Lo que no cura un invierno. [Privado]
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Lo que no cura un invierno. [Privado]
La carreta llegó a Ulmer, las moscas rodeaban la madera ensangrentada emitiendo un zumbido insoportable para los porteadores, quienes habían tomado las riendas de ambos caballos y se disponían a abrirse paso por las calles de Ulmer cargados con las presas y Brendarid, quien reposaba sobre los demás cuerpos inertes. El frío ya había conseguido congelar algunas partes, facilitando la tarea de conservación a los carniceros del poblado. Wadin se frotó aliviado la frente una vez las ruedas del carro pasaron las puertas de la empalizada de Ulmer y se abrieron paso entre el fango. Acomodó el sombrero de pelo con orejeras que le aislaba, en parte, del frío y se rascó la enorme nariz que había adquirido un tono rojizo, al igual que sus mofletes.
-¡Rose! -Alcanzó a gritar una vez hubo llegado a la puerta del gran salón, desde donde habían partido la mañana anterior. La enorme puerta de madera se encontraba entreabierta, pero no se escuchaba nada ni a nadie dentro.
Unas millas más allá de Ulmer, Nana había hecho de avanzadilla para los suyos con el fin de asegurarse de que no hubieran más trampas en su camino de regreso a casa, que aunque corto, había sido bastante satisfactorio por el número de presas robadas… Y cazadas. El tacto de la nieve bajo sus almohadillas parecía no importarle, exhorta en seguir el rastro entre los acantilados, la líder había incluso perdido la noción del tiempo. En qué momento se le había ocurrido a Brendarid aparecer en mitad de una helada como aquella.
Había dejado a los demás atrás, pero no lo suficientemente atrás para no sentirles pisándole los tobillos, lo suficiente para saber que ellos estaban bien. La seguridad de los suyos era lo más importante, sobre todas las cosas y personas. O eso quería pensar, y eso quería imponerse.
Le pareció que habían pasado semanas, meses, cuando llegó a las puertas de Ulmer corrió con las fuerzas que le quedaban hasta el gran salón.
Allí, Alec y Leo habían ayudado a los carniceros a transportar las piezas al matadero más cercano con el fin de despiezarlas para conservar una parte y poder sobrevivir al invierno. Rose, con ayuda de Wadin, había entrado al inconsciente Brendarid hasta el gran salón, dejándolo sobre la mesa para tratar la herida.
-Sin lugar a dudas parece que llevaba una pequeña dosis de veneno…-Decía Rose agachada sobre él, inspeccionando la herida del muslo del hombre, a quien habían dejado sobre la mesa del gran salón boca arriba cubierto de pieles.
Una luz cegadora entró por la puerta del gran salón, y la figura negra entró voraz a la escena, tan rápido que la metamorfosis de animal a humano casi no se podía discernir si ambas formas habían sido producto de un mismo ser. Los ojos amarillos de la loba se clavaron, casi instintivamente, en Brendarid. Tomó aire, e intentó marcar la indiferencia que le pedía su estatus. No se paró frente a la mesa, siquiera preguntó cómo se encontraba, si era grave…
Sus pies anduvieron pasando de largo a los presentes hasta perderse en su alcoba, donde tomó una camisa de lino y unos pantalones de cuero y se los ciñó a gran velocidad, como si el mundo dependiera de ello. Para luego, salir fingiendo la misma indiferencia que cuando había entrado.
-¿Cómo estás? -Preguntó la loba al adormilado Brendarid, esperando, aunque fuera, un gruñido, mientras se sentaba en un taburete junto a Rose.
-Está bien, solo lleva algo de somnífero para bestias. -Apuntó Rose apretando levemente la flecha del muslo, estudiándolo.- A ver cómo se la puedo quitar sin dejar la punta dentro… -Añadió, quizá más para ella que para la líder, quien apoyó ambos codos en la mesa donde reposaba el licántropo.
-¡Rose! -Alcanzó a gritar una vez hubo llegado a la puerta del gran salón, desde donde habían partido la mañana anterior. La enorme puerta de madera se encontraba entreabierta, pero no se escuchaba nada ni a nadie dentro.
Unas millas más allá de Ulmer, Nana había hecho de avanzadilla para los suyos con el fin de asegurarse de que no hubieran más trampas en su camino de regreso a casa, que aunque corto, había sido bastante satisfactorio por el número de presas robadas… Y cazadas. El tacto de la nieve bajo sus almohadillas parecía no importarle, exhorta en seguir el rastro entre los acantilados, la líder había incluso perdido la noción del tiempo. En qué momento se le había ocurrido a Brendarid aparecer en mitad de una helada como aquella.
Había dejado a los demás atrás, pero no lo suficientemente atrás para no sentirles pisándole los tobillos, lo suficiente para saber que ellos estaban bien. La seguridad de los suyos era lo más importante, sobre todas las cosas y personas. O eso quería pensar, y eso quería imponerse.
Le pareció que habían pasado semanas, meses, cuando llegó a las puertas de Ulmer corrió con las fuerzas que le quedaban hasta el gran salón.
Allí, Alec y Leo habían ayudado a los carniceros a transportar las piezas al matadero más cercano con el fin de despiezarlas para conservar una parte y poder sobrevivir al invierno. Rose, con ayuda de Wadin, había entrado al inconsciente Brendarid hasta el gran salón, dejándolo sobre la mesa para tratar la herida.
-Sin lugar a dudas parece que llevaba una pequeña dosis de veneno…-Decía Rose agachada sobre él, inspeccionando la herida del muslo del hombre, a quien habían dejado sobre la mesa del gran salón boca arriba cubierto de pieles.
Una luz cegadora entró por la puerta del gran salón, y la figura negra entró voraz a la escena, tan rápido que la metamorfosis de animal a humano casi no se podía discernir si ambas formas habían sido producto de un mismo ser. Los ojos amarillos de la loba se clavaron, casi instintivamente, en Brendarid. Tomó aire, e intentó marcar la indiferencia que le pedía su estatus. No se paró frente a la mesa, siquiera preguntó cómo se encontraba, si era grave…
Sus pies anduvieron pasando de largo a los presentes hasta perderse en su alcoba, donde tomó una camisa de lino y unos pantalones de cuero y se los ciñó a gran velocidad, como si el mundo dependiera de ello. Para luego, salir fingiendo la misma indiferencia que cuando había entrado.
-¿Cómo estás? -Preguntó la loba al adormilado Brendarid, esperando, aunque fuera, un gruñido, mientras se sentaba en un taburete junto a Rose.
-Está bien, solo lleva algo de somnífero para bestias. -Apuntó Rose apretando levemente la flecha del muslo, estudiándolo.- A ver cómo se la puedo quitar sin dejar la punta dentro… -Añadió, quizá más para ella que para la líder, quien apoyó ambos codos en la mesa donde reposaba el licántropo.
Nana
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Re: Lo que no cura un invierno. [Privado]
No sabía si habían pasado horas, días o semanas, lo único que podía sentir era el sudor frío por todo su cuerpo y unas voces que sonaban lejanas. Trató de abrir los ojos inútilmente los ojos, sus extremidades tampoco le respondían. Cuando poco a poco recuperó la consciencia, se percató de que estaba dentro del gran salón de Ulmer.
¿Qué había pasado? lo último que recordaba era haber salido a cazar, un golpe seco en la pierna y oscuridad. Veneno, posiblemente. No era en absoluto el desenlace esperado, ni la mejor manera de presentarse tras una larga ausencia. Sería difícil hacerlo peor, la verdad. Notaba como el calor volvía lentamente a sus manos, y ya era capaz de entreabrir los ojos, aunque le costaba todavía identificar formas. Ahora sí que iba a ser complicado el librarse de una buena bronca.
Notó la inconfundible presencia de Nana, acababa de pasar a su lado. Pronto tendría que darle explicaciones, y esta vez no podría huir con una flecha en la pierna. A medida que volvía al mundo real, más desearía una flecha envenenada en la otra pierna.
Escuchó la voz de Nana preguntándole cómo estaba. Su voz sonaba con un ligero eco que desaparecía a medida que intentaba abrir los ojos. Lo primero que pudo distinguir fue la brillante melena negra. Sonrió ligeramente.
-¿Estoy muerto?
En cuanto consiguió hablar, su mente se ubicó muchísimo más. Tenía una flecha clavada en la pierna, puede que no volviese a correr nunca más. Esa idea pasó fugazmente por su cabeza, pero la apartó de inmediato con facilidad porque el veneno estaba dejando de hacer efecto y un intenso dolor empezaba a subirle por la extremidad lentamente.
¿Qué había pasado? lo último que recordaba era haber salido a cazar, un golpe seco en la pierna y oscuridad. Veneno, posiblemente. No era en absoluto el desenlace esperado, ni la mejor manera de presentarse tras una larga ausencia. Sería difícil hacerlo peor, la verdad. Notaba como el calor volvía lentamente a sus manos, y ya era capaz de entreabrir los ojos, aunque le costaba todavía identificar formas. Ahora sí que iba a ser complicado el librarse de una buena bronca.
Notó la inconfundible presencia de Nana, acababa de pasar a su lado. Pronto tendría que darle explicaciones, y esta vez no podría huir con una flecha en la pierna. A medida que volvía al mundo real, más desearía una flecha envenenada en la otra pierna.
Escuchó la voz de Nana preguntándole cómo estaba. Su voz sonaba con un ligero eco que desaparecía a medida que intentaba abrir los ojos. Lo primero que pudo distinguir fue la brillante melena negra. Sonrió ligeramente.
-¿Estoy muerto?
En cuanto consiguió hablar, su mente se ubicó muchísimo más. Tenía una flecha clavada en la pierna, puede que no volviese a correr nunca más. Esa idea pasó fugazmente por su cabeza, pero la apartó de inmediato con facilidad porque el veneno estaba dejando de hacer efecto y un intenso dolor empezaba a subirle por la extremidad lentamente.
Brendarid
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Re: Lo que no cura un invierno. [Privado]
“¿Estoy muerto?” Esas fueron las únicas palabras que alcanzó a decir, la ceja de Nana se arqueó exageradamente en un gesto de incomprensión. Rose la miró por unos segundos antes de volver a tomar la flecha con ambas manos.
-No, pero cuando pase el efecto del sedante querrás estarlo.- Apuntó con agudeza la bruja.
Sostuvo con fuerza la madera de la flecha con ambas manos, miró a la líder por un segundo y asintió. La loba se levantó tomando las muñecas de Brendarid, sus ojos se desviaron por un momento hacia los suyos, pero pronto evitó cualquier otro tipo de contacto visual. La bruja estiró con todas sus fuerzas hacia arriba la flecha, desgarrando parte de la herida que ya había hecho la flecha al impactar contra el músculo. Nana se levantó para auxiliar a su amiga, taponando la herida con un trozo de tela mientras la pelirroja observaba la flecha con detenimiento.
-Está entera.- Sentenció dejándola sobre un cuenco de madera junto a una pequeña mesa llena de ungüentos.
-Belladona.-Exigió la loba extendiendo el brazo con el que no presionaba la herida del lobo.
Rose tomó un pequeño recipiente de cristal que alcanzó a Nana, quien dejó caer un par de gotas sobre la herida, y después, lo colocó frente a su nariz con el fin de que lo inhalase. La bruja tomó el puesto de la líder y tras aplicar varios malolientes ungüentos sobre la herida abierta, le vendó con gasas de lino.
