El campamento [Libre] [4/4] [Cerrado]
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El campamento [Libre] [4/4] [Cerrado]
Campamento de los Cazadores en Lago de Luna. Faltan días para la batalla final.
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Maldito fuera el día que decidimos ir desde Dundarak a Sacrestic atravesando el Gran Lago Heimdal, es decir, creyendo atajar por la hipotenusa, y no haber ido por los catetos del triángulo, que era el camino civilizado y el asfaltado. Un sinfín de problemas nos habían asediado en las dos semanas que transcurrieron desde que salimos de la capital de los dragones. Pero en mi cabeza se había quedado grabado uno de ellos…El del enfrentamiento con Belladonna. Fue un combate muy duro, pero gracias a Eltrant Tale y, muy que me pese, a ese asqueroso chupasangres de Víctor, había conseguido salir de aquel enfrentamiento viva. A pesar de todo, durante los días venideros había sido reticente a contarle a Cassandra toda la verdad, simplemente le expliqué que me había encontrado con un vampiro, aunque mi evidente cambio de humor podría hacerla sospechar. No pensaba decírselo. ¿Qué pensaría esa estúpida pija si se me ocurría decirle que la loca de Belladonna era mi madre? La misma que había secuestrado a la suya y que la había torturado hasta los dolores extremos. Conociendo lo cínicos que son los Harrowmont, seguramente la niñita de papá lo aprovecharía para hacer campaña en mi contra, como de costumbre. Los Harrowmont siempre se quedan con lo malo. Y se olvidarían de que hace apenas dos meses había salvado a su madre.
En cuanto a Isabella, me había engañado toda la vida. Sí. Esa mujer, Isabella Boisson, mi “madre adoptiva”, tendría que responder por todas las mentiras que me había contado. Por haberme “secuestrado” en contra de mi voluntad y, encima, por no habérmelo advertido. Estaba harta de sus secretos. Nunca me había hablado de Bella, ni mucho menos me dijo que ella era mi auténtica madre, por culpa de su silencio había perdido a Igraine.
El enfrentamiento evidentemente había afectado a mi estado de humor, que aumentaba según estábamos más cerca de Sacrestic Ville. Durante los dos últimos días, a pesar de que fueron muy tranquilos, no dije prácticamente nada, me dedicaba a liderar el camino, siempre al frente y a relacionarme lo mínimo posible con el resto de integrantes del pequeño grupo compuesto por Cass, Eltrant y dos cazadores más. Mi estado avinagrado era evidente para cualquiera de los presentes, pero sólo Eltrant conocía la causa, y esperaba que así siguiera siendo.
Ya estábamos muy cerca. Habíamos quedado cerca de un pequeño lago en las afueras de Sacrestic Ville, del que podríamos proveernos de agua. Movilizar un “ejército” de unas treinta personas hasta allí sin ser vistos era una tarea casi imposible, y por ello avanzábamos en grupos. Era de vital importancia que la Hermandad no sospechase de nuestra presencia en la ciudad. Pero finalmente allí se encontraba, en la ladera de una montaña descuidada, lejos de las luces de Sacrestic Ville, el campamento, provisto de una pequeña empalizada improvisada. El gremio había llegado al menos en una cantidad grande. Uno de los vigías nos había visto llegar.
-¡Abrid las puertas! – gritó hacia abajo - ¡Lady Boisson y Lady Cassandra Harrowmont han llegado! – Las puertas del campamento de los cazadores rápidamente se abrieron. – Maestras Huracán y Cassandra, ¿se encuentran bien? – nos preguntó el vigía, Sebastián, calmadamente. Le miré, pero tenía tantas ganas de hablar con mi madre que ni siquiera me detuve a responderle.
-Estoy bien. – contesté seca y rápido, sin sonreír. Con mi voz más grave. - ¿Hemos llegado los últimos? ¿Falta alguien?
-Pues… así a bote pronto… - tenía un pequeño papel en el que iba tachando el nombre de los cazadores que ya habíamos acudido a la llamada de Isabella y James. – La familia Calhoun aún no ha llegado, tampoco la sacerdotisa Thenidiel y… hmm. Los hermanos Roche tampoco están. El resto están todos, creo. ¡Ah! Y la guardia Alanna Delteria. – informó. ¿Alanna Delteria? ¿En serio le había mandado también una carta? ¿Y cómo sabía ella…? ¡Agh! Es Isabella. Experta en espiarme, para qué preguntaré nada. Hablando de ella, decidí cambiar de tema. – Pero, un momento, ¿quién es este tipo que os acompaña, milady? – preguntó echándole un ojo a Tale.
-Tale. – respondí, me volví hacia Eltrant y le miré con mi típica cara de pocos amigos. – Un… compañero. No es peligroso. – respondí, y acto seguido volví al tema de Isabella. - Tengo que hablar con mi… - carraspeé a tiempo. No iba a decir mi madre. No iba a decirlo. – Isabella. – corregí.
-Vuestra madre se encuentra en la tienda de campaña central – me comunicó. – De hecho os está aguardando, a vos y a la señorita Harrowmont. - Giré ligeramente la cabeza, mostrando disconformidad.
-Tengo asuntos privados que hablar con ella. Asuntos que a la “señorita Harrowmont” –enfaticé este nombre – no le importan lo más mínimo. – la miré seria, como por encima del hombro - ¿Verdad que no… Cassie? – le pregunté retóricamente, bajando la voz, para que sólo me escuchara ella llamarla por su diminutivo, alzando las cejas y dejando la comisura de mis labios medio abierta. Luego me di la vuelta y, con el mismo tono, me dirigí a Eltrant sin mirarle. – Aquí no la líes, Tale. Nos conocemos. – advertí y me dispuse a caminar hacia la tienda de campaña, sin saber si ellos me seguirían. Cass era presuntuosa y no le gustaba quedar por debajo, pero estaba tan centrada en mi madre que ni siquiera me fijé si alguno me seguía o no.
Última edición por Huracán el Jue Jun 01 2017, 19:13, editado 2 veces
Anastasia Boisson
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Re: El campamento [Libre] [4/4] [Cerrado]
Acababa de volver del norte, su piel aun ardía y sus ojos reflejaban la nieve por la que había dejado sus huellas, al menos, ya había confirmado que el pánico que le causaba subir al norte había quedado atrás, a penas había abierto la puerta y tirado al suelo las bolsas dejándose caer tras la puerta cerrada cuando, bajo sus manos, había visto un sobre blanco con el simbolo de una familia que desconocía. Extrañada, lo observó, no pertenecía a ninguna familia de Lunargenta, pero estaba claro que era de alguien con poder monetario, el papel era caro, suave, firme y grueso, y la caligrafía con la que parecían haber garabateado su nombre, aunque descuidada, elegante.
Suspiró abriendo la carta mientras se levantaba y comenzaba quitarse la ropa para meterse en la bañera, necesitaba un respiro, necesitaba descansar, respirar después de todo el ejetreo, su hermana estaba viva, su temor al norte, sus ataques de ansiedad por el simple hecho de pensar en subir, habían quedado olvidados en el momento en que había visto a su hermana viva, porque, al final, lo único que le impedía subir, era ese temor inmenso a que la lápida se le volviera a clavar en su cabeza, la próxima vez, destruiría esa losa con toda la fuerta que tenía en su menudo cuerpo. Suspiró dejando tirados los pantalones mientras entraba al baño y dejaba caer el agua. Se sentó en un taburete y comenzó a leer. La carta era de una tal Isabella, que le pedía ayuda, decía ser una gran maga, trabajar en la academia tensai de las islas Ilidienses ¿pero por qué a ella?
Dejó la carta a mitad al ver la tina llena y soltó su pelo dejando caer la camisa y se metió en el agua dejandose resvalar. Salió cuando esta ya estaba fría y se apresuró a vestirse, agradeciendo como no lo había hecho desde hacía años el tener un hogar tranquilo y ropa limpia que ponerse, recogió y a penas recordó la carta hasta que estaba la comida lista y ella ya había dado la primera cucharada. Corrió a cogerla de la banqueta del baño y siguió leyendo mientras comía, hasta que al leer un nombre lo comprendió todo Huracán estaba el peligro.
Tragó lo que tenía en la boca y dejándolo todo como estaba, empaquetó un par de cosas, se colocó un pantalón sobre la camisola, se puso sus protecciones, armándose hasta los dientes, y salió camino a casa de su padre para tomar a Juvia prestada una vez más antes de volver a lanzarse a los caminos, para volver a hacerse al camino para llegar cuanto antes al lago de la luna. Pasó, también, por la guardia, dispuesta a informar, dado que Eltrant estaba también en ese lugar, según la carta, y pudo pasar, antes de salir, a por algunas cosas del chico, entrando a su recien estrenado taller. Sam la recibió con su más que adorable carater, haciendo que se tuviera que detener para acariciarlo, pero, en cuanto hubo cogido algo de ropa del joven, salió de Lunargenta.Tardó a penas unos días en alcanzar el campamento que se abrió frente a ella al llegar.
Descendió con prisas de Juvia para ser recibida por una mujer con aires soberbios, que la tranquilizó diciendole que Huracán aun no estaba presente. La dejaron pasar a una carpa cómoda y preparada con bastante lujo y detalle para dejarla sola con un buen plato de comida frente a ella y la invitación a dormir un rato, al verle las marcadas ojeras que encuadraban sus ojos oscuros. Miró a su alrededor comiendo un plato de sopa cargado hasta los bordes, mientras se preguntaba dónde andaría Huracán y porque no la informaban de nada.
Miró la cama con cara de querer acostarse, pero temerosa de perderse la llegada de la bruja, sin embargo, le habían dicho que tardaría bastante, no debería importar que se pegase una pequeña siesta, llevaba, al final, más de dos días sin dormir para poder alcanzar el lugar a tiempo. Una joven la hizo pasar a una tienda y le dio una especie de túnica blanca, al parecer era propio de la escuela tensai vestir ese tipo de vestimenta. Con un suspiro, tras haber comido, Alanna se cambio, no demasiado convencida, pero segura de que, si quería dormir, estaría más cómoda con eso que son su ropa y su armamento encima.
Finalmente se acostó en un camastro y se durmió de puro cansancio, con los parpados pesados, los ojos cansados y la cabeza tamborileando, ni siquiera soñó, hasta que la llegada de alguien más, varias horas después, la hizo despertar y vestirse, nuevamente, con sus ropas. Se recogió el pelo mientras salía, a tiempo de ver a Huri alejarse y, en la puerta, a una desconocida y la cara que más le habría aliviado ver en ese momento, para confirmar que estaba vivo. Se acercó corriendo dando gracias en silencio por no haberle perdido. Estaba herido, claramente, pero, al final, vivo.
- ¡Elt!- le llamó mientras comenzaba a detener su paso, para no parecer demasiado entusiasmada o atosigarle con una preocupación que, al final, era suya y que probablemente el chico no lograría entender. - Me alegro de verte, me alegro de saber que estás bien.- le sonrió luchando contra sus manos para no lanzarse a abrazarle.- ¿qué haces aquí?- le preguntó llegando a su frente.- me parece que necesitas que te traten las heridas, iré a buscar un botiquín y...- se detuvo, reparando en que aun no se había presentado a la joven que lo acompañaba.- Perdón, soy una maleducada.- se disculpó.- Me llamo Alanna, y soy amiga de la in...- se cortó, no, él no la recordaba, no podía hablar de esas cosas.- soy compañera de Eltrant, y su amiga, también de Huracán.- explicó- Un placer...- esperó a que se presentara la otra chica, rezando porque le dieran algunas respuestas.
Suspiró abriendo la carta mientras se levantaba y comenzaba quitarse la ropa para meterse en la bañera, necesitaba un respiro, necesitaba descansar, respirar después de todo el ejetreo, su hermana estaba viva, su temor al norte, sus ataques de ansiedad por el simple hecho de pensar en subir, habían quedado olvidados en el momento en que había visto a su hermana viva, porque, al final, lo único que le impedía subir, era ese temor inmenso a que la lápida se le volviera a clavar en su cabeza, la próxima vez, destruiría esa losa con toda la fuerta que tenía en su menudo cuerpo. Suspiró dejando tirados los pantalones mientras entraba al baño y dejaba caer el agua. Se sentó en un taburete y comenzó a leer. La carta era de una tal Isabella, que le pedía ayuda, decía ser una gran maga, trabajar en la academia tensai de las islas Ilidienses ¿pero por qué a ella?
Dejó la carta a mitad al ver la tina llena y soltó su pelo dejando caer la camisa y se metió en el agua dejandose resvalar. Salió cuando esta ya estaba fría y se apresuró a vestirse, agradeciendo como no lo había hecho desde hacía años el tener un hogar tranquilo y ropa limpia que ponerse, recogió y a penas recordó la carta hasta que estaba la comida lista y ella ya había dado la primera cucharada. Corrió a cogerla de la banqueta del baño y siguió leyendo mientras comía, hasta que al leer un nombre lo comprendió todo Huracán estaba el peligro.
Tragó lo que tenía en la boca y dejándolo todo como estaba, empaquetó un par de cosas, se colocó un pantalón sobre la camisola, se puso sus protecciones, armándose hasta los dientes, y salió camino a casa de su padre para tomar a Juvia prestada una vez más antes de volver a lanzarse a los caminos, para volver a hacerse al camino para llegar cuanto antes al lago de la luna. Pasó, también, por la guardia, dispuesta a informar, dado que Eltrant estaba también en ese lugar, según la carta, y pudo pasar, antes de salir, a por algunas cosas del chico, entrando a su recien estrenado taller. Sam la recibió con su más que adorable carater, haciendo que se tuviera que detener para acariciarlo, pero, en cuanto hubo cogido algo de ropa del joven, salió de Lunargenta.Tardó a penas unos días en alcanzar el campamento que se abrió frente a ella al llegar.
Descendió con prisas de Juvia para ser recibida por una mujer con aires soberbios, que la tranquilizó diciendole que Huracán aun no estaba presente. La dejaron pasar a una carpa cómoda y preparada con bastante lujo y detalle para dejarla sola con un buen plato de comida frente a ella y la invitación a dormir un rato, al verle las marcadas ojeras que encuadraban sus ojos oscuros. Miró a su alrededor comiendo un plato de sopa cargado hasta los bordes, mientras se preguntaba dónde andaría Huracán y porque no la informaban de nada.
Miró la cama con cara de querer acostarse, pero temerosa de perderse la llegada de la bruja, sin embargo, le habían dicho que tardaría bastante, no debería importar que se pegase una pequeña siesta, llevaba, al final, más de dos días sin dormir para poder alcanzar el lugar a tiempo. Una joven la hizo pasar a una tienda y le dio una especie de túnica blanca, al parecer era propio de la escuela tensai vestir ese tipo de vestimenta. Con un suspiro, tras haber comido, Alanna se cambio, no demasiado convencida, pero segura de que, si quería dormir, estaría más cómoda con eso que son su ropa y su armamento encima.
Finalmente se acostó en un camastro y se durmió de puro cansancio, con los parpados pesados, los ojos cansados y la cabeza tamborileando, ni siquiera soñó, hasta que la llegada de alguien más, varias horas después, la hizo despertar y vestirse, nuevamente, con sus ropas. Se recogió el pelo mientras salía, a tiempo de ver a Huri alejarse y, en la puerta, a una desconocida y la cara que más le habría aliviado ver en ese momento, para confirmar que estaba vivo. Se acercó corriendo dando gracias en silencio por no haberle perdido. Estaba herido, claramente, pero, al final, vivo.
- ¡Elt!- le llamó mientras comenzaba a detener su paso, para no parecer demasiado entusiasmada o atosigarle con una preocupación que, al final, era suya y que probablemente el chico no lograría entender. - Me alegro de verte, me alegro de saber que estás bien.- le sonrió luchando contra sus manos para no lanzarse a abrazarle.- ¿qué haces aquí?- le preguntó llegando a su frente.- me parece que necesitas que te traten las heridas, iré a buscar un botiquín y...- se detuvo, reparando en que aun no se había presentado a la joven que lo acompañaba.- Perdón, soy una maleducada.- se disculpó.- Me llamo Alanna, y soy amiga de la in...- se cortó, no, él no la recordaba, no podía hablar de esas cosas.- soy compañera de Eltrant, y su amiga, también de Huracán.- explicó- Un placer...- esperó a que se presentara la otra chica, rezando porque le dieran algunas respuestas.
Última edición por Alanna Delteria el Miér Mar 15 2017, 18:58, editado 1 vez
Alanna Delteria
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Re: El campamento [Libre] [4/4] [Cerrado]
Desde que era muy pequeña siempre había soñado con ser cazadora de vampiros. Los empleados de mi padre me contaban multitud de aventuras que vivían y algunos ciudadanos los recordaban con valentía, como héroes que los salvaban de esos seres nocturnos. Y yo algún día deseaba entrar en Beltrexus siendo aclamada por mis vecinos, como una completa heroína. Quería acabar con la vida de esos que perturbaban al resto y los llevaban a una vida maldita.
Pero esa solo era la parte bonita. ¡Jamás había imaginado cómo era en realidad! Duro no… ¡Durísimo! Y al a vez tan emocionante… Sin lugar a dudas entendía por qué los cazadores tenían tanta fama. Además, si aguantaba a Anastasia podía con todo. Había veces que los vampiros resultaban menos estresantes que los cambios de humor de mi compañera. Bueno, vivía en una constante amargura, así que la clave era ignorarla y ya. Pero eso era aburrido. Por lo que había veces que aprovechaba para picarla un poco y así tenía yo mi propio entretenimiento.
Salvo cuando regresó después de la batalla contra un vampiro. Ahí la dejé en paz hasta que llegamos al campamento. Su humor era más insoportable que de costumbre y eso quería decir que estaba afectada por algo. ¿Por un vampiro? Era raro, pero no pregunté más de la cuenta ni traté de inmiscuirme en lo que había pasado. Pero tenía que ser algo gordo para que Anastasia estuviera tan ensimismada.
Esos dos días el silencio en el grupo era máximo. Sólo se rompía por temas excepcionales y durante algunos minutos. Después, silencio otra vez. Hasta que por fin llegamos al campamento, ubicado en una montaña cercana a Sacrestic Ville, aunque habían tenido el cuidado de que estuviera parcialmente oculto para los habitantes de la ciudad. Ya, por fin, llegábamos a nuestra siguiente parada y podríamos descansar un poco. Avancé a paso ligero para cruzar las puertas, que se abrieron cuando anunciaron nuestra llegada. ¡Qué bien sonaba eso de Lady Cassandra! Hacía mucho que no lo escuchaba.
- Hola, Sebastián. Sí, estamos bien. - Comenté justo antes de la respuesta de Huracán. - Sólo un poco agotados.
Después, ella preguntó por el resto de compañeros que venían en otros grupos. Claro, teníamos que ir pocos para no levantar sospecha y aún quedaba bastante gente por llegar. De hecho… Todos. Habíamos sido los primeros. ¿En serio? Una mueca de fastidio se dibujó en mi cara, cruzando los brazos, denotando lo molesta que estaba ante la falta de personal. ¿Dónde andaban? Teníamos cosas que hacer, lo mínimo era que llegasen a tiempo. Pero bueno, tampoco podíamos pedir mucho más yendo con esta gente. Y yo pensando que éramos los últimos después de que Huracán y Eltrant se hubiesen retrasado con el tema del vampiro. En fin.
Me alejé un poco de los demás para tomar un pequeño cuenco con agua que me ofreció uno de los muchachos que estaban por allí y le dejé que llevase mis cosas a la tienda donde dormiría. Así sí. Él si sabía cómo tratar a alguien de mi posición. Al terminar de beber dejé el pequeño cuenco en una piedra, al lado del resto y volví junto a Anastasia, Eltrant y el resto de cazadores. Justo a tiempo, pues en ese preciso instante, Sebastián nos decía que nos aguardaban a mi compañera y a mí. Aunque no había alcanzado a escuchar el nombre sabía que se trataba de Isabella.
Enarqué una ceja cuando Huracán insinuó que los asuntos que tenía que hablar no me interesaban. - Perdona, pero a la “señorita Harrowmont” también la han convocado. - Respondí siguiendo con su tonito retórico. - No te las des de importante, Anastasia.
Ignoré el hecho de que me hubiese llamado “Cassie”, sabía que no me gustaba en absoluto que ella me nombrara así. Era un apelativo demasiado cariñoso para que lo pronunciase una Boisson. Pero no iba a darle el gusto de volver a reprenderla por eso. No ahora, pues teníamos asuntos más importantes que resolver.
En cuanto avanzó, la seguí. Por mucho que la fastidiara, yo también había sido llamada y también me requerían, así que lo mejor es que Huracán dejase de hacerse la importante porque le gustase o no debía compartir esa información conmigo.
Pero apenas me dio tiempo a dar dos pasos cuando apareció otra persona a quien no conocía, que se presentó como Alanna. - Ah, ¿qué Huracán tiene amigas? - Pregunté con retintín alzando un poco la voz para asegurarme de que mi compañera lo escuchase. - Qué paciencia, entonces. Tienes el cielo ganado. - Continué la sorna un momento más antes de darme la vuelta. - Por cierto. Soy Cassandra Harrowmont.
Ahora sí que me volteé y empecé a trotar hacia la tienda para entrar justo después que Anastasia. No quería que solo ella tuviese la información que debían darnos. Le gustase o no, yo estaba metida en el ajo y tendría que aguantarse.
Pero esa solo era la parte bonita. ¡Jamás había imaginado cómo era en realidad! Duro no… ¡Durísimo! Y al a vez tan emocionante… Sin lugar a dudas entendía por qué los cazadores tenían tanta fama. Además, si aguantaba a Anastasia podía con todo. Había veces que los vampiros resultaban menos estresantes que los cambios de humor de mi compañera. Bueno, vivía en una constante amargura, así que la clave era ignorarla y ya. Pero eso era aburrido. Por lo que había veces que aprovechaba para picarla un poco y así tenía yo mi propio entretenimiento.
Salvo cuando regresó después de la batalla contra un vampiro. Ahí la dejé en paz hasta que llegamos al campamento. Su humor era más insoportable que de costumbre y eso quería decir que estaba afectada por algo. ¿Por un vampiro? Era raro, pero no pregunté más de la cuenta ni traté de inmiscuirme en lo que había pasado. Pero tenía que ser algo gordo para que Anastasia estuviera tan ensimismada.
Esos dos días el silencio en el grupo era máximo. Sólo se rompía por temas excepcionales y durante algunos minutos. Después, silencio otra vez. Hasta que por fin llegamos al campamento, ubicado en una montaña cercana a Sacrestic Ville, aunque habían tenido el cuidado de que estuviera parcialmente oculto para los habitantes de la ciudad. Ya, por fin, llegábamos a nuestra siguiente parada y podríamos descansar un poco. Avancé a paso ligero para cruzar las puertas, que se abrieron cuando anunciaron nuestra llegada. ¡Qué bien sonaba eso de Lady Cassandra! Hacía mucho que no lo escuchaba.
- Hola, Sebastián. Sí, estamos bien. - Comenté justo antes de la respuesta de Huracán. - Sólo un poco agotados.
Después, ella preguntó por el resto de compañeros que venían en otros grupos. Claro, teníamos que ir pocos para no levantar sospecha y aún quedaba bastante gente por llegar. De hecho… Todos. Habíamos sido los primeros. ¿En serio? Una mueca de fastidio se dibujó en mi cara, cruzando los brazos, denotando lo molesta que estaba ante la falta de personal. ¿Dónde andaban? Teníamos cosas que hacer, lo mínimo era que llegasen a tiempo. Pero bueno, tampoco podíamos pedir mucho más yendo con esta gente. Y yo pensando que éramos los últimos después de que Huracán y Eltrant se hubiesen retrasado con el tema del vampiro. En fin.
Me alejé un poco de los demás para tomar un pequeño cuenco con agua que me ofreció uno de los muchachos que estaban por allí y le dejé que llevase mis cosas a la tienda donde dormiría. Así sí. Él si sabía cómo tratar a alguien de mi posición. Al terminar de beber dejé el pequeño cuenco en una piedra, al lado del resto y volví junto a Anastasia, Eltrant y el resto de cazadores. Justo a tiempo, pues en ese preciso instante, Sebastián nos decía que nos aguardaban a mi compañera y a mí. Aunque no había alcanzado a escuchar el nombre sabía que se trataba de Isabella.
Enarqué una ceja cuando Huracán insinuó que los asuntos que tenía que hablar no me interesaban. - Perdona, pero a la “señorita Harrowmont” también la han convocado. - Respondí siguiendo con su tonito retórico. - No te las des de importante, Anastasia.
Ignoré el hecho de que me hubiese llamado “Cassie”, sabía que no me gustaba en absoluto que ella me nombrara así. Era un apelativo demasiado cariñoso para que lo pronunciase una Boisson. Pero no iba a darle el gusto de volver a reprenderla por eso. No ahora, pues teníamos asuntos más importantes que resolver.
En cuanto avanzó, la seguí. Por mucho que la fastidiara, yo también había sido llamada y también me requerían, así que lo mejor es que Huracán dejase de hacerse la importante porque le gustase o no debía compartir esa información conmigo.
Pero apenas me dio tiempo a dar dos pasos cuando apareció otra persona a quien no conocía, que se presentó como Alanna. - Ah, ¿qué Huracán tiene amigas? - Pregunté con retintín alzando un poco la voz para asegurarme de que mi compañera lo escuchase. - Qué paciencia, entonces. Tienes el cielo ganado. - Continué la sorna un momento más antes de darme la vuelta. - Por cierto. Soy Cassandra Harrowmont.
Ahora sí que me volteé y empecé a trotar hacia la tienda para entrar justo después que Anastasia. No quería que solo ella tuviese la información que debían darnos. Le gustase o no, yo estaba metida en el ajo y tendría que aguantarse.
Cassandra C. Harrowmont
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Re: El campamento [Libre] [4/4] [Cerrado]
Bostezó, llevaba caminando varias semanas con aquel grupo de “alegres” acompañantes y, por lo que parecía desde su posición, estaban a punto de llegar al lugar en el que terminaría su travesía, al menos por unos días. Comprendía los cambios de humor de Huracán, la muchacha había descubierto más de sí de lo que le gustaría en el castillo de Belladona, suspiró y continuó caminando junto al grupo de cazadores.
Entreabrió los labios tentado de comenzar una conversación con alguno de los presentes, de hacer alusión al hecho de que, por fin, estaban llegando al que se dirigían en un principio, y lo habían hecho sin contratiempos, pero decidió que no era lo mejor, él mismo tenía que ordenar sus pensamientos ahora que, por fin, era capaz de recordarlo todo, no se encontraba precisamente con la paciencia necesaria para aguantar una conversación integra entre Huracán y Anastasia.
Eltrant suspiró y se pasó la mano por la cara. – Ya iba siendo hora… – Susurró para sí, lo suficientemente bajo como para que nadie le oyese, cuando la fortificación de madera comenzó a ser claramente visible para el grupo.
Con cada paso que daban el campamento se iba haciendo gradualmente más grande, apenas unos minutos después de haberlo visto por primera vez, la silueta de aquel baluarte improvisado en la linde de una colina fue perfectamente visible para ellos. Eltrant no pudo evitar enarcar una ceja al ver la empalizada que rodeaba las tiendas de campaña del interior, aquel lugar destacaba más de lo que había pensado cuando le dieron las primeras descripciones del sitio, después de todo, Huracán había mencionado en un par de ocasiones que toda aquella operación estaba siendo realizada en el más estricto de los secretos.
No obstante, para él, en aquel momento, era algo que ni siquiera llegó a preocuparle, después de todo, una hilera de pensamientos sin control se llevaban sucediendo en el interior de su cabeza desde que abandonó el castillo en el que habían combatido a la verdadera madre de la tensai de viento. Lo que en un principio se había sido un alivio, un regalo de la casualidad, se había convertido en algo en lo que no podía parar de pensar. ¿Con que cara iba a volver a la granja? ¿Cómo iba a explicarles lo que había sucedido? un “Hola, he vuelto” no parecía suficiente para contentar a las personas con las que había crecido, estas iban a querer, indudablemente, explicaciones coherentes, al detalle, de todo lo que le había sucedido en todo el tiempo que había pasado fuera, y por mucho que se dijese a si mismo que lo lógico y lo coherente era proporcionar dichas explicaciones a su familia, y no sabía si estaba dispuesto a hacerlo.
Cuando estuvieron lo suficientemente cerca del fuerte, apartó todo pensamiento acerca de la maldición de su cabeza, si estaba en aquel lugar, en las afueras de Sacrestic, era para ayudar a Huracán con su trabajo, no para compadecerse de su suerte, le había pasado algo bueno, iba siendo hora de empezar a comportarse de forma acorde.
Un centinela no tardó en reparar en la presencia del grupo de cazadores, segundos después un hombre de aspecto formal salió a recibir al equipo de cazadores. Cruzado de brazos, Eltrant comprobó como el hombre repasaba una lista y pronunciaba una serie de nombres que, por lo que parecía, también habían sido convocados en aquel lugar, no cabía duda que la cazadora se había rodeado de muchas personas distintas para hacer frente a la Hermandad.
- ¿Calhoun? ¿Thenidiel? … ¿Alanna? – Tragó saliva, ¿Qué hacía Alanna allí? Era consciente de que Huracán y ella se conocían, pero no esperaba que estuviese allí, no en aquel momento, sintió como el corazón se le aceleraba un poco ¿Estaba nervioso? Negó con la cabeza y se obligó a tranquilizarse.
Solo volvió a prestar atención a la conversación cuando su nombre salió de los labios de Anastasia, Cassandra por otro lado, volvió a acercarse al grupo, aparentemente la joven se había marchado unos segundos y él ni siquiera lo había notado, tenía que centrarse. – ¿Qué decís de peligroso? – Preguntó con media sonrisa, buscando el contexto de la conversación que Huracán y el Sebastián, el centinela, estaban teniendo. Aguardó un par de segundos a que le respondiesen pero, ante la ausencia de algo parecido a una respuesta, se limitó a encogerse de hombros cuando Huracán le pidió expresamente que “No la liase” – Lo dices como si me metiese en problemas continuamente – Dijo riendo. – Descuida – Estiró los brazos por encima de su cabeza y los dejó caer hasta su cinturón – Me comportaré.
En cuanto comenzaron a andar de nuevo, la voz de una persona que conocía muy bien llegó hasta sus oídos, Alanna, no muy lejos de dónde se encontraba, le había localizado. Sonriendo genuinamente por primera vez en varios días, esperó a que su compañera en la guarda llegase hasta dónde él estaba.
Un sinfín de recuerdos compartidos brotaron de lo más profundo de su memoria en el mismo instante en el que miró a la guarda a los ojos, aventuras en la granja, en los bosques de Verisar, más de un centenar de anécdotas que creía haber perdido - Yo también me alegro de verte – Dijo en apenas un murmullo, abrazando a la joven con fuerza; apenas duró un segundo, pero no pudo evitarlo. Aclarándose la garganta soltó a su compañera y, tratando de recobrar pobremente la compostura, se cruzó de brazos, dibujando entonces una escueta sonrisa que se encargó de ocultar la timidez que ahora le carcomía por dentro – Pues… - Dijo cerrando los ojos, rememorando el evento de hacía apenas dos días – Llevó un par de semanas viajando con Huracán – Sonrió a la joven, aquel no era el momento ni el lugar para contarle que estaba curado, encontraría un mejor modo de hacerlo – Así que estoy aquí por el mismo motivo que tú – Dejó caer una de sus manos hasta el hombro y la zarandeó un poco - … Y estoy bien, no son más que unos arañazos, ya me conoces. – Hizo varios movimientos absurdos para mostrar a la castaña que el hecho de que había estado a punto de morir ahogado en su propia sangre había sido algo sin importancia. – Pero dime que tienes ropa nueva para mi, por favor – La guarda no llegó a responder, pues esta, finalmente, se percató de la presencia de Cassandra en el lugar, apresurándose a presentarse ante la heredera de los Harrowmont.
La rival de Huracán, como de costumbre, hizo un comentario mordaz acerca de esta lo suficientemente alto como para que lo oyese. Suspirando se encogió de hombros y buscó con la mirada la tienda de la que había salido Alanna – No te preocupes, es normal – Dijo a Alanna según la presentación Cassandra finalizaba – Te acabas acostumbrando – Se rascó la barba y sonrió – En cierto modo es entretenido verlas competir – Tomó aire y se giró hacía Harrowmont – De todos modos...es mejor que dejes sola a Huracán con su madre – Dijo a Cassandra, tratando de convencerla de que no siguiese a Anastasia. – Creo… que tienen asuntos de que hablar entre ellas – Explicó, si la joven quería saber más, iba a tener que preguntarle directamente a Huracán, aunque dudaba enormemente que esta quisiera explicarle nada.
Seguía sin saber exactamente cuál era su relación con Cassandra ¿Eran amigos? ¿Compañeros? ¿Meros acompañantes? Hacía apenas unas semanas se habían enfrentado en un granero en llamas, y estaba bastante seguro que la cazadora había apuntado a matar en el encuentro, no obstante, también había sido él quien la había sacado del mismo granero cuando el humo casi acababa con su vida. Como Huracán, era una chica complicada ¿Por qué no podían ser todos los cazadores como Jules? Un par de chistes malos, unas copas de alcohol de dudosas propiedades y ya eran amigos íntimos.
Se atusó la barba durante unos segundos y suspiró , en cualquier caso, lo único que quería hacer era cambiarse de ropa. - Es aquella tu tienda ¿Verdad? – Preguntó a Alanna, señalando el lugar del que esta había salido – …Ahora vuelvo - Dijo comenzando a caminar hacía el lugar – Charlad un rato y dejad tranquila a Huracán. – Dijo en voz lo suficientemente alta mientras se alejaba.
Una vez dentro de la tienda de campaña analizó el lugar con la mirada hasta que, finalmente, localizó una caja de madera junto a la entrada, una caja que tenía el símbolo de la guardia de Lunargenta en el dorso. Sin pensarlo demasiado se agachó junto a esta y curioseó el interior, Tyron sabía a dónde venía Alanna, el cofre contenía varios juegos de ropajes, suministros y, en general, útiles del cuerpo al que ambos pertenecían. No le extrañaba que la tuviese Alanna era lo más parecido que “El Escuadrón de Acero” tenía a un líder, o eso se pensaba él.
Analizó, una a una, las distintas prendas con las que el cajón contaba hasta que, finalmente, localizó unas de su talla, momento en el que procedió a deshacerse de sus propios ropajes manchados de sangre, ocultos bajo la armadura, y sustituirlos por los nuevos. – Por fin. – Dijo rodeando su cuello con la larga capa de color azul, era consciente que la longitud de la prenda no era la reglamentaria del uniforme, pero le gustaba más así. – …Tengo hambre. - Dicho esto se dirigió al exterior, dónde se estiró cuan largo era, ignorando la tirantez que las heridas producian, atrayendo un par de miradas.
¿Estaría Huracán conversando con su madre? No escuchaba gritos, le sorprendía no oírlos.
Entreabrió los labios tentado de comenzar una conversación con alguno de los presentes, de hacer alusión al hecho de que, por fin, estaban llegando al que se dirigían en un principio, y lo habían hecho sin contratiempos, pero decidió que no era lo mejor, él mismo tenía que ordenar sus pensamientos ahora que, por fin, era capaz de recordarlo todo, no se encontraba precisamente con la paciencia necesaria para aguantar una conversación integra entre Huracán y Anastasia.
Eltrant suspiró y se pasó la mano por la cara. – Ya iba siendo hora… – Susurró para sí, lo suficientemente bajo como para que nadie le oyese, cuando la fortificación de madera comenzó a ser claramente visible para el grupo.
Con cada paso que daban el campamento se iba haciendo gradualmente más grande, apenas unos minutos después de haberlo visto por primera vez, la silueta de aquel baluarte improvisado en la linde de una colina fue perfectamente visible para ellos. Eltrant no pudo evitar enarcar una ceja al ver la empalizada que rodeaba las tiendas de campaña del interior, aquel lugar destacaba más de lo que había pensado cuando le dieron las primeras descripciones del sitio, después de todo, Huracán había mencionado en un par de ocasiones que toda aquella operación estaba siendo realizada en el más estricto de los secretos.
No obstante, para él, en aquel momento, era algo que ni siquiera llegó a preocuparle, después de todo, una hilera de pensamientos sin control se llevaban sucediendo en el interior de su cabeza desde que abandonó el castillo en el que habían combatido a la verdadera madre de la tensai de viento. Lo que en un principio se había sido un alivio, un regalo de la casualidad, se había convertido en algo en lo que no podía parar de pensar. ¿Con que cara iba a volver a la granja? ¿Cómo iba a explicarles lo que había sucedido? un “Hola, he vuelto” no parecía suficiente para contentar a las personas con las que había crecido, estas iban a querer, indudablemente, explicaciones coherentes, al detalle, de todo lo que le había sucedido en todo el tiempo que había pasado fuera, y por mucho que se dijese a si mismo que lo lógico y lo coherente era proporcionar dichas explicaciones a su familia, y no sabía si estaba dispuesto a hacerlo.
Cuando estuvieron lo suficientemente cerca del fuerte, apartó todo pensamiento acerca de la maldición de su cabeza, si estaba en aquel lugar, en las afueras de Sacrestic, era para ayudar a Huracán con su trabajo, no para compadecerse de su suerte, le había pasado algo bueno, iba siendo hora de empezar a comportarse de forma acorde.
Un centinela no tardó en reparar en la presencia del grupo de cazadores, segundos después un hombre de aspecto formal salió a recibir al equipo de cazadores. Cruzado de brazos, Eltrant comprobó como el hombre repasaba una lista y pronunciaba una serie de nombres que, por lo que parecía, también habían sido convocados en aquel lugar, no cabía duda que la cazadora se había rodeado de muchas personas distintas para hacer frente a la Hermandad.
- ¿Calhoun? ¿Thenidiel? … ¿Alanna? – Tragó saliva, ¿Qué hacía Alanna allí? Era consciente de que Huracán y ella se conocían, pero no esperaba que estuviese allí, no en aquel momento, sintió como el corazón se le aceleraba un poco ¿Estaba nervioso? Negó con la cabeza y se obligó a tranquilizarse.
Solo volvió a prestar atención a la conversación cuando su nombre salió de los labios de Anastasia, Cassandra por otro lado, volvió a acercarse al grupo, aparentemente la joven se había marchado unos segundos y él ni siquiera lo había notado, tenía que centrarse. – ¿Qué decís de peligroso? – Preguntó con media sonrisa, buscando el contexto de la conversación que Huracán y el Sebastián, el centinela, estaban teniendo. Aguardó un par de segundos a que le respondiesen pero, ante la ausencia de algo parecido a una respuesta, se limitó a encogerse de hombros cuando Huracán le pidió expresamente que “No la liase” – Lo dices como si me metiese en problemas continuamente – Dijo riendo. – Descuida – Estiró los brazos por encima de su cabeza y los dejó caer hasta su cinturón – Me comportaré.
En cuanto comenzaron a andar de nuevo, la voz de una persona que conocía muy bien llegó hasta sus oídos, Alanna, no muy lejos de dónde se encontraba, le había localizado. Sonriendo genuinamente por primera vez en varios días, esperó a que su compañera en la guarda llegase hasta dónde él estaba.
