Buenos días Señor Sol [Desafío]
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Buenos días Señor Sol [Desafío]
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Boomer tenía miedo de la habitación oscura. No había casi ninguna luz. Las ventanas habían sido tapadas con tablones de madera, el Señor Sol no podía entrar a decir buenos días. Boomer, cuando creía que amanecía, levantaba la mano hacía la ventana para saludar al Señor Sol. “Boomer saludar al Señor Sol. Boomer decir: Buenos días Señor Sol”. Boomer no era el único que saludaba al Señor Sol. Una elfa acompañaba a Boomer en sus saludos. La elfa tenía un nombre que Boomer no sabía pronunciar. Boomer llamaba a la elfa Menel, ella le dijo que le llamase Menel porque Menelwie era un nombre muy difícil.
-Buenos días Señor Sol, ¿cómo se encuentra hoy? Espero que muy bien porque tengo un par de nuevos cuentos que le gustará escuchar-.
Los ojos de Boomer brillaron como dos soles al escuchar que Menel tenía nuevos cuentos. Boomer aplaudió con todas sus fuerzas. El refugio era triste: las personas no reían, no había luz y el Señor Sol no entraba a decir los buenos días. Si Boomer se quedaba allí dentro era por los cuentos de Menel. La elfa traía las risas y la luz que el refugio necesitaba.
Un grupo de niños corría detrás de Menel. Boomer estaba entre esos niños, destacaba como una gran montaña en medio de un tranquilo valle. Menel se sentó encima de unas cajas vacías y encendió una vela. Boomer se sentó en la última fila, delante de él estaban los niños, y juntó sus manos impaciente por escuchar los nuevos cuentos.
-Dos antenas- Menel se puso las manos en las orejas haciendo que éstas parezcas más grandes, Boomer y los niños le imitaron. - ojos abiertos- repitió el gesto con los ojos] - Cremallera- Menel, los niños y Boomer se pasaron una cremallera invisible por la boca] - y escuchamos-.
La elfa cantaba la misma canción antes de empezar a contar los cuentos. A Boomer le gustaba la canción, era la única que se sabía, quizás por su simpleza y su coreografía. Boomer cantaba la canción a todas horas, antes y después de los cuentos; nunca durante. Boomer sabía que durante el cuento cremallera y escuchamos.
Los niños y Boomer callaron en cuanto se terminó la canción. Boomer había visto llorar a los niños. Boomer se sentía mal por ellos. Boomer no sabía qué era tener padres, pero sabía qué era estar enfermo. Boomer no entendía por qué los niños lloraban por haber perdido a sus padres; en cambio, entendía que la enfermedad había hecho que los niños perdieran muchas cosas. Boomer lo comparó con los juguetes. Boomer pensó que perder a papá y a mamá era como perder los dos juguetes favoritos.
-Shh- Boomer se puso el dedo índice, grande como una longaniza, entre los labios y mandó callar (cremallera) a los niños.
-Muchas gracias Boomer.- Menel dejó pasar unos segundos de silencio y volvió a hablar - Ahora que estáis todos en silencio, es la hora de los cuentos. ¿Conocéis el cuento del niño que no tenía miedo a nada?-
-Noooo- la voz de Boomer sobresalía a la de los otros niños.
Menel sonrió y los niños rieron suavemente para no hacer ruido (cremallera). Boomer giró la cabeza hacia las ventanas tapiadas. Boomer, mentalmente, llamó al Señor Sol para que entrase a escuchar el cuento. Menel contaba muy buenos cuentos. El Señor Sol no podía perdérselos. Boomer vio una pequeña luz que traspasaba los tablones de madera con los que se habían tapado las ventanas. Boomer sonrió con la boca abierta (parecía un monstruo devorador de niños). Con el Señor Sol, el refugio no daba tanto miedo.
* Bienhallado/a cuenta cuentos: Estás en un refugio que ha sido construido para proteger a algunos supervivientes de la pandemia. Debo decir que no me importa cómo has llegado hasta aquí, pero si deseas explicarlo, eres libre de hacerlo. Una elfa está contando cuentos a un grupo de niños y a Boomer. Tu deber, en este primer turno, es unirte a escuchar el cuento y acabarlo por la elfa.
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-Buenos días Señor Sol, ¿cómo se encuentra hoy? Espero que muy bien porque tengo un par de nuevos cuentos que le gustará escuchar-.
Los ojos de Boomer brillaron como dos soles al escuchar que Menel tenía nuevos cuentos. Boomer aplaudió con todas sus fuerzas. El refugio era triste: las personas no reían, no había luz y el Señor Sol no entraba a decir los buenos días. Si Boomer se quedaba allí dentro era por los cuentos de Menel. La elfa traía las risas y la luz que el refugio necesitaba.
Un grupo de niños corría detrás de Menel. Boomer estaba entre esos niños, destacaba como una gran montaña en medio de un tranquilo valle. Menel se sentó encima de unas cajas vacías y encendió una vela. Boomer se sentó en la última fila, delante de él estaban los niños, y juntó sus manos impaciente por escuchar los nuevos cuentos.
-Dos antenas- Menel se puso las manos en las orejas haciendo que éstas parezcas más grandes, Boomer y los niños le imitaron. - ojos abiertos- repitió el gesto con los ojos] - Cremallera- Menel, los niños y Boomer se pasaron una cremallera invisible por la boca] - y escuchamos-.
La elfa cantaba la misma canción antes de empezar a contar los cuentos. A Boomer le gustaba la canción, era la única que se sabía, quizás por su simpleza y su coreografía. Boomer cantaba la canción a todas horas, antes y después de los cuentos; nunca durante. Boomer sabía que durante el cuento cremallera y escuchamos.
Los niños y Boomer callaron en cuanto se terminó la canción. Boomer había visto llorar a los niños. Boomer se sentía mal por ellos. Boomer no sabía qué era tener padres, pero sabía qué era estar enfermo. Boomer no entendía por qué los niños lloraban por haber perdido a sus padres; en cambio, entendía que la enfermedad había hecho que los niños perdieran muchas cosas. Boomer lo comparó con los juguetes. Boomer pensó que perder a papá y a mamá era como perder los dos juguetes favoritos.
-Shh- Boomer se puso el dedo índice, grande como una longaniza, entre los labios y mandó callar (cremallera) a los niños.
-Muchas gracias Boomer.- Menel dejó pasar unos segundos de silencio y volvió a hablar - Ahora que estáis todos en silencio, es la hora de los cuentos. ¿Conocéis el cuento del niño que no tenía miedo a nada?-
-Noooo- la voz de Boomer sobresalía a la de los otros niños.
