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Mensaje  Nousis Indirel Vie 31 Jul - 23:07




Ella se había ido, alejándose con una premura excesiva para él, quien tardó un buen rato en ordenar unos pensamientos que acudían en demasía a beber de una fuente cuya agua llevaba a demasiadas interpretaciones.

Sus ojos captaron el acompasado movimiento de un trio de sujetos, que se pusieron en marcha en el preciso momento en que la humana pasó a su lado, dejando la urbe. El Elfo, armado y deseoso de templar cuanto tenía en la cabeza por algo mucho más sencillo, les siguió unos pasos, los necesarios para que éstos se diesen cuenta de su presencia. Dentro de él bullía la impaciencia, no siendo otra su intención que abandonar al igual que ella los muros de Lunargenta.

Estiró los dedos de la mano diestra, dos veces, antes de acercarlos delicadamente a la empuñadura de su espada mejorada. Dos de ellos se miraron entre sí. Uno era humano, o al menos lo aparentaba, se dijo rememorando sus últimos encuentros con dracónidos. Otro, encapuchado, le miraba fríamente desde unas pupilas cuya frialdad rivalizaba con las del propio espadachín. La tercera, entraba sin duda alguna dentro del grupo de humanoides bestiales. No pasaba en absoluto desapercibida, y no era poco los transeúntes que al pasar contemplaban su imagen, temerosos y apretando el paso. El mismo elfo tardó unos segundos en apartar la mirada del desplegado cuello de la cobra. Su rostro, por otro lado, presentaba una piel escamosa, y unas fauces muy ligeramente pronunciadas, aún bastante humano.

La capital de los Humanos albergaba criaturas de lo más sorprendentes.

-No es buena idea- les habló en lengua común. No estaba siendo temerario de forma consciente, ni esperaba poder derrotar a tres enemigos sin esfuerzo o arriesgar la vida. Necesitaba calmar el maremágnum de emociones que se había adueñado de él, y ahora debían desbordar por un camino completamente distinto. Sentía un conocido y auténtico deseo por enfrentar a un oponente, por derrotarlo, viéndolo caer a tierra cosido a cuchilladas. Respiró profundamente, recordando el lugar en el que se hallaba y su situación. Tantas cosas podrían salir mal en un momento, en un combate… Y era posible, que ni siquiera se diesen los primeros pasos para ello. Su razón luchaba contra su instinto. Y la primera buscaba entretenerles un poco más sin llegar al enfrentamiento directo. Ella no lo sabría, pero se alejaría de allí, sin peligro.

-No son tus asuntos- señaló el desconocido cuyo rostro eran bien visible. Arco, armadura de cuero de escasa calidad, bien parecido… su voz no entrañaba desprecio. Tan sólo algo en apariencia que no arrojaba dudas.

-Ella es asunto mío- explicó Nou, pasándose en uno de sus ademanes más habituales, la mano izquierda por el cabello. Visto desde fuera, podría interpretarse como algo insultante o arrogante, mas sólo era un gesto involuntario- Seguramente… -dejó caer- os equivocáis de persona.

“O no- siseó su intención oscura- realmente quieres…”

-Coincide suficientemente con la descripción-
indicó la mujer-serpiente. Su lanza no medía más allá de seis palmos, y la agarraba con la misma tensión que quien estaba dispuesto a entrar en batalla de un momento a otro.

El encapuchado repasó al elfo, y tras ello, pasó revista a la calle y a los ciudadanos ocupados en numerosos quehaceres, o sencillamente, transitando, solo y en grupo.

-Vámonos- ordenó, seco, pasando no obstante al lado de Nousis, quien notó en su olor algo conocido que no llegó a identificar. Los siguió con la mirada, dividido entre el alivio y la molestia al ver que habían tomado la ruta contraria a Iori. Primó un gesto de suficiencia.

No era extraño encontrarse con cazarrecompensas en una ciudad de tal tamaño. Todos los días se producían secuestros, asesinatos, problemas, robos… Y la guardia de la urbe solía encargarse de los problemas más serios, por lo que lo relativo era campo sembrado para buscavidas.

El Elfo continuó escudriñando la calle, apoyando su espada en la pared de una de las edificaciones, y su atención fue llamada por un joven humano que parecía estar escondiéndose, a tenor de su intranquilidad y sus constantes vistazos a la vía principal. Cruzado de brazos, el espadachín no movió un músculo. Había tenido suficiente con el rescate del día anterior.

Sus ojos grises continuaron escrutando al joven, con sus oídos regalados por el fruncido de su capa con el escaso viento. Un guardia de la ciudad, sin su pelotón, avanzada con cierta inseguridad. Resultaba algo bastante fuera de lo común, y ambas escenas le movieron a no abandonar su posición. ¿Un pequeño ladrón? ¿Un pequeño ladrón? ¿Habría tenido la osadía de robar a un soldado?

El muchacho gritó antes de tratar de echar a correr, y pronto, un hombre armado surgió presuroso, encarando al guardia, quien esquivó el ataque y con habilidad, consiguió ensartarle en su lanza. El Elfo se irguió, echando mano de la empuñadura de su espada, sin perder detalle. Sorprendentemente, el vencedor escapó del lugar, dejando al chico solo con un cadáver a los pies.

-¡TU!- gritó a la única criatura cercana. El propio Nousis- ¡Tú, elfo! ¡Sácame de aquí con vida y te recompensaré! - aseguró, aterrado- ¡Me quieren matar! ¡Soy Ralph Vouss, escóltame por favor!

Frunciendo el ceño, con deliberada lentitud, el extranjero se aproximó al humano. Muchas personas habían huido tras el asesinato. No tardaría la zona en verse comprometida.

-No quiero tener que ver con ladrones o asesinatos- expresó con una clara desgana. Tenía que abandonar ese lugar, y esa ciudad.

El muchacho se puso en pie. Temblaba claramente, y dio dos pasos en la dirección contraria al cuerpo sin vida.

-¡Por favor!-
repitió- ¡Puedo pagarte! ¡Todo es cosa de los Dumont!

Hastiado, el elfo tomó una decisión de la que esperaba no arrepentirse. Su pura y maldita curiosidad.

-Vamos. Pero quiero todos los detalles. O te dejaré solo.

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Mensaje  Shinoroa Ryuu Mar 4 Ago - 5:53

El reciente desastre de Sandorai aún estaba fresco en la memoria de todos. Por ello, Ryuu decidió emprender el viaje hacia Lunargenta y buscar a la familia de su padre. No creía conveniente continuar con la búsqueda de la creadora de su arco actualmente, y prefería esperar a que pasara algo de tiempo desde el ataque al árbol sagrado de los elfos.

Durante su viaje notó que sus aeros escaseaban... otra vez. Muy a su pesar, se estaba volviendo una costumbre y no quería mantenerla. Luego de haber almorzado algo en una taberna en las afueras de Lunargenta, vio en un tablón cercano que una familia ofrecía una buena recompensa por localizar a su hija desaparecida. Sin perder tiempo, se dirigió hacia la casa de aquella familia, donde le proporcionaron toda la información necesaria para que iniciara la búsqueda.

Tal y como le habían sugerido los señores Dumont, el arquero tomó rumbo hacia la casa del joven Vouss. Grande fue la sorpresa del pájaro al llegar a su destino y encontrarse con que la vivienda había sido quemada hasta sus cimientos.
-Genial, la única pista que tenía y se volvió cenizas...- Sin saber como podría encontrar a la chica, Ryuu optó por inspeccionar los alrededores de la casa. El fuego ya había sido controlado, y sólo quedaban los humeantes y negros restos de la construcción, rodeados por algunos curiosos. Los presentes aseguraban que el incendio no era un hecho accidental, sino un intento de asesinar a la familia. Las razones eran muchas y muy variadas, dependiendo de quién las expusiera: ajuste de cuentas, negocios, luchas de poder, terceros en la cama y un largo etcétera.

Tras una rápida revisión del lugar, el ave encontró una huella sobre un montón de ceniza, desde la cual nacía un rastro que se alejaba del lugar, perdiéndose poco a poco. Al seguirla, se topó con un gentío que huía de una calle cercana. Todos parecían ignorar a Ryuu (algo bastante nuevo para él, ya que solía destacar bastante), seguramente debido al miedo que se reflejaba en sus rostros. A juzgar por los gritos de aquella gente, alguien había sido asesinado y el perpetrador había logrado escapar. También logró escuchar el nombre de Ralph Vouss, aunque desconocía su relación con el ataque. ¿Sería la víctima o el victimario?

Abriéndose paso entre la marejada de personas asustadas, finalmente consiguió llegar al lugar de los hechos. En efecto, un cuerpo yacía cerca... pero no había nadie más. Notando la impotencia y la desesperación apoderándose de él, el pájaro buscó en todas direcciones. Si bien contaba con una vaga descripción suya, Ryuu no sabía exactamente cómo lucía el muchacho, por lo que la dificultad de su tarea aumentaba. Cuando ya casi perdía las esperanzas, vio un par de sujetos alejándose por una calle lateral, que parecía ser de menor importancia. Era la única "pista" que tenía ahora.

Una vez que alcanzó al dúo, los inspeccionó mientras recuperaba el aliento. Se trataba de un humano y un elfo. El primero coincidía con la descripción recibida de los Dumont: un joven apuesto, de cabello castaño oscuro y delgado. Pero esa información no era suficiente, muchos otros jóvenes también cumplían con ella, por lo que no podía estar seguro.
Por su parte, el elfo era una figura familiar, que le transmitía seguridad e inquietud a partes iguales: seguridad por su pericia en combate, e inquietud porque le recordaba a los desagradables hechos ocurridos en el norte.
-¡Nousis! Me alegra verte bien... Mis disculpas... ¿Es usted... el señor Ralph Vouss? Estoy buscando a la señorita Marielle, ¿tiene alguna idea de dónde puede estar?- El arquero dirigió sus palabras al joven, con la respiración aún entrecortada, luego de saludar rápidamente al elfo.

-¿Marielle? No la he visto desde ayer, y no quiero volver a hacerlo. Su familia me quiere ver muerto. Esos malnacidos quemaron mi casa, con toda mi familia dentro. Si Marielle hubiera estado conmigo como habíamos acordado, ella también estaría muerta ahora. Gracias al cielo que no se presentó.-
-Un momento. Los Dumont me enviaron a buscarla porque creyeron que había huido con usted. Si hubieran sabido que estaba en su casa, podrían haber ido a buscarla ellos mismos. Hay algo que no encaja... O bien el incendio no fue cosa de los Dumont sino de alguien más, o lo hicieron ellos sin saber que Marielle podría estar allí. Aunque eso no resuelve su desaparición.-
-¿Desapareció?- El color se esfumó rápidamente del rostro del chico ante la noticia.


Última edición por Shinoroa Ryuu el Dom 16 Ago - 2:09, editado 1 vez
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Mensaje  Tarek Inglorien Jue 6 Ago - 13:28

Lunargenta, la capital del sur. El anciano elfo, ciego y exhausto tras la batalla por el Árbol Madre, parecía notar el aliento de la muerte sobre su acartonada piel, puesto que había comenzado a hablarle, en susurros, de los terribles actos acaecidos en el sur, en la península de Verisar. Sus palabras, más parecidas a una salmodia que a un discurso coherente, habían pasado desapercibidas para la mayor parte de sus congéneres, que miraban desde lejos, con ojos de pesar, aunque también de orgullo, a su anciano caído, alzando plegarias por un tránsito sencillo para él. Lejos de todo sufrimiento. Tarek sabía que no debía sentir tristeza por él, puesto que había combatido como solo podía esperarse de uno de ellos, con valor y presteza, entregando la vida por salvar a su gente. Pero a pesar de ello, lo embargaba una terrible tristeza cada vez que sus ojos se posaban sobre las orbes desenfocadas y levemente blanquecinas del hombre; así como sobre sus ajadas y temblorosas manos. Unos ojos verdes que nunca volverían a ver y unas manos que jamás volverían a empuñar un arma.

A su regreso al campamento base, tras cumplir con la última misión asignada, había dirigido sus pasos a la tienda del viejo elfo, a fin de cerciorarse de su estado y del tiempo que a este aún le restaba. Grande fue su sorpresa cuando el anciano, mostrando una fuerza inusitada en él, había alzado sus manos para asirlo de los brazos, acercándolo a su propio rostro para susurrarle - Debes saberlo. Tú… tú debes saberlo. Fue en el sur. Allí sucedió. Terrible… terrible. Jamás debería haber pasado. ¡Jamás!… Eithelen... Nosotros… Debes saberlo… debes saberlo… -Viendo interrumpida su salmodia por los cuidadores que rápidamente se acercaron, vista la inquietud del senil elfo. Su marcha de la tienda, incitada por aquellos mismos cuidadores, solo sirvió para llenar las siguientes horas de dudas y tristes recuerdos. “Debes saberlo…”. ¿Qué era lo que debía saber? ¿Qué había sucedido en el sur con Eithelen? ¿Se refería acaso el viejo elfo a su asesinato por parte de los humanos? Algo en su tono, en la urgencia de susurrárselo, en su insistencia le indicaban que había más tras aquellas palabras. La noche, velada, dio paso a la mañana y con ella a su determinación. Viajaría al sur, a las tierras de Verisar, al lugar donde todo lo importante discurría, a su capital, a Lunargenta. Si había un lugar donde podría conseguir más información, sin duda era aquella ciudad.

Por esa misma razón se encontraba en aquel momento allí, ante la puerta de entrada de la ciudad. Nunca había visitado una urbe de aquel tamaño, concurrida por criaturas tan diversas y, sobre todo, habitada por tantos humanos. Tomó aire despacio una vez más. Estaba allí para recabar información. Aquella escena le recordó al claro del norte, a la fiesta del solsticio. Allí había conseguido soportarlo, superar el tormento que le producía ver a aquellos seres tan felices y campantes. Aunque en aquella ocasión el número de humanos había sido mucho menor.

Inspirando una vez más, dirigió sus pasos hacia la puerta de entrada. El bullicio del mercado, probablemente localizado en calles aledañas, era perceptible desde aquella distancia, indicando la presencia de una masa de gente considerable. Había llegado a Lunargenta, pero ¿cuál sería el mejor medio de proceder? Puesto que había comenzado a realizar trabajos fuera de los límites de Sandorai, se le había indicado la presencia de informantes en las principales ciudades y poblaciones de Aerandir. Pero dudaba que en esos puestos fuese a conseguir la información que necesitaba. Por otra parte, aquello había sucedido hacía años y evidentemente no podía parar a un transeúnte cualquiera y esperar que este conociese la respuesta. Tomó el primer callejón a su derecha, en dirección al puerto. ¿Habría llegado Eithelen a pisar aquella ciudad tras dejar por última vez Sandorai? Quizás algún elfo, fuera del sistema y asentado en la ciudad, podría reconocer el nombre, al fin y al cabo, había sido un guerrero notorio; y quizás podrían ponerlo sobre alguna pista.

Un tumulto al final del callejón le indicó que quizás aquella no era una ruta apropiada. Solamente le faltaba que los guardas de la ciudad, que al entrar había proferido vacilantes miradas hacia él, acabasen por arrestarlo con alguna vaga excusa. El tumulto pareció subir de intensidad cuando una joven, claramente humana, intentó zafarse del grupo de hombres que la hostigaba. Le pareció percibir, desde la lontananza, una mirada de desesperación en el rostro de la muchacha. Dándose la vuelta, desandó el camino hasta allí realizado, de vuelta a la vía principal. Aquello no era asunto suyo. Los humanos podían matarse entre ellos si así lo deseaban y quizás, algún día, su plaga dejase de asolar al mundo.

A su llegada a la vía principal, captó la presencia de una figura familiar. No tanto por conocer en profundidad al sujeto, sino por la escasa posibilidad de encontrarse con una segunda persona que compartiese aquellos rasgos. El hombre-pájaro que había calado sus intenciones durante la fiesta en el norte. Dudaba que aquel individuo pudiese proporcionarle alguna pista en su búsqueda, pero quizás fuese un buen punto de partida para iniciarla. Notó cómo se abría paso entre un grupo de gente que parecía haberse reunido entorno a algo que, por los comentarios que llegaban a sus oídos, era el cuerpo de algún insensato que había encontrado su destino en aquella concurrida calzada. Sin duda no había sido el día de suerte de aquel individuo.

Observó a Ryuu entrar con premura en una calle de menor calado, localizada en la parte opuesta de la vía principal. Quizás necesitase ayuda… y no había nada mejor que cobrarse un favor. Cuidándose de no chocar con la muchedumbre que huía o acudía a la escena del probable crimen, se dirigió al callejón por el que había visto desaparecer al hombre-pájaro. Mientras se acercaba hacia su posición, captó parte de la conversación que ante él se estaba desarrollando- … Aunque eso no resuelve su desaparición –escuchó como profería Ryuu. A lo que una segunda figura respondió con un - ¿Desapareció? – cuyo tono no dejaba duda respecto a la desesperación y preocupación del interlocutor quién, tras un breve escrutinio, observó que era humano.

Humanos… si los asuntos del hombre-pájaro tenían que ver con esa calaña, quizás fuese mejor buscar ayuda en otra parte. Vaciló por un segundo y a punto estaba de volverse cuando captó una tercera figura en aquel extraño grupo. Un elfo. Uno cuyo aspecto desvelaba una edad más avanzada que la de Tarek. Aquello ya pintaba mejor. Además, la cordial ‘relación’ del hombre-pájaro con los humanos podría servirle para obtener información que difícilmente él conseguiría por su cuenta. Así pues, retomó sus pasos y con un ligero gesto de la cabeza saludó al único de los tres miembros de grupo al que conocía – Parece que los dioses me han sido favorables. Ryuu – Para posteriormente, inclinar la cabeza con cierta solemnidad hacia su congénere en señal de saludo y reconocimiento, sin prestar mayor atención al asustado humano que se encontraba entre ellos.
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La búsqueda de Marielle [Trabajo] Empty Re: La búsqueda de Marielle [Trabajo]

Mensaje  Nousis Indirel Jue 13 Ago - 22:53




Debían irse de allí. De inmediato.