Un sinfín de recuerdos compartidos brotaron de lo más profundo de su memoria en el mismo instante en el que miró a la guarda a los ojos, aventuras en la granja, en los bosques de Verisar, más de un centenar de anécdotas que creía haber perdido - Yo también me alegro de verte – Dijo en apenas un murmullo, abrazando a la joven con fuerza; apenas duró un segundo, pero no pudo evitarlo. Aclarándose la garganta soltó a su compañera y, tratando de recobrar pobremente la compostura, se cruzó de brazos, dibujando entonces una escueta sonrisa que se encargó de ocultar la timidez que ahora le carcomía por dentro – Pues… - Dijo cerrando los ojos, rememorando el evento de hacía apenas dos días – Llevó un par de semanas viajando con Huracán – Sonrió a la joven, aquel no era el momento ni el lugar para contarle que estaba curado, encontraría un mejor modo de hacerlo – Así que estoy aquí por el mismo motivo que tú – Dejó caer una de sus manos hasta el hombro y la zarandeó un poco - … Y estoy bien, no son más que unos arañazos, ya me conoces. – Hizo varios movimientos absurdos para mostrar a la castaña que el hecho de que había estado a punto de morir ahogado en su propia sangre había sido algo sin importancia. – Pero dime que tienes ropa nueva para mi, por favor – La guarda no llegó a responder, pues esta, finalmente, se percató de la presencia de Cassandra en el lugar, apresurándose a presentarse ante la heredera de los Harrowmont.
La rival de Huracán, como de costumbre, hizo un comentario mordaz acerca de esta lo suficientemente alto como para que lo oyese. Suspirando se encogió de hombros y buscó con la mirada la tienda de la que había salido Alanna – No te preocupes, es normal – Dijo a Alanna según la presentación Cassandra finalizaba – Te acabas acostumbrando – Se rascó la barba y sonrió – En cierto modo es entretenido verlas competir – Tomó aire y se giró hacía Harrowmont – De todos modos...es mejor que dejes sola a Huracán con su madre – Dijo a Cassandra, tratando de convencerla de que no siguiese a Anastasia. – Creo… que tienen asuntos de que hablar entre ellas – Explicó, si la joven quería saber más, iba a tener que preguntarle directamente a Huracán, aunque dudaba enormemente que esta quisiera explicarle nada.
Seguía sin saber exactamente cuál era su relación con Cassandra ¿Eran amigos? ¿Compañeros? ¿Meros acompañantes? Hacía apenas unas semanas se habían enfrentado en un granero en llamas, y estaba bastante seguro que la cazadora había apuntado a matar en el encuentro, no obstante, también había sido él quien la había sacado del mismo granero cuando el humo casi acababa con su vida. Como Huracán, era una chica complicada ¿Por qué no podían ser todos los cazadores como Jules? Un par de chistes malos, unas copas de alcohol de dudosas propiedades y ya eran amigos íntimos.
Se atusó la barba durante unos segundos y suspiró , en cualquier caso, lo único que quería hacer era cambiarse de ropa. - Es aquella tu tienda ¿Verdad? – Preguntó a Alanna, señalando el lugar del que esta había salido – …Ahora vuelvo - Dijo comenzando a caminar hacía el lugar – Charlad un rato y dejad tranquila a Huracán. – Dijo en voz lo suficientemente alta mientras se alejaba.
Una vez dentro de la tienda de campaña analizó el lugar con la mirada hasta que, finalmente, localizó una caja de madera junto a la entrada, una caja que tenía el símbolo de la guardia de Lunargenta en el dorso. Sin pensarlo demasiado se agachó junto a esta y curioseó el interior, Tyron sabía a dónde venía Alanna, el cofre contenía varios juegos de ropajes, suministros y, en general, útiles del cuerpo al que ambos pertenecían. No le extrañaba que la tuviese Alanna era lo más parecido que “El Escuadrón de Acero” tenía a un líder, o eso se pensaba él.
Analizó, una a una, las distintas prendas con las que el cajón contaba hasta que, finalmente, localizó unas de su talla, momento en el que procedió a deshacerse de sus propios ropajes manchados de sangre, ocultos bajo la armadura, y sustituirlos por los nuevos. – Por fin. – Dijo rodeando su cuello con la larga capa de color azul, era consciente que la longitud de la prenda no era la reglamentaria del uniforme, pero le gustaba más así. – …Tengo hambre. - Dicho esto se dirigió al exterior, dónde se estiró cuan largo era, ignorando la tirantez que las heridas producian, atrayendo un par de miradas.
¿Estaría Huracán conversando con su madre? No escuchaba gritos, le sorprendía no oírlos.
Eltrant Tale
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Re: El campamento [Libre] [4/4] [Cerrado]
Cassandra ignoró mi recomendación y optó por hacer perseguirme hasta la tienda donde nos había convocado mi madre. ¿Por qué convocarla a ella también? ¿Qué querría mi madre? Espero que no esperara hacer una especie de comida conciliadora, aquello era muy suyo. A fin de cuentas, Isabella era experta en incordiarme a mí.
Abrí la puerta de la tienda y allí estaba ella, la maestra cazadora, se me encogió el corazón en un puño cuando la vi, quedándome paralizada en la entrada durante unos instantes. Tenía muchas cosas que decirle, pero tenía que ordenar las ideas en mi cabeza y contener mi furia para no empezar a dar voces, no delante del campamento. Tomó su taza de té de una improvisada mesa de madera que había llevado hasta allí. No estaba sola, el padre de Cassandra, James, también estaba en la tienda, sentado en la silla, tras la mesa. ¿Qué hacía en un campamento de guerra un inútil que no había tocado un arma en su vida? Ni siquiera fue capaz de moverse por rescatar a su esposa, tuvimos que ir nosotros, Cass incluida, a ello. Causando la muerte de Igraine tras encontrarse con un hechizo de Belladonna.
-Hola, hija. ¡Cuánto tiempo! – saludó la matriarca Boisson con una sonrisa muy falsa, tomando asiento sobre la esquina de la mesa. Acto seguido, entró Cassandra, que había decidido seguirme. - ¡Oh! Cass, pasa, cariño. – Miré de mala manera a mi compañera, una mirada fría y desafiante. Le había dicho que no era el momento de entrar, pero había parecido ignorarme. Aunque evidentemente no diría nada allí, simplemente volví mi vista hacia su padre, que era quien tomó la palabra.
-Queremos hablar con vosotras. Es importante que nos hagáis caso ya que os incumbe directamente.
-Necesito hablar contigo. A solas. – cambié de tema con una rápida respuesta en dirección a Isabella.
-No creo que sea tan importante, Anastasia. – respondió mi madre con una sonrisa ladina. “Por supuesto” que no es importante. ¿Por qué nunca estaba dispuesta a hablar conmigo? ¿Por qué esa cara de superioridad ante “su propia hija”? Concentré mi fuerza en el puño y me callé, por el momento. Pero estaba cerca de estallar.– Bien. Estamos aquí para derrotar a la Hermandad, no para derrotar a Mortagglia. Somos un gremio de cazadores de vampiros, no debemos tomarnos esto como algo personal aunque, evidentemente, lo sea. – y dio un sorbo al té. El señor Harrowmont continuaría la palabrería.
-Por eso queremos que os llevéis bien. – acompañó éste.
-James y yo estamos cerca de los cincuenta, cuando acabemos con Mortagglia, no tendrá sentido que ninguno de los dos continúe en el gremio. – comenzó relatando. – Desde que mi madre nos traicionó y derrotó a los cazadores, hace treinta años, toda mi vida la he dedicado a vengar su traición. Lo que vamos a tratar de hacer los próximos días, es el objetivo que hemos venido persiguiendo toda nuestra vida. Cazar vampiros menores o dirigir el grupo no tiene sentido para mí ni para James una vez destruyamos a la Hermandad. – giró la vista hacia el Lord, para dejarle continuar la explicación.
–Isabella y yo hemos llegado a la conclusión de todo el tiempo perdido en rencillas, guerras internas y conflictos de intereses por el control del gremio durante los últimos años, tiempo que Mortagglia aprovechó para fortalecer a su Hermandad. – continuó diciendo. – Por ello, queremos que Boisson y Harrowmont sean uno por primera vez en trescientos años…
-Que vosotras, Anastasia y Cassandra, seáis las maestras cazadoras cuando termine esta guerra. – resumió mi madre. – Que el legado sea continuado por nuestras hijas.
“Por nuestras hijas…” “Por nuestras hijas”… “Por nuestras hijas”… esa frase rebotó en forma de eco en mi cabeza. Entrecerré los ojos tratando de asimilar lo que habían dicho. El numerito les había quedado muy bello y sincronizado. Pero el mensaje no podía ser más ridículo. ¿En qué cabeza medianamente sensata podía deducir que el gremio podía ser liderado por dos maestras cazadoras si en la vida había sido así? ¡Y encima por Cass! ¡Já! Ridículo. ¿Hasta cuándo iban a durar las mentiras? Envié una mirada asesina a todos los presentes. Encima de que había sido yo la que se había deslomado por el gremio, la que lo había refundado y se había
-Esto es ridículo. – respondí indignada, cruzando los brazos y poniendo mala cara. - Cassandra no ha acumulado ningún tipo de mérito para optar a tal puesto. Tengo cuatro veces más contratos cerrados que ella. Además, ¿cuántas veces se ha enfrentado ella a Mortagglia? ¿O a la Hermandad? – Lo dije tal cual, señalándola a ella. Y me daba igual que lo escuchara su padre, era la pura verdad desde mi punto de vista y miré a la niña rica para darle tiempo a defenderse o exponer lo que quisiera. – Estáis cometiendo una tremenda injusticia, y estoy harta de ellas. – estaba comenzando a gritar y desquiciarme, tenía que salir de allí si no quería explotar. - ¡No quiero hablar de este tema! ¡Me marcho! – dije alzando la voz y dándome la vuelta, pero Isabella se levantó de la mesa y me tomó por el hombro para tratar de detenerme.
-Espera un segundo, hija. – volvió a insistir en la dichosa palabra, era una coletilla para ella.
-¡No vuelvas a llamarme así! ¡Nunca! ¿Me entiendes? ¡NUNCA! – grité para todo el campamento, alejando su mano de mi hombro con furia. Quedando ella sin palabras. - ¡Estoy harta de ti! Toda tu vida te has dedicado a menospreciarme y a tratarme como si fuera imbécil. Sin confiar en mí. Siempre con secretos hacia tu propia hija y ahora, para colmo, sin premiar mis éxitos y haciendo agravios comparativos. ¿Para qué me deslomé toda mi vida? ¿Para llegar al mismo sitio que la niña rica en su casita? – había soltado de golpe todo lo que tenía que decirle. Todo lo que me llevaba amargando durante meses. Necesitaba desahogar, y como no tenía amigos con quien hacerlo y la “maestra cazadora” no tenía un minuto para hablar con su propia hija, tenía que soltársela de maneras poco formales.
-Anastasia… Estás muy sensible. ¿Por qué te pones así? – preguntó una desorientada Isabella, que por primera vez en mucho tiempo, había sido ella la pillada a contrapié.
-¡Porque nunca quieres escucharme! Me encontré hace una semana con tu hermana! ¡Con Belladonna! Pero según tú “no es importante”. – continué gritando. Su cara cambió a susto completo. Cass ahora sabría qué era lo que me atormentaba, pero lo cierto es que poco me importaba. Estaba harta de vivir con mentiras. – Ella me lo contó todo lo que ni tú ni el maestro Dorian me contasteis jamás. ¿Pensabais llevaros el secreto a la tumba? – estiré los brazos y continué dando voces para todo el campamento. Aunque muchos no sabrían ni a qué me refería. Nadie sabría a qué me refería a excepción de los que se encontraban allí presentes. - Toda la vida entrenándome en tú maldito elemento tensái de viento y electricidad, siendo incapaz de mejorar mis hechizos más que para producir corrientes de aire y dar brincos. Toda la vida creyéndome una negada para la magia, siendo una marginada en el colegio, soportando las risas de Cassandra y sus amigos por ser una “bruja mestiza”. – señalé a Cass. Pero no con rabia hacia ella, a fin de cuentas, no tenía culpa de nada. Mi madre quedó sin palabras. No sabía qué decir. – ¡Claro! ¿Cómo no voy a ser una inútil si acabo de descubrir que no sólo no soy una mestiza, sino que soy hija de una de las brujas oscuras más poderosas del mundo? Secuestrada y despojada de su auténtica madre cuando tenía dos años, sometida a un lavado de cerebro para no recordar nada. ¿Quién es peor? ¿Tú o la Dama Mortagglia, tía Isabella? – volví a señalarla, pero ya acercándome a la puerta - Entonces comprendí por qué Mortagglia nunca quiso matarme, sino que me uniera a ella.
Mi madre se postró de brazos cruzados, sorprendida y a la vez enfadada. No le había gustado nada que soltara todo eso allí, pero nunca tenía tiempo para hablar conmigo.
-¿Y era eso lo que querías? ¿Ser criada por una demente? Me dirás que te he dado mala vida. Si has pasado tu infancia en una mansión con sirvientes, estudiado en los mejores colegios y plato caliente durante toda tu vida. ¿Sabes la de gente que daría tener un cuarto de la vida que has tenido tú? No seas desagradecida, Anastasia. Si no te dije nada nunca fue para protegerte. ¿Qué querías que dijera? ¿Qué tenía a la hija de Belladona conmigo? ¿Crees que la gente de Beltrexus lo permitiría? – se excusó. Sin dar voces, pero con una manera elegante. Tenía razón en todo lo que decía, ciertamente, pero la noticia para alguien tan orgullosa como yo me había sentado como un chorro de agua fría. – Aún si tanto te gusta lo que hacen mi madre y mi hermana, estás a tiempo de volver con ellos.
-No lo descartes. – sentencié impulsivamente y me giré y me di la vuelta para salir de la tienda. Ni ella se creería que me terminaría uniendo a los vampiros con el odio y asco que les había acumulado. Estaba allí para acabar con ellos, pero todo lo que había descubierto y que quisiesen poner a Cassandra Harrowmont en mi misma posición me había hecho desquiciar.
-Qué impulsiva… - fue lo último que oí rechistar en cuanto abandoné la tienda.
*Off: Sorry por el ladrillo. Era un momento importante y quería dejarlo épico. Los siguientes serán más cortos. I promise <3
Abrí la puerta de la tienda y allí estaba ella, la maestra cazadora, se me encogió el corazón en un puño cuando la vi, quedándome paralizada en la entrada durante unos instantes. Tenía muchas cosas que decirle, pero tenía que ordenar las ideas en mi cabeza y contener mi furia para no empezar a dar voces, no delante del campamento. Tomó su taza de té de una improvisada mesa de madera que había llevado hasta allí. No estaba sola, el padre de Cassandra, James, también estaba en la tienda, sentado en la silla, tras la mesa. ¿Qué hacía en un campamento de guerra un inútil que no había tocado un arma en su vida? Ni siquiera fue capaz de moverse por rescatar a su esposa, tuvimos que ir nosotros, Cass incluida, a ello. Causando la muerte de Igraine tras encontrarse con un hechizo de Belladonna.
-Hola, hija. ¡Cuánto tiempo! – saludó la matriarca Boisson con una sonrisa muy falsa, tomando asiento sobre la esquina de la mesa. Acto seguido, entró Cassandra, que había decidido seguirme. - ¡Oh! Cass, pasa, cariño. – Miré de mala manera a mi compañera, una mirada fría y desafiante. Le había dicho que no era el momento de entrar, pero había parecido ignorarme. Aunque evidentemente no diría nada allí, simplemente volví mi vista hacia su padre, que era quien tomó la palabra.
-Queremos hablar con vosotras. Es importante que nos hagáis caso ya que os incumbe directamente.
-Necesito hablar contigo. A solas. – cambié de tema con una rápida respuesta en dirección a Isabella.
-No creo que sea tan importante, Anastasia. – respondió mi madre con una sonrisa ladina. “Por supuesto” que no es importante. ¿Por qué nunca estaba dispuesta a hablar conmigo? ¿Por qué esa cara de superioridad ante “su propia hija”? Concentré mi fuerza en el puño y me callé, por el momento. Pero estaba cerca de estallar.– Bien. Estamos aquí para derrotar a la Hermandad, no para derrotar a Mortagglia. Somos un gremio de cazadores de vampiros, no debemos tomarnos esto como algo personal aunque, evidentemente, lo sea. – y dio un sorbo al té. El señor Harrowmont continuaría la palabrería.
-Por eso queremos que os llevéis bien. – acompañó éste.
-James y yo estamos cerca de los cincuenta, cuando acabemos con Mortagglia, no tendrá sentido que ninguno de los dos continúe en el gremio. – comenzó relatando. – Desde que mi madre nos traicionó y derrotó a los cazadores, hace treinta años, toda mi vida la he dedicado a vengar su traición. Lo que vamos a tratar de hacer los próximos días, es el objetivo que hemos venido persiguiendo toda nuestra vida. Cazar vampiros menores o dirigir el grupo no tiene sentido para mí ni para James una vez destruyamos a la Hermandad. – giró la vista hacia el Lord, para dejarle continuar la explicación.
–Isabella y yo hemos llegado a la conclusión de todo el tiempo perdido en rencillas, guerras internas y conflictos de intereses por el control del gremio durante los últimos años, tiempo que Mortagglia aprovechó para fortalecer a su Hermandad. – continuó diciendo. – Por ello, queremos que Boisson y Harrowmont sean uno por primera vez en trescientos años…
-Que vosotras, Anastasia y Cassandra, seáis las maestras cazadoras cuando termine esta guerra. – resumió mi madre. – Que el legado sea continuado por nuestras hijas.
“Por nuestras hijas…” “Por nuestras hijas”… “Por nuestras hijas”… esa frase rebotó en forma de eco en mi cabeza. Entrecerré los ojos tratando de asimilar lo que habían dicho. El numerito les había quedado muy bello y sincronizado. Pero el mensaje no podía ser más ridículo. ¿En qué cabeza medianamente sensata podía deducir que el gremio podía ser liderado por dos maestras cazadoras si en la vida había sido así? ¡Y encima por Cass! ¡Já! Ridículo. ¿Hasta cuándo iban a durar las mentiras? Envié una mirada asesina a todos los presentes. Encima de que había sido yo la que se había deslomado por el gremio, la que lo había refundado y se había
-Esto es ridículo. – respondí indignada, cruzando los brazos y poniendo mala cara. - Cassandra no ha acumulado ningún tipo de mérito para optar a tal puesto. Tengo cuatro veces más contratos cerrados que ella. Además, ¿cuántas veces se ha enfrentado ella a Mortagglia? ¿O a la Hermandad? – Lo dije tal cual, señalándola a ella. Y me daba igual que lo escuchara su padre, era la pura verdad desde mi punto de vista y miré a la niña rica para darle tiempo a defenderse o exponer lo que quisiera. – Estáis cometiendo una tremenda injusticia, y estoy harta de ellas. – estaba comenzando a gritar y desquiciarme, tenía que salir de allí si no quería explotar. - ¡No quiero hablar de este tema! ¡Me marcho! – dije alzando la voz y dándome la vuelta, pero Isabella se levantó de la mesa y me tomó por el hombro para tratar de detenerme.
-Espera un segundo, hija. – volvió a insistir en la dichosa palabra, era una coletilla para ella.
-¡No vuelvas a llamarme así! ¡Nunca! ¿Me entiendes? ¡NUNCA! – grité para todo el campamento, alejando su mano de mi hombro con furia. Quedando ella sin palabras. - ¡Estoy harta de ti! Toda tu vida te has dedicado a menospreciarme y a tratarme como si fuera imbécil. Sin confiar en mí. Siempre con secretos hacia tu propia hija y ahora, para colmo, sin premiar mis éxitos y haciendo agravios comparativos. ¿Para qué me deslomé toda mi vida? ¿Para llegar al mismo sitio que la niña rica en su casita? – había soltado de golpe todo lo que tenía que decirle. Todo lo que me llevaba amargando durante meses. Necesitaba desahogar, y como no tenía amigos con quien hacerlo y la “maestra cazadora” no tenía un minuto para hablar con su propia hija, tenía que soltársela de maneras poco formales.
-Anastasia… Estás muy sensible. ¿Por qué te pones así? – preguntó una desorientada Isabella, que por primera vez en mucho tiempo, había sido ella la pillada a contrapié.
-¡Porque nunca quieres escucharme! Me encontré hace una semana con tu hermana! ¡Con Belladonna! Pero según tú “no es importante”. – continué gritando. Su cara cambió a susto completo. Cass ahora sabría qué era lo que me atormentaba, pero lo cierto es que poco me importaba. Estaba harta de vivir con mentiras. – Ella me lo contó todo lo que ni tú ni el maestro Dorian me contasteis jamás. ¿Pensabais llevaros el secreto a la tumba? – estiré los brazos y continué dando voces para todo el campamento. Aunque muchos no sabrían ni a qué me refería. Nadie sabría a qué me refería a excepción de los que se encontraban allí presentes. - Toda la vida entrenándome en tú maldito elemento tensái de viento y electricidad, siendo incapaz de mejorar mis hechizos más que para producir corrientes de aire y dar brincos. Toda la vida creyéndome una negada para la magia, siendo una marginada en el colegio, soportando las risas de Cassandra y sus amigos por ser una “bruja mestiza”. – señalé a Cass. Pero no con rabia hacia ella, a fin de cuentas, no tenía culpa de nada. Mi madre quedó sin palabras. No sabía qué decir. – ¡Claro! ¿Cómo no voy a ser una inútil si acabo de descubrir que no sólo no soy una mestiza, sino que soy hija de una de las brujas oscuras más poderosas del mundo? Secuestrada y despojada de su auténtica madre cuando tenía dos años, sometida a un lavado de cerebro para no recordar nada. ¿Quién es peor? ¿Tú o la Dama Mortagglia, tía Isabella? – volví a señalarla, pero ya acercándome a la puerta - Entonces comprendí por qué Mortagglia nunca quiso matarme, sino que me uniera a ella.
Mi madre se postró de brazos cruzados, sorprendida y a la vez enfadada. No le había gustado nada que soltara todo eso allí, pero nunca tenía tiempo para hablar conmigo.
-¿Y era eso lo que querías? ¿Ser criada por una demente? Me dirás que te he dado mala vida. Si has pasado tu infancia en una mansión con sirvientes, estudiado en los mejores colegios y plato caliente durante toda tu vida. ¿Sabes la de gente que daría tener un cuarto de la vida que has tenido tú? No seas desagradecida, Anastasia. Si no te dije nada nunca fue para protegerte. ¿Qué querías que dijera? ¿Qué tenía a la hija de Belladona conmigo? ¿Crees que la gente de Beltrexus lo permitiría? – se excusó. Sin dar voces, pero con una manera elegante. Tenía razón en todo lo que decía, ciertamente, pero la noticia para alguien tan orgullosa como yo me había sentado como un chorro de agua fría. – Aún si tanto te gusta lo que hacen mi madre y mi hermana, estás a tiempo de volver con ellos.
-No lo descartes. – sentencié impulsivamente y me giré y me di la vuelta para salir de la tienda. Ni ella se creería que me terminaría uniendo a los vampiros con el odio y asco que les había acumulado. Estaba allí para acabar con ellos, pero todo lo que había descubierto y que quisiesen poner a Cassandra Harrowmont en mi misma posición me había hecho desquiciar.
-Qué impulsiva… - fue lo último que oí rechistar en cuanto abandoné la tienda.
*Off: Sorry por el ladrillo. Era un momento importante y quería dejarlo épico. Los siguientes serán más cortos. I promise <3
Anastasia Boisson
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Re: El campamento [Libre] [4/4] [Cerrado]
Sonrió a Cassandra, puede que Huracán no fuera alguien fácil de tratar, pero tenía buen corazón, Alanna la tenía por una persona fuerte, el tipo de persona a la que no le importa estar, sola, ese tipo de personas que no necesitan a nadie para saber de su valía y suponía que Cass sería una amiga de verdad para la bruja, o, al menos, eso creía, pues, inocente de ella, había tomado el comentario de la chica por una broma. Tomó aire sonriendo a ambos, mientras sus manos iban a parar a sus brazos, que aun le cosquilleaban por el sorprendente saludo de su compañero de fatigas, ¿desde cuando le daba abrazos para saludarla? En realidad, no era que Eltrant hubiera sido nunca de mucho contacto, pero desde su perdida de memoria, solo recordaba que la hubiera tocado para intentar matarla al encontrarse en su taller.
No tardaron más de un minuto en volver a separarse, Eltrant se metió en su tienda, probablemente consciente de que no habría acudido sin pasar a avisar por la guardia y que, su superior, sabedor de que se encontrarían, le habría dado cosas para él. Con un suspiro, decidió acudir en busca de un botiquín, siguiendo a Cass, creyendo que la tienda médica no andaría muy lejos de la principal hacia donde ella se dirigía. Tomó un momento la muñeca de la chica y la miro con cierta reprobación pintada en una cara que sabía que poco o nada efecto tendrían sus palabras. e mordió el labio y la dejó ir, entrando a la tienda de al lado.
Como había supuesto, la tienda médica estaba montada allí junto a la de la madre de Huracán, y disponía de camastros, agujas, pociones, materiales esterilizados,... Se acercó, curiosa, a los baúles donde los frascos de colores reposaban peligrosamente cerca unos de otros. Las palabras de la tierra de al lado, llegaban a ella de forma débil, su oído, más potente que el de la media captaba lo que para cualquiera sería silencio, y para quienes se situaran más cerca, susurros, con una claridad similar a la que tendría un hombre lobo transformado, pero con la sutil diferencia de que, para ella, las palabras tenían más sentido que para cualquier animal. Suspiró mientras sacaba las ampollas multicolor y las inspeccionaba una a una, abriéndolas, incluso, para olerlas, alguna poción de curación rápida debía haber por allí; como había supuesto, y como había dicho Eltrant, Cassandra no debería haber entrado en la tienda, Huracán parecía tener cosas importantes a discutir con su madre.
Olisqueó una poción de color rosado, arrugando la nariz, esa debía ser capaz de moldear huesos, solo necesitaba, en realidad, algo que adormeciera los dolores, los recién llegados necesitarían poder descansar, y doloridos como debían estar, sería complicado. Encontró, tras un par de miradas más, una poción que se utilizaba de relajante muscular, con hierva buena, hierva de san juan y manzanilla, daba tal somnolencia que era imposible mantenerse despierto más de dos horas, y se dormía del tirón, la usaban bastante en el hospital para que los enfermos se mantuvieran tranquilos durante su recuperación. Por desgracia, ella la había tomado más veces de las que le gustaría admitir.
Los gritos de la tienda de al lado la hiceron trastabillar con el mejunje en manos, que casi cayó al suelo, y Alanna alzó la cabeza comenzando a entender muchas más cosas de las que, probablemente, Huracán habría querido que supiera. Escuchó atenta, desviando la mirada, una madre era una madre, pero... ¿podía serlo si no actuaba como tal? Tomó unas cuantas vendas en brazos, por si debía ayudar a alguno a cambiar las vendas y limpiar las heridas, y salió de allí, a tiempo de ver a Huracán alejarse furibunda y cabizbaja. Miró un instante la tienda de la que había salido, y, algo dudosa abrió y se introdujo interrumpiendo el silencio.
- Siento interrumpir, no era mi intención pero... lo he oído y... señora, puede que no le sirva para entender, pero yo soy adoptada, y siempre tendré dos madres, la que me crío de niña, la que me llevó durante nueve meses en su vientre, y la que me acogió cuando no era más que una niña abandonada y perdida, madre no es quien pare, es quien cría, pero importa mucho el como se hace.- intentó explicar.- Una madre no abandona, no hace que te pese el pecho, que te sientas inútil, no pone sobre ti una presión que luego te obliga a soportar sola, no, una madre es quien ayuda a llevar esa presión, quien enseña a afrontar los problemas hasta que su hijo puede volar por si mismo. Se que las palabras de Huracán la han herido, y no quiero que las mías den otra vuelta al puñal, pero piense si usted ha sido, de verdad, su madre, o si debe recapacitar sobre sus actos.- finalizó.- Disculpen la intromisión.- se despidió con una reverencia, preocupada por Huracán, que había salido corriendo hacia no sabía dónde.
Parecería una estupidez, pero para Alanna las madres, las familias, eran sagradas, ella había perdido a la suya demasiado pronto, se había visto sola durante muchos años, perdida, a la deriva en una ciudad más grande que el mar donde, si no hubiera sido por Meredith y Byron, probablemente habría acabado como una ladrona o, peor, como una prostituta, si no hubiera muerto antes, pero ellos la acogieron, le dieron un nuevo hogar, una nueva familia, y por eso podía llegar a entender a Huracán, sabía lo que era crecer y criarse sola, pero ella había tenido cerca a alguien que podría haber sido de ayuda, pero que, en lugar de eso, había puesto, o eso había entendido ella, ahinco en intentar hundirla en el barro, si la situación hubiera sido diferente, si no hubiera tenido que ver con la familia, probablemente, la guardia habría cerrado la boca, pero con eso, no había podido.
Corrió intentando localizar a la bruja, sin conseguir encontrarla en ningún lugar, dando, en cambio, con un Eltrant relajado tumbado bajo un árbol. Se acercó a él, con un suspiro, no conocía la zona que, para colmo, era boscosa, no podía adentrarse entre los árboles porque estaba segura al ciento diez por ciento de que se perdería, había cambiado mucho en esos años, pero, por desgracia, su orientación en bosques seguía siendo igual de pésima que siempre.
- Hola.- suspiró arrodillándose en la hierva dejando en su regazo las vendas, la poción y un par de mejunjes más par limpiar heridas.- ¿necesitas una enfermera?- Bromeó señalando las vendas.- Elt... ¿qué ha pasado en este tiempo? ¿Qué le ha pasado a Huracán?- concretó con aires preocupados y el ceño ligeramente fruncido.
Off: uso de habilidad pasiva, alquimia. *uso de habilidad Oído de tísico.No tardaron más de un minuto en volver a separarse, Eltrant se metió en su tienda, probablemente consciente de que no habría acudido sin pasar a avisar por la guardia y que, su superior, sabedor de que se encontrarían, le habría dado cosas para él. Con un suspiro, decidió acudir en busca de un botiquín, siguiendo a Cass, creyendo que la tienda médica no andaría muy lejos de la principal hacia donde ella se dirigía. Tomó un momento la muñeca de la chica y la miro con cierta reprobación pintada en una cara que sabía que poco o nada efecto tendrían sus palabras. e mordió el labio y la dejó ir, entrando a la tienda de al lado.
Como había supuesto, la tienda médica estaba montada allí junto a la de la madre de Huracán, y disponía de camastros, agujas, pociones, materiales esterilizados,... Se acercó, curiosa, a los baúles donde los frascos de colores reposaban peligrosamente cerca unos de otros. Las palabras de la tierra de al lado, llegaban a ella de forma débil, su oído, más potente que el de la media captaba lo que para cualquiera sería silencio, y para quienes se situaran más cerca, susurros, con una claridad similar a la que tendría un hombre lobo transformado, pero con la sutil diferencia de que, para ella, las palabras tenían más sentido que para cualquier animal. Suspiró mientras sacaba las ampollas multicolor y las inspeccionaba una a una, abriéndolas, incluso, para olerlas, alguna poción de curación rápida debía haber por allí; como había supuesto, y como había dicho Eltrant, Cassandra no debería haber entrado en la tienda, Huracán parecía tener cosas importantes a discutir con su madre.
Olisqueó una poción de color rosado, arrugando la nariz, esa debía ser capaz de moldear huesos, solo necesitaba, en realidad, algo que adormeciera los dolores, los recién llegados necesitarían poder descansar, y doloridos como debían estar, sería complicado. Encontró, tras un par de miradas más, una poción que se utilizaba de relajante muscular, con hierva buena, hierva de san juan y manzanilla, daba tal somnolencia que era imposible mantenerse despierto más de dos horas, y se dormía del tirón, la usaban bastante en el hospital para que los enfermos se mantuvieran tranquilos durante su recuperación. Por desgracia, ella la había tomado más veces de las que le gustaría admitir.
Los gritos de la tienda de al lado la hiceron trastabillar con el mejunje en manos, que casi cayó al suelo, y Alanna alzó la cabeza comenzando a entender muchas más cosas de las que, probablemente, Huracán habría querido que supiera. Escuchó atenta, desviando la mirada, una madre era una madre, pero... ¿podía serlo si no actuaba como tal? Tomó unas cuantas vendas en brazos, por si debía ayudar a alguno a cambiar las vendas y limpiar las heridas, y salió de allí, a tiempo de ver a Huracán alejarse furibunda y cabizbaja. Miró un instante la tienda de la que había salido, y, algo dudosa abrió y se introdujo interrumpiendo el silencio.
- Siento interrumpir, no era mi intención pero... lo he oído y... señora, puede que no le sirva para entender, pero yo soy adoptada, y siempre tendré dos madres, la que me crío de niña, la que me llevó durante nueve meses en su vientre, y la que me acogió cuando no era más que una niña abandonada y perdida, madre no es quien pare, es quien cría, pero importa mucho el como se hace.- intentó explicar.- Una madre no abandona, no hace que te pese el pecho, que te sientas inútil, no pone sobre ti una presión que luego te obliga a soportar sola, no, una madre es quien ayuda a llevar esa presión, quien enseña a afrontar los problemas hasta que su hijo puede volar por si mismo. Se que las palabras de Huracán la han herido, y no quiero que las mías den otra vuelta al puñal, pero piense si usted ha sido, de verdad, su madre, o si debe recapacitar sobre sus actos.- finalizó.- Disculpen la intromisión.- se despidió con una reverencia, preocupada por Huracán, que había salido corriendo hacia no sabía dónde.
Parecería una estupidez, pero para Alanna las madres, las familias, eran sagradas, ella había perdido a la suya demasiado pronto, se había visto sola durante muchos años, perdida, a la deriva en una ciudad más grande que el mar donde, si no hubiera sido por Meredith y Byron, probablemente habría acabado como una ladrona o, peor, como una prostituta, si no hubiera muerto antes, pero ellos la acogieron, le dieron un nuevo hogar, una nueva familia, y por eso podía llegar a entender a Huracán, sabía lo que era crecer y criarse sola, pero ella había tenido cerca a alguien que podría haber sido de ayuda, pero que, en lugar de eso, había puesto, o eso había entendido ella, ahinco en intentar hundirla en el barro, si la situación hubiera sido diferente, si no hubiera tenido que ver con la familia, probablemente, la guardia habría cerrado la boca, pero con eso, no había podido.
Corrió intentando localizar a la bruja, sin conseguir encontrarla en ningún lugar, dando, en cambio, con un Eltrant relajado tumbado bajo un árbol. Se acercó a él, con un suspiro, no conocía la zona que, para colmo, era boscosa, no podía adentrarse entre los árboles porque estaba segura al ciento diez por ciento de que se perdería, había cambiado mucho en esos años, pero, por desgracia, su orientación en bosques seguía siendo igual de pésima que siempre.
- Hola.- suspiró arrodillándose en la hierva dejando en su regazo las vendas, la poción y un par de mejunjes más par limpiar heridas.- ¿necesitas una enfermera?- Bromeó señalando las vendas.- Elt... ¿qué ha pasado en este tiempo? ¿Qué le ha pasado a Huracán?- concretó con aires preocupados y el ceño ligeramente fruncido.
Alanna Delteria
Aerandiano de honor
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Re: El campamento [Libre] [4/4] [Cerrado]
Apenas un par de segundos después de que Huracán entrase en la tienda de campaña lo hice yo. Y faltó nada para chocarme contra ella porque estaba en la misma puerta, anonadada. Claro, que en cuanto me asomé entendí qué era lo que le pasaba a mi compañera: Su madre y mi padre estaban juntos tomando té alrededor de una mesa. Casi al instante se dibujó en mi rostro una mueca de disgusto. Odiaba cualquier relación de mi familia con los Boisson… Y eran demasiado frecuentes. ¿Qué se supone que hacían ahí los dos? Isabella nos había convocado pero, ¿y mi padre?
Ignoré la furibunda mirada de Anastasia y me coloqué a su lado con los brazos cruzados, denotando la molestia que me causaba esa imagen. Y ellos dos parecían no querer darse cuenta de nuestra incomodidad porque seguían como si nada. Después del saludo de la maestra cazadora, continuó mi padre.
-¿De qué se…? - Me vi interrumpida por Huracán, exigiendo a su madre el hablar a solas. Le devolví la mirada que segundos antes me había dedicado a mí, por no haberme dejado terminar. Estuve a nada de mandarla callar, pero en ese momento la voz que se volvió a escuchar fue la de Isabella, quien cortó a su hija e hizo que el silencio volviera a la tienda para continuar hablando ella. Y todo esto con una calma increíble, parecía que no hubiese sido interrumpida. Ella prosiguió y mi padre lo iba enlazando. ¿En serio tenían que hablar de esa forma?
Toda su pedantería pasó a un segundo plano cuando mi padre dijo que Huracán y yo teníamos que llevarnos bien. Mi rostro cambió hasta quedarse con una, muy evidente, mueca de incredulidad. - ¿Qué? - No me creía lo que había dicho mi padre. Pero ignorándonos continuaron su discurso, que parecía ensayado.
-James y yo estamos cerca de los cincuenta, cuando acabemos con Mortagglia, no tendrá sentido que ninguno de los dos continúe en el gremio…
Todo palabrería, a la que atendí con los brazos cruzados esperando que todo ese diálogo llegase a punto fijo. Pero nada, parecían querer crear expectación tardaban en decir que querían con todo esto. Hasta que el final del discurso de mi padre me dejó tan anonadada como cuando había entrado en la tienda. Isabella prosiguió sin darnos tiempo a hablar. Querían que fuésemos las maestras cazadoras, que nos uniésemos. Pasé la vista por mi compañera y luego de nuevo por ellos. - ¿Perdón? - Una mezcla de incredulidad y molestia salió de mi voz.
Vale, siempre había soñado con ser maestra cazadora, era a lo que aspiraba, ser enaltecida al llegar a Beltrexus entre aplausos, halagos y todas las atenciones por haber librado batalla con cientos de vampiros. Pero de ahí a verme acompañada de Huracán, compartiendo todo…. No.
Iba a quejarme, pero mi cara estaba tan descompuesta que tardé unos segundos en reaccionar. Segundos que Anastasia aprovechó para mostrar su descontento. ¿De qué se quejaba ahora? La maestra cazadora debía ser yo. Y punto. ¡Y encima la emprendía contra mí! Me volteé para mirarla de frente. - ¡Eh! ¡Yo también he hecho cosas por el gremio! ¡Deja de decir tonterías! - Alcé la voz para tratar de acallar la suya, señalándola con la mano en modo acusador. - ¿¡En serio vais a poner a esta mestiza como maestra!? ¿¡Qué mosca os ha picado!? - Me giré hacia nuestros padres, muy cabreada por haber nombrado también a Huracán con ese título.
Me aparté de ella y volví a cruzar los brazos, mirando hacia un lado, bastante enfadada mientras ella hacía por largarse de la tienda. ¡Que se fuera! No podíamos tener a una persona así de maestra cazadora, demasiado irascible, y además no era una bruja pura. Mejor si se largaba. Pero Isabella no lo quería permitir y con su intachable calma trató de aplacar la furia de Huracán. Mas no lo consiguió.
