Entre la paranoia y perturbación [Privado]
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Entre la paranoia y perturbación [Privado]
Ciertamente, la muchacha no estaba ni un solo poco acostumbrada a la vida de viajera; criándose en un hogar extremadamente humilde, bajo el alero de una familia de bajo rango y pocos recursos, tanto en conocimientos, política y económicamente hablando, la verdad era que la joven jamás había salido de la casa de la poco relevante familia Grah, lo que no quería decir de forma necesaria o directa, que ella desde muy, muy niña, fantaseara pensando el dia en el cual finalmente podría partir de su lugar de origen, y así por fin obtener de una buena vez por todas, todo el prestigio pérdido de su clan, y así mismo reivindicar el nombre de su tatarabuelo, el infame brujo Medroth Grah. Pero claro, una cosa era ser ambiciosa, tener altas expectativas y metas, y otra muy distinta ser racional y lógicamente de poder lograrlas. Y es que aunque a la muchacha le pasara en demasía, ella tenía pocos y nulos conocimientos avanzados de hechicería y brujería, sólo más básico y fundamental, aún cuando se notaba a leguas que la joven, la verdad de las cosas, sí tenía cierto talento. Al pensarlo, la joven frunció el entrecejo con evidencia, al mismo tiempo que se mordía ligeramente su labio inferior, cosa que hacía cada vez que se encontraba nerviosa, o bien estaba muy concentrada… ¿Cómo ella podría lograr todo lo que codiciaba, si a su edad ya muchos brujos eran poderosos, y ella nada todavía? La frustración se dejó ver entonces en sus castaños y grandes ojos.
Y sí, tal vez eso era lo que más consumía ahora ya a la chica, eso llamado ‘frustración’. Fue cuando de un momento a otro un sabor metálico invadió su paladar, el cual solamente podría corresponder a sangre, provocada por como ella misma hacía presión de su diente sobre sus labios, al mismo tiempo que ella aún seguía manteniendo su ceño más que fruncido. Suspiró. De alguna forma tenía que lograr cumplir sus metas, aún cuando sabía a ciencia cierta, que el camino sería difícil, complejo y más que desafiante, pero era tal su ambición, tantas sus metas y expectativas, que en el fondo la muchacha se tenía la suficiente fe, como para pensar que ella sí efectivamente podría conseguir cosas que ahora sólo eran realidad en sus sueños. Fue cuando la humilde nave marina en la cual estaba viajando, la que sólo pudo embarcarse de manera ilegal, en vista que no tenía nada de recursos como para costear una mejor manera de viaje, dio un abrupto movimiento, lo que sólo provocó muchas, muchas nauseas y mareos en la joven. Hasta su piel, ya pálida de por sí, se veía más pálida que antes, teniendo así un aspecto de lo más enfermizo, de lo más demacrado. —¡Sólo espero que falte poco de viaje!—fue lo que pensó ella, estando plenamente consciente de que no había escogido precisamente el destino más cercano a sus tierras natales… cosa que lo hizo por la simple razón, de que deseaba llegar a un lugar donde los Grah no eran conocidos, y así poder empezar desde cero…
De cero, sólo para después volver a Beltrexus, vengarse de todos aquellos que alguna vez habían osado no solamente burlarse y, hasta en cierto punto, humillar a la familia Grah. El solo pensar en esto último, hizo que la chica no pudiera evitar sonreír con cierta ligereza, y es que después de todo para eso ella había hecho abandono del hogar paterno, con la falsa excusa de que había escapado para casarse con el amor de su vida… pero, ¿no era así de todas formas? Puesto que, y si lo pensamos con cierta calma, la muchacha amaba más que a su propia vida sus constantes ambiciones, sintiendo emociones, sensaciones, que jamás habían sido provocadas por otro ser viviente. Sintiéndose entonces bastante fatigada, fue que cuando al alzar su mirada, la cual aunque no se encontraba ella en su mejor momento no había perdido para nada esa brillante e intensa frialdad, ella se topó de inmediato con tierra a la vista, dejando de esta manera a las costas de Vulwulfar, y tan pronto como cuando hizo esto, su mirada se ensanchó más que nunca. Como ya se había dicho con anterioridad, la joven escasamente conocía su isla natal, por lo cual el solo hecho de observar y encontrarse con la arquitectura de ese sitio, en cierta forma la maravillaba por completo. Siendo así, y con su corazón más acelerado que nunca, siempre, pero siempre expectante, la muchacha se quedó muy quieta en su posición, para así evitar que nuevamente ese incómodo y extremadamente molesto mareo, llegara a ella.
A pesar de que su pulso se encontraba extremadamente acelerado, de alguna forma ella al bajar de ese barco precario, logró mantener un semblante de lo más helado y serio, casi como si nada del viaje le hubiera afectado… No había que olvidar que para Ruphia las apariencias eran más que fundamentales, por lo cual el aparentar que todo estaba muy, muy bien, cuando las cosas estaban mal, era algo ya parte primordial de su estratégico actuar. Vestida ella con una especie de túnica oscura, de color casi infenido, la cual además tenía una capucha que le cubría casi todo el rostro, la joven finalmente pisó tierra firme, y si bien ella estaba en pleno conocimiento que era algo completa y absolutamente absurdo de que alguien pudiera reconcerla, y es que cómo sería eso posible si en esas tierras muy probablemnte, por no decir que al cien por ciento seguro que nadie de ahí había escuchado cosas acerca de Medroth Grah, mucho menos de su familia, algo de paranoia se presentó en ella. —Sé racional, Ruphia, nadie de aquí te puede reconocer, eso es algo imposible—]fue lo que la chica se dijo muchas, pero muchas veces a sí misma, casi como si esa fuera la fórmula para creer y auto convencerse que efectivamente, ella era totalmente libre en esas nuevas tierras. Fue así como los castaños ojos de la joven empezaron a mirar con algo de ansiedad tanto los lugares nuevos como la gente, vestida de una manera completamente distinta a como lo era en su tierra de origen.
Estando entonces la muchacha muy ensimismada viendo todo esto, lo cual obviamente todo era una novedad para ella, fue que, en un completo despite suyo, chocó con algo, o más bien dicho con alguien. La joven rápidamente lo primero que atinó a hacer fue cubrirse el rostro, sólo para después una vez más alzar la mirada, la cual obviamente conservaba siempre su infaltable frialdad, para así encarar a esa supuesta persona, con la cual ella había chocado. —¡Disculpe!—fue la única palabra que la muchacha fue capaz de emitir ahora mismo, y es que todavía la chica se encontraba tal vez demasiado alterada, demasiado perturbada, como para poder decir algo más que no fuera eso. Siendo así, y de inevitable forma, la muchacha no pudo más que morderse el labio inferior, a la vez que nuevamente su mente le jugaba en su contra, haciéndola pensar cosas que ciertamente, no tenían nada de lógica o raciocinio. La gente siguió pasando por el lugar, y aunque ella se sentía más observada que nunca, y cómo no tomando en cuenta lo ansiosa que era a veces, bueno, casi siempre, de alguna forma la joven logró que su ritmo cardíaco se pausara un poco, apelando así a la lógica, cosa que siempre hacía cuando se encontraba en situaciones como la que estaba viviendo ahora mismo. ¿Acaso algún día Ruphia conseguiría calmar todas sus aprensiones, para así en cierta manera poder lograr sus altas expectativas…? La cosa estaba muy incierta, pero no por ello necesariamente imposible.
