Mi pequeño pajarito [Desafío]
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Mi pequeño pajarito [Desafío]
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¿Quién lo diría, verdad? El humor más fácil, el que residía en la ironía, era el que mejor describía a este humilde hombre pájaro. Aunque no fuera muy adepto al sencillo humor de la ironía, tenía que reconocerlo, el mismo sonreía con una tímida risa apenas inaudible cada vez que entraba en la pajarera. Un pájaro con una pajarera. ¿Qué Dios se le había ocurrido semejante patraña?
Vardagen era un hombre bestia, un búho, para ser más exactos. Había dedicado la mitad de su vida a leer todo tipo de libros y, la otra mitad, al cuidado de las aves. Cada vez que encontraba un pájaro herido o que necesite de sus cuidados: una paloma que había sido apedreada por unos niños o un nido con polluelas cuya madre había sido devorado por un gato; lo cogía con cuidado y lo llevaba a su gran casa. Lo ideal fuera que pudiera liberar a las aves a los pocos días de haberlas salvado. Pero no siempre podía hacerlo. O el trauma era muy grande o eran las heridas lo que impedían que el pájaro volviera a vivir en libertad. Pero, el hogar de Vardagen estaba preparado para todos los imprevistos que pudieran sucederle. Algunas habitaciones, sobre todo las del piso superior, estaban hechas de finos barrotes de hierro en lugar de paredes. Igual que las de una jaula de para pájaros. Era más sencillo y cómodo para él y todas las aves que acogía en su casa, de esta forma podía sentir mucho mejor el viento del exterior y el calor del sol. Los constructores parecieron enloquecer en carcajadas cuando Vardagen les indicó, pasó por pasó, cómo quería las habitaciones de su hogar. “Ésta dormitorio con muebles y paredes. No, éste que no lleve nada, lo dejaremos para los pájaros. Media cocina con paredes, techo, estanterías y fogones y la otra media con solo dos cubos (para el agua y para el alpiste) colgando de los finos barrotes de hierro que servirían como de techo y paredes.” La ironía de ver a un hombre búho viviendo en un hogar que era mitad pajarera era tan grande como la que resultaba de ver a un hombre búho ayudando a otras aves.
Con una sonrisa entre los labios (picos), el hombre búho entraba por las puertas de su casa (pajarera). Las aves comenzaron a revolotear por su cabeza feliz al ver los dos sacos cargados de frutos secos que llevaba el cuidador. Les encantaba la comida que traía Vardagen y ,volvamos a la misma ironía de la que nunca hemos abandonado, a él también le gustaba. Las pasas eran su comida favorita y las pasas eran los frutos que primero en desaparecer cuando las aves comenzaban a comer.
Vardagen dejó los cubos de frutos secos en alto, el primero en una de las habitaciones (con barrotes) de la parte Oeste de la de la casa (pajarera) y el segundo en una de las habitaciones (sin barrotes) de la parte Este. En esta segunda habitación se encontraban los pájaros que había encontrado más heridos. Aquellos que, por sus propias fuerzas, poco podrían hacer más que piar y aletear las alas con la intención de volar. Ya fuera por costumbre o por compasión, Vardagen, siempre que tenía que entrar en la habitación de los enfermos se dejaba la puerta abierta.
Mientras comían, contaba las aves una a una y se fascinaba por la rápida recuperación que habían tenido. ¡Cuando recogió a ese pobre pedinguí apenas podía moverse! El pequeñajo, que ya no era tan pequeño, no paraba de dar botes de un lado a otro buscando las pasas que Vardagen no se comió por su cuenta. La fuerza de voluntad no era algo que caracterizase al hombre búho.
Dicha falta de fuerza de voluntad fue la causante de que, al salir de la casa (pajarera) Vargagen llevase en su hombro al pequeño pedinguí para que le acompañase en su paseo por Baslodia.Un paseo que, irónicamente, siempre acababa en alguna tienda comprando más cubos con frutos secos o salvando a otro malherido pajarito.
Bienvenido salvador de aves: Estás en Baslodia aunque, debo señalar que no me importa cómo has llegado ahí, por mi parte no seré estricta con tu cronología. En este desafío te cruzarás con el cándido hombre búho. Historias no le faltan al buen hombre; es por tanto que, en este primer turno, tu objetivo será inventar la historia de cómo Vardagen rescató al pequeño pedinguí.