La sorpresa de haberse vuelto a encontrar con Ryuu tras sus pasos en el norte se esfumó rápidamente. Analizó con presteza las palabras que su compañero dirigió al muchacho, antes de presentarse al elfo que también había conocido al hombre-ave.

-Nousis, del clan Indirel-
enunció con una elegancia que le era tan natural como respirar, ajeno momentáneamente al cadáver y al momento. Volviéndose a Ryuu, comentó- ¿Los Dumont te han contratado? - frunció el ceño, llegando rápidamente a una conclusión- Llevemos al humano a un lugar seguro, y obtengamos respuestas. Luego podremos decidir qué hacer.

Corrieron por las calles de Lunargenta precedidos por el joven Vouss, formando un extraño grupo que habría atraído las miradas y las sospechas de parte de los viandantes en una ciudad de menor tamaño. Allí, sin embargo, habrían pasado completamente desapercibidos de no ser por la rapidez con la que avanzaban.

Las palabras de Ryuu sobre cuanto había averiguado volvieron a la mente del elfo, y sin dejar de correr, preguntó al muchacho sobre algo que le había hecho ensombrecer drásticamente su opinión sobre Ralph.

-¿Dónde se encuentran tus padres? – inquirió el espadachín. Todos habían escuchado el incendio en la vivienda de la familia Vouss. Si tan poco le importaban, separarían sus caminos en ese mismo instante, por lo que Nou esperó la respuesta con suma atención.

-Se trasladaron hace unas semanas a nuestra villa campestre. Sabíamos que algo así era probable. Pero yo… tenía que venir. Tengo cosas pendientes en la ciudad, que aún no se han resuelto.

Su oyente mostró un gesto de extrañeza que el humano no pudo observar, dirigiendo como iba la pequeña comitiva. Casi todas las razas pensantes tenían algo semejante a la aristocracia, y aún así, la humana le parecía de las peor conformadas del continente. No atesoraban el conocimiento de los siglos, ni alcanzaban la posición por sus aptitudes o habilidades. Todo se reducía muchas veces a la riqueza en oro. Mediocre.

Tras abandonar los muros de la gran urbe recorrieron casi una hora los campos y bosquecillos circundantes hasta arribar a una propiedad enclavada en un lugar privilegiado del paisaje natural, perimetrada por un muro de once pies de altura. Desde la pequeña ondulación de terreno desde la que observaron el conjunto arquitectónico pudieron contemplar asimismo una mansión de planta rectangular con otros dos pequeños edificios no anexos al principal pero sí muy cercanos.

Dos centinelas humanos armados con un hacha ligera de un solo filo y un gran escudo redondo protegían la entrada principal. La llegada del heredero de los Vouss les abrió inmediatamente la entrada sin preguntas ni impedimentos, y el elfo se dedicó a observar la domesticada naturaleza que, ejemplificada en dos arboledas a ambos lados del camino principal que ascendía levemente hasta la escalinata de acceso, daba la bienvenida al lugar. Resultaba una bella estampa.

El administrador de la residencia guió a los cuatro recién llegados a presencia de los progenitores del muchacho. A la mirada de los nobles, se contrapuso la arrogancia del elfo, que con su armadura y capa de nueva factura conocía bien su apariencia, y llegó a una expresión que evocaba a un rey ante la insolencia de un súbdito al contemplarle en demasía. Los ojos de la madre de Ralph mostraron asombro, antes de mostrar una cierta desconfianza, y fue el padre el que tomó la palabra.

-Os agradezco haber acompañado a nuestro hijo sano y salvo.


-Padre, han quemado nuestra casa de la ciudad- las noticias apenas hicieron mover un músculo a los aristócratas. Los dos soldados del salón, cuyos yelmos no permitían ver sus rostros, permanecieron impasibles.

-Es hora de actuar entonces- suspiró el padre.

-Tal vez estos… caballeros… tengan a bien ayudarnos-
soltó la madre. Y paseó la vista por los tres desconocidos- Las malas decisiones de nuestro hijo han provocado una guerra entre familias. Os compensaremos con generosidad. Sólo buscamos puntos débiles y terminar con el derramamiento de sangre.

Nou se pasó una mano por el cabello, y se giró para observar a Tarek y Ryuu. Un trabajo sencillo no venía mal, sobre todo tras sus últimos dispendios. Y así alejar pensamientos por un tiempo de su cabeza de sábanas y largos gemidos.
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Mensaje  Shinoroa Ryuu Lun 17 Ago - 22:00

-Tarek. Me sorprende verte en una ciudad humana sin esposas en tus muñecas. Significa que aún no hiciste nada, o que aún no te han atrapado... Supongo que no tendrás nada que ver con la víctima de allí atrás ¿verdad?-
-N-no fue él. El asesino era humano... ¿Es seguro mantenerse cerca de él?- Aquella última pregunta fue susurrada por Ralph a Ryuu.
-Bien, si no tiene nada que ver con ésto, no hay por qué sospechar de Tarek. Aunque te aconsejaría que no te quedes a solas con él, la última vez no atacó a mi amiga porque había gente alrededor. Al parecer prefiere no tener testigos.-

Siguiendo la sugerencia de Nousis, comenzaron a correr por la ciudad, guiados por el joven humano. Durante el camino, el arquero se percató de que a veces realizaban giros o rodeos sin sentido, en lugar de seguir un trayecto más directo. Le llamó la atención la entereza del humano: aún corriendo un gran peligro, mantenía la compostura y pensaba en cómo distraer y perder a posibles perseguidores. En determinado momento, Nousis le preguntó por sus padres. La respuesta contradecía sus palabras anteriores.
-Un segundo... Antes dijiste que la casa de la ciudad había sido quemada "con toda tu familia dentro". ¿Cuál es la verdad?-
Ralph tardó unos momentos en responder. Antes de hacerlo, miró alrededor, como queriendo asegurarse de que estaban realmente solos.
-Mi familia está bien, en nuestra casa de campo. En la que fue incendiada sólo me encontraba yo con algunos empleados. La mayoría lograron escapar por un pasaje secreto, pero algunos... Aun puedo escuchar sus gritos... Mi familia cree que hay alguien que nos espía, y por eso debía actuar como el único sobreviviente, para alejarlos de mis padres.-

Siguieron su camino hasta la casa de campo. Un trayecto bastante largo, aunque Ryuu no estaba seguro si era por los constantes rodeos o porque realmente estaba alejada. El paisaje que les dio la bienvenida era hermoso, una perfecta mezcla entre naturaleza y civilización que seguramente no era fácil de lograr. Al ingresar al lugar y conocer a los padres del muchacho, el ave no pudo evitar comparar al elfo que lo acompañaba con la pareja anfitriona. Era un poco difícil asegurar quién representaba mejor el status de "nobleza", al menos en cuanto a aspecto se refiere.

Luego de una breve charla entre el joven y la pareja donde el chico explicó rápidamente lo sucedido en la ciudad, los Vouss pidieron ayuda al grupo para dar fin al conflicto entre ambas familias sin derramar más sangre. A Ryuu no le pasó inadvertida la forma en la que la mujer los llamó "caballeros", con una entonación un tanto sarcástica.
-Ya se lo había comentado antes a Ralph, pero creo que deberían saberlo ustedes también. Los Dumont me han contratado para localizar a su hija Marielle, la cual está desaparecida desde ayer. De acuerdo a Ralph, iban a encontrarse hoy en su casa de la ciudad, pero al final ella no se presentó. Si realmente los Dumont hubieran provocado ese incendio, tal y como sospechan ustedes, no tiene sentido que lo hagan con Marielle dentro. Hay tres posibilidades que se me ocurren ahora mismo: ustedes ocultan algo, ellos ocultan algo, o hay una tercera facción atacando desde las sombras. Yo creo que es más probable que la última opción sea la correcta. Secuestrar a la chica para que los Dumont los culpen a ustedes y además incendiar su casa para que ustedes culpen a los Dumont. Lo que no entiendo es por qué alguien haría eso. ¿Han tenido problemas con alguna otra familia o persona de influencia últimamente?-

-No, para nada. Sólo los ocasionales ataques de algunos vampiros desde la guerra, pero atacan a cualquier persona de Lunargenta. No creo que apunten hacia nosotros en particular.-
-Ralph, dijiste que no has visto a Marielle desde ayer. ¿Recuerdas algo que te llamara la atención? Y necesitaría saber también la hora aproximada.-
-No, estaba igual que siempre. Nos separamos al anochecer, luego de pasar un rato juntos durante la tarde. Estuvimos hablando y tomando té en casa... La de la ciudad...- El semblante del chico se había ensombrecido al recordar su hogar destruido, y seguramente a quienes no pudieron escapar de allí.
-Sé que tal vez les ofenda mi pregunta, pero debo hacerla. ¿Alguien puede confirmar lo que acabas de decirme? Que no sea alguien de la familia ni sus empleados, por supuesto.-

La indignación se hizo evidente en el rostro de la madre, mientras que la sorpresa hizo lo propio en el del joven. Sólo el padre se mostraba impasible. La primera en hablar fue la mujer, pero el joven la detuvo con sus palabras.
-¡¿Cómo te atreves...?!-
-Tranquila, madre. Tiene sentido que pregunte algo así, después de todo la información con la que él contaba es muy diferente a la que les dimos nosotros. Había algunos guardias en la calle que suelen patrullar por esa misma zona, y la señora Sladder también. Vive en la gran casa que está justo enfrente de la nuestra, siempre está pendiente de lo que hace todo el mundo.-
-Muchas gracias. De momento, volveré con los Dumont para averiguar cuándo fue que ellos vieron a Marielle por última vez. Encontrarla es mi trabajo, después de todo. Aún así, si averiguo algo que pueda ser de utilidad para ustedes, se los diré. Nousis, Tarek, no se qué harán ustedes, pero si deciden ayudarlos deberíamos acordar un punto de reunión para intercambiar información. ¿Algún lugar concurrido para desaparecer en la multitud, o uno apartado para darnos cuenta fácilmente si alguien nos espía? Ustedes digan, y yo iré.-
Tras acordar el lugar, Ryuu se despidió y regresó a la casa de los Dumont.
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La búsqueda de Marielle [Trabajo] Empty Re: La búsqueda de Marielle [Trabajo]

Mensaje  Tarek Inglorien Miér 19 Ago - 22:16

Su repentina llegada a aquel extraño grupo, reunido al amparo del callejón, pareció levantar ciertas suspicacias, permitiéndole notar una tensión en el ambiente que las escasas palabras, que previamente había escuchado, no le habían hecho percibir.

Nousis… aquel nombre le resultaba familiar. Pocas veces se había cruzado con miembros del clan Indirel, pero conocía la fama de algunos de sus miembros, así como las gestas y hazañas a ellos asociadas. Quizás aquel elfo que se encontraba ante él, sin duda más experimentado habida cuenta de la diferencia de edad y el porte que mostraba, había sido actor de alguno de aquellos logros.

- Tarek Inglorien – se presentó, repitiendo la respetuosa inclinación de cabeza – hermanado con el clan Ojosverdes por lazos de sangre – añadió en élfico, para que solo su congénere fuese capaz de comprenderlo, puesto que los miembros de su clan ‘adoptivo’ no eran precisamente bien recibidos en las comunidades humanas. Su fama y prácticas extremas les habían ganado un renombre en el sur que poco a poco había llegado, quizás como un rumor o incluso una leyenda urbana, hasta territorios harto lejanos.

Una sonrisa maliciosa surcó sus labios al escuchar las palabras de Ryuu, que parecía recordar su nombre tras aquella extraña noche en el claro del norte.

- Te aseguro, Ryuu, que si eso –señaló con la cabeza hacia la calle principal, donde la muchedumbre seguía rodeando el cuerpo del desdichado finado– fuese obra mía nadie se habría percatado de ello y, de haberlo hecho, la escena sería mucho menos… agradable. Quien quiera que haya abatido a ese individuo demuestra muy poco sentido del detalle. Es una auténtica chapuza. – Sus palabras provocaron en el único humano presente un escalofrío que pareció erizarle todos los vellos del cuerpo, aunque procuró mostrarse sereno dentro de su nerviosismo, lanzándole sutiles miradas cargadas de algo que parecía miedo. Aquello hizo que su sonrisa se ensanchase todavía más. – Tu ignominioso ¿amigo? parece haber sido testigo del suceso. En este caso soy inocente – añadió llevándose la mano derecha al corazón y, dirigiendo su mirada al humano– Harías bien en hacerle caso… no soy buena compañía para los que son como tú.

La cara de terror del muchacho y el estremecimiento subsiguiente fueron suficiente para alegrarle aquel aciago día. A pesar de ello, y tras cavilarlo un segundo, el humano pareció confiar en la palabra de Ryuu, acercándose un poco más la hombre-pájaro, buscando cobijo.

- D… de acuerdo –murmuró el muchacho, apartando la vista, pero sin dejar de proferirle nerviosas miradas de cuando en cuando.

Tras su breve interrupción, la conversación entre sus interlocutores pareció precipitarse. Al parecer aquel no era un lugar seguro y su marcha debía ser inmediata.

- Parecéis inmiscuidos en algún asunto comprometido. No que sea de mi incumbencia y no necesito explicaciones, pero puesto que no puedo solucionar por el momento los asuntos que me han traído a Lunargenta, quizás pueda seros de algún tipo de ayuda. –Su oferta era sincera. En el norte había apreciado la actitud del hombre-pájaro y el elfo del clan Indirel parecía un aliado a tener en cuenta. Nunca estaba de más tener contactos por el mundo.

A marchas forzadas se dirigieron hacia la campiña, extrañamente sin llamar demasiado la atención. Lunargenta debía ser un lugar caótico por naturaleza, en el que ciertos comportamientos podían pasar desapercibidos, así como grupos tan dispares como en el que se encontraba. Aunque a su vez se percató del laberintico trazado de la urbe, que impedía, en gran medida recordar el camino tomado previamente.

Los campos que rodeaban la ciudad parecieron extenderse sin fin, hasta que alcanzaron una estructura, similar a una pequeña fortaleza, custodiada por dos centinelas. Sin duda el humano pertenecía a la clase privilegiada, lo cual solo lo hacía más despreciable a sus ojos. Notó la penetrante mirada que los guardas le dirigieron a los tres, a pesar de brindarles el paso sin dudarlo a una orden de su maestro. Iban a vigilarlos de cerca durante su estancia en aquel lugar. Al parecer él no era el único prejuicioso.

Tarek retrasó levemente sus pasos para quedar tras el grupo, más cerca de la puerta que de los humanos que habían tenido a bien bajar a recibirlos. Debía analizar el lugar, puesto que no sabía qué hacían exactamente allí (y ciertamente poco le interesaba), ni las intenciones que podrían guardar aquellos individuos, cuyo tono despectivo y de desidia no hizo más que aumentar su desconfianza. La muralla que protegía la casa era inexpugnable desde el exterior, pero diversos escalones de piedras encastradas en el muro permitían el acceso a la parte superior, pudiendo saltar la barrera sin demasiada complicación. Por su parte, la mansión contaba con numerosas ventanas, muchas de ellas abiertas al frescor que entraba del exterior. Si mal no recordaba, tras entrar por la puerta principal…

Los gestos de la mujer que se encontraba ante ellos llamaron su atención. Se mesaba continuamente las manos, tocando alternativamente el anillo que portaba en el dedo anular de la mano derecha o el ostentoso collar que llevaba al cuello, como intentando centrar la atención sobre ellos. A su vez, el hombre parecía no poder centrar la vista en ningún punto específico, aunque mantenía un porte orgulloso y soberbio en todo momento.

- No mienten… al menos no de palabra. –Añadió interrupiendo a Ryuu, que mostraba cierta actitud de sospecha- Simplemente simulan saber algo más para sentirse importantes, superiores, conocedores de la verdad. Pero todo es una fachada. No saben más que nosotros sobre lo que ha sucedido –La tez del hombre se volvió cetrina de repente, al tiempo que la mujer miraba indignada en su dirección.

- ¿Cómo te atreves, maldito…? –Sus palabras se vieron interrumpidas por un gesto de su marido, que se limitó a negar con la cabeza para aplacar su ira.

Rumiando su enfado, la mujer le dirigió una última mirada de desdén, antes de dirigirse, algo más amablemente que en su primera intervención, a Nousis. Quién dirigió una mirada inquisitiva al grupo. Tarek ua había ofrecido su ayuda y no iba a negársela ahora, aunque tuviesen que lidiar con escoria como aquella. Al fin y al cabo, no estaba obligado a relacionarse directametne con ellos.

- Estoy a vuestra disposición, aunque mi conocimiento de la ciudad es limitado. –Añadió, mirando alternativamente a Nousis y Ryuu.
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Mensaje  Nousis Indirel Sáb 22 Ago - 13:02





Nousis vio partir de nuevo a Ryuu. Si él había decidido indagar en mayor medida esa rama de la historia, quedaba un par de cosas por hacer. Girando levemente la cabeza, intercambió unas breves palabras con Tarek en el natal idioma de ambos, y tras la su respuesta, volvió a dirigirse a los Vouss.

-Mis compañeros buscarán por la ciudad cuanto sea posible- afirmó, ya sin presencia del hombre-ave- Yo investigaré los círculos en los que Ralph se mueve que tengan algo que ver con la muchacha de los Dumont- y señalando al heredero de la noble familia, terminó añadiendo- Tendrá que venir conmigo.

Sus padres compusieron un semblante de sorpresa y horror, mirándose como tratando de negarse, buscando con ansiedad razones lógicas para negarse.

-Conmigo estará a salvo- aseguró el elfo, sin embargo, sin realizar promesa alguna de manera muy sopesada- Con él será más fácil y rápido obtener la información y terminar todo esto de una vez.

La madre logró recomponerse de la sorpresa lo bastante para intervenir.

-Llevaréis entonces una escuadra de nuestras huestes privadas y…


-No es posible- cortó el espadachín alzando una mano- No es viable pasear por Lunargenta a raíz de una investigación con soldados rodeándonos. Solos, hoy o mañana si los dioses nos sonríen podremos completar la tarea.