El único sonido que invadía la estancia era el chisporroteo de las llamas consumiendo la madera del hogar que brillaba en mitad del salón entre un montón de pieles y bancos de madera. Cada músculo d ella loba estaba en tensión, podía notar chirriar sus muelas unas contra otras. ¿Qué debía de hacer? Su deber era salir de allí, atender a todos y cada uno de los desamparados, atender a su gente, y sin embargo su mente se había enclaustrado allí, tras las puertas de madera del gran salón. Los ojos ambarinos de la loba se posaron en el hilo de luz que salía de la puerta que daba a la calle principal, indecisa.
-Quédate, necesitas descansar tú también.-Dijo la bruja recogiendo todo el arsenal de ungüentos y pócimas, luego posó su mano suavemente sobre el hombro de la loba, el cual apretó a modo de saludo. Aquella peculiar manera de decir “Me alegro de que estés bien”.
Nana asintió, aunque su voz de líder se hacía escuchar en su cabeza, invitándola a salir y a seguir ayudando. Pero había otra voz, una voz que había quedado sepultada bajo una nueva Nana, una líder templada y sosegada muy alejada de aquella bestia de instintos primarios. Aquella le alentaba a quedarse, a volver a sentir. Negó con la cabeza un par de veces, sentándose de nuevo en el taburete de madera y dejándose caer hacia atrás hasta apoyar la espalda en la pared de madera.
-Otra vez aquí… -Dijo tras unos momentos de eterno silencio.
Posó sus brazos tras la nuca a modo de apoyo para la cabeza y esperó. No esperaba explicaciones, ya no.
-No, pero cuando pase el efecto del sedante querrás estarlo.- Apuntó con agudeza la bruja.
Sostuvo con fuerza la madera de la flecha con ambas manos, miró a la líder por un segundo y asintió. La loba se levantó tomando las muñecas de Brendarid, sus ojos se desviaron por un momento hacia los suyos, pero pronto evitó cualquier otro tipo de contacto visual. La bruja estiró con todas sus fuerzas hacia arriba la flecha, desgarrando parte de la herida que ya había hecho la flecha al impactar contra el músculo. Nana se levantó para auxiliar a su amiga, taponando la herida con un trozo de tela mientras la pelirroja observaba la flecha con detenimiento.
-Está entera.- Sentenció dejándola sobre un cuenco de madera junto a una pequeña mesa llena de ungüentos.
-Belladona.-Exigió la loba extendiendo el brazo con el que no presionaba la herida del lobo.
Rose tomó un pequeño recipiente de cristal que alcanzó a Nana, quien dejó caer un par de gotas sobre la herida, y después, lo colocó frente a su nariz con el fin de que lo inhalase. La bruja tomó el puesto de la líder y tras aplicar varios malolientes ungüentos sobre la herida abierta, le vendó con gasas de lino.
El único sonido que invadía la estancia era el chisporroteo de las llamas consumiendo la madera del hogar que brillaba en mitad del salón entre un montón de pieles y bancos de madera. Cada músculo d ella loba estaba en tensión, podía notar chirriar sus muelas unas contra otras. ¿Qué debía de hacer? Su deber era salir de allí, atender a todos y cada uno de los desamparados, atender a su gente, y sin embargo su mente se había enclaustrado allí, tras las puertas de madera del gran salón. Los ojos ambarinos de la loba se posaron en el hilo de luz que salía de la puerta que daba a la calle principal, indecisa.
-Quédate, necesitas descansar tú también.-Dijo la bruja recogiendo todo el arsenal de ungüentos y pócimas, luego posó su mano suavemente sobre el hombro de la loba, el cual apretó a modo de saludo. Aquella peculiar manera de decir “Me alegro de que estés bien”.
Nana asintió, aunque su voz de líder se hacía escuchar en su cabeza, invitándola a salir y a seguir ayudando. Pero había otra voz, una voz que había quedado sepultada bajo una nueva Nana, una líder templada y sosegada muy alejada de aquella bestia de instintos primarios. Aquella le alentaba a quedarse, a volver a sentir. Negó con la cabeza un par de veces, sentándose de nuevo en el taburete de madera y dejándose caer hacia atrás hasta apoyar la espalda en la pared de madera.
-Otra vez aquí… -Dijo tras unos momentos de eterno silencio.
Posó sus brazos tras la nuca a modo de apoyo para la cabeza y esperó. No esperaba explicaciones, ya no.
Nana
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Re: Lo que no cura un invierno. [Privado]
Por lo que pudo experimentar, todavía no le habían arrancado la flecha. Esa iba a ser una experiencia sumamente incómoda. Todavía no podía ver con claridad, pero cuando sujetó sus muñecas, notó el rostro de Nana cerca del suyo. No sabría decir si le miraba o no, pero sin duda estaba ahí. Solo por ese instante había merecido la pena todo el sufrimiento y el hambre. Tan concentrado estaba en la presencia de la loba, que el tirón de la flecha le cogió bastante por sorpresa y le hizo abrir los ojos y volver a la realidad de golpe. Soltó un gruñido, pero diría que su orgullo se mantuvo bastante intacto, si es quedaba algo de él.
La flecha había salido entera, una suerte. Inhaló la belladona, lo que le hizo toser ligeramente. Una vez le vendaron la herida, el dolor se reducía paulatinamente siempre y cuando no moviese la pierna. Cuando hubo abierto los ojos del todo, intentó mirar hacia la herida y lo primero que vio fue la cicatriz de su pecho; otra cosa que iba a ser complicada de ocultar. Se recostó y soltó un suspiro. Nana se sentó a su lado y le dirigió las palabras justas, como era de esperar.
-Pretendía haber vuelto para antes de las primeras nieves, pero me costó encontrar un barco y me retrasé más de dos semanas.
Sabía que ella no le miraría, pero él sí se giró para mirarla. Necesitaba volver aquellos de cerca otra vez, y allí estaban, sin el más mínimo atisbo de cruzarse con los suyos.
-Lo siento.-no serviría de nada, pero ahí estaba-Tuve que marcharme a tierras tan lejanas que nunca imaginé que existieran para poder comprender. He descubierto cosas que compartiré contigo en su momento.
Intentó incorporarse para poder mirarla más directamente, pero un latigazo de dolor se lo impidió casi al instante. Le iba a costar volver a apoyar la pierna.
-No espero que me perdones aunque sea lo que más deseo ahora mismo, pero quiero que sepas que independientemente de tu decisión, he venido para quedarme.-señala a su pierna-Tampoco es que pueda ir muy lejos...
La flecha había salido entera, una suerte. Inhaló la belladona, lo que le hizo toser ligeramente. Una vez le vendaron la herida, el dolor se reducía paulatinamente siempre y cuando no moviese la pierna. Cuando hubo abierto los ojos del todo, intentó mirar hacia la herida y lo primero que vio fue la cicatriz de su pecho; otra cosa que iba a ser complicada de ocultar. Se recostó y soltó un suspiro. Nana se sentó a su lado y le dirigió las palabras justas, como era de esperar.
-Pretendía haber vuelto para antes de las primeras nieves, pero me costó encontrar un barco y me retrasé más de dos semanas.
Sabía que ella no le miraría, pero él sí se giró para mirarla. Necesitaba volver aquellos de cerca otra vez, y allí estaban, sin el más mínimo atisbo de cruzarse con los suyos.
-Lo siento.-no serviría de nada, pero ahí estaba-Tuve que marcharme a tierras tan lejanas que nunca imaginé que existieran para poder comprender. He descubierto cosas que compartiré contigo en su momento.
Intentó incorporarse para poder mirarla más directamente, pero un latigazo de dolor se lo impidió casi al instante. Le iba a costar volver a apoyar la pierna.
-No espero que me perdones aunque sea lo que más deseo ahora mismo, pero quiero que sepas que independientemente de tu decisión, he venido para quedarme.-señala a su pierna-Tampoco es que pueda ir muy lejos...
Brendarid
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Re: Lo que no cura un invierno. [Privado]
Las palabras parecían no hacer mella en el rostro impasible de la loba, quien finalmente optó por bajar ligeramente la barbilla para clavar sus ojos en él, de nuevo con una fingida indiferencia. Suspiró, muy lentamente, intentando templar de nuevo sus nervios. Bajó ambos brazos con suavidad hasta posarlos sobre su regazo, cruzándolos a sus costados mientras ladeaba ligeramente la cabeza a la vez que negaba con el mentón.
-No tienes que darme explicaciones.-Explicó dejándose caer suavemente hacia delante hasta que el taburete quedó nuevamente apoyado en el suelo sobre todas sus patas. -Ya no.-Añadió frunciendo levemente el ceño con tristeza.
Si bien algo dentro de ella había muerto meses atrás, ahora parecía que aquella herida cerrada volvía a abrirse, le escocían los ojos y le raspaba la garganta, pero ya no tenía más lágrimas que llorar. Aún así, ahora que le tenía delante, no podía odiarle.
Se había imaginado aquel momento durante tanto tiempo, buscando en su cabeza una sola razón para su repentina desaparición… Una sola. Había intentado ser mejor persona, creyendo en todo momento que la culpa había sido suya y de nadie más. Y se había convertido en otra mujer totalmente diferente a la que él conocía.
La líder se levantó acomodándose la camisa sobre los hombros y metiendo las faldas por dentro del pantalón de cuero. Tomó las pieles que cubrían a Brendarid y las acomodó para taparle la pierna que habían dejado al descubierto. Después tomó un cuenco de madera para llenarlo del caldo caliente que humeaba en el caldero sobre el hogar, y tras darle un sorbo, se lo acercó a los labios.
-Bebe. -Imperó haciéndole un ademán con la otra mano para que se incorporase lo suficiente para poder comer algo.
Allí, de nuevo tan cerca de él, las ganas de abofetearle se le juntaron con las de besarle, y todos aquellos sentimientos que había jurado no volver a mostrar, se le juntaron en la boca del estómago haciéndole un nudo que a penas le dejaba respirar. Muchas otras veces ya había experimentado esa sensación de impotencia, pero esta vez no podía dejarse vencer y derrumbarse, su orgullo no se lo permitiría.
-Aún sigues siendo uno de los nuestros.- Apuntó, en parte para justificar los atentos cuidados que estaba recibiendo de su parte, y que el vínculo que les había unido era algo más que el de una relación romántica que ya parecía haber acabado.
-No tienes que darme explicaciones.-Explicó dejándose caer suavemente hacia delante hasta que el taburete quedó nuevamente apoyado en el suelo sobre todas sus patas. -Ya no.-Añadió frunciendo levemente el ceño con tristeza.
Si bien algo dentro de ella había muerto meses atrás, ahora parecía que aquella herida cerrada volvía a abrirse, le escocían los ojos y le raspaba la garganta, pero ya no tenía más lágrimas que llorar. Aún así, ahora que le tenía delante, no podía odiarle.
Se había imaginado aquel momento durante tanto tiempo, buscando en su cabeza una sola razón para su repentina desaparición… Una sola. Había intentado ser mejor persona, creyendo en todo momento que la culpa había sido suya y de nadie más. Y se había convertido en otra mujer totalmente diferente a la que él conocía.
La líder se levantó acomodándose la camisa sobre los hombros y metiendo las faldas por dentro del pantalón de cuero. Tomó las pieles que cubrían a Brendarid y las acomodó para taparle la pierna que habían dejado al descubierto. Después tomó un cuenco de madera para llenarlo del caldo caliente que humeaba en el caldero sobre el hogar, y tras darle un sorbo, se lo acercó a los labios.
-Bebe. -Imperó haciéndole un ademán con la otra mano para que se incorporase lo suficiente para poder comer algo.
Allí, de nuevo tan cerca de él, las ganas de abofetearle se le juntaron con las de besarle, y todos aquellos sentimientos que había jurado no volver a mostrar, se le juntaron en la boca del estómago haciéndole un nudo que a penas le dejaba respirar. Muchas otras veces ya había experimentado esa sensación de impotencia, pero esta vez no podía dejarse vencer y derrumbarse, su orgullo no se lo permitiría.