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Vardagen era un hombre bestia, un búho, para ser más exactos. Había dedicado la mitad de su vida a leer todo tipo de libros y, la otra mitad, al cuidado de las aves. Cada vez que encontraba un pájaro herido o que necesite de sus cuidados: una paloma que había sido apedreada por unos niños o un nido con polluelas cuya madre había sido devorado por un gato; lo cogía con cuidado y lo llevaba a su gran casa. Lo ideal fuera que pudiera liberar a las aves a los pocos días de haberlas salvado. Pero no siempre podía hacerlo. O el trauma era muy grande o eran las heridas lo que impedían que el pájaro volviera a vivir en libertad. Pero, el hogar de Vardagen estaba preparado para todos los imprevistos que pudieran sucederle. Algunas habitaciones, sobre todo las del piso superior, estaban hechas de finos barrotes de hierro en lugar de paredes. Igual que las de una jaula de para pájaros. Era más sencillo y cómodo para él y todas las aves que acogía en su casa, de esta forma podía sentir mucho mejor el viento del exterior y el calor del sol. Los constructores parecieron enloquecer en carcajadas cuando Vardagen les indicó, pasó por pasó, cómo quería las habitaciones de su hogar. “Ésta dormitorio con muebles y paredes. No, éste que no lleve nada, lo dejaremos para los pájaros. Media cocina con paredes, techo, estanterías y fogones y la otra media con solo dos cubos (para el agua y para el alpiste) colgando de los finos barrotes de hierro que servirían como de techo y paredes.” La ironía de ver a un hombre búho viviendo en un hogar que era mitad pajarera era tan grande como la que resultaba de ver a un hombre búho ayudando a otras aves.
Con una sonrisa entre los labios (picos), el hombre búho entraba por las puertas de su casa (pajarera). Las aves comenzaron a revolotear por su cabeza feliz al ver los dos sacos cargados de frutos secos que llevaba el cuidador. Les encantaba la comida que traía Vardagen y ,volvamos a la misma ironía de la que nunca hemos abandonado, a él también le gustaba. Las pasas eran su comida favorita y las pasas eran los frutos que primero en desaparecer cuando las aves comenzaban a comer.
Vardagen dejó los cubos de frutos secos en alto, el primero en una de las habitaciones (con barrotes) de la parte Oeste de la de la casa (pajarera) y el segundo en una de las habitaciones (sin barrotes) de la parte Este. En esta segunda habitación se encontraban los pájaros que había encontrado más heridos. Aquellos que, por sus propias fuerzas, poco podrían hacer más que piar y aletear las alas con la intención de volar. Ya fuera por costumbre o por compasión, Vardagen, siempre que tenía que entrar en la habitación de los enfermos se dejaba la puerta abierta.
Mientras comían, contaba las aves una a una y se fascinaba por la rápida recuperación que habían tenido. ¡Cuando recogió a ese pobre pedinguí apenas podía moverse! El pequeñajo, que ya no era tan pequeño, no paraba de dar botes de un lado a otro buscando las pasas que Vardagen no se comió por su cuenta. La fuerza de voluntad no era algo que caracterizase al hombre búho.
Dicha falta de fuerza de voluntad fue la causante de que, al salir de la casa (pajarera) Vargagen llevase en su hombro al pequeño pedinguí para que le acompañase en su paseo por Baslodia.Un paseo que, irónicamente, siempre acababa en alguna tienda comprando más cubos con frutos secos o salvando a otro malherido pajarito.
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Bienvenido salvador de aves: Estás en Baslodia aunque, debo señalar que no me importa cómo has llegado ahí, por mi parte no seré estricta con tu cronología. En este desafío te cruzarás con el cándido hombre búho. Historias no le faltan al buen hombre; es por tanto que, en este primer turno, tu objetivo será inventar la historia de cómo Vardagen rescató al pequeño pedinguí.
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Sigel
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Re: Mi pequeño pajarito [Desafío]
La vida da vueltas inesperadas, por tercera vez en el año el mercenario regresaba a Baslodia después de unas cortas “vacaciones” en territorio elfico, decidió ir a visitar a un amigo que hizo por aquella zona cuando de pronto se encontró con una escena tan curiosa como lamentable.
Un par de bandidos intimidando a un hombre búho que ocultaba entre sus manos, o garras, algo pequeño que esos tipos parecían querer sacarle, uno de los hombres era grande, fornido calvo y con unos cuantos dientes faltantes acompañado de otro sujeto, más escuálido y bajito, cuya imagen y voz estridente recordaba a un goblin acompañando a un orco estúpido, que ocultaba su rostro en una capucha.
