Cena con medallones de oro [Libre]
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Cena con medallones de oro [Libre]
En toda mentira, hay siempre un amargo trago de verdad. La vida al fin del todo es como una tela bordada y cuando tenemos un descosido, el noble, el guerrero o el granjero, todos queremos repararlo. Con este pensamiento me había levantado los últimos ciclos lunares, fantástico argumento para empezar un día maravilloso, había días en lo que todo me parecía un sueño enfermizo... Aún así, a años luz de encontrar una explicación a todo, llevo varios días rondando la zona de la cabaña, me había quedado sin trabajo que hacer a los campesinos de la zona y no era una época de siembra o recogida, con lo que llevo un par de semanas sobreviviendo de mis sentidos, del canto sabio de la naturaleza.
- Hoy es un buen día para pescar joven, hoy cenamos medallones de oro.- me indicó un pescador de la zona mientras recogía sedal de su caña, - ¿Verdad caballero? Con el día de ayer, esperaba que hoy estuviera el lago más calmado. - Lo está, lo está, hoy el mercado de Ulmer tendrá pescado fresco, si vas diles que vas de mi parte. Agradecí las palabras al buen hombre y seguí caminando lago arriba, por esa zona no solía haber nadie de la zona.
No creo que hoy necesite comprar nada en el mercado, de todos modos es posible que mas tarde acuda a Ulmer y me adentre en el mercado, tengo que conocer a alguien que sea capaz de ayudarme con mis recuerdos, ya son casi 10 años y ahora es el momento de encontrarme, y si no es en Ulmer, seguiré buscando aunque tenga que adentrarme en terreno hostil. La única certeza que tengo es que Dana me encontró muy herido, y a no más de 1 día de camino, si yo he visto consciencias escritas con tizas en piedra y perduran durante años, alguien tiene que reconocer mi olor o mi historia,...
El lago es un lugar para pensar, para destrozarse la memoria. Ayer estuvo lloviendo, con lo que el lago estuvo revuelto y no era día de pesca, pero hoy el lago está tranquilo y seguro que algo pesco, pero por si acaso, me he traído hoy dos cañas. Una caña para mí y la otra para ti, porque tengo tanto que contarte.. - Gracias. De nada Dana.
- ¿¡¿Donde estás?!?.- En ningún sitio en especial Dana. En ocasiones es una pesadez, no sé si lo superaré con la edad, pero no es fácil vencer a la nostalgia. - He salido a pescar y posiblemente más tarde me acercaré al mercado de Ulmer, ¿porque lo preguntas?. - Ten cuidado juguete, no estás ahí solo.
- Hoy es un buen día para pescar joven, hoy cenamos medallones de oro.- me indicó un pescador de la zona mientras recogía sedal de su caña, - ¿Verdad caballero? Con el día de ayer, esperaba que hoy estuviera el lago más calmado. - Lo está, lo está, hoy el mercado de Ulmer tendrá pescado fresco, si vas diles que vas de mi parte. Agradecí las palabras al buen hombre y seguí caminando lago arriba, por esa zona no solía haber nadie de la zona.
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No creo que hoy necesite comprar nada en el mercado, de todos modos es posible que mas tarde acuda a Ulmer y me adentre en el mercado, tengo que conocer a alguien que sea capaz de ayudarme con mis recuerdos, ya son casi 10 años y ahora es el momento de encontrarme, y si no es en Ulmer, seguiré buscando aunque tenga que adentrarme en terreno hostil. La única certeza que tengo es que Dana me encontró muy herido, y a no más de 1 día de camino, si yo he visto consciencias escritas con tizas en piedra y perduran durante años, alguien tiene que reconocer mi olor o mi historia,...
El lago es un lugar para pensar, para destrozarse la memoria. Ayer estuvo lloviendo, con lo que el lago estuvo revuelto y no era día de pesca, pero hoy el lago está tranquilo y seguro que algo pesco, pero por si acaso, me he traído hoy dos cañas. Una caña para mí y la otra para ti, porque tengo tanto que contarte.. - Gracias. De nada Dana.
- ¿¡¿Donde estás?!?.- En ningún sitio en especial Dana. En ocasiones es una pesadez, no sé si lo superaré con la edad, pero no es fácil vencer a la nostalgia. - He salido a pescar y posiblemente más tarde me acercaré al mercado de Ulmer, ¿porque lo preguntas?. - Ten cuidado juguete, no estás ahí solo.
Última edición por Damian Noor el Vie Ago 07 2020, 02:10, editado 3 veces
Damian Noor
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Re: Cena con medallones de oro [Libre]
El sol se había alzado raudo y veloz sobre el fiordo y ya calentaba los adobes de Ulmer, el olor a pescado del puerto agudizado por el calor se había colado hasta en el último rincón del pueblo, y con este olor tan desagradable la líder abría los ojos otro día más en su hogar, que se había convertido en su cárcel personal. Amaba Ulmer, pero necesitaba desesperadamente salir de allí.
-Una carta.
La voz de Rose hizo eco en la habitación momentos después de que entrase por la puerta. A penas pudo salir de la cama antes de que su amiga se plantase frente a ella con aquel trozo de papel. Frunció el ceño con vehemencia al ver el sello de la carta. Sello de sangre. Aún aturdida por el calor, tomó la carta de las delicadas manos de su compañera y se sentó sobre el lecho tomando el papel con ambas manos.
-... Ese sello. -Rose chasqueó los dedos un par de veces, intentando recordar. -... Ese sello... ¿No es el sello de los renegados?
Los ojos amarillos de Nana se clavaron en ella, como si hubiera visto un fantasma ¿Elsa y los renegados habían vuelto? Alzó la mano y con aspavientos echó a la pelirroja del cuarto, quien obedeció a regañadientes.
Una letra grande, clara y concisa. El corazón de la loba dio un vuelco. ¿Información de qué? Se apresuró a salir por la misma puerta que Rose había cruzado segundos antes de servir el desayuno en el gran salón.
-Rose, me voy.
-No voy a preguntar cómo sabes eso.
-Partiré esta tarde, avisa a los compañeros, os quedáis al mando, viajo sola.
Rose no tuvo más opción que acatar los deseos de su amiga y líder, y la bruja comenzó a preparar los pertrechos para la partida.
Tal y como había vaticinado, partió esa misma tarde, ataviada con una túnica marrón se tapó la cabeza antes de salir por la puerta con un pañuelo blanco para no llamar la atención en su viaje, como una peregrina más, con su petate al hombro que contaba con los víveres suficientes para los pocos días de viaje que le esperaban hasta la comarca de Urd.
Cruzó los frondosos bosques del Este sobre sus cuatro patas. La sensación del musgo sobre sus almohadillas, del viento húmedo y fresco sobre su hocico eran sensaciones que creía olvidadas para siempre. Tardó al menos medio día en llegar al lago, donde decidió pasear sobre sus pies y no sobre sus patas. Cuántos recuerdos allí, y con aquel atardecer de verano sobre la inmensa catarata que separaba el este del oeste, lloró al recordar a todos aquellos amigos que ya no estaban. Podría haber acampado allí, pero ensimismada siguió andando hasta llegar al río, inmersa en sus propios pensamientos y a la vez evadida de todos sus problemas. Cruzó el gran río Tymer por primera vez en años cruzaba la efímera línea que separaba su mundo. El paisaje cambió radicalmente una vez se hubo adentrado en los reinos del Oeste.
Amaneció ¿Cuántas horas llevaba andando? Tan libres sus pies que no se sentían cansados. La bruma se apoderó del lago y de su vereda mezclándose con los verdes y naranjas del amanecer que asomaba desde el Este, desde su casa. Vislumbró una de las enormes rocas que antaño habían formado parte de la enorme cordillera que los separaba del Norte, parecía un buen sitio para descansar. Se hizo paso entre la bruma y subió a aquella gran roca. Se retiró de la cabeza el pañuelo que aún le cubría hasta parte del rostro y se sentó en el borde con los pies en el agua fría. Exhaló la humedad de una mañana de verano que le llenó los pulmones lo suficiente para recordarle que tenía hambre y sed.
Abrió el pequeño petate que Rose había preparado. Tan solo un par de bollos de pan y un cuchillo.
-Con amigos así, quién quiere enemigos.
Susurró inspeccionando el filo del cuchillo largo de caza. Volvió a guardar el pan y el pañuelo y se dejó caer al agua desde la roca cerca de la orilla. El agua a penas le llegaba por encima de las rodillas. Se quedó quieta, muy quieta, con el cuchillo agarrado en el puño preparada para pescarse el desayuno. El crujido de los arbustos la alertó, sintió como se le agudizaba el oído instintivamente. Un hombre con una caña apareció tras la bruma, le miró de reojo.
-Shh...
La loba se llevó el índice a los labios indicando silencio a penas sin levantar la vista de los peces que ya le rondaban por las pantorrillas. Un coletazo lo suficientemente fuerte le alertó de que era el momento. Se dejó caer sobre aquel pez de un tamaño considerable, lo suficientemente lento para poder ser cazado por un cuchillo. Se erigió de nuevo apartándose el pelo mojado del rostro y con la otra mano con aquel salmón ensartado en el cuchillo de caza.
-Buenos días.
Dijo por fin al pescador con una sonrisa, satisfecha. Aquella era zona de pescadores y de mineros. Y aquel hombre parecía las dos cosas. Demasiado pronto para ser un vampiro.
-Si tú pones el fuego, yo pongo el pan.
Confiada, la líder señaló el pequeño petate en el que asomaban dos bollos de pan redondos y blancos, esponjosos como recién hechos.
-Una carta.
La voz de Rose hizo eco en la habitación momentos después de que entrase por la puerta. A penas pudo salir de la cama antes de que su amiga se plantase frente a ella con aquel trozo de papel. Frunció el ceño con vehemencia al ver el sello de la carta. Sello de sangre. Aún aturdida por el calor, tomó la carta de las delicadas manos de su compañera y se sentó sobre el lecho tomando el papel con ambas manos.
-... Ese sello. -Rose chasqueó los dedos un par de veces, intentando recordar. -... Ese sello... ¿No es el sello de los renegados?
Los ojos amarillos de Nana se clavaron en ella, como si hubiera visto un fantasma ¿Elsa y los renegados habían vuelto? Alzó la mano y con aspavientos echó a la pelirroja del cuarto, quien obedeció a regañadientes.
"Te espero las ruinas de Urd. Tengo información que podría interesarte."
Una letra grande, clara y concisa. El corazón de la loba dio un vuelco. ¿Información de qué? Se apresuró a salir por la misma puerta que Rose había cruzado segundos antes de servir el desayuno en el gran salón.
-Rose, me voy.
-¿Cómo que te vas? ¿Al puerto? ¿A las ruinas de Urd a por una información que no sabes qué es?
Nana chascó la lengua al escucharla. -No voy a preguntar cómo sabes eso.
-... Como si no supieras lo fácil que es abrir una carta con un sello y volverla a cerrar.
Lo que quizá Rose desconocía era que tras el ataque de los vampiros a Ulmer, tenía ciertos contactos en los reinos del Oeste, tenía que tener ojos allá donde no pudiera ver ni oír. -Partiré esta tarde, avisa a los compañeros, os quedáis al mando, viajo sola.
Rose no tuvo más opción que acatar los deseos de su amiga y líder, y la bruja comenzó a preparar los pertrechos para la partida.
Tal y como había vaticinado, partió esa misma tarde, ataviada con una túnica marrón se tapó la cabeza antes de salir por la puerta con un pañuelo blanco para no llamar la atención en su viaje, como una peregrina más, con su petate al hombro que contaba con los víveres suficientes para los pocos días de viaje que le esperaban hasta la comarca de Urd.
Cruzó los frondosos bosques del Este sobre sus cuatro patas. La sensación del musgo sobre sus almohadillas, del viento húmedo y fresco sobre su hocico eran sensaciones que creía olvidadas para siempre. Tardó al menos medio día en llegar al lago, donde decidió pasear sobre sus pies y no sobre sus patas. Cuántos recuerdos allí, y con aquel atardecer de verano sobre la inmensa catarata que separaba el este del oeste, lloró al recordar a todos aquellos amigos que ya no estaban. Podría haber acampado allí, pero ensimismada siguió andando hasta llegar al río, inmersa en sus propios pensamientos y a la vez evadida de todos sus problemas. Cruzó el gran río Tymer por primera vez en años cruzaba la efímera línea que separaba su mundo. El paisaje cambió radicalmente una vez se hubo adentrado en los reinos del Oeste.
Amaneció ¿Cuántas horas llevaba andando? Tan libres sus pies que no se sentían cansados. La bruma se apoderó del lago y de su vereda mezclándose con los verdes y naranjas del amanecer que asomaba desde el Este, desde su casa. Vislumbró una de las enormes rocas que antaño habían formado parte de la enorme cordillera que los separaba del Norte, parecía un buen sitio para descansar. Se hizo paso entre la bruma y subió a aquella gran roca. Se retiró de la cabeza el pañuelo que aún le cubría hasta parte del rostro y se sentó en el borde con los pies en el agua fría. Exhaló la humedad de una mañana de verano que le llenó los pulmones lo suficiente para recordarle que tenía hambre y sed.
Abrió el pequeño petate que Rose había preparado. Tan solo un par de bollos de pan y un cuchillo.
-Con amigos así, quién quiere enemigos.
Susurró inspeccionando el filo del cuchillo largo de caza. Volvió a guardar el pan y el pañuelo y se dejó caer al agua desde la roca cerca de la orilla. El agua a penas le llegaba por encima de las rodillas. Se quedó quieta, muy quieta, con el cuchillo agarrado en el puño preparada para pescarse el desayuno. El crujido de los arbustos la alertó, sintió como se le agudizaba el oído instintivamente. Un hombre con una caña apareció tras la bruma, le miró de reojo.
-Shh...
La loba se llevó el índice a los labios indicando silencio a penas sin levantar la vista de los peces que ya le rondaban por las pantorrillas. Un coletazo lo suficientemente fuerte le alertó de que era el momento. Se dejó caer sobre aquel pez de un tamaño considerable, lo suficientemente lento para poder ser cazado por un cuchillo. Se erigió de nuevo apartándose el pelo mojado del rostro y con la otra mano con aquel salmón ensartado en el cuchillo de caza.
-Buenos días.
Dijo por fin al pescador con una sonrisa, satisfecha. Aquella era zona de pescadores y de mineros. Y aquel hombre parecía las dos cosas. Demasiado pronto para ser un vampiro.
-Si tú pones el fuego, yo pongo el pan.
Confiada, la líder señaló el pequeño petate en el que asomaban dos bollos de pan redondos y blancos, esponjosos como recién hechos.
Nana
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Re: Cena con medallones de oro [Libre]
Dana me había puesto en alerta, alguien estaba cerca pero no alcanzaba a verlo. Fue entonces que me percaté que el amanecer nos había alcanzado, me detuve y levanté la vista hacía la copa de los árboles. Fue entonces cuando en el cielo ví los primeros rayos de sol, sentía el rocío de las hojas humedecer mis brazos, la niebla calándome los huesos, había hecho acto de presencia y ese era justo el momento perfecto del día. Enamorado de los últimos rayos de luz, de la montaña, los valles solitarios nemerosos, los ríos sonorosos y el silbo del aire.
Bajé la mirada y seguí atravesando los arbustos, la niebla no me permitía ver más allá de 10 metros, desconocía quien podría estar por aquella zona, quizás el presente y el pasado pueda que se estampen. - Juguete da media vuelta AHORA. - Ya es tarde Dana, no quiero que me interrumpas hasta que termine... Creo que ya estoy cerca.
En la espesura de la niebla se comenzaba a definir una sombra, ¿quién era? ¿quién estaba dentro del agua? Seguí caminando un poco más, un poco más hasta qué - ... joder, se me ha enganchado la caña en el arbusto, maldita sea. - Me dijiste que no te molestara... pero es que eres un lobito un poco idiota, seguro que te han escuchado...reía Dana. Desenganché la caña del arbusto y al girar la mirada vi a aquella persona dentro del agua, -¿Qué está haciendo?, ¿me está pidiendo que no haga ruido?... Pero, ¿que demonios acaba de hacer?.
Levantó la mano después de hundirla en el lago con un pescado ensartado en un cuchillo y entonces pude verle bien, parecía que no había un pescado que le salpicara, era una chica pescando, ¡y vaya si había pescado!. Me sonrió y señaló hacía una roca de donde podía oler pan, no la conocía de nada, pero hacía mucho tiempo que no pegaba un bocado con pan. - Buenos días señora, acepto la invitación, será un placer encargarme del fuego. Cogí un poco de maleza seca y ramas de madera blanda, saqué de la bolsa el par de piedras que utilizaba para encender fuego y salté a la roca.
Allí encima pude ver aquellos dos panes redondos, como recién hechos, se me nublaba la vista "vale concéntrate Damian, enciende el fuego". Coloqué la yesca en un hueco de la piedra y comencé a friccionar las piedras, una y otra vez, no tardó mucho en aparecer las primeras chispas y con ellas en comenzar a prender la yesca. Maravilloso momento, me tumbé y soplé poco a poco para que comenzara a prender con ganas, aquel hueco en la roca estaba esperándome, enseguida comencé a poner ramas secas para aumentar la intensidad de las llamas. Con aquella mezcla de olores, el chisporroteo de las ramas quemándose, parecía que había comenzado el día por la puerta grande.
