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Mensaje  Iori Li Sáb Jul 11 2020, 16:53

La capital era una megalópolis enorme a ojos de la humana. Y sin embargo, después de haberla cruzado corriendo, deslizándose lejos del gentío, le parecía que haber alcanzado la otra punta de las murallas no era distancia suficiente. Con él. Con Neph. Había puesto todos sus sentidos en escapar de allí. Una vez fuera, la distancia era indispensable. No sabía si el rubio tendría algún tipo de técnica para seguir su rastro. Solamente pensaba en poner tierra de por medio. Cuanta más mejor. Pasar la noche allí era imperativo. Debería de aguardar a la mañana para poder salir por las puertas de acceso. ¿Sería seguro? ¿Estaría él esperando que ese fuese su próximo movimiento?

Mientras avanzaba, se había asegurado de moverse entre la penumbra de calles mal iluminadas. Cuando alguien la percibía se movía tan aprisa que apenas eran capaces de distinguir un bulto alejándose en la noche. Así había sido capaz de llegar al que sería su refugio esa madrugada. En una bifurcación de lo que parecía una calle principal llena de comercios cerrados, la humana se había deslizado por unas menudas escaleras de piedra que descendiendo, conducían hasta una destartalada puerta cerrada. Por las telarañas y apariencia descuidada, asumió que aquella entrada no se usaba en mucho tiempo. Nadie debería de querer pasar por allí esa noche, ni para entrar ni para salir. Ya sería mala suerte que alguien se acercase y la descubriese allí agazapada.

Había encontrado un hueco cómodo, en donde dejar caer el maltrecho cuerpo. No era el esfuerzo físico del tiempo de huida que llevaba. Eran las secuelas del encuentro con él que la tenían dolorida. Con la penumbra no podía examinar apenas, pero imaginaba que algún moratón debería de tener en la piel. Inspiró, profundamente, conteniendo el aire en los pulmones hasta que los notó arder. Alzó la mano y observó a la altura de sus ojos el mechón de cabello rubio que todavía conservaba. Era un vestigio de la melena que le había cortado a aquel brujo. Todavía no comprendía qué demonios le había pasado para explotar de aquella forma contra él. Una cosa era el necesario engaño para escapar de sus manos. Otra distinta, lo que había hecho, casi disfrutando del daño que le causaba, de la situación de temporal superioridad mientras él se dolía del tremendo golpe.

Cerró los ojos en la noche y apoyó la cabeza contra la pared. Aquel viaje la estaba cambiando de una forma que no alcanzaba a comprender. Dudaba si deshacerse de ello, cuando una idea comenzó a rondar su cabeza. No era extraño que en los días de mercado, entre los puestos que se montaban hubiese aquellos que te vendían "prácticas mágicas" a la carta. Muchas de ellas relacionadas con cuestiones de amor, para atraer a la pareja deseada. ¿Funcionarían al contrario? Lo cierto es que Iori dudaba si quiera de que funcionaran. A secas. Pero no perdía nada por intentarlo. Quizá con aquello pudiera fabricar algún tipo de amuleto que la ayudase a mantener distancia con Neph. Pocas cosas tenía seguras en la vida, pero que aquel brujo se la tenía jurada era una de ellas.

Llevó la mano al cabello y buscó el lazo con el que ataba la coleta alta. Tiró de él desatándolo, y lo usó para hacer un lazo sobre los mechones rubios que conservaba. No sabía en dónde podría encontrar a alguien que la ayudase con aquello, excepto que al salir de Lunargenta encaminase de nuevo sus pasos hacia su aldea. De nuevo con el rabo entre las piernas. Volviendo a refugiarse a su hogar como había sucedido en la ocasión anterior, tras lo acontecido en Baslodia. Guardó su improvisado tesoro dentro de la alforja y se aseguró de colocar lo mejor que podía los finos harapos con los que trataba de tapar su desnudez. No por pudor. Por evitar el frío de la noche y los problemas de ser una muchacha sola en una callejuela de la capital. Cruzó los brazos sobre el pecho, tratando de mantener los jirones de tela en su sitio. Antes de que tuviese tiempo para repasar mentalmente las últimas horas, el cansancio barrió con todo en su mente, conduciéndola a un oscuro e intranquilo sueño superficial.

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Mensaje  Nousis Indirel Sáb Jul 11 2020, 22:57





Dos largos meses de camino, y aún no había desaparecido la sensación que lo había invadido desde que en el santuario, aquel maldito lugar perdido de la comarca vampírica, los dioses tuvieron a bien, por fin, borrar la maldición que la Tyrande proveniente de aquel desconocido plano de existencia le había impuesto, casi segándole la vida.

Si bien se había acostumbrado nuevamente a sus fuerzas renovadas, al hecho de haber reunido una vez más sus habilidades físicas junto a su antigua apariencia, restaba el hecho, más bien la necesidad, que había resultado dolorosamente patente tras la guerra en su tierra natal. Había resultado en ocasiones semejante a un niño que armado con una rama buscaba enfrentarse a caballeros de armadura pesada, a hechiceros milenarios, a bestias legendarias. Su armamento había quedado anticuado, apropiado para encargarse de unos bandidos o un grupo de trasgos. Pero las tareas que creía tener delante de sí le exigían dotarse de un mayor poder. Y aún consciente de que no se trataba del aumento drástico que deseaba para escalar hacia su objetivo, sí tendría que ser suficiente para alcanzar un nivel superior a la hora de combatir. Una mejor protección era indispensable. Tal vez, si el dinero alcanzaba, pudiese hacerse con otros puntos apropiados a la hora de reestructurar su equipo.
Preguntando aquí y allá, sumado cada retazo de información a sus recuerdos de los últimos años, materializaron la conclusión de que, pese a su inicial rechazo, debía retornar a la enorme urbe humana de Lunargenta. Los curtidores más afamados parecían haber situado su taller en la gran metrópolis, sin duda por mor de la gigantesca cantidad de clientela que ésta era capaz de llevar hasta sus puertas. Varios fueron los nombres que le indicaron quienes estaban familiarizados con la buena calidad de las forjas, por lo que decidió recordar los dos más reiterados.

Ambos revoloteaban en sus pensamientos tras cruzar una de las custodiadas puertas de la ciudad real. Amante de la ausencia de trasiego que solía aparejar el día a día de los clanes élficos, los habitantes de las urbes de la península de Verisar se le antojaban una absoluta locura. La prisa, los modales que muchos mostraban, el peligro de parte de sus calles a causa de la criminalidad endémica de los asentamientos humanos de tal tamaño. Y sobre todo, el desprecio, o aún peor, la superioridad, con la que algunos miembros de la especie de los vidacorta le obsequiaban a través de unas miradas demasiado explícitas. Sin embargo, su recuperada condición había mitigado en ocasiones las veleidades de su resquicio mental más oscuro.

Recorriendo las empedradas calles, recordaba bien los lazos de los humanos con los usuarios de magia. Las armas o protecciones mágicas circulaban por Aerandir propiedad de todo aquel que pudiese costeárselas. Nousis se detuvo frente a la más cercana de las dos tiendas que más le habían mencionado: EL Gato Negro, cruzado de brazos. No eran pocos los brujos que poseían locales comerciales en el mundo humano y otros rincones, como ratas que habían de un almiar en llamas para refugiarse en madrigueras escondidas por todo el campo circundante. También numerosos humanos colocaban nombres rimbombantes a sus negocios para llamar la atención de la clientela. Él jamás había portado un arma mágica, y no obstante, sus lecturas de tiempos pasados estaban sembradas de héroes y heroínas que se habían valido de tales artilugios para decantar la balanza en victorias legendarias. Siempre relacionaba tales objetos con el favor de los dioses. Si no resultaba magia oscura, magia destructiva elemental, ¿era acaso herejía utilizar encantamientos en buenas manos para combatir al Mal illidense?

Sacudió la cabeza. Estaba adelantando demasiado acontecimientos. Era posible que el local fuese regentado por un humano. Y él sólo buscaba una armadura, y quizá, algo con lo que su espada pudiese llegar antes a brotar la sangre de sus oponentes. No dudaba que no faltarían.


[...]


Tras salir con lo adquirido de la tienda de la elfa, era hora de rematar la cuestión. Encantamientos o runas para favorecer cuanto había comprado. La habitación de la posada tendría que esperarle un poco más.
Ya estaba atardeciendo.


[…]



Tras recoger su pedido, una grata impresión de seguridad y agrado fue templándole por dentro. Rememoró la primera vez que le fue regalada una espada de práctica, constatando que curiosamente, la felicidad era equiparable. Volvía a sentirse mucho más preparado, como si las cosas hubieran terminado de enderezarse.

Pero… ¿Cuál debía de ser su próximo paso? El Elfo se detuvo, circunspecto, analizando sus viajes en los últimos seis meses. Después de Neralia, de Sandorai, y de su maldición, urgía retornar al camino que le había llevado fuera de su tierra natal. Esa búsqueda de cuanto pudiera ayudarle a proteger a su raza.

Paseó sin rumbo fijo por Lunargenta, al tiempo que las horas transcurrían dibujando posibilidades neblinosas en la mente del espadachín. ¿Norte, sur, este, oeste? ¿Retornar al norte, buscar antiguas ruinas? ¿Esperar un tiempo en la ciudad? Aún le quedaba dinero suficiente, cabía la posibilidad de hallar un contrato que pudiera satisfacerle. ¿Explorar los bosques de los licántropos u hombres bestia para intentar desenterrar leyendas olvidadas? Todo resultaba demasiado poco tangible, y el buen ánimo del Elfo se ensombreció levemente. Distraído, colocó las manos encima de un pequeño muro que separaba la calle del inicio de unas escaleras descendentes. Sus ojos grises observaron un momento la pared de enfrente, antes de girarse, y retornar el paseo. Los viandantes recorrían solos o en pequeños grupos el mismo itinerario que el espadachín, quien continuaba absorto en sus propios pensamientos. Sólo alguna botella rota con los restos de algún licor decoraba pútridamente uno de los lados del camino. Un zapato agujereado más allá junto a una camisa hecha pedazos. Un palo, sin duda de un caminante que lo había perdido antes de…

Nousis se detuvo, frunciendo el ceño, volteándose tan lentamente como si no desease alejar a un cervatillo. Pese al olor del lugar, se acercó a la herramienta de madera, mirándola desde arriba, como si buscase grabar en su memoria cada muesca del mismo. Sonrió de medio lado. Por supuesto que no podía ser, era algo imposible. No obstante, no apartó aún la vista, pues sus recuerdos se agolparon, llegando a vislumbrar ese mismo objeto acertándole a un dracónido, luchando en las calles de Baslodia y protegiendo a otros en las estepas del norte. Volvió a sacudir la cabeza. No. No era más que un trozo de madera como tantos otros.

Pero lo cogió.

Con la cercanía, sus dudas se acrecentaron sobremanera. ¿Y si resultaba cierto? ¿Cómo había ido a parar allí? ¿Ella estaba en Lunargenta? Un acceso de frío lo invadió al darse cuenta de la ingente tarea que resultaría dar con ella, de desearlo. Podría haberse desecho de él por algo mejor. No tenía claro por qué, pero dudaba algo así. Si la había acompañado fuera de su aldea, era que no tenía una mejor posesión, o que poseía un añadido valor sentimental. Trató de recordar sus palabras meses atrás, en la conversación donde el anillo de la humana cobró especial protagonismo.

Dioses. Su tranquilidad se había esfumado por completo.

Decidió guiarse por el mismo proceso que utilizaba para rastrear presas en los bosques. Buscar por los alrededores, trazando círculos concéntricos, a falta de huellas en el terreno. Maldita sea Iori. ¿Habría pasado algo? ¿O se estaría equivocando como un absoluto estúpido?

La noche ya había hecha gala de su presencia, y el Elfo escudriñó una calle adyacente, donde sólo un mendigo dormido resultaba su única presencia, antes de internarse en la otra más cercana, compuesta por las escaleras que descendían. Desenvainó. No era la primera vez que sufría una emboscada, y tampoco la primera en Lunargenta. Detestaba esa ciudad, mas la inquietud no le habría permitido conciliar el sueño. No sin asegurarse.

Continuó con precaución, escalón tras escalón, hasta doblar la esquina y distinguir, a costa de la fría luz que la luna creciente tenía a bien obsequiarle, el final del camino. Una puerta deteriorada por la que su mirada sólo paseó un segundo, dirigida completa y absolutamente a la figura que aparentaba querer ocupar el menor espacio posible. Su mano izquierda tembló de una manera casi imperceptible, pero lo suficiente para darse cuenta de que él mismo se había puesto en tensión por algún motivo.
No cabía duda alguna que se trataba de una mujer, y Nou se acercó hasta quedar a dos pasos de ella. Su cabello, desordenado, y la vestimenta desgarrada indicaban que ocurriera lo que ocurriese, ésta había pasado por malos momentos. Apoyó el palo contra la pared, y hasta él llegó el claro olor a ¿humo? Cada punto que creía entender en todo era como una campanada para esa parte de él siempre dispuesta a lo peor. Su mente bullía por preguntas mucho, mucho más simples. Quien, cómo, por qué.

Dormía, o dormitaba, y él no deseaba asustarla en modo alguno. Si había acabado allí, su historia no podía ser en modo alguno agradable. El Elfo se llevó los dedos de la mano diestra a la frente, cerrando los ojos. La miró de frente. Era ella.

Dioses.

Se apoyó en la pared opuesta. Si estaba en lo cierto e invadía su espacio vital, era muy probable que lo atacase, o tratase de huir al abrir los ojos. Aún así, tenía que ayudarla.

-Iori… - entonó con gentileza.


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Mensaje  Iori Li Dom Jul 12 2020, 00:13

La oscuridad que le proporcionó cerrar los ojos se deslizó por sus venas penetrando en su corazón. El agotamiento la dejó fuera de combate, pero su mente ardía en mil pensamientos. Repasaba lo peor de las últimas horas, centrándose en los detalles más horrorosos con especial saña. Su respiración superficial se había acelerado, mientras delante de ella podía ver a Neph con toda claridad. El brujo la miraba con aquella sonrisa de suficiencia, y Iori veía claramente en su expresión que solo era cuestión de tiempo que fuese a por ella... Frunció el ceño cuando una voz pronunció su nombre, y a punto estuvo de inclinarse a pensar que lo había imaginado.

Su sueño era ligero, y solo tardó un segundo en abrir lentamente los párpados y mirar al frente. Lo primero que pensó era que no podía ser. Lo segundo, al comprobar que él no desaparecía fue que, de alguna manera, cuando las cosas se torcían demasiado él aparecía en su camino. Recordó que en otras ocasiones había sido precisamente cruzarse con él lo que lo había estropeado todo. Pero Iori prefería en ese momento quedarse con la luz que suponía la presencia de Nousis delante de ella. Por que no se trataba de otro elfo ¿no? - ...¿Nou...? - no le pasó desapercibido que junto con el tono de pregunta imprimió un matiz tierno en la forma en la que pronunció su nombre. La poca luz de luna que llevaba hasta el fondo de las escaleras no le permitió ver bien su expresión, pero cuando él habló había preocupación en su voz. - ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Qué ha pasado? -

La humana apenas esbozó una leve sonrisa bajando de nuevo la vista hacia el suelo. - Esconderme...- Sí, justo eso estaba haciendo. Guarecerse en un lugar apartado en donde pensaba que Neph no podría encontrarla esa noche. Él dio un paso hacia ella, acortando distancia y volvió a repetir. - ¿Qué te ha pasado? - Notó por el tono de voz la urgencia. Iori tomó aire y se preparó para revivir verbalizando ahora, los recuerdos recientes. - Tuve un encuentro desafortunado con un par de brujos. Creo que tenías razón sobre ellos... Te prometo que no busqué lío esta vez. Estaba cenando en el mercado de la Plaza del Trigo, cuando una bruja de fuego se subió a mi mesa.- hablaba muy despacio, sin imprimir en su voz los tonos que el elfo ya conocía.