El espadachín no era exactamente un hombre con alto sentido de justicia, tomando en cuenta que trabajaba como mercenario, pero tenía ciertos “estándares” de auto respeto como para no caer tan bajo volviéndose un vulgar ladrón que usara su acero para sacarle la poca miseria que cargaba un campesino de poca monta –entréganoslo- bramo el grandote con un tono que se volvía cada vez más agresivo –dánoslo por las buenas o tendremos que desplumarte a ti también!- agrego el bajito con su irritante voz, mientras el hombre búho retrocedía encorvando con sus extremidades cerradas a cualquier tesoro que intentara proteger negando con la cabeza.
La necia resistencia del búho termino de quitarle la poca paciencia que el calvo tenia por su infortunada víctima sacando de sus ropas una robusta porra de madera reforzada con placas y pinchos de hierro en el extremo, que levanto por encima de si cabeza como última advertencia de que entregara cualquier tesoro que tuviese o que pagaría las consecuencias, al ver que el hombre bestia no cedía el maleante se decidió a darle una lección de una vez por todas, desatando un poderoso de su arma en contra del pobre desgraciado.
Al bajar su porra el bandido se da cuenta que es interrumpida y rápidamente sacada de su trayectoria por obra de un hacha de mano que sostenía el guerrero en cuestión que hasta ese momento había permanecido como espectador, antes de que el robusto hombre pudiese reaccionar, una daga empuñada por la mano izquierda de dicho espadachín se clavó debajo de su barbilla, provocando que este suelte su arma en un vano intento de alcanzar su herida con sus manos cuando el hacha de su inesperado oponente se clavó en su pecho terminando con su vida, por sorpresa de todos en el lugar, incluyendo al compañero de este que inmediatamente saco su daga para sacar una certera puñalada a traición en el intento de vengar a su compañero, o sacar el mejor provecho de la situación posible, sin embargo su esfuerzo fue encontrado con un fuerte golpe de hacha en la cien que lo mato al instante y un segundo y tercer golpe al cuello de parte del guerrero solo para estar seguro.
El hombre búho miraba impactado como el espadachín que salvo su vida limpiaba la sangre de su arma usando uno de los pedazos de la ropa del bajito y revisaba sus cadáveres por cualquier cosa que valiera la pena solo sacando la porra del grandote y la daga del pequeño como algo que valiera la pena vender –gracias por salvarnos extraño- dijo el búho con un tono gentil –“salvarlos”?- pregunto el mercenario confundido, a lo que el búho respondió mostrando el color odio pajarito que ocultaba entre sus garras –mi nombre es Vargagen, soy un cuidador de pájaros, encontré a este pequeño hace unos meses herido por un dardo de unos cazadores, los mismos que seguramente mataron a sus padres para poder vender las pequeñas joyas que crecen en su cuerpo, lo he cuidado desde entonces- dijo mientras el pequeñín se volvía a montar en su hombro –y que te hace pensar que no soy como esos matones de antes? Que solo los despache para quedarme con cualquier cosa de valor que cargues?- pregunto el guerrero apuntándole al hombre pájaro con el arma del bandido caído –porque a diferencia de estos dos pusilánimes un joven con tanta destreza en las armas como tú no tiene motivo para caer tan bajo como para despojar a alguien como yo de lo poco de valor que tenga con tal de subsistir.
La respuesta de Varganger avergonzó un poco al joven mercenario que bajo el arma y se rascaba la cabeza con la otra mano mientras soltaba un suspiro –me diste tu nombre pero yo no te di el mío a cambio- dijo el espadachín con un tono casi rallando a lo tímido –me llaman Klinge, soy un mercenario- a lo que el búho respondió –bueno Klinge, déjame recompensarte por lo que has hecho por nosotros.- decía el sonriente cuidador de pájaros mientras guiaba al joven guerrero al interior de la ciudad.
Un par de bandidos intimidando a un hombre búho que ocultaba entre sus manos, o garras, algo pequeño que esos tipos parecían querer sacarle, uno de los hombres era grande, fornido calvo y con unos cuantos dientes faltantes acompañado de otro sujeto, más escuálido y bajito, cuya imagen y voz estridente recordaba a un goblin acompañando a un orco estúpido, que ocultaba su rostro en una capucha.