En el mismo momento en el que me incorporé apareció la chica del pescado. Al verla más de cerca creí no haberla visto nunca por la zona, ni por ningún otro sitio, pero estaba claro que también sabía manejarse bien para sobrevivir. - Buenos días señora, mi nombre es Damian. Muchas gracias por la invitación, estaba realmente hambriento. - le dije mientras me inclinaba y alcanzaba mi mochila de nuevo, rebusqué entre todas las cosas y saqué una pequeña botella de vino - Si le parece bien, lo podemos utilizar para acompañar ese manjar.
Bajé la mirada y seguí atravesando los arbustos, la niebla no me permitía ver más allá de 10 metros, desconocía quien podría estar por aquella zona, quizás el presente y el pasado pueda que se estampen. - Juguete da media vuelta AHORA. - Ya es tarde Dana, no quiero que me interrumpas hasta que termine... Creo que ya estoy cerca.
En la espesura de la niebla se comenzaba a definir una sombra, ¿quién era? ¿quién estaba dentro del agua? Seguí caminando un poco más, un poco más hasta qué - ... joder, se me ha enganchado la caña en el arbusto, maldita sea. - Me dijiste que no te molestara... pero es que eres un lobito un poco idiota, seguro que te han escuchado...reía Dana. Desenganché la caña del arbusto y al girar la mirada vi a aquella persona dentro del agua, -¿Qué está haciendo?, ¿me está pidiendo que no haga ruido?... Pero, ¿que demonios acaba de hacer?.
Levantó la mano después de hundirla en el lago con un pescado ensartado en un cuchillo y entonces pude verle bien, parecía que no había un pescado que le salpicara, era una chica pescando, ¡y vaya si había pescado!. Me sonrió y señaló hacía una roca de donde podía oler pan, no la conocía de nada, pero hacía mucho tiempo que no pegaba un bocado con pan. - Buenos días señora, acepto la invitación, será un placer encargarme del fuego. Cogí un poco de maleza seca y ramas de madera blanda, saqué de la bolsa el par de piedras que utilizaba para encender fuego y salté a la roca.
Allí encima pude ver aquellos dos panes redondos, como recién hechos, se me nublaba la vista "vale concéntrate Damian, enciende el fuego". Coloqué la yesca en un hueco de la piedra y comencé a friccionar las piedras, una y otra vez, no tardó mucho en aparecer las primeras chispas y con ellas en comenzar a prender la yesca. Maravilloso momento, me tumbé y soplé poco a poco para que comenzara a prender con ganas, aquel hueco en la roca estaba esperándome, enseguida comencé a poner ramas secas para aumentar la intensidad de las llamas. Con aquella mezcla de olores, el chisporroteo de las ramas quemándose, parecía que había comenzado el día por la puerta grande.
En el mismo momento en el que me incorporé apareció la chica del pescado. Al verla más de cerca creí no haberla visto nunca por la zona, ni por ningún otro sitio, pero estaba claro que también sabía manejarse bien para sobrevivir. - Buenos días señora, mi nombre es Damian. Muchas gracias por la invitación, estaba realmente hambriento. - le dije mientras me inclinaba y alcanzaba mi mochila de nuevo, rebusqué entre todas las cosas y saqué una pequeña botella de vino - Si le parece bien, lo podemos utilizar para acompañar ese manjar.
Damian Noor
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Re: Cena con medallones de oro [Libre]
... Señora. Retumbó en su cabeza un par de veces antes de lanzar el pez muerto sobre la roca unos metros más allá. Aún con el cuchillo en la mano, la loba alzó las manos mirando sus palmas, ligeramente ensangrentadas por el pez. Unas manos de dedos largos que se arrugaban en algunas partes definiendo el tiempo que había vivido, con unas líneas peculiares en cuanto a la muerte y al amor, según le habían dicho las gitanas que por la voluntad te leían la mano en las calles de Beltrexus. ¿Cuándo se había hecho tan vieja?
Chirrió los dientes y frunció el ceño apretando de nuevo el cuchillo con el filo apuntando hacia el agua. La sangre había atraído a otros peces que ahora se revolvían de nuevo sobre sus pies, dando coletazos en sus pantorrillas.
Un leve revoloteo en el agua le sirvió para bajar de nuevo el cuchillo lo suficiente para ensartar un segundo pez. Quizá aquella manera de pesca poco ortodoxa les resultaría difícil a un humano, pero la experiencia y la destreza de la loba se hacían notar incluso en entornos acuáticos.
Aún coleteaba el segundo pez antes de caer al húmedo suelo de aquella enorme roca caliza. Tras lanzarlo, trepó a la roca con gracilidad, remangándose el vestido que caía mojado sobre sus piernas. Allí, de pie, pudo por fin desvelar el rostro de aquel hombre que se había presentado como Damian tras llamarla señora por segunda vez. No parecía mucho mayor que ella, pero dedujo que aquellos modales podrían provenir de una educación humana quizá.
Asintió sin más a su presentación mientras se escurría el vestido que parecía pesar el doble por el agua, y sonrió amable ante el agradecimiento.
-No es nada, igualmente el pan no es especialmente bueno, Ulmer no se caracteriza precisamente por la calidad de sus panes precisamente... Pero todo pan mejora con ese vino, desde luego.
Recordó por un instante que estaba en el Oeste, y que debía mantener en la medida de lo posible, su identidad hasta llegar a su informante.
-... Este lugar no es precisamente el lugar más seguro para pescar. A no ser que seas un vampiro, claro.
Apuntó sentándose junto a la hoguera cruzando las piernas. Tomó uno de los panes y se lo ofreció a Damian sin apartar la vista del fuego que parecía empezaba a prender.
-Black, me puedes llamar Black a secas. Sí, Black está bien.
Tantas cosas y de tantas maneras que le habían llamado durante toda su vida y tan solo se le venía la cabeza un apellido que un día fue su nombre para presentarse a un desconocido. Qué poco astuta se sentía a esas horas de la mañana. Sonrió dedicándole una sonrisa nerviosa que pretendía ser amable. Demasiado tiempo sin salir de casa.
Chirrió los dientes y frunció el ceño apretando de nuevo el cuchillo con el filo apuntando hacia el agua. La sangre había atraído a otros peces que ahora se revolvían de nuevo sobre sus pies, dando coletazos en sus pantorrillas.
Un leve revoloteo en el agua le sirvió para bajar de nuevo el cuchillo lo suficiente para ensartar un segundo pez. Quizá aquella manera de pesca poco ortodoxa les resultaría difícil a un humano, pero la experiencia y la destreza de la loba se hacían notar incluso en entornos acuáticos.
Aún coleteaba el segundo pez antes de caer al húmedo suelo de aquella enorme roca caliza. Tras lanzarlo, trepó a la roca con gracilidad, remangándose el vestido que caía mojado sobre sus piernas. Allí, de pie, pudo por fin desvelar el rostro de aquel hombre que se había presentado como Damian tras llamarla señora por segunda vez. No parecía mucho mayor que ella, pero dedujo que aquellos modales podrían provenir de una educación humana quizá.
Asintió sin más a su presentación mientras se escurría el vestido que parecía pesar el doble por el agua, y sonrió amable ante el agradecimiento.
-No es nada, igualmente el pan no es especialmente bueno, Ulmer no se caracteriza precisamente por la calidad de sus panes precisamente... Pero todo pan mejora con ese vino, desde luego.
Recordó por un instante que estaba en el Oeste, y que debía mantener en la medida de lo posible, su identidad hasta llegar a su informante.
-... Este lugar no es precisamente el lugar más seguro para pescar. A no ser que seas un vampiro, claro.
Apuntó sentándose junto a la hoguera cruzando las piernas. Tomó uno de los panes y se lo ofreció a Damian sin apartar la vista del fuego que parecía empezaba a prender.
-Black, me puedes llamar Black a secas. Sí, Black está bien.
Tantas cosas y de tantas maneras que le habían llamado durante toda su vida y tan solo se le venía la cabeza un apellido que un día fue su nombre para presentarse a un desconocido. Qué poco astuta se sentía a esas horas de la mañana. Sonrió dedicándole una sonrisa nerviosa que pretendía ser amable. Demasiado tiempo sin salir de casa.
Nana
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Re: Cena con medallones de oro [Libre]
Era una mañana cualquiera, aun era temprano y seguía durmiendo a pierna suelta en aquel desván, en su cama hecha de mullida paja, cubierta con una sábana perfectamente ajustada a la moldura, que la atrapaba cada noche haciéndola sentir como si se tumbase en una nube. Lissinda llevaba tiempo despierta, rondando por la casa, podía escucharse cómo trasteaba por la cocina y el olor del desayuno recién hecho invadía la vivienda. No había día que no se recordase a sí misma la suerte que había tenido al conocerla, aquella elfa ya entrada en años le había abierto las puertas de su casa, sin esperar nada a cambio, tratándola como si fuera de su propia sangre. Le faltaría vida para agradecerselo. No esperaba que subiese a despertarla, nunca lo hacía, como de costumbre la dejaría en la encimera unas rebanadas de pan y una jarrita de leche con miel. Pero aquel día fue distinto. Todavía no había abierto los ojos, pero se encontraba en duermevela, cuando escaleras abajo escuchó que alguien llamaba a golpes a la puerta, de forma insistente, acto seguido se escucharon voces que desde arriba no alcanzaba a distinguir ni entender. No tardó en subir su anfitriona y asomar la cabeza por la trampilla, desde el último escalón. -Ayl, ¿estás despierta? Perdona que te moleste, mi niña, pero te esperan abajo.- Se extrañó ante aquella reclamación, no contaba con que nadie la buscase y menos a aquellas horas -Dame dos minutos, en seguida voy.- Bostezó mientras se desperezaba, se vistió con lo primero que agarró de una silla donde amontonaba varias prendas de ropa y bajó al recibidor.
Dos elfos se encontraban junto a la puerta, un padre y su hijo, ambos con gesto apesadumbrado. -¿Hola?- Era la primera vez que los veía, no eran de Lathaquel, ¿viajeros tal vez? O recién llegados. -Mi nombre es Norador y él es mi hijo, Lorien. Disculpa que nos presentemos así, pero mi esposa está enferma. Hace días que caminamos sin descanso y sus pulmones ya no dan más...- Su voz sonaba quebrada, apenas pudo explicar su situación sin mantener algunos silencios -Por favor, ¡ayúdala! Nos han dicho que tú podrías... Conoces la alquimia, ¿no? Nuestras manos no logran nada...- El joven, que no tendría muchas más lunas vividas que ella, interrumpió de repente, dando un paso al frente, agarrándola el brazo. Sus ojos reflejaban la preocupación, ya desesperada, por un ser querido que lucha contra su final. Norador lo contuvo, disculpándose en su nombre por el arrebato y Lorien la soltó, mostrándose avergonzado. Les respondió con una sonrisa comprensiva, sin darle mayor importancia al abrupto acercamiento -Mis conocimientos son básicos, pero haré lo que esté en mi mano. Mi taller se encuentra apartado de la aldea, acompañadme, allí tengo lo necesario.- Sin dejar pasar más tiempo se dirigieron hacia la vieja casa del druida. De camino, el padre pudo darle más detalles sobre la afección de su mujer. Al parecer, siempre se había encontrado delicada de salud, pero de un tiempo a esa parte, sus problemas respiratorios habían empeorado, pareciendo que sus pulmones hubieran encogido y el aire apenas entrase en su cuerpo. La batalla en Sandorai, que ya empezaba a recordarse como algo lejano, pero que seguía causando estragos y dejando secuelas, les había llevado a abandonar la zona y eran nómadas desde entonces. Viajaban de aldea en aldea, realizando trabajos de cualquier índole y tratando de vender los artilugios de ingeniería que Lorien inventaba. El hijo, sin embargo, se mantenía en silencio y sin levantar la mirada del suelo, denotando una entendible intranquilidad.
Al llegar los invitó a entrar, ofreciéndoles una infusión caliente mientras esperaban a que ella preparase lo adecuado para su necesidad. Ojeó varias de las páginas de los tomos que tenía sobre propiedades y usos de las diferentes plantas con las que contaba en aquel momento, no tardando en encontrar algo que podría servir en aquella ocasión. De una de las cajas de madera que apilaba tras la mesa de trabajo, que hacía las veces de mostrador, sacó un pequeño saco de tela en el que guardaba sus únicas existencias de Atrio. Había hecho bien en recolectarlas durante sus pasadas andanzas por el oeste, no había tenido que usarlas hasta entonces, pero se felicitó para sí por haber sido precavida ante la idea de que algún día podría necesitarlas. Regla número uno del alquimista, si encuentras un ingrediente potencial, agárralo, aunque no sepas para qué sirve o cuándo lo usarás.
Siguiendo las instrucciones de sus escritos, separó los pétalos y las raíces del resto de la flor y los introdujo en el pequeño caldero que nada más llegar había llenado de agua y puesto a hervir, dejándolo unos minutos para que la planta soltase todas sus propiedades. Mientras, en un mortero, realizó un ungüento con el tallo y las hojas, que había dejado sin cocer. Cuando las partes que tenía al fuego hubieron perdido todo su color, lo vertió en varios de los tarros vacíos de la estantería, haciendo lo propio con la pasta machacada en el momento que adquirió consistencia. -Tomad. Esto es un brebaje de capucha roja, un elixir. La planta tiene efectos relajantes y dilatadores, facilitará la entrada de aire y descongestionará los pulmones. Que lo beba caliente, mejor mezclado con algo dulce, un poco de miel le hará bien, el sabor es algo... desagradable. Y esto otro es un linimento para untarlo en el pecho antes de dormir.- explicó -Es todo lo que tengo ahora mismo, probad con ello y si le va bien, podría haceros algunos virales más. Únicamente... Tendríais que esperar un tiempo. Estas plantas se encuentran en los grandes lagos, bastante al norte, y el viaje es largo.- añadió. El gesto de ambos cambió drásticamente, ilumniándose su rostro con una notable aura de esperanza -¿Cómo podemos pagártelo? Te daremos todos nuestros ahorros si es necesario...- La elfa negó con la cabeza -Es la primera vez que realizo este remedio, no puedo aseguraros que funcione. Además, no podría dormir bien sabiendo que os habéis quedado con el bolsillo vacío... Y me encanta dormir.- bromeó, rebajando la tensión y la preocupación de la pareja, desde luego lo que peor llevaba de aquella ocupación era tener que ponerle precio a sus productos -Lo que podáis darme está bien.- Agradecidos, le entregaron una pequeña bolsita que, al peso, se notaba con una considerable cantidad de monedas.
Se marcharon de inmediato y tan pronto como limpió y recogió lo utilizado, regresó a casa. Sus tripas le recordaron que no había tenido tiempo de comer nada desde la cena, así que no se demoró en almorzar mientras le contaba lo ocurrido a Lissi. -Ahora que todo parece estar tranquilo por aquí, quizá debería partir de nuevo... He de conseguir más atrio, por lo que pueda pasar.- Suspiró ante la idea de tener que regresar al oeste, ¿qué tendría aquella parte del mapa que la instaba a regresar una y otra vez? Cosa del destino, voluntad de los dioses... Fuera lo que fuese, tenía que empacar lo necesario para el viaje y partir cuanto antes, tenía por delante muchas semanas de andadura. -Habla con Fahïn, mi niña, quizá pueda llevarte, ya sabes que siempre anda viajando para hacer negocios.- Y no le faltaba razón, aquel mercader pasaba más tiempo en caravana que en la aldea, no estaría de más intentarlo. Para su suerte, el negociante preparaba una partida hacia el noreste, para cerrar varios tratos pendientes y hacer entrega de algunas mercancías en tierra de lobos, con destino final en Ulmer. No era la ruta que ella acostumbraba a seguir, pero valía, al fin y al cabo necesitaba llegar al Gran Lago, el camino o la forma eran indiferentes.
Partieron aquella misma tarde y tras días de viaje llegaron al extremo más al sur del lago, donde comenzaba el río y allí se despidió del amable compañero de viaje que le había ahorrado el tiempo y el esfuerzo que habría supuesto hacer el camino a pie, en lugar de en carro, quedando con encontrarse con él para la vuelta en aquel mismo punto cuando acabase sus recados, en un par de soles. No hacía mucho que había amanecido y aprovechando la ubicación desconocida, decidió buscar primero por aquella orilla, aunque no fue capaz de encontrar ningún ejemplar. No tardó demasiado en cruzar al otro lado, movida por la incertidumbre de encontrarse sola en un lugar desconocido que podía albergar bestias de cuatro patas en cualquier rincón... Al menos en la parte oeste sabía donde crecían las coloradas. Atravesó el río por el puente más cercano, rudimentario y a medio hundir, pero que aun soportaría el peso de la elfa si lo cruzaba con rapidez. Un rato más tarde allí estaba, junto a la inmensa masa de agua cercada, que se extendía de un lado a otro.
