[cerrado]Un re encuentro inesperado [Noche]

Aquella extraña afección de Chucho sonaba mas a una de las mentiras estúpidas que soltaba Víctor a veces cuando no quería ser sincero, pero como todavía no conocía lo suficiente a chucho, me estuve de tratarle de mentiroso, y me limité a comerme su pedazo de serpiente. No es que tuviera especial interés en compartir la comida, era algo que hacía concierto esfuerzo, y fruto de la larga insistencia y educación de mis padres, mis hermanos, y sobre todo de la abuela.

Escuché a chucho con suma atención como si fuera alguna clase de pozo de sabiduría, algunas de las cosas que decía tenían sentido para mi, otras no, pero de cualquier modo tuve todas en consideración mientras analizaba que tareas teníamos entre manos. Sobre todo después de que la muchacha parecía emocionada con la idea de poder aprender a vivir alejada.

-Los humanos viven en casas, ¿Que tan difícil es hacer una?.-Ladeé el rostro.-No una grande como en las ciudades, si no una de maderas y barro, como las de los ermitaños... es eso lo que intentamos ¿No? Que pueda vivir como una ermitaña.-Mi mirada paseó por los alrededores entonces.-Seguro que podemos buscar algún arbusto de bayas o algún arbolito frutal pequeño y moverlo cerca de la cabaña... pero si, necesitará aprender a usar el fuego, quizás a pescar y poner trampas tambien, yo de eso no se.-Añadí, dejando bien en claro que si bien ayudaría en todo lo que pudiera, había algunas competencias que eran solo de chucho.

La muchacha nos miró a ambos con ojos vidriosos, y una sonrisa temblorosa en los labios, con ambas manos sobre su regazo, que se agarraban mutuamente en un jugueteo nervioso.
-Gracias.-Dijo con una claridad que hasta entonces no había sido capaz de mostrar, y una sinceridad tan aplastante que hubiera parecido que los humanos eran capaces de mentir.
-Yo.. de verdad os lo agradezco.. me, me esforzare mucho en aprender todo eso.-Aseguró, dando con ello la aprobación a nuestros plantes.

Terminé de comerme el anfibio y eructé sonoramente, señal de que había pasado bien a mi estomago. Estire los dos brazos por encima de la cabeza desperezándome y volví a mirar a mi entorno.
-Bien Chucho, yo tampoco se mucho, así que tu organizas, explícanos lo que hay que hacer .-Le miré con determinación, y una atención que de algún modo tenía la sensación que no solía recibir el pequeño humano.

Mi compañera propuso una mejor idea a la del sitio donde se podía quedar la muchacha, la idea de una casa no estaba tan mal pero el problema es que no eran tan fáciles de hacer. Estaba por levantar mi mano y decir lo complicado que sería hacer una casa cuando Arygos especificó qué tipo de vivienda era más necesaria para la joven, estaba proponiendo un refugio simple, como la que usaban los viajeros o algunos otros habitantes del bosque.

La idea era realmente buena y también las propuestas para que buscase recursos no estaban tan mal, con fruto cerca y sabiendo colocar trampas podría estar más que bien en el bosque, hasta podía colocar trampas de seguridad en el perímetro para evitar sorpresas de otras personas… sería como si le enseñase mi paranoia a alguien más, una idea muy agradable. Asentí ante las propuestas que daba Arygos comenzan a pensar en lo que se podía hacer.

- Todo está muy bien, construir el hogar puede ser lo más complicado… pero no imposible, y por si fuese poco tú también podrías aprender todo eso ¿Qué te parece la idea?– Propuse mientras le daba una palmadita en la espalda a Arygos.

Delilah parecía conmovida con los actos y las palabras, por primera vez en su rostro había algo que no era miedo.  Las palabras de agradecimiento eran algo que no me esperaba, últimamente era algo que no se escuchaba por mucho que uno hiciese, por si no fuese suficiente la chica también prometía esforzarse por aprender, aquello era bueno, si no tenía ganas de aprender de nada valdría esforzarse. Lo único que apagó el momento tan conmovedor de la joven fue el eructo soltado por Arygos “Vaya manera de matar un momento.”

Por lo visto por primera vez en mi vida estaba a cargo de algo, aquello era muy importante, podría demostrar finalmente que no solo era paranoias y desastres. Lo único incomodo era la mirada de Arygos, sentía que sus ojos podían escrutarme hasta el alma.

Me senté en el suelo pensando por dónde empezar todo, quizá por lo más difícil y aquello sería el hogar. Se necesitaba algo decente donde pudiese descansar la chica sin preocupación y molestias, algo que la abrigase en días fríos, donde pudiese refugiarse de la lluvia y no temer a las tempestades.

- Podemos empezar por la casa, una de barro es lo más ideal… aunque primero debemos hacer la estructura con ramas y finalmente recubrirla. El único problema quizá sea el agua. – Consideré las posibilidades de transportar agua del mismo río, el problema es que no había donde depositarla para moverla. – Luego de acabar el hogar ya se tendría clara la zona para la cacería y donde poder ubicar los frutos.

Comencé a dibujar en el suelo un garabato de lo que se suponía que era la casa, admito que no era el mejor artista del mundo pero al menos algo se debía entender. La idea era que tuviese las paredes totalmente hechas de barro y el techo podía ser de ramitas y hojas, el resto se podía idear en el proceso pero lo importante era tener una base con que trabajar.

- Para las trampas necesitaremos algunas ramas y hojas, creo que para el fuego será lo mismo… así que recomendaría que nos pongamos manos a la obra y comencemos a buscar aquello.

Asentí ante las palabras de chucho, a mi también me parecía que la parte mas difícil podía ser construí y acondicionar un refugio decente para una muchacha humana, pero entre tres debíamos ser capaces de conseguirlo. Sobre todo con dos humanos en el equipo que seguro que tendrían mas de una idea de como hacerlo de forma sencilla,  y apropiada para que cumpliera todas sus necesidades básicas.

Mentalmente me puse a anotar los materiales que iba pidiendo Chucho. El barro no sería ningún problema, ya que ademas sel río yo podía evocar agua para crear la cantidad que necesitáramos. Las ramas tampoco eran ningún problema, pues podía conseguir y transportar las que fueran necesario.
-Yo me encargare de las ramas grandes de la estructura... el agua no debería ser un problema si la hacemos a la vera del rio, si no, yo puedo generarla.-Le recordé al pequeño humano que, como la mayoría de gente, parecía haber olvidado una vez mas mi naturaleza.

La muchacha humana siguio escuchando, y tras deliberar un poco terminó tosiendo un poco para aclararse la garganta, y casi sin que le temblase la voz, lo que ya era un gran merito, musitó con una voz bastante clara.
-Yo puedo reunir ramas pequeñas y hojas.-Se ofreció, dando un breve y dudoso paso hacia adelante.

-Muy bien.-La animé para que repitiera esa clase de actitudes, aunque pareció algo cohibida haciéndome dudar de si había sido una  buena idea. Miré entonces a Chucho.
-Entonces a ti te toca preparar el barro.-Le señale con la nariz mientras hablaba.-Quizás lo puedas hacer con la tierra que saquemos de donde irán los palos.-No lo había mencionado, pero estaba segura que habría que cavar un poco para enterrar una porcion de ellos y mantenerlos asidos a la tierra, eso podía darle algo de material con el que trabajar, y de paso la tarea de marcar el perímetro que ocuparían los muros de la casa.

-Bueno, voy a por las grandes ramas.-Informé mientras me apartaba del grupo. Mi cuerpo se estiró, y rápidamente pasé de la pequeña humana al enorme leviatán, y batiendo las alas con presteza alcé el vuelo.

No fui especialmente lejos, empece a limitarme a buscar ramas de gran tamaño, gruesas, aunque la mayoría de ellas tenían pequeñas ramitas saliendo de su tronco llenas de hojas, eso también podría servir para la construcción, así que de un árbol bien grande arranque varias de esas, usando mi propio peso para que se quebrasen, y  cuando reuní un  buen manojo las enceré entre mis zarpas.
Bajé el vuelo sobre el río y sin detenerme las solté a medio metro hacia dentro del margen del río, cerca de mis compañeros para partir a por mas.

Mi trabajo no era lento, pero llevaba su tiempo de búsqueda y transporte, por lo que me pase unos cuantos viajes, y un considerable monto de tiempo, probablemente menos que si ellos hubieran sido los encargados de esa parte de las tareas, consiguiendo ramas de aproximadamente unos dos metros de largo, y un diámetro mínimo de medio palmo.
La tarea de deshojar esas futuras columnas de madera se la cedí a cualquiera de mis dos compañeros, ya que no aterrice dando por finalizada esa parte de mi trabajo hasta que no hubo una pila de sendos troncos. Si me había pasado un poco estaba segura que, tarde o temprano, los usaríamos, así fuera para las trampas, o para crear un pequeño cerco entorno a la casa, o quizás para hacer una puerta.

Finalizada la tarea, aterricé sobre la roca en la que había dormido, y llamé a chucho con gorgojeos amistosos, o lo que yo entendía como tal para que me informase de su progreso, me mostrara lo que habían hecho, y me avisara de cualquier ayuda para la que pudiera servir ahora que ya había traído las ramas.

La recolección de materiales no iba a ser un problema, Arygos y Delilah se encargarían de ello y la dragona había aportado también que podía ayudar con el agua.  “Así que me toca hacer el barro.” Muy bien, aquello no sonaba tan mal, no había manera alguna en la que pudiese arruinar aquella tarea tan fácil, no es como si pudiese hacer que el barro ardiera en llamas.

Mientras observaba a Arygos regresar a su forma de dragón pensé en cómo llevar a cabo todo aquello, la última vez que había hecho un refugio había sido hace mucho tiempo y no estaba seguro si aun tuviese la misma habilidad, había muchas cosas que mi maestro me había enseñado en aquella entonces que ya no recordaba.

- Muy bien, entonces manos a la obra. – Comenté a Delilah mientras Arygos comenzaba a alejarse. – Tú recoge las ramitas y hojas tal como dijiste, yo buscaré el resto.

- Entiendo. – La joven asintió cortamente con la cabeza y se acercó a los arboles cercanos para tomar las cosas.

Si quería hacer aquello  bien necesitaba algo para cortar y mis flechas no eran las más adecuadas, recordaba bien como hacer un hacha con piedras… bueno, recordaba un poco como hacerla, no sabía que tan bien me quedaría.  Me adentré en el bosque recogiendo algunas ramas y lianas que encontraba tiradas en el suelo, las lianas serían muy útiles al momento de fijar la estructura.

Podía escuchar como Arygos se encargaba de de arrancar ramas, supuse que con las que ella trajera podía bastar para todo, el problema estaría en posicionarlas correctamente. Tomé del suelo un par de rocas del tamaño de mi mano y regresé cerca del río, Delilah estaba sentada esperando, había agrupado en dos montoncitos las ramas y las hojas.

- Veo que ya tenemos con que trabajar. – La pila que estaba formando Arygos era considerable, quizá algunas ramas sobrarían de todo aquello pero eso era mucho mejor. – Si quieres puedes darme una mano e irle quitando las hojas a aquello para poder usarlas.

