Cosecha del "62 [Trabajo Níniel - Vincent]
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Cosecha del "62 [Trabajo Níniel - Vincent]
Primero un gran bocado a un trozo carne, luego uno no menos mesurado al pan, y un largo sorbo de agua antes de repetir el proceso. El joven humano comía con fruición mientras Níniel lo observaba en silencio, pensativa por la información que hacía unos minutos aquel chico, uno de los gorriones de Chimar, había compartido con ella. Algo que bien podría ser la pista clave para resolver una desaparición en la que la peliblanca llevaba trabajando un par de días sin avance alguno...o algo totalmente diferente. Puede que incluso una equivocación, cometida por el error de juicio de un chiquillo.
Pronto lo sabrían.
La puerta de abajo se abrió de golpe con un abrupto sonido y, enseguida, unos apresurados pasos se escucharon subiendo las escaleras hasta la zona habilitada como vivienda del "Vial blanco", el taller que Níniel regentaba. No cabía duda de que se trataba de Catherine, la felina hermana de la sacerdotisa, que volvía del importante encargo que había recibido, y lo hacía portando y agitando en el aire un trozo de papel reutilizado. Algo común en la guardia ya que el papel era caro.
-Tenías razón Nín- gritó la pelirroja dejando aquella hoja sobre la mesa con un golpe que sobresaltó a Ratita. -Han denunciado siete desapariciones de niños en los últimos días, no solo la de la señorita Mayers. Todos de la misma edad y de clase media. El último desapareció ayer, sus padres lo han denunciado hoy.- Añadió con cara de satisfacción ante el éxito de su misión. -Deberías haber visto la cara de ese capitán de la vigilancia que conoces cuando le pregunté. Si no me hubiese reconocido...Por cierto, me ha dicho que necesitará un vial más de..."ya sabes qué" la semana que viene.-
-Es lo que vi. Ayer vi como subía en ese carro un niño. Moreno, más alto que yo. Igual que pasó con los demás- confirmo Ratita con la boca llena.
Níniel asintió, aunque no complacida. De hecho estaba más seria que antes. -Le hemos puesto en un compromiso. Esa información bien vale el precio.- Aseguró. Así funcionaban Lunargenta y los humanos. Todo podía comprarse y venderse, incluso la información que la guardia trataba de ocultar al pueblo.
-Haber sabido esta información nos hubiese ahorrado valioso tiempo dando palos de ciego. No estábamos preguntando donde debíamos, ni como debíamos Gracias a los dioses a los gorriones no se les escapa nada de lo que pasa en las calles.- Ante aquellos elogios el joven sonrió y bajó la cabeza sonrojado, a pesar de que seguramente no había comprendido la relación entre su petición y la desaparición que la elfa investigaba.
-¿Así que lo de los niños de esa casa y lo de los Mayers es lo mismo?- Inquirió Catherine sentándose a la mesa y tomando un vaso de agua, acompañado con algo de carne, claro.
-Misma edad, mismo estrato social, mismas fechas...Es nuestra mejor pista, además es un trabajo en si mismo. Como poco debemos echar un vistazo para que Ratita pueda dormir tranquilo.- Convino la joven, recibiendo un encogimiento de hombros como respuesta por parte de su hermana.
-Dos trabajos en uno...me has convencido. Vayamos a esa casa y...zarandeemos a esa gente hasta que canten.- Propuso gesticulando aquella acción con vehemencia.
-Ese será el plan de reserva. Primero, Ratita, quiero que vuelvas a aquella casa, la vigiles e informes si hay más movimientos sospechosos. Sobre todo que no se den cuenta de que lo haces.- El joven apuró su comida y sintió con seguridad, asegurando que era experto en no ser notado.
-¿Y nosotras?- quiso saber la felina.
-Nosotras vamos a por refuerzos. Si nuestras sospechas se confirman, nos vendrá bien contar con ayuda. Nos desviaremos e iremos al distrito del puerto.-
Con aquella primera parte de su plan de actuación concretada, los tres se separaron en dos grupos. Ratita pronto comenzaría su vigilancia del lugar que tan sospechoso le resultaba, nervioso pero contento por haber logrado que algún adulto le hiciera caso, algo que según su experiencia rara vez acontecía, salvo para perseguirle o increparle por cualquier motivo, justificado o no. Tal vez Chimar tuviera razón y aquella elfa fuera diferente.
En cuanto a ambas hermanas, poco después entrarían en el comerció de herrería y arcanos más popular entre los aventureros que pasaban por Lunargenta; "La espada arcana", donde pondrían a su brujo propietario al corriente de la situación. Contándole sobre su encargo original de encontrar a la joven Sarah Mayers, desaparecida hacía dos días, y cómo la segunda petición por parte de Ratita, junto con la información de más desapariciones siendo ocultadas por la guardia, podrían estar relacionadas, dándoles un hilo del que tirar. Uno que bien podía suponer meterse en serios problemas.
-Necesitamos tu ayuda. Al principio parecía un simple caso de una niña escapándose de un padre estricto, pero con todo lo demás...-Terminó de decir la joven peliblanca, sentándose sobre el mostrador. A su lado Catherine jugaba con unas tenazas de herrero.
Pronto lo sabrían.
La puerta de abajo se abrió de golpe con un abrupto sonido y, enseguida, unos apresurados pasos se escucharon subiendo las escaleras hasta la zona habilitada como vivienda del "Vial blanco", el taller que Níniel regentaba. No cabía duda de que se trataba de Catherine, la felina hermana de la sacerdotisa, que volvía del importante encargo que había recibido, y lo hacía portando y agitando en el aire un trozo de papel reutilizado. Algo común en la guardia ya que el papel era caro.
-Tenías razón Nín- gritó la pelirroja dejando aquella hoja sobre la mesa con un golpe que sobresaltó a Ratita. -Han denunciado siete desapariciones de niños en los últimos días, no solo la de la señorita Mayers. Todos de la misma edad y de clase media. El último desapareció ayer, sus padres lo han denunciado hoy.- Añadió con cara de satisfacción ante el éxito de su misión. -Deberías haber visto la cara de ese capitán de la vigilancia que conoces cuando le pregunté. Si no me hubiese reconocido...Por cierto, me ha dicho que necesitará un vial más de..."ya sabes qué" la semana que viene.-
-Es lo que vi. Ayer vi como subía en ese carro un niño. Moreno, más alto que yo. Igual que pasó con los demás- confirmo Ratita con la boca llena.
Níniel asintió, aunque no complacida. De hecho estaba más seria que antes. -Le hemos puesto en un compromiso. Esa información bien vale el precio.- Aseguró. Así funcionaban Lunargenta y los humanos. Todo podía comprarse y venderse, incluso la información que la guardia trataba de ocultar al pueblo.
-Haber sabido esta información nos hubiese ahorrado valioso tiempo dando palos de ciego. No estábamos preguntando donde debíamos, ni como debíamos Gracias a los dioses a los gorriones no se les escapa nada de lo que pasa en las calles.- Ante aquellos elogios el joven sonrió y bajó la cabeza sonrojado, a pesar de que seguramente no había comprendido la relación entre su petición y la desaparición que la elfa investigaba.
-¿Así que lo de los niños de esa casa y lo de los Mayers es lo mismo?- Inquirió Catherine sentándose a la mesa y tomando un vaso de agua, acompañado con algo de carne, claro.
-Misma edad, mismo estrato social, mismas fechas...Es nuestra mejor pista, además es un trabajo en si mismo. Como poco debemos echar un vistazo para que Ratita pueda dormir tranquilo.- Convino la joven, recibiendo un encogimiento de hombros como respuesta por parte de su hermana.
-Dos trabajos en uno...me has convencido. Vayamos a esa casa y...zarandeemos a esa gente hasta que canten.- Propuso gesticulando aquella acción con vehemencia.
-Ese será el plan de reserva. Primero, Ratita, quiero que vuelvas a aquella casa, la vigiles e informes si hay más movimientos sospechosos. Sobre todo que no se den cuenta de que lo haces.- El joven apuró su comida y sintió con seguridad, asegurando que era experto en no ser notado.
-¿Y nosotras?- quiso saber la felina.
-Nosotras vamos a por refuerzos. Si nuestras sospechas se confirman, nos vendrá bien contar con ayuda. Nos desviaremos e iremos al distrito del puerto.-
Con aquella primera parte de su plan de actuación concretada, los tres se separaron en dos grupos. Ratita pronto comenzaría su vigilancia del lugar que tan sospechoso le resultaba, nervioso pero contento por haber logrado que algún adulto le hiciera caso, algo que según su experiencia rara vez acontecía, salvo para perseguirle o increparle por cualquier motivo, justificado o no. Tal vez Chimar tuviera razón y aquella elfa fuera diferente.