-Aún sigues siendo uno de los nuestros.- Apuntó, en parte para justificar los atentos cuidados que estaba recibiendo de su parte, y que el vínculo que les había unido era algo más que el de una relación romántica que ya parecía haber acabado.
Nana
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Re: Lo que no cura un invierno. [Privado]
Las pocas palabras que compartía pesaban como losas, y estaba en todo su derecho. ¿Cómo iba a explicarle todo aquello sin que pareciera una completa locura? Las palabras se arremolinaban en su cabeza junto a un tornado de emociones. Lo que se sumaba al dolor de su pierna para dar forma una situación poco deseable. Durante su viaje había tenido que bordear enormes precipios y hacer frente a la muerte en más de una ocasión, y aquellos ojos le parecían la barrera más infranqueable a la que nunca se tuvo que enfrentar.
Se incorporó ligeramente, manteniendo la pierna todo lo recta que pudo y así poder sostener el cuenco de caldo.-Gracias.-Una ola de calor le inundó cuando tragó el primer sorbo. Sus entumecidas extremidades comenzaban a sentirse como antes.
Después de un par de tragos se percató de que no llevaba su bolsa encima.
-Yo llevaba una bolsa conmigo... tenía dentro un regalo para ti.-Sonrió y le dio otro largo sorbo al caldo hasta acabárselo.-Al sur de Lunargenta encontré a un hombre que se dedicaba a tallar la madera. A cambio de unas manzanas y una hogaza de pan hizo una pequeña escultura para ti.
-Has hecho algo increíble de este sitio, siento no haber estado a tu lado. Será el primer error que intente enmendar en cuanto pueda apoyar ambas piernas, y no voy a pedir tu permiso para eso.-aseguró de forma jocosa.
Se incorporó ligeramente, manteniendo la pierna todo lo recta que pudo y así poder sostener el cuenco de caldo.-Gracias.-Una ola de calor le inundó cuando tragó el primer sorbo. Sus entumecidas extremidades comenzaban a sentirse como antes.
Después de un par de tragos se percató de que no llevaba su bolsa encima.
-Yo llevaba una bolsa conmigo... tenía dentro un regalo para ti.-Sonrió y le dio otro largo sorbo al caldo hasta acabárselo.-Al sur de Lunargenta encontré a un hombre que se dedicaba a tallar la madera. A cambio de unas manzanas y una hogaza de pan hizo una pequeña escultura para ti.
-Has hecho algo increíble de este sitio, siento no haber estado a tu lado. Será el primer error que intente enmendar en cuanto pueda apoyar ambas piernas, y no voy a pedir tu permiso para eso.-aseguró de forma jocosa.
Brendarid
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Re: Lo que no cura un invierno. [Privado]
Palabras vacías, eso era lo que oía, pero no escuchaba. No podía darle valor a aquellas palabras y frases. Parecía que el tiempo les había cambiado a los dos, que el destino les había hecho cambiar las tornas, y de aquel hombre tan desconfiado y parco que encontró una vez en su cueva, viviendo como un ermitaño, ahora era quien intentaba romper el hielo entre ambos. Ella, por su parte, se mantenía distante en un intento de mantener la templanza que tanto le había costado forjar.
-Ha sido obra de todos.- Añadió volviendo a la cazuela para servirse a si misma un cuenco de caldo.
Se sentó de nuevo en el taburete sosteniendo el cuenco con ambas manos y sopló la superficie creando sendas ondas en el brebaje.
-Pues… No sé dónde estará la bolsa. La tendrá Wadin. -Apuntó encogiéndose levemente de hombros ante el desconocimiento.
Sus ojos se perdieron por un momento en el cuenco, quizá estaba siendo demasiado dura con él. No. Aquel pensamiento a penas duró unos segundos en su mente. No podía dejar que la preocupación que había sentido momentos atrás desembocara allí, así. Porque sabía que si lo hacía, acabaría perdonándole absolutamente todo.
-No te preocupes, ya tengo muchas figuras… De esas. -Explicó antes de sorber el caldo posando el cuenco sobre sus labios.
Se levantó tras tragar hasta la última gota del caldo y dejó el cuenco junto al fuego, buscó con la mirada en la mesa donde reposaban los ungüentos de Rose, tomó un pequeño bote de cristal, poniéndolo al trasluz, así sucesivamente con algunos parecidos al primero. Le fascinaba como Rose dominaba todas aquellas plantas, había nacido para ello.
De espaldas a él, la líder se mordió el labio inferior con rabia, tenía tantas cosas que decirle, pero ninguna quería salir.
-Pensaba que después de todo no te atreverías a volver. -Comentó de forma pausada, colocando minuciosamente cada frasco en su sitio. -Pero mira, eres más valiente de lo que pensaba. -Comentó girándose a la vez que se encogía de hombros ligeramente. -Yo ya… -Negó con la cabeza un par de veces antes de un suspiro de resignación.- Ya no tengo más… -Clavó sus ojos en los suyos, buscando las palabras más acertadas. - ¿Paciencia? -Preguntó de forma retórica negando con el mentón. -Ni más ganas de luchar por algo que parece que murió en el mismo momento en el que te fuiste por esa misma puerta sin dirigirme una sola palabra. -Explicó de nuevo pausadamente, controlando su propio tono de voz. -Te quise, Brendarid, y seguramente te quiero. -Añadió acercándose a la mesa donde reposaba. -Pero ya no puedo quererte más.-Escupió, con un amargo dolor que se aferraba en lo más profundo.
-Ha sido obra de todos.- Añadió volviendo a la cazuela para servirse a si misma un cuenco de caldo.
Se sentó de nuevo en el taburete sosteniendo el cuenco con ambas manos y sopló la superficie creando sendas ondas en el brebaje.
-Pues… No sé dónde estará la bolsa. La tendrá Wadin. -Apuntó encogiéndose levemente de hombros ante el desconocimiento.
Sus ojos se perdieron por un momento en el cuenco, quizá estaba siendo demasiado dura con él. No. Aquel pensamiento a penas duró unos segundos en su mente. No podía dejar que la preocupación que había sentido momentos atrás desembocara allí, así. Porque sabía que si lo hacía, acabaría perdonándole absolutamente todo.
-No te preocupes, ya tengo muchas figuras… De esas. -Explicó antes de sorber el caldo posando el cuenco sobre sus labios.
Se levantó tras tragar hasta la última gota del caldo y dejó el cuenco junto al fuego, buscó con la mirada en la mesa donde reposaban los ungüentos de Rose, tomó un pequeño bote de cristal, poniéndolo al trasluz, así sucesivamente con algunos parecidos al primero. Le fascinaba como Rose dominaba todas aquellas plantas, había nacido para ello.
De espaldas a él, la líder se mordió el labio inferior con rabia, tenía tantas cosas que decirle, pero ninguna quería salir.
-Pensaba que después de todo no te atreverías a volver. -Comentó de forma pausada, colocando minuciosamente cada frasco en su sitio. -Pero mira, eres más valiente de lo que pensaba. -Comentó girándose a la vez que se encogía de hombros ligeramente. -Yo ya… -Negó con la cabeza un par de veces antes de un suspiro de resignación.- Ya no tengo más… -Clavó sus ojos en los suyos, buscando las palabras más acertadas. - ¿Paciencia? -Preguntó de forma retórica negando con el mentón. -Ni más ganas de luchar por algo que parece que murió en el mismo momento en el que te fuiste por esa misma puerta sin dirigirme una sola palabra. -Explicó de nuevo pausadamente, controlando su propio tono de voz. -Te quise, Brendarid, y seguramente te quiero. -Añadió acercándose a la mesa donde reposaba. -Pero ya no puedo quererte más.-Escupió, con un amargo dolor que se aferraba en lo más profundo.
Nana
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Re: Lo que no cura un invierno. [Privado]
Se había estado preparando para esas palabras mucho tiempo, eran duras, pero su misión para con ella era muy superior a sus sentimientos. Había demasiado en juego como para derrumbarse por algo así. Soltó un silencioso suspiro.
-Si te hubiese dicho a donde iba, no me dejarías marchar. no creerías todo lo que he visto-dijo con cierto tono de fascinación-He cruzado bosques tan frondosos que apenas podías ver tus propias patas, he cruzado el mar dos veces y he podido observar con mis propios ojos las criaturas que viven allí, he escalado montañas y he descubierto secretos que únicamente deben ser tuyos.
Hizo el amago de incorporarse hasta poder sentarse, pero fue inútil, la herida no se lo permitiría. Sobrevivir a tanto y verse postrado por una simple flecha en la pierna, menudo héroe.
-Te lo contaré todo cuando consiga levantarme de aquí; nos incumbe a todos, créeme.-se la quedó mirando durante unos instantes, en silencio, lo suficiente para poder volver a verla con claridad. Incluso enfadada seguía siendo exactamente igual de hermosa que el día que la conoció. Más limpia ahora, tal vez, pero tampoco era algo en lo que se fijase. Sin duda, la criatura más hermosa que había contemplado jamás; todo había merecido la pena, hasta las peores experiencias, para poder verla una vez más como si fuese la última.
-Escucha, Nana, no voy a mentirte, te quiero. Te quiero más que la noche a las estrellas. Puede que no me creas,
pero nunca he hecho nada sin pensar en ti y en tu bien. Puedes dejar de quererme, puedes incluso odiarme y no volver a mirarme jamás, pero no voy a abandonarte. Me quedaré, pase lo que pase.
-Si te hubiese dicho a donde iba, no me dejarías marchar. no creerías todo lo que he visto-dijo con cierto tono de fascinación-He cruzado bosques tan frondosos que apenas podías ver tus propias patas, he cruzado el mar dos veces y he podido observar con mis propios ojos las criaturas que viven allí, he escalado montañas y he descubierto secretos que únicamente deben ser tuyos.
Hizo el amago de incorporarse hasta poder sentarse, pero fue inútil, la herida no se lo permitiría. Sobrevivir a tanto y verse postrado por una simple flecha en la pierna, menudo héroe.
-Te lo contaré todo cuando consiga levantarme de aquí; nos incumbe a todos, créeme.-se la quedó mirando durante unos instantes, en silencio, lo suficiente para poder volver a verla con claridad. Incluso enfadada seguía siendo exactamente igual de hermosa que el día que la conoció. Más limpia ahora, tal vez, pero tampoco era algo en lo que se fijase. Sin duda, la criatura más hermosa que había contemplado jamás; todo había merecido la pena, hasta las peores experiencias, para poder verla una vez más como si fuese la última.
-Escucha, Nana, no voy a mentirte, te quiero. Te quiero más que la noche a las estrellas. Puede que no me creas,
pero nunca he hecho nada sin pensar en ti y en tu bien. Puedes dejar de quererme, puedes incluso odiarme y no volver a mirarme jamás, pero no voy a abandonarte. Me quedaré, pase lo que pase.
Brendarid
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Re: Lo que no cura un invierno. [Privado]
Era como volver a empezar, una sensación que ya había tenido la última vez, y que posiblemente fuera en las mismas circunstancias que la vez anterior, confusa se frotó la frente con la palma de la mano antes de girarse por completo hacia él y caminar a paso lento hasta la mesa de ungüentos de Rose, donde además de todos aquellos botecillos malolientes, reposaba una gran jarra de agua. Tomó la jarra con una mano y un vaso de madera en otra para servirse en completo silencio. Después se dispuso a caminar hacia el taburete donde había estado sentada con anterioridad. Ojalá pudiera volver a creerle, lo deseó con todas sus fuerzas, por un momento casi se lo había hasta creído. Entreabrió los labios, pero el orgullo le hizo morderse la lengua con fuerza.
