¿Pero que no era él? [Privado] [Vincent Calhoun] [Noche]
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¿Pero que no era él? [Privado] [Vincent Calhoun] [Noche]
Desde que me reencontré con el bardo en esa taberna habíamos estado deambulando sin rumbo fijo, basando el viaje únicamente en evitar sitios donde alguien quisiera lincharnos. En el resto de decisiones no solíamos ponernos de acuerdo sobre el camino a tomar, y se acababan determinando lanzando una moneda para ver si ir a la izquierda o a la derecha. Y ese cuestionable método de viaje nos había acabado llevando hasta Vulwulfar. Lo que estaría muy bien, si no fuera porque se nos estaban acabando los aeros, y yo necesitaba tener una posada donde meterme si no quería que me alcanzase el día en la calle y convertirme en un montón de cenizas. Era ciertos que había formas más baratas y cutres de evitar calcinarme, pero después de haberme visto tan apurado en el pasado como para tener que meterme en una caja para ocultarme de la luz, era algo que prefería evitar en la medida de lo posible.
Buscando un trabajo, me había metido en una taberna y estaba en una esquina mirando cárteles a ver si en alguno se ofrecía alguna recompensa. Pero aunque no parecía que hubiera nada interesante, la conversación de unos señores en la mesa de al lado captó mi atención. Se quejaban de la ola de robos que se estaba produciendo en la zona portuaria, y al parecer solo sabían de su autor que era alguien sigiloso que actuaba de noche. Si estaban dispuestos a pagar por su captura sonaba un plan sencillo, no había que enfrentarse a ninguna criatura sobrehumana, solo atrapar a un saqueador. Y en eso contaba con la ventaja de ser un vampiro y ver en la oscuridad, y de tener más experiencia en el hurto de la que me gustaría reconocer. Así que opté por meterme en su conversación para ver si podía sacar más información y la confirmación de un botín por la captura.
- Buenas noches, estimados caballeros. No he podido evitar darme cuenta de vuestros problemas con ese ladrón y creo que podría ayudarles a encontrar una solución.
- ¿Y por qué ibas a ayudarnos? Dudo que sea por la bondad de tu corazón.
«Por supuesto que no. ¿Ibas a dar tus productos a quien lo necesitara por la bondad de tu corazón? Sucios mercaderes, que poco les cuesta cobrar y cuanto les cuesta soltarlo.»
- Bueno, todo tiene un precio. Pero seguro que es barato en comparación con la recuperación de lo robado y que se aplique la justicia a quien lo hizo.- «Y quien dice justicia dice venganza. Si lo lincháis no es mi problema.»
Los mercaderes cuchichearon entre ellos antes de que el tipo borde de antes me diera una respuesta.
- Está bien. Si nos traes al ladrón y las mercancías tendrás tu recompensa.
- Excelente, ¿tenéis alguna información que me pueda ayudar en el trabajo?
No consiguieron darme más detalles de los que ya había escuchado antes sobre el delincuente, pero al menos me acotaron la zona en la que solía actuar, así que al menos tendría que patrullar menos territorio. Tras esa información me despedí de ellos y salí de la taberna.
Una vez en la calle avancé hasta el lugar indicado y tras llegar me encaramé a un tejado para tener mejor visibilidad. Me quedé observando oculto entre las sombras hasta que vi a un tipo de aspecto sospechoso avanzar entre las calles evitando ser visto por la gente, así que me decidí a seguirle. Se detuvo en una casa de aspecto razonablemente lujoso y empezó a trepar por un árbol que quedaba junto a uno de los balcones. Aprovechando que mientras trepaba no podía verme, me acerqué y salté al mismo árbol. Al verme, se descolgó y bajó al suelo. Parecía sorprendido por mi presencia y tardó en reaccionar, pero cuando me planté frente a él con mi lanza en la mano, desenvainó una espada.
- No podréis impedirme ve-
Sin esperar a que terminara de hablar, hice un rápido movimiento y le sacudí un golpe con el asta en la cabeza. Siempre era mejor golpear antes de que les diera tiempo a atacar. El muchacho cayó al suelo como un saco de coles, y mientras el cuerpo daba contra el suelo me pareció oír un grito de mujer procedente de la casa.
«Vaya. Eso ha sido raro.»
Buscando un trabajo, me había metido en una taberna y estaba en una esquina mirando cárteles a ver si en alguno se ofrecía alguna recompensa. Pero aunque no parecía que hubiera nada interesante, la conversación de unos señores en la mesa de al lado captó mi atención. Se quejaban de la ola de robos que se estaba produciendo en la zona portuaria, y al parecer solo sabían de su autor que era alguien sigiloso que actuaba de noche. Si estaban dispuestos a pagar por su captura sonaba un plan sencillo, no había que enfrentarse a ninguna criatura sobrehumana, solo atrapar a un saqueador. Y en eso contaba con la ventaja de ser un vampiro y ver en la oscuridad, y de tener más experiencia en el hurto de la que me gustaría reconocer. Así que opté por meterme en su conversación para ver si podía sacar más información y la confirmación de un botín por la captura.
- Buenas noches, estimados caballeros. No he podido evitar darme cuenta de vuestros problemas con ese ladrón y creo que podría ayudarles a encontrar una solución.
- ¿Y por qué ibas a ayudarnos? Dudo que sea por la bondad de tu corazón.
«Por supuesto que no. ¿Ibas a dar tus productos a quien lo necesitara por la bondad de tu corazón? Sucios mercaderes, que poco les cuesta cobrar y cuanto les cuesta soltarlo.»
- Bueno, todo tiene un precio. Pero seguro que es barato en comparación con la recuperación de lo robado y que se aplique la justicia a quien lo hizo.- «Y quien dice justicia dice venganza. Si lo lincháis no es mi problema.»
Los mercaderes cuchichearon entre ellos antes de que el tipo borde de antes me diera una respuesta.
- Está bien. Si nos traes al ladrón y las mercancías tendrás tu recompensa.
- Excelente, ¿tenéis alguna información que me pueda ayudar en el trabajo?
No consiguieron darme más detalles de los que ya había escuchado antes sobre el delincuente, pero al menos me acotaron la zona en la que solía actuar, así que al menos tendría que patrullar menos territorio. Tras esa información me despedí de ellos y salí de la taberna.
Una vez en la calle avancé hasta el lugar indicado y tras llegar me encaramé a un tejado para tener mejor visibilidad. Me quedé observando oculto entre las sombras hasta que vi a un tipo de aspecto sospechoso avanzar entre las calles evitando ser visto por la gente, así que me decidí a seguirle. Se detuvo en una casa de aspecto razonablemente lujoso y empezó a trepar por un árbol que quedaba junto a uno de los balcones. Aprovechando que mientras trepaba no podía verme, me acerqué y salté al mismo árbol. Al verme, se descolgó y bajó al suelo. Parecía sorprendido por mi presencia y tardó en reaccionar, pero cuando me planté frente a él con mi lanza en la mano, desenvainó una espada.
- No podréis impedirme ve-
Sin esperar a que terminara de hablar, hice un rápido movimiento y le sacudí un golpe con el asta en la cabeza. Siempre era mejor golpear antes de que les diera tiempo a atacar. El muchacho cayó al suelo como un saco de coles, y mientras el cuerpo daba contra el suelo me pareció oír un grito de mujer procedente de la casa.
«Vaya. Eso ha sido raro.»
Corlys Glokta
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Re: ¿Pero que no era él? [Privado] [Vincent Calhoun] [Noche]
Una noche más en la pesquera ciudad de los Vulwulf. Una noche cualquiera más para un soldado de fortuna sin nada mejor que hacer, salvo tomarse unos tragos en una taberna.
Sí, era una noche tranquila. Quizás para algunos, paladear un rico hidromiel, reclinado sobre el respaldo de una firme silla, no era el más decente de los divertimentos. Pero para una avezado mercenario, el simple pasar del tiempo en el comedor de una posada podía traer la mejor de las venturas.
Era allí, en sitios como aquel, donde se forjaban aventuras, donde se encontraban trabajos cuando en los tablones, de esas mismas posadas o plazas de aldea, no había nada que mereciera la pena para un guerrero.
Y con franqueza, de narrador a lector, con el permiso de tan distinguido mercenario, en una ciudad como Vulwulfar, en ciertos momentos de la noche, el único entretenimiento era empinar el codo, charlar con amigos, escuchar un cuentacuentos o disfrutar la compañía de una amante, quizás varias en algunos casos especiales y multitudinarios.
En fin, cada cual con sus gustos, más sin una conocida y dulce elfa por la ciudad, el divertimento del brujo se reducía y… Sí, no están locos, casi todo el divertimento en una ciudad por la noche te obligaba a ir a una taberna.
- Siempre puedo salir a mirar las estrellas-, se dijo, inclinándose aún más hacia atrás, contra el respaldo de la silla, colocando los antebrazos en cruz, tras el cuello. - ¿Qué me dices? Tú, yo, la luz de la luna junto a orillas del mar.
- ¿Cuántas jarras te has tomado? - respondió su acompañante con sorna. - ¿Te has tomado en serio algo de lo que te dije?
- Vamos, oso. Ya estoy casado, o prácticamente casado. No es que te ande seduciendo ni nada. Quizás y, solo quizás, enseñándote un poco.
- ¿Con esos trucos baratos seducías a las mujeres?
- Solamente cuando ellas lo deseaban, mi grandote amigo-, respondió, irguiendo la cabeza para mirarle. - Ese es el único truco real. Darle a los demás lo que desean-, terminó por decir, antes de dibujar una media sonrisa en los labios.
Luego, el brujo volvió a dejar caer la cabeza hacia atrás, para después retomar la palabra.
- Están robando en la zona portuaria. Joder, Iorek. Cuéntame algo que no pase constantemente en todas las puñeteras ciudades de este hermoso mundo.
- Eh, controla tu sarcasmo. Vamos, solo quería ganar dinero sencillo para ambos. No me dirás que será un trabajo complicado para un experimentado soldado como tú.
- Sencillo, eh-, contestó, echándose hacia adelante, apoyando los antebrazos sobre el firme de la mesa. - Puede que sea más fácil matar a un puñetero dios, Iorek. Piénsalo. Encontrar un concreto ladrón cuando hay cientos en cada ciudad que se precie. Dime, cómo voy a reconocer al susodicho. ¿Solo por las historias de los pobres desgraciados que han sido robados? - le dijo, antes de negar con la cabeza y tomar la jarra a su lado para darle un trago. - He tenido que rastrear gente en ciudades en el pasado, no es tan simple, amigo oso. Y…-, hizo una pausa para limpiarse los labios con un pañuelo de su bolsillo. - Controlaré mi sarcasmo cuando tú controles tus ansias de robar. Quizás sí sea un trabajo fácil y ya tenga al culpable-, comentó con sorna.
- Muy gracioso. Venga, qué debo hacer para que me perdones. ¿El último trabajo no estuvo bien? ¿No he demostrado ser de confianza?
- Si bien es que era algo peligroso, pues sí, estuvo cojonudo-, dijo, en tono animado. - Bah, mi trabajo es así ¿no? No aguantas ni media broma, mi buen Iorek. Y eso que yo tuve que soportar que me robases. Vamos, dame un poco de espacio artístico. Y bueno-, comentó seguido, mientras se levantaba. - Echaré un ojo por los muelles. No tengo nada mejor que hacer, pero no prometo nada.
El brujo se encogió de hombros.
- Esa es la actitud. Vamos a repartir unos cuántos palos.
- Vamos allá. Demos ese paseo a orillas del mar-, le contestó, para luego apurar su bebida y ponerse en camino.
Ambos hombres no tardaron en llegar al lugar donde se habían producido los robos, pues limitar la zona donde el ladrón robaría de nuevo sí era sencillo.
Muchos de los muelles de aquella ciudad estaban pensados para la pesca, no eran grandes y no permitían fondear a un barco de gran calado. Ello acotaba la investigación hacia la zona portuaria con los muelles más altos y dónde se encontraban la mayoría de los almacenes de mercancía.
Sobra decir, que después de un espacio de tiempo, en el que la luna pudo cambiar de posición en el estrellado cielo, la patrulla se podía considerar el paseo romántico que tanto asustaba a Iorek.
- Ves, qué fácil es. Pero al menos es una bonita caminata. ¿Aún no te sientes atraído por mis encantos? - bromeó.
- Arg, calla. No eres mi tipo. Te falta pelo.
- Ya, y eso que llevo una bonita y cuidada barba-, contestó en broma. - Pero como ves, limitar la zona era simple, encontrar al tipo no. ¿Piensas que los hombres y mujeres de la guardia son tontos o algo? Si tanto les preocupa los robos, ya habrán hecho esto mil veces.
- Recuerda que estaban más preocupados por los asuntos de la frontera.
- Ahí le has dado. Te concedo ese punto. De todos modos, estirar las piernas nos vendrá de perlas para tomarnos otros tragos en la posada...
- Eh, qué es eso-, interrumpió el oso.
- Parece...-. «No puede ser. Este cabronazo amante de los salmones tiene la suerte de un duende» - Es un asalto. Estamos de fortuna, Iorek-, le dijo a su amigo. - ¡Eh! ¡Usted! ¡Deje a ese hombre en paz! - gritó, para asustar al asaltante y que no matara a su víctima, mientras corría hacia ellos espada en mano.
Sí, era una noche tranquila. Quizás para algunos, paladear un rico hidromiel, reclinado sobre el respaldo de una firme silla, no era el más decente de los divertimentos. Pero para una avezado mercenario, el simple pasar del tiempo en el comedor de una posada podía traer la mejor de las venturas.
Era allí, en sitios como aquel, donde se forjaban aventuras, donde se encontraban trabajos cuando en los tablones, de esas mismas posadas o plazas de aldea, no había nada que mereciera la pena para un guerrero.
Y con franqueza, de narrador a lector, con el permiso de tan distinguido mercenario, en una ciudad como Vulwulfar, en ciertos momentos de la noche, el único entretenimiento era empinar el codo, charlar con amigos, escuchar un cuentacuentos o disfrutar la compañía de una amante, quizás varias en algunos casos especiales y multitudinarios.
En fin, cada cual con sus gustos, más sin una conocida y dulce elfa por la ciudad, el divertimento del brujo se reducía y… Sí, no están locos, casi todo el divertimento en una ciudad por la noche te obligaba a ir a una taberna.
- Siempre puedo salir a mirar las estrellas-, se dijo, inclinándose aún más hacia atrás, contra el respaldo de la silla, colocando los antebrazos en cruz, tras el cuello. - ¿Qué me dices? Tú, yo, la luz de la luna junto a orillas del mar.
- ¿Cuántas jarras te has tomado? - respondió su acompañante con sorna. - ¿Te has tomado en serio algo de lo que te dije?
- Vamos, oso. Ya estoy casado, o prácticamente casado. No es que te ande seduciendo ni nada. Quizás y, solo quizás, enseñándote un poco.
- ¿Con esos trucos baratos seducías a las mujeres?
- Solamente cuando ellas lo deseaban, mi grandote amigo-, respondió, irguiendo la cabeza para mirarle. - Ese es el único truco real. Darle a los demás lo que desean-, terminó por decir, antes de dibujar una media sonrisa en los labios.
Luego, el brujo volvió a dejar caer la cabeza hacia atrás, para después retomar la palabra.
- Están robando en la zona portuaria. Joder, Iorek. Cuéntame algo que no pase constantemente en todas las puñeteras ciudades de este hermoso mundo.
- Eh, controla tu sarcasmo. Vamos, solo quería ganar dinero sencillo para ambos. No me dirás que será un trabajo complicado para un experimentado soldado como tú.
- Sencillo, eh-, contestó, echándose hacia adelante, apoyando los antebrazos sobre el firme de la mesa. - Puede que sea más fácil matar a un puñetero dios, Iorek. Piénsalo. Encontrar un concreto ladrón cuando hay cientos en cada ciudad que se precie. Dime, cómo voy a reconocer al susodicho. ¿Solo por las historias de los pobres desgraciados que han sido robados? - le dijo, antes de negar con la cabeza y tomar la jarra a su lado para darle un trago. - He tenido que rastrear gente en ciudades en el pasado, no es tan simple, amigo oso. Y…-, hizo una pausa para limpiarse los labios con un pañuelo de su bolsillo. - Controlaré mi sarcasmo cuando tú controles tus ansias de robar. Quizás sí sea un trabajo fácil y ya tenga al culpable-, comentó con sorna.
- Muy gracioso. Venga, qué debo hacer para que me perdones. ¿El último trabajo no estuvo bien? ¿No he demostrado ser de confianza?
- Si bien es que era algo peligroso, pues sí, estuvo cojonudo-, dijo, en tono animado. - Bah, mi trabajo es así ¿no? No aguantas ni media broma, mi buen Iorek. Y eso que yo tuve que soportar que me robases. Vamos, dame un poco de espacio artístico. Y bueno-, comentó seguido, mientras se levantaba. - Echaré un ojo por los muelles. No tengo nada mejor que hacer, pero no prometo nada.
El brujo se encogió de hombros.
- Esa es la actitud. Vamos a repartir unos cuántos palos.
- Vamos allá. Demos ese paseo a orillas del mar-, le contestó, para luego apurar su bebida y ponerse en camino.
Ambos hombres no tardaron en llegar al lugar donde se habían producido los robos, pues limitar la zona donde el ladrón robaría de nuevo sí era sencillo.
Muchos de los muelles de aquella ciudad estaban pensados para la pesca, no eran grandes y no permitían fondear a un barco de gran calado. Ello acotaba la investigación hacia la zona portuaria con los muelles más altos y dónde se encontraban la mayoría de los almacenes de mercancía.
Sobra decir, que después de un espacio de tiempo, en el que la luna pudo cambiar de posición en el estrellado cielo, la patrulla se podía considerar el paseo romántico que tanto asustaba a Iorek.
- Ves, qué fácil es. Pero al menos es una bonita caminata. ¿Aún no te sientes atraído por mis encantos? - bromeó.
- Arg, calla. No eres mi tipo. Te falta pelo.
- Ya, y eso que llevo una bonita y cuidada barba-, contestó en broma. - Pero como ves, limitar la zona era simple, encontrar al tipo no. ¿Piensas que los hombres y mujeres de la guardia son tontos o algo? Si tanto les preocupa los robos, ya habrán hecho esto mil veces.
- Recuerda que estaban más preocupados por los asuntos de la frontera.
- Ahí le has dado. Te concedo ese punto. De todos modos, estirar las piernas nos vendrá de perlas para tomarnos otros tragos en la posada...
- Eh, qué es eso-, interrumpió el oso.
- Parece...-. «No puede ser. Este cabronazo amante de los salmones tiene la suerte de un duende» - Es un asalto. Estamos de fortuna, Iorek-, le dijo a su amigo. - ¡Eh! ¡Usted! ¡Deje a ese hombre en paz! - gritó, para asustar al asaltante y que no matara a su víctima, mientras corría hacia ellos espada en mano.
Vincent Calhoun
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Re: ¿Pero que no era él? [Privado] [Vincent Calhoun] [Noche]
Yo me disponía a echarme al ladrón al hombro y cobrar la recompensa que habían pedido por él, cuando dos tipos, o mejor dicho, un hombre y un tremendo oso cruzaron la esquina. El oso me señaló, y entonces el otro tipo vino a por mi gritando que dejase en paz a mi objetivo. No tenían ninguna pinta de guardias, así que o eran amigos del caído, o querían la recompensa por él, y en cualquier caso suponía que iban a pegarme.
Hubiera estado bien arreglar esto con palabras, sobre todo porque no parecía que tuviese muchas opciones contra esos dos, pero el señor barbudo cargando contra mi con una espada no parecía tener muchas ganas de diplomacia. Adopte una pose de combate, activé la fuerza de mi sangre para potenciar mis capacidades físicas1 y cuando vi que me caía encima, desvié su golpe con la lanza, dejé que me sobrepasara con el impulso del golpe y me puse a correr hacia la salida del callejón. El problema que me quedaba era un hombre oso entre mi vía de escape y yo.
«Vamos a ser positivos, al menos es un hombre-oso y no un hombre-nutria. Si fuese una nutria ya estaríamos todos muertos. Con este todavía hay opciones si soy rápido»
Soltó un golpe que casi me parte en dos, pero lo esquivé a tiempo. Sin darle tiempo a soltar otro ataqué con la lanza, y aunque lo detuvo me permitió acercarme lo suficiente para darle una patada en la entrepierna con toda mi fuerza. Mi oponente cambió inmediatamente su expresión a una de profundo dolor, se dobló y cayó al suelo mientras soltaba palabras ininteligibles, pero que sospechaba que no eran nada bueno hacia mi.
Y eso hubiera estado muy bien si ya pudiera darme a la fuga, pero al haberme detenido unos momentos a enfrentarme al oso había perdido toda la ventaja que le saqué al barbas, y sabía que mis capacidades especiales se iban a desvanecer más pronto que tarde.
- Vamos a calmarnos. Seguro que esto se puede solucionar sin más violencia. Todavía no ha pasado nada que no tenga solución.
En ese momento escuché un grito procedente del balcón al que estaba intentando subirse el ladrón.
- ¡Muere cabrón!
Y fue una suerte que me dedicasen un grito para amenazarme, porque eso me permitió girarme hacia allí y ver como una maceta se precipitaba hacia mi cabeza, dándome tiempo a apartarme, y que golpease al oso, que estaba empezando a recuperarse de mi golpe.
- ¿Pero de qué vas, niña? Si he evitado que te roben.
- ¡Imbécil!- Por razones que se me escapaban, la muchacha que vivía en esa casa no parecía agradecida por haber detenido al saqueador, más bien todo lo contrario, al nivel de que nos seguía lanzando macetas desde la ventana. Aunque en esta ocasión con menos puntería, rompiéndose en el suelo.- ¿Cómo se supone que matar a mi Robb es impedir que me roben?
- No está muerto, ¿o no es cierto, barbas?.- Me había asegurado de no matarlo con el golpe, o al menos esa era la intención, y en vista de que hacía amagos de moverse, sospechaba que había logrado mi objetivo. - Y oye, se estaba colando en tu casa por detrás. Todavía esperarás que no piense mal si veo eso...
- ¡Que te calles ya!- Respondió al tiempo que me arrojaba otra maceta que me hubiera alcanzado en las piernas de no haber saltado hacia atrás para esquivarla. Entonces se volvió hacia el barbudo y el oso.- ¡Y vosotros dos! ¡Dejad de hacer ruido, que vais a hacer que vengan los guardias de mi padre!
