El retorno del vampiro [Evento Sacrestic]
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Re: El retorno del vampiro [Evento Sacrestic]
Una hora antes del caos.
La sombra de la flota se iba alargando en cada minuto, el sol orgulloso poco a poco iba descendiendo dándole un color rojizo al mar que comenzaba a agitarse. Un rojo que emocionaba a cualquier vampiro con ansias de saciar su sed; un rojo fulgurante que hacía hervir la sangre anticipando el sonido de los tambores de guerra; un rojo que pronto sería tomado por la negrura de la noche, ahogando toda esperanza para la capital humana.
Todavía faltaría para eso, pero sabíamos que si bien los vientos no soplaban a nuestro favor, aquel ataque era el fruto de un plan meticuloso de años de trabajo y preparación. Nos subestimaban y eso sería el pecado que definiría la contienda. Los vampiros, al contrario de lo que la muchedumbre humana pudiera pensar, no se movían por hambre o por intentar esclavizar el continente. Se trataba del resentimiento cultivado por milenios, la venganza consumada por tanto tiempo ser apartados como monstruos.
No hay nadie más peligroso que aquel ya lo ha perdido todo…
Los humanos, con su divina realeza y prestigiosa guardia, llenos de soberbia y una falsa moral, seguirán predicando sobre cómo ellos son los buenos en cada contienda, ocultando sus crímenes y perversidades. Los “héroes” que nuevamente quieren tapar el sol con un dedo, sin embargo, esta noche no habrá ningún sol. Esta noche, los vencedores escribirían la historia y demostrarán a Aerandir lo que con una confianza ciega muchos ignorantes habían asumido como cierto, los humanos no son tan buenos como ellos creen y no tienen ningún derecho sobre las otras razas. Y la única forma de hacerlo ver, era por la fuerza.
El silencio había reinado en aquel camarote de mando a la espera de nuestro invitado. Sin desviar la mirada el uno del otro dialogábamos sin palabras acompañados con la tensión espesa que reinaba en aquella oscura habitación. El estruendo afuera anticipó la llegada del demonio, que entró petulante.
Su barba era negra como el abismo con el contraste de algunas canas que acompañaban su expresión dura como la coraza de un navío. Harald caminaba lentamente, como si un ancla lo obligase a arrastrar sus pasos pesados. Su presencia era acompañada por un fuerte olor a salitre y ron, cuestión que me sorprendía, la maldición solía privar tales gustos.
Al fin llegaste viejo perro de mar. - comentó Dragut de forma jocosa con cierto respeto.
Ja, Dragut en persona, quien lo diría. - mencionó con una sonrisa como aquel que conoce a su ídolo en vida. - Hmm… Y se supone que tú eres… - señaló al verme con cierto desprecio.
Zagreus - indicó Dragut sin dejarme presentar, como si no pudiera hacerlo solo. - va a ser nuestro ‘ayudante’. Resulta que nuestra pequeña Oneca, desconfía un tanto de nuestras formas y prefiere que este crío nos ayude. - destacó el pirata dejando en claro varias cosas, primero el desdén con el que hablaba de Oneca solo confirmaba el hecho de que la verdadera cara de los Reis seguía siendo Torghoud. Segundo, recalcaba su desprecio a mi labor de consejero de guerra, viéndome como si fuese un intruso impertinente.
Bueno, Zagreus, dime… - dijo el Demonio de mar cruzándose de brazos con un tono burlesco. - ¿En cuántas batallas navales has salido victorioso?
Ciertamente, había tenido inconvenientes sobre el mar, inclusive enfrentamientos con piratas. Sin embargo, nada tenía que ver con ser un navegante o comandar una flota. Miré a ambos sin dejar que su presencia me intimidara. Podría ser más alto y robusto que ellos, pero era innegable que su aura maligna era asfixiante. Cualquier indicio de flaqueza supondría mi eliminación. No podía apartarme, yo no sería rebajado por nadie.
Ninguna. - respondí circunspecto.
El hombre mostró cara de incredulidad, no entendía si era una broma, pero al ver mi expresión seria buscó respuestas en Dragut quien con burla sonrió. Teach empezó a reír con una risotada grotesca. Su carcajada infundía miedo y no era fácil entender si existía pizca de alegría real en aquella risa o solo era un mecanismo para canalizar su rabia de forma sarcástica y severa.
Esa maldita risa…
Entonces Dragut, tú me estás diciendo que Oneca pretende que este arenque nos ayude con la estrategia, Ja. Esto tiene que ser una broma.
No pensé que fuera tan difícil de entender. - sentencié sobre el balbuceo de Teach que continuaba mirando a Dragut esperando ser apoyado por él y confirmar que todo era una mala broma. Al oírme, el hombre se giró con el ceño fruncido, iracundo se acercó con violencia sobre mi. Amenazante e invasivo sus ojos inyectados en sangre me miraban con odio ante mi osadía. Su respiración era como el resoplido de un toro, con un aliento asqueroso a alcohol tan fuerte que era capaz de hacer lagrimear a quien tuviese que conversar cara a cara con el pirata.
Mi labor es asegurarme de que todo salga bien, no me importa si te agrado o no, solo te puedo garantizar que yo soy la razón por la que no vas a perder hoy. - mi tono se volvía más confiado y prepotente. Las formas educadas de mi primer intercambio con Dragut habían desaparecido, el respeto en ese barco se ganaba solo con el coraje suficiente como para ser capaz de ver a la muerte a los ojos y no desviar la mirada. - Podré no tener la experiencia de cientos de años, pero he leído más libros que las veces que tú has pisado la cubierta de un barco. Mi rol es garantizar que no se comentan los errores, porque aquel que no conoce la historia está sentenciado a repetirlos. Estoy aquí para utilizar la fuerza bruta de esta flota para mandar un mensaje a nuestros enemigos.
Ja… - el hombre se giró para mirar a Dragut. - Me agrada, tiene bolas. - el Demonio volvió sus ojos sobre mí y comentó - Aunque eres muy vanidoso, la gente tiene que demostrar con hechos de lo que presume…
Hmm, mi orgullo solo es superado por mi ingenio, así que si me permiten, deberíamos comenzar a discutir nuestro plan de guerra. - dije apartandome de aquel pirata con sombrero de tres picos.
Los tres rodeamos el escritorio central donde el viejo mapa de Dragut se extendía. El mismo tenía las marcas de los recientes saqueos y un círculo que rodeaba la capital.
Dragut extendió sus manos y las posó sobre la mesa mirando aquella península. Le emocionaba pensar en la guerra y en su vida de saqueos. Aquello era como un patio de juegos para él.
Buenos caballeros, aquí estamos. La flota es grande y disponemos de muchos tipos de barcos. Tenemos los armamentos listos para el asedio y nuestros hombres esperan ansiosamente las órdenes. Propongo movilizarnos hacia aquí - con unas pequeñas figuras talladas dispuso sobre el mapa unos pequeños barquitos que simbolizaban al enemigo y un barco mucho más detallado, el Deméter, que representaba nuestra flota. - si atacamos desde acá podemos evitar sus torres y ganar tiempo para la gente en tierra. Si sostenemos la posición, poco a poco podremos adentrarnos al puerto y atracar.
Con un carraspeo para aclarar la garganta el demonio interrumpió a Dragut que continuaba moviendo las pequeñas embarcaciones talladas. - No esperes que se queden clavados en una línea sobre la costa…
Ilústrame - señaló Dragut con cierta irritación.
La guardia naval no te va a esperar cerca para evitar que puedas atacar directamente sus murallas. Lo más probable es que apenas vean nuestra flota en el horizonte manden parte de la armada lejos… y me cortaría un huevo que seguro será cerca de Carastina… - el pirata apuntó con su dedo sobre el mapa - esos idiotas los conozco como la palma de mi mano. Sé cómo son sus puertos, recuerdo cada tablón del cuartel y podria decirte cual necesita un par de clavos. Me habré subido a la mayoría de los viejos galeones y orinado decenas de sus mascarones de proa. Esos desgraciados incluso siguen usando muchas de las tácticas que yo inventé cuando era parte de la guardia…- se notaba el rencor en su voz ronca. - Te aseguro Dragut, conozco bien a estos capullos y querrán dirigir la batalla fuera del puerto, por más que hayan aprendido de sus derrotas, aquello de que Lunargenta es inexpugnable es la mentira más grande que existe en el continente.
Lord Reis hizo una mueca y movilizó las figuras como comentó el viejo barba negra.
Mejor vamos a anticipar su movimiento y vamos a acercarnos al islote, luego los esperamos y cuando coman el cebo hacemos un anillo de fuego.
Me aparté de la mesa y empecé a dar algunos pasos alrededor. Obviamente captando la mirada de ambos piratas que me veían extrañado. En mi mente reflexionaba ambas propuestas, la información de Teach era muy valiosa y complementando todo lo que nuestros espías habían conseguido en meses de trabajo. El pirata tenía razón, la guardia naval dividiría su flota. - Trafalgar quizás, Lepanto… Maratón, Aguasturbias… Hmm - Murmuraba batallas navales que habían quedado perdidas en la historia del continente. Quizás no tenía experiencia marítima, pero sí la experiencia de conocer todas esas contiendas y más.
Señores, la palabra estrategia hace referencia sencillamente al arte de la guerra. Y si bien ustedes han combatido cientos de veces, no podemos apegarnos a lo convencional. Esta es Lunargenta y tenemos un papel que cumplir. No pretendas sentarte en un trono hoy Dragut. - dije de forma odiosa, intentando acudir a la razón del pirata. - He leído los informes y lo que pretenden hacer dentro de las murallas, de nosotros depende que la guardia mande sus refuerzos a nosotros. Aunque no sé si confiar plenamente en la gente que está dentro de la ciudad.
Harald Teach dio un golpe sobre la mesa con la mano abierta, incluso el mismo Dragut giró rápidamente su cabeza hacia el hombre que había dado muestra de su rabia. - No te atrevas a dudar de las Sierpes. Confío en ellos más que en mi propia tripulación, ya me han traicionado antes los más cercanos y no dejaré que ocurra nuevamente - el pirata escupió al suelo de madera en nombre de la guardia. - pero confío ciegamente en el fantasma y daría la vida por ellos. Así que si vuelves a dudar del compromiso de los míos, te arrancaré la lengua y la usaré de carnada para un Zampro. - el pirata mostraba ese temperamento chocante e irascible, las Sierpes para él no eran un simple grupo de fanáticos.
Entiendo… nosotros haremos nuestra parte. Por eso sugiero… - la sangre se agitaba en mis adentros, como un arrebato de poder me sentía seguro de todo. Los piratas escuchaban atentamente.
Lunargenta es la capital del continente nos guste o no. Tienen la fuerza armada más grande del continente y por la tensión actual han reforzado sus filas para defender al Rey. No solo eso, no repetirán los errores de la pandemia y la osadía de Vlad. Su flota es 4 veces más grande que la nuestra y su puerto está bien protegido con esas dos torres armadas que acompañan sus murallas. - un breve silencio dejó que las palabras fueran asentándose en la cabeza de ambos capitanes. - Aunque lo peor es ese sentimiento heroico que engaña a la mayoría de los habitantes, esos mal llamados protectores que se vanaglorian de actuar a conveniencia solo para resguardar sus intereses y sus seres cercanos. Esos “héroes” que se aferran a la idea de que ellos son los responsables de determinar quienes son los buenos y quiénes los malos sin ser críticos en su evaluación. Podrán ser ingenuos, pero las leyendas son poderosas y habitan en la capital.
Con malicia sonreí absorto en pensamientos intrusivos que atravesaban mi mente en pleno discurso. - La oscuridad les arrebatará todo rastro de luz, toda esperanza y sueños, pero eso no será hoy. - destaqué en un comentario que para mis compañeros pareció solo una metáfora más, pero otra guerra se librará pronto y posiblemente hasta los dioses se verían involucrados. Y allí no necesitaría la aprobación de nadie, reflexionaba mirando a mis aliados.
Dicho eso, no podemos desembarcar en Lunargenta a la ligera, debemos sacar provecho de la ventaja que hemos conseguido en meses de preparación. - los reportes eran extensos, Oneca había trabajado arduamente y si bien sentía que por mi amnesia me perdía de mucho, el asalto a Lunargenta había sido planeado tan meticulosamente que parecía ser el guión de una obra que se ha practicado hasta el cansancio.
No podemos usar las tácticas convencionales de marítima… insisto, escúchenme y permítanme orientar la idea de ataque. Sonará descabellada, pero ellos, los habitantes de la capital, están llamándonos locos por atacar ahora, siendo minoría, bajo el sol a su puerta. Un suicidio si no fuera porque podemos convertir nuestro atrevimiento en algo que nadie espera.
El demonio tiene razón, ellos intentarán alejar nuestra flota del puerto, ya que si los ignoramos y pretendemos seguir directo a la costa, nos harán una pinza y no tendremos posibilidad alguna. - tomé la figura del Deméter tallado y lo moví hacia donde se supone estaría uno de los frentes de la guardia cerca de la isla Carastina.
El arte de la guerra consiste en aprovechar cada oportunidad, incluso en la adversidad más grande, una estrategia perfeccionada supondría una victoria siempre. Agarré otra pieza tallada que parecía una especie de dedal y lo coloqué sobre la capital. - Cuando estás en inferioridad, confunde y divide al enemigo. Nuestros aliados harán su parte del plan y la guardia no será capaz de atender ambos frentes. Incluso, dudarán en cómo actuar. Proteger el puerto o la ciudad dentro de las murallas. No sabrán quién se supone es “la distracción” y cualquier error les costará caro. - elevé la mirada para ver a los piratas a los ojos que cada vez se mostraban más receptivos a mis palabras. - Me atrevo a decir que el hecho de separar su flota pretendiendo cuidar el puerto e intentar atacar nuestros flancos será el último clavo sobre su ataúd. Lo que ellos usan como plan de defensa, será nuestra entrada a conquistar las aguas y Lunargenta.
Los conocemos bien, meses de infiltración e incluso ex guardias supone una información poderosa. Ellos desconocen nuestros objetivos, planes e incluso ni siquiera saben que el sol ya no es un impedimento. La ignorancia los acompaña. - apoyó Dragut mi planteamiento.
Ciertamente, pero una batalla no se define solo en el papel. - recalcó Teach señalando lo obvio para atacar mi falta de experiencia sobre un ataque pirata, tema donde el demonio y el señor de la casa de sangre Reis destacan con creces.
Sonreí con malicia. - Lo dije antes y lo volveré a repetir, esto no será una batalla como la has librado antes, pero necesito que me presten atención. He pensado en un par de ideas, pero requiero un reporte completo de los hombres de la flota, tipos de embarcaciones e inventarios. Necesito conocer cada habilidad y destreza, y lo necesito para ya mismo.
Dragut y Teach se miraron confundidos, pero sin cuestionarme, solicitaron dicho reporte. Roro, uno de los piratas del Deméter junto a un grupo de vampiros comenzó a rebuscar los libros y codex de cada barco. Mandando el mensaje entre toda la flota para que sus respectivos capitanes dieran cuenta de todos sus miembros, armamentos y provisiones.
Mientras esperábamos los informes, Teach comentó la importancia de llevar hombres a un puerto. Él sabía que teníamos que desmantelar aquellas torres si pretendíamos desembarcar. Además, recalcó que desde la capital seremos avisados para avanzar, todo estaba calculado como relojería Illidense. El ataque tenía que ser un concierto sincronizado para así aprovechar cualquier abertura.
Roro, raudo como el trueno, volvió nuevamente a la habitación y armado con un montón de pergaminos y libros los dispuso sobre el escritorio a la vez que iba relatando una lista como si la hubiese aprendido de memoria.
Comencé a pasear nuevamente por el camarote de mando mientras hacía cálculos mentales a la vez que escuchaba al marinero dar cuenta de nuestra flota. Sin duda era una armada a la cual temer, pero tenía fallas si pretendíamos hacer un combate convencional como lo estipulaba el capitán.
Vale, excelente servicio Roro. - un par de minutos pasaron, todos expectantes a lo que tenía que decir. La flota era variada, en su mayoría vampiros comprometidos con la causa y dispuestos a morir por ella. Cuestión que serviría para el plan que maquinaba.
Caballeros, cuando el sol esté a punto de ponerse mostraremos nuestra flota en el horizonte, que su confianza se vea cuestionada a la vez que sus muros caen por dentro.
Cómo es que dicen ustedes - dijo Dragut mirando al demonio, emocionado por lo que se avecinaba. - "Para que haya orden, antes debe prevalecer el caos. Nosotros somos ese caos." Ja, qué idiotas, pero qué convenientes.
Sin embargo, no ataquemos el puerto… no aún. Necesito que todos los seres malditos con la posibilidad de manejar la oscuridad se paren sobre la cubierta de cada barco y conjuren una sombra tan oscura que cubra nuestra flota. Una niebla negra que nos vuelva invisibles al ojo humano e incluso al del elfo.
Ambos piratas se quedaron ojipláticos ante mi petición, boquiabiertos poco a poco cambiaban su expresión a una sonrisa macabra.
La sorpresa será nuestra aliada y cubrirá nuestro rastro. Nosotros atacaremos rápido, sin vacilar y con contundencia. Las blancas suelen tener más porcentaje de victorias por el simple hecho de que son quienes proponen el ataque, y nuestra apertura será infalible.
Estás hablando de aje- murmuró el pirata con su sombrero de tres picos, un tanto extrañado de mis comparaciones.
Iremos a la isla protegidos por la oscuridad. Ningún fuego y ni siquiera la luz de la luna y las estrellas ayudarán a Lunargenta. - frase que golpeaba el orgullo de la ciudad con una etimología tan poco conveniente a mi estrategia.
Los atacaremos en columna de penetración, atravesando sus filas de barcos con espolones acorazados. La sorpresa permitirá separar sus naves y adentrarnos para posicionarnos para un abordaje masivo. Priorizando la captura de los barcos y no su destrucción. - señalaba a la vez que ejemplificaba con las pequeñas figuras talladas, los hombres entendían a la perfección mi terminología marítima y sus dudas sobre mi labor se disipaban.
Si atacamos con velocidad y decisión, no tendrán respuesta alguna. No obstante, no podemos dejar que mientras embestimos sus navíos cerca a la isla, el resto de barcos que defienden el puerto acudan como refuerzo. Por ello, necesitamos enviar barcos de cebo para mantenerlos distraídos.
Pero eso debilitaría nuestras fuerzas - inquirió Dragut.
No enviaremos embarcaciones de guerra, mandaremos todos los esquifes y barcos auxiliares. Un Galeón como este tiene al menos 4. Enviaremos todos los posibles con un par de navegantes con ballestas hacia la costa. La idea es que sirva de señuelo y obliguen a los defensores del puerto a lidiar con ellos. Si somos capaces de enviar al menos unos 20, los mantendremos distraídos. Si deciden ignorarlos… les daremos algo para que puedan llamar la atención.
Eso significa que pretendes enviar a nuestros hombres a ser sacrificados como distracción…
El fin justifica los medios, pero no pretendo que sirvan solo de distracción para que podamos conquistar nuestra batalla… Si todo sale bien, podremos enviar también barcos que con todo el ajetreo pasen desapercibidos y puedan atracar donde las sierpes indiquen.
El Demonio confía mucho en ellos, así que cuando estemos en combate y el puerto se esté defendiendo, quizás exista la posibilidad de infiltrar más gente en la costa. Si mueren… no perdemos mucho. - Barbanegra asintió resaltando lo importante de acudir a la señal que mandarían desde adentro de la ciudad.
Dragut se asomó por la ventana oscura. Las sombras se iban alargando mientras el sol empezaba a ocultarse. - Tenemos no más de media hora para poner todo en posición. - dijo el capitán.
Si…
El pirata de barba negra empezó a reír nuevamente, convencido por el plan y la osadía del mismo. - Voy a alistar a mis hombres. Quizás te juzgué mal, pero si esto no sale como lo dice tu cabeza rodará… - el pirata dejó su amenaza al aire mientras yo permanecía impertérrito.
Capitán, necesito que me consigas esto. - Y rápidamente rasgando una esquina de aquel mapa y tomando una pluma y tintero escribí un par de ingredientes.
Lord Reis se mostró extrañado con mi petición, pero sin cuestionar solo comento - Veré como lo consigo, pero seguro tardará como mínimo un par de horas…
Tienes que… Además, necesito que para la fase dos reúnas a todos los alquimistas e ingenieros, según Roro hay unos cuantos competentes.
Ahora solo quedaba esperar mientras la flota lentamente se acercaba a la costa para ser vista y comenzar el caos. Ya había manejado los posibles desenlaces del combate y tenía en mente las siguientes fases de la invasión. Inclusive, tenía planes de contingencia si los dioses jugaban de su parte y entorpecían mi estrategia. Tanto Dragut como Teach, parecían convencidos con mis palabras, por lo que no tenía que preocuparme por su cooperación. Aunque tenía muy presente su orgullo como una variable que pudiera dañar mi estrategia, bueno, "nuestra estrategia para el bando de Oneca".
El Demonio de mar salió de aquel camarote negro a la cubierta. El sol aún se asomaba discreto con aquellos tonos rojizos, y si bien los efectos de la crema aún protegían al pirata, su eficacia ya se estaba agotando. Por ello, un leve humo salía de la piel de vampiro que disfrutaba aquel sutil dolor que lo hacía sentir más vivo que nunca.
Riendo regresó a su barco, saboreando lo que sería su batalla más importante. Las órdenes estaban dadas, los maestros de la sombra y experto en oscuridad se embadurnaban en crema para posicionarse en la cubierta de todos los barcos esperando la señal.
Pero como buen pirata, como buen líder y capitán, Harald necesitaba motivar a sus hombres. Con una voz estentórea, capaz de oírse en todo el barco. En la cubierta, los camarotes y la bodega; en la cocina y la armería. Desde babor a estribor y de la proa a la popa. Las palabras del Demonio resonaban en todos los rincones, incluso en los barcos cercanos.
Cruel y frío, como los vientos sobre el mar. Escuchen todos mi voz cantar como la marea.
Hoy la historia cambiará y el viento soplará a nuestro favor, ningún tesoro podrá compararse a lo que conseguiremos hoy. Que la avaricia no los corrompa, pues esto es una obra más grande que nosotros mismos.
Ahoguen todos los sueños de aquellos que por tanto tiempo nos han excluido. De aquellos que traicionan por orgullo, de aquellos humanos que solo saben mostrar desprecio… - el pirata recordaba con amargura cómo su vida de rectitud y honor había sido arrebatada por sus compañeros y ahora era apuntado como un criminal mientras aquellos traidores eran condecorados con medallas y ascensos en la marina.
Que Fenrir devore el sol y nos otorgue la oscuridad completa. Que Lunargenta sienta los embates de las Olas de Jörmundgander. Que la gran serpiente clave sus colmillos envenenados sobre los héroes pecadores. Ningún Thor y ningún Siegfried podrán sobrevivir a las Sierpes y la flota de Dragut.
El grito que le siguió a las palabras de Dragut retumbó en todo el mar de Aerandir. Como si un monstruo marino hubiese rugido desde el abismo, la tripulación estaba lista para ganar y acabar con la capital de la escoria humana. En la capital, el sonido del caos hacia eco en la flota y columnas de humo empezaban a elevarse. Solo quedaba esperar la señal de las sierpes.
________________________________Todavía faltaría para eso, pero sabíamos que si bien los vientos no soplaban a nuestro favor, aquel ataque era el fruto de un plan meticuloso de años de trabajo y preparación. Nos subestimaban y eso sería el pecado que definiría la contienda. Los vampiros, al contrario de lo que la muchedumbre humana pudiera pensar, no se movían por hambre o por intentar esclavizar el continente. Se trataba del resentimiento cultivado por milenios, la venganza consumada por tanto tiempo ser apartados como monstruos.
No hay nadie más peligroso que aquel ya lo ha perdido todo…
Los humanos, con su divina realeza y prestigiosa guardia, llenos de soberbia y una falsa moral, seguirán predicando sobre cómo ellos son los buenos en cada contienda, ocultando sus crímenes y perversidades. Los “héroes” que nuevamente quieren tapar el sol con un dedo, sin embargo, esta noche no habrá ningún sol. Esta noche, los vencedores escribirían la historia y demostrarán a Aerandir lo que con una confianza ciega muchos ignorantes habían asumido como cierto, los humanos no son tan buenos como ellos creen y no tienen ningún derecho sobre las otras razas. Y la única forma de hacerlo ver, era por la fuerza.
El silencio había reinado en aquel camarote de mando a la espera de nuestro invitado. Sin desviar la mirada el uno del otro dialogábamos sin palabras acompañados con la tensión espesa que reinaba en aquella oscura habitación. El estruendo afuera anticipó la llegada del demonio, que entró petulante.
Su barba era negra como el abismo con el contraste de algunas canas que acompañaban su expresión dura como la coraza de un navío. Harald caminaba lentamente, como si un ancla lo obligase a arrastrar sus pasos pesados. Su presencia era acompañada por un fuerte olor a salitre y ron, cuestión que me sorprendía, la maldición solía privar tales gustos.
Al fin llegaste viejo perro de mar. - comentó Dragut de forma jocosa con cierto respeto.
Ja, Dragut en persona, quien lo diría. - mencionó con una sonrisa como aquel que conoce a su ídolo en vida. - Hmm… Y se supone que tú eres… - señaló al verme con cierto desprecio.
Zagreus - indicó Dragut sin dejarme presentar, como si no pudiera hacerlo solo. - va a ser nuestro ‘ayudante’. Resulta que nuestra pequeña Oneca, desconfía un tanto de nuestras formas y prefiere que este crío nos ayude. - destacó el pirata dejando en claro varias cosas, primero el desdén con el que hablaba de Oneca solo confirmaba el hecho de que la verdadera cara de los Reis seguía siendo Torghoud. Segundo, recalcaba su desprecio a mi labor de consejero de guerra, viéndome como si fuese un intruso impertinente.
Bueno, Zagreus, dime… - dijo el Demonio de mar cruzándose de brazos con un tono burlesco. - ¿En cuántas batallas navales has salido victorioso?
Ciertamente, había tenido inconvenientes sobre el mar, inclusive enfrentamientos con piratas. Sin embargo, nada tenía que ver con ser un navegante o comandar una flota. Miré a ambos sin dejar que su presencia me intimidara. Podría ser más alto y robusto que ellos, pero era innegable que su aura maligna era asfixiante. Cualquier indicio de flaqueza supondría mi eliminación. No podía apartarme, yo no sería rebajado por nadie.
Ninguna. - respondí circunspecto.
El hombre mostró cara de incredulidad, no entendía si era una broma, pero al ver mi expresión seria buscó respuestas en Dragut quien con burla sonrió. Teach empezó a reír con una risotada grotesca. Su carcajada infundía miedo y no era fácil entender si existía pizca de alegría real en aquella risa o solo era un mecanismo para canalizar su rabia de forma sarcástica y severa.
Entonces Dragut, tú me estás diciendo que Oneca pretende que este arenque nos ayude con la estrategia, Ja. Esto tiene que ser una broma.
No pensé que fuera tan difícil de entender. - sentencié sobre el balbuceo de Teach que continuaba mirando a Dragut esperando ser apoyado por él y confirmar que todo era una mala broma. Al oírme, el hombre se giró con el ceño fruncido, iracundo se acercó con violencia sobre mi. Amenazante e invasivo sus ojos inyectados en sangre me miraban con odio ante mi osadía. Su respiración era como el resoplido de un toro, con un aliento asqueroso a alcohol tan fuerte que era capaz de hacer lagrimear a quien tuviese que conversar cara a cara con el pirata.
Mi labor es asegurarme de que todo salga bien, no me importa si te agrado o no, solo te puedo garantizar que yo soy la razón por la que no vas a perder hoy. - mi tono se volvía más confiado y prepotente. Las formas educadas de mi primer intercambio con Dragut habían desaparecido, el respeto en ese barco se ganaba solo con el coraje suficiente como para ser capaz de ver a la muerte a los ojos y no desviar la mirada. - Podré no tener la experiencia de cientos de años, pero he leído más libros que las veces que tú has pisado la cubierta de un barco. Mi rol es garantizar que no se comentan los errores, porque aquel que no conoce la historia está sentenciado a repetirlos. Estoy aquí para utilizar la fuerza bruta de esta flota para mandar un mensaje a nuestros enemigos.
Ja… - el hombre se giró para mirar a Dragut. - Me agrada, tiene bolas. - el Demonio volvió sus ojos sobre mí y comentó - Aunque eres muy vanidoso, la gente tiene que demostrar con hechos de lo que presume…
Hmm, mi orgullo solo es superado por mi ingenio, así que si me permiten, deberíamos comenzar a discutir nuestro plan de guerra. - dije apartandome de aquel pirata con sombrero de tres picos.
Los tres rodeamos el escritorio central donde el viejo mapa de Dragut se extendía. El mismo tenía las marcas de los recientes saqueos y un círculo que rodeaba la capital.
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Dragut extendió sus manos y las posó sobre la mesa mirando aquella península. Le emocionaba pensar en la guerra y en su vida de saqueos. Aquello era como un patio de juegos para él.
Buenos caballeros, aquí estamos. La flota es grande y disponemos de muchos tipos de barcos. Tenemos los armamentos listos para el asedio y nuestros hombres esperan ansiosamente las órdenes. Propongo movilizarnos hacia aquí - con unas pequeñas figuras talladas dispuso sobre el mapa unos pequeños barquitos que simbolizaban al enemigo y un barco mucho más detallado, el Deméter, que representaba nuestra flota. - si atacamos desde acá podemos evitar sus torres y ganar tiempo para la gente en tierra. Si sostenemos la posición, poco a poco podremos adentrarnos al puerto y atracar.
Con un carraspeo para aclarar la garganta el demonio interrumpió a Dragut que continuaba moviendo las pequeñas embarcaciones talladas. - No esperes que se queden clavados en una línea sobre la costa…
Ilústrame - señaló Dragut con cierta irritación.
La guardia naval no te va a esperar cerca para evitar que puedas atacar directamente sus murallas. Lo más probable es que apenas vean nuestra flota en el horizonte manden parte de la armada lejos… y me cortaría un huevo que seguro será cerca de Carastina… - el pirata apuntó con su dedo sobre el mapa - esos idiotas los conozco como la palma de mi mano. Sé cómo son sus puertos, recuerdo cada tablón del cuartel y podria decirte cual necesita un par de clavos. Me habré subido a la mayoría de los viejos galeones y orinado decenas de sus mascarones de proa. Esos desgraciados incluso siguen usando muchas de las tácticas que yo inventé cuando era parte de la guardia…- se notaba el rencor en su voz ronca. - Te aseguro Dragut, conozco bien a estos capullos y querrán dirigir la batalla fuera del puerto, por más que hayan aprendido de sus derrotas, aquello de que Lunargenta es inexpugnable es la mentira más grande que existe en el continente.
Lord Reis hizo una mueca y movilizó las figuras como comentó el viejo barba negra.
Mejor vamos a anticipar su movimiento y vamos a acercarnos al islote, luego los esperamos y cuando coman el cebo hacemos un anillo de fuego.
Me aparté de la mesa y empecé a dar algunos pasos alrededor. Obviamente captando la mirada de ambos piratas que me veían extrañado. En mi mente reflexionaba ambas propuestas, la información de Teach era muy valiosa y complementando todo lo que nuestros espías habían conseguido en meses de trabajo. El pirata tenía razón, la guardia naval dividiría su flota. - Trafalgar quizás, Lepanto… Maratón, Aguasturbias… Hmm - Murmuraba batallas navales que habían quedado perdidas en la historia del continente. Quizás no tenía experiencia marítima, pero sí la experiencia de conocer todas esas contiendas y más.
Señores, la palabra estrategia hace referencia sencillamente al arte de la guerra. Y si bien ustedes han combatido cientos de veces, no podemos apegarnos a lo convencional. Esta es Lunargenta y tenemos un papel que cumplir. No pretendas sentarte en un trono hoy Dragut. - dije de forma odiosa, intentando acudir a la razón del pirata. - He leído los informes y lo que pretenden hacer dentro de las murallas, de nosotros depende que la guardia mande sus refuerzos a nosotros. Aunque no sé si confiar plenamente en la gente que está dentro de la ciudad.
Harald Teach dio un golpe sobre la mesa con la mano abierta, incluso el mismo Dragut giró rápidamente su cabeza hacia el hombre que había dado muestra de su rabia. - No te atrevas a dudar de las Sierpes. Confío en ellos más que en mi propia tripulación, ya me han traicionado antes los más cercanos y no dejaré que ocurra nuevamente - el pirata escupió al suelo de madera en nombre de la guardia. - pero confío ciegamente en el fantasma y daría la vida por ellos. Así que si vuelves a dudar del compromiso de los míos, te arrancaré la lengua y la usaré de carnada para un Zampro. - el pirata mostraba ese temperamento chocante e irascible, las Sierpes para él no eran un simple grupo de fanáticos.
Entiendo… nosotros haremos nuestra parte. Por eso sugiero… - la sangre se agitaba en mis adentros, como un arrebato de poder me sentía seguro de todo. Los piratas escuchaban atentamente.
Lunargenta es la capital del continente nos guste o no. Tienen la fuerza armada más grande del continente y por la tensión actual han reforzado sus filas para defender al Rey. No solo eso, no repetirán los errores de la pandemia y la osadía de Vlad. Su flota es 4 veces más grande que la nuestra y su puerto está bien protegido con esas dos torres armadas que acompañan sus murallas. - un breve silencio dejó que las palabras fueran asentándose en la cabeza de ambos capitanes. - Aunque lo peor es ese sentimiento heroico que engaña a la mayoría de los habitantes, esos mal llamados protectores que se vanaglorian de actuar a conveniencia solo para resguardar sus intereses y sus seres cercanos. Esos “héroes” que se aferran a la idea de que ellos son los responsables de determinar quienes son los buenos y quiénes los malos sin ser críticos en su evaluación. Podrán ser ingenuos, pero las leyendas son poderosas y habitan en la capital.
Con malicia sonreí absorto en pensamientos intrusivos que atravesaban mi mente en pleno discurso. - La oscuridad les arrebatará todo rastro de luz, toda esperanza y sueños, pero eso no será hoy. - destaqué en un comentario que para mis compañeros pareció solo una metáfora más, pero otra guerra se librará pronto y posiblemente hasta los dioses se verían involucrados. Y allí no necesitaría la aprobación de nadie, reflexionaba mirando a mis aliados.
Dicho eso, no podemos desembarcar en Lunargenta a la ligera, debemos sacar provecho de la ventaja que hemos conseguido en meses de preparación. - los reportes eran extensos, Oneca había trabajado arduamente y si bien sentía que por mi amnesia me perdía de mucho, el asalto a Lunargenta había sido planeado tan meticulosamente que parecía ser el guión de una obra que se ha practicado hasta el cansancio.
No podemos usar las tácticas convencionales de marítima… insisto, escúchenme y permítanme orientar la idea de ataque. Sonará descabellada, pero ellos, los habitantes de la capital, están llamándonos locos por atacar ahora, siendo minoría, bajo el sol a su puerta. Un suicidio si no fuera porque podemos convertir nuestro atrevimiento en algo que nadie espera.
El demonio tiene razón, ellos intentarán alejar nuestra flota del puerto, ya que si los ignoramos y pretendemos seguir directo a la costa, nos harán una pinza y no tendremos posibilidad alguna. - tomé la figura del Deméter tallado y lo moví hacia donde se supone estaría uno de los frentes de la guardia cerca de la isla Carastina.
El arte de la guerra consiste en aprovechar cada oportunidad, incluso en la adversidad más grande, una estrategia perfeccionada supondría una victoria siempre. Agarré otra pieza tallada que parecía una especie de dedal y lo coloqué sobre la capital. - Cuando estás en inferioridad, confunde y divide al enemigo. Nuestros aliados harán su parte del plan y la guardia no será capaz de atender ambos frentes. Incluso, dudarán en cómo actuar. Proteger el puerto o la ciudad dentro de las murallas. No sabrán quién se supone es “la distracción” y cualquier error les costará caro. - elevé la mirada para ver a los piratas a los ojos que cada vez se mostraban más receptivos a mis palabras. - Me atrevo a decir que el hecho de separar su flota pretendiendo cuidar el puerto e intentar atacar nuestros flancos será el último clavo sobre su ataúd. Lo que ellos usan como plan de defensa, será nuestra entrada a conquistar las aguas y Lunargenta.
Los conocemos bien, meses de infiltración e incluso ex guardias supone una información poderosa. Ellos desconocen nuestros objetivos, planes e incluso ni siquiera saben que el sol ya no es un impedimento. La ignorancia los acompaña. - apoyó Dragut mi planteamiento.
Ciertamente, pero una batalla no se define solo en el papel. - recalcó Teach señalando lo obvio para atacar mi falta de experiencia sobre un ataque pirata, tema donde el demonio y el señor de la casa de sangre Reis destacan con creces.
Sonreí con malicia. - Lo dije antes y lo volveré a repetir, esto no será una batalla como la has librado antes, pero necesito que me presten atención. He pensado en un par de ideas, pero requiero un reporte completo de los hombres de la flota, tipos de embarcaciones e inventarios. Necesito conocer cada habilidad y destreza, y lo necesito para ya mismo.
Dragut y Teach se miraron confundidos, pero sin cuestionarme, solicitaron dicho reporte. Roro, uno de los piratas del Deméter junto a un grupo de vampiros comenzó a rebuscar los libros y codex de cada barco. Mandando el mensaje entre toda la flota para que sus respectivos capitanes dieran cuenta de todos sus miembros, armamentos y provisiones.
Mientras esperábamos los informes, Teach comentó la importancia de llevar hombres a un puerto. Él sabía que teníamos que desmantelar aquellas torres si pretendíamos desembarcar. Además, recalcó que desde la capital seremos avisados para avanzar, todo estaba calculado como relojería Illidense. El ataque tenía que ser un concierto sincronizado para así aprovechar cualquier abertura.
Roro, raudo como el trueno, volvió nuevamente a la habitación y armado con un montón de pergaminos y libros los dispuso sobre el escritorio a la vez que iba relatando una lista como si la hubiese aprendido de memoria.
Comencé a pasear nuevamente por el camarote de mando mientras hacía cálculos mentales a la vez que escuchaba al marinero dar cuenta de nuestra flota. Sin duda era una armada a la cual temer, pero tenía fallas si pretendíamos hacer un combate convencional como lo estipulaba el capitán.
Vale, excelente servicio Roro. - un par de minutos pasaron, todos expectantes a lo que tenía que decir. La flota era variada, en su mayoría vampiros comprometidos con la causa y dispuestos a morir por ella. Cuestión que serviría para el plan que maquinaba.
Caballeros, cuando el sol esté a punto de ponerse mostraremos nuestra flota en el horizonte, que su confianza se vea cuestionada a la vez que sus muros caen por dentro.
Cómo es que dicen ustedes - dijo Dragut mirando al demonio, emocionado por lo que se avecinaba. - "Para que haya orden, antes debe prevalecer el caos. Nosotros somos ese caos." Ja, qué idiotas, pero qué convenientes.
Sin embargo, no ataquemos el puerto… no aún. Necesito que todos los seres malditos con la posibilidad de manejar la oscuridad se paren sobre la cubierta de cada barco y conjuren una sombra tan oscura que cubra nuestra flota. Una niebla negra que nos vuelva invisibles al ojo humano e incluso al del elfo.
Ambos piratas se quedaron ojipláticos ante mi petición, boquiabiertos poco a poco cambiaban su expresión a una sonrisa macabra.
La sorpresa será nuestra aliada y cubrirá nuestro rastro. Nosotros atacaremos rápido, sin vacilar y con contundencia. Las blancas suelen tener más porcentaje de victorias por el simple hecho de que son quienes proponen el ataque, y nuestra apertura será infalible.
Estás hablando de aje- murmuró el pirata con su sombrero de tres picos, un tanto extrañado de mis comparaciones.
Iremos a la isla protegidos por la oscuridad. Ningún fuego y ni siquiera la luz de la luna y las estrellas ayudarán a Lunargenta. - frase que golpeaba el orgullo de la ciudad con una etimología tan poco conveniente a mi estrategia.
Los atacaremos en columna de penetración, atravesando sus filas de barcos con espolones acorazados. La sorpresa permitirá separar sus naves y adentrarnos para posicionarnos para un abordaje masivo. Priorizando la captura de los barcos y no su destrucción. - señalaba a la vez que ejemplificaba con las pequeñas figuras talladas, los hombres entendían a la perfección mi terminología marítima y sus dudas sobre mi labor se disipaban.
Si atacamos con velocidad y decisión, no tendrán respuesta alguna. No obstante, no podemos dejar que mientras embestimos sus navíos cerca a la isla, el resto de barcos que defienden el puerto acudan como refuerzo. Por ello, necesitamos enviar barcos de cebo para mantenerlos distraídos.
Pero eso debilitaría nuestras fuerzas - inquirió Dragut.
No enviaremos embarcaciones de guerra, mandaremos todos los esquifes y barcos auxiliares. Un Galeón como este tiene al menos 4. Enviaremos todos los posibles con un par de navegantes con ballestas hacia la costa. La idea es que sirva de señuelo y obliguen a los defensores del puerto a lidiar con ellos. Si somos capaces de enviar al menos unos 20, los mantendremos distraídos. Si deciden ignorarlos… les daremos algo para que puedan llamar la atención.
Eso significa que pretendes enviar a nuestros hombres a ser sacrificados como distracción…
El fin justifica los medios, pero no pretendo que sirvan solo de distracción para que podamos conquistar nuestra batalla… Si todo sale bien, podremos enviar también barcos que con todo el ajetreo pasen desapercibidos y puedan atracar donde las sierpes indiquen.
El Demonio confía mucho en ellos, así que cuando estemos en combate y el puerto se esté defendiendo, quizás exista la posibilidad de infiltrar más gente en la costa. Si mueren… no perdemos mucho. - Barbanegra asintió resaltando lo importante de acudir a la señal que mandarían desde adentro de la ciudad.
Dragut se asomó por la ventana oscura. Las sombras se iban alargando mientras el sol empezaba a ocultarse. - Tenemos no más de media hora para poner todo en posición. - dijo el capitán.
Si…
El pirata de barba negra empezó a reír nuevamente, convencido por el plan y la osadía del mismo. - Voy a alistar a mis hombres. Quizás te juzgué mal, pero si esto no sale como lo dice tu cabeza rodará… - el pirata dejó su amenaza al aire mientras yo permanecía impertérrito.
Capitán, necesito que me consigas esto. - Y rápidamente rasgando una esquina de aquel mapa y tomando una pluma y tintero escribí un par de ingredientes.
Lord Reis se mostró extrañado con mi petición, pero sin cuestionar solo comento - Veré como lo consigo, pero seguro tardará como mínimo un par de horas…
Tienes que… Además, necesito que para la fase dos reúnas a todos los alquimistas e ingenieros, según Roro hay unos cuantos competentes.
Ahora solo quedaba esperar mientras la flota lentamente se acercaba a la costa para ser vista y comenzar el caos. Ya había manejado los posibles desenlaces del combate y tenía en mente las siguientes fases de la invasión. Inclusive, tenía planes de contingencia si los dioses jugaban de su parte y entorpecían mi estrategia. Tanto Dragut como Teach, parecían convencidos con mis palabras, por lo que no tenía que preocuparme por su cooperación. Aunque tenía muy presente su orgullo como una variable que pudiera dañar mi estrategia, bueno, "nuestra estrategia para el bando de Oneca".
[...]
El Demonio de mar salió de aquel camarote negro a la cubierta. El sol aún se asomaba discreto con aquellos tonos rojizos, y si bien los efectos de la crema aún protegían al pirata, su eficacia ya se estaba agotando. Por ello, un leve humo salía de la piel de vampiro que disfrutaba aquel sutil dolor que lo hacía sentir más vivo que nunca.
Riendo regresó a su barco, saboreando lo que sería su batalla más importante. Las órdenes estaban dadas, los maestros de la sombra y experto en oscuridad se embadurnaban en crema para posicionarse en la cubierta de todos los barcos esperando la señal.
Pero como buen pirata, como buen líder y capitán, Harald necesitaba motivar a sus hombres. Con una voz estentórea, capaz de oírse en todo el barco. En la cubierta, los camarotes y la bodega; en la cocina y la armería. Desde babor a estribor y de la proa a la popa. Las palabras del Demonio resonaban en todos los rincones, incluso en los barcos cercanos.
Cruel y frío, como los vientos sobre el mar. Escuchen todos mi voz cantar como la marea.
Hoy la historia cambiará y el viento soplará a nuestro favor, ningún tesoro podrá compararse a lo que conseguiremos hoy. Que la avaricia no los corrompa, pues esto es una obra más grande que nosotros mismos.
Ahoguen todos los sueños de aquellos que por tanto tiempo nos han excluido. De aquellos que traicionan por orgullo, de aquellos humanos que solo saben mostrar desprecio… - el pirata recordaba con amargura cómo su vida de rectitud y honor había sido arrebatada por sus compañeros y ahora era apuntado como un criminal mientras aquellos traidores eran condecorados con medallas y ascensos en la marina.
Que Fenrir devore el sol y nos otorgue la oscuridad completa. Que Lunargenta sienta los embates de las Olas de Jörmundgander. Que la gran serpiente clave sus colmillos envenenados sobre los héroes pecadores. Ningún Thor y ningún Siegfried podrán sobrevivir a las Sierpes y la flota de Dragut.
El grito que le siguió a las palabras de Dragut retumbó en todo el mar de Aerandir. Como si un monstruo marino hubiese rugido desde el abismo, la tripulación estaba lista para ganar y acabar con la capital de la escoria humana. En la capital, el sonido del caos hacia eco en la flota y columnas de humo empezaban a elevarse. Solo quedaba esperar la señal de las sierpes.
Off
Diseño la estrategia para el ataque pirata. Igualmente, dejo algunas cosas para después (todo ya fue conversado y aprobado con Fehu para que no “se me fuera de las manos”). Ahora la flota espera la señal de luz de Eberus para proceder al ataque de la guardia que se sitúa cerca de la Isla Carastina como indicó Monza.
Recalco que Harald Teach de las Sierpes, fue parte de la marina y por ello también supone una ventaja en cuanto al conocimiento del puerto y la guardia naval.
Los hechos pasan antes de este turno, es decir, al final de mi post es que suceden las explosiones en la capital, por lo que aun la noche no ha caído y no se ha realizado la magia para ocultarnos.
El ataque pretende embestir con fuerza lejos del puerto, pero a su vez enviar embarcaciones con sorpresas a la costa para mantener la distracción y además, permitir si es posible, que piratas puedan infiltrarse en la playa apartada que comenta Eberus. Esto para Zagreus supone la fase 1 del ataque.
Observación 1. Si bien menciono varias batallas reales, las mismas no suponen los mismos hechos en el mundo de fantasía, es decir, se asume que en Aerandir también ocurrieron conflictos navales importantes que por casualidad tienen los mismos nombres que en el mundo offrol. No hace falta profundizar en ellas, ya que solo son para asentar cuales fueron las maniobras y estrategias más pertinentes y tener una base “realista” de cómo ganar una batalla naval.
Observación 2. No hay consenso en cómo es el mapa del continente con exactitud, dentro de los recursos y entradas de la biblioteca hay versiones donde Lunargenta está más arriba o donde la forma de la Península es distinta. Por tal motivo, si me “equivoqué” con el mapa de Dragut, se puede decir que el mismo es viejo (como ya señalé antes) y por ende impreciso, vamos, la cartografía antigua no tiene porque ser la más confiable.
Diseño la estrategia para el ataque pirata. Igualmente, dejo algunas cosas para después (todo ya fue conversado y aprobado con Fehu para que no “se me fuera de las manos”). Ahora la flota espera la señal de luz de Eberus para proceder al ataque de la guardia que se sitúa cerca de la Isla Carastina como indicó Monza.
Recalco que Harald Teach de las Sierpes, fue parte de la marina y por ello también supone una ventaja en cuanto al conocimiento del puerto y la guardia naval.
Los hechos pasan antes de este turno, es decir, al final de mi post es que suceden las explosiones en la capital, por lo que aun la noche no ha caído y no se ha realizado la magia para ocultarnos.
El ataque pretende embestir con fuerza lejos del puerto, pero a su vez enviar embarcaciones con sorpresas a la costa para mantener la distracción y además, permitir si es posible, que piratas puedan infiltrarse en la playa apartada que comenta Eberus. Esto para Zagreus supone la fase 1 del ataque.
Observación 1. Si bien menciono varias batallas reales, las mismas no suponen los mismos hechos en el mundo de fantasía, es decir, se asume que en Aerandir también ocurrieron conflictos navales importantes que por casualidad tienen los mismos nombres que en el mundo offrol. No hace falta profundizar en ellas, ya que solo son para asentar cuales fueron las maniobras y estrategias más pertinentes y tener una base “realista” de cómo ganar una batalla naval.
Observación 2. No hay consenso en cómo es el mapa del continente con exactitud, dentro de los recursos y entradas de la biblioteca hay versiones donde Lunargenta está más arriba o donde la forma de la Península es distinta. Por tal motivo, si me “equivoqué” con el mapa de Dragut, se puede decir que el mismo es viejo (como ya señalé antes) y por ende impreciso, vamos, la cartografía antigua no tiene porque ser la más confiable.
Zagreus
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Re: El retorno del vampiro [Evento Sacrestic]
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El sol, descendiendo poco a poco por el oeste, alargaba las sombras de la ciudad hacia el puerto. Como si buscaran tocar de alguna manera aquella negra flota que se acercaba desde el este, las sombras siguieron extendiéndose. Y extendiéndose. La negrura que se aproximaba desde el mar comenzó a crecer de forma antinatural incluso para aquella hora del atardecer y las siluetas de los barcos enemigos se fueron desdibujando, mezclando con las sombras hasta perderse de vista en la oscuridad creciente.
En el puerto, los frenéticos preparativos organizados por Sango parecían no terminar nunca y, sin embargo, a medida que la oscuridad se extendía, también la actividad fue reduciendo el ritmo y un silencio expectante se instaló entre los guardias, veteranos y otros defensores allí reunidos.
Inari Karjansen observaba por entre los barcos de la guardia aquella negrura que avanzaba desde el este. Alguna hechicería de los demonios, sin duda. La presencia de Sango a su lado, la llegada de los inesperados refuerzos, había levantado un poco sus ánimos, aliviado el peso de la responsabilidad que, bien sabía, le venía grande. Después de todo, la única razón de que la hubieran destinado a aquel puesto era que había oído lo que no debía, lo que había estado a punto de contarle al Héroe.
Pero no, había jurado mantener el secreto o, más bien, le habían ordenado prestar juramento. Los secretos no debían extenderse. En todo lo demás, había cedido las riendas gustosa, pero ahora vigilaba los espacios entre los barcos de la guardia con más intensidad que nunca. Hasta que, finalmente, vio aparecer el primer barco.
—¡En posición! —ordenó antes de que Sango pudiera adelantarse—. ¡Que nadie se adelante! La armada se ocupará de los barcos. Solo intervendremos si alguno de esos demonios logra desembarcar, ¡¿ENTENDIDO?!
La espera se hizo eterna, pero las sombras parecieron disiparse poco a poco. Quizá sus ojos se habían acostumbrado a la oscuridad, o las luces del puerto habían logrado expulsarla. O, quizá, los demonios estaban demasiado ocupados lanzando flechas para continuar con sus conjuros. Eso podía explicar por qué la flota se veía menos imponente ahora que se acercaba a los muelles.
—¿Por qué no atacan? —preguntó la veterana que había llegado con Sango adelantándose unos pasos—. La guardia no está devolviendo los ataques. ¿Es que van a dejarlos desembarcar?
La mujer siguió avanzando e Inari tuvo que adelantarse para tirar de ella hacia atrás. Para eso la habían destinado allí, después de todo. A ella y a un grupo de arqueros jurados que había situado estratégicamente entre los preparativos de Sango.
—¡Que nadie se adelante, he dicho!
La señal luminosa se alzó por fin desde la torre sur. La cadena había sido alzada.
—¡ARQUEROS, EN POSICIÓN! —gritó Inari y le pareció ver un destello de comprensión cruzar la mirada de la veterana—. ¡APUNTEN! ¡FUEGO!
Una lluvia de flechas en llamas iluminó el cielo dibujando un arco rojizo sobre los barcos de la bahía. Ni una sola de ellas acertó en los barcos enemigos, no era ese su cometido. La flota de la Guardia, las más añosas embarcaciones de la armada de Lunargenta, ancladas en la bahía con las bodegas cargadas de todo el aceite que habían podido reunir en el más estricto secreto desde que llegaran las primeras noticias de los avances de los piratas, estalló en un espectáculo de fuego que iluminó el puerto como si el sol hubiera decidido salir de nuevo a pesar de no haber tenido aún tiempo de desaparecer por el otro lado.
Inari observó con fascinación la sucesión de explosiones extendiéndose a los barcos de los atrevidos piratas, los demonios que habían osado desafiar a la poderosa Lunargenta. Vio cómo el fuego se propagaba de un barco a otro a medida que las embarcaciones de la armada prestaban su último gran servicio a la patria, cómo algunos de los demonios saltaban al agua, tratando de nadar hacia la costa, cómo los barcos de la retaguardia trataban en vano de dar la vuelta, de alejarse del puerto. La cadena que se había alzado desde las torres que flanqueaban el puerto se lo impediría. Y, si alguno de los barcos había tenido la fortuna de quedar fuera del cerco, la flota que debía haberse puesto ya en marcha desde Carastina acabaría con ellos desde atrás. La pinza se estaba cerrando.
O eso pensaba Inari, que aún tardaría unos minutos en darse cuenta de que eran muy pocos los piratas que saltaban al mar o los muelles para huir de la quema, muy pequeñas las embarcaciones que alimentaban el fuego de la victoria. Y tardaría más aún en enterarse de que la flota de Carastina no estaba en camino hacia el puerto, pues tenía sus propios problemas de los que ocuparse.
En la ciudad, la Guardia trabajaba sin descanso para acallar los numerosos disturbios que aún persistían en algunas zonas. Pero incluso el epicentro de aquellas contiendas se sumió en un momentáneo silencio cuando empezaron a escucharse las detonaciones en el puerto. ¿Era aquello parte del plan?, se preguntarían algunos. ¿Son los piratas, están atacando ya el puerto?, sería la duda de otros. La incertidumbre, por sí sola, sería suficiente para que muchas de las peleas mutaran en estampidas de gente tratando de huir de las calles.
El distrito del Hospital no tardaría en convertirse, al mismo tiempo, en un remanso de tranquilidad para los guardias, que habían empezado a organizar relevos desde allí, y en un foco de actividad, a medida que iban trayendo heridos desde las diferentes zonas calientes.
Solo un pequeño cuartucho, reconvertido en celda provisional, permanecía ajeno al frenético movimiento en el resto del edificio. Allí, Donor, el alfarero, murmuraba una retahíla constante, apenas comprensible a través de un labio roto y varios dientes partidos.
—Cuando los piratas ataquen, ascenderemos con la Serpiente… El caos debe reinar para crear orden… Los enemigos de la Serpiente despiertan… Destruiremos a los enemigos de la Serpiente, solo así ascenderemos con… Las catacumbas… llegarán desde las catacumbas.
Los murmullos fueron sustituidos por una carcajada, interrumpida a su vez por una mueca de dolor cuando el labio partido comenzó a sangrar de nuevo. Probablemente, tendría también alguna costilla rota, pero no tardó en sonreír de nuevo al retomar el hilo de sus desvaríos. A pesar de todo, confiaba en ascender con la Serpiente, fuera lo que fuera.
Similar convencimiento exhibía toda una multitud reunida en una tranquila plaza frente al ominoso escenario levantado por los Buchones. El desconocido enmascarado se había autoproclamado como la luz que iluminaría las mentiras. Algunos de los espectadores dudaron ante sus palabras, otros se preguntaron si aquello sería otra representación, después de todo. También los había que no estaban dispuestos a reconsiderar sus pasos después de haberse comprometido con las palabras del Dramaturgo.
Y el Dramaturgo tiraría de ese compromiso hasta el final.
—¡Mentiras! —declamó, indignado—. ¡Engaño! Justo lo que desean hacernos creer los enemigos de la Serpiente. ¡Una prueba, les digo! —anunció dirigiéndose a su público—. Una prueba de que estamos en el camino de la verdad, pues cuanto más nos acerquemos a nuestro noble objetivo, más se revolverán nuestros detractores. Ellos tratarán de hacernos dudar, desistir. Los defensores del antiguo orden no quieren que triunfemos, ¡pues saben que el nuevo orden los hallará derrocados! Esta noche…
Nadie llegó a oír lo que se anunciaba para esta noche, pues una fuerte explosión, proveniente del puerto, se alzó sobre las palabras del Dramaturgo. Los Buchones dudaron apenas unos segundos antes de empezar a cerrar filas en torno al escenario, acercándose amenazadoramente al espontáneo enmascarado. El Dramaturgo tuvo que alzar la voz al máximo para hacerse oír de nuevo en la plaza.
—¡HA COMENZADO! ¡EL NUEVO ORDEN ARRANCA ESTA NOCHE! ¡QUE REINE EL CAOS!
Algunos de los presentes dudaron, atemorizados por el ominoso estruendo. Por desgracia para ellos, los más convencidos estaban dispuestos a quitar de enmedio a aquellos menos comprometidos con la causa, con tal de asegurarse un mejor puesto durante el merecido ascenso con la Serpiente.
Mientras tanto, desde una pequeña playa en las afueras, varios centenares de piratas accedían a los pasadizos de las catacumbas que, una vez vacías de oposición, facilitarían la llegada a una vieja ermita en un rincón, pronto, no tan tranquilo de la ciudad. Muchos de ellos no esperaban regresar, otros, se sentían bastante seguros de la victoria. La mayoría estaba dispuesta a hacer el máximo daño posible en el corazón de la mismísima Lunargenta.
A partir de este momento, se cierran las entradas al evento. Somos los que estamos y estamos los que somos. El plazo para postear en la tercera ronda será hasta el lunes 11 de noviembre (incluido).
TU OBJETIVO EN ESTA RONDA:
Bien, parece que no tendremos una gran batalla en el puerto en esta ronda, puede que en este tema, pero eso no significa que la ciudad esté a salvo. Varios barcos cargados de guerreros nocturnos sedientos de sangre se han separado de la flota principal y, gracias a latraición colaboración de Eberus, avanzan inadvertidos por una ruta despejada de las catacumbas. Varios de ustedes están en situación de averiguar lo suficiente para tratar de interceptarlos o esperarlos en cierta ermita, pero, como siempre, si prefieren hacer otra cosa, están en su derecho. Después de todo, ni los disturbios ni los incendios han sido extinguidos por completo. Por no hablar de las explosiones provenientes del puerto. Siempre queda abierta la opción de salir corriendo (o volando).
Zagreus: Parece que tu señuelo ha accionado la carta trampa que esperaba en el puerto, cortesía de Monza. Probablemente te llegue el sonido de las explosiones y, si tienes vigías atentos a lo que ocurre en el puerto, no tardarás en enterarte de la situación.
Voy a lanzar una runa por la flota de Carastina, tú deberás lanzar otra por la de los piratas antes de tu post. Puedes hacerlo mediante un post off rol en este mismo hilo, o pasarte por la Casa del Oráculo (en el Acantilado de la Muerte) o una de las Zonas de Culto repartidas por Aerandir. Si tu runa es mejor que la mía, los piratas pillarán a la Guardia totalmente por sorpresa y causarán estragos en la armada. La batalla será rápida. Si las runas son equivalentes, la preparación y superioridad numérica de la Guardia ayudará a mitigar el efecto de la sorpresa y la falta de visibilidad. Si tu runa es peor, deberás ajustar tus planes para evitar la derrota (o asegurarte una retirada). En cualquiera de los casos, la narración queda de tu cuenta (lo estás haciendo genial), pero déjame a mí el resultado final.