La joven de pocas palabras nuevamente solo asintió y se  colocó de pie mientras se acercaba a las ramas que había dejado Arygos, la ayude acercando un par para que comenzara con su nueva tarea. Yo por otro lado coloqué las piedras en el suelo y con cuidado comencé a chocar unas con otras, la idea era dejar lo suficiente filosa alguna para que pudiesen cortar las ramas… todo este trabajo me recordaba que debía buscar donde comprar un buen cuchillo o alguna daga para este tipo de situaciones.

La roca no era una obra maestra pero consideraba que podía funcionar así, en el peor de los casos debería buscar una manera alternativa de cortar… quizá partiendo las ramas a la fuerza, no, aquello no daría resultado y además, por lo visto debería recurrir si o si a mi piedra filosa.

Dejé mi carcaj en el suelo junto con mi bolsa de provisiones y tome una de las ramas de menor tamaño, aquella me ayudaría a abrir el agujero donde iría la rama base, un método muy útil. Me adentré un poco en el bosque buscando  un área lo suficientemente grande para hacer todo aquel proceso, lo más apto era que fuese alejado del río, jamás se sabía cuando el agua podía descontrolarse y terminar arrasando todo a su alrededor.

Una vez en el sitio correcto saqué un poco de tierra del suelo e inserté la estaca en el orificio, con ayuda de una roca cercana le di un par de golpes hasta enterrarla “Bueno, al menos estoy haciendo bien esto por el momento.”

Los agujeros en el suelo ya estaban terminados y solo me había pegado en la mano dos veces, eso era un gran proceso. Estaba por ir a buscar las ramas para iniciar cuando Delilah se acercó por los arbustos, su mirada dejaba en claro que no entendía para nada lo que yo estaba haciendo… claro, solo había estado abriendo agujeros en el suelo, no era la gran cosa.

- Yo… ya terminé ¿En qué más puedo ayudar?

- Llegas en un buen momento, justamente iba a empezar con la estructura. – Sacudí la mano en el aire aliviando el dolor de los golpes, al menos no me había pegado en las heridas de la noche pasada. – Vamos a buscar las ramas largas y la enredadera que conseguí, supongo que no te molesta hacer nudos.

Delilah y mi persona buscamos las ramas y la liana para seguir con aquello, la chica prestaba atención en todo y no apartaba la mirada de cómo amarraba las ramas, la había dejado a cargo de su primeros nudos cuando escuché el llamado de Arygos, quizá ya había acabado con la recolecta.

- Recuerda, si algo sucede solo grita. – Comenté a la joven mientras me alejaba en dirección al río.

 La dragona se encontraba sobre la roca cercana al río, efectivamente parecía haber parecido terminar con la búsqueda de ramas, no sabía exactamente que podíamos hacer con tanta madera… quizá vendérsela a un carpintero luego de acabar todo o tratar de fabricar un bote, eso sonaba interesante y divertido.

- Ya estamos atando lo que creo que será el techo… no estoy seguro, creo que hubiese sido mejor idea primero hacer la base del refugio. – Me di una palmada en la frente al no pensar en aquel dato, el techo era casi la tercera cosa que debía hacerse. – Luego  deberé cortar algunas ramas para hacer las paredes y recubrirlas de barro, el barro si va al final. Por cierto, todo se está haciendo un poco más allá de los árboles, por cuestiones de seguridad y que el río no termine destrozando todo en el peor de los casos. – Recogí una de las manzanas que había dejado en mi bolsa  y le di un mordisco tratando de ignorar el hambre que comenzaba a crecer. – Si quieres vamos a verlo… aunque ten cuidado de chocar un árbol y tirarlo cerca, puede que eso aplaste a Delilah y no sería nada bueno.

Me adentré con cuidado nuevamente entre la maleza para ver como la la joven de cabello rojizo estaba haciendo un buen trabajo con las ramas, no es que fuese perfecto pero era más que suficiente para todo aquello, por lo visto los nudos no iban a ser mucho problema.

Para mi sorpresa no estaban ninguno de los dos humanos en la orilla cuando llegue con la ultima rama, y el resto de las mismas habían sido pulidas. Las pequeñas ramitas que sobresalían de esos casi troncos habían sido arrancadas, asi como las hojas, y cualquier tipo de fruto o flor quedando una pila de troncos mas largos que un humano, y listos para cualquier clase de construcción.

Chucho no tardó en emerger de la foresta, apra revelarme, como ya empezaba a suponer, que habían encontrado otro emplazamiento para la construcción del domicilio y se habían trasladado allí.
Por otro lado, no pude contener una risa, aunque su sonido fue un gorgojeo ronco muy distinto al que chucho podía llegar a emitir, cuando me comento su desafortunada idea de empezar construyendo el techo sin tener la estructura hecha. Por suerte no sería por falta de materiales, y si ese techo no podía llegar a usarse, siempre podíamos fabricar otro.
En cuanto a cortar ramas, nada mas lo mencionó le hice un gesto y lo llamé para que me prestara atención. Me aleje con uno de los troncos, y coloque la pata sobre su extensión, luego agarrándolo con el hocico de otro lado, y afianzando bien los dientes sobre su forma, lo partí en base a fuerza bruta y palanca, intentando darle a entender que yo podía cortar esas cosas sin mucho problema, aunque luego sus extremos quedaban irregulares, filosos y astillados.

Cuando se decidió en mostrarme el lugar coloque los troncos en mi espalda, alzé un poco las alas plegadas para que ejercieran como barandillas, y así pudiera llevarlos todos de un solo viaje. Todo juntos eran un considerable peso, pero no creía que hubieran ido demasiado lejos del agua.
Seguí a Chucho entre la foresta, resoplando ante su acusación de que mi peso solo pudiera tumbar con un golpecito la robustez de un árbol.

Llegamos finalmente a un pequeño claro, una vez estuviera la casa quizás hasta sería complicado para mi maniobrar en el, y ni hablar de extender completamente las dos alas en todos sus puntos, pero sería suficiente para la humana, y quizás incluso para que tuviera junto a la casa una pequeña huerta.
Me coloque en un rincón y bajé una ala, ladeé mi cuerpo y los troncos rodaron hacia el suelo quedando bien apilados. Si mi piel hubiera sido fragil como la de los humanos habría quedado llena de arañazos y lastimaduras de las puas de madera de las ramas arrancadas, por suerte solo eran escamas, y mi único dolor era la quemadura que me arrancaba constantemente resoplidos y quejidos, pero cuyo dolor mantenía solo para mi misma, y mientras no girara la pata era tolerable.

Agarré uno de los troncos entre mis fauces y giré la cabeza hasta que este quedo recto, luego llamé a chucho una vez mas para pedir nuevas indicaciones. Ahora que me hacía cargo de construir un refugio humano, empezaba a ver que tanta fuerza se requería para ello. ¿Cuantos humanos necesitaban para crear una sola casa? Tendría que preguntar sobre construcciones la próxima vez que llegara a alguna aldea o ciudad.

Me había entusiasmado tanto recordando como en el pasado había construido refugios que había olvidado por completo una de las muchas cualidades de Arygos, usando su peso y sus enormes dientes partió un tronco como si de un palillo se tratase, si antes le había temido un poco solo pro ven como mutilaba a la gente ahora se podía decir que le temía un poco más… no de la mala manera realmente, era de la misma manera que le temes al fuego para no quemarte, respeto más que nada.

En aquel momento miré momentáneamente mi piedra afilada que se supone que me ayudaría a cortar las ramas ¿Aun era útil? Probablemente no, pero jamás se sabía cuando la necesitara, tal vez  para acomodar uno que otro detalle en los árboles para que no quedaran tan filosos… si, no había perdido totalmente el tiempo en mi piedra.

La dragona me siguió mientras cargaba todos los troncos, cada vez la chica tenía más sorpresas…bueno, realmente era una dragona, era razonable que pudiese hacer todo aquello, hasta me arriesgaría a pensar que ella desde pequeña hacía eso, cargar árboles quizá estaba hasta en su sangre.

- Ya, era una broma, no te lo tomes tan en serio. – Comenté ante el resoplido de la dragona, también debía aclarar para no correr peligro.

Cuando llegamos al sitio donde estaría el futuro hogar Arygos descargó todos los troncos, observé que Delilah seguía trabajando con esmero en los nudos del techo “Oh rayos ¿Como se supone que le diga que ya no servirá de nada?” No podía quebrar los sueños de la chica así, quien sabe por cuantas crueldades había pasado y ahora que en su primer día de libertad hacía algo yo debía arruinar la esperanza.

Estaba por acercarme a dar la mala noticia cuando Arygos volvió a captar mi atención, por lo visto ella se encargaría de la estructura externa, aquello era perfecto. Señalé los orificios que había en el suelo que eran donde debían estar ubicadas las bases principales.

- Tu solo ten cuidado en que no queden inclinados, luego yo me encargaré de hacer los amarres del techo. – Indiqué mientras trataba de hacer una imagen de mental a futuro de cómo podían quedar las cosas.

 Ahora venía la parte difícil, caminé hasta Delilah y me quedé mirando un momento como seguía amarrando el techo, realmente se esforzaba y decirle que estaba mal… no toleraría decirle aquello, debía existir una solución más apta.

- Delilah, espera un momento, no sigas. – Le advertí mientras alzaba las manos y me inclinaba junto a ella.

- ¿P…por qué? Ya casi estoy terminando. -  “Lo que me faltaba, romper sus sueños cuando ya casi finalizaba."

- Es que… hay un pequeño problema. – Me mordí la lengua buscando las palabras correctas, el techo realmente estaba bien solamente le faltaba alargarse un poco… un momento. – Estos nudos están muy apretados, si los aflojas un poco podremos ponerlo sin problemas. – La solución era muy fácil, si se aflojaban podía ajustarse a la estructura y luego allí si se afirmaban, así todos estarían felices y contentos.

- Oh... ya veo. – La joven miró sus manos que seguían anudando para luego levantar la mirada mientras en su rostro se dibujaba una leve sonrisa casi imperceptible. – Yo me encargaré.

Era grato ver la pequeña evolución que se presentaba en la chica, era claro de que no estaría bien de la noche a la mañana pero ya existía cierta confianza, se podía sentir. Tomé un poco de liana alejándome nuevamente a un par de los troncos ya incrustados,  con mi cuchillo roca casi inservible golpeé hasta acomodar el borde filoso de estos, dejar eso así era peligroso. Cuando terminé aquel proceso  acomodé una rama en la parte superior de ambos troncos, cuidadosamente la amarré hasta que quedase totalmente firme y estable.

- ¿Qué opinas Arygos? ¿Crees que con esto el techo resista? – Aun quedaba repetir el proceso 2 veces más pero una opinión antes de proseguir  me parecía adecuada.

