[Zona de culto] Iglesia del único Dios
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[Zona de culto] Iglesia del único Dios
Iglesia del único Dios
De madera oscura, pequeña y casi imperceptible, se encuentra en una de las calles de Lunargenta esta pequeña iglesia, lugar de culto de las minorías cristianas, quienes no confían su suerte en tallas de madera o dioses paganos.
Humilde para no destacar y que no sea atacada por los bávaros, dentro del pequeño edificio se pueden encontrar bancos largos, hechos de madera, también. Toda esa humildad acaba cuando se ve el altar y los candelabros que adornan la sacristía. El oro forra cada uno de los objetos sagrados y, pequeños cuadros, cuelgan de las paredes. Apenas hay luz, salvo por una pequeña ventana situada en el techo. Es un lugar bastante lúgubre y recóndito, conocido por los cristianos más acérrimos, quienes se reúnen todas las semanas para rezar a su Dios.
Con la esperanza de que éste les escuche, llevan ofrendas y dicen múltiples plegarias. Aunque, dependerá de ese Dios si la suerte es buena o mala.
Información
1. Este apartado es para rezar, hacer sacrificios, plegarias y ofrendas a los dioses, a cambio de que ellos te den suerte. Por tanto, aquí se lanzarán las runas, pero se hará a petición de un máster y on rol.
2. Al ser on rol, se deberán cumplir todas las normas en cuanto a los posts: ortografía, número de líneas…
3. No se podrán hacer posts off rol para lanzar las runas.
4. No se podrá rolear entre usuarios.
5. La dinámica es la misma que en “Suerte oficial de temas aleatorios”: uno escribe su post y lanza runas. La única diferencia será que se deberá hacer en on rol, mostrando respetos a los dioses a los que pides suerte.
6. Se puede elegir el lugar de culto para que se adapte mejor a las creencias del personaje, los másters lo tendrán en cuenta a la hora de mandarte a hablar con los dioses.
Fehu
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Re: [Zona de culto] Iglesia del único Dios
El brujo observaba la puerta de la Iglesia. Era pequeña, humilde, de aspecto incluso pobre. Pasaba inadvertida ante la mirada de aquellos que no conocían su valor. La gente se agrupaba fuera, hablando casi en susurros. Otras personas entraban y minutos después salían, en sus rostros, una gran sonrisa. Wallace veía esperanza en sus ojos, alegría, piedad y tranquilidad. No era creyente, jamas se había postrado de rodillas ante un dios o clamada una vida en su nombre. Era escéptico hacia esas creencias o la fe. Tan solo creía en la esperanza y en el esfuerzo de la gente, en su voluntad, en la moral. El brujo había visto demasiadas desgracias como para creer que un supuesto dios era causante de todo aquello. Era incluso ruin.
Miró hacia atrás y al ver a Circenn, su acompañante, suspiró negando con la cabeza. El leonido le indicó que entrara con la mano. No sabia muy bien porqué le hacia hacer eso. Tenia miedo de que le pasara algo? Circenn era seguidor de muchas religiones, era su guía espiritual y estaba en contacto con entes místicos y toda esas cosas que ponían los pelos de punta al brujo. Frunciendo el ceño a mas no poder y gruñendo para sus adentros, Wallace entró en la Iglesia, en completo silencio. dentro, todo era bastante lúgubre y silencioso. La gente se sentaba en los largos bancos y susurraba plegarias mientras que otros encendían velas y observaban los cuadros, rezándoles incluso. Wallace se sintió observado así que se sentó en uno de los bancos y miro hacia la fuente de luz que entraba en aquel lugar extraño. Como se supone que funcionaba esto? Juntó las manos, jugueteando con los dedos y soltó un poco de aire, confundido por todos los sentimientos encontrados al estar en aquel lugar.
- Tu y yo no nos hemos llevado muy bien eh?...-susurró mirando fijamente la luz.-... sinceramente, te pedí muchas cosas en el pasado, ya sabes, nada del otro mundo... -No podía evitar hablar en tono irónico y socarrón.- No perder a mis amigos, no perder al amor de mi vida... ya ves tu, que cosas... podrías haber puesto algo de tu parte...-gruñó mientras se acomodaba en el banco. Observó de reojo a una niña pequeña acompaña de su hermano aun mas pequeño. Ambos se sentaron en el banco de al lado y empezaron a rezar. Wallace alzó las cejas al contemplar aquello. Se sintió mal. Los niños pedían salud para su madre. Negando con la cabeza Wallace apoyó la cabeza en sus manos y los codos en el respaldo de enfrente.- No me escuchaste antes... y dudo que lo hagas ahora pero por favor... te suplico que pase lo que pase no te atrevas ha permitir que algo le pase a mis hijos y a Ebano...-Su mirada se endureció, fijándola en la luz.-... Es todo lo que tengo... No te atrevas por que allí donde estés, te encontraré.