Dos elfos se encontraban junto a la puerta, un padre y su hijo, ambos con gesto apesadumbrado. -¿Hola?- Era la primera vez que los veía, no eran de Lathaquel, ¿viajeros tal vez? O recién llegados. -Mi nombre es Norador y él es mi hijo, Lorien. Disculpa que nos presentemos así, pero mi esposa está enferma. Hace días que caminamos sin descanso y sus pulmones ya no dan más...- Su voz sonaba quebrada, apenas pudo explicar su situación sin mantener algunos silencios -Por favor, ¡ayúdala! Nos han dicho que tú podrías... Conoces la alquimia, ¿no? Nuestras manos no logran nada...- El joven, que no tendría muchas más lunas vividas que ella, interrumpió de repente, dando un paso al frente, agarrándola el brazo. Sus ojos reflejaban la preocupación, ya desesperada, por un ser querido que lucha contra su final. Norador lo contuvo, disculpándose en su nombre por el arrebato y Lorien la soltó, mostrándose avergonzado. Les respondió con una sonrisa comprensiva, sin darle mayor importancia al abrupto acercamiento -Mis conocimientos son básicos, pero haré lo que esté en mi mano. Mi taller se encuentra apartado de la aldea, acompañadme, allí tengo lo necesario.- Sin dejar pasar más tiempo se dirigieron hacia la vieja casa del druida. De camino, el padre pudo darle más detalles sobre la afección de su mujer. Al parecer, siempre se había encontrado delicada de salud, pero de un tiempo a esa parte, sus problemas respiratorios habían empeorado, pareciendo que sus pulmones hubieran encogido y el aire apenas entrase en su cuerpo. La batalla en Sandorai, que ya empezaba a recordarse como algo lejano, pero que seguía causando estragos y dejando secuelas, les había llevado a abandonar la zona y eran nómadas desde entonces. Viajaban de aldea en aldea, realizando trabajos de cualquier índole y tratando de vender los artilugios de ingeniería que Lorien inventaba. El hijo, sin embargo, se mantenía en silencio y sin levantar la mirada del suelo, denotando una entendible intranquilidad.
Al llegar los invitó a entrar, ofreciéndoles una infusión caliente mientras esperaban a que ella preparase lo adecuado para su necesidad. Ojeó varias de las páginas de los tomos que tenía sobre propiedades y usos de las diferentes plantas con las que contaba en aquel momento, no tardando en encontrar algo que podría servir en aquella ocasión. De una de las cajas de madera que apilaba tras la mesa de trabajo, que hacía las veces de mostrador, sacó un pequeño saco de tela en el que guardaba sus únicas existencias de Atrio. Había hecho bien en recolectarlas durante sus pasadas andanzas por el oeste, no había tenido que usarlas hasta entonces, pero se felicitó para sí por haber sido precavida ante la idea de que algún día podría necesitarlas. Regla número uno del alquimista, si encuentras un ingrediente potencial, agárralo, aunque no sepas para qué sirve o cuándo lo usarás.
Siguiendo las instrucciones de sus escritos, separó los pétalos y las raíces del resto de la flor y los introdujo en el pequeño caldero que nada más llegar había llenado de agua y puesto a hervir, dejándolo unos minutos para que la planta soltase todas sus propiedades. Mientras, en un mortero, realizó un ungüento con el tallo y las hojas, que había dejado sin cocer. Cuando las partes que tenía al fuego hubieron perdido todo su color, lo vertió en varios de los tarros vacíos de la estantería, haciendo lo propio con la pasta machacada en el momento que adquirió consistencia. -Tomad. Esto es un brebaje de capucha roja, un elixir. La planta tiene efectos relajantes y dilatadores, facilitará la entrada de aire y descongestionará los pulmones. Que lo beba caliente, mejor mezclado con algo dulce, un poco de miel le hará bien, el sabor es algo... desagradable. Y esto otro es un linimento para untarlo en el pecho antes de dormir.- explicó -Es todo lo que tengo ahora mismo, probad con ello y si le va bien, podría haceros algunos virales más. Únicamente... Tendríais que esperar un tiempo. Estas plantas se encuentran en los grandes lagos, bastante al norte, y el viaje es largo.- añadió. El gesto de ambos cambió drásticamente, ilumniándose su rostro con una notable aura de esperanza -¿Cómo podemos pagártelo? Te daremos todos nuestros ahorros si es necesario...- La elfa negó con la cabeza -Es la primera vez que realizo este remedio, no puedo aseguraros que funcione. Además, no podría dormir bien sabiendo que os habéis quedado con el bolsillo vacío... Y me encanta dormir.- bromeó, rebajando la tensión y la preocupación de la pareja, desde luego lo que peor llevaba de aquella ocupación era tener que ponerle precio a sus productos -Lo que podáis darme está bien.- Agradecidos, le entregaron una pequeña bolsita que, al peso, se notaba con una considerable cantidad de monedas.
Se marcharon de inmediato y tan pronto como limpió y recogió lo utilizado, regresó a casa. Sus tripas le recordaron que no había tenido tiempo de comer nada desde la cena, así que no se demoró en almorzar mientras le contaba lo ocurrido a Lissi. -Ahora que todo parece estar tranquilo por aquí, quizá debería partir de nuevo... He de conseguir más atrio, por lo que pueda pasar.- Suspiró ante la idea de tener que regresar al oeste, ¿qué tendría aquella parte del mapa que la instaba a regresar una y otra vez? Cosa del destino, voluntad de los dioses... Fuera lo que fuese, tenía que empacar lo necesario para el viaje y partir cuanto antes, tenía por delante muchas semanas de andadura. -Habla con Fahïn, mi niña, quizá pueda llevarte, ya sabes que siempre anda viajando para hacer negocios.- Y no le faltaba razón, aquel mercader pasaba más tiempo en caravana que en la aldea, no estaría de más intentarlo. Para su suerte, el negociante preparaba una partida hacia el noreste, para cerrar varios tratos pendientes y hacer entrega de algunas mercancías en tierra de lobos, con destino final en Ulmer. No era la ruta que ella acostumbraba a seguir, pero valía, al fin y al cabo necesitaba llegar al Gran Lago, el camino o la forma eran indiferentes.
Partieron aquella misma tarde y tras días de viaje llegaron al extremo más al sur del lago, donde comenzaba el río y allí se despidió del amable compañero de viaje que le había ahorrado el tiempo y el esfuerzo que habría supuesto hacer el camino a pie, en lugar de en carro, quedando con encontrarse con él para la vuelta en aquel mismo punto cuando acabase sus recados, en un par de soles. No hacía mucho que había amanecido y aprovechando la ubicación desconocida, decidió buscar primero por aquella orilla, aunque no fue capaz de encontrar ningún ejemplar. No tardó demasiado en cruzar al otro lado, movida por la incertidumbre de encontrarse sola en un lugar desconocido que podía albergar bestias de cuatro patas en cualquier rincón... Al menos en la parte oeste sabía donde crecían las coloradas. Atravesó el río por el puente más cercano, rudimentario y a medio hundir, pero que aun soportaría el peso de la elfa si lo cruzaba con rapidez. Un rato más tarde allí estaba, junto a la inmensa masa de agua cercada, que se extendía de un lado a otro.
Aylizz Wendell
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Re: Cena con medallones de oro [Libre]
Siempre queremos todo lo que no tenemos, pero no estamos preparados para leer o escuchar argumentos que contradigan nuestra versión de los hechos. Si todavía guardara los recuerdos estaría agradecido con la vida, el discurso fingido; en este caso, si no los tengo conmigo, también palo, por desagradecido, porque estamos vivos. Si uno se muestra ambicioso y ganador, entonces es un prepotente; aunque luego nos encanta alabar a ese tipo de héroes y tenerlos de nuestro lado, contar con tipos con hambre y que transmitan la personalidad de un líder. Nada más lejos de la realidad.
Black, Black a secas, ya no hay tiempo para confiar en desconocidos, eso se dice.
- No confíes en ella, no me parece de fiar juguete.
Dana siempre se ha preocupado por todo aquel que nos hemos cruzado, siempre le he visto algo raro en sus ojos, parecía que no quería que nunca pudiera cerrar mis heridas con otras heridas, si no eran las suyas. Pero siempre he tenido claro que ahí fuera tiene que haber alguien que recuerde, no puedo ser un perro solitario. - Dana, nunca nadie te ha parecido de fiar, si por ti fuera, tendría guerras eternas dentro de mi cabeza. - Solo tienes que matarlos a todos, mira que sonrisa más falsa Lobito, no es de fiar. - Ya está bien Dana.
- ¿Black?... me parece bien, entonces gracias por esta comida Black. - En pocas ocasiones me preocupaba del resto de razas, Dana no me había enseñado a temer dependiendo de que raza, si no de con quien me enfrentaba, a analizar y estudiar cuales eran sus debilidades, o bueno, por lo menos había intentado enseñármelo... - No te preocupes Black, si a alguien voy a hincar el diente es a este pescado. Le decía sonriendo de oreja a oreja mientras le insertaba un palo al pescado y lo ponía en la hoguera - La verdad es que vengo aquí por la facilidad con la que consigo pescar o cazar, de momento nunca he tenido ningún encuentro desagradable, pero no está de más saberlo ¿hay que preocuparse de algunos en especial?. El ambiente empezaba a oler a pescado a la brasa, que junto a la niebla y a ese fresco de las primeras horas de la mañana, era uno de esos pequeños placeres de la vida.
Que dios nos guarde.
- Black una consulta, entiendo que resides en Ulmer, puede sonar indiscreto, pero ¿cuantos años hace que resides en Ulmer?. Quizás Black podría ayudarme, o quizás no, pero necesitaba algo de luz, información, trabajo, lo que fuera. Necesitaba un cable, tenía la sangre huyendo de la carne.
Black, Black a secas, ya no hay tiempo para confiar en desconocidos, eso se dice.
- No confíes en ella, no me parece de fiar juguete.
Dana siempre se ha preocupado por todo aquel que nos hemos cruzado, siempre le he visto algo raro en sus ojos, parecía que no quería que nunca pudiera cerrar mis heridas con otras heridas, si no eran las suyas. Pero siempre he tenido claro que ahí fuera tiene que haber alguien que recuerde, no puedo ser un perro solitario. - Dana, nunca nadie te ha parecido de fiar, si por ti fuera, tendría guerras eternas dentro de mi cabeza. - Solo tienes que matarlos a todos, mira que sonrisa más falsa Lobito, no es de fiar. - Ya está bien Dana.
- ¿Black?... me parece bien, entonces gracias por esta comida Black. - En pocas ocasiones me preocupaba del resto de razas, Dana no me había enseñado a temer dependiendo de que raza, si no de con quien me enfrentaba, a analizar y estudiar cuales eran sus debilidades, o bueno, por lo menos había intentado enseñármelo... - No te preocupes Black, si a alguien voy a hincar el diente es a este pescado. Le decía sonriendo de oreja a oreja mientras le insertaba un palo al pescado y lo ponía en la hoguera - La verdad es que vengo aquí por la facilidad con la que consigo pescar o cazar, de momento nunca he tenido ningún encuentro desagradable, pero no está de más saberlo ¿hay que preocuparse de algunos en especial?. El ambiente empezaba a oler a pescado a la brasa, que junto a la niebla y a ese fresco de las primeras horas de la mañana, era uno de esos pequeños placeres de la vida.
Que dios nos guarde.
- Black una consulta, entiendo que resides en Ulmer, puede sonar indiscreto, pero ¿cuantos años hace que resides en Ulmer?. Quizás Black podría ayudarme, o quizás no, pero necesitaba algo de luz, información, trabajo, lo que fuera. Necesitaba un cable, tenía la sangre huyendo de la carne.
Damian Noor
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Re: Cena con medallones de oro [Libre]
En otras condiciones incluso se habría comido aquel pescado crudo, poco le faltaba en realidad a la loba para hincar el diente a esa pieza si no se cocinaba rápido. Se quedó absorta con el fuego unos segundos que parecieron horas. Como el fuego tomaba fuerza poco a poco, aturdido por la humedad del ambiente. La niebla se disipaba muy lentamente conforme los rayos de sol calentaban la superficie del agua. Ese color rosáceo del amanecer había dado paso a un naranja cálido que atravesaba perpendicular las copas de los árboles del Este y llegaba, a duras penas, hasta el lado Oeste donde se encontraban. Había visto mares más pequeños que aquel lago.
-Ningún vampiro es de fiar.
Sentenció sin apartar la vista del hipnotizante fuego que ya alcanzaba las dos piezas de pescado. Recordó rápidamente todo el daño que aquella raza maldita había hecho a los suyos, a su familia y amigos, y chirrió los dientes. Un ligero brillo anaranjado destacó en los ojos de la loba al recordarlo.
-Pero bueno, no corren tiempos para fiarte de nadie en realidad.
Echó aquel doble rasero con tanta naturalidad que no cualquiera habría entendido lo que la loba quería decir. De apariencia confiada, Nana era más calculadora de lo que parecía, pero menos de lo que creía ser. Se recostó en aquella piedra apoyando las palmas de las manos tras su espalda, emitiendo un leve suspiro.
-Ulmer... -Repitió para si y no pudo evitar esbozar una media sonrisa. -Ciertamente desde siempre.
No mentía. Hacía no muchos años que había fundado aquella aldea que creció con relativa rapidez. Había olvidado cómo era la vida fuera de una comunidad, no es que lo echase de menos, pero dada su condición, le había sido imposible retomar algunas de sus aficiones, como perderse en el bosque durante días antes de una luna llena.
-Hace tantos veranos que nos asentamos allí, que no sabría contar cuántos exactamente ¿Por qué tanta curiosidad por Ulmer? Si se puede saber.
Frunció ligeramente el ceño con curiosidad por el ímpetu de su pregunta. ¿Quizá era un espía de los vampiros? Debía de medir sus palabras un poco más la próxima vez si no quería ser descubierta. Volvió a su posición inicial, cruzando las piernas una sobre la otra y erigió la espalda haciéndola crujir.
-Ningún vampiro es de fiar.
Sentenció sin apartar la vista del hipnotizante fuego que ya alcanzaba las dos piezas de pescado. Recordó rápidamente todo el daño que aquella raza maldita había hecho a los suyos, a su familia y amigos, y chirrió los dientes. Un ligero brillo anaranjado destacó en los ojos de la loba al recordarlo.
-Pero bueno, no corren tiempos para fiarte de nadie en realidad.
Echó aquel doble rasero con tanta naturalidad que no cualquiera habría entendido lo que la loba quería decir. De apariencia confiada, Nana era más calculadora de lo que parecía, pero menos de lo que creía ser. Se recostó en aquella piedra apoyando las palmas de las manos tras su espalda, emitiendo un leve suspiro.
-Ulmer... -Repitió para si y no pudo evitar esbozar una media sonrisa. -Ciertamente desde siempre.
No mentía. Hacía no muchos años que había fundado aquella aldea que creció con relativa rapidez. Había olvidado cómo era la vida fuera de una comunidad, no es que lo echase de menos, pero dada su condición, le había sido imposible retomar algunas de sus aficiones, como perderse en el bosque durante días antes de una luna llena.
-Hace tantos veranos que nos asentamos allí, que no sabría contar cuántos exactamente ¿Por qué tanta curiosidad por Ulmer? Si se puede saber.
Frunció ligeramente el ceño con curiosidad por el ímpetu de su pregunta. ¿Quizá era un espía de los vampiros? Debía de medir sus palabras un poco más la próxima vez si no quería ser descubierta. Volvió a su posición inicial, cruzando las piernas una sobre la otra y erigió la espalda haciéndola crujir.
Nana
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Re: Cena con medallones de oro [Libre]
No se percató de que no estaba sola en aquella orilla hasta que la neblina de la mañana comenzó a disiparse y los alrededores de aquella parte del lago se aclaraban, dejando atrás la vista sombría de hacía unos minutos, aunque quedando igual de perturbadora. Se quedó completamente inmóvil al divisar aquellas dos figuras, sentadas sobre un conjunto de rocas que se elevaban sobre el agua, a varios metros de ella. Podía distinguir claramente a un hombre junto a una mujer, ¿tal vez una pareja que se disponía a disfrutar de una agradable mañana? Frunció el ceño, aun en silencio. Una pareja, sí... pero, ¿de qué? Agazapada junto a los arbustos bajos del humedal, agudizó la vista y los examinó todo lo detalladamente que alcanzó a diferenciar. Aparentemente humanos, aunque la ausencia de señas de identidad a simple vista no significaban nada y de espaldas a ella, como se encontraban, no podría saber más. En cualquier caso, no parecía que la hubiesen visto...
Terminó de guardar las plantas que aun sostenía de la mano, las últimas que había podido localizar, sin apartar la vista de la lejana compañía, y se deslizó tras la maleza hasta apartarse algo más del agua. Oculta tras la vegetación, se cubrió con la túnica, dándose unos instantes para analizar su alrededor. Todo parecía normal, no se escuchaba nada que no se esperase, tampoco presentía a nadie cerca. A pesar no tener mayores señas de peligro que el hecho de aquellos dos junto al lago, no era capaz de mantener la calma al completo. A pesar de que el día diese esperanzas de ser abierto, si continuaba adentrándose bajo las abruptas copas que delimitaban el inicio del Gran Lago, a penas podría filtrarse la luz del sol... La última vez que había atravesado uno de aquellos bosques... Sacudió la cabeza, tratando de sacarse el recuerdo de aquella arpía ardiendo en la hoguera, del dolor de aquellos cortes de guadaña, del terror de aquellos ojos y aquella risa maquiavélica. Se le erizó la piel y un escalofrío recorrió su espalda. De repente, alejarse más de la orilla no le parecía la mejor de sus opciones... ¿Tal vez podría volver por donde había venido? Ya tenía lo que quería y el puente no quedaba demasiado apartado, podría ir directamente a Ulmer, buscar a Fahïr allí y regresar cuanto antes a las conocidas, seguras y acogedoras tierras del sur. Si, sería lo mejor, aunque... Ahora que la mañana era clara, de seguro la verían.
