentimiento era recíproco. Al menos ella, a diferencia de su hermano, no era una inútil con su arma. Sus habilidades con el arco eran impresionantes. Siendo la única de los cazadores que no hacía uso de ballesta.
Una heladora brisa comenzó a escamarme en cuanto llegamos al castillo. Ya la noche había caído por completo. Y a medida que nos acercábamos a éste un cierto olor a terror se acercaba. Varios destellos salían de diferentes estancias del castillo. – No te preocupes. – le respondí seria, a mi compañero, que se lamentaba de haberse arrastrado hasta allí. Eltrant parecía tan asustado como yo. Tenía ganas de retroceder y abandonar al vampiro nuevamente, pero había un presentimiento que me incitaba a adentrarme en los oscuros parajes de aquel tétrico lugar, pero no eran mis ansias de acabar con Víctor. Era algo… mucho más intenso.
- castillo:
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Pero repentinamente, la puerta volvió a cerrarse a nuestra espalda y las antorchas de las paredes comenzaron a iluminarse. - ¿Qué estás haciendo? ¡Para! – le ordené al tipo, al ritmo de amago de dispararle con la ballesta. Creía que todas aquellas brujerías eran cosa suya.
En ese momento. Una risa femenina enfermiza comenzó a invadir la estancia. No se detectaba a nadie en la sala. Pero venía de todos lados, de cada pasillo medio derruido de aquel oscuro castillo. Pronto, la voz femenina comenzó a ser más explícita.
-¡Anastasia! ¿O debería decir, Huracán? Ja ja ja ja. – comenzó a reír enfermizamente. – ¡No culpes al vampiro! No lo conozco. Además, no hay nadie más en este castillo que yo misma. – y volvió a reír.
Tras decir esto dejé de apuntar al vampiro con la ballesta, que parecía no ser el culpable. Intenté identificar aquella voz. Rápidamente comencé a tratar de hacer memoria para descifrar a quién pertenecía la voz de aquella mujer. Si me conocía por mi nombre, sin duda alguna tenía que pertenecer a la Hermandad, por lo que tendría que ser una de las múltiples chupasangres seguidoras de Mortagglia a las que me enfrenté y no pude derrotar.
-¿Eres la baronesa Byron? – pregunté a la voz. La batalla contra la baronesa y sus secuaces no fue sencilla, y ésta finalmente consiguió escapar. - ¿Catarina Kendrick, quizás? – En el caso de esta asesina de la Hermandad, tuve un intenso duelo que me dejó una “bella” cicatriz en el muslo.
-No y no. Ji ji ji ji – y las luces volvieron a retumbar en la sala. – Esas mujeres son malvadas. Pero no tanto como yo. Y, además, no soy vampiresa. – Bueno, ese dato al menos ya reducía bastante la búsqueda. Pero, ¿quién podía ser tan poderoso como para manejar un castillo a su antojo?
-¿Te conozco? – pregunté, haciendo gala de mi poca palabrería.
-¡Siiii! Nos conocemos. Nos conocemos. Ja ja ja. – gritó con una risa psicópata, a decir verdad. No me sonaba nadie tan rematadamente chiflado. – Pero hace muchos, muchos años que no nos vemos. Yo te recuerdo como si fuera ayer, ¡eras muy pequeña!. - Bonita manera de llamarme. ¿A qué venían esas confianzas? Sería mejor seguir el consejo de Eltrant y armarse de paciencia.
-Preséntate. – insistí de nuevo con pocas palabras, mirando al techo, a ver si podía encontrarla.
-Oh… no, querida. Quiero que lo descubras por ti misma. Pero primero, me divertiré viendo quiénes son tus amiguitos… - explicó. - ¡Que comience el juego!
Y, de las antorchas encendidas, se inclinaron y comenzaron a emitir un fuerte humo con olor a una colonia afresada y muy cargante que rápidamente cubrió la sala por completo. Comencé a ver que todo el escenario del castillo comenzaba a cambiar por otro escenario que no reconocía. Aquello era obra no de una vampiresa, sino de una bruja y, concretamente, una bruja ilusionista. Y una muy poderosa para poder transportarnos simultáneamente a tres personas a un sueño. – No… no conozco ninguna bruja ilusionista. – le expliqué a ambos, tratando de disculparme por aquel malentendido. – Lo lamento, Eltrant. – dije, siendo yo ahora la arrepentida por meter a mi compañero en aquello. Pero fuera como fuera, ahora estábamos en otro sitio. Y en uno muy distinto al castillo, fruto de aquella poción.
- OFF:
Bien. La idea es que la bruja (que más adelante desvelaré, os sorprenderá) nos transporte a escenas de nuestros personajes. A vivencias de miedo, sentimiento o que no recordemos. Puede ser lo que queráis relacionado con vuestros personajes. Podemos luchar, resolver acertijos o desvelar algo importante de vuestro pasado. Queda a vuestro gusto. Que comience Eltrant por ser el turno suyo. Me pido el último turno ^^
Anastasia Boisson
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Re: La díscola de la familia Boisson [Libre] [3/3] [Cerrado]
Siguiendo a Huracán, atravesó el pequeño puente que separaba el islote en el que se encontraba el castillo de tierra firme, sus pasos, lentos y pesados, resonaban en la madera de la que estaba formada el puente, contrastando con rotundidad con los de su compañera.
Al otro lado del puente, la majestuosa puerta dio la bienvenida a los intrusos abriéndose por arte de magia - …Pues yo vivo con un mapache – Dijo a su compañera, tratando de acallar la sensación de malestar que le producía el simple hecho de mirar la oscura antesala que había detrás del portón – No me vendría mal pasar una noche en tu mansión ¿Que tal es la cocina? ¿Tienes cocineros? – Sentenció siguiéndola, dejando entrever una risilla nerviosa que se vio apagada en el mismo instante en el que Huracán volvió a levantar su ballesta.
“Víctor” era el nombre del vampiro que tenía a pocos metros delante de él, en mitad de aquel vestíbulo, Eltrant se cruzó de brazos y dejó que fuese la bruja quien se encargase de lidiar con él en aquel momento. - ¿Ves? Ahora te toca hablar con ella – Dijo con simpleza a Víctor, observando como Huracán acariciaba el gatillo de su arma, dispuesta a abatirle si trataba de hacer un movimiento brusco. No obstante, sin previo aviso, la entrada por la cual habían accedido al castillo se cerró de golpe, con fuerza, sumiendo a todos los presentes en la más profunda oscuridad.
Con el repentino sonido de la puerta al cerrarse, tomó de nuevo la empuñadura de su espada por instinto, y mientras Huracán encargaba de preguntarle lo que también pasaba por su cabeza a Víctor, él comprobó el portón a tientas, tratando de buscar un camino de retorno entre las sombras – Estamos encerrados – Masculló mientras intentaba, en vano, volver a abrir la puerta.
¿Estaba el vampiro jugando con ellos? Como remate al truco de la puerta, una voz femenina hizo acto de presencia, una voz que, por lo que afirmaba, conocía a Huracán bastante bien, pocas eran las personas que podían pronunciar el verdadero nombre de la cazadora.
Víctor no tenía nada que ver con la dueña del castillo, o eso era lo que esta decía, miró al vampiro mientras Huracán, que ahora había bajado la ballesta, interrogaba a la voz de la extraña, en cierto modo tanto él como Huracán le habían obligado acabar en aquel lugar.
- Una bruja… - Murmuró, a su alrededor las luces volvieron a encenderse iluminando todo el vestíbulo, seguían estando los tres completamente solos en el vestíbulo, sin rastro de nadie más, la voz de la bruja que les había encerrado en el castillo no era más que eso, una voz.
Ninguno de los nombres que Huracán pronunciaba se correspondían al de su captora, quien reía desquiciadamente al notar como la joven cazadora comenzaba impacientarse - ¡Muéstrate! – Gritó desenvainando la espada, la mujer ignoró por completo al guarda y siguió riendo, mofándose de ser la que controlaba la situación.
Tragó saliva, la última frase que pronunció la voz indicaba que, al menos, no tenía idea alguna de quien era él, tampoco parecía conocer al vampiro, pero no le apetecía saber que tenía en mente para como había mencionado “ver quiénes eran”.
Casi en el mismo instante en el que terminó de hablar, las antorchas que iluminaban la habitación, las que se habían encendido por si solas comenzaron a emitir brillar con más intensidad por unos instantes, después de esto dichas antorchas, liberaron, poco a poco, una capa de humo con olor afrutado que acabó cubriendo el lugar prácticamente en su totalidad.
Todo a su alrededor cambio, las paredes comenzaron a fundirse con la niebla, el suelo se derritió y tomó otra forma, el techo del castillo se desvaneció. - ¿Nos ha transportado a otro sitio? – Frunció el ceño y se giró hacía su aliada, ella parecía saber algo de lo que, sucedida, y según las palabras que pronunció, la mujer que les había llevado hasta allí era una ilusionista - ¿Entonces esto es una ilusión? – La niebla a su alrededor era aún demasiado espesa como para poder vislumbrar algo con sentido, el mundo parecía estar formándose a su alrededor, tomando forma.
- No te preocupes – Sonrió a Huracán, tratando de tranquilizarla – Solo invítame a tu mansión cuando salgamos de aquí ¿Vale? – Bromeó – Aunque tendré que llevarme al mapache… es bastante estricto con esas cosas – Rió, la voz de la bruja se había acallado ¿Estaban solos? Se acercó al vampiro y le dio una palmada en la espalda - ¿Estas bien? Me temo que ahora estamos juntos en est… – Antes de terminar de hablar, palideció, la niebla desapareció bruscamente, mostrando un lugar que conocía, quizás incluso demasiado bien para su gusto.
Dejando caer la espada a un lado, avanzó un par de pasos a través del salón de baile dorado, del tétrico mural de personas congeladas para toda la eternidad.
– No – Musitó – Esto… no… - Isla Tortuga, la isla sumergida, el rincón del mundo al que, en todo momento, apuntaba el tatuaje que tenía sobre el omóplato derecho, un paraíso dorado en el que todos sus habitantes habían sido convertidos en estatuas de oro por su propia avaricia, y el lugar dónde el Libro del Sabio se encargó de arrebatarle todos los recuerdos de las personas importantes para él.
Se giró hacía Huracán – Esto es… - Un aplauso lento, sarcástico, le hizo volver a mirar hacía el trono que coronaba el salón de baile, dónde hacía apenas unos momentos la escultura de la reina dorada había yacido, completamente inmóvil.
Una joven que apenas había superado la adolescencia le mirada con una sonrisa en sus labios, aplaudiendo – Enhorabuena por llegar hasta aquí, héroe. – Sentenció la joven caminando en dirección a las víctimas de la ilusionista – Eso es lo que eres ¿No? – Dijo cruzándose de brazos, ensanchando su sonrisa – Eltrant Tale – Continuó, recogiendo su larga melena castaña en una especie de coleta improvisada, varias sombras comenzaron a aparecer de las paredes de oro, meras siluetas, apenas reconocibles, rodeando al grupo – “Guarda de Lunargenta” – Lentamente, el mencionado se agachó a recuperar su espada – “Un Muro de Acero inamovible” – La chica desapareció en una voluta de humo apareciendo justo al lado del castaño en menos de una fracción de segundo – “Mercenario” – Eltrant se apartó de la muchacha tan rápido como esta hubo aparecido, respirando agitadamente alzó la espada - Dime ¿A cuántas personas has matado, héroe? – Tensó la mandíbula buscó con la mirada a Anastasía, localizó a Víctor, seguían estando junto a él, no sabía cómo actuaria el vampiro, pero podía confiar en la cazadora, no le abandonaría.
Era extraño, había combatido bestias que triplicaban en tamaño a la joven de facciones suaves y ojos marrones que tenía frente a él, y, sin embargo, una sensación de malestar recorría cada centímetro de su piel cuando la miraba - ¿¡Quién eres?! ¡¿Qué sabes de mí?! – Exclamó, el mundo en el que estaban se estremeció cuando lo hizo, como si fuese una manta de la que hubiesen tirado con fuerza, algunas de las sombras reaccionaron a esto obteniendo cierta visibilidad, facciones que enseguida desaparecieron, la adolescente rió con ganas, como si el castaño acabase de contar un chiste muy divertido – No sabes nada. Eso es lo más triste de todo, tienes tantas etiquetas… tantos nombres… - Volvió a desaparecer, reapareciendo instantes después junto a Huracán - … Y al final no eres nadie. – Antes de que la bruja pudiese reaccionar la joven volvió a convertirse en una nube de humo y se desplazó hasta el trono dorado, dónde se sentó – No eres capaz de recordar esta cara – Se señaló a su rostro – No recuerdas a tu hermana – La chica miró a Huracán, repasó a Víctor con un rápido vistazo - ¿No es divertido?
El corazón de Eltrant comenzó a latir con fuerza, casi como si este quisiese agotarse a sí mismo, el tatuaje mágico le ardía, queriendo fundir la armadura que cubría su espalda con su propio cuerpo, Huracán había mencionado momentos atrás que aquello era una ilusión, no era real ¿Cómo podía ser aquello real? ¿Lo era? - Estas vacío por dentro, héroe. ¿Es esa la razón por la te importa tan poco morir? Puedes decírmelo, somos familia, después de todo - Eltrant gritó con todas sus fuerzas, las paredes vibraron de nuevo, las siluetas volvieron a ganar detalles por unos instantes.
Se lanzó contra la joven, sin pensarlo, obviando su alrededor, derribando las estatuas de oro, olvidando las palabras de prudencia que había dedicado antes a Huracán – ¿He acertado? – La joven se levantó y, sin perder un ápice de la sonrisa de su rostro, observó como el guarda corría hacia ella con la espada en alto. - ¡Sal de mi cabeza! – Vociferó descargando toda la fuerza de sus brazos contra la mujer.
El filo de la espada, no obstante, se detuvo a escasos centímetros del rostro de su rival, tan cerca que incluso llegó a arañarlo - ¿A qué esperas? – Su voz era distinta, así como la cara, Eltrant apretó los dientes, le temblaban los brazos, una fina línea de sangre resbalaba por la mejilla de Rachel – Tú… tú… ¿Cómo… puedes? - Masculló, incapaz de desplazar la espada de dónde se encontraba, incapaz de decapitar a la cibernética.
Uno de los brazos de aquella cosa que cambiaba de forma atravesó, de inmediato, su armadura como si estuviese hecha de papel, ni siquiera la rompió, simplemente la atravesó, como si esta no existiese siquiera para ella – Hasta nunca, héroe. – Su rostro volvió a ser, en cuanto extrajo la mano del torso de Eltrant, el de la benjamina de los Tale.
Gimiendo, sintió como la boca se le inundaba en sangre, sí aquello era una ilusión, estaba siendo ridículamente real, tras llevarse ambas manos a la parte de la armadura que debería de estar rota, cayó al suelo, cuan largo era, mirando al techo.
Riendo desquiciadamente, casi igual que la bruja que decía conocer a Huracán, se elevó unos metros del suelo, mientras lo hacía, miles de litros de líquido traslucido comenzaron a anegar la habitación, las paredes rezumaban agua salada.
– Vosotros dos… - La Tale impostora se dirigió hacía Huracán y Víctor, haciendo aparecer una espada de color azabache en sus manos – Bienvenidos… a la pesadilla personal de Eltrant Tale.
Al otro lado del puente, la majestuosa puerta dio la bienvenida a los intrusos abriéndose por arte de magia - …Pues yo vivo con un mapache – Dijo a su compañera, tratando de acallar la sensación de malestar que le producía el simple hecho de mirar la oscura antesala que había detrás del portón – No me vendría mal pasar una noche en tu mansión ¿Que tal es la cocina? ¿Tienes cocineros? – Sentenció siguiéndola, dejando entrever una risilla nerviosa que se vio apagada en el mismo instante en el que Huracán volvió a levantar su ballesta.
“Víctor” era el nombre del vampiro que tenía a pocos metros delante de él, en mitad de aquel vestíbulo, Eltrant se cruzó de brazos y dejó que fuese la bruja quien se encargase de lidiar con él en aquel momento. - ¿Ves? Ahora te toca hablar con ella – Dijo con simpleza a Víctor, observando como Huracán acariciaba el gatillo de su arma, dispuesta a abatirle si trataba de hacer un movimiento brusco. No obstante, sin previo aviso, la entrada por la cual habían accedido al castillo se cerró de golpe, con fuerza, sumiendo a todos los presentes en la más profunda oscuridad.
Con el repentino sonido de la puerta al cerrarse, tomó de nuevo la empuñadura de su espada por instinto, y mientras Huracán encargaba de preguntarle lo que también pasaba por su cabeza a Víctor, él comprobó el portón a tientas, tratando de buscar un camino de retorno entre las sombras – Estamos encerrados – Masculló mientras intentaba, en vano, volver a abrir la puerta.
¿Estaba el vampiro jugando con ellos? Como remate al truco de la puerta, una voz femenina hizo acto de presencia, una voz que, por lo que afirmaba, conocía a Huracán bastante bien, pocas eran las personas que podían pronunciar el verdadero nombre de la cazadora.
Víctor no tenía nada que ver con la dueña del castillo, o eso era lo que esta decía, miró al vampiro mientras Huracán, que ahora había bajado la ballesta, interrogaba a la voz de la extraña, en cierto modo tanto él como Huracán le habían obligado acabar en aquel lugar.
- Una bruja… - Murmuró, a su alrededor las luces volvieron a encenderse iluminando todo el vestíbulo, seguían estando los tres completamente solos en el vestíbulo, sin rastro de nadie más, la voz de la bruja que les había encerrado en el castillo no era más que eso, una voz.
Ninguno de los nombres que Huracán pronunciaba se correspondían al de su captora, quien reía desquiciadamente al notar como la joven cazadora comenzaba impacientarse - ¡Muéstrate! – Gritó desenvainando la espada, la mujer ignoró por completo al guarda y siguió riendo, mofándose de ser la que controlaba la situación.
Tragó saliva, la última frase que pronunció la voz indicaba que, al menos, no tenía idea alguna de quien era él, tampoco parecía conocer al vampiro, pero no le apetecía saber que tenía en mente para como había mencionado “ver quiénes eran”.
Casi en el mismo instante en el que terminó de hablar, las antorchas que iluminaban la habitación, las que se habían encendido por si solas comenzaron a emitir brillar con más intensidad por unos instantes, después de esto dichas antorchas, liberaron, poco a poco, una capa de humo con olor afrutado que acabó cubriendo el lugar prácticamente en su totalidad.
Todo a su alrededor cambio, las paredes comenzaron a fundirse con la niebla, el suelo se derritió y tomó otra forma, el techo del castillo se desvaneció. - ¿Nos ha transportado a otro sitio? – Frunció el ceño y se giró hacía su aliada, ella parecía saber algo de lo que, sucedida, y según las palabras que pronunció, la mujer que les había llevado hasta allí era una ilusionista - ¿Entonces esto es una ilusión? – La niebla a su alrededor era aún demasiado espesa como para poder vislumbrar algo con sentido, el mundo parecía estar formándose a su alrededor, tomando forma.
- No te preocupes – Sonrió a Huracán, tratando de tranquilizarla – Solo invítame a tu mansión cuando salgamos de aquí ¿Vale? – Bromeó – Aunque tendré que llevarme al mapache… es bastante estricto con esas cosas – Rió, la voz de la bruja se había acallado ¿Estaban solos? Se acercó al vampiro y le dio una palmada en la espalda - ¿Estas bien? Me temo que ahora estamos juntos en est… – Antes de terminar de hablar, palideció, la niebla desapareció bruscamente, mostrando un lugar que conocía, quizás incluso demasiado bien para su gusto.
Dejando caer la espada a un lado, avanzó un par de pasos a través del salón de baile dorado, del tétrico mural de personas congeladas para toda la eternidad.
– No – Musitó – Esto… no… - Isla Tortuga, la isla sumergida, el rincón del mundo al que, en todo momento, apuntaba el tatuaje que tenía sobre el omóplato derecho, un paraíso dorado en el que todos sus habitantes habían sido convertidos en estatuas de oro por su propia avaricia, y el lugar dónde el Libro del Sabio se encargó de arrebatarle todos los recuerdos de las personas importantes para él.
Se giró hacía Huracán – Esto es… - Un aplauso lento, sarcástico, le hizo volver a mirar hacía el trono que coronaba el salón de baile, dónde hacía apenas unos momentos la escultura de la reina dorada había yacido, completamente inmóvil.
Una joven que apenas había superado la adolescencia le mirada con una sonrisa en sus labios, aplaudiendo – Enhorabuena por llegar hasta aquí, héroe. – Sentenció la joven caminando en dirección a las víctimas de la ilusionista – Eso es lo que eres ¿No? – Dijo cruzándose de brazos, ensanchando su sonrisa – Eltrant Tale – Continuó, recogiendo su larga melena castaña en una especie de coleta improvisada, varias sombras comenzaron a aparecer de las paredes de oro, meras siluetas, apenas reconocibles, rodeando al grupo – “Guarda de Lunargenta” – Lentamente, el mencionado se agachó a recuperar su espada – “Un Muro de Acero inamovible” – La chica desapareció en una voluta de humo apareciendo justo al lado del castaño en menos de una fracción de segundo – “Mercenario” – Eltrant se apartó de la muchacha tan rápido como esta hubo aparecido, respirando agitadamente alzó la espada - Dime ¿A cuántas personas has matado, héroe? – Tensó la mandíbula buscó con la mirada a Anastasía, localizó a Víctor, seguían estando junto a él, no sabía cómo actuaria el vampiro, pero podía confiar en la cazadora, no le abandonaría.
Era extraño, había combatido bestias que triplicaban en tamaño a la joven de facciones suaves y ojos marrones que tenía frente a él, y, sin embargo, una sensación de malestar recorría cada centímetro de su piel cuando la miraba - ¿¡Quién eres?! ¡¿Qué sabes de mí?! – Exclamó, el mundo en el que estaban se estremeció cuando lo hizo, como si fuese una manta de la que hubiesen tirado con fuerza, algunas de las sombras reaccionaron a esto obteniendo cierta visibilidad, facciones que enseguida desaparecieron, la adolescente rió con ganas, como si el castaño acabase de contar un chiste muy divertido – No sabes nada. Eso es lo más triste de todo, tienes tantas etiquetas… tantos nombres… - Volvió a desaparecer, reapareciendo instantes después junto a Huracán - … Y al final no eres nadie. – Antes de que la bruja pudiese reaccionar la joven volvió a convertirse en una nube de humo y se desplazó hasta el trono dorado, dónde se sentó – No eres capaz de recordar esta cara – Se señaló a su rostro – No recuerdas a tu hermana – La chica miró a Huracán, repasó a Víctor con un rápido vistazo - ¿No es divertido?