En cuanto a ambas hermanas, poco después entrarían en el comerció de herrería y arcanos más popular entre los aventureros que pasaban por Lunargenta; "La espada arcana", donde pondrían a su brujo propietario al corriente de la situación. Contándole sobre su encargo original de encontrar a la joven Sarah Mayers, desaparecida hacía dos días, y cómo la segunda petición por parte de Ratita, junto con la información de más desapariciones siendo ocultadas por la guardia, podrían estar relacionadas, dándoles un hilo del que tirar. Uno que bien podía suponer meterse en serios problemas.
-Necesitamos tu ayuda. Al principio parecía un simple caso de una niña escapándose de un padre estricto, pero con todo lo demás...-Terminó de decir la joven peliblanca, sentándose sobre el mostrador. A su lado Catherine jugaba con unas tenazas de herrero.
Níniel Thenidiel
Aerandiano de honor
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Re: Cosecha del "62 [Trabajo Níniel - Vincent]
La Espada Arcana era un negocio singular. Nunca se sabía cuando un cliente podía entrar al establecimiento por la necesidad de un arma nueva, un escudo, o una armadura completa, pero tampoco se podía saber si lo que necesitaban era una espada de alquiler.
El brujo había tenido un día de lo más tranquilo, pero que, en breve, ese había cambiado. O mejor dicho, cambiaría. Un relato como aquel hacía prever problemas a cualquier avezado guerrero; si, además, ese relato lo contaba una de las sacerdotisas más poderosa de Sandorai, acompañada por su inestimable amiga rompehuesos, es que los problemas no iban a ser menores.
- Así que es una casa de la que salen niños que nunca regresan-, contestó, tras escuchar las palabras de Níniel.
«Curioso. No hay que ser el tipo más inteligente de este mundo para intuir que algo malo pasa allí.»
- Entiendo-, dijo seguido, mientras caminaba por la tienda, reflexionando sobre toda la información adquirida. - Tendremos que ir hasta allí para averiguar más-, prosiguió, acercándose al mostrador.
El rubio apoyó su cuerpo contra el borde de la madera, justo al lado de la elfa, y le acarició con suavidad la pierna antes de dejar su mano posada sobre su rodilla. Un corto instante de complicidad en el que pudo dedicarle una sonrisa de acompañamiento a las caricias.
Verla siempre añadía una pizca de alegría a sus días. Una poca de cariñosa complicidad era lo mínimo que podía dar antes de que todo se volviera más complicado.
Sin embargo, el gesto del brujo no tardó en variar. Su sonrisa se volvió seriedad, y aunque, por el momento, mantuvo su palma sobre la rodilla femenina, su mente pasó a centrarse en el trabajo.
- ¿Cuánto hace que desapareció Sarah Mayers? - preguntó, interesado por recabar más información. Aquel detalle no era tan importante como enlazar un caso con el otro, pero al menos le podrían dar una relativa idea desde cuando, al menos, se estaban produciendo los secuestros. - En el papel que te dio la guardia, ¿se menciona la fecha de la desaparición de los demás niños? - preguntó esta vez a la mujer gata.
La felina había estado jugando con unas tenazas. Ello recordó al brujo lo juguetona que podía llegar a ser. ¿Sería por su sangre de gata?
- Bueno-, dijo, cuando ya había escuchado todo lo que tenía que escuchar. - Será mejor que vaya a prepararme-, comentó seguido, dando unas suaves palmadas en la rodilla de su amada, para luego darle un suave apretón en dicha articulación, mientras le guiñaba un ojo. Después comenzaría a alejarse hacia la puerta que daba a las escaleras de su vivienda. - Y no rompas nada, Cath-, bromeó, girando su cuerpo a medias, solo la parte superior hasta donde podía, para guiñar un ojo, esta vez a la felina, antes de mirar de nuevo hacia Níniel y reírse.
El mercenario negó con la cabeza, ya mirando hacia adelante, y abrió con su llave la puerta que daba a su casa. Allí empezaría a tomar todo lo que necesitaba para salir bien parado de una nueva batalla, pues todo hacía presagiar que debería entrar por la fuerza en aquella maldita casa.
Vincent tomó sus dagas y espadas, así como su coraza de buen cuero, que se puso por encima, aunque no terminó de atar. También tomó las correas con bolsillos donde llevaba otros utensilios, que nunca se sabía cuándo podrían ser necesarios, y bajó de aquella guisa a la tienda.
- Ya casi estoy-, le dijo a las mujeres, dejando algunas correas sobre el mostrador, y encaminándose hacia la trastienda sin detenerse.
- ¡Sandal! ¡Me las piro!
- ¡Cómo que te las piras! ¿Me dejas tirado, malandrín?
Se pudo escuchar en la tienda, cuando el brujo gritó, mientras traspasaba el umbral que separaba la parte trasera de la delantera del negocio, y recibió su oportuna respuesta.
- Vamos, menos increpaciones, maldito enano. Que salgo por trabajo, no para pulirme las ganancias-, dijo el brujo, regresando a la tienda, y dejando algunos viales y pinceles sobre el mostrador.
- ¿Cómo que maldito enano? - mentó Sandal, cabreado por con este tonito característico de me gusta pelearme con este brujo tan cabronazo. - Oh. Níniel. Catherine. No sabía que teníamos visita.
- Ja, te has vuelto un gato de lo más modosito cuando las has visto-, dijo en chanza el buen mercenario, sonriendo sin ningún disimulo, mientras colocaba alguna de las cosas que necesitaba en los bolsos enganchados en las correas.
- No digas boberías. Es solo que no te explicas. Podrías haberme dicho desde un principio que era por trabajo. Y… Bah, que te den. Voy a terminar lo que estaba haciendo-, respondió el enano, haciendo un ademán con su mano de hartazgo. Aunque se notaba que estaba de muy buen humor. - Un placer, señoritas, como siempre. Intenten sobrevivir a este maldito, si es que se puede-, se despidió con otra broma de retorno hacia el brujo.
Este, por su parte, se apoyó de espaldas al mostrador, por el lado que daba a la entrada a la tienda, e hizo como que hablaba pero sin decir nada, en una buscada penosa imitación de su amigo.
- En fin, por dónde íbamos. Ah, sí. Entonces debemos ir a la casa, y encontrar información de a dónde se llevan los niños. Suena complicado, pero en peores situaciones nos hemos visto ¿no? - les dijo a las chicas, al tiempo que afianzaba las correas de su coraza. - Y un hombre. Perdón, rectifico. Un niño, al que apodan Ratita, ¿es quien nos ha contratado?
«Algo me dice que no voy a cobrar una mierda», pensó.
Sin embargo, el brujo no le dio importancia y no perdió el buen talante. Por un lado, también estaba el padre de Sarah, él sí tendría dinero para pagarles. Por otro lado, y más importante, había niños en peligro.
A muchos animales salvajes que se autodefinen como civilizados no les importaría. Pero Vincent Calhoun no era uno de ellos.
El brujo había tenido un día de lo más tranquilo, pero que, en breve, ese había cambiado. O mejor dicho, cambiaría. Un relato como aquel hacía prever problemas a cualquier avezado guerrero; si, además, ese relato lo contaba una de las sacerdotisas más poderosa de Sandorai, acompañada por su inestimable amiga rompehuesos, es que los problemas no iban a ser menores.
- Así que es una casa de la que salen niños que nunca regresan-, contestó, tras escuchar las palabras de Níniel.
«Curioso. No hay que ser el tipo más inteligente de este mundo para intuir que algo malo pasa allí.»
- Entiendo-, dijo seguido, mientras caminaba por la tienda, reflexionando sobre toda la información adquirida. - Tendremos que ir hasta allí para averiguar más-, prosiguió, acercándose al mostrador.
El rubio apoyó su cuerpo contra el borde de la madera, justo al lado de la elfa, y le acarició con suavidad la pierna antes de dejar su mano posada sobre su rodilla. Un corto instante de complicidad en el que pudo dedicarle una sonrisa de acompañamiento a las caricias.
Verla siempre añadía una pizca de alegría a sus días. Una poca de cariñosa complicidad era lo mínimo que podía dar antes de que todo se volviera más complicado.
Sin embargo, el gesto del brujo no tardó en variar. Su sonrisa se volvió seriedad, y aunque, por el momento, mantuvo su palma sobre la rodilla femenina, su mente pasó a centrarse en el trabajo.