Optó entonces por mantener las distancias y retroceder sobre sus pasos, bordeando aquella parte del pantano. Lo mejor sería actuar con normalidad, no parecer una amenaza, pero mantenerse alerta y en caso de tener que correr, tener localizado el mejor camino. Decidió descubrirse el rostro, sin terminar de bajar la capucha, manteniendo sus notables rasgos ocultos bajo el pelo y la tela. Tampoco dejó ver su daga, amarrada en su zurrón a la cintura, pero se colgó el macuto a la espalda, dejando adivinar que se trataba de una simple viajera, nada peligrosa, nada problemática, sólo alguien que pasaba por allí... Cuando el saliente de rocas iba quedando más cerca, tomó uno de los senderos más cercanos, que desviaban el camino hacia el río. Su paso aparentaba ser tranquilo, con la vista baja, simulando tenerla perdida entre sus pisadas, tratando de obviar a los que ahora se encontraban a escasos metros de ella, separados por algunos árboles jóvenes de tronco fino. Tan sólo unos pasos más y se desviaría siguiendo el curso del agua. Notando su respiración acelerada, trató de serenarse y entonces echó una mirada de reojo, pudiendo ver con más claridad el perfil de aquellos dos que asaban peces en la lumbre. Suspiró, cerrando los ojos en un parpadeo calmado, si saber de lo que hablaban. Sólo había alcanzado a escuchar la negativa de la mujer hacia los dentelludos, por lo que quiso suponer entonces que ellos no lo serían. Aun así, lo mejor sería terminar por largarse, no se quedaría esperando a que se dieran problemas. Pero aquella pausa la delató.
Al retomar el paso, la parte baja de su túnica quedó enganchada de una rama baja y partió al avanzar, cuando la tela se estiró hasta su tope y dobló la maderita seca hasta hacerla romper. Chask. Se volteó de inmediato, devolviendo la capa a su lugar con un gesto involuntario, centrando su atención directamente en la pareja. Precavida, llevó sutilmente su mano bajo la capa, apoyando la palma en la empuñadura del arma. Ambos se veían, a lo poco, más corpulentos que ella, dado el caso más la valía ser acertada en su defensa. -Disculpad, no quería importunaros, una camina despistada y con lo mínimo se tropieza...- esbozó una ligera sonrisa, aunque nerviosa, saludando con un gesto -¿Buena mañana, verdad? Yo ya estoy de vuelta.- sonó cortés, mirando directamente a uno y a otro, y tragó saliva sin saber muy bien que esperar.
Terminó de guardar las plantas que aun sostenía de la mano, las últimas que había podido localizar, sin apartar la vista de la lejana compañía, y se deslizó tras la maleza hasta apartarse algo más del agua. Oculta tras la vegetación, se cubrió con la túnica, dándose unos instantes para analizar su alrededor. Todo parecía normal, no se escuchaba nada que no se esperase, tampoco presentía a nadie cerca. A pesar no tener mayores señas de peligro que el hecho de aquellos dos junto al lago, no era capaz de mantener la calma al completo. A pesar de que el día diese esperanzas de ser abierto, si continuaba adentrándose bajo las abruptas copas que delimitaban el inicio del Gran Lago, a penas podría filtrarse la luz del sol... La última vez que había atravesado uno de aquellos bosques... Sacudió la cabeza, tratando de sacarse el recuerdo de aquella arpía ardiendo en la hoguera, del dolor de aquellos cortes de guadaña, del terror de aquellos ojos y aquella risa maquiavélica. Se le erizó la piel y un escalofrío recorrió su espalda. De repente, alejarse más de la orilla no le parecía la mejor de sus opciones... ¿Tal vez podría volver por donde había venido? Ya tenía lo que quería y el puente no quedaba demasiado apartado, podría ir directamente a Ulmer, buscar a Fahïr allí y regresar cuanto antes a las conocidas, seguras y acogedoras tierras del sur. Si, sería lo mejor, aunque... Ahora que la mañana era clara, de seguro la verían.
Optó entonces por mantener las distancias y retroceder sobre sus pasos, bordeando aquella parte del pantano. Lo mejor sería actuar con normalidad, no parecer una amenaza, pero mantenerse alerta y en caso de tener que correr, tener localizado el mejor camino. Decidió descubrirse el rostro, sin terminar de bajar la capucha, manteniendo sus notables rasgos ocultos bajo el pelo y la tela. Tampoco dejó ver su daga, amarrada en su zurrón a la cintura, pero se colgó el macuto a la espalda, dejando adivinar que se trataba de una simple viajera, nada peligrosa, nada problemática, sólo alguien que pasaba por allí... Cuando el saliente de rocas iba quedando más cerca, tomó uno de los senderos más cercanos, que desviaban el camino hacia el río. Su paso aparentaba ser tranquilo, con la vista baja, simulando tenerla perdida entre sus pisadas, tratando de obviar a los que ahora se encontraban a escasos metros de ella, separados por algunos árboles jóvenes de tronco fino. Tan sólo unos pasos más y se desviaría siguiendo el curso del agua. Notando su respiración acelerada, trató de serenarse y entonces echó una mirada de reojo, pudiendo ver con más claridad el perfil de aquellos dos que asaban peces en la lumbre. Suspiró, cerrando los ojos en un parpadeo calmado, si saber de lo que hablaban. Sólo había alcanzado a escuchar la negativa de la mujer hacia los dentelludos, por lo que quiso suponer entonces que ellos no lo serían. Aun así, lo mejor sería terminar por largarse, no se quedaría esperando a que se dieran problemas. Pero aquella pausa la delató.
Al retomar el paso, la parte baja de su túnica quedó enganchada de una rama baja y partió al avanzar, cuando la tela se estiró hasta su tope y dobló la maderita seca hasta hacerla romper. Chask. Se volteó de inmediato, devolviendo la capa a su lugar con un gesto involuntario, centrando su atención directamente en la pareja. Precavida, llevó sutilmente su mano bajo la capa, apoyando la palma en la empuñadura del arma. Ambos se veían, a lo poco, más corpulentos que ella, dado el caso más la valía ser acertada en su defensa. -Disculpad, no quería importunaros, una camina despistada y con lo mínimo se tropieza...- esbozó una ligera sonrisa, aunque nerviosa, saludando con un gesto -¿Buena mañana, verdad? Yo ya estoy de vuelta.- sonó cortés, mirando directamente a uno y a otro, y tragó saliva sin saber muy bien que esperar.
Aylizz Wendell
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Re: Cena con medallones de oro [Libre]
Vine a comerme mis propias ganas de seguir, si Black era de Ulmer seguro que era de mi especie, posiblemente había tenido suerte esta vez. A Dana le gustaba muy poco ir por Ulmer, no le hacía gracia que me juntara con gente de allí decía, estaba clarísimo porque era. Le preocupaba más que entrara a Ulmer, que al prostíbulo de Ciudad Lagarto. En ocasiones, me hacía quedarme fuera de la aldea, y era ella la que entraba, "ahí fuera hay desgraciados que te arrancan la cartera o el cordón de un tirón sin ningún tipo de problema sin ningún problema" , viajes largos con la misma cantinela..
- Las ganas de encontrar respuestas, pero principalmente ahora estoy buscando un lugar donde asentarme, donde encontrar un trabajo. - Vida y aliento, vueltas como una noria, cogí aire y seguí.- Y sobre las respuestas, intento encontrar que pasó conmigo, hace 10 años me desperté sin recordar nada de mi pasado, solo que estaba muy herido, y por estas heridas sé que el ataque tuvo que ser por vampiros, esa es toda la información que tengo ahora. Estoy intentado encontrarle paz al sentimiento de la familia, pero eso ya vendrá con el tiempo.
Destinados a morir, aunque fuera una absoluta desconocida, tanto tiempo viviendo de incógnito, era el momento de socializar y intentar encontrar un lugar.
Fumándome la vida por si acaso se termina, un ruido en los matorrales del bosque llamó nuestra atención, 'CHASK', giramos la cabeza en dirección a los matorrales como a quien le corre el hambre, y como un flashback pude ver a una chica enganchada a una rama, reí a mis adentros pensando que me había enganchado de la misma manera hacía unos minutos. Pero, ¿quien sería aquella encapuchada? Black me había puesto en aviso de que estábamos en tierras, que por decir de alguna manera, eran hostiles. Podría ser que fuera un enfriado, claramente a pescar no venía, quizás lo que pescaba era era a un par de hambrientos lobos, si no me deja terminarme el pescado.
Dejé el pescado en la brasa, controlé donde había dejado el hacha y dejé el pan a buen resguardo, es lo último que querría que se estropeara, volví la mirada hacía Black y fruncí el entrecejo, le hice un gesto con la cabeza para que ella fuera la que contestara, prefería que tomara las estas riendas, lógicamente parecía estar mucho más habituada a la gente de por aquí que yo. Me levanté y alcancé el hacha que había dejado junto a la bolsa que llevaba Black con el alimento,y bueno también quería ver mejor quien era aquella desconocida, porque parecía que no quería que le viéramos con claridad, algo escondía, y ahora mismo eso era una desventaja.
- Las ganas de encontrar respuestas, pero principalmente ahora estoy buscando un lugar donde asentarme, donde encontrar un trabajo. - Vida y aliento, vueltas como una noria, cogí aire y seguí.- Y sobre las respuestas, intento encontrar que pasó conmigo, hace 10 años me desperté sin recordar nada de mi pasado, solo que estaba muy herido, y por estas heridas sé que el ataque tuvo que ser por vampiros, esa es toda la información que tengo ahora. Estoy intentado encontrarle paz al sentimiento de la familia, pero eso ya vendrá con el tiempo.
Destinados a morir, aunque fuera una absoluta desconocida, tanto tiempo viviendo de incógnito, era el momento de socializar y intentar encontrar un lugar.
Fumándome la vida por si acaso se termina, un ruido en los matorrales del bosque llamó nuestra atención, 'CHASK', giramos la cabeza en dirección a los matorrales como a quien le corre el hambre, y como un flashback pude ver a una chica enganchada a una rama, reí a mis adentros pensando que me había enganchado de la misma manera hacía unos minutos. Pero, ¿quien sería aquella encapuchada? Black me había puesto en aviso de que estábamos en tierras, que por decir de alguna manera, eran hostiles. Podría ser que fuera un enfriado, claramente a pescar no venía, quizás lo que pescaba era era a un par de hambrientos lobos, si no me deja terminarme el pescado.
Dejé el pescado en la brasa, controlé donde había dejado el hacha y dejé el pan a buen resguardo, es lo último que querría que se estropeara, volví la mirada hacía Black y fruncí el entrecejo, le hice un gesto con la cabeza para que ella fuera la que contestara, prefería que tomara las estas riendas, lógicamente parecía estar mucho más habituada a la gente de por aquí que yo. Me levanté y alcancé el hacha que había dejado junto a la bolsa que llevaba Black con el alimento,y bueno también quería ver mejor quien era aquella desconocida, porque parecía que no quería que le viéramos con claridad, algo escondía, y ahora mismo eso era una desventaja.
Damian Noor
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Re: Cena con medallones de oro [Libre]
-Ya veo, pues quizá Ulmer es tu mejor opción.
Asintió con la cabeza a la vez que afirmaba aquellas palabras. Para ella cualquier opción que no fuese Ulmer, no era una opción. Sin siquiera conocer la raza a la que Damian pertenecía, su aldea era, sin duda, su mejor opción.
-... Quiero decir, es un lugar de paso entre el norte y el sur, además de un puerto que cada vez es más importante entre Lunargenta y Dundarak, entonces, creo que si buscas respuestas es el mejor lugar... Aunque claro, hace ya 10 años de eso... Ulmer ni existía por aquel entonces. -Frunció el ceño ligeramente recordando su vida hacía 10 años, cuando conoció a Nordica y juntas viajaron por Aerandir, y aquellos recuerdos le hicieron esbozar una suave sonrisa reconfortante.
-Pero bueno, ya te digo que si eres un poco mañoso con las manos, o con la espada, o con lo que sea... -Se encogió de hombros con una sonrisa sarcástica dejando a la vista uno de sus afilados colmillos. -Pues estoy segura de que te encontraremos un lugar en Ulmer.
No estaban solos, pero estaban seguros. Era lo bueno de las tierras del oeste en días relativamente despejados como aquel, en los límites entre ambos reinos se creaba como una especie de santuario, de remanso de paz donde acudían peregrinos y almas hambrientas como ellos.
Se dispuso a retirar uno de los pescados ensartados, tomando por el lado clavado en el suelo aquella rama que había utilizado Damian minutos antes de iniciar la conversación. El crujido de la rama de un árbol se acompasó con su primer mordisco, haciendo que girase la cabeza lo suficiente para poder ver el rabillo del ojo una figura femenina, menuda y blanca.
Ladeó la cabeza ligeramente hacia aquella figura y arqueó una ceja con suavidad, con un gesto curioso en el rostro. Un destello la cegó por un momento ¿Un arma? El olor a óxido la delató. Nana chascó la lengua con resentimiento, no quería tener que llegar a las garras para defender su comida, si era eso lo que quería aquella desconocida.
-A no ser que saques una espada mágica de ese cinto, no creo que puedas hacer mucho, estás en clara desventaja... Y ciertamente el pescado no vale lo suficiente como para iniciar un derramamiento de sangre.
Haciendo apología a su lado dialéctico más pacífico, la loba meneó el pescado cocinado en la punta de aquella rama en la que lo habían cocinado, a modo de burla o mofa.
Asintió con la cabeza a la vez que afirmaba aquellas palabras. Para ella cualquier opción que no fuese Ulmer, no era una opción. Sin siquiera conocer la raza a la que Damian pertenecía, su aldea era, sin duda, su mejor opción.
-... Quiero decir, es un lugar de paso entre el norte y el sur, además de un puerto que cada vez es más importante entre Lunargenta y Dundarak, entonces, creo que si buscas respuestas es el mejor lugar... Aunque claro, hace ya 10 años de eso... Ulmer ni existía por aquel entonces. -Frunció el ceño ligeramente recordando su vida hacía 10 años, cuando conoció a Nordica y juntas viajaron por Aerandir, y aquellos recuerdos le hicieron esbozar una suave sonrisa reconfortante.
-Pero bueno, ya te digo que si eres un poco mañoso con las manos, o con la espada, o con lo que sea... -Se encogió de hombros con una sonrisa sarcástica dejando a la vista uno de sus afilados colmillos. -Pues estoy segura de que te encontraremos un lugar en Ulmer.
No estaban solos, pero estaban seguros. Era lo bueno de las tierras del oeste en días relativamente despejados como aquel, en los límites entre ambos reinos se creaba como una especie de santuario, de remanso de paz donde acudían peregrinos y almas hambrientas como ellos.
Se dispuso a retirar uno de los pescados ensartados, tomando por el lado clavado en el suelo aquella rama que había utilizado Damian minutos antes de iniciar la conversación. El crujido de la rama de un árbol se acompasó con su primer mordisco, haciendo que girase la cabeza lo suficiente para poder ver el rabillo del ojo una figura femenina, menuda y blanca.
Ladeó la cabeza ligeramente hacia aquella figura y arqueó una ceja con suavidad, con un gesto curioso en el rostro. Un destello la cegó por un momento ¿Un arma? El olor a óxido la delató. Nana chascó la lengua con resentimiento, no quería tener que llegar a las garras para defender su comida, si era eso lo que quería aquella desconocida.
-A no ser que saques una espada mágica de ese cinto, no creo que puedas hacer mucho, estás en clara desventaja... Y ciertamente el pescado no vale lo suficiente como para iniciar un derramamiento de sangre.
Haciendo apología a su lado dialéctico más pacífico, la loba meneó el pescado cocinado en la punta de aquella rama en la que lo habían cocinado, a modo de burla o mofa.
Nana
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Re: Cena con medallones de oro [Libre]
Palabras amables y una sonrisa al menos sirvieron para que se mantuvieran en el sitio, aunque alerta y armados. Él se quedó a la espera, no le hizo falta mencionar palabra para imponerse ante un posible ataque, su porte y su agarre firme, sosteniendo el hacha, hablaban por él. La chica a penas se movió, pero tenía razón, la única ventaja de la elfa en aquel momento era la distancia y lo rápido que arrancase a correr, eso suponiendo que fuese la más rápida... Y al juzgar por el tono con el que se dirigió a ella, la morena parecía bastante segura de la victoria en caso de enfrentamiento. No necesitaba comprobarlo. -¿Lo dices por esto?- se abrió la capa, dejando ver todo su equipamiento, era evidente que se había percatado de que iba armada -Es sólo un cuchillo, más bien una herramienta. Paso mucho tiempo en el bosque... Es útil.- explicó calmada, sin llegar a desenvainar.
