El retorno del vampiro [Evento Sacrestic]
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Re: El retorno del vampiro [Evento Sacrestic]
Una hora antes del caos.
La sombra de la flota se iba alargando en cada minuto, el sol orgulloso poco a poco iba descendiendo dándole un color rojizo al mar que comenzaba a agitarse. Un rojo que emocionaba a cualquier vampiro con ansias de saciar su sed; un rojo fulgurante que hacía hervir la sangre anticipando el sonido de los tambores de guerra; un rojo que pronto sería tomado por la negrura de la noche, ahogando toda esperanza para la capital humana.
Todavía faltaría para eso, pero sabíamos que si bien los vientos no soplaban a nuestro favor, aquel ataque era el fruto de un plan meticuloso de años de trabajo y preparación. Nos subestimaban y eso sería el pecado que definiría la contienda. Los vampiros, al contrario de lo que la muchedumbre humana pudiera pensar, no se movían por hambre o por intentar esclavizar el continente. Se trataba del resentimiento cultivado por milenios, la venganza consumada por tanto tiempo ser apartados como monstruos.
No hay nadie más peligroso que aquel ya lo ha perdido todo…
Los humanos, con su divina realeza y prestigiosa guardia, llenos de soberbia y una falsa moral, seguirán predicando sobre cómo ellos son los buenos en cada contienda, ocultando sus crímenes y perversidades. Los “héroes” que nuevamente quieren tapar el sol con un dedo, sin embargo, esta noche no habrá ningún sol. Esta noche, los vencedores escribirían la historia y demostrarán a Aerandir lo que con una confianza ciega muchos ignorantes habían asumido como cierto, los humanos no son tan buenos como ellos creen y no tienen ningún derecho sobre las otras razas. Y la única forma de hacerlo ver, era por la fuerza.
El silencio había reinado en aquel camarote de mando a la espera de nuestro invitado. Sin desviar la mirada el uno del otro dialogábamos sin palabras acompañados con la tensión espesa que reinaba en aquella oscura habitación. El estruendo afuera anticipó la llegada del demonio, que entró petulante.
Su barba era negra como el abismo con el contraste de algunas canas que acompañaban su expresión dura como la coraza de un navío. Harald caminaba lentamente, como si un ancla lo obligase a arrastrar sus pasos pesados. Su presencia era acompañada por un fuerte olor a salitre y ron, cuestión que me sorprendía, la maldición solía privar tales gustos.
Al fin llegaste viejo perro de mar. - comentó Dragut de forma jocosa con cierto respeto.
Ja, Dragut en persona, quien lo diría. - mencionó con una sonrisa como aquel que conoce a su ídolo en vida. - Hmm… Y se supone que tú eres… - señaló al verme con cierto desprecio.
Zagreus - indicó Dragut sin dejarme presentar, como si no pudiera hacerlo solo. - va a ser nuestro ‘ayudante’. Resulta que nuestra pequeña Oneca, desconfía un tanto de nuestras formas y prefiere que este crío nos ayude. - destacó el pirata dejando en claro varias cosas, primero el desdén con el que hablaba de Oneca solo confirmaba el hecho de que la verdadera cara de los Reis seguía siendo Torghoud. Segundo, recalcaba su desprecio a mi labor de consejero de guerra, viéndome como si fuese un intruso impertinente.
Bueno, Zagreus, dime… - dijo el Demonio de mar cruzándose de brazos con un tono burlesco. - ¿En cuántas batallas navales has salido victorioso?
Ciertamente, había tenido inconvenientes sobre el mar, inclusive enfrentamientos con piratas. Sin embargo, nada tenía que ver con ser un navegante o comandar una flota. Miré a ambos sin dejar que su presencia me intimidara. Podría ser más alto y robusto que ellos, pero era innegable que su aura maligna era asfixiante. Cualquier indicio de flaqueza supondría mi eliminación. No podía apartarme, yo no sería rebajado por nadie.
Ninguna. - respondí circunspecto.
El hombre mostró cara de incredulidad, no entendía si era una broma, pero al ver mi expresión seria buscó respuestas en Dragut quien con burla sonrió. Teach empezó a reír con una risotada grotesca. Su carcajada infundía miedo y no era fácil entender si existía pizca de alegría real en aquella risa o solo era un mecanismo para canalizar su rabia de forma sarcástica y severa.
Esa maldita risa…
Entonces Dragut, tú me estás diciendo que Oneca pretende que este arenque nos ayude con la estrategia, Ja. Esto tiene que ser una broma.
No pensé que fuera tan difícil de entender. - sentencié sobre el balbuceo de Teach que continuaba mirando a Dragut esperando ser apoyado por él y confirmar que todo era una mala broma. Al oírme, el hombre se giró con el ceño fruncido, iracundo se acercó con violencia sobre mi. Amenazante e invasivo sus ojos inyectados en sangre me miraban con odio ante mi osadía. Su respiración era como el resoplido de un toro, con un aliento asqueroso a alcohol tan fuerte que era capaz de hacer lagrimear a quien tuviese que conversar cara a cara con el pirata.
Mi labor es asegurarme de que todo salga bien, no me importa si te agrado o no, solo te puedo garantizar que yo soy la razón por la que no vas a perder hoy. - mi tono se volvía más confiado y prepotente. Las formas educadas de mi primer intercambio con Dragut habían desaparecido, el respeto en ese barco se ganaba solo con el coraje suficiente como para ser capaz de ver a la muerte a los ojos y no desviar la mirada. - Podré no tener la experiencia de cientos de años, pero he leído más libros que las veces que tú has pisado la cubierta de un barco. Mi rol es garantizar que no se comentan los errores, porque aquel que no conoce la historia está sentenciado a repetirlos. Estoy aquí para utilizar la fuerza bruta de esta flota para mandar un mensaje a nuestros enemigos.
Ja… - el hombre se giró para mirar a Dragut. - Me agrada, tiene bolas. - el Demonio volvió sus ojos sobre mí y comentó - Aunque eres muy vanidoso, la gente tiene que demostrar con hechos de lo que presume…
Hmm, mi orgullo solo es superado por mi ingenio, así que si me permiten, deberíamos comenzar a discutir nuestro plan de guerra. - dije apartandome de aquel pirata con sombrero de tres picos.
Los tres rodeamos el escritorio central donde el viejo mapa de Dragut se extendía. El mismo tenía las marcas de los recientes saqueos y un círculo que rodeaba la capital.
Dragut extendió sus manos y las posó sobre la mesa mirando aquella península. Le emocionaba pensar en la guerra y en su vida de saqueos. Aquello era como un patio de juegos para él.
Buenos caballeros, aquí estamos. La flota es grande y disponemos de muchos tipos de barcos. Tenemos los armamentos listos para el asedio y nuestros hombres esperan ansiosamente las órdenes. Propongo movilizarnos hacia aquí - con unas pequeñas figuras talladas dispuso sobre el mapa unos pequeños barquitos que simbolizaban al enemigo y un barco mucho más detallado, el Deméter, que representaba nuestra flota. - si atacamos desde acá podemos evitar sus torres y ganar tiempo para la gente en tierra. Si sostenemos la posición, poco a poco podremos adentrarnos al puerto y atracar.
Con un carraspeo para aclarar la garganta el demonio interrumpió a Dragut que continuaba moviendo las pequeñas embarcaciones talladas. - No esperes que se queden clavados en una línea sobre la costa…
Ilústrame - señaló Dragut con cierta irritación.
La guardia naval no te va a esperar cerca para evitar que puedas atacar directamente sus murallas. Lo más probable es que apenas vean nuestra flota en el horizonte manden parte de la armada lejos… y me cortaría un huevo que seguro será cerca de Carastina… - el pirata apuntó con su dedo sobre el mapa - esos idiotas los conozco como la palma de mi mano. Sé cómo son sus puertos, recuerdo cada tablón del cuartel y podria decirte cual necesita un par de clavos. Me habré subido a la mayoría de los viejos galeones y orinado decenas de sus mascarones de proa. Esos desgraciados incluso siguen usando muchas de las tácticas que yo inventé cuando era parte de la guardia…- se notaba el rencor en su voz ronca. - Te aseguro Dragut, conozco bien a estos capullos y querrán dirigir la batalla fuera del puerto, por más que hayan aprendido de sus derrotas, aquello de que Lunargenta es inexpugnable es la mentira más grande que existe en el continente.
Lord Reis hizo una mueca y movilizó las figuras como comentó el viejo barba negra.
Mejor vamos a anticipar su movimiento y vamos a acercarnos al islote, luego los esperamos y cuando coman el cebo hacemos un anillo de fuego.
Me aparté de la mesa y empecé a dar algunos pasos alrededor. Obviamente captando la mirada de ambos piratas que me veían extrañado. En mi mente reflexionaba ambas propuestas, la información de Teach era muy valiosa y complementando todo lo que nuestros espías habían conseguido en meses de trabajo. El pirata tenía razón, la guardia naval dividiría su flota. - Trafalgar quizás, Lepanto… Maratón, Aguasturbias… Hmm - Murmuraba batallas navales que habían quedado perdidas en la historia del continente. Quizás no tenía experiencia marítima, pero sí la experiencia de conocer todas esas contiendas y más.
Señores, la palabra estrategia hace referencia sencillamente al arte de la guerra. Y si bien ustedes han combatido cientos de veces, no podemos apegarnos a lo convencional. Esta es Lunargenta y tenemos un papel que cumplir. No pretendas sentarte en un trono hoy Dragut. - dije de forma odiosa, intentando acudir a la razón del pirata. - He leído los informes y lo que pretenden hacer dentro de las murallas, de nosotros depende que la guardia mande sus refuerzos a nosotros. Aunque no sé si confiar plenamente en la gente que está dentro de la ciudad.
Harald Teach dio un golpe sobre la mesa con la mano abierta, incluso el mismo Dragut giró rápidamente su cabeza hacia el hombre que había dado muestra de su rabia. - No te atrevas a dudar de las Sierpes. Confío en ellos más que en mi propia tripulación, ya me han traicionado antes los más cercanos y no dejaré que ocurra nuevamente - el pirata escupió al suelo de madera en nombre de la guardia. - pero confío ciegamente en el fantasma y daría la vida por ellos. Así que si vuelves a dudar del compromiso de los míos, te arrancaré la lengua y la usaré de carnada para un Zampro. - el pirata mostraba ese temperamento chocante e irascible, las Sierpes para él no eran un simple grupo de fanáticos.
Entiendo… nosotros haremos nuestra parte. Por eso sugiero… - la sangre se agitaba en mis adentros, como un arrebato de poder me sentía seguro de todo. Los piratas escuchaban atentamente.
Lunargenta es la capital del continente nos guste o no. Tienen la fuerza armada más grande del continente y por la tensión actual han reforzado sus filas para defender al Rey. No solo eso, no repetirán los errores de la pandemia y la osadía de Vlad. Su flota es 4 veces más grande que la nuestra y su puerto está bien protegido con esas dos torres armadas que acompañan sus murallas. - un breve silencio dejó que las palabras fueran asentándose en la cabeza de ambos capitanes. - Aunque lo peor es ese sentimiento heroico que engaña a la mayoría de los habitantes, esos mal llamados protectores que se vanaglorian de actuar a conveniencia solo para resguardar sus intereses y sus seres cercanos. Esos “héroes” que se aferran a la idea de que ellos son los responsables de determinar quienes son los buenos y quiénes los malos sin ser críticos en su evaluación. Podrán ser ingenuos, pero las leyendas son poderosas y habitan en la capital.
Con malicia sonreí absorto en pensamientos intrusivos que atravesaban mi mente en pleno discurso. - La oscuridad les arrebatará todo rastro de luz, toda esperanza y sueños, pero eso no será hoy. - destaqué en un comentario que para mis compañeros pareció solo una metáfora más, pero otra guerra se librará pronto y posiblemente hasta los dioses se verían involucrados. Y allí no necesitaría la aprobación de nadie, reflexionaba mirando a mis aliados.
Dicho eso, no podemos desembarcar en Lunargenta a la ligera, debemos sacar provecho de la ventaja que hemos conseguido en meses de preparación. - los reportes eran extensos, Oneca había trabajado arduamente y si bien sentía que por mi amnesia me perdía de mucho, el asalto a Lunargenta había sido planeado tan meticulosamente que parecía ser el guión de una obra que se ha practicado hasta el cansancio.
No podemos usar las tácticas convencionales de marítima… insisto, escúchenme y permítanme orientar la idea de ataque. Sonará descabellada, pero ellos, los habitantes de la capital, están llamándonos locos por atacar ahora, siendo minoría, bajo el sol a su puerta. Un suicidio si no fuera porque podemos convertir nuestro atrevimiento en algo que nadie espera.
El demonio tiene razón, ellos intentarán alejar nuestra flota del puerto, ya que si los ignoramos y pretendemos seguir directo a la costa, nos harán una pinza y no tendremos posibilidad alguna. - tomé la figura del Deméter tallado y lo moví hacia donde se supone estaría uno de los frentes de la guardia cerca de la isla Carastina.
El arte de la guerra consiste en aprovechar cada oportunidad, incluso en la adversidad más grande, una estrategia perfeccionada supondría una victoria siempre. Agarré otra pieza tallada que parecía una especie de dedal y lo coloqué sobre la capital. - Cuando estás en inferioridad, confunde y divide al enemigo. Nuestros aliados harán su parte del plan y la guardia no será capaz de atender ambos frentes. Incluso, dudarán en cómo actuar. Proteger el puerto o la ciudad dentro de las murallas. No sabrán quién se supone es “la distracción” y cualquier error les costará caro. - elevé la mirada para ver a los piratas a los ojos que cada vez se mostraban más receptivos a mis palabras. - Me atrevo a decir que el hecho de separar su flota pretendiendo cuidar el puerto e intentar atacar nuestros flancos será el último clavo sobre su ataúd. Lo que ellos usan como plan de defensa, será nuestra entrada a conquistar las aguas y Lunargenta.
Los conocemos bien, meses de infiltración e incluso ex guardias supone una información poderosa. Ellos desconocen nuestros objetivos, planes e incluso ni siquiera saben que el sol ya no es un impedimento. La ignorancia los acompaña. - apoyó Dragut mi planteamiento.
Ciertamente, pero una batalla no se define solo en el papel. - recalcó Teach señalando lo obvio para atacar mi falta de experiencia sobre un ataque pirata, tema donde el demonio y el señor de la casa de sangre Reis destacan con creces.
Sonreí con malicia. - Lo dije antes y lo volveré a repetir, esto no será una batalla como la has librado antes, pero necesito que me presten atención. He pensado en un par de ideas, pero requiero un reporte completo de los hombres de la flota, tipos de embarcaciones e inventarios. Necesito conocer cada habilidad y destreza, y lo necesito para ya mismo.
Dragut y Teach se miraron confundidos, pero sin cuestionarme, solicitaron dicho reporte. Roro, uno de los piratas del Deméter junto a un grupo de vampiros comenzó a rebuscar los libros y codex de cada barco. Mandando el mensaje entre toda la flota para que sus respectivos capitanes dieran cuenta de todos sus miembros, armamentos y provisiones.
Mientras esperábamos los informes, Teach comentó la importancia de llevar hombres a un puerto. Él sabía que teníamos que desmantelar aquellas torres si pretendíamos desembarcar. Además, recalcó que desde la capital seremos avisados para avanzar, todo estaba calculado como relojería Illidense. El ataque tenía que ser un concierto sincronizado para así aprovechar cualquier abertura.
Roro, raudo como el trueno, volvió nuevamente a la habitación y armado con un montón de pergaminos y libros los dispuso sobre el escritorio a la vez que iba relatando una lista como si la hubiese aprendido de memoria.
Comencé a pasear nuevamente por el camarote de mando mientras hacía cálculos mentales a la vez que escuchaba al marinero dar cuenta de nuestra flota. Sin duda era una armada a la cual temer, pero tenía fallas si pretendíamos hacer un combate convencional como lo estipulaba el capitán.
Vale, excelente servicio Roro. - un par de minutos pasaron, todos expectantes a lo que tenía que decir. La flota era variada, en su mayoría vampiros comprometidos con la causa y dispuestos a morir por ella. Cuestión que serviría para el plan que maquinaba.
Caballeros, cuando el sol esté a punto de ponerse mostraremos nuestra flota en el horizonte, que su confianza se vea cuestionada a la vez que sus muros caen por dentro.
Cómo es que dicen ustedes - dijo Dragut mirando al demonio, emocionado por lo que se avecinaba. - "Para que haya orden, antes debe prevalecer el caos. Nosotros somos ese caos." Ja, qué idiotas, pero qué convenientes.
Sin embargo, no ataquemos el puerto… no aún. Necesito que todos los seres malditos con la posibilidad de manejar la oscuridad se paren sobre la cubierta de cada barco y conjuren una sombra tan oscura que cubra nuestra flota. Una niebla negra que nos vuelva invisibles al ojo humano e incluso al del elfo.
Ambos piratas se quedaron ojipláticos ante mi petición, boquiabiertos poco a poco cambiaban su expresión a una sonrisa macabra.
La sorpresa será nuestra aliada y cubrirá nuestro rastro. Nosotros atacaremos rápido, sin vacilar y con contundencia. Las blancas suelen tener más porcentaje de victorias por el simple hecho de que son quienes proponen el ataque, y nuestra apertura será infalible.
Estás hablando de aje- murmuró el pirata con su sombrero de tres picos, un tanto extrañado de mis comparaciones.
Iremos a la isla protegidos por la oscuridad. Ningún fuego y ni siquiera la luz de la luna y las estrellas ayudarán a Lunargenta. - frase que golpeaba el orgullo de la ciudad con una etimología tan poco conveniente a mi estrategia.
Los atacaremos en columna de penetración, atravesando sus filas de barcos con espolones acorazados. La sorpresa permitirá separar sus naves y adentrarnos para posicionarnos para un abordaje masivo. Priorizando la captura de los barcos y no su destrucción. - señalaba a la vez que ejemplificaba con las pequeñas figuras talladas, los hombres entendían a la perfección mi terminología marítima y sus dudas sobre mi labor se disipaban.
Si atacamos con velocidad y decisión, no tendrán respuesta alguna. No obstante, no podemos dejar que mientras embestimos sus navíos cerca a la isla, el resto de barcos que defienden el puerto acudan como refuerzo. Por ello, necesitamos enviar barcos de cebo para mantenerlos distraídos.
Pero eso debilitaría nuestras fuerzas - inquirió Dragut.
No enviaremos embarcaciones de guerra, mandaremos todos los esquifes y barcos auxiliares. Un Galeón como este tiene al menos 4. Enviaremos todos los posibles con un par de navegantes con ballestas hacia la costa. La idea es que sirva de señuelo y obliguen a los defensores del puerto a lidiar con ellos. Si somos capaces de enviar al menos unos 20, los mantendremos distraídos. Si deciden ignorarlos… les daremos algo para que puedan llamar la atención.
Eso significa que pretendes enviar a nuestros hombres a ser sacrificados como distracción…
El fin justifica los medios, pero no pretendo que sirvan solo de distracción para que podamos conquistar nuestra batalla… Si todo sale bien, podremos enviar también barcos que con todo el ajetreo pasen desapercibidos y puedan atracar donde las sierpes indiquen.
El Demonio confía mucho en ellos, así que cuando estemos en combate y el puerto se esté defendiendo, quizás exista la posibilidad de infiltrar más gente en la costa. Si mueren… no perdemos mucho. - Barbanegra asintió resaltando lo importante de acudir a la señal que mandarían desde adentro de la ciudad.
Dragut se asomó por la ventana oscura. Las sombras se iban alargando mientras el sol empezaba a ocultarse. - Tenemos no más de media hora para poner todo en posición. - dijo el capitán.
Si…
El pirata de barba negra empezó a reír nuevamente, convencido por el plan y la osadía del mismo. - Voy a alistar a mis hombres. Quizás te juzgué mal, pero si esto no sale como lo dice tu cabeza rodará… - el pirata dejó su amenaza al aire mientras yo permanecía impertérrito.
Capitán, necesito que me consigas esto. - Y rápidamente rasgando una esquina de aquel mapa y tomando una pluma y tintero escribí un par de ingredientes.
Lord Reis se mostró extrañado con mi petición, pero sin cuestionar solo comento - Veré como lo consigo, pero seguro tardará como mínimo un par de horas…
Tienes que… Además, necesito que para la fase dos reúnas a todos los alquimistas e ingenieros, según Roro hay unos cuantos competentes.
Ahora solo quedaba esperar mientras la flota lentamente se acercaba a la costa para ser vista y comenzar el caos. Ya había manejado los posibles desenlaces del combate y tenía en mente las siguientes fases de la invasión. Inclusive, tenía planes de contingencia si los dioses jugaban de su parte y entorpecían mi estrategia. Tanto Dragut como Teach, parecían convencidos con mis palabras, por lo que no tenía que preocuparme por su cooperación. Aunque tenía muy presente su orgullo como una variable que pudiera dañar mi estrategia, bueno, "nuestra estrategia para el bando de Oneca".
El Demonio de mar salió de aquel camarote negro a la cubierta. El sol aún se asomaba discreto con aquellos tonos rojizos, y si bien los efectos de la crema aún protegían al pirata, su eficacia ya se estaba agotando. Por ello, un leve humo salía de la piel de vampiro que disfrutaba aquel sutil dolor que lo hacía sentir más vivo que nunca.
Riendo regresó a su barco, saboreando lo que sería su batalla más importante. Las órdenes estaban dadas, los maestros de la sombra y experto en oscuridad se embadurnaban en crema para posicionarse en la cubierta de todos los barcos esperando la señal.
Pero como buen pirata, como buen líder y capitán, Harald necesitaba motivar a sus hombres. Con una voz estentórea, capaz de oírse en todo el barco. En la cubierta, los camarotes y la bodega; en la cocina y la armería. Desde babor a estribor y de la proa a la popa. Las palabras del Demonio resonaban en todos los rincones, incluso en los barcos cercanos.
Cruel y frío, como los vientos sobre el mar. Escuchen todos mi voz cantar como la marea.
Hoy la historia cambiará y el viento soplará a nuestro favor, ningún tesoro podrá compararse a lo que conseguiremos hoy. Que la avaricia no los corrompa, pues esto es una obra más grande que nosotros mismos.
Ahoguen todos los sueños de aquellos que por tanto tiempo nos han excluido. De aquellos que traicionan por orgullo, de aquellos humanos que solo saben mostrar desprecio… - el pirata recordaba con amargura cómo su vida de rectitud y honor había sido arrebatada por sus compañeros y ahora era apuntado como un criminal mientras aquellos traidores eran condecorados con medallas y ascensos en la marina.
Que Fenrir devore el sol y nos otorgue la oscuridad completa. Que Lunargenta sienta los embates de las Olas de Jörmundgander. Que la gran serpiente clave sus colmillos envenenados sobre los héroes pecadores. Ningún Thor y ningún Siegfried podrán sobrevivir a las Sierpes y la flota de Dragut.
El grito que le siguió a las palabras de Dragut retumbó en todo el mar de Aerandir. Como si un monstruo marino hubiese rugido desde el abismo, la tripulación estaba lista para ganar y acabar con la capital de la escoria humana. En la capital, el sonido del caos hacia eco en la flota y columnas de humo empezaban a elevarse. Solo quedaba esperar la señal de las sierpes.
________________________________Todavía faltaría para eso, pero sabíamos que si bien los vientos no soplaban a nuestro favor, aquel ataque era el fruto de un plan meticuloso de años de trabajo y preparación. Nos subestimaban y eso sería el pecado que definiría la contienda. Los vampiros, al contrario de lo que la muchedumbre humana pudiera pensar, no se movían por hambre o por intentar esclavizar el continente. Se trataba del resentimiento cultivado por milenios, la venganza consumada por tanto tiempo ser apartados como monstruos.