- ¿Cuánto hace que desapareció Sarah Mayers? - preguntó, interesado por recabar más información. Aquel detalle no era tan importante como enlazar un caso con el otro, pero al menos le podrían dar una relativa idea desde cuando, al menos, se estaban produciendo los secuestros. - En el papel que te dio la guardia, ¿se menciona la fecha de la desaparición de los demás niños? - preguntó esta vez a la mujer gata.
La felina había estado jugando con unas tenazas. Ello recordó al brujo lo juguetona que podía llegar a ser. ¿Sería por su sangre de gata?
- Bueno-, dijo, cuando ya había escuchado todo lo que tenía que escuchar. - Será mejor que vaya a prepararme-, comentó seguido, dando unas suaves palmadas en la rodilla de su amada, para luego darle un suave apretón en dicha articulación, mientras le guiñaba un ojo. Después comenzaría a alejarse hacia la puerta que daba a las escaleras de su vivienda. - Y no rompas nada, Cath-, bromeó, girando su cuerpo a medias, solo la parte superior hasta donde podía, para guiñar un ojo, esta vez a la felina, antes de mirar de nuevo hacia Níniel y reírse.
El mercenario negó con la cabeza, ya mirando hacia adelante, y abrió con su llave la puerta que daba a su casa. Allí empezaría a tomar todo lo que necesitaba para salir bien parado de una nueva batalla, pues todo hacía presagiar que debería entrar por la fuerza en aquella maldita casa.
Vincent tomó sus dagas y espadas, así como su coraza de buen cuero, que se puso por encima, aunque no terminó de atar. También tomó las correas con bolsillos donde llevaba otros utensilios, que nunca se sabía cuándo podrían ser necesarios, y bajó de aquella guisa a la tienda.
- Ya casi estoy-, le dijo a las mujeres, dejando algunas correas sobre el mostrador, y encaminándose hacia la trastienda sin detenerse.
- ¡Sandal! ¡Me las piro!
- ¡Cómo que te las piras! ¿Me dejas tirado, malandrín?
Se pudo escuchar en la tienda, cuando el brujo gritó, mientras traspasaba el umbral que separaba la parte trasera de la delantera del negocio, y recibió su oportuna respuesta.
- Vamos, menos increpaciones, maldito enano. Que salgo por trabajo, no para pulirme las ganancias-, dijo el brujo, regresando a la tienda, y dejando algunos viales y pinceles sobre el mostrador.
- ¿Cómo que maldito enano? - mentó Sandal, cabreado por con este tonito característico de me gusta pelearme con este brujo tan cabronazo. - Oh. Níniel. Catherine. No sabía que teníamos visita.
- Ja, te has vuelto un gato de lo más modosito cuando las has visto-, dijo en chanza el buen mercenario, sonriendo sin ningún disimulo, mientras colocaba alguna de las cosas que necesitaba en los bolsos enganchados en las correas.
- No digas boberías. Es solo que no te explicas. Podrías haberme dicho desde un principio que era por trabajo. Y… Bah, que te den. Voy a terminar lo que estaba haciendo-, respondió el enano, haciendo un ademán con su mano de hartazgo. Aunque se notaba que estaba de muy buen humor. - Un placer, señoritas, como siempre. Intenten sobrevivir a este maldito, si es que se puede-, se despidió con otra broma de retorno hacia el brujo.
Este, por su parte, se apoyó de espaldas al mostrador, por el lado que daba a la entrada a la tienda, e hizo como que hablaba pero sin decir nada, en una buscada penosa imitación de su amigo.
- En fin, por dónde íbamos. Ah, sí. Entonces debemos ir a la casa, y encontrar información de a dónde se llevan los niños. Suena complicado, pero en peores situaciones nos hemos visto ¿no? - les dijo a las chicas, al tiempo que afianzaba las correas de su coraza. - Y un hombre. Perdón, rectifico. Un niño, al que apodan Ratita, ¿es quien nos ha contratado?
«Algo me dice que no voy a cobrar una mierda», pensó.
Sin embargo, el brujo no le dio importancia y no perdió el buen talante. Por un lado, también estaba el padre de Sarah, él sí tendría dinero para pagarles. Por otro lado, y más importante, había niños en peligro.
A muchos animales salvajes que se autodefinen como civilizados no les importaría. Pero Vincent Calhoun no era uno de ellos.
Vincent Calhoun
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Re: Cosecha del "62 [Trabajo Níniel - Vincent]
Níniel giró sobre el mostrador, con la soltura de movimientos típica de los de su raza, y ayudó al brujo con los correajes menos accesibles de la armadura de este, asegurándose de ajustarla perfectamente y sin apartar sus manos de las de Vincent cuando estas se encontraban, demasiado a menudo para dos personas con experiencia como para no ser premeditado. Algo que hizo sonreír levemente a la peliblanca, a pesar de lo que les esperaba.
-Oh vamos. Dejadlo ya.- se quejó Catherine dándose perfecta cuenta de lo premeditadamente largo que se estaba haciendo aquel proceso. Pensando además que en cuando volvieran a casa le pediría a su hermana que la ayudara a ella a quitarse la armadura como compensación. -A lo mejor es él el que no lo cuenta.- añadió farfullando para sí misma y en respuesta a las últimas palabras de Sandal. Por supuesto no lo decía en serio. Le tenía cierto aprecio al rubio y sabía lo importante que era para su hermana. Simplemente a veces sentía...que Níniel debía ser solo para ella.
-Es uno de los niños con los que suele andar Chimar. Ya sabes, el grupo que tiene en esa esfera suya. Le llamó la atención una niña que salió de allí y esperó su regreso. Fue así como vio que más niños salían, pero ninguno volvía. Por eso fue hasta mi taller. Hasta había hecho que alguien le escribiera una petición formal con recompensa en un papel...- Hizo una pausa en la que se demostró que encontraba aquel gesto tan digno de elogio como adorable en un niño. -Como los conozco hubiese echado un vistazo de todos modos, pero junto con las coincidencias con el caso de Sarah Mayers y lo que le sacamos al informante de la guardia...-
-Aunque la niña qué el chico vio tenía el pelo rubio. Sarah es morena.- advirtió Catherine, dejando las tenazas en su sitio cuidadosamente.
-Por eso tu idea de entrar sin más y golpearlos a todos es el plan de respaldo y no el principal. Necesitamos investigar más antes.- confirmó la sacerdotisa. -Sé que no es un orfanato; que sea una casa elegante en un barrio acomodado, y que usen un carruaje digno de la nobleza para trasladar niños...-Apretó los labios sin querer expresar que de confirmarse sus sospechas podían estar ante algo realmente turbio. Miró a su hermana.
-Ratita está ahora mismo vigilando el lugar. Si estamos todos listos, pongámonos en marcha.- Instó la joven, poniendo al grupo en movimiento rumbo a los barrios mas adinerados de Lunargenta.
Altaciudad realmente se sentía como una ciudad diferente dentro de la capital de los humanos. No solo era que sus calles estuvieran mejor adoquinadas y fueran más espaciosas, o que sus edificios fueran mas altos, de mejores materiales y de estilos más pensados para la belleza que para la practicidad...Hasta el ambiente era diferente, menos ruidoso, más tranquilo, y emanaba una sensación de limpieza y pulcritud. Aunque Níniel sabía perfectamente que era solo una fachada.
Por sus calles circulaban carruajes de gentes con buena posición. A pié podía verse a los sirvientes de las casas, reconocibles por sus uniformes, yendo y viniendo de sus quehaceres. Algunos acompañaban a sus señores a las tiendas de alto postín, como cristalerías, orfebrerías o sastres reputados, muchas de las cuales ni siquiera permitirían la entrada a gente que les pareciera..."de pocos posibles". Las posadas allí eran edificios de piedra y servían sus selectos platos en vajillas de porcelana, y no de peltre como en la confortable "El rey y la reina". Incluso la guardia de la ciudad parecía vestir con mejores armaduras al patrullar, aunque quizá solo era que les habían sacado lustre con más ahínco para causar una buena impresión.
-No hace mucho estos cabezacubo me habrían interrogado solo por pisar estas calles al verme sucia y con mis viejas ropas. No sé como Ratita se las apaña para pasearse por aquí siempre que quiere- comentó la felina, que con su nuevas vestimentas no parecía llamar la atención de los guardias de aquel modo.
Giraron por una de las avenidas y dieron con la mencionada casa, una construcción de piedra de dos plantas que, a diferencia de otras estructuras similares en aquella calle, no contaba con caro cristal en sus ventanas, al contrario, parecía más antigua y con ventanas de pequeño tamaño. La hacienda contaba con un pequeño jardín a su alrededor, algo descuidado, y este a su vez rodeado por un pequeño muro de piedra de no mas de metro y medio de altura.