Y sí, tal vez eso era lo que más consumía ahora ya a la chica, eso llamado ‘frustración’. Fue cuando de un momento a otro un sabor metálico invadió su paladar, el cual solamente podría corresponder a sangre, provocada por como ella misma hacía presión de su diente sobre sus labios, al mismo tiempo que ella aún seguía manteniendo su ceño más que fruncido. Suspiró. De alguna forma tenía que lograr cumplir sus metas, aún cuando sabía a ciencia cierta, que el camino sería difícil, complejo y más que desafiante, pero era tal su ambición, tantas sus metas y expectativas, que en el fondo la muchacha se tenía la suficiente fe, como para pensar que ella sí efectivamente podría conseguir cosas que ahora sólo eran realidad en sus sueños. Fue cuando la humilde nave marina en la cual estaba viajando, la que sólo pudo embarcarse de manera ilegal, en vista que no tenía nada de recursos como para costear una mejor manera de viaje, dio un abrupto movimiento, lo que sólo provocó muchas, muchas nauseas y mareos en la joven. Hasta su piel, ya pálida de por sí, se veía más pálida que antes, teniendo así un aspecto de lo más enfermizo, de lo más demacrado. —¡Sólo espero que falte poco de viaje!—fue lo que pensó ella, estando plenamente consciente de que no había escogido precisamente el destino más cercano a sus tierras natales… cosa que lo hizo por la simple razón, de que deseaba llegar a un lugar donde los Grah no eran conocidos, y así poder empezar desde cero…
De cero, sólo para después volver a Beltrexus, vengarse de todos aquellos que alguna vez habían osado no solamente burlarse y, hasta en cierto punto, humillar a la familia Grah. El solo pensar en esto último, hizo que la chica no pudiera evitar sonreír con cierta ligereza, y es que después de todo para eso ella había hecho abandono del hogar paterno, con la falsa excusa de que había escapado para casarse con el amor de su vida… pero, ¿no era así de todas formas? Puesto que, y si lo pensamos con cierta calma, la muchacha amaba más que a su propia vida sus constantes ambiciones, sintiendo emociones, sensaciones, que jamás habían sido provocadas por otro ser viviente. Sintiéndose entonces bastante fatigada, fue que cuando al alzar su mirada, la cual aunque no se encontraba ella en su mejor momento no había perdido para nada esa brillante e intensa frialdad, ella se topó de inmediato con tierra a la vista, dejando de esta manera a las costas de Vulwulfar, y tan pronto como cuando hizo esto, su mirada se ensanchó más que nunca. Como ya se había dicho con anterioridad, la joven escasamente conocía su isla natal, por lo cual el solo hecho de observar y encontrarse con la arquitectura de ese sitio, en cierta forma la maravillaba por completo. Siendo así, y con su corazón más acelerado que nunca, siempre, pero siempre expectante, la muchacha se quedó muy quieta en su posición, para así evitar que nuevamente ese incómodo y extremadamente molesto mareo, llegara a ella.
A pesar de que su pulso se encontraba extremadamente acelerado, de alguna forma ella al bajar de ese barco precario, logró mantener un semblante de lo más helado y serio, casi como si nada del viaje le hubiera afectado… No había que olvidar que para Ruphia las apariencias eran más que fundamentales, por lo cual el aparentar que todo estaba muy, muy bien, cuando las cosas estaban mal, era algo ya parte primordial de su estratégico actuar. Vestida ella con una especie de túnica oscura, de color casi infenido, la cual además tenía una capucha que le cubría casi todo el rostro, la joven finalmente pisó tierra firme, y si bien ella estaba en pleno conocimiento que era algo completa y absolutamente absurdo de que alguien pudiera reconcerla, y es que cómo sería eso posible si en esas tierras muy probablemnte, por no decir que al cien por ciento seguro que nadie de ahí había escuchado cosas acerca de Medroth Grah, mucho menos de su familia, algo de paranoia se presentó en ella. —Sé racional, Ruphia, nadie de aquí te puede reconocer, eso es algo imposible—]fue lo que la chica se dijo muchas, pero muchas veces a sí misma, casi como si esa fuera la fórmula para creer y auto convencerse que efectivamente, ella era totalmente libre en esas nuevas tierras. Fue así como los castaños ojos de la joven empezaron a mirar con algo de ansiedad tanto los lugares nuevos como la gente, vestida de una manera completamente distinta a como lo era en su tierra de origen.
Estando entonces la muchacha muy ensimismada viendo todo esto, lo cual obviamente todo era una novedad para ella, fue que, en un completo despite suyo, chocó con algo, o más bien dicho con alguien. La joven rápidamente lo primero que atinó a hacer fue cubrirse el rostro, sólo para después una vez más alzar la mirada, la cual obviamente conservaba siempre su infaltable frialdad, para así encarar a esa supuesta persona, con la cual ella había chocado. —¡Disculpe!—fue la única palabra que la muchacha fue capaz de emitir ahora mismo, y es que todavía la chica se encontraba tal vez demasiado alterada, demasiado perturbada, como para poder decir algo más que no fuera eso. Siendo así, y de inevitable forma, la muchacha no pudo más que morderse el labio inferior, a la vez que nuevamente su mente le jugaba en su contra, haciéndola pensar cosas que ciertamente, no tenían nada de lógica o raciocinio. La gente siguió pasando por el lugar, y aunque ella se sentía más observada que nunca, y cómo no tomando en cuenta lo ansiosa que era a veces, bueno, casi siempre, de alguna forma la joven logró que su ritmo cardíaco se pausara un poco, apelando así a la lógica, cosa que siempre hacía cuando se encontraba en situaciones como la que estaba viviendo ahora mismo. ¿Acaso algún día Ruphia conseguiría calmar todas sus aprensiones, para así en cierta manera poder lograr sus altas expectativas…? La cosa estaba muy incierta, pero no por ello necesariamente imposible.
Ruphia Grah
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Re: Entre la paranoia y perturbación [Privado]
- Antaño, las cuatro ciudades conocidas de este territorio formaban una sola en Luërgnet. Pero la lucha por el poder, como solo los humanos lo saben hacer, terminó por separar a las tribus que convivían en el poblado: los Carsten, los Baslod, los Vulwulf y los Roiland. Conformaron, por consiguiente, las ciudades que hoy conocemos como Baslodia, Vulwulfar y Roiland. Los Carsten se quedaron en Luërgnet, hoy día conocida como Lunargenta.
Relató con sumo relajo.
- Eventualmente se firmó un tratado de paz. Las ciudades experimentaron el gran avance como sociedad que supone la unión, y cada una encontró su ámbito para crecer como región. Baslodia encontró su fuerte en el cultivo de grano, Roiland en la elaboración de lujosos productos, Lunargenta en el comercio marítimo y por último, Vulwulfar, en la metalurgia armamentística.
Hizo un leve ademán hacia las estructuras comerciales que iban dejando al paso. En la dirección que iba, como si quiera ir a la costa, parecían ir en aumento. Era justo lo que buscaba.
- ¿Por qué me dices esto?, dirás. Empecemos por este silencio que no hallaba como quebrar sin hablarte de mi religión. Se que a muchos les molesta, no te voy a juzgar. Continuemos con que no estoy muy relacionado con el mundo armamentista y temo que esta vez el abanico no me baste para jugarme el cuello y poder contarlo.
El ajetreo advirtió un flujo de personas que iba en aumento. El comercio en esa zona aumentaba de forma significativa, lo que hacía de aquel un punto idóneo para el objetivo que Baltazar tenía en común con sus conocidos: una adecuada preparación armamentista. Ese día iba con Meraxes. La razón era sencilla: si sus instintos no le fallaban, podía ser la persona más cercana a su manera de obrar en el combate. Nada explicitamente confirmado, pero nada demasiado fuera de lo que una buena observación y un buen don mágico era capaz de advertir. ¿Quizá podría apoyarse de sus elecciones para complementar su equipo actual?
De pronto, su burbuja de profunda divagación e interacción con su ahora "camarada" explotó de manera brusca. No muy lejos de donde pasaba, una estrepitosa voz se levantó, quizá más de lo que el mismo responsable esperaba. O "la", mejor dicho. Las miradas curiosas se enfocaban en un hombre atónito frente a una pequeña figura envuelta en una larga túnica. El hombre, como petrificado por los brillantes ojos de medusa, apenas farfulló algo con torpeza antes de marcharse con la vergüenza a rastras, dejando en cambio una bolsita de monedas tirada.
Como no estaba muy lejos, Baltazar se tomó la libertad de recogerla. - En estos días la gente va más en la luna que en la tierra misma. O en las nubes, aprovechando el clima - No eran días muy soleados después de todo. Le estiró las monedas a la persona creyendo que eran suyas - ¿Todo en orden? - Era una persona de, relativamente, una juvenil presencia por la complexión -según su anchura de hombro a hombro- y estatura, por lo que no evitó desviar su mirada. Quizá hubieran tutores cerca, pero no ubicó nada como eso en la brevedad del momento.
Relató con sumo relajo.
- Eventualmente se firmó un tratado de paz. Las ciudades experimentaron el gran avance como sociedad que supone la unión, y cada una encontró su ámbito para crecer como región. Baslodia encontró su fuerte en el cultivo de grano, Roiland en la elaboración de lujosos productos, Lunargenta en el comercio marítimo y por último, Vulwulfar, en la metalurgia armamentística.
Hizo un leve ademán hacia las estructuras comerciales que iban dejando al paso. En la dirección que iba, como si quiera ir a la costa, parecían ir en aumento. Era justo lo que buscaba.
- ¿Por qué me dices esto?, dirás. Empecemos por este silencio que no hallaba como quebrar sin hablarte de mi religión. Se que a muchos les molesta, no te voy a juzgar. Continuemos con que no estoy muy relacionado con el mundo armamentista y temo que esta vez el abanico no me baste para jugarme el cuello y poder contarlo.
