Llama al dragón. [Asbjorn/Libre][+18][CERRADO]
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Llama al dragón. [Asbjorn/Libre][+18][CERRADO]
Ingela miraba al brujo sin disimular, preguntándose qué era lo que le había llevado a invitarlo a acompañarla en su viaje. No era apuesto ni gracioso, poco conversador y le evadía la mirada. Había tenido que compartir su camarote con él ya que el capitán del barco le dijo que no había más cabinas desocupadas aunque le hizo pagar pasaje completo. Aquel detalle se lo guardó, no quería hacer sentir mal al brujo, al fin y al cabo, ella lo había invitado y por su aspecto, notaba que no era un hombre que llevara dinero para semejantes gastos. Por lo menos la comida que ofrecían a bordo valía la pena y ella esperaba que el brujo la disfrutara. Ya era hora de cenar, así que bajaron al comedor para recibir el delicioso guiso de ternera con papas y la jarra de vino dulce que tanto había gustado a Ingela.
Los días que demoró el viaje entre Lunargenta y Balsodia fueron bastante aburridos. Ella intentaba conversar con él, pero generalmente recibía largas miradas como respuesta. A veces solo silencios o gestos que no lograba entender muy bien. -¿Cuándo se dará cuenta que no leo mentes?- se decía constantemente con frustración tras cada fallido intento de interactuar.
Salió a la cubierta un rato después de cenar para tomar algo de aire antes de volver al camarote junto con Asbjorn. -Si tan solo conversara antes de dormir, sería menos incómodo compartir la cabina con él- dijo mirando la línea del horizonte, apoyada en la baranda de proa. El viento fresco le daba en la cara y hacía ondear su cabello suavemente, era como una caricia que ella disfrutaba y sonreía por tal bendición. Decían que al día siguiente llegarían a la ciudad fortificada de Balsodia pero que no se esperara un lugar como Lunargenta porque eran dos lugares completamente distintos. Ya comprobaría cuan distintas eran las dos ciudades.
Sintió que era apropiado irse a acostar, ella seguía teniendo la cama mientras que Asbjorn tenía una cómoda hamaca que colgaba bamboleante. Entró y no estaba él allí, así que aprovechó para sacarse la ropa del día y ponerse una batola para dormir. Se sentó en la cama y se sacó las botas, dejándolas junto a la porta. Sacó sus medias y las colgó. Se puso de pie para sacarse el chaleco y la camisa, colgándolo todo con cuidado. Desabrochó su cinturón y su pantalón, sacándoselo con total tranquilidad mientras tarareaba una de las canciones que habían cantado los marineros durante la cena. Sacó de debajo de la almohada su batola y la desdobló, extendiéndola sobre la cama, luego comenzó a desanudarse el sostén, el cual colgó antes de colgar su pantalón, escondiéndolo de la vista del mago cuando entrara. Estiró los brazos hacia arriba y atrás, feliz de sentir la libertad y que sus turgentes senos colgaran naturales sin estar amarrados al sujetador.
Tomó su batola por la costura de los hombros y se dispuso a ponérsela, cuando de golpe se abrió la puerta del camarote. Allí frente a ella, con los ojos abiertos de par en par, estaba Asbjorn, atónito. Ingela atinó a girar y ponerse la batola, rápidamente se metió a la cama y se tapó hasta la coronilla, cerrando los ojos pero escuchando atentamente los movimientos del brujo.
Los días que demoró el viaje entre Lunargenta y Balsodia fueron bastante aburridos. Ella intentaba conversar con él, pero generalmente recibía largas miradas como respuesta. A veces solo silencios o gestos que no lograba entender muy bien. -¿Cuándo se dará cuenta que no leo mentes?- se decía constantemente con frustración tras cada fallido intento de interactuar.
Salió a la cubierta un rato después de cenar para tomar algo de aire antes de volver al camarote junto con Asbjorn. -Si tan solo conversara antes de dormir, sería menos incómodo compartir la cabina con él- dijo mirando la línea del horizonte, apoyada en la baranda de proa. El viento fresco le daba en la cara y hacía ondear su cabello suavemente, era como una caricia que ella disfrutaba y sonreía por tal bendición. Decían que al día siguiente llegarían a la ciudad fortificada de Balsodia pero que no se esperara un lugar como Lunargenta porque eran dos lugares completamente distintos. Ya comprobaría cuan distintas eran las dos ciudades.
Sintió que era apropiado irse a acostar, ella seguía teniendo la cama mientras que Asbjorn tenía una cómoda hamaca que colgaba bamboleante. Entró y no estaba él allí, así que aprovechó para sacarse la ropa del día y ponerse una batola para dormir. Se sentó en la cama y se sacó las botas, dejándolas junto a la porta. Sacó sus medias y las colgó. Se puso de pie para sacarse el chaleco y la camisa, colgándolo todo con cuidado. Desabrochó su cinturón y su pantalón, sacándoselo con total tranquilidad mientras tarareaba una de las canciones que habían cantado los marineros durante la cena. Sacó de debajo de la almohada su batola y la desdobló, extendiéndola sobre la cama, luego comenzó a desanudarse el sostén, el cual colgó antes de colgar su pantalón, escondiéndolo de la vista del mago cuando entrara. Estiró los brazos hacia arriba y atrás, feliz de sentir la libertad y que sus turgentes senos colgaran naturales sin estar amarrados al sujetador.
Tomó su batola por la costura de los hombros y se dispuso a ponérsela, cuando de golpe se abrió la puerta del camarote. Allí frente a ella, con los ojos abiertos de par en par, estaba Asbjorn, atónito. Ingela atinó a girar y ponerse la batola, rápidamente se metió a la cama y se tapó hasta la coronilla, cerrando los ojos pero escuchando atentamente los movimientos del brujo.
Última edición por Ingela el Miér 7 Dic - 21:00, editado 2 veces
Ingela
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Re: Llama al dragón. [Asbjorn/Libre][+18][CERRADO]
La mirada de Ingela sobre el brujo se sentía como un martillo acusador encima. En términos generales, él veía a la gente hasta que se incomodaban, y esto solía suceder en pocos segundos. No parecía el caso de la dragona, quien a pesar de la pinta extraña de Asbjørn, se mantenía mirándolo. No pasó demasiado tiempo hasta que el brujo se incomodase ligeramente y evitara mantener contacto visual. La hora de la cena fue la campana que salvó la delicada estabilidad mental del brujo, permitiéndole un poco más de libertad. Acompañó (en silencio, como es de esperar) a Ingela hasta el comedor, donde se permitió la comida más consistente que había tenido desde que llegó a Lunargenta. Pasearse por proa era quizá la única actividad interesante que haría. Aunque estaría allí siempre y cuando no hubiera nadie más. Altamar le aterraba y el vaivén del barco con constancia le producía náuseas. No tenía demasiada idea de dónde quedaba Baslodia ni qué se podría hacer por allá. Quizá vería razas nuevas que podría estudiar de lejos. La hora de dormir se tornaba bastante incómoda. La primera noche, el brujo se limitó a encaramarse en su hamaca y hacer que ésta se sellara sobre él, casi como si durmiera dentro de una crisálida. El siguiente día fue un poco más peculiar; el brujo se había perdido caminando de proa a popa y estaba un poco pasado de la hora de dormir. al llegar al camarote la puerta estaba extrañamente cerrada, y en un acto impetuoso la abrió sin mucho titubeo para encontrarse con una rubia en paños menores cambiándose de ropa. Ese había sido con creces el momento más incómodo del viaje, Asbjørn se tornó de un preocupante color azul y aunque ella había conseguido vestirse en un santiamén, él se limitó a cerrar la puerta y alejarse (o más bien, huir) del camarote, volviendo a proa. Esperaría allí hasta al menos medianoche solo para asegurarse de que ella estaría dormida.
Se detuvo a ver el cielo nocturno, que era mucho más atractivo en altamar que en la ciudad, y se preguntó a sí mismo qué demonios hacía siguiendo a una dragona hasta lugares tan alejados de casa. Ya era prudentemente tarde, así que se dejó la pregunta para después y se dispuso a regresar al camarote, no sin antes perderse un par de veces en el camino. Al llegar, abrió la puerta con uso de su magia para no hacer ruido en absoluto, y en pocos instantes él ya estaba enroscado en su bamboleante hamaca que al menos contrarrestaba un poco el vaivén del navío.
En lo que sintió el cielo comenzando a aclararse por la porta, se bajó de su hamaca, alisó su túnica, subió su capucha y tomó su bastón para salir del camarote antes de que la dragona se despertase. No estaba demasiado interesado en el desayuno, pues a primeras horas de la mañana era cuando el movimiento del barco le afectaba más, y ya ansiaba llegar a Baslodia para bajarse del infernal barco, así que se quedó en popa viendo el sol salir en el horizonte detrás del mar. Al menos la vista calmaba sus ansias.
Se detuvo a ver el cielo nocturno, que era mucho más atractivo en altamar que en la ciudad, y se preguntó a sí mismo qué demonios hacía siguiendo a una dragona hasta lugares tan alejados de casa. Ya era prudentemente tarde, así que se dejó la pregunta para después y se dispuso a regresar al camarote, no sin antes perderse un par de veces en el camino. Al llegar, abrió la puerta con uso de su magia para no hacer ruido en absoluto, y en pocos instantes él ya estaba enroscado en su bamboleante hamaca que al menos contrarrestaba un poco el vaivén del navío.
En lo que sintió el cielo comenzando a aclararse por la porta, se bajó de su hamaca, alisó su túnica, subió su capucha y tomó su bastón para salir del camarote antes de que la dragona se despertase. No estaba demasiado interesado en el desayuno, pues a primeras horas de la mañana era cuando el movimiento del barco le afectaba más, y ya ansiaba llegar a Baslodia para bajarse del infernal barco, así que se quedó en popa viendo el sol salir en el horizonte detrás del mar. Al menos la vista calmaba sus ansias.
Asbjørn
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Re: Llama al dragón. [Asbjorn/Libre][+18][CERRADO]
Finalmente se quedó dormida y cuando despertó no estaba el brujo. Tras lavarse se vistió rápidamente, ¡no vaya a entrar el brujo y la viera de nuevo! De ahora en adelante le pagaría una habitación separada. Se tomó un minuto para sentarse en la cama y organizar sus pensamientos; ahora el brujo la conocía mejor que cualquier otra persona, ya que había visto partes de su cuerpo que ni siquiera su madre veía a estas alturas de su vida. Luego, él hacía flotar cosas y hablaba el idioma del dragón, uno que ella misma no se había dedicado a aprender bien, eso era lo que ella quería de él, por qué conocía algo que era tan de su especie y él que ni siquiera conocía el norte, se había apropiado de algo que no le pertenecía.
-¡Balsodia!- escuchó que gritaba un marinero avisando que pronto atracarían en el puerto de la mentada ciudad. Ingela no había escuchado buenas referencias de Balsodia, le habían dicho que era fea, oscura, pobre y con poco que ofrecer. Pero estaba en su ruta de viaje, además allí comenzaría su viaje a pie hacia la tierra de los elfos, a quienes deseaba conocer. Por último, tocaría tierra y ya estaba harta del viaje en barco y de dormir con Asbjorn, corriendo el riesgo de que le viera sus partes femeninas de nuevo.
Apresuradamente, guardó lo que tenía acomodado en el camarote en su mochila y se la echó al hombro. Amarrado y disimulado lo mejor posible estaba su mandoble; una pesada espada de grandes proporciones que había sido su regalo al nacer por parte de sus padres, sus hermanos habían recibido una también, forjada con el fuego de su madre y las manos hábiles de su padre. Salió del camarote y subió a la cubierta, buscando con la mirada al pequeño mago; haría como si nada hubiese pasado. Lo encontró pensativo, mirando hacia la ciudad, detectó quizás un poco de ansiedad en su expresión. Y bueno, ella se había dado cuenta de lo mal que la pasaba a bordo, incluso peor que ella.
Se acercó y saludó con la mano, esbozando una sonrisa, la misma expresión de todos los días pero esta vez no le habló en el idioma común, usó una estrategia mejor: hablarle en el lenguaje del dragón.
-Drem Yol Lok- dijo llamando la atención de Asbjorn -Paaz sul- dijo y se puso a su lado.
-¡Balsodia!- escuchó que gritaba un marinero avisando que pronto atracarían en el puerto de la mentada ciudad. Ingela no había escuchado buenas referencias de Balsodia, le habían dicho que era fea, oscura, pobre y con poco que ofrecer. Pero estaba en su ruta de viaje, además allí comenzaría su viaje a pie hacia la tierra de los elfos, a quienes deseaba conocer. Por último, tocaría tierra y ya estaba harta del viaje en barco y de dormir con Asbjorn, corriendo el riesgo de que le viera sus partes femeninas de nuevo.