Mi compañera, haciendo honor a su apodo empezó a emprenderla a voces, muy exaltada, como soltando algo que tuviera guardado desde hacía mucho tiempo. Obviamente también tuvo algo para mí, pero menos de lo que esperaba. De nuevo, quise responder pero mi padre me hizo un gesto para que no rebatiera. Esto era algo entre Isabella y Anastasia. Bueno… Y entre todo el campamento, porque con las voces que estaba dando Huracán, se tendrían que estar enterando hasta en la ciudad. Y querían que esta fuera la futura maestra cazadora…
La discusión siguió subiendo de tono y era ya muy tenso el ambiente de esa tienda de campaña. Todavía seguía cruzada de brazos viendo el percal. Al principio me pareció un tonto capricho de Huracán para reclamar la atención de su madre, pero con lo siguiente que soltó mi compañera me quedé petrificada. ¿Era hija de Belladona? ¿Anastasia Boisson era la hija de esa loca? Un escalofrío recorrió mi cuerpo al acordarme de lo ocurrido con mi madre. Dejé caer los brazos a mis costados y, sorprendida me quedé mirando a Anastasia. Lo que decían después parecía sonar como si estuviéramos a metros de distancia, aunque apenas nos separaba uno a las dos. Isabella parecía haber perdido su calma, pero sólo pude oír que le recriminaba algo a su “hija”. Acto seguido esta se fue y me quedé mirando la tela de la puerta durante unos segundos antes de reaccionar.
- Cass, ve a buscarla, anda. - Dijo mi padre tratando de poner algo de calma al ambiente.
- ¿Qué? ¡Ni hablar!
- Ve.
- ¿Por qué? ¿¡No os dais cuenta!? ¿¡Por qué la nombráis a ella maestra cazadora!? ¡¡No puede serlo!! ¿¡Habéis visto cómo se comporta!?
- Tú estás haciendo lo mismo, cálmate.
- ¡Estoy calmada! - No me lo creía ni yo. - ¡Pero no lo entiendo! ¡Ni siquiera es como nosotros! ¿¡Por qué tiene que serlo!? - Señalaba a la puerta de la tienda por donde había desaparecido Huracán, como si estuviese presente.
- Porque ella ha trabajado para el gremio, y mucho. - Quiso defenderla mi padre.
- ¿¡Y qué!? ¡¡Es hija de la loca que secuestró a mamá!! ¡¡Debería est…!!
- ¡Cassandra! ¡Basta! - Mi padre se levantó de la silla, apoyando las manos en la mesa donde tomaban el té. Parecía molesto por mi comportamiento pero no me arrepentía. Era verdad, esa loca había secuestrado a mi madre y no sólo él no se había movido, sino que encima ahora parecía defender la postura de Isabella. - Ve a buscar a Anastasia y tratad de llevaros bien.
- Pero…
- Pero nada. Os hemos reunido para que juntas podáis llevar el gremio. No para que discutáis. Os estamos dejando una gran responsabilidad, confiamos en vosotras. No nos hagáis arrepentirnos. Ahora, ve a buscarla.
Más enfadada todavía salí de la tienda a paso acelerado, casi chocándome con Alanna, quien justo esperaba en la puerta para entrar. Me la había encontrado antes de entrar yo y ahora parecía esperar afuera. La ignoré, no porque tuviera nada contra ella, es que mi padre me había enfadado demasiado al cortarme de esa forma y al enfrentarse a mí. ¡Estaba llena de rabia! Encima me hacía ir a buscar a Anastasia.
Avancé hasta las afueras del campamento, sin ninguna intención de encontrar a la cazadora, pero al fin y al cabo tenía que hacerlo, me gustase o no. ¡Qué impotencia! Me hubiese encantado que mi padre me hubiese dejado acabar la discusión. Odiaba que me cortasen.
En ese momento también estaba enfadada con Isabella, pese a que ella se había mantenido en silencio mientras mi padre y yo discutíamos. Había adoptado como suya a la hija de la mujer que había secuestrado a mi madre. Era la nieta de Mortagglia y, ¿todavía podía andar por Beltrexus libremente? Pateé una piedra mientras salía del campamento, enfadada. ¡Es que encima querían la querían nombrar maestra! No se lo merecía. Trabajaba mucho pero siempre había pensado que era una bruja mestiza, ¿qué mierdas pintaba alguien de su calaña siendo maestra? ¡Encima ahora peor!
- Genial, la maestra cazadora emparentada con la Hermandad más todavía. - Musité enfurruñada, mientras iba a buscar a mi compañera. Más o menos, viendo el terreno pude averiguar qué dirección había tomado así que la seguí, a la vez que me iba mentalizado de que la posición de nuestros padres era inamovible e iba a tener que trabajar con ella.
Unos minutos andando, que usé para despejarme, y por fin la encontré. - ¡Eh, Anastasia! Me han pedido que venga a buscarte. - Dije con sinceridad. Estaba claro que esta acción de “hacer las paces” no iba a ser idea mía. Vale que trabajásemos juntas en alguna que otra misión, pero el tema de compartir puesto como maestras cazadoras era otro nivel que no quería tener con ella.
A pesar del enfado, también sentía curiosidad por lo que habían dicho en la tienda sobre Belladona. Aunque sabía que no era el mejor momento para indagar, y mi compañera estaba demasiado afectada. ¿Era eso lo que le había pasado cuando se fue con Eltrant? Tenía que ser algo duro, en mi cabeza no cabía la idea de que alguien como yo pudiese estar emparentada con un vampiro, y mucho menos después de la cantidad de muerte que esos seres habían dejado a su paso en nuestras familias. No me lo podía creer. Es que era imposible saber cómo podía estar pasándolo Huracán, bastante tenía yo con que me hubieran fastidiado lo que más ansiaba.
Ignoré la furibunda mirada de Anastasia y me coloqué a su lado con los brazos cruzados, denotando la molestia que me causaba esa imagen. Y ellos dos parecían no querer darse cuenta de nuestra incomodidad porque seguían como si nada. Después del saludo de la maestra cazadora, continuó mi padre.
-¿De qué se…? - Me vi interrumpida por Huracán, exigiendo a su madre el hablar a solas. Le devolví la mirada que segundos antes me había dedicado a mí, por no haberme dejado terminar. Estuve a nada de mandarla callar, pero en ese momento la voz que se volvió a escuchar fue la de Isabella, quien cortó a su hija e hizo que el silencio volviera a la tienda para continuar hablando ella. Y todo esto con una calma increíble, parecía que no hubiese sido interrumpida. Ella prosiguió y mi padre lo iba enlazando. ¿En serio tenían que hablar de esa forma?
Toda su pedantería pasó a un segundo plano cuando mi padre dijo que Huracán y yo teníamos que llevarnos bien. Mi rostro cambió hasta quedarse con una, muy evidente, mueca de incredulidad. - ¿Qué? - No me creía lo que había dicho mi padre. Pero ignorándonos continuaron su discurso, que parecía ensayado.
-James y yo estamos cerca de los cincuenta, cuando acabemos con Mortagglia, no tendrá sentido que ninguno de los dos continúe en el gremio…
Todo palabrería, a la que atendí con los brazos cruzados esperando que todo ese diálogo llegase a punto fijo. Pero nada, parecían querer crear expectación tardaban en decir que querían con todo esto. Hasta que el final del discurso de mi padre me dejó tan anonadada como cuando había entrado en la tienda. Isabella prosiguió sin darnos tiempo a hablar. Querían que fuésemos las maestras cazadoras, que nos uniésemos. Pasé la vista por mi compañera y luego de nuevo por ellos. - ¿Perdón? - Una mezcla de incredulidad y molestia salió de mi voz.
Vale, siempre había soñado con ser maestra cazadora, era a lo que aspiraba, ser enaltecida al llegar a Beltrexus entre aplausos, halagos y todas las atenciones por haber librado batalla con cientos de vampiros. Pero de ahí a verme acompañada de Huracán, compartiendo todo…. No.
Iba a quejarme, pero mi cara estaba tan descompuesta que tardé unos segundos en reaccionar. Segundos que Anastasia aprovechó para mostrar su descontento. ¿De qué se quejaba ahora? La maestra cazadora debía ser yo. Y punto. ¡Y encima la emprendía contra mí! Me volteé para mirarla de frente. - ¡Eh! ¡Yo también he hecho cosas por el gremio! ¡Deja de decir tonterías! - Alcé la voz para tratar de acallar la suya, señalándola con la mano en modo acusador. - ¿¡En serio vais a poner a esta mestiza como maestra!? ¿¡Qué mosca os ha picado!? - Me giré hacia nuestros padres, muy cabreada por haber nombrado también a Huracán con ese título.
Me aparté de ella y volví a cruzar los brazos, mirando hacia un lado, bastante enfadada mientras ella hacía por largarse de la tienda. ¡Que se fuera! No podíamos tener a una persona así de maestra cazadora, demasiado irascible, y además no era una bruja pura. Mejor si se largaba. Pero Isabella no lo quería permitir y con su intachable calma trató de aplacar la furia de Huracán. Mas no lo consiguió.
Mi compañera, haciendo honor a su apodo empezó a emprenderla a voces, muy exaltada, como soltando algo que tuviera guardado desde hacía mucho tiempo. Obviamente también tuvo algo para mí, pero menos de lo que esperaba. De nuevo, quise responder pero mi padre me hizo un gesto para que no rebatiera. Esto era algo entre Isabella y Anastasia. Bueno… Y entre todo el campamento, porque con las voces que estaba dando Huracán, se tendrían que estar enterando hasta en la ciudad. Y querían que esta fuera la futura maestra cazadora…
La discusión siguió subiendo de tono y era ya muy tenso el ambiente de esa tienda de campaña. Todavía seguía cruzada de brazos viendo el percal. Al principio me pareció un tonto capricho de Huracán para reclamar la atención de su madre, pero con lo siguiente que soltó mi compañera me quedé petrificada. ¿Era hija de Belladona? ¿Anastasia Boisson era la hija de esa loca? Un escalofrío recorrió mi cuerpo al acordarme de lo ocurrido con mi madre. Dejé caer los brazos a mis costados y, sorprendida me quedé mirando a Anastasia. Lo que decían después parecía sonar como si estuviéramos a metros de distancia, aunque apenas nos separaba uno a las dos. Isabella parecía haber perdido su calma, pero sólo pude oír que le recriminaba algo a su “hija”. Acto seguido esta se fue y me quedé mirando la tela de la puerta durante unos segundos antes de reaccionar.
- Cass, ve a buscarla, anda. - Dijo mi padre tratando de poner algo de calma al ambiente.
- ¿Qué? ¡Ni hablar!
- Ve.
- ¿Por qué? ¿¡No os dais cuenta!? ¿¡Por qué la nombráis a ella maestra cazadora!? ¡¡No puede serlo!! ¿¡Habéis visto cómo se comporta!?
- Tú estás haciendo lo mismo, cálmate.
- ¡Estoy calmada! - No me lo creía ni yo. - ¡Pero no lo entiendo! ¡Ni siquiera es como nosotros! ¿¡Por qué tiene que serlo!? - Señalaba a la puerta de la tienda por donde había desaparecido Huracán, como si estuviese presente.
- Porque ella ha trabajado para el gremio, y mucho. - Quiso defenderla mi padre.
- ¿¡Y qué!? ¡¡Es hija de la loca que secuestró a mamá!! ¡¡Debería est…!!
- ¡Cassandra! ¡Basta! - Mi padre se levantó de la silla, apoyando las manos en la mesa donde tomaban el té. Parecía molesto por mi comportamiento pero no me arrepentía. Era verdad, esa loca había secuestrado a mi madre y no sólo él no se había movido, sino que encima ahora parecía defender la postura de Isabella. - Ve a buscar a Anastasia y tratad de llevaros bien.
- Pero…
- Pero nada. Os hemos reunido para que juntas podáis llevar el gremio. No para que discutáis. Os estamos dejando una gran responsabilidad, confiamos en vosotras. No nos hagáis arrepentirnos. Ahora, ve a buscarla.
Más enfadada todavía salí de la tienda a paso acelerado, casi chocándome con Alanna, quien justo esperaba en la puerta para entrar. Me la había encontrado antes de entrar yo y ahora parecía esperar afuera. La ignoré, no porque tuviera nada contra ella, es que mi padre me había enfadado demasiado al cortarme de esa forma y al enfrentarse a mí. ¡Estaba llena de rabia! Encima me hacía ir a buscar a Anastasia.
Avancé hasta las afueras del campamento, sin ninguna intención de encontrar a la cazadora, pero al fin y al cabo tenía que hacerlo, me gustase o no. ¡Qué impotencia! Me hubiese encantado que mi padre me hubiese dejado acabar la discusión. Odiaba que me cortasen.
En ese momento también estaba enfadada con Isabella, pese a que ella se había mantenido en silencio mientras mi padre y yo discutíamos. Había adoptado como suya a la hija de la mujer que había secuestrado a mi madre. Era la nieta de Mortagglia y, ¿todavía podía andar por Beltrexus libremente? Pateé una piedra mientras salía del campamento, enfadada. ¡Es que encima querían la querían nombrar maestra! No se lo merecía. Trabajaba mucho pero siempre había pensado que era una bruja mestiza, ¿qué mierdas pintaba alguien de su calaña siendo maestra? ¡Encima ahora peor!
- Genial, la maestra cazadora emparentada con la Hermandad más todavía. - Musité enfurruñada, mientras iba a buscar a mi compañera. Más o menos, viendo el terreno pude averiguar qué dirección había tomado así que la seguí, a la vez que me iba mentalizado de que la posición de nuestros padres era inamovible e iba a tener que trabajar con ella.
Unos minutos andando, que usé para despejarme, y por fin la encontré. - ¡Eh, Anastasia! Me han pedido que venga a buscarte. - Dije con sinceridad. Estaba claro que esta acción de “hacer las paces” no iba a ser idea mía. Vale que trabajásemos juntas en alguna que otra misión, pero el tema de compartir puesto como maestras cazadoras era otro nivel que no quería tener con ella.
A pesar del enfado, también sentía curiosidad por lo que habían dicho en la tienda sobre Belladona. Aunque sabía que no era el mejor momento para indagar, y mi compañera estaba demasiado afectada. ¿Era eso lo que le había pasado cuando se fue con Eltrant? Tenía que ser algo duro, en mi cabeza no cabía la idea de que alguien como yo pudiese estar emparentada con un vampiro, y mucho menos después de la cantidad de muerte que esos seres habían dejado a su paso en nuestras familias. No me lo podía creer. Es que era imposible saber cómo podía estar pasándolo Huracán, bastante tenía yo con que me hubieran fastidiado lo que más ansiaba.
Última edición por Cassandra C. Harrowmont el Jue Abr 06 2017, 20:40, editado 1 vez
Cassandra C. Harrowmont
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Re: El campamento [Libre] [4/4] [Cerrado]
Se tumbó bajo la sombra de un árbol y cerró los ojos. Tenía muchas cosas en las que pensar, demasiadas, quizás, para hacerlo en aquel momento.
Alzó la mano, tapando la luz que se filtraba entre las hojas del árbol y que acaba directamente sobre su cara. - ¿Qué vas hacer ahora, Eltrant Tale? – Preguntó dejando caer el brazo sobre la hierba junto a él. – En primer lugar… - Su monologo quedó cortado por los gritos que de inmediato se apoderaron del lugar, demasiado lejanos para que el exmercenario pudiese oír exactamente lo que decían, eran lo suficientemente fuertes, sin embargo, como para suponer que estaban discutiendo con bastante fiereza en algún lugar del campamento, Eltrant podía intuir de que se trataba. – Y ahí van los gritos – Dijo acomodándose bajo el árbol. – Me esperaba más magia, estropicios, tiendas volando… – Dijo a la nada bostezando, llevaba demasiado tiempo con el grupo de cazadores, estaba empezando a encontrar extrañamente entretenido hablar consigo mismo – Razones tiene desde luego.
Abrió levemente un ojo cuando sintió la presencia de Alanna junto a él – Hola – Dijo de vuelta, incorporándose levemente a ver a su compañera, analizando en cuanto pudo los objetos que esta traía consigo. – Pues… no me vendría mal esto – Sonrió alargando la mano hasta el mejunje rojizo que esta portaba en el interior de un pequeño frasquito de metal.
La siguiente pregunta que le hizo la Gata no le pilló por sorpresa, esperaba, después de todo, que esta le preguntase hacer de la cazadora así como los distintos eventos que se habían sucedido en el norte.
Sonrió cansado y descorchó el frasco que había arrebatado a Alanna, olisqueando el contenido del mismo de inmediato – ¿No podían hacerlas con un sabor agradable? – Preguntó torciendo el gesto cuando el intenso olor medicinal entró en sus pulmones, era obvio que trataba de evadir la pregunta que la muchacha acababa de hacer, realmente no sabía por qué lo hacía, no exactamente. Tras unos segundos aguantando la mira de su compañera, suspiró, si algo sabía Alanna, era ver a través de aquel tipo de acciones, puede que unos días no lo recordase con exactitud, pero ahora lo sabía, no iba a poder mentirle, no a ella. – Han pasado… cosas – Dijo esbozando una sonrisa cansada, levantándose de dónde se encontraba – Te lo contaré… más adelante, cuando volvamos a Lunargenta – Con el dedo índice le dio un leve golpecito en la frente a la guarda – No te preocupes por mí – Aseguró estirándose en el sitio, gimiendo levemente cuando sintió como la herida del vientre se le resentía levemente – Eso no cuenta. – Añadió sonriendo.
Respiró hondo, dejó que la cálida brisa le envolviese, no podía decir que el ambiente no fuese agradable, para estar tan cerca de Sacrestic el aire apenas arrastraba aquel repugnante olor a sangre que caracterizaba la ciudad – En cuanto a Huracán… es mejor que le preguntes a ella – Dijo cruzándose de brazos – Supongo que has oído los gritos ¿No? - Enarcó una ceja y negó con la cabeza – Dejémoslo en que su familia es… - Pensó el adjetivo con el que describir a todos los cazadores que les rodeaban en aquel momento ¿Serios? ¿Dedicados? ¿Habladores? ¿Alegres? - …Curiosa – Sonrió – …Por no hablar de su relación con Harrowmont – Amplió su sonrisa – Enserio, mírala de cerca – Se acercó a Alanna divertido– En realidad se toleran más de lo que dejan entrever entre ellas. Llevó el suficiente tiempo con ellas para saberlo, creo que ni ellas lo notan.
Tras aquellas palabras volvió a sentarse y se dedicó a narrar a Alanna alguna de sus aventuras en el norte, le habló de Rachel, de Catherine y de algunas comidas que había probado y que no podía evitar recomendar. Por supuesto, omitió todas las partes en las que acababa vomitando su propia sangre, lo único que conseguiría era preocupar a su amiga aún más, y ya había jugado demasiado con su curiosidad diciéndole “Ya te contare” no iba a contar más de lo necesario, al menos por el momento. A pesar de esto, se sentía cómodo, no estaba mal ponerse al día, sobre todo ahora que ya no se sentía culpable mirando a Alanna, ya no era como si contemplase una pieza de un rompecabezas sin acabar.
A mitad de una apasionante historia acerca de cómo consiguió hacerse con un desorbitado descuento en una posada, pudo ver, desde dónde estaba, como Cassandra caminaba entre las tiendas con cara de pocos amigos, una expresión que, básicamente, Eltrant había podido ver en la cazadora – Mira – Señaló a la cazadora, aquella palabra era todo lo necesario para indicar a la guarda que le siguiese, había visto pelear a las dos brujas en más de una ocasión desde que abandonaron el norte, algo le decía que algo estaba a punto de estallar.
Cassandra no tardó en localizar a Huracán, apenas unos minutos andando en torno las tiendas fueron suficientes para localizar la figura de Anastasia, la cual estaba parcialmente escondida en un claro apartado en uno de los extremos del fuerte.
Llevándose las manos hasta el cinturón indicó a Alanna que se detuviese tras él, parecían estar teniendo una conversación, o algo similar, ¿Estaba en su derecho inmiscuirse? Frunció el ceño y miró a Alanna, llevaba dos semanas aguantando sus peleas, por supuesto que tenía derecho a saber que tramaban aquellas dos.
- Anda mira, mis compañeras de viaje favoritas – Dijo acercándose a ambas extendiendo los brazos - ¿Qué hacéis aquí escondidas? Cualquiera podría pensar que sois amigas y todo – Añadió cruzándose de brazos. En cuanto ambas mujeres se giraron a mirarle levantó un poco uno de sus brazos, de forma casi cómica, saludando a los presentes - ¿Y si vamos todos a comer algo y nos relajamos? – Preguntó conciliador, no era un misterio que, por los gritos, Huracán estaría bastante irascible, y lo que menos deseaba cualquier ser consciente, era ver a la cazadora furiosa – Sea lo que sea, huele bastante bien – Señaló con el pulgar a su espalda, el lugar en el que, por lo que podía intuir, estaba el centro del campamento.
Alzó la mano, tapando la luz que se filtraba entre las hojas del árbol y que acaba directamente sobre su cara. - ¿Qué vas hacer ahora, Eltrant Tale? – Preguntó dejando caer el brazo sobre la hierba junto a él. – En primer lugar… - Su monologo quedó cortado por los gritos que de inmediato se apoderaron del lugar, demasiado lejanos para que el exmercenario pudiese oír exactamente lo que decían, eran lo suficientemente fuertes, sin embargo, como para suponer que estaban discutiendo con bastante fiereza en algún lugar del campamento, Eltrant podía intuir de que se trataba. – Y ahí van los gritos – Dijo acomodándose bajo el árbol. – Me esperaba más magia, estropicios, tiendas volando… – Dijo a la nada bostezando, llevaba demasiado tiempo con el grupo de cazadores, estaba empezando a encontrar extrañamente entretenido hablar consigo mismo – Razones tiene desde luego.
Abrió levemente un ojo cuando sintió la presencia de Alanna junto a él – Hola – Dijo de vuelta, incorporándose levemente a ver a su compañera, analizando en cuanto pudo los objetos que esta traía consigo. – Pues… no me vendría mal esto – Sonrió alargando la mano hasta el mejunje rojizo que esta portaba en el interior de un pequeño frasquito de metal.
La siguiente pregunta que le hizo la Gata no le pilló por sorpresa, esperaba, después de todo, que esta le preguntase hacer de la cazadora así como los distintos eventos que se habían sucedido en el norte.
Sonrió cansado y descorchó el frasco que había arrebatado a Alanna, olisqueando el contenido del mismo de inmediato – ¿No podían hacerlas con un sabor agradable? – Preguntó torciendo el gesto cuando el intenso olor medicinal entró en sus pulmones, era obvio que trataba de evadir la pregunta que la muchacha acababa de hacer, realmente no sabía por qué lo hacía, no exactamente. Tras unos segundos aguantando la mira de su compañera, suspiró, si algo sabía Alanna, era ver a través de aquel tipo de acciones, puede que unos días no lo recordase con exactitud, pero ahora lo sabía, no iba a poder mentirle, no a ella. – Han pasado… cosas – Dijo esbozando una sonrisa cansada, levantándose de dónde se encontraba – Te lo contaré… más adelante, cuando volvamos a Lunargenta – Con el dedo índice le dio un leve golpecito en la frente a la guarda – No te preocupes por mí – Aseguró estirándose en el sitio, gimiendo levemente cuando sintió como la herida del vientre se le resentía levemente – Eso no cuenta. – Añadió sonriendo.
Respiró hondo, dejó que la cálida brisa le envolviese, no podía decir que el ambiente no fuese agradable, para estar tan cerca de Sacrestic el aire apenas arrastraba aquel repugnante olor a sangre que caracterizaba la ciudad – En cuanto a Huracán… es mejor que le preguntes a ella – Dijo cruzándose de brazos – Supongo que has oído los gritos ¿No? - Enarcó una ceja y negó con la cabeza – Dejémoslo en que su familia es… - Pensó el adjetivo con el que describir a todos los cazadores que les rodeaban en aquel momento ¿Serios? ¿Dedicados? ¿Habladores? ¿Alegres? - …Curiosa – Sonrió – …Por no hablar de su relación con Harrowmont – Amplió su sonrisa – Enserio, mírala de cerca – Se acercó a Alanna divertido– En realidad se toleran más de lo que dejan entrever entre ellas. Llevó el suficiente tiempo con ellas para saberlo, creo que ni ellas lo notan.
Tras aquellas palabras volvió a sentarse y se dedicó a narrar a Alanna alguna de sus aventuras en el norte, le habló de Rachel, de Catherine y de algunas comidas que había probado y que no podía evitar recomendar. Por supuesto, omitió todas las partes en las que acababa vomitando su propia sangre, lo único que conseguiría era preocupar a su amiga aún más, y ya había jugado demasiado con su curiosidad diciéndole “Ya te contare” no iba a contar más de lo necesario, al menos por el momento. A pesar de esto, se sentía cómodo, no estaba mal ponerse al día, sobre todo ahora que ya no se sentía culpable mirando a Alanna, ya no era como si contemplase una pieza de un rompecabezas sin acabar.
A mitad de una apasionante historia acerca de cómo consiguió hacerse con un desorbitado descuento en una posada, pudo ver, desde dónde estaba, como Cassandra caminaba entre las tiendas con cara de pocos amigos, una expresión que, básicamente, Eltrant había podido ver en la cazadora – Mira – Señaló a la cazadora, aquella palabra era todo lo necesario para indicar a la guarda que le siguiese, había visto pelear a las dos brujas en más de una ocasión desde que abandonaron el norte, algo le decía que algo estaba a punto de estallar.
Cassandra no tardó en localizar a Huracán, apenas unos minutos andando en torno las tiendas fueron suficientes para localizar la figura de Anastasia, la cual estaba parcialmente escondida en un claro apartado en uno de los extremos del fuerte.
Llevándose las manos hasta el cinturón indicó a Alanna que se detuviese tras él, parecían estar teniendo una conversación, o algo similar, ¿Estaba en su derecho inmiscuirse? Frunció el ceño y miró a Alanna, llevaba dos semanas aguantando sus peleas, por supuesto que tenía derecho a saber que tramaban aquellas dos.
- Anda mira, mis compañeras de viaje favoritas – Dijo acercándose a ambas extendiendo los brazos - ¿Qué hacéis aquí escondidas? Cualquiera podría pensar que sois amigas y todo – Añadió cruzándose de brazos. En cuanto ambas mujeres se giraron a mirarle levantó un poco uno de sus brazos, de forma casi cómica, saludando a los presentes - ¿Y si vamos todos a comer algo y nos relajamos? – Preguntó conciliador, no era un misterio que, por los gritos, Huracán estaría bastante irascible, y lo que menos deseaba cualquier ser consciente, era ver a la cazadora furiosa – Sea lo que sea, huele bastante bien – Señaló con el pulgar a su espalda, el lugar en el que, por lo que podía intuir, estaba el centro del campamento.
Eltrant Tale
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Re: El campamento [Libre] [4/4] [Cerrado]
Salí echando pestes y me fui a una esquina del campamento. Cercana a una de las puertas, donde pudiese estar sola, tranquila. Necesitaba reflexionar. ¿Por qué? ¿Por qué me había engañado durantes tantos años? Daba igual. Me crucé cuando Alanna cuando salió, dedicó unas palabras a mi madre que no obtendrían respuesta más que una mirada altiva de la siempre orgullosa Isabella.
La odiaba en aquel mismo momento, tanto que no pude contener mi ira al golpear con fuerza uno de los postes de madera de la empalizada que constituía el campamento. - ¡Joder! – Bramé. Me había hecho daño en la mano, bastante.
Las voces de la Harrowmont llegaron a mis oídos. Se había enterado del mayor de los secretos de mi madre, le habían dado a la niñita de papá el puesto que tanto añoraba y, aún así, venía con sus malos modales. Me puse de espaldas a ella, para que no viese la decepción en mi rostro. No le daría esa alegría. - ¿Qué quieres, Cassandra? – le contesté de mala gana, girando ligeramente la cabeza y apoyando un brazo en la puerta. Sin llegar a mostrarle mi rostro. – Lárgate. – le dije de mala manera. No tenía ganas de hablar con nadie y mucho menos recibir consuelo de aquella prepotente.
Poco después apareció Eltrant, un tipo más calmado y comedido. Él había sido la única razón por la que aún no había explotado en mil pedazos durante mi viaje. Al igual que Jules, tenía una cierta habilidad para calmarme y su presencia desde luego me resultaba más reconfortante que la de Cass. Con él vino también Alanna, no se podía decir que con la guardia tuviese una confianza del nivel que tenía con Elen, pero era una joven confiable y agradable. La última vez que nos vimos tuvimos un duro enfrentamiento contra la propia Mortagglia del que casi no sobrevivimos. Allí pudieron ver la dureza con las que se las gasta la Dama.
-¿Amigas? – respondí a Eltrant haciendo una mueca de desaprobación. Lo que me faltaba. No confiaba en Cass para nada, y que mi madre me quisiese poner de maestra cazadora era algo que me repateaba aún más la conciencia. Finalmente el mercenario propuso ir a comer algo. Las tripas me rugían después de estar semanas comiendo pescado prácticamente crudo y bayas, tenía ganas de algo mejor. Por fortuna, en el campamento había comida mucho más decente. Pero no tenía ganas de que nadie contemplase mi amargura. – Vayamos los tres a comer algo cerca del lago. – propuse, y sí, había dicho los tres, sobraba uno de nosotros. Miré entonces a Cassandra. - ¿A qué esperas para volver a la tienda? ¿Acaso ahora no tienes ganas de un bien pasado chuletón con los cubiertos de oro de “papá”? – me crucé de brazos, esperando su respuesta. Lo cierto es que me daba un poco igual que viniese con nosotros, pero prefería compartir mis frustraciones con Alanna y Eltrant, con quien tenía bastante más trato.
Concentré mi mirada en el carnicero contratado, se encontraba descuartizando un costillar de jabalí. En un despiste en el que se dio la vuelta para cambiar la herramienta, estiré la mano y gracias a la telequinesis atraje hacia mí el costillar. - ¿Qué? ¿Dónde está…? – No me veía. La pieza estaba ahora en mi poder. – Todo tuyo, machito del grupo. – le propuse al bueno de Tale se hiciese cargo del mismo y emprendimos la vuelta al lago de la luna, hacía un día espléndido para poder preparar algo de carne a la brasa. La calma antes de la tormenta. ¿Alguien diría algo? Yo permanecería en silencio.
-N-No sé donde están… - el camarero de la taberna en la que habían reposado los ahora fugados Elen, Alister y los hermanos Rachel y Jules Roche, suplicaba ahora por su vida a sabiendas de lo que iba a pasar. – P-Por fav…or. No… No m-me mat…en – no podía hablar, tenía el miedo en su cuerpo. Una horda de vampiros aguardaba ansiosos la señal de la Dama Mortagglia para darse su festín con él.
-JA JA JA JA. – reía Madame Boisson. Ladeaba la cabeza de un lado a otro. - ¿A que vas a ser bueno – a un lado – y nos vas a decir – al otro – dónde se esconden – al otro – los cazadores? – juntó rostro con rostro con el tipo.
-No… no lo sé. – sollozaba, sin mirar a ninguna, agarrándose las manos por la cabeza. – Pi… Piedad… Mis hijos. - allí estaban también los pequeños del hombre. A los que Belladonna sonrió, y les hizo un gesto de saludo con la mano, mostrándoles sus podridos dientes. La Dama ni siquiera apartó su mirada del hombre.
-¡QUE ME LO DIGAS! – le gritó Belladonna apechugándolo y metiéndole la varita por el ojo. El tipo volvió a quejarse, lamentándose y suplicando. Un ojo voló literalmente del cuerpo del hombre, cuya sangre comenzó a brotar de éste y, el resto de chupasangres se abalanzó sobre él.
La Dama suspiró. Calmada se giró y salió por la taberna. Belladonna se dio la vuelta y fue tras su madre, mirando con la misma nula incomparecencia y desprecio.
-¡Guardia de Sacrestic Ville! ¡Deténganse! – les pidieron varios miembros del cuerpo. - ¡No de un paso más! – comentaba uno que las apuntaba con una ballesta.
-JI JI JI. – la rizosa comenzó a jugar con uno de sus rizos de su desaliñada melena, agachó la cabeza, mirándolos fijamente. Por su parte, la Dama les miró impasibles. Nada más ver el pálido y frío rostro de la vampiresa
-Di… ¡Disparad! – ordenó el que parecía el jefe.
Un aluvión de flechas avanzó hacia ellos, mas la Dama. Confiada, no tardó en utilizar sus habilidades para convertirlas en meras ilusiones. Haciendo que se desvanecieran nada más emprendieran la búsqueda hacia las cabezas de madre e hija, y también de los más de diez vampiros que habían salido tras ella y que ahora se relamían la sangre con los caídos en la taberna..
-JA JA JA JA– Belladonna reía ahora a carcajada. Los guardias se habían quedado sin su armamento.
-Por favor… No nos ataq… - pidió entonces.
Pero todo cuanto se escuchaba era la risa psicótica de aquella enferma que era la hija de Mortagglia. Alzó su varita y una luz verde comenzó a emanar de la punta de ésta. . - ¡ADABRA CADABRA!
La odiaba en aquel mismo momento, tanto que no pude contener mi ira al golpear con fuerza uno de los postes de madera de la empalizada que constituía el campamento. - ¡Joder! – Bramé. Me había hecho daño en la mano, bastante.
Las voces de la Harrowmont llegaron a mis oídos. Se había enterado del mayor de los secretos de mi madre, le habían dado a la niñita de papá el puesto que tanto añoraba y, aún así, venía con sus malos modales. Me puse de espaldas a ella, para que no viese la decepción en mi rostro. No le daría esa alegría. - ¿Qué quieres, Cassandra? – le contesté de mala gana, girando ligeramente la cabeza y apoyando un brazo en la puerta. Sin llegar a mostrarle mi rostro. – Lárgate. – le dije de mala manera. No tenía ganas de hablar con nadie y mucho menos recibir consuelo de aquella prepotente.
Poco después apareció Eltrant, un tipo más calmado y comedido. Él había sido la única razón por la que aún no había explotado en mil pedazos durante mi viaje. Al igual que Jules, tenía una cierta habilidad para calmarme y su presencia desde luego me resultaba más reconfortante que la de Cass. Con él vino también Alanna, no se podía decir que con la guardia tuviese una confianza del nivel que tenía con Elen, pero era una joven confiable y agradable. La última vez que nos vimos tuvimos un duro enfrentamiento contra la propia Mortagglia del que casi no sobrevivimos. Allí pudieron ver la dureza con las que se las gasta la Dama.
-¿Amigas? – respondí a Eltrant haciendo una mueca de desaprobación. Lo que me faltaba. No confiaba en Cass para nada, y que mi madre me quisiese poner de maestra cazadora era algo que me repateaba aún más la conciencia. Finalmente el mercenario propuso ir a comer algo. Las tripas me rugían después de estar semanas comiendo pescado prácticamente crudo y bayas, tenía ganas de algo mejor. Por fortuna, en el campamento había comida mucho más decente. Pero no tenía ganas de que nadie contemplase mi amargura. – Vayamos los tres a comer algo cerca del lago. – propuse, y sí, había dicho los tres, sobraba uno de nosotros. Miré entonces a Cassandra. - ¿A qué esperas para volver a la tienda? ¿Acaso ahora no tienes ganas de un bien pasado chuletón con los cubiertos de oro de “papá”? – me crucé de brazos, esperando su respuesta. Lo cierto es que me daba un poco igual que viniese con nosotros, pero prefería compartir mis frustraciones con Alanna y Eltrant, con quien tenía bastante más trato.
Concentré mi mirada en el carnicero contratado, se encontraba descuartizando un costillar de jabalí. En un despiste en el que se dio la vuelta para cambiar la herramienta, estiré la mano y gracias a la telequinesis atraje hacia mí el costillar. - ¿Qué? ¿Dónde está…? – No me veía. La pieza estaba ahora en mi poder. – Todo tuyo, machito del grupo. – le propuse al bueno de Tale se hiciese cargo del mismo y emprendimos la vuelta al lago de la luna, hacía un día espléndido para poder preparar algo de carne a la brasa. La calma antes de la tormenta. ¿Alguien diría algo? Yo permanecería en silencio.
-- En Sacrestic Ville. Parte 1. —
-N-No sé donde están… - el camarero de la taberna en la que habían reposado los ahora fugados Elen, Alister y los hermanos Rachel y Jules Roche, suplicaba ahora por su vida a sabiendas de lo que iba a pasar. – P-Por fav…or. No… No m-me mat…en – no podía hablar, tenía el miedo en su cuerpo. Una horda de vampiros aguardaba ansiosos la señal de la Dama Mortagglia para darse su festín con él.
-JA JA JA JA. – reía Madame Boisson. Ladeaba la cabeza de un lado a otro. - ¿A que vas a ser bueno – a un lado – y nos vas a decir – al otro – dónde se esconden – al otro – los cazadores? – juntó rostro con rostro con el tipo.
-No… no lo sé. – sollozaba, sin mirar a ninguna, agarrándose las manos por la cabeza. – Pi… Piedad… Mis hijos. - allí estaban también los pequeños del hombre. A los que Belladonna sonrió, y les hizo un gesto de saludo con la mano, mostrándoles sus podridos dientes. La Dama ni siquiera apartó su mirada del hombre.
-¡QUE ME LO DIGAS! – le gritó Belladonna apechugándolo y metiéndole la varita por el ojo. El tipo volvió a quejarse, lamentándose y suplicando. Un ojo voló literalmente del cuerpo del hombre, cuya sangre comenzó a brotar de éste y, el resto de chupasangres se abalanzó sobre él.
La Dama suspiró. Calmada se giró y salió por la taberna. Belladonna se dio la vuelta y fue tras su madre, mirando con la misma nula incomparecencia y desprecio.
-¡Guardia de Sacrestic Ville! ¡Deténganse! – les pidieron varios miembros del cuerpo. - ¡No de un paso más! – comentaba uno que las apuntaba con una ballesta.
-JI JI JI. – la rizosa comenzó a jugar con uno de sus rizos de su desaliñada melena, agachó la cabeza, mirándolos fijamente. Por su parte, la Dama les miró impasibles. Nada más ver el pálido y frío rostro de la vampiresa
-Di… ¡Disparad! – ordenó el que parecía el jefe.
Un aluvión de flechas avanzó hacia ellos, mas la Dama. Confiada, no tardó en utilizar sus habilidades para convertirlas en meras ilusiones. Haciendo que se desvanecieran nada más emprendieran la búsqueda hacia las cabezas de madre e hija, y también de los más de diez vampiros que habían salido tras ella y que ahora se relamían la sangre con los caídos en la taberna..
-JA JA JA JA– Belladonna reía ahora a carcajada. Los guardias se habían quedado sin su armamento.
-Por favor… No nos ataq… - pidió entonces.
Pero todo cuanto se escuchaba era la risa psicótica de aquella enferma que era la hija de Mortagglia. Alzó su varita y una luz verde comenzó a emanar de la punta de ésta. . - ¡ADABRA CADABRA!