Cuando llegué Chucho no tardó en indicarme los agujeros del suelo, lo cierto era que había trabajado bastante, y ahbía sido previsor con los troncos, quizás hubiera visto los mismos y por eso hasta el tamaño de los agujeros era idóneo para que pudiera ponerlos bien y sin embargo no corrieran riesgo de caerse por el pequeño espacio de mas.
Agarre el primero y lo ensarté en su correspondiente lugar, procuré que quedara recto y con las zarpas rellené el escaso espacio que quedaba. Use mi peso para pisar la tierra y reafirmar el tronco, aunque quizás estaría bien que cuando termináramos hiciéramos un cerco de piedra antes de forrarlo todo con barro. O puede que solo fueran manías mías de estar acostumbrada a la piedra, quien sabía. Fuí haciendo eso con los troncos de las esquinas, y luego, para aprovechar tanta madera y darle mas robustez a la estructura, hice unos cuantos mas, de forma que quedaran paredes de troncos con un espacio menor a un palmo entre cada uno de ellos. El clima no podría con nuestra construcción.
De hecho, me emocioné tanto que hasta empecé a pensar en revestirlo todo de roca, pero sacudí la cabeza dándome cuenta de que aquello era excesivo, y algo serio, que no debía tomarlo como un juego, ni un reto, si no centrarme en que fuera un cómodo hogar para la humana abandonada que habíamos recogido del bosque.

Miré de soslayo como se las arreglaban Chucho y la chica. Había logrado establecer cierta confianza, la chica parecía estar pudiendo hacer cosas y comunicarse con el, quizás incluso porque estaba haciendo cosas le era mas sencillo y la ayudaba a no pensar en lo que había pasado, era un recurso que yo había usado en el pasado para barrer los pensamientos, y en el fondo sabía que era un poco lo que hacía en este momento. Alejaba el miedo y la culpa a través de aquel trabajo manual que requería en algunos puntos, como el de alienar los troncos, mi total concentración para que resultara perfecto.

Chucho trabajaba como nosotros, aunque el además tenía la responsabilidad de planificar el hogar. Había estado haciendo muchas cosas que habían ido granjeándose mi respeto, pese al recelo inicial que me generaba cualquier miembro de su especie, y al rencor cada vez mas inexistente, por haberme robado aquel delicioso bocado de zorro.  Por primera vez en mis viajes, le estaba tomando aprecio a un humano, y aquello era sumamente extraño.

Asentí hacia su pregunta, aunque en realidad yo no sabía mucho de hacer cabañas, la única vez que lo había intentado me había salido un truño, claro que lo había hecho a los apurones y en mi forma humana, lo que lo volvía sumamente mas complicado, al menos en algo base como la estructura. Los nudos que hacia la otra joven, bueno, era algo que quedaba mas allá de mi destreza con las garras.

Una vez terminada esa pared, y dejando que Chucho observara su obra, salí escopeteada entre los arboles a por algunas piedras, para mostrarle mi idea. No tardé en volver con las mismas sobre mi lomo, del mismo modo en el que había transportado los troncos, y me detuve delante del primer esqueleto de muro.
Dejé caer las piedras a mi costado, y las coloque en el margen de los cimientos, para que así, si soplaba algún viento, el pequeño muro que había hecho con pedruscos en un pedazo de su extensión, ya que solo era una muestra, ayudase a mantener la casa en su sitio.
Miré a Chucho y le señalé mi invento, soltando gorgojeos esperando que entendiera mi pregunta y despachara o incluyera aquello en el plano de la obra.

Si Arygos había asentido a mi trabajo es porque de verdad estaba bien. Saber que iba bien me daba una sensación de satisfacción y felicidad que tenía tiempo sin sentir, estaba haciendo un trabajo decente con mis manos y no defraudaba a nadie, al menos por el momento, en el peor de los casos todo se vendría abajo y terminaría aplastándome recordándome porque no debía trabajar en aquellas cosas.

No me fijé a donde iba Arygos pero mientras iba y venía repetí el proceso de quitar lo filoso de los troncos y atar las ramas que serían la base del techo, el tiempo era algo clave en aquel asunto… bueno, si las cosas se hacían con calma salían mucho mejor, eso era verdad pero no iba a tardarme toda una vida en hacer un proceso tan simple.

Terminé de anudar la rama cuando mi compañera ya estuvo de regreso, traía un par de piedras a su espalda, ni idea que planeaba hacer con ellas.  Por lo que podía notar el plan de la dragona era usar las piedras también como base, así la estructura no se movería mucho si algo pasaba, una idea muy ingeniosa que no se me había pasado por la mente a decir verdad.

- Supongo que ahora yo debo decir que opino. – O eso era lo que me habían dado a entender los gestos de mi compañera. – A decir verdad no es una mala idea, ayudaría a prevenir muchos riesgos… es ingenioso. Si quieres puedes continuar con eso mientras termino los ajustes para el techo.

Confiaba plenamente en que Arygos haría un buen trabajo acomodando las rocas, yo mientras tanto debía seguir con la base del techo, solo me quedaba repetir el proceso una vez más. Ya recordaba porque prefería dormir en arbustos, hacer un refugio resultaba algo tedioso por tantas cosas a tomar en cuenta y los nudos a realizar, lo único que me confortaba para seguir en aquello es que sería un sitio donde Delilah pudiese estar tranquila.

- Ya terminé… de hacer los nudos ¿Me quedaron bien? –  Casi no había logrado escuchar la voz de Delilah, aun seguía hablando un poco bajo lo cual resultaba un leve problema para escucharla a la primera.

- Pues ciertamente no están mal. – Delilah había hecho un buen trabajo, ahora podría tener un hogar con un techo decente.

Ayudando a la joven ubiqué el techo en su puesto,  la construcción no estaba quedando tan la después de todo, solo faltaba ajustarlo. Si la joven quería aprender a sobrevivir solo debía explicarle a hacer los nudos, la mejor manera es que ella sola amarrase el techo, explicándole calmadamente la chica siguió paso por paso cada cosa que le decía hasta que terminó con su trabajo.

- Y ahora… ¿Sigue estando bien? – No era extraño que dudara de todo lo que hacía, aun más si era primeriza en aquello.

- Yo supongo que si ¿Tú qué dices Arygos? ¿Le das un gorgojeo aprobatorio o uno desaprobatorio? – Bromeé mientras esperaba el sonido que emitiría la dragona, aunque realmente hubiese preferido que se expresara con palabras. – Y creo que ya podemos comenzar a recubrir todo con barro, así que si realmente no te importa… no sería de gran ayuda el agua.

Asentí un par de veces ante la correcta asunción del muchacho, pese a que no tenía ni idea de si sabía leer, las señas estaban resultando mas que suficientes para una comunicación fluida, o al menos la escasa que requería la actividad que nos hallábamos realizando.
El permiso de chucho no se hizo esperar, y tampoco mi entrega a la nueva tarea que acababa de poner sobre mis hombros. En un santiamén me escurrí entre los arboles en busca de las piedras necesarias para dicha tarea.

Conseguir rocas para dicho menester fue mas largo que hacerse con las ramas, pues a la piedra no podía cortarla con los dientes por donde se me antojase. Haciendo un recipiente con mis alas, la espalda y las púas de mi cadera, fui guardando y transportando en mi búsqueda una buena cantidad de rocas grandes para hacer la base de la cabaña.
Cuando volví al claro en el que esta se iba a ubicar, la muchacha se hallaba colocando el techo bajo la supervisión del humano, a quien miraba todo el tiempo, ya no por desconfianza, o eso me parecía entender, si no buscando su aprobación, correcciones, etc...

Me acerqué curiosa y al ser llamada por Chucho a ver que hacían, y me alegré de no ser yo la encargada de los nudos, pues mi destreza con la manos se limitaba a la escritura y poco mas. Le di un gorgojeo mientras asentía, pese a que mi opinión no tuviese mucho valor en ese caso, y no fuera a cumplir otra función que dar ánimos, porque de nudos no tenía ni la mas remota idea, osea, todos eran casi iguales para mi.

Asentí ante su petición de agua y le di un toque con el hocicó para luego señalar al suelo, donde con la zarpa rasguñe el mismo cavando con la zarpas con gran facilidad. Mientras aguardaba a que hiciera lo que le había pedido para así poder tirar el agua y que hiciéramos el barro, me encaminé hacia las paredes exteriores de la cabaña, aquellas que aún no poseían muro de roca cubriendo los cimientos.
Dejé las piedras a un costado de la casa y empecé a apilarlas contra el suelo, clavarlas dándole pisotones con la garra para afianzarlas al lugar, y pasar a la siguiente, la primera fila fue fácil, la segunda no tanto porque tenía que escojer con cuidado cada pieza, pero habiendo usado las anchas para la base, la segunda hilera no mostró inconvenientes para mantenerse en su lugar, e incluso alguna engancharon tan bien que sacarlas sería lo que resultaría difícil si se intentaba.

El signo que dio Arygos parecía ser al aprobatorio, no lo supuse pro el gorgojeo, era más que nada por el movimiento de cabeza a modo de afirmación… si, seguramente era el sonido de aprobación. Aun así prefería volver a repasar los nudos con calma, si se notaba que estaba bien pero lo mejor era asegurarse, lo que menos se necesitaba es que la joven terminara muerta por el techo a causa del descuido de no revisar.

- Si, concuerdo con tus gorgojeos, está muy bien. –Le di unos leves golpecitos al techo con los nudillos y comprobé con ello que resistía.

Por lo visto debería cavar para que Arygos ayudara con el agua, no había problema con aquello, entre Delilah y yo no tardaríamos en tener un agujero perfecto. Por lo visto la chica también captó el mensaje y con solo un movimiento de cabeza bastó para que me ayudara a cavar, aquella tarea era relajante de cierto modo… aunque el problema es que sacar la tierra con mi propias manos hacía que las heridas de la noche pasada volvieran a abrirse, era un dolor leve pero nada grave o eso esperaba.

Delilah se encontraba arrodillada sobre el agujero que comenzaba a formarse, ella trabajaba con calma, en el suelo. Ya comenzaba a notarse la diferencia y no sabía exactamente cuándo deberíamos sacar de tierra  para que la dragona depositara el agua, lo mejor era establecer una medida media.

Estábamos por culminar el orificio cuando giré a ver lo que la dragona hacía, clavaba a base de pisadas las piedras en el suelo, eso aseguraría que nada las moviera, aquel método era mucho más eficaz que abrir un agujero y enterrarlas… mucho más eficaz.

- Delilah, creo que así ya está bien. – Dirigí ahora la mirada a la joven que poco a poco dejó de excavar.  El orificio era circulas y tenía por lo menos 2 palmos de profundidad, eso debía bastar.

- De…acuerdo. – La joven se levantó del suelo y sacudió la suciedad en sus manos con su ropa.

Me acerqué lentamente a donde estaba Arygos observando lo que hacía con las rocas, iba a esperar que terminara para no desconcentrarla, aunque esperaba que en un descuido no retrocediera y me pisara por error . Le di unas palmadas en los costados a la dragona para luego retroceder un par de pasos, aun temía que algún movimiento en falso causara que perdiera uno de mis brazos.

- Arygos, creo que ahora si podemos trabajar con el barro… creo, no estoy seguro. – Observé un momento el orificio en el suelo determinando si funcionaría.- Pero estoy casi que totalmente seguro, eso sí… trata de no hervirnos con el agua, trabajar con ampollas no debe ser cómodo o agradable.