Apresuradamente, guardó lo que tenía acomodado en el camarote en su mochila y se la echó al hombro. Amarrado y disimulado lo mejor posible estaba su mandoble; una pesada espada de grandes proporciones que había sido su regalo al nacer por parte de sus padres, sus hermanos habían recibido una también, forjada con el fuego de su madre y las manos hábiles de su padre. Salió del camarote y subió a la cubierta, buscando con la mirada al pequeño mago; haría como si nada hubiese pasado. Lo encontró pensativo, mirando hacia la ciudad, detectó quizás un poco de ansiedad en su expresión. Y bueno, ella se había dado cuenta de lo mal que la pasaba a bordo, incluso peor que ella.
Se acercó y saludó con la mano, esbozando una sonrisa, la misma expresión de todos los días pero esta vez no le habló en el idioma común, usó una estrategia mejor: hablarle en el lenguaje del dragón.
-Drem Yol Lok- dijo llamando la atención de Asbjorn -Paaz sul- dijo y se puso a su lado.
- Traducción:
Drem Yol Lok: Del cielo, fuego de paz
Paaz sul: Algo como "buenos días"
Ingela
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Re: Llama al dragón. [Asbjorn/Libre][+18][CERRADO]
- ¡Baslodia!
Escuchó distante desde la popa, y sintió alivio de saber que pronto atracarían. Quitó la mirada del horizonte y la volvió hacia Ingela, que se acercaba a saludar desde los camarotes. Al fin había hablando en un idioma que al mago sí le interesaba, por lo que le devolvió la sonrisa, precedida de un susurro audible «Drem Yol Lok, Dovahsebrom» y una reverencia bastante respetuosa, con su voz pausada, tranquila y con un tono atipicamente grave. En pocos términos, estaba ignorando el extraño acontecimiento de la noche anterior, lo cual era una especie de trauma que le costaría olvidar. El movimiento del barco pronto se detuvo y supo que ya habían llegado al puerto de Baslodia. En pocos momentos le había llegado el olor húmedo de las paredes fortificadas, y el ambiente no era precisamente cómodo, por no mencionar la afluencia de maná que le hacía sentir asfixiado. La gente comenzaba a hacer fila en el borde del barco para bajar, aunque eran menos personas de lo que esperaba. Se mantuvo detrás de la dragona en todo momento, con su capucha subida y el calor sofocante en su cabello y cuerpo. Una vez sintió la madera del embarcadero respiró tan hondo como sus pulmones le permitían, aunque no fue precisamente la experiencia más agradable oler hojas marchitas, humedad y moho. Definitivamente Baslodia no sería su destino turístico favorito, pero todo fuera por conocimiento.
Aún con su no tan elaborado calzado, sentía la tierra suave bajo sus pies y cómo se hundía por el peso en cada pisada. Era una sensación bastante incómoda y casi podría asegurar que sus pies también estaban humedeciéndose. Su bastón también sufría el mismo destino, cada vez que lo apoyaba al suelo éste se hundía un par de centímetros y quedaba ligeramente atrapado por la hojarasca. Detalló el paisaje; el muro fortificado de la ciudad era una pared de piedra enmohecida, aunque de aspecto bastante resistente. No se veía mucho más allá de la muralla, y la puerta gigante de madera estaba cerrada. Se preguntó si tendrían que bajarla cada vez que alguien entrara o había algún portal más pequeño. No lejos de la ciudad había un bosquecillo que le recordaba a su hogar en las islas Illidenses, y añoró estar ahí por un momento. Habían pasado solo cuatro días desde su partida, pero jamás había estado siquiera lejos de casa. Este bosque era notablemente más seco que el que era su hogar y las hojas parecían estar siempre marchitas. O al menos eso pensaba él. Se alejó de su nostalgia y volvió la vista a la dragona, dedicándole una mirada bastante irritada.
- I fen aak.
Fue lo único que se limitó a decir, y agachó la mirada al suelo mientras se apoyaba de su bastón, el cual se había hundido considerablemente ya.
Escuchó distante desde la popa, y sintió alivio de saber que pronto atracarían. Quitó la mirada del horizonte y la volvió hacia Ingela, que se acercaba a saludar desde los camarotes. Al fin había hablando en un idioma que al mago sí le interesaba, por lo que le devolvió la sonrisa, precedida de un susurro audible «Drem Yol Lok, Dovahsebrom» y una reverencia bastante respetuosa, con su voz pausada, tranquila y con un tono atipicamente grave. En pocos términos, estaba ignorando el extraño acontecimiento de la noche anterior, lo cual era una especie de trauma que le costaría olvidar. El movimiento del barco pronto se detuvo y supo que ya habían llegado al puerto de Baslodia. En pocos momentos le había llegado el olor húmedo de las paredes fortificadas, y el ambiente no era precisamente cómodo, por no mencionar la afluencia de maná que le hacía sentir asfixiado. La gente comenzaba a hacer fila en el borde del barco para bajar, aunque eran menos personas de lo que esperaba. Se mantuvo detrás de la dragona en todo momento, con su capucha subida y el calor sofocante en su cabello y cuerpo. Una vez sintió la madera del embarcadero respiró tan hondo como sus pulmones le permitían, aunque no fue precisamente la experiencia más agradable oler hojas marchitas, humedad y moho. Definitivamente Baslodia no sería su destino turístico favorito, pero todo fuera por conocimiento.
Aún con su no tan elaborado calzado, sentía la tierra suave bajo sus pies y cómo se hundía por el peso en cada pisada. Era una sensación bastante incómoda y casi podría asegurar que sus pies también estaban humedeciéndose. Su bastón también sufría el mismo destino, cada vez que lo apoyaba al suelo éste se hundía un par de centímetros y quedaba ligeramente atrapado por la hojarasca. Detalló el paisaje; el muro fortificado de la ciudad era una pared de piedra enmohecida, aunque de aspecto bastante resistente. No se veía mucho más allá de la muralla, y la puerta gigante de madera estaba cerrada. Se preguntó si tendrían que bajarla cada vez que alguien entrara o había algún portal más pequeño. No lejos de la ciudad había un bosquecillo que le recordaba a su hogar en las islas Illidenses, y añoró estar ahí por un momento. Habían pasado solo cuatro días desde su partida, pero jamás había estado siquiera lejos de casa. Este bosque era notablemente más seco que el que era su hogar y las hojas parecían estar siempre marchitas. O al menos eso pensaba él. Se alejó de su nostalgia y volvió la vista a la dragona, dedicándole una mirada bastante irritada.
- I fen aak.
Fue lo único que se limitó a decir, y agachó la mirada al suelo mientras se apoyaba de su bastón, el cual se había hundido considerablemente ya.
- Traducción:
- Drem Yol Lok: Del cielo, fuego de paz. (Saludo)
Dovahsebrom: Dragón del norte.
I fen aak: Te sigo. (Literalmente; Tú me guías)
Asbjørn
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Re: Llama al dragón. [Asbjorn/Libre][+18][CERRADO]
Efectivamente, Baslodia no era un lugar bonito. Era una ciudad triste, con personas de aspecto duro pero de ojos afligidos. No estaba ese brillo de Lunargenta o la sensación de prosperidad que se siente en Dundarak. La ciudad/fuerte les dio la bienvenida con su semblante sombrío.
Ingela volteaba de vez en cuando para asegurarse que Asbjorn estuviera tras ella. Constataba que la seguía de cerca, siguiéndole el paso. -Iremos a una posada que me recomendó el capitán- le dijo. -Como verás, bajé mi mochila completa, no volveremos al barco- continuó diciendo al pequeño brujo que miraba a su al rededor constantemente. Ella no podía verle bien la cara, estaba tapada con la capucha de su capa, pero imaginaba que miraba todo con un sentimiento entre desagrado, angustia y miedo. Ella lo comprendía, también le causaba un poco de desazón aquel lugar.
-Veamos el lado bueno, conoceremos la ciudad fortificada, las minas, los jardines del castillo... y luego podremos decir que estuvimos en esos lugares y no volver. ¿No lo crees? Habremos matado la curiosidad- dijo intentando ser optimista. Miró a Asbjorn sonriendo, pero, de nuevo, no pudo encontrar el rostro de el hombre. Su sonrisa se apagó despacio y giró su rostro para volver a ver el camino -Ya llegamos- dijo deteniéndose frente a una enorme puerta metálica negra. Lucía pesada, como de acero fundido, con gruesos remaches y una aldaba proporcional al tamaño de esta. Ingela se sintió pequeña al lado de aquella puerta.
Suspiró y tomó un aro para llamar, golpeó tres veces y esperó. Al poco rato escuchó ruidos tras la puerta, corrían algo, giraban alguna otra cosa y tiraron una de las puertas, entreabriéndola. Una cabeza se asomó y la cara de una muchacha se dejó ver. -Ehh... ¿esta es la posada de La Mauta?- preguntó tímidamente Ingela. -Sí- respondió amablemente la joven -¡Adelante! Pasen- dijo la chica. Ingela notó una extraña palidez en la chica, pero no hizo mucho caso, lo atribuyó al hecho de vivir justamente en Baslodia.
Ingela ingresó al lugar, estaba bastante oscuro, sin ventanas, y la spocas que habían, estaban cubiertas con gruesos paños que impedían el paso de la luz del sol. La iluminación era por antorchas que colgaban en las paredes. Ingela comenzó a sentir que algo no estaba bien. Miró a Asbjorn buscando algún indicio de si él sentía algo parecido. -Están de suerte, se ha desocupado una habitación con cama doble. Las demás están ocupadas- dijo con tranquilidad la chica. Aquello hizo olvidar cualquier mal presentimiento y dejar a Ingela pasmada -Espere. ¿dice que solo tiene una habitación? ¿Con una sola cama?- dijo Ingela. -Así es- respondió la chica mientra los llevaba escaleras arriba. Pasaron al tercer piso, caminaron por un pasillo hasta que ella se detuvo frente a una puerta. Sacó un manojo de llaves del bolsillo de su delantal y buscó hasta que encontró un juego de llaves marcadas -Esta es su habitación, la 23. Soy Larvella, ¿Usted?- dijo la muchacha con tranquilidad. -Soy Ingela, él es Asbjorn- respondió. -Bienvenidos, espero que disfruten de su estancia en nuestra posada, es la mejor de Baslodia- dijo Larvella y miró de arriba a abajo a la pareja -En serio, no encontrarán nada mejor que esto- finalizódedicándoles una extraña sonrisa que a Ingela le pareció desdén.
Larvella bajó hasta la cocina, allí habían 3 cocineros trabajando que no se fijaron en que la chica abría una puerta que daba al subterráneo. Bajó unas largas y uscuras escaleras hasta llegar a una habitación donde colgaban de cabeza dos cuerpos humanos, despellejados, de quienes un cuarto cocinero cortaba trozos de carne de las piernas muy concentrado y con mucho cuidado. La chica se detuvo y miró al cocinero -¡Eh! ¡Luan! ¿Cuanto más podremos sacar de estos?- preguntó. -Nos queda como para un día más. La posada está llena.- le respondió el cocinero. -Está bien, hay un mercader que está por finalizar sus negocios con dos ayudantes, ahí compensamos- dijo ella y se despidió.
Ingela volteaba de vez en cuando para asegurarse que Asbjorn estuviera tras ella. Constataba que la seguía de cerca, siguiéndole el paso. -Iremos a una posada que me recomendó el capitán- le dijo. -Como verás, bajé mi mochila completa, no volveremos al barco- continuó diciendo al pequeño brujo que miraba a su al rededor constantemente. Ella no podía verle bien la cara, estaba tapada con la capucha de su capa, pero imaginaba que miraba todo con un sentimiento entre desagrado, angustia y miedo. Ella lo comprendía, también le causaba un poco de desazón aquel lugar.
-Veamos el lado bueno, conoceremos la ciudad fortificada, las minas, los jardines del castillo... y luego podremos decir que estuvimos en esos lugares y no volver. ¿No lo crees? Habremos matado la curiosidad- dijo intentando ser optimista. Miró a Asbjorn sonriendo, pero, de nuevo, no pudo encontrar el rostro de el hombre. Su sonrisa se apagó despacio y giró su rostro para volver a ver el camino -Ya llegamos- dijo deteniéndose frente a una enorme puerta metálica negra. Lucía pesada, como de acero fundido, con gruesos remaches y una aldaba proporcional al tamaño de esta. Ingela se sintió pequeña al lado de aquella puerta.
Suspiró y tomó un aro para llamar, golpeó tres veces y esperó. Al poco rato escuchó ruidos tras la puerta, corrían algo, giraban alguna otra cosa y tiraron una de las puertas, entreabriéndola. Una cabeza se asomó y la cara de una muchacha se dejó ver. -Ehh... ¿esta es la posada de La Mauta?- preguntó tímidamente Ingela. -Sí- respondió amablemente la joven -¡Adelante! Pasen- dijo la chica. Ingela notó una extraña palidez en la chica, pero no hizo mucho caso, lo atribuyó al hecho de vivir justamente en Baslodia.
