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Mensaje  Lixis Mar Abr 14 2020, 14:15

Lixis cogía distraídamente la mano al hombre, mientras comía, aunque este parecía profundamente incómodo, alternando la mirada entre ella, su mano y el estofado. No era la primera vez que sanaba a alguien allí mientras comía, así que eso no era. Y estaba en una ciudad que no era famosa por la higiene de sus habitantes...

-Te habrás lavado las manos…- dijo ella.

-¿Q...? Sí, sí, claro, no es eso. Es que… bueno, eres una jovencita… y…- oh, eso era.

-No te preocupes Leonard. Soy mayor que tú, y tu mujer no tiene nada de que preocuparse.- respondió, agitando la cuchara al aire mientras hablaba.

-Creo que te ha llamado feo, Leonard.- dijo uno de los clientes, lo que causo un coro de risas. No es que el pobre hombre fuera feo, pero para una elfa que no había visto a alguien que no lo fuera hasta tener casi cuarenta años, las facciones bruscas del hombre eran… cuestionables. Como comparar un caballo pura raza con una mula. Y desde luego los moratones no ayudaban.

Cuando había llegado a la ciudad, casi había destrozado el local. Bueno, casi lo había intentado. ¿Una taberna donde se hacían luchas clandestinas? Seguro que estaba llena de criminales. Aunque el dueño la había calmado. “¿Porque no te sientas y hablas con ellos?” Y ciertamente, había sido una experiencia… nueva para ella. Leonard era un trabajador del puerto, de esos que cargaban y descargaban cajas de los barcos, un trabajo aburrido, y venia aquí para desfogarse, para tomar un poco de control en su vida y ganar algo de dinero extra para su hijo recién nacido. Ni siquiera bebía, no quería malgastar el dinero.

Aunque no tan puras o inocentes, la mayoría de historias de los tipos que luchaban eran así. Un cadete a la guardia que quería práctica, gente que se desfogaba… arrugaba un poco la nariz con las apuestas, pero no eran lo suficientemente altas como para hacerlas a mala fe. Y un poco de violencia era inevitable de vez en cuando, era técnicamente un duelo, si ambas partes lo hacían por voluntad propia y en igualdad de condiciones.

Estaba segura que el dueño había parado o al menos reducido cualquier otra actividad más cuestionable cuando le había pedido que sanara a los luchadores. Al fin y al cabo, habían aceptado muy fácilmente reducir la violencia con algunas normas básicas en cuando había dicho que no pensaba curar la estupidez. Esa predisposición tan rápida a aceptar sus deseos sin quejarse lo hacia extra sospechoso. Pero aun no había visto nada fuera de lo normal, así que se guardaría sus sospechas. Ahora que había pasado alguna noche allí, no estaba tan segura de que fuera a ganar contra los guardias si se ponía insistente, tenía que hacerlo bien.

La Luz que transmitía a través de su mano se fue apagando, poco a poco, a medida que dejaba de obligarla a circular por el hombre. La mayoría de moratones se habían ido, no completamente, pero se había centrado en la inflamación y las manos, ese hombre las necesitaba para trabajar al fin y al cabo, tener la cara algo azulada no le impediría trabajar, dolor en los nudillos seguramente sí.

Dejó de darle la mano, para el alivio de Leonard, que parecía tener miedo que su mujer entrara en cualquier momento y la viera tonteando con una jovencita o alguna escena así, y alguien dejo unas pocas monedas a su lado. Muchas menos de las que ganaría si ofreciera sus servicios en el mercado pero… una no debía cobrar para ayudar a los necesitados. Solo había aceptado en un principio porque las peleas eran lo suficientemente suaves como para que sus servicios fueran considerados una comodidad y no una necesidad.

Y porque necesitaba el dinero. Hacer el bien no pagaba bien, irónicamente, ni siquiera aunque se apuntara a la guardia. –Me voy, no muráis sin mí.- bromeó, alzando la mano para saludar, y recibió un coro de respuestas, la mayoría risas y despedidas. Al menos hoy nadie se había ofrecido a acompañarla como si fuera una damisela en apuros.


Última edición por Lixis el Miér Mayo 13 2020, 22:36, editado 1 vez
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Mensaje  Twistedtale Dom Abr 26 2020, 04:05

Ah. Lunargenta. El bardo se apoyó en la ventana inclinándose hacia la calle, sacando medio cuerpo fuera. Seguía siendo tan... animada como la última vez que la visitara, con la silueta del castillo dominando la bulliciosa ciudad allá en el horizonte. Oscurecía, y las casas y las calles comenzaban a iluminarse, la actividad de la posada en el piso de abajo haciéndose notoria.

Llegaron apenas tres horas atrás y a pesar de no tener ni un aero en el bolsillo ya tenían un techo bajo el que resguardarse. Modesto, estrecho y con mucho olor a escobero, pero era mejor que nada. A Twisttedtale no le preocupaba dormir al raso. De hecho adoraba dormir bajo la estrellas siempre que no lloviese. O fuese invierno. No, lo que la preocupaba era Merlot y su condición nocturna, porque con la diurna nadie se molestaría en mirarlo dos veces.