Nousis no parecía atenderla demasiado, como si solo quisiera comprobar que podía hablar. -Vámonos de aquí. No es hora ni lugar para que descanses. Tengo una habitación en una buena posada y allí sí podrás hacerlo. Hablaremos de ésto después. ¿Puedes levantarte? - La humana asintió, aunque lo hizo con demasiado optimismo. Tensar sus piernas para eguirse le costó más de lo que había pensado. Cuando se apoyó contra el muro que tenía en la espalda un jirón más de tela se deslizó al suelo. Imaginó que el elfo se percató de ese detalle, dado que en un segundo la cubrió con su capa. Subieron juntos los escalones, apoyándose la humana parcialmente en el elfo. Sopesar si debía de acompañarlo o no era una decisión que no tenía sentido meditar. Después de todo lo vivido juntos la humana no tenía ni una sola porción en su ser que desconfiase de él.

- La guardia de Lunargenta se la llevó. En ese momento un ladronzuelo aprovechó para llevarse mi alforja. Todo lo que tengo está ahí. Tuve que salir corriendo detrás de él, y lo conseguí cazar en el callejón que está por detrás de los calabozos. Cuando estaba comprobando que todo seguía en la bolsa apareció él - le costaba caminar, y esperaba que esa posada estuviese cerca. - ¿Él? - la voz del elfo era dura, casi parecía que estaba escuchándola por encima, pero Iori sabía que tenía toda su atención puesta en ella. - Me dijo que se llamaba Neph. Se acercó hasta la pequeña ventana en la que estaba la bruja. Cuando ella lo vio lanzó una enorme bola de fuego que casi lo golpea. Yo lo aparté, me lancé encima de él para tirarlo a tierra y evitar así el impacto. Qué tonta...- dice esto último entre dientes, hablando para si misma. - Los brujos son traicioneros por naturaleza. Que te haya engañado no es algo inusual - su tono en cambio reflejaba bastante odio al hablar de ellos.

- Por el ruido apareció un soldado. Le golpeó la cabeza con el martillo que llevaba... y....- Se atraganta pensando en la escena de la cabeza explotando en pedazos - Escapamos juntos de allí... lo llevé conmigo a un lugar que ya conocía, de mi primera vez en esta ciudad. Cerca de las murallas del sur hay una plaza, la Plaza del Hierro le llaman. Pensé que allí podríamos separarnos seguros pero la bruja había escapado de la cárcel. Iba tras él. Se conocían... - La estaba guiando con seguridad por calles que ella no conocía, pero únicamente tenía que continuar avanzando. La parte de pensar en la ruta la hacía el elfo, ella por esa ocasión podía dejarse llevar. -¿Qué ocurrió después?- su voz resultaba levemente acerada.

Respiró profundamente y continuó. - Se encontraron allí. Ella tenía más bolas de fuego en las manos, listas para lanzar. Él fue más rápido. Golpeó el suelo con el martillo, y en el suelo se creó una onda eléctrica que avanzó hasta ella. Como las ondas de agua cuando cae una gota. - su voz suena asombrada al decirlo. Aun le costaba creer lo que sus ojos habían visto. Le iba a preguntar si él lo veía posible, pero por supuesto el elfo tenía más recorrido en su vida que ella. Tanto en cantidad como en profundidad de sus experiencias. Por supuesto que había visto eso y más.  - Cayó al suelo, estaba muy herida. Y el ruido del combate alertó a la gente de la zona...- Pensó sentir que los músculos del brazo del moreno se tensaba, pero asumió que sus sentidos la estaban volviendo loca esa noche - Así masacraron a los míos. Ese poder proviene del puro mal - adujo el elfo, apretando los dientes, sin dejar de ayudarla - Al menos ya sabes lo que son, y lo que pueden hacer. Demasiado tiempo pasaste junto a ese demonio.-

El elfo se detuvo y Iori tropezó ligeramente. La mano de Nousis se aseguró de no dejarla caer y la humana alzó la vista para observar la fachada de lo que parecía una posada. De aspecto más decente y cómodo que cualquiera en la que hubiese parado ella en su vida. La condujo al interior con la capa aun cubriéndola por completo. El salón común estaba bien arreglado, iluminado de forma cálida con velas y prácticamente vacío. Pasaron al lado del mostrador que era la recepción, donde un hombre mayor apenas pareció prestarles atención un segundo. El elfo se encaminó escaleras arriba. Parecía que él ya tenía allí su habitación. Quizá llevaba varios días en la ciudad. Pero Iori no abrió la boca para preguntar. Estaba luchando internamente, sabiendo que lo que faltaba por contar en el resto de la historia había sido por completo culpa suya. Ella sola se había metido en la boca del lobo.

Cuando abrió la puerta Iori observó la habitación más limpia de cuantas había visto en un local como aquel. No solo la apariencia del edificio por fuera, por dentro cumplía con lo que prometía. Claro que con lo estirado que era el elfo lo cierto es que le cuadraba perfectamente. Algo menos que aquello, en el caso de poder permitírselo era algo que estaba segura, Nou no escogería de poder evitarlo. Avanzó hacia el interior, tomando aun entre sus manos los bordes de la capa que la cubrían. El elfo encendió las velas, proyectando un cálido color ambarino en los muebles y desapareció sin decir palabras dejándola sola. Iori avanzó entonces hacia la ventana, y con el cuerpo parcialmente escondido detrás del marco, se asomó para observar el paisaje nocturno de la calle a sus pies. Sabía que él estaba allí fuera, en algún lugar. Tan concentrada se encontraba que no fue consciente de la muchacha que entró para llenar la pequeña bañera que se encontraba en una esquina de la habitación.

Cuando escuchó la puerta cerrarse se giró sorprendida, asustada por un instante y todo lo que encontraron sus ojos fue a Nousis delante de la puerta, y el leve vapor flotando en el aire. Su ayuda, su preocupación, la hicieron sentir culpable de lo que aun no le había contado. - Eso no fue todo...- susurró muy bajito, dificultándole al elfo escucharla. Bajó los brazos, dejando que la capa se escurriese de sus hombros. La tomó con cuidado, siendo capaz de apreciar la calidad del paño del que estaba hecha, y la dejó extendida a los pies de la cama. - Antes te dije que no fue culpa mía. Al principio. Pero después... me metí yo sola en los problemas de lleno. En ese momento, sabiendo que ambos eran magos, que el ruido de su pelea había alertado a toda la calle, lo ayudé una segunda vez... - La solidaridad no era algo malo. En principio. Era la piedra angular de la supervivencia que le habían enseñado en su aldea. Todos miran por todos. Y sin embargo, en aquella ocasión había sido para ella su condena. Sabía que de haberse separado en aquel preciso instante, los hechos que sucedieron a continuación no se habrían desencadenado.

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Mensaje  Nousis Indirel Mar Jul 14 2020, 20:58





“¿Es ingenua o simplemente estúpida?”

“¿Es que no sabe nada del mundo? ¿Otra humana que desconoce la realidad de las criaturas que lo rodean?”

“¿De verdad pensaste que te resultaba interesante alguien como ella? -rio esa parte de sí mismo, tétrica y miserable- ¿Alguien incapaz de hacer distinciones entre el Bien y el Mal, que parece salida de un cuento infantil donde nada es peligroso? Haberla poseído en el bosque habría sido lo máximo que merece esta humana. O es inocente, o está a punto de convertirse en una más de esa parte de los Humanos que no merecen nada”

Parpadeó, como si con ello evitase que la furia recorriese cada nervio de sus ojos grises. Había ayudado a un brujo. A sabiendas.

Para un elfo, ello conllevaría una traición imperdonable, mas ella era una simple humana. A su mente acudió presta la conversación sobre el anillo de sus antepasados. No sabía qué pensar, cómo tratarla en ese justo momento. Había escapado del hechicero, y bien sabía que no iba a echarla de su habitación esa noche, resultaría un acto cruel e innecesario. Pero le costaba mirarla, verla como lo había hecho tras dejar las murallas de Baslodia, o en los caminos del norte. Se giró, claramente molesto, dirigiéndose a ella con voz fría, dándole la espalda.

- Has ayudado a un brujo, sabiendo que lo era. ¿Qué esperabas? ¿Cómo creías que acabaría todo ésto? ¿Muerta, de no haberte encontrado? - rio sin ninguna alegría- No sé si preguntarte como terminó todo exactamente. Dioses, te creía más inteligente. Quizá confiada sí, pero no hasta este grado de locura- Se volteó entonces hacia ella. Sus ojos grises eran ya dos témpanos- Me ayudaste con el dragón, y sufriste por mi culpa en esa celda. No lo he olvidado. Pero pocas cosas hay peores que confraternizar con esa lacra que hace uso de la magia destructiva- dirigió su mirada a un lado, antes de volver a girarse y abrir la puerta- volveré en un rato- terminó, seco, antes de cerrarla.

Suspiró, buscando serenarse lo más posible. Cruzado de brazos, observó el suelo, enfundado en su nueva armadura, mientras la capa permanecía en la habitación. Su rabia no se disipaba, y no deseaba confraternizar con nadie. Cogió una mesa alejada de las únicas dos que habían sido ocupadas y tras pedir algo de beber, se sumió en oscuros pensamientos. Una mujer joven, agarrando una bandeja en vertical con ambas manos, se acercó hasta él sonriendo. Era menuda y poseía un rostro objetivamente hermoso, y con todo, el espadachín sólo deseó perderla de vista.

-¿Ha estado el baño a gusto de su acompañante?- preguntó con educación y suavidad. Distraído, su oyente frunció el ceño sin comprender, hasta que alzó las cejas.

-Eso creo- respondió con sequedad.

-Esas muchachas suelen ser agradecidas con los caballeros corteses- explicó la humana, con una mano sobre su mejilla y los ojos en un punto indeterminado- Su vida ya es dura, y pocos les muestran amabilidad.

Los ojos grises del elfo escudriñaron los verdes de la fémina y tras unos segundos, casi llegó a sentir la necesidad de echarse a reír.

-Me temo que te equivocas
- negó, sonriendo de medio lado pese a todo por la interpretación de ésta- Es una… amiga, que he vuelto a encontrar.

Ella declinó insistir, pero guiñó un ojo, recogiendo el pago de la bebida, sin decir una palabra más. Resultaba nítido que no le había creído en absoluto.

Volvió a la habitación con el ánimo un poco más templado, pero sin gana de continuar hablando con Iori. Ésta aún permanecía dentro del agua, y él tomó la capa y se recostó sobre ella, a fin de dormir en el suelo.

“Cabéis ambos en esa cama que has pagado. ¡Tómala maldita sea! ¡Qué importa que sea humana con ese cuerpo! Dioses, ¡échale otro un vistazo! Encauza tu ira y disfruta de ella”

- Deberías salir ya de ahí. La cama es cómoda y aun necesitas descansar- observó, con la frialdad aún prendida de sus palabras.

Iori le respondió, con la tensión adueñándose de su voz- Los guié hasta una cisterna cercana que recoge el agua de lluvia. Él cargó con la bruja y nos refugiamos dentro... – se detuvo unos minutos, y el elfo creyó que era todo cuanto iba a decir - La maté. Le prendí fuego. Él quería que la hiciese sufrir. Yo lo vi como un acto de misericordia. Terminar con su sufrimiento. Ardió hasta que dejó de producir sonidos...-

- Sentir pena por esa raza te llevará a la muerte. Quien te trató así, quien te llevó a cobijarte en ese sucio callejón... así son. Vuelve a confiar en ellos y quizá la próxima vez no seas capaz de salvarte-
contestó, aún de espaldas a ella. Tal vez su tono se había moderado un poco a conocer la muerte de la bruja. Tal vez se había calmado. No estaba seguro que estaba pesando más.

-Como confiar en quien te recoge como si te hiciese un favor para luego golpearte con su desprecio. No eres diferente a él.
– atacó la humana acto seguido. Era más de lo que Nousis estaba dispuesto a soportar, incluso de ella. Con un gesto seco y veloz, se quitó la capa de encima, levantándose, y llegando en varios pasos hacia la tina de agua. No hizo ademán alguno de desenvainar, no quería herirla, pero sí se sentía golpeado, injuriado, agraviado en lo más hondo. Maldita humana.

- ¿Querrías haberte quedado allí, sola, de noche? ¿Acaso no estoy siendo moderado? ¡Ayudaste a unos brujos! No solo eso, casi te matan, y aún ni siquiera entiendes el mal que suponen, maldita sea. Pero jamás te atrevas a compararme con esas criaturas, humana. Jamás- la miró fijamente- Si pudiera, si tuviese el poder suficiente, ni uno seguiría con vida. Es la manera de proteger a mi pueblo de su próximo intento de exterminarnos. No te atrevas a decir que soy como ellos. Yo traté por todos los medios de sacarte de aquella celda. Y hoy, nada más ver tu maldito trozo de madera, me puse enseguida a ver qué había sido de ti. Yo no perdono, pero tampoco olvido nada sobre quienes me han ayudado. ¿Él habría hecho lo mismo, eso estás diciendo? Quizá deberías pensar más cada palabra que dices.

Ella pareció sorprenderse de su reacción, aunque en unos instantes volvió a la carga como una gata erizando el lomo.

- Sois iguales porque él me hizo daño. Al igual que tú esta noche. Para mí sois lo mismo. Quizá tú peor, ya que primero disfrazas tus intenciones con ¿amabilidad? ¿preocupación? y luego me haces sentir... me haces sentir... - bajó la vista y viendo el cubo de agua para aclararse, ya frío a su lado y se giró de espaldas al elfo para dejar que cayese desde su cabeza a los pies. - No sé nada, no tengo ni tus conocimientos ni tu experiencia... me juzgas como si fuese una de los tuyos. Y no lo soy. Apenas entiendo eso de lo que me hablas...- Tiró el cubo de mala manera contra una esquina de la habitación y girándose salió de la bañera hacia él. Golpeó su pecho con la palma de la mano intentando empujarlo hacia atrás. - Pero supongo que en tu increíble cabecita no tienes sitio para darte cuenta de eso.

La rabieta de la mujer le resultó mortificante, cuanto más estaba seguro de tener toda la razón en aquel asunto. Una parte de él, no obstante, no podía dejar de admirar la belleza del cuerpo desnudo de la campesina.

-Si no me hubieras preocupado te habría dejado allí, a merced de lo peor de Lunargenta- replicó- ¿Qué intenciones tengo más que ayudarte? ¿traerte aquí para un baño, una buena cena y una cama cómoda? - apretó los dientes- No puedo pensar en cómo te sientan mis palabras cuando has de entender algo tan importante. Dioses...- maldijo pasándose nervioso una mano por el cabello, sin abandonar la furia- Te juzgo como una de los escasos Humanos que he querido ayudar. ¿¡Qué parte no entiendes!? ¡Sólo busco que no te maten la próxima vez!

Ella se inclinó más hacia él, entornando los ojos de forma peligrosa mientras temblaba ligeramente, por la furia contenida. - Mantenerme viva para luego... ¿qué? ¿Ser un desgraciado conmigo? Puedes sentirte orgulloso...- bajó la vista de nuevo cerrando los ojos un instante- Si es tu forma de evitarme problemas no la quiero. Me duele más que me ayuda...- concluyó, yéndose en dirección a la bañera buscando la toalla para cubrirse.

-Solo quería ayudarte
- dijo él, ya cansado por la estúpida discusión, porque ella no fuese capaz de entenderle- ¿Piensas que me gusta lo que has dicho? ¿Ves alguna lógica a ponerme al mismo nivel que esos seres? Prefiero que te hagan daño mis palabras un momento a que te mate un hechizo mañana. No entiendo que no veas la maldita diferencia. La cama sigue siendo tuya- remachó, volviendo a echarse en el suelo, al tiempo que la humana se acostaba en el mullido colchón.

Entonces, tras unos largos minutos tratando de conciliar el sueño, volvieron a él las imágenes de la desnudez de la mujer. Y recordó algo que había pasado por alto, absorto en la pelea. Abrió los ojos.

¿Y esas heridas en ella?
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Mensaje  Iori Li Miér Jul 15 2020, 22:37

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Cuando la puerta se cerró tras él con un golpe seco lo agradeció. Agradeció que se fuesen aquellos ojos de hielo, y la boca que tan mal la estaba haciendo sentir. Se quedó parada, en mitad de la habitación intentando tragar aquel desprecio de alguna manera. Apenas tardó un segundo en comprender que no podría, por lo que desterró al elfo al fondo de su mente mientras pudiese. Mientras no lo tuviese delante de nuevo. Recordó el porqué de encontrarse allí, y de quien huía, y fue suficiente distracción para su mente mientras se encaminaba hacia la bañera.