Ingela ingresó al lugar, estaba bastante oscuro, sin ventanas, y la spocas que habían, estaban cubiertas con gruesos paños que impedían el paso de la luz del sol. La iluminación era por antorchas que colgaban en las paredes. Ingela comenzó a sentir que algo no estaba bien. Miró a Asbjorn buscando algún indicio de si él sentía algo parecido. -Están de suerte, se ha desocupado una habitación con cama doble. Las demás están ocupadas- dijo con tranquilidad la chica. Aquello hizo olvidar cualquier mal presentimiento y dejar a Ingela pasmada -Espere. ¿dice que solo tiene una habitación? ¿Con una sola cama?- dijo Ingela. -Así es- respondió la chica mientra los llevaba escaleras arriba. Pasaron al tercer piso, caminaron por un pasillo hasta que ella se detuvo frente a una puerta. Sacó un manojo de llaves del bolsillo de su delantal y buscó hasta que encontró un juego de llaves marcadas -Esta es su habitación, la 23. Soy Larvella, ¿Usted?- dijo la muchacha con tranquilidad. -Soy Ingela, él es Asbjorn- respondió. -Bienvenidos, espero que disfruten de su estancia en nuestra posada, es la mejor de Baslodia- dijo Larvella y miró de arriba a abajo a la pareja -En serio, no encontrarán nada mejor que esto- finalizódedicándoles una extraña sonrisa que a Ingela le pareció desdén.
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Larvella bajó hasta la cocina, allí habían 3 cocineros trabajando que no se fijaron en que la chica abría una puerta que daba al subterráneo. Bajó unas largas y uscuras escaleras hasta llegar a una habitación donde colgaban de cabeza dos cuerpos humanos, despellejados, de quienes un cuarto cocinero cortaba trozos de carne de las piernas muy concentrado y con mucho cuidado. La chica se detuvo y miró al cocinero -¡Eh! ¡Luan! ¿Cuanto más podremos sacar de estos?- preguntó. -Nos queda como para un día más. La posada está llena.- le respondió el cocinero. -Está bien, hay un mercader que está por finalizar sus negocios con dos ayudantes, ahí compensamos- dijo ella y se despidió.
Ingela
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Re: Llama al dragón. [Asbjorn/Libre][+18][CERRADO]
El brujo arqueó la ceja en un aire de desaprobación al intento de optimismo de la dragona. No había nada que pudiera ver bueno en el lugar. Se limitó a seguirla en silencio, curioseando minuciosamente con la mirada cada rincón de Baslodia que estaba al alcance. Al llegar a la posada de la que había hablado, algo comenzó a sentirse raro para el brujo. Había una especie de olor raro en el aire, aunque se lo adjudicó a la presencia humana y no le prestó demasiada atención. Al entrar, el sitio le pareció más sofocante incluso que su camarote; había pocas ventanas y estaban cubiertas, y aunque él no era fanático del aire libre, al menos esa libertad necesitaba ante la ausencia de magia. La mirada de Ingela se posó sobre él y él la devolvió frunciendo el ceño; se dio cuenta de que ella también estaba sintiendo que las cosas no iban del todo bien. Abrió los ojos como platos ante la noticia, ¿Tendría que compartir camas con Ingela? No. No le parecía en lo absoluto correcto. Por supuesto que no. Por más que ella le rogara, él se sentaría en el suelo y dormiría allí, sentado.
Entró casi a regañadientes a su habitación y sentía que el aire se le iba más con cada minuto en la supuesta posada. Cuando la moza se retiró, Asbjørn le dedicó una mirada irritada a la joven.
- Rut.
Susurró lo suficientemente bajo como para que sólo ella lo oyera. Ambos sabían que algo no andaba bien, pero al pequeño brujo poco se le ocurría para sacarse de apuros. Sacó su libro de arcanos, el cual escondía en su túnica. No era particularmente un libro bonito; las páginas estaban amarillas y la cubierta era de madera ya demasiado desgastada por los años. Se preguntó si al menos habría algo que le ayudara, cuando menos, a sellar la puerta con suficiente fuerza como para idear otra manera de escapar. Nunca estaba de más ser precavido. El peculiar olor le azotó una vez más; no, no eran humanos. Olía a muerte.
Entró casi a regañadientes a su habitación y sentía que el aire se le iba más con cada minuto en la supuesta posada. Cuando la moza se retiró, Asbjørn le dedicó una mirada irritada a la joven.
- Rut.
Susurró lo suficientemente bajo como para que sólo ella lo oyera. Ambos sabían que algo no andaba bien, pero al pequeño brujo poco se le ocurría para sacarse de apuros. Sacó su libro de arcanos, el cual escondía en su túnica. No era particularmente un libro bonito; las páginas estaban amarillas y la cubierta era de madera ya demasiado desgastada por los años. Se preguntó si al menos habría algo que le ayudara, cuando menos, a sellar la puerta con suficiente fuerza como para idear otra manera de escapar. Nunca estaba de más ser precavido. El peculiar olor le azotó una vez más; no, no eran humanos. Olía a muerte.
- Traducción:
- Rut: Peligro
Elocuencia ante todo.
Asbjørn
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Re: Llama al dragón. [Asbjorn/Libre][+18][CERRADO]
Ingela vio la puerta cerrarse tras Larvella y quedó con la cabeza revuelta, pero era la hora de almorzar, la comida siempre le tranquilizaba y ayudaba a pensar mejor. Quizás toda esa angustia que sentía era por hambre, nada más. Dejo su mochila en el suelo y giró para ver a Asbjorn quien sacaba un libro. En la gastada cubierta se veían letras de la antigua lengua de los dragones. Con mucha curiosidad, se acercó al brujo -¿Qué es eso?- preguntó poniéndose al lado de él para poder ver mejor el libro.
Al brujo lo había conocido en el puerto de Lunargenta el día que partieron hacia Baslodia. El la había seguido por el mercado, donde conocieron al hombre gato, luego se vieron envueltos en una pelea de cantina con un montón de marineros, algunos de mala monta, otros muy honorables. Tras eso, ella sin pensarlo lo invitó a viajar con ella y él, sorpresivamente, aceptó. Ahora estaban en un lugar tranquilo y donde nada los interrumpiría, y aunque ella preferiría hablar con él en un lugar más bonito, aquella habitación serviría.
Corrió las cortinas y abrió las ventanas para que circulara el aire y refrescara la habitación, luego se acercó a la mesita que estaba junto a la ventana y sacó la silla, tomó asiento e hizo un gesto a Asbjorn para que se acomodara -Es momento de hablar- le dijo seriamente -Hemos llegado a este punto evitando hablar de el por qué me seguiste en el mercado del puerto de Lunargenta. Yo te invité a venir conmigo porque...- dijo pero se detuvo, ya que no estaba segura de lo que diría. En realidad, lo único sabía era que quería saber quién era él, por qué hablaba la lengua del dragón y cómo se podía hacer flotar piedras.
-Tú hablas la lengua de los antiguos dragones, la que hablan los monjes, los maestros y los altos mandos de Dundarak. Haces magia y tienes la cara maquillada. Me seguiste en el mercado y hasta esta ciudad. Hay algo que nos une y siento que tiene que ver con el hecho de que por mi cuerpo corre sangre de dragón- comenzó Ingela.
Miró a Asbjorn y continuó -Antes de desaparecer, los antiguos dragones dieron de beber a los humanos más fieles de su sangre, entregándoles así un poco de su poder y divinidad; el dragón del fuego, del aire, de la tierra, del agua y del hielo cada uno a un grupo de personas, aquellos que los adoraban y veneraban. con fervor, recibieron su gracia. Yo soy descendiente de aquellos hombres y mujeres por eso cuando lo deseo, puedo transformar mi cuerpo en el de uno y manejar el fuego. Es por eso que entiendo el lenguaje de los antiguos dragones. Pero tú lo conoces mejor y quiero saber por qué- dijo la chica y guardó silencio esperando algún tipo de respuesta del brujo.
Al brujo lo había conocido en el puerto de Lunargenta el día que partieron hacia Baslodia. El la había seguido por el mercado, donde conocieron al hombre gato, luego se vieron envueltos en una pelea de cantina con un montón de marineros, algunos de mala monta, otros muy honorables. Tras eso, ella sin pensarlo lo invitó a viajar con ella y él, sorpresivamente, aceptó. Ahora estaban en un lugar tranquilo y donde nada los interrumpiría, y aunque ella preferiría hablar con él en un lugar más bonito, aquella habitación serviría.
Corrió las cortinas y abrió las ventanas para que circulara el aire y refrescara la habitación, luego se acercó a la mesita que estaba junto a la ventana y sacó la silla, tomó asiento e hizo un gesto a Asbjorn para que se acomodara -Es momento de hablar- le dijo seriamente -Hemos llegado a este punto evitando hablar de el por qué me seguiste en el mercado del puerto de Lunargenta. Yo te invité a venir conmigo porque...- dijo pero se detuvo, ya que no estaba segura de lo que diría. En realidad, lo único sabía era que quería saber quién era él, por qué hablaba la lengua del dragón y cómo se podía hacer flotar piedras.
-Tú hablas la lengua de los antiguos dragones, la que hablan los monjes, los maestros y los altos mandos de Dundarak. Haces magia y tienes la cara maquillada. Me seguiste en el mercado y hasta esta ciudad. Hay algo que nos une y siento que tiene que ver con el hecho de que por mi cuerpo corre sangre de dragón- comenzó Ingela.
Miró a Asbjorn y continuó -Antes de desaparecer, los antiguos dragones dieron de beber a los humanos más fieles de su sangre, entregándoles así un poco de su poder y divinidad; el dragón del fuego, del aire, de la tierra, del agua y del hielo cada uno a un grupo de personas, aquellos que los adoraban y veneraban. con fervor, recibieron su gracia. Yo soy descendiente de aquellos hombres y mujeres por eso cuando lo deseo, puedo transformar mi cuerpo en el de uno y manejar el fuego. Es por eso que entiendo el lenguaje de los antiguos dragones. Pero tú lo conoces mejor y quiero saber por qué- dijo la chica y guardó silencio esperando algún tipo de respuesta del brujo.
Ingela
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Re: Llama al dragón. [Asbjorn/Libre][+18][CERRADO]
Cuando la dragona se acercó a curiosear el libro, Asbjørn se tensó de pies a cabeza, por lo que el modo de respuesta fue girar el libro y mostrárselo abierto de par en par. Allí habían antiguas marcas que él no comprendía aún, y varias que no se dejaban leer. Aunque no se tuviera conocimientos profundos del idioma, algunas palabras hablaban por sí solas; hablaban de fuego y destrucción, pero también de magia y misterio. Cuando la dragona abrió las ventanas de par en par, él respiró profundo. Al menos algo de aire entraba. Hizo caso cuando le ordenaron sentarse y luego ella puso las cartas sobre la mesa. La retahíla de palabras que Ingela soltó hicieron que el brujo se sintiera, si era posible, más pequeño. Allí estaba otra vez esa palabra mundana que él no comprendía. ¿Qué diantres es maquillaje? Pensó que sería algún tipo de palabra malsonante. Le pareció fascinante la historia de su raza y sus capacidades, aunque ella, en pocas palabras, le estaba exigiendo respuestas. Se sentía acorralado, casi como una cucaracha bajo la bota, y no le quedaba más remedio que hablar.
- Provengo de las islas Illidenses, hogar de los magos. Comprendemos el maná del mundo y sabemos manejarlo. -Su voz le identificaba bastante , era como él; baja, menuda y carrasposa. Como si las palabras salieran con miedo.- Algunos nos hemos instruído en el idioma de los antiguos dragones, y por lo general lo utilizamos para imbuír objetos con magia. -Hizo una pausa prolongada y su expresión cambió a estar ligeramente indignada.- ¿"Maquillado"? ¿Es una clase de insulto o algo así?
Esperó su respuesta y se alzó de la silla. «Es hora del almuerzo» susurró, y abrió la puerta para ir al comedor. El olor penetraba perfectamente en la habitación, era un platillo peculiar que incluía algún tipo de carne de sabor dulzón. Al llegar, había un lío entre un mesero y un comenzal que exigía la presencia del dueño de la posada, y discutieron hasta que apareció la moza que antes nos había atendido, le dijo algunas palabras con una resplandeciente sonrisa y lo condujo a la cocina. No le prestó demasiada atención, quizá sería algún marinero ebrio en busca de su antigua amante o algo así. Volteó para comprobar que Ingela también había salido y buscó una mesa en la que sentarse. El lugar estaba bastante vacío, se lo adjudicó a que la mayoría estaría demasiado ocupados en otras cosas, pero antes de tomar asiento, se escuchó un grito ahogado precedido de un gorgoteo y una maldición que sonaba a la voz de Larvella.
- Este ha hecho demasiado escándalo. -Dijo la moza, pero las paredes no dejaron pasar por completo las palabras, y el brujo no logró entender por completo.-
La joven salió de la cocina con ojos de fuego y clavó la mirada en la inusual pareja. Tenía el delantal manchado de sangre, y el líquido carmesí escurría por las comisuras de sus labios. «¡Vayan por ellos!» Masculló con claras intenciones de hacer de ellos el próximo platillo en la mesa.