Las rocas quedaron en su sitio, e hicieron lo que a mi ver era un sólido soporte por si algún viento azotaba la cabaña, aunque con los arboles alrededor, difícilmente ocurriría aquello… Bueno, por si alguna vez tropezaba y se caía sobre uno de los muros, que no la derrumbara y así no se quedara sin casa. La cuestión es que era útil, y quedó aceptable.

Aquel día los seis estaban sonriéndonos, porque el humano además me entendió a la perfección todas las veces, o quizás es que era mejor con la mímica de lo que me esperaba, y ya me había habituado bastante a hacerme entender cuando no tenía capacidad de habla.
De haber estado en mi forma humana, habría sonreído de forma automática, haciendo ese buen humor que me embargaba algo mucho más fácil de discernir por parte de los otros dos muchachos, pero como no era el caso, solté por instinto, unos cuantos ruidos más, bastante alegres, mientras plegaba y alzaba la cresta de púas.

Una vez terminé con mi labor, los dos humanos ya habían hecho su poza para el barro, así que me acerqué a la misma, me concentré, y sin ninguna clase de problema regurgité en el pocillo una generosa cantidad de agua fría, casi helada. Luego, fui empujando con la cola la tierra que habían sacado del pozo hacia el mismo aprovechando que estaba aireada, y que no sería, por tanto, difícil de revolver, y con la misma extremidad, empecé a mezclar girando aquello como si se tratara de un cazo y su cuchara.
La temperatura del agua había sido un gusto personal, me agradaba el frio, y aunque no era muchas veces apto para el combate, eso no significaba que mi don terminara allí. También era cierto que el humano no tenía forma de saber aquello así que ni le reñí, ni me quejé al respecto.

Con una abundante cantidad de barro preparado para su uso, retiré la cola y al sacudí para limpiarla, salpicando a mi alrededor sin consideración ninguna, solo era barro, y total, nos íbamos a ensuciar igual. Dando por terminada la labor de hacer aquella sustancia, me coloque delante del humano, sentada y mirándole con fijeza, a la espera de nuevas instrucciones. Quizás quería que fuera preparando más barro en otra poza, mis garras me permitían cavar, o prefería que tomara forma humana y les ayudara a revestir las paredes, fuera como fuera, él estaba el mando en aquel menester, y me acomodaría a las necesidades de la tarea que me encomendase. Por ahora, estaba resultando competente, y era más de lo que podía asegurar de mi si me hallara en su sitio.

Por otro lado, la muchacha humana parecía paulatinamente más a gusto. Mantenerse ocupado la sanaba, o la ayudaba a centrarse en algo que no fuera ese miedo paralizante que había exhibido antes.
Además, había dejado de mirar temerosa entre los árboles, como s en cualquier instante fuéramos a ser atacado. O bueno, lo hacía mucho menos que al empezar la mañana, o que la noche pasada, quizás porque se sentía mejor, o porque chucho y yo la cuidábamos.
Un gruido extraño y flojo surcó el aire. De inmediato giré el rostro, para encontrarme de lleno con la humana, que se llevaba discretamente una mano al estómago, y no decía nada. Me quedé mirándola unos instantes, tratando de advertir como había hecho ese ruido, cuando sonó de nuevo, era su cuerpo, que clamaba de hambre, aun así, la jovencita no decía absolutamente nada, quizás por miedo a que le diéramos algo tan horrible como lo que me habían ofrecido para cenar en el campamento del que la habíamos sacado, o porque temiera ser demasiado molestia y que la abandonáramos. Quizás no era tan ducha en las culturas “civilizadas” pero tenía muy claro que la ayuda que le prestábamos excedía con creces lo que muchos de sus congéneres serían capaces de hacer sin exigir nada a cambio.

Buscando alertarle, para que me indicara que comía su homóloga, volví a acercarme a Chucho y llame su atención golpeándole en el hombro con la cola sin emplear casi fuerza, y una vez que lo tuve de frente, alargue el cuello hasta tocarle el estómago con el hocico, y luego hice lo mismo hasta rozarle la boca. Finalmente, giré el rostro para apuntar con la faz a la joven de la que teníamos cuidado.

Ya Arygos había depositado el agua en el orificio, hasta había depositado  la tierra sacada dentro de esta, supuse que era el tiempo de mezclar. Me remangué la camisa para no mancharla, iba a disfrutar un poco mezclando el barro… o al menos eso esperaba, el único problema fue que Arygos usó su cola para mezclar en aquel orificio “Oh bueno, supongo que será la próxima vez”.    

Tuve que limitarme a ver como la dragona mezclaba el barro, en ese momento podía comprender un poco lo que sentían los niños hambrientos cuando le veían comer a uno… claro, extrayendo la ganas de apuñalar para robar comida, allí estaba la notable diferencia. La dragona se deshizo del barro que quedaba en su cola de una manera poco convencional, la sacudió salpicando la sustancia fangosa a todos lados.

Varías manchas del lodo quedaron en mi camisa pero lo peor fue cuando un poco de este entro en mi boca, el sabor era extraño y por poco lo trago. Escupí al suelo la masa marrón, el mal sabor seguía en mi boca así que traté de pasarlo mordiendo una parte de la manzana que aun tenía en el bolsillo.

- ¿Ya no tienes nada que hacer cierto? – Comenté cuando vi a la dragona sentada, ya había bastado con la búsqueda de ramas y rocas,  y por el momento el barro era más que suficiente… aunque para aquellas construcciones solía necesitarse algo de más. – Podrías seguir haciendo barro, eso sí… trata de que no nos salpique a la boca. – Si quedaba sobrando barro podía intentar una técnica que aprendí en el pasado pero nunca llevé a cabo para hacer vasijas, lo peor que podía pasar es que fallara, así que no había mucho problema.

Me acerqué al barro y tome una bola de considerable tamaño, no podía calcular exactamente cuánto debía tomar por cada viaje así que opte por tomar mucho y expandirlo, de esa manera recubriría todo lo posible y notaría que tanto hacía falta… no era tan mala idea. Llevando en mis manos el barro evitando que se cayese llegué a la construcción de ramas, tire el lodo bruscamente y cubriendo el espacio entre las ramas continué el trabajo, esparcirlo no era problema, lo extendía de rama a rama y me detenía momentáneamente a observar el progreso “Bueno, no está quedando tan mal como pensé que sería”.

Estaba tan concentrado que el golpe con la cola de Arygos me hizo girar y colocar mis manos en posición de defensa, más que nada por instinto, la costumbre de estar mayormente solo me hacía estar alerta. Bajé las manos rápidamente evitando que la dragona se tomara aquel gesto como algo agresivo, aquella no había sido mi intención para nada.

- ¿Qué sucede Arygos? ¿Necesitas que volvamos a cavar? – Primero fue un leve toque en el estomago y luego en la boca… aquello sería difícil de adivinar. La dragona apuntó a Delilah luego de aquel gesto, eso sí lo entendía, lo que fuese que sucedía era referente a la chica.

Me demoré un segundos en tratar de resolver aquello, puse el dedo en donde la dragona había dado el primer toque, luego lo deslicé hasta arriba. Supuse que lo primero hacía referencia al estomago, si algo subía del estómago hasta la boca es porque vomitaba ¿Acaso Delilah tenía nauseas? Aquello era lo lógico.

- ¿Delilah quiere vomitar? – Pregunté inclinando la cabeza y acercándome a la joven para preguntarle si se sentía bien.

Estaba por preguntarle a la chica cuando un sonido estomacal se hizo presente, aquello sonaba como cuando uno tenía hambre “Espera Fred, no quiere vomitar… tiene hambre”. Aquello tenía más sentido.  Me giré un momento hacía Arygos al haber captado su mensaje, había hecho los gestos mal,  el segundo toque debía ser en el estomago. – Ooh, tiene hambre. – Afirmé mientras corregía la dirección del dedo y lo deslizaba desde mi cuello hasta el estómago.

La solución para aquello era fácil, aun tenía la fruta recolectada en mi bolsa, solo debía ir a por ella junto al río, la había dejado tirada… junto al carcaj “Oh rayos, mis cosas”. Sin hacer una seña de mi regreso salí corriendo preocupado ¿Por qué había dejado tirado mi carcaj? ¿Acaso era idiota? Bueno, si lo era de cierto modo pero eso no justificaba mis actos.

Fue un alivio ver que todavía las cosas allí, la fruta y los animales que había cazado estaban intactos y el carcaj estaba en buenas condiciones. Colgué el carcaj con las flechas en mi espalda y tomando la bolsa regresé al hogar en construcción, podía ofrecerle a la chica alguna ardilla pero debía cocinarla y para eso necesitaba fuego, tardaría más en tener la comida, por eso opté por darle fruta.

Acerqué a la chica una manzana sin decirle nada, era claro cuál era el gesto, le estaba ofreciendo comida y no creí que fuesen necesarias palabras. Delilah no parecía querer aceptar la comida, solo observó la fruta un momento y en su gesto parecía considerar seriamente tomarla, jugó un momento con sus manos hasta que habló.

- No quiero… gracias. – Aquello fue raro, era claro que tenía hambre, cualquier persona hubiese aceptado la fruta.

- Anda toma, es obvio que quieres comer, un mordisco no te hará mal.

- En serio estoy bien… no quiero. – La joven aparto con sus manos la fruta,  era claro que no pensaba recibir la manzana.

Sin saber que más hacer tuve que mirar a Arygos y pedirle ayuda con la mirada, yo no forzaría a Delilah a comer y por el poco tiempo que habíamos estado era lógico que la joven confiaba más en la dragona,  posiblemente a ella si le aceptara la comida.

El ruido de Chucho escupiendo hizo que volviera a mirar en su dirección, para ver como sacaba barro de su boca, probablemente por tenerla abierta cuando no debía, es decir, mientras me limpiaba. De cualquier modo, el barro no era para tanto, otra delicadeza de su especie, si que ni me molesté en disculparme.

No tardó demasiado en entender que le estaba pidiendo nuevas indicaciones, y pronto tuve mi nueva directiva. Mas barro. Justo al lado de nuestra poza con barro hecho, empecé a cavar con las garras, una tarea que para mi sería mucho más sencilla y rápida, y que no lastimaría mis manos como había hecho con las de ellos.
Resultaba cómodo, y cómico, que para construir algo que precisaba su especie, fuera la forma de la mía lo más conveniente para hacer gran parte del trabajo, y no la suya, haciendo latente, y no solo teoría, porque los humanos necesitaban tantísimas herramientas para un montón de cosas que no quedaban relegadas solo al combate.

Cuando me quedó una preciosa poza de medio metro por medio metro en todas direcciones volví a esputar agua fría sobre la misma, y a ir vertiendo la tierra aireada en aquel agujero, para irla mezclando, esta vez con las zarpas, ya que era un agujero algo más grande.
De soslayo miré como Chucho iba barnizando los troncos y llenando los huecos entre ellos para que quedaran paredes sólidas, o todo lo solidas que podían ser las paredes de barro y madera, que seguía sin rivalizar con la magnífica piedra de una caverna.