De nuevo se sentó en aquel taburete, cruzando los brazos a ambos costados y arqueando las cejas levemente antes de fruncir el ceño.
-He estado en cada uno de los rincones que cuentas, estas patas han recorrido esos mismos bosques… -Explicó antes de llevarse el vaso a los labios y dar un trago. -… Y los preferiste a ellos antes que a mi.-Susurró de nuevo sin separar a penas los labios del vaso, en un susurro más para ella misma que para él.
-¿Qué secretos? -Preguntó evadiendo la primera parte de la conversación.
Posó el vaso sobre su muslo, arqueando suavemente una ceja y ladeando el mentón en un gesto de curiosidad. Fuere lo que fuese, ya tenía que ser el secreto más importante de todo Aerandir para que aquella se llegase tan solo a replantear la posibilidad de perdonarle.
Una suave brisa entró por la puerta del salón, la nieve había llegado hasta la misma puerta, titubeó el fuego y meció los cabellos azabache de la líder, recordándole sus responsabilidades. Quizá estaba siendo demasiado egoísta allí sentada, intentando resolver los suyos propios antes que los de los suyos.
De nuevo se sentó en aquel taburete, cruzando los brazos a ambos costados y arqueando las cejas levemente antes de fruncir el ceño.
-He estado en cada uno de los rincones que cuentas, estas patas han recorrido esos mismos bosques… -Explicó antes de llevarse el vaso a los labios y dar un trago. -… Y los preferiste a ellos antes que a mi.-Susurró de nuevo sin separar a penas los labios del vaso, en un susurro más para ella misma que para él.
-¿Qué secretos? -Preguntó evadiendo la primera parte de la conversación.
Posó el vaso sobre su muslo, arqueando suavemente una ceja y ladeando el mentón en un gesto de curiosidad. Fuere lo que fuese, ya tenía que ser el secreto más importante de todo Aerandir para que aquella se llegase tan solo a replantear la posibilidad de perdonarle.
Una suave brisa entró por la puerta del salón, la nieve había llegado hasta la misma puerta, titubeó el fuego y meció los cabellos azabache de la líder, recordándole sus responsabilidades. Quizá estaba siendo demasiado egoísta allí sentada, intentando resolver los suyos propios antes que los de los suyos.
Nana
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Re: Lo que no cura un invierno. [Privado]
Miró a ambos lados para cerciorarse de que nadie podría estar cerca escuchando. El asunto del invierno y la nieve mantenía a la gente bastante ocupada, por lo que hablar no debería ser demasiado arriesgado. Iba a ser complicado explicárselo sin que pareciese una locura.
-Durante las cinco últimas noches que pasé aquí antes de irme, no paraba de escuchar unos latidos que parecían provenir de la misma tierra. Cuando era de día era fácil ignorarlas, pero al caer el sol no podía dejar de escucharlos. La última noche,
sin poder dormir, me asomé a la ventana y pude ver tan claro como te veo a ti a un enorme lobo negro mirándome fijamente. Era uno de los nuestros, no un lobo común. Cuando salí para encararme a él, no me recibió con agresividad ni miedo, sino que pretendía que le siguiese. No pude evitarlo, supuse que habría alguna conexión entre los latidos y ese lobo.
Tras varias horas siguiéndole en la oscuridad del bosque, se detuvo en un claro y adoptó su forma humana. Era un niño de no más de diez años. No podía explicarme como un lobo tan grande podía ser solo un niño. Cuando comenzó a hablarme, me dijo que los latidos que solo yo podía escuchar eran nada más que el eco de mi "deber dinástico". No entendía a qué se refería, pero me dijo que no estabas segura, ni tú ni nadie en esta aldea si no llegaba hasta los latidos. Ni siquiera pude interrumpirle, como si algo me obligase a dejarle hablar sin más. Las única indicaciones que me dio fueron que siguiese hacia el sur hasta que llegase al mar y que lo cruzase.
Fueron dos meses y medio de viaje hasta llegar a unas islas al otro lado del mar. Cuanto más me acercababa a ellas, día a día,
los latidos se hacían más intensos. Al llegar a la isla, podía escuchar incluso una leve respiración. Tardé varios días, pero llegué a una red de túneles subterráneos en los que estuve deambulando durante horas, cada vez más y más profundo. Aparecí sin más en una especie de capilla antigua, nadie se había pasado en cientos de años, posiblemente. no había mucho más que ver que ruínas y grabados en un espacio tan pequeño como tu habitación, pero allí los latidos cesaban y al fin había silencio.
Disfruté de ese silencio durante horas mientras observaba los grabados con la luz de una antorcha. Pronto me di cuenta de que conocía la historia de la que hablaban aquellas paredes: la maldición del Lobo Negro, sin duda. Por lo que pude descubrir, parece un antiguo culto construyó eso en honor a un antiguo linaje cuyo único objetivo era encontrar a los descendientes de la sangre de Fenrir e impedir que la corrupción se apoderase de ellos.
Por lo que sé, la dinastía y ese culto desaparecieron en el tiempo sin dejar rastro. De algún modo, creo que yo soy lo que queda de ese linaje y que alguien o algo quería que lo supiera antes de estar contigo. Traje una tablilla con algunos de los grabados en mi mochila, para que pudieses verlos tú misma.
Volví a encontrarne al niño en el viaje de vuelta, me dejó esta marca en el pecho que sospecho que tiene como función evitar que me olvide de mi deber. Puede que parezca una locura, pero si no lo es, creo que tengo un deber que cumplir, y es bastante más digno que vivir en una cueva comiendo carne cruda. Tal vez nada sea cierto y la tablilla sean solo piedras, pero creo que al menos ya tengo claro quien soy.
Respiró profundamente, llevaba tiempo preparando el como decirlo, pero no se había preparado demasiado para lo que pasaría después.
-Durante las cinco últimas noches que pasé aquí antes de irme, no paraba de escuchar unos latidos que parecían provenir de la misma tierra. Cuando era de día era fácil ignorarlas, pero al caer el sol no podía dejar de escucharlos. La última noche,
sin poder dormir, me asomé a la ventana y pude ver tan claro como te veo a ti a un enorme lobo negro mirándome fijamente. Era uno de los nuestros, no un lobo común. Cuando salí para encararme a él, no me recibió con agresividad ni miedo, sino que pretendía que le siguiese. No pude evitarlo, supuse que habría alguna conexión entre los latidos y ese lobo.
Tras varias horas siguiéndole en la oscuridad del bosque, se detuvo en un claro y adoptó su forma humana. Era un niño de no más de diez años. No podía explicarme como un lobo tan grande podía ser solo un niño. Cuando comenzó a hablarme, me dijo que los latidos que solo yo podía escuchar eran nada más que el eco de mi "deber dinástico". No entendía a qué se refería, pero me dijo que no estabas segura, ni tú ni nadie en esta aldea si no llegaba hasta los latidos. Ni siquiera pude interrumpirle, como si algo me obligase a dejarle hablar sin más. Las única indicaciones que me dio fueron que siguiese hacia el sur hasta que llegase al mar y que lo cruzase.
Fueron dos meses y medio de viaje hasta llegar a unas islas al otro lado del mar. Cuanto más me acercababa a ellas, día a día,
los latidos se hacían más intensos. Al llegar a la isla, podía escuchar incluso una leve respiración. Tardé varios días, pero llegué a una red de túneles subterráneos en los que estuve deambulando durante horas, cada vez más y más profundo. Aparecí sin más en una especie de capilla antigua, nadie se había pasado en cientos de años, posiblemente. no había mucho más que ver que ruínas y grabados en un espacio tan pequeño como tu habitación, pero allí los latidos cesaban y al fin había silencio.
Disfruté de ese silencio durante horas mientras observaba los grabados con la luz de una antorcha. Pronto me di cuenta de que conocía la historia de la que hablaban aquellas paredes: la maldición del Lobo Negro, sin duda. Por lo que pude descubrir, parece un antiguo culto construyó eso en honor a un antiguo linaje cuyo único objetivo era encontrar a los descendientes de la sangre de Fenrir e impedir que la corrupción se apoderase de ellos.
Por lo que sé, la dinastía y ese culto desaparecieron en el tiempo sin dejar rastro. De algún modo, creo que yo soy lo que queda de ese linaje y que alguien o algo quería que lo supiera antes de estar contigo. Traje una tablilla con algunos de los grabados en mi mochila, para que pudieses verlos tú misma.
Volví a encontrarne al niño en el viaje de vuelta, me dejó esta marca en el pecho que sospecho que tiene como función evitar que me olvide de mi deber. Puede que parezca una locura, pero si no lo es, creo que tengo un deber que cumplir, y es bastante más digno que vivir en una cueva comiendo carne cruda. Tal vez nada sea cierto y la tablilla sean solo piedras, pero creo que al menos ya tengo claro quien soy.
Respiró profundamente, llevaba tiempo preparando el como decirlo, pero no se había preparado demasiado para lo que pasaría después.
Brendarid
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Re: Lo que no cura un invierno. [Privado]
Tardó en asimilar cada una de sus palabras que cayeron en ella como un peso muerto a sus espaldas, confusa y enfadada, la loba negaba con la cabeza en cada pausa, intentando entender qué es lo que estaba pasando. Quizá desvariaba a causa de la belladona, o a lo mejor era real… Había visto tantas cosas en su vida que ya podía creérselo todo, pero le faltaban pruebas.
-Entiendo. -Dijo a penas con el hilo de voz que le raspaba la garganta.-¿Y dónde está la supuesta tabla? -Interrogó alzando una ceja aún incrédula.
Tomó el resto de agua del vaso de un trago y se levantó para volver a servirlo, pero esta vez en vez de volver a sentarse en el taburete se acercó a la mesa para ofrecérselo.
-Pongamos que tu historia es verdad, y que te creo.-Comenzó a explicar acercándose el taburete a la mesa para después sentarse en él.- ¿Cómo puedes estar seguro de que no fue algún tipo de trampa de la manada? -Cruzó las piernas apoyando la palma de las manos sobre sus rodillas.- O de algún tipo de secta que intenta captar nuevos adeptos… -Explicó arqueando suavemente una ceja mientras conjeturaba. -Me parece perfecto que te hayas reencontrado contigo mismo durante tu larga aventura. Pero tu historia parece cuanto menos fantasiosa.-Suspiró hondo negando con el mentón.- Fenrir no existe, el primero de los nuestros fue Ulmer, somos una creación de los humanos terrestres… Un arma mortal creada para destruir Aerandir.-Confesó frunciendo con lástima el ceño. -Estaba todo en la guarida de Thorbald cuando huyeron… Todos sus papeles, documentos. -Enumeró en un suspiro.
Encogió los hombros y se inclinó hasta apoyar los codos en sus rodillas sujetándose el mentón con la palma de la mano.
-Puede ser, que tus antepasados humanos tengan algo que ver con todo aquello… -Volvió a encogerse de hombros frunciendo los labios desde la incertidumbre. -O que realmente haya un componente mágico en nosotros con el que no contaban los terrestres. -Era la primera vez que compartía con alguien el peso de toda aquella información que había recopilado en la base abandonada de la manada, papeles en su mayoría destrozados, quemados.
-Bren, será mejor que descanses. -Imperó levantándose del taburete para ayudarle a levantarse de la improvisada camilla. -Vamos, yo te ayudo. -Giró el cuerpo quedando junto a la mesa, golpeándose suavemente el hombro en un ademán para que lo utilizara de muleta.
-Entiendo. -Dijo a penas con el hilo de voz que le raspaba la garganta.-¿Y dónde está la supuesta tabla? -Interrogó alzando una ceja aún incrédula.