El líder la casa Vouss dirigió su mirada a su vástago, quien se encogió de hombros por toda respuesta. Nousis tomó el gesto como una aceptación, y se giró, dispuesto para salir de aquella estancia.

-Vamos Ralph, no hay tiempo que perder- urgió, como si el joven noble no fuera otra cosa que su subordinado. Este frunció el ceño, nada acostumbrado a ser tratado como uno más- Buena suerte- deseó a Tarek, de quien confiaba no peligrase en la ruta que había escogido indagar- Nos veremos aquí mismo mañana a mediodía.


El elfo respiró lentamente a su llegada a los jardines de la villa. No miró hacia atrás, esperando a que el humano llegase a su altura.

-Eres extraño- apuntó el aristócrata sin dejar de caminar-Los tuyos que viven en Lunargenta no son así.

-Vivir entre los humanos hace a los míos alejarse de sus raíces, dejar de ser ellos mismos, debilitar tradiciones-
refutó Nou. Ralph solo le dio unos minutos de silencio, lo necesario para abandonar los límites de la propiedad de la familia.

-¿Por donde empezaremos?- su oyente pensó seriamente tales palabras. No podían recorrer una ciudad tan grande a ciegas.

-¿A quienes les confiaste tu relación con Marielle Dumont?- quiso saber el espadachín. El joven se llevó una mano al mentón antes de responder.

-Bueno… están Ovell de los Cellwise, nuestras familias tienen amistad desde hace generaciones. También Canlee de los Hethas. No se llevaba bien con Marielle. Es la chica más inteligente que he conocido. Luego quizá…


-Está bien- le interrumpió el elfo levantado la mano- Comenzaremos por ellos.

Un pensamiento sobre la humana que horas antes había estado con él cruzó su mente, y no puedo evitar con disgusto una comparación entre sus dos últimos días.
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Mensaje  Shinoroa Ryuu Jue 27 Ago - 2:23

Tal y como había explicado previamente, Ryuu volvió sobre sus pasos hasta la ahora destruida casa de los Vouss. Le llevó algo de tiempo, ya que los numerosos rodeos que tomaron antes lo confundieron un par de veces. Al llegar a destino, decidió acercarse a las ruinas, buscando algo que pudiera servirle. Como era de esperar, las llamas se habían encargado de eliminar cualquier pista. Viendo que no serviría de nada hurgar entre las cenizas, el ave decidió pasar a los interrogatorios.

Buscó a los guardias que patrullaban por la zona y les preguntó si habían visto a Marielle el día anterior. Para su desgracia, estos guardias no eran los que patrullaron ayer, por lo que no pudo averiguar mucho de ellos. Lo único que pudo confirmar fue que la joven solía visitar la casa de los Vouss casi todos los días. Una vez contestadas esas escasas preguntas, el arquero dejó en paz a los soldados e inició la búsqueda de su siguiente testigo: la señora Sladder.
-Ah, sí, sí. Esa chiquilla pasa por aquí un día sí, y al otro también. Parece estar muy enamorada del pequeño Vouss. Pasan las tardes tomando el té y charlando, son realmente tiernos. Me recuerda a mi juventud... Cuando conocí a mi querido Eustaquio, que en paz descanse, nuestros días consistían en mirarnos a la luz de las velas, y...- Después de un rato, el pájaro dejó de escuchar a la anciana, cuyo relato se había desviado enormemente del punto principal. Justo cuando estaba a punto de interrumpirla para marcharse, las últimas palabras le llamaron la atención.
-¿Disculpe? ¿Puede repetirme lo último que dijo?-
-Dije que me alegro mucho por esa chica. Se nota en su cara que la pasa muy mal, pero cuando viene aquí su rostro se ilumina. Es una suerte que ella no viniera hoy, la verdad...-
Ryuu se despidió de la anciana, tras muchos intentos fallidos de interrumpir su monólogo, y partió a visitar a los Dumont.

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Al llegar a las cercanías de la vivienda de sus empleadores, el sol ya estaba despidiéndose. Creyendo que no sería adecuado presentarse a esas horas, el pájaro optó por pasar la noche entre unos árboles cercanos. Se trataba de una especie de parque, un pequeño retazo de naturaleza perdido entre toda esa civilización. Un lugar bonito donde podría descansar... y montar guardia. Veía poco probable que la desaparecida chica apareciera en su hogar repentinamente, pero las palabras de la anciana Sladder (las que tenían relación con su trabajo al menos) le llamaron la atención.
-Según la anciana, Marielle siempre parece triste por algo. Los Dumont deben estar ocultando algo, o Marielle se los oculta a ellos. ¿Tal vez la amenazaron para que huyera? Si me quedo observando aquí, tal vez vea algo que me sirva...-

El arquero pasó el resto de la noche oculto entre las copas de los árboles, procurando que los guardias no lo vieran. Lo último que necesitaba era que lo Tom ran por un ladrón o algo así. Empezaba a perder las esperanzas de conseguir alguna pista, cuando unos gritos provenientes de la caza que vigilaba lo pusieron en alerta. No eran gritos de miedo o dolor, parecía tratarse de una discusión. No lo tomó muy en cuenta, después de todo ambos padres debían de tener los nervios a flor de piel y es lógico pensar que podrían discutir por cualquier cosa en estas circunstancias. Pero un par mujeres que se encontraban cerca (unas criadas, a juzgar por sus ropas y el estado de las mismas) intercambiaban opiniones sobre el origen de aquellas voces.
-Ya empezaron otra vez... Todos los días es lo mismo, como mínimo una vez al día.-
-Es cierto. ¿Por qué crees que pelean? Seguro esa chica y su noviecito tienen algo que ver...-
-¿Noviecito? ¿Te refieres al hijo de los Vouss? No lo creo... Es cierto que no aprueban su relación, pero ahora que murieron en ese incendio, los Vouss no deberían ser una molestia para ellos.-
-Pero si no encontraron sus cuerpos, solo algunos de los sirvientes. Yo creo que el incendio es cosa de los Dumont, ya oíste a ese hombre. Si es capaz de gritar y amenazar de esa forma a su propia familia, no quiero imaginar lo que le haría a alguien que odia...-
-Shhh, no hables tan alto. ¿Quieres que te escuchen sus guardias?-
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Mensaje  Tarek Inglorien Mar 1 Sep - 1:46

Las sombras del crepúsculo, que anunciaban que el día llegaba a su fin, comenzaban inundar el muelle, mientras una leve brisa, que indicaba la llegada de una fría noche, mecía las pequeñas embarcaciones pesqueras fondeadas en aquella ensenada. Sentado indolentemente contra el muro de uno de los muchos almacenes que servían de barrera entre el puerto y la ciudad, Tarek recordó nuevamente la situación vivida en la hacienda de los Vouss.

Ryuu había partido sin mayor dilación a hablar con los padres de la chica. Los Dumont… si mal no recordaba el apellido. Burgueses dedicados al comercio, que les había proporcionado un importante caudal monetario e influencia en aquella ciudad. Razón por la cual su hija podría representar el blanco perfecto para aquellos dispuestos a conseguir dinero a cualquier coste. Una treta sencilla, pero eficaz, tanto para conseguir dinero como para influir en las decisiones ajenas, como a menudo había visto en su propia tierra. Aunque en su caso, habitualmente las cosas no solían acabar bien para el secuestrado.

Unas risas no muy lejos de su posición le instaron a comprobar que la capucha, que cubría parcialmente su rostro y, sobre todo, sus orejas, seguía en su lugar. Desde el punto de vista de los escasos transeúntes que circulaban a aquella inhóspita hora por el desierto muelle, Tarek podría pasar por un borracho cualquiera, que había empezado la fiesta quizás un poco prematuramente. No muy diferente de otros individuos, agazapados en diferentes esquinas o tirados en callejones, incapaces ya a esa hora de distinguir el camino a sus casas. Como le había indicado su mentor, la ventaja de las zonas marginales era la discreción. Nadie se fijaba en otra persona por temor a recibir de vuelta la misma atención.

Las pequeñas embarcaciones, apenas visibles por la creciente oscuridad, continuaban meciéndose por la brisa en el otrora calmado mar. Qué hacía allí, sentado en la penumbra, esperando la llegada de la noche, para investigar la desaparición de una humana, era algo que le resultaba incomprensible. Pero había prometido al hombre-pájaro y a Nousis que les ayudaría.
La despedida de casa de los Vouss había sido cuanto menos tensa. Había asistido impasible al intercambio verbal entre Nousis y la señora Vouss, respecto a la salvaguarda de su hijo. Circunstancia que, sumada al evidente desprecio que sentían ambas partes entre sí, les instaba a terminar cuanto antes con aquella situación. Si es que eran capaces de dar con el paradero de aquella maldita humana.

- Los barrios bajos, donde se mueve la escoria, pero también la información –había sido su respuesta a Nousis, como aportación a la investigación. El lugar indicado para encontrar informantes de cualquier tipo. Nada podía moverse o cambiar en una ciudad como aquella sin que los señores de los bajos fondos se enterasen de ello – Que los dioses te sean propicios. –había añadido, ante la clara despedida del elfo – Que volvamos a vernos – concluyó en su propio dialecto, puesto que era la fórmula que usaban los guerreros de su clan antes de someterse al peligro. Veinticuatro horas, hasta el mediodía del día siguiente, ese era el plazo estipulado para volver a reunirse.

El chirrido de una puerta mal engrasada resonó en un callejón cercano, a su derecha, acompañada del tenue sonido de voces, que destacaron en medio del silencio de la noche. Por lo que, deslizándose con todo el sigilo que pudo, se acercó a la fuente del ruido, para escuchar, sin mayor problema, la clave de entrada al antro. Era hora de investigar.

Entrar fue relativamente sencillo, al fin y al cabo, el uso de un código verbal parecía ser más anecdótico que utilitario, puesto que, ¿quién en su sano juicio entraría voluntariamente en aquel lugar si no tenía intención de realizar tratos o intercambios poco recomendables? Dudaba siquiera que la guardia de la ciudad se acercase a aquel lugar, probablemente debido a la intercesión de una adecuada cantidad de dinero y la promesa de mantener dentro de aquel antro a lo peor de Lunargenta.

Apenas hacía falta mirarlos para verlo: ladrones, asesinos, estafadores, falsos tullidos…de todos los sexos y razas. La creme de la creme del crimen de la ciudad. Su llegada, por otra parte, pasó algo menos desapercibida. Los nuevos visitantes no parecía ser muy bien recibidos.

- Grog –indicó al camarero, sentándose frente a él en la barra, retirándose la capucha.

- ¿Nuevo en la ciudad? Oh! Ya veo –indicó, al fijarse en las marcas que cubrían su rostro y los evidentes rasgos élficos, dirigiéndole una sonrisa en la que claramente quedaban visibles un par de afilados colmillos- Te encuentras algo lejos de Sandorai ¿no crees? ¿Necesitabas un cambio de aires?

- Más bien nuevas experiencias. –sonrió de vuelta al vampiro, al tiempo que alzaba el vaso y tras un leve gesto de brindis, vació su contenido. – En realidad busco trabajo. Necesito recopilar información y ambos sabemos que no es barato. Algo sencillo, no me importa mancharme las manos. –llevó la mano hasta su arma, cuya hoja pendía a la altura de su cadera.

- Ya veo… no te será fácil. Nadie confía en los nuevos, aunque seguro que podrás persuadir a alguien con tus encantos –la sonrisa de su interlocutor se expandió al tiempo que le dirigía una mirada que Tarek no supo bien cómo identificar. – A tu derecha, el individuo fastuoso, es el brujo Allen Morlock. Comerciante de sueños e ilusiones… aunque al despertar uno más bien se siente como en una pesadilla. A tu izquierda, Lizz Sharr, controla la ‘recolección’ de dinero (ambos nos entendemos), de la ciudad. A su lado Hella, con ella lo de mancharse las manos no solo es inevitable, sino que considera que ella y su gente son artistas. Y tras de ti, Mosh, aquel que comercia con todo lo habido y por haber, aunque su producto estrella normalmente respira y camina sobre dos piernas. – Con un gesto abarcó el local, indicándole que podía escoger – Suerte.

Tarek paseó la vista por el antro, cuya tenue luz hacía que los rostros de los presentes fuesen difíciles de reconocer. De los cuatro, solo uno podía aportarle información sobre una muchacha desaparecida. Por lo que, colocando una moneda en la barra y dirigiéndole una última sonrisa al camarero, encaminó sus pasos hacia el fondo del local, donde un fondón caballero ocupaba un asiento cubierto de almohadones. Se sorprendió al comprobar que podía acercarse al mismo, sin que nadie se interpusiese, aunque los ojos de dos individuos, que sospechaba que guardaban a aquel caballero, no le quitaron los ojos de encima.

- ¿Tengo el placer de dirigirme a Mosh? – preguntó al tiempo que inclinaba la cabeza en saludo.

- Solo a uno de ellos – la estridente risa del hombre hizo eco en aquella esquina del local, agudizándose ante la incomprensión reflejada en el rostro de Tarek – Mosh no es una persona, hijo, somos muchos. Mosh es el nombre de todos y de ninguno. De esa forma, aunque una cabeza ruede, la maquinaria seguirá funcionando. ¿Puedo hacer algo por ti? – añadió, al tiempo que señalaba el asiento ante él.

- Busco algo bastante específico, que cubra mis apetencias… y por lo que se, podéis proporcionar productos de lo más diverso.

La sonrisa de aquel individuo, cuyo nombre nunca llegaría a conocer, fue lo último que vio antes de dirigirse, siguiendo a un par de andrajosos humanos, hasta uno de los almacenes del puerto. Allí se acumulaba la última “mercancía” recolectada en la ciudad, antes de su distribución y envío. Quizás allí encontrase alguna pista de Marielle.
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Mensaje  Nousis Indirel Jue 3 Sep - 23:22




Nou precedió al joven lord a las ya reiteradas entrañas de la gran ciudad humana. Acostumbrado a clanes y tribus desde su nacimiento, pese a los últimos cinco años de continuos viajes, donde lo natural eran unos pocos centenares de elfos en cada poblamiento, había elucubrado largo y tendido acerca de la relación entre criminalidad, malas costumbres y concentración de humanos en un espacio tan “reducido”. Parecían una raza que temía a la naturaleza, buscando esconderse tras sus altos muros. Miró al cielo. Estaban condenados a fracasar.

Ralph Vouss había recuperado cierto aplomo al regresar a Lunargenta, y en un momento dado, pidió al espadachín predecerlo hasta el hogar de Ovell Cellwise. Nou no dejaba de comprender que caminando así, él mismo parecía un mero guardaespaldas del muchacho, pese a lo cual, no se encontraba en un buen momento para mostrarse susceptible por asuntos de poca importancia. Mirando en derredor, su mente voló hacia Wulwulfar… y su mano tocó al descuido el objeto que había quedado en prenda para sí. Y la peor parte de sí mismo se rio al leer claramente todos y cada uno de sus pensamientos.

-¿Quiénes son los Cellwise?- preguntó, con su voz contenida entre las cientos de conversaciones producidas por los viandantes.

El joven Vouss esquivó con habilidad a dos leónicos que les dirigieron una altiva mirada, antes de volver a sus asuntos. Los ojos grises del elfo respondieron con una fría serenidad.

-Compraron su título de nobleza en tiempos del bisabuelo de Ovell- explicó no sin buena dosis de sorna el humano- Una familia de banqueros venidos a más, como no dejo de recordarle.

-¿No era tu amigo?- la pregunta pareció sorprender a Ralph.

-Claro. ¿Por qué lo preguntas?

El elfo se pasó una mano por el cabello sin responder. A veces le costaba comprender algunas actitudes aristocráticas.
Continuaron avanzando durante un largo camino, sin abandonar las calles principales de la urbe. La presión por dejar toda la región atrás comenzaba a hacerse insoportable.

-¿Qué podría decirnos Ovell sobre Marielle?-
trató de averiguar el espadachín. Su oyente frunció el entrecejo, como si la pregunta hubiese resultado inoportuna. Adoptó un tono que Nou recordaba de muchos otros nobles para quienes había trabajado. Pocas cosas detestaba más que la arrogancia. Bastaba con la suya propia. No solía caber ninguna más.

-Creía que te pagaríamos para investigarlo-
Al escuchar aquello, el elfo se detuvo en seco, y tomó del cuello de la camisa al joven humano, arrastrándolo a un callejón. Lívido, la voz se le quebró ante lo inesperado del acto del extranjero. Este no mudó su expresión.

“Mátalo. Mátalo y vayamos al este- azuzó su oscura voz interior- hemos perdido un tiempo extremadamente valioso”

El hijo de Sandorai cerró los ojos y ladeó la cabeza, acallando esa petición.

-Escucha. No es un buen momento para que busques reafirmarte a mis expensas, humano. He tenido problemas más importantes que buscar a tu niña. Si me provocas, es posible que tu madre deba contratar a otros para buscar tu cadáver- explicó con una tranquilidad helada- ¿Qué podría decirnos sobre Marielle?

Ralph observó esos ojos grises, buscando tal vez un ápice de simpatía inexistente.

-Ha sabido de mí y Marielle desde el primer día-
se explicó atropelladamente- Él te dirá como era, lejos de las mentiras de los Dumont. Éramos felices- finalizó con un deje desafiante. Nou lo soltó y lanzó un suspiro. Maldito trabajo…

Llegaron a la residencia de la familia Cellwise en plena efervescencia de trabajo. Casi una docena de trabajadores apilaban cajas hacia el interior de la mansión, estrechamente vigilados por los guardias que portaban un distintivo blasón, del cual no cabía otra suposición más que se tratase del de casa de Ovell. El propio joven se hallaba supervisando todo el proceso, y fue objeto de un afectuoso saludo por parte de Ralph. A unos tres pasos, el elfo lo observó con cuidado. Parecía seguro de sí, mas no arrogante. Una mirada inteligente, escrutadora. Por el trato a sus subordinados, pese a su corta edad, tal vez un par de año mayor que el joven Vouss, sabía imponerse sin dificultad. El espadachín no comprendió como alguien así había intimado con una personalidad como la del amante de Marielle Dumont. ¿Qué podrían tener en común?