La comunicación por señas empezó mal, y rápidamente se arregló, tomé nota mental de su corrección sobre el orden de los factores y su simbolismo, y mientras salía corriendo en busca de comida para la humana, me acerqué a esta y le di un par de toquecitos suaves en la coronilla para indicarle que todo estaba bien y que iba a ir bien. Algo que creo que no entendió mucho, porque se llevó una mano a la cabeza y me miró con extrañeza.

Le humano volvió con toda la pinta de haber ido corriendo, y trajo de paso las pertenencias que se había dejado detrás. Me quede quieta, observando su interacción, pero nuevamente el humano pareció necesitar mi ayuda. ¿Qué esperaba que hiciera yo? ¿Masticarle la comida y metérsela en la boca como si fuera un pájaro? Gruñí bajito y negué con la cabeza, luego giré la cola hasta apoyarla horizontalmente en la parte baja del humano, e hice fuerza para empujarle hacia la humana y que lograse alimentarla.
Luego volví a gruñir y lo señalé a él y luego a ella, para que no quedara ninguna duda de que tarea le estaba encomendando yo a él esa vez.

Por otro lado Dalilah, se envolvió con ambos brazos sobre el estómago, agarrándose los codos mientras miraba hacia otro lado. Había visto a gente incomoda con ese gesto, pero dado los gruñidos de su estómago, que aun sonaban de forma esporádica, estaba segurísima de que solo buscaba alguna otra cosa que comer con la mirada.
Le di un último empujoncito al humano, y para que no se preocupara por el trabajo, me encaminé hacia las pozas de barro.

Me quedé mirando con fijeza el barro húmedo que reflejaba el sol sobre su viscosa superficie, luego tomé un poco con la zarpa, que moví cual cuchara hacia a dentro, y con la palma hacia arriba llena de aquella sustancia, caminé, o mejor dicho, di una especie de saltitos extraños hasta llegar a la pared, en la que estampé sin casi fuerza para no malmeter la misma, el ungüento terroso antes de empezar a expandirlo con cuidado.
Era incómodo y raro hacer aquello con las zarpas, pero parecía que me las estaba ingeniando moderadamente bien para suplantar al humano mientras se hacía cargo de la alimentación de su homóloga, y aunque iba lenta al moverme, mi gran palma me permitía llevar una cantidad generosa de pasta marrón.

Arygos me pudo haber aportado una mejor ayuda en aquel asunto, pero gruñirme por lo bajo y empujarme con la cola no era lo mejor, podían existir otras técnicas… como que ella la asustara y yo aprovechara mientras Delilah gritaba para embutirle la manzana en la boca “No, eso es extremista y cruel… pero útil a fin de cuentas”.  También podría haber tratado de negociar con la chica, una conversación “Gruñido y bufido” con la joven, aquello hasta podía resultar.

Por la posición que había tomado la chica era claro que quería comer, si Arygos no planeaba ayudarme debía buscar la manera de convencerla, debía buscar ese lado social y humano que había perdido hace tiempo al momento de hablar… debía ser sensato y amable “Hubiese sido más fácil alimentar a un zorro”. Y Aquello era verdad, bastaba con acercarle la comida, pero había que hacer un acercamiento cercano por su confianza… un momento, eso era, debía buscar la confianza de la joven ¿Cómo no lo había visto antes?

Observé como la dragona se iba a seguir con el trabajo, ya no había vuelta atrás y me tocaba pensar un plan, ya sabía más o menos que hacer, debía usar ese lado humano calmado y nada paranoico que use en algún tiempo,  así podría ganar un poco la confianza de la joven y de esa manera posiblemente aceptara la manzana… por lo visto mi error inicial había sido acercarla sin ninguna palabra.

Guardé la manzana en la bolsa y levantando la mano levemente me acerqué a la joven, esta simplemente se alarmó y comenzó a alejarse paso a paso “Idiota, esto sirve es con los caballos, no con las personas”. Me di una palmada en la mano obligándome a bajarla rápidamente y a recobrar la compostura, aquello sería más difícil de lo que pensaba.

- En serio… todo está bien, no es necesario preocuparse… yo…yo les diré si necesito algo. – La boca de la chica decía aquello pero el rugido de su estomago daba a entender todo lo contrario.

- No lo creo, pareciera que tienes una bestia escondida en tu estomago… espera ¿No tienes una bestia escondida cierto?  - No había considerado aquello,  el sonido del estómago de la joven podía ser alguna cosa rara dentro de ella “No Fred, razona bien por una vez en la vida”. – Me refiero, comer una manzana no hace daño… a menos que te atragantes con las semillas.

- O si tiene algo adicional. – La joven murmuro aquello, casi había pasado inadvertido pero por suerte lo capté. Ahora tenía sentido, iba a desconfiar de la comida que le dieran, la última vez que lo hizo… bueno, era obvio lo que sucedió.

- No tiene nada adicional, lo juro… tal vez uno que otro pelo de ardilla, pero más nada. – Saqué la manzana de la bolsa y la gire en mis manos mostrándosela a Delilah. – Puedo morderla, si eso te quita la preocupación de encima. – La chica lo dudo por unos segundos, luego afirmó con su cabeza con despacio.

Mordí la fruta y luego le mostré a la joven la parte mordida, prefería que se diera cuenta que no había nada en la fruta. Delilah contempló un momento la manzana rojiza y al confirmar que estaba limpia acercó su mano, había progresado, fue mucho más sencillo que ganar la confianza de un caballo.

- Si necesitas más no dudes en decirme. – Deposité la manzana en la mano de la chica y me encaminé hacía la dragona que parecía entretenida untando el barro.

Era gracioso ver a una criatura tan grande y escamosa dando saltos con una pata llena de lodo, nunca imaginé que vería a un dragón haciendo una casa, sería una cosa digna de escribir para recordar en el futuro… lo cual posiblemente hiciera, esperaba no sufrir pérdida de memoria para recordar aquello y llevarlo a cabo.

- Creo que lo logré… creo. – Le dije a Arygos mientras me quedaba observando a la casa, de reojo noté como Delilah le pegaba un mordisco a la fruta confirmando mi labor, otra cosa que hacía bien, por alguna razón resultaba gratificante ayudar a la chica. – Recuérdame llamar a un dragón la próxima vez que necesite hacer una casa, me ahorraría mucho tiempo. – Bromeé a la dragona mientras tomaba algo de barro y comenzaba a ayudarla a recubrir el hogar, un humano y un dragón terminarían aquello mucho más rápido. – Por cierto ¿No tienes hambre? Te he visto trabajar pero no pegar un mordisco a algo, es bueno esforzarse pero también saber cuándo descansar y tomar un respiro.

Las palabras e interacciones de los humanos me intrigaban demasiado como para no interrumpir mi tarea de revocar las paredes, por lo que me halle más de un par de veces, esparciendo la nada sobre los troncos, con la mano ya vacía de barro, o revolviendo estúpidamente la poza de material con la zarpa, mientras contemplaba el desenlace de aquel encuentro, y que gestos hacía el joven muchacho para ganarse la confianza de la chiquilla a la que cuidábamos.

Los reclamos de la muchacha los entendía en cierta mesura, yo por ejemplo no tendía a comer nada que no hubiera visto morir, porque podía tratarse de algún animal enfermo o envenenado. Tampoco comía nada cazado por alguien en quien no confiara por norma general, a no ser que tuviese demasiada hambre, e intentaba no catar humanoides, porque quien sabía que habían tocado, hecho, o metido en sus cuerpos antes de que les diera un bocado.

Cuando Chucho me vino a avisar, yo ya me había percatado de ello, sin embargo, disimule embarrando los troncos para que no se sintiera observado, y así no alterase su conducta cuando interactuara con la muchacha. Cada cosa que les veía hacer era una perla de conocimiento que merecía y era recolectado con celo.

Un gorgojeo orgulloso salió de mi garganta ante lo que interpreté como un cumplido sobre lo versátiles y magníficos que éramos los dragones, capaces de hacer tantísimas cosas, aunque nos creyeran, erróneamente, bestias limitadas.
En agradecimiento a su buen ojo, y como felicitación por su buen trabajo con la joven humana, alargue el cuello y apoye mi frente sobre la de él, rozando la misma con las escamas, y en señal de cuidado, por el afecto que le estaba ganando, le pegué un lametazo en media cara para sacarle un par de restos de manzana.

El recordatorio de mi propio alimento fue como despertar una voracidad latente en mis entrañas, y el hambre que había permanecido en un segundo plano, gracias a que estaba entretenida con todo lo que hacíamos, se despertó con una fiereza inusitada.

Pensé por un momento en sacarle al humano aquello que había cazado esa misma mañana, pero además de que ya no estaría fresco, me pareció cruel sacarle a algo tan pequeño una comida que le requería tanta dedicación y esfuerzo, así que asentí y limpie mi zarpa con el suelo, antes de trazar con una garra sobre el mismo un sencillo mensaje.

“voy a comer, luego vuelvo.”

De ese modo, no se sentirían abandonados.
Le di un toque en la coronilla con el mentón al humano, y luego a la humana. Había visto que las madres humanas hacían aquello con los cachorros, seguramente para darles seguridad, pero prefería no intentarlo con las zarpas, para no lastimarlos si era algo descuidada.

Me aparté de la morada a medias, y alcé el vuelo. En unos pocos aleteos me hallaba encima del rio, aguardando a que los peces pasaran, cuando veía uno de ellos, me lanzaba en picado, lo agarraba con una zarpa y lo arrojaba al aire, luego lo atrapaba con las fauces y lo hacía pasar por mi garganta sin siquiera masticarlo.  No comí de más, lo justo para no tener problemas si pasaba a mi forma humana.
Hubo muchos intentos fallidos, pero era una tarea rápida, no solo por la cantidad de peces, si no por mi velocidad y empeño, y en cosa de menos de un par de horas, hube terminado.

Cuando volví al claro, la casa tenía un aspecto estupendo, las pareces estaban lisas, hechas de barro, algunas de ellas incluso habían secado, quizás no por dentro, pero si la parte accesible a mi mirada.  La puerta dejaba ver una penumbra uniforme en el interior de la casa, marcando un techo compacto, que protegería bien a la joven de las inclemencias del tiempo menos torrenciales.
Si faltaba algo era quizás trasladar algún arbusto con frutos en los agujeros que habían quedado de hacer el barro, y enseñarle a fabricar alguna que otra trampa, a hacer un fuego, y a lo sumo, rodear el lugar con un cercado.

Me sacudí para sacar el agua que había quedado entre las púas y mis escamas, y volví a adoptar mi forma humana, a excepción de la cola y los ojos viperinos. El pelo casi seco solo tenía algún que otro mechón mojado, y la piel pálida se mostraba a zonas perladas, pero por lo general, podía decirse que estaba bastante seca, y que lo de sacudirse había funcionado.
-Está quedando muy bien. – Admití en voz alta, ya que no le había tenido especial fé. Sin duda era gracias a la guía del muchacho. Así que me acerqué a él, y lo miré con cierta fijeza. Luego, en un tono bajo, para que la muchacha no me oyera y no se desconcertara, le pregunte. - ¿Realmente cómo te llamas? – Hasta entonces no me había importado, le había llamado chucho, porque era el nombre que Víctor le había dado, pero conocía que sus apodos eran algo terrible, a mí misma me había proclamado “babitas” no hacía tanto.