-Da malas sensaciones ¿verdad?- preguntó Ratita cerca de ellos. Llevaba una escoba en la mano y parecía estar limpiando la entrada de la tienda de hierbas e inciensos que se encontraba al frente a izquierda de aquella casa. Tenía razón. Aunque en sí la casa era hermosa y formidable, sus pequeñas ventanas y la dejadez la hacían parecer bastante más lóbrega que el resto.
-Parece algo dejada, pero está habitada ¿no?- Inquirió la peliblanca.
-Desde luego, no os mentí. ¿Este tipo es el que va a ayudarnos?- quiso saber el chico viendo a Vincent.
-Aquí no, ¿podemos ir atrás?- sugirió Níniel, temiendo que su grupo pudiese llamar la atención de alguien de la casa objetivo.
-Sí, el dueño es buena gente. Me da unas monedas por ayudarle a veces. Ahora ha ido a entregar no se qué a no sé quién- confirmó el joven llevándoles al patio trasero de aquella tienda.
-Oh vamos. Dejadlo ya.- se quejó Catherine dándose perfecta cuenta de lo premeditadamente largo que se estaba haciendo aquel proceso. Pensando además que en cuando volvieran a casa le pediría a su hermana que la ayudara a ella a quitarse la armadura como compensación. -A lo mejor es él el que no lo cuenta.- añadió farfullando para sí misma y en respuesta a las últimas palabras de Sandal. Por supuesto no lo decía en serio. Le tenía cierto aprecio al rubio y sabía lo importante que era para su hermana. Simplemente a veces sentía...que Níniel debía ser solo para ella.
-Es uno de los niños con los que suele andar Chimar. Ya sabes, el grupo que tiene en esa esfera suya. Le llamó la atención una niña que salió de allí y esperó su regreso. Fue así como vio que más niños salían, pero ninguno volvía. Por eso fue hasta mi taller. Hasta había hecho que alguien le escribiera una petición formal con recompensa en un papel...- Hizo una pausa en la que se demostró que encontraba aquel gesto tan digno de elogio como adorable en un niño. -Como los conozco hubiese echado un vistazo de todos modos, pero junto con las coincidencias con el caso de Sarah Mayers y lo que le sacamos al informante de la guardia...-
-Aunque la niña qué el chico vio tenía el pelo rubio. Sarah es morena.- advirtió Catherine, dejando las tenazas en su sitio cuidadosamente.
-Por eso tu idea de entrar sin más y golpearlos a todos es el plan de respaldo y no el principal. Necesitamos investigar más antes.- confirmó la sacerdotisa. -Sé que no es un orfanato; que sea una casa elegante en un barrio acomodado, y que usen un carruaje digno de la nobleza para trasladar niños...-Apretó los labios sin querer expresar que de confirmarse sus sospechas podían estar ante algo realmente turbio. Miró a su hermana.
-Ratita está ahora mismo vigilando el lugar. Si estamos todos listos, pongámonos en marcha.- Instó la joven, poniendo al grupo en movimiento rumbo a los barrios mas adinerados de Lunargenta.
Altaciudad realmente se sentía como una ciudad diferente dentro de la capital de los humanos. No solo era que sus calles estuvieran mejor adoquinadas y fueran más espaciosas, o que sus edificios fueran mas altos, de mejores materiales y de estilos más pensados para la belleza que para la practicidad...Hasta el ambiente era diferente, menos ruidoso, más tranquilo, y emanaba una sensación de limpieza y pulcritud. Aunque Níniel sabía perfectamente que era solo una fachada.
Por sus calles circulaban carruajes de gentes con buena posición. A pié podía verse a los sirvientes de las casas, reconocibles por sus uniformes, yendo y viniendo de sus quehaceres. Algunos acompañaban a sus señores a las tiendas de alto postín, como cristalerías, orfebrerías o sastres reputados, muchas de las cuales ni siquiera permitirían la entrada a gente que les pareciera..."de pocos posibles". Las posadas allí eran edificios de piedra y servían sus selectos platos en vajillas de porcelana, y no de peltre como en la confortable "El rey y la reina". Incluso la guardia de la ciudad parecía vestir con mejores armaduras al patrullar, aunque quizá solo era que les habían sacado lustre con más ahínco para causar una buena impresión.
-No hace mucho estos cabezacubo me habrían interrogado solo por pisar estas calles al verme sucia y con mis viejas ropas. No sé como Ratita se las apaña para pasearse por aquí siempre que quiere- comentó la felina, que con su nuevas vestimentas no parecía llamar la atención de los guardias de aquel modo.
Giraron por una de las avenidas y dieron con la mencionada casa, una construcción de piedra de dos plantas que, a diferencia de otras estructuras similares en aquella calle, no contaba con caro cristal en sus ventanas, al contrario, parecía más antigua y con ventanas de pequeño tamaño. La hacienda contaba con un pequeño jardín a su alrededor, algo descuidado, y este a su vez rodeado por un pequeño muro de piedra de no mas de metro y medio de altura.
-Da malas sensaciones ¿verdad?- preguntó Ratita cerca de ellos. Llevaba una escoba en la mano y parecía estar limpiando la entrada de la tienda de hierbas e inciensos que se encontraba al frente a izquierda de aquella casa. Tenía razón. Aunque en sí la casa era hermosa y formidable, sus pequeñas ventanas y la dejadez la hacían parecer bastante más lóbrega que el resto.
-Parece algo dejada, pero está habitada ¿no?- Inquirió la peliblanca.
-Desde luego, no os mentí. ¿Este tipo es el que va a ayudarnos?- quiso saber el chico viendo a Vincent.
-Aquí no, ¿podemos ir atrás?- sugirió Níniel, temiendo que su grupo pudiese llamar la atención de alguien de la casa objetivo.
-Sí, el dueño es buena gente. Me da unas monedas por ayudarle a veces. Ahora ha ido a entregar no se qué a no sé quién- confirmó el joven llevándoles al patio trasero de aquella tienda.
Níniel Thenidiel
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Re: Cosecha del "62 [Trabajo Níniel - Vincent]
La vida podía llegar a ser muy corta. Sobre todo para un mercenario metomentodo que no dejaba de meterse en problemas. El nombre Vincent seguido del apellido Calhoun solía estar relacionado con muchos desastres o situaciones complicadas, pero a diferencia de lo que solía ser común en cuestiones de este tipo, él no los provocaba, solo intentaba solucionarlos o, en el peor de los casos, erradicarlos.
Sí, no hace falta ser muy listo para saber que intentar arreglar algo podìa colocarte en una posición..., digamos complicada. En una que incluso podía ser peor que ser el origen de las desgracias. En definitiva, la vida de un no ya tan joven mercenario era peligrosa y si había llegado hasta ese número en la cuenta de años era por puro talento y pericia.
- Venga, Cath-, contestó, mirando hacia la gata. - ¿No quieres que tu hermana sea feliz? Un poco de complicidad es lo mínimo que merecemos antes de meternos en faena-, comentó picarón, dedicándole una media sonrisa a la felina mientras aprovechaba para acariciar las manos de su querida elfa.
Ay, esos gatos que no dejaban de ser gatos aunque tuvieran parte humana. Para un determinado brujo no dejaba de ser un tanto adorable esa celosa protección que procesaba Catherine por su hermana.
- Chimar. Lo recuerdo. He hecho algún trabajo con él, alguno de encuentro inesperado-, mentó, el soldado de fortuna.
En ese momento, Vincent no pudo evitar recordar la noche en la que conoció al pequeño ballestero. Más concretamente la parte en la que tuvieron que tirar cajas llenas de monedas de oro del carro en el que escapaban, para aligerar la carga y así lograr huir. Bueno, para ser sinceros, lo que más recordaba es como se le escapaba un poco del hálito de vida al niño con cada moneda que tintineaban en el camino que dejaban atrás.
- Sí, fue una noche interesante. Será un gran mercenario algún día-, dijo en un tono de orgullo un tanto burlón. - Ya, está claro que están secuestrando niños. Los motivos… No es necesario ser un erudito para saber que es algo turbio-, dijo, finalmente, una vez estuvo preparado para partir.
El brujo tomó algunas cosas de última hora, de las que había dejado sobre la mesa, y comenzó a colocarlas en los bolsos de sus correas, ya firmes y tensas contra el cuero de su armadura.
- Oye, mi idea no es entrar sin más y golpearlos a todos-, comentó, con fingida ofensa, y gestualidad incluida. - Mi idea es entrar educadamente, darles motivos para que me peguen porque soy así de encantador-, le guiñó un ojo a la elfa. - Y golpearlos a todos, hasta que hablen. Ese postrero detalle es importante. Un brujo tiene sus recursos-, dijo aquella última frase mirando hacia Cath, para luego encogerse de hombros. - Vayamos, pues. Es el momento de la verdad.
