El Extractor de Éter [Privado] [CERRADO]
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El Extractor de Éter [Privado] [CERRADO]
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Abrió el trozo de papel que tenía en la mano mientras el último grupo que llegaría aquel día desembarcaba en la playa que tenía frente a él. Releyó por decimosexta vez los nombres que había en el mismo y se dijo a sí mismo, por vigésima vez, que aquel no era un trabajo para alguien como él.
Bajó su mano derecha hasta el pomo de Recuerdo, que descansaba en su cinturón, y fue tanteando, una a una, las caras de todos los que acababan de desembarcar.
Era un grupo numeroso, Friddel debía de haberse puedo sería con la construcción de aquel lugar; querría tenerlo terminado cuanto antes. Aunque, si de verdad quería eso, seguía sin tener muy claro por qué le había puesto él, sobre todas las personas cualificadas del lugar, a dirigir a los trabajadores.
No sabía nada sobre éter y tampoco sabía nada sobre arquitectura. Básicamente se paseaba por el lugar, en su armadura, oyendo sugerencias y notificando a Dundarak de cuando en cuando.
De hecho, tampoco estaba muy seguro por qué había aceptado para empezar. Probablemente porque la idea de ver con sus propios ojos un extractor de éter en la isla volcánica le parecía fascinante.
Quizás podría comentarle a Asher lo que había visto, el lobo sería capaz de idear algún encantamiento que hiciese algo similar a lo que estaban haciendo con la isla, pero… ¿Con brujos? Sacudió la cabeza, estaba pensándolo demasiado, probablemente si algún brujo mínimamente serio le escuchase decir aquellas cosas en voz alta se reiría en su cara.
- ¡Capataz Tale! -
La voz de Ulises, un dragón veterano y de hombros anchos que había llegado con la primera tanda de trabajadores, atrajo su atención. El hombre era más bien su ayudante personal en aquel lugar, tenía años de experiencia en levantar edificios en entornos abruptos como aquel y sus consejos eran realmente bien recibidos.
Además de que le caiga bien, era un hombre que siempre parecía estar de buen humor y que ayudaba a que todos se centrasen en el trabajo.
- ¿Son los nuevos? – Preguntó, colocándose junto al castaño y, como él, oteando al grueso de trabajadores. - ¡Parecéis duros! – Dijo, bajando las manos hasta la cintura y soltando una carcajada. – ¡No os preocupéis! ¡Con vuestra ayuda ya va a quedar menos! – Comentó sonriente.
Eltrant, que mientras que Ulises había estado hablando con los nuevos había vuelto a bajar la mirada hasta el papel alzó la vista hacía los recién llegados.
- Tenemos veinte carpinteros nuevos… - Se atusó la barba. – Diez herreros. – En aquel aspecto, al menos, sabía que podía ayudar algo. – Y quince brujos de la Logia que van a ayudar con el éter... – dijo volviendo a repasar la lista. – El resto son trabajadores que han enviado aquí de la reparación de Dundarak. – Se dijo a sí mismo en voz baja.
Con aquel grupo podría hacer mejores rotaciones, avanzar más y permitir que estos descansasen más.
Se aclaró la garganta para atraer la atención de los presentes.
- ¡Muy bien! – Dio una palmada frente a él. – Mi nombre es Eltrant Tale, estoy a cargo de todo… esto. – Suspiró. - No tenemos mucha mano de obra ahora mismo, así que tendréis que empezar de inmediato. – dijo, no tardó en escuchar algunas quejas, pero las ignoró. - ¡Los brujos que vengáis de la Logia presentaos en la tienda del fondo, la de color morado! – Gritó, señalando tras de sí hacía el lugar al que deberían ir. - ¡Los carpinteros…! – Inspiró por la nariz y volvió a hojear más de los escritos que tenía consigo. – Ha habido problema con las medidas de las vigas de contención, también necesitamos mano de obra para tallar las runas. – dijo – Id a la carpa central, preguntad por Tobías. Está en cargado de toda la madera que llega a la isla, él sabrá dónde os necesitamos más urgentemente ahora. – Aseguró, indicando a los recién llegado que se moviesen. – Herreros… herreros… - Repasó los cometidos que estos tenían durante unos segundos. – Vosotros presentaos en la fragua. No tiene perdida. Simplemente id forjando las cosas que os pidan los demás grupos. – Aseveró.
Suspiró, finalmente, solo quedaban los trabajadores que se limitarían a levantar las diferentes estructuras que estaban levantando en la isla.
- Los demás seguid a Ulises. – dijo señalando al hombre, que asintió con una sonrisa gigantesca en sus labios. – Si tenéis alguna duda, venid a preguntarme a mi o a él. – dijo antes de dar por finalizada aquella pequeña reunión.
- ¡Buen discurso, Capataz! – dijo el hombre, dándole una fuerte a palmada a Eltrant en la espalda que le hizo tambalearse un poco. - ¡De vuelta a la arena! ¡Seguidme! – dijo riendo para sí, haciendo aspavientos para que los que quedaban allí le siguiesen.
Suspirando profundamente, se quedó mirando el par de personas rezagadas que acababan de desembarcar en aquel momento. ¿Iba a tener que hacer aquello de vuelta? Además de que no había oído nada del carpintero capaz de usar madera tan recia como el metal que le habían dicho que iba en la embarcación.
En cualquier caso, dejó descansar su mano izquierda sobre la empuñadura de Recuerdo de nuevo y dejó que los que se habían quedado atrás se acercasen.
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Abrió el trozo de papel que tenía en la mano mientras el último grupo que llegaría aquel día desembarcaba en la playa que tenía frente a él. Releyó por decimosexta vez los nombres que había en el mismo y se dijo a sí mismo, por vigésima vez, que aquel no era un trabajo para alguien como él.
Bajó su mano derecha hasta el pomo de Recuerdo, que descansaba en su cinturón, y fue tanteando, una a una, las caras de todos los que acababan de desembarcar.
Era un grupo numeroso, Friddel debía de haberse puedo sería con la construcción de aquel lugar; querría tenerlo terminado cuanto antes. Aunque, si de verdad quería eso, seguía sin tener muy claro por qué le había puesto él, sobre todas las personas cualificadas del lugar, a dirigir a los trabajadores.
No sabía nada sobre éter y tampoco sabía nada sobre arquitectura. Básicamente se paseaba por el lugar, en su armadura, oyendo sugerencias y notificando a Dundarak de cuando en cuando.
De hecho, tampoco estaba muy seguro por qué había aceptado para empezar. Probablemente porque la idea de ver con sus propios ojos un extractor de éter en la isla volcánica le parecía fascinante.
Quizás podría comentarle a Asher lo que había visto, el lobo sería capaz de idear algún encantamiento que hiciese algo similar a lo que estaban haciendo con la isla, pero… ¿Con brujos? Sacudió la cabeza, estaba pensándolo demasiado, probablemente si algún brujo mínimamente serio le escuchase decir aquellas cosas en voz alta se reiría en su cara.
- ¡Capataz Tale! -
La voz de Ulises, un dragón veterano y de hombros anchos que había llegado con la primera tanda de trabajadores, atrajo su atención. El hombre era más bien su ayudante personal en aquel lugar, tenía años de experiencia en levantar edificios en entornos abruptos como aquel y sus consejos eran realmente bien recibidos.
Además de que le caiga bien, era un hombre que siempre parecía estar de buen humor y que ayudaba a que todos se centrasen en el trabajo.
- ¿Son los nuevos? – Preguntó, colocándose junto al castaño y, como él, oteando al grueso de trabajadores. - ¡Parecéis duros! – Dijo, bajando las manos hasta la cintura y soltando una carcajada. – ¡No os preocupéis! ¡Con vuestra ayuda ya va a quedar menos! – Comentó sonriente.
Eltrant, que mientras que Ulises había estado hablando con los nuevos había vuelto a bajar la mirada hasta el papel alzó la vista hacía los recién llegados.
- Tenemos veinte carpinteros nuevos… - Se atusó la barba. – Diez herreros. – En aquel aspecto, al menos, sabía que podía ayudar algo. – Y quince brujos de la Logia que van a ayudar con el éter... – dijo volviendo a repasar la lista. – El resto son trabajadores que han enviado aquí de la reparación de Dundarak. – Se dijo a sí mismo en voz baja.
Con aquel grupo podría hacer mejores rotaciones, avanzar más y permitir que estos descansasen más.
Se aclaró la garganta para atraer la atención de los presentes.
- ¡Muy bien! – Dio una palmada frente a él. – Mi nombre es Eltrant Tale, estoy a cargo de todo… esto. – Suspiró. - No tenemos mucha mano de obra ahora mismo, así que tendréis que empezar de inmediato. – dijo, no tardó en escuchar algunas quejas, pero las ignoró. - ¡Los brujos que vengáis de la Logia presentaos en la tienda del fondo, la de color morado! – Gritó, señalando tras de sí hacía el lugar al que deberían ir. - ¡Los carpinteros…! – Inspiró por la nariz y volvió a hojear más de los escritos que tenía consigo. – Ha habido problema con las medidas de las vigas de contención, también necesitamos mano de obra para tallar las runas. – dijo – Id a la carpa central, preguntad por Tobías. Está en cargado de toda la madera que llega a la isla, él sabrá dónde os necesitamos más urgentemente ahora. – Aseguró, indicando a los recién llegado que se moviesen. – Herreros… herreros… - Repasó los cometidos que estos tenían durante unos segundos. – Vosotros presentaos en la fragua. No tiene perdida. Simplemente id forjando las cosas que os pidan los demás grupos. – Aseveró.
Suspiró, finalmente, solo quedaban los trabajadores que se limitarían a levantar las diferentes estructuras que estaban levantando en la isla.
- Los demás seguid a Ulises. – dijo señalando al hombre, que asintió con una sonrisa gigantesca en sus labios. – Si tenéis alguna duda, venid a preguntarme a mi o a él. – dijo antes de dar por finalizada aquella pequeña reunión.
- ¡Buen discurso, Capataz! – dijo el hombre, dándole una fuerte a palmada a Eltrant en la espalda que le hizo tambalearse un poco. - ¡De vuelta a la arena! ¡Seguidme! – dijo riendo para sí, haciendo aspavientos para que los que quedaban allí le siguiesen.
Suspirando profundamente, se quedó mirando el par de personas rezagadas que acababan de desembarcar en aquel momento. ¿Iba a tener que hacer aquello de vuelta? Además de que no había oído nada del carpintero capaz de usar madera tan recia como el metal que le habían dicho que iba en la embarcación.
En cualquier caso, dejó descansar su mano izquierda sobre la empuñadura de Recuerdo de nuevo y dejó que los que se habían quedado atrás se acercasen.
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
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Re: El Extractor de Éter [Privado] [CERRADO]
Las puertas del santuario por fin estaban terminadas y colocadas en la entrada del santuario. Respiré hondo con orgullo y coloqué una mano sobre la cadera con satisfacción, mientras la otra sujetaba la bolsa de herramientas sobre el hombro.
Ya tendría tiempo en el futuro de admirar mi obra, ahora un barco esperaba en el puerto para zarpar a la isla volcánica. La capitana Friddel había movilizado parte de los trabajadores de la ciudad sin dar demasiadas explicaciones.
Al parecer la nube negra que rodeaba la isla no era una tormenta, se trataba de un cumulo de desperdicios que había lanzado el volcán. Intente sacarle información a la capitán, pero tan solo obtuve largos silencios y aspavientos de mano, "En la isla te darán más detalles" había dicho la mujer.
Al bajar del barco Lavey y yo nos quedamos mirando el suelo. Era la primera vez que veíamos un terreno como aquel, todo era negro y gris y las piedras tenían una forma extraña, parecía que alguien hubiera solidificado agua. Levanté los ojos de aquellas rocas y seguí al grupo hasta topar con un hombre que daba órdenes.
"Vaya," pensé "cualquiera diría que lo estoy persiguiendo."
Guardé silencio y distancia, hasta que Eltrant terminó el discurso, y me acerqué al humano cuando la gente comenzó a dispersarse.
-Voy a empezar a creer que te gusta trabajar de mampostero. -Sonreí al castaño tendiéndole la mano y Lavey replicó mi gesto. -¿Cómo has terminado aquí, y que ha sucedido? Es como si un celestial hubiera intentado comerse la isla. -Amplié la sonrisa añadiendo una risa ligera. -¿Dónde prefieres mandarme? A las runas o a cortar vigas, o... quizás quieres darme una tarea especial.
Guiñé el ojo coqueta y la adolescente me dio un codazo mientras arrugaba la nariz con fingida molestia.
Ya tendría tiempo en el futuro de admirar mi obra, ahora un barco esperaba en el puerto para zarpar a la isla volcánica. La capitana Friddel había movilizado parte de los trabajadores de la ciudad sin dar demasiadas explicaciones.
Al parecer la nube negra que rodeaba la isla no era una tormenta, se trataba de un cumulo de desperdicios que había lanzado el volcán. Intente sacarle información a la capitán, pero tan solo obtuve largos silencios y aspavientos de mano, "En la isla te darán más detalles" había dicho la mujer.
Al bajar del barco Lavey y yo nos quedamos mirando el suelo. Era la primera vez que veíamos un terreno como aquel, todo era negro y gris y las piedras tenían una forma extraña, parecía que alguien hubiera solidificado agua. Levanté los ojos de aquellas rocas y seguí al grupo hasta topar con un hombre que daba órdenes.
"Vaya," pensé "cualquiera diría que lo estoy persiguiendo."
Guardé silencio y distancia, hasta que Eltrant terminó el discurso, y me acerqué al humano cuando la gente comenzó a dispersarse.
-Voy a empezar a creer que te gusta trabajar de mampostero. -Sonreí al castaño tendiéndole la mano y Lavey replicó mi gesto. -¿Cómo has terminado aquí, y que ha sucedido? Es como si un celestial hubiera intentado comerse la isla. -Amplié la sonrisa añadiendo una risa ligera. -¿Dónde prefieres mandarme? A las runas o a cortar vigas, o... quizás quieres darme una tarea especial.
Guiñé el ojo coqueta y la adolescente me dio un codazo mientras arrugaba la nariz con fingida molestia.
Reivy Abadder
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Re: El Extractor de Éter [Privado] [CERRADO]
Reivy y Lavey.
Fue ese el momento en el que recordó lo que la mujer le dijo acerca de las propiedades de la madera que era capaz de hacer. ¿Ébano era? La descripción que la norteña le dio era: tan dura como el mismo metal.
Sonrió a las recién llegadas, era un alivio que la especialista que había estado esperando todo el tiempo fuese, al menos, alguien conocido.
- La historia es… larga. – dijo frotándose los ojos – Me metí en algo más grande que yo. – Le dijo. – Como de costumbre, vaya. – dijo ajustando instintivamente la correa que mantenía sujeta su hombrera izquierda. – Un Ancestral despertó en la isla, pidieron voluntarios para lidiar con él… ahora hay como… mucho éter en el ambiente y Dundarak quiere construir un… extractor. – Suspiró, aquello sonaba bastante inverosímil. – Y soy el capataz. – Añadió al final, todavía dudando un poco de aquel cargo.
Se pasó la mano por la barba, totalmente ajeno a las verdaderas intenciones de Reivy al afirmar “tarea especial”, y asintió para sí sonriendo.
- Lo cierto es que sí. - Le hizo una seña a la pareja para que les siguiese y emprendieron un breve viaje a través del campamento. – Tenemos muchos carpinteros, pero ninguno es capaz de asegurar… - Negó con la cabeza – Bueno, ya lo veréis cuando lleguemos. –
Atravesaron el campamento en apenas un par de zancadas hasta a un lugar en el que, relativamente apartado, había estructura de madera de un tamaño considerable, una especie de torre con cierta forma piramidal.
- Es la base de los extractores. – Le dijo – El problema es que, por alguna razón, la madera es incapaz de soportar las runas en las juntas. – Señaló a los puntos de unión entre las vigas. - ¿Alguna idea especialista? – Se cruzó de brazos y, sonriendo, se apartó un poco para dejarla trabajar.
Fue ese el momento en el que recordó lo que la mujer le dijo acerca de las propiedades de la madera que era capaz de hacer. ¿Ébano era? La descripción que la norteña le dio era: tan dura como el mismo metal.
Sonrió a las recién llegadas, era un alivio que la especialista que había estado esperando todo el tiempo fuese, al menos, alguien conocido.
- La historia es… larga. – dijo frotándose los ojos – Me metí en algo más grande que yo. – Le dijo. – Como de costumbre, vaya. – dijo ajustando instintivamente la correa que mantenía sujeta su hombrera izquierda. – Un Ancestral despertó en la isla, pidieron voluntarios para lidiar con él… ahora hay como… mucho éter en el ambiente y Dundarak quiere construir un… extractor. – Suspiró, aquello sonaba bastante inverosímil. – Y soy el capataz. – Añadió al final, todavía dudando un poco de aquel cargo.
Se pasó la mano por la barba, totalmente ajeno a las verdaderas intenciones de Reivy al afirmar “tarea especial”, y asintió para sí sonriendo.
- Lo cierto es que sí. - Le hizo una seña a la pareja para que les siguiese y emprendieron un breve viaje a través del campamento. – Tenemos muchos carpinteros, pero ninguno es capaz de asegurar… - Negó con la cabeza – Bueno, ya lo veréis cuando lleguemos. –
Atravesaron el campamento en apenas un par de zancadas hasta a un lugar en el que, relativamente apartado, había estructura de madera de un tamaño considerable, una especie de torre con cierta forma piramidal.
- Es la base de los extractores. – Le dijo – El problema es que, por alguna razón, la madera es incapaz de soportar las runas en las juntas. – Señaló a los puntos de unión entre las vigas. - ¿Alguna idea especialista? – Se cruzó de brazos y, sonriendo, se apartó un poco para dejarla trabajar.
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
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Re: El Extractor de Éter [Privado] [CERRADO]
¿En serio? ¿De verdad acababa de decir lo que había dicho? No podía dejar pasar la oportunidad.
-Yo también te puedo mostrar algo -Sonreí y moví las cejas con picardía. -más grande que tu donde mete... -Tuve que dejar la frase a medias y soltar un grito ahogado. -¿Que mosca te ha picado, Vey?
Miraba a la niña mientras me cogía el pie y daba saltitos, ella solo respondió cruzándose de brazos y bufando.
Lavey había cambiado su actitud después de nuestra parada en el santuario Esmeralda. Cada vez que me acercaba a un hombre, se ponía agresiva conmigo o comenzaba a increpar al pobre diablo que quería seducir. Lo único que se me ocurría era que la muchacha estaba pasando por una fase de celosos adolescentes.
-¿Un... Ancestral? -Me quedé perpleja ante la noticia. -Eso... eso es malo. Los dioses no bajan al plano mortal para darnos caramelos.
-Puff, ancestrales. -Replicó Lavey poniendo los ojos en blanco. -Esos de dioses tienen lo que yo de hombre.
Por suerte la conversación acabó antes de que la rubia pudiera decir nada más. Era increíble como la joven había pasado en menos de un año de un extremo a otro. Hacia 8 meses salía corriendo del templo de cristal pensado que había sido maldita, y ahora hablaba de los ancestrales como si fueran pulgas.
Durante un segundo pensé que Eltrant me había entendido, pero no fue el caso. Todavía no tenía claro si lo hacía a propósito o si realmente el hombre no captaba ni una de mis indirectas.
Aparté el tema y me centré en el la tarea por la que había sido llamada. Eltrant me estaba presentando la estructura del extractor. Junté mis manos y estiré los dedos haciéndolos crujir.
-Estas usando runas en la estructura de una edificación que pretende sustraer éter. Según me cuentas toda esta zona es un hervidero mágico. Es muy posible que la runas estén colapsando, sería como... -Paré durante un segundo, pellizcándome el labio inferior. -como cuando estas en la herrería y quieres añadir metal a un arma. Pero el metal del arma es muy blando y cuando echas el hierro fundido encima, el arma se calienta y se derrite antes de que te des cuenta.
Mientras hablaba movía las manos intentando imitar la viscosidad del metal derritiéndose.
-Esto podría ser lo mismo, hay tanto éter en la zona que cuando pones la runas ¡puf! -Levanté las manos y las moví de dentro hacia afuera formando una abanico. -se rompen porque no aguantan la tensión a su alrededor. Lo que tenemos que hacer es aislar la zona donde va grabada la runa. -Me llevé el pulgar a la boca y mordí la yema pensativa. -Creo recordar que a los brujos se les pone unos grilletes especiales para que no usen magia. Necesitamos de ese metal. -Desvié la mirada de la estructura y miré a Eltrant. -Voy a necesitar 6 chapas de ese metal por cada viga con runa, y clavos en forma de U.