- Provengo de las islas Illidenses, hogar de los magos. Comprendemos el maná del mundo y sabemos manejarlo. -Su voz le identificaba bastante , era como él; baja, menuda y carrasposa. Como si las palabras salieran con miedo.- Algunos nos hemos instruído en el idioma de los antiguos dragones, y por lo general lo utilizamos para imbuír objetos con magia. -Hizo una pausa prolongada y su expresión cambió a estar ligeramente indignada.- ¿"Maquillado"? ¿Es una clase de insulto o algo así?
Esperó su respuesta y se alzó de la silla. «Es hora del almuerzo» susurró, y abrió la puerta para ir al comedor. El olor penetraba perfectamente en la habitación, era un platillo peculiar que incluía algún tipo de carne de sabor dulzón. Al llegar, había un lío entre un mesero y un comenzal que exigía la presencia del dueño de la posada, y discutieron hasta que apareció la moza que antes nos había atendido, le dijo algunas palabras con una resplandeciente sonrisa y lo condujo a la cocina. No le prestó demasiada atención, quizá sería algún marinero ebrio en busca de su antigua amante o algo así. Volteó para comprobar que Ingela también había salido y buscó una mesa en la que sentarse. El lugar estaba bastante vacío, se lo adjudicó a que la mayoría estaría demasiado ocupados en otras cosas, pero antes de tomar asiento, se escuchó un grito ahogado precedido de un gorgoteo y una maldición que sonaba a la voz de Larvella.
- Este ha hecho demasiado escándalo. -Dijo la moza, pero las paredes no dejaron pasar por completo las palabras, y el brujo no logró entender por completo.-
La joven salió de la cocina con ojos de fuego y clavó la mirada en la inusual pareja. Tenía el delantal manchado de sangre, y el líquido carmesí escurría por las comisuras de sus labios. «¡Vayan por ellos!» Masculló con claras intenciones de hacer de ellos el próximo platillo en la mesa.
Asbjørn
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Re: Llama al dragón. [Asbjorn/Libre][+18][CERRADO]
Ingela escuchó con asombro al brujo, en todos esos días, no lo había escuchado hablar tantas palabras juntas y en un volumen audible y tono claro. De hecho, no le conocía realmente el sonido de la voz, que al final sonaba como él lucía; era un hombre menudo, de aspecto frágil y temeroso. Ella sentía que debía protegerlo porque ante cualquier brisa fuerte saldría volando por lo menudo de su cuerpo y la enorme capa que se inflaría, seguro un viento del norte lo levantaría por el aire como a una pluma.
Sin embargo, a pesar de su asombro, lo escuchó con atención y curiosidad, ahora quedaba con más dudas que antes. ¿Qué era el maná? ¿Podrían ir a las islas Illidenses? ¿No sabía lo que era maquillarse? ¿Entonces qué tenía en la cara?
-El maquillaje es... pintura que va en la cara. Pintura especial que se ponen las personas en el rostro. Las mujeres para verse más bonitas y los hombres para disfrazarse. Los payasos, por ejemplo, usan maquillaje en sus rostros para vestirse de eso, de payasos...- dijo intentando explicar algo que para ella era tan corriente como ponerse zapatos.
-Es hora del almuerzo- masculló él antes de que ella pudiera comenzar a hacer preguntas acerca de lo que él le había dicho, pero las haría durante el almuerzo. Se sentía más en confianza ahora aunque estar junto a él no le había generado en ningún momento rechazo alguno, al contrario, en el día sentía que ella lo cuidaba y por las noches, al tenerlo cerca, se sentía más tranquila. Incluso tras aquel episodio en la cabina del barco. -Perfecto, vayamos a comer- dijo sonriente.
Esta vez él caminó delante de ella y eso le pareció un buen indicio, tal vez él también se sentía más suelto junto a ella. Habían hablado poco, pero por lo menos ya sabían quienes eran y qué tenían en común: la magia de los dragones antiguos.
Bajó sonriendo las escaleras, inocente de todo lo que ocurriría después.
Cuando el dedo de Larvella apuntó hacia ellos, de la cocina salieron tres hombres a toda velocidad, para Ingela, ellos volaban. Era inhumano cuan rápido cayeron sobre ellos. -¡Asbjorn!- gritó ella y estiró su mano en un intento de agarrarlo, pero dos de ellos estaban encima de ella, no lo alcanzó.
-¡Asbjorn! ¡No!- continuaba gritando hasta que uno de ellos clavó sus afilados colmillos en su hombro. Ingela sintió como si le drenara la vida. Cuando el otro le mordió el cuello, sintió que se ahogaba. Estaba aterrada, su vista se nublaba, su corazón latía tan fuerte y rápido que sentía que iba a explotar, y su vida era succionada, tragándosela aquellos malditos.
-Una llama que crece...- escuchó susurrar a su oma Elle y de repente Ingela vio una enorme llamarada que estallaba frente a ella. Pero no, el fuego no estaba afuera, estaba dentro de ella, en su pecho, en el centro mismo de su ser y explotó, sí, incinerando su cuerpo, quemándola entera. Nada quedó de Ingela, de la hermosa y dulce chica que hablaba sin cesar.
Lanzó un grito y con fuerzas que ni ella misma conocía, empujó lejos al vampiro que tenía encima mordiendo su cuello. El otro vampiro se aferraba a su hombro desde su espalda, Ingela tomó la cabeza del vampiro y corrió de espaldas hasta estamparlo contra la pared más cercana haciendo que la soltara, así aprovechó para girarse y comenzar a golpearlo, cegada de ira. Tenía que deshacerse de él, tenía que ir por Asbjorn. -¡Maldito vampiro! ¡Maldito demonio!- le gritaba mientras con sus puños le destrozaba la cara, sentía los huesos de su cara partirse bajo sus nudillos, la sangre del rostro de ese ser le salpicaba en el suyo, una sangre negra y espesa, pero ella no se detenía y no sabía de piedad, quería matarlo, reventarle la cara. Con una mano lo sostenía del cuello, elevándolo en el aire, pegado a la pared. Su puño libre caía una y hora vez.
Larvella saltó sobre la espalda de Ingela chillando, mordiendo su nuca. Ingela dio unos pasos hacia atrás sacudiéndose frenéticamente para sacarse a la vampiresa de encima. El cuerpo del vampiro que antes Ingela golpeaba inmisericorde, cayó al suelo, ya no tenía rostro, en su lugar una masa de dientes, huesos, sangre, carne y materia gris que se desparramaba en el suelo.
Sin embargo, a pesar de su asombro, lo escuchó con atención y curiosidad, ahora quedaba con más dudas que antes. ¿Qué era el maná? ¿Podrían ir a las islas Illidenses? ¿No sabía lo que era maquillarse? ¿Entonces qué tenía en la cara?
-El maquillaje es... pintura que va en la cara. Pintura especial que se ponen las personas en el rostro. Las mujeres para verse más bonitas y los hombres para disfrazarse. Los payasos, por ejemplo, usan maquillaje en sus rostros para vestirse de eso, de payasos...- dijo intentando explicar algo que para ella era tan corriente como ponerse zapatos.
-Es hora del almuerzo- masculló él antes de que ella pudiera comenzar a hacer preguntas acerca de lo que él le había dicho, pero las haría durante el almuerzo. Se sentía más en confianza ahora aunque estar junto a él no le había generado en ningún momento rechazo alguno, al contrario, en el día sentía que ella lo cuidaba y por las noches, al tenerlo cerca, se sentía más tranquila. Incluso tras aquel episodio en la cabina del barco. -Perfecto, vayamos a comer- dijo sonriente.
Esta vez él caminó delante de ella y eso le pareció un buen indicio, tal vez él también se sentía más suelto junto a ella. Habían hablado poco, pero por lo menos ya sabían quienes eran y qué tenían en común: la magia de los dragones antiguos.
Bajó sonriendo las escaleras, inocente de todo lo que ocurriría después.
Cuando el dedo de Larvella apuntó hacia ellos, de la cocina salieron tres hombres a toda velocidad, para Ingela, ellos volaban. Era inhumano cuan rápido cayeron sobre ellos. -¡Asbjorn!- gritó ella y estiró su mano en un intento de agarrarlo, pero dos de ellos estaban encima de ella, no lo alcanzó.
-¡Asbjorn! ¡No!- continuaba gritando hasta que uno de ellos clavó sus afilados colmillos en su hombro. Ingela sintió como si le drenara la vida. Cuando el otro le mordió el cuello, sintió que se ahogaba. Estaba aterrada, su vista se nublaba, su corazón latía tan fuerte y rápido que sentía que iba a explotar, y su vida era succionada, tragándosela aquellos malditos.
-Una llama que crece...- escuchó susurrar a su oma Elle y de repente Ingela vio una enorme llamarada que estallaba frente a ella. Pero no, el fuego no estaba afuera, estaba dentro de ella, en su pecho, en el centro mismo de su ser y explotó, sí, incinerando su cuerpo, quemándola entera. Nada quedó de Ingela, de la hermosa y dulce chica que hablaba sin cesar.
Lanzó un grito y con fuerzas que ni ella misma conocía, empujó lejos al vampiro que tenía encima mordiendo su cuello. El otro vampiro se aferraba a su hombro desde su espalda, Ingela tomó la cabeza del vampiro y corrió de espaldas hasta estamparlo contra la pared más cercana haciendo que la soltara, así aprovechó para girarse y comenzar a golpearlo, cegada de ira. Tenía que deshacerse de él, tenía que ir por Asbjorn. -¡Maldito vampiro! ¡Maldito demonio!- le gritaba mientras con sus puños le destrozaba la cara, sentía los huesos de su cara partirse bajo sus nudillos, la sangre del rostro de ese ser le salpicaba en el suyo, una sangre negra y espesa, pero ella no se detenía y no sabía de piedad, quería matarlo, reventarle la cara. Con una mano lo sostenía del cuello, elevándolo en el aire, pegado a la pared. Su puño libre caía una y hora vez.
Larvella saltó sobre la espalda de Ingela chillando, mordiendo su nuca. Ingela dio unos pasos hacia atrás sacudiéndose frenéticamente para sacarse a la vampiresa de encima. El cuerpo del vampiro que antes Ingela golpeaba inmisericorde, cayó al suelo, ya no tenía rostro, en su lugar una masa de dientes, huesos, sangre, carne y materia gris que se desparramaba en el suelo.
Ingela
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Re: Llama al dragón. [Asbjorn/Libre][+18][CERRADO]
«¿Pintura en la cara? ¿Quizá se refiere a los puntos de metal?» Pensó luego de oír la explicación de Ingela, a la que no le prestó demasiada atención.
En poco tiempo el lugar se había vuelto un lío de sangre. Dos hombres con el mismo aspecto pálido y sepulcral de Larvella se habían acercado a la dragona y estaban haciéndole daño. El mago se había paralizado del miedo al oír los gritos de ella, aunque un golpe de realidad bastante sólido lo hizo entrar en consciencia; el tercero se había abalanzado sobre él y le estaba drenando la sangre. Jamás había tenido a una persona tan cerca y menos en estas circunstancias. La vista comenzó a nublarse y sentía que lo que le drenaban no era solo sangre, sino vida. No había espacio para un hechizo que le sacara la pata del barro. No tenía una voz con la que proclamar la magia de los dragones ni una pluma con la que invocarla. Ni siquiera tenía su viejo y confiable bastón. Se sentía incluso más impotente que antes, pero se negaba a morir. Lo único que podía escuchar era la voz desesperada de Ingela y no sabía diferenciar si el ruido viscoso de la piel rompiéndose contra un puño provenía del rostro del vampiro o del de ella, pero pensó lo peor.
El pequeño brujo que no se metía con nadie. El pequeño brujo que no existía. El pequeño brujo, que no debía ni tenía. Pocos gustos se daba en la vida y era lo único que realmente era suyo. Ésta vez, había decidido meterse en un viaje extraño con una persona que le llevaría a conocer a los monjes que hablaban su lengua, y no iba a permitir que nadie le quitara lo que él se había apropiado. Nadie le quitaría a Ingela ni a la oportunidad que traía con ella, y nadie le quitaría su propia vida. Aún en su sepulcral e inquietante silencio, hizo aparecer una daga en la mano que no estaba luchando inútilmente por librarse del vampiro y la enterró en su costado repetidas veces, oyendo el dolor de la criatura encima suyo. Jamás había sentido la sangre de otra persona encima, y menos siendo él el atacante. En poco tiempo los quejidos de dolor del vampiro habían cesado y estaba inerte sobre él. Una muerte tan íntima era, sin duda, algo que iba a marcar su existencia por completo. La daga en su mano desapareció y su brazo estaba cubierto de sangre espesa y negruzca, al igual que su costado, donde la ropa se había pegado a su cuerpo y se sentía pegajosa y tibia. En su cuello, por otra parte, sentía la mordida ardiendo y la sangre que escurría por su omóplato.