El agua humeaba en la superficie, y la humana se desnudó ignorando las marcas que tenía en la piel. Aquello no era absolutamente nada, no si pensaba en cómo había terminado el soldado de Lunargenta o la bruja de fuego. Los restos de la camisa hecha jirones ni servían ni para trapos, pero el pantalón tenía un pase. Debería de buscar alguna forma de quitarle aquel intenso olor a quemado. El olor de la bruja ardiendo…

Sacudió la cabeza y fijó su atención entonces en lo que tenía delante. Tanteó con delicadeza los frascos de jabón que habían dispuesto en una pequeña mesita al lado de la tina. Se detuvo en el tercero, cuando reconoció el aroma a manzana en él. Aquella fragancia la hacía sentir en casa de nuevo. Normalmente un momento como aquel sería un placer, y sin embargo frotó de forma distraída su cuerpo y cabello, repasando con la saña de un enfermo mental todo lo que había sucedido desde que se había puesto el sol.

Tenía un problema. Un problema muy evidente, con nombre y seguramente apellido, y una condición física formidable sin entrar en la profundización de que además era un brujo. Iori desconocía cómo iba a hacer para darle esquinazo. Seguir a Nousis cuando este la había encontrado esa noche, había sido una decisión apurada. Forzosa. ¿Realmente había tenido elección? Por un instante dudó. Si ella se hubiera negado, ¿Él la obligaría? Tras lo que le había explicado tenía claro que le costaba incluso mirarla. Las cosas ahora ya eran distintas.

Perdió la noción del tiempo. Con la mortecina luz de las velas y la calidez del agua cerró los ojos y apoyó la nuca en el borde. Se sobresaltó al escuchar la puerta abrirse. ¿Se había quedado dormida? Ligeramente quizá… Incorporándose todavía dentro del agua, la notó más fría ahora contra su piel. No tanto como él. Lo observó caminar con tensión en las piernas y tomar la capa para tumbarse en el suelo. Enarcó una ceja fijándose de nuevo en el amplio colchón. Parecía lo suficientemente grande para dormir ambos con holgura. Ah no, claro. El precio por ayudar a alguien salía caro con él. Despertándola más, y haciéndola salir de su aflicción, saboreó la rabia que comenzaba a adueñarse de ella.

Sin embargo, un último intento. Quedaban cosas por explicar, quizá si conocía toda la historia él… ¿Qué? ¿Qué esperaba exactamente causar en él? Resopló repartiendo la furia creciente a medias entre Nousis y ella. Con el elfo por ser gilipollas. Con ella misma por depositar esperanzas. Tras los dos primeros minutos de diálogo, la humana comprendió que realmente la única forma en la que le resultaba interesante era con la boca cerrada. Cada palabra que él añadía a su estudiado alegato de odio, solo servía para herirla más profundamente. Apenas le dedicó tiempo al dato de que la había estado buscando tras encontrar su bastón. Algo que agradecería en otra situación en aquel momento le pasó prácticamente por alto.

Aunque por su apariencia la edad de los de su raza se midiera de forma diferente, realmente no era distinto a los abuelos de su aldea, que alimentaban su experiencia de vida en los prejuicios que había ido adquiriendo con los años. Unos prejuicios que se establecían como pilares de un peso tal, que no se podían remover sin que la persona experimentase un cambio profundo.
En ese sentido Nousis era como ellos. Duro como una roca. Y esa noche Iori no tenía ganas de chocar con él. Los vagos intentos por explicarse se convirtieron en ataques personales. Viajar atrás en el tiempo para rememorar lo del dragón, lo de Baslodia no tenía sentido para ella. Causó la misma impresión en su corazón que si el moreno hubiese dejado caer sal sobre una herida. ¿A qué venía aquello? ¿Acaso él pensaba que ella lo podía haber olvidado?

Apretó los labios un último instante, viendo como él se volvía a tumbar en el suelo. Iori batallaba con sus violentos deseos de revolcarse en el desastre. Una sola frase más de ella y sabía que podía hacer que todo volviera a explotar. Sacarlo aun más de quicio a él, y ella perder lo que restaba de cordura esa noche. Apretó la toalla con la que cubría su cuerpo a la altura del pecho, viciando unos últimos segundos su mente con respuestas bruscas que podía dedicarle… Hasta que desistió. Cerró los ojos, y se sintió entonces más agotada que nunca en las últimas semanas. Caminó sin hacer ruido, descalza por la madera hasta el borde del colchón.

Su cuerpo produjo un leve murmullo cuando se dejó caer allí con todo su peso. A sus ojos seguía siendo una tontería no compartir el colchón. Pero no insistiría ni le diría nada sobre aquello. Si prefería el duro suelo, Iori muy gustosamente le dejaría cada centímetro de madera a sus pies. Seguía mojada, el cabello empapado, pero no le importó. No disfrutaba del frío, pero en aquella ocasión, sentirlo morder su piel era una forma de pensar en otra cosa. Concentrarse en algo que no fuese Neph, ahí fuera, y Nousis, dentro con ella. Cerró los ojos y pegó las rodillas al pecho, con la certeza de que esa noche tendría pesadillas en sus sueños.
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Mensaje  Nousis Indirel Jue Jul 16 2020, 19:14





Nou abrió los ojos, notando una desagradable sensación de entumecimiento en el brazo sobre el cual había terminado durmiendo. Sonrió con cierta incredulidad cuando su armadura nueva no emitió sonido alguno, levantándose del suelo con extremo cuidado. Observó un momento a Iori, la cual permanecía dormida, revelándose a sus ojos no obstante cierto movimiento que unido a su semblante, daba a entender que sus sueños no estaban resultando agradables. Sopesó el hecho de despertarla, mas consciente de que podría promover un tipo de reacción que no deseaba, torció el gesto, y salió de la habitación, para nuevamente acudir al salón principal de la taberna.

Las ventanas del lugar le indicaron que había dormido mucho menos de lo que hubiese querido. Se decidió por un desayuno sencillo, que le fue servido por el propietario. Una clara depreciación de la presencia de la camarera.

Masticó el pan tierno, lo cual consiguió levantar su ánimo. No podían haber pasado siquiera una hora desde que lo habían horneado. Una pequeña cuña de queso curado acompañó a éste, mientras el elfo bebía un vaso de una mixtura donde se apreciaban trazas de leche, huevo y miel. Concentrado en una agradable comida, su malhumor se fue desvaneciendo, replanteándose su comportamiento del día anterior. Poco dado a soportar equivocarse, calibró hondamente si la discusión con la humana había llegado en parte por mor de sus propios errores en interpretar a la joven. Recordando sus propias lecciones, una máxima de sus maestros no era otra que comprender el contexto, antes de aventurar la solución. ¿Había él tratado de entenderla, o de hacerse entender? Dio un largo trago a la bebida, paladeando su dulzura. Era posible que debiera intentarlo otra vez. Por algún motivo, no se sentía bien dejando las cosas como estaban.

Subió nuevamente las escaleras tras pagar las viandas, dejando recado y monedas suficientes para que alguien fuese a comprar nueva vestimenta para la humana, y cerró la puerta de la habitación tras de sí, cruzándose de brazos. No se trataba de una actitud defensiva, ni arrogante. El espadachín vacilaba. Era capaz de adivinar que esa era su oportunidad si quería enmendar algo. Si la muchacha se iba, era posible que nada mejorase ya.

-Espero que hayas descansado-
comentó, sin apenas énfasis- He pedido que te compren ropa en alguna sastrería cercana. No creo que tarde demasiado.

En el tiempo que ella no respondió, Nou soportó estoico la hermosa perspectiva que le brindaba la humana vestida tan sólo con ropa interior… y escasa. Nada más tapaba zona alguna del cuerpo de la joven, y el espadachín parpadeó, sin acertar a comprender si no le daba la más mínima importancia a su presencia allí, o carecía de todo tipo de pudor. No alcanzaba a comprender cómo era posible tal grado de ¿seguridad? ¿inocencia? Todas las criaturas racionales tenían cierto grado de apego a la intimidad. Iori en cambio, se estaba mostrando a él como si aquello no tuviese ninguna trascendencia.

“Está extremadamente bien saber que no le cuesta demasiado quitarse la ropa delante de ti”

Sacudió la cabeza. La piel de Iori estaba bronceada a similar nivel en toda su anatomía, y el cabello caía en cascada a un lado, peinándolo con una tranquilidad casi insultante. De espaldas como se hallaba, él pudo contemplar cada retazo de su complexión, desde sus hombros hacia abajo, pasando por la grácil curva que dibujaban sus costados. Sintió deseos de colocar allí mismo sus manos. Dioses.

- Sé que no cubre los gastos, pero es todo lo que tengo
– Habló ella, mirando por encima de su hombro para ubicar donde está el elfo, antes de tirarle una pequeña bolsita de cuero tinteneante - Bueno, quizá también puedas vender esto, ya puestos – añadió, lanzándole el un peine de madera trabajada con un delicado motivo esculpido. Aquello consiguió templar a Nousis, molestándole ligeramente. Una ayuda desinteresada no se pagaba.

Dio unos pasos, dejando lo que había recibido de nuevo encima de la cama.

-No me debes nada. De haberme encontrado así, creo que habrías hecho más o menos lo mismo-
replicó pasándose una mano por el pelo y rascándose suave la parte posterior de la cabeza un par de veces. La mira directamente sin hablar, hasta que ella pueda darse cuenta de ello

-Ayer...
-empezó, como escogiendo las palabras- tardé demasiado en darme cuenta de algo- señaló con los ojos- Tu piel cuenta una historia más larga de lo que me has hablado. Pero querría explicarte además ciertas cosas de mi reacción de anoche. Si estás dispuesta- ofreció en ese momento, observándola, sin evitar pasear un poco la mirada. La tentación resultaba excesiva.

Ella guardó silencio, pero cambió de postura, cruzando las piernas, como si de pronto, sin palabras, esperase las suyas.

-Hace tiempo, poco en nuestras cuentas- empezó con una voz acostumbrada a narrar- se produjeron varias guerras entre brujos y elfos. Nuestra tierra abarcaba mucho más que el actual bosque de Sandorai, llegando incluso hasta las islas Illidenses. Sin embargo, los magos nos atacaron sin mediar provocación, derrotándonos mediante esas artes oscuras, y obligando a mi pueblo a firmar tratados que nos hicieron perder lugares que siempre nos habían pertenecido, como las islas. Los dragones nos ayudaron en un momento de necesidad, pero nadie más. Nadie más... – se detuvo un momento a causa del rencor- Existe paz hoy en día, una paz comprada con la sangre de los míos, donde esos demonios se sientan bajo nuestras reliquias, una paz que se romperá en cualquier momento, cuando decidan volver a atacarnos. Los brujos nos traicionaron tiempo atrás, y parte de mi raza ha decidido romper con el pasado, como si ello nos protegiese. Sólo nos ha hecho más débiles, lo he visto en Árbol Madre- miró al techo, y luego a ella otra vez- Yo viajo para protegerles, para encontrar cómo. Más poder, una manera que aún desconozco, tras viajar por casi todo el continente. No puedo perdonarlos, ni soy lo bastante ingenuo para creer que podemos vivir en armonía. El próximo golpe que den pueden terminar con los elfos. No puedo consentirlo- Respiró sereno- ¿comprendes por qué me insultó de esa manera la comparación con ese hechicero? Somos opuestos. Y si nos encontramos, uno de los dos acabará muerto, no hay otra opción.

Sus ojos grises sólo se fijaban en ella, como ventanas ante cuanto acababa de compartir. No imploraban que creyese lo que le acababa de decir. Tampoco buscaban convencer. Eran dos nubes que se habían abierto mostrando cierta luz.
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Mensaje  Iori Li Vie Jul 17 2020, 01:26

Permanecía quieta, sentada todavía de espaldas a él en el suelo, al lado de su gastada bolsa. El Nousis que acababa de subir después de, presumiblemente desayunar, no tenía nada que ver con lo último que se habían dedicado antes de ir a dormir. No quería mirarlo a la cara, pero no le pasó por alto el tono conciliador en la voz que él usaba para explicarse, con más calma esta vez.  Escuchó sin moverse, mientras en su cabeza la información corrían creando nuevas conexiones, nuevos pensamientos. Por encima de todo comprendió que esa era la razón del peso que cargaba Nousis, la razón de sus pasos, su camino en la vida. Y debido a ello ahora era capaz de entender lo grave que había sido para él la comparación.

No podía opinar de algo que desconocía. El resumen de Nousis le servía para entenderlo a él, más no para hacer un juicio. Él le había contado una parte de la historia, pero por las peleas que había visto entre los muchachos de su aldea desde pequeña, sabía que había tantos puntos de vista como personas. Asintió lentamente tras unos instantes. - Te entiendo. No me refería a vuestra historia cuando os comparé. Lamento si mis palabras te hicieron entender lo contrario... - aclaró únicamente, si servía de algo para reducir la afrenta que para el elfo habían sido sus palabras. Suspiró de forma pesada. La salida del sol esa mañana parecía haber hecho nacer en ellos un verdadero ánimo de entendimiento. Sin embargo Iori recordaba cómo solían terminar las conversaciones entre ellos. Si volvía a confiar en que las cosas podían ir a mejor sería únicamente su responsabilidad.

-¿Quieres contarme acerca de esas marcas?- Su nuevo comentario la tomó por sorpresa. Observó su cuerpo desnudo hacia abajo, y pudo distinguir con claridad los roces en su torso producidos por su camisa al ser arrancada. Intuyó que la molestia que tenía en la garganta y en las nalgas eran parte de esas marcas a las que él se refería y no podía ver bien. Un resoplido trémulo fue audible entonces. Iori se levantó como un resorte y cruzó los brazos sobre su pecho. No por pudor, no había timidez en ella desde que el elfo la había conocido. Lo hizo como si buscase protegerse de algo. Un mal recuerdo. Caminó delante de él, sin mirarlo, un par de veces por la habitación sin detenerse. Su ceño estaba fruncido y su rostro, tenso.

- Sabía que no me iba a dejar marchar después de matarla. Lo intenté igualmente. ¿Qué tenía que perder? Sabía que... mi vida estaba en sus manos. - Guardó un instante silencio y se detuvo por fin, delante de la ventana. Su explicación estaba sonando tan patética que perdió el hilo de cómo continuar. No quería dar una imagen de debilidad, aunque después de haberse lanzado con alegría a jugar con dos brujos lo cierto es que poco podía hacer para mejorarlo. Miró a través del cristal ligeramente guarecida, observando la calle con cuidado. - Creo que todo el espectáculo lo excitó. Tenía interés en mí, en aquel lugar y en aquel momento. No es la primera vez que un hombre se acerca con esas intenciones. Que no entiende un no como respuesta. - Se giró entonces y apoyó la espalda en la pared, quedó de frente a él y apretó más los brazos que cubrían su pecho. - Sé lo que le ocurre a las chicas que se resisten. Luego es peor. Más violencia, más fuerza... Seguro que sabes de lo que te hablo. Es mejor seguirles la corriente. Que se confíen... que bajen la guardia.... -

Clavó los ojos en los pies del elfo, y fue subiendo poco a poco, deteniéndose en sus labios mientras se explicaba. - Dejé que pensase que yo también lo deseaba para que, cuando pude, golpearlo entre las piernas. Fue efectivo. Siempre lo es... Se dobló al instante, pero en lugar de correr... golpeé su rostro. Creo que le rompí la nariz... no estoy segura... era grande como un muro. Lo tiré de espaldas y con su daga le corté el pelo... No sé qué me pasó... quería machacarlo...- Se llevó las manos a la cabeza y estuvo tentada a deslizarse por la pared hasta el suelo para sentarse. No era el escapar a un encuentro sexual que no quería lo que la estaba descentrando, era el recordar la satisfacción con la que lo había golpeado, como si hubiera sido capaz de obtener verdadero placer de aquello lo que la descolocaba. - Lo lastimé lo que pude, y cuando la guardia de la ciudad intentó entrar para sofocar el fuego, escapé escalando por el techo de la bóveda. Corrí en la oscuridad de la noche evitando la gente hasta que encontré el fondo de aquellas escaleras. El resto... ya lo conoces - dejó caer los brazos a ambos lados de sus caderas, y ahora sí, clavó los ojos azules en el elfo. Necesitaba ver por su expresión qué pensaba de todo aquello.