Sin darme cuenta comencé a dar pequeñas vueltas. Vey me seguía de cerca atendiendo al proceso.
-Para aislar por completo la runa tengo que cortar la viga y poner una plancha debajo de la runa y otra por encima. Después clavar las otras planchas y la sección de la viga con los clavos... si, y al final poner la runa y taparla con la última plancha. ¡Eltrant! -Paré en seco y Lavey casi se choca contra mi espalda. -Necesito un grupo de carpinteros y dragones... por lo menos cuatro. Esta estructura no se va a mover sola. Herreros, al ser posible que alguno sea brujo para supervisar el trabajo, seguro que ellos saben cómo tratar ese metal. Y cuerda, necesito muchísima cuerda... y que un brujo la encante para que no se rompa. Van a soportar mucho peso.
Con una sonrisa emocionada saqué un pañuelo del bolsillo, con un movimiento rápido lo até y coloque sobre mi cabeza dejando el pelo recogido y la frente tapada por la tela.
-Esto será divertido.
-Yo también te puedo mostrar algo -Sonreí y moví las cejas con picardía. -más grande que tu donde mete... -Tuve que dejar la frase a medias y soltar un grito ahogado. -¿Que mosca te ha picado, Vey?
Miraba a la niña mientras me cogía el pie y daba saltitos, ella solo respondió cruzándose de brazos y bufando.
Lavey había cambiado su actitud después de nuestra parada en el santuario Esmeralda. Cada vez que me acercaba a un hombre, se ponía agresiva conmigo o comenzaba a increpar al pobre diablo que quería seducir. Lo único que se me ocurría era que la muchacha estaba pasando por una fase de celosos adolescentes.
-¿Un... Ancestral? -Me quedé perpleja ante la noticia. -Eso... eso es malo. Los dioses no bajan al plano mortal para darnos caramelos.
-Puff, ancestrales. -Replicó Lavey poniendo los ojos en blanco. -Esos de dioses tienen lo que yo de hombre.
Por suerte la conversación acabó antes de que la rubia pudiera decir nada más. Era increíble como la joven había pasado en menos de un año de un extremo a otro. Hacia 8 meses salía corriendo del templo de cristal pensado que había sido maldita, y ahora hablaba de los ancestrales como si fueran pulgas.
Durante un segundo pensé que Eltrant me había entendido, pero no fue el caso. Todavía no tenía claro si lo hacía a propósito o si realmente el hombre no captaba ni una de mis indirectas.
Aparté el tema y me centré en el la tarea por la que había sido llamada. Eltrant me estaba presentando la estructura del extractor. Junté mis manos y estiré los dedos haciéndolos crujir.
-Estas usando runas en la estructura de una edificación que pretende sustraer éter. Según me cuentas toda esta zona es un hervidero mágico. Es muy posible que la runas estén colapsando, sería como... -Paré durante un segundo, pellizcándome el labio inferior. -como cuando estas en la herrería y quieres añadir metal a un arma. Pero el metal del arma es muy blando y cuando echas el hierro fundido encima, el arma se calienta y se derrite antes de que te des cuenta.
Mientras hablaba movía las manos intentando imitar la viscosidad del metal derritiéndose.
-Esto podría ser lo mismo, hay tanto éter en la zona que cuando pones la runas ¡puf! -Levanté las manos y las moví de dentro hacia afuera formando una abanico. -se rompen porque no aguantan la tensión a su alrededor. Lo que tenemos que hacer es aislar la zona donde va grabada la runa. -Me llevé el pulgar a la boca y mordí la yema pensativa. -Creo recordar que a los brujos se les pone unos grilletes especiales para que no usen magia. Necesitamos de ese metal. -Desvié la mirada de la estructura y miré a Eltrant. -Voy a necesitar 6 chapas de ese metal por cada viga con runa, y clavos en forma de U.
Sin darme cuenta comencé a dar pequeñas vueltas. Vey me seguía de cerca atendiendo al proceso.
-Para aislar por completo la runa tengo que cortar la viga y poner una plancha debajo de la runa y otra por encima. Después clavar las otras planchas y la sección de la viga con los clavos... si, y al final poner la runa y taparla con la última plancha. ¡Eltrant! -Paré en seco y Lavey casi se choca contra mi espalda. -Necesito un grupo de carpinteros y dragones... por lo menos cuatro. Esta estructura no se va a mover sola. Herreros, al ser posible que alguno sea brujo para supervisar el trabajo, seguro que ellos saben cómo tratar ese metal. Y cuerda, necesito muchísima cuerda... y que un brujo la encante para que no se rompa. Van a soportar mucho peso.
Con una sonrisa emocionada saqué un pañuelo del bolsillo, con un movimiento rápido lo até y coloque sobre mi cabeza dejando el pelo recogido y la frente tapada por la tela.
-Esto será divertido.
Reivy Abadder
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Re: El Extractor de Éter [Privado] [CERRADO]
Apuntó detenidamente todo lo que había pedido la dragona en un papel algo humedecido por culpa de la brisa marina y, tras confirmarlo una vez más con ella, se encaminó a través del campamento en busca de lo que la carpintera quería.
- Carpinteros, dragones… herreros… - Releyó por encima la nota mientras comenzaba a reunir a los hombres a su alrededor y a darle indicaciones.
Tuvo el equipo reunido con relativa rapidez y, más pronto que tarde, se encontraron de nuevo en el lugar en el que había dejado a Reivy y a su hija, siguiendo las órdenes de la dragona.
Antes de que el capataz volviese, no obstante, se aseguró de quitarse la armadura y dejar su equipo en la tienda que le habían preparado “para él” y tomar un grueso cinturón repleto de herramientas y cargar un pesado yunque a un carrito que condujo hasta la zona en la que ahora todos trabajaban.
Reivy había pedido herreros y no esperaba quedarse mirando de brazos cruzados como los demás trabajaban.
- ¿Qué hago? – Fue lo primero que preguntó al llegar, descargando el yunque y reuniendo a varios de los herreros a su alrededor.
Asintiendo a la petición de Reivy y de los varios arquitectos que había decidido que ayudasen a la norteña, pues él no tenía demasiada idea de todo lo demás, comenzó a reunir el metal y los distintos materiales que iba a usar.
Inspiró profundamente.
Debido al lugar en el que estaban calentar el metal era relativamente fácil. No sabía cómo, pero los dragones habían ideado una especie de fundición pequeña, transportable de la misma forma con la que podían transportar un yunque.
¿El problema? Se rompía con suma facilidad; algo que ver con las runas que hacían que la fragua fuese “portátil”. Pero daba igual, al final del día, aquellos armatostes de cerámica y metal cumplían su función más bien que mal y, por lo que le habían explicado, Friddel había preparado un cargamento de reemplazos.
Se remangó la camisa y comenzó a colocar el metal en la forja que tenía delante de él. Cuando el metal estuvo prácticamente al rojo vivo, lo sacó y comenzó a martillearlo repetidamente. Tras repetir esto mismo durante varias decenas de minutos, lo que consiguió fue una larga plancha de metal de varios centímetros de grosor que, rápidamente, dobló hasta conseguir un ángulo de noventa grados.
Aquel sería uno de los refuerzos para la estructura, justo como había dicho Reivy. Por supuesto el solo estaba haciendo una pequeña parte, no era más que una pequeña pieza en todo aquel sistema que él, como capataz, supuestamente estaba bajo su control.
Limpiándose el sudor que resbalaba por su frente con el antebrazo, sonrió al ver aquella pieza terminada y la enfrió rápidamente en el cubo de agua que tenía justo al lado.
- ¿Qué te parece? – dijo, mostrándole la pieza a Reivy, acercándose a ella de forma, quizás, muy repentina. No podía evitar emocionarse un poco al trabajar el metal: algo que había empezado como una necesidad se había vuelto, junto a la agricultura, en su pasión. – En esta parte puedo grabar todavía el símbolo que me pidas. – Señaló el interior del metal, la parte que estaría de cara a la madera. – De ese modo el tiempo no afectará tanto al metal y el símbolo tardará bastante más en desgastarse. – Advirtió, alzando la mirada a ver los nubarrones que se arremolinaban sobre la isla. – Aunque aquí solo llueve… ceniza. – Agregó, en un susurro.
- Carpinteros, dragones… herreros… - Releyó por encima la nota mientras comenzaba a reunir a los hombres a su alrededor y a darle indicaciones.
Tuvo el equipo reunido con relativa rapidez y, más pronto que tarde, se encontraron de nuevo en el lugar en el que había dejado a Reivy y a su hija, siguiendo las órdenes de la dragona.
Antes de que el capataz volviese, no obstante, se aseguró de quitarse la armadura y dejar su equipo en la tienda que le habían preparado “para él” y tomar un grueso cinturón repleto de herramientas y cargar un pesado yunque a un carrito que condujo hasta la zona en la que ahora todos trabajaban.
Reivy había pedido herreros y no esperaba quedarse mirando de brazos cruzados como los demás trabajaban.
- ¿Qué hago? – Fue lo primero que preguntó al llegar, descargando el yunque y reuniendo a varios de los herreros a su alrededor.
Asintiendo a la petición de Reivy y de los varios arquitectos que había decidido que ayudasen a la norteña, pues él no tenía demasiada idea de todo lo demás, comenzó a reunir el metal y los distintos materiales que iba a usar.
Inspiró profundamente.
Debido al lugar en el que estaban calentar el metal era relativamente fácil. No sabía cómo, pero los dragones habían ideado una especie de fundición pequeña, transportable de la misma forma con la que podían transportar un yunque.
¿El problema? Se rompía con suma facilidad; algo que ver con las runas que hacían que la fragua fuese “portátil”. Pero daba igual, al final del día, aquellos armatostes de cerámica y metal cumplían su función más bien que mal y, por lo que le habían explicado, Friddel había preparado un cargamento de reemplazos.
Se remangó la camisa y comenzó a colocar el metal en la forja que tenía delante de él. Cuando el metal estuvo prácticamente al rojo vivo, lo sacó y comenzó a martillearlo repetidamente. Tras repetir esto mismo durante varias decenas de minutos, lo que consiguió fue una larga plancha de metal de varios centímetros de grosor que, rápidamente, dobló hasta conseguir un ángulo de noventa grados.
Aquel sería uno de los refuerzos para la estructura, justo como había dicho Reivy. Por supuesto el solo estaba haciendo una pequeña parte, no era más que una pequeña pieza en todo aquel sistema que él, como capataz, supuestamente estaba bajo su control.
Limpiándose el sudor que resbalaba por su frente con el antebrazo, sonrió al ver aquella pieza terminada y la enfrió rápidamente en el cubo de agua que tenía justo al lado.
- ¿Qué te parece? – dijo, mostrándole la pieza a Reivy, acercándose a ella de forma, quizás, muy repentina. No podía evitar emocionarse un poco al trabajar el metal: algo que había empezado como una necesidad se había vuelto, junto a la agricultura, en su pasión. – En esta parte puedo grabar todavía el símbolo que me pidas. – Señaló el interior del metal, la parte que estaría de cara a la madera. – De ese modo el tiempo no afectará tanto al metal y el símbolo tardará bastante más en desgastarse. – Advirtió, alzando la mirada a ver los nubarrones que se arremolinaban sobre la isla. – Aunque aquí solo llueve… ceniza. – Agregó, en un susurro.
Eltrant Tale
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Re: El Extractor de Éter [Privado] [CERRADO]
El campamento comenzó a moverse, como si un crio hubiera golpeado un avispero. Apareció una escuadra de obreros dragón, con seis dragones ya transformados, un grupo de brujos corría con las manos llenas de sogas y otro de herreros llegaba con Eltrant.
-Delimita una zona donde puedas trabajar con los herreros, poneos lejos del extractor. -Hablaba hacia el humano, con una sonrisa eufórica. -Que los dioses no lo quieran, pero si el extractor se cae cuando lo levantemos, no querréis estar cerca. -Cogí aire y me dirigí hacia los obreros. -Vosotros ayuda a los brujos con las cuerdas, que vuestros hermanos esperen tras el extractor. Cuando las cuerdas estén encantadas atádselas y asegurarlas. -Los trabajadores asintieron y comenzaron a desplazarse al lugar designado. -Los carpinteros, coged sierras dobles y seguidme.
Los pilares de aquella estructura eran tan grandes, que las sierras comunes no eran lo suficiente largas, necesitaba carpinteros experimentados que supieran mantener la sierra doble, en tensión y siguiendo un ritmo constante, si alguno de los dos factores llegara a fallar la hoja de la sierra se doblaría.
-Bien, muchachos. -Dije alzando la voz, al llegar junto al extractor. -Quiero que cada pareja se vaya a uno de los pilares, el corte tiene que estar exactamente a 180 centímetros de los cimientos. Medidlo la veces que haga falta y marcar la línea ¡Quiero un corte limpio y recto! si sale cualquier otra cosa, la estructura se nos caerá encima al recolocarla. -Di unas palmadas y seguí caminando, hacia los dragones que esperaban tras el extractor. -Hola hermanos. -Saludé. -Los cuatro de vosotros que tengan más resistencia os encargareis de los pilares, mientras que los otros dos os harán de refuerzo sujetando las vigas. Es de extrema importancia que sigáis las órdenes al milímetro y que estéis completamente sincronizados. -Los seis dragones asintieron, al mismo tiempo que los obreros les colocaban las sogas. -Bien, vosotros. -Ahora volvía a hablar a los obreros. -Cuando terminéis aquí, id al extractor y atad el resto de cuerdas a las vigas y pilares, seréis la guía de los dragones para asegurar que la estructura se mueve en línea recta. Que los dragones se coloquen junto al extractor cuando estén listos. -Rápidamente regresé junto a los carpinteros. -¿Está todo preparado?
-Sí, Centella. -Respondió Lavey señalando a los hombres, que esperaban junto a los pilares con la sierra en la mano.
-¡Muy bien compañeros! colocad las sierras en la madera y marcadla.
Una vez más, los carpinteros obedecieron y el sonido de las sierras comenzó a inundar la zona, junto al eco de los yunques y los martillos. El aleteo de los dragones se unió durante un instante, hasta que aterrorizaron en sus lugares. Los obreros venían por detrás, con las sogas colgando de los hombros, con habilidad se subieron a lomos de sus hermanos y los usaron de escalera para colocar el juego completo de cuerdas.
-¡Por las ovejas voladoras de mi abuela! -Exclamé en un sobresalto, al escuchar a Eltrant a mi espalda. -Para ser un guerrero eres muy sigiloso. Es un trabajo excelente. -Comenté cogiendo la pieza. -Que las hagan todas así, de esta forma solo necesitaremos 3 piezas por pilar. Y grabad una runa contra la corrosión, así tardaran más en oxidarse. ¿Cómo vais con los clavos?
-Reivy, -Interrumpió Lavey. -están todos listos.
-Esplendido. Eltrant, -Puse una mano en su hombro al nombrarlo, al tiempo que le devolvía la pieza. -cruza los dedos. Esto puede salir o muy mal o muy bien. -Di un paso adelante y carraspee antes de alzar la voz. -Este es uno de los momentos más delicados. ¡Obreros! coged las sogas y esperad a que los dragones comiencen a mover el extractor. ¡Dragones! cuando os de la señal elevaos hasta que se tensen las cuerdas y quedaos en esa posición. -Hice una pausa y señalé a mi hija.- Cuando Lavey os de la orden comenzareis a subir la pieza, muy lentamente y de forma escalonada. ¡Si sentís que las cuerdas se quejan dejad de hacer fuerza y esperad una nueva orden! ¡Carpinteros! A mi señal comenzad a cortar y seguid el ritmo que marque.
Todos asintieron o rugieron, al instante siguiente se hizo el silencio.
-Carpinteros, comenzad a serrar. Uno... Dos... Uno... -Fui repitiendo aquellos números, hasta que el sonido de las sierras se ralentizó. -Dragones, tensad las cuerdas.
Los seis dragones alzaron el vuelo al unísono, hasta que las cuerdas se tensaron. El peso de la estructura comenzaba a recaer sobre los reptiles, en lugar de sobre la sierras.
-Carpinteros, proseguid. Uno... Dos... -El sonido de las sierras volvió a su cadencia inicial. -Vey, prepárate. -Toqué el hombro de mi hija. -Quiero que guíes a los dragones al ritmo que marco. Cada vez que yo diga "dos" tienes que alzar el puño para que ellos se eleven más. -La joven asintió. -Ahora Vey.
-¡Dragones, arriba con ella!
La joven voz de la rubia, rugió potente sobre los ruidos que la rodeaban. Con cada golpe de mi voz, se alzaba el puño de la adolescente seguido de un "arriba".
-Obreros, preparaos. El extractor está a punto de soltarse. Con vuestras cuerdas tenéis que evitar que la estructura haga movimientos bruscos. -Las sierras casi llegaban al otro extremo de los pilares. -¡Ahora Vey! que tiren con más fuerza.
-¡CON FUERZA CABRONES! ¿QUE SOIS, DRAGONES O RATONES?
Los dragones rugieron ante el grito agudo de la adolescente y batieron las alas. Las cuerdas emitieron pequeños quejidos al sentir la tensión, que se generaba entre la madera y el ímpetu de los dragones. Unos segundo después las sierras atravesaron los pilares por completo, y el esfuerzo extra de los reptiles se vio compensado con el peso añadido, al quedar liberada la estructura.
-Delimita una zona donde puedas trabajar con los herreros, poneos lejos del extractor. -Hablaba hacia el humano, con una sonrisa eufórica. -Que los dioses no lo quieran, pero si el extractor se cae cuando lo levantemos, no querréis estar cerca. -Cogí aire y me dirigí hacia los obreros. -Vosotros ayuda a los brujos con las cuerdas, que vuestros hermanos esperen tras el extractor. Cuando las cuerdas estén encantadas atádselas y asegurarlas. -Los trabajadores asintieron y comenzaron a desplazarse al lugar designado. -Los carpinteros, coged sierras dobles y seguidme.
Los pilares de aquella estructura eran tan grandes, que las sierras comunes no eran lo suficiente largas, necesitaba carpinteros experimentados que supieran mantener la sierra doble, en tensión y siguiendo un ritmo constante, si alguno de los dos factores llegara a fallar la hoja de la sierra se doblaría.
-Bien, muchachos. -Dije alzando la voz, al llegar junto al extractor. -Quiero que cada pareja se vaya a uno de los pilares, el corte tiene que estar exactamente a 180 centímetros de los cimientos. Medidlo la veces que haga falta y marcar la línea ¡Quiero un corte limpio y recto! si sale cualquier otra cosa, la estructura se nos caerá encima al recolocarla. -Di unas palmadas y seguí caminando, hacia los dragones que esperaban tras el extractor. -Hola hermanos. -Saludé. -Los cuatro de vosotros que tengan más resistencia os encargareis de los pilares, mientras que los otros dos os harán de refuerzo sujetando las vigas. Es de extrema importancia que sigáis las órdenes al milímetro y que estéis completamente sincronizados. -Los seis dragones asintieron, al mismo tiempo que los obreros les colocaban las sogas. -Bien, vosotros. -Ahora volvía a hablar a los obreros. -Cuando terminéis aquí, id al extractor y atad el resto de cuerdas a las vigas y pilares, seréis la guía de los dragones para asegurar que la estructura se mueve en línea recta. Que los dragones se coloquen junto al extractor cuando estén listos. -Rápidamente regresé junto a los carpinteros. -¿Está todo preparado?
-Sí, Centella. -Respondió Lavey señalando a los hombres, que esperaban junto a los pilares con la sierra en la mano.
-¡Muy bien compañeros! colocad las sierras en la madera y marcadla.
Una vez más, los carpinteros obedecieron y el sonido de las sierras comenzó a inundar la zona, junto al eco de los yunques y los martillos. El aleteo de los dragones se unió durante un instante, hasta que aterrorizaron en sus lugares. Los obreros venían por detrás, con las sogas colgando de los hombros, con habilidad se subieron a lomos de sus hermanos y los usaron de escalera para colocar el juego completo de cuerdas.
-¡Por las ovejas voladoras de mi abuela! -Exclamé en un sobresalto, al escuchar a Eltrant a mi espalda. -Para ser un guerrero eres muy sigiloso. Es un trabajo excelente. -Comenté cogiendo la pieza. -Que las hagan todas así, de esta forma solo necesitaremos 3 piezas por pilar. Y grabad una runa contra la corrosión, así tardaran más en oxidarse. ¿Cómo vais con los clavos?
-Reivy, -Interrumpió Lavey. -están todos listos.