No hay nadie más peligroso que aquel ya lo ha perdido todo…
Los humanos, con su divina realeza y prestigiosa guardia, llenos de soberbia y una falsa moral, seguirán predicando sobre cómo ellos son los buenos en cada contienda, ocultando sus crímenes y perversidades. Los “héroes” que nuevamente quieren tapar el sol con un dedo, sin embargo, esta noche no habrá ningún sol. Esta noche, los vencedores escribirían la historia y demostrarán a Aerandir lo que con una confianza ciega muchos ignorantes habían asumido como cierto, los humanos no son tan buenos como ellos creen y no tienen ningún derecho sobre las otras razas. Y la única forma de hacerlo ver, era por la fuerza.
El silencio había reinado en aquel camarote de mando a la espera de nuestro invitado. Sin desviar la mirada el uno del otro dialogábamos sin palabras acompañados con la tensión espesa que reinaba en aquella oscura habitación. El estruendo afuera anticipó la llegada del demonio, que entró petulante.
Su barba era negra como el abismo con el contraste de algunas canas que acompañaban su expresión dura como la coraza de un navío. Harald caminaba lentamente, como si un ancla lo obligase a arrastrar sus pasos pesados. Su presencia era acompañada por un fuerte olor a salitre y ron, cuestión que me sorprendía, la maldición solía privar tales gustos.
Al fin llegaste viejo perro de mar. - comentó Dragut de forma jocosa con cierto respeto.
Ja, Dragut en persona, quien lo diría. - mencionó con una sonrisa como aquel que conoce a su ídolo en vida. - Hmm… Y se supone que tú eres… - señaló al verme con cierto desprecio.
Zagreus - indicó Dragut sin dejarme presentar, como si no pudiera hacerlo solo. - va a ser nuestro ‘ayudante’. Resulta que nuestra pequeña Oneca, desconfía un tanto de nuestras formas y prefiere que este crío nos ayude. - destacó el pirata dejando en claro varias cosas, primero el desdén con el que hablaba de Oneca solo confirmaba el hecho de que la verdadera cara de los Reis seguía siendo Torghoud. Segundo, recalcaba su desprecio a mi labor de consejero de guerra, viéndome como si fuese un intruso impertinente.
Bueno, Zagreus, dime… - dijo el Demonio de mar cruzándose de brazos con un tono burlesco. - ¿En cuántas batallas navales has salido victorioso?
Ciertamente, había tenido inconvenientes sobre el mar, inclusive enfrentamientos con piratas. Sin embargo, nada tenía que ver con ser un navegante o comandar una flota. Miré a ambos sin dejar que su presencia me intimidara. Podría ser más alto y robusto que ellos, pero era innegable que su aura maligna era asfixiante. Cualquier indicio de flaqueza supondría mi eliminación. No podía apartarme, yo no sería rebajado por nadie.
Ninguna. - respondí circunspecto.
El hombre mostró cara de incredulidad, no entendía si era una broma, pero al ver mi expresión seria buscó respuestas en Dragut quien con burla sonrió. Teach empezó a reír con una risotada grotesca. Su carcajada infundía miedo y no era fácil entender si existía pizca de alegría real en aquella risa o solo era un mecanismo para canalizar su rabia de forma sarcástica y severa.
Entonces Dragut, tú me estás diciendo que Oneca pretende que este arenque nos ayude con la estrategia, Ja. Esto tiene que ser una broma.
No pensé que fuera tan difícil de entender. - sentencié sobre el balbuceo de Teach que continuaba mirando a Dragut esperando ser apoyado por él y confirmar que todo era una mala broma. Al oírme, el hombre se giró con el ceño fruncido, iracundo se acercó con violencia sobre mi. Amenazante e invasivo sus ojos inyectados en sangre me miraban con odio ante mi osadía. Su respiración era como el resoplido de un toro, con un aliento asqueroso a alcohol tan fuerte que era capaz de hacer lagrimear a quien tuviese que conversar cara a cara con el pirata.
Mi labor es asegurarme de que todo salga bien, no me importa si te agrado o no, solo te puedo garantizar que yo soy la razón por la que no vas a perder hoy. - mi tono se volvía más confiado y prepotente. Las formas educadas de mi primer intercambio con Dragut habían desaparecido, el respeto en ese barco se ganaba solo con el coraje suficiente como para ser capaz de ver a la muerte a los ojos y no desviar la mirada. - Podré no tener la experiencia de cientos de años, pero he leído más libros que las veces que tú has pisado la cubierta de un barco. Mi rol es garantizar que no se comentan los errores, porque aquel que no conoce la historia está sentenciado a repetirlos. Estoy aquí para utilizar la fuerza bruta de esta flota para mandar un mensaje a nuestros enemigos.
Ja… - el hombre se giró para mirar a Dragut. - Me agrada, tiene bolas. - el Demonio volvió sus ojos sobre mí y comentó - Aunque eres muy vanidoso, la gente tiene que demostrar con hechos de lo que presume…
Hmm, mi orgullo solo es superado por mi ingenio, así que si me permiten, deberíamos comenzar a discutir nuestro plan de guerra. - dije apartandome de aquel pirata con sombrero de tres picos.
Los tres rodeamos el escritorio central donde el viejo mapa de Dragut se extendía. El mismo tenía las marcas de los recientes saqueos y un círculo que rodeaba la capital.
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Dragut extendió sus manos y las posó sobre la mesa mirando aquella península. Le emocionaba pensar en la guerra y en su vida de saqueos. Aquello era como un patio de juegos para él.
Buenos caballeros, aquí estamos. La flota es grande y disponemos de muchos tipos de barcos. Tenemos los armamentos listos para el asedio y nuestros hombres esperan ansiosamente las órdenes. Propongo movilizarnos hacia aquí - con unas pequeñas figuras talladas dispuso sobre el mapa unos pequeños barquitos que simbolizaban al enemigo y un barco mucho más detallado, el Deméter, que representaba nuestra flota. - si atacamos desde acá podemos evitar sus torres y ganar tiempo para la gente en tierra. Si sostenemos la posición, poco a poco podremos adentrarnos al puerto y atracar.
Con un carraspeo para aclarar la garganta el demonio interrumpió a Dragut que continuaba moviendo las pequeñas embarcaciones talladas. - No esperes que se queden clavados en una línea sobre la costa…
Ilústrame - señaló Dragut con cierta irritación.
La guardia naval no te va a esperar cerca para evitar que puedas atacar directamente sus murallas. Lo más probable es que apenas vean nuestra flota en el horizonte manden parte de la armada lejos… y me cortaría un huevo que seguro será cerca de Carastina… - el pirata apuntó con su dedo sobre el mapa - esos idiotas los conozco como la palma de mi mano. Sé cómo son sus puertos, recuerdo cada tablón del cuartel y podria decirte cual necesita un par de clavos. Me habré subido a la mayoría de los viejos galeones y orinado decenas de sus mascarones de proa. Esos desgraciados incluso siguen usando muchas de las tácticas que yo inventé cuando era parte de la guardia…- se notaba el rencor en su voz ronca. - Te aseguro Dragut, conozco bien a estos capullos y querrán dirigir la batalla fuera del puerto, por más que hayan aprendido de sus derrotas, aquello de que Lunargenta es inexpugnable es la mentira más grande que existe en el continente.
Lord Reis hizo una mueca y movilizó las figuras como comentó el viejo barba negra.
Mejor vamos a anticipar su movimiento y vamos a acercarnos al islote, luego los esperamos y cuando coman el cebo hacemos un anillo de fuego.
Me aparté de la mesa y empecé a dar algunos pasos alrededor. Obviamente captando la mirada de ambos piratas que me veían extrañado. En mi mente reflexionaba ambas propuestas, la información de Teach era muy valiosa y complementando todo lo que nuestros espías habían conseguido en meses de trabajo. El pirata tenía razón, la guardia naval dividiría su flota. - Trafalgar quizás, Lepanto… Maratón, Aguasturbias… Hmm - Murmuraba batallas navales que habían quedado perdidas en la historia del continente. Quizás no tenía experiencia marítima, pero sí la experiencia de conocer todas esas contiendas y más.
Señores, la palabra estrategia hace referencia sencillamente al arte de la guerra. Y si bien ustedes han combatido cientos de veces, no podemos apegarnos a lo convencional. Esta es Lunargenta y tenemos un papel que cumplir. No pretendas sentarte en un trono hoy Dragut. - dije de forma odiosa, intentando acudir a la razón del pirata. - He leído los informes y lo que pretenden hacer dentro de las murallas, de nosotros depende que la guardia mande sus refuerzos a nosotros. Aunque no sé si confiar plenamente en la gente que está dentro de la ciudad.
Harald Teach dio un golpe sobre la mesa con la mano abierta, incluso el mismo Dragut giró rápidamente su cabeza hacia el hombre que había dado muestra de su rabia. - No te atrevas a dudar de las Sierpes. Confío en ellos más que en mi propia tripulación, ya me han traicionado antes los más cercanos y no dejaré que ocurra nuevamente - el pirata escupió al suelo de madera en nombre de la guardia. - pero confío ciegamente en el fantasma y daría la vida por ellos. Así que si vuelves a dudar del compromiso de los míos, te arrancaré la lengua y la usaré de carnada para un Zampro. - el pirata mostraba ese temperamento chocante e irascible, las Sierpes para él no eran un simple grupo de fanáticos.
Entiendo… nosotros haremos nuestra parte. Por eso sugiero… - la sangre se agitaba en mis adentros, como un arrebato de poder me sentía seguro de todo. Los piratas escuchaban atentamente.
Lunargenta es la capital del continente nos guste o no. Tienen la fuerza armada más grande del continente y por la tensión actual han reforzado sus filas para defender al Rey. No solo eso, no repetirán los errores de la pandemia y la osadía de Vlad. Su flota es 4 veces más grande que la nuestra y su puerto está bien protegido con esas dos torres armadas que acompañan sus murallas. - un breve silencio dejó que las palabras fueran asentándose en la cabeza de ambos capitanes. - Aunque lo peor es ese sentimiento heroico que engaña a la mayoría de los habitantes, esos mal llamados protectores que se vanaglorian de actuar a conveniencia solo para resguardar sus intereses y sus seres cercanos. Esos “héroes” que se aferran a la idea de que ellos son los responsables de determinar quienes son los buenos y quiénes los malos sin ser críticos en su evaluación. Podrán ser ingenuos, pero las leyendas son poderosas y habitan en la capital.
Con malicia sonreí absorto en pensamientos intrusivos que atravesaban mi mente en pleno discurso. - La oscuridad les arrebatará todo rastro de luz, toda esperanza y sueños, pero eso no será hoy. - destaqué en un comentario que para mis compañeros pareció solo una metáfora más, pero otra guerra se librará pronto y posiblemente hasta los dioses se verían involucrados. Y allí no necesitaría la aprobación de nadie, reflexionaba mirando a mis aliados.
Dicho eso, no podemos desembarcar en Lunargenta a la ligera, debemos sacar provecho de la ventaja que hemos conseguido en meses de preparación. - los reportes eran extensos, Oneca había trabajado arduamente y si bien sentía que por mi amnesia me perdía de mucho, el asalto a Lunargenta había sido planeado tan meticulosamente que parecía ser el guión de una obra que se ha practicado hasta el cansancio.
No podemos usar las tácticas convencionales de marítima… insisto, escúchenme y permítanme orientar la idea de ataque. Sonará descabellada, pero ellos, los habitantes de la capital, están llamándonos locos por atacar ahora, siendo minoría, bajo el sol a su puerta. Un suicidio si no fuera porque podemos convertir nuestro atrevimiento en algo que nadie espera.
El demonio tiene razón, ellos intentarán alejar nuestra flota del puerto, ya que si los ignoramos y pretendemos seguir directo a la costa, nos harán una pinza y no tendremos posibilidad alguna. - tomé la figura del Deméter tallado y lo moví hacia donde se supone estaría uno de los frentes de la guardia cerca de la isla Carastina.
El arte de la guerra consiste en aprovechar cada oportunidad, incluso en la adversidad más grande, una estrategia perfeccionada supondría una victoria siempre. Agarré otra pieza tallada que parecía una especie de dedal y lo coloqué sobre la capital. - Cuando estás en inferioridad, confunde y divide al enemigo. Nuestros aliados harán su parte del plan y la guardia no será capaz de atender ambos frentes. Incluso, dudarán en cómo actuar. Proteger el puerto o la ciudad dentro de las murallas. No sabrán quién se supone es “la distracción” y cualquier error les costará caro. - elevé la mirada para ver a los piratas a los ojos que cada vez se mostraban más receptivos a mis palabras. - Me atrevo a decir que el hecho de separar su flota pretendiendo cuidar el puerto e intentar atacar nuestros flancos será el último clavo sobre su ataúd. Lo que ellos usan como plan de defensa, será nuestra entrada a conquistar las aguas y Lunargenta.
Los conocemos bien, meses de infiltración e incluso ex guardias supone una información poderosa. Ellos desconocen nuestros objetivos, planes e incluso ni siquiera saben que el sol ya no es un impedimento. La ignorancia los acompaña. - apoyó Dragut mi planteamiento.
Ciertamente, pero una batalla no se define solo en el papel. - recalcó Teach señalando lo obvio para atacar mi falta de experiencia sobre un ataque pirata, tema donde el demonio y el señor de la casa de sangre Reis destacan con creces.
Sonreí con malicia. - Lo dije antes y lo volveré a repetir, esto no será una batalla como la has librado antes, pero necesito que me presten atención. He pensado en un par de ideas, pero requiero un reporte completo de los hombres de la flota, tipos de embarcaciones e inventarios. Necesito conocer cada habilidad y destreza, y lo necesito para ya mismo.
Dragut y Teach se miraron confundidos, pero sin cuestionarme, solicitaron dicho reporte. Roro, uno de los piratas del Deméter junto a un grupo de vampiros comenzó a rebuscar los libros y codex de cada barco. Mandando el mensaje entre toda la flota para que sus respectivos capitanes dieran cuenta de todos sus miembros, armamentos y provisiones.
Mientras esperábamos los informes, Teach comentó la importancia de llevar hombres a un puerto. Él sabía que teníamos que desmantelar aquellas torres si pretendíamos desembarcar. Además, recalcó que desde la capital seremos avisados para avanzar, todo estaba calculado como relojería Illidense. El ataque tenía que ser un concierto sincronizado para así aprovechar cualquier abertura.
Roro, raudo como el trueno, volvió nuevamente a la habitación y armado con un montón de pergaminos y libros los dispuso sobre el escritorio a la vez que iba relatando una lista como si la hubiese aprendido de memoria.
Comencé a pasear nuevamente por el camarote de mando mientras hacía cálculos mentales a la vez que escuchaba al marinero dar cuenta de nuestra flota. Sin duda era una armada a la cual temer, pero tenía fallas si pretendíamos hacer un combate convencional como lo estipulaba el capitán.
Vale, excelente servicio Roro. - un par de minutos pasaron, todos expectantes a lo que tenía que decir. La flota era variada, en su mayoría vampiros comprometidos con la causa y dispuestos a morir por ella. Cuestión que serviría para el plan que maquinaba.
Caballeros, cuando el sol esté a punto de ponerse mostraremos nuestra flota en el horizonte, que su confianza se vea cuestionada a la vez que sus muros caen por dentro.
Cómo es que dicen ustedes - dijo Dragut mirando al demonio, emocionado por lo que se avecinaba. - "Para que haya orden, antes debe prevalecer el caos. Nosotros somos ese caos." Ja, qué idiotas, pero qué convenientes.
Sin embargo, no ataquemos el puerto… no aún. Necesito que todos los seres malditos con la posibilidad de manejar la oscuridad se paren sobre la cubierta de cada barco y conjuren una sombra tan oscura que cubra nuestra flota. Una niebla negra que nos vuelva invisibles al ojo humano e incluso al del elfo.
Ambos piratas se quedaron ojipláticos ante mi petición, boquiabiertos poco a poco cambiaban su expresión a una sonrisa macabra.
La sorpresa será nuestra aliada y cubrirá nuestro rastro. Nosotros atacaremos rápido, sin vacilar y con contundencia. Las blancas suelen tener más porcentaje de victorias por el simple hecho de que son quienes proponen el ataque, y nuestra apertura será infalible.
Estás hablando de aje- murmuró el pirata con su sombrero de tres picos, un tanto extrañado de mis comparaciones.
Iremos a la isla protegidos por la oscuridad. Ningún fuego y ni siquiera la luz de la luna y las estrellas ayudarán a Lunargenta. - frase que golpeaba el orgullo de la ciudad con una etimología tan poco conveniente a mi estrategia.
Los atacaremos en columna de penetración, atravesando sus filas de barcos con espolones acorazados. La sorpresa permitirá separar sus naves y adentrarnos para posicionarnos para un abordaje masivo. Priorizando la captura de los barcos y no su destrucción. - señalaba a la vez que ejemplificaba con las pequeñas figuras talladas, los hombres entendían a la perfección mi terminología marítima y sus dudas sobre mi labor se disipaban.
Si atacamos con velocidad y decisión, no tendrán respuesta alguna. No obstante, no podemos dejar que mientras embestimos sus navíos cerca a la isla, el resto de barcos que defienden el puerto acudan como refuerzo. Por ello, necesitamos enviar barcos de cebo para mantenerlos distraídos.
Pero eso debilitaría nuestras fuerzas - inquirió Dragut.
No enviaremos embarcaciones de guerra, mandaremos todos los esquifes y barcos auxiliares. Un Galeón como este tiene al menos 4. Enviaremos todos los posibles con un par de navegantes con ballestas hacia la costa. La idea es que sirva de señuelo y obliguen a los defensores del puerto a lidiar con ellos. Si somos capaces de enviar al menos unos 20, los mantendremos distraídos. Si deciden ignorarlos… les daremos algo para que puedan llamar la atención.
Eso significa que pretendes enviar a nuestros hombres a ser sacrificados como distracción…
El fin justifica los medios, pero no pretendo que sirvan solo de distracción para que podamos conquistar nuestra batalla… Si todo sale bien, podremos enviar también barcos que con todo el ajetreo pasen desapercibidos y puedan atracar donde las sierpes indiquen.
El Demonio confía mucho en ellos, así que cuando estemos en combate y el puerto se esté defendiendo, quizás exista la posibilidad de infiltrar más gente en la costa. Si mueren… no perdemos mucho. - Barbanegra asintió resaltando lo importante de acudir a la señal que mandarían desde adentro de la ciudad.
Dragut se asomó por la ventana oscura. Las sombras se iban alargando mientras el sol empezaba a ocultarse. - Tenemos no más de media hora para poner todo en posición. - dijo el capitán.
Si…
El pirata de barba negra empezó a reír nuevamente, convencido por el plan y la osadía del mismo. - Voy a alistar a mis hombres. Quizás te juzgué mal, pero si esto no sale como lo dice tu cabeza rodará… - el pirata dejó su amenaza al aire mientras yo permanecía impertérrito.
Capitán, necesito que me consigas esto. - Y rápidamente rasgando una esquina de aquel mapa y tomando una pluma y tintero escribí un par de ingredientes.
Lord Reis se mostró extrañado con mi petición, pero sin cuestionar solo comento - Veré como lo consigo, pero seguro tardará como mínimo un par de horas…
Tienes que… Además, necesito que para la fase dos reúnas a todos los alquimistas e ingenieros, según Roro hay unos cuantos competentes.
Ahora solo quedaba esperar mientras la flota lentamente se acercaba a la costa para ser vista y comenzar el caos. Ya había manejado los posibles desenlaces del combate y tenía en mente las siguientes fases de la invasión. Inclusive, tenía planes de contingencia si los dioses jugaban de su parte y entorpecían mi estrategia. Tanto Dragut como Teach, parecían convencidos con mis palabras, por lo que no tenía que preocuparme por su cooperación. Aunque tenía muy presente su orgullo como una variable que pudiera dañar mi estrategia, bueno, "nuestra estrategia para el bando de Oneca".
[...]
El Demonio de mar salió de aquel camarote negro a la cubierta. El sol aún se asomaba discreto con aquellos tonos rojizos, y si bien los efectos de la crema aún protegían al pirata, su eficacia ya se estaba agotando. Por ello, un leve humo salía de la piel de vampiro que disfrutaba aquel sutil dolor que lo hacía sentir más vivo que nunca.
Riendo regresó a su barco, saboreando lo que sería su batalla más importante. Las órdenes estaban dadas, los maestros de la sombra y experto en oscuridad se embadurnaban en crema para posicionarse en la cubierta de todos los barcos esperando la señal.
Pero como buen pirata, como buen líder y capitán, Harald necesitaba motivar a sus hombres. Con una voz estentórea, capaz de oírse en todo el barco. En la cubierta, los camarotes y la bodega; en la cocina y la armería. Desde babor a estribor y de la proa a la popa. Las palabras del Demonio resonaban en todos los rincones, incluso en los barcos cercanos.
Cruel y frío, como los vientos sobre el mar. Escuchen todos mi voz cantar como la marea.
Hoy la historia cambiará y el viento soplará a nuestro favor, ningún tesoro podrá compararse a lo que conseguiremos hoy. Que la avaricia no los corrompa, pues esto es una obra más grande que nosotros mismos.
Ahoguen todos los sueños de aquellos que por tanto tiempo nos han excluido. De aquellos que traicionan por orgullo, de aquellos humanos que solo saben mostrar desprecio… - el pirata recordaba con amargura cómo su vida de rectitud y honor había sido arrebatada por sus compañeros y ahora era apuntado como un criminal mientras aquellos traidores eran condecorados con medallas y ascensos en la marina.
Que Fenrir devore el sol y nos otorgue la oscuridad completa. Que Lunargenta sienta los embates de las Olas de Jörmundgander. Que la gran serpiente clave sus colmillos envenenados sobre los héroes pecadores. Ningún Thor y ningún Siegfried podrán sobrevivir a las Sierpes y la flota de Dragut.
El grito que le siguió a las palabras de Dragut retumbó en todo el mar de Aerandir. Como si un monstruo marino hubiese rugido desde el abismo, la tripulación estaba lista para ganar y acabar con la capital de la escoria humana. En la capital, el sonido del caos hacia eco en la flota y columnas de humo empezaban a elevarse. Solo quedaba esperar la señal de las sierpes.
Off
Diseño la estrategia para el ataque pirata. Igualmente, dejo algunas cosas para después (todo ya fue conversado y aprobado con Fehu para que no “se me fuera de las manos”). Ahora la flota espera la señal de luz de Eberus para proceder al ataque de la guardia que se sitúa cerca de la Isla Carastina como indicó Monza.
Recalco que Harald Teach de las Sierpes, fue parte de la marina y por ello también supone una ventaja en cuanto al conocimiento del puerto y la guardia naval.
Los hechos pasan antes de este turno, es decir, al final de mi post es que suceden las explosiones en la capital, por lo que aun la noche no ha caído y no se ha realizado la magia para ocultarnos.
El ataque pretende embestir con fuerza lejos del puerto, pero a su vez enviar embarcaciones con sorpresas a la costa para mantener la distracción y además, permitir si es posible, que piratas puedan infiltrarse en la playa apartada que comenta Eberus. Esto para Zagreus supone la fase 1 del ataque.
Observación 1. Si bien menciono varias batallas reales, las mismas no suponen los mismos hechos en el mundo de fantasía, es decir, se asume que en Aerandir también ocurrieron conflictos navales importantes que por casualidad tienen los mismos nombres que en el mundo offrol. No hace falta profundizar en ellas, ya que solo son para asentar cuales fueron las maniobras y estrategias más pertinentes y tener una base “realista” de cómo ganar una batalla naval.