Al cabo de unos minutos, Ralph presentó a ambos, y Ovell le saludó con una cortesía que el elfo no solía ver en su raza.
-Buscamos a Marielle- indicó. El heredero de los Cellwise miró al Vouss, con extrañeza.

-No sé qué puedo deciros que Ralph no sepa.

Nou se cruzó de brazos, apoyando la espalda contra la pared del muro.

-Vete- le ordenó a un anonadado Ralph, que abrió la boca, antes de alejarse hasta la calle principal. Sin perderlo de vista, el espadachín miró al restante aristócrata- ¿Cómo eran como pareja?

Ovwel dirigió también la vista un instante hacia su amigo, como si evaluase sus propios pensamientos.

-Parecían destinados a durar. Ella era la inteligente, la que preparaba el terreno para que él se divirtiese. Pero también una voluntad fuerte, y no era extraño que parte de su tiempo lo dedicase a asuntos que nada interesaban a Ralph. Libros, otros círculos sociales, otras amistades…

-¿Él sabía eso?


-Todo el mundo sabía eso- aseguró el joven- Por supuesto, no faltaron rumores de infidelidad, pero ella parecía quererlo- indicó antes de dar un par de órdenes a los porteadores.

-Gracias-
zanjó el elfo, y el humano bajó muy levemente la cabeza en señal de despedida. Caminó una veintena de pasos hasta colocarse al lado de Ralph, quien le apremió a contarle cuanto hubiese averiguado. Sin mirarle, ojo avizor ante todo cuanto se movía, Nou contestó.

-Marielle te engañaba. Con Ovell al menos. Seguramente no era el único.


Atónito, el Vouss fue incapaz de cerrar una boca excesivamente abierta, antes de seguir los pasos del forastero.

La trama se oscurecía.
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Mensaje  Shinoroa Ryuu Mar 8 Sep - 7:42

Ryuu guardó silencio, oculto entre las hojas de aquel árbol. Por mucho que intentara, la distancia que lo separaba de la casa evitaba que pudiera entender lo que decían esos gritos. Cuando se hizo evidente que tendría que acercarse más, empezó a observar los alrededores. Una vez encontrado un escondite adecuado, sólo tuvo que esperar unos momentos hasta que las dos mujeres y los guardias que patrullaban la zona se marcharon. Rápidamente, bajó del árbol subió a una estatua cercana, desde la cual saltó (con algo de dificultad) hasta un segundo árbol.  Éste se encontraba dentro de la propiedad de los Dumont, por lo que el arquero debía tener aún más cuidado.

Alcanzado su nuevo refugio, guardó silencio una vez más. Durante todo el rato que le había tomado dirigirse de un árbol al otro, los gritos no habían cesado.
-Esa chiquilla, siempre haciendo lo que se le antoja. Es demasiado parecida a ti cuando eras joven, maldita sea. Ya va siendo hora de que le enseñe a comportarse como corresponde y a obedecerme.- Un amenazante crujido de huesos terminó de decorar aquellas palabras.
-Pero cariño, es sólo una niña. Perdónala, está en esa edad donde la rebeldía es muy común. En cuanto regrese hablaré con e...-
-Ya no es ninguna niña. Si es lo suficientemente adulta para andar detrás de ese Vouss, también lo es para enfrentar un castigo adecuado. Obedecerá por las malas, ya que no quiso hacerlo por las buenas. Tranquila, no haré nada que no te haya hecho a ti, "querida".- Cada palabra estaba cargada de un odio profundo, pero la última también contenía desprecio y burla. Ese tipo era tan repulsivo que Ryuu sentía cómo se le revolvía el estómago. No quería imaginarse en que consistiría el castigo, pero sin duda era algo horrible.

Desde su escondite, el arquero podía ver dentro de la casa gracias a una ventana abierta. En esa habitación se encontraba la pareja que discutía. Tal y como el ave sospechaba, se trataba de los padres de Marielle. Vivienne, la madre, se notaba intimidada por las palabras de su marido, Rainier. Luego de un momento de duda y silencio, juntó el coraje necesario para volver a hablar.
-Rainier, por favor, piénsalo bien. Ya hay suficientes rumores sobre nosotros, no sería bueno que castigaras a nuestra hija y alguien la vea herida. Eso sólo alimentaría los rumores...-
-No hay de qué preocuparse, nadie la verá después de que me ocupe de ella. Sólo debemos dejarla encerrada aquí hasta que sus heridas sanen. ¿Ya te has ocupado de lo otro?-
Un breve suspiro de resignación escapó de los labios de la mujer antes de responder.
-Sí, ya está hecho. Un nuevo grupo de tres debería encargarse de ello. El grupo anterior ya recibió su paga a través de un intermediario. Éste ya es el octavo contacto, por lo que sólo quedan dos para completar el ciclo de diez. En cuanto lo hagamos, deberemos buscar un nuevo grupo de li...-
Fueron interrumpidos por la puerta abriéndose lentamente, seguido de un sirviente elfo con el rostro un poco magullado y temeroso. Ni siquiera pudo decir una palabra, ya que Rainier se abalanzó hacia él, levantando por los aires al pobre hombre al sujetarlo por la ropa.
-¿¡CUANTAS VECES DEBO DECIRLES QUE TOQUEN ANTES DE ENTRAR!? MALDITOS OREJAS EN PUNTA- Sin ningún esfuerzo, lo lanzó fuera de la habitación y cerró la puerta.
-Si lo único que te molesta de ellos son sus orejas, podemos cortarlas ¿no crees?- murmuró la mujer, sorprendiendo tanto a su marido como al arquero.
-Debo admitir que a veces tienes buenas ideas, querida. Retomando lo que estábamos hablando antes...- Rainier guardó silencio un segundo, mientras observaba la ventana. Se acercó y la cerró, impidiendo que Ryuu siguiera escuchando a la pareja.

El pájaro estaba seguro de que no lo habían visto. Ya estaba oscuro y él se había mantenido oculto entre las hojas y ramas. Ya que su objetivo era oír en vez de mirar, no se arriesgó a que lo vieran. Ya no había ninguna duda de que algo ocultaban esos dos, pero no podía relacionarlo con la desaparición de Marielle. Parecían ser gente de la peor calaña, pero ahora mismo eso no le servía para su trabajo.
-Aunque ahora entiendo por qué querría irse de su casa. Con unos padres como esos, sólo es cuestión de tiempo para que algo malo le suceda a Marielle...-
Regresó al primer árbol, preparado para pasar la noche allí y retomar su interrogatorio al día siguiente.
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Mensaje  Tarek Inglorien Dom 13 Sep - 21:41

Una enorme puerta doble los recibió a su llegada al almacén. Una edificación apenas distinguible del resto de las que se distribuían por el puerto y aún menos en la penumbra de la noche. Su aspecto no delataba, en absoluto, lo que realmente se encontraba en su interior.

- Es aquí –indicó uno de los individuos, haciendo un gesto con la cabeza hacia la puerta, cruzando una significativa mirada con su compañero, que se dirigió hacia el enorme portón de la derecha para abrirlo apenas lo suficiente para dejar paso- Adelante –sugirió, con un gesto de la mano, a fin de que Tarek siguiese a su camarada, que en ese momento cruzaba la entrada del almacén.

Con calma y cierta parsimonia, dirigió sus pasos hacia allí, seguido de cerca por su interlocutor. Sonrió para si mismo. Había sido muy fácil, demasiado… A un paso de cruzar el umbral, se detuvo.

- ¿Sucede algo amigo? –le increpó el sujeto a su espalda- Lo que querías ver está dentro.

- Tu y yo no somos amigos –contestó llanamente Tarek, antes girarse y arrebatar de su funda el cuchillo que el otro portaba en la cadera, para proceder a clavárselo bajo el mentón. La vida se escapó de sus ojos casi de inmediato, sin darle apenas tiempo a articular algún sonido que pudiese alertar a su compañero. Con un gesto fluido recuperó el arma, desplomándose ante él el cuerpo.

- ¿Qué coj….? –Una segunda voz a su espalda le indicó que su estratagema no había sido tan “limpia” como había calculado. Era mejor seguir la conversación dentro.

Mirando por encima de su hombro, lanzó un codazo hacia atrás, que golpeó al segundo sujeto en la nariz, empujándolo de nuevo dentro del edificio, dejándolo temporalmente desorientado. Sin molestarse siquiera a mirar de nuevo a la primera víctima entró finalmente en el almacén, cerrando la puerta tras él. El humano sangraba profusamente por la nariz, pero parecía dispuesto a combatir, lo cual se confirmó en un vano intento por su parte de embestirlo, que terminó con el sujeto inmovilizado contra la puerta, con el cuchillo de Tarek colocado en su cuello.

-Déjame adivinar –le susurró al oído- cuando salimos del bar pensasteis “un estúpido elfo fácil de engañar”. ¿Acaso iba a ser parte de la caza del día para acabar proporcionándoos una buena suma de dinero fácil?

- No… no.

- No, ¿qué? –le increpó, al tiempo que fortalecía su agarre.

- No íbamos a capturarte para la venta. Debíamos… debíamos matarte. -Por un segundo la respuesta lo dejó algo confuso. ¿Acaso aquella gente no comerciaba con personas?- Mosh dijo que parecías demasiado peligroso –aquello tenía más sentido.

Con un rápido gesto, giró al humano hasta dejarlo mirando de frente a él, pero sin cejar en su agarre y aumentando la fuerza con la que su brazo lo retenía por el cuello, el cuchillo dirigido hacia la yugular. Lo observó por un segundo. No parecía asustado, aunque tampoco tranquilo. Más bien nervioso. Probablemente se preguntase qué iba a hacer Tarek con él.

- Tengo un par de preguntas y quiero respuestas –añadió con voz templada, a lo que el otro respondió con un simple, aunque dificultoso, asentimiento- ¿Dónde está el guarda del almacén?

- Se ha ido. Debía ir a buscar a los limpiadores –añadiendo ante su expresión inquisitiva- Los encargados de retirar tu cuerpo y hacerlo desaparecer.

Entrecerrando los ojos por un segundo, sopesó aquella información. Probablemente no les quedase mucho tiempo.

- ¿Habéis recogido hoy a alguna chica… –en ese mismo instante se percató de algo esencial. No sabía cómo era físicamente Marielle. No se había molestado siquiera en preguntarlo. Maldijo en silencio antes de retomar el interrogatorio- de alta alcurnia?

El humano guardó silencio, quizás por lealtad o quizás por estupidez. Necesitaba acabar el interrogatorio pronto, por lo que lo empujó con más fuerza contra la puerta, notando como presionaba su tráquea, probablemente dificultándole la respiración.

- No… no –exhaló con cierta dificultad, por lo que el elfo redujo levemente el agarre- Solo cogemos gente de los bajos fondos. Nadie pregunta por ellos y si lo hacen, nadie los busca realmente. No importan a nadie.

- ¿Alguna chica llamada Marielle?

- No nos molestamos en preguntarles sus nombres. –respondió con cierto desafío- Solo son mercan… -no terminó la frase, puesto que Tarek había atravesado su cuello de lado a lado con el cuchillo. No soportaba a los humanos, pero algo que odiaba todavía más era la traición y más aquella en la que uno actuaba por propio interés en detrimento de sus propios congéneres.

Con cara de asco retiró el cuchillo, provocando que la sangre le salpicase la cara. Inmediatamente el humano dirigió hacia allí sus manos, mirando con ojos desorbitados al elfo, que observó cómo resbalaba lentamente por la madera para acabar yaciendo inerte a sus pies. Con presteza cortó la pequeña bolsa de monedas que portaba el ahora cadáver.

Un cercano quejido le indicó que no estaba sólo. No era la primera vez que lo escuchaba, desde que había entrado en el edificio, por lo que dirigió allí sus pasos, encontrándose frente a frente con una muchacha de cabellos de color pajizo, que le resultaba vagamente familiar, atada a un poste. A su memoria vino el difuso recuerdo de un callejón por el que había transcurrido esa misma mañana. Parecía el único ente vivo aquel lugar, si se obviaban las ratas que correteaban constantemente entre las sombras.

- ¿Te llamas Marielle? –la chica negó rápidamente con la cabeza, mirándolo con cara de espanto, probablemente por la sangre que cubría su rostro. Colocándose a su altura, le sacó la mordaza de la boca y usando el tono más “amable” del que fue capaz le preguntó- ¿Cómo te llamas?

- So… Sophie

- Dime, Sophie, ¿hay alguien más aquí? –la chica negó con un gesto de la cabeza- ¿Has visto a alguna chica de clase alta? ¿Alguna llamada Marielle? –nuevamente una negación.

La observó por un instante. Sabía que no mentía, no tenía sentido en aquella situación. Además, parecía demasiado aterrada siquiera para hacer algo que no fuese contestar de forma sincera. Lentamente cortó las ataduras de la muchacha, para posteriormente tenderle el cuchillo, que ella observó con pavor.

- Deberías irte de aquí, Sophie. Antes de que vengan más como ello o que vuelva el guardia –con cierto cuidado colocó el cuchillo en la mano de ella, cerrándosela en torno a la empuñadura- Para defenderte, por si aparecen antes de que te vayas –notó el momento en que ella cerró con fuerza el agarre- Vete.

Sin mediar palabra, salió corriendo despavorida del almacén, derribando barriles y cajas llenas de mercancías a su paso. Provocando ruido suficiente como para despertar a los borrachos o mendigos que seguramente dormían en aquel sector del puerto. Mirando a su alrededor constató que no había nadie más allí. Una pena, si la tal Marielle hubiese estado allí, podrían haber dado por finalizada aquella absurda misión.

El chirrido de unos goznes medio oxidados y dos pares de pasos acercándose lo advirtió de la llegada de los limpiadores. La espera había sido corta.

- Buenas noches caballeros –saludó, con una perturbadora sonrisa en la cara- Puesto que han venido a buscar mi cadáver y todavía sigo vivo, al contrario que aquellos que debían pagar por su recogida, quizás podamos llegar a un acuerdo –sacudió la bolsa de dinero en su mano.

- Podríamos matarte y cogerlo.

- Cierto… pero no os pagarán por ello.

- ¿Quieres que recojamos los cadáveres de los traficantes? –preguntó el segundo individuo, señalándolos con la cabeza.

- Oh no. No es necesario. Una chica acaba de salir corriendo por esa puerta, montando un gran escándalo y portando un cuchillo lleno de sangre. Estoy seguro de que si alguien se pregunta qué ha pasado, todos indicarán que ella ha tenido algo que ver. –le lanzó la bolsa a uno de los sujetos- Lo que quiero es información. Tras eso podréis tomaros la noche libre y cobrar igualmente por un trabajo que no habéis tenido que hacer. ¿Qué me decís? –la sonrisa en el rostro de aquellos sujetos fue respuesta suficiente para él.  
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Mensaje  Nousis Indirel Jue 17 Sep - 0:18




Las incesantes preguntas del joven Vouss apenas recibieron respuestas del elfo más allá de dos frases excesivamente directas. La mirada de Ralph se tornó hostil y desafiante tras recorrer algunas calles de la ciudad. Enfadado, se plantó con la espalda en una pared, sin que Nou se diera cuenta hasta dar varios pasos de más. ¿Tan pronto olvidaba qué ocurría al contrariarle? El espadachín se llevó una mano a la frente buscando calmarse. El paso que retomó hacia el humano fue instintivamente replicado hacia atrás por éste. No obstante, su semblante continuó como un cuadro de irritación. Abrió los brazos antes de exclamar.

-¡ES MENTIRA! ¡TE EQUIVOCAS, DE ACUERDO?! -Los músculos de su garganta se hallaban tensos, y Nou comprendió que ira no iba contra él. Mas no podía decirle lo que esperaba escuchar, ni a decir verdad, lo deseaba. Él luchaba contra alguien que esperaba la más mínima oportunidad para dar rienda suelta a la locura, única forma de despejar auténticamente una mente trabajada en base en control y la obligada templanza. El sosiego de no pensar en nada a través del placer o de la sangre. Precisaba un tiempo solo, que no había logrado desde la guerra. Los fracasos le estaban pasando una cruel factura.

Sus ojos grises retomaron la visión del joven humano, volviendo al presente.

-¿Me equivoco?-
repitió con sorna el espadachín- Cierra la boca. En lo que a conocimiento se refiere, comparado contigo soy un dios. ¿Quieres que te deje solo y te enfrentes a quienes te quisieron matar al encontrarnos? No sé si he tomado el camino equivocado al quedarme en ésta maldita ciudad, de modo que no me tientes a irme una vez más.

Respiró un par de veces, acercándose a Ralph.

-Sigamos- ordenó- Y podrás ver por ti mismo si estoy equivocado- puntualizó, enfatizando la última palabra de una manera bastante desagradable.

Con cierto disgusto aún, y un punto de odio en la mirada, el joven aristócrata volvió a guiar al elfo hacia el interior de la ciudad. El disgusto de la dificultad de preveer una emboscada o asegurar de donde llegarían problemas se instaló nuevamente en el espadachín como una losa más. No hacían sino elevar un odioso muro que le impedía escapar.

Llegaron a la residencia de los Hethas, de unas dimensiones similares a las moradas de nobles que había visto hasta ese momento. La puerta principal estaba custodiada por un centinela muy bien armado, incluido un yelmo integral, y el blasón de la familia en la coraza. El tallaje de las columnas que enmarcaban la entrada y las marmóreas estatuas que jalonaban el paseo de la entrada exterior a la interior era de una maestría admirable. Todo allí olía a riqueza.

-Parecen tener una mayor fortuna que tu familia-
aguijoneó Nousis con malicia, sin que en su tono se advirtiese otra cosa que un mero comentario al azar.

-No son más que una familia de mercaderes-
ante la expresión del forastero, arqueando una ceja, y un vistazo intencionado de nuevo a la casa tuvo que explicarse mejor- Son propietarios de algunos barcos mercantes y minas.