Sango (descuida, al revisar tu inventario, me he dado cuenta de que, después de todo, no fue en el puerto donde amarraste tu barco) y Raven (adecuado nivel de drama, no te maldeciréde momento): Vaya, esto es engorroso. Parece que, al menos por el momento, no son muchos los enemigos que han logrado pisar el puerto. Siéntanse libres de dar cuenta de ellos, si el espectáculo de luces y los fragmentos de barco ardiendo y volando por ahí se lo permiten (o, no sé, tratar de sacarles algo de información si están lo bastante conscientes). Deberán decidir si permanecer en el puerto, a la espera del resto de la flota enemiga (si es que llega), o abandonar sus posiciones para defender el interior de la ciudad. Ah, y echen un vistazo a las indicaciones de Ingela, que existe la posibilidad de que llegue a afectarles. (Nota: si están un poco perdidos respecto a lo que ha pasado con la flota pirata, echen un vistazo al anterior post de Zagreus). Ahora que lo pienso, voy a aprovechar la runa que lancé para la batalla de Zagreus: si es mala o muy mala, algunos de los fragmentos en llamas de los barcos que han pasado a mejor vida tendrán la mala pata de caer en la zona del puerto, así que les tocará lidiar con las consecuencias.
Ingela: Si no lo has hecho ya, echa un vistazo a las indicaciones de Sango y Raven, ya que Fëanor se encuentra en una situación parecida con su hospital de campaña. En cuanto a ti, entiendo que estabas sobrevolando la zona del puerto, así que te voy a pedir que lances una runa antes de tu post (ya sea aquí mismo, of rol; o en una de las Zonas de Culto de Aerandir). Con mala suerte, te alcanzará algún fragmento de una de las explosiones. El fuego no te hará nada, claro, pero sí la madera rota propulsada a gran velocidad. Si tu suerte es muy mala, la herida que recibas será lo bastante grave para hacerte perder el control del vuelo. Si sales ilesa (o poco magullada), te enfrentas a la misma decisión que Sango y Raven. Aunque, bueno, quizá quieras investigar un poco mar adentro…
Alward y Merié: Bueno, si la plaza estaba alejada de los disturbios antes de su llegada, eso se acabó, porque ahora marchan al encuentro de los piratas llevándose por delante a todo aquel que no muestre el mismo entusiasmo por la causa. Suerte.
Níniel y Vincent: El Hospital trabaja a máxima capacidad, seguro que agradecen la ayuda extra desde el hospicio. En cuanto a Donor, el alfarero, su discurso no se volverá mucho más coherente que lo que ya han visto arriba, aunque, si insisten en interrogarlo, seguramente puedan sacarle el nombre de la ermita mencionada por Eberus en su anterior post. Lo que hagan con esa información ya es asunto suyo.
Eberus: Bien hecho, un buen grupo de vampiratas avanza sin oposición por las Catacumbas gracias a ti. Si nadie los intercepta antes, no tardarán en hacer estragos en la propia ciudad. Lamentablemente, Dragut no está con ellos, pero aún existe la posibilidad de que lo conozcas. Verás, alguien ha tenido la idea de asegurar cierta fórmula de protector solar… Dos alguienes distintos, concretamente: por el lado de las Sierpes y por el lado de Dragut/Oneca. Casualmente, ambos han recibido la orden de hacerse con tu… custodia prácticamente al mismo tiempo. Dejaré el resto a tu imaginación.
Eltrant, Eilydh, y Monza, si le apetece unirse: El fuego del almacén está cada vez más controlado, gracias al trabajo en equipo, y pueden confiar (o no) en que, con las instrucciones de Eilydh, otros focos estén siguiendo el mismo camino. No se ha atrapado a los culpables (bueno, excepto al que intentó quemar el almacén del hospital), en caso de que quieran investigar los hechos. O, a lo mejor, prefieren investigar por qué, de repente, la calle se ha llenado de mujeres ligeras de ropa y tipos con aspecto de liarse a golpes con cualquiera por un quítame allá esas pajas, todos con variadas expresiones entre la ira y el pánico. (Nota: El anterior post de Eberus da una pista de quiénes son y por qué no están donde solían)
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El retorno del vampiro
El sol, descendiendo poco a poco por el oeste, alargaba las sombras de la ciudad hacia el puerto. Como si buscaran tocar de alguna manera aquella negra flota que se acercaba desde el este, las sombras siguieron extendiéndose. Y extendiéndose. La negrura que se aproximaba desde el mar comenzó a crecer de forma antinatural incluso para aquella hora del atardecer y las siluetas de los barcos enemigos se fueron desdibujando, mezclando con las sombras hasta perderse de vista en la oscuridad creciente.
En el puerto, los frenéticos preparativos organizados por Sango parecían no terminar nunca y, sin embargo, a medida que la oscuridad se extendía, también la actividad fue reduciendo el ritmo y un silencio expectante se instaló entre los guardias, veteranos y otros defensores allí reunidos.
Inari Karjansen observaba por entre los barcos de la guardia aquella negrura que avanzaba desde el este. Alguna hechicería de los demonios, sin duda. La presencia de Sango a su lado, la llegada de los inesperados refuerzos, había levantado un poco sus ánimos, aliviado el peso de la responsabilidad que, bien sabía, le venía grande. Después de todo, la única razón de que la hubieran destinado a aquel puesto era que había oído lo que no debía, lo que había estado a punto de contarle al Héroe.
Pero no, había jurado mantener el secreto o, más bien, le habían ordenado prestar juramento. Los secretos no debían extenderse. En todo lo demás, había cedido las riendas gustosa, pero ahora vigilaba los espacios entre los barcos de la guardia con más intensidad que nunca. Hasta que, finalmente, vio aparecer el primer barco.
—¡En posición! —ordenó antes de que Sango pudiera adelantarse—. ¡Que nadie se adelante! La armada se ocupará de los barcos. Solo intervendremos si alguno de esos demonios logra desembarcar, ¡¿ENTENDIDO?!
La espera se hizo eterna, pero las sombras parecieron disiparse poco a poco. Quizá sus ojos se habían acostumbrado a la oscuridad, o las luces del puerto habían logrado expulsarla. O, quizá, los demonios estaban demasiado ocupados lanzando flechas para continuar con sus conjuros. Eso podía explicar por qué la flota se veía menos imponente ahora que se acercaba a los muelles.
—¿Por qué no atacan? —preguntó la veterana que había llegado con Sango adelantándose unos pasos—. La guardia no está devolviendo los ataques. ¿Es que van a dejarlos desembarcar?
La mujer siguió avanzando e Inari tuvo que adelantarse para tirar de ella hacia atrás. Para eso la habían destinado allí, después de todo. A ella y a un grupo de arqueros jurados que había situado estratégicamente entre los preparativos de Sango.
—¡Que nadie se adelante, he dicho!
La señal luminosa se alzó por fin desde la torre sur. La cadena había sido alzada.
—¡ARQUEROS, EN POSICIÓN! —gritó Inari y le pareció ver un destello de comprensión cruzar la mirada de la veterana—. ¡APUNTEN! ¡FUEGO!
Una lluvia de flechas en llamas iluminó el cielo dibujando un arco rojizo sobre los barcos de la bahía. Ni una sola de ellas acertó en los barcos enemigos, no era ese su cometido. La flota de la Guardia, las más añosas embarcaciones de la armada de Lunargenta, ancladas en la bahía con las bodegas cargadas de todo el aceite que habían podido reunir en el más estricto secreto desde que llegaran las primeras noticias de los avances de los piratas, estalló en un espectáculo de fuego que iluminó el puerto como si el sol hubiera decidido salir de nuevo a pesar de no haber tenido aún tiempo de desaparecer por el otro lado.
Inari observó con fascinación la sucesión de explosiones extendiéndose a los barcos de los atrevidos piratas, los demonios que habían osado desafiar a la poderosa Lunargenta. Vio cómo el fuego se propagaba de un barco a otro a medida que las embarcaciones de la armada prestaban su último gran servicio a la patria, cómo algunos de los demonios saltaban al agua, tratando de nadar hacia la costa, cómo los barcos de la retaguardia trataban en vano de dar la vuelta, de alejarse del puerto. La cadena que se había alzado desde las torres que flanqueaban el puerto se lo impediría. Y, si alguno de los barcos había tenido la fortuna de quedar fuera del cerco, la flota que debía haberse puesto ya en marcha desde Carastina acabaría con ellos desde atrás. La pinza se estaba cerrando.
O eso pensaba Inari, que aún tardaría unos minutos en darse cuenta de que eran muy pocos los piratas que saltaban al mar o los muelles para huir de la quema, muy pequeñas las embarcaciones que alimentaban el fuego de la victoria. Y tardaría más aún en enterarse de que la flota de Carastina no estaba en camino hacia el puerto, pues tenía sus propios problemas de los que ocuparse.
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En la ciudad, la Guardia trabajaba sin descanso para acallar los numerosos disturbios que aún persistían en algunas zonas. Pero incluso el epicentro de aquellas contiendas se sumió en un momentáneo silencio cuando empezaron a escucharse las detonaciones en el puerto. ¿Era aquello parte del plan?, se preguntarían algunos. ¿Son los piratas, están atacando ya el puerto?, sería la duda de otros. La incertidumbre, por sí sola, sería suficiente para que muchas de las peleas mutaran en estampidas de gente tratando de huir de las calles.
El distrito del Hospital no tardaría en convertirse, al mismo tiempo, en un remanso de tranquilidad para los guardias, que habían empezado a organizar relevos desde allí, y en un foco de actividad, a medida que iban trayendo heridos desde las diferentes zonas calientes.
Solo un pequeño cuartucho, reconvertido en celda provisional, permanecía ajeno al frenético movimiento en el resto del edificio. Allí, Donor, el alfarero, murmuraba una retahíla constante, apenas comprensible a través de un labio roto y varios dientes partidos.
—Cuando los piratas ataquen, ascenderemos con la Serpiente… El caos debe reinar para crear orden… Los enemigos de la Serpiente despiertan… Destruiremos a los enemigos de la Serpiente, solo así ascenderemos con… Las catacumbas… llegarán desde las catacumbas.
Los murmullos fueron sustituidos por una carcajada, interrumpida a su vez por una mueca de dolor cuando el labio partido comenzó a sangrar de nuevo. Probablemente, tendría también alguna costilla rota, pero no tardó en sonreír de nuevo al retomar el hilo de sus desvaríos. A pesar de todo, confiaba en ascender con la Serpiente, fuera lo que fuera.
Similar convencimiento exhibía toda una multitud reunida en una tranquila plaza frente al ominoso escenario levantado por los Buchones. El desconocido enmascarado se había autoproclamado como la luz que iluminaría las mentiras. Algunos de los espectadores dudaron ante sus palabras, otros se preguntaron si aquello sería otra representación, después de todo. También los había que no estaban dispuestos a reconsiderar sus pasos después de haberse comprometido con las palabras del Dramaturgo.
Y el Dramaturgo tiraría de ese compromiso hasta el final.
—¡Mentiras! —declamó, indignado—. ¡Engaño! Justo lo que desean hacernos creer los enemigos de la Serpiente. ¡Una prueba, les digo! —anunció dirigiéndose a su público—. Una prueba de que estamos en el camino de la verdad, pues cuanto más nos acerquemos a nuestro noble objetivo, más se revolverán nuestros detractores. Ellos tratarán de hacernos dudar, desistir. Los defensores del antiguo orden no quieren que triunfemos, ¡pues saben que el nuevo orden los hallará derrocados! Esta noche…
Nadie llegó a oír lo que se anunciaba para esta noche, pues una fuerte explosión, proveniente del puerto, se alzó sobre las palabras del Dramaturgo. Los Buchones dudaron apenas unos segundos antes de empezar a cerrar filas en torno al escenario, acercándose amenazadoramente al espontáneo enmascarado. El Dramaturgo tuvo que alzar la voz al máximo para hacerse oír de nuevo en la plaza.
—¡HA COMENZADO! ¡EL NUEVO ORDEN ARRANCA ESTA NOCHE! ¡QUE REINE EL CAOS!
Algunos de los presentes dudaron, atemorizados por el ominoso estruendo. Por desgracia para ellos, los más convencidos estaban dispuestos a quitar de enmedio a aquellos menos comprometidos con la causa, con tal de asegurarse un mejor puesto durante el merecido ascenso con la Serpiente.
Mientras tanto, desde una pequeña playa en las afueras, varios centenares de piratas accedían a los pasadizos de las catacumbas que, una vez vacías de oposición, facilitarían la llegada a una vieja ermita en un rincón, pronto, no tan tranquilo de la ciudad. Muchos de ellos no esperaban regresar, otros, se sentían bastante seguros de la victoria. La mayoría estaba dispuesta a hacer el máximo daño posible en el corazón de la mismísima Lunargenta.
__________________
A partir de este momento, se cierran las entradas al evento. Somos los que estamos y estamos los que somos. El plazo para postear en la tercera ronda será hasta el lunes 11 de noviembre (incluido).
TU OBJETIVO EN ESTA RONDA:
Bien, parece que no tendremos una gran batalla en el puerto en esta ronda, puede que en este tema, pero eso no significa que la ciudad esté a salvo. Varios barcos cargados de guerreros nocturnos sedientos de sangre se han separado de la flota principal y, gracias a la
Zagreus: Parece que tu señuelo ha accionado la carta trampa que esperaba en el puerto, cortesía de Monza. Probablemente te llegue el sonido de las explosiones y, si tienes vigías atentos a lo que ocurre en el puerto, no tardarás en enterarte de la situación.
Voy a lanzar una runa por la flota de Carastina, tú deberás lanzar otra por la de los piratas antes de tu post. Puedes hacerlo mediante un post off rol en este mismo hilo, o pasarte por la Casa del Oráculo (en el Acantilado de la Muerte) o una de las Zonas de Culto repartidas por Aerandir. Si tu runa es mejor que la mía, los piratas pillarán a la Guardia totalmente por sorpresa y causarán estragos en la armada. La batalla será rápida. Si las runas son equivalentes, la preparación y superioridad numérica de la Guardia ayudará a mitigar el efecto de la sorpresa y la falta de visibilidad. Si tu runa es peor, deberás ajustar tus planes para evitar la derrota (o asegurarte una retirada). En cualquiera de los casos, la narración queda de tu cuenta (lo estás haciendo genial), pero déjame a mí el resultado final.
Sango (descuida, al revisar tu inventario, me he dado cuenta de que, después de todo, no fue en el puerto donde amarraste tu barco) y Raven (adecuado nivel de drama, no te maldeciré
Ingela: Si no lo has hecho ya, echa un vistazo a las indicaciones de Sango y Raven, ya que Fëanor se encuentra en una situación parecida con su hospital de campaña. En cuanto a ti, entiendo que estabas sobrevolando la zona del puerto, así que te voy a pedir que lances una runa antes de tu post (ya sea aquí mismo, of rol; o en una de las Zonas de Culto de Aerandir). Con mala suerte, te alcanzará algún fragmento de una de las explosiones. El fuego no te hará nada, claro, pero sí la madera rota propulsada a gran velocidad. Si tu suerte es muy mala, la herida que recibas será lo bastante grave para hacerte perder el control del vuelo. Si sales ilesa (o poco magullada), te enfrentas a la misma decisión que Sango y Raven. Aunque, bueno, quizá quieras investigar un poco mar adentro…
Alward y Merié: Bueno, si la plaza estaba alejada de los disturbios antes de su llegada, eso se acabó, porque ahora marchan al encuentro de los piratas llevándose por delante a todo aquel que no muestre el mismo entusiasmo por la causa. Suerte.
Níniel y Vincent: El Hospital trabaja a máxima capacidad, seguro que agradecen la ayuda extra desde el hospicio. En cuanto a Donor, el alfarero, su discurso no se volverá mucho más coherente que lo que ya han visto arriba, aunque, si insisten en interrogarlo, seguramente puedan sacarle el nombre de la ermita mencionada por Eberus en su anterior post. Lo que hagan con esa información ya es asunto suyo.
Eberus: Bien hecho, un buen grupo de vampiratas avanza sin oposición por las Catacumbas gracias a ti. Si nadie los intercepta antes, no tardarán en hacer estragos en la propia ciudad. Lamentablemente, Dragut no está con ellos, pero aún existe la posibilidad de que lo conozcas. Verás, alguien ha tenido la idea de asegurar cierta fórmula de protector solar… Dos alguienes distintos, concretamente: por el lado de las Sierpes y por el lado de Dragut/Oneca. Casualmente, ambos han recibido la orden de hacerse con tu… custodia prácticamente al mismo tiempo. Dejaré el resto a tu imaginación.
Eltrant, Eilydh, y Monza, si le apetece unirse: El fuego del almacén está cada vez más controlado, gracias al trabajo en equipo, y pueden confiar (o no) en que, con las instrucciones de Eilydh, otros focos estén siguiendo el mismo camino. No se ha atrapado a los culpables (bueno, excepto al que intentó quemar el almacén del hospital), en caso de que quieran investigar los hechos. O, a lo mejor, prefieren investigar por qué, de repente, la calle se ha llenado de mujeres ligeras de ropa y tipos con aspecto de liarse a golpes con cualquiera por un quítame allá esas pajas, todos con variadas expresiones entre la ira y el pánico. (Nota: El anterior post de Eberus da una pista de quiénes son y por qué no están donde solían)
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Re: El retorno del vampiro [Evento Sacrestic]
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Re: El retorno del vampiro [Evento Sacrestic]
Los huesos que quedaban allí abajo podrían insuflarse de vida derramada hasta rebosar. "Esqueletos vivos" era lo que un viejo putero berreaba cuando solo quedaba él vivo. "Se van a llenar de vida, insensatos". Y, con eso, se despidió del mundo.
La misma sacerdotisa lo mató, con una daga plateada que había sacado de algún lugar de su muslo derecho.
- Mi caballo está hecho de huesos, imbécil - explicó Eberus a su cuerpo inerte. Eberus, el amigo de la muerte. Si de verdad despertaran aquellos esqueletos, lo único que querría hacer sería aliarse con ellos. Y con la misma indolencia pasaron los tres de largo, hasta llegar a la salida que daba a la playa por la que llegaría "la serpiente".
Selena se quedó con la sacerdotisa. Eberus, ya estaba en posición. Le había indicado la enmascarada que debía subir al bajo acantilado que quedaba al norte de aquella gruta, y que desde allí se fijara en el siguiente acantilado, más al norte, pues desde un hito de piedras blancas y negras que allí había debía lanzar la señal.
Allí esperó hasta que llegó Selena, casi oculta en la creciente noche por el encantamiento de su armadura. Tampoco fue fácil para ella encontrarlo allí, pues él también llevaba su capa de la noche. Menos mal que estaba allí el hito. Llegó corriendo, fiel a las órdenes de su sacerdotisa, o a las ideas que le metía en la cabeza su veneno.
- Eberus. Estas son las órdenes. Dispara hacia allí, entre la luna y esa estrella grande. Tienes que tirar dos dardos, dejando tiempo entre ellos para que se distingan bien. Contando diez respiraciones después de que se apague el segundo, lanza otro.
- Y, ¿se sabe por qué?
- No me ha contado mucho. Al parecer, había varios tipos de mensaje y este era uno de ellos. Habló con otro compañero sobre la situación en el puerto, creo, y de las defensas.
- Selena...
- ¡Brujo! Tienes que disparar ya.
Dentro de su envenenamiento, ella no sería consciente siquiera del peso de aquella orden. Cierto era que ambos querían cooperar con este grupo, y mucho más claro lo tenían con esas influencias corriendo por sus venas. Cierto era que Eberus también había sido envenenado, pero él era consciente de ello. Y él sí era consciente de que serían sus pulmones los que harían volar los dardos que, destellando, cambiarían el curso de la guerra. El curso de la capital de Verisar, el de los humanos y el de los vampiros. El curso del tabernero Cerro, el del mendigo de la plaza de al lado de su taberna y el de la mujer que regaba los árboles de la Calle de la Fruta todas las mañanas.
Le temblaban las manos, y el párpado. Cayó de su frente una gota de sudor al lado de las piedras blancas y negras del hito, y la vio caer. Y con ella, se cayó él. De rodillas.
Cada una de las decisiones que habían tomado les habían conducido hasta ese punto. Todo era culpa suya. Más que preso del veneno, era preso de sus propias decisiones. Y, como tal, elevó su trémula mano, intentó apuntar con la cerbatana adonde le había dicho Selena y sacó fuerzas de a saber dónde para enviar ese dardo alto y lejos.
Chasqueó los dedos y, por un momento, fue como si una furiosa estrella hubiera bajado para reprenderlos, o para avisarlos, de lo que acababan de hacer. Hizo lo mismo con un segundo dardo. Luego respiró hondo. Inhaló, exhaló. Diez veces, tal y como había dicho Selena, o lo que quedaba de ella. Y ahí fue el tercero *.
No podía negarse. El veneno era demasiado para él. No le bastaba con tener su voluntad doblegada, sino que tenía la maldición de ser un testigo agónico e impotente ante ello. Miró a Selena con ojos cansados, marcados con una profunda pesadumbre, y dijo: - Ya está hecho.
- Brujo, ¿estás bien? - preguntó con evidente preocupación.
- El caldo copioso me ha sentado mal.
Eran muchos más de los que pensaba. Habían entrado ya más de la mitad, y aún había algunos que bajaban de las barcas astutamente cerca del acantilado. Viéndolos pasar, pensó en Dragut. Sí, él era la razón por la que estaba allí. Y cuando le conociera, toda lucha interna cesaría. Todo habrá valido la pena. Eso pensaba, o eso quería pensar. Ese dichoso veneno le tenía loco, con sus idas y venidas.
- Eberus, ¿verdad? - saludó el último de ellos, pillando al brujo desprevenido.
- El mismo - respondió con una seriedad tensa.
- Muchas gracias por lo que estás haciendo por nosotros. Por fin podremos equilibrar un poco la balanza y enseñar a los humanos que no somos menos que ellos.
Su sonrisa era genuina y cálida incluso en la frialdad del color de su rostro.
Quizá estaba en el bando correcto.
Cuando entraron todos, Eberus se centró en su mente. Tenía que imaginar que era un soldado de la guardia y que llegaba hasta aquella entrada de la playa a las catacumbas. Eso hizo: imaginó que estaba allí, frente a la rocosa entrada, y que no la veía. Que las rocas del acantilado seguían su camino hasta abajo y que no formaban ninguna abertura en él. Lo visualizó a la perfección, y poco a poco comenzó a ver como su ilusión se construía a partir del éter ambiental para hacerla visible *.
Selena ya se había estado preparando para bloquear la entrada tras repartir recipientes de protector solar y hojas de la briuteda. Se esforzó por pedirle a los suelos troncos robustos, pero lo máximo que pudo sacar fueron lianas, raíces y musgo que se enredaban entre sí para entorpecer enormemente la entrada *.
- Incluso con mi hacha de petos tardaría un buen rato en atravesarlo - anunció triunfadora.
- Bien. En caso de que necesitemos retirarnos, puedes desmontar todo esto rápido, ¿verdad?
- Naturalmente, sacerdotisa.
Aquellas galerías ya no iban a ser jamás lo que habían sido. Si los adoradores las habían despejado, estos vampiros estaban sembrando el abandono en ellas. Y no tanto por los destrozos que quizá alguno hacía; no tanto por la masacre que había liberado a las Catacumbas de muchos de sus frecuentadores, sino más bien por la connotación que tomarían a partir de esa noche. Eso pensaba el brujo. Si la ciudad conseguía sobrevivir y seguir siendo humana, muchos considerarían las Catacumbas como un lugar maldito, hogar y germen de vampiros, origen de una de las mayores tragedias que había vivido su ciudad. Y, si la ciudad caía en manos de los vampiros, bueno: ni las catacumbas ni la superficie serían jamás lo que habían sido.
Una voz familiar le sacó de sus pensamientos.
- Eberus, amigo. Sé que tengo que salir ahí arriba, pero no puedo dejar de sentirme agradecido por lo que has hecho.
Era aquel vampiro otra vez. Encantador como lo había sido antes.
- Y, como eres tan valioso, tan importante para todos nosotros, debo mantenerte a salvo. A mi lado. Vas a acompañarme y vas a hacer todo lo que yo te pida, porque así de útil te considero. Sé que puedes hacer muchas cosas útiles por nosotros, no solo crear el protector solar, así que te necesito. Te necesitamos. Acompáñame, Eberus, y conocerás lo que es la influencia y el éxito.
Su mente ya no pudo más. Ni siquiera se dio cuenta de que ese ser de la voz le estaba manipulando. Demasiada lucha libraba ya en sus adentros contra el Veneno de Jörmundgander. Se rindió ante sus dulces palabras sin ser capaz de oponerse, de detectar siquiera que detrás de ellas se escondía un hilo de magia que lo ataría al vampiro y a sus deseos.
Un grupo numeroso se desvió por otro pasillo. Las otras salidas, pensó el brujo. Pero ellos caminaron hasta la salida de la ermita, viendo cómo sus compañeros extraían energía de todos los cadáveres de que habían dejado los adoradores, algunos hinchando sus músculos bajo sus armaduras y otros creando espantosos filos con su sangre. Varios mejoraron sus cuerpos para el combate, contando ahora con tres brazos armados o con protecciones de dura sangre coagulada en sus puntos más expuestos. No pocos desaparecieron en la oscuridad sin dejar rastro, y alguno cargaba con un cadáver para aprovechar más su sangre en el exterior. Y, para rematar, los había que se jactaban de las manipulaciones viles con las que harían a los humanos matarse entre sí, manipulaciones como la que sufría ahora el brujo.
Un espectáculo dantesco.
- Te gusta todo esto, ¿eh? Sé que te gusta. Todo este festín de olores, de sangre que nos hace poderosos. Y este poder es el que temen los humanos. Y hacen bien, sí, pero su temor se ha acabado convirtiendo en desprecio - decía con una pasión que iba creciendo en sadismo. - Y ahora, amigo mío, van a recordar ese viejo temor.
Evidentemente. Todo aquello era algo que el brujo siempre había deseado. Poder, sangre, influencia. Ahora, no recordaba ningún momento de su vida en que no lo hubiera deseado. Y ese hombre, oh, ese hombre con su gallardía iba a ser el mejor camarada que pudiera pedir. Y, Selena, ¿dónde estaba Selena?
Claramente caminaba tras el brujo, junto a la sacerdotisa. Miró hacia atrás y la vio allí, seria y decidida, como siempre. Recordó entonces que, tras su apariencia invariable, había una Selena manipulada por el veneno. Pero, ¿qué importaba eso ahora? Tenían cosas que hacer.
- Que los vampiros que controlan la oscuridad la ciñan sobre todos nosotros. Ahora.
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La misma sacerdotisa lo mató, con una daga plateada que había sacado de algún lugar de su muslo derecho.
- Mi caballo está hecho de huesos, imbécil - explicó Eberus a su cuerpo inerte. Eberus, el amigo de la muerte. Si de verdad despertaran aquellos esqueletos, lo único que querría hacer sería aliarse con ellos. Y con la misma indolencia pasaron los tres de largo, hasta llegar a la salida que daba a la playa por la que llegaría "la serpiente".
Selena se quedó con la sacerdotisa. Eberus, ya estaba en posición. Le había indicado la enmascarada que debía subir al bajo acantilado que quedaba al norte de aquella gruta, y que desde allí se fijara en el siguiente acantilado, más al norte, pues desde un hito de piedras blancas y negras que allí había debía lanzar la señal.
Allí esperó hasta que llegó Selena, casi oculta en la creciente noche por el encantamiento de su armadura. Tampoco fue fácil para ella encontrarlo allí, pues él también llevaba su capa de la noche. Menos mal que estaba allí el hito. Llegó corriendo, fiel a las órdenes de su sacerdotisa, o a las ideas que le metía en la cabeza su veneno.
- Eberus. Estas son las órdenes. Dispara hacia allí, entre la luna y esa estrella grande. Tienes que tirar dos dardos, dejando tiempo entre ellos para que se distingan bien. Contando diez respiraciones después de que se apague el segundo, lanza otro.
- Y, ¿se sabe por qué?
- No me ha contado mucho. Al parecer, había varios tipos de mensaje y este era uno de ellos. Habló con otro compañero sobre la situación en el puerto, creo, y de las defensas.
- Selena...
- ¡Brujo! Tienes que disparar ya.
Dentro de su envenenamiento, ella no sería consciente siquiera del peso de aquella orden. Cierto era que ambos querían cooperar con este grupo, y mucho más claro lo tenían con esas influencias corriendo por sus venas. Cierto era que Eberus también había sido envenenado, pero él era consciente de ello. Y él sí era consciente de que serían sus pulmones los que harían volar los dardos que, destellando, cambiarían el curso de la guerra. El curso de la capital de Verisar, el de los humanos y el de los vampiros. El curso del tabernero Cerro, el del mendigo de la plaza de al lado de su taberna y el de la mujer que regaba los árboles de la Calle de la Fruta todas las mañanas.
Le temblaban las manos, y el párpado. Cayó de su frente una gota de sudor al lado de las piedras blancas y negras del hito, y la vio caer. Y con ella, se cayó él. De rodillas.
Cada una de las decisiones que habían tomado les habían conducido hasta ese punto. Todo era culpa suya. Más que preso del veneno, era preso de sus propias decisiones. Y, como tal, elevó su trémula mano, intentó apuntar con la cerbatana adonde le había dicho Selena y sacó fuerzas de a saber dónde para enviar ese dardo alto y lejos.
Chasqueó los dedos y, por un momento, fue como si una furiosa estrella hubiera bajado para reprenderlos, o para avisarlos, de lo que acababan de hacer. Hizo lo mismo con un segundo dardo. Luego respiró hondo. Inhaló, exhaló. Diez veces, tal y como había dicho Selena, o lo que quedaba de ella. Y ahí fue el tercero *.
No podía negarse. El veneno era demasiado para él. No le bastaba con tener su voluntad doblegada, sino que tenía la maldición de ser un testigo agónico e impotente ante ello. Miró a Selena con ojos cansados, marcados con una profunda pesadumbre, y dijo: - Ya está hecho.
- Brujo, ¿estás bien? - preguntó con evidente preocupación.
- El caldo copioso me ha sentado mal.
[...]
Eran muchos más de los que pensaba. Habían entrado ya más de la mitad, y aún había algunos que bajaban de las barcas astutamente cerca del acantilado. Viéndolos pasar, pensó en Dragut. Sí, él era la razón por la que estaba allí. Y cuando le conociera, toda lucha interna cesaría. Todo habrá valido la pena. Eso pensaba, o eso quería pensar. Ese dichoso veneno le tenía loco, con sus idas y venidas.
- Eberus, ¿verdad? - saludó el último de ellos, pillando al brujo desprevenido.
- El mismo - respondió con una seriedad tensa.
- Muchas gracias por lo que estás haciendo por nosotros. Por fin podremos equilibrar un poco la balanza y enseñar a los humanos que no somos menos que ellos.
Su sonrisa era genuina y cálida incluso en la frialdad del color de su rostro.
Quizá estaba en el bando correcto.
Cuando entraron todos, Eberus se centró en su mente. Tenía que imaginar que era un soldado de la guardia y que llegaba hasta aquella entrada de la playa a las catacumbas. Eso hizo: imaginó que estaba allí, frente a la rocosa entrada, y que no la veía. Que las rocas del acantilado seguían su camino hasta abajo y que no formaban ninguna abertura en él. Lo visualizó a la perfección, y poco a poco comenzó a ver como su ilusión se construía a partir del éter ambiental para hacerla visible *.
Selena ya se había estado preparando para bloquear la entrada tras repartir recipientes de protector solar y hojas de la briuteda. Se esforzó por pedirle a los suelos troncos robustos, pero lo máximo que pudo sacar fueron lianas, raíces y musgo que se enredaban entre sí para entorpecer enormemente la entrada *.
- Incluso con mi hacha de petos tardaría un buen rato en atravesarlo - anunció triunfadora.
- Bien. En caso de que necesitemos retirarnos, puedes desmontar todo esto rápido, ¿verdad?
- Naturalmente, sacerdotisa.
Aquellas galerías ya no iban a ser jamás lo que habían sido. Si los adoradores las habían despejado, estos vampiros estaban sembrando el abandono en ellas. Y no tanto por los destrozos que quizá alguno hacía; no tanto por la masacre que había liberado a las Catacumbas de muchos de sus frecuentadores, sino más bien por la connotación que tomarían a partir de esa noche. Eso pensaba el brujo. Si la ciudad conseguía sobrevivir y seguir siendo humana, muchos considerarían las Catacumbas como un lugar maldito, hogar y germen de vampiros, origen de una de las mayores tragedias que había vivido su ciudad. Y, si la ciudad caía en manos de los vampiros, bueno: ni las catacumbas ni la superficie serían jamás lo que habían sido.
Una voz familiar le sacó de sus pensamientos.
- Eberus, amigo. Sé que tengo que salir ahí arriba, pero no puedo dejar de sentirme agradecido por lo que has hecho.
Era aquel vampiro otra vez. Encantador como lo había sido antes.
- Y, como eres tan valioso, tan importante para todos nosotros, debo mantenerte a salvo. A mi lado. Vas a acompañarme y vas a hacer todo lo que yo te pida, porque así de útil te considero. Sé que puedes hacer muchas cosas útiles por nosotros, no solo crear el protector solar, así que te necesito. Te necesitamos. Acompáñame, Eberus, y conocerás lo que es la influencia y el éxito.
Su mente ya no pudo más. Ni siquiera se dio cuenta de que ese ser de la voz le estaba manipulando. Demasiada lucha libraba ya en sus adentros contra el Veneno de Jörmundgander. Se rindió ante sus dulces palabras sin ser capaz de oponerse, de detectar siquiera que detrás de ellas se escondía un hilo de magia que lo ataría al vampiro y a sus deseos.
Un grupo numeroso se desvió por otro pasillo. Las otras salidas, pensó el brujo. Pero ellos caminaron hasta la salida de la ermita, viendo cómo sus compañeros extraían energía de todos los cadáveres de que habían dejado los adoradores, algunos hinchando sus músculos bajo sus armaduras y otros creando espantosos filos con su sangre. Varios mejoraron sus cuerpos para el combate, contando ahora con tres brazos armados o con protecciones de dura sangre coagulada en sus puntos más expuestos. No pocos desaparecieron en la oscuridad sin dejar rastro, y alguno cargaba con un cadáver para aprovechar más su sangre en el exterior. Y, para rematar, los había que se jactaban de las manipulaciones viles con las que harían a los humanos matarse entre sí, manipulaciones como la que sufría ahora el brujo.
Un espectáculo dantesco.
- Te gusta todo esto, ¿eh? Sé que te gusta. Todo este festín de olores, de sangre que nos hace poderosos. Y este poder es el que temen los humanos. Y hacen bien, sí, pero su temor se ha acabado convirtiendo en desprecio - decía con una pasión que iba creciendo en sadismo. - Y ahora, amigo mío, van a recordar ese viejo temor.
Evidentemente. Todo aquello era algo que el brujo siempre había deseado. Poder, sangre, influencia. Ahora, no recordaba ningún momento de su vida en que no lo hubiera deseado. Y ese hombre, oh, ese hombre con su gallardía iba a ser el mejor camarada que pudiera pedir. Y, Selena, ¿dónde estaba Selena?
Claramente caminaba tras el brujo, junto a la sacerdotisa. Miró hacia atrás y la vio allí, seria y decidida, como siempre. Recordó entonces que, tras su apariencia invariable, había una Selena manipulada por el veneno. Pero, ¿qué importaba eso ahora? Tenían cosas que hacer.
- Que los vampiros que controlan la oscuridad la ciñan sobre todos nosotros. Ahora.
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- OFFROL:
- Resumen
Eberus hace las señales luminosas (comunicación estratégica para la flota oscura y distracción para los guardias de la ciudad) y luego reciben a todos los piratas en la entrada a las catacumbas de esa apartada playita. Selena les da lo que tienen de protector solar y hojas de briuteda (vendaje rudimentario), luego Eberus crea una ilusión para intentar que no se vea la entrada, entra, y Selena la bloquea con plantas. Un vampiro que, no lo menciono en el post, pero viene de parte de Dragut y Oneca, manipula con magia de la voz a Eberus para hacerse con su custodia, cayendo completamente en la trampa porque con su intento de defenderse del manipulador Veneno de Jörmundgander ya estaba completamente saturado. Al final del post están saliendo a la superficie por la ermita, tratando de estar ocultos por la magia de la oscuridad; otro gran grupo de vampiros sale por salidas diferentes, una o dos, en otro punto de la ciudad.
He considerado que, por el lado de las sierpes, han querido asegurarse a Eberus y su fórmula con el veneno, y por el de Oneca/Dragut, con la influencia del vampiro que menciono.
* Cerbatana con encantamiento Flechas de Señal: Cuando se lanza un proyectil con esta arma, el lanzador puede chasquear los dedos. El proyectil explota en un intenso destello de luz. Esto puede dar señales luminosas a distancia. Puede encandilar por una ronda si explota cerca de los ojos de alguien.
* Talento de Ilusión: Manipulo el éter para confundir a mis enemigos.
* Talento de Magia de la Naturaleza: Soy una con la naturaleza y toda su inmensidad. Ella me protege a mi voluntad a cambio de cuidarla con el don de la Magia de la Vida.
Eberus
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Re: El retorno del vampiro [Evento Sacrestic]
-¡Vamos, moved esas ballestas perros!- Gritaba uno de los oficiales a un pelotón de guardias que se dirigía a otro punto de la ciudad a reforzar la seguridad, abandonando la zona del hospital a la vez que otro pelotón llegaba hasta allí y se cruzaban, intercambiando información y opiniones con sus compañeros de refresco.
-¿Venís de los jardines? ¿Cómo está la cosa por allí? Tengo un tío que vive en ese barrio.- Preguntó uno de los ballesteros rompiendo la formación por un momento.
-Hemos logrado apaciguar los ánimos. La mayoría ya han sido evacuados o se han quedado en sus casas. Aunque tuvimos que dispersar a un grupo de descontentos.- Respondió uno del segundo grupo. Sus noticias subieron el ánimo de los primeros, aunque eso no evitó que su oficial le amenazara con reducirle su paga si no volvía a la formación.
Aquello era solo una pequeña parte de los movimientos de tropas que tenían lugar en el barrio del hospital. Al convertirse en una zona tranquila y controlada, y gracias al propio hospital, se había transformado en un centro de operaciones especialmente fortificado en la defensa de la ciudad. Constantemente tropas de todas partes de la urbe llegaban para descansar, reabastecerse y recuperarse antes de volver a partir a donde fuera necesario. Se formaban nuevas unidades, se fusionaban, se recomponían entre ellas o con los milicianos, que cada vez llegaban en más número una vez que el caos era controlado en algunos distritos. También las explosiones de una amenaza mucho peor que una guardia ineficiente o unos líderes despreocupados había obrado maravillas en ese aspecto.
-Aquí tenéis. Tomad. Si para ti también...¿Tu no eres un poco bajito para ser soldado?- Catherine repartía raciones entre los soldados que estaban recuperándose. Por los disturbios la mayoría estaban solo fatigados, pero algunos presentaban cortes y contusiones. Muchos podían ser atendidos por sanadores comunes y tratados con pociones básicas y vendajes curativos o anestésicos, y aquellos más graves eran atendidos por los sanadores élficos del hospital o por la propia Níniel, cuya mera cercanía parecía ser capaz de cerrar sus heridas mientras iba de un lado para otro conforme un nuevo grupo llegaba hasta allí*.
-Has crecido mucho niña. Aún recuerdo la primera vez que entraste al hospital. Te puse a hacer pociones porque pensaba que si te hacía poner las manos sobre un hombre herido te iba a dar algo.- Expresó Martha con orgullo de su "pupila". -Mírate ahora.-
-Nunca había...visto a un hombre desnudo. Mucho menos a un humano. Y siempre me habían avisado de lo largas que se les vuelven las manos en presencia de una elfa...- Níniel se avergonzó. Aunque en realidad no es que su experiencia tratando humanos fuese muy diferente a la esperada después de aquello. Catherine seguramente la encontraría tremendamente divertida si le contara como fue realmente.
-A veces este trabajo tiene sus días buenos...- Se jactó la mujer, dándole un golpe en la espalda que se sintió como si se lo hubiese dado Beor. -Aunque hoy no es uno de esos días, me alegra tenerte por aquí. Me Que alguien coordine todo con los soldados. No siempre es fácil.- Dijo la mujer, señalando en qué lugar debían dejar a un soldado que parecía tener un brazo roto. -Yo me ocupo de este.- convino alejándose de la elfa, que decidió acercarse hasta el grupo de recién llegados para que su aura de curación les hiciera efecto.
-Gracias, esto es muy...útil.- Expresó el soldado mientras veía como el daño por un golpe en la cara se desvanecía, y lo propio ocurría con el resto de sus camaradas.
-Un placer.- respondió la joven, que se quedó junto a ellos para que el efecto sanador continuara funcionando. Aquello pareció obligar al soldado a mantener una conversación con ella, aunque parecía algo cohibido. Níniel se limitó a sonreír de manera encantadora a sus nuevos pacientes, y aquello no ayudó en demasía a la locuacidad del soldado.
-Venimos de los jardines...Creo que...ahora nos envían al puerto. Estará bien poder luchar contra unos chupasangres y no con unos ciudadanos molestos.- Dijo, aunque no podría explayarse mucho más con sus detalles operativos, ya que cuando iba a continuar se puso en pie para cuadrarse ante un oficial que se acercaba a paso ligero, y junto él estaban Vincent y Catherine, seguidos de un gran grupo de soldados y milicianos, entre ellos Beor y su grupo.
-Cambio de planes sargento. Hemos obtenido una información de alta prioridad de uno de los prisioneros.- Miró a Vincent como si le estuviera felicitando por su trabajo. -Los líderes agitadores de los disturbios se hacen llamar "La sierpe" y parece que no son solo agitadores, son traidores, seguramente confabulados con la flota enemiga. Preparan un ataque desde el interior de las murallas mientras nos defendemos de los piratas. Planean salir de las catacumbas, y en especial usando una vieja ermita, el brujo ya sabe el lugar. He despachado tropas para reforzar puntos importantes de la ciudad. Esas catacumbas tienen accesos aquí y allá y a saber si no intentarán usarlos también.- Instruyó.
Níniel asintió. Esperaba algo por el estilo ya que asaltar la ciudad directamente era una locura. Aunque a decir verdad no esperaba que el enemigo pudiese usar las catacumbas tan a su antojo. Allí abajo había toda clase de grupos criminales. Incluso contaban con una especie de nobleza del submundo. Esa gente tenía un status quo con la guardia, y la elfa no creía que esos grupos aceptasen esa clase de intrusiones sin dar ningún tipo de alarma o sin atacarla directamente. Había muchos intereses allí abajo a los que una invasión les venía tan mal o peor que a la ciudad sobre sus cabezas. La joven miró a Cath y asintió, se entendían a la perfección, y ambas habían pensado lo mismo.
-Por suerte desde aquí podemos responder a ese subterfugio. Si actuamos con celeridad podemos atacar por sorpresa a quienes pensaban atacar por sorpresa. Recomendaría no obstante el uso solo de las tropas necesarias. Que el resto se mantenga en reserva. Como bien decís, las catacumbas tienen más accesos.- Propuso la joven. -Nosotros atacaremos la ermita de forma rápida y decisiva.- Se refería a su grupo, al de Beor y al grupo del joven Sargento. Ellos atacarían la ermita mientras el grueso de tropas del hospital se mantenía preparado para actuar conforme aquella lucha se desarrollaba. -Usaré luz para comunicarnos si es necesario.- Añadió al final.
Con aquel plan en mente, Níniel y los demás se pusieron en marcha hacia el lugar indicado, Avanzaban en formación, en silencio y a paso ligero por las calles de la ciudad. Su información era limitada. No sabían cuantas de esas "Sierpes" se habían reunido esperando el momento para salir. Tampoco cuánto equipo habían reunido. Además todo parecía indicar que eran aliados de los atacantes vampiros. También tenían que tener en cuenta los otros posibles accesos a la subciudad, aunque la reserva del Capitán de la guardia era su seguro contra ello. En cuanto a ellos mismos, debían ser rápidos y resolutivos, por lo que comenzaría a fortalecerlos de inmediato para estar listos para atacar.
El efecto de la curación en área continuaba, y gracias a ello y a todas las curaciones realizadas antes Níniel contaba con una gran reserva de motas de luz en su bastón. Invocó a la pequeña pero letal hada de luz Kiri**. Sin detener la marcha comenzó a reforzar al grupo con un aumento de sus habilidades. A continuación otorgaría encantamiento de luz a sus armas y barreras protectoras para ellos. Con la furia de Anar, todos verían sus energías aumentadas y verían como orbes de luz comenzaban a rodearlos, lo que les haría capaces de realizar grandes esfuerzos adicionales.*** Con renovado brío y la moral por las nubes, el grupo llegaría a la zona de la ermita.
-Un momento...magia de oscuridad, hay vampiros con ellos. Preparaos.-
-¿Venís de los jardines? ¿Cómo está la cosa por allí? Tengo un tío que vive en ese barrio.- Preguntó uno de los ballesteros rompiendo la formación por un momento.
-Hemos logrado apaciguar los ánimos. La mayoría ya han sido evacuados o se han quedado en sus casas. Aunque tuvimos que dispersar a un grupo de descontentos.- Respondió uno del segundo grupo. Sus noticias subieron el ánimo de los primeros, aunque eso no evitó que su oficial le amenazara con reducirle su paga si no volvía a la formación.
Aquello era solo una pequeña parte de los movimientos de tropas que tenían lugar en el barrio del hospital. Al convertirse en una zona tranquila y controlada, y gracias al propio hospital, se había transformado en un centro de operaciones especialmente fortificado en la defensa de la ciudad. Constantemente tropas de todas partes de la urbe llegaban para descansar, reabastecerse y recuperarse antes de volver a partir a donde fuera necesario. Se formaban nuevas unidades, se fusionaban, se recomponían entre ellas o con los milicianos, que cada vez llegaban en más número una vez que el caos era controlado en algunos distritos. También las explosiones de una amenaza mucho peor que una guardia ineficiente o unos líderes despreocupados había obrado maravillas en ese aspecto.
-Aquí tenéis. Tomad. Si para ti también...¿Tu no eres un poco bajito para ser soldado?- Catherine repartía raciones entre los soldados que estaban recuperándose. Por los disturbios la mayoría estaban solo fatigados, pero algunos presentaban cortes y contusiones. Muchos podían ser atendidos por sanadores comunes y tratados con pociones básicas y vendajes curativos o anestésicos, y aquellos más graves eran atendidos por los sanadores élficos del hospital o por la propia Níniel, cuya mera cercanía parecía ser capaz de cerrar sus heridas mientras iba de un lado para otro conforme un nuevo grupo llegaba hasta allí*.
-Has crecido mucho niña. Aún recuerdo la primera vez que entraste al hospital. Te puse a hacer pociones porque pensaba que si te hacía poner las manos sobre un hombre herido te iba a dar algo.- Expresó Martha con orgullo de su "pupila". -Mírate ahora.-
-Nunca había...visto a un hombre desnudo. Mucho menos a un humano. Y siempre me habían avisado de lo largas que se les vuelven las manos en presencia de una elfa...- Níniel se avergonzó. Aunque en realidad no es que su experiencia tratando humanos fuese muy diferente a la esperada después de aquello. Catherine seguramente la encontraría tremendamente divertida si le contara como fue realmente.
-A veces este trabajo tiene sus días buenos...- Se jactó la mujer, dándole un golpe en la espalda que se sintió como si se lo hubiese dado Beor. -Aunque hoy no es uno de esos días, me alegra tenerte por aquí. Me Que alguien coordine todo con los soldados. No siempre es fácil.- Dijo la mujer, señalando en qué lugar debían dejar a un soldado que parecía tener un brazo roto. -Yo me ocupo de este.- convino alejándose de la elfa, que decidió acercarse hasta el grupo de recién llegados para que su aura de curación les hiciera efecto.
-Gracias, esto es muy...útil.- Expresó el soldado mientras veía como el daño por un golpe en la cara se desvanecía, y lo propio ocurría con el resto de sus camaradas.
-Un placer.- respondió la joven, que se quedó junto a ellos para que el efecto sanador continuara funcionando. Aquello pareció obligar al soldado a mantener una conversación con ella, aunque parecía algo cohibido. Níniel se limitó a sonreír de manera encantadora a sus nuevos pacientes, y aquello no ayudó en demasía a la locuacidad del soldado.
-Venimos de los jardines...Creo que...ahora nos envían al puerto. Estará bien poder luchar contra unos chupasangres y no con unos ciudadanos molestos.- Dijo, aunque no podría explayarse mucho más con sus detalles operativos, ya que cuando iba a continuar se puso en pie para cuadrarse ante un oficial que se acercaba a paso ligero, y junto él estaban Vincent y Catherine, seguidos de un gran grupo de soldados y milicianos, entre ellos Beor y su grupo.
-Cambio de planes sargento. Hemos obtenido una información de alta prioridad de uno de los prisioneros.- Miró a Vincent como si le estuviera felicitando por su trabajo. -Los líderes agitadores de los disturbios se hacen llamar "La sierpe" y parece que no son solo agitadores, son traidores, seguramente confabulados con la flota enemiga. Preparan un ataque desde el interior de las murallas mientras nos defendemos de los piratas. Planean salir de las catacumbas, y en especial usando una vieja ermita, el brujo ya sabe el lugar. He despachado tropas para reforzar puntos importantes de la ciudad. Esas catacumbas tienen accesos aquí y allá y a saber si no intentarán usarlos también.- Instruyó.
Níniel asintió. Esperaba algo por el estilo ya que asaltar la ciudad directamente era una locura. Aunque a decir verdad no esperaba que el enemigo pudiese usar las catacumbas tan a su antojo. Allí abajo había toda clase de grupos criminales. Incluso contaban con una especie de nobleza del submundo. Esa gente tenía un status quo con la guardia, y la elfa no creía que esos grupos aceptasen esa clase de intrusiones sin dar ningún tipo de alarma o sin atacarla directamente. Había muchos intereses allí abajo a los que una invasión les venía tan mal o peor que a la ciudad sobre sus cabezas. La joven miró a Cath y asintió, se entendían a la perfección, y ambas habían pensado lo mismo.
-Por suerte desde aquí podemos responder a ese subterfugio. Si actuamos con celeridad podemos atacar por sorpresa a quienes pensaban atacar por sorpresa. Recomendaría no obstante el uso solo de las tropas necesarias. Que el resto se mantenga en reserva. Como bien decís, las catacumbas tienen más accesos.- Propuso la joven. -Nosotros atacaremos la ermita de forma rápida y decisiva.- Se refería a su grupo, al de Beor y al grupo del joven Sargento. Ellos atacarían la ermita mientras el grueso de tropas del hospital se mantenía preparado para actuar conforme aquella lucha se desarrollaba. -Usaré luz para comunicarnos si es necesario.- Añadió al final.
Con aquel plan en mente, Níniel y los demás se pusieron en marcha hacia el lugar indicado, Avanzaban en formación, en silencio y a paso ligero por las calles de la ciudad. Su información era limitada. No sabían cuantas de esas "Sierpes" se habían reunido esperando el momento para salir. Tampoco cuánto equipo habían reunido. Además todo parecía indicar que eran aliados de los atacantes vampiros. También tenían que tener en cuenta los otros posibles accesos a la subciudad, aunque la reserva del Capitán de la guardia era su seguro contra ello. En cuanto a ellos mismos, debían ser rápidos y resolutivos, por lo que comenzaría a fortalecerlos de inmediato para estar listos para atacar.
El efecto de la curación en área continuaba, y gracias a ello y a todas las curaciones realizadas antes Níniel contaba con una gran reserva de motas de luz en su bastón. Invocó a la pequeña pero letal hada de luz Kiri**. Sin detener la marcha comenzó a reforzar al grupo con un aumento de sus habilidades. A continuación otorgaría encantamiento de luz a sus armas y barreras protectoras para ellos. Con la furia de Anar, todos verían sus energías aumentadas y verían como orbes de luz comenzaban a rodearlos, lo que les haría capaces de realizar grandes esfuerzos adicionales.*** Con renovado brío y la moral por las nubes, el grupo llegaría a la zona de la ermita.
-Un momento...magia de oscuridad, hay vampiros con ellos. Preparaos.-
- OFF:
- OFF: Nín usa 1 de cada, más las...decenas o cientos de motas de luz acumuladas curando para que todos los pjs con nombre tengan bufitos, y también los soldaditos y milicianos tengan bastantes de ellos. La curación en área seguirá activa también:
*-Nivel 4:[Mágica][Curación divina][2 usos] Círculo de sanación maestro (Milagro): Níniel conjura una curación en área que cura una herida de cualquier gravedad por turno a ella y a todo aliado cercano a ella.
Duración: 2 turnos.
**-Invocación de Kiri Jolith: Nín invoca una pequeña hada de luz capaz de atacar y defender a su invocadora.
Duración 3 turnos.
***-Nivel 2: [Mágica][Fortaleza divina][2 usos] Don sagrado(Milagro): Níniel aumenta las capacidades arquetípicas de el/ los objetivo/s (aumentando la efectividad en el primer caso).
***-Nivel 1: [Mágica][Fortaleza divina][2 usos] Abrazo de Isil Maestro(Milagro): Níniel bendice a uno o más objetivos (aumentando la efectividad en el primer caso) con una película protectora sobre el cuerpo o cuerpos, dándoles protección mágica contra el daño, como si contaran con una armadura adicional. Además la película impide que traspasen sustancias nocivas suspendidas en el aire y mitiga sensaciones térmicas adversas.
***-Nivel 6: [Mágica][Curación divina][1 uso] Furia de Anar Maestra (Milagro en cascada): La sacerdotisa bendice a los pjs que ya gocen de una bendición activa con una infusión de energía divina. Sus dos siguientes habilidades activas, de hasta el nivel 9, que usen verán su uso restablecido.
Nín se mueve hacia la ermita mencionada por el prisionero tras su interrogatorio, y de la que Eberus está saliendo. Llega con un grupo de tropas bendecidas por la luz (al menos en gran parte). La intención es atacar aprovechando al máximo el efecto sorpresa y la desorganización y problemas de movimiento que salir de las catacumbas cause en el grupo enemigo. Aunque no lo puede confirmar puede casi asegurar que están compinchados con los piratas, y al verlos (siente la magia de oscuridad) en la ermita pues cero dudas ya y que se armen los pinches chingadazos.
Níniel Thenidiel
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Re: El retorno del vampiro [Evento Sacrestic]
Con el caos desatado y el rugido de la multitud llenando el aire, Alward no tenía otra opción que enfrentarse a la enardecida turba. Las palabras del Dramaturgo, cargadas de veneno y fervor, habían hecho efecto en la multitud; los seguidores de la Serpiente, aquellos fieles a la visión de un nuevo orden, veían en Alward al hereje que debe ser eliminado. Sus rostros estaban distorsionados por una mezcla de fervor y odio, cada uno de ellos dispuesto a matar por la promesa de una nueva era.
En un abrir y cerrar de ojos, el Dramaturgo se esfumó de la plaza, dejando a Alward rodeado. A su alrededor, los Buchones y otros fanáticos avanzaban con puños y armas improvisadas, cada uno queriendo ser el primero en acabar con el "enemigo de la Serpiente".
Alward desenvainó sus espadas, el reflejo de las llamas de las antorchas del escenario le daban a las hojas con un tono infernal. En su izquierda, Nattehimlen se alza, oscura como la noche, aunque en su superficie danzan pequeños destellos, como si llevara un pedazo del firmamento consigo. En su derecha, Værdi brillaba pura y resplandeciente, su hoja tan blanca como el primer rayo de sol al amanecer.
El primer seguidor de la Serpiente se lanzó hacia él con una daga en alto. Con gran agilidad, Alward mueve a Nattehimlen en un arco rápido y preciso, desviando el ataque mientras giraba para enfrentar a otro que venía desde su flanco. Værdi se deslizó como un relámpago, trazando un corte limpio y decisivo segó la vida de aquel atacante. Más le siguieron. Los movimientos que empleaba Alward eran una danza calculada, una coreografía de vida y muerte donde cada paso era vital para mantener a raya a la marea de fanáticos.
De pronto, algo cayó en mitad del escenario.
Una explosión resonó, y una espesa nube de humo se desplegó alrededor de Alward. El escenario, que apenas un momento antes había sido un hervidero de gritos y rostros deformados por el fervor, se tornó en un manto de nube espeso. Alward apenas podía ver sus propias manos extendidas frente a él, y los sonidos que alcanzaban sus oídos eran confusos, desorientadores. Algo caía a su alrededor con sordos golpes, y los gritos se convertían en ecos lejanos, cargados de terror y agonía.
Cuando el humo se disipó, dejó a la vista una escena inquietante. Alward observó que, a su alrededor, yacían los cuerpos de varios seguidores de la Serpiente, dispuestos en círculo. Todos ellos con la garganta cortada, la sangre brotando en oscuros charcos que humedecían las tablas del escenario. Alward entonces notó cómo una presencia se mantenía pegada a su espalda.
-Lamento la tardanza.-susurró una voz femenina conocida y fría, cercana a su oído.
Alward, sin dejar de observar a los hostiles que aún los rodeaban, sonrió brevemente bajo su máscara. Era Daga Nocturna.
-¿Cómo está tu brazo?
-Un rasguño.-Respondió ella, quitándole importancia al asunto.
La justiciera estaba tensa, sus dos dagas empuñadas con ligereza, sus ojos fijos en la multitud que parecía decidir si avanzar o temer el destino de aquellos que yacían en el suelo. Su postura, lista para atacar en cualquier dirección, era la de alguien acostumbrado a deslizarse entre las sombras y golpear sin ser visto, en contraste con el porte firme y decidido de Alward.
La pausa fue breve. No tardaron en lanzarse contra ellos, enfurecidos por la visión de sus compañeros caídos. Alward y Daga Nocturna actuaron al unísono, como dos fuerzas complementarias. Mientras él giraba y se movía en arcos amplios con Nattehimlen y Værdi, cortando el aire y desviando ataques, Daga Nocturna danzaba alrededor de él como una sombra, rápida y letal. Sus dagas silbaban en el aire, sus movimientos eran precisos y mortales, atacando puntos vulnerables con una agilidad excelente, sin dar respiro a los oponentes.
Un Buchón se abalanzó sobre Alward, blandiendo una espada de hierro con fuerza bruta. Alward bloqueó el golpe con Værdi, mientras con Nattehimlen cortaba el torso del atacante, que cayó sin vida. Otro seguidor intentó aprovechar la apertura, pero Daga Nocturna ya estaba allí, su daga cruzando el cuello del agresor en un movimiento fluido, dejándolo desplomarse a sus pies sin apenas esfuerzo.
-¿Has visto al Dramaturgo?-preguntó Alward entre jadeos, sin dejar de golpear y esquivar ataques.
-Sí.-contestó ella, en un segundo de respiro que los sectarios dieron.-Pero parecías estar en una situación más urgente.
Alward gruñó, agradecido pero consciente de que el Dramaturgo era el verdadero peligro que detener.
La multitud seguía rodeándolos, y la tensión no hacía más que aumentar. En un momento de distracción, varios Buchones intentaron rodearlos por ambos flancos, aprovechando una apertura en su defensa. Pero, de repente, los sectarios cayeron al suelo, uno tras otro, flechas surgiendo de sus espaldas como extraños espolones de madera.
Alward alzó la vista y divisó una silueta sobre uno de los tejados que rodeaban la plaza, un arco en alto y una figura que reconoció al instante.
-Bien hecho, Emm-murmuró para sí mismo, satisfecho.
Desde su posición elevada, Emmanuel tensó otra flecha en su arco y disparó, con una precisión infalible, derribando a otro de los hostiles que se acercaba peligrosamente a sus aliados. Cada disparo era preciso, cada flecha volaba con la certeza de la muerte hacia aquellos que intentaban aproximarse demasiado.
Alward y Daga Nocturna aprovecharon la distracción que ofrecía la presencia de Emmanuel. Con una rapidez renovada, continuaron su avance entre los Buchones que seguían cayendo, algunos por las espadas de Alward, otros por las dagas de Daga Nocturna y otros tantos por las flechas de Emmanuel.
-Tenemos una oportunidad-murmuró Daga Nocturna.-Si nos movemos ahora...
Alward asintió.
-Vamos.
Con Emmanuel cubriéndolos desde lo alto, Alward y Daga Nocturna se abrieron paso a través de los restos de la multitud. Los seguidores de la Serpiente, antes una marea implacable, comenzaban a retroceder, sus filas diezmadas, su fervor ahora teñido de miedo e incertidumbre. Alward no podía evitar sentir la urgencia de encontrar al Dramaturgo, de enfrentarlo y acabar con este “espectáculo” que había convertido la ciudad en un campo de batalla.