Nou inhaló y exhaló profundamente mirando a un lado y luego a ella. Su rostro reflejaba tristeza e ira casi a partes iguales. Aquello la sorprendió. Se apartó de la pared y dio varios pasos hacia ella, dejándole suficiente espacio. - Fuiste valiente - apreció - Y tuviste suerte de salir con vida. No merecías lo que te ha pasado. Creo que ahora entiendes por qué me disgustó tanto que le ayudases. No era solo por su raza. Podría haberte matado - calló entonces, algo incómodo, evidente hasta para ella - Me alegro de haberte encontrado.- Que había tenido suerte era algo que bien sabían los Dioses. Acababa de explicarle cómo había escapado y a sus propios oídos sonaba inverosímil. ¿Podía haberla matado? Podía.. pero de alguna manera la mente de Iori no era capaz de comprender aquel concepto. Como si no tuviese que ver con ella. Lo que la hizo fruncir el ceño en cambio fueron sus palabras. O más bien, la profundidad que se entreveía en ellas.

La expresión de cautela que había mostrado hasta entonces fue modificada por una diferente. Lo más adecuado para describirlo era contrariedad. La humana parpadeó y se volvió a encoger sobre si misma, cruzando los brazos sobre el pecho en un gesto que Nousis ya sabía lo que significaba. Protegerse de algo. - ¿Qué se supone que significa eso...? Los elfos sois demasiado elocuentes con las palabras que escogéis. Parece que van directas al corazón. - Se giró incómoda consigo misma. Odió el hecho de estar desnuda. Miró un instante con anhelo a la puerta y desvió el rostro para mirar de nuevo por la ventana. Por la forma en la que él hablaba parecía que ella le importaba realmente. Más allá de ser improvisados compañeros de aventuras. No podía permitirse pensar en eso. - Claro que lo merecía. Mis decisiones me llevaron hasta ello. Para bien o para mal, de los errores se aprende - murmuró. Su voz llegó a él de nuevo, mientras todavía le daba vueltas a la preocupación que había percibido en él. -¿Quieres que haga algo con las marcas que te ha dejado?- ofreció suave. Y por una vez en su vida, Iori no supo qué responderle al elfo.
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Mensaje  Nousis Indirel Vie Jul 17 2020, 15:37





Ella no respondió

“Eso es en sí mismo una respuesta” Su parte más instintiva tenía un discurso más nítido que las aguas del sur. Y por supuesto, no era si no un pedazo de sus propios pensamientos.

“¿Cuántas veces has rechazado a una mujer que te atrajo? Ella permaneció con quien escogió finalmente, ¿no es así? Y salvo ella, no hay recuerdo alguno, además de la heredera de los Finefind. Es posible que no hubieses salido con vida”

El Elfo compuso interiormente un gesto de desagrado. Había asuntos que era mejor no desempolvar. Las circunstancias actuales diferían por completo.

La falta de contestación llevó a Nou a acercar sus manos de ella de una forma mucho menos segura de lo que estaba acostumbrado, como dándole en cualquier momento la opción a rectificar y hacerle retirarse. Después de su día anterior, cualquier atisbo de imposición le parecía imperdonable. Notó sin embargo que el aliento de la humana cesó de pronto, como si hubiese aguantado la respiración al notarle cerca. Tal vez era resultado de la extrañeza del momento, y aún así, el ego del elfo derivó sus conclusiones en un final muy distinto.

“¿Acaso no buscó de ti ya dos veces? ¡Por supuesto que busca una tercera! ¿Desde cuanto tienes tú dudas? ¡Tómala contra la pared maldita sea!”

Un cosquilleo recorrió al elfo a causa de la tensión y la atracción. La observó un instante, y en nada contribuyó tal acto a calmarlo. En absoluto. Todo lo contrario. Le costaba pensar, concentrarse, hilar cualquier pensamiento que no terminase en el cercano colchón. Y no la había rescatado para eso, pensando en eso.

“Ahora está bien- evidenció su oscura voz desesperada, como si la tomase a dentelladas contra unos barrotes invisibles, con un ansia desmedida por devorar placer- Ahora está tan cerca de ti que podrías saborear su aliento. Deja de mentirte. No se trata de formar una familia con una humana lo que te mantiene en vilo. Puedes preocuparte por ella como una compañera de armas, y nada tiene que ver con lo que está pasando. No buscas su cariño, ni su afecto. Tu sangre está vibrando por la necesidad de disfrutar de ella. No puedes mentirme, pues eres incapaz de engañarte a ti mismo”

- ¿Más que lo que hice, te ha enfadado que hubiera estado en peligro?
- le lanzó Iori una pregunta. Nou trató de serenarse, focalizando su atención en las heridas de la fémina.

-A veces tengo la impresión de que no solemos entendernos. O que no somos capaces de interpretarnos bien el uno al otro.

Ella asintió a su distraída contestación. - Por eso te pregunto...

-No me ha gustado, no-
respondió lacónico. Había momentos, incluso para él, donde la elocuencia y el saber se escondían de sus vanos intentos por reclamarlos. Estaba demasiado cerca.

- Prefiero que no te preocupes, no soy responsabilidad tuya. No soy responsabilidad de nadie –
manifestó la humana.

-No eres una desconocida-
objetó el espadachín, aun fijándose en lo que está curando- Y no se trata de responsabilidad- estaba fracasando. Ella deseaba conocerle mejor y él no se encontraba en disposición de complacerla. No al menos verbalmente.

- ¿Se trata de...?- y rodeó entonces el cuello de Nousis, aún apoyada contra la pared.

Él abrió los ojos algo más, un poco sorprendido por el gesto, pero continuó la tarea. Si cesaba un solo momento, no habría vuelta atrás. Ni brujos ni leyendas ni nada más que poseerla allí mismo- No suelo tratar con humanos más allá de aceptar algún trabajo o pedir alojamiento en una posada, ni buscado trabar amistad con nadie de esa raza- la miró directamente- Pero ya has demostrado ser diferente. Es extraño coincidir tantas veces en tan poco tiempo- sonrió volviendo a la tarea, al tiempo que interiormente, gritaba de la más pura frustración.

Y cuando ella alzó la vista, ese pedazo de sí mismo que siempre le instaba a la irreflexión no habló más. La cercanía era insoportable. Un beso en ese instante no arreglaría lo más mínimo. Las dudas murieron. Tenía que hacerla suya.




Y la puerta se abrió. Era la muchacha de la posada con la ropa nueva.
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Mensaje  Iori Li Vie Jul 17 2020, 19:57

Se había levantado con el cuerpo helado. Su piel estaba fría después de haberse tumbado mojada en cama la noche anterior. No quedaba ni un ápice de aquella sensación en ella. Él le daba calor. Su indecisión fue interpretada por él como una aceptación y anuló el espacio que lo separaba. Su reparo a ser curada de nuevo se derritió con el calor de sus manos. Conocía de sobra los dedos de Nousis. Le gustaba la forma que tenían y esa capacidad mágica que la hacía sentir de nuevo entera. Cerró los ojos cuando acarició su cuello, dejando que la sensación ya familiar entrara sin barreras por dentro. No solo curar sus heridas... el contacto con él tuvo un efecto bien conocido en su corazón. Notar en esa distancia el olor del elfo contribuyó a inflamar más las ganas innegables que tenía de él.

Sus manos bajaron, y a la humana se le erizó la piel. Estaba más que dispuesta a lanzarse a la hoguera con aquel elfo. No era algo que supusiera una novedad para ella. Lo hacía cuando y con quien quería. Y sin embargo, él era el primer orejas afiladas al que veía de esa manera. Ladeó la cabeza mirándolo, concentrado mientras sus dedos entallaban sus costados y entonces recordó a Ayl. Sería una mentira si negaba que ella también había despertado su deseo. Pero en cambio la puerta que conducía hacia la rubia estaba cerrada para ella. La de Nou, había sido una incógnita hasta ese momento. En los besos anteriores había sido consciente que se había aprovechado de sus dudas. En esa ocasión, él formaba parte de aquel juego con la misma anticipación que hacía ella. Y sabía que con él podría borrar los recuerdos más desagradables de las últimas horas.

De pie, contra la pared que había junto a la ventana, sus cuerpos encajaron en cada parte que era posible. Lo abrazó contra ella colgándose de su cuello, y la sonrisa que se extendió en su rostro le dejó claro al elfo que era capaz de sentir la evidencia de su excitación. La sangre se volvió densa en sus venas, haciendo arder su piel en todo su cuerpo. Se lanzó para cubrir de una vez con sus labios los del elfo cuando la puerta se abrió con un sonoro crujido. - ¡Vengo a entregar la...! ...ropa...- La voz alegre de la muchacha que acababa de llegar murió antes de terminar de hablar. Pegados tal y como estaban, Iori sintió la tensión automática en los músculos del elfo. La intromisión fue indeseada pero la humana no se alteró especialmente. No como hizo él. Cerró sus brazos con más fuerza sobre ella, y ladeó un paso, de forma que la dejó complementarte escondida de la vista de la muchacha que acababa de entrar con su cuerpo. Nousis farfulló una frase conteniendo la mala educación que pugnaba por salir de sus labios, y le indicó que la dejase allí mismo.

No pudo evitar una sonrisa, un suave sonido divertido saliendo de sus labios y giró el rostro para no reírse de forma abierta en la cara del elfo por su reacción. Las manos de la humana se había acomodado perfectamente al cuello del moreno, y sus cuerpos encajaban dejando claro sin palabras las ganas que tenían el uno del otro. Aquel hecho la maravilló un instante, al sentirlo dispuesto por primera vez desde que se conocían. La puerta cerrada fue la señal, de continuar, de dejarse llevar. Pero los labios de la humana en lugar de buscar de una vez los del elfo, se quedaron rígidos en un gesto duro. Con el rostro ladeado para evitar mirarlo mientras se reía, su mirada azul había oteado por encima el paisaje que se veía desde la ventana que tenía a su lado. El cabello rubio, los hombros fuertes y anchos... La chica se olvidó de respirar.

El cuerpo relajado, que se había amoldado en cada centímetro al de Nou formando una única pieza se envaró, y sus manos se apoyaron ahora en el torso de Nousis para apartarlo de ella. Sus labios se abrieron, pero en lugar de para buscar su contacto, fue para susurrar lo único que tenía en aquel instante en su mente. - ¡No....! - sonó urgente, sonó ahogado. Y la humana se giró aun entre el hueco de los brazos de su compañero para, pegándose a la pared escudriñar escondida a través de la ventana. Con lo enorme que era la ciudad... ¿Podía ser él...? La lujuria que sentía se licuó en su sangre, convirtiéndose con un solo latido de su corazón en el miedo más genuino.

Desde que había hecho contacto con él, sus ojos no se habían separado de la figura que se movía con calma entre la gente. La morena sentía que su corazón prácticamente había dejado de latir mientras las posibilidades se atropellaban de forma desordenada en su mente. ¿La vería? Si la localizaba... Nou estaba allí. Recordó como él mismo había dicho que si se encontraba con un brujo solamente se resolvería cuando uno de los dos estuviese muerto. ¿Sería el elfo rival para Neph? Su cuerpo comenzó a temblar de forma contenida. Lo había visto en combate y era francamente un espectáculo. Pero el rubio tenía aquella habilidad de controlar la electricidad. Había visto qué pasaba cuando tocaba con su magia el cuerpo de una persona. Recordó como la bruja de fuego había mordido y tragado su propia lengua... Abrió los ojos mucho entonces, dándose cuenta finalmente de dos cosas. El rubio que caminaba a unos metros en la calle, no era él. Se parecían por la constitución grande y el tipo de pelo, pero no eran la misma persona. El alivio apenas duró un instante, lo justo para dejar que la humana tomase una gran bocanada de aire.

El agobio que vino después, nació del hecho de que cuando pensó en estar en peligro, le dedicó más pensamientos a preocuparse por lo que pudiera ser del elfo que de ella misma. Y Iori no estaba acostumbrada a eso. Lo notó detrás de ella, muy cerca pero sin tocarla. - ¿Le has visto? - Se había convertido en una estatua de piedra mientras cerraba los ojos y apoyaba la frente en la pared que tenía delante. - Se parecía... pero no es él...- su voz sonó cansada. - Dioses...- él colocó una mano con suavidad sobre su antebrazo - No llegará a ti otra vez - parecía seguro. Su voz no mostró heroísmo ni promesa, solo una afirmación que parecía lo más objetiva posible - Aún podrías descansar aquí un poco si lo deseas - ofreció mirándola algo más serio, como si quisiera buscar la respuesta en sus ojos.

Notó su contacto pero de forma diferente. Hacía unos instantes estaban compartiendo algo completamente distinto. Ahora, ella masticaba el agridulce sabor del alivio mezclado con la confusión que sentía por lo que estaba pensando. - No... Estoy bien... estoy bien...- lo repitió como una oración, mentalizándose. - Joder...- se giró con furia contenida y clavó los ojos en él. La mirada gris la recibió, tratando de indagar en sus ojos. Él estaba buscando en ella. La humana alzó la mano como un relámpago, y se detuvo con delicadeza, fundiendo su palma en la mejilla del elfo. Lo deseaba más que a nadie antes que pudiera recordar en ese momento. Pero en aquel instante no había vuelta atrás. El fuego había volado desperdigándose, apagado de la misma forma que si lo hubiera arrastrado un vendaval. Sentía el vacío que había dejado aquel hueco sin llenar. Y sintió rabia. - Maldito Neph...-

Se apartó de mala manera de él, más enfadada consigo y con la situación que con Nousis. Sus pasos la condujeron hacia la ropa que la muchacha había dejado pulcramente colocada en el suelo y comenzó a vestirse con más energía de la que hacía falta. - Estoy bien. Solamente tengo que salir de esta ciudad y poner distancia entre él y yo. Con suerte todavía estará lamentándose del dolor en sus huevos - siseó. - Cuanto antes me vaya de Lunargenta mejor.- La talla de la ropa le sentaba como un guante. La tela era de buena calidad y se sentía cómoda con ella. Alzó las manos para recogerse el cabello con el gesto de la costumbre, pero se dio cuenta de que no tenía lazo para ello. Suspiró recordando que lo había usado para anudar el mechón de cabello que había conservado de él y dejó caer los brazos de nuevo, junto con su melena cubriendo sus hombros. Puso las manos en la cadera, ya vestida y clavó la vista en él.

- Estoy cada vez más en deuda contigo. No sé como voy a pagarte. El alojamiento, la ropa...- señaló con el mentón hacia su pequeño monedero de cuero, que él había depositado sobre la cama sin deshacer. Había algo que le quemaba de continuar en aquella habitación sola con él. La sensación de que seguir allí la conduciría de alguna forma a la desgracia. Las ganas que tenía de él no habían desaparecido. De dejar que aquella nueva y preciosa armadura que llevaba quedase tirada en el suelo. No podía. Apartó la vista de él tras imaginar un instante qué tipo de tacto tendría su piel, y agarró su menuda alforja con presteza. -No me debes nada - indicó con un tono que revelaba parte de sus sentimientos. Decepción lo llamaría Iori. No era el único que se había quedado con las ganas. Ambos habían comenzado aquel juego. Aunque la humana lo único que quería en aquel momento era huir. - No hay deudas aquí. ¿Quieres que te acompañe, al menos hasta que dejes la ciudad? -

Se detuvo en medio de la habitación, sopesando su oferta por un lado, y obligando a su corazón a latir de una vez por todas de forma normal por el otro. - No quiero involucrarte más pero ... Me vendrían bien tus consejos... - reconoció dándose cuenta de que para continuar avanzando con calma debía de aprovechar a aquella enciclopedia con patas. - Te espero abajo ¿vale? No olvides recoger lo que es tuyo - añadió señalando la cama. No, no se refería a una buena sesión de sexo, al sudor de ambos cuerpos o a un orgasmo brutal. Se refería a los únicos protagonistas que había sobre aquellas sábanas. Su monedero y su peine de madera. Se precipitó hacia la puerta y sin dar opción a réplica por parte del elfo se deslizó fuera con agilidad.
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Mensaje  Nousis Indirel Dom Jul 19 2020, 19:44





Pese a la prisa que Iori podía tener, los modales del Elfo le hicieron ofrecer una última comida, un desayuno, antes de separarse. Conocía a la perfección que en cierto tipo de vida, como era su caso entre viajes, uno no sabía como ni cuando sería exactamente su próximo almuerzo. Cuando la humana aceptó, ocuparon una de las mesas y Nousis llamó a la camarera con una simple mirada y un gesto de la mano que aunque amable, habría casado sin menoscabo alguno en un ambiente cortesano. Conocedor del peso del pequeño monedero que ella le había tirado, y que aun pensaba devolver, él correría con los gastos. Ni siquiera se había planteado cualquier otra cosa.