La mirada que le dirigió su “guardaespaldas” decía a las claras que tales simples mercaderes atesoraban muchas más monedas, e invertían, que las que los Vouss llegarían a ver como nobles que vivían de rentas. Ralph giró el rostro molesto, y habló de forma autoritaria al centinela.

-Vengo a ver a Canlee Hethas.


-No se encuentra en la mansión, lord Vouss-
informó el guardián- Debe estar…

-… supervisando los barcos… ya- completó la frase con un remanente disgustado. Se giró para hablar al elfo- Debemos ir al puerto para hablar con ella- y éste asintió.

La distancia que ambos guardaban era suficiente para entrometerse si el muchacho era atacado, pero reflejaba la brecha existente entre ambos tras las averiguaciones sobre la joven Dumont. El hijo de Sandorai no iba a ser quien tratase de cerrarla. Si los dioses querían, pronto la encontrarían y se iría de la urbe humana sin mirar atrás. Esperaba que Tarek y Ryuu estuviesen teniendo más suerte que él.

El puerto hervía de actividad, y no sólo Ralph llevaba a alguien de armas consigo. Armadores, capitanes, nobles… muchos individuos se hacían acompañar de un séquito que les diese visibilidad y estatus, además de protección. El muchacho caminaba deprisa, seguro, hasta llegar delante de un gran navío con el mismo escudo familiar que había visto en la casa de los Hethas.

-Sin duda estará allí arriba- murmuró Ralph antes de gritar- ¡CANLEE!

-¿Eso es un comportamiento aristocrático?- inquirió Nou punzante. El muchacho carraspeó sin responder.

Al llegar hasta ellos, Nousis observó a la humana, contemplando una figura esbelta, de cabello liso y oscuro y ojos azules que parecían a su vez tomarle la medida a él. Su piel, bronceada, disimulaba unos pequeños defectos a la altura de los pómulos, como leves erupciones ya curadas. Labios finos y rostro estrecho armonizaban gratamente el conjunto.

-¿Qué quieres Ralph? Estoy ocupada. Algunas tenemos obligaciones.

-Este elfo tiene algunas preguntas para ti sobre Marielle-
Canlee miró entonces al elfo con cierta curiosidad, sin emitir pregunta alguna.

-Imagino que sabes que ha desaparecido.

-Como toda esta parte de Lunargenta. La guardia queda mal si una noble desaparece- su tono era ecuánime, y el espadachín no pudo notar nada que le advirtiese que guardaba algo para sí.

-¿Qué puedes decirme de ella?- preguntó Nousis cruzado de brazos.

-Amable, cariñosa… quería a Ralph- parecía ir enumerando- Inquieta… -aquello no estaba llevando a ninguna parte.

-¿Ha desaparecido antes?

-No sola. Sus padres son demasiado estrictos y le gustaba pasar tiempo alejada de casa con Ralph o nosotros.

-¿Nosotros?- repitió el elfo. Ralph rió.

-El Círculo de Irreverentes-
respondió el Vouss mordazmente- Me sorprende que aun no hayan muerto de aburrimiento.

-¿No pudiste mencionarlo antes?-
espetó el extranjero encarándolo.

-Puedo entenderlo- se encogió Canlee de hombros- Nos reunimos en la taberna Verdemar, y conversamos sobre diversos temas. Sin cultura no tiene sentido tomarnos en consideración.

Una sonrisa de medio lado llegó al rostro del elfo ante la clara alusión a Ralph, que ni siquiera entendió la referencia.

-Tal vez ellos puedan ayudaros más, aunque lo dudo- suspiró- Cuando la tabernera te indique qué deseas de beber, di claramente una botella de la séptima fila. Te guiará con los demás.

-¿Por qué tanto secretismo? -Canlee se encogió de hombros.

-Cambiamos la contraseña cada semana. Es divertido, y si de verdad hay interés por volver, se harán con ella. Os deseo suerte- finalizó, para volver al barco.

Nou miró alrededor.

-Una nueva pista- comentó Ralph algo más animado. Su acompañante sin embargo no dijo nada. No estaban llegando a ninguna parte.
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Mensaje  Shinoroa Ryuu Dom 20 Sep - 4:14

Al día siguiente, Ryuu se dirigió a casa de los Dumont... aunque esta vez ingresó por la puerta del frente y sin esconderse. Fue recibido por uno de los sirvientes, un elfo delgado y pálido, quien le preguntó por el motivo de su visita.
-He venido por un tema relacionado a la desaparición de su hija. Si es posible, necesito hablar en privado con ambos señores. Podría haber información un tanto... delicada en juego.-
Ante semejante respuesta, el sorprendido elfo rápidamente fue a buscar a sus señores. Mientras esperaba, el arquero no pudo evitar percatarse de algo. Todos los sirvientes que había visto hasta ahora en aquella mansión eran hombres bestia o elfos.
-Tal parece que sólo somos adecuados para servir a los humanos, eh. Al menos guardan las apariencias mejor que la madre de Ralph. Aún así, hay rumores sobre su actitud hacia los no humanos...-

Unos momentos más tarde, la pareja bajaba la escalinata central del salón a toda la velocidad que la etiqueta les permitía. Por mucho que intentaran disimularlo, no podían evitar mostrar sus sentimientos. La rabia de Rainier y la preocupación de Vivienne por lo que su marido pudiera hacerle a su hija, estaban grabados en sus rostros.
-¿Donde está? ¿Dónde esta mi hija?-
-Lamento informarles que aún no la he hallado, y me disculpo si mi visita les hizo creer lo contrario. Aún así, hay buenas nuevas. Supongo que habrá llegado a sus oídos la noticia del incendio en casa de los Vouss. Al parecer no hubo sobrevivientes, pero entre las víctimas no se encontraba Marielle. Para localizarla, necesito información. Información que quizá sea mejor discutir en privado...-
-Síguenos.- fue la única respuesta de Rainier, luego de unos segundos de silencio.
Se dirigieron a una pequeña sala, destinada a charlas de negocios o asuntos importantes, a juzgar por la decoración, muebles... y ausencia de ventanas. Allí nadie podría espiar. Nadie sabría qué pasaba dentro. Ante la idea de estar solo con gente tan repulsiva como ellos, Ryuu sintió un escalofrío. La pareja tomó asiento, uno junto al otro, en un lado de la mesa. Por su parte, el arquero hizo lo propio en el otro lado, depositando su arma frente a él. Cualquiera se daría cuenta de que lo hizo para estar más cómodo (ya que así su arco no molestaría en su espalda al estar sentado), pero también podría considerarse una amenaza. Y eso era lo que buscaba el pájaro, una forma de decir "no estoy indefenso, y atacaré si es necesario".

-¿Qué información necesitas? ¿Por qué creías que sería mejor discutirla en privado?-
-Has encontrado algo sobre mi hija y quieres renegociar tu paga, ¿cierto?- Era evidente el desprecio en el rostro del Dumont, creyendo que buscaban estafarlo.
-Para nada. Como dije antes, no he averiguado nada sobre Marielle, sólo que sobrevivió al incendio o que no se encontraba en el lugar. Lo cual me hace pensar en dos posibilidades: fue secuestrada o escapó.- Los padres de la chica intercambiaron miradas incrédulas. No habían considerado la posibilidad de un secuestro, y mucho menos un escape. Es cierto que en ocasiones anteriores Marielle había huido, pero sólo por una noche para reunirse con unos amigos. Nunca había intentado huir para no volver.
-Deseaba hablar en privado con ustedes porque creo que la desaparición de Marielle está relacionada con los rumores sobre su familia. Ahora mismo no me interesa saber si son ciertos o no, sólo quiero saber si alguien sería capaz de atacarlos por culpa de los rumores.- La pareja intentó hablar, obviamente ofendidos por las palabras del ave, pero éste los silenció levantando su garra. Para asegurarse de que el efecto no se disipe rápido, ubicó sus manos en su arco. -Dije que no me interesaba saber si los rumores son ciertos. De hecho, no conozco muy bien los rumores. Pero sí estoy convencido de que no son buena gente. Castigar a su hija en cuanto regrese, y ocultarla para que no la vean herida; querer cortar las orejas de un elfo; estar cerca de completar el ciclo de diez... Como verán, soy capaz de reunir información por mí mismo bastante bien, pero si me ocultan detalles que podrían ayudarme a encontrar a su hija, no será fácil lograrlo. Como dije antes, no me interesa si los rumores son ciertos o no. ¿Alguien podría intentar atacarlos?-
-Los rumores... en su mayoría sólo se tratan de problemas familiares, que no incumben a nadie fuera de nuestra casa. Dicen por ahí que peleamos constantemente, o que golpeamos a los criados.- Tras un breve silencio, el padre de Marielle comenzó a hablar. El ave notó que en ningún momento se molestó en negar esas acusaciones. -No creo que nadie quisiera atacarnos por eso, a menos que se trate de algún grupo o persona que defienda a los no humanos. Tal vez... Tal vez Marielle realmente huyó. Por nuestras peleas. Por mi culpa...-

Para sorpresa del arquero, Rainier se derrumbó en su asiento. De repente, pareció envejecer unos cuantos años. La idea de que su hija los abandonara por culpa suya lo había devastado, demostrando así que hasta el tipo más repugnante era capaz de querer a alguien. Vivienne también se mostró sorprendida por la reacción de su esposo. Luego de dudar un momento, finalmente se acercó a él para consolarlo. Mientras tanto, continuó hablando con Ryuu.
-Como verás, hay algo de cierto en esos rumores. Pero no significa que no nos importa nuestra hija. Por favor, encuéntrala. Las veces anteriores simplemente se había escapado para visitar a unos amigos, un grupo que se hace llamar círculo de... algo, no lo recuerdo bien. Si no tienes más preguntas, creo que sería mejor que te retires. Y... Gracias.-
Ryuu obedeció y dejó a la pareja a solas. Mientras caminaba por la mansión, su mente iba asimilando los datos que había reunido hasta ahora. Distraído por esto, no se percató del individuo delante suyo y terminaron chocando uno con el otro. El ave fue el primero en ponerse de pie, extendiendo su mano para ayudar al otro. El sirviente, un elfo, rápidamente se levantó. Por algún motivo no había aceptado la ayuda del emplumado.
-Mis más sinceras disculpas, señor. No estaba prestando la debida atención.-
-¿Señor? No tienes por qué llamarme así, soy un tipo común y corriente, como cualquiera de los que trabajan aquí. Soy un "no humano" después de todo, como dice Rainier.-
-Con el debido respeto señor cualquiera que pueda darse el lujo de exigir una audiencia a solas con los señores Dumont y sea aceptado, está muy por encima de mí y mis compañeros. Con su permiso.-
Ryuu observó al elfo mientras se marchaba. Era doloroso ver que alguien se menospreciaba a sí mismo de esa forma, pero podía entenderlo luego de lo que vio el día anterior. Al vivir constantemente humillado, la mayoría acabaría por acostumbrarse. Fue entonces cuando notó los pequeños vendajes en las orejas del elfo, y la ausencia de sus características puntas.

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-Tal parece que ese pajarraco sabe mucho. Y está muy cerca de saber demasiado. Encárgate de él. Transmite las órdenes y asegúrate de no dejar huellas que nos impliquen.
La figura que se encontraba de rodillas simplemente asintió antes de retirarse. Nuevas figuras se sumaron a ella, formando un grupo de cuatro.

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De camino al punto de encuentro, Ryuu se dio cuenta de que alguien lo estaba siguiendo. Al llegar a una esquina donde había soldados patrullando, decidió doblar, pero sin continuar su avance. En vez de eso, se ocultó tras los guardias, gesticulando para dar a entender la situación. Los humanos no entendían bien qué ocurría, pero la actitud sospechosa de los perseguidores fue suficiente para detenerlos. Las excusas poco convincentes que dieron sólo empeoraban la situación. Cuando se hizo evidente que no podrían huir, la sospechosa pareja decidió confesar que tenían sus instrucciones en un pergamino. Ambos guardias encontraron dos y procedieron a tomar uno cada uno. En el primero no había más que un extraño símbolo, por lo que no le dieron importancia. El segundo tenía algo escrito, pero no llegaron a leerlo porque fueron interrumpidos por el grito del arquero al reconocer el símbolo del primer pergamino.
-¡ALEJENSE DE ELLOS! ¡ES UN PERGAMINO EXPLOSIVO!-
La única respuesta que recibió fue la confirmación de sus sospechas con un sonoro estallido.


Última edición por Shinoroa Ryuu el Mar 29 Sep - 6:23, editado 1 vez (Razón : Subrayar la complicación.)
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Mensaje  Tarek Inglorien Jue 24 Sep - 22:21

El cementerio. Irónico, ligeramente inmoral, pero sin duda muy propicio. La conversación con los limpiadores había proporcionado a Tarek una nueva senda que seguir, una vez descartada la implicación de la gente de Mosh en la desaparición de Marielle. Si había caído en malas manos, solamente podía esperar dos destinos: ser vendida o acabar muerta. Descartado el primer caso, se dirigía en aquel momento al lugar en el que supuestamente acababan todos los cuerpos de Lunargenta que debían “desaparecer” y donde, irónicamente, él mismo podría haber acabado aquella noche. El destino podía llegar a ser terriblemente sarcástico.

Sigue el camino que va al oeste de los almacenes. Te llevará hasta los barrios bajos de la ciudad. Allí deberás continuar unas cuantas calles más, hasta que localices la Botica de Verde. En el siguiente desvío gira hacia el Este y continúa hasta las murallas de la ciudad. Verás el cementerio antes de alcanzarlas…”. Al tiempo que cruzaba aquel humilde y desvencijado barrio de Lunargenta no pudo evitar pensar en qué llevaría a una persona a aceptar una existencia tan mísera. En su hogar jamás se hubiese permitido que un individuo de la comunidad acabase sufriendo tal penuria. Él mismo era ejemplo de ello, puesto que lo habían acogido tras la pérdida de Eithelen como un miembro más del clan, aún a pesar de haberse criado lejos del mismo.

Un cartel roto y deslucido, de un color verde lavado innumerables veces por la lluvia, le indicó que había llegado a la Botica de Verde. Un pequeño y humilde negocio, cerrado a aquellas intempestivas horas, y cuyas cristaleras, sucias y veladas por el polvo, apenas dejaban entrever el interior del establecimiento. A la izquierda de la puerta, apoyado contra la pared, se encontraba el único individuo con el que se había cruzado desde su marcha del almacén en el puerto. Notó como este lo observaba atentamente, probablemente preguntándose qué podía hacer un foráneo en un lugar como aquel a aquella hora de la noche. Inclinando ligeramente al cabeza hacia delante, en un intento de ocultar parte de sus rasgos de la indiscreta mirada ajena, el elfo agradeció mentalmente haber limpiado la sangre que le cubría hacía un par de horas el rosto y haberse cubierto la cabeza con la capucha de su atuendo antes de partir camino al camposanto.

A pesar de ello, poco después de tomar el desvío que lo llevaría directo a su destino, se percató de que otros pasos seguían a los suyos, a cierta distancia. ¿Pretendía aquel mísero humano atacarlo? Sin disimular el gesto, llevó la mano hasta la empuñadura del arma, en un claro gesto de amenaza, sin cesar en su avance. Los pasos se detuvieron y, tras algunos minutos y unos cuantos metros, miró por el encima del hombro, cercionándose de que su perseguidor había desaparecido. Las murallas se avistaban ya en el horizonte cercano.

Un muro de mampostería irregular, lo suficientemente bajo como para saltarlo, fue el primer indicio de que había alcanzado el cementerio, cuya puertezuela, de madera desgastada, se encontraba entornada. El recinto se encontraba bordeado de grandes pinos, que proyectaban peculiares sombras sobre las estructuras. Desde la entrada, el camposanto parecía conformar un bosque que se perdía en las tinieblas de la noche, compuesto por extrañas y retorcidas figuras, que resultaban indistinguibles desde la lejanía. A ambos lados, grandes formas oscuras proyectaban una inconmensurable oscuridad sobre las tumbas más pequeñas.
Sin mayor dilación, se encaminó entre las sepulturas, en la quietud del lugar. Allí no alcanzaban los sonidos de la ciudad, puesto que los muertos y los vivos estaban condenados a habitar lugares diferentes, apartados. Asimismo, los sonidos propios de la naturaleza –pájaros e insectos- parecían demasiado lejanos. Era como si el silencio fuese la regla de aquel mundo de muerte, donde nada debía perturbar el descanso eterno de sus ocupantes.

Unos metros más adelante, a su derecha, localizó el imponente mausoleo que sus informantes de habían descrito. Se trataba de una edificación ostentosa, aunque sencilla en comparación con otras frente a las que había transitado. El tiempo, o quizás la interacción humana, habían borrado el nombre de los propietarios originales, del que apenas se distinguían algunas letras. En cambio, era perfectamente perceptible sobre la puerta un escudo de armas presidido por un gran cuervo, bajo el cual se había grabado, de forma bastante tosca, el peculiar símbolo que los limpiadores le habían indicado.

La puerta cedió sin mayor problema, dando acceso a una estrecha escalinata que desembocaba en un pasillo con acceso a varias cámaras subterráneas, de una de las cuales se desprendía un leve reflejo, indicio de la presencia de luz artificial. Con cuidado de no producir ruidos que delatasen su presencia, Tarek se encaminó hacia allí, con la extraña percepción de que algo no acababa de cuadrar en aquel lugar. A ambos lados se sucedían las entradas a estancias sumidas en total penumbra, utilizadas probablemente para enterrar a decenas de individuos de aquella olvidada familia durante décadas. El ambiente olía a polvo y madera… Aquel pensamiento fue la clave para percatarse de qué era lo que lo perturbaba. El olor. Si aquel era el lugar donde se deshacían de los cuerpos indeseados ¿cómo era posible que no oliese a muerte? Un golpe seco de su pie contra algo duro y una gran nube de polvo blanco fueron respuesta suficiente. Usaban cal para cubrir los cuerpos.