El espadachín no era exactamente un hombre con alto sentido de justicia, tomando en cuenta que trabajaba como mercenario, pero tenía ciertos “estándares” de auto respeto como para no caer tan bajo volviéndose un vulgar ladrón que usara su acero para sacarle la poca miseria que cargaba un campesino de poca monta –entréganoslo- bramo el grandote con un tono que se volvía cada vez más agresivo –dánoslo por las buenas o tendremos que desplumarte a ti también!- agrego el bajito con su irritante voz, mientras el hombre búho retrocedía encorvando con sus extremidades cerradas a cualquier tesoro que intentara proteger negando con la cabeza.
La necia resistencia del búho termino de quitarle la poca paciencia que el calvo tenia por su infortunada víctima sacando de sus ropas una robusta porra de madera reforzada con placas y pinchos de hierro en el extremo, que levanto por encima de si cabeza como última advertencia de que entregara cualquier tesoro que tuviese o que pagaría las consecuencias, al ver que el hombre bestia no cedía el maleante se decidió a darle una lección de una vez por todas, desatando un poderoso de su arma en contra del pobre desgraciado.
Al bajar su porra el bandido se da cuenta que es interrumpida y rápidamente sacada de su trayectoria por obra de un hacha de mano que sostenía el guerrero en cuestión que hasta ese momento había permanecido como espectador, antes de que el robusto hombre pudiese reaccionar, una daga empuñada por la mano izquierda de dicho espadachín se clavó debajo de su barbilla, provocando que este suelte su arma en un vano intento de alcanzar su herida con sus manos cuando el hacha de su inesperado oponente se clavó en su pecho terminando con su vida, por sorpresa de todos en el lugar, incluyendo al compañero de este que inmediatamente saco su daga para sacar una certera puñalada a traición en el intento de vengar a su compañero, o sacar el mejor provecho de la situación posible, sin embargo su esfuerzo fue encontrado con un fuerte golpe de hacha en la cien que lo mato al instante y un segundo y tercer golpe al cuello de parte del guerrero solo para estar seguro.
El hombre búho miraba impactado como el espadachín que salvo su vida limpiaba la sangre de su arma usando uno de los pedazos de la ropa del bajito y revisaba sus cadáveres por cualquier cosa que valiera la pena solo sacando la porra del grandote y la daga del pequeño como algo que valiera la pena vender –gracias por salvarnos extraño- dijo el búho con un tono gentil –“salvarlos”?- pregunto el mercenario confundido, a lo que el búho respondió mostrando el color odio pajarito que ocultaba entre sus garras –mi nombre es Vargagen, soy un cuidador de pájaros, encontré a este pequeño hace unos meses herido por un dardo de unos cazadores, los mismos que seguramente mataron a sus padres para poder vender las pequeñas joyas que crecen en su cuerpo, lo he cuidado desde entonces- dijo mientras el pequeñín se volvía a montar en su hombro –y que te hace pensar que no soy como esos matones de antes? Que solo los despache para quedarme con cualquier cosa de valor que cargues?- pregunto el guerrero apuntándole al hombre pájaro con el arma del bandido caído –porque a diferencia de estos dos pusilánimes un joven con tanta destreza en las armas como tú no tiene motivo para caer tan bajo como para despojar a alguien como yo de lo poco de valor que tenga con tal de subsistir.
La respuesta de Varganger avergonzó un poco al joven mercenario que bajo el arma y se rascaba la cabeza con la otra mano mientras soltaba un suspiro –me diste tu nombre pero yo no te di el mío a cambio- dijo el espadachín con un tono casi rallando a lo tímido –me llaman Klinge, soy un mercenario- a lo que el búho respondió –bueno Klinge, déjame recompensarte por lo que has hecho por nosotros.- decía el sonriente cuidador de pájaros mientras guiaba al joven guerrero al interior de la ciudad.
- Nota:
- esta es la mejor historia que se me podía ocurrir, perdón si puse mas énfasis a como se conocieron los dos personajes a como es que el búho termino cuidando del pajarito.