El corazón de Eltrant comenzó a latir con fuerza, casi como si este quisiese agotarse a sí mismo, el tatuaje mágico le ardía, queriendo fundir la armadura que cubría su espalda con su propio cuerpo, Huracán había mencionado momentos atrás que aquello era una ilusión, no era real ¿Cómo podía ser aquello real? ¿Lo era? - Estas vacío por dentro, héroe. ¿Es esa la razón por la te importa tan poco morir? Puedes decírmelo, somos familia, después de todo - Eltrant gritó con todas sus fuerzas, las paredes vibraron de nuevo, las siluetas volvieron a ganar detalles por unos instantes.
Se lanzó contra la joven, sin pensarlo, obviando su alrededor, derribando las estatuas de oro, olvidando las palabras de prudencia que había dedicado antes a Huracán – ¿He acertado? – La joven se levantó y, sin perder un ápice de la sonrisa de su rostro, observó como el guarda corría hacia ella con la espada en alto. - ¡Sal de mi cabeza! – Vociferó descargando toda la fuerza de sus brazos contra la mujer.
El filo de la espada, no obstante, se detuvo a escasos centímetros del rostro de su rival, tan cerca que incluso llegó a arañarlo - ¿A qué esperas? – Su voz era distinta, así como la cara, Eltrant apretó los dientes, le temblaban los brazos, una fina línea de sangre resbalaba por la mejilla de Rachel – Tú… tú… ¿Cómo… puedes? - Masculló, incapaz de desplazar la espada de dónde se encontraba, incapaz de decapitar a la cibernética.
Uno de los brazos de aquella cosa que cambiaba de forma atravesó, de inmediato, su armadura como si estuviese hecha de papel, ni siquiera la rompió, simplemente la atravesó, como si esta no existiese siquiera para ella – Hasta nunca, héroe. – Su rostro volvió a ser, en cuanto extrajo la mano del torso de Eltrant, el de la benjamina de los Tale.
Gimiendo, sintió como la boca se le inundaba en sangre, sí aquello era una ilusión, estaba siendo ridículamente real, tras llevarse ambas manos a la parte de la armadura que debería de estar rota, cayó al suelo, cuan largo era, mirando al techo.
Riendo desquiciadamente, casi igual que la bruja que decía conocer a Huracán, se elevó unos metros del suelo, mientras lo hacía, miles de litros de líquido traslucido comenzaron a anegar la habitación, las paredes rezumaban agua salada.
– Vosotros dos… - La Tale impostora se dirigió hacía Huracán y Víctor, haciendo aparecer una espada de color azabache en sus manos – Bienvenidos… a la pesadilla personal de Eltrant Tale.
Eltrant Tale
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Re: La díscola de la familia Boisson [Libre] [3/3] [Cerrado]
La puerta que se había cerrado detrás de mí, volvió a abrirse repentinamente para dejar entrar al par de perseguidores; ahora no solo estaba en un lugar desconocido y misterioso sino que estaba atrapado en un lugar desconocido y misterioso junto a dos personas que seguramente intentarían matarme -Genial, no podía ser peor- Murmuré en tono bajo, no sabía lo equivocado que estaba pues claro que podría ser peor y sin lugar a dudas lo sería.
Oh, ustedes, que bueno que llegaron, los estábamos esperando- Dije aparentando naturalidad para hacerles creer que tenía aliados en el lugar, tal vez la ilusión de la superioridad numérica me diera alguna esperanza de escapar con vida de nuevo -Y no le digo eso a todo el mundo, solo a ustedes porque son mis amigos favoritos- Dije más a modo de sarcasmo que por ser amigos realmente, aunque más tarde aquella imprudencia me pasaría factura. Lo único que había alcanzado a escuchar en su discurso de entrada era que el guardia vivía con un ¿Mapache? No, seguramente lo había escuchado mal, tal vez la acústica del sitio no me dejaba escuchar correctamente y no hubo mucho tiempo para aclararlo pues la cazadora de inmediato se dispuso a acabar conmigo -No, no, háblame tú, empecemos de nuevo- Dije casi suplicante al guardia esperando volver a distraerlo mientras se me ocurría alguna manera de darme a la fuga aunque esta vez la tendría más difícil.
La cazadora habría comenzado a disparar, estaba seguro de que lo habría hecho de no ser porque la puerta que antes me había encerrado, volvió a cerrarse después de dejar entrar al par de recién llegados; la cazadora me acusó de inmediato y me exigió parar -Oh, claro, los vampiros somos maestros de la telequinesis- Dije con sarcasmo para hacerle entender que cerrar puertas a distancia no estaba entre los grandes dotes de los que ella me acusaba, de hecho, tenía la idea de que me consideraba más peligroso de lo que realmente era, sin duda una mentira de la que me aprovecharía cuando tuviera la oportunidad.
Mis planes y estrategias fueron interrumpidos por una voz femenina que se delataba como la causante de tal enredo, dejando claro además que yo no tenía nada que ver con la situación -A ver, no sé quién seas, pero si tienes problemas con la cazadora, te la regalo, es toda tuya, ni siquiera los conozco, a ninguno- Dije mientras comenzaba a caminar hacia la puerta aunque ésta continuaba cerrada -Pero... ¿No dijiste que son tus amigos? ¿Amigos favoritos? Únete a la fiesta- Me respondió la voz sin la más mínima intención de dejarme salir, ahora estaba atrapado junto a la cazadora en aquella intrigante situación.
La cazadora cuyo nombre real parecía ser Anastasia, o al menos así la había llamado aquella voz cuya dueña parecía conocerla; intentaba en vano atinarle al nombre de la causante de tan intrigante situación, al parecer todo formaba parte de una emboscada en la que yo no era más que alguien en el lugar y momento equivocados; el repertorio de nombres dados por Anastasia dejaba claro que tenía seguramente más enemigos que amigos; se me ocurría más de un chiste con nombres, pero realmente no era el momento indicado y no quería que se terminaran aliando todos en mi contra para asesinarme primero por contar chistes malos.
Fue entonces cuando una nube de humo emergió de las luces atenuando la vista en todo el lugar; el guardia se acercó amistoso a darme una palmada en la espalda y dejando claro que al menos de momento tendríamos una tregua; aunque no fue sino hasta sentir el peso de su mano cuando me percaté de su acción, habría podido apuñalarme sin problemas de haberlo querido con lo distraído que estaba mirando hacia el frente en donde la visibilidad regresaba dibujando las siluetas de lo que parecían ser personas quietas, muy quietas, inmóviles; unos pocos detalles más ayudarían a entender que no eran personas sino estatuas de oro, aunque se veían tan reales, como si fueses humanos convertidos en oro, que terrible destino sería acabar congelado o privado del movimiento de esa manera, esperaba jamás terminar de esa manera.
Una misteriosa chica apareció entre las figuras doradas y ahora la atención iba enfocada en el guardia, pero su voz es diferente a la de antes ¿Acaso había más de una persona esperando a la cazadora y su compañero -¿Quién es ella? ¿La conoces? ¿Qué es todo esto?- Pregunté al guardia acercándome un poco a él hombre que parecía bastante perturbado por lo que estaba viendo; sacudí la cabeza a los lados y cerré los ojos con fuerza; al abrirlos la escena había desaparecido y me encontraba de nuevo en la primera sala aunque al primer parpadeo todo volvió; las estatuas, la gran sala, era una magia muy poderosa como para poder escapar de ella fácilmente.
Me acerqué al guardia hasta regresarle la palmada en el hombro -Es una ilusión, tiene que serlo, pero no es magia de voz- Advertí aunque parecía no escucharme, toda su atención estaba perdida en la escena y la mujer que parecía torturarlo; estaba por intentar sacarlo de su trance cuando me obligó a esquivarlo saltando a un lado para ver como el perturbado muchacho emprendía una carrera contra la mujer, espada en mano corrió hasta ella hasta casi acabarla pero tristemente se detuvo antes de lograrlo -¿Pero qué pasa?- Murmuré intrigado para luego ver como el pobre era atravesado como si su armadura fuera etérea.
La mujer se levantó del suelo y todo comenzó a inundarse; miré a la cazadora acercándome lentamente a ella hasta una distancia prudente -Si piensa acabarnos uno a uno, tendrá la ventaja de su lado- Intenté convencerla de cooperar aunque tenía pocas esperanzas de que funcionara -Hay que sacar a tu amigo de ahí, para que al menos seamos tres contra ella- Continué esperando convencerla con la promesa de sacar al guardia de su peligrosa situación; me acerqué un poco más para que pudiera escuchar mi voz sin levantarla más de la cuenta -Haré de cebo, la atacaré directamente y cuando tengas un tiro limpio, dispara- Expliqué el sencillo plan que sin duda le dejaba muchas ventajas a la cazadora -Si tienes suerte podrías incluso matar dos pájaros de un tiro- Con aquello definitivamente esperaba convencerla, aunque definitivamente debía tener más cuidado de que no le diera por intentar matarnos a ambos realmente, o que tristemente me diera a mí y no a la extraña mujer; aunque también cabía la posibilidad de que fuera una ilusión.
Pensando en lo anterior era que había pensado en un plan B, en donde inconscientemente la cazadora sería un elemento de distracción -En tus manos- Dije a la cazadora antes de emprender una veloz carrera hacia la misteriosa mujer; avanzaba en zigzag entre las estatuas doradas acercándome tan rápido como podía; saqué mis dagas y me preparé para resistir los ataques que pudiera hacerme con esa extraña espada, el objetivo era en primer lugar enfocar su atención en mí mismo para darle un tiro limpio a la cazadora y confiar en que le atinara.
Al estar cerca me lancé al piso salpicando agua con las manos en dirección a la mujer aunque rápidamente tuve que juntar mis dagas sobre mi cabeza para evitar ser partido en dos por un tajo vertical de su espada; intenté una y otra vez rodearla para dejarla de espaldas a Anastasia pero la astuta mujer no me dejaba pasar y me seguía manteniendo como escudo entre ella y mi aliada temporal.
Una serie de cortes me hicieron caer hacia atrás; al estar sobre el agua no pude evitar un pequeño corte sobre mi abdomen que sin duda podría haber sido peor; tal vez era una ilusión pero el dolor era bastante real; me empujé con los pies para alejarme y apenas logré sacar la cabeza del agua lancé una de mis dagas al pecho de la misteriosa mujer; no esperaba acabarla con eso, pero sí al menos distraerla un momento para rodearla; en el camino empujé algunas estatuas que se fueron abajo chapoteando agua y con ello distrayendo la atención; al final logré situarme al otro lado aunque para entonces ya me había ubicado -Te tengo- Dijo la mujer mientras se preparaba para rebanarme -¿Estás segura?- Sembré la duda, seguro de que a estas alturas la bruja no debía tardar en atravesarle el cráneo con un efectivo disparo -¡¡Vamos chico, reacciona, tienes un mapache que alimentar en casa!!- Grité al compañero de la cazadora para tratar de hacerlo reaccionar.
Si todo era una ilusión, probablemente aquella mujer flotante de alguna manera muy realista, también lo era, por lo que al ser, como ella había dicho, la pesadilla de Eltrant Tale, era el mismo quien debía enfrentarla y deshacerla -Eres más fuerte que esto, lo sé, lo veo en tus ojos- Mentí de la manera más descarada con la certeza de que aquellas palabras servirían para infundir ánimos en el guardia, y es que si de algo podíamos presumir los vampiros era de un oportuno poder de convicción; por ello no necesitaba que lo que decía fuera real, bastaba con que el guardia lo creyera y tomara el control de la situación.
Oh, ustedes, que bueno que llegaron, los estábamos esperando- Dije aparentando naturalidad para hacerles creer que tenía aliados en el lugar, tal vez la ilusión de la superioridad numérica me diera alguna esperanza de escapar con vida de nuevo -Y no le digo eso a todo el mundo, solo a ustedes porque son mis amigos favoritos- Dije más a modo de sarcasmo que por ser amigos realmente, aunque más tarde aquella imprudencia me pasaría factura. Lo único que había alcanzado a escuchar en su discurso de entrada era que el guardia vivía con un ¿Mapache? No, seguramente lo había escuchado mal, tal vez la acústica del sitio no me dejaba escuchar correctamente y no hubo mucho tiempo para aclararlo pues la cazadora de inmediato se dispuso a acabar conmigo -No, no, háblame tú, empecemos de nuevo- Dije casi suplicante al guardia esperando volver a distraerlo mientras se me ocurría alguna manera de darme a la fuga aunque esta vez la tendría más difícil.
La cazadora habría comenzado a disparar, estaba seguro de que lo habría hecho de no ser porque la puerta que antes me había encerrado, volvió a cerrarse después de dejar entrar al par de recién llegados; la cazadora me acusó de inmediato y me exigió parar -Oh, claro, los vampiros somos maestros de la telequinesis- Dije con sarcasmo para hacerle entender que cerrar puertas a distancia no estaba entre los grandes dotes de los que ella me acusaba, de hecho, tenía la idea de que me consideraba más peligroso de lo que realmente era, sin duda una mentira de la que me aprovecharía cuando tuviera la oportunidad.
Mis planes y estrategias fueron interrumpidos por una voz femenina que se delataba como la causante de tal enredo, dejando claro además que yo no tenía nada que ver con la situación -A ver, no sé quién seas, pero si tienes problemas con la cazadora, te la regalo, es toda tuya, ni siquiera los conozco, a ninguno- Dije mientras comenzaba a caminar hacia la puerta aunque ésta continuaba cerrada -Pero... ¿No dijiste que son tus amigos? ¿Amigos favoritos? Únete a la fiesta- Me respondió la voz sin la más mínima intención de dejarme salir, ahora estaba atrapado junto a la cazadora en aquella intrigante situación.
La cazadora cuyo nombre real parecía ser Anastasia, o al menos así la había llamado aquella voz cuya dueña parecía conocerla; intentaba en vano atinarle al nombre de la causante de tan intrigante situación, al parecer todo formaba parte de una emboscada en la que yo no era más que alguien en el lugar y momento equivocados; el repertorio de nombres dados por Anastasia dejaba claro que tenía seguramente más enemigos que amigos; se me ocurría más de un chiste con nombres, pero realmente no era el momento indicado y no quería que se terminaran aliando todos en mi contra para asesinarme primero por contar chistes malos.
Fue entonces cuando una nube de humo emergió de las luces atenuando la vista en todo el lugar; el guardia se acercó amistoso a darme una palmada en la espalda y dejando claro que al menos de momento tendríamos una tregua; aunque no fue sino hasta sentir el peso de su mano cuando me percaté de su acción, habría podido apuñalarme sin problemas de haberlo querido con lo distraído que estaba mirando hacia el frente en donde la visibilidad regresaba dibujando las siluetas de lo que parecían ser personas quietas, muy quietas, inmóviles; unos pocos detalles más ayudarían a entender que no eran personas sino estatuas de oro, aunque se veían tan reales, como si fueses humanos convertidos en oro, que terrible destino sería acabar congelado o privado del movimiento de esa manera, esperaba jamás terminar de esa manera.
Una misteriosa chica apareció entre las figuras doradas y ahora la atención iba enfocada en el guardia, pero su voz es diferente a la de antes ¿Acaso había más de una persona esperando a la cazadora y su compañero -¿Quién es ella? ¿La conoces? ¿Qué es todo esto?- Pregunté al guardia acercándome un poco a él hombre que parecía bastante perturbado por lo que estaba viendo; sacudí la cabeza a los lados y cerré los ojos con fuerza; al abrirlos la escena había desaparecido y me encontraba de nuevo en la primera sala aunque al primer parpadeo todo volvió; las estatuas, la gran sala, era una magia muy poderosa como para poder escapar de ella fácilmente.
Me acerqué al guardia hasta regresarle la palmada en el hombro -Es una ilusión, tiene que serlo, pero no es magia de voz- Advertí aunque parecía no escucharme, toda su atención estaba perdida en la escena y la mujer que parecía torturarlo; estaba por intentar sacarlo de su trance cuando me obligó a esquivarlo saltando a un lado para ver como el perturbado muchacho emprendía una carrera contra la mujer, espada en mano corrió hasta ella hasta casi acabarla pero tristemente se detuvo antes de lograrlo -¿Pero qué pasa?- Murmuré intrigado para luego ver como el pobre era atravesado como si su armadura fuera etérea.
La mujer se levantó del suelo y todo comenzó a inundarse; miré a la cazadora acercándome lentamente a ella hasta una distancia prudente -Si piensa acabarnos uno a uno, tendrá la ventaja de su lado- Intenté convencerla de cooperar aunque tenía pocas esperanzas de que funcionara -Hay que sacar a tu amigo de ahí, para que al menos seamos tres contra ella- Continué esperando convencerla con la promesa de sacar al guardia de su peligrosa situación; me acerqué un poco más para que pudiera escuchar mi voz sin levantarla más de la cuenta -Haré de cebo, la atacaré directamente y cuando tengas un tiro limpio, dispara- Expliqué el sencillo plan que sin duda le dejaba muchas ventajas a la cazadora -Si tienes suerte podrías incluso matar dos pájaros de un tiro- Con aquello definitivamente esperaba convencerla, aunque definitivamente debía tener más cuidado de que no le diera por intentar matarnos a ambos realmente, o que tristemente me diera a mí y no a la extraña mujer; aunque también cabía la posibilidad de que fuera una ilusión.
Pensando en lo anterior era que había pensado en un plan B, en donde inconscientemente la cazadora sería un elemento de distracción -En tus manos- Dije a la cazadora antes de emprender una veloz carrera hacia la misteriosa mujer; avanzaba en zigzag entre las estatuas doradas acercándome tan rápido como podía; saqué mis dagas y me preparé para resistir los ataques que pudiera hacerme con esa extraña espada, el objetivo era en primer lugar enfocar su atención en mí mismo para darle un tiro limpio a la cazadora y confiar en que le atinara.
Al estar cerca me lancé al piso salpicando agua con las manos en dirección a la mujer aunque rápidamente tuve que juntar mis dagas sobre mi cabeza para evitar ser partido en dos por un tajo vertical de su espada; intenté una y otra vez rodearla para dejarla de espaldas a Anastasia pero la astuta mujer no me dejaba pasar y me seguía manteniendo como escudo entre ella y mi aliada temporal.
Una serie de cortes me hicieron caer hacia atrás; al estar sobre el agua no pude evitar un pequeño corte sobre mi abdomen que sin duda podría haber sido peor; tal vez era una ilusión pero el dolor era bastante real; me empujé con los pies para alejarme y apenas logré sacar la cabeza del agua lancé una de mis dagas al pecho de la misteriosa mujer; no esperaba acabarla con eso, pero sí al menos distraerla un momento para rodearla; en el camino empujé algunas estatuas que se fueron abajo chapoteando agua y con ello distrayendo la atención; al final logré situarme al otro lado aunque para entonces ya me había ubicado -Te tengo- Dijo la mujer mientras se preparaba para rebanarme -¿Estás segura?- Sembré la duda, seguro de que a estas alturas la bruja no debía tardar en atravesarle el cráneo con un efectivo disparo -¡¡Vamos chico, reacciona, tienes un mapache que alimentar en casa!!- Grité al compañero de la cazadora para tratar de hacerlo reaccionar.
Si todo era una ilusión, probablemente aquella mujer flotante de alguna manera muy realista, también lo era, por lo que al ser, como ella había dicho, la pesadilla de Eltrant Tale, era el mismo quien debía enfrentarla y deshacerla -Eres más fuerte que esto, lo sé, lo veo en tus ojos- Mentí de la manera más descarada con la certeza de que aquellas palabras servirían para infundir ánimos en el guardia, y es que si de algo podíamos presumir los vampiros era de un oportuno poder de convicción; por ello no necesitaba que lo que decía fuera real, bastaba con que el guardia lo creyera y tomara el control de la situación.
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Re: La díscola de la familia Boisson [Libre] [3/3] [Cerrado]
Lejos de molestarle el haberle metido en aquel lío, el mercenario tuvo humor para pedir que lo invitase a mi mansión una vez terminásemos aquello. No respondí, pero ahora mismo prometería cualquier cosa con tal de salir de aquel extraño sueño. El lugar comenzó a transformarse por arte de magia en una enorme sala llena de estatuas de oro. Mucho más adinerada que la mansión Harrowmont, el hogar de Cassandra. Un enorme salón de baile dorado. Repleto de estatuas bañadas en oro.
Miré con asombro aquel magnífico lugar, que Eltrant parecía reconocer. Cuando el humano me tocó en el hombro para decirme que era, pudimos escuchar un aplauso. Había una adolescente sentada en el trono. Como si no hubiese nadie más en la sala, la chica se dirigió a él y se presentó… ¡como su hermana! ¿Tenía más familia el humano? Me quedé inmóvil viendo como reaccionaba, no iba a disparar contra una hermana de Eltrant, no fuera que, de casualidad, todo aquello fuese real o los actos tuviesen alguna consecuencia en el mismo.
Con asombro dejé ver como la joven sacaba las miserias interiores de Eltrant. Transformándose incluso en Rachel Roche, la hermana de biocibernética de Jules a la que casi destrocé un par de semanas atrás. El humano nos ignoró por completo y se centró en ella, él vivía la pesadilla con mayor intensidad. E incluso la atacó con su espada aunque no consiguió sino hacerla enfurecer.
El vampiro parecía tan impresionado como yo. Y se permitió el lujo de acercarse a mí y… ¡ofrecerme su ayuda! ¿Yo haciendo tratos con un vampiro? ¿Hasta dónde habíamos llegado? Sin embargo, en determinado momento me di cuenta de que nada de aquello era real. Todo era mentira. Simplemente eran vivencias o recuerdos de Eltrant. Y, si quería salvar al mercenario no tenía otra opción que colaborar. Definitivamente, el ser teletransportados a un palacio de oro, la niña de humo que cambiaba de identidad… todo aquello era factible. Lo verdaderamente irreal de la escena era que yo aceptase un pacto con un repugnante chupasangres. – Tira. – le contesté seca y seria, sin darle mucha más explicación, sin decirle si le iba a disparar o no. Y Víctor, que no parecía muy convencido, se infiltró entre las estatuas de oro para ir a por la adolescente.