Un ruido en la escalera, a su espalda, lo puso alerta.

- Debe estar aquí. Quizás ya esté abajo.

- Shhh… calla.

En el escaso segundo en el que tuvo que dirimir qué hacer, Tarek se percató de que la estancia iluminada era sin duda la peor elección, por lo que, sin mayor dilación, se introdujo en el habitáculo más cercano. Un haz de luz más intenso inundó el pasillo. Se encontraba en una pequeña cámara mortuoria, compuesta por varios nichos excavados en la pared, ocupados por ataúdes de madera en diferentes grados de descomposición. No podía quedarse allí de pie, aquel no era un buen escondite. Los pasos que desdecían por las escaleras se acercaban cada vez más. Sin tiempo a pensar en una solución mejor, tanteó el espacio más cercano, cuya caja parecía guardar suficiente consistencia como para poder ser abierta; e implorando a los dioses, levantó la cubierta y se introdujo en su interior. Con agrado descubrió que su ocupante se encontraba ya en fase esquelética, al tiempo que la cercanía de la luz y los pasos le indicaban que los visitantes del mausoleo rebasaban la entrada del habitáculo.

- Yo no lo veo. Quizás nos hayamos equivocado.

- No. Es aquí. Trae la luz, vamos a mirar en los otros.

Sin apartar la vista de la cubierta del ataúd y la oscuridad que se cernía sobre él, el elfo contuvo la respiración por un segundo, al tiempo que la luz de la vela que portaban aquellos individuos, se colaba entre las rendijas de la caja en la que se encontraba. Tras un breve instante, los pasos se alejaron de él, lo que le permitió relajarse brevemente y analizar la situación.

No comprendía porqué se había ocultado. Podía haber emboscado a aquellos dos como había hecho con la gente de Mosh en el almacén. Pero por alguna extraña razón, encontrarse en aquel lugar, plagado de muerte y acorralado por dos individuos que parecía buscar algo (o a alguien) lo habían impulsado a esconderse en vez de atacar. Aquello era extraño. Al fin y al cabo, qué probabilidad había de que se cruzase con otras personas en aquel lugar a aquella precisa hora. Sin duda, podría tratarse de otros limpiadores, puesto que aquel era el lugar al que llevaban los cuerpos. ¿Qué podía ser aquello que buscaban con tanto interés? El pensamiento de que quizás sus informantes lo habían vendido cruzó su mente.

- Esperaremos.

Aquella palabra sonó como una sentencia a los oídos de Tarek y, mientras retiraba con cuidado de su espalda lo que parecía el fémur de su cohabitante, pensó con cierta ironía en que al menos su compañero de “habitación” no lo molestaría demasiado durante su, probablemente larga y hastiosa, estancia en aquel desolado lugar.
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Mensaje  Nousis Indirel Vie 25 Sep - 22:26





Taberna Verdemar…

En contra de sus deseos, Ralph guió al espadachín de nuevo por las entrañas de la populosa urbe, más a disgusto cuanto mayor tiempo pasaban juntos y más asuntos enmarañaban. Nousis no le perdía de vista, ni tampoco a sus hoscas expresiones. Si bien aún con reticencia, el joven Vouss le llevó diligentemente hasta la puerta de la posada. Parecía un lugar de cierta clase, semejante a los que el elfo gustaba de escoger en las ciudades de los Humanos.

Dio un paso adelante, cuando comprobó como el aristócrata permanecía con los brazos en jarras, piernas abiertas, y toda la confianza del mundo en permanecer allí mismo, sin acompañar a su guardaespaldas. Éste arqueó una ceja con un desprecio en absoluto disimulado. ¿De verdad era tan estúpido que esperaba que iba a dejarlo allí, solo?

-Entra- ordenó casi siseando el mayor de ambos. El aludido le dirigió una mirada de reproche.

-Quiero volver a casa. Ya has hablado con quienes podían decirte algo. No me necesitas. No conozco a esta gente- y dirigió una mirada herida hacia un lado. Nou sacudió la cabeza. Si aquel muchacho esperaba que ese tipo de comportamiento llegaría a provocarle pena o un mínimo de respeto… se equivocaba de una forma absoluta.

Pero algo rompió dentro del espadachín. Debía detenerse. Se pasó una mano por el cabello, y respiró, antes de clavar en él sus ojos grises. Necesitaba calma, un espacio relajado, e interiorizar durante varios días. Muchas cosas se arremolinaban en su mente, y no las calmaría allí. Aún decidido a hallar a Marielle, no en cambio a aguantar un minuto más a un crío consentido.

-¿Quieres morir?- le espetó de forma tan suave que daba escalofríos- ¿Te ves capaz de llegar solo y vivo hasta los muros de tu casa?

-Sí- afirmó desafiante Ralph tragando saliva. El Elfo asintió lentamente, como si de verdad estuviese sopesando y aceptando su decisión. Tomó el pomo de la puerta de la taberna, y lo accionó, antes de dirigirle unas últimas palabras sin mirarle una vez más.

-Ya conoces el camino-
las pisadas del noble se alejaron presurosas. Había asegurado a su madre que estaría protegido a su lado, y le había dejado irse sin más. Se acarició la frente, exasperado, yendo en dirección a la barra, observado por algunos parroquianos curiosos. No llamaba la atención más que la mayor parte de los presentes y las miradas pronto le obviaron.
¿Qué le estaba ocurriendo? Nada había normal desde la despedida con Neralia en el lejano norte. Recordaba de manera demasiado vívida cómo había perdido los estribos en Urd junto a Aylizz. Recordaba…

Tal vez los dioses estaban descontentos con él. Le había disipado la maldición y él había flexibilizado en exceso sus ideales. Necesitaba reconectar con sus raíces. Hallarían a Marielle y retornaría a Sandorai. Su estabilidad mental se lo estaba pidiendo a gritos antes de cometer alguna locura.

-Una botella de la séptima fila- pidió Nousis con desgana. La mujer que atendía dejó de limpiar dos segundos el vaso que tenía entre manos, y le recorrió con la mirada, aparentemente aprobadora, antes de hacer un gesto con la cabeza indicándole la puerta contigua a la cocina. El Elfo la abrió, no sin antes dirigir un último vistazo al salón. Cruzó la pequeña estancia carente de iluminación, justo antes de que su mano diestra tomase a su espada y bloquease el ataque que pudo advertir desde la derecha, para acto seguido esquivar el golpe desde la izquierda, que restalló contra el suelo con estrépito, y obstaculizando con su mano libre las de su enemigo unos instantes, sajó con rapidez hacia ese mismo lado, antes de que volviese a levantar el mangual. Fueron unos escasos pero muy precisos movimientos, y el espadachín sonrió con arrogancia y burla, cuando el humano cayó con el torso ensangrentado. Esperando un predecible nuevo golpe de su primer atacante, se volteó aguantando la espada con una mano en la empuñadura y otra por detrás de la hoja para soportar el impacto enemigo. Trataba entretanto de relacionar qué estaba ocurriendo. Canlee debía muchas explicaciones. Era imposible que hubiesen montado aquello sin ella. ¿Y Ralph? La pregunta en el aire enmudeció a Nousis. Si se había quitado de en medio sabiendo qué ocurriría, había tomado al elfo por un idiota. Este apretó los dientes. Volvió a evitar un tercer intento de su rival. Cabía en lo posible que fueran parte del mismo grupo que trató de matar al joven Vouss. Todo residía en el por qué. Y no iba a averiguarlo mientras luchaba en un callejón de Lunargenta.

Dio un giro completo, y agachándose para esquivar el arma que pasó junto a su ojo izquierdo, abrió al infeliz a la altura de un riñón. Su enemigo cayó cerca del ya cadáver de su compañero, llevándose ambas manos a la atroz herida. No había tiempo para una charla, ni siquiera corta. Si la guardia le encontraba, in fraganti con dos cadáveres a sus pies, su suerte estaba echada, por lo que separó un poco la cabeza hacia arriba con la bota, a fin de exponer más el cuello, y tajó de un golpe preciso.

Sin perder tiempo, buscó en ambos cuerpos algo mínimamente de utilidad. Mas no esperaba aquello. O había juzgado muy mal a esa familia, o todo continuaba complicándose como una funesta bola de nieve montaña abajo.

Arrugados legajos con el escudo de los Vouss.



____________________
Complicación: Alguien ha enviado grupos de criminales en busca de los tres compañeros, que no parecen desear detenerse hasta exterminarles.
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Mensaje  Shinoroa Ryuu Mar 29 Sep - 7:14

Un molesto pitido era todo lo que podía oír. Ryuu se incorporó con algo de dificultad, todavía aturdido por la explosión pero aún entero. Unas cuantas plumas chamuscadas conformaban el total del daño recibido. Los guardias no habían salido tan ilesos como él, pero la advertencia que recibieron en el último momento permitieron minimizar las heridas. Por otro lado, los perseguidores se llevaron la peor parte: uno de ellos había perecido, mientras el otro tenía la mitad del cuerpo en carne viva. No tardaría mucho en acompañar a su aliado.

El ave tomó el pergamino que contenía las órdenes del dúo. La explosión, milagrosamente, no pudo destruirlo pero sí dañó parte del texto. Sin embargo, aún era visible la firma, donde reconoció el escudo de la familia Vouss. No entendía por qué querrían incendiar su propia casa, menos aun teniendo en cuenta que su hijo se encontraba en ella. Todo ésto no tenía sentido. Partió rumbo al punto de encuentro, la casa de campo de los Vouss. Tenía que deshacerse de esas dudas, o jamás podría encontrar a Marielle.

Durante el camino sintió nuevamente que lo seguían. Ya no estaba seguro de si era realmente así, o si sólo estaba paranoico. Por si acaso, implementó la misma idea de Ralph el día anterior: tomar muchos rodeos innecesarios, a veces volviendo sobre sus pasos, como si estuviera perdido. Cerca del mediodía, llegó a destino. Al pasar por la puerta principal, ornamentada en demasía, vio el escudo de la familia. En un principio, lo ignoró por completo, pero luego regresó para contemplarlo detenidamente. Al compararlo con el escudo del pergamino, notó que había diferencias muy sutiles.
-Una familia tan importante como esta no sería capaz de confundir su propio escudo ¿no? ¿Alguien intenta incriminarlos?-

Sus pensamientos se vieron interrumpidos por sonidos de lucha provenientes del interior. Ryuu entró a toda prisa, viendo a un grupo de tres personas luchando contra los guardias de los Vouss. Sin perder tiempo, y viendo que el estrecho pasillo no le permitiría usar su arco cómodamente, decidió asistir en la lucha con sus garras. Pronto, los atacantes fueron reducidos, pero la señora Vouss había sufrido un ataque por la espalda que acabó con su vida. Varias marcas de puñaladas se veían en su cuerpo, las cuales coincidían con las exhibidas por víctimas de un asesino en serie surgido recientemente, según le contó un guardia al arquero.

El padre de Ralph, visiblemente dolido y molesto, liberó su rabia asesinando él mismo a los intrusos.
-¿Lograste averiguar algo que nos sea de utilidad? Quien sea el culpable de ésto, lo pagará muy caro...-
-Desgraciadamente, no. Creo que la desaparición de Marielle y los ataques hacia su familia son hechos que no están conectados. Lo único que encontré es este pergamino con órdenes de matarme, con un escudo muy similar al de los Vouss. Creo que alguien intenta incriminarlos, pero no entiendo por qué.-
Revisando los cuerpos de los intrusos, encontraron un segundo pergamino con las mismas órdenes: "Atacar al hombre pájaro y a cualquiera que trabaje con él. No paren hasta cumplir con su objetivo." Nuevamente el escudo falso hacía acto de presencia. Pero lo que le llamaba aún más la atención a Ryuu ahora, era el cuerpo más cercano a su posición. El cuerpo de un elfo, con las orejas cortadas y vendadas.
-Reconozco a ese sujeto. Estaba en casa de los Dumont cuando fui a interrogarlos, era uno de sus sirvientes.-
-Eso es suficiente para mí. Han destruido mi casa, intentaron asesinar a mi hijo, asesinaron a mi esposa, y ¿además pretenden incriminar a mi familia con esos asesinatos? Guardias, transmitan mi mensaje a todos los hombres a mis órdenes: estamos en guerra con la familia Dumont. Ataquen apenas los tengan a la vista, no me interesa si son soldados, civiles o ancianos. Que no quede un solo Dumont con vida en la ciudad... Y tú. No he olvidado que trabajas para ellos. Esta vez te dejaré marchar, porque ayudaste a mis guardias a enfrentar a estos... Estos bastardos.- Pateó el cuerpo de uno de los intrusos antes de proseguir. -Además, probaste que los Dumont nos atacaron. Tengo la impresión de que te están engañando. Pero, por tu propio bien, te aconsejo que no te acerques a nadie de mi familia o mis tropas. Porque no dudarán en atacarte.-
El arquero se marchó del lugar, con más dudas de las que tenía al llegar, preguntándose si alguna vez encontraría un trabajo donde su vida no se viera amenazada a cada momento.

--------------------------------------
Segunda complicación: se desata una guerra entre ambas familias en la ciudad. El grupo deberá continuar su investigación evadiendo las zonas de combate, o serán atacados por los hombres de Vouss.
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Mensaje  Tarek Inglorien Vie 2 Oct - 0:27

Nunca dejaba de sorprenderle cómo la percepción del tiempo variaba en función de lo rápido que uno deseaba que transcurriese. De cómo los minutos parecían convertirse en horas y las horas en eternidades. Por suerte, durante su estancia en ataúd ajeno había alternado entre momentos de vigilia y sueño, marcados por el constante ir y venir de aquellos individuos, que parecían impacientarse cada vez más por la ausencia de aquello o, como Tarek suponía con cada vez más ahínco, aquel a quién esperaban.  
Pasadas probablemente un par de horas desde su llegada al cementerio, pareció estallar una breve disputa ente ambos, respecto a la necesidad o no de permanecer en aquel lugar. Uno de ellos parecía sentir especial pavor por pernoctar en el camposanto, quizás temeroso de pagar por sus pecados pasados.

- Volveré pronto.

Aquellas palabras sacaron nuevamente al elfo de su estado de letargo. Parecía que en esa ocasión habían elegido la cámara en la que él se encontraba para dirimir los entresijos de su plan. La luz de su antorcha, que se filtraba por las grietas de la caja, le permitió observar a sus pies la calavera de su acompañante. Al parecer se había equivocado de dirección al introducirse en el ataúd. Aquello explicaba sin duda el tema del fémur.

- Pero… ¿y si no viene? Llevamos horas esperando. Quizás se equivocasen.

- No. Yo lo vi venir en esta dirección. –un sonido metálico llenó por un segundo la estancia- Estate atento… y ni se te ocurra dormirte –amenazó la segunda voz, antes de escucharse el eco de unos pasos alejarse progresivamente del lugar.

- Maldita sea –susurró el individuo restante, antes de que sus pasos, y con ellos la luz, se alejasen de nuevo de la estancia.

“Lo vi venir en esta dirección”. Aquella frase resonó en la mente de Tarek una y otra vez. ¿Acaso lo buscaban a él? Recordó al individuo ante la botica. Era la única persona a la que había visto durante su tránsito hasta aquel lugar e, inicialmente, había intentado seguir sus pasos… Nuevamente el pensamiento de que sus informantes lo habían vendido cruzó su mente. Debería haberlos matado nada más conseguir lo que necesitaba. Apretó la mandíbula con fuerza conteniendo la rabia. Los humanos eran seres rastreros y traicioneros, no debería haberlo olvidado.

Se planteó salir del ataúd y arremeter contra el individuo que todavía permanecía en el mausoleo, pero su situación lo ponía en clara desventaja. Desconocía si el otro iba armado, así como el lugar en el que se situaba en ese mismo momento. Además Tarek, en total penumbra, debía salir de la caja y encontrar una posición estratégica para atacar, todo ello antes de que su contrincante se percatase de ello. Era un riesgo demasiado grande. Suspiró con hastío y se concienció de que la espera todavía no había llegado a su fin.

- Has vuelto –el alivio se dejó oír en la voz de su “captor”.

- Te dije que volvería pronto. Tenemos que irnos

- ¿Ahora? No decías que debíamos esperar a que viniese el…

- ¿Acaso quieres quedarte aquí más tiempo? –la negación de su interlocutor debió ser no verbal, puesto que sus siguientes palabras fueron- Bien. Pues vamos. -el sonido de pasos se alejó y unas últimas palabras llegaron a Tarek –Debemos buscar a otro, están haciendo preguntas comprometidas.

La oscuridad plagó por completo el mundo entorno al elfo, que dejó que transcurriesen algunos minutos antes de proceder a salir del ataúd. Era mejor asegurarse de que aquellos dos no volvían. Sus palabras (“lo vi venir en esta dirección”) todavía resonaban en su cabeza. Con cuidado procedió a alzar la cubierta de la caja, cuando un nuevo ruido de pasos lo obligó a desistir. De haber sabido que aquel lugar estaba tan concurrido por las noches habría acudido de día. Puso los ojos en blanco y procedió, de nuevo a permanecer quieto y en silencio junto con su nuevo amigo óseo.

A sus oídos llegaron bufidos y quejidos de esfuerzo, junto con un golpeteo que se convirtió en un chirrido de arrastre al alcanzar el pasillo. Para finalizar en un sonido acuoso y sólido, similar al que produce un barril lleno de manzanas en licor al ser derramado.

- ¡Qué asco! Cada vez es más repugnante. No entiendo por qué esa gente insiste en ponerse original e imaginativa. Además, es la segunda noche seguida que nos toca limpiar… esto.

- Nos pagan por ello, ¿no?

- ¡No lo suficiente! Además, esos ricachones se piensan que todo se arregla con dinero –un bufido fue su única respuesta, junto con unos pasos por el pasillo y su retorno a la cámara iluminada- Si, ya se, claro que lo paga todo. Pero aun así… Bah…Vámonos.