-Esplendido. Eltrant, -Puse una mano en su hombro al nombrarlo, al tiempo que le devolvía la pieza. -cruza los dedos. Esto puede salir o muy mal o muy bien. -Di un paso adelante y carraspee antes de alzar la voz. -Este es uno de los momentos más delicados. ¡Obreros! coged las sogas y esperad a que los dragones comiencen a mover el extractor. ¡Dragones! cuando os de la señal elevaos hasta que se tensen las cuerdas y quedaos en esa posición. -Hice una pausa y señalé a mi hija.- Cuando Lavey os de la orden comenzareis a subir la pieza, muy lentamente y de forma escalonada. ¡Si sentís que las cuerdas se quejan dejad de hacer fuerza y esperad una nueva orden! ¡Carpinteros! A mi señal comenzad a cortar y seguid el ritmo que marque.
Todos asintieron o rugieron, al instante siguiente se hizo el silencio.
-Carpinteros, comenzad a serrar. Uno... Dos... Uno... -Fui repitiendo aquellos números, hasta que el sonido de las sierras se ralentizó. -Dragones, tensad las cuerdas.
Los seis dragones alzaron el vuelo al unísono, hasta que las cuerdas se tensaron. El peso de la estructura comenzaba a recaer sobre los reptiles, en lugar de sobre la sierras.
-Carpinteros, proseguid. Uno... Dos... -El sonido de las sierras volvió a su cadencia inicial. -Vey, prepárate. -Toqué el hombro de mi hija. -Quiero que guíes a los dragones al ritmo que marco. Cada vez que yo diga "dos" tienes que alzar el puño para que ellos se eleven más. -La joven asintió. -Ahora Vey.
-¡Dragones, arriba con ella!
La joven voz de la rubia, rugió potente sobre los ruidos que la rodeaban. Con cada golpe de mi voz, se alzaba el puño de la adolescente seguido de un "arriba".
-Obreros, preparaos. El extractor está a punto de soltarse. Con vuestras cuerdas tenéis que evitar que la estructura haga movimientos bruscos. -Las sierras casi llegaban al otro extremo de los pilares. -¡Ahora Vey! que tiren con más fuerza.
-¡CON FUERZA CABRONES! ¿QUE SOIS, DRAGONES O RATONES?
Los dragones rugieron ante el grito agudo de la adolescente y batieron las alas. Las cuerdas emitieron pequeños quejidos al sentir la tensión, que se generaba entre la madera y el ímpetu de los dragones. Unos segundo después las sierras atravesaron los pilares por completo, y el esfuerzo extra de los reptiles se vio compensado con el peso añadido, al quedar liberada la estructura.
Reivy Abadder
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Re: El Extractor de Éter [Privado] [CERRADO]
Martilleó repetidamente el metal que tenía delante de sus ojos, escuchando, además, los gritos de la adolescente sobrepasar los rugidos de los dragones que levantaban la estructura que estaban construyendo.
Sonrió, girándose un poco a mirar a mirar a la chica por encima de su hombro. ¿Qué clase de adolescente tenía la dragona por hija? Parecía ser ella la encargada del lugar, y parecía orgullosa de ello.
Sacudiendo la cabeza riendo en voz baja, aguardó unos segundos a ver como la estructura quedaba finalmente en pie y asintió conforme con el resultado antes de seguir trabajando.
Si seguían a aquel ritmo acabarían rápidamente.
Se centró en lo que tenía entre manos: tres piezas de metal como la que había hecho por pilar, además de grabar runas que combatirían la herrumbre que, con el tiempo, trataría de comerse el metal.
Eso último, por supuesto, no estaba a su cargo. Pero tendría que llamar a un par de brujos que fuesen recuperando las piezas que fuese terminando.
Con el molde de la primera pieza terminado, el resto fue fácil, monótono incluso. El resto de su trabajo se limitó a verter el metal en el molde y trabajarlo durante una decena de minutos de forma mecánica para asegurarse de que este no tenía impurezas.
Después, un joven Hombre-Bestia, un perro o un lobo por su apariencia que aún no llegaría a la veintena de edad, venía a por el acero y las llevaba hasta su “maestra”, una mujer canosa ataviada con una larga túnica de color carmesí que se encargaba de tallar las runas mientras el metal aun estuviese caliente.
Repitió este proceso hasta, quizás, una veintena de veces.
Respirando profundamente, relativamente cansado, se limpió la cara con un trapo que humedeció en un cubo de agua que descansaba a su lado y se levantó de su asiento para estirar ambos brazos por encima de su cabeza.
Iban a buen ritmo, era posible que Friddel dejase de odiarle a muerte y todo después de aquello.
Sobre todo, después de que Reivy hubiese tomado la iniciativa como líder. Era obvio que estaba habituada a realizar construcciones como aquellas; los extractores de éter, aun cuando él mismo no comprendía del todo como funcionaban, progresaban adecuadamente.
- Esto... ¿Capataz Tale? – Se giró sobre sí mismo cuando una voz desconocida capto su atención. – Necesitamos… los… - Una joven rubia, bruja por la túnica que llevaba, jugueteaba con la larga trenza que llegaba hasta su cuello algo nerviosa. – Los almacenes para el éter. – dijo al final, Eltrant enarcó una ceja, evidentemente perdido con todo aquello.
¿Un almacén? ¿Debían de construir pequeños edificios ahora?
La mujer sacudió la cabeza.
- No es lo que tienes en mente. – dijo, sonriendo, con algo más de confianza. – Cilindros de metal, macizos. – dijo. – Como de este esta altura. – Agregó, colocando la mano derecha a la altura de su propio hombro como única unidad de medida. – Una runa en la base y otra en la parte superior concentraran el éter en el metal y este no saldrá desperdigado por ahí. – Eltrant entornó ambos ojos, pensativo, y se rascó la barba.
- No lo entiendo. ¿Pero solo queréis piezas de metal de ese tamaño? – Asintió. – Me encargaré de… - Desvió su atención a lo que, en la linde de su visión, era la figura del chico-bestia dando largas zancadas hacia dónde la hija de Reivy trabajaba. – Un momento. – Le dijo a la bruja que, algo confusa, asintió y volvió a su lugar de trabajo.
Por lo que parecía desde la distancia, el muchacho estaba algo nervioso, y trataba de decirle algo a joven. Aunque no la miraba directamente, sus ojos iban y venían del rostro de la protegida de Centella hasta sus propias botas en un bucle prácticamente infinito.
- ¿Has visto eso? – Le preguntó a Reivy, colocándose junto a ella y cruzándose de brazos. – Ay, la juventud… - dijo, sonriendo escuetamente. El joven casanova parecía decidido a… algo.
Fuese como fuese, tenían trabajo que hacer; aunque le parecía lo correcto avisar a la dragona antes de dejar pasar aquello.
Sonrió, girándose un poco a mirar a mirar a la chica por encima de su hombro. ¿Qué clase de adolescente tenía la dragona por hija? Parecía ser ella la encargada del lugar, y parecía orgullosa de ello.
Sacudiendo la cabeza riendo en voz baja, aguardó unos segundos a ver como la estructura quedaba finalmente en pie y asintió conforme con el resultado antes de seguir trabajando.
Si seguían a aquel ritmo acabarían rápidamente.
Se centró en lo que tenía entre manos: tres piezas de metal como la que había hecho por pilar, además de grabar runas que combatirían la herrumbre que, con el tiempo, trataría de comerse el metal.
Eso último, por supuesto, no estaba a su cargo. Pero tendría que llamar a un par de brujos que fuesen recuperando las piezas que fuese terminando.
Con el molde de la primera pieza terminado, el resto fue fácil, monótono incluso. El resto de su trabajo se limitó a verter el metal en el molde y trabajarlo durante una decena de minutos de forma mecánica para asegurarse de que este no tenía impurezas.
Después, un joven Hombre-Bestia, un perro o un lobo por su apariencia que aún no llegaría a la veintena de edad, venía a por el acero y las llevaba hasta su “maestra”, una mujer canosa ataviada con una larga túnica de color carmesí que se encargaba de tallar las runas mientras el metal aun estuviese caliente.
Repitió este proceso hasta, quizás, una veintena de veces.
Respirando profundamente, relativamente cansado, se limpió la cara con un trapo que humedeció en un cubo de agua que descansaba a su lado y se levantó de su asiento para estirar ambos brazos por encima de su cabeza.
Iban a buen ritmo, era posible que Friddel dejase de odiarle a muerte y todo después de aquello.
Sobre todo, después de que Reivy hubiese tomado la iniciativa como líder. Era obvio que estaba habituada a realizar construcciones como aquellas; los extractores de éter, aun cuando él mismo no comprendía del todo como funcionaban, progresaban adecuadamente.
- Esto... ¿Capataz Tale? – Se giró sobre sí mismo cuando una voz desconocida capto su atención. – Necesitamos… los… - Una joven rubia, bruja por la túnica que llevaba, jugueteaba con la larga trenza que llegaba hasta su cuello algo nerviosa. – Los almacenes para el éter. – dijo al final, Eltrant enarcó una ceja, evidentemente perdido con todo aquello.
¿Un almacén? ¿Debían de construir pequeños edificios ahora?
La mujer sacudió la cabeza.
- No es lo que tienes en mente. – dijo, sonriendo, con algo más de confianza. – Cilindros de metal, macizos. – dijo. – Como de este esta altura. – Agregó, colocando la mano derecha a la altura de su propio hombro como única unidad de medida. – Una runa en la base y otra en la parte superior concentraran el éter en el metal y este no saldrá desperdigado por ahí. – Eltrant entornó ambos ojos, pensativo, y se rascó la barba.
- No lo entiendo. ¿Pero solo queréis piezas de metal de ese tamaño? – Asintió. – Me encargaré de… - Desvió su atención a lo que, en la linde de su visión, era la figura del chico-bestia dando largas zancadas hacia dónde la hija de Reivy trabajaba. – Un momento. – Le dijo a la bruja que, algo confusa, asintió y volvió a su lugar de trabajo.
Por lo que parecía desde la distancia, el muchacho estaba algo nervioso, y trataba de decirle algo a joven. Aunque no la miraba directamente, sus ojos iban y venían del rostro de la protegida de Centella hasta sus propias botas en un bucle prácticamente infinito.
- ¿Has visto eso? – Le preguntó a Reivy, colocándose junto a ella y cruzándose de brazos. – Ay, la juventud… - dijo, sonriendo escuetamente. El joven casanova parecía decidido a… algo.
Fuese como fuese, tenían trabajo que hacer; aunque le parecía lo correcto avisar a la dragona antes de dejar pasar aquello.
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
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Re: El Extractor de Éter [Privado] [CERRADO]
Respiré aliviada al ver que la estructura se quedaba suspendida en el aire.
-Bien, Vey encárgate de guiarlos al terreno libre. -Puse la mano sobre el hombro de la adolescente y sonreí. -Cuando acaben que descansen y vuelve aquí.
Lavey asintió con energía y comenzó a dar voces.
Las siguientes instrucciones fueron más sencillas.
Los carpinteros tan solo tuvieron que serrar un segundo pedazo de los pilares, luego comenzarían a colocar las placas de metal hasta dejar completamente aislado el bloque de madera, donde un arcanista se haría cargo de colocar la runa antes de que la madera se sellara por completo.
Todo estaba saliendo a pedir de boca.
La dragoncilla se había quedado hablando con los obreros y dragones que movían la estructura. Les ofrecía agua de su propio odre y hacía llamar a alguien para que trajeran unos cubos para los reptiles, que seguían sin cambiar de forma a la espera de nuevas instrucciones.
-Hola. -Un joven hombre-bestia con rasgos caninos saludaba a Lavey con energía. -ME podrías...
La fuerza se le fue por la boca y agachó la mirada al suelo. Vey, que no entendía bien lo que el muchacho quería, le ofreció el odre. El lobo, levantó la cabeza sorprendido y tomó el agua, aunque no era eso lo que quería.
-Gracias.
Lavey sonrió al recuperar su pertenencia y el chico volvió a bajar la vista. Él era mucho más alto que la rubia, pero bajaba tanto la mirada que cuando quería volver a mirar a la dragona tenía que levantar la cabeza.
-Mi maestra ya ha grabado las runas en los apliques de los pilares y me ha dicho que tengo tiempo libre. -Lavey lo miraba atentamente, miraba el movimiento de las orejas y de la cola. -Y me preguntaba si... si querrías dar una vuelta por la playa, conmigo.
La rubia se rio en voz baja, sonrió y se colocó un mechón tras la oreja.
-¿Cómo te llamas?
Aquella pregunta pilló desprevenido al cachorro, tan nervioso estaba que no se había presentado.
-Garraveloz. -El joven levantó la cabeza e hincho el pecho. -Mi madre es una licantropa y mi padre un hombre lobo... o sea un licántropo no. -Garraveloz agachó las orejas. -es un hombre-bestia lobo.
-Encantada de conocerte Garraveloz. -Lavey no pudo evitar reír ante la presentación del chico. Ahora entendía porque su madre hacia lo mismo cuando era ella la homenajeada. -Yo soy Lavey. -El canido comenzó a mover la cola con energía. -Y me gustaría pasear contigo.
Garraveloz sonrió y levantó las orejas, Lavey le hizo un gesto con el dedo para que se acachara y el animal obedeció. En cuanto su cabeza estuvo a la altura suficiente, la rubia estiró la mano y le acaricio la cabeza como si tratara con una perro al uso.
-Relájate, no muerdo.
-Pero yo sí.
Interrumpí la charla de tortolitos. Me faltaron piernas para acudir a la escena cuando Eltrant me alertó de lo que sucedía.
-Ya que no tienes nada que hacer, ve con el capataz y ayúdale hacer las barras de almacenaje. -Me crucé de brazos a la altura del pecho, él herrero humano había conseguido ponerme al día antes de que saliera a espantar moscones. -Los pilares ya están preparados, Vey ordena a los obreros que comiencen la maniobra de anclaje.
La rubia frunció el ceño, el lobo agachó las orejas y se dio media vuelta. Lavey me respondió con un seco "vale" y cuando giré sobre mis talones silbó. El lobo levantó la cola y se giró para escuchar como la lagartija le decía un "nos vemos luego", el animalillo salió corriendo a cuatro patas sin dejar de mover el rabo.
-Adolescentes... -Suspiré al tiempo que me apretaba el puente de la nariz. -Cualquiera de estos días la encierro en una torre, otra vez. -Estiré la espalda y volví a mi puesto de trabajo. -Tengo que invitar a Eltrant a una cerveza.
-Bien, Vey encárgate de guiarlos al terreno libre. -Puse la mano sobre el hombro de la adolescente y sonreí. -Cuando acaben que descansen y vuelve aquí.
Lavey asintió con energía y comenzó a dar voces.
Las siguientes instrucciones fueron más sencillas.
Los carpinteros tan solo tuvieron que serrar un segundo pedazo de los pilares, luego comenzarían a colocar las placas de metal hasta dejar completamente aislado el bloque de madera, donde un arcanista se haría cargo de colocar la runa antes de que la madera se sellara por completo.
Todo estaba saliendo a pedir de boca.
La dragoncilla se había quedado hablando con los obreros y dragones que movían la estructura. Les ofrecía agua de su propio odre y hacía llamar a alguien para que trajeran unos cubos para los reptiles, que seguían sin cambiar de forma a la espera de nuevas instrucciones.
-Hola. -Un joven hombre-bestia con rasgos caninos saludaba a Lavey con energía. -ME podrías...
La fuerza se le fue por la boca y agachó la mirada al suelo. Vey, que no entendía bien lo que el muchacho quería, le ofreció el odre. El lobo, levantó la cabeza sorprendido y tomó el agua, aunque no era eso lo que quería.
-Gracias.
Lavey sonrió al recuperar su pertenencia y el chico volvió a bajar la vista. Él era mucho más alto que la rubia, pero bajaba tanto la mirada que cuando quería volver a mirar a la dragona tenía que levantar la cabeza.
-Mi maestra ya ha grabado las runas en los apliques de los pilares y me ha dicho que tengo tiempo libre. -Lavey lo miraba atentamente, miraba el movimiento de las orejas y de la cola. -Y me preguntaba si... si querrías dar una vuelta por la playa, conmigo.
La rubia se rio en voz baja, sonrió y se colocó un mechón tras la oreja.
-¿Cómo te llamas?
Aquella pregunta pilló desprevenido al cachorro, tan nervioso estaba que no se había presentado.
-Garraveloz. -El joven levantó la cabeza e hincho el pecho. -Mi madre es una licantropa y mi padre un hombre lobo... o sea un licántropo no. -Garraveloz agachó las orejas. -es un hombre-bestia lobo.
-Encantada de conocerte Garraveloz. -Lavey no pudo evitar reír ante la presentación del chico. Ahora entendía porque su madre hacia lo mismo cuando era ella la homenajeada. -Yo soy Lavey. -El canido comenzó a mover la cola con energía. -Y me gustaría pasear contigo.
Garraveloz sonrió y levantó las orejas, Lavey le hizo un gesto con el dedo para que se acachara y el animal obedeció. En cuanto su cabeza estuvo a la altura suficiente, la rubia estiró la mano y le acaricio la cabeza como si tratara con una perro al uso.
-Relájate, no muerdo.
-Pero yo sí.
Interrumpí la charla de tortolitos. Me faltaron piernas para acudir a la escena cuando Eltrant me alertó de lo que sucedía.
-Ya que no tienes nada que hacer, ve con el capataz y ayúdale hacer las barras de almacenaje. -Me crucé de brazos a la altura del pecho, él herrero humano había conseguido ponerme al día antes de que saliera a espantar moscones. -Los pilares ya están preparados, Vey ordena a los obreros que comiencen la maniobra de anclaje.
La rubia frunció el ceño, el lobo agachó las orejas y se dio media vuelta. Lavey me respondió con un seco "vale" y cuando giré sobre mis talones silbó. El lobo levantó la cola y se giró para escuchar como la lagartija le decía un "nos vemos luego", el animalillo salió corriendo a cuatro patas sin dejar de mover el rabo.
-Adolescentes... -Suspiré al tiempo que me apretaba el puente de la nariz. -Cualquiera de estos días la encierro en una torre, otra vez. -Estiré la espalda y volví a mi puesto de trabajo. -Tengo que invitar a Eltrant a una cerveza.
Reivy Abadder
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Re: El Extractor de Éter [Privado] [CERRADO]
Esbozó una sonrisa al ver como Reivy apartaba al muchacho, a “Garraveloz”, de su hija. No le fue ninguna sorpresa, si bien no podía afirmar que conocía completamente a la dragona, sí que era capaz de ver que una madre bastante protectora.
Cuando el lobo se acercó hasta dónde había comenzado a trabajar Eltrant parecía, contra todo pronóstico, de buen humor. Era raro, una sola mirada de Reivy solía bastar para espantar a todos los jóvenes que se atrevían a acercarse a la rubia con la intención de “dar un paseo”.
- ¿Vienes a ayudarme? – Preguntó, robándole las palabras de la boca al chico antes de que ese tuviese tiempo a decir nada. – Vale, acércame el martillo. – Pidió, forzando al muchacho a que se moviese y dejase de mirar desde dónde estaba a Lavey.
Aunque Eltrant fuese a hacer, básicamente, cilindros de metal de aproximadamente medio metro de alto y unos treinta centímetros de grosor… la tarea era más compleja de lo que parecía. Para empezar, tenía que asegurarse de que el metal quedaba uniforme, de que el objeto final no acababa con burbujas de aire en el interior.
- Señor Capataz. – Garraveloz apareció a su lado con lo que le había pedido. – Señor Tale… - dijo ahora, algo ausente, volviendo a girarse sobre sí mismo.
Suspirando escuetamente, Eltrant puso los ojos en blanco y tomó la herramienta, asegurándose, sin embargo, de chasquear lo dedos varias veces para volver a captar la atención del muchacho.
- Llámame Eltrant. – Aseguró, martilleando repetidamente la amalgama de metal que tenía delante de él. – Y céntrate un poco… - dijo a continuación, girándose hacia el chico.
- Lo siento señor Eltrant. – El mencionado puso los ojos en blanco y volvió al trabajo. – Es solo que… - Eltrant volvió a detenerse, otra vez, y tomó un cubo de agua con el que se encargó de enfriar un poco el metal, para evitar que se deformase.
- ¿Es solo que…? – dijo, mostrando algo de interés en lo que el joven tenía que decir.
- Es… es tan… - Pudo ver como prácticamente le brillaban los ojos mientras meneaba la cola, volviendo a clavar su mirada en el lugar en el que estaba la rubia. – Tan… increíble. - Eltrant dejó escapar un suspiro y se volvió completamente hacia el perro. – Pero su madre da miedo. – Inspirando por la nariz con fuerza, Eltrant se pasó la mano por el pelo, peinándolo pobremente.
- Deja de darle vueltas. ¿Es que no has visto cómo te ha mirado Lavey? – Le dijo. – Por mucho que su madre le diga que no vaya contigo… - Se rascó la barba y acabó encogiéndose de hombros. – Bueno, tú me entiendes. – dijo tomando más metal y lanzándolo a la forja.
