El torneo del éxodo.

La arena estaba abarrotada de gente , cobijados bajo un toldo rojo que cubría toda la circunferencia de la arena donde estaban las gradas. Varios guardias estaban abajo, en las paredes, que estaban llenas de armas colgadas de ganchos, todo tipo de arma había allí, des de hachas hasta dagas y escudos. El rey lucía sentado justo enfrente de la puerta donde saldrían los concursantes del torneo, en un trono en lo más alto de una tarima adornada con la bandera de Aerandir.
Treki estaba en el sótano, instruyendo a los guardias las tareas que debían de hacer durante todo el torneo. A la derecha de la puerta había una jaula de tamaño descomunal, de donde procedían ruidos extraños y poco comunes para los humanos que vivían en Lunargenta.
Treki subió por las escaleras hasta salir por una puerta que daba justo a donde estaba el rey, y éste con un ademán de aceptación que Treki captó enseguida hizo sonar las trompetas haciendo el acto de inauguración del torneo, y con aquello, que se abrieran las puertas del torneo del éxodo, "el último camino hacia la guerra".

Habrían como cuarenta concursantes, robustos, grandes y feroces, pertenecientes a la más alta nobleza de Lunargenta, pero ninguno de ellos le gustaba al rey para liderar sus tropas, temía que lo que tenían de músculo careciesen de cerebro.
Hicieron pasar a los concursantes hasta justo enmedio de la arena, haciendo sonar una última vez las trompetas como señal de que cerrasen la puerta.
El rey se puso en pie y se acercó hacia la reja que tenía delante hasta quedar pegado.
-Bien, queridos concursantes, ahora que ya estáis todos, os será bueno saber que no hay vuelta atrás, y que todo lo que ocurra aquí se quedará aquí. Cualquier acto de cobardía no se tomará en cuenta en la vida personal de cada uno, pero vuestra moral no es cosa mía. -Inició el rey para romper un poco la tensión de los concursantes. -Bien, vuestra primera prueba será la lucha grupal contra bestias. -Empezó a explicar señalando la descomunal jaula tapada que emitía sonidos extraños. -Así que armaros, guerreros. Suerte y que gante el mejor.-Señaló hacia el lugar con las armas, solo armas, ya que los guerreros tendrían que luchar con el menor peso posible, sin armadura, tan solo con camisa y pantalón y unas botas de cuero.
Después de unos minutos de pausa para que eligiesen bien sus armas dio unas palmas y los guardias abrieron la descomunal jaula dejando salir a cuatro Lamias y cinco Ahielog.
El rey quería ver con esto qué era lo que podían hacer en grupo los guerreros y quién era el que se ponía a la cabeza de todos.
Las lamias empezaron a seducir a los rezagados mientras que los Ahielog los capturaban en sus telarañas de hielo.

*Siegfried llego demasiado pronto a la arena y tuvo que esperar a que le abrieran en la puerta. Cuando por fin pudo entrar, llego a una especie de vestibulo donde le pidieron que se quitase la armadura y la dejase en un almacen hasta que terminase la prueba. Se quedo con la ropa que solia llevar siempre y se dispuso a esperar a que llegasen los demas. Poco a poco el lugar se fue llenando de gente hasta que llego un momento en el que, sin saber muy bien como, se vio rodeado por un monton de gigantes sobremusculados que, a base de empujones, lo arrastraron al interior de la arena y el no pudo hacer nada mas que dejarse llevar. Cuando por fin se separaron todos un poco, ya se encontraba en medio de la arena. Sentia un millon de ojos observandole y empezo a preguntarse, de nuevo, que era lo que pintaba el alli.

No dispuso de demasiado tiempo para cavilar, el rey explico en que consistia la prueba y tuvo el tiempo justo para cojer una de las espadas que colgaban en sus soportes y girarse para ver como soltaban a las bestias.

De pronto, se desato el caos de nuevo. Los guerreros se abalanzaron sobre los horrendos seres gritando como unos posesos y Siegfried se vio arrastrado de nuevo por un mar de cuerpos. Antes de que se pudiera dar cuenta se encontro al lado de una lamia. Reacciono con cierta celeridad, pero de poco le sirvio. En cuanto alzo la espada los ojos de la criatura se clavaron en los suyos y de repente sintio ganas de soltar la espada y acercarse a la mujer que ya no le parecia horrible, sino la mayor belleza que habia visto jamas. Por fortuna, justo antes de que la criatura acabara con el, el cadaver de uno de los guerreros le golpeo y acabo en el suelo.