Yo ya no entendía nada. Que la chica que me estaba lanzando macetas ahora se pusiese a increpar a esta gente por alborotadores no tenía demasiado sentido, por mucho que fuera cierto que de discretos tenían poco. Pero bueno, mientras su furia y sus jarrones se centrasen en otros yo tampoco me iba a quejar.
Corlys Glokta
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Re: ¿Pero que no era él? [Privado] [Vincent Calhoun] [Noche]
Seamos honestos, quizás que un tipo espada en mano venga hacia a ti no es la mejor de las presentaciones. Pero, lectores y lectoras de esta humilde historia, el mundo no es un lugar en el que acercarse con ingenuidad a un hombre, que deja fuera de combate a una persona con un solo movimiento, sea la mejor de las ideas.
El propio mercenario nativo de las islas del sur tuvo claro que desenvainar su espada no fue una mala idea.
- Qué cojones.
Pocas personas superan la velocidad y maestría del soldado de fortuna, y aquel peliblanco había logrado zafarse de él con gran talento y velocidad. La intención de Vincent era acorralarlo para que tuviera que rendirse, más ese tipo había logrado escapar de la encerrona con habilidad.
- Véngame Vinc. Acaba con este maldito cascanueces-, dijo Iorek, llevándose las zarpas a la entrepierna, para luego derrumbarse de dolor por el suelo.
- ¿Pero qué mierda de oso me han endosado? - fue la respuesta del brujo., negando con la cabeza, pero sin perder el tiempo cerró el paso del agresor. - Ya te vale, pegar de esa manera a un oso que no te ha hecho nada y solo nos saca más dos cabezas a cada uno de nosotros. ¿Sabes que pegarle a alguien en las bolas te da un tiempo precioso pero luego…?
«Demonios, quizás decirle mierda de oso después de que le hayan roto las pelotas tampoco fuese el mejor de los movimientos.»
El brujo no terminó la frase porque no hacía falta. Y tampoco podía estar seguro de si ese movimiento había sido una genialidad o una locura. Había vencido a un hombre bestia mucho más alto que él y ello era, sin duda, algo muy meritorio. Sin embargo, no había logrado escapar y eso suponía un grave problema para él.
- ¿Nada que no tenga solución? «Eso díselo a los oseznos no nacidos de este hombre bestia» - A ver, explícate de una vez. ¿Por qué has atacado a ese hombre?
Más, el brujo no pudo obtener una respuesta de forma inmediata, pues una dama de alta alcurnia y una locura aún mayor, se puso a lanzar macetas desde su balcón como si no hubiera un mañana.
- ¡Oiga, señorita, cálmese! ¡El pobre Iorek no le ha hecho nada! -, le gritó a la mujer, después de que esta le machacara la cabeza a un oso que ya tenía otro golpe del que preocuparse, y que volvió a derrumbarse por el nuevo golpe. -Tranquila, nosotros no vamos con él. Hemos venido a atraparle-, mintió, porque realmente no tenía ni pajolera idea de lo que estaba haciendo allí en esos momentos.
Por lo que Vinc había escuchado de los gritos entre peliblanco y dama, pronto tuvo claro que el tal Robb era un amante de la joven, que el otro le había pegado porque pensaba que era un ladrón, y que ahora mismo él estaba perdiendo el tiempo en el que debería estar buscando a un verdadero ladrón.
- Tranquilícese, dice la verdad. No está muerto. Yo me lo llevaré ante la guardia y…-, empezó a decir antes de tener que esquivar otra maceta que le dio en las pelotas a Iorek que se retorció de dolor mientras seguía tumbado en el suelo. - Oiga, maldita loca. Va a matar a mi amigo si sigue lanzando esas estúpidas macetas-, dijo, alzando el puño en total actitud de enfado. - Ya le he dicho que nosotros nos encargamos, somos mercenarios y cobraremos por este tipo. Si no quiere que la guardia de su padre se entere, deje usted de armar jaleo.
Aquella jovenzuela había roto la paciencia del brujo. No solo la había tomado con el peliblanco con menos tino para las capturas de ladrones que un pirata borracho, sino que también lo había hecho con Iorek y él mismo.
- Oye, qué cojones es eso del barbas. Me llamo Vincent, y si quieres salir entero de aquí, es mejor que te dejes “arrestar”-, le susurró al hombre que había iniciado todo aquello noqueando al amante.
No obstante, el brujo tuvo que esquivar otra maceta pues la dama hizo caso omiso a sus palabras. Por lo menos, el pobre Iorek no fue agredido por accidente esta vez.
- ¡Déjelo ya! Me llevo a este agresor ante la guardia de la ciudad.
- ¡Qué es todo ese jaleo! - gritó un hombre, saliendo por la puerta con una espada y varios guardias junto a él.
- No, verá…
- ¡Robb! ¡Robb! - gritó el hombre, con los ojos abiertos como platos. - ¡Qué te han hecho! Qué le han hecho al hijo de mi mejor amigo - dijo la última frase dirigiendo la mirada hacia el trío de hombres que se mantenía en pie.
Vincent se señaló a sí mismo, y luego miró hacia ambos lados, donde se encontraban el peliblanco y Iorek, ya por fin recuperado de toda la paliza que se había llevado.
- En serio, esto es un malentendido-, dijo, más al alzar la mirada para encontrar un testigo, la mujer había desaparecido.
«Será pelandusca.»
- Qué hacían en las inmediaciones de mi casa. ¡Guardias! Atrapad a estos insolentes. Tendrán que responder por sus crímenes.
- No. No. De verdad, esto solo es un malentendido, ni siquiera el oso y yo conocemos a este tipo-, afirmó, señalando con el pulgar hacia el hombre que estaba a su lado.
«Por qué cojones se ha puesto a nuestro lado, así parece que somos amigos y que viene con nosotros.»
La guardia del adinerado señor de la casa se movieron con rapidez hacia adelante y, por esa razón, al brujo no le quedó más remedio que…
- ¡Corre Iorek! Aquí ya no hay parlamento posible. Salva el pellejo.
El rubio envainó su espada y corrió raudo como el viento. Y ante tal desgracia. Ante tal malentendido. Ante tales vicisitudes de la vida el brujo solo pudo pensar.
«Joder. Al menos antes, cuando era un adolescente, corría porque era de verdad el amante de la dama en cuestión.»
- Ahora ni siquiera le he pegado al tipo que se supone que he pegado-, se dijo a sí mismo.
Los tiempos a veces cambiaban para encontrarte en las mismas situaciones pero por motivos totalmente diferentes, incluso sin que tú hubieras hecho nada para merecerlo esta vez. Maldita vida. Podía ser muy cabrona cuando te juntabas con osos y peliblancos.
El propio mercenario nativo de las islas del sur tuvo claro que desenvainar su espada no fue una mala idea.
- Qué cojones.
Pocas personas superan la velocidad y maestría del soldado de fortuna, y aquel peliblanco había logrado zafarse de él con gran talento y velocidad. La intención de Vincent era acorralarlo para que tuviera que rendirse, más ese tipo había logrado escapar de la encerrona con habilidad.
- Véngame Vinc. Acaba con este maldito cascanueces-, dijo Iorek, llevándose las zarpas a la entrepierna, para luego derrumbarse de dolor por el suelo.
- ¿Pero qué mierda de oso me han endosado? - fue la respuesta del brujo., negando con la cabeza, pero sin perder el tiempo cerró el paso del agresor. - Ya te vale, pegar de esa manera a un oso que no te ha hecho nada y solo nos saca más dos cabezas a cada uno de nosotros. ¿Sabes que pegarle a alguien en las bolas te da un tiempo precioso pero luego…?
«Demonios, quizás decirle mierda de oso después de que le hayan roto las pelotas tampoco fuese el mejor de los movimientos.»
El brujo no terminó la frase porque no hacía falta. Y tampoco podía estar seguro de si ese movimiento había sido una genialidad o una locura. Había vencido a un hombre bestia mucho más alto que él y ello era, sin duda, algo muy meritorio. Sin embargo, no había logrado escapar y eso suponía un grave problema para él.
- ¿Nada que no tenga solución? «Eso díselo a los oseznos no nacidos de este hombre bestia» - A ver, explícate de una vez. ¿Por qué has atacado a ese hombre?
Más, el brujo no pudo obtener una respuesta de forma inmediata, pues una dama de alta alcurnia y una locura aún mayor, se puso a lanzar macetas desde su balcón como si no hubiera un mañana.
- ¡Oiga, señorita, cálmese! ¡El pobre Iorek no le ha hecho nada! -, le gritó a la mujer, después de que esta le machacara la cabeza a un oso que ya tenía otro golpe del que preocuparse, y que volvió a derrumbarse por el nuevo golpe. -Tranquila, nosotros no vamos con él. Hemos venido a atraparle-, mintió, porque realmente no tenía ni pajolera idea de lo que estaba haciendo allí en esos momentos.
Por lo que Vinc había escuchado de los gritos entre peliblanco y dama, pronto tuvo claro que el tal Robb era un amante de la joven, que el otro le había pegado porque pensaba que era un ladrón, y que ahora mismo él estaba perdiendo el tiempo en el que debería estar buscando a un verdadero ladrón.
- Tranquilícese, dice la verdad. No está muerto. Yo me lo llevaré ante la guardia y…-, empezó a decir antes de tener que esquivar otra maceta que le dio en las pelotas a Iorek que se retorció de dolor mientras seguía tumbado en el suelo. - Oiga, maldita loca. Va a matar a mi amigo si sigue lanzando esas estúpidas macetas-, dijo, alzando el puño en total actitud de enfado. - Ya le he dicho que nosotros nos encargamos, somos mercenarios y cobraremos por este tipo. Si no quiere que la guardia de su padre se entere, deje usted de armar jaleo.
Aquella jovenzuela había roto la paciencia del brujo. No solo la había tomado con el peliblanco con menos tino para las capturas de ladrones que un pirata borracho, sino que también lo había hecho con Iorek y él mismo.
- Oye, qué cojones es eso del barbas. Me llamo Vincent, y si quieres salir entero de aquí, es mejor que te dejes “arrestar”-, le susurró al hombre que había iniciado todo aquello noqueando al amante.
No obstante, el brujo tuvo que esquivar otra maceta pues la dama hizo caso omiso a sus palabras. Por lo menos, el pobre Iorek no fue agredido por accidente esta vez.
- ¡Déjelo ya! Me llevo a este agresor ante la guardia de la ciudad.
- ¡Qué es todo ese jaleo! - gritó un hombre, saliendo por la puerta con una espada y varios guardias junto a él.
- No, verá…
- ¡Robb! ¡Robb! - gritó el hombre, con los ojos abiertos como platos. - ¡Qué te han hecho! Qué le han hecho al hijo de mi mejor amigo - dijo la última frase dirigiendo la mirada hacia el trío de hombres que se mantenía en pie.
Vincent se señaló a sí mismo, y luego miró hacia ambos lados, donde se encontraban el peliblanco y Iorek, ya por fin recuperado de toda la paliza que se había llevado.
- En serio, esto es un malentendido-, dijo, más al alzar la mirada para encontrar un testigo, la mujer había desaparecido.
«Será pelandusca.»
- Qué hacían en las inmediaciones de mi casa. ¡Guardias! Atrapad a estos insolentes. Tendrán que responder por sus crímenes.
- No. No. De verdad, esto solo es un malentendido, ni siquiera el oso y yo conocemos a este tipo-, afirmó, señalando con el pulgar hacia el hombre que estaba a su lado.
«Por qué cojones se ha puesto a nuestro lado, así parece que somos amigos y que viene con nosotros.»
La guardia del adinerado señor de la casa se movieron con rapidez hacia adelante y, por esa razón, al brujo no le quedó más remedio que…
- ¡Corre Iorek! Aquí ya no hay parlamento posible. Salva el pellejo.
El rubio envainó su espada y corrió raudo como el viento. Y ante tal desgracia. Ante tal malentendido. Ante tales vicisitudes de la vida el brujo solo pudo pensar.
«Joder. Al menos antes, cuando era un adolescente, corría porque era de verdad el amante de la dama en cuestión.»
- Ahora ni siquiera le he pegado al tipo que se supone que he pegado-, se dijo a sí mismo.
Los tiempos a veces cambiaban para encontrarte en las mismas situaciones pero por motivos totalmente diferentes, incluso sin que tú hubieras hecho nada para merecerlo esta vez. Maldita vida. Podía ser muy cabrona cuando te juntabas con osos y peliblancos.
Vincent Calhoun
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Re: ¿Pero que no era él? [Privado] [Vincent Calhoun] [Noche]
El barbudo decidió que antes de negociar, mejor me increpaba primero por haber reducido las opciones de reproducirse de su amigo el oso de una patada. Con ganas le hubiera discutido que eso de que no me iba a hacer nada era cuestionable, pues si seguía de una pieza es porque había podido evitar el guantazo que soltó. Pero viendo que después se puso más dialogante decidí dejarlo pasar. O eso hubiera hecho, porque ni me dio tiempo a responder cuando la muchacha del balcón empezó a lanzarnos macetas.
Y después de increparme a mi, la chica empezó a discutir con el rubio de la espada, que resultó llamarse Vincent, quien intentó convencerla de callarse porque ellos venían a arrestarme a mi. Lo que era evidentemente falso, pero como bien me dijo, si queríamos salir con la cabeza sobre los hombros, mejor fingir que era así. No es que me fiara demasiado de ellos, pero al menos contaba con que la reserva de sangre que me quedaba me daba como para potenciarme una vez más y huir.
- Vale, pero date prisa y no la des la espalda. Alguna de esas macetas acabará alcanzándonos.
Pero aunque el plan fuera razonablemente bueno, nuestra mala suerte no iba a acabar allí. Vincent estaba haciendo que me llevaba preso mientras eludíamos otra maceta voladora cuando empezaron a aparecer guardias, y por sus palabras sobre que le habíamos hecho al hijo de su amigo, parecía que quien les dirigía era el padre ese que no debía enterarse. Y tampoco parecía alguien con ganas de parlamentar, en vista de como ordenó a sus guardias que nos prendieran. Aunque eso tenía un lado bueno, y es que culpaba de la misma forma a Vincent, al oso y a mi, lo que aumentaba algo mis opciones de escapar entero de esta situación. Tras ver como los que habían sido mis oponentes hasta hace unos momentos empezaban a correr, decidí seguirles, pero antes tenía que encargarme de una cosa.
- ¡Pues que sepas que el hijo de tu mejor amigo se está beneficiando a tu hija!
Dudaba que eso nos fuera a aportar ningún beneficio en la huida, pero después del lío en el que me había metido la loca de las macetas, no iba a quedarme sin mi venganza. Y por como había hablado antes la chica, sospechaba que la perspectiva de que su padre descubriese su romance no la resultaba nada atrayente.
En cualquier caso, no me iba a quedar a ver el resultado. Y en cuanto terminé de hablar salí corriendo en dirección a los otros dos prófugos, aprovechando para volcar cualquier cosa que me encontrase para que obstaculizara a los guardias. Cuando finalmente les alcancé, me dirigí a ellos sin dejar de correr.
- Bueno, ¿se os ocurre alguna distracción para poder ganarles algo de tiempo a los guardias? Llevando ese pedazo de oso va a ser complicado pasar desapercibidos. Y aunque si nos separamos seguramente podamos escapar, al menos nosotros dos.- Dije en referencia al rubio y a mi.- Creo que si aspiramos a poder volver a entrar en esta ciudad sin que nos linchen deberíamos encontrar al verdadero criminal y que tengan a alguien a quien odien más que a nosotros para entretenerse.
Y después de increparme a mi, la chica empezó a discutir con el rubio de la espada, que resultó llamarse Vincent, quien intentó convencerla de callarse porque ellos venían a arrestarme a mi. Lo que era evidentemente falso, pero como bien me dijo, si queríamos salir con la cabeza sobre los hombros, mejor fingir que era así. No es que me fiara demasiado de ellos, pero al menos contaba con que la reserva de sangre que me quedaba me daba como para potenciarme una vez más y huir.
- Vale, pero date prisa y no la des la espalda. Alguna de esas macetas acabará alcanzándonos.
Pero aunque el plan fuera razonablemente bueno, nuestra mala suerte no iba a acabar allí. Vincent estaba haciendo que me llevaba preso mientras eludíamos otra maceta voladora cuando empezaron a aparecer guardias, y por sus palabras sobre que le habíamos hecho al hijo de su amigo, parecía que quien les dirigía era el padre ese que no debía enterarse. Y tampoco parecía alguien con ganas de parlamentar, en vista de como ordenó a sus guardias que nos prendieran. Aunque eso tenía un lado bueno, y es que culpaba de la misma forma a Vincent, al oso y a mi, lo que aumentaba algo mis opciones de escapar entero de esta situación. Tras ver como los que habían sido mis oponentes hasta hace unos momentos empezaban a correr, decidí seguirles, pero antes tenía que encargarme de una cosa.
- ¡Pues que sepas que el hijo de tu mejor amigo se está beneficiando a tu hija!
Dudaba que eso nos fuera a aportar ningún beneficio en la huida, pero después del lío en el que me había metido la loca de las macetas, no iba a quedarme sin mi venganza. Y por como había hablado antes la chica, sospechaba que la perspectiva de que su padre descubriese su romance no la resultaba nada atrayente.
En cualquier caso, no me iba a quedar a ver el resultado. Y en cuanto terminé de hablar salí corriendo en dirección a los otros dos prófugos, aprovechando para volcar cualquier cosa que me encontrase para que obstaculizara a los guardias. Cuando finalmente les alcancé, me dirigí a ellos sin dejar de correr.
- Bueno, ¿se os ocurre alguna distracción para poder ganarles algo de tiempo a los guardias? Llevando ese pedazo de oso va a ser complicado pasar desapercibidos. Y aunque si nos separamos seguramente podamos escapar, al menos nosotros dos.- Dije en referencia al rubio y a mi.- Creo que si aspiramos a poder volver a entrar en esta ciudad sin que nos linchen deberíamos encontrar al verdadero criminal y que tengan a alguien a quien odien más que a nosotros para entretenerse.
Corlys Glokta
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Re: ¿Pero que no era él? [Privado] [Vincent Calhoun] [Noche]
La maldita vida podía ser de lo más puñetera. Una perra traicionera sin compasión alguna que doblaba tus aspiraciones o ilusiones y las tiraba al pozo más oscuro que pudiera existir.
En esa ocasión no era para tanto, no al menos en el sentido anímico o sentimental, más, qué había hecho el buen mercenario para recibir aquel atropello. Si hacía nada que había terminado un trabajo para la guardia de la ciudad con buenos resultados.
Por esa misma razón sabía que no tendría muchos problemas con los milicianos que patrullaban y protegían la urbe de amenazas externas y bandidos, más, no podía decir lo mismo de la guardia personal de aquel maldito señor saca conclusiones de la nada.
Quién sabe que se le ocurriría hacer a tal sujeto. Lo más lógico, o al menos legal, era que sus protectores personales, después de atraparle, lo llevaran a un cuartel o torreón de las murallas, para presentar cargos hacia él. Y ante eso, el brujo poco tenía que temer, como mucho sufriría una noche en una apestosa celda. Pero, en cambio, si aquel tipo decidía tomarse la justicia por su mano…
«No, correr era nuestra única opción. Debemos librarnos de su escolta personal para estar a salvo.»
- Creo que ese comentario era tan necesario como nuestra escapada. Se lo merece por juzgar tan a la ligera-, dijo a sus compañeros, tras escuchar las palabras referentes al hijo del amigo del adinerado señor que los había mandado apresar.
«Un momento. Yo no tengo compañeros. No en plural.»
- Eh, tú, jodido atizador sin mediar palabras. ¿Qué cojones haces? - preguntó sorprendido, aflojando la marcha ante tal sorpresa. Inmediatamente después, Vinc puso todas sus energías en aumentar la velocidad de su paso, tras recordar en qué situación se encontraba. - ¿Por qué coño? ¿Por qué coño? - comenzó a decir, trabándose al hablar. - ¿Por qué divinos genitales femeninos vienes con nosotros? No lo conocemos de nada. Deje de hacer que parezca que somos sus amigos.
- Deja que venga-, soltó Iorek, de repente.
Vincent miró a su lado y hacia arriba, incrédulo, más, al hacerlo, le pareció ver una luz cruzar la mirada del oso. Sin duda, una ilusión creada por su propia mente, más, una ilusión que era un reflejo exacto de lo que estaría pasando por la mente del hombre bestia.
«Me da que, más pronto que tarde, el rol de cascanueces y nueces cascadas se van a intercambiar.»
- ¿Si se nos ocurre una distracción? - preguntó, esta vez enarcando una ceja ante la desfachatez del truhan parte madrazos de inocentes amantes. - Se me ocurre algo. Sí.
- Una táctica que nunca falla, sobre todo cuando hay guardias por medio.
- Con algunos guardias, al menos-, corrigió el brujo al oso, por no generalizar. - ¿Y qué verdadero criminal? Si eres tú el que le partió la crisma a aquel tipo. Salvo que quieras que te entreguemos a la guardia de verdad, tendrás que explicarnos de a quien te refieres con verdadero criminal.
- Por aquí-, comentó el oso, y giró una esquina que los llevaba entre los callejones de la zona portuaria.
Al poco, el trío de hombres se encontraría con un local de lo más sugerente, con un cartel tapizado en rojo, de letras blancas sobre el tapiz, y muchas mujeres haciendo acto de presencia en derredor junto a un gran gentío del otro sexo.
- Esto nunca falla-, le dijo al peliblanco, dándole un codazo amistoso, antes de seguir al hombre bestia hacia el interior.
- Solo son la guardia de un rico cualquiera. Por lo general, no son los más diligentes en sus quehaceres. Si hubiéramos seguido la marcha un par de calles más, hubieran vuelto con malas noticias para su señor, sin más. Una cosa es proteger al señor y su familia de ataques, y otra patearse media ciudad para no lograr nada, solo por tres tontos que le pegaron a un niño mimado.
- A veces sí, a veces son mejores que el mejor de los mercenarios o soldados profesionales-, comentó el brujo, encogiéndose de hombros. - Pero por si acaso, un par de pechos semi desnudos añadido a lo que te ha comentado mi buen amigo, y ese sexteto de capullos olvidarán sus deberes. Quizás se queden aquí, quizás regresen para no tardar y enfadar a su cliente, pero en cualquier caso, lo normal es que nos dejen en paz, ya sea por una razón, o la otra-, mentó, dejando unas monedas sobre la palma de una chica, que se encontraba a su izquierda nada más ingresar en el lupanar.
La dama intentó decir algo, más el brujo solo posó uno de sus dedos enguantados sobre los labios.