Pero, por ahora, todo lo que podía hacer era sobrevivir y seguir adelante, acompañado de sus aliados, hacia el próximo acto en esta trágica y siniestra obra.
En un abrir y cerrar de ojos, el Dramaturgo se esfumó de la plaza, dejando a Alward rodeado. A su alrededor, los Buchones y otros fanáticos avanzaban con puños y armas improvisadas, cada uno queriendo ser el primero en acabar con el "enemigo de la Serpiente".
Alward desenvainó sus espadas, el reflejo de las llamas de las antorchas del escenario le daban a las hojas con un tono infernal. En su izquierda, Nattehimlen se alza, oscura como la noche, aunque en su superficie danzan pequeños destellos, como si llevara un pedazo del firmamento consigo. En su derecha, Værdi brillaba pura y resplandeciente, su hoja tan blanca como el primer rayo de sol al amanecer.
El primer seguidor de la Serpiente se lanzó hacia él con una daga en alto. Con gran agilidad, Alward mueve a Nattehimlen en un arco rápido y preciso, desviando el ataque mientras giraba para enfrentar a otro que venía desde su flanco. Værdi se deslizó como un relámpago, trazando un corte limpio y decisivo segó la vida de aquel atacante. Más le siguieron. Los movimientos que empleaba Alward eran una danza calculada, una coreografía de vida y muerte donde cada paso era vital para mantener a raya a la marea de fanáticos.
De pronto, algo cayó en mitad del escenario.
Una explosión resonó, y una espesa nube de humo se desplegó alrededor de Alward. El escenario, que apenas un momento antes había sido un hervidero de gritos y rostros deformados por el fervor, se tornó en un manto de nube espeso. Alward apenas podía ver sus propias manos extendidas frente a él, y los sonidos que alcanzaban sus oídos eran confusos, desorientadores. Algo caía a su alrededor con sordos golpes, y los gritos se convertían en ecos lejanos, cargados de terror y agonía.
Cuando el humo se disipó, dejó a la vista una escena inquietante. Alward observó que, a su alrededor, yacían los cuerpos de varios seguidores de la Serpiente, dispuestos en círculo. Todos ellos con la garganta cortada, la sangre brotando en oscuros charcos que humedecían las tablas del escenario. Alward entonces notó cómo una presencia se mantenía pegada a su espalda.
-Lamento la tardanza.-susurró una voz femenina conocida y fría, cercana a su oído.
Alward, sin dejar de observar a los hostiles que aún los rodeaban, sonrió brevemente bajo su máscara. Era Daga Nocturna.
-¿Cómo está tu brazo?
-Un rasguño.-Respondió ella, quitándole importancia al asunto.
La justiciera estaba tensa, sus dos dagas empuñadas con ligereza, sus ojos fijos en la multitud que parecía decidir si avanzar o temer el destino de aquellos que yacían en el suelo. Su postura, lista para atacar en cualquier dirección, era la de alguien acostumbrado a deslizarse entre las sombras y golpear sin ser visto, en contraste con el porte firme y decidido de Alward.
La pausa fue breve. No tardaron en lanzarse contra ellos, enfurecidos por la visión de sus compañeros caídos. Alward y Daga Nocturna actuaron al unísono, como dos fuerzas complementarias. Mientras él giraba y se movía en arcos amplios con Nattehimlen y Værdi, cortando el aire y desviando ataques, Daga Nocturna danzaba alrededor de él como una sombra, rápida y letal. Sus dagas silbaban en el aire, sus movimientos eran precisos y mortales, atacando puntos vulnerables con una agilidad excelente, sin dar respiro a los oponentes.
Un Buchón se abalanzó sobre Alward, blandiendo una espada de hierro con fuerza bruta. Alward bloqueó el golpe con Værdi, mientras con Nattehimlen cortaba el torso del atacante, que cayó sin vida. Otro seguidor intentó aprovechar la apertura, pero Daga Nocturna ya estaba allí, su daga cruzando el cuello del agresor en un movimiento fluido, dejándolo desplomarse a sus pies sin apenas esfuerzo.
-¿Has visto al Dramaturgo?-preguntó Alward entre jadeos, sin dejar de golpear y esquivar ataques.
-Sí.-contestó ella, en un segundo de respiro que los sectarios dieron.-Pero parecías estar en una situación más urgente.
Alward gruñó, agradecido pero consciente de que el Dramaturgo era el verdadero peligro que detener.
La multitud seguía rodeándolos, y la tensión no hacía más que aumentar. En un momento de distracción, varios Buchones intentaron rodearlos por ambos flancos, aprovechando una apertura en su defensa. Pero, de repente, los sectarios cayeron al suelo, uno tras otro, flechas surgiendo de sus espaldas como extraños espolones de madera.
Alward alzó la vista y divisó una silueta sobre uno de los tejados que rodeaban la plaza, un arco en alto y una figura que reconoció al instante.
-Bien hecho, Emm-murmuró para sí mismo, satisfecho.
Desde su posición elevada, Emmanuel tensó otra flecha en su arco y disparó, con una precisión infalible, derribando a otro de los hostiles que se acercaba peligrosamente a sus aliados. Cada disparo era preciso, cada flecha volaba con la certeza de la muerte hacia aquellos que intentaban aproximarse demasiado.
Alward y Daga Nocturna aprovecharon la distracción que ofrecía la presencia de Emmanuel. Con una rapidez renovada, continuaron su avance entre los Buchones que seguían cayendo, algunos por las espadas de Alward, otros por las dagas de Daga Nocturna y otros tantos por las flechas de Emmanuel.
-Tenemos una oportunidad-murmuró Daga Nocturna.-Si nos movemos ahora...
Alward asintió.
-Vamos.
Con Emmanuel cubriéndolos desde lo alto, Alward y Daga Nocturna se abrieron paso a través de los restos de la multitud. Los seguidores de la Serpiente, antes una marea implacable, comenzaban a retroceder, sus filas diezmadas, su fervor ahora teñido de miedo e incertidumbre. Alward no podía evitar sentir la urgencia de encontrar al Dramaturgo, de enfrentarlo y acabar con este “espectáculo” que había convertido la ciudad en un campo de batalla.
Pero, por ahora, todo lo que podía hacer era sobrevivir y seguir adelante, acompañado de sus aliados, hacia el próximo acto en esta trágica y siniestra obra.
--------------------------------Fin de la música de fondo------------------------------------
-----------------------------------------------------------------------------
Las calles por las que anduvo el Dramaturgo estaban sumidas en una calma extraña comparada con el bullicio que retumbaba en la ciudad. Katrina lo seguía, observándolo desde un rincones oscuros. No era su estilo intervenir de inmediato; prefería esperar, acechar desde las sombras.
Él se acercó a la entrada de una ermita, con su andar altivo y teatral.
Entró.
Katrina lo siguió. Con cautela, se escondía en rincones, vigas y mobiliario para que el cabecilla de las Sierpes no se percatara de su presencia. Finalmente, este abrió una trampilla y se metió por ella. La peliblanca quedó sola en ese momento.
El Dramaturgo continuó su camino, hasta encontrarse con quienes se suponía que debían de estar allí en ese momento; los invasores. Los dejó pasar. Aquellos pasillos no eran muy anchos, pero se podía circular en ambos sentidos. Se detuvo a unos pasos de la mujer a la que no esperaba encontrar allí, su máscara manteniendo todavía esa sonrisa. El líder de los Ojos de la Serpiente mostró esa mezcla de cordialidad y sarcasmo que lo caracterizaba. Hizo una elaborada reverencia, tan exagerada que parecía estar burlándose de algún protocolo invisible.
-Astrid, querida.-comenzó con esa voz de tono calculado, una especie de canto teatral.-¿Cuánto tiempo ha pasado desde nuestra última… audiencia? ¡Por Loki! ¡Cuánto habría dado por ver cómo te has desenvuelto en estos tiempos oscuros y caóticos!
Astrid se mantuvo inmutable, sus ojos fríos y penetrantes, observándolo con una mezcla de evaluación y distancia calculada. Finalmente, inclinó apenas la cabeza, suficiente para reconocer su presencia, pero no tanto como para sugerir sumisión alguna.
-Jason.-respondió, con un tono su característico tono sereno.-Veo que aún conservas tus… modales. He escuchado lo que has estado haciendo en esta ciudad. Lástima que me haya perdido tus obras.
El Dramaturgo soltó una risa ligera, encogiéndose de hombros como si el asunto le pareciera una simple molestia menor.
-No te preocupes por eso, querida. Lo que sí que me tenía en vilo era tu último encuentro con esos justicieros.-su máscara sonriente casi pareció sonreír más, pero de forma sádica.-¿Sabes que uno de ellos ha hecho su aparición justo en mi escenario? Ha sido asombroso.
-Ah, sí. Los justicieros... una molestia que no fue difícil quitarme de encima.
-Son como los villanos de una buena obra. Solo realzan nuestro propósito.-comentó, divertido.-Me sorprende que hayas decidido unirte al plan después de ese desliz en las catacumbas.
-Mis acciones responden a los deseos del Fantasma.-mostró cierto tono de devoción, como cada vez que hablaba del líder supremo de las Sierpes.-Además, mi tarea era asegurarme de que los seguidores de la Serpiente se mantuvieran leales. Hay muchos que tienden a la duda cuando se enfrentan a un enemigo… demasiado convincente. El veneno está siendo administrado con sumo cuidado. Asegurarnos de que se encuentre en manos competentes ha sido una prioridad. No sirve de nada si nuestros seguidores no son completamente fieles… o si caen bajo el influjo de influencias externas, como ocurrió con ciertos elementos disidentes en el pasado.
El Dramaturgo sonrió, pero sus ojos estaban afilados, evaluando cada palabra de Astrid, cada gesto. Por un instante, se asomó una chispa de sospecha en su mirada, antes de que él volviera a su fachada despreocupada.
-Ah, siempre tan meticulosa. Es refrescante saber que alguien en esta organización valora la eficiencia tanto como yo valoro el dramatismo.-bromeó.-¿Pero no crees que esta noche, especialmente esta noche, merecemos un poco de… improvisación?
Astrid entrecerró los ojos bajo su máscara de ceremonia, la frialdad en su rostro se intensificó.
-La improvisación es peligrosa, Jason. A menos que se controle adecuadamente, podría traicionar nuestros propósitos.
El Dramaturgo soltó una risa ahogada, sus hombros temblando con la diversión.
La ferviente convicción de Astrid era rígida e inflexible, y la locura excéntrica del Dramaturgo convertía cada palabra en una especie de baile macabro.
-El veneno está cumpliendo su propósito. Nuestros seguidores son cada vez más… susceptibles. Pero recuerda, Dramaturgo, si nos desviamos demasiado, el Fantasma no será tan indulgente con las consecuencias.
El Dramaturgo inclinó la cabeza, mostrando una obediencia irónica, casi burlona.
-Ah, Astrid, mi querida sacerdotisa de la Serpiente. No seríamos las Sierpes si no bailáramos en el filo de la navaja. Esta noche, Lunargenta verá nuestro verdadero poder… y al final, todos aplaudirán nuestro espectáculo.
Katrina salió de la ermita con premura, tenía que encontrar a Alward e indicarle por donde había ido el Dramaturgo.
Pero entonces, lo que se encontró la vampiresa la pilló por sorpresa. Un grupo desconocido rompió el aire quieto y aislado, llenándolo de una alerta silenciosa y una hostilidad latente. Aquellos recién llegados —con uniformes y actitudes que los delataban como guardias de Lunargenta, junto con unos pocos rostros que parecían aliados de causas nobles— se acercaban con determinación, observando a los seguidores de las Sierpes con ojos de acero.
A continuación, multitud de sujetos empezaron a salir de la ermita, los cuales se detuvieron al ver a la solitaria chica encapuchada y tapada tanto en manos como en la parte inferior del rostro. Cuando dirigieron su mirada varios metros más allá, vieron al grupo de desconocidos.
Desde otra calle, Alward y Daga Nocturna llegaron al lugar. Las espadas del primero estaban ya desenvainadas, sus hojas como presagios oscuros y luminosos. La figura enmascarada de Daga Nocturna se movía junto a él con fluidez, su postura relajada pero lista para desatar una danza letal en cualquier momento. Arriba, en los tejados circundantes, Emmanuel se desplazaba como un depredador, sus flechas apuntando hacia abajo, listo para defender a sus aliados desde su posición ventajosa.
Katrina, en medio de todas las miradas, señaló hacia la ermita y proyectó su voz mágica hacia todos los presentes, tanto enemigos, aliados o desconocidos.
-¡El Dramaturgo está dentro de ese edificio!-Dijo con voz firme y decidida.
Él se acercó a la entrada de una ermita, con su andar altivo y teatral.
Entró.
Katrina lo siguió. Con cautela, se escondía en rincones, vigas y mobiliario para que el cabecilla de las Sierpes no se percatara de su presencia. Finalmente, este abrió una trampilla y se metió por ella. La peliblanca quedó sola en ese momento.
El Dramaturgo continuó su camino, hasta encontrarse con quienes se suponía que debían de estar allí en ese momento; los invasores. Los dejó pasar. Aquellos pasillos no eran muy anchos, pero se podía circular en ambos sentidos. Se detuvo a unos pasos de la mujer a la que no esperaba encontrar allí, su máscara manteniendo todavía esa sonrisa. El líder de los Ojos de la Serpiente mostró esa mezcla de cordialidad y sarcasmo que lo caracterizaba. Hizo una elaborada reverencia, tan exagerada que parecía estar burlándose de algún protocolo invisible.
-Astrid, querida.-comenzó con esa voz de tono calculado, una especie de canto teatral.-¿Cuánto tiempo ha pasado desde nuestra última… audiencia? ¡Por Loki! ¡Cuánto habría dado por ver cómo te has desenvuelto en estos tiempos oscuros y caóticos!
Astrid se mantuvo inmutable, sus ojos fríos y penetrantes, observándolo con una mezcla de evaluación y distancia calculada. Finalmente, inclinó apenas la cabeza, suficiente para reconocer su presencia, pero no tanto como para sugerir sumisión alguna.
-Jason.-respondió, con un tono su característico tono sereno.-Veo que aún conservas tus… modales. He escuchado lo que has estado haciendo en esta ciudad. Lástima que me haya perdido tus obras.
El Dramaturgo soltó una risa ligera, encogiéndose de hombros como si el asunto le pareciera una simple molestia menor.
-No te preocupes por eso, querida. Lo que sí que me tenía en vilo era tu último encuentro con esos justicieros.-su máscara sonriente casi pareció sonreír más, pero de forma sádica.-¿Sabes que uno de ellos ha hecho su aparición justo en mi escenario? Ha sido asombroso.
-Ah, sí. Los justicieros... una molestia que no fue difícil quitarme de encima.
-Son como los villanos de una buena obra. Solo realzan nuestro propósito.-comentó, divertido.-Me sorprende que hayas decidido unirte al plan después de ese desliz en las catacumbas.
-Mis acciones responden a los deseos del Fantasma.-mostró cierto tono de devoción, como cada vez que hablaba del líder supremo de las Sierpes.-Además, mi tarea era asegurarme de que los seguidores de la Serpiente se mantuvieran leales. Hay muchos que tienden a la duda cuando se enfrentan a un enemigo… demasiado convincente. El veneno está siendo administrado con sumo cuidado. Asegurarnos de que se encuentre en manos competentes ha sido una prioridad. No sirve de nada si nuestros seguidores no son completamente fieles… o si caen bajo el influjo de influencias externas, como ocurrió con ciertos elementos disidentes en el pasado.
El Dramaturgo sonrió, pero sus ojos estaban afilados, evaluando cada palabra de Astrid, cada gesto. Por un instante, se asomó una chispa de sospecha en su mirada, antes de que él volviera a su fachada despreocupada.
-Ah, siempre tan meticulosa. Es refrescante saber que alguien en esta organización valora la eficiencia tanto como yo valoro el dramatismo.-bromeó.-¿Pero no crees que esta noche, especialmente esta noche, merecemos un poco de… improvisación?
Astrid entrecerró los ojos bajo su máscara de ceremonia, la frialdad en su rostro se intensificó.
-La improvisación es peligrosa, Jason. A menos que se controle adecuadamente, podría traicionar nuestros propósitos.
El Dramaturgo soltó una risa ahogada, sus hombros temblando con la diversión.
La ferviente convicción de Astrid era rígida e inflexible, y la locura excéntrica del Dramaturgo convertía cada palabra en una especie de baile macabro.
-El veneno está cumpliendo su propósito. Nuestros seguidores son cada vez más… susceptibles. Pero recuerda, Dramaturgo, si nos desviamos demasiado, el Fantasma no será tan indulgente con las consecuencias.
El Dramaturgo inclinó la cabeza, mostrando una obediencia irónica, casi burlona.
-Ah, Astrid, mi querida sacerdotisa de la Serpiente. No seríamos las Sierpes si no bailáramos en el filo de la navaja. Esta noche, Lunargenta verá nuestro verdadero poder… y al final, todos aplaudirán nuestro espectáculo.
Katrina salió de la ermita con premura, tenía que encontrar a Alward e indicarle por donde había ido el Dramaturgo.
Pero entonces, lo que se encontró la vampiresa la pilló por sorpresa. Un grupo desconocido rompió el aire quieto y aislado, llenándolo de una alerta silenciosa y una hostilidad latente. Aquellos recién llegados —con uniformes y actitudes que los delataban como guardias de Lunargenta, junto con unos pocos rostros que parecían aliados de causas nobles— se acercaban con determinación, observando a los seguidores de las Sierpes con ojos de acero.
A continuación, multitud de sujetos empezaron a salir de la ermita, los cuales se detuvieron al ver a la solitaria chica encapuchada y tapada tanto en manos como en la parte inferior del rostro. Cuando dirigieron su mirada varios metros más allá, vieron al grupo de desconocidos.
Desde otra calle, Alward y Daga Nocturna llegaron al lugar. Las espadas del primero estaban ya desenvainadas, sus hojas como presagios oscuros y luminosos. La figura enmascarada de Daga Nocturna se movía junto a él con fluidez, su postura relajada pero lista para desatar una danza letal en cualquier momento. Arriba, en los tejados circundantes, Emmanuel se desplazaba como un depredador, sus flechas apuntando hacia abajo, listo para defender a sus aliados desde su posición ventajosa.
Katrina, en medio de todas las miradas, señaló hacia la ermita y proyectó su voz mágica hacia todos los presentes, tanto enemigos, aliados o desconocidos.
-¡El Dramaturgo está dentro de ese edificio!-Dijo con voz firme y decidida.
___________________________________________________________
OFF;
Listo para los putasos (?).
- RESUMEN:
- Llevo al Dramaturgo hasta donde están Astrid y Eberus.
También hago mención a la llegada del grupo de Niniel y Vincent, y me uno a ellos para confrontar a los invasores.
Mi objetivo es confrontar a las Sierpes, luchar contra ellos y no dejar que cumplan con su objetivo (también matar al Dramaturgo). Katrina está oculta bajo su capucha y no ha revelado su identidad, al igual que Alward, por lo que ninguno de los cabecillas saben quiénes son. Emmanuel también está oculto y usa ropajes distintos a los que tenía cuando se enfrentó hace años a las Sierpes, por lo que nuestras identidades están en secreto por parte de los malos malosos (todavía) (Vin obviamente nos reconocerá porque ya ha viajado con nosotros antes).
No me quedó muy claro si las habilidades que Niniel usa tendrían efectos en mi y mis personajes al llegar después, así que para curarme en salud, no he hecho mención de eso. Si estoy equivocado, lo edito o en la siguiente ronda haré dicha mención.
Espero que la reportera Merié esté tomando buenos apuntes de lo ocurrido, la verdad se tiene que saber.
Por cierto, Daga Nocturna está recuperada de unas heridas que la dejaron bastante tocada, pero aun así no está al 100%, por lo que le estará en desventaja contra alguno de los personajes o con los cabecillas de las Sierpes. Esta información es para que Fehu la tenga en cuenta. Y, si Zagreus está leyendo esto, no te preocupes, dejaste a la Daga Nocturna bastante tiempo tocada, tanto que se le daba por desaparecida hasta ahora.
Vin, si al final resulta que estás allí, no digas mi nombre frente a las Sierpes, ni el de Katrina (?)
Alward Sevna
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Re: El retorno del vampiro [Evento Sacrestic]
Al brujo mercenario no le gustaba la fama. Digamos que no era ese tipo de personas, pero haberle sacado las castañas al ejército de los humanos, aquí y allá, le había granjeado interesantes contactos que no podía negar.
- Por supuesto, es por aquí-, respondió el soldado que discutía el cambio de edificios de lugar.
- Carol, acomoda a los niños y ayuda en lo que puedas. Yo tengo que…
- ¿Fingir que eres buen tipo? - contestó en tono divertido la mujer.
- Correcto-, respondió antes de ponerse en marcha siguiendo la figura del militar.
- Evita morirte, ¿quieres? - dijo aún con desenfado, pero más seria, como si fuera una madre avisando a su hijo.
- No te lo creerás, pero me esfuerzo en ello todos los días-, terminó por decir, sin detenerse.
No hacía falta girarse para “ver” el gesto que había puesto la mujer ante su típico desenfado.
En cualquier caso, el soldado no tardó en llevarlo al cuarto dónde tenían retenido al prisionero. Fuera había dos guardias apostados a ambos lados de la puerta, que miraron con suspicacia al que no era miembro del ejército real, ni la milicia, pero como venía acompañado por uno de los suyos, no dijeron nada. Dentro se escuchaban voces, pero el muchacho no perdió el tiempo y tocó en la puerta.
- ¡Quién viene! -
- Señor, traigo al brujo que nos ha ayudado en el pasado-, respondió el soldado nada más entrar, tras cuadrarse.
- ¿Quién? ¿Os habéis empeñado todos en hacerme perder el tiempo? Debo continuar con la fortificación de la plaza. No perdiendo el tiempo con gilipolleces-, manifestó, con cierto tono enfadado, desviando la mirada hacia otro guerrero que estaba dentro con él desde el principio, y que tragó saliva ante el comentario de su superior.
- Permítame que me presente. Soy Vincent Calhoun-, mentó, dando unos pasos al frente y superando al hombre que había sido su guía. - Ayudé a defender las murallas de Roilkat y luché en Edén…
- Ah. Ese brujo. Destruiste todo ese maldito lugar lleno de pirados. -
- No. Yo no…-, empezó a decir, antes de suspirar profundamente.
«Me cago en el chaval que esparce esos rumores sobre mí», pensó, mientras se daba un instante para cambiar el gesto de su cara.
- Sí, justo. Soy ese brujo. -
- Tu ayuda siempre será bienvenida. Pero, por favor, no destruyas esta ciudad en el proceso-, soltó más informal. - ¿Pero qué te trae aquí? A este cuarto. -
- Ni se me ocurriría. En Lunargenta tengo propiedad privada-, dijo tomando el comentario con humor. - Él-, comentó, señalando al hombre que no dejaba de desvariar, y que no se había callado en todo el rato en el que habían estado hablando.
- Ya tenía claro que venías a verme a mí o a él. Lo que pregunto en realidad es: ¿Por qué? -
- Por los rumores de lo que decía y que ya mismo puedo escuchar con mis propios oídos. ¿Puedo? - comentó, dando un paso hacia el prisionero.
El oficial respondió con un asentimiento de cabeza.
Vincent prosiguió su andar y se arrodilló con diestra para acercarse su rostro al hombre, que estaba en el suelo, con sus manos atadas y estas a su vez lo estaban a uno de los laterales de una estantería de madera fijada contra la pared.
El brujo volvió a escuchar los delirios del prisionero y acercó su rostro un poco más al de él.
- Las Sierpes ascenderán, nosotros ascenderemos con la Serpiente, compañero-, le dijo totalmente serio.
El loco sonrió como tal, con una expresión que lo hacía parecer aún más perturbado de lo que ya estaba.
- Las Sierpes golpearán desde la antigua Ermita-, contestó.
Vincent, no pudo evitar un acto reflejo que hizo que alejara la cara al enderezar su torso.
- No puede ser-, masculló, en un susurro. Ese hombre había pasado de loco a un informante válido. - ¿Cuántos? - preguntó, volviendo a acercar su rostro al tipo.
- Desde la sagrada ermita. Cuando los piratas ataquen. -
- Eso ya lo sé. Te he preguntado otra cuestión. -
Pero el prisionero comenzó a recitar la retahíla de frases que ya soltaba antes de que el brujo le influyera para decir más.
- Bueno, que son las sierpes, aparte de lo obvio. Qué son estas tonterías sobre serpientes. -
- Tonterías serias-, respondió, irguiendo su cuerpo para después acercarse al mando militar.
- No hablarás en serio. ¿Le das crédito a ese perturbado? Ya mis soldados me han hecho perder el tiempo al escuchar esa bobada. Reconozco que la parte que habla sobre la llegada desde las catacumbas mientras hay un ataque pirata es… Curioso, pues justo están atacando el puerto-, afirmó, para luego alargar la mano. - Pero mira su estado, es como si su mente ya estuviera platicando con los dioses.
Vincent pensó que quizás era buena idea que Níniel examinara a ese hombre, pues además de sanadora, era una gran alquimista. Más, la necesitaba en otra parte si lo dicho por el sujeto se volvía realidad. Y esa era la parte importante de todo aquello, que debía centrarse en aquello que podía volverse realidad.
- ¿Podemos acaso permitirnos no creerle? Hay que prepararse, en el peor de los casos será un mentira que nos hará perder tiempo-, dijo esta vez. Luego suspiró mientras pensaba en cómo convencer al oficial. - Mire, Las Sierpes son un grupo peligroso, no quiero perder el tiempo explicándolo con detalle, pero los conozco-. Obvió decir por medio de un amigo para no causar más preguntas innecesarias. Él era un brujo conocido por ayudarles, eso bastaría para convencerle. O eso esperaba. - Habla como un loco, pero sus palabras están llenas de verdad porque Las Sierpes existen, tienen capacidad para esto y son un misterio para casi todo el mundo. Y él los conoce.
El oficial fue el que ahora suspiró, para después hacer un gesto con la cabeza de disgusto.
- ¡Joder! Los problemas nunca vienen solos-, comentó. - Te creo. Cómo dices, perderemos mucho si no le hacemos caso y casi nada si elegimos lo contrario-, prosiguió mientras se ponía en marcha y hacía un gesto a los soldados que estaban dentro de la estancia para que le siguieran. - Vosotros dos, vigilad este cuarto y que nadie más entre-, ordenó a los dos que seguían fuera, antes de seguir su camino, mientras era seguido por los otros tres hombres, brujo incluido. - ¿Alguna idea? -
- Esa ermita, ¿a dónde se refiere? -
- No hay muchos templos de esa religión en la ciudad. ¿Una antigua? ¿Conoces la plaza dónde han instalado un teatro de madera? -
- Sí-, respondió. - Ah, entiendo-, comentó justo después, pues ya sabía a qué lugar se refería.
Vivir en esa ciudad tenía sus ventajas.
- Alertaré a mis hombres. Pero si atacan desde las catacumbas habrá muchos lugares por los que golpear. Así que los distribuiré de la mejor manera, dejando una gran parte en reserva para golpear en dónde haga falta, en cuánto reciba información de mis vanguardias. No puedo obrar de otra manera porque no sé con cuántos efectivos cuenta el enemigo y no sé dónde golpearán con mayor fuerza. También mandaré mensajes para alertar a otras guarniciones de la ciudad. -
- Ah, da gusto tratar con profesionales-, respondió el brujo. La guerra era una mierda, pero la camaradería entre hombres acostumbrados a ella era otra historia. - Con su beneplácito, iré a la ermita, comprobaré de primera mano si la información de nuestro amigo es verídica.
- ¿Irás solo? -
- No, con mi pareja. La sacerdotisa que anda curando a parte de la soldadesca es poderosa y me acompañará. Su amiga lo es igualmente. -
- Bien. La he visto. Vamos con ella. Tus habilidades de destrucción son conocidas, pero igualmente mandaré un grupo con ustedes -
Tras una corta caminata llegaron al salón dónde los soldados esperaban sanación, y para alegría del oficial, pues esa circunstancia agilizaría sus órdenes, uno de sus sargentos estaba allí, siendo curado, por lo que le cambió los planes sobre la marcha.
Nín había luchado mucho a lo largo de su vida. Ella ya se había convertido en veterana. Su propuesta no distaba de la idea del oficial y de la mejor opción en ese caso.
El resto es una historia que, incluso, ya ha sido contada en otros relatos. El grupo fue al lugar indicado. Sin embargo, ese día no dejaba de estar lleno de sorpresas.
- Eso parece-, mentó, al ver, tras una de las ventanas del edificio, una oscuridad expandirse con sus ojos de brujo, que no tardó en dirigir hacia el cielo.
Aún no era noche cerrada.
Era extraño, por varios motivos. El más obvio, y sorprendente, por quienes estaban usando la magia, lo que los convertía en sujetos de una especie en particular, pero igual también lo era el hecho de que aún era tiempo de penumbra y la oscuridad mágica quedaba más resaltada de lo que le gustaría a sus usuarios.
La magia parecía buscar evitar que se viera lo que ocurría dentro, a través de la ventanita, o la puerta, pero hasta la mirada de alguien que no pudiera detectar el éter podría verlo como un suceso extraño. Si alguien se paraba a mirar la ermita, claro estaba. La gente estaba centrada en sus propias vidas y problemas, de una ciudad con disturbios y ataque pirata. Pero era un riesgo y eso parecía indicar… ¿Aquello significaba que pensaban salir ya de la ermita?
- Al menos ya sabemos que el prisionero no mentía ni desvariaba-, afirmó, para después girar el cuello y mirar a uno de los hombres de la milicia. - Sargento, con su permiso. Ve y dile a tu capitán que el prisionero decía la verdad. Confirma la información.
El sargento se limitó a asentir y el muchacho se marchó a la carrera.
- ¿Has elegido al más joven por casualidad? -
- No -, respondió.
Más, aquella sólo era una de las sorpresas. Alguien le habló, una voz familiar. Aunque lo correcto sería decir que una voz se escuchó en el interior de su cabeza. Tras ello, Vincent miró en la otra dirección y aparecieron otras dos personas, y uno era claramente reconocible para él pese a la máscara.
- Vaya, vaya. No pensé que estarían en la ciudad. No podrían imaginar que hace unos instantes estaba pensando en ustedes al interrogar a un tipo, pues hablaba de una conocida serpiente-, manifestó. - Aunque el reencuentro tiene su lógica, dadas las circunstancias. Bella dama-, dirigió sus palabras a Katrina. - No me diga que el caballero enmascarado aún no ha declarado sus sentimientos por usted-, soltó con su habitual desparpajo. - Hechas las presentaciones, suena como alguien importante de la organización, habrá que intervenir y evitar que este mal se propague.
- Mejor no arriesgarse. Colocaré a mis tiradores en las alturas más cercanas a la ermita-, mentó, al tiempo que señalaba las casas cercanas, si había que entrar en casas privadas para subir a los balcones o tejados, se haría. - El resto atacaremos o…
- Déjalo en nuestras manos. Presentaré mis respetos a nuestros nuevos amigos junto a mis camaradas. Creo que es mejor que preparen un perímetro tras nosotros y vayan a por quien intente escapar o superarnos en número-, afirmó, mientras dejaba tiempo a los ballesteros y arqueros para colocarse en posición.
El sargento hizo caso al brujo y dio instrucciones al resto de sus hombres. Tras un rato, Vincent se puso en camino
Pero claro, los vampiros, según tremendo “Gansón”, podrían ser vampiratas, vampiñatas o vampirados, pero nunca vampiciegos.
No tardarían en ver la figura de un hombre solitario acercándose a la ermita, de frente y sin miedo. Podría ser un enemigo estúpido, o algo peor, algún vendedor de biblias. En cualquier caso, ese tipo iba a fastidiar todo el plan.
Cuando vieran al resto de soldados y guerreros, lo más lógico era pensar que no quedaba más remedio que iniciar el ataque. El brujo contaba con que los vampiros tuvieran cerebro y ganas de fiesta.
- ¡Hoy! ¡Los humanos volveréis a recordar vuestro terror! - gritó uno de los hombres, saliendo de la oscuridad, de frente al brujo.
El recuerdo de la zona le dejaba claro, pese a la oscuridad tras el sujeto, que había salido por la puerta y estaba justo delante de su umbral.
Cebo contra cebo. Vincent podía ser muchas cosas, pero no idiota. El único motivo para que saliera uno es que tenía compañeros justo detrás, en la oscuridad. Y si no se daba prisa, pronto saldrían más.
- Mis calzones se acaban de teñir de marrón por dentro. Si me disculpan, procederé a huir-, respondió.
Y ahí el brujo se echó a correr y se acabó esta hermosa historia.
Pues no, sólo hizo amago de ello y sin mediar más palabra, justo cuando el primero de los vampiros cargaba contra él, le dedicó un hermoso dragón de fuego que lo devoró por completo para después seguir su camino hacia el interior de la pequeña ermita. Golpeando todo lo que encontrase a su paso e impactando contra el fondo de la pared del templo en una hermosa deflagración.[1]
El paso del fuego había disminuido parte de la oscuridad mágica. Seguro que pueden imaginar por qué.
Vincent avanzó, pasando de largo de los hombres calcinados o retorciéndose en agónico dolor y se paró frente al umbral de la puerta, en dónde desenvainó la espada de fuego.
Su parte en la batalla había comenzado.
Níniel, usaste el mismo naranja que usé para mi amiga Carol en el post anterior, y tuve que cambiarlo, y para el oficial de la guardia, el mismo amarillo que un guardia antes. Te voy a regalar una paleta de colores para navidad (?) XDD
Resumen del post: Interrogo a Donton con la información que nos dios el máster Fehu en su relato, más lo que nos indicó offrol que podíamos sonsacar.
Con esa información alerto a la guardia para que tome las medidas pertinentes y se prepare para la nueva amenaza, y voy junto con Níniel, Cath y grupo de soldados a la Ermita mencionada. (Descuiden, el grupo no son los cien mil hijos de San Pito Pato. Es algo acorde a las circunstancias.)
Allí aparece Alward junto a Daga Nocturna y también aparece Katrina que nos avisa de la entrada del Dramaturgo a la Ermita. (Aunque evidentemente no sabemos exactamente dónde está)
Tras ello ataco con un Rugido del Dragón de Fuego [1], habilidad de nivel 7, pero no se gasta su uso porque consumo uno de las recuperaciones de habilidades otorgada por la magia de Níniel, Furia de Anar Maestra.
Lanzo el ataque por la entrada hacia el interior de la Ermita y hago un pequeño resumen de lo que considero lógicos efectos del ataque, pero el daño ocasionado y alcance total sobre las personas dentro se lo dejo en manos del master Fehu.
- Por supuesto, es por aquí-, respondió el soldado que discutía el cambio de edificios de lugar.
- Carol, acomoda a los niños y ayuda en lo que puedas. Yo tengo que…
- ¿Fingir que eres buen tipo? - contestó en tono divertido la mujer.
- Correcto-, respondió antes de ponerse en marcha siguiendo la figura del militar.
- Evita morirte, ¿quieres? - dijo aún con desenfado, pero más seria, como si fuera una madre avisando a su hijo.
- No te lo creerás, pero me esfuerzo en ello todos los días-, terminó por decir, sin detenerse.
No hacía falta girarse para “ver” el gesto que había puesto la mujer ante su típico desenfado.
En cualquier caso, el soldado no tardó en llevarlo al cuarto dónde tenían retenido al prisionero. Fuera había dos guardias apostados a ambos lados de la puerta, que miraron con suspicacia al que no era miembro del ejército real, ni la milicia, pero como venía acompañado por uno de los suyos, no dijeron nada. Dentro se escuchaban voces, pero el muchacho no perdió el tiempo y tocó en la puerta.
- ¡Quién viene! -
- Señor, traigo al brujo que nos ha ayudado en el pasado-, respondió el soldado nada más entrar, tras cuadrarse.
- ¿Quién? ¿Os habéis empeñado todos en hacerme perder el tiempo? Debo continuar con la fortificación de la plaza. No perdiendo el tiempo con gilipolleces-, manifestó, con cierto tono enfadado, desviando la mirada hacia otro guerrero que estaba dentro con él desde el principio, y que tragó saliva ante el comentario de su superior.
- Permítame que me presente. Soy Vincent Calhoun-, mentó, dando unos pasos al frente y superando al hombre que había sido su guía. - Ayudé a defender las murallas de Roilkat y luché en Edén…
- Ah. Ese brujo. Destruiste todo ese maldito lugar lleno de pirados. -
- No. Yo no…-, empezó a decir, antes de suspirar profundamente.
«Me cago en el chaval que esparce esos rumores sobre mí», pensó, mientras se daba un instante para cambiar el gesto de su cara.
- Sí, justo. Soy ese brujo. -
- Tu ayuda siempre será bienvenida. Pero, por favor, no destruyas esta ciudad en el proceso-, soltó más informal. - ¿Pero qué te trae aquí? A este cuarto. -
- Ni se me ocurriría. En Lunargenta tengo propiedad privada-, dijo tomando el comentario con humor. - Él-, comentó, señalando al hombre que no dejaba de desvariar, y que no se había callado en todo el rato en el que habían estado hablando.
- Ya tenía claro que venías a verme a mí o a él. Lo que pregunto en realidad es: ¿Por qué? -
- Por los rumores de lo que decía y que ya mismo puedo escuchar con mis propios oídos. ¿Puedo? - comentó, dando un paso hacia el prisionero.
El oficial respondió con un asentimiento de cabeza.
Vincent prosiguió su andar y se arrodilló con diestra para acercarse su rostro al hombre, que estaba en el suelo, con sus manos atadas y estas a su vez lo estaban a uno de los laterales de una estantería de madera fijada contra la pared.
El brujo volvió a escuchar los delirios del prisionero y acercó su rostro un poco más al de él.
- Las Sierpes ascenderán, nosotros ascenderemos con la Serpiente, compañero-, le dijo totalmente serio.
El loco sonrió como tal, con una expresión que lo hacía parecer aún más perturbado de lo que ya estaba.
- Las Sierpes golpearán desde la antigua Ermita-, contestó.
Vincent, no pudo evitar un acto reflejo que hizo que alejara la cara al enderezar su torso.
- No puede ser-, masculló, en un susurro. Ese hombre había pasado de loco a un informante válido. - ¿Cuántos? - preguntó, volviendo a acercar su rostro al tipo.
- Desde la sagrada ermita. Cuando los piratas ataquen. -
- Eso ya lo sé. Te he preguntado otra cuestión. -
Pero el prisionero comenzó a recitar la retahíla de frases que ya soltaba antes de que el brujo le influyera para decir más.
- Bueno, que son las sierpes, aparte de lo obvio. Qué son estas tonterías sobre serpientes. -
- Tonterías serias-, respondió, irguiendo su cuerpo para después acercarse al mando militar.
- No hablarás en serio. ¿Le das crédito a ese perturbado? Ya mis soldados me han hecho perder el tiempo al escuchar esa bobada. Reconozco que la parte que habla sobre la llegada desde las catacumbas mientras hay un ataque pirata es… Curioso, pues justo están atacando el puerto-, afirmó, para luego alargar la mano. - Pero mira su estado, es como si su mente ya estuviera platicando con los dioses.
Vincent pensó que quizás era buena idea que Níniel examinara a ese hombre, pues además de sanadora, era una gran alquimista. Más, la necesitaba en otra parte si lo dicho por el sujeto se volvía realidad. Y esa era la parte importante de todo aquello, que debía centrarse en aquello que podía volverse realidad.
- ¿Podemos acaso permitirnos no creerle? Hay que prepararse, en el peor de los casos será un mentira que nos hará perder tiempo-, dijo esta vez. Luego suspiró mientras pensaba en cómo convencer al oficial. - Mire, Las Sierpes son un grupo peligroso, no quiero perder el tiempo explicándolo con detalle, pero los conozco-. Obvió decir por medio de un amigo para no causar más preguntas innecesarias. Él era un brujo conocido por ayudarles, eso bastaría para convencerle. O eso esperaba. - Habla como un loco, pero sus palabras están llenas de verdad porque Las Sierpes existen, tienen capacidad para esto y son un misterio para casi todo el mundo. Y él los conoce.
El oficial fue el que ahora suspiró, para después hacer un gesto con la cabeza de disgusto.
- ¡Joder! Los problemas nunca vienen solos-, comentó. - Te creo. Cómo dices, perderemos mucho si no le hacemos caso y casi nada si elegimos lo contrario-, prosiguió mientras se ponía en marcha y hacía un gesto a los soldados que estaban dentro de la estancia para que le siguieran. - Vosotros dos, vigilad este cuarto y que nadie más entre-, ordenó a los dos que seguían fuera, antes de seguir su camino, mientras era seguido por los otros tres hombres, brujo incluido. - ¿Alguna idea? -
- Esa ermita, ¿a dónde se refiere? -
- No hay muchos templos de esa religión en la ciudad. ¿Una antigua? ¿Conoces la plaza dónde han instalado un teatro de madera? -
- Sí-, respondió. - Ah, entiendo-, comentó justo después, pues ya sabía a qué lugar se refería.
Vivir en esa ciudad tenía sus ventajas.
- Alertaré a mis hombres. Pero si atacan desde las catacumbas habrá muchos lugares por los que golpear. Así que los distribuiré de la mejor manera, dejando una gran parte en reserva para golpear en dónde haga falta, en cuánto reciba información de mis vanguardias. No puedo obrar de otra manera porque no sé con cuántos efectivos cuenta el enemigo y no sé dónde golpearán con mayor fuerza. También mandaré mensajes para alertar a otras guarniciones de la ciudad. -
- Ah, da gusto tratar con profesionales-, respondió el brujo. La guerra era una mierda, pero la camaradería entre hombres acostumbrados a ella era otra historia. - Con su beneplácito, iré a la ermita, comprobaré de primera mano si la información de nuestro amigo es verídica.
- ¿Irás solo? -
- No, con mi pareja. La sacerdotisa que anda curando a parte de la soldadesca es poderosa y me acompañará. Su amiga lo es igualmente. -
- Bien. La he visto. Vamos con ella. Tus habilidades de destrucción son conocidas, pero igualmente mandaré un grupo con ustedes -
Tras una corta caminata llegaron al salón dónde los soldados esperaban sanación, y para alegría del oficial, pues esa circunstancia agilizaría sus órdenes, uno de sus sargentos estaba allí, siendo curado, por lo que le cambió los planes sobre la marcha.
Nín había luchado mucho a lo largo de su vida. Ella ya se había convertido en veterana. Su propuesta no distaba de la idea del oficial y de la mejor opción en ese caso.
El resto es una historia que, incluso, ya ha sido contada en otros relatos. El grupo fue al lugar indicado. Sin embargo, ese día no dejaba de estar lleno de sorpresas.
- Eso parece-, mentó, al ver, tras una de las ventanas del edificio, una oscuridad expandirse con sus ojos de brujo, que no tardó en dirigir hacia el cielo.
Aún no era noche cerrada.
Era extraño, por varios motivos. El más obvio, y sorprendente, por quienes estaban usando la magia, lo que los convertía en sujetos de una especie en particular, pero igual también lo era el hecho de que aún era tiempo de penumbra y la oscuridad mágica quedaba más resaltada de lo que le gustaría a sus usuarios.
La magia parecía buscar evitar que se viera lo que ocurría dentro, a través de la ventanita, o la puerta, pero hasta la mirada de alguien que no pudiera detectar el éter podría verlo como un suceso extraño. Si alguien se paraba a mirar la ermita, claro estaba. La gente estaba centrada en sus propias vidas y problemas, de una ciudad con disturbios y ataque pirata. Pero era un riesgo y eso parecía indicar… ¿Aquello significaba que pensaban salir ya de la ermita?
- Al menos ya sabemos que el prisionero no mentía ni desvariaba-, afirmó, para después girar el cuello y mirar a uno de los hombres de la milicia. - Sargento, con su permiso. Ve y dile a tu capitán que el prisionero decía la verdad. Confirma la información.
El sargento se limitó a asentir y el muchacho se marchó a la carrera.
- ¿Has elegido al más joven por casualidad? -
- No -, respondió.
Más, aquella sólo era una de las sorpresas. Alguien le habló, una voz familiar. Aunque lo correcto sería decir que una voz se escuchó en el interior de su cabeza. Tras ello, Vincent miró en la otra dirección y aparecieron otras dos personas, y uno era claramente reconocible para él pese a la máscara.
- Vaya, vaya. No pensé que estarían en la ciudad. No podrían imaginar que hace unos instantes estaba pensando en ustedes al interrogar a un tipo, pues hablaba de una conocida serpiente-, manifestó. - Aunque el reencuentro tiene su lógica, dadas las circunstancias. Bella dama-, dirigió sus palabras a Katrina. - No me diga que el caballero enmascarado aún no ha declarado sus sentimientos por usted-, soltó con su habitual desparpajo. - Hechas las presentaciones, suena como alguien importante de la organización, habrá que intervenir y evitar que este mal se propague.
- Mejor no arriesgarse. Colocaré a mis tiradores en las alturas más cercanas a la ermita-, mentó, al tiempo que señalaba las casas cercanas, si había que entrar en casas privadas para subir a los balcones o tejados, se haría. - El resto atacaremos o…
- Déjalo en nuestras manos. Presentaré mis respetos a nuestros nuevos amigos junto a mis camaradas. Creo que es mejor que preparen un perímetro tras nosotros y vayan a por quien intente escapar o superarnos en número-, afirmó, mientras dejaba tiempo a los ballesteros y arqueros para colocarse en posición.
El sargento hizo caso al brujo y dio instrucciones al resto de sus hombres. Tras un rato, Vincent se puso en camino
Pero claro, los vampiros, según tremendo “Gansón”, podrían ser vampiratas, vampiñatas o vampirados, pero nunca vampiciegos.
No tardarían en ver la figura de un hombre solitario acercándose a la ermita, de frente y sin miedo. Podría ser un enemigo estúpido, o algo peor, algún vendedor de biblias. En cualquier caso, ese tipo iba a fastidiar todo el plan.
Cuando vieran al resto de soldados y guerreros, lo más lógico era pensar que no quedaba más remedio que iniciar el ataque. El brujo contaba con que los vampiros tuvieran cerebro y ganas de fiesta.
- ¡Hoy! ¡Los humanos volveréis a recordar vuestro terror! - gritó uno de los hombres, saliendo de la oscuridad, de frente al brujo.
El recuerdo de la zona le dejaba claro, pese a la oscuridad tras el sujeto, que había salido por la puerta y estaba justo delante de su umbral.
Cebo contra cebo. Vincent podía ser muchas cosas, pero no idiota. El único motivo para que saliera uno es que tenía compañeros justo detrás, en la oscuridad. Y si no se daba prisa, pronto saldrían más.
- Mis calzones se acaban de teñir de marrón por dentro. Si me disculpan, procederé a huir-, respondió.
Y ahí el brujo se echó a correr y se acabó esta hermosa historia.
Pues no, sólo hizo amago de ello y sin mediar más palabra, justo cuando el primero de los vampiros cargaba contra él, le dedicó un hermoso dragón de fuego que lo devoró por completo para después seguir su camino hacia el interior de la pequeña ermita. Golpeando todo lo que encontrase a su paso e impactando contra el fondo de la pared del templo en una hermosa deflagración.[1]
El paso del fuego había disminuido parte de la oscuridad mágica. Seguro que pueden imaginar por qué.
Vincent avanzó, pasando de largo de los hombres calcinados o retorciéndose en agónico dolor y se paró frente al umbral de la puerta, en dónde desenvainó la espada de fuego.
Su parte en la batalla había comenzado.
Offrol
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Níniel, usaste el mismo naranja que usé para mi amiga Carol en el post anterior, y tuve que cambiarlo, y para el oficial de la guardia, el mismo amarillo que un guardia antes. Te voy a regalar una paleta de colores para navidad (?) XDD
Resumen del post: Interrogo a Donton con la información que nos dios el máster Fehu en su relato, más lo que nos indicó offrol que podíamos sonsacar.
Con esa información alerto a la guardia para que tome las medidas pertinentes y se prepare para la nueva amenaza, y voy junto con Níniel, Cath y grupo de soldados a la Ermita mencionada. (Descuiden, el grupo no son los cien mil hijos de San Pito Pato. Es algo acorde a las circunstancias.)
Allí aparece Alward junto a Daga Nocturna y también aparece Katrina que nos avisa de la entrada del Dramaturgo a la Ermita. (Aunque evidentemente no sabemos exactamente dónde está)
Tras ello ataco con un Rugido del Dragón de Fuego [1], habilidad de nivel 7, pero no se gasta su uso porque consumo uno de las recuperaciones de habilidades otorgada por la magia de Níniel, Furia de Anar Maestra.
Lanzo el ataque por la entrada hacia el interior de la Ermita y hago un pequeño resumen de lo que considero lógicos efectos del ataque, pero el daño ocasionado y alcance total sobre las personas dentro se lo dejo en manos del master Fehu.
- Gif momento Puerta, sólo por los lols:
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- Gif idea regalo de Eberus, para un mayor números de lols:
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Vincent Calhoun
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Re: El retorno del vampiro [Evento Sacrestic]
El eco de las explosiones retumbó en los muelles de Lunargenta, iluminando la bahía con destellos rojos y naranjas que se reflejaban en las aguas embravecidas. La brisa traía consigo el aroma acre del aceite ardiendo y el crujido de madera partiéndose en las embarcaciones que sucumbían al fuego. Fëanor estaba en guardia, sus ojos recorriendo el panorama. Los pocos piratas que lograron llegar a tierra fueron interceptados por las fuerzas defensivas, pero la amenaza no había pasado del todo.
Fëanor estrechó la mandíbula, luchando con la incertidumbre. El bullicio de la ciudad, donde la Guardia aún lidiaba con los disturbios, resonaba con una mezcla de miedo y confusión. Sus dedos se tensaron, empuñando las manos, un gesto casi inconsciente que reflejaba la disyuntiva en su mente: ¿qué estaba ocurriendo? Los heridos que comenzaban a llegar al improvisado hospital de campaña eran poquísimos y en su mayoría eran heridas leves causadas por algún fragmento de escombro que salió disparado muy lejos y cayó sobre alguien con muy mala suerte. Se percibía una sensación sospecha generalizada en todos los presentes.
Fëanor debatía internamente entre su debía permanecer allí en el puerto esperando a un combate, o sería mejor regresar a la ciudad, donde presentía que sería más útil.
A su alrededor, los guardias esperaban órdenes, sus miradas oscilando entre él y las columnas de humo que se alzaban hacia el cielo ennegrecido. La decisión debía tomarse pronto.
En el aire, Ingela batió sus alas con fuerza, su cuerpo dracónico girando para esquivar un trozo de mástil ardiente que salió disparado por la última explosión. El calor de la metralla rozó sus escamas, [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo], más allá de un latido acelerado que resonaba en su pecho. Elevándose más alto, dejó atrás los proyectiles errantes y se obligó a estabilizar su vuelo. Desde esa posición privilegiada, pudo observar con más claridad lo que estaba ocurriendo.
Los barcos enemigos que habían alcanzado la bahía eran pocos, apenas capaces de representar una amenaza significativa. Pero mientras seguía ascendiendo, sus ojos captaron algo más allá, en el horizonte. Una enorme sombra antinatural se esparcía alejándose del puerto, flotando hacia otro destino. Su corazón se encogió al pensar en lo que aquello podía significar.
El fuego y el caos podían ser solo una distracción, y esa idea la llenó de una determinación renovada. -Un truco. Esa avanzada fue solo un truco- pensó angustiada, con una certeza inusual. Solo dudó un instante antes de inclinarse y seguir aquella sombra que algo ocultaba y ella, con su sentido del deber -o una insensata curiosidad- ardiendo con la misma intensidad que el puerto en llamas, iba a descubrir lo que era.
Con un último vistazo al puerto pensó en Fëanor y pidió a los dioses por su bienestar. Ingela inclinó las alas y comenzó a seguir a la sombra, decidida a descubrir lo que realmente estaba pasando.
En tierra, Fëanor sintió una corazonada y levantó la vista justo a tiempo para ver a Ingela alejándose hacia el este. Supo en ese instante que una decisión había sido tomada, al menos para ella. Inspiró profundamente, dejando que el aire llenara sus pulmones y volvió a enfocarse en su dilema. Tal vez debía confiar su instinto, tal como seguramente había hecho su compañera.
-Que los dioses nos acompañen- murmuró, preparándose para lo que fuera que la noche tuviera en reserva. Habló con otro de los sanadores que allí estaban para explicarle su presentimiento e informarle que volvería a la ciudad. Para su sorpresa y alivio, otros compartían su sentimiento y decidieron marcharse con él.
Fëanor estrechó la mandíbula, luchando con la incertidumbre. El bullicio de la ciudad, donde la Guardia aún lidiaba con los disturbios, resonaba con una mezcla de miedo y confusión. Sus dedos se tensaron, empuñando las manos, un gesto casi inconsciente que reflejaba la disyuntiva en su mente: ¿qué estaba ocurriendo? Los heridos que comenzaban a llegar al improvisado hospital de campaña eran poquísimos y en su mayoría eran heridas leves causadas por algún fragmento de escombro que salió disparado muy lejos y cayó sobre alguien con muy mala suerte. Se percibía una sensación sospecha generalizada en todos los presentes.
Fëanor debatía internamente entre su debía permanecer allí en el puerto esperando a un combate, o sería mejor regresar a la ciudad, donde presentía que sería más útil.
A su alrededor, los guardias esperaban órdenes, sus miradas oscilando entre él y las columnas de humo que se alzaban hacia el cielo ennegrecido. La decisión debía tomarse pronto.
En el aire, Ingela batió sus alas con fuerza, su cuerpo dracónico girando para esquivar un trozo de mástil ardiente que salió disparado por la última explosión. El calor de la metralla rozó sus escamas, [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo], más allá de un latido acelerado que resonaba en su pecho. Elevándose más alto, dejó atrás los proyectiles errantes y se obligó a estabilizar su vuelo. Desde esa posición privilegiada, pudo observar con más claridad lo que estaba ocurriendo.
Los barcos enemigos que habían alcanzado la bahía eran pocos, apenas capaces de representar una amenaza significativa. Pero mientras seguía ascendiendo, sus ojos captaron algo más allá, en el horizonte. Una enorme sombra antinatural se esparcía alejándose del puerto, flotando hacia otro destino. Su corazón se encogió al pensar en lo que aquello podía significar.
El fuego y el caos podían ser solo una distracción, y esa idea la llenó de una determinación renovada. -Un truco. Esa avanzada fue solo un truco- pensó angustiada, con una certeza inusual. Solo dudó un instante antes de inclinarse y seguir aquella sombra que algo ocultaba y ella, con su sentido del deber -o una insensata curiosidad- ardiendo con la misma intensidad que el puerto en llamas, iba a descubrir lo que era.
Con un último vistazo al puerto pensó en Fëanor y pidió a los dioses por su bienestar. Ingela inclinó las alas y comenzó a seguir a la sombra, decidida a descubrir lo que realmente estaba pasando.
En tierra, Fëanor sintió una corazonada y levantó la vista justo a tiempo para ver a Ingela alejándose hacia el este. Supo en ese instante que una decisión había sido tomada, al menos para ella. Inspiró profundamente, dejando que el aire llenara sus pulmones y volvió a enfocarse en su dilema. Tal vez debía confiar su instinto, tal como seguramente había hecho su compañera.
-Que los dioses nos acompañen- murmuró, preparándose para lo que fuera que la noche tuviera en reserva. Habló con otro de los sanadores que allí estaban para explicarle su presentimiento e informarle que volvería a la ciudad. Para su sorpresa y alivio, otros compartían su sentimiento y decidieron marcharse con él.
Ingela
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Re: El retorno del vampiro [Evento Sacrestic]
Los pies no me reaccionaban. Desde las enormes sombras de los edificios de la plaza, casi pegada a la pared, observaba todo sin perder detalle. Apuntaba discretamente en la libreta cada movimiento de aquellos encapuchados que se aglomeraban en la plaza, incluso pude hacer algunos bocetos de aquellas capas y máscaras que portaban algunos. Me cubrí instintivamente con el pañuelo casi hasta los ojos, ocultando a la perfección cada mechón de un cabello que hubiera llamado demasiado la atención.
Aquel a quien había seguido se subió con decisión a una tarima en mitad de la plaza, el silencio reinó y tan solo el sonido de la multitud, pies cubiertos y descalzos, tamborileando contra los adoquines hasta llenar todo el campo de visión desde la tarima. Permanecí allí, quieta, con el corazón encogido. Si aquello era algún tipo de representación teatral, llegaba en un momento muy delicado.
Discursos populistas sobre salvar al pueblo, sobre unas serpientes... Apuntaba todo en el cuaderno. Maldecía por lo bajo ante el pensamiento de quedarme sin tinta antes de que acabase toda aquella función. Promesas de unidad y de un futuro mejor, discursos que había leído en clase de historia de la política en algún momento de mi corta existencia y que ahora recitaba aquel hombre enmascarado. Pero entró en escena un espontáneo, o eso parecía, pues, el enmascarado no parecía muy contento con el nuevo actor en su función.
El bien y el mal, dos personas encima de una tarima de madera, peleando por su propia verdad, aclamándose ambos como portadores del bien. Había tantos paralelismos con el mundo en el que yo había crecido... Me sacudió un escalofrío toda la columna al no verme capaz de discernir, de no entender quién de los dos era realmente bueno. Me faltaban demasiados datos.
Pero la respuesta llegó más rápido de lo que pensaba. Un estrépito rompió Lunargenta en dos y alcé la vista para ver la enorme humareda que se levantaba en el cielo confundiéndose con azul estrellado que se empezaba a extender por la bóveda celeste. Gritos de guerra y devastación, los encapuchados arremetieron con los civiles que habían acudido, curiosos, a la actuación. Machetes, hachas, cuchillos... Macabras y variopintas armas blancas salían de debajo de las túnicas.
No me quedaba espacio entre la fría pared de mampostería y el cuerpo. Otra vez... Paralizada de cintura para abajo con las manos contra la pared, deseando que una brecha se abriera y me tragase la piedra. Miré las salidas de la plaza, todas colapsadas por la gente que empezaba a correr, y por aquellos fanáticos que cortaban el paso y a toda persona que estuviera dispuesta a huir.
Una mano en el hombro hizo que se me moviese el cuello, rápido como un látigo. Un hombre alto, de mediana edad, con el cabello casi hasta el mentón, gris ceniciento, la barba descuidada de un par de días. Me miró, portando una enorme espada a una mano que goteaba sangre, ¿Inocente? Recuerdos de Nagnu golpearon cada centímetro de mi cabeza. El olor metálico de la sangre, el agrio.
-Niña, pase lo que pase, no te separes de mi espalda. Si dejas de mirar al frente, mueres.-Dijo anteponiendo su cuerpo al mío.
A su lado sí parecía una niña. Era bastante más alto que yo, con una espalda que hacían dos, -o tres-, de la mía. Clavé la vista en la funda del enorme mandoble que se pasaba de mano en mano, como si fuera un juguete. Y comenzó a andar hacia la salida que los fanáticos taponaban, un embudo mortal.
La sangre me salpicaba las botas y el pañuelo a medida que se abría paso. Apartaba a los civiles indefensos, pero no podía girar a verlos. Si dejas de mirar el frente, mueres. Era lo único que repetía en mi mente una y otra vez. Arrancaba miembros y cortaba con una brutalidad pasmosa.
La noche se cerraba sobre nosotros, en parte agradecí esa oscuridad para no ver los horrores por los que estaba pisando. Una daga se clavó en su antebrazo. La sangre me impregnó el zurrón y la camiseta. Me permití desviar la mirada un segundo al cielo. Nos sobrevolaba un dragón, pero no eran Trae ni Drae. De repente no podía caminar, una mano casi esquelética me había tomado de la bota y tiraba hacia él. Entre toda la sangre, aquel hombre encapuchado, siseaba arrastrándose por el suelo, me enseñó los colmillos antes de clavarlos en mi pierna. Le pateé la cara antes de que pudiese hincarlos en la pantorrilla.
Una hoja de acero voló desde mi franco derecho, pasándome por encima del hombro y se le clavó en la frente. Se había arrancado la daga del brazo y la había lanzado.