Asbjørn, quien tenía siempre sus puertas abiertas al osado que necesitara algo de él. Asbjørn, el que pensaba en el bienestar de los demás antes que en el suyo. Ese mismo Asbørn había asesinado dolorosamente a una criatura. Al levantarse, dio varios pasos en falso hasta que logró recuperar la estabilidad, aunque estaba temblando de pies a cabeza y sentía que en cualquier momento se desmayaría. Se giró adonde el ruido de lo que ya era puré de rostro provenía y agradeció que no fuera su compañera. Estuvo a punto de acercarse a decirle que se detuviera, pero pronto estaba la primera vampiresa encima de ella atacándola al cuello. Una silla levitó y se movió a toda marcha hacia Larvella, propinándole un golpe lo suficientemente fuerte como para hacerla apartar los colmillos de Ingela. Estaba bastante consciente de que si se mantenía en la batalla, moriría, sea por los vampiros o por una sobredosis de ansiedad, así que decidió limitarse a ayudar a la chica que sí tenía habilidades de batalla; hizo que un mandoble notablemente parecido al que había utilizado en el bar aquella tarde apareciera frente a ella, con la esperanza que no estuviera demasiado cegada por la ira y la sangre negra en su rostro para no notarlo.
A sus espaldas, el vampiro que antes la chica había arrojado se había incorporado y pronto lo había agarrado. Esta vez, en vez de atacar al cuello con sus colmillos como solían hacerlo los de su especie, le aprisionó ambas manos en la espalda con su izquierda, mientras que con su derecha, con uñas tan afiladas como garras, le tomaba el cuello. Hacía suficiente presión como para que sus garras dieran un mensaje bastante amenazante, por no mencionar un hilo de sangre escurriendo desde la punta de las garras hasta las clavículas del brujo, quien sentía el pulso en su cuello, manos y rostro y casi podía jurar que perdería la consciencia en cualquier momento.
- Suficiente. -Gruñó el vampiro amenazando con afincar las garras hasta poder arrancarle la garganta al brujo. No sería demasiado difícil tomando en cuenta su fuerza y lo delgado que era él.-
En poco tiempo el lugar se había vuelto un lío de sangre. Dos hombres con el mismo aspecto pálido y sepulcral de Larvella se habían acercado a la dragona y estaban haciéndole daño. El mago se había paralizado del miedo al oír los gritos de ella, aunque un golpe de realidad bastante sólido lo hizo entrar en consciencia; el tercero se había abalanzado sobre él y le estaba drenando la sangre. Jamás había tenido a una persona tan cerca y menos en estas circunstancias. La vista comenzó a nublarse y sentía que lo que le drenaban no era solo sangre, sino vida. No había espacio para un hechizo que le sacara la pata del barro. No tenía una voz con la que proclamar la magia de los dragones ni una pluma con la que invocarla. Ni siquiera tenía su viejo y confiable bastón. Se sentía incluso más impotente que antes, pero se negaba a morir. Lo único que podía escuchar era la voz desesperada de Ingela y no sabía diferenciar si el ruido viscoso de la piel rompiéndose contra un puño provenía del rostro del vampiro o del de ella, pero pensó lo peor.
El pequeño brujo que no se metía con nadie. El pequeño brujo que no existía. El pequeño brujo, que no debía ni tenía. Pocos gustos se daba en la vida y era lo único que realmente era suyo. Ésta vez, había decidido meterse en un viaje extraño con una persona que le llevaría a conocer a los monjes que hablaban su lengua, y no iba a permitir que nadie le quitara lo que él se había apropiado. Nadie le quitaría a Ingela ni a la oportunidad que traía con ella, y nadie le quitaría su propia vida. Aún en su sepulcral e inquietante silencio, hizo aparecer una daga en la mano que no estaba luchando inútilmente por librarse del vampiro y la enterró en su costado repetidas veces, oyendo el dolor de la criatura encima suyo. Jamás había sentido la sangre de otra persona encima, y menos siendo él el atacante. En poco tiempo los quejidos de dolor del vampiro habían cesado y estaba inerte sobre él. Una muerte tan íntima era, sin duda, algo que iba a marcar su existencia por completo. La daga en su mano desapareció y su brazo estaba cubierto de sangre espesa y negruzca, al igual que su costado, donde la ropa se había pegado a su cuerpo y se sentía pegajosa y tibia. En su cuello, por otra parte, sentía la mordida ardiendo y la sangre que escurría por su omóplato.
Asbjørn, quien tenía siempre sus puertas abiertas al osado que necesitara algo de él. Asbjørn, el que pensaba en el bienestar de los demás antes que en el suyo. Ese mismo Asbørn había asesinado dolorosamente a una criatura. Al levantarse, dio varios pasos en falso hasta que logró recuperar la estabilidad, aunque estaba temblando de pies a cabeza y sentía que en cualquier momento se desmayaría. Se giró adonde el ruido de lo que ya era puré de rostro provenía y agradeció que no fuera su compañera. Estuvo a punto de acercarse a decirle que se detuviera, pero pronto estaba la primera vampiresa encima de ella atacándola al cuello. Una silla levitó y se movió a toda marcha hacia Larvella, propinándole un golpe lo suficientemente fuerte como para hacerla apartar los colmillos de Ingela. Estaba bastante consciente de que si se mantenía en la batalla, moriría, sea por los vampiros o por una sobredosis de ansiedad, así que decidió limitarse a ayudar a la chica que sí tenía habilidades de batalla; hizo que un mandoble notablemente parecido al que había utilizado en el bar aquella tarde apareciera frente a ella, con la esperanza que no estuviera demasiado cegada por la ira y la sangre negra en su rostro para no notarlo.
A sus espaldas, el vampiro que antes la chica había arrojado se había incorporado y pronto lo había agarrado. Esta vez, en vez de atacar al cuello con sus colmillos como solían hacerlo los de su especie, le aprisionó ambas manos en la espalda con su izquierda, mientras que con su derecha, con uñas tan afiladas como garras, le tomaba el cuello. Hacía suficiente presión como para que sus garras dieran un mensaje bastante amenazante, por no mencionar un hilo de sangre escurriendo desde la punta de las garras hasta las clavículas del brujo, quien sentía el pulso en su cuello, manos y rostro y casi podía jurar que perdería la consciencia en cualquier momento.
- Suficiente. -Gruñó el vampiro amenazando con afincar las garras hasta poder arrancarle la garganta al brujo. No sería demasiado difícil tomando en cuenta su fuerza y lo delgado que era él.-
Asbjørn
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Re: Llama al dragón. [Asbjorn/Libre][+18][CERRADO]
No supo qué hizo que Larvella soltara el mordisco con el que chupaba su sangre, pero Ingela aprovechó ese instante en que la vampiresa lanzó un chillido agudo, cargado de dolor, para propinarle un codazo en la boca del estómago que la dejó sin aliento, haciéndola caer sentada al suelo. Agarró el mandoble que flotaba junto a ella, que había aparecido de la nada y que era rodeado por un aura purpúrea como un halo fantasmal, y de un sablazo rebanó la cabeza de la mujer.
-Suficiente- escuchó una voz que sonó lejana, con eco, Ingela giró lentamente y miró con odio al vampiro que sostenía a Asbjorn. -Suelta tu arma o le arranco la cabeza... sabes que lo haré- volvió a hablar el vampiro que miraba a Ingela.
La joven vibraba, no sentía el dolor de las heridas. Miró a Asbjorn y sintió mucha más rabia al verlo cubierto de sangre, dominado por el vampiro y con la más terrible expresión de dolor y miedo en su rostro. ¡Cómo se atrevía a tocar a SU amigo brujo! ¡Al pequeño hechicero que le iba a enseñar a hacer flotar piedras! Levantó el mandoble y lo soltó. Este flotó en el aire hasta que se desvaneció en el aire. -Sueltalo- dijo Ingela pero no era esa su voz, no, no sonaba a ella. Aquella voz grave, gutural, de ultratumba, no era de la linda joven parlanchina. El vampiro sonrió con suficiencia y apretó más al mago haciendo que este sintiera más dolor y eso lo pudo ver Ingela en sus ojos que la miraban suplicante.
-Te dije..- dijo en voz baja la chica -¡QUE LO SOLTARAS!- gritó y su grito se convirtió en un rugido ensordecedor que hizo estremecer las paredes de todo el edificio. Acelerada por la adrenalina y la ira, la transformación de Ingela en dragón duró un pestañeo y el furioso dragón rojo se abrió paso rompiendo la ropa de la chica. Rugió de nuevo y miró al vampiro que soltó al brujo y arrancó a correr, pero de un salto, el dragón le cayó encima y lo tiró al suelo.
Una vez estuvo sobre él lo hizo girar para verle la cara, quería ver y disfrutar su sufrimiento. Con su pata izquierda lo agarró por el cuello, a lo que el vampiro reaccionó con golpes intentando clavar sus propias garras entre las escamas del dragón que no sintió ni cosquillas. Con las garras de su pata derecha rasgó la piel del vientre del vampiro; sus visceras afloraron entre gritos de horror y espanto del hombre que suplicaba pero ella, no, porque aquello no era Ingela, ni siquiera tenía su consciencia, era una bestia de odio y muerte.
Los gritos y chillitos del vampiro se mezclaban con el gorgotear de la sangre que le brotaba de la boca pero el dragón no se detenía, escarbó dentro de su vientre extrayendo todo su contenido hasta que sus garras chocaron con los huesos de la columna del su víctima. Agarró los huesos y los tiró con fuerza, arrancando de un tajo todo su espinazo. Aquello no bastó para que el dragón dejara en paz el cuerpo del vampiro, no se detuvo hasta hacerlo trizas, hasta que no habían más que pedazos irreconocibles de piel y carne desperdigados por el suelo en un charco de sangre viscosa y negra.
Cuando se quedó sin más cuerpo que destazar, el dragón rugió y exhal´lo una llamarada que se extinguió en el aire. Su respiración se escuchaba agitada. Giró y miró a Asbjorn, aún quedaba algo el fuego de la ira en sus ojos, avanzó un par de pasos pero sus patas flaquearon y cayó de bruces al suelo. El cuerpo del dragón convulsionó en fuertes espasmos hasta que se transformó de una bestia infernal a una joven desnuda y herida que lloraba de miedo y de dolor.
-Asbjorn...- musitó mirándolo y extendiendo su mano hacia él.
-Suficiente- escuchó una voz que sonó lejana, con eco, Ingela giró lentamente y miró con odio al vampiro que sostenía a Asbjorn. -Suelta tu arma o le arranco la cabeza... sabes que lo haré- volvió a hablar el vampiro que miraba a Ingela.
La joven vibraba, no sentía el dolor de las heridas. Miró a Asbjorn y sintió mucha más rabia al verlo cubierto de sangre, dominado por el vampiro y con la más terrible expresión de dolor y miedo en su rostro. ¡Cómo se atrevía a tocar a SU amigo brujo! ¡Al pequeño hechicero que le iba a enseñar a hacer flotar piedras! Levantó el mandoble y lo soltó. Este flotó en el aire hasta que se desvaneció en el aire. -Sueltalo- dijo Ingela pero no era esa su voz, no, no sonaba a ella. Aquella voz grave, gutural, de ultratumba, no era de la linda joven parlanchina. El vampiro sonrió con suficiencia y apretó más al mago haciendo que este sintiera más dolor y eso lo pudo ver Ingela en sus ojos que la miraban suplicante.
-Te dije..- dijo en voz baja la chica -¡QUE LO SOLTARAS!- gritó y su grito se convirtió en un rugido ensordecedor que hizo estremecer las paredes de todo el edificio. Acelerada por la adrenalina y la ira, la transformación de Ingela en dragón duró un pestañeo y el furioso dragón rojo se abrió paso rompiendo la ropa de la chica. Rugió de nuevo y miró al vampiro que soltó al brujo y arrancó a correr, pero de un salto, el dragón le cayó encima y lo tiró al suelo.
Una vez estuvo sobre él lo hizo girar para verle la cara, quería ver y disfrutar su sufrimiento. Con su pata izquierda lo agarró por el cuello, a lo que el vampiro reaccionó con golpes intentando clavar sus propias garras entre las escamas del dragón que no sintió ni cosquillas. Con las garras de su pata derecha rasgó la piel del vientre del vampiro; sus visceras afloraron entre gritos de horror y espanto del hombre que suplicaba pero ella, no, porque aquello no era Ingela, ni siquiera tenía su consciencia, era una bestia de odio y muerte.
Los gritos y chillitos del vampiro se mezclaban con el gorgotear de la sangre que le brotaba de la boca pero el dragón no se detenía, escarbó dentro de su vientre extrayendo todo su contenido hasta que sus garras chocaron con los huesos de la columna del su víctima. Agarró los huesos y los tiró con fuerza, arrancando de un tajo todo su espinazo. Aquello no bastó para que el dragón dejara en paz el cuerpo del vampiro, no se detuvo hasta hacerlo trizas, hasta que no habían más que pedazos irreconocibles de piel y carne desperdigados por el suelo en un charco de sangre viscosa y negra.