- Solo queremos discreción. Nosotros nunca hemos estado aquí-, dijo el oso, guiñando el ojo a la joven.
- Seguro que hay una puerta trasera, ¿no es así? - consultó ahora el mercenario, dibujando una media sonrisa en los labios, aquellos con los que había pedido silencio antes, con un simple gesto.
La chica asintió, sonriente, antes de comenzar a guiarlos. Unas monedas por no hacer nada más que atravesar el local que tan visto tenía, era un regalo demasiado bueno.
- Por supuesto-, continuó la plática. - Puede que nuestros perseguidores sean tipos como nosotros. Que siempre luchan hasta el final e intentan cumplir. Pero bueno, no podemos decir que no lo hemos intentado, eh-, bromeó.
La joven los guió primero hasta un cuarto, donde les dijo que la esperara, más al poco salió con una arandela llena de llaves y reanudó la andanza. No les llevó mucho tiempo, tras cruzarse más de una vez con chicas que iban de acá para allá, alcanzar una puerta que la mujer no tardó en abrir girando una de las llaves en el interior de la cerradura.
- Nos has salvado de unos malvados bellacos, eso merece una recompensa adicional-, dijo sonriente, entregando otra moneda a la dama. - Muchas gracias-, mentó cual despedida, saliendo por la puerta.
En cuánto los tres hombres salieron, pudieron observar que se encontraban en un callejón mucho más lúgubre y menos transitado, mucho menos animado y divertido que el de la fachada principal, sin duda. También pudieron escuchar el chasquido del cerrojo, cuando la dama, en el interior del local, cerró con llave la puerta por la que acababan de salir.
Un chasquido, que fue como el final de la mecha de un artefacto alquímico dentro de la cabeza de cierto oso. Menos de un instante tardó ese oso, acelerado por la furia, en tomar al peliblanco por el cuello de su camisa y levantarlo un palmo del suelo, colocándolo cara a hocico, con la pared a espaldas del pobre humanoide.
Vinc, por su parte, se echó a reír, acercándose al dúo.
- Vamos, vamos. Iorek. Baja al hombre.
- Por qué debería hacerlo.
- Todos cometemos errores a lo largo de nuestra vida. Olvidas que de un error nació nuestra amistad. Bájalo, que nos pueda explicar bien de qué va todo esto.
Fue entonces, cuando se escuchó la voz de un hombre que transitaba por la calle. La voz de un cantante, si es que se le podía llamar así, que se escuchaba cada vez mejor mientras más se acercaba.
- Mi niña bonita, mi dulce princesa, me siento en las nubes, cuando tú me besas-, tarareaba en alto.
Para los demás fue inevitable mirarle, al pasar de largo, en su mundo, con su tono desafinado y descompasado.
- Eso ha sido…-. Vincent carraspeó y agitó la cabeza. - En fin, da igual. Cada loco con su canción. Al menos ese se lo está pasando bien con su alcohol, ¿no? - bromeó, antes de darle una palmada al peliblanco, que ya se encontraba en tierras terrenales, pues el oso lo había soltado como había solicitado su amigo.
Eso sí, Iorek no le quitaba la mirada de encima, por si acaso.
- Y bien, Don Cascanueces. Que tal si empiezas por el principio, nos dices tu nombre, por qué pegaste a aquel muchacho y quién es ese verdadero criminal del que hablas. Eso nos ayudaría a todos a entendernos.
Así, tal cual, cantaría el borracho que se cruza por la calle. Era importante poner el detalle sonoro (?
En esa ocasión no era para tanto, no al menos en el sentido anímico o sentimental, más, qué había hecho el buen mercenario para recibir aquel atropello. Si hacía nada que había terminado un trabajo para la guardia de la ciudad con buenos resultados.
Por esa misma razón sabía que no tendría muchos problemas con los milicianos que patrullaban y protegían la urbe de amenazas externas y bandidos, más, no podía decir lo mismo de la guardia personal de aquel maldito señor saca conclusiones de la nada.
Quién sabe que se le ocurriría hacer a tal sujeto. Lo más lógico, o al menos legal, era que sus protectores personales, después de atraparle, lo llevaran a un cuartel o torreón de las murallas, para presentar cargos hacia él. Y ante eso, el brujo poco tenía que temer, como mucho sufriría una noche en una apestosa celda. Pero, en cambio, si aquel tipo decidía tomarse la justicia por su mano…
«No, correr era nuestra única opción. Debemos librarnos de su escolta personal para estar a salvo.»
- Creo que ese comentario era tan necesario como nuestra escapada. Se lo merece por juzgar tan a la ligera-, dijo a sus compañeros, tras escuchar las palabras referentes al hijo del amigo del adinerado señor que los había mandado apresar.
«Un momento. Yo no tengo compañeros. No en plural.»
- Eh, tú, jodido atizador sin mediar palabras. ¿Qué cojones haces? - preguntó sorprendido, aflojando la marcha ante tal sorpresa. Inmediatamente después, Vinc puso todas sus energías en aumentar la velocidad de su paso, tras recordar en qué situación se encontraba. - ¿Por qué coño? ¿Por qué coño? - comenzó a decir, trabándose al hablar. - ¿Por qué divinos genitales femeninos vienes con nosotros? No lo conocemos de nada. Deje de hacer que parezca que somos sus amigos.
- Deja que venga-, soltó Iorek, de repente.
Vincent miró a su lado y hacia arriba, incrédulo, más, al hacerlo, le pareció ver una luz cruzar la mirada del oso. Sin duda, una ilusión creada por su propia mente, más, una ilusión que era un reflejo exacto de lo que estaría pasando por la mente del hombre bestia.
«Me da que, más pronto que tarde, el rol de cascanueces y nueces cascadas se van a intercambiar.»
- ¿Si se nos ocurre una distracción? - preguntó, esta vez enarcando una ceja ante la desfachatez del truhan parte madrazos de inocentes amantes. - Se me ocurre algo. Sí.
- Una táctica que nunca falla, sobre todo cuando hay guardias por medio.
- Con algunos guardias, al menos-, corrigió el brujo al oso, por no generalizar. - ¿Y qué verdadero criminal? Si eres tú el que le partió la crisma a aquel tipo. Salvo que quieras que te entreguemos a la guardia de verdad, tendrás que explicarnos de a quien te refieres con verdadero criminal.
- Por aquí-, comentó el oso, y giró una esquina que los llevaba entre los callejones de la zona portuaria.
Al poco, el trío de hombres se encontraría con un local de lo más sugerente, con un cartel tapizado en rojo, de letras blancas sobre el tapiz, y muchas mujeres haciendo acto de presencia en derredor junto a un gran gentío del otro sexo.
- Esto nunca falla-, le dijo al peliblanco, dándole un codazo amistoso, antes de seguir al hombre bestia hacia el interior.
- Solo son la guardia de un rico cualquiera. Por lo general, no son los más diligentes en sus quehaceres. Si hubiéramos seguido la marcha un par de calles más, hubieran vuelto con malas noticias para su señor, sin más. Una cosa es proteger al señor y su familia de ataques, y otra patearse media ciudad para no lograr nada, solo por tres tontos que le pegaron a un niño mimado.
- A veces sí, a veces son mejores que el mejor de los mercenarios o soldados profesionales-, comentó el brujo, encogiéndose de hombros. - Pero por si acaso, un par de pechos semi desnudos añadido a lo que te ha comentado mi buen amigo, y ese sexteto de capullos olvidarán sus deberes. Quizás se queden aquí, quizás regresen para no tardar y enfadar a su cliente, pero en cualquier caso, lo normal es que nos dejen en paz, ya sea por una razón, o la otra-, mentó, dejando unas monedas sobre la palma de una chica, que se encontraba a su izquierda nada más ingresar en el lupanar.
La dama intentó decir algo, más el brujo solo posó uno de sus dedos enguantados sobre los labios.
- Solo queremos discreción. Nosotros nunca hemos estado aquí-, dijo el oso, guiñando el ojo a la joven.
- Seguro que hay una puerta trasera, ¿no es así? - consultó ahora el mercenario, dibujando una media sonrisa en los labios, aquellos con los que había pedido silencio antes, con un simple gesto.
La chica asintió, sonriente, antes de comenzar a guiarlos. Unas monedas por no hacer nada más que atravesar el local que tan visto tenía, era un regalo demasiado bueno.
- Por supuesto-, continuó la plática. - Puede que nuestros perseguidores sean tipos como nosotros. Que siempre luchan hasta el final e intentan cumplir. Pero bueno, no podemos decir que no lo hemos intentado, eh-, bromeó.
La joven los guió primero hasta un cuarto, donde les dijo que la esperara, más al poco salió con una arandela llena de llaves y reanudó la andanza. No les llevó mucho tiempo, tras cruzarse más de una vez con chicas que iban de acá para allá, alcanzar una puerta que la mujer no tardó en abrir girando una de las llaves en el interior de la cerradura.
- Nos has salvado de unos malvados bellacos, eso merece una recompensa adicional-, dijo sonriente, entregando otra moneda a la dama. - Muchas gracias-, mentó cual despedida, saliendo por la puerta.
En cuánto los tres hombres salieron, pudieron observar que se encontraban en un callejón mucho más lúgubre y menos transitado, mucho menos animado y divertido que el de la fachada principal, sin duda. También pudieron escuchar el chasquido del cerrojo, cuando la dama, en el interior del local, cerró con llave la puerta por la que acababan de salir.
Un chasquido, que fue como el final de la mecha de un artefacto alquímico dentro de la cabeza de cierto oso. Menos de un instante tardó ese oso, acelerado por la furia, en tomar al peliblanco por el cuello de su camisa y levantarlo un palmo del suelo, colocándolo cara a hocico, con la pared a espaldas del pobre humanoide.
Vinc, por su parte, se echó a reír, acercándose al dúo.
- Vamos, vamos. Iorek. Baja al hombre.
- Por qué debería hacerlo.
- Todos cometemos errores a lo largo de nuestra vida. Olvidas que de un error nació nuestra amistad. Bájalo, que nos pueda explicar bien de qué va todo esto.
Fue entonces, cuando se escuchó la voz de un hombre que transitaba por la calle. La voz de un cantante, si es que se le podía llamar así, que se escuchaba cada vez mejor mientras más se acercaba.
- Mi niña bonita, mi dulce princesa, me siento en las nubes, cuando tú me besas-, tarareaba en alto.
Para los demás fue inevitable mirarle, al pasar de largo, en su mundo, con su tono desafinado y descompasado.
- Eso ha sido…-. Vincent carraspeó y agitó la cabeza. - En fin, da igual. Cada loco con su canción. Al menos ese se lo está pasando bien con su alcohol, ¿no? - bromeó, antes de darle una palmada al peliblanco, que ya se encontraba en tierras terrenales, pues el oso lo había soltado como había solicitado su amigo.
Eso sí, Iorek no le quitaba la mirada de encima, por si acaso.
- Y bien, Don Cascanueces. Que tal si empiezas por el principio, nos dices tu nombre, por qué pegaste a aquel muchacho y quién es ese verdadero criminal del que hablas. Eso nos ayudaría a todos a entendernos.
Offrol
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Así, tal cual, cantaría el borracho que se cruza por la calle. Era importante poner el detalle sonoro (?
- Canción del Borracho:
Vincent Calhoun
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Re: ¿Pero que no era él? [Privado] [Vincent Calhoun] [Noche]
El tal Vincent pareció aprobar mi intervención sobre Robb, aunque no aprobaba tanto que les estuviese siguiendo. Algo que podía entender porque no mucho antes nos estábamos enfrentando, aunque había que aclarar que fue por su culpa al atacar sin preguntar. Pero si estábamos huyendo de unos guardias, era una preocupación que me parecía bastante superflua en estos momentos.
- Pues lo mismo que vosotros. Huir para no acabar atado a un ancla y tirado al mar.
Lo que fue raro es que el oso le convenciera de que les acompañase. Después de haber sido el que peor saliera de nuestro encuentro, no entendía que ahora quisiera que yo fuera con ellos. O era muy compasivo o tramaba algo feo, y dudaba de la existencia de gente con tanta bondad. Pero seguir con ellos parecía la mejor opción, preocuparme de sus planes poco halagüeños era un problema del Corlys del futuro.
Y de momento parecía la mejor opción, pues poco les costó encontrar la distracción. Nos metimos por un callejón y acabamos entrando en un local rojo y lleno de mujeres semidesnudas. «Claro. Que después de haberme pasado unos años como guardia de Lunargenta no se me haya ocurrido... Estoy demasiado oxidado en esto de moverme por ciudades.» Dejé que ellos se encargaran de negociar la salida, porque yo solo podía pensar en que la moza con quien estaban hablando parecía sabrosa, en el sentido más literal de la palabra. Y siendo que estaba intentando dejar la sangre humana, mejor mantener las distancias cuando tenía hambre.
No tardamos mucho en salir a un callejón trasero, pero apenas tuve tiempo de disfrutar del aire fresco cuando el oso, que ahí descubrí que se llamaba Iorek, me levantó y estampó contra la pared. «Pues parece que dejar que el Corlys del futuro se preocupase del oso no ha sido el mejor plan.» Empecé a pensar en cosas que podría decir para que me soltase, pero todo lo que se me ocurría parecía que iba a resultar en algo peor. Ni decirle que se había ganado la patada ni que no había sido tan malo si todavía estaba así de fuerte iba a servir de nada que no fuera acercar mi final. Lo que acabó pasando y no me había visto venir, fue que Vincent le dijese que me soltase y lograra convencerle.
El oso parecía estar pensándose, pero entonces apareció un borracho dando tumbos y cantando, o haciendo algo que él pensaría que era cantar. Y creo que fue tan desconcertante que llevó a que Iorek me dejase en el suelo. Y aprovechando eso, el barbudo se metió a mediar y pedir explicaciones.
- Si, igual es bueno dejar las cosas claras. Para empezar, soy Corlys. Le pegué al Robb ese porque unos mercaderes me contrataron para encontrar a un tipo que parece que les está saqueando. Me dijeron que estaría por la zona, y me encontré con un tipo siendo sospechoso, así que le intercepté. Pero resultó que no estaba allí para llevarse cosas sino para meterlas. Y ahí es cuando llegasteis vosotros.
- Pues lo mismo que vosotros. Huir para no acabar atado a un ancla y tirado al mar.
Lo que fue raro es que el oso le convenciera de que les acompañase. Después de haber sido el que peor saliera de nuestro encuentro, no entendía que ahora quisiera que yo fuera con ellos. O era muy compasivo o tramaba algo feo, y dudaba de la existencia de gente con tanta bondad. Pero seguir con ellos parecía la mejor opción, preocuparme de sus planes poco halagüeños era un problema del Corlys del futuro.
Y de momento parecía la mejor opción, pues poco les costó encontrar la distracción. Nos metimos por un callejón y acabamos entrando en un local rojo y lleno de mujeres semidesnudas. «Claro. Que después de haberme pasado unos años como guardia de Lunargenta no se me haya ocurrido... Estoy demasiado oxidado en esto de moverme por ciudades.» Dejé que ellos se encargaran de negociar la salida, porque yo solo podía pensar en que la moza con quien estaban hablando parecía sabrosa, en el sentido más literal de la palabra. Y siendo que estaba intentando dejar la sangre humana, mejor mantener las distancias cuando tenía hambre.
No tardamos mucho en salir a un callejón trasero, pero apenas tuve tiempo de disfrutar del aire fresco cuando el oso, que ahí descubrí que se llamaba Iorek, me levantó y estampó contra la pared. «Pues parece que dejar que el Corlys del futuro se preocupase del oso no ha sido el mejor plan.» Empecé a pensar en cosas que podría decir para que me soltase, pero todo lo que se me ocurría parecía que iba a resultar en algo peor. Ni decirle que se había ganado la patada ni que no había sido tan malo si todavía estaba así de fuerte iba a servir de nada que no fuera acercar mi final. Lo que acabó pasando y no me había visto venir, fue que Vincent le dijese que me soltase y lograra convencerle.
El oso parecía estar pensándose, pero entonces apareció un borracho dando tumbos y cantando, o haciendo algo que él pensaría que era cantar. Y creo que fue tan desconcertante que llevó a que Iorek me dejase en el suelo. Y aprovechando eso, el barbudo se metió a mediar y pedir explicaciones.
- Si, igual es bueno dejar las cosas claras. Para empezar, soy Corlys. Le pegué al Robb ese porque unos mercaderes me contrataron para encontrar a un tipo que parece que les está saqueando. Me dijeron que estaría por la zona, y me encontré con un tipo siendo sospechoso, así que le intercepté. Pero resultó que no estaba allí para llevarse cosas sino para meterlas. Y ahí es cuando llegasteis vosotros.
Corlys Glokta
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Re: ¿Pero que no era él? [Privado] [Vincent Calhoun] [Noche]
- Sí, dejar las cosas claras nunca es una mala idea-, respondió al hombre, dejando que el peliblanco contara su versión de la historia.
El hombre en cuestión, que había dicho llamarse Corlys, fue conciso pero directo, sin escatimar en los detalles importantes. Aquellos que provocaron alzar una ceja al buen brujo, en un claro gesto de incredulidad, que poco a poco se fue convirtiendo en un rostro lleno de diversión que no tardó en llegar a la chanza.
- ¿En serio? - pudo decir, entre carcajadas.
- Yo no le veo la gracia.
- Vamos, Iorek. Un oso con los huevos rotos no tiene por qué dejar de ser simpático. Además, el peor golpe te lo dio la loca asomada al balcón.
- Esa mujer. Algún día regresaré para estrellarle una maceta en sus partes. A ver si le parece agradable-, respondió el oso, sin poder evitar por acto reflejo acariciarse las partes.
Después de todo, el dolor de un macetazo en esa zona del cuerpo, no se iría de buenas.
- ¿No te has dado cuenta? - preguntó el mercenario a su amigo, acercándose a él, y colocándose de puntillas para acercar rostro a hocico. Iorek no pareció entender. - Lo contrataron unos mercaderes para atrapar a un tipo que los estaba saqueando-, dijo al notar que su amigo no se enteraba, dándole la lucidez necesaria al hombre bestia.
Vincent volvió a descojonarse de risa, teniendo que limpiarse justo debajo de uno de los ojos con el dorso de su guante, al notar las lágrimas bajar por su mejilla.
- No me jodas. Vamos tras la misma persona-, afirmó, más sereno. Antes de volver a reír al pensar nuevamente sobre ello. - No puede ser cierto, los dioses son unos amantes de la diversión-, dijo entre risas.
La situación no podía ser más descabellada. Oso y brujo habían ido al rescate de un tipo, que en realidad había sido agredido porque su asaltante lo había confundido con un ladrón, que ellos ya de inicio buscaban y, por si fuera poco, todos habían tenido que huir porque el amo y señor de aquel caserón era más obtuso que un madero para barcos, y, por ende, sacaba sus propias conclusiones dignas de madera de barco..
- Vale, vale. Mantengamos la calma-, comentó, recuperando la compostura. - Bueno, Corlys. Yo soy Vincent Calhoun. Y mi amigo se llama…
- Iorek. A secas.
- Iorek, sí, pero tranquilo, no nos vengamos arriba, no se apellida Asecas. Seguro que si le consigues un buen ungüento para el dolor de bolas hasta te dice el apellido cuando se le pase la mala leche-, dijo en clara chanza. - El caso es que todos estábamos allí para encontrar a la misma persona-, afirmó, antes de mesarse la barba.
- No. No. Podemos hacer esto solos. Ni se te ocurra.
- ¿Por qué no? Somos buenos tipos. Sí, matamos y eso, pero solo a los perros que hacen la vida más dura al resto de personitas honradas del mundo. Ese hombre necesita nuestra ayuda. No vamos a negarle auxilio.
- ¿Por qué? - preguntó frustrado el oso, aunque rápido pasó a otro tema. - Además, si tú no querías ni salir a perseguir al ladrón.
- Pero ya salí de la maldita taberna ¿no? Y lo haríamos porque nosotros conocemos gente en la guardia de la ciudad y le hemos hecho un trabajo recientemente. No tendremos problemas con el padre de hija con dudosa virginidad. Sin embargo…
- Arrg, por los dioses. Calla. Está bien. Te ayudaremos Corlys. Nos repartiremos las ganancias entre tres y tú quedarás bien ante la guardia-, manifestó el oso, antes de tomar el camino sin esperar por nadie.
- Pues eso. Vamos, Corlys, sigamos al grandullón-, le dijo amistoso, poniéndose en camino.
Tendrían que regresar a la zona de almacenes, con cuidado de no pasar cerca de la casa del tipo que los buscaba. Ya tenían suficientes problemas, así que lo mejor era dar un rodeo y evitar aquella zona en concreto.
- Una pregunta-, dijo el brujo, mientras andaban por la calle que los alejaba de la parte trasera del lupanar. - ¿Cómo conseguiste esquivarme? No es que sea imposible-. «Pero cojones, uno es un avezado mercenario y tiene una reputación que mantener.» - Fue un movimiento impresionante. Debes tener un gran entrenamiento. ¿Has servido en algún ejército o compañía mercenaria? Quizás los conozca.
Muy probablemente los conociera el brujo, más bien. Más, aquella noche no dejaba de ser… Bueno, una noche de extraños cruces.
- Maldito, ¡A qué vienes ahora aquí! - se escuchó el grito de una dama, y tras ello el sonido de la cerámica al crujir.
- No puede ser.
- Ya, pues tenemos que pasar a su lado si queremos cruzar el puente.
El silencio se hizo dueño del grupo de hombres enfrentados ante la adversidad.
- Es imposible que nos pase dos veces lo mismo en una misma noche ¿no? - comentó el brujo, no muy convencido, tras lo que Iorek se encogió de hombros. Vincent suspiró de resignación. - Vamos, crucemos el maldito puente. Intentemos pasar desapercibidos.
El grupo se aproximó al paso por encima del río, con lo cual se acercaron a una casa que se encontraba en unos laterales de la calle, justo al lado de la entrada al puente, y donde se escuchaban los gritos de una mujer asomada a una balconada.
¿La diferencia con respecto a la situación anterior? Ahora la mujer no gritaba por ningún amante tumbado en el suelo a ostias, ni la vivienda era una mansión. Se notaba que era una casa de varios pisos, con un negocio cerrado justo a pie de calle. Seguramente un lugar donde vivirían varias familias y, en la que en el segundo piso, había una mujer muy enfadada con el hombre que había en la calle.
- Pero yo te amo. Te he compuesto una canción-, dijo el borracho, que no pudo evitar dar un traspiés ante la compleja maniobra de hablar y sostenerse en pie.