Menel sonrió y los niños rieron suavemente para no hacer ruido (cremallera). Boomer giró la cabeza hacia las ventanas tapiadas. Boomer, mentalmente, llamó al Señor Sol para que entrase a escuchar el cuento. Menel contaba muy buenos cuentos. El Señor Sol no podía perdérselos. Boomer vio una pequeña luz que traspasaba los tablones de madera con los que se habían tapado las ventanas. Boomer sonrió con la boca abierta (parecía un monstruo devorador de niños). Con el Señor Sol, el refugio no daba tanto miedo.
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* Bienhallado/a cuenta cuentos: Estás en un refugio que ha sido construido para proteger a algunos supervivientes de la pandemia. Debo decir que no me importa cómo has llegado hasta aquí, pero si deseas explicarlo, eres libre de hacerlo. Una elfa está contando cuentos a un grupo de niños y a Boomer. Tu deber, en este primer turno, es unirte a escuchar el cuento y acabarlo por la elfa.
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Re: Buenos días Señor Sol [Desafío]
Con mirada triste, contempló las calles iluminadas por el sol en Baslodia. Aquella ciudad, no sabía por qué, siempre le traía líos. No era para menos, después de haber estado en Lunargenta, Baslodia había vuelto a ser su destino después de infectarse. La capa echada sobre su cabeza, los guantes y la bufanda ocultaban a una elfa cansada, ojerosa y enferma. Notaba temblar su piel aún cuando el sol estaba cálido esa mañana. La joven maldecía para sus adentros no poder disfrutar de su calidez directamente sobre su piel. Si se quitaba las ropas, se quedaba aún más helada de lo que ya estaba. Sus ropas eran auxiliares, ella detestaba taparse más de la cuenta, pero el riesgo que corría si se las quitaba era grande. El mal que llevaba dentro podría alcanzar a otros. Aún así, no se rendía, pedía a los dioses todos los días para que la guiasen hacia una cura... o hacia la muerte.
Sus pasos la llevaron hasta un curioso refugio con tablones en las ventanas. Parecía una especie de albergue, o eso pensó la elfa. Cansada como estaba, decidió entrar. La escena que se encontró sobrecogió su corazón. Había unos niños sentados a corro mirando en silencio a una elfa que cantaba. No pudo evitar pensar en su niñez, en cuando la matriarca de su clan hace muchos años hacía lo mismo con los pequeños de la tribu. A Iredia siempre le gustaba meterse en primera fila y no perder detalle de nada. Recordó con cariño aquella vez que uno de los niños que tenía detrás no paraba de hablar. En mitad del cuento, se levantó y le dio un tortazo para que se callara y sólo contaba con trece años a sus espaldas (unos cinco años humanos). Sonrió para sus adentros cuando rememoró la espectacular bronca que se llevó de su madre después. <>, decía su madre y matriarca.
Esta vez, sin embargo, no se metió en primera fila. Entró con el mayor sigilo posible y se colocó muy atrás, buscando no llamar la atención. Algunos niños sí que habían escuchado la puerta abrirse. Entre ellos, uno particularmente grande y poderoso, que le hizo una seña para que cerrase los labios con una cremallera. Tenía un aspecto grotesco, pintado como un payaso, pero mucho más... tétrico.
<<Este no es ningún niño>>, pensó con curiosidad.
Iredia, en respuesta al gesto, se bajó la bufanda y lo imitó con una leve sonrisa. Las marcas de su enfermedad le molestaban en la nuca, en los codos y detrás de las rodillas, pero trató de no rascarse y aprovechar la rozadura de su ropa para que se calmase el dolor y la picazón. Bajándose la capucha y la bufanda, se sentó en el suelo, atrás del todo y alejada de los pequeños. Pese a tener las manos y el cuerpo cubierto, seguía estando reacia a que nadie se aproximase a ella y más si se trataba de niños.
La elfa que hablaba también había reparado en su presencia, pero si le molestó no hizo gesto alguno. Parecía de mediana edad, de mirada tranquila y porte de madre. Con un sentimiento de nostalgia, Iredia escuchó silenciosamente.
-Y ahora, el cuento. Érase una vez un niño que no tenía miedo a nada. Siempre era el primero en enfrentarse a la injusticia, a aquellas cosas que a los demás niños sí le daban miedo: a la oscuridad, a los niños malos, a los adultos grandes...
Instintivamente, después de esa frase, todos miraron al grandullón, pero en sus caras no había miedo hacia él. Sólo curiosidad y tristeza.
-En la escuela -continuó la elfa- Era el primero que defendía a otros niños pequeños si veía que les hacían daño. Todo el mundo le recordaba como "Broncas" en vez de por su nombre de pila. Ese mote se lo puso un niño malo que estaba pegando a una niña y que Broncas rescató. A él le gustaba el nombre, inspiraba fuerza y temor. Cada vez que pasaba alguien a su lado, todos susurraban <> y nadie se atrevía a decirle o a hacer nada mientras él estuviese cerca.
-Broncas... -murmuró en voz alta el muchacho grandullón.
-Sí, Boomer, Broncas. Un día, la casa de uno de sus compañeros del cole se incendió. Se llamaba Vrian. Al día siguiente, la maestra les dijo al día siguiente a los demás que Vrian no había ido al cole porque no tenía hogar, se había quemado. Les contó que Vrian había conseguido salvar a su hermanita bebé y que era un niño muy valiente. Los demás niños también pensaban así. Peero -la elfa alzó un dedo índice, llamando la atención de los pequeños- ...Broncas no pensaba igual. Broncas, al ver a Vrian de nuevo en el cole, pensó que era sólo un crío más, pues lloraba y lloraba el pobre Vrian porque había perdido su casa. Broncas, en cambio, no lloraba nunca. Porque no tenía miedo.
Pasaron los días y los días y los niños empezaban a tener más cariño a Vrian e ignoraban más a Broncas cuando pasaba por delante. Ahora todos querían a Vrian por ser valiente y salvar a su hermanita. A Broncas sólo le llamaban Broncas y todos lo temían. A Broncas le molestaba mucho que no dijeran de él que fuese valiente. Él, que nunca lloraba y no tenía miedo a nada. Él era valiente, más que Vrian. Vrian sólo sabía llorar cuando le recordaban su casa perdida.
-.Mamá -le decía Broncas a su madre- Nadie en el colegio me llama valiente. Sólo a Vrian y Vrian sólo llora. No es justo.
Su mamá tampoco le consolaba, sólo le decía:
-Porque es verdad. Vrian salvó a su hermanita de un incendio.
-¡Pero yo siempre les salvo a todos, mamá! Vrian sólo ha salvado a su hermana y todos dicen que es valiente. Yo protejo a mis compañeros y a mí me llaman Broncas, no valiente. -le contestaba frustrado.