Tomó el resto de agua del vaso de un trago y se levantó para volver a servirlo, pero esta vez en vez de volver a sentarse en el taburete se acercó a la mesa para ofrecérselo.
-Pongamos que tu historia es verdad, y que te creo.-Comenzó a explicar acercándose el taburete a la mesa para después sentarse en él.- ¿Cómo puedes estar seguro de que no fue algún tipo de trampa de la manada? -Cruzó las piernas apoyando la palma de las manos sobre sus rodillas.- O de algún tipo de secta que intenta captar nuevos adeptos… -Explicó arqueando suavemente una ceja mientras conjeturaba. -Me parece perfecto que te hayas reencontrado contigo mismo durante tu larga aventura. Pero tu historia parece cuanto menos fantasiosa.-Suspiró hondo negando con el mentón.- Fenrir no existe, el primero de los nuestros fue Ulmer, somos una creación de los humanos terrestres… Un arma mortal creada para destruir Aerandir.-Confesó frunciendo con lástima el ceño. -Estaba todo en la guarida de Thorbald cuando huyeron… Todos sus papeles, documentos. -Enumeró en un suspiro.
Encogió los hombros y se inclinó hasta apoyar los codos en sus rodillas sujetándose el mentón con la palma de la mano.
-Puede ser, que tus antepasados humanos tengan algo que ver con todo aquello… -Volvió a encogerse de hombros frunciendo los labios desde la incertidumbre. -O que realmente haya un componente mágico en nosotros con el que no contaban los terrestres. -Era la primera vez que compartía con alguien el peso de toda aquella información que había recopilado en la base abandonada de la manada, papeles en su mayoría destrozados, quemados.
-Bren, será mejor que descanses. -Imperó levantándose del taburete para ayudarle a levantarse de la improvisada camilla. -Vamos, yo te ayudo. -Giró el cuerpo quedando junto a la mesa, golpeándose suavemente el hombro en un ademán para que lo utilizara de muleta.
Nana
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Re: Lo que no cura un invierno. [Privado]
No se había dado cuenta hasta ahora, pero deseaba ese vaso de agua que cogió rápidamente para bebérselo de un trago. El agua más deliciosa en meses.-La tablilla debería estar en mi mochila. Acabará apareciendo, seguro.
Realmente todo parecía muy fantasioso contado así, pero ni siquiera él creía en Fenrir ni nada que se le parezca. De los humanos había aprendido en profundidad el significado de un dios, y siempre le había resultado absurdo. Incluso a él, que lo habrían considerado un salvaje, le resultaba extraño pedirle ayuda a un ser invisible.-Yo no te estoy diciendo que detrás de todo esto haya dioses ni nada de eso, pero sé lo que he visto. Puede que haya una forma de reinterpretar la leyenda para encontrar la verdad, que sera lo que nos incumbe. De todas formas, hay algo ahí fuera que me quiere aquí y eso voy a hacer.
El dolor de la pierna seguía ahí, de fondo, por suerte tenía una resistencia al dolor decente. Era la primera vez que recibía un impacto de flecha, y la verdad es que esperaba que doliese mucho más. Necesitaba curarse cuanto antes, ¿qué iba a defender así? Ahora mismo no era más que un estorbo que aparece en medio del invierno y demanda una ayuda que otros también necesitan.
Se apoyó en su hombro para poder incorporarse y conseguir ponerse de pie.-Escucha, búscame un palo y un cuchillo para hacerme una muleta y ve a atender a los demás, dudo que yo debiese ser la prioridad de la líder de la aldea. Hay gente que se ha quedado sin casa, lo mío solo es una herida.-El pie rozó el suelo y pudo sentir una leve descarga de dolor que le advertía de lo que sucedería si se atrevía a apoyarse completamente.-Además, así podré buscar mi mochila por aquí y verás los grabados con tus propios ojos.
Realmente todo parecía muy fantasioso contado así, pero ni siquiera él creía en Fenrir ni nada que se le parezca. De los humanos había aprendido en profundidad el significado de un dios, y siempre le había resultado absurdo. Incluso a él, que lo habrían considerado un salvaje, le resultaba extraño pedirle ayuda a un ser invisible.-Yo no te estoy diciendo que detrás de todo esto haya dioses ni nada de eso, pero sé lo que he visto. Puede que haya una forma de reinterpretar la leyenda para encontrar la verdad, que sera lo que nos incumbe. De todas formas, hay algo ahí fuera que me quiere aquí y eso voy a hacer.
El dolor de la pierna seguía ahí, de fondo, por suerte tenía una resistencia al dolor decente. Era la primera vez que recibía un impacto de flecha, y la verdad es que esperaba que doliese mucho más. Necesitaba curarse cuanto antes, ¿qué iba a defender así? Ahora mismo no era más que un estorbo que aparece en medio del invierno y demanda una ayuda que otros también necesitan.
Se apoyó en su hombro para poder incorporarse y conseguir ponerse de pie.-Escucha, búscame un palo y un cuchillo para hacerme una muleta y ve a atender a los demás, dudo que yo debiese ser la prioridad de la líder de la aldea. Hay gente que se ha quedado sin casa, lo mío solo es una herida.-El pie rozó el suelo y pudo sentir una leve descarga de dolor que le advertía de lo que sucedería si se atrevía a apoyarse completamente.-Además, así podré buscar mi mochila por aquí y verás los grabados con tus propios ojos.
Brendarid
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Re: Lo que no cura un invierno. [Privado]
Cómo habían cambiado las cosas desde aquel día en aquella húmeda cueva, ahora era él quien parecía no poder dejar de hablar, mientras la líder permanecía impasible ante sus palabras, respondiendo parca a sus afirmaciones. Clavó sus ojos en él por un segundo, antes de pasar su brazo por su espala para ayudarle a erguirse. Gruñó por lo bajo al escucharle, que si las piedras, que si la mochila…
-Cállate y anda. -Imperó algo irritada por el comportamiento condescendiente de Brendarid.
No había nada que odiara más en el mundo que el hecho de que le dijeran qué tenía que hacer. Se había vuelto quizá muy autoritaria en ese aspecto, pero crear y mantener una aldea desde cero no era una tarea precisamente fácil. Ella debía de preocuparse por todos ellos, pero ¿Quién se preocupaba por ella? Llevaba días sin a penas dormir ni comer, y en lo único que pensaba era en hundirse en las mullidas y cálidas pieles.
Recordó entonces su vida antes, en la que disfrutaba de los días de nieve, disfrutando de hundir las almohadillas en la fría nieve. Ahora la nieve se había convertido más en un quebradero de cabeza que una distracción.
Desvió la mirada al suelo, frunciendo los labios con desagrado al ver la herida. Intentando, por todos los medios, ignorar el desnudo del cuerpo ajeno. Qué duro había sido vivir sin aquel calor que emanaba el cuerpo de aquel.
-No apoyes la pierna. -Volvió a advertir sujetándole con fuerza por el costado para aliviar el peso de la pierna en la que se apoyaba para ayudarle a caminar hasta la alcoba.
-Cállate y anda. -Imperó algo irritada por el comportamiento condescendiente de Brendarid.
No había nada que odiara más en el mundo que el hecho de que le dijeran qué tenía que hacer. Se había vuelto quizá muy autoritaria en ese aspecto, pero crear y mantener una aldea desde cero no era una tarea precisamente fácil. Ella debía de preocuparse por todos ellos, pero ¿Quién se preocupaba por ella? Llevaba días sin a penas dormir ni comer, y en lo único que pensaba era en hundirse en las mullidas y cálidas pieles.
Recordó entonces su vida antes, en la que disfrutaba de los días de nieve, disfrutando de hundir las almohadillas en la fría nieve. Ahora la nieve se había convertido más en un quebradero de cabeza que una distracción.
Desvió la mirada al suelo, frunciendo los labios con desagrado al ver la herida. Intentando, por todos los medios, ignorar el desnudo del cuerpo ajeno. Qué duro había sido vivir sin aquel calor que emanaba el cuerpo de aquel.
-No apoyes la pierna. -Volvió a advertir sujetándole con fuerza por el costado para aliviar el peso de la pierna en la que se apoyaba para ayudarle a caminar hasta la alcoba.
Nana
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Re: Lo que no cura un invierno. [Privado]
Desde luego pareciera que Nana no tuviese demasiadas ganas de conversar. Tampoco podía culparla, él habría reaccionado igual en su situación. Al fin podía volver a tocarla, aunque solo fuese para apoyarse sintió una tremenda sensación de alivio que no sentía en meses. Caminaron juntos torpemente hasta la habitación y una oleada de recuerdos le invadió de repente. Todo lo que había dejado atrás seguía allí, pero no era el mismo Brendarid que se fue el que ahora pisaba lo que en su día fue la habitación de ambos.
Consiguieron llegar hasta la cama, donde levantar la pierna y volver a apoyarla era el momento más complicado. Pudo sentir el dolor en su máxima expresión, pero aguantó lo mejor que pudo, apretando los dientes y gimiendo. Una vez que logró recostarse soltó un enorme suspiro; aquella caminata de cinco metros le había costado mucho más de lo que esperaba. Antes de que se separasen del todo, sujetó su mano, exactamente igual a como las recordaba, aunque tal vez algo más delgadas.-Yo...-soltó su mano antes de que pudiese convertirse en una situación incómoda-gracias por acogerme de nuevo.
Desvió sus ojos a la ventana, la nieve caía sin cesar, aunque con menos fuerza que anteriormente. Parecía que la naturaleza les estaba dando una merecida tregua que no duraría mucho, con toda seguridad.-¿Puedo preguntar qué ha sido de ti este tiempo? Si es que puedo saberlo, claro.
Consiguieron llegar hasta la cama, donde levantar la pierna y volver a apoyarla era el momento más complicado. Pudo sentir el dolor en su máxima expresión, pero aguantó lo mejor que pudo, apretando los dientes y gimiendo. Una vez que logró recostarse soltó un enorme suspiro; aquella caminata de cinco metros le había costado mucho más de lo que esperaba. Antes de que se separasen del todo, sujetó su mano, exactamente igual a como las recordaba, aunque tal vez algo más delgadas.-Yo...-soltó su mano antes de que pudiese convertirse en una situación incómoda-gracias por acogerme de nuevo.
Desvió sus ojos a la ventana, la nieve caía sin cesar, aunque con menos fuerza que anteriormente. Parecía que la naturaleza les estaba dando una merecida tregua que no duraría mucho, con toda seguridad.-¿Puedo preguntar qué ha sido de ti este tiempo? Si es que puedo saberlo, claro.
Brendarid
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Re: Lo que no cura un invierno. [Privado]
Sus manos se rozaron, quiso apartarla desde el primer momento en el que sus ásperas palmas se posaron sobre sus finos dedos, pero no pudo. Fue él quien rompió el contacto. Un suspiro de alivio surcó sus labios rompiendo el gélido ambiente de la habitación. Le ayudó a recostarse sobre el lecho y mullió un par de almohadas para ponerlas bajo su pierna herida. No se dignó a responder su agradecimiento, no hacía falta.
Le dio la espalda caminando hacia la chimenea para prenderla con dos trozos de sílex y un poco de hierva seca. Una vez la chispa comenzó a arder, las brasas y los leños nuevos comenzaron a prenderse.
Difícil pregunta, y más difícil respuesta. Recordó, con algo de culpabilidad, una de las últimas lunas llenas que había vivido y dudó si contárselo o simplemente evadir la pregunta. Se había convencido de que pese a estar mal, abandonarla tampoco había sido un acto demasiado acertado precisamente.