- ¡¿Amarme?! ¡Llegando tan tarde! Borracho como una cuba-, contestó la mujer sin rebajar el enfado.
Un trío de hombres se aproximó a la zona. El momento de la verdad. Cruzar sin llamar la atención. Un plan sin fisuras.
- Y vienes de ahí abajo. Putero. Que eres un putero-, dijo la mujer, agarrando una maceta y lanzándola.
El tiesto cayó justo al lado de Vincent, que dio un respingo al sentir que le caía tan cerca, para luego mirar hacia arriba, hacia la dama.
- ¿Y vosotros quiénes sois, amigos de este cabrón?
- ¡¿Qué?! - dijeron alarmados, al unísono, brujo y oso. - No. No no no no-, comenzó a defenderse el buen mercenario, haciendo aspavientos con las manos. - Nosotros no tenemos nada que ver con él.
- Y vienen de ahí abajo, como él. Otro grupo de golfos y malandrines. Puteros asquerosos-, mentó la mujer, agarrando otro tiesto que casi estalla en la cabeza del brujo, pero que pudo esquivar gracias a su magia.
- Pero si ya le hemos dicho que no somos amigos de él. Y no venimos de ningún lupanar.
- Ajaaaaaá. Lo sabía. Conocen ese lugar lleno de depravación y mujeres deshonestas. ¡Asquerosos!
- Pero si le ha llamado putero y dice que viene de abajo-, señaló hacia el borracho alzando el brazo. - Es la conclusión más lógica-, mintió, intentando salvar el pellejo.
Una obvia mentira porque, demonios, si han estado leyendo este relato ya deberían saber que el brujo y su amigo come salmones sabían dónde estaba el burdel.
- Mi niña bonita, mi dulce princesa, me siento en las nubes, cuando tú me besas-, cantó el borracho.
- ¡¿Qué?! - gritó el brujo, sin poder creer lo que estaba viviendo. Por razones distintas pero… ¡Por segunda vez en la misma y maldita noche! - ¿Pero es que no sabes más de la canción?
«Esto es ridículo en todo sentido posible, pensó el guerrero, alzando la mirada para volver a mirar hacia la mujer.»
La dama en cuestión ya alzaba otro de los macetones que tenía colocados por el balcón.
Vincent sintió un sudor frío bajar por un lado de su rostro, al ver el nuevo proyectil que vendría hacia ellos.
- Esta canción me hará famoso-, dijo el borracho, que se notaba que le importaba dos papas todo lo que pasaba a su alrededor. Y que, para más inri, se puso a bailar.
Sin duda, todo aquello era el pan de cada día de ese tipo.
«O de cada noche», caviló el brujo. «Cantar y bailar ya digo que no, pero sudar… Joder, sudar... El tipo suda de todo muy duro», terminó por pensar.
Un brujo mercenario ya resignado y preparado para la lluvia de macetas que se avecinaba.
El hombre en cuestión, que había dicho llamarse Corlys, fue conciso pero directo, sin escatimar en los detalles importantes. Aquellos que provocaron alzar una ceja al buen brujo, en un claro gesto de incredulidad, que poco a poco se fue convirtiendo en un rostro lleno de diversión que no tardó en llegar a la chanza.
- ¿En serio? - pudo decir, entre carcajadas.
- Yo no le veo la gracia.
- Vamos, Iorek. Un oso con los huevos rotos no tiene por qué dejar de ser simpático. Además, el peor golpe te lo dio la loca asomada al balcón.
- Esa mujer. Algún día regresaré para estrellarle una maceta en sus partes. A ver si le parece agradable-, respondió el oso, sin poder evitar por acto reflejo acariciarse las partes.
Después de todo, el dolor de un macetazo en esa zona del cuerpo, no se iría de buenas.
- ¿No te has dado cuenta? - preguntó el mercenario a su amigo, acercándose a él, y colocándose de puntillas para acercar rostro a hocico. Iorek no pareció entender. - Lo contrataron unos mercaderes para atrapar a un tipo que los estaba saqueando-, dijo al notar que su amigo no se enteraba, dándole la lucidez necesaria al hombre bestia.
Vincent volvió a descojonarse de risa, teniendo que limpiarse justo debajo de uno de los ojos con el dorso de su guante, al notar las lágrimas bajar por su mejilla.
- No me jodas. Vamos tras la misma persona-, afirmó, más sereno. Antes de volver a reír al pensar nuevamente sobre ello. - No puede ser cierto, los dioses son unos amantes de la diversión-, dijo entre risas.
La situación no podía ser más descabellada. Oso y brujo habían ido al rescate de un tipo, que en realidad había sido agredido porque su asaltante lo había confundido con un ladrón, que ellos ya de inicio buscaban y, por si fuera poco, todos habían tenido que huir porque el amo y señor de aquel caserón era más obtuso que un madero para barcos, y, por ende, sacaba sus propias conclusiones dignas de madera de barco..
- Vale, vale. Mantengamos la calma-, comentó, recuperando la compostura. - Bueno, Corlys. Yo soy Vincent Calhoun. Y mi amigo se llama…
- Iorek. A secas.
- Iorek, sí, pero tranquilo, no nos vengamos arriba, no se apellida Asecas. Seguro que si le consigues un buen ungüento para el dolor de bolas hasta te dice el apellido cuando se le pase la mala leche-, dijo en clara chanza. - El caso es que todos estábamos allí para encontrar a la misma persona-, afirmó, antes de mesarse la barba.
- No. No. Podemos hacer esto solos. Ni se te ocurra.
- ¿Por qué no? Somos buenos tipos. Sí, matamos y eso, pero solo a los perros que hacen la vida más dura al resto de personitas honradas del mundo. Ese hombre necesita nuestra ayuda. No vamos a negarle auxilio.
- ¿Por qué? - preguntó frustrado el oso, aunque rápido pasó a otro tema. - Además, si tú no querías ni salir a perseguir al ladrón.
- Pero ya salí de la maldita taberna ¿no? Y lo haríamos porque nosotros conocemos gente en la guardia de la ciudad y le hemos hecho un trabajo recientemente. No tendremos problemas con el padre de hija con dudosa virginidad. Sin embargo…
- Arrg, por los dioses. Calla. Está bien. Te ayudaremos Corlys. Nos repartiremos las ganancias entre tres y tú quedarás bien ante la guardia-, manifestó el oso, antes de tomar el camino sin esperar por nadie.
- Pues eso. Vamos, Corlys, sigamos al grandullón-, le dijo amistoso, poniéndose en camino.
Tendrían que regresar a la zona de almacenes, con cuidado de no pasar cerca de la casa del tipo que los buscaba. Ya tenían suficientes problemas, así que lo mejor era dar un rodeo y evitar aquella zona en concreto.
- Una pregunta-, dijo el brujo, mientras andaban por la calle que los alejaba de la parte trasera del lupanar. - ¿Cómo conseguiste esquivarme? No es que sea imposible-. «Pero cojones, uno es un avezado mercenario y tiene una reputación que mantener.» - Fue un movimiento impresionante. Debes tener un gran entrenamiento. ¿Has servido en algún ejército o compañía mercenaria? Quizás los conozca.
Muy probablemente los conociera el brujo, más bien. Más, aquella noche no dejaba de ser… Bueno, una noche de extraños cruces.
- Maldito, ¡A qué vienes ahora aquí! - se escuchó el grito de una dama, y tras ello el sonido de la cerámica al crujir.
- No puede ser.
- Ya, pues tenemos que pasar a su lado si queremos cruzar el puente.
El silencio se hizo dueño del grupo de hombres enfrentados ante la adversidad.
- Es imposible que nos pase dos veces lo mismo en una misma noche ¿no? - comentó el brujo, no muy convencido, tras lo que Iorek se encogió de hombros. Vincent suspiró de resignación. - Vamos, crucemos el maldito puente. Intentemos pasar desapercibidos.
El grupo se aproximó al paso por encima del río, con lo cual se acercaron a una casa que se encontraba en unos laterales de la calle, justo al lado de la entrada al puente, y donde se escuchaban los gritos de una mujer asomada a una balconada.
¿La diferencia con respecto a la situación anterior? Ahora la mujer no gritaba por ningún amante tumbado en el suelo a ostias, ni la vivienda era una mansión. Se notaba que era una casa de varios pisos, con un negocio cerrado justo a pie de calle. Seguramente un lugar donde vivirían varias familias y, en la que en el segundo piso, había una mujer muy enfadada con el hombre que había en la calle.
- Pero yo te amo. Te he compuesto una canción-, dijo el borracho, que no pudo evitar dar un traspiés ante la compleja maniobra de hablar y sostenerse en pie.
- ¡¿Amarme?! ¡Llegando tan tarde! Borracho como una cuba-, contestó la mujer sin rebajar el enfado.
Un trío de hombres se aproximó a la zona. El momento de la verdad. Cruzar sin llamar la atención. Un plan sin fisuras.
- Y vienes de ahí abajo. Putero. Que eres un putero-, dijo la mujer, agarrando una maceta y lanzándola.
El tiesto cayó justo al lado de Vincent, que dio un respingo al sentir que le caía tan cerca, para luego mirar hacia arriba, hacia la dama.
- ¿Y vosotros quiénes sois, amigos de este cabrón?
- ¡¿Qué?! - dijeron alarmados, al unísono, brujo y oso. - No. No no no no-, comenzó a defenderse el buen mercenario, haciendo aspavientos con las manos. - Nosotros no tenemos nada que ver con él.
- Y vienen de ahí abajo, como él. Otro grupo de golfos y malandrines. Puteros asquerosos-, mentó la mujer, agarrando otro tiesto que casi estalla en la cabeza del brujo, pero que pudo esquivar gracias a su magia.
- Pero si ya le hemos dicho que no somos amigos de él. Y no venimos de ningún lupanar.
- Ajaaaaaá. Lo sabía. Conocen ese lugar lleno de depravación y mujeres deshonestas. ¡Asquerosos!
- Pero si le ha llamado putero y dice que viene de abajo-, señaló hacia el borracho alzando el brazo. - Es la conclusión más lógica-, mintió, intentando salvar el pellejo.
Una obvia mentira porque, demonios, si han estado leyendo este relato ya deberían saber que el brujo y su amigo come salmones sabían dónde estaba el burdel.
- Mi niña bonita, mi dulce princesa, me siento en las nubes, cuando tú me besas-, cantó el borracho.
- ¡¿Qué?! - gritó el brujo, sin poder creer lo que estaba viviendo. Por razones distintas pero… ¡Por segunda vez en la misma y maldita noche! - ¿Pero es que no sabes más de la canción?
«Esto es ridículo en todo sentido posible, pensó el guerrero, alzando la mirada para volver a mirar hacia la mujer.»
La dama en cuestión ya alzaba otro de los macetones que tenía colocados por el balcón.
Vincent sintió un sudor frío bajar por un lado de su rostro, al ver el nuevo proyectil que vendría hacia ellos.
- Esta canción me hará famoso-, dijo el borracho, que se notaba que le importaba dos papas todo lo que pasaba a su alrededor. Y que, para más inri, se puso a bailar.
Sin duda, todo aquello era el pan de cada día de ese tipo.
«O de cada noche», caviló el brujo. «Cantar y bailar ya digo que no, pero sudar… Joder, sudar... El tipo suda de todo muy duro», terminó por pensar.
Un brujo mercenario ya resignado y preparado para la lluvia de macetas que se avecinaba.
Vincent Calhoun
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Re: ¿Pero que no era él? [Privado] [Vincent Calhoun] [Noche]
Vincent empezó a reirse cuando le conté mi historia. Al principio no era capaz de entender nada, pero según fue hablando con su amigo el oso le pillé la gracia al asunto. Parecía que estábamos aquí por la misma razón, solo que a mi me habían ofrecido dinero y a ellos no. Tras eso Vincent se presentó en condiciones e hizo presentarse al oso, aunque se veía que seguía sin estar muy contento con mi presencia. Siguieron discutiendo sobre si ayudarme o no, y al final pareció que aceptaron a cambio de repartir la recompensa, algo que sonaba muy razonable.
- Es una propuesta muy razonable. Aunque esos bastardos de los mercaderes no me dijeron el precio hasta que tuvieran el trabajo hecho.- Miré a mi nuevo compañero el oso y le sonreí antes de seguir hablando.- Aunque seguro que viéndote no se ponen a racanear.
Mientras nos poníamos en movimiento, el barbudo me preguntó por mis habilidades de lucha y si había servido en algún ejército. Medité si intentar poner alguna excusa para mis habilidades, pero viendo que íbamos a luchar juntos y que el rubio parecía un tipo comprensivo, y no uno de esos pirados que consideran que ser unos racistas y cazar vampiros es un trabajo digno, opté por poner todas las cartas encima de la mesa.
- Bueno, más o menos... Estuve unos años en la Guardia de Lunargenta hace ya bastante. Pero digamos que soy tan humano como tu peludo amigo - sonreí dejando que se me vieran los colmillos- y tenemos algunos truquillos para momentos como ese.
Seguíamos avanzando cuando oímos un grito y el sonido de más macetas reventando contra el suelo. Me paré un momento a comprobar que no hubiésemos vuelto por el mismo camino, pero no, estábamos en otro distinto. Debía ser que en esta ciudad el lanzamiento de macetas era una tradición.
- ¿Pero por qué nos pasa esto?
Vincent propuso pasar con disimulo, y eso tratamos de hacer, sin mucho éxito. La señora de las macetas estaba increpando al borracho cantante de antes por ser un putero, y por alguna razón inexplicable decidió que nosotros debíamos ser sus amigos puteros. Los intentos de razonar de Vincent no salieron muy bien y me volví a encontrar esquivando macetas, mientras que el presumible marido de la señora seguía haciendo el mamarracho con sus cuatro versos de canción.
Mientras nos esforzábamos en eludir las macetas confiando en que se le fueran acabar, y el borracho conseguía de forma milagrosa que no le reventasen en la cabeza mientras hacía eso que él consideraría bailar, decidí que ya había tenido bastante de esa locura. Cogí uno de los restos de maceta y lo lancé hacia el balcón, impactando contra otra maceta y rompiéndola. No iba a apuntar a la señora, que tampoco quería cargarme a alguien y tener más problemas, pero todo lo que fuese tratar de dejarla sin munición sonaba bien. Además, ser quien lanzaba la maceta y no quien la recibía sentaba ciertamente bien.
- ¿Pero qué os pasa en la cabeza en esta ciudad? ¿Es que todo el mundo dispara macetas primero y luego piensa? Bueno, igual he sido muy generoso suponiendo que piensan alguna vez. No conocemos al señor este. Déjanos en paz de una vez.
En cuanto terminé de hablar cogí otra maceta y la volví a lanzar, aunque esta vez se estampó contra la pared. Busqué en el suelo confiando en que quedase algún otro trozo que usar como proyectil, y cuando encontré uno me giré para hablar a mis compañeros.
- En algún momento se la tienen que acabar. En cuanto pase corremos, que no quiero quedarme a comprobar las que tendrá guardadas..- Tras decir estas palabras, lancé mi proyectil, sin lograr alcanzar tampoco mi objetivo. Parecía que en el primero había tenido suerte y luego ya no daba una.
- Es una propuesta muy razonable. Aunque esos bastardos de los mercaderes no me dijeron el precio hasta que tuvieran el trabajo hecho.- Miré a mi nuevo compañero el oso y le sonreí antes de seguir hablando.- Aunque seguro que viéndote no se ponen a racanear.
Mientras nos poníamos en movimiento, el barbudo me preguntó por mis habilidades de lucha y si había servido en algún ejército. Medité si intentar poner alguna excusa para mis habilidades, pero viendo que íbamos a luchar juntos y que el rubio parecía un tipo comprensivo, y no uno de esos pirados que consideran que ser unos racistas y cazar vampiros es un trabajo digno, opté por poner todas las cartas encima de la mesa.
- Bueno, más o menos... Estuve unos años en la Guardia de Lunargenta hace ya bastante. Pero digamos que soy tan humano como tu peludo amigo - sonreí dejando que se me vieran los colmillos- y tenemos algunos truquillos para momentos como ese.
Seguíamos avanzando cuando oímos un grito y el sonido de más macetas reventando contra el suelo. Me paré un momento a comprobar que no hubiésemos vuelto por el mismo camino, pero no, estábamos en otro distinto. Debía ser que en esta ciudad el lanzamiento de macetas era una tradición.
- ¿Pero por qué nos pasa esto?
Vincent propuso pasar con disimulo, y eso tratamos de hacer, sin mucho éxito. La señora de las macetas estaba increpando al borracho cantante de antes por ser un putero, y por alguna razón inexplicable decidió que nosotros debíamos ser sus amigos puteros. Los intentos de razonar de Vincent no salieron muy bien y me volví a encontrar esquivando macetas, mientras que el presumible marido de la señora seguía haciendo el mamarracho con sus cuatro versos de canción.
Mientras nos esforzábamos en eludir las macetas confiando en que se le fueran acabar, y el borracho conseguía de forma milagrosa que no le reventasen en la cabeza mientras hacía eso que él consideraría bailar, decidí que ya había tenido bastante de esa locura. Cogí uno de los restos de maceta y lo lancé hacia el balcón, impactando contra otra maceta y rompiéndola. No iba a apuntar a la señora, que tampoco quería cargarme a alguien y tener más problemas, pero todo lo que fuese tratar de dejarla sin munición sonaba bien. Además, ser quien lanzaba la maceta y no quien la recibía sentaba ciertamente bien.
- ¿Pero qué os pasa en la cabeza en esta ciudad? ¿Es que todo el mundo dispara macetas primero y luego piensa? Bueno, igual he sido muy generoso suponiendo que piensan alguna vez. No conocemos al señor este. Déjanos en paz de una vez.
En cuanto terminé de hablar cogí otra maceta y la volví a lanzar, aunque esta vez se estampó contra la pared. Busqué en el suelo confiando en que quedase algún otro trozo que usar como proyectil, y cuando encontré uno me giré para hablar a mis compañeros.
- En algún momento se la tienen que acabar. En cuanto pase corremos, que no quiero quedarme a comprobar las que tendrá guardadas..- Tras decir estas palabras, lancé mi proyectil, sin lograr alcanzar tampoco mi objetivo. Parecía que en el primero había tenido suerte y luego ya no daba una.
Corlys Glokta
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Re: ¿Pero que no era él? [Privado] [Vincent Calhoun] [Noche]
Una mujer gritando y lanzando macetas en un estado total de enfado, sin aceptar réplica posible. La segunda dama que se volvía loca, en aquella noche, para ser exactos. Un tipo que bailaba y cantaba en su mundo de fantasía, pues no se podía considerar que aquel sujeto estuviese con el resto de los mortales en el plano terrenal. Era imposible que un hombre estuviera tan feliz en mitad de aquel follón… Cuando para colmo, en realidad… ¡Toda aquella historia iba con él!
- Qué he hecho yo para merecer esto-, dijo, más para sí mismo que para el resto, hablando consigo mismo. - Nos pasa por gandules, por no dar un rodeo varias calles más allá. Y por ser tan gilipollas de venir a esta ciudad.
«A esta ciudad. Más bien... ¡A esta puta ciudad llena de lunáticos!»
El brujo había contestado al vampiro, recordando una pregunta que le hiciera antes de decidirse por hacer el maldito imbécil y avanzar por esa calle. Podría haber tomado cientos de decisiones totalmente diferentes, y en todas, seguro, habría sido menos gilipollas.
- Oye, no la alteres más. Solo vas a conseguir que nos mate-, le dijo, en esta ocasión, al vampiro de pelo blanco.
«Aunque todo sea verdad. Ojalá te resbales y te des con tu propia maceta, majadera.»
Por supuesto, eso no pasó. En vez de eso, la maceta voló de las manos de la dama en dirección al peliblanco que había osado enfrentarla.
- Deberíamos irnos. Parlamentando no lograremos nada.
- En eso tienes razón-, contestó a su amigo, echando otro ojo hacia el borracho, que bailaba de lado a lado de la calle. Un vivo cuadro de un tipo al que le importaba todo dos huevos y medio.
La sugerencia del vampiro tampoco era mala e iba acorde a lo ya expuesto por el oso. Allí no pintaban nada, y la única forma de escapar era irse por patas. Por eso, en cuánto vio un resquicio para huír…
- ¡Hasta la vista, señora! Tenemos asuntos que atender en otra parte-, le gritó, justo antes de echarse a correr.
El rubio mercenario había logrado pasar la peor parte, aprovechando que la mujer debía buscar por el balcón otro “proyectil”. Una estratagema que hubiera sido el completo éxito, si no hubiera subestimado las capacidades de tremenda bruta de lanzar bien lejos las macetas.
Vincent, al mirar por encima de su hombro, pudo observar como se le aproximaba el objeto de cerámica. Gracias al buen tino de ojear hacia su espalda, logró esquivarlo, más no tuvo en cuenta la tierra que se hiciera dueña del pavimento de piedra, cuando la maceta estallara contra el firme.
En definitiva, un brujo mercenario, ducho en mil batallas, derrotado por una señora y su maceta, caería rodando por los suelos de la forma más patética imaginable, quedando finalmente con el rostro contra una losa de cantera, unos metros por delante del lugar donde inició la caída.
- Hija de…-, maldijo el rubio, aún mirando hacia el suelo.
“Esta es la última piedra, conmemorativa por ello, del puente ideado por el gran enano Khazad Dûm.”, rezaba grabado a cincel sobre la piedra central del suelo que iniciaba el camino del puente.
«¿Gran y enano no están…?», pensó el brujo. «Debería decírselo a Sandal, olvidando mentar lo que acabo de pensar sobre gran y enano.»
- Seguro que le anima saber que un enano llegó a ser ingeniero de un puente-, se dijo a sí mismo, alzando la mirada y con ello pudiendo observar tan, tan, tan… - Pues tampoco es para tanto el puente de Khazad Dûm-, masculló.
«Igual mejor no le digo nada. Que luego quiere venir a verlo y ve que tiene la belleza de un bloque de cantera bien cortado y cincelado, así como bien puesto sobre el espacio a salvar… Sin más.»
Vincent recuperó parte de su altura, tras tremenda reflexión, justo a tiempo para mirar hacia atrás y ve que la mujer estaba preparando otro de sus lanzamientos largos con maceta.
- ¡Huid! ¡Insensatos! - gritó a sus compañeros, adquiriendo mayor velocidad de movimientos ante el acechante peligro que se avecinaba sobre ellos, y usando ese impulso para enderezarse del todo y poner tierra de por medio con unos pasos que lo conducirán a cruzar el maravilloso puente.
Era más simple que un botijo de cerámica, pero oh, ese magnífico puente era su salvación.