En un momento, la hermana pequeña de Eltrant le penetró la armadura. Consiguiendo atravesar a mi compañero. – ¡No! ¡Eltrant! – grité, cuando éste cayó el suelo, inconsciente. Para pasar la mujer a dirigirse a Víctor y a mí. O más bien a mí, que era la única que estaba allí pues el vampiro se había ido a sorprenderla. Así, ballesta alzada y con rabia, mordiéndome los labios, la apunté, aguardando el ataque de Víctor. Poco después, de los laterales de las paredes comenzó a salir agua salada y a llenarse la estancia rápidamente.
Cuando todavía podíamos movernos, el vampiro atacó a la mujer, con la que mantuvo un intenso duelo. Apunté con la ballesta. Pero no podía disparar pues no tenía un tiro limpio, ahora mismo podría darle a cualquiera de los dos o a ambos incluso. Víctor la atravesó con un cuchillo, pero la mujer se recompuso para terminar agarrándolo y, cuando se disponía a atacarle. Levanté la ballesta, apunté a su cabeza y una saeta la atravesó, creando una enorme circunferencia en su cabeza equivalente a la que le quedaría si hubiese sido de verdad. Y a continuación evaporándose en forma de humo, dejando al vampiro caer al suelo. Con rostro serio, me acerqué al centro, donde estaba él junto a Eltrant, inconsciente.
–El disparo iba para ti. Pero a veces fallo. – le aclaré seria, con rostro de enfado y orgullosa, pasando a su lado. Por supuesto que no había fallado, pocas veces lo hacía.
Pese a los intentos del vampiro, Eltrant no reaccionaba y el agua nos llegaba ya a las rodillas. El agua en la sala ya nos llegaba hasta la rodilla. – Cógelo. Y más vale que no intentes nada raro. – le ordené. Él era más fuerte que yo, podría mantenerlo a flote con más facilidad, para que Eltrant no terminase ahogado. – Por lo poco que sé de oniromancia, si Eltrant muere, tú y yo nos quedaremos atrapados en este sueño de por vida.
La sala comenzaba a inundarse y las estatuas a flotar. En un momento ya teníamos que nadar. El problema no era mantenerse a flote, sino que la sala tenía un volumen constante. Y en aquel salón de baila no parecía haber puertas ni ventanas. ¿Qué pasaría cuando llegase a su tope? Morir ahogada no era la manera que había imaginado. - ¡Eltrant! Por los dioses. Despierta y acaba con esta pesadilla. – dije nadando, tratando de despertarle y considerablemente nerviosa. Él era el único que podía sacarnos de aquel entuerto.
-Joder. – protesté. – Vamos a morir ahogados. – dije ya resignada después de cinco minutos tratando de reanimarle, mirando a todos sitios, tratando de buscar una salida que no existía y ya quedaba poco más medio cuerpo para llegar al tope de la estancia. - ¡Que despiertes! ¡Joder! – insistí a gritos y nerviosa, dándole un bofetón tras otro a cada cual más fuerte. No por ponerme más nerviosa me hacía más cariñosa, más bien justamente lo contrario. Si no despertaba moriría allí pero no ahogado, sino de una paliza de bofetones mía.
Miré con asombro aquel magnífico lugar, que Eltrant parecía reconocer. Cuando el humano me tocó en el hombro para decirme que era, pudimos escuchar un aplauso. Había una adolescente sentada en el trono. Como si no hubiese nadie más en la sala, la chica se dirigió a él y se presentó… ¡como su hermana! ¿Tenía más familia el humano? Me quedé inmóvil viendo como reaccionaba, no iba a disparar contra una hermana de Eltrant, no fuera que, de casualidad, todo aquello fuese real o los actos tuviesen alguna consecuencia en el mismo.
Con asombro dejé ver como la joven sacaba las miserias interiores de Eltrant. Transformándose incluso en Rachel Roche, la hermana de biocibernética de Jules a la que casi destrocé un par de semanas atrás. El humano nos ignoró por completo y se centró en ella, él vivía la pesadilla con mayor intensidad. E incluso la atacó con su espada aunque no consiguió sino hacerla enfurecer.
El vampiro parecía tan impresionado como yo. Y se permitió el lujo de acercarse a mí y… ¡ofrecerme su ayuda! ¿Yo haciendo tratos con un vampiro? ¿Hasta dónde habíamos llegado? Sin embargo, en determinado momento me di cuenta de que nada de aquello era real. Todo era mentira. Simplemente eran vivencias o recuerdos de Eltrant. Y, si quería salvar al mercenario no tenía otra opción que colaborar. Definitivamente, el ser teletransportados a un palacio de oro, la niña de humo que cambiaba de identidad… todo aquello era factible. Lo verdaderamente irreal de la escena era que yo aceptase un pacto con un repugnante chupasangres. – Tira. – le contesté seca y seria, sin darle mucha más explicación, sin decirle si le iba a disparar o no. Y Víctor, que no parecía muy convencido, se infiltró entre las estatuas de oro para ir a por la adolescente.
En un momento, la hermana pequeña de Eltrant le penetró la armadura. Consiguiendo atravesar a mi compañero. – ¡No! ¡Eltrant! – grité, cuando éste cayó el suelo, inconsciente. Para pasar la mujer a dirigirse a Víctor y a mí. O más bien a mí, que era la única que estaba allí pues el vampiro se había ido a sorprenderla. Así, ballesta alzada y con rabia, mordiéndome los labios, la apunté, aguardando el ataque de Víctor. Poco después, de los laterales de las paredes comenzó a salir agua salada y a llenarse la estancia rápidamente.
Cuando todavía podíamos movernos, el vampiro atacó a la mujer, con la que mantuvo un intenso duelo. Apunté con la ballesta. Pero no podía disparar pues no tenía un tiro limpio, ahora mismo podría darle a cualquiera de los dos o a ambos incluso. Víctor la atravesó con un cuchillo, pero la mujer se recompuso para terminar agarrándolo y, cuando se disponía a atacarle. Levanté la ballesta, apunté a su cabeza y una saeta la atravesó, creando una enorme circunferencia en su cabeza equivalente a la que le quedaría si hubiese sido de verdad. Y a continuación evaporándose en forma de humo, dejando al vampiro caer al suelo. Con rostro serio, me acerqué al centro, donde estaba él junto a Eltrant, inconsciente.
–El disparo iba para ti. Pero a veces fallo. – le aclaré seria, con rostro de enfado y orgullosa, pasando a su lado. Por supuesto que no había fallado, pocas veces lo hacía.
Pese a los intentos del vampiro, Eltrant no reaccionaba y el agua nos llegaba ya a las rodillas. El agua en la sala ya nos llegaba hasta la rodilla. – Cógelo. Y más vale que no intentes nada raro. – le ordené. Él era más fuerte que yo, podría mantenerlo a flote con más facilidad, para que Eltrant no terminase ahogado. – Por lo poco que sé de oniromancia, si Eltrant muere, tú y yo nos quedaremos atrapados en este sueño de por vida.
La sala comenzaba a inundarse y las estatuas a flotar. En un momento ya teníamos que nadar. El problema no era mantenerse a flote, sino que la sala tenía un volumen constante. Y en aquel salón de baila no parecía haber puertas ni ventanas. ¿Qué pasaría cuando llegase a su tope? Morir ahogada no era la manera que había imaginado. - ¡Eltrant! Por los dioses. Despierta y acaba con esta pesadilla. – dije nadando, tratando de despertarle y considerablemente nerviosa. Él era el único que podía sacarnos de aquel entuerto.
-Joder. – protesté. – Vamos a morir ahogados. – dije ya resignada después de cinco minutos tratando de reanimarle, mirando a todos sitios, tratando de buscar una salida que no existía y ya quedaba poco más medio cuerpo para llegar al tope de la estancia. - ¡Que despiertes! ¡Joder! – insistí a gritos y nerviosa, dándole un bofetón tras otro a cada cual más fuerte. No por ponerme más nerviosa me hacía más cariñosa, más bien justamente lo contrario. Si no despertaba moriría allí pero no ahogado, sino de una paliza de bofetones mía.
Anastasia Boisson
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Re: La díscola de la familia Boisson [Libre] [3/3] [Cerrado]
¿Qué estaba pasando? Apenas podía respirar, ¿Estaba vivo? Sí, le dolía demasiado el pecho como para no estarlo, los muertos no clamaban por aire, los muertos no luchan por una bocanada de aire, tampoco sienten el frío, ni la humedad que calaba en ese momento sus ropajes.
¿Estaban gritando su nombre? Era un hombre, estaba seguro de que le conocía de algo, pero no podía adivinar de dónde, por mucho que lo intentara, era casi como si intentase recordar un sueño.
Volvió a abrir los ojos, muy levemente, casi imperceptible. A su alrededor, gritos, chapoteo, el sonido de las saetas cortando el aire; pero aún así, seguía estando fuera de sí, casi como un espectador fuera de su propio cuerpo, observando como este se hundía ligeramente en el agua que comenzaba a anegar el salón dorado.
Un rostro conocido, Huracán, su aliada, la cazadora de vampiros que un buen día se presentó en lo que antes era su oficina, en Lunargenta. Parecía preocupada, más de lo normal ¿Estaban peleando aún contra Mortagglia? Se movió, llevó la mano hasta su vientre, estaba intacto, no estaba en Sacrestic, una amalgama de recuerdos, apelotonados por alguna razón, comenzaron a aflorar en su memoria.
- ¡Que despiertes! ¡Joder!
Y entonces lo sintió, firme, concisa, la primera de muchas bofetadas, el último recurso de su compañera para devolverle al mundo de los vivos. La extraña mezcla de sonidos e imágenes inconexas que se reproducían a su alrededor comenzó a tomar forma, el salón del trono, las estatuas doradas, Huracán, Víctor, todo volvió al punto de partida, todo cobró sentido.
Despertó.
- ¿Qué? ¿Cuándo…? – Miró alrededor, confuso, le dolía el pecho, le pitaban los oídos, pero no estaba herido, el sabor metálico de la sangre que hasta hacía segundos había anegado su boca se había esfumado.
Por otro lado, el salón del trono estaba anegado, estaban apenas a un palmo de llegar al techo, de acabar en una tumba acuática, rodeados de estatuas de oro. - ¡Anastasia! – Gritó instintivamente para que la mujer dejase de abofetearle, Víctor estaba justo tras él, al parecer había sido quien se había encargado de mantenerle a flote, lo cual era una proeza teniendo en cuenta que portaba una armadura bastante pesada.
– Yo… lo sien… - Se calló y respiró profundamente, el agua seguía subiendo, no había tiempo para disculpas, ahora estaba despierto, por lo que había podido oír mientras estaba en aquel extraño trance, aquello era su culpa, era su infierno personal, sus mayores temores. - Esto… es una ilusión ¿No es cierto? – Apenas quedaba tiempo, tragó saliva – Nada es real – Las palabras que su “hermana” le había dedicado, sin embargo, lo eran, o lo parecían al menos – El agua no es real, esto… esto… - Se zafó del agarre del vampiro e inmediatamente, como un peso muerto, arrastrado por la armadura, se hundió.
Aguantó la respiración, estaba asustado ¿Cómo no iba a estarlo?, No era de piedra, era un humano, y uno bastante común. Podía contemplar como una sucesión de burbujas de aire escapaban de su armadura según descendía, lentamente, hacia el suelo. – “Esto es una ilusión” – Volvió a repetirse – “No es real” – Empezaba a sentir como se le nublaba la visión ¿Iba a morir ahogado? El agua en el que estaba sumergido no existía, y al mismo tiempo, sentía el peso de la misma a sobre sus hombros.
Tocó tierra, sutilmente, casi como si le depositaran, sus movimientos eran lentos, toscos; no era de extrañar, estaba portando una armadura bajo el agua después de todo.
- “¡No es real! ¡Maldita sea! ¡Reacciona! ¡¿Es que vas a dejarles morir? ¿¡Es que esa imitación barata tenía razón acerca de ti?!”
Gritó, con todas sus fuerzas, y cuando lo hizo, dejó escapar el poco aire que tenía en su interior, lo que le mantenía con vida en aquella ilusión. – ¡No sabes nada sobre mí, bruja! – Su voz, acallada por el grueso manto liquido por el que estaba rodeado, hizo que se estremeciese la ilusión – ¡No sabes quién soy! ¡No sabes lo que he vivido! ¡No sabes de dónde vengo!
Respiró con fuerza, abrió la boca, el agua entró en sus pulmones con la fuerza, anegándolos de inmediato – ¡Porque si lo supieses…! – Cayó de rodillas, se llevó ambas manos hasta la garganta, necesitaba aire, apenas podía hablar. Se revolvió sobre sí mismo, podía repetírselo mil y una vez, podía gritar a pleno pulmón que estaba en una ilusión, pero lo que estaba sintiendo era todo lo contrario, se estaba ahogando. Pero no le importaba, era terco, aquella era su mayor virtud.
- ¡Sabrías que… que…! – El agua se desvaneció, de improviso, todas las personas bañadas en oro, el mobiliario, todo cayó al suelo estrepitosamente, la ilusión se difuminó, la habitación se llenó de niebla, una vez más. - ¡Sabrías que voy a matarte por esto! – Aquella bruja había jugado con lo único que a Eltrant le importaba de verdad, con lo que más daño le hacía, no iba a perdonarla después de lo que acababa de hacer.
Abrazó el aire, disfrutó que este entrase en sus pulmones, gozó de cada segundo fuera de aquella tumba acuática imaginaria. Segundos después, tomó su espada, no muy lejos de dónde él estaba en aquel momento, brillaba tenuemente en la ligera penumbra en la que ahora se encontraban.
- ¡Huracán! – Exclamó, deseando que tanto ella como el vampiro hubiesen escapado de la ilusión, girándose a buscarla, oteando la niebla de olor a fresa. Afortunadamente, no tardó mucho en localizarla – Lo siento... – Dijo bajando la cabeza - ¿Recuerdas el libro… que te enseñé…?¿Ese de tapa roja? ... Hace tiempo, el caso es que… – Negó con la cabeza, la historia era demasiado larga para contarla en aquel lugar, se obligó a sonreír, por primera vez en mucho tiempo, necesitaba un trago urgentemente - Te lo contaré cuando salgamos de aquí. – Se giró hacía Víctor, el vampiro, aquel hombre podía contarse entre las pocas personas que sabía sus miedos mas profundos, y apenas le conocía – Gracias por… mantenerme a flote. De verdad. Te debo una.
Dicho esto, se quedó en silencio, reflexivo, la niebla no se había desvanecido, su fuerza de voluntad no había sido suficiente para salir de la ilusión de la “amiga” de Huracán, el lugar volvia a moldearse, a cambiar.
Pero aquello, en aquel instante, de pronto se volvió secundario ¿Era verdad lo que su supuesta hermana había dicho? Alanna se había encargado de llenar, al menos de forma teórica, los huecos en su memoria, suspiró, le dolía la cabeza.
Negando fuertemente, se encargó de alejar aquellas emociones, al menos por el momento, de su cabeza, tenía cosas más importantes con las que lidiar en aquel momento.
¿Estaban gritando su nombre? Era un hombre, estaba seguro de que le conocía de algo, pero no podía adivinar de dónde, por mucho que lo intentara, era casi como si intentase recordar un sueño.
Volvió a abrir los ojos, muy levemente, casi imperceptible. A su alrededor, gritos, chapoteo, el sonido de las saetas cortando el aire; pero aún así, seguía estando fuera de sí, casi como un espectador fuera de su propio cuerpo, observando como este se hundía ligeramente en el agua que comenzaba a anegar el salón dorado.
Un rostro conocido, Huracán, su aliada, la cazadora de vampiros que un buen día se presentó en lo que antes era su oficina, en Lunargenta. Parecía preocupada, más de lo normal ¿Estaban peleando aún contra Mortagglia? Se movió, llevó la mano hasta su vientre, estaba intacto, no estaba en Sacrestic, una amalgama de recuerdos, apelotonados por alguna razón, comenzaron a aflorar en su memoria.
- ¡Que despiertes! ¡Joder!
Y entonces lo sintió, firme, concisa, la primera de muchas bofetadas, el último recurso de su compañera para devolverle al mundo de los vivos. La extraña mezcla de sonidos e imágenes inconexas que se reproducían a su alrededor comenzó a tomar forma, el salón del trono, las estatuas doradas, Huracán, Víctor, todo volvió al punto de partida, todo cobró sentido.
Despertó.
- ¿Qué? ¿Cuándo…? – Miró alrededor, confuso, le dolía el pecho, le pitaban los oídos, pero no estaba herido, el sabor metálico de la sangre que hasta hacía segundos había anegado su boca se había esfumado.
Por otro lado, el salón del trono estaba anegado, estaban apenas a un palmo de llegar al techo, de acabar en una tumba acuática, rodeados de estatuas de oro. - ¡Anastasia! – Gritó instintivamente para que la mujer dejase de abofetearle, Víctor estaba justo tras él, al parecer había sido quien se había encargado de mantenerle a flote, lo cual era una proeza teniendo en cuenta que portaba una armadura bastante pesada.
– Yo… lo sien… - Se calló y respiró profundamente, el agua seguía subiendo, no había tiempo para disculpas, ahora estaba despierto, por lo que había podido oír mientras estaba en aquel extraño trance, aquello era su culpa, era su infierno personal, sus mayores temores. - Esto… es una ilusión ¿No es cierto? – Apenas quedaba tiempo, tragó saliva – Nada es real – Las palabras que su “hermana” le había dedicado, sin embargo, lo eran, o lo parecían al menos – El agua no es real, esto… esto… - Se zafó del agarre del vampiro e inmediatamente, como un peso muerto, arrastrado por la armadura, se hundió.
Aguantó la respiración, estaba asustado ¿Cómo no iba a estarlo?, No era de piedra, era un humano, y uno bastante común. Podía contemplar como una sucesión de burbujas de aire escapaban de su armadura según descendía, lentamente, hacia el suelo. – “Esto es una ilusión” – Volvió a repetirse – “No es real” – Empezaba a sentir como se le nublaba la visión ¿Iba a morir ahogado? El agua en el que estaba sumergido no existía, y al mismo tiempo, sentía el peso de la misma a sobre sus hombros.
Tocó tierra, sutilmente, casi como si le depositaran, sus movimientos eran lentos, toscos; no era de extrañar, estaba portando una armadura bajo el agua después de todo.
- “¡No es real! ¡Maldita sea! ¡Reacciona! ¡¿Es que vas a dejarles morir? ¿¡Es que esa imitación barata tenía razón acerca de ti?!”
Gritó, con todas sus fuerzas, y cuando lo hizo, dejó escapar el poco aire que tenía en su interior, lo que le mantenía con vida en aquella ilusión. – ¡No sabes nada sobre mí, bruja! – Su voz, acallada por el grueso manto liquido por el que estaba rodeado, hizo que se estremeciese la ilusión – ¡No sabes quién soy! ¡No sabes lo que he vivido! ¡No sabes de dónde vengo!
Respiró con fuerza, abrió la boca, el agua entró en sus pulmones con la fuerza, anegándolos de inmediato – ¡Porque si lo supieses…! – Cayó de rodillas, se llevó ambas manos hasta la garganta, necesitaba aire, apenas podía hablar. Se revolvió sobre sí mismo, podía repetírselo mil y una vez, podía gritar a pleno pulmón que estaba en una ilusión, pero lo que estaba sintiendo era todo lo contrario, se estaba ahogando. Pero no le importaba, era terco, aquella era su mayor virtud.
- ¡Sabrías que… que…! – El agua se desvaneció, de improviso, todas las personas bañadas en oro, el mobiliario, todo cayó al suelo estrepitosamente, la ilusión se difuminó, la habitación se llenó de niebla, una vez más. - ¡Sabrías que voy a matarte por esto! – Aquella bruja había jugado con lo único que a Eltrant le importaba de verdad, con lo que más daño le hacía, no iba a perdonarla después de lo que acababa de hacer.
Abrazó el aire, disfrutó que este entrase en sus pulmones, gozó de cada segundo fuera de aquella tumba acuática imaginaria. Segundos después, tomó su espada, no muy lejos de dónde él estaba en aquel momento, brillaba tenuemente en la ligera penumbra en la que ahora se encontraban.
- ¡Huracán! – Exclamó, deseando que tanto ella como el vampiro hubiesen escapado de la ilusión, girándose a buscarla, oteando la niebla de olor a fresa. Afortunadamente, no tardó mucho en localizarla – Lo siento... – Dijo bajando la cabeza - ¿Recuerdas el libro… que te enseñé…?¿Ese de tapa roja? ... Hace tiempo, el caso es que… – Negó con la cabeza, la historia era demasiado larga para contarla en aquel lugar, se obligó a sonreír, por primera vez en mucho tiempo, necesitaba un trago urgentemente - Te lo contaré cuando salgamos de aquí. – Se giró hacía Víctor, el vampiro, aquel hombre podía contarse entre las pocas personas que sabía sus miedos mas profundos, y apenas le conocía – Gracias por… mantenerme a flote. De verdad. Te debo una.
Dicho esto, se quedó en silencio, reflexivo, la niebla no se había desvanecido, su fuerza de voluntad no había sido suficiente para salir de la ilusión de la “amiga” de Huracán, el lugar volvia a moldearse, a cambiar.
Pero aquello, en aquel instante, de pronto se volvió secundario ¿Era verdad lo que su supuesta hermana había dicho? Alanna se había encargado de llenar, al menos de forma teórica, los huecos en su memoria, suspiró, le dolía la cabeza.
Negando fuertemente, se encargó de alejar aquellas emociones, al menos por el momento, de su cabeza, tenía cosas más importantes con las que lidiar en aquel momento.
Eltrant Tale
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Re: La díscola de la familia Boisson [Libre] [3/3] [Cerrado]
La misteriosa mujer me sostenía cuando de pronto un virote atravesó su cabeza y casi se lleva la mía en el camino; acto seguido se desvaneció en el aire dejándome caer hacia atrás; la cazadora lo había conseguido, la había eliminado pero aun así el peligro no terminaba ¿Acaso aún estaba viva? Recordé entonces al compañero de la bruja y lo sostuve para mantenerlo a flote a pesar de que su armadura no me hacía el trabajo nada fácil -Sé que habrías disfrutado matarme junto a ella- Murmuré de mala nada -No haré nada raro, estoy muy ocupado tratando de sobrevivir- Continué en medio de una relación entre vampiro y cazadora que parecía no poder acabar bien de ninguna manera posible.