-Porque tú nunca te has enfrentado al miedo. -le recordaba su mamá.
La elfa hizo una pausa para bebér de un vasito de barro.
-¡Pobre Broncas! -se le escapó a un pequeño, al lado de Boomer.
-Él es también valiente. -comentaba otra pequeña.
La cuentista volvió a hacer el gesto de la cremallera una vez que terminó de beber y los niños la imitaron. Hasta Iredia, inconscientemente, hizo el mismo gesto.
-Broncas se preguntaba muchas veces qué era eso del miedo. Él no lo sabía, nunca lo había sentido. Le preguntó una vez a su maestra y ella le contestó que era algo que, cuando lo veías, te hacía querer esconderte detrás de tu mamá. Broncas siempre había sido un niño más grande que los demás, por eso no le costaba defender a sus compañeros, incluso a niños mayores. Él era grande y poderoso. -de nuevo, los niños miraron de reojo a Boomer, que escuchaba impasible a las miradas- Entonces, ¿qué hizo Broncas?
Y la boca de Iredia se abrió sin control.
-Buscar el miedo.
Absolutamente toda la sala, incluidos el grandullón y la elfa cuentacuentos, miraron a Iredia en silencio. Sin estar molesta por la interrupción, la cuentista asintió.
-Así es. ¿Lo conoces?
La joven, con un nudo en la garganta, asintió. La elfa, amablemente, le sonrió.
-Acércate y cuéntales cómo termina.
-No creo que sea una buena idea...
-Insisto.
Iredia tuvo la impresión de que la cuentista quería incluirla en el grupo amablemente. Sin embargo, no estaba segura de que hubiese detectado que ella estaba enferma. Sino, no la invitaría a acercarse a los pequeños, o eso creía. Frunció los labios y se desplazó hasta un taburete, manteniéndose aún a una prudente distancia de los niños. Los miró a todos con sus ojos violetas cansados y nostálgicos. Sin embargo, pudo sonreírles débilmente.
-¿Queréis que esta joven termine el cuento?Le da vergüenza, así que la escucharemos en silencio, ¿a que sí?
La sonrisa de la elfa se ensanchó al oír el "sí" de los peques y todos giraron sobre sí mismos para mirarla a ella. Iredia tragó saliva e inspiró profundamente. Trasladó entonces su mente a otro lugar, tomó el papel que su madre y matriarca tomó hace años. Este era un cuento que había oído muchas veces a la luz de la hoguera.
-Y eso hizo, chicos, empezó a buscar el miedo. Se enfrentó a niños más mayores que él, se escapaba por las noches a escuchar al abuelo contar historias de terror. ¡Y no lo encontró! -exclamó entonces Iredia, dando cierto dramatismo para que los pequeños se mantuviesen atentos.- Una vez, lo habló con el abuelo que contaba historias de terror por las noches.
-Tus historias no dan miedo, abuelo.
-Por eso no eres valiente, Broncas.
-¿¡Por qué!? -exclamaba furioso Broncas.
-Porque sin miedo no existen los valientes.
¿Qué era lo que a Broncas le hacía querer esconderse detrás de su mamá? Pues el pobrecito Broncas lo descubrió muy tarde.
Una noche, después de llegar a casa tras oír las historias de miedo del abuelo, un ladrón entró en su casa. ¡PUM! -pegó un pisotón a la vez que exclamaba, sobresaltando a los niños y a Boomer- Su mamá le dijo a Broncas <> mientras ella se aventuraba por la casa a oscuras, sólo con una vela en la mano. Y, por primera vez, Broncas no se lanzó al peligro del ladrón. Se quedó quieto esperando a su madre. Oyó un grito y entonces... -pausa dramática- ... lo sintió. Esa cosita en la tripita que hace que te duela y que quieras esconderte detrás de tu mamá. -instintivamente, los peques y Boomer se llevaron la mano a la tripita- Se fue por la casa, a oscuras, solito, llamando a su madre: <>. Llamadla vosotros también. -instó Iredia.
Los pequeños se ponían las manos alrededor de la boca llamando a la mamá de Broncas. La voz de Boomer resonó sobre los demás "mamás", con una gravedad que destacaba por encima de las vocecillas agudas.
-Al final, la encontró. Su mamá estaba tendida en el suelo, herida en la tripa. Y por primera vez en su vida, Broncas lloró. Pero su mamá sólo estaba herida. En cuanto Broncas se acercó, mamá le dijo:
-Eso es el miedo, cariño.
Broncas fue a buscar ayuda para su mamá y, al final, pudo salvarse y el ladrón fue capturado. Pocos días después, los demás niños supieron lo que le había pasado a Broncas. Le llamaron valiente, como a Vrian. Y entonces Broncas lo entendió. Había tenido miedo de perder a su mamá y había conseguido salvarla. Broncas fue un valiente. Como vosotros, chicos. -añadió la elfa con ternura- Todos vosotros sois valientes.
Los críos empezaron a murmurar, el grandullón incluido. Iredia sonrió.
Sus pasos la llevaron hasta un curioso refugio con tablones en las ventanas. Parecía una especie de albergue, o eso pensó la elfa. Cansada como estaba, decidió entrar. La escena que se encontró sobrecogió su corazón. Había unos niños sentados a corro mirando en silencio a una elfa que cantaba. No pudo evitar pensar en su niñez, en cuando la matriarca de su clan hace muchos años hacía lo mismo con los pequeños de la tribu. A Iredia siempre le gustaba meterse en primera fila y no perder detalle de nada. Recordó con cariño aquella vez que uno de los niños que tenía detrás no paraba de hablar. En mitad del cuento, se levantó y le dio un tortazo para que se callara y sólo contaba con trece años a sus espaldas (unos cinco años humanos). Sonrió para sus adentros cuando rememoró la espectacular bronca que se llevó de su madre después. <
Esta vez, sin embargo, no se metió en primera fila. Entró con el mayor sigilo posible y se colocó muy atrás, buscando no llamar la atención. Algunos niños sí que habían escuchado la puerta abrirse. Entre ellos, uno particularmente grande y poderoso, que le hizo una seña para que cerrase los labios con una cremallera. Tenía un aspecto grotesco, pintado como un payaso, pero mucho más... tétrico.
<<Este no es ningún niño>>, pensó con curiosidad.