El brujo se levanto dando la espalda, sin mirar atrás, haciendo ondear su capa oscura. Cerró la puerta tras el y se acercó a Circenn quien lo miraba, complacido.
-Como ha ido esta vez? -Preguntó él, mirándolo con preocupación.
-Igual que siempre... menuda perdida de tiempo... -murmuró mientras cogía sus armas. Circenn observó a su amigo como se alejaba hacia los caballos. No pudo evitar sonreír y mirar hacia el edificio, negando con la cabeza.
Miró hacia atrás y al ver a Circenn, su acompañante, suspiró negando con la cabeza. El leonido le indicó que entrara con la mano. No sabia muy bien porqué le hacia hacer eso. Tenia miedo de que le pasara algo? Circenn era seguidor de muchas religiones, era su guía espiritual y estaba en contacto con entes místicos y toda esas cosas que ponían los pelos de punta al brujo. Frunciendo el ceño a mas no poder y gruñendo para sus adentros, Wallace entró en la Iglesia, en completo silencio. dentro, todo era bastante lúgubre y silencioso. La gente se sentaba en los largos bancos y susurraba plegarias mientras que otros encendían velas y observaban los cuadros, rezándoles incluso. Wallace se sintió observado así que se sentó en uno de los bancos y miro hacia la fuente de luz que entraba en aquel lugar extraño. Como se supone que funcionaba esto? Juntó las manos, jugueteando con los dedos y soltó un poco de aire, confundido por todos los sentimientos encontrados al estar en aquel lugar.
- Tu y yo no nos hemos llevado muy bien eh?...-susurró mirando fijamente la luz.-... sinceramente, te pedí muchas cosas en el pasado, ya sabes, nada del otro mundo... -No podía evitar hablar en tono irónico y socarrón.- No perder a mis amigos, no perder al amor de mi vida... ya ves tu, que cosas... podrías haber puesto algo de tu parte...-gruñó mientras se acomodaba en el banco. Observó de reojo a una niña pequeña acompaña de su hermano aun mas pequeño. Ambos se sentaron en el banco de al lado y empezaron a rezar. Wallace alzó las cejas al contemplar aquello. Se sintió mal. Los niños pedían salud para su madre. Negando con la cabeza Wallace apoyó la cabeza en sus manos y los codos en el respaldo de enfrente.- No me escuchaste antes... y dudo que lo hagas ahora pero por favor... te suplico que pase lo que pase no te atrevas ha permitir que algo le pase a mis hijos y a Ebano...-Su mirada se endureció, fijándola en la luz.-... Es todo lo que tengo... No te atrevas por que allí donde estés, te encontraré.
El brujo se levanto dando la espalda, sin mirar atrás, haciendo ondear su capa oscura. Cerró la puerta tras el y se acercó a Circenn quien lo miraba, complacido.
-Como ha ido esta vez? -Preguntó él, mirándolo con preocupación.
-Igual que siempre... menuda perdida de tiempo... -murmuró mientras cogía sus armas. Circenn observó a su amigo como se alejaba hacia los caballos. No pudo evitar sonreír y mirar hacia el edificio, negando con la cabeza.
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Última edición por Wallace Mcgregor el Jue 2 Ago 2018 - 12:34, editado 1 vez
Wallace Mcgregor
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Re: [Zona de culto] Iglesia del único Dios
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Tyr
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Re: [Zona de culto] Iglesia del único Dios
El viento soplaba tan fuerte en la calle que fue imposible realizar la simple acción de ponerse la mantilla sobre el cabello. Nada más entrar, sintió el frío y la humedad propias del lugar recluido. Respiró profundamente, hinchándose de valor para dejar el vestíbulo y se acercó al baptisterio, más allá de que fuera se escuchaban los lamentos de los canes hambrientos, allí reinaba tanto el silencio, que podía escuchar claramente el eco de sus pasos. Hundió su inídice y dedo medio en la pila de agua baptismal de una vez, rápido y sin vacilar. Entonces se arrodilló en la boca que desembocaba a la nave y allí se persignó, mirando la sombra de su cuerpo, que se proyectaba con cada relámpago que iluminaba la oscuridad artificial de aquella mañana. - En el nombre del padre, del hijo…- el resto de la oración fue silenciada por un estremecedor trueno. Ella sabía que ese era un lugar sagrado, por más que afuera amenazara con desaparecer Aerandir, el Señor su único Dios, protegería con su mano aquél santo lugar sagrado.