El agua seguía subiendo sin parar a pesar de que la bruja había conseguido descabezar a la bruja, aunque si era como todo, no había sido más que una ilusión -No quiero quedar atrapado aquí, recuérdame no dejar que me persigas de nuevo- Reproché a la cazadora pues a fin de cuentas todo esto era su culpa -¿En serio? ¿Bofetadas?- Reclamé al ver la intensidad de los golpes cada vez más fuertes que propinaba la mujer -¿Y si lo besas a ver si despierta?- Sugerí aunque era un pésimo momento para hacer bromas -No está funcionando- Agregué para generar más estrés a la bruja y entonces funcionó, el guardia volvió aunque estaba algo confundido.
Puede que sea una ilusión pero esas bofetadas han sido muy reales- Dije señalando al rostro del hombre que se veía bastante enrojecido por el festival de golpes que se había llevado; no había mucho tiempo para conversar y explicar, debía sostenerlo y el agua seguía subiendo al punto que mis pies dejaron de tocar el suelo y me costaba cada vez más sostener al hombre que por si aquello fuera poco decidió tomar una actitud poco colaborativa, liberándose de mis manos sin que pudiera hacer mucho para evitarlo.
Ahora estaba mucho peor, si no lo sacaba a flote la cazadora me trataría peor -Sí, sí, ya lo saco- Dije de mala gana mientras me preparaba para sumergirme pero entonces una punzada penetró en mi mente dejándome paralizado por un instante; todo comenzaba a verse borroso; sacudí la cabeza a los lados justo a tiempo para ver unas burbujas que salían de la zona en donde se había sumergido el compañero de la cazadora -Rayos, ya se está ahogando- Pensé mientras sumergía mi cabeza para bajar tras él aunque en el proceso toda el agua se volvió etérea hasta convertirse de en una nube de blanca niebla que nos restaba mucha visibilidad; el guardia estaba bien, al parecer había conseguido superar la ilusión que según podía entender, no era creada por la bruja que nos había encerrado, sino que era una manifestación de nuestros propios miedos, era asombrosa aquella capacidad, aunque también bastante escalofriante.
Apenas podía ver a mis compañeros pero sabía que estaban ahí; lentamente la niebla comenzaba a bajar mostrando ahora un escenario diferente -Claro que me la debes, te la recordaré cuando tu amiga quiera matarme de nuevo- Dije al guardia aunque sin dirigirle la mirada; prefería enfocarme en lo que ahora veían mis ojos; el entorno había cambiado por completo dibujándose ahora como un lugar húmedo, oscuro y frío; una fuerte sensación de peligro me invadió por completo imaginando lo peor.
La niebla recorría el piso y no nos deja ver nuestros pies sino tan solo hasta la altura de la rodillas -Parece que tu pesadilla aún no termina- Dije al guardia intentando echarle la culpa aunque claramente sabía que algo iba mal en cuanto escuché aquella voz femenina y dulce que parecía rebotar en las paredes como un eco distante que se acercaba cada vez más -Ven, hijo mío, sabía que regresarías- Escuché una voz que me resultaba familiar aunque por ahora no recordaba de dónde; miré a la cazadora y su amigo sin poder entender lo que estaba sucediendo hasta que finalmente comprendí a qué espantoso lugar nos había llevado aquella nueva ilusión -No, no, no, este lugar no- Dije con evidente miedo, pocas cosas me habían llegado a asustar tanto como aquella experiencia con la reina de las arañas, cuya marca aún portaba en una de mis muñecas y a quien había estado evitando por mucho tiempo; las minas oscuras eran un lugar tétrico, los muros de piedra sostenidos por esos húmedos y viejos barrotes de madera, el olor a excremento de cuando animal se arrastraba por los largos y oscuros pasillos lo hacían un lugar bastante repulsivo además de peligroso y siniestro.
Bajo cualquier otra circunstancia me habría concentrado en la idea de que era tan solo una ilusión, pero este lugar me había tomado completamente desprevenido; mis piernas no respondían, mi cuerpo estaba paralizado y para cuando traté de moverme ya era demasiado tarde, mis pies se encontraban anclados al piso, pegados por una fuerte telaraña por la que comenzaban a subir muchos de esos pequeños arácnidos hasta mis piernas -Hay que salir, hay que salir, antes que ella venga, hay que alejarnos de ella- Dije mirando a todos lados y tratando en vano de correr; tenía la mirada perdida y mis manos temblaban; la cazadora y el guardia tal vez estarían menos asustados pues no cargaban con el trauma de la experiencia previa, pero las arañas que comenzaban a subir por sus piernas tal vez podrían cuando menos ponerlos nerviosos.
Las pequeñas arañas que habían venido saliendo parecen ser cada vez más grandes hasta que finalmente llega el primero de ellos, la mitad de su cuerpo era similar a una araña muy grande, pero en lugar de una cabeza arácnida, su torso daba paso a una figura humanoide armada con una especie de lanza; aunque ya de por sí, cada una de sus patas era un arma bastante filosa -Delna. Ier, buroc- Repitió el arácnido aquella frase que me heló la sangre y me puso a temblar; al dirigir mi mirada hacia el origen del sonido podría ver a la criatura acercarse a la cazadora y su amigo desde atrás -Delna. Ier, buroc- Dijo de nuevo mientras tomaba su arma dispuesto a dejarla caer sobre mis compañeros con todas sus fuerzas -Te liberaré de ellos, hijo mío- Dijo la dulce voz que me mantenía aterrado; dirigí la vista hacia arriba y como era su costumbre ahí estaba, elevada, silente e inmóvil pegada al techo del amplio lugar -Ya no debes preocuparte más, solo ven con nosotros- Decía con una voz tan amable que me resultaba imposible negarme y si lo hacía, la marca en mi muñeca comenzaría a brillar con intensidad para anular cualquier atisbo de voluntad que me llevara a intentar escapar.
Así se dejó caer desde lo alto, deslizándose por su propia telaraña hasta caer frente a mí mostrando por fin a la hermosa joven cuyo cuerpo salía desde el torso de la enorme araña; si bien el caballero arácnido sobrepasaba nuestro tamaño con facilidad, la reina le superaba por mucho, cada una de sus patas era aproximadamente mi propio tamaño y la joven que salía como solo la mitad de un cuerpo era justo tan hermosa como la recordaba -Eres mío de nuevo, mi pequeño- Me dijo mientras abría sus brazos esperando que fuera hacia ella -No dejaré que ellos te alejen de mí, estaremos juntos, eternamente- Amenazó con una palabra que se escucharía sumamente perturbadora -Acábalos- Ordenó la reina a su vasallo que atacaría a la pareja de cazadores con total fiereza, quienes además debían estar atentos a las decenas de arañas que se movían bajo sus pies -Juntos... Eternamente...- Respondí sumido en una especie de transe mientras la marca de la reina brillaba más fuerte en mi muñeca.
El agua seguía subiendo sin parar a pesar de que la bruja había conseguido descabezar a la bruja, aunque si era como todo, no había sido más que una ilusión -No quiero quedar atrapado aquí, recuérdame no dejar que me persigas de nuevo- Reproché a la cazadora pues a fin de cuentas todo esto era su culpa -¿En serio? ¿Bofetadas?- Reclamé al ver la intensidad de los golpes cada vez más fuertes que propinaba la mujer -¿Y si lo besas a ver si despierta?- Sugerí aunque era un pésimo momento para hacer bromas -No está funcionando- Agregué para generar más estrés a la bruja y entonces funcionó, el guardia volvió aunque estaba algo confundido.
Puede que sea una ilusión pero esas bofetadas han sido muy reales- Dije señalando al rostro del hombre que se veía bastante enrojecido por el festival de golpes que se había llevado; no había mucho tiempo para conversar y explicar, debía sostenerlo y el agua seguía subiendo al punto que mis pies dejaron de tocar el suelo y me costaba cada vez más sostener al hombre que por si aquello fuera poco decidió tomar una actitud poco colaborativa, liberándose de mis manos sin que pudiera hacer mucho para evitarlo.
Ahora estaba mucho peor, si no lo sacaba a flote la cazadora me trataría peor -Sí, sí, ya lo saco- Dije de mala gana mientras me preparaba para sumergirme pero entonces una punzada penetró en mi mente dejándome paralizado por un instante; todo comenzaba a verse borroso; sacudí la cabeza a los lados justo a tiempo para ver unas burbujas que salían de la zona en donde se había sumergido el compañero de la cazadora -Rayos, ya se está ahogando- Pensé mientras sumergía mi cabeza para bajar tras él aunque en el proceso toda el agua se volvió etérea hasta convertirse de en una nube de blanca niebla que nos restaba mucha visibilidad; el guardia estaba bien, al parecer había conseguido superar la ilusión que según podía entender, no era creada por la bruja que nos había encerrado, sino que era una manifestación de nuestros propios miedos, era asombrosa aquella capacidad, aunque también bastante escalofriante.
Apenas podía ver a mis compañeros pero sabía que estaban ahí; lentamente la niebla comenzaba a bajar mostrando ahora un escenario diferente -Claro que me la debes, te la recordaré cuando tu amiga quiera matarme de nuevo- Dije al guardia aunque sin dirigirle la mirada; prefería enfocarme en lo que ahora veían mis ojos; el entorno había cambiado por completo dibujándose ahora como un lugar húmedo, oscuro y frío; una fuerte sensación de peligro me invadió por completo imaginando lo peor.
La niebla recorría el piso y no nos deja ver nuestros pies sino tan solo hasta la altura de la rodillas -Parece que tu pesadilla aún no termina- Dije al guardia intentando echarle la culpa aunque claramente sabía que algo iba mal en cuanto escuché aquella voz femenina y dulce que parecía rebotar en las paredes como un eco distante que se acercaba cada vez más -Ven, hijo mío, sabía que regresarías- Escuché una voz que me resultaba familiar aunque por ahora no recordaba de dónde; miré a la cazadora y su amigo sin poder entender lo que estaba sucediendo hasta que finalmente comprendí a qué espantoso lugar nos había llevado aquella nueva ilusión -No, no, no, este lugar no- Dije con evidente miedo, pocas cosas me habían llegado a asustar tanto como aquella experiencia con la reina de las arañas, cuya marca aún portaba en una de mis muñecas y a quien había estado evitando por mucho tiempo; las minas oscuras eran un lugar tétrico, los muros de piedra sostenidos por esos húmedos y viejos barrotes de madera, el olor a excremento de cuando animal se arrastraba por los largos y oscuros pasillos lo hacían un lugar bastante repulsivo además de peligroso y siniestro.
Bajo cualquier otra circunstancia me habría concentrado en la idea de que era tan solo una ilusión, pero este lugar me había tomado completamente desprevenido; mis piernas no respondían, mi cuerpo estaba paralizado y para cuando traté de moverme ya era demasiado tarde, mis pies se encontraban anclados al piso, pegados por una fuerte telaraña por la que comenzaban a subir muchos de esos pequeños arácnidos hasta mis piernas -Hay que salir, hay que salir, antes que ella venga, hay que alejarnos de ella- Dije mirando a todos lados y tratando en vano de correr; tenía la mirada perdida y mis manos temblaban; la cazadora y el guardia tal vez estarían menos asustados pues no cargaban con el trauma de la experiencia previa, pero las arañas que comenzaban a subir por sus piernas tal vez podrían cuando menos ponerlos nerviosos.
Las pequeñas arañas que habían venido saliendo parecen ser cada vez más grandes hasta que finalmente llega el primero de ellos, la mitad de su cuerpo era similar a una araña muy grande, pero en lugar de una cabeza arácnida, su torso daba paso a una figura humanoide armada con una especie de lanza; aunque ya de por sí, cada una de sus patas era un arma bastante filosa -Delna. Ier, buroc- Repitió el arácnido aquella frase que me heló la sangre y me puso a temblar; al dirigir mi mirada hacia el origen del sonido podría ver a la criatura acercarse a la cazadora y su amigo desde atrás -Delna. Ier, buroc- Dijo de nuevo mientras tomaba su arma dispuesto a dejarla caer sobre mis compañeros con todas sus fuerzas -Te liberaré de ellos, hijo mío- Dijo la dulce voz que me mantenía aterrado; dirigí la vista hacia arriba y como era su costumbre ahí estaba, elevada, silente e inmóvil pegada al techo del amplio lugar -Ya no debes preocuparte más, solo ven con nosotros- Decía con una voz tan amable que me resultaba imposible negarme y si lo hacía, la marca en mi muñeca comenzaría a brillar con intensidad para anular cualquier atisbo de voluntad que me llevara a intentar escapar.
Así se dejó caer desde lo alto, deslizándose por su propia telaraña hasta caer frente a mí mostrando por fin a la hermosa joven cuyo cuerpo salía desde el torso de la enorme araña; si bien el caballero arácnido sobrepasaba nuestro tamaño con facilidad, la reina le superaba por mucho, cada una de sus patas era aproximadamente mi propio tamaño y la joven que salía como solo la mitad de un cuerpo era justo tan hermosa como la recordaba -Eres mío de nuevo, mi pequeño- Me dijo mientras abría sus brazos esperando que fuera hacia ella -No dejaré que ellos te alejen de mí, estaremos juntos, eternamente- Amenazó con una palabra que se escucharía sumamente perturbadora -Acábalos- Ordenó la reina a su vasallo que atacaría a la pareja de cazadores con total fiereza, quienes además debían estar atentos a las decenas de arañas que se movían bajo sus pies -Juntos... Eternamente...- Respondí sumido en una especie de transe mientras la marca de la reina brillaba más fuerte en mi muñeca.
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Aerandiano de honor
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Re: La díscola de la familia Boisson [Libre] [3/3] [Cerrado]
-¡Despierta! ¡Vamos! – gritaba cada vez más nerviosa, mirando el poco espacio que quedaba ya para colmar la habitación. El vampiro parecía sorprendido por mi manera de despertarlo y me incitó a darle un beso al joven. Lo haría si supiese que iba a funcionar, pero teniendo en cuenta que el agua no le había penetrado los pulmones me temo que no serviría de mucho.
En uno de los bofetones su cabeza pareció reaccionar y devolverme el golpe. ¡Gracias a los dioses! Primero balbuceó y después gritó mi nombre, qué poco me gustaba que me llamasen así, pero se lo pasaría por la situación en la que estábamos. Afortunadamente, Eltrant comenzó a tomar conciencia de que todo cuanto le rodeaba era falso, una mera ilusión creada por quienquiera que fuera la malvada bruja que nos trataba de capturar en aquel sueño por la eternidad.
La estancia comenzó a vaciarse conforme Eltrant reprochaba a la voz que todo aquello era todo una ilusión. Que su hermana no estaba allí. Y más le valía pues le había volado literalmente la cabeza. Cuando la habitación se vació por completo y pusimos pie en el suelo, Eltrant volvió a llamarme. Estaba junto a él. – Estoy bien. – le dije de una manera bastante seca. Bien de salud, pero al igual que ellos, totalmente empapada. El agua era bastante real.
Eltrant se disculpó por lo ocurrido y comentó que me explicaría lo que había ocurrido. Lo cual me llevó a pensar que los sueños que generaba estaban basados en vivencias o historias vividas. Debía de tratarse de una bruja muy poderosa para poder penetrar tanto en la mente de alguien tan fuerte como Eltrant. -¿Te refieres al libro que me dijiste que no tocara? ¿Tenía algo que ver con este sueño? – le pregunté interesada, recordando que el día que conocí a Eltrant. – Me dijiste que lo utilizarías para ayudarme. Aún sigo esperando. – le reproché, y es que en aquella ocasión, Eltrant me había dicho que lo utilizaría para encontrar a Mortagglia. Algo que finalmente ocurrió, pero más bien siendo ella la que nos encontró a nosotros. Tal vez el libro fuese la clave para encontrar a la Dama.
No tuvimos mucho tiempo para hablar pues la bruja aún seguía haciendo de las suyas. Y pronto una nueva neblina volvería a cubrir la sala. – Allá vamos, otra vez… - rechisté con fastidio. Víctor creyó que Eltrant era el responsable de nuevo, pero en esta ocasión, la pesadilla parecía atacarle a él. De hecho, la mujer había dicho que primero indagaría en las mentes de mis “amigos”. Craso error por su parte, pues Víctor no era precisamente mi amigo.
Ahora aparecimos en una especie de mina subterránea. Un lugar oscuro y claustrofóbico a más no poder. El vampiro comenzó a gritar histérico deseando abandonar el sitio, pero me temo que el único que podría sacarnos de allí era él mismo. Una voz que no veíamos retumbó en todo el sitio. Sonaba aguda y chillona. Fuera lo que fuera, no parecía humano. Miré al techo y allí había… ¿qué narices había?
-¿Qué es eso? – pregunté a Eltrant con tranquilidad, mirando al techo de la galería. ¿Una especie de… mujer araña? Había embelesado por completo a Víctor. Momento en el que apareció otro hombre araña dotado de una alabarda que descendió por las paredes y se posicionó frente a nosotros. Alejando a Víctor de nuestra trayectoria y protegiendo a aquella tipa. Puede que fuese su marido o qué sabía yo, pues no hablaba nuestro idioma.
Sentí un cosquilleo en mis piernas. Algo trepaba por mis ajustados y brillantes leggins de cuero. - ¡Ah! ¡Eltrant! – chillé con voz aguda. ¡Arañas! ¿Por qué tenían que ser arañas? Comencé a golpearme las piernas para tratar de quitarlas. Había muy pocas cosas que podían hacer a una mujer valiente y recta como yo comportarse como una niña pequeña. Y una de ellas, eran las arañas. – ¡Ah! ¡Pero qué asco, dios! ¡Oh Jules, para una vez que te echo de menos…! – insistí. Y es que de estar el brujo de fuego, aquellos insectos ya estarían llameando. Definitivamente, lo estaba pasando mal aquella noche.
-¡Ash balla ná! – grité para conjurar una fuerte corriente de aire a nuestro alrededor que barrería a aquellas criaturitas y las desperdigaría acompasadamente por la estancia. Volví a estirar los brazos y a empujarlos contra el suelo, creando una especie de corriente permanente suficiente como para que aquel millón de repelentes insectos no tuviese suficiente fuerza como para acercarse a nosotros.
Mientras mantenía las dos manos sobre el suelo alcé la vista y vi cómo aquella fémina estaba envolviendo al vampiro en un capullo. - ¡Lo va a devorar! – le dije a Eltrant. No es que me importara, valga la redundancia, aquel capullo chupasangres, pero odiaba las arañas y no estaba dispuesta a quedarme allí eternamente. No lo dudé. A la mierda mi código ético y el juramento hipocrático. - ¡Hay que rescatar al vampiro! – grité sin dejar que las arañitas se acercaran. Con las manos sobre el suelo.
Manteniendo una mano en el suelo para mantener la corriente, alcé la otra hacia la alabarda del hombre araña mayor, que venía a rebanarnos la cabeza. Concentré la telequinesia en su arma y con un fuerte movimiento de mano se la arrebaté, desarmándolo. Apreté el puño e hice un giro de muñeca para hacer que el arma se moviese sin tocarla hacia la tela de araña que la mujer extendía para envolver al vampiro. Haciendo que el capullo de éste cayera al suelo. Ahora Eltrant, pegado a mi espalda, tendría que apañárselas para combatir cuerpo a cuerpo con el arácnido desarmado mientras yo me concentraba en alejar las arañitas de nosotros con mis brazos extendidos, generando pequeñas ráfagas de aire contra el suelo y techo.
-¿Has usado una ballesta en tu vida, Tale? ¡Cuando puedas, toma la mía y pégale un tiro a esa hija de puta! – ordené a Eltrant de mala manera. - Pero como la rompas, te enteras. - le advertí seria. Bastante confianza tenía para dejarle mi preciada y bella arma a un consagrado manazas como él. La situación lo requería, pues la mujer estaba en alto y el guardia no podría llegar con su espada. Mi ballesta y mi carcaj se planteaban así como únicas opciones para abatirla, pero yo estaba ocupada manteniendo la corriente para que no nos atacaran. Eltrant probablemente no habría manejado un arma así en su vida. Y no le enseñé nada de su complejo mecanismo para utilizarla ni del fuerte retroceso que tenía el arma si no se agarraba fuerte. Pero tampoco tenía tiempo para darle una clase magistral de tiro con ballesta.
En uno de los bofetones su cabeza pareció reaccionar y devolverme el golpe. ¡Gracias a los dioses! Primero balbuceó y después gritó mi nombre, qué poco me gustaba que me llamasen así, pero se lo pasaría por la situación en la que estábamos. Afortunadamente, Eltrant comenzó a tomar conciencia de que todo cuanto le rodeaba era falso, una mera ilusión creada por quienquiera que fuera la malvada bruja que nos trataba de capturar en aquel sueño por la eternidad.
La estancia comenzó a vaciarse conforme Eltrant reprochaba a la voz que todo aquello era todo una ilusión. Que su hermana no estaba allí. Y más le valía pues le había volado literalmente la cabeza. Cuando la habitación se vació por completo y pusimos pie en el suelo, Eltrant volvió a llamarme. Estaba junto a él. – Estoy bien. – le dije de una manera bastante seca. Bien de salud, pero al igual que ellos, totalmente empapada. El agua era bastante real.
Eltrant se disculpó por lo ocurrido y comentó que me explicaría lo que había ocurrido. Lo cual me llevó a pensar que los sueños que generaba estaban basados en vivencias o historias vividas. Debía de tratarse de una bruja muy poderosa para poder penetrar tanto en la mente de alguien tan fuerte como Eltrant. -¿Te refieres al libro que me dijiste que no tocara? ¿Tenía algo que ver con este sueño? – le pregunté interesada, recordando que el día que conocí a Eltrant. – Me dijiste que lo utilizarías para ayudarme. Aún sigo esperando. – le reproché, y es que en aquella ocasión, Eltrant me había dicho que lo utilizaría para encontrar a Mortagglia. Algo que finalmente ocurrió, pero más bien siendo ella la que nos encontró a nosotros. Tal vez el libro fuese la clave para encontrar a la Dama.
No tuvimos mucho tiempo para hablar pues la bruja aún seguía haciendo de las suyas. Y pronto una nueva neblina volvería a cubrir la sala. – Allá vamos, otra vez… - rechisté con fastidio. Víctor creyó que Eltrant era el responsable de nuevo, pero en esta ocasión, la pesadilla parecía atacarle a él. De hecho, la mujer había dicho que primero indagaría en las mentes de mis “amigos”. Craso error por su parte, pues Víctor no era precisamente mi amigo.
Ahora aparecimos en una especie de mina subterránea. Un lugar oscuro y claustrofóbico a más no poder. El vampiro comenzó a gritar histérico deseando abandonar el sitio, pero me temo que el único que podría sacarnos de allí era él mismo. Una voz que no veíamos retumbó en todo el sitio. Sonaba aguda y chillona. Fuera lo que fuera, no parecía humano. Miré al techo y allí había… ¿qué narices había?