Pidiendo tan sólo algo de beber para mantener las manos ocupadas, miró a la campesina comer un momento, antes de volver su vista a su jarra. Algo había cambiado en el piso superior. Quizá no hubiese ocurrido, pero tenía la certeza de que sí habría pasado de no mediar la interrupción. Esa voz que se comunicaba con y desde él no se había vuelto a pronunciar. Y eso sólo ocurría en dos momentos muy concretos: cuando se dejaba llevar por el ansia de sangre en un combate, disfrutando del momento y buscando la muerte de su enemigo, y cuando lo hacía por mor de la excitación. Tiempos donde las puertas de la razón y la frialdad se rompían en mil pedazos. No le hablaba por el sencillo motivo de todo él deseaba lo mismo. Estaba sumergido en la corriente del deseo.

Aun conociendo el hecho, su parte analítica, controlada, no dormía, no en ese instante. El lugar, los planes de la mujer, confabulaban para mantenerle estático. Tal vez conversar, se dijo, rebajase la tensión que había contribuido a crear. Muy distinta a la del día anterior.

-Has hablado de otras situaciones similares... - la miró a los ojos, serio- por lo que pareció, no han sido pocas.

El mero gesto de colocarse el cabello tras la oreja indicó a las claras al elfo su propia agitación interior. Algo tan trivial… Respiró profundamente escuchándola. Los ojos de la humana pasaron por él, antes de regresar a la comida.

- Eh... Similares en el sentido de hombres que desean relaciones cuando yo no quería. Sí, ha sucedido en ocasiones anteriores... No las he contado nunca... No es necesario. Solo necesito saber cómo salir de ello. - guardó silencio acercando la corteza a la boca, pero sin morder todavía. - Sabes de lo que hablo ¿no? En tus años de vida seguro que has conocido situaciones en las que eso pasa. Tenía catorce años cuando violaron a una muchacha de una aldea cercana. Ese día aprendí lo que era... y aprendí cómo escapar de ellas. Los moratones... los golpes... son lo de menos. Dicen que una violación duele más que cualquier golpe externo que te puedan dar. - Se encogió de hombros y cerró los labios sobre la miga del pan y masticó con fruición.

Nou apoyó su cabeza en uno de sus puños, y miró a un lado, bastante irritado- Nadie debería pasar por algo así. Esas criaturas son menos que animales.

- He visto hombres que parecían honorables caer...
Seguro que tú también – alegó ella a sus palabras.

-He matado hombres semejantes- respondió el espadachín, aún con la cabeza de lado, pero sus ojos volviendo a ella, grave. Era cierto. Los contratos que aceptaba solían implicar terminar con seres bastante proclives a lo peor.

El rostro de Iori pareció expresar curiosidad ante tal revelación - No hace falta que me lo jures. Te veo capaz. Es triste, pero... creo que es una situación bastante común... Yo siempre he tenido suerte. Siempre pude escapar hasta ahora...

-Todo el mundo debería tener unos mínimos valores...
-rezongó él. No puede evitar torcer el gesto. Por él los mataría a todos. Criaturas así no merecían su misma existencia. Su ánimo de volvió sangriento por unos segundos, antes de regresar, recordando qué estaba haciendo allí. No fue en absoluto complicado.

La humana no apartó la vista de él. - Tú sabes más de eso que yo... has conocido a más personas en tus viajes, y visto cosas más crudas de lo que alcanzo a imaginar... No vas a poder arreglar el mundo solo... pero puedes intentar ser tú diferente a ellos. Imagino que todas tus relaciones siempre han sido deseadas por ambos. - Ladeó la cabeza y esbozó una suave sonrisa. - Ya sabes, que siga así. Y si esa persona no quiere, retírate a tiempo. Es lo que yo hago – explicó.

Sus comentarios le hicieron voltear la cabeza y ladearla levemente, mirándola con algo más de curiosidad, permitiéndose una sonrisa. No era una natural, expresaba a cualquiera por una situación agradable. Se trataba de un gesto que había fundido los dos aspectos de su carácter en un mismo punto.

Las palabras, así como el rostro de la humana, golpearon su recuerdo de lo ocurrido con ella y la voz apareció, diferente, atractiva, complacida. Con la razón en cada una de sus sílabas.

“Ya lo has aceptado. No luchas contra prejuicios, sino sólo contra el tiempo. El que te llevaría a subir nuevamente las escaleras y cerrar la puerta de la habitación. Sabes que aceptaría. Que hubiera seguido. Ya te cuesta pensar. Cada vez escuchas menos tus propias palabras, pues sólo buscas una. Vamos”

Nou bebió con un ánimo completamente distinto al que hubiera manifestado con ella en cualquier otra ocasión. Se sentía con unas conocidas ganas de jugar, y sonrió. No dudaba que la humana se sorprendería. Dioses, ya bastaba de remolonear. Ya habría tiempo para pensamientos profundos, para decidir sobre consecuencias. Con una elfa, se dijeron a la vez las dos partes de su carácter, no habrías dudado, no si te parecía atractiva y ella estaba interesada. Y la humana lo había terminado por… - ¿Tiene algo que ver con eso que te vayas tan aprisa, o todo es causa de él?

El momento en que Iori fue a morder la manzana que había llegado con el desayuno y se detuvo, incrédula, lo divirtió. Pero sólo era un pequeño aperitivo. Pareció dudar antes de responderle, aunque sus ojos azules continuaban fijos en el Elfo.

- Quizá en cualquiera de las otras ocasiones Nousis... pero creo que justo hoy debió de ser la primera vez que parecías dispuesto a seguirme el juego... Quiero volver a mi aldea... Por dos veces que he estado en Lunargenta, las dos veces esta ciudad me enseñó su peor cara. Allí recuerdo quién soy... me alejo de este mundo horrible que tú conoces tan bien...
- el crujido de la piel se hizo audible cuando Iori le dio un bocado a la manzana.

Él no apartó la vista de ella, limitándose a bajar un tono la voz- No puedo explicarte el cúmulo de contradicciones que se están moviendo aquí- señaló su sien- Hace unos meses todo estaba claro y todo era lógico- suspiró. ¡Todo era un maldito teatro! No mentía, en absoluto, y aun así, ya cada palabra, cada movimiento, tenían una única finalidad. - Comprendo- asintió a su explicación. Y en un alarde de intenciones, tomó con rapidez la manzana de las manos de la humana, mordiéndola exactamente donde ella dio el ultimo bocado, paladeando sus facciones con sus grises ojos, antes de devolvérsela con una sonrisa regada con un punto de sarcasmo. El paralelismo era insultantemente evidente. Todo él parecía irradiar lo mismo.

- No sabía que te gustaban tanto las manzanas... – murmuró elevando una ceja mientras se dedicó unos segundos a darle vueltas entre los dedos de nuevo, observando la parte que faltaba.

Y Nousis compuso el siguiente paso. Decidido. Satisfecho. Recordó algo más de tenerla tan cerca.

-Prefiero su olor.
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Mensaje  Iori Li Dom Jul 19 2020, 23:04

Por un instante, pensó en haber escuchado mal. Parpadeó ante el último comentario del elfo, y tragó saliva mientras escogía con cuidado sus siguientes palabras. Que se estuviese refiriendo directamente a ella era algo que prefirió pasar por alto. No se esperaba que la conversación con él fuese por ese camino. Lo cierto es que no imaginaba a Nousis en una actitud como aquella, ni con ella ni con nadie. Asomarse a esa parte de él le dio un poco de vértigo. Se movió en el asiento, buscando acomodarse y ganar un poco de tiempo. - Sobre tu cabeza... las contradicciones... Si interpreto bien tus palabras creo que tengo la culpa. Nunca tuve que disculparme por intentarlo pero lo hice contigo, aun sabiendo lo que piensas de mi raza... No he sido noble con mis intenciones... aunque también es cierto que cada vez que nos encontramos pensé que era la última. Prefiero aprovechar las oportunidades, vivir el ahora... es lo único que tenemos... lo único que tengo. No quiero ir a dormir por las noches arrepintiéndome de nada. No es una carga que esté dispuesta a llevar. Por eso siempre me dejé llevar contigo. -

¿Aquella era su defensa? Daba risa. Lo miró a los ojos de nuevo, después de aquel alegato, sin saber qué estaría pensando él sobre sus súbitos sentimientos de culpa. - Lo siento Nousis...- susurró bajando la voz. -¿Te sientes culpable?- quiso saber directamente - Yo no te entendía. La verdad, no hasta este instante. Cuando Ayl llegó a decirme que os habíais besado, creo que comprendí lo que ahora me estás diciendo. No me es ajeno el aquí y ahora - La humana alzó la vista con rapidez cuando escuchó el nombre de Ayl y antes de poder organizar cualquier otra pregunta una cuestión escapó de sus labios. - ¿La has visto? ¿¡Cómo está!? - su voz sonó demasiado apremiante. - Nos vimos cerca de Sandorai. Me ayudó en un momento complicado tras la guerra, acompañándome a un santuario perdido en Urd. Una historia problemática. Pero está bien.-

Iori asintió, relajándose de nuevo con sus palabras. El rostro de la elfa apareció en su mente, con la claridad de un amanecer en la mañana y esbozó una sonrisa suave mientras lo seguía escuchando. - Tan sólo nunca me relacioné con humanas. No así - quedó pensativo un momento - Sigo creyendo que el futuro de mi raza pasa por centrarse en sí misma. Pero llevo un tiempo pensando en qué momento llega la temporada de manzanas. Me resulta complicado, aunque no deja de ser cosa mía. Las palabras se estaban acumulando en su cabeza, tal y como iba la conversación.

- Me siento culpable de buscar en ti algo que no quieres. Que no querías... Soy humana y sé lo que significa para ti eso. Eso debería de haber sido una línea roja para mí, como lo es las personas que ya están en una relación. Pero por algún motivo tu estúpido razonamiento sobre mi origen no me parecía un motivo suficiente para frenarme. Al contrario - sonrió de medio lado mirándolo con malicia. - Realmente me animaba más todavía a revolverme contra ti - Volvió a centrarse en la fruta que tenía a medio comer entre sus manos. - ¿No me entendías? Eso es evidente... siempre te tiré del genio... pero, no entiendo porqué dices que ahora lo haces. ¿Crees conocerme Nousis? ¿Qué es lo que ha cambiado ahora? - volvió a mirarlo inclinándose sin ser consciente un poco más hacia él sobre la mesa.

- Una parte de mí ni siquiera está segura de que esté bien desear algo de una humana. Otra, se pregunta como he aguantado no hacer nada por primera vez en décadas. Sobre todo hoy. Sobre todo... hace tan poco tiempo. Los humanos me parecen simples, sencillos, un fuego peligroso que arde sin control y rápidamente. Ahora...- hábilmente, volvió a robarle la fruta con sus largos dedos y le dio un segundo mordisco, mirándola de frente sonriendo, con un ansia mayor de la necesaria. Manteniendo el codo encima de la mesa, se la acercó el rostro de Iori sin soltarla. - Aun sin haber variado eso, hay cosas que ya me son inevitables. -

La morena abrió la boca. Pero no para morder. Se encontraba atónita. Estaba familiarizada con aquello. Le gustaba coquetear, siempre la entretenía el juego. En ocasiones, era incluso mejor que el propio encuentro sexual posterior. Pero, tener al elfo en el que había pensado más de lo que quería reconocer en los últimos meses, delante, haciéndole ver de alguna manera que él también sentía deseo por ella, era una información que la sacaba de la realidad. Acababa de colocarle en las manos una nueva pieza del puzzle, y Iori no sabía exactamente qué hacer con ella. Entrecerró los ojos y se mordió el labio como acto reflejo, observando la manzana compartían en manos del elfo. - ¿Yo soy inevitable...? Puedo desaparecer con rapidez si quieres. - Exactamente igual que había hecho en los encuentros anteriores. En el bosque del dracónido, a las afueras de Baslodia, en las estepas del norte... Alzó la mano y en lugar de tomar la manzana, acarició ahora el dorso de la del elfo con los dedos.

Ignoró de forma eficaz el cómo se refería el elfo a su raza. La primera vez la había enfadado mucho, ahora encajaba que aquel era su punto de vista, pero que no tenía porque significar que era real. Al menos no en todos los humanos. No en ella. Se sentía orgullosa de saber que en eso él se equivocaba. - Creo que ahora mismo la respuesta está clara - bromeó - ¿Te educaron para escapar? No me lo ha parecido arriba. No conozco las costumbres de las aldeas humanas - el tono sigue siendo divertido.

La mirada azul se afiló mirándolo fijamente. - Quizá deberías de volver a analizar la respuesta - susurró pegando casi los labios a la manzana, atrayendo la mano de él. Su pregunta en cambio la tomó por sorpresa. Abrió mucho los ojos sorprendida, y se quedó parada un instante, tomándose muy en serio lo que él le había dicho ¿Escapar? - No... no creo...- comenzó a farfullar mientras intentaba pensar en aquella posibilidad. ¿Ella escapar? Sacudió la cabeza rompiendo el contacto con él y sentándose de nuevo de forma correcta hacia atrás. Su expresión seria le confirmó al elfo que no se había apartado por su causa, se había retirado porque la humana se había enfrascado en la reflexión de aquella simple pregunta. Una parte más del juego entre ellos que sin embargo removía aguas profundas en Iori.

- Yo no... soy un buen partido. No tengo familia ni tierras. No soy deseable desde el punto de vista del matrimonio. De donde yo vengo las mujeres crecen con ese objetivo vital. Casarse y pertenecer a una familia. En mi caso es fácil encontrar personas con las que entretenerse. Chicos o chicas, no importa... de mi aldea o de la contorna pero... no hay posibilidad de futuro. No es que haya aprendido a escapar... es que... sé retirarme a tiempo... - habló lentamente, pronunciando aquellas palabras para Nousis, pero verbalizándolas también por primera vez para ella misma. Era consciente de su realidad, pero nunca había tenido que explicársela a nadie. - Yo no... - soy buena para establecer lazos. Se mordió el labio, más por la impotencia de explicar algo tan íntimo que otra cosa. - Estoy bien así. Siempre fue así. Lo contrario es... complicado. Lo veo todos los días en mi hogar. La gente establece lazos y eso... solo dificulta las cosas... No estoy hecha para ese tipo de vida - resopló vaciando los pulmones de aire y se pasó la mano por el cabello alzando los ojos hacia el techo del salón. Nousis acababa de poner sobre la mesa una de las debilidades de Iori.

Él la miró con una curiosidad mucho más evidente que otras veces. No habló durante un momento, dirigiendo sus palabras. Omitió preguntas que ya no eran necesarias, pero vio a la humana de una forma mucho más nítida. Sus pensamientos eran ligeros, fuera de convencionalismos que ataban a casi toda la sociedad. Recordó su beso con la elfa. Concordaba. La importancia que ella le daba a cosas como una relación duradera eran nulas. Aquí y ahora, rememoró. Aqui y ahora.

-¿Descubriste algo más acerca del anillo?- fueron las palabras de la humana, de los lazos, las que hicieron recordar al espadachín lo hablado en las estepas. No apartó la mano. El momento resultaba sumamente placentero. Su nueva pregunta la conectó con la realidad. La humana parpadeó y la mirada gris del elfo la trajo de nuevo a la tierra. - No... estaba aquí precisamente por eso. Pensé que quizá podía encontrar a algún erudito que conociese lenguas antiguas, que viese con más claridad que vosotros. Más allá de "enemigo" y espada". - Su voz sonó algo decepcionada al respecto mientras alzaba la otra mano que tenía libre sobre la mesa. Nousis pudo ver, que en su pulgar, permanecía el anillo élfico que había visto en el norte. Brillaba como el primer día que lo vio. - Ojalá el metal pudiese hablar... - musitó la morena taladrándolo con la mirada.