-Que mires al frente, te dije. -El rostro tranquilo, cubierto de sangre, me daba incluso más miedo que aquel vampiro que acababa de rematar.
La guardia atacaba desde el otro lado de la pared de encapuchados, intentando romper el embudo. No me dejé volver a desconcentrarme de la visión clara de la vaina de aquella espada, de cuero negro, se ajustaba a su cuerpo con varias correas.
-¡Trickster! ¡Es Trickster, del Devil May Cry! -Gritaron desde el otro lado.
Trickster. Ahora mi salvador ya tenía nombre. Mi historia ya tenía un protagonista.
Entre la guardia y Trickster, deshicieron el tapón y los civiles empezaron a correr hacia los guardias, que hicieron un cordón para crear una zona segura.
-¡La ermita! ¡Están desviando las tropas a la ermita! -Gritó un guardia a Trickster, que cambiaba la espada de mano.
Lo noté, noté la magia que ululaba en ese momento en mis oídos, que vibró a nuestro alrededor al romper un pequeño escudo, fino, como una cáscara de huevo, se dispersó en pequeñas moléculas de polvo. Un brujo.
-A la ermita, pues. -Dijo con una media sonrisa en los labios, que me dedicó junto a una mirada fugaz por encima del hombro. -Espero que tengas una historia que merezca la pena, después de esto. Si es que salimos vivos.
No me dio tiempo a responder, me aferré con fuerza a mi libreta y a la pluma y echamos a andar a paso ligero hacia la famosa ermita.
_______________
Contad con mi pluma, pero ahora también con la espada de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo](Fehu tiene acceso a su ficha). Para todos los demás, fue un personaje del foro en sus inicios, Franco, su user murió en 2014 en un accidente de tráfico. Le hubiera encantado pelear con vosotros. Devil May Cry es su tienda de antigüedades donde acepta encargos de dudosa legalidad.
Aquel a quien había seguido se subió con decisión a una tarima en mitad de la plaza, el silencio reinó y tan solo el sonido de la multitud, pies cubiertos y descalzos, tamborileando contra los adoquines hasta llenar todo el campo de visión desde la tarima. Permanecí allí, quieta, con el corazón encogido. Si aquello era algún tipo de representación teatral, llegaba en un momento muy delicado.
Discursos populistas sobre salvar al pueblo, sobre unas serpientes... Apuntaba todo en el cuaderno. Maldecía por lo bajo ante el pensamiento de quedarme sin tinta antes de que acabase toda aquella función. Promesas de unidad y de un futuro mejor, discursos que había leído en clase de historia de la política en algún momento de mi corta existencia y que ahora recitaba aquel hombre enmascarado. Pero entró en escena un espontáneo, o eso parecía, pues, el enmascarado no parecía muy contento con el nuevo actor en su función.
El bien y el mal, dos personas encima de una tarima de madera, peleando por su propia verdad, aclamándose ambos como portadores del bien. Había tantos paralelismos con el mundo en el que yo había crecido... Me sacudió un escalofrío toda la columna al no verme capaz de discernir, de no entender quién de los dos era realmente bueno. Me faltaban demasiados datos.
Pero la respuesta llegó más rápido de lo que pensaba. Un estrépito rompió Lunargenta en dos y alcé la vista para ver la enorme humareda que se levantaba en el cielo confundiéndose con azul estrellado que se empezaba a extender por la bóveda celeste. Gritos de guerra y devastación, los encapuchados arremetieron con los civiles que habían acudido, curiosos, a la actuación. Machetes, hachas, cuchillos... Macabras y variopintas armas blancas salían de debajo de las túnicas.
No me quedaba espacio entre la fría pared de mampostería y el cuerpo. Otra vez... Paralizada de cintura para abajo con las manos contra la pared, deseando que una brecha se abriera y me tragase la piedra. Miré las salidas de la plaza, todas colapsadas por la gente que empezaba a correr, y por aquellos fanáticos que cortaban el paso y a toda persona que estuviera dispuesta a huir.
Una mano en el hombro hizo que se me moviese el cuello, rápido como un látigo. Un hombre alto, de mediana edad, con el cabello casi hasta el mentón, gris ceniciento, la barba descuidada de un par de días. Me miró, portando una enorme espada a una mano que goteaba sangre, ¿Inocente? Recuerdos de Nagnu golpearon cada centímetro de mi cabeza. El olor metálico de la sangre, el agrio.
-Niña, pase lo que pase, no te separes de mi espalda. Si dejas de mirar al frente, mueres.-Dijo anteponiendo su cuerpo al mío.
A su lado sí parecía una niña. Era bastante más alto que yo, con una espalda que hacían dos, -o tres-, de la mía. Clavé la vista en la funda del enorme mandoble que se pasaba de mano en mano, como si fuera un juguete. Y comenzó a andar hacia la salida que los fanáticos taponaban, un embudo mortal.
La sangre me salpicaba las botas y el pañuelo a medida que se abría paso. Apartaba a los civiles indefensos, pero no podía girar a verlos. Si dejas de mirar el frente, mueres. Era lo único que repetía en mi mente una y otra vez. Arrancaba miembros y cortaba con una brutalidad pasmosa.
La noche se cerraba sobre nosotros, en parte agradecí esa oscuridad para no ver los horrores por los que estaba pisando. Una daga se clavó en su antebrazo. La sangre me impregnó el zurrón y la camiseta. Me permití desviar la mirada un segundo al cielo. Nos sobrevolaba un dragón, pero no eran Trae ni Drae. De repente no podía caminar, una mano casi esquelética me había tomado de la bota y tiraba hacia él. Entre toda la sangre, aquel hombre encapuchado, siseaba arrastrándose por el suelo, me enseñó los colmillos antes de clavarlos en mi pierna. Le pateé la cara antes de que pudiese hincarlos en la pantorrilla.
Una hoja de acero voló desde mi franco derecho, pasándome por encima del hombro y se le clavó en la frente. Se había arrancado la daga del brazo y la había lanzado.
-Que mires al frente, te dije. -El rostro tranquilo, cubierto de sangre, me daba incluso más miedo que aquel vampiro que acababa de rematar.
La guardia atacaba desde el otro lado de la pared de encapuchados, intentando romper el embudo. No me dejé volver a desconcentrarme de la visión clara de la vaina de aquella espada, de cuero negro, se ajustaba a su cuerpo con varias correas.
-¡Trickster! ¡Es Trickster, del Devil May Cry! -Gritaron desde el otro lado.
Trickster. Ahora mi salvador ya tenía nombre. Mi historia ya tenía un protagonista.
Entre la guardia y Trickster, deshicieron el tapón y los civiles empezaron a correr hacia los guardias, que hicieron un cordón para crear una zona segura.
-¡La ermita! ¡Están desviando las tropas a la ermita! -Gritó un guardia a Trickster, que cambiaba la espada de mano.
Lo noté, noté la magia que ululaba en ese momento en mis oídos, que vibró a nuestro alrededor al romper un pequeño escudo, fino, como una cáscara de huevo, se dispersó en pequeñas moléculas de polvo. Un brujo.
-A la ermita, pues. -Dijo con una media sonrisa en los labios, que me dedicó junto a una mirada fugaz por encima del hombro. -Espero que tengas una historia que merezca la pena, después de esto. Si es que salimos vivos.
No me dio tiempo a responder, me aferré con fuerza a mi libreta y a la pluma y echamos a andar a paso ligero hacia la famosa ermita.
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Merié Stiffen
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Re: El retorno del vampiro [Evento Sacrestic]
Los barcos que defendían el puerto habían sido calafateados en exceso, más bien, pensó Sango, por las prisas que por otro motivo en concreto. Eran barcos que en otro tiempo habían sido el orgullo de la armada, pero que hoy en día reposaban tranquilos en posiciones de honor. Posiciones que no dudarían abandonar cuando se trataba de defender la tierra que los vio nacer. Sin embargo, parecía no haber gente que comandara aquellas naves.
Suspiros, murmullos y movimientos de nerviosismo e inquietud recorrieron los corazones de aquellos que observaban como un creciente velo de oscuridad se expandía desde los barcos enemigos, devorando todo aquello que antes había sido visible para ellos. Era como una cortina o una manta que se extendía ante sus ojos pero que vibraba con maldad y una antinaturalidad que hacía erizar el vello de la piel.
Un tenso y lúgubre silencio se instaló entre los defensores que se aferraban con fuerza a la seguridad de sus armas y se arrimaban con insistencia con el aliado más cercano.
Sango, que había apartado la mirada del velo, observaba a mujeres y hombres, y quiso aliviar la carga que los corazones, ahora encogidos de aquella buena gente, soportaban. Sin embargo, Inari Karjansen, le golpeó con el dorso de la mano en el pecho al ver que se adelantaba. El pelirrojo la observó con cierta sorpresa hasta que ella se adelantó un paso, momento en el que desvió la mirada.
Los barcos enemigos hicieron su aparición entre la oscuridad. La flota del puerto de Lunargenta aguardaba en su sitio. No saldrán.
Inari dio ordenes. Unas con las que Debacle no parecía estar de acuerdo y la teniente tuvo que tirar de ella y reprenderla para que aguantara la posición. Debacle se removió intranquila al volver junto a Sango que era incapaz de apartar la mirada del inminente impacto entre ambas armadas. Ellos son pocos. Frunció el ceño intranquilo mientras evaluaba la situación. Pocas naves habían trasvasado el oscuro velo, y aún así serían todo un desafío. Y además, su propia flota no se movía. El nerviosismo expresado por Debacle empezó a hacer mella en él.
Entonces sus ojos se desviaron hacia el contraste que producía una intensa luz recién prendida en una de las torres que daban la bienvenida al puerto. A su lado, con una potente voz, la teniente Inari Karjansen, responsable de la defensa del puerto, ordenó disparar.
Una lluvia de saetas y flechas incendiarias salieron disparadas desde decenas de puntos distribuidos por toda la línea del puerto, escondidos a la vista de todos hasta aquel preciso momento en el que la teniente dio la orden. Los proyectiles surcaron el cielo pero su vuelo se quedó corto. Demasiado corto y, además, erraron el disparo.
Sango, confundido, miró a Inari que se echaba hacia atrás lentamente.
La explosión que siguió a continuación fue tremendamente brutal. Los barcos se deshicieron en cientos de fragmentos que salían disparados a gran velocidad e impactaban contra la flota enemiga causando graves daños en el casco de los barcos y provocando que estas ardieran. La reacción fue devastadora para la flota que había entrado en el puerto. Y debería haber sido mucho mayor.
Ben escuchaba su propi corazón golpear su pecho. Sus parpadeos le hicieron volver en sí y se consciente de la situación. Las filas de la milicia y de la guardia se habían descompuesto. Los incendios en los barcos permitían ver a la perfección aquel desbarajuste en las líneas al igual que los primeros enemigos llegar, exhaustos, heridos y empapados al puerto.
El pelirrojo se puso en movimiento empuñando con fuerza el hacha y al trote embistió al primer enemigo confuso que había alcanzado el puerto. En el suelo acabó con su vida con un rápido golpe en la cabeza.
- ¡Empuñad las armas valientes defensores de Lunargenta!- su voz le sonaba amortiguada y gritó con más fuerza aún-. ¡Los Dioses serán testigos de nuestra victoria esta noche! ¡Cargad contra ellos! ¡No dejéis que entren en nuestro hogar, protejamos a los nuestros! ¡Por la victoria!
Hubo cierto titubeo al principio, pero como un cuerpo entumecido, los defensores se pusieron en marcha. Primero fueron los veteranos Guardias que se lanzaron hacia los enemigos que empezaban a organizarse en el puerto. Los milicianos, asustados, pero movidos por la rabia de ver a aquellos que querían arrebatarles su vida, se movilizaron siguiendo indicaciones de los guardias veteranos.
Se produjeron escaramuzas por todo el lugar, pero los cansados y heridos piratas no eran rivales para una Guardia que había cogido por sorpresa a la flota enemiga que se había internado en el puerto. Los golpes de sus enemigos, confusos y desorientados apenas hicieron mella en unas defensas espoleadas por el éxito de sus golpes y porque cada vez más se veían una clara superioridad que los atacantes no podía superar.
La victoria que consiguieron, sin embargo, resultó amarga. No eran el número que en un principio parecían ser incluso con la trampa que la teniente Inari Karjansen había tendido a la flota enemiga. No. Eran muy pocos. Los primeros gritos de victoria sonaron en el puerto.
Sango, que había abandonado las últimas escaramuzas, caminó hacia la teniente que lanzaba órdenes a uno y otros para terminar de contener la amenaza. Cuando le vio acercarse, se encaró hacia él.
- No los hemos cogido a todos- dijo Ben, ronco por el esfuerzo el humo y el calor que desprendían los barcos en llamas.
- Lo sé- dijo ella acercándose a él.
- Joder- respondió dándose la vuelta. Carraspeó.
- No tengo ni idea... El acceso al puerto, ahora mismo, está cortado. Desembarcar les resultará imposible...
- Y sin embargo están aquí dentro- interrumpió Ben-. Había incendios en la ciudad mientras avanzábamos hacia el puerto- volvió la mirada hacia la ciudad.
- No sé nada de los mensajeros con los que mantenía el contacto- se acercó aún más, en sus ojos había una expresión de miedo mezclada con alivio-. Nuestra misión era clara en ese sentido y creo que nadie quería ver el resultado- suspiró y sus ojos se desviaron hacia uno de los barcos siendo consumido por las aguas de la bahía-. Al menos desde cerca.
Ben la observó unos instantes en silencio, valorando las opciones que tenían por delante. Le parecía insensato abandonar el puerto y dejarlo con una defensa mínima incluso sabiendo que era muy difícil acceder al puerto. Por otra parte, si no había vía de comunicación con el mando en la ciudad, significaba que, o bien les habían dejado a su suerte, o bien que las cosas en la ciudad no estaban saliendo bien. Como lo primero le parecía poco probable, decidió que alguien debía ir y comprobar la situación.
- Bueno, tal y como están las cosas- tosió a un lado-, no podemos estar así, teniente. Ahora mismo estamos ciegos y sordos con respecto a lo que pase en la ciudad- la veterana soldado, Debacle, llegó junto a ellos-. Alguien debe ir a la ciudad y reestablecer las comunicaciones.
Sango guardó el hacha y se giró hacia el puerto para ver a su gente celebrar la victoria. Aquello era, sin duda, un empujón a la moral y a la autoestima de la tropa. Héroes que se habían arrojado contra la oscuridad y habían vencido en esa primera batalla. Sus ojos saltaban de gente que se abrazaba a otros que estaban saqueando el equipo y las armas de los rivales caídos. Les vendrá bien por si las cosas se ponen feas.
Se volvió hacia la teniente y hacia Debacle y se pasó la mano por la cabeza para peinar el pelo hacia atrás.
- Voy a volver a la ciudad- alzó una mano para que le escucharan-. Debemos saber qué está pasando. Tú me lo dijiste una vez, Debacle, para dar órdenes es necesario tener información y ahora mismo no sabemos nada más. Así que, iré a la ciudad, junto con un pelotón- miró a Debacle-. Tú, Livar, Estaquitas y el chaval, Ögge- la veterana no necesitó más para salir en la búsqueda de sus compañeros.
- Necesitamos saber qué hacer a continuación- dijo la teniente mientras asentía sin apartar la mirada del barco hundiéndose-. Aguantaremos aquí por si deciden volver o seremos el martillo que habrá de aniquilar a nuestros enemigos si así nos lo hacéis saber.
El pelirrojo sonrió.
- Deja que pase media campanada y si todo va bien por aquí envía gente a buscarnos, una pareja que conozca bien la ciudad; gente rápida y ágil. Deben eludir el combate, solo deben buscarnos. Para entonces, si los Dioses quieren, tendremos algo con lo que poder seguir avanzando.
Inari asintió y volvió a recuperar el gesto severo que caracterizaba a gran parte de los oficiales. Se saludaron al modo de la Guardia y se despidieron con palabras de suerte y ánimo.
Cuando Debacle llegó junto con las personas que él había llamado, los puso al tanto de la labor que debían acometer. Tras una rápida inspección de sus equipos, todos asintieron satisfechos. Ben se puso una mano en el pecho y apretó hasta notar el metal que colgaba de una tira de cuero que tenía alrededor del cuello. Curvó los labios hacia arriba y acto seguido dio la orden de ponerse en marcha rumbo al corazón de la ciudad.
Al trote, un pelotón de guerreros, abandonaba el puerto para meterse en una ciudad que, pese a tenerla memorizada al completo, sería, para ellos, como si estuvieran viéndola por primera vez.
Máster Fehu, total libertad con este pelotón, ubicación, si son emboscados, si dan con alguien importante, si se pierden... Lo que desees. Y si no hay preferencia pues ya me uno a alguna de las otras historias que acontecen en Lunargenta.
Suspiros, murmullos y movimientos de nerviosismo e inquietud recorrieron los corazones de aquellos que observaban como un creciente velo de oscuridad se expandía desde los barcos enemigos, devorando todo aquello que antes había sido visible para ellos. Era como una cortina o una manta que se extendía ante sus ojos pero que vibraba con maldad y una antinaturalidad que hacía erizar el vello de la piel.
Un tenso y lúgubre silencio se instaló entre los defensores que se aferraban con fuerza a la seguridad de sus armas y se arrimaban con insistencia con el aliado más cercano.
Sango, que había apartado la mirada del velo, observaba a mujeres y hombres, y quiso aliviar la carga que los corazones, ahora encogidos de aquella buena gente, soportaban. Sin embargo, Inari Karjansen, le golpeó con el dorso de la mano en el pecho al ver que se adelantaba. El pelirrojo la observó con cierta sorpresa hasta que ella se adelantó un paso, momento en el que desvió la mirada.
Los barcos enemigos hicieron su aparición entre la oscuridad. La flota del puerto de Lunargenta aguardaba en su sitio. No saldrán.
Inari dio ordenes. Unas con las que Debacle no parecía estar de acuerdo y la teniente tuvo que tirar de ella y reprenderla para que aguantara la posición. Debacle se removió intranquila al volver junto a Sango que era incapaz de apartar la mirada del inminente impacto entre ambas armadas. Ellos son pocos. Frunció el ceño intranquilo mientras evaluaba la situación. Pocas naves habían trasvasado el oscuro velo, y aún así serían todo un desafío. Y además, su propia flota no se movía. El nerviosismo expresado por Debacle empezó a hacer mella en él.
Entonces sus ojos se desviaron hacia el contraste que producía una intensa luz recién prendida en una de las torres que daban la bienvenida al puerto. A su lado, con una potente voz, la teniente Inari Karjansen, responsable de la defensa del puerto, ordenó disparar.
Una lluvia de saetas y flechas incendiarias salieron disparadas desde decenas de puntos distribuidos por toda la línea del puerto, escondidos a la vista de todos hasta aquel preciso momento en el que la teniente dio la orden. Los proyectiles surcaron el cielo pero su vuelo se quedó corto. Demasiado corto y, además, erraron el disparo.
Sango, confundido, miró a Inari que se echaba hacia atrás lentamente.
La explosión que siguió a continuación fue tremendamente brutal. Los barcos se deshicieron en cientos de fragmentos que salían disparados a gran velocidad e impactaban contra la flota enemiga causando graves daños en el casco de los barcos y provocando que estas ardieran. La reacción fue devastadora para la flota que había entrado en el puerto. Y debería haber sido mucho mayor.
Ben escuchaba su propi corazón golpear su pecho. Sus parpadeos le hicieron volver en sí y se consciente de la situación. Las filas de la milicia y de la guardia se habían descompuesto. Los incendios en los barcos permitían ver a la perfección aquel desbarajuste en las líneas al igual que los primeros enemigos llegar, exhaustos, heridos y empapados al puerto.
El pelirrojo se puso en movimiento empuñando con fuerza el hacha y al trote embistió al primer enemigo confuso que había alcanzado el puerto. En el suelo acabó con su vida con un rápido golpe en la cabeza.
- ¡Empuñad las armas valientes defensores de Lunargenta!- su voz le sonaba amortiguada y gritó con más fuerza aún-. ¡Los Dioses serán testigos de nuestra victoria esta noche! ¡Cargad contra ellos! ¡No dejéis que entren en nuestro hogar, protejamos a los nuestros! ¡Por la victoria!
Hubo cierto titubeo al principio, pero como un cuerpo entumecido, los defensores se pusieron en marcha. Primero fueron los veteranos Guardias que se lanzaron hacia los enemigos que empezaban a organizarse en el puerto. Los milicianos, asustados, pero movidos por la rabia de ver a aquellos que querían arrebatarles su vida, se movilizaron siguiendo indicaciones de los guardias veteranos.
Se produjeron escaramuzas por todo el lugar, pero los cansados y heridos piratas no eran rivales para una Guardia que había cogido por sorpresa a la flota enemiga que se había internado en el puerto. Los golpes de sus enemigos, confusos y desorientados apenas hicieron mella en unas defensas espoleadas por el éxito de sus golpes y porque cada vez más se veían una clara superioridad que los atacantes no podía superar.
La victoria que consiguieron, sin embargo, resultó amarga. No eran el número que en un principio parecían ser incluso con la trampa que la teniente Inari Karjansen había tendido a la flota enemiga. No. Eran muy pocos. Los primeros gritos de victoria sonaron en el puerto.
Sango, que había abandonado las últimas escaramuzas, caminó hacia la teniente que lanzaba órdenes a uno y otros para terminar de contener la amenaza. Cuando le vio acercarse, se encaró hacia él.
- No los hemos cogido a todos- dijo Ben, ronco por el esfuerzo el humo y el calor que desprendían los barcos en llamas.
- Lo sé- dijo ella acercándose a él.
- Joder- respondió dándose la vuelta. Carraspeó.
- No tengo ni idea... El acceso al puerto, ahora mismo, está cortado. Desembarcar les resultará imposible...
- Y sin embargo están aquí dentro- interrumpió Ben-. Había incendios en la ciudad mientras avanzábamos hacia el puerto- volvió la mirada hacia la ciudad.
- No sé nada de los mensajeros con los que mantenía el contacto- se acercó aún más, en sus ojos había una expresión de miedo mezclada con alivio-. Nuestra misión era clara en ese sentido y creo que nadie quería ver el resultado- suspiró y sus ojos se desviaron hacia uno de los barcos siendo consumido por las aguas de la bahía-. Al menos desde cerca.
Ben la observó unos instantes en silencio, valorando las opciones que tenían por delante. Le parecía insensato abandonar el puerto y dejarlo con una defensa mínima incluso sabiendo que era muy difícil acceder al puerto. Por otra parte, si no había vía de comunicación con el mando en la ciudad, significaba que, o bien les habían dejado a su suerte, o bien que las cosas en la ciudad no estaban saliendo bien. Como lo primero le parecía poco probable, decidió que alguien debía ir y comprobar la situación.
- Bueno, tal y como están las cosas- tosió a un lado-, no podemos estar así, teniente. Ahora mismo estamos ciegos y sordos con respecto a lo que pase en la ciudad- la veterana soldado, Debacle, llegó junto a ellos-. Alguien debe ir a la ciudad y reestablecer las comunicaciones.
Sango guardó el hacha y se giró hacia el puerto para ver a su gente celebrar la victoria. Aquello era, sin duda, un empujón a la moral y a la autoestima de la tropa. Héroes que se habían arrojado contra la oscuridad y habían vencido en esa primera batalla. Sus ojos saltaban de gente que se abrazaba a otros que estaban saqueando el equipo y las armas de los rivales caídos. Les vendrá bien por si las cosas se ponen feas.
Se volvió hacia la teniente y hacia Debacle y se pasó la mano por la cabeza para peinar el pelo hacia atrás.
- Voy a volver a la ciudad- alzó una mano para que le escucharan-. Debemos saber qué está pasando. Tú me lo dijiste una vez, Debacle, para dar órdenes es necesario tener información y ahora mismo no sabemos nada más. Así que, iré a la ciudad, junto con un pelotón- miró a Debacle-. Tú, Livar, Estaquitas y el chaval, Ögge- la veterana no necesitó más para salir en la búsqueda de sus compañeros.
- Necesitamos saber qué hacer a continuación- dijo la teniente mientras asentía sin apartar la mirada del barco hundiéndose-. Aguantaremos aquí por si deciden volver o seremos el martillo que habrá de aniquilar a nuestros enemigos si así nos lo hacéis saber.
El pelirrojo sonrió.
- Deja que pase media campanada y si todo va bien por aquí envía gente a buscarnos, una pareja que conozca bien la ciudad; gente rápida y ágil. Deben eludir el combate, solo deben buscarnos. Para entonces, si los Dioses quieren, tendremos algo con lo que poder seguir avanzando.
Inari asintió y volvió a recuperar el gesto severo que caracterizaba a gran parte de los oficiales. Se saludaron al modo de la Guardia y se despidieron con palabras de suerte y ánimo.
Cuando Debacle llegó junto con las personas que él había llamado, los puso al tanto de la labor que debían acometer. Tras una rápida inspección de sus equipos, todos asintieron satisfechos. Ben se puso una mano en el pecho y apretó hasta notar el metal que colgaba de una tira de cuero que tenía alrededor del cuello. Curvó los labios hacia arriba y acto seguido dio la orden de ponerse en marcha rumbo al corazón de la ciudad.
Al trote, un pelotón de guerreros, abandonaba el puerto para meterse en una ciudad que, pese a tenerla memorizada al completo, sería, para ellos, como si estuvieran viéndola por primera vez.
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(0) La victoria en el puerto es clara, por tanto, una vez eliminados los enemigos que se han atrevido a poner el pie en el Puerto de Lunargenta, Sango, junto con un pelotón formado por Debacle, Livar, Estaquitas y Ögge, se meten en la ciudad con el objetivo de, primero, contactar con un mando superior y ponerles al tanto de la situación y, segundo, si esto no fuera posible, hacer que las tropas destacadas en el Puerto tengan información para realizar un plan de acción. Máster Fehu, total libertad con este pelotón, ubicación, si son emboscados, si dan con alguien importante, si se pierden... Lo que desees. Y si no hay preferencia pues ya me uno a alguna de las otras historias que acontecen en Lunargenta.
Sango
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Re: El retorno del vampiro [Evento Sacrestic]
Las llamas parecían menguar ante el trabajo común de aquellos que habían seguido las órdenes precisas de Eilydh y Eltrant y la incertidumbre inicial que presentaba el variopinto grupo que había acudido a ayudarlos se vió transformada de manera progresiva en alivio parcial y ápices de felicidad.
El jolgorio, sin embargo no duró mucho y poco a poco el fuego, casi extinto, pasó a ser el segundo foco de atención de aquellos que habitaban Lunargenta. Los sonidos quejosos de personas indignadas por acciones algo fuera de lo común fue aumentando de manera exponencial. En una primera estancia, la vitrina de dulces de la pastelera fue saqueada mientras el pueblo aún luchaba con el agua del pozo cercano. Acto seguido, el saqueo se extendió a tiendas cercanas creando destrozos que obligaron a parar la faena de aguaderos, con los dueños de los negocios preocupados por esa nueva amenaza.
Varios habitantes de Lunargenta se atrevieron a parar a aquellos nuevos visitantes que habían aparecido de la nada y no tenían intención de ayudar:
-¡Eh!, Tú, mequetrefe! - dijo el marido de la panadera agarrando por el atuendo inusual y casi hecho harapos de aquel que había iniciado el saqueo de su tienda- ¡Es que acaso no ves que hemos estado ayudando a no morir entre cenizas! Maldigo a tu casta por aprovechar este momento de vulnerabilida...
El hombre se giró con expresión sádica y sin pensarlo un segundo agarró al panadero del cuello apretando con fuerza hasta que el aire dejó de nutrir sus tejidos y la palidez lo hizo dejar de resistirse. Tan solo entonces lo dejó caer al suelo. La sonrisa macabra aún en sus labios y con un gesto especial el caos se sembró en los presentes que de pronto quedaron abordados por bastantes figuras vestidas de la misma manera haraposa. Piratas lejos del mar al que estaban acostumbrados. Muchos de ellos no se bastaron con saquear las tiendas y crear caos sino que comenzaron a secuestrar a mujeres y desnudarlas en un intento tosco de tomarlas también como presas
Las mujeres que acompañaban a aquellos nuevos visitantes, todas ligeras de ropa y con señales inequívocas de enfermedades varias, también se unieron al saqueo y los destrozos, ayudando a aquellos que se resistían al yugo de los piratas y divirtiéndose con los que en pánico intentaban escapar.
Un grito de terror inició una ola de los mismos y al ver como un cuerpo inerte caía al suelo con unas marcas caracteristicas en su cuello, Eilydh entendió que aquellos no eran un grupo aislado.
-¿Dónde diablo esta la guardia cuando se los necesita?- dijo Eilydh dirigiéndose a Eltrant mientras zafaba del intento de agarre de uno de aquellos piratas.
-En la ermita... -dijo uno de los pequeños que había estado yendo y viniendo de los distintos focos de fuego asegurándose que los procedimientos de aquella zona eran seguidos por el resto- ¡Por fin han dado con la amenaza real! Estamos salvados gracias a ellos.. los barcos han estallado y nuestra guardia va a defendernos de...
-Tu guardia no acertaría a un ciervo apresado con una diana en las astas- dijo Eilydh rebuscando entre sus botas y sacando de ella una pequeña daga- Toma esto y lucha como el resto de tus vecinos, o huye, pero deja de fantasear con una salvación inexistente- añadió.
De nuevo las manos burdas de un hombre aprovecharon para intentar asirla por la cintura, la elfa se resistió de manera eficaz y en un aspaviento desenvainó a Karma, cruzando la hoja de la misma por la mejilla de aquel pirata.
-¿De dónde han salido estos?- le dijo a Eltrant, notando como el hombre comenzaba a ayudar en la pelea deshaciéndose de algunos piratas a su lado- Se supone que llevan esperando este ataque días... meses, según mis fuentes- el pirata se secó la sangre y algo enfurecido por aquel desplante se hizo de nuevo por la elfa esta vez blasfemando las maneras en las que iba a violarla en cuanto sus manos se posasen sobre ella.
La furia de EIlydh aumentaba a pesar de intentar ignorar aquellas amenazas. El recuerdo de unas palabras similares demasiado cercanas a ella como para no hacerlo. Dejó entonces de jugar con el atacante y en una embestida que más fue la defensa de otro ataque clavó la hoja de Karma en el estómago del pirata, la sangre surcando el azul plateado de su espada que pareció brillar al contacto con el líquido viscoso.
Sonrió algo hastiada por la sensación de añoranza que aquello había dejado en ella a la par que se deshacía de aquel cadáver.
-Esta parte está perdida- dijo Eilydh notando como los cuerpos piratas se tornaban sobre la mayor parte de la población- Pero quizás no el grueso... Vamos, anciano... sírveme de algo y cúbreme las espaldas... al fin y al cabo parece que no se te da bastante mal usar tu espada- le guiñó un ojo y dió un pequeño silbido a Ash'alá quien de un salto se subió sobre uno de los edificios y comenzó a caminar.
Eilydh lo siguió por tierra, apartando con estocadas de espada a aquellos que se atreviesen a intentar atraparla. El tigre sirviendo de visión periférica sobre los edificios buscando de manera alta el camino a través del que se habían acercado a ellos aquel grupo de piratas y prostitutas. Eilydh copió los movimientos del tigre a la carrera y en unos minutos se encontraron en una calle paralela que aún no había sido alcanzada por el bullicio.
-¿Cómo han accedido a la ermita?- dijo tomando aliento- Con el cierre del puerto, Lunargenta era un compartimento estanco ¿Acaso han estado buscando una amenaza externa cuando el enemigo ya estaba entre ellos?
Ash'alá volvió a moverse, indicando que había encontrado de nuevo el trazo de destrucción que los piratas habían estado dejando a su paso. La elfa se movió ágil entre las sombras alcanzando entre las callejuelas el punto exacto en el que...
Abrió mucho los ojos, frenando sus pasos y manteniéndose oculta mientras exploraba el espectáculo de aparición de aquellos hombres y mujeres. Un espacio ínfimo entre la muralla principal y el puerto por el que uno a uno se aupaban el grueso de aquellos hombres. Una entrada oculta sin duda no custodiaba por aquellos demasiado preocupados en abrillantar sus armaduras.
Instó a Ash'alá a agazaparse y mantenerse oculto. Pero eran al menos un centenar y ellos eran dos... tres si contaban con el anciano aunque no entendía bien como podía ayudarla.
Jugueteó nerviosa con el collar en su cuello y lo miró de pronto, como si la solución hubiese estado siempre allí.
-Espero que hayas tomado fuerza estos 10 minutos que hemos tenido de descanso- dijo- En Lunargenta, no hay nunca descanso para los malditos.
Escapó de su escondite a la carrera, atacando a cualquier pirata o prostituta que hubiese sorprendido.Posicionándose a una distancia cercana del lugar por el que habían estado entrando aquellos piratas. Carne de cañón para aquellos que recién llegaban a la ciudad. No tardaron, sin embargo en rodearla por lo que pronunció de manera casi muda:
-Aiyä-[1] mencionó sintiendo a su montura bajo ella de inmediato
El efecto no se hizo de esperar, el tigre blanco de las nieves apareció frente a ella creando una onda de expansión con su llegada que hizo caer a cualquiera que se encontrase lo suficientemente cercano a la chica, dándole un respiro y ángulo de visión certera a la chica quien accionó entonces el collar en su cuello [2]
Sus piernas comenzaron a arder de manera sutil y unos trazos incoloros parecieron iluminarse bajo su piel en forma de runas.La adrenalina de aquello que la había accionado la guió y el instinto que había visto en varias ocasiones en el lobo que había considerado su amigo la inundó. Saltó de manera certera sobre la entrada a las catacumbas asegurándose de que su dirección fuese perpendicular a la misma y que el muro interno de aquel pasadizo estuviese en la dirección de su salto, como si fuese a zambullirse de bruces en el mar de caos que eran las catacumbas.
El efecto de aquella habilidad no se hizo esperar y en el momento en el que su cuerpo chocó contra el muro interno de la catacumba el impacto liberó tras ella fuego etéreo inundando el túnel. La chica imaginó aquello como el túnel oscuro de una ratonera que de pronto se había visto incendiada desde el punto de salida.
Ella misma se apresuró a salir de allí usando a Karma como punto de anclaje antes de que las llamas consumiesen más que parte de sus ropajes y parte de su brazo de manera superficial, producto de la expansión tras ella y hacia el centro mismo de la catacumba del fuego etéreo.
El jolgorio, sin embargo no duró mucho y poco a poco el fuego, casi extinto, pasó a ser el segundo foco de atención de aquellos que habitaban Lunargenta. Los sonidos quejosos de personas indignadas por acciones algo fuera de lo común fue aumentando de manera exponencial. En una primera estancia, la vitrina de dulces de la pastelera fue saqueada mientras el pueblo aún luchaba con el agua del pozo cercano. Acto seguido, el saqueo se extendió a tiendas cercanas creando destrozos que obligaron a parar la faena de aguaderos, con los dueños de los negocios preocupados por esa nueva amenaza.
Varios habitantes de Lunargenta se atrevieron a parar a aquellos nuevos visitantes que habían aparecido de la nada y no tenían intención de ayudar:
-¡Eh!, Tú, mequetrefe! - dijo el marido de la panadera agarrando por el atuendo inusual y casi hecho harapos de aquel que había iniciado el saqueo de su tienda- ¡Es que acaso no ves que hemos estado ayudando a no morir entre cenizas! Maldigo a tu casta por aprovechar este momento de vulnerabilida...
El hombre se giró con expresión sádica y sin pensarlo un segundo agarró al panadero del cuello apretando con fuerza hasta que el aire dejó de nutrir sus tejidos y la palidez lo hizo dejar de resistirse. Tan solo entonces lo dejó caer al suelo. La sonrisa macabra aún en sus labios y con un gesto especial el caos se sembró en los presentes que de pronto quedaron abordados por bastantes figuras vestidas de la misma manera haraposa. Piratas lejos del mar al que estaban acostumbrados. Muchos de ellos no se bastaron con saquear las tiendas y crear caos sino que comenzaron a secuestrar a mujeres y desnudarlas en un intento tosco de tomarlas también como presas
Las mujeres que acompañaban a aquellos nuevos visitantes, todas ligeras de ropa y con señales inequívocas de enfermedades varias, también se unieron al saqueo y los destrozos, ayudando a aquellos que se resistían al yugo de los piratas y divirtiéndose con los que en pánico intentaban escapar.
Un grito de terror inició una ola de los mismos y al ver como un cuerpo inerte caía al suelo con unas marcas caracteristicas en su cuello, Eilydh entendió que aquellos no eran un grupo aislado.
-¿Dónde diablo esta la guardia cuando se los necesita?- dijo Eilydh dirigiéndose a Eltrant mientras zafaba del intento de agarre de uno de aquellos piratas.
-En la ermita... -dijo uno de los pequeños que había estado yendo y viniendo de los distintos focos de fuego asegurándose que los procedimientos de aquella zona eran seguidos por el resto- ¡Por fin han dado con la amenaza real! Estamos salvados gracias a ellos.. los barcos han estallado y nuestra guardia va a defendernos de...
-Tu guardia no acertaría a un ciervo apresado con una diana en las astas- dijo Eilydh rebuscando entre sus botas y sacando de ella una pequeña daga- Toma esto y lucha como el resto de tus vecinos, o huye, pero deja de fantasear con una salvación inexistente- añadió.
De nuevo las manos burdas de un hombre aprovecharon para intentar asirla por la cintura, la elfa se resistió de manera eficaz y en un aspaviento desenvainó a Karma, cruzando la hoja de la misma por la mejilla de aquel pirata.
-¿De dónde han salido estos?- le dijo a Eltrant, notando como el hombre comenzaba a ayudar en la pelea deshaciéndose de algunos piratas a su lado- Se supone que llevan esperando este ataque días... meses, según mis fuentes- el pirata se secó la sangre y algo enfurecido por aquel desplante se hizo de nuevo por la elfa esta vez blasfemando las maneras en las que iba a violarla en cuanto sus manos se posasen sobre ella.
La furia de EIlydh aumentaba a pesar de intentar ignorar aquellas amenazas. El recuerdo de unas palabras similares demasiado cercanas a ella como para no hacerlo. Dejó entonces de jugar con el atacante y en una embestida que más fue la defensa de otro ataque clavó la hoja de Karma en el estómago del pirata, la sangre surcando el azul plateado de su espada que pareció brillar al contacto con el líquido viscoso.
Sonrió algo hastiada por la sensación de añoranza que aquello había dejado en ella a la par que se deshacía de aquel cadáver.
-Esta parte está perdida- dijo Eilydh notando como los cuerpos piratas se tornaban sobre la mayor parte de la población- Pero quizás no el grueso... Vamos, anciano... sírveme de algo y cúbreme las espaldas... al fin y al cabo parece que no se te da bastante mal usar tu espada- le guiñó un ojo y dió un pequeño silbido a Ash'alá quien de un salto se subió sobre uno de los edificios y comenzó a caminar.
Eilydh lo siguió por tierra, apartando con estocadas de espada a aquellos que se atreviesen a intentar atraparla. El tigre sirviendo de visión periférica sobre los edificios buscando de manera alta el camino a través del que se habían acercado a ellos aquel grupo de piratas y prostitutas. Eilydh copió los movimientos del tigre a la carrera y en unos minutos se encontraron en una calle paralela que aún no había sido alcanzada por el bullicio.
-¿Cómo han accedido a la ermita?- dijo tomando aliento- Con el cierre del puerto, Lunargenta era un compartimento estanco ¿Acaso han estado buscando una amenaza externa cuando el enemigo ya estaba entre ellos?
Ash'alá volvió a moverse, indicando que había encontrado de nuevo el trazo de destrucción que los piratas habían estado dejando a su paso. La elfa se movió ágil entre las sombras alcanzando entre las callejuelas el punto exacto en el que...
Abrió mucho los ojos, frenando sus pasos y manteniéndose oculta mientras exploraba el espectáculo de aparición de aquellos hombres y mujeres. Un espacio ínfimo entre la muralla principal y el puerto por el que uno a uno se aupaban el grueso de aquellos hombres. Una entrada oculta sin duda no custodiaba por aquellos demasiado preocupados en abrillantar sus armaduras.
Instó a Ash'alá a agazaparse y mantenerse oculto. Pero eran al menos un centenar y ellos eran dos... tres si contaban con el anciano aunque no entendía bien como podía ayudarla.
Jugueteó nerviosa con el collar en su cuello y lo miró de pronto, como si la solución hubiese estado siempre allí.
-Espero que hayas tomado fuerza estos 10 minutos que hemos tenido de descanso- dijo- En Lunargenta, no hay nunca descanso para los malditos.
Escapó de su escondite a la carrera, atacando a cualquier pirata o prostituta que hubiese sorprendido.Posicionándose a una distancia cercana del lugar por el que habían estado entrando aquellos piratas. Carne de cañón para aquellos que recién llegaban a la ciudad. No tardaron, sin embargo en rodearla por lo que pronunció de manera casi muda:
-Aiyä-[1] mencionó sintiendo a su montura bajo ella de inmediato
El efecto no se hizo de esperar, el tigre blanco de las nieves apareció frente a ella creando una onda de expansión con su llegada que hizo caer a cualquiera que se encontrase lo suficientemente cercano a la chica, dándole un respiro y ángulo de visión certera a la chica quien accionó entonces el collar en su cuello [2]
Sus piernas comenzaron a arder de manera sutil y unos trazos incoloros parecieron iluminarse bajo su piel en forma de runas.La adrenalina de aquello que la había accionado la guió y el instinto que había visto en varias ocasiones en el lobo que había considerado su amigo la inundó. Saltó de manera certera sobre la entrada a las catacumbas asegurándose de que su dirección fuese perpendicular a la misma y que el muro interno de aquel pasadizo estuviese en la dirección de su salto, como si fuese a zambullirse de bruces en el mar de caos que eran las catacumbas.
El efecto de aquella habilidad no se hizo esperar y en el momento en el que su cuerpo chocó contra el muro interno de la catacumba el impacto liberó tras ella fuego etéreo inundando el túnel. La chica imaginó aquello como el túnel oscuro de una ratonera que de pronto se había visto incendiada desde el punto de salida.
Ella misma se apresuró a salir de allí usando a Karma como punto de anclaje antes de que las llamas consumiesen más que parte de sus ropajes y parte de su brazo de manera superficial, producto de la expansión tras ella y hacia el centro mismo de la catacumba del fuego etéreo.
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[1] Rugido [Mágica](1 uso por tema) El vínculo entre Ash'alá y Eilydh le permite invocarlo acudiendo a ella allá donde esté. Cuando Eilydh lo llama en elfico: Aiyä Salve el tigre aparece frente a ella esté donde esté con un salto cuya fuerza es capaz de derrumbar a alguien que se encuentre en un radio de 2 metros de Eilydh.
[2] Uso el collar de escarcha:
- Colgante de escarcha :
Colgante de Escarcha[dos cargas].
La madrugada de la Noche de la Alianza cubrió la Plaza de escarcha, que los monjes custodios recogieron y cristalizaron para dar forma a estas joyas; un recuerdo y una disculpa por los hechos acaecidos bajo su guardia. Lo que no sabían era que la acumulación de éter en la zona había imbuido las gotas de rocío de propiedades mágicas.
El poseedor del cristal podrá utilizar una habilidad mágica a su elección de cualquiera de los personajes que participaron en el ritual del elfo Thanedir (a saber: Asher Daregan, Demian, Rakan'Drag, Níniel Thenidiel, Valyria, Vincent Calhoun, Helena Rhodes, Nahir, Reike, Alisha Lessard, Nayru y Canel, en sustitución de, Chimar, por ser quien guiaba a su hermano en esta empresa). Los personajes de nivel 0-3, podréis elegir una habilidad de hasta un nivel superior al vuestro; los personajes de nivel 4 en adelante, podreis elegir una habilidad de nivel 4 o inferior.
El cristal tiene 2 cargas, pero requiere un periodo de descanso una vez utilizado, por lo que no podrá usarse dos veces en el mismo tema. Tras la segunda descarga, el cristal se resquebrajará y no podrá volver a utilizarse
Redimo la habilidad de nivel 3 de Asher*
Rey Astado (2 usos) [Mágica] Usando las runas de sus piernas,
Eilydh no sufre daños al impactar contra algo usando esta habilidad.
• A pesar de que el usuario esté inactivo el uso de la habilidad de Asher ha sido consultado con el master
- Resumen:
Eilydh investiga desde dónde han entrado los piratas y las prostitutas y cuando encuentra la cueva/ pasadizo por el que lo han hecho lo inunda con fuego etéreo
Interactúo con Eltrant
Eilydh
Honorable
Honorable
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Re: El retorno del vampiro [Evento Sacrestic]
El fuego retrocedía, cedía ante los insistentes habitantes de Lunargenta.
Sonrió, aliviado.
Se detuvo un instante, para quitarse el yelmo y limpiar el sudor que le resbalaba por la frente. Cada vez llegaban más y más personas dispuestas a echar una mano en aquel lugar y, más pronto que tarde, el fuego estuvo bajo control.
Y entonces alguien le partió un tablón en la espalda.
Disturbios, más gritos. La breve paz que había reinado cuando las llamas se habían apaciguado fue reemplazada casi inmediatamente por una marabunta de piratas que, de alguna forma, habían llegado hasta allí.
Gruñó, girándose sobre si mismo. La coraza le había protegido y, si bien no había sentido nada, no estaba dispuesto dejar que el pirata que le había atacado se fuese de rositas. Le sujetó con firmeza por la camisa y, mientras este luchaba por zafarse del agarre del hombre entre insultos e improperios, le propinó un fuerte cabezazo noqueándolo de inmediato.
- A dormir. – sentenció -
Avanzó un par de pasos calzándose el yelmo una vez más. Eilydh, quien había acudido en su ayuda, estaba ahora batiéndose con varios de los piratas que, de algún modo, estaban en mitad de aquel barrio.
Inspiró profundamente, acallando todo ápice de inseguridad, instando a su cuerpo a que se moviese como él pretendia, a que le obedeciese. Con un único movimiento de muñeca deshizo el nudo que mantenía la capa atada a su espalda, liberándola y haciéndola caer tras él.
Desenvainó a Olvido.
El viento que rodeaba la hoja del gigantesco espadón se deslizó por el lugar, rodeó su cuerpo instándole a entrar en la refriega. El primero de los piratas cayó frente a él sin muchos problemas, el segundo recibió un puñetazo en pleno tabique nasal con su mano libre.
- Probablemente en el puerto. – le dijo, aunque sabia que la mujer no esperaba una respuesta verdadera sobre el comportamiento de la guardia en aquella situación. – O en las avenidas más dispuestas para hacer de cuellos de botella. – Agregó seguidamente, atacando a un hombre que tenia justo delante y abatiéndolo al instante.
Asió la espada con aun mas fuerza, calmándose, se centró en el familiar peso de la misma, en lo que mejor sabía hacer. No había muchos integrantes de los guardas por el lugar, y los que había estaban peleando un poco por su cuenta, presas de una marabunta de piratas que les había tomado completamente ocupados, lidiando con el fuego y enfrentándose a un enemigo inesperado en aquella parte de la ciudad.
- ¡Te cubro las espaldas, Eilydh! – le gritó, dejando que esta hiciese lo que tuviese en mente. - ¡No te preocupes por esto! – aseveró seguidamente, arrojando a un pirata, cuya hacha había rebotado contra su armadura, contra uno de sus aliados.
Era como un mar. No se acababan.
Pero no importaba, uno tras otro, los piratas que tenia a su alrededor caían, ya fuese por él o por el tigre de la elfa que había desaparecido en el interior de la ermita había dejado a su lado. Los habitantes eran su prioridad, las personas de aquel barrio tenían suficientes problemas como para que además sufriesen el grueso de un asalto sin ayuda.
Por no hablar que, sabiendo como estaba distribuida la ciudad, si superaban aquel lugar podrían flanquear la mayoría de las defensas que habían dispuesto en los demás barrios y atacar por la espalda.
Se golpeó el pecho varias veces, con el puño cerrado, acallando el sentimiento de inseguridad que quería arrebatarle el aire de los pulmones, hacerle perder los nervios.
- ¡Guardas de Lunargenta! – bramó, llamando la atención de los pocos soldados presentes que, momentos atrás, habían estado luchando contra el fuego y ahora trataban de frenar el mar de piratas y de abrirse paso entre los civiles aterrorizados. - ¡Recordad vuestro entrenamiento! – Agregó a continuación, cortando a un pirata por la mitad, a la altura de la cintura, ayudado por Olvido. - ¡Sois lo mejor que puede aportar Lunargenta! ¡Sois los defensores de la ciudad! – Retrocedió un par de pasos, dejó pasar a varios ciudadanos que se perdieron entre la multitud que huía hacia las calles más centrales.
- ¡SOIS UN MURO DE ACERO! – [1][2]
Alzó a Olvido, la asió con ambas manos, frente a él. Nadie pasaría por allí. Nadie le superaría ni a él, ni a los otros siete guardas que habían acudido en su ayuda. Mientras él, Eltrant Tale, siguiese respirando, aquel flanco no caería, aquel barrio no quedaría reducido a cenizas.
- ¡Formación de defensa estándar! ¡Los civiles son la prioridad! ¡Cuello de botella! – ordenó Eltrant, colocándose en cabeza, asumiendo el papel de un oficial que evidentemente debía de estar lidiando con trifulcas otro lugar. - ¡Escudos a los flancos! – Solo tenían dos soldados portando estos, pero cada uno de estos se colocó donde el exmercernario indicó, impidiendo que algunos piratas les rodeasen. - ¡Lanzas al frente! – Los cinco lanceros acabaron con varios piratas que intentaban abrirse paso.
Tras blasfemar en voz baja, al escuchar el chasquido metálico de su armadura al recibir el impacto de un sable, cortó al pirata que lo había encajado y lo lanzó de una patada contra varios que venían tras él.
- ¡Muy bien! ¡Seguid así! -
Las campanas seguían repicando sobre Lunargenta. Algunas columnas de humos se podían vislumbrar de otros puntos que no eran el almacén en el que habían estado. Antes de que las cosas mejorasen iban, indiscutiblemente, a empeorar.
Tenia pocos recursos y muchos adversarios. Pero le había dado a Eilydh una ruta de escape de la ermita y, por el momento, se estaba encargado de que, si alguien quería salir de aquel barrio tenia que pasar, indudablemente, por encima de él.
Y, por mucho que aquella sensación, aquel malestar que le gritaba que no debía de dirigir a aquellas personas, que los iba a conducir a la muerte, o a una maldición, no lo iba a permitir.
Lunargenta no caería.
Resumen:
Interacción: Eilydh
[1] Talento de Eltrant: Liderazgo IV
[2] Habilidad de Eltrant de Nivel 6: Muro de Acero. (Protejo a los posibles civiles de la zona y a los guardas)
Sonrió, aliviado.
Se detuvo un instante, para quitarse el yelmo y limpiar el sudor que le resbalaba por la frente. Cada vez llegaban más y más personas dispuestas a echar una mano en aquel lugar y, más pronto que tarde, el fuego estuvo bajo control.
Y entonces alguien le partió un tablón en la espalda.
Disturbios, más gritos. La breve paz que había reinado cuando las llamas se habían apaciguado fue reemplazada casi inmediatamente por una marabunta de piratas que, de alguna forma, habían llegado hasta allí.
Gruñó, girándose sobre si mismo. La coraza le había protegido y, si bien no había sentido nada, no estaba dispuesto dejar que el pirata que le había atacado se fuese de rositas. Le sujetó con firmeza por la camisa y, mientras este luchaba por zafarse del agarre del hombre entre insultos e improperios, le propinó un fuerte cabezazo noqueándolo de inmediato.
- A dormir. – sentenció -
Avanzó un par de pasos calzándose el yelmo una vez más. Eilydh, quien había acudido en su ayuda, estaba ahora batiéndose con varios de los piratas que, de algún modo, estaban en mitad de aquel barrio.
Inspiró profundamente, acallando todo ápice de inseguridad, instando a su cuerpo a que se moviese como él pretendia, a que le obedeciese. Con un único movimiento de muñeca deshizo el nudo que mantenía la capa atada a su espalda, liberándola y haciéndola caer tras él.
Desenvainó a Olvido.
El viento que rodeaba la hoja del gigantesco espadón se deslizó por el lugar, rodeó su cuerpo instándole a entrar en la refriega. El primero de los piratas cayó frente a él sin muchos problemas, el segundo recibió un puñetazo en pleno tabique nasal con su mano libre.
- Probablemente en el puerto. – le dijo, aunque sabia que la mujer no esperaba una respuesta verdadera sobre el comportamiento de la guardia en aquella situación. – O en las avenidas más dispuestas para hacer de cuellos de botella. – Agregó seguidamente, atacando a un hombre que tenia justo delante y abatiéndolo al instante.
Asió la espada con aun mas fuerza, calmándose, se centró en el familiar peso de la misma, en lo que mejor sabía hacer. No había muchos integrantes de los guardas por el lugar, y los que había estaban peleando un poco por su cuenta, presas de una marabunta de piratas que les había tomado completamente ocupados, lidiando con el fuego y enfrentándose a un enemigo inesperado en aquella parte de la ciudad.
- ¡Te cubro las espaldas, Eilydh! – le gritó, dejando que esta hiciese lo que tuviese en mente. - ¡No te preocupes por esto! – aseveró seguidamente, arrojando a un pirata, cuya hacha había rebotado contra su armadura, contra uno de sus aliados.
Era como un mar. No se acababan.
Pero no importaba, uno tras otro, los piratas que tenia a su alrededor caían, ya fuese por él o por el tigre de la elfa que había desaparecido en el interior de la ermita había dejado a su lado. Los habitantes eran su prioridad, las personas de aquel barrio tenían suficientes problemas como para que además sufriesen el grueso de un asalto sin ayuda.
Por no hablar que, sabiendo como estaba distribuida la ciudad, si superaban aquel lugar podrían flanquear la mayoría de las defensas que habían dispuesto en los demás barrios y atacar por la espalda.
Se golpeó el pecho varias veces, con el puño cerrado, acallando el sentimiento de inseguridad que quería arrebatarle el aire de los pulmones, hacerle perder los nervios.
- ¡Guardas de Lunargenta! – bramó, llamando la atención de los pocos soldados presentes que, momentos atrás, habían estado luchando contra el fuego y ahora trataban de frenar el mar de piratas y de abrirse paso entre los civiles aterrorizados. - ¡Recordad vuestro entrenamiento! – Agregó a continuación, cortando a un pirata por la mitad, a la altura de la cintura, ayudado por Olvido. - ¡Sois lo mejor que puede aportar Lunargenta! ¡Sois los defensores de la ciudad! – Retrocedió un par de pasos, dejó pasar a varios ciudadanos que se perdieron entre la multitud que huía hacia las calles más centrales.
- ¡SOIS UN MURO DE ACERO! – [1][2]
Alzó a Olvido, la asió con ambas manos, frente a él. Nadie pasaría por allí. Nadie le superaría ni a él, ni a los otros siete guardas que habían acudido en su ayuda. Mientras él, Eltrant Tale, siguiese respirando, aquel flanco no caería, aquel barrio no quedaría reducido a cenizas.
- ¡Formación de defensa estándar! ¡Los civiles son la prioridad! ¡Cuello de botella! – ordenó Eltrant, colocándose en cabeza, asumiendo el papel de un oficial que evidentemente debía de estar lidiando con trifulcas otro lugar. - ¡Escudos a los flancos! – Solo tenían dos soldados portando estos, pero cada uno de estos se colocó donde el exmercernario indicó, impidiendo que algunos piratas les rodeasen. - ¡Lanzas al frente! – Los cinco lanceros acabaron con varios piratas que intentaban abrirse paso.
Tras blasfemar en voz baja, al escuchar el chasquido metálico de su armadura al recibir el impacto de un sable, cortó al pirata que lo había encajado y lo lanzó de una patada contra varios que venían tras él.
- ¡Muy bien! ¡Seguid así! -
Las campanas seguían repicando sobre Lunargenta. Algunas columnas de humos se podían vislumbrar de otros puntos que no eran el almacén en el que habían estado. Antes de que las cosas mejorasen iban, indiscutiblemente, a empeorar.
Tenia pocos recursos y muchos adversarios. Pero le había dado a Eilydh una ruta de escape de la ermita y, por el momento, se estaba encargado de que, si alguien quería salir de aquel barrio tenia que pasar, indudablemente, por encima de él.
Y, por mucho que aquella sensación, aquel malestar que le gritaba que no debía de dirigir a aquellas personas, que los iba a conducir a la muerte, o a una maldición, no lo iba a permitir.
Lunargenta no caería.
______________________________________________________________
Resumen:
- Resumen:
- Elt crea una apertura para que Eilydh pueda retirarse del pasadizo sin problemas al mismo tiempo que crea un cuello de botella en los Barrios Bajos para que todo pirata que salga del pasadizo tenga que pasar por él si quiere dirigirse a alguno de los otros barrios. Usando su talento de liderazgo coordina a los pocos Guardas que estaban luchando contra el incendio y no estaban liados en otros lugares.
Interacción: Eilydh
[1] Talento de Eltrant: Liderazgo IV
[2] Habilidad de Eltrant de Nivel 6: Muro de Acero. (Protejo a los posibles civiles de la zona y a los guardas)
Eltrant Tale
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Re: El retorno del vampiro [Evento Sacrestic]
Muchas cosas pasaban, pero lo que el brujo no podía comprender en ese momento era que ese par de soldados siguiesen debatiendo con el las licencias que el brujo se había tomado en su arribo a un lugar militar, era una pérdida de tiempo y un desgaste en su labia. - Ya se los dije, dejen de darle importancia a esta situación, lo importante es que... - Me encontraba hablando en aquel momento cuando la lluvia de flechas se hizo presente, pero también mi argumento fue cortado de tajo ante aquella poderosa explosión. Los soldados, los cuales sabían perfectamente lo que pasaba sonrieron. - Funcionó. - Dijo aquel hombre con una sonrisa confiada.
Mientras tanto, el brujo dio unos pasos mientras veía aquel espectáculo de luces, el cual volvía a iluminar, no, más bien cegaba a los ojos, pero eso no importaba en absoluto. Redstone abrió sus ojos de par en par, deleitándose el como aquella explosión engalanaba a la perfección con el arribo de la noche, como si fuese el último esfuerzo de la vela cuando está por extinguirse. - Glorioso... - Dijo el pelinegro en voz baja. Si había algo de lo que Raven se sentía atraído era de que alguien utilizara medidas contundentes, sin duda algo que Raven podría emplear en cualquier momento.
Acto seguido, el brujo posó su vista en los soldados. - Seguro no les importará que use su escalera esta vez. Mi trabajo aquí está hecho. - Dicho eso y sin esperar respuesta caminó hacia la escalera. - Pero si no hiciste nada. - Antes de bajar las escaleras les dedicó una mirada a esos soldados y les sonrió levemente. - ¿Ah no? Que ingenuos. - Tras esas palabras empezó a bajar las escaleras.
Su andar era rápido y ágil, por lo que no le costó mucho tiempo llegar hasta abajo. Al salir, ya había algunos piratas que llegaron al puerto, por lo que sin mucha dificultad, Redstone los desgarraba de su cuello utilizando su garra. Asesinando en silencio, mientras que los humanos tomaban el protagonismo que necesitaban en esta batalla. Eran ellos quien debían salir airosos y demostrar que pese a todo, era una ciudad imponente y que daría cualquier batalla por su supervivencia.
En eso, el pelinegro escuchó las palabras de un hombre pelirrojo, que al lo lejos, se encargaba de alimentar el coraje de esos hombres. Para el brujo, el escucharlo le resultó interesante. Ese hombre emanaba elocuencia, y daba justo en el clavo, pero no solo era eso. Sus palabras tenían un "no se qué", pero, ciertamente sus palabras emanaban algo que sustancialmente motivaba a esos defensores. - Que curioso. - Dijo mientras clavaba sus garras en el pecho de un hombre que se acercaba a el.