Observación 2. No hay consenso en cómo es el mapa del continente con exactitud, dentro de los recursos y entradas de la biblioteca hay versiones donde Lunargenta está más arriba o donde la forma de la Península es distinta. Por tal motivo, si me “equivoqué” con el mapa de Dragut, se puede decir que el mismo es viejo (como ya señalé antes) y por ende impreciso, vamos, la cartografía antigua no tiene porque ser la más confiable.
Diseño la estrategia para el ataque pirata. Igualmente, dejo algunas cosas para después (todo ya fue conversado y aprobado con Fehu para que no “se me fuera de las manos”). Ahora la flota espera la señal de luz de Eberus para proceder al ataque de la guardia que se sitúa cerca de la Isla Carastina como indicó Monza.
Recalco que Harald Teach de las Sierpes, fue parte de la marina y por ello también supone una ventaja en cuanto al conocimiento del puerto y la guardia naval.
Los hechos pasan antes de este turno, es decir, al final de mi post es que suceden las explosiones en la capital, por lo que aun la noche no ha caído y no se ha realizado la magia para ocultarnos.
El ataque pretende embestir con fuerza lejos del puerto, pero a su vez enviar embarcaciones con sorpresas a la costa para mantener la distracción y además, permitir si es posible, que piratas puedan infiltrarse en la playa apartada que comenta Eberus. Esto para Zagreus supone la fase 1 del ataque.
Observación 1. Si bien menciono varias batallas reales, las mismas no suponen los mismos hechos en el mundo de fantasía, es decir, se asume que en Aerandir también ocurrieron conflictos navales importantes que por casualidad tienen los mismos nombres que en el mundo offrol. No hace falta profundizar en ellas, ya que solo son para asentar cuales fueron las maniobras y estrategias más pertinentes y tener una base “realista” de cómo ganar una batalla naval.
Observación 2. No hay consenso en cómo es el mapa del continente con exactitud, dentro de los recursos y entradas de la biblioteca hay versiones donde Lunargenta está más arriba o donde la forma de la Península es distinta. Por tal motivo, si me “equivoqué” con el mapa de Dragut, se puede decir que el mismo es viejo (como ya señalé antes) y por ende impreciso, vamos, la cartografía antigua no tiene porque ser la más confiable.
Zagreus
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Re: El retorno del vampiro [Evento Sacrestic]
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El sol, descendiendo poco a poco por el oeste, alargaba las sombras de la ciudad hacia el puerto. Como si buscaran tocar de alguna manera aquella negra flota que se acercaba desde el este, las sombras siguieron extendiéndose. Y extendiéndose. La negrura que se aproximaba desde el mar comenzó a crecer de forma antinatural incluso para aquella hora del atardecer y las siluetas de los barcos enemigos se fueron desdibujando, mezclando con las sombras hasta perderse de vista en la oscuridad creciente.
En el puerto, los frenéticos preparativos organizados por Sango parecían no terminar nunca y, sin embargo, a medida que la oscuridad se extendía, también la actividad fue reduciendo el ritmo y un silencio expectante se instaló entre los guardias, veteranos y otros defensores allí reunidos.
Inari Karjansen observaba por entre los barcos de la guardia aquella negrura que avanzaba desde el este. Alguna hechicería de los demonios, sin duda. La presencia de Sango a su lado, la llegada de los inesperados refuerzos, había levantado un poco sus ánimos, aliviado el peso de la responsabilidad que, bien sabía, le venía grande. Después de todo, la única razón de que la hubieran destinado a aquel puesto era que había oído lo que no debía, lo que había estado a punto de contarle al Héroe.
Pero no, había jurado mantener el secreto o, más bien, le habían ordenado prestar juramento. Los secretos no debían extenderse. En todo lo demás, había cedido las riendas gustosa, pero ahora vigilaba los espacios entre los barcos de la guardia con más intensidad que nunca. Hasta que, finalmente, vio aparecer el primer barco.
—¡En posición! —ordenó antes de que Sango pudiera adelantarse—. ¡Que nadie se adelante! La armada se ocupará de los barcos. Solo intervendremos si alguno de esos demonios logra desembarcar, ¡¿ENTENDIDO?!
La espera se hizo eterna, pero las sombras parecieron disiparse poco a poco. Quizá sus ojos se habían acostumbrado a la oscuridad, o las luces del puerto habían logrado expulsarla. O, quizá, los demonios estaban demasiado ocupados lanzando flechas para continuar con sus conjuros. Eso podía explicar por qué la flota se veía menos imponente ahora que se acercaba a los muelles.
—¿Por qué no atacan? —preguntó la veterana que había llegado con Sango adelantándose unos pasos—. La guardia no está devolviendo los ataques. ¿Es que van a dejarlos desembarcar?
La mujer siguió avanzando e Inari tuvo que adelantarse para tirar de ella hacia atrás. Para eso la habían destinado allí, después de todo. A ella y a un grupo de arqueros jurados que había situado estratégicamente entre los preparativos de Sango.
—¡Que nadie se adelante, he dicho!
La señal luminosa se alzó por fin desde la torre sur. La cadena había sido alzada.
—¡ARQUEROS, EN POSICIÓN! —gritó Inari y le pareció ver un destello de comprensión cruzar la mirada de la veterana—. ¡APUNTEN! ¡FUEGO!
Una lluvia de flechas en llamas iluminó el cielo dibujando un arco rojizo sobre los barcos de la bahía. Ni una sola de ellas acertó en los barcos enemigos, no era ese su cometido. La flota de la Guardia, las más añosas embarcaciones de la armada de Lunargenta, ancladas en la bahía con las bodegas cargadas de todo el aceite que habían podido reunir en el más estricto secreto desde que llegaran las primeras noticias de los avances de los piratas, estalló en un espectáculo de fuego que iluminó el puerto como si el sol hubiera decidido salir de nuevo a pesar de no haber tenido aún tiempo de desaparecer por el otro lado.
Inari observó con fascinación la sucesión de explosiones extendiéndose a los barcos de los atrevidos piratas, los demonios que habían osado desafiar a la poderosa Lunargenta. Vio cómo el fuego se propagaba de un barco a otro a medida que las embarcaciones de la armada prestaban su último gran servicio a la patria, cómo algunos de los demonios saltaban al agua, tratando de nadar hacia la costa, cómo los barcos de la retaguardia trataban en vano de dar la vuelta, de alejarse del puerto. La cadena que se había alzado desde las torres que flanqueaban el puerto se lo impediría. Y, si alguno de los barcos había tenido la fortuna de quedar fuera del cerco, la flota que debía haberse puesto ya en marcha desde Carastina acabaría con ellos desde atrás. La pinza se estaba cerrando.
O eso pensaba Inari, que aún tardaría unos minutos en darse cuenta de que eran muy pocos los piratas que saltaban al mar o los muelles para huir de la quema, muy pequeñas las embarcaciones que alimentaban el fuego de la victoria. Y tardaría más aún en enterarse de que la flota de Carastina no estaba en camino hacia el puerto, pues tenía sus propios problemas de los que ocuparse.
En la ciudad, la Guardia trabajaba sin descanso para acallar los numerosos disturbios que aún persistían en algunas zonas. Pero incluso el epicentro de aquellas contiendas se sumió en un momentáneo silencio cuando empezaron a escucharse las detonaciones en el puerto. ¿Era aquello parte del plan?, se preguntarían algunos. ¿Son los piratas, están atacando ya el puerto?, sería la duda de otros. La incertidumbre, por sí sola, sería suficiente para que muchas de las peleas mutaran en estampidas de gente tratando de huir de las calles.
El distrito del Hospital no tardaría en convertirse, al mismo tiempo, en un remanso de tranquilidad para los guardias, que habían empezado a organizar relevos desde allí, y en un foco de actividad, a medida que iban trayendo heridos desde las diferentes zonas calientes.
Solo un pequeño cuartucho, reconvertido en celda provisional, permanecía ajeno al frenético movimiento en el resto del edificio. Allí, Donor, el alfarero, murmuraba una retahíla constante, apenas comprensible a través de un labio roto y varios dientes partidos.
—Cuando los piratas ataquen, ascenderemos con la Serpiente… El caos debe reinar para crear orden… Los enemigos de la Serpiente despiertan… Destruiremos a los enemigos de la Serpiente, solo así ascenderemos con… Las catacumbas… llegarán desde las catacumbas.
Los murmullos fueron sustituidos por una carcajada, interrumpida a su vez por una mueca de dolor cuando el labio partido comenzó a sangrar de nuevo. Probablemente, tendría también alguna costilla rota, pero no tardó en sonreír de nuevo al retomar el hilo de sus desvaríos. A pesar de todo, confiaba en ascender con la Serpiente, fuera lo que fuera.
Similar convencimiento exhibía toda una multitud reunida en una tranquila plaza frente al ominoso escenario levantado por los Buchones. El desconocido enmascarado se había autoproclamado como la luz que iluminaría las mentiras. Algunos de los espectadores dudaron ante sus palabras, otros se preguntaron si aquello sería otra representación, después de todo. También los había que no estaban dispuestos a reconsiderar sus pasos después de haberse comprometido con las palabras del Dramaturgo.
Y el Dramaturgo tiraría de ese compromiso hasta el final.
—¡Mentiras! —declamó, indignado—. ¡Engaño! Justo lo que desean hacernos creer los enemigos de la Serpiente. ¡Una prueba, les digo! —anunció dirigiéndose a su público—. Una prueba de que estamos en el camino de la verdad, pues cuanto más nos acerquemos a nuestro noble objetivo, más se revolverán nuestros detractores. Ellos tratarán de hacernos dudar, desistir. Los defensores del antiguo orden no quieren que triunfemos, ¡pues saben que el nuevo orden los hallará derrocados! Esta noche…
Nadie llegó a oír lo que se anunciaba para esta noche, pues una fuerte explosión, proveniente del puerto, se alzó sobre las palabras del Dramaturgo. Los Buchones dudaron apenas unos segundos antes de empezar a cerrar filas en torno al escenario, acercándose amenazadoramente al espontáneo enmascarado. El Dramaturgo tuvo que alzar la voz al máximo para hacerse oír de nuevo en la plaza.
—¡HA COMENZADO! ¡EL NUEVO ORDEN ARRANCA ESTA NOCHE! ¡QUE REINE EL CAOS!
Algunos de los presentes dudaron, atemorizados por el ominoso estruendo. Por desgracia para ellos, los más convencidos estaban dispuestos a quitar de enmedio a aquellos menos comprometidos con la causa, con tal de asegurarse un mejor puesto durante el merecido ascenso con la Serpiente.
Mientras tanto, desde una pequeña playa en las afueras, varios centenares de piratas accedían a los pasadizos de las catacumbas que, una vez vacías de oposición, facilitarían la llegada a una vieja ermita en un rincón, pronto, no tan tranquilo de la ciudad. Muchos de ellos no esperaban regresar, otros, se sentían bastante seguros de la victoria. La mayoría estaba dispuesta a hacer el máximo daño posible en el corazón de la mismísima Lunargenta.
A partir de este momento, se cierran las entradas al evento. Somos los que estamos y estamos los que somos. El plazo para postear en la tercera ronda será hasta el lunes 11 de noviembre (incluido).
TU OBJETIVO EN ESTA RONDA:
Bien, parece que no tendremos una gran batalla en el puerto en esta ronda, puede que en este tema, pero eso no significa que la ciudad esté a salvo. Varios barcos cargados de guerreros nocturnos sedientos de sangre se han separado de la flota principal y, gracias a latraición colaboración de Eberus, avanzan inadvertidos por una ruta despejada de las catacumbas. Varios de ustedes están en situación de averiguar lo suficiente para tratar de interceptarlos o esperarlos en cierta ermita, pero, como siempre, si prefieren hacer otra cosa, están en su derecho. Después de todo, ni los disturbios ni los incendios han sido extinguidos por completo. Por no hablar de las explosiones provenientes del puerto. Siempre queda abierta la opción de salir corriendo (o volando).
Zagreus: Parece que tu señuelo ha accionado la carta trampa que esperaba en el puerto, cortesía de Monza. Probablemente te llegue el sonido de las explosiones y, si tienes vigías atentos a lo que ocurre en el puerto, no tardarás en enterarte de la situación.
Voy a lanzar una runa por la flota de Carastina, tú deberás lanzar otra por la de los piratas antes de tu post. Puedes hacerlo mediante un post off rol en este mismo hilo, o pasarte por la Casa del Oráculo (en el Acantilado de la Muerte) o una de las Zonas de Culto repartidas por Aerandir. Si tu runa es mejor que la mía, los piratas pillarán a la Guardia totalmente por sorpresa y causarán estragos en la armada. La batalla será rápida. Si las runas son equivalentes, la preparación y superioridad numérica de la Guardia ayudará a mitigar el efecto de la sorpresa y la falta de visibilidad. Si tu runa es peor, deberás ajustar tus planes para evitar la derrota (o asegurarte una retirada). En cualquiera de los casos, la narración queda de tu cuenta (lo estás haciendo genial), pero déjame a mí el resultado final.
Sango (descuida, al revisar tu inventario, me he dado cuenta de que, después de todo, no fue en el puerto donde amarraste tu barco) y Raven (adecuado nivel de drama, no te maldeciréde momento): Vaya, esto es engorroso. Parece que, al menos por el momento, no son muchos los enemigos que han logrado pisar el puerto. Siéntanse libres de dar cuenta de ellos, si el espectáculo de luces y los fragmentos de barco ardiendo y volando por ahí se lo permiten (o, no sé, tratar de sacarles algo de información si están lo bastante conscientes). Deberán decidir si permanecer en el puerto, a la espera del resto de la flota enemiga (si es que llega), o abandonar sus posiciones para defender el interior de la ciudad. Ah, y echen un vistazo a las indicaciones de Ingela, que existe la posibilidad de que llegue a afectarles. (Nota: si están un poco perdidos respecto a lo que ha pasado con la flota pirata, echen un vistazo al anterior post de Zagreus). Ahora que lo pienso, voy a aprovechar la runa que lancé para la batalla de Zagreus: si es mala o muy mala, algunos de los fragmentos en llamas de los barcos que han pasado a mejor vida tendrán la mala pata de caer en la zona del puerto, así que les tocará lidiar con las consecuencias.
Ingela: Si no lo has hecho ya, echa un vistazo a las indicaciones de Sango y Raven, ya que Fëanor se encuentra en una situación parecida con su hospital de campaña. En cuanto a ti, entiendo que estabas sobrevolando la zona del puerto, así que te voy a pedir que lances una runa antes de tu post (ya sea aquí mismo, of rol; o en una de las Zonas de Culto de Aerandir). Con mala suerte, te alcanzará algún fragmento de una de las explosiones. El fuego no te hará nada, claro, pero sí la madera rota propulsada a gran velocidad. Si tu suerte es muy mala, la herida que recibas será lo bastante grave para hacerte perder el control del vuelo. Si sales ilesa (o poco magullada), te enfrentas a la misma decisión que Sango y Raven. Aunque, bueno, quizá quieras investigar un poco mar adentro…
Alward y Merié: Bueno, si la plaza estaba alejada de los disturbios antes de su llegada, eso se acabó, porque ahora marchan al encuentro de los piratas llevándose por delante a todo aquel que no muestre el mismo entusiasmo por la causa. Suerte.
Níniel y Vincent: El Hospital trabaja a máxima capacidad, seguro que agradecen la ayuda extra desde el hospicio. En cuanto a Donor, el alfarero, su discurso no se volverá mucho más coherente que lo que ya han visto arriba, aunque, si insisten en interrogarlo, seguramente puedan sacarle el nombre de la ermita mencionada por Eberus en su anterior post. Lo que hagan con esa información ya es asunto suyo.
Eberus: Bien hecho, un buen grupo de vampiratas avanza sin oposición por las Catacumbas gracias a ti. Si nadie los intercepta antes, no tardarán en hacer estragos en la propia ciudad. Lamentablemente, Dragut no está con ellos, pero aún existe la posibilidad de que lo conozcas. Verás, alguien ha tenido la idea de asegurar cierta fórmula de protector solar… Dos alguienes distintos, concretamente: por el lado de las Sierpes y por el lado de Dragut/Oneca. Casualmente, ambos han recibido la orden de hacerse con tu… custodia prácticamente al mismo tiempo. Dejaré el resto a tu imaginación.
Eltrant, Eilydh, y Monza, si le apetece unirse: El fuego del almacén está cada vez más controlado, gracias al trabajo en equipo, y pueden confiar (o no) en que, con las instrucciones de Eilydh, otros focos estén siguiendo el mismo camino. No se ha atrapado a los culpables (bueno, excepto al que intentó quemar el almacén del hospital), en caso de que quieran investigar los hechos. O, a lo mejor, prefieren investigar por qué, de repente, la calle se ha llenado de mujeres ligeras de ropa y tipos con aspecto de liarse a golpes con cualquiera por un quítame allá esas pajas, todos con variadas expresiones entre la ira y el pánico. (Nota: El anterior post de Eberus da una pista de quiénes son y por qué no están donde solían)
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El retorno del vampiro
El sol, descendiendo poco a poco por el oeste, alargaba las sombras de la ciudad hacia el puerto. Como si buscaran tocar de alguna manera aquella negra flota que se acercaba desde el este, las sombras siguieron extendiéndose. Y extendiéndose. La negrura que se aproximaba desde el mar comenzó a crecer de forma antinatural incluso para aquella hora del atardecer y las siluetas de los barcos enemigos se fueron desdibujando, mezclando con las sombras hasta perderse de vista en la oscuridad creciente.
En el puerto, los frenéticos preparativos organizados por Sango parecían no terminar nunca y, sin embargo, a medida que la oscuridad se extendía, también la actividad fue reduciendo el ritmo y un silencio expectante se instaló entre los guardias, veteranos y otros defensores allí reunidos.
Inari Karjansen observaba por entre los barcos de la guardia aquella negrura que avanzaba desde el este. Alguna hechicería de los demonios, sin duda. La presencia de Sango a su lado, la llegada de los inesperados refuerzos, había levantado un poco sus ánimos, aliviado el peso de la responsabilidad que, bien sabía, le venía grande. Después de todo, la única razón de que la hubieran destinado a aquel puesto era que había oído lo que no debía, lo que había estado a punto de contarle al Héroe.
Pero no, había jurado mantener el secreto o, más bien, le habían ordenado prestar juramento. Los secretos no debían extenderse. En todo lo demás, había cedido las riendas gustosa, pero ahora vigilaba los espacios entre los barcos de la guardia con más intensidad que nunca. Hasta que, finalmente, vio aparecer el primer barco.
—¡En posición! —ordenó antes de que Sango pudiera adelantarse—. ¡Que nadie se adelante! La armada se ocupará de los barcos. Solo intervendremos si alguno de esos demonios logra desembarcar, ¡¿ENTENDIDO?!
La espera se hizo eterna, pero las sombras parecieron disiparse poco a poco. Quizá sus ojos se habían acostumbrado a la oscuridad, o las luces del puerto habían logrado expulsarla. O, quizá, los demonios estaban demasiado ocupados lanzando flechas para continuar con sus conjuros. Eso podía explicar por qué la flota se veía menos imponente ahora que se acercaba a los muelles.
—¿Por qué no atacan? —preguntó la veterana que había llegado con Sango adelantándose unos pasos—. La guardia no está devolviendo los ataques. ¿Es que van a dejarlos desembarcar?
La mujer siguió avanzando e Inari tuvo que adelantarse para tirar de ella hacia atrás. Para eso la habían destinado allí, después de todo. A ella y a un grupo de arqueros jurados que había situado estratégicamente entre los preparativos de Sango.
—¡Que nadie se adelante, he dicho!
La señal luminosa se alzó por fin desde la torre sur. La cadena había sido alzada.
—¡ARQUEROS, EN POSICIÓN! —gritó Inari y le pareció ver un destello de comprensión cruzar la mirada de la veterana—. ¡APUNTEN! ¡FUEGO!
Una lluvia de flechas en llamas iluminó el cielo dibujando un arco rojizo sobre los barcos de la bahía. Ni una sola de ellas acertó en los barcos enemigos, no era ese su cometido. La flota de la Guardia, las más añosas embarcaciones de la armada de Lunargenta, ancladas en la bahía con las bodegas cargadas de todo el aceite que habían podido reunir en el más estricto secreto desde que llegaran las primeras noticias de los avances de los piratas, estalló en un espectáculo de fuego que iluminó el puerto como si el sol hubiera decidido salir de nuevo a pesar de no haber tenido aún tiempo de desaparecer por el otro lado.
Inari observó con fascinación la sucesión de explosiones extendiéndose a los barcos de los atrevidos piratas, los demonios que habían osado desafiar a la poderosa Lunargenta. Vio cómo el fuego se propagaba de un barco a otro a medida que las embarcaciones de la armada prestaban su último gran servicio a la patria, cómo algunos de los demonios saltaban al agua, tratando de nadar hacia la costa, cómo los barcos de la retaguardia trataban en vano de dar la vuelta, de alejarse del puerto. La cadena que se había alzado desde las torres que flanqueaban el puerto se lo impediría. Y, si alguno de los barcos había tenido la fortuna de quedar fuera del cerco, la flota que debía haberse puesto ya en marcha desde Carastina acabaría con ellos desde atrás. La pinza se estaba cerrando.
O eso pensaba Inari, que aún tardaría unos minutos en darse cuenta de que eran muy pocos los piratas que saltaban al mar o los muelles para huir de la quema, muy pequeñas las embarcaciones que alimentaban el fuego de la victoria. Y tardaría más aún en enterarse de que la flota de Carastina no estaba en camino hacia el puerto, pues tenía sus propios problemas de los que ocuparse.
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En la ciudad, la Guardia trabajaba sin descanso para acallar los numerosos disturbios que aún persistían en algunas zonas. Pero incluso el epicentro de aquellas contiendas se sumió en un momentáneo silencio cuando empezaron a escucharse las detonaciones en el puerto. ¿Era aquello parte del plan?, se preguntarían algunos. ¿Son los piratas, están atacando ya el puerto?, sería la duda de otros. La incertidumbre, por sí sola, sería suficiente para que muchas de las peleas mutaran en estampidas de gente tratando de huir de las calles.
El distrito del Hospital no tardaría en convertirse, al mismo tiempo, en un remanso de tranquilidad para los guardias, que habían empezado a organizar relevos desde allí, y en un foco de actividad, a medida que iban trayendo heridos desde las diferentes zonas calientes.
Solo un pequeño cuartucho, reconvertido en celda provisional, permanecía ajeno al frenético movimiento en el resto del edificio. Allí, Donor, el alfarero, murmuraba una retahíla constante, apenas comprensible a través de un labio roto y varios dientes partidos.
—Cuando los piratas ataquen, ascenderemos con la Serpiente… El caos debe reinar para crear orden… Los enemigos de la Serpiente despiertan… Destruiremos a los enemigos de la Serpiente, solo así ascenderemos con… Las catacumbas… llegarán desde las catacumbas.
Los murmullos fueron sustituidos por una carcajada, interrumpida a su vez por una mueca de dolor cuando el labio partido comenzó a sangrar de nuevo. Probablemente, tendría también alguna costilla rota, pero no tardó en sonreír de nuevo al retomar el hilo de sus desvaríos. A pesar de todo, confiaba en ascender con la Serpiente, fuera lo que fuera.
Similar convencimiento exhibía toda una multitud reunida en una tranquila plaza frente al ominoso escenario levantado por los Buchones. El desconocido enmascarado se había autoproclamado como la luz que iluminaría las mentiras. Algunos de los espectadores dudaron ante sus palabras, otros se preguntaron si aquello sería otra representación, después de todo. También los había que no estaban dispuestos a reconsiderar sus pasos después de haberse comprometido con las palabras del Dramaturgo.