-¿Qué es eso? – pregunté a Eltrant con tranquilidad, mirando al techo de la galería. ¿Una especie de… mujer araña? Había embelesado por completo a Víctor. Momento en el que apareció otro hombre araña dotado de una alabarda que descendió por las paredes y se posicionó frente a nosotros. Alejando a Víctor de nuestra trayectoria y protegiendo a aquella tipa. Puede que fuese su marido o qué sabía yo, pues no hablaba nuestro idioma.
Sentí un cosquilleo en mis piernas. Algo trepaba por mis ajustados y brillantes leggins de cuero. - ¡Ah! ¡Eltrant! – chillé con voz aguda. ¡Arañas! ¿Por qué tenían que ser arañas? Comencé a golpearme las piernas para tratar de quitarlas. Había muy pocas cosas que podían hacer a una mujer valiente y recta como yo comportarse como una niña pequeña. Y una de ellas, eran las arañas. – ¡Ah! ¡Pero qué asco, dios! ¡Oh Jules, para una vez que te echo de menos…! – insistí. Y es que de estar el brujo de fuego, aquellos insectos ya estarían llameando. Definitivamente, lo estaba pasando mal aquella noche.
-¡Ash balla ná! – grité para conjurar una fuerte corriente de aire a nuestro alrededor que barrería a aquellas criaturitas y las desperdigaría acompasadamente por la estancia. Volví a estirar los brazos y a empujarlos contra el suelo, creando una especie de corriente permanente suficiente como para que aquel millón de repelentes insectos no tuviese suficiente fuerza como para acercarse a nosotros.
Mientras mantenía las dos manos sobre el suelo alcé la vista y vi cómo aquella fémina estaba envolviendo al vampiro en un capullo. - ¡Lo va a devorar! – le dije a Eltrant. No es que me importara, valga la redundancia, aquel capullo chupasangres, pero odiaba las arañas y no estaba dispuesta a quedarme allí eternamente. No lo dudé. A la mierda mi código ético y el juramento hipocrático. - ¡Hay que rescatar al vampiro! – grité sin dejar que las arañitas se acercaran. Con las manos sobre el suelo.
Manteniendo una mano en el suelo para mantener la corriente, alcé la otra hacia la alabarda del hombre araña mayor, que venía a rebanarnos la cabeza. Concentré la telequinesia en su arma y con un fuerte movimiento de mano se la arrebaté, desarmándolo. Apreté el puño e hice un giro de muñeca para hacer que el arma se moviese sin tocarla hacia la tela de araña que la mujer extendía para envolver al vampiro. Haciendo que el capullo de éste cayera al suelo. Ahora Eltrant, pegado a mi espalda, tendría que apañárselas para combatir cuerpo a cuerpo con el arácnido desarmado mientras yo me concentraba en alejar las arañitas de nosotros con mis brazos extendidos, generando pequeñas ráfagas de aire contra el suelo y techo.
-¿Has usado una ballesta en tu vida, Tale? ¡Cuando puedas, toma la mía y pégale un tiro a esa hija de puta! – ordené a Eltrant de mala manera. - Pero como la rompas, te enteras. - le advertí seria. Bastante confianza tenía para dejarle mi preciada y bella arma a un consagrado manazas como él. La situación lo requería, pues la mujer estaba en alto y el guardia no podría llegar con su espada. Mi ballesta y mi carcaj se planteaban así como únicas opciones para abatirla, pero yo estaba ocupada manteniendo la corriente para que no nos atacaran. Eltrant probablemente no habría manejado un arma así en su vida. Y no le enseñé nada de su complejo mecanismo para utilizarla ni del fuerte retroceso que tenía el arma si no se agarraba fuerte. Pero tampoco tenía tiempo para darle una clase magistral de tiro con ballesta.
Anastasia Boisson
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Re: La díscola de la familia Boisson [Libre] [3/3] [Cerrado]
Cerró los ojos, la habitación seguía tomando forma a su alrededor mientras el vampiro insinuaba que el guarda seguía siendo el epicentro de aquella magia. No podía negar que las palabras de Víctor podrían ser ciertas, aunque estaba seguro, muy en el fondo, que se las había ingeniado para escapar de su pesadilla particular.
- Sí… el libro tiene que ver con… - Antes de que pudiese dar una explicación con la que satisfacer la curiosidad de la cazadora, la niebla finalmente se disipó, mostrando un nuevo lugar, uno en el cual Eltrant no recordaba haber estado nunca. – No conozco este sitio… - Dijo al mismo tiempo que esperaba a que sus ojos se habituasen a la oscuridad.
Una voz fuerte, pero aguda, alertó a todos los presentes. La voz de una mujer araña de inmensas proporciones. Irónicamente, fue el vampiro el que cayó en las garras de aquella bestia mitad araña, y lo hizo casi por su propia voluntad, despues de dejar entrever que estaba aterrado por la situación en la que se encontraba se acercó al monstruo totalmente embelesado.
Entornando los ojos afianzó ambas manos en torno a su espada, Víctor necesitaba ayuda, y tenía que pagarle de algún modo que el vampiro no le hubiese dejado ahogarse minutos atrás.
- ¡Maldita sea! – Tan concentrado estaba pensando un modo de liberar al señor de la noche de las garras de la araña, que ni siquiera se había percatado de la infinidad de pequeños congéneres de la bestia que, ahora, trataban de escalar por sus piernas.
Pisando con fuera contra el suelo se aseguró de que estas cayeran de inmediato, aunque eso no impidió que emprendieran su escalada una vez más.
Aún en la situación en la que se encontraban no pudo dejar escapar una ligera carcajada al ver la reacción que la cazadora tenía frente a las arañas - ¡A mí tampoco me gustan! – Volvió a pisar con fuerza, centrándose en el asunto que tenía entre manos, lo cierto es que, aun aterrada, Huracán las estaba conteniendo bastante mejor que él con su magia.
Aun así, las arañas no eran la peor cosa a la que se estaba enfrentando, un ser inmenso con una alabarda del tamaño de Eltrant se acercó tanto a él como a la cazadora, y por su aspecto, no parecía tener buenas intenciones.
Alzó su espada, y deflactó varias sacudidas que el hombre araña le lanzó, casi perdiendo su arma por el camino debido a la fuerza de este ser; Quejándose por lo bajo volvió a retomar la compostura y se irguió, dispuesto a bloquear otra estocada.
Afortunadamente para él, la bruja estaba manteniendo a ralla al millar de arácnidos que trataban de acercase a ellos, algo que el guarda agradeció con creces, así como arrebató la alabarda al principal enemigo que tenían, de modo que quedó completamente desarmado.
- ¡Bien hecho! – Exclamó cargando, sin pensarlo lo más mínimo, contra la araña humana que ahora estaba desarmada. Quizás ahora no tuviese arma, pero seguía siendo peligrosamente letal, no fueron pocos los golpes que el exmercenario recibió en su coraza, doblándola y abollándose levemente con cada impacto que recibía. No obstante, aquello no impidió que el filo helado que blandía se hundiese en la carne de la bestia en varias ocasiones.
Girándose de inmediato, al escuchar las ordenes que la cazadora le daba, buscó la ballesta de la joven con su mirada mientras retrocedía un par de pasos, aparentemente, con cada herida que había proporcionado a la bestia de la alabarda esta se había ido haciendo, sutilmente, más fuerte.
- ¡Distrae a esta cosa! – Gritó corriendo hacia el lugar en el que estaba el arma de Huracán, envainó su espada en apenas una fracción de segundó y alzó la pesada arma de madera. Había visto a su aliada usar aquel artefacto en más de un centenar de ocasiones, no debía de ser muy complejo, aun así, no tenía ni la más remota idea de cómo aquella arma lanzaba las saetas.
Apretó los dientes y apuntó de igual forma que había visto a Huracán hacer y jugueteó con ella momentáneamente – “¿¡Por qué no se dispara?!” – Las arañas que se sucedían como si de un mar negruzco se tratase, no facilitaban las cosas al castaño mientras trataban de subir por las grebas del castaño, y tras él, la segunda araña parecía estar decidido a acabar con su vida con una insistencia sobrecogedora - ¡¡VAMOS!! – Una fuerte sacudida estuvo a punto de lanzarle de espaldas, aun así, pudo mantener el equilibrio, consiguió que una saeta brotase del cañón de la ballesta, no obstante, esta pasó muy por encima de la cabeza de la araña que tenía atrapada a Víctor, la cual parecía estar jugando con su comida, disfrutando incluso.
Vociferando un par de insultos, dejó caer a un lado la ballesta cuando comprobó que no iba a disparar ninguna flecha más - ¡Voy a hacer esto por las malas! – Gritó, deseando que Huracán pudiese contener un poco más a la araña.
Desenvainando la espada, la agarró por el filo como si, simplemente, se tratase de un cuchillo de enormes proporciones, y se lanzó con todas sus fuerzas al monstruo que retenía al vampiro. La hoja azulada se deslizó a través de la mina, alumbrando tímidamente todo a su paso hasta que acabó alojada en el tórax de la araña, que gritó dolorida y dejó caer a Víctor al suelo.
- ¡Esquiva eso monstruo! – Inmediatamente, aun desarmado y sin comprobar el estado del vampiro, se giró sobre sí mismo y corrió hacia la segunda de las arañas de enormes proporciones, que seguía distraída con Huracán. - ¡Ve a por el chupasangre! – Pidió colocándose frente a ella - ¡Tú eres más rápida! ¡Yo entretengo a esta cosa! – Respirando agitadamente, hizo acopió de todas sus fuerzas y saltó sobre el hombre araña, quien ahora había cambiado de plan y buscaba su alabarda.
Sí el vampiro se daba prisa y asumía que aquello era una ilusión, podrían escapar de allí medianamente intactos.
- Sí… el libro tiene que ver con… - Antes de que pudiese dar una explicación con la que satisfacer la curiosidad de la cazadora, la niebla finalmente se disipó, mostrando un nuevo lugar, uno en el cual Eltrant no recordaba haber estado nunca. – No conozco este sitio… - Dijo al mismo tiempo que esperaba a que sus ojos se habituasen a la oscuridad.
Una voz fuerte, pero aguda, alertó a todos los presentes. La voz de una mujer araña de inmensas proporciones. Irónicamente, fue el vampiro el que cayó en las garras de aquella bestia mitad araña, y lo hizo casi por su propia voluntad, despues de dejar entrever que estaba aterrado por la situación en la que se encontraba se acercó al monstruo totalmente embelesado.
Entornando los ojos afianzó ambas manos en torno a su espada, Víctor necesitaba ayuda, y tenía que pagarle de algún modo que el vampiro no le hubiese dejado ahogarse minutos atrás.
- ¡Maldita sea! – Tan concentrado estaba pensando un modo de liberar al señor de la noche de las garras de la araña, que ni siquiera se había percatado de la infinidad de pequeños congéneres de la bestia que, ahora, trataban de escalar por sus piernas.
Pisando con fuera contra el suelo se aseguró de que estas cayeran de inmediato, aunque eso no impidió que emprendieran su escalada una vez más.
Aún en la situación en la que se encontraban no pudo dejar escapar una ligera carcajada al ver la reacción que la cazadora tenía frente a las arañas - ¡A mí tampoco me gustan! – Volvió a pisar con fuerza, centrándose en el asunto que tenía entre manos, lo cierto es que, aun aterrada, Huracán las estaba conteniendo bastante mejor que él con su magia.
Aun así, las arañas no eran la peor cosa a la que se estaba enfrentando, un ser inmenso con una alabarda del tamaño de Eltrant se acercó tanto a él como a la cazadora, y por su aspecto, no parecía tener buenas intenciones.
Alzó su espada, y deflactó varias sacudidas que el hombre araña le lanzó, casi perdiendo su arma por el camino debido a la fuerza de este ser; Quejándose por lo bajo volvió a retomar la compostura y se irguió, dispuesto a bloquear otra estocada.
Afortunadamente para él, la bruja estaba manteniendo a ralla al millar de arácnidos que trataban de acercase a ellos, algo que el guarda agradeció con creces, así como arrebató la alabarda al principal enemigo que tenían, de modo que quedó completamente desarmado.
- ¡Bien hecho! – Exclamó cargando, sin pensarlo lo más mínimo, contra la araña humana que ahora estaba desarmada. Quizás ahora no tuviese arma, pero seguía siendo peligrosamente letal, no fueron pocos los golpes que el exmercenario recibió en su coraza, doblándola y abollándose levemente con cada impacto que recibía. No obstante, aquello no impidió que el filo helado que blandía se hundiese en la carne de la bestia en varias ocasiones.
Girándose de inmediato, al escuchar las ordenes que la cazadora le daba, buscó la ballesta de la joven con su mirada mientras retrocedía un par de pasos, aparentemente, con cada herida que había proporcionado a la bestia de la alabarda esta se había ido haciendo, sutilmente, más fuerte.
- ¡Distrae a esta cosa! – Gritó corriendo hacia el lugar en el que estaba el arma de Huracán, envainó su espada en apenas una fracción de segundó y alzó la pesada arma de madera. Había visto a su aliada usar aquel artefacto en más de un centenar de ocasiones, no debía de ser muy complejo, aun así, no tenía ni la más remota idea de cómo aquella arma lanzaba las saetas.
Apretó los dientes y apuntó de igual forma que había visto a Huracán hacer y jugueteó con ella momentáneamente – “¿¡Por qué no se dispara?!” – Las arañas que se sucedían como si de un mar negruzco se tratase, no facilitaban las cosas al castaño mientras trataban de subir por las grebas del castaño, y tras él, la segunda araña parecía estar decidido a acabar con su vida con una insistencia sobrecogedora - ¡¡VAMOS!! – Una fuerte sacudida estuvo a punto de lanzarle de espaldas, aun así, pudo mantener el equilibrio, consiguió que una saeta brotase del cañón de la ballesta, no obstante, esta pasó muy por encima de la cabeza de la araña que tenía atrapada a Víctor, la cual parecía estar jugando con su comida, disfrutando incluso.
Vociferando un par de insultos, dejó caer a un lado la ballesta cuando comprobó que no iba a disparar ninguna flecha más - ¡Voy a hacer esto por las malas! – Gritó, deseando que Huracán pudiese contener un poco más a la araña.
Desenvainando la espada, la agarró por el filo como si, simplemente, se tratase de un cuchillo de enormes proporciones, y se lanzó con todas sus fuerzas al monstruo que retenía al vampiro. La hoja azulada se deslizó a través de la mina, alumbrando tímidamente todo a su paso hasta que acabó alojada en el tórax de la araña, que gritó dolorida y dejó caer a Víctor al suelo.
- ¡Esquiva eso monstruo! – Inmediatamente, aun desarmado y sin comprobar el estado del vampiro, se giró sobre sí mismo y corrió hacia la segunda de las arañas de enormes proporciones, que seguía distraída con Huracán. - ¡Ve a por el chupasangre! – Pidió colocándose frente a ella - ¡Tú eres más rápida! ¡Yo entretengo a esta cosa! – Respirando agitadamente, hizo acopió de todas sus fuerzas y saltó sobre el hombre araña, quien ahora había cambiado de plan y buscaba su alabarda.
Sí el vampiro se daba prisa y asumía que aquello era una ilusión, podrían escapar de allí medianamente intactos.
Eltrant Tale
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Re: La díscola de la familia Boisson [Libre] [3/3] [Cerrado]
Cerré los ojos perdido en el dulce placer que me generaba el estar cerca de la reina; o al menos eso pensaba, se sentía muy similar a lo que me inspiraba la reina araña pero esta vez no parecía ser del todo exacto, me sentía adormecido, diversas escenas desfilaban a mi alrededor, arañas, de todas las formas y colores desfilaban, mis ojos se cerraban pausadamente y volvían a abrirse como si hubieran pasado años entre una acción y otra; escuchaba gritos, conmoción; a ratos volvía a la escena y ahí estaban, la bruja y el humano luchando pero mi cuerpo no respondía, era simplemente un pasajero en mi caparazón físico sin poder mover un ápice ni saber tampoco qué rayos era eso.
El silbido de un virote pasó rozando a la Reina aunque le había faltado puntería a tal punto que ésta ni siquiera se había interesado en prestarle atención a su fuente, gran error pues luego vendría como proyectil una espada voladora que se incrustó en el crujiente tórax de la araña, en primer lugar el pensar que su tórax era crujiente, claramente indicaba que yo tenía hambre, pero era algo que de momento no venía al caso.
Tras un grito de dolor de la criatura caí al piso aún sin poder moverme me dolía la cabeza y me encontraba aún atrapado, intenté forcejar para liberarme del capullo de telaraña que hace un instante me envolvía pero entonces noté que ya no estaba, había desaparecido al igual que la reina araña que ahora se había convertido en una nube de pequeñas arañas corriendo en todas direcciones; agité rápidamente mi cabeza hacia los lados para recuperar la cordura y notar que el otro arácnido no se dispersaba a pesar de haber sufrido daño, un daño que parecía no afectarle en absoluto y que incluso me había dejado a un lado para ir tras la cazadora.
Y es que por más que hubiera disfrutado mi protagonismo sabía que todo aquello era una distracción; aquella no podría ser Arácne aunque quisiera, su poder era tan frágil que había logrado liberarme tras el golpe de la espada, o tal vez alguien habría usado toda la estratagema de las ilusiones como una distracción para dejar sola a la cazadora que ahora estaba desarmada y en una posición bastante vulnerable -¡¡Es una trampa!!- Grité a Eltrant mientras comenzaba a reincorporarme -Va tras ella- Señalé a la cazadora al mismo tiempo que la legión de pequeñas arañas se evaporaban tomando la forma de una nube negra y espesa que ascendía lentamente cubriendo todo el recinto.
El arácnido que había quedado en pie también se deshizo en una marea de pequeñas arañas que avanzaban como una ola en dirección a la cazadora -A ella, la quieren a ella, trataba de distraernos- Advertí al guardia que seguramente podría llegar a la cazadora antes que yo; de las arañas no quedaba rastro, en su lugar había surgido una espesa niebla que parecía una amalgama de colores oscuros en la que lentamente nuestras figuras se perdieron una vez más.
El silbido de un virote pasó rozando a la Reina aunque le había faltado puntería a tal punto que ésta ni siquiera se había interesado en prestarle atención a su fuente, gran error pues luego vendría como proyectil una espada voladora que se incrustó en el crujiente tórax de la araña, en primer lugar el pensar que su tórax era crujiente, claramente indicaba que yo tenía hambre, pero era algo que de momento no venía al caso.
Tras un grito de dolor de la criatura caí al piso aún sin poder moverme me dolía la cabeza y me encontraba aún atrapado, intenté forcejar para liberarme del capullo de telaraña que hace un instante me envolvía pero entonces noté que ya no estaba, había desaparecido al igual que la reina araña que ahora se había convertido en una nube de pequeñas arañas corriendo en todas direcciones; agité rápidamente mi cabeza hacia los lados para recuperar la cordura y notar que el otro arácnido no se dispersaba a pesar de haber sufrido daño, un daño que parecía no afectarle en absoluto y que incluso me había dejado a un lado para ir tras la cazadora.
Y es que por más que hubiera disfrutado mi protagonismo sabía que todo aquello era una distracción; aquella no podría ser Arácne aunque quisiera, su poder era tan frágil que había logrado liberarme tras el golpe de la espada, o tal vez alguien habría usado toda la estratagema de las ilusiones como una distracción para dejar sola a la cazadora que ahora estaba desarmada y en una posición bastante vulnerable -¡¡Es una trampa!!- Grité a Eltrant mientras comenzaba a reincorporarme -Va tras ella- Señalé a la cazadora al mismo tiempo que la legión de pequeñas arañas se evaporaban tomando la forma de una nube negra y espesa que ascendía lentamente cubriendo todo el recinto.
El arácnido que había quedado en pie también se deshizo en una marea de pequeñas arañas que avanzaban como una ola en dirección a la cazadora -A ella, la quieren a ella, trataba de distraernos- Advertí al guardia que seguramente podría llegar a la cazadora antes que yo; de las arañas no quedaba rastro, en su lugar había surgido una espesa niebla que parecía una amalgama de colores oscuros en la que lentamente nuestras figuras se perdieron una vez más.
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Re: La díscola de la familia Boisson [Libre] [3/3] [Cerrado]
¿Pero qué clase de malabares extraños hacía Eltrant con mi ballesta? ¿Por qué no disparaba? Estaba claro que no tenía ni idea de cómo usarla. - ¡Quita el seguro, idiota! – le indiqué apremiada y casi desquiciada por los miles de insectos que trataban de aproximarse a nosotros. Finalmente lo hizo y disparó sin ningún éxito. Algo que era demasiado complejo para un humano.
Eltrant decidió hacer las cosas a su manera y espada en mano se fue a por el arácnido hombre, y me indicó que fuese a por Víctor, que iba a ser la comida de la araña mayor si no intervenía, quedando encerrados en aquella dimensión. Tras asentir lancé una intensa corriente de aire fruto de mis nervios sirvió para deshacerme por completo durante unos instantes de las arañitas pequeñas y me encaminé hacia la araña mayor. Tomando mi ballesta donde la había dejado Eltrant, recargué el arma y le disparé una saeta que, esta vez sí, se le clavó en una de las piernas de la reina araña, emitiendo un grito de dolor. Atrayendo por completo la atención de la araña, a la que trataría de esquivar a base de piruetas.
El vampiro tomó conciencia y le dijo a Eltrant que yo era el objetivo final de las muchas arañas, que rápidamente comenzaron a enfocarse hacia mí. Por fortuna, una niebla espesa volvió a consumirnos a todos, y una voz aguda y chillona volvió a sonar, cantarina. ¿Dónde había escuchado aquella voz? Volví a ponerme en guardia.
-¡Ya conozco a tus amiguitos, bastante Anastasia! Debo decir que son unos cobardes, por cierto. – retumbó su voz de nuevo en toda la estancia. – Ahora voy a transportarte a ti a tus recuerdos más profundos
-¡Da la cara! ¿Tienes miedo?– la reté a que saliese, ballesta en mano.
-¿Miedo yo? – emitió una risa chillona. – Vale. Salgo. ¡Pero no me ataquéis, por favor! – pidió ella a modo de mofa, como si fuese una niña y luego volvió a reír loca.
-Hacedlo si podéis. - les susurré a mis compañeros, para que se mantuviesen alerta
Así, en la espesa niebla se hizo un silencio absoluto y sólo se escucharon el andar acompasado de unos tacones aproximándose. Unos segundos de incertidumbre que terminaron cuando una mujer adulta vestida de cabellos negros y rizosos, con un vestido de encaje totalmente negro.