- Qué he hecho yo para merecer esto-, dijo, más para sí mismo que para el resto, hablando consigo mismo. - Nos pasa por gandules, por no dar un rodeo varias calles más allá. Y por ser tan gilipollas de venir a esta ciudad.
«A esta ciudad. Más bien... ¡A esta puta ciudad llena de lunáticos!»
El brujo había contestado al vampiro, recordando una pregunta que le hiciera antes de decidirse por hacer el maldito imbécil y avanzar por esa calle. Podría haber tomado cientos de decisiones totalmente diferentes, y en todas, seguro, habría sido menos gilipollas.
- Oye, no la alteres más. Solo vas a conseguir que nos mate-, le dijo, en esta ocasión, al vampiro de pelo blanco.
«Aunque todo sea verdad. Ojalá te resbales y te des con tu propia maceta, majadera.»
Por supuesto, eso no pasó. En vez de eso, la maceta voló de las manos de la dama en dirección al peliblanco que había osado enfrentarla.
- Deberíamos irnos. Parlamentando no lograremos nada.
- En eso tienes razón-, contestó a su amigo, echando otro ojo hacia el borracho, que bailaba de lado a lado de la calle. Un vivo cuadro de un tipo al que le importaba todo dos huevos y medio.
La sugerencia del vampiro tampoco era mala e iba acorde a lo ya expuesto por el oso. Allí no pintaban nada, y la única forma de escapar era irse por patas. Por eso, en cuánto vio un resquicio para huír…
- ¡Hasta la vista, señora! Tenemos asuntos que atender en otra parte-, le gritó, justo antes de echarse a correr.
El rubio mercenario había logrado pasar la peor parte, aprovechando que la mujer debía buscar por el balcón otro “proyectil”. Una estratagema que hubiera sido el completo éxito, si no hubiera subestimado las capacidades de tremenda bruta de lanzar bien lejos las macetas.
Vincent, al mirar por encima de su hombro, pudo observar como se le aproximaba el objeto de cerámica. Gracias al buen tino de ojear hacia su espalda, logró esquivarlo, más no tuvo en cuenta la tierra que se hiciera dueña del pavimento de piedra, cuando la maceta estallara contra el firme.
En definitiva, un brujo mercenario, ducho en mil batallas, derrotado por una señora y su maceta, caería rodando por los suelos de la forma más patética imaginable, quedando finalmente con el rostro contra una losa de cantera, unos metros por delante del lugar donde inició la caída.
- Hija de…-, maldijo el rubio, aún mirando hacia el suelo.
“Esta es la última piedra, conmemorativa por ello, del puente ideado por el gran enano Khazad Dûm.”, rezaba grabado a cincel sobre la piedra central del suelo que iniciaba el camino del puente.
«¿Gran y enano no están…?», pensó el brujo. «Debería decírselo a Sandal, olvidando mentar lo que acabo de pensar sobre gran y enano.»
- Seguro que le anima saber que un enano llegó a ser ingeniero de un puente-, se dijo a sí mismo, alzando la mirada y con ello pudiendo observar tan, tan, tan… - Pues tampoco es para tanto el puente de Khazad Dûm-, masculló.
«Igual mejor no le digo nada. Que luego quiere venir a verlo y ve que tiene la belleza de un bloque de cantera bien cortado y cincelado, así como bien puesto sobre el espacio a salvar… Sin más.»
Vincent recuperó parte de su altura, tras tremenda reflexión, justo a tiempo para mirar hacia atrás y ve que la mujer estaba preparando otro de sus lanzamientos largos con maceta.
- ¡Huid! ¡Insensatos! - gritó a sus compañeros, adquiriendo mayor velocidad de movimientos ante el acechante peligro que se avecinaba sobre ellos, y usando ese impulso para enderezarse del todo y poner tierra de por medio con unos pasos que lo conducirán a cruzar el maravilloso puente.
Era más simple que un botijo de cerámica, pero oh, ese magnífico puente era su salvación.
Vincent Calhoun
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Re: ¿Pero que no era él? [Privado] [Vincent Calhoun] [Noche]
El brujo parecía estar cuestionándose todas las decisiones que había tomado en su vida para estar llegando a ese momento, y yo le entendía, pero estaba muy ocupado increpando a la señora. Porque no se en que momento se me había ocurrido venir a esta ciudad, pero estaba haciendo parecer una maravilla todos los sitios en los que me había metido anteriormente. Y eso que había estado en cuchitriles bastante lamentables.
- Si es que la da igual lo que hagamos, nos va a lanzar macetas de todas formas. ¿No ves que es que ya hasta ha dejado de tirárselas al culpable? Si la grito al menos me quedo yo tranquilo.
Puede que no fuese la mejor lógica del mundo, pero en esta ciudad la lógica había dejado de tener sentido hace tiempo. Solo sabía que en cuanto acabásemos con esto quería dejar este lugar y no volver por aquí mientras fuera posible.
En cuanto la señora nos dejó un margen de tiempo sin lanzar macetas, salimos corriendo. Y menos mal que se la acabaron, porque Vincent tenía razón en que se iba a indignar más conmigo y me estaba convirtiendo en el blanco preferente. Lo que no entraba en nuestro plan es que la señora tuviese más fuerza que el buen oso y sus macetas atravesaran volando la calle. Llegando a acabar el barbudo en el suelo por resbalar con los restos de un proyectil.
- No mires atrás. Es tarde para él.
Fui a decirle algo al oso por abandonar a su amigo con tanta facilidad, pero entonces me di cuenta de que yo tampoco iba a girarme a ver que tal estaba. Por suerte el brujo se recompuso y siguió corriendo, advirtiéndonos que hiciésemos lo mismo. Y no dudamos en seguir su consejo. Lamentablemente, aunque logré esquivar su lanzamiento saltando hacia un lado, no me fijé en que eso me ponía en la trayectoria de un oso en velocidad, que no pudo frenar al encontrarme frente a él y me arrolló, pero eso no le frenó tampoco y se tropezó conmigo, haciendo que los dos acabásemos dando tumbos mientras intentábamos recuperar el equilibrio hasta acabar en el borde del puente. Lamentablemente, no conseguimos estabilizarnos y lo único que teníamos a mano para agarrarnos era al otro, lo que solo ayudó a que ninguno de los dos pudiésemos evitar irnos al agua. Habíamos tenido suerte de que no había mucha caída y que la capa de agua era suficiente para amortiguarla, pero ahora teníamos que pensar como salir. Mi plan era acercarme al borde para escalar por allí, pero al ver que me disponía a hacerlo, Iorek me miró con cara de no estar muy convencido y empezó a hablar.
- Igual es mejor probar por otro sitio. No se si la señora puede llegar hasta el puente, pero no quiero descubrir que si al encontrarme con otra maceta en la frente.
- Pues... Si, creo que vas a tener razón.- Elevé más mi voz para informar a Vincent del cambio de planes.- ¡Vamos a seguir el río hasta el próximo puente. Quedamos allí que aquí todavía nos ha de encontrar la loca esa.
Tras avisarle, nos pusimos a nada a favor de la corriente hasta llegar al próximo puente y subimos por las escaleras que había hasta el agua. Parece ser que lo de encontrarse a un oso y a un tipo extraño saliendo del río no era muy habitual porque todos los comensales de una taberna empezaron a mirarnos y susurrar.
- ¿Qué pasa? ¿Nunca os habéis caído al río sin estar tan perjudicados como para que os tengan que sacar otros?
Es posible que estuviera un poco irascible. Quizás fuera porque tenía hambre, o quizás era porque ya me habían tirado macetas dos veces en la misma noche. En cualquier caso, la solución era sencilla, acabar con esto, buscarme una oveja que beberme y desaparecer de esta ciudad para no volver.
- Si es que la da igual lo que hagamos, nos va a lanzar macetas de todas formas. ¿No ves que es que ya hasta ha dejado de tirárselas al culpable? Si la grito al menos me quedo yo tranquilo.
Puede que no fuese la mejor lógica del mundo, pero en esta ciudad la lógica había dejado de tener sentido hace tiempo. Solo sabía que en cuanto acabásemos con esto quería dejar este lugar y no volver por aquí mientras fuera posible.
En cuanto la señora nos dejó un margen de tiempo sin lanzar macetas, salimos corriendo. Y menos mal que se la acabaron, porque Vincent tenía razón en que se iba a indignar más conmigo y me estaba convirtiendo en el blanco preferente. Lo que no entraba en nuestro plan es que la señora tuviese más fuerza que el buen oso y sus macetas atravesaran volando la calle. Llegando a acabar el barbudo en el suelo por resbalar con los restos de un proyectil.
- No mires atrás. Es tarde para él.
Fui a decirle algo al oso por abandonar a su amigo con tanta facilidad, pero entonces me di cuenta de que yo tampoco iba a girarme a ver que tal estaba. Por suerte el brujo se recompuso y siguió corriendo, advirtiéndonos que hiciésemos lo mismo. Y no dudamos en seguir su consejo. Lamentablemente, aunque logré esquivar su lanzamiento saltando hacia un lado, no me fijé en que eso me ponía en la trayectoria de un oso en velocidad, que no pudo frenar al encontrarme frente a él y me arrolló, pero eso no le frenó tampoco y se tropezó conmigo, haciendo que los dos acabásemos dando tumbos mientras intentábamos recuperar el equilibrio hasta acabar en el borde del puente. Lamentablemente, no conseguimos estabilizarnos y lo único que teníamos a mano para agarrarnos era al otro, lo que solo ayudó a que ninguno de los dos pudiésemos evitar irnos al agua. Habíamos tenido suerte de que no había mucha caída y que la capa de agua era suficiente para amortiguarla, pero ahora teníamos que pensar como salir. Mi plan era acercarme al borde para escalar por allí, pero al ver que me disponía a hacerlo, Iorek me miró con cara de no estar muy convencido y empezó a hablar.
- Igual es mejor probar por otro sitio. No se si la señora puede llegar hasta el puente, pero no quiero descubrir que si al encontrarme con otra maceta en la frente.
- Pues... Si, creo que vas a tener razón.- Elevé más mi voz para informar a Vincent del cambio de planes.- ¡Vamos a seguir el río hasta el próximo puente. Quedamos allí que aquí todavía nos ha de encontrar la loca esa.
Tras avisarle, nos pusimos a nada a favor de la corriente hasta llegar al próximo puente y subimos por las escaleras que había hasta el agua. Parece ser que lo de encontrarse a un oso y a un tipo extraño saliendo del río no era muy habitual porque todos los comensales de una taberna empezaron a mirarnos y susurrar.
- ¿Qué pasa? ¿Nunca os habéis caído al río sin estar tan perjudicados como para que os tengan que sacar otros?
Es posible que estuviera un poco irascible. Quizás fuera porque tenía hambre, o quizás era porque ya me habían tirado macetas dos veces en la misma noche. En cualquier caso, la solución era sencilla, acabar con esto, buscarme una oveja que beberme y desaparecer de esta ciudad para no volver.
Corlys Glokta
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Re: ¿Pero que no era él? [Privado] [Vincent Calhoun] [Noche]
Al brujo le había salido del alma gritar aquellas palabras. Sí, puede que la situación no fuera un campo de batalla, y que tal grito para animar a sus amigos a huir era un tanto excesivo y dramático, dadas las circunstancias.
Es verdad que la señorita, la señorita más bruta que un oso, para ser exactos, podía matar a alguno de ellos si les daba un golpe mal dado en la cabeza con una de las malditas macetas. Más era improbable, sobre todo por la distancia que ya le habían ganado al balcón de la pirada.
«Un momento...»
- Eh, cabrones, podrían haberme ayudado en vez de hacerme caso-, dijo con total naturalidad, como si antes no los urgiera a huir. - Habrase visto. Menudos camaradas.
Sin embargo, el brujo no perdió el tiempo solo gastando saliva, pues un buen mercenario sabe correr y lanzar improperios mientras corre. Esa es la tercera lección más importante en el cuasi noble oficio del guerrero profesional, la que va detrás de aprender a correr, y la que sigue a esta, que consiste en comprender la importancia, así como obtener destreza y maestría, del arte de cagarse en la madre de quien toque.
- Del jodido oso me lo esperaría, pero de un tipo que acabo de conocer esta noche nunca lo habría imaginado-, afirmó en medio de un rapapolvo con claros tintes cómicos. - ¿Es que ya no queda gente decente en este mundo? - comentó con vacile, al tiempo que veía como los objetivos de sus bromas se iban a la putísima mierda con somera elegancia.
«Eso sí es que bailar», se mofó con pensamiento divertido, evitando partirse el pecho ante la desdicha de los pobres desgraciados.
- ¿Necesitáis una soga? - les preguntó con burlesco tono, ahora sí, antes de partirse de risa ante la visión que tenía ante sí. - En serio. Vais bien. Se os da de madre la escalada con manos mojadas-, comentó entre risas, apoyándose contra el muro bajo del puente, del descojone tan grande que tenía.
Una maceta cayó a lo lejos, pero para el mercenario fue señal más que suficiente de que esa mujer no se daba por vencida.
«Será mejor que siga adelante. Esa loca es capaz de bajar cargada de macetas», caviló, teniendo una imagen mental, entre cómica y aterradora, de una incansable mujer con morral cargado de cerámica.
- Joder-, se dijo el guerrero, después de tener un escalofrío ante tal pensamiento. - Será mejor que me vaya-, terminó por decirse a sí mismo, para luego alongarse y mirar al vacío. - Espero que sepáis nadar. Os veo al otro lado.
«Bueno, al menos un jodido merienda salmones tendría que saber nadar ¿no?», razonó, mientras giraba para ponerse en marcha.
- ¡Ah! Joder, cómo coño logras ser tan sigiloso.
- Vamos, muchachos. Aún tengo muchas canciones que cantar. ¿Por qué os vais ya?
Vincent chasqueó los dedos de su diestra, pero tan rápido como hizo el gesto, dejó que la llama creada se apagara por sí sola.
«Este tipo es un majadero, pero aún no ha llegado el día en el que yo también pierda la chaveta», se dijo mentalmente, tranquilizándose tras el susto que le había dado. «¿Qué tipo de persona me podría considerar si fuese por ahí reventando todo tipo medio raro que me encontrase.»
- Ya habría matado a James Truando hace mucho de ser así-, se dijo.
El borracho se descojonó de risa.
- Que puto nombre tan genial. Eres el maldito éxito, muchacho.
Vincent lo miró, extrañado, enarcando una ceja.
- ¡Oh! Y eso del fuego ha estado genial-, afirmó seguido, muy animado de repente, acercándose más al brujo. - Actúo en una posada que no está muy lejos de aquí. Tu pufffh chuff con fuego le daría el toque maestro.
«Pufffh Chuff», pensó, enarcando aún más la ceja. «Con fuego… Hay que joderse.»
- Bueno, buen hombre. No sé si no te has dado cuenta. Pero tu mujer, amante, querida, madre con poca edad porque te tuvo cuando era bebé o, en resumen, la loca del conejo que hay ahí detrás quiere matarnos a “macetazos”. ¿Eso no te parece suficiente para no tener esta conversación?
El borracho se le quedó mirando unos instantes, cavilando lo que le había dicho el brujo.
- Entonces, ¿vienes o no vienes?
- Por el amor de todos los dioses-, dijo hartándose y comenzando a caminar hacia el otro extremo del puente, pues los gritos de la reina de las macetas se habían intensificado mientras hablaba con el “cantante”. - Ahora tengo unas cosas que hacer.
- Pero…
- Iré. Iré. Luego. Cuando termine lo que tengo entre manos-, mintió para librarse de él.
- La taberna se llama…
El brujo ya no escuchó nada, pues no podía interesarle menos lo que tuviera que decir ese maldito borracho, y se acercó a la zona hacia la que vio nadar a sus compañeros, antes de que el tipo raro le abordara.
- Qué, cómo estaba el agua. Si no está fresquita no vale la pena-, comentó en chanza, mientras se acercaba a sus camaradas, después de encontrarlos con la mirada.
Iorek solo refunfuñó como respuesta y luego sacudió su cuerpo para quitarse de encima toda el agua que pudo.
- Acabemos con esto. Si queremos encontrar al maldito ladrón debemos volver a los almacenes.
- Pensé que nunca me lo pedirías, bello “damo”-, respondió con fingida coquetería, antes de girarse para mirar hacia a donde deberían ir. - No tiene pérdida-, comentó, poniéndose en camino. - Llegaremos en un periquete. Si no nos encontramos más locas con macetas-, matizó, antes de reír.
Dos encuentros como aquel en una misma noche ya era exagerado, pero en la que el brujo ya consideraría como “La Ciudad de las Macetas” todo era posible. Y en fin, con todo lo que había pasado, era mejor reír que llorar.
Es verdad que la señorita, la señorita más bruta que un oso, para ser exactos, podía matar a alguno de ellos si les daba un golpe mal dado en la cabeza con una de las malditas macetas. Más era improbable, sobre todo por la distancia que ya le habían ganado al balcón de la pirada.
«Un momento...»
- Eh, cabrones, podrían haberme ayudado en vez de hacerme caso-, dijo con total naturalidad, como si antes no los urgiera a huir. - Habrase visto. Menudos camaradas.
Sin embargo, el brujo no perdió el tiempo solo gastando saliva, pues un buen mercenario sabe correr y lanzar improperios mientras corre. Esa es la tercera lección más importante en el cuasi noble oficio del guerrero profesional, la que va detrás de aprender a correr, y la que sigue a esta, que consiste en comprender la importancia, así como obtener destreza y maestría, del arte de cagarse en la madre de quien toque.
- Del jodido oso me lo esperaría, pero de un tipo que acabo de conocer esta noche nunca lo habría imaginado-, afirmó en medio de un rapapolvo con claros tintes cómicos. - ¿Es que ya no queda gente decente en este mundo? - comentó con vacile, al tiempo que veía como los objetivos de sus bromas se iban a la putísima mierda con somera elegancia.
«Eso sí es que bailar», se mofó con pensamiento divertido, evitando partirse el pecho ante la desdicha de los pobres desgraciados.
- ¿Necesitáis una soga? - les preguntó con burlesco tono, ahora sí, antes de partirse de risa ante la visión que tenía ante sí. - En serio. Vais bien. Se os da de madre la escalada con manos mojadas-, comentó entre risas, apoyándose contra el muro bajo del puente, del descojone tan grande que tenía.
Una maceta cayó a lo lejos, pero para el mercenario fue señal más que suficiente de que esa mujer no se daba por vencida.
«Será mejor que siga adelante. Esa loca es capaz de bajar cargada de macetas», caviló, teniendo una imagen mental, entre cómica y aterradora, de una incansable mujer con morral cargado de cerámica.
- Joder-, se dijo el guerrero, después de tener un escalofrío ante tal pensamiento. - Será mejor que me vaya-, terminó por decirse a sí mismo, para luego alongarse y mirar al vacío. - Espero que sepáis nadar. Os veo al otro lado.
«Bueno, al menos un jodido merienda salmones tendría que saber nadar ¿no?», razonó, mientras giraba para ponerse en marcha.
- ¡Ah! Joder, cómo coño logras ser tan sigiloso.
- Vamos, muchachos. Aún tengo muchas canciones que cantar. ¿Por qué os vais ya?
Vincent chasqueó los dedos de su diestra, pero tan rápido como hizo el gesto, dejó que la llama creada se apagara por sí sola.
«Este tipo es un majadero, pero aún no ha llegado el día en el que yo también pierda la chaveta», se dijo mentalmente, tranquilizándose tras el susto que le había dado. «¿Qué tipo de persona me podría considerar si fuese por ahí reventando todo tipo medio raro que me encontrase.»
- Ya habría matado a James Truando hace mucho de ser así-, se dijo.
El borracho se descojonó de risa.
- Que puto nombre tan genial. Eres el maldito éxito, muchacho.
Vincent lo miró, extrañado, enarcando una ceja.
- ¡Oh! Y eso del fuego ha estado genial-, afirmó seguido, muy animado de repente, acercándose más al brujo. - Actúo en una posada que no está muy lejos de aquí. Tu pufffh chuff con fuego le daría el toque maestro.
«Pufffh Chuff», pensó, enarcando aún más la ceja. «Con fuego… Hay que joderse.»
- Bueno, buen hombre. No sé si no te has dado cuenta. Pero tu mujer, amante, querida, madre con poca edad porque te tuvo cuando era bebé o, en resumen, la loca del conejo que hay ahí detrás quiere matarnos a “macetazos”. ¿Eso no te parece suficiente para no tener esta conversación?
El borracho se le quedó mirando unos instantes, cavilando lo que le había dicho el brujo.
- Entonces, ¿vienes o no vienes?
- Por el amor de todos los dioses-, dijo hartándose y comenzando a caminar hacia el otro extremo del puente, pues los gritos de la reina de las macetas se habían intensificado mientras hablaba con el “cantante”. - Ahora tengo unas cosas que hacer.
- Pero…
- Iré. Iré. Luego. Cuando termine lo que tengo entre manos-, mintió para librarse de él.
- La taberna se llama…
El brujo ya no escuchó nada, pues no podía interesarle menos lo que tuviera que decir ese maldito borracho, y se acercó a la zona hacia la que vio nadar a sus compañeros, antes de que el tipo raro le abordara.
- Qué, cómo estaba el agua. Si no está fresquita no vale la pena-, comentó en chanza, mientras se acercaba a sus camaradas, después de encontrarlos con la mirada.
Iorek solo refunfuñó como respuesta y luego sacudió su cuerpo para quitarse de encima toda el agua que pudo.
- Acabemos con esto. Si queremos encontrar al maldito ladrón debemos volver a los almacenes.
- Pensé que nunca me lo pedirías, bello “damo”-, respondió con fingida coquetería, antes de girarse para mirar hacia a donde deberían ir. - No tiene pérdida-, comentó, poniéndose en camino. - Llegaremos en un periquete. Si no nos encontramos más locas con macetas-, matizó, antes de reír.
Dos encuentros como aquel en una misma noche ya era exagerado, pero en la que el brujo ya consideraría como “La Ciudad de las Macetas” todo era posible. Y en fin, con todo lo que había pasado, era mejor reír que llorar.
Vincent Calhoun
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Re: ¿Pero que no era él? [Privado] [Vincent Calhoun] [Noche]
No sabía que había sido peor, si el haberme caído al río o que Vincent se estuviera recochineando muy fuerte de nuestra suerte. Al menos el haberme ido al agua me había evitado el encuentro con el cantante ese, y eso estaba muy bien, porque con la noche de locos que llevaba, no sabía si iba a poder aguantar más pirados.