Iredia, en respuesta al gesto, se bajó la bufanda y lo imitó con una leve sonrisa. Las marcas de su enfermedad le molestaban en la nuca, en los codos y detrás de las rodillas, pero trató de no rascarse y aprovechar la rozadura de su ropa para que se calmase el dolor y la picazón. Bajándose la capucha y la bufanda, se sentó en el suelo, atrás del todo y alejada de los pequeños. Pese a tener las manos y el cuerpo cubierto, seguía estando reacia a que nadie se aproximase a ella y más si se trataba de niños.
La elfa que hablaba también había reparado en su presencia, pero si le molestó no hizo gesto alguno. Parecía de mediana edad, de mirada tranquila y porte de madre. Con un sentimiento de nostalgia, Iredia escuchó silenciosamente.
-Y ahora, el cuento. Érase una vez un niño que no tenía miedo a nada. Siempre era el primero en enfrentarse a la injusticia, a aquellas cosas que a los demás niños sí le daban miedo: a la oscuridad, a los niños malos, a los adultos grandes...
Instintivamente, después de esa frase, todos miraron al grandullón, pero en sus caras no había miedo hacia él. Sólo curiosidad y tristeza.
-En la escuela -continuó la elfa- Era el primero que defendía a otros niños pequeños si veía que les hacían daño. Todo el mundo le recordaba como "Broncas" en vez de por su nombre de pila. Ese mote se lo puso un niño malo que estaba pegando a una niña y que Broncas rescató. A él le gustaba el nombre, inspiraba fuerza y temor. Cada vez que pasaba alguien a su lado, todos susurraban <
-Broncas... -murmuró en voz alta el muchacho grandullón.
-Sí, Boomer, Broncas. Un día, la casa de uno de sus compañeros del cole se incendió. Se llamaba Vrian. Al día siguiente, la maestra les dijo al día siguiente a los demás que Vrian no había ido al cole porque no tenía hogar, se había quemado. Les contó que Vrian había conseguido salvar a su hermanita bebé y que era un niño muy valiente. Los demás niños también pensaban así. Peero -la elfa alzó un dedo índice, llamando la atención de los pequeños- ...Broncas no pensaba igual. Broncas, al ver a Vrian de nuevo en el cole, pensó que era sólo un crío más, pues lloraba y lloraba el pobre Vrian porque había perdido su casa. Broncas, en cambio, no lloraba nunca. Porque no tenía miedo.
Pasaron los días y los días y los niños empezaban a tener más cariño a Vrian e ignoraban más a Broncas cuando pasaba por delante. Ahora todos querían a Vrian por ser valiente y salvar a su hermanita. A Broncas sólo le llamaban Broncas y todos lo temían. A Broncas le molestaba mucho que no dijeran de él que fuese valiente. Él, que nunca lloraba y no tenía miedo a nada. Él era valiente, más que Vrian. Vrian sólo sabía llorar cuando le recordaban su casa perdida.
-.Mamá -le decía Broncas a su madre- Nadie en el colegio me llama valiente. Sólo a Vrian y Vrian sólo llora. No es justo.
Su mamá tampoco le consolaba, sólo le decía:
-Porque es verdad. Vrian salvó a su hermanita de un incendio.
-¡Pero yo siempre les salvo a todos, mamá! Vrian sólo ha salvado a su hermana y todos dicen que es valiente. Yo protejo a mis compañeros y a mí me llaman Broncas, no valiente. -le contestaba frustrado.
-Porque tú nunca te has enfrentado al miedo. -le recordaba su mamá.
La elfa hizo una pausa para bebér de un vasito de barro.
-¡Pobre Broncas! -se le escapó a un pequeño, al lado de Boomer.
-Él es también valiente. -comentaba otra pequeña.
La cuentista volvió a hacer el gesto de la cremallera una vez que terminó de beber y los niños la imitaron. Hasta Iredia, inconscientemente, hizo el mismo gesto.
-Broncas se preguntaba muchas veces qué era eso del miedo. Él no lo sabía, nunca lo había sentido. Le preguntó una vez a su maestra y ella le contestó que era algo que, cuando lo veías, te hacía querer esconderte detrás de tu mamá. Broncas siempre había sido un niño más grande que los demás, por eso no le costaba defender a sus compañeros, incluso a niños mayores. Él era grande y poderoso. -de nuevo, los niños miraron de reojo a Boomer, que escuchaba impasible a las miradas- Entonces, ¿qué hizo Broncas?
Y la boca de Iredia se abrió sin control.
-Buscar el miedo.
Absolutamente toda la sala, incluidos el grandullón y la elfa cuentacuentos, miraron a Iredia en silencio. Sin estar molesta por la interrupción, la cuentista asintió.
-Así es. ¿Lo conoces?
La joven, con un nudo en la garganta, asintió. La elfa, amablemente, le sonrió.
-Acércate y cuéntales cómo termina.
-No creo que sea una buena idea...
-Insisto.
Iredia tuvo la impresión de que la cuentista quería incluirla en el grupo amablemente. Sin embargo, no estaba segura de que hubiese detectado que ella estaba enferma. Sino, no la invitaría a acercarse a los pequeños, o eso creía. Frunció los labios y se desplazó hasta un taburete, manteniéndose aún a una prudente distancia de los niños. Los miró a todos con sus ojos violetas cansados y nostálgicos. Sin embargo, pudo sonreírles débilmente.
-¿Queréis que esta joven termine el cuento?Le da vergüenza, así que la escucharemos en silencio, ¿a que sí?
La sonrisa de la elfa se ensanchó al oír el "sí" de los peques y todos giraron sobre sí mismos para mirarla a ella. Iredia tragó saliva e inspiró profundamente. Trasladó entonces su mente a otro lugar, tomó el papel que su madre y matriarca tomó hace años. Este era un cuento que había oído muchas veces a la luz de la hoguera.
-Y eso hizo, chicos, empezó a buscar el miedo. Se enfrentó a niños más mayores que él, se escapaba por las noches a escuchar al abuelo contar historias de terror. ¡Y no lo encontró! -exclamó entonces Iredia, dando cierto dramatismo para que los pequeños se mantuviesen atentos.- Una vez, lo habló con el abuelo que contaba historias de terror por las noches.
-Tus historias no dan miedo, abuelo.
-Por eso no eres valiente, Broncas.
-¿¡Por qué!? -exclamaba furioso Broncas.
-Porque sin miedo no existen los valientes.
¿Qué era lo que a Broncas le hacía querer esconderse detrás de su mamá? Pues el pobrecito Broncas lo descubrió muy tarde.
Una noche, después de llegar a casa tras oír las historias de miedo del abuelo, un ladrón entró en su casa. ¡PUM! -pegó un pisotón a la vez que exclamaba, sobresaltando a los niños y a Boomer- Su mamá le dijo a Broncas <
Los pequeños se ponían las manos alrededor de la boca llamando a la mamá de Broncas. La voz de Boomer resonó sobre los demás "mamás", con una gravedad que destacaba por encima de las vocecillas agudas.