Los lunargentinos seguían cabreados con los vampiros y no le apetecía que le arrestaran al compañero de viaje. Total, ¿enfadados por qué? ¿Por una pequeña reyerta? ¿Una conquistita de nada? ¡Pero si lo habían recuperado todo! Resopló. A la gente le gustaba pelear por vicio. Resopló.

Se alejó de la ventana y tomó la guitarra que estaba encima del catre de paja vieja, colgándosela a la espalda con la facilidad que otorga la costumbre.

-¿Merl? ¿Dónde te has metido? Que me marcho...-no es que hubiese muchos huecos en los que un ganso pudiera esconderse. Ah, ahí estaba. Bajo el taburete. Completamente dormido.

Se acercó y le quitó la banqueta de encima, pese a que hubiera sido muy, muy divertido verlo enredarse con el mobiliario una vez transformado. Sonriendo, lo cargó hasta la cama, se puso la capa y cerró la puerta con cuidado. Las escaleras de aquella tabernucha eran empinadas y tenían claras intenciones homicidas, pero igual las bajó a saltos canturreando sin melodía. Precisamente a cambio de eso era que el dueño les dejaba dormir allí: el bardo tendría que actuar todos los días mientras se hospedase en El Gorrinillo Panzón. Comida no incluida. Qué triste.

¡Pero! No pagarían ni un solo aero por el cuarto, Merlot era un chico mayor muy independiente que se conseguía su propio alimento, y por fortuna Twistedtale no era de las que engullían. Eso les dejaba un montón de margen para ahorrar. Sip. Mentirse a una misma a veces mantenía alta la moral.

Saludó a Mantecón al salir, que le gruñó una despedida con las manos ocupadas en servir a sus parroquianos. Si uno era observador podía distinguir los diferentes pulsos de la ciudad y saber qué sacar de ellos según a qué hora. El sol apenas dejaba entrever su última luz por el horizonte, oficialmente empezaba la noche en Lunargenta... y era hora del alcohol, los secretos, los negocios, la diversión. Dio un par de saltitos sobre el empedrado porque hacía frío, enfilando calle arriba, hacia el centro. Hacia los asuntos interesantes.

Buscaría una taberna decente, cantaría unas canciones, contaría algunas mentiras. Con suerte se ganaría unos aeros. Con mucha suerte la invitarían a todas las copas que pidiera.
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Mensaje  Loyd Dom Abr 26 2020, 19:37

Presioné las cuerdas, cortando la melodía a la mitad. No era exactamente así.

Me hallaba sobre un tejado de Lunargenta, aprovechando mi tiempo libre como mejor podía. Estaba practicando una canción que había oído de otros, pero aún no me salía del todo. Tarareé la melodía mientras volvía al punto donde la había dejado. Aún me costaba aprender nuevas canciones con aquel instrumento. Era más complicado que el laúd al que había acostumbrado.


Pero a decir verdad, valía la pena. El sonido en aquellas canciones que ya dominaba era sublime. Siempre podía mejorar, por supuesto, pero podía admitir que resultaba agradable. Además, era el motivo de que no hubiese pasado hambre los últimos días. El patrón de la posada en la que había estado tocando era alguien con buena reputación. Sus precios eran algo más altos, pero tenía clientes más tranquilos y educados. Nunca había peleas.

Sin embargo, no estaba seguro de si su entusiasmo era realmente por mi música. El hombre poseía una colección de objetos de todo Aerandir. Algunos de Isla Lunar, incluso. Aunque no había dicho nada que lo indicase, sospechaba que era otra curiosidad más. Un bardo exótico con un instrumento exótico.

Pero no me quejaba. Las historias que contaba eran buenas, y el hombre era agradable. Mientras me quedase en Lunargenta, era un buen lugar en el que trabajar. Además, las propinas venían bien.

Me detuve una vez más. Estaba divagando. Suspiré y coloqué el laúd-harpa en su funda. Tras asegurarla, desplegué mis alas y salté del tejado, aleteando varias veces en el aire para aterrizar gracilmente. Necesitaba ejercitarlas más a menudo, incluso si resultaba agotador.

El sol se había puesto ya. Podría volver a la posada y tocar un rato, pero quería distraer mi mente con algo distinto. Quizás alguna historia nueva...

Y entonces, escuché un grito. Uno de dolor y sorpresa. Segundos después, uno de auxilio. Me apresuré a la fuente sin pensarmelo dos veces. Sonaba mal. Había pánico en la voz que había oído. Y entonces, lo vi, confirmando mis temores. Un hombre estaba recostado en el suelo, con la mano presionada sobre su abdomen. Había sangre, una cantidad alarmante de ella. Un pequeño coro de gente se había quedado a algunos metros de él, inseguros de que hacer.

Y a decir verdad, me hallaba entre ellos. Incluso si quería ayudar, no tenía los recursos para ello.