Sandorai y sus modales quedaban lejos, pero hasta el momento la tensión era controlable para tratar de dialogar. Analizó por un momento la situación, no se veía equipaje ni cerca parecía haber campamento y aunque no fueran vampiros, eso no descartaba que conociesen la zona. Tal vez venían de alguna aldea cercana, de las tierras más humanizadas, sólo parecían pescar. -Vengo de lejos y no conozco mucho esta zona, sólo hago tiempo para tomar la caravana que me llevará de vuelta.- trató de dar los detalles suficientes para no mostrarse como potencial amenaza, aunque sin hablar demasiado, aun no estaba claro que estuvieran haciendo amigos -Bueno, sé lo necesario. Vampiros...- señaló hacia el bosque más cercano al oeste -Lobos.- añadió, indicando ahora hacia los bosques del este, más lejanos. Al escucharse en voz alta cayó en la cuenta y, por un instante, se quedó pálida. ¿Y si eran...? En el camino hasta allí habían hecho parada en varias aldeas por las tierras de los licanes, pero únicamente los había encontrado en su aspecto humano. Realmente era imperceptible su aspecto animal.
Los miró en silencio, seria, expectante. No sabía mucho de aquella raza, de su historia únicamente conocía que nacieron como el resultado de macabros experimentos hechos mucho antes de que ella naciera; de su vida actual, que se extienden por la parte este del continente y más valía pensárselo dos veces antes de entrometerte. Por lo que ella había podido ver, sus instintos más básicos se mostraban más marcados. Los que se agrupaban vivían prácticamente en manadas, camadería, la protección del grupo... Esas cosas. Y de los solitarios, según se decía, era mejor no fiarse. Si daba por hecho que ellos lo eran, ¿de cuáles serían? En realidad, a su paso por territorio can había advertido que no se mostraban especialmente incómodos con los elfos, aunque tal vez sería más acertado pensar que su buen trato había estado motivado por el hecho de hacer negocios... -El comerciante con el que viajo tiene negocios en Ulmer- comentó, finalmente, de lo malo así sabrían que si algo la pasase, alguien notaría su falta. Agg, esperaba realmente que tan sólo fueran un par de simples humanos, al menos no tendría que preocuparse por capacidades ocultas....
Sandorai y sus modales quedaban lejos, pero hasta el momento la tensión era controlable para tratar de dialogar. Analizó por un momento la situación, no se veía equipaje ni cerca parecía haber campamento y aunque no fueran vampiros, eso no descartaba que conociesen la zona. Tal vez venían de alguna aldea cercana, de las tierras más humanizadas, sólo parecían pescar. -Vengo de lejos y no conozco mucho esta zona, sólo hago tiempo para tomar la caravana que me llevará de vuelta.- trató de dar los detalles suficientes para no mostrarse como potencial amenaza, aunque sin hablar demasiado, aun no estaba claro que estuvieran haciendo amigos -Bueno, sé lo necesario. Vampiros...- señaló hacia el bosque más cercano al oeste -Lobos.- añadió, indicando ahora hacia los bosques del este, más lejanos. Al escucharse en voz alta cayó en la cuenta y, por un instante, se quedó pálida. ¿Y si eran...? En el camino hasta allí habían hecho parada en varias aldeas por las tierras de los licanes, pero únicamente los había encontrado en su aspecto humano. Realmente era imperceptible su aspecto animal.
Los miró en silencio, seria, expectante. No sabía mucho de aquella raza, de su historia únicamente conocía que nacieron como el resultado de macabros experimentos hechos mucho antes de que ella naciera; de su vida actual, que se extienden por la parte este del continente y más valía pensárselo dos veces antes de entrometerte. Por lo que ella había podido ver, sus instintos más básicos se mostraban más marcados. Los que se agrupaban vivían prácticamente en manadas, camadería, la protección del grupo... Esas cosas. Y de los solitarios, según se decía, era mejor no fiarse. Si daba por hecho que ellos lo eran, ¿de cuáles serían? En realidad, a su paso por territorio can había advertido que no se mostraban especialmente incómodos con los elfos, aunque tal vez sería más acertado pensar que su buen trato había estado motivado por el hecho de hacer negocios... -El comerciante con el que viajo tiene negocios en Ulmer- comentó, finalmente, de lo malo así sabrían que si algo la pasase, alguien notaría su falta. Agg, esperaba realmente que tan sólo fueran un par de simples humanos, al menos no tendría que preocuparse por capacidades ocultas....
Aylizz Wendell
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Re: Cena con medallones de oro [Libre]
- Lobito, ¿vas a matarlas?, ¿vas a matarlas para mí? Dana aparecía siempre en los momentos menos oportunos, antes de santiguarte ante la muerte, lo más posible es que ella aparezca con sus últimas palabras - No voy a matar a nadie Dana. - ¿Pero has visto su piel blanca? Yo la mataría o me la quedaría para mí. Podías hacer eso. Hacía tiempo que no hablábamos, incluso creo que en ocasiones me aparecían temblores y no tiene sentido porque quisiera que desapareciera. Pero una parte de mí está encaprichada, no puede, le encanta, incluso acaba diciéndome 'tranquilo tu olvídalo, en la memoria nadie muere', pero joder, es que no sabe como duele.
Miré a la desconocida con desconfianza mientras nos mostraba lo que escondía debajo de la capa, no era un arma como para preocuparnos, pero tampoco era un arma como para ir por estas tierras con tranquilidad, quizás podía ser que lo preocupante no fuera el arma, quien sabe si podía venir acompañada o ella misma tenía algo que esconder. No podía ver bien su rostro, la capucha no dejaba que pudiéramos verle bien, veía un rostro muy claro y unos ojos preciosos, la poca luz que se filtraba entre la niebla se reflejaba en sus ojos.
Me impacientaba el no poder comerme aquel pescado, eché un vistazo alrededor intentando localizar algún movimiento extraño, como si alguien estuviera vigilándonos, aunque no parecía que hubiera nada de que sospechar, decidí bajar y acercarme a aquella desconocida. El pescado se iba a quemar, tenía hambre y a veces la mejor opción es acabar con los impulsos, como un caballo ganador. Cargué el hacha al hombro y salté de aquella roca al suelo firme, firme como el Makiwara, que bien se vive aquí abajo y que bonito es, me acerqué hacía la desconocida y conforme más me acercaba mejor podía ver su rostro. - Es posible que hayamos comenzado con mal pie, pero no ayuda que te escondas. Sabías que estábamos aquí, te has descubierto sin querer, por un error, y has intentado ocultarte de nuevo. - le dije señalándole a la capucha. - Si quieres que no tengamos problemas, y quieres compartir la mitad de mi bocadillo conmigo, es mejor que te descubras, nos digas quien eres y a quien conoces en Ulmer... Si de verdad conocía a un mercader de Ulmer, Black debería de conocerlo si o sí, y si no cedía a descubrirse, entonces, entonces es posible que tuviéramos un problema. Si se descubre, entonces el problema lo tendríamos con tener que compartir el bocadillo, pero prefiero ese problema. Me acerqué un poco más a ella, y le susurré - Te doy mi palabra de que lo último que quiero es estropear esta maravillosa mañana. mientras sonreía y acariciaba el hacha, mi maravillosa hacha.
Miré a la desconocida con desconfianza mientras nos mostraba lo que escondía debajo de la capa, no era un arma como para preocuparnos, pero tampoco era un arma como para ir por estas tierras con tranquilidad, quizás podía ser que lo preocupante no fuera el arma, quien sabe si podía venir acompañada o ella misma tenía algo que esconder. No podía ver bien su rostro, la capucha no dejaba que pudiéramos verle bien, veía un rostro muy claro y unos ojos preciosos, la poca luz que se filtraba entre la niebla se reflejaba en sus ojos.
Me impacientaba el no poder comerme aquel pescado, eché un vistazo alrededor intentando localizar algún movimiento extraño, como si alguien estuviera vigilándonos, aunque no parecía que hubiera nada de que sospechar, decidí bajar y acercarme a aquella desconocida. El pescado se iba a quemar, tenía hambre y a veces la mejor opción es acabar con los impulsos, como un caballo ganador. Cargué el hacha al hombro y salté de aquella roca al suelo firme, firme como el Makiwara, que bien se vive aquí abajo y que bonito es, me acerqué hacía la desconocida y conforme más me acercaba mejor podía ver su rostro. - Es posible que hayamos comenzado con mal pie, pero no ayuda que te escondas. Sabías que estábamos aquí, te has descubierto sin querer, por un error, y has intentado ocultarte de nuevo. - le dije señalándole a la capucha. - Si quieres que no tengamos problemas, y quieres compartir la mitad de mi bocadillo conmigo, es mejor que te descubras, nos digas quien eres y a quien conoces en Ulmer... Si de verdad conocía a un mercader de Ulmer, Black debería de conocerlo si o sí, y si no cedía a descubrirse, entonces, entonces es posible que tuviéramos un problema. Si se descubre, entonces el problema lo tendríamos con tener que compartir el bocadillo, pero prefiero ese problema. Me acerqué un poco más a ella, y le susurré - Te doy mi palabra de que lo último que quiero es estropear esta maravillosa mañana. mientras sonreía y acariciaba el hacha, mi maravillosa hacha.
Damian Noor
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Re: Cena con medallones de oro [Libre]
Aquella situación había comenzado a adquirir unos tintes extraños, incluso surrealistas. ¿Qué importaba el nombre de aquel comerciante de Ulmer? Nana frunció el ceño con vehemencia y arrugó los labios en un gesto de confusión. Como si ella pudiera conocer a todo el mundo que vive, pasa o comercia en Ulmer. Dio otro mordisco al pescado mientras desde su posición y sin siquiera mover un solo dedo, escuchaba la conversación de aquellos. Chascó la lengua, demasiadas personas en su camino.
-Si a penas no levanta tres pies del suelo, ¿Qué tan peligrosa puede ser?
Musitó el favor de la desconocida, aún sin tragar el trozo de pescado que masticaba. Si aquel comerciante con el que viajaba aparecía y la reconocía, su tapadera no habría servido para nada. Suspiró resignada por todas las incongruencias de su precipitado viaje. Quizá demasiado precipitado. La imagen de una Rose enfadada se le vino a la cabeza, recriminando que en efecto ella tenía razón cuando decía que era mejor que fuese ella quien recogiese dicha información.
-Sea como fuere, yo debo partir.
Arrancó el último trozo del pescado, del cual tan solo quedaba la cabeza, las raspas y la cola, y echó los restos al lago, incitando a los peces a cometer actos de canibalismo. Se sacudió las manos un par de veces antes de cubrir de nuevo su cabello de ébano con el pañuelo, el cual bajó hasta casi cubrirse los ojos. Tomó el macuto con el que viajaba, dejando junto al otro pescado uno de los bollos de pan.
-Lo acordado. Tú pones el fuego, yo la comida. -Dijo desde la altura que le proporcionaba aquella gran roca caliza que se adentraba en la orilla del lago como una pequeña isla flotante. -Si pasáis por Ulmer, beberos una cerveza a mi salud.
Amable hizo un ademán con la cabeza con una sonrisa cordial en los labios. El sol ya había salido por completo y aún le quedaba una buena tirada hasta llegar a los términos de Urd, antigua residencia de los Renegados, y si no apuraba igual tendría que pasar otra noche fuera de Ulmer, cosa que por otro lado, no le disgustaba del todo. Saltó de la roca con gracilidad, se echó el macuto al hombro y se giró por última vez hacia los arbustos.
-Y bueno, si buscas alguna vez trabajo en Ulmer, búscame, igual puedo echarte una mano.
De nuevo hizo un pequeño ademán con la cabeza, inclinando la barbilla a modo de despedida, sin retirar el velo que tapaba parte de su mentón y frente, dejando tan solo asomado un pequeño destello anaranjado que asomó en aquella despedida. Alzó la mano a la vez que emprendía su marcha por la orilla del lago, se remangó ligeramente el vestido que era arrastrado ligeramente por el agua de la orilla, y con aquellas primeras luces del alba, se sumergió de pleno en la bruma del oeste.
-Si a penas no levanta tres pies del suelo, ¿Qué tan peligrosa puede ser?
Musitó el favor de la desconocida, aún sin tragar el trozo de pescado que masticaba. Si aquel comerciante con el que viajaba aparecía y la reconocía, su tapadera no habría servido para nada. Suspiró resignada por todas las incongruencias de su precipitado viaje. Quizá demasiado precipitado. La imagen de una Rose enfadada se le vino a la cabeza, recriminando que en efecto ella tenía razón cuando decía que era mejor que fuese ella quien recogiese dicha información.
-Sea como fuere, yo debo partir.
Arrancó el último trozo del pescado, del cual tan solo quedaba la cabeza, las raspas y la cola, y echó los restos al lago, incitando a los peces a cometer actos de canibalismo. Se sacudió las manos un par de veces antes de cubrir de nuevo su cabello de ébano con el pañuelo, el cual bajó hasta casi cubrirse los ojos. Tomó el macuto con el que viajaba, dejando junto al otro pescado uno de los bollos de pan.
-Lo acordado. Tú pones el fuego, yo la comida. -Dijo desde la altura que le proporcionaba aquella gran roca caliza que se adentraba en la orilla del lago como una pequeña isla flotante. -Si pasáis por Ulmer, beberos una cerveza a mi salud.
Amable hizo un ademán con la cabeza con una sonrisa cordial en los labios. El sol ya había salido por completo y aún le quedaba una buena tirada hasta llegar a los términos de Urd, antigua residencia de los Renegados, y si no apuraba igual tendría que pasar otra noche fuera de Ulmer, cosa que por otro lado, no le disgustaba del todo. Saltó de la roca con gracilidad, se echó el macuto al hombro y se giró por última vez hacia los arbustos.
-Y bueno, si buscas alguna vez trabajo en Ulmer, búscame, igual puedo echarte una mano.
De nuevo hizo un pequeño ademán con la cabeza, inclinando la barbilla a modo de despedida, sin retirar el velo que tapaba parte de su mentón y frente, dejando tan solo asomado un pequeño destello anaranjado que asomó en aquella despedida. Alzó la mano a la vez que emprendía su marcha por la orilla del lago, se remangó ligeramente el vestido que era arrastrado ligeramente por el agua de la orilla, y con aquellas primeras luces del alba, se sumergió de pleno en la bruma del oeste.
Nana
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Re: Cena con medallones de oro [Libre]
El joven fue el primero en reaccionar a su respuesta. Lo miró con desconfianza mientras se levantaba, hacha en mano, y se dirigía hacia ella, después de mirar alrededor y comprobar que estaba sola, ¿de verdad le parecía una amenaza? Sería la primera vez que alguien la veía como peligrosa y a decir verdad, no la disgustaba aquella sensación. Su acompañante, en cambio, no pareció temer lo más mínimo de ella y ni siquiera paró de masticar.
Se mantuvo firme, seria, inmóvil, observando los movimientos impetuosos del chico, que no tardó en situarse frente a ella. Lo examinó de arriba a abajo. Alto y corpulento, sólo el brazo con el que cargaba el hacha casi abultaba más que su cabeza, aunque no se dejaría intimidar. Tan sólo echó el cuerpo ligeramente hacia atrás cuando él se acercó aun más, aunque sin retroceder un paso, aquel inesperado acercamiento sobrepasaba los límites del espacio personal y como acto reflejo, apretó con fuerza la empuñadura de su daga, aunque conteniéndose a desenvainar por el momento. Si intentaba algo, si trataba de ponerla una mano encima, lanzaría un decidido ataque directo al cuello. Su voz sonó amable y su rostro lucía sonriente, pero algo en su actitud le pareció escalofriante. Lo miró de reojo cuando susurró y tragó saliva, sin apartar la vista del filo que él acariciaba. -No me escondo, me protejo.- puntualizó -Pero si insistes...- suspiró y con una mano se bajó la capucha, dejándose ver al completo, dada la situación sería lo mejor.
La repentina intervención de la morena desvió su atención, tras mostrar una absoluta indiferencia hacia ellos se levantó con toda las intenciones de marcharse. Aylizz escuchó atentamente las pocas palabras de despedida que le dedicó al rubio, por lo que dijo, dejó entrever que conocía la ciudad, y por cómo se refirió al trabajo, incluso parecía que tuviera mano en ella. Él, en cambio... La elfa arqueó una ceja y de manera inconsciente esbozó una media sonrisa con gesto de suficiencia. Así que por mucho que hablase, no sabría identificar a nadie en Ulmer... Farolero. No apartó la vista de la muchacha hasta que se hubo perdido entre la niebla, que aun se mantenía baja en algunas zonas más boscosas, acomodada entre los árboles. Frunció el ceño cuando se percató de la dirección de sus pasos, conocía bien el destino al final de aquel camino. Urd, sus ruinas y sus macabros habitantes, los mismos que trataron de hacerla protagonista de sangrientos rituales aquella vez... No pudo evitar preocuparse un instante al verla partir sola hacia allí, ¿por qué? Ni si quiera habían cruzado una palabra. Pero sus recuerdos de aquel lugar... No se lo desearía a nadie.