Poniendo una pierna delante de la otra, se puso en pie, entrelazó sus dedos delante de su vientre y caminó modestamente y en silencio dejando atrás, una tras otra, las filas de asientos. Aquí y allá se veían algunos feligreses devotos en medio de sus oraciones. Ella miraba a través de la mantilla. Le costaba respirar, pues estaba nerviosa. Algunas gotas caían de los agujeros del techo, parecían marcar el tiempo. Uno… dos… uno… uno…dos… Intentó adaptar su respiración con el ritmo del agua y del viento, pero su corazón se negaba a escucharla. Cada paso que la acercaba al altar, la volvía más débil. Quería quitarse la mantilla para poder ver con claridad, la única ventana del recinto parecía haber sido cubierta por el vapor y las nubes. Los esporádicos destellos sólo servían para exaltar la fuerza de la imagen del único Dios, que la miraba desde las alturas, haciéndola sentir pequeña e insignificante.
A medio camino de llegar al altar se detuvo. La opulencia era cegadora, necesitaba descansar del temblor en sus piernas. Se acercó al primer fiel lentamente, buscando compañía para sus rezos. Se arrodilló al costado de él, juntó sus palmas, apoyó el codo sobre el banco y comenzó a decir sus oraciones -Padre nuestro que estás en los cielos- la persona que estaba a su lado, un hombre en una cogulla color café, se revolvió en su sitio y comenzó a salir de allí a toda prisa. Con el apuro, se golpeó contra Nuria y su capucha cayó sobre sus hombros. -Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden- se mordió el labio tan fuerte que sintió el gusto a óxido sobre su lengua. El hombre se detuvo un momento, girando su cabeza en un ángulo antinatural, las lágrimas de sangre cayeron al suelo en sincronía con las gotas de agua.
Volvió a ponerse la capucha, ocultando el pálido y mortecino rostro, escondiendo una vez más la negrura de su alma, la carencia de sus ojos y la oscuridad que salía allí donde debían estar los orbes. -¡Libranos del mal!- casi gritó, anteponiendo sus manos sobre su cabeza y bajando la mirada. El desconocido giró su cuello, haciendo sonar sus huesos y se marchó moviéndose como si algo dentro de él luchara por salir, amenazando con atravesar su carne. -Amen- Se puso en pie, dirigiose de igual forma hacia la siguiente figura. Aún no podía quitarse de la mente ese rostro impertérrito y carente de expresión, vacío y frío. Se sobó los brazos y ojeó a la mujer que tenía un bebé en brazos. Podía escuchar que se lamentaba, sin embargo, no le pareció fuera de lo ordinario.
-Dios te salve María, llena eres de gracia- la fémina se mecía en la banca de enfrente. Su pelo castaño estaba cubierto por una mantilla humilde, los destellos de los rayos, le conferían un aspecto tétrico. Después del susto del que parecía un fraile, su corazón se sentía pequeño frío, relegado a un rincón. Esperaba que una madre con su hijo, levantara la gravedad en la que se había sumido, para llegar a su Dios con el corazón liviano. -Bendita tú eres entre todas las mujeres- los gimoteos se detuvieron, la fiel dejó de moverse y Nuria dejó de respirar. -Santa María madre de- se quedó sin aire al mismo tiempo que el niño en brazos se asomaba para verla. -…ruega por nosotros pecadores, ahora y a la hora de nuestra muerte- se puso en pie y volvió al pasillo apresurada. [b] “Los muñecos no tienen vida. Los muñecos no tienen vida”[/color]
-Creo en Dios padre todopoderoso, creador del cielo y la tierra- se acercaba a paso largo al atrio. Frente al altar había una persona que parecía estar en medio de un acceso de tos. La joven estiró su mano para ponérsela en la espada al congregante, quién al sentir su presencia se dio la vuelta. -Padeció bajo el poder de Poncio Pilatos- masculló sintiendo que por fin se desvanecía, sus rodillas cedieron y cayó al piso, echando mano al crucifijo que pendía de su cuello. El hombre no tenía cabeza, en su lugar había una calabaza gigante con ojos de fuego. Al girarse hacia ella, la capa negra que cubría su cuerpo, había dejado escapar decenas de pequeñas luciérnagas que iluminaban el rostro de una cabeza viva, encerrada entre los barrotes de una jaula que el hombre llevaba entre sus manos. -Al tercer día resucitó de entre los muertos- sus labios estaban blancos, el rostro en la jaula le sonrió, ella pudo ver con precisión cómo se movían los músculos bajo la piel rota y con aspecto seco y quemado. Sintió desfallecer.
Los ojos blancos parecían ver a través de ella y ser parte del resto del cuerpo. Se acercaba a ella, ese caballero se acercaba a ella, con sus luciérnagas del mal y la cabeza sonriente. También lo hacían los otros tres sujetos. La rodeaban. -Creo en el Espíritu Santo, la Santa Iglesia- dijo en voz alta y elevó la cruz. Un rayo desgarrador le arrancó un grito que le brotó desde el estómago, le ardía la garganta. Abrió sus ojos y se encontró sola.