Había otra cosa que la estaba taladrando a ella por dentro, desde hacía un rato, y todavía no era capaz de sacárselo de la cabeza. Alzó la mirada azul buscando en él. Seguía allí, a su lado. Nunca habían hablado con tanta calma y tanto diálogo. Y sobre todo, con aquel deseo que palpitaba bajo la superficie de cortesía que habían estado manteniendo. - Nousis... yo...- no encontró las palabras. Entreabrió los ojos y volvió a tirar de la mano que le había estado acariciando, apoyando entonces los labios sobre la superficie de la manzana. Cuando le envió el mensaje su corazón comenzó a latir a trompicones, espoleado por las ganas que tenía de él. Volver a sentirse desnuda entre sus brazos, desnudarlo ahora a él, era una idea que no conseguía sacar de la cabeza. Lo necesitaba. Quería que él leyese las ganas en sus ojos, cuando un grito a un lado de ellos rompió todo. - ¿¡Aila!? ¡¡AILAAAAAAAAA!! - Los ojos azules rompieron conexión con él, y girando el rostro a su izquierda a penas tuvo tiempo de ver una silueta femenina que saltó sobre ella, enterrándola en un enorme abrazo a ojos del elfo.

Agobiada y sorprendida, Iori intentó sacarla de encima sin lastimarla. Pero su clara posición de desventaja se lo impidió. La mujer, de rostro redondo y algunas canas en el pelo oscuro que recogía en un moño alto la miró y la agarró de las mejillas. - ¡No me lo puedo creer! Hace más de veinte años... - Los ojos azules se movieron entre la mujer que rebosaba felicidad y Nousis, casi con una súplica de ayuda silenciosa en la mirada. - ¡Pero mírate, no has cambiado nada, NADA! Tal y como te recuerdo en los días que íbamos juntas a cazar truchas al río - Le dio un golpecito simpático en el hombro y se rió a mandíbula batiente. - No señora... yo... disculpe pero...- La mujer no escuchaba, abstraída de felicidad en aquel súbito encuentro. - ¡Hans! ¡HANS! VEN, NO TE LO VAS A CREER - gritó por encima de su hombro hacia un punto indeterminado tras ellos, y entonces clavó los ojos en el elfo.

La mujer cambió al instante su rostro, dirigiéndole a él una mirada mezclada con frialdad y desdén. - ¿Este es el elfo? - inquirió con voz dura, acercándose de nuevo a una Iori más que sorprendida. - No pensé que siguieses en su compañía... todos te dijimos que era una complicación... ¡MIRA LO QUE PASÓ EN LA ALDEA! - Se cruzó de brazos y con una evidente actitud altiva ahora miró al elfo con abierto desprecio. La morena sintió nacer el peligro en Nousis. Imaginó que él no se tomaría bien aquella actitud. Se puso de pie como un relámpago para tirar de la señora que tan intensamente la estaba saturando de información que no entendía. La sentó a ella en la silla que la humana había ocupado unos segundos antes y le puso las manos delante en actitud de calma. - Espere espere... de verdad que está cometiendo un error... - Una voz, grave como el viento de invierno se escuchó tras la espalda de Iori.

- Y tanto. Es imposible que Aila siguiese aparentando el mismo aspecto de hace tanto tiempo sin envejecer... excepto que los elfos usasen algún tipo de sus extrañas magias en ella. - Iori se giró y observó a un hombre enorme, que superaba en dos cabezas su altura. Tenía los hombros anchos y la cara cubierta de una poblada barba. La agarró del mentón con una mano gigantesca, que le recordó a Neph para observarla, y la inseguridad ante aquella situación sacudió a Iori de arriba abajo. La mano de la humana se alzó, estirando el brazo hacia Nousis, pretendiendo agarrarse a él.  - No son sus ojos Justine... Aila los tenía dorados. - Miró hacia el elfo, sin la actitud de desprecio tan evidente que había mostrado la mujer, más con desconfianza en ellos. - Y el elfo tenía el pelo plateado... no negro. Este no es él. - sentenció, soltando entonces el mentón de Iori. La humana se escurrió, con una agilidad digna de una ardilla, y se puso delante de los tres, a dos metros de distancia. Miró de forma alternativa sus rostros, y volvió a alzar las manos frente a ella. - Vamos a calmarnos...-
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Mensaje  Nousis Indirel Vie Jul 24 2020, 12:08





La efusividad de la humana había resultado vergonzosa, e incapaz de mantener la compostura, había colocado a Iori y a él en una situación absurda. Gente a la que no conocía haciendo estupideces por gente a la que creía conocer. Ridículo.
La confirmación de la campesina de que nada sabía de los forasteros remataba la comedia. Aún así, la mujer no cejaba en su empeño, como si la verdad absoluta fuese suya por derecho. Nou puso los ojos en blanco al continuar escuchándola. Sentía que su largo tiempo se acortaba con cada palabra de la humana.

- Por dios Hans, pero... ¿No la ves?
- la mujer se levantó, acercándose más a Iori. -.... Bueno... sí... no son sus ojos. Este color azul no parece normal - Se cruzó de brazos delante de la humana que comenzó a esbozar una sonrisa de alivio. - No, no eres Aila - concluyó finalmente. Oh dioses, tamaña sorpresa, se dijo el elfo, molesto por la interrupción- Pero por los Dioses que pareces ella, eres su viva imagen. No tendrás...- La voz de Iori se escuchó clara antes de que la mujer pudiera seguir hablando. - Ni conozco a ninguna Aila ni he visto nunca a ninguna otra mujer que se pareciese a mí. Creo que esto ha sido una enorme equivocación – El hombre se dirigió entonces a la joven. Su voz sonaba cortante, pero en su rostro se esbozó una ligera sonrisa. - Lo siento muchacha. Mi nombre es Hans, y esta es mi esposa, Justine. Es evidente que hemos cometido un error contigo – se disculpó antes de que la señora continuase su cháchara.

El espadachín continuó mirándoles con frialdad, bebiendo un par de trasgos de aquello que había pedido, aparentando un total desinterés. Sin embargo, sí había apreciado ciertos detalles en la pareja. No eran labriegos al uso, lo cual venía indicado por la calidad de sus prendas. Uno o dos escalafones por encima. Artesanos de cierto prestigio, comerciantes desahogados o campesinos con buenas tierras. Se hallaba pensando en ello cuando la esposa de Hans volvió a tomar la palabra. El sol se apagará antes de que decida dejarnos, elucubró el elfo, irritado.

- Sí muchacha, perdona la confusión. ¿Puedo preguntarte cómo te llamas?
- La mujer la sentó sin darle opción a resistirse, al lado de Nousis, y ella por su parte lo hizo al lado de Hans, ambos frente a ellos.

- Me llamo Iori – murmuró la muchacha, aparentemente algo cohibida por la resuelta actitud de la recién llegada.

- Encantada Iori
- continuó Justine, hablando con un tono excesivamente alto para la situación y el lugar en el que estaban. - ¿Y de dónde eres? ya sé que no eres Aila pero, es que os parecéis tanto... cielos, tendrías que conocerla... me resulta complicado no pensar que eres ella, o que seas de su familia. ¡PODRÍAIS SER HERMANAS GEMELAS! - Hans le puso la mano en el antebrazo a su mujer, con el deje de quien está acostumbrado a tener que hacerlo de forma habitual. Nou le dirigió una mirada de cierta incredulidad. No imaginaba aguantar aquello día tras día.

- Soy del sur de Verisar, de una aldea que se llama Eiroás, cerca del mar – contestó Iori. La mujer no pudo esconder un leve mohín de disgusto en el rostro.

- Oh no, eso es demasiado lejos de nosotros... claro que Aila era de mi pueblo vecino. Vivíamos cerca la una de la otra. El que era del mismo pueblo era Hans, ¿verdad querido? - Iori tenía el ceño fruncido, concentrada en la información que le estaba dando la pareja. Nousis, pese a su aparente hastío, miró de reojo con un punto de preocupación a su compañera, pasándose una mano por el pelo. Desde el viaje en el norte, había pensado algunas cosas respecto a la joven. Las palabras de los humanos por fin habían comenzando a cobrar cierto interés para él.

- ¿Puedo preguntar de dónde...- La voz de Iori tenía un deje solemne, sin duda, la conversación había llegado para ella a un punto de alguna trascendencia.

- ¡Al norte de Vuwulfar! - Respondió la mujer emocionada, sin darle oportunidad a terminar la pregunta. Iori se echó ligeramente hacia atrás por la efusividad de la mujer y aferró con la mano la pierna del elfo bajo la mesa.

- En una extensión de terreno un poco montañosa antes de llegar al Pantano Misterioso
- Precisó Hans, tomando la palabra en un tono más calmado que su esposa- Nuestros territorios hacen frontera con las tierras élficas del oeste...- y paseó los ojos de Iori a quien había estado mirando fijamente, hasta llegar a Nousis y guardó silencio. - Sí... demasiado cerca. Antes de que lo preguntes, el nombre de la aldea en la que nació Aila y Hans es Mittenwald – intervino Justine, y sonó lúgubre entonces.

- Era - matizó el hombre, dejando que en la mesa se alzase entonces el silencio entre los cuatro. - No... me suena...- Iori giró el rostro buscando los ojos grises del elfo. Mas éste, aún mirándola, no la veía.

Hacía tiempo, más de una década, que no escuchaba ese nombre. Observó a Hans, una figura calmada y tranquila. De modo que era uno de los que planeaban atentar contra los inocentes de Ar Arneil. Tal vez debería darle muerte allí mismo, pensó, cuando el rostro de Iori volvió a enfocarse ante él. Decidió explicarle la verdad de lo ocurrido.

-Los humanos preparaban un ataque contra un clan élfico cercano- expuso con bastante seguridad el elfo- de los límites de Sandorai- Desconozco si por hacerse con esclavos o más territorio de tala. Sencillamente desbarataron sus planes. Yo estaba de viaje por el oeste del país en esa época.

Aún recordaba las celebraciones de clanes vasallos de los Ojos Verdes, su búsqueda en las ruinas de Faláras… y la mano de la humana en su pierna también hizo acudir en sus pensamientos idilios de antes de que ésta sin duda naciera. Tiempos más sencillos.

Pero Justine golpeó con la mano la superficie de la mesa, atrayendo la atención del espadachín de la peor manera. - ¡ESO ES MENTIRA! Somos una comunidad rural, en esas tierras solo viven campesinos, ¡comíamos cada día con el sudor de nuestra frente y nuestro trabajo en el campo! - Se levantó en un gesto rápido, con la expresión iracunda mirándole. Él sostuvo sus ojos sin pestañear. Para su sorpresa, Iori se irguió casi al mismo tiempo, y coloco un brazo por delante del elfo en respuesta, como contendiendo con ella. - Él no es ninguno de esos elfos - siseó con una voz baja. - Justine, tú no estabas allí.

-Ni tú Iori. - La voz de Hans se escuchó sin esfuerzo gracias a su tono grave. - Y probablemente tú tampoco - añadió mirando a Nousis a través de sus pobladas cejas. Él le devolvió la mirada extrañado por tal aportación. - Yo llegué cuando no había nada que hacer... los vi marcharse, salir de allí. Aun en la oscuridad, no necesitaba luz para escuchar sus risas. - Justine se sentó lentamente, mirando a su marido con la mandíbula tensa- Aila vivía allí con su familia. Nuestros bisabuelos eran hermanos, se supone que éramos familia lejana. Un año antes del ataque, ella conoció a un elfo. - Chasqueó la lengua y meneó la cabeza. - No voy a entrar en detalles. Comenzaron a verse. Yo viajaba mucho, vendiendo los productos que producíamos en la aldea en mercados locales. Un día cuando regresé dijeron que Aila se había marchado con él... No la volví a ver nunca más. De allí a un tiempo... esos elfos atacaron. - Justine miraba con los ojos húmedos a su marido, más afectada ella por la historia que el propio Hans. Pero Nousis no podía creer una palabra de lo que estaba escuchando. Era la de un humano contra la de guerreros de su pueblo.

-Acabaron con toda su familia, no sobrevivió nadie – sollozó la mujer - Únicamente quedan ruinas comidas prácticamente en su totalidad por la vegetación. Los elfos, los elfos atacaron una aldea de campesinos. No era un asentamiento militar ni una ciudad - dijo esto último con la rabia en los ojos, dirigida al único elfo de los cuatro a la mesa. Éste no tardó medio segundo en replicar la absurda historia. Había escuchado lo suficiente para hacerse con un relato cabal.

-Una aldea que prepara un ataque y un elfo descarriado que ha vendido a los suyos- Eso era el exiliado. ¿Verse con una humana, abandonar Sandorai por ello? Era una grave afrenta en muchos círculos élficos. Su vista se dirigió a Iori. ¿Qué estaba entonces haciendo él? Se atrevió a preguntarse, respondiéndose casi acto seguido. No abandonaba a su pueblo. No buscaba mezclar su sangre con otras razas. No resultaba reprobable- Eso parece toda ésta historia. Todo el mundo lucha por proteger a su gente- hablaba muy lentamente, como para que se le entienda sin atisbo de duda- Incluso es posible que el traidor fuese un guía- tal era la información que recodaba veinte años atrás. Para que los Humanos le dejasen vivir entre ellos, debía guiar el ataque, demostrar que no era ya un elfo de Sandorai.

Y clavando dos grises nubes de tormenta en Justine, puntualizó con voz de escarcha.

- No vuelvas a poner a prueba mi paciencia
- su despropósito de acusación debía terminar.

Unos instantes de silencio reinaron, como si nadie quisiera retomar la conversación para evitar males mayores. Hasta que Iori decidió pronunciarse.

- Pues, lamento mucho la historia. Siento mucho lo que sucedió en ¿Mittenwald? Ya fuesen los humanos, ya fuesen los elfos, es la misma estupidez de siempre. La falta de entendimiento. No es algo que tenga que ver conmigo. Gracias por la conversación. Os deseo suerte - Se levantó apartando con pocos miramientos la silla y colocó su alforja y su bastón en la espalda. - A todos - añadió antes de pasar al lado del elfo moviéndose hacia la puerta con bastante rapidez. Nou reconoció que estaba claramente molesta, mas no habría esperado una nueva escena como aquella - Pues a ver si te aplicas la teoría, un elfo no pinta nada con una humana. Vete a "proteger" a tu gente y de paso protégela a ella de ti, elfo - casi escupió mientras se levantaba y avanzaba hacia el fondo del salón airada.

Nou dejó unas monedas en la mesa, reaccionando con celeridad a la nueva escapada de la humana. El exabrupto de Iori le había sentado del mismo modo que una patada en el estómago. La había ayudado, recogido, protegido, y sin duda, hubiesen pasado de no haber mediado distracciones una noche de placer desenfrenado. ¿Es que acaso no sabía ya cómo era él? Apretó los dientes como tantas otras veces y abandonó el local tras ella sin despedirse de Hans y Justine. ¿Esperaba ella que él cambiase de la noche a la mañana porque ambos descubriesen que deseaban una noche juntos? ¡Proteger Sandorai era su vida! ¡Dioses! No sabía si achacar sus actos a la juventud, a la irracionalidad o a la raza. Pero eran ya demasiados los malentendidos con esa chica.

Y éste pretendía resolverlo por la vía rápida. Podía irse de su lado, acudir a esa aldea de humanos destruida en busca de respuestas. Pero había vivido ya unas cuantas cosas juntos y su orgullo le impedía dejar las cosas así. Iba a comprenderle u olvidarle.
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Mensaje  Iori Li Sáb Jul 25 2020, 05:39

Caminaba a paso rápido, esquivando con precisión a las personas que se movían ya en la concurrida calle. Ni Neph, ni pesadillas de las que se movían en Lunargenta la hacían vacilar ahora en su avance, alejándose todo lo posible de la posada. Y de él. Desde el principio había sido clara la postura de Nousis sobre los humanos. Y por alguna razón, la evidencia de su asco hacía que algo dentro de ella se revolviese. De alguna forma, sus palabras hacia otras personas que compartían su raza hacían que ella sintiese que no era suficientemente buena para estar cerca de él. Menos pensar en compartir una charla o buscar un hueco en sus brazos. La conversación con la pareja le hizo revivir las sensaciones de su primer encuentro en Baslodia, y era un lugar al que no quería volver a asomarse. Por lo menos aquel día.