Cuando se hubieron quedado solos, se dirigió nuevamente hacia el melenudo, apartándose de él hasta retomar una distancia prudencial. -Muy bien, ahora tu turno. Es evidente mi procedencia, entenderás por qué prefiero ir encapuchada, son demasiado llamativas...- comentó, señalando sus orejas -Algo me dice que tú tampoco eres de por aquí.- añadió. Acto seguido, cruzó el sendero y se dirigió a la orilla, subiéndose a la roca donde humeaban las ascuas de lo que antes había sido una hoguera. Por alguna razón, se sentía confiada, a pesar de estar cada vez más lejos de mantener su anonimato. -¿Esto es lo que me toca por no dar problemas?- preguntó con indiferencia, al tiempo que sostenía uno de los peces ensartados a la brasa.
Un repentino y fugaz chapoteo en el agua, bajo la elevación de la roca, llamó su atención y aunque estaba segura de que tan sólo se trataría de los peces revolviéndose entre las sobras que la morena tiró al marcharse, se acercó al borde y asomó la cabeza con precaución. Habría poco más de un metro de caída, musgo y algas de agua dulce se dejaban ver en los bajos de la piedra, enturbiando la zona, contrastando con la claridad que por lo general se apreciaba en el basto lago, a excepción de zonas más oscuras donde más vegetación acuática se había abierto camino. La imagen que obtuvo no fue para nada la esperada. En efecto, restos de pescado flotaban sin rumbo, pero lejos de estar siendo engullidos, se encontraban rodeados por un banco al completo de peces que flotaban boca arriba, sin vida. Desde la altura, fijó su atenta mirada en el agua. Todo parecía tranquilo, pero ella dejó de estarlo. De repente, algo pareció bucear alrededor, algo grande, aunque con la misma sutileza que se había dejado notar volvió a desaparecer. -Pero ¿qué...?-
Se mantuvo firme, seria, inmóvil, observando los movimientos impetuosos del chico, que no tardó en situarse frente a ella. Lo examinó de arriba a abajo. Alto y corpulento, sólo el brazo con el que cargaba el hacha casi abultaba más que su cabeza, aunque no se dejaría intimidar. Tan sólo echó el cuerpo ligeramente hacia atrás cuando él se acercó aun más, aunque sin retroceder un paso, aquel inesperado acercamiento sobrepasaba los límites del espacio personal y como acto reflejo, apretó con fuerza la empuñadura de su daga, aunque conteniéndose a desenvainar por el momento. Si intentaba algo, si trataba de ponerla una mano encima, lanzaría un decidido ataque directo al cuello. Su voz sonó amable y su rostro lucía sonriente, pero algo en su actitud le pareció escalofriante. Lo miró de reojo cuando susurró y tragó saliva, sin apartar la vista del filo que él acariciaba. -No me escondo, me protejo.- puntualizó -Pero si insistes...- suspiró y con una mano se bajó la capucha, dejándose ver al completo, dada la situación sería lo mejor.
La repentina intervención de la morena desvió su atención, tras mostrar una absoluta indiferencia hacia ellos se levantó con toda las intenciones de marcharse. Aylizz escuchó atentamente las pocas palabras de despedida que le dedicó al rubio, por lo que dijo, dejó entrever que conocía la ciudad, y por cómo se refirió al trabajo, incluso parecía que tuviera mano en ella. Él, en cambio... La elfa arqueó una ceja y de manera inconsciente esbozó una media sonrisa con gesto de suficiencia. Así que por mucho que hablase, no sabría identificar a nadie en Ulmer... Farolero. No apartó la vista de la muchacha hasta que se hubo perdido entre la niebla, que aun se mantenía baja en algunas zonas más boscosas, acomodada entre los árboles. Frunció el ceño cuando se percató de la dirección de sus pasos, conocía bien el destino al final de aquel camino. Urd, sus ruinas y sus macabros habitantes, los mismos que trataron de hacerla protagonista de sangrientos rituales aquella vez... No pudo evitar preocuparse un instante al verla partir sola hacia allí, ¿por qué? Ni si quiera habían cruzado una palabra. Pero sus recuerdos de aquel lugar... No se lo desearía a nadie.
Cuando se hubieron quedado solos, se dirigió nuevamente hacia el melenudo, apartándose de él hasta retomar una distancia prudencial. -Muy bien, ahora tu turno. Es evidente mi procedencia, entenderás por qué prefiero ir encapuchada, son demasiado llamativas...- comentó, señalando sus orejas -Algo me dice que tú tampoco eres de por aquí.- añadió. Acto seguido, cruzó el sendero y se dirigió a la orilla, subiéndose a la roca donde humeaban las ascuas de lo que antes había sido una hoguera. Por alguna razón, se sentía confiada, a pesar de estar cada vez más lejos de mantener su anonimato. -¿Esto es lo que me toca por no dar problemas?- preguntó con indiferencia, al tiempo que sostenía uno de los peces ensartados a la brasa.
Un repentino y fugaz chapoteo en el agua, bajo la elevación de la roca, llamó su atención y aunque estaba segura de que tan sólo se trataría de los peces revolviéndose entre las sobras que la morena tiró al marcharse, se acercó al borde y asomó la cabeza con precaución. Habría poco más de un metro de caída, musgo y algas de agua dulce se dejaban ver en los bajos de la piedra, enturbiando la zona, contrastando con la claridad que por lo general se apreciaba en el basto lago, a excepción de zonas más oscuras donde más vegetación acuática se había abierto camino. La imagen que obtuvo no fue para nada la esperada. En efecto, restos de pescado flotaban sin rumbo, pero lejos de estar siendo engullidos, se encontraban rodeados por un banco al completo de peces que flotaban boca arriba, sin vida. Desde la altura, fijó su atenta mirada en el agua. Todo parecía tranquilo, pero ella dejó de estarlo. De repente, algo pareció bucear alrededor, algo grande, aunque con la misma sutileza que se había dejado notar volvió a desaparecer. -Pero ¿qué...?-
Aylizz Wendell
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Re: Cena con medallones de oro [Libre]
La octava maravilla. Se echó la capucha hacía atrás, que bien se vive aquí abajo y que bonito es, tan bonita y sencilla dejó al aire el mejor de sus rasgos, aquel rostro tan adorable, entendía porque se cubría pero ojalá no se tuviera que volver a cubrir nunca. Su pelo, sus ojos nunca se me olvidarían. - Lobito, deja de mirarla tanto, vas a asustarla... Hasta Dana comenzaba a notar sudores frios. - ¿Te has asustado? Que da miedo, ¿eh?...
- Cállate.
Black me sacó de aquel lapsus, pude escuchar como bajaba de la roca con esa dureza sutil, giré la vista y la vi marchar como la niebla, era una pena no haber podido conversar más con ella porque posiblemente en el futuro podríamos sernos de utilidad. Cuando se dirigió a mí, le asentí con la cabeza en signo de agradecimiento, era muy probable que fuera a Ulmer, y más probable que volviéramos a encontrarnos de nuevo, muchas cosas podrían comenzar a pasar y era hora de tener aliados de nuestra misma especie. Le seguí hasta que desapareció entre la espesura de la niebla, ausencias que son eternas, y en otras que no te das ni cuenta.
Nunca tuve miedo a nada. Pero no iba a descubrirme tan fácilmente, no te podías creer nada de lo que saliera por la boca de nadie. ¿Que especie era yo? A ver quién le sacaba a ella de este jodido drama, bailando entre preguntas incómodas y mi comida. - ¡Cuidado con eso! Tu parte es la mitad de todo lo que haya allí, y después de comer te contaré la parte de mí que te corresponde. Me acerqué hasta la roca, íbamos a quemar tiempo cuando la elfa se quedó asomándose en los bordes de la roca, ¿que estaba haciendo? ¡¿no se le habrá caído el pan?! Fue entonces cuando noté que algo se movía por el otro lateral de la roca, alargué el cuello pero no alcanzaba a ver que era, aunque notaba la presencia de algo. Me acerqué a la orilla para ver que estaba pasando y vi aquella barbaridad de peces muertos flotando, una imagen dantesca, cerré los ojos de la lastima y al abrirlos, un poco más allá donde Black había estado pescando se veía una sombra, no alcanzaba a ver que era con claridad, pero no olía como Black. Pero se distinguía una figura en la sombra, parecía grande, aunque no podría decir que era aquello.
Empecé a notar una sensación extraña en mi interior, algo no estaba bien, ¿quien era aquella sombra? Me moví por la orilla intentado poder ver que era aquello, pero parecía que cada vez me movía la niebla le acompañaba, además que el agua se volvía más turbia. - Damian, sal de esa mierda, no me gusta lo que está por venir.
- AYUDARME. Aquella voz resonó por todo el lago, como si la niebla nos estuviera hablando. - Damian, no vayas, estás tratando con un ser fuera de tu alcance. . Si Dana se preocupaba tanto, estábamos metiéndonos en algo que seguramente nos quedara grande. Miré a la elfa y cruzamos la mirada nada más escuchar aquella voz, aquella mirada me delató. - Será mejor que bajes de la roca y nos alejemos de la orilla, y baja el pescado con el pan. . Perdí su mirada, volvió a dirigirla hacía la sombra. - ¡No hagas caso! La sombra comenzó a acercarse hacía nosotros, aunque seguía sin poder ver que era aquella figura, parecía que se arrastraba por la superficie del lago.
No quiero que me lleve, lleve, lleve.
- Cállate.
Black me sacó de aquel lapsus, pude escuchar como bajaba de la roca con esa dureza sutil, giré la vista y la vi marchar como la niebla, era una pena no haber podido conversar más con ella porque posiblemente en el futuro podríamos sernos de utilidad. Cuando se dirigió a mí, le asentí con la cabeza en signo de agradecimiento, era muy probable que fuera a Ulmer, y más probable que volviéramos a encontrarnos de nuevo, muchas cosas podrían comenzar a pasar y era hora de tener aliados de nuestra misma especie. Le seguí hasta que desapareció entre la espesura de la niebla, ausencias que son eternas, y en otras que no te das ni cuenta.
Nunca tuve miedo a nada. Pero no iba a descubrirme tan fácilmente, no te podías creer nada de lo que saliera por la boca de nadie. ¿Que especie era yo? A ver quién le sacaba a ella de este jodido drama, bailando entre preguntas incómodas y mi comida. - ¡Cuidado con eso! Tu parte es la mitad de todo lo que haya allí, y después de comer te contaré la parte de mí que te corresponde. Me acerqué hasta la roca, íbamos a quemar tiempo cuando la elfa se quedó asomándose en los bordes de la roca, ¿que estaba haciendo? ¡¿no se le habrá caído el pan?! Fue entonces cuando noté que algo se movía por el otro lateral de la roca, alargué el cuello pero no alcanzaba a ver que era, aunque notaba la presencia de algo. Me acerqué a la orilla para ver que estaba pasando y vi aquella barbaridad de peces muertos flotando, una imagen dantesca, cerré los ojos de la lastima y al abrirlos, un poco más allá donde Black había estado pescando se veía una sombra, no alcanzaba a ver que era con claridad, pero no olía como Black. Pero se distinguía una figura en la sombra, parecía grande, aunque no podría decir que era aquello.
Empecé a notar una sensación extraña en mi interior, algo no estaba bien, ¿quien era aquella sombra? Me moví por la orilla intentado poder ver que era aquello, pero parecía que cada vez me movía la niebla le acompañaba, además que el agua se volvía más turbia. - Damian, sal de esa mierda, no me gusta lo que está por venir.
- AYUDARME. Aquella voz resonó por todo el lago, como si la niebla nos estuviera hablando. - Damian, no vayas, estás tratando con un ser fuera de tu alcance. . Si Dana se preocupaba tanto, estábamos metiéndonos en algo que seguramente nos quedara grande. Miré a la elfa y cruzamos la mirada nada más escuchar aquella voz, aquella mirada me delató. - Será mejor que bajes de la roca y nos alejemos de la orilla, y baja el pescado con el pan. . Perdí su mirada, volvió a dirigirla hacía la sombra. - ¡No hagas caso! La sombra comenzó a acercarse hacía nosotros, aunque seguía sin poder ver que era aquella figura, parecía que se arrastraba por la superficie del lago.
No quiero que me lleve, lleve, lleve.
Damian Noor
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Re: Cena con medallones de oro [Libre]
La repentina llamada de auxilio la estremeció, haciéndola ponerse en guardia, retomando el estado de alerta que hacía unos momentos había decidido aparcar. Levantó la mirada del agua y echó un vistazo de lado al lado del lago, pero nada ni nadie parecía divisarse, a pesar de que apenas quedaba bruma y el sol brillaba ya alto. Recorrió la orilla hasta toparse con los ojos de Damian, ahora con el gesto más serio, incluso preocupado, aunque debía de estar verdaderamente hambriento si tanto le preocupaba su comida. Respetable la relación entre un hombre y su pescado, de haber sabido que era tan intensa quizá hubiera sido mejor no aceptar la invitación, ¿habría sido mera cortesía? Qué mal que le hubiese salido torcida y la elfa hubiera aceptado la mitad del festín. Mal para él, claro, ella había dado con un desayuno sin tener que mojarse.
Tragó saliva y de nuevo llevó su atención bajo las rocas, aquella sombra rondaba a sus pies y daba la sensación de que cada vez era más grande, como si emergiese de las profundidades y en cualquier momento pudiera dejarse ver. Aylizz se arrodilló entonces, obviando la advertencia del muchacho, inclinando aun más el torso para acercarse aun más al agua y alzó un brazo. Vaciló un instante a escasos centímetros del agua, temblorosa, ¿qué estaba haciendo? Una parte de ella la impulsaba a continuar, a pesar de presentir un peligro, y como en otras ocasiones la curiosidad pesó más que su instinto, terminando por alcanzar uno de los peces muertos de un rápido movimiento. El chapoteo que generó enturbió por un instante la zona, haciendo que el reflejo del paisaje se disiparse entre las ondas y a su vez también pareciera desaparecer la sombra por un momento. -¡POR FAVOR!- de nuevo aquella voz, que ahora advirtió claramente que emergía de las profundidades, se hizo eco a su alrededor, sonando ahora más impetuosa. Esta vez sí se levantó y tomó distancia. -Hay algo ahí abajo...- comentó lo evidente mientras examinaba el pescado, sin marcas de dientes, si señas de presa... -Y... ¿Tiene a alguien?- lo más lógico habría sido pensar que era una trampa, fuera lo que fuese que se adueñaba de aquella sombra querría atraerlos, como las sirenas con sus cantos, pero sin razón alguna sus impulsos la llevaron a asomarse una última vez desde la altura.
Se estremeció cuando le pareció ver unos ojos que la observaban bajo la superficie, ahogó un sobresalto y retrocedió unos pasos, temerosa. Y de repente, un temblor momentáneo azotó la roca, como si algo chocase de lleno contra ella, pero ¿qué sería capaz de hacerlo con tal fuerza? Perdió el equilibrio al no esperarlo, suerte que había echado hacia atrás, de no ser así habría caído al agua. Quedó casi al borde, medio sentada, tal cual quedó tras el impacto, pero sin tiempo para recomponerse y mientras se levantaba, un nuevo choque provocó finalmente un resbalón que la hizo precipitarse al vacío. Salvada por los reflejos, al verse caer trató de engancharse en el saliente, húmedo y musgoso, y quedó enganchada. -¡No!- Sus pies tocaban el agua y como pudo se encogió, tratando de evitar todo contacto, si tan sólo hubiese hecho caso la primera vez cuando Damian se lo advirtió...
Trató de escalar de nuevo, fue costoso, en cada lugar que se apoyaba resbalaba, si lo que fuera que había debajo golpeaba en la roca una vez más... Había logrado levantar medio cuerpo sobre el borde cuando algo la enganchó la ropa al vuelo y tiró hacia abajo con fuerza. Forcejeó sin soltarse, tratando de seguir subiendo o al menos mantenerse agarrada, podía imaginarse lo que la esperaba si lo hacía y no tenía ganas de darse un baño. Los bajos de la falda cedieron, se rasgaron casi hasta la rodilla, aunque aquello la permitió impulsarse al haberse descolgado las fauces que la tenían presa. Unos segundos de ventaja fue lo que ganó, creyó ser suficientes, ya casi había terminado de subir cuando de nuevo sintió emerger la criatura, esta vez escuchó romperse el agua con más fuerza, y en un instante sintió en su pierna un dolor incomparable a nada que hubiese sentido hasta aquel momento, como si un cepo afilado la cazase y desgarrase. El alarido que soltó nació en lo más profundo de ella y no pudo hacer más que aferrarse a la roca con todas sus fuerzas -¡Ayúdame!-
--Tragó saliva y de nuevo llevó su atención bajo las rocas, aquella sombra rondaba a sus pies y daba la sensación de que cada vez era más grande, como si emergiese de las profundidades y en cualquier momento pudiera dejarse ver. Aylizz se arrodilló entonces, obviando la advertencia del muchacho, inclinando aun más el torso para acercarse aun más al agua y alzó un brazo. Vaciló un instante a escasos centímetros del agua, temblorosa, ¿qué estaba haciendo? Una parte de ella la impulsaba a continuar, a pesar de presentir un peligro, y como en otras ocasiones la curiosidad pesó más que su instinto, terminando por alcanzar uno de los peces muertos de un rápido movimiento. El chapoteo que generó enturbió por un instante la zona, haciendo que el reflejo del paisaje se disiparse entre las ondas y a su vez también pareciera desaparecer la sombra por un momento. -¡POR FAVOR!- de nuevo aquella voz, que ahora advirtió claramente que emergía de las profundidades, se hizo eco a su alrededor, sonando ahora más impetuosa. Esta vez sí se levantó y tomó distancia. -Hay algo ahí abajo...- comentó lo evidente mientras examinaba el pescado, sin marcas de dientes, si señas de presa... -Y... ¿Tiene a alguien?- lo más lógico habría sido pensar que era una trampa, fuera lo que fuese que se adueñaba de aquella sombra querría atraerlos, como las sirenas con sus cantos, pero sin razón alguna sus impulsos la llevaron a asomarse una última vez desde la altura.