- No te entiendo. Explícame, Maestro. – dijo Garraveloz acercando un taburete a donde estaba Eltrant, como si empezase a creer que el errante era una especie de eminencia en todo lo relacionado con el amor.
Entrecerrando los ojos, Eltrant miró casualmente a Reivy y después se volvió hacia el muchacho.
- ¿Es que quieres que me mate? – Preguntó, entregándole un martillo. – Trabaja – Le ordenó.
- ¡Pero Maestro! – dijo, suplicante, levantándose de su asiento y zarandeando al exmercenario. - ¡Soy presa de mis sentimientos! ¡Ayúdame! - Exigió después, acelerando el ritmo de las sacudidas.
- ¡Vale, vale! – Eltrant se zafó del agarre del muchacho y se cruzó de brazos.
- Ilumíname, Maestro. – dijo volviendo a sentarse, colocando ambas manos sobre sus piernas mientras movía la cola expectante.
- Prefiero que me llames capataz a eso… - Musitó Eltrant frotándose el entrecejo, tratando de obviar el punzante dolor de cabeza que le proporcionaba toda aquella situación. – Está bien… - dijo al final. – Le gustas. – El lobo esbozó una sonrisa enorme, Eltrant miró a los lados, temiendo ver a aparecer a la dragona a su espalda de improviso y pillarle a mitad de la explicación. – Se… tú mismo, imagino. No la trates como si fuese estúpida o algo así y todo irá bien. – Se volvió hacia la barra de metal. – Y se acabó la explicación, acércame el cincel. – Comentó extendiendo la mano hacia donde estaba Garraveloz
- ¡Por supuesto, Maestro! – Aseveró el can rápidamente. - ¡Es usted todo un experto en este tema! – Eltrant agachó la cabeza, dejando escapar todo el aire que contenía en los pulmones.
Cuando el lobo se acercó hasta dónde había comenzado a trabajar Eltrant parecía, contra todo pronóstico, de buen humor. Era raro, una sola mirada de Reivy solía bastar para espantar a todos los jóvenes que se atrevían a acercarse a la rubia con la intención de “dar un paseo”.
- ¿Vienes a ayudarme? – Preguntó, robándole las palabras de la boca al chico antes de que ese tuviese tiempo a decir nada. – Vale, acércame el martillo. – Pidió, forzando al muchacho a que se moviese y dejase de mirar desde dónde estaba a Lavey.
Aunque Eltrant fuese a hacer, básicamente, cilindros de metal de aproximadamente medio metro de alto y unos treinta centímetros de grosor… la tarea era más compleja de lo que parecía. Para empezar, tenía que asegurarse de que el metal quedaba uniforme, de que el objeto final no acababa con burbujas de aire en el interior.
- Señor Capataz. – Garraveloz apareció a su lado con lo que le había pedido. – Señor Tale… - dijo ahora, algo ausente, volviendo a girarse sobre sí mismo.
Suspirando escuetamente, Eltrant puso los ojos en blanco y tomó la herramienta, asegurándose, sin embargo, de chasquear lo dedos varias veces para volver a captar la atención del muchacho.
- Llámame Eltrant. – Aseguró, martilleando repetidamente la amalgama de metal que tenía delante de él. – Y céntrate un poco… - dijo a continuación, girándose hacia el chico.
- Lo siento señor Eltrant. – El mencionado puso los ojos en blanco y volvió al trabajo. – Es solo que… - Eltrant volvió a detenerse, otra vez, y tomó un cubo de agua con el que se encargó de enfriar un poco el metal, para evitar que se deformase.
- ¿Es solo que…? – dijo, mostrando algo de interés en lo que el joven tenía que decir.
- Es… es tan… - Pudo ver como prácticamente le brillaban los ojos mientras meneaba la cola, volviendo a clavar su mirada en el lugar en el que estaba la rubia. – Tan… increíble. - Eltrant dejó escapar un suspiro y se volvió completamente hacia el perro. – Pero su madre da miedo. – Inspirando por la nariz con fuerza, Eltrant se pasó la mano por el pelo, peinándolo pobremente.
- Deja de darle vueltas. ¿Es que no has visto cómo te ha mirado Lavey? – Le dijo. – Por mucho que su madre le diga que no vaya contigo… - Se rascó la barba y acabó encogiéndose de hombros. – Bueno, tú me entiendes. – dijo tomando más metal y lanzándolo a la forja.
- No te entiendo. Explícame, Maestro. – dijo Garraveloz acercando un taburete a donde estaba Eltrant, como si empezase a creer que el errante era una especie de eminencia en todo lo relacionado con el amor.
Entrecerrando los ojos, Eltrant miró casualmente a Reivy y después se volvió hacia el muchacho.
- ¿Es que quieres que me mate? – Preguntó, entregándole un martillo. – Trabaja – Le ordenó.
- ¡Pero Maestro! – dijo, suplicante, levantándose de su asiento y zarandeando al exmercenario. - ¡Soy presa de mis sentimientos! ¡Ayúdame! - Exigió después, acelerando el ritmo de las sacudidas.
- ¡Vale, vale! – Eltrant se zafó del agarre del muchacho y se cruzó de brazos.
- Ilumíname, Maestro. – dijo volviendo a sentarse, colocando ambas manos sobre sus piernas mientras movía la cola expectante.
- Prefiero que me llames capataz a eso… - Musitó Eltrant frotándose el entrecejo, tratando de obviar el punzante dolor de cabeza que le proporcionaba toda aquella situación. – Está bien… - dijo al final. – Le gustas. – El lobo esbozó una sonrisa enorme, Eltrant miró a los lados, temiendo ver a aparecer a la dragona a su espalda de improviso y pillarle a mitad de la explicación. – Se… tú mismo, imagino. No la trates como si fuese estúpida o algo así y todo irá bien. – Se volvió hacia la barra de metal. – Y se acabó la explicación, acércame el cincel. – Comentó extendiendo la mano hacia donde estaba Garraveloz
- ¡Por supuesto, Maestro! – Aseveró el can rápidamente. - ¡Es usted todo un experto en este tema! – Eltrant agachó la cabeza, dejando escapar todo el aire que contenía en los pulmones.
Eltrant Tale
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Re: El Extractor de Éter [Privado] [CERRADO]
-Sabes que no lo volverás a ver, ¿verdad?
Tenía una ceja levantada, y al oír el silbido de mi hija, había dejado de caminar y regresado hasta su posición.
-Quien sabe. -Respondió ella. -Su madre es licantropa, igual vive el Ulmer.
-Y sabes que no está bien jugar con los sentimientos ajenos. ¿Cierto?
Mi voz sonaba relajada y seria, ahora mi rostro denotaba cierto nivel de preocupación, pese al intenso enfado que acababa de mostrar segundos antes.
-Pero tú juegas todo el tiempo con los sentimientos de otros. -Replicó la rubia. -Además, solo quiero dar un paseo con alguien de mi edad. ¿Tan malo es eso?
-Yo no juego con los sentimientos de los demás. -Moví las manos con un notable gesto de ofensa. -Las mujeres y hombres con las que paso mi... tiempo privado, saben perfectamente donde se meten. -Suspiré. -Aun eres joven para entender los juegos adultos.
-Y tú eres muy vieja para entender los juegos de los jóvenes. -Espetó Lavey girando la cabeza. -Tienes el cerebro podrido -la joven se cruzó de brazos -, pervertida.
Abrí la boca, no iba a dejar que aquella insolencia quedara impune, pero cuando mis cuerdas comenzaban a vocalizar, una campana repicó con rapidez seguida de unas cuantas voces que anunciaban la llegada de la comida.
-Esta conversación no se ha terminado, señorita. Ve a por ese perro tuyo e id a comer a la playa.
La adolescente apretó las cejas un instante, luego sonrió agradecida y por último se puso seria y se hizo la dura.
-Es un lobo no un perro. Y no necesito tu aprobación, habría ido de todas formas.
Lavey echó a correr hacia la herrería improvisada del humano al mando antes de que yo pudiera contestarle algo más.
-Hola Eltrant, es hora de comer. -Sin dejar hueco a discusiones la rubia agarró al joven peludo del brazo. -Me llevo a Garraveloz. Pero te lo traeré de vuelta, prometido.
La dragoncilla se rio tras poner punto y final a la conversación con el capataz, salió corriendo hacia la zona donde repartían las viandas y emprendió su camino hacia la playa.
-No digas nada. -Le dije, levantando una mano al llegar junto al castaño. -Está en plena adolescencia y se vuelto incontrolable. -Alcé la vista al cielo con resignación. -Vallamos a comer, necesito un descanso.
Tenía una ceja levantada, y al oír el silbido de mi hija, había dejado de caminar y regresado hasta su posición.
-Quien sabe. -Respondió ella. -Su madre es licantropa, igual vive el Ulmer.
-Y sabes que no está bien jugar con los sentimientos ajenos. ¿Cierto?
Mi voz sonaba relajada y seria, ahora mi rostro denotaba cierto nivel de preocupación, pese al intenso enfado que acababa de mostrar segundos antes.
-Pero tú juegas todo el tiempo con los sentimientos de otros. -Replicó la rubia. -Además, solo quiero dar un paseo con alguien de mi edad. ¿Tan malo es eso?
-Yo no juego con los sentimientos de los demás. -Moví las manos con un notable gesto de ofensa. -Las mujeres y hombres con las que paso mi... tiempo privado, saben perfectamente donde se meten. -Suspiré. -Aun eres joven para entender los juegos adultos.
-Y tú eres muy vieja para entender los juegos de los jóvenes. -Espetó Lavey girando la cabeza. -Tienes el cerebro podrido -la joven se cruzó de brazos -, pervertida.
Abrí la boca, no iba a dejar que aquella insolencia quedara impune, pero cuando mis cuerdas comenzaban a vocalizar, una campana repicó con rapidez seguida de unas cuantas voces que anunciaban la llegada de la comida.
-Esta conversación no se ha terminado, señorita. Ve a por ese perro tuyo e id a comer a la playa.
La adolescente apretó las cejas un instante, luego sonrió agradecida y por último se puso seria y se hizo la dura.
-Es un lobo no un perro. Y no necesito tu aprobación, habría ido de todas formas.
Lavey echó a correr hacia la herrería improvisada del humano al mando antes de que yo pudiera contestarle algo más.
-Hola Eltrant, es hora de comer. -Sin dejar hueco a discusiones la rubia agarró al joven peludo del brazo. -Me llevo a Garraveloz. Pero te lo traeré de vuelta, prometido.
La dragoncilla se rio tras poner punto y final a la conversación con el capataz, salió corriendo hacia la zona donde repartían las viandas y emprendió su camino hacia la playa.
-No digas nada. -Le dije, levantando una mano al llegar junto al castaño. -Está en plena adolescencia y se vuelto incontrolable. -Alcé la vista al cielo con resignación. -Vallamos a comer, necesito un descanso.
Reivy Abadder
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Re: El Extractor de Éter [Privado] [CERRADO]
Nora llevaba media mañana mezclando compuestos bajo las órdenes de una bruja recia y austera que no había mostrado la más mínima señal de haberla reconocido, a pesar de que le había dado clases en el Hekshold durante más de cinco años. Así de invisible era para todos.
Suspiró y su mente volvió a desviarse hacia la muchacha con la que había viajado en barco desde Dundarak. Tan chiquita como ella, pero mientras que la propia Nora se veía frágil y efímera, la muchacha rubia se mostraba llena de fuerza y seguridad, arrogante incluso. La joven bruja se había pasado el viaje buscando excusas para acercarse y entablar conversación con la muchacha, pero a la hora de la verdad, los nervios podían con ella y acababa echándose atrás antes de empezar.
Nada más llegar a la isla, las separaron. Nora debía encargarse de la elaboración de las tintas que apoyarían los grabados arcanos del extractor y los contenedores. Debido a la cantidad de éter en el ambiente y a la especial condición atmosférica de la isla, las tintas convencionales estaban generando problemas de compatibilidad. Por suerte, el grupo anterior había dado con un par de variaciones a las fórmulas originales que prometían mejores resultados. Lo que significaba que el grupo de los alquimistas, como ella, tenían mucho trabajo suministrando a los encargados de los grabados arcanos.
La muchacha rubia, por su parte, había acabado en el grupo de los carpinteros. Nora la había visto a ratos en la distancia, entre las vigas que sostenían la estructura que se levantaba ante ella. Había oído el desparpajo y la seguridad con la que daba órdenes a los trabajadores. Nadie, jamás, pasaría de largo ante una muchacha así, por muy bajita que fuese. Una chica así no podía ser invisible. Y no lo era, para alarma de Nora. ¿Quién diablos era aquel chucho? ¿Por qué se agachab…? ¿Le estaba acariciando la cabeza? ¡Le estaba acariciando la cabeza! ¡A ese pulgoso!
Aquello era realmente injusto, ese perrucho jugaba a menear la cola mientras ella estaba atrapada allí, mezclando dos partes de díctamo con una de artaga por cada cada tres de grafito. ¿O eran dos de artaga y una de díctamo? Y entonces, ¿dónde iba el salerme? Oh, mierda, más vale que arregle esto.
—Terminaste aquí, ¿verdad? —preguntó su compañero de mesa, pero la atención de Nora se había desviado de nuevo al ver que la muchacha se acercaba al puesto del capataz y se llevaba al chucho hacia la playa—. Pues lo mezclo con el resto.
—¿Eh? —preguntó la bruja, sintiendo un pensamiento tirando de su mente en otra dirección—. ¡No, esper…!
No tuvo tiempo de terminar la frase, apenas fue capaz de lanzarse sobre su compañero para protegerlo de la deflagración. Potenciada por la acumulación de éter presente en el ambiente, la onda expansiva expulsó hacia atrás a los dos brujos, destrozó la frágil mesa sobre la que trabajaban y lanzó al aire varios de los contenedores cilíndricos terminados, que descansaban a poca distancia esperando por sus runas.
La mala suerte quiso que los enormes cilindros metálicos golpearan de lleno contra la estructura que soportaba el peso del extractor. Las dos vigas de madera del lado sur resultaron terriblemente dañadas, varias de las planchas de metal que habían colocado aquella misma mañana saltaron por los aires, dañando a algunos trabajadores que aún no habían tenido tiempo de alejarse para el almuerzo y la estructura entera amenazaba con venirse abajo de ese mismo lado.
No he podido (querido) resistirme a la tentación de traer un poco de caos divino a la Isla Volcánica, así que, con permiso de Sigel, dueña y señora de esta trama, me he tomado la libertad de dejaros aquí una pequeña complicación. Parece que alguien (ay, la juventud) se ha despistado un poco y… vamos, que la ha liao parda ([Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]). No os preocupéis demasiado por los heridos, el grupo de los brujos se encargará de ellos. Esto es, siempre que no se les caiga toda la estructura encima, cosa que podría ocurrir en cualquier momento gracias a los daños sufridos en esos pilares que con tanto mimo estabais acondicionando. En otras palabras: adiós a la hora del almuerzo. Se suele decir que no hay descanso para el guerrero; parece que herreros y carpinteros no lo tienen mucho más fácil.
Suspiró y su mente volvió a desviarse hacia la muchacha con la que había viajado en barco desde Dundarak. Tan chiquita como ella, pero mientras que la propia Nora se veía frágil y efímera, la muchacha rubia se mostraba llena de fuerza y seguridad, arrogante incluso. La joven bruja se había pasado el viaje buscando excusas para acercarse y entablar conversación con la muchacha, pero a la hora de la verdad, los nervios podían con ella y acababa echándose atrás antes de empezar.
Nada más llegar a la isla, las separaron. Nora debía encargarse de la elaboración de las tintas que apoyarían los grabados arcanos del extractor y los contenedores. Debido a la cantidad de éter en el ambiente y a la especial condición atmosférica de la isla, las tintas convencionales estaban generando problemas de compatibilidad. Por suerte, el grupo anterior había dado con un par de variaciones a las fórmulas originales que prometían mejores resultados. Lo que significaba que el grupo de los alquimistas, como ella, tenían mucho trabajo suministrando a los encargados de los grabados arcanos.
La muchacha rubia, por su parte, había acabado en el grupo de los carpinteros. Nora la había visto a ratos en la distancia, entre las vigas que sostenían la estructura que se levantaba ante ella. Había oído el desparpajo y la seguridad con la que daba órdenes a los trabajadores. Nadie, jamás, pasaría de largo ante una muchacha así, por muy bajita que fuese. Una chica así no podía ser invisible. Y no lo era, para alarma de Nora. ¿Quién diablos era aquel chucho? ¿Por qué se agachab…? ¿Le estaba acariciando la cabeza? ¡Le estaba acariciando la cabeza! ¡A ese pulgoso!
Aquello era realmente injusto, ese perrucho jugaba a menear la cola mientras ella estaba atrapada allí, mezclando dos partes de díctamo con una de artaga por cada cada tres de grafito. ¿O eran dos de artaga y una de díctamo? Y entonces, ¿dónde iba el salerme? Oh, mierda, más vale que arregle esto.
—Terminaste aquí, ¿verdad? —preguntó su compañero de mesa, pero la atención de Nora se había desviado de nuevo al ver que la muchacha se acercaba al puesto del capataz y se llevaba al chucho hacia la playa—. Pues lo mezclo con el resto.
—¿Eh? —preguntó la bruja, sintiendo un pensamiento tirando de su mente en otra dirección—. ¡No, esper…!
No tuvo tiempo de terminar la frase, apenas fue capaz de lanzarse sobre su compañero para protegerlo de la deflagración. Potenciada por la acumulación de éter presente en el ambiente, la onda expansiva expulsó hacia atrás a los dos brujos, destrozó la frágil mesa sobre la que trabajaban y lanzó al aire varios de los contenedores cilíndricos terminados, que descansaban a poca distancia esperando por sus runas.
La mala suerte quiso que los enormes cilindros metálicos golpearan de lleno contra la estructura que soportaba el peso del extractor. Las dos vigas de madera del lado sur resultaron terriblemente dañadas, varias de las planchas de metal que habían colocado aquella misma mañana saltaron por los aires, dañando a algunos trabajadores que aún no habían tenido tiempo de alejarse para el almuerzo y la estructura entera amenazaba con venirse abajo de ese mismo lado.
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No he podido (querido) resistirme a la tentación de traer un poco de caos divino a la Isla Volcánica, así que, con permiso de Sigel, dueña y señora de esta trama, me he tomado la libertad de dejaros aquí una pequeña complicación. Parece que alguien (ay, la juventud) se ha despistado un poco y… vamos, que la ha liao parda ([Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]). No os preocupéis demasiado por los heridos, el grupo de los brujos se encargará de ellos. Esto es, siempre que no se les caiga toda la estructura encima, cosa que podría ocurrir en cualquier momento gracias a los daños sufridos en esos pilares que con tanto mimo estabais acondicionando. En otras palabras: adiós a la hora del almuerzo. Se suele decir que no hay descanso para el guerrero; parece que herreros y carpinteros no lo tienen mucho más fácil.
Fehu
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Re: El Extractor de Éter [Privado] [CERRADO]
Una explosión sacudió la isla.
Fue breve, pero intensa. En un principio cualquiera habría pensado que, en realidad, no había sido gran cosa, que se trataba de uno de los muchos chasquidos que se podían escuchar cada dos por tres en la isla volcánica.
Pero no podían estar más equivocados.
La explosión había dañado parte de la estructura principal del extractor, las pesadas vigas de madera se astilladas cada vez más con cada segundo que pasaba, crujían, daban a entender que, si no hacían algo pronto, todo el lugar se vendría abajo.
- ¡Capataz! – Aquella palabra comenzó a repetirse mucho en las bocas de los presentes.
Eltrant, maldiciendo tanto a los dioses como a su capacidad para hacer que hasta la más común de las tareas acabase malparada de alguna forma, dejó el plato de carne que tenía entre manos y se levantó de su asiento.
- Ve a buscar a tu hija. – dijo a Reivy, mirando desde la distancia como la edificación humeaba con suavidad. – Asegúrate de que está bien y ven al extractor. – Añadió según la dejaba atrás y se acercaba a uno de los carpinteros que ya se encontraba ya en el lugar del incidente.
Tragó saliva, aquello… aquello pintaba peor de lo que parecía desde lejos.
Los soportes de metal no aguantarían la presión, aquella aleación no estaba diseñada para aguantar aquel tipo de peso, era un apoyo para la madera, por no hablar del fuego que se extendía de forma lenta pero inexorable hacia las tiendas de campaña más cercanas.
Pero… eso no era lo peor.