-Al final, la encontró. Su mamá estaba tendida en el suelo, herida en la tripa. Y por primera vez en su vida, Broncas lloró. Pero su mamá sólo estaba herida. En cuanto Broncas se acercó, mamá le dijo:
-Eso es el miedo, cariño.
Broncas fue a buscar ayuda para su mamá y, al final, pudo salvarse y el ladrón fue capturado. Pocos días después, los demás niños supieron lo que le había pasado a Broncas. Le llamaron valiente, como a Vrian. Y entonces Broncas lo entendió. Había tenido miedo de perder a su mamá y había conseguido salvarla. Broncas fue un valiente. Como vosotros, chicos. -añadió la elfa con ternura- Todos vosotros sois valientes.
Los críos empezaron a murmurar, el grandullón incluido. Iredia sonrió.
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Re: Buenos días Señor Sol [Desafío]
Entre todos los presentes, el Pequeño Boomer, en el cuento se llamaba Boomer Broncas, era quien escuchaba el cuento con mayor detenimiento. Menelwie dudaba, y no sin motivo, si el gigante había entendido la historia. No quería ofenderle, todo lo contrario, Boomer era el humano más tierno que había conocido hasta el momento; sin embargo, lo cortés no quita lo valiente y la ternura no quita la estupidez. Para ser un adulto, era mucho más lento e inocente que los niños que jugaban a su alrededor. ¿Cuántos años tendría? Teniendo en cuenta la longevidad de los humanos, parecía tener poco de cinco lustros. Era un adulto en toda regla. Entonces…
Menelwie decidió no darle más vueltas al asunto. Boomer era, simplemente, Boomer. Pensar en él era como intentar resolver un misterio que no tiene solución, como aquel que busca la quinta pata a un gato. Con un par de movimientos negativos de cabeza, la elfa se concentró en escuchar como su compañera terminaba de relatar el cuento. Puso las manos sobre la espalda de la chica. ¡Ella sí que era joven! Para un humano ordinario, los 25 años era el equinoccio de su vida; una elfa que ya había visto pasar 80 primaveras, todavía le quedaban por ver 320. Eso sería si la chica no estuviera infectada; ella por desgracia sí lo estaba.
Mientras continuaba relatando la historia de Boomer Broncas, Menelwie puso sus manos en los hombros de la chica y usó sus poderes de sanación. No serviría para curar de la infección ni tampoco para sumarle más años de vida; sin una cura, a ella le podrían quedar muy pocos años. La intención de Menelwie era aliviar el dolor: que ni los estornudos, la tos ni el picor por los sarpullidos molestasen a la joven elfa para relatar su historia. Sin poderlo evitar, mientras la aliviaba, miraba a los padres de los niños. Si se llegasen a enterar que dentro del refugio había uno de los enfermos por la pandemia y que éste estaba peligrosamente cerca de los niños cundiría el pánico y la joven elfa y Boomer serían los primeros en ser asesinados; la chica por estar infectada y Boomer porque les daba miedo.
-Boomer querer otra historia del valiente Broncas. Menel y nueva elfa contar buenos cuentos. ¡Boomer querer más!- gritaba a la vez que aplaudía con entusiasmo.
-Antes de escuchar los cuentos, ¿qué es lo que hay que hacer?- Menelwie se llevó dos dedos en punta en las orejas.
-¡Dos antenas!- gritó Boomer.
-Ojos abiertos, cremallera y escuchamos- continuó Menel con voz suave.
Los niños y Boomer, que era mucho más que un niño, se callaron de inmediato. Siguieron la canción del silencio como siempre había hecho, con la diferencia que la última palabra, los niños y Boomer la obviaron decir. Mientras Menelwie la decía, ellos se pasaban una cremallera imaginaria por los labios.
Hubo tres segundos de silencio que la elfa utilizó para pensar en el nuevo cuento que se inventaría para entretener a los niños; tres segundos que se rompieron cuando una niña pequeña, cuatro añitos tendría, comenzó a llorar. Tenía la mano en la barriga y la movía como Menelwie lo hizo con las suyas para aliviar el dolor de la chica que le ayudó con el cuento. En seguida, la elfa saltó encima de la pequeña. Puso sus manos en el vientre y lo que notó le horrorizó por completo.
-Alejaos- dijo con voz seca y apagada. Todo el buen humor anterior a los tres segundos de silencio desapareció por completo.
-Qué pasar a niña rubita- las preguntas de Boomer carecían del tono interrogante. Menelwie creía que era porque el grandullón no sabía preguntar. - Boomer preocupado. Boomer tener miedo-.
-No le ocurre nada- Menelwie intentó sonreír. La tos de la pequeña llamó la atención de unos padres extremadamente protectores. –La capucha- le susurró a la nueva elfa para que se tapase antes de la que vieran.
El llanto de la niña sonó más fuerte en el momento en el que la elfa comenzó a aliviar el dolor.
-¡Boomer miedo!- dio patadas al suelo como si fuera un niño pequeño con una pataleta o Boomer Broncas después de ver a su mamá herida.
Menelwie no contestó a Boomer, estaba demasiado nerviosa como para poder pronunciar palabra alguna. Los padres de los chiquillos estaban encima de ella. Padres que eran capaces de matar a una hermosa niñita de cuatro años con tal de proteger a sus hijos del contagio.
* Iredia: ¡Puedes sentirte orgullosa! Allá donde vas extiendes la pandemia. Una niña pequeña presenta los primeros síntomas del contagio. Los padres, extremadamente protectores, de otros niños se dan cuenta que la pequeña está enferma; puedes imaginarte qué harán con ella si les dejas la oportunidad. Menelwie está demasiado nerviosa para poder hablar. Es aquí donde entras tú, puedes elegir salvar a la niñita o dejar que la sacrifiquen por el bien de los otros niños.
Por otra parte, deberás lanzar la voluntad de los Dioses. Ellos decidirán si los humanos te reconocen como infectada o la magia de Menelwie te ha podido camuflar.
Piensa que puede ser peor, la idea inicial era contagiar a Boomer y, como puedes ver en este [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo], los Dioses lo han salvado.
Menelwie decidió no darle más vueltas al asunto. Boomer era, simplemente, Boomer. Pensar en él era como intentar resolver un misterio que no tiene solución, como aquel que busca la quinta pata a un gato. Con un par de movimientos negativos de cabeza, la elfa se concentró en escuchar como su compañera terminaba de relatar el cuento. Puso las manos sobre la espalda de la chica. ¡Ella sí que era joven! Para un humano ordinario, los 25 años era el equinoccio de su vida; una elfa que ya había visto pasar 80 primaveras, todavía le quedaban por ver 320. Eso sería si la chica no estuviera infectada; ella por desgracia sí lo estaba.
