[Zona de culto] Oráculo de las Valquirias
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[Zona de culto] Oráculo de las Valquirias
Oráculo de las Valquirias
Situado en Vulwulfar, cerca de la zona costera, es el lugar donde los habitantes de la ciudad van a rezar a sus dioses. Construido en ladrillo blanco, no destaca mucho sobre otras construcciones de la villa. Las puertas siempre están abiertas para recibir a todo aquel que busque la palabra de los dioses. En el centro, una estatua de Odin, hecha de madera, preside la sala. Rodeando esta estatua hay agua y varias bases donde se asientan estatuas, también de madera, de las valquirias, excepto enfrente de la estatua principal, que se alza un camino de madera para sortear el agua y dejar las ofrendas a los pies del gran dios.
Los ciudadanos llegan al lugar para pedir protección y suerte en sus viajes en barco, en sus negocios o en una justa. Todo esto previa ofrenda, por supuesto.
En ocasiones se han llegado a hacer sacrificios como en Nueva Uppsala, aunque no duran tantos días. A lo sumo, tres.
Información
1. Este apartado es para rezar, hacer sacrificios, plegarias y ofrendas a los dioses, a cambio de que ellos te den suerte. Por tanto, aquí se lanzarán las runas, pero se hará a petición de un máster y on rol.
2. Al ser on rol, se deberán cumplir todas las normas en cuanto a los posts: ortografía, número de líneas…
3. No se podrán hacer posts off rol para lanzar las runas.
4. No se podrá rolear entre usuarios.
5. La dinámica es la misma que en “Suerte oficial de temas aleatorios”: uno escribe su post y lanza runas. La única diferencia será que se deberá hacer en on rol, mostrando respetos a los dioses a los que pides suerte.
6. Se puede elegir el lugar de culto para que se adapte mejor a las creencias del personaje, los másters lo tendrán en cuenta a la hora de mandarte a hablar con los dioses.
Fehu
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Re: [Zona de culto] Oráculo de las Valquirias
El sonido de las olas rompiéndose en la arena inundaba la escena. La luz del medio día pasaba a través de las aguas, dotándolas de un color turquesa realmente cautivador. Las olas retumbaban, una tras otra. Evidenciando el lapso de las mareas, el ciclo de la vida misma. Subes para caer, y caes para subir. A su madre le gustaba mucho utilizar esa metáfora cuándo le hablaba de temas ‘serios’ -los cuáles no terminaba de entender, por su corta edad-, lo más probable es que su progenitora se desahogaba hablando con ella.
La edificación, el templo, había sido construida con ladrillos blancos. Y en ese preciso instante, su belleza era de porte celestial -sin duda alguna, entendió en ese momento la razón por la cual era ese edificio y no otro de los de la villa-. La luz resplandecía a la vez con las tranquilas aguas, junto al blancor del templo, en contraste evidente con el color de la arena. Las puertas abiertas, terminaron de confirmar su teoría. Ese era el templo, ese mismo.
En el camino hacía el templo, había preparado su ofrenda. Con una alegría que no inundaba su ser desde hacía ya varias temporadas, fue recogiendo pequeñas flores. Recogía flores y las trenzaba, creando así una pequeña corona de flores. La corona, delicadamente confeccionaba, presumía colores amarillos, blancos y uno que otro destello rosado y anaranjado. Con entusiasmo, iba cantando una pequeña melodía que le había enseñado su madre años atrás -aunque algo desafinada, y sin mucho ritmo-.
Al llegar, el entusiasmo que había sentido se disipó, reemplazado por una gran ducha de nerviosismo, que corría por su cuerpo despiadadamente. El lugar era intimidante, y para un niño -por su tamaño- lo era el doble. Se adentró tímidamente, pasando debajo del arco de la enorme puerta. Por dentro, la arquitectura era simple, pero no perdía su belleza. Al centro, una estatua de Odin, confeccionada en madera. Plantada en medio de un pequeño cuerpo de agua, alrededor suyo, otras de menor tamaño -las valquirias-.
Se veía rodeada por el murmullo de las personas rezando, que creaba en ella cierto sentimiento de respeto. Se llegaba a sentir plena, tranquila y relajada. Aunque aún nerviosa, por el miedo de hacer algo mal, algo moralmente incorrecto que pudiese ofender a los dioses o a los demás visitantes del templo. Por lo que avanzaba con cuidado, en silencio total. Controlaba hasta su respiración, todo por no hacer ruido de más.