Y el Dramaturgo tiraría de ese compromiso hasta el final.
—¡Mentiras! —declamó, indignado—. ¡Engaño! Justo lo que desean hacernos creer los enemigos de la Serpiente. ¡Una prueba, les digo! —anunció dirigiéndose a su público—. Una prueba de que estamos en el camino de la verdad, pues cuanto más nos acerquemos a nuestro noble objetivo, más se revolverán nuestros detractores. Ellos tratarán de hacernos dudar, desistir. Los defensores del antiguo orden no quieren que triunfemos, ¡pues saben que el nuevo orden los hallará derrocados! Esta noche…
Nadie llegó a oír lo que se anunciaba para esta noche, pues una fuerte explosión, proveniente del puerto, se alzó sobre las palabras del Dramaturgo. Los Buchones dudaron apenas unos segundos antes de empezar a cerrar filas en torno al escenario, acercándose amenazadoramente al espontáneo enmascarado. El Dramaturgo tuvo que alzar la voz al máximo para hacerse oír de nuevo en la plaza.
—¡HA COMENZADO! ¡EL NUEVO ORDEN ARRANCA ESTA NOCHE! ¡QUE REINE EL CAOS!
Algunos de los presentes dudaron, atemorizados por el ominoso estruendo. Por desgracia para ellos, los más convencidos estaban dispuestos a quitar de enmedio a aquellos menos comprometidos con la causa, con tal de asegurarse un mejor puesto durante el merecido ascenso con la Serpiente.
Mientras tanto, desde una pequeña playa en las afueras, varios centenares de piratas accedían a los pasadizos de las catacumbas que, una vez vacías de oposición, facilitarían la llegada a una vieja ermita en un rincón, pronto, no tan tranquilo de la ciudad. Muchos de ellos no esperaban regresar, otros, se sentían bastante seguros de la victoria. La mayoría estaba dispuesta a hacer el máximo daño posible en el corazón de la mismísima Lunargenta.
__________________
A partir de este momento, se cierran las entradas al evento. Somos los que estamos y estamos los que somos. El plazo para postear en la tercera ronda será hasta el lunes 11 de noviembre (incluido).
TU OBJETIVO EN ESTA RONDA:
Bien, parece que no tendremos una gran batalla en el puerto en esta ronda, puede que en este tema, pero eso no significa que la ciudad esté a salvo. Varios barcos cargados de guerreros nocturnos sedientos de sangre se han separado de la flota principal y, gracias a la
Zagreus: Parece que tu señuelo ha accionado la carta trampa que esperaba en el puerto, cortesía de Monza. Probablemente te llegue el sonido de las explosiones y, si tienes vigías atentos a lo que ocurre en el puerto, no tardarás en enterarte de la situación.
Voy a lanzar una runa por la flota de Carastina, tú deberás lanzar otra por la de los piratas antes de tu post. Puedes hacerlo mediante un post off rol en este mismo hilo, o pasarte por la Casa del Oráculo (en el Acantilado de la Muerte) o una de las Zonas de Culto repartidas por Aerandir. Si tu runa es mejor que la mía, los piratas pillarán a la Guardia totalmente por sorpresa y causarán estragos en la armada. La batalla será rápida. Si las runas son equivalentes, la preparación y superioridad numérica de la Guardia ayudará a mitigar el efecto de la sorpresa y la falta de visibilidad. Si tu runa es peor, deberás ajustar tus planes para evitar la derrota (o asegurarte una retirada). En cualquiera de los casos, la narración queda de tu cuenta (lo estás haciendo genial), pero déjame a mí el resultado final.
Sango (descuida, al revisar tu inventario, me he dado cuenta de que, después de todo, no fue en el puerto donde amarraste tu barco) y Raven (adecuado nivel de drama, no te maldeciré
Ingela: Si no lo has hecho ya, echa un vistazo a las indicaciones de Sango y Raven, ya que Fëanor se encuentra en una situación parecida con su hospital de campaña. En cuanto a ti, entiendo que estabas sobrevolando la zona del puerto, así que te voy a pedir que lances una runa antes de tu post (ya sea aquí mismo, of rol; o en una de las Zonas de Culto de Aerandir). Con mala suerte, te alcanzará algún fragmento de una de las explosiones. El fuego no te hará nada, claro, pero sí la madera rota propulsada a gran velocidad. Si tu suerte es muy mala, la herida que recibas será lo bastante grave para hacerte perder el control del vuelo. Si sales ilesa (o poco magullada), te enfrentas a la misma decisión que Sango y Raven. Aunque, bueno, quizá quieras investigar un poco mar adentro…
Alward y Merié: Bueno, si la plaza estaba alejada de los disturbios antes de su llegada, eso se acabó, porque ahora marchan al encuentro de los piratas llevándose por delante a todo aquel que no muestre el mismo entusiasmo por la causa. Suerte.
Níniel y Vincent: El Hospital trabaja a máxima capacidad, seguro que agradecen la ayuda extra desde el hospicio. En cuanto a Donor, el alfarero, su discurso no se volverá mucho más coherente que lo que ya han visto arriba, aunque, si insisten en interrogarlo, seguramente puedan sacarle el nombre de la ermita mencionada por Eberus en su anterior post. Lo que hagan con esa información ya es asunto suyo.
Eberus: Bien hecho, un buen grupo de vampiratas avanza sin oposición por las Catacumbas gracias a ti. Si nadie los intercepta antes, no tardarán en hacer estragos en la propia ciudad. Lamentablemente, Dragut no está con ellos, pero aún existe la posibilidad de que lo conozcas. Verás, alguien ha tenido la idea de asegurar cierta fórmula de protector solar… Dos alguienes distintos, concretamente: por el lado de las Sierpes y por el lado de Dragut/Oneca. Casualmente, ambos han recibido la orden de hacerse con tu… custodia prácticamente al mismo tiempo. Dejaré el resto a tu imaginación.
Eltrant, Eilydh, y Monza, si le apetece unirse: El fuego del almacén está cada vez más controlado, gracias al trabajo en equipo, y pueden confiar (o no) en que, con las instrucciones de Eilydh, otros focos estén siguiendo el mismo camino. No se ha atrapado a los culpables (bueno, excepto al que intentó quemar el almacén del hospital), en caso de que quieran investigar los hechos. O, a lo mejor, prefieren investigar por qué, de repente, la calle se ha llenado de mujeres ligeras de ropa y tipos con aspecto de liarse a golpes con cualquiera por un quítame allá esas pajas, todos con variadas expresiones entre la ira y el pánico. (Nota: El anterior post de Eberus da una pista de quiénes son y por qué no están donde solían)
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Re: El retorno del vampiro [Evento Sacrestic]
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Re: El retorno del vampiro [Evento Sacrestic]
Los huesos que quedaban allí abajo podrían insuflarse de vida derramada hasta rebosar. "Esqueletos vivos" era lo que un viejo putero berreaba cuando solo quedaba él vivo. "Se van a llenar de vida, insensatos". Y, con eso, se despidió del mundo.
La misma sacerdotisa lo mató, con una daga plateada que había sacado de algún lugar de su muslo derecho.
- Mi caballo está hecho de huesos, imbécil - explicó Eberus a su cuerpo inerte. Eberus, el amigo de la muerte. Si de verdad despertaran aquellos esqueletos, lo único que querría hacer sería aliarse con ellos. Y con la misma indolencia pasaron los tres de largo, hasta llegar a la salida que daba a la playa por la que llegaría "la serpiente".
Selena se quedó con la sacerdotisa. Eberus, ya estaba en posición. Le había indicado la enmascarada que debía subir al bajo acantilado que quedaba al norte de aquella gruta, y que desde allí se fijara en el siguiente acantilado, más al norte, pues desde un hito de piedras blancas y negras que allí había debía lanzar la señal.
Allí esperó hasta que llegó Selena, casi oculta en la creciente noche por el encantamiento de su armadura. Tampoco fue fácil para ella encontrarlo allí, pues él también llevaba su capa de la noche. Menos mal que estaba allí el hito. Llegó corriendo, fiel a las órdenes de su sacerdotisa, o a las ideas que le metía en la cabeza su veneno.
- Eberus. Estas son las órdenes. Dispara hacia allí, entre la luna y esa estrella grande. Tienes que tirar dos dardos, dejando tiempo entre ellos para que se distingan bien. Contando diez respiraciones después de que se apague el segundo, lanza otro.
- Y, ¿se sabe por qué?
- No me ha contado mucho. Al parecer, había varios tipos de mensaje y este era uno de ellos. Habló con otro compañero sobre la situación en el puerto, creo, y de las defensas.
- Selena...
- ¡Brujo! Tienes que disparar ya.
Dentro de su envenenamiento, ella no sería consciente siquiera del peso de aquella orden. Cierto era que ambos querían cooperar con este grupo, y mucho más claro lo tenían con esas influencias corriendo por sus venas. Cierto era que Eberus también había sido envenenado, pero él era consciente de ello. Y él sí era consciente de que serían sus pulmones los que harían volar los dardos que, destellando, cambiarían el curso de la guerra. El curso de la capital de Verisar, el de los humanos y el de los vampiros. El curso del tabernero Cerro, el del mendigo de la plaza de al lado de su taberna y el de la mujer que regaba los árboles de la Calle de la Fruta todas las mañanas.
Le temblaban las manos, y el párpado. Cayó de su frente una gota de sudor al lado de las piedras blancas y negras del hito, y la vio caer. Y con ella, se cayó él. De rodillas.
Cada una de las decisiones que habían tomado les habían conducido hasta ese punto. Todo era culpa suya. Más que preso del veneno, era preso de sus propias decisiones. Y, como tal, elevó su trémula mano, intentó apuntar con la cerbatana adonde le había dicho Selena y sacó fuerzas de a saber dónde para enviar ese dardo alto y lejos.
Chasqueó los dedos y, por un momento, fue como si una furiosa estrella hubiera bajado para reprenderlos, o para avisarlos, de lo que acababan de hacer. Hizo lo mismo con un segundo dardo. Luego respiró hondo. Inhaló, exhaló. Diez veces, tal y como había dicho Selena, o lo que quedaba de ella. Y ahí fue el tercero *.
No podía negarse. El veneno era demasiado para él. No le bastaba con tener su voluntad doblegada, sino que tenía la maldición de ser un testigo agónico e impotente ante ello. Miró a Selena con ojos cansados, marcados con una profunda pesadumbre, y dijo: - Ya está hecho.
- Brujo, ¿estás bien? - preguntó con evidente preocupación.
- El caldo copioso me ha sentado mal.
Eran muchos más de los que pensaba. Habían entrado ya más de la mitad, y aún había algunos que bajaban de las barcas astutamente cerca del acantilado. Viéndolos pasar, pensó en Dragut. Sí, él era la razón por la que estaba allí. Y cuando le conociera, toda lucha interna cesaría. Todo habrá valido la pena. Eso pensaba, o eso quería pensar. Ese dichoso veneno le tenía loco, con sus idas y venidas.
- Eberus, ¿verdad? - saludó el último de ellos, pillando al brujo desprevenido.
- El mismo - respondió con una seriedad tensa.
- Muchas gracias por lo que estás haciendo por nosotros. Por fin podremos equilibrar un poco la balanza y enseñar a los humanos que no somos menos que ellos.
Su sonrisa era genuina y cálida incluso en la frialdad del color de su rostro.
Quizá estaba en el bando correcto.
Cuando entraron todos, Eberus se centró en su mente. Tenía que imaginar que era un soldado de la guardia y que llegaba hasta aquella entrada de la playa a las catacumbas. Eso hizo: imaginó que estaba allí, frente a la rocosa entrada, y que no la veía. Que las rocas del acantilado seguían su camino hasta abajo y que no formaban ninguna abertura en él. Lo visualizó a la perfección, y poco a poco comenzó a ver como su ilusión se construía a partir del éter ambiental para hacerla visible *.
Selena ya se había estado preparando para bloquear la entrada tras repartir recipientes de protector solar y hojas de la briuteda. Se esforzó por pedirle a los suelos troncos robustos, pero lo máximo que pudo sacar fueron lianas, raíces y musgo que se enredaban entre sí para entorpecer enormemente la entrada *.
- Incluso con mi hacha de petos tardaría un buen rato en atravesarlo - anunció triunfadora.
- Bien. En caso de que necesitemos retirarnos, puedes desmontar todo esto rápido, ¿verdad?
- Naturalmente, sacerdotisa.
Aquellas galerías ya no iban a ser jamás lo que habían sido. Si los adoradores las habían despejado, estos vampiros estaban sembrando el abandono en ellas. Y no tanto por los destrozos que quizá alguno hacía; no tanto por la masacre que había liberado a las Catacumbas de muchos de sus frecuentadores, sino más bien por la connotación que tomarían a partir de esa noche. Eso pensaba el brujo. Si la ciudad conseguía sobrevivir y seguir siendo humana, muchos considerarían las Catacumbas como un lugar maldito, hogar y germen de vampiros, origen de una de las mayores tragedias que había vivido su ciudad. Y, si la ciudad caía en manos de los vampiros, bueno: ni las catacumbas ni la superficie serían jamás lo que habían sido.
Una voz familiar le sacó de sus pensamientos.
- Eberus, amigo. Sé que tengo que salir ahí arriba, pero no puedo dejar de sentirme agradecido por lo que has hecho.
Era aquel vampiro otra vez. Encantador como lo había sido antes.
- Y, como eres tan valioso, tan importante para todos nosotros, debo mantenerte a salvo. A mi lado. Vas a acompañarme y vas a hacer todo lo que yo te pida, porque así de útil te considero. Sé que puedes hacer muchas cosas útiles por nosotros, no solo crear el protector solar, así que te necesito. Te necesitamos. Acompáñame, Eberus, y conocerás lo que es la influencia y el éxito.
Su mente ya no pudo más. Ni siquiera se dio cuenta de que ese ser de la voz le estaba manipulando. Demasiada lucha libraba ya en sus adentros contra el Veneno de Jörmundgander. Se rindió ante sus dulces palabras sin ser capaz de oponerse, de detectar siquiera que detrás de ellas se escondía un hilo de magia que lo ataría al vampiro y a sus deseos.
Un grupo numeroso se desvió por otro pasillo. Las otras salidas, pensó el brujo. Pero ellos caminaron hasta la salida de la ermita, viendo cómo sus compañeros extraían energía de todos los cadáveres de que habían dejado los adoradores, algunos hinchando sus músculos bajo sus armaduras y otros creando espantosos filos con su sangre. Varios mejoraron sus cuerpos para el combate, contando ahora con tres brazos armados o con protecciones de dura sangre coagulada en sus puntos más expuestos. No pocos desaparecieron en la oscuridad sin dejar rastro, y alguno cargaba con un cadáver para aprovechar más su sangre en el exterior. Y, para rematar, los había que se jactaban de las manipulaciones viles con las que harían a los humanos matarse entre sí, manipulaciones como la que sufría ahora el brujo.
Un espectáculo dantesco.
- Te gusta todo esto, ¿eh? Sé que te gusta. Todo este festín de olores, de sangre que nos hace poderosos. Y este poder es el que temen los humanos. Y hacen bien, sí, pero su temor se ha acabado convirtiendo en desprecio - decía con una pasión que iba creciendo en sadismo. - Y ahora, amigo mío, van a recordar ese viejo temor.
Evidentemente. Todo aquello era algo que el brujo siempre había deseado. Poder, sangre, influencia. Ahora, no recordaba ningún momento de su vida en que no lo hubiera deseado. Y ese hombre, oh, ese hombre con su gallardía iba a ser el mejor camarada que pudiera pedir. Y, Selena, ¿dónde estaba Selena?
Claramente caminaba tras el brujo, junto a la sacerdotisa. Miró hacia atrás y la vio allí, seria y decidida, como siempre. Recordó entonces que, tras su apariencia invariable, había una Selena manipulada por el veneno. Pero, ¿qué importaba eso ahora? Tenían cosas que hacer.
- Que los vampiros que controlan la oscuridad la ciñan sobre todos nosotros. Ahora.
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La misma sacerdotisa lo mató, con una daga plateada que había sacado de algún lugar de su muslo derecho.
- Mi caballo está hecho de huesos, imbécil - explicó Eberus a su cuerpo inerte. Eberus, el amigo de la muerte. Si de verdad despertaran aquellos esqueletos, lo único que querría hacer sería aliarse con ellos. Y con la misma indolencia pasaron los tres de largo, hasta llegar a la salida que daba a la playa por la que llegaría "la serpiente".
Selena se quedó con la sacerdotisa. Eberus, ya estaba en posición. Le había indicado la enmascarada que debía subir al bajo acantilado que quedaba al norte de aquella gruta, y que desde allí se fijara en el siguiente acantilado, más al norte, pues desde un hito de piedras blancas y negras que allí había debía lanzar la señal.
Allí esperó hasta que llegó Selena, casi oculta en la creciente noche por el encantamiento de su armadura. Tampoco fue fácil para ella encontrarlo allí, pues él también llevaba su capa de la noche. Menos mal que estaba allí el hito. Llegó corriendo, fiel a las órdenes de su sacerdotisa, o a las ideas que le metía en la cabeza su veneno.
- Eberus. Estas son las órdenes. Dispara hacia allí, entre la luna y esa estrella grande. Tienes que tirar dos dardos, dejando tiempo entre ellos para que se distingan bien. Contando diez respiraciones después de que se apague el segundo, lanza otro.
- Y, ¿se sabe por qué?
- No me ha contado mucho. Al parecer, había varios tipos de mensaje y este era uno de ellos. Habló con otro compañero sobre la situación en el puerto, creo, y de las defensas.
- Selena...
- ¡Brujo! Tienes que disparar ya.
Dentro de su envenenamiento, ella no sería consciente siquiera del peso de aquella orden. Cierto era que ambos querían cooperar con este grupo, y mucho más claro lo tenían con esas influencias corriendo por sus venas. Cierto era que Eberus también había sido envenenado, pero él era consciente de ello. Y él sí era consciente de que serían sus pulmones los que harían volar los dardos que, destellando, cambiarían el curso de la guerra. El curso de la capital de Verisar, el de los humanos y el de los vampiros. El curso del tabernero Cerro, el del mendigo de la plaza de al lado de su taberna y el de la mujer que regaba los árboles de la Calle de la Fruta todas las mañanas.
Le temblaban las manos, y el párpado. Cayó de su frente una gota de sudor al lado de las piedras blancas y negras del hito, y la vio caer. Y con ella, se cayó él. De rodillas.
Cada una de las decisiones que habían tomado les habían conducido hasta ese punto. Todo era culpa suya. Más que preso del veneno, era preso de sus propias decisiones. Y, como tal, elevó su trémula mano, intentó apuntar con la cerbatana adonde le había dicho Selena y sacó fuerzas de a saber dónde para enviar ese dardo alto y lejos.
Chasqueó los dedos y, por un momento, fue como si una furiosa estrella hubiera bajado para reprenderlos, o para avisarlos, de lo que acababan de hacer. Hizo lo mismo con un segundo dardo. Luego respiró hondo. Inhaló, exhaló. Diez veces, tal y como había dicho Selena, o lo que quedaba de ella. Y ahí fue el tercero *.
No podía negarse. El veneno era demasiado para él. No le bastaba con tener su voluntad doblegada, sino que tenía la maldición de ser un testigo agónico e impotente ante ello. Miró a Selena con ojos cansados, marcados con una profunda pesadumbre, y dijo: - Ya está hecho.
- Brujo, ¿estás bien? - preguntó con evidente preocupación.
- El caldo copioso me ha sentado mal.
[...]
Eran muchos más de los que pensaba. Habían entrado ya más de la mitad, y aún había algunos que bajaban de las barcas astutamente cerca del acantilado. Viéndolos pasar, pensó en Dragut. Sí, él era la razón por la que estaba allí. Y cuando le conociera, toda lucha interna cesaría. Todo habrá valido la pena. Eso pensaba, o eso quería pensar. Ese dichoso veneno le tenía loco, con sus idas y venidas.
- Eberus, ¿verdad? - saludó el último de ellos, pillando al brujo desprevenido.
- El mismo - respondió con una seriedad tensa.
- Muchas gracias por lo que estás haciendo por nosotros. Por fin podremos equilibrar un poco la balanza y enseñar a los humanos que no somos menos que ellos.
Su sonrisa era genuina y cálida incluso en la frialdad del color de su rostro.
Quizá estaba en el bando correcto.
Cuando entraron todos, Eberus se centró en su mente. Tenía que imaginar que era un soldado de la guardia y que llegaba hasta aquella entrada de la playa a las catacumbas. Eso hizo: imaginó que estaba allí, frente a la rocosa entrada, y que no la veía. Que las rocas del acantilado seguían su camino hasta abajo y que no formaban ninguna abertura en él. Lo visualizó a la perfección, y poco a poco comenzó a ver como su ilusión se construía a partir del éter ambiental para hacerla visible *.
Selena ya se había estado preparando para bloquear la entrada tras repartir recipientes de protector solar y hojas de la briuteda. Se esforzó por pedirle a los suelos troncos robustos, pero lo máximo que pudo sacar fueron lianas, raíces y musgo que se enredaban entre sí para entorpecer enormemente la entrada *.
- Incluso con mi hacha de petos tardaría un buen rato en atravesarlo - anunció triunfadora.
- Bien. En caso de que necesitemos retirarnos, puedes desmontar todo esto rápido, ¿verdad?
- Naturalmente, sacerdotisa.
Aquellas galerías ya no iban a ser jamás lo que habían sido. Si los adoradores las habían despejado, estos vampiros estaban sembrando el abandono en ellas. Y no tanto por los destrozos que quizá alguno hacía; no tanto por la masacre que había liberado a las Catacumbas de muchos de sus frecuentadores, sino más bien por la connotación que tomarían a partir de esa noche. Eso pensaba el brujo. Si la ciudad conseguía sobrevivir y seguir siendo humana, muchos considerarían las Catacumbas como un lugar maldito, hogar y germen de vampiros, origen de una de las mayores tragedias que había vivido su ciudad. Y, si la ciudad caía en manos de los vampiros, bueno: ni las catacumbas ni la superficie serían jamás lo que habían sido.
Una voz familiar le sacó de sus pensamientos.
- Eberus, amigo. Sé que tengo que salir ahí arriba, pero no puedo dejar de sentirme agradecido por lo que has hecho.
Era aquel vampiro otra vez. Encantador como lo había sido antes.
- Y, como eres tan valioso, tan importante para todos nosotros, debo mantenerte a salvo. A mi lado. Vas a acompañarme y vas a hacer todo lo que yo te pida, porque así de útil te considero. Sé que puedes hacer muchas cosas útiles por nosotros, no solo crear el protector solar, así que te necesito. Te necesitamos. Acompáñame, Eberus, y conocerás lo que es la influencia y el éxito.
Su mente ya no pudo más. Ni siquiera se dio cuenta de que ese ser de la voz le estaba manipulando. Demasiada lucha libraba ya en sus adentros contra el Veneno de Jörmundgander. Se rindió ante sus dulces palabras sin ser capaz de oponerse, de detectar siquiera que detrás de ellas se escondía un hilo de magia que lo ataría al vampiro y a sus deseos.
Un grupo numeroso se desvió por otro pasillo. Las otras salidas, pensó el brujo. Pero ellos caminaron hasta la salida de la ermita, viendo cómo sus compañeros extraían energía de todos los cadáveres de que habían dejado los adoradores, algunos hinchando sus músculos bajo sus armaduras y otros creando espantosos filos con su sangre. Varios mejoraron sus cuerpos para el combate, contando ahora con tres brazos armados o con protecciones de dura sangre coagulada en sus puntos más expuestos. No pocos desaparecieron en la oscuridad sin dejar rastro, y alguno cargaba con un cadáver para aprovechar más su sangre en el exterior. Y, para rematar, los había que se jactaban de las manipulaciones viles con las que harían a los humanos matarse entre sí, manipulaciones como la que sufría ahora el brujo.