Finalmente, alguien se adelantó, acercándose al hombre herido. Tenía una tela en la mano, arrancada de la manga de su propia camisa. Comenzó a enrollar la venda improvisada en torno a la herida, pero había algo...

-Maldita sea.- gruñó. Yo también lo vi. La zona de la herida y parte de la sangre que emanaba era de un tono ligeramente amarillento.

O ese tipo estaba muy enfermo... o le habían envenenado.
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Mensaje  Lixis Mar Abr 28 2020, 20:32

La elfa suspiró, profundamente. La curiosidad había sido superior a ella y se había abierto paso entre la gente, viendo el pobre hombre apuñalado. Cosa muy común en esa ciudad aparentemente, y ahora que había visto al pobre hombre, iba a ayudarlo obviamente.

Se abrió camino, esta vez algo más bruscamente, hasta estar al lado del tipo. Extendió la mano cerca de la muy obvia puñalada y dejo la Luz fluir por el hombre. Solo cuando la luz se estancó, como miel en vez del agua a la que estaba acostumbrada, se molestó a examinarlo. Es decir, su Luz fluía más lentamente fuera de su cuerpo, pero eso era exagerado. Lo examinó, tanto con su Luz como con los ojos. Moratones aquí y allá, doloroso pero nada realmente peligroso, algunos huesos ligeramente agrietados, por la caída o lo que hubiera causado los moratones seguramente, dolía, pero con reposo, ni siquiera necesitaría su luz. Y luego estaba lo obvio, la puñalada.

No había perforado nada vital, por poco había fallado el hígado, y con el intestino intacto, no se desangraría. Es decir, debería haber podido parar el sangrado hasta en su peor día… Y entonces examinó bien la herida, usando sus ojos, y vio esa sangre amarillenta. –Alguien te quiere bien muerto huh.- se limitó a decir, examinándole los ojos. Consciente, pero muerto de dolor. No iba a salir de allí por su propio pie. Pero llevaba capa.

Lixis le desabrocho la capa, y usando un extremo, empezó a arrastrar al pobre desgraciado hacia la taberna más cercana, que por suerte, no estaba muy lejos.

-Un vaso de lo más fuerte que tengas.- dijo la mujer al tabernero, e cuando entraron en ese antro. Es decir, su lugar era seguramente peor, eso no lo hacía menos un antro. El hombre parecía… confuso, seguramente acostumbrado a que arrastraran a los heridos fuera, no dentro, y le sirvió algo. –Gracias.- e inmediatamente giro el vaso, vertiéndolo sobre la herida, provocando un grito de dolor. –Oh, hush, no seas un bebé, hay que limpiarte el veneno que aún no haya entrado y desinfectarla en caso de que no pueda curártela.- Si hubiera más de ella, se plantearía simplemente… sangrarlo y que la Luz reponer la sangre. No era particularmente efectivo, pero funcionaria. Pero solo era una. Y no sabía demasiada alquimia, así que allí estaban, haciéndolo a la antigua. Podía… intentar buscar un alquimista, o pasar una larga noche asegurándose de que no muriera, esperando a que el cuerpo pudiera eliminar naturalmente el veneno.

El tipo la miraba incrédulo. Ambos, tabernero y moribundo, ahora que se fijaba. Que, ¿pensaban que iba a beberlo? El alcohol nublaba la mente, le impedía cumplir su misión. Aceptaba vino o cerveza floja porque no se fiaba lo más mínimo de pedir agua en esa maldita ciudad y la mitad de la gente parecía no saber qué diablos era el té. Ni loca iba a beber algo en esa ciudad que no hubiera sido hervido o purificado de alguna forma, esa era una de las maneras más indignas de morir.
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Mensaje  Twistedtale Jue Mayo 07 2020, 20:08

Oooooh. Gentío, gentío. El bardo enfiló calle arriba con premura, no sea que se perdiese lo que estaba ocurriendo. Se abrió paso a codazos como la mejor maruja de pueblo entre el corrillo de gente, formado alrededor de alguien tirado por los suelos. Murmuraban entre ellos como siempre hacen los grupos de gente, así como desconcertados y a la vez ajenos a la escena.

El desgraciado al que todos miraban y del que todos hablaban por lo bajo se retorcía en el suelo, evidentemente herido y no muy limpiamente. Una persona trataba de hacer algo con un trapo sucio sin progresos evidentes. ¿Es que nadie iba a-...?

Ah. Ahí estaba. La proverbial ayuda que aparecía siempre en horas de necesidad. ¡Con brillante armadura y todo! A Twistedtale le brillaron los ojos y aplaudió con entusiasmo, pegada a la escena como si fuese su representación teatral favorita. ¿Cuántas veces podía una ser testigo de los adornos de la prosa tomando forma corpórea? Sintió en los dedos el cosquilleo de una pluma fantasma trazando los primeros versos de una historia que...

Afortunadamente para la mujer en armadura, el empujón de alguien muy grosero la sacó de su ensoñación con brusquedad. Recibió un gruñido por toda disculpa y la pelirroja torció la cabeza, su mirada atrapada por el brillo de algo metálico perdiéndose con presteza entre las ropas de... un hombre muy delgado con la barba más impresionante que había visto en su vida. ¿Podría estar presenciando la huída del culpable? Volvió a abrirse paso a codazos, persiguiendo con la mirada a...