Se estremeció cuando le pareció ver unos ojos que la observaban bajo la superficie, ahogó un sobresalto y retrocedió unos pasos, temerosa. Y de repente, un temblor momentáneo azotó la roca, como si algo chocase de lleno contra ella, pero ¿qué sería capaz de hacerlo con tal fuerza? Perdió el equilibrio al no esperarlo, suerte que había echado hacia atrás, de no ser así habría caído al agua. Quedó casi al borde, medio sentada, tal cual quedó tras el impacto, pero sin tiempo para recomponerse y mientras se levantaba, un nuevo choque provocó finalmente un resbalón que la hizo precipitarse al vacío. Salvada por los reflejos, al verse caer trató de engancharse en el saliente, húmedo y musgoso, y quedó enganchada. -¡No!- Sus pies tocaban el agua y como pudo se encogió, tratando de evitar todo contacto, si tan sólo hubiese hecho caso la primera vez cuando Damian se lo advirtió...
Trató de escalar de nuevo, fue costoso, en cada lugar que se apoyaba resbalaba, si lo que fuera que había debajo golpeaba en la roca una vez más... Había logrado levantar medio cuerpo sobre el borde cuando algo la enganchó la ropa al vuelo y tiró hacia abajo con fuerza. Forcejeó sin soltarse, tratando de seguir subiendo o al menos mantenerse agarrada, podía imaginarse lo que la esperaba si lo hacía y no tenía ganas de darse un baño. Los bajos de la falda cedieron, se rasgaron casi hasta la rodilla, aunque aquello la permitió impulsarse al haberse descolgado las fauces que la tenían presa. Unos segundos de ventaja fue lo que ganó, creyó ser suficientes, ya casi había terminado de subir cuando de nuevo sintió emerger la criatura, esta vez escuchó romperse el agua con más fuerza, y en un instante sintió en su pierna un dolor incomparable a nada que hubiese sentido hasta aquel momento, como si un cepo afilado la cazase y desgarrase. El alarido que soltó nació en lo más profundo de ella y no pudo hacer más que aferrarse a la roca con todas sus fuerzas -¡Ayúdame!-
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Última edición por Aylizz Wendell el Miér Ene 06 2021, 20:02, editado 1 vez
Aylizz Wendell
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Re: Cena con medallones de oro [Libre]
¿Pero no había sido lo suficientemente claro? Menudo drama se había montado en cuestión de segundos, no sabía que estaba ocurriendo allí, ¿que demonios era aquello?¿De donde había salido y a que nos enfrentábamos? En aquellos segundos de lucha entre aquella elfa y aquel ser, pensé que se podría tratar de algo similar a un pulpo, pero no conseguía ver que era aquello que la tenía atrapada, y tampoco podía acercarme al agua, estaba claro que era su terreno y que por culpa de eso, estaba en ventaja. Alejados de la orilla, sería otro cantar.
Olfato nato como de mastines, la vi caer de la roca, lo había pronosticado, pero es lo que pasa cuando no creemos en el grupo. Salté encima de la roca, me arrodillé delante de ella y la cogí por los hombros, notaba como temblaba todo su cuerpo, aunque olía como los dioses, ¿que demonios? Nunca había olido a alguien tan bien, la verdad es que pocas veces había visto o estado con elfos, pero ¿olían así? Sacudí la cabeza y tiré con todas mis fuerzas pero era imposible, lo poco que conseguía subirla aquel ser no la soltaba y tiraba con mas fuerza. ¿Porqué?
Pensé en milésimas de segundo, más de mil ideas pero no sabía como hacerlo, con el hacha no llegaba hasta el fondo, posiblemente no llegara hasta donde le agarraba aquel ser, y no podía saltar al agua, si me atrapaba a mí, nos iba a dar nuestro merecido. Miré alrededor buscando una solución, LA HOGUERA, - Necesito que aguantes unos segundos, voy a soltarte, confía en mí. Todo va a estar bien, eres una guerrera. - Le miré a los ojos lo más profundo que pude, en aquellos instantes mantener la tranquilidad era lo más valioso. La solté, me arrastré hasta la hoguera y le soplé con todas mis fuerzas, quería aquellas ascuas al máximo de calor, saqué el hacha y aparté tocas aquellas rocas con las que había rodeado la hoguera. Como pude, conseguí colocar aquellas ascuas rojas como el mejor de los fuegos, sobre la hoja del hacha, me levanté con cuidado y me acerqué hasta donde estaba la elfa luchando por no caer. - Es importante que no te muevas, aunque es probable que te dé en la pierna y te queme. Pero creo que es la única solución. Ella seguía allí luchando, soportando aquel dolor y no sabía muy bien si me había escuchado, pero no lo pensé más. Me puse por encima de ella, calculé donde iba a dejar caer aquellas ascuas y que fuera lo que tuviera que ser.
De nuevo en milésimas de segundo, solté el hacha encima de la roca y me agaché para tirar de ella con toda mi fuerza, - ¡AHORA SI!¡VAMOS!. Tiré hasta que caímos encima de la roca como plomo, todo fue muy rápido, la noté caer a mi lado, suspiré y palpé la roca hasta encontrar de nuevo el hacha, no sabía que podía suceder a partir de ahora. Había escuchado como gritaba ella, quizás más por la sensación de calor de aquellas ascuas que por quemaduras, pero aquella bestia solo sé que le soltó lo suficiente para poder recuperarla, no sé hasta que punto la dañaríamos. Pero seguro que aquello se iba a complicar y yo todavía estaba cogiendo aire. - Dime que estas bien.
Olfato nato como de mastines, la vi caer de la roca, lo había pronosticado, pero es lo que pasa cuando no creemos en el grupo. Salté encima de la roca, me arrodillé delante de ella y la cogí por los hombros, notaba como temblaba todo su cuerpo, aunque olía como los dioses, ¿que demonios? Nunca había olido a alguien tan bien, la verdad es que pocas veces había visto o estado con elfos, pero ¿olían así? Sacudí la cabeza y tiré con todas mis fuerzas pero era imposible, lo poco que conseguía subirla aquel ser no la soltaba y tiraba con mas fuerza. ¿Porqué?
Pensé en milésimas de segundo, más de mil ideas pero no sabía como hacerlo, con el hacha no llegaba hasta el fondo, posiblemente no llegara hasta donde le agarraba aquel ser, y no podía saltar al agua, si me atrapaba a mí, nos iba a dar nuestro merecido. Miré alrededor buscando una solución, LA HOGUERA, - Necesito que aguantes unos segundos, voy a soltarte, confía en mí. Todo va a estar bien, eres una guerrera. - Le miré a los ojos lo más profundo que pude, en aquellos instantes mantener la tranquilidad era lo más valioso. La solté, me arrastré hasta la hoguera y le soplé con todas mis fuerzas, quería aquellas ascuas al máximo de calor, saqué el hacha y aparté tocas aquellas rocas con las que había rodeado la hoguera. Como pude, conseguí colocar aquellas ascuas rojas como el mejor de los fuegos, sobre la hoja del hacha, me levanté con cuidado y me acerqué hasta donde estaba la elfa luchando por no caer. - Es importante que no te muevas, aunque es probable que te dé en la pierna y te queme. Pero creo que es la única solución. Ella seguía allí luchando, soportando aquel dolor y no sabía muy bien si me había escuchado, pero no lo pensé más. Me puse por encima de ella, calculé donde iba a dejar caer aquellas ascuas y que fuera lo que tuviera que ser.
De nuevo en milésimas de segundo, solté el hacha encima de la roca y me agaché para tirar de ella con toda mi fuerza, - ¡AHORA SI!¡VAMOS!. Tiré hasta que caímos encima de la roca como plomo, todo fue muy rápido, la noté caer a mi lado, suspiré y palpé la roca hasta encontrar de nuevo el hacha, no sabía que podía suceder a partir de ahora. Había escuchado como gritaba ella, quizás más por la sensación de calor de aquellas ascuas que por quemaduras, pero aquella bestia solo sé que le soltó lo suficiente para poder recuperarla, no sé hasta que punto la dañaríamos. Pero seguro que aquello se iba a complicar y yo todavía estaba cogiendo aire. - Dime que estas bien.
Damian Noor
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Re: Cena con medallones de oro [Libre]
Nunca antes hubiese pensado que agradecería tanto que alguien la agarrase con tanta fuerza, aunque doliese, mejor eso que acabar en las profundidades a manos -o garras- o lo que fuese que tuviese aquello, ¿qué demonios era? Los esfuerzos del joven no fueron pocos, sus dedos se clavaban en sus brazos como si fuese una presa, pero era necesario para contrarrestar los tirones de abajo, aunque no lograse subirla al menos estaba consiguiendo que no cayese más. Por un momento parecía que iba a acabar partiéndose en dos.
Cuando Damian la miró, en mitad de aquella lucha por ver quién tiraba con más fuerza, pronunciando aquellas palabras con la calma del que espera ensimismado mirando al horizonte mientras cae el sol, se quedó muda. En otras circunstancias se hubiera parado a pensar en la profundidad de aquellos ojos verdes que se clavaron fijos en los suyos, habría advertido incluso el reflejo de su azul en las pupilas negras y hubiese reparado en la dulzura de su voz... Pero el terror por terminar cediendo ante el ataque ocupaba todas sus preocupaciones. ¿Confiar en él? Era pronto para saber si podía hacerlo, aunque por el momento un desconocido que se la estaba jugando era su mejor opción, bien podría haberla dejado allí a la primera señal de peligro, más después de haber ignorado su advertencia, pero no lo había hecho. Se aferró con las fuerzas que aun la quedaban a la roca y aquellos escasos minutos que tardó en regresar se le hicieron eternos. No alcanzaba a ver con claridad lo que había hecho, de alguna manera había ideado utilizar el fuego a su favor, el que alcanzase a quemarla era la última de sus preocupaciones mientras pudiese sacarla de allí. Además, el dolor había llegado a un punto que ya casi no lo sentía, un poco más no habría notado la diferencia.
Lo siguiente pasó rápido, aquello que fuera lo que hiciese funcionó y logró terminar de subirla. Ambos cayeron desplomados y la criatura pareció desaparecer de pronto, dándoles tregua, aunque sin tiempo para confiarse demasiado, en cualquier momento podría arremeter de nuevo y ya habían visto cómo se las gastaba. Su respiración era fuerte y acelerada, notaba que costaba que entrase el aire en sus pulmones, el corazón se le iba a salir por la boca y la adrenalina y los nervios terminaron de aflorar al tocar suelo. -Si... No... Mi pierna... Siento que se va a partir si la muevo- apenas era capaz de pronunciar palabra entre ahogados gemidos de dolor. Se incorporó, quedando sentada, con sus extremidades inferiores estiradas y observó las heridas. La piel desgarrada, marcas claras de fauces en la carne, profundas hendiduras de dientes, algún quemazón de las ascuas y sangre. -¿Tú estás bien?- lo miró tendido en el suelo, exhausto, agarrado a su hacha -No podemos quedarnos aquí...- Trató de ponerse de pie inútilmente, sólo al intentar hacer fuerza con los brazos para impulsarse le flaqueaban las fuerzas, ni intentó apoyarse sobre su pierna. No quedaba más remedio que arrastrarse, dando culetadas hasta la orilla, eso o dejarse rodar por la pendiente del saliente hasta tocar tierra.
A penas logró retroceder un par de metros cuando de la nada y sin previo aviso, la bestia emergió de golpe, con un impulso que sobrepasó la altura de la roca, cayendo directamente sobre el borde de la misma, dejando a la luz la mitad superior de su robusto cuerpo. ¿Un caballo? ¡Un jodido caballo acuático! ¿Eso existía? Palideció en cuanto lo vio, de nuevo mirando fijamente, esta vez a ambos. Si aquello saltaba una vez más y los alcanzaba... No creyó que pudiese zafarse una vez más. Él quizá podría correr y alejarse, pero ella... En aquel momento tampoco se encontraba en condiciones de curarse para poder huir y aun así... No dispondría de tiempo para ello. El animal -si así podían considerarlo- permanecía inmóvil, pero impredecible, de un momento a otro... Pero entonces, se permitió examinarlo al detalle unos instantes. Se percató de la distancia entre ellos y la criatura, algo la extrañó, el impulso que había tomado cuando saltó del agua había sido suficiente para haberles caído encima de haber querido y sin embargo se había parado allí, ni siquiera sobresalía entero, ¿sería que necesitaba permanecer a remojo? -Muévete despacio, muy despacio... ¡No te levantes! Que no piense que lo vamos a atacar...- susurró al muchacho. Tal vez si se alejaban lo suficiente quedarían salvados.
Cuando Damian la miró, en mitad de aquella lucha por ver quién tiraba con más fuerza, pronunciando aquellas palabras con la calma del que espera ensimismado mirando al horizonte mientras cae el sol, se quedó muda. En otras circunstancias se hubiera parado a pensar en la profundidad de aquellos ojos verdes que se clavaron fijos en los suyos, habría advertido incluso el reflejo de su azul en las pupilas negras y hubiese reparado en la dulzura de su voz... Pero el terror por terminar cediendo ante el ataque ocupaba todas sus preocupaciones. ¿Confiar en él? Era pronto para saber si podía hacerlo, aunque por el momento un desconocido que se la estaba jugando era su mejor opción, bien podría haberla dejado allí a la primera señal de peligro, más después de haber ignorado su advertencia, pero no lo había hecho. Se aferró con las fuerzas que aun la quedaban a la roca y aquellos escasos minutos que tardó en regresar se le hicieron eternos. No alcanzaba a ver con claridad lo que había hecho, de alguna manera había ideado utilizar el fuego a su favor, el que alcanzase a quemarla era la última de sus preocupaciones mientras pudiese sacarla de allí. Además, el dolor había llegado a un punto que ya casi no lo sentía, un poco más no habría notado la diferencia.
Lo siguiente pasó rápido, aquello que fuera lo que hiciese funcionó y logró terminar de subirla. Ambos cayeron desplomados y la criatura pareció desaparecer de pronto, dándoles tregua, aunque sin tiempo para confiarse demasiado, en cualquier momento podría arremeter de nuevo y ya habían visto cómo se las gastaba. Su respiración era fuerte y acelerada, notaba que costaba que entrase el aire en sus pulmones, el corazón se le iba a salir por la boca y la adrenalina y los nervios terminaron de aflorar al tocar suelo. -Si... No... Mi pierna... Siento que se va a partir si la muevo- apenas era capaz de pronunciar palabra entre ahogados gemidos de dolor. Se incorporó, quedando sentada, con sus extremidades inferiores estiradas y observó las heridas. La piel desgarrada, marcas claras de fauces en la carne, profundas hendiduras de dientes, algún quemazón de las ascuas y sangre. -¿Tú estás bien?- lo miró tendido en el suelo, exhausto, agarrado a su hacha -No podemos quedarnos aquí...- Trató de ponerse de pie inútilmente, sólo al intentar hacer fuerza con los brazos para impulsarse le flaqueaban las fuerzas, ni intentó apoyarse sobre su pierna. No quedaba más remedio que arrastrarse, dando culetadas hasta la orilla, eso o dejarse rodar por la pendiente del saliente hasta tocar tierra.
A penas logró retroceder un par de metros cuando de la nada y sin previo aviso, la bestia emergió de golpe, con un impulso que sobrepasó la altura de la roca, cayendo directamente sobre el borde de la misma, dejando a la luz la mitad superior de su robusto cuerpo. ¿Un caballo? ¡Un jodido caballo acuático! ¿Eso existía? Palideció en cuanto lo vio, de nuevo mirando fijamente, esta vez a ambos. Si aquello saltaba una vez más y los alcanzaba... No creyó que pudiese zafarse una vez más. Él quizá podría correr y alejarse, pero ella... En aquel momento tampoco se encontraba en condiciones de curarse para poder huir y aun así... No dispondría de tiempo para ello. El animal -si así podían considerarlo- permanecía inmóvil, pero impredecible, de un momento a otro... Pero entonces, se permitió examinarlo al detalle unos instantes. Se percató de la distancia entre ellos y la criatura, algo la extrañó, el impulso que había tomado cuando saltó del agua había sido suficiente para haberles caído encima de haber querido y sin embargo se había parado allí, ni siquiera sobresalía entero, ¿sería que necesitaba permanecer a remojo? -Muévete despacio, muy despacio... ¡No te levantes! Que no piense que lo vamos a atacar...- susurró al muchacho. Tal vez si se alejaban lo suficiente quedarían salvados.