El ajetreo advirtió un flujo de personas que iba en aumento. El comercio en esa zona aumentaba de forma significativa, lo que hacía de aquel un punto idóneo para el objetivo que Baltazar tenía en común con sus conocidos: una adecuada preparación armamentista. Ese día iba con Meraxes. La razón era sencilla: si sus instintos no le fallaban, podía ser la persona más cercana a su manera de obrar en el combate. Nada explicitamente confirmado, pero nada demasiado fuera de lo que una buena observación y un buen don mágico era capaz de advertir. ¿Quizá podría apoyarse de sus elecciones para complementar su equipo actual?
De pronto, su burbuja de profunda divagación e interacción con su ahora "camarada" explotó de manera brusca. No muy lejos de donde pasaba, una estrepitosa voz se levantó, quizá más de lo que el mismo responsable esperaba. O "la", mejor dicho. Las miradas curiosas se enfocaban en un hombre atónito frente a una pequeña figura envuelta en una larga túnica. El hombre, como petrificado por los brillantes ojos de medusa, apenas farfulló algo con torpeza antes de marcharse con la vergüenza a rastras, dejando en cambio una bolsita de monedas tirada.
Como no estaba muy lejos, Baltazar se tomó la libertad de recogerla. - En estos días la gente va más en la luna que en la tierra misma. O en las nubes, aprovechando el clima - No eran días muy soleados después de todo. Le estiró las monedas a la persona creyendo que eran suyas - ¿Todo en orden? - Era una persona de, relativamente, una juvenil presencia por la complexión -según su anchura de hombro a hombro- y estatura, por lo que no evitó desviar su mirada. Quizá hubieran tutores cerca, pero no ubicó nada como eso en la brevedad del momento.
Baltazar
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Re: Entre la paranoia y perturbación [Privado]
Temporada de Lluvias.
2 semanas después de la caería en Baslodia.
2 semanas después de la caería en Baslodia.
- Por todos los dioses. ¿Cómo terminé con este elfo parlante que era más ruidoso que cuerno de guerra? - Era la frase que rondaba una y otra vez en mi cabeza en aquel día nublado y gris.
Hacía dos semanas aproximadamente que había vuelto de del pueblo vecino, con lo que había ganado consideré la idea de comprar algo de equipo para el viaje que se nos avecinaba a futuro con el otro atolondrado elfo. ¿Acaso todos los elfos estaban descompuestos? Ya conocía el suicida y ahora mi los dioses habían puesto a un mojen parlanchín nudista en mi camino.
Si habían pasado horas o sólo minutos no lo sabía, el punto era que se me hacía eterno. Lo mas curioso de todo era cómo si me leyera la mente o tal vez la expresión insípida de mi rostro. - Sólo compra un maldito puñal y cuelgalo en tu cintura...o en algún lugar donde no se te caiga cuando te quistes la ropa - Pude decir casi que rezongando mientras masajeaba mi sien.
La verdad todo ese bullicio me estaba exasperando si lo acompañaban con el cotorreo de mi acompañante, estaba irritada, la razón, cosas de mujeres que seguramente era mejor dejar a la interpretación. Acicalaba la capa que me cubría mientras me colocaba la capucha sobre rubio cabello. En cualquier momento podría desatarse una tormenta, lo sentía en los huesos.
Fue en ese ínterin que el pelirrojo se me perdió, para cuando lo volví a ver, estaba hablando con alguien. Iba cubierta, pero comparada conmigo era bastante pequeña. Me acerqué a ellos pues la distancia que nos separaba tampoco era la más larga. - Deja de distraerte con las personas y vayamos a comprar lo que se supone que tenemos que llevar para el viaje. - Le advertí con voz firme.
Por un momento guardé silencio, en primera porque había una tercera persona allí entre nosotros que quizás tendría algo que decir con lo que escasamente había logrado oír del elfo monjista, lo segundo, el sonido de los truenos ya comenzaba a resonar en el firmamento. La tormenta llegaba.
Hacía dos semanas aproximadamente que había vuelto de del pueblo vecino, con lo que había ganado consideré la idea de comprar algo de equipo para el viaje que se nos avecinaba a futuro con el otro atolondrado elfo. ¿Acaso todos los elfos estaban descompuestos? Ya conocía el suicida y ahora mi los dioses habían puesto a un mojen parlanchín nudista en mi camino.
Si habían pasado horas o sólo minutos no lo sabía, el punto era que se me hacía eterno. Lo mas curioso de todo era cómo si me leyera la mente o tal vez la expresión insípida de mi rostro. - Sólo compra un maldito puñal y cuelgalo en tu cintura...o en algún lugar donde no se te caiga cuando te quistes la ropa - Pude decir casi que rezongando mientras masajeaba mi sien.
La verdad todo ese bullicio me estaba exasperando si lo acompañaban con el cotorreo de mi acompañante, estaba irritada, la razón, cosas de mujeres que seguramente era mejor dejar a la interpretación. Acicalaba la capa que me cubría mientras me colocaba la capucha sobre rubio cabello. En cualquier momento podría desatarse una tormenta, lo sentía en los huesos.
Fue en ese ínterin que el pelirrojo se me perdió, para cuando lo volví a ver, estaba hablando con alguien. Iba cubierta, pero comparada conmigo era bastante pequeña. Me acerqué a ellos pues la distancia que nos separaba tampoco era la más larga. - Deja de distraerte con las personas y vayamos a comprar lo que se supone que tenemos que llevar para el viaje. - Le advertí con voz firme.
Por un momento guardé silencio, en primera porque había una tercera persona allí entre nosotros que quizás tendría algo que decir con lo que escasamente había logrado oír del elfo monjista, lo segundo, el sonido de los truenos ya comenzaba a resonar en el firmamento. La tormenta llegaba.
Meraxes
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Re: Entre la paranoia y perturbación [Privado]
Entonces fue cuando al fin la muchacha pudo ver con claridad con quién había chocado; lo cierto era que, y lógicamente tomando en cuenta que jamás ella había ido más allá de las costas de Beltrexus, y por ende solamente se había codeado con brujos, como ella lo era de origen, la joven no pudo evitar abrir mucho, pero mucho sus ojos. Ojos dorados, orejas finas, unas orejas que ella jamás había visto con anterioridad de forma presencial, además de ese abundante cabello carmesí y piel tersa y muy clara, la joven no pudo evitar quedarse casi, sólo casi, absorta mirando a ese completo desconocido. Y sí, aunque era verdad que ella más de alguna vez había leído en esos viejos libros, que se encontraban muy amontonados en algún rincón de la humilde casa de los Grah, acerca de seres que tenían las mismas características que tenía ese joven, seres que según ella entendía se identificaban cómo ‘elfos’, el ver uno en vivo era muy, muy diferente a verlo solamente en ilustraciones. Si bien, era cierto que la muchacha estaba muy enterada de las históricas diferencias entre elfos y brujos, ahora mismo eso no le importó nada. ¿Cómo ser relevante para ella, si después de todo había escapado precisamente de su lugar de origen? Y es que, ciertamente, la chica no tenía escrúpulo alguno a la hora de forjar alianzas o ‘buenas relaciones’, si es que a futuro esta le podría servir para lograr alguno de sus tantos fines. ¿En qué momento se había vuelto tan ambiciosa…?
Fue cuando la misma voz de ese aún completo extraño hizo que volviera a ‘la realidad’, y así mismo salir de su siempre constantes divagaciones, a lo cual ella posó su mirada, la que a pesar de la impresión que le había causado el físico de esa persona seguía tan helada y fría como usualmente lo era, sobre las monedas que ese extraño le estaba teniendo a ella, probablemente porque éste creía que eran de su propiedad —Sí, todo en orden—soltó la muchacha, al mismo tiempo que decidía recibir ese dinero que no era suyo. La verdad era que el dinero en ella escaseaba, por no decir directamente que poseía con mucha suerte, unas tres o cuatro monedas en su poder, pero aún así por un breve, breve instante, ella dudó si finalmente recibir dicha suma monetaria… porque claro, una cosa era ser codiciosa, ambiciosa, pero una muy diferente carecer por completo de eso llamado ‘ética’. En su hogar natal, su madre, una bruja de poco talento al igual que su conformista y hasta un tanto holgazán esposo, se había siempre ocupado de que sus tres hijos, en donde Ruphia era la mayor, aprendieran desde muy pequeños acerca de valores y buenas costumbres, pero la cosa estaba en que en estos precisos instantes, lo que menos la chica estaba tomando en cuenta, eran justamente la educación moral que había recibido en su casa de origen. Siendo así, la chica no dudó ni un solo instante en coger dichas monedas, sólo para después guardarlas de inmediato entre sus ropas.