Se alejo de la marabunta rodando y se incorporo con dificultad para intentar analizar la situacion; el asalto habia resultado en un fracaso estrepitoso. Los guerreros intentaban eliminar a los monstruos cada uno a su manera y estos los masacraban por separado como querian. Miro hacia el palco del rey y pudo distinguir su cara de decepcion. Era evidente que aquello no era lo que el estaba esperando. Habia que reunir a aquella gente para vencer pero ¿se tragarian su orgullo? ¿seria el capaz de convencerlos?. Solo habia una forma de comprobarlo.*

-¡Eh! ¡Escuchadme todos! .-grito intentando hacerse oir por encima del vocerio.- ¡Replegaos, replegaos!.-

*No sabia si le estaban escuchando o si le iban a hacer caso, pero si se retrasaba mas iban a morir todos alli. Vio como algunos se giraban y le miraban con extrañeza.*

-¡No les ataqueis por separado, atacar varios a cada uno! ¡Rodeadlos! ¡Aprovechad la ventaja numerica! ¡Y no mireis a las mujeres-serpiente a la cara!.-

*Sin pararse a ver si habian recibido sus ordenes, volvio a entrar en la pelea y empezo a descargar espadazos a diestro y siniestro.*

El rey ya desesperado empezó a dar vueltas en el palco, nada era como él esperaba, pero aquella madurez que poseía le hacía intuir que no debía de desesperarse, que todavía quedaba un pequeño hombre en mitad de esa masa de cadáberes.
Esperanzado se acercó de nuevo y se agarró de la barra reposando todo su peso sobre esta, mirando con atención lo que estaba sucediendo abajo. Cuál fue la sorpresa del rey al ver que Siegfried había conseguido justo lo que él esperaba que lograse, que empezó a aplaudir asintiendo con la cabeza reforzando así su confianza en él.
Los brutos y enormes soldados empezaron a amontonarse detrás del que había dado la idea, haciendo un circulo de armas, que poco a poco se iba abriendo más hacia las bestias haciéndolas retroceder.
Las arañas les miraban abriendo y cerrando sus pinzas, irritadas. Mientras que las mujeres serpiente hacían sonar su lengua buscando un punto donde encontrar la mirada de los hombres. Éstos consiguieron evitar las miradas apartando la vista o simplemente mirándolas des del reflejo del arma que tenían delante de su nariz.

Los acorralaron hasta tenerlas tan separadas como para hacer un dos contra uno, una victoria segura. Uno de los más atrevidos alzó el hacha y soltó un grito de guerra llenando de valentía a todos los demás hombres que caminaban casi a tientas en un mar de cadáberes, y corrieron como bárbaros contra las bestias.
Treki, que se encontraba justo encima de la jaula de las bestias, sentado, haciendo colgar sus pies como un niño pequeño en un columpio, miraba atento cruzado de brazos. Fue entonces cuando un gruñido sobrenatural salió de la misma jaula que los demás, des del fondo de la oscuridad de la jula, donde un Leviathan de más de diez metros de alto y cinco de ancho, anclado al suelo esperaba su liberación para hacer su escena.

Treki se agarró al bordillo con las manos y inclinó hasta quedar con la cabeza entre sus piernas asomándose a la jaula. A penas tuvo tiempo de ponerse en pie de un salto para no ser arrastrado por aquel monstruo, que se había liberado de sus grilletes antes de tiempo y corría dándose cabezazos con las paredes de la arena para librarse de su bozal.
Treki se secó el sudor de la frente y se volvió a sentar a la espera de nuevas órdenes, ya que el gusano había hecho su trabajo .
Aquel monstruoso Leviathan, ahora se encontraba fuera de la jaula y miraba con odio a los hombres, pero no se atrevía seguir sin antes haberse librado de su bozal, y seguía dándose cabezazos contra el suelo y contra la pared.
Los humanos asustados empezaron a retroceder poco a poco después de matar a la mitad de las bestias que aún quedaban .