¿Dónde se había me-...? ¡Ah! ¡Se perdía entre los curiosos de la calle! La bruja serpenteó esquivando a las personas, tratando de obtener una buena visual de tan dudoso individuo. Sonreía para sí como una niña pequeña porque en el fondo ésto era algo que hacer hasta llegar a algún lugar donde cantar. Había asesinatos todos los días. Cualquiera podría haber acuchillado al pobre del suelo, cualquiera podría haberse esfumado entre el vulgo aprovechando el tumulto. Ella sólo era un bardo algo ido de la cabeza con ensoñaciones delirantes no siempre apropiadas para todos los públicos-...

Hmm. Puede que el asunto fuese más real de lo que pensaba. Twistedtale se pegó a la pared tratando de ampararse tras unos barriles vacíos, porque a su supuesto sospechoso le estaba entregando algo otro hombre igual de sospechoso. ¿Eran monedas? Sonaba como monedas. Ambos personajes se dispersaron en direcciones opuestas, pero sólo el de la barba supo fingir bien que sólo estaba de paso.

El otro, el de la capa morada con capucha, no hacía nada allí con su ropa de calidad y sus dedos morcillones llenos de anillos.

La escena que acababa de presenciar podía, o no, estar relacionada con la escena que acababa de dejar. Tendría que averiguarlo. Se sonrió de nuevo, poniendo rumbo calle arriba a buen paso. Porque, ¿qué era un bardo sino un metomentodo inoportuno e insaciable?

Al llegar al charco de sangre sobre el que ya estaban echando serrín, preguntó. Le indicaron la taberna por la que el caballero de brillante armadura y su indefenso protegido desaparecieron, y la pelirroja llegó a tiempo para lamentar el irresponsable vertido de valioso alcohol sobre una herida mundana. Emitió un sonido ultrajado a medias entre una aspiración y un atragantamiento.

-¡Por Asgard, rubia! ¡Eso no va ahí! -exclamó.- Si quieres quitarle el dolor, deberías metérselo por el gaznate. Sabiduría popular.

Varios de los presentes asintieron, inseguros. La bruja sabía que el alcohol se usaba a veces para curar, simplemente lamentaba el desperdicio de licor en cualquier cosa que no fuese un emborrachamiento.

-¿Qué le ha pasado? ¿Alguien le ha preguntado algo? ¿No ha dicho nada aún?

Se acercó con energía hasta la mujer, que ahora de cerca podía apreciar que era una elfa, para examinar con sus propios ojos al hombre tendido en el suelo. Bueno. Al menos ahora tenía una capa bajo él. Cuando estuvo satisfecha con su propio examen se sentó sobre la barra de la posada, balanceando los pies. A la espera.
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Mensaje  Loyd Miér Mayo 13 2020, 22:24

Y entonces, cuando todo parecía perdido, llegó una heroína élfica a la escena, abriéndose camino para utilizar su magia sanadora en la víctima sin dudar un instante. Observé la escena maravillado. Era la clase de momento que parecía de una historia. Lo parecería más, quizás, si la elfa acorazada tuviese algún tipo de remedio milagroso, y una lujosa capa que sacrificar para ayudar al pobre hombre.

En su lugar, la paladin se llevó al tipo. Poco después, el gentío comenzó a dispersarse: no había más que ver allí. Algo me decía que sería mal momento para tocar... y aunque no dudaba que la caballero sería completamente capaz de tratar con las heridas del tipo, sospechaba que era mejor seguirlos. Solo por si acaso.

Lamentablemente, no llegaron al hospital de Lunargenta, ni al hogar de un poderoso pero honrado alquimista. En su lugar... fueron a una taberna. Me detuve, curioso. Aquello parecía parte de otro tipo de historia.

No entré en el local. En su lugar, me quedé fuera, aún dudando. Lo que recordaba de alquimia, aparte de los métodos para pasar ciertos compuestos de líquidos a sólidos, era mayormente parte de rimas y refranes. Había llegado incluso a hacer mi propia canción al respecto. O lo había planeado, al menos: aún estaba en progreso. Tenía la melodía, pero era difícil decidir que meter. Lo ideal era solo incluir los conocimientos esenciales... pero aquella era una ciencia complicada y volátil. El saltarse una palabra podía significar desastre, y no había demasiado que rimase con "hervir durante seis minutos y medio".

Quizás algo con "seis treinta"... o "de segundos, cuatrocientos" si redondeaba... Pero no era momento para pensar en las rimas. Toqué la melodía que recordaba mientras recitaba uno de los versos relativos al veneno.

-Cuando ardores y presión uno siente,
en heridas que no son de serpiente,
ten algo afilado, y sé valiente
pues el color de la sangre no miente.
-

...Oh, no. Eso era algo macabro. Debía haber una forma mejor de lidiar con aquello, viendo como no iban a poder amputarle la mitad del torso. O eso esperaba, al menos. Repasé la letra en mi cabeza. ¿Quizás algo que sirviese con venenos genéricos...? Repetí la melodía, tratando de recordar. Había algo que implicaba puñaladas, o algo al estilo.