Cuando se quedó sin más cuerpo que destazar, el dragón rugió y exhal´lo una llamarada que se extinguió en el aire. Su respiración se escuchaba agitada. Giró y miró a Asbjorn, aún quedaba algo el fuego de la ira en sus ojos, avanzó un par de pasos pero sus patas flaquearon y cayó de bruces al suelo. El cuerpo del dragón convulsionó en fuertes espasmos hasta que se transformó de una bestia infernal a una joven desnuda y herida que lloraba de miedo y de dolor.
-Asbjorn...- musitó mirándolo y extendiendo su mano hacia él.
Ingela
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Re: Llama al dragón. [Asbjorn/Libre][+18][CERRADO]
Observó con horror cómo la vampiresa era asesinada en un mar de sangre y su cabeza rebotando en el suelo. En poco, el agarre del vampiro se había tornado más fuerte y hacía fluir la sangre con más facilidad. La voz de Ingela se tornó muy lejana de lo que ella era, y en un grito que sonó más a un rugido se convirtió en un enorme dragón rojo. Así que eso era. Esa era la gran bestia de la que hablaban sus libros. Sintió una mezcla de terror y alivio, pues no sabía hasta qué punto ella controlaría esa forma. Respiró con dificultad cuando el vampiro salió corriendo y ella lo tomó para hacerlo añicos zarpazo tras zarpazo. Garra tras garra, pronto el lugar se había vuelto un río de sangre, vísceras y carne desmenuzada, era un paisaje bastante perturbador incluso para los de estómago fuerte. Cuatro muertes en línea habían afectado bastante el radar mágico de Asbjørn; casi podía sentir cómo las almas abandonaban sus cuerpos y la maldición de los vampiros se consumía entre dolorosos gritos de desesperación. Sintió cómo la magia de los dragones comenzaba a fluir en el lugar y la bestia roja había convulsionado hasta dejar a la misma pobre chica que había conocido. No prestó demasiada atención a su desnudez; estaba herida y su rostro estaba húmedo. No de sudor, eran lágrimas las que desplazaban la sangre de sus mejillas. Al escuchar su nombre con la voz tierna que caracterizaba a Ingela, sintió pánico y pena a la vez. No sabía con exactitud cómo reaccionar, pero pronto se quitó la capa, quedándose únicamente vestido con un harapo negro y gastado y pantalones del mismo color. Tendió la prenda sobre ella y tomó su mano para ayudarla a levantarse. Su piel había adquirido un tono más pálido de lo que ya era, tenía el pulso por las nubes y aún estaba temblando como si se fuera a desarmar.
- Ya pasó. -Susurró, no con la misma voz de antes; esta vez, su voz era un hilo apenas audible, carrasposo, grave y apenas entendible.-
Limpió la sangre del rostro de la chica delicadamente con su pulgar, siseándola para calmar sus nervios. Para el pequeño brujo, había sido ya demasiado contacto físico y confianza. No se excedía con la gente, por lo que cuando todo volviera a la normalidad, lo más probable sería que volviera a su común; un par de palabras sólo cuando necesario y haría señas y miradas raras hasta que la gente lo entendiera. O quizá ella habría cambiado su perspectiva, o su trato. No estaba en posición de pensar en eso, ni en nada. A penas se había percatado no solo de que estaba cubierto de sangre en niveles insalubres, que tenía heridas en el cuello y que él mismo había perdido demasiada sangre, sino que el olor que provenía del líquido carmesí ya seco y adherido a su piel era extremadamente repulsivo. Tendría que tomar un baño demasiado largo para quitarse la peste.
- Ya pasó. -Susurró, no con la misma voz de antes; esta vez, su voz era un hilo apenas audible, carrasposo, grave y apenas entendible.-
Limpió la sangre del rostro de la chica delicadamente con su pulgar, siseándola para calmar sus nervios. Para el pequeño brujo, había sido ya demasiado contacto físico y confianza. No se excedía con la gente, por lo que cuando todo volviera a la normalidad, lo más probable sería que volviera a su común; un par de palabras sólo cuando necesario y haría señas y miradas raras hasta que la gente lo entendiera. O quizá ella habría cambiado su perspectiva, o su trato. No estaba en posición de pensar en eso, ni en nada. A penas se había percatado no solo de que estaba cubierto de sangre en niveles insalubres, que tenía heridas en el cuello y que él mismo había perdido demasiada sangre, sino que el olor que provenía del líquido carmesí ya seco y adherido a su piel era extremadamente repulsivo. Tendría que tomar un baño demasiado largo para quitarse la peste.
Asbjørn
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Re: Llama al dragón. [Asbjorn/Libre][+18][CERRADO]
Con la ayuda de Asbjorn, logró incorporarse, su cuerpo dolía como si la hubiesen aplastado una docena de cragswars. Miró al rededor, encontrando la destrucción y masacre que ella había causado. Sintió asco al ver que había pedazos de cuerpos desperdigados por todas partes y sangre que había salpicado por doquier. Ella misma estaba empapada en sangre, le escurría por el cuerpo y le goteaba del cabello. Sintió el abrazo de Asbjorn para cubrirla con su capa. En aquel momento pensó en que tendría que lavarla y que sería difícil sacar tantas manchas, sería mejor comprarle una capa nueva.
Lograron salir del comedor y llegar al recibidor de la posada, siempre en silencio, ella solo emitía algún quejido cuando le dolía algún movimiento. Donde la habían mordido fluía la sangre, no se detenía, además estaba llena de golpes y heridas abiertas que también sangraban. Comenzaron a subir las escaleras cuando escucharon tras de ellos fuertes golpes a la pesada puerta de hierro hasta que la tiraron abajo. Con gran estrépito entró la guardia de Baslodia vociferando. Ingela se abrazó con más fuerza a Asbjorn gritando de susto, rompiendo a llorar; sus nervios ya no los podía controlar más.
Se lanzaron sobre ellos con violencia, separándolos. Un grupo entró al comedor -¿Pero qué es esto?- se escuchaba desde allí -¿Qué pasó aquí?- retumbaba en la posada. Aquel que parecía el líder del grupo se acercó a ellos, mirándolos con el ceño fruncido. Ingela tiritaba no sabía si de miedo o de frío, aferrada a la capa de Asbjorn para cubrir su desnudez. El hombre inspeccionó a ambos pero reparó en la joven. -Llévenlos a revisar sus heridas. Luego los interrogaremos- dijo y todos acataron sus órdenes.
Ingela ya no podía caminar más, cuando los guardias la tomaron, sus piernas no le respondían, no podía moverlas, así que uno de ellos la tomó en brazos con cuidado, casi que con ternura -Ya terminó, chica- le dijo con suavidad. La sonrisa del guardia sería lo último que ella vería antes de perder el conocimiento.
Lograron salir del comedor y llegar al recibidor de la posada, siempre en silencio, ella solo emitía algún quejido cuando le dolía algún movimiento. Donde la habían mordido fluía la sangre, no se detenía, además estaba llena de golpes y heridas abiertas que también sangraban. Comenzaron a subir las escaleras cuando escucharon tras de ellos fuertes golpes a la pesada puerta de hierro hasta que la tiraron abajo. Con gran estrépito entró la guardia de Baslodia vociferando. Ingela se abrazó con más fuerza a Asbjorn gritando de susto, rompiendo a llorar; sus nervios ya no los podía controlar más.
Se lanzaron sobre ellos con violencia, separándolos. Un grupo entró al comedor -¿Pero qué es esto?- se escuchaba desde allí -¿Qué pasó aquí?- retumbaba en la posada. Aquel que parecía el líder del grupo se acercó a ellos, mirándolos con el ceño fruncido. Ingela tiritaba no sabía si de miedo o de frío, aferrada a la capa de Asbjorn para cubrir su desnudez. El hombre inspeccionó a ambos pero reparó en la joven. -Llévenlos a revisar sus heridas. Luego los interrogaremos- dijo y todos acataron sus órdenes.
Ingela ya no podía caminar más, cuando los guardias la tomaron, sus piernas no le respondían, no podía moverlas, así que uno de ellos la tomó en brazos con cuidado, casi que con ternura -Ya terminó, chica- le dijo con suavidad. La sonrisa del guardia sería lo último que ella vería antes de perder el conocimiento.
Ingela
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Re: Llama al dragón. [Asbjorn/Libre][+18][CERRADO]
Por si las muertes en hilera y las heridas de su cuerpo no habrían sido suficientes, tan pronto como había pisado el recibidor de la posada, un grupo de guardas de Baslodia había entrado con agresivos aires de superioridad, e Ingela se había aferrado al brujo como si él fuese lo único que la mantuviera consciente. Acatando las órdenes del que parecía ser el encargado de la cuadrilla, dos soldados se aproximaron hacia Asbjørn y hacia la dragona. Ella no parecía poder moverse, por lo que el guardia tuvo que tomarla. Por su parte, el otro guardia había aferrado la mano en su hombro con tal firmeza que no le quedaría más remedio que ser conducido cual mula. Sus escasos músculos se tensaron cuando se dio cuenta que su compañera yacía inconsciente en los brazos del hombre, a la vez que se sentía arder de rabia; un sentimiento inusual en el pequeño brujo y bastante incómodo. Observó de hito en hito a cada uno de los hombres de la cuadrilla; Eran altos, anchos y de músculos prominentes. Sus relucientes armaduras podían reflejar el rostro penumbral del brujo. Se dio cuenta de que acabar con ellos sería bastante sencillo; la armadura no cubría el cuello y el casco dejaba libres los ojos. No había rastros de bloqueadores de magia ni ninguna resistencia especial a hechizos. Negó la cabeza ante el pensamiento sanguinario que invadía su mente; Él era Asbjørn, un brujo bondadoso, y no iba a ser corrompido por los acontecimientos recientes.
Ambos fueron llevados a la enfermería del cuartel, donde los habían puesto en cubículos separados y vendaban sus heridas sin demasiada consideración al dolor. Un ungüento que ardía como el infierno se encargaba de mantener las heridas fuera de infecciones, y la sangre había sido lavada de sus rostros y partes descubiertas del cuerpo con una esponja. Estaba muriendo de intriga por saber cómo estarían tratando a la que ahora consideraba a su amiga. Si estaban siendo respetuosos con ella, si habrían curado sus heridas con más delicadeza, si habría despertado. Aún con todas las dudas encima, fue conducido de la misma brusca manera hacia un amplio salón con una mesa en el medio y un guardia que tenía pintas de poseer cierta jerarquía, pues su armadura estaba adornada con blasones de Baslodia y tenía una capa dorada, por no mencionar su casco, que yacía sobre la madera, cuyo metal parecía ser especialmente labrado. Lo sentaron al otro lado de la mesa, y había una silla vacía a su lado, por lo cual tenía la esperanza de que trajeran a su compañera antes de comenzar lo que de seguro sería un tortuoso interrogatorio del que no podrían salir particularmente dignos.
Ambos fueron llevados a la enfermería del cuartel, donde los habían puesto en cubículos separados y vendaban sus heridas sin demasiada consideración al dolor. Un ungüento que ardía como el infierno se encargaba de mantener las heridas fuera de infecciones, y la sangre había sido lavada de sus rostros y partes descubiertas del cuerpo con una esponja. Estaba muriendo de intriga por saber cómo estarían tratando a la que ahora consideraba a su amiga. Si estaban siendo respetuosos con ella, si habrían curado sus heridas con más delicadeza, si habría despertado. Aún con todas las dudas encima, fue conducido de la misma brusca manera hacia un amplio salón con una mesa en el medio y un guardia que tenía pintas de poseer cierta jerarquía, pues su armadura estaba adornada con blasones de Baslodia y tenía una capa dorada, por no mencionar su casco, que yacía sobre la madera, cuyo metal parecía ser especialmente labrado. Lo sentaron al otro lado de la mesa, y había una silla vacía a su lado, por lo cual tenía la esperanza de que trajeran a su compañera antes de comenzar lo que de seguro sería un tortuoso interrogatorio del que no podrían salir particularmente dignos.
Asbjørn
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Re: Llama al dragón. [Asbjorn/Libre][+18][CERRADO]
Ingela abrió lentamente los ojos y se encontró con un alto techo iluminado por la luz que entraba por un gran ventanal que estaba a sus espaldas. Frunció el ceño, ¿acaso no estaba en la posada? Ah, cierto, los vampiros, la sangre, los guardias.