Anastasia Boisson
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Re: El campamento [Libre] [4/4] [Cerrado]
Sonrió a Eltrant cuando abrió los ojos y tomó una de las pociones que ella había acercado desde la tienda que hacía las veces de enfermería. Estaba claro que habían tenido una buena pelea, si no no habrían vuelto así de heridos y tensos, aunque, siendo Eltrant, conociéndole como lo conocía, era consciente de que bien podría haberse herido intentando cazar un zorro, era una de las cosas buenas del guerrero, siempre salía por un sitio diferente, no podías prever que haría.
Lo miró con paciencia mientras el olor a medicamento envolvía su cara para, al final, despejarse con un fortuito soplo de aire, hasta que, por fin, pareció que iba a recibir, aunque, cosas, no era precisamente algo que esperaba. Decirle que habían pasado cosas podía ser desde que les había comido y escupido una ballena a que les había entrado una mota de polvo en el ojo, pero el chico parecía serio, y, sabiendo que igualmente recibiría su respuesta, decidió asentir y esperar, si él consideraba que no era urgente, ella no presionaría, prefería mantenerse paciente.
- En Lunargenta.- asintió aceptando el acuerdo , frunciendo el ceño al verlo dolorido. ¿No preocuparse? Como si eso fuera tan fácil. Con un suspiro resignado, volvió a guardar silencio para escuchar sobre Huracán.
Entendía que no quisiera decir nada, después de los gritos que habían resonado por el campamento, en realidad, había llegado a hacerse una ligera idea de lo que debía haber pasado, aceptar los orígenes de uno nunca era fácil. Ella mejor que nadie sabía lo que era tener que cargar con los prejuicios que ella misma tenía hacia su familia, seguí cargando con ellos, e intentando combatirlos, pero su temperamento hacía que, en lugar de estallar y decir todo lo que tenía en la cabeza, como había hecho Huracán, se volviera más distante y fría, aunque, por suerte, había pasado ya esa “etapa” y en ese momento solo quería saber la verdad.
Asintió con comprensión, también pensaba que el mal humor entre Huracán y Cassandra no era más que una apariencia falsa para ocultar que, en realidad, se tenían cariño y consideración, las puyas que había oído soltar a la nueva bruja solo le habían parecido el resultado de la rabia porque Huracán no a tuviera en consideración, y, al final, había ido corriendo tras ella, no podía decir que ella, por mucho que se lo ordenaran, lo hiciera por alguien a quien odiaba o, sencillamente, no toleraba.
El tiempo comenzó a pasar entre aventuras y desventuras que parecía haber vivido el chico en su viaje con Huracán, parecía haber tenido la suerte de conocer a más de un par de personas que realmente merecían la pena, y solo de pensar en las comidas de las que hablaba Alanna comenzaba a dudar del juicio del chico, había cosas que, definitivamente, no quería probar. Había pasado mucho tiempo encerrada en Lunargenta y sus alrededores por miedos infundados y fantasmas que en realidad no existían, tal vez fuera hora de volver a moverse, se estaba perdiendo demasiado.
A penas llevaban un rato hablando cuando Cassandra pasó como un rayó en la dirección por la que se había ido Huracán, y se levantó casi al instante, siguiendo a Eltrant de cerca. No conocía a la chica nueva ni había hablado con Huracán en bastante tiempo, así que prefería dejar que fuera él quien intentase calmar el ambiente y permanecer en la retaguardia, de apoyo. Dejó que el chico avanzase dos pasos más, quedándose a su espalda con el ceño algo fruncido, y esperó. Maldiciéndose por haberle dejado a él lidiar con eso, aguantando las ganas de taparle la boca con la mano y hablar ella. Aunque, ciertamente, viéndolo todo como si fuera una simple espectadora, no negaba que la situación podía ser incluso cómica. Solo a Eltrant Tale se le podía ocurrir insinuar que dos personas que afirman odiarse son amigas frente a ellas y esperar que eso calme una situación tensa.
La guarda tuvo que guardarse la risa, el estallido de Huracán no se hizo esperar y dejó en claro que no quería tener cerca a Cassandra por nada del mundo, excluyéndola con claridad de la invitación general que Eltrant había hecho para comer. Vio desaparecer a Huri y se quedó detrás, intentando ser la última en irse, reteniendo a Cassandra en silencio, cogiéndola de la manga, haciéndole un ligero gesto para que guardase la voz con un dedo sobre los labios, y, cuando por fin perdió de vista a Huracán y a Eltrant, lanzó un suspiro.
- Ten paciencia.- le pidió.- No soy la más indicada para hablar, porque... bueno, no os conozco demasiado, pero vais a tener que colaborar si los planes de vuestros padres siguen en marcha. Huracán es complicada, pero no es mala, hazle puyas, pero... dale tiempo, esto parece serio, demasiado como para molestarla, como para molestar a nadie.- reflexionó.- Si quieres venirte a comer, puedes echarme a mi las culpas.- le sonrió.- pero no empeoremos el ambiente, solo... intentamos disfrutar de la comida.- la invitó con una ligera sonrisa, saliendo de allí sin esperar respuesta de la bruja, alcanzando a sus otros dos compañeros cuando estos ya tenían la carne, y, desde lejos, haciendo un gesto a Cassandra para que se uniera a ellos.- Yo me encargo de hacer la carne.- les propuso, desconocedora de las capacidades culinarias de Huracán, y dudando de las de Eltrant, mientras se alejaban un poco del campamento, para acercarse, nuevamente, al lago.
Lo miró con paciencia mientras el olor a medicamento envolvía su cara para, al final, despejarse con un fortuito soplo de aire, hasta que, por fin, pareció que iba a recibir, aunque, cosas, no era precisamente algo que esperaba. Decirle que habían pasado cosas podía ser desde que les había comido y escupido una ballena a que les había entrado una mota de polvo en el ojo, pero el chico parecía serio, y, sabiendo que igualmente recibiría su respuesta, decidió asentir y esperar, si él consideraba que no era urgente, ella no presionaría, prefería mantenerse paciente.
- En Lunargenta.- asintió aceptando el acuerdo , frunciendo el ceño al verlo dolorido. ¿No preocuparse? Como si eso fuera tan fácil. Con un suspiro resignado, volvió a guardar silencio para escuchar sobre Huracán.
Entendía que no quisiera decir nada, después de los gritos que habían resonado por el campamento, en realidad, había llegado a hacerse una ligera idea de lo que debía haber pasado, aceptar los orígenes de uno nunca era fácil. Ella mejor que nadie sabía lo que era tener que cargar con los prejuicios que ella misma tenía hacia su familia, seguí cargando con ellos, e intentando combatirlos, pero su temperamento hacía que, en lugar de estallar y decir todo lo que tenía en la cabeza, como había hecho Huracán, se volviera más distante y fría, aunque, por suerte, había pasado ya esa “etapa” y en ese momento solo quería saber la verdad.
Asintió con comprensión, también pensaba que el mal humor entre Huracán y Cassandra no era más que una apariencia falsa para ocultar que, en realidad, se tenían cariño y consideración, las puyas que había oído soltar a la nueva bruja solo le habían parecido el resultado de la rabia porque Huracán no a tuviera en consideración, y, al final, había ido corriendo tras ella, no podía decir que ella, por mucho que se lo ordenaran, lo hiciera por alguien a quien odiaba o, sencillamente, no toleraba.
El tiempo comenzó a pasar entre aventuras y desventuras que parecía haber vivido el chico en su viaje con Huracán, parecía haber tenido la suerte de conocer a más de un par de personas que realmente merecían la pena, y solo de pensar en las comidas de las que hablaba Alanna comenzaba a dudar del juicio del chico, había cosas que, definitivamente, no quería probar. Había pasado mucho tiempo encerrada en Lunargenta y sus alrededores por miedos infundados y fantasmas que en realidad no existían, tal vez fuera hora de volver a moverse, se estaba perdiendo demasiado.
A penas llevaban un rato hablando cuando Cassandra pasó como un rayó en la dirección por la que se había ido Huracán, y se levantó casi al instante, siguiendo a Eltrant de cerca. No conocía a la chica nueva ni había hablado con Huracán en bastante tiempo, así que prefería dejar que fuera él quien intentase calmar el ambiente y permanecer en la retaguardia, de apoyo. Dejó que el chico avanzase dos pasos más, quedándose a su espalda con el ceño algo fruncido, y esperó. Maldiciéndose por haberle dejado a él lidiar con eso, aguantando las ganas de taparle la boca con la mano y hablar ella. Aunque, ciertamente, viéndolo todo como si fuera una simple espectadora, no negaba que la situación podía ser incluso cómica. Solo a Eltrant Tale se le podía ocurrir insinuar que dos personas que afirman odiarse son amigas frente a ellas y esperar que eso calme una situación tensa.
La guarda tuvo que guardarse la risa, el estallido de Huracán no se hizo esperar y dejó en claro que no quería tener cerca a Cassandra por nada del mundo, excluyéndola con claridad de la invitación general que Eltrant había hecho para comer. Vio desaparecer a Huri y se quedó detrás, intentando ser la última en irse, reteniendo a Cassandra en silencio, cogiéndola de la manga, haciéndole un ligero gesto para que guardase la voz con un dedo sobre los labios, y, cuando por fin perdió de vista a Huracán y a Eltrant, lanzó un suspiro.
- Ten paciencia.- le pidió.- No soy la más indicada para hablar, porque... bueno, no os conozco demasiado, pero vais a tener que colaborar si los planes de vuestros padres siguen en marcha. Huracán es complicada, pero no es mala, hazle puyas, pero... dale tiempo, esto parece serio, demasiado como para molestarla, como para molestar a nadie.- reflexionó.- Si quieres venirte a comer, puedes echarme a mi las culpas.- le sonrió.- pero no empeoremos el ambiente, solo... intentamos disfrutar de la comida.- la invitó con una ligera sonrisa, saliendo de allí sin esperar respuesta de la bruja, alcanzando a sus otros dos compañeros cuando estos ya tenían la carne, y, desde lejos, haciendo un gesto a Cassandra para que se uniera a ellos.- Yo me encargo de hacer la carne.- les propuso, desconocedora de las capacidades culinarias de Huracán, y dudando de las de Eltrant, mientras se alejaban un poco del campamento, para acercarse, nuevamente, al lago.
Alanna Delteria
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Re: El campamento [Libre] [4/4] [Cerrado]
- Ya te lo he dicho. Me han hecho venir a buscarte. - Contesté de igual mala gana que ella. Eso de tener que perseguir a Anastasia no me gustaba en absoluto. Hubiese preferido mil veces estar en la tienda, descansando, antes de tener que intentar entablar una conversación “de reconciliación” con esa persona. ¡Si es que yo no quería llevarme bien con alguien así! Pero nada, a nuestros padres se les había ocurrido la “fantástica” idea de hacer que trabajásemos juntas. Por desgracia para ambas, porque sabía de sobra que ella tampoco me aguantaba. Bueno… Huracán no aguantaba a nadie, como mucho a Jules y porque a él era imposible enfadarlo. ¡Menuda paciencia! Admiraba a Jules por ese temple, pero eso era algo que no conocía. - Y sabes que no me puedo largar sin hacer el paripé con nuestras familias. Por desgracia nos toca trabajar juntas. Como si no tuviera suficiente con aguantarte en el viaje. - Resoplé con pesadez.
Al momento aparecieron los otros dos chicos, Eltrant y Alanna. Probablemente notasen la tensión entre Anastasia y yo y rápidamente vinieron a tratar de calmar los nervios. Eltrant me recordaba a Jules, también bastante calmado y paciente. A la chica no la conocía, pero me había dado buena impresión, era de la guardia, al menos también tendría temple. Muy buenas personas y todo eso, pero nos habían interrumpido y el chico se atrevió a decir que éramos amigas. - ¿Amigas? - Repetí a la vez que Anastasia lo hizo. Quedó un bonito sonido a dúo… Si no fuera porque en esos momentos deseaba darle un bofetón a Huracán y que se diera contra la madera de la valla, simplemente por desquitarme la rabia que sentía porque ella se había entrometido en mi sueño.
Bueno, no. Con lo que acababa de soltar ahora mi “amiga”, no me dieron ganas de soltarle un bofetón, me daban ganas de darle una patada en la cara a esa estúpida. Como si ella pudiera presumir de amistades, se atrevió a rechazar mi compañía. Vale, yo tampoco quería tenerla cerca pero ese gesto de dejarme de lado me había molestado demasiado. Encima usaba su asqueroso tonito para decirme que me fuera a la tienda de campaña. - Al menos mi “papá” se ha encargado de que coma con cubiertos de oro. La tuya es una loca que se ha unido a la Hermandad. Prefiero una familia que me cuide así de bien antes que una que está con los chupasangres. - Me giré en el momento que ella también lo hizo, muy molesta. No sabía si por lo que ella me había dicho o por lo que yo acababa de soltar.
Huracán nunca me había caído bien, era una Boisson y veía a esa familia como unos trepas y un incordio a la hora de cumplir mi sueño. A la vista estaba que tenía que compartir mi puesto de maestra con Anastasia. Y siempre había sido la diana de mis burlas porque era realmente penosa con su elemento Tensai. ¡Menuda bruja! La de risas que nos echábamos en el colegio a su costa. Pero sabía que ella no tenía la culpa de que su madre estuviera loca. Cuando estaban hablando nuestros padres y ella había discutido con Isabella, realmente me sentí mal por Huracán. Es que si mi madre fuese alguien como Belladona… Un escalofrío recorrió mi cuerpo y rápidamente me dispuse a irme a la tienda, pero algo me lo impidió. Creí que iba a Anastasia, pero no me quería disculpar, pese a que hubiese ido a hacer daño.
Por suerte para mí, era Alanna. Aparté la mirada de la suya y crucé los brazos. - ¿Qué quieres? - Odiaba que se metieran en mis asuntos, pero ella también había escuchado lo que le había espetado a Huracán y posiblemente me quisiera echar la bronca. No la haría caso, no era nadie para mí.
Sorprendentemente, no me regañó de la forma que yo creía que lo haría. Hablaba tan calmada, con tanta empatía que me sorprendió. ¿Dónde encontraba Huracán a esa gente? Bueno, con el genio que gastaba normal que el resto tuvieran tanta paciencia, pero aun así, Alanna parecía ser una persona muy inteligente y serena. No podía decir que fuera totalmente de mi agrado, pues me estaba diciendo lo que tenía que hacer –y porque era reacia a juntarme con gente de clase menor–, pero lo estaba diciendo de buenas formas y, aunque mi orgullo me lo impedía, la escuché. Sólo quería que dejase de meterle presión a Anastasia, estaba pasando un mal momento. ¡Ya lo sabía! ¡No hacía falta que todos me lo dijeran!
Pero después de eso me invitó a comer con ellos, pese a que Huracán había dicho al principio que no era bien recibida. Torcí el gesto mientras vi que la guardia se alejaba.
No quería ir a comer con ellos y ver de nuevo la cara de mi compañera. Pero sabía que me había pasado metiendo el dedo en la yaga y sentía que, al menos, debía disculparme por el comentario. La teoría estaba bien, pero ya veríamos la práctica porque eso de dejar de lado mi orgullo para disculparme… No lo llevaba nada bien. Además, tampoco quería rechazar la invitación de Alanna, había sido tan buena que no quería que me tomase por una niña caprichosa o una inmadura que se enfadaba y se iba, como Huracán. Así que suspiré al pensar en el percal que tenía encima al encontrarme con ella, y caminé hacia el lago.
Sólo volví al campamento a recoger unos platos y unos cubiertos.
Cuando llegué cerca del lago ya estaban cocinando la carne y parecían tener un ambiente distendido. - Bien… Vamos. - Me dije a mí misma en un tono inaudible y avancé hacia donde estaban ellos. - Hola… Esto… -Traté de sonar convincente. - Alanna me ha invitado a venir y he decidido traer algunas cosas. - Rápidamente enseñé la cubertería. - No pensaréis comer como las bestias, con las manos, ¿no?
Off: Huri, sabes que te quiero <3<3<3
Al momento aparecieron los otros dos chicos, Eltrant y Alanna. Probablemente notasen la tensión entre Anastasia y yo y rápidamente vinieron a tratar de calmar los nervios. Eltrant me recordaba a Jules, también bastante calmado y paciente. A la chica no la conocía, pero me había dado buena impresión, era de la guardia, al menos también tendría temple. Muy buenas personas y todo eso, pero nos habían interrumpido y el chico se atrevió a decir que éramos amigas. - ¿Amigas? - Repetí a la vez que Anastasia lo hizo. Quedó un bonito sonido a dúo… Si no fuera porque en esos momentos deseaba darle un bofetón a Huracán y que se diera contra la madera de la valla, simplemente por desquitarme la rabia que sentía porque ella se había entrometido en mi sueño.
Bueno, no. Con lo que acababa de soltar ahora mi “amiga”, no me dieron ganas de soltarle un bofetón, me daban ganas de darle una patada en la cara a esa estúpida. Como si ella pudiera presumir de amistades, se atrevió a rechazar mi compañía. Vale, yo tampoco quería tenerla cerca pero ese gesto de dejarme de lado me había molestado demasiado. Encima usaba su asqueroso tonito para decirme que me fuera a la tienda de campaña. - Al menos mi “papá” se ha encargado de que coma con cubiertos de oro. La tuya es una loca que se ha unido a la Hermandad. Prefiero una familia que me cuide así de bien antes que una que está con los chupasangres. - Me giré en el momento que ella también lo hizo, muy molesta. No sabía si por lo que ella me había dicho o por lo que yo acababa de soltar.
Huracán nunca me había caído bien, era una Boisson y veía a esa familia como unos trepas y un incordio a la hora de cumplir mi sueño. A la vista estaba que tenía que compartir mi puesto de maestra con Anastasia. Y siempre había sido la diana de mis burlas porque era realmente penosa con su elemento Tensai. ¡Menuda bruja! La de risas que nos echábamos en el colegio a su costa. Pero sabía que ella no tenía la culpa de que su madre estuviera loca. Cuando estaban hablando nuestros padres y ella había discutido con Isabella, realmente me sentí mal por Huracán. Es que si mi madre fuese alguien como Belladona… Un escalofrío recorrió mi cuerpo y rápidamente me dispuse a irme a la tienda, pero algo me lo impidió. Creí que iba a Anastasia, pero no me quería disculpar, pese a que hubiese ido a hacer daño.
Por suerte para mí, era Alanna. Aparté la mirada de la suya y crucé los brazos. - ¿Qué quieres? - Odiaba que se metieran en mis asuntos, pero ella también había escuchado lo que le había espetado a Huracán y posiblemente me quisiera echar la bronca. No la haría caso, no era nadie para mí.
Sorprendentemente, no me regañó de la forma que yo creía que lo haría. Hablaba tan calmada, con tanta empatía que me sorprendió. ¿Dónde encontraba Huracán a esa gente? Bueno, con el genio que gastaba normal que el resto tuvieran tanta paciencia, pero aun así, Alanna parecía ser una persona muy inteligente y serena. No podía decir que fuera totalmente de mi agrado, pues me estaba diciendo lo que tenía que hacer –y porque era reacia a juntarme con gente de clase menor–, pero lo estaba diciendo de buenas formas y, aunque mi orgullo me lo impedía, la escuché. Sólo quería que dejase de meterle presión a Anastasia, estaba pasando un mal momento. ¡Ya lo sabía! ¡No hacía falta que todos me lo dijeran!
Pero después de eso me invitó a comer con ellos, pese a que Huracán había dicho al principio que no era bien recibida. Torcí el gesto mientras vi que la guardia se alejaba.
No quería ir a comer con ellos y ver de nuevo la cara de mi compañera. Pero sabía que me había pasado metiendo el dedo en la yaga y sentía que, al menos, debía disculparme por el comentario. La teoría estaba bien, pero ya veríamos la práctica porque eso de dejar de lado mi orgullo para disculparme… No lo llevaba nada bien. Además, tampoco quería rechazar la invitación de Alanna, había sido tan buena que no quería que me tomase por una niña caprichosa o una inmadura que se enfadaba y se iba, como Huracán. Así que suspiré al pensar en el percal que tenía encima al encontrarme con ella, y caminé hacia el lago.
Sólo volví al campamento a recoger unos platos y unos cubiertos.
Cuando llegué cerca del lago ya estaban cocinando la carne y parecían tener un ambiente distendido. - Bien… Vamos. - Me dije a mí misma en un tono inaudible y avancé hacia donde estaban ellos. - Hola… Esto… -Traté de sonar convincente. - Alanna me ha invitado a venir y he decidido traer algunas cosas. - Rápidamente enseñé la cubertería. - No pensaréis comer como las bestias, con las manos, ¿no?
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Cassandra C. Harrowmont
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Re: El campamento [Libre] [4/4] [Cerrado]
Torció el gesto al ver como Harromont y Huracán se comportaban y se limitó a seguir a todo el mundo con expresión ausente, no estaba seguro de si su plan de “hacer las paces” con una comida iba a funcionar, pero estaba demasiado acostumbrado a las peleas de las brujas como para que su conciencia se quedase allí. Sí seguía cuerdo después de dos semanas de viajes con las cazadoras había sido gracias a aquella estratagema, a aquella forma de lidiar con su comportamiento, todo se volvía de pronto ruido blanco, voces lejanas acalladas por una ruidosa cascada, y él, mientras tanto, se centraba en sus pensamientos.
- “¿A qué olerán las nubes?” – Una sucesión de pensamientos sin mucho sentido pasaban por su cabeza mientras, asintiendo a la mayor parte de lo que decían los demás, seguía al grupo alrededor del campamento. – “¿Serán esponjosas? Pintan esponjosas” – Se dijo instantes antes de que, por algún motivo, un costillar llegase hasta sus manos – Oh, ¿Estamos comiendo? – Olisqueó la carne según volvía a la realidad - ¡…Claro que estamos comiendo! – Dijo de inmediato - ¡Llevo aquí todo el rato! – Añadió dejando escapar una carcajada nerviosa, para momentos después morder con fuerza el trozo de carne que tenía entre las manos. - …Esto esta crudo… - Dijo al final ligeramente avergonzado, evadirse de la realidad era útil, pero le hacía perderse demasiada información importante. Tras suspirar levemente se encogió de hombro y sonrió a los presentes – Sí, sí, yo me encargo - Alanna estaba junto a él y, Huracán, no muy lejos de dónde se encontraba, tenía la misma cara de pocos amigos que momentos atrás, les había seguido hasta el lugar dónde estaban descuartizando los animales que iban a cenar, no estaba mal para apenas fijarse por dónde caminaba.
Una vez junto al lago, Eltrant colocó todo como mejor sabía, no había pasado pocas noches a la intemperie, era capaz, al menos, de preparar una comida modesta con lo que contaban. – Creo que… sí – Se atusó la barba y estudió el lugar, Alanna afirmó entonces que sería ella quien se encargaría de cocinar – ¿Qué? Pero ya iba a hacerla yo – Dijo cruzándose de brazos, haciéndose el ofendido – Bueno, te hecho una mano - Tras pronunciar aquellas palabras hizo una pequeña hoguera, de la que se aseguró que no hubiese humo visible, y después, tras improvisar un pobre soporte con un par de palos y un cordel, comenzó a colocar la carne cuidadosamente junto al fuego, sobre el soporte.
- El secreto… - Dijo a los presentes mientras giraba el costillar – Es… no estoy seguro – Se atusó la barba y miró a su compañera de la guardia - ¿Dejar que se haga? – Asintió para sí, sus conocimientos culinarios no eran nada del otro mundo, pero no podía quejarse - ¿Os gusta la carne muy hecha o poco hecha? – Añadió mientras pinchaba levemente la comida con la punta de su cuchillo, comprobando el estado de la misma - ¿Nadie responde? – Sonrió – Hecha entonces.
La voz de Harrowmont llegó hasta sus oídos, enarcó una ceja y aguardó a que esta dijese el motivo por el que les había seguido hasta allí. No había estado “presente” cuando se habían marchado del escondite de Huracán, pero podía adivinar por la expresión de Huracán que no le hacía mucha ilusión tenerla allí. - ¡Siéntate! ¿A qué esperas? – Dijo de buen humor cuando Cassandra terminó de hablar, señalando al tocón vacío a pocos centímetros de Anastasia – Pero nada de peleas – Añadió al momento, mirando entonces a ambas cazadoras. – Ahora comemos y nos relajamos, después podéis sacaros los ojos a gusto si queréis – Sentenció pinchando de nuevo la carne, ahora con uno de los cubiertos que les había proporcionado Cass – Gracias por los tenedores – Lo alzó y lo miró a contraluz, brilló pobremente bajo la luz de la fogata, asintió– Mejor que las manos es.
Siguió contemplando como la carne se cocinaba y atendiéndola en lo necesario mientras escuchaba a los demás hablar. Mientras lo hacía, no pudo evitar preguntarse cuanto tiempo llevaban los cazadores allí escondidos, ¿Días? ¿Semanas? Un campamento de aquel tamaño no se construía en una tarde, mucho menos en silencio. El pensar que nadie, absolutamente nadie de la ciudad, conocía aquel lugar era, como mínimo, ingenuo.
Negó con la cabeza y sacó el primer trozo del fuego, depositándolo cuidadosamente en uno de los platos que Cassandra había traído consigo y entregándoselo a Huracán – El tuyo el primero – Dijo sonriendo – No os impacientéis, que ya salen los demás – Miró a Alanna, ella la experta en cualquier caso - ¿No? – Fuese como fuese, llevaba dos semanas preocupándose por emboscadas, al menos en aquel momento iba a relajarse.
Sentándose junto al fuego miró a la guarda y sonrió – Vale, tu cocinas mejor que yo – Admitió al cabo de unos segundos, riendo – Pues te toca vigilar los que quedan – Añadió cerrando los ojos, dejándose caer sobre la hierba. – Me toca descansar.
- “¿A qué olerán las nubes?” – Una sucesión de pensamientos sin mucho sentido pasaban por su cabeza mientras, asintiendo a la mayor parte de lo que decían los demás, seguía al grupo alrededor del campamento. – “¿Serán esponjosas? Pintan esponjosas” – Se dijo instantes antes de que, por algún motivo, un costillar llegase hasta sus manos – Oh, ¿Estamos comiendo? – Olisqueó la carne según volvía a la realidad - ¡…Claro que estamos comiendo! – Dijo de inmediato - ¡Llevo aquí todo el rato! – Añadió dejando escapar una carcajada nerviosa, para momentos después morder con fuerza el trozo de carne que tenía entre las manos. - …Esto esta crudo… - Dijo al final ligeramente avergonzado, evadirse de la realidad era útil, pero le hacía perderse demasiada información importante. Tras suspirar levemente se encogió de hombro y sonrió a los presentes – Sí, sí, yo me encargo - Alanna estaba junto a él y, Huracán, no muy lejos de dónde se encontraba, tenía la misma cara de pocos amigos que momentos atrás, les había seguido hasta el lugar dónde estaban descuartizando los animales que iban a cenar, no estaba mal para apenas fijarse por dónde caminaba.
Una vez junto al lago, Eltrant colocó todo como mejor sabía, no había pasado pocas noches a la intemperie, era capaz, al menos, de preparar una comida modesta con lo que contaban. – Creo que… sí – Se atusó la barba y estudió el lugar, Alanna afirmó entonces que sería ella quien se encargaría de cocinar – ¿Qué? Pero ya iba a hacerla yo – Dijo cruzándose de brazos, haciéndose el ofendido – Bueno, te hecho una mano - Tras pronunciar aquellas palabras hizo una pequeña hoguera, de la que se aseguró que no hubiese humo visible, y después, tras improvisar un pobre soporte con un par de palos y un cordel, comenzó a colocar la carne cuidadosamente junto al fuego, sobre el soporte.
- El secreto… - Dijo a los presentes mientras giraba el costillar – Es… no estoy seguro – Se atusó la barba y miró a su compañera de la guardia - ¿Dejar que se haga? – Asintió para sí, sus conocimientos culinarios no eran nada del otro mundo, pero no podía quejarse - ¿Os gusta la carne muy hecha o poco hecha? – Añadió mientras pinchaba levemente la comida con la punta de su cuchillo, comprobando el estado de la misma - ¿Nadie responde? – Sonrió – Hecha entonces.
La voz de Harrowmont llegó hasta sus oídos, enarcó una ceja y aguardó a que esta dijese el motivo por el que les había seguido hasta allí. No había estado “presente” cuando se habían marchado del escondite de Huracán, pero podía adivinar por la expresión de Huracán que no le hacía mucha ilusión tenerla allí. - ¡Siéntate! ¿A qué esperas? – Dijo de buen humor cuando Cassandra terminó de hablar, señalando al tocón vacío a pocos centímetros de Anastasia – Pero nada de peleas – Añadió al momento, mirando entonces a ambas cazadoras. – Ahora comemos y nos relajamos, después podéis sacaros los ojos a gusto si queréis – Sentenció pinchando de nuevo la carne, ahora con uno de los cubiertos que les había proporcionado Cass – Gracias por los tenedores – Lo alzó y lo miró a contraluz, brilló pobremente bajo la luz de la fogata, asintió– Mejor que las manos es.
Siguió contemplando como la carne se cocinaba y atendiéndola en lo necesario mientras escuchaba a los demás hablar. Mientras lo hacía, no pudo evitar preguntarse cuanto tiempo llevaban los cazadores allí escondidos, ¿Días? ¿Semanas? Un campamento de aquel tamaño no se construía en una tarde, mucho menos en silencio. El pensar que nadie, absolutamente nadie de la ciudad, conocía aquel lugar era, como mínimo, ingenuo.
Negó con la cabeza y sacó el primer trozo del fuego, depositándolo cuidadosamente en uno de los platos que Cassandra había traído consigo y entregándoselo a Huracán – El tuyo el primero – Dijo sonriendo – No os impacientéis, que ya salen los demás – Miró a Alanna, ella la experta en cualquier caso - ¿No? – Fuese como fuese, llevaba dos semanas preocupándose por emboscadas, al menos en aquel momento iba a relajarse.
Sentándose junto al fuego miró a la guarda y sonrió – Vale, tu cocinas mejor que yo – Admitió al cabo de unos segundos, riendo – Pues te toca vigilar los que quedan – Añadió cerrando los ojos, dejándose caer sobre la hierba. – Me toca descansar.
Eltrant Tale
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Re: El campamento [Libre] [4/4] [Cerrado]
Ya sabía que la empatía no era la mejor habilidad de Cassandra, pero nunca pensé que podría aprovecharse de una noticia para disparar a herir. Ni siquiera de ella me esperaba que fuese a herir. Me crucé de brazos y abrí la boca exhorta. Aquellas palabras me habían dolido mucho, ¿cómo podía haber ido a hacer tanto daño aprovechándose de un tema que no le incumbía? Quizás en otro momento aquello me habría llevado a iniciar una absurda pelea que no llevaría a ninguna parte. Pero en aquel momento mis sentimientos me llevaban a otra parte. Estaba terriblemente decepcionada por sus palabras. – Muchas gracias por tu comprensión, Cassandra. – fue todo cuanto alcancé a decir, sin dar voces, simplemente muy herida emocionalmente. – De verdad. Muchas gracias. – y me di la vuelta y me fui a caminar, sin volver a dirigirle la palabra. Ni siquiera sé qué le dijo Alanna, que se quedó más atrás, simplemente me fui a donde Eltrant había preparado la parrilla, a la vera del lago.
Llegué a paso ligero hasta la posición que había elegido Eltrant y sin mirarle siquiera, no enfadada, sino decepcionada por las palabras de Cassandra, me senté en el prado a un escaso metro de la orilla. Las aguas en calma llegaban y bañaban la costa, pero el cielo estaba nublado. No es que hiciese un día muy agradable. En Sacrestic nunca lo hacía, pero aquel remolino lejano, nuboso y negro, que se ceñía sobre la posición que ocupaba la ciudad de los vampiros no me gustaba nada. El cielo se estaba oscureciendo bastante, hasta el punto que parecía que iba a haber una tormenta en breve.
Mientras tanto, Eltrant, alegre como de costumbre, divagaba sólo o con Alanna acerca de sus dotes culinarias y las de su compañera de la guardia. El guarda tenía otra manera de ver las cosas. No respondí a ninguno de sus comentarios pues me encontraba abstraída totalmente de la realidad.
Sí que me llamó la atención de nuevo la voz de la primogénita de los Harrowmont. ¿Qué hacía allí? ¿Por qué había vuelto? Me giré durante un segundo para comprobar que era ella, pero no protesté por su presencia, ni tampoco le dije nada. Estaba enfadada, por lo que simplemente me mantuve de espaldas mirando el lago. Para colmo, Eltrant le comentó que tenía sitio al lado mío, además de advertirle de que no hubiese peleas entre nosotras. Puedes jurarlo, Tale. No iba a gastar ni una gota de energía en una riña absurda.
En cuanto Cass se sentó justo en el tocón de mi lado, yo me levanté, sin mirarla. Me fui a por un trozo del costillar y volví a mi tocón, a su lado, de nuevo sin cruzar mi mirada. El ambiente podía resultar violento para Alanna o Eltrant, pero yo no tenía por qué dirigirle la palabra a la arquera, para mí, ella, simplemente no existía, a menos que se disculpase por lo dicho, pero eso quedaría a la conciencia de su orgullo. Era difícil ver a un Harrowmont disculpándose.
No tomé ninguno de los tenedores de oro que había traído, por supuesto, simplemente clavé el pincho en la costilla y, al volver me puse a comer, mirando únicamente hacia el trozo de carne que había cogido. Estaría encantada, o no tanto, de hablar si alguien abría un tema de conversación. No era mi intención amargar a Alanna o Eltrant la comida, pero no iba a dirigirle la palabra a Cassandra. No hasta que se disculpase por lo hiriente que había sido.
--En Sacrestic Ville. Parte 2. –
Mortagglia y Belladonna se separaron tras el ataque a la taberna. Los guardias de la ciudad trataban de detener a ambas, pero terminaban fritos bien por los hechizos de la bruja o por el ataque de secuaces vampiros, que se fusionaban con las sombras, atravesando y golpeando brutalmente a todo aquel que osaba hacer frente a una de las dos líderes de la Hermandad.
Cuando pasaron delante de la enorme biblioteca de la ciudad, Belladonna se desvió para entrar, escoltada por vampiros, abrió violentamente una de las más antiguas librerías de Sacrestic Ville. La gente en el interior, aún no era consciente de lo que estaba sucediendo en la calle, pero en cuanto vieron entrar a la rizosa bruja oscura, comenzaron a ver que algo no iba bien.
El bibliotecario ya conocía de sobra a la segunda de las hijas de la Dama, y se aproximó, temblando, a la posición de la bruja, a la entrada de la biblioteca, que vislumbraba el enorme tamaño de las estanterías.
-Ma… Madame Boisson. ¡Q-Qué alegría verla por aquí! – sonrió el hombre, haciendo un gesto elegante, aunque a ella no se le quitó ni por un segundo su mirada de asco sobre el hombre, que llamó su atención. - ¿Q-Qué necesita, milady?
-Necesito un libro de hechizos de obliteración. – dijo con su nada desagradable y repelente tono de voz. – Que me ayuden a recordar ciertas cosas. Necesito recordar a… ¡AH! - se llevó la mano a su cabeza, le daban pinchazos en la cabeza cada vez que intentaba recordar algo sobre su hija Anastasia, resultándole totalmente imposible, hasta el punto de dolerle al extremo cada vez que lo hacía.
Uno de los vampiros, corrió a socorrer a la hechicera oscura, que se había arrodillado a causa del dolor.
-¿Se encuentra bien, Madame? – le preguntó el siervo educadamente.
-¡ESTOY PERFECTAMENTE! ¡DÉJAME EN PAZ! – una histérica Belladonna simultáneamente lanzaba con su varita un potente hechizo que literalmente desintegró a su ayudante y, de la onda expansiva, derribó dos de las estanterías más próximas. Gruñendo, se levantó y volvió a mirar al bibliotecario, con odio, que temblaba aterrado, sin saber muy bien qué hacer o qué decir. El resto de humanos, o chusma, para Belladonna, pues no eran brujos como ellos ni vampiros como su madre, estaban aterrorizados.
-Madame Boisson por… por favor. Sígame. - continuó el bibliotecario, con un nudo en la garganta.
Los tacones y el fuerte pisar de la bruja siguiendo al tipo por la enorme estancia, seguida de sus escoltas vampiros, era todo cuanto se escuchaba en una biblioteca asustada. Que la gente trataba de evacuar tratando de pasar lo más inadvertidos para Bella. Finalmente, casi al final, Bella se encontró frente a esa estantería que tantas veces había visitado: La sección de alquimia de la oscuridad. Bella miró con una sonrisa maliciosa. El bibliotecario alegremente tomó una escalera. – No se preocupe, yo se lo cojo, Madame. – comentó cortésmente, con miedo en el cuerpo. Y se subió unos diez metros, el libro que Bella buscaba estaba en la parte más elevada de la misma. – Este es: Obliteración oscura y otras formas de recuperar la memoria.
Bella sonrió maliciosamente y, sin esperar a que el tipo bajase, nada más tener este el libro en la mano. Contento por haber satisfecho las exigencias de la hija de Mortagglia, ésta sonrió también, feliz. – Ñá ñá. – reía divertida, mostrando la lengua, y lanzó un hechizo contra la escalera que la hizo comenzar a volcarse, - ¿Pero…? – el incomprendido bibliotecario se agarró a la alta escalera manual sabiendo que su vida dependía de ello, pero al caer, golpeó su cabeza contra el suelo, rompiéndose la cabeza. El libro que había caído al suelo, fue recogido por una Bella que reía como una niña tras haber realizado una travesura. – JI JI JI JI. – se desternillaba, comenzando a ojear el mismo.
*Off: Mil millones de sorrys si os doy la chapa con las partes de Sacrestic T_T. Luego de esto viene la batalla final y me gusta explicar qué sucede en ésta.
Llegué a paso ligero hasta la posición que había elegido Eltrant y sin mirarle siquiera, no enfadada, sino decepcionada por las palabras de Cassandra, me senté en el prado a un escaso metro de la orilla. Las aguas en calma llegaban y bañaban la costa, pero el cielo estaba nublado. No es que hiciese un día muy agradable. En Sacrestic nunca lo hacía, pero aquel remolino lejano, nuboso y negro, que se ceñía sobre la posición que ocupaba la ciudad de los vampiros no me gustaba nada. El cielo se estaba oscureciendo bastante, hasta el punto que parecía que iba a haber una tormenta en breve.
Mientras tanto, Eltrant, alegre como de costumbre, divagaba sólo o con Alanna acerca de sus dotes culinarias y las de su compañera de la guardia. El guarda tenía otra manera de ver las cosas. No respondí a ninguno de sus comentarios pues me encontraba abstraída totalmente de la realidad.
Sí que me llamó la atención de nuevo la voz de la primogénita de los Harrowmont. ¿Qué hacía allí? ¿Por qué había vuelto? Me giré durante un segundo para comprobar que era ella, pero no protesté por su presencia, ni tampoco le dije nada. Estaba enfadada, por lo que simplemente me mantuve de espaldas mirando el lago. Para colmo, Eltrant le comentó que tenía sitio al lado mío, además de advertirle de que no hubiese peleas entre nosotras. Puedes jurarlo, Tale. No iba a gastar ni una gota de energía en una riña absurda.