Cuando ella estuvo a punto de seguir hablándole a ese desconocido, del cual ella estaba casi segura que se trataba de un elfo, una voz extraña y particularmente familiar llegó a sus oídos. Los ojos, de ese exacto color castaño, de la chica rápidamente viajaron desde el joven pelirrojo en dirección a la persona que había emitido esas últimas palabras, y si antes la mirada de la chica estaba muy abierta, ahora estaba más ensanchada aún. ¿Cómo no reconocer a esa mujer, si después de todo ella era más que inconfundible…? Cabello rubio platinado, tez blanca y tersa, además de esos prácticamente únicos y destacables ojos color violeta, la muchacha de delicada complexión en esos mismos instantes estaba completamente segura de que ella conocía a esa persona.—¿Eres tú, Meraxes?—la voz que utilizó la joven era completa y absolutamente distinta a la que había utilizado al momento de responderle al otro presente en la escena, cosa para nada de rara, considerando que en su corta, corta vida, la chica podía contar con los dedos de las manos las personas con las cuales ella se llevaba relativamente bien. Después de todo, en Beltrexus, debido a ser la vergonzosa tataranieta del infame Medroth Grah, en particulares situaciones sus pares, chicos y chicas de su misma edad, la trataban de buena forma, sin humillarla o molestarla. No pudiendo evitar sentir igualmente cierta emoción, la chica a continuación esbozó de una forma totalmente espontánea una especie de sonrisa en sus carnosos y ligeramente rojizos labios, algo que no sucedía mucho en ella, no al menos en los últimos años.
—¡Soy Ruphia!—soltó la muchacha, la cual a continuación, todavía conservando esa emoción inicial al momento en el cual ella evocó el nombre de la otra joven, decidió sacarse su capucha por completo, revelando de esta manera su rostro, el cual aún mantenía esa inusual sonrisa en ella. ¿Cómo no sentirse de esa forma, si después de todo en cierta forma, fue precisamente la otra chica quien inspiró, por decir de alguna manera, a ella misma a hacer abandono de su hogar paterno? Sí, sí, sí, era verdad que la última vez que la muchacha la había visto había sido hace más de un año atrás, sin embargo, el pasar una temporada junto a esta misma, significó mucho para la chica. No solamente la joven de cabellos castaños y lacios se había enterado de una realidad que distaba demasiado de la cual sus padres, sus familiares, sus cercanos le habían enseñado a ella, sino que al mismo tiempo la había motivado a reunir la voluntad y fuerzas necesarias, cómo para finalmente tomar la importante decisión de tomar las riendas de su vida, y así dar el paso crucial para poder dar inicio de cumplir y satisfacer sus siempre ambiciosas metas, y de esta manera en el acto dejar que estas mismas fuesen meras fantasías, que hasta en esos momentos solamente descansaban en la mente de la chica, sin contarlas nunca a nadie. Notando que había perdido un poco su usual compostura, debido a la emoción, la muchacha volvió a su típica fachada lejana y parca, aún cuando sus ojos conservaban cierta chispa.
Fue cuando la misma voz de ese aún completo extraño hizo que volviera a ‘la realidad’, y así mismo salir de su siempre constantes divagaciones, a lo cual ella posó su mirada, la que a pesar de la impresión que le había causado el físico de esa persona seguía tan helada y fría como usualmente lo era, sobre las monedas que ese extraño le estaba teniendo a ella, probablemente porque éste creía que eran de su propiedad —Sí, todo en orden—soltó la muchacha, al mismo tiempo que decidía recibir ese dinero que no era suyo. La verdad era que el dinero en ella escaseaba, por no decir directamente que poseía con mucha suerte, unas tres o cuatro monedas en su poder, pero aún así por un breve, breve instante, ella dudó si finalmente recibir dicha suma monetaria… porque claro, una cosa era ser codiciosa, ambiciosa, pero una muy diferente carecer por completo de eso llamado ‘ética’. En su hogar natal, su madre, una bruja de poco talento al igual que su conformista y hasta un tanto holgazán esposo, se había siempre ocupado de que sus tres hijos, en donde Ruphia era la mayor, aprendieran desde muy pequeños acerca de valores y buenas costumbres, pero la cosa estaba en que en estos precisos instantes, lo que menos la chica estaba tomando en cuenta, eran justamente la educación moral que había recibido en su casa de origen. Siendo así, la chica no dudó ni un solo instante en coger dichas monedas, sólo para después guardarlas de inmediato entre sus ropas.
Cuando ella estuvo a punto de seguir hablándole a ese desconocido, del cual ella estaba casi segura que se trataba de un elfo, una voz extraña y particularmente familiar llegó a sus oídos. Los ojos, de ese exacto color castaño, de la chica rápidamente viajaron desde el joven pelirrojo en dirección a la persona que había emitido esas últimas palabras, y si antes la mirada de la chica estaba muy abierta, ahora estaba más ensanchada aún. ¿Cómo no reconocer a esa mujer, si después de todo ella era más que inconfundible…? Cabello rubio platinado, tez blanca y tersa, además de esos prácticamente únicos y destacables ojos color violeta, la muchacha de delicada complexión en esos mismos instantes estaba completamente segura de que ella conocía a esa persona.—¿Eres tú, Meraxes?—la voz que utilizó la joven era completa y absolutamente distinta a la que había utilizado al momento de responderle al otro presente en la escena, cosa para nada de rara, considerando que en su corta, corta vida, la chica podía contar con los dedos de las manos las personas con las cuales ella se llevaba relativamente bien. Después de todo, en Beltrexus, debido a ser la vergonzosa tataranieta del infame Medroth Grah, en particulares situaciones sus pares, chicos y chicas de su misma edad, la trataban de buena forma, sin humillarla o molestarla. No pudiendo evitar sentir igualmente cierta emoción, la chica a continuación esbozó de una forma totalmente espontánea una especie de sonrisa en sus carnosos y ligeramente rojizos labios, algo que no sucedía mucho en ella, no al menos en los últimos años.
—¡Soy Ruphia!—soltó la muchacha, la cual a continuación, todavía conservando esa emoción inicial al momento en el cual ella evocó el nombre de la otra joven, decidió sacarse su capucha por completo, revelando de esta manera su rostro, el cual aún mantenía esa inusual sonrisa en ella. ¿Cómo no sentirse de esa forma, si después de todo en cierta forma, fue precisamente la otra chica quien inspiró, por decir de alguna manera, a ella misma a hacer abandono de su hogar paterno? Sí, sí, sí, era verdad que la última vez que la muchacha la había visto había sido hace más de un año atrás, sin embargo, el pasar una temporada junto a esta misma, significó mucho para la chica. No solamente la joven de cabellos castaños y lacios se había enterado de una realidad que distaba demasiado de la cual sus padres, sus familiares, sus cercanos le habían enseñado a ella, sino que al mismo tiempo la había motivado a reunir la voluntad y fuerzas necesarias, cómo para finalmente tomar la importante decisión de tomar las riendas de su vida, y así dar el paso crucial para poder dar inicio de cumplir y satisfacer sus siempre ambiciosas metas, y de esta manera en el acto dejar que estas mismas fuesen meras fantasías, que hasta en esos momentos solamente descansaban en la mente de la chica, sin contarlas nunca a nadie. Notando que había perdido un poco su usual compostura, debido a la emoción, la muchacha volvió a su típica fachada lejana y parca, aún cuando sus ojos conservaban cierta chispa.
Ruphia Grah
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Re: Entre la paranoia y perturbación [Privado]
Pese a la respuesta, Baltazar chasqueó los dedos en claro son de victoria cuando Merax por fin habló. - ¡Bien, lo tienes! - Ignoró totalmente la recomendación y apremió el pequeño avance, porque según él, acababan de "romper el hielo". Pero fue lo más lejos que llegaron antes de tomar un desvío de la intención.
El pelirrojo mantuvo la ceja enarcada en un gesto inquisitivo incluso después de recibir respuesta de la persona encapuchada, pero asintió sutilmente para manifestar su entendimiento. ¿Tal vez no estaba muy convencido? La voz de Meraxes le recordó que no iba solo, y el lejano sonido de truenos que no estaban en situación de pasear. Tenían que hacerse de lo que les faltara antes de que los pescara una buena lluvia.
- Sí, sí, solo estaba... - entonces, una vez más, la voz de la encapuchada se alzó ajena a la monotonía que había creído percibir antes. Más extraño aún es que conocía el nombre de su colega. La chica, quien manifestó llamarse "Ruphia", reveló junto a su rostro una sonrisa esplendida que no imaginarías responsable de la frialdad que podía manifestar su voz. Baltazar, confundido, se quedó con la boca entreabierta en un vago intento de hablar.