Besó la cruz y corrió al altar donde depositó el saco con la mirra, lo abrió y plantó la rama de olíbano que encendió como si fuese incienso. Apresuradamente, sacó un aero y lo puso junto al resto de las dádivas y se precipitó a bajar los escalones, alejándose del presbiterio a toda prisa, como si el Señor su Dios, la fuese a castigar por osar acercarse a su magnanimidad y figura. - Señor mi único Dios, ilumina mi camino y protégenos del mal, amén- se persignó y caminó con pasos cortos y ligeros hacia la puerta, decidida a enfrentarse a la tormenta que arreciaba fuera para poder regresar con Ircan y Toro a la brevedad posible. Llegando a la puerta, se escuchó una explosión fuera y ambas hojas se abrieron de par en par, dejando entrar una luz blanca cegadora. Lo único que fue capaz de ver y oír fue el latido de su corazón.
tuM
TUM TUM
Tum…
Poniendo una pierna delante de la otra, se puso en pie, entrelazó sus dedos delante de su vientre y caminó modestamente y en silencio dejando atrás, una tras otra, las filas de asientos. Aquí y allá se veían algunos feligreses devotos en medio de sus oraciones. Ella miraba a través de la mantilla. Le costaba respirar, pues estaba nerviosa. Algunas gotas caían de los agujeros del techo, parecían marcar el tiempo. Uno… dos… uno… uno…dos… Intentó adaptar su respiración con el ritmo del agua y del viento, pero su corazón se negaba a escucharla. Cada paso que la acercaba al altar, la volvía más débil. Quería quitarse la mantilla para poder ver con claridad, la única ventana del recinto parecía haber sido cubierta por el vapor y las nubes. Los esporádicos destellos sólo servían para exaltar la fuerza de la imagen del único Dios, que la miraba desde las alturas, haciéndola sentir pequeña e insignificante.
A medio camino de llegar al altar se detuvo. La opulencia era cegadora, necesitaba descansar del temblor en sus piernas. Se acercó al primer fiel lentamente, buscando compañía para sus rezos. Se arrodilló al costado de él, juntó sus palmas, apoyó el codo sobre el banco y comenzó a decir sus oraciones -Padre nuestro que estás en los cielos- la persona que estaba a su lado, un hombre en una cogulla color café, se revolvió en su sitio y comenzó a salir de allí a toda prisa. Con el apuro, se golpeó contra Nuria y su capucha cayó sobre sus hombros. -Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden- se mordió el labio tan fuerte que sintió el gusto a óxido sobre su lengua. El hombre se detuvo un momento, girando su cabeza en un ángulo antinatural, las lágrimas de sangre cayeron al suelo en sincronía con las gotas de agua.
Volvió a ponerse la capucha, ocultando el pálido y mortecino rostro, escondiendo una vez más la negrura de su alma, la carencia de sus ojos y la oscuridad que salía allí donde debían estar los orbes. -¡Libranos del mal!- casi gritó, anteponiendo sus manos sobre su cabeza y bajando la mirada. El desconocido giró su cuello, haciendo sonar sus huesos y se marchó moviéndose como si algo dentro de él luchara por salir, amenazando con atravesar su carne. -Amen- Se puso en pie, dirigiose de igual forma hacia la siguiente figura. Aún no podía quitarse de la mente ese rostro impertérrito y carente de expresión, vacío y frío. Se sobó los brazos y ojeó a la mujer que tenía un bebé en brazos. Podía escuchar que se lamentaba, sin embargo, no le pareció fuera de lo ordinario.
-Dios te salve María, llena eres de gracia- la fémina se mecía en la banca de enfrente. Su pelo castaño estaba cubierto por una mantilla humilde, los destellos de los rayos, le conferían un aspecto tétrico. Después del susto del que parecía un fraile, su corazón se sentía pequeño frío, relegado a un rincón. Esperaba que una madre con su hijo, levantara la gravedad en la que se había sumido, para llegar a su Dios con el corazón liviano. -Bendita tú eres entre todas las mujeres- los gimoteos se detuvieron, la fiel dejó de moverse y Nuria dejó de respirar. -Santa María madre de- se quedó sin aire al mismo tiempo que el niño en brazos se asomaba para verla. -…ruega por nosotros pecadores, ahora y a la hora de nuestra muerte- se puso en pie y volvió al pasillo apresurada. [b] “Los muñecos no tienen vida. Los muñecos no tienen vida”[/color]
-Creo en Dios padre todopoderoso, creador del cielo y la tierra- se acercaba a paso largo al atrio. Frente al altar había una persona que parecía estar en medio de un acceso de tos. La joven estiró su mano para ponérsela en la espada al congregante, quién al sentir su presencia se dio la vuelta. -Padeció bajo el poder de Poncio Pilatos- masculló sintiendo que por fin se desvanecía, sus rodillas cedieron y cayó al piso, echando mano al crucifijo que pendía de su cuello. El hombre no tenía cabeza, en su lugar había una calabaza gigante con ojos de fuego. Al girarse hacia ella, la capa negra que cubría su cuerpo, había dejado escapar decenas de pequeñas luciérnagas que iluminaban el rostro de una cabeza viva, encerrada entre los barrotes de una jaula que el hombre llevaba entre sus manos. -Al tercer día resucitó de entre los muertos- sus labios estaban blancos, el rostro en la jaula le sonrió, ella pudo ver con precisión cómo se movían los músculos bajo la piel rota y con aspecto seco y quemado. Sintió desfallecer.