En cuanto Cass se sentó justo en el tocón de mi lado, yo me levanté, sin mirarla. Me fui a por un trozo del costillar y volví a mi tocón, a su lado, de nuevo sin cruzar mi mirada. El ambiente podía resultar violento para Alanna o Eltrant, pero yo no tenía por qué dirigirle la palabra a la arquera, para mí, ella, simplemente no existía, a menos que se disculpase por lo dicho, pero eso quedaría a la conciencia de su orgullo. Era difícil ver a un Harrowmont disculpándose.
No tomé ninguno de los tenedores de oro que había traído, por supuesto, simplemente clavé el pincho en la costilla y, al volver me puse a comer, mirando únicamente hacia el trozo de carne que había cogido. Estaría encantada, o no tanto, de hablar si alguien abría un tema de conversación. No era mi intención amargar a Alanna o Eltrant la comida, pero no iba a dirigirle la palabra a Cassandra. No hasta que se disculpase por lo hiriente que había sido.
--En Sacrestic Ville. Parte 2. –
Mortagglia y Belladonna se separaron tras el ataque a la taberna. Los guardias de la ciudad trataban de detener a ambas, pero terminaban fritos bien por los hechizos de la bruja o por el ataque de secuaces vampiros, que se fusionaban con las sombras, atravesando y golpeando brutalmente a todo aquel que osaba hacer frente a una de las dos líderes de la Hermandad.
Cuando pasaron delante de la enorme biblioteca de la ciudad, Belladonna se desvió para entrar, escoltada por vampiros, abrió violentamente una de las más antiguas librerías de Sacrestic Ville. La gente en el interior, aún no era consciente de lo que estaba sucediendo en la calle, pero en cuanto vieron entrar a la rizosa bruja oscura, comenzaron a ver que algo no iba bien.
El bibliotecario ya conocía de sobra a la segunda de las hijas de la Dama, y se aproximó, temblando, a la posición de la bruja, a la entrada de la biblioteca, que vislumbraba el enorme tamaño de las estanterías.
-Ma… Madame Boisson. ¡Q-Qué alegría verla por aquí! – sonrió el hombre, haciendo un gesto elegante, aunque a ella no se le quitó ni por un segundo su mirada de asco sobre el hombre, que llamó su atención. - ¿Q-Qué necesita, milady?
-Necesito un libro de hechizos de obliteración. – dijo con su nada desagradable y repelente tono de voz. – Que me ayuden a recordar ciertas cosas. Necesito recordar a… ¡AH! - se llevó la mano a su cabeza, le daban pinchazos en la cabeza cada vez que intentaba recordar algo sobre su hija Anastasia, resultándole totalmente imposible, hasta el punto de dolerle al extremo cada vez que lo hacía.
Uno de los vampiros, corrió a socorrer a la hechicera oscura, que se había arrodillado a causa del dolor.
-¿Se encuentra bien, Madame? – le preguntó el siervo educadamente.
-¡ESTOY PERFECTAMENTE! ¡DÉJAME EN PAZ! – una histérica Belladonna simultáneamente lanzaba con su varita un potente hechizo que literalmente desintegró a su ayudante y, de la onda expansiva, derribó dos de las estanterías más próximas. Gruñendo, se levantó y volvió a mirar al bibliotecario, con odio, que temblaba aterrado, sin saber muy bien qué hacer o qué decir. El resto de humanos, o chusma, para Belladonna, pues no eran brujos como ellos ni vampiros como su madre, estaban aterrorizados.
-Madame Boisson por… por favor. Sígame. - continuó el bibliotecario, con un nudo en la garganta.
Los tacones y el fuerte pisar de la bruja siguiendo al tipo por la enorme estancia, seguida de sus escoltas vampiros, era todo cuanto se escuchaba en una biblioteca asustada. Que la gente trataba de evacuar tratando de pasar lo más inadvertidos para Bella. Finalmente, casi al final, Bella se encontró frente a esa estantería que tantas veces había visitado: La sección de alquimia de la oscuridad. Bella miró con una sonrisa maliciosa. El bibliotecario alegremente tomó una escalera. – No se preocupe, yo se lo cojo, Madame. – comentó cortésmente, con miedo en el cuerpo. Y se subió unos diez metros, el libro que Bella buscaba estaba en la parte más elevada de la misma. – Este es: Obliteración oscura y otras formas de recuperar la memoria.
Bella sonrió maliciosamente y, sin esperar a que el tipo bajase, nada más tener este el libro en la mano. Contento por haber satisfecho las exigencias de la hija de Mortagglia, ésta sonrió también, feliz. – Ñá ñá. – reía divertida, mostrando la lengua, y lanzó un hechizo contra la escalera que la hizo comenzar a volcarse, - ¿Pero…? – el incomprendido bibliotecario se agarró a la alta escalera manual sabiendo que su vida dependía de ello, pero al caer, golpeó su cabeza contra el suelo, rompiéndose la cabeza. El libro que había caído al suelo, fue recogido por una Bella que reía como una niña tras haber realizado una travesura. – JI JI JI JI. – se desternillaba, comenzando a ojear el mismo.
*Off: Mil millones de sorrys si os doy la chapa con las partes de Sacrestic T_T. Luego de esto viene la batalla final y me gusta explicar qué sucede en ésta.
Anastasia Boisson
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Re: El campamento [Libre] [4/4] [Cerrado]
Sonrió al guardia, si quería hacerlo él no se lo iba a impedir, había viajado más que ella, la experiencia es un grado, y los dos años que le sacaba el ex-mercenario bien merecían ese pequeño reconocimiento. Tal vez por eso, mientras Eltrant encendía un fuego para poder comenzar a cocinar, ella lo dejó hacer y se acercó a Huracán, sin decir nada, se sentó cerca de ella, en el suelo, y se estiró alzando la cabeza para tomar el sol. Hacía un día estupendo, y esperaba que nada lo empañase.
- Que sol más agradable.- murmuró con una sonrisa ligera antes de abrir un ojo para mirar al guarda, que intentaba desentrañar el secreto de una buena carne. Alanna rió por lo bajo y volvió a cerrar los ojos y a alzar la cabeza.- no le des tantas vueltas, o lo marearás.- señaló viendo que no dejaba de girar los trozos de carne.
A penas unos instantes después, escuchó la voz de Cassandra, dudosa y algo baja, parecía saber que había errado con sus palabras y, al final, había ido hacia ellos, Alanna sonrió a la chica, y se acercó a cogerle lo que llevaba en las manos, se había tomado la molestia de no acercarse con las manos vacías y la guardia tenía la esperanza que no tuviera ganas de pelear nuevamente. Si sabía que había hecho mal, como creía ella que estaba demostrando, esperaba que pudiera mantener un perfil tranquilo.
Le guiñó un ojo cómplice cuando le echó a ella las culpas de su llegada y miró a Huracán de reojo, se la notaba baja de ánimos, dejó sobre un tocón los platos y los cubiertos, y con los vasos se acercó al lago llenandolos para tener algo de agua. Sonrió al escuchar a Eltrant a sus espaldas, intentando calmar las cosas, y decir claramente que no quería ni una sola discusión, estaba claro que el chico había viajado con ellas lo bastante como para saber como lidiar con sus disputas, aunque Alanna seguía pensando que en el fondo se llevaban mejor de lo que querían aparentar, solo alguien a quien le importas te conoce tan bien como para hacerte daño si se lo propone, y Cassandra había demostrado conocer muy bien a Huracán.
Se levantó con los vasos llenos, dejó dos sobre el tocón y los otros dos los acercó a las dos brujas. Cassandra se había decidido a sentarse junto a Huracán, que había girado sobre si misma para no mirarla si quiera. Acercó el primer vaso a la sentada en el tocón, y le sonrió.
- Gracias, los cubiertos no se si podremos usarlos, pero los platos y los vasos nos vienen bien.- le reconoció antes de moverse para acercarse a Huracán y, agachándose junto a ella cederle el vaso y susurrar.- Huracán, tranquila, verás como todo sale bien al final.- intentó insuflarle ánimos.- ella sabe que ha hecho mal, no te sofoques, lo que sea que pase, irá bien.- aseguró dejando el vaso a su lado y levantándose mientras Eltrant se acercaba, para mirar ella misma la carne. Seguía cruda.
Se giró a mirarlo cuando aseguró que los demás iban a salir en un instante y negó con la cabeza, no, no iban a salir, faltaba bastante, en realidad, pero al menos no se habían quemado. Acercó algo más la carne a las llamas, y las dejó hacerse sofocando algo el fuego para que bajase su fuerza, harían crecer las llamas luego, pero primero debían cocer el interior. Se sentó junto a la comida, que iba haciéndose poco a poco y asintió, cocinaría ella.
- ¿Cómo es Beltreux? He oído que la escuela de hechicería es inmensa.- preguntó con curiosidad, su madre había sido una buena bruja, aunque hubiera renunciado a todo por amor, y aunque ella era humana, total y absolutamente, humana, quería saber más de su madre y aunque sabía que había crecido entre brujos y estudiado con ellos, no sabía absolutamente nada de como había sido su juventud, tal vez pudiera hacerse una idea por lo que le contasen ellas.- ¿Hace mucho que están los mismos profesores?- comentó esperando oír el nombre de alguno que pudiera haber conocido a su madre, mientras se levantaba a girar la carne, parecía quedar poco.- Debéis haber tenido una infancia interesante, más que la nuestra en la granja dándonos con palos.- sonrió antes de cerrar la boca, palideciendo, bocazas de ella, Eltrant no recordaba nada, se le había escapado.- Lo siento.- murmuró arrugando un poco la nariz, antes de quitar la carne de las llamas, parecía estar ya lista.- vamos a comer, ¿os parece?- preguntó pasándoles los platos que había traído Harrowmonth con su porción correspondiente de carne.
Se sentó más cerca de los otros con el plato en el regazo, mientras daba el primer mordisco, aun parecía haber cierta tensión y esperaba, realmente, que su comentario sobre la granja no hubiera molestado al mercenario, se había emocionado y su lengua había resbalado, a poco había estado de preguntarle por alguna anécdota que, probablemente, él no recordaba, debía recordarse morderse la lengua. Aun le daba temblor en las manos cuando recordaba el momento en el que se habían reencontrado tras su perdida de recuerdos, casi la mata, menos mal que eso había cambiado. Sonrió a los demás mientras les escuchaba y daba un bocado a la carne, al final había quedado bien.
- Que sol más agradable.- murmuró con una sonrisa ligera antes de abrir un ojo para mirar al guarda, que intentaba desentrañar el secreto de una buena carne. Alanna rió por lo bajo y volvió a cerrar los ojos y a alzar la cabeza.- no le des tantas vueltas, o lo marearás.- señaló viendo que no dejaba de girar los trozos de carne.
A penas unos instantes después, escuchó la voz de Cassandra, dudosa y algo baja, parecía saber que había errado con sus palabras y, al final, había ido hacia ellos, Alanna sonrió a la chica, y se acercó a cogerle lo que llevaba en las manos, se había tomado la molestia de no acercarse con las manos vacías y la guardia tenía la esperanza que no tuviera ganas de pelear nuevamente. Si sabía que había hecho mal, como creía ella que estaba demostrando, esperaba que pudiera mantener un perfil tranquilo.
Le guiñó un ojo cómplice cuando le echó a ella las culpas de su llegada y miró a Huracán de reojo, se la notaba baja de ánimos, dejó sobre un tocón los platos y los cubiertos, y con los vasos se acercó al lago llenandolos para tener algo de agua. Sonrió al escuchar a Eltrant a sus espaldas, intentando calmar las cosas, y decir claramente que no quería ni una sola discusión, estaba claro que el chico había viajado con ellas lo bastante como para saber como lidiar con sus disputas, aunque Alanna seguía pensando que en el fondo se llevaban mejor de lo que querían aparentar, solo alguien a quien le importas te conoce tan bien como para hacerte daño si se lo propone, y Cassandra había demostrado conocer muy bien a Huracán.
Se levantó con los vasos llenos, dejó dos sobre el tocón y los otros dos los acercó a las dos brujas. Cassandra se había decidido a sentarse junto a Huracán, que había girado sobre si misma para no mirarla si quiera. Acercó el primer vaso a la sentada en el tocón, y le sonrió.
- Gracias, los cubiertos no se si podremos usarlos, pero los platos y los vasos nos vienen bien.- le reconoció antes de moverse para acercarse a Huracán y, agachándose junto a ella cederle el vaso y susurrar.- Huracán, tranquila, verás como todo sale bien al final.- intentó insuflarle ánimos.- ella sabe que ha hecho mal, no te sofoques, lo que sea que pase, irá bien.- aseguró dejando el vaso a su lado y levantándose mientras Eltrant se acercaba, para mirar ella misma la carne. Seguía cruda.
Se giró a mirarlo cuando aseguró que los demás iban a salir en un instante y negó con la cabeza, no, no iban a salir, faltaba bastante, en realidad, pero al menos no se habían quemado. Acercó algo más la carne a las llamas, y las dejó hacerse sofocando algo el fuego para que bajase su fuerza, harían crecer las llamas luego, pero primero debían cocer el interior. Se sentó junto a la comida, que iba haciéndose poco a poco y asintió, cocinaría ella.
- ¿Cómo es Beltreux? He oído que la escuela de hechicería es inmensa.- preguntó con curiosidad, su madre había sido una buena bruja, aunque hubiera renunciado a todo por amor, y aunque ella era humana, total y absolutamente, humana, quería saber más de su madre y aunque sabía que había crecido entre brujos y estudiado con ellos, no sabía absolutamente nada de como había sido su juventud, tal vez pudiera hacerse una idea por lo que le contasen ellas.- ¿Hace mucho que están los mismos profesores?- comentó esperando oír el nombre de alguno que pudiera haber conocido a su madre, mientras se levantaba a girar la carne, parecía quedar poco.- Debéis haber tenido una infancia interesante, más que la nuestra en la granja dándonos con palos.- sonrió antes de cerrar la boca, palideciendo, bocazas de ella, Eltrant no recordaba nada, se le había escapado.- Lo siento.- murmuró arrugando un poco la nariz, antes de quitar la carne de las llamas, parecía estar ya lista.- vamos a comer, ¿os parece?- preguntó pasándoles los platos que había traído Harrowmonth con su porción correspondiente de carne.
Se sentó más cerca de los otros con el plato en el regazo, mientras daba el primer mordisco, aun parecía haber cierta tensión y esperaba, realmente, que su comentario sobre la granja no hubiera molestado al mercenario, se había emocionado y su lengua había resbalado, a poco había estado de preguntarle por alguna anécdota que, probablemente, él no recordaba, debía recordarse morderse la lengua. Aun le daba temblor en las manos cuando recordaba el momento en el que se habían reencontrado tras su perdida de recuerdos, casi la mata, menos mal que eso había cambiado. Sonrió a los demás mientras les escuchaba y daba un bocado a la carne, al final había quedado bien.
Alanna Delteria
Aerandiano de honor
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Re: El campamento [Libre] [4/4] [Cerrado]
Vaya que fue difícil para mí aparecer en el lago. Lo fácil hubiese sido regresar al campamento y decir a nuestros padres que Huracán se había ido y no quería saber nada. Contando con ese carácter de mierda que tenía mi compañera, se lo hubiesen creído y hubieran dejado que se relajara un rato antes de que volviera. Pero no. En lugar de buscar la solución más fácil, decidí plantarme en el lago con varios platos, vasos y cubiertos. ¿Por qué lo había hecho? Eso me estaba preguntando yo. Podía haber quedado como cualquier otra de las múltiples peleas que teníamos Anastasia y yo a lo largo del día. Pero esta había sido distinta, la cara de decepción que se le había quedado a mi compañera había sido demasiado evidente. No pensé en ningún momento lo que dije, más bien era presa de la rabia que me daba tener que compartir el puesto con ella… Otra vez más. Allá donde iba yo, también estaba Huracán, desde muy jóvenes. Esta había sido una gran oportunidad para mí y también tenía que compartirla con la Boisson.
Cuando mencioné a su madre, en ningún momento esperaba ver esa cara de decepción, más bien esperaba llevarme un puñetazo y tener que responder. Otra pelea más. Precisamente lo que no querían nuestros padres que pasase. Pero no esperé que me dijera esas palabras. Estaba acostumbrada a que explotase y poder picarla más aún, que a que su respuesta fuera tan sentida.
Y allí estaba, plantada con la vajilla en las manos. Alanna seguía en plan pacificador y se acercó a mí como si nada hubiese pasado, al igual que Eltrant, que me invitó a sentarme sin preguntar ni hacer ningún juicio. Me empecé a sentir muy extraña al ver que hacían como si mis palabras no hubiesen existido. Todo sería genial salvo porque el ambiente se notaba bastante tenso. De cara al agua estaba Anastasia, que no se dignó a mirarme siquiera. Los otros dos seguían cocinando la carne y fingiendo que eso era una velada alegre.
Durante unos instantes me quedé ahí quieta, mirando a Huracán, y luego me senté donde Eltrant me señaló que, casualmente, era un tocón al lado de la cazadora. Ni siquiera acabé de sentarme y ella ya se había levantado, todavía sin dirigirme la palabra. Al instante me enfadé por ese vacío que me estaba haciendo pero no iba a recriminar nada, después de todo estaba así por lo que le había dicho. Pero me cabreaba que me ignorasen.
También me giré dándole ligeramente la espalda cuando regresó. Me incomodaba la situación de mirarla y que no me hiciera caso así que opté por quedarme mirando el vaso, con el codo apoyado en la mesa y sosteniendo mi barbilla con la mano. Sabía que tenía que disculparme pero era algo que me costaba muchísimo, a pesar de que sabía que me había pasado. ¡Pero es Anastasia Boisson! Eso de pedir perdón delante de ella… Bueno, y de cualquier persona, no era algo que llevase bien. Casi siempre, lo que yo hacía estaba bien a mi parecer y en contadas ocasiones había rectificado. Así que ahora mismo me estaba debatiendo sobre si hablar con ella, dejarlo pasar para otro momento o ignorarlo y si quería seguir enfadada sería cosa suya.
Sin darme cuenta estaba tamborileando los dedos contra la mesa, absorta en mis pensamientos, interrumpidos por Alanna que, en pos de rebajar la tensión, se puso a preguntar sobre otro tema aleatorio.
- Ah… Sí, Beltrexus es un pueblo muy bonito. No es tan lúgubre como el resto de pueblos de Aerandir, que parecen más sombríos. Tiene mucho color y es más animada. - Me encogí de hombros sin saber bien cómo continuar describiendo nuestra villa. Si bien mi casa no estaba justamente en el medio de Beltrexus, y no acostumbraba a pasear por las calles, sí que había que reconocer que comparada con el resto de ciudades de Aerandir, Beltrexus era la más bonita. ¡Y las playas! La arena tan blanca… Ahora mismo estaba echando en falta estar en las Islas.
Tal vez porque así podía escapar de la situación incómoda en la que me encontraba. Pese a intentar seguir a la guardia con las preguntas, sentía punzadas causa de los nervios. Tenía a Anastasia a escasos centímetros y sabía que tenía una cuenta pendiente con ella aunque la quisiera retrasar. - Y sí, es muy grande. - De reojo miré a la cazadora y pude comprobar que no había cogido nada de lo que yo había traído. Volteé los ojos haciendo una mueca de fastidio y asco, lo más disimulada posible, y miré de nuevo a la otra chica, que ahora hablaba de una granja. Enarqué una ceja pero no dije nada. Bastante que estaba intentando apaciguar las cosas para qué también se sintiera molesta por uno de mis comentarios. Simplemente asentí con la cabeza, pues era más que obvio que nuestra infancia había sido mucho mejor que la suya. Nosotros no “nos dábamos de palos” en medio del barro o con animales de por medio. Mi hermano y yo habíamos tenido una perfecta infancia llena de todas las comodidades que merecíamos, una educación ejemplar y un modo de vida envidiable. Y al mencionar una granja en mi mente se dibujó la pobreza, suciedad y mala educación, así que opté por callarme y esperé a que trajeran los platos.
Sin decir nada comencé a partir en cachos muy pequeños el trozo de carne y a comer despacio. Parecía que quería estirar el momento lo máximo posible, pues le daba vueltas a los trocitos con el tenedor antes de llevármelos a la boca.
Si bien era cierto que Anastasia y yo pasábamos mucho tiempo con nuestros piques y riñas, también habíamos trabajado juntas en otras tantas ocasiones. Incluso cuando mi madre fue secuestrada, ella había estado allí para rescatarla. Obviamente eso no iba a acabar de un plumazo con nuestra rivalidad, me seguía pareciendo una sosa, seguía asqueada porque íbamos a compartir el puesto de maestras, pero cada vez estaba más segura de que me había pasado al mencionar a su madre justo después de lo que había vivido en la tienda de campaña.
Me levanté de golpe dejando la comida en el plato. - Anastasia, ven conmigo.
Caminé durante un minuto en silencio, esperando que me siguiera y solo me detuve cuando ya estábamos a una buena distancia de Eltrant y Alanna para que fueran incapaces de escuchar lo que iba a decir. Ahora sí que estaba nerviosa, pues no tenía a los otros dos fingiendo que la situación era perfecta. Visiblemente incómoda, metí las manos en los bolsillos de mi pantalón y, aunque había sido yo la que la había llamado, intentaba evitar mirarla.
-Oye, -aclaré un poco la garganta, aunque lo que realmente buscaba era ganar tiempo y seguir estirando lo imposible ya. - que… Lo de antes… - Me estaba costando mucho. - No quise decirlo. - Lo dije bastante rápido, aun sin mirarla. - Imagino que ha debido ser duro enterarte de… Eso. - Parecía que no encontrase la forma de expresarme sin cagarla más. De veras que la situación era muy complicada para mí, y más que ahora iba con cuidado para no mencionar de nuevo a su madre. - Y no era mi intención… Pero… - Trataba de buscar una excusa para que no sonase tan mal que había sido culpa mía. Mi plan, inconscientemente, era redirigir mi rabia contra nuestros padres por haberme obligado a ir a buscarla y haber hecho que compartiéramos puesto. - No me gustó lo de antes, lo de nuestros padres. Y… Eso… Que no era mi intención, y...
Eso era real, por mucho que me estuviera costando expresarme delante de ella. Seguramente Anastasia sabía que quería decir "lo siento", pero no me salían esas dos palabras. Eran las más difíciles de pronunciar.
No pasé la mirada por ella siquiera, me movía bastante, nerviosa, pero no me atreví a decirle nada más. Si pudiera regresar al pasado hubiera buscado otra cosa para insultarla, pero no eso. La cantidad de veces que me había dejado llevar por la rabia y de ninguna me había arrepentido hasta ahora. Sabía que había sido un golpe bajo y que me había pasado de la raya al mencionarle eso. Y la verdad es que la podía haber visto enfadada, seria, pero nunca tan decepcionada, al menos que lo manifestara de ese modo. - Ellos se están esforzando para intentar que no acabemos a palos… Como tu amiga en su granja. - Tiré un poco de mi escaso sentido del humor para intentar rebajar un poco la tensión y solventar ligeramente la estúpida conversación que estaba intentando tener.
Esperé a que dijera algo. Ya no podía hacer nada más para que ella no compartiera el puesto de maestra conmigo y, como en otras tantas ocasiones, nos tocaría trabajar juntas. No quería tener que aguantarla demasiado pero parecía que el destino tenía otros planes y, al final, me tocaba estar con ella más tiempo del que había planeado. Suspiré para mis adentros, pues no me quedaba de otra que tragar con Anastasia.
- Vamos con ellos. - Propuse pasando la vista muy rápido por ella y acabar mirando a nuestros compañeros de la guardia de Lunargenta. No dije mucho más y deshice mis pasos hacia los tocones donde nos habíamos sentado antes.
Cuando mencioné a su madre, en ningún momento esperaba ver esa cara de decepción, más bien esperaba llevarme un puñetazo y tener que responder. Otra pelea más. Precisamente lo que no querían nuestros padres que pasase. Pero no esperé que me dijera esas palabras. Estaba acostumbrada a que explotase y poder picarla más aún, que a que su respuesta fuera tan sentida.
Y allí estaba, plantada con la vajilla en las manos. Alanna seguía en plan pacificador y se acercó a mí como si nada hubiese pasado, al igual que Eltrant, que me invitó a sentarme sin preguntar ni hacer ningún juicio. Me empecé a sentir muy extraña al ver que hacían como si mis palabras no hubiesen existido. Todo sería genial salvo porque el ambiente se notaba bastante tenso. De cara al agua estaba Anastasia, que no se dignó a mirarme siquiera. Los otros dos seguían cocinando la carne y fingiendo que eso era una velada alegre.
Durante unos instantes me quedé ahí quieta, mirando a Huracán, y luego me senté donde Eltrant me señaló que, casualmente, era un tocón al lado de la cazadora. Ni siquiera acabé de sentarme y ella ya se había levantado, todavía sin dirigirme la palabra. Al instante me enfadé por ese vacío que me estaba haciendo pero no iba a recriminar nada, después de todo estaba así por lo que le había dicho. Pero me cabreaba que me ignorasen.
También me giré dándole ligeramente la espalda cuando regresó. Me incomodaba la situación de mirarla y que no me hiciera caso así que opté por quedarme mirando el vaso, con el codo apoyado en la mesa y sosteniendo mi barbilla con la mano. Sabía que tenía que disculparme pero era algo que me costaba muchísimo, a pesar de que sabía que me había pasado. ¡Pero es Anastasia Boisson! Eso de pedir perdón delante de ella… Bueno, y de cualquier persona, no era algo que llevase bien. Casi siempre, lo que yo hacía estaba bien a mi parecer y en contadas ocasiones había rectificado. Así que ahora mismo me estaba debatiendo sobre si hablar con ella, dejarlo pasar para otro momento o ignorarlo y si quería seguir enfadada sería cosa suya.
Sin darme cuenta estaba tamborileando los dedos contra la mesa, absorta en mis pensamientos, interrumpidos por Alanna que, en pos de rebajar la tensión, se puso a preguntar sobre otro tema aleatorio.
- Ah… Sí, Beltrexus es un pueblo muy bonito. No es tan lúgubre como el resto de pueblos de Aerandir, que parecen más sombríos. Tiene mucho color y es más animada. - Me encogí de hombros sin saber bien cómo continuar describiendo nuestra villa. Si bien mi casa no estaba justamente en el medio de Beltrexus, y no acostumbraba a pasear por las calles, sí que había que reconocer que comparada con el resto de ciudades de Aerandir, Beltrexus era la más bonita. ¡Y las playas! La arena tan blanca… Ahora mismo estaba echando en falta estar en las Islas.
Tal vez porque así podía escapar de la situación incómoda en la que me encontraba. Pese a intentar seguir a la guardia con las preguntas, sentía punzadas causa de los nervios. Tenía a Anastasia a escasos centímetros y sabía que tenía una cuenta pendiente con ella aunque la quisiera retrasar. - Y sí, es muy grande. - De reojo miré a la cazadora y pude comprobar que no había cogido nada de lo que yo había traído. Volteé los ojos haciendo una mueca de fastidio y asco, lo más disimulada posible, y miré de nuevo a la otra chica, que ahora hablaba de una granja. Enarqué una ceja pero no dije nada. Bastante que estaba intentando apaciguar las cosas para qué también se sintiera molesta por uno de mis comentarios. Simplemente asentí con la cabeza, pues era más que obvio que nuestra infancia había sido mucho mejor que la suya. Nosotros no “nos dábamos de palos” en medio del barro o con animales de por medio. Mi hermano y yo habíamos tenido una perfecta infancia llena de todas las comodidades que merecíamos, una educación ejemplar y un modo de vida envidiable. Y al mencionar una granja en mi mente se dibujó la pobreza, suciedad y mala educación, así que opté por callarme y esperé a que trajeran los platos.
Sin decir nada comencé a partir en cachos muy pequeños el trozo de carne y a comer despacio. Parecía que quería estirar el momento lo máximo posible, pues le daba vueltas a los trocitos con el tenedor antes de llevármelos a la boca.
Si bien era cierto que Anastasia y yo pasábamos mucho tiempo con nuestros piques y riñas, también habíamos trabajado juntas en otras tantas ocasiones. Incluso cuando mi madre fue secuestrada, ella había estado allí para rescatarla. Obviamente eso no iba a acabar de un plumazo con nuestra rivalidad, me seguía pareciendo una sosa, seguía asqueada porque íbamos a compartir el puesto de maestras, pero cada vez estaba más segura de que me había pasado al mencionar a su madre justo después de lo que había vivido en la tienda de campaña.
Me levanté de golpe dejando la comida en el plato. - Anastasia, ven conmigo.
Caminé durante un minuto en silencio, esperando que me siguiera y solo me detuve cuando ya estábamos a una buena distancia de Eltrant y Alanna para que fueran incapaces de escuchar lo que iba a decir. Ahora sí que estaba nerviosa, pues no tenía a los otros dos fingiendo que la situación era perfecta. Visiblemente incómoda, metí las manos en los bolsillos de mi pantalón y, aunque había sido yo la que la había llamado, intentaba evitar mirarla.
-Oye, -aclaré un poco la garganta, aunque lo que realmente buscaba era ganar tiempo y seguir estirando lo imposible ya. - que… Lo de antes… - Me estaba costando mucho. - No quise decirlo. - Lo dije bastante rápido, aun sin mirarla. - Imagino que ha debido ser duro enterarte de… Eso. - Parecía que no encontrase la forma de expresarme sin cagarla más. De veras que la situación era muy complicada para mí, y más que ahora iba con cuidado para no mencionar de nuevo a su madre. - Y no era mi intención… Pero… - Trataba de buscar una excusa para que no sonase tan mal que había sido culpa mía. Mi plan, inconscientemente, era redirigir mi rabia contra nuestros padres por haberme obligado a ir a buscarla y haber hecho que compartiéramos puesto. - No me gustó lo de antes, lo de nuestros padres. Y… Eso… Que no era mi intención, y...
Eso era real, por mucho que me estuviera costando expresarme delante de ella. Seguramente Anastasia sabía que quería decir "lo siento", pero no me salían esas dos palabras. Eran las más difíciles de pronunciar.
No pasé la mirada por ella siquiera, me movía bastante, nerviosa, pero no me atreví a decirle nada más. Si pudiera regresar al pasado hubiera buscado otra cosa para insultarla, pero no eso. La cantidad de veces que me había dejado llevar por la rabia y de ninguna me había arrepentido hasta ahora. Sabía que había sido un golpe bajo y que me había pasado de la raya al mencionarle eso. Y la verdad es que la podía haber visto enfadada, seria, pero nunca tan decepcionada, al menos que lo manifestara de ese modo. - Ellos se están esforzando para intentar que no acabemos a palos… Como tu amiga en su granja. - Tiré un poco de mi escaso sentido del humor para intentar rebajar un poco la tensión y solventar ligeramente la estúpida conversación que estaba intentando tener.
Esperé a que dijera algo. Ya no podía hacer nada más para que ella no compartiera el puesto de maestra conmigo y, como en otras tantas ocasiones, nos tocaría trabajar juntas. No quería tener que aguantarla demasiado pero parecía que el destino tenía otros planes y, al final, me tocaba estar con ella más tiempo del que había planeado. Suspiré para mis adentros, pues no me quedaba de otra que tragar con Anastasia.
- Vamos con ellos. - Propuse pasando la vista muy rápido por ella y acabar mirando a nuestros compañeros de la guardia de Lunargenta. No dije mucho más y deshice mis pasos hacia los tocones donde nos habíamos sentado antes.
Cassandra C. Harrowmont
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Re: El campamento [Libre] [4/4] [Cerrado]
- Ahí van otra vez… - Se encogió de hombros al ver como las dos cazadoras se alejaban a hablar entre ellas y siguió degustando la carne que, como bien decía Alanna, estaba “mareando” – No me sorprende de todas formas… - Suspiró – Que se le va a hacer. – Sonrió a su amiga y le dio un buen mordisco a la carne que quedaba en su plato, terminándosela.
Se atusó la barba y volvió a mirar como las chicas conversaban en la distancia. Tras pasarse la mano por la cara y permanecer en silencio unos cuantos segundos se giró hacía Alanna – Yo… - Que la joven se hubiese disculpado al hacer referencia a la granja había sido la gota que colmaba el vaso – No hagas nada gigantesco de esto – Le advirtió sonriendo escuetamente, levantando la palma de una mano, quizás previendo que su amiga se levantaría de su asiento – Pero… esto… - Se rascó la coronilla – Me acuerdo… ¿De todo? – Enarcó una ceja y esbozó la mejor sonrisa que pudo, aunque fuese medianamente forzada ¿Había sido aquella la mejor forma de darle la noticia? No había sido la ideal, pero tampoco había sido en mitad de un combate a muerte contra unos vampiros que, teniendo en cuenta el lugar en el que estaban, era la segunda opción.
Estiró las piernas aún sin levantarse del tocón en el que estaban y tragó saliva, no estaba seguro como Alanna estaba digiriendo todo aquello – El libro ha hecho de las suyas de nuevo, no estoy seguro como pero… simplemente pasó – Se volvió a atusar la barba – Quería esperar a estar en Lunargenta, en el cuartel, más tranquilos o lo que sea… pero… no sé – Se encogió de hombros y le dio en la frente a la chica con el dedo índice – Lo que digo es que… – Tomó con cuidado el collar en forma de media luna que pendía del cuello la joven, sonriendo levemente al saber por qué aquel objeto estaba en sus recuerdos y la persona a la que se lo había entregado – Me acuerdo de los palos en la granja. – Dijo dejando el collar y levantándose, estirando ahora los brazos – Voy a ver cómo van estas dos… - Sonrió, quizás la muchacha quisiera quedarse sola, la última vez que hablo con ella acerca de esos recuerdos había sido escasos minutos después de haber intentado matarla por la ausencia de los mismos, quizás querría estar sola, no podía asegurarlo directamente – Oh, y me tienes que acompañar a la granja… - Dijo según se alejaba – No… no me atrevo a ir solo.
Una vez más, el guarda volvía a entrometerse en los asuntos de las dos cazadoras – Que inoportuno soy ¿No es verdad? – Dejó caer ambas manos hasta su cinturón y sonrió - ¿Habéis acabado de hablar ya? ¿Secretos de cazadores? No me lo digáis, tenéis chistes entre vosotras que nadie más entiende – Por lo que había oído decir a Cassandra “Vamos con ellos” todo parecía mostrar que sí, pero no quería arriesgarse a verse envuelto en un fuego cruzado de insultos entre ambas cazadoras – En cualquier caso… - Se atusó la barba – Creo que soy el único que no ha dado una opinión… - Se encogió de hombros – Ya que todos hablan, pues hablo yo. – Sonrió a Huracán.
Se cruzó de brazos y miró durante varios segundos, varios largos segundos, en silencio a ambas mujeres. – Voy a ser claro – Señaló a Cassandra en primer lugar, sonrió – A ti casi te mato en un almacén en llamas, Harrowmont, y no ibas sola – Esperó a ver la reacción de la mujer y sonrió – Sin excusas. Sí… me rompiste dos costillas, y me destrozaste también la armadura, ya lo sé. – Tomó aire con fuerza por la nariz - …También un par de quemaduras… la cara… aún tengo un par de moratones en la espalda… - Negó con la cabeza y se centró en la mujer que tenía a pocos pasos – El caso es que gané yo… algo así, te saqué de allí - Le dio una palmada en el hombro a Harrowmont y se carcajeó con ganas, para instantes después girarse hacía Huracán – Y aquí Anastasia… - Rodeó el cuello de la mencionada con el brazo – Se suficientes anécdotas tuyas similares, pero no estas de buen humor, así que no diré nada de lo que he prometido a Jules no contar … ¿Es verdad lo de la sauna? Bueno, es igual, no respondas. – Podía sentir como Huracán taladraba su alma con la mirada, pero aquello, de algún modo, lo hacía casi más divertido.
– Bueno, por lo que he entendido vuestros padres… quieren que compartáis el cargo de Maestro Cazador ¿No es así? …Supondré que es importante aunque no tengo ni la más remota idea de que significa – Torció el gesto y se atusó la barba por unos instantes – De todos modos, tiene sentido el juntaros, más allá de tratar de haceros la vida imposible digo – Una sonrisa se dibujó en el rostro de Eltrant – Ya me habéis escuchado antes - Se cruzó de brazos y frunció el ceño – Os he visto sufrir a las dos, perder contra oponentes que pensabais que ibais a derrotar con facilidad. Y creedme cuando os digo… - Se llevó la mano hasta el vientre, el lugar que había atravesado Mortagglia semanas atrás, cada cicatriz que él tenía en su cuerpo era una pequeña lección que nunca aprendía, no obstante, aquellas dos muchachas eran claramente más inteligentes que él - … que eso no es algo que va desaparecer de la noche a la mañana. – Se encogió de hombros – ¿Queréis derrotar a la hermandad? ¿Queréis que los cazadores sean más fuertes? Trabajad como un equipo – Relajó un poco la expresión y sacudió la cabeza. – Y venid a comer algo de una vez.
Dicho esto volvió junto a la guarda en varias rápidas zancadas - ¿Qué me he perdido? – Preguntó sentándose junto al fuego, mirando directamente al lago.
Se atusó la barba y volvió a mirar como las chicas conversaban en la distancia. Tras pasarse la mano por la cara y permanecer en silencio unos cuantos segundos se giró hacía Alanna – Yo… - Que la joven se hubiese disculpado al hacer referencia a la granja había sido la gota que colmaba el vaso – No hagas nada gigantesco de esto – Le advirtió sonriendo escuetamente, levantando la palma de una mano, quizás previendo que su amiga se levantaría de su asiento – Pero… esto… - Se rascó la coronilla – Me acuerdo… ¿De todo? – Enarcó una ceja y esbozó la mejor sonrisa que pudo, aunque fuese medianamente forzada ¿Había sido aquella la mejor forma de darle la noticia? No había sido la ideal, pero tampoco había sido en mitad de un combate a muerte contra unos vampiros que, teniendo en cuenta el lugar en el que estaban, era la segunda opción.
Estiró las piernas aún sin levantarse del tocón en el que estaban y tragó saliva, no estaba seguro como Alanna estaba digiriendo todo aquello – El libro ha hecho de las suyas de nuevo, no estoy seguro como pero… simplemente pasó – Se volvió a atusar la barba – Quería esperar a estar en Lunargenta, en el cuartel, más tranquilos o lo que sea… pero… no sé – Se encogió de hombros y le dio en la frente a la chica con el dedo índice – Lo que digo es que… – Tomó con cuidado el collar en forma de media luna que pendía del cuello la joven, sonriendo levemente al saber por qué aquel objeto estaba en sus recuerdos y la persona a la que se lo había entregado – Me acuerdo de los palos en la granja. – Dijo dejando el collar y levantándose, estirando ahora los brazos – Voy a ver cómo van estas dos… - Sonrió, quizás la muchacha quisiera quedarse sola, la última vez que hablo con ella acerca de esos recuerdos había sido escasos minutos después de haber intentado matarla por la ausencia de los mismos, quizás querría estar sola, no podía asegurarlo directamente – Oh, y me tienes que acompañar a la granja… - Dijo según se alejaba – No… no me atrevo a ir solo.