Tanto Treki como el Rey se sobresaltaron con la acción del chico, realmente iba hacia un suicidio seguro.
Los hombres lo miraban atónitos, pero sin perder tiempo empezaron a agruparse para correr detrás de el chico en todas direcciones al rededor del gusano. El gusano, ignoraba a todo lo que tenía delante, hombres, bestias, armas.. Solo soltaba cabezazos contra las paredes para librarse de aquella cosa que le impedía abrir la boca. Los hombres de detrás empezaron a lanzarle las lanzas a la cabeza, causando así que el seyado de la boca del monstruo se rompiese y este pudiese emitir un grave grito de enfurecimiento.
Tenía ya varias hachas y lanzas clavadas en la frente y en los párpados, le causaban una gran molestia pero no llegaban a causarle daño, no el daño que buscaban hacerle.
La grandísima bestia empezó a seguir al chico, que era su presa que más cerca tenía, mientras daba coletazos contra la puerta de la cual no había conseguido salir del todo.
Algunos hombres consiguieron engancharse al monstruo por el lomo ahora que estaba distraido, y buscaban su punto más dévil para poder atacar todos a la vez.
El monstruo se sacudió, lanzando a la mayoría contra la pared o contra el suelo, y una minoría quedó en el lomo del leviathan. Uno consiguió llegar hasta el cuello, donde con dificultad le clavó la espada al monstruo, que alzó el cuello y se paró de repente emitiendo un gruñido aún mayor del que había hecho antes, y volvió a dar un coletazo a la pared.
El monstruo de mar empezaba a secarse, era algo que ya tenían calculado los guardias, y rodearon al monstruo des de las paredes, des de arriba, con cubos de agua que lanzaron a la vez mojando a los hombres y al monstruo.
Una vez estabilizado el monstruo, que seguía gruñendo del dolor que le había causado esa espada, el hombre que la había conseguido clavar alzó el puño en señal de victoria.
-¡Aquí! ¡Todos aquí! -Gritó soltándose del cuello del monstruo y siendo aplastado por el mismo.
Todos al unísono soltaron un grito de guerra y empuñaron con más fuerza que nunca sus armas, corriendo hacia el cuello del monstruo que estaba distraido pisándole los talones a Siegfried, y a su vez, intentándose quitar la espada que tanto le molestaba.

Todos llegaron al frente del monstruo y se abrieron haciendo dos grupos, uno por la derecha y otro por la izquierda, y a la vez corrieron hacia el cuello de la bestia clavándoles las armas al rededor de ese mismo punto. La mayoría no tuvo tiempo a escapar, y empezó a ser pisada por la gran barriga de la bestia ya muerta, mientras que el valiente caballero Siegfried estaba a punto de sufrir un apisionamiento total con la cabeza del Lebiathan sin escapatoria.
Habría sido así de no ser por que alguien, escondido entre el público, encapuchado con una capa negra que le tapaba tanto el cuerpo como la cabeza saltó a la arena con la suficiente velocidad para sacar al chico de allí, dejándolo justo al lado de la cabeza.
El rey miró la escena atónito, su última prueba había salvado al que seguramente sería su contrincante en un uno contra uno, y no entendía ni por qué a él habiendo tanta gente muriendo bajo el cuerpo del monstruo.
El encapuchado después de apartar al chico, se giró lo suficientemente rápido para que no pudiese distinguir su rostro, pues su trabajo allí dependía de ello, y de muy mala gana, como siempre, se volvió hacia el palco trepando por la pared con un poco de torpeza humana.

Aún quedaban muchas pruebas a la que enferntarse antes de saber la identidad del encapuchado, así que el rey dio un par de aplausos que le siguieron todo el estadio, a los pocos segundos el clamor se calmó dejando al habla al rey.
-Estoy muy sorperendido de hasta dónde habéis llegado. -Dijo llenándose de enorgullecimiento.
A penas habían sobrevivido entre bajas y muertos doce personas, la primera prueba era la más brutal de todas.
-Quiero decir, que hayáis llegado tanta gente. -Aclaró aquello que podría haberse mal interpretado y prosiguió aclarándose la garganta. -La siguiente prueba se basa en el valor y la confianza ciega, en vosotros mismos y en la gente que os rodea. -Mientras el rey explicaba un centenar de guardias movían los cadáberes dentro de la jaula, otros tantos atendían bajas y otros guardaban las armas para darles otras de madera a los concursantes, y uno en particular se encargaba de encadenar con grilletes a cada dos parejas.
-Tendréis que luchar entre vosotros, esta lucha no consiste en matar a las otras parejas, sino en dejarlas inconscientes, yo creo que ya sufrimos suficientes bajas, así que ahora tendréis que dejar inconsciente al adversario, pero eso no es todo. Si uno de la pareja queda inconsciente, automáticamente el otro queda descalificado. -Una vez terminó de dar el avance se sentó en el sillón de madera con las manos entrelazadas y se limitó a mirar el espectáculo.
El compañero de Siegfried era lo que se diría como un muro de contención o un armario. Alto, tremendamente gordo y con la espalda enorme, que afortunadamente había logrado escapar de debajo de la barriga del monstruo.
Todos miraron la espada de madera como un insulto, y se miraron los unos a los otros, buscando qué pareja era más débil para atacar todos en grupo a la misma.
Todas las perjas estaban compuestas por hombretones fuertes, grandes y de buena planta menos una pareja, formada por un gordo y un chico de estatura media y la mitad de los demás hombres. Así que todos en círculo se miraron las caras y todas las parejas restantes se lanzaron hacia la pareja menos capacitada, el gordo empezó a arremeter con una mano, la que no tenía los grilletes, a toda la parte derecha de ellos, esperando que Siegfried se ocupara de lo demás.