Me quedé de piedra cuando la vi. Ni más ni menos que mi tía, Belladonna Boisson, la menor de las hijas de Mortagglia, la otra era mi madre, Isabella, pero probablemente la más sanguinaria de la familia, aunque yo nunca supe de su existencia hasta el día de la mascarada. No podía olvidar la manera tan fácil con la que acabó con la vida de una persona a la que quería demasiado, la dragona Igraine, un hechizo mortal bastó para acabar con la vida de un dragón elemental anciano, evidenciando el poder que aquella hija de puta, porque no tenía otro nombre, ostentaba. Tampoco podía olvidar aquella visita que hice junto a Vincent y Níniel a los sótanos de la antigua mansión de mi familia, donde desde niña comprobamos como creó hechizos para torturar exprofeso a sus víctimas.
-Be… Belladonna. – musité en voz baja, comenzando a retroceder. Mi corazón comenzó a palpitar muy fuerte y los nervios me invadieron. Pero aquello no era la ilusión. La poderosa bruja se presentó delante nuestra. Pronto, advertí a Eltrant y al chupasangres. – Es mi tía. Muchísimo cuidado con ella. Es la segunda de la Hermandad, una brutal bruja asesina y además esquizofrénica. Ella es la díscola de mi familia.
-¿¡TU TÍA!? ¿La díscola de la familia? – gritó, indignada y gesticulando como si fuese una niña pequeña. – ¡Eso es lo que te ha dicho mi hermana! ¡Isabella miente! ¡Siempre fue una mentirosa! – explicó enfurecida. - ¿No lo sabías Anastasia? O debería llamarte... - comenzó a reflexionar. -¿Cómo te llamaban? Ehm… Uhm… - comenzó a reflexionar.
-¡Ah, sí! ¡HURACÁN! – exclamó haciendo un gesto con ambas manos. – Con el nombre tan bonito que tienes, ¿por qué te lo han cambiado?
-Eres despreciable, Bella. – le dije con odio, ignorando por completo su comentario.
-Más despreciable verás a… “tu madre” – gesticuló haciendo el gesto de las comillas con los dedos. Era una mujer muy expresiva. – ... cuando te muestre tus recuerdos más profundos.
-Me temo que no te dará tiempo a ello. – le reprendí, y tomé mi ballesta y le apunté directamente a la cabeza. Un tiro rápido y se habrían acabado todas sus mentiras.
-¡Armis expellere! – conjuró rápidamente en contraataque al mío. Y nos golpeó con un fuerte impacto mágico. Cada ataque de Bella eran como cinco de los de Elen, y una fuerte corriente nos barrió literalmente a los tres. Bella terminó riéndose desquiciada y desapareció nuevamente entre la niebla, su voz comenzó a multiplicarse y pronto nos desvanecimos de nuevo.
- ¡Tú eres la díscola de los Boisson! – volvió a sonar la voz entre las tinieblas, antes de desaparecer su voz y comenzar a transformarse la estancia. ¿Me transportaría a uno de mis miedos? Había dicho que a uno de mis recuerdos más profundos. No lo sabía. Sólo sé que habíamos aparecido de noche, en medio de un enorme bosque donde no había nada más que árboles y oscuridad.
-¿Dónde estamos? ¿Sacrestic? ¿Bosques del Oeste? – pregunté a Eltrant y Víctor. – Se ha equivocado. – reí – Nada de lo que pueda haber aquí me da miedo. - pero de repente sentí como alguien nos llamaba.
-¡Alto! ¿Quién va? – preguntó una voz familiar, de una mujer.
Me giré y en medio del bosque, apuntándonos con sus ballestas, estaba ni más ni menos que… ¡Isabella! Mi madre. Unos veinte años más joven. Casi dando aspecto de veinteañera como lo puedo ser hoy en día yo. Y a su lado, un maestro Dorian también rejuvenecido.
-¡Madre! ¡Maestro Dorian! – grité al verles, instándoles a bajar las armas. La mujer me miró extrañada, pero más sorprendido se vio Dorian cuando vio que pronuncié su nombre.
-¿Cómo sabes quién soy yo? – preguntó.
-Mirad, no me disparéis, llevo la insignia del gremio. – y mostré en mi chaqueta el logo de los cazadores. - ¡Madre! ¡Soy Anastasia! ¿No me reconocéis, en serio? – no había caído en que probablemente no me conocieran porque en esa escena Isabella era más joven que yo ahora.
-A fecha de 1248 te digo que no tengo ninguna hija. – nos dijo la joven Isabella, sin dejar de apuntarnos. – ¿Anastasia? ¿El mismo nombre de mi madre? - reflexionó - Esto es una ilusión de Belladonna, lo que significa que estamos cerca de su casa, maestro– advirtió a Dorian que, por aquella entonces, era su mentor. Mortagglia se había cambiado de bando tan sólo seis años atrás, pero mi madre había permanecido fiel a pesar de ocurrir la traición en edad adolescente.
-Así es. Poco le quedará a tu hermana para pagar por sus crímenes. – indicó éste y ambos nos dispararon con sus ballestas. - ¡Dispara!
Saltamos hacia un lado como pudimos para tirarnos entre unos arbustos. Gesto suficiente para que mi madre y Dorian pensásemos que nos habíamos esfumado. Pero el sueño perduraba.
-No lo entiendo… estamos en 1248. – les dije a ambos, tratando de buscar una explicación a aquel sinsentido. – Yo nací en 1247. Tendría que saber que existo, al menos. ¿Qué ocurre? ¿Esto es real? – dije con evidentes gestos de preocupación y dejé una incertidumbre para ver qué hacíamos. De pronto comencé a marearme, y a sentir que perdía el conocimiento, y caí en los brazos de Eltrant. Aquella especie de distorsión del tiempo me estaba trastornando y afectando a la cabeza.
Eltrant decidió hacer las cosas a su manera y espada en mano se fue a por el arácnido hombre, y me indicó que fuese a por Víctor, que iba a ser la comida de la araña mayor si no intervenía, quedando encerrados en aquella dimensión. Tras asentir lancé una intensa corriente de aire fruto de mis nervios sirvió para deshacerme por completo durante unos instantes de las arañitas pequeñas y me encaminé hacia la araña mayor. Tomando mi ballesta donde la había dejado Eltrant, recargué el arma y le disparé una saeta que, esta vez sí, se le clavó en una de las piernas de la reina araña, emitiendo un grito de dolor. Atrayendo por completo la atención de la araña, a la que trataría de esquivar a base de piruetas.
El vampiro tomó conciencia y le dijo a Eltrant que yo era el objetivo final de las muchas arañas, que rápidamente comenzaron a enfocarse hacia mí. Por fortuna, una niebla espesa volvió a consumirnos a todos, y una voz aguda y chillona volvió a sonar, cantarina. ¿Dónde había escuchado aquella voz? Volví a ponerme en guardia.
-¡Ya conozco a tus amiguitos, bastante Anastasia! Debo decir que son unos cobardes, por cierto. – retumbó su voz de nuevo en toda la estancia. – Ahora voy a transportarte a ti a tus recuerdos más profundos
-¡Da la cara! ¿Tienes miedo?– la reté a que saliese, ballesta en mano.
-¿Miedo yo? – emitió una risa chillona. – Vale. Salgo. ¡Pero no me ataquéis, por favor! – pidió ella a modo de mofa, como si fuese una niña y luego volvió a reír loca.
-Hacedlo si podéis. - les susurré a mis compañeros, para que se mantuviesen alerta
Así, en la espesa niebla se hizo un silencio absoluto y sólo se escucharon el andar acompasado de unos tacones aproximándose. Unos segundos de incertidumbre que terminaron cuando una mujer adulta vestida de cabellos negros y rizosos, con un vestido de encaje totalmente negro.
Me quedé de piedra cuando la vi. Ni más ni menos que mi tía, Belladonna Boisson, la menor de las hijas de Mortagglia, la otra era mi madre, Isabella, pero probablemente la más sanguinaria de la familia, aunque yo nunca supe de su existencia hasta el día de la mascarada. No podía olvidar la manera tan fácil con la que acabó con la vida de una persona a la que quería demasiado, la dragona Igraine, un hechizo mortal bastó para acabar con la vida de un dragón elemental anciano, evidenciando el poder que aquella hija de puta, porque no tenía otro nombre, ostentaba. Tampoco podía olvidar aquella visita que hice junto a Vincent y Níniel a los sótanos de la antigua mansión de mi familia, donde desde niña comprobamos como creó hechizos para torturar exprofeso a sus víctimas.
-Be… Belladonna. – musité en voz baja, comenzando a retroceder. Mi corazón comenzó a palpitar muy fuerte y los nervios me invadieron. Pero aquello no era la ilusión. La poderosa bruja se presentó delante nuestra. Pronto, advertí a Eltrant y al chupasangres. – Es mi tía. Muchísimo cuidado con ella. Es la segunda de la Hermandad, una brutal bruja asesina y además esquizofrénica. Ella es la díscola de mi familia.
-¿¡TU TÍA!? ¿La díscola de la familia? – gritó, indignada y gesticulando como si fuese una niña pequeña. – ¡Eso es lo que te ha dicho mi hermana! ¡Isabella miente! ¡Siempre fue una mentirosa! – explicó enfurecida. - ¿No lo sabías Anastasia? O debería llamarte... - comenzó a reflexionar. -¿Cómo te llamaban? Ehm… Uhm… - comenzó a reflexionar.
- Belladonna Boisson:
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-¡Ah, sí! ¡HURACÁN! – exclamó haciendo un gesto con ambas manos. – Con el nombre tan bonito que tienes, ¿por qué te lo han cambiado?
-Eres despreciable, Bella. – le dije con odio, ignorando por completo su comentario.
-Más despreciable verás a… “tu madre” – gesticuló haciendo el gesto de las comillas con los dedos. Era una mujer muy expresiva. – ... cuando te muestre tus recuerdos más profundos.
-Me temo que no te dará tiempo a ello. – le reprendí, y tomé mi ballesta y le apunté directamente a la cabeza. Un tiro rápido y se habrían acabado todas sus mentiras.
-¡Armis expellere! – conjuró rápidamente en contraataque al mío. Y nos golpeó con un fuerte impacto mágico. Cada ataque de Bella eran como cinco de los de Elen, y una fuerte corriente nos barrió literalmente a los tres. Bella terminó riéndose desquiciada y desapareció nuevamente entre la niebla, su voz comenzó a multiplicarse y pronto nos desvanecimos de nuevo.
- Cutregif del ataque que nos hace:
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- ¡Tú eres la díscola de los Boisson! – volvió a sonar la voz entre las tinieblas, antes de desaparecer su voz y comenzar a transformarse la estancia. ¿Me transportaría a uno de mis miedos? Había dicho que a uno de mis recuerdos más profundos. No lo sabía. Sólo sé que habíamos aparecido de noche, en medio de un enorme bosque donde no había nada más que árboles y oscuridad.
-¿Dónde estamos? ¿Sacrestic? ¿Bosques del Oeste? – pregunté a Eltrant y Víctor. – Se ha equivocado. – reí – Nada de lo que pueda haber aquí me da miedo. - pero de repente sentí como alguien nos llamaba.
-¡Alto! ¿Quién va? – preguntó una voz familiar, de una mujer.
Me giré y en medio del bosque, apuntándonos con sus ballestas, estaba ni más ni menos que… ¡Isabella! Mi madre. Unos veinte años más joven. Casi dando aspecto de veinteañera como lo puedo ser hoy en día yo. Y a su lado, un maestro Dorian también rejuvenecido.
- Isabella Boisson en 1248:
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- Dorian Pólister en 1248:
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-¡Madre! ¡Maestro Dorian! – grité al verles, instándoles a bajar las armas. La mujer me miró extrañada, pero más sorprendido se vio Dorian cuando vio que pronuncié su nombre.
-¿Cómo sabes quién soy yo? – preguntó.
-Mirad, no me disparéis, llevo la insignia del gremio. – y mostré en mi chaqueta el logo de los cazadores. - ¡Madre! ¡Soy Anastasia! ¿No me reconocéis, en serio? – no había caído en que probablemente no me conocieran porque en esa escena Isabella era más joven que yo ahora.
-A fecha de 1248 te digo que no tengo ninguna hija. – nos dijo la joven Isabella, sin dejar de apuntarnos. – ¿Anastasia? ¿El mismo nombre de mi madre? - reflexionó - Esto es una ilusión de Belladonna, lo que significa que estamos cerca de su casa, maestro– advirtió a Dorian que, por aquella entonces, era su mentor. Mortagglia se había cambiado de bando tan sólo seis años atrás, pero mi madre había permanecido fiel a pesar de ocurrir la traición en edad adolescente.
-Así es. Poco le quedará a tu hermana para pagar por sus crímenes. – indicó éste y ambos nos dispararon con sus ballestas. - ¡Dispara!
Saltamos hacia un lado como pudimos para tirarnos entre unos arbustos. Gesto suficiente para que mi madre y Dorian pensásemos que nos habíamos esfumado. Pero el sueño perduraba.
-No lo entiendo… estamos en 1248. – les dije a ambos, tratando de buscar una explicación a aquel sinsentido. – Yo nací en 1247. Tendría que saber que existo, al menos. ¿Qué ocurre? ¿Esto es real? – dije con evidentes gestos de preocupación y dejé una incertidumbre para ver qué hacíamos. De pronto comencé a marearme, y a sentir que perdía el conocimiento, y caí en los brazos de Eltrant. Aquella especie de distorsión del tiempo me estaba trastornando y afectando a la cabeza.
- Off:
- *Perdón por el tocho, era la parte clave de la historia y quería describirla bien. Isabella y Dorian irán a por Belladonna. Podéis describir el combate si queréis, intentar despertarme, o deducir qué ocurre. Yo no me enteraré de todos modos hasta que despierte
Anastasia Boisson
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Re: La díscola de la familia Boisson [Libre] [3/3] [Cerrado]
La advertencia del vampiro le hizo girarse inmediatamente, en busca de su compañera, pero tan pronto como lo hizo las arañas y la mina se desvanecieron, dejando paso al ya característico vacío neblinoso en el que solo se podía ver el mando gris que les rodeaba.
Agachándose a recuperar su espada, que ahora que no estaba clavada en el abdomen de la criatura que había hipnotizado al vampiro yacía en mitad de la nada, escuchó como la voz de la bruja que estaba jugando con sus pensamientos volvía a hacer acto de presencia.
- ¿Cobardes? – Farfulló dejando descansar la espada en su hombro derecho al mismo tiempo que se colaba a la altura de Huracán – Lo que has visto debería demostrar que no eres nada en comparación a lo que he vivido. – La mujer ignoró las palabras del guarda, en su lugar, se centró en Anastasia, con quien siguió jugando verbalmente, según afirmaba la ilusionista, la siguiente en encarar sus temores sería Huracán, algo que no tomó por sorpresa al exmercenario, quien retomó su espada, esperándose lo peor.
Curiosamente, la cazadora logró que la mujer que estaba jugando con ellos hiciese acto de presencia, pasos lentos, decididos, retumbaron en la espesa niebla; Lentamente, a un ritmo constante, estos se fueron haciendo más y más sonoros, hasta el momento en el que una mujer madura de cabellos negros y rizados emergió de la neblina.
Frunció el ceño, aquel no era más que otro juego más para ella, ¿Se creía con la fuerza suficiente como para encararles a los tres? Probablemente aquella arrogancia estuviese justificada, tenía que mantenerse con calma ¿Qué sería lo siguiente? ¿Jugar con las vidas de las personas a las que, aun con la maldición, tenía afecto? Tenía que ser cauto, sobre todo por Huracán, quien, por su aspecto, había reconocido a aquella mujer. – Te imaginaba más alta – Sentenció Eltrant asintió levemente cuando su compañera pronunció el nombre de la mujer que estaba frente a ellos; Era su tía. – No me gustaría saber cómo son tus cenas familiares – Dijo al ver la rabieta que ilusionista tuvo cuando Huracán la llamo “La díscola” de su familia.
La conversación entre la sobrina y su tía continuó como si Eltrant y Víctor no estuviesen siquiera presentes, Belladona llamó mentirosa a la madre de la cazadora y después se encargó de mostrar a los presentes el abrumador poder mágico que poseía.
Sin poder hacer nada para evitar la ráfaga de viento que la ilusionista lanzó a su sobrina y sus acompañantes, Eltrant rodó por el suelo mientras oía como la voz de la desquiciada tía de Anastasia volvía a ocultarse tras un tupido velo, casi como si hablara desde detrás de una cascada.
Se incorporó tan pronto como le permitieron sus piernas y se encontró en mitad de la noche, en un bosque perdido de la mano de los dioses. – …Otra ilusión – Se giró hacia Huracán - ¿Te suena este sitio? – La pregunta que la mujer hizo de vuelta indico que no era capaz de reconocer dónde estaban ¿Estaban en ese caso en una ilusión fabricada por Belladona? Por alguna razón la ilusionista era capaz de acceder a recuerdos de los que el usuario no tenía ni la más remota idea que poseía después de todo, él no conocía la cara de su hermana.
Hizo una seña al vampiro para saber si estaba bien – Ahora nos va a tocar a los dos cuidar de Huracán – Dijo en un susurro, mientras la cazadora estaba ocupada estudiando el bosque en el que estaban, esperaba que no se enterase, era consciente de la terquedad de la mujer, no iba a estar dispuesta a ceder su seguridad al hombre al que tenía como objetivo, pero tampoco tenían otra opción - …Sé que no te cae muy bien, sé que yo no te caigo bien, pero mantente alerta, Víctor.
Una voz alertó a los presentes, una voz que era conocida por Huracán, pues al parecer los individuos que les apuntaban con pesadas ballestas desde la oscuridad no eran otros que versiones más jóvenes de su madre y un tal maestro Dorian respectivamente.
Versiones que no reconocieron a Huracán, pues les acusaron de ser ilusiones creadas por Belladona y no dudaron un instante en usar sus armas para apartar a la molesta joven que afirmaba ser una cazadora como ellos.
- ¿Ilusiones que se piensan que somos ilusiones? – Suspiró mientras veía a las dos personas alejarse entre los árboles - Dadme un respiro – Anastasia parecía estar cada vez más confusa con todo aquello, y no la culpaba, si las fechas que estaba oyendo eran reales aquello no era sino una sucia jugada de Belladona para jugar con la cabeza de Huracán – Relájate – Le ofreció la mejor sonrisa que pudo, en un inútil esfuerzo por tranquilizarla, y tomó a la joven por los hombros, obligándola a mirarle a los ojos – Está jugando con tu cabeza, mantente fría. La Huracán que yo conozco no se preocupa por nada. Ni por las arañas – Ensanchó su sonrisa, girándose entonces hacía Víctor – Lo mejor que podemos hacer es seguir a los cazadores, nos llevaran hasta… - Sin motivo aparente Huracán se desplomó sobre el castaño, presa de lo que parecía ser a simple vista un profundo sueño del que no podía escapar.
- ¿¡Huracán?! – La sacudió en un inútil esfuerzo por despertarla, estaba ridículamente helada, casi parecía haber muerto en el acto - ¿¡Huracán!? – Estuvo tentado de golpearle la cara como había hecho ella momentos antes, pero con el guantelete que vestía lo único que conseguiría seria sumirla aún más en aquel extraño sueño o abrirle la cabeza - ¡¡Maldita sea Anastasia respóndeme!! – Vociferó sin dejarla caer al suelo.
Mientras intentaba desesperadamente despertar a su compañera, el bosque comenzó a disiparse, curiosamente, justo por la parte por la que habían aparecido las versiones jóvenes de las figuras paternas de la bruja - …Eso no puede ser bueno – Dijo tomando a su compañera en brazos - ¡¡Vamos!! – Gritó al vampiro mientras comenzaba a correr en la misma dirección en la que habían desaparecido Isabella y Dorian - ¡Maldita armadura! ¿¡Por que no la habré encantado para que pese menos?! – No le gustaba la sensación que aquella neblina daba, casi como si la ilusión se estuviese moviendo en torno a los conocidos de Huracán y no en torno a ellos, las personas que se encontraban atrapadas en la misma.
Jadeando considerablemente, finalmente dejaron atrás la niebla y llegaron hasta la linde un claro en mitad de toda aquella oscura vegetación, un lugar en el que el ruido de las ballestas, el fulgor de los relámpagos, del fuego, de la magia, se alzaba sobre todo lo demás.
- …Están peleando… - No podía saber a simple vista quienes eran los que había en el centro de aquel claro, aunque tampoco le fue muy difícil deducir quienes eran dos de los tres combatientes. Masculló un par de insultos en voz baja y dejó a Huracán apoyada en un árbol, en la distancia, la batalla parecía lejos de querer terminar.
¿Qué podían hacer él y Víctor? La única que podía sacarles de aquella ilusión era Huracán, suspirando se quitó los guanteletes de metal y le pasó la mano por la frente a su amiga, seguía igual de helada, aunque al menos pudo comprobar con mayor seguridad que respiraba.
Frunció el ceño - …Este lugar… - Se giró hacía Víctor y suspiró al mismo tiempo que señalaba a la pelea – No tenemos otra opción para despertarla - El chasquido delos relámpagos, el agudo siseo del viento, los virotes de las ballestas surcando el aire en todas direcciones – Voy a detenerles – Sentenció, totalmente seguro de lo que iba a hacer – Puedes quedarte aquí o acompañarme, cualquier cosa me vale.
Se desanudó la correa que sujetaba su coraza firme en su pecho y la dejo caer al suelo, a continuación, hizo lo mismo con las demás partes de su armadura. – Aún si te quedas aquí, no voy a dejarla sin protección – Sonrió al vampiro a la vez que le colocaba, lentamente, la armadura a Huracán. – Muy bien – Dijo cuando terminó de cerrar la coraza.
Evidentemente, la armadura quedaba ridículamente grande a su aliada, pero serviría para parar las flechas perdidas que volaban por doquier y también complicaría las cosas a cualquiera que quisiese llevársela de allí por la fuerza.
Tragó saliva y miró de nuevo hacía el lugar en el que se estaba llevando a cabo la pelea, casi parecían que las ballestas de los cazadores no necesitaban recargar, de ser de día, aquellas flechas habrían parado el sol.
- Es la única opción que tenemos para despertarla… creo – Dijo desenvainando su espada, el refulgir azul del arma iluminó el pequeño escondite entre los arbustos. Tomó aire y sonrió nervioso al vampiro – Tienen pinta de saber pelear – Dejó escapar una carcajada nerviosa y, dejando a Víctor cuidando a Huracán, comenzó a caminar en dirección a la pelea.