Dos pares de pasos alejándose escaleras arriba fue indicativo suficiente para que Tarek abandonase finalmente el ataúd. Las voces de los limpiadores todavía se escuchaban a través de la entrada del mausoleo y la débil luz de la vela iluminaba la estancia en la que aquellos dos habían llevado a cabo su negocio. El elfo dudó. No ponía en duda que en aquel lugar acababan los cuerpos de los desdichados que perecían en Lunargenta y no debían ser encontrados. No necesitaba constatarlo visualmente, además, desconocía cómo era realmente Marielle. Ver su cuerpo, probablemente desmembrado, no iba a confirmarle nada, puesto que no podría identificarla. Por otra parte, la mención del limpiador a los “ricachones” de la ciudad había despertado su curiosidad.
La visita al cementerio, en el caso Marielle, lo había llevado a un callejón sin salida. Podía entrar en la cámara de los cuerpos y verlo, acabar su investigación y volver al día siguiente a la hacienda Vouss con las manos vacías; o podía seguir a aquellos dos elementos y descubrir si se cocía algo entre las altas esferas de Lunargenta, que tuviese relación con la familia de Ralph o los Dumont.

Subió las escaleras y, escondiéndose entre las sombras de las sepulturas siguió a los limpiadores, que se dirigieron, a través de varias callejuelas, hasta una zona oculta por las sombras de la muralla de la ciudad.

- Está acabado. No ha quedado ni rastro, como siempre.

Una tercera figura, más menuda que las dos a las que había seguido, entregó una bolsa a los limpiadores, para posteriormente, sin mediar palabra, dirigirse hacia el norte de la ciudad. Sin apartarse de las sombras, Tarek fijó su nuevo objetivo, que se encaminó, dando varios rodeos, por áreas de la urbe que el elfo no había visto con anterioridad, hasta alcanzar lo que, sin duda, era la zona privilegiada de la metropolis. Grandes casas señoriales se distribuían por ambos lados de la calle, rodeadas de muros que cerraban amplios jardines arbolados. Se habían acabado las callejuelas y callejones en los que Tarek podía guarecerse de miradas indiscretas, por lo que tuvo que seguir a su objetivo de forma más visible, caminando varios metros tras ella.

Cuando se acercaban a un cruce que dividía la calle en dos, una voz vagamente familiar, acompañada de su correspondiente cuerpo, torcieron hacia la vía principal, encarándose con el elfo y su objetivo. Se trata de los individuos que habían pernoctado en el mausoleo. Tarek maldijo en silencio, al tiempo que uno de los hombres señalaba en su dirección. Al parecer no había errado en su suposición: él era el objetivo... y sus intenciones no parecían precisamente amigables. Además, una larga noche en vela por su “culpa” probablemente habría incentivado el mal humor de aquellos dos caballeros.

Con un último vistazo a su objetivo, giró sobre sus pasos y arrancó a correr. Las grandes casas se convirtieron en borrones de color que se sucedían uno tras otro, sin recovecos en los que ocultarse o desaparecer. A su espalda, el eco de dos pares de pasos le indicó que sus perseguidores difícilmente seguían su ritmo. A pesar de ello, su conocimiento de la ciudad era mayor que la del elfo, por lo que a la larga acabarían por guiarlo a algún tipo de trampa o callejón sin salida. Tras un giro a la derecha divisó un estrecho pasaje, que parecía dar a una puerta de servicio. A provechando los escasos segundos de ventaja, se cobijó entre las sombras de la misma, a la espera de que los humanos pasasen de largo sin detectarlo. Por un segundo, deseó con todas sus fuerzas acabar con ellos. Por segunda vez, aquella noche, habían interrumpido su investigación; y por segunda vez tuvo que contenerse para no mandar al traste lo conseguido hasta ese momento, así le costase la vida.  


Una vez pasado el peligro, desandó con cautela el camino hasta el fatídico cruce. Evidentemente, su objetivo había desaparecido, aunque creía haberla visto tomar el desvío a la derecha. Se encaminó hacia allí sin demasiada esperanza de poder encontrar de nuevo su rastro y, cuando estaba a punto de parar y dar por acabada la noche, el perfil de una figura familiar se recortó contra la escasa luz nocturna, mientras descendía de la copa de un árbol.

- Ryuu –susurró Tarek para si mismo, contemplando la casa tras el hombre pájaro.

No parecía haber sido pasto de las llamas, por lo que solo podía significar una cosa: aquella era la casa de los Dumont. La noche llegaba a su fin y con ella las posibilidades de Tarek de encontrar alguna pista de su último objetivo o de Marielle. Era hora de buscar algún lugar a resguardo donde descansar antes de retornar, una vez abriesen las puertas de la ciudad, a la hacienda de los Vouss.
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Mensaje  Nousis Indirel Miér 14 Oct - 16:54




Una. Maldita. Emboscada. UNA. MALDITA. EMBOSCADA.

Los cadáveres a sus pies no eran nadie, quizá nunca habían llegado a serlo. Giró la cabeza, mirando a ningún lugar, como si desease despedazar la pared con el mero color de sus ojos.

Una casualidad excesiva. Sólo podía ser cosa de Canlee. O bien tenía algún motivo para deshacerse de él, o el Círculo de los Irreverentes eran bastante más que unos meros intelectuales que se limitaban a discutir. ¿Deshacerse de él? Se repitió. Y Ralph… Sus víctimas aparecían ante él sin que realmente las viera, sumido en sus disquisiciones. Canlee sabía que iban juntos, era lógico deducir que él también habría sido un objetivo. En tal caso ¿qué pintaba en todo aquello el sello de los Vouss? ¿Y… no era la joven amiga de ambos miembros de la pareja? Cuanto más lo pensaba, más nítido le parecía que la heredera de la familia Hethas guardaba más verdades de las que había dejado ver. Había intentado matarle, y le había tomado por estúpido. Una media sonrisa que prometía venganza y el ondear de la capa fueron los últimos retazos que le siguieron antes de volver a recorrer sus propios pasos, rumbo al puerto.

El trasiego continuaba importante, acelerado, como si el mar hubiese decidido tragarse los barcos al día siguiente y no quedase otro remedio que terminar todo esa misma tarde. Chocando con varias personas, no se desvió un ápice del navío que buscaba. El estandarte de los Hethas ondeaba orgulloso de la mayor altura del mástil, y varios marineros le miraron de una forma escasamente disimulada, sin dejar de cargar la mercancía que habrían de vender en el próximo viaje. Nou se permitió un instante de asueto, contemplando el cansado movimiento de la tripulación, antes de volver a la línea de actuación que lo había llevado allí.

-Busco a Canlee-
abordó a uno de los estibadores, sin tiempo a presentaciones. Era muy probable que le recordasen. No parecían haberse destrozado aún el cerebro a base de alcohol.

-No está aquí- fue respondido. Resultaba evidente que la buscaba, que pretendía conocer su paradero, hasta para aquellos mentecatos. Cada vez que pasaba algún tiempo en la urbe, siempre llegaba algo que le hacía odiarla aún más. Nunca fallaba.

- ¿Y dónde podría encontrarse?
- intentó de nuevo, con poca esperanza. Un gruñido fue toda la respuesta que tuvo a bien darle. Nou se llevó una mano al rostro. Demasiadas decepciones para un trabajo que debía resultar sencillo.

Recorrió las calles anexas, preguntando a plebeyos y deteniendo con cortesía a los pocos nobles que recorrían a pie con reducida escolta, así como a mercaderes y gentes de mar, todo para conseguir información sobre los Hethas y su lar familiar. Si sus negocios se encontraban en su flota, resultaba lógico imaginar que al menos una de sus residencias se encontrase en las cercanías. Sin embargo, nadie quiso o supo decirle nada. Como si esa familia no viviese en Lunargenta. Pero Ralph había hablado de ella como de una vieja amiga. Por fuerza debían vivir entre los muros de la ciudad humana.

“Olvidas el escudo de armas de esos bandidos”
se recordó con malicia. ¿Una nueva mentira? ¿Podría estar el joven noble en la misma conspiración que Canlee para matarle? Si era así, no alcanzaba aún a vislumbrar el propósito. Estaba prácticamente convencido de que el Vouss amaba a Marielle y la quería encontrar.

“No es el único Vouss”

Si… eso era cierto, y añadía complejidad. Los padres del muchacho podrían haber asesinado a Marielle, y cercenar la investigación con la muerte del elfo y sus compañeros sería dar carpetazo definitivo al asunto, pudiendo casar a su heredero con alguien más de su agrado.

Nousis caviló unos instantes, rememorando la información obtenida hasta el momento. No pudo hacerlo con la calma debida. El intento de Canlee de acabar con él martilleaba su cerebro. Primero deseaba encontrarla. Ya encajaría las piezas Vouss después.

-¿Buscas a la muchacha de los Ethas…?
-Le abordó un desconocido con un rostro cuya historia solo parecía mostrar padecimiento. Sólo uno de sus ojos brillaba, mientras que el otro no aparecía en una cuenca vacía. Los cortes alrededor del mismo, ya cicatrizados, indicaban que aquella muestra de sadismo no había sido casual. Tampoco una de las manos asomaba por la manga de su camisa. Se movía despacio, con un miedo que inspiraba una profunda lástima. Tanto el colmillo como el diente contiguo estaba rotos, y el cabello mostraba amplias calvas al haber sido arrancado. Nousis finalizó su observación del humano mudando la desconfianza por lástima. Si no había sido merecido, sus torturadores merecían la muerte. Un mal del que el mundo podía prescindir.

Cuando asintió, iniciando un acercamiento al hombre, este instintivamente se echó hacia atrás y los orgullosos ojos del elfo se entristecieron. Romper así el alma de una criatura resultaba terrible de ver.

-Déjala –
aconsejó – Ella, los suyos, no son humanos, aunque caminen como nosotros. Son demonios. Nadie te va a creer. Deja Lunargenta y sobrevive.

-¿El Círculo de los Irreverentes? - preguntó el espadachín.

-Un hatajo de asesinos, que disfrutan de la sangre y del dolor
- el hombre miró alrededor antes de mostrarle su mano mutilada- escapé de una de sus… fiestas- su tono estaba imbuido de un sufrimiento extremadamente real.

-¿Por qué sigues tan cerca de sus barcos? - quiso saber Nousis- ¿Por qué no abandonas la ciudad?

Este sonrió, dejando entrever sus dientes rotos. Todo en él rezumaba agonía.

-¿Y dónde más podría vivir de las limosnas? La gente de Lunargenta no es generosa, pero sí abundante. Si me voy, nadie se apiadará de mí.

Su oyente masticó sus motivos y sintió el regusto ácido de esa verdad. El mundo podía ser cruel. Y odioso.
Sacó dos monedas de entre sus ropas, y tendiéndoselas, hizo dos últimas preguntas.

- ¿Conoces a Marielle Dumont? ¿Tiene algo que ver con Canlee o con el Círculo?


Los ojos vidriosos del humano traspasaron los del elfo, que atónito, asistió a la siguiente revelación del mendigo.

-Ella me sacó el ojo.


Ambos se miraron, silenciosos entre un mar de gente de acudía y abandonaba el puerto. Pero el extranjero irradiaba un interés casi malévolo.

-Donde.

Y el humano se lo contó.
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Mensaje  Shinoroa Ryuu Sáb 17 Oct - 20:35

Ahora se veía obligado a continuar su búsqueda mientras evitaba a los Vouss, por algo que ni siquiera había hecho. Ryuu se sentía cada vez más y más frustrado por la situación. ¿Realmente era tan complicado ganarse unos aeros en la civilización? En ocasiones como esa extrañaba los días en su aldea, en los que sólo hacía falta una flecha bien apuntada para conseguir el alimento del día. En cambio, desde que dejó su pueblo, sus flechas parecían usarse pura y exclusivamente para defenderse sin morir en el intento.

Distraído en sus pensamientos, caminaba sin un rumbo fijo, desandando casi instintivamente el camino por el que Ralph los había llevado hasta su casa de campo. No podía quedarse en el punto de encuentro pactado, por lo que esperaba cruzarse con el par de elfos en su trayecto.
Tal y como esperaba, divisó a Tarek luego de alejarse unas calles del hogar Vouss. Unos minutos más tarde, Nousis hizo acto de presencia. El primero se veía bastante agotado, como si no hubiera pegado ojo en toda la noche, y un poco magullado; mientras que el último portaba una sonrisa un tanto extraña, como si le preocupase lo que averiguó.

Con el pitido de aquella explosión aún molestando un poco sus oídos, Ryuu contó rápidamente los últimos sucesos a sus compañeros, advirtiéndoles para mantenerse alejados de los Vouss... y sus hombres... y los asesinos que lo seguían.
-Además... Unos de los que atacó a la señora Vouss era un elfo que trabajaba con los Dumont. No sé si su "segundo empleo" era bajo órdenes de Rainier y Vivienne, o si lo hacía por su cuenta. Cualquiera sea el caso, deberíamos tener cuidado con los Dumont también, por si acaso...- Tras un largo suspiro que mostraba su resignación, el arquero continuó.
-Eso es todo lo que tengo. Si consiguieron alguna otra información, podemos decidir qué haremos luego de escuchar todo. Este trabajo me agrada cada vez menos, así que no descartaría abandonarlo. Claro que sería mejor encontrar a esa chica y asegurarnos de que se encuentra bien, pero... Bah, no sé que hacer... Como sea, deberíamos mantenernos en movimiento. Desde que me atacaron, sentí que me seguían constantemente.-
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Mensaje  Tarek Inglorien Dom 25 Oct - 18:34

Seguía limpiando la sangre que manaba de su nariz cuando vislumbró en la lejanía a Ryuu, que circulaba en sentido contrario al lugar donde habían acordado encontrarse. Aquello era extraño, pensó, al tiempo que sus pasos se volvían cada vez más lentos hasta detenerse, dejando que fuese el hombre pájaro el que lo alcanzase. ¿Acaso había salido algo mal en la hacienda Vouss? Observando la posición del sol, descartó haber acudido demasiado tarde a la reunión. Además, no se veía a Nousis por ninguna parte. La mayor proximidad de su compañero le permitió observar su poco halagüeña expresión. Frunció el ceño… y maldijo en voz baja. Aquellos desgraciados… si conseguía ponerles la mano encima iba a descuartizarlos.

Saludó con un gesto de la cabeza al hombre pájaro, al tiempo que se apartaba un poco del camino, apoyándose contra un árbol cercano. Descargando parte de su peso contra el tronco, limpió una vez más, con ayuda de la manga de su túnica, la sangre que le brotaba de la nariz que, no sin tiempo, comenzar a remitir. Sabía que no estaba herido de gravedad y aquello dolía más que las magulladuras que adornaban su rostro y que, con el paso de las horas, serían cada vez más visibles. Un sabor acre, que nada tenía que ver con el regusto metálico de la sangre, se instaló en su boca. No era la primera vez que recibía un golpe, ni siquiera la primera vez que era un humano el autor del mismo… pero jamás se había sentido tan humillado.

Tras jugar gran parte de la noche al gato y el ratón con sus peculiares e insistentes perseguidores, había conseguido alcanzar las puertas de la ciudad al toque de apertura. Hacía horas que les había dado esquinazo por última vez, cuando se dirigió con actitud despreocupada hacia los soldados que custodiaban la entra de Lunargenta, a fin de abandonar la ciudad… cuando se vio arrastrado hacia un callejón. Apenas habían sido un par de golpes, acompañados de “avisos” sobre hacer demasiadas preguntas y meterse en asuntos ajenos, cuando la guardia había alcanzado el callejón para detener a aquellos sujetos. No. No eran los golpes lo que realmente dolía. Habría muerto allí de ser necesario. La humillación de ser rescatado por aquellos meros humanos… notó nuevamente el sabor de la hiel en la boca.

Ryuu se encontraba prácticamente junto a él cuando centró de nuevo la vista en su entorno. Definitivamente el otro hombre parecía abatido. Si solamente hubiese sido más precavido… pero el ataque había desembocado en un subsiguiente interrogatorio por parte de la guardia de la ciudad, que no parecía especialmente sorprendida por la agresión. Circunstancia que le había hecho perder un valioso tiempo. Al parecer, más valioso de lo que en un principio había supuesto. Extrañamente, sus atacantes habían desaparecido sin dejar rastro…

Apenas había saludado a Ryuu, cuando Nousis se reunió con ellos, aunque sin la presencia del chico de los Vouss.

- La mocosa humana sigue viva… o al menos lo estaba hasta ayer a la noche. Existe una red de limpiadores en la ciudad que se encarga de hacer desaparecer lo que no debe ser encontrado... y las altas esferas de la ciudad parecen invertir a menudo en el negocio. –tras un breve silencio, añadió- Tampoco la han vendido como esclava.

Separándose del árbol, adoptó una posición más tensa, al tiempo que las palabras de Ryuu inundaban su mente. Humanos rastreros… Si fuera por él, los mataría a todos… y aquel elfo… La guardia no había parecido extrañada por el ataque contra su persona… En aquel momento se preguntó cuál era realmente la situación de su gente en aquel lugar y, mirando las murallas de la ciudad, que se alzaban majestuosas en el horizonte, deseó quemar la urbe hasta los cimientos, incluyendo a sus habitantes. Jamás debería haber ido allí. Las poblaciones humanas solamente eran pozos de desgracia y miseria. La suciedad y la basura se extendían más allá de sus cloacas…

Algo en su mente encajó en ese momento. Durante el tedioso interrogatorio de los guardas, habían sido interrumpidos por un aviso. Al parecer aquella última noche había tenido lugar una nueva desaparición… Cómo era posible que no hubiese enlazado aquellas dos ideas antes. Cómo sino iban a mover aquellos cuerpos hasta el puerto sin que nadie se enterase. Habían encontrado un rastro cerca de…

- Las cloacas –interrumpió a quién hablaba en aquel instante, sin saber muy bien si era Ryuu o Nousis el afectado- Los guardas han dicho que alguien desapareció anoche… encontraron algo cerca de la entrada de las cloacas.