- Avisa a Reivy. – Le dijo al hombre que tenía justo al lado tras analizar el lugar. – La mujer que ha estado preparando la madera de ébano, rápido. – El trabajador balbuceó algunas incoherencias acerca de no saber dónde se encontraba en aquel momento, de haberla visto perderse entre la multitud. - ¡Ahora! – Bramó, comenzando a perder la paciencia.
No tenía que ser el mismísimo Asher Darengan para saber que algo iba mal con los colectores de éter que ya estaban depositados bajo la estructura. Eran prototipos, en un principio no estaban preparados para contener todo el éter que serían capaces de contener las versiones finales de los mismos.
Apretó los dientes, viendo como las runas que habían dibujado brillaban con cada vez más intensidad. Estaba, también, bastante seguro de que el humo blancuzco que desprendían no era una buena señal.
- ¡Necesito aquí a más brujos! – Profirió, recuperando un poco la compostura, señalando a varios de los trabajadores que estaban más cercas que comenzasen a apagar las llamas antes de que se extendiesen por todo el campamento. - ¡Los heridos! ¡Que alguien los saque de aquí! – Gritar ordenes no bastaba, tenía que priorizar cosas, que organizarse.
Apretó los dientes, alzó la mirada para ver como el metal que rodeaba la madera se ponía al rojo vivo y comenzaba a derretirse.
- Por todos los dioses… - Musitó entre dientes, viendo el metal chorrear por la viga de la estructura. - ¿Qué está…? – Por lo que podía ver, todo lo que envolvía el humo blanco comenzaba a calentarse lentamente, lo suficiente como para que pasados varios minutos prendiese o, en el caso del metal, comenzase a derretirse.
¿Qué estaba sucediendo?
- Oh, espíritus… - La voz de una mujer, a su lado, atrajo su atención. Estaba pálida, mucho más que él mismo. – ¡Ca… capataz! – Era la maestra de Garraveloz, una integrante del equipo de runas. - ¡El éter! – Señaló hacia el interior de la estructura, el lugar en el que estaban cuidadosamente colocadas todas las piezas de metal. – Los contenedores están… están fallando, la explosión ha debido de borrar alguna de las runas o cambiarlas. – Explicó, Eltrant frunció el ceño y miró hacía el lugar que señalaba la mujer. – El éter esta fuera de control, si esto sigue así… – Miró hacía abajo unos instantes. – Todos los contenedores estallarán con bastante más fuerza que el de antes, liberaran una nube de… vapor que arrasará el campamento y todos los que estemos en él. – A la maestra de Garraveloz temblaba un poco la voz, Eltrant por su parte había notado como un leve malestar se apoderaba de su pecho con cada palabra que esta había pronunciado.
¿Por qué era él quien estaba a cargo de todas aquellas personas?
¿Por qué habían decidido que era él, Eltrant Tale, el individuo ideal sobre el que depositar la responsabilidad que reinaba en aquel lugar?
- ¿Cómo lo paramos? – Preguntó Eltrant a continuación.
No tenía necesidad de saber detalles arcanicos, lo único que tenía que saber él era como impedir que todo el campamento acabase en llamas.
- Borrando los restos de las runas. – dijo – O... Los… los miembros de la Logia diseñaron los cilindros con una… forma de “apagarlos” en caso de algo así. – dijo, tratando de alzarse sobre la voz de los carpinteros y brujos que trataban de contener las llamas. - Si golpeas en la parte superior de ellos con un cincel las runas se vuelven inertes. – Sentenció.
- ¿Apagarlos? ¿Cómo un candil? – Eltrant no estaba seguro de si terminaba de entender aquella analogía, pero lo que más le preocupaba era que para lidiar con aquello había que acercarse al motivo por el que todos podían morir.
Tragó saliva.
Se ató varios de los cinceles al cinto, tomó dos martillos y un grueso par de guantes de cuero.
Él era el capataz, después de todo.
- Dile a Reivy que… - Volvió a levantar la mirada, miró las vigas de ébano astilladas. – …que me sabe mal pedirle esto, pero necesito que se asegure de que el extractor no se desplome encima de mí mientras lidio con esto. – dijo, la rubia asintió unos instantes.
Confiaba en la dragona, podría hacerlo, no conocía a una carpintera mejor.
- Espera. – La maestra de Garraveloz, sin decir nada más, levantó la mano y lanzó una bola de agua al herrero, empapándole completamente. – Así… así mejor. – dijo finalmente, mirando a Eltrant con una mezcla entre incredulidad y pena.
- Gracias. – Fue lo único que contestó Eltrant antes de encaminarse al interior de la estructura.
Se sujetó con fuerza la mano izquierda por la muñeca, tratando de combatir el temblor que se había apoderado de esta. No tardó en comenzar a sentir el calor que desprendía el lugar tan pronto se adentró en el mismo.
El agua que le cubría se evaporaba cada vez más rápido. Le costaba respirar, el aire estaba viciado, le quemaba los pulmones.
- Vamos. – Tragó saliva, el resplandor de los colectores le desorientaba ligeramente, pero al menos sabia hacía dónde tenía que ir. – ¡Vamos! – Se colocó frente al primer colector, cuando lo hizo, la manga de su camisa comenzó a arder, lo hizo de forma repentina, prácticamente desapareció en una intensa llamarada que debido al agua que le cubría no llegó a hacer gran cosa.
Se hizo con uno de los cinceles que tenía en el cinturón y, tembloroso, notando como el brazo cuya manga había desaparecido comenzaba a ganarse algunas quemaduras, colocó la herramienta sobre el metal.
- ¡Apágate! – Bramó, martilleando con fuerza el cincel varias veces, incrustándolo en la reblandecida superficie del receptor de éter. El brillo de las runas se desvaneció en lo que dura un parpadeo, de no haber estado en rodeado de vapor incandescente en aquel momento se le había antojado incluso anticlimático.
Aunque el calor seguía siendo insoportable, aunque sus ropajes comenzaban a desaparecer gradualmente en breves e intensos fogonazos, había notado un perceptible descenso en la temperatura del lugar.
Uno menos.
Quedaban cuatro.
Fue breve, pero intensa. En un principio cualquiera habría pensado que, en realidad, no había sido gran cosa, que se trataba de uno de los muchos chasquidos que se podían escuchar cada dos por tres en la isla volcánica.
Pero no podían estar más equivocados.
La explosión había dañado parte de la estructura principal del extractor, las pesadas vigas de madera se astilladas cada vez más con cada segundo que pasaba, crujían, daban a entender que, si no hacían algo pronto, todo el lugar se vendría abajo.
- ¡Capataz! – Aquella palabra comenzó a repetirse mucho en las bocas de los presentes.
Eltrant, maldiciendo tanto a los dioses como a su capacidad para hacer que hasta la más común de las tareas acabase malparada de alguna forma, dejó el plato de carne que tenía entre manos y se levantó de su asiento.
- Ve a buscar a tu hija. – dijo a Reivy, mirando desde la distancia como la edificación humeaba con suavidad. – Asegúrate de que está bien y ven al extractor. – Añadió según la dejaba atrás y se acercaba a uno de los carpinteros que ya se encontraba ya en el lugar del incidente.
Tragó saliva, aquello… aquello pintaba peor de lo que parecía desde lejos.
Los soportes de metal no aguantarían la presión, aquella aleación no estaba diseñada para aguantar aquel tipo de peso, era un apoyo para la madera, por no hablar del fuego que se extendía de forma lenta pero inexorable hacia las tiendas de campaña más cercanas.
Pero… eso no era lo peor.
- Avisa a Reivy. – Le dijo al hombre que tenía justo al lado tras analizar el lugar. – La mujer que ha estado preparando la madera de ébano, rápido. – El trabajador balbuceó algunas incoherencias acerca de no saber dónde se encontraba en aquel momento, de haberla visto perderse entre la multitud. - ¡Ahora! – Bramó, comenzando a perder la paciencia.
No tenía que ser el mismísimo Asher Darengan para saber que algo iba mal con los colectores de éter que ya estaban depositados bajo la estructura. Eran prototipos, en un principio no estaban preparados para contener todo el éter que serían capaces de contener las versiones finales de los mismos.
Apretó los dientes, viendo como las runas que habían dibujado brillaban con cada vez más intensidad. Estaba, también, bastante seguro de que el humo blancuzco que desprendían no era una buena señal.
- ¡Necesito aquí a más brujos! – Profirió, recuperando un poco la compostura, señalando a varios de los trabajadores que estaban más cercas que comenzasen a apagar las llamas antes de que se extendiesen por todo el campamento. - ¡Los heridos! ¡Que alguien los saque de aquí! – Gritar ordenes no bastaba, tenía que priorizar cosas, que organizarse.
Apretó los dientes, alzó la mirada para ver como el metal que rodeaba la madera se ponía al rojo vivo y comenzaba a derretirse.
- Por todos los dioses… - Musitó entre dientes, viendo el metal chorrear por la viga de la estructura. - ¿Qué está…? – Por lo que podía ver, todo lo que envolvía el humo blanco comenzaba a calentarse lentamente, lo suficiente como para que pasados varios minutos prendiese o, en el caso del metal, comenzase a derretirse.
¿Qué estaba sucediendo?
- Oh, espíritus… - La voz de una mujer, a su lado, atrajo su atención. Estaba pálida, mucho más que él mismo. – ¡Ca… capataz! – Era la maestra de Garraveloz, una integrante del equipo de runas. - ¡El éter! – Señaló hacia el interior de la estructura, el lugar en el que estaban cuidadosamente colocadas todas las piezas de metal. – Los contenedores están… están fallando, la explosión ha debido de borrar alguna de las runas o cambiarlas. – Explicó, Eltrant frunció el ceño y miró hacía el lugar que señalaba la mujer. – El éter esta fuera de control, si esto sigue así… – Miró hacía abajo unos instantes. – Todos los contenedores estallarán con bastante más fuerza que el de antes, liberaran una nube de… vapor que arrasará el campamento y todos los que estemos en él. – A la maestra de Garraveloz temblaba un poco la voz, Eltrant por su parte había notado como un leve malestar se apoderaba de su pecho con cada palabra que esta había pronunciado.
¿Por qué era él quien estaba a cargo de todas aquellas personas?
¿Por qué habían decidido que era él, Eltrant Tale, el individuo ideal sobre el que depositar la responsabilidad que reinaba en aquel lugar?
- ¿Cómo lo paramos? – Preguntó Eltrant a continuación.
No tenía necesidad de saber detalles arcanicos, lo único que tenía que saber él era como impedir que todo el campamento acabase en llamas.
- Borrando los restos de las runas. – dijo – O... Los… los miembros de la Logia diseñaron los cilindros con una… forma de “apagarlos” en caso de algo así. – dijo, tratando de alzarse sobre la voz de los carpinteros y brujos que trataban de contener las llamas. - Si golpeas en la parte superior de ellos con un cincel las runas se vuelven inertes. – Sentenció.
- ¿Apagarlos? ¿Cómo un candil? – Eltrant no estaba seguro de si terminaba de entender aquella analogía, pero lo que más le preocupaba era que para lidiar con aquello había que acercarse al motivo por el que todos podían morir.
Tragó saliva.
Se ató varios de los cinceles al cinto, tomó dos martillos y un grueso par de guantes de cuero.
Él era el capataz, después de todo.
- Dile a Reivy que… - Volvió a levantar la mirada, miró las vigas de ébano astilladas. – …que me sabe mal pedirle esto, pero necesito que se asegure de que el extractor no se desplome encima de mí mientras lidio con esto. – dijo, la rubia asintió unos instantes.
Confiaba en la dragona, podría hacerlo, no conocía a una carpintera mejor.
- Espera. – La maestra de Garraveloz, sin decir nada más, levantó la mano y lanzó una bola de agua al herrero, empapándole completamente. – Así… así mejor. – dijo finalmente, mirando a Eltrant con una mezcla entre incredulidad y pena.
- Gracias. – Fue lo único que contestó Eltrant antes de encaminarse al interior de la estructura.
Se sujetó con fuerza la mano izquierda por la muñeca, tratando de combatir el temblor que se había apoderado de esta. No tardó en comenzar a sentir el calor que desprendía el lugar tan pronto se adentró en el mismo.
El agua que le cubría se evaporaba cada vez más rápido. Le costaba respirar, el aire estaba viciado, le quemaba los pulmones.
- Vamos. – Tragó saliva, el resplandor de los colectores le desorientaba ligeramente, pero al menos sabia hacía dónde tenía que ir. – ¡Vamos! – Se colocó frente al primer colector, cuando lo hizo, la manga de su camisa comenzó a arder, lo hizo de forma repentina, prácticamente desapareció en una intensa llamarada que debido al agua que le cubría no llegó a hacer gran cosa.
Se hizo con uno de los cinceles que tenía en el cinturón y, tembloroso, notando como el brazo cuya manga había desaparecido comenzaba a ganarse algunas quemaduras, colocó la herramienta sobre el metal.
- ¡Apágate! – Bramó, martilleando con fuerza el cincel varias veces, incrustándolo en la reblandecida superficie del receptor de éter. El brillo de las runas se desvaneció en lo que dura un parpadeo, de no haber estado en rodeado de vapor incandescente en aquel momento se le había antojado incluso anticlimático.
Aunque el calor seguía siendo insoportable, aunque sus ropajes comenzaban a desaparecer gradualmente en breves e intensos fogonazos, había notado un perceptible descenso en la temperatura del lugar.
Uno menos.
Quedaban cuatro.
Eltrant Tale
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Re: El Extractor de Éter [Privado] [CERRADO]
-Pues como te decía, tuve que ir a Dundarak a por acero damasco para los...-Me encontraba hablando con la boca llena y señalando a Eltrant con la cuchara cuando oí la explosión. -¿Que diantres ha pasado ahora? ¡Una ya no puede ni comer tranquila! Dejó la obra veinte minutos y la lían. -Con un golpe seco dejé la cuchara en la mesa y me puse en pie, sin saber todavía la gravedad del asunto. -Como hayan siquiera desportillado una esquina de mis vigas...
Alguien vino a buscar al capataz. Nunca llegué a terminar mi frase, el humo se clavó en mis retinas y la voz de Eltrant en mis oídos. Convoqué al viento, que me rodeó y creó un torbellino que me impulsó al cielo donde pude transformarme sin herir a nadie en el proceso1.
-¿Has oído eso? -Preguntaba Garraveloz en la salida del campamento. -Igual ha pasado algo.
El animalito movía las orejas intentando prestar atención. La playa estaba ahí, a tan solo unos metros, solo tenían que correr y seria suya, pero el rugido de un dragón, y su consiguiente aterrizaje, se lo impedido.
-Lavey hay que volver. -Anuncié, sin cambiar de forma. -No sabemos cómo, pero algo ha explotado. Las llamas se extienden por las tiendas y el extractor está a punto de venirse abajo.
-¡Habla!
Exclamó sorprendido Garraveloz, mientras que la rubia ponía los ojos en blanco.
-Sí, habla, y además molesta.
-Déjate de chorradas, esto es serio. Vamos, te necesito.
-Está bien. -La rubia suspiró. -Tendremos que dejarlo para otro momento, Garrita. -Lavey rascó una última vez la cabeza del hombre-bestia y se subió a una de mis patas. -No es justo, -Se quejó la joven, haciendo un mohín. -para una vez que encuentro a alguien interesante.
-Olvídate de eso Vey. Baja y ocúpate de los carpinteros. Voy a tratar de apagar el fuego. -Lavey obedeció y se bajó de un salto cuando aterricé. -¡Quiero dos brujos de aire conmigo! -Levanté la testa y bramé al cielo dejando que la magia del anillo expandiera mi voz. -¡AHORA!
Aquella última palabra tronó en el cielo como si fuera un rayo. Segundos después aparecieron los brujos, con una cara entre asustada y sorprendida.
-Os venís conmigo, subid. -Me agaché y los hechiceros se encaramaron a mi lomo. -Vamos hacer que llueva.
Los brujos asintieron y alcé el vuelo hacia las nubes. Ellos movían las manos y balbuceaban encantamientos y las nubes comenzaron a congregarse con rapidez, (algo bueno tenía que tener estar en una isla cargada de éter.)
En cuanto fueron suficientes, y estuvieron suficientemente oscuras, lancé un rayo tras otro hacia ellas, excitando la misma existencia natural y obligándolas a provocar lluvia.
El proceso se repitió, y no paró hasta que las nubes lloraron con intensidad.
-¿Que ha sucedido? -Lavey agarró a un carpintero del brazo y este le contó todo lo que sabía. -¿Muertos? -El hombre asintió, a simple vista se podían ver dos cuerpos inertes en el suelo. -Sácalos de aquí, ¡De inmediato! Y a los heridos también, aquí solo estorban. ¡TU! -La adolescente alzó una mano y llamó al siguiente hombre más cercano. -Avisa a los dragones, tienen que levantar la estructura de nuevo. Sujetarla hasta que todo esto se arregle.
-Ya habíamos pensado en ello, -Comunicó el hombre en estado de pánico. -pero no pueden. -Lavey iba a gritarle una sarta de improperios, pero el hombre se adelantó y siguió hablando. -Las cuerdas se queman sin que nadie las prenda y el hierro de las vigas se está derritiendo, no podemos arriesgarnos a ponerles cadenas como sustitución.
-Que usen sus cuerpos. -La rubia movió el brazo con ímpetu, señalando las vigas astilladas. -Los que tengan cuernos que apuntalen con ellos, los que tenga garras que se pongan a dos patas y empujen. -El hombre la miró extrañado. -¡Que empujen he dicho! tienen fuerza más que de sobra para aguantar la estructura mientras la reparan. -Lavey se mordió una uña. -Necesitamos materiales... -El hombre ya se iba, pero la adolescente lo agarró de la camisa. -Los barcos. Los dragones que no puedan apuntalar la estructura que vallan a los barcos y que traigan cualquier cosa útil. Si es necesario, que traigan los mismos barcos. Que los partan y traigan la madera. Cualquier cosa será útil.
Ahora le tocó el turno a una chica, morena y algo más alta que Lavey, (aunque para lograr eso no hacía falta mucho esfuerzo) tenía la túnica raída por una fea quemadura en la espalda, pero su piel estaba intacta.
-¡Ey, tu! la de la ropa quemada. -La chica dio un respingón y se giró a mirar la rubia. -¿Que eres? ¿Porque no estas herida?
-¿Y-yo? Soy Nora. -Lavey levantó una ceja molesta. -Qui-quiero decir, soy bruja, alquimista. Utilicé una poción para curarme.
-¿Puedes hacer más de esas? -La bruja asintió. -Pues corre y hazlas, dáselas a los trabajadores, necesitamos que estén otra vez en pie.
-¡Lavey! -Era la voz de Garraveloz la que ahora llamaba a la lagartija. -Mi maestra me lo ha contado todo.
El mestizo puso al día a la dragoncilla, le contó todo lo que estaba sucediendo en el interior del extractor mientras una intensa lluvia comenzaba a caer.
-Eso... eso es un desastre, me voy a ayudarlo. -La rubia quiso acariciar al joven, pero se quedó a medio camino. -Cuando estés seco mejor, ¿vale? -Garraveloz asintió con las orejas gachas. -Cuando mi madre llegue avísala de todo.
Sin decir nada más Lavey corrió al interior del extractor, arco en mano y flecha preparada. La adolescente sentía que la cara y los pulmones le quemaban, pero su armadura estaba consiguiendo regular la temperatura del resto de su cuerpo. "Sabía que la mejora de Eltrant funcionaria" Pensó la rubia mientras sus ojos se tornaban grises y la punta de su flecha comenzaba a ponerse roja.2
Lavey siguió el rastro de calor hasta dar con el humano, para cuando lo encontró su flecha estaba ardiendo. Antes de decir nada apuntó hacia el cielo, a través del agujero de la chimenea, y se deshizo de la flecha para colocar rápidamente otra sobre la cuerda.3
-No puedes evitar ser el héroe solitario, ¿a qué no? -Pronunció mordaz la adolescente mientras seguía canalizando calor hacia el proyectil.- Hacemos una cosa, -Anunció, apuntando de nuevo al hueco de la chimenea. -yo te salvo a ti y tu salvas al resto.
En el centro del extractor el calor era tan intenso que las flechas de Lavey quedaban cargadas en apenas un par de minutos.
-¡Ese no! -Alertó a Eltrant parando su movimiento. -El del otro extremo está mucho más caliente. Desactiva ese primero. -Lavey lanzó una tercera flecha y guió con la mirada al castaño.
Aterricé lo más cerca que pude de la estructura. Cuando vi volar la segunda flecha ígnea desde el centro del problema, supe que pasaba algo malo, cuando comprobé con amargura que la lluvia no la apagaba, supe que pasaba algo muy malo, y cuando cambié de forma y me dijeron lo que pasaba... entonces elevé mi nivel de miedo a pánico.