Una vez más, el guarda volvía a entrometerse en los asuntos de las dos cazadoras – Que inoportuno soy ¿No es verdad? – Dejó caer ambas manos hasta su cinturón y sonrió - ¿Habéis acabado de hablar ya? ¿Secretos de cazadores? No me lo digáis, tenéis chistes entre vosotras que nadie más entiende – Por lo que había oído decir a Cassandra “Vamos con ellos” todo parecía mostrar que sí, pero no quería arriesgarse a verse envuelto en un fuego cruzado de insultos entre ambas cazadoras – En cualquier caso… - Se atusó la barba – Creo que soy el único que no ha dado una opinión… - Se encogió de hombros – Ya que todos hablan, pues hablo yo. – Sonrió a Huracán.
Se cruzó de brazos y miró durante varios segundos, varios largos segundos, en silencio a ambas mujeres. – Voy a ser claro – Señaló a Cassandra en primer lugar, sonrió – A ti casi te mato en un almacén en llamas, Harrowmont, y no ibas sola – Esperó a ver la reacción de la mujer y sonrió – Sin excusas. Sí… me rompiste dos costillas, y me destrozaste también la armadura, ya lo sé. – Tomó aire con fuerza por la nariz - …También un par de quemaduras… la cara… aún tengo un par de moratones en la espalda… - Negó con la cabeza y se centró en la mujer que tenía a pocos pasos – El caso es que gané yo… algo así, te saqué de allí - Le dio una palmada en el hombro a Harrowmont y se carcajeó con ganas, para instantes después girarse hacía Huracán – Y aquí Anastasia… - Rodeó el cuello de la mencionada con el brazo – Se suficientes anécdotas tuyas similares, pero no estas de buen humor, así que no diré nada de lo que he prometido a Jules no contar … ¿Es verdad lo de la sauna? Bueno, es igual, no respondas. – Podía sentir como Huracán taladraba su alma con la mirada, pero aquello, de algún modo, lo hacía casi más divertido.
– Bueno, por lo que he entendido vuestros padres… quieren que compartáis el cargo de Maestro Cazador ¿No es así? …Supondré que es importante aunque no tengo ni la más remota idea de que significa – Torció el gesto y se atusó la barba por unos instantes – De todos modos, tiene sentido el juntaros, más allá de tratar de haceros la vida imposible digo – Una sonrisa se dibujó en el rostro de Eltrant – Ya me habéis escuchado antes - Se cruzó de brazos y frunció el ceño – Os he visto sufrir a las dos, perder contra oponentes que pensabais que ibais a derrotar con facilidad. Y creedme cuando os digo… - Se llevó la mano hasta el vientre, el lugar que había atravesado Mortagglia semanas atrás, cada cicatriz que él tenía en su cuerpo era una pequeña lección que nunca aprendía, no obstante, aquellas dos muchachas eran claramente más inteligentes que él - … que eso no es algo que va desaparecer de la noche a la mañana. – Se encogió de hombros – ¿Queréis derrotar a la hermandad? ¿Queréis que los cazadores sean más fuertes? Trabajad como un equipo – Relajó un poco la expresión y sacudió la cabeza. – Y venid a comer algo de una vez.
Dicho esto volvió junto a la guarda en varias rápidas zancadas - ¿Qué me he perdido? – Preguntó sentándose junto al fuego, mirando directamente al lago.
Eltrant Tale
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Re: El campamento [Libre] [4/4] [Cerrado]
Alanna comenzó a realizar varias preguntas para tratar de romper un poco el hielo, preguntas que yo no iba a contestar. Y no levantaba la mirada del trozo de costillas que tenía entre manos. A la postre me sabría mal haber hecho pasar tan mal trago a los dos guardas, que para nada merecían aquel trato, quizás había pecado de antipática pero a poco que me conocieran sabrían que esto era algo habitual en mí. Cass sí que dio un par de escuetas respuestas, tampoco en los mejores tenores, pero luego finalmente pidió que nos apartáramos para decirme algo en privado. Alcé las cejas y resoplé, me limpié un poco la boca y me fui con ella tras unos árboles.
-¿Qué quieres, Cassandra? – No era muy difícil adivinarlo. Disculparse. O al menos intentarlo. Por su forma de hablar atragantada se notaba lo mucho que le costaba escupir cada palabra. Me crucé de brazos mirándola seria, a los ojos. Decía dos palabras y se quedaba meditando unos segundos, pero desde luego era lo más parecido a una disculpa que la Harrowmont me había dicho nunca. – Entiendo que estás tratando de pedirme perdón, ¿no? – pregunté, era evidente que lo estaba haciendo. Pero no había dicho esa palabra y, si no quería decirla ella, se la iba a sacar yo. Justo cuando abrí la boca para darle mi opinión escuché la agradable voz del dicharachero Tale, que al interrumpirme me hizo cerrar los ojos y encogerme de hombros por su inesperada presencia.
Su discurso fue, quizás, lo más lógico que había oído en meses. Primero recordó como se había enfrentado a Cassandra – Eso no me lo habías contado, Cass. – bromeé sobre la anécdota del pajar y el supuesto combate entre Tale y la cazadora. Aunque finalmente, el boomerang también vino hacia mí. - ¡Eso es mentira! ¡¿Qué te ha dicho ese capullo?! – pregunté atravesándole con la mirada. ¿Qué clase de historias se inventaba Jules? Ya hablaría con él cuando le viera, que por cierto, no sabía dónde se había metido.
Dejando a un lado las bromas, su mensaje tornó hacia la unidad. Y es que el exmercenario llevaba gran parte de la razón en que debíamos tener unidad para hacer frente a la Hermandad y nuestros enemigos. Nos gustase o no, las dos íbamos a ser las maestras cazadoras, y con rencillas y discusiones estúpidas no íbamos a llegar a ningún sitio. Necesitábamos confiar la una en la otra y, por ello, cuando Eltrant volvió a marcharse, pude detenerme a hablar con Cass de nuevo unos segundos mientras retornábamos al lago donde teníamos la parrilla.
–Cass, la noticia de las maestras me ha llegado en un mal momento. Sólo es eso. – comencé a decirle, agachando la cabeza. – Mira, Ya que parece que hoy es el día de las declaraciones. Voy a decirte claramente lo que pienso de ti. – volví a mirar sus ojos azulados. Con un rostro serio y a caminar hacia ella, de mal humor y ladeando la cabeza. – No me caes bien, Cassandra. Eres una estúpida pija caprichosa, que siempre ha mirado más para su ombligo que para el de los demás. – no había dicho nada que no fuera mentira. – La repelente niña abusona que siempre se metía con todos los niños y que se chivaba al profesor cuando era ella la agredida. – continué. – Trataste de hacerme la vida imposible porque era la única que te eclipsaba, y también por mi apellido. – continué bastante seria. - ¿Y sabes por qué te eclipsaba? ¿Quieres saberlo? – me crucé de hombros y, ahora, sería cuando rebajaría el tono.
Ya que ella estaba dispuesta a ser sincera, yo también lo sería con ella. Necesitaba desahogar y, tal vez así, me sintiera mejor.
-Porque soy muy buena. – contesté – Pero tú también. Desde luego más de lo que se espera de un Harrowmont. – Lo siento, no pude evitar lanzar la puñalada. Eso sí que no iba a cambiar. – Tienes tanto orgullo o más que yo, y nuestra rivalidad nos ha llevado a ambas a ser mejores. Y así seguirá siendo porque es lo que nos alimenta. – le dije. – Sé que me la volverás a armas cuando dirijamos el gremio. – declaré. – Pero ahora tenemos un enemigo común. Que nos quiere muertas a las dos. – le expliqué. – Así que ya que somos tan buenas, unámonos para derrotarlo. Sólo unas semanas, ¿vale? – le pregunté. – Luego ya buscaré la manera de darte la patada en el gremio. ¿Qué me dices? – y le tendí la mano para que la estrechara, si quería. - ¿Si un vampiro me pilla desprevenida por la espalda, me cubres?
Y es que decir que ahora íbamos a ser amigas, como pretendían Eltrant y Alanna era muy sencillo. Pero Cass y yo nos conocíamos y sabíamos que no iba a cambiar nada entre nosotras. Cassandra seguiría siendo la víbora traicionera que era. Y yo seguiría comportándome igual de solitaria e ignorándola por completo. Pero al menos, hasta que acabásemos con la Hermandad, tendríamos que formalizar una tregua.
De camino a donde se encontraba Eltrant y Alanna, Cass aún tendría unos minutos para rebatirme algo justo antes de que la voz de alguien conocido me sorprendiera. Una vez llegamos a donde ellos, no pudimos decirles nada pues una voz cercana y familiar comenzaría.
-¡Huracán! ¡Huracán! – gritaba la voz de un Jules fatigado, levantando la mano, como pidiendo auxilio. Me llamó la atención el estado del brujo, claramente malherido y lleno de tierra por la cara. Se sentó junto al árbol para descansar. – Ay… Joder. ¡Cof! ¡Cof! – tosió. Luego miró a los presentes. - ¡Hombre, Eltrant, viejo lobo! ¡Cuánto tiempo! – luego miró a la cazadora. - ¿Qué pasa, Cassie? – surnó la nariz y cerró el puño poniéndolo a su lado para que esta lo chocara. - Hoy no he tenido tiempo de arreglarme para ti. ¿No tendrás un poco de colonia o maquillaje por ahí? - preguntó con cierta ironía, escupió tierra al suelo. A Alanna no le dijo nada porque no la conocía.
-¿Qué ha pasado? – pregunté al brujo, poniéndome en cuclillas junto a él. Interesada en saber qué había ocurrido.
-¡La loca de tu amiga! ¡La canosa! ¿Elen? – dijo – Rachel y yo llegamos hace tres días y nos encontramos con ella y su novio el dragón. – miró al lago. – Intenté explicárselo. Le dije: Esperemos a que vengan Huri y sus amigos. ¿Pero qué dijo ella? ¿Qué para qué vamos a esperar si soy dios y me los puedo cargar yo a todos? La aplastante lógica Calhouniana. Es tu amiga. La conoces de sobra.– resopló y miró al cielo. – Nos presentamos ante la casa de tu abuela Mortagglia, de tu tía Belladonna – se me hizo un cruce en la cabeza cuando dijo esto - y un millar de vampiros más y nos dieron por todos lados.
-¿Y dónde está el resto?
-Qué buena pregunta… - Jules rió y miró al cielo, todavía fatigado. – Bella reventó a Elen, pero creo que huyó. Alister murió y Rachel, que fue la más lista de todos, decidió unirse a su bando de nuevo. – Miró a Eltrant. – Maldita sea, vamos a llamar al gremio. ¡Tenemos que rescatar a Rachel! – insistió el brujo volviendo a levantarse. Su hermana siempre había sido lo más importante para él, y no estaba dispuesta a perderla. Lo que no entendía era cómo mantenía ese buen humor con las penurias que habían sufrido.
-Descansa un poco, Jules. ¿Te han seguido? – le pregunté tomándolo por el hombro. Entonces sentí algo moverse entre los árboles. -¿Qué ha sido eso? – pregunté mirando unos arbustos moverse.
-¿Qué quieres, Cassandra? – No era muy difícil adivinarlo. Disculparse. O al menos intentarlo. Por su forma de hablar atragantada se notaba lo mucho que le costaba escupir cada palabra. Me crucé de brazos mirándola seria, a los ojos. Decía dos palabras y se quedaba meditando unos segundos, pero desde luego era lo más parecido a una disculpa que la Harrowmont me había dicho nunca. – Entiendo que estás tratando de pedirme perdón, ¿no? – pregunté, era evidente que lo estaba haciendo. Pero no había dicho esa palabra y, si no quería decirla ella, se la iba a sacar yo. Justo cuando abrí la boca para darle mi opinión escuché la agradable voz del dicharachero Tale, que al interrumpirme me hizo cerrar los ojos y encogerme de hombros por su inesperada presencia.
Su discurso fue, quizás, lo más lógico que había oído en meses. Primero recordó como se había enfrentado a Cassandra – Eso no me lo habías contado, Cass. – bromeé sobre la anécdota del pajar y el supuesto combate entre Tale y la cazadora. Aunque finalmente, el boomerang también vino hacia mí. - ¡Eso es mentira! ¡¿Qué te ha dicho ese capullo?! – pregunté atravesándole con la mirada. ¿Qué clase de historias se inventaba Jules? Ya hablaría con él cuando le viera, que por cierto, no sabía dónde se había metido.
Dejando a un lado las bromas, su mensaje tornó hacia la unidad. Y es que el exmercenario llevaba gran parte de la razón en que debíamos tener unidad para hacer frente a la Hermandad y nuestros enemigos. Nos gustase o no, las dos íbamos a ser las maestras cazadoras, y con rencillas y discusiones estúpidas no íbamos a llegar a ningún sitio. Necesitábamos confiar la una en la otra y, por ello, cuando Eltrant volvió a marcharse, pude detenerme a hablar con Cass de nuevo unos segundos mientras retornábamos al lago donde teníamos la parrilla.
–Cass, la noticia de las maestras me ha llegado en un mal momento. Sólo es eso. – comencé a decirle, agachando la cabeza. – Mira, Ya que parece que hoy es el día de las declaraciones. Voy a decirte claramente lo que pienso de ti. – volví a mirar sus ojos azulados. Con un rostro serio y a caminar hacia ella, de mal humor y ladeando la cabeza. – No me caes bien, Cassandra. Eres una estúpida pija caprichosa, que siempre ha mirado más para su ombligo que para el de los demás. – no había dicho nada que no fuera mentira. – La repelente niña abusona que siempre se metía con todos los niños y que se chivaba al profesor cuando era ella la agredida. – continué. – Trataste de hacerme la vida imposible porque era la única que te eclipsaba, y también por mi apellido. – continué bastante seria. - ¿Y sabes por qué te eclipsaba? ¿Quieres saberlo? – me crucé de hombros y, ahora, sería cuando rebajaría el tono.
Ya que ella estaba dispuesta a ser sincera, yo también lo sería con ella. Necesitaba desahogar y, tal vez así, me sintiera mejor.
-Porque soy muy buena. – contesté – Pero tú también. Desde luego más de lo que se espera de un Harrowmont. – Lo siento, no pude evitar lanzar la puñalada. Eso sí que no iba a cambiar. – Tienes tanto orgullo o más que yo, y nuestra rivalidad nos ha llevado a ambas a ser mejores. Y así seguirá siendo porque es lo que nos alimenta. – le dije. – Sé que me la volverás a armas cuando dirijamos el gremio. – declaré. – Pero ahora tenemos un enemigo común. Que nos quiere muertas a las dos. – le expliqué. – Así que ya que somos tan buenas, unámonos para derrotarlo. Sólo unas semanas, ¿vale? – le pregunté. – Luego ya buscaré la manera de darte la patada en el gremio. ¿Qué me dices? – y le tendí la mano para que la estrechara, si quería. - ¿Si un vampiro me pilla desprevenida por la espalda, me cubres?
Y es que decir que ahora íbamos a ser amigas, como pretendían Eltrant y Alanna era muy sencillo. Pero Cass y yo nos conocíamos y sabíamos que no iba a cambiar nada entre nosotras. Cassandra seguiría siendo la víbora traicionera que era. Y yo seguiría comportándome igual de solitaria e ignorándola por completo. Pero al menos, hasta que acabásemos con la Hermandad, tendríamos que formalizar una tregua.
De camino a donde se encontraba Eltrant y Alanna, Cass aún tendría unos minutos para rebatirme algo justo antes de que la voz de alguien conocido me sorprendiera. Una vez llegamos a donde ellos, no pudimos decirles nada pues una voz cercana y familiar comenzaría.
-¡Huracán! ¡Huracán! – gritaba la voz de un Jules fatigado, levantando la mano, como pidiendo auxilio. Me llamó la atención el estado del brujo, claramente malherido y lleno de tierra por la cara. Se sentó junto al árbol para descansar. – Ay… Joder. ¡Cof! ¡Cof! – tosió. Luego miró a los presentes. - ¡Hombre, Eltrant, viejo lobo! ¡Cuánto tiempo! – luego miró a la cazadora. - ¿Qué pasa, Cassie? – surnó la nariz y cerró el puño poniéndolo a su lado para que esta lo chocara. - Hoy no he tenido tiempo de arreglarme para ti. ¿No tendrás un poco de colonia o maquillaje por ahí? - preguntó con cierta ironía, escupió tierra al suelo. A Alanna no le dijo nada porque no la conocía.
-¿Qué ha pasado? – pregunté al brujo, poniéndome en cuclillas junto a él. Interesada en saber qué había ocurrido.
-¡La loca de tu amiga! ¡La canosa! ¿Elen? – dijo – Rachel y yo llegamos hace tres días y nos encontramos con ella y su novio el dragón. – miró al lago. – Intenté explicárselo. Le dije: Esperemos a que vengan Huri y sus amigos. ¿Pero qué dijo ella? ¿Qué para qué vamos a esperar si soy dios y me los puedo cargar yo a todos? La aplastante lógica Calhouniana. Es tu amiga. La conoces de sobra.– resopló y miró al cielo. – Nos presentamos ante la casa de tu abuela Mortagglia, de tu tía Belladonna – se me hizo un cruce en la cabeza cuando dijo esto - y un millar de vampiros más y nos dieron por todos lados.
-¿Y dónde está el resto?
-Qué buena pregunta… - Jules rió y miró al cielo, todavía fatigado. – Bella reventó a Elen, pero creo que huyó. Alister murió y Rachel, que fue la más lista de todos, decidió unirse a su bando de nuevo. – Miró a Eltrant. – Maldita sea, vamos a llamar al gremio. ¡Tenemos que rescatar a Rachel! – insistió el brujo volviendo a levantarse. Su hermana siempre había sido lo más importante para él, y no estaba dispuesta a perderla. Lo que no entendía era cómo mantenía ese buen humor con las penurias que habían sufrido.
-Descansa un poco, Jules. ¿Te han seguido? – le pregunté tomándolo por el hombro. Entonces sentí algo moverse entre los árboles. -¿Qué ha sido eso? – pregunté mirando unos arbustos moverse.
Anastasia Boisson
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Re: El campamento [Libre] [4/4] [Cerrado]
No había conseguido saber demasiado, pero confiaba en poder saber algo más por su cuenta si lograba ir en algún momento, solían decir que para reencontrarse con una misma, era necesario volver a los orígenes, y que había más originario para ella que el lugar donde nació su madre. Jamás había ido, no había conocido, siquiera, a sus abuelos, solo sabía que eran maestros retirados que se dedicaban a la creación de nuevos hechizos y que experimentaban con la magia, esperando, al menos cuando era niña, poder fusionar la alquimia con sus elementos, pero no tenía ni nombres, ni... nada, en realidad no tenía nada.
Sonrió a las dos chicas cuando estas se alzaron para alejarse, y dio un bocado a la carne, no había quedado mal, en realidad, se relamió, estaba muy rica, o es que tal vez ella tenía mucha hambre. Miró hacia donde se habían alejado las dos brujas, esperaba que no se molieran a palos, pero visto el estado de Cassandra, más probablemente iría a disculparse que no a buscar pelea, Huracán tampoco parecía dispuesta a luchar, solo algo entristecida y cabizbaja, eso era lo único que impedía a Alanna levantarse, y le dejaba seguir disfrutando de su trozo de carne asada.
Dejó la carne sobre el plato y se limpió con una servilleta para girarse a mirar a Eltrant, sentado a su lado, el chico daba la impresión de estar... serio, sería la palabra más acertada, lo miró con fijeza, sin entender. ¿Todo? ¿De que debería acordarse? El chico había estado bastante misterioso cuando fue a tratarle las heridas. Alanna frunció el ceño, ¿le había pedido que recordara algo? Que ella supiera, era más bien al contrario, había intentado no mencionar recuerdo alguno, tal vez precisamente por el extremo cuidado que había intentado tener, aunque en ocasiones se le escapase algún comentario, se quedó tan atónita al entender a lo que se refería el chico.
Permaneció callada seguía divagando, y tragó saliva al notar sus dedos sobre su cuello, tomando el collar que o le había regalado tanto tiempo atrás, pero que ella seguía llevando como si fuera un amuleto de la buena suerte, como un tesoro que le recordaba que no estaba sola. Miró al chico, intentando procesar la información, e intentó hablar y cogerle del brazo justo cuando el salía casi disparado, en busca de las dos brujas.
Lo vio alejarse con un suspiro y cogió el colgante. Lo recordaba todo, la recordaba a ella, las bromas, los golpes, el viaje al norte, su familia. Alanna sonrió alzando la cabeza, dejándola caer hacia atrás, apretando el colgante de media luna entre las manos, notó como el plato resbalaba de su regazo y se deslizaba al suelo con cuidado, y dejó caer su espalda contra la hierva, riendo descontrolada. Como de extraño podía ser todo, y como podía sonreír la suerte, de pronto. Lanzó una ultima risa, casi un soplido, y suspiró, volviendo a alzarse. Definitivamente, lo acompañaría a la granja, alguien debía decirle a la señora Tale que su hijo era un despistado.
Se levantó, a penas recuperada, y miró los vasos de Huracán y Cassandra, ¿seguirían peleando? Miró su riñonera y miró un liquido de color rosado, que hacía que, poco a poco, la persona que lo bebía se fuera convirtiendo en el animal que más lo representaba, era algo extraño, ella nunca lo había probado, y ciertamente, tenía pocas ganas, pero tal vez a las brujas les viniera bien un pequeño castigo por su mal comportamiento. Cerró el tarro y volvió a guardarlo, no, sería mejor guardarlo para otro momento.
Se giró al escuchar pasos y sonrió a Eltrant, al Eltrant de siempre, dio un par de pasos hacia delante y acabó por saltar hacia él para darle un abrazo. Era una estupidez, había pensado que lo había superado, al final, Eltrant siempre había estado ahí, pero no había sido el de verdad, no había sido su viejo amigo, esa persona por la que daría la vida y pensaba, era reciproco, lo había añorado, y si no lloraba era porque no quería liar más las cosas, él le había pedido que no hiciera un alboroto, pero tampoco podía pretender que no hiciera nada, y se quedase tal cual, había vuelto, y, si para él no era nada, si lo era para ella.
- Te he echado de menos. - reconoció antes de, escuchando, nuevamente, pasos, alejarse un poco de él y volver a sentarse.- Me alegro de que me lo hayas dicho, no sabes como me alegro de haberte recuperado.- afirmó, feliz, mientras se sentaba viendo acercarse a Huracán, parecía ir todo bien, así que, de momento, todo eran buenas noticias.
Iba a darles la bienvenida cuando la voz de un hombre llamó a la bruja, y, al aparecer, comenzó a hablar con prisas, ¿Elen? ¿qué tenía que ver la mujer de pelo blanco en todo eso? no lo sabía, pero parecía ser que había provocado algún desastre. El hombre, cansado y herido, se sentó por petición de Huracán, aunque parecía ser que corría la prisa. Levantándose, Alanna le pasó el trozo de carne que ella había estado comiendo al hombre y se dedicó a revisarle las heridas más superficiales.
- No te muevas, o no podré ver nada.- pidió frunciendo el ceño.- Soy Alanna, por cierto.- le intentó sonreír mientras veía una mancha de sangre fea en el hombro.- Vale... Huracán, tráeme vendas, Cassandra, acércame agua del lago para limpiarle las heridas, Eltrant, creo que tiene el brazo dislocado, necesitaré que empujes el hombro para poder vendarle, por favor.- pidió viendo la posición extraña del brazo. - A ver que podemos darte...- rebuscó por la bolsa, pero no había nada que le sirviera, se levantó y cogió los vasos de agua, parecía algo deshidratado, posiblemente por el cansancio.- No tienes demasiadas heridas, lo más complicado es el brazo pero... no debería tardar en curar, lo mejor sería que comieras y descansaras, luego habrá tiempo para hablar.- comentó seria, al ponerse manos a la obra, pasándole los vasos, con cierto remordimiento.
Se alegraba de no haber echado nada en las bebidas de las mujeres, si no, la cosa se habría complicado demasiado, por lo poco que había entendido había problemas, serios, además, pero poco podían hacer sin más datos, al menos, ella no los tenía, y la explicación de... Jules, le habían llamado, no le había resultado demasiado útil. ¿No tenían allí ningún médico? alguien mejor que ella debía haber cien por cien seguro, lanzó un suspiro, no sabía como actuar, solo que necesitaban alguien que supiera más que un par de cosas sobre musculos o heridas, no era doctora, sanadora ni nada similar.
- ¿No hay médico en el campamento?- preguntó tendiéndole otro vaso al hombre, si pasaba algo grave al entrar en pelea, no podría hacer nada, era guerrera, no doctora, y si iban a ir a pelear, viendo como había acabado Jules incluso estando acompañado por Elen, o las heridas que había tenido Eltrant, no le hacía gracia ir sin soporte.
Sonrió a las dos chicas cuando estas se alzaron para alejarse, y dio un bocado a la carne, no había quedado mal, en realidad, se relamió, estaba muy rica, o es que tal vez ella tenía mucha hambre. Miró hacia donde se habían alejado las dos brujas, esperaba que no se molieran a palos, pero visto el estado de Cassandra, más probablemente iría a disculparse que no a buscar pelea, Huracán tampoco parecía dispuesta a luchar, solo algo entristecida y cabizbaja, eso era lo único que impedía a Alanna levantarse, y le dejaba seguir disfrutando de su trozo de carne asada.
Dejó la carne sobre el plato y se limpió con una servilleta para girarse a mirar a Eltrant, sentado a su lado, el chico daba la impresión de estar... serio, sería la palabra más acertada, lo miró con fijeza, sin entender. ¿Todo? ¿De que debería acordarse? El chico había estado bastante misterioso cuando fue a tratarle las heridas. Alanna frunció el ceño, ¿le había pedido que recordara algo? Que ella supiera, era más bien al contrario, había intentado no mencionar recuerdo alguno, tal vez precisamente por el extremo cuidado que había intentado tener, aunque en ocasiones se le escapase algún comentario, se quedó tan atónita al entender a lo que se refería el chico.
Permaneció callada seguía divagando, y tragó saliva al notar sus dedos sobre su cuello, tomando el collar que o le había regalado tanto tiempo atrás, pero que ella seguía llevando como si fuera un amuleto de la buena suerte, como un tesoro que le recordaba que no estaba sola. Miró al chico, intentando procesar la información, e intentó hablar y cogerle del brazo justo cuando el salía casi disparado, en busca de las dos brujas.
Lo vio alejarse con un suspiro y cogió el colgante. Lo recordaba todo, la recordaba a ella, las bromas, los golpes, el viaje al norte, su familia. Alanna sonrió alzando la cabeza, dejándola caer hacia atrás, apretando el colgante de media luna entre las manos, notó como el plato resbalaba de su regazo y se deslizaba al suelo con cuidado, y dejó caer su espalda contra la hierva, riendo descontrolada. Como de extraño podía ser todo, y como podía sonreír la suerte, de pronto. Lanzó una ultima risa, casi un soplido, y suspiró, volviendo a alzarse. Definitivamente, lo acompañaría a la granja, alguien debía decirle a la señora Tale que su hijo era un despistado.
Se levantó, a penas recuperada, y miró los vasos de Huracán y Cassandra, ¿seguirían peleando? Miró su riñonera y miró un liquido de color rosado, que hacía que, poco a poco, la persona que lo bebía se fuera convirtiendo en el animal que más lo representaba, era algo extraño, ella nunca lo había probado, y ciertamente, tenía pocas ganas, pero tal vez a las brujas les viniera bien un pequeño castigo por su mal comportamiento. Cerró el tarro y volvió a guardarlo, no, sería mejor guardarlo para otro momento.
Se giró al escuchar pasos y sonrió a Eltrant, al Eltrant de siempre, dio un par de pasos hacia delante y acabó por saltar hacia él para darle un abrazo. Era una estupidez, había pensado que lo había superado, al final, Eltrant siempre había estado ahí, pero no había sido el de verdad, no había sido su viejo amigo, esa persona por la que daría la vida y pensaba, era reciproco, lo había añorado, y si no lloraba era porque no quería liar más las cosas, él le había pedido que no hiciera un alboroto, pero tampoco podía pretender que no hiciera nada, y se quedase tal cual, había vuelto, y, si para él no era nada, si lo era para ella.
- Te he echado de menos. - reconoció antes de, escuchando, nuevamente, pasos, alejarse un poco de él y volver a sentarse.- Me alegro de que me lo hayas dicho, no sabes como me alegro de haberte recuperado.- afirmó, feliz, mientras se sentaba viendo acercarse a Huracán, parecía ir todo bien, así que, de momento, todo eran buenas noticias.
Iba a darles la bienvenida cuando la voz de un hombre llamó a la bruja, y, al aparecer, comenzó a hablar con prisas, ¿Elen? ¿qué tenía que ver la mujer de pelo blanco en todo eso? no lo sabía, pero parecía ser que había provocado algún desastre. El hombre, cansado y herido, se sentó por petición de Huracán, aunque parecía ser que corría la prisa. Levantándose, Alanna le pasó el trozo de carne que ella había estado comiendo al hombre y se dedicó a revisarle las heridas más superficiales.
- No te muevas, o no podré ver nada.- pidió frunciendo el ceño.- Soy Alanna, por cierto.- le intentó sonreír mientras veía una mancha de sangre fea en el hombro.- Vale... Huracán, tráeme vendas, Cassandra, acércame agua del lago para limpiarle las heridas, Eltrant, creo que tiene el brazo dislocado, necesitaré que empujes el hombro para poder vendarle, por favor.- pidió viendo la posición extraña del brazo. - A ver que podemos darte...- rebuscó por la bolsa, pero no había nada que le sirviera, se levantó y cogió los vasos de agua, parecía algo deshidratado, posiblemente por el cansancio.- No tienes demasiadas heridas, lo más complicado es el brazo pero... no debería tardar en curar, lo mejor sería que comieras y descansaras, luego habrá tiempo para hablar.- comentó seria, al ponerse manos a la obra, pasándole los vasos, con cierto remordimiento.
Se alegraba de no haber echado nada en las bebidas de las mujeres, si no, la cosa se habría complicado demasiado, por lo poco que había entendido había problemas, serios, además, pero poco podían hacer sin más datos, al menos, ella no los tenía, y la explicación de... Jules, le habían llamado, no le había resultado demasiado útil. ¿No tenían allí ningún médico? alguien mejor que ella debía haber cien por cien seguro, lanzó un suspiro, no sabía como actuar, solo que necesitaban alguien que supiera más que un par de cosas sobre musculos o heridas, no era doctora, sanadora ni nada similar.
- ¿No hay médico en el campamento?- preguntó tendiéndole otro vaso al hombre, si pasaba algo grave al entrar en pelea, no podría hacer nada, era guerrera, no doctora, y si iban a ir a pelear, viendo como había acabado Jules incluso estando acompañado por Elen, o las heridas que había tenido Eltrant, no le hacía gracia ir sin soporte.
Alanna Delteria
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Re: El campamento [Libre] [4/4] [Cerrado]
Se me estaba complicando mucho la situación. Era más difícil disculparme con Huracán que cazar vampiros, sin duda. Crucé durante un segundo la mirada con ella pero no dije nada, a pesar de que preguntó si la estaba pidiendo perdón. ¿En serio quería hacerme decir la palabra? Sin duda lo disfrutaría pero eso era demasiado. Y se me quedaba atravesada en la garganta, no salía. No delante de ella. Sólo la miré, haciendo tiempo y tratando de que no me insistiera más en que saliese de mi boca un “lo siento”. Como mucho sólo asentí muy sutilmente. Su mirada marrón estaba clavada en mí, si se había fijado, me había visto hacer ese tenue movimiento con la cabeza. Si no, mala suerte, pero bastante me estaba costando ya este momento como para decirlo con más palabras. Mi orgullo ante una Boisson era demasiado grande.
Eltrant apareció de improviso ante nosotras con su alegría innata. Me recordaba a Jules en estas ocasiones, parecía que todo se trataba con alegría. Eso sí, me había salvado de tener que mantener más la mirada a mi compañera y aguantar el incómodo momento de tener que disculparme más. De inoportuno nada. Se paró a nuestro lado y comenzó a rememorar sucesos que habíamos vivido con él. Hasta consiguió sacarme una risita cuando dijo lo del almacén aquel. - Oh, cállate. No desveles esa información delante de Anastasia. - No sabía a qué venía eso, pero Eltrant no parecía estar echándome en cara nada, ni presumir de su victoria. Más bien parecía la introducción de otra cosa que iba a venir después, así que volteé los ojos y negué con una media sonrisa en el rostro. - A la próxima serán más costillas, Tale. - Señalé de forma acusadora, aunque sin crisparme por el comentario. Parecía de broma o para intentar relajar la tensión que habíamos tenido Anastasia y yo. Luego me dio un toque en el hombro y al principio quise decirle algo pero lo vi como un gesto amigable, a pesar de que no éramos, precisamente, amigos.
Luego se volvió hacia mi compañera y también le tocó una buena dosis del humor del guardia. -¿Sauna? ¿Anastasia, qué has hecho? Ohh, eso se lo tenemos que preguntar a Jules. ¡Quiero saber! - Yo también usé el tonito bromista dirigiéndome hacia ella, algo más relajada, como aliviando toda la tensión que tenía acumulada por el momento de las disculpas, por el de nuestros padres y todo lo que veníamos arrastrando desde Sacrestic Ville.
Pero luego apareció la siguiente parte de la introducción de Eltrant, donde enaltecía nuestras dotes para la batalla con intención de que viéramos el aspecto positivo y no acabásemos a palos. Otra vez el discurso de que debemos trabajar juntas, al igual que nuestros padres. Dirigí la vista hacia Huracán y luego volví a Eltrant, quien después de soltar esa arenga se fue, dejándonos solas de nuevo.
Inspiré con fuerza y volví a mirar a Anastasia, esta vez un poco más relajada que antes. Ya había pasado por el mal trago de tener que disculparme e incluso a ella se la veía más distendida. Avancé un par de pasos por delante de ella hasta que escuché su voz y me giré. En ese momento sí me di cuenta, más que nunca, que había atacado con un tema que no debía haberlo hecho. ¿Por eso había estado callada y tan seria todo ese tiempo desde que volvimos de Sacrestic Ville? ¿Se había enterado de lo de su madre? Para mí también fue chocante cuando lo dijo en la tienda de campaña hacía un rato, pero no me había parado a pensar ni un instante el daño que debía haber supuesto para ella. Lo único que yo quería era el puesto de Maestra Cazadora, pero para mí, en exclusiva. No pensé en lo que pasaba por la mente de Huracán. No es que soliera hacerlo, me daba bastante igual lo que hiciera esa bruja, ya que la tenía en todos lados, así que trataba de ignorarla. Pero ese golpe fue fuerte incluso para ella.
No era, para nada, buena aconsejando así que aunque hubiese pensado en ella, no podría haberle dado ningún consejo a Huracán. Simplemente escuché, aunque en la siguiente parte se me quitó la pena que me pudo dar. Se puso a meterse conmigo y a recordar ciertos aspectos de nuestra infancia. Claro que me metía con los brujos mestizos y los que no eran como yo. No me gustaban. Y Anastasia había sido víctima de mis burlas, si alguien no me gustaba se lo hacía saber y ella era de una de mis dianas favoritas cuando éramos más pequeñas. Siempre había sido considerada un bicho raro en Beltrexus. Pero ahora me estaba metiendo un buen repaso. Fruncí el ceño visiblemente molesta porque ella, precisamente ella, me dijera que yo era una ciertas cosas. ¡Y encima se echa flores! Casi iba a responder a su comentario, apenas me dio tiempo a abrir la boca con intención de soltar un “para ya, ¿no?”, pero me tuve que callar. Lo siguiente que dijo era referente a mí también, pero no malo. Me estaba diciendo que yo también era buena.
También parecía la charla motivacional de Eltrant, pero al estilo Huracán. Otra vez el trabajo en equipo, otra vez luchar codo con codo con Anastasia, otra vez dejar nuestra rivalidad y nuestras diferencias de lado. Miré su mano y luego a ella. Tardé unos segundos en estrechársela, mientras asimilaba la información. ¿Esto era una tregua? Una rara, la verdad, pues no era la primera vez que habíamos trabajado juntas. Aunque siempre con nuestros piques, pero tenía que reconocer que todo este tema de dirigir el gremio más todo lo que arrastraba Anastasia nos había crispado los nervios más de la cuenta. Nuestras peleas solían tener un tono más bajo que lo que había sucedido antes en el campamento.
- Claro que te cubriré. No permitiría que un chupasangres te hiciera nada, -demasiado bonito para ser hacia una Boisson, faltaba algo que añadir para darle mi toque personal -¿con quién me metería entonces? Así te podría recordar durante un tiempo que me debes una. - Sonreí levantando las cejas e inclinando ligeramente la cabeza. No iba a dejárselo tan bonito, a pesar de que no me imaginaba que Huracán pudiese sufrir el ataque de una de esas criaturas. Cuando pasas tiempo siendo cazadora se te olvida que tu vida está en constante peligro. - Y eso de la patada ya lo veremos.
Seguí caminando junto a ella, ahora sí que estaba mucho más relajada. Pero no duró mucho.
La llegada de Jules en ese estado acabó con el momento distendido que estábamos teniendo. Corrí junto a Huracán para encontrarnos con él. Estaba herido y lleno de barro, pero aún seguía conservando su buen humor. ¿Cómo podía ser tan positivo a pesar de todo?
- Jules, ¿qué te ha pasado? - Pregunté al acercarme y chocar el puño con él. Sabía que no me gustaba que me llamase “Cassie”, pero en ese momento no lo tuve en cuenta, era una muestra de que a pesar de todo seguía con su tonto sentido del humor. Por eso le choqué. - Idiota, nunca estás suficiente arreglado para mí. - Hice una leve mueca, acongojada por su estado.
El brujo empezó a contar lo ocurrido. Habló de la amiga de Huracán, de Rachel y de la Hermandad. Habían sido atacados por los vampiros. Hice otra mueca, esta vez de puro desagrado. Alanna llegó y comenzó a ayudar a Jules como buenamente pudo.
- ¿Llamamos a los del gremio? Y sí… Hay médico en el campamento. - Respondí sin saber bien qué hacer, si ir a la base provisional de los cazadores o quedarme a descubrir qué era lo que estaba moviendo esos arbustos. - ¿Qué es? - Pregunté, más para mí que para los demás, e instintivamente llevé una mano a mi arco.
Eltrant apareció de improviso ante nosotras con su alegría innata. Me recordaba a Jules en estas ocasiones, parecía que todo se trataba con alegría. Eso sí, me había salvado de tener que mantener más la mirada a mi compañera y aguantar el incómodo momento de tener que disculparme más. De inoportuno nada. Se paró a nuestro lado y comenzó a rememorar sucesos que habíamos vivido con él. Hasta consiguió sacarme una risita cuando dijo lo del almacén aquel. - Oh, cállate. No desveles esa información delante de Anastasia. - No sabía a qué venía eso, pero Eltrant no parecía estar echándome en cara nada, ni presumir de su victoria. Más bien parecía la introducción de otra cosa que iba a venir después, así que volteé los ojos y negué con una media sonrisa en el rostro. - A la próxima serán más costillas, Tale. - Señalé de forma acusadora, aunque sin crisparme por el comentario. Parecía de broma o para intentar relajar la tensión que habíamos tenido Anastasia y yo. Luego me dio un toque en el hombro y al principio quise decirle algo pero lo vi como un gesto amigable, a pesar de que no éramos, precisamente, amigos.