Con esas palabras el brujo ya avisaba de que estaba preparado y por fin partieron hacia el lugar donde se reunirían con el chiquillo apodado Ratita.
La zona de los ricos y pudientes, de los hombres y mujeres con dinero para tener servidumbre. Un centro más de poder, pues las vicisitudes relacionadas con la política y el poderío no solo se encontraban bajo el peso de aros de oro y títulos nobiliarios.
En aquel mundo extraño y complejo, a veces, un título era solo eso, un título.
- Los prejuicios de las sociedades de seres llamados inteligentes pueden ser una auténtica lacra-, comentó, al escuchar las palabras de la gata. - Es increíble saber hasta qué punto todos nosotros podemos dejarnos llevar por ideas preconcebidas sin ninguna validez.
Sin embargo, el brujo no añadió nada más, sobre todo porque no era nada que ya no supieran sus interlocutores. Simplemente avanzó en compañía de las féminas, hasta llegar al lugar acordado.
- Qué bien te lo has montado, chaval-, le dijo al niño, nada más verle en modo ayudante.
Luego, el brujo oteó la casa que el chico señalaba como el centro de las fechorías. Y sí, tenía razón, no daba buenas sensaciones. Aunque a priori solo era un gran caserón descuidado, imaginar lo que podría estar pasando tras esas cuatro paredes no inspiraba ternura.
- Sí, yo os ayudaré. Me llamo Vincent-, le comentó, antes de seguirle a la calle trasera del negocio. - Bueno, nos dará tiempo para que nos digas todo lo que necesitamos saber. ¿Qué puedes decirnos del lugar que no se vea a simple vista? ¿Cuándo suelen salir los carruajes con niños?
- Oh, eso es muy sencillo. Estoy vigilando esta casa desde hace mucho tiempo. Ya sabe, los niños debemos cuidarnos-, contó el niño, como si fuera el pan de cada día en su vida. - Los carros suelen partir todas las noches, cuando la mayoría de los adultos duermen. Así que si todo ocurre como hasta ahora…
- Esta noche podría salir otro carro. Entiendo-, terminó el obvio final del relato. - Muy bien hecho, chico. Tienes talento-, aseveró, sacando un objeto envuelto en una tela de uno de sus bolsillos más amplios.
Nada más descubrir su contenido, el niño abrió los ojos como platos.
- Para ti. No te preocupes, es solo un detalle-, le dijo, entregando el dulce que comprara de camino hacia allí, en uno de los puestos más cercanos a esas calles. - Supongo que tendremos que seguir uno de esos carruajes. ¿Sabes desde donde podemos vigilar, en mitad de la noche, sin levantar sospechas?
El niño apodado ratita señaló una casa de varios pisos, colindante a la mansión.
- Es un negocio. Todo el edificio lo es y nadie vive ahí porque el dueño tiene un caserío en otra parte. Ahí todo es parte del negocio. Tienda, almacenes en la parte superior. Yo podría… colaros.
- Bien. Bien. Suena bien-, comentó, pensativo.
«Será mejor obviar que el chico sabe meterse en lugares ajenos sin problema alguno.»
- Qué dicen, chicas. ¿Se apuntan a una velada con este simpático brujo? - comentó en broma. - Quizás también debamos alquilar un carro para pasar desapercibidos cuando lo sigamos, es menos cantoso que ir sobre monturas. No creo que el carruaje vaya a toda velocidad por estas calles, pero nunca se sabe-, dijo ya más serio, esbozando algunas ideas para momentos futuros.
Catherine era rápida y ágil como buena gata que era, pero puede que no fuese suficiente, llegado el caso. Tener planes alternativos nunca venía de más.
Sí, no hace falta ser muy listo para saber que intentar arreglar algo podìa colocarte en una posición..., digamos complicada. En una que incluso podía ser peor que ser el origen de las desgracias. En definitiva, la vida de un no ya tan joven mercenario era peligrosa y si había llegado hasta ese número en la cuenta de años era por puro talento y pericia.
- Venga, Cath-, contestó, mirando hacia la gata. - ¿No quieres que tu hermana sea feliz? Un poco de complicidad es lo mínimo que merecemos antes de meternos en faena-, comentó picarón, dedicándole una media sonrisa a la felina mientras aprovechaba para acariciar las manos de su querida elfa.
Ay, esos gatos que no dejaban de ser gatos aunque tuvieran parte humana. Para un determinado brujo no dejaba de ser un tanto adorable esa celosa protección que procesaba Catherine por su hermana.
- Chimar. Lo recuerdo. He hecho algún trabajo con él, alguno de encuentro inesperado-, mentó, el soldado de fortuna.
En ese momento, Vincent no pudo evitar recordar la noche en la que conoció al pequeño ballestero. Más concretamente la parte en la que tuvieron que tirar cajas llenas de monedas de oro del carro en el que escapaban, para aligerar la carga y así lograr huir. Bueno, para ser sinceros, lo que más recordaba es como se le escapaba un poco del hálito de vida al niño con cada moneda que tintineaban en el camino que dejaban atrás.
- Sí, fue una noche interesante. Será un gran mercenario algún día-, dijo en un tono de orgullo un tanto burlón. - Ya, está claro que están secuestrando niños. Los motivos… No es necesario ser un erudito para saber que es algo turbio-, dijo, finalmente, una vez estuvo preparado para partir.
El brujo tomó algunas cosas de última hora, de las que había dejado sobre la mesa, y comenzó a colocarlas en los bolsos de sus correas, ya firmes y tensas contra el cuero de su armadura.
- Oye, mi idea no es entrar sin más y golpearlos a todos-, comentó, con fingida ofensa, y gestualidad incluida. - Mi idea es entrar educadamente, darles motivos para que me peguen porque soy así de encantador-, le guiñó un ojo a la elfa. - Y golpearlos a todos, hasta que hablen. Ese postrero detalle es importante. Un brujo tiene sus recursos-, dijo aquella última frase mirando hacia Cath, para luego encogerse de hombros. - Vayamos, pues. Es el momento de la verdad.
Con esas palabras el brujo ya avisaba de que estaba preparado y por fin partieron hacia el lugar donde se reunirían con el chiquillo apodado Ratita.
La zona de los ricos y pudientes, de los hombres y mujeres con dinero para tener servidumbre. Un centro más de poder, pues las vicisitudes relacionadas con la política y el poderío no solo se encontraban bajo el peso de aros de oro y títulos nobiliarios.
En aquel mundo extraño y complejo, a veces, un título era solo eso, un título.
- Los prejuicios de las sociedades de seres llamados inteligentes pueden ser una auténtica lacra-, comentó, al escuchar las palabras de la gata. - Es increíble saber hasta qué punto todos nosotros podemos dejarnos llevar por ideas preconcebidas sin ninguna validez.
Sin embargo, el brujo no añadió nada más, sobre todo porque no era nada que ya no supieran sus interlocutores. Simplemente avanzó en compañía de las féminas, hasta llegar al lugar acordado.
- Qué bien te lo has montado, chaval-, le dijo al niño, nada más verle en modo ayudante.
Luego, el brujo oteó la casa que el chico señalaba como el centro de las fechorías. Y sí, tenía razón, no daba buenas sensaciones. Aunque a priori solo era un gran caserón descuidado, imaginar lo que podría estar pasando tras esas cuatro paredes no inspiraba ternura.
- Sí, yo os ayudaré. Me llamo Vincent-, le comentó, antes de seguirle a la calle trasera del negocio. - Bueno, nos dará tiempo para que nos digas todo lo que necesitamos saber. ¿Qué puedes decirnos del lugar que no se vea a simple vista? ¿Cuándo suelen salir los carruajes con niños?
- Oh, eso es muy sencillo. Estoy vigilando esta casa desde hace mucho tiempo. Ya sabe, los niños debemos cuidarnos-, contó el niño, como si fuera el pan de cada día en su vida. - Los carros suelen partir todas las noches, cuando la mayoría de los adultos duermen. Así que si todo ocurre como hasta ahora…
- Esta noche podría salir otro carro. Entiendo-, terminó el obvio final del relato. - Muy bien hecho, chico. Tienes talento-, aseveró, sacando un objeto envuelto en una tela de uno de sus bolsillos más amplios.
Nada más descubrir su contenido, el niño abrió los ojos como platos.
- Para ti. No te preocupes, es solo un detalle-, le dijo, entregando el dulce que comprara de camino hacia allí, en uno de los puestos más cercanos a esas calles. - Supongo que tendremos que seguir uno de esos carruajes. ¿Sabes desde donde podemos vigilar, en mitad de la noche, sin levantar sospechas?