Quizás la maldita Marielle estuviese allí. Si por él fuese, podía pudrirse en las profundidades de aquella condenada ciudad, pero al parecer sus compañeros parecían dispuestos a seguir adelante en su búsqueda. Solo esperaba que el periplo le permitiese volver a encontrarse con aquellos desgraciados y poder sentir sangre en sus manos, una que no fuese la suya propia.
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Mensaje  Nousis Indirel Lun 26 Oct - 21:17





Haber llegado en último lugar al punto de reunión no pareció revestir mayores consecuencias. Estaba convencido de que le habían tratado de seguir, y tal fue la causa de su tardanza. Esquivó a sus perseguidores realizando algunos cambios de sentido en las calles de la ciudad sin demasiado sentido, e incluso retrocediendo, alejándose del camino más lógico, hasta que, aguardando, comprendió que había conseguido darles esquinazo.

La urgencia en el tono del hombre-ave y las marcas que Tarek mostraba aunaban un mismo pensamiento. Todo el trabajo había tomado un rumbo sombrío y mucho más complejo de lo que habían esperado en un principio. Maldijo para sí. Nada le salía bien en los últimos días. Nada.

Ralph se había ido, y su madre había muerto. La noticia impactó al elfo. ¿Quién demonios les pagaría ahora si se había desatado una guerra total entre ambas familias? Escuchó con atención a Ryuu tratando de separar algún tipo de información que encajase con lo que él había averiguado. Tal vez no había logrado nada acerca de Marielle, y pese a ello, gracias a él ahora veía mucho más nítidamente el tablero de juego. No había forma de averiguar con seguridad si aquellos que deseaban asesinarles pertenecían a una u otra familia. El espadachín, sin embargo, barajaba hipótesis bastante más turbias sobre todo lo que acontecía.

Fueron las palabras del joven hijo de Sandorai las que despejaron el camino a sus pensamientos más oscuros. Sus ojos grises se entrecerraron ante lo descubierto por su congénere. La muchacha estaba viva. Recordó con viveza la conversación con el mendigo mutilado y apretó los dientes, sin mostrar más sentimiento que el brillo de una mirada que deseaba sangre.

Cruzado de brazos, dio dos lentos pasos hacia ellos. Miró hacia la ciudad, la misma que nunca tenía a bien aguardarle con una grata bienvenida. Nou sonrió de medio lado, como un lobo que había por fin descubierto a qué hora el pastor dejaba por completo abandonado el rebaño. Observó alternativamente a sus dos compañeros antes de conjugar cuanto él conocía con cuanto ellos le habían revelado. No cabía duda que no podía llevar él solo a cabo lo que fuera que estuviera por venir. O seguían adelante junto a él o el Círculo se saldría con la suya.

-Marielle está viva-
recapituló, intercambiando una mirada con Tarek- y dos familias con recursos parecen dispuestas a enterrarnos en su guerra- continuó, haciendo lo propio con Ryuu. Suspiró- Ojalá eso fuera todo, pero no es así- Alzó la vista un instante antes de explicarlo todo- No sólo está viva. Marielle Dumont es parte, o dirige una red que se hace llamar el Círculo de los Irreverentes. Camuflados como intelectuales se dedican a torturar y disfrutar del sufrimiento de los infelices que capturan, seguramente sobornando a algunos guardias de la ciudad para evitar ser perseguidos- se detuvo un momento, esperando que asimilasen sus palabras- Una de sus víctimas tuvo el valor suficiente para decirme que el lugar de ese sadismo se encuentra bajo tierra. Limpiadores, cadáveres, cloacas… todo me lleva a pensar que su guarida tiene por fuerza que encontrarse bajo la misma ciudad. Marielle no está perdida, ni es una pobre noble que necesita ser rescatada- su tono se había vuelto más suave, más bajo, más peligroso- Marielle es una asesina que tiene que morir para que este mundo pueda limpiarse un poco en un día como hoy. Para mí esto ya no es cosa de encontrar a la cría de los Dumont, ¿Quién nos dice que ellos no sabían acerca de los crímenes de su hija? ¿O que el mismo Ralph Vouss esté metido en todo ello, habiéndome engañado? Me niego a descartar ninguna de esas hipótesis. No le debo nada a los humanos, pero dejar a criaturas así andar por el mundo no me dejaría dormir con la conciencia tranquila. Hay veces que es necesario descansar en una almohada de sangre, si con ellos la gente puede temer un poco menos.

Sintió la leve brisa, moviendo mínimamente su oscuro cabello. Había cosas que debían pagarse.
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Mensaje  Shinoroa Ryuu Mar 3 Nov - 6:12

Costaba bastante creer semejante historia. La joven que se suponía que debían rescatar resultó ser la líder de una banda de asesinos y torturadores. Ryuu tenía dificultades para procesar toda la información. ¿Los padres de Marielle sabían todo ésto? Sin duda, la pareja no era trigo limpio, pero al hablar de su hija parecían genuinamente preocupados, incluso asustados de lo que pudiera ocurrirle. Si conocieran ese costado tan pérfido de la chica, probablemente sabrían que no estaba en peligro. Cualquier padre normal habría intentado detenerla, pero no parecía ser ese el caso con Rainier y Vivienne.

-Me hubiera gustado evitar derramar sangre, pero si Nousis está en lo cierto creo que no tenemos otra opción. Hay que detenerla cuanto antes...- El ave no dejaría que la ciudad que vio crecer a su padre siguiera sufriendo el castigo de Marielle. Lunargenta ya tenía suficiente con la guerra entre los Vouss y los Dumont, que estalló tan repentinamente.
-Como sea, no importa lo que hagamos a continuación, sólo asegúrense de mantener los ojos abiertos y las armas listas. Ya somos el objetivo de demasiadas personas...-
Tras discutir cuál sería el siguiente movimiento, decidieron empezar a investigar la zona de las cloacas de la que hablaban los guardias que interrogaron a Tarek.

En el camino, el arquero otra vez sintió que los seguían. Creyendo que la paranoia se había apoderado de su mente, consultó en voz baja con los elfos, quienes habrían notado lo mismo. El grupo intentó perder a sus perseguidores con los acostumbrados rodeos, pero esta vez no parecían funcionar.
-Supongo que no can a caer siempre con el mismo truco... Tendremos que correr y escondernos en cuanto los perdamos de vista, pero no será fá...- Gritos y espadas chocando entre sí interrumpieron las palabras de Ryuu. Al observar con más atención hacia una intersección más adelante, notaron a dos grupos luchando. A juzgar por los colores que portaba cada lado, se trataba de los hombres de las dos familias en guerra. Como si no fuera suficiente con los asesinos detrás suyo, también encontraron problemas delante. Sin embargo, una idea tan loca y arriesgada como viable (o eso esperaba) apareció en la mente del ave.
-Usemos esa batalla como distracción para perder a los asesinos. Seguramente tendremos que pelear con algunos guardias en medio de todo ese alboroto, pero será un poco más fácil mezclarse entre la multitud... Al menos para ustedes.- Un hombre águila no es precisamente algo que pase desapercibido entre un montón de humanos.

Sin perder tiempo, el pájaro corrió a toda velocidad hacia la intersección. Apartó a algunos de los soldados para poder pasar, esquivó y bloqueó a aquellos que lo atacaron, y usó sus afiladas garras contra los más peligrosos. Hizo todo lo posible por no matar a nadie pero no podía hacer nada por quienes cayeron debido a que se enfocaron en él y no en el verdadero peligro.
Cuando finalmente salió de esa escaramuza, varios cortes y magulladuras adornaban su cuerpo. Heridas de poca importancia todas ellas, pero aún así eran una molestia. Había doblado a la izquierda en la intersección, esperando que sus perseguidores continuaran en línea recta.
-Desde aquí seguiré por arriba. Me mantendré fuera de vista, escondido entre los árboles o los techos para atacar sin que me vean. Me quedaré atrás para esperarlos y, si aparecen de nuevo, atacarlos por la espalda.- Tras decir eso a sus compañeros, Ryuu escaló rápidamente (aunque con algo de dificultad) un edificio cercano.

No tuvo que esperar demasiado, ya que un grupo de cuatro personas hizo acto de presencia al salir de la refriega. Dejó que se alejaran unos metros, antes de atravesar con una saeta al asesino que iba en último lugar. El resto no parecía haberse percatado de la baja que sufrieron y continuaron la persecución. Mientras tanto, el arquero los seguía, acechando desde las alturas.¹
-----------------------------
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Mensaje  Tarek Inglorien Dom 15 Nov - 16:03

El sonido de las hojas agitadas por la brisa fue el único sonido que llenó el repentino silencio tras las funestas palabras de Nousis, apenas interrumpido unos instantes más tarde por las perplejas palabras de Ryuu. Una conjura en las sombras, una muchacha que no era lo que todos parecían creer… La mirada de Tarek se había ido ensombreciendo a cada palabra pronunciada por el otro elfo. El cuidado que se tomaban en hacer desaparecer los cuerpos, su desastrado aspecto… Los habían engañado, habían jugado con ellos, haciéndolos correr de aquí para allá, perseguidores perseguidos, en un juego cuyo fin no acababa de comprender. ¿Con que razón habían publicado los Dumont aquella petición de ayuda para encontrar a su monstruosa hija? ¿Acaso el encuentro de Nousis con el chico de los Vouss había estado acordado? ¿Qué parte de aquella historia había sido real y cuál no? ¿Qué razones se escondían tras todo ello?

- Si lo que quieres es acabar con la cría y sus adeptos, cuenta conmigo. Poco me importa el destino de los habitantes de Lunargenta y lo que permitan que suceda en el interior de sus murallas. Por mi pueden pudriser. Si deseas librar a la ciudad de su calamidad, es asunto tuyo, yo solo quiero sangre –con un leve impulso se separó del árbol sobre el que descansaba- Te dije que te ayudaría y lo haré hasta que terminemos con esto –añadió, no sin cierta solemnidad, mirando al elfo mayor.

La decisión de cómo abordar el asunto desembocó en su traslado, nuevamente, al interior de la ciudad, donde todos los ojos parecieron detenerse por un instante en su, cuanto menos dispar, grupo. Dos elfos y un hombre-pájaro juntos, paseando por una ciudad eminentemente humana y aparentemente segregacionista, debía representar un espectáculo poco común. Probablemente su anterior “paseo” con el heredero Vouss hubiese levantado los mismos recelos, pero la presencia del noble parecía haber imbuido de cierto decoro a la población… o quizás, tras el furtivo ataque un par de horas antes, la mente de Tarek había comenzado a jugar con él y su cordura.

Así pues, las susurradas palabras de Ryuu -“Creo que nos siguen”- y la implicación de las mismas  no resultaron demasiado inesperadas para el elfo. Caminaban todavía por una zona de la ciudad especialmente transitada, a la vista de numerosos civiles y de diversos guardas, que parecían patrullar las calles. Intentar darles esquinazo, como el propio hombre-pájaro propuso, era sin duda su mejor opción, a pesar de que la ira en Tarek le impelía a detenerse y cobrarse su justa venganza. Con el poco temple que le restaba, siguió los pasos de sus compañeros, por el enmarañado entramado de la urbe… sin éxito alguno, pues sus pasos los habían conducido hasta un conflicto aún mayor: la guerra armada entre los Dumont y los Vouss. Una batalla sangrienta ante ellos y unos perseguidores ávidos de sangre a su espalda. Una difícil decisión que tomar… o quizás no.

La furia cegó sus sentidos, percibiendo las palabras de un preocupado Ryuu en la lejanía, como un sonido sordo apenas distinguible. Él no era un conejo asustado que huía de sus depredadores por el bosque, no era un humano cobarde que se agazapaba tras sus murallas a la espera de que otros arreglasen sus problemas. Era un Inglorien y era un hijo de Sandorai, orgulloso de su ascendencia y del noble linaje de su pueblo. Con un fluido movimiento, extrajo el arma de su funda. Se había acabado el huir –él no huía de los humanos-, había llegado el momento de pelear.

Girando sobre sus talones, soltó la parte roma del arma, permitiendo que la cadena comenzase a oscilar. Si conseguía derribar al humano que venía hacia ellos en cabeza podría provocar la suficiente confusión como para crear una oportunidad segura para atacar al resto… Una mano sobre su antebrazo detuvo el flujo de pensamientos que asolaba su mente. Solamente él y Nousis permanecían en el callejón, mientras Ryuu parecía haberse esfumado.

- Ve tú delante, Nousis, yo intentaré acabar con alguno de ellos antes de continuar –no, atacar de frente sería un suicidio, quizás hubiese otra manera…- Ryuu no deseaba derramar sangre, probablemente sea mejor que uno de nosotros se reúna con él.

La presión sobre su brazo desapareció, al tiempo que sus perseguidores se aproximaban. Era difícil distinguir su número, pues se movían al unísono, avanzando ahora sin temor a ser descubiertos. Sin apartar la vista del grupo, comenzó a retroceder hacia la colorida masa de combatientes de los Dumont y los Vouss. No iba a escapar, pero podía usar la multitud como distracción. Internándose entre la turba, con cuidado de no ser blanco de sus ataques, consiguió agazaparse lo suficiente como para ver al grupo de abrirse camino a duras penas entre los combatientes. Uno de ellos se vio acorralado entre dos de los soldados de los Vouss, mientras un segundo, amenazado por un seguidor de los Dumont, comenzó a retroceder hacia la posición de Tarek.

La ejecución fue rápida. La curvatura de la hoja de la kusarigama permitía un corte rápido y limpio desde posición actual. Un sonido de borboteo fue lo único que abandonó la garganta del primer perseguidor caído, ante la atónita mirada de su compañero. Inclinándose a modo de reverencia, Tarek se internó entre la muchedumbre en busca del resto del grupo, al tiempo que los dos soldados Vouss clavaban sus espadas en el estómago de aquel desgraciado malnacido. Dos perseguidores menos de los que preocuparse.
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Mensaje  Nousis Indirel Mar 17 Nov - 20:40




El elfo no pudo sino sonreír ante las intenciones de Ryuu. Una sonrisa que evocaba décadas de un conocimiento sujeto por libros y viajes, pero sobre todo, y ahí radicaba el punto de arrogancia que no logró soslayar por completo al escuchar a su compañero, en la manifiesta única salida que asuntos como aquel llegaban a tener. Nunca las palabras tendían a solucionar situaciones como la que estaban protagonizando. Tal vez podrían escapar ilesos de Lunargenta, resultaba probable. Dejando a una criatura como aquella seguir creciendo como un engendro en las entrañas de la urbe, arrancando a dentelladas futuros a través del sufrimiento. Tan cerca que la mano de la espada había comenzado a temblarle de la emoción, y sus propios labios le apremiaban a poner a la vista esa necesidad disfrazada de deber, de rectitud.

“Una muchacha clavada a la pared
La sangre gotea ¿Muerta? Tal vez
No es suficiente, aún le quedan manos
Cuanto daño hizo, otro corte ¡vamos!”

Su oscura voz comenzó a tararear cuando el propio Nou dejó solo a su congénere. Tardó varios segundos, sin decidirse a permitir lo que Tarek deseaba. Dejarlo solo a merced de sus perseguidores le resultaba ignominioso, hasta el punto que sólo la clara determinación que éste impregnó a sus palabras le hicieron soltarle. Permaneció un instante con la vista fija en el extremo de la calle, por donde los enemigos se acercaban, y maldijo internamente. La lucha entre aceptar los evidentes deseos de alguien de los suyos, y tratar de evitar que se pusiese en tal peligro se cruzaron hasta casi colisionar. Al fin y al cabo, se dijo, dando el primer paso en dirección contraria al elfo de cabello blanco, la libertad aún rayando en la estupidez, pertenece a cada cual… siempre que no perjudique a la especie.

Se mezcló entre la muchedumbre, sin pensar ni un momento que los enemigos dejarían de perseguirles. No buscó a Ryuu, siquiera con la mirada. Era asunto del humanoide seguirle si así lo deseaba. Las batallas debían librarse primero mentalmente antes de entrar con el acero.

Se detuvo para orientarse el tiempo suficiente para rememorar las ocasiones que había acudido a Lunargenta. Curiosamente, solo en dos de todas ellas lo había hecho teniéndola como objetivo. El resto, accidentes, problemas o necesidad de perderse en un lugar atestado de criaturas. Sin embargo, gracias a ello conocía dos posibles caminos para descender a los pútridos subterráneos de la urbe humana. Tomó con rapidez el más cercano a su posición, que comenzaba a un buen trecho de allí, en una puerta de roble que siempre había visto entornada. En varias ocasiones se preguntó por qué se dejaba sin vigilancia. Cabía dentro de la lógica humana permitir a los indeseables descender a esos conductos, sin leyes ni valoración social alguna. Pero al retomar mentalmente el plano del lugar, se llevó una mano al rostro y rio sin alegría. Los puntos oscuros que se iluminaban cuando el dibujo resultaba ya por completo visible resultaban mortificantes.

Abrió los ojos levemente más de lo usual, al constatar que en esa ocasión, la ruinosa puerta no sólo no estaba abierta, sino que además eran dos los mercenarios que la custodiaban. Frunció los labios, molesto. Era un lugar apartado, mas cabía la posibilidad que el ruido atrajese unos problemas que ya casi les desbordaban a él y sus compañeros. Giró la cabeza, mirando en dirección contraria, calculando oportunidad y sentido a tratar de intentarlo por la otra entrada que conocía. Pasándose la mano por el cabello, llegó a la conclusión de que lo más probable era que ambas estuviesen protegidas. No tenía sentido vigilar solo una puerta en una casa con dos salidas. Además, si Tarek y Ryuu salían bien librados, podría no volver a verlos al recorrer media ciudad.

“Y quieres matar… les” añadió la parte tétrica de su cerebro, en relación a los oponentes que se interponían en su camino.

“Una muchacha clavada a la pared
La sangre gotea ¿Muerta? Tal vez
No es suficiente, aún le quedan manos
Cuanto daño hizo, otro corte ¡vamos!”

Los ojos grises rezumaron algo parecido a la alegría, cuando el elfo desenvainó. Como les había dicho, había días que era preciso descansar en una almohada de sangre.
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