Klinge
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Re: Mi pequeño pajarito [Desafío]
Pronto llegaron al edificio que era mitad casa, mitad jaula para pájaros y mitad refugio para aves. ¿Tres mitades en un mismo edificio? Sonaba como si fuera algo descabellado, y tal lo vez lo fuera. Se ha de decir que Vargagen no destacaba por ser un hombre, precisamente, cabellado. Todo lo contrario. En una tierra donde la gente miraba a la suelo con tal de asegurarse que sus cultivos crecieran sanos, el hombre búho miraba al cielo por un motivo descabellado que las personas cabelladas no comprendían. Y el cabellado que lo encabellase buen cabellador sería. Ese vulgar y ridículo juego de palabras hizo que apareciese una tímida sonrisa en el pico de Vargagen. El pánico por casi perder a su pequeño pajarito, el cual era más importante que su vida, había desaparecido por completo en el mismo momento que vio los barrotes de su hogar y se preguntó qué descabellado incabellable sería capaz de igualar una creación cómo aquella.
Preocuparse más por unos pequeños pajaritos que por su propia vida era un acto (descabellado) de nobleza. Ignorar su vida a cambio de salvar a unas pocas aves, una locura. Vargagen era presa de esa locura. No podía escapar de su demencia, le apresaba como si fueran los barrotes de su casa-jaula. Chiflado era otra gran palabra para poder describir, casi tan buena como descabellado. Le pareció extraño que ni los matones ni su querido salvador se la hubieran dicho. ¡Tranquilos! Ya estaba él para recordarse lo chiflado que era y sonreír con unos malos juegos de palabras con tal de olvidar los barrotes metafóricos que le apresaban. ¡Chiflado!
-¡Voilá! A primera vista, una morada donde se debaten problemas ociosos y ominosos referidos al maltratado de las aves y el pecado del cielo. Aquí,- se señaló así mismo - su humilde habitante: un veterano de vodevil que es, a su vez, una sátira de lo que quiere y pretende llegar a ser cuando el telón de su vida caiga y los colores de su función se difuminen bajo una sombra cálida revestida por la dedicación a tratar un problema que a nadie le interesa-.
A Vargagen le encantaba el teatro. Era su segunda obsesión, si es que el cuidado de las aves se puede considerar como tal. Después de ver una función, sea de teatro, ópera o una vulgar representación callejera hecha por marionetas, el búho, al llegar a casa, repetía cada escena a sus pájaros para que ellos también disfrutasen del espectáculo que él había visto. Si tuviera amigos, se hubieran aburrido de la pulcra, detestable y descabellada manera que Vargagen tenía para hablar.
-La verdad, esta vichysoisse de verborrea se está volviendo muy verbosa. Solo añadiré que es un verdadero placer conocerte y que puedes llamarme Var.-
En lo más hondo de su ser sentía lástima por Klinge. No fue suficiente con enfrentarse a los malvados delincuentes que atormentaban a Var que, ahora, tenía que enfrentarse a la enrevesada y odiable forma de hablar que el búho tenía.
Sin nada más que añadir, abrió la puerta de su casa y descubrió la horrible escena que daba fin al segundo acto de la función y daba pie al tercero: “Venganza”. Las jaulas estaban destrozadas y los pájaros revoloteaban de un lado a otro por todas las salas escapando de una figura que, en pie con una espada en mano, les intentaba cazar como si lo que sostuviera fuera un cazamariposas. El atacante no era un desconocido para Var, era el cuarto de los hombres que con anterioridad le había atacado. Éste había tenido la suerte de escapar antes de ver a Klinge. Si su nuevo amigo brindaba un espectáculo tan maravilloso, a la vez que grotesco, como el que había mostrado antes, el cuarto hombre no tendría muchas posibilidades para escapar.
Klinge: Antes de empezar, deseo disculparme. Llevo una semana horrible en la que no he podido hacer prácticamente nada. Han sido unos días realmente agotadores. Sí, cierto es que en veinte minutos podía haberte contestado. Pero, soy bastante meticulosa y preciosa dedicar cierto tiempo a hacer un buen post en el que todos lo pasemos bien que hacer algo rápido. ¿No crees?
Sinceramente, al introducir tú los villanos me rompiste un poco la trama que tenía pensada. El primer punto era contar la historia del pajarito y la segunda los malos. ¡No importa! Bendita sea la improvisación. Te he puesto otro malo a quien puedes y debes dar una paliza. Ese es uno de tus objetivos, el segundo, y el más complicado, es el de devolver a los pajaritos que han escapado cada uno a su jaula. Recuerda que el siguiente será tu último post.
Como nota final: El personaje de Vargagen me ha resultado muy divertido y muy cómodo de usar. Si a ti también te gusta, quizás lo añada a mi lista de personajes Masters. Depende de cuánto lo disfrutes en el siguiente post.