La dragona acercó su frente en lo que supuse que sería un gesto amistoso, era eso o posiblemente trataba de de decirme otra cosa, solo que esta vez no captaba bien el mensaje. Estaba por preguntarle qué pasaba cuando la lengua de la dragona me lleno de babas, eso era más raro “Oh maldición, tiene hambre y quiere conocer mi sabor”.    Casi dejaba que mis paranoias me dejaran llevar, tuve que hacer un esfuerzo por controlarme y reconocer que no era posible, si Arygos me hubiese querido comer simplemente me hubiese separado la cabeza con un mordisco... “Oh quizá era un lametazo como el que dan los animales para demostrar agrado”. Eso también podía ser posible.

- También me agradas Arygos. – Me arriesgué a decir, rogaba que mi suposición inicial no fuese la realmente correcta.

De pro si la dragona había asentido al hecho de que tenía hambre, aquello solo me preocupó un poco más,  guardar la calma y esperar jamás había sido tan difícil… realmente nunca lo intentaba, simplemente me dejaba llevar por lo que pensaba.  Arygos escribió algo en el suelo que no dudé en leer, si tenía hambre pero iba a buscar comida, luego volvería, aquello me quitó una presión enorme de los hombros.

- No te preocupes, tomate el tiempo que necesites para comer. – Comenté cuando la dragona me daba unos leves toquecitos en la cabeza, aquello resultaba raro.

El proceso de los golpecitos se repitío en Delilah y luego Arygos salió en busca de su comida, aquello me dejaba de nuevo trabajando en el recubrimiento de la casa, lo bueno es que ya no faltaba tanto.  Llevaba el barro suficiente para recubrir una parte de la pared, me tomaba mi tiempo en expandirlo para que quedara bien, mientras hacía aquello Delilah se acercó a pedir algo más de fruta que no dudé en darle, era un progreso que pidiera.

 Después de avanzar más en la casa Delilah terminó su comida y se acercó a ayudar, me tomé unos minutos en explicarle exactamente que debía hacer, la chica entendió a la perfección y se puso manos a la obra, era asombroso como la joven captaba rápidamente lo que se le explicaba, era similar a los nudos.

Con exactamente 4 manos a la obra todo fue rápido, la casa no tardó en estar cubierta de barro y ahora solo faltaba que se secara, una tarea que llevaría a cabo el tiempo y el clima. Saqué la última manzana que quedaba en mi bola y la mordí, ahora era tiempo de mi merecida comida.

Dejé media manzana guardada en la bolsa, la verdad es que no tenía mucha hambre pero prefería estar comiendo algo cada cierto tiempo para no sufrir un ataque de hambre grave mientras menos lo esperaba, el regreso de Arygos se hizo presente pero fue grato ver como la dragona regresaba a su forma medio humana, significaba que al fin podría comunicarse con algo más que un “Grrrr”

- Pues si está bien, yo pensaba que terminaría enseñando a la chica a dormir entre los arbustos… no es tan incomodo a decir verdad. – Bromeé a la dragona, aunque también era cierto, los arbustos eran más cómodos para dormir que el propio suelo.  La pregunta que me hizo Arygos me tomó de sorpresa, no pensé que ella estuviese interesada en mi nombre, pocas personas eran las que lo conocían, personas cercanas y que habían ganado saberlo…  Observé un momento a la chica de cabello blanquecino mientras pensaba. – Fredericksen, me llamo Fredericksen Candau. – No hacía mal alguno si se lo decía a ella.

Delilah se había acercado lentamente mientras secaba las lágrimas que caían por su rostro, no sabía que había sucedido ahora pero si lloraba podía ser una señal de alarma, observé a la maleza pensando que había pasado, la joven solo seguía sollozando sin decir nada.

- R…realmente… se los agradezco. – Dijo con una voz quebrada y débil. – Creí que… en algún momento iban a preferir dejarme a mi merced… nada les costaba… abandonarme y seguir con su camino… pero se quedaron.

Aquella imagen había sido hasta dolorosa, Delilah realmente había apreciado el trabajo que se había hecho por ella, era una chica que posiblemente había perdido todo y ahora tenía algo a lo que aferrarse.

- Claro que no íbamos a dejarte, no somos seres despiadados y crueles…  al menos que yo recuerde. – Le di unas palmadas a la joven en el hombro a la chica y observé la choza de barro. – Y en el futuro podrás contar con nosotros, no dudes en ello ¿Cierto Arygos? – Aquella pregunta era más que nada para verificar si no estaba hablando de más, era cierto que la joven podía contar ahora con nosotros y por mi parte también planeaba ayudarla en el futuro, solo no sabía si Arygos pensaba lo mismo para el futuro.

Ladeé el rostro profundamente, en señal de duda, mirando con fijeza al humano con mis ojos reptilianos, y mi pequeña forma humana. Alzando la cabeza al mismo tiempo, porque resultaba mucho más alto que yo en aquellas circunstancias.
Dudaba muchísimo que dormir en medio de un arbusto fuera la mitad de cómodo de lo que el juraba, tanto para mi especie como para la suya. Podía imaginarme las ramas pinchando la carne blanda, y las hojas cosquilleando a la mas mínima brisa, despertándome a cada momento. No me gustaba.
-Quizás sea mejor que le hagamos un lecho de paja… o de algo que ustedes usen y podamos encontrar en el bosque. - Me arriesgué a proponer. - O podemos buscar el campamento de ayer y ver si aprovechamos las telas de sus tiendas para hacerle una cortina para la puerta o una cama.- Torcí un poco el gesto al recordar cómo se hundían en el peso los lechos humanos, y como parecía que eso les gustaba. Que especie extraña.

El humano tardó un poco más de lo que pensaba en decirme su nombre, quizás estaba sorprendido de que fuera a dejar de llamarle chucho, y la emoción lo había dejado sin palabras. Si a mí me hubieran estado llamando babitas de forma tan reiterada seguro que sentiría lo mismo.
-Fredriksén, fredréksen, fredriksen…-Pronuncié varias veces en voz baja hasta que me pareció que la entonación era la misma que le había escuchado, procuré recordarlo.

La mirada del humano hacía algo que tenía a mi espalda me hizo girarme, para ver como la chiquilla se acercaba llorando. Los miré alternativamente, alarmada, sin entender nada, incluso jalé del codo al humano y le di un par de tirones para que hiciera algo. Pero entonces Dalilah se puso a hablar, sollozando, sumamente afectada… ¿Para bien? Ladeé el rostro hacia el otro lado, anonadada y desorientada mientras los escuchaba a ambos.

Cuando Fred alargó la mano para darle golpecitos en un hombro, hice lo mismo con el otro de los suyos, alargando bien el brazo, para dedicarle también aquel gesto conciliador para consolarla y tranquilizarla.
-Claro, es decir, yo necesito encontrar a alguien, pero te lo presentaré, es una buena persona, y seguro que también te puede enseñar algo. Además, como vuelo, puedo venir a ver cómo te va todo de vez en cuando. - Sonreí sin enseñar los dientes, para que no se sintiera amenazada, aunque aquello no funcionara de ese modo con su raza. – F-chucho también vendrá a visitarte y comprobar que todo te vaya bien. - Asumí ese compromiso por él, porque ya había dicho que no era una persona cruel y despiadada y que no iba a dejarla. Había dudado en si usar chucho o su nombre, pero imaginé que cambiarle una de las pocas certezas que parecía tener la joven no la ayudaría mucho a sentirse en terreno firme, así que use el mismo apodo por el que se lo había presentado.


Dejé de darle palmaditas en el hombro a la chiquilla un rato después de que fredriksen dejara de hacerlo, me había olvidado de que tenía allí la mano mientras hablaba, pero la expresión algo confusa de la joven me lo recordó.

-Solo tengo el día de hoy. – Les recordé, algo que había sacado a colación nuestra reciente conversación. – Así que deberíamos continuar. - Le di la mano a la chica como hacían los niños cuando iban a algún lado entre sí, o buscaban cierta complicidad, sintiéndome ya toda una experta con eso de las interacciones personales, y la llevé algo lejos de la casa, donde las ramas sobrantes habían quedado, para luego hacer que ambas nos giráramos hacia Fred y tomáramos asiento en el suelo.

-Ahora nos tienes que enseñar a conseguir comida, y hacer fuego. - Le recordé al humano, que no solo se había ofrecido a ayudar a nuestra ahijada, sino también a mí, que no tenía ni la más remota idea de cómo sobrevivir en mi forma humana.
Una nausea amenazó en subir cuando recordé esa temporada de vivir a base de moho, setas y raíces, porque no era capaz de cazar nada, y como casi muero muchas veces, uno de los motivos, a causa del hambre.

Dalilah se dejó llevar con la obediencia de un cachorro tranquilo, una de esas casualidades que se agradecía si lograba salpicar la camada por como facilitaba el trabajo de cuidar y enseñar.
-Yo... prometo que algún día les voy a devolver todo lo que me están enseñando. - La voz de la chica tuvo por un instante una firmeza resuelta que desapareció con la misma rapidez con la que había surgido, como si fuera una estrella fugaz. Eso sí, parecía atenta y dispuesta a aprender, como yo también lo estaba.

Al menos mi suposición de que Arygos también estaría pendiente no estaba mal, supuse que la persona de la cual se refería era Bio, si era así lo más seguro es que el vampiro le enseñara a poner malos motes, eso no lo iba a dudar.  Asentí de igual forma cuando la dragona comentó que yo estaría atento, realmente aquella zona no estaba tan lejos de donde yo dormía y podía estar rondando por allí de vez en cuando, era una ventaja de conocer aquella parte del bosque.

- En lo que queda de tiempo puedo explicar lo que falta. – Tanto Arygos como Delilah se habían sentado en el suelo, por lo visto esperando lo que proseguía. – Así que conseguir comida y hacer fuego. – Comenté por lo bajo mientras me daba unos golpecitos con el dedo en la boca y observaba la copa de los árboles.

Ambas opciones tenían muchas maneras de explicarse, con la comida podía enseñarse a recolectar frutas o a buscar animales para comer, por otro lado el fuego se podía explicar con ramas o piedras… era algo complicado de saber.  “Quizá iniciar por el fuego sea lo mejor”. Podía usar la manera simple que no tardaba mucho, así podía tomarme un poco más de tiempo para los métodos de buscar comida, era lo que veía más apto.

- No te preocupes pro eso Delilah, no estamos pidiendo nada a cambio. – Acompañando mis palabras sacudí levemente la mano en el aire.

Proseguí sacando dos ramitas de un bolsillo apartado del carcaj y colocándolas en el suelo, siempre llevaba algunas en caso de emergencia, hacía aquello desde mi visita al arenal, en aquel entonces me fijé que no siempre se podrían tener a manos lo materiales necesarios para sobrevivir.