Los ojos blancos parecían ver a través de ella y ser parte del resto del cuerpo. Se acercaba a ella, ese caballero se acercaba a ella, con sus luciérnagas del mal y la cabeza sonriente. También lo hacían los otros tres sujetos. La rodeaban. -Creo en el Espíritu Santo, la Santa Iglesia- dijo en voz alta y elevó la cruz. Un rayo desgarrador le arrancó un grito que le brotó desde el estómago, le ardía la garganta. Abrió sus ojos y se encontró sola.
Besó la cruz y corrió al altar donde depositó el saco con la mirra, lo abrió y plantó la rama de olíbano que encendió como si fuese incienso. Apresuradamente, sacó un aero y lo puso junto al resto de las dádivas y se precipitó a bajar los escalones, alejándose del presbiterio a toda prisa, como si el Señor su Dios, la fuese a castigar por osar acercarse a su magnanimidad y figura. - Señor mi único Dios, ilumina mi camino y protégenos del mal, amén- se persignó y caminó con pasos cortos y ligeros hacia la puerta, decidida a enfrentarse a la tormenta que arreciaba fuera para poder regresar con Ircan y Toro a la brevedad posible. Llegando a la puerta, se escuchó una explosión fuera y ambas hojas se abrieron de par en par, dejando entrar una luz blanca cegadora. Lo único que fue capaz de ver y oír fue el latido de su corazón.
tuM
TUM TUM
Tum…
Nuria
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Re: [Zona de culto] Iglesia del único Dios
El miembro 'Nuria' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Tyr
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Re: [Zona de culto] Iglesia del único Dios
Un hombre vestido de negro le abrió la puerta a Alisha después de que llamara insistentemente.
-Es muy tarde, hija.- Se limitó a decir el hombre, constatando lo obvio, pues ya era de noche.
-Uh… no pude venir más temprano…por mi…horario…- los ojos del hombre se entrecerraron. –¡Traigo galletas!- añadió, alzando la cesta de galletas recién hechas. La puerta se abrió del todo para dejarla pasar, y Alisha entró dentro, aun con la cesta. –Entonces…huh…-
-Deja que me encargue de la…ofrenda…- dijo el hombre. Y la dejo sola. No de verdad, porque aun podía verlo en la oscuridad, mirándola. Pero no iba a quejarse, seguramente se pensaba que era una ladrona, pero aun así la había dejado pasar. Pero no tentaría a la suerte, la vampiresa se acercó hacia la luz que caía ante la estatua y se arrodillo.
-Entonces huh… yo nunca he hecho esto…- susurro. –Es decir, papa decía que la religión era la droga del pueblo y mama rezaba en privado, no estoy segura de a quien…- estaba desvariando. –Oh, el sacerdote se ha quedado la ofrenda, pero guarde una para ti. No se lo digas ¿vale?- y se sacó una galleta de la manga y la dejo ante la estatua. Le pareció notar un sonido del sacerdote, pero cuando se giró, seguía en su sitio, mirándola.
-En fin… Olga ha tenido hijos, mellizos ¿sabes? Y es muy buena conmigo, me da una madalena gratis siempre que le compro el pan, y eso que a duras penas me paso una vez por semana… ¿Podrías vigilar a los pequeños? ¿Qué no les pase nada? No la quiero ver triste. Oh, y Barbarroja tiene problemas para dormir. Se piensa que no le sé, pero le escucho gritar por las noches. Creo que es por su antiguo oficio. Pero nadie tan bueno pudo haber hecho nada muy malo. ¿Podrías darle una noche de buen sueño de vez en cuando? Y hay un pobre gatito en ese callejón al lado del puesto de frutas, pero huye cada vez que me acerco a darle comida. ¿Podrías hacer que encuentre una buena familia? Seguro que algún pescador se siente solo… Oh, y el que me hizo la ballesta…- alguien a su espalda dio un bote cuando rebusco entre sus ropas. –Oh, la deje en casa cierto. En fin, hasta me enseñó a usarla, y era muy barata. Pero no tenía muchos clientes. Ninguno de hecho. Creo que se pensó que iba a robarle o algo. Si pudieras enviarle a alguien que necesitara un carpintero confiable… En fin, eso es todo creo… Hasta la próxima supongo.- Se levantó, dirigiéndose hacia la entrada, seguida del sacerdote que básicamente le cerró la puerta en las narices.