El niño apodado ratita señaló una casa de varios pisos, colindante a la mansión.
- Es un negocio. Todo el edificio lo es y nadie vive ahí porque el dueño tiene un caserío en otra parte. Ahí todo es parte del negocio. Tienda, almacenes en la parte superior. Yo podría… colaros.
- Bien. Bien. Suena bien-, comentó, pensativo.
«Será mejor obviar que el chico sabe meterse en lugares ajenos sin problema alguno.»
- Qué dicen, chicas. ¿Se apuntan a una velada con este simpático brujo? - comentó en broma. - Quizás también debamos alquilar un carro para pasar desapercibidos cuando lo sigamos, es menos cantoso que ir sobre monturas. No creo que el carruaje vaya a toda velocidad por estas calles, pero nunca se sabe-, dijo ya más serio, esbozando algunas ideas para momentos futuros.
Catherine era rápida y ágil como buena gata que era, pero puede que no fuese suficiente, llegado el caso. Tener planes alternativos nunca venía de más.
Vincent Calhoun
Honorable
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Re: Cosecha del "62 [Trabajo Níniel - Vincent]
-¡Eh cochero, siga a ese carro!- espetó Catherine sobre la idea de perseguir a alguien en carruaje usando ellos mismos otro. Más por la gracia de la futurible situación que por que no fueran a necesitar hacerlo. -Eres brujo, seguro que hay magias para eso, puede que algún encantamiento.- insinuó a continuación, antes de dejar claro el por qué de su interés por no aceptar aquella idea sin más. - Si los niños salen de aquí, significa que de algún modo aquí los traen antes. Esto podría ser una guardería de esclavistas...-
-¿Te refieres a que pueden tener a más de un niño aquí ahora mismo, y luego el carro los lleva a...?- Era difícil poder terminar aquella frase con la información que tenían, y también porque el destino de aquellos pequeños podía ser tan terrible como para conjeturarlo alegremente.
-Así funcionan algunos. Tienen lugares que no llamen la atención donde reúnen la "mercancía". Y desde allí luego los llevan donde sea...A mi me tuvieron semanas en una casucha a las afueras antes de venderme al bueno de "Látigo". Cada pocos días traían más "mercancía", y con la misma frecuencia se llevaban a uno de nosotros, y no volvíamos a verlo.- contó la felina, acabando por espetar un sonido de desprecio y vieja rabia nunca olvidada.
-Te entiendo Cath. Si tienen a más niños ahí les ayudaremos. Pero si entramos ahora podríamos perder la opción de ver a dónde los llevan.- convino la sacerdotisa acariciando el suave pelo de la gata. -Tal vez deberíamos esperar a que llegue el carro, ocuparnos de quién venga, sacarles información y luego entrar.- sugirió.
-O entrar, golpearlos y cuando venga el carro golpearlos también. Seguro que cuando vean a los de dentro muertos a golpes, los del carro colaboran.- Níniel volvió a acariciar a la felina. Realmente la posibilidad de tratarse de esclavistas la tenía especialmente alterada, y con razón, pero tenía que intentar controlarla. Catherine era muy fuerte, pero si dejaba que la rabia la dominara podía poner en peligro el plan, y a sí misma.
-No nos precipitemos. Confía en mi Cath. Lo mejor que podemos hacer es vigilar y ver si averiguamos algo más. Alguien entrando o saliendo, algún movimiento dentro...Mientras nos prepararemos, así cuando sea el momento de actuar, lo haremos de manera fulminante. Claro que tampoco es que me entusiasme que nadie me tome por ladrona entrando en la propiedad de otra persona...En fin, supongo que si nos ponemos todos a barrer aquí sería sospechoso...- Aceptó la peliblanca la propuesta de ratita, pidiéndole al joven que les mostrara ese modo suyo de escabullirse dentro del lugar indicado.
-No se preocupe señorita, nadie nos verá.- aseguró el chico.
Unos minutos después, y tras separarse para no ser un grupo grande que llamara la atención, todos estaban cometiendo allanamiento en aquel negocio de venta y almacén de alfombras exóticas. Resultaba que el dueño, un humano de cuarenta y tantos, usaba su negocio para mantener relaciones extramatrimoniales con, siempre según Ratita, una gran cantidad de mujeres. Para tales "negocios", mientras que él entraba por la puerta principal con total normalidad, sus amigas especiales lo hacían a través de una puerta trasera de acceso al sótano, cuya llave el hombre ocultaba siempre bajo una piedra cercana. Sin duda no debía tener ni idea de que su escondite estaba siendo observado por uno de los gorriones.
-Espero que ese tipo no haya quedado con nadie hoy...- Musitó la gata mientras ascendían y buscaban un buen lugar para observar, encontrándolo en una de las ventanas del almacén superior con una inmejorable vista de su objetivo. Además de ser un lugar cómodo gracias a las muchas alfombras del lugar.
-Sería una situación incómoda, para ambas partes.- Asintió Níniel. -Aunque quizá eso nos sirviera para evitar que llamara a la guardia de inmediato...-
-A saber sobre cuantas de estas alfombras lo ha hecho...Seguro que en muchas...-
-¿Hacer el qué?- Preguntó la sacerdotisa justo antes de caer en la cuenta y apartar su mano de una de las alfombras enrolladas sobre la que se había apoyado. -Supongo que...esperare de pié...-
-¿Te refieres a que pueden tener a más de un niño aquí ahora mismo, y luego el carro los lleva a...?- Era difícil poder terminar aquella frase con la información que tenían, y también porque el destino de aquellos pequeños podía ser tan terrible como para conjeturarlo alegremente.
-Así funcionan algunos. Tienen lugares que no llamen la atención donde reúnen la "mercancía". Y desde allí luego los llevan donde sea...A mi me tuvieron semanas en una casucha a las afueras antes de venderme al bueno de "Látigo". Cada pocos días traían más "mercancía", y con la misma frecuencia se llevaban a uno de nosotros, y no volvíamos a verlo.- contó la felina, acabando por espetar un sonido de desprecio y vieja rabia nunca olvidada.
-Te entiendo Cath. Si tienen a más niños ahí les ayudaremos. Pero si entramos ahora podríamos perder la opción de ver a dónde los llevan.- convino la sacerdotisa acariciando el suave pelo de la gata. -Tal vez deberíamos esperar a que llegue el carro, ocuparnos de quién venga, sacarles información y luego entrar.- sugirió.
-O entrar, golpearlos y cuando venga el carro golpearlos también. Seguro que cuando vean a los de dentro muertos a golpes, los del carro colaboran.- Níniel volvió a acariciar a la felina. Realmente la posibilidad de tratarse de esclavistas la tenía especialmente alterada, y con razón, pero tenía que intentar controlarla. Catherine era muy fuerte, pero si dejaba que la rabia la dominara podía poner en peligro el plan, y a sí misma.
-No nos precipitemos. Confía en mi Cath. Lo mejor que podemos hacer es vigilar y ver si averiguamos algo más. Alguien entrando o saliendo, algún movimiento dentro...Mientras nos prepararemos, así cuando sea el momento de actuar, lo haremos de manera fulminante. Claro que tampoco es que me entusiasme que nadie me tome por ladrona entrando en la propiedad de otra persona...En fin, supongo que si nos ponemos todos a barrer aquí sería sospechoso...- Aceptó la peliblanca la propuesta de ratita, pidiéndole al joven que les mostrara ese modo suyo de escabullirse dentro del lugar indicado.
-No se preocupe señorita, nadie nos verá.- aseguró el chico.
Unos minutos después, y tras separarse para no ser un grupo grande que llamara la atención, todos estaban cometiendo allanamiento en aquel negocio de venta y almacén de alfombras exóticas. Resultaba que el dueño, un humano de cuarenta y tantos, usaba su negocio para mantener relaciones extramatrimoniales con, siempre según Ratita, una gran cantidad de mujeres. Para tales "negocios", mientras que él entraba por la puerta principal con total normalidad, sus amigas especiales lo hacían a través de una puerta trasera de acceso al sótano, cuya llave el hombre ocultaba siempre bajo una piedra cercana. Sin duda no debía tener ni idea de que su escondite estaba siendo observado por uno de los gorriones.
-Espero que ese tipo no haya quedado con nadie hoy...- Musitó la gata mientras ascendían y buscaban un buen lugar para observar, encontrándolo en una de las ventanas del almacén superior con una inmejorable vista de su objetivo. Además de ser un lugar cómodo gracias a las muchas alfombras del lugar.