El bullicio de la calle dentro del cual se perdió con tanto alivio la traicionó. En el mismo segundo en el que el la voz del elfo, algo más alta de lo normal la llamaba por su nombre. Vaya, aquello era algo con lo que no contaba. Lo normal en Nousis era aceptar, seguramente con alegría, cuando ella conducía sus pasos lejos de él. Ladeó la cabeza para mirarlo, dejando que su expresión revelase que está abiertamente enfadada con él. Se detuvo en seco, con tanta brusquedad que pareció una estatua allí puesta, y esperó a que él la alcanzase situándose a su lado. Le preguntó  "que narices quieres" con los ojos pero no abrió los labios. El moreno parecía ahora cauteloso, escogiendo sus palabras con cuidado. -¿Qué he dicho que te ha puesto así? Nada se refería a ti, y te he hecho conocer de primera mano lo que pienso. -

La humana entrecerró los ojos de forma peligrosa mientras la gente pasaba alrededor de ellos como una corriente constante de agua. - Había olvidado cómo eres realmente cuando se trata de humanos. - Siseó. - Si que aparentas ser otra persona cuando lo que tienes entre las piernas es lo que piensa por ti. - atacó sin ningún reparo. -¿Aparento? - dio otro paso paso hacia ella - ¿Aparento?- su voz se tensó y resultó bastante más oscura que en la mayor parte de las ocasiones que ella la había escuchado. - No te he mentido UNA sola vez. Te he mostrado de una forma más que clara lo que pienso, que sí, es infinitamente más de lo que he querido que nadie de tu raza viese antes. Ya sabes que no me gustan los Humanos, pese a que no sienta por ellos el odio que sí guardo para brujos y vampiros. ¿Es tan raro escuchármelo decir? ¿Debería callarme para evitar estas escenas? No voy a consentir que alguien como ellos- señala hacia atrás - Insulte a los míos. No pasaré por eso.-

Las chispas casi eran visibles entre ambos. La humana entornó los ojos ante el nuevo matiz oscuro del elfo, pero no se amilanó. Estaban en puntos opuestos de entendimiento y chocar entre ellos parecía el único modo de intercambiar posturas. - ¿Tanto te importa lo que otros digan? Gente anónima con la que no te volverás a cruzar, si yo hiciese lo mismo que haces tú, si le diese importancia a lo que dice la gente de mí... - apretó los dedos dentro de los puños y se acercó a él dando un paso. - Tu forma de mirar se puede considerar un insulto en si misma. Recuerdo la primera vez que nos vimos en el bosque de Baslodia - La humana jamás se había sentido de esa forma. No tener familia, o su visión particular sobre el sexo ya le granjeaban algunos comentarios, pero él le había hecho sentir que no merecía el aire que respiraba.

- Y claro que aparentas. Aunque puedas tener ahora ganas de acostarte conmigo, sigo siendo humana ¿recuerdas? - imprimió un ligero tono de burla en la voz. - Algún día me explicarás por qué ahora soy diferente a esos humanos. No, mejor, no me lo expliques nunca. No quiero volver a saber de ti. - Se giró para continuar caminando, con una agilidad notable entre las personas mientras sus ojos buscaban algo en concreto. - Cobarde - sentenció el Elfo, cruzándose de brazos - Vamos huye. Dices que a mí me importa lo que piensen. Te equivocas. No va conmigo, va con mi raza. Con nuestra cultura, con todo lo que representamos. ¿Quieres darme de lado porque algo te ha sentado mal?- se inclinó más hacia Iori acortando de nuevo la distancia que ella creó.

- De acuerdo. Si tan deprisa decides que nada quieres de mí, nada tampoco mereció la pena todo lo que pensé, todo lo que me llevó hasta esa habitación, todas las piezas que tuve que enlazar. ¿Para ti todo ésto es fácil verdad? No te gusta algo y escapas. Te sientes herida y huyes. Pues yo no. Analizo las cosas hasta encontrar una respuesta que conteste mi creencias, y en ocasiones, mis deseos. Y ésto ha sido una de las cosas más complicadas en más de sesenta años. ¿Quieres irte? ADELANTE - ofrece, señalando una calle cercana al azar con el índice, mientras la mira, sus ojos grises clavados en ella - Demuéstrame que estoy en lo cierto. O quédate, compréndeme, si estás dispuesta a tratar de entender. Y despidámonos como debe ser. Estoy cansado de estas peleas por falta de comprensión. -

Iori tenía escuchado varias cosas referidas a ella. Cobarde la verdad que no había sido una. En su aldea de hecho tenía fama de temeraria y poco cuidadosa con su bienestar físico. Y en otras lides lo cierto es que la tachaban de demasiado directa, demasiado ligera. Según la edad que tuviese la persona, ese adjetivo podía ir subiendo de intensidad hasta llegar a palabras más feas. A la humana no le importaba. Como le acababa de decir a él, no le afectaba lo que otros dijesen de ella. Y sin embargo, cuando avanzaba para alejarse sus pies se quedaron clavados en el suelo, de espaldas a él. Aunque la calle estaba llena de gente la pequeña discusión entre ambos estaba comenzando a llamar la atención de algunos viandantes. Aquel elfo tenía un don excepcional para enfadarla. Y eso que al principio había sido fácil pasar de él... El tiempo había dotado a sus palabras de más poder del que la morena había pensado.

-¿¡De qué demonios estás hablando!? - preguntó anonadada por aquellas palabras. El elfo podía estar hablando de corazón, pero Iori no hablaba en el mismo idioma que él en ese sentido. Carecía de perspectiva para entender las profundas implicaciones que podían entreverse. - Si no me gusta algo escapo, si me hieren huyo. Sí, eso es exactamente lo que soy. Lo que llevo haciendo toda la vida. - Se giró con rapidez y se volvió a acercar a él como una tempestad, deteniéndose a centímetros de su cara. - Pretendes decirme que por algún motivo, ¿Debería de aguantar? Haces que me duela Nousis, no entiendo aun cómo pero lo que haces, lo que dices, me afecta. Y lo odio. Solo quiero mantenerme a salvo, ¿Y te parece mal eso? - Agarró por el cuello de la nueva armadura al moreno para atraerlo hacia ella. Como había hecho en ocasiones anteriores, pero con intención totalmente distinta. - ¿Es algún tipo de castigo? ¿Te sientes mejor sabiendo que sufro por tu culpa? –

La cara del elfo no mostraba nada que ella pudiera leer, más allá de esa actitud ligeramente altanera. La tomó de la muñeca, serio - No he buscado hacerte daño, pero no dejaré de ser quien soy - y con delicadeza la separó de su cuello. - Me he ofrecido a ayudarte. Entiendo que quieras partir. De ti depende hacerlo así, como estás ahora, pero no digas cosas que no sean ciertas, o que realmente no deseas. Mirar dentro de uno mismo puede resultar aterrador- su tono era ya bastante más comprensivo - Lo sé bien - mira alrededor y sacude la cabeza - Este no es el lugar para ésto - ¿Quieres que te acompañe hasta salir de la ciudad, o prefieres perderme de vista?-

Estaba conteniendo el aliento mientras lo escuchaba delante de ella. Con el cabreo que estaban intercambiando le sorprendió lo rápido que él pareció tomar control de la situación. Sintió su mano, suave, y ese simple contacto físico pareció llegar a ella a través de la piel. Nousis pudo observar de forma visible como la tensión en la postura de la humana se relajaba un poco. - Prefiero cuando no dices nada - susurró mirándolo con toda la intención. Sabía que él entendía a qué se refería. Se soltó de su mano bajando la cabeza un instante, y dio la vuelta comenzando a caminar, más tranquila ahora, esperando a que él se uniese a su lado. Era un auténtico maestro retorciendo las cosas, dándole vueltas a las palabras y buscando excavar en su conciencia hasta ponerlo todo patas arriba. Se sentía ridícula cuando veía como él la controlaba de esa forma con tanta facilidad.

No añadió nada más en unos metros, hasta que en uno de los puestos que daba a la calle la chica distinguió uno de cartografía. Justo lo que estaba buscando. - ¡Hola! Disculpe, ¿tendrá disponible un mapa en el que se vea en detalle la zona del norte de Vuwulfar? - El tono alegre de la muchacha contrastaba con toda la tensión vivida con él hacía apenas un minuto.
- Veo que ya has decidido el siguiente paso - comentó como al descuido, aunque con un punto como si tantease el terreno. Muy sutilmente, preguntó - ¿Qué opinas de lo que te han contado esos dos? - Iori parecía sonriente, mientras aguardaba a que el amable señor que la había atendido reapareciese entre el montón de documentos que tenía.

- Opino que ante dos versiones diferentes, seguramente la verdad esté en algún punto intermedio. Me recordasteis a las discusiones que había en mi aldea cuando éramos críos. Cuando había peleas, cada chaval contaba las cosas de la forma que quería creer. Y eso que el que más afectado podría estar debería de ser el señor, Hans... si es cierto que perdió allí todo su mundo. Pero ella y tú... - meneó la cabeza. No debía de seguir explicándose. Decirle al elfo que le parecía vehemente en algunas ocasiones solo empeoraría la recién estrenada paz. Moriría antes de alcanzar los cinco minutos. - Solo tengo curiosidad...- explicó alzando la mano y girando el anillo que brillaba con intensidad en su pulgar. Un anillo a todas luces de varón.

- Dispongo de estos - murmuró el vendedor con tono amable mientras colocaba frente a ambos tres láminas en pergamino bien tratado que representaban con diferentes detalles la misma región. La humana se inclinó a mirarlos con atención. - Este es bastante exacto - señaló el elfo uno de ellos, rememorando sus viajes y su aprendizaje - Parece haber buen número de aldeas. Lo que buscas - hace un círculo con el índice - Está más o menos por ésta zona. .- Iori se inclinó, cerca de Nousis sobre el mapa que él había elegido. Claro, evidentemente que una persona con 87 años de vida, sabelotodo como era él sabría distinguir el mapa de mejor calidad. Clavó los ojos azules en la hoja apoyándose ahora en el antebrazo con el que él señalaba. - No veo el nombre...- murmuró. El vendedor se colocó unas rudimentarias lentes sobre el puente de la nariz y se acercó al mapa. - ¿Qué nombre busca la señorita? - preguntó amable. Iori alzó la vista. - Una aldea que se llama Mittenwald -

El anciano tomó el mapa que el elfo había marcado y observó. - Sí... recuerdo ese nombre... esa aldea ya no existe. Fue abandonada hace unos 25 años más o menos. Ya nadie vive allí - explicó mirando de forma intermitente a la humana y a elfo. Parecía saber más de lo que decía, y sin embargo guardó silencio con la vista fija en Nousis. - ¿Qué sabe alguien de Lunargenta de un aldea perdida en Wulwulfar? - Nou sonrió contra lo que pensaba, adoptando un tono agradable, como buscando hacerse un poco el sorprendido y adular al humano. El anciano lo miró por encima de los cristales, evaluando al elfo. - La cartografía ha sido toda mi vida. No se puede hacer bien este trabajo sin recorrer muchos caminos durante mucho tiempo. Conocí esa aldea sí. Cuando existía. Lo que se dice es que un grupo de Ojos Verdes atacaron una noche. Nadie sobrevivió. Nadie volvió a vivir allí - Meneó la cabeza con gesto fúnebre. - Estos mapas, recogen la historia de la sangre y la guerra de las personas por el territorio... pueden ayudar para mostrar el camino al viajero o para desatar muerte - murmuró con pesar.

La humana perdió la sonrisa que había mostrado antes, pero habló con voz firme. - Sin la situación clara de la aldea en el mapa me temo que no me será de ayuda - dijo como excusa mientras recordaba que ya no disponía de dinero para costearlo. Seguramente las pocas monedas que llevaba no le sirvieran para poder comprarlo de todas maneras. - Gracias por su amabilidad, siento haberle hecho perder el tiempo. - Se disculpó sonriendo de nuevo ahora delante del vendedor. Antes de que él pudiera replicarle nada, la humana se giró. La facilidad que tenía para deslizarse y alejarse de un sitio sorprendería a cualquiera. El elfo apenas tardó un poco más en ponerse a su lado, caminando. Le tendió entonces el mapa que acababa de dejar atrás de forma trivial. Iori abrió mucho los ojos al observarlo y giró la cabeza mirando a Nousis, parándose por completo.

- No otra vez...- murmuró apenas rozando con los dedos el mapa. - No tengo nada con qué pagarte Nou... ni por el alojamiento, ni por la ropa y ahora el mapa...- frunció el ceño, evidentemente incómoda ante esa idea. - Olvídate de pagos y deudas. Es algo que te vendrá bien - Tenía razón. En la mayor parte de las veces la tenía a decir verdad. Dudó un instante, debatiéndose entre aceptarlo simplemente, como una cosa más que llevaría para recordarlo, o rechazarlo. Buen intento Iori, como si precisases la ropa que llevas puesta o el mapa para pensar en él. Sonrió con resignación, y haciéndole un gesto de profundo agradecimiento, lo tomó con ella para guardarlo en la bolsa. Continuaron avanzando entonces en silencio, hombro con hombro hacia la salida norte de la ciudad. La que mejor le vendría a ella para encaminar sus pasos a su improvisado destino nuevo. La sombra de una pregunta martilleando desde el fondo de su cabeza terminó por abrirse paso. - Se han escuchado muchos rumores... sobre Sandorai... - comenzó a preguntar.
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Mensaje  Nousis Indirel Dom Jul 26 2020, 20:04




Resultaba molesto, en cierta parte, hablar de un hecho histórico, de la salvación de su patria, cuando él apenas había tenido efecto real en la misma. Era como reconocer y ahondar en su debilidad.

-¿Qué prefieres-
preguntó resignado- la versión larga o la corta?

Iori levantó la mano con un dedo alzado y un rostro expectante. Era difícil no dejarse llevar así y narrar lo pedido.

-La guerra...
-empezó, como si no estuviera seguro de como comenzar, sin dejar de caminar- Es difícil explicarlo, pues ocurrieron cosas que no habría creído de no haberlas visto yo mismo- Sus ojos pasearon por ella antes de volver a los recuerdos- Cuando regresé a Sandorai, un ejército del norte, de los dragones de Dundarak, había penetrado en los bosques. Llegaron como supuestos aliados para derrotar a unas criaturas que muchos llamaron "Jinetes Oscuros"- reveló sacudiendo la cabeza- Ni siquiera llegué a verlos. Luché con mis hermanos y gentes de otros lugares contra ejércitos de hombres-rata, vi caer meteoritos del cielo, contemplé como dragones y elfos peleaban delante de Árbol Madre, vi a un haz de luz volver ceniza a algunos de los míos, y fui partícipe de la ruptura de un orbe que al parecer detuvo y terminó con la guerra. Esas criaturas que atacaron Sandorai habían llegado de otro plano de existencia, los más versados lo llamaron Oblivion- aún le resultaba difícil de creer. Y obvió la parte donde su alter ego fue llamado Rey del Árbol Llameante- Cuando el orbe fue destruido, su paso hacia nuestro mundo quedó truncado. No obstante, la parte superior del Árbol fue destruida- sus ojos se oscurecieron brevemente- y yo casi perdí la vida por un hechizo de una elfa llegada de ese extraño mundo. Cuando desperté, mi rostro estaba desfigurado y mi cuerpo ajado y sin apenas fuerzas. Si no desesperé, fue gracias a una sacerdotisa, que me indicó que debía rezar en dos lugares concretos. Camino al segundo fue donde encontré a Aylizz, quien me acompañó en ese viaje, y pude retomar mi aspecto, y mis facultades- terminó. Sabía que resultaba un relato muy arduo de entender, y la observó para ver sus reacciones.

La humana de cabello oscuro observaba a la multitud, mientras escuchaba al elfo. Las imágenes que trataba de evocar en ella eran complejas, y él lo sabía, imposibles de adecuar a quien no había pasado por ello. Sí hizo en cambio algo que él no esperaba, asunto irónicamente habitual. Tan sencillo como tomarle la mano, enlazando sus dedos con los del espadachín, más acostumbrados a blandir su arma que a aceptar caricias. No de humanas.