-Es muy tarde, hija.- Se limitó a decir el hombre, constatando lo obvio, pues ya era de noche.
-Uh… no pude venir más temprano…por mi…horario…- los ojos del hombre se entrecerraron. –¡Traigo galletas!- añadió, alzando la cesta de galletas recién hechas. La puerta se abrió del todo para dejarla pasar, y Alisha entró dentro, aun con la cesta. –Entonces…huh…-
-Deja que me encargue de la…ofrenda…- dijo el hombre. Y la dejo sola. No de verdad, porque aun podía verlo en la oscuridad, mirándola. Pero no iba a quejarse, seguramente se pensaba que era una ladrona, pero aun así la había dejado pasar. Pero no tentaría a la suerte, la vampiresa se acercó hacia la luz que caía ante la estatua y se arrodillo.
-Entonces huh… yo nunca he hecho esto…- susurro. –Es decir, papa decía que la religión era la droga del pueblo y mama rezaba en privado, no estoy segura de a quien…- estaba desvariando. –Oh, el sacerdote se ha quedado la ofrenda, pero guarde una para ti. No se lo digas ¿vale?- y se sacó una galleta de la manga y la dejo ante la estatua. Le pareció notar un sonido del sacerdote, pero cuando se giró, seguía en su sitio, mirándola.
-En fin… Olga ha tenido hijos, mellizos ¿sabes? Y es muy buena conmigo, me da una madalena gratis siempre que le compro el pan, y eso que a duras penas me paso una vez por semana… ¿Podrías vigilar a los pequeños? ¿Qué no les pase nada? No la quiero ver triste. Oh, y Barbarroja tiene problemas para dormir. Se piensa que no le sé, pero le escucho gritar por las noches. Creo que es por su antiguo oficio. Pero nadie tan bueno pudo haber hecho nada muy malo. ¿Podrías darle una noche de buen sueño de vez en cuando? Y hay un pobre gatito en ese callejón al lado del puesto de frutas, pero huye cada vez que me acerco a darle comida. ¿Podrías hacer que encuentre una buena familia? Seguro que algún pescador se siente solo… Oh, y el que me hizo la ballesta…- alguien a su espalda dio un bote cuando rebusco entre sus ropas. –Oh, la deje en casa cierto. En fin, hasta me enseñó a usarla, y era muy barata. Pero no tenía muchos clientes. Ninguno de hecho. Creo que se pensó que iba a robarle o algo. Si pudieras enviarle a alguien que necesitara un carpintero confiable… En fin, eso es todo creo… Hasta la próxima supongo.- Se levantó, dirigiéndose hacia la entrada, seguida del sacerdote que básicamente le cerró la puerta en las narices.
Alisha Lessard
Honorable
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Re: [Zona de culto] Iglesia del único Dios
La pequeña capilla cristiana de Lunargenta sin duda no es un sitio muy frecuentado por Chimar, tanto por su falta de fe como por una realidad pasada muy particular respecto al sitio de culto.
¿Puedo preguntar por qué estamos aquí enanito?
Es importante.
La respuesta criptica de su hermanito le hace enarcar una ceja, afortunadamente ya está acostumbrado a tales argumentos… al menos para Canel pues tal aceptación le acaba de salvar de una colleja bien merecida.
Con tranquilidad, el brujito se sienta en uno de los bancos de madera, luego insta a su protector a hacer lo mismo. Ciertamente este último no tiene muchas ganas de seguirle el juego esta vez pero la mirada fija del mocoso a veces obra milagros, este es uno de esos casos.
Por suerte no hay nadie, no es una hora popular para el rezo y el clérigo se encuentra… pues haciendo cosas de clérigo. Algo que Maquiavelo nunca ha entendido es como la fe puede cegar tanto como para dejar un recinto abierto sin protección alguna.
Tampoco es que haya mucho que robar claro, solo en las misas más importantes se saca “la buena vajilla”, ahora mismo solo hay madera y cuadros raros. Tal realidad hace que el pequeño inventor suspire patentemente.
Hermano, ¿Tienes miedo de dios?
No le asusta tanto la frase, más bien la seriedad con la que es expresada. Los ojos del genio se abren de par en par y por primera vez en mucho tiempo no es capaz de soltar un comentario soez respecto a la temática… al menos rápido.