-Esto tenía que ser un trabajo tranquilo, un trabajo sin peligros mortales. -Me llevé las manos al pelo y estirándolo más de la cuenta me lo eché hacia atrás. -¡Y ME ESTAS CONTANDO QUE MI HIJA ESTA AHI DENTRO, CON UN HUMANO SIN AMOR POR SU VIDA Y QUE PODRIA QUEDAR CALCINADA HASTA LOS HUESOS EN UN INSTANTE! -Zarandeaba a la maestra de Garraveloz y con cada nueva palabra lo hacía más rápido. -¡Tu, chucho sarnoso! -Cambié de objetivo. -Como mi hija no salga de ahí, te arrepentirás de no haber tenido los huevos de plantarme cara y habértela llevado a la otra punta de la isla cuando tuviste oportunidad. ¡¿Dónde están mis brujos de aire?! -Bramé, levantando del suelo a una muchacha que atendía las heridas de un trabajador. -¡¿Dónde está mi madera!?
-N-no lo sé señora. -Nora casi chilla de congoja. -Pe-pero yo soy bruja de aire.
-Deja estar eso, te vienes conmigo. Y vosotros también, ¡arreando! Hay que evitar que esto se venga abajo.
Apunto estuve de volver a transformarme y llevar al trio en volandas para llegar más rápido a las vigas debilitadas, pero realmente estábamos al lado, hubiera tardado más con el proceso de cambio de forma que con una carrera.
Una nueva flecha se elevó al cielo.
-Lo estáis haciendo bien chicos. -Animé a los trabajadores al llegar y ver a los dragones. -A ver, tu, la de la espalda descubierta. -Nora volvió a dar un respingón en el sitio. -Usa tu magia y deshazte de las nubes corrosivas, apártalas de las vigas y mándalas... no sé, a tomar por culo o algo. Maestra, -En algún punto me había dicho su nombre, pero ahora no tenía tiempo para buscarlo en mi memoria. -esta zona es la más afectada, la lluvia no está consiguiendo que el metal deje de fundirse. Haga su magia y enfrié el metal de las vigas. Garraveloz, -El chico levantó las orejas. -cuando yo te diga volverás a grabar las runas en el metal.
Uno de los dragones, encargado de buscar suministros, acababa de llegar y, sin que nadie le diera orden alguna, cogió unos tablones y los colocó junto a las vigas.
Lo miré rápidamente, me coloqué un puñado de clavos en la boca y tras sacar el martillo cogí una tabla y comencé a clavarla en los lugares más débiles. Repetí la acción hasta estar segura de que los refuerzos aguantarían.
-Ahora Garraveloz. -Ordené, escupiendo los clavos sobrantes. -Dibuja las runas, muchacho. -El hombre-bestia obedeció.
______________
Off:
1- Habilidad Viento afín
2- Rasgo Huella de calor
3- Maestría Filo elemental
Dialogo en forma de dragón gracias a Anillo del dragón parlanchin
Alguien vino a buscar al capataz. Nunca llegué a terminar mi frase, el humo se clavó en mis retinas y la voz de Eltrant en mis oídos. Convoqué al viento, que me rodeó y creó un torbellino que me impulsó al cielo donde pude transformarme sin herir a nadie en el proceso1.
-¿Has oído eso? -Preguntaba Garraveloz en la salida del campamento. -Igual ha pasado algo.
El animalito movía las orejas intentando prestar atención. La playa estaba ahí, a tan solo unos metros, solo tenían que correr y seria suya, pero el rugido de un dragón, y su consiguiente aterrizaje, se lo impedido.
-Lavey hay que volver. -Anuncié, sin cambiar de forma. -No sabemos cómo, pero algo ha explotado. Las llamas se extienden por las tiendas y el extractor está a punto de venirse abajo.
-¡Habla!
Exclamó sorprendido Garraveloz, mientras que la rubia ponía los ojos en blanco.
-Sí, habla, y además molesta.
-Déjate de chorradas, esto es serio. Vamos, te necesito.
-Está bien. -La rubia suspiró. -Tendremos que dejarlo para otro momento, Garrita. -Lavey rascó una última vez la cabeza del hombre-bestia y se subió a una de mis patas. -No es justo, -Se quejó la joven, haciendo un mohín. -para una vez que encuentro a alguien interesante.
-Olvídate de eso Vey. Baja y ocúpate de los carpinteros. Voy a tratar de apagar el fuego. -Lavey obedeció y se bajó de un salto cuando aterricé. -¡Quiero dos brujos de aire conmigo! -Levanté la testa y bramé al cielo dejando que la magia del anillo expandiera mi voz. -¡AHORA!
Aquella última palabra tronó en el cielo como si fuera un rayo. Segundos después aparecieron los brujos, con una cara entre asustada y sorprendida.
-Os venís conmigo, subid. -Me agaché y los hechiceros se encaramaron a mi lomo. -Vamos hacer que llueva.
Los brujos asintieron y alcé el vuelo hacia las nubes. Ellos movían las manos y balbuceaban encantamientos y las nubes comenzaron a congregarse con rapidez, (algo bueno tenía que tener estar en una isla cargada de éter.)
En cuanto fueron suficientes, y estuvieron suficientemente oscuras, lancé un rayo tras otro hacia ellas, excitando la misma existencia natural y obligándolas a provocar lluvia.
El proceso se repitió, y no paró hasta que las nubes lloraron con intensidad.
-¿Que ha sucedido? -Lavey agarró a un carpintero del brazo y este le contó todo lo que sabía. -¿Muertos? -El hombre asintió, a simple vista se podían ver dos cuerpos inertes en el suelo. -Sácalos de aquí, ¡De inmediato! Y a los heridos también, aquí solo estorban. ¡TU! -La adolescente alzó una mano y llamó al siguiente hombre más cercano. -Avisa a los dragones, tienen que levantar la estructura de nuevo. Sujetarla hasta que todo esto se arregle.
-Ya habíamos pensado en ello, -Comunicó el hombre en estado de pánico. -pero no pueden. -Lavey iba a gritarle una sarta de improperios, pero el hombre se adelantó y siguió hablando. -Las cuerdas se queman sin que nadie las prenda y el hierro de las vigas se está derritiendo, no podemos arriesgarnos a ponerles cadenas como sustitución.
-Que usen sus cuerpos. -La rubia movió el brazo con ímpetu, señalando las vigas astilladas. -Los que tengan cuernos que apuntalen con ellos, los que tenga garras que se pongan a dos patas y empujen. -El hombre la miró extrañado. -¡Que empujen he dicho! tienen fuerza más que de sobra para aguantar la estructura mientras la reparan. -Lavey se mordió una uña. -Necesitamos materiales... -El hombre ya se iba, pero la adolescente lo agarró de la camisa. -Los barcos. Los dragones que no puedan apuntalar la estructura que vallan a los barcos y que traigan cualquier cosa útil. Si es necesario, que traigan los mismos barcos. Que los partan y traigan la madera. Cualquier cosa será útil.
Ahora le tocó el turno a una chica, morena y algo más alta que Lavey, (aunque para lograr eso no hacía falta mucho esfuerzo) tenía la túnica raída por una fea quemadura en la espalda, pero su piel estaba intacta.
-¡Ey, tu! la de la ropa quemada. -La chica dio un respingón y se giró a mirar la rubia. -¿Que eres? ¿Porque no estas herida?
-¿Y-yo? Soy Nora. -Lavey levantó una ceja molesta. -Qui-quiero decir, soy bruja, alquimista. Utilicé una poción para curarme.
-¿Puedes hacer más de esas? -La bruja asintió. -Pues corre y hazlas, dáselas a los trabajadores, necesitamos que estén otra vez en pie.
-¡Lavey! -Era la voz de Garraveloz la que ahora llamaba a la lagartija. -Mi maestra me lo ha contado todo.
El mestizo puso al día a la dragoncilla, le contó todo lo que estaba sucediendo en el interior del extractor mientras una intensa lluvia comenzaba a caer.
-Eso... eso es un desastre, me voy a ayudarlo. -La rubia quiso acariciar al joven, pero se quedó a medio camino. -Cuando estés seco mejor, ¿vale? -Garraveloz asintió con las orejas gachas. -Cuando mi madre llegue avísala de todo.
Sin decir nada más Lavey corrió al interior del extractor, arco en mano y flecha preparada. La adolescente sentía que la cara y los pulmones le quemaban, pero su armadura estaba consiguiendo regular la temperatura del resto de su cuerpo. "Sabía que la mejora de Eltrant funcionaria" Pensó la rubia mientras sus ojos se tornaban grises y la punta de su flecha comenzaba a ponerse roja.2
Lavey siguió el rastro de calor hasta dar con el humano, para cuando lo encontró su flecha estaba ardiendo. Antes de decir nada apuntó hacia el cielo, a través del agujero de la chimenea, y se deshizo de la flecha para colocar rápidamente otra sobre la cuerda.3
-No puedes evitar ser el héroe solitario, ¿a qué no? -Pronunció mordaz la adolescente mientras seguía canalizando calor hacia el proyectil.- Hacemos una cosa, -Anunció, apuntando de nuevo al hueco de la chimenea. -yo te salvo a ti y tu salvas al resto.
En el centro del extractor el calor era tan intenso que las flechas de Lavey quedaban cargadas en apenas un par de minutos.
-¡Ese no! -Alertó a Eltrant parando su movimiento. -El del otro extremo está mucho más caliente. Desactiva ese primero. -Lavey lanzó una tercera flecha y guió con la mirada al castaño.
Aterricé lo más cerca que pude de la estructura. Cuando vi volar la segunda flecha ígnea desde el centro del problema, supe que pasaba algo malo, cuando comprobé con amargura que la lluvia no la apagaba, supe que pasaba algo muy malo, y cuando cambié de forma y me dijeron lo que pasaba... entonces elevé mi nivel de miedo a pánico.
-Esto tenía que ser un trabajo tranquilo, un trabajo sin peligros mortales. -Me llevé las manos al pelo y estirándolo más de la cuenta me lo eché hacia atrás. -¡Y ME ESTAS CONTANDO QUE MI HIJA ESTA AHI DENTRO, CON UN HUMANO SIN AMOR POR SU VIDA Y QUE PODRIA QUEDAR CALCINADA HASTA LOS HUESOS EN UN INSTANTE! -Zarandeaba a la maestra de Garraveloz y con cada nueva palabra lo hacía más rápido. -¡Tu, chucho sarnoso! -Cambié de objetivo. -Como mi hija no salga de ahí, te arrepentirás de no haber tenido los huevos de plantarme cara y habértela llevado a la otra punta de la isla cuando tuviste oportunidad. ¡¿Dónde están mis brujos de aire?! -Bramé, levantando del suelo a una muchacha que atendía las heridas de un trabajador. -¡¿Dónde está mi madera!?
-N-no lo sé señora. -Nora casi chilla de congoja. -Pe-pero yo soy bruja de aire.
-Deja estar eso, te vienes conmigo. Y vosotros también, ¡arreando! Hay que evitar que esto se venga abajo.
Apunto estuve de volver a transformarme y llevar al trio en volandas para llegar más rápido a las vigas debilitadas, pero realmente estábamos al lado, hubiera tardado más con el proceso de cambio de forma que con una carrera.
Una nueva flecha se elevó al cielo.
-Lo estáis haciendo bien chicos. -Animé a los trabajadores al llegar y ver a los dragones. -A ver, tu, la de la espalda descubierta. -Nora volvió a dar un respingón en el sitio. -Usa tu magia y deshazte de las nubes corrosivas, apártalas de las vigas y mándalas... no sé, a tomar por culo o algo. Maestra, -En algún punto me había dicho su nombre, pero ahora no tenía tiempo para buscarlo en mi memoria. -esta zona es la más afectada, la lluvia no está consiguiendo que el metal deje de fundirse. Haga su magia y enfrié el metal de las vigas. Garraveloz, -El chico levantó las orejas. -cuando yo te diga volverás a grabar las runas en el metal.
Uno de los dragones, encargado de buscar suministros, acababa de llegar y, sin que nadie le diera orden alguna, cogió unos tablones y los colocó junto a las vigas.
Lo miré rápidamente, me coloqué un puñado de clavos en la boca y tras sacar el martillo cogí una tabla y comencé a clavarla en los lugares más débiles. Repetí la acción hasta estar segura de que los refuerzos aguantarían.
-Ahora Garraveloz. -Ordené, escupiendo los clavos sobrantes. -Dibuja las runas, muchacho. -El hombre-bestia obedeció.
______________
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1- Habilidad Viento afín
2- Rasgo Huella de calor
3- Maestría Filo elemental
Dialogo en forma de dragón gracias a Anillo del dragón parlanchin
Reivy Abadder
Honorable
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Cantidad de envíos : : 891
Nivel de PJ : : 6
Re: El Extractor de Éter [Privado] [CERRADO]
El calor era cada vez peor.
No sabía si iba a salir de allí entero, una parte de él le bramaba que saliese de allí de una vez; pero no podía negar que la alternativa no era tampoco mucho mejor. Caminó varios pasos más en dirección a otro cilindro, su camisa era ya prácticamente inexistente y una larga quemadura se había aparecido en mitad de su pecho.
Y entonces oyó una voz.
- ¿¡Se puede saber qué haces aquí!? – Gritó a la niña. - ¡Vete antes de que…! – Un fogonazo le hizo perder el equilibrio, callándolo a mitad de la queja.
Frunció el ceño y miró a Lavey un último instante antes de proseguir con lo que estaba haciendo; la muchacha estaba ayudando como poco, las flechas que disparaba hacia el exterior acallaban el calor que reinaba en el lugar al menos durante unos instantes
Gruñendo varios improperios en voz baja obedeció lo que la chiquilla tenía que decir y se acercó al cilindro que parecía más inestable. Los cinceles que pendían de su cintura cada vez estaban más reblandecidos debido al calor; no tenían mucho tiempo.
- ¡Si no me mato yo solo aquí, es tu madre la que me va a matar! – Bramó, al mismo tiempo que bajaba el martillo y encajaba la amalgama de metal semi-derretido que era el cincel en el centro del cilindro apagándolo de golpe.
Otro más.
Podía hacerlo, podía hacerlo.
Una flecha más se elevó por encima de la chimenea del extractor, templando el lugar y facilitando al menos momentáneamente las cosas para él. Tragó saliva, aunque le pareció que le daba un trago a una botella de agua hirviendo, y continuó su camino hacía el siguiente colector.
Debían estar haciendo algo fuera, porque poco a poco el aire perdía calor, estaba menos viciado y facilitaba los movimientos de todos los que estaban dentro. Seguía sin ser fácil moverse, pero toda ayuda era poca.
Aunque el calor había disminuido, el tercer colector fue más difícil de apagar. Los cinceles estaban prácticamente al límite y perdió casi el doble de tiempo martilleando aquel que los demás.
Pero también pudo acabarlo.
- ¡Ya casi… he acabado! – Se giró sobre sí mismo, buscando con la mirada a Lavey. - ¡Vete antes de que…! – La muchacha no le oía o no quería hacerlo, aunque era bastante evidente que estaba aguantando el calor bastante mejor que él.
La armadura que le había hecho cumplía su cometido correctamente al menos.
Apagó el cuarto cilindro entre jadeos.
Se le nublaba la visión por segundos, por no hablar de que tenía la sensación de que la parte superior de la estructura goteaba metal y o bien significaba que tenía tantas quemaduras que no sentía las gotas de metal fundido sobre su piel o quería decir que el calor estaba empezando a hacerle ver cosas que no estaban ahí.
Y no estaba seguro de que era más preocupante.
El quinto y último cilindro estaba frente a él.
Solo necesitaba acercarse un poco más.
Pero este, como si comprendiese que estaba a punto de ser apagado, comenzó a vibrar de forma extrañamente repentina. Abriendo de par en par los ojos, temiéndose lo peor, el castaño se giró una vez más a buscar a la hija de la carpintera.
- ¡Lavey! ¡Cuidado…! – Demasiado tarde, algo que podría describirse perfectamente como “El comienzo del fin” salió del contenedor.
Dejando escapar un grito de dolor, sacudió la cabeza y se obligó a sí mismo a levantarse a toda prisa con toda la fuerza que le quedaban. [1] Aquello era una ínfima parte de lo que les esperaba a todas las personas de la isla.
Y, por si fuese poco, todavía tenían más problemas.
Aquella sacudida había volcado el cilindro, no podría apagarlo por sí solo.
- Lavey… - Si giró hacia la muchacha, la armadura debía de haber bloqueado la mayor parte de eso último. - … necesito que me ayudes. – dijo tendiéndole el ultimo cincel y el martillo que había estado usando. – Yo… levanto el colector y tú lo apagas. ¿Vale? – Jadeando, depositó sus ojos una última vez en los de la muchacha. – Podemos con esto. – Le dijo antes de levantarse y volver a caminar hacía el último problema que tenían.
“Guantes del Fundador” se llamaban los guantes que tenía puestos. Eran resistentes, de las mejores cosas que había fabricado en su taller y, una vez más, volvieron a demostrar su capacidad.
Blasfemando contra todos los dioses que conocía, Eltrant sujetó el cilindro con ambas manos, lo asió con todas sus fuerzas y tiró de él como buenamente pudo, lo justo para desvelarle la parte superior a la hija de Reivy.
- ¡Ahora! – Gritó.
Le temblaba el cuerpo, si no apagaban aquello en aquel momento… dudaba que fuese a permanecer mucho más tiempo consciente.
[1] Habilidad de Eltrant Nivel 0: Adrenalina.
No sabía si iba a salir de allí entero, una parte de él le bramaba que saliese de allí de una vez; pero no podía negar que la alternativa no era tampoco mucho mejor. Caminó varios pasos más en dirección a otro cilindro, su camisa era ya prácticamente inexistente y una larga quemadura se había aparecido en mitad de su pecho.
Y entonces oyó una voz.
- ¿¡Se puede saber qué haces aquí!? – Gritó a la niña. - ¡Vete antes de que…! – Un fogonazo le hizo perder el equilibrio, callándolo a mitad de la queja.
Frunció el ceño y miró a Lavey un último instante antes de proseguir con lo que estaba haciendo; la muchacha estaba ayudando como poco, las flechas que disparaba hacia el exterior acallaban el calor que reinaba en el lugar al menos durante unos instantes
Gruñendo varios improperios en voz baja obedeció lo que la chiquilla tenía que decir y se acercó al cilindro que parecía más inestable. Los cinceles que pendían de su cintura cada vez estaban más reblandecidos debido al calor; no tenían mucho tiempo.
- ¡Si no me mato yo solo aquí, es tu madre la que me va a matar! – Bramó, al mismo tiempo que bajaba el martillo y encajaba la amalgama de metal semi-derretido que era el cincel en el centro del cilindro apagándolo de golpe.
Otro más.
Podía hacerlo, podía hacerlo.
Una flecha más se elevó por encima de la chimenea del extractor, templando el lugar y facilitando al menos momentáneamente las cosas para él. Tragó saliva, aunque le pareció que le daba un trago a una botella de agua hirviendo, y continuó su camino hacía el siguiente colector.
Debían estar haciendo algo fuera, porque poco a poco el aire perdía calor, estaba menos viciado y facilitaba los movimientos de todos los que estaban dentro. Seguía sin ser fácil moverse, pero toda ayuda era poca.
Aunque el calor había disminuido, el tercer colector fue más difícil de apagar. Los cinceles estaban prácticamente al límite y perdió casi el doble de tiempo martilleando aquel que los demás.
Pero también pudo acabarlo.
- ¡Ya casi… he acabado! – Se giró sobre sí mismo, buscando con la mirada a Lavey. - ¡Vete antes de que…! – La muchacha no le oía o no quería hacerlo, aunque era bastante evidente que estaba aguantando el calor bastante mejor que él.
La armadura que le había hecho cumplía su cometido correctamente al menos.
Apagó el cuarto cilindro entre jadeos.
Se le nublaba la visión por segundos, por no hablar de que tenía la sensación de que la parte superior de la estructura goteaba metal y o bien significaba que tenía tantas quemaduras que no sentía las gotas de metal fundido sobre su piel o quería decir que el calor estaba empezando a hacerle ver cosas que no estaban ahí.
Y no estaba seguro de que era más preocupante.
El quinto y último cilindro estaba frente a él.
Solo necesitaba acercarse un poco más.
Pero este, como si comprendiese que estaba a punto de ser apagado, comenzó a vibrar de forma extrañamente repentina. Abriendo de par en par los ojos, temiéndose lo peor, el castaño se giró una vez más a buscar a la hija de la carpintera.
- ¡Lavey! ¡Cuidado…! – Demasiado tarde, algo que podría describirse perfectamente como “El comienzo del fin” salió del contenedor.