-En catacumbas de ciudades es ley
tener siempre a mano la planta del rey.
-

¿Planta del rey...? Ah. Hoja de Rey. Era un ingrediente común para antídotos contra venenos, sobre todo en combinaciones alquímicas. Tras pensarlo lo suficiente, entré en el lugar, buscando al hombre herido con la mirada. Otra mujer estaba preguntando al respecto.

-Hola. Siento interrumpir, pero... creo que le han envenenado, y también creo saber con qué.- dije, haciendo una ligera reverencia. -Mi nombre es Loyd. Y como decía, me parece que es un veneno usado en las catacumbas, por gente... poco piadosa.-
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Mensaje  Lixis Sáb Mayo 16 2020, 13:04

Lixis giró la cabeza para encarar a la nueva voz que había aparecido, perteneciente a una pelirroja. -¿Dolor?- miró al hombre, luego a la mujer, sin acabar de comprender. –No es nada lo suficiente grave como para provocarle un choque, estará bien, ayuda con el carácter. Regocíjate, significa que sigues vivo.- esta vez sí se molestó en añadirle un poco de alegría a su voz.

Arrancó unos pocos pedazos de capa, y se abrió paso hasta el tabernero, dejándole los trozos de tela delante. –Hiérvelo, va a necesitar vendas limpias.- y luego volvió a dirigirse a la pelirroja. –No estaba muy hablador, pero parece que la bebida lo ha despertado un poco. Sobrevivirá.- Aún no estaba del todo segura, la verdad, pero si curaba la herida y le daba un poco más de Luz, al menos aguantaría unas horas, puede que hasta un día. Lo suficiente como para formular algún plan, o ir en busca de algún antídoto. –¿Porque no le preguntas quien le quiere muerto?- ofreció, ya que la mujer parecía algo aburrida, con los pies bailando. ¿Un asesino comprobando si el trabajo estaba bien hecho? Pero entonces Mr. Puñalada la habría reconocido. Salvo que no lo hubiera visto. Eso era un problema… la mantendría vigilada por si acaso.

Y entonces apareció un pajarito. Pajarote técnicamente, era un hombre bestia. Y sabia del veneno. Pero el hombre solo tenía una puñalada, no podía haber dos asesinos, por más que hoy parecieran amontonarse uno detrás del otro. La elfa suspiró, maldiciendo las complejidades de la vida justa. -¿Quién diablos usa las catacumbas?- no solo era macabro, sino excesivamente irrespetuoso. Bueno, daba igual, tenían una pista. Podían ir allí, conseguir un antídoto, puede que purgar un poco la ciudad si tenían suerte. Solo tenía que asegurarse de que el hombre vivía suficiente como para verla volver.

-Soy Lixis.- empezó, recogiendo una olla algo caliente del tabernero y dándole unas pocas monedas a cambio. Empezó a sacar las vendas improvisadas, estrujándolas para secarlas y, de paso, que se enfriaran. Primero, tapar la herida de manera generosa, luego, envolver la cobertura para que no cayera. Era algo mecánico debido a su educación, ni siquiera estaba mirando mientras hablaba con esos dos desconocidos. –Bien, ¿quién se apunta a una excursión entonces?- usualmente, habría intentado meter al moribundo en una habitación, pero, lo querían muerto, por lo que lo mejor era dejarlo allí donde más estorbara y pudiera verse bien, no solo y escondido en alguna habitación. Y llevárselos a los dos a las catacumbas ayudaba a reducir sus sospechas de que estaban involucrados. Que se fuera con uno y el otro le abriera el cuello mientras no estaba habría sido… incomodo.
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Mensaje  Twistedtale Jue Mayo 28 2020, 22:23

"¿Porque no le preguntas quien le quiere muerto?", le preguntó la rubia al bardo. Que si bien era una excelente respuesta, no le gustó demasiado cómo la miró al formularla. La sonrió en vez de fruncir el ceño y hacerle un corte de mangas.

Bajó de la barra con un salto ágil no sin antes apoderarse de una jarra de barro a medio consumir. La olió. Meh. Vino peleón. Le dio un largo trago arrugando el ceño, porque le bajó por la garganta como un gato enfadado. Desoyendo las protestas del parroquiano ultrajado al que pertenecía el licor se acercó al herido en la mesa, muy dispuesta a sacar algo de información. A lo mejor era de los parlanchines.

-Hey, muchachote. -dijo, inclinándose sobre el rostro del pobre desgraciado.- Aquí, mírame. -le picó la mejilla con un dedo cuando todo lo que recibió fueron gruñidos y miradas desorientadas.- Vamos, hombre, que sé que estás ahí. Cuéntale a la buena de Twist qué te ha pasado, anda. Sí, sé que te duele. ¿Ves a esa mujer tan linda que te anda de enfermera? Es mi amiga. Me ha dicho que te pregunte quién te ha hecho un nuevo agujero. Y todos sabemos que hay que decirles la verdad a los médicos... Pues no, no es de los parlanchines.