Luego se volvió hacia mi compañera y también le tocó una buena dosis del humor del guardia. -¿Sauna? ¿Anastasia, qué has hecho? Ohh, eso se lo tenemos que preguntar a Jules. ¡Quiero saber! - Yo también usé el tonito bromista dirigiéndome hacia ella, algo más relajada, como aliviando toda la tensión que tenía acumulada por el momento de las disculpas, por el de nuestros padres y todo lo que veníamos arrastrando desde Sacrestic Ville.
Pero luego apareció la siguiente parte de la introducción de Eltrant, donde enaltecía nuestras dotes para la batalla con intención de que viéramos el aspecto positivo y no acabásemos a palos. Otra vez el discurso de que debemos trabajar juntas, al igual que nuestros padres. Dirigí la vista hacia Huracán y luego volví a Eltrant, quien después de soltar esa arenga se fue, dejándonos solas de nuevo.
Inspiré con fuerza y volví a mirar a Anastasia, esta vez un poco más relajada que antes. Ya había pasado por el mal trago de tener que disculparme e incluso a ella se la veía más distendida. Avancé un par de pasos por delante de ella hasta que escuché su voz y me giré. En ese momento sí me di cuenta, más que nunca, que había atacado con un tema que no debía haberlo hecho. ¿Por eso había estado callada y tan seria todo ese tiempo desde que volvimos de Sacrestic Ville? ¿Se había enterado de lo de su madre? Para mí también fue chocante cuando lo dijo en la tienda de campaña hacía un rato, pero no me había parado a pensar ni un instante el daño que debía haber supuesto para ella. Lo único que yo quería era el puesto de Maestra Cazadora, pero para mí, en exclusiva. No pensé en lo que pasaba por la mente de Huracán. No es que soliera hacerlo, me daba bastante igual lo que hiciera esa bruja, ya que la tenía en todos lados, así que trataba de ignorarla. Pero ese golpe fue fuerte incluso para ella.
No era, para nada, buena aconsejando así que aunque hubiese pensado en ella, no podría haberle dado ningún consejo a Huracán. Simplemente escuché, aunque en la siguiente parte se me quitó la pena que me pudo dar. Se puso a meterse conmigo y a recordar ciertos aspectos de nuestra infancia. Claro que me metía con los brujos mestizos y los que no eran como yo. No me gustaban. Y Anastasia había sido víctima de mis burlas, si alguien no me gustaba se lo hacía saber y ella era de una de mis dianas favoritas cuando éramos más pequeñas. Siempre había sido considerada un bicho raro en Beltrexus. Pero ahora me estaba metiendo un buen repaso. Fruncí el ceño visiblemente molesta porque ella, precisamente ella, me dijera que yo era una ciertas cosas. ¡Y encima se echa flores! Casi iba a responder a su comentario, apenas me dio tiempo a abrir la boca con intención de soltar un “para ya, ¿no?”, pero me tuve que callar. Lo siguiente que dijo era referente a mí también, pero no malo. Me estaba diciendo que yo también era buena.
También parecía la charla motivacional de Eltrant, pero al estilo Huracán. Otra vez el trabajo en equipo, otra vez luchar codo con codo con Anastasia, otra vez dejar nuestra rivalidad y nuestras diferencias de lado. Miré su mano y luego a ella. Tardé unos segundos en estrechársela, mientras asimilaba la información. ¿Esto era una tregua? Una rara, la verdad, pues no era la primera vez que habíamos trabajado juntas. Aunque siempre con nuestros piques, pero tenía que reconocer que todo este tema de dirigir el gremio más todo lo que arrastraba Anastasia nos había crispado los nervios más de la cuenta. Nuestras peleas solían tener un tono más bajo que lo que había sucedido antes en el campamento.
- Claro que te cubriré. No permitiría que un chupasangres te hiciera nada, -demasiado bonito para ser hacia una Boisson, faltaba algo que añadir para darle mi toque personal -¿con quién me metería entonces? Así te podría recordar durante un tiempo que me debes una. - Sonreí levantando las cejas e inclinando ligeramente la cabeza. No iba a dejárselo tan bonito, a pesar de que no me imaginaba que Huracán pudiese sufrir el ataque de una de esas criaturas. Cuando pasas tiempo siendo cazadora se te olvida que tu vida está en constante peligro. - Y eso de la patada ya lo veremos.
Seguí caminando junto a ella, ahora sí que estaba mucho más relajada. Pero no duró mucho.
La llegada de Jules en ese estado acabó con el momento distendido que estábamos teniendo. Corrí junto a Huracán para encontrarnos con él. Estaba herido y lleno de barro, pero aún seguía conservando su buen humor. ¿Cómo podía ser tan positivo a pesar de todo?
- Jules, ¿qué te ha pasado? - Pregunté al acercarme y chocar el puño con él. Sabía que no me gustaba que me llamase “Cassie”, pero en ese momento no lo tuve en cuenta, era una muestra de que a pesar de todo seguía con su tonto sentido del humor. Por eso le choqué. - Idiota, nunca estás suficiente arreglado para mí. - Hice una leve mueca, acongojada por su estado.
El brujo empezó a contar lo ocurrido. Habló de la amiga de Huracán, de Rachel y de la Hermandad. Habían sido atacados por los vampiros. Hice otra mueca, esta vez de puro desagrado. Alanna llegó y comenzó a ayudar a Jules como buenamente pudo.
- ¿Llamamos a los del gremio? Y sí… Hay médico en el campamento. - Respondí sin saber bien qué hacer, si ir a la base provisional de los cazadores o quedarme a descubrir qué era lo que estaba moviendo esos arbustos. - ¿Qué es? - Pregunté, más para mí que para los demás, e instintivamente llevé una mano a mi arco.
Cassandra C. Harrowmont
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Re: El campamento [Libre] [4/4] [Cerrado]
- Oh, ¿Un abrazo? Vale – Dijo como toda réplica, sorprendido ante el arrebato de Alanna, respondiendo tímidamente al abrazo que esta le regaló en cuanto volvió de conversar con las cazadoras – No… me he ido a ningún lado, creo – Dijo pasándose la mano por el pelo, sin saber exactamente como contestar a aquellas palabras – Pero… - Sonrió – Me alegro de estar de vuelt… – Una voz que conocía se alzó sobre la suya propia clamando por la atención de Huracán, impidiendo que terminase la frase.
Enarcó una ceja y se giró hacia el primogénito de los Roche, quien aparentaba haber tenido mejores días - ¿Jules? – No era sorprendente la presencia del cazador en aquel lugar, sí que lo era, sin embargo, el hecho de que este estuviese cubierto de heridas y malherido. Frunció el ceño y se agachó junto a él, Alanna no tardó en hacer lo propio, enseguida enfrascándose en atender los cortes y las magulladuras del cazador.
Huracán, por otro lado, se adelantó a todos e hizo la pregunta que a todo el mundo le pasaba por la cabeza. - ¿Cómo dioses has acabado así? – Añadió Eltrant segundos después de Huracán mientras acataba las diferentes órdenes de Alanna para tratar al brujo.
El cazador no tardó en saciar la curiosidad de los presentes y relató el enfrentamiento que, acompañado por Elen Calhoun y su hermana Rachel, había tenido contra Belladona. Por su estado, Eltrant no tuvo que esperar al final del relato para adivinar el resultado de la pelea - ¿Calhoun ha perdido? – Eltrant se cruzó de brazos y se sentó junto al hombre, miró a Huracán seriamente tratando de decirle con la mirada lo que pasaba por su cabeza. No conocía mucho a Elen, había coincidido con ella en apenas un par de ocasiones, pero en ambas había visto a la peliblanca salir indemne de situaciones realmente desesperadas haciendo uso de sus poderes.
Cerró los ojos, el poder de Belladona no era, sin embargo, lo que más le preocupaba. Tras ajustar las correas que mantenían firme su armadura al cuerpo se levantó – Tenemos que rescatar a Rachel, ahora. – Dijo afianzando su espada al cinturón para a continuación clavar su mirada en Jules, que seguía estando bajo la estricta atención de Alanna – Voy a traer a Rachel de vuelta, Jules, tú descansa – Trató de tranquilizar al cazador, dudaba que lo consiguiese, había peleado junto a aquel hombre y sabía lo terco que podía llegar a ser. – No estaría mal tener un par de refuerzos para variar – Dijo volviendose hacía Cassandra – Huracán y yo vamos saliendo ya. Alanna, Cassandra, venid con los refuerzos. Y aseguraos de que Jules se queda aquí – Nadie le había dado la potestad para ordenar nada, en sí, los líderes de aquellas personas eran Anastasia y su contraparte de la familia Harrowmont, pero no podía perder más tiempo, quizás se estaba precipitando, pero cada segundo perdido era un segundo más que la hermandad tenía para hurgar en la cabeza de Rachel, para reactivar las funciones primarias de NIA; tenían que ser rapidos.
– No me repliquéis – Añadió inmediatamente después de terminar de hablar, sabía que Alanna estaba en contra del complejo de escudo que tenía Eltrant, y tanto Cassadra como Huracán eran probablemente demasiado orgullosas para dejarse mandar por él, sobretodo después de la impresión de individuo despreocupado que solía dar, pero, por una vez, iba a tomar él la iniciativa. – Nos vamos. – Aseveró finalmente, tras comprobar que llevaba todo su equipo consigo.
Los arbustos que había justo junto al lago seguían moviéndose, de forma casi insistente, como si hubiese alguien ahí que quisiese pasar desapercibido pero no consiguiese hacerlo. Era algo que no había pasado ninguno de los presentes por alto y que, por el contexto, podía ser perfectamente un enemigo que había seguido a Jules.
Esto no amedrentó al exmercenario quien desenvainó la espada y se acercó a los arbustos, para encontrarse con un joven de cabellos rojizos, un individuo de aproximadamente la edad de Huracán que, por algún motivo, espiaba a los presentes. - ¡Soy un cazador! – Dijo inmediatamente, cuando vislumbró el brillo azulado de la espada del guarda - ¡De verdad! – Eltrant frunció el ceño - ¿Y estabas espiando? – El hombre negó con la cabeza – No espiando, he oído voces y… - El pelirrojo parecía estar dudando ¿No quería decir la verdadera razón por la que estaba allí? Eltrant le agarró por la camisa y lo arrastró hasta Huracán - ¿Le reconoceis? – Preguntó a los tres cazadores que se encontraban junto a la hoguera en la que habían cenado - ¡Mi nombre es Jorah Tudyk! – Dijo rápidamente – Soy un explorador de bajo rango, en entrenamiento, estoy en proceso de convertirme en cazador. – Aseguró nervioso. Eltrant le soltó al oír esto, de todas formas no es como si tuviese mucha escapatoria – Vuestros… - Volvió a dudar, se calló durante unos segundos – …Vuestros padres me han enviado a vigilaros. – Confesó finalmente, tras sentir como el grupo decidía en silencio que hacer con aquel presunto espía de los vampiros - ¡Juro que es verdad! – Dijo al final.
Eltrant suspiró - ¿Tienes tu equipo contigo? – El brujo asintió y señaló a su espalda; dónde descansaba una ballesta de proporciones menores a las del arma que usaba Huracán. – Bien. - Miró a Huracán – Ya tenemos nuestros primer voluntario – Dijo tirando de Jorah para que se levantase – ¿A que estamos esperando? – Preguntó empezando a caminar hacía la salida del campamento.
Enarcó una ceja y se giró hacia el primogénito de los Roche, quien aparentaba haber tenido mejores días - ¿Jules? – No era sorprendente la presencia del cazador en aquel lugar, sí que lo era, sin embargo, el hecho de que este estuviese cubierto de heridas y malherido. Frunció el ceño y se agachó junto a él, Alanna no tardó en hacer lo propio, enseguida enfrascándose en atender los cortes y las magulladuras del cazador.
Huracán, por otro lado, se adelantó a todos e hizo la pregunta que a todo el mundo le pasaba por la cabeza. - ¿Cómo dioses has acabado así? – Añadió Eltrant segundos después de Huracán mientras acataba las diferentes órdenes de Alanna para tratar al brujo.
El cazador no tardó en saciar la curiosidad de los presentes y relató el enfrentamiento que, acompañado por Elen Calhoun y su hermana Rachel, había tenido contra Belladona. Por su estado, Eltrant no tuvo que esperar al final del relato para adivinar el resultado de la pelea - ¿Calhoun ha perdido? – Eltrant se cruzó de brazos y se sentó junto al hombre, miró a Huracán seriamente tratando de decirle con la mirada lo que pasaba por su cabeza. No conocía mucho a Elen, había coincidido con ella en apenas un par de ocasiones, pero en ambas había visto a la peliblanca salir indemne de situaciones realmente desesperadas haciendo uso de sus poderes.
Cerró los ojos, el poder de Belladona no era, sin embargo, lo que más le preocupaba. Tras ajustar las correas que mantenían firme su armadura al cuerpo se levantó – Tenemos que rescatar a Rachel, ahora. – Dijo afianzando su espada al cinturón para a continuación clavar su mirada en Jules, que seguía estando bajo la estricta atención de Alanna – Voy a traer a Rachel de vuelta, Jules, tú descansa – Trató de tranquilizar al cazador, dudaba que lo consiguiese, había peleado junto a aquel hombre y sabía lo terco que podía llegar a ser. – No estaría mal tener un par de refuerzos para variar – Dijo volviendose hacía Cassandra – Huracán y yo vamos saliendo ya. Alanna, Cassandra, venid con los refuerzos. Y aseguraos de que Jules se queda aquí – Nadie le había dado la potestad para ordenar nada, en sí, los líderes de aquellas personas eran Anastasia y su contraparte de la familia Harrowmont, pero no podía perder más tiempo, quizás se estaba precipitando, pero cada segundo perdido era un segundo más que la hermandad tenía para hurgar en la cabeza de Rachel, para reactivar las funciones primarias de NIA; tenían que ser rapidos.
– No me repliquéis – Añadió inmediatamente después de terminar de hablar, sabía que Alanna estaba en contra del complejo de escudo que tenía Eltrant, y tanto Cassadra como Huracán eran probablemente demasiado orgullosas para dejarse mandar por él, sobretodo después de la impresión de individuo despreocupado que solía dar, pero, por una vez, iba a tomar él la iniciativa. – Nos vamos. – Aseveró finalmente, tras comprobar que llevaba todo su equipo consigo.
Los arbustos que había justo junto al lago seguían moviéndose, de forma casi insistente, como si hubiese alguien ahí que quisiese pasar desapercibido pero no consiguiese hacerlo. Era algo que no había pasado ninguno de los presentes por alto y que, por el contexto, podía ser perfectamente un enemigo que había seguido a Jules.
Esto no amedrentó al exmercenario quien desenvainó la espada y se acercó a los arbustos, para encontrarse con un joven de cabellos rojizos, un individuo de aproximadamente la edad de Huracán que, por algún motivo, espiaba a los presentes. - ¡Soy un cazador! – Dijo inmediatamente, cuando vislumbró el brillo azulado de la espada del guarda - ¡De verdad! – Eltrant frunció el ceño - ¿Y estabas espiando? – El hombre negó con la cabeza – No espiando, he oído voces y… - El pelirrojo parecía estar dudando ¿No quería decir la verdadera razón por la que estaba allí? Eltrant le agarró por la camisa y lo arrastró hasta Huracán - ¿Le reconoceis? – Preguntó a los tres cazadores que se encontraban junto a la hoguera en la que habían cenado - ¡Mi nombre es Jorah Tudyk! – Dijo rápidamente – Soy un explorador de bajo rango, en entrenamiento, estoy en proceso de convertirme en cazador. – Aseguró nervioso. Eltrant le soltó al oír esto, de todas formas no es como si tuviese mucha escapatoria – Vuestros… - Volvió a dudar, se calló durante unos segundos – …Vuestros padres me han enviado a vigilaros. – Confesó finalmente, tras sentir como el grupo decidía en silencio que hacer con aquel presunto espía de los vampiros - ¡Juro que es verdad! – Dijo al final.
Eltrant suspiró - ¿Tienes tu equipo contigo? – El brujo asintió y señaló a su espalda; dónde descansaba una ballesta de proporciones menores a las del arma que usaba Huracán. – Bien. - Miró a Huracán – Ya tenemos nuestros primer voluntario – Dijo tirando de Jorah para que se levantase – ¿A que estamos esperando? – Preguntó empezando a caminar hacía la salida del campamento.
- Jorah Tudyk:
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Eltrant Tale
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Re: El campamento [Libre] [4/4] [Cerrado]
Jules estaba claramente herido y la situación parecía grave. Alanna corrió a atenderle a aquel árbol, pidiendo que cada uno le llevásemos algo para poder asistirlo. Tomé vendas de mi pequeña faltriquera, de mi kit de primeros auxilios que siempre llevaba para detener hemorragias imprevistas. Y mientras tanto, Alanna se dedicó a recuperar el brazo del brujo.
-¿Calhoun perdió? Joder… se nota que no conoces a Bella. – bromeó, y es que Jules como era lógico no sabía nada del encuentro en el castillo derruido del lago. - ¡Au! ¡Cuidado, que eso resquema la leche! – gritó cuando Alanna aplicó alcohol en la herida de su brazo. - ¡Hay que rescatar a Rachel! – pidió haciendo un amago de levantarse del árbol tratando de desquitarse de Alanna, cosa que no pudo hacer pues estaba reventado.
Su discurso sí que pareció calar en Eltrant, quien pronto se sintió tan motivado. Tan invencible, que parecía que él sólo iba a cargarse a la Hermandad. Si Jules había sentado el precedente de cómo había terminado la última corazonada de Elen, mucho más poderosa y astuta que el mercenario, ¿qué ocurriría con él? Para colmo, el brujo parecía dispuesto a tropezar con la misma piedra. Estaba de brazos cruzados, negando con la cabeza varias veces pues no me creía la insensatez de lo que estaba escuchando, pero cuando me dispuse a decir algo, Eltrant se dirigió a los matorrales, espada en mano. Apareciendo un tipo.
Habíamos desprevenido qué era lo que había ocurrido tras los árboles después de la incursión del deslucido Jules, pero por fortuna, no era nadie peligroso. O aparentemente no. Es más, parecía más de nuestro bando. Un recluta con una ballesta que estaba espiando nuestra conversación por orden de Isabella y James. Cuánto había decaído el departamento de espionaje desde la muerte de Igraine. – Dime que no eres lo mejor que tiene Virgie. – pregunté, mirando al chico, que no respondió y después a Cass. Virginia Harrowmont, la tía de Cass, era ahora la líder del departamento de espionaje, ¿qué clase de proceso de selección hacía para elegir a semejante patán? ¿Acaso con Rachel no teníamos bastante? – Haré como que no te he visto. – indiqué.
Esto no hizo sino motivar aún más a Tale. ¡Con Jorah seguro que, ahora sí, ganábamos el combate!. Mandó a Cass y Alanna a buscar refuerzos. Pero lo de “Huracán y yo vamos saliendo”… había sido lo más.
Descrucé mis brazos y le di una bofetada a Eltrant, no muy fuerte, sólo quería que espabilara y empezase a empezar más con la cabeza y menos con el corazón. Principalmente, por su propio bien.
-¿Estás tonto? – le pregunté muy seria. - ¿Salir así sin más? ¿Sin ningún plan? ¿A la aventura a ver si suena la flauta? – sin quitar la vista de Tale señalé a Jules - ¿Acaso no has escuchado lo que te acaba de decir de Elen? Yendo de cinco en cinco no haremos nada sino desperdiciar refuerzos y, probablemente, desvelar nuestra posición. – expliqué. Miré al flamante cazador. – Jorah, dices ser espía, ¿habéis descubierto algo?
-Sí, Maestra Boisson. – informó el pelirrojo nervioso, haciendo muchas afirmaciones con la cabeza, todavía de rodillas. – Virginia nos mandó a mí y a una patrulla a explorar la ciudad y ya tiene nuestro informe y pronto lo pasara a vuestros padres. – comentó. - Hemos averiguado cosas. La Dama ha reunido un ejército de vampiros y pretende tomar la ciudad.
-¿Alguien os ha seguido? – pregunté.
-No, mi señora. – comentó. - ¿Quién iba a hacerlo? Nosotros los mejo… - no pudo terminar la frase pues, rápidamente, un grupo de cuatro vampiros saltó hacia nosotros. Tuve que rodar para evitar comerme las garras del chupasangres. Que rugió mostrando sus colmillos, mientras tanto, vimos a una vampiresa rubia, de larga melena, correr a una velocidad prácticamente inalcanzable.
-¡Detenedla! – pedí al grupo, más preocupada por ella que por el vampiro que estaba sobre mí y al que mantenía cogido por el cuello para que no me mordiera. Era clave detener la huida de aquella chupasangres antes de que llegase a Sacrestic Ville. Si Mortagglia sabía dónde estábamos, nuestras ya de por sí escasas opciones de ganar desaparecerían.
Sacrestic Ville: Parte 3
A la plaza principal de Sacrestic Ville llegaban vampiros desde todos los costados. Reunidos frente a la parte más alta de la catedral, arrastraban los cuerpos de varios guardias de la ciudad a los que, asustados, tiraban al centro de la misma entre risas.
La repentina aparición de la Dama Mortagglia en las arquerías de la catedral, bajo el rosetón de la misma, condujo las miradas de los chupasangres sobre su elegante figura. Dando inicio a una serie de vítores y aclamaciones hacia su persona.
Tras ella, a su izquierda, se mostró Roger Skeller, uno de sus vampiros lugartenientes más fieles, que había salido muy herido tras su enfrentamiento contra Elen Calhoun. Si bien ahora disponía de implantes cibernéticos y parecía más bien una abominación que un ser humano. Por último una estela de humo negro que parecía seguir una trayectoria aleatoria invadió la plaza por completo, finalmente ascendió hacia la punta de la catedral y, tras dar un par de vueltas sobre la torre, descendió hacia las arquerías, hasta llegar tras la Dama, en su posición derecha, donde se materializó en forma de Madame Boisson.
-¡Holaaaaa! ¡Holaaaaaa! JI JI JI… – saludaba a la plaza meneando con los brazos en alto, sujetando el libro, entrecerrando los ojos y riendo, divertida. La Dama, mucho más seria y discreta, no tardaría en estirar los brazos para calmar los ánimos de sus seguidores. La plaza acabaría en un silencio absoluto. Tras unos segundos daría comienzo a su discurso.
-Me congratula encontrarme con todos vosotros, amigos míos. – comenzó la Dama, en voz alta para todo el mundo. – Os he convocado a todos porque tengo algo muy importante que comunicaros. – comenzó diciendo. – Y es que esta será una noche para el recuerdo. – comentó. – Una noche en la que erradicaremos todos los estigmas existentes hacia vosotros. –abrió sus brazos al público. - Hacia nosotros. – se señaló a ella misma. – Algunos de vosotros habéis sobrevivido más de 500 años, siendo ninguneados todo este tiempo por decenas de generaciones de criaturas inferiores que se reproducen como la peste. Criaturas que pueden vivir cuánto… ¿60? ¿70 años? – preguntó sin esperar respuesta. - ¡Y se creerán sabios! ¡O poderosos! – continuó. – Nosotros somos vampiros. Nosotros, los bendecidos por el Dragón Negro, somos los elegidos para gobernar este mundo. – señaló a la plaza. – Y ellos, los humanos. – señaló a los pobres guardias que, casi sumidos en el llanto, agonizaban. – Tienen una vida tan ínfima y miserable que lo único que merecen… - cerró los ojos y entrecortó la respiración. – Lo único que merecen es servir nuestros propósitos como si fuéramos dioses. – indicó con odio en sus palabras. – ¡Nunca volveréis a caminaréis solos! Ahora tenéis una familia… Una Hermandad. – indicó. - ¡Sacrestic Ville es nuestra ciudad! – informó. - ¡Y pronto, Aerandir será nuestro imperio!
La Dama alzó el puño victorioso. Sintiéndose intocable tras su motivador discurso. El éxtasis invadió la plaza y, tras corear el resurgir de los vampiros, cientos de ellos, pronto, comenzaron a atacar a los guardias. A invadir viviendas y, en definitiva, a sembrar el caos en la ciudad.
-¿Calhoun perdió? Joder… se nota que no conoces a Bella. – bromeó, y es que Jules como era lógico no sabía nada del encuentro en el castillo derruido del lago. - ¡Au! ¡Cuidado, que eso resquema la leche! – gritó cuando Alanna aplicó alcohol en la herida de su brazo. - ¡Hay que rescatar a Rachel! – pidió haciendo un amago de levantarse del árbol tratando de desquitarse de Alanna, cosa que no pudo hacer pues estaba reventado.
Su discurso sí que pareció calar en Eltrant, quien pronto se sintió tan motivado. Tan invencible, que parecía que él sólo iba a cargarse a la Hermandad. Si Jules había sentado el precedente de cómo había terminado la última corazonada de Elen, mucho más poderosa y astuta que el mercenario, ¿qué ocurriría con él? Para colmo, el brujo parecía dispuesto a tropezar con la misma piedra. Estaba de brazos cruzados, negando con la cabeza varias veces pues no me creía la insensatez de lo que estaba escuchando, pero cuando me dispuse a decir algo, Eltrant se dirigió a los matorrales, espada en mano. Apareciendo un tipo.
Habíamos desprevenido qué era lo que había ocurrido tras los árboles después de la incursión del deslucido Jules, pero por fortuna, no era nadie peligroso. O aparentemente no. Es más, parecía más de nuestro bando. Un recluta con una ballesta que estaba espiando nuestra conversación por orden de Isabella y James. Cuánto había decaído el departamento de espionaje desde la muerte de Igraine. – Dime que no eres lo mejor que tiene Virgie. – pregunté, mirando al chico, que no respondió y después a Cass. Virginia Harrowmont, la tía de Cass, era ahora la líder del departamento de espionaje, ¿qué clase de proceso de selección hacía para elegir a semejante patán? ¿Acaso con Rachel no teníamos bastante? – Haré como que no te he visto. – indiqué.
Esto no hizo sino motivar aún más a Tale. ¡Con Jorah seguro que, ahora sí, ganábamos el combate!. Mandó a Cass y Alanna a buscar refuerzos. Pero lo de “Huracán y yo vamos saliendo”… había sido lo más.
Descrucé mis brazos y le di una bofetada a Eltrant, no muy fuerte, sólo quería que espabilara y empezase a empezar más con la cabeza y menos con el corazón. Principalmente, por su propio bien.
-¿Estás tonto? – le pregunté muy seria. - ¿Salir así sin más? ¿Sin ningún plan? ¿A la aventura a ver si suena la flauta? – sin quitar la vista de Tale señalé a Jules - ¿Acaso no has escuchado lo que te acaba de decir de Elen? Yendo de cinco en cinco no haremos nada sino desperdiciar refuerzos y, probablemente, desvelar nuestra posición. – expliqué. Miré al flamante cazador. – Jorah, dices ser espía, ¿habéis descubierto algo?
-Sí, Maestra Boisson. – informó el pelirrojo nervioso, haciendo muchas afirmaciones con la cabeza, todavía de rodillas. – Virginia nos mandó a mí y a una patrulla a explorar la ciudad y ya tiene nuestro informe y pronto lo pasara a vuestros padres. – comentó. - Hemos averiguado cosas. La Dama ha reunido un ejército de vampiros y pretende tomar la ciudad.
-¿Alguien os ha seguido? – pregunté.
-No, mi señora. – comentó. - ¿Quién iba a hacerlo? Nosotros los mejo… - no pudo terminar la frase pues, rápidamente, un grupo de cuatro vampiros saltó hacia nosotros. Tuve que rodar para evitar comerme las garras del chupasangres. Que rugió mostrando sus colmillos, mientras tanto, vimos a una vampiresa rubia, de larga melena, correr a una velocidad prácticamente inalcanzable.
-¡Detenedla! – pedí al grupo, más preocupada por ella que por el vampiro que estaba sobre mí y al que mantenía cogido por el cuello para que no me mordiera. Era clave detener la huida de aquella chupasangres antes de que llegase a Sacrestic Ville. Si Mortagglia sabía dónde estábamos, nuestras ya de por sí escasas opciones de ganar desaparecerían.
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Sacrestic Ville: Parte 3
A la plaza principal de Sacrestic Ville llegaban vampiros desde todos los costados. Reunidos frente a la parte más alta de la catedral, arrastraban los cuerpos de varios guardias de la ciudad a los que, asustados, tiraban al centro de la misma entre risas.
La repentina aparición de la Dama Mortagglia en las arquerías de la catedral, bajo el rosetón de la misma, condujo las miradas de los chupasangres sobre su elegante figura. Dando inicio a una serie de vítores y aclamaciones hacia su persona.
Tras ella, a su izquierda, se mostró Roger Skeller, uno de sus vampiros lugartenientes más fieles, que había salido muy herido tras su enfrentamiento contra Elen Calhoun. Si bien ahora disponía de implantes cibernéticos y parecía más bien una abominación que un ser humano. Por último una estela de humo negro que parecía seguir una trayectoria aleatoria invadió la plaza por completo, finalmente ascendió hacia la punta de la catedral y, tras dar un par de vueltas sobre la torre, descendió hacia las arquerías, hasta llegar tras la Dama, en su posición derecha, donde se materializó en forma de Madame Boisson.
-¡Holaaaaa! ¡Holaaaaaa! JI JI JI… – saludaba a la plaza meneando con los brazos en alto, sujetando el libro, entrecerrando los ojos y riendo, divertida. La Dama, mucho más seria y discreta, no tardaría en estirar los brazos para calmar los ánimos de sus seguidores. La plaza acabaría en un silencio absoluto. Tras unos segundos daría comienzo a su discurso.
-Me congratula encontrarme con todos vosotros, amigos míos. – comenzó la Dama, en voz alta para todo el mundo. – Os he convocado a todos porque tengo algo muy importante que comunicaros. – comenzó diciendo. – Y es que esta será una noche para el recuerdo. – comentó. – Una noche en la que erradicaremos todos los estigmas existentes hacia vosotros. –abrió sus brazos al público. - Hacia nosotros. – se señaló a ella misma. – Algunos de vosotros habéis sobrevivido más de 500 años, siendo ninguneados todo este tiempo por decenas de generaciones de criaturas inferiores que se reproducen como la peste. Criaturas que pueden vivir cuánto… ¿60? ¿70 años? – preguntó sin esperar respuesta. - ¡Y se creerán sabios! ¡O poderosos! – continuó. – Nosotros somos vampiros. Nosotros, los bendecidos por el Dragón Negro, somos los elegidos para gobernar este mundo. – señaló a la plaza. – Y ellos, los humanos. – señaló a los pobres guardias que, casi sumidos en el llanto, agonizaban. – Tienen una vida tan ínfima y miserable que lo único que merecen… - cerró los ojos y entrecortó la respiración. – Lo único que merecen es servir nuestros propósitos como si fuéramos dioses. – indicó con odio en sus palabras. – ¡Nunca volveréis a caminaréis solos! Ahora tenéis una familia… Una Hermandad. – indicó. - ¡Sacrestic Ville es nuestra ciudad! – informó. - ¡Y pronto, Aerandir será nuestro imperio!
La Dama alzó el puño victorioso. Sintiéndose intocable tras su motivador discurso. El éxtasis invadió la plaza y, tras corear el resurgir de los vampiros, cientos de ellos, pronto, comenzaron a atacar a los guardias. A invadir viviendas y, en definitiva, a sembrar el caos en la ciudad.
Anastasia Boisson
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Re: El campamento [Libre] [4/4] [Cerrado]
Desde los arbustos salió un chico de aspecto torpe que decía ser cazador. No tenía aspecto de ser demasiado listo, era fácil de descubrir. Si, como decía, era espía, les quedaba muchísimo que aprender a los cazadores de como entrenar a su gente. En la guardia jamás les habrían permitido ocultarse tras un seto, no habiendo un inmenso y frondoso árbol justo a los pies de donde se encontraba la gente a quien querían escuchar.
Venía de misión, por lo que decía, así que era más que probable que alguien los hubiera descubierto, esperaba que, al menos, fueran mejores despistando que como espías, de lo contrario acababan de descubrir la posición del campamento a los vampiros que querían detener y coger desprevenidos. Tragó saliva, nerviosa, y miró a su alrededor tensando los músculos, ¿habría alguien más? No lo parecía.
Mientras seguía atendiendo las heridas de Jules, como le habían llamado, algo nerviosa por la aparición del hombre pelirrojo, vio el gesto de Eltrant, ese chico planeaba algo, y no iba a gustarle. Comenzó a vendar el hombro para sostener el brazo en su lugar y cuando más o menos estuvo bien amarrado, se dejó caer contra la hierva para poder mirar al mercenario con ceño fruncido, ni falta le hizo preguntar, él mismo cumplió con sus sospechas queriendo lanzarse al rescate de alguien llamado Rachel sin pensar en consecuencia alguna.
- Eltrant...- fue a replicar intentando calmarlo cuando la mandó callar. Frunció el ceño ofendida y giró la cabeza, no iba a montar un cuadro allí, pero no iba a quedarse callada cuando se lanzaba de cabeza a la muerte y para colmo le gritaba y le impedía opinar.
Para su sorpresa y la fortuna del mercenario, porque si no habría sido ella quien, más tarde, lo atizara, Huracán respondió con velocidad al guardia con un potente bofetón intentándole hacer entrar en razón. Si ella no montaba el espectáculo, no pasaba nada, Huracán era menos controlada que ella y se había encargado de hacer lo que ella habría querido.
Respiró hondo, cerrando el vendaje de Jules y se levantó sonriendo al hombre cuando el pelirrojo terminó de responder y el sonido de una carrera resonó en el claro. Alanna chasqueó la lengua y siguió la orden de Huracán, tenían que atraparla, les iba la vida en ello. Apretando los talones en el suelo, clavándolos como si no pudiera hacer nada más, para aumentar su estabilidad, comenzó a acelerar el ritmo saltando los arbustos que separaban el claro del bosque y sin perder de vista a la vampiresa, siguió acelerando el ritmo y sacó sus dagas dejando atrás a sus compañeros en menos de lo que dura un parpadeo.
Logró ver una melena rubia a corta distancia, y no se lo pensó dos veces antes de saltar sobre ella y caerle encima. Las piernas le palpitaban, pero al menos tenía a la espía, y la había alcanzado ante de que pudiera alejarse más de la cuenta. Frunció el ceño, pensativa, mientras miraba a la vampiresa forcejear con ella, tenía dos opciones, llevársela al campamento para que la interrogasen o matarla allí y no darle opción a que descubriera nada más.
Al final optó por la última, acabar con ella, tenían más formas de conseguir la información que querían. Sin pensarlo demasiado, sabiendo que, si lo hacía, sería incapaz de asestarle el golpe. Alzó el puñal y lo clavó directamente en el pecho de la mujer ejerciendo presión suficiente como para atravesarle el pecho.
La sacó de golpe, notando el peso en sus brazos, y respiró hondo, cansada por la carrera, mientras notaba la sangre de la chica derramarse por su cuerpo, y mojando sus piernas. Se secó el sudor de la frente manchándose la cara con sangre y comprobó que la mujer había dejado de respirar antes de volver casi a rastras, tras cerrar los ojos de la mujer, alcanzando el campamento pocos minutos después. Habían mandado a alguien veloz, pero nada fuerte, más o menos como lo era ella, su única ventaja había sido que su rapidez era mayor que la de esa mujer.
Vio el campamento a lo lejos y se dejó caer tras cruzar los setos que había saltado cerca de una hora antes, agotada y algo mareada con un dolor de piernas que no la dejaba, a penas, andar. Respiró hondo de nuevo, notando la hierva fresca sobre la mejilla, y eso era lo que sucedía, como mínimo, cuando alguien se lanzaba a la aventura, solo, contra otro rival, aunque, al menos, había podido detener a la mujer.
- ¡Chicos! - llamó intentando que alguno se acercase, no pensaba que pudiera andar hasta su tienda, o hasta la enfermería para poder descansar.
Venía de misión, por lo que decía, así que era más que probable que alguien los hubiera descubierto, esperaba que, al menos, fueran mejores despistando que como espías, de lo contrario acababan de descubrir la posición del campamento a los vampiros que querían detener y coger desprevenidos. Tragó saliva, nerviosa, y miró a su alrededor tensando los músculos, ¿habría alguien más? No lo parecía.
Mientras seguía atendiendo las heridas de Jules, como le habían llamado, algo nerviosa por la aparición del hombre pelirrojo, vio el gesto de Eltrant, ese chico planeaba algo, y no iba a gustarle. Comenzó a vendar el hombro para sostener el brazo en su lugar y cuando más o menos estuvo bien amarrado, se dejó caer contra la hierva para poder mirar al mercenario con ceño fruncido, ni falta le hizo preguntar, él mismo cumplió con sus sospechas queriendo lanzarse al rescate de alguien llamado Rachel sin pensar en consecuencia alguna.
- Eltrant...- fue a replicar intentando calmarlo cuando la mandó callar. Frunció el ceño ofendida y giró la cabeza, no iba a montar un cuadro allí, pero no iba a quedarse callada cuando se lanzaba de cabeza a la muerte y para colmo le gritaba y le impedía opinar.
Para su sorpresa y la fortuna del mercenario, porque si no habría sido ella quien, más tarde, lo atizara, Huracán respondió con velocidad al guardia con un potente bofetón intentándole hacer entrar en razón. Si ella no montaba el espectáculo, no pasaba nada, Huracán era menos controlada que ella y se había encargado de hacer lo que ella habría querido.
Respiró hondo, cerrando el vendaje de Jules y se levantó sonriendo al hombre cuando el pelirrojo terminó de responder y el sonido de una carrera resonó en el claro. Alanna chasqueó la lengua y siguió la orden de Huracán, tenían que atraparla, les iba la vida en ello. Apretando los talones en el suelo, clavándolos como si no pudiera hacer nada más, para aumentar su estabilidad, comenzó a acelerar el ritmo saltando los arbustos que separaban el claro del bosque y sin perder de vista a la vampiresa, siguió acelerando el ritmo y sacó sus dagas dejando atrás a sus compañeros en menos de lo que dura un parpadeo.
Logró ver una melena rubia a corta distancia, y no se lo pensó dos veces antes de saltar sobre ella y caerle encima. Las piernas le palpitaban, pero al menos tenía a la espía, y la había alcanzado ante de que pudiera alejarse más de la cuenta. Frunció el ceño, pensativa, mientras miraba a la vampiresa forcejear con ella, tenía dos opciones, llevársela al campamento para que la interrogasen o matarla allí y no darle opción a que descubriera nada más.
Al final optó por la última, acabar con ella, tenían más formas de conseguir la información que querían. Sin pensarlo demasiado, sabiendo que, si lo hacía, sería incapaz de asestarle el golpe. Alzó el puñal y lo clavó directamente en el pecho de la mujer ejerciendo presión suficiente como para atravesarle el pecho.
La sacó de golpe, notando el peso en sus brazos, y respiró hondo, cansada por la carrera, mientras notaba la sangre de la chica derramarse por su cuerpo, y mojando sus piernas. Se secó el sudor de la frente manchándose la cara con sangre y comprobó que la mujer había dejado de respirar antes de volver casi a rastras, tras cerrar los ojos de la mujer, alcanzando el campamento pocos minutos después. Habían mandado a alguien veloz, pero nada fuerte, más o menos como lo era ella, su única ventaja había sido que su rapidez era mayor que la de esa mujer.