- Estás entero...- susurró deteniéndose. Se encontraban en un enorme cruce. Varias calles y pequeñas callejuelas serpenteaban desde el punto en el que se encontraban. La salida norte de la ciudad estaba delante de ellos. - Evidentemente no termino de comprender todo lo que me has dicho, pero me alegro tanto de que estés bien...- murmuró bajando la vista a la mano que aun los mantenía conectados. El elfo no dejaba de maravillarse ante su cambio de actitud, con el contacto visual en el mismo punto que ella. Intercambiaron entonces una mirada, sin él comprender muy bien tantas facetas diferentes de la chica en tan pocas horas. ¿Serían todas las humanas iguales, tan volubles, tan anárquicas…? Se preguntó, hasta recordar al momento que carecía de con que comparar.

“Mejor así que como estaba hace un rato” comentó una razonable voz interior.

“Has vuelto a dejar escapar la oportunidad. ¿De qué sirve tomar su mano, cuando la quieres entera? No vas a estar satisfecho. No vas a sacarla de tu cabeza, ni siquiera te aproximes a pensarlo. Te torturará la idea de haberla tenido tan cerca, de no haber conseguido nada más allá de otra pelea y una reconciliación de meros conocidos”


Sin soltar su mano Iori murmuró muy suave. - Creo que hubiera sido capaz de sobrevivir a la noche yo sola, pero... me alegro de que me hubieras encontrado Nou... tengo mucho que agradecerte – explicó, abriendo los ojos de forma desmesurada. Apretó con súbita fuerza la mano del elfo y mirando en derredor, tiró de él para conducirlo hacia una callejuela que parecía menos transitada. Nou la siguió, con su parte más instintiva ronroneando de puro placer intuyendo una posibilidad de lo que le esperaba.

La humana le colocó entre ella misma y la pared y una sonrisa afloró a los labios del elfo. Sonrisa que mudó en incredulidad en cuestión de segundos.

- Una última cosa antes de irme – quiso ella decir y sin mediar palabra colocó las manos en su muñeca. Con las uñas y fuerza experta, extrajo un fino jirón del puño de la tela que cubría el brazo del elfo. La interpuso entre ambos, y con una mirada que él juzgó como traviesa, se recogió el cabello para hacer una coleta alta con la él casi siempre la había visto anteriormente. - Así se viaja mucho mejor. - Sonrió con la vista aún en él. Una extraña pregunta hizo rememorar a Nousis que debía devolverle sus monedas- ¿Cuidarás de mi peine?

-Lo guardaré-
asintió él- siempre que te quedes tu dinero- pidió a cambio, entregándole la bolsita- Wulwulfar está lejos.

¿Qué demonios estaba ocurriendo? Había experimentado tantos sentimientos en tan pocas horas que no estaba seguro de advertir a un ataque directo de haberlo sufrido en ese momento. Todo se resumía a lo más básico. Sí, deseaba esa humana. Y sí, jamás tendría un futuro con ella, como tantos otros traidores que habían abandonado el bosque.

“¿Y si milagrosamente Sandorai siempre se conservase seguro y a salvo, y los elfos vivieran en paz?”


“Algo que jamás ocurrirá”
- se respondió- “Es una muchacha. Y humana. Con algunas décadas por delante para aprender y quizá asimilar los rápidos conceptos que su raza precisa para sobrevivir. Criar descendencia con uno de los suyos, trabajar la tierra, y verles crecer a edad adulta antes de que a mí me llegue la hora de partir”

“Pero es bondadosa, leal, optimista, luchadora, valiente… y hermosa”

“Además de joven, incluso para las cuentas de los suyos. Y humana”

“Y hubieras hecho el amor con ella cada minuto de la noche anterior, hasta que el sol despuntase o rindieseis agotados”


Nou no se contestó más. Iori lo miraba con cierta desconfianza.

- Puedo encontrar algún trabajo por el camino.


Él le colocó la bolsa con seguridad en la mano, sin apartar de los femeninos sus ojos grises- Lo único seguro son los problemas. Con esto al menos, no serán tantos.

Ella agarró su mano antes de que pudiera retirarla y la atrapó entre las suyas. - Nou... dime una cosa... si aquí y ahora, fuese mi palabra contra la de un elfo cualquiera, tú... realmente tú... ¿Lo creerías a él sin importar qué? – su oyente comprendió fácilmente a qué venían tales dudas y su faz se tornó pétrea por unos momentos.

-No puedes entender ahora mismo con qué valores o creencias he crecido, que vida he tenido. Lo reduces al absurdo, como si fuera algo que responder con simple si o no. La simple duda ya es una enormidad- confesó- Pero al menos creo saber que no me mentirías sin un buen motivo.

- Supongo que... con eso me sirve. - suspiró apartando finalmente la vista. Puso las manos en la cadera y miró hacia el inicio de la callejuela que daba a la calle principal. - No estoy acostumbrada a mentir cuando se trata de mí. Nunca te he dicho una mentira Nousis... y no veo el motivo de hacerlo en un futuro. Me gustaría pensar que, si algún día nos volvemos a encontrar, aunque sea frente a un elfo, no hagas un juicio tan rápido como el que hiciste en la posada con esa pareja - en esa ocasión, la humana hablaba con serenidad. Más comedida.

-No puedo creer que los míos arrasasen una aldea humana sin motivo. No con los siglos que llevados ocupándonos de ataques brujos y humanos- señaló él.

- Por lo que entendí, ni Justine ni ti fuisteis testigos de lo que en verdad allí pasó. De los tres el único que parecía hablar con conocimiento directo era Hans. Y yo no puedo creer en lo que no veo. Tanto lo que dicen ellos como tú para mi es una cuestión de fe. Pero cuando se trata de los elfos, siempre estás dispuesto a dar ese paso. - Suspiró con calma. - Soy humana, pero jamás, ni antes de haber salido de mi aldea, habría puesto la mano en el fuego por ninguno, aunque sean mi raza. Sé que hay personas con corazón noble, y otros que no. Tú en cambio...- frunció el ceño, y el elfo esperaba sus palabras del mismo modo que quien observa a un chiquillo esperando que rompa un vaso. Casi inevitable - Dijiste que aquel elfo era un traidor, por ser amigo de una humana. - Se acercó más a él entonces, y éste era perfectamente consciente de que sus pensamientos se encauzaban de manera cada vez mayor en la misma dirección en tal cercanía. - ¿En qué te convierto yo Nousis? – Finalmente, llegaron a tocarse, de forma parecida a la noche anterior. El frío de la pared y el calor de la humana. - ¿El aquí y ahora tiene excusas entre los tuyos o esto te convierte también en un traidor a ti? - alzó una mano, y buscando el cuello del elfo, entrelazó en sus dedos su cabello, acariciándolo en un movimiento descendente hasta las puntas.

Él la miró y no se sintió en absoluto intimidado, ni molesto. Todo se reducía una conocida excitación ya experimentada ese mismo día- Tal vez te cueste entenderlo. Somos una raza que ha sufrido mucho. Si nos disgregamos, corremos el riesgo de perdernos, de desaparecer. Fundirnos con otros más numerosos y perder lo que es auténticamente nuestro- trató de explicarse.

No lo intentó más. Odiaba hablar, odiaba cada palabra en ese momento, pues su lengua se resistía a emitirlas. Quería algo mucho más directo.

Y tomando a la humana de la cintura, la atrajo hacia sí, sin que ni el aire pudiese pasar entre ambos cuerpos. Estaba extremadamente sediento y no aguantaba ya sin beber- Disfrutar contigo no contradice nada de lo que he dicho- indicó antes de alcanzar la boca de la humana con sus labios.
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Mensaje  Iori Li Lun Jul 27 2020, 15:00

Ella no era de las que ponía expectativas en los demás. En su corta vida había podido ver que conducirse de ese modo solamente llevaba a la frustración. En todos los casos. Únicamente era cuestión de tiempo. Que en su mente, jamás esperase una reacción como esa por parte de Nousis hizo que la sorpresa fuese máxima, dejándola falta de reacción mientras se convencía a si misma de que era real. Ni cuando  la apretó contra él, pudiendo ver entonces cada pequeño matiz en su mirada gris lo imaginó. En su mundo, el Nousis que conocía no tomaba la iniciativa en eso. Notó sus labios, habituados a decir palabras duras, muy suaves ahora contra los de ella. Apenas vaciló un segundo en dejarse llevar. Ya masticaría su estupor más tarde.

Estaba habituada a ese tipo de contactos, los buscaba y los disfrutaba. Y en particular, el maldito elfo de las narices se había convertido en el objeto de sus anhelos últimamente. Cuando amanece sale el sol, y por la noche brilla la luna. Así de fácil era. Cerró los ojos y sus brazos lo rodearon del cuello, notando los latidos descontrolados del corazón. La respiración se aceleró, dejando de esa forma que el aroma característico del elfo entrase en ella, como había entrado su lengua. Con premura y sin pedir permiso. No pudo evitar que una parte de su mente divagase en el pasado.

Recordó Baslodia, dentro de la celda, recordó el bosque a las afueras de la ciudad. Su encuentro en el norte... y en todas y cada una de las veces, había sido ella quien llamaba a su puerta. Más bien la abría, sin mostrar demasiados reparos en que él estuviese dispuesto o no. Iori sabía que hasta entonces, ella había tomado lo que quería de él. Nousis en cambio, la había seguido. Había saboreado las dudas de él en cada uno de los besos anteriores, y no le había importado. Enterró las manos en su cabello oscuro mientras un pensamiento fugaz cruzaba su mente, tan rápido que apenas fue capaz de captarlo a tiempo. Ahora la que dudaba era ella.

¿Por qué?

En cuanto le pudo poner nombre a su vacilación, la ira nacida del rechazo ante aquello la devoró. Ella NO podía tener dudas. Apretó con más fuerza contra su boca, subiendo la intensidad de encuentro en el callejón. El elfo podría darse cuenta de la rabia que ella estaba desatando contra él, mientras trataba de retener con su cuerpo el del moreno contra la pared en la que estaba apoyado. No buscaba lastimarlo realmente, pero aunque sus cuerpos estaban en contacto, aunque se estaban besando con fuego en los labios y las manos buscaban sin encontrar el lugar... Iori sentía que no era suficiente. Tiró de él atrayéndolo, y luego volvió a empujarlo contra la pared con furor, buscando la manera de saciarse de él. Mierda.

La rabia que la recorría sirvió de motor para conseguir desengancharse de sus labios. Se apartó con rapidez y lo agarró por la ropa que cubría su cuello estrujándola con toda la fuerza que tenía en sus dedos. Apoyó la frente en su pecho, justo entre las clavículas del elfo jadeando y mantuvo los ojos cerrados. Se sentía agotada, presa de un esfuerzo descomunal. Se habría cansado menos si hubiese tenido que cruzar la ciudad de lado a lado en carrera. Pegados en cada centímetro que era posible, imaginó que él sería capaz de notar los latidos de su corazón contra el pecho. Joder.

Nunca había tenido miedo de ella misma. Vivir en su cabeza siempre había sido fácil. Cómodo. Ahora sentía que el temor se movía dentro, intentando esquivar una idea en la que no quería pensar. Tampoco necesitaba pararse mucho, porque aunque no se permitiera pensarlo, la cuestión es que ya la sentía verdadera. Traicionándola dispuesta a dejar que un estúpido concepto se llevase sus años de paz. Su libertad y su independencia.

No quería irse. Sin él.

Golpeó con el puño cerrado sin pensar, dejando que fuese el hombro de Nousis el que encajase su furia. Tenía que encauzar las cosas, tenía que volver al lugar seguro en donde recordaba cómo era ella. No iba a dejar que aquel sentimiento la controlase. Aun cuando se sentía como si ardiese en medio de llamas pegada a él. Complicado de ignorar. Mientras intentaba cuidadosamente organizar su mente, y guardar bajo llave pensamientos que no la llevaban a ningún sitio, su cuerpo decidió moverse ignorando sus órdenes. Se apoyó en el elfo aprovechando la posición para estirarse contra él. Sus brazos lo rodearon del cuello y su cara buscó el hueco de su cuello. Justo en aquella curva en la que hacía tiempo que quería derrapar. Pero no era un nuevo intento para seguir con el juego. No había nada sexual ya en ella.

Sus labios no buscaron besarlo, estaba escondiéndose. Sus brazos no querían dominarlo, quería fundirse en su piel. Iori permaneció muy quieta entonces, respirando de forma supercificial mientras el tiempo y su sangre parecían ir a la misma velocidad. Dolorosamente despacio. Las personas se caían en el camino, ¿Era ahora su turno? ¿Era de esa manera? Lo abrazaba con más fuerza de la que era necesaria, comenzando la cuenta atrás en su cabeza para cortar el contacto. Separó los labios, y le tomó un segundo articular las palabras correctas en un leve susurro a su oído. Su respiración era pesada, le costaba hablar sabiendo lo que iba a hacer a continuación.

Se separó lo suficiente como para buscar en él, en sus ojos de nuevo. Sus manos inclinaron la cabeza de Nousis, de forma que pudieron unir sus frentes en aquella mirada. Más que nunca antes, más que con nadie, quería grabar aquel instante. Recordarlo de aquella forma. Su calor, su olor, su respiración, su mirada... tendría que evitar su sabor. En aquel instante dudaba de tener suficiente fuerza para ser capaz de desengancharse si volvía a besarlo. Justo como aquel día en la celda, en aquella cercanía Iori pudo ver un brillo azul en la mirada gris del elfo. El propio reflejo de sus ojos en él. Antes de que su mente quisiese decirle lo bonitos que se veían de aquella manera, las manos que hasta entonces abrazaban empujaron. El cuerpo que quería fundirse en él se tensó, y sus pies la giraron, encaminándose para salir del callejón.

¿Había algo más que decir? Todo... pero la magnitud de su confusión la dejó muda de una forma muy eficiente. Ni un simple cuídate, o te deseo suerte fue capaz de añadir. Tenía la garganta estrangulada mientras intentaba tragar sus propios sentimientos. Avanzó sin mirar hacía atrás, pero a los pocos metros entendió que no era suficiente. Mientras se maldecía interiormente con todas las malas palabras que conocía, Iori se lanzó a la carrera para perderse de la vista de Nousis. Mientras cruzaba la puerta de la ciudad para salir de Lunargenta, apretó el asa de su alforja con fuerza contra el pecho. Entendiendo que aquella vez, estaba huyendo de él.

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Mensaje  Nousis Indirel Lun Jul 27 2020, 20:30




Se había ido. Sin una sola palabra. Sin más contacto de sus labios y sus manos sobre él durante un lapso tan extremadamente corto para sus pretensiones que quiso gritar con todas sus fuerzas en aquella calle de la urbe humana de pura frustración.

Sus ojos la siguieron hasta que la perdieron de vista. No se preguntó por qué no la siguió. Cada movimiento, cada gesto, cada acto, habían compuesto una obra donde ambos actores conocían a la perfección el final de la misma. No tenía derecho a retenerla. Sus propios pensamientos serían la sábana durante las noches donde velarían sus verdades.

El viento de sus ideas fue acariciando las dunas áridas de sus planes inmediatos. Y saboreó su lengua natal, cuando sin anticipación alguna se dejó mecer por sus pensamientos, caminando en dirección opuesta. Y sonrió.


Qué verdad es lo acertado
sangre que no muestra realidades
vierte en negro poseída
busca reclamo de la luz herida
camino temeroso, consecuente
odio y temor advertidos ya, ruindades
un error cada segundo
balada del fracaso, no roto
destrozado

Dudas que roen, arrancan, devoran
Muros de cristal, antigua piedra
Viejos castillos derruidos
De reyes olvidados, leyes perdidas
De deberes y deseos, cruenta guerra
agoniza la calma
no valora

Ecos de lo no vivido
Son murmullos impactantes
Son susurros inquietantes
Son puertas entreabiertas
De lo que no ha concluido.



Echó un último vistazo atrás, sin un claro motivo, ni una lógica certera. Las gentes de Lunargenta continuaban poblando la calle, y Nou miró al cielo, antes de continuar. Sus labios pronunciaron algo inaudible, y decidió que era buen momento para regresar al oeste.
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