Fue avanzando, esperando pacientemente su turno. No sabía muy bien cómo, ni a cuál de las estatuas, pero finalmente se dejó guiar por lo que las demás personas hacían. Lentamente, con suma delicadeza, cruzo el estrecho puente de madera que conducía a la estatua de Odin, la estatua principal del templo. Al llegar, se arrodilló y colocó la pequeña corona de flores a los pies de la imagen. La pequeñísima corona se veía opacada por las demás ofrendas que habían sido depositadas a lo largo de la mañana; velas, ramos gigantescos, pieles, telas… Una gran cantidad de artefactos yacían alrededor de la base de la estatua. Se sintió un poco culpable, al no poder ofrecer nada más… Pero ese sentimiento fue superado, ya que la jovencita se concentraba ahora en su plegaria.
-Ruego por su protección… -Se encontraba a los pies de la estatua, con las manos juntas, cerrando los ojos con fuerza. Su intento de seriedad no habían sido suficientes, el contraste entre su pequeño cuerpo y el de la estatua subrayaban su corta edad.
‘Mamá siempre me hablaba sobre este templo… Y sobre el abuelo. El abuelo era alguien sabio, venía a menudo.’ Añadió para sus adentros, alzando la mirada para mirar a la estatua, como si se estuviese excusando.
-…ruego por su protección… -Añadió en un tono más bajo, volviendo a bajar la cabeza. -Ruego por su protección, protegedme, sed justo conmigo. Agradezco lo que hagáis por mí…
La edificación, el templo, había sido construida con ladrillos blancos. Y en ese preciso instante, su belleza era de porte celestial -sin duda alguna, entendió en ese momento la razón por la cual era ese edificio y no otro de los de la villa-. La luz resplandecía a la vez con las tranquilas aguas, junto al blancor del templo, en contraste evidente con el color de la arena. Las puertas abiertas, terminaron de confirmar su teoría. Ese era el templo, ese mismo.
En el camino hacía el templo, había preparado su ofrenda. Con una alegría que no inundaba su ser desde hacía ya varias temporadas, fue recogiendo pequeñas flores. Recogía flores y las trenzaba, creando así una pequeña corona de flores. La corona, delicadamente confeccionaba, presumía colores amarillos, blancos y uno que otro destello rosado y anaranjado. Con entusiasmo, iba cantando una pequeña melodía que le había enseñado su madre años atrás -aunque algo desafinada, y sin mucho ritmo-.
Al llegar, el entusiasmo que había sentido se disipó, reemplazado por una gran ducha de nerviosismo, que corría por su cuerpo despiadadamente. El lugar era intimidante, y para un niño -por su tamaño- lo era el doble. Se adentró tímidamente, pasando debajo del arco de la enorme puerta. Por dentro, la arquitectura era simple, pero no perdía su belleza. Al centro, una estatua de Odin, confeccionada en madera. Plantada en medio de un pequeño cuerpo de agua, alrededor suyo, otras de menor tamaño -las valquirias-.
Se veía rodeada por el murmullo de las personas rezando, que creaba en ella cierto sentimiento de respeto. Se llegaba a sentir plena, tranquila y relajada. Aunque aún nerviosa, por el miedo de hacer algo mal, algo moralmente incorrecto que pudiese ofender a los dioses o a los demás visitantes del templo. Por lo que avanzaba con cuidado, en silencio total. Controlaba hasta su respiración, todo por no hacer ruido de más.
Fue avanzando, esperando pacientemente su turno. No sabía muy bien cómo, ni a cuál de las estatuas, pero finalmente se dejó guiar por lo que las demás personas hacían. Lentamente, con suma delicadeza, cruzo el estrecho puente de madera que conducía a la estatua de Odin, la estatua principal del templo. Al llegar, se arrodilló y colocó la pequeña corona de flores a los pies de la imagen. La pequeñísima corona se veía opacada por las demás ofrendas que habían sido depositadas a lo largo de la mañana; velas, ramos gigantescos, pieles, telas… Una gran cantidad de artefactos yacían alrededor de la base de la estatua. Se sintió un poco culpable, al no poder ofrecer nada más… Pero ese sentimiento fue superado, ya que la jovencita se concentraba ahora en su plegaria.
-Ruego por su protección… -Se encontraba a los pies de la estatua, con las manos juntas, cerrando los ojos con fuerza. Su intento de seriedad no habían sido suficientes, el contraste entre su pequeño cuerpo y el de la estatua subrayaban su corta edad.
‘Mamá siempre me hablaba sobre este templo… Y sobre el abuelo. El abuelo era alguien sabio, venía a menudo.’ Añadió para sus adentros, alzando la mirada para mirar a la estatua, como si se estuviese excusando.
-…ruego por su protección… -Añadió en un tono más bajo, volviendo a bajar la cabeza. -Ruego por su protección, protegedme, sed justo conmigo. Agradezco lo que hagáis por mí…
Pyp
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