Ya fuera del agua, nos encontramos al brujo que había venido por el camino menos húmedo y se veía que no había perdido el humor. Aunque visto lo visto, dudaba que fuera a perderlo ni en medio de una torre llena de engendros.
- Está perfecta. No deberías dejar que acabase la noche sin probarla.- Le respondí con mi poco fina ironía.
Pero lo que debería haber hecho fue alejarme de Iorek, que al agitarse para quitarse el agua, me regó a mi aun más de lo que estaba. «Maravilloso. Ahora además voy a conseguir oler a oso mojado.» De todas formas, no les faltaba razón en que deberíamos ir a los almacenes directos a ver si conseguíamos acabar el trabajo de una vez.
- Pues vamos para allá. Y voto que si nos encontramos con otra lanzadora de macetas, le demos fuego a esta ciudad, si hay tres es que ya es una plaga y debe ser purgada.
Afortunadamente, en esta ocasión llegamos sin encontrarnos con macetas voladoras, que debería ser algo habitual y nada digno de reseñarse, pero parecía que en esta ciudad de dementes, era un milagro tener un viaje sin sorpresas desagradables. Los almacenes era una zona amplia, y no sabría como lo tendríamos para encontrar al ladrón. Aunque en general, ver movimiento sería ya bastante sospechoso siendo las horas que eran.
- Creo que deberíamos dispersarnos para ver si así recorremos más terreno, si vemos algo podemos avisar al resto de alguna forma... que ya pensaremos.- Me quedé mirando a mi alrededor a ver cual era la mejor forma de moverme y los tejados me parecieron un buen sitio. Estaban lo suficientemente oscuros como para ocultarme y daban buena perspectiva.- Iorek, ¿crees que me puedes impulsar para subir al tejado?- Yo le veía con ganas de lanzarme contra algo, y así al menos sería productivo. También podría haber escalado yo, pero mejor si llegaba con ayuda.
El oso sonrió, y casi antes de que me diera cuenta estaba volando hacia el tejado. Me callé el grito que estaba deseando soltar y confié en que no fuera directo contra la pared y me reventara entero. Pero hubo suerte y caí encima. Cogí aire alegrándome de seguir vivo y me asomé al borde para hacerles una señal de éxito.
Ya fuera del agua, nos encontramos al brujo que había venido por el camino menos húmedo y se veía que no había perdido el humor. Aunque visto lo visto, dudaba que fuera a perderlo ni en medio de una torre llena de engendros.
- Está perfecta. No deberías dejar que acabase la noche sin probarla.- Le respondí con mi poco fina ironía.
Pero lo que debería haber hecho fue alejarme de Iorek, que al agitarse para quitarse el agua, me regó a mi aun más de lo que estaba. «Maravilloso. Ahora además voy a conseguir oler a oso mojado.» De todas formas, no les faltaba razón en que deberíamos ir a los almacenes directos a ver si conseguíamos acabar el trabajo de una vez.
- Pues vamos para allá. Y voto que si nos encontramos con otra lanzadora de macetas, le demos fuego a esta ciudad, si hay tres es que ya es una plaga y debe ser purgada.
Afortunadamente, en esta ocasión llegamos sin encontrarnos con macetas voladoras, que debería ser algo habitual y nada digno de reseñarse, pero parecía que en esta ciudad de dementes, era un milagro tener un viaje sin sorpresas desagradables. Los almacenes era una zona amplia, y no sabría como lo tendríamos para encontrar al ladrón. Aunque en general, ver movimiento sería ya bastante sospechoso siendo las horas que eran.
- Creo que deberíamos dispersarnos para ver si así recorremos más terreno, si vemos algo podemos avisar al resto de alguna forma... que ya pensaremos.- Me quedé mirando a mi alrededor a ver cual era la mejor forma de moverme y los tejados me parecieron un buen sitio. Estaban lo suficientemente oscuros como para ocultarme y daban buena perspectiva.- Iorek, ¿crees que me puedes impulsar para subir al tejado?- Yo le veía con ganas de lanzarme contra algo, y así al menos sería productivo. También podría haber escalado yo, pero mejor si llegaba con ayuda.
El oso sonrió, y casi antes de que me diera cuenta estaba volando hacia el tejado. Me callé el grito que estaba deseando soltar y confié en que no fuera directo contra la pared y me reventara entero. Pero hubo suerte y caí encima. Cogí aire alegrándome de seguir vivo y me asomé al borde para hacerles una señal de éxito.
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Re: ¿Pero que no era él? [Privado] [Vincent Calhoun] [Noche]
Una noche como aquella era de lo más surrealista. Muy difícil de digerir, de comprender, de creer incluso, pese a vivirla en propias carnes. Pero lo más grave de esa noche para el brujo no era el desarrollo de esta en concreto, sino que había tenido noches mucho peores y más surrealistas a lo largo de su vida.
«¿Solo grave? Más bien parece grave y preocupante»
- Y no lo haré. No dejaré pasar la ocasión. Después me daré un chapuzón-, mintió, porque decir aquello era más divertido que lo contrario. - Seguro que más tarde nadie me tira una maceta. Pero… ¡Eh! No tengas tan poca fe. Qué sería de esta vida sin el “no hay dos sin tres”-, bromeó, intentando asustar un poco a su nuevo acompañante.
«Esta noche seguro sabremos de qué pasta estás hecho», comenzó a razonar. «Al menos aún sigue en la ciudad, eso ya le da puntos de valentía.»
- Es más, si venís conmigo podréis contemplar mi blanco pandero. Eso seguro es un extra. Consideradlo un pago adicional.
Iorek miró hacia él por unos instantes, antes de negar con el cabezón ese que tenía por testa.
- ¡Qué! No jodas, hay mujeres que pagarían por ello. Incluso algunos hombres pagarían por ello-, se hizo el falso ofendido, mientras avanzaban por las calles de aquella locura de ciudad. - Pero bueno, un extra solo es tal si se consigue el pago principal. Tenemos que pillar a ese ladrón, después de todo, vaya mierda de noche sería si no capturamos a ese bellaco tras tantas penurias-, dijo más serio.
El trío de desdichados no tardaron en llegar a la zona con más número de almacenes cerca de los muelles. Sin locas tirando recipientes de cerámica, todo era más simple. Qué diablos, puede que llegara el día en el que esos recipientes, con otra forma, se usarán para guardar agua bien fresquita, en vez de ser usados como armas arrojadizas.
Un momento… Eso ya estaba inventado. Era bien antiguo. Lo novedoso era encontrar tanta mujer dispuesta a abrirte la cabeza a pura maceta.
En cualquier caso, el peliblanco no tardó en tener una idea de lo más interesante. Ganar altura era un buen plan. De esa manera tendrían mejor visión de la zona.
Tras el éxito de tamaña empresa, el brujo respondió a su compañero con un gesto idéntico, pulgar hacia arriba.
- Has disfrutado con esto, eh-, dijo en bajo, conversando con su amigo el oso amoroso.
- Mucho-, respondió Iorek en el mismo tono, también mirando hacia arriba, hacia la figura del peliblanco. - ¿También quieres ser lanzado? Con dos arriba, tendremos el doble de vigilantes en las alturas.
- No. Gracias. A mí seguro me mandabas contra la pared.
- No seas así. Seguro no pesas mucho más que él. No te digas gordo de mierda tan a la ligera.
- No, no es eso, oso bien hablado. Es solo que a mí me estrellarás por las risas. La confianza da asco, ya se sabe.
- Y tanto.
- Además, yo tengo mis medios para alcanzar los tejados por medio de magia.
- Lo sé. ¿Por qué no lo has mencionado antes de que lanzara a ese tipo hacia el cielo?
- ¿Y perdernos la oportunidad de ver el vuelo de un tipo lanzado por un oso? ¿Cuántas veces se nos acercará una persona con tal deseo?
El dúo de descarados rieron por lo bajo, antes de despedirse con la mano del peliblanco. Despedida que remataron con unas señales de por dónde irían a vigilar.
- ¿No deberíamos separarnos para cubrir más? Tal como dijo…
- ¿Estás loco? ¿Quieres que me apuñalen por la espalda? Tú eres un maldito oso de más de dos metros que acojona nada más verlo, yo aparento ser humano.
- Ya, claro, porque unos ladrones cualesquiera te podrán sorprender en mitad de la noche. Perdón, un solo y miserable ladrón. Un solo hombre podría sorprender a un veterano mercenario.
- Menudo rollo sarcástico. Ya lo pillé con la primera frase, poeta, pero ese desdichado ladrón podría intentarlo de todos modos. Y quizás no pueda atraparlo vivo si ello pasara, con mi vida en juego. El vampiro tiene ventaja-, comentó, mientras caminaba, alzando un dedo hacia el cielo sin detener el paso. - Nosotros estamos aquí abajo. Pagarán más si lo entregamos vivo. Suele ser lo habitual. Lo mejor es que lo embosquemos nosotros a él. Y no al revés.
Fue entonces, cuando los dos hombres doblaron una esquina, cuando vieron a un hombre cargando un carro, a la distancia de dos almacenes de ellos. Más el brujo le restó importancia.
«Bueno, qué probabilidad hay de que sea el ladrón», caviló.
Aquella persona estaba cargando un carro como si tal cosa, es decir, no podía llamar la atención más porque no podía. La lógica rezaba que era un mozo rezagado con algún encargo de su patrón. Era jodidamente imposible. Vamos, piensen, qué posibilidades había de encontrarse con el ladrón al pasear por la calle, mientras este cargaba un carro con tanto descaro. Era imposible. Una locura. Las opciones eran bajas incluso en una noche normal, cómo de bajas serían en una noche de tantos infortunios.
La mirada de un rubio mercenario y un mozo o moza se cruzaron en mitad de una noche iluminada por la luna. Incluso a esa distancia, esas dos personas sintieron sus miradas una encima de la otra.
«¿Lleva capucha?»
- No jodas, Iorek. Sigue a ese cabrón-, comenzó a decir, al ver como la persona encapuchada se subía a toda prisa en la parte delantera del carro. - Yo intentaré cortarle el paso yendo por la calle de al lado. Con mi magia quizás logre ser más rápido, pero necesito que siga huyendo asustado por tu presencia-, terminó por decirle, antes de echarse a correr hacia la dirección acordada.
«Esta noche es un jodido mal chiste. Era prácticamente imposible encontrarlo de esta manera tan simple», pensó el brujo, asombrado por este giro de los acontecimientos.
Un mercenario que no podía creerse la nueva situación que estaba viviendo, y eso que ya había tenido un par… difíciles de explicar.
- ¡Peliblanco! ¡Dónde andas! ¡Necesitamos un poco de ayuda por aquí! - gritó, buscando llamar la atención de su otro camarada, estuviera donde estuviese, para hacerle llegar el mensaje de que nos les vendría mal una mano adicional.
En cuánto dejó de gritar, se impulsó con su magia hacia la grúa de carga de un almacén cercano, y con agilidad comenzó una rápida escalada hacia la segunda planta de dicho edificio.
«¿Solo grave? Más bien parece grave y preocupante»
- Y no lo haré. No dejaré pasar la ocasión. Después me daré un chapuzón-, mintió, porque decir aquello era más divertido que lo contrario. - Seguro que más tarde nadie me tira una maceta. Pero… ¡Eh! No tengas tan poca fe. Qué sería de esta vida sin el “no hay dos sin tres”-, bromeó, intentando asustar un poco a su nuevo acompañante.
«Esta noche seguro sabremos de qué pasta estás hecho», comenzó a razonar. «Al menos aún sigue en la ciudad, eso ya le da puntos de valentía.»
- Es más, si venís conmigo podréis contemplar mi blanco pandero. Eso seguro es un extra. Consideradlo un pago adicional.
Iorek miró hacia él por unos instantes, antes de negar con el cabezón ese que tenía por testa.
- ¡Qué! No jodas, hay mujeres que pagarían por ello. Incluso algunos hombres pagarían por ello-, se hizo el falso ofendido, mientras avanzaban por las calles de aquella locura de ciudad. - Pero bueno, un extra solo es tal si se consigue el pago principal. Tenemos que pillar a ese ladrón, después de todo, vaya mierda de noche sería si no capturamos a ese bellaco tras tantas penurias-, dijo más serio.
El trío de desdichados no tardaron en llegar a la zona con más número de almacenes cerca de los muelles. Sin locas tirando recipientes de cerámica, todo era más simple. Qué diablos, puede que llegara el día en el que esos recipientes, con otra forma, se usarán para guardar agua bien fresquita, en vez de ser usados como armas arrojadizas.
Un momento… Eso ya estaba inventado. Era bien antiguo. Lo novedoso era encontrar tanta mujer dispuesta a abrirte la cabeza a pura maceta.
En cualquier caso, el peliblanco no tardó en tener una idea de lo más interesante. Ganar altura era un buen plan. De esa manera tendrían mejor visión de la zona.
Tras el éxito de tamaña empresa, el brujo respondió a su compañero con un gesto idéntico, pulgar hacia arriba.
- Has disfrutado con esto, eh-, dijo en bajo, conversando con su amigo el oso amoroso.
- Mucho-, respondió Iorek en el mismo tono, también mirando hacia arriba, hacia la figura del peliblanco. - ¿También quieres ser lanzado? Con dos arriba, tendremos el doble de vigilantes en las alturas.
- No. Gracias. A mí seguro me mandabas contra la pared.
- No seas así. Seguro no pesas mucho más que él. No te digas gordo de mierda tan a la ligera.
- No, no es eso, oso bien hablado. Es solo que a mí me estrellarás por las risas. La confianza da asco, ya se sabe.
- Y tanto.
- Además, yo tengo mis medios para alcanzar los tejados por medio de magia.
- Lo sé. ¿Por qué no lo has mencionado antes de que lanzara a ese tipo hacia el cielo?
- ¿Y perdernos la oportunidad de ver el vuelo de un tipo lanzado por un oso? ¿Cuántas veces se nos acercará una persona con tal deseo?
El dúo de descarados rieron por lo bajo, antes de despedirse con la mano del peliblanco. Despedida que remataron con unas señales de por dónde irían a vigilar.
- ¿No deberíamos separarnos para cubrir más? Tal como dijo…
- ¿Estás loco? ¿Quieres que me apuñalen por la espalda? Tú eres un maldito oso de más de dos metros que acojona nada más verlo, yo aparento ser humano.
- Ya, claro, porque unos ladrones cualesquiera te podrán sorprender en mitad de la noche. Perdón, un solo y miserable ladrón. Un solo hombre podría sorprender a un veterano mercenario.
- Menudo rollo sarcástico. Ya lo pillé con la primera frase, poeta, pero ese desdichado ladrón podría intentarlo de todos modos. Y quizás no pueda atraparlo vivo si ello pasara, con mi vida en juego. El vampiro tiene ventaja-, comentó, mientras caminaba, alzando un dedo hacia el cielo sin detener el paso. - Nosotros estamos aquí abajo. Pagarán más si lo entregamos vivo. Suele ser lo habitual. Lo mejor es que lo embosquemos nosotros a él. Y no al revés.
Fue entonces, cuando los dos hombres doblaron una esquina, cuando vieron a un hombre cargando un carro, a la distancia de dos almacenes de ellos. Más el brujo le restó importancia.
«Bueno, qué probabilidad hay de que sea el ladrón», caviló.
Aquella persona estaba cargando un carro como si tal cosa, es decir, no podía llamar la atención más porque no podía. La lógica rezaba que era un mozo rezagado con algún encargo de su patrón. Era jodidamente imposible. Vamos, piensen, qué posibilidades había de encontrarse con el ladrón al pasear por la calle, mientras este cargaba un carro con tanto descaro. Era imposible. Una locura. Las opciones eran bajas incluso en una noche normal, cómo de bajas serían en una noche de tantos infortunios.
La mirada de un rubio mercenario y un mozo o moza se cruzaron en mitad de una noche iluminada por la luna. Incluso a esa distancia, esas dos personas sintieron sus miradas una encima de la otra.
«¿Lleva capucha?»
- No jodas, Iorek. Sigue a ese cabrón-, comenzó a decir, al ver como la persona encapuchada se subía a toda prisa en la parte delantera del carro. - Yo intentaré cortarle el paso yendo por la calle de al lado. Con mi magia quizás logre ser más rápido, pero necesito que siga huyendo asustado por tu presencia-, terminó por decirle, antes de echarse a correr hacia la dirección acordada.
«Esta noche es un jodido mal chiste. Era prácticamente imposible encontrarlo de esta manera tan simple», pensó el brujo, asombrado por este giro de los acontecimientos.
Un mercenario que no podía creerse la nueva situación que estaba viviendo, y eso que ya había tenido un par… difíciles de explicar.
- ¡Peliblanco! ¡Dónde andas! ¡Necesitamos un poco de ayuda por aquí! - gritó, buscando llamar la atención de su otro camarada, estuviera donde estuviese, para hacerle llegar el mensaje de que nos les vendría mal una mano adicional.
En cuánto dejó de gritar, se impulsó con su magia hacia la grúa de carga de un almacén cercano, y con agilidad comenzó una rápida escalada hacia la segunda planta de dicho edificio.
Vincent Calhoun
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Re: ¿Pero que no era él? [Privado] [Vincent Calhoun] [Noche]
No sabía si preocuparme por lo normalizado que llevaba Vincent todas estas locuras, es decir, a mi me pasaban cosas raras, pero él se comportaba como si esto fuera lo esperable en una misión. Y que esperase que nos cayeran más macetas era algo que me daba escalofríos, por lo probable que resultaba.
- Más te vale que no pase, porque si como nos hayas gafado, los que te tiraremos al río seremos nosotros.- El oso no dijo nada, pero asentía en silencio. Que suponía que sería el que menos ganas tenía de más macetas, habiendo sido el que había conseguido catarlas.
Me abstuve de mencionar nada sobre que nos vendiera su culo como un extra de paga por el trabajo, porque el oso ya se encargó de decirle todo lo que debía decirse, aun sin abrir la boca.
Tras haberme lanzando al tejado, veía al brujo y al oso reírse entre ellos mientras comentaban la jugada. Puse una fingida pose de indignación, hasta que se fueron y seguí avanzando por los tejados. La verdad es que todo estaba bastante tranquilo, no había visto nada de movimiento hasta que llegaron a mis oídos las voces de dos mozos, no entendía mucho, pero conseguí captar comentarios sobre esconderse y que no les pillaran. Me acerqué con sigilo hasta quedar justo sobre ellos, pero al asomarme la decepción no pudo ser mayor. Eran simplemente dos chicos con una cesta de setas de aspecto sospechoso. Ante la falta de ninguna opción mejor, opté por preguntarles.
- Eh, vosotros. ¿Habéis visto a alguien?
- Tío, tío, tío. Tengo una voz en mi cabeza.
- Yo también la oigo. Creo que estamos conectados.
- No está en vuestra cabeza. Aquí arriba, imbéciles.- No sabía porque seguía intentándolo. Tenía pinta de que los chavales estos estaban en cualquier plano menos en el nuestro.- ¿Ha pasado alguien por esta zona?
- No suele pasar nadie por aquí, pero esta noche ha habido mucho movimiento. Verás...- Las descripciones que me soltaron a continuación no tenían ningún sentido y solo podían ser cosa de sus setas, pero ya que les había preguntado, mejor ver lo que me podían decir.
- No te olvides del tipo del carro. Era raro, no está lloviendo pero llevaba una capucha.
- Ni del dragón negro. Pasó volando por encima, al vernos nos echó una mirada asesina, pero no ha vuelto.
- Y también...- Siguió otra curiosa sarta de despropósitos, hasta que al final parecieron no recordar más, pero suerte para mi, que ya me estaba viendo superado por locuras cada vez mayores que la anterior.
Me despedí y alejé de ellos intentando filtrar que cosas de las que habían dicho tenían algún sentido, si había suerte el encapuchado del carro podía ser real, que un dragón estuviese involucrado en hurtos sonaba bastante improbable, pero quizás si era negro podría pasar desapercibido en una noche oscura, y lo siguiente en viabilidad eran un grupo de hombre foca de aspecto marrullero, y dudaba mucho que eso pudiera estar ocurriendo sin que nadie se enterase, así que os podéis imaginar dónde estaba el nivel del resto.
Seguía reflexionando sobre si algo de lo que me habían dicho era real de verdad, cuando escuché a Vincent pidiendo ayuda y salí corriendo en dirección a la voz. Al avanzar un poco vi que se dirigían hacia mi corriendo, y observando la situación me di cuenta de que Iorek estaba persiguiendo un carro que se daba a la fuga conducido por un encapuchado. «Vaya, los de las setas tenían razón en lo del carro. Confiemos en que no en lo demás.» Ante la nueva situación, me di la vuelta para ir en la dirección que le quedaba al carro y cortarles el paso, como esperaba que hiciera el barbudo. Sabía que si utilizaba mis poderes podrían caer sobre él en un momento, pero estaba bajo de reservas y me quedaría sin energía si luego oponía resistencia, de modo que opté por aprovechar que estaba más cerca que Vincent del camino a cortar y bajaría de forma tradicional, buscando un tejado más bajo del que poder llegar al suelo.
Cuando llegué al camino principal, vi que Vincent ya había llegado antes, y con más estilo, pero ya que iba tarde, aproveché a empujar un par de cajas que había frente a un almacén para obstruir el camino, y que le disuadiera más cargar contra ellas que contra dos personas.
- Ya llego. Ayúdame con estas cajas.
- Más te vale que no pase, porque si como nos hayas gafado, los que te tiraremos al río seremos nosotros.- El oso no dijo nada, pero asentía en silencio. Que suponía que sería el que menos ganas tenía de más macetas, habiendo sido el que había conseguido catarlas.
Me abstuve de mencionar nada sobre que nos vendiera su culo como un extra de paga por el trabajo, porque el oso ya se encargó de decirle todo lo que debía decirse, aun sin abrir la boca.
Tras haberme lanzando al tejado, veía al brujo y al oso reírse entre ellos mientras comentaban la jugada. Puse una fingida pose de indignación, hasta que se fueron y seguí avanzando por los tejados. La verdad es que todo estaba bastante tranquilo, no había visto nada de movimiento hasta que llegaron a mis oídos las voces de dos mozos, no entendía mucho, pero conseguí captar comentarios sobre esconderse y que no les pillaran. Me acerqué con sigilo hasta quedar justo sobre ellos, pero al asomarme la decepción no pudo ser mayor. Eran simplemente dos chicos con una cesta de setas de aspecto sospechoso. Ante la falta de ninguna opción mejor, opté por preguntarles.
- Eh, vosotros. ¿Habéis visto a alguien?