Dejando escapar un grito de dolor, sacudió la cabeza y se obligó a sí mismo a levantarse a toda prisa con toda la fuerza que le quedaban. [1] Aquello era una ínfima parte de lo que les esperaba a todas las personas de la isla.
Y, por si fuese poco, todavía tenían más problemas.
Aquella sacudida había volcado el cilindro, no podría apagarlo por sí solo.
- Lavey… - Si giró hacia la muchacha, la armadura debía de haber bloqueado la mayor parte de eso último. - … necesito que me ayudes. – dijo tendiéndole el ultimo cincel y el martillo que había estado usando. – Yo… levanto el colector y tú lo apagas. ¿Vale? – Jadeando, depositó sus ojos una última vez en los de la muchacha. – Podemos con esto. – Le dijo antes de levantarse y volver a caminar hacía el último problema que tenían.
“Guantes del Fundador” se llamaban los guantes que tenía puestos. Eran resistentes, de las mejores cosas que había fabricado en su taller y, una vez más, volvieron a demostrar su capacidad.
Blasfemando contra todos los dioses que conocía, Eltrant sujetó el cilindro con ambas manos, lo asió con todas sus fuerzas y tiró de él como buenamente pudo, lo justo para desvelarle la parte superior a la hija de Reivy.
- ¡Ahora! – Gritó.
Le temblaba el cuerpo, si no apagaban aquello en aquel momento… dudaba que fuese a permanecer mucho más tiempo consciente.
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[1] Habilidad de Eltrant Nivel 0: Adrenalina.
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
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Re: El Extractor de Éter [Privado] [CERRADO]
Siempre hacían falta más flechas, Lavey estaba cansada de decirle a su madre que necesitaba un carcaj más grande, y la madre estaba cansada de decirle a la hija que no necesitaba cargar con tanto peso.
Si la adulta hubiera hecho caso a la niña ahora esta no tendría el carcaj vacío. La lagartija ahora tenía una nueva recriminación para su tutora, y esta vez cargada de razones con peso.
El aire bajaba de temperatura conforme se apagaban los colectores, con lo que Lavey podía cargar durante más tiempo sus flechas. Aun así, la sobrexposición al calor estaba pasando factura. La rubia sentía como la cota de malla quemaba el cuero, sus manos y cara estaban rojas, como si hubiera estado tomando el sol en la playa durante demasiado tiempo.
Entonces llegó la vibración en el aire, la temperatura volvió a subir y la alarma llegó de boca del herrero. Lavey tuvo el tiempo justo para guarecer su rostro con los brazos, un grito agudo salió a través de los dientes apretados.
Un chisporroteo se escuchaba a la espalda de la dragoncilla, el dorado pelo estaba siendo consumido por la nube toxica, igual que el cuero bajo la cota de malla, que ya estaba siendo atravesado por el metal.
El grito se volvió un siseo mientras la rubia (ahora con mucho menos pelo) trataba de calmar el dolor.
-Claro que te ayudo, ¿que crees que hago aquí, tomar un picnic? -El sarcasmo era algo que la adolescente no perdía, ni siquiera en las situaciones más peliagudas. -Pues claro que lo levantas tú, mírame. -Señaló su 1,49 de estatura. -No querrás que lo levante yo. Soy más pequeñas que ese trasto. ¡Claro que podemos!
Cogió el cincel y el martillo con arrogancia, ocultando el miedo y el dolor tras una calculada mascara.
Dolor porque algo le decía que su pelo ahora llegaba a la altura de los hombros, dolor porque sentía como se abría la piel de su cara con cada palabra, dolor por cada segundo que sus palmas sujetaban el cincel caliente y mango del martillo, uno le hacía ampollas nuevas y el otro rompía las que ya tenía.
La herramienta cayó con fuerza sobre la runa del colector, una, dos, tres veces. El dibujo sobre el metal desapareció al séptimo e inmediatamente después Lavey soltó cincel y martillo profiriendo un alarido al abrir las manos.
-Me debes una armadura nueva.
Aquella fue la única broma que se permitió para distraer la mente.
Durante el apagado del cilindro, la cota de malla se había terminado de deshacer y el cuero tenía grandes huecos, por los que se veían redondas marcas de quemaduras y una cicatriz estrellada sobre el pecho de la adolescente.
-Marchemos de aquí. -Lavey pasó el brazo de Eltrant por sus hombros y rodeo como pudo su cintura. -Vas a tener que poner de tu parte, no soy un bastón.
Con la mano libre cogió una flecha (que ya no tenía plumón) con la punta envuelta en una bolsa de tela y golpeó con ella la piel del humano.1
-Vamos, con esto podrás seguir caminando.
Las flechas ígneas habían estado saliendo a un ritmo cada vez más pausado, Garraveloz lo sabía, pues mientras no pintaba runas miraba las nubes negras que apagaban el fuego del campamento.
-¡Runa! -Grité una vez más. -Esta es la última. -Con el dorso de la mano limpie mi frente de agua y sudor. -Retrocede.
Señalé uno de los dragones y este, agradecido, bajó las patas de la construcción y exhausto cambio de forma. Los parches y las vigas aguantaron.
-Bien, el siguiente. -Otro dragón dejó de apuntalar la estructura, la madera seguía resistiendo. -¿Que ha sido eso?
Algo había hecho vibrar el suelo y ahora una columna de humo blanco salía por la chimenea del extractor.
-Id a la entrada, ¡vamos! Espera. -Nora y la maestra salieron al instante, pero mi brazo retuvo al hombre-bestia. -Estabas mirando el cielo. ¿Cuantas flechas han volado?
-N-no lo sé. No las he contado, pero la última salió hace unos quince minutos.
-Vámonos de aquí.
Chasqueé la lengua empujando al animal. El último dragón había sacado sus cuernos de la madera y ahora se reunía con el resto de sus camaradas, el reactor seguía en pie.
Al llegar a la entrada del extractor Lavey y Eltrant salían... No sabría decir quién de los dos estaba peor.
-¡Vey! -Me faltó tiempo para correr y sostenerla. -Que alguien traiga camillas. -Miré a Eltrant. -Os vais a poner bien.
______________
Off:
1- Tiro de Rendimiento.
Si la adulta hubiera hecho caso a la niña ahora esta no tendría el carcaj vacío. La lagartija ahora tenía una nueva recriminación para su tutora, y esta vez cargada de razones con peso.
El aire bajaba de temperatura conforme se apagaban los colectores, con lo que Lavey podía cargar durante más tiempo sus flechas. Aun así, la sobrexposición al calor estaba pasando factura. La rubia sentía como la cota de malla quemaba el cuero, sus manos y cara estaban rojas, como si hubiera estado tomando el sol en la playa durante demasiado tiempo.
Entonces llegó la vibración en el aire, la temperatura volvió a subir y la alarma llegó de boca del herrero. Lavey tuvo el tiempo justo para guarecer su rostro con los brazos, un grito agudo salió a través de los dientes apretados.
Un chisporroteo se escuchaba a la espalda de la dragoncilla, el dorado pelo estaba siendo consumido por la nube toxica, igual que el cuero bajo la cota de malla, que ya estaba siendo atravesado por el metal.
El grito se volvió un siseo mientras la rubia (ahora con mucho menos pelo) trataba de calmar el dolor.
-Claro que te ayudo, ¿que crees que hago aquí, tomar un picnic? -El sarcasmo era algo que la adolescente no perdía, ni siquiera en las situaciones más peliagudas. -Pues claro que lo levantas tú, mírame. -Señaló su 1,49 de estatura. -No querrás que lo levante yo. Soy más pequeñas que ese trasto. ¡Claro que podemos!
Cogió el cincel y el martillo con arrogancia, ocultando el miedo y el dolor tras una calculada mascara.
Dolor porque algo le decía que su pelo ahora llegaba a la altura de los hombros, dolor porque sentía como se abría la piel de su cara con cada palabra, dolor por cada segundo que sus palmas sujetaban el cincel caliente y mango del martillo, uno le hacía ampollas nuevas y el otro rompía las que ya tenía.
La herramienta cayó con fuerza sobre la runa del colector, una, dos, tres veces. El dibujo sobre el metal desapareció al séptimo e inmediatamente después Lavey soltó cincel y martillo profiriendo un alarido al abrir las manos.
-Me debes una armadura nueva.
Aquella fue la única broma que se permitió para distraer la mente.
Durante el apagado del cilindro, la cota de malla se había terminado de deshacer y el cuero tenía grandes huecos, por los que se veían redondas marcas de quemaduras y una cicatriz estrellada sobre el pecho de la adolescente.
-Marchemos de aquí. -Lavey pasó el brazo de Eltrant por sus hombros y rodeo como pudo su cintura. -Vas a tener que poner de tu parte, no soy un bastón.
Con la mano libre cogió una flecha (que ya no tenía plumón) con la punta envuelta en una bolsa de tela y golpeó con ella la piel del humano.1
-Vamos, con esto podrás seguir caminando.
Las flechas ígneas habían estado saliendo a un ritmo cada vez más pausado, Garraveloz lo sabía, pues mientras no pintaba runas miraba las nubes negras que apagaban el fuego del campamento.
-¡Runa! -Grité una vez más. -Esta es la última. -Con el dorso de la mano limpie mi frente de agua y sudor. -Retrocede.
Señalé uno de los dragones y este, agradecido, bajó las patas de la construcción y exhausto cambio de forma. Los parches y las vigas aguantaron.
-Bien, el siguiente. -Otro dragón dejó de apuntalar la estructura, la madera seguía resistiendo. -¿Que ha sido eso?
Algo había hecho vibrar el suelo y ahora una columna de humo blanco salía por la chimenea del extractor.
-Id a la entrada, ¡vamos! Espera. -Nora y la maestra salieron al instante, pero mi brazo retuvo al hombre-bestia. -Estabas mirando el cielo. ¿Cuantas flechas han volado?
-N-no lo sé. No las he contado, pero la última salió hace unos quince minutos.
-Vámonos de aquí.
Chasqueé la lengua empujando al animal. El último dragón había sacado sus cuernos de la madera y ahora se reunía con el resto de sus camaradas, el reactor seguía en pie.
Al llegar a la entrada del extractor Lavey y Eltrant salían... No sabría decir quién de los dos estaba peor.
-¡Vey! -Me faltó tiempo para correr y sostenerla. -Que alguien traiga camillas. -Miré a Eltrant. -Os vais a poner bien.
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Off:
1- Tiro de Rendimiento.
Reivy Abadder
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Re: El Extractor de Éter [Privado] [CERRADO]
Algo había cambiado dentro de Nora. La muchacha no sabría decir de qué se trataba, pero durante el tiempo que estuvo preparando elixires, atendiendo heridos, manipulando las nubes que anegaban el extractor, apenas había tenido ocasión de sentirse inútil, miserable, como solía hacerlo.
Y, sin embargo, no podía dejar de recordar que todo aquello había sido culpa suya. Se sentía responsable por lo sucedido, sin duda, pero ya no se trataba de aquella culpabilidad derrotista de quien cree no poder hacer ya nada más que torturarse por sus errores. Sí, había sido un error fatal, uno que podía haber costado las vidas de mucha gente, pero flagelarse por ello no ayudaría a reparar el daño causado. Sin saberlo, la muchacha y la mujer que habían viajado con ella en el barco, le habían dado la oportunidad de hacer algo útil. Negándole el tiempo para lamentarse, habían conseguido que se sintiera útil de nuevo, ya no era la chica invisible.
Cuando la muchacha y el capataz salieron del interior del extractor, Nora fue la primera en acercarse a asistirlos. La segunda, en realidad, pues no es fácil aventajar a la carrera a una madre angustiada. Debido a esto, fue al hombre al primero al que atendió. Se encontraba en muy mal estado, pero ella era una experta alquimista, así que la recuperación sería rápida. Cuando hubo terminado con él y haciendo un enorme esfuerzo, alzó sus ojos grises para fijarlos en los marrones de él.
—Lo siento —dijo. Hablaba con firmeza, aunque le temblaban un poco los labios y no tardó en notar ese calor que indicaba que su cara debía haberse vuelto de un rojo brillante—. Debí estar más atenta a mi trabajo. Aceptaré el castigo que considere justo.
Bueno, chicos, debo decir que me ha sorprendido el nivel de acción y drama que ha alcanzado esto en apenas un par de turnos. He disfrutado muchísimo leyéndoos. Disculpad el post tan corto, pero es que creo que ya lo habéis contado todo vosotros.
A partir de aquí, os devuelvo vuestro tema, sois libres de continuarlo o terminarlo como mejor os parezca. Por mi parte, permitidme que os obsequie con 2 px y 1 pp (en Herrería para Eltrant y en Carpintería para Reivy) por vuestro esfuerzo. Esto lo añado ahora a vuestros perfiles, al margen de los puntos que os correspondan por el tema en sí, que solicitaréis por la vía habitual cuando lo cerréis.
Una vez más, ha sido un placer.
Y, sin embargo, no podía dejar de recordar que todo aquello había sido culpa suya. Se sentía responsable por lo sucedido, sin duda, pero ya no se trataba de aquella culpabilidad derrotista de quien cree no poder hacer ya nada más que torturarse por sus errores. Sí, había sido un error fatal, uno que podía haber costado las vidas de mucha gente, pero flagelarse por ello no ayudaría a reparar el daño causado. Sin saberlo, la muchacha y la mujer que habían viajado con ella en el barco, le habían dado la oportunidad de hacer algo útil. Negándole el tiempo para lamentarse, habían conseguido que se sintiera útil de nuevo, ya no era la chica invisible.
Cuando la muchacha y el capataz salieron del interior del extractor, Nora fue la primera en acercarse a asistirlos. La segunda, en realidad, pues no es fácil aventajar a la carrera a una madre angustiada. Debido a esto, fue al hombre al primero al que atendió. Se encontraba en muy mal estado, pero ella era una experta alquimista, así que la recuperación sería rápida. Cuando hubo terminado con él y haciendo un enorme esfuerzo, alzó sus ojos grises para fijarlos en los marrones de él.
—Lo siento —dijo. Hablaba con firmeza, aunque le temblaban un poco los labios y no tardó en notar ese calor que indicaba que su cara debía haberse vuelto de un rojo brillante—. Debí estar más atenta a mi trabajo. Aceptaré el castigo que considere justo.
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Bueno, chicos, debo decir que me ha sorprendido el nivel de acción y drama que ha alcanzado esto en apenas un par de turnos. He disfrutado muchísimo leyéndoos. Disculpad el post tan corto, pero es que creo que ya lo habéis contado todo vosotros.
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A partir de aquí, os devuelvo vuestro tema, sois libres de continuarlo o terminarlo como mejor os parezca. Por mi parte, permitidme que os obsequie con 2 px y 1 pp (en Herrería para Eltrant y en Carpintería para Reivy) por vuestro esfuerzo. Esto lo añado ahora a vuestros perfiles, al margen de los puntos que os correspondan por el tema en sí, que solicitaréis por la vía habitual cuando lo cerréis.
Una vez más, ha sido un placer.
Fehu
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Re: El Extractor de Éter [Privado] [CERRADO]
Lo que vino después fue… confuso.
Sí que estaba seguro de que una joven se disculpó con él y le preguntó que castigo podía ser adecuado para ella. Estaba demasiado agotado para pensar con claridad, así como para recordar el nombre de la chica que, por el color que había adquirido su cara, no estaba especialmente contenta con lo que había sucedido.
¿Había sido cosa suya? Afirmaba que se había despistado.
- Bueno… - Cerró los ojos, centrándose en el repentino alivio que sintió en las quemaduras que la muchacha, alquimista al parecer, comenzó a atender inmediatamente. – Vas a trabajar turnos dobles ayudando con las reparaciones. – Ordenó, aunque su agotado cerebro, comprendió que hacer trabajar hasta la extenuación a alguien encargado de tareas que habían causado aquello no era la mejor idea. – Mejor… esos turnos hazlos en la enfermería. – dijo a continuación, mirando a Reivy, contemplando cómo esta continuaba abrazando a su hija.
Se desplomó frente a la dragona, o creyó que lo hizo. Pues antes de que todo su mundo se fundiese a negro, lo único que recordaba era que alguien le acababa de poner en una camilla y le cargaban a alguna parte.
No le preocupaba Lavey, había visto el abrazo, sabía que estaba bien, tenía que estarlo; no había muchas cosas de las que Eltrant se sintiese personalmente orgulloso, pero tenía que admitir que las armaduras que hacía eran una de ellas.
Y la adolescente había vestido una de las mejores que había hecho.
Se revolvió entre las sabanas, se despertó empapado en sudor, confuso y desorientado.
Aquella pesadilla había sido particularmente desagradable, incluso si no se acordaba de ella. Lo peor de todo aquello era que, tristemente, hacía mucho que se había habituado a ellas; lo había hecho hasta el punto en el que era rara la noche en la que no tenía un mal sueño.
Lyn le preguntaba, constantemente, si quería que le indujese el sueño con su habilidad.
Parpadeó varias veces, relajándose un poco, acompasando su respiración a la distante voz de los trabajadores. Estaba en una de las tiendas que habían montado en la playa y, por la poca luz que había, parecía que ya había anochecido. Aunque tampoco tenía forma alguna de saber cuanto tiempo había pasado.
Tomó aire, notando como aun le dolía el pecho, dónde ahora había gruesas vendas ligeramente manchadas de rojo, algo que compartía con parte de sus brazos y su cabeza. Afortunadamente para él, el tatuaje arcano que le había hecho Asher funcionaba a la perfección y se encontraba sorpresivamente bien. Aunque brillaba con la suficiente intensidad como para hacerse ver a simple vista, debía de haber estado activo desde hacía horas.
Se dejó caer sobre la cama, sabiendo que, si bien era cierto que aquello le curaba más rápido, después acababa completamente agotado.
Fue ese el momento en el que un joven ataviado con una túnica entró en la tienda.
- ¿Ya está despierto, capataz? – Preguntó acercándose a la cama, Eltrant tardó un par de segundos en responder, se quedó mirando el techo de la tienda.
- ¿Cómo va el extractor? – Fue lo primero que preguntó, comenzando a erguirse.
- Pues… bien. Dicen que estará acabado en poco tiempo. – Expuso, repasando una lista que tenía en la mano.
- ¿Puedes llamar a Reivy? – Preguntó, dejando escapar un sonoro bostezo.
- ¿La jefa de los carpinteros? – Preguntó – Por supuesto. – dijo antes de salir del lugar.
Sí que estaba seguro de que una joven se disculpó con él y le preguntó que castigo podía ser adecuado para ella. Estaba demasiado agotado para pensar con claridad, así como para recordar el nombre de la chica que, por el color que había adquirido su cara, no estaba especialmente contenta con lo que había sucedido.
¿Había sido cosa suya? Afirmaba que se había despistado.
- Bueno… - Cerró los ojos, centrándose en el repentino alivio que sintió en las quemaduras que la muchacha, alquimista al parecer, comenzó a atender inmediatamente. – Vas a trabajar turnos dobles ayudando con las reparaciones. – Ordenó, aunque su agotado cerebro, comprendió que hacer trabajar hasta la extenuación a alguien encargado de tareas que habían causado aquello no era la mejor idea. – Mejor… esos turnos hazlos en la enfermería. – dijo a continuación, mirando a Reivy, contemplando cómo esta continuaba abrazando a su hija.
Se desplomó frente a la dragona, o creyó que lo hizo. Pues antes de que todo su mundo se fundiese a negro, lo único que recordaba era que alguien le acababa de poner en una camilla y le cargaban a alguna parte.
No le preocupaba Lavey, había visto el abrazo, sabía que estaba bien, tenía que estarlo; no había muchas cosas de las que Eltrant se sintiese personalmente orgulloso, pero tenía que admitir que las armaduras que hacía eran una de ellas.
Y la adolescente había vestido una de las mejores que había hecho.
[…]
Se revolvió entre las sabanas, se despertó empapado en sudor, confuso y desorientado.
Aquella pesadilla había sido particularmente desagradable, incluso si no se acordaba de ella. Lo peor de todo aquello era que, tristemente, hacía mucho que se había habituado a ellas; lo había hecho hasta el punto en el que era rara la noche en la que no tenía un mal sueño.
Lyn le preguntaba, constantemente, si quería que le indujese el sueño con su habilidad.
Parpadeó varias veces, relajándose un poco, acompasando su respiración a la distante voz de los trabajadores. Estaba en una de las tiendas que habían montado en la playa y, por la poca luz que había, parecía que ya había anochecido. Aunque tampoco tenía forma alguna de saber cuanto tiempo había pasado.