-Sería una situación incómoda, para ambas partes.- Asintió Níniel. -Aunque quizá eso nos sirviera para evitar que llamara a la guardia de inmediato...-
-A saber sobre cuantas de estas alfombras lo ha hecho...Seguro que en muchas...-
-¿Hacer el qué?- Preguntó la sacerdotisa justo antes de caer en la cuenta y apartar su mano de una de las alfombras enrolladas sobre la que se había apoyado. -Supongo que...esperare de pié...-
Níniel Thenidiel
Aerandiano de honor
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Re: Cosecha del "62 [Trabajo Níniel - Vincent]
Vincent adquirió una postura pensativa, codo diestro descansando sobre palma de mano zurda justo por debajo de la altura de su pecho, la mano diestra contra la barbilla con dos de sus dedos sobre el rostro.
El brujo pensaba sobre las posibilidades que había añadido la gata, alguna más acertada que otra, aunque tampoco podía evitar pensar sobre cuántos conocimientos del arte arcana tendría Cath. Nunca había parecido muy avezada en lo referente a la magia.
- Podría hacerse. Un arcanista experto podría-, concluyó, tras sopesar las opciones y dejar que las mujeres conversaran. - Por suerte para ti, tienes uno delante-, comentó en broma, dibujando una sonrisa. - Pero sería extraño que los de ahí dentro no vigilen el carro. Acercarme y permanecer el tiempo suficiente para terminar la runa no creo que sea posible. Seguirlos también entraña el riesgo de ser vistos, pero algo menos-, terminó por decir.
Aquella operación era complicada de cubrir en su totalidad. Esa casa podía ser un lugar seguro para retener chicos antes de enviarlos a otros lados. Pero también podía ser muchas otras cosas, como incluso un simple recibidor para la verdadera casa donde se entrenaría a los chicos antes de mandarlos a su nuevo y particular averno.
- Podemos separarnos en dos grupos si fuera necesario-, comentó, imaginando la posible necesidad de hacerlo. - Más, ya se sabe, el que mucho abarca…
Vincent no terminó la frase y colocó las manos sobre sus costados, dándole apariencia de jarra. Luego miró hacia el edificio que había mencionado el chiquillo.
- En cualquier caso, como ha dicho Níniel. Vigilar es el primer paso. A partir de ahí veremos qué ocurre.
Esas fueron las últimas palabras del mercenario, descartando cualquier opción de conseguir un carro, pues, durante la vigilancia, la opción de entrar en el momento más oportuno era la mejor de las soluciones para aquel problema. Un dilema de tantas rutas se podía atajar si se anticipaban a las futuras bifurcaciones.
El grupo se separó y se colocó por la zona, en los lugares donde menos llamarían la atención. Unos paseando y dando vueltas, otros mirando las tiendas que estaban por cerrar. Cada uno de ellos, utilizando un recurso para mostrar naturalidad, esperaron hasta que el niño los fue a buscar, o les mandó una señal, para después abrirles la puerta del sótano del edificio desde el que podían vigilar el caserón.
- Si ha quedado con alguien esta noche-, respondió a la gata, tras volver a verse las caras en el interior del local. - Se llevará una sorpresa que no entraba en sus planes. Quizás dos chicas más podría soportarlo e incluso sería soñado, pero ¿un brujo? - comentó con cierta sorna, apoyándose contra el marco de una ventana, desde la que podía ver la cercana mansión. - Eso seguro le quita las ganas de muchas historias-, comentó con travesura, y mostrando una sonrisa igual de traviesa en el rostro.
Después de sus bromas, el brujo se apartó de la ventana, no quería que se notara que había alguien allí. Lo mejor sería ir asomándose por las distintas que había por el almacén, de manera disimulada.
- No creo que lo haga en las alfombras que luego venderá-, dijo, no muy seguro de sus palabras.
«Al menos lo espero. Me apuntaré el dato de no comprar en esta tienda.»
El tiempo pasó. Una espera de vigilancia era algo que podía ser desesperante para personas que no estaban acostumbradas. Pero para el brujo, que estaba familiarizado con trabajos de esa índole y que, además, como mercenario ya había tenido su cuota de experiencia en asedios, no era un suplicio. Su dulce Niniel era una sacerdotisa de paciencia casi infinita, pero su felina hermana tenía otras virtudes. El rubio no sabía cómo soportaría tal espera una gata que ya había manifestado sus deseos de entrar y partir toda cabeza de aquel oscuro lugar. Por otro lado, el niño parecía más que acostumbrado a aquellas lides.
Movimiento en la calle en tiempo de borrachos y trasnochadores. Incluso en una calle de ricos como aquella, era normal que la gente saliera a divertirse. Es más, en realidad, personas con aquel poder adquisitivo eran los que tenían verdadero capital para pegarse una buena fiesta en alguna de las tabernas cercanas, donde solo pisar las maderas del suelo harían que un brujo sin tanto capital acabara en la ruina.
«Solo son unos chiquillos», pensó, al ver pasar por delante de la casa un trío de hombres que caminaban de aquella manera, y que siguieron de largo.
Vincent dejó caer la cortina que usaba como cobertura para la sombra que pudiera proyectar su cuerpo al contraluz de las lámparas de aceite de la calle o la luna, y se alejó de la ventana dando por terminada esa ronda de inspección.
Catherine relevó al mercenario en su posición de guardia, por lo que el rubio se sintió libre para acercarse a Níniel.
- ¿Qué tal estás? - preguntó, colocándose detrás de la elfa, que miraba por otra ventana.
El brujo esperaba que ella entendiera que sus palabras iban más bien dirigidas para las dos féminas, e incluso más en concreto para Cath, pues ella era la que peor lo pasaría con la espera. Más no podía preguntarlo sin sutileza, pues el oído de la felina era demasiado bueno.
- Si quieres descansar un poco, yo puedo seguir por ti-, continuó con la sutileza, pasando su brazos alrededor de la cintura de su amada, con cariño. - Ya sabes que estas cosas tan aburridas son parte de mi oficio-, se mostró dulce.
- Un carro-, se escuchó decir a la gata.
El niño inmediatamente se levantó de la caja en la que se sentaba y se acercó a Cath para observar desde su lado. Vincent se estiró hacia un lado para poder mirar mejor.
- Es el mismo carro de las otras noches.
«Por fin, algo de movimiento.»
- Veamos qué hacen. Por ahora sigamos mirando, pero es el momento de prepararse para entrar-, dijo concentrado, mirando los hombres que bajaban del carro.
En ese instante, el brujo se dispuso a alejarse, más, antes decidió ser un poco travieso. Vinc apartó un poco la melena de Níniel y le dedicó un suave beso.
- Qué pena. Las esperas junto a ti no las podría calificar de aburridas-, comentó en broma, con un susurro. - Pero el deber es el deber-, dijo más serio, antes de alejarse.
Vincent miró de reojo a Cath, mientras se alejaba, para luego, al no poder evitar dibujar una sonrisa en los labios, girar su cabeza en un ángulo en el que la felina no podía verle el rostro.
«Ya habrá tiempo para otros menesteres», pensó, dejando esa diversión para otro momento más apropiado, apoyando su pierna zurda sobre una caja y comprobando que su estilete estuviera bien ajustado. «Pronto comenzará la parte movida. El momento de la muerte»
- Escucho ruidos en el interior. Algo no va bien - alertó Catherine.
- ¿Qué significa que algo no va bien? - preguntó preocupado, después de afianzar y asegurar los amarres de las correas de las vainas de sus espadas.
Vincent se acercó al lugar donde se encontraba la gata y el niño, y pudo observar por la ventana el movimiento de varias sombras tras la cortina de la cristalera del balcón más cercano.
«Pero qué cojones está pasando», razonó, mientras retiraba los fechillos de la ventana y la abría. «Por qué… Contra quién...»
- Puedo llegar desde aquí-, manifestó. «Es algo estrecha, pero, por suerte, lo suficientemente alta para tener el espacio necesario.» - Chico, es mejor que de aquí en adelante te quedes al margen-. El brujo alzó un dedo para pedir silencio. - No es negociable. Ya te contaremos qué pasa. Pero por tu seguridad es lo mejor. Tu misión. Cierra la ventana y deja todo como estaba, para que parezca que nunca ha habido nadie aquí.
Tras esas palabras, el brujo apoyó la suela de una de sus botas en el marco de la ventana para subirse a este, después se lanzó directo hacia el balcón más cercano de la mansión de los maleantes.
Un impulso de aire lo llevó hacia adelante, permitiéndole alcanzar la distancia que lo separaba del balcón, otro impulso inverso a su dirección de caída frenó la fuerza del impacto.