Un espectáculo dantesco.
- Te gusta todo esto, ¿eh? Sé que te gusta. Todo este festín de olores, de sangre que nos hace poderosos. Y este poder es el que temen los humanos. Y hacen bien, sí, pero su temor se ha acabado convirtiendo en desprecio - decía con una pasión que iba creciendo en sadismo. - Y ahora, amigo mío, van a recordar ese viejo temor.
Evidentemente. Todo aquello era algo que el brujo siempre había deseado. Poder, sangre, influencia. Ahora, no recordaba ningún momento de su vida en que no lo hubiera deseado. Y ese hombre, oh, ese hombre con su gallardía iba a ser el mejor camarada que pudiera pedir. Y, Selena, ¿dónde estaba Selena?
Claramente caminaba tras el brujo, junto a la sacerdotisa. Miró hacia atrás y la vio allí, seria y decidida, como siempre. Recordó entonces que, tras su apariencia invariable, había una Selena manipulada por el veneno. Pero, ¿qué importaba eso ahora? Tenían cosas que hacer.
- Que los vampiros que controlan la oscuridad la ciñan sobre todos nosotros. Ahora.
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- OFFROL:
- Resumen
Eberus hace las señales luminosas (comunicación estratégica para la flota oscura y distracción para los guardias de la ciudad) y luego reciben a todos los piratas en la entrada a las catacumbas de esa apartada playita. Selena les da lo que tienen de protector solar y hojas de briuteda (vendaje rudimentario), luego Eberus crea una ilusión para intentar que no se vea la entrada, entra, y Selena la bloquea con plantas. Un vampiro que, no lo menciono en el post, pero viene de parte de Dragut y Oneca, manipula con magia de la voz a Eberus para hacerse con su custodia, cayendo completamente en la trampa porque con su intento de defenderse del manipulador Veneno de Jörmundgander ya estaba completamente saturado. Al final del post están saliendo a la superficie por la ermita, tratando de estar ocultos por la magia de la oscuridad; otro gran grupo de vampiros sale por salidas diferentes, una o dos, en otro punto de la ciudad.
He considerado que, por el lado de las sierpes, han querido asegurarse a Eberus y su fórmula con el veneno, y por el de Oneca/Dragut, con la influencia del vampiro que menciono.
* Cerbatana con encantamiento Flechas de Señal: Cuando se lanza un proyectil con esta arma, el lanzador puede chasquear los dedos. El proyectil explota en un intenso destello de luz. Esto puede dar señales luminosas a distancia. Puede encandilar por una ronda si explota cerca de los ojos de alguien.
* Talento de Ilusión: Manipulo el éter para confundir a mis enemigos.
* Talento de Magia de la Naturaleza: Soy una con la naturaleza y toda su inmensidad. Ella me protege a mi voluntad a cambio de cuidarla con el don de la Magia de la Vida.
Eberus
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Re: El retorno del vampiro [Evento Sacrestic]
-¡Vamos, moved esas ballestas perros!- Gritaba uno de los oficiales a un pelotón de guardias que se dirigía a otro punto de la ciudad a reforzar la seguridad, abandonando la zona del hospital a la vez que otro pelotón llegaba hasta allí y se cruzaban, intercambiando información y opiniones con sus compañeros de refresco.
-¿Venís de los jardines? ¿Cómo está la cosa por allí? Tengo un tío que vive en ese barrio.- Preguntó uno de los ballesteros rompiendo la formación por un momento.
-Hemos logrado apaciguar los ánimos. La mayoría ya han sido evacuados o se han quedado en sus casas. Aunque tuvimos que dispersar a un grupo de descontentos.- Respondió uno del segundo grupo. Sus noticias subieron el ánimo de los primeros, aunque eso no evitó que su oficial le amenazara con reducirle su paga si no volvía a la formación.
Aquello era solo una pequeña parte de los movimientos de tropas que tenían lugar en el barrio del hospital. Al convertirse en una zona tranquila y controlada, y gracias al propio hospital, se había transformado en un centro de operaciones especialmente fortificado en la defensa de la ciudad. Constantemente tropas de todas partes de la urbe llegaban para descansar, reabastecerse y recuperarse antes de volver a partir a donde fuera necesario. Se formaban nuevas unidades, se fusionaban, se recomponían entre ellas o con los milicianos, que cada vez llegaban en más número una vez que el caos era controlado en algunos distritos. También las explosiones de una amenaza mucho peor que una guardia ineficiente o unos líderes despreocupados había obrado maravillas en ese aspecto.
-Aquí tenéis. Tomad. Si para ti también...¿Tu no eres un poco bajito para ser soldado?- Catherine repartía raciones entre los soldados que estaban recuperándose. Por los disturbios la mayoría estaban solo fatigados, pero algunos presentaban cortes y contusiones. Muchos podían ser atendidos por sanadores comunes y tratados con pociones básicas y vendajes curativos o anestésicos, y aquellos más graves eran atendidos por los sanadores élficos del hospital o por la propia Níniel, cuya mera cercanía parecía ser capaz de cerrar sus heridas mientras iba de un lado para otro conforme un nuevo grupo llegaba hasta allí*.
-Has crecido mucho niña. Aún recuerdo la primera vez que entraste al hospital. Te puse a hacer pociones porque pensaba que si te hacía poner las manos sobre un hombre herido te iba a dar algo.- Expresó Martha con orgullo de su "pupila". -Mírate ahora.-
-Nunca había...visto a un hombre desnudo. Mucho menos a un humano. Y siempre me habían avisado de lo largas que se les vuelven las manos en presencia de una elfa...- Níniel se avergonzó. Aunque en realidad no es que su experiencia tratando humanos fuese muy diferente a la esperada después de aquello. Catherine seguramente la encontraría tremendamente divertida si le contara como fue realmente.
-A veces este trabajo tiene sus días buenos...- Se jactó la mujer, dándole un golpe en la espalda que se sintió como si se lo hubiese dado Beor. -Aunque hoy no es uno de esos días, me alegra tenerte por aquí. Me Que alguien coordine todo con los soldados. No siempre es fácil.- Dijo la mujer, señalando en qué lugar debían dejar a un soldado que parecía tener un brazo roto. -Yo me ocupo de este.- convino alejándose de la elfa, que decidió acercarse hasta el grupo de recién llegados para que su aura de curación les hiciera efecto.
-Gracias, esto es muy...útil.- Expresó el soldado mientras veía como el daño por un golpe en la cara se desvanecía, y lo propio ocurría con el resto de sus camaradas.
-Un placer.- respondió la joven, que se quedó junto a ellos para que el efecto sanador continuara funcionando. Aquello pareció obligar al soldado a mantener una conversación con ella, aunque parecía algo cohibido. Níniel se limitó a sonreír de manera encantadora a sus nuevos pacientes, y aquello no ayudó en demasía a la locuacidad del soldado.
-Venimos de los jardines...Creo que...ahora nos envían al puerto. Estará bien poder luchar contra unos chupasangres y no con unos ciudadanos molestos.- Dijo, aunque no podría explayarse mucho más con sus detalles operativos, ya que cuando iba a continuar se puso en pie para cuadrarse ante un oficial que se acercaba a paso ligero, y junto él estaban Vincent y Catherine, seguidos de un gran grupo de soldados y milicianos, entre ellos Beor y su grupo.
-Cambio de planes sargento. Hemos obtenido una información de alta prioridad de uno de los prisioneros.- Miró a Vincent como si le estuviera felicitando por su trabajo. -Los líderes agitadores de los disturbios se hacen llamar "La sierpe" y parece que no son solo agitadores, son traidores, seguramente confabulados con la flota enemiga. Preparan un ataque desde el interior de las murallas mientras nos defendemos de los piratas. Planean salir de las catacumbas, y en especial usando una vieja ermita, el brujo ya sabe el lugar. He despachado tropas para reforzar puntos importantes de la ciudad. Esas catacumbas tienen accesos aquí y allá y a saber si no intentarán usarlos también.- Instruyó.
Níniel asintió. Esperaba algo por el estilo ya que asaltar la ciudad directamente era una locura. Aunque a decir verdad no esperaba que el enemigo pudiese usar las catacumbas tan a su antojo. Allí abajo había toda clase de grupos criminales. Incluso contaban con una especie de nobleza del submundo. Esa gente tenía un status quo con la guardia, y la elfa no creía que esos grupos aceptasen esa clase de intrusiones sin dar ningún tipo de alarma o sin atacarla directamente. Había muchos intereses allí abajo a los que una invasión les venía tan mal o peor que a la ciudad sobre sus cabezas. La joven miró a Cath y asintió, se entendían a la perfección, y ambas habían pensado lo mismo.
-Por suerte desde aquí podemos responder a ese subterfugio. Si actuamos con celeridad podemos atacar por sorpresa a quienes pensaban atacar por sorpresa. Recomendaría no obstante el uso solo de las tropas necesarias. Que el resto se mantenga en reserva. Como bien decís, las catacumbas tienen más accesos.- Propuso la joven. -Nosotros atacaremos la ermita de forma rápida y decisiva.- Se refería a su grupo, al de Beor y al grupo del joven Sargento. Ellos atacarían la ermita mientras el grueso de tropas del hospital se mantenía preparado para actuar conforme aquella lucha se desarrollaba. -Usaré luz para comunicarnos si es necesario.- Añadió al final.
Con aquel plan en mente, Níniel y los demás se pusieron en marcha hacia el lugar indicado, Avanzaban en formación, en silencio y a paso ligero por las calles de la ciudad. Su información era limitada. No sabían cuantas de esas "Sierpes" se habían reunido esperando el momento para salir. Tampoco cuánto equipo habían reunido. Además todo parecía indicar que eran aliados de los atacantes vampiros. También tenían que tener en cuenta los otros posibles accesos a la subciudad, aunque la reserva del Capitán de la guardia era su seguro contra ello. En cuanto a ellos mismos, debían ser rápidos y resolutivos, por lo que comenzaría a fortalecerlos de inmediato para estar listos para atacar.
El efecto de la curación en área continuaba, y gracias a ello y a todas las curaciones realizadas antes Níniel contaba con una gran reserva de motas de luz en su bastón. Invocó a la pequeña pero letal hada de luz Kiri**. Sin detener la marcha comenzó a reforzar al grupo con un aumento de sus habilidades. A continuación otorgaría encantamiento de luz a sus armas y barreras protectoras para ellos. Con la furia de Anar, todos verían sus energías aumentadas y verían como orbes de luz comenzaban a rodearlos, lo que les haría capaces de realizar grandes esfuerzos adicionales.*** Con renovado brío y la moral por las nubes, el grupo llegaría a la zona de la ermita.
-Un momento...magia de oscuridad, hay vampiros con ellos. Preparaos.-
-¿Venís de los jardines? ¿Cómo está la cosa por allí? Tengo un tío que vive en ese barrio.- Preguntó uno de los ballesteros rompiendo la formación por un momento.
-Hemos logrado apaciguar los ánimos. La mayoría ya han sido evacuados o se han quedado en sus casas. Aunque tuvimos que dispersar a un grupo de descontentos.- Respondió uno del segundo grupo. Sus noticias subieron el ánimo de los primeros, aunque eso no evitó que su oficial le amenazara con reducirle su paga si no volvía a la formación.
Aquello era solo una pequeña parte de los movimientos de tropas que tenían lugar en el barrio del hospital. Al convertirse en una zona tranquila y controlada, y gracias al propio hospital, se había transformado en un centro de operaciones especialmente fortificado en la defensa de la ciudad. Constantemente tropas de todas partes de la urbe llegaban para descansar, reabastecerse y recuperarse antes de volver a partir a donde fuera necesario. Se formaban nuevas unidades, se fusionaban, se recomponían entre ellas o con los milicianos, que cada vez llegaban en más número una vez que el caos era controlado en algunos distritos. También las explosiones de una amenaza mucho peor que una guardia ineficiente o unos líderes despreocupados había obrado maravillas en ese aspecto.
-Aquí tenéis. Tomad. Si para ti también...¿Tu no eres un poco bajito para ser soldado?- Catherine repartía raciones entre los soldados que estaban recuperándose. Por los disturbios la mayoría estaban solo fatigados, pero algunos presentaban cortes y contusiones. Muchos podían ser atendidos por sanadores comunes y tratados con pociones básicas y vendajes curativos o anestésicos, y aquellos más graves eran atendidos por los sanadores élficos del hospital o por la propia Níniel, cuya mera cercanía parecía ser capaz de cerrar sus heridas mientras iba de un lado para otro conforme un nuevo grupo llegaba hasta allí*.
-Has crecido mucho niña. Aún recuerdo la primera vez que entraste al hospital. Te puse a hacer pociones porque pensaba que si te hacía poner las manos sobre un hombre herido te iba a dar algo.- Expresó Martha con orgullo de su "pupila". -Mírate ahora.-
-Nunca había...visto a un hombre desnudo. Mucho menos a un humano. Y siempre me habían avisado de lo largas que se les vuelven las manos en presencia de una elfa...- Níniel se avergonzó. Aunque en realidad no es que su experiencia tratando humanos fuese muy diferente a la esperada después de aquello. Catherine seguramente la encontraría tremendamente divertida si le contara como fue realmente.
-A veces este trabajo tiene sus días buenos...- Se jactó la mujer, dándole un golpe en la espalda que se sintió como si se lo hubiese dado Beor. -Aunque hoy no es uno de esos días, me alegra tenerte por aquí. Me Que alguien coordine todo con los soldados. No siempre es fácil.- Dijo la mujer, señalando en qué lugar debían dejar a un soldado que parecía tener un brazo roto. -Yo me ocupo de este.- convino alejándose de la elfa, que decidió acercarse hasta el grupo de recién llegados para que su aura de curación les hiciera efecto.
-Gracias, esto es muy...útil.- Expresó el soldado mientras veía como el daño por un golpe en la cara se desvanecía, y lo propio ocurría con el resto de sus camaradas.
-Un placer.- respondió la joven, que se quedó junto a ellos para que el efecto sanador continuara funcionando. Aquello pareció obligar al soldado a mantener una conversación con ella, aunque parecía algo cohibido. Níniel se limitó a sonreír de manera encantadora a sus nuevos pacientes, y aquello no ayudó en demasía a la locuacidad del soldado.
-Venimos de los jardines...Creo que...ahora nos envían al puerto. Estará bien poder luchar contra unos chupasangres y no con unos ciudadanos molestos.- Dijo, aunque no podría explayarse mucho más con sus detalles operativos, ya que cuando iba a continuar se puso en pie para cuadrarse ante un oficial que se acercaba a paso ligero, y junto él estaban Vincent y Catherine, seguidos de un gran grupo de soldados y milicianos, entre ellos Beor y su grupo.
-Cambio de planes sargento. Hemos obtenido una información de alta prioridad de uno de los prisioneros.- Miró a Vincent como si le estuviera felicitando por su trabajo. -Los líderes agitadores de los disturbios se hacen llamar "La sierpe" y parece que no son solo agitadores, son traidores, seguramente confabulados con la flota enemiga. Preparan un ataque desde el interior de las murallas mientras nos defendemos de los piratas. Planean salir de las catacumbas, y en especial usando una vieja ermita, el brujo ya sabe el lugar. He despachado tropas para reforzar puntos importantes de la ciudad. Esas catacumbas tienen accesos aquí y allá y a saber si no intentarán usarlos también.- Instruyó.
Níniel asintió. Esperaba algo por el estilo ya que asaltar la ciudad directamente era una locura. Aunque a decir verdad no esperaba que el enemigo pudiese usar las catacumbas tan a su antojo. Allí abajo había toda clase de grupos criminales. Incluso contaban con una especie de nobleza del submundo. Esa gente tenía un status quo con la guardia, y la elfa no creía que esos grupos aceptasen esa clase de intrusiones sin dar ningún tipo de alarma o sin atacarla directamente. Había muchos intereses allí abajo a los que una invasión les venía tan mal o peor que a la ciudad sobre sus cabezas. La joven miró a Cath y asintió, se entendían a la perfección, y ambas habían pensado lo mismo.
-Por suerte desde aquí podemos responder a ese subterfugio. Si actuamos con celeridad podemos atacar por sorpresa a quienes pensaban atacar por sorpresa. Recomendaría no obstante el uso solo de las tropas necesarias. Que el resto se mantenga en reserva. Como bien decís, las catacumbas tienen más accesos.- Propuso la joven. -Nosotros atacaremos la ermita de forma rápida y decisiva.- Se refería a su grupo, al de Beor y al grupo del joven Sargento. Ellos atacarían la ermita mientras el grueso de tropas del hospital se mantenía preparado para actuar conforme aquella lucha se desarrollaba. -Usaré luz para comunicarnos si es necesario.- Añadió al final.
Con aquel plan en mente, Níniel y los demás se pusieron en marcha hacia el lugar indicado, Avanzaban en formación, en silencio y a paso ligero por las calles de la ciudad. Su información era limitada. No sabían cuantas de esas "Sierpes" se habían reunido esperando el momento para salir. Tampoco cuánto equipo habían reunido. Además todo parecía indicar que eran aliados de los atacantes vampiros. También tenían que tener en cuenta los otros posibles accesos a la subciudad, aunque la reserva del Capitán de la guardia era su seguro contra ello. En cuanto a ellos mismos, debían ser rápidos y resolutivos, por lo que comenzaría a fortalecerlos de inmediato para estar listos para atacar.
El efecto de la curación en área continuaba, y gracias a ello y a todas las curaciones realizadas antes Níniel contaba con una gran reserva de motas de luz en su bastón. Invocó a la pequeña pero letal hada de luz Kiri**. Sin detener la marcha comenzó a reforzar al grupo con un aumento de sus habilidades. A continuación otorgaría encantamiento de luz a sus armas y barreras protectoras para ellos. Con la furia de Anar, todos verían sus energías aumentadas y verían como orbes de luz comenzaban a rodearlos, lo que les haría capaces de realizar grandes esfuerzos adicionales.*** Con renovado brío y la moral por las nubes, el grupo llegaría a la zona de la ermita.
-Un momento...magia de oscuridad, hay vampiros con ellos. Preparaos.-
- OFF:
- OFF: Nín usa 1 de cada, más las...decenas o cientos de motas de luz acumuladas curando para que todos los pjs con nombre tengan bufitos, y también los soldaditos y milicianos tengan bastantes de ellos. La curación en área seguirá activa también:
*-Nivel 4:[Mágica][Curación divina][2 usos] Círculo de sanación maestro (Milagro): Níniel conjura una curación en área que cura una herida de cualquier gravedad por turno a ella y a todo aliado cercano a ella.
Duración: 2 turnos.
**-Invocación de Kiri Jolith: Nín invoca una pequeña hada de luz capaz de atacar y defender a su invocadora.
Duración 3 turnos.
***-Nivel 2: [Mágica][Fortaleza divina][2 usos] Don sagrado(Milagro): Níniel aumenta las capacidades arquetípicas de el/ los objetivo/s (aumentando la efectividad en el primer caso).
***-Nivel 1: [Mágica][Fortaleza divina][2 usos] Abrazo de Isil Maestro(Milagro): Níniel bendice a uno o más objetivos (aumentando la efectividad en el primer caso) con una película protectora sobre el cuerpo o cuerpos, dándoles protección mágica contra el daño, como si contaran con una armadura adicional. Además la película impide que traspasen sustancias nocivas suspendidas en el aire y mitiga sensaciones térmicas adversas.
***-Nivel 6: [Mágica][Curación divina][1 uso] Furia de Anar Maestra (Milagro en cascada): La sacerdotisa bendice a los pjs que ya gocen de una bendición activa con una infusión de energía divina. Sus dos siguientes habilidades activas, de hasta el nivel 9, que usen verán su uso restablecido.
Nín se mueve hacia la ermita mencionada por el prisionero tras su interrogatorio, y de la que Eberus está saliendo. Llega con un grupo de tropas bendecidas por la luz (al menos en gran parte). La intención es atacar aprovechando al máximo el efecto sorpresa y la desorganización y problemas de movimiento que salir de las catacumbas cause en el grupo enemigo. Aunque no lo puede confirmar puede casi asegurar que están compinchados con los piratas, y al verlos (siente la magia de oscuridad) en la ermita pues cero dudas ya y que se armen los pinches chingadazos.
Níniel Thenidiel
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Re: El retorno del vampiro [Evento Sacrestic]
Con el caos desatado y el rugido de la multitud llenando el aire, Alward no tenía otra opción que enfrentarse a la enardecida turba. Las palabras del Dramaturgo, cargadas de veneno y fervor, habían hecho efecto en la multitud; los seguidores de la Serpiente, aquellos fieles a la visión de un nuevo orden, veían en Alward al hereje que debe ser eliminado. Sus rostros estaban distorsionados por una mezcla de fervor y odio, cada uno de ellos dispuesto a matar por la promesa de una nueva era.
En un abrir y cerrar de ojos, el Dramaturgo se esfumó de la plaza, dejando a Alward rodeado. A su alrededor, los Buchones y otros fanáticos avanzaban con puños y armas improvisadas, cada uno queriendo ser el primero en acabar con el "enemigo de la Serpiente".
Alward desenvainó sus espadas, el reflejo de las llamas de las antorchas del escenario le daban a las hojas con un tono infernal. En su izquierda, Nattehimlen se alza, oscura como la noche, aunque en su superficie danzan pequeños destellos, como si llevara un pedazo del firmamento consigo. En su derecha, Værdi brillaba pura y resplandeciente, su hoja tan blanca como el primer rayo de sol al amanecer.
El primer seguidor de la Serpiente se lanzó hacia él con una daga en alto. Con gran agilidad, Alward mueve a Nattehimlen en un arco rápido y preciso, desviando el ataque mientras giraba para enfrentar a otro que venía desde su flanco. Værdi se deslizó como un relámpago, trazando un corte limpio y decisivo segó la vida de aquel atacante. Más le siguieron. Los movimientos que empleaba Alward eran una danza calculada, una coreografía de vida y muerte donde cada paso era vital para mantener a raya a la marea de fanáticos.
De pronto, algo cayó en mitad del escenario.
Una explosión resonó, y una espesa nube de humo se desplegó alrededor de Alward. El escenario, que apenas un momento antes había sido un hervidero de gritos y rostros deformados por el fervor, se tornó en un manto de nube espeso. Alward apenas podía ver sus propias manos extendidas frente a él, y los sonidos que alcanzaban sus oídos eran confusos, desorientadores. Algo caía a su alrededor con sordos golpes, y los gritos se convertían en ecos lejanos, cargados de terror y agonía.
Cuando el humo se disipó, dejó a la vista una escena inquietante. Alward observó que, a su alrededor, yacían los cuerpos de varios seguidores de la Serpiente, dispuestos en círculo. Todos ellos con la garganta cortada, la sangre brotando en oscuros charcos que humedecían las tablas del escenario. Alward entonces notó cómo una presencia se mantenía pegada a su espalda.
-Lamento la tardanza.-susurró una voz femenina conocida y fría, cercana a su oído.
Alward, sin dejar de observar a los hostiles que aún los rodeaban, sonrió brevemente bajo su máscara. Era Daga Nocturna.
-¿Cómo está tu brazo?
-Un rasguño.-Respondió ella, quitándole importancia al asunto.
La justiciera estaba tensa, sus dos dagas empuñadas con ligereza, sus ojos fijos en la multitud que parecía decidir si avanzar o temer el destino de aquellos que yacían en el suelo. Su postura, lista para atacar en cualquier dirección, era la de alguien acostumbrado a deslizarse entre las sombras y golpear sin ser visto, en contraste con el porte firme y decidido de Alward.