– “Toda espada importante tiene un nombre” – Se dijo a si mismo las mismas palabras que le dijo a Rachel para tranquilizarla – “Debería ponerle uno a la mía” – Comenzó a tomar carrerilla ¿A quién envestía? La figura del combatiente solitario comenzó a tomar fuerza, era Belladona, sonrió maliciosamente. - “¿Acero? ¿Escarcha? ¿Añil?” – Una saeta perdida paso silbando junto a su cabeza, esprintó en dirección a Belladona. – “¡Ya lo pensaré más tarde!” – Placando con toda la fuerza que poseía a una bruja solo preocupada por dos adversarios, rodó por el suelo momentáneamente, para ser enseguida lanzado por los aires por una fuerte bocanada de aire.
El combate se detuvo, la paz y la tranquilidad volvió al bosque mientras los cazadores y la bruja se giraban a mirar al inoportuno visitante.
- ¡Buenas noches! – Exclamó levantándose dolorido, estaba empezando a preguntarse si dejarle su armadura a Huracán había sido buena idea, negó con la cabeza y sonrió para sí, por supuesto que lo había sido, llevar siempre coraza no era más que una mala costumbre. – Me temo que tengo que matarte, Belladona – Dijo con sencillez, le temblaba tímidamente el brazo con el que sujetaba su arma, sin embargo, se obligó a alzarla ¿Estaban los cazadores con él? ¿Estaban en su contra también? Lo averiguaría en unos segundos. Con la oscuridad no podía adivinar si Belladona a la que se enfrentaba no era más que una ilusión o era la real, en cualquier caso, ambas parecían ser ridículamente poderosas y eso lo que debía de tener en cuenta – La vida de una amiga depende de que lo haga – Se rascó la parte posterior de la cabeza y suspiró, Dorian y la madre de Huracán le apuntaban firmemente con sus respectivas armas, era evidente que no confiaban en él.
- … Ya sé que tu juego es el de reírte de los temores de tus víctimas, de lo que más les aterra. – Afianzó sus pies en la tierra, estaba rodeado de brujos poderosos y el solo era un humano, una parte de él deseaba que el vampiro tuviese una estrategia para ayudarle, después de todo ofrecían cinco mil Aeros por su cabeza, debía de ser básicamente uno con las sombras llegados a aquel punto - …Pero ahora – La sonrisa despreocupada desapareció repentinamente del rostro del guarda. – ...ahora vas a ser testigo de lo que es capaz de hacer alguien aterrado.
Agachándose a recuperar su espada, que ahora que no estaba clavada en el abdomen de la criatura que había hipnotizado al vampiro yacía en mitad de la nada, escuchó como la voz de la bruja que estaba jugando con sus pensamientos volvía a hacer acto de presencia.
- ¿Cobardes? – Farfulló dejando descansar la espada en su hombro derecho al mismo tiempo que se colaba a la altura de Huracán – Lo que has visto debería demostrar que no eres nada en comparación a lo que he vivido. – La mujer ignoró las palabras del guarda, en su lugar, se centró en Anastasia, con quien siguió jugando verbalmente, según afirmaba la ilusionista, la siguiente en encarar sus temores sería Huracán, algo que no tomó por sorpresa al exmercenario, quien retomó su espada, esperándose lo peor.
Curiosamente, la cazadora logró que la mujer que estaba jugando con ellos hiciese acto de presencia, pasos lentos, decididos, retumbaron en la espesa niebla; Lentamente, a un ritmo constante, estos se fueron haciendo más y más sonoros, hasta el momento en el que una mujer madura de cabellos negros y rizados emergió de la neblina.
Frunció el ceño, aquel no era más que otro juego más para ella, ¿Se creía con la fuerza suficiente como para encararles a los tres? Probablemente aquella arrogancia estuviese justificada, tenía que mantenerse con calma ¿Qué sería lo siguiente? ¿Jugar con las vidas de las personas a las que, aun con la maldición, tenía afecto? Tenía que ser cauto, sobre todo por Huracán, quien, por su aspecto, había reconocido a aquella mujer. – Te imaginaba más alta – Sentenció Eltrant asintió levemente cuando su compañera pronunció el nombre de la mujer que estaba frente a ellos; Era su tía. – No me gustaría saber cómo son tus cenas familiares – Dijo al ver la rabieta que ilusionista tuvo cuando Huracán la llamo “La díscola” de su familia.
La conversación entre la sobrina y su tía continuó como si Eltrant y Víctor no estuviesen siquiera presentes, Belladona llamó mentirosa a la madre de la cazadora y después se encargó de mostrar a los presentes el abrumador poder mágico que poseía.
Sin poder hacer nada para evitar la ráfaga de viento que la ilusionista lanzó a su sobrina y sus acompañantes, Eltrant rodó por el suelo mientras oía como la voz de la desquiciada tía de Anastasia volvía a ocultarse tras un tupido velo, casi como si hablara desde detrás de una cascada.
Se incorporó tan pronto como le permitieron sus piernas y se encontró en mitad de la noche, en un bosque perdido de la mano de los dioses. – …Otra ilusión – Se giró hacia Huracán - ¿Te suena este sitio? – La pregunta que la mujer hizo de vuelta indico que no era capaz de reconocer dónde estaban ¿Estaban en ese caso en una ilusión fabricada por Belladona? Por alguna razón la ilusionista era capaz de acceder a recuerdos de los que el usuario no tenía ni la más remota idea que poseía después de todo, él no conocía la cara de su hermana.
Hizo una seña al vampiro para saber si estaba bien – Ahora nos va a tocar a los dos cuidar de Huracán – Dijo en un susurro, mientras la cazadora estaba ocupada estudiando el bosque en el que estaban, esperaba que no se enterase, era consciente de la terquedad de la mujer, no iba a estar dispuesta a ceder su seguridad al hombre al que tenía como objetivo, pero tampoco tenían otra opción - …Sé que no te cae muy bien, sé que yo no te caigo bien, pero mantente alerta, Víctor.
Una voz alertó a los presentes, una voz que era conocida por Huracán, pues al parecer los individuos que les apuntaban con pesadas ballestas desde la oscuridad no eran otros que versiones más jóvenes de su madre y un tal maestro Dorian respectivamente.
Versiones que no reconocieron a Huracán, pues les acusaron de ser ilusiones creadas por Belladona y no dudaron un instante en usar sus armas para apartar a la molesta joven que afirmaba ser una cazadora como ellos.
- ¿Ilusiones que se piensan que somos ilusiones? – Suspiró mientras veía a las dos personas alejarse entre los árboles - Dadme un respiro – Anastasia parecía estar cada vez más confusa con todo aquello, y no la culpaba, si las fechas que estaba oyendo eran reales aquello no era sino una sucia jugada de Belladona para jugar con la cabeza de Huracán – Relájate – Le ofreció la mejor sonrisa que pudo, en un inútil esfuerzo por tranquilizarla, y tomó a la joven por los hombros, obligándola a mirarle a los ojos – Está jugando con tu cabeza, mantente fría. La Huracán que yo conozco no se preocupa por nada. Ni por las arañas – Ensanchó su sonrisa, girándose entonces hacía Víctor – Lo mejor que podemos hacer es seguir a los cazadores, nos llevaran hasta… - Sin motivo aparente Huracán se desplomó sobre el castaño, presa de lo que parecía ser a simple vista un profundo sueño del que no podía escapar.
- ¿¡Huracán?! – La sacudió en un inútil esfuerzo por despertarla, estaba ridículamente helada, casi parecía haber muerto en el acto - ¿¡Huracán!? – Estuvo tentado de golpearle la cara como había hecho ella momentos antes, pero con el guantelete que vestía lo único que conseguiría seria sumirla aún más en aquel extraño sueño o abrirle la cabeza - ¡¡Maldita sea Anastasia respóndeme!! – Vociferó sin dejarla caer al suelo.
Mientras intentaba desesperadamente despertar a su compañera, el bosque comenzó a disiparse, curiosamente, justo por la parte por la que habían aparecido las versiones jóvenes de las figuras paternas de la bruja - …Eso no puede ser bueno – Dijo tomando a su compañera en brazos - ¡¡Vamos!! – Gritó al vampiro mientras comenzaba a correr en la misma dirección en la que habían desaparecido Isabella y Dorian - ¡Maldita armadura! ¿¡Por que no la habré encantado para que pese menos?! – No le gustaba la sensación que aquella neblina daba, casi como si la ilusión se estuviese moviendo en torno a los conocidos de Huracán y no en torno a ellos, las personas que se encontraban atrapadas en la misma.
Jadeando considerablemente, finalmente dejaron atrás la niebla y llegaron hasta la linde un claro en mitad de toda aquella oscura vegetación, un lugar en el que el ruido de las ballestas, el fulgor de los relámpagos, del fuego, de la magia, se alzaba sobre todo lo demás.
- …Están peleando… - No podía saber a simple vista quienes eran los que había en el centro de aquel claro, aunque tampoco le fue muy difícil deducir quienes eran dos de los tres combatientes. Masculló un par de insultos en voz baja y dejó a Huracán apoyada en un árbol, en la distancia, la batalla parecía lejos de querer terminar.
¿Qué podían hacer él y Víctor? La única que podía sacarles de aquella ilusión era Huracán, suspirando se quitó los guanteletes de metal y le pasó la mano por la frente a su amiga, seguía igual de helada, aunque al menos pudo comprobar con mayor seguridad que respiraba.
Frunció el ceño - …Este lugar… - Se giró hacía Víctor y suspiró al mismo tiempo que señalaba a la pelea – No tenemos otra opción para despertarla - El chasquido delos relámpagos, el agudo siseo del viento, los virotes de las ballestas surcando el aire en todas direcciones – Voy a detenerles – Sentenció, totalmente seguro de lo que iba a hacer – Puedes quedarte aquí o acompañarme, cualquier cosa me vale.
Se desanudó la correa que sujetaba su coraza firme en su pecho y la dejo caer al suelo, a continuación, hizo lo mismo con las demás partes de su armadura. – Aún si te quedas aquí, no voy a dejarla sin protección – Sonrió al vampiro a la vez que le colocaba, lentamente, la armadura a Huracán. – Muy bien – Dijo cuando terminó de cerrar la coraza.
Evidentemente, la armadura quedaba ridículamente grande a su aliada, pero serviría para parar las flechas perdidas que volaban por doquier y también complicaría las cosas a cualquiera que quisiese llevársela de allí por la fuerza.
Tragó saliva y miró de nuevo hacía el lugar en el que se estaba llevando a cabo la pelea, casi parecían que las ballestas de los cazadores no necesitaban recargar, de ser de día, aquellas flechas habrían parado el sol.
- Es la única opción que tenemos para despertarla… creo – Dijo desenvainando su espada, el refulgir azul del arma iluminó el pequeño escondite entre los arbustos. Tomó aire y sonrió nervioso al vampiro – Tienen pinta de saber pelear – Dejó escapar una carcajada nerviosa y, dejando a Víctor cuidando a Huracán, comenzó a caminar en dirección a la pelea.
– “Toda espada importante tiene un nombre” – Se dijo a si mismo las mismas palabras que le dijo a Rachel para tranquilizarla – “Debería ponerle uno a la mía” – Comenzó a tomar carrerilla ¿A quién envestía? La figura del combatiente solitario comenzó a tomar fuerza, era Belladona, sonrió maliciosamente. - “¿Acero? ¿Escarcha? ¿Añil?” – Una saeta perdida paso silbando junto a su cabeza, esprintó en dirección a Belladona. – “¡Ya lo pensaré más tarde!” – Placando con toda la fuerza que poseía a una bruja solo preocupada por dos adversarios, rodó por el suelo momentáneamente, para ser enseguida lanzado por los aires por una fuerte bocanada de aire.
El combate se detuvo, la paz y la tranquilidad volvió al bosque mientras los cazadores y la bruja se giraban a mirar al inoportuno visitante.
- ¡Buenas noches! – Exclamó levantándose dolorido, estaba empezando a preguntarse si dejarle su armadura a Huracán había sido buena idea, negó con la cabeza y sonrió para sí, por supuesto que lo había sido, llevar siempre coraza no era más que una mala costumbre. – Me temo que tengo que matarte, Belladona – Dijo con sencillez, le temblaba tímidamente el brazo con el que sujetaba su arma, sin embargo, se obligó a alzarla ¿Estaban los cazadores con él? ¿Estaban en su contra también? Lo averiguaría en unos segundos. Con la oscuridad no podía adivinar si Belladona a la que se enfrentaba no era más que una ilusión o era la real, en cualquier caso, ambas parecían ser ridículamente poderosas y eso lo que debía de tener en cuenta – La vida de una amiga depende de que lo haga – Se rascó la parte posterior de la cabeza y suspiró, Dorian y la madre de Huracán le apuntaban firmemente con sus respectivas armas, era evidente que no confiaban en él.
- … Ya sé que tu juego es el de reírte de los temores de tus víctimas, de lo que más les aterra. – Afianzó sus pies en la tierra, estaba rodeado de brujos poderosos y el solo era un humano, una parte de él deseaba que el vampiro tuviese una estrategia para ayudarle, después de todo ofrecían cinco mil Aeros por su cabeza, debía de ser básicamente uno con las sombras llegados a aquel punto - …Pero ahora – La sonrisa despreocupada desapareció repentinamente del rostro del guarda. – ...ahora vas a ser testigo de lo que es capaz de hacer alguien aterrado.
Eltrant Tale
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Re: La díscola de la familia Boisson [Libre] [3/3] [Cerrado]
Las arañas se desvanecen dando paso a una neblina que nuevamente comenzaba a cubrir el ambiente hasta que de pronto se escuchó una voz que posiblemente podría romper cristales al gritar, una nueva enemiga apareció, esta vez parecía ser la causante de todo el asunto, enfocada en la cazadora y en donde yo no era más que un accidente; aquella bruja desgraciada y odiosa me había llamado cobarde, y tenía razón, volver a ver la imagen de la reina Aracne me había paralizado, tal vez debería cerrar ese asunto y enfrentar el temor aunque era un asunto que dejaría para después.
Luego de que la mujer pidiera que no la atacáramos, la cazadora nos instó a hacerlo a la menor oportunidad, comenzaba a agradarme esa mujer, lástima que tratara de matarme -Y aquí vamos de nuevo- Dije al notar que de nuevo bajaba el telón para arrastrarnos a un nuevo número, y todo parecía indicar que ahora la cazadora era la estrella; no entendía nada de lo que sucedía ahora, no sabía quiénes habían aparecido pero la cazadora parecía estar aterrada, tal vez casi tanto como yo al ver a la reina -¿Bella Donna?- Repetí murmurando -No le hace justicia al nombre- Las advertencias de la bruja no pasaron por alto, aunque bien que se merecían una réplica -Bruja, asesina y loca, no sé por qué me recuerda a alguien- Dije refiriéndome también a la cazadora que perfectamente calificaba para tales apelativos.
No era por ser un vil, desleal y traicionero, pero eso no era mi asunto y bueno, tal vez sí era por ser vil, desleal y traicionero pero no estaba de más intentarlo -Yo de hecho, no soy su amigo, ni siquiera me cae bien ¿Puedo irme?- Traté de interrumpir la conversación -Ok, no- Me respondí a mí mismo al ver que no me prestaban atención -Tengo el mal presentimiento de que...- Fui interrumpido mientras hablaba por un fuerte empujón que nos llevó a todos hacia atrás -Olvídenlo- Dije luego al levantarme sacudiendo mi cabeza para salir de la conmoción -¿Qué tal si las dos son díscolas? Hay discolocidad para todos- [1] Dije en voz alta un poco enojado por tantas discolocidades aunque se perdió entre la bruma antes de responderme.
Sí, claro, cuidarla, los dos; seguro- Dije mientras buscaba la primera oportunidad para largarme y dejarla tirada; aunque lo siguiente que dijo el guardia me convenció, el tipo no parecía mala persona, y si estaba dispuesto a arriesgarse por protegerla entonces tal vez la terrible, salvaje y agresiva asesina cazadora de vampiros tampoco fuera mala persona, o no tan mala. Miré a los lados tratando de ubicarme ante las preguntas de la cazadora pero antes que pudiera decir nada una figura apareció; permanecí en silencio durante el diálogo hasta que por fin me atreví a escupir las palabras -Eso ha sido bastante real, al menos nadie ha intentado mata...- No terminé de decir la frase cuando efectivamente nos dispararon, obligándonos a saltar a un lado; las palabras de la cazadora no hacían más que convencerme de lo que había dicho antes, no parecía ser una ilusión, todo era muy palpable, por lo que: teníamos a un prodigio de las ilusiones o nos habían arrastrado a algo peor -Oh, genial, ahora se va a dormir- Protesté cuando la chica cayó en brazos del guardia.
Seguí al guardia cuando comienza a correr -Yo tal vez pueda solucionarte eso- Le dije en relación a su armadura; me adelanté de prisa hasta ponerme de espaldas a un árbol que ocultaba mi posición mientras me asomaba por un lado para ver lo que ocurría; las palabras del humano tenían mucha razón, huir no era la mejor de las ideas y quisiera o no, debíamos despertar a la cazadora para salir de ahí, sin embargo, lanzarse de cabeza a una pelea de brujos no era el mejor plan del mundo -No es mi batalla- Pensé mientras el hombre se desprendía de su armadura y se la entregaba a su compañera -Pero la necesitamos para salir de esto- Debatía mentalmente -Le puedo dar un beso- Sugerí con algo de sarcasmo -A veces funciona, el beso del verdadero amor- Me encogí de hombros a falta de una mejor idea.
El hombre parecía algo nervioso y no era para menos, debía tratar de calmarlo -Nah, parecen ser novatos, inexpertos- Dije mientras una ráfaga de... algo... arrancaba una rama de un árbol con tal potencia que difícilmente algo podría sobrevivir si le impactaba -Vamos campeón, puedes con ellos- Traté de darle ánimos al chico, pues vaya que los necesitaría; al emprender su carrera me agaché junto a la cazadora, dormida se veía menos atemorizante, acerqué lentamente mis labios a su boca hasta casi alcanzarla, y es que no estaba de más intentar lo del beso, si no la despertaba el amor la despertaría el odio que me tenía -No, no lo vale- Dije finalmente retrocediendo.
La determinación de aquel guardia para proteger a la mujer se había ganado un regalo de mi parte; saqué uno de los pergaminos en blanco que había estado guardando para un momento especial y un poco de tinta mágica para escribir en él “εκτροπή”; luego cerré mis ojos y pegué el pequeño pergamino a la frente de la cazadora; un círculo mágico se creó a su alrededor; no duraría más que unos minutos, pero cualquier ataque mágico dirigido a ella sería desviado al alcanzar el escudo mágico.
Me giré para ver la batalla en donde el guardia no parecía estarla pasando bien -Te gusta jugar con el miedo de otros- Murmuré de mala gana y con malicia mientras me acercaba caminando a la escena, iniciando luego un pequeño trote que acabaría en una veloz carrera -Pues vamos a combatir el miedo con miedo- Expresé con rabia mientras me plantaba en tierra para gritar a todos los presentes -¡¡Fabam!!- [2] Grité con todas mis fuerzas y toda la magia que conseguí reunir en ese corto periodo de tiempo; el efecto, si conseguía ser suficiente, lograría impedirles atacar; el guardia por su parte ya estaba lo suficientemente asustado desde antes, por lo que no recibiría el efecto con la misma intensidad que los brujos pero ahora la pregunta sería ¿A quién atacar primero?
[1] Aquí, justo en el número 1, el user de Bio explota en un incontenible ataque de risa Luego de que la mujer pidiera que no la atacáramos, la cazadora nos instó a hacerlo a la menor oportunidad, comenzaba a agradarme esa mujer, lástima que tratara de matarme -Y aquí vamos de nuevo- Dije al notar que de nuevo bajaba el telón para arrastrarnos a un nuevo número, y todo parecía indicar que ahora la cazadora era la estrella; no entendía nada de lo que sucedía ahora, no sabía quiénes habían aparecido pero la cazadora parecía estar aterrada, tal vez casi tanto como yo al ver a la reina -¿Bella Donna?- Repetí murmurando -No le hace justicia al nombre- Las advertencias de la bruja no pasaron por alto, aunque bien que se merecían una réplica -Bruja, asesina y loca, no sé por qué me recuerda a alguien- Dije refiriéndome también a la cazadora que perfectamente calificaba para tales apelativos.
No era por ser un vil, desleal y traicionero, pero eso no era mi asunto y bueno, tal vez sí era por ser vil, desleal y traicionero pero no estaba de más intentarlo -Yo de hecho, no soy su amigo, ni siquiera me cae bien ¿Puedo irme?- Traté de interrumpir la conversación -Ok, no- Me respondí a mí mismo al ver que no me prestaban atención -Tengo el mal presentimiento de que...- Fui interrumpido mientras hablaba por un fuerte empujón que nos llevó a todos hacia atrás -Olvídenlo- Dije luego al levantarme sacudiendo mi cabeza para salir de la conmoción -¿Qué tal si las dos son díscolas? Hay discolocidad para todos- [1] Dije en voz alta un poco enojado por tantas discolocidades aunque se perdió entre la bruma antes de responderme.
Sí, claro, cuidarla, los dos; seguro- Dije mientras buscaba la primera oportunidad para largarme y dejarla tirada; aunque lo siguiente que dijo el guardia me convenció, el tipo no parecía mala persona, y si estaba dispuesto a arriesgarse por protegerla entonces tal vez la terrible, salvaje y agresiva asesina cazadora de vampiros tampoco fuera mala persona, o no tan mala. Miré a los lados tratando de ubicarme ante las preguntas de la cazadora pero antes que pudiera decir nada una figura apareció; permanecí en silencio durante el diálogo hasta que por fin me atreví a escupir las palabras -Eso ha sido bastante real, al menos nadie ha intentado mata...- No terminé de decir la frase cuando efectivamente nos dispararon, obligándonos a saltar a un lado; las palabras de la cazadora no hacían más que convencerme de lo que había dicho antes, no parecía ser una ilusión, todo era muy palpable, por lo que: teníamos a un prodigio de las ilusiones o nos habían arrastrado a algo peor -Oh, genial, ahora se va a dormir- Protesté cuando la chica cayó en brazos del guardia.