Al final alternó sus ojos de Ruphia a Meraxes con la extrañeza minuciosamente tallada en cada uno de sus rasgos, como exigiendo, incluso, una explicación de lo que de repente parecía haberse convertido en un reencuentro emotivo, y concluyó con los ojos clavados en la mayor:
- ...Solo para que lo sepas, no salió a ti - miró a Ruphia una vez más y volvió -. En nada.
Baltazar
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Re: Entre la paranoia y perturbación [Privado]
Poco a poco la voz del elfo no era más que un murmullo en la lejanía, cuando mi vista se plasmó en la persona que ahora decía mi nombre...
A veces el destino juega de formas misteriosas, y este era uno de esos casos. De todos los lugares, y en especial uno tan abarrotado como ese y nada que ver en el lugar donde la había conocido, allí estaba ella. Por un un fugaz instante mi mundo tuvo un cambio radical, pues esa negrura de nubes grises, el barullo a mi alrededor, hasta la voz chillona de mi acompañante pasaron a un segundo plano ante el regocijo que sentí al oír su voz, una especie de calor maternal me abrumó. Era ella, era mi pequeña Ruphi, se veía más alta, con esa timidez innata pero hasta cierto punto mas madura.
Lentamente una sonrisa de felicidad se asomaba en mi pálida tez que ahora se veía rozagante, con un leve rubor producto de todo esa calidez que invadía todo mi ser. Mi primer impulso, luego de propinar un golpe a Baltazar en el pecho por interrumpir el emotivo momento, fue ir hacia ella de brazos abiertos, y agachándome un poco, acercarme a ella con toda la intención de rodearla en un cariñoso abrazo.
- Ruphi, pequeña Ruphi, no sabes cuánto me alegro verte. - Hablé casi en murmullo, mi mente recordaba todas esas lindas aventuras, lecciones, y felices momentos en lo que fue mi estadía aquel tiempo. Ella había sido una de esas personas que había dejado una huella en mi corazón.
Las nubes ya chocaban entre sí, y no pasó mucho tiempo antes de que el cielo hiciera de las suyas desatando la tormenta que desde hace rato se anunciaba. El agua, fuerte en aquellas gotas, comenzaba a empapar todo a su paso.
Me alejé de ella volviendo a ponerme de pie ya controlando un poco más euforia. - Ruphi, es el Baltazar es mi compañero de equipo. Será mejor ir a un lugar más ... seco. Creo que tenemos mucho de que hablar. - Agregué radiante, toda pizca de mal humor que hubiese tenido minutos atrás se había esfumado.
A veces el destino juega de formas misteriosas, y este era uno de esos casos. De todos los lugares, y en especial uno tan abarrotado como ese y nada que ver en el lugar donde la había conocido, allí estaba ella. Por un un fugaz instante mi mundo tuvo un cambio radical, pues esa negrura de nubes grises, el barullo a mi alrededor, hasta la voz chillona de mi acompañante pasaron a un segundo plano ante el regocijo que sentí al oír su voz, una especie de calor maternal me abrumó. Era ella, era mi pequeña Ruphi, se veía más alta, con esa timidez innata pero hasta cierto punto mas madura.
Lentamente una sonrisa de felicidad se asomaba en mi pálida tez que ahora se veía rozagante, con un leve rubor producto de todo esa calidez que invadía todo mi ser. Mi primer impulso, luego de propinar un golpe a Baltazar en el pecho por interrumpir el emotivo momento, fue ir hacia ella de brazos abiertos, y agachándome un poco, acercarme a ella con toda la intención de rodearla en un cariñoso abrazo.
- Ruphi, pequeña Ruphi, no sabes cuánto me alegro verte. - Hablé casi en murmullo, mi mente recordaba todas esas lindas aventuras, lecciones, y felices momentos en lo que fue mi estadía aquel tiempo. Ella había sido una de esas personas que había dejado una huella en mi corazón.
Las nubes ya chocaban entre sí, y no pasó mucho tiempo antes de que el cielo hiciera de las suyas desatando la tormenta que desde hace rato se anunciaba. El agua, fuerte en aquellas gotas, comenzaba a empapar todo a su paso.
Me alejé de ella volviendo a ponerme de pie ya controlando un poco más euforia. - Ruphi, es el Baltazar es mi compañero de equipo. Será mejor ir a un lugar más ... seco. Creo que tenemos mucho de que hablar. - Agregué radiante, toda pizca de mal humor que hubiese tenido minutos atrás se había esfumado.
Meraxes
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Re: Entre la paranoia y perturbación [Privado]
¿A quién ella deseaba engañar…? El solo hecho de haberse encontrado precisamente con esa joven, hacía que su acelerado ritmo cardíaco disminuyese de una manera más que notoria, algo que no había sucedido hace ya mucho, pero mucho tiempo atrás. Y es que no había que olvidar que la paranoia, y esos constantes perseguidos pensamientos, inundaban ya la alterada cabeza de la chica desde antes de abandonar su isla natal, antes de haberse escapado y prácticamente haberse fugado de ese lugar al cual ella llamaba forzosamente hogar. Realmente, ella necesitaba de forma urgente relajarse, de alguna manera amainar esas acosadoras ideas que solamente le indicaban que su proceder le traería malos augurios, diciéndole así a la muchacha delicadamente al oído que jamás lograría triunfar en sus dos principales objetivos… el primero, la ambiciosa meta de lograr poner en lo alto una vez más el clan de los Grah, y el segundo, y tal vez más importante aún, desarrollarse cómo bruja, aprender cuanto más pudiera de magia y hechicería, y así saciar esa codicia de la cual la misma joven se volvió prácticamente adicta, desde el momento en el cual, cuando era apenas una chiquilla, descubrió todo acerca de ese maravilloso, pero temible pasado, de su antecesor… el que llevó el apellido Grah a la total desgracia. Sin embargo, y por alguna razón que ni ella misma podía explicar con exactitud, la joven no culpaba a Medroth Grah por su imparable ambición, sino más al resto de su familia, por no ser herederos dignos de él.
Y claro está, el estar cerca de Meraxes, sólo provocaba que la ansiedad de la muchacha estaba sintiendo por esa estresante y poco relajada situación, disminuyera, aunque no tan considerablemente como hubiera pasado si ellas dos estuvieran a solas , nada de extraño considerando todo el contexto de vida que la joven tenía en sus espaldas. Al momento en el cual la otra joven se comenzó a acercar a ella con claras intenciones de darle un abrazo, la muchacha rápidamente cambió astuta y prudentemente de posición para evadir dicho gesto, pareciendo su acción de lo más accidental, sin premeditación alguna. La verdad era que la joven efectivamente le guardaba cierto aprecio a la otra chica, sobre toda una inmensa admiración, y cómo no si gracias a ella fue que finalmente la muchacha misma tomó la radical, pero necesaria decisión, de abandonar sus tierras natales, para así poder ella seguir y cumplir todos esos objetivos, metas y ambiciones que tenía muy arraigados en su ser en sí, pero le incomoda algo las demostraciones físicas de amistad, tal vez porque desde muy niña había ella aprendido que esas demostraciones eran más innecesarias que necesarias. ¿Cuándo sería el día en el cual la chica comprendería que las cosas como la amistad por ejemplo, eran tan importantes como aprender hechizos, y ser una bruja reconocida por sus poderes…? Ciertamente, y en este aspecto, a la chica le faltaba mucho, tal vez demasiado como para poder comprenderlo, lo que no quería decir que tal vez algún día lo lograría.
No pudiendo evitar sonrojarse ligeramente, de una manera casi, sólo casi imperceptible, al momento en el cual la otra joven le dijo ‘Ruphii’, un apodo el cual de todas maneras sólo la chica se lo permitía a la otra, fue que sus ojos se desprendieron de la figura de Meraxes por primera vez en todo ese rato, para así fijarlos en ese muchacho, el cual para ella aún era un completo desconocido, y por ende, una persona de la cual no se podía de fiar. Años y años viviendo la maldición y el estigma de ser una Grah, la joven no había conocido más que la realidad de desconfiar constantemente de las otras personas, sobre todo si a estas no las conocía a fondo, siendo tal vez la propia Meraxes la excepción a dicha regla. Y ahora que lo pensaba con cierta calma, ¿cómo pudo haber sido posible que la otra muchacha pudiera haber sido tan cercana a ella, si ni siquiera era oriunda de Beltrexus? Todavía con esa duda vagando en su cabeza, la muchacha no pudo evitar más que mirar análitcamente a ese chico, y aún sabiendo que él no representaba peligro alguno para ella, puesto que al fin y al cabo él era de total confianza con la única persona de la cual Ruphia confiaba ciegamente, eso no quitó que se acercara prudentemente a él. —Si dice que él es su compañero de equipo…—fue el pensamiento que se cruzó por la cabeza de la chica, sólo para después que sus ojos oscuros miraran con más intensidad que nunca al muchacho.