- Voy a empezar por explicar la creación de fuego. – Me coloqué de cuclillas mientras tomaba un puñado de hojas secas y las aplastaba. – En mi caso suelo usar hojas de este tipo, suelen ser fáciles para iniciar el fuego. – Levanté las ramitas que había sacado antes y las mostré a ambas chicas. – De igual manera las ramas que vayan a ser usadas deben estar secas, de nada va a servir si es algo húmedo... dudo que pueda funcionar.

Con el filo de una flecha comencé a hacer una muesca en una de las ramas, aquello iba a ser la rama base, como siempre trataba de que la muesca fuese algo profunda pero no lo suficiente para que la rama se quebrara. Esperaba que tanto Arygos o Delilah estuviesen prestando atención a aquello, aunque talla otra rama tampoco sería problema si era necesario.

- Teniendo la rama así lo que queda es sencillo. – Comenté mientras señalaba la muesca hecha en el palito. Agrupe las hojas secas y aplastadas en el suelo, luego coloqué en la mitad de estás la rama base y le hice presión, así el montón de hojas también la rodearía y sería más factible para que encendiera. – Cuando hagan esto traten de usar velocidad, con fuerza no llegaran a ningún lado. – Pisé un extremo de la rama base para que no se moviera e introduje la otra rama en la muesca tallada, mientras frotaba la rama superior consideré que había sido bueno usar aquel método, resultaba más factible que buscar las rocas adecuadas para iniciar fuego.

Los giros que daba la rama sobre la muesca cada vez eran mayores y en pocos segundos de las hojas comenzó a salir un leve humo, aquella señal era la que necesitaba para dejar de girar los palos y proceder.

-  Está de más decir que el humo es buena señal. – Retiré las ramas de las hojas y agachándome comencé a soplarlas con cuidado. – Luego de esto solo deben tratar de avivar el fuego, leves soplidos son útiles… aunque he visto a gente usar las manos para airearlos. – Tosí a causa del humo que era cada vez mayor, el fuego ya había iniciado poco a poco y comenzaba a consumir las hojas. – Con eso inician el fuego, si quieren hacer una fogata solo añadan otras hojas y coloquen algunas ramas. – Me senté en el suelo observando las llamas que comenzaban a consumir el montículo de hojas, era tan extraño que yo estuviese enseñando aquello, recordaba haber sido un total fracaso cuando mi maestro me lo explicó "Claro, pero eso fue porque nunca prestaba atención".

- Realmente todo es cuestión de práctica, pero tarde o temprano se puede dominar. – Observé a ambas chicas esperando que soltaran alguna duda que tenía, sabía bien que podían existir varias, tal vez hasta podrían querer que repitiera alguna parte. - ¿Quieren intentar ustedes? – Tomé ambas ramas de fuego que aun servían para otro par de fogatas y las acerqué hacía ellas, sería interesante ver aquello.

La promesa de Fredricksen de terminar a tiempo me aliviaba, pues, aunque me estaba haciendo un gran bien el poder distraerme por un día, dedicarme a algo casi mundano, algo bueno y alegre que tenía que ver con el crecimiento y el conocimiento, me ayudaba, aliviaba la pesada angustia que tenía a dentro, e incluso había sido capaz de olvidarla por completo durante algunos segundos, o dejarlo de fondo, tenue, el resto del tiempo, poco a poco la ansiedad empezaba a recuperar el terreno, un apuro urgente que tarde o temprano sabía que sería mas poderoso que cualquier alegría pasajera que pudieran proporcionarme los humanos, y que me instaba a recorrer los cielos para proseguir mi búsqueda.

Miré a Dalilah, saliendo de mi cabeza, cuando esta hizo su promesa. Era una cuestión de honor y gratitud que no pensaba sacarle, entendía ese sentimiento, y que no tenía por qué concretarse como algo material, quizás lo haría solo como un profundo aprecio, yo sentía algo similar con algunas de las personas que había conocido en mis viajes.

Sentada sobre el suelo, tomé un puñado de hojas secas pocos segundos después de que el humano lo hiciera, y emulé el modo en que las aplastaba entre sus manos, con la diferencia, de que no me detuvo cuando el paro, y proseguí con esa tarea mientras hablaba. Podía sentir su textura crujiente entre mis palmas, era hasta divertido de algún modo, como se desmigajaban sobre la piel sensible de un cuerpo humano.

Mi mirada atenta, y casi sin parpadear, rivalizaba con la de Dalilah, las dos, menudas y sentadas, contemplábamos a aquel humano como si fuera poseedor de una verdad trascendental. Seguro que era una imagen hasta graciosa de ver desde a fuera.

Contemplé como agarraba las dos ramas, y hacia aquel truco que se veía sumamente sencillo, y con aquella percepción me animé a intentarlo, casi con el pecho henchido como si me estuviera proponiendo algo tan simple como partir las ramas. Después de hacer una casa, ¿Qué tan difícil podía ser hacer fuego?

Agarré la flecha que había dejado en el suelo, e intenté hacer una muesca, con tan mala suerte que se me resbaló el dedo y me pinché una falange. - Auch.-Solté la daga y me lleve el dedo a la boca. Lo mío no eran las armas, se me daban terriblemente mal, quizás debí haber intentado hacer la muesca con uno de mis dientes… La humana de melena de fuego pareció dudar un poco ante mi torpeza, como si temiera que aquella cosa fuera a herirla si la tocaba, pero tomo aire y se hizo con ella, creando una  muesca en su propia rama.

Ella fue la primera en intentarlo, pues yo me hallaba muy concentrada en mi dedo, y el sabor metálico a sangre que emanaba. No fue hasta que vi el humo de uno de sus intentos, que volví al presente y me saqué el dedo de la boca.
Tomé mis dos palos, y empecé a hacer girar uno entre mis manos. Sentía como su superficie me arañaba las palmas. No me gustaba, incluso era algo doloroso allí donde tenía aristas más afiladas, problemas de la delicada piel a la que no me acostumbraba del todo. Resultó difícil no recubrir mis manos de escamas, pero aquello formaba parte de un entrenamiento por si volvía a ocurrir que no podía recurrir al don de mi raza. Ya lo había dicho aquel ser místico que tan poco me gustaba, que tenía que aprender a aceptarme.

-No sale. -Refunfuñe dándole no solo más rápido, si no apretando más las ramas entre sí. La humana me colocó una mano sobre los nudillos, haciéndome parar.
-No aprietes. - Sonrió amable, y emuló el gesto en el aire, permitiéndome ver la velocidad y lo suave de la fricción que generaba con las manos.
-Oh…-sentí, aunque me parecía casi lo mismo que antes, y no terminaba de entender cómo podía haber diferencia entre una cosa y la otra.
De cualquier modo, terminó funcionando, así que podría aplicarlo en un futuro para…¿Ver en una noche muy oscura? Lo cierto es que usaba el fuego para bien poco, o mejor dicho, normalmente no lo usaba.

Observé con orgullo el humo blanco que salía de las hojas, y con cierta admiración, las llamas que empezaron a nacer y consumieron aquel pastiche apelotonado de yesca que había formado con mis manos durante las explicaciones del muchacho.
No queriendo que se expandiera el fuego, casi le doy un manotazo, pero el calor de la llama hizo recular mi mano. Tanteé por el suelo hasta hacerme con una piedra grande y aplasté las diminutas llamas y que generaban mucho humo más que nada.
-Con eso podrás cocinarte la comida. - Comenté contenta, mirando a la chica pelirroja, esbozando una sonrisa llena de ánimo. Ahora solo faltaba cocina que pudiera cocinarse, otro tema en el que no podía ayudarla, pero que me interesaba aprender aún más que el fuego.

Desvié la mirada hacia nuestro profesor improvisado, con el brillo de la emoción en la mirada, expectante.
- ¿Cómo consigues las ardillas? Son muy rápidas. – Recordé lo que me había dado la noche anterior, y como, en mi forma humana, había intentado atraparlas sin éxito durante algunas jornadas, solo consiguiendo rasguñarme, amoratarme y caerme sin ningún resultado.

Lo bueno era que ambas jóvenes realmente habían prestado atención, era casi como si sus vidas dependiesen de aquello, lo malo es que Arygos en un intento de recrear la muesca había calculado mal y se había herido el dedo, era gracioso que la parte más sencilla hubiese sido la más complicada para la dragona en aquel caso.

Delilah había comenzado su intento de crear fuego, la explicación que le di al parecer no fue en vano ya que la joven parecía haber captado todo a la perfección, pareciera que llevara tiempo haciendo aquello, quizá imitar los movimientos que veía no se le era para nada un problema.  Fue sorprendente ver que había logrado el cometido, inconscientemente había liberado una sonrisa al saber que no era tan malo enseñando como creía “Así tuvo que haberse sentido Gillidan cuando por fin pasé por aquel proceso”. No evite el recuerdo de mi maestro dejándome pasar noches totalmente a oscuras, era su manera de enseñarme a hacer las cosas correctamente, si mal no recordaba había pasado al menos una semana sin comida y sin calor después de que se ocultaba el sol, en aquel tiempo me había herido las manos tratando de encender una miserable fogata… no lograba contener mi ira ante mi inutilidad y terminaba golpeando árboles o hiriéndome con la misma fuerza que hacía en las ramas.

Por otro lado Arygos era como verme en un reflejo del pasado, refunfuñaba al ver que no podía y podía notarse que aquello le daba cierta molestia, esperaba que no fuese también una persona que se alteraba rápidamente, un ataque de ira de la dragona no debía ser nada agradable de presenciar.

La joven de cabello rojo afortunadamente había intervenido y había ayudado a Arygos, le explicó haciendo señas en el aire como debía tratar realmente la rama, por lo visto si había entendido bien como se debía tratar con aquello. Arygos también había logrado encender el fuego, solo que cuando vio las llamas expandirse prefirió apagarlas con una roca, por lo visto no era muy amiga del fuego.

- También puede iluminar sus noches y usarlo para mantener el calor… o como arma en un caso peligroso. – Un palo en llamas era mucho más letal que uno normal, eso era cierto.

La pregunta de Arygos resultaba divertida, por lo visto ya estaba pensando en el paso que quedaba el cual era la comida, conseguir animales nunca era una tarea fácil, no es como si fuesen a ponerse en tus manos y decir “cómeme”.

- Si son rápidas, por ello hay que tomarlas distraídas y a distancia. – Dije sonriendo mientras le daba un par de golpecitos al carcaj. – Aunque enseñarles a usar el arco y flecha tardaría más que el tiempo que nos queda, eso podría ser en otra ocasión. – Me arrodille en el suelo tomando unas ramas y un par de lianas que habían quedado sobrando, aun quedaba una manera de atrapar ardillas. – Pero hacer una trampa no es tan difícil.

Conocía al menos 2 trampas que no resultaban tan difíciles de hacer, dejaría una de aquellas para que Delilah solo tuviese que rearmarla de vez en cuando, también con aquella misma es que podía explicarla.  Usé una rama tan larga como mi antebrazo como base, aquella vez dudaba poder explicar mucho, no sabía cómo decirles exactamente a las chicas que hacer, aquello lo había aprendido más que nada con la práctica.