Siguió manteniendo un perfil bajo y continuó acabando con piratas que apenas estaban saliendo del agua, buscando aligerar el trabajo de aquellos guerreros. Cuando todo esto se calmó, el gran orador pelirrojo tomó la iniciativa de regresar a la ciudad. Al irse de allí, el brujo volvió su vista a las aguas. - Las cosas se han complicado para los piratas. ¿Qué harán ahora? - Se cruzó de brazos, debatiéndose entre si debía ir también a la ciudad, o si el puerto tendría algo llamativo que ofrecer a sus ojos.
OFF:
Mini resumen: Raven bajó y manteniendo un perfil bajo, se encargó de aligerar el trabajo de Sango, aunque en ningún momento tuvo alguna interacción con el. El brujo tiene la idea de que el enemigo tiene algo pensado aún para el puerto. Pero quizá para la próxima ronda se vaya de ese lugar, todo depende de lo que el crea mejor.
Mientras tanto, el brujo dio unos pasos mientras veía aquel espectáculo de luces, el cual volvía a iluminar, no, más bien cegaba a los ojos, pero eso no importaba en absoluto. Redstone abrió sus ojos de par en par, deleitándose el como aquella explosión engalanaba a la perfección con el arribo de la noche, como si fuese el último esfuerzo de la vela cuando está por extinguirse. - Glorioso... - Dijo el pelinegro en voz baja. Si había algo de lo que Raven se sentía atraído era de que alguien utilizara medidas contundentes, sin duda algo que Raven podría emplear en cualquier momento.
Acto seguido, el brujo posó su vista en los soldados. - Seguro no les importará que use su escalera esta vez. Mi trabajo aquí está hecho. - Dicho eso y sin esperar respuesta caminó hacia la escalera. - Pero si no hiciste nada. - Antes de bajar las escaleras les dedicó una mirada a esos soldados y les sonrió levemente. - ¿Ah no? Que ingenuos. - Tras esas palabras empezó a bajar las escaleras.
Su andar era rápido y ágil, por lo que no le costó mucho tiempo llegar hasta abajo. Al salir, ya había algunos piratas que llegaron al puerto, por lo que sin mucha dificultad, Redstone los desgarraba de su cuello utilizando su garra. Asesinando en silencio, mientras que los humanos tomaban el protagonismo que necesitaban en esta batalla. Eran ellos quien debían salir airosos y demostrar que pese a todo, era una ciudad imponente y que daría cualquier batalla por su supervivencia.
En eso, el pelinegro escuchó las palabras de un hombre pelirrojo, que al lo lejos, se encargaba de alimentar el coraje de esos hombres. Para el brujo, el escucharlo le resultó interesante. Ese hombre emanaba elocuencia, y daba justo en el clavo, pero no solo era eso. Sus palabras tenían un "no se qué", pero, ciertamente sus palabras emanaban algo que sustancialmente motivaba a esos defensores. - Que curioso. - Dijo mientras clavaba sus garras en el pecho de un hombre que se acercaba a el.
Siguió manteniendo un perfil bajo y continuó acabando con piratas que apenas estaban saliendo del agua, buscando aligerar el trabajo de aquellos guerreros. Cuando todo esto se calmó, el gran orador pelirrojo tomó la iniciativa de regresar a la ciudad. Al irse de allí, el brujo volvió su vista a las aguas. - Las cosas se han complicado para los piratas. ¿Qué harán ahora? - Se cruzó de brazos, debatiéndose entre si debía ir también a la ciudad, o si el puerto tendría algo llamativo que ofrecer a sus ojos.
OFF:
Mini resumen: Raven bajó y manteniendo un perfil bajo, se encargó de aligerar el trabajo de Sango, aunque en ningún momento tuvo alguna interacción con el. El brujo tiene la idea de que el enemigo tiene algo pensado aún para el puerto. Pero quizá para la próxima ronda se vaya de ese lugar, todo depende de lo que el crea mejor.
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Re: El retorno del vampiro [Evento Sacrestic]
Parecía que la gente había sido capaz de controlar los incendios, así que aunque todavía quedaba trabajo por hacer, la parte más preocupante había pasado. Me tomé un momento para contemplar la vista desde el buen tejado, pero en ese momento otra deflagración mucho mayor iluminó el horizonte, cuando los barcos del puerto explotaron en llamas al llegar la flota enemiga. Parecía que la ciudad había estado incluso más preparada de lo que imaginaba. Aunque tampoco iba a poder saborear la victoria mucho más, porque en las calles estaba volviendo el caos. No sabía de dónde habían salido, pero un grupo de mujeres escasas de ropa y gente fornida pero andrajosa estaba corriendo por las calles. Algunos simplemente parecían estar escapando de algo, pero otros se enzarzaban a pelearse con los ciudadanos que trataban de mover los suministros o a saquear las tiendas locales.
Me sentía terriblemente frustrada por ver como en medio del caos había gente luchando contra quienes estaban intentando evitar que ardiese la ciudad. Me costaba entender como nadie podía estar oponiéndose de una forma tan activa a que se apagara un incendio que podía arrasar el lugar en el que vivían. Ni siquiera era de esa ciudad, y probablemente era difícil que nadie viniera de tan lejos como yo, pero por mucho que no tuviera nada que ver con aquel lugar, dejar que lo quemaran no parecía una opción. No sabía si estaban con los atacantes, los controlaban o simplemente eran más tontos que un zapato, pero en cualquier caso, no podía permitir que eso continuara.
Muchas ideas cuestionables cruzaron mi mente, pero antes de salir volando me pareció oportuno avisar a mis improvisados aliados, así que les grité a los que todavía quedaban organizándose desde la posada asomada al borde del tejado.
- ¡Seguid con los esfuerzos para apagar el fuego! ¡Yo iré a ayudar con los disturbios para que todo siga fluyendo!
- Tampoco es como si fuésemos a quedarnos a esperar que todo se queme. ¿Pero qué es lo que pretendes
Sin dejar que terminase su frase retrocedí para coger carrerilla, y empecé a transformarme. Mientras que mi cuerpo se cubría de escamas, los huesos se me deformaban para adoptar su nueva apariencia y emergían alas y cola[1], empecé a correr por el tejado, y cuando noté que el cambio estaba suficientemente avanzado, salté del borde y extendí las alas[2].
Unos instantes después estaba sobre una de las calles de los disturbios. Di un rugido de advertencia por si alguien decidía cesar en sus intentos, y seguidamente descendí para pasar entre los edificios, lanzando chorros de aire[3] hacia cualquiera con poca ropa que estuviera en actitud agresiva. O al menos esa era la idea, porque el aliento era difícil de controlar con tanta precisión y menos avanzando con velocidad. Al menos en esos momentos me alegraba de ser un dragón de aire, el aire a presión era contundente, pero distaba mucho de las carnicerías que podía causar otros dragones. Contaba con que aunque pudiera alcanzar a alguno por error, si daba también a los atacantes y los derribaba, la superioridad numérica de los vecinos les ayudaría a controlar la situación.
Tras eso, me elevé en el aire para ver de donde estaba saliendo esa gente y noté que había varias fuentes desde donde salían estas avalanchas humanas. Traté de memorizar los lugares de donde emergían, con intención de volar tras ellos, pero al mirar a mi alrededor y comprobar que un exiguo grupo de guardias alrededor de un anciano parecían luchar el control en una calle contigua, decidí que la prioridad tenía que ser liberar esas calles.
Solté otro rugido agudo y caí en picado por encima de los guardias hacia sus oponentes, esperando a estar a unos pocos palmos para lanzarles mi aliento a quemarropa[3] y elevarme, para seguir repitiendo el proceso desde distintos ángulos. Aunque eran pocos parecían bien preparados, y si yo podía encargarme de hacer agujeros en sus enemigos a fuerzas de chorros de aire, esperaba que les valiera para imponerse ante ellos.
Me sentía terriblemente frustrada por ver como en medio del caos había gente luchando contra quienes estaban intentando evitar que ardiese la ciudad. Me costaba entender como nadie podía estar oponiéndose de una forma tan activa a que se apagara un incendio que podía arrasar el lugar en el que vivían. Ni siquiera era de esa ciudad, y probablemente era difícil que nadie viniera de tan lejos como yo, pero por mucho que no tuviera nada que ver con aquel lugar, dejar que lo quemaran no parecía una opción. No sabía si estaban con los atacantes, los controlaban o simplemente eran más tontos que un zapato, pero en cualquier caso, no podía permitir que eso continuara.
Muchas ideas cuestionables cruzaron mi mente, pero antes de salir volando me pareció oportuno avisar a mis improvisados aliados, así que les grité a los que todavía quedaban organizándose desde la posada asomada al borde del tejado.
- ¡Seguid con los esfuerzos para apagar el fuego! ¡Yo iré a ayudar con los disturbios para que todo siga fluyendo!
- Tampoco es como si fuésemos a quedarnos a esperar que todo se queme. ¿Pero qué es lo que pretendes
Sin dejar que terminase su frase retrocedí para coger carrerilla, y empecé a transformarme. Mientras que mi cuerpo se cubría de escamas, los huesos se me deformaban para adoptar su nueva apariencia y emergían alas y cola[1], empecé a correr por el tejado, y cuando noté que el cambio estaba suficientemente avanzado, salté del borde y extendí las alas[2].
Unos instantes después estaba sobre una de las calles de los disturbios. Di un rugido de advertencia por si alguien decidía cesar en sus intentos, y seguidamente descendí para pasar entre los edificios, lanzando chorros de aire[3] hacia cualquiera con poca ropa que estuviera en actitud agresiva. O al menos esa era la idea, porque el aliento era difícil de controlar con tanta precisión y menos avanzando con velocidad. Al menos en esos momentos me alegraba de ser un dragón de aire, el aire a presión era contundente, pero distaba mucho de las carnicerías que podía causar otros dragones. Contaba con que aunque pudiera alcanzar a alguno por error, si daba también a los atacantes y los derribaba, la superioridad numérica de los vecinos les ayudaría a controlar la situación.
Tras eso, me elevé en el aire para ver de donde estaba saliendo esa gente y noté que había varias fuentes desde donde salían estas avalanchas humanas. Traté de memorizar los lugares de donde emergían, con intención de volar tras ellos, pero al mirar a mi alrededor y comprobar que un exiguo grupo de guardias alrededor de un anciano parecían luchar el control en una calle contigua, decidí que la prioridad tenía que ser liberar esas calles.
Solté otro rugido agudo y caí en picado por encima de los guardias hacia sus oponentes, esperando a estar a unos pocos palmos para lanzarles mi aliento a quemarropa[3] y elevarme, para seguir repitiendo el proceso desde distintos ángulos. Aunque eran pocos parecían bien preparados, y si yo podía encargarme de hacer agujeros en sus enemigos a fuerzas de chorros de aire, esperaba que les valiera para imponerse ante ellos.
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Monza se transforma para intentar frenar los disturbios con violencia y aire a presión, echa un vistazo para ver de donde sale esa gente, pero antes de dirigirse hacia allí, acaba yendo a hacerle de apoyo aéreo a Eltrant.
[1] Don Ancestral: [Mágica, 2 usos] Puedo convertirme en un dragón de hasta 4 metros (nariz a punta de la cola), lo que aumenta considerablemente mi resistencia. Puedo volver a forma humana a voluntad. Ahí va el primer uso.
[2] Habitante de los Cielos: Puedo volar en forma de dragón.
[3] Aliento Elemental: Puedo lanzar mi elemento afín desde mis entrañas en forma de dragón.
- Inventario::
- Equipo:
- Daga de calidad pobre: [Arma] Daga desgastada. Su calidad pobre la hace poco efectiva en combate.
* Encantada con Bendición de Thor: [Encantamiento] el objeto encantado, que no puede pesar más de 10 kilogramos, adquiere la propiedad de volver levitando hacia su portador a voluntad de éste. La velocidad a la que lo hace la convierte en un potencial ataque.
Encantamientos:
- Bendición de Thor: Ver arriba
- Pudor: [Encantamiento] Cuando el portador del objeto se transforme, todo su equipamiento lo hará consigo, desapareciendo hasta que vuelva a forma humana. No cuenta para el límite de encantamientos por personaje. Aplicado sobre el colgante.
Consumibles:
- Cristal de sueños: [Consumible] Tu cuerpo se convierte en húmeda niebla por un turno.
- Gorrito de Calabaza [Consumible]: Al activarlo, hace que el portador adquiera una agilidad increíble durante un tema, literalmente dando grandes saltos como un gomejo de aquí para allá. Pero cuidado con saltar demasiado, o la calabaza podría terminar rompiéndose. Después de su uso acabará pudriéndose y desapareciendo.
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Re: El retorno del vampiro [Evento Sacrestic]
La flota principal cubierta por aquel siniestro manto oscuro comenzó a surcar las aguas con el Demeter a la cabeza en dirección a la isla donde, efectivamente, como luciérnagas en la noche, parte de la armada humana se había reunido cerca de Isla Carastina… tan previsible. Nuestras velas hinchadas por el viento gélido se alzaban orgullosas, dejando a nuestras espaldas la estela oscura que nos permitía desplazar sigilosamente por el horizonte, siendo el foco de aquellos ojos vigilantes que confundidos en la costa no comprendían el poder de la penumbra sobre nosotros.
Agitando las aguas con la silueta de la gran serpiente del mundo bajo nosotros, las olas de Jormungander junto a la flota de la leyenda Dragut se acercaban silentes hacia los barcos de la guardia. La tensión era palpable en el ambiente y aquellos defensores de Lunargenta seguramente estarían especulando sobre la causa de aquella masa negra que se extendía sobre el mar. Sin duda, una imagen de pesadilla que escarbaba en los miedos más profundos de aquellos defensores del rey.
El silencio era asfixiante y ya sin temor de los rayos del coloso de fuego, observábamos con nuestros ojos malditos a través de la penumbra absoluta la flota enemiga. Analizando sus números y embarcaciones. Mi estrategia era infalible, y confiados del éxito, el Deméter alzó un par de banderas rojas en el mástil principal del barco avisando la preparación para el ataque. Todos en la embarcación de Dragut esperábamos atentos mientras observamos al vigía que con un telescopio analizaba lo que ocurría cerca del puerto a varias millas náuticas. La flota guardaba silencio entre las sombras, acechando a su presa.
El hombre en las alturas de la cofa agitó los brazos, la distracción había entrado en el terreno del puerto y ya podíamos desplegar nuestro ataque. Las señales fueron dadas y aprovechando el silencio absoluto y la cortina negra de aquel hechizo maldito. Dos embarcaciones acorazadas se adelantaron hacia la flota enemiga. Con sus espolones cubiertos aprovechando la velocidad, atravesaron el cuerpo de un par de barcos de primera fila. Rápidamente, el caos se desató, gritos y alarmas sonaron en la flota que levaba anclas para reaccionar al ataque sorpresa.
Los grandes barcos de la guardia se hundían velozmente ante los daños de las embarcaciones de sacrificio que habían abierto una brecha en la flota enemiga que utilizaríamos para dividir su formación defensiva empleando un ataque en columna. Con sus armas a distancia, desesperados, empezaron a disparar a la nube negra, haciendo que las flechas y saetas de sus escorpiones, así como los proyectiles de sus trabucos y mangoneles cayeran al mar sin generar daños significativos; fallando ante su ceguera. La risa de Teach resonaba sobre los gritos del caos de la flota defensora. Incluso Dragut sonreía por la osadía de mi plan y como iba saliendo a la perfección según lo estipulado. Los números parecían no ser relevantes ante una estrategia pensada como la mía.
Una formación de bergantines ágiles siguió la brecha generada. Obligando a los barcos humanos a reposicionarse, sin embargo, sería tarde. La maniobrabilidad y velocidad ya había dispuesto a nuestras embarcaciones en posición para el abordaje y la invasión. Con ganchos, cadenas y tablones; los piratas aprovecharon el caos y la poca capacidad de reacción de los humanos para subirse a las embarcaciones de la marina y atacar con frenesí.
Todo parecía apuntar a una victoria contundente, aplastante. Me regodeaba del triunfo inminente mientras paseaba por la cubierta viendo a través de la nube oscura. Los humanos tenían completa desventaja ante nuestras tácticas de guerra y plan infalible. Sus números eran un obstáculo para reformar sus filas; sus hombres presos del pánico, impotentes, luchaban contra los vampiros que asediaban sin descanso sus navíos. Los barcos se hundían y nuestros impactos certeros causaban estragos en su flota.
Sin embargo, lo que parecía ser una garantía de victoria incomodaba el ego del “líder” de aquel ataque. Dragut se regodeaba de ser la cabeza de la gran flota pirata y la idea de acatar pasivamente mis instrucciones lo molestaban, lo herían. El simple pensamiento de tener que esperar sin actuar, sin estar al frente manchándose las manos con sangre, lo desesperaba. Siendo el capitán no congeniaba con sus formas más primitivas y básicas. Irritado, Lord Reis habló a toda su tripulación.
Bueno, demostremos de qué estamos hechos. - gritó a sus hombres el vampiro. - Demostrémosle que nosotros somos el Deméter y no hay nadie que nos diga qué debemos esperar para una guerra. Ridículo. Alcen las velas. - ordenó Dragut, haciendo que con un grito eufórico nuevas banderas fueron izadas acompañadas del sonido un cuerno que declaraba un cambio de táctica.
La penetración de la columna apenas había comenzado y sus resultados habían sido devastadores, los humanos no tenían oportunidad alguna, pero el gran galeón de Dragut salió de aquella nube oscura de magia de sombras. Dejando su posición para iniciar un intento de flanquear las embarcaciones humanas y rodear parte de la gran flota enemiga. Un círculo de fuego clásico, una táctica convencional que le daría la victoria contra cualquier escuadrilla… si no estuviésemos hablando de la armada humana de Lunargenta que nos supera en números estrepitosamente. Incluso tratándose de solo parte de sus fuerzas marítimas, ya que la mitad de sus efectivos aún custodiaban el puerto contra la flotilla señuelo.
La tripulación estaba confundida, pero contagiada con las formas de su capitán, rápidamente cambiaron sus dudas por la improvisación y la euforia a la acción que invitaba Dragut. El plan se iba a la mierda por el capricho del vampiro.
El pirata reía al son de los gritos de desesperación de los humanos que con un compás de destrucción acompañaba los rugidos de los barcos siendo despedazados; hundiéndose o siendo capturados por nuestra flota. Era una masacre orquestada y aquel pirata disfrutaba su puesto en primera fila.
Capitán, capitán. - profirió una voz chillona.
El demonio giró para toparse con un loro conocido. El buen Pancho era un animal querido por toda la tripulación e incluso famoso entre las Sierpes. El ave era una mascota leal y servía para facilitar la comunicación. - Escupe.
Señor, Ojo loco dice que hay explosiones en el puerto, en el puerto… - haciendo mención del vigía de la nave que tenía un ojo de vidrio que solía tapar con un parche, ya que todos se quejaban de lo grotesco que resultaba.
Ja, los malditos cayeron en la trampa y están gastando sus recursos en la carnada. Ese tipo refinado quizás puede servir para esto.
Pero, Demonio, no es solo eso. - dijo el loro con una voz mecanizada que hacía dudar si había lenguaje real o era solo la repetición reforzada por condicionamiento operante. - Aún no hay señal de…
Pues dile que ni se le ocurra sacar su ojo del puerto, sino yo se lo arrancaré directamente. Así se esté hundiendo el barco, debe esperar hasta ver la maldita señal. - El ave ante las órdenes del capitán voló nuevamente para informar al vigía.
El pirata volvió a su posición privilegiada esperando la propagación del caos. La columna que poco a poco penetraba aquella flota y la iba desmantelando. Sin embargo, a la distancia las velas del Deméter se alzaron y los sonidos de alarma detonaron las dudas en el demonio.
¿Pero qué?, ¿por qué coño están cambiando la estrategia….? Ah, maldito Dragut. - dijo con un tono irritado, pero sin reprochar del todo lo que significa aquella leyenda. - Ja, sabía que no te quedarías de brazos cruzados… vamos yo tampoco quiero esperar y que otros se diviertan mientras solo veo. ¡A estribor!
Con un grito estridente avisó a toda la tripulación del cambio de órdenes, rápidamente el resto de embarcaciones en aquella flota pirata empezó a cambiar su curso. El demonio replicó los movimientos de Dragut intentando rodear por el otro lado la flota humana en forma de pinza. La alegría de ambos capitanes rebosaba con la intención de participar y hacer la guerra a su modo.
Maldita sea Dragut, que intentas hacer... - reclamé.
El vampiro se giró hacia mí y con una mueca maquiavélica recalcó - Yo soy el capitán.
Su tono no permitía diálogo alguno, convencer su terquedad vanidosa sería un desafío incluso más difícil que ganar una guerra en desventaja. Irritado y ansioso, paseaba por la cubierta observando como el planteamiento inicial era abandonado y rápidamente los barcos, liderados por los galeones más grandes, intentaban flanquear la flota humana.
La decepción e impotencia me invadían, el vampiro nos sentenciaba por su ego y ahora entendía por qué tanta insistencia de Oneca en acompañar al pirata. Mi plan era perfecto, infalible y capaz de abatir cualquier flota, inclusive una tan poderosa como la de la guardia en Lunargenta. Sin embargo, si bien contemplaba todas las variables ambientales, operativas, estratégicas, etc. No tomé en cuenta algo tan evidente como la tenacidad, casi que infantil, de nuestro capitán.
Los humanos se habían reacomodado, evitando el avance de la formación de columna. Prácticamente ayudados por los dioses, habían dado vuelta a la situación. El ataque por flancos dificulta el abordaje masivo y daba ventaja al defensor. Que poco a poco se volvía más certero con sus armas, puesto la nube negra que empezaba a rodearlos por sus costados era fácil de predecir en movimiento.
Nuestras embarcaciones empezaron a sufrir daños significativos, poco a poco nuestra flota iba disminuyendo en números y el mar empezaba a tintarse de color negro y rojo. Sangre y aceite sobre aquella superficie espumosa que mantenía a flote los escombros de madera de los barcos destruidos y algunos cuerpos sin vida. Dragut y el Deméter, al igual que Teach y sus hombres, gozaban de aquella carnicería que desplegaban. Sin embargo, incluso sus barcos titánicos recibieron daños importantes. La flota pirata se veía sobrepasada.
Incendios, colisiones, hundimientos. Las bajas empezaron a reflejarse en nuestras fuerzas más que en la flota humana que poco a poco aumentaba en confianza con un subidón de moral al ver como le daban la vuelta a la situación. Estábamos destinados a perder por gracia divina y en lo personal no pretendía morir por la negligencia de un necio.
La batalla parecía haberse extendido por horas, pero en realidad aquel caos solo había tomado minutos. La imprudencia había sentenciado todo, habíamos perdido una parte importante de barcos y hombres. Tenía que confrontar al vampiro sin importar sus amenazas para garantizar sobrevivir.
Dragut, déjate de tonterías. ¡Vamos a morir! - grité con un enojo evidente.
No sería la primera vez, pero no moriré sin antes llevarme a varios desgraciados conmigo. - dijo maniático.
¿Acaso estás demente? - sentencié mirándolo a los ojos, dispuesto a combatir si la razón no se asomaba en aquel hombre altanero. - Pretendes desperdiciar el trabajo de meses, de años, solo porque tu orgullo es más importante. ¿Tanto necesitas comprobar que eres relevante? Que eres el gran capitán pirata de las leyendas, un ser temible, la cabeza del asedio a Lunargenta… Hasta los libros de historia recuerdan el vergonzoso linaje Reis por como, en varias ocasiones, para sus líderes… - dije dejando claro que me refería a él - es más importante encamarse o ahogarse en guerras perdidas.
Sus ojos inyectados en sangre me miraban con odio. Un rencor genuino, intentando con todas sus fuerzas no caer ante sus impulsos de cortar mi garganta. Su respiración se agitaba y sus músculos se tensaban. Nunca nadie había osado hablarle así al gran Dragut.
Todavía tenemos oportunidad de hacer algo y no morir, no pretendo que mi historia llegue a su final por tu incompetencia. Debemos retirarnos de aquí inmediatamente.
No, no daré mi espalda al enemigo. Dragut no se rinde nunca. - indicó apuntando su sable hacia mi rostro. Sin embargo, la realidad lo golpeaba más duro que mis palabras.
Ya mucho has logrado con tus estupideces y orgullo. Un sacrificio que solo será recordado por tu idiotez. Cientos de hombres están bajo el mar por tu culpa y no podemos dejar que esto siga así. Porque tú los acompañarás de ser el caso… - un gran proyectil impactó sobre una de las velas del Deméter, obligándonos a tomar decisiones en medio del caos.
El capitán observó la flota enemiga, que si bien había sufrido bajas, tenía toda la ventaja a su favor. Luego, volvió la mirada hacia mí, que continuaba apelando a su raciocinio pidiendo sensatez.
El pirata no respondió, pero entendí que Dragut había reconocido también la derrota ante mí. - ¿Dónde están los alquimistas y los ingenieros? Rápido.
Dragut, elevó la voz y varios en la flota se movieron para cumplir sus órdenes. Volvimos al camarote de mando, evitando los estragos y el caos de la cubierta. A los pocos segundos llegaron los alquimistas e ingenieros que había solicitado, un par había muerto por el fuego cruzado de la guerra.
Tenemos que retirarnos, obligarlos a que leven anclas y que estén convencidos de su victoria y la necesidad de erradicarnos. Que nos sigan en nuestro intento de escape. Eso nos dará tiempo suficiente para elaborar el plan de contingencia. Debemos recomponer la formación inicial y regresar al remanente de oscuridad que quedó en nuestra estela. - Varios conjuradores de la oscuridad habían muerto y su magia se había disipado, pero muchas sombras seguían bailando la danza macabra que habíamos invocado sobre el horizonte.
Colegas ingenieros, necesito que ajusten nuestro armamento. - Previamente había tenido la oportunidad de ver (1) la estructura de nuestras armas, o por lo menos las del Deméter. - Necesitamos hacerles mejoras para que sean capaces de disparar barriles.
Pero, pero - dijo uno de los técnicos del barco extrañado - estamos en plena guerra, es muy peligroso y eso supone que mientras trabajamos no podemos disparar. Además, ¿para qué deseas disparar barriles? Nuestras catapultas son armas de asedio con la intención de romper los barcos, un tonel se destruiría primero antes de causar un daño importante. A menos de que quieras mojarlos con sangre del almacén. - dijo con un tono burlesco.
Miré al hombre que decía verdades, pero no entendía mi propósito. Ignorante. - Solo haz lo que te digo, para ello vas a garantizar que la base y el mecanismo de acción de nuestras armas sea más robusto. Asegúrate de que la estructura no se despegue de la cubierta. Coloca pesos y amarres, ordena a todos los hombres que consideres necesarios para apoyarte.
Pero están peleando usando las armas en la cubierta, y... - Dragut interrumpió al ingeniero. - Solo haz lo que se te ordena y di que lo mando yo. Así mueran en el intento, haz lo que este hombre indica, así suene como una insensatez en medio de la guerra. Solo hazlo.
Continué sin detenerme en el respaldo del capitán. - El brazo debe ser al menos un metro más largo y tener una base proporcionalmente más grande, en el barco tienen suficientes materiales para lograrlo. Así que comienza a trabajar, espero que al menos tengamos dos armas listas. El Deméter será la retaguardia y si sostenemos el ataque de la flota, no deberíamos perder más embarcaciones y estaríamos listos para contraatacar en medio de la retirada fingida. No pienso irme de Lunargenta con las manos vacías y mucho menos morir aquí.
La duda en los rostros de los presentes se iba desvaneciendo en atisbos de seguridad. Los hombres creían en mis palabras. Los ingenieros abandonaron la sala con sus instrucciones y comenzaron a buscar ayudantes y materiales para ejecutar mi mejora en los armamentos.
Ahora, - indiqué al resto de hombres que quedaban en la camarote. - soy un maestro ingeniero, y si bien sé de fundamentos alquímicos y de química teórica. No tengo las herramientas ni la experiencia para hacer compuestos complejos de alquimia. Por ello, necesito de ustedes, que con mis instrucciones podamos hacer que esto no suponga nuestra derrota y una vez más, grabar nuestros nombres en la historia de cómo se hacen las guerras.
Roro cubierto de sangre y astillas en su cabellera entró corriendo por la puerta con un saco, eran los ingredientes que había pedido anteriormente a Dragut. Era una apuesta arriesgada, pero al menos teníamos una última oportunidad. - Aquí está la lista, la trajimos lo más rápido que pudimos, son pocos los que pueden volar en la tripulación. Menos mal la mujer murciélago, aunque es bastante fea, es rápida. Además, había varios de los ingredientes que teníamos en los almacenes, no preguntes por qué…
El alivio iluminó mi rostro. Rebusqué entre mis bolsillos y saqué un frasco de vidrio que en su contenido tenía una especie de líquido grisáceo (2). Lo puse sobre la mesa y todos arquearon las cejas esperando una explicación.
Esto es Pesadilla embotellada, un objeto bastante particular… - era una creación rara y compleja que solo alquimistas competentes podrían lograr, aunque no era capaz de recordar su creador ni como la había obtenido, maldito Hodr. - Necesitamos replicar esto en cantidades importantes para rellenar los barriles de sangre con esto y usar el asedio para disparar.
Uno de los alquimistas empezó a reírse, como si lo que hubiese dicho se tratase de un chiste. - En serio esperas que en pleno ataque, en una guerra donde evidentemente estamos perdiendo… repliquemos una fórmula complicada para hacer cantidades absurdas y usarlo como arma. - el hombre seguía con su carcajada, pero al ver mi rostro serio poco a poco se fue callando hasta alcanzar un silencio incómodo.
Si, yo los ayudaré con los cálculos, pero necesito que sean capaces de hacer un análisis de componentes elementales para saber que lleva. Por desgracia no tengo certeza, pero sí puedo suponer varios de los ingredientes que lleva por mi experiencia utilizándolo. No soy fanático de la intuición, pero incluso hoy en la desesperación también tocará apostar por ella. Si conseguimos esta proeza, los barriles explotarán e inundarán con nubes inmensas de terror sus embarcaciones, lo mejor que les podría pasar sería colisionar y morir rápido, puesto los efectos de este elixir son perturbadores y ante los miedos más profundos, la muerte parece el mejor consuelo.
Todos se miraron atónitos. Dragut no era capaz ni siquiera de oponerse, puesto que en el fondo entendía que aquellas medidas desesperadas eran producto de sus actos.
Es una especie de gas psicotrópico, por lo que debe tener algún componente alucinógeno, por su facilidad apostaría por extracto de belladona, aunque no descarto algún hongo o seta específica. - Roro afirmaba con la cabeza, dejando claro que estaba dentro de la bolsa. - Por el color grisáceo debe llevar azafrán negro y como cualquier maldición encapsulada, veneno de araña. - Roro volvió a asentir. - Sin embargo, eso es todo lo que puedo presuponer, tengo varias hipótesis, pero preferiría que me ayudarán con ello usando métodos más confiables.
Los alquimistas tomaron el frasco y empezaron a evaluarlo dentro del cristal. Para ser piratas y escoria vampira, parecían saber qué estaban haciendo (3). - Bueno, necesitamos ir a un laboratorio. - el Deméter no tenía un camarote para ello, pero uno de los alquimistas pertenecientes a la tripulación de Dragut indicó que lo siguiéramos a la parte del almacén donde se refinaban arman, se hacían trabajos de herrería y él, tenía sus equipos de alquimia. Todos siguieron apresurados al vampiro.
La señal de retirada había sido dada y los barcos empezaban a alejarse. El caos seguía siendo lo que se respiraba en el ambiente junto al olor metálico de la sangre y los barcos siendo destruidos. La muerte teñía el mar de rojo y por desgracia, la mayor parte de ese tinte era parte de la flota pirata.
Maldita sea, ahora nos retiramos, qué desgraciados somos. - dijo el pirata cubierto de sangre sobre la cubierta de su barco que había sido abordado para ser invadido, pero que con facilidad había sido protegido por los hombres de las Sierpes. El pirata dio la señal y poco a poco los barcos empezaron a organizarse en una formación para retirarse, dejando el Deméter a la retaguardia. Los barcos que no eran capaces de moverse por los daños fueron abandonados para obstaculizar la persecución que pronto se daría lugar en aquel mar.
Volvamos a la oscuridad. - Sentenció el hombre que rápidamente divisó como volando se acercaba nuevamente Pancho.
La señal, la señal. Vimos las luces, las luces.
El pirata empezó a reír histérico, la señal de luces había sido divisada en la ciudad. Aún había esperanza para aquella guerra. - Al fin, el Fantasma cambiará el destino de esta guerra.
Pajarraco, ve al Deméter, procura que no te maten de camino y diles a Dragut y al sujeto de pelo de cenizas que no se les ocurra retirarse. La fase dos sigue en pie. Si todo sale bien, el puerto no será más un obstáculo y podremos atracar sin dificultad.
El ave salió volando con las órdenes, las cosas en la ciudad se estaban dando justo según el plan. Pronto más aberturas aparecerían en las defensas de la capital y en su moral. La ciudad estaba destinada al fracaso aunque los dioses, quisquillosos, habían entorpecido el asedio por mar. Quizás solo retrasando lo inevitable.
Por cada vampiro muerto, por cada barco hundido, habrá cientos de ellos. - gritó el capitán avivando la voluntad de sus hombres que nuevamente sentían la esperanza de la victoria.
¡Por Loki! ¡Por Loki! ¡Por Loki! ¡Por Loki! - gritaban sus hombres en respuesta en un canto que se extendía por el resto de barcos de las Sierpes.
Los alquimistas empezaron a revisar el contenido de aquel frasco, advertidos de que si lo abrían detonarían aquella nube de terrores. Por lo que se limitaban a observar con detenimiento el frasco mientras me hacían preguntas y preparaban sus equipos de análisis. Seguido, destilaron el elixir a diferentes temperaturas para ver los sedimentos que se formaban en el cristal grueso que resistía las presiones del gas y el calor.
Los hombres reflexionaban conmigo sobre las cuestiones que iban observando. En lo que en circunstancias normales habría llevado días, el equipo de alquimistas y mi persona, logramos hacer una lista de posibles componentes en apenas minutos. No había forma de saber a ciencia cierta si aquello funcionaria o sería un rotundo fracaso, pero las probabilidades estaban a nuestro favor.
Continuamos el análisis y los resultados eran prometedores; sangre de alma en pena, restos de pesadilla y clavos de especias. La alquimia era quisquillosa, pero con ingenio podíamos conseguir (o fabricar) aquellos componentes. Muchos requerían diluir el contenido de la muestra y otros consistían en buscar un alma presa de las pesadillas para ayudar en la elaboración. Perfil que no escaseaba en aquel barco.
Por desgracia no teníamos forma de cubrir todos los ingredientes y tocaba buscar sustitutos. Por lo que esto podría ser lo que separara el fracaso de la victoria. Tierra de cementerio, el mar también podría ser el lecho final de los difuntos caídos, por lo que rezando a la oscuridad, esperábamos que funcionara de forma similar, y mucho más contemplando el tinte rojo de aquellas agua mancilladas. Algunos marineros de menor rango fueron a llenar cubetas y raspar los cascos del barco para conseguir salitre proveniente de las costras de algas y bivalvos que se adherían a la parte baja de la coraza del galeón. Una misión que en aquellas circunstancias parecía un suicidio, pero un sacrificio necesario a ver si conseguiamos algo que sustituyera aquella dichosa tierra de necrópolis.
Mientras todos trabajamos en aquel laboratorio improvisado. Un emplumado se escabulló dando un mensaje a los presentes. Dragut volvió a sonreír con disimulo, la moral del equipo ganó un empujón. No conocía en profundidad los planes de las Sierpes dentro de las murallas, pero solo podía confiar ciegamente ante la desesperación de nuestra posición. Si todo salía bien, nuestra falsa retirada nos acercaría al puerto.
Aquellos trabajos habrían tomado por lo menos 20 minutos, pero todo apuntaba a ser un éxito. El asedio a nuestra retirada continuaba, haciendo que en varias ocasiones la embarcación se agitara doliente de algún impacto. El Deméter poco podría seguir aguantando los ataques de la flota humana que ahora como depredadores, seguían a la presa herida que dejaba un rastro de sangre a su paso. Poco a poco, barriles de sangre eran rellenados con la creación grisácea con mucho cuidado.
Varios hombres cargaban los pesados barriles y los subían a cubierta esperando que las mejoras en las armas de asedio fueran lo suficiente eficientes para arrojar aquellos grandes toneles con la recreación de pesadilla embotellada. Yo evaluaba el trabajo de aquellos ingenieros.
_____________________
Off
(1)= Empleo mis conocimientos como maestro ingeniero, pero igualmente de ser necesario, uso mis tácticas de ingeniería Identificar y Manitas para instruir al equipo de ingenieros de cómo mejorar las armas.
Kit de Ingeniería Avanzado [Limitado, 2 Usos] Mediante este kit, compuesto por engranajes y otros materiales mecánicos, puedes usar el efecto de cualquier Técnica de Ingeniería hasta nivel Avanzado que conozcas en un rol. Incluye herramientas básicas
(2)= Pesadilla Embotellada [Veneno, Limitado, 1 Uso] Líquido grisáceo oscuro que parece gas atrapado. Al contacto con el aire se levanta una nube negra, que al ser aspirada causará alucinaciones de los temores más profundos de la persona por un turno.
(3)= Se asume que los alquimistas utilizan técnicas básicas de análisis elemental. Algo similar a Descomponer de nivel principiante. Igualmente, apoyo el equipo con mis conocimientos de Omnisciencia (Pasiva) y mi talento de Erudición.
Resumen: Por culpa de los dioses y sus runas, mi plan infalible no sale como lo esperaba debido a Dragut. Por ello, tras la derrota, preparamos un plan de retirada fingida para ganar tiempo y preparar una nueva artimaña. Debido a cómo se recrea el elixir, la carencia de ingredientes (y alquimistas maestros), los efectos pueden ser catastróficos para la flota humana o bien un fracaso para el bando pirata.
Por otro lado, la flota ve las señales de las Sierpes dadas por Eberus que anticipan que el próximo acto de esta magna obra está por comenzar. Quizás aún hay cositas por ver, aunque eso dependerá de Fehu, solo recuerdo que Alward fue tan colaborador con la causa creando PJ tan interesantes dentro de las Sierpes... Aún faltan antagonistas a escena (o no).
Agitando las aguas con la silueta de la gran serpiente del mundo bajo nosotros, las olas de Jormungander junto a la flota de la leyenda Dragut se acercaban silentes hacia los barcos de la guardia. La tensión era palpable en el ambiente y aquellos defensores de Lunargenta seguramente estarían especulando sobre la causa de aquella masa negra que se extendía sobre el mar. Sin duda, una imagen de pesadilla que escarbaba en los miedos más profundos de aquellos defensores del rey.
El silencio era asfixiante y ya sin temor de los rayos del coloso de fuego, observábamos con nuestros ojos malditos a través de la penumbra absoluta la flota enemiga. Analizando sus números y embarcaciones. Mi estrategia era infalible, y confiados del éxito, el Deméter alzó un par de banderas rojas en el mástil principal del barco avisando la preparación para el ataque. Todos en la embarcación de Dragut esperábamos atentos mientras observamos al vigía que con un telescopio analizaba lo que ocurría cerca del puerto a varias millas náuticas. La flota guardaba silencio entre las sombras, acechando a su presa.
El hombre en las alturas de la cofa agitó los brazos, la distracción había entrado en el terreno del puerto y ya podíamos desplegar nuestro ataque. Las señales fueron dadas y aprovechando el silencio absoluto y la cortina negra de aquel hechizo maldito. Dos embarcaciones acorazadas se adelantaron hacia la flota enemiga. Con sus espolones cubiertos aprovechando la velocidad, atravesaron el cuerpo de un par de barcos de primera fila. Rápidamente, el caos se desató, gritos y alarmas sonaron en la flota que levaba anclas para reaccionar al ataque sorpresa.
Los grandes barcos de la guardia se hundían velozmente ante los daños de las embarcaciones de sacrificio que habían abierto una brecha en la flota enemiga que utilizaríamos para dividir su formación defensiva empleando un ataque en columna. Con sus armas a distancia, desesperados, empezaron a disparar a la nube negra, haciendo que las flechas y saetas de sus escorpiones, así como los proyectiles de sus trabucos y mangoneles cayeran al mar sin generar daños significativos; fallando ante su ceguera. La risa de Teach resonaba sobre los gritos del caos de la flota defensora. Incluso Dragut sonreía por la osadía de mi plan y como iba saliendo a la perfección según lo estipulado. Los números parecían no ser relevantes ante una estrategia pensada como la mía.
Una formación de bergantines ágiles siguió la brecha generada. Obligando a los barcos humanos a reposicionarse, sin embargo, sería tarde. La maniobrabilidad y velocidad ya había dispuesto a nuestras embarcaciones en posición para el abordaje y la invasión. Con ganchos, cadenas y tablones; los piratas aprovecharon el caos y la poca capacidad de reacción de los humanos para subirse a las embarcaciones de la marina y atacar con frenesí.
Todo parecía apuntar a una victoria contundente, aplastante. Me regodeaba del triunfo inminente mientras paseaba por la cubierta viendo a través de la nube oscura. Los humanos tenían completa desventaja ante nuestras tácticas de guerra y plan infalible. Sus números eran un obstáculo para reformar sus filas; sus hombres presos del pánico, impotentes, luchaban contra los vampiros que asediaban sin descanso sus navíos. Los barcos se hundían y nuestros impactos certeros causaban estragos en su flota.
Sin embargo, lo que parecía ser una garantía de victoria incomodaba el ego del “líder” de aquel ataque. Dragut se regodeaba de ser la cabeza de la gran flota pirata y la idea de acatar pasivamente mis instrucciones lo molestaban, lo herían. El simple pensamiento de tener que esperar sin actuar, sin estar al frente manchándose las manos con sangre, lo desesperaba. Siendo el capitán no congeniaba con sus formas más primitivas y básicas. Irritado, Lord Reis habló a toda su tripulación.
Bueno, demostremos de qué estamos hechos. - gritó a sus hombres el vampiro. - Demostrémosle que nosotros somos el Deméter y no hay nadie que nos diga qué debemos esperar para una guerra. Ridículo. Alcen las velas. - ordenó Dragut, haciendo que con un grito eufórico nuevas banderas fueron izadas acompañadas del sonido un cuerno que declaraba un cambio de táctica.
La penetración de la columna apenas había comenzado y sus resultados habían sido devastadores, los humanos no tenían oportunidad alguna, pero el gran galeón de Dragut salió de aquella nube oscura de magia de sombras. Dejando su posición para iniciar un intento de flanquear las embarcaciones humanas y rodear parte de la gran flota enemiga. Un círculo de fuego clásico, una táctica convencional que le daría la victoria contra cualquier escuadrilla… si no estuviésemos hablando de la armada humana de Lunargenta que nos supera en números estrepitosamente. Incluso tratándose de solo parte de sus fuerzas marítimas, ya que la mitad de sus efectivos aún custodiaban el puerto contra la flotilla señuelo.
La tripulación estaba confundida, pero contagiada con las formas de su capitán, rápidamente cambiaron sus dudas por la improvisación y la euforia a la acción que invitaba Dragut. El plan se iba a la mierda por el capricho del vampiro.
________________________________________________
La cubierta de la embarcación del Demonio de Mar.
El pirata reía al son de los gritos de desesperación de los humanos que con un compás de destrucción acompañaba los rugidos de los barcos siendo despedazados; hundiéndose o siendo capturados por nuestra flota. Era una masacre orquestada y aquel pirata disfrutaba su puesto en primera fila.
Capitán, capitán. - profirió una voz chillona.
El demonio giró para toparse con un loro conocido. El buen Pancho era un animal querido por toda la tripulación e incluso famoso entre las Sierpes. El ave era una mascota leal y servía para facilitar la comunicación. - Escupe.
- Pancho:
Señor, Ojo loco dice que hay explosiones en el puerto, en el puerto… - haciendo mención del vigía de la nave que tenía un ojo de vidrio que solía tapar con un parche, ya que todos se quejaban de lo grotesco que resultaba.
Ja, los malditos cayeron en la trampa y están gastando sus recursos en la carnada. Ese tipo refinado quizás puede servir para esto.
Pero, Demonio, no es solo eso. - dijo el loro con una voz mecanizada que hacía dudar si había lenguaje real o era solo la repetición reforzada por condicionamiento operante. - Aún no hay señal de…
Pues dile que ni se le ocurra sacar su ojo del puerto, sino yo se lo arrancaré directamente. Así se esté hundiendo el barco, debe esperar hasta ver la maldita señal. - El ave ante las órdenes del capitán voló nuevamente para informar al vigía.
El pirata volvió a su posición privilegiada esperando la propagación del caos. La columna que poco a poco penetraba aquella flota y la iba desmantelando. Sin embargo, a la distancia las velas del Deméter se alzaron y los sonidos de alarma detonaron las dudas en el demonio.
¿Pero qué?, ¿por qué coño están cambiando la estrategia….? Ah, maldito Dragut. - dijo con un tono irritado, pero sin reprochar del todo lo que significa aquella leyenda. - Ja, sabía que no te quedarías de brazos cruzados… vamos yo tampoco quiero esperar y que otros se diviertan mientras solo veo. ¡A estribor!
Con un grito estridente avisó a toda la tripulación del cambio de órdenes, rápidamente el resto de embarcaciones en aquella flota pirata empezó a cambiar su curso. El demonio replicó los movimientos de Dragut intentando rodear por el otro lado la flota humana en forma de pinza. La alegría de ambos capitanes rebosaba con la intención de participar y hacer la guerra a su modo.
________________________________________________
Maldita sea Dragut, que intentas hacer... - reclamé.
El vampiro se giró hacia mí y con una mueca maquiavélica recalcó - Yo soy el capitán.
Su tono no permitía diálogo alguno, convencer su terquedad vanidosa sería un desafío incluso más difícil que ganar una guerra en desventaja. Irritado y ansioso, paseaba por la cubierta observando como el planteamiento inicial era abandonado y rápidamente los barcos, liderados por los galeones más grandes, intentaban flanquear la flota humana.
La decepción e impotencia me invadían, el vampiro nos sentenciaba por su ego y ahora entendía por qué tanta insistencia de Oneca en acompañar al pirata. Mi plan era perfecto, infalible y capaz de abatir cualquier flota, inclusive una tan poderosa como la de la guardia en Lunargenta. Sin embargo, si bien contemplaba todas las variables ambientales, operativas, estratégicas, etc. No tomé en cuenta algo tan evidente como la tenacidad, casi que infantil, de nuestro capitán.
[...]
Los humanos se habían reacomodado, evitando el avance de la formación de columna. Prácticamente ayudados por los dioses, habían dado vuelta a la situación. El ataque por flancos dificulta el abordaje masivo y daba ventaja al defensor. Que poco a poco se volvía más certero con sus armas, puesto la nube negra que empezaba a rodearlos por sus costados era fácil de predecir en movimiento.
Nuestras embarcaciones empezaron a sufrir daños significativos, poco a poco nuestra flota iba disminuyendo en números y el mar empezaba a tintarse de color negro y rojo. Sangre y aceite sobre aquella superficie espumosa que mantenía a flote los escombros de madera de los barcos destruidos y algunos cuerpos sin vida. Dragut y el Deméter, al igual que Teach y sus hombres, gozaban de aquella carnicería que desplegaban. Sin embargo, incluso sus barcos titánicos recibieron daños importantes. La flota pirata se veía sobrepasada.
Incendios, colisiones, hundimientos. Las bajas empezaron a reflejarse en nuestras fuerzas más que en la flota humana que poco a poco aumentaba en confianza con un subidón de moral al ver como le daban la vuelta a la situación. Estábamos destinados a perder por gracia divina y en lo personal no pretendía morir por la negligencia de un necio.
La batalla parecía haberse extendido por horas, pero en realidad aquel caos solo había tomado minutos. La imprudencia había sentenciado todo, habíamos perdido una parte importante de barcos y hombres. Tenía que confrontar al vampiro sin importar sus amenazas para garantizar sobrevivir.
Dragut, déjate de tonterías. ¡Vamos a morir! - grité con un enojo evidente.
No sería la primera vez, pero no moriré sin antes llevarme a varios desgraciados conmigo. - dijo maniático.
¿Acaso estás demente? - sentencié mirándolo a los ojos, dispuesto a combatir si la razón no se asomaba en aquel hombre altanero. - Pretendes desperdiciar el trabajo de meses, de años, solo porque tu orgullo es más importante. ¿Tanto necesitas comprobar que eres relevante? Que eres el gran capitán pirata de las leyendas, un ser temible, la cabeza del asedio a Lunargenta… Hasta los libros de historia recuerdan el vergonzoso linaje Reis por como, en varias ocasiones, para sus líderes… - dije dejando claro que me refería a él - es más importante encamarse o ahogarse en guerras perdidas.
Sus ojos inyectados en sangre me miraban con odio. Un rencor genuino, intentando con todas sus fuerzas no caer ante sus impulsos de cortar mi garganta. Su respiración se agitaba y sus músculos se tensaban. Nunca nadie había osado hablarle así al gran Dragut.
Todavía tenemos oportunidad de hacer algo y no morir, no pretendo que mi historia llegue a su final por tu incompetencia. Debemos retirarnos de aquí inmediatamente.
No, no daré mi espalda al enemigo. Dragut no se rinde nunca. - indicó apuntando su sable hacia mi rostro. Sin embargo, la realidad lo golpeaba más duro que mis palabras.
Ya mucho has logrado con tus estupideces y orgullo. Un sacrificio que solo será recordado por tu idiotez. Cientos de hombres están bajo el mar por tu culpa y no podemos dejar que esto siga así. Porque tú los acompañarás de ser el caso… - un gran proyectil impactó sobre una de las velas del Deméter, obligándonos a tomar decisiones en medio del caos.
El capitán observó la flota enemiga, que si bien había sufrido bajas, tenía toda la ventaja a su favor. Luego, volvió la mirada hacia mí, que continuaba apelando a su raciocinio pidiendo sensatez.
El pirata no respondió, pero entendí que Dragut había reconocido también la derrota ante mí. - ¿Dónde están los alquimistas y los ingenieros? Rápido.
Dragut, elevó la voz y varios en la flota se movieron para cumplir sus órdenes. Volvimos al camarote de mando, evitando los estragos y el caos de la cubierta. A los pocos segundos llegaron los alquimistas e ingenieros que había solicitado, un par había muerto por el fuego cruzado de la guerra.
Tenemos que retirarnos, obligarlos a que leven anclas y que estén convencidos de su victoria y la necesidad de erradicarnos. Que nos sigan en nuestro intento de escape. Eso nos dará tiempo suficiente para elaborar el plan de contingencia. Debemos recomponer la formación inicial y regresar al remanente de oscuridad que quedó en nuestra estela. - Varios conjuradores de la oscuridad habían muerto y su magia se había disipado, pero muchas sombras seguían bailando la danza macabra que habíamos invocado sobre el horizonte.
Colegas ingenieros, necesito que ajusten nuestro armamento. - Previamente había tenido la oportunidad de ver (1) la estructura de nuestras armas, o por lo menos las del Deméter. - Necesitamos hacerles mejoras para que sean capaces de disparar barriles.
Pero, pero - dijo uno de los técnicos del barco extrañado - estamos en plena guerra, es muy peligroso y eso supone que mientras trabajamos no podemos disparar. Además, ¿para qué deseas disparar barriles? Nuestras catapultas son armas de asedio con la intención de romper los barcos, un tonel se destruiría primero antes de causar un daño importante. A menos de que quieras mojarlos con sangre del almacén. - dijo con un tono burlesco.
Miré al hombre que decía verdades, pero no entendía mi propósito. Ignorante. - Solo haz lo que te digo, para ello vas a garantizar que la base y el mecanismo de acción de nuestras armas sea más robusto. Asegúrate de que la estructura no se despegue de la cubierta. Coloca pesos y amarres, ordena a todos los hombres que consideres necesarios para apoyarte.
Pero están peleando usando las armas en la cubierta, y... - Dragut interrumpió al ingeniero. - Solo haz lo que se te ordena y di que lo mando yo. Así mueran en el intento, haz lo que este hombre indica, así suene como una insensatez en medio de la guerra. Solo hazlo.
Continué sin detenerme en el respaldo del capitán. - El brazo debe ser al menos un metro más largo y tener una base proporcionalmente más grande, en el barco tienen suficientes materiales para lograrlo. Así que comienza a trabajar, espero que al menos tengamos dos armas listas. El Deméter será la retaguardia y si sostenemos el ataque de la flota, no deberíamos perder más embarcaciones y estaríamos listos para contraatacar en medio de la retirada fingida. No pienso irme de Lunargenta con las manos vacías y mucho menos morir aquí.
La duda en los rostros de los presentes se iba desvaneciendo en atisbos de seguridad. Los hombres creían en mis palabras. Los ingenieros abandonaron la sala con sus instrucciones y comenzaron a buscar ayudantes y materiales para ejecutar mi mejora en los armamentos.
Ahora, - indiqué al resto de hombres que quedaban en la camarote. - soy un maestro ingeniero, y si bien sé de fundamentos alquímicos y de química teórica. No tengo las herramientas ni la experiencia para hacer compuestos complejos de alquimia. Por ello, necesito de ustedes, que con mis instrucciones podamos hacer que esto no suponga nuestra derrota y una vez más, grabar nuestros nombres en la historia de cómo se hacen las guerras.
Roro cubierto de sangre y astillas en su cabellera entró corriendo por la puerta con un saco, eran los ingredientes que había pedido anteriormente a Dragut. Era una apuesta arriesgada, pero al menos teníamos una última oportunidad. - Aquí está la lista, la trajimos lo más rápido que pudimos, son pocos los que pueden volar en la tripulación. Menos mal la mujer murciélago, aunque es bastante fea, es rápida. Además, había varios de los ingredientes que teníamos en los almacenes, no preguntes por qué…
El alivio iluminó mi rostro. Rebusqué entre mis bolsillos y saqué un frasco de vidrio que en su contenido tenía una especie de líquido grisáceo (2). Lo puse sobre la mesa y todos arquearon las cejas esperando una explicación.
Esto es Pesadilla embotellada, un objeto bastante particular… - era una creación rara y compleja que solo alquimistas competentes podrían lograr, aunque no era capaz de recordar su creador ni como la había obtenido, maldito Hodr. - Necesitamos replicar esto en cantidades importantes para rellenar los barriles de sangre con esto y usar el asedio para disparar.
Uno de los alquimistas empezó a reírse, como si lo que hubiese dicho se tratase de un chiste. - En serio esperas que en pleno ataque, en una guerra donde evidentemente estamos perdiendo… repliquemos una fórmula complicada para hacer cantidades absurdas y usarlo como arma. - el hombre seguía con su carcajada, pero al ver mi rostro serio poco a poco se fue callando hasta alcanzar un silencio incómodo.
Si, yo los ayudaré con los cálculos, pero necesito que sean capaces de hacer un análisis de componentes elementales para saber que lleva. Por desgracia no tengo certeza, pero sí puedo suponer varios de los ingredientes que lleva por mi experiencia utilizándolo. No soy fanático de la intuición, pero incluso hoy en la desesperación también tocará apostar por ella. Si conseguimos esta proeza, los barriles explotarán e inundarán con nubes inmensas de terror sus embarcaciones, lo mejor que les podría pasar sería colisionar y morir rápido, puesto los efectos de este elixir son perturbadores y ante los miedos más profundos, la muerte parece el mejor consuelo.
Todos se miraron atónitos. Dragut no era capaz ni siquiera de oponerse, puesto que en el fondo entendía que aquellas medidas desesperadas eran producto de sus actos.
Es una especie de gas psicotrópico, por lo que debe tener algún componente alucinógeno, por su facilidad apostaría por extracto de belladona, aunque no descarto algún hongo o seta específica. - Roro afirmaba con la cabeza, dejando claro que estaba dentro de la bolsa. - Por el color grisáceo debe llevar azafrán negro y como cualquier maldición encapsulada, veneno de araña. - Roro volvió a asentir. - Sin embargo, eso es todo lo que puedo presuponer, tengo varias hipótesis, pero preferiría que me ayudarán con ello usando métodos más confiables.
Los alquimistas tomaron el frasco y empezaron a evaluarlo dentro del cristal. Para ser piratas y escoria vampira, parecían saber qué estaban haciendo (3). - Bueno, necesitamos ir a un laboratorio. - el Deméter no tenía un camarote para ello, pero uno de los alquimistas pertenecientes a la tripulación de Dragut indicó que lo siguiéramos a la parte del almacén donde se refinaban arman, se hacían trabajos de herrería y él, tenía sus equipos de alquimia. Todos siguieron apresurados al vampiro.
La señal de retirada había sido dada y los barcos empezaban a alejarse. El caos seguía siendo lo que se respiraba en el ambiente junto al olor metálico de la sangre y los barcos siendo destruidos. La muerte teñía el mar de rojo y por desgracia, la mayor parte de ese tinte era parte de la flota pirata.
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La cubierta de la embarcación del Demonio de Mar.
Maldita sea, ahora nos retiramos, qué desgraciados somos. - dijo el pirata cubierto de sangre sobre la cubierta de su barco que había sido abordado para ser invadido, pero que con facilidad había sido protegido por los hombres de las Sierpes. El pirata dio la señal y poco a poco los barcos empezaron a organizarse en una formación para retirarse, dejando el Deméter a la retaguardia. Los barcos que no eran capaces de moverse por los daños fueron abandonados para obstaculizar la persecución que pronto se daría lugar en aquel mar.
Volvamos a la oscuridad. - Sentenció el hombre que rápidamente divisó como volando se acercaba nuevamente Pancho.
La señal, la señal. Vimos las luces, las luces.
El pirata empezó a reír histérico, la señal de luces había sido divisada en la ciudad. Aún había esperanza para aquella guerra. - Al fin, el Fantasma cambiará el destino de esta guerra.
Pajarraco, ve al Deméter, procura que no te maten de camino y diles a Dragut y al sujeto de pelo de cenizas que no se les ocurra retirarse. La fase dos sigue en pie. Si todo sale bien, el puerto no será más un obstáculo y podremos atracar sin dificultad.
El ave salió volando con las órdenes, las cosas en la ciudad se estaban dando justo según el plan. Pronto más aberturas aparecerían en las defensas de la capital y en su moral. La ciudad estaba destinada al fracaso aunque los dioses, quisquillosos, habían entorpecido el asedio por mar. Quizás solo retrasando lo inevitable.
Por cada vampiro muerto, por cada barco hundido, habrá cientos de ellos. - gritó el capitán avivando la voluntad de sus hombres que nuevamente sentían la esperanza de la victoria.
¡Por Loki! ¡Por Loki! ¡Por Loki! ¡Por Loki! - gritaban sus hombres en respuesta en un canto que se extendía por el resto de barcos de las Sierpes.
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Los alquimistas empezaron a revisar el contenido de aquel frasco, advertidos de que si lo abrían detonarían aquella nube de terrores. Por lo que se limitaban a observar con detenimiento el frasco mientras me hacían preguntas y preparaban sus equipos de análisis. Seguido, destilaron el elixir a diferentes temperaturas para ver los sedimentos que se formaban en el cristal grueso que resistía las presiones del gas y el calor.
Los hombres reflexionaban conmigo sobre las cuestiones que iban observando. En lo que en circunstancias normales habría llevado días, el equipo de alquimistas y mi persona, logramos hacer una lista de posibles componentes en apenas minutos. No había forma de saber a ciencia cierta si aquello funcionaria o sería un rotundo fracaso, pero las probabilidades estaban a nuestro favor.
Continuamos el análisis y los resultados eran prometedores; sangre de alma en pena, restos de pesadilla y clavos de especias. La alquimia era quisquillosa, pero con ingenio podíamos conseguir (o fabricar) aquellos componentes. Muchos requerían diluir el contenido de la muestra y otros consistían en buscar un alma presa de las pesadillas para ayudar en la elaboración. Perfil que no escaseaba en aquel barco.
Por desgracia no teníamos forma de cubrir todos los ingredientes y tocaba buscar sustitutos. Por lo que esto podría ser lo que separara el fracaso de la victoria. Tierra de cementerio, el mar también podría ser el lecho final de los difuntos caídos, por lo que rezando a la oscuridad, esperábamos que funcionara de forma similar, y mucho más contemplando el tinte rojo de aquellas agua mancilladas. Algunos marineros de menor rango fueron a llenar cubetas y raspar los cascos del barco para conseguir salitre proveniente de las costras de algas y bivalvos que se adherían a la parte baja de la coraza del galeón. Una misión que en aquellas circunstancias parecía un suicidio, pero un sacrificio necesario a ver si conseguiamos algo que sustituyera aquella dichosa tierra de necrópolis.