Y justo cuando se giró hacia el tabernero, dispuesta a pedir más alcohol para aplicarlo por la vía correcta, entró un pájaro en la escena. El bardo cogió aire con ilusión: el pueblo de los hombres bestia siempre le resultó muy interesante. Sobre todo en la manera en la que solían pasar y preservar sus historias, la gran mayoría en canciones, moralejas y cuentos que uno sólo podía conocer de la mano de los más ancianos. Escribir un libro de leyendas sobre ello estaba en su lista de pendientes.

Entró mirándolo todo con sus grandes ojos de ave rapaz, y a la pelirroja le entraron muchas ganas de ir y acariciarle todas las plumas esponjosas, todo el rato. Se le veía serio y afable a la vez, se le hizo tierno. Hizo una reverencia que aumentó las ganas de la mujer de darle palmaditas en la cabeza, y le dio más respuestas al asunto que el desgraciado en la mesa.

Veneno, ¿huh? Se revolvió buscando hasta que encontró una cuchara de madera abandonada en una mesa, los comensales observando a una distancia segura toda la escena. Sin dejar de prestar atención a la interacción del pajarillo y la elfa, limpió el utensilio en la ropa del caído porque uno no metía comida en las heridas. Hurgó en los ropajes en busca de... ah, ahí estaba. La herida: un tajo regular, limpio, de al menos medio dedo de largo con aspecto profundo. ¿Sangre y pus? Salía amarillento, que asco.

Alzó los ojos una vez al escuchar sobre las catacumbas, frunciendo el ceño. Mal asunto. Allá abajo las cosas no eran bonitas, ni de vivir ni de contar, aunque sí de cantar. Inclinándose para ver mejor detectó que el asunto olía a mandarinas. Mandarinas.

-Oye oye oye... esto es raro... ¿Rubia? -presionó un poquitín con la cuchara, provocando una nueva oleada de sangre, espesa, amarillenta y... con olor a malditas mandarinas.

No le dio tiempo a más. Debió de presionar en algún lugar sensible (sin duda achacable a lo delicado del asunto y no a su torpeza examinadora), porque el herido soltó un alarido como si le estuviesen arrancando la piel a tiras. Cual resorte se incorporó y tomó al bardo de la pechera, los ojos enloquecidos. Apenas si le dio tiempo a tirar la cuchara y alzar las manos en gesto de paz.

-¡MILANESAAAA! ¡SÉ QUE HAS SIDO TÚ HIJO DE PUTAAAA! -y empujó a Twistedtale bien lejos; la mujer tropezó y cayó de culo con los ojos muy abiertos.- ¡Devolvedme... a mi Melinda...! ¡Hijos de p-puta...! -hizo varios aspavientos con los brazos, la mirada perdida, resoplando como un oso en celo.- Mi... Melinda... no p-puede luchar... ahí abajo... Me lo... prome-...

Y se desplomó. Así tal cual. Todos los presentes guardaron un tenso silencio. El bardo se puso en pie, resoplando por lo bajo la injusticia mientras se sacudía la ropa y comprobaba que Maullido no había sufrido daño alguno. Tocó un par de acordes para comprobar que sin embargo la muy puta de la guitarra sí se había desafinado. Bueeeeeno, esto era interesante. Al final sí que era de los parlanchines.

Sacudiendo sus pantalones una última vez encaró a los dos únicos personajes interesantes en la sala instrumento en mano, asintiendo con entusiasmo ante la pregunta de la rubia.

-Bueno, eso fue intenso. Esponjoso Lolo, alegre Lix, me llaman Twistedtale pero vosotros podéis llamarme Twistedtale. Y me uno a la excursión de las catacumbas porque a veces no destaco por tomar buenas decisiones en la vida.

Punteó unos alegres acordes que desentonaron con la atmósfera como el maullido de un gato a medianoche.
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Buenos Peregrinos [Libre, 3/3] Empty Re: Buenos Peregrinos [Libre, 3/3]

Mensaje  Loyd Vie Jun 05 2020, 17:02

El hombre empezó a gritar, sobresaltándome y empujando a la mujer que lo estaba examinando. Milanesa. ¿Eso no era comida? Lo había nombrado como si fuese un rival. El hombre parecía estar en problemas, recordándonos claramente la urgencia de la situación.

Finalmente, se desplomó, y la mujer (con la que parecía compartir oficio) se presentó, apuntándose a la sugerencia de Lixis sin pensárselo dos veces. Una vez acabase todo, quizás podría intercambiar canciones con ella. Desde luego parecía alguien interesante.

-Muy bien, Tuistatail. Y buena suerte. Pero no sé que esperáis conseguir ahí.- dije, ladeando ligeramente la cabeza. -Es decir, seguro que alguien tiene un antídoto, pero es veneno del mercado negro. No saldría barato, y no creo que vayan a darlo gratis.- añadí. La idea de ir a las catacumbas no me agradaba. No era un buen sitio para mi: demasiado encerrado para desplegar mis alas, demasiado lúgubre para tocar... y a rebosar de gente de la que era mejor alejarse. Si iba, estaba seguro de que me desplumarían.