Preocuparse más por unos pequeños pajaritos que por su propia vida era un acto (descabellado) de nobleza. Ignorar su vida a cambio de salvar a unas pocas aves, una locura. Vargagen era presa de esa locura. No podía escapar de su demencia, le apresaba como si fueran los barrotes de su casa-jaula. Chiflado era otra gran palabra para poder describir, casi tan buena como descabellado. Le pareció extraño que ni los matones ni su querido salvador se la hubieran dicho. ¡Tranquilos! Ya estaba él para recordarse lo chiflado que era y sonreír con unos malos juegos de palabras con tal de olvidar los barrotes metafóricos que le apresaban. ¡Chiflado!
-¡Voilá! A primera vista, una morada donde se debaten problemas ociosos y ominosos referidos al maltratado de las aves y el pecado del cielo. Aquí,- se señaló así mismo - su humilde habitante: un veterano de vodevil que es, a su vez, una sátira de lo que quiere y pretende llegar a ser cuando el telón de su vida caiga y los colores de su función se difuminen bajo una sombra cálida revestida por la dedicación a tratar un problema que a nadie le interesa-.
A Vargagen le encantaba el teatro. Era su segunda obsesión, si es que el cuidado de las aves se puede considerar como tal. Después de ver una función, sea de teatro, ópera o una vulgar representación callejera hecha por marionetas, el búho, al llegar a casa, repetía cada escena a sus pájaros para que ellos también disfrutasen del espectáculo que él había visto. Si tuviera amigos, se hubieran aburrido de la pulcra, detestable y descabellada manera que Vargagen tenía para hablar.
-La verdad, esta vichysoisse de verborrea se está volviendo muy verbosa. Solo añadiré que es un verdadero placer conocerte y que puedes llamarme Var.-
En lo más hondo de su ser sentía lástima por Klinge. No fue suficiente con enfrentarse a los malvados delincuentes que atormentaban a Var que, ahora, tenía que enfrentarse a la enrevesada y odiable forma de hablar que el búho tenía.
Sin nada más que añadir, abrió la puerta de su casa y descubrió la horrible escena que daba fin al segundo acto de la función y daba pie al tercero: “Venganza”. Las jaulas estaban destrozadas y los pájaros revoloteaban de un lado a otro por todas las salas escapando de una figura que, en pie con una espada en mano, les intentaba cazar como si lo que sostuviera fuera un cazamariposas. El atacante no era un desconocido para Var, era el cuarto de los hombres que con anterioridad le había atacado. Éste había tenido la suerte de escapar antes de ver a Klinge. Si su nuevo amigo brindaba un espectáculo tan maravilloso, a la vez que grotesco, como el que había mostrado antes, el cuarto hombre no tendría muchas posibilidades para escapar.
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Klinge: Antes de empezar, deseo disculparme. Llevo una semana horrible en la que no he podido hacer prácticamente nada. Han sido unos días realmente agotadores. Sí, cierto es que en veinte minutos podía haberte contestado. Pero, soy bastante meticulosa y preciosa dedicar cierto tiempo a hacer un buen post en el que todos lo pasemos bien que hacer algo rápido. ¿No crees?
Sinceramente, al introducir tú los villanos me rompiste un poco la trama que tenía pensada. El primer punto era contar la historia del pajarito y la segunda los malos. ¡No importa! Bendita sea la improvisación. Te he puesto otro malo a quien puedes y debes dar una paliza. Ese es uno de tus objetivos, el segundo, y el más complicado, es el de devolver a los pajaritos que han escapado cada uno a su jaula. Recuerda que el siguiente será tu último post.
Como nota final: El personaje de Vargagen me ha resultado muy divertido y muy cómodo de usar. Si a ti también te gusta, quizás lo añada a mi lista de personajes Masters. Depende de cuánto lo disfrutes en el siguiente post.
Sigel
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Re: Mi pequeño pajarito [Desafío]
Aviso
Son muchos los meses que he estado esperando una respuesta en este tema o una explicación sobre tu ausencia. Lo siento, mi paciencia tiene un límite. Tienes tres días para enviarme un mp y decirme si vas a poder continuar el tema en un futuro; no me importa pausarlo si es que vas a regresar. Si no recibo ningún mp, ofreceré el tema a otro usuario para que lo termine. Hay muchos que tienen muchas ganas de participar en temas como este.
Además, recuerda que el abandono se sanciona con 3puntos de experiencia.
A petición de Klinge, se cierra este tema.
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