- Las lianas o las raíces siempre son buenas para atar las cosas. – Les dije a ambas jóvenes mientras doblaba una rama sobre la base y la amarraba, muy pocas personas buscaban los útiles en la naturaleza, solo los que se la pasaban mayormente de la ciudad eran los que sabían la practicidad de aquellas cosas.  Luego con la flecha que había usado antes hice dos muescas en los bordes de las ramas, pasando las lianas la tensé todo lo posible y las amarré de igual manera por la mitad de la rama curva. – Lo que se busca haciendo esto es que quede tenso para que el “mecanismo” por así decirlo, funcione.

Curvé otra rama un poco más pequeña que la principal y amarré una rama horizontal en la mitad de esta, aquella rama mantendría el palito que mantendría el cepo abierto. Luego con cuidado lo coloqué entre la liana y con una nueva rama más pequeña le di vueltas, la presión que efectuaba con aquello hacía que la parte de arriba curvada se cerrase con fuerza, no lo suficiente para herir a una persona pero si para partirle el cuello a un animalito.

Tallé nuevamente el borde de la base de una rama e hice una muesca en otra, las levanté a ambas chicas señalando lo que había hecho. – Esta rama va amarrada a la base de la trampa, y esta vendría a ser muesca las sujetara. – Amarré la rama señalada a la base y con cuidado la dejé sobre la que había usado para girar la liana. – Al quedar abierto el cepo colocan la muesca sujetando tanto la rama de la base como la tensora. – Dicho aquello coloqué la rama con la muesca y me alejé lentamente. – Y haciendo esto la trampa está armada, solo faltaría poner una carnada y esperar que la presa caiga en ella.

Me levanté y con una flecha empujé la muesca que servía como interruptor, apenas hacer aquello la trampa se cerró capturando la flecha. – Así es como también se pueden tener ardillas, lo único molesto es hacer la trampa pero vale la pena. – Abrí con la mano el cepo y dejé la flecha libre. – Quizá a veces el animal no muera por el golpe… así que un par de golpes en la cabeza sirvan para ponerle fin, eso o esperar que muera. – Acerqué la trampa a las dos chicas y las observé unos segundos. – Para reármala solo deben poner la rama con la muesca y tensarla. Siempre es bueno poner una trampa cerca de una madriguera o donde se suelan ver pasar animales, no solo funciona con conejos o ardillas, también de vez en cuando cae una que otra avecilla.

Cepo :

Termine de apisonar mi propio fuego con la piedra, reduciéndolo a la nada, cuando el humano hizo un aporte extraño. Seguí golpeando el suelo con la roca, aunque ya no había nada, por descuido, ni siquiera me di cuenta de que seguía realizando aquel gesto mecánico mientras contestaba.
-El palo en llamas es un poco tonto cuando lo hacen…-Le reconocí, recordando alguna que otra vez que habían intentado ahuyentarme con uno, y se lo había partido de un zarpazo, o apago escupiéndole agua. –Conmigo nunca le ha funcionado a nadie. - Les advertí. Seguían siendo libres de emplear ese método si gustaban, pero eso no haría que a mi dejara de parecerme tonto y raro.

Sobre las ardillas no iba a discutirle, claramente él tenía experiencia demostrable, no como el palo en llamas para ahuyentar a las bestias. Y en aquel caso, todo lo que fue contando parecía tener mucho sentido. Lo del arco debía de ser mucho más difícil de lo que aparentaba. Desde mi punto de vista, era tensar una cuerda para tirar un palo afilado, pero probablemente, como con el fuego, tenía más trucos de lo que aparentaba.
-Las trampas estarán bien. - Asentí conforme. Sobre usar un arco, el que había dicho que vivía cerca, podía ir viniendo a enseñarle a Dalilah de vez en cuando, y mientras, dejar que se valiera con esas trampas que iba a enseñarnos.

Miré con suma atención todo lo que hacía, cada gesto, cada muesca, intentando gravarlo a fuego en mi mente. Aquello no parecía nada sencillo, y no solo porque los nudos no se me dieran nada bien, si no porque había toda una serie de dobleces para las ramas que les daba formas extrañas.
Cuando la trampa terminó, entendía su funcionamiento, pero me hacía dudar de que pudiera pegar tan fuerte como para partirle el cuello a una ardilla o algún roedor similar. Era tan fuerte mi duda hasta me pareció sentir como esta se reflejaba en mi cara.

Permití que fuera Dalilah la primera en intentarlo, yo tenía miedo de estropear alguno de los palos, y hacerla esperar demasiado, además, era para ella principalmente que estábamos haciendo aquello. Lo armó una vez con lentitud y dudando bastante, pero finalmente quedó muy similar a la del muchacho.
- ¿Te importa si vuelvo a intentarlo? -me miró dudosa, como si le apenara sacarme el turno.
Negué un par de veces. - Hazlo todo lo que quieras, es para que tú puedas comer, yo cazo con mis garras. - Intenté tranquilizarla.

La joven de ojos esmeralda armo y desarmó la trampa tantas veces, que hasta yo logré memorizar como se hacía solo de mirarla, y cuando ya me había aburrido incluso de aquello, fue cunado me la cedió para que lo intentase.
El primer problema lo tuve al intentar desarmarla, toque mal un palo y la activé, haciendo que le arco me pegara con dureza sobre la blanda carne humana. - ¡AUCH! - Miré aquel ingenio asombrada, que por su potencia había vuelto a llamar mi atención, mucho más que antes. -Woow….

Saqué los palos, con cuidado, torpeza, y una lentitud prácticamente palpable. Y cuando volví a intentarlo me quedaron los nudos mal, flojos y una rama mal doblada. Lo saqué y volví a intentarlo, y volvió a quedar mal. Pude ver hasta en los ojos de Dalilah algo similar a la pena, como si se compadeciera de mi torpeza, lo cual solo me hizo gruir por lo bajo, frustrada.
-Mejor aprenderé a pescar con red. -Exhalé exasperada a mi quinto intento, y le devolví los palos a la chica humana, para que pudiera preparar su trampa y atraer a alguna alimaña para la cena.
La joven puso cara de duda, pero no me contradijo, de algún modo respetó mi decisión, y asintió. Tomó los palos, los ”cordeles” improvisados, y se puso a rondar el claro en busca de algo que le recordara a una madriguera para armarla cerca.

-Gracias Fredricksen.- Le dije con honestidad, mientras me frotaba la mano.- No soy muy diestra en esta forma.- Me disculpé. – Pero agradezco que hayas intentado enseñarme. Por lo menos, he memorizado como se hace, cuando tenga ratos muertos podré intentarlo, y el día que me salga te lo mostraré. - Le prometí. Aunque aquello podía llegar a ser cuando el fuera un anciano, al menos, al paso que llevaba yo para ciertas cosas.

La casa nos había llevado todo el día, habíamos comido tarde, y entre el fuego y las trampas, había transcurrido la tarde. Por lo menos, aún quedaban unas pocas horas para que fueran a recolectar frutas y se prepararan para la noche, y yo podía aprovecharlas para prepararme para mi búsqueda una vez más.

Me puse en pie, y me acerqué al humano. Con cuidado alargué las manos y las coloqué sobre sus mejillas, sin apretar demasiado. De ese modo, tiré de su cara hacia abajo, era demasiado alto, y poniéndome de puntillas, choqué mi frente con la suya con moderada fuerza y la froté un poco.
-Supongo que algunos humanos merecen respeto después de todo. Gracias Fredricksen, me ayudaste a recordar que no todos sois tan malos. -Sonreí levemente. Y dándome por despedida del humano, me encaminé hacia la joven a quien le di un abrazo.

A los pocos minutos me hallaba convertida en dragón en el poco espacio que había quedado en el claro, y con un batir de mis alas, y un poderoso salto, emergí de las copas de los árboles, y dejé atrás esa morada. Era hora de salir del oasis, de ese remanso de paz, había tareas más acuciantes, que no podía permitirme seguir retrasando.

Delilah se había tomado su tiempo en armar y desarmar la trampa, cada vez era más impresionante las habilidad que mostraba para entender las cosas, casi no le costaba imitar lo que uno le había explicado momentos atrás, había visto a muy pocas personas con aquella capacidad en el futuro… me preguntaba qué vida había llevado la chica antes de su incidente con los otros sujetos.

Luego de que la chica de cabello rojo pasara un rato con la trampa se la dio a Arygos, sabía que la dragona prestaba atención pero por lo visto le costaba imitar los pasos vistos, era algo normal a decir verdad, pocas personas tenían la misma agilidad de Delilah para retener información.

- Al parecer hoy despertaste queriendo quitarte un dedo. – Bromeé al ver como la trampa se cerraba sobre la mano de la dragona, algo que siempre resultaba doloroso.

Por mucho que la dragona intentara armar o desarmar la trampa algo terminaba saliendo mal, por lo visto le tomaría más práctica de la esperada, mirando el lado positivo es que ya tenía algo que practicar en el futuro.

- El problema sería conseguir una red. – Comenté ante la aportación de la dragona, aunque la pesca también era un método que ayudaba mucho, por si fuese poco hasta había olvidado que con una red se podría lograr, debía recordar aquello para el futuro.

Observé como Delilah se iba a un sitio donde colocar su trampa, por lo visto ya había tomado la iniciativa de ir por la comida. Arygos llamó mi atención cuando se agradeció, no esperaba aquel gesto que por lo visto era debido a todo lo que había explicado.

- No hay prisa para que lo aprendas a la perfección, a algunos nos toma más tiempo que a otros… lo importante es al menos saberlo. – Dije ante lo expuesto por la joven. – Además no es que yo sea la mejor persona enseñando, puede que después consigas a alguien que sepa explicarte con más detalles, todo es cuestión de buscar a la persona exacta.

Arygos se acercó y me tomo de las mejillas, aquello comenzaba a ponerse raro “Que no me muerda, que no me muerda…”Aquello era lo único que repetía en mi cabeza mientras la joven me jalaba. Lo único que hizo fue chocar ambas frentes y frotarlas, aquel gesto lo había repetido varias veces en el día y era curioso.

- Todos somos malos de una u otra manera. – Comenté por lo bajo ante las palabras de Arygos, aquel dato era uno que nunca podía olvidar.

La dragona también se despidió de Delilah y luego tomó su forma de reptil gigante. La dragona partió y solo me limité a despedirme con un sacudir de manos, sabía que la dragona podría defenderse en su viaje y no dudaba que podría verla en un futuro.

- ¿Y tú… también te vas? – Dijo Delilah con cierto temblor en su voz, por lo visto no estaba preparada para quedarse sola aun.

- Tranquila, yo me iré mañana cundo salga el sol, tampoco es que vaya a estar muy lejos. – Animé a Delilah para que se calmara, la verdad es que aun debía dejarle un poco de suministros a la chica y preparar otras cosas antes de partir. Además otra noche de compañía a la chica no le quedaba mal, supuse que así se sentiría más segura y descansaría mejor.