Además, tampoco tenía dinero para algo así. No es que el hombre no me diese lástima... pero siendo realista, aquella no era la mejor solución.

-¿Quizás sea mejor llevarlo al Hospital? ¿O a un alquimista?- pregunté, empezando a dudar de si la paladin había pensado en la solución evidente. -Si lo dejamos aquí sin más, no durará mucho. Tres horas, si no recuerdo mal.- Y ya habían pasado varios minutos desde que le apuñalaron. El que mostrase delirios no era un buen síntoma. Tres horas era suficiente tiempo para alguien que tuviese un plan y conociese la zona, pero me daba la sensación de que no era el caso.

Por otra parte, estaban los desvaríos del hombre. Había hablado como si hubiesen secuestrado a alguien, pero en las condiciones en las que estaba... bien podía ser un sueño, o una alucinación sin nada que ver. Entre ir a lo desconocido basados en sus frases incoherentes y salvarlo de una muerte segura, la opción clara era evidente.

-No voy a ir a las catacumbas, pero puedo ayudar a llevarlo a un sitio adecuado.- ofrecí finalmente. No era difícil encontrar alquimistas, seguramente habría alguno con suficiente compasión para no cobrar por el tratamiento. Seguí pensando en la Hoja del Rey. Si había un remedio, debía usarla. Por suerte, era una planta relativamente común... pero no funcionaría contra venenos demasiado fuertes por sí sóla.

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Mensaje  Lixis Lun Jun 08 2020, 15:59

No estaba segura de que había esperado, pero meterle una cuchara por la herida y que provocara que de repente el tipo empezara a gritar y desvariar era algo nuevo. Prueba de que aún le quedaba mucho por aprender.

No tenía ni idea de que era una Milanesa. Y Melinda sonaba a nombre, pero sin saber quién era ese hombre, no podía ni siquiera contemplar la posibilidad de preguntar si era real.

-Encantada de conocerte, Tattletail.- mintió, hablando simplemente para intentar que sus oídos no escucharan esos lastimosos acordes. Y ya se estaba preparando, comprobando su equipo y que todo estaba en su sitio, cuando el pájaro habló. Estaba segura de que podría coaccionar a algún indeseable a que le diera el antídoto… pero solo si lo hacía bien. Y cualquier tipo de preparación se veía reducida a humo debido al tiempo que le quedaba al tipo, por lo que el margen para no fallar se reducía más.

Podía simplemente dejarlos allí para que lo llevaran a un lugar donde estuviera a salvo e ir ella sola, pero seguía sin fiarse de ellos. Su mano se cerró en el aire, en un ligero tic, mientras se planteaba ambas opciones. Ir a zurrar gente claramente malvada para conseguir un antídoto, arriesgando una vida o intentar asegurar lo máximo posible que dicha vida estuviera a salvo antes de intentar curarlo de verdad. No creía que el hospital fuera a ayudar de verdad, por más respeto que les tuviera a los humanos que intentaban hacer de elfo, pero puede que alguno de sus alquimistas conociera un antídoto que sirviera.

Y tenía un deber. No podía dejar que las emociones ni sus ansias de purgar el mal nublaran su juicio. Tenía un deber que cumplir. Una promesa. No a ese idiota moribundo, a ella misma, y a alguien más importante. Relajó sus músculos con un suspiro. Que alguien le tuviera que recordar su deber. Menuda vergüenza. –Bien. Al hospital entonces.- Allí también había elfos, no muchos, pero había, puede que su Luz funcionara mejor que la suya para los venenos, más acostumbrada a esa maloliente ciudad, o al menos tendrían más experiencia al tratarlas de manera tradicional. Era hora de repetir el proceso, agarró al pobre tipo de la capa y empezó a arrastrar al hombre hacia el hospital. No estaba muy lejos, pero tampoco solía tener que arrastras el equivalente su propio peso hacia allí, por lo que seguramente le tomaría un rato.
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Mensaje  Twistedtale Jue Jun 18 2020, 13:03

  El bardo miró primero a Lolo y luego a Lili, sonriendo ante las nuevas versiones de su propio nombre. Siempre era interesante saber cómo lo pronunciaba cada quien. Al menos estos no empezaban insultando lo cual era bastante refrescante. Tampoco parecían adeptos del mal lenguaje.

  El hombre pájaro descartó de un plumazo bajar a las catacumbas y la elfa pareció seguirle en la idea mientras ponía cara de limón, tratando de ahorrarle a sus puntiagudas orejas los acordes de Maullido. La pelirroja dejó escapar una suave risa, no creía que fuese consciente del gesto. En fin. Una pena. No todos los días se presentaba la oportunidad de visitar tan horrible y subterráneo lugar acompañada de un paladín de cuento como escudo y con escudo, y hoy no era uno de aquellos días. Ya tendría tiempo de componer un heroico relato de terror. Probablemente. Hmmm.