Mientras continuaba relatando la historia de Boomer Broncas, Menelwie puso sus manos en los hombros de la chica y usó sus poderes de sanación. No serviría para curar de la infección ni tampoco para sumarle más años de vida; sin una cura, a ella le podrían quedar muy pocos años. La intención de Menelwie era aliviar el dolor: que ni los estornudos, la tos ni el picor por los sarpullidos molestasen a la joven elfa para relatar su historia. Sin poderlo evitar, mientras la aliviaba, miraba a los padres de los niños. Si se llegasen a enterar que dentro del refugio había uno de los enfermos por la pandemia y que éste estaba peligrosamente cerca de los niños cundiría el pánico y la joven elfa y Boomer serían los primeros en ser asesinados; la chica por estar infectada y Boomer porque les daba miedo.
-Boomer querer otra historia del valiente Broncas. Menel y nueva elfa contar buenos cuentos. ¡Boomer querer más!- gritaba a la vez que aplaudía con entusiasmo.
-Antes de escuchar los cuentos, ¿qué es lo que hay que hacer?- Menelwie se llevó dos dedos en punta en las orejas.
-¡Dos antenas!- gritó Boomer.
-Ojos abiertos, cremallera y escuchamos- continuó Menel con voz suave.
Los niños y Boomer, que era mucho más que un niño, se callaron de inmediato. Siguieron la canción del silencio como siempre había hecho, con la diferencia que la última palabra, los niños y Boomer la obviaron decir. Mientras Menelwie la decía, ellos se pasaban una cremallera imaginaria por los labios.
Hubo tres segundos de silencio que la elfa utilizó para pensar en el nuevo cuento que se inventaría para entretener a los niños; tres segundos que se rompieron cuando una niña pequeña, cuatro añitos tendría, comenzó a llorar. Tenía la mano en la barriga y la movía como Menelwie lo hizo con las suyas para aliviar el dolor de la chica que le ayudó con el cuento. En seguida, la elfa saltó encima de la pequeña. Puso sus manos en el vientre y lo que notó le horrorizó por completo.
-Alejaos- dijo con voz seca y apagada. Todo el buen humor anterior a los tres segundos de silencio desapareció por completo.
-Qué pasar a niña rubita- las preguntas de Boomer carecían del tono interrogante. Menelwie creía que era porque el grandullón no sabía preguntar. - Boomer preocupado. Boomer tener miedo-.
-No le ocurre nada- Menelwie intentó sonreír. La tos de la pequeña llamó la atención de unos padres extremadamente protectores. –La capucha- le susurró a la nueva elfa para que se tapase antes de la que vieran.
El llanto de la niña sonó más fuerte en el momento en el que la elfa comenzó a aliviar el dolor.
-¡Boomer miedo!- dio patadas al suelo como si fuera un niño pequeño con una pataleta o Boomer Broncas después de ver a su mamá herida.
Menelwie no contestó a Boomer, estaba demasiado nerviosa como para poder pronunciar palabra alguna. Los padres de los chiquillos estaban encima de ella. Padres que eran capaces de matar a una hermosa niñita de cuatro años con tal de proteger a sus hijos del contagio.
_____________________
* Iredia: ¡Puedes sentirte orgullosa! Allá donde vas extiendes la pandemia. Una niña pequeña presenta los primeros síntomas del contagio. Los padres, extremadamente protectores, de otros niños se dan cuenta que la pequeña está enferma; puedes imaginarte qué harán con ella si les dejas la oportunidad. Menelwie está demasiado nerviosa para poder hablar. Es aquí donde entras tú, puedes elegir salvar a la niñita o dejar que la sacrifiquen por el bien de los otros niños.
Por otra parte, deberás lanzar la voluntad de los Dioses. Ellos decidirán si los humanos te reconocen como infectada o la magia de Menelwie te ha podido camuflar.
Piensa que puede ser peor, la idea inicial era contagiar a Boomer y, como puedes ver en este [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo], los Dioses lo han salvado.
Sigel
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Re: Buenos días Señor Sol [Desafío]
Notar aquellas manos en la espalda fue como un bálsamo de calma en esos días tan turbios que últimamente le había tocado vivir. A medida que hablaba, notaba cómo su cuerpo se relajaba y hasta notaba cierto brío en su voz. Sabía que era pasajero, sabía que eso sólo era un vendaje que pronto se tendría que quitar porque estaba demasiado manchado. Aún así, se sintió muy orgullosa de ser una elfa y aún más agradecida de que su hermana de raza quisiera ayudarla. Si bien no todos los elfos eran así, era algo propio de su carácter ayudar al desfavorecido. Si no fuera porque temía contagiarla, se hubiera levantado, la habría abrazado y se hubiera quedado llorando horas sobre su hombro. Pero no podía hacer eso, así que siguió hablando hasta que su cuento finalizó, con los ojos vidriosos y emocionados por aquella muestra de bondad.
Iredia no había tenido mucha intención de quedarse ahí largo rato. Sin embargo, aquel grandullón que se hacía llamar Boomer pedía a gritos otro cuento. La elfa cuentacuentos les recordó el ritual de gestos a seguir antes de escuchar otra historia. Iredia, algo más relajada por el efecto de las manos sanadoras, se permitió sonreír un poco más, aunque esta vez no imitó los gestos. Miró de reojo a su hermana de raza, sonriéndole agradecida mientras los niños hacían los gestos. La elfa cuentista cantó entonces una canción que Iredia no conocía. Aún así, tenía una voz muy dulce y la elfa enferma cerró los ojos para disfrutarla, evadiéndose un poco de una realidad que últimamente no le gustaba en absoluto.
Siguió esos tres segundos con los ojos cerrados, relajada, hasta que un llanto rompió aquel silencio y la angustia de su situación actual volvía a su corazón. La elfa cuentista prácticamente se abalanzó sobre la pequeña que estaba llorando e Iredia se resignó. Tenía que irse definitivamente de allí. La cuestión era... ¿lo haría sola?Había contagiado su mal a una de las pequeñas. Ni aún con todas las precauciones del mundo era capaz de guardar la enfermedad en su interior.
El grandullón Boomer se empezó a poner nervioso y la elfa enferma llevó su mirada a Menelwie. Ésta le llamó la atención sobre su capucha y ella, asintiendo, se la volvió a poner. Los padres de los alrededores se habían puesto rabiosos contra la elfa cuentista. Era cuestión de tiempo que asociasen dos más dos. O lo que era peor, que la tomasen con el grandullón. Iredia simplemente podría huir, pero no estaba segura de si al hombretón le daban las neuronas para comprender que la gente mata todo aquello que no conoce.