La pausa fue breve. No tardaron en lanzarse contra ellos, enfurecidos por la visión de sus compañeros caídos. Alward y Daga Nocturna actuaron al unísono, como dos fuerzas complementarias. Mientras él giraba y se movía en arcos amplios con Nattehimlen y Værdi, cortando el aire y desviando ataques, Daga Nocturna danzaba alrededor de él como una sombra, rápida y letal. Sus dagas silbaban en el aire, sus movimientos eran precisos y mortales, atacando puntos vulnerables con una agilidad excelente, sin dar respiro a los oponentes.
Un Buchón se abalanzó sobre Alward, blandiendo una espada de hierro con fuerza bruta. Alward bloqueó el golpe con Værdi, mientras con Nattehimlen cortaba el torso del atacante, que cayó sin vida. Otro seguidor intentó aprovechar la apertura, pero Daga Nocturna ya estaba allí, su daga cruzando el cuello del agresor en un movimiento fluido, dejándolo desplomarse a sus pies sin apenas esfuerzo.
-¿Has visto al Dramaturgo?-preguntó Alward entre jadeos, sin dejar de golpear y esquivar ataques.
-Sí.-contestó ella, en un segundo de respiro que los sectarios dieron.-Pero parecías estar en una situación más urgente.
Alward gruñó, agradecido pero consciente de que el Dramaturgo era el verdadero peligro que detener.
La multitud seguía rodeándolos, y la tensión no hacía más que aumentar. En un momento de distracción, varios Buchones intentaron rodearlos por ambos flancos, aprovechando una apertura en su defensa. Pero, de repente, los sectarios cayeron al suelo, uno tras otro, flechas surgiendo de sus espaldas como extraños espolones de madera.
Alward alzó la vista y divisó una silueta sobre uno de los tejados que rodeaban la plaza, un arco en alto y una figura que reconoció al instante.
-Bien hecho, Emm-murmuró para sí mismo, satisfecho.
Desde su posición elevada, Emmanuel tensó otra flecha en su arco y disparó, con una precisión infalible, derribando a otro de los hostiles que se acercaba peligrosamente a sus aliados. Cada disparo era preciso, cada flecha volaba con la certeza de la muerte hacia aquellos que intentaban aproximarse demasiado.
Alward y Daga Nocturna aprovecharon la distracción que ofrecía la presencia de Emmanuel. Con una rapidez renovada, continuaron su avance entre los Buchones que seguían cayendo, algunos por las espadas de Alward, otros por las dagas de Daga Nocturna y otros tantos por las flechas de Emmanuel.
-Tenemos una oportunidad-murmuró Daga Nocturna.-Si nos movemos ahora...
Alward asintió.
-Vamos.
Con Emmanuel cubriéndolos desde lo alto, Alward y Daga Nocturna se abrieron paso a través de los restos de la multitud. Los seguidores de la Serpiente, antes una marea implacable, comenzaban a retroceder, sus filas diezmadas, su fervor ahora teñido de miedo e incertidumbre. Alward no podía evitar sentir la urgencia de encontrar al Dramaturgo, de enfrentarlo y acabar con este “espectáculo” que había convertido la ciudad en un campo de batalla.
Pero, por ahora, todo lo que podía hacer era sobrevivir y seguir adelante, acompañado de sus aliados, hacia el próximo acto en esta trágica y siniestra obra.
En un abrir y cerrar de ojos, el Dramaturgo se esfumó de la plaza, dejando a Alward rodeado. A su alrededor, los Buchones y otros fanáticos avanzaban con puños y armas improvisadas, cada uno queriendo ser el primero en acabar con el "enemigo de la Serpiente".
Alward desenvainó sus espadas, el reflejo de las llamas de las antorchas del escenario le daban a las hojas con un tono infernal. En su izquierda, Nattehimlen se alza, oscura como la noche, aunque en su superficie danzan pequeños destellos, como si llevara un pedazo del firmamento consigo. En su derecha, Værdi brillaba pura y resplandeciente, su hoja tan blanca como el primer rayo de sol al amanecer.
El primer seguidor de la Serpiente se lanzó hacia él con una daga en alto. Con gran agilidad, Alward mueve a Nattehimlen en un arco rápido y preciso, desviando el ataque mientras giraba para enfrentar a otro que venía desde su flanco. Værdi se deslizó como un relámpago, trazando un corte limpio y decisivo segó la vida de aquel atacante. Más le siguieron. Los movimientos que empleaba Alward eran una danza calculada, una coreografía de vida y muerte donde cada paso era vital para mantener a raya a la marea de fanáticos.
De pronto, algo cayó en mitad del escenario.
Una explosión resonó, y una espesa nube de humo se desplegó alrededor de Alward. El escenario, que apenas un momento antes había sido un hervidero de gritos y rostros deformados por el fervor, se tornó en un manto de nube espeso. Alward apenas podía ver sus propias manos extendidas frente a él, y los sonidos que alcanzaban sus oídos eran confusos, desorientadores. Algo caía a su alrededor con sordos golpes, y los gritos se convertían en ecos lejanos, cargados de terror y agonía.
Cuando el humo se disipó, dejó a la vista una escena inquietante. Alward observó que, a su alrededor, yacían los cuerpos de varios seguidores de la Serpiente, dispuestos en círculo. Todos ellos con la garganta cortada, la sangre brotando en oscuros charcos que humedecían las tablas del escenario. Alward entonces notó cómo una presencia se mantenía pegada a su espalda.
-Lamento la tardanza.-susurró una voz femenina conocida y fría, cercana a su oído.
Alward, sin dejar de observar a los hostiles que aún los rodeaban, sonrió brevemente bajo su máscara. Era Daga Nocturna.
-¿Cómo está tu brazo?
-Un rasguño.-Respondió ella, quitándole importancia al asunto.
La justiciera estaba tensa, sus dos dagas empuñadas con ligereza, sus ojos fijos en la multitud que parecía decidir si avanzar o temer el destino de aquellos que yacían en el suelo. Su postura, lista para atacar en cualquier dirección, era la de alguien acostumbrado a deslizarse entre las sombras y golpear sin ser visto, en contraste con el porte firme y decidido de Alward.
La pausa fue breve. No tardaron en lanzarse contra ellos, enfurecidos por la visión de sus compañeros caídos. Alward y Daga Nocturna actuaron al unísono, como dos fuerzas complementarias. Mientras él giraba y se movía en arcos amplios con Nattehimlen y Værdi, cortando el aire y desviando ataques, Daga Nocturna danzaba alrededor de él como una sombra, rápida y letal. Sus dagas silbaban en el aire, sus movimientos eran precisos y mortales, atacando puntos vulnerables con una agilidad excelente, sin dar respiro a los oponentes.
Un Buchón se abalanzó sobre Alward, blandiendo una espada de hierro con fuerza bruta. Alward bloqueó el golpe con Værdi, mientras con Nattehimlen cortaba el torso del atacante, que cayó sin vida. Otro seguidor intentó aprovechar la apertura, pero Daga Nocturna ya estaba allí, su daga cruzando el cuello del agresor en un movimiento fluido, dejándolo desplomarse a sus pies sin apenas esfuerzo.
-¿Has visto al Dramaturgo?-preguntó Alward entre jadeos, sin dejar de golpear y esquivar ataques.
-Sí.-contestó ella, en un segundo de respiro que los sectarios dieron.-Pero parecías estar en una situación más urgente.
Alward gruñó, agradecido pero consciente de que el Dramaturgo era el verdadero peligro que detener.
La multitud seguía rodeándolos, y la tensión no hacía más que aumentar. En un momento de distracción, varios Buchones intentaron rodearlos por ambos flancos, aprovechando una apertura en su defensa. Pero, de repente, los sectarios cayeron al suelo, uno tras otro, flechas surgiendo de sus espaldas como extraños espolones de madera.
Alward alzó la vista y divisó una silueta sobre uno de los tejados que rodeaban la plaza, un arco en alto y una figura que reconoció al instante.
-Bien hecho, Emm-murmuró para sí mismo, satisfecho.
Desde su posición elevada, Emmanuel tensó otra flecha en su arco y disparó, con una precisión infalible, derribando a otro de los hostiles que se acercaba peligrosamente a sus aliados. Cada disparo era preciso, cada flecha volaba con la certeza de la muerte hacia aquellos que intentaban aproximarse demasiado.
Alward y Daga Nocturna aprovecharon la distracción que ofrecía la presencia de Emmanuel. Con una rapidez renovada, continuaron su avance entre los Buchones que seguían cayendo, algunos por las espadas de Alward, otros por las dagas de Daga Nocturna y otros tantos por las flechas de Emmanuel.
-Tenemos una oportunidad-murmuró Daga Nocturna.-Si nos movemos ahora...
Alward asintió.
-Vamos.
Con Emmanuel cubriéndolos desde lo alto, Alward y Daga Nocturna se abrieron paso a través de los restos de la multitud. Los seguidores de la Serpiente, antes una marea implacable, comenzaban a retroceder, sus filas diezmadas, su fervor ahora teñido de miedo e incertidumbre. Alward no podía evitar sentir la urgencia de encontrar al Dramaturgo, de enfrentarlo y acabar con este “espectáculo” que había convertido la ciudad en un campo de batalla.
Pero, por ahora, todo lo que podía hacer era sobrevivir y seguir adelante, acompañado de sus aliados, hacia el próximo acto en esta trágica y siniestra obra.
--------------------------------Fin de la música de fondo------------------------------------
-----------------------------------------------------------------------------
Las calles por las que anduvo el Dramaturgo estaban sumidas en una calma extraña comparada con el bullicio que retumbaba en la ciudad. Katrina lo seguía, observándolo desde un rincones oscuros. No era su estilo intervenir de inmediato; prefería esperar, acechar desde las sombras.
Él se acercó a la entrada de una ermita, con su andar altivo y teatral.
Entró.
Katrina lo siguió. Con cautela, se escondía en rincones, vigas y mobiliario para que el cabecilla de las Sierpes no se percatara de su presencia. Finalmente, este abrió una trampilla y se metió por ella. La peliblanca quedó sola en ese momento.
El Dramaturgo continuó su camino, hasta encontrarse con quienes se suponía que debían de estar allí en ese momento; los invasores. Los dejó pasar. Aquellos pasillos no eran muy anchos, pero se podía circular en ambos sentidos. Se detuvo a unos pasos de la mujer a la que no esperaba encontrar allí, su máscara manteniendo todavía esa sonrisa. El líder de los Ojos de la Serpiente mostró esa mezcla de cordialidad y sarcasmo que lo caracterizaba. Hizo una elaborada reverencia, tan exagerada que parecía estar burlándose de algún protocolo invisible.
-Astrid, querida.-comenzó con esa voz de tono calculado, una especie de canto teatral.-¿Cuánto tiempo ha pasado desde nuestra última… audiencia? ¡Por Loki! ¡Cuánto habría dado por ver cómo te has desenvuelto en estos tiempos oscuros y caóticos!
Astrid se mantuvo inmutable, sus ojos fríos y penetrantes, observándolo con una mezcla de evaluación y distancia calculada. Finalmente, inclinó apenas la cabeza, suficiente para reconocer su presencia, pero no tanto como para sugerir sumisión alguna.
-Jason.-respondió, con un tono su característico tono sereno.-Veo que aún conservas tus… modales. He escuchado lo que has estado haciendo en esta ciudad. Lástima que me haya perdido tus obras.
El Dramaturgo soltó una risa ligera, encogiéndose de hombros como si el asunto le pareciera una simple molestia menor.
-No te preocupes por eso, querida. Lo que sí que me tenía en vilo era tu último encuentro con esos justicieros.-su máscara sonriente casi pareció sonreír más, pero de forma sádica.-¿Sabes que uno de ellos ha hecho su aparición justo en mi escenario? Ha sido asombroso.
-Ah, sí. Los justicieros... una molestia que no fue difícil quitarme de encima.
-Son como los villanos de una buena obra. Solo realzan nuestro propósito.-comentó, divertido.-Me sorprende que hayas decidido unirte al plan después de ese desliz en las catacumbas.
-Mis acciones responden a los deseos del Fantasma.-mostró cierto tono de devoción, como cada vez que hablaba del líder supremo de las Sierpes.-Además, mi tarea era asegurarme de que los seguidores de la Serpiente se mantuvieran leales. Hay muchos que tienden a la duda cuando se enfrentan a un enemigo… demasiado convincente. El veneno está siendo administrado con sumo cuidado. Asegurarnos de que se encuentre en manos competentes ha sido una prioridad. No sirve de nada si nuestros seguidores no son completamente fieles… o si caen bajo el influjo de influencias externas, como ocurrió con ciertos elementos disidentes en el pasado.
El Dramaturgo sonrió, pero sus ojos estaban afilados, evaluando cada palabra de Astrid, cada gesto. Por un instante, se asomó una chispa de sospecha en su mirada, antes de que él volviera a su fachada despreocupada.
-Ah, siempre tan meticulosa. Es refrescante saber que alguien en esta organización valora la eficiencia tanto como yo valoro el dramatismo.-bromeó.-¿Pero no crees que esta noche, especialmente esta noche, merecemos un poco de… improvisación?
Astrid entrecerró los ojos bajo su máscara de ceremonia, la frialdad en su rostro se intensificó.
-La improvisación es peligrosa, Jason. A menos que se controle adecuadamente, podría traicionar nuestros propósitos.
El Dramaturgo soltó una risa ahogada, sus hombros temblando con la diversión.
La ferviente convicción de Astrid era rígida e inflexible, y la locura excéntrica del Dramaturgo convertía cada palabra en una especie de baile macabro.
-El veneno está cumpliendo su propósito. Nuestros seguidores son cada vez más… susceptibles. Pero recuerda, Dramaturgo, si nos desviamos demasiado, el Fantasma no será tan indulgente con las consecuencias.
El Dramaturgo inclinó la cabeza, mostrando una obediencia irónica, casi burlona.
-Ah, Astrid, mi querida sacerdotisa de la Serpiente. No seríamos las Sierpes si no bailáramos en el filo de la navaja. Esta noche, Lunargenta verá nuestro verdadero poder… y al final, todos aplaudirán nuestro espectáculo.
Katrina salió de la ermita con premura, tenía que encontrar a Alward e indicarle por donde había ido el Dramaturgo.
Pero entonces, lo que se encontró la vampiresa la pilló por sorpresa. Un grupo desconocido rompió el aire quieto y aislado, llenándolo de una alerta silenciosa y una hostilidad latente. Aquellos recién llegados —con uniformes y actitudes que los delataban como guardias de Lunargenta, junto con unos pocos rostros que parecían aliados de causas nobles— se acercaban con determinación, observando a los seguidores de las Sierpes con ojos de acero.
A continuación, multitud de sujetos empezaron a salir de la ermita, los cuales se detuvieron al ver a la solitaria chica encapuchada y tapada tanto en manos como en la parte inferior del rostro. Cuando dirigieron su mirada varios metros más allá, vieron al grupo de desconocidos.
Desde otra calle, Alward y Daga Nocturna llegaron al lugar. Las espadas del primero estaban ya desenvainadas, sus hojas como presagios oscuros y luminosos. La figura enmascarada de Daga Nocturna se movía junto a él con fluidez, su postura relajada pero lista para desatar una danza letal en cualquier momento. Arriba, en los tejados circundantes, Emmanuel se desplazaba como un depredador, sus flechas apuntando hacia abajo, listo para defender a sus aliados desde su posición ventajosa.
Katrina, en medio de todas las miradas, señaló hacia la ermita y proyectó su voz mágica hacia todos los presentes, tanto enemigos, aliados o desconocidos.
-¡El Dramaturgo está dentro de ese edificio!-Dijo con voz firme y decidida.
Él se acercó a la entrada de una ermita, con su andar altivo y teatral.
Entró.
Katrina lo siguió. Con cautela, se escondía en rincones, vigas y mobiliario para que el cabecilla de las Sierpes no se percatara de su presencia. Finalmente, este abrió una trampilla y se metió por ella. La peliblanca quedó sola en ese momento.
El Dramaturgo continuó su camino, hasta encontrarse con quienes se suponía que debían de estar allí en ese momento; los invasores. Los dejó pasar. Aquellos pasillos no eran muy anchos, pero se podía circular en ambos sentidos. Se detuvo a unos pasos de la mujer a la que no esperaba encontrar allí, su máscara manteniendo todavía esa sonrisa. El líder de los Ojos de la Serpiente mostró esa mezcla de cordialidad y sarcasmo que lo caracterizaba. Hizo una elaborada reverencia, tan exagerada que parecía estar burlándose de algún protocolo invisible.
-Astrid, querida.-comenzó con esa voz de tono calculado, una especie de canto teatral.-¿Cuánto tiempo ha pasado desde nuestra última… audiencia? ¡Por Loki! ¡Cuánto habría dado por ver cómo te has desenvuelto en estos tiempos oscuros y caóticos!
Astrid se mantuvo inmutable, sus ojos fríos y penetrantes, observándolo con una mezcla de evaluación y distancia calculada. Finalmente, inclinó apenas la cabeza, suficiente para reconocer su presencia, pero no tanto como para sugerir sumisión alguna.
-Jason.-respondió, con un tono su característico tono sereno.-Veo que aún conservas tus… modales. He escuchado lo que has estado haciendo en esta ciudad. Lástima que me haya perdido tus obras.
El Dramaturgo soltó una risa ligera, encogiéndose de hombros como si el asunto le pareciera una simple molestia menor.
-No te preocupes por eso, querida. Lo que sí que me tenía en vilo era tu último encuentro con esos justicieros.-su máscara sonriente casi pareció sonreír más, pero de forma sádica.-¿Sabes que uno de ellos ha hecho su aparición justo en mi escenario? Ha sido asombroso.
-Ah, sí. Los justicieros... una molestia que no fue difícil quitarme de encima.
-Son como los villanos de una buena obra. Solo realzan nuestro propósito.-comentó, divertido.-Me sorprende que hayas decidido unirte al plan después de ese desliz en las catacumbas.
-Mis acciones responden a los deseos del Fantasma.-mostró cierto tono de devoción, como cada vez que hablaba del líder supremo de las Sierpes.-Además, mi tarea era asegurarme de que los seguidores de la Serpiente se mantuvieran leales. Hay muchos que tienden a la duda cuando se enfrentan a un enemigo… demasiado convincente. El veneno está siendo administrado con sumo cuidado. Asegurarnos de que se encuentre en manos competentes ha sido una prioridad. No sirve de nada si nuestros seguidores no son completamente fieles… o si caen bajo el influjo de influencias externas, como ocurrió con ciertos elementos disidentes en el pasado.
El Dramaturgo sonrió, pero sus ojos estaban afilados, evaluando cada palabra de Astrid, cada gesto. Por un instante, se asomó una chispa de sospecha en su mirada, antes de que él volviera a su fachada despreocupada.
-Ah, siempre tan meticulosa. Es refrescante saber que alguien en esta organización valora la eficiencia tanto como yo valoro el dramatismo.-bromeó.-¿Pero no crees que esta noche, especialmente esta noche, merecemos un poco de… improvisación?
Astrid entrecerró los ojos bajo su máscara de ceremonia, la frialdad en su rostro se intensificó.
-La improvisación es peligrosa, Jason. A menos que se controle adecuadamente, podría traicionar nuestros propósitos.
El Dramaturgo soltó una risa ahogada, sus hombros temblando con la diversión.
La ferviente convicción de Astrid era rígida e inflexible, y la locura excéntrica del Dramaturgo convertía cada palabra en una especie de baile macabro.
-El veneno está cumpliendo su propósito. Nuestros seguidores son cada vez más… susceptibles. Pero recuerda, Dramaturgo, si nos desviamos demasiado, el Fantasma no será tan indulgente con las consecuencias.
El Dramaturgo inclinó la cabeza, mostrando una obediencia irónica, casi burlona.
-Ah, Astrid, mi querida sacerdotisa de la Serpiente. No seríamos las Sierpes si no bailáramos en el filo de la navaja. Esta noche, Lunargenta verá nuestro verdadero poder… y al final, todos aplaudirán nuestro espectáculo.
Katrina salió de la ermita con premura, tenía que encontrar a Alward e indicarle por donde había ido el Dramaturgo.
Pero entonces, lo que se encontró la vampiresa la pilló por sorpresa. Un grupo desconocido rompió el aire quieto y aislado, llenándolo de una alerta silenciosa y una hostilidad latente. Aquellos recién llegados —con uniformes y actitudes que los delataban como guardias de Lunargenta, junto con unos pocos rostros que parecían aliados de causas nobles— se acercaban con determinación, observando a los seguidores de las Sierpes con ojos de acero.
A continuación, multitud de sujetos empezaron a salir de la ermita, los cuales se detuvieron al ver a la solitaria chica encapuchada y tapada tanto en manos como en la parte inferior del rostro. Cuando dirigieron su mirada varios metros más allá, vieron al grupo de desconocidos.
Desde otra calle, Alward y Daga Nocturna llegaron al lugar. Las espadas del primero estaban ya desenvainadas, sus hojas como presagios oscuros y luminosos. La figura enmascarada de Daga Nocturna se movía junto a él con fluidez, su postura relajada pero lista para desatar una danza letal en cualquier momento. Arriba, en los tejados circundantes, Emmanuel se desplazaba como un depredador, sus flechas apuntando hacia abajo, listo para defender a sus aliados desde su posición ventajosa.
Katrina, en medio de todas las miradas, señaló hacia la ermita y proyectó su voz mágica hacia todos los presentes, tanto enemigos, aliados o desconocidos.
-¡El Dramaturgo está dentro de ese edificio!-Dijo con voz firme y decidida.
___________________________________________________________
OFF;
Listo para los putasos (?).
- RESUMEN:
- Llevo al Dramaturgo hasta donde están Astrid y Eberus.
También hago mención a la llegada del grupo de Niniel y Vincent, y me uno a ellos para confrontar a los invasores.
Mi objetivo es confrontar a las Sierpes, luchar contra ellos y no dejar que cumplan con su objetivo (también matar al Dramaturgo). Katrina está oculta bajo su capucha y no ha revelado su identidad, al igual que Alward, por lo que ninguno de los cabecillas saben quiénes son. Emmanuel también está oculto y usa ropajes distintos a los que tenía cuando se enfrentó hace años a las Sierpes, por lo que nuestras identidades están en secreto por parte de los malos malosos (todavía) (Vin obviamente nos reconocerá porque ya ha viajado con nosotros antes).
No me quedó muy claro si las habilidades que Niniel usa tendrían efectos en mi y mis personajes al llegar después, así que para curarme en salud, no he hecho mención de eso. Si estoy equivocado, lo edito o en la siguiente ronda haré dicha mención.
Espero que la reportera Merié esté tomando buenos apuntes de lo ocurrido, la verdad se tiene que saber.
Por cierto, Daga Nocturna está recuperada de unas heridas que la dejaron bastante tocada, pero aun así no está al 100%, por lo que le estará en desventaja contra alguno de los personajes o con los cabecillas de las Sierpes. Esta información es para que Fehu la tenga en cuenta. Y, si Zagreus está leyendo esto, no te preocupes, dejaste a la Daga Nocturna bastante tiempo tocada, tanto que se le daba por desaparecida hasta ahora.
Vin, si al final resulta que estás allí, no digas mi nombre frente a las Sierpes, ni el de Katrina (?)
Alward Sevna
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Re: El retorno del vampiro [Evento Sacrestic]
Al brujo mercenario no le gustaba la fama. Digamos que no era ese tipo de personas, pero haberle sacado las castañas al ejército de los humanos, aquí y allá, le había granjeado interesantes contactos que no podía negar.
- Por supuesto, es por aquí-, respondió el soldado que discutía el cambio de edificios de lugar.