—Un gusto en conocerlo, joven Baltazar—la voz de la joven sonaba fría, helada, seria y distante, nada comparable a la que utilizó cuando ella se percató de la presencia de la otra muchacha. Seguidamente, y sin dejar de mirarlo en todo momento directo a los ojos, cosa que había aprendido a hacer durante toda su existencia en su isla de origen, ella le tendió la mano, tal vez en un gesto de ‘paz’. Realmente, ella no deseaba hacerse más enemigos de los que ya tenía en Beltrexus, y si le sumamos el hecho de que él era compañero de Meraxes, pues tenía mucho más que ganar que perder.—Como habrá oído, mi nombre es Ruphia—dijo ella, y seguidamente, la muchacha escuchó lo que la otra joven dijo, acerca de ir a un lugar más ‘seco’, ante lo cual la chica no pudo más que asentir ligeramente con la cabeza. Para la muchacha ahora mismo todo era desconocido, por lo cual no le quedaba más remedio que seguir las recomendaciones de la otra joven… además, y si lo pensaba con cierta pausa y calma, lo mejor que le pudo haber ocurrido, fue precisamente haberse topado con ese tal Baltazar, y en el acto, con la otra muchacha, ya que sin ellos dos, ella se hubiera sentido más desorientada y perdida que nunca. Reprimió entonces un respingo, puesto que por ningún motivo deseaba dejar entrever lo que realmente le pasaba por dentro, y después alternó su mirada, la cual estaba más intensa y gélida que nunca, entre Meraxes y Baltazar.
Y claro está, el estar cerca de Meraxes, sólo provocaba que la ansiedad de la muchacha estaba sintiendo por esa estresante y poco relajada situación, disminuyera, aunque no tan considerablemente como hubiera pasado si ellas dos estuvieran a solas , nada de extraño considerando todo el contexto de vida que la joven tenía en sus espaldas. Al momento en el cual la otra joven se comenzó a acercar a ella con claras intenciones de darle un abrazo, la muchacha rápidamente cambió astuta y prudentemente de posición para evadir dicho gesto, pareciendo su acción de lo más accidental, sin premeditación alguna. La verdad era que la joven efectivamente le guardaba cierto aprecio a la otra chica, sobre toda una inmensa admiración, y cómo no si gracias a ella fue que finalmente la muchacha misma tomó la radical, pero necesaria decisión, de abandonar sus tierras natales, para así poder ella seguir y cumplir todos esos objetivos, metas y ambiciones que tenía muy arraigados en su ser en sí, pero le incomoda algo las demostraciones físicas de amistad, tal vez porque desde muy niña había ella aprendido que esas demostraciones eran más innecesarias que necesarias. ¿Cuándo sería el día en el cual la chica comprendería que las cosas como la amistad por ejemplo, eran tan importantes como aprender hechizos, y ser una bruja reconocida por sus poderes…? Ciertamente, y en este aspecto, a la chica le faltaba mucho, tal vez demasiado como para poder comprenderlo, lo que no quería decir que tal vez algún día lo lograría.
No pudiendo evitar sonrojarse ligeramente, de una manera casi, sólo casi imperceptible, al momento en el cual la otra joven le dijo ‘Ruphii’, un apodo el cual de todas maneras sólo la chica se lo permitía a la otra, fue que sus ojos se desprendieron de la figura de Meraxes por primera vez en todo ese rato, para así fijarlos en ese muchacho, el cual para ella aún era un completo desconocido, y por ende, una persona de la cual no se podía de fiar. Años y años viviendo la maldición y el estigma de ser una Grah, la joven no había conocido más que la realidad de desconfiar constantemente de las otras personas, sobre todo si a estas no las conocía a fondo, siendo tal vez la propia Meraxes la excepción a dicha regla. Y ahora que lo pensaba con cierta calma, ¿cómo pudo haber sido posible que la otra muchacha pudiera haber sido tan cercana a ella, si ni siquiera era oriunda de Beltrexus? Todavía con esa duda vagando en su cabeza, la muchacha no pudo evitar más que mirar análitcamente a ese chico, y aún sabiendo que él no representaba peligro alguno para ella, puesto que al fin y al cabo él era de total confianza con la única persona de la cual Ruphia confiaba ciegamente, eso no quitó que se acercara prudentemente a él. —Si dice que él es su compañero de equipo…—fue el pensamiento que se cruzó por la cabeza de la chica, sólo para después que sus ojos oscuros miraran con más intensidad que nunca al muchacho.
—Un gusto en conocerlo, joven Baltazar—la voz de la joven sonaba fría, helada, seria y distante, nada comparable a la que utilizó cuando ella se percató de la presencia de la otra muchacha. Seguidamente, y sin dejar de mirarlo en todo momento directo a los ojos, cosa que había aprendido a hacer durante toda su existencia en su isla de origen, ella le tendió la mano, tal vez en un gesto de ‘paz’. Realmente, ella no deseaba hacerse más enemigos de los que ya tenía en Beltrexus, y si le sumamos el hecho de que él era compañero de Meraxes, pues tenía mucho más que ganar que perder.—Como habrá oído, mi nombre es Ruphia—dijo ella, y seguidamente, la muchacha escuchó lo que la otra joven dijo, acerca de ir a un lugar más ‘seco’, ante lo cual la chica no pudo más que asentir ligeramente con la cabeza. Para la muchacha ahora mismo todo era desconocido, por lo cual no le quedaba más remedio que seguir las recomendaciones de la otra joven… además, y si lo pensaba con cierta pausa y calma, lo mejor que le pudo haber ocurrido, fue precisamente haberse topado con ese tal Baltazar, y en el acto, con la otra muchacha, ya que sin ellos dos, ella se hubiera sentido más desorientada y perdida que nunca. Reprimió entonces un respingo, puesto que por ningún motivo deseaba dejar entrever lo que realmente le pasaba por dentro, y después alternó su mirada, la cual estaba más intensa y gélida que nunca, entre Meraxes y Baltazar.
Ruphia Grah
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Re: Entre la paranoia y perturbación [Privado]
Un golpe fue todo lo que bastó para que, entre risas, Baltazar dejara ser a su compañera en lo que estaba segurísimo de que iba a ser una escena emotiva. No podía esperar menos de un reencuentro que ablandó hasta lo absurdo de par de friolentas —asumiendo que la actitud de la chica hacía honor a su expresar. Ya era un hecho en Merax—, pero...
- Pfff
Se cubrió la boca con el puño tan pronto se le escapó el 'sonido de burla' y aparentó seriedad, al menos la que le fue posible, y es que ni siquiera se dio el abrazo que iba a comenzar todo. Por el motivo que fuera la pequeña cambió de posición de una manera hasta accidental si le dabas vueltas, siendo impresión y pena por su compañera lo de que repente lo golpeó en lugar de gracia. Esto último porque, aún con toda esa emoción, ella se iba a quedar con los brazos extendidos. De todas maneras decidió callar y hasta apartar la mirada para reparar en cosas que le fueran más de importancia, como el clima por ejemplo.
Por qué no me traje otra clase de ropa...
Pensó notando el cúmulo de nubes que, como si fuera un vil acto de maldad, comenzaron a descargarse con gotas que mojaban más que un balde. Volvió su atención a las chicas con una mueca tras escuchar su nombre. Sus ojos fueron a parar en la pequeña que se acercó con, de nuevo, esa mirada de profunda intensidad que acompañó pronto con un tono nada que ver con el que había usado con su colega. El chico consideró que fuera el hecho de ser un desconocido el motivo de esto, aún así, consideró algo más justo antes de animarse a estrechar su mano, sosteniendo el contacto visual con profunda perspicacia antes de llevar esa curiosidad a algo más.
- El gusto es mío - respondió en cuanto estrechó su mano, expandiendo su don mágico para comprobar su hipótesis. Solo entonces, habiendo confirmado un ápice de su idea, agregó con algo más de carisma - Jaja, lo mismo puedo decir del mío. Espero nos llevemos bien - Hubiera adornado con algo más pero Meraxes le robó las palabras de la boca. Lo que ahora sentaba muy bien era ir a un lugar más seco. Entonces, después de asentir, se adelantó a caminar . - ¿Les parece si bebemos algo en lo que escampa? - articuló, sin esperar, sin embargo, respuesta en lo que andaba hacia "algún lado", como si no aceptara un no como respuesta. La razón quizá se encontrara en aquella cosa que vibraba con relativa tranquilidad en su cinturón, a la cual recurrió en su discreción para comunicarse telepáticamente con la rubia.