*No sabia muy bien que había pasado, solo recordaba que había llegado un momento en el que el monstruo se le iba a hechar encima, sintió algo que le golpeaba y al segundo siguiente estaba tirado en la arena. Se levanto extremadamente confuso pero pronto se olvido del tema al ver que habían acabado con la enorme bestia.

Tenia que hacer un gran esfuerzo para respirar, el sudor recorría su cara a chorretones y tenia que secarselo cada poco tiempo y no podía enderezarse del todo porque le dolían las costillas por el golpe súbito contra el suelo pero, aun así, estaba contento. Prácticamente acababa de lanzarse contra un monstruo gigante esperando morir y de alguna manera se había salvado; un dolor insignificante no era nada comparado con la sensación de haber sobrevivido.

Escucho abstraído lo que decía el rey mientras intentaba recuperarse un poco del cansancio ¿Esque no les iban a dejar un tiempo entre prueba y prueba?. Recibió la respuesta por medio de unos grilletes que lo unieron a un hombre del tamaño de un trabuquete (al menos para el). Les dieron unas rápidas instrucciones y, acto seguido, vio la amenaza en los rostros de los hombres que lo rodeaban y buscaban a la presa mas débil. Su compañero lo miro con fastidio reconociendo a esa presa en el y, lamentablemente, los demás coincidieron en esa conclusión.

Siegfried se imagino lo que se avecinaba y no podía hacer mas que retirarse y evitar que los rodearan. Tal vez si resistían el suficiente tiempo los demás se dieran cuenta de que no eran un objetivo tan asequible.*

-Pongámonos de espaldas a la pared.-Dijo susurrando a su compañero mientras los demás se acercaban como chacales.- O nos rodearan y no podremos hacer nada.-

*Retrocedio con cuidado hasta que su espalda toco una de las paredes de la arena disponiendose a defender su lado de la mejor forma posible e intentando ignorar el dolor de las costillas.*

Al escuchar las órdenes del joven caballero el gordo dió un par de pasos hacia atrás pegándose aún más a la espalda de su compañero y poco a poco se desplazaba hacia la derecha, hasta que finalmente quedaron contra la pared, cara a cara contra sus enemigos.
Los grandullones empezaron a rodearles en semi-círculo, aporreando las espadas contra sus manos como vagabundos callejeros buscando pelea.
El gordo se giró hacia un lado quedando de espaldas a su compañero, dándole la cara justo a sus oponentes, tres parejas en total le habían tocado a la zona del chico fornido y estaba dispuesto a no rendirse aún sabiendo que él no sería el que disputaría la final.

-Yo te protegeré las espaldas, y tú protege las mías. -Dijo el chico y le pasó los brazos por detrás de los suyos a Siegfried, agarrándolo quedando justo pegado a su espalda y lo levantó en el aire, superando así la distancia que había entre ellos y una de las parejas.
Justo le dio el imprevisto ataque del fornido caballero usando a su compañero a una de las parejas, justo en la barbilla, dejándole cao en menos de lo que canta un gallo.
El fortachón dejó a su compañero en el suelo y se puso a enfrentarse con sus dos oponentes, ya que no de los anteriores había sido descalificado y ya se encontraban caminando hacia fuera de la arena.
Lanzó la espada al aire dándole justamente a uno de los hombres en la cabeza, dejándole instantaneamente incosciente, ahora solo quedaban tres parejas, en realidad era fácil intentar que no te diesen en la cabeza. Pero ahora las tres parejas se dignaron a atacar todos a la vez. Convencido de que Siegfried merecía más que él el puesto en la final, volvió a repetir el movimiento primero pero esta vez girando en círculos esperando a que su compañero terminase el movimiento y les patease la cara a todos, para así, en acabar el movimiento caer rendido en el suelo.

*Siegfried estaba preparandose para defenderse hasta el ultimo aliento. Notaba como su compañero se movia detras de el, pero no queria mirarlo por si alguno de los grupos que tenia delante le atacaba por sorpresa. Se quito el sudor de la frente por enesima vez y agarro con firmeza su espada.

De repente, noto como lo agarraban por la espalda y todo empezo a dar vueltas. No sabia que estaba pasando y de la impresion se le cayo la espada al suelo. Noto un golpe en sus botas, pero todo estaba tan borroso que no sabia que era lo que habia golpeado y, tan rapido como habia empezado, volvio a caer en el suelo. Se sujeto la cabeza, que aun no se habia dado cuenta de que el resto del cuerpo se habia parado, y se dio la vuelta para pedirle explicaciones a su compañero olvidandose de que estaba rodeado de enemigos potenciales.