Mientras todos trabajamos en aquel laboratorio improvisado. Un emplumado se escabulló dando un mensaje a los presentes. Dragut volvió a sonreír con disimulo, la moral del equipo ganó un empujón. No conocía en profundidad los planes de las Sierpes dentro de las murallas, pero solo podía confiar ciegamente ante la desesperación de nuestra posición. Si todo salía bien, nuestra falsa retirada nos acercaría al puerto.
Aquellos trabajos habrían tomado por lo menos 20 minutos, pero todo apuntaba a ser un éxito. El asedio a nuestra retirada continuaba, haciendo que en varias ocasiones la embarcación se agitara doliente de algún impacto. El Deméter poco podría seguir aguantando los ataques de la flota humana que ahora como depredadores, seguían a la presa herida que dejaba un rastro de sangre a su paso. Poco a poco, barriles de sangre eran rellenados con la creación grisácea con mucho cuidado.
Varios hombres cargaban los pesados barriles y los subían a cubierta esperando que las mejoras en las armas de asedio fueran lo suficiente eficientes para arrojar aquellos grandes toneles con la recreación de pesadilla embotellada. Yo evaluaba el trabajo de aquellos ingenieros.
_____________________
Off
(1)= Empleo mis conocimientos como maestro ingeniero, pero igualmente de ser necesario, uso mis tácticas de ingeniería Identificar y Manitas para instruir al equipo de ingenieros de cómo mejorar las armas.
Kit de Ingeniería Avanzado [Limitado, 2 Usos] Mediante este kit, compuesto por engranajes y otros materiales mecánicos, puedes usar el efecto de cualquier Técnica de Ingeniería hasta nivel Avanzado que conozcas en un rol. Incluye herramientas básicas
(2)= Pesadilla Embotellada [Veneno, Limitado, 1 Uso] Líquido grisáceo oscuro que parece gas atrapado. Al contacto con el aire se levanta una nube negra, que al ser aspirada causará alucinaciones de los temores más profundos de la persona por un turno.
(3)= Se asume que los alquimistas utilizan técnicas básicas de análisis elemental. Algo similar a Descomponer de nivel principiante. Igualmente, apoyo el equipo con mis conocimientos de Omnisciencia (Pasiva) y mi talento de Erudición.
Resumen: Por culpa de los dioses y sus runas, mi plan infalible no sale como lo esperaba debido a Dragut. Por ello, tras la derrota, preparamos un plan de retirada fingida para ganar tiempo y preparar una nueva artimaña. Debido a cómo se recrea el elixir, la carencia de ingredientes (y alquimistas maestros), los efectos pueden ser catastróficos para la flota humana o bien un fracaso para el bando pirata.
Por otro lado, la flota ve las señales de las Sierpes dadas por Eberus que anticipan que el próximo acto de esta magna obra está por comenzar. Quizás aún hay cositas por ver, aunque eso dependerá de Fehu, solo recuerdo que Alward fue tan colaborador con la causa creando PJ tan interesantes dentro de las Sierpes... Aún faltan antagonistas a escena (o no).
Zagreus
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Re: El retorno del vampiro [Evento Sacrestic]
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La deflagración causada por Vincent en la vieja ermita fue breve pero intensa. No solo causó importantes quemaduras a la vanguardia de los intrusos llegados desde el mar, sino también daños materiales considerables. Con la oscuridad disipándose, debido, en parte, a la incapacitación de muchos de los implicados en extenderla y, en parte, a las llamas que prendieron en la seca estructura de madera, la magnitud de la obra del brujo no tardaría en hacerse evidente para todos los testigos. Especialmente, cuando una amplia sección del techo se vino abajo, empujando hacia afuera a aquellos que aún podían moverse.
Desde el exterior, aquellos que habían acudido a la ermita esperando encontrarse con los piratas que les ayudarían a traer a Lunargenta el reinado de la Serpiente sufrieron unos momentos de desconcierto ante el nuevo escenario. Desconcierto que se convirtió de nuevo en caos, cuando parte del heterogéneo grupo, al intentar retroceder, se encontró con la llegada del grupo de Alward, Daga Nocturna y el brujo al que llamaban Trickster; mientras que otra parte, movidos por la ira de los planes frustrados, se abalanzaba hacia delante, hacia el cerco que la Guardia había puesto frente a la ermita.
Abajo, en las catacumbas, también se vivió un momento de incertidumbre ante la súbita detención del grupo que estaba a la espera de salir, seguida poco después del sonido del desplome. Pero las noticias llegaron rápido a la retaguardia, desde donde el Dramaturgo no tardó en reorganizar al grupo para una salida contundente: primero, aquellos que podían aprovechar la sangre de sus compañeros caídos para potenciarse, acompañados de los maestros del Tormento. Por desgracia, de estos últimos, la mayoría parecían haberse desviado por otra de las salidas, pero incluso un par de ellos podían causar impacto suficiente para comprarles tiempo al resto en la salida.
Astrid, por su parte, decidió que era el momento de una retirada estratégica. Una organización no podía funcionar adecuadamente si sus líderes caían de forma estúpida, después de todo. Además, debía llevarse al contrabandista a un lugar seguro, pues aún tenían muchos usos pensados para él.
La elfa y el brujo la siguieron, por supuesto, ¿qué otra cosa iban a hacer con el veneno de Jörmundgander corriendo por sus venas? También lo hizo uno de los piratas, pero no tenía tiempo de preocuparse por él de momento.
Con la limpieza que habían hecho en las catacumbas, el avance fue rápido y sin incidentes. Al menos, hasta que se toparon con uno de los grupos que habían dejado atrás en una de las otras entradas a la ciudad. ¿Por qué no habían salido aún?
Los gritos de “¡fuego, fuego fantasma!” y la carrera del grupo de piratas en busca de una salida alternativa le dijeron todo lo que necesitaba saber en aquel momento. Astrid agarró el brazo de la elfa, que caminaba a su lado, y tiró de ella hacia un túnel lateral, más pequeño y mucho más oscuro que el anterior. Guió la marcha a buen paso, doblando un par de recodos más hasta adentrarse en una zona muy poco transitada de las, ya de por sí, poco transitadas cloacas. Allí, se detuvo, se giró hacia el brujo y el pirata y… El brujo y el pirata no estaban por ninguna parte.
Por encima de su posición, un antiguo guardia, olvidado por casi todo el mundo, interponía una vez más un no tan figurado muro de acero entre la población de Lunargenta y aquellos atacantes empecinados en destruirla. La determinación del pequeño grupo de defensores, con la inesperada ayuda que llegó desde el cielo, había abierto un pequeño claro entre el bosque de destrucción que se movía a su alrededor.
Un pequeño rayo de esperanza pareció animar los cansados rostros de los miembros de la guardia a medida que, lenta, metódicamente, iban eliminando amenazas. Hasta que un contundente hachazo rompió la formación.
Por el rabillo del ojo, Eltrant vería caer a uno de los lanceros de su flanco izquierdo. Cuando el hacha ensangrentada se alzó de nuevo, el coloso de barba rubia que la blandía pareció inflarse aún más a la vista del líquido rojo. Los músculos de su tórax descubierto se tensaron peligrosamente cuando otro de los guardias lo golpeó con su escudo. El golpe no pareció afectar al gigante que, con un grito más propio de una bestia que de un hombre, blandió su hacha una vez más, acabando con la vida del infortunado guardia. Un nuevo grito del coloso pareció desafiar directamente a Eltrant, el siguiente objetivo en su línea de visión.
Mientras tanto, un variopinto grupo de piratas, algo apartados del muro interpuesto por un puñado de guardias, había logrado organizarse lo suficiente para dirigir sus atenciones a quien consideraban el rival más peligroso en aquella contienda. Subidos a los tejados, dirigieron sus rostros al cielo y, cuando el dragón dio una nueva pasada en las cercanías, dirigieron hacia él todo el poder de sus pulmones.
Desde el amplio balcón de la fachada este de una de las casas situadas en la ladera de Nidafjöll, Shizuka Matsushita observaba en silencio las llamas que aún consumían los barcos del puerto. De alguna manera, la Guardia de la ciudad se las había arreglado para mantener en secreto aquél plan descabellado. Impresionante, teniendo en cuenta hasta dónde llegaba el brazo de las Sierpes.
—Imaginé que habrías escogido una de las casas más altas para pasar la noche —dijo Erik, apareciendo a su lado casi como el Fantasma por el que muchos lo tomaban.
—¿Quién querría estar más cerca del castillo con lo que va de camino? —respondió ella, sin desviar la mirada del puerto.
No había visto el barco de Harald en la bahía, pero no sabía si aquello era una buena o una mala señal. Al menos, los incendios en el interior de la ciudad continuaban generando disturbios. Solo necesitaban que el caos continuara un poco más.
—Me sorprende que los guardias se dejaran sobornar —siguió hablando Erik—. Cualquiera diría que escogerían con más cuidado a los hombres apostados cerca de Las Cortes.
—Todo el mundo tiene su precio, querido. Solo hay que saber hacer la oferta adecuada.
Los guardias en cuestión, se habían encargado de bloquear el paso entre el puerto y el cuartel para facilitar la llegada, desde las catacumbas, de un grupo de “mensajeros” portando un importante paquete destinado a la base de la muralla que separaba el castillo del resto de la ciudad. Aunque ellos no lo sabían, aquel pequeño cargamento tenía el potencial de rivalizar por la atención de los habitantes de la ciudad con la mismísima explosión en la bahía.
Sin embargo, lo que iba a ser un trabajo rápido y silencioso se vio interrumpido con la llegada inesperada de un pequeño grupo que venía desde el puerto. “A informar”, nada menos. Bonito momento habían escogido para “informar”.
Junto a Carastina, la armada de la guardia había emprendido la persecución de la flota en desbandada cuando la más rezagada de las naves piratas lanzó unas cuantas salvas de algo que no eran flechas ni arpones. Los marineros y soldados de los barcos de vanguardia verían truncada su sensación de victoria en el momento en que un extraño gas se esparcía por la cubierta, al tiempo que comenzaban los mareos y los espasmos.
Los síntomas no durarían mucho tiempo, pero la pérdida de control de los tripulantes de los barcos afectados obstaculizó la marcha del resto de la armada. Para cuando la flota se reorganizó, habían perdido la pista de los piratas, ocultos en la noche, tras la puesta de sol.
Cae la noche en Lunargenta. Varios de los focos de incursión en la ciudad parecen estar (más o menos) bajo control, pero esta es la hora en que los seres de la oscuridad adquieren ventaja. ¿Qué le deparará el destino a Lunargenta? De ustedes depende.
El plazo para postear en la cuarta ronda será hasta el jueves 21 de noviembre (incluido).
Eberus y Selena: Se encuentran separados, en las laberínticas y oscuras cloacas de Lunargenta. Por suerte, cada uno cuenta con un vampiro para guiarle. La cuestión es: ¿a dónde, exactamente?
Alward, Katrina, Merié, Trickster, Níniel, Catherine y Vincent: Pues nada, lo dicho: que se armen los pinches chingadazos. Ahora que el enemigo está desorganizado, es el mejor momento, ¿no es así? Diviértanse.
Eltrant, Eilydh, y Monza: Eilydh ha conseguido bloquear temporalmente el agujero por el que estaba entrando toda esta gente, haciendo que los que aún quedaban por salir se decidieran a buscarse otro huequito menos calentito (al menos, los que no se comieron el fuego de cara). Divide y vencerás, ¿no? Sin embargo, aún tienen que lidiar con los que ya habían salido. Suerte con eso (sobre todo a Eltrant, que ha atraído la atención de un peso pesado, un vampiro berserker de unos dos metros de puro músculo).
Ah, sí, Monza, me temo tendrás que lanzar la voluntad de los dioses antes de tu post, ya sea aquí mismo, off rol, o en una de las zonas de culto. Con suerte mala, los gritos de los maestros del Tormento subidos a los tejados serán lo bastante dolorosos para hacerte perder el control del vuelo. Si sacas la peor de las suertes, también quedarás sorda durante un turno, o dos, si sacas la runa que aparece listada en el medio de las tres de muy mala suerte.
Sango, Debacle, Livar, Estaquitas, Ögge y Fëanor, si su grupo de voluntarios les dio alcance: Sango buscaba a alguien importante con quien hablar o a quien ayudar. Bueno, algo te has encontrado: el motivo por el que no se movía información entre el puerto y la ciudad, además de una operación que podría poner en peligro la vida del propio rey. Te encuentras en alguna parte entre la zona del puerto y las Cortes del castillo ([Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]), frente a un grupo de traidores y otro de piratas pillados con las manos en la masa. Lo dejo todo a tu criterio, pero ten cuidado con el “paquete” que portan. Por tu seguridad.
Raven: Aparte de seguir rematando piratas y, quizá, atender alguna que otra herida, no tengo nada en el puerto para ti. Al menos, por ahora, pero puede que Zagreus aún prepare algo en las cercanías (mira más abajo). Por otro lado, si al final decides seguir al grupo de Sango, echa un vistazo arriba.
Zagreus: No es tan fácil dar con una fórmula exacta en tan poco tiempo, pero al menos has salido del paso. Por ahora. Acercarte al puerto en sí podría ser problemático, teniendo en cuenta la cantidad de barcos hundidos y a medio hundir en sus cercanías, pero [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] que quizá te ayude con tu siguiente paso.
Ingela: Desde tu posición aventajada, puedes ver a la armada de la guardia y sus problemas para reorganizarse y reemprender la persecución de los piratas. Quizá también puedas intuir la mancha de oscuridad que se aleja de Carastina… acercándose a la ciudad, dato que escapa al conocimiento de los guardias, tanto de la armada como del puerto. Tú verás lo que haces.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
El retorno del vampiro
La deflagración causada por Vincent en la vieja ermita fue breve pero intensa. No solo causó importantes quemaduras a la vanguardia de los intrusos llegados desde el mar, sino también daños materiales considerables. Con la oscuridad disipándose, debido, en parte, a la incapacitación de muchos de los implicados en extenderla y, en parte, a las llamas que prendieron en la seca estructura de madera, la magnitud de la obra del brujo no tardaría en hacerse evidente para todos los testigos. Especialmente, cuando una amplia sección del techo se vino abajo, empujando hacia afuera a aquellos que aún podían moverse.
Desde el exterior, aquellos que habían acudido a la ermita esperando encontrarse con los piratas que les ayudarían a traer a Lunargenta el reinado de la Serpiente sufrieron unos momentos de desconcierto ante el nuevo escenario. Desconcierto que se convirtió de nuevo en caos, cuando parte del heterogéneo grupo, al intentar retroceder, se encontró con la llegada del grupo de Alward, Daga Nocturna y el brujo al que llamaban Trickster; mientras que otra parte, movidos por la ira de los planes frustrados, se abalanzaba hacia delante, hacia el cerco que la Guardia había puesto frente a la ermita.
Abajo, en las catacumbas, también se vivió un momento de incertidumbre ante la súbita detención del grupo que estaba a la espera de salir, seguida poco después del sonido del desplome. Pero las noticias llegaron rápido a la retaguardia, desde donde el Dramaturgo no tardó en reorganizar al grupo para una salida contundente: primero, aquellos que podían aprovechar la sangre de sus compañeros caídos para potenciarse, acompañados de los maestros del Tormento. Por desgracia, de estos últimos, la mayoría parecían haberse desviado por otra de las salidas, pero incluso un par de ellos podían causar impacto suficiente para comprarles tiempo al resto en la salida.
Astrid, por su parte, decidió que era el momento de una retirada estratégica. Una organización no podía funcionar adecuadamente si sus líderes caían de forma estúpida, después de todo. Además, debía llevarse al contrabandista a un lugar seguro, pues aún tenían muchos usos pensados para él.
La elfa y el brujo la siguieron, por supuesto, ¿qué otra cosa iban a hacer con el veneno de Jörmundgander corriendo por sus venas? También lo hizo uno de los piratas, pero no tenía tiempo de preocuparse por él de momento.
Con la limpieza que habían hecho en las catacumbas, el avance fue rápido y sin incidentes. Al menos, hasta que se toparon con uno de los grupos que habían dejado atrás en una de las otras entradas a la ciudad. ¿Por qué no habían salido aún?
Los gritos de “¡fuego, fuego fantasma!” y la carrera del grupo de piratas en busca de una salida alternativa le dijeron todo lo que necesitaba saber en aquel momento. Astrid agarró el brazo de la elfa, que caminaba a su lado, y tiró de ella hacia un túnel lateral, más pequeño y mucho más oscuro que el anterior. Guió la marcha a buen paso, doblando un par de recodos más hasta adentrarse en una zona muy poco transitada de las, ya de por sí, poco transitadas cloacas. Allí, se detuvo, se giró hacia el brujo y el pirata y… El brujo y el pirata no estaban por ninguna parte.
Por encima de su posición, un antiguo guardia, olvidado por casi todo el mundo, interponía una vez más un no tan figurado muro de acero entre la población de Lunargenta y aquellos atacantes empecinados en destruirla. La determinación del pequeño grupo de defensores, con la inesperada ayuda que llegó desde el cielo, había abierto un pequeño claro entre el bosque de destrucción que se movía a su alrededor.
Un pequeño rayo de esperanza pareció animar los cansados rostros de los miembros de la guardia a medida que, lenta, metódicamente, iban eliminando amenazas. Hasta que un contundente hachazo rompió la formación.
Por el rabillo del ojo, Eltrant vería caer a uno de los lanceros de su flanco izquierdo. Cuando el hacha ensangrentada se alzó de nuevo, el coloso de barba rubia que la blandía pareció inflarse aún más a la vista del líquido rojo. Los músculos de su tórax descubierto se tensaron peligrosamente cuando otro de los guardias lo golpeó con su escudo. El golpe no pareció afectar al gigante que, con un grito más propio de una bestia que de un hombre, blandió su hacha una vez más, acabando con la vida del infortunado guardia. Un nuevo grito del coloso pareció desafiar directamente a Eltrant, el siguiente objetivo en su línea de visión.
Mientras tanto, un variopinto grupo de piratas, algo apartados del muro interpuesto por un puñado de guardias, había logrado organizarse lo suficiente para dirigir sus atenciones a quien consideraban el rival más peligroso en aquella contienda. Subidos a los tejados, dirigieron sus rostros al cielo y, cuando el dragón dio una nueva pasada en las cercanías, dirigieron hacia él todo el poder de sus pulmones.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Desde el amplio balcón de la fachada este de una de las casas situadas en la ladera de Nidafjöll, Shizuka Matsushita observaba en silencio las llamas que aún consumían los barcos del puerto. De alguna manera, la Guardia de la ciudad se las había arreglado para mantener en secreto aquél plan descabellado. Impresionante, teniendo en cuenta hasta dónde llegaba el brazo de las Sierpes.
—Imaginé que habrías escogido una de las casas más altas para pasar la noche —dijo Erik, apareciendo a su lado casi como el Fantasma por el que muchos lo tomaban.
—¿Quién querría estar más cerca del castillo con lo que va de camino? —respondió ella, sin desviar la mirada del puerto.
No había visto el barco de Harald en la bahía, pero no sabía si aquello era una buena o una mala señal. Al menos, los incendios en el interior de la ciudad continuaban generando disturbios. Solo necesitaban que el caos continuara un poco más.
—Me sorprende que los guardias se dejaran sobornar —siguió hablando Erik—. Cualquiera diría que escogerían con más cuidado a los hombres apostados cerca de Las Cortes.
—Todo el mundo tiene su precio, querido. Solo hay que saber hacer la oferta adecuada.
Los guardias en cuestión, se habían encargado de bloquear el paso entre el puerto y el cuartel para facilitar la llegada, desde las catacumbas, de un grupo de “mensajeros” portando un importante paquete destinado a la base de la muralla que separaba el castillo del resto de la ciudad. Aunque ellos no lo sabían, aquel pequeño cargamento tenía el potencial de rivalizar por la atención de los habitantes de la ciudad con la mismísima explosión en la bahía.
Sin embargo, lo que iba a ser un trabajo rápido y silencioso se vio interrumpido con la llegada inesperada de un pequeño grupo que venía desde el puerto. “A informar”, nada menos. Bonito momento habían escogido para “informar”.
Junto a Carastina, la armada de la guardia había emprendido la persecución de la flota en desbandada cuando la más rezagada de las naves piratas lanzó unas cuantas salvas de algo que no eran flechas ni arpones. Los marineros y soldados de los barcos de vanguardia verían truncada su sensación de victoria en el momento en que un extraño gas se esparcía por la cubierta, al tiempo que comenzaban los mareos y los espasmos.
Los síntomas no durarían mucho tiempo, pero la pérdida de control de los tripulantes de los barcos afectados obstaculizó la marcha del resto de la armada. Para cuando la flota se reorganizó, habían perdido la pista de los piratas, ocultos en la noche, tras la puesta de sol.
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Cae la noche en Lunargenta. Varios de los focos de incursión en la ciudad parecen estar (más o menos) bajo control, pero esta es la hora en que los seres de la oscuridad adquieren ventaja. ¿Qué le deparará el destino a Lunargenta? De ustedes depende.
El plazo para postear en la cuarta ronda será hasta el jueves 21 de noviembre (incluido).
Eberus y Selena: Se encuentran separados, en las laberínticas y oscuras cloacas de Lunargenta. Por suerte, cada uno cuenta con un vampiro para guiarle. La cuestión es: ¿a dónde, exactamente?
Alward, Katrina, Merié, Trickster, Níniel, Catherine y Vincent: Pues nada, lo dicho: que se armen los pinches chingadazos. Ahora que el enemigo está desorganizado, es el mejor momento, ¿no es así? Diviértanse.
Eltrant, Eilydh, y Monza: Eilydh ha conseguido bloquear temporalmente el agujero por el que estaba entrando toda esta gente, haciendo que los que aún quedaban por salir se decidieran a buscarse otro huequito menos calentito (al menos, los que no se comieron el fuego de cara). Divide y vencerás, ¿no? Sin embargo, aún tienen que lidiar con los que ya habían salido. Suerte con eso (sobre todo a Eltrant, que ha atraído la atención de un peso pesado, un vampiro berserker de unos dos metros de puro músculo).
Ah, sí, Monza, me temo tendrás que lanzar la voluntad de los dioses antes de tu post, ya sea aquí mismo, off rol, o en una de las zonas de culto. Con suerte mala, los gritos de los maestros del Tormento subidos a los tejados serán lo bastante dolorosos para hacerte perder el control del vuelo. Si sacas la peor de las suertes, también quedarás sorda durante un turno, o dos, si sacas la runa que aparece listada en el medio de las tres de muy mala suerte.
Sango, Debacle, Livar, Estaquitas, Ögge y Fëanor, si su grupo de voluntarios les dio alcance: Sango buscaba a alguien importante con quien hablar o a quien ayudar. Bueno, algo te has encontrado: el motivo por el que no se movía información entre el puerto y la ciudad, además de una operación que podría poner en peligro la vida del propio rey. Te encuentras en alguna parte entre la zona del puerto y las Cortes del castillo ([Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]), frente a un grupo de traidores y otro de piratas pillados con las manos en la masa. Lo dejo todo a tu criterio, pero ten cuidado con el “paquete” que portan. Por tu seguridad.
Raven: Aparte de seguir rematando piratas y, quizá, atender alguna que otra herida, no tengo nada en el puerto para ti. Al menos, por ahora, pero puede que Zagreus aún prepare algo en las cercanías (mira más abajo). Por otro lado, si al final decides seguir al grupo de Sango, echa un vistazo arriba.
Zagreus: No es tan fácil dar con una fórmula exacta en tan poco tiempo, pero al menos has salido del paso. Por ahora. Acercarte al puerto en sí podría ser problemático, teniendo en cuenta la cantidad de barcos hundidos y a medio hundir en sus cercanías, pero [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] que quizá te ayude con tu siguiente paso.
Ingela: Desde tu posición aventajada, puedes ver a la armada de la guardia y sus problemas para reorganizarse y reemprender la persecución de los piratas. Quizá también puedas intuir la mancha de oscuridad que se aleja de Carastina… acercándose a la ciudad, dato que escapa al conocimiento de los guardias, tanto de la armada como del puerto. Tú verás lo que haces.
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Re: El retorno del vampiro [Evento Sacrestic]
El gran dragón de fuego de Vincent cobró vida y se abalanzó inmisericorde sobre los desprevenidos asaltantes. Con su ardiente rugido atravesó el manto de oscuridad que les ocultaba y llenó el lugar con los alaridos de dolor de aquellos a los que alcanzaba, quemándolos hasta los huesos, calcinándolos hasta no quedar de ellos más que cenizas. Un espectáculo dantesco, que sin embargo fue vitoreado por los defensores de la ciudad y marcó el final de su marcha silenciosa, y el comienzo de su ataque contra el ahora revelado enemigo.
-¡Por el rey y por Lunargenta!-[/color] Fue el grito de guerra del sargento al liderar la carga. Seguidos sus soldados por los voluntarios de Beor, quién también rugió algo, aunque bastante más soez sobre los orígenes y las madres de aquellos piratas y sectarios. Pronto una lluvia de virotes potenciados y una avalancha de guerreros bendecidos por la luz chocó contra los desorganizados enemigos, y la auténtica lucha comenzó.
El primer lance fue aplastantemente para los defensores de la ciudad. Con la sorpresa y la luz de su lado, y con poderosos héroes como aliados, diezmaron a los vampiros antes de que pudieran saber qué era lo que estaba pasando. Cualquier duda en sus corazones se disipó cuando sus armas bendecidas atravesaban a los vampiros y sus negras artes fácilmente, así como los ataques oscuros de los enemigos rebotaban ante sus defensas mágicas. Los enemigos por otro lado no podían si no verse inundados por el miedo y la duda ante aquella situación, y más cuando veían como simples humanos, no solo contaban con armas y armaduras de luz, si no que les superaban en fuerza, destreza y velocidad. ¿Acaso tenían ante ellos a la afamada guardia real? ¿Acaso estaban delante del mismísimo rey de Lunargenta?
-Es algún truco solo son humanos, ganado para nuestros festines. Matadlos y alimentaros de su sangre. Cuando aún conservan esperanza sabe mucho mejor.- Alentó uno de los chupasangre a sus camaradas. Conjurando una serie de proyectiles oscuros que lanzó contra una línea de lanceros humanos. Pareció disgustado cuando la mayoría no logró dañar a sus enemigos, pero sonrió al ver como uno de los lanceros fue derribado. Su gesta envalentonó a algunos de sus camaradas. No estaban preparados para lo que se les venía encima.
A una velocidad capaz de dejar perplejo incluso a un vampiro, una figura, ataviada con armadura de cuero negra y un yelmo completo coronado por unas orejas felinas, se lanzó a por aquel pirata. Sorprendido, el vampiro convocó un escudo de oscuridad ante él para bloquear el ataque, más antes de terminar de conjurarlo, unas garras rodeadas de luz y rayos rojos la atravesó, y tras ella, su cuello, quedando su cabeza apenas sujetada por unos tirones de piel y carne.* A su alrededor los envalentonados vampiros frenaron su avance, y miraron a aquella negra figura. Dudaron en si debían atacarla, huir o qué hacer...pero lo cierto es que su destino ya estaba sellado. Con aquella pasmosa velocidad la felina se lanzó también a por ellos, golpeando, atravesando y despedazando enemigos mientras esquivaba ataques con una agilidad y elegancia de movimientos increíble. Era algo que solo podía ser descrito como una fulgurante danza de muerte.
Muy distinto era Beor. Aquel gigantón, complacido con encontrarse en lo que el consideraba su mejor estado de forma en años, movía su colosal hacha de un lado a otro destrozando a cualquier enemigo que se le pusiera por delante. No fue hasta que se encontró con un vampiro que casi lo igualaba en altura que encontró a un rival digno. Aquel vampiro, potenciado por la sangre de alguno de sus amigos menos afortunado, logró detener el ataque del humano. Al mismo tiempo un vampiro con algún poder que parecía ser capaz de causar dolor a su objetivo le atacó. Juntos doblegaron a Beor, que era incapaz de rechazar el ataque de ambos vampiros combinados. Por suerte para él su hijo Leon llegó al rescate y evitó que el gigantón acabara perdiendo alguna extremidad al detener el ataque del corpulento vampiro con su escudo.
-Estos mierdecilas no luchan limpio...Malditas sanguijuelas de fango.- Se quejó, aún incapacitado por aquella sensación de dolor. -Déjame levantarme y te enseñaré como lucha un hombre de verdad.-
Aquel no era precisamente el plan de aquel vampiro, más bien todo lo contrario. Ampliando el alcance de su oscuro poder logró que padre e hijo quedaran expuestos por culpa de la sensación de dolor, junto con un par mas de sus compañeros. El vampiro corpulento alzó su espada por encima de su cabeza y se dispuso a aniquilar a aquellos humanos para después darse un festín. Níniel no iba a tolerarlo.
-Venid aquí- dijo lanzando sendas cadenas de luz pura que rodearon e inmovilizaron a aquel par de vampiros,** rompiendo la concentración necesaria para que el más pequeño de ellos mantuviera aquella sensación de dolor sobre sus amigos. Beor miró a Níniel por un momento y resopló de alivio. Se levantó y se dispuso a devolverles el favor a aquellos traicioneros vampiros.
-Quizá sea un poco tarde para decir esto pero...Bienvenidos a Lunargenta chupasangres.- Dijo antes de partir por la mitad, primero a uno y luego a otro sin hacer caso a su expresión de puro pavor.
-Sed precavidos, los vampiros cuentan con capacidades insidiosas. No bajéis la guardia.- Instruyó Níniel a sus amigos, y a cualquiera lo suficientemente cercano a ella para escucharla. Aquel lancero herido por una daga sombría se incorporó con su herida ya sanada y asintió con decisión. También otros heridos cercanos a ella vieron sus heridas sanadas mientras que mas motas se acumulaban en el bastón de la peliblanca.***
Un par de vampiros, ocultos en sombras atravesaron la primera línea de guardias y se lanzaron a por ella dispuestos a apuñalarla gracias a su sudario. Aquel lancero logró interceptar a uno de ellos, más el segundo llegó hasta la joven, aunque antes de poder descargar su golpe una pequeña hada de luz le atravesó la cuenca del ojo y el cráneo, cayendo fulminado y haciendo que un par de milicianos y soldados dieran un respingo de sorpresa. El hada volvió a revolotear alrededor de Níniel con una amplía sonrisa dibujada en su pequeño rostro.****
-No dejéis que se usen a los caídos para fortalecerse. No les deis respiro, ni piedad.- Alentó a las tropas a terminar el trabajo mientras buscaba a Vincent con la mirada. Parecía que su ataque había sido un rotundo éxito, y además incluso contaban con refuerzos llegados desde el otro lado de aquella zona, pero no debían confiarse ni permitir al enemigo ni la menor posibilidad. Todavía debían de quedar algunos en las catacumbas, bajo ellos. Níniel no había visto a ningún verdadero líder enemigo allí arriba, claro que bien podían haber sido los primeros en morir calcinados...Tal vez era hora de usar alguna de esas otras salidas de las catacumbas a su favor.
OFF:
*Cath usa Ataque relámpago.
**Nín usa Prisión de luz.
***Círculo de sanación sigue activo y cura heridas de aliados.
****Kiri, la hada invocada hace de las suyas.
Resumen: Pinches chingadazos.
-¡Por el rey y por Lunargenta!-[/color] Fue el grito de guerra del sargento al liderar la carga. Seguidos sus soldados por los voluntarios de Beor, quién también rugió algo, aunque bastante más soez sobre los orígenes y las madres de aquellos piratas y sectarios. Pronto una lluvia de virotes potenciados y una avalancha de guerreros bendecidos por la luz chocó contra los desorganizados enemigos, y la auténtica lucha comenzó.
El primer lance fue aplastantemente para los defensores de la ciudad. Con la sorpresa y la luz de su lado, y con poderosos héroes como aliados, diezmaron a los vampiros antes de que pudieran saber qué era lo que estaba pasando. Cualquier duda en sus corazones se disipó cuando sus armas bendecidas atravesaban a los vampiros y sus negras artes fácilmente, así como los ataques oscuros de los enemigos rebotaban ante sus defensas mágicas. Los enemigos por otro lado no podían si no verse inundados por el miedo y la duda ante aquella situación, y más cuando veían como simples humanos, no solo contaban con armas y armaduras de luz, si no que les superaban en fuerza, destreza y velocidad. ¿Acaso tenían ante ellos a la afamada guardia real? ¿Acaso estaban delante del mismísimo rey de Lunargenta?
-Es algún truco solo son humanos, ganado para nuestros festines. Matadlos y alimentaros de su sangre. Cuando aún conservan esperanza sabe mucho mejor.- Alentó uno de los chupasangre a sus camaradas. Conjurando una serie de proyectiles oscuros que lanzó contra una línea de lanceros humanos. Pareció disgustado cuando la mayoría no logró dañar a sus enemigos, pero sonrió al ver como uno de los lanceros fue derribado. Su gesta envalentonó a algunos de sus camaradas. No estaban preparados para lo que se les venía encima.
A una velocidad capaz de dejar perplejo incluso a un vampiro, una figura, ataviada con armadura de cuero negra y un yelmo completo coronado por unas orejas felinas, se lanzó a por aquel pirata. Sorprendido, el vampiro convocó un escudo de oscuridad ante él para bloquear el ataque, más antes de terminar de conjurarlo, unas garras rodeadas de luz y rayos rojos la atravesó, y tras ella, su cuello, quedando su cabeza apenas sujetada por unos tirones de piel y carne.* A su alrededor los envalentonados vampiros frenaron su avance, y miraron a aquella negra figura. Dudaron en si debían atacarla, huir o qué hacer...pero lo cierto es que su destino ya estaba sellado. Con aquella pasmosa velocidad la felina se lanzó también a por ellos, golpeando, atravesando y despedazando enemigos mientras esquivaba ataques con una agilidad y elegancia de movimientos increíble. Era algo que solo podía ser descrito como una fulgurante danza de muerte.
Muy distinto era Beor. Aquel gigantón, complacido con encontrarse en lo que el consideraba su mejor estado de forma en años, movía su colosal hacha de un lado a otro destrozando a cualquier enemigo que se le pusiera por delante. No fue hasta que se encontró con un vampiro que casi lo igualaba en altura que encontró a un rival digno. Aquel vampiro, potenciado por la sangre de alguno de sus amigos menos afortunado, logró detener el ataque del humano. Al mismo tiempo un vampiro con algún poder que parecía ser capaz de causar dolor a su objetivo le atacó. Juntos doblegaron a Beor, que era incapaz de rechazar el ataque de ambos vampiros combinados. Por suerte para él su hijo Leon llegó al rescate y evitó que el gigantón acabara perdiendo alguna extremidad al detener el ataque del corpulento vampiro con su escudo.
-Estos mierdecilas no luchan limpio...Malditas sanguijuelas de fango.- Se quejó, aún incapacitado por aquella sensación de dolor. -Déjame levantarme y te enseñaré como lucha un hombre de verdad.-
Aquel no era precisamente el plan de aquel vampiro, más bien todo lo contrario. Ampliando el alcance de su oscuro poder logró que padre e hijo quedaran expuestos por culpa de la sensación de dolor, junto con un par mas de sus compañeros. El vampiro corpulento alzó su espada por encima de su cabeza y se dispuso a aniquilar a aquellos humanos para después darse un festín. Níniel no iba a tolerarlo.
-Venid aquí- dijo lanzando sendas cadenas de luz pura que rodearon e inmovilizaron a aquel par de vampiros,** rompiendo la concentración necesaria para que el más pequeño de ellos mantuviera aquella sensación de dolor sobre sus amigos. Beor miró a Níniel por un momento y resopló de alivio. Se levantó y se dispuso a devolverles el favor a aquellos traicioneros vampiros.
-Quizá sea un poco tarde para decir esto pero...Bienvenidos a Lunargenta chupasangres.- Dijo antes de partir por la mitad, primero a uno y luego a otro sin hacer caso a su expresión de puro pavor.
-Sed precavidos, los vampiros cuentan con capacidades insidiosas. No bajéis la guardia.- Instruyó Níniel a sus amigos, y a cualquiera lo suficientemente cercano a ella para escucharla. Aquel lancero herido por una daga sombría se incorporó con su herida ya sanada y asintió con decisión. También otros heridos cercanos a ella vieron sus heridas sanadas mientras que mas motas se acumulaban en el bastón de la peliblanca.***
Un par de vampiros, ocultos en sombras atravesaron la primera línea de guardias y se lanzaron a por ella dispuestos a apuñalarla gracias a su sudario. Aquel lancero logró interceptar a uno de ellos, más el segundo llegó hasta la joven, aunque antes de poder descargar su golpe una pequeña hada de luz le atravesó la cuenca del ojo y el cráneo, cayendo fulminado y haciendo que un par de milicianos y soldados dieran un respingo de sorpresa. El hada volvió a revolotear alrededor de Níniel con una amplía sonrisa dibujada en su pequeño rostro.****
-No dejéis que se usen a los caídos para fortalecerse. No les deis respiro, ni piedad.- Alentó a las tropas a terminar el trabajo mientras buscaba a Vincent con la mirada. Parecía que su ataque había sido un rotundo éxito, y además incluso contaban con refuerzos llegados desde el otro lado de aquella zona, pero no debían confiarse ni permitir al enemigo ni la menor posibilidad. Todavía debían de quedar algunos en las catacumbas, bajo ellos. Níniel no había visto a ningún verdadero líder enemigo allí arriba, claro que bien podían haber sido los primeros en morir calcinados...Tal vez era hora de usar alguna de esas otras salidas de las catacumbas a su favor.
OFF:
*Cath usa Ataque relámpago.
**Nín usa Prisión de luz.
***Círculo de sanación sigue activo y cura heridas de aliados.
****Kiri, la hada invocada hace de las suyas.
Resumen: Pinches chingadazos.
Níniel Thenidiel
Aerandiano de honor
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Re: El retorno del vampiro [Evento Sacrestic]
Las cosas iban bien.
Todo lo bien que podía, dadas las circunstancias. Los hombres vitorearon cuando la inesperada ayuda llegó desde el cielo, cuando el dragón se precipitó sobre ellos desde las alturas y, con una única exhalación, hizo que no pocos piratas saliesen volando por los aires.
Sonrió. Alzó la vista, bajando su arma por un momento, para ver como la figura alada volvía a emprender el vuelo batiendo las alas. No estaba seguro de si le podía ver, pero se unió a los otros guardas y le dedicó un saludo con la mano libre, haciendo notar a quien quiera que fuese que su ayuda era más que bien recibida.
- ¡Seguid así! – Otro pirata más cayó bajo su espada, lo apartó a un lado y avanzó un par de pasos. – ¡No cedáis terreno! – ordenó, trazando con la espada una diagonal frente a él y acallando a otro de los asaltantes para siempre.
Un gritó de dolor captó su atención a su izquierda. Le devolvió a la más apabullantes de las realidades. Por mucho que se estuviesen defendiendo bien, seguían estando en desventaja.
Con el hacha, sangrienta, elevándola del guarda muerto, el gigante hipermusculado que se había abierto paso en apenas un instante hasta la línea de defensa apartó a uno de los guardas con escudo, que le había atacado, de un simple manotazo.
Y un grito, un rugido, más bien, se alzó sobre el barullo de la contienda.
Le señaló con el hacha.
¿Le quería a él?
No importaba el número de discursos grandilocuentes que diese, lo mucho que motivase a los soldados que estaban con él; la realidad era que estaban perdiendo, iban por detrás. Al menos en aquella parte de la ciudad.
Era cierto que los piratas eran una marabunta desorganizada, bandidos e indeseables a los que habían prometido riquezas y gloria. Pero, incluso gente como aquella, contaba con lideres.
¿Quién iba a hacer las promesas vacías si no?
El dragón comenzaba a hacer menos pasadas, notó el creciente numero de arqueros en posiciones elevadas. ¿Cuándo había pasado eso? Chasqueó la lengua, su principal ventaja en aquel combate en aquel momento era…
- ¡Retroceded! – Ordenó a los demás soldados, no podían perder a su aliado en el aire. – ¡Lidiad con los arqueros! ¡Proteged al dragón! – Les dijo, estos no pusieron muchos impedimentos a no tener que lidiar con aquel gigante. – Yo me encargo de este… - agregó a continuación, el del hacha dejó escapar una ligera risita gutural, divertida.
Los soldados por sí solo no harían gran cosa eran pocos y había demasiados piratas desperdigados por los tejados de los edificios. Esperaba que Eilydh volviese pronto, podía mandarla a despachar arqueros de ser posible. Su gato sobredimensionado era ideal para algo así.
- Muy bien…-
Eltrant tensó su cuerpo, y se cuadró frente al oficial pirata, colocó a Olvido a su cara. Esté se había quedado mirando, con cierto brillo de satisfacción en sus ojos al ver a los guardas correr con el rabo entre las piernas, giró el hacha sobre sí misma, aun goteando carmesí, y sonrió.
Era una sonrisa adusta, una mueca de ira en la que además enseñaba todos los dientes.
Inspiró profundamente, mirando frente a él. El mundo a su alrededor parpadeó. Por un instante Eltrant Tale ya no estaba en Lunargenta; Ya no podía escuchar las voces de los ciudadanos ni las campanas de alerta, tampoco podía ver a los guardas luchando a su lado o al pirata monstruoso que tenía delante. Eltrant Tale estaba en lo alto de la torre del Oblivion, con un cielo ennegrecido y antinatural sobre su cabeza que le contaba que el final se acercaba, con Lyn a su derecha, con un grupo de aliados desde todas las partes de Aerandir a su izquierda y, frente a él, estaba Imlerith.
Exhaló el aire que contenía sus pulmones.
Tres pasos al frente, y alzó a Olvido.
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Eltrant había bajado la claymore plateada con toda la fuerza que pudo reunir en sus brazos, encontrándose con la gigantesca hacha del pirata en el camino. Un estruendoso crujido metálico inundó los tímpanos de todos los que quedaban presentes en el callejón, el viento de la espada de Eltrant se disparó por todas partes, las ventanas de los edificios cercanos estallaron en un centenar de pedazos de cristal y astillas.
Notó la vibración de la espada entre sus manos debido al impacto, Olvido estaba de buen humor, quería acabar con el primer oponente que se le oponía en años, con el hacha que había aguantado tal golpe sin romperse; El humano, por su lado, podía sentir el peso del hacha del contrario en el forcejeo, la fuerza del hombre que la blandía.
Ambos volvieron a intercambiar varios golpes, sin encontrar el cuerpo del rival. Ambos estaban internados en una coreografía que, cualquiera que la viese desde fuera, podría interpretar que estaba ensayada, un baile en la que el primero que diese un paso fuera de compás encontraría la muerte.
Eltrant chasqueó la lengua y retrocedió, evitando que el hacha le decapitara por poco y contratacó de nuevo, encontrándose otra vez con el hacha del pirata en su camino.
Pero esta vez no pudo retroceder a tiempo. Con el envés del hacha, cambiando completamente el ángulo y la forma en la que esta vez lanzaba su ataque, el pirata encajó un ataque en pleno costado lanzándolo por los aires.
Tras rebotar varias veces en el suelo, Eltrant atravesó la fachada del edificio directamente a su derecha como si esta estuviese hecha de cartón. Entre tos, dolor y un incesante pitido en los oídos, gruñó una retahíla de insultos a todos los dioses que conocía y algunos que se acababa de inventar.
¿Cómo algo tan grande podía ser tan rápido? A su cerebro le costaba adaptarse, aceptar aquella realidad. Ese monstruo no se movía cómo lo que su cerebro entendía por "Normal".
Sin perder un segundo, se levantó y lanzó el yelmo a un lado, ahora deformado de forma irreparable, para atravesar a toda prisa el agujero de la pared que había abierto segundos antes.
Obvió la sangre que bajaba desde su nariz, también la brecha que ahora tenía en la frente. Estaba curtido en más de un centenar de batallas, había acabado con seres inmortales procedentes de otros mundos.
La calle pestañeó de nuevo, devolviéndole al Oblivion durante el instante en el que su espadón chocó contra el hacha del monstruoso pirata, mostrándole a Imlerith bloqueando.
Y el combate continuaba, minutos que se antojaban horas, segundos que se extendían durante una eternidad. Nadie retrocedía, nadie podía permitírselo. Un pequeño corte allí, un gran tajo allá. La carne de aquel hombre era básicamente una armadura, Eltrant había matado a dragones con las escamas menos densas. Su armadura, por otro lado, se deformó en partes y crujió y cedió en otras, desvelando cortes en las hendiduras.
Pero no pensaba rendirse.
Un paso hacia adelante y estaba en el Oblivion, al esquivar el hacha que buscaba su cuello se vio en Lunargenta de nuevo, el puñetazo que lanzó y acertó en mitad del entrecejo del gigante le devolvió frente a Imlerith, pero su contrataque, que Eltrant encajó con la coraza del pecho, le hizo escuchar las campanas de la ciudad una vez más.
Jadeó.
Aún le quedaba mucho más por delante. Aún no había encontrado a Lyn.
El hacha del pirata giró. La adrenalina que recorría sus venas ralentizó el instante, su cerebro, adorador de patrones, le ayudó a reconocerlo, a que se percatase de que ya había recibido un impacto como el que se avecinaba.
Alzó el brazo izquierdo.
Un gigantesco escudo de hielo brotó de su antebrazo izquierdo [1], uno que solo un par de personas en Aerandir podrían esgrimir con soltura debido a su peso y tamaño. El crujido del hielo, al quebrarse, sustituyó al ya conocido sonido del metal; El hacha del gigante estaba hundida hasta el mango en el témpano, completamente inmovilizada.
No se podía mover. No se podía defender.
Gritó, usó por completo el aire que le quedaba en sus pulmones. Hizo acopio de toda la fuerza que tenía en el brazo con el que esgrimía a Olvido, depositó los años de frustración, los años de desamparo, de dolor, de soledad en aquella estocada que estaba a punto de dar en diagonal, a la altura del hombro. [2]
Al mismo tiempo, Olvido estalló en un pequeño vendaval que se acumuló alrededor de la espada, esta brilló con aún más intensidad. [3]
Los mundos a su alrededor se difuminaban, los flashes y parpadeos se sucedían uno tras otro; Dos momentos, dos peleas, dos vidas.
Y se iba asegurar de que en ambas el pirata estaba muerto.
Interacción: Monza
Mención: Eildyh
[1] Habilidad de la Armadura Ocaso: “Armadura escudada”
[2] Habilidad de Eltrant de Nivel 9: Luna Invernal.
[3] Habilidad de Olvido: Cortaviento.
Resumen:
Todo lo bien que podía, dadas las circunstancias. Los hombres vitorearon cuando la inesperada ayuda llegó desde el cielo, cuando el dragón se precipitó sobre ellos desde las alturas y, con una única exhalación, hizo que no pocos piratas saliesen volando por los aires.
Sonrió. Alzó la vista, bajando su arma por un momento, para ver como la figura alada volvía a emprender el vuelo batiendo las alas. No estaba seguro de si le podía ver, pero se unió a los otros guardas y le dedicó un saludo con la mano libre, haciendo notar a quien quiera que fuese que su ayuda era más que bien recibida.
- ¡Seguid así! – Otro pirata más cayó bajo su espada, lo apartó a un lado y avanzó un par de pasos. – ¡No cedáis terreno! – ordenó, trazando con la espada una diagonal frente a él y acallando a otro de los asaltantes para siempre.
Un gritó de dolor captó su atención a su izquierda. Le devolvió a la más apabullantes de las realidades. Por mucho que se estuviesen defendiendo bien, seguían estando en desventaja.
Con el hacha, sangrienta, elevándola del guarda muerto, el gigante hipermusculado que se había abierto paso en apenas un instante hasta la línea de defensa apartó a uno de los guardas con escudo, que le había atacado, de un simple manotazo.
Y un grito, un rugido, más bien, se alzó sobre el barullo de la contienda.
Le señaló con el hacha.
¿Le quería a él?
No importaba el número de discursos grandilocuentes que diese, lo mucho que motivase a los soldados que estaban con él; la realidad era que estaban perdiendo, iban por detrás. Al menos en aquella parte de la ciudad.
Era cierto que los piratas eran una marabunta desorganizada, bandidos e indeseables a los que habían prometido riquezas y gloria. Pero, incluso gente como aquella, contaba con lideres.
¿Quién iba a hacer las promesas vacías si no?
El dragón comenzaba a hacer menos pasadas, notó el creciente numero de arqueros en posiciones elevadas. ¿Cuándo había pasado eso? Chasqueó la lengua, su principal ventaja en aquel combate en aquel momento era…
- ¡Retroceded! – Ordenó a los demás soldados, no podían perder a su aliado en el aire. – ¡Lidiad con los arqueros! ¡Proteged al dragón! – Les dijo, estos no pusieron muchos impedimentos a no tener que lidiar con aquel gigante. – Yo me encargo de este… - agregó a continuación, el del hacha dejó escapar una ligera risita gutural, divertida.
Los soldados por sí solo no harían gran cosa eran pocos y había demasiados piratas desperdigados por los tejados de los edificios. Esperaba que Eilydh volviese pronto, podía mandarla a despachar arqueros de ser posible. Su gato sobredimensionado era ideal para algo así.
- Muy bien…-
Eltrant tensó su cuerpo, y se cuadró frente al oficial pirata, colocó a Olvido a su cara. Esté se había quedado mirando, con cierto brillo de satisfacción en sus ojos al ver a los guardas correr con el rabo entre las piernas, giró el hacha sobre sí misma, aun goteando carmesí, y sonrió.
Era una sonrisa adusta, una mueca de ira en la que además enseñaba todos los dientes.
Inspiró profundamente, mirando frente a él. El mundo a su alrededor parpadeó. Por un instante Eltrant Tale ya no estaba en Lunargenta; Ya no podía escuchar las voces de los ciudadanos ni las campanas de alerta, tampoco podía ver a los guardas luchando a su lado o al pirata monstruoso que tenía delante. Eltrant Tale estaba en lo alto de la torre del Oblivion, con un cielo ennegrecido y antinatural sobre su cabeza que le contaba que el final se acercaba, con Lyn a su derecha, con un grupo de aliados desde todas las partes de Aerandir a su izquierda y, frente a él, estaba Imlerith.
Exhaló el aire que contenía sus pulmones.
Tres pasos al frente, y alzó a Olvido.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Eltrant había bajado la claymore plateada con toda la fuerza que pudo reunir en sus brazos, encontrándose con la gigantesca hacha del pirata en el camino. Un estruendoso crujido metálico inundó los tímpanos de todos los que quedaban presentes en el callejón, el viento de la espada de Eltrant se disparó por todas partes, las ventanas de los edificios cercanos estallaron en un centenar de pedazos de cristal y astillas.
Notó la vibración de la espada entre sus manos debido al impacto, Olvido estaba de buen humor, quería acabar con el primer oponente que se le oponía en años, con el hacha que había aguantado tal golpe sin romperse; El humano, por su lado, podía sentir el peso del hacha del contrario en el forcejeo, la fuerza del hombre que la blandía.
Ambos volvieron a intercambiar varios golpes, sin encontrar el cuerpo del rival. Ambos estaban internados en una coreografía que, cualquiera que la viese desde fuera, podría interpretar que estaba ensayada, un baile en la que el primero que diese un paso fuera de compás encontraría la muerte.
Eltrant chasqueó la lengua y retrocedió, evitando que el hacha le decapitara por poco y contratacó de nuevo, encontrándose otra vez con el hacha del pirata en su camino.
Pero esta vez no pudo retroceder a tiempo. Con el envés del hacha, cambiando completamente el ángulo y la forma en la que esta vez lanzaba su ataque, el pirata encajó un ataque en pleno costado lanzándolo por los aires.
Tras rebotar varias veces en el suelo, Eltrant atravesó la fachada del edificio directamente a su derecha como si esta estuviese hecha de cartón. Entre tos, dolor y un incesante pitido en los oídos, gruñó una retahíla de insultos a todos los dioses que conocía y algunos que se acababa de inventar.
¿Cómo algo tan grande podía ser tan rápido? A su cerebro le costaba adaptarse, aceptar aquella realidad. Ese monstruo no se movía cómo lo que su cerebro entendía por "Normal".
Sin perder un segundo, se levantó y lanzó el yelmo a un lado, ahora deformado de forma irreparable, para atravesar a toda prisa el agujero de la pared que había abierto segundos antes.
Obvió la sangre que bajaba desde su nariz, también la brecha que ahora tenía en la frente. Estaba curtido en más de un centenar de batallas, había acabado con seres inmortales procedentes de otros mundos.
La calle pestañeó de nuevo, devolviéndole al Oblivion durante el instante en el que su espadón chocó contra el hacha del monstruoso pirata, mostrándole a Imlerith bloqueando.
Y el combate continuaba, minutos que se antojaban horas, segundos que se extendían durante una eternidad. Nadie retrocedía, nadie podía permitírselo. Un pequeño corte allí, un gran tajo allá. La carne de aquel hombre era básicamente una armadura, Eltrant había matado a dragones con las escamas menos densas. Su armadura, por otro lado, se deformó en partes y crujió y cedió en otras, desvelando cortes en las hendiduras.
Pero no pensaba rendirse.
Un paso hacia adelante y estaba en el Oblivion, al esquivar el hacha que buscaba su cuello se vio en Lunargenta de nuevo, el puñetazo que lanzó y acertó en mitad del entrecejo del gigante le devolvió frente a Imlerith, pero su contrataque, que Eltrant encajó con la coraza del pecho, le hizo escuchar las campanas de la ciudad una vez más.
Jadeó.
Aún le quedaba mucho más por delante. Aún no había encontrado a Lyn.
El hacha del pirata giró. La adrenalina que recorría sus venas ralentizó el instante, su cerebro, adorador de patrones, le ayudó a reconocerlo, a que se percatase de que ya había recibido un impacto como el que se avecinaba.
Alzó el brazo izquierdo.
Un gigantesco escudo de hielo brotó de su antebrazo izquierdo [1], uno que solo un par de personas en Aerandir podrían esgrimir con soltura debido a su peso y tamaño. El crujido del hielo, al quebrarse, sustituyó al ya conocido sonido del metal; El hacha del gigante estaba hundida hasta el mango en el témpano, completamente inmovilizada.
No se podía mover. No se podía defender.
Gritó, usó por completo el aire que le quedaba en sus pulmones. Hizo acopio de toda la fuerza que tenía en el brazo con el que esgrimía a Olvido, depositó los años de frustración, los años de desamparo, de dolor, de soledad en aquella estocada que estaba a punto de dar en diagonal, a la altura del hombro. [2]
Al mismo tiempo, Olvido estalló en un pequeño vendaval que se acumuló alrededor de la espada, esta brilló con aún más intensidad. [3]
Los mundos a su alrededor se difuminaban, los flashes y parpadeos se sucedían uno tras otro; Dos momentos, dos peleas, dos vidas.
Y se iba asegurar de que en ambas el pirata estaba muerto.
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Interacción: Monza
Mención: Eildyh
[1] Habilidad de la Armadura Ocaso: “Armadura escudada”
[2] Habilidad de Eltrant de Nivel 9: Luna Invernal.
[3] Habilidad de Olvido: Cortaviento.
Resumen:
- Resumen:
Mando a los Guardas a ayudar a Monza en lo que puedan e intente acabar con unos cuantos arqueros y yo me pego con el señor que entiendo que bebe muchos batidos de proteínas (?)
Eltrant Tale
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Re: El retorno del vampiro [Evento Sacrestic]
Runa para ver como se dan los gritos de vampiros
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Re: El retorno del vampiro [Evento Sacrestic]
El miembro 'Monza Sylroc' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Re: El retorno del vampiro [Evento Sacrestic]
Las pasadas que estaban dando debían estar resultando de ayuda a los guardias, pues en una de ellas pude atisbar una señal de reconocimiento por parte de los soldados que aguantaban la formación. Y saber que estaba siendo útil no hizo sino renovar mis ánimos en continuar con mi ataque. Aunque tras la sorpresa inicial, los arqueros que se encontraban entre la turba habían puesto su ojo en mi y tenía que buscar mejor las vías de ataque y calcular los tiempos. Pero un pequeño inconveniente podía reducir la frecuencia de mis pasadas pero no me detendría.
Localicé a uno de sus tiradores y caí sobre él y los compañeros que le rodeaban para volver a desatar mi aliento[1] contra ellos y lanzarlos contra paredes y compañeros, con las consiguientes contusiones y armas clavándose en quien no debían. Pero al tratar de ascender, apenas pude distinguir unas figuras en los tejados antes de que un sonido horrendo atravesara mi cráneo y perdiese la coordinación de todo el cuerpo. Las alas me fallaban y empezaba a precipitarme contra el suelo. Pero si acababa cayendo no sólo iba a quedar en una posición precaria respecto al atacante, sino que desde allí cualquier apoyo que pudiera dar a los guardias iba a quedar seriamente comprometido. Batí las alas desesperadamente, y de alguna forma conseguí estabilizarme y elevarme en el cielo de nuevo. Tomé distancia para poder escapar de los gritos aberrantes, pero en cuanto pude librarme de ese penetrante ruido en mi mente y tomar perspectiva de la situación, tuve claro mi objetivo. No bastándoles con estar atacando a gente que solo trataban de apagar unos fuegos para mantener sus casas, esos bastardos habían tratado de deshacerse de mi con sus gritos, ahora les iba a tocar probar probar lo que podía lanzar yo por la boca.
En esta ocasión fui yo quien rugió a los vampiros de los tejados y volé directa hacia ellos. Los arqueros me apuntaron y los proyectiles salieron disparados hacia mí, pero según bajaba fui generando corrientes de aire a mi alrededor hasta formar una especie de esfera de vientos[2]. Las flechas fueron atrapadas por las corrientes que me rodeaban y lanzadas de vuelta a donde habían venido, y sin reducir mi velocidad y todavía con la barrera de aire a mi alrededor, embestí contra el tejado de donde había salido esos gritos. Antes de que ni siquiera llegara a arrollarles yo, tanto los vampiros como las tejas del tejado empezaron a salir despedidos en todas las direcciones, cayendo sobre sus compañeros en el mejor de los casos y reventándose contra el empedrado o los muros de edificios cercanos en el resto. Confiaba en que si alguno lograba sobrevivir hubieran aprendido a no enfrentarse a un dragón de aire en las alturas.
Con ese tejado limpio, aterricé sobre él. El viento a mi alrededor de mi cuerpo desapareció y rugí para liberar la tensión. Mi ira se había calmado un poco, pero el trabajo no estaba terminado, así que no me entretuve e inmediatamente me volví hacia el resto de vampiros que me habían atacado antes, volando hacia ellos lanzando ráfagas de aire[1] contra los tejados donde se encontraban antes de que pudieran tener la oportunidad de gritarme de nuevo, despeñándolos por la fuerza del aire o por el corrimiento de las tejas bajo sus pies cuando lograban esquivar el ataque.
Una vez solucionado mi problema, tomé altura para ver de nuevo la situación y noté con preocupación que había menos guardias que antes, pero al menos el anciano parecía tener dominado a un sujeto de imponente tamaño. También me sorprendió lo mucho que se habían reducido las flechas que volaban hacia mí. Cuando todo pasase tendría que agradecer la ayuda a la gente del suelo, pero por el momento lo primordial era acabar con los atacantes. Por lo que solo me quedaba una cosa que hacer. Y así volví a dejarme caer una vez más, lanzando mi aliento[1] contra la horda furibunda para alzarme otra vez, e ir repitiendo la estrategia desde diferentes puntos para evitar que pudieran reorganizarse, con intención de continuar hasta que lográsemos repelerlos o consiguieran mandarme al suelo como habían intentado los de antes.