¿Es bruja?
- Usados...:
—Habilidad.
Don Mágico: Puedo sentir el flujo del Éter, detectando a usuarios de la magia u objetos mágicos que pueda ver (sin distinguir detalles).
—Items.
Conexión: [Encantamiento, 1 uso] Cuando dos o más de estas cuatro piezas se encuentran en un área de 200 metros de diámetro, una ligera vibración indicará que puede ser activado su efecto. Al activarse, los personajes dentro del radio de acción podrán comunicarse telepáticamente durante un máximo de dos turnos. El personaje no sabrá cuál de las otras piezas es la que está activa hasta que establezca la comunicación, pero la vibración de la suya será más intensa cuantas más piezas se encuentren en el área de acción.
Baltazar
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Re: Entre la paranoia y perturbación [Privado]
Baltazar estaba poniendo mi paciencia a prueba, creo que de no ser por Ruphi quien apaciguaba toda tensión o emoción explosiva en ese momento ya lo hubiera más que golpeado y dejado a su suerte en aquel mercado. Pero, a quién quería engañar, la verdad es que estaba muy conmovida en ese momento, tanto que me dejé llevar, para variar, por mis impulsos olvidando por completo la naturaleza tan fría de la chica a pesar de ser alguien "cercano" a ella.
Fue penoso que me dejara de brazos extendidos, pero eso no evitó que le siguiera hablando con dulzura. - Lo siento, me dejé llevar. Ya sabes como es esta anciana. - Bromeé con una risa nerviosa y cruzándome de brazos. En ese momento observé de reojo al elfo que parecía contener la risa, por lo que arqueé una ceja con un ceño ligeramente fruncido - Una palabra de esto y considérate eunuco por toda tu vida.- agregué entre dientes casi en susurro.
Ruphi, si bien la conocía estaba a la defensiva, su actitud con los extraños no había cambiado, se presento con cortesía pero siendo cautelosa. Por suerte, el elfo, le siguió la corriente, y antes de agregar algo más a nuestra charla ya el cielo se nos venía encima.
- Andando, conozco un lugar. Al menos tienes que decirme que te trae sola a Vulwulfar. Es peligroso en este momento, créeme. - Dije con un tono un poco más firme pero que no dejaba de ser maternal hacia su persona. Desde que esos sujetos nos habían atacado en una de las aldeas adyacentes, vivía con una constante preocupación de que podrían regresar, aunque Zelas al parecer les había dado una buena tunda. Aquellas auras llenas de oscuridad no hacían sino causarme escalofríos, no estaba en condiciones de enfrentar tal magnitudes de fuerza con mi nivel actual, me había descuidado y eso tendría que cambiar.
Encabezaba la macha, cuando de pronto escuché una voz en mi cabeza que me hizo estremecer, aún no me acostumbraba a los efectos del broche que vibraba en mi pecho, y mucho menos s atener que escuchar la voz de los chicos dentro en mi mente. Suspiré pesadamente en la medida que sin detener el paso para evitar sospechas por parte de mi pequeña amiga responderle del mismo modo. - Si lo que quieres saber es si es un dragón. No, no lo es. No es mi hija antes de que vuelvas a pensar semejante barbaridad. Sin tanto te intriga su naturaleza pregúntale tu mismo. - Pensé con cierto tono sarcástico en mi ¿voz de cabeza? ¿Cómo se suponía que le llamara a eso? Cómo fuese, él si me había escuchado y eso lo que importaba. - Lo único que me intriga es saber por qué está aquí sola, no lleva sacos encima, y está mas tensa de lo usual. Me recuerda a mi cuando huí de Dundarak. - Olvidé que mientras el efecto del broche siguiera el idiota me seguía escuchando.
- A unas tres manzanas podremos beber algo caliente. - Señalé la dirección con el indice contando con que Ruphia me viese. Con la fuerza con la que estaba cayendo el agua ya estábamos mas empapados que nunca por lo que controlaba la velocidad de mis pasos para que lograran seguirme el ritmo.
Fue penoso que me dejara de brazos extendidos, pero eso no evitó que le siguiera hablando con dulzura. - Lo siento, me dejé llevar. Ya sabes como es esta anciana. - Bromeé con una risa nerviosa y cruzándome de brazos. En ese momento observé de reojo al elfo que parecía contener la risa, por lo que arqueé una ceja con un ceño ligeramente fruncido - Una palabra de esto y considérate eunuco por toda tu vida.- agregué entre dientes casi en susurro.
Ruphi, si bien la conocía estaba a la defensiva, su actitud con los extraños no había cambiado, se presento con cortesía pero siendo cautelosa. Por suerte, el elfo, le siguió la corriente, y antes de agregar algo más a nuestra charla ya el cielo se nos venía encima.
- Andando, conozco un lugar. Al menos tienes que decirme que te trae sola a Vulwulfar. Es peligroso en este momento, créeme. - Dije con un tono un poco más firme pero que no dejaba de ser maternal hacia su persona. Desde que esos sujetos nos habían atacado en una de las aldeas adyacentes, vivía con una constante preocupación de que podrían regresar, aunque Zelas al parecer les había dado una buena tunda. Aquellas auras llenas de oscuridad no hacían sino causarme escalofríos, no estaba en condiciones de enfrentar tal magnitudes de fuerza con mi nivel actual, me había descuidado y eso tendría que cambiar.
Encabezaba la macha, cuando de pronto escuché una voz en mi cabeza que me hizo estremecer, aún no me acostumbraba a los efectos del broche que vibraba en mi pecho, y mucho menos s atener que escuchar la voz de los chicos dentro en mi mente. Suspiré pesadamente en la medida que sin detener el paso para evitar sospechas por parte de mi pequeña amiga responderle del mismo modo. - Si lo que quieres saber es si es un dragón. No, no lo es. No es mi hija antes de que vuelvas a pensar semejante barbaridad. Sin tanto te intriga su naturaleza pregúntale tu mismo. - Pensé con cierto tono sarcástico en mi ¿voz de cabeza? ¿Cómo se suponía que le llamara a eso? Cómo fuese, él si me había escuchado y eso lo que importaba. - Lo único que me intriga es saber por qué está aquí sola, no lleva sacos encima, y está mas tensa de lo usual. Me recuerda a mi cuando huí de Dundarak. - Olvidé que mientras el efecto del broche siguiera el idiota me seguía escuchando.
- A unas tres manzanas podremos beber algo caliente. - Señalé la dirección con el indice contando con que Ruphia me viese. Con la fuerza con la que estaba cayendo el agua ya estábamos mas empapados que nunca por lo que controlaba la velocidad de mis pasos para que lograran seguirme el ritmo.
Meraxes
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Re: Entre la paranoia y perturbación [Privado]
La joven no pudo evitar más que alzar curiosamente la ceja, ante la reacción de ese tal Baltazar, pero de alguna forma logró seguir manteniendo la compostura, aún cuando la verdad era que su primer impulso fue el de enfrentarlo directamente. Pero no, la chica sabía muy bien cómo controlar sus actos, sus acciones, las emociones que dejaba entrever a través de ese pálido y ojeroso semblante, por lo cual ella decidió limitarse a mirar muy atenta a esas dos personas, tampoco pudiendo evitar sentirse algo, solo un poco, incómoda al notar como ellos dos no sólo se conocían de antaño, sino que a la vez la notoria diferencia entre ella y estos en cuanto a tamaño físico se refería. Después de todo, la muchacha en su tierra natal sólo había interactuado con personas de porte similar al suyo, siendo tal vez la otra joven el único ser que se diferenciaba, al menos en cuanto a estatura se refería, a los que la propia chica había conocido con anterioridad. Sin embargo, también era cierto que ella estaba plenamente consciente de que al emprender ese viaje, ese escape, y por qué no decirlo directamente y sin rodeo alguno, esa fuga, pues sí o sí se toparía con personas que evidentemente serían diferentes a su persona, ya sean estas diferencias a nivel físico, tal y cómo ocurría con ese chico ‘extraño’ y la muchacha que ya conocía de antes, o bien, en cuanto ideales o conocimientos se refería. ¿Acaso ella había tomado la mejor decisión al respecto…?