La pequeña lloraba y lloraba e Iredia miró a su alrededor, frunciendo el ceño. Tenía que echar una mano a su hermana.
-Señores, si me dejan, soy médico. No hay por qué alarmarse, probablemente sólo sea una tos y un leve retortijón. La comida escasea y los niños son más débiles que nosotros. -trató de mostrarse tranquila y con un tono de voz pausado y normal.
La elfa cuentista y varios padres miraron entonces a Iredia, la cual permaneció en el sitio.
-Hermana, llevémosla aparte, así podremos examinarla mejor.
Pese a que pareció que la palabra "médico" y la frase "llevarla aparte" convencieron a los padres, cuando la elfa cuentista cogió a la niña, más de un progenitor ya miraba a la pobre criatura con desprecio. Una vez más, la naturaleza humana salía a la luz en su forma más cruel.
Ambas elfas se llevaron a la pequeña a un catre, apartadas de los demás. El pequeño Boomer (una forma de hablar) también se acercó a donde ellas. Su hermana elfa, en cambio, le retuvo antes de que pudiera acercarse a las demás.
-Espera, Boomer, deja que la médico examine primero a la pequeña. -le susurró la cuentista, mirando a Iredia con urgencia.
La verdad es que era una forma de ganar tiempo, pues Iredia ya sabía de sobra que la pequeña se había contagiado de la enfermedad y tenía intención de llevársela con ella antes de que contagiase a más niños y, sobre todo, para combatir el grave sentimiento de culpa que tenía encima.
-Nueva elfa curará niña. -una vez más, era una pregunta, pero Boomer no entonaba correctamente.
Iredia, mientras tanto, le susurraba a la pequeña.
-Te vas a venir conmigo, ¿vale, cariño? -le tocó la frente a la niña, que ardía casi como el sol- No te puedo curar aquí.
La niña sólo lloraba y se llevaba los brazos a la tripa, incapaz de responder. Miró Iredia entonces a su alrededor. Su compatriota elfa y el grandullón la miraban, ella con gravedad y él confuso. El resto de padres abrazaban a sus hijos, buscando signos de la enfermedad y una excusa para estallar en cólera. La joven hizo entonces un gesto a Menelwie para que se acercase. Boomer también se acercó aun sin ser invitado.
-Me la llevo de aquí -le susurró una vez se aproximaron ambos. Miró entonces a Boomer y se calló lo que iba a decir en un principio- . Diles que me la llevo como prevención. Y gracias, compañera. Eimb dalla olosh -añadió con una sonrisa leve.
Era una frase que se solía usar en las plegarias a la diosa Imbar que significaba "que el bosque me ayude", un equivalente a "que sea lo que los dioses quieran". Y agarró a la niña en brazos, con toda la intención de largarse con ella por la puerta.
Iredia no había tenido mucha intención de quedarse ahí largo rato. Sin embargo, aquel grandullón que se hacía llamar Boomer pedía a gritos otro cuento. La elfa cuentacuentos les recordó el ritual de gestos a seguir antes de escuchar otra historia. Iredia, algo más relajada por el efecto de las manos sanadoras, se permitió sonreír un poco más, aunque esta vez no imitó los gestos. Miró de reojo a su hermana de raza, sonriéndole agradecida mientras los niños hacían los gestos. La elfa cuentista cantó entonces una canción que Iredia no conocía. Aún así, tenía una voz muy dulce y la elfa enferma cerró los ojos para disfrutarla, evadiéndose un poco de una realidad que últimamente no le gustaba en absoluto.
Siguió esos tres segundos con los ojos cerrados, relajada, hasta que un llanto rompió aquel silencio y la angustia de su situación actual volvía a su corazón. La elfa cuentista prácticamente se abalanzó sobre la pequeña que estaba llorando e Iredia se resignó. Tenía que irse definitivamente de allí. La cuestión era... ¿lo haría sola?Había contagiado su mal a una de las pequeñas. Ni aún con todas las precauciones del mundo era capaz de guardar la enfermedad en su interior.
El grandullón Boomer se empezó a poner nervioso y la elfa enferma llevó su mirada a Menelwie. Ésta le llamó la atención sobre su capucha y ella, asintiendo, se la volvió a poner. Los padres de los alrededores se habían puesto rabiosos contra la elfa cuentista. Era cuestión de tiempo que asociasen dos más dos. O lo que era peor, que la tomasen con el grandullón. Iredia simplemente podría huir, pero no estaba segura de si al hombretón le daban las neuronas para comprender que la gente mata todo aquello que no conoce.
La pequeña lloraba y lloraba e Iredia miró a su alrededor, frunciendo el ceño. Tenía que echar una mano a su hermana.
-Señores, si me dejan, soy médico. No hay por qué alarmarse, probablemente sólo sea una tos y un leve retortijón. La comida escasea y los niños son más débiles que nosotros. -trató de mostrarse tranquila y con un tono de voz pausado y normal.
La elfa cuentista y varios padres miraron entonces a Iredia, la cual permaneció en el sitio.
-Hermana, llevémosla aparte, así podremos examinarla mejor.
Pese a que pareció que la palabra "médico" y la frase "llevarla aparte" convencieron a los padres, cuando la elfa cuentista cogió a la niña, más de un progenitor ya miraba a la pobre criatura con desprecio. Una vez más, la naturaleza humana salía a la luz en su forma más cruel.
Ambas elfas se llevaron a la pequeña a un catre, apartadas de los demás. El pequeño Boomer (una forma de hablar) también se acercó a donde ellas. Su hermana elfa, en cambio, le retuvo antes de que pudiera acercarse a las demás.
-Espera, Boomer, deja que la médico examine primero a la pequeña. -le susurró la cuentista, mirando a Iredia con urgencia.
La verdad es que era una forma de ganar tiempo, pues Iredia ya sabía de sobra que la pequeña se había contagiado de la enfermedad y tenía intención de llevársela con ella antes de que contagiase a más niños y, sobre todo, para combatir el grave sentimiento de culpa que tenía encima.
-Nueva elfa curará niña. -una vez más, era una pregunta, pero Boomer no entonaba correctamente.
Iredia, mientras tanto, le susurraba a la pequeña.
-Te vas a venir conmigo, ¿vale, cariño? -le tocó la frente a la niña, que ardía casi como el sol- No te puedo curar aquí.