- Tío, tío, tío. Tengo una voz en mi cabeza.
- Yo también la oigo. Creo que estamos conectados.
- No está en vuestra cabeza. Aquí arriba, imbéciles.- No sabía porque seguía intentándolo. Tenía pinta de que los chavales estos estaban en cualquier plano menos en el nuestro.- ¿Ha pasado alguien por esta zona?
- No suele pasar nadie por aquí, pero esta noche ha habido mucho movimiento. Verás...- Las descripciones que me soltaron a continuación no tenían ningún sentido y solo podían ser cosa de sus setas, pero ya que les había preguntado, mejor ver lo que me podían decir.
- No te olvides del tipo del carro. Era raro, no está lloviendo pero llevaba una capucha.
- Ni del dragón negro. Pasó volando por encima, al vernos nos echó una mirada asesina, pero no ha vuelto.
- Y también...- Siguió otra curiosa sarta de despropósitos, hasta que al final parecieron no recordar más, pero suerte para mi, que ya me estaba viendo superado por locuras cada vez mayores que la anterior.
Me despedí y alejé de ellos intentando filtrar que cosas de las que habían dicho tenían algún sentido, si había suerte el encapuchado del carro podía ser real, que un dragón estuviese involucrado en hurtos sonaba bastante improbable, pero quizás si era negro podría pasar desapercibido en una noche oscura, y lo siguiente en viabilidad eran un grupo de hombre foca de aspecto marrullero, y dudaba mucho que eso pudiera estar ocurriendo sin que nadie se enterase, así que os podéis imaginar dónde estaba el nivel del resto.
Seguía reflexionando sobre si algo de lo que me habían dicho era real de verdad, cuando escuché a Vincent pidiendo ayuda y salí corriendo en dirección a la voz. Al avanzar un poco vi que se dirigían hacia mi corriendo, y observando la situación me di cuenta de que Iorek estaba persiguiendo un carro que se daba a la fuga conducido por un encapuchado. «Vaya, los de las setas tenían razón en lo del carro. Confiemos en que no en lo demás.» Ante la nueva situación, me di la vuelta para ir en la dirección que le quedaba al carro y cortarles el paso, como esperaba que hiciera el barbudo. Sabía que si utilizaba mis poderes podrían caer sobre él en un momento, pero estaba bajo de reservas y me quedaría sin energía si luego oponía resistencia, de modo que opté por aprovechar que estaba más cerca que Vincent del camino a cortar y bajaría de forma tradicional, buscando un tejado más bajo del que poder llegar al suelo.
Cuando llegué al camino principal, vi que Vincent ya había llegado antes, y con más estilo, pero ya que iba tarde, aproveché a empujar un par de cajas que había frente a un almacén para obstruir el camino, y que le disuadiera más cargar contra ellas que contra dos personas.
- Ya llego. Ayúdame con estas cajas.
Corlys Glokta
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Re: ¿Pero que no era él? [Privado] [Vincent Calhoun] [Noche]
El mercenario no era el más rápido de los seres, tampoco el más ágil, mucho menos el más fuerte. Hombres bestias, vampiros, elfos, unos u otros le ganarían en alguna de aquellas virtudes, y algunos en más de una, pero, ah, la bendita magia y saber utilizarla en el momento justo y adecuado podían cambiar las tornas.
Los trucos de un pícaro brujo podían obrar el milagro.
Con práctica y tesón el aprendiz se volvía maestro. Con tiempo, el rubio había logrado mejorar sus habilidades lo suficiente cómo para saber en qué momento debía usar su magia de aire, con la fuerza adecuada, para subir zonas complicadas con la velocidad de un gato nocturno.
- ¿Pero qué? -. Fue lo único que pudo articular cuando llegó a la planta superior del almacén, tras entrar por un ventanal, que había abierto quitándole el fechillo desde fuera con su magia mental. - Debe ser una puta broma-, terminó por decirse.
No obstante, el brujo no pudo pensar sobre el recochineo del destino, pues una voz reconocible le abstrajo de sus pesares.
- ¿Cajas? - dijo confuso, aún distraído por la visión que había tenido. - Ah, claro. ¡Espera! Te ayudaré.
Vincent se acercó con premura al lugar donde se encontraba el vampiro, que no había visto por donde había llegado, más eso distaba de ser primordial en esos momentos. Por un lado, no poco importante, porque los señores de la noche solían ser expertos en sigilo, él debería haber estado mucho más atento para notar su llegada, e incluso así lo hubiera tenido complicado; pero sobre todo, porque ahora debían darse prisa en tirar esas cajas si querían cortarle el paso al carro.
El sureño abrió el portón de la parte superior, dejando las cajas expuestas al vacío y luego empujó en vano la montaña de cajas. Pese a que eran dos personas dándolo todo, las dos columnas de cajas solo hicieron amago de irse a pique.
- Maldita sea. ¿Qué carajos hay aquí dentro? ¿Qué putos animales cargaron esto? - pensó en primera instancia, luego recordó la grúa por la que había subido y solo pudo cavilar que el animal era él por ser tan burro. Para eso estaba la tecnología, demonios. - Usaré mi magia-, dijo seguido, ignoraron su propia ignorancia, pues el tiempo se les echaba encima. Ese carro no iba a detenerse si no hacían algo. - ¡Ahora! - gritó a su camarada, para sincronizarse con él y que ambos hicieran el esfuerzo a la vez.
En cuánto dio el grito, Vincent, lanzó una ráfaga de potente aire contra las maderas que ayudarían al vampiro con la labor. Luego dio un salto impulsado con su magia a la parte horizontal de la grúa, quitó el seguro con su telequinesis y volvió a impulsarse, esta vez agarrado al palo que giró hacia el interior, pues había ejercido la fuerza de su magia hacia afuera, haciendo que él y la madera entraran en el taller.
- ¡Apártate! - lo avisó, justo en el momento que se tiraba a un lado y dejaba que el madero golpeara las cajas que se derrumbaron hacia abajo.
La parte horizontal de la grúa siguió su curso, y en el giro hacia el interior golpeó las columnas de cajas por detrás, haciendo que se inclinaran hacia adelante.
- Un último esfuerzo-, dijo, más para sí mismo que para su compañero, y se lanzó de espaldas contra las desequilibradas cajas.
Pese a que Vincent sabía que dolería e iba preparado físicamente y mentalmente ante lo que se avecinaba, el costalazo le sacó el aire de los pulmones, pero al fin las cajas cedieron y cayeron. El rubio tosió, recuperando el aire, más ello no impidió alongarse por el portón abierto para ver el resultado.
La calle quedó cortada por una gran cantidad de madera astillada y arcilla que se esparció por el suelo tras romperse varias de las cajas. Suficiente para que el caballo considerara el paso como intransitable y, en vez de seguir, se parase desobedeciendo las órdenes de su amo.
- ¡Iorek! ¡Es nuestra oportunidad! - grito, al tiempo que se levantaba, dejando a un lado su dolor con momentáneo estoicismo.
El mercenario agarró un objeto cercano, y después se acercó al lugar desde el que tirasen las cajas y gritase al hombre bestia, donde levantó el mentado objeto por encima de su cabeza. Era obvio lo que pretendía hacer..
- No. ¡Otra vez no! No te atrevas, hijo de mil rameras.
- ¡No seas cobarde y agárralo! - gritó, lanzándole la gran vasija de terracota.
Iorek refunfuñó y maldijo, pero eso no le distrajo de ponerle una zancadilla al ladrón que intentaba huir a pie, al no lograr que su caballo le volviera a hacer caso. Después, con gran maestría, tomó la vasija entre sus manos y la usó para atrapar al ladrón pasando la obertura por encima de su cabeza y atorando su brazos contra su cuerpo hasta la altura del codo.
Al final, un alegre oso haría la señal de victoria con los dedos de una de sus zarpas humanoides.[1] Con la otra mantenía atrapado y sentado contra el suelo al señor gran vasija invertida. Una pieza de coleccionismo para los más sibaritas.
- Sí, joder. Por fin. ¡Buen trabajo, Iorek! No esperaba menos de un “zampasalmones”-, comentó burlón, antes de acercarse al vampiro y darle una palmada en la espalda. - Solo en esta jodida noche. Solo esta noche era posible acabar metidos en un taller y almacén de alfarería, ¿eh? - comentó en broma, mirando a su alrededor. Hacia las estanterías llenas hasta arriba de productos hechos con cerámica.
«No puedo negarlo. Los dioses son los amos del humor», pensó, antes de partirse de risa.
- Esperemos que no nos tiren más macetas de aquí a la taberna. Es momento de llevar a los mercaderes un regalo y cobrar-, dijo tras reír. - Es la parte favorita de mi trabajo-, comentó socarrón, antes de guiñar un ojo mirando hacia el vampiro.
[1] En realidad levantó tres dedos y gritó: ¡Tres puntos, colega! (?
Los trucos de un pícaro brujo podían obrar el milagro.
Con práctica y tesón el aprendiz se volvía maestro. Con tiempo, el rubio había logrado mejorar sus habilidades lo suficiente cómo para saber en qué momento debía usar su magia de aire, con la fuerza adecuada, para subir zonas complicadas con la velocidad de un gato nocturno.
- ¿Pero qué? -. Fue lo único que pudo articular cuando llegó a la planta superior del almacén, tras entrar por un ventanal, que había abierto quitándole el fechillo desde fuera con su magia mental. - Debe ser una puta broma-, terminó por decirse.
No obstante, el brujo no pudo pensar sobre el recochineo del destino, pues una voz reconocible le abstrajo de sus pesares.
- ¿Cajas? - dijo confuso, aún distraído por la visión que había tenido. - Ah, claro. ¡Espera! Te ayudaré.
Vincent se acercó con premura al lugar donde se encontraba el vampiro, que no había visto por donde había llegado, más eso distaba de ser primordial en esos momentos. Por un lado, no poco importante, porque los señores de la noche solían ser expertos en sigilo, él debería haber estado mucho más atento para notar su llegada, e incluso así lo hubiera tenido complicado; pero sobre todo, porque ahora debían darse prisa en tirar esas cajas si querían cortarle el paso al carro.
El sureño abrió el portón de la parte superior, dejando las cajas expuestas al vacío y luego empujó en vano la montaña de cajas. Pese a que eran dos personas dándolo todo, las dos columnas de cajas solo hicieron amago de irse a pique.
- Maldita sea. ¿Qué carajos hay aquí dentro? ¿Qué putos animales cargaron esto? - pensó en primera instancia, luego recordó la grúa por la que había subido y solo pudo cavilar que el animal era él por ser tan burro. Para eso estaba la tecnología, demonios. - Usaré mi magia-, dijo seguido, ignoraron su propia ignorancia, pues el tiempo se les echaba encima. Ese carro no iba a detenerse si no hacían algo. - ¡Ahora! - gritó a su camarada, para sincronizarse con él y que ambos hicieran el esfuerzo a la vez.
En cuánto dio el grito, Vincent, lanzó una ráfaga de potente aire contra las maderas que ayudarían al vampiro con la labor. Luego dio un salto impulsado con su magia a la parte horizontal de la grúa, quitó el seguro con su telequinesis y volvió a impulsarse, esta vez agarrado al palo que giró hacia el interior, pues había ejercido la fuerza de su magia hacia afuera, haciendo que él y la madera entraran en el taller.
- ¡Apártate! - lo avisó, justo en el momento que se tiraba a un lado y dejaba que el madero golpeara las cajas que se derrumbaron hacia abajo.
La parte horizontal de la grúa siguió su curso, y en el giro hacia el interior golpeó las columnas de cajas por detrás, haciendo que se inclinaran hacia adelante.
- Un último esfuerzo-, dijo, más para sí mismo que para su compañero, y se lanzó de espaldas contra las desequilibradas cajas.
Pese a que Vincent sabía que dolería e iba preparado físicamente y mentalmente ante lo que se avecinaba, el costalazo le sacó el aire de los pulmones, pero al fin las cajas cedieron y cayeron. El rubio tosió, recuperando el aire, más ello no impidió alongarse por el portón abierto para ver el resultado.
La calle quedó cortada por una gran cantidad de madera astillada y arcilla que se esparció por el suelo tras romperse varias de las cajas. Suficiente para que el caballo considerara el paso como intransitable y, en vez de seguir, se parase desobedeciendo las órdenes de su amo.
- ¡Iorek! ¡Es nuestra oportunidad! - grito, al tiempo que se levantaba, dejando a un lado su dolor con momentáneo estoicismo.
El mercenario agarró un objeto cercano, y después se acercó al lugar desde el que tirasen las cajas y gritase al hombre bestia, donde levantó el mentado objeto por encima de su cabeza. Era obvio lo que pretendía hacer..
- No. ¡Otra vez no! No te atrevas, hijo de mil rameras.
- ¡No seas cobarde y agárralo! - gritó, lanzándole la gran vasija de terracota.
Iorek refunfuñó y maldijo, pero eso no le distrajo de ponerle una zancadilla al ladrón que intentaba huir a pie, al no lograr que su caballo le volviera a hacer caso. Después, con gran maestría, tomó la vasija entre sus manos y la usó para atrapar al ladrón pasando la obertura por encima de su cabeza y atorando su brazos contra su cuerpo hasta la altura del codo.
Al final, un alegre oso haría la señal de victoria con los dedos de una de sus zarpas humanoides.[1] Con la otra mantenía atrapado y sentado contra el suelo al señor gran vasija invertida. Una pieza de coleccionismo para los más sibaritas.
- Sí, joder. Por fin. ¡Buen trabajo, Iorek! No esperaba menos de un “zampasalmones”-, comentó burlón, antes de acercarse al vampiro y darle una palmada en la espalda. - Solo en esta jodida noche. Solo esta noche era posible acabar metidos en un taller y almacén de alfarería, ¿eh? - comentó en broma, mirando a su alrededor. Hacia las estanterías llenas hasta arriba de productos hechos con cerámica.
«No puedo negarlo. Los dioses son los amos del humor», pensó, antes de partirse de risa.
- Esperemos que no nos tiren más macetas de aquí a la taberna. Es momento de llevar a los mercaderes un regalo y cobrar-, dijo tras reír. - Es la parte favorita de mi trabajo-, comentó socarrón, antes de guiñar un ojo mirando hacia el vampiro.
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[1] En realidad levantó tres dedos y gritó: ¡Tres puntos, colega! (?
Vincent Calhoun
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Re: ¿Pero que no era él? [Privado] [Vincent Calhoun] [Noche]
Estaba visto que quien fuera que usara ese almacén no quería gastar en cajas, porque no era ni medio normal lo que pesaban estas, siendo que entre dos no estábamos pudiendo tirarlas. Que aunque no fuésemos dos ejemplos de pura fuerza, desestabilizar una pila de cajas no debía ser tan complicado.
- ¿Dónde has dejado al oso? Seguro que nos hubiera venido bien con esto.- Seguí empujando haciendo toda la fuerza que podía mientras el brujo impulsaba la pila con viento.- Y ellos no lo saben, pero estamos haciendo un favor a quien fuera a tener que mover luego esto. Tener que portear estas cajas debe ser una tortura.
Seguí empujando mientras Vincent hacía su llegada triunfal incluyendo una grúa y un placaje volador contra las cajas. Pero había que admitirle que además de derrochar estilo, todo esto había servido bien a su propósito y la pila se vino abajo, momento en el que yo salté hacia atrás para retirarme y acabar sepultado, porque terminar mis días aplastado por cajas sonaba bastante humillante.
- Vaya. Se ve que te gusta hacer las cosas a lo grande.- Me acerqué para tenderle el brazo y que se levantara, y entonces vi cual era el contenido de estas cajas esparcido por el suelo en las que se habían roto con el golpe.- Venga ya... No puede ser.
Aunque a quien se veía menos emocionado por el regreso de las macetas voladoras fue a Iorek, que llegaba persiguiendo la carreta. Que recibió uno de los recipientes para que interceptara al ladrón, que después de que nuestra improvisada barricada detuviese su carro pretendía escapar a pie, pero solo logró terminar dentro de una vasija.
- No se si es esta ciudad que tiene una obsesión con la cerámica o que el mundo nos odia, pero espero no volver a oír hablar de macetas en una temporada.- Pero al menos por fin habíamos acabado el trabajo, solo quedaba entregar al tipo este y seríamos libres de esta ciudad de dementes.- No soy yo quien me oponga a cobrar, ¿pero vosotros no teníais que arrestarle para la guardia o algo?- Que si solo tenían que decirle que lo habían hecho pues bien, pero igual querían verlo o algo.- Por cierto, ¿no habréis visto hombres nutria o algo, no?- El oso se me quedó mirando como si estuviera loco.- Vale, ignóralo.- Si es que no debería haberme quedado a escuchar a los chavales esos.
- ¿Dónde has dejado al oso? Seguro que nos hubiera venido bien con esto.- Seguí empujando haciendo toda la fuerza que podía mientras el brujo impulsaba la pila con viento.- Y ellos no lo saben, pero estamos haciendo un favor a quien fuera a tener que mover luego esto. Tener que portear estas cajas debe ser una tortura.
Seguí empujando mientras Vincent hacía su llegada triunfal incluyendo una grúa y un placaje volador contra las cajas. Pero había que admitirle que además de derrochar estilo, todo esto había servido bien a su propósito y la pila se vino abajo, momento en el que yo salté hacia atrás para retirarme y acabar sepultado, porque terminar mis días aplastado por cajas sonaba bastante humillante.
- Vaya. Se ve que te gusta hacer las cosas a lo grande.- Me acerqué para tenderle el brazo y que se levantara, y entonces vi cual era el contenido de estas cajas esparcido por el suelo en las que se habían roto con el golpe.- Venga ya... No puede ser.
Aunque a quien se veía menos emocionado por el regreso de las macetas voladoras fue a Iorek, que llegaba persiguiendo la carreta. Que recibió uno de los recipientes para que interceptara al ladrón, que después de que nuestra improvisada barricada detuviese su carro pretendía escapar a pie, pero solo logró terminar dentro de una vasija.
- No se si es esta ciudad que tiene una obsesión con la cerámica o que el mundo nos odia, pero espero no volver a oír hablar de macetas en una temporada.- Pero al menos por fin habíamos acabado el trabajo, solo quedaba entregar al tipo este y seríamos libres de esta ciudad de dementes.- No soy yo quien me oponga a cobrar, ¿pero vosotros no teníais que arrestarle para la guardia o algo?- Que si solo tenían que decirle que lo habían hecho pues bien, pero igual querían verlo o algo.- Por cierto, ¿no habréis visto hombres nutria o algo, no?- El oso se me quedó mirando como si estuviera loco.- Vale, ignóralo.- Si es que no debería haberme quedado a escuchar a los chavales esos.
Corlys Glokta
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Re: ¿Pero que no era él? [Privado] [Vincent Calhoun] [Noche]
Demonios. Al final las cosas habían salido tan bien que, en esos momentos, el buen brujo estaba tan feliz que casi olvidaba que le habían intentado aplanar la cara con más de diez macetas en aquella noche y que, sí, cojonudos y graciosos dioses de la fortuna, estaba un maldito taller de cerámica.
Ironías aparte, el resultado de la operación “Atrapar al ladrón” había sido bastante exitoso. Teniendo en cuenta como se había desarrollado aquella noche, se podía considerar un maldito milagro. Si ya era difícil encontrar a un ladrón que había dado esquive a la milicia de la ciudad durante tanto tiempo, encontrarlo en la primera guardia era ya de por sí un gran triunfo. Si a ese dato añadimos dos locas “lanzamacetas”, ser perseguidos por un guardia personal de un rico cualquiera, un chapuzón de oso y vampiro, más un cantante borracho, se podía considerar mucho más que una simple victoria.
Y sí, han leído bien, en el momento de titular operaciones este narrador es más simple que un botijo. Que ya que es la noche de las cerámicas… ¡Vivan los botijos!
- Sí, lo normal sería llevarlo ante la guardia-, contestó al peliblanco. - Pero, según me contó el oso, yo no estoy trabajando para ellos. Alguien pagaba bien por el tipo-, afirmó, antes de encogerse de hombros. - Imagino que la guardia también lo querrá, sin embargo, llámame ávaro, cobrar dos veces es mejor.
Sin decir nada más, se podía intuir la idea del brujo. No obstante, si no lo hacen, descuiden, lectores, que a este maldito rubio le gusta hablar demasiado.
- El mercader solo quiere verlo con sus propios ojos-, matizó. - Puede que quiera torturarlo o darle un escarmiento personalmente pero eso… Podría traerle problemas. Así que solo quiere verlo antes de que lo lleven ante la milicia. Por supuesto, olvidaré mencionar que ya he cobrado del mercader cuando ese gandul me diga que lo lleve yo al acuartelamiento más cercano-, dijo, antes de dibujar una sonrisa en los labios. - Soy un hombre justo, después de todo. He hecho muchos trabajos incluso gratis, si era lo que consideraba correcto. Pero, ¿no crees que estaría mal no aceptar las ganancias de un hombre al que le sobra el dinero? Y bueno, la guardia ya que tiene ese dinero para darme…-, terminó por decir, dejando la frase en aire.
El brujo durante la plática se acarició la uña del dedo pulgar con un dedo de esa misma mano, mientras miraba hacia esta. Cuando acabó, levantó la mirada y guiñó al vampiro.
- ¿Un hombre nutria? - comentó confuso, ante la alusión de Corlys. - Pues no. De lo contrario, habría un cadáver de hombre nutria o estaríamos todos muertos.
Y es que las nutrias tenían muy mala leche. Eran ellos o el hombre nutria, de eso no había ninguna duda.
- Vale, lo ignoro. Haz como que no dije nada-, dijo en broma, para ponerse en marcha.
El mercenario no tardó en bajar a la calle, después de cerrar el almacén lo mejor que pudo. Nada más llegar al suelo no perdieron el tiempo con más diálogo, sólo conversaron lo justo y necesario para que el “zampasalmones” dijera a dónde debían ir y partir. No es que al brujo le corriera prisa porque habían dejado la calle hecha un asco y los mozos de ese almacén iban a tener que trabajar el doble para recoger la tierra que habían tirado… Pero sí, era eso. Mejor que nadie les viera.
Al trío de hombres, acompañados por el señor vasija, que no paraba de decir que lo soltaran y a gimotear como chiquillo de cinco años al que le habían tirado una maceta en las pelotas, no le llevó mucho tiempo llegar a la taberna que había mentado Iorek.
- ¿Por qué no te callas? -, le espetó el oso a don cerámica. - Además, ¿eres estúpido o algo? No se entiende nada porque retumba ahí dentro.