- Justo a tiempo-, se dijo, de cuclillas, tras su llegada al suelo. Había aprendido con el tiempo y la práctica que doblar las piernas, e incluso rodar, mitigaba el dolor del choque. - No he errado mis cálculos-, murmuró, más al alzar la vista, sus ojos se abrieron como platos.
Una mano había sido dibujada a la perfección sobre el vidrio de la puerta que daba acceso al salón desde aquella balconada. Un acristalado lienzo pintado en sangre.
El brujo pensaba sobre las posibilidades que había añadido la gata, alguna más acertada que otra, aunque tampoco podía evitar pensar sobre cuántos conocimientos del arte arcana tendría Cath. Nunca había parecido muy avezada en lo referente a la magia.
- Podría hacerse. Un arcanista experto podría-, concluyó, tras sopesar las opciones y dejar que las mujeres conversaran. - Por suerte para ti, tienes uno delante-, comentó en broma, dibujando una sonrisa. - Pero sería extraño que los de ahí dentro no vigilen el carro. Acercarme y permanecer el tiempo suficiente para terminar la runa no creo que sea posible. Seguirlos también entraña el riesgo de ser vistos, pero algo menos-, terminó por decir.
Aquella operación era complicada de cubrir en su totalidad. Esa casa podía ser un lugar seguro para retener chicos antes de enviarlos a otros lados. Pero también podía ser muchas otras cosas, como incluso un simple recibidor para la verdadera casa donde se entrenaría a los chicos antes de mandarlos a su nuevo y particular averno.
- Podemos separarnos en dos grupos si fuera necesario-, comentó, imaginando la posible necesidad de hacerlo. - Más, ya se sabe, el que mucho abarca…
Vincent no terminó la frase y colocó las manos sobre sus costados, dándole apariencia de jarra. Luego miró hacia el edificio que había mencionado el chiquillo.
- En cualquier caso, como ha dicho Níniel. Vigilar es el primer paso. A partir de ahí veremos qué ocurre.
Esas fueron las últimas palabras del mercenario, descartando cualquier opción de conseguir un carro, pues, durante la vigilancia, la opción de entrar en el momento más oportuno era la mejor de las soluciones para aquel problema. Un dilema de tantas rutas se podía atajar si se anticipaban a las futuras bifurcaciones.
El grupo se separó y se colocó por la zona, en los lugares donde menos llamarían la atención. Unos paseando y dando vueltas, otros mirando las tiendas que estaban por cerrar. Cada uno de ellos, utilizando un recurso para mostrar naturalidad, esperaron hasta que el niño los fue a buscar, o les mandó una señal, para después abrirles la puerta del sótano del edificio desde el que podían vigilar el caserón.
- Si ha quedado con alguien esta noche-, respondió a la gata, tras volver a verse las caras en el interior del local. - Se llevará una sorpresa que no entraba en sus planes. Quizás dos chicas más podría soportarlo e incluso sería soñado, pero ¿un brujo? - comentó con cierta sorna, apoyándose contra el marco de una ventana, desde la que podía ver la cercana mansión. - Eso seguro le quita las ganas de muchas historias-, comentó con travesura, y mostrando una sonrisa igual de traviesa en el rostro.
Después de sus bromas, el brujo se apartó de la ventana, no quería que se notara que había alguien allí. Lo mejor sería ir asomándose por las distintas que había por el almacén, de manera disimulada.
- No creo que lo haga en las alfombras que luego venderá-, dijo, no muy seguro de sus palabras.
«Al menos lo espero. Me apuntaré el dato de no comprar en esta tienda.»
El tiempo pasó. Una espera de vigilancia era algo que podía ser desesperante para personas que no estaban acostumbradas. Pero para el brujo, que estaba familiarizado con trabajos de esa índole y que, además, como mercenario ya había tenido su cuota de experiencia en asedios, no era un suplicio. Su dulce Niniel era una sacerdotisa de paciencia casi infinita, pero su felina hermana tenía otras virtudes. El rubio no sabía cómo soportaría tal espera una gata que ya había manifestado sus deseos de entrar y partir toda cabeza de aquel oscuro lugar. Por otro lado, el niño parecía más que acostumbrado a aquellas lides.
Movimiento en la calle en tiempo de borrachos y trasnochadores. Incluso en una calle de ricos como aquella, era normal que la gente saliera a divertirse. Es más, en realidad, personas con aquel poder adquisitivo eran los que tenían verdadero capital para pegarse una buena fiesta en alguna de las tabernas cercanas, donde solo pisar las maderas del suelo harían que un brujo sin tanto capital acabara en la ruina.
«Solo son unos chiquillos», pensó, al ver pasar por delante de la casa un trío de hombres que caminaban de aquella manera, y que siguieron de largo.
Vincent dejó caer la cortina que usaba como cobertura para la sombra que pudiera proyectar su cuerpo al contraluz de las lámparas de aceite de la calle o la luna, y se alejó de la ventana dando por terminada esa ronda de inspección.
Catherine relevó al mercenario en su posición de guardia, por lo que el rubio se sintió libre para acercarse a Níniel.
- ¿Qué tal estás? - preguntó, colocándose detrás de la elfa, que miraba por otra ventana.
El brujo esperaba que ella entendiera que sus palabras iban más bien dirigidas para las dos féminas, e incluso más en concreto para Cath, pues ella era la que peor lo pasaría con la espera. Más no podía preguntarlo sin sutileza, pues el oído de la felina era demasiado bueno.
- Si quieres descansar un poco, yo puedo seguir por ti-, continuó con la sutileza, pasando su brazos alrededor de la cintura de su amada, con cariño. - Ya sabes que estas cosas tan aburridas son parte de mi oficio-, se mostró dulce.
- Un carro-, se escuchó decir a la gata.
El niño inmediatamente se levantó de la caja en la que se sentaba y se acercó a Cath para observar desde su lado. Vincent se estiró hacia un lado para poder mirar mejor.
- Es el mismo carro de las otras noches.
«Por fin, algo de movimiento.»
- Veamos qué hacen. Por ahora sigamos mirando, pero es el momento de prepararse para entrar-, dijo concentrado, mirando los hombres que bajaban del carro.
En ese instante, el brujo se dispuso a alejarse, más, antes decidió ser un poco travieso. Vinc apartó un poco la melena de Níniel y le dedicó un suave beso.
- Qué pena. Las esperas junto a ti no las podría calificar de aburridas-, comentó en broma, con un susurro. - Pero el deber es el deber-, dijo más serio, antes de alejarse.
Vincent miró de reojo a Cath, mientras se alejaba, para luego, al no poder evitar dibujar una sonrisa en los labios, girar su cabeza en un ángulo en el que la felina no podía verle el rostro.
«Ya habrá tiempo para otros menesteres», pensó, dejando esa diversión para otro momento más apropiado, apoyando su pierna zurda sobre una caja y comprobando que su estilete estuviera bien ajustado. «Pronto comenzará la parte movida. El momento de la muerte»
- Escucho ruidos en el interior. Algo no va bien - alertó Catherine.
- ¿Qué significa que algo no va bien? - preguntó preocupado, después de afianzar y asegurar los amarres de las correas de las vainas de sus espadas.
Vincent se acercó al lugar donde se encontraba la gata y el niño, y pudo observar por la ventana el movimiento de varias sombras tras la cortina de la cristalera del balcón más cercano.
«Pero qué cojones está pasando», razonó, mientras retiraba los fechillos de la ventana y la abría. «Por qué… Contra quién...»
- Puedo llegar desde aquí-, manifestó. «Es algo estrecha, pero, por suerte, lo suficientemente alta para tener el espacio necesario.» - Chico, es mejor que de aquí en adelante te quedes al margen-. El brujo alzó un dedo para pedir silencio. - No es negociable. Ya te contaremos qué pasa. Pero por tu seguridad es lo mejor. Tu misión. Cierra la ventana y deja todo como estaba, para que parezca que nunca ha habido nadie aquí.
Tras esas palabras, el brujo apoyó la suela de una de sus botas en el marco de la ventana para subirse a este, después se lanzó directo hacia el balcón más cercano de la mansión de los maleantes.
Un impulso de aire lo llevó hacia adelante, permitiéndole alcanzar la distancia que lo separaba del balcón, otro impulso inverso a su dirección de caída frenó la fuerza del impacto.
- Justo a tiempo-, se dijo, de cuclillas, tras su llegada al suelo. Había aprendido con el tiempo y la práctica que doblar las piernas, e incluso rodar, mitigaba el dolor del choque. - No he errado mis cálculos-, murmuró, más al alzar la vista, sus ojos se abrieron como platos.
Una mano había sido dibujada a la perfección sobre el vidrio de la puerta que daba acceso al salón desde aquella balconada. Un acristalado lienzo pintado en sangre.
Vincent Calhoun
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