Localicé a uno de sus tiradores y caí sobre él y los compañeros que le rodeaban para volver a desatar mi aliento[1] contra ellos y lanzarlos contra paredes y compañeros, con las consiguientes contusiones y armas clavándose en quien no debían. Pero al tratar de ascender, apenas pude distinguir unas figuras en los tejados antes de que un sonido horrendo atravesara mi cráneo y perdiese la coordinación de todo el cuerpo. Las alas me fallaban y empezaba a precipitarme contra el suelo. Pero si acababa cayendo no sólo iba a quedar en una posición precaria respecto al atacante, sino que desde allí cualquier apoyo que pudiera dar a los guardias iba a quedar seriamente comprometido. Batí las alas desesperadamente, y de alguna forma conseguí estabilizarme y elevarme en el cielo de nuevo. Tomé distancia para poder escapar de los gritos aberrantes, pero en cuanto pude librarme de ese penetrante ruido en mi mente y tomar perspectiva de la situación, tuve claro mi objetivo. No bastándoles con estar atacando a gente que solo trataban de apagar unos fuegos para mantener sus casas, esos bastardos habían tratado de deshacerse de mi con sus gritos, ahora les iba a tocar probar probar lo que podía lanzar yo por la boca.
En esta ocasión fui yo quien rugió a los vampiros de los tejados y volé directa hacia ellos. Los arqueros me apuntaron y los proyectiles salieron disparados hacia mí, pero según bajaba fui generando corrientes de aire a mi alrededor hasta formar una especie de esfera de vientos[2]. Las flechas fueron atrapadas por las corrientes que me rodeaban y lanzadas de vuelta a donde habían venido, y sin reducir mi velocidad y todavía con la barrera de aire a mi alrededor, embestí contra el tejado de donde había salido esos gritos. Antes de que ni siquiera llegara a arrollarles yo, tanto los vampiros como las tejas del tejado empezaron a salir despedidos en todas las direcciones, cayendo sobre sus compañeros en el mejor de los casos y reventándose contra el empedrado o los muros de edificios cercanos en el resto. Confiaba en que si alguno lograba sobrevivir hubieran aprendido a no enfrentarse a un dragón de aire en las alturas.
Con ese tejado limpio, aterricé sobre él. El viento a mi alrededor de mi cuerpo desapareció y rugí para liberar la tensión. Mi ira se había calmado un poco, pero el trabajo no estaba terminado, así que no me entretuve e inmediatamente me volví hacia el resto de vampiros que me habían atacado antes, volando hacia ellos lanzando ráfagas de aire[1] contra los tejados donde se encontraban antes de que pudieran tener la oportunidad de gritarme de nuevo, despeñándolos por la fuerza del aire o por el corrimiento de las tejas bajo sus pies cuando lograban esquivar el ataque.
Una vez solucionado mi problema, tomé altura para ver de nuevo la situación y noté con preocupación que había menos guardias que antes, pero al menos el anciano parecía tener dominado a un sujeto de imponente tamaño. También me sorprendió lo mucho que se habían reducido las flechas que volaban hacia mí. Cuando todo pasase tendría que agradecer la ayuda a la gente del suelo, pero por el momento lo primordial era acabar con los atacantes. Por lo que solo me quedaba una cosa que hacer. Y así volví a dejarme caer una vez más, lanzando mi aliento[1] contra la horda furibunda para alzarme otra vez, e ir repitiendo la estrategia desde diferentes puntos para evitar que pudieran reorganizarse, con intención de continuar hasta que lográsemos repelerlos o consiguieran mandarme al suelo como habían intentado los de antes.
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Pues parece que la runa salió lo mejor posible, así que asumo que los gritos de vampiro solo molestan. Por lo demás, violencia y gente saliendo volando.
[X] Habitante de los Cielos: Puedo volar en forma de dragón. Durante todo el post.
[1] Aliento Elemental: Puedo lanzar mi elemento afín desde mis entrañas en forma de dragón.
[2] Nivel 0: Barrera huracanada: [Mágica, 2 Usos] Genero intensos vientos a mi alrededor, permitiéndome detener proyectiles o alejar a las criaturas que me rodean.
- Inventario::
- Equipo:
- Daga de calidad pobre: [Arma] Daga desgastada. Su calidad pobre la hace poco efectiva en combate.
* Encantada con Bendición de Thor: [Encantamiento] el objeto encantado, que no puede pesar más de 10 kilogramos, adquiere la propiedad de volver levitando hacia su portador a voluntad de éste. La velocidad a la que lo hace la convierte en un potencial ataque.
Encantamientos:
- Bendición de Thor: Ver arriba
- Pudor: [Encantamiento] Cuando el portador del objeto se transforme, todo su equipamiento lo hará consigo, desapareciendo hasta que vuelva a forma humana. No cuenta para el límite de encantamientos por personaje. Aplicado sobre el colgante.
Consumibles:
- Cristal de sueños: [Consumible] Tu cuerpo se convierte en húmeda niebla por un turno.
- Gorrito de Calabaza [Consumible]: Al activarlo, hace que el portador adquiera una agilidad increíble durante un tema, literalmente dando grandes saltos como un gomejo de aquí para allá. Pero cuidado con saltar demasiado, o la calabaza podría terminar rompiéndose. Después de su uso acabará pudriéndose y desapareciendo.
Monza Sylroc
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Re: El retorno del vampiro [Evento Sacrestic]
Desde la mano del brujo Vincent, una llamarada fue liberada, iluminando la penumbra con un brillo abrasador. La llamarada se lanzó como un depredador sobre su presa, consumiendo el aire a su paso y adoptando algún tipo de forma dracónida, dirigiéndose directamente hacia la ermita y los vampiros que emergían de su interior como una ola de oscuridad hambrienta.
A ambos lados de ese letal torrente de fuego, dos figuras se lanzaron al combate; Alward y Daga Nocturna avanzaron en sincronía, sombras danzando al compás de las llamas. Alward, con su armadura oscura, irradiaba una determinación férrea, como si la muerte misma no fuera más que un obstáculo menor. A su lado, Daga Nocturna era un torbellino de gracia mortal, sus ágiles movimientos guiados por una precisión milimétrica, sus ojos brillando bajo la máscara reflejando el resplandor del torrente de fuego.
El calor del ataque de Vincent era sofocante, pero también estimulante. Era como sentir el rugido del propio infierno adentrándose en la piel, empujándolos hacia adelante. El estruendo de la deflagración llenaba sus oídos, pero el caos no los distraía; lo abrazaban, lo convertían en su aliado.
Alward fue el primero del dúo en llegar a la formación de los vampiros, desatando así una tormenta de acero y sangre, uniéndose al resto de soldados y aliados que allí se habían congregado. Sus espadas se movían como una extensión de su voluntad, las hojas blancas y negras cortaban con precisión quirúrgica. Uno de los vampiros intentó frenar su avance, pero Alward desvió el golpe con un giro elegante, hundiendo su espada en el cuello de la criatura y dejándola caer como un peso muerto. Un segundo atacante surgió desde su izquierda, pero el enmascarado, como si anticipara cada movimiento, pivotó sobre su pie trasero y lo redujo con un tajo limpio al torso. El vampiro gritó antes de desintegrarse en polvo.
Mientras tanto, Daga Nocturna bailaba a su propio ritmo de destrucción. Se movía con la fluidez de un río en una tormenta, sus dagas brillando como dos estrellas fugaces en un oscuro cielo. Su primer enemigo ni siquiera la vio venir; una estocada precisa bajo las costillas lo dejó paralizado antes de que su vida se extinguiera. Otros dos se abalanzaron sobre ella con movimientos salvajes, pero la justiciera fintó, usando su agilidad para dejarlos golpeando al aire. Antes de que pudieran reaccionar, la hoja de su daga ya había cortado gargantas y perforado corazones.
Al haberse estrellado el dragón de fuego contra la ermita, parte del techo de esta se vino abajo, haciendo parecer que un rugido (el del propio dragón de fuego) hacía temblar la tierra. Los vampiros en las primeras filas, aquellos demasiado lentos para reaccionar, fueron consumidos instantáneamente. Sus gritos eran breves, ahogados por el fuego voraz que los reducía a cenizas.
Posteriormente, la estructura de la ermita crujió de nuevo, pues el fuego se estaba extendiendo por todo el edificio.
Alward, con sus ojos iluminados por el fuego bajo la máscara, maldijo. No podía perder al Dramaturgo.
Katrina, por su parte, se tomó un breve instante, su mente afilada calculaba su próximo movimiento en mitad de ese caos. Sabía que los aliados podrían confundirla con los enemigos, por lo que tenía que hacer algo al respecto.
Con un suspiro casi inaudible, dejó caer la capucha que cubría su cabeza. Su transformación comenzó al desatar la maldición que corría por sus venas [1].
Primero, su rostro, usualmente joven y de facciones suaves, comenzó a adquirir un aire de madurez impactante. Los contornos de su mandíbula se definieron, sus pómulos se elevaron como si hubieran sido esculpidos por la mano de un escultor divino. Su piel pálida reflejaba la luz de las llamas cercanas, mientras que sus labios se volvían de un rojo oscuro, como la sangre que tantos en esa noche derramaban.
De su frente, dos cuernos negros y curvados comenzaron a emerger hacia arriba, surcando el aire como si estuvieran reclamando su lugar en el mundo. Los cuernos estaban decorados con joyería plateada que relucía bajo el destello de la batalla, un contraste entre lo grotesco y lo bello. Una joya con forma de calavera coronaba el espacio entre ellos, irradiando una sutil malevolencia. Más joyas, finas y ominosas, caían sobre su frente, acompañadas por un maquillaje que se extendía como lágrimas oscuras desde sus ojos, ahora rojizos y profundos como pozos insondables. Era como si mirarla directamente pudiera consumir la voluntad de los más débiles. Katrina no solo era una figura imponente; era una visión sacada de las pesadillas más bellas.
Cuando su transformación culminó, la voz de Katrina se propagó a través del rugido del fuego y el acero. Un canto suave, hipnótico y con palabras ininteligibles emergió de sus labios como una ola invisible que recorría todo el campo de batalla. Aquella voz, cargada de una magia visceral, se coló en los oídos de todos los presentes, resonando incluso en sus mentes. El aire mismo parecía estremecerse con cada palabra, como si estuviera llamando a algo mucho más oscuro que la noche que los envolvía.
Los invasores, confundidos por el canto y atraídos por el poder de su voz, comenzaron a mirar a su alrededor. De las sombras proyectadas por las llamas emergieron figuras humanoides oscuras, criaturas sombrías y deformes que parecían abalanzarse hacia ellos. Sus ojos brillaban con una luz carmesí, y sus formas incorpóreas adoptaban contornos que desafiaban la lógica. Algunas tenían múltiples brazos que terminaban en garras, otras carecían de cabeza, y algunas más parecían monstruos híbridos entre humano y bestia. Todas ellas eran aterradoras, todas ellas perfectas ilusiones [2].
¡Sufriréis por vuestros actos!-la voz de Katrina resonó nuevamente, esta vez clara.
Los vampiros retrocedieron instintivamente, aunque las sombras no tenían sustancia ni voluntad real. El poder de la ilusión era suficiente para sembrar el caos en sus filas, haciéndolos girar en direcciones opuestas, atacando a los espectros ilusorios o a sus propios compañeros en su desesperación. La mente manipulada era su peor enemiga en esos momentos. Las sombras no podían herir, pero podían distraer, confundir y sembrar el miedo, todo lo que Katrina necesitaba para que los aliados aprovecharan la ventaja.
En el epicentro del caos, Katrina avanzó con paso lento y cuidadoso, una silueta oscura y hermosa que parecía disfrutar de la desesperación que había sembrado. Sus movimientos eran calculados, asegurándose de mantenerse fuera del alcance de las espadas enemigas, pero estando presente, como si su mera existencia fuera suficiente para desmoralizar a los invasores.
Cuando vio el momento oportuno, desapareció de la vista de todos ocultándose en las sombras y volviendo a adquirir su apariencia habitual.
Alward y Daga Nocturna no cejaban en su tarea de ofrecer batalla a los invasores. Con la ayuda de Katrina y los demás aliados, lo que podría haber sido una difícil tarea estaba siendo bastante asequible. Pero Alward no quería dejarlo ahí, quería terminar lo que él había empezado en el escenario de Los Buchones.
El guerrero enmascarado alzó una espada, y con un grito que resonó incluso sobre el estruendo del combate, se lanzó una vez más hacia la batalla, su intención era entrar a toda cosa en la ermita. A cada tajo, a cada golpe, los enemigos caían, pero él no se detenía. Las chispas de los choques de espadas iluminaban su máscara, que permanecía imperturbable, como si su portador no fuera un hombre, sino un símbolo de resistencia.
De pronto, Alward alzó la mirada y lo vio: el Dramaturgo, con su extravagante figura envuelta en su característico atuendo, estaba intentando escalar el edificio. Su objetivo era evidente: alcanzar los tejados de los edificios colindantes antes de que las llamas consumieran su único camino de escape viable.
Ese era el momento.
Con decisión, Alward sacó su gancho de agarre [1]. Miró rápidamente a su alrededor, evaluando la estructura del edificio. Las llamas aún no habían alcanzado el lado este de la ermita, donde una de las viejas vigas sobresalía de una ventana parcialmente rota. La madera estaba ennegrecida por los años, pero parecía lo suficientemente resistente como para soportar su peso, al menos temporalmente.
Disparó el gancho. El proyectil voló con precisión y se enganchó firmemente en la viga. Sin perder tiempo, Alward se impulsó hacia arriba, subiendo con rapidez gracias al mecanismo automático del artilugio mientras el sonido de la batalla y el crepitar del fuego llenaban sus oídos.
Cuando alcanzó el tejado, su mirada encontró de nuevo al Dramaturgo, que ya avanzaba hacia el borde opuesto con una velocidad que solo podía describirse como inhumana. Sus movimientos eran precisos, como si cada salto y cada paso estuvieran coreografiados para un público inexistente. Alward comenzó a correr detrás de él, pero sabía que no podía igualar la agilidad del vampiro.
El Dramaturgo, consciente de la persecución, giró brevemente la cabeza hacia atrás mientras avanzaba. Su rostro, oculto bajo una máscara iluminada por las llamas que mostraba ira. Saltó ágilmente de una viga a otra, casi como si se deleitara en la tensión del momento.
Sin embargo, justo cuando estaba a punto de lanzarse al edificio adyacente y escapar, una figura emergió de las sombras como un rayo. Daga Nocturna se alzó frente a él, su postura firme, sus dagas reflejando el resplandor anaranjado de las llamas. Su aparición fue tan rápida y precisa que incluso el Dramaturgo pareció detenerse por un instante, sorprendido.
-Fin del camino.-dijo ella con una voz gélida y contundente, sus ojos brillando con determinación bajo su máscara.
Alward llegó segundos después, encarándolo desde atrás. Ahora, el Dramaturgo estaba rodeado. Las llamas comenzaban a lamer los bordes del tejado, subiendo lenta pero inexorablemente.
El Dramaturgo, lejos de mostrar temor, alzó los brazos con un gesto teatral, girando lentamente hacia ambos para asegurarse de que eran su audiencia. Su sonrisa era amplia, maniática, y sus ojos brillaban con una mezcla de burla y desafío.
-¡Ah, qué cuadro tan perfecto!-exclamó, con una voz melodiosa y llena de emoción, como si recitara en un escenario.-La heroína, la sombra, y el villano encerrados en un escenario ardiente. Una obra que arde tanto como la pasión que nos guía.-Hizo una pausa dramática, extendiendo un brazo hacia las llamas que los rodeaban poco a poco.-¿No es acaso esta nuestra última función? Una tragedia en tres actos: persecución, confrontación y, por supuesto, el inevitable desenlace. ¡Oh, qué dulces las ironías del destino!
Alward lo miró con puro odio, sus manos aferrando con fuerza la empuñadura de sus espadas. Las llamas crepitaban, y su máscara, cubierta de hollín, era la única contención de su ira.
-Los justicieros enmascarados sois una molestia, ¿Sabéis?-dijo, más tranquilo y sereno.-Todo el día metiéndoos en nuestros asuntos; el enmascarado que lleva dos espadas a su espalda, y la famosa Daga Nocturna, orgullo de la Luna, protectora de Lunargenta.-hizo un pequeño esfuerzo por no reírse.-¿Sabéis cuántos, antes de vosotros, han intentado pararnos?-Lanzó la pregunta al aire, no fue respondida.-He perdido la cuenta.-sonrió sádicamente bajo su máscara iracunda.
-Puedes hacer tu maldito monólogo cuanto quieras, pero aquí no habrá aplausos para ti, Dramaturgo.-espetó Alward con desdén, avanzando un paso hacia él-Solo el telón cayendo sobre tu miserable obra.
-Lástima que este sea tu final, porque detesto las obras sin sentido.-añadió la justiciera.
El Dramaturgo rio suavemente, inclinando la cabeza hacia un lado, como si disfrutara de cada palabra de ellos.
-¡Qué maravilla, qué pasión! Vosotros sois actores naturales, dignos de este gran drama. Pero decidme, mis queridos antagonistas, ¿estáis listos para el tercer acto? Porque, como bien sabéis...-señaló las llamas que se acercaban más y más.-el fuego nunca espera a nadie.
Daga Nocturna cargó contra él, su ataque fue rápido, feroz, pero no perfecto. La herida que Zagreus le había infligido semanas atrás —ahora abierta y sangrante bajo la presión de su esfuerzo— afectaba la precisión de sus movimientos. Su brazo izquierdo temblaba ligeramente, y eso fue suficiente para que el Dramaturgo detectara la imperfección.
Con una habilidad que rayaba en lo sobrenatural, el vampiro dio un paso lateral, eludiendo la estocada principal con la fluidez de un bailarín. En el mismo movimiento, atrapó la muñeca de Daga Nocturna con una fuerza sorprendente y la retorció hacia atrás, obligándola a soltar una de sus dagas. La joven luchó por liberarse, pero el Dramaturgo aprovechó la apertura y, con su otra mano, agarró su brazo herido.
Daga Nocturna gritó de dolor cuando el vampiro presionó con fuerza sobre la herida abierta, haciendo que la sangre fluyera con más rapidez, manchando su armadura de cuero. El dolor era insoportable.
-Ah, pero qué trágico. Una sombra rota, intentando danzar en un escenario que no le pertenece.-murmuró el Dramaturgo con crueldad, inclinándose cerca de su rostro.-¿Duele, verdad? No te preocupes, pequeña. Yo también soy artista del dolor. Déjame mostrarte mi especialidad.
Alward se abalanzó sobre el vampiro, con sus espadas en alto, buscando romper el agarre que tenía sobre su aliada. Pero el vampiro estaba preparado, interpuso a la justiciera como escudo y se aseguró agarrarla por detrás doblando su brazo. Esta, retorciéndose del dolor, dobló sus rodillas y las hincó en el suelo.
El Dramaturgo movió su brazo libre, y las sombras alrededor de ellos cobraron vida. Como si fueran serpientes líquidas, se alzaron del suelo y envolvieron las piernas de Alward, frenándolo en seco. Las sombras eran frías y pesadas, como si llevaran el peso de la desesperación misma. Alward intentó cortar los lazos con su espada, pero las sombras parecían esquivar sus movimientos, reapareciendo con cada tajo.
-Oh, oh, querido justiciero. Qué predecible. ¿Esperabas una pelea justa? No olvides, amigo mío, que yo escribo las reglas en esta función.-acto seguido, apuñaló los gemelos de la justiciera para que le fuese imposible ponerse en pie o mostrar más resistencia.
Tras eso, el Dramaturgo arrastró a Daga Nocturna un paso más cerca del borde del tejado. El fuego rugía más fuerte ahora, y las llamas empezaban a devorar las vigas bajo sus pies. El aire se llenó de humo, y la tensión era palpable.
-Dos contra uno, y aun así, aquí estoy, como la estrella indiscutible de esta obra.-miró a Alward, que luchaba por liberarse, y sonrió cruelmente.-No me malinterpretes, querido justiciero. Aprecio el entusiasmo. Pero como siempre digo, un héroe apresurado es un héroe muerto.-Ahora, miró hacia Daga.-Y ahora, veamos quién es la famosa Daga Nocturna...
Con un movimiento rápido, retiró la máscara de Daga Nocturna. Los seguros que la mantenían fija cedieron con un leve chasquido.
La justiciera intentó apartar la cabeza, pero la fuerza se le escapaba y ni siquiera tenía la mente clara como para soltar palabra alguna. Simplemente, se quejó del dolor.
La máscara de Daga Nocturna cayó al suelo, golpeando la madera carbonizada con un sonido hueco. El rostro que se reveló debajo hizo que el Dramaturgo se congelara por un breve instante, su sonrisa desvaneciéndose lentamente. La recordaba, vagamente. El rostro que miraba era el de Luna Sevna. Sus ojos ardían con una mezcla de desafío y dolor.
-Tú...-el vampiro parpadeó, y su mente hizo la conexión casi de inmediato.-Yo te conozco... Eres esa cría molesta. La hermana de... de ese malnacido que tuvo la osadía de cruzarse en mi camino. Alward, ¿verdad? Pero él está muerto... Y tú deberías haber compartido su destino.
Alward, al escuchar esas palabras, sintió como si el mundo se detuviera. Luna. Su hermana. La verdad golpeó su mente como un martillo, desmoronando cada pared que había construido durante años para mantener su identidad y su pasado enterrados. La enmascarada que luchaba a su lado todo este tiempo no era otra que Luna. Su cuerpo tembló, no por el calor del fuego, sino por el torrente de emociones que se desbordaban en su interior.
-Luna...-murmuró, casi inaudible.
Su hermana, frente a él, sufriendo. Y él no podía alcanzarla. Su furia, su desesperación, su impotencia... todo aquello comenzó a burbujear en su interior, amenazando con estallar.
Luna intentó hablar, pero el Dramaturgo aumentó la presión sobre su brazo herido, obligándola a callar con un gemido ahogado de dolor.
El crujir de la madera consumida por las llamas era una sinfonía de destrucción que resonaba en el interior de la ermita. El humo espesaba el aire, dibujando formas fantasmales alrededor de los combatientes, mientras el calor abrasador amenazaba con engullirlo todo. Alward permanecía inmóvil, atrapado por las sombras que reptaban desde el suelo y aferraban sus pies con una firmeza sobrenatural.
El Sevna no dijo nada más. No había amenaza, súplica ni desafío en sus labios. En cambio, con una calma que parecía antinatural en medio del caos, envainó ambas espadas, el sonido del metal chocando con la funda resonando por encima del rugido del fuego. Su mirada no se apartó del Dramaturgo ni por un segundo.
Llevó una mano a su zurrón, sacando un pequeño colgante que parecía insignificante bajo las luces danzantes de las llamas. Pero en cuanto lo sostuvo frente a él, la piedra engarzada comenzó a brillar con una luz viva y pulsante, como el latido de un corazón lleno de energía. Tifón de Voluntad [2].
El Dramaturgo ladeó la cabeza, su sonrisa burlona desapareciendo lentamente.
Alward colocó el colgante alrededor de su cuello. Al instante, una corriente de energía recorrió su cuerpo, un cosquilleo que empezó en su pecho y se extendió como un torrente cálido hasta cada extremidad. La presión de las sombras alrededor de sus pies comenzó a menguar, como si hubieran perdido su fuerza. Alward apretó los puños, y con un solo tirón, las sombras se rompieron en jirones oscuros que se disiparon en el aire.
El Dramaturgo retrocedió levemente, sorprendido. Sopesó la situación. Las llamas ya comenzaban a lamer las paredes superiores, y el tejado crujía bajo la amenaza de colapsar. A pesar de su superioridad, incluso él sabía que la situación se volvía cada vez más insostenible.
Con un chasquido de lengua molesto, el vampiro soltó a Luna, quien cayó al suelo, jadeando y sujetándose el brazo herido.
Sin decir nada más, el Dramaturgo saltó al edificio contiguo. Alward no perdió el tiempo. Corrió hacia Luna, la levantó en sus brazos con cuidado y se dirigió hacia el mismo borde. Con un impulso preciso, saltó al tejado vecino, aterrizando con fuerza. Luna apenas podía mantenerse consciente, su cuerpo agotado y debilitado por el dolor.
Entonces, apareció Emmanuel, que había llegado al tejado dando un rodeo a la ermita. El arquero quedó perplejo al ver a Alward cargando a la mujer herida, pero más aún al reconocer el rostro de Luna. Su voz, atónita, apenas salió como un susurro.
-¿Luna...?-preguntó, pero la situación no daba lugar a respuestas ni explicaciones.
Alward, sin detenerse ni siquiera a mirar a Emmanuel, colocó a su hermana en el suelo con cuidado. La envolvió con su capa para protegerla del frío de la noche y se volvió hacia su amigo.
-Cuida de ella. Trata sus heridas.-su voz era dura, cargada de una autoridad que no dejaba lugar a réplica.-Me voy a encargar de él.
El Dramaturgo, que observaba desde lejos, sonrió al ver que Alward lo seguía. Sus ojos brillando con malicia. No iba a huir.
-¿Así que esto es un duelo, justiciero?-preguntó con tono burlón. Pero sus palabras se detuvieron cuando algo ocurrió que no esperaba.
Alward llevó una mano a su máscara. Por un instante, el tiempo pareció detenerse. Emmanuel y Luna observaron, incrédulos, mientras él desabrochaba las correas y dejaba que la máscara cayera de sus manos. La pieza metálica descendió lentamente por el tejado, hasta estrellarse contra el suelo de la plaza que ardía en caos. La identidad de Alward, cuidadosamente protegida durante mucho tiempo, ahora estaba expuesta.
-No soy un justiciero, ni tampoco una sombra.-dijo Alward al mismo tiempo que desenvainaba sus armas y activaba sus encantamientos; fuego para Værdi y electricidad para Nattehimlen.-Soy Alward Sevna, adalid de la Luz. Nacido de las estrellas.
A ambos lados de ese letal torrente de fuego, dos figuras se lanzaron al combate; Alward y Daga Nocturna avanzaron en sincronía, sombras danzando al compás de las llamas. Alward, con su armadura oscura, irradiaba una determinación férrea, como si la muerte misma no fuera más que un obstáculo menor. A su lado, Daga Nocturna era un torbellino de gracia mortal, sus ágiles movimientos guiados por una precisión milimétrica, sus ojos brillando bajo la máscara reflejando el resplandor del torrente de fuego.
El calor del ataque de Vincent era sofocante, pero también estimulante. Era como sentir el rugido del propio infierno adentrándose en la piel, empujándolos hacia adelante. El estruendo de la deflagración llenaba sus oídos, pero el caos no los distraía; lo abrazaban, lo convertían en su aliado.
Alward fue el primero del dúo en llegar a la formación de los vampiros, desatando así una tormenta de acero y sangre, uniéndose al resto de soldados y aliados que allí se habían congregado. Sus espadas se movían como una extensión de su voluntad, las hojas blancas y negras cortaban con precisión quirúrgica. Uno de los vampiros intentó frenar su avance, pero Alward desvió el golpe con un giro elegante, hundiendo su espada en el cuello de la criatura y dejándola caer como un peso muerto. Un segundo atacante surgió desde su izquierda, pero el enmascarado, como si anticipara cada movimiento, pivotó sobre su pie trasero y lo redujo con un tajo limpio al torso. El vampiro gritó antes de desintegrarse en polvo.
Mientras tanto, Daga Nocturna bailaba a su propio ritmo de destrucción. Se movía con la fluidez de un río en una tormenta, sus dagas brillando como dos estrellas fugaces en un oscuro cielo. Su primer enemigo ni siquiera la vio venir; una estocada precisa bajo las costillas lo dejó paralizado antes de que su vida se extinguiera. Otros dos se abalanzaron sobre ella con movimientos salvajes, pero la justiciera fintó, usando su agilidad para dejarlos golpeando al aire. Antes de que pudieran reaccionar, la hoja de su daga ya había cortado gargantas y perforado corazones.
Al haberse estrellado el dragón de fuego contra la ermita, parte del techo de esta se vino abajo, haciendo parecer que un rugido (el del propio dragón de fuego) hacía temblar la tierra. Los vampiros en las primeras filas, aquellos demasiado lentos para reaccionar, fueron consumidos instantáneamente. Sus gritos eran breves, ahogados por el fuego voraz que los reducía a cenizas.
Posteriormente, la estructura de la ermita crujió de nuevo, pues el fuego se estaba extendiendo por todo el edificio.
Alward, con sus ojos iluminados por el fuego bajo la máscara, maldijo. No podía perder al Dramaturgo.
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Katrina, por su parte, se tomó un breve instante, su mente afilada calculaba su próximo movimiento en mitad de ese caos. Sabía que los aliados podrían confundirla con los enemigos, por lo que tenía que hacer algo al respecto.
Con un suspiro casi inaudible, dejó caer la capucha que cubría su cabeza. Su transformación comenzó al desatar la maldición que corría por sus venas [1].
Primero, su rostro, usualmente joven y de facciones suaves, comenzó a adquirir un aire de madurez impactante. Los contornos de su mandíbula se definieron, sus pómulos se elevaron como si hubieran sido esculpidos por la mano de un escultor divino. Su piel pálida reflejaba la luz de las llamas cercanas, mientras que sus labios se volvían de un rojo oscuro, como la sangre que tantos en esa noche derramaban.
De su frente, dos cuernos negros y curvados comenzaron a emerger hacia arriba, surcando el aire como si estuvieran reclamando su lugar en el mundo. Los cuernos estaban decorados con joyería plateada que relucía bajo el destello de la batalla, un contraste entre lo grotesco y lo bello. Una joya con forma de calavera coronaba el espacio entre ellos, irradiando una sutil malevolencia. Más joyas, finas y ominosas, caían sobre su frente, acompañadas por un maquillaje que se extendía como lágrimas oscuras desde sus ojos, ahora rojizos y profundos como pozos insondables. Era como si mirarla directamente pudiera consumir la voluntad de los más débiles. Katrina no solo era una figura imponente; era una visión sacada de las pesadillas más bellas.
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Cuando su transformación culminó, la voz de Katrina se propagó a través del rugido del fuego y el acero. Un canto suave, hipnótico y con palabras ininteligibles emergió de sus labios como una ola invisible que recorría todo el campo de batalla. Aquella voz, cargada de una magia visceral, se coló en los oídos de todos los presentes, resonando incluso en sus mentes. El aire mismo parecía estremecerse con cada palabra, como si estuviera llamando a algo mucho más oscuro que la noche que los envolvía.
Los invasores, confundidos por el canto y atraídos por el poder de su voz, comenzaron a mirar a su alrededor. De las sombras proyectadas por las llamas emergieron figuras humanoides oscuras, criaturas sombrías y deformes que parecían abalanzarse hacia ellos. Sus ojos brillaban con una luz carmesí, y sus formas incorpóreas adoptaban contornos que desafiaban la lógica. Algunas tenían múltiples brazos que terminaban en garras, otras carecían de cabeza, y algunas más parecían monstruos híbridos entre humano y bestia. Todas ellas eran aterradoras, todas ellas perfectas ilusiones [2].
¡Sufriréis por vuestros actos!-la voz de Katrina resonó nuevamente, esta vez clara.
Los vampiros retrocedieron instintivamente, aunque las sombras no tenían sustancia ni voluntad real. El poder de la ilusión era suficiente para sembrar el caos en sus filas, haciéndolos girar en direcciones opuestas, atacando a los espectros ilusorios o a sus propios compañeros en su desesperación. La mente manipulada era su peor enemiga en esos momentos. Las sombras no podían herir, pero podían distraer, confundir y sembrar el miedo, todo lo que Katrina necesitaba para que los aliados aprovecharan la ventaja.
En el epicentro del caos, Katrina avanzó con paso lento y cuidadoso, una silueta oscura y hermosa que parecía disfrutar de la desesperación que había sembrado. Sus movimientos eran calculados, asegurándose de mantenerse fuera del alcance de las espadas enemigas, pero estando presente, como si su mera existencia fuera suficiente para desmoralizar a los invasores.
Cuando vio el momento oportuno, desapareció de la vista de todos ocultándose en las sombras y volviendo a adquirir su apariencia habitual.
Alward y Daga Nocturna no cejaban en su tarea de ofrecer batalla a los invasores. Con la ayuda de Katrina y los demás aliados, lo que podría haber sido una difícil tarea estaba siendo bastante asequible. Pero Alward no quería dejarlo ahí, quería terminar lo que él había empezado en el escenario de Los Buchones.
El guerrero enmascarado alzó una espada, y con un grito que resonó incluso sobre el estruendo del combate, se lanzó una vez más hacia la batalla, su intención era entrar a toda cosa en la ermita. A cada tajo, a cada golpe, los enemigos caían, pero él no se detenía. Las chispas de los choques de espadas iluminaban su máscara, que permanecía imperturbable, como si su portador no fuera un hombre, sino un símbolo de resistencia.
De pronto, Alward alzó la mirada y lo vio: el Dramaturgo, con su extravagante figura envuelta en su característico atuendo, estaba intentando escalar el edificio. Su objetivo era evidente: alcanzar los tejados de los edificios colindantes antes de que las llamas consumieran su único camino de escape viable.
Ese era el momento.
Con decisión, Alward sacó su gancho de agarre [1]. Miró rápidamente a su alrededor, evaluando la estructura del edificio. Las llamas aún no habían alcanzado el lado este de la ermita, donde una de las viejas vigas sobresalía de una ventana parcialmente rota. La madera estaba ennegrecida por los años, pero parecía lo suficientemente resistente como para soportar su peso, al menos temporalmente.
Disparó el gancho. El proyectil voló con precisión y se enganchó firmemente en la viga. Sin perder tiempo, Alward se impulsó hacia arriba, subiendo con rapidez gracias al mecanismo automático del artilugio mientras el sonido de la batalla y el crepitar del fuego llenaban sus oídos.
Cuando alcanzó el tejado, su mirada encontró de nuevo al Dramaturgo, que ya avanzaba hacia el borde opuesto con una velocidad que solo podía describirse como inhumana. Sus movimientos eran precisos, como si cada salto y cada paso estuvieran coreografiados para un público inexistente. Alward comenzó a correr detrás de él, pero sabía que no podía igualar la agilidad del vampiro.
El Dramaturgo, consciente de la persecución, giró brevemente la cabeza hacia atrás mientras avanzaba. Su rostro, oculto bajo una máscara iluminada por las llamas que mostraba ira. Saltó ágilmente de una viga a otra, casi como si se deleitara en la tensión del momento.
Sin embargo, justo cuando estaba a punto de lanzarse al edificio adyacente y escapar, una figura emergió de las sombras como un rayo. Daga Nocturna se alzó frente a él, su postura firme, sus dagas reflejando el resplandor anaranjado de las llamas. Su aparición fue tan rápida y precisa que incluso el Dramaturgo pareció detenerse por un instante, sorprendido.
-Fin del camino.-dijo ella con una voz gélida y contundente, sus ojos brillando con determinación bajo su máscara.
Alward llegó segundos después, encarándolo desde atrás. Ahora, el Dramaturgo estaba rodeado. Las llamas comenzaban a lamer los bordes del tejado, subiendo lenta pero inexorablemente.
El Dramaturgo, lejos de mostrar temor, alzó los brazos con un gesto teatral, girando lentamente hacia ambos para asegurarse de que eran su audiencia. Su sonrisa era amplia, maniática, y sus ojos brillaban con una mezcla de burla y desafío.
----------------------Fin de la música de fondo--------------------------
-¡Ah, qué cuadro tan perfecto!-exclamó, con una voz melodiosa y llena de emoción, como si recitara en un escenario.-La heroína, la sombra, y el villano encerrados en un escenario ardiente. Una obra que arde tanto como la pasión que nos guía.-Hizo una pausa dramática, extendiendo un brazo hacia las llamas que los rodeaban poco a poco.-¿No es acaso esta nuestra última función? Una tragedia en tres actos: persecución, confrontación y, por supuesto, el inevitable desenlace. ¡Oh, qué dulces las ironías del destino!
Alward lo miró con puro odio, sus manos aferrando con fuerza la empuñadura de sus espadas. Las llamas crepitaban, y su máscara, cubierta de hollín, era la única contención de su ira.
-Los justicieros enmascarados sois una molestia, ¿Sabéis?-dijo, más tranquilo y sereno.-Todo el día metiéndoos en nuestros asuntos; el enmascarado que lleva dos espadas a su espalda, y la famosa Daga Nocturna, orgullo de la Luna, protectora de Lunargenta.-hizo un pequeño esfuerzo por no reírse.-¿Sabéis cuántos, antes de vosotros, han intentado pararnos?-Lanzó la pregunta al aire, no fue respondida.-He perdido la cuenta.-sonrió sádicamente bajo su máscara iracunda.
-Puedes hacer tu maldito monólogo cuanto quieras, pero aquí no habrá aplausos para ti, Dramaturgo.-espetó Alward con desdén, avanzando un paso hacia él-Solo el telón cayendo sobre tu miserable obra.
-Lástima que este sea tu final, porque detesto las obras sin sentido.-añadió la justiciera.
El Dramaturgo rio suavemente, inclinando la cabeza hacia un lado, como si disfrutara de cada palabra de ellos.
-¡Qué maravilla, qué pasión! Vosotros sois actores naturales, dignos de este gran drama. Pero decidme, mis queridos antagonistas, ¿estáis listos para el tercer acto? Porque, como bien sabéis...-señaló las llamas que se acercaban más y más.-el fuego nunca espera a nadie.
Daga Nocturna cargó contra él, su ataque fue rápido, feroz, pero no perfecto. La herida que Zagreus le había infligido semanas atrás —ahora abierta y sangrante bajo la presión de su esfuerzo— afectaba la precisión de sus movimientos. Su brazo izquierdo temblaba ligeramente, y eso fue suficiente para que el Dramaturgo detectara la imperfección.
Con una habilidad que rayaba en lo sobrenatural, el vampiro dio un paso lateral, eludiendo la estocada principal con la fluidez de un bailarín. En el mismo movimiento, atrapó la muñeca de Daga Nocturna con una fuerza sorprendente y la retorció hacia atrás, obligándola a soltar una de sus dagas. La joven luchó por liberarse, pero el Dramaturgo aprovechó la apertura y, con su otra mano, agarró su brazo herido.
Daga Nocturna gritó de dolor cuando el vampiro presionó con fuerza sobre la herida abierta, haciendo que la sangre fluyera con más rapidez, manchando su armadura de cuero. El dolor era insoportable.
-Ah, pero qué trágico. Una sombra rota, intentando danzar en un escenario que no le pertenece.-murmuró el Dramaturgo con crueldad, inclinándose cerca de su rostro.-¿Duele, verdad? No te preocupes, pequeña. Yo también soy artista del dolor. Déjame mostrarte mi especialidad.
Alward se abalanzó sobre el vampiro, con sus espadas en alto, buscando romper el agarre que tenía sobre su aliada. Pero el vampiro estaba preparado, interpuso a la justiciera como escudo y se aseguró agarrarla por detrás doblando su brazo. Esta, retorciéndose del dolor, dobló sus rodillas y las hincó en el suelo.
El Dramaturgo movió su brazo libre, y las sombras alrededor de ellos cobraron vida. Como si fueran serpientes líquidas, se alzaron del suelo y envolvieron las piernas de Alward, frenándolo en seco. Las sombras eran frías y pesadas, como si llevaran el peso de la desesperación misma. Alward intentó cortar los lazos con su espada, pero las sombras parecían esquivar sus movimientos, reapareciendo con cada tajo.
-Oh, oh, querido justiciero. Qué predecible. ¿Esperabas una pelea justa? No olvides, amigo mío, que yo escribo las reglas en esta función.-acto seguido, apuñaló los gemelos de la justiciera para que le fuese imposible ponerse en pie o mostrar más resistencia.
Tras eso, el Dramaturgo arrastró a Daga Nocturna un paso más cerca del borde del tejado. El fuego rugía más fuerte ahora, y las llamas empezaban a devorar las vigas bajo sus pies. El aire se llenó de humo, y la tensión era palpable.
-Dos contra uno, y aun así, aquí estoy, como la estrella indiscutible de esta obra.-miró a Alward, que luchaba por liberarse, y sonrió cruelmente.-No me malinterpretes, querido justiciero. Aprecio el entusiasmo. Pero como siempre digo, un héroe apresurado es un héroe muerto.-Ahora, miró hacia Daga.-Y ahora, veamos quién es la famosa Daga Nocturna...
Con un movimiento rápido, retiró la máscara de Daga Nocturna. Los seguros que la mantenían fija cedieron con un leve chasquido.
La justiciera intentó apartar la cabeza, pero la fuerza se le escapaba y ni siquiera tenía la mente clara como para soltar palabra alguna. Simplemente, se quejó del dolor.
La máscara de Daga Nocturna cayó al suelo, golpeando la madera carbonizada con un sonido hueco. El rostro que se reveló debajo hizo que el Dramaturgo se congelara por un breve instante, su sonrisa desvaneciéndose lentamente. La recordaba, vagamente. El rostro que miraba era el de Luna Sevna. Sus ojos ardían con una mezcla de desafío y dolor.
-Tú...-el vampiro parpadeó, y su mente hizo la conexión casi de inmediato.-Yo te conozco... Eres esa cría molesta. La hermana de... de ese malnacido que tuvo la osadía de cruzarse en mi camino. Alward, ¿verdad? Pero él está muerto... Y tú deberías haber compartido su destino.
Alward, al escuchar esas palabras, sintió como si el mundo se detuviera. Luna. Su hermana. La verdad golpeó su mente como un martillo, desmoronando cada pared que había construido durante años para mantener su identidad y su pasado enterrados. La enmascarada que luchaba a su lado todo este tiempo no era otra que Luna. Su cuerpo tembló, no por el calor del fuego, sino por el torrente de emociones que se desbordaban en su interior.
-Luna...-murmuró, casi inaudible.
Su hermana, frente a él, sufriendo. Y él no podía alcanzarla. Su furia, su desesperación, su impotencia... todo aquello comenzó a burbujear en su interior, amenazando con estallar.
Luna intentó hablar, pero el Dramaturgo aumentó la presión sobre su brazo herido, obligándola a callar con un gemido ahogado de dolor.
El crujir de la madera consumida por las llamas era una sinfonía de destrucción que resonaba en el interior de la ermita. El humo espesaba el aire, dibujando formas fantasmales alrededor de los combatientes, mientras el calor abrasador amenazaba con engullirlo todo. Alward permanecía inmóvil, atrapado por las sombras que reptaban desde el suelo y aferraban sus pies con una firmeza sobrenatural.
El Sevna no dijo nada más. No había amenaza, súplica ni desafío en sus labios. En cambio, con una calma que parecía antinatural en medio del caos, envainó ambas espadas, el sonido del metal chocando con la funda resonando por encima del rugido del fuego. Su mirada no se apartó del Dramaturgo ni por un segundo.
Llevó una mano a su zurrón, sacando un pequeño colgante que parecía insignificante bajo las luces danzantes de las llamas. Pero en cuanto lo sostuvo frente a él, la piedra engarzada comenzó a brillar con una luz viva y pulsante, como el latido de un corazón lleno de energía. Tifón de Voluntad [2].
El Dramaturgo ladeó la cabeza, su sonrisa burlona desapareciendo lentamente.
Alward colocó el colgante alrededor de su cuello. Al instante, una corriente de energía recorrió su cuerpo, un cosquilleo que empezó en su pecho y se extendió como un torrente cálido hasta cada extremidad. La presión de las sombras alrededor de sus pies comenzó a menguar, como si hubieran perdido su fuerza. Alward apretó los puños, y con un solo tirón, las sombras se rompieron en jirones oscuros que se disiparon en el aire.
El Dramaturgo retrocedió levemente, sorprendido. Sopesó la situación. Las llamas ya comenzaban a lamer las paredes superiores, y el tejado crujía bajo la amenaza de colapsar. A pesar de su superioridad, incluso él sabía que la situación se volvía cada vez más insostenible.
Con un chasquido de lengua molesto, el vampiro soltó a Luna, quien cayó al suelo, jadeando y sujetándose el brazo herido.
Sin decir nada más, el Dramaturgo saltó al edificio contiguo. Alward no perdió el tiempo. Corrió hacia Luna, la levantó en sus brazos con cuidado y se dirigió hacia el mismo borde. Con un impulso preciso, saltó al tejado vecino, aterrizando con fuerza. Luna apenas podía mantenerse consciente, su cuerpo agotado y debilitado por el dolor.
Entonces, apareció Emmanuel, que había llegado al tejado dando un rodeo a la ermita. El arquero quedó perplejo al ver a Alward cargando a la mujer herida, pero más aún al reconocer el rostro de Luna. Su voz, atónita, apenas salió como un susurro.
-¿Luna...?-preguntó, pero la situación no daba lugar a respuestas ni explicaciones.
Alward, sin detenerse ni siquiera a mirar a Emmanuel, colocó a su hermana en el suelo con cuidado. La envolvió con su capa para protegerla del frío de la noche y se volvió hacia su amigo.
-Cuida de ella. Trata sus heridas.-su voz era dura, cargada de una autoridad que no dejaba lugar a réplica.-Me voy a encargar de él.
El Dramaturgo, que observaba desde lejos, sonrió al ver que Alward lo seguía. Sus ojos brillando con malicia. No iba a huir.
-¿Así que esto es un duelo, justiciero?-preguntó con tono burlón. Pero sus palabras se detuvieron cuando algo ocurrió que no esperaba.
Alward llevó una mano a su máscara. Por un instante, el tiempo pareció detenerse. Emmanuel y Luna observaron, incrédulos, mientras él desabrochaba las correas y dejaba que la máscara cayera de sus manos. La pieza metálica descendió lentamente por el tejado, hasta estrellarse contra el suelo de la plaza que ardía en caos. La identidad de Alward, cuidadosamente protegida durante mucho tiempo, ahora estaba expuesta.
-No soy un justiciero, ni tampoco una sombra.-dijo Alward al mismo tiempo que desenvainaba sus armas y activaba sus encantamientos; fuego para Værdi y electricidad para Nattehimlen.-Soy Alward Sevna, adalid de la Luz. Nacido de las estrellas.
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OFF;
-Habilidad usada [1] --> Maldición Desatada[Mágica, 2 usos]: Mi maldición se vuelve más fuerte, haciendo que la oscuridad me posea. Por 2 turnos luzco más siniestro, aterrando a los débiles. Mis ataques realizan daño mágico adicional y puedo ocultarme en las sombras con más facilidad.
-Habilidad usada [2] --> Nivel 5: Llamado de las sombras [1 uso - Duración 2 turnos]: Katrina utiliza su voz mágica para manipular mentes ajenas haciéndoles creer que convoca criaturas ilusorias de sombras, confundiendo y distrayendo a sus enemigos. La mente manipulada oye cómo Katrina emite un canto mágico que resuena en el campo de batalla, creando una llamada a las sombras para que adopten formas terroríficas. Estas criaturas ilusorias aparecen ante los enemigos como si de criaturas vivientes se tratasen.
-Objeto usado [1] --> Gancho: Un gancho atado a una resistente cadena de metal. Si logra engancharse al objetivo, puede usarse para atraerlo o retenerlo. En su defecto, puede usarse para escalar. Puede usarse como un arma flexible de calidad Superior.
-Objeto usado [2] --> Tifón de voluntad: Mientras Alward tenga puesto este collar, podrá escuchar esporádicamente los pensamientos de su hermana, lo cual podría darle la certeza de que ella sigue con vida, pero además podrá:
1. Escuchar a su hermana aumentará la voluntad de Alward, llenándolo de vigor y haciéndolo muy resistente a técnicas de control mental e intimidación.
2. Cada vez que logre escuchar la voz de su hermana podrá saber en qué dirección se encuentra, aunque no sabrá la distancia a la que se encuentra.
- Resumen:
- Putazos por doquier.
Sigo al Dramaturgo, escena dramática y descubro mi identidad. Culmen y cierre de una etapa que me ha llevado años.
Sigo en la misma plaza donde están Vincent, Niniel, Catherine, Merié y Trickster.
Por cierto, gracias a Meraxes por ser tan genial y hacer imágenes con IA para compartirlas con el foro ^^
Alward Sevna
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Re: El retorno del vampiro [Evento Sacrestic]
Alrededor del fuego, en tardes y noches de lluvia, Sango solía escuchar antiguos relatos de héroes y grandes aventuras que espoleaban su imaginación transportándole a otros mundos e imaginando otras vidas. Su corazón, desde bien joven, había anhelado una vida similar. A medida que iba creciendo, el carácter de muchas de esas historias tomaban otros matices, se transformaban, y lo que en su día había sido una heroica persecución, se convertía, al instante, en una triste historia de celos y traición.
Avanzó dejando atrás al pelotón que había permanecido oculto, entre las sombras, observando y escuchando, confirmando lo que su corazón no quería creer. Se habían quedado mudos, reflexionando sobre las implicaciones que todo aquello tenía y que solo confirmaba el extraordinario poder de su enemigo. Si todo salía bien, y pedían a los Dioses porque así fuera, muchas cosas habrían de cambiar.
En su lento, pero seguro avance, su cabeza voló a una de aquellas historias.
Todo empezaba con una apacible anciana que preguntaba a Frigg por aquellos seres que no habían prometido dañar al Dios Baldr, su hijo, querido entre todos los Dioses. Salvo uno. El muérdago, respondió ella despreocupada. Cuando la anciana marchó, el disfraz cayó y Loki, el maestro de los engaños sonrió con malicia. Fabricó un proyectil, una flecha de muérdago. Y cuando los Dioses se divertían con Baldr, usó al Dios ciego, Hódr, un títere de los oscuros planes de Loki. Cuando la flecha disparada por Hódr, guiada por el vil ojo de Loki, impactó en Baldr y este cayó redondo al suelo, las risas se apagaron y la desesperación invadió los corazones de los Dioses.
Hermod, el mensajero de los Dioses, cabalgó nueve días y nueve noches al Helheim para traer de vuelta al Dios. Hela, impuso la condición de que todo ser, vivo o muerto, debía llorar por Baldr para liberarlo del Helheim. Y así ocurrió salvo con un gigante. Uno que se negó, sellando así el destino del Dios Baldr. Cuando todo estuvo perdido, las carcajadas de Loki resonaron por los nueve mundos. Y así, los Dioses, supieron del engaño. De la traición.
La traición era el origen del fin de los tiempos y al verlo ante sus ojos tuvo claro que estaba en su mano contribuir a que esto no llegara. Aún.
Comprendía ahora, la proliferación de falsos profetas con discursos incendiarios que canalizaban su odio a través de corazones de gente tranquila que veían en aquellas palabras una vía de escape a la frustración de su existencia. Poco sabían que enfundadas bajo una apariencia de soluciones reales, se escondía el más sucio y ponzoñoso de los venenos que se extendía lentamente por la buena gente de Lunargenta. Esa gente, sus enemigos, estuvieron preparando el terreno durante mucho tiempo tiempo, valiéndose de cualquier truco y artimaña que estuviera al alcance de su mano y aprovechando la aparente debilidad que los reinos humanos arrastraban desde el conflicto en Edén.
Pero eran muchos los que, pese a tener los números en contra, pese a la oscuridad creciente que se veía en el horizonte, portaban antorchas y lámparas que desafiaban el gran velo que avanzaba furioso contra ellos. Era la férrea voluntad humana la que se ponía en duda, el orgullo de un pueblo que veía amenazada su forma de vida, sus costumbres, tradiciones, todo lo que querían y aquellos a quienes amaban.
Y eso era algo de lo que debía estar orgulloso el pueblo de Verisar. La gente, hombres y mujeres que se levantaban cada mañana y miraban al cielo con la esperanza de que el sol brillara un día más sobre sus cabezas para ver a sus hijos crecer, a sus familiares sonreír y a sus amigos cantar. Para honrar, con su existencia, a los Dioses que habían de darles buenas cosechas, y vidas sanas y, en momentos de necesidad, el consuelo necesario para llegar al día siguiente y tratar de alcanzar la felicidad.
Porque en esencia, la vida trata de eso, de ser feliz rodeado de la gente a la que uno le importa. Y allá donde hubiera gente que quería a ser feliz, había un corazón dispuesto a darlo todo por aquel ideal. Era igual que en medio estuvieran piratas, cultistas, traidores y otros sirvientes del caos y la oscuridad, la férrea voluntad de defender un modo de vida era razón suficiente para alzarse, unidos, contra aquellas amenazas.
Alguien que había jurado proteger a todos aquellos que habitaban en el Reino y al día siguiente los apuñalaba por la espalda, no sólo se traicionaba a sí mismo, sino también a compañeros, gente que los consideraba amigos, familiares y también a los propios Dioses. La traición era el peor de los actos que se podían cometer en vida. Un acto, sin duda, inaceptable.
Y allí, esa noche, en Lunargenta, al tiempo que Guardias traidores y piratas invasores se giraron al escuchar un sonido metálico, como de elementos de una armadura chocando entre ella, apareció el pelirrojo, a la luz de las débiles antorchas que la Guardia traidora había instalado en su pequeño punto de control.
Se detuvo un breve instante y dejó que su figura, de sobra reconocible entre la gente de armas de Lunargenta, calara en las mentes de aquellos pobres desgraciados que seguían allí aun cuando les estaba dando la oportunidad de huir.
Ben Nelad, conocido como Sango, aclamado como Héroe de Aerandir, y paladín de Sigel y nombrado Guardián del Sol, arrojó a un lado el frasco(1) que acababa de consumir. El sonido de este chocar contra el suelo quebró el tenso silencio de la calle que, por otra parte, estaba salpicado de ruidos lejanos, de edificios derrumbarse por el fuego y de gritos de peleas y lamentos.
Desenvainó la espada y empuñó el escudo con fuerza. En su mirada, la determinación de un lobo que ve y marca su presa. En sus gestos, la seguridad del veterano que sabe qué es lo que está por venir. En sus pasos, la fuerza de una idea, el orgullo de un pueblo, la voluntad de ver erradicada aquella amenaza.
- No merecéis la muerte que os voy a dar.
Su voz resonó fuerte en la calle, rebotando por los edificios hasta llegar a todos y cada uno de ellos. Sus ojos observaban como el pelirrojo avanzaba lentamente hacia ellos. Las llamas de las antorchas hacían parecer que, tras él, un ejército de sombras siguiera sus pasos. Pero no era así. Avanzaba solo, con pasos tranquilos y firmes. En su diestra empuñaba el hacha, la reliquia de la familia Nelad. En la zurda el escudo Reikning, salido de alguna parte de Sandorai y que ocultaba secretos poderes.
- Ni siquiera en mil vidas pagaríais el precio de vuestra traición.
Su frío y duro tono activó el sentido de supervivencia de aquellos Guardias y piratas que habían observado hasta el momento con curiosidad y hasta con expresión divertida.
Las armas se desenvainaron frente a él, pero no es algo que detuvo a Sango que ante aquel gesto, su reacción natura había sido la de sonreír. Una sonrisa completamente fuera de lugar. Era la sonrisa del que mira a la muerte a la cara y sabe que no tiene nada que temer. Del que conoce el oficio de la guerra. Del que sabe que los Dioses cuidaban de él y nada había de pasarle, incluso si su sangre se derramaba esa misma noche.
El primero de los traidores lanzó una estocada que Sango esquivó echándose a un lado y levantando el escudo. La rapidez con la que el Guardia recuperó la postura hizo que Sango detuviera su avance y se plantara en el sitio. Sus ojos bailaron entre el acero y los ojos de su atacante. ¿Cuánto habrían cobrado como para no salir huyendo y enfrentarse a sus propios camaradas?
Justo en ese instante fue consciente de que no había vuelta atrás. Tampoco opción a retirarse. Ni siquiera a negociar. Habían atacado, seguros de su victoria, y merecían una respuesta contundente. El acero del pelirrojo brillo a la luz de las antorchas.
Otros dos Guardias atacaron al mismo tiempo desde lados opuestos. Sango, que sabía desenvolverse en aquel tipo de situaciones, dio un paso hacia atrás provocando que ambos tuvieran que cambiar su pie de apoyo en el último momento. El pelirrojo aprovechó esta circunstancia para preparar su postura, que consistió en flexionar las piernas y separar el escudo hacia delante, por delante de la posición que marcaban las buenas prácticas de combate con escudo. Con esto consiguió que el escudo fuera el primer objetivo de la primera espada. La estocada hizo que Ben replegara el brazo y disfrutara de la incomprensión que se había dibujado en el rostro de su agresor cuando el peso de su propia espada lo arrastró hacia el suelo (2).
El filo de la segunda espada golpeó con fuerza el escudo y la vibración del impacto recorrió todo el brazo de Sango que pasó inmediatamente al ataque aprovechando la confusión de ambos adversarios. Al primero de ellos que había desistido de sus empeños de recuperar la espada, le atravesó el estómago y retorció el arma antes de sacarla de su lugar. El segundo, que se había tirado al suelo para esquivar el envite del pelirrojo, recibió, primero, una estocada descendente que le atravesó la parte descubierta de las piernas, a la altura de los muslos. Cuando se retorcía de dolor, alivió su miserable existencia golpeando con contundencia la base del cuello.
Cuando el primer atacante pretendía coger por sorpresa a Sango que se acababa de girar, una lanza lo ensartó enviándolo hacia atrás y luego al suelo donde Ögge, el joven soldado, retorcía el arma y gritaba de pura rabia. Debacle, Livar y Estaquitas, llegaron tras él e interpusieron los escudos contra los piratas y el Guardia restante que se lanzaron contra ellos con las armas en las manos y una voluntad asesina propia de animales más que de personas.
Sango se lanzó a ayudar a sus compañeros y embistió, con la fuerza de un graphorn, la primera línea de atacantes a los que desequilibró y acabó tirando al suelo. Con movimientos rápidos, Estaquitas y Livar, dieron cuenta de dos piratas antes de verse amenazados por otros invasores que ocuparon la posición de sus antiguos aliados. Con el rabillo del ojo, el pelirrojo pudo ver que Debacle despachaba al Guardia cuya voluntad había flaqueado al ver a sus amigos traidores caer a manos de un pelotón de antiguos camaradas. Estaquitas gritó a su lado y el brazo de Ögge flaqueó.
Era terrible tener que haber llegado a esa situación, ver como bajo la mano propia caían antiguos camaradas, pero era el camino que decidieron tomar. Saber que la confianza depositada en alguien podía ser traicionada de manera tan sencilla por unos intereses de los que apenas conocían nada salvo el dinero o el soborno que se les había ofrecido, hizo que no sintiera la más mínima compasión por ellos. Bastante hicieron con darles una muerte rápida. Lo peor fue ver como sufrían sus amigos. Era gente a la que quería, y por ellos, haría cualquier cosa. Ese sentimiento era el que había inflamado en la plaza esa misma tarde. Por eso luchaba. Por ellos. Por la gente que quería.
Sango que gritó hasta que le dolieron las cuerdas vocales (3). Fue un rugido que detuvo la batalla por un breve instante de tiempo y que Sango aprovechó para reorganizar al grupo y mantenerse fuerte en el sitio. Ögge estaba malherido y Estaquitas sangraba profusamente de un corte feísimo en la cabeza, pero aún así, se pusieron a su lado.
- Semicírculo. Impacto y arremeted con todo- ordenó con voz firme.
Las armas de los piratas cargaron, caóticas, contra Sango, pero los escudos impidieron el impacto de la práctica totalidad de las armas. Sus compañeros se separaron y pasaron a golpear con todo lo que tenían a los piratas que parecían sorprendidos por la maniobra, casi como si acabaran de despertar de un sueño cuando estos les atravesaban con las armas.
Estaquitas se ensañó con uno de los piratas mientras Ögge parecía tener problemas para recuperar la lanza que había clavado en el torso de un enemigo. Debacle, a su derecha, seguía interponiendo el escudo entre los piratas que seguían cegados por querer golpear a Ben mientras que, con cuchillo largo, tipo seax, apuñalaba a todos aquellos que desprotegían su torso. Livar, golpeaba por encima del escudo con su espada y gritaba toda clase de improperios mientras los cadáveres impedían el avance de los invasores.
Sango se movía como si aquel pedazo de terreno fuera el más importante de su vida. El escudo subía y bajaba, empujaba y golpeaba. La espada, que se suponía que debía matar, era una herramienta más de defensa (4). La adrenalina corría por su cuerpo aumentando sus reflejos y su capacidad de reacción, los golpes que llegaban a él o bien lo hacían si fuerza o él los ignoraba. Sin embargo, ellos eran un pelotón y los invasores hicieron valer su número.
Estaquitas cayó fulminada contra la pared y Ögge tuvo que retirarse, cayendo al suelo en su retroceso y buscando un cuchillo en el cinto para tratar de apuñalar al pirata que se arrastraba hacia él. Livar estaba acorralado y pedía ayuda mientras su espada seguía cortando y cercenando. Sacudió la cabeza y cambió su postura. Sango pasó al ataque.