Con gran dificultad se incorporó, sentándose en el borde del catre. Junto al catre había una mesita con un florero vacío, al fondo una silla. A los pies del catre, a un par de pasos, estaba la puerta. Ingela tenía puesta una bata blanca, sus heridas habían sido curadas y llevaba algunos vendajes y parches. Lo más curioso, era la sensación de liviandad que llevaba en el cuerpo, casi como si flotara. No sentía dolor y estaba feliz, ¡feliz! Sonreía alegre, contenta, sentada con las manos apoyadas en el catre y los pies cruzados, mirando hacia la luz del sol que le entibiaba el rostro. Qué lindo el sol. Tan brillante que era la luz. Cuán bonito era todo.
Suspiraba cuando la puerta de la habitación se entreabrió y una cabeza se asomó. Ingela volteó a mirar y sonrió -¡Hola! Tú eres el soldado de la posada. ¡Hola! ¡Adelante! ¡Pasa!- le dijo alegremente invitándolo a entrar con un gesto de la mano. El guardia entró y la saludó -Soy Albrecht Zollen, Sargento de la Guardia de Baslodia- dijo con cortesía. A Ingela le pareció muy lindo, seguro tendría hijos rosaditos y de cabello rizado. -Si ya se siente en condiciones, me temo que tendremos que hacerle varias preguntas acerca de lo que sucedió en la posada... ¿Recuerda lo que ocurrió esta mañana?- le dijo.
Ingela asintió -Un montón de malditos vampiros, eso es lo que ocurrió- dijo esbozando su dulce sonrisa. La nariz se le arrugaba cuando sonreía así. Albrecht la miró con suspicacia, ¿había dicho vampiros? Sacudió la cabeza para sacarse aquella idea y extendió una mano para que la chica la tomara -Vamos, debe dar su declaración al Capitán-. Ingela tomó suavemente su mano en la del Sargento, se calzó el par de zapatillas que estaban al pie del catre y se puso de pie. El soldado la llevó entonces hacia la sala donde estaban sentados ya el Capitán y Asbjorn.
-¡OH! ¡Mira! ¡Ese es Asbjorn! ¡Es mi amigo!- dijo alegre cuando vio al brujo sentado a un extremo de la mesa. Sin que le dijeran, ella avanzó junto a él y tomó asiento -¿Estás bien?- le preguntó con preocupación. Antes de que el pequeño brujo pudiera responder, se escuchó la grave voz del Capitán -Soy Ethelberht Cuthbert, Capitán de la Guardia de Baslodia.- dijo con severidad. -Yo soy Ingela Feuersteinherzdottir, este es mi amigo Asbjorn. Usted quiere saber qué pasó hoy en la posada, ¿no es verdad?- dijo ella mirándolo enojada pues había interrumpido su conversación con Asbjorn.
Notablemente disgustado por el tono de la respuesta de la joven, el Capitán asintió -Efectivamente, ustedes fueron encontrados en el lugar, habiendo evidencia de un enfrentamiento con desenlace fatal para varios miembros del personal de la posada- dijo el Capitán. Ingela frunció el ceño -¿Ustedes sabían que eran vampiros que se usaban a los huéspedes como alimento?- interrumpió la joven, mirando al hombre con sospecha.
Mientras tanto, Albrecht se mantenía en un rincón de la sala, mirando con desprecio y rabia a Ingela y Asbjorn. ¿Cómo habían logrado salvarse de Larvella? Ella, Jonas, Gino y Meier eran buenos luchadores, fuertes, estos dos eran un muchacho flaco y lánguido y una chica bonita cabeza hueca.
Con gran dificultad se incorporó, sentándose en el borde del catre. Junto al catre había una mesita con un florero vacío, al fondo una silla. A los pies del catre, a un par de pasos, estaba la puerta. Ingela tenía puesta una bata blanca, sus heridas habían sido curadas y llevaba algunos vendajes y parches. Lo más curioso, era la sensación de liviandad que llevaba en el cuerpo, casi como si flotara. No sentía dolor y estaba feliz, ¡feliz! Sonreía alegre, contenta, sentada con las manos apoyadas en el catre y los pies cruzados, mirando hacia la luz del sol que le entibiaba el rostro. Qué lindo el sol. Tan brillante que era la luz. Cuán bonito era todo.
Suspiraba cuando la puerta de la habitación se entreabrió y una cabeza se asomó. Ingela volteó a mirar y sonrió -¡Hola! Tú eres el soldado de la posada. ¡Hola! ¡Adelante! ¡Pasa!- le dijo alegremente invitándolo a entrar con un gesto de la mano. El guardia entró y la saludó -Soy Albrecht Zollen, Sargento de la Guardia de Baslodia- dijo con cortesía. A Ingela le pareció muy lindo, seguro tendría hijos rosaditos y de cabello rizado. -Si ya se siente en condiciones, me temo que tendremos que hacerle varias preguntas acerca de lo que sucedió en la posada... ¿Recuerda lo que ocurrió esta mañana?- le dijo.
Ingela asintió -Un montón de malditos vampiros, eso es lo que ocurrió- dijo esbozando su dulce sonrisa. La nariz se le arrugaba cuando sonreía así. Albrecht la miró con suspicacia, ¿había dicho vampiros? Sacudió la cabeza para sacarse aquella idea y extendió una mano para que la chica la tomara -Vamos, debe dar su declaración al Capitán-. Ingela tomó suavemente su mano en la del Sargento, se calzó el par de zapatillas que estaban al pie del catre y se puso de pie. El soldado la llevó entonces hacia la sala donde estaban sentados ya el Capitán y Asbjorn.
-¡OH! ¡Mira! ¡Ese es Asbjorn! ¡Es mi amigo!- dijo alegre cuando vio al brujo sentado a un extremo de la mesa. Sin que le dijeran, ella avanzó junto a él y tomó asiento -¿Estás bien?- le preguntó con preocupación. Antes de que el pequeño brujo pudiera responder, se escuchó la grave voz del Capitán -Soy Ethelberht Cuthbert, Capitán de la Guardia de Baslodia.- dijo con severidad. -Yo soy Ingela Feuersteinherzdottir, este es mi amigo Asbjorn. Usted quiere saber qué pasó hoy en la posada, ¿no es verdad?- dijo ella mirándolo enojada pues había interrumpido su conversación con Asbjorn.
Notablemente disgustado por el tono de la respuesta de la joven, el Capitán asintió -Efectivamente, ustedes fueron encontrados en el lugar, habiendo evidencia de un enfrentamiento con desenlace fatal para varios miembros del personal de la posada- dijo el Capitán. Ingela frunció el ceño -¿Ustedes sabían que eran vampiros que se usaban a los huéspedes como alimento?- interrumpió la joven, mirando al hombre con sospecha.
Mientras tanto, Albrecht se mantenía en un rincón de la sala, mirando con desprecio y rabia a Ingela y Asbjorn. ¿Cómo habían logrado salvarse de Larvella? Ella, Jonas, Gino y Meier eran buenos luchadores, fuertes, estos dos eran un muchacho flaco y lánguido y una chica bonita cabeza hueca.
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Ingela
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Re: Llama al dragón. [Asbjorn/Libre][+18][CERRADO]
La mirada del capitán se sentía como un martillo encima de Asbjørn, quien no había dicho una palabra desde que lo condujeron allí. Podía sentir la presión en la frente y la sangre que aún estaba pegada en su costado le estaba resultando desquiciadamente incómoda. Por fortuna, en pocos minutos había llegado Ingela y se veía sana y fuerte, una sensación de alivio lo llenó al verla. Antes de poder contestar a su alegre pregunta, el capitán se había presentado con un nombre bastante imponente, y ella había hecho lo mismo. Se sintió ligeramente mareado por la cantidad de letras en los apellidos y casi sintió envidia. Él era Asbjørn. Así, sin más. Sin adornos o apellidos, sin lugar de origen, sin un estandarte familiar que alzar.
Las palabras de Ingela fueron tan rudas que el brujo volteó a verla totalmente extrañado. Hasta ahora, no había captado ese detalle sobre los vampiros, y ahora que ella lo mencionaba, tenía bastante sentido; podía recordar haber visto vagamente cuerpos sin cabeza colgando en ganchos donde Larvella había salido. Se estremeció notablemente y le dedicó una mirada ansiosa a su amiga. Si él hubiese sido una persona normal en aspectos sociales, se habría hecho un mar de palabras desesperadas mezcladas con llanto. En vez de eso, se podía ver la palidez de su rostro mientras repitió lo único que tenía sentido para él en ese momento. «Rut». Dijo sin motivo aparente, y probablemente habría sonado como una máquina rota. En su mente, le había otorgado la palabra a su trauma, pero sentía que había una motivación más profunda. Quizá no habían salido por completo del peligro y de alguna manera, la magia antigua intentaba advertirselo.
Las palabras de Ingela fueron tan rudas que el brujo volteó a verla totalmente extrañado. Hasta ahora, no había captado ese detalle sobre los vampiros, y ahora que ella lo mencionaba, tenía bastante sentido; podía recordar haber visto vagamente cuerpos sin cabeza colgando en ganchos donde Larvella había salido. Se estremeció notablemente y le dedicó una mirada ansiosa a su amiga. Si él hubiese sido una persona normal en aspectos sociales, se habría hecho un mar de palabras desesperadas mezcladas con llanto. En vez de eso, se podía ver la palidez de su rostro mientras repitió lo único que tenía sentido para él en ese momento. «Rut». Dijo sin motivo aparente, y probablemente habría sonado como una máquina rota. En su mente, le había otorgado la palabra a su trauma, pero sentía que había una motivación más profunda. Quizá no habían salido por completo del peligro y de alguna manera, la magia antigua intentaba advertirselo.
Asbjørn
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Re: Llama al dragón. [Asbjorn/Libre][+18][CERRADO]
Ingela se mantuvo altiva mientras miraba al Capitán, él no le intimidaba. Le recordaba a su abuelo, él también había sido Capitán, de la Guardia de Dundarak. Humo un momento en que todos guardaron silencio, Ingela sintió que el viejo Capitán había recibido una noticia bastante perturbadora de la boca de la chica.
-Rut- murmuró Asbjorn. Ingela lo miró con el rabillo del ojo y frunció el ceño; lo mismo había dicho cuando llegaron a la posada. -¿Rut? ¿Hi los faas?- le respondió ella en un susurro. Asbjorn siendo un brujo seguramente percibía mejor ese tipo de cosas que ella. ¿Habrían más vampiros cerca? No, aquel lugar estaba muy iluminado y ella sabía que los vampiros no soportaban la luz del sol.
Finalmente, el Capitán volvió a hablar -Jóvenes, cuéntenme lo que sucedió en la posada, detalladamente- dijo pausadamente mirándolos alternadamente. Ingela miró a Asbjorn y luego al Capitán -Le contaré- dijo Ingela suavemente. -Llegamos temprano, desembarcamos en el puerto y fuimos a esa posada porque nos la recomendó el capitán del barco. Nos recibió la chica, de nombre Larvella- hizo una pausa, tomó aire y continuó. -Subimos a nuestra habitación y dejamos las cosas. Cuando sentimos el aroma a comida, bajamos a almorzar. ¡El aroma era delicioso!- Ingela hablaba contenta y lo último lo dijo sonriendo, evocando el rico aroma que había sentido en aquel momento.
Luego su semblante cambió, volviéndose sombrío -Cuando llegamos al comedor, vimos que Larvella discutía con otro huésped, parece que él exigía hablar con el encargado, quien lo había recibido cuando llegó, ella lo hizo pasar a la cocina y se escucharon unos gritos...- callo un instante, hizo una mueca de desagrado al recordar y continuó -Larvella salió cubierta de sangre, y mandó a que nos mataran, salieron tres cocineros que también eran vampiros. Dos de ellos me atacaron, uno a Asbjorn. Mi amigo y yo nos defendimos de ellos, ambos podemos pelear muy bien. Tuvimos que...- Ingela se detuvo y tragó en seco, miró sus manos que se movían inquietas sobre su regazo, apretando y estirando el borde de su bata -..no tuvimos otra opción... ¡ellos nos iban a matar y a servir para la cena!- exclamó con lágrimas en los ojos.
El capitán los miró con severidad. Sinceramente, no podía creer que tal masacre la hubiesen cometido aquel par. ¿El muchacho? ¿Qué podría hacer aquel raquítico? Seguro se caía si soplaban muy cerca de él. Y la chica... esta chica de rostro lindo y voz dulce, tan frágil, tan tierna... -¿Cómo lo hicieron?- preguntó con real curiosidad el Capitán.
Aquella pregunta le gustó a Albrecht y la respuesta le interesaba muchísimo, así que prestó atención. Ingela miró de nuevo a Asbjorn -No sé qué hizo Asbjorn... yo... poco recuerdo...- dijo mirando sus nudillos reventados -Creo que con uno pelee con los puños... lo demás no lo recuerdo bien...- alzó la mirada hacia Albrecht quien le dedicó una sonrisa reconfortante; por dentro el soldado la maldecía por hablar tan despacio.
-Lo más probable es que lo demás lo hice transformada en dragón- confesó finalmente, hablando casi en un hilo de voz.