No… “dice luego de un minuto” pero tú si me das miedo.
“Canel pega los ojos en el chico listo, abiertos como platos”.
Estoy bromeando enano.
Pasan algunos instantes y ambos enanos terminan riendo a carcajadas, luego silencian un poco sus risas para no atraer al clérigo. Típico de los hermanos, esos momentos curiosos que desembocan en diversión.
Sabes, no es la primera vez que vengo aquí.
“La mueca del brujito se vuelve interrogante”.
Mi padre venia una vez al año y encomendaba una misa para mi madre, plegaria a los difuntos.
¿Tus padres eran creyentes?
Eran científicos jajaja.
Se forma cierto silencio entonces, Maquiavelo se sumerge en sus pensamientos mientras un atento Canel le mira de manera noble. Chim no tarda mucho en reaccionar y es que ya se siente mejor al hablar de sus padres, incluso si no están.
“Siempre estoy abierto a aceptar nuevas cosas”, fue lo que me dijo cuándo le pregunte la razón… sé que era una respuesta emocional, intentaba aferrarse al recuerdo de mi madre con la rutina religiosa… “no podemos afirmar ni negar la presencia de algo más grande, la posibilidad siempre estará allí”, ¿Menuda tontería verdad?
Sabes “le toma de la mano” creo que tenía razón.
Si, así era Giaco, nunca se equivocaba “pasa a recostarse del banco y suspirar, no tarda en rodear con su brazo al pequeño ilusionista”.
Luego del emotivo momento, Canel se levanta y busca algo en el altar. Trae consigo un par de ramas con olor a incienso, en ese momento Chimar repara en que hay numerosas copias en varias mesas del lugar.
Creen que sirve para la protección, si lo tocas aceptas la ayuda.
Ya lo tocaste, ¿Eso significa que…?
“Se encoje de hombros”.
Pues, si va a ayudar, bienvenido sea “toma la ramita”.
“Canel muestra su aprobación asintiendo sonriente varias veces”.
¿Puedo preguntar por qué estamos aquí enanito?
Es importante.
La respuesta criptica de su hermanito le hace enarcar una ceja, afortunadamente ya está acostumbrado a tales argumentos… al menos para Canel pues tal aceptación le acaba de salvar de una colleja bien merecida.
Con tranquilidad, el brujito se sienta en uno de los bancos de madera, luego insta a su protector a hacer lo mismo. Ciertamente este último no tiene muchas ganas de seguirle el juego esta vez pero la mirada fija del mocoso a veces obra milagros, este es uno de esos casos.
Por suerte no hay nadie, no es una hora popular para el rezo y el clérigo se encuentra… pues haciendo cosas de clérigo. Algo que Maquiavelo nunca ha entendido es como la fe puede cegar tanto como para dejar un recinto abierto sin protección alguna.
Tampoco es que haya mucho que robar claro, solo en las misas más importantes se saca “la buena vajilla”, ahora mismo solo hay madera y cuadros raros. Tal realidad hace que el pequeño inventor suspire patentemente.
Hermano, ¿Tienes miedo de dios?
No le asusta tanto la frase, más bien la seriedad con la que es expresada. Los ojos del genio se abren de par en par y por primera vez en mucho tiempo no es capaz de soltar un comentario soez respecto a la temática… al menos rápido.
No… “dice luego de un minuto” pero tú si me das miedo.
“Canel pega los ojos en el chico listo, abiertos como platos”.
Estoy bromeando enano.
Pasan algunos instantes y ambos enanos terminan riendo a carcajadas, luego silencian un poco sus risas para no atraer al clérigo. Típico de los hermanos, esos momentos curiosos que desembocan en diversión.
Sabes, no es la primera vez que vengo aquí.
“La mueca del brujito se vuelve interrogante”.
Mi padre venia una vez al año y encomendaba una misa para mi madre, plegaria a los difuntos.
¿Tus padres eran creyentes?
Eran científicos jajaja.
Se forma cierto silencio entonces, Maquiavelo se sumerge en sus pensamientos mientras un atento Canel le mira de manera noble. Chim no tarda mucho en reaccionar y es que ya se siente mejor al hablar de sus padres, incluso si no están.
“Siempre estoy abierto a aceptar nuevas cosas”, fue lo que me dijo cuándo le pregunte la razón… sé que era una respuesta emocional, intentaba aferrarse al recuerdo de mi madre con la rutina religiosa… “no podemos afirmar ni negar la presencia de algo más grande, la posibilidad siempre estará allí”, ¿Menuda tontería verdad?
Sabes “le toma de la mano” creo que tenía razón.
Si, así era Giaco, nunca se equivocaba “pasa a recostarse del banco y suspirar, no tarda en rodear con su brazo al pequeño ilusionista”.