-Nada del otro mundo más que intentar liderar una aldea…-Intentó evadirle con una pequeña broma mientras se erguía, manteniendo la mirada fija en el fuego que comenzaba a brotar. -Te esperé. -Afirmó volviéndose hacia él con el semblante serio. - Hasta que dejé de esperarte. -Sentenció caminando hacia el lecho donde reposaba el lobo.
Se encogió de hombros con un suspiro, frunciendo levemente los labios con desgana. Tener que volver a compartir el mismo lecho que compartían meses ha, pero esta vez en una situación muy diferente. Nana se dejó caer en la amplia y mullida cama, sin apartar las pieles que la cubrían siquiera, y permaneció boca arriba con la mirada fija en el techo a una distancia considerable de su acompañante.
-No es que me sienta orgullosa de ello. -Intentó excusarse sin girar la vista para mirarle. -Pero quizá no ibas a volver nunca. -Argumentó cruzando los brazos sobre su abdomen y entornando los ojos con desidia.
Le dio la espalda caminando hacia la chimenea para prenderla con dos trozos de sílex y un poco de hierva seca. Una vez la chispa comenzó a arder, las brasas y los leños nuevos comenzaron a prenderse.
Difícil pregunta, y más difícil respuesta. Recordó, con algo de culpabilidad, una de las últimas lunas llenas que había vivido y dudó si contárselo o simplemente evadir la pregunta. Se había convencido de que pese a estar mal, abandonarla tampoco había sido un acto demasiado acertado precisamente.
-Nada del otro mundo más que intentar liderar una aldea…-Intentó evadirle con una pequeña broma mientras se erguía, manteniendo la mirada fija en el fuego que comenzaba a brotar. -Te esperé. -Afirmó volviéndose hacia él con el semblante serio. - Hasta que dejé de esperarte. -Sentenció caminando hacia el lecho donde reposaba el lobo.
Se encogió de hombros con un suspiro, frunciendo levemente los labios con desgana. Tener que volver a compartir el mismo lecho que compartían meses ha, pero esta vez en una situación muy diferente. Nana se dejó caer en la amplia y mullida cama, sin apartar las pieles que la cubrían siquiera, y permaneció boca arriba con la mirada fija en el techo a una distancia considerable de su acompañante.
-No es que me sienta orgullosa de ello. -Intentó excusarse sin girar la vista para mirarle. -Pero quizá no ibas a volver nunca. -Argumentó cruzando los brazos sobre su abdomen y entornando los ojos con desidia.
Nana
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Re: Lo que no cura un invierno. [Privado]
No pudo evitar el esbozar una ligera sonrisa-Ni siquiera yo sabía si conseguiría volver.-se había jugado la vida al irse tan lejos sin tener ni una mínima idea de como era el mundo ahí fuera. El calor de la chimenea comenzó a llenar toda la habitación con un calor que agradecía desde lo más profundo de su ser. Parecía que habían pasado años desde la última vez que se había tumbado en una cama. No es que lo necesitase demasiado después de pasarse toda su vida durmiendo en el suelo, pero sin duda que lo agradecía bajo esas circunstancias.
La loba se tumbó a su lado, aunque a una distancia prudencial; no esperaba menos.-No voy a culparte de nada de lo que hicieras o de lo que decidas hacer. Para mí haber llegado hasta aquí y estar a tu lado ya es más que una victoria. Tu vida es solo tuya, y aunque no negaré mis sentimientos, tampoco seré un estorbo para ti.
Es cierto, en todo ese tiempo fuera había aprendido a dejar de ser poco más que una carga. Era una carga incluso para sí mismo, pero no volvería a ocurrir. Nadie tendría que ayudarle a ponerse unos pantalones o unas botas, aunque le siguiesen disgustando. Ahora podía tomar decisiones por sí solo más allá de comer y hacer sus necesidades en el arbusto más adecuado. La mujer a la que amaba había creado todo aquello armada únicamente con su fuerza de voluntad, y ahora se sentía mucho más capacitado para ayudar en lo que hiciese falta. Excepto por la flecha en la pierna, evidentemente.
No sabía ni qué decisión tomaría ella, ni cuando lo haría, ni cómo. Y la verdad, no sabía si estaba del todo preparado para afrontarlo, pero ya no había marcha atrás. Tampoco es que pudiese fugarse por la noche cojeando en medio de la nieve.
La loba se tumbó a su lado, aunque a una distancia prudencial; no esperaba menos.-No voy a culparte de nada de lo que hicieras o de lo que decidas hacer. Para mí haber llegado hasta aquí y estar a tu lado ya es más que una victoria. Tu vida es solo tuya, y aunque no negaré mis sentimientos, tampoco seré un estorbo para ti.
Es cierto, en todo ese tiempo fuera había aprendido a dejar de ser poco más que una carga. Era una carga incluso para sí mismo, pero no volvería a ocurrir. Nadie tendría que ayudarle a ponerse unos pantalones o unas botas, aunque le siguiesen disgustando. Ahora podía tomar decisiones por sí solo más allá de comer y hacer sus necesidades en el arbusto más adecuado. La mujer a la que amaba había creado todo aquello armada únicamente con su fuerza de voluntad, y ahora se sentía mucho más capacitado para ayudar en lo que hiciese falta. Excepto por la flecha en la pierna, evidentemente.
No sabía ni qué decisión tomaría ella, ni cuando lo haría, ni cómo. Y la verdad, no sabía si estaba del todo preparado para afrontarlo, pero ya no había marcha atrás. Tampoco es que pudiese fugarse por la noche cojeando en medio de la nieve.
Brendarid
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Re: Lo que no cura un invierno. [Privado]
Eran palabras que intentaban reconciliar a ambos, pero el orgullo de la loba estaba demasiado dolido como para dejarse influir por frases hechas y biensonantes que le regalaban los oídos. Las cosas hubieran sido mucho más fáciles quizá, si hubiera dejado una nota o simplemente un beso de despedida. Quizá entonces no fuera tan incómodo estar en una misma cama tan cerca, pero tan distantes, incluso compartir un mismo espacio la irritaba. Todo atisbo de incivilización que solía acompañar a Brendarid había desaparecido por completo, era entonces aquel hombre que había soñado formar, aquel que tan solo se había guiado por sus necesidades más básicas, de entre las cuales estaba amarla, ahora parecía ser otro ser completamente diferente, pero sin perder aquel aura salvaje que le acompañaba.
La loba giró el cuerpo hacia él, pasando su brazo por debajo de la almohada donde reposaba su cabeza, manteniendo aquella distancia prudencial pues aún no veía una razón real para perdonarle. Pero ahora estaba allí, en la misma cama, en el mismo mundo. Pero no podían tocarse ni besarse, aquello era casi peor que si no hubiera vuelto.
-Aún no puedo perdonarte. -Confesó clavando sus ojos amarillos en él. -Necesito tiempo para asimilar todo esto. -Suspiró hondo y profundo. -Ojalá fuera todo más fácil. -Susurró antes de volver a su posición inicial.
Se incorporó hasta sentarse en la cama, acomodó su cabello sobre uno de sus hombros y comenzó a desabrocharse los pantalones de cuero que le ceñían a la cintura. Desabrochó algunos botones de su camisa y descubrió las pieles que vestían el jergón. Aunque aún el cielo estaba claro y nadaban sendas nubes negras cargadas de nieve por el horizonte, el cansancio hacía mella en su cuerpo, pidiéndole un respiro. Se tumbó de nuevo en el lecho y se cubrió con las pieles hasta la boca, disfrutando del mullido colchón de lana y las suaves y cálidas pieles de cabra que acariciaban su cuerpo. Volvió a girar el cuerpo hacia él, encogiendo las rodillas en su pecho, mullió la almohada con la palma de la mano un par de veces y casi sonrió, por fin, satisfecha mientras acomodaba la mejilla en el cojín. Entrecerró los ojos, buscando la paz que le había sido robada.
-Ya mañana buscaremos tu mochila... -Alcanzó a decir antes de soltar un enorme bostezo.
La loba giró el cuerpo hacia él, pasando su brazo por debajo de la almohada donde reposaba su cabeza, manteniendo aquella distancia prudencial pues aún no veía una razón real para perdonarle. Pero ahora estaba allí, en la misma cama, en el mismo mundo. Pero no podían tocarse ni besarse, aquello era casi peor que si no hubiera vuelto.
-Aún no puedo perdonarte. -Confesó clavando sus ojos amarillos en él. -Necesito tiempo para asimilar todo esto. -Suspiró hondo y profundo. -Ojalá fuera todo más fácil. -Susurró antes de volver a su posición inicial.
Se incorporó hasta sentarse en la cama, acomodó su cabello sobre uno de sus hombros y comenzó a desabrocharse los pantalones de cuero que le ceñían a la cintura. Desabrochó algunos botones de su camisa y descubrió las pieles que vestían el jergón. Aunque aún el cielo estaba claro y nadaban sendas nubes negras cargadas de nieve por el horizonte, el cansancio hacía mella en su cuerpo, pidiéndole un respiro. Se tumbó de nuevo en el lecho y se cubrió con las pieles hasta la boca, disfrutando del mullido colchón de lana y las suaves y cálidas pieles de cabra que acariciaban su cuerpo. Volvió a girar el cuerpo hacia él, encogiendo las rodillas en su pecho, mullió la almohada con la palma de la mano un par de veces y casi sonrió, por fin, satisfecha mientras acomodaba la mejilla en el cojín. Entrecerró los ojos, buscando la paz que le había sido robada.
-Ya mañana buscaremos tu mochila... -Alcanzó a decir antes de soltar un enorme bostezo.
Nana
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Re: Lo que no cura un invierno. [Privado]
Decidió quedarse en silencio, no tenía mucho más que decir. Miraba al techo sin moverse demasiado, observando cada una de las imperfecciones y pequeñas grietas. Algunas ya estaban ahí cuando él se fue y otras eran nuevas. Por la ventana entraba un ligero silbido por el viento a medida que lo que quedaba de luz se desvanecía para dejar paso a la oscuridad. Giró la cabeza para mirar a la loba, que ya se había dormido tras un rato de silencio, con el rostro levemente iluminado por la luna.
Puede que se hubiese quedado dormido viendo como ella dormía, no lo tenía claro, pero el sonido de un pequeño pájaro en la ventana le despertó. Su sueño siempre había sido extraordinariamente ligero, y tras meses viajando y durmiendo a la intemperie había aprendido que lo mejor era dormir poco y despertarse rápido. Unos tímidos rayos de sol asomaban más allá del horizonte y decidió que al menos se levantaría hasta la ventana para respirar aire puro.
El dolor de la pierna seguía ahí, sin darle ni un segundo de tregua, pero no había llegado tan lejos para dejarse intimidar por una simple herida. Ayudándose de las manos movió su pierna vendada con todo el cuidado que pudo para no despertar a Nana. Apretó los dientes y cerró los ojos para poder soportar el dolor en silencio hasta que consiguió sentarse en la cama. Cogió aire y, apoyándose en la pared, logró ponerse en pie en un solo movimiento. Notaba como le latía la herida, pero trató de ignorarlo todo lo que pudo y caminar casi a la pata coja hasta la ventana.
Había poco movimiento en la aldea, todavía era demasiado temprano, aunque no tardaría demasiado en llenarse todo de gente. La brisa enfriada por la nieve le golpeó en la cara, despertándole al instante. Cogió aire, olía a nieve, tierra y excrementos de animales; el clásico olor de cualquier aldea que se precie.
Puede que se hubiese quedado dormido viendo como ella dormía, no lo tenía claro, pero el sonido de un pequeño pájaro en la ventana le despertó. Su sueño siempre había sido extraordinariamente ligero, y tras meses viajando y durmiendo a la intemperie había aprendido que lo mejor era dormir poco y despertarse rápido. Unos tímidos rayos de sol asomaban más allá del horizonte y decidió que al menos se levantaría hasta la ventana para respirar aire puro.