Antes de poder abrir la boca, vio que su nuevo amigo habia derribado a dos hombres el solo y de repente entendio lo que habia pasado.*

-¿Me has....me has usado de arma?.-Dijo con un deje histerico en la voz.

*Tuvo que admitir que pese al mareo el metodo era bastante efectivo; ya habia descalificado a dos grupos.

Ignorando sus protestas, el enorme guerrero lo volvio a agarrar pero al menos esta vez Siegfried sabia lo que se avecinaba y se pudo preparar. Decidio que ya que posiblemente iba a vomitar al menos aprovecharia el ataque, por lo que cuando la mole lo balanceo por delante suyo para acercarlo a sus contrincantes, el empezo a dar patadas contra todo hasta que al final no quedo nadie de pie.

Su compañero se derrumbo en el suelo, aparentemente exhausto, y Siegfried cayo encima suyo. Se incorporo con extrema dificultad tanto por los dolores como por las nauseas y observo a los demas grupos que habian sido, literalmente, pateados del torneo. Se dio cuenta con cierta sorpresa de que su compañero habia dejado que se quedase solo el y sintio un enorme agradecimiento hacia aquel hombre. Se arrodillo a su lado y le puso la mano en el hombro*

-Te debo una, amigo. No lo olvidare.- Dijo sin saber muy bien si le estaba escuchando o no, pues parecia que habia quedado inconsciente.

*Se incorporo y se mantuvo en pie con toda la entereza que pudo reunir. Todavia estaba unido con el grillete al otro guerrero y no podia irse de alli hasta que los soltaran.*

El grandullón al escuchar las palabras de su compañero después de haber conseguido derrotar a todos, alzó el puño des del suelo con el dedo pulgar levantado sin poder articular ni un "Enhorabuena". No pasaron muchos segundos hasta que dejó caer el brazo al suelo en señal de rendición total, él sólo quería comer y dormir ahora.
Tres guardias levantaron la puerta para entrar, dos de ellos se dedicaron a mover a los inconscientes de la arena mientras uno les quitaba los grilletes, incluido a Siegfried.
El rey de nuevo se levantó del trono hasta acercarse a la valla, donde empezó a aplaudir de nuevo. Esta vez todo el público de la arena se levantó de su asiento para aplaudir, y aquel clamor duró unos cuantos minutos hasta que, sonaron las trompetas en señal de silencio, y todos volvieron a sus asientos atentos a lo que iba a suceder ahora.
-Tal y como esperábamos todos, solo ha quedado uno en pie. -Comenzó para dar pie a la explicación de la siguiente prueba. -Y me alegro de que haya sido alguien que ha demostrado valentía, empatía, coraje, destreza y compañerismo por no hablar de una gran facultad de liderazgo. -Miró con orgullo al joven Siegfried asintiendo a sus palabras, creciendose de la confianza que había depositado en el chico. -No obstante, hay algunos aspectos que ya puliremos en otro momento..-Dijo en tono burlón depsués de acordarse de las tentativas de suicidio del chico.

El encapuchado se levantó de su asiento en la grada de la burguesía de Lunargenta, y se abrió paso entre la gente para llegar a las escaleras para bajar, y esperó en la puerta de la arena hasta que le abriesen para hacer su aparición.
El rey mientras tanto seguía con su explicación.
-Bien, Siegfried, la última prueba es un uno contra uno, veremos qué eres capaz de hacer en una situación extraordinaria que a veces se da en las guerras. No tienes por qué matarlo, es solo un uno contra uno de igual a igual. -Explicó y se volvió a sentar en el trono. -Aun que no estaría de más que la matases.. -Susurró el rey en un tono que ningún ser humano podría alcanzar a oir.
Los guardias abrieron las puertas y el encapuchado se acercó hasta el centro de la arena sin desenmascararse.
-Tienes media hora para refrescarte, armarte y demás. -Le dijo el rey con algo de compasión.
La gente en las tribunas empezaba a levantarse para ir a beber, y a esas cosas que se hacen en las pausas tan largas en un combate.

Como ya sabía, aquello iba a ocurrir tarde o temprano, aquel viejo no iba a dejar que yo me ocupase de sus tropas en territorio enemigo, y claro, necesitaba a alguien con quién medir al "Ganador" de semejante subnormalidad de juego de niñas.
Había llegado no muy tarde a la arena, lo suficientemente pronto para salvarle el culo a Siegfried de un leviathan muerto. Debía de esconder mi identidad hasta el momento del combate, ya que todos los presentes allí sabían de mi, y de mi famosos títulos como asesina de vampiros y, cómo no, luchadora de la arena siempre que iba con unas copas de más o simplemente estaba aburrida.
Le había salvado la vida a Siegfried, y ahora tendría que luchar contra él. Había visto todos sus movimientos en la batalla contra las lamias, contra el leviathan y en la lucha de parejas. No es mi estilo subestimar a las personas, pero el chico parecía algo torpe, cosa que no tenía nada que ver como cuando se trató de luchar contra el dragón, aun que yo estaba inconsciente.

