Un destino muy curado [Libre, 4/4]

-No creo que sea muy seguro.- protestó Elaine, otra vez, siempre tan preocupada, con las manos en sus espadas.

-No digas tonterías, Barbarroja es un tipo encantador, y muy buen tabernero, ¡fue el primero que me dejo tocar cuando llegue a la ciudad! No es el pirata, seguro, es un tipo encantador, las cicatrices son de una dura vida de tabernero, los borrachos pueden ponerse violentos…- finalmente habían llegado, así que se paró ante la puerta con un gesto triunfal. -Tadaaa.-

-Hay un ancla en la entrada… Y un cofre…Y...- protestó Elaine. Vale, nunca se había fijado en ese detalle la verdad.

-Es una ciudad portuaria, ¡por supuesto que tiene un ancla! ¡Es para indicar que es una taberna que acepta marineros! ¿Acaso dudas de mi?- eso la calmó, murmurando por lo bajo algo sobre como iban a entrar en un sitio llamado “el retiro del pirata” mientras hacía lo posible por relajarse, o fingir que lo hacía al menos.

Así que Alisha entró a la taberna, antes de que Elaine se recuperara y encontrara una nueva excusa. La taberna era… un poco burda, como cualquier taberna en la que uno pudiera obtener vino barato, pero en su opinión, eso le añadía encanto.

-Barbaaaaa.- dijo en cuando lo vio, tras la barra, hablando con un tipo. Se tensó un momento, pero en cuando la vio corriendo hacia él, sonrió y extendió los brazos. No estaba muy segura de lo que quería hacer con ellos, hasta que se acercó suficiente y fue levantada desde el otro lado, soltando un gritito de pánico que no hizo más que provocar carcajadas en el hombre. Una vez al otro lado de la barra, vio a El tiesa como un palo, mirando al hombre que ocupaba como tres Alishas.

Oh, cierto, El. -¡Ella es Elaine! ¡Es mi caballero!- Barbarroja dejo de mirarla, centrando su mirada en Elaine, examinándola, provocando que la mujer se tensara inmediatamente ante el análisis.  Pero era una misericordiosa señora, y redirigió la atención del tabernero. -¿Qué tal va el negocio? ¿Quieres que toque?-

-Ah, va bien, va bien, acabo de contratar a una chica para que ayude. ¿Y la ballesta? ¿La usaste mucho? ¿O ya no necesitas ahora que tienes un apuesto caballero protegiéndote?- la ballesta había sido un regalo de Barbarroja al fin y al cabo.

-¡Por supuesto que la necesito! ¡No la voy a dejar luchar sola! Y hay veces donde sus espadas no llegan. Una vez le dispare a un tipo por patear a mi upelero. Oh, ¡tengo un upelero! Se llama Teniente Plumitas y es TAN suave. Pero me preocupa llevarlo a lugares peligrosos. ¿Crees que en el mercado venderán cachorros de mantícora? Me preocuparía menos si sé que puede protegerse.- en vez de contestar, como debería, Barbarroja simplemente se río a carcajada limpia y le alborotó el pelo, haciéndola refunfuñar. Indignada, se alejó refunfuñando aun más y busco una mesa donde empezar a afinar su laúd.