El dolor de la pierna seguía ahí, sin darle ni un segundo de tregua, pero no había llegado tan lejos para dejarse intimidar por una simple herida. Ayudándose de las manos movió su pierna vendada con todo el cuidado que pudo para no despertar a Nana. Apretó los dientes y cerró los ojos para poder soportar el dolor en silencio hasta que consiguió sentarse en la cama. Cogió aire y, apoyándose en la pared, logró ponerse en pie en un solo movimiento. Notaba como le latía la herida, pero trató de ignorarlo todo lo que pudo y caminar casi a la pata coja hasta la ventana.
Había poco movimiento en la aldea, todavía era demasiado temprano, aunque no tardaría demasiado en llenarse todo de gente. La brisa enfriada por la nieve le golpeó en la cara, despertándole al instante. Cogió aire, olía a nieve, tierra y excrementos de animales; el clásico olor de cualquier aldea que se precie.
Brendarid
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Re: Lo que no cura un invierno. [Privado]
Los ojos ambarinos de la loba se entornaron hasta transportarla a un mundo que no era el suyo, pero sin embargo sí conocía bien. No halló tinieblas esta vez en sus sueños, sino paz y tranquilidad, un sosegado océano de paisajes y hechos que sucedían de forma aleatoria, momentos graciosos, felices, que colmaron de calidad al distante corazón de la líder. Durmió, claro que durmió, hasta que el sol matutino atravesó como una flecha la ventana y la casi transparente tela que cubría esta para evitar la cegadora luz matinal.
Sus pestañas se despegaron lentamente unas de otras, a penas pudo entreabrir los párpados cuando una silueta se dibujó junto a la ventana, la luz del sol dibujaba reflejos dorados en sus rizos negros, embelesada ante un espectáculo difuminado de colores, formas y luces, sonrió sin razón aparente. Cegada por el contraste, se frotó los ojos un par de veces antes de conseguir erguirse sobre el jergón. Frunció levemente el ceño y los labios con pesadumbre, odiando haber despertado de aquel apaciguador sueño. Gruñó, ajena a todo en general, volviendo a acurrucarse entre las mantas. Las ascuas del fuego que había ardido y calentado toda la noche, ahora humeaban vergonzosas en la chimenea.
De repente, había vuelto a su vida hacía meses atrás, inconscientemente rozó sus labios con su índice, añorando un beso que sintió, pero que nunca se dieron. El orgullo le nació desde el estómago, fervientemente. Agitó el mentón, alejando todas aquellas superfluas ilusiones que se habían creado alrededor de la idea de la estabilidad que Brendarid le proporcionaba, e intentó con todas sus fuerzas volver a su realidad. Se heló su corazón de nuevo, casi tanto como el vaho que exhaló en un suspiro intenso tras asomar, por fin, la cabeza de entre las mantas.
-Buenos días. -Consiguió gruñir entre las mantas con la voz ronca, en un tono que resultó más de enojo que de indiferencia como ella pretendía.
Se aclaró la garganta, tosiendo un par de veces antes de poner en pie. Peligrosamente cerca de aquella espalda que antes la habría refugiado de tantas pesadillas, la loba tanteó con los pies en el suelo hasta encontrar el pantalón del que se había deshecho antes de acostarse, y ciñó por fin el cuero a su cintura tras ponérselos. No reparó en preocuparse de nuevo por su salud, ya que al verle levantado cualquier otro interrogante sobre el tema hubiera sobrado, se mordió el labio, con el fin de callar las palabras de preocupación.
Sus pestañas se despegaron lentamente unas de otras, a penas pudo entreabrir los párpados cuando una silueta se dibujó junto a la ventana, la luz del sol dibujaba reflejos dorados en sus rizos negros, embelesada ante un espectáculo difuminado de colores, formas y luces, sonrió sin razón aparente. Cegada por el contraste, se frotó los ojos un par de veces antes de conseguir erguirse sobre el jergón. Frunció levemente el ceño y los labios con pesadumbre, odiando haber despertado de aquel apaciguador sueño. Gruñó, ajena a todo en general, volviendo a acurrucarse entre las mantas. Las ascuas del fuego que había ardido y calentado toda la noche, ahora humeaban vergonzosas en la chimenea.
De repente, había vuelto a su vida hacía meses atrás, inconscientemente rozó sus labios con su índice, añorando un beso que sintió, pero que nunca se dieron. El orgullo le nació desde el estómago, fervientemente. Agitó el mentón, alejando todas aquellas superfluas ilusiones que se habían creado alrededor de la idea de la estabilidad que Brendarid le proporcionaba, e intentó con todas sus fuerzas volver a su realidad. Se heló su corazón de nuevo, casi tanto como el vaho que exhaló en un suspiro intenso tras asomar, por fin, la cabeza de entre las mantas.
-Buenos días. -Consiguió gruñir entre las mantas con la voz ronca, en un tono que resultó más de enojo que de indiferencia como ella pretendía.
Se aclaró la garganta, tosiendo un par de veces antes de poner en pie. Peligrosamente cerca de aquella espalda que antes la habría refugiado de tantas pesadillas, la loba tanteó con los pies en el suelo hasta encontrar el pantalón del que se había deshecho antes de acostarse, y ciñó por fin el cuero a su cintura tras ponérselos. No reparó en preocuparse de nuevo por su salud, ya que al verle levantado cualquier otro interrogante sobre el tema hubiera sobrado, se mordió el labio, con el fin de callar las palabras de preocupación.
Nana
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Re: Lo que no cura un invierno. [Privado]
Se giró al escuchar su voz, qué dos palabras tan maravillosas y cuánto las había añorado. Al fijarse en que ella se vestía, primero observó su figura desnuda y luego se dio cuenta de que iba a necesitar ropa.
-Buenos días.-dijo mientras se acercaba torpemente al pie de la cama para sentarse.-Oye...
¿no tendrás algo de ropa? Hace algo de frío para ir desnudo y tengo que salir a buscar mi mochila.
Estuvo un rato mirándose los vendajes, no parecía que la herida se hubiese abierto ni siguiese sangrando, podría ser peor.
-Si quieres que me vaya, puedes decírmelo. Seguro que alguien de por aquí puede dar uso a dos brazos de más.- No había vuelto para entorpecer su vida si ella no le quería allí. Se había cansado de ser una molestia para todo aquel que le acogiese, no volvería a pasar en la medida de lo posible.
Llegó hasta la habitación el aroma del desayuno, alguien estaba preparando algo potencialmente delicioso y su estomago empezaba a requerirle un pedazo de lo que fuese. En ese momento podría haberle dado un mordisco a una piedra con tal de comer algo. Se acababa de dar cuenta de que llevaba sin comer desde ayer, no estaba ni cerca de su límite, pero el olor a comida conseguía hacer que el hambre repuntase suavemente y fuese ligeramente molesta.
-Buenos días.-dijo mientras se acercaba torpemente al pie de la cama para sentarse.-Oye...
¿no tendrás algo de ropa? Hace algo de frío para ir desnudo y tengo que salir a buscar mi mochila.
Estuvo un rato mirándose los vendajes, no parecía que la herida se hubiese abierto ni siguiese sangrando, podría ser peor.
-Si quieres que me vaya, puedes decírmelo. Seguro que alguien de por aquí puede dar uso a dos brazos de más.- No había vuelto para entorpecer su vida si ella no le quería allí. Se había cansado de ser una molestia para todo aquel que le acogiese, no volvería a pasar en la medida de lo posible.
Llegó hasta la habitación el aroma del desayuno, alguien estaba preparando algo potencialmente delicioso y su estomago empezaba a requerirle un pedazo de lo que fuese. En ese momento podría haberle dado un mordisco a una piedra con tal de comer algo. Se acababa de dar cuenta de que llevaba sin comer desde ayer, no estaba ni cerca de su límite, pero el olor a comida conseguía hacer que el hambre repuntase suavemente y fuese ligeramente molesta.
Brendarid
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Re: Lo que no cura un invierno. [Privado]
Terminó de vestirse antes de plantarse frente a él en la cama. ¿Ropa? La había regalado al templo para vestir a los necesitados. Rió maliciosa negando con la cabeza al recordar la satisfacción que sintió al librarse de todo aquello que aún mantenía su olor. Pero ahora, ahora eso era un problema.
-No tengo ropa para ti. -Sentenció girando sus pasos hacia la pequeña cómoda de madera de roble junto a la cama.
Abrió uno de los cajones y comenzó a buscar algo de ropa para él y unos vendajes limpios. Para lo segundo tuvo suerte, unas tiras de lino permanecían enrolladas e intactas, hechas un ovillo. Las arrojó encima de la cama mientras seguía buscando entre su propia ropa.
-No es que no te quiera dar ropa... -Explicó cerrando un cajón y abriendo el siguiente. -Pero es que la doné al templo para los pobres. -Explicó rebuscando, con la misma suerte que en el anterior cajón.
Resopló acomodándose el pelo hacia detrás, colocándoselo por detrás de las orejas. Tomó los vendajes que había dejado encima de la cama y arrastró la silla del escritorio hasta ponerla frente a Brendarid, quien se había sentado en el borde de la cama. Se sentó frente a él, manteniendo aquella seriedad y fingida indiferencia y resopló.
-Estira la pierna que te cambie la venda. -Imperó de nuevo tomándole la pierna por la rodilla para ponerla con cuidado sobre su propio muslo, y se inclinó hacia él para poder curarle la herida.
Otra vez tan cerca, y a la vez tan lejos de aquellos sentimientos que una vez tuvieron el uno por el otro y que ahora eran reprimidos contra su voluntad por el orgullo. Tragó saliva, incómoda en cierto modo por la desnudez ajena, como si aquella fuera la primera vez que le veía desnudo. Se dispuso sin demora a desligar el vendaje de la herida de su muslo, con mucho cuidado, intentando no desviar sus ojos de la mancha de sangre que brotaba a través del vendaje.
-No tengo ropa para ti. -Sentenció girando sus pasos hacia la pequeña cómoda de madera de roble junto a la cama.
Abrió uno de los cajones y comenzó a buscar algo de ropa para él y unos vendajes limpios. Para lo segundo tuvo suerte, unas tiras de lino permanecían enrolladas e intactas, hechas un ovillo. Las arrojó encima de la cama mientras seguía buscando entre su propia ropa.
-No es que no te quiera dar ropa... -Explicó cerrando un cajón y abriendo el siguiente. -Pero es que la doné al templo para los pobres. -Explicó rebuscando, con la misma suerte que en el anterior cajón.
Resopló acomodándose el pelo hacia detrás, colocándoselo por detrás de las orejas. Tomó los vendajes que había dejado encima de la cama y arrastró la silla del escritorio hasta ponerla frente a Brendarid, quien se había sentado en el borde de la cama. Se sentó frente a él, manteniendo aquella seriedad y fingida indiferencia y resopló.
-Estira la pierna que te cambie la venda. -Imperó de nuevo tomándole la pierna por la rodilla para ponerla con cuidado sobre su propio muslo, y se inclinó hacia él para poder curarle la herida.
Otra vez tan cerca, y a la vez tan lejos de aquellos sentimientos que una vez tuvieron el uno por el otro y que ahora eran reprimidos contra su voluntad por el orgullo. Tragó saliva, incómoda en cierto modo por la desnudez ajena, como si aquella fuera la primera vez que le veía desnudo. Se dispuso sin demora a desligar el vendaje de la herida de su muslo, con mucho cuidado, intentando no desviar sus ojos de la mancha de sangre que brotaba a través del vendaje.