Tomó aire, notando como aun le dolía el pecho, dónde ahora había gruesas vendas ligeramente manchadas de rojo, algo que compartía con parte de sus brazos y su cabeza. Afortunadamente para él, el tatuaje arcano que le había hecho Asher funcionaba a la perfección y se encontraba sorpresivamente bien. Aunque brillaba con la suficiente intensidad como para hacerse ver a simple vista, debía de haber estado activo desde hacía horas.
Se dejó caer sobre la cama, sabiendo que, si bien era cierto que aquello le curaba más rápido, después acababa completamente agotado.
Fue ese el momento en el que un joven ataviado con una túnica entró en la tienda.
- ¿Ya está despierto, capataz? – Preguntó acercándose a la cama, Eltrant tardó un par de segundos en responder, se quedó mirando el techo de la tienda.
- ¿Cómo va el extractor? – Fue lo primero que preguntó, comenzando a erguirse.
- Pues… bien. Dicen que estará acabado en poco tiempo. – Expuso, repasando una lista que tenía en la mano.
- ¿Puedes llamar a Reivy? – Preguntó, dejando escapar un sonoro bostezo.
- ¿La jefa de los carpinteros? – Preguntó – Por supuesto. – dijo antes de salir del lugar.
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
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Re: El Extractor de Éter [Privado] [CERRADO]
¿Que todo esto había sido culpa de ella? Que los trabajadores, Eltrant y mi hija casi mueren por culpa de...
La respiración me aumentó, agitada y veloz, al mismo tiempo que la piel se endurecía y cambiaba de color.
Aquella era la segunda vez que la ira conseguía estimular una transformación espontanea, y esta era la segunda vez que Lavey conseguía frenarla.
-Mama, déjala. -Me decía la rubia, con la voz ronca por culpa de las quemaduras en la garganta. -Estoy bien, he salvado al héroe. -No la veía pero la niña sonrió con su maltrecho rosto resquebrajado. -Tranquila, estoy aquí, no me voy a ninguna parte.
La lagartija levantó como pudo la cabeza y me beso en el cuello, cerca de la mandíbula. Yo estaba encorvada, estrechándola entre mis brazos, pero aun así su baja estatura no daba para más.
-Te juro que no te saco más de casa. -Apreté un poco el abrazo. -¿Me oyes? Estas castigada toda tu vida. No sales más del taller.
Una lágrima gruesa cayó en el pelo rubio, pero la adolescente no la sintió, acababa de perder el conocimiento.
No había pasado mucho tiempo cuando Lavey volvió a abrir los ojos. O igual si, Eltrant estaba atendido y la dragoncita ya estaba en una tienda medica.
Nora se encontraba con la adolescente, a solas, a petición de la misma Nora, que pedía privacidad con su paciente.
La alquimista tuvo que pelear mucho con la madre de la rubia y casi pierde, pero al final la madre cedió. Si le pasaba algo a su niña ya sabía a quién tenía que atormentar.
-¿Ya estamos en la parte de la cama? -Bromeaba Lavey entreabriendo los ojos. -¿Le pediste mi mano a Reivy? -La rubia trató de alzar la cabeza y se rio en un susurro al ver la cara de Nora. -Tranquila, será nuestro secreto.
-¿eh? si, si... secreto. No te muevas aun no he terminado. -La alquimista intentó no ponerse roja y se centró en las curas. -La cara, garganta, piernas y manos han sanado. Con el pelo no he podido hacer nada.
-¡Mi pelo! -La adolescente se llevó las manos a la cabeza. -¡MI PELO! -Su pecho se agitaba... bueno, hacia algo parecido a agitarse ya que era plano, y sus dedos peinaban con histeria los mechones. -Mi pelo... -Repitió por tercera vez, recordando lo que había sucedido. -Bueno, -Finalizó, resentida. -por lo menos no estoy calva.
-¡¿Que pasa ahí dentro?!
-Nada mama, no pasa nada. Solo gozo de los placeres carnales. -Se escuchó un bufido al otro lado de la tela de la tienda. -¿Porque no vas con Eltrant y le dices que me haga una armadura nueva? -Unos pasos rezongones se alejaron de la tienda. -Dígame doctora. Me estoy muriendo, ¿verdad?
-¿Que? No. -Nora miró tarde los ojos de Lavey, de haberlo hecho a tiempo se hubiera dado cuenta de que la adolescente bromeaba. -Esta cicatriz. -La bruja pasó los dedos por la herida vieja que la rubia tenía en el pecho. -¿Quieres que te la quite?
-No hace falta. -La alquimista estaba perdida en los trazos de la marca y no hacía más que acariciarlos. Sin darse cuenta Nora había desviado la mirada hacia la cicatriz que también tenía en la pierna. -Me gusta, cuentan una historia. Además, parece ser un elemento atractivo.
-N-no, yo... yo. -La bruja quitó la mano con rapidez. -Solo...
-Está bien, tranquila. ¿Quieres oír la historia? -Nora asintió. -Bien. La de la pierna me la hice un día que estábamos en el mar...
Había estado un rato mirando dormir a Eltrant, un rato más bien corto, era aburrido ver dormir a las personas.
Estaba deambulando por el campamento mientras esperaba, mis obligaciones de madre estaban completas luego de asustar a Garraveloz y a la alquimista petarda, las de carpintera también estaban cumplidas. Aunque eso había sido sencillo, tan solo tuve que mandar a descansar a todo el mundo, nadie tenía cuerpo para trabajar después un accidente así.
Un hombre me vino a buscar en nombre del capataz y a los pocos minutos estaba dentro de su tienda.
-¿Por fin me vas a enseñar tus secretos de hombre? -Abrí la lona, coqueta y con una media sonrisa. -Me has costado trabajo, pero seguro que la espera valió la pena. -Me senté en un taburete, con la broma aun en mis labios. -E visto muchos pectorales, pero ninguno brilla tanto como el tuyo. ¿Cómo te encuentras?
La respiración me aumentó, agitada y veloz, al mismo tiempo que la piel se endurecía y cambiaba de color.
Aquella era la segunda vez que la ira conseguía estimular una transformación espontanea, y esta era la segunda vez que Lavey conseguía frenarla.
-Mama, déjala. -Me decía la rubia, con la voz ronca por culpa de las quemaduras en la garganta. -Estoy bien, he salvado al héroe. -No la veía pero la niña sonrió con su maltrecho rosto resquebrajado. -Tranquila, estoy aquí, no me voy a ninguna parte.
La lagartija levantó como pudo la cabeza y me beso en el cuello, cerca de la mandíbula. Yo estaba encorvada, estrechándola entre mis brazos, pero aun así su baja estatura no daba para más.
-Te juro que no te saco más de casa. -Apreté un poco el abrazo. -¿Me oyes? Estas castigada toda tu vida. No sales más del taller.
Una lágrima gruesa cayó en el pelo rubio, pero la adolescente no la sintió, acababa de perder el conocimiento.
No había pasado mucho tiempo cuando Lavey volvió a abrir los ojos. O igual si, Eltrant estaba atendido y la dragoncita ya estaba en una tienda medica.
Nora se encontraba con la adolescente, a solas, a petición de la misma Nora, que pedía privacidad con su paciente.
La alquimista tuvo que pelear mucho con la madre de la rubia y casi pierde, pero al final la madre cedió. Si le pasaba algo a su niña ya sabía a quién tenía que atormentar.
-¿Ya estamos en la parte de la cama? -Bromeaba Lavey entreabriendo los ojos. -¿Le pediste mi mano a Reivy? -La rubia trató de alzar la cabeza y se rio en un susurro al ver la cara de Nora. -Tranquila, será nuestro secreto.
-¿eh? si, si... secreto. No te muevas aun no he terminado. -La alquimista intentó no ponerse roja y se centró en las curas. -La cara, garganta, piernas y manos han sanado. Con el pelo no he podido hacer nada.
-¡Mi pelo! -La adolescente se llevó las manos a la cabeza. -¡MI PELO! -Su pecho se agitaba... bueno, hacia algo parecido a agitarse ya que era plano, y sus dedos peinaban con histeria los mechones. -Mi pelo... -Repitió por tercera vez, recordando lo que había sucedido. -Bueno, -Finalizó, resentida. -por lo menos no estoy calva.
-¡¿Que pasa ahí dentro?!
-Nada mama, no pasa nada. Solo gozo de los placeres carnales. -Se escuchó un bufido al otro lado de la tela de la tienda. -¿Porque no vas con Eltrant y le dices que me haga una armadura nueva? -Unos pasos rezongones se alejaron de la tienda. -Dígame doctora. Me estoy muriendo, ¿verdad?
-¿Que? No. -Nora miró tarde los ojos de Lavey, de haberlo hecho a tiempo se hubiera dado cuenta de que la adolescente bromeaba. -Esta cicatriz. -La bruja pasó los dedos por la herida vieja que la rubia tenía en el pecho. -¿Quieres que te la quite?
-No hace falta. -La alquimista estaba perdida en los trazos de la marca y no hacía más que acariciarlos. Sin darse cuenta Nora había desviado la mirada hacia la cicatriz que también tenía en la pierna. -Me gusta, cuentan una historia. Además, parece ser un elemento atractivo.
-N-no, yo... yo. -La bruja quitó la mano con rapidez. -Solo...
-Está bien, tranquila. ¿Quieres oír la historia? -Nora asintió. -Bien. La de la pierna me la hice un día que estábamos en el mar...
Había estado un rato mirando dormir a Eltrant, un rato más bien corto, era aburrido ver dormir a las personas.
Estaba deambulando por el campamento mientras esperaba, mis obligaciones de madre estaban completas luego de asustar a Garraveloz y a la alquimista petarda, las de carpintera también estaban cumplidas. Aunque eso había sido sencillo, tan solo tuve que mandar a descansar a todo el mundo, nadie tenía cuerpo para trabajar después un accidente así.
Un hombre me vino a buscar en nombre del capataz y a los pocos minutos estaba dentro de su tienda.
-¿Por fin me vas a enseñar tus secretos de hombre? -Abrí la lona, coqueta y con una media sonrisa. -Me has costado trabajo, pero seguro que la espera valió la pena. -Me senté en un taburete, con la broma aun en mis labios. -E visto muchos pectorales, pero ninguno brilla tanto como el tuyo. ¿Cómo te encuentras?
Reivy Abadder
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Re: El Extractor de Éter [Privado] [CERRADO]
- Es bueno saber que tu hija está bien. – dijo Eltrant masajeándose la sien al oír la primera frase que dejó escapar Reivy al aparecer por la enfermería. Lavey no debía estar muy mal si su madre bromeaba de aquel modo. – Me encuentro bien, sí. Sobre todo, teniendo en cuenta que casi me derrito. – Aseveró esbozando ahora una sonrisa cansada. – Y el brillo es… - Incorporándose un poco más para estar mínimamente a la altura de la dragona le mostró el tatuaje que tenía en el antebrazo izquierdo. – Al parecer he recibido tanta sanación elfica que se me ha quedado dentro o algo. – dijo, parafraseando lo que le había explicado Asher. - Este tatuaje ayuda con eso. – Expuso, negando al final con la cabeza y estirando ambos brazos, dejando escapar un pequeño gruñido de dolor al notar su cuerpo tensarse.
– Pero ahora enserio. ¿Cómo esta Lavey? – Preguntó bajando la mirada unos instantes.
La adolescente se había metido con él, literalmente, en el ojo del huracán.
No podía evitar sentirse culpable al respecto; la dragona podía haber acabado muy mal parada.
- Intenté que se fuese. – dijo llevándose la mano derecha hasta la nuca, buscando que decirle a la madre de la joven que casi moría junto a él. – Pero no… atendía a razones. – Sacudió la cabeza. – Es muy cabezota. – dijo cerrando ambas manos en torno a las sabanas. – Pero muy valiente. – Sentenció, sonriendo a Reivy.
En el exterior seguía escuchándose a gente trabajar, por lo que podía entrever tras los pliegues de la tienda en la que confinado el trabajo ya estaba prácticamente acabado; lo cual era sorprendente teniendo en cuenta el accidente.
Sacudiendo al cabeza se destapó de las sabanas y se sentó frente a la dragona.
- ¿Me acercas la camisa? – Preguntó alargando la mano. – El capataz no puede quedarse más tiempo aquí encerrado. Quedará poco trabajo, pero aún queda. – dijo como toda explicación a lo que Eltrant intuía que pasaba por la cabeza de la dragona.
Si bien antes del accidente ya habían terminado y estaban “Probando” las cosas, una parte de él había supuesto que aquel incidente habría retrasado la finalización del proyecto al menos una semana o dos.
Pero allí estaba, escuchando a los herreros gritar en el exterior que terminasen de colocar las baterías en el extractor y mandasen las consiguientes cartas a Dundarak para que avisasen a la Logia.
Eran ellos quienes iban a activar aquella edificación de forma controlada.
Y lo agradecía, si alguien sabía cómo lidiar con desastres mágicos eran los miembros de ese gremio.
- ¿Has sido tú? – Preguntó a la carpintería según se calzaba la camisa, señalando ahora al exterior. – Los has coordinado bastante bien. Mejor que yo, incluso. – Aseveró volviendo a mirar por la pequeña hendidura por la que se podía apreciar el exterior. – Gracias. – dijo – También por lo del accidente. – Añadió – No sé qué clase de capataz se mete de lleno en el problema sin dar antes órdenes a los demás. – Bajó la mirada hasta las vendas que cubrían sus manos y negó con la cabeza.
Tras unos segundos en sin decir nada se levantó y, dejando escapar otro gemido de dolor en voz baja, se obligó a erguirse y se encaminó al exterior, lugar desde el que contempló, completamente en silencio, el dichoso extractor de Éter.
- No está mal. ¿No crees? – dijo a la carpintera, cruzándose de brazos. – Casi parece que lo ha levantado gente que sabe. – Bromeó, dejado escapar una corta carcajada que acabó con otro gruñido de dolor. – No sé por qué me hago esto. – Murmuró, buscando el hombro de Reivy para apoyarse.
Ya estaba, ahora solo tenían que venir desde Dundarak y habrían acabado.
A decir verdad, estaba deseando salir de aquella isla de una vez. Empezaba a cansarse de la ceniza y el escuchar a gente pidiendo su opinión para todo y, sobre todo, echaba de menos poder plantar algo.
Quizás se pasase por la cabaña según pasase por el este de vuelta al sur.
Lyn agradecería ver que tal iban las fresas.
– Pero ahora enserio. ¿Cómo esta Lavey? – Preguntó bajando la mirada unos instantes.
La adolescente se había metido con él, literalmente, en el ojo del huracán.
No podía evitar sentirse culpable al respecto; la dragona podía haber acabado muy mal parada.
- Intenté que se fuese. – dijo llevándose la mano derecha hasta la nuca, buscando que decirle a la madre de la joven que casi moría junto a él. – Pero no… atendía a razones. – Sacudió la cabeza. – Es muy cabezota. – dijo cerrando ambas manos en torno a las sabanas. – Pero muy valiente. – Sentenció, sonriendo a Reivy.
En el exterior seguía escuchándose a gente trabajar, por lo que podía entrever tras los pliegues de la tienda en la que confinado el trabajo ya estaba prácticamente acabado; lo cual era sorprendente teniendo en cuenta el accidente.
Sacudiendo al cabeza se destapó de las sabanas y se sentó frente a la dragona.
- ¿Me acercas la camisa? – Preguntó alargando la mano. – El capataz no puede quedarse más tiempo aquí encerrado. Quedará poco trabajo, pero aún queda. – dijo como toda explicación a lo que Eltrant intuía que pasaba por la cabeza de la dragona.
Si bien antes del accidente ya habían terminado y estaban “Probando” las cosas, una parte de él había supuesto que aquel incidente habría retrasado la finalización del proyecto al menos una semana o dos.
Pero allí estaba, escuchando a los herreros gritar en el exterior que terminasen de colocar las baterías en el extractor y mandasen las consiguientes cartas a Dundarak para que avisasen a la Logia.
Eran ellos quienes iban a activar aquella edificación de forma controlada.
Y lo agradecía, si alguien sabía cómo lidiar con desastres mágicos eran los miembros de ese gremio.
- ¿Has sido tú? – Preguntó a la carpintería según se calzaba la camisa, señalando ahora al exterior. – Los has coordinado bastante bien. Mejor que yo, incluso. – Aseveró volviendo a mirar por la pequeña hendidura por la que se podía apreciar el exterior. – Gracias. – dijo – También por lo del accidente. – Añadió – No sé qué clase de capataz se mete de lleno en el problema sin dar antes órdenes a los demás. – Bajó la mirada hasta las vendas que cubrían sus manos y negó con la cabeza.
Tras unos segundos en sin decir nada se levantó y, dejando escapar otro gemido de dolor en voz baja, se obligó a erguirse y se encaminó al exterior, lugar desde el que contempló, completamente en silencio, el dichoso extractor de Éter.
- No está mal. ¿No crees? – dijo a la carpintera, cruzándose de brazos. – Casi parece que lo ha levantado gente que sabe. – Bromeó, dejado escapar una corta carcajada que acabó con otro gruñido de dolor. – No sé por qué me hago esto. – Murmuró, buscando el hombro de Reivy para apoyarse.
Ya estaba, ahora solo tenían que venir desde Dundarak y habrían acabado.
A decir verdad, estaba deseando salir de aquella isla de una vez. Empezaba a cansarse de la ceniza y el escuchar a gente pidiendo su opinión para todo y, sobre todo, echaba de menos poder plantar algo.
Quizás se pasase por la cabaña según pasase por el este de vuelta al sur.
Lyn agradecería ver que tal iban las fresas.
Eltrant Tale
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Re: El Extractor de Éter [Privado] [CERRADO]
-La lagartija está bien. -Sonreí mientras miraba con curiosidad aquel tatuaje brillante. -Ahora tiene menos pelo y quiere que le reconstruya la armadura. Pero se encuentra bien. -Sonreí de medio lado con orgullo velado. -Tranquilo, se parece mucho a su madre... y está en plena adolescencia, cada día que pasa está más incontrolable. -Mi sonrisa cambió una vez más, ahora era picara. -No sé si quiero. -Cogí la camisa con un dedo y la dejé suspendida entre los dos. -Estoy disfrutando de las vistas. -Ahogué una risa y le pasé la camisa al humano. -Toma, pero ahora lo que tienes que hacer es seguir en la cama. Estas hecho un guiñapo, Eltrant. -Miré de reojo hacia donde apuntaba el herrero y levanté una ceja, quitándole importancia al asunto. -Me he criado en una familia "pequeña", ocho hermanos nada más, y en Ulmer tengo trabajadores a mi cargo. Las casas y barcos no se construyen solo con dos manos. -Aclaré. -Está claro, un mal capataz.
Reí quedamente y miré el gesto del castaño, ¿acaso estaba avergonzado por su desempeño? Apenas conocía a Eltrant, pero parecía un hombre que se exigía y sobrevivía en todo, daba la impresión de que cargara con el peso del mundo a su espalda. ¿Se podía ser feliz con una vida así?
Estiré los brazos hacia el techo de la carpa, aliviando la tensión acumulada. No me correspondía a mi saber la respuesta de la incógnita, fuese cual fuese la respuesta era su vida y solo los dioses tienen derecho a juzgar nuestros actos.
-No está nada mal, no. -Seguí al humano hasta el exterior. -Si... casi, solo nos ha faltado firmar. -Sonreí burlona. -Si no lo sabes tú... -Dejé la frase a medias y recogí el brazo que buscaba mi apoyo. -Quien sabe. Igual te gusta que te maltraten, he conocido gente así y te puedo decir que -Miré al herrero y bajé la voz. -pasar la noche con ellos es gozo puro. -Me quedé en silencio, esperando una respuesta. Luego sonreí divertida. -Anda, volvamos dentro, aun tienes que descansar.
Reí quedamente y miré el gesto del castaño, ¿acaso estaba avergonzado por su desempeño? Apenas conocía a Eltrant, pero parecía un hombre que se exigía y sobrevivía en todo, daba la impresión de que cargara con el peso del mundo a su espalda. ¿Se podía ser feliz con una vida así?
Estiré los brazos hacia el techo de la carpa, aliviando la tensión acumulada. No me correspondía a mi saber la respuesta de la incógnita, fuese cual fuese la respuesta era su vida y solo los dioses tienen derecho a juzgar nuestros actos.
-No está nada mal, no. -Seguí al humano hasta el exterior. -Si... casi, solo nos ha faltado firmar. -Sonreí burlona. -Si no lo sabes tú... -Dejé la frase a medias y recogí el brazo que buscaba mi apoyo. -Quien sabe. Igual te gusta que te maltraten, he conocido gente así y te puedo decir que -Miré al herrero y bajé la voz. -pasar la noche con ellos es gozo puro. -Me quedé en silencio, esperando una respuesta. Luego sonreí divertida. -Anda, volvamos dentro, aun tienes que descansar.
Reivy Abadder
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