Lugar y tiempo equivocado [3/4] [Libre] [Noche]

-Maldito bosque.- golpeo las ramas con mi mano descargando mi ira. -¡Todo el puto día caminando para nada! -me enzarzo con un pequeño árbol en especial. Le empiezo a pegar patadas y manotazos, como si aquel árbol fuera el bosque personificado y pudiera darle una paliza. -Uff....- me peino los cabellos que se han alborotado con mis movimientos y con un chasquido de dedos hago que el pequeño árbol comience a arder. -Así mejor.-miro a mi alrededor ya más relajado -Uy... pero si ya es casi de noche.- palmeo mis manos y le dedico una sonrisa al árbol ardiendo. -Hagamos leña del árbol caído. -y suelto una carcajada - ¡JA! Que gracioso soy - Cojo unas cuantas ramas sueltas, las lanzo a la improvisada hoguera y me acomodo en el suelo.

Tendría que haber escapado hacia el sur, seguro que los elfos me hubiesen acogido con una gran hospitalidad. Vale... debería de dejar de hacer chistes malos, lo que hace la soledad y el aburrimiento. Todo por la culpa de este estúpido bosque. Dedico una mirada de furia a las negras copas de los arboles.

Cierro los ojos y me relajo sintiendo el placido calor del suelo. Su tacto sobre mi piel es tan gratificante como las caricias de una madre o las de una bella mujer, siempre dependiendo del caso y los ojos con las que los mires supongo. No puedo evitar sonreír plácidamente, es una de las pocas cosas que causa ese efecto en mi. El viento hace que las ráfagas de calor sean como suaves dedos que se deslizan por mi rostro. Casi puedo sentir delante mía una presencia física a la cual abrazar, a la cual besar... Ni siquiera la humedad de la tierra y la hierba me distraen, sólo quiero...

Pero si que hay algo que me distrae. Un caminar pesado y acelerado que comienza a acercarse.

-¡Me cago en mi puto padre!- maldigo con un susurro y me levanto abriendo los ojos.

De entre los arbustos sale una gran criatura peluda cargando entre sus dientes un inerte cuerpo humano. Mis manos no tardan en rodearse del fuego carmesí que me identifica. Lo miro irascible, por haber interrumpido ese maravilloso momento, dispuesto a convertirlo en un maravilloso mar de llamas como intente acercarse.

-¡Maldita criatura! ¡Como osas interrumpirme! - mis llamas aumentan en intensidad.

Definitivamente me ha enfadado, los deseos por verlo arden comienzan a crecer en mi interior.

La noche cerca del lago era bastante lúgubre, la oscuridad era bastante densa en el bosque a pesar de que la luna llena brillara con tanta intensidad esa noche, por suerte para la osa, ella podía moverse sin muchos problemas por esa oscuridad, aunque lo denso de los arbustos y árboles entorpecían enormemente su andar.

La osa caminaba intranquila por el bosque abriéndose paso entre las ramas con su zarpa libre, mientras sostenía su martillo de roble con más fuerza de lo usual en su diestra, no se sentía tranquila en ese lugar, sentía que algo estaba cerca… algo malo.

Sea lo que fuese no la encontraría con la guardia baja, una mujer bestia ursina podía ser un adversario formidable, y esta estaba dispuesta a probarlo, no temía enfrentar lo que fuera que se le parara en frente, o que fuera lo bastante cobarde como para intentar atacarla por la espalda, aun así, no podía negar el escalofrió que recorría su espalda en ese momento.

De pronto escucho ruidos extraños a la lejanía, algo grande estaba corriendo a gran velocidad por el bosque… siguiendo ese sonido escucho mas ruidos, rugidos, y a lo lejos vio lo que parecía la luz de una fogata, la osa tomo el martillo con ambas manos instintivamente y empezó a olfatear el aire para intentar darse cuenta de lo que había más adelante. A su nariz llego el olor a madera quemada, después de unos instantes le llego el olor a humano y finalmente, casi al mismo tiempo, un tercer aroma, mucho más fuerte, como de bestia, pero era incapaz de reconocerlo.

Los ojos de la osa se abrieron como platos, apretó el agarre al martillo y se lanzo a la carga en dirección a la luz a toda prisa, rompiendo ramas y arbustos por igual en su camino, sin importarle que sus ropas fueran a dañarse.

Cuando finalmente llego a la escena encontró a un hombre, encarando solo a un descomunal canino de apariencia monstruosa, Bruna no se lo pensó dos veces y soltó un rugido de guerra a todo pulmón, digno de la furia de su estirpe, y cargo con arma en mano contra su enemigo natural, esgrimiendo la furia primigenia de su raza junto con ella.