- ¡Sígueme!- le ladró a Debacle.
Echó un pie hacia atrás y dejó caer el brazo de la espada a media altura y entonces embistió con toda la fuerza que tenía en las piernas. El escudo impactó en el pecho de un pirata y lo usó como ariete y defensa mientras los golpes caían desde todas direcciones.
Cuando se hizo un hueco y espacio, hubo un instante de silencio. Uno en el que todos se miraron y establecieron cuál debía ser su próximo objetivo. Uno que tenía la cabeza roja, los ojos verdes y había sido el muro contra el que habían chocados sus planes de infiltración. Un problema que había convertido gran parte de sus armas en piedra. Un problema serio que debían sortear. Y que además se atrevía a sonreír. Una sonrisa que helaba la sangre.
- ¡Esta es mi ciudad, hijos de puta!
Sango lanzó una rápida estocada hacia delante alcanzando la cara de uno de sus rivales. Se giró pasando el brazo de la espada por encima de su cabeza y haciéndolo caer contra la cabeza de un tipo que empuñaba un hacha y que cayó fulminado al instante. Dio media vuelta estirando los brazos y golpeando con el borde del escudo una mano enemiga y lanzando hacia atrás a lo que querían acercarse.
Los golpes llegaban. Algunos fuertes, otros apenas eran un rasguño en su armadura, fabricada por los mejores herreros de Lunargenta. Sus armas, superiores en calidad, penetraba en las cotas de malla, sobrevestas y tabardos de cuero de los piratas. Por su sangre, además, fluía la fuerza de los mismos Dioses y aguantaba todos y cada uno de los golpes que llegaban a él.
Los piratas se vieron, entonces, claramente superados y entonces empezó la cacería. Sango apuñaló por la espalda a dos piratas que trastabillaron al huir. Debacle dio cuenta de otros tantos y Livar, que estaba a horcajadas de un tipo, le golpeaba el rostro con el pomo de una espada rota.
Los pasos renqueantes de Ben se detuvieron junto a hombre que se arrastraba tratando de alcanzar una caja. Sango le pisó la mano con el tacón de la bota y dejó que el grito de dolor inundara la calle. Echó un rápido vistazo a la caja y luego al hombre que se había girado cuando la presión sobre su mano se aflojó. Ben observó la herida en el pecho. Resultaba increíble que siguiera vivo.
- Estás sangrando- dijo una jadeante Debacle que apuntaba con su espada al costado de Ben-. ¿Es la misma herida que la otra vez?
Sango miró y era cierto, sangraba pero no por el mismo sitio. Le habían clavado un puñal un poco por encima de la cadera. Parpadeó un par de veces y miró a Debacle. Sango hizo un gesto con la cabeza para que fuera a mirar cómo estaba Estaquitas, Livar y Ögge y ella asintió.
Sango dejó caer el escudo al suelo y agarró el mango del puñal para tirar de él tirarlo al suelo y dejarlo caer. Le quemaba la cadera y su pierna cedió, obligándole a apoyarse en la pared más cercana mientras apretaba con fuerza allí donde estaba la herida. El invasor siguió arrastrándose hacia la caja y Sango, movido por la rabia, terminó con la vida de aquel miserable clavando su espada en la garganta de aquel tipo. Sus estertores se transformaron una vibración y una sensación de calor que pasó a su mano y de ahí al resto del cuerpo (5). Se mantuvo un instante en esa posición hasta que la sensación de calor pasó. Se levantó y experimentó con satisfacción el efecto del encantamiento de la espada. No obstante, necesitaría atención, pero al menos, la peor parte había pasado.
- ¿Cómo estáis?- preguntó Sango con voz ronca.
- Livar está consciente, pero tiene heridas por todas partes; Ögge respira pero no despierta; Estaquitas está muerta, no sé cuándo ni cómo- reportó Debacle que miraba a Sango.
El pelirrojo dio buena cuenta de la carnicería que se acababa de formar en la calle: un pelotón de la Guardia y un grupo de piratas que habían entrado en la ciudad desde algún punto que desconocía. Y el último de ellos se había arrastrado hacia la caja que tenía a apenas un par de pasos de distancia.
- ¿Qué... qué vais a hacer ahora?- la voz de Livar hizo que Sango girara la cabeza.
Debacle se acercó a él y le ofreció agua para beber. Sango volvió la vista a la caja y se acercó a ella. ¿Qué habría en su interior?
- Dirás qué vamos a hacer, ¿verdad?- contestó Debacle.
Sango cogió la caja y la llevó junto a Livar. Tenía cierto peso pero no parecía que en su interior se moviera nada. Tenía que ser importante como para que la Guardia sobornada y un numeroso grupo de piratas la transportara por el interior de la ciudad. La dejó en el suelo y apoyó una mano en el hombro de su amigo.
- Te vamos a llevar ahí arriba y te van a dar un trato de reyes. No mereces menos- apretó ligeramente.
- No creo que pueda andar. Decidle que lo siento que...
Sango abofeteó a Livar para sorpresa de Debacle y del mismo Livar que se revolvió rápido hacia él. El pelirrojo le enseñó los dientes.
- Cállate. Levanta, coge tu arma y camina, si no puedes, apóyate en Debacle. Yo me encargo de Ögge y de la caja. Vamos hacia arriba, al castillo. Tiene que haber alguien que nos ayude. Alguien que quiera saber cómo están las cosas.
Sango no esperó réplica y se levantó para recuperar su equipo e ir luego hacia Estaquitas. En su mano aún sostenía el hacha que había usado para llevarse por delante a varios de aquellos desgraciados. Se agachó junto a ella y se llevó el puño al pecho antes de tocar su hombro por última vez.
Fue hacia Ögge y comprobó lo que le había dicho Debacle acerca del estado del joven soldado. Era valiente y osado y no había dudado en lanzarse el primero a defenderle del ataque de los traidores. Su estado era pobre y pese a los oscuros pensamientos que nublaban su corazón con respecto la estado del muchacho, decidió cargar con él en sus brazos. Al menos hasta que se encontraran con alguien que les pudiera echar una mano.
- Demos gracias a los Dioses por seguir vivos- se levantó con cierto esfuerzo-. Y sigamos avanzando- Debacle cargó en un brazo con la caja-, las calles no son seguras
Dejó que Debacle abriera la marcha, Livar caminaba apoyado en ella, siseando de dolor a cada paso. Sango echó un rápido vistazo tras él. El balance de la noche para ellos se saldaba con dos victorias en dos combates. Y aún así seguía intranquilo.
La noche solo acababa de empezar pero prometía ser ser larga.
Avanzó dejando atrás al pelotón que había permanecido oculto, entre las sombras, observando y escuchando, confirmando lo que su corazón no quería creer. Se habían quedado mudos, reflexionando sobre las implicaciones que todo aquello tenía y que solo confirmaba el extraordinario poder de su enemigo. Si todo salía bien, y pedían a los Dioses porque así fuera, muchas cosas habrían de cambiar.
En su lento, pero seguro avance, su cabeza voló a una de aquellas historias.
Todo empezaba con una apacible anciana que preguntaba a Frigg por aquellos seres que no habían prometido dañar al Dios Baldr, su hijo, querido entre todos los Dioses. Salvo uno. El muérdago, respondió ella despreocupada. Cuando la anciana marchó, el disfraz cayó y Loki, el maestro de los engaños sonrió con malicia. Fabricó un proyectil, una flecha de muérdago. Y cuando los Dioses se divertían con Baldr, usó al Dios ciego, Hódr, un títere de los oscuros planes de Loki. Cuando la flecha disparada por Hódr, guiada por el vil ojo de Loki, impactó en Baldr y este cayó redondo al suelo, las risas se apagaron y la desesperación invadió los corazones de los Dioses.
Hermod, el mensajero de los Dioses, cabalgó nueve días y nueve noches al Helheim para traer de vuelta al Dios. Hela, impuso la condición de que todo ser, vivo o muerto, debía llorar por Baldr para liberarlo del Helheim. Y así ocurrió salvo con un gigante. Uno que se negó, sellando así el destino del Dios Baldr. Cuando todo estuvo perdido, las carcajadas de Loki resonaron por los nueve mundos. Y así, los Dioses, supieron del engaño. De la traición.
La traición era el origen del fin de los tiempos y al verlo ante sus ojos tuvo claro que estaba en su mano contribuir a que esto no llegara. Aún.
Comprendía ahora, la proliferación de falsos profetas con discursos incendiarios que canalizaban su odio a través de corazones de gente tranquila que veían en aquellas palabras una vía de escape a la frustración de su existencia. Poco sabían que enfundadas bajo una apariencia de soluciones reales, se escondía el más sucio y ponzoñoso de los venenos que se extendía lentamente por la buena gente de Lunargenta. Esa gente, sus enemigos, estuvieron preparando el terreno durante mucho tiempo tiempo, valiéndose de cualquier truco y artimaña que estuviera al alcance de su mano y aprovechando la aparente debilidad que los reinos humanos arrastraban desde el conflicto en Edén.
Pero eran muchos los que, pese a tener los números en contra, pese a la oscuridad creciente que se veía en el horizonte, portaban antorchas y lámparas que desafiaban el gran velo que avanzaba furioso contra ellos. Era la férrea voluntad humana la que se ponía en duda, el orgullo de un pueblo que veía amenazada su forma de vida, sus costumbres, tradiciones, todo lo que querían y aquellos a quienes amaban.
Y eso era algo de lo que debía estar orgulloso el pueblo de Verisar. La gente, hombres y mujeres que se levantaban cada mañana y miraban al cielo con la esperanza de que el sol brillara un día más sobre sus cabezas para ver a sus hijos crecer, a sus familiares sonreír y a sus amigos cantar. Para honrar, con su existencia, a los Dioses que habían de darles buenas cosechas, y vidas sanas y, en momentos de necesidad, el consuelo necesario para llegar al día siguiente y tratar de alcanzar la felicidad.
Porque en esencia, la vida trata de eso, de ser feliz rodeado de la gente a la que uno le importa. Y allá donde hubiera gente que quería a ser feliz, había un corazón dispuesto a darlo todo por aquel ideal. Era igual que en medio estuvieran piratas, cultistas, traidores y otros sirvientes del caos y la oscuridad, la férrea voluntad de defender un modo de vida era razón suficiente para alzarse, unidos, contra aquellas amenazas.
Alguien que había jurado proteger a todos aquellos que habitaban en el Reino y al día siguiente los apuñalaba por la espalda, no sólo se traicionaba a sí mismo, sino también a compañeros, gente que los consideraba amigos, familiares y también a los propios Dioses. La traición era el peor de los actos que se podían cometer en vida. Un acto, sin duda, inaceptable.
Y allí, esa noche, en Lunargenta, al tiempo que Guardias traidores y piratas invasores se giraron al escuchar un sonido metálico, como de elementos de una armadura chocando entre ella, apareció el pelirrojo, a la luz de las débiles antorchas que la Guardia traidora había instalado en su pequeño punto de control.
Se detuvo un breve instante y dejó que su figura, de sobra reconocible entre la gente de armas de Lunargenta, calara en las mentes de aquellos pobres desgraciados que seguían allí aun cuando les estaba dando la oportunidad de huir.
Ben Nelad, conocido como Sango, aclamado como Héroe de Aerandir, y paladín de Sigel y nombrado Guardián del Sol, arrojó a un lado el frasco(1) que acababa de consumir. El sonido de este chocar contra el suelo quebró el tenso silencio de la calle que, por otra parte, estaba salpicado de ruidos lejanos, de edificios derrumbarse por el fuego y de gritos de peleas y lamentos.
Desenvainó la espada y empuñó el escudo con fuerza. En su mirada, la determinación de un lobo que ve y marca su presa. En sus gestos, la seguridad del veterano que sabe qué es lo que está por venir. En sus pasos, la fuerza de una idea, el orgullo de un pueblo, la voluntad de ver erradicada aquella amenaza.
- No merecéis la muerte que os voy a dar.
Su voz resonó fuerte en la calle, rebotando por los edificios hasta llegar a todos y cada uno de ellos. Sus ojos observaban como el pelirrojo avanzaba lentamente hacia ellos. Las llamas de las antorchas hacían parecer que, tras él, un ejército de sombras siguiera sus pasos. Pero no era así. Avanzaba solo, con pasos tranquilos y firmes. En su diestra empuñaba el hacha, la reliquia de la familia Nelad. En la zurda el escudo Reikning, salido de alguna parte de Sandorai y que ocultaba secretos poderes.
- Ni siquiera en mil vidas pagaríais el precio de vuestra traición.
Su frío y duro tono activó el sentido de supervivencia de aquellos Guardias y piratas que habían observado hasta el momento con curiosidad y hasta con expresión divertida.
Las armas se desenvainaron frente a él, pero no es algo que detuvo a Sango que ante aquel gesto, su reacción natura había sido la de sonreír. Una sonrisa completamente fuera de lugar. Era la sonrisa del que mira a la muerte a la cara y sabe que no tiene nada que temer. Del que conoce el oficio de la guerra. Del que sabe que los Dioses cuidaban de él y nada había de pasarle, incluso si su sangre se derramaba esa misma noche.
El primero de los traidores lanzó una estocada que Sango esquivó echándose a un lado y levantando el escudo. La rapidez con la que el Guardia recuperó la postura hizo que Sango detuviera su avance y se plantara en el sitio. Sus ojos bailaron entre el acero y los ojos de su atacante. ¿Cuánto habrían cobrado como para no salir huyendo y enfrentarse a sus propios camaradas?
Justo en ese instante fue consciente de que no había vuelta atrás. Tampoco opción a retirarse. Ni siquiera a negociar. Habían atacado, seguros de su victoria, y merecían una respuesta contundente. El acero del pelirrojo brillo a la luz de las antorchas.
Otros dos Guardias atacaron al mismo tiempo desde lados opuestos. Sango, que sabía desenvolverse en aquel tipo de situaciones, dio un paso hacia atrás provocando que ambos tuvieran que cambiar su pie de apoyo en el último momento. El pelirrojo aprovechó esta circunstancia para preparar su postura, que consistió en flexionar las piernas y separar el escudo hacia delante, por delante de la posición que marcaban las buenas prácticas de combate con escudo. Con esto consiguió que el escudo fuera el primer objetivo de la primera espada. La estocada hizo que Ben replegara el brazo y disfrutara de la incomprensión que se había dibujado en el rostro de su agresor cuando el peso de su propia espada lo arrastró hacia el suelo (2).
El filo de la segunda espada golpeó con fuerza el escudo y la vibración del impacto recorrió todo el brazo de Sango que pasó inmediatamente al ataque aprovechando la confusión de ambos adversarios. Al primero de ellos que había desistido de sus empeños de recuperar la espada, le atravesó el estómago y retorció el arma antes de sacarla de su lugar. El segundo, que se había tirado al suelo para esquivar el envite del pelirrojo, recibió, primero, una estocada descendente que le atravesó la parte descubierta de las piernas, a la altura de los muslos. Cuando se retorcía de dolor, alivió su miserable existencia golpeando con contundencia la base del cuello.
Cuando el primer atacante pretendía coger por sorpresa a Sango que se acababa de girar, una lanza lo ensartó enviándolo hacia atrás y luego al suelo donde Ögge, el joven soldado, retorcía el arma y gritaba de pura rabia. Debacle, Livar y Estaquitas, llegaron tras él e interpusieron los escudos contra los piratas y el Guardia restante que se lanzaron contra ellos con las armas en las manos y una voluntad asesina propia de animales más que de personas.
Sango se lanzó a ayudar a sus compañeros y embistió, con la fuerza de un graphorn, la primera línea de atacantes a los que desequilibró y acabó tirando al suelo. Con movimientos rápidos, Estaquitas y Livar, dieron cuenta de dos piratas antes de verse amenazados por otros invasores que ocuparon la posición de sus antiguos aliados. Con el rabillo del ojo, el pelirrojo pudo ver que Debacle despachaba al Guardia cuya voluntad había flaqueado al ver a sus amigos traidores caer a manos de un pelotón de antiguos camaradas. Estaquitas gritó a su lado y el brazo de Ögge flaqueó.
Era terrible tener que haber llegado a esa situación, ver como bajo la mano propia caían antiguos camaradas, pero era el camino que decidieron tomar. Saber que la confianza depositada en alguien podía ser traicionada de manera tan sencilla por unos intereses de los que apenas conocían nada salvo el dinero o el soborno que se les había ofrecido, hizo que no sintiera la más mínima compasión por ellos. Bastante hicieron con darles una muerte rápida. Lo peor fue ver como sufrían sus amigos. Era gente a la que quería, y por ellos, haría cualquier cosa. Ese sentimiento era el que había inflamado en la plaza esa misma tarde. Por eso luchaba. Por ellos. Por la gente que quería.
Sango que gritó hasta que le dolieron las cuerdas vocales (3). Fue un rugido que detuvo la batalla por un breve instante de tiempo y que Sango aprovechó para reorganizar al grupo y mantenerse fuerte en el sitio. Ögge estaba malherido y Estaquitas sangraba profusamente de un corte feísimo en la cabeza, pero aún así, se pusieron a su lado.
- Semicírculo. Impacto y arremeted con todo- ordenó con voz firme.
Las armas de los piratas cargaron, caóticas, contra Sango, pero los escudos impidieron el impacto de la práctica totalidad de las armas. Sus compañeros se separaron y pasaron a golpear con todo lo que tenían a los piratas que parecían sorprendidos por la maniobra, casi como si acabaran de despertar de un sueño cuando estos les atravesaban con las armas.
Estaquitas se ensañó con uno de los piratas mientras Ögge parecía tener problemas para recuperar la lanza que había clavado en el torso de un enemigo. Debacle, a su derecha, seguía interponiendo el escudo entre los piratas que seguían cegados por querer golpear a Ben mientras que, con cuchillo largo, tipo seax, apuñalaba a todos aquellos que desprotegían su torso. Livar, golpeaba por encima del escudo con su espada y gritaba toda clase de improperios mientras los cadáveres impedían el avance de los invasores.
Sango se movía como si aquel pedazo de terreno fuera el más importante de su vida. El escudo subía y bajaba, empujaba y golpeaba. La espada, que se suponía que debía matar, era una herramienta más de defensa (4). La adrenalina corría por su cuerpo aumentando sus reflejos y su capacidad de reacción, los golpes que llegaban a él o bien lo hacían si fuerza o él los ignoraba. Sin embargo, ellos eran un pelotón y los invasores hicieron valer su número.
Estaquitas cayó fulminada contra la pared y Ögge tuvo que retirarse, cayendo al suelo en su retroceso y buscando un cuchillo en el cinto para tratar de apuñalar al pirata que se arrastraba hacia él. Livar estaba acorralado y pedía ayuda mientras su espada seguía cortando y cercenando. Sacudió la cabeza y cambió su postura. Sango pasó al ataque.
- ¡Sígueme!- le ladró a Debacle.
Echó un pie hacia atrás y dejó caer el brazo de la espada a media altura y entonces embistió con toda la fuerza que tenía en las piernas. El escudo impactó en el pecho de un pirata y lo usó como ariete y defensa mientras los golpes caían desde todas direcciones.
Cuando se hizo un hueco y espacio, hubo un instante de silencio. Uno en el que todos se miraron y establecieron cuál debía ser su próximo objetivo. Uno que tenía la cabeza roja, los ojos verdes y había sido el muro contra el que habían chocados sus planes de infiltración. Un problema que había convertido gran parte de sus armas en piedra. Un problema serio que debían sortear. Y que además se atrevía a sonreír. Una sonrisa que helaba la sangre.
- ¡Esta es mi ciudad, hijos de puta!
Sango lanzó una rápida estocada hacia delante alcanzando la cara de uno de sus rivales. Se giró pasando el brazo de la espada por encima de su cabeza y haciéndolo caer contra la cabeza de un tipo que empuñaba un hacha y que cayó fulminado al instante. Dio media vuelta estirando los brazos y golpeando con el borde del escudo una mano enemiga y lanzando hacia atrás a lo que querían acercarse.
Los golpes llegaban. Algunos fuertes, otros apenas eran un rasguño en su armadura, fabricada por los mejores herreros de Lunargenta. Sus armas, superiores en calidad, penetraba en las cotas de malla, sobrevestas y tabardos de cuero de los piratas. Por su sangre, además, fluía la fuerza de los mismos Dioses y aguantaba todos y cada uno de los golpes que llegaban a él.
Los piratas se vieron, entonces, claramente superados y entonces empezó la cacería. Sango apuñaló por la espalda a dos piratas que trastabillaron al huir. Debacle dio cuenta de otros tantos y Livar, que estaba a horcajadas de un tipo, le golpeaba el rostro con el pomo de una espada rota.
Los pasos renqueantes de Ben se detuvieron junto a hombre que se arrastraba tratando de alcanzar una caja. Sango le pisó la mano con el tacón de la bota y dejó que el grito de dolor inundara la calle. Echó un rápido vistazo a la caja y luego al hombre que se había girado cuando la presión sobre su mano se aflojó. Ben observó la herida en el pecho. Resultaba increíble que siguiera vivo.
- Estás sangrando- dijo una jadeante Debacle que apuntaba con su espada al costado de Ben-. ¿Es la misma herida que la otra vez?
Sango miró y era cierto, sangraba pero no por el mismo sitio. Le habían clavado un puñal un poco por encima de la cadera. Parpadeó un par de veces y miró a Debacle. Sango hizo un gesto con la cabeza para que fuera a mirar cómo estaba Estaquitas, Livar y Ögge y ella asintió.
Sango dejó caer el escudo al suelo y agarró el mango del puñal para tirar de él tirarlo al suelo y dejarlo caer. Le quemaba la cadera y su pierna cedió, obligándole a apoyarse en la pared más cercana mientras apretaba con fuerza allí donde estaba la herida. El invasor siguió arrastrándose hacia la caja y Sango, movido por la rabia, terminó con la vida de aquel miserable clavando su espada en la garganta de aquel tipo. Sus estertores se transformaron una vibración y una sensación de calor que pasó a su mano y de ahí al resto del cuerpo (5). Se mantuvo un instante en esa posición hasta que la sensación de calor pasó. Se levantó y experimentó con satisfacción el efecto del encantamiento de la espada. No obstante, necesitaría atención, pero al menos, la peor parte había pasado.
- ¿Cómo estáis?- preguntó Sango con voz ronca.
- Livar está consciente, pero tiene heridas por todas partes; Ögge respira pero no despierta; Estaquitas está muerta, no sé cuándo ni cómo- reportó Debacle que miraba a Sango.
El pelirrojo dio buena cuenta de la carnicería que se acababa de formar en la calle: un pelotón de la Guardia y un grupo de piratas que habían entrado en la ciudad desde algún punto que desconocía. Y el último de ellos se había arrastrado hacia la caja que tenía a apenas un par de pasos de distancia.
- ¿Qué... qué vais a hacer ahora?- la voz de Livar hizo que Sango girara la cabeza.
Debacle se acercó a él y le ofreció agua para beber. Sango volvió la vista a la caja y se acercó a ella. ¿Qué habría en su interior?
- Dirás qué vamos a hacer, ¿verdad?- contestó Debacle.
Sango cogió la caja y la llevó junto a Livar. Tenía cierto peso pero no parecía que en su interior se moviera nada. Tenía que ser importante como para que la Guardia sobornada y un numeroso grupo de piratas la transportara por el interior de la ciudad. La dejó en el suelo y apoyó una mano en el hombro de su amigo.
- Te vamos a llevar ahí arriba y te van a dar un trato de reyes. No mereces menos- apretó ligeramente.
- No creo que pueda andar. Decidle que lo siento que...
Sango abofeteó a Livar para sorpresa de Debacle y del mismo Livar que se revolvió rápido hacia él. El pelirrojo le enseñó los dientes.
- Cállate. Levanta, coge tu arma y camina, si no puedes, apóyate en Debacle. Yo me encargo de Ögge y de la caja. Vamos hacia arriba, al castillo. Tiene que haber alguien que nos ayude. Alguien que quiera saber cómo están las cosas.
Sango no esperó réplica y se levantó para recuperar su equipo e ir luego hacia Estaquitas. En su mano aún sostenía el hacha que había usado para llevarse por delante a varios de aquellos desgraciados. Se agachó junto a ella y se llevó el puño al pecho antes de tocar su hombro por última vez.
Fue hacia Ögge y comprobó lo que le había dicho Debacle acerca del estado del joven soldado. Era valiente y osado y no había dudado en lanzarse el primero a defenderle del ataque de los traidores. Su estado era pobre y pese a los oscuros pensamientos que nublaban su corazón con respecto la estado del muchacho, decidió cargar con él en sus brazos. Al menos hasta que se encontraran con alguien que les pudiera echar una mano.
- Demos gracias a los Dioses por seguir vivos- se levantó con cierto esfuerzo-. Y sigamos avanzando- Debacle cargó en un brazo con la caja-, las calles no son seguras
Dejó que Debacle abriera la marcha, Livar caminaba apoyado en ella, siseando de dolor a cada paso. Sango echó un rápido vistazo tras él. El balance de la noche para ellos se saldaba con dos victorias en dos combates. Y aún así seguía intranquilo.
La noche solo acababa de empezar pero prometía ser ser larga.
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- Resumen y demás información de interés:
- (0) Resumen: Escaramuza en la que Sango, Debacle, Livar, Estaquitas y Ögge, se enfrentan a los traidores y a los piratas. El factor sorpresa unido a las habilidades y objetos de Sango, hacen que la escaramuza sea un éxito para el pelotón que ahora mismo está muy tocado. Ögge está gravemente herido, respira pero no despierta; Livar tiene heridas importantes pero al menos es capaz de moverse por su propio pie; Sango tiene heridas leves, pero la poción de estoicismo hace que aún no sea consciente de ellas; Debacle parece que es la mejor parada del enfrentamiento; finalmente Estquitas muere a causa de heridas en el combate. Finalmente, Sango carga con Ögge. Debacle carga con Livar y con la caja/mensaje que transportaban los piratas. Su destino es el castillo para hablar con alguien y ponerle al día de la situación en el puerto y el camino que unía el puerto con el castillo.
(1) Uso de objeto limitado - Poción de Estoicismo [1/2 usos restantes]: [Elixir, Limitado, 2 Usos] Otorga inmunidad ante el dolor e ignorar limitaciones derivadas de heridas (mientras sea razonable). Dura 2 rondas.
(2) Referencia al encantamiento del escudo Reikning - Defensa Pétrea: Cada vez que el objeto encantado es golpeado por un ataque de otro objeto (arma, guante, bota, etc.), el objeto atacante se cubrirá de piedras alrededor del lugar del impacto, por dos turnos. Esto le volverá más pesado, puede inutilizar su filo o puntas, dificultar movimiento y, en general, dificultará su uso y efectividad.
(3) Uso de habilidad - Aquí os espero [0/1 uso restante]: Un rugido, como el oleaje rompiendo en un acantilado, sale de las entraña de Sango captando la atención de sus adversarios que se lanzan hacia él. Por su parte Sango obtiene una mejora en el aguante, durante un turno, fruto de la adrenalina liberada en el grito.
(4) Uso de habilidad - Baile de uno [Pasiva]: El entrenamiento ha dado sus frutos y Sango es capaz de utilizar su escudo, brazos, piernas, en definitiva, todo aquello de lo que disponga en un reducido espacio de terreno que considera suyo, para esquivar los ataques de varios enemigos.
(5) Referencia al encantamiento de la Espada de Sango - Marca Vampírica: Al causar una herida profunda con esta arma, sana una de tus heridas leves, o baja una de tus heridas moderadas a leve. Este efecto sólo puede ocurrir una vez cada treinta minutos.
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Re: El retorno del vampiro [Evento Sacrestic]
Las dos fuerzas chocaron. Lunargenta no les dejó opción y tuvieron que retroceder ante la sorpresa de haber sido descubiertos incluso antes de salir a la superficie. No iba a ser fácil derrocar a la capital.
- ¿Dónde está Eberus?
Selena miró hacia atrás y tampoco lo vio. Se asomó al pasillo desde aquel recóndito cubículo y susurró su nombre esperando que se revelara de entre las sombras, pero no obtuvo respuesta.
- Tengo que encontrarlo. - Incluso envenenada, mantenía ese lazo de camaradería con el alquimista al que protegía.
- Tenemos que encontrarlo. Confía en que soy la primera que desea encontrarlo - comenzó a explicar la sacerdotisa con cierta prisa en su voz, pues en su rostro cubierto casi no se podía atisbar nada. - Pero hay algo que debemos hacer primero, y es mucho más urgente.
¿Mucho más urgente? La guerrera se preguntaba qué podía ser más urgente que reunirse con su camarada, con el proveedor de protector solar de la sacerdotisa. Pero no cuestionaba sus formas. Ella era la cabecilla, la mujer a seguir, su líder. Esperó con una paciencia voraz sus órdenes, firme como la soldado que era.
- Conoces el Templo de todos los dioses, ¿verdad? - Quién no. Era la única entrada conocida a las Catacumbas por la gente de la ciudad *, y con los negocios que se traían ella y el brujo con el protector solar estaban, quizá, incluso más familiarizados con ese templo que muchos locales. Asintió con seguridad a sus palabras.
- Como tú, la guardia y todo su séquito conoce esa entrada a estos pasillos y, ahora que han descubierto que salimos de aquí abajo, seguramente vayan a cubrir esa salida. - Era lógico pensar eso. Pero... - Por supuesto, ninguno de nosotros va a salir por ahí. Nunca hemos contemplado esa posibilidad. Sería una derrota estratégica y el Dramaturgo lo sabe igual que yo. Ahora bien, lo que sí podemos hacer y, Selena mía, nos va a venir muy bien, es concentrar mucho más ahí a la guardia mientras seguimos saliendo por otros puntos de la ciudad.
Sus estrategias eran más seductoras que ella misma. - Dime qué he de hacer, sacerdotisa, y te juro que lo haré - prometió sin un ápice de duda. - Tengo una idea - continuó de repente, atreviéndose a interrumpir a su reciente ama, quien reaccionó extrañamente complacida, pues confiaba en el efecto del veneno que le había administrado. - Un objeto que nos ayudará con eso, más bien.
Tras explicar sus planes a su sacerdotisa, esta aceptó encantada. Fueron a buscar a uno de los piratas para llevar a cabo el plan, uno con las pintas más imponentes y aterradoras posibles, y volvieron al pequeño cubículo. Este no estaba lejos de la entrada del Templo.
- Cómete esta galleta 1, pero antes piensa paso a paso, detalle a detalle, en la siguiente orden:
Caminaré por el pasillo de la derecha, luego giraré a la derecha y después a la izquierda. Allí llegaré hasta el Templo de todos los dioses por el segundo acceso. Ignorando todo lo que pueda llegar a ocurrir en el interior del Templo, saldré por su puerta principal y me colocaré sobre el pórtico, en la entrada. Y, cuando esté allí arriba ignoraré todo cuanto me hagan, me mostraré más victorioso cuantas más flechas lluevan sobre mí y gritaré: "Ha llegado la noche en que no volverá a salir el sol para Lunargenta. Rezad a todos vuestros dioses, porque si ellos no consiguen impedir que salgamos de sus paredes, vosotros no podréis hacer nada para pararnos. Sí, todos esos dioses que en teoría viven aquí, en este templo, ¡son escoria! Vais a ver cómo sus estatuas se quedan como son, de piedra, mientras nos ven destrozarlas frente a sus ojos. Y luego os destrozaremos a vosotros, pues no soy el único Señor de las Sombras al que no le afectan vuestros ataques. Y la luz, amigos míos, no nos hará desaparecer: solo nos volverá invisibles. ¡Que vuestros dioses se apiaden de vosotros, humanos inútiles!"
No sabían si su magia del Imperio funcionaría en su forma de silueta sombría pero, desde luego, un vampiro diestro en esa clase de poder tendría práctica intimidando a la gente. El vampiro engulló la galleta después de memorizar y pensar en aquello y de hacerse ver más terrorífico para ellas dos con su magia, sumiso como le había dejado el Veneno de Jörmundgander en un descuido, y de su cuerpo brotó mota a mota una silueta de sombras con su misma forma. Con el movimiento hacia el pasillo se hacía un poco difusa; mejor, más aterrador, algo que añadir a su porte, su aspecto desgreñado y los salvajes harapos que cubrían su armadura de cuero.
Esperaban que el engaño funcionara y que, allí fuera, infundiera el mismo terror en los humanos y los guardias que en ellas. Ahora podían ponerse a buscar a Eberus.
Por otro lado, un vampiro y su nuevo edecán, Eberus, caminaban por aquellas lúgubres galerías rumbo al puerto. El vampiro se había recogido la melena como lo solían hacer los humanos y se había apropiado de las ropas de un ciudadano común de Lunargenta, uno que ya no las iba a necesitar. Tenía un objetivo, y Eberus, bajo su custodia, le ayudaría a conseguirlo.
Llegaron al puerto a través de una salida bien oculta, asegurándose antes de que nadie pudiera verlos salir de ahí.
- No me vendría mal a mí esa capa, Eberus - mencionó observando lo bien oculto que permanecía el brujo en las sombras con su atuendo encantado 2. - Bien, bien, así tendré que preocuparme menos por ti.
- ¿La quieres, hum...?
- Oh, qué agradable eres, amigo mío, pero no me hace falta - contestó casi sin dirigirse a él, con la misma intención comunicativa que tendría si hablara con un muñeco de trapo. En cierta forma, con la manipulación de su voz, era algo similar: una marioneta. - Te hará más falta a ti para lo que vas a hacer. Ah, y llámame Tepes.
En la cabeza del brujo casi no cabían pensamientos propios. Entre el Veneno de Jörmundgander y la magia del vampiro no quedaba ni siquiera una parte de él que pudiera darse cuenta del nivel de control al que estaba siendo sometido. Caminó buscando las sombras del puerto como él sabía hacer 3 y se colocó donde le había explicado Tepes antes, donde las llamas del puerto no alcanzaban a iluminar.
Por su lado, el vampiro se dirigía a la zona de las defensas en tierra contra la flota de sus camaradas. En algún momento que el brujo no había llegado a observar, ya se había apropiado de una prenda que le haría pasar por un soldado humano. Eberus lo veía desde su posición, actuando como un guardia más que celebraba la reciente pequeña victoria contra los invasores. La diferencia estaba en que, cada vez que se acercaba a alguno de sus "compañeros", en lugar de proclamar celebraciones los manipulaba para que sabotearan disimuladamente catapultas, balistas, barricadas y las dos torres de los extremos de la bahía. Si morían en el intento, serían al menos varios humanos menos en el mundo.
Y, por si no había caos suficiente, había ordenado al brujo que disparara desde su posición oculta más dardos relumbrantes, a diestro y siniestro 4. Por detrás, por delante, por encima y, sobre todo, junto a los guardias y humanos que defendían el puerto y operaban las máquinas de defensa, estos últimos dardos para cegar a los que pudiera, solo por empeorar el desorden. Aunque los destellos no servirían solo para eso: Tepes aprovecharía ese caos creciente para tratar de colarse más adentro de los defensores del puerto hasta llegar a los operadores de las catapultas y las balistas. Las que no había ordenado sabotear, las utilizaría al favor de Dragut y los demás, manipulando con la voz a los operadores para que disparasen a sus propios barcos cuando se acercara la flota vampira.
No podía manipular a decenas de humanos, pero esos pocos iban a ser efectivos.
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* Referencia a este datazo del Templo: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
1- Mención (y posterior consumición) a la Galleta de Humo: [Consumible]: El personaje deberá pensar en una orden coherente. Al ser mordida, genera una silueta sombría del personaje para realizar acciones que intentarán, tanto como sea posible, cumplir la orden que haya pensado anteriormente. Esta silueta permanecerá hasta cumplir su objetivo o hasta que haya pasado dos turnos, lo que ocurra primero.
2- Mención a su Capa de la Noche: Especialmente diseñada para la oscuridad, permite que te sea casi imposible verte a más de dos metros de distancia si estás bajo sombras profundas e intentas ser sigiloso, incluso si la otra persona posee visión nocturna.
3- Mención al talento de Sigilo.
4- Cerbatana encantada con Flechas de Señal: Cuando se lanza un proyectil con esta arma, el lanzador puede chasquear los dedos. El proyectil explota en un intenso destello de luz. Esto puede dar señales luminosas a distancia. Puede encandilar por una ronda si explota cerca de los ojos de alguien.
- ¿Dónde está Eberus?
Selena miró hacia atrás y tampoco lo vio. Se asomó al pasillo desde aquel recóndito cubículo y susurró su nombre esperando que se revelara de entre las sombras, pero no obtuvo respuesta.
- Tengo que encontrarlo. - Incluso envenenada, mantenía ese lazo de camaradería con el alquimista al que protegía.
- Tenemos que encontrarlo. Confía en que soy la primera que desea encontrarlo - comenzó a explicar la sacerdotisa con cierta prisa en su voz, pues en su rostro cubierto casi no se podía atisbar nada. - Pero hay algo que debemos hacer primero, y es mucho más urgente.
¿Mucho más urgente? La guerrera se preguntaba qué podía ser más urgente que reunirse con su camarada, con el proveedor de protector solar de la sacerdotisa. Pero no cuestionaba sus formas. Ella era la cabecilla, la mujer a seguir, su líder. Esperó con una paciencia voraz sus órdenes, firme como la soldado que era.
- Conoces el Templo de todos los dioses, ¿verdad? - Quién no. Era la única entrada conocida a las Catacumbas por la gente de la ciudad *, y con los negocios que se traían ella y el brujo con el protector solar estaban, quizá, incluso más familiarizados con ese templo que muchos locales. Asintió con seguridad a sus palabras.
- Como tú, la guardia y todo su séquito conoce esa entrada a estos pasillos y, ahora que han descubierto que salimos de aquí abajo, seguramente vayan a cubrir esa salida. - Era lógico pensar eso. Pero... - Por supuesto, ninguno de nosotros va a salir por ahí. Nunca hemos contemplado esa posibilidad. Sería una derrota estratégica y el Dramaturgo lo sabe igual que yo. Ahora bien, lo que sí podemos hacer y, Selena mía, nos va a venir muy bien, es concentrar mucho más ahí a la guardia mientras seguimos saliendo por otros puntos de la ciudad.
Sus estrategias eran más seductoras que ella misma. - Dime qué he de hacer, sacerdotisa, y te juro que lo haré - prometió sin un ápice de duda. - Tengo una idea - continuó de repente, atreviéndose a interrumpir a su reciente ama, quien reaccionó extrañamente complacida, pues confiaba en el efecto del veneno que le había administrado. - Un objeto que nos ayudará con eso, más bien.
Tras explicar sus planes a su sacerdotisa, esta aceptó encantada. Fueron a buscar a uno de los piratas para llevar a cabo el plan, uno con las pintas más imponentes y aterradoras posibles, y volvieron al pequeño cubículo. Este no estaba lejos de la entrada del Templo.
- Cómete esta galleta 1, pero antes piensa paso a paso, detalle a detalle, en la siguiente orden:
Caminaré por el pasillo de la derecha, luego giraré a la derecha y después a la izquierda. Allí llegaré hasta el Templo de todos los dioses por el segundo acceso. Ignorando todo lo que pueda llegar a ocurrir en el interior del Templo, saldré por su puerta principal y me colocaré sobre el pórtico, en la entrada. Y, cuando esté allí arriba ignoraré todo cuanto me hagan, me mostraré más victorioso cuantas más flechas lluevan sobre mí y gritaré: "Ha llegado la noche en que no volverá a salir el sol para Lunargenta. Rezad a todos vuestros dioses, porque si ellos no consiguen impedir que salgamos de sus paredes, vosotros no podréis hacer nada para pararnos. Sí, todos esos dioses que en teoría viven aquí, en este templo, ¡son escoria! Vais a ver cómo sus estatuas se quedan como son, de piedra, mientras nos ven destrozarlas frente a sus ojos. Y luego os destrozaremos a vosotros, pues no soy el único Señor de las Sombras al que no le afectan vuestros ataques. Y la luz, amigos míos, no nos hará desaparecer: solo nos volverá invisibles. ¡Que vuestros dioses se apiaden de vosotros, humanos inútiles!"
No sabían si su magia del Imperio funcionaría en su forma de silueta sombría pero, desde luego, un vampiro diestro en esa clase de poder tendría práctica intimidando a la gente. El vampiro engulló la galleta después de memorizar y pensar en aquello y de hacerse ver más terrorífico para ellas dos con su magia, sumiso como le había dejado el Veneno de Jörmundgander en un descuido, y de su cuerpo brotó mota a mota una silueta de sombras con su misma forma. Con el movimiento hacia el pasillo se hacía un poco difusa; mejor, más aterrador, algo que añadir a su porte, su aspecto desgreñado y los salvajes harapos que cubrían su armadura de cuero.
Esperaban que el engaño funcionara y que, allí fuera, infundiera el mismo terror en los humanos y los guardias que en ellas. Ahora podían ponerse a buscar a Eberus.
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Por otro lado, un vampiro y su nuevo edecán, Eberus, caminaban por aquellas lúgubres galerías rumbo al puerto. El vampiro se había recogido la melena como lo solían hacer los humanos y se había apropiado de las ropas de un ciudadano común de Lunargenta, uno que ya no las iba a necesitar. Tenía un objetivo, y Eberus, bajo su custodia, le ayudaría a conseguirlo.
Llegaron al puerto a través de una salida bien oculta, asegurándose antes de que nadie pudiera verlos salir de ahí.
- No me vendría mal a mí esa capa, Eberus - mencionó observando lo bien oculto que permanecía el brujo en las sombras con su atuendo encantado 2. - Bien, bien, así tendré que preocuparme menos por ti.
- ¿La quieres, hum...?
- Oh, qué agradable eres, amigo mío, pero no me hace falta - contestó casi sin dirigirse a él, con la misma intención comunicativa que tendría si hablara con un muñeco de trapo. En cierta forma, con la manipulación de su voz, era algo similar: una marioneta. - Te hará más falta a ti para lo que vas a hacer. Ah, y llámame Tepes.
En la cabeza del brujo casi no cabían pensamientos propios. Entre el Veneno de Jörmundgander y la magia del vampiro no quedaba ni siquiera una parte de él que pudiera darse cuenta del nivel de control al que estaba siendo sometido. Caminó buscando las sombras del puerto como él sabía hacer 3 y se colocó donde le había explicado Tepes antes, donde las llamas del puerto no alcanzaban a iluminar.
Por su lado, el vampiro se dirigía a la zona de las defensas en tierra contra la flota de sus camaradas. En algún momento que el brujo no había llegado a observar, ya se había apropiado de una prenda que le haría pasar por un soldado humano. Eberus lo veía desde su posición, actuando como un guardia más que celebraba la reciente pequeña victoria contra los invasores. La diferencia estaba en que, cada vez que se acercaba a alguno de sus "compañeros", en lugar de proclamar celebraciones los manipulaba para que sabotearan disimuladamente catapultas, balistas, barricadas y las dos torres de los extremos de la bahía. Si morían en el intento, serían al menos varios humanos menos en el mundo.
Y, por si no había caos suficiente, había ordenado al brujo que disparara desde su posición oculta más dardos relumbrantes, a diestro y siniestro 4. Por detrás, por delante, por encima y, sobre todo, junto a los guardias y humanos que defendían el puerto y operaban las máquinas de defensa, estos últimos dardos para cegar a los que pudiera, solo por empeorar el desorden. Aunque los destellos no servirían solo para eso: Tepes aprovecharía ese caos creciente para tratar de colarse más adentro de los defensores del puerto hasta llegar a los operadores de las catapultas y las balistas. Las que no había ordenado sabotear, las utilizaría al favor de Dragut y los demás, manipulando con la voz a los operadores para que disparasen a sus propios barcos cuando se acercara la flota vampira.
No podía manipular a decenas de humanos, pero esos pocos iban a ser efectivos.
________
OFF:
- Resumen:
- Astrid y Selena captan a un vampirata para que engulla una galleta que genera una réplica suya hecha de sombras. La réplica sale por el Templo de todos los dioses (la única entrada conocida popularmente a las Catacumbas), se sube al tejadillo de la entrada del templo y grita amenazas de una inminente invasión desde el templo con la intención de que un buen grupo de guardias se concentre allí. Las amenazas son falsas, pues los vampiratas saldrán por otras salidas.
Eberus y el vampiro que le manipula (Tepes) van hacia el puerto. Allí Eberus genera Caos con destellos luminosos mientras se mantiene oculto y Tepes, camuflado con prendas humanas y de la guardia, aprovecha el caos para manipular con su magia del Imperio a algunos soldados con la intención de que estos bien saboteen defensas y maquinaria de defensa contra los barcos, o bien las usen contra sus propios barcos cuando llegue la flota de los vampiros.
* Referencia a este datazo del Templo: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
1- Mención (y posterior consumición) a la Galleta de Humo: [Consumible]: El personaje deberá pensar en una orden coherente. Al ser mordida, genera una silueta sombría del personaje para realizar acciones que intentarán, tanto como sea posible, cumplir la orden que haya pensado anteriormente. Esta silueta permanecerá hasta cumplir su objetivo o hasta que haya pasado dos turnos, lo que ocurra primero.
2- Mención a su Capa de la Noche: Especialmente diseñada para la oscuridad, permite que te sea casi imposible verte a más de dos metros de distancia si estás bajo sombras profundas e intentas ser sigiloso, incluso si la otra persona posee visión nocturna.
3- Mención al talento de Sigilo.
4- Cerbatana encantada con Flechas de Señal: Cuando se lanza un proyectil con esta arma, el lanzador puede chasquear los dedos. El proyectil explota en un intenso destello de luz. Esto puede dar señales luminosas a distancia. Puede encandilar por una ronda si explota cerca de los ojos de alguien.
Eberus
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Re: El retorno del vampiro [Evento Sacrestic]
El ataque había sido un éxito. Después de todo, no todos los hechizos eran tan contundentes como aquel.
No obstante, aquello no había hecho más que empezar.
El dragón de fuego se llevó por delante a varios enemigos, pero en ningún caso iba a acabar con tantos de ellos. Bien lanzado, de forma estratégica, había causado el daño necesario y según las llamas fueran creciendo y alimentándose de la madera de la ermita, partida en dos aquel movimiento de invasión.
Al menos en aquella parte de la ciudad, había más accesos a la superficie, pero ni un profesional de la guerra podía estar en todas partes. De aquello se encargarían los hombres del rey y otros valientes.
Nuestro rubito de mágicos resultados tenía su propio papel en esta historia. Mención, si cabe, de que igual la madera de la ermita ardía más deprisa de lo habitual porque la brujería podía ser tan perra cuando no estaba de tu parte.
Sus compañeros más físicos se pusieron manos a la obra. Catherine era un artista del golpe, Alward otro tanto. Katrina devolvía a sus “compatriotas” su misma moneda, entiéndase las comillas pues poco más que ser de la especia compartía con aquellos villanos. Níniel también había hecho su parte otorgando magia de luz y armadura de igual sacra protección, y si sus habilidades acabasen en magia beneficiosa para el resto, su juicio no sería justo.
En la plaza habían otros tantos luchando por su ciudad, soldados, gente de bien, todos haciendo su parte, incluso, aunque este dulce y llameante brujo no podía saberlo, un compatriota con grandes habilidades y sentido de la protección.
Vincent, por unos instantes se permitió ser alguien “ajeno” a la batalla mientras con un rápido vistazo analizaba la situación. Todos ellos habían elegido su plan de acción, su lugar en aquel tablero y él no iba a ser menos.
- Esta fiesta se está volviendo una locura - mentó para sí mismo.
“Let’s rock!” sellaría esa frase si el mago sureño supiera lo que significaba, si supiera siquiera lo que era el rock, más permítanme esta licencia de narrador para poner mi granito de arena en ser parte del homenaje a un antiguo camarada, al que yo no conocí, pero no merece menos por ello.
Con determinación, Vinc fue directo hacia el lugar dónde más enemigos había, porque… Eh, qué parte de la fiesta no entendieron.
El brujo esquivó los ataques enemigos con su magia de viento y, cuando estuvo a la distancia correcta, se impulsó con esa misma magia hacia adelante lanzando una estocada con su espada hacia el frente.
¿Igual el brujo había calculado mal y estaba un poco lejos para hacer un ataque con la espada? Bueno, del acero imbuido en fuego salió otro dragón llameante que se llevó por delante a los vampiros y que le abrió camino mientras posaba los pies para frenar su salto hacia delante, deslizándose un poco entre las llamas que iban quedando tras la estela del hechizo por decisión del hechicero.[1]
Las llamas del muro de fuego que quedó detrás de su magia, en vez de quemar sus ropas, su hermosa cara, porque hay que decirlo, que guapo que era, se retorcieron a su paso evitando dañarlo. Quedando nuestro mercenario en una especie de túnel dentro del muro mágico.
Esa era la diferencia entre una ballesta que lanzaba un virote al viento y un brujo capaz de dominar su elemento a voluntad.
Vincent colocó la parte plana del acero de su brillante espada, bañada en la pasión del ardor, sobre su antebrazo izquierdo algo alzado, y, mientras caminaba hacia el exterior de la pared de llamas, movió su brazo diestro para aparentar que tocaba una viola de arco, siendo, claro estaba, la espada el símil del arco y su brazo de la viola. Es, lo que llamaremos hoy, la nueva y más artística Postura Illidense.[2]
El teatro había llegado a la ciudad, justo a aquella plaza, y un artista de la destrucción como él no iba a ser menos partícipe del espectáculo.
Los vampiros cercanos primero reaccionaron con sorpresa, ante la excentricidad del brujo, después con rabia y ganas de matarlo. Pero esos sentimientos duraron poco, el tiempo que tardó el dragón en devorarlos.
¿Qué parte no entendieron de que el brujo domina la magia a su voluntad? ¿Acaso pensaron que la llamarada siguió su curso?
El chasquido de los dedos de la mano de la “viola” del hechicero había resonado instantes antes, mientras se deslizaba por el fuego, pero ese sonido no pudieron escucharlo bien aquellos infortunados que ahora gritaban de dolor, si no habían tenido la suerte de morir al instante.
Con cada paso, el brujo imitaba el baile de un músico ambulante, mientras tocaba el instrumento imaginario, y, con cada chasquido de dedos de su zurda, el dragón cambiaba de dirección dejando un reguero de fuego en su trayectoria, yendo directo hacia los enemigos y evitando a los aliados y a los inocentes, hasta que al final se alzó al cielo, ya dejando de crear muros de fuego a su paso, para finalmente regresar e impactar contra el suelo bajo los pies del grupo más numeroso de los que quedaban en las cercanías del artista.
Con su magia de aire se mantenía alejado de los vampiros para evitar una muerte repentina no deseable. Y con aquellos muros de fuego había dividido a los vampiros en grupos más pequeños dentro de espacios mucho más reducidos que limitarían sus movimientos y les restaría su ventaja de velocidad.
- ¿Bailamos? -, comentó a los supervivientes, junto antes de reanudar su ataque contra ellos.
Quiero empezar diciendo que yo nunca conocí a Trickster, es anterior a mí, pero me conmovió que Nana le recordase y le diera un homenaje después de tanto tiempo, así que algo dentro de mí me animó a colocar algunas frases de Dante en DMC, en su memoria.
Resumen del post: El arte de la guerra y el fuego, según Vincent Calhoun.
Ataco con un Rugido del Dragón de Fuego [1], habilidad de nivel 7, a un grupo de vampiros fingiendo que voy a atacarles con la espada. Su uso no se gasta porque consumo la segunda de las recuperaciones de habilidades otorgada por la magia de Níniel, Furia de Anar Maestra, que dura dos rondas.
Después, cuando soy un músico ambulante, uso Postura Illidense [2], habilidad nivel 0, para mayor seguridad y evitar convertirme en comida de vampiros, así como la magia de aire cuando hiciera falta, para el mismo propósito. (La Danza del Aire). Se gasta un uso de la Postura Illidense.
En repetidas ocasiones uso mi dominio en la magia del fuego para controlar llamas a mi voluntad, con mi rasgo/talento ya de grado 5. Esto es así cuando caigo tras mi propio primer muro de fuego, alimentado por el paso del dragón de fuego, y las llamas "me evitan" para no quemarme, así como para la creación de los propios muros, y darle la dirección que me apetezca al Dragón de fuego.
Los muros los creo a partir del nivel de mi rasgo y de mi habilidad de nivel 7, pero al no ser una habilidad en sí, evidentemente, el poder (calor), grosor, etc de los muros mágicos que los decida el Máster Fehu.
El fuego de la espada mágica simplemente no quema a su portador, de todo modos, igual el arco de la "viola" no me quemaría si uso nuevamente mi rasgo y dominio del fuego. Aunque en este caso no haría falta.
Usar rasgos mágicos, al no ser habilidad, entiendo que al menos debe dar cansancio al usuario si se prologase demasiado en el tiempo. Pero para una táctica corta fachera de una ronda me ha dado. No sé, me dio la vena artística hoy y me salió bastante espontáneo mientras escribía XDD
Espero que les haya gustado. Se me pasó decir en el post anterior, que hay mucho nivel en el foro y andan escribiendo muy bien en este evento, es un gusto leerles.
No obstante, aquello no había hecho más que empezar.
El dragón de fuego se llevó por delante a varios enemigos, pero en ningún caso iba a acabar con tantos de ellos. Bien lanzado, de forma estratégica, había causado el daño necesario y según las llamas fueran creciendo y alimentándose de la madera de la ermita, partida en dos aquel movimiento de invasión.
Al menos en aquella parte de la ciudad, había más accesos a la superficie, pero ni un profesional de la guerra podía estar en todas partes. De aquello se encargarían los hombres del rey y otros valientes.
Nuestro rubito de mágicos resultados tenía su propio papel en esta historia. Mención, si cabe, de que igual la madera de la ermita ardía más deprisa de lo habitual porque la brujería podía ser tan perra cuando no estaba de tu parte.
Sus compañeros más físicos se pusieron manos a la obra. Catherine era un artista del golpe, Alward otro tanto. Katrina devolvía a sus “compatriotas” su misma moneda, entiéndase las comillas pues poco más que ser de la especia compartía con aquellos villanos. Níniel también había hecho su parte otorgando magia de luz y armadura de igual sacra protección, y si sus habilidades acabasen en magia beneficiosa para el resto, su juicio no sería justo.
En la plaza habían otros tantos luchando por su ciudad, soldados, gente de bien, todos haciendo su parte, incluso, aunque este dulce y llameante brujo no podía saberlo, un compatriota con grandes habilidades y sentido de la protección.
Vincent, por unos instantes se permitió ser alguien “ajeno” a la batalla mientras con un rápido vistazo analizaba la situación. Todos ellos habían elegido su plan de acción, su lugar en aquel tablero y él no iba a ser menos.
- Esta fiesta se está volviendo una locura - mentó para sí mismo.
“Let’s rock!” sellaría esa frase si el mago sureño supiera lo que significaba, si supiera siquiera lo que era el rock, más permítanme esta licencia de narrador para poner mi granito de arena en ser parte del homenaje a un antiguo camarada, al que yo no conocí, pero no merece menos por ello.
Con determinación, Vinc fue directo hacia el lugar dónde más enemigos había, porque… Eh, qué parte de la fiesta no entendieron.
El brujo esquivó los ataques enemigos con su magia de viento y, cuando estuvo a la distancia correcta, se impulsó con esa misma magia hacia adelante lanzando una estocada con su espada hacia el frente.
¿Igual el brujo había calculado mal y estaba un poco lejos para hacer un ataque con la espada? Bueno, del acero imbuido en fuego salió otro dragón llameante que se llevó por delante a los vampiros y que le abrió camino mientras posaba los pies para frenar su salto hacia delante, deslizándose un poco entre las llamas que iban quedando tras la estela del hechizo por decisión del hechicero.[1]
Las llamas del muro de fuego que quedó detrás de su magia, en vez de quemar sus ropas, su hermosa cara, porque hay que decirlo, que guapo que era, se retorcieron a su paso evitando dañarlo. Quedando nuestro mercenario en una especie de túnel dentro del muro mágico.
Esa era la diferencia entre una ballesta que lanzaba un virote al viento y un brujo capaz de dominar su elemento a voluntad.
Vincent colocó la parte plana del acero de su brillante espada, bañada en la pasión del ardor, sobre su antebrazo izquierdo algo alzado, y, mientras caminaba hacia el exterior de la pared de llamas, movió su brazo diestro para aparentar que tocaba una viola de arco, siendo, claro estaba, la espada el símil del arco y su brazo de la viola. Es, lo que llamaremos hoy, la nueva y más artística Postura Illidense.[2]
El teatro había llegado a la ciudad, justo a aquella plaza, y un artista de la destrucción como él no iba a ser menos partícipe del espectáculo.
Los vampiros cercanos primero reaccionaron con sorpresa, ante la excentricidad del brujo, después con rabia y ganas de matarlo. Pero esos sentimientos duraron poco, el tiempo que tardó el dragón en devorarlos.
¿Qué parte no entendieron de que el brujo domina la magia a su voluntad? ¿Acaso pensaron que la llamarada siguió su curso?
El chasquido de los dedos de la mano de la “viola” del hechicero había resonado instantes antes, mientras se deslizaba por el fuego, pero ese sonido no pudieron escucharlo bien aquellos infortunados que ahora gritaban de dolor, si no habían tenido la suerte de morir al instante.
Con cada paso, el brujo imitaba el baile de un músico ambulante, mientras tocaba el instrumento imaginario, y, con cada chasquido de dedos de su zurda, el dragón cambiaba de dirección dejando un reguero de fuego en su trayectoria, yendo directo hacia los enemigos y evitando a los aliados y a los inocentes, hasta que al final se alzó al cielo, ya dejando de crear muros de fuego a su paso, para finalmente regresar e impactar contra el suelo bajo los pies del grupo más numeroso de los que quedaban en las cercanías del artista.
Con su magia de aire se mantenía alejado de los vampiros para evitar una muerte repentina no deseable. Y con aquellos muros de fuego había dividido a los vampiros en grupos más pequeños dentro de espacios mucho más reducidos que limitarían sus movimientos y les restaría su ventaja de velocidad.
- ¿Bailamos? -, comentó a los supervivientes, junto antes de reanudar su ataque contra ellos.
Offrol
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Quiero empezar diciendo que yo nunca conocí a Trickster, es anterior a mí, pero me conmovió que Nana le recordase y le diera un homenaje después de tanto tiempo, así que algo dentro de mí me animó a colocar algunas frases de Dante en DMC, en su memoria.
Resumen del post: El arte de la guerra y el fuego, según Vincent Calhoun.
Ataco con un Rugido del Dragón de Fuego [1], habilidad de nivel 7, a un grupo de vampiros fingiendo que voy a atacarles con la espada. Su uso no se gasta porque consumo la segunda de las recuperaciones de habilidades otorgada por la magia de Níniel, Furia de Anar Maestra, que dura dos rondas.
Después, cuando soy un músico ambulante, uso Postura Illidense [2], habilidad nivel 0, para mayor seguridad y evitar convertirme en comida de vampiros, así como la magia de aire cuando hiciera falta, para el mismo propósito. (La Danza del Aire). Se gasta un uso de la Postura Illidense.
En repetidas ocasiones uso mi dominio en la magia del fuego para controlar llamas a mi voluntad, con mi rasgo/talento ya de grado 5. Esto es así cuando caigo tras mi propio primer muro de fuego, alimentado por el paso del dragón de fuego, y las llamas "me evitan" para no quemarme, así como para la creación de los propios muros, y darle la dirección que me apetezca al Dragón de fuego.
Los muros los creo a partir del nivel de mi rasgo y de mi habilidad de nivel 7, pero al no ser una habilidad en sí, evidentemente, el poder (calor), grosor, etc de los muros mágicos que los decida el Máster Fehu.
El fuego de la espada mágica simplemente no quema a su portador, de todo modos, igual el arco de la "viola" no me quemaría si uso nuevamente mi rasgo y dominio del fuego. Aunque en este caso no haría falta.
Usar rasgos mágicos, al no ser habilidad, entiendo que al menos debe dar cansancio al usuario si se prologase demasiado en el tiempo. Pero para una táctica corta fachera de una ronda me ha dado. No sé, me dio la vena artística hoy y me salió bastante espontáneo mientras escribía XDD
Espero que les haya gustado. Se me pasó decir en el post anterior, que hay mucho nivel en el foro y andan escribiendo muy bien en este evento, es un gusto leerles.
Vincent Calhoun
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