Y si bien, algo dentro de la aspirante a bruja le decía a gritos que podía fiarse efectivamente de la muchacha que le ganaba por mucho en estatura, otra parte de ella le decía todo lo contrario, esa misma parte que siempre le provocaba zancadillas y que en el acto también hacía cometer errores o equivocarse con las personas que apenas conocía… pero, ¿no qué también le ocurría con gente que ya conocía? Después de todo, esto último no era para nada de extrañarse, si tomamos en cuenta que desde siempre en su ‘hogar’, la gente de ahí constantemente hablaban mal de ella, la apuntaban con el dedo, por el siemple hecho de llevar el nombre de los Grah junto a su nombre de pila. Pero eso en vez de desanimar o hacer sentir mal a la chica, solamente provocaba todo lo contrario; no, ella sólo sentía una rebeldía, una ambición, una codicia atroz contra lo que se suponía que su familia y su persona se ‘merecían’, al ser descendiente del infame brujo Medroth Grah. —Lo mismo digo—soltó entonces la muchacha, fijando así de esa forma sus oscuros y gélidos ojos, sobre la figura del chico. ¿Qué más ella podría ser, más que actuar de manera más o menos agradable y ‘decente’ frente a él? La muchacha no lo conocía, la muchacha ignoraba por completo sus verdaderas intenciones, aún cuando él era conocido de Meraxes, la única persona que probablemente la joven más se fiaba, por lo cual no para de sorprenderse de lo que estaba sintiendo.
A pesar de que como se había dicho con anterioridad, eso de que la otra joven era prácticamente la primera persona de la cual Ruphia había confiado, la paranoia una vez más se presentó en ella. Entonces la joven, aún cuando decidió seguir igualmente a esos dos, eso no quitaba para nada que la de a poco, de forma lenta y gradual, la inseguridad comenzara a apoderarse de ella, manifestándose primeramente en su ritmo cardíaco sólo para después en sus extremidades, pero ella logró de alguna manera detener toda esa ola de perturbación, frenando así que todas esas terribles emociones se manifestaran al menos a nivel exteriormente corporal.[/i] —Confía en Meraxes, confía en Meraxes, confía en Meraxes[/i]]—eran las palabras que constantemente las muchacha se decía a sí misma, como intentando de esa forma aterrizar a tierra, tomar conocimiento de que todas esas ideas perseguidas eran solamente producto de su más que alterada imaginación. Siendo así, decidió nuevamente cubrirse con esa capucha, algo para nada de raro en vista que esa especie de paranoia, algo apaciguada por el solo hecho de haberse topado precisamente con la propia Meraxes, se estaba disparando a niveles insospechados nuevamente. Fue así como de un instante a otro, la chica empezó a sentir que las personas que estaban pasando cerca de ella la estaban observando, la estaban mirando. Y sí, era cierto que en estas ocasiones la joven tendía a incluso imaginar cosas que en realidad no eran reales, ella hizo un tremendo esfuerzo por no caer en la misma trampa de siempre.
Y es que, y apelando a la fría lógica, era simplemente imposible de que los habitantes de ese lugar conocieran de su existencia, lo que igualmente no quería decir que existía la eventual posibilidad de que alguien, entre toda esa gente, pudiera reconocer a la ‘fugitiva’. ¿O era tal vez que otra vez más, ella estaba siendo demasiado fantasiosa? Pero claro, también era verdad que Ruphia prefería mil y un veces ser tal vez demasiado, demasiado precavida, que correr riesgos, y así tener que volver forzosamente al que había sido el único lugar en donde había vivido toda su vida. Entonces los pasos de la joven resonaron por las calles, casi como si la chica estuviera plenamente segura de lo que estaba haciendo, cosa que la verdad no podía ser más que falso, sólo un auto engaño… un auto engaño el cual ahora mismo, necesitaba más que nunca. Tomando así la decisión de mirar en todo momento a la propia Meraxes, estando la chica detrás de ella y ese tal Baltazar, en vista que aunque no le gustara admitirlo sentía cierta calma en esa precisa situación debido a la otra joven, fue que la muchacha sólo se guió por los pasos de esos dos, no preguntando en ningún momento acerca de dónde se encontraba exactamente el lugar a donde iban. Nuevamente la chica hizo lo posible por seguir guardando la compostura, cosa que había hecho ya tantas veces con anterioridad, que ciertamente no presentó dificultad alguna como para lograrlo. ¿No que ella siempre engañaba después de todo?
Y si bien, algo dentro de la aspirante a bruja le decía a gritos que podía fiarse efectivamente de la muchacha que le ganaba por mucho en estatura, otra parte de ella le decía todo lo contrario, esa misma parte que siempre le provocaba zancadillas y que en el acto también hacía cometer errores o equivocarse con las personas que apenas conocía… pero, ¿no qué también le ocurría con gente que ya conocía? Después de todo, esto último no era para nada de extrañarse, si tomamos en cuenta que desde siempre en su ‘hogar’, la gente de ahí constantemente hablaban mal de ella, la apuntaban con el dedo, por el siemple hecho de llevar el nombre de los Grah junto a su nombre de pila. Pero eso en vez de desanimar o hacer sentir mal a la chica, solamente provocaba todo lo contrario; no, ella sólo sentía una rebeldía, una ambición, una codicia atroz contra lo que se suponía que su familia y su persona se ‘merecían’, al ser descendiente del infame brujo Medroth Grah. —Lo mismo digo—soltó entonces la muchacha, fijando así de esa forma sus oscuros y gélidos ojos, sobre la figura del chico. ¿Qué más ella podría ser, más que actuar de manera más o menos agradable y ‘decente’ frente a él? La muchacha no lo conocía, la muchacha ignoraba por completo sus verdaderas intenciones, aún cuando él era conocido de Meraxes, la única persona que probablemente la joven más se fiaba, por lo cual no para de sorprenderse de lo que estaba sintiendo.
A pesar de que como se había dicho con anterioridad, eso de que la otra joven era prácticamente la primera persona de la cual Ruphia había confiado, la paranoia una vez más se presentó en ella. Entonces la joven, aún cuando decidió seguir igualmente a esos dos, eso no quitaba para nada que la de a poco, de forma lenta y gradual, la inseguridad comenzara a apoderarse de ella, manifestándose primeramente en su ritmo cardíaco sólo para después en sus extremidades, pero ella logró de alguna manera detener toda esa ola de perturbación, frenando así que todas esas terribles emociones se manifestaran al menos a nivel exteriormente corporal.[/i] —Confía en Meraxes, confía en Meraxes, confía en Meraxes[/i]]—eran las palabras que constantemente las muchacha se decía a sí misma, como intentando de esa forma aterrizar a tierra, tomar conocimiento de que todas esas ideas perseguidas eran solamente producto de su más que alterada imaginación. Siendo así, decidió nuevamente cubrirse con esa capucha, algo para nada de raro en vista que esa especie de paranoia, algo apaciguada por el solo hecho de haberse topado precisamente con la propia Meraxes, se estaba disparando a niveles insospechados nuevamente. Fue así como de un instante a otro, la chica empezó a sentir que las personas que estaban pasando cerca de ella la estaban observando, la estaban mirando. Y sí, era cierto que en estas ocasiones la joven tendía a incluso imaginar cosas que en realidad no eran reales, ella hizo un tremendo esfuerzo por no caer en la misma trampa de siempre.
Y es que, y apelando a la fría lógica, era simplemente imposible de que los habitantes de ese lugar conocieran de su existencia, lo que igualmente no quería decir que existía la eventual posibilidad de que alguien, entre toda esa gente, pudiera reconocer a la ‘fugitiva’. ¿O era tal vez que otra vez más, ella estaba siendo demasiado fantasiosa? Pero claro, también era verdad que Ruphia prefería mil y un veces ser tal vez demasiado, demasiado precavida, que correr riesgos, y así tener que volver forzosamente al que había sido el único lugar en donde había vivido toda su vida. Entonces los pasos de la joven resonaron por las calles, casi como si la chica estuviera plenamente segura de lo que estaba haciendo, cosa que la verdad no podía ser más que falso, sólo un auto engaño… un auto engaño el cual ahora mismo, necesitaba más que nunca. Tomando así la decisión de mirar en todo momento a la propia Meraxes, estando la chica detrás de ella y ese tal Baltazar, en vista que aunque no le gustara admitirlo sentía cierta calma en esa precisa situación debido a la otra joven, fue que la muchacha sólo se guió por los pasos de esos dos, no preguntando en ningún momento acerca de dónde se encontraba exactamente el lugar a donde iban. Nuevamente la chica hizo lo posible por seguir guardando la compostura, cosa que había hecho ya tantas veces con anterioridad, que ciertamente no presentó dificultad alguna como para lograrlo. ¿No que ella siempre engañaba después de todo?
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Re: Entre la paranoia y perturbación [Privado]
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