- Carol, acomoda a los niños y ayuda en lo que puedas. Yo tengo que…
- ¿Fingir que eres buen tipo? - contestó en tono divertido la mujer.
- Correcto-, respondió antes de ponerse en marcha siguiendo la figura del militar.
- Evita morirte, ¿quieres? - dijo aún con desenfado, pero más seria, como si fuera una madre avisando a su hijo.
- No te lo creerás, pero me esfuerzo en ello todos los días-, terminó por decir, sin detenerse.
No hacía falta girarse para “ver” el gesto que había puesto la mujer ante su típico desenfado.
En cualquier caso, el soldado no tardó en llevarlo al cuarto dónde tenían retenido al prisionero. Fuera había dos guardias apostados a ambos lados de la puerta, que miraron con suspicacia al que no era miembro del ejército real, ni la milicia, pero como venía acompañado por uno de los suyos, no dijeron nada. Dentro se escuchaban voces, pero el muchacho no perdió el tiempo y tocó en la puerta.
- ¡Quién viene! -
- Señor, traigo al brujo que nos ha ayudado en el pasado-, respondió el soldado nada más entrar, tras cuadrarse.
- ¿Quién? ¿Os habéis empeñado todos en hacerme perder el tiempo? Debo continuar con la fortificación de la plaza. No perdiendo el tiempo con gilipolleces-, manifestó, con cierto tono enfadado, desviando la mirada hacia otro guerrero que estaba dentro con él desde el principio, y que tragó saliva ante el comentario de su superior.
- Permítame que me presente. Soy Vincent Calhoun-, mentó, dando unos pasos al frente y superando al hombre que había sido su guía. - Ayudé a defender las murallas de Roilkat y luché en Edén…
- Ah. Ese brujo. Destruiste todo ese maldito lugar lleno de pirados. -
- No. Yo no…-, empezó a decir, antes de suspirar profundamente.
«Me cago en el chaval que esparce esos rumores sobre mí», pensó, mientras se daba un instante para cambiar el gesto de su cara.
- Sí, justo. Soy ese brujo. -
- Tu ayuda siempre será bienvenida. Pero, por favor, no destruyas esta ciudad en el proceso-, soltó más informal. - ¿Pero qué te trae aquí? A este cuarto. -
- Ni se me ocurriría. En Lunargenta tengo propiedad privada-, dijo tomando el comentario con humor. - Él-, comentó, señalando al hombre que no dejaba de desvariar, y que no se había callado en todo el rato en el que habían estado hablando.
- Ya tenía claro que venías a verme a mí o a él. Lo que pregunto en realidad es: ¿Por qué? -
- Por los rumores de lo que decía y que ya mismo puedo escuchar con mis propios oídos. ¿Puedo? - comentó, dando un paso hacia el prisionero.
El oficial respondió con un asentimiento de cabeza.
Vincent prosiguió su andar y se arrodilló con diestra para acercarse su rostro al hombre, que estaba en el suelo, con sus manos atadas y estas a su vez lo estaban a uno de los laterales de una estantería de madera fijada contra la pared.
El brujo volvió a escuchar los delirios del prisionero y acercó su rostro un poco más al de él.
- Las Sierpes ascenderán, nosotros ascenderemos con la Serpiente, compañero-, le dijo totalmente serio.
El loco sonrió como tal, con una expresión que lo hacía parecer aún más perturbado de lo que ya estaba.
- Las Sierpes golpearán desde la antigua Ermita-, contestó.
Vincent, no pudo evitar un acto reflejo que hizo que alejara la cara al enderezar su torso.
- No puede ser-, masculló, en un susurro. Ese hombre había pasado de loco a un informante válido. - ¿Cuántos? - preguntó, volviendo a acercar su rostro al tipo.
- Desde la sagrada ermita. Cuando los piratas ataquen. -
- Eso ya lo sé. Te he preguntado otra cuestión. -
Pero el prisionero comenzó a recitar la retahíla de frases que ya soltaba antes de que el brujo le influyera para decir más.
- Bueno, que son las sierpes, aparte de lo obvio. Qué son estas tonterías sobre serpientes. -
- Tonterías serias-, respondió, irguiendo su cuerpo para después acercarse al mando militar.
- No hablarás en serio. ¿Le das crédito a ese perturbado? Ya mis soldados me han hecho perder el tiempo al escuchar esa bobada. Reconozco que la parte que habla sobre la llegada desde las catacumbas mientras hay un ataque pirata es… Curioso, pues justo están atacando el puerto-, afirmó, para luego alargar la mano. - Pero mira su estado, es como si su mente ya estuviera platicando con los dioses.
Vincent pensó que quizás era buena idea que Níniel examinara a ese hombre, pues además de sanadora, era una gran alquimista. Más, la necesitaba en otra parte si lo dicho por el sujeto se volvía realidad. Y esa era la parte importante de todo aquello, que debía centrarse en aquello que podía volverse realidad.
- ¿Podemos acaso permitirnos no creerle? Hay que prepararse, en el peor de los casos será un mentira que nos hará perder tiempo-, dijo esta vez. Luego suspiró mientras pensaba en cómo convencer al oficial. - Mire, Las Sierpes son un grupo peligroso, no quiero perder el tiempo explicándolo con detalle, pero los conozco-. Obvió decir por medio de un amigo para no causar más preguntas innecesarias. Él era un brujo conocido por ayudarles, eso bastaría para convencerle. O eso esperaba. - Habla como un loco, pero sus palabras están llenas de verdad porque Las Sierpes existen, tienen capacidad para esto y son un misterio para casi todo el mundo. Y él los conoce.
El oficial fue el que ahora suspiró, para después hacer un gesto con la cabeza de disgusto.
- ¡Joder! Los problemas nunca vienen solos-, comentó. - Te creo. Cómo dices, perderemos mucho si no le hacemos caso y casi nada si elegimos lo contrario-, prosiguió mientras se ponía en marcha y hacía un gesto a los soldados que estaban dentro de la estancia para que le siguieran. - Vosotros dos, vigilad este cuarto y que nadie más entre-, ordenó a los dos que seguían fuera, antes de seguir su camino, mientras era seguido por los otros tres hombres, brujo incluido. - ¿Alguna idea? -
- Esa ermita, ¿a dónde se refiere? -
- No hay muchos templos de esa religión en la ciudad. ¿Una antigua? ¿Conoces la plaza dónde han instalado un teatro de madera? -
- Sí-, respondió. - Ah, entiendo-, comentó justo después, pues ya sabía a qué lugar se refería.
Vivir en esa ciudad tenía sus ventajas.
- Alertaré a mis hombres. Pero si atacan desde las catacumbas habrá muchos lugares por los que golpear. Así que los distribuiré de la mejor manera, dejando una gran parte en reserva para golpear en dónde haga falta, en cuánto reciba información de mis vanguardias. No puedo obrar de otra manera porque no sé con cuántos efectivos cuenta el enemigo y no sé dónde golpearán con mayor fuerza. También mandaré mensajes para alertar a otras guarniciones de la ciudad. -
- Ah, da gusto tratar con profesionales-, respondió el brujo. La guerra era una mierda, pero la camaradería entre hombres acostumbrados a ella era otra historia. - Con su beneplácito, iré a la ermita, comprobaré de primera mano si la información de nuestro amigo es verídica.
- ¿Irás solo? -
- No, con mi pareja. La sacerdotisa que anda curando a parte de la soldadesca es poderosa y me acompañará. Su amiga lo es igualmente. -
- Bien. La he visto. Vamos con ella. Tus habilidades de destrucción son conocidas, pero igualmente mandaré un grupo con ustedes -
Tras una corta caminata llegaron al salón dónde los soldados esperaban sanación, y para alegría del oficial, pues esa circunstancia agilizaría sus órdenes, uno de sus sargentos estaba allí, siendo curado, por lo que le cambió los planes sobre la marcha.
Nín había luchado mucho a lo largo de su vida. Ella ya se había convertido en veterana. Su propuesta no distaba de la idea del oficial y de la mejor opción en ese caso.
El resto es una historia que, incluso, ya ha sido contada en otros relatos. El grupo fue al lugar indicado. Sin embargo, ese día no dejaba de estar lleno de sorpresas.
- Eso parece-, mentó, al ver, tras una de las ventanas del edificio, una oscuridad expandirse con sus ojos de brujo, que no tardó en dirigir hacia el cielo.
Aún no era noche cerrada.
Era extraño, por varios motivos. El más obvio, y sorprendente, por quienes estaban usando la magia, lo que los convertía en sujetos de una especie en particular, pero igual también lo era el hecho de que aún era tiempo de penumbra y la oscuridad mágica quedaba más resaltada de lo que le gustaría a sus usuarios.
La magia parecía buscar evitar que se viera lo que ocurría dentro, a través de la ventanita, o la puerta, pero hasta la mirada de alguien que no pudiera detectar el éter podría verlo como un suceso extraño. Si alguien se paraba a mirar la ermita, claro estaba. La gente estaba centrada en sus propias vidas y problemas, de una ciudad con disturbios y ataque pirata. Pero era un riesgo y eso parecía indicar… ¿Aquello significaba que pensaban salir ya de la ermita?
- Al menos ya sabemos que el prisionero no mentía ni desvariaba-, afirmó, para después girar el cuello y mirar a uno de los hombres de la milicia. - Sargento, con su permiso. Ve y dile a tu capitán que el prisionero decía la verdad. Confirma la información.
El sargento se limitó a asentir y el muchacho se marchó a la carrera.
- ¿Has elegido al más joven por casualidad? -
- No -, respondió.
Más, aquella sólo era una de las sorpresas. Alguien le habló, una voz familiar. Aunque lo correcto sería decir que una voz se escuchó en el interior de su cabeza. Tras ello, Vincent miró en la otra dirección y aparecieron otras dos personas, y uno era claramente reconocible para él pese a la máscara.
- Vaya, vaya. No pensé que estarían en la ciudad. No podrían imaginar que hace unos instantes estaba pensando en ustedes al interrogar a un tipo, pues hablaba de una conocida serpiente-, manifestó. - Aunque el reencuentro tiene su lógica, dadas las circunstancias. Bella dama-, dirigió sus palabras a Katrina. - No me diga que el caballero enmascarado aún no ha declarado sus sentimientos por usted-, soltó con su habitual desparpajo. - Hechas las presentaciones, suena como alguien importante de la organización, habrá que intervenir y evitar que este mal se propague.
- Mejor no arriesgarse. Colocaré a mis tiradores en las alturas más cercanas a la ermita-, mentó, al tiempo que señalaba las casas cercanas, si había que entrar en casas privadas para subir a los balcones o tejados, se haría. - El resto atacaremos o…
- Déjalo en nuestras manos. Presentaré mis respetos a nuestros nuevos amigos junto a mis camaradas. Creo que es mejor que preparen un perímetro tras nosotros y vayan a por quien intente escapar o superarnos en número-, afirmó, mientras dejaba tiempo a los ballesteros y arqueros para colocarse en posición.
El sargento hizo caso al brujo y dio instrucciones al resto de sus hombres. Tras un rato, Vincent se puso en camino
Pero claro, los vampiros, según tremendo “Gansón”, podrían ser vampiratas, vampiñatas o vampirados, pero nunca vampiciegos.
No tardarían en ver la figura de un hombre solitario acercándose a la ermita, de frente y sin miedo. Podría ser un enemigo estúpido, o algo peor, algún vendedor de biblias. En cualquier caso, ese tipo iba a fastidiar todo el plan.
Cuando vieran al resto de soldados y guerreros, lo más lógico era pensar que no quedaba más remedio que iniciar el ataque. El brujo contaba con que los vampiros tuvieran cerebro y ganas de fiesta.
- ¡Hoy! ¡Los humanos volveréis a recordar vuestro terror! - gritó uno de los hombres, saliendo de la oscuridad, de frente al brujo.
El recuerdo de la zona le dejaba claro, pese a la oscuridad tras el sujeto, que había salido por la puerta y estaba justo delante de su umbral.
Cebo contra cebo. Vincent podía ser muchas cosas, pero no idiota. El único motivo para que saliera uno es que tenía compañeros justo detrás, en la oscuridad. Y si no se daba prisa, pronto saldrían más.
- Mis calzones se acaban de teñir de marrón por dentro. Si me disculpan, procederé a huir-, respondió.
Y ahí el brujo se echó a correr y se acabó esta hermosa historia.
Pues no, sólo hizo amago de ello y sin mediar más palabra, justo cuando el primero de los vampiros cargaba contra él, le dedicó un hermoso dragón de fuego que lo devoró por completo para después seguir su camino hacia el interior de la pequeña ermita. Golpeando todo lo que encontrase a su paso e impactando contra el fondo de la pared del templo en una hermosa deflagración.[1]
El paso del fuego había disminuido parte de la oscuridad mágica. Seguro que pueden imaginar por qué.
Vincent avanzó, pasando de largo de los hombres calcinados o retorciéndose en agónico dolor y se paró frente al umbral de la puerta, en dónde desenvainó la espada de fuego.
Su parte en la batalla había comenzado.
Níniel, usaste el mismo naranja que usé para mi amiga Carol en el post anterior, y tuve que cambiarlo, y para el oficial de la guardia, el mismo amarillo que un guardia antes. Te voy a regalar una paleta de colores para navidad (?) XDD
Resumen del post: Interrogo a Donton con la información que nos dios el máster Fehu en su relato, más lo que nos indicó offrol que podíamos sonsacar.
Con esa información alerto a la guardia para que tome las medidas pertinentes y se prepare para la nueva amenaza, y voy junto con Níniel, Cath y grupo de soldados a la Ermita mencionada. (Descuiden, el grupo no son los cien mil hijos de San Pito Pato. Es algo acorde a las circunstancias.)
Allí aparece Alward junto a Daga Nocturna y también aparece Katrina que nos avisa de la entrada del Dramaturgo a la Ermita. (Aunque evidentemente no sabemos exactamente dónde está)
Tras ello ataco con un Rugido del Dragón de Fuego [1], habilidad de nivel 7, pero no se gasta su uso porque consumo uno de las recuperaciones de habilidades otorgada por la magia de Níniel, Furia de Anar Maestra.
Lanzo el ataque por la entrada hacia el interior de la Ermita y hago un pequeño resumen de lo que considero lógicos efectos del ataque, pero el daño ocasionado y alcance total sobre las personas dentro se lo dejo en manos del master Fehu.
- Por supuesto, es por aquí-, respondió el soldado que discutía el cambio de edificios de lugar.
- Carol, acomoda a los niños y ayuda en lo que puedas. Yo tengo que…
- ¿Fingir que eres buen tipo? - contestó en tono divertido la mujer.
- Correcto-, respondió antes de ponerse en marcha siguiendo la figura del militar.
- Evita morirte, ¿quieres? - dijo aún con desenfado, pero más seria, como si fuera una madre avisando a su hijo.
- No te lo creerás, pero me esfuerzo en ello todos los días-, terminó por decir, sin detenerse.
No hacía falta girarse para “ver” el gesto que había puesto la mujer ante su típico desenfado.
En cualquier caso, el soldado no tardó en llevarlo al cuarto dónde tenían retenido al prisionero. Fuera había dos guardias apostados a ambos lados de la puerta, que miraron con suspicacia al que no era miembro del ejército real, ni la milicia, pero como venía acompañado por uno de los suyos, no dijeron nada. Dentro se escuchaban voces, pero el muchacho no perdió el tiempo y tocó en la puerta.
- ¡Quién viene! -
- Señor, traigo al brujo que nos ha ayudado en el pasado-, respondió el soldado nada más entrar, tras cuadrarse.
- ¿Quién? ¿Os habéis empeñado todos en hacerme perder el tiempo? Debo continuar con la fortificación de la plaza. No perdiendo el tiempo con gilipolleces-, manifestó, con cierto tono enfadado, desviando la mirada hacia otro guerrero que estaba dentro con él desde el principio, y que tragó saliva ante el comentario de su superior.
- Permítame que me presente. Soy Vincent Calhoun-, mentó, dando unos pasos al frente y superando al hombre que había sido su guía. - Ayudé a defender las murallas de Roilkat y luché en Edén…
- Ah. Ese brujo. Destruiste todo ese maldito lugar lleno de pirados. -
- No. Yo no…-, empezó a decir, antes de suspirar profundamente.
«Me cago en el chaval que esparce esos rumores sobre mí», pensó, mientras se daba un instante para cambiar el gesto de su cara.
- Sí, justo. Soy ese brujo. -
- Tu ayuda siempre será bienvenida. Pero, por favor, no destruyas esta ciudad en el proceso-, soltó más informal. - ¿Pero qué te trae aquí? A este cuarto. -
- Ni se me ocurriría. En Lunargenta tengo propiedad privada-, dijo tomando el comentario con humor. - Él-, comentó, señalando al hombre que no dejaba de desvariar, y que no se había callado en todo el rato en el que habían estado hablando.
- Ya tenía claro que venías a verme a mí o a él. Lo que pregunto en realidad es: ¿Por qué? -
- Por los rumores de lo que decía y que ya mismo puedo escuchar con mis propios oídos. ¿Puedo? - comentó, dando un paso hacia el prisionero.
El oficial respondió con un asentimiento de cabeza.
Vincent prosiguió su andar y se arrodilló con diestra para acercarse su rostro al hombre, que estaba en el suelo, con sus manos atadas y estas a su vez lo estaban a uno de los laterales de una estantería de madera fijada contra la pared.
El brujo volvió a escuchar los delirios del prisionero y acercó su rostro un poco más al de él.
- Las Sierpes ascenderán, nosotros ascenderemos con la Serpiente, compañero-, le dijo totalmente serio.
El loco sonrió como tal, con una expresión que lo hacía parecer aún más perturbado de lo que ya estaba.
- Las Sierpes golpearán desde la antigua Ermita-, contestó.
Vincent, no pudo evitar un acto reflejo que hizo que alejara la cara al enderezar su torso.
- No puede ser-, masculló, en un susurro. Ese hombre había pasado de loco a un informante válido. - ¿Cuántos? - preguntó, volviendo a acercar su rostro al tipo.
- Desde la sagrada ermita. Cuando los piratas ataquen. -
- Eso ya lo sé. Te he preguntado otra cuestión. -
Pero el prisionero comenzó a recitar la retahíla de frases que ya soltaba antes de que el brujo le influyera para decir más.
- Bueno, que son las sierpes, aparte de lo obvio. Qué son estas tonterías sobre serpientes. -
- Tonterías serias-, respondió, irguiendo su cuerpo para después acercarse al mando militar.
- No hablarás en serio. ¿Le das crédito a ese perturbado? Ya mis soldados me han hecho perder el tiempo al escuchar esa bobada. Reconozco que la parte que habla sobre la llegada desde las catacumbas mientras hay un ataque pirata es… Curioso, pues justo están atacando el puerto-, afirmó, para luego alargar la mano. - Pero mira su estado, es como si su mente ya estuviera platicando con los dioses.
Vincent pensó que quizás era buena idea que Níniel examinara a ese hombre, pues además de sanadora, era una gran alquimista. Más, la necesitaba en otra parte si lo dicho por el sujeto se volvía realidad. Y esa era la parte importante de todo aquello, que debía centrarse en aquello que podía volverse realidad.
- ¿Podemos acaso permitirnos no creerle? Hay que prepararse, en el peor de los casos será un mentira que nos hará perder tiempo-, dijo esta vez. Luego suspiró mientras pensaba en cómo convencer al oficial. - Mire, Las Sierpes son un grupo peligroso, no quiero perder el tiempo explicándolo con detalle, pero los conozco-. Obvió decir por medio de un amigo para no causar más preguntas innecesarias. Él era un brujo conocido por ayudarles, eso bastaría para convencerle. O eso esperaba. - Habla como un loco, pero sus palabras están llenas de verdad porque Las Sierpes existen, tienen capacidad para esto y son un misterio para casi todo el mundo. Y él los conoce.
El oficial fue el que ahora suspiró, para después hacer un gesto con la cabeza de disgusto.
- ¡Joder! Los problemas nunca vienen solos-, comentó. - Te creo. Cómo dices, perderemos mucho si no le hacemos caso y casi nada si elegimos lo contrario-, prosiguió mientras se ponía en marcha y hacía un gesto a los soldados que estaban dentro de la estancia para que le siguieran. - Vosotros dos, vigilad este cuarto y que nadie más entre-, ordenó a los dos que seguían fuera, antes de seguir su camino, mientras era seguido por los otros tres hombres, brujo incluido. - ¿Alguna idea? -
- Esa ermita, ¿a dónde se refiere? -
- No hay muchos templos de esa religión en la ciudad. ¿Una antigua? ¿Conoces la plaza dónde han instalado un teatro de madera? -
- Sí-, respondió. - Ah, entiendo-, comentó justo después, pues ya sabía a qué lugar se refería.
Vivir en esa ciudad tenía sus ventajas.
- Alertaré a mis hombres. Pero si atacan desde las catacumbas habrá muchos lugares por los que golpear. Así que los distribuiré de la mejor manera, dejando una gran parte en reserva para golpear en dónde haga falta, en cuánto reciba información de mis vanguardias. No puedo obrar de otra manera porque no sé con cuántos efectivos cuenta el enemigo y no sé dónde golpearán con mayor fuerza. También mandaré mensajes para alertar a otras guarniciones de la ciudad. -
- Ah, da gusto tratar con profesionales-, respondió el brujo. La guerra era una mierda, pero la camaradería entre hombres acostumbrados a ella era otra historia. - Con su beneplácito, iré a la ermita, comprobaré de primera mano si la información de nuestro amigo es verídica.
- ¿Irás solo? -
- No, con mi pareja. La sacerdotisa que anda curando a parte de la soldadesca es poderosa y me acompañará. Su amiga lo es igualmente. -
- Bien. La he visto. Vamos con ella. Tus habilidades de destrucción son conocidas, pero igualmente mandaré un grupo con ustedes -
Tras una corta caminata llegaron al salón dónde los soldados esperaban sanación, y para alegría del oficial, pues esa circunstancia agilizaría sus órdenes, uno de sus sargentos estaba allí, siendo curado, por lo que le cambió los planes sobre la marcha.
Nín había luchado mucho a lo largo de su vida. Ella ya se había convertido en veterana. Su propuesta no distaba de la idea del oficial y de la mejor opción en ese caso.
El resto es una historia que, incluso, ya ha sido contada en otros relatos. El grupo fue al lugar indicado. Sin embargo, ese día no dejaba de estar lleno de sorpresas.
- Eso parece-, mentó, al ver, tras una de las ventanas del edificio, una oscuridad expandirse con sus ojos de brujo, que no tardó en dirigir hacia el cielo.
Aún no era noche cerrada.
Era extraño, por varios motivos. El más obvio, y sorprendente, por quienes estaban usando la magia, lo que los convertía en sujetos de una especie en particular, pero igual también lo era el hecho de que aún era tiempo de penumbra y la oscuridad mágica quedaba más resaltada de lo que le gustaría a sus usuarios.
La magia parecía buscar evitar que se viera lo que ocurría dentro, a través de la ventanita, o la puerta, pero hasta la mirada de alguien que no pudiera detectar el éter podría verlo como un suceso extraño. Si alguien se paraba a mirar la ermita, claro estaba. La gente estaba centrada en sus propias vidas y problemas, de una ciudad con disturbios y ataque pirata. Pero era un riesgo y eso parecía indicar… ¿Aquello significaba que pensaban salir ya de la ermita?
- Al menos ya sabemos que el prisionero no mentía ni desvariaba-, afirmó, para después girar el cuello y mirar a uno de los hombres de la milicia. - Sargento, con su permiso. Ve y dile a tu capitán que el prisionero decía la verdad. Confirma la información.