Por fin el rey después de lo que a mi se me hizo un interminable aplauso, hizo la seña para que bajase al sótano, donde me abrirían las puertas.
A mi derecha en la puerta, mientras esperaba, estaba una armadura muy familiar, tan familiar que la agarré del hilo que Siegfried solía sujetar su armadura y un cubo de agua que había al lado, negué con la cabeza y al escuchar en sonido metálico de la puerta ya oxidada levantarse, me adentré en aquel mundo que había prometido dejar atrás, la arena.
Ahora estaba allí, donde la arena no era amarilla sino roja de la sangre de las bestias y de los luchadores. Con aire de melancolía me acerqué hacia Siegfried que seguramente ni sabía que iba a luchar contra mi, la loca de los panecillos, y me paré frente a él lanzándole enfrente su armadura, espada y escudo, y dejándole a un lado el cubo de agua.
-Bebe, que mira, das pena. -Le dije quitándome la capucha de la capa, pero sin quitarme la capa, nunca me había gustado como me quedaba la armadura semi de cuero, simple decoración para estos casos -¿Sorprendido? Pues aún no has visto nada. -Le dije en tono de broma desabrochándome la capa para tirársela encima, a modo que le sirviese de toalla.

*Se quedo mirando a Nana con interes, pero no con sorpresa. Estaba tan cansado que nisiquiera podia sorprenderse por encontrarse con Nana alli. Agarro la capa al vuelo y se dejo caer en el suelo con una mano en la frente y un aspecto confundido.*

-Si, la verdad es que debo de tener un aspecto curioso.- Agarro el cubo de agua y lo acerco hasta el para verse reflejado.- Dioses, aun no tengo muy claro como he llegado aqui.- Comento mas para el mismo que para Nana.

*Bebio una gran cantidad de agua haciendo un cuenco con las manos y luego utilizo un poco mas para limpiarse la cara. Esto le ayudo a despejarse rapidamente y de pronto asimilo la razon de que Nana estuviese alli.*

-¿Tu eres la ultima prueba?.-

*Todo aquello era cada vez mas extraño. Se habia metido casi de rebote en aquellas pruebas, habia recibido golpes, lo habian arrastrado por todos lados y ahora tenia que pelear contra una mujer que habia conocido hacia apenas unos dias. En ese momento recordo que no era solo una mujer, sino que era una licantropa. Eso lo haria mas interesante.

Se levanto con decision pero se tuvo que doblar por un subito pinchazo en las costillas. Tendria que ir a que le miraran aquello cuando terminasen. Todavia se sentia algo cansado, pero queria acabar con aquello cuanto antes. Ignorando el dolor, se puso su armadura y dudo al ir a recojer su espada y su escudo.*

-Bueno, supongo que tendras tus propias armas. No soy tan estupido como para enfrentarme a alguien de tu raza desarmado.-

*Finalmente recogio todo su equipo y, cuando hubo terminado de ajustar las correas del escudo, se sintio mucho mejor. Cuando no llevaba todo aquel armatoste de metal encima se sentia casi desnudo.

Realizo un ceremonioso y burlon saludo dirigido a la que seria su contrincante.*

-Cuando usted quiera, señorita.-

*No pensaba intentar matar a aquella mujer, ni mucho menos. Le tenia cierto cariño por la pequeña historia que habian vivido juntos y lamentaba tener que pelear contra ella. De todas formas, dudaba que pudiese ganarle en el estado en el que se encontraba pero su orgullo le impedia retirarse. Se preparo para terminar la contienda lo mas rapidamente posible. Y si conseguia salir ileso, mejor.*

Sinceramente mis ganas de pelear eran nulas, si no era después de una borrachera considerable no era más que un estorbo en la arena, no había un motivo real para pelear, mi vida no estaba en juego, ni mi honor, ni nada parecido. Todos allí ya sabían quién era, y sabían de mis días buenos y mis días malos, y hoy era uno de los peores. No había pasado media hora, pero al parecer mi amigo se encontraba en perfectas condiciones para enfrentarse en un duelo contra mi.
Tracé un círculo con el pie en el suelo, que sería mi posición hasta el primer ataque, en ese punto era un tanto quisquillosa y me gustaba tenerlo todo calculado para después hacer lo menos posible. Esperaba que el rey me pagase los daños morales que me había causado la escasez de sueño que tenía al haberme levantado antes de las doce.
Estaba algo malhumorada, había dormido mal aquella noche, pero debía de haber dejado aquello tras la puerta de la arena y enfrentarme con algo más de cordura a mi querido amigo.