Seguí al guardia cuando comienza a correr -Yo tal vez pueda solucionarte eso- Le dije en relación a su armadura; me adelanté de prisa hasta ponerme de espaldas a un árbol que ocultaba mi posición mientras me asomaba por un lado para ver lo que ocurría; las palabras del humano tenían mucha razón, huir no era la mejor de las ideas y quisiera o no, debíamos despertar a la cazadora para salir de ahí, sin embargo, lanzarse de cabeza a una pelea de brujos no era el mejor plan del mundo -No es mi batalla- Pensé mientras el hombre se desprendía de su armadura y se la entregaba a su compañera -Pero la necesitamos para salir de esto- Debatía mentalmente -Le puedo dar un beso- Sugerí con algo de sarcasmo -A veces funciona, el beso del verdadero amor- Me encogí de hombros a falta de una mejor idea.
El hombre parecía algo nervioso y no era para menos, debía tratar de calmarlo -Nah, parecen ser novatos, inexpertos- Dije mientras una ráfaga de... algo... arrancaba una rama de un árbol con tal potencia que difícilmente algo podría sobrevivir si le impactaba -Vamos campeón, puedes con ellos- Traté de darle ánimos al chico, pues vaya que los necesitaría; al emprender su carrera me agaché junto a la cazadora, dormida se veía menos atemorizante, acerqué lentamente mis labios a su boca hasta casi alcanzarla, y es que no estaba de más intentar lo del beso, si no la despertaba el amor la despertaría el odio que me tenía -No, no lo vale- Dije finalmente retrocediendo.
La determinación de aquel guardia para proteger a la mujer se había ganado un regalo de mi parte; saqué uno de los pergaminos en blanco que había estado guardando para un momento especial y un poco de tinta mágica para escribir en él “εκτροπή”; luego cerré mis ojos y pegué el pequeño pergamino a la frente de la cazadora; un círculo mágico se creó a su alrededor; no duraría más que unos minutos, pero cualquier ataque mágico dirigido a ella sería desviado al alcanzar el escudo mágico.
Me giré para ver la batalla en donde el guardia no parecía estarla pasando bien -Te gusta jugar con el miedo de otros- Murmuré de mala gana y con malicia mientras me acercaba caminando a la escena, iniciando luego un pequeño trote que acabaría en una veloz carrera -Pues vamos a combatir el miedo con miedo- Expresé con rabia mientras me plantaba en tierra para gritar a todos los presentes -¡¡Fabam!!- [2] Grité con todas mis fuerzas y toda la magia que conseguí reunir en ese corto periodo de tiempo; el efecto, si conseguía ser suficiente, lograría impedirles atacar; el guardia por su parte ya estaba lo suficientemente asustado desde antes, por lo que no recibiría el efecto con la misma intensidad que los brujos pero ahora la pregunta sería ¿A quién atacar primero?
[2] Habilidad de Nivel 3: El Miedo que Acecha.
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Re: La díscola de la familia Boisson [Libre] [3/3] [Cerrado]
Desperté. O tal vez no. De nuevo, en un bosque. Con un dolor tremendo de cabeza. - ¡Agh! ¿Dónde estoy? – pregunté incorporándome poco a poco. Pero me costaba moverme, más que de costumbre. Me toqué el cuerpo y noté como llevaba… ¿una armadura de placas? Que encima me quedaba grande - ¿Pero qué demonios…? – pregunté. Miré alrededor y no vi ni a Eltrant ni al asqueroso chupasangres. Sólo había un círculo, de apariencia mágica y perdí totalmente de vista a mis compañeros.
Pronto sentí golpes y luces de colores cerca en el bosque, junto a una cabaña. Varios brujos luchaban a muerte y, en medio, se podía ver a Víctor y a Eltrant luchando también. Me despojé de aquella armadura como buenamente pude y corrí hacia ellos. Si aquello formaba parte de la ilusión, tendríamos que acabar con Bella, la mala de la escena, igual que hicimos con la hermana de Tale y con la araña.
-Ya estoy aquí. – informé de la batalla llegando a la altura de un Eltrant, como de costumbre, defenestrado por los suelos. El exmercenario ya había catado parte del extenso repertorio de hechizos y maldiciones de Belladonna que, por fortuna, en ese plano no eran más que ilusiones.
El maestro Dorian ya nos encañonaba cuando el vampiro gritó una palabra que hizo que todos nos llevásemos las manos a los oídos. Consiguiendo detener la acción, y permitiendo a mi madre explicarse ante su hermana menor, que se había sentido también afectada por la habilidad de Víctor.
-Bella, hermana, por favor, detente. – le suplicó Isabella, tocándose los oídos.
-¡¿Hermana?! ¿Tienes valor para llamarme así después de haberme tenido encerrada cinco años en el sótano cuando madre nos abandonó? – le echó en cara Bella, desquiciada y gruñendo. - ¡CINCO! – exclamó con rabia, mostrándole todos los dedos de su mano tras el guantalete de rejillas que llevaba.
-Sólo mientras buscaba una cura para ayudarte con tu psicosis. – le suplicó Isabella. – No quería que te convirtieras en ella. Por favor, déjame ayudarte.
-¡Cállate! – y en su mano se conjuró un hechizo negro de fuego. - ¡MUERE! ¡IGNIS TENEBRIS! – conjuró.
Isabella reaccionó a tiempo y generó un fuerte hechizo de electricidad para defenderse que impactó de lleno con el hechizo de fuego de su hermana menor. Mantuvieron un fuerte forcejeo en el que nos tuvimos que poner a cubierto para evitar ser heridos, sin embargo, la parte de Isabella parecía tener más fuerza y fue comiendo terreno poco a poco la de Belladonna, hasta que ésta terminó por salir despedida, golpeándose contra la pared de su cabaña y caer al suelo, quien sabe si muerta o inconsciente.
El silencio se hizo en el bosque. Ante una Isabella que relajó sus manos y apagó las chispas que aún brotaban de sus dedos. – Esto no tendría por qué haber acabado así. – se lamentó a medida que se acercó a comprobar el estado de Bella.
-Ahora entiendo por qué mi madre siempre creyó que Bella estaba muerta.- dije a Eltrant y Víctor, desde detrás de unos arbustos. - Pero sigo sin entender por qué esto es un recuerdo profundo mío.
Como si lo hubiese presentido, antes de que mi madre pudiese comprobar el pulso de mi tía, en la puerta de la casa apareció una pequeña niña.
-¿Mamá?– dijo la niña de no más de dos años, con una trencita de color caoba, acercándose al cuerpo inerte e inmóvil de Belladonna. Me quedé pálida sin saber por qué. Observando la escena. - ¿Mamá? ¿Estás bien? – preguntó moviéndole los brazos, pero sin obtener respuesta alguna. El resto de los presentes guardamos. - ¿Quién es esta gente, mamá? – preguntó la niña, con ojos llorosos, moviendo el cuerpo muerto, que no respondía a ningún estímulo.
La joven Isabella, se mordió los labios con desesperación y se acercó a la niña, poniéndose de rodillas junto a ella. ¿Cómo iba a explicarle a la niña que había matado a su madre?
-Hola, cariño, me llamo Isabella. – y se arrodilló a su lado y la cogió de sus pequeños bracitos, aquella niña. - Tu madre está bien. Sólo está durmiendo. Despertará en unos días. – le preguntó sonriéndole y acariciándole la cara. La niña, sin mirarla demasiado, se lo pensó.
-Mi mamá dice que no hable con desconocidos. – respondió ella tras unos instantes.
-¡Y no deberías, cielo! Pero nosotros somos buenos. Igual que tú. Jamás te haríamos daño. – dijo con una sonrisa nerviosa, girando la cabeza, y miró de reojo al maestro Dorian nerviosa, sin saber muy bien qué decir. – Escucha, cariño, no creo que mamá vaya a despertar en un tiempo. – entristeció el rostro y se detuvo unos instantes, pensando cuál era el siguiente paso a dar. – ¿Por qué no vienes con nosotros, a Beltrexus, mientras despierta? Aquí sola podrías encontrarte alguna de las malvadas criaturas del bosque. – se irguió y le tendió la mano. La niña, sin saber muy bien cómo responder, se lo pensó durante unos instantes. Pero era tan sencillo manipular la mente de un joven que pronto, ésta tomó la mano de Isabella.
-¡Muy bien! Para que me vayas conociendo, te diré que mi nombre es Isabella. – felicitó ella, sonriente, tocándole la pequeña trencita que llevaba. - ¿Y cómo te llamas, pequeña? – y, ante esta pregunta, quedé estupefacta, esperando con ansia la respuesta de aquella joven, que no tardaría en revelar que su nombre era…
-Anastasia.
Sentí que una parte de mí moría en lo más profundo de mi corazón. La escena se congeló de nuevo y comenzó a convertirse en humo. En la espesa niebla. Pero ni siquiera tuve tiempo para percatarme de ello. Pronto, aparecimos en el castillo por el que habíamos entrado. Las escenas del pasado habían terminado.
-¿A que esto no te lo contó? ¡Pues es verdad! ¡Pregúntaselo a la mentirosa! – preguntó la Belladonna real, riéndose como una loca. En una versión mucho más desquiciada que la de la escena de hace veinte años. – ¡MENTIROSA! – gritó nuevamente, gesticulando. -¡Isabella es una mentirosa!
Miré a aquella mujer de mediana estatura, sin saber muy bien qué decir. Anímicamente estaba hundida y sin ganas de combatir. Me mantuve siempre cerca de Eltrant. – Nada de esto tiene sentido. ¿Es un sueño, verdad? - pregunté en voz baja, mirando a Tale, totalmente abstraída de la conversación.
-¡Huracán! ¿Ahora entiendes por qué la Dama jamás te atacó? ¡Eres la díscola de las Boisson! Na na na– canturreó, riéndose de mí y señalándome, mostrando nuevamente su pésimo estado de salud mental. – Tu abuela y tu madre luchamos en el mismo bando. ¡TÚ! ¡La única que no! – continuó repitiendo la dichosa palabrita. A continuación, decidida, volví a pronunciarme. - ¡Y todo por culpa de mi hermana! ¡Me encerró en un mugriento sótano, trató de matarme y me arrebató lo único que tenía! ¿Esa es la "GRAN" heroína Isabella? - Luego volvió a cambiar su actitud, y estiró sus brazos, caminando hacia mí. – ¡Anastasia! ¡Ven con mamá a la Hermandad! - Si bien no hice amagos de defenderme pese a su repentina aproximación hacia el grupo, pronto le contestaría para evitar que continuara la marcha.
-Yo ya tengo mi propio camino. Tus acciones y las mías, son incompatibles. – le respondí yo, una ferviente creyente del destino, con sinceridad. No tenía opción de cambiar de principios, tampoco de paliar las muertes que ambas nos habíamos hecho. Las circunstancias de la vida habían decidido que madre e hija terminasen enfrentadas. Como también lo hicieron Mortagglia e Isabella. Esta última me iba a oír, tenía ganas de pedirle no pocas explicaciones y no precisamente de buena manera en nuestro reencuentro. En cualquier caso, primero cumpliría mi deber como cazadora de asesinos de la Hermandad. Y Bella era la segunda del grupo. – No hay opción. El vínculo está roto. – y tomé mi ballesta de mi espalda. – Debo cumplir con mi deber. – Sentencié, pasando a apuntarla.
Bella se detuvo y comenzó a torcer su rostro. Girando la cabeza hacia un lateral y gruñendo. – ¿Eso quieres? ¡EH! Pues muy bien. ¡POR LAS MALAS!– chillaba histérica, desquiciada, tirándose de los pelos y sin dejar de moverse. Mas debía asimilar que éramos una madre y una hija que, por razones del destino, estábamos condenadas a enfrentarnos. Belladonna era una demente asesina de brujos, y eso nadie se lo iba a quitar, como tampoco yo podría quitarme su alianza con los chupasangres de Mortagglia, mi eterna enemiga. Las cosas podrían haber sido distintas si Bella hubiese ganado aquel combate hace veinte años, pero la realidad es bien distinta. Sin embargo, lejos de rendirse, la bruja retrocedió sus manos hacia su espalda.
-¡FRIGIDUM! – gritó estirando el brazo y propinándome un fuerte hechizo que me hizo sentir el mayor frío que había sentido en mi vida, congelándome por completo y haciéndome caer al suelo. - ¡Ah! – exclamé, muerta de frío, paralizada, incluso la lágrima que recorría mi rostro por el gran secreto desvelado se había congelado. Y había quedado a completa merced de Bella, que corrió hacia mí y me tomó por los hombros en el suelo. - Ja ja ja. ¡MÍA! ¡Vuelves con mamá! - Luego miró a Eltrant y a Víctor. - ¡VOSOTROS DOS! ¡No pintáis nada aquí! ¡Marchaos! ¡FUERA! Ella es mía. ¡Lo habéis visto! – sentenció, manteniéndose amenazante para congelar. No confiaba en que el chupasangres moviese un dedo por mí y huyese siendo fiel a su naturaleza. De quien no dudaba era de que Eltrant me trataría de ayudar. Pero aún así no sabía si sería suficiente para detener a Bella. Igraine era mucho más fuerte y experimentada que él y le había durado un único golpe.
Pronto sentí golpes y luces de colores cerca en el bosque, junto a una cabaña. Varios brujos luchaban a muerte y, en medio, se podía ver a Víctor y a Eltrant luchando también. Me despojé de aquella armadura como buenamente pude y corrí hacia ellos. Si aquello formaba parte de la ilusión, tendríamos que acabar con Bella, la mala de la escena, igual que hicimos con la hermana de Tale y con la araña.
-Ya estoy aquí. – informé de la batalla llegando a la altura de un Eltrant, como de costumbre, defenestrado por los suelos. El exmercenario ya había catado parte del extenso repertorio de hechizos y maldiciones de Belladonna que, por fortuna, en ese plano no eran más que ilusiones.
El maestro Dorian ya nos encañonaba cuando el vampiro gritó una palabra que hizo que todos nos llevásemos las manos a los oídos. Consiguiendo detener la acción, y permitiendo a mi madre explicarse ante su hermana menor, que se había sentido también afectada por la habilidad de Víctor.
-Bella, hermana, por favor, detente. – le suplicó Isabella, tocándose los oídos.
-¡¿Hermana?! ¿Tienes valor para llamarme así después de haberme tenido encerrada cinco años en el sótano cuando madre nos abandonó? – le echó en cara Bella, desquiciada y gruñendo. - ¡CINCO! – exclamó con rabia, mostrándole todos los dedos de su mano tras el guantalete de rejillas que llevaba.
-Sólo mientras buscaba una cura para ayudarte con tu psicosis. – le suplicó Isabella. – No quería que te convirtieras en ella. Por favor, déjame ayudarte.
-¡Cállate! – y en su mano se conjuró un hechizo negro de fuego. - ¡MUERE! ¡IGNIS TENEBRIS! – conjuró.
Isabella reaccionó a tiempo y generó un fuerte hechizo de electricidad para defenderse que impactó de lleno con el hechizo de fuego de su hermana menor. Mantuvieron un fuerte forcejeo en el que nos tuvimos que poner a cubierto para evitar ser heridos, sin embargo, la parte de Isabella parecía tener más fuerza y fue comiendo terreno poco a poco la de Belladonna, hasta que ésta terminó por salir despedida, golpeándose contra la pared de su cabaña y caer al suelo, quien sabe si muerta o inconsciente.
El silencio se hizo en el bosque. Ante una Isabella que relajó sus manos y apagó las chispas que aún brotaban de sus dedos. – Esto no tendría por qué haber acabado así. – se lamentó a medida que se acercó a comprobar el estado de Bella.
-Ahora entiendo por qué mi madre siempre creyó que Bella estaba muerta.- dije a Eltrant y Víctor, desde detrás de unos arbustos. - Pero sigo sin entender por qué esto es un recuerdo profundo mío.
Como si lo hubiese presentido, antes de que mi madre pudiese comprobar el pulso de mi tía, en la puerta de la casa apareció una pequeña niña.
- Niña:
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-¿Mamá?– dijo la niña de no más de dos años, con una trencita de color caoba, acercándose al cuerpo inerte e inmóvil de Belladonna. Me quedé pálida sin saber por qué. Observando la escena. - ¿Mamá? ¿Estás bien? – preguntó moviéndole los brazos, pero sin obtener respuesta alguna. El resto de los presentes guardamos. - ¿Quién es esta gente, mamá? – preguntó la niña, con ojos llorosos, moviendo el cuerpo muerto, que no respondía a ningún estímulo.
La joven Isabella, se mordió los labios con desesperación y se acercó a la niña, poniéndose de rodillas junto a ella. ¿Cómo iba a explicarle a la niña que había matado a su madre?
-Hola, cariño, me llamo Isabella. – y se arrodilló a su lado y la cogió de sus pequeños bracitos, aquella niña. - Tu madre está bien. Sólo está durmiendo. Despertará en unos días. – le preguntó sonriéndole y acariciándole la cara. La niña, sin mirarla demasiado, se lo pensó.
-Mi mamá dice que no hable con desconocidos. – respondió ella tras unos instantes.
-¡Y no deberías, cielo! Pero nosotros somos buenos. Igual que tú. Jamás te haríamos daño. – dijo con una sonrisa nerviosa, girando la cabeza, y miró de reojo al maestro Dorian nerviosa, sin saber muy bien qué decir. – Escucha, cariño, no creo que mamá vaya a despertar en un tiempo. – entristeció el rostro y se detuvo unos instantes, pensando cuál era el siguiente paso a dar. – ¿Por qué no vienes con nosotros, a Beltrexus, mientras despierta? Aquí sola podrías encontrarte alguna de las malvadas criaturas del bosque. – se irguió y le tendió la mano. La niña, sin saber muy bien cómo responder, se lo pensó durante unos instantes. Pero era tan sencillo manipular la mente de un joven que pronto, ésta tomó la mano de Isabella.
-¡Muy bien! Para que me vayas conociendo, te diré que mi nombre es Isabella. – felicitó ella, sonriente, tocándole la pequeña trencita que llevaba. - ¿Y cómo te llamas, pequeña? – y, ante esta pregunta, quedé estupefacta, esperando con ansia la respuesta de aquella joven, que no tardaría en revelar que su nombre era…
-Anastasia.
Sentí que una parte de mí moría en lo más profundo de mi corazón. La escena se congeló de nuevo y comenzó a convertirse en humo. En la espesa niebla. Pero ni siquiera tuve tiempo para percatarme de ello. Pronto, aparecimos en el castillo por el que habíamos entrado. Las escenas del pasado habían terminado.
-¿A que esto no te lo contó? ¡Pues es verdad! ¡Pregúntaselo a la mentirosa! – preguntó la Belladonna real, riéndose como una loca. En una versión mucho más desquiciada que la de la escena de hace veinte años. – ¡MENTIROSA! – gritó nuevamente, gesticulando. -¡Isabella es una mentirosa!
Miré a aquella mujer de mediana estatura, sin saber muy bien qué decir. Anímicamente estaba hundida y sin ganas de combatir. Me mantuve siempre cerca de Eltrant. – Nada de esto tiene sentido. ¿Es un sueño, verdad? - pregunté en voz baja, mirando a Tale, totalmente abstraída de la conversación.
-¡Huracán! ¿Ahora entiendes por qué la Dama jamás te atacó? ¡Eres la díscola de las Boisson! Na na na– canturreó, riéndose de mí y señalándome, mostrando nuevamente su pésimo estado de salud mental. – Tu abuela y tu madre luchamos en el mismo bando. ¡TÚ! ¡La única que no! – continuó repitiendo la dichosa palabrita. A continuación, decidida, volví a pronunciarme. - ¡Y todo por culpa de mi hermana! ¡Me encerró en un mugriento sótano, trató de matarme y me arrebató lo único que tenía! ¿Esa es la "GRAN" heroína Isabella? - Luego volvió a cambiar su actitud, y estiró sus brazos, caminando hacia mí. – ¡Anastasia! ¡Ven con mamá a la Hermandad! - Si bien no hice amagos de defenderme pese a su repentina aproximación hacia el grupo, pronto le contestaría para evitar que continuara la marcha.
-Yo ya tengo mi propio camino. Tus acciones y las mías, son incompatibles. – le respondí yo, una ferviente creyente del destino, con sinceridad. No tenía opción de cambiar de principios, tampoco de paliar las muertes que ambas nos habíamos hecho. Las circunstancias de la vida habían decidido que madre e hija terminasen enfrentadas. Como también lo hicieron Mortagglia e Isabella. Esta última me iba a oír, tenía ganas de pedirle no pocas explicaciones y no precisamente de buena manera en nuestro reencuentro. En cualquier caso, primero cumpliría mi deber como cazadora de asesinos de la Hermandad. Y Bella era la segunda del grupo. – No hay opción. El vínculo está roto. – y tomé mi ballesta de mi espalda. – Debo cumplir con mi deber. – Sentencié, pasando a apuntarla.
Bella se detuvo y comenzó a torcer su rostro. Girando la cabeza hacia un lateral y gruñendo. – ¿Eso quieres? ¡EH! Pues muy bien. ¡POR LAS MALAS!– chillaba histérica, desquiciada, tirándose de los pelos y sin dejar de moverse. Mas debía asimilar que éramos una madre y una hija que, por razones del destino, estábamos condenadas a enfrentarnos. Belladonna era una demente asesina de brujos, y eso nadie se lo iba a quitar, como tampoco yo podría quitarme su alianza con los chupasangres de Mortagglia, mi eterna enemiga. Las cosas podrían haber sido distintas si Bella hubiese ganado aquel combate hace veinte años, pero la realidad es bien distinta. Sin embargo, lejos de rendirse, la bruja retrocedió sus manos hacia su espalda.
-¡FRIGIDUM! – gritó estirando el brazo y propinándome un fuerte hechizo que me hizo sentir el mayor frío que había sentido en mi vida, congelándome por completo y haciéndome caer al suelo. - ¡Ah! – exclamé, muerta de frío, paralizada, incluso la lágrima que recorría mi rostro por el gran secreto desvelado se había congelado. Y había quedado a completa merced de Bella, que corrió hacia mí y me tomó por los hombros en el suelo. - Ja ja ja. ¡MÍA! ¡Vuelves con mamá! - Luego miró a Eltrant y a Víctor. - ¡VOSOTROS DOS! ¡No pintáis nada aquí! ¡Marchaos! ¡FUERA! Ella es mía. ¡Lo habéis visto! – sentenció, manteniéndose amenazante para congelar. No confiaba en que el chupasangres moviese un dedo por mí y huyese siendo fiel a su naturaleza. De quien no dudaba era de que Eltrant me trataría de ayudar. Pero aún así no sabía si sería suficiente para detener a Bella. Igraine era mucho más fuerte y experimentada que él y le había durado un único golpe.
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