Vio el campamento a lo lejos y se dejó caer tras cruzar los setos que había saltado cerca de una hora antes, agotada y algo mareada con un dolor de piernas que no la dejaba, a penas, andar. Respiró hondo de nuevo, notando la hierva fresca sobre la mejilla, y eso era lo que sucedía, como mínimo, cuando alguien se lanzaba a la aventura, solo, contra otro rival, aunque, al menos, había podido detener a la mujer.
- ¡Chicos! - llamó intentando que alguno se acercase, no pensaba que pudiera andar hasta su tienda, o hasta la enfermería para poder descansar.
Alanna Delteria
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Re: El campamento [Libre] [4/4] [Cerrado]
Eltrant se había dejado llevar por la rabia de ver así a Jules y se había aventurado a ir a por Rachel. Así, a la locura. Él junto a Huracán. Antes de que yo pudiese rebatirle, pues encima me había intentado dar órdenes, entró Anastasia en acción y le soltó un tortazo para que recapacitase. Esos métodos suyos tan curiosos… Pero bueno, al menos había hecho que el guardia se detuviera en su locura. ¿Qué pretendía? ¿Suicidarse? No se estaban enfrentando contra niños que aprendían hechizos, sino contra alguien muy poderosa. ¿No había escuchado a Jules? Claro que a mí me importaba el cazador, me daban ganas de ir y destrozar a cualquier vampiro que se me pusiese delante, pero Jules había dicho que habían reventado a Elen, que se habían llevado a Rachel y sólo había falta ver cómo estaba él para darse cuenta de que no era un lugar donde ir solo.
- No vamos a hacer eso. - Comenté a Tale cuando recibió el guantazo, cruzándome de brazos.
Después, por fin descubrimos qué era lo que estaba en los setos, más bien, quién era. Un miembro del gremio estaba tratando de espiarnos. Decía ser cazador, incluso tenía una ballesta pequeña, pero sus métodos de espionaje dejaban mucho que desear así que cuando Huracán hizo referencia a mi tía, me encogí de hombros. Tampoco es que supiera mucho lo que hacía Virgie. Pero como ese fuera un espía de los contratados por mi tía iba a ir a quejarme a mi padre, el tipo este era un zoquete. Le sometieron a un interrogatorio. La verdad es que como para no hacerlo, si teníamos los nervios a flor de piel. ¡Cualquiera se fiaba!
Pero, por suerte, era un cazador del gremio y no había sido seguido. Algo que se sustentó por lo siguiente que pasó: un grupo de cuatro vampiros apareció de la nada y acabaron con el chico. Después, huyó.
Anastasia gritó que la detuviésemos, desde el suelo, forcejeando con un vampiro. Salí corriendo hacia ella con toda la velocidad que me permitían mis piernas, tratando de alcanzarla, aunque cada vez se alejaba más. ¡Era demasiado rápida! ¡No podíamos permitir que escapase! Desvelaría nuestra posición y todos los esfuerzos se irían por la borda.
Algo me tiró, haciéndome caer de bruces. Un maldito chupasangres había agarrado mi tobillo en medio de mi carrera y me había hecho caer. Ni un segundo pasó cuando me giré y le propiné una patada en la cara con todas mis fuerzas. ¡El muy estúpido casi me muerde la pierna! No iba a dejar que lo hiciera. Con rabia volví a golpear al vampiro una segunda vez haciendo que me soltara y otra más para dejarlo atontado. Desenganché uno de los virotes del carcaj y se lo clavé en la sien con todas mis fuerzas, haciendo que diese un espasmo antes de que muriese. - ¡Hijo de puta! - No era propio de mí soltar esas palabras tan malsonantes, pero estaba cabreada.
Sin soltar el virote lo saqué y en esta ocasión ni siquiera lo sacudí para quitarle los repugnantes coágulos de sangre que se quedaban ahí pegados.
Corrí hacia Huracán, solté la flecha en el suelo y, colocándome sobre ellos, agarré los brazos del vampiro, para intentar alejar sus garras de mi compañera. Estiré sus brazos hacia atrás, sobre su espalda con la intención de que el dolor le hiciera recular ante sus ansias de morderla. Se retorcía por ambas cosas, por el daño que le estaba haciendo y por la rabia de no alcanzar su objetivo. Pero poco a poco iba apartándolo de Huracán. - ¡Ve a buscar a Alanna!
Yo podía encargarme de los vampiros que quedaban ahí, Anastasia era más útil en carrera, pues con su poder de viento podía ir más veloz que yo y la rapidez en estos momentos era primordial. Aparte, esa vampiresa podía estar haciéndole daño a la guardia y no nos podíamos permitir la falta de efectivos. No ahora.
Empujé más hacia atrás para permitir que Huracán saliera de debajo del vampiro y conseguí dislocarle ambos brazos. Vale, en teoría no teníamos que jugar ni torturar a los vampiros, pero en ocasiones lo hacíamos. Tampoco hacía falta que se enterase nadie. Apoyé en pie en el cuello del vampiro y empujé hacia abajo. Con total aire de soberbia pude agacharme a por el virote y hacer lo mismo que había hecho con su compañero. ¡Dos fuera! Me estaba pasando, lo sabía. Si Isabella o mi padre se enterasen me hubiese caído una buena bronca pero la situación me estaba poniendo muy nerviosa. No sabía si el ánimo de Anastasia se me había contagiado, la charla con nuestros padres o que tuviéramos que cuidar tanto nuestros pasos, pues el hilo que estaba alrededor de nuestros cuellos se estaba apretando por momentos. Estaba estresada, habían sucedido demasiados problemas con la Hermandad y luego lo de Huracán… Ver a Jules así, Rachel se había ido con los vampiros, Elen herida, su compañero muerto, el cazador que habían mandado nuestros padres, muerto. ¡Demasiado! Inconscientemente había pagado mi ansiedad con estos dos seres que habían aparecido de la nada.
Con seriedad miré hacia donde había ido a Alanna. ¡La verdad es que había sido rapidísima! ¿Cómo podía correr así esa mujer? Pero no sabía si había sido suficiente para alcanzar a la vampiresa. Sentía el nerviosismo en el cuerpo por la incertidumbre de no saber si estaba todo bien, si la guardia había sido atacada o si no había conseguido alcanzarla. A paso lento me fui hacia Jules. Por la adrenalina de la pelea no me había fijado siquiera si había sido o no atacado por estos seres. - ¿Estás bien? - Miré al cazador sin mucho ánimo. En mi mente sólo había una pregunta válida: "¿qué hacemos ahora?", si algo salía mal estábamos perdidos.
- No vamos a hacer eso. - Comenté a Tale cuando recibió el guantazo, cruzándome de brazos.
Después, por fin descubrimos qué era lo que estaba en los setos, más bien, quién era. Un miembro del gremio estaba tratando de espiarnos. Decía ser cazador, incluso tenía una ballesta pequeña, pero sus métodos de espionaje dejaban mucho que desear así que cuando Huracán hizo referencia a mi tía, me encogí de hombros. Tampoco es que supiera mucho lo que hacía Virgie. Pero como ese fuera un espía de los contratados por mi tía iba a ir a quejarme a mi padre, el tipo este era un zoquete. Le sometieron a un interrogatorio. La verdad es que como para no hacerlo, si teníamos los nervios a flor de piel. ¡Cualquiera se fiaba!
Pero, por suerte, era un cazador del gremio y no había sido seguido. Algo que se sustentó por lo siguiente que pasó: un grupo de cuatro vampiros apareció de la nada y acabaron con el chico. Después, huyó.
Anastasia gritó que la detuviésemos, desde el suelo, forcejeando con un vampiro. Salí corriendo hacia ella con toda la velocidad que me permitían mis piernas, tratando de alcanzarla, aunque cada vez se alejaba más. ¡Era demasiado rápida! ¡No podíamos permitir que escapase! Desvelaría nuestra posición y todos los esfuerzos se irían por la borda.
Algo me tiró, haciéndome caer de bruces. Un maldito chupasangres había agarrado mi tobillo en medio de mi carrera y me había hecho caer. Ni un segundo pasó cuando me giré y le propiné una patada en la cara con todas mis fuerzas. ¡El muy estúpido casi me muerde la pierna! No iba a dejar que lo hiciera. Con rabia volví a golpear al vampiro una segunda vez haciendo que me soltara y otra más para dejarlo atontado. Desenganché uno de los virotes del carcaj y se lo clavé en la sien con todas mis fuerzas, haciendo que diese un espasmo antes de que muriese. - ¡Hijo de puta! - No era propio de mí soltar esas palabras tan malsonantes, pero estaba cabreada.
Sin soltar el virote lo saqué y en esta ocasión ni siquiera lo sacudí para quitarle los repugnantes coágulos de sangre que se quedaban ahí pegados.
Corrí hacia Huracán, solté la flecha en el suelo y, colocándome sobre ellos, agarré los brazos del vampiro, para intentar alejar sus garras de mi compañera. Estiré sus brazos hacia atrás, sobre su espalda con la intención de que el dolor le hiciera recular ante sus ansias de morderla. Se retorcía por ambas cosas, por el daño que le estaba haciendo y por la rabia de no alcanzar su objetivo. Pero poco a poco iba apartándolo de Huracán. - ¡Ve a buscar a Alanna!
Yo podía encargarme de los vampiros que quedaban ahí, Anastasia era más útil en carrera, pues con su poder de viento podía ir más veloz que yo y la rapidez en estos momentos era primordial. Aparte, esa vampiresa podía estar haciéndole daño a la guardia y no nos podíamos permitir la falta de efectivos. No ahora.
Empujé más hacia atrás para permitir que Huracán saliera de debajo del vampiro y conseguí dislocarle ambos brazos. Vale, en teoría no teníamos que jugar ni torturar a los vampiros, pero en ocasiones lo hacíamos. Tampoco hacía falta que se enterase nadie. Apoyé en pie en el cuello del vampiro y empujé hacia abajo. Con total aire de soberbia pude agacharme a por el virote y hacer lo mismo que había hecho con su compañero. ¡Dos fuera! Me estaba pasando, lo sabía. Si Isabella o mi padre se enterasen me hubiese caído una buena bronca pero la situación me estaba poniendo muy nerviosa. No sabía si el ánimo de Anastasia se me había contagiado, la charla con nuestros padres o que tuviéramos que cuidar tanto nuestros pasos, pues el hilo que estaba alrededor de nuestros cuellos se estaba apretando por momentos. Estaba estresada, habían sucedido demasiados problemas con la Hermandad y luego lo de Huracán… Ver a Jules así, Rachel se había ido con los vampiros, Elen herida, su compañero muerto, el cazador que habían mandado nuestros padres, muerto. ¡Demasiado! Inconscientemente había pagado mi ansiedad con estos dos seres que habían aparecido de la nada.
Con seriedad miré hacia donde había ido a Alanna. ¡La verdad es que había sido rapidísima! ¿Cómo podía correr así esa mujer? Pero no sabía si había sido suficiente para alcanzar a la vampiresa. Sentía el nerviosismo en el cuerpo por la incertidumbre de no saber si estaba todo bien, si la guardia había sido atacada o si no había conseguido alcanzarla. A paso lento me fui hacia Jules. Por la adrenalina de la pelea no me había fijado siquiera si había sido o no atacado por estos seres. - ¿Estás bien? - Miré al cazador sin mucho ánimo. En mi mente sólo había una pregunta válida: "¿qué hacemos ahora?", si algo salía mal estábamos perdidos.
Cassandra C. Harrowmont
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Re: El campamento [Libre] [4/4] [Cerrado]
Apretó los dientes y miró fijamente a Huracán, sintió como la cara se enrojecía levemente en el lugar en el cual la mujer le había propinado la bofetada. Chaqueó la lengua y bajó la mirada. La cazadora había cruzado una línea que, en aquel mismo instante, Eltrant deseaba que no lo hubiese hecho. Se limitó a escuchar las palabras que esta le dijo, era consciente de que era él el que no estaba siendo lógico, de que Anastasia estaba diciendo lo correcto, la forma sensata de actuar.
Y sin embargo, una parte de él, estaba decidida a devolverle el revés.
Cuando Huracán terminó de hablar negó con la cabeza, no dijo ninguna palabra más y, tras escuchar las agradables palabras que Cassandra añadió a la conversación, se quitó el cinturón que mantenía firmemente sujeta su espada al cinto y la dejó a un lado.
– “No vamos a hacer eso” – Repitió en su cabeza, cabizbajo. Ignorando la conversación que ahora tenían los demás con Jorah – “¿Acaso no has escuchado lo que te acaba de decir de Elen?” – Añadió después, las voces de los demás, las voces de la razón se repetían en su cabeza. – “Yo no soy Elen” – Se dijo respirando profundamente. – “Yo… soy así” – Se miró las manos, los brazos, ambos cubiertos de metal.
Lo importante era que Rachel seguía estando con la hermandad.
Una serie de gritos le sobresaltó, le sacó de sus cavilaciones, le devolvió, bruscamente, a la realidad. Un grupo de vampiros habían entrado de algún modo al campamento y se había lanzado contra ellos, sin dudarlo, haciendo uso de su fuerza sobrehumana.
Apenas le dio tiempo a tomar de nuevo su arma, uno de ellos ya le había agarrado por la espalda y ahora forcejeaban en el suelo, rodando sobre las brasas que, aún humeantes, indicaba que habían cenado apenas minutos atrás.
- ¡Quítate de encima mía! – Exclamó rodando por el suelo, el vampiro se limitó a proferir un par de insultos y a preguntarse, en voz alta, a que sabría la sangre del exmercenario. Escuchó como Huracán apremiaba a alguien a que detuviese a otro sujeto que Eltrant no había sido capaz de ver.
Mientras escuchaba como, a su alrededor, Cassandra lidiaba con dos de los asaltantes y ayudaba a Huracán haciendo uso de unas habilidades que Eltrant no recordaba haber visto, tomó un puñado de tierra que tenía bajo él y se lo lanzó al vampiro directamente a los ojos, quien lo liberó de su agarré inmediatamente para llevarse ambas manos hasta su rostro.
- No te gusta ¿Verdad? – Dijo pateando al hombre en el pecho, quitándoselo de encima y levantandose a continuación – A mí tampoco me gustas tú – Sentenció pisando con fuerza sobre el torso del vampiro, inmovilizándolo bajo su pie – Una fuerza sobrehumana… – Dijo mirándolo con altivez, no era propio de él, pero estaba furioso, y aquel hombre había decidido atacarle curiosamente, en aquel momento – …Y no eres capaz de levantarme – Llevaba más de sesenta kilos de metal pegados al cuerpo, lo raro era que, de algún modo, él fuese capaz de moverse. – ¿No erais la raza superior?
Justo cuando Cassandra gritó un par de palabras malsonantes, palabras que probablemente tuviesen algo que ver con el grito de dolor que dejó escapar uno de los vampiros que acompañaban a su rival, el señor de la noche al que sujetaba hizo acopio de sus fuerzas y se zafó de su agarre, lanzándolo a Eltrant los aires de paso. Cayó de espaldas, mirando directamente al cielo estrellado que se alzaba sobre su cabeza, tosió levemente y negó con la cabeza. – Eso no me lo esperaba – Susurró sin siquiera molestarse en incorporarse, pues el rostro del vampiro al que encaraba ocultó el firmamento cuando este se subió sobre el guarda.
Instintivamente, empujó, se quitó al vampiro de encima después de volver a lanzarle un puñado de arena a los ojos. Apenas duró varios segundos, no se defendia mal sin armas y aquel murcielago con forma de persona había decidido atacarle un día en el que no le importaban demasiado las normas – ¿Dos veces ha funcionado eso? Deberías estar más atento – Se había enfrentado a enemigos más fuertes que aquel, y por una vez, quizás fuese por la extraña mezcla de emociones que tenía en su interior, se sentía intocable. - Cualquier día vas a tener una desgracia.
Observó calmado, al mismo tiempo que se ajustaba el guantelete derecho, como su rival se quitaba la mezcla de hollín y arena de los ojos entre improperios, se quedó mirando como su contrincante trataba a duras penas de volver a levantarse hasta que el pesado armatoste de metal crujió levemente indicado que ya no podía estar más sujeto en torno a su brazo de lo que ya estaba, momento en el que se acercó al vampiro – Esto va a doler – Dijo instantes antes de golpear con fuerza el rostro del vampiro.
El hombre quedó tendido de nuevo cuan largo era, prácticamente incapacitado por el golpe que Eltrant le había propinado en la cara, quien aprovechó este momento para, imitando al vampiro momentos atrás, colocarse sobre él y, una vez estuvo en esa posición, metódicamente, casi poseído por un ente superior, golpear repetidas veces el rostro del señor de la noche, una vez tras otra, dejó que el frío metal que rodeaba su extremidad derecha cincelase la cara del murcielago hasta que esta quedó prácticamente irreconocible.
Respiró hondo, cerró los ojos, un extraño silencio reinaba en el lugar, casi sepulcral ¿Habían terminado ya los demás de pelear? Confiaba en las capacidades de sus compañeros, ellos pensaban que ir a ayudar a Rachel era un suicidio, compartía en parte, esa sensación. Pero por otro lado, habían acabado con un grupo de cuatro vampiros de la hermandad, probablemente experimentados si estaban allí, sin muchos problemas.
Suspiró, probablemente él era el único lo suficientemente loco como para que le importase más bien poco su seguridad personal, tenía que relajarse, no podía dejar que las emociones guiasen quien era, guiasen las vidas de los demás, le daba igual arriesgar su vida, pero no podía pedirle a los demás que lo hiciesen.
– “¿Un escudo de acero?” – Pensó mirando el guantelete de metal que rodeaba su brazo derecho, totalmente empapado de sangre. – Esta muerto – Dijo con sencillez, levantándose y girándose a mirar a los demás. Todos parecían estar bien, aunque Alanna no estaba ¿Había sido ella la que había obedecido a Huracán y había salido en persecución del fugitivo? Una distante figura, a lo lejos, se acercaba lentamente al campamento, parecía ser la Gata, por lo que era plausible.
Sin decir nada más, tomó su espada, la cual descansaba a pocos metros de uno de los hombres que Cassandra había ejecutado y se la ató al cinto; Sentándose a continuación en el mismo tocón en el que había cenado. Tomó todo el aire que le permitieron sus pulmones, ignorando el olor a sangre que ahora flotaba en el ambiente, y se limitó a observar como Harrowmont se interesaba por el estado de Jules, quien afortunadamente no había sido blanco de ninguno de los vampiros en la revuelta.
Enarcó una ceja pero no hizo ningún comentario al respecto, simplemente esbozó una pequeña sonrisa y suspiró. Huracán había dejado bastante claro que su plan no iba a funcionar, y por mucho que le costase admitirlo, tenía razón. No podía sino esperar a que alguien tuviese alguna idea brillante, o iría él por su cuenta a por Rachel y, muy posiblemente, moriría en el intento.
Y sin embargo, una parte de él, estaba decidida a devolverle el revés.
Cuando Huracán terminó de hablar negó con la cabeza, no dijo ninguna palabra más y, tras escuchar las agradables palabras que Cassandra añadió a la conversación, se quitó el cinturón que mantenía firmemente sujeta su espada al cinto y la dejó a un lado.
– “No vamos a hacer eso” – Repitió en su cabeza, cabizbajo. Ignorando la conversación que ahora tenían los demás con Jorah – “¿Acaso no has escuchado lo que te acaba de decir de Elen?” – Añadió después, las voces de los demás, las voces de la razón se repetían en su cabeza. – “Yo no soy Elen” – Se dijo respirando profundamente. – “Yo… soy así” – Se miró las manos, los brazos, ambos cubiertos de metal.
Lo importante era que Rachel seguía estando con la hermandad.
Una serie de gritos le sobresaltó, le sacó de sus cavilaciones, le devolvió, bruscamente, a la realidad. Un grupo de vampiros habían entrado de algún modo al campamento y se había lanzado contra ellos, sin dudarlo, haciendo uso de su fuerza sobrehumana.
Apenas le dio tiempo a tomar de nuevo su arma, uno de ellos ya le había agarrado por la espalda y ahora forcejeaban en el suelo, rodando sobre las brasas que, aún humeantes, indicaba que habían cenado apenas minutos atrás.
- ¡Quítate de encima mía! – Exclamó rodando por el suelo, el vampiro se limitó a proferir un par de insultos y a preguntarse, en voz alta, a que sabría la sangre del exmercenario. Escuchó como Huracán apremiaba a alguien a que detuviese a otro sujeto que Eltrant no había sido capaz de ver.
Mientras escuchaba como, a su alrededor, Cassandra lidiaba con dos de los asaltantes y ayudaba a Huracán haciendo uso de unas habilidades que Eltrant no recordaba haber visto, tomó un puñado de tierra que tenía bajo él y se lo lanzó al vampiro directamente a los ojos, quien lo liberó de su agarré inmediatamente para llevarse ambas manos hasta su rostro.
- No te gusta ¿Verdad? – Dijo pateando al hombre en el pecho, quitándoselo de encima y levantandose a continuación – A mí tampoco me gustas tú – Sentenció pisando con fuerza sobre el torso del vampiro, inmovilizándolo bajo su pie – Una fuerza sobrehumana… – Dijo mirándolo con altivez, no era propio de él, pero estaba furioso, y aquel hombre había decidido atacarle curiosamente, en aquel momento – …Y no eres capaz de levantarme – Llevaba más de sesenta kilos de metal pegados al cuerpo, lo raro era que, de algún modo, él fuese capaz de moverse. – ¿No erais la raza superior?
Justo cuando Cassandra gritó un par de palabras malsonantes, palabras que probablemente tuviesen algo que ver con el grito de dolor que dejó escapar uno de los vampiros que acompañaban a su rival, el señor de la noche al que sujetaba hizo acopio de sus fuerzas y se zafó de su agarre, lanzándolo a Eltrant los aires de paso. Cayó de espaldas, mirando directamente al cielo estrellado que se alzaba sobre su cabeza, tosió levemente y negó con la cabeza. – Eso no me lo esperaba – Susurró sin siquiera molestarse en incorporarse, pues el rostro del vampiro al que encaraba ocultó el firmamento cuando este se subió sobre el guarda.
Instintivamente, empujó, se quitó al vampiro de encima después de volver a lanzarle un puñado de arena a los ojos. Apenas duró varios segundos, no se defendia mal sin armas y aquel murcielago con forma de persona había decidido atacarle un día en el que no le importaban demasiado las normas – ¿Dos veces ha funcionado eso? Deberías estar más atento – Se había enfrentado a enemigos más fuertes que aquel, y por una vez, quizás fuese por la extraña mezcla de emociones que tenía en su interior, se sentía intocable. - Cualquier día vas a tener una desgracia.
Observó calmado, al mismo tiempo que se ajustaba el guantelete derecho, como su rival se quitaba la mezcla de hollín y arena de los ojos entre improperios, se quedó mirando como su contrincante trataba a duras penas de volver a levantarse hasta que el pesado armatoste de metal crujió levemente indicado que ya no podía estar más sujeto en torno a su brazo de lo que ya estaba, momento en el que se acercó al vampiro – Esto va a doler – Dijo instantes antes de golpear con fuerza el rostro del vampiro.
El hombre quedó tendido de nuevo cuan largo era, prácticamente incapacitado por el golpe que Eltrant le había propinado en la cara, quien aprovechó este momento para, imitando al vampiro momentos atrás, colocarse sobre él y, una vez estuvo en esa posición, metódicamente, casi poseído por un ente superior, golpear repetidas veces el rostro del señor de la noche, una vez tras otra, dejó que el frío metal que rodeaba su extremidad derecha cincelase la cara del murcielago hasta que esta quedó prácticamente irreconocible.
Respiró hondo, cerró los ojos, un extraño silencio reinaba en el lugar, casi sepulcral ¿Habían terminado ya los demás de pelear? Confiaba en las capacidades de sus compañeros, ellos pensaban que ir a ayudar a Rachel era un suicidio, compartía en parte, esa sensación. Pero por otro lado, habían acabado con un grupo de cuatro vampiros de la hermandad, probablemente experimentados si estaban allí, sin muchos problemas.
Suspiró, probablemente él era el único lo suficientemente loco como para que le importase más bien poco su seguridad personal, tenía que relajarse, no podía dejar que las emociones guiasen quien era, guiasen las vidas de los demás, le daba igual arriesgar su vida, pero no podía pedirle a los demás que lo hiciesen.
– “¿Un escudo de acero?” – Pensó mirando el guantelete de metal que rodeaba su brazo derecho, totalmente empapado de sangre. – Esta muerto – Dijo con sencillez, levantándose y girándose a mirar a los demás. Todos parecían estar bien, aunque Alanna no estaba ¿Había sido ella la que había obedecido a Huracán y había salido en persecución del fugitivo? Una distante figura, a lo lejos, se acercaba lentamente al campamento, parecía ser la Gata, por lo que era plausible.
Sin decir nada más, tomó su espada, la cual descansaba a pocos metros de uno de los hombres que Cassandra había ejecutado y se la ató al cinto; Sentándose a continuación en el mismo tocón en el que había cenado. Tomó todo el aire que le permitieron sus pulmones, ignorando el olor a sangre que ahora flotaba en el ambiente, y se limitó a observar como Harrowmont se interesaba por el estado de Jules, quien afortunadamente no había sido blanco de ninguno de los vampiros en la revuelta.
Enarcó una ceja pero no hizo ningún comentario al respecto, simplemente esbozó una pequeña sonrisa y suspiró. Huracán había dejado bastante claro que su plan no iba a funcionar, y por mucho que le costase admitirlo, tenía razón. No podía sino esperar a que alguien tuviese alguna idea brillante, o iría él por su cuenta a por Rachel y, muy posiblemente, moriría en el intento.
Eltrant Tale
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Re: El campamento [Libre] [4/4] [Cerrado]
Forcejeé con el vampiro tratando de evitar que me hiriera. Tener la dentadura de uno de esos asquerosos chupasangres encima no era agradable, y me había pillado desprevenida. Lo tomé por uno de los brazos y por el cuello, tratando de alejarlo de mí. Ya estaba canalizando el aire para lanzarlo desprevenido cuando Cass apareció para quitármelo de encima. En cuanto me sentí liberada de su peso, rodé de espaldas hacia atrás y me levanté mientras Cass se concentraba en él. La primogénita de los Harrowmont me pidió que fuese tras Alanna, algo que, conociendo mi velocidad gracias al viento, podría no parecer demasiado difícil. Cass, Eltrant y Jorah, por su parte, quedaron desactivando la emboscada.
La guardia era muy ágil y había seguido mis indicaciones de perseguir a la chupasangres que huía hacia Sacrestic, pero me llevaban ya una buena ventaja. Canalicé el viento a mis pies y corría tan rápido como me era posible, pero entre tanto árbol decaído y la escasa visibilidad no tardaría en perderles el rastro.
Me fijé en los alrededores del bosque, tratando de buscar un nuevo chupasangres. Pero no parecía haber ninguno. Como tampoco había rastro de Alanna. - ¡Mierda! – protesté. Pero sin duda confiaría en que Alanna daría caza a la rubia. Resignada, volví a la posición de Eltrant, Cassandra y Jules, que parecían haber despachado a los chupasangres.
-Me llevaban demasiada ventaja. Los he perdido. – comenté con fastidio. Frustrada por no haber podido hacer nada de provecho en aquel combate. No había sido mi mejor actuación y era consciente de ello. Sólo faltaba que Cass, con su poco tacto, viniera y me recriminara algo. Yo era la primera que sabía que contra la Hermandad no podría cometer esos fallos, y mucho menos en un hipotético combate contra Bella o Mortagglia. Así, tras ayudar a levantarse a Jules, que había vivido tiempos mejores. – Como una rosa. ¿No me ves? – le contestó irónico a la pregunta de Cass, riéndose´y sin poder moverse, aún tirado tras el árbol.
Mi cabeza estaba a otras cosas. Aún no había asimilado el engaño al que mi madre me había sometido por tantos años. Comencé a pensar que, tal vez, ella hubiese cometido sus errores, pero no podía decir que Isabella hubiese sido una mala madre más allá de su soberbia. Además, llevaba un buen rato pensando que el encuentro con Bella no había sido fruto de la casualidad, sin duda había sido una maniobra de Mortagglia para atacar mi moral ante la más que evidente e inminente batalla. Y es que no era momento de mostrar debilidades. Teníamos que estar unidos. Todos teníamos que formar una piña para poder vencer a la Hermandad. Por ello, no habría más recriminaciones hacia mi madre u otro miembro del grupo. No hasta que la Dama y su secta dejase de existir.
Había que esperar por Alanna y después llevar al campamento a Jules. Ya más calmada, era el momento de pedir disculpas. Y el primero era Eltrant. Él me había sido siempre fiel. Y no había hecho ni dicho nada que supusiera motivos para dudar de él, quizás el hecho de ser un impetuoso insensato. Pero él sólo quería rescatar a Rachel, lo que demostraba el aprecio que tenía por la débil hermana de Jules. Y simplemente eso, ya merecía mi cariño. – Eltrant. Lamento haberte… dado un guantazo. – me disculpé una vez me acerqué a él, de una manera más personal, aunque sin mirarle en ningún momento. – He tenido unos días muy malos. – resumí sin dar mayor explicación, con mi habitual tono serio. Pero en eso, aparecieron Isabella y James en el claro del bosque, seguramente hubiesen escuchado el revuelo.
-¿Qué le ha pasado a Jules? – preguntó. - ¿Dónde está Alanna? – se le veía cierta preocupación por el rostro.
-Mamá, tengo noticias importantes que contaros. – iba a adelantarme yo a sus preguntas. - Jules tuvo un encuentro con Mortagglia y Belladonna, del que Elen salió herida, y Rachel terminó uniéndose a ellos. – hice una pausa. – Hace veinte minutos sufrimos una emboscada junto al lago. Los vampiros siguieron a Jorah y al grupo de espías de Virgie y saben dónde estamos. – expliqué. – Creemos que están todos los chupasangres muertos. Alanna se fue tras la última, que trataba de huir. Pero no podemos asegurar si había más. – comenté. – Perfectamente la Hermandad podría saber dónde estamos.
-¿Y estáis tan tranquilas volviendo habiendo dejado sola a una compañera? – nos reprochó el padre de Cass. - ¿Qué clases de valores te he inculcado, hija mía?
-Déjala. Alanna estará bien. – intercedió Isabella. Cualquiera que no la conociera podría pensar en que confiaba en las habilidades de la guardia. Yo, que sí, sabía que lo que menos le importaba era la integridad de la guardia. Ella siempre pensaba en el colectivo y nunca en la individualidad. – Lo verdaderamente grave es que los vampiros podrían saber dónde estábamos.
-Tienes razón. Estará bien. Las chicas de hoy en día son como toros. – rectificó después el padre de Cass, dándole la razón a Isabella. Eran tal para cual.
Poco después apareció Alanna. Visiblemente cansada, quien confirmó que parecía haber acabado con la chupasangres. Pero como había dicho yo, no sabíamos si había más que nos hubieran visto. Cada día que pasásemos allí sería darles ventaja. La gran hora había llegado. Había que atacar, y había que hacerlo ya. – Cada minuto que pasemos en este campamento nuestras posibilidades se reducen. Hay que atacar mañana mismo. – comentó. Era lo primero que había dicho y estaba de acuerdo. – Volvamos al campamento. Esta noche nos vemos los cuatro en mi tienda. - Pidió mi madre.
-¡Ey! Gracias por hacer como que no existo. ¿Pero alguien se va a molestar en llevarme hasta el campamento? - protestó Jules.
--------
Virginia Harrowmont se uniría a la reunión de nuestros padres, repleta de notas y mapas de la zona que sus ayudantes habían cartografiado. Comenzó a explicar todo lo que tenía apuntado. Lugares, zonas de ataque, puntos débiles, bastiones, jefes. Todo. – […] En definitiva, Sacrestic está tomada por los vampiros. – concluyó. – Además de la Dama, tienen dos lugartenientes principales: Belladonna y Skeller. La primera es una bruja muy peligrosa que presenta un grave trastorno de psicopatía, por lo que es extremadamente peligrosa. – explicó. – El segundo es un veterano vampiro que sirvió en la flota de Lunargenta y al que, según Jules, Elen destrozó. Sin embargo, lo han reconstruido en biocibernético y ahora es, si cabe, aún más peligroso. – explicó, mirando a mi madre y a James para cederles la palabra.
-Bien, voy a haceros una preguntas. Voy a formar varios grupos de ataque. – comentó mi madre sentándose en el centro de la mesa, con seriedad. – Pero primero quiero que cada uno me diga qué papel quiere desempeñar en el combate. Si os veis capacitados para enfrentaros a alguno de los jefes. – juntó sus manos y las llevó a la altura de su boca. Reflexiva. – Por favor, no asumáis roles que no podéis desempeñar si no os veis capacitados para ello. Todo el mundo tiene que encontrarse motivado y capacitado para que la misión sea un éxito.
-Yo iré a por la cohorte de Belladonna. – me adelanté a todo el mundo, de brazos cruzados, con seguridad y con cierto sadismo en mi mirada. – Y después, a por Mortagglia. – sentencié seria.
-No esperaba menos.– comentó con una sonrisa ladina, esperando a que alguno más diese su opinión.
La guardia era muy ágil y había seguido mis indicaciones de perseguir a la chupasangres que huía hacia Sacrestic, pero me llevaban ya una buena ventaja. Canalicé el viento a mis pies y corría tan rápido como me era posible, pero entre tanto árbol decaído y la escasa visibilidad no tardaría en perderles el rastro.
Me fijé en los alrededores del bosque, tratando de buscar un nuevo chupasangres. Pero no parecía haber ninguno. Como tampoco había rastro de Alanna. - ¡Mierda! – protesté. Pero sin duda confiaría en que Alanna daría caza a la rubia. Resignada, volví a la posición de Eltrant, Cassandra y Jules, que parecían haber despachado a los chupasangres.
-Me llevaban demasiada ventaja. Los he perdido. – comenté con fastidio. Frustrada por no haber podido hacer nada de provecho en aquel combate. No había sido mi mejor actuación y era consciente de ello. Sólo faltaba que Cass, con su poco tacto, viniera y me recriminara algo. Yo era la primera que sabía que contra la Hermandad no podría cometer esos fallos, y mucho menos en un hipotético combate contra Bella o Mortagglia. Así, tras ayudar a levantarse a Jules, que había vivido tiempos mejores. – Como una rosa. ¿No me ves? – le contestó irónico a la pregunta de Cass, riéndose´y sin poder moverse, aún tirado tras el árbol.
Mi cabeza estaba a otras cosas. Aún no había asimilado el engaño al que mi madre me había sometido por tantos años. Comencé a pensar que, tal vez, ella hubiese cometido sus errores, pero no podía decir que Isabella hubiese sido una mala madre más allá de su soberbia. Además, llevaba un buen rato pensando que el encuentro con Bella no había sido fruto de la casualidad, sin duda había sido una maniobra de Mortagglia para atacar mi moral ante la más que evidente e inminente batalla. Y es que no era momento de mostrar debilidades. Teníamos que estar unidos. Todos teníamos que formar una piña para poder vencer a la Hermandad. Por ello, no habría más recriminaciones hacia mi madre u otro miembro del grupo. No hasta que la Dama y su secta dejase de existir.
Había que esperar por Alanna y después llevar al campamento a Jules. Ya más calmada, era el momento de pedir disculpas. Y el primero era Eltrant. Él me había sido siempre fiel. Y no había hecho ni dicho nada que supusiera motivos para dudar de él, quizás el hecho de ser un impetuoso insensato. Pero él sólo quería rescatar a Rachel, lo que demostraba el aprecio que tenía por la débil hermana de Jules. Y simplemente eso, ya merecía mi cariño. – Eltrant. Lamento haberte… dado un guantazo. – me disculpé una vez me acerqué a él, de una manera más personal, aunque sin mirarle en ningún momento. – He tenido unos días muy malos. – resumí sin dar mayor explicación, con mi habitual tono serio. Pero en eso, aparecieron Isabella y James en el claro del bosque, seguramente hubiesen escuchado el revuelo.
-¿Qué le ha pasado a Jules? – preguntó. - ¿Dónde está Alanna? – se le veía cierta preocupación por el rostro.
-Mamá, tengo noticias importantes que contaros. – iba a adelantarme yo a sus preguntas. - Jules tuvo un encuentro con Mortagglia y Belladonna, del que Elen salió herida, y Rachel terminó uniéndose a ellos. – hice una pausa. – Hace veinte minutos sufrimos una emboscada junto al lago. Los vampiros siguieron a Jorah y al grupo de espías de Virgie y saben dónde estamos. – expliqué. – Creemos que están todos los chupasangres muertos. Alanna se fue tras la última, que trataba de huir. Pero no podemos asegurar si había más. – comenté. – Perfectamente la Hermandad podría saber dónde estamos.
-¿Y estáis tan tranquilas volviendo habiendo dejado sola a una compañera? – nos reprochó el padre de Cass. - ¿Qué clases de valores te he inculcado, hija mía?
-Déjala. Alanna estará bien. – intercedió Isabella. Cualquiera que no la conociera podría pensar en que confiaba en las habilidades de la guardia. Yo, que sí, sabía que lo que menos le importaba era la integridad de la guardia. Ella siempre pensaba en el colectivo y nunca en la individualidad. – Lo verdaderamente grave es que los vampiros podrían saber dónde estábamos.
-Tienes razón. Estará bien. Las chicas de hoy en día son como toros. – rectificó después el padre de Cass, dándole la razón a Isabella. Eran tal para cual.
Poco después apareció Alanna. Visiblemente cansada, quien confirmó que parecía haber acabado con la chupasangres. Pero como había dicho yo, no sabíamos si había más que nos hubieran visto. Cada día que pasásemos allí sería darles ventaja. La gran hora había llegado. Había que atacar, y había que hacerlo ya. – Cada minuto que pasemos en este campamento nuestras posibilidades se reducen. Hay que atacar mañana mismo. – comentó. Era lo primero que había dicho y estaba de acuerdo. – Volvamos al campamento. Esta noche nos vemos los cuatro en mi tienda. - Pidió mi madre.
-¡Ey! Gracias por hacer como que no existo. ¿Pero alguien se va a molestar en llevarme hasta el campamento? - protestó Jules.
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-Bien, voy a haceros una preguntas. Voy a formar varios grupos de ataque. – comentó mi madre sentándose en el centro de la mesa, con seriedad. – Pero primero quiero que cada uno me diga qué papel quiere desempeñar en el combate. Si os veis capacitados para enfrentaros a alguno de los jefes. – juntó sus manos y las llevó a la altura de su boca. Reflexiva. – Por favor, no asumáis roles que no podéis desempeñar si no os veis capacitados para ello. Todo el mundo tiene que encontrarse motivado y capacitado para que la misión sea un éxito.
-Yo iré a por la cohorte de Belladonna. – me adelanté a todo el mundo, de brazos cruzados, con seguridad y con cierto sadismo en mi mirada. – Y después, a por Mortagglia. – sentencié seria.
-No esperaba menos.– comentó con una sonrisa ladina, esperando a que alguno más diese su opinión.
Anastasia Boisson
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