Suspiré hondo después de escuchar aquello de "Cuando usted quiera, señorita" y me acerqué a él quedando cara a cara y le estreché la mano pegándome hasta quedar al lado de su oreja.
-Escuchame, aquí te pago la cena y el alojamiento del otro día, hazlo rápido, que tengo sueño, futuro compañero de filas. -Le susurré al oido en aquel abrazo de "presentación".
Me giré para volver a mi lugar, y mientras caminaba completé la transformación en lobo y me senté en el suelo haciéndole un ademán con la cabeza para que comenzase.
Sonaron las trompetas con el fin de anticipar el comienzo de la batalla, y todos los espectadores ocuparon sus asientos. Tenía ganas de irme a comer y a dormir, había madrugado demasiado. De mala gana me levanté con las patas traseras flexionadas, medio sentada en el suelo sin sentarme del todo, esperando el ataque de mi contrincante.

*Comprendio, por las ultimas palabras de la loba, que la pelea seria una farsa. Ciertamente no se sentia bien aceptando aquello, pero solo tenia ganas de que todo pasase y pudiese pensar en las consecuencias de lo que estaba haciendo al menos durante unos minutos. Decidio que valia la pena dejarse llevar durante un rato mas si con ello ganaba algo de tranquilidad.

Se puso en guardia con el escudo cubriendo parte de su cuerpo, sujetando la espada en diagonal apuntando al suelo e intentando mantenerse lo mas derecho posible sin que el dolor de las costillas se exagerase demasiado. Se acerco lentamente a la licantropa, que lo esperaba inmovil. Realmente el no destacaba demasiado atacando, lo que mejor se le daba era defenderse, pero alguien tenia que hacer el primer movimiento por lo que se coloco a una distancia prudencial, alzo la espada y ataco con ella realizando un movimiento en diagonal de derecha arriba a abajo izquierda. Un movimiento simple y facil de esquivar; no queria producirle ninguna herida a la loba, solo conseguir que se moviese para que realizase algun movimiento en falso y pudiera golpearla lo suficientemente fuerte como para dejarla fuera de combate.

Por otro lado, siempre podria llevarla hasta el cansancio simplemente defendiendose. Llegados a ese caso, la pelea se alargaria muchisimo.*

Tenía dos opciones, dejarme golpear por su espada, que no sería la opción más bonita ni más correcta o esquivarlo y hacer otro ataque, que tampoco sería la mejor para mi.
Así que esquivé el movimiento fácilmente echándome de un salto hacia atrás y luego corrí, aprovechando que tardaría unos segundos en levantar la pesada espada, hacia él, salté impulsándome en el escudo con las patas traseras. Dejando ahí un margen para que me tirara hacia delante con el escudo y dejarme inconsciente de un golpe.

Al terminar de impulsarme puse las patas delanteras sobre su cabeza, dejando otro margen a que me diese con el mango de la espada en la nuca y dejarme también inconsciente.
Fuese como fuese tenía ganas de irme a mi casa a dormir y a comer, y no tenía ganas de llegar vendada hasta la cabeza de rasguños por que sabía lo que me iba a decir Marth.
Después de pasar sobre su cabeza terminé con un salto al suelo, toreando al pobre Siegfried.

(Off rol ~ Como sabrás pongo acciones que luego son rebatidas, me puedes dejar inconsciente en uno de los dos movimientos que te dejo o simplemente dejarme que termine la acción y seguir tu post como si nada .3. PD~ Lamento la pésima calidad del post pero, no se me ocurre nada mejor xD)

*Siguio los rapidos movimientos de la loba con la mirada mientras recuperaba su posicion inicial. Vio como se lanzaba directamente contra el dejando todo su cuerpo expuesto con intenciones evidentes. Para dejarla inconsciente tendria que golpearla con fuerza asique lo mas seguro es que cuando Nana despertase estaria muy cabreada con el, pero aunque para ellos la falsedad del combate era obvia tenian que intentar que los espectadores no lo notasen dando golpes reales, por lo que Siegfried aprovecho la oportunidad que la licantropa le ofrecia y estrello su escudo contra su hocico antes de que esta llegara a acercarse demasiado. El sonido de su cara chochandose contra el metal reverbero por toda la arena y a Siegfried se le entumecio un poco el brazo por el impulso que llevaba Nana. Este movimiento freno su "ataque" en el aire y, casi sin darle tiempo a que tocase el suelo con las patas, aparto su escudo y le asesto un fuerte golpe con el mango de la espada en la nuca.