Aylizz Wendell
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Re: Cena con medallones de oro [Libre]
Nos había costado mucho librarnos de aquello, menudo día de pesca, casi nos pesca a nosotros el lago. Notaba mis pulsaciones en las puntas de los dedos, que se agravaba con lo caliente que todavía estaba el hacha, la adrenalina la tenía por las nubes, ahora mismo podía hacer cualquier cosa con aquel exceso de energía. Allí tumbado, borracho de confusión, miré a la elfa como intentaba arrastrarse hacía el borde de la roca para intentar bajar de allí, era gracioso ver como intentaba arrastrarse sin perder la sutileza de sus movimientos. Pero aquel descanso duró muy poco, demasiado poco para nuestro gusto.
Sin darnos cuenta, algo saltó al borde de la roca, empapándonos de agua. Y de la nada, apareció una especie de caballo... - ¿Esto va en serio? ¿Un caballo? No entiendo nada. - Le dije a la elfa, sin dejar de mirar a aquel ser, era maravilloso, aunque no llegaba a ser un caballo como los que conocíamos, pero era a lo que más se asemejaba, pero sus ojos me decían que no, eran puro frío. Allí estaba inmóvil, mirándonos impasible, pero no parecía que fuera a atacarnos, solo esperaba que le hubiera quedado claro que no íbamos de broma, no nos íbamos a regalar.
Miré a la elfa y le asentí con la cabeza, algo había visto que se me escapaba. Me arrastré despacio, lentamente hasta donde había llegado la elfa. Aquel ser seguía allí impasible, siguiendo con un suave movimiento de cabeza nuestros movimientos. Me dejé caer por el borde de la roca hasta llegar al suelo firme. - Vamos, déjate caer, yo te cogeré.
Escuché un ruido y pude observar como las aguas se movían, no daba crédito a lo que veía, pero aquel ser estaba ahora en la orilla del lago, justo al lado la roca, lo más cerca posible a nosotros que estaba el agua, con la misma actitud que hacía unos segundos antes. - Rápido salta, acaba de aparecer justo aquí al lado y no entiendo bien que pretende hacer. Pero dudo que podamos volver a enfrentarnos a el, y salir de nuevo victoriosos.
Sin darnos cuenta, algo saltó al borde de la roca, empapándonos de agua. Y de la nada, apareció una especie de caballo... - ¿Esto va en serio? ¿Un caballo? No entiendo nada. - Le dije a la elfa, sin dejar de mirar a aquel ser, era maravilloso, aunque no llegaba a ser un caballo como los que conocíamos, pero era a lo que más se asemejaba, pero sus ojos me decían que no, eran puro frío. Allí estaba inmóvil, mirándonos impasible, pero no parecía que fuera a atacarnos, solo esperaba que le hubiera quedado claro que no íbamos de broma, no nos íbamos a regalar.
Miré a la elfa y le asentí con la cabeza, algo había visto que se me escapaba. Me arrastré despacio, lentamente hasta donde había llegado la elfa. Aquel ser seguía allí impasible, siguiendo con un suave movimiento de cabeza nuestros movimientos. Me dejé caer por el borde de la roca hasta llegar al suelo firme. - Vamos, déjate caer, yo te cogeré.
Escuché un ruido y pude observar como las aguas se movían, no daba crédito a lo que veía, pero aquel ser estaba ahora en la orilla del lago, justo al lado la roca, lo más cerca posible a nosotros que estaba el agua, con la misma actitud que hacía unos segundos antes. - Rápido salta, acaba de aparecer justo aquí al lado y no entiendo bien que pretende hacer. Pero dudo que podamos volver a enfrentarnos a el, y salir de nuevo victoriosos.
Damian Noor
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Re: Cena con medallones de oro [Libre]
No se tomó más tiempo para pensar y le hizo caso, a duras penas se acercó al borde y se deslizó hacia la orilla, no podría pisar el firme sin ayuda, eso estaba claro. La noticia de la nueva aparición de la bestia apremió la bajada, que apenas pudo controlar sin ambas piernas como apoyo, aunque el aun desconocido fue rápido de reflejos y tal como indicó, la terminó de bajar sujeta en brazos. Pudo advertir que a pesar de su estado, no pareció suponer gran esfuerzo, aunque trató de no parecer sorprendida por la definida figura del joven. Y pensar que aquella mañana se había presentado como una tranquila jornada de recolección...
En efecto, el animal se presentó de nuevo a escasos metros de ellos, aunque parado en la justa línea que separa la arena del agua, parecía ciertamente alterado aunque no terminó de adelantarse más allá. -Creo... que no puede alejarse del agua.- apuntó, tras relacionar la observación anterior con aquella imagen del espécimen. Mantuvo aquella distancia, sosteniéndose sobre su pierna útil, ligeramente apoyada en el chico, el dolor y la bajada de adrenalina tras el subidón comenzaban a hacer mella y no era fácil mantener el equilibrio, y en todo el tiempo el mitad-caballo no se movió, pero tampoco dejó de observarlos. Decidió entonces pararse unos instantes para recuperar la calma y tratar de curar sus heridas, se dejó caer sobre la arena, quedando sentada con la pierna amoratada estirada, apartó su falda echa trizas y sacudió con suavidad los restos de tierra, ceniza y musgo que impregnaban las magulladuras. Al primer roce de sus dedos sobre la piel irritada y ensangrentada el acto reflejo ante el escozor la hizo apartar la mano, dándose unos segundos para intentarlo de nuevo. Ya había realizado sanaciones antes, pero al tratarse de una misma la situación se complicaba... Debía obviar su instinto de rehuir lo que hace daño, y el propio daño, al tiempo que se concentraba en canalizar la energía, su propia energía, que ya de entrada estaba bajo mínimos. Y con público.
Trató de focalizarse en lo más grave, las marcas de mandíbulas sin duda sería lo que más técnica necesitaría. Para los cortes menores, salidos de los constantes roces y golpes con las rocas durante el forcejeo, usaría los jirones de ropa descolgados a modo de venda y ya se preocuparía por ellos más tarde. Tomó aliento y apretó los dientes, aunque tras los primeros minutos de sentir el corazón latir en sus heridas y el ardor de la piel, se hizo soportable. Logró pronunciar la plegaria más básica que conocía, no lo arreglaría del todo pero al menos cerraría las aberturas más profundas y podría caminar.* El efecto de curación fue bajando progresivamente hasta desvanecerse. De inmediato retiró las manos y examinó el resultado, el dolor no había desaparecido del todo y las heridas no estaban completamente curada, pero el aspecto había mejorado notablemente. Desenvainó su daga y recortó las telas rotas, envolvió las magulladuras en ellas y suspiró, frotándose las manos doloridas. -Gracias por sacarme de ahí... No había visto algo así antes. Ha sido como si... ¿Me atrajese? Ni pensé al reaccionar.- Buscó a la criatura con la mirada, esperando encontrarla aun acechante frente a ellos, pero cuando alzó la vista ya no estaba.
Habían pasado sólo unos minutos y sin hacer el mínimo ruido se había esfumado aunque, ahora que se paraba a darse cuenta, mientras usaba su magia había logrado abstraerse de su alrededor. De nuevo se puso en alerta, mirando ahora nerviosa de lado al lado del lago. ¿Se habría cansado de esperar? ¿Volvería a surgir de la nada, de repente? Quiso pensar que habría desistido, asumiendo que estaba en lo cierto al pensar que no podía salir fuera del agua al completo, y habría comprendido que no se encontraban a la distancia necesaria para atacarlos de nuevo.
--En efecto, el animal se presentó de nuevo a escasos metros de ellos, aunque parado en la justa línea que separa la arena del agua, parecía ciertamente alterado aunque no terminó de adelantarse más allá. -Creo... que no puede alejarse del agua.- apuntó, tras relacionar la observación anterior con aquella imagen del espécimen. Mantuvo aquella distancia, sosteniéndose sobre su pierna útil, ligeramente apoyada en el chico, el dolor y la bajada de adrenalina tras el subidón comenzaban a hacer mella y no era fácil mantener el equilibrio, y en todo el tiempo el mitad-caballo no se movió, pero tampoco dejó de observarlos. Decidió entonces pararse unos instantes para recuperar la calma y tratar de curar sus heridas, se dejó caer sobre la arena, quedando sentada con la pierna amoratada estirada, apartó su falda echa trizas y sacudió con suavidad los restos de tierra, ceniza y musgo que impregnaban las magulladuras. Al primer roce de sus dedos sobre la piel irritada y ensangrentada el acto reflejo ante el escozor la hizo apartar la mano, dándose unos segundos para intentarlo de nuevo. Ya había realizado sanaciones antes, pero al tratarse de una misma la situación se complicaba... Debía obviar su instinto de rehuir lo que hace daño, y el propio daño, al tiempo que se concentraba en canalizar la energía, su propia energía, que ya de entrada estaba bajo mínimos. Y con público.
Trató de focalizarse en lo más grave, las marcas de mandíbulas sin duda sería lo que más técnica necesitaría. Para los cortes menores, salidos de los constantes roces y golpes con las rocas durante el forcejeo, usaría los jirones de ropa descolgados a modo de venda y ya se preocuparía por ellos más tarde. Tomó aliento y apretó los dientes, aunque tras los primeros minutos de sentir el corazón latir en sus heridas y el ardor de la piel, se hizo soportable. Logró pronunciar la plegaria más básica que conocía, no lo arreglaría del todo pero al menos cerraría las aberturas más profundas y podría caminar.* El efecto de curación fue bajando progresivamente hasta desvanecerse. De inmediato retiró las manos y examinó el resultado, el dolor no había desaparecido del todo y las heridas no estaban completamente curada, pero el aspecto había mejorado notablemente. Desenvainó su daga y recortó las telas rotas, envolvió las magulladuras en ellas y suspiró, frotándose las manos doloridas. -Gracias por sacarme de ahí... No había visto algo así antes. Ha sido como si... ¿Me atrajese? Ni pensé al reaccionar.- Buscó a la criatura con la mirada, esperando encontrarla aun acechante frente a ellos, pero cuando alzó la vista ya no estaba.
Habían pasado sólo unos minutos y sin hacer el mínimo ruido se había esfumado aunque, ahora que se paraba a darse cuenta, mientras usaba su magia había logrado abstraerse de su alrededor. De nuevo se puso en alerta, mirando ahora nerviosa de lado al lado del lago. ¿Se habría cansado de esperar? ¿Volvería a surgir de la nada, de repente? Quiso pensar que habría desistido, asumiendo que estaba en lo cierto al pensar que no podía salir fuera del agua al completo, y habría comprendido que no se encontraban a la distancia necesaria para atacarlos de nuevo.
*Uso de habilidad: manos sanadoras (aunque no sé si esto sirve todavía, con el nuevo sistema de habilidades?)
Aylizz Wendell
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Re: Cena con medallones de oro [Libre]
Todo pareció quedarse en calma tras aquel último avistamiento, no obstante, no estaba dispuesta a esperar que la criatura volviese a aparecer. Cuando su pierna se vio lo suficientemente apta para tomar el camino de vuelta al punto de quedada con Fahïn, se puso en pie, esta vez sin necesidad de apoyarse en el joven al que la experiencia parecía haber dejado anonadado.
-Yo... He de irme, mi caravana me estará esperando.
Tras una breve y cortés despedida en la que ninguno aportó más datos de uno u otro al encuentro, poniendo el punto así a una mañana intensa que si bien pudo acabar en tragedia, la intervención divina -y la fuerza y determinación del muchacho- propiciaron que acabase en una historia más para no dormir. Ciertamente, se le haría difícil hacerlo las primeras noches después de aquello. A duras penas logró mantener el paso, aunque lento, continuado y sin altos en el camino. Sólo tenía en mente llegar al cruce, subirse al carro y llegar a casa en las menos jornadas posibles. Algo con lo que podía contar de seguro, conociendo al mercader.
-¡Por los dioses, chica! ¿Qué diantres te ha ocurrido?
-Un día duro.
-Lissinda pondrá el grito en el cielo cuando te vea.
-Lo sé...
-¡Y me vendrá a mí con el cuento!
-Lo sé...
-Habrase visto... Soy un hombre de negocios, no un custodio.
El comerciante continuó farfullando un largo trecho del camino, elucubrando sobre los distintos posibles recibimientos que encontraría al devolverla sana y medio salva a la aldea. La elfa apenas replicó, sus pensamientos estaban inmersos en la bestia que emergió del lago, además, tampoco habría servido de nada. Fahïn era un elfo campechano, maduro, que había optado por envejecer sin más responsabilidades que su propia mercancía. A pesar de ello y de no tener familia, pese a ser un abanderado de la queja y el humor avinagrado, daría su mano, su brazo y las partes corporales que hicieran falta por cumplir con los suyos. Siempre que no le costase dinero o se lo hiciera perder. Cuando hubo terminado de lanzar juramentos maliciosos al aire, su monólogo cambió a temáticas sobre las que tenía mayores conocimientos, negocios. Apenas prestó atención a sus batallitas, tras las novedades traídas de Ulmer no tardó en comenzar a repetir sus grandes clásicos, buenas ventas y cierres de tratos de los que se enorgullecía. Cualquiera le decía nada... Capaz era de hacerla bajar y terminar el viaje a pie.
-Oye, chica... Verás... Sé que acordamos que te llevaría de vuelta, pero el caso es que me surgieron unos temas en Ulmer y tendré que desviarme en estas tierras. Puedes acompañarme si gustas...-
-Pero preferirías que no lo hiciera.
-No, bueno, tampoco es eso...
-Tranquilo, me las apañaré.
El tiempo de viaje antes de separarse fue el suficiente para terminar de sanar las heridas y hacer desaparecer la cojera, aunque eventualmente las punzadas de dolor muscular se hacían notar allí donde aquel ser había clavado sus fauces. Se despidieron en un sendero cercano al río que, de seguirlo, la llevaría de vuelta al paso de Verisar en unos días y atravesaba varias rutas comerciales, no tendría problema en encontrar paradores donde hacer noche a lo largo del camino. Aun así, Fahïn tendió a bien dejarla provisiones para un par de jornadas, en compensación por el repentino cambio de planes.
Mejor así pensó al verlo alejarse.
-Yo... He de irme, mi caravana me estará esperando.
Tras una breve y cortés despedida en la que ninguno aportó más datos de uno u otro al encuentro, poniendo el punto así a una mañana intensa que si bien pudo acabar en tragedia, la intervención divina -y la fuerza y determinación del muchacho- propiciaron que acabase en una historia más para no dormir. Ciertamente, se le haría difícil hacerlo las primeras noches después de aquello. A duras penas logró mantener el paso, aunque lento, continuado y sin altos en el camino. Sólo tenía en mente llegar al cruce, subirse al carro y llegar a casa en las menos jornadas posibles. Algo con lo que podía contar de seguro, conociendo al mercader.
-¡Por los dioses, chica! ¿Qué diantres te ha ocurrido?
-Un día duro.
-Lissinda pondrá el grito en el cielo cuando te vea.
-Lo sé...
-¡Y me vendrá a mí con el cuento!
-Lo sé...
-Habrase visto... Soy un hombre de negocios, no un custodio.
El comerciante continuó farfullando un largo trecho del camino, elucubrando sobre los distintos posibles recibimientos que encontraría al devolverla sana y medio salva a la aldea. La elfa apenas replicó, sus pensamientos estaban inmersos en la bestia que emergió del lago, además, tampoco habría servido de nada. Fahïn era un elfo campechano, maduro, que había optado por envejecer sin más responsabilidades que su propia mercancía. A pesar de ello y de no tener familia, pese a ser un abanderado de la queja y el humor avinagrado, daría su mano, su brazo y las partes corporales que hicieran falta por cumplir con los suyos. Siempre que no le costase dinero o se lo hiciera perder. Cuando hubo terminado de lanzar juramentos maliciosos al aire, su monólogo cambió a temáticas sobre las que tenía mayores conocimientos, negocios. Apenas prestó atención a sus batallitas, tras las novedades traídas de Ulmer no tardó en comenzar a repetir sus grandes clásicos, buenas ventas y cierres de tratos de los que se enorgullecía. Cualquiera le decía nada... Capaz era de hacerla bajar y terminar el viaje a pie.
-Oye, chica... Verás... Sé que acordamos que te llevaría de vuelta, pero el caso es que me surgieron unos temas en Ulmer y tendré que desviarme en estas tierras. Puedes acompañarme si gustas...-
-Pero preferirías que no lo hiciera.
-No, bueno, tampoco es eso...
-Tranquilo, me las apañaré.
El tiempo de viaje antes de separarse fue el suficiente para terminar de sanar las heridas y hacer desaparecer la cojera, aunque eventualmente las punzadas de dolor muscular se hacían notar allí donde aquel ser había clavado sus fauces. Se despidieron en un sendero cercano al río que, de seguirlo, la llevaría de vuelta al paso de Verisar en unos días y atravesaba varias rutas comerciales, no tendría problema en encontrar paradores donde hacer noche a lo largo del camino. Aun así, Fahïn tendió a bien dejarla provisiones para un par de jornadas, en compensación por el repentino cambio de planes.
Mejor así pensó al verlo alejarse.
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