- Me gusta tu diplomática filosofía, oh amigo rey oso. Mandar a callar. Imagino que luego vienen los zarpazos diplomáticos-, comentó el brujo con sorna. - Vale, al carajo. Acabemos con esto-, dijo, comenzando a caminar hacia la entrada.
El lugar se notaba que era algo medio alto. No era el sitio por el cual Vincent tendría que vender hasta sus nalgas por pisar ahí dentro, pero tampoco era un cuchitril, ni la taberna media más común de ver.
- Es ese de ahí-, masculló el oso, señalando una mesa en una esquina con un gesto de la testa.
Vinc asintió a su amigo y se dirigió a dónde se sentaba el comerciante. Un guardia del ricachón hizo un ademán, pero el brujo mostró la palma en seña de amistad.
- Tranquilo. Solo vengo a hacer negocios con el patrón-, manifestó, mostrando una sonrisa en sus labios, y alzando el brazo dirigió la mirada del comerciante hacia la vasija con patas. - Creo que estaba buscando a este tipo.
En cuánto la frase del brujo finalizó, Iorek retiró la vasija que tenía encajonado al pobre ladrón, de un fuerte tirón, para finalmente quitarle la capucha..
- ¿Robb?
- ¿Robb?
- ¿Robb?
- Maldita sea. Dejemos de decir eso-, pidió el mercenario. «Parecemos idiotas» - Pero qué cojones. ¿Al final sí era él?
- Qué habéis hecho. ¿Habéis secuestrado a mi sobrino? - afirmó el comerciante mientras se levantaba, y una oración suficiente para que su guardia llevara la mano a la empuñadura.
- ¿Por qué iba a hacer eso? ¿Para luego traértelo? - se defendió el mercenario. - Es el ladrón que robaba en los almacenes.
- Imposible-, respondió el mercader, pero al mirar hacia su sobrino algo le decía que el rubio no mentía. Cómo bien había dicho el rubio, no tenía sentido traérselo. - Robb, explícate. ¿Por qué lo has hecho?
- Lo siento, tío. Yo no soy tan rico como tú y necesitaba el dinero.
- ¿Así me lo pagas? ¿Un vulgar ladrón? Robando también a tu propia familia, a quien te crió y educó.
Robb, ante estas palabras, agachó aún más la cabeza, avergonzado.
- Algo me dice que el muchacho está muy enamorado. Por amor hacemos las mayores locuras-, dijo Vinc, aunque pareciera mentira, defendiendo al mozalbete. - Sé que es una pobre excusa. Pero seguro que sí se sientan podrán hablar de ello. Aunque yo…
- No trabajas gratis. Toma. Es el triple de lo que le había prometido al oso. A cambio espero silencio. En cualquier caso, los robos no volverán a cometerse.
Vincent agachó la cabeza, solemne, tomó la bolsa y se alejó caminando de espaldas.
«El triple de dinero del mercader es más cantidad que la suma de lo que nos iba a dar inicialmente más la recompensa de la guardia»
En cuánto se giró para ver a sus compañeros ya una sonrisa de oreja a oreja cruzaba el rostro del mercenario.
- Me encanta que los planes salgan…
- ¡Has venido! - gritó un hombre que el brujo tenía delante, de manera totalmente inesperada.
El rubio, en vez de ver los rostros de sus amigos, veía a… Su rostro pasó de la alegría a la blancura más vampírica que te pudieras imaginar.
«No. No puede ser»
El recuerdo de un puente llegó hasta su mente. La voz de un hombre gritándole de que fuera a verle a una taberna cuyo nombre ya no memorizó.
«¡Noooooooooooooooo!»
- ¿Conocéis a Bacha? Es… extravagante. Pero realmente tiene mucha creatividad-, se escuchó la voz del mercader, a espaldas del brujo.
- Sí, lo conozco-. «Me temo que lo conozco» - Cómo podría no venir a escucharle en esta velada. Qué poco caballeroso sería-, comentó con un hilo de voz, rematado con una risa nerviosa.
- Ya veréis qué bien lo pasáis-, respondió, agarrando del brujo y tirando de él para acercarlo a una mesa. - Aquí se escucha perfectamente. Las mejores vistas, además.
«Ni que fueras una hermosa elfa», pensó el brujo, más solo asintió.
- Por qué habla en plural.
- Quizás porque os habéis quedado en vez de huir.
- Oh, yo al menos no podría abandonarte. Ya te conozco demasiado bien.
- Yo lo hubiera hecho. Habría corrido como gato en celo en busca de su parienta
- No mientas.
- Por una batalla seguro que no, por peligrosa que fuera, pero por huir de Bacha...
El hombre oso se rió y se acercó a un artista cercano para pedirle la mandora.
- Si no puedes vencer, únete a ellos-, comentó el oso, sentándose en una silla antes de comenzar a tocar el instrumento musical.
Vincent negó con la cabeza y dejó caer la testa hacia atrás.
«Al menos hemos cobrado más de lo esperado. Esto no puede estar tan mal», caviló, justo antes de sentir que le sangraban los oídos por el canto del borracho.
- Y pensar que en un cuchitril sólo tendríamos que preocuparnos de que no nos comieran las ratas-, comentó jocoso, levantando la cabeza pero inclinando su cuerpo para apoyarse en una de sus rodillas. - ¿Qué tal? No está mal para tu primera noche con el gran Vincent y el oso de cuerda-, siguió en el tono de broma, dejando caer las monedas de la bolsa sobre una mesa, pero impidiendo que nadie pudiera ver la cantidad.
En cuánto el brujo terminó de contar, retiró un tercio de estas y se las entregó al peliblanco.
- Huye. Al menos tú puedes salvarte-, manifestó, sin perder el humor. Qué otra le quedaba. - Quizás nos volvamos a encontrar. Y esperemos que ese día nos tiren menos cerámica. Hasta entonces, cuídate, buen Corlys. Al menos somos más ricos y ha sido divertido.
La mejor despedida que podía ofrecerle a un hombre. El resto de la historia, la tortura de Bacha. Siempre disponible para el canto, siempre peligroso, en la siguiente taberna a la que entren, o en cualquier parte.
Ironías aparte, el resultado de la operación “Atrapar al ladrón” había sido bastante exitoso. Teniendo en cuenta como se había desarrollado aquella noche, se podía considerar un maldito milagro. Si ya era difícil encontrar a un ladrón que había dado esquive a la milicia de la ciudad durante tanto tiempo, encontrarlo en la primera guardia era ya de por sí un gran triunfo. Si a ese dato añadimos dos locas “lanzamacetas”, ser perseguidos por un guardia personal de un rico cualquiera, un chapuzón de oso y vampiro, más un cantante borracho, se podía considerar mucho más que una simple victoria.
Y sí, han leído bien, en el momento de titular operaciones este narrador es más simple que un botijo. Que ya que es la noche de las cerámicas… ¡Vivan los botijos!
- Sí, lo normal sería llevarlo ante la guardia-, contestó al peliblanco. - Pero, según me contó el oso, yo no estoy trabajando para ellos. Alguien pagaba bien por el tipo-, afirmó, antes de encogerse de hombros. - Imagino que la guardia también lo querrá, sin embargo, llámame ávaro, cobrar dos veces es mejor.
Sin decir nada más, se podía intuir la idea del brujo. No obstante, si no lo hacen, descuiden, lectores, que a este maldito rubio le gusta hablar demasiado.
- El mercader solo quiere verlo con sus propios ojos-, matizó. - Puede que quiera torturarlo o darle un escarmiento personalmente pero eso… Podría traerle problemas. Así que solo quiere verlo antes de que lo lleven ante la milicia. Por supuesto, olvidaré mencionar que ya he cobrado del mercader cuando ese gandul me diga que lo lleve yo al acuartelamiento más cercano-, dijo, antes de dibujar una sonrisa en los labios. - Soy un hombre justo, después de todo. He hecho muchos trabajos incluso gratis, si era lo que consideraba correcto. Pero, ¿no crees que estaría mal no aceptar las ganancias de un hombre al que le sobra el dinero? Y bueno, la guardia ya que tiene ese dinero para darme…-, terminó por decir, dejando la frase en aire.
El brujo durante la plática se acarició la uña del dedo pulgar con un dedo de esa misma mano, mientras miraba hacia esta. Cuando acabó, levantó la mirada y guiñó al vampiro.
- ¿Un hombre nutria? - comentó confuso, ante la alusión de Corlys. - Pues no. De lo contrario, habría un cadáver de hombre nutria o estaríamos todos muertos.
Y es que las nutrias tenían muy mala leche. Eran ellos o el hombre nutria, de eso no había ninguna duda.
- Vale, lo ignoro. Haz como que no dije nada-, dijo en broma, para ponerse en marcha.
El mercenario no tardó en bajar a la calle, después de cerrar el almacén lo mejor que pudo. Nada más llegar al suelo no perdieron el tiempo con más diálogo, sólo conversaron lo justo y necesario para que el “zampasalmones” dijera a dónde debían ir y partir. No es que al brujo le corriera prisa porque habían dejado la calle hecha un asco y los mozos de ese almacén iban a tener que trabajar el doble para recoger la tierra que habían tirado… Pero sí, era eso. Mejor que nadie les viera.
Al trío de hombres, acompañados por el señor vasija, que no paraba de decir que lo soltaran y a gimotear como chiquillo de cinco años al que le habían tirado una maceta en las pelotas, no le llevó mucho tiempo llegar a la taberna que había mentado Iorek.
- ¿Por qué no te callas? -, le espetó el oso a don cerámica. - Además, ¿eres estúpido o algo? No se entiende nada porque retumba ahí dentro.
- Me gusta tu diplomática filosofía, oh amigo rey oso. Mandar a callar. Imagino que luego vienen los zarpazos diplomáticos-, comentó el brujo con sorna. - Vale, al carajo. Acabemos con esto-, dijo, comenzando a caminar hacia la entrada.
El lugar se notaba que era algo medio alto. No era el sitio por el cual Vincent tendría que vender hasta sus nalgas por pisar ahí dentro, pero tampoco era un cuchitril, ni la taberna media más común de ver.
- Es ese de ahí-, masculló el oso, señalando una mesa en una esquina con un gesto de la testa.
Vinc asintió a su amigo y se dirigió a dónde se sentaba el comerciante. Un guardia del ricachón hizo un ademán, pero el brujo mostró la palma en seña de amistad.
- Tranquilo. Solo vengo a hacer negocios con el patrón-, manifestó, mostrando una sonrisa en sus labios, y alzando el brazo dirigió la mirada del comerciante hacia la vasija con patas. - Creo que estaba buscando a este tipo.
En cuánto la frase del brujo finalizó, Iorek retiró la vasija que tenía encajonado al pobre ladrón, de un fuerte tirón, para finalmente quitarle la capucha..
- ¿Robb?
- ¿Robb?
- ¿Robb?
- Maldita sea. Dejemos de decir eso-, pidió el mercenario. «Parecemos idiotas» - Pero qué cojones. ¿Al final sí era él?
- Qué habéis hecho. ¿Habéis secuestrado a mi sobrino? - afirmó el comerciante mientras se levantaba, y una oración suficiente para que su guardia llevara la mano a la empuñadura.
- ¿Por qué iba a hacer eso? ¿Para luego traértelo? - se defendió el mercenario. - Es el ladrón que robaba en los almacenes.
- Imposible-, respondió el mercader, pero al mirar hacia su sobrino algo le decía que el rubio no mentía. Cómo bien había dicho el rubio, no tenía sentido traérselo. - Robb, explícate. ¿Por qué lo has hecho?
- Lo siento, tío. Yo no soy tan rico como tú y necesitaba el dinero.
- ¿Así me lo pagas? ¿Un vulgar ladrón? Robando también a tu propia familia, a quien te crió y educó.
Robb, ante estas palabras, agachó aún más la cabeza, avergonzado.
- Algo me dice que el muchacho está muy enamorado. Por amor hacemos las mayores locuras-, dijo Vinc, aunque pareciera mentira, defendiendo al mozalbete. - Sé que es una pobre excusa. Pero seguro que sí se sientan podrán hablar de ello. Aunque yo…
- No trabajas gratis. Toma. Es el triple de lo que le había prometido al oso. A cambio espero silencio. En cualquier caso, los robos no volverán a cometerse.
Vincent agachó la cabeza, solemne, tomó la bolsa y se alejó caminando de espaldas.
«El triple de dinero del mercader es más cantidad que la suma de lo que nos iba a dar inicialmente más la recompensa de la guardia»
En cuánto se giró para ver a sus compañeros ya una sonrisa de oreja a oreja cruzaba el rostro del mercenario.
- Me encanta que los planes salgan…
- ¡Has venido! - gritó un hombre que el brujo tenía delante, de manera totalmente inesperada.
El rubio, en vez de ver los rostros de sus amigos, veía a… Su rostro pasó de la alegría a la blancura más vampírica que te pudieras imaginar.
«No. No puede ser»
El recuerdo de un puente llegó hasta su mente. La voz de un hombre gritándole de que fuera a verle a una taberna cuyo nombre ya no memorizó.
«¡Noooooooooooooooo!»
- ¿Conocéis a Bacha? Es… extravagante. Pero realmente tiene mucha creatividad-, se escuchó la voz del mercader, a espaldas del brujo.
- Sí, lo conozco-. «Me temo que lo conozco» - Cómo podría no venir a escucharle en esta velada. Qué poco caballeroso sería-, comentó con un hilo de voz, rematado con una risa nerviosa.
- Ya veréis qué bien lo pasáis-, respondió, agarrando del brujo y tirando de él para acercarlo a una mesa. - Aquí se escucha perfectamente. Las mejores vistas, además.
«Ni que fueras una hermosa elfa», pensó el brujo, más solo asintió.
- Por qué habla en plural.
- Quizás porque os habéis quedado en vez de huir.
- Oh, yo al menos no podría abandonarte. Ya te conozco demasiado bien.
- Yo lo hubiera hecho. Habría corrido como gato en celo en busca de su parienta
- No mientas.
- Por una batalla seguro que no, por peligrosa que fuera, pero por huir de Bacha...
El hombre oso se rió y se acercó a un artista cercano para pedirle la mandora.
- Si no puedes vencer, únete a ellos-, comentó el oso, sentándose en una silla antes de comenzar a tocar el instrumento musical.
Vincent negó con la cabeza y dejó caer la testa hacia atrás.
«Al menos hemos cobrado más de lo esperado. Esto no puede estar tan mal», caviló, justo antes de sentir que le sangraban los oídos por el canto del borracho.
- Y pensar que en un cuchitril sólo tendríamos que preocuparnos de que no nos comieran las ratas-, comentó jocoso, levantando la cabeza pero inclinando su cuerpo para apoyarse en una de sus rodillas. - ¿Qué tal? No está mal para tu primera noche con el gran Vincent y el oso de cuerda-, siguió en el tono de broma, dejando caer las monedas de la bolsa sobre una mesa, pero impidiendo que nadie pudiera ver la cantidad.
En cuánto el brujo terminó de contar, retiró un tercio de estas y se las entregó al peliblanco.
- Huye. Al menos tú puedes salvarte-, manifestó, sin perder el humor. Qué otra le quedaba. - Quizás nos volvamos a encontrar. Y esperemos que ese día nos tiren menos cerámica. Hasta entonces, cuídate, buen Corlys. Al menos somos más ricos y ha sido divertido.
La mejor despedida que podía ofrecerle a un hombre. El resto de la historia, la tortura de Bacha. Siempre disponible para el canto, siempre peligroso, en la siguiente taberna a la que entren, o en cualquier parte.
Offrol
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- Recreación del momento oso. Pero sin tanta tecnología en el rol, obviamente (?:
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Vincent Calhoun
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Re: ¿Pero que no era él? [Privado] [Vincent Calhoun] [Noche]
El plan del brujo sonaba bien, entregar al mismo sujeto dos veces y cobrar por ello ambas era una jugada magistral, al menos mientras nadie se enterase. Por mi parte me contentaría con lo de los mercaderes, aunque esperaba poder exprimirles todo lo que pudiera a esas ratas con exceso de autoestima.
- Apruebo totalmente tu plan. Me vale con saber que el mercader va a soltar el dinero y que pronto me voy a poder ir de esta ciudad de dementes.- Pateé uno de los trozos de cerámica que había por el suelo. Era sorprendente el asco que le había cogido a las macetas en una sola noche.- Aunque eso de que hayas hecho trabajos gratis... No puedes ir así por la vida. Rebajar el precio porque se lo merezcan quizás, ¿pero qué es eso de jugarte la integridad por nada? Que menos que unos buenos aeros para poder seguir hasta la siguiente oportunidad.
Su respuesta ante lo de la nutria tenía mucho sentido, era una locura que esos jóvenes hubiesen visto una, nunca les hubieran dejado vivos para que lo fueran pregonando. Un escalofrío me recorrió la espalda ante la perspectiva de encontrarme alguno, pero por suerte no iba a ser ese día.
Avanzamos hasta la taberna en silencio, excepto por los quejidos del ladrón misterioso encerrado en la vasija. Era una pena que no nos hubiésemos llevado otra maceta. Con gusto se la hubiera reventado en la frente al sacarle de su encierro por el paseo que nos estaba dando. Al llegar allí, nos presentamos ante el mercader que nos había contratado a ambos y Vincent tomó la palabra para terminar el negocio. Pero como todo en esa noche, nada iba a ser tan sencillo. Al retirar la vasija, nos encontramos con que el ladrón misterioso era mi primer error de la noche, aunque en perspectiva había tenido razón hasta sin querer.
- ¿Robb?- La situación parecía ir poniéndose tensa, pero yo había llegado al punto en el que lo absurdo de todo esto me había superado y empecé a reírme delante de todos ellos. No era demasiado elegante, pero seguí carcajeándome con la mano en la boca para intentar que se oyera menos mientras Vincent le explicaba toda la situación al mercader y conseguía que al final le diera el triple de lo ofrecido a cambio de que guardásemos silencio. Lo cual no iba a ser un problema porque esperaba no volver a poner un pie en esta ciudad en mi vida.- No puedo... Es que era él todo el rato...- Le comenté al brujo mientras me apoyaba en su hombre e intentaba aguantarme la risa, sin éxito.
Lo que si me quitó la risa fue la aparición del pirado sin demasiadas capacidades para el canto ni la danza. Parecía que Vincent e Iorek se iban a quedar al espectáculo, pero yo había tenido suficiente y cuando el barbudo me entregó mi parte de la recompensa y me ofreció darme a la fuga no lo dudé ni un momento.
- No hace falta que me lo digas dos veces. Cada segundo más en esta ciudad es un segundo más en el que todo se puede ir a la mierda.- Metí las monedas en una bolsa y me la metí en un bolsillo.- Que os vaya bien, y que no os vuelvan muy locos aquí. Volveremos a encontrarnos. Y tened por seguro que ese día me habré convertido en el mejor lanzador de macetas que hayáis visto.
Me levanté de la mesa y me despedí de ellos con la mano. Pero antes de salir de la taberna vi al joven Robb y me acordé de una cosa que quizás debería hacer.
- Chaval. Creo que deberías saber que el padre de tu amante sabe lo que le haces a su hija. Yo te lo digo, así como dato, por si te viene bien.- Le di un par de bofetadas cariñosas a Robb, que me seguía mirando estupefacto y desaparecí por la puerta en búsqueda de una buena oveja.
- Apruebo totalmente tu plan. Me vale con saber que el mercader va a soltar el dinero y que pronto me voy a poder ir de esta ciudad de dementes.- Pateé uno de los trozos de cerámica que había por el suelo. Era sorprendente el asco que le había cogido a las macetas en una sola noche.- Aunque eso de que hayas hecho trabajos gratis... No puedes ir así por la vida. Rebajar el precio porque se lo merezcan quizás, ¿pero qué es eso de jugarte la integridad por nada? Que menos que unos buenos aeros para poder seguir hasta la siguiente oportunidad.
Su respuesta ante lo de la nutria tenía mucho sentido, era una locura que esos jóvenes hubiesen visto una, nunca les hubieran dejado vivos para que lo fueran pregonando. Un escalofrío me recorrió la espalda ante la perspectiva de encontrarme alguno, pero por suerte no iba a ser ese día.
Avanzamos hasta la taberna en silencio, excepto por los quejidos del ladrón misterioso encerrado en la vasija. Era una pena que no nos hubiésemos llevado otra maceta. Con gusto se la hubiera reventado en la frente al sacarle de su encierro por el paseo que nos estaba dando. Al llegar allí, nos presentamos ante el mercader que nos había contratado a ambos y Vincent tomó la palabra para terminar el negocio. Pero como todo en esa noche, nada iba a ser tan sencillo. Al retirar la vasija, nos encontramos con que el ladrón misterioso era mi primer error de la noche, aunque en perspectiva había tenido razón hasta sin querer.
- ¿Robb?- La situación parecía ir poniéndose tensa, pero yo había llegado al punto en el que lo absurdo de todo esto me había superado y empecé a reírme delante de todos ellos. No era demasiado elegante, pero seguí carcajeándome con la mano en la boca para intentar que se oyera menos mientras Vincent le explicaba toda la situación al mercader y conseguía que al final le diera el triple de lo ofrecido a cambio de que guardásemos silencio. Lo cual no iba a ser un problema porque esperaba no volver a poner un pie en esta ciudad en mi vida.- No puedo... Es que era él todo el rato...- Le comenté al brujo mientras me apoyaba en su hombre e intentaba aguantarme la risa, sin éxito.
Lo que si me quitó la risa fue la aparición del pirado sin demasiadas capacidades para el canto ni la danza. Parecía que Vincent e Iorek se iban a quedar al espectáculo, pero yo había tenido suficiente y cuando el barbudo me entregó mi parte de la recompensa y me ofreció darme a la fuga no lo dudé ni un momento.
- No hace falta que me lo digas dos veces. Cada segundo más en esta ciudad es un segundo más en el que todo se puede ir a la mierda.- Metí las monedas en una bolsa y me la metí en un bolsillo.- Que os vaya bien, y que no os vuelvan muy locos aquí. Volveremos a encontrarnos. Y tened por seguro que ese día me habré convertido en el mejor lanzador de macetas que hayáis visto.
Me levanté de la mesa y me despedí de ellos con la mano. Pero antes de salir de la taberna vi al joven Robb y me acordé de una cosa que quizás debería hacer.
- Chaval. Creo que deberías saber que el padre de tu amante sabe lo que le haces a su hija. Yo te lo digo, así como dato, por si te viene bien.- Le di un par de bofetadas cariñosas a Robb, que me seguía mirando estupefacto y desaparecí por la puerta en búsqueda de una buena oveja.
Corlys Glokta
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