Luego del emotivo momento, Canel se levanta y busca algo en el altar. Trae consigo un par de ramas con olor a incienso, en ese momento Chimar repara en que hay numerosas copias en varias mesas del lugar.
Creen que sirve para la protección, si lo tocas aceptas la ayuda.
Ya lo tocaste, ¿Eso significa que…?
“Se encoje de hombros”.
Pues, si va a ayudar, bienvenido sea “toma la ramita”.
“Canel muestra su aprobación asintiendo sonriente varias veces”.
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Re: [Zona de culto] Iglesia del único Dios
[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] Ingela tenía una vista bastante buena de Lunargenta y lo que allí ocurría. El sonido de las campanas dando la alarma de la inminente invasión pirata, los fuegos aquí y allá, los gritos de la gente, las botas marchando sobre el suelo adoquinado de la capital...
Era abrumador.
La dragona sintió una presión en el pecho, recordando todas sus experiencias en batalla, toda la muerte que había causado y lo manchadas que estaban sus manos de sangre. -¿Se repetirá todo?- se preguntó melancólica, mirando las palmas de sus manos con tristeza.
Apretó los ojos para contener las lágrimas. Inhaló hondo y exhaló con fuerza, dándose valor y ánimos. -Esta vez no participaré, me mantendré al margen. Lunargenta es capaz de defenderse sola y no necesitan a una dragona dándoselas de vigilante. No soy una heroína, solo tengo que sobrevivir esta noche para llevarme a Fëanor de aquí.- trataba de convencerse, hablándose con firmeza.
Se giró para volver al interior de la casa y resguardarse junto a Fëanor, Bolti y las hermanas. Bajó y cuando llegó al segundo piso, encontró al elfo ajustándose la correa del hacha -¿A dónde vas?- preguntó la dragona confundida -Necesitarán a alguien con mis habilidades- respondió él antes de esbozar una sonrisa dulce y cálida, de esas tan características de él.
Ingela asintió con pesadumbre, dándose cuenta de que su plan era absurdo. Ni ella ni él podrían mantenerse al márgen. -Está bien, yo te cuidaré desde las alturas- lo abrazó con fuerza -No dejaré que nada te pase- susurró antes de soltarlo.
Cuánto había crecido aquel niño.
Volvió al techo. Ingela cerró los ojos unos instantes, respirando profundamente antes de dejar que su esencia dracónica fluyera en su cuerpo. Sus músculos se tensaron, su piel comenzó a cambiar de color, y, en un parpadeo, el aire se llenó de un suave resplandor rojizo cuando tomó su forma de dragón. Con un potente batir de alas, se elevó en el cielo de la ciudad, su silueta trazando una sombra imponente que atravesó las calles iluminadas por el fuego.
Era abrumador.
La dragona sintió una presión en el pecho, recordando todas sus experiencias en batalla, toda la muerte que había causado y lo manchadas que estaban sus manos de sangre. -¿Se repetirá todo?- se preguntó melancólica, mirando las palmas de sus manos con tristeza.
Apretó los ojos para contener las lágrimas. Inhaló hondo y exhaló con fuerza, dándose valor y ánimos. -Esta vez no participaré, me mantendré al margen. Lunargenta es capaz de defenderse sola y no necesitan a una dragona dándoselas de vigilante. No soy una heroína, solo tengo que sobrevivir esta noche para llevarme a Fëanor de aquí.- trataba de convencerse, hablándose con firmeza.
Se giró para volver al interior de la casa y resguardarse junto a Fëanor, Bolti y las hermanas. Bajó y cuando llegó al segundo piso, encontró al elfo ajustándose la correa del hacha -¿A dónde vas?- preguntó la dragona confundida -Necesitarán a alguien con mis habilidades- respondió él antes de esbozar una sonrisa dulce y cálida, de esas tan características de él.
Ingela asintió con pesadumbre, dándose cuenta de que su plan era absurdo. Ni ella ni él podrían mantenerse al márgen. -Está bien, yo te cuidaré desde las alturas- lo abrazó con fuerza -No dejaré que nada te pase- susurró antes de soltarlo.
Cuánto había crecido aquel niño.
Volvió al techo. Ingela cerró los ojos unos instantes, respirando profundamente antes de dejar que su esencia dracónica fluyera en su cuerpo. Sus músculos se tensaron, su piel comenzó a cambiar de color, y, en un parpadeo, el aire se llenó de un suave resplandor rojizo cuando tomó su forma de dragón. Con un potente batir de alas, se elevó en el cielo de la ciudad, su silueta trazando una sombra imponente que atravesó las calles iluminadas por el fuego.
Ingela
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Re: [Zona de culto] Iglesia del único Dios
El miembro 'Ingela' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Tyr
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