El primer golpe seguramente le habia dolido una barbaridad porque habia que sumar la fuerza que habia puesto Siegfried en su carga junto al propio impulso que llevaba Nana. Por ello, para que el dolor acabase pronto, intento dar el segundo golpe lo mas rapido posible.*

Ni en público ni el rey se les había pasado por la cabeza lo que acababa de suceder.
El chico había logrado nokear a la loba en menos de cinco minutos, el rey y el público sabía que la loba no peleaba bien todos los días, pero aquel fue su peor día.
Después de el ataque con el escudo el pobre animal emitió un chillido de dolor alarmando a Siegfried de que realmente se había pasado con aquello, ya que el morro de los lobos es el lugar donde se encuentra el equilibrio.
Totalmente aturdida en el suelo quedó después del otro golpe con la empuñadura de la espada. Al cabo de aproximadamente un minuto tirada en el suelo, estremeciéndose del dolor haciéndose un obillo acabó inconsciente, con lo cual volvió a ser humana quedando tendida en el suelo de lado aún con la expresión de dolor en el rostro.

El rey se alzó y después del rey todos los espectadores, en un aplauso que en el fondo gurdaba algo de resentimiento por lo ocurrido. Los guardias, que realmente odiaban a la chica empezaron a recoger sus apuestas que habían hecho entre ellos, apuntando la mayoría a la victoria del chico, abrumaban con burlas a los que habían perdido la apuesta.
-Ahora me siento orgulloso del ya seguro comandante de tropas al frente. Mis más sinceras felicidades. -Dijo después del aplauso y acercándose a la reja le lanzó al chico una capa roja con bordados dorados a los lados, en símbolo de su agradecimiento al servicio prestado y su enorgullecimiento.
-Ahora doy por finalizada la competición. -Finalizó y todo el mundo empezó a levantarse y salir del recinto y en pocos minutos ya no quedaba nadie.
El rey miró al cielo y después de murmurar algo con uno de sus generales que se encontraba a su izquierda se retiró para atender otros asuntos que tenía.

Los guardias bajaron a la arena después de hablar con el general, reían y murmuraban cosas entre ellos mientras terminaban de limpiar la arena, un par de ellos se acercaron a la loba y la miraron con desprecio y a la vez con una sonrisa extraña fruto de ver a una mujer tan indefensa allí tirada. Era obvio que el rey la odiaba solo por el echo de que se entendían y odiaban a la misma gente, además de los comentarios que le había hecho sobre su edad.
-¿Qué hacemos con ella? ¿Se la damos a los borrachos del puerto o nos divertimos nosotros un rato? -Dijo uno de ellos dándole patadas a la chica para darle la vuelta.

*Miro a su alrededor, un poco abrumado por los aplausos y las palabras del rey, y recogio la capa que le arrojo antes de que esta tocase el suelo. La observo durante unos segundos y se dio cuenta de lo que aquello significaba y de las complicaciones que se habia generado a si mismo por no haber pensado mejor sus actos. Se acaricio la frente con desaliento.*

-¿Que es lo que he hecho?.-

*Antes de poder seguir por esa linea de pensamiento, se giro al escuchar los vozarrones de los guardias y vio que estaban pateando a Nana, que seguia inconsciente, sin ningun tipo de excusa.

Verdaderamente aquellos hombres necesitaban a alguien que los enderezara, por ahora no llegaban ni al nivel de primates. El problema era que no sabia si el podria ser ese "alguien".

Reunio toda la autoridad que pudo reunir (mas bien poca, porque al intentar estirarse del todo un gesto de dolor asomo a su cara) y hablo mientras se acercaba al grupo.*

-¡Soldados!. No me extraña que no pudiesen elegir a nadie de entre vosotros para comandar las tropas, sois la peor clase de ser humano con la que me he cruzado nunca.-

*Se dio cuenta de que hacia unos meses el mismo habia sentido un odio irracional hacia los lobos y ahora estaba discutiendo con sus congeneres para defender a una licantropa. Elimino ese pensamiento, cogio el cubo de agua hechandose la capa al hombro y se acerco a la inconsciente Nana apartando a los guardias. Se quito el guantelete de la mano derecha y, con cuidado, le limpio la cara de la sangre que el mismo habia provocado. Se sentia fatal por los golpes que le habia dado, pero al menos podia decir que era lo que tenia que hacerse.

Cuando termino de limpiarle la cara, envolvio su desnudo cuerpo con la capa que le acababan de dar y la cogio en brazos para llevarsela a un lugar seguro. Al hospital no, desde luego.*