El sargento se limitó a asentir y el muchacho se marchó a la carrera.
- ¿Has elegido al más joven por casualidad? -
- No -, respondió.
Más, aquella sólo era una de las sorpresas. Alguien le habló, una voz familiar. Aunque lo correcto sería decir que una voz se escuchó en el interior de su cabeza. Tras ello, Vincent miró en la otra dirección y aparecieron otras dos personas, y uno era claramente reconocible para él pese a la máscara.
- Vaya, vaya. No pensé que estarían en la ciudad. No podrían imaginar que hace unos instantes estaba pensando en ustedes al interrogar a un tipo, pues hablaba de una conocida serpiente-, manifestó. - Aunque el reencuentro tiene su lógica, dadas las circunstancias. Bella dama-, dirigió sus palabras a Katrina. - No me diga que el caballero enmascarado aún no ha declarado sus sentimientos por usted-, soltó con su habitual desparpajo. - Hechas las presentaciones, suena como alguien importante de la organización, habrá que intervenir y evitar que este mal se propague.
- Mejor no arriesgarse. Colocaré a mis tiradores en las alturas más cercanas a la ermita-, mentó, al tiempo que señalaba las casas cercanas, si había que entrar en casas privadas para subir a los balcones o tejados, se haría. - El resto atacaremos o…
- Déjalo en nuestras manos. Presentaré mis respetos a nuestros nuevos amigos junto a mis camaradas. Creo que es mejor que preparen un perímetro tras nosotros y vayan a por quien intente escapar o superarnos en número-, afirmó, mientras dejaba tiempo a los ballesteros y arqueros para colocarse en posición.
El sargento hizo caso al brujo y dio instrucciones al resto de sus hombres. Tras un rato, Vincent se puso en camino
Pero claro, los vampiros, según tremendo “Gansón”, podrían ser vampiratas, vampiñatas o vampirados, pero nunca vampiciegos.
No tardarían en ver la figura de un hombre solitario acercándose a la ermita, de frente y sin miedo. Podría ser un enemigo estúpido, o algo peor, algún vendedor de biblias. En cualquier caso, ese tipo iba a fastidiar todo el plan.
Cuando vieran al resto de soldados y guerreros, lo más lógico era pensar que no quedaba más remedio que iniciar el ataque. El brujo contaba con que los vampiros tuvieran cerebro y ganas de fiesta.
- ¡Hoy! ¡Los humanos volveréis a recordar vuestro terror! - gritó uno de los hombres, saliendo de la oscuridad, de frente al brujo.
El recuerdo de la zona le dejaba claro, pese a la oscuridad tras el sujeto, que había salido por la puerta y estaba justo delante de su umbral.
Cebo contra cebo. Vincent podía ser muchas cosas, pero no idiota. El único motivo para que saliera uno es que tenía compañeros justo detrás, en la oscuridad. Y si no se daba prisa, pronto saldrían más.
- Mis calzones se acaban de teñir de marrón por dentro. Si me disculpan, procederé a huir-, respondió.
Y ahí el brujo se echó a correr y se acabó esta hermosa historia.
Pues no, sólo hizo amago de ello y sin mediar más palabra, justo cuando el primero de los vampiros cargaba contra él, le dedicó un hermoso dragón de fuego que lo devoró por completo para después seguir su camino hacia el interior de la pequeña ermita. Golpeando todo lo que encontrase a su paso e impactando contra el fondo de la pared del templo en una hermosa deflagración.[1]
El paso del fuego había disminuido parte de la oscuridad mágica. Seguro que pueden imaginar por qué.
Vincent avanzó, pasando de largo de los hombres calcinados o retorciéndose en agónico dolor y se paró frente al umbral de la puerta, en dónde desenvainó la espada de fuego.
Su parte en la batalla había comenzado.
Offrol
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Níniel, usaste el mismo naranja que usé para mi amiga Carol en el post anterior, y tuve que cambiarlo, y para el oficial de la guardia, el mismo amarillo que un guardia antes. Te voy a regalar una paleta de colores para navidad (?) XDD
Resumen del post: Interrogo a Donton con la información que nos dios el máster Fehu en su relato, más lo que nos indicó offrol que podíamos sonsacar.
Con esa información alerto a la guardia para que tome las medidas pertinentes y se prepare para la nueva amenaza, y voy junto con Níniel, Cath y grupo de soldados a la Ermita mencionada. (Descuiden, el grupo no son los cien mil hijos de San Pito Pato. Es algo acorde a las circunstancias.)
Allí aparece Alward junto a Daga Nocturna y también aparece Katrina que nos avisa de la entrada del Dramaturgo a la Ermita. (Aunque evidentemente no sabemos exactamente dónde está)
Tras ello ataco con un Rugido del Dragón de Fuego [1], habilidad de nivel 7, pero no se gasta su uso porque consumo uno de las recuperaciones de habilidades otorgada por la magia de Níniel, Furia de Anar Maestra.
Lanzo el ataque por la entrada hacia el interior de la Ermita y hago un pequeño resumen de lo que considero lógicos efectos del ataque, pero el daño ocasionado y alcance total sobre las personas dentro se lo dejo en manos del master Fehu.
- Gif momento Puerta, sólo por los lols:
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- Gif idea regalo de Eberus, para un mayor números de lols:
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Vincent Calhoun
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Re: El retorno del vampiro [Evento Sacrestic]
El eco de las explosiones retumbó en los muelles de Lunargenta, iluminando la bahía con destellos rojos y naranjas que se reflejaban en las aguas embravecidas. La brisa traía consigo el aroma acre del aceite ardiendo y el crujido de madera partiéndose en las embarcaciones que sucumbían al fuego. Fëanor estaba en guardia, sus ojos recorriendo el panorama. Los pocos piratas que lograron llegar a tierra fueron interceptados por las fuerzas defensivas, pero la amenaza no había pasado del todo.
Fëanor estrechó la mandíbula, luchando con la incertidumbre. El bullicio de la ciudad, donde la Guardia aún lidiaba con los disturbios, resonaba con una mezcla de miedo y confusión. Sus dedos se tensaron, empuñando las manos, un gesto casi inconsciente que reflejaba la disyuntiva en su mente: ¿qué estaba ocurriendo? Los heridos que comenzaban a llegar al improvisado hospital de campaña eran poquísimos y en su mayoría eran heridas leves causadas por algún fragmento de escombro que salió disparado muy lejos y cayó sobre alguien con muy mala suerte. Se percibía una sensación sospecha generalizada en todos los presentes.
Fëanor debatía internamente entre su debía permanecer allí en el puerto esperando a un combate, o sería mejor regresar a la ciudad, donde presentía que sería más útil.
A su alrededor, los guardias esperaban órdenes, sus miradas oscilando entre él y las columnas de humo que se alzaban hacia el cielo ennegrecido. La decisión debía tomarse pronto.
En el aire, Ingela batió sus alas con fuerza, su cuerpo dracónico girando para esquivar un trozo de mástil ardiente que salió disparado por la última explosión. El calor de la metralla rozó sus escamas, [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo], más allá de un latido acelerado que resonaba en su pecho. Elevándose más alto, dejó atrás los proyectiles errantes y se obligó a estabilizar su vuelo. Desde esa posición privilegiada, pudo observar con más claridad lo que estaba ocurriendo.
Los barcos enemigos que habían alcanzado la bahía eran pocos, apenas capaces de representar una amenaza significativa. Pero mientras seguía ascendiendo, sus ojos captaron algo más allá, en el horizonte. Una enorme sombra antinatural se esparcía alejándose del puerto, flotando hacia otro destino. Su corazón se encogió al pensar en lo que aquello podía significar.
El fuego y el caos podían ser solo una distracción, y esa idea la llenó de una determinación renovada. -Un truco. Esa avanzada fue solo un truco- pensó angustiada, con una certeza inusual. Solo dudó un instante antes de inclinarse y seguir aquella sombra que algo ocultaba y ella, con su sentido del deber -o una insensata curiosidad- ardiendo con la misma intensidad que el puerto en llamas, iba a descubrir lo que era.
Con un último vistazo al puerto pensó en Fëanor y pidió a los dioses por su bienestar. Ingela inclinó las alas y comenzó a seguir a la sombra, decidida a descubrir lo que realmente estaba pasando.
En tierra, Fëanor sintió una corazonada y levantó la vista justo a tiempo para ver a Ingela alejándose hacia el este. Supo en ese instante que una decisión había sido tomada, al menos para ella. Inspiró profundamente, dejando que el aire llenara sus pulmones y volvió a enfocarse en su dilema. Tal vez debía confiar su instinto, tal como seguramente había hecho su compañera.
-Que los dioses nos acompañen- murmuró, preparándose para lo que fuera que la noche tuviera en reserva. Habló con otro de los sanadores que allí estaban para explicarle su presentimiento e informarle que volvería a la ciudad. Para su sorpresa y alivio, otros compartían su sentimiento y decidieron marcharse con él.
Fëanor estrechó la mandíbula, luchando con la incertidumbre. El bullicio de la ciudad, donde la Guardia aún lidiaba con los disturbios, resonaba con una mezcla de miedo y confusión. Sus dedos se tensaron, empuñando las manos, un gesto casi inconsciente que reflejaba la disyuntiva en su mente: ¿qué estaba ocurriendo? Los heridos que comenzaban a llegar al improvisado hospital de campaña eran poquísimos y en su mayoría eran heridas leves causadas por algún fragmento de escombro que salió disparado muy lejos y cayó sobre alguien con muy mala suerte. Se percibía una sensación sospecha generalizada en todos los presentes.
Fëanor debatía internamente entre su debía permanecer allí en el puerto esperando a un combate, o sería mejor regresar a la ciudad, donde presentía que sería más útil.
A su alrededor, los guardias esperaban órdenes, sus miradas oscilando entre él y las columnas de humo que se alzaban hacia el cielo ennegrecido. La decisión debía tomarse pronto.
En el aire, Ingela batió sus alas con fuerza, su cuerpo dracónico girando para esquivar un trozo de mástil ardiente que salió disparado por la última explosión. El calor de la metralla rozó sus escamas, [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo], más allá de un latido acelerado que resonaba en su pecho. Elevándose más alto, dejó atrás los proyectiles errantes y se obligó a estabilizar su vuelo. Desde esa posición privilegiada, pudo observar con más claridad lo que estaba ocurriendo.
Los barcos enemigos que habían alcanzado la bahía eran pocos, apenas capaces de representar una amenaza significativa. Pero mientras seguía ascendiendo, sus ojos captaron algo más allá, en el horizonte. Una enorme sombra antinatural se esparcía alejándose del puerto, flotando hacia otro destino. Su corazón se encogió al pensar en lo que aquello podía significar.
El fuego y el caos podían ser solo una distracción, y esa idea la llenó de una determinación renovada. -Un truco. Esa avanzada fue solo un truco- pensó angustiada, con una certeza inusual. Solo dudó un instante antes de inclinarse y seguir aquella sombra que algo ocultaba y ella, con su sentido del deber -o una insensata curiosidad- ardiendo con la misma intensidad que el puerto en llamas, iba a descubrir lo que era.
Con un último vistazo al puerto pensó en Fëanor y pidió a los dioses por su bienestar. Ingela inclinó las alas y comenzó a seguir a la sombra, decidida a descubrir lo que realmente estaba pasando.
En tierra, Fëanor sintió una corazonada y levantó la vista justo a tiempo para ver a Ingela alejándose hacia el este. Supo en ese instante que una decisión había sido tomada, al menos para ella. Inspiró profundamente, dejando que el aire llenara sus pulmones y volvió a enfocarse en su dilema. Tal vez debía confiar su instinto, tal como seguramente había hecho su compañera.
-Que los dioses nos acompañen- murmuró, preparándose para lo que fuera que la noche tuviera en reserva. Habló con otro de los sanadores que allí estaban para explicarle su presentimiento e informarle que volvería a la ciudad. Para su sorpresa y alivio, otros compartían su sentimiento y decidieron marcharse con él.
Ingela
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Re: El retorno del vampiro [Evento Sacrestic]
Los pies no me reaccionaban. Desde las enormes sombras de los edificios de la plaza, casi pegada a la pared, observaba todo sin perder detalle. Apuntaba discretamente en la libreta cada movimiento de aquellos encapuchados que se aglomeraban en la plaza, incluso pude hacer algunos bocetos de aquellas capas y máscaras que portaban algunos. Me cubrí instintivamente con el pañuelo casi hasta los ojos, ocultando a la perfección cada mechón de un cabello que hubiera llamado demasiado la atención.
Aquel a quien había seguido se subió con decisión a una tarima en mitad de la plaza, el silencio reinó y tan solo el sonido de la multitud, pies cubiertos y descalzos, tamborileando contra los adoquines hasta llenar todo el campo de visión desde la tarima. Permanecí allí, quieta, con el corazón encogido. Si aquello era algún tipo de representación teatral, llegaba en un momento muy delicado.
Discursos populistas sobre salvar al pueblo, sobre unas serpientes... Apuntaba todo en el cuaderno. Maldecía por lo bajo ante el pensamiento de quedarme sin tinta antes de que acabase toda aquella función. Promesas de unidad y de un futuro mejor, discursos que había leído en clase de historia de la política en algún momento de mi corta existencia y que ahora recitaba aquel hombre enmascarado. Pero entró en escena un espontáneo, o eso parecía, pues, el enmascarado no parecía muy contento con el nuevo actor en su función.
El bien y el mal, dos personas encima de una tarima de madera, peleando por su propia verdad, aclamándose ambos como portadores del bien. Había tantos paralelismos con el mundo en el que yo había crecido... Me sacudió un escalofrío toda la columna al no verme capaz de discernir, de no entender quién de los dos era realmente bueno. Me faltaban demasiados datos.
Pero la respuesta llegó más rápido de lo que pensaba. Un estrépito rompió Lunargenta en dos y alcé la vista para ver la enorme humareda que se levantaba en el cielo confundiéndose con azul estrellado que se empezaba a extender por la bóveda celeste. Gritos de guerra y devastación, los encapuchados arremetieron con los civiles que habían acudido, curiosos, a la actuación. Machetes, hachas, cuchillos... Macabras y variopintas armas blancas salían de debajo de las túnicas.
No me quedaba espacio entre la fría pared de mampostería y el cuerpo. Otra vez... Paralizada de cintura para abajo con las manos contra la pared, deseando que una brecha se abriera y me tragase la piedra. Miré las salidas de la plaza, todas colapsadas por la gente que empezaba a correr, y por aquellos fanáticos que cortaban el paso y a toda persona que estuviera dispuesta a huir.
Una mano en el hombro hizo que se me moviese el cuello, rápido como un látigo. Un hombre alto, de mediana edad, con el cabello casi hasta el mentón, gris ceniciento, la barba descuidada de un par de días. Me miró, portando una enorme espada a una mano que goteaba sangre, ¿Inocente? Recuerdos de Nagnu golpearon cada centímetro de mi cabeza. El olor metálico de la sangre, el agrio.
-Niña, pase lo que pase, no te separes de mi espalda. Si dejas de mirar al frente, mueres.-Dijo anteponiendo su cuerpo al mío.
A su lado sí parecía una niña. Era bastante más alto que yo, con una espalda que hacían dos, -o tres-, de la mía. Clavé la vista en la funda del enorme mandoble que se pasaba de mano en mano, como si fuera un juguete. Y comenzó a andar hacia la salida que los fanáticos taponaban, un embudo mortal.
La sangre me salpicaba las botas y el pañuelo a medida que se abría paso. Apartaba a los civiles indefensos, pero no podía girar a verlos. Si dejas de mirar el frente, mueres. Era lo único que repetía en mi mente una y otra vez. Arrancaba miembros y cortaba con una brutalidad pasmosa.
La noche se cerraba sobre nosotros, en parte agradecí esa oscuridad para no ver los horrores por los que estaba pisando. Una daga se clavó en su antebrazo. La sangre me impregnó el zurrón y la camiseta. Me permití desviar la mirada un segundo al cielo. Nos sobrevolaba un dragón, pero no eran Trae ni Drae. De repente no podía caminar, una mano casi esquelética me había tomado de la bota y tiraba hacia él. Entre toda la sangre, aquel hombre encapuchado, siseaba arrastrándose por el suelo, me enseñó los colmillos antes de clavarlos en mi pierna. Le pateé la cara antes de que pudiese hincarlos en la pantorrilla.
Una hoja de acero voló desde mi franco derecho, pasándome por encima del hombro y se le clavó en la frente. Se había arrancado la daga del brazo y la había lanzado.
-Que mires al frente, te dije. -El rostro tranquilo, cubierto de sangre, me daba incluso más miedo que aquel vampiro que acababa de rematar.
La guardia atacaba desde el otro lado de la pared de encapuchados, intentando romper el embudo. No me dejé volver a desconcentrarme de la visión clara de la vaina de aquella espada, de cuero negro, se ajustaba a su cuerpo con varias correas.
-¡Trickster! ¡Es Trickster, del Devil May Cry! -Gritaron desde el otro lado.
Trickster. Ahora mi salvador ya tenía nombre. Mi historia ya tenía un protagonista.
Entre la guardia y Trickster, deshicieron el tapón y los civiles empezaron a correr hacia los guardias, que hicieron un cordón para crear una zona segura.
-¡La ermita! ¡Están desviando las tropas a la ermita! -Gritó un guardia a Trickster, que cambiaba la espada de mano.
Lo noté, noté la magia que ululaba en ese momento en mis oídos, que vibró a nuestro alrededor al romper un pequeño escudo, fino, como una cáscara de huevo, se dispersó en pequeñas moléculas de polvo. Un brujo.
-A la ermita, pues. -Dijo con una media sonrisa en los labios, que me dedicó junto a una mirada fugaz por encima del hombro. -Espero que tengas una historia que merezca la pena, después de esto. Si es que salimos vivos.
No me dio tiempo a responder, me aferré con fuerza a mi libreta y a la pluma y echamos a andar a paso ligero hacia la famosa ermita.
_______________
Contad con mi pluma, pero ahora también con la espada de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo](Fehu tiene acceso a su ficha). Para todos los demás, fue un personaje del foro en sus inicios, Franco, su user murió en 2014 en un accidente de tráfico. Le hubiera encantado pelear con vosotros. Devil May Cry es su tienda de antigüedades donde acepta encargos de dudosa legalidad.
Aquel a quien había seguido se subió con decisión a una tarima en mitad de la plaza, el silencio reinó y tan solo el sonido de la multitud, pies cubiertos y descalzos, tamborileando contra los adoquines hasta llenar todo el campo de visión desde la tarima. Permanecí allí, quieta, con el corazón encogido. Si aquello era algún tipo de representación teatral, llegaba en un momento muy delicado.
Discursos populistas sobre salvar al pueblo, sobre unas serpientes... Apuntaba todo en el cuaderno. Maldecía por lo bajo ante el pensamiento de quedarme sin tinta antes de que acabase toda aquella función. Promesas de unidad y de un futuro mejor, discursos que había leído en clase de historia de la política en algún momento de mi corta existencia y que ahora recitaba aquel hombre enmascarado. Pero entró en escena un espontáneo, o eso parecía, pues, el enmascarado no parecía muy contento con el nuevo actor en su función.
El bien y el mal, dos personas encima de una tarima de madera, peleando por su propia verdad, aclamándose ambos como portadores del bien. Había tantos paralelismos con el mundo en el que yo había crecido... Me sacudió un escalofrío toda la columna al no verme capaz de discernir, de no entender quién de los dos era realmente bueno. Me faltaban demasiados datos.
Pero la respuesta llegó más rápido de lo que pensaba. Un estrépito rompió Lunargenta en dos y alcé la vista para ver la enorme humareda que se levantaba en el cielo confundiéndose con azul estrellado que se empezaba a extender por la bóveda celeste. Gritos de guerra y devastación, los encapuchados arremetieron con los civiles que habían acudido, curiosos, a la actuación. Machetes, hachas, cuchillos... Macabras y variopintas armas blancas salían de debajo de las túnicas.
No me quedaba espacio entre la fría pared de mampostería y el cuerpo. Otra vez... Paralizada de cintura para abajo con las manos contra la pared, deseando que una brecha se abriera y me tragase la piedra. Miré las salidas de la plaza, todas colapsadas por la gente que empezaba a correr, y por aquellos fanáticos que cortaban el paso y a toda persona que estuviera dispuesta a huir.
Una mano en el hombro hizo que se me moviese el cuello, rápido como un látigo. Un hombre alto, de mediana edad, con el cabello casi hasta el mentón, gris ceniciento, la barba descuidada de un par de días. Me miró, portando una enorme espada a una mano que goteaba sangre, ¿Inocente? Recuerdos de Nagnu golpearon cada centímetro de mi cabeza. El olor metálico de la sangre, el agrio.
-Niña, pase lo que pase, no te separes de mi espalda. Si dejas de mirar al frente, mueres.-Dijo anteponiendo su cuerpo al mío.
A su lado sí parecía una niña. Era bastante más alto que yo, con una espalda que hacían dos, -o tres-, de la mía. Clavé la vista en la funda del enorme mandoble que se pasaba de mano en mano, como si fuera un juguete. Y comenzó a andar hacia la salida que los fanáticos taponaban, un embudo mortal.
La sangre me salpicaba las botas y el pañuelo a medida que se abría paso. Apartaba a los civiles indefensos, pero no podía girar a verlos. Si dejas de mirar el frente, mueres. Era lo único que repetía en mi mente una y otra vez. Arrancaba miembros y cortaba con una brutalidad pasmosa.
La noche se cerraba sobre nosotros, en parte agradecí esa oscuridad para no ver los horrores por los que estaba pisando. Una daga se clavó en su antebrazo. La sangre me impregnó el zurrón y la camiseta. Me permití desviar la mirada un segundo al cielo. Nos sobrevolaba un dragón, pero no eran Trae ni Drae. De repente no podía caminar, una mano casi esquelética me había tomado de la bota y tiraba hacia él. Entre toda la sangre, aquel hombre encapuchado, siseaba arrastrándose por el suelo, me enseñó los colmillos antes de clavarlos en mi pierna. Le pateé la cara antes de que pudiese hincarlos en la pantorrilla.
Una hoja de acero voló desde mi franco derecho, pasándome por encima del hombro y se le clavó en la frente. Se había arrancado la daga del brazo y la había lanzado.
-Que mires al frente, te dije. -El rostro tranquilo, cubierto de sangre, me daba incluso más miedo que aquel vampiro que acababa de rematar.
La guardia atacaba desde el otro lado de la pared de encapuchados, intentando romper el embudo. No me dejé volver a desconcentrarme de la visión clara de la vaina de aquella espada, de cuero negro, se ajustaba a su cuerpo con varias correas.
-¡Trickster! ¡Es Trickster, del Devil May Cry! -Gritaron desde el otro lado.
Trickster. Ahora mi salvador ya tenía nombre. Mi historia ya tenía un protagonista.
Entre la guardia y Trickster, deshicieron el tapón y los civiles empezaron a correr hacia los guardias, que hicieron un cordón para crear una zona segura.
-¡La ermita! ¡Están desviando las tropas a la ermita! -Gritó un guardia a Trickster, que cambiaba la espada de mano.
Lo noté, noté la magia que ululaba en ese momento en mis oídos, que vibró a nuestro alrededor al romper un pequeño escudo, fino, como una cáscara de huevo, se dispersó en pequeñas moléculas de polvo. Un brujo.
-A la ermita, pues. -Dijo con una media sonrisa en los labios, que me dedicó junto a una mirada fugaz por encima del hombro. -Espero que tengas una historia que merezca la pena, después de esto. Si es que salimos vivos.
No me dio tiempo a responder, me aferré con fuerza a mi libreta y a la pluma y echamos a andar a paso ligero hacia la famosa ermita.
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Merié Stiffen
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