Nana
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Re: Lo que no cura un invierno. [Privado]
Bueno, cosas peores ha pasado que estar desnudo en la nieve, en el peor de los casos podría adoptar su forma de lobo y soportar fácilmente el frío. La luz que entraba por la ventana era muy tenue debido a los nubarrones que seguían cubriendo todo el cielo como un manto enorme de piedra. Había visto nevadas intensas, pero la verdad es que los dos últimos días habían sido intensos en ese sentido; se preveía un invierno duro.
Estiró la pierna con dificultad, esgrimiendo una mueca de dolor y apretando los dientes, hasta que consiguió posarla sobre las de la loba. Casi le era imposible mirarla sin que le asaltasen deseos de abrazarla y besarla, trataba de mirar hacia otro lado, pero su olor también estaba muy cerca. El contacto de sus manos en la pierna era posiblemente la mejor sensación en meses, ni siquiera sentía en ese momento el dolor de la herida. Podrían haberle atravesado el estómago y ni se daría cuenta.
Sobre el silencio de la habitación se alzaban los cantos de los pájaros del exterior y alguna que otra tímida voz. Ella no le miraba, sus ojos estaban fijos en la herida, como esquivándole. Casi sin darse cuenta llevó la mano hasta el rostro de la loba, cogiendo su mejilla para poder mirarla a los ojos. Había llegado hasta ahí, pasase lo que pasase, habrá merecido la pena.
-Perdóname por esto.- Y sin titubear la besó en los labios. Fríos, tal y como recordaba. Posiblemente acabase de cometer un error, pero estaba dispuesto a aceptar cualquiera de las consecuencias en ese preciso momento.
Estiró la pierna con dificultad, esgrimiendo una mueca de dolor y apretando los dientes, hasta que consiguió posarla sobre las de la loba. Casi le era imposible mirarla sin que le asaltasen deseos de abrazarla y besarla, trataba de mirar hacia otro lado, pero su olor también estaba muy cerca. El contacto de sus manos en la pierna era posiblemente la mejor sensación en meses, ni siquiera sentía en ese momento el dolor de la herida. Podrían haberle atravesado el estómago y ni se daría cuenta.
Sobre el silencio de la habitación se alzaban los cantos de los pájaros del exterior y alguna que otra tímida voz. Ella no le miraba, sus ojos estaban fijos en la herida, como esquivándole. Casi sin darse cuenta llevó la mano hasta el rostro de la loba, cogiendo su mejilla para poder mirarla a los ojos. Había llegado hasta ahí, pasase lo que pasase, habrá merecido la pena.
-Perdóname por esto.- Y sin titubear la besó en los labios. Fríos, tal y como recordaba. Posiblemente acabase de cometer un error, pero estaba dispuesto a aceptar cualquiera de las consecuencias en ese preciso momento.
Brendarid
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Re: Lo que no cura un invierno. [Privado]
¿Perdonarle? ¿Por todo aquello? Tendría que ocurrir alguna especie de milagro para que Nana olvidase que la abandonó sin decir nada, sin saber siquiera si tenía intención de volver. Pero no, no era eso a lo que se refería Brendarid. Lo vio venir pero su orgullo le dio tregua, los labios ajenos se posaron en los suyos. Tan cálidos como los recordaba. Tardó en reaccionar, lo suficiente para darse cuenta de cuánto había echado de menos esos besos. Cerró los ojos casi inconscientemente, dejándose llevar. <<¿Qué haces? No, Nana. >> Gritaba desesperadamente su cabeza, pero su cuerpo no respondía.
Sus manos se deslizaron hasta su espalda, aferrándose a él con ímpetu. Cómo había echado de menos aquella enorme espalda donde perderse cada noche. Correspondió el beso, dejándose llevar por la situación. Demasiado. El corazón se le iba a salir del pecho en cualquier momento. Se despegó de sus labios unos milímetros, un suave suspiro salió de sus labios y aquellos ojos dorados se posaron en los suyos.
-Esto no significa nada.-Logró susurrar desde el orgullo que quedaba aún aferrado a ella.
Pero duró poco la distancia impuesta entre ambos, la loba volvió a posar sus labios sobre los ajenos, mordiéndolos ligeramente. Se auto convencía continuamente de que aquello tan solo era una despedida. Una última vez que nunca tuvieron. Volvió a separarse de él, frunciendo el ceño y negando con la cabeza.
-No.-Susurró de nuevo, pero sus manos no podían deshacer su abrazo. -Solo estaríamos alargando esto... -Añadió en el mismo tono de susurro, pero de nuevo como el más potente de los imanes, sus labios volvieron a buscar los suyos.
Sus manos se deslizaron hasta su espalda, aferrándose a él con ímpetu. Cómo había echado de menos aquella enorme espalda donde perderse cada noche. Correspondió el beso, dejándose llevar por la situación. Demasiado. El corazón se le iba a salir del pecho en cualquier momento. Se despegó de sus labios unos milímetros, un suave suspiro salió de sus labios y aquellos ojos dorados se posaron en los suyos.
-Esto no significa nada.-Logró susurrar desde el orgullo que quedaba aún aferrado a ella.
Pero duró poco la distancia impuesta entre ambos, la loba volvió a posar sus labios sobre los ajenos, mordiéndolos ligeramente. Se auto convencía continuamente de que aquello tan solo era una despedida. Una última vez que nunca tuvieron. Volvió a separarse de él, frunciendo el ceño y negando con la cabeza.
-No.-Susurró de nuevo, pero sus manos no podían deshacer su abrazo. -Solo estaríamos alargando esto... -Añadió en el mismo tono de susurro, pero de nuevo como el más potente de los imanes, sus labios volvieron a buscar los suyos.
Nana
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Re: Lo que no cura un invierno. [Privado]
Tenía razón, no deberían estar haciendo eso, pero ya le era completamente imposible separarse. El dolor de su pierna había desaparecido por completo, su mundo se resumía por completo en sus labios, sus manos y su cuerpo. Logró reunir la suficiente fuerza de voluntad para separarse unos centímetros y mirarla a los ojos.
-Lo siento. Párame cuando quieras.
Acto seguido volvió a besarla rodeándola con los brazos. Dejó caer su peso hacia atrás sin soltarla hasta que ambos estuvieron tumbados. Volvía a estar completamente cubierto por su larga melena, casi había olvidado lo bien que se sentía; solo podía olerla a ella allí dentro. Podía notar como la temperatura de ambos ascendía, ignorando el frío invernal que les rodeaba.
Uno a uno fue desabrochando los botones de su camisa hasta que pudo rodear su torso desnudo por debajo de su ropa. Suave y fuerte, no había cambiado ni un ápice. Las primera gotas de sudor comenzaron a brotar en su frente, indicando no solo el calor, sino que cada vez había menos posibilidades de retractarse.
-Lo siento. Párame cuando quieras.
Acto seguido volvió a besarla rodeándola con los brazos. Dejó caer su peso hacia atrás sin soltarla hasta que ambos estuvieron tumbados. Volvía a estar completamente cubierto por su larga melena, casi había olvidado lo bien que se sentía; solo podía olerla a ella allí dentro. Podía notar como la temperatura de ambos ascendía, ignorando el frío invernal que les rodeaba.
Uno a uno fue desabrochando los botones de su camisa hasta que pudo rodear su torso desnudo por debajo de su ropa. Suave y fuerte, no había cambiado ni un ápice. Las primera gotas de sudor comenzaron a brotar en su frente, indicando no solo el calor, sino que cada vez había menos posibilidades de retractarse.
Brendarid
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Re: Lo que no cura un invierno. [Privado]
Sus manos se enredaron entre cada uno de sus rizos, cayó encima de él cuando casi la levantó en el aire al tumbarse en la cama de espaldas. Su cuerpo negaba lo que su mente le mandaba, parar, recapacitar. Aquello no era una reconciliación, porque la espina en su pecho aún dolía lo suficiente para querer olvidarle. Pero cómo le iba a olvidar si incluso dormían en la misma cama. Le quería, sí, pero más se quería ella.
A penas deshizo el abrazo para incorporarse ligeramente, se recogió el cabello que caía a ambos lados de su cabeza, poniéndolo detrás de sus orejas. Allí, medio desnuda, no se sintió bien. No se sintió como todas aquellas veces que la había desnudado. Se sentía culpable, en parte, por todo aquello. Quizá si no fuera tan ... Así, tan dura, tan tosca, tan cabezota, él nunca se habría ido. Pero fue su propia decisión irse sin decir nada. Aquellos pensamientos inundaban su cabeza, y le impedían disfrutar de aquel encuentro. La loba frunció el ceño, agarrando ambos lados de su camisa para cerrarla, pudorosa, y miró a Brendarid negando levemente con la cabeza.
-No.-Dijo dejándose caer sobre él una vez más, para darle un suave beso en los labios. -No puedo.-Susurró volviéndose a incorporar para dejarse caer en la cama junto a él.
Había sido una mala decisión, o quizá la mala decisión era dejar hablar a su orgullo antes que a sus sentimientos, pero a base de él había vivido hasta ahora, y así había llegado hasta ese puesto. No con sentimientos. Allí, tumbada boca arriba, comenzó a atarse de nuevo los botones de su camisa, silenciosa. Ya no le quedaban palabras a la loba por decir, nada que no hubiera dicho ya. Se giró hacia él, con los ojos cristalinos por los que surcaban pequeñas y redondas perlas de agua salada, las lágrimas que había escondido durante tanto tiempo ahora brotaban sin razón aparente. Se mordió los labios con fuerza, intentando reprimirse, como lo había hecho siempre, una mujer fuerte, dura, e independiente como ella no se podía permitir derramar lágrimas... Pero al no poder sofocar aquel repentino ataque de ansiedad, se giró hacia la ventana, avergonzada, intentando disimular sus lágrimas. ¿Cuándo había dejado de hablar el orgullo y había dejado salir toda aquella tristeza?
A penas deshizo el abrazo para incorporarse ligeramente, se recogió el cabello que caía a ambos lados de su cabeza, poniéndolo detrás de sus orejas. Allí, medio desnuda, no se sintió bien. No se sintió como todas aquellas veces que la había desnudado. Se sentía culpable, en parte, por todo aquello. Quizá si no fuera tan ... Así, tan dura, tan tosca, tan cabezota, él nunca se habría ido. Pero fue su propia decisión irse sin decir nada. Aquellos pensamientos inundaban su cabeza, y le impedían disfrutar de aquel encuentro. La loba frunció el ceño, agarrando ambos lados de su camisa para cerrarla, pudorosa, y miró a Brendarid negando levemente con la cabeza.
-No.-Dijo dejándose caer sobre él una vez más, para darle un suave beso en los labios. -No puedo.-Susurró volviéndose a incorporar para dejarse caer en la cama junto a él.
Había sido una mala decisión, o quizá la mala decisión era dejar hablar a su orgullo antes que a sus sentimientos, pero a base de él había vivido hasta ahora, y así había llegado hasta ese puesto. No con sentimientos. Allí, tumbada boca arriba, comenzó a atarse de nuevo los botones de su camisa, silenciosa. Ya no le quedaban palabras a la loba por decir, nada que no hubiera dicho ya. Se giró hacia él, con los ojos cristalinos por los que surcaban pequeñas y redondas perlas de agua salada, las lágrimas que había escondido durante tanto tiempo ahora brotaban sin razón aparente. Se mordió los labios con fuerza, intentando reprimirse, como lo había hecho siempre, una mujer fuerte, dura, e independiente como ella no se podía permitir derramar lágrimas... Pero al no poder sofocar aquel repentino ataque de ansiedad, se giró hacia la ventana, avergonzada, intentando disimular sus lágrimas. ¿Cuándo había dejado de hablar el orgullo y había dejado salir toda aquella tristeza?
Nana
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