La niña sólo lloraba y se llevaba los brazos a la tripa, incapaz de responder. Miró Iredia entonces a su alrededor. Su compatriota elfa y el grandullón la miraban, ella con gravedad y él confuso. El resto de padres abrazaban a sus hijos, buscando signos de la enfermedad y una excusa para estallar en cólera. La joven hizo entonces un gesto a Menelwie para que se acercase. Boomer también se acercó aun sin ser invitado.
-Me la llevo de aquí -le susurró una vez se aproximaron ambos. Miró entonces a Boomer y se calló lo que iba a decir en un principio- . Diles que me la llevo como prevención. Y gracias, compañera. Eimb dalla olosh -añadió con una sonrisa leve.
Era una frase que se solía usar en las plegarias a la diosa Imbar que significaba "que el bosque me ayude", un equivalente a "que sea lo que los dioses quieran". Y agarró a la niña en brazos, con toda la intención de largarse con ella por la puerta.
Iredia
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Re: Buenos días Señor Sol [Desafío]
El miembro 'Iredia' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Tyr
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Re: Buenos días Señor Sol [Desafío]
Boomer se rascó el mentón con la mano derecha como hacía la gente lista para pensar, como hacía Shappy (Shappy era la más lista). Boomer tenía muchas cosas qué pensar pero no sabía cómo hacerlo. Boomer había visto muchos hombres preguntar a nadie sobre las cosas que pensaban. Boomer imitó a los hombres con sus propias preguntas. Boomer no era muy listo. Boomer hacía su máximo esfuerzo para ser un hombre listo.
-Porque nueva elfa coger niña rubita- Las preguntas de Boomer no sonaban como las preguntas de las personas listas.
Menel escuchó la pregunta de Boomer. Menel poner mano en el hombro de Boomer para consolarle. Boomer no entendía que estaba pasando. Boomer se limitaba ver a la nueva elfa y a niña enferma salir de las puertas del refugio. La luz del Señor Sol entró por la puerta al abrirse.
- Nueva elfa y niña rubita no querer oír otro cuento.- Era otra pregunta. - Menel contar buenos cuentos. A Boomer gustar cuentos de Menel. No entender porque a otros no gustar- Boomer se cruzó de brazos.
El papá y la mamá de niña rubita estaban lejos de las puertas del refugio cuando nueva elfa las abrió. Papá y mamá de niña rubita quedaron sorprendidos y boquiabiertos al ver a su hija marchar.
-¡¿Dónde te la llevas, es nuestra hija?!- Dijo la mamá de niña rubita.
-Tu hija ha estado a punto de infectarnos a todo. Esos estornudos y esa tos no eran normales, querida. Bien que lo sabes y bien que lo has oído mejor que todos.- Era la mamá de otro niño.
-¿Qué insinúas?-
-No insinúo, afirmo: Tu hija estaba enferma y por poco nos mata a todos. Quién sabe si vosotros dos también lo estáis-.
-Nos estás acusando sin pruebas- Habló el papá de la niña rubito.
-Señores, por favor- Menel levantó las manos y la voz. Menel era muy guapa. A Boomer le gustaba Menel - Ya habéis escuchado a mí compañera. Ella es doctora, va a llevar a la niña a un buen lugar. Entre mi amiga y yo os hemos examinado a todos, solamente la niña estaba infectada- Boomer jamás vio a Menel y nueva elfa examinar a nadie en el refugio. Menel dijo una mentira. Boomer junto sus grandes manos en un solo puño y rezó al Dios que le enseñó el Padre Bueno para que Menel tuviera razón en su mentira - Mi amiga es una heroína, ha accedido a llevar a vuestra hija a un campo de alquimistas donde se está trabajando con una nueva cura. Es un viaje peligroso, no me hace falta explicaros lo rápido que se expande la enfermedad, lo sabéis bien y los niños no merecen escucharlo-.
* Iredia: Tienes buena mano con los niños (y con Boomer), quizás debes plantearte abrir una guardería.
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Maldición:Niña rubita
-Porque nueva elfa coger niña rubita- Las preguntas de Boomer no sonaban como las preguntas de las personas listas.
Menel escuchó la pregunta de Boomer. Menel poner mano en el hombro de Boomer para consolarle. Boomer no entendía que estaba pasando. Boomer se limitaba ver a la nueva elfa y a niña enferma salir de las puertas del refugio. La luz del Señor Sol entró por la puerta al abrirse.
- Nueva elfa y niña rubita no querer oír otro cuento.- Era otra pregunta. - Menel contar buenos cuentos. A Boomer gustar cuentos de Menel. No entender porque a otros no gustar- Boomer se cruzó de brazos.
El papá y la mamá de niña rubita estaban lejos de las puertas del refugio cuando nueva elfa las abrió. Papá y mamá de niña rubita quedaron sorprendidos y boquiabiertos al ver a su hija marchar.
-¡¿Dónde te la llevas, es nuestra hija?!- Dijo la mamá de niña rubita.
-Tu hija ha estado a punto de infectarnos a todo. Esos estornudos y esa tos no eran normales, querida. Bien que lo sabes y bien que lo has oído mejor que todos.- Era la mamá de otro niño.
-¿Qué insinúas?-
-No insinúo, afirmo: Tu hija estaba enferma y por poco nos mata a todos. Quién sabe si vosotros dos también lo estáis-.
-Nos estás acusando sin pruebas- Habló el papá de la niña rubito.
-Señores, por favor- Menel levantó las manos y la voz. Menel era muy guapa. A Boomer le gustaba Menel - Ya habéis escuchado a mí compañera. Ella es doctora, va a llevar a la niña a un buen lugar. Entre mi amiga y yo os hemos examinado a todos, solamente la niña estaba infectada- Boomer jamás vio a Menel y nueva elfa examinar a nadie en el refugio. Menel dijo una mentira. Boomer junto sus grandes manos en un solo puño y rezó al Dios que le enseñó el Padre Bueno para que Menel tuviera razón en su mentira - Mi amiga es una heroína, ha accedido a llevar a vuestra hija a un campo de alquimistas donde se está trabajando con una nueva cura. Es un viaje peligroso, no me hace falta explicaros lo rápido que se expande la enfermedad, lo sabéis bien y los niños no merecen escucharlo-.
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Maldición:Niña rubita
- Niña rubita:
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La niña rubita, la cual le puedes poner el nombre que deseas, te acompañará en los próximos cuatro turnos. Está muy enferma y empeora por momentos. De no encontrar una cura pronto, la niña morirá, irremediablemente, en el cuarto tema. Tu deber será cuidar de ella intentar salvarla o darle buena sepultura.
P.D: Si deseas cambiar la imagen de la niña, te doy opción a ello. Ella es toda tuya, su historia, físico, personalidad… todo te pertenece.
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