¡Un dragón! ¡La chica es un maldito dragón! El capitán y Albrecht pudieron haberse largado a reír en ese momento. Aquellos desgraciados habían tenido la mala fortuna de haber intentado matar a un dragón, peor aún, al amigo de un dragón. Un ser de esa raza jamás permitiría que tocaran lo suyo, son celosos guardianes por naturaleza.
-Un dragón...- pensó Albrecht mirando a Ingela. Aquello le interesó sobremanera. Nunca se habría imaginado tener uno tan cerca. Tantas cosas que podría hacer con un dragón a sus servicios, los vampiros tenían la limitante de la luz del día y solo podían actuar de noche. ¿Pero cómo lograría hacer que ella trabajara para él?
-Rut- murmuró Asbjorn. Ingela lo miró con el rabillo del ojo y frunció el ceño; lo mismo había dicho cuando llegaron a la posada. -¿Rut? ¿Hi los faas?- le respondió ella en un susurro. Asbjorn siendo un brujo seguramente percibía mejor ese tipo de cosas que ella. ¿Habrían más vampiros cerca? No, aquel lugar estaba muy iluminado y ella sabía que los vampiros no soportaban la luz del sol.
Finalmente, el Capitán volvió a hablar -Jóvenes, cuéntenme lo que sucedió en la posada, detalladamente- dijo pausadamente mirándolos alternadamente. Ingela miró a Asbjorn y luego al Capitán -Le contaré- dijo Ingela suavemente. -Llegamos temprano, desembarcamos en el puerto y fuimos a esa posada porque nos la recomendó el capitán del barco. Nos recibió la chica, de nombre Larvella- hizo una pausa, tomó aire y continuó. -Subimos a nuestra habitación y dejamos las cosas. Cuando sentimos el aroma a comida, bajamos a almorzar. ¡El aroma era delicioso!- Ingela hablaba contenta y lo último lo dijo sonriendo, evocando el rico aroma que había sentido en aquel momento.
Luego su semblante cambió, volviéndose sombrío -Cuando llegamos al comedor, vimos que Larvella discutía con otro huésped, parece que él exigía hablar con el encargado, quien lo había recibido cuando llegó, ella lo hizo pasar a la cocina y se escucharon unos gritos...- callo un instante, hizo una mueca de desagrado al recordar y continuó -Larvella salió cubierta de sangre, y mandó a que nos mataran, salieron tres cocineros que también eran vampiros. Dos de ellos me atacaron, uno a Asbjorn. Mi amigo y yo nos defendimos de ellos, ambos podemos pelear muy bien. Tuvimos que...- Ingela se detuvo y tragó en seco, miró sus manos que se movían inquietas sobre su regazo, apretando y estirando el borde de su bata -..no tuvimos otra opción... ¡ellos nos iban a matar y a servir para la cena!- exclamó con lágrimas en los ojos.
El capitán los miró con severidad. Sinceramente, no podía creer que tal masacre la hubiesen cometido aquel par. ¿El muchacho? ¿Qué podría hacer aquel raquítico? Seguro se caía si soplaban muy cerca de él. Y la chica... esta chica de rostro lindo y voz dulce, tan frágil, tan tierna... -¿Cómo lo hicieron?- preguntó con real curiosidad el Capitán.
Aquella pregunta le gustó a Albrecht y la respuesta le interesaba muchísimo, así que prestó atención. Ingela miró de nuevo a Asbjorn -No sé qué hizo Asbjorn... yo... poco recuerdo...- dijo mirando sus nudillos reventados -Creo que con uno pelee con los puños... lo demás no lo recuerdo bien...- alzó la mirada hacia Albrecht quien le dedicó una sonrisa reconfortante; por dentro el soldado la maldecía por hablar tan despacio.
-Lo más probable es que lo demás lo hice transformada en dragón- confesó finalmente, hablando casi en un hilo de voz.
¡Un dragón! ¡La chica es un maldito dragón! El capitán y Albrecht pudieron haberse largado a reír en ese momento. Aquellos desgraciados habían tenido la mala fortuna de haber intentado matar a un dragón, peor aún, al amigo de un dragón. Un ser de esa raza jamás permitiría que tocaran lo suyo, son celosos guardianes por naturaleza.
-Un dragón...- pensó Albrecht mirando a Ingela. Aquello le interesó sobremanera. Nunca se habría imaginado tener uno tan cerca. Tantas cosas que podría hacer con un dragón a sus servicios, los vampiros tenían la limitante de la luz del día y solo podían actuar de noche. ¿Pero cómo lograría hacer que ella trabajara para él?
Ingela
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Re: Llama al dragón. [Asbjorn/Libre][+18][CERRADO]
El brujo asintió levemente a su pregunta y calló el resto de la conversa; Se limitó a escuchar con detalle la historia que él mismo no se creía aunque le hubiese dejado marca. Sintió la voz de la chica volviéndose oscura y su rostro cambiar conforme el recuerdo la azotaba. Sintió el peso de otra mirada conforme el capitán hacía preguntas que la dragona contestaba; el soldado que había guiado a Ingela no había salido del salón y estaba atento a cada palabra que intercambiaban. No sabía si se estaba dejando llevar por su desconfianza hacia los humanos o el presentimiento era real, pero las sonrisas inocentes que le dedicaba a su amiga no eran confiables en lo absoluto. Cuando ella mencionó su transformación, ambos parecieron completamente sorprendidos. ¿Acaso no habían oído nunca de los dragones en Baslodia? Quizá nunca habían visto un ejemplar. Albrecht sonrió nuevamente, pero esta vez la malicia en sus labios era más notable; no era un juego, algo andaba realmente mal. La mejor idea que tuvo el inocente brujo fue presumir también de sus habilidades, quizá así al menos los meterían a ambos en el mismo saco. Miró al capitán a los ojos por primera vez en toda la reunión y una espada azul rodeada de energía comenzó a surgir del centro de la mesa y se quedó en el aire. «Kunz», susurró, las runas se marcaron en la hoja del arma como si fueran zarpas escribiendo sobre el metal y hubo un destello proveniente de la conjuración. El destello se consumió sobre sí mismo y desapareció como si nunca hubiese estado ahí. Aunque fue un acto convincente, la atención del soldado aún permanecía en la chica, provocando que Asbjørn se tensara notablemente. Le dedicó una mirada irritada a su amiga y arrimó la silla hacia ella, brindando alguna especie de aire protector extraño, puesto que poco podría hacer él frente a una dragona que hace poco había despedazado a una persona hasta dejar poco más que entrañas y un mar de sangre.
Asbjørn
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Re: Llama al dragón. [Asbjorn/Libre][+18][CERRADO]
-Vaya, y este es un brujo... al final la pareja esta era más que un chico flaco y una cabezahueca- pensó Albrecht con sorna. Levantó una ceja y sopesó las posibilidades. -¿Me serviría el brujo? En cualquier taberna de mala muerte de Beltrexus puedo conseguir un hechicero que por un saco de aeros trabaje para mi. Pero un dragón... no es tan fácil como ir a la tasca favorita de los mercenarios y contratar uno...- pensaba el hombre cuando cayó en cuenta que el brujo lo miraba con desconfianza. Notó además un aire protector del brujo hacia la chica -¡Oh vaya! ¡Un par de tortolitos interraciales!- se burló y no pudo ocultar una macabra sonrisa que se le dibujó en el rostro.
Si estos dos eran pareja, podría usar al pequeño brujo para obligar a la dragona a hacer lo que él quería.
El capitán Ethelberht decidió dar por finalizado el interrogatorio y pidió a su sargento que los llevara a sus celdas, se puso de pie y tras despedirse muy educadamente, salió de la sala. Para ese momento, Albrecht ya sabía lo que iba a hacer. Una vez salió el capitán, ingresó otro soldado a quien Albrecht interceptó y le susurró algunas indicaciones al oído. El soldado asintió y se dirigió hacia Asbjorn a quien tomó por el brazo y se lo llevó. Abrecht, con su sonrisa zalamera, se acercó a Ingela y la invitó a seguirlo -Lamentablemente, tendré que llevarte a un lugar poco agradable. ¡Haz confesado haber matado a tres personas!- le dijo con amabilidad. Le extendió una mano, la cual ella tomó resignada. Posando el brazo de ella en el suyo, la guió fuera de la sala -¿No nos encerrarán juntos a Asbjorn y a mi?- preguntó Ingela con inocencia. -Me temo que no- dijo Albrecht que no sonaba tan amable como antes.
Apenas salieron de la sala, cuatro hombres saltaron sobre Ingela, encadenándola, amarrándole los brazos al cuerpo. -¿Qué pasa? ¿Qué es esto?- grito ella forcejeando con los hombres que apretaban sobre ella unas gruesas cadenas. A rastras la llevaron al patio donde la empujaron al suelo, haciéndola caer de bruces. Allí estaba Asbjorn atado a una estaca -No... Asb... ¿qué haces? ¿Por qué haces esto?- lloró la chica mirando al sargento cuyo rostro se había desfigurado por completo, esbozando una sonrisa macabra. -Es fácil, dragoncita. Tú me obedecerás o tu brujo muere. Así de simple.- dijo el hombre.
Tomó el rostro de la chica por el mentón y la hizo mirar hacia otro lado, justo al centro del patio donde estaba de rodillas el capitán y un grupo de hombres, con las manos atadas a la espalda. -¿Ves al capitán Ethelberht allí? Ahora está vivo, pero mañana no.- le dijo, hizo una pausa y continuó -¡Porque ahora lo va a matar un dragón!- gritó emocionado -¡Al maldito Ethelberht y a sus hombres los matará un dragón!- gritó de nuevo y se echó a reír. Algunos de los soldados, aquellos que estaban con Albrecht, rieron con sorna, haciendo eco a las carcajadas de él.
Ingela estaba realmente asustada, las lágrimas corrían por sus mejillas empapándole el rostro. -Por favor no... por lo que más quieras...- rogaba a Albrecht. -Oh querida... no tienes opción...- le dijo y haciendo una seña, apareció un soldado con una antorcha la cual acercó peligrosamente a Asbjorn.
Si estos dos eran pareja, podría usar al pequeño brujo para obligar a la dragona a hacer lo que él quería.
El capitán Ethelberht decidió dar por finalizado el interrogatorio y pidió a su sargento que los llevara a sus celdas, se puso de pie y tras despedirse muy educadamente, salió de la sala. Para ese momento, Albrecht ya sabía lo que iba a hacer. Una vez salió el capitán, ingresó otro soldado a quien Albrecht interceptó y le susurró algunas indicaciones al oído. El soldado asintió y se dirigió hacia Asbjorn a quien tomó por el brazo y se lo llevó. Abrecht, con su sonrisa zalamera, se acercó a Ingela y la invitó a seguirlo -Lamentablemente, tendré que llevarte a un lugar poco agradable. ¡Haz confesado haber matado a tres personas!- le dijo con amabilidad. Le extendió una mano, la cual ella tomó resignada. Posando el brazo de ella en el suyo, la guió fuera de la sala -¿No nos encerrarán juntos a Asbjorn y a mi?- preguntó Ingela con inocencia. -Me temo que no- dijo Albrecht que no sonaba tan amable como antes.
Apenas salieron de la sala, cuatro hombres saltaron sobre Ingela, encadenándola, amarrándole los brazos al cuerpo. -¿Qué pasa? ¿Qué es esto?- grito ella forcejeando con los hombres que apretaban sobre ella unas gruesas cadenas. A rastras la llevaron al patio donde la empujaron al suelo, haciéndola caer de bruces. Allí estaba Asbjorn atado a una estaca -No... Asb... ¿qué haces? ¿Por qué haces esto?- lloró la chica mirando al sargento cuyo rostro se había desfigurado por completo, esbozando una sonrisa macabra. -Es fácil, dragoncita. Tú me obedecerás o tu brujo muere. Así de simple.- dijo el hombre.
Tomó el rostro de la chica por el mentón y la hizo mirar hacia otro lado, justo al centro del patio donde estaba de rodillas el capitán y un grupo de hombres, con las manos atadas a la espalda. -¿Ves al capitán Ethelberht allí? Ahora está vivo, pero mañana no.- le dijo, hizo una pausa y continuó -¡Porque ahora lo va a matar un dragón!- gritó emocionado -¡Al maldito Ethelberht y a sus hombres los matará un dragón!- gritó de nuevo y se echó a reír. Algunos de los soldados, aquellos que estaban con Albrecht, rieron con sorna, haciendo eco a las carcajadas de él.
Ingela estaba realmente asustada, las lágrimas corrían por sus mejillas empapándole el rostro. -Por favor no... por lo que más quieras...- rogaba a Albrecht. -Oh querida... no tienes opción...- le dijo y haciendo una seña, apareció un soldado con una antorcha la cual acercó peligrosamente a Asbjorn.
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Re: Llama al dragón. [Asbjorn/Libre][+18][CERRADO]
- CIERRE DEL TEMA:
- Ya que mi compañero no aparece, procedo a cerrar el tema, dejándolos en suspenso... Les dejo el final a su libre imaginación.
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