  Ensimismada en sus cosas mientras toqueteaba los trastes de la guitarra casi se quedó sola en la taberna cuando Lolo y Lili salieron, la última cargando con aquel hombre rudo y gritón que zarandeaba decentes ciudadanos de a pie sin ningún motivo. Padecer alucinaciones y/o estar herido no era excusa. Las cucharas no tenían nada que ver.

  -¡Eh, esperadme! -exclamó precipitándose tras ellos.- Si vamos al hospital yo tengo una amiga allí. La ayudé a conquistar a su esposa a base de poemas (que me quedaron fatal porque no son lo mío, demos gracias a que la esposa no tiene ni idea de rimas y métrica). Pero todos los años Katiel me amenaza con un tarro de alquimia que te convierte en cosas si no le doy un soneto para su aniversario. Tan maja. Un día de estos dejaré que me lo lance, me da curiosidad... Ah, tendré que preguntarle también si conoce al tipo aquel de la barba inmensa... Tenía pinta de mandar a mucha gente al hospital... hmmm...

  Cuando acompasó su elástico paso al de los otros dos se dio cuenta de que el hombre bestia tenía in instrumento. Abrió mucho los ojos y lo señaló con entusiasmo.

  -¡Un instrumento! ¿Lo sabes tocar? ¿Eres un bardo? ¡Yo soy un bardo! No tengo ni idea de por qué tu laúd y tu arpa se han fusionado, ¡pero luce genial, qué loco! Ah. ¡Historias! Tenemos que intercambiar historias y así me cuentas quién se drogó para hacerte ese instrumento. -charloteó, los ojos brillantes de esa avaricia que sólo acomete a los artistas.

  Y allá que fueron los tres. Y el herido, a rastras. Camino al hospital como una tropilla extraña. Era el día libre de Katiel y no se la iban a encontrar por ningún lado pero aquello no aminoró su marcha porque, claro, ninguno tenía manera de saberlo.
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Mensaje  Lixis Jue Nov 12 2020, 21:35

El trayecto se hizo… largo. Y ni siquiera estaban tan lejos, simplemente se hizo eterno, y no solo por el esfuerzo físico. En algún momento, el pájaro se había ido, sin duda ofendido por los comentarios sobre su fusión laúd-arpa. Se había esfumado, con las plumas revueltas en un gesto de ofensa. Es decir, no lo había visto, un instante estaba allí, y el otro no, pero así se lo imaginaba. Algo tenía que hacer para distraerse.

Lo entendía, la bondad de la gente tenía un límite… Miró a su acompañante, ya a la esquina del hospital, luego al tipo, ahora más tranquilo, sin duda por la pérdida de sangre, y finalmente llego al hospital.

Decía mucho de la ciudad que una pudiera entrar por la puerta principal, arrastrando a un tipo moribundo y el personal ni pestañeara. Miro por donde habían venido, por si habían estado dejando un reguero de sangre, pero parecía que no.

Perfecto. Se acercó al mostrador, llamando la atención del hombre que había allí. -Sí, buenos días, buscamos a… ¿Katiel?- El hombre la miró, coloco las manos sobre el mostrador y se alzó un poquito, mirando al moribundo.

-Ah… no está, pero… puedo llevaros con Liliana…- no tenía ni idea de quien era esa mujer, pero el hombre interpreto su silencio como aceptación y salió del mostrador, guiándolos por un par de pasillos.

Finalmente, en una habitación los recibió una mujer de pelo rizado, negro como la noche. Sus ojos azules se fijaron primero en el moribundo, luego en la bardo (y habría jurado que frunció el ceño por un segundo) y finalmente en ella, mirándola de arriba abajo por más tiempo del que había pasado con ese par. Demasiado tiempo, empezaba a sentirse incomoda. Se removió un poco, sintiéndose como un conejo mirando un zorro, y finalmente una leve sonrisa apareció en la mujer.

-Venga, déjalo sobre la cama…- ah, sí, cierto, había una cama libre allí, junto a un par ocupadas, así que arrastro al tipo un poco más, y una vez estuvo junto a la cama, se agachó y lo subió a pulso. -Impresionante.- No estaba segura de sí se refería a haberlo levantado o a la herida que ahora estaba examinando. -Veneno, ¿cierto? No es igual a los que estoy acostumbrada, pero se parece… una muestra sin duda ayudaría crear un antídoto.- y entonces se giró. Y allí estaba esa mirada otra vez. -Seguro que lo ha hecho un profesional. Si solo alguien me consiguiera una muestra, o mejor, el antídoto directamente, podríamos evitar que esta desgracia se repitiera otra vez.- Y ahora estaba muy, muy cerca, cogiendo su mano y poniéndola entre sus pechos. Los de ambas, porque estaba demasiado cerca. -¿Podrías hacer eso por mí?-

-Ah…uh… seguro, hay que salvar a tantas personas como podamos…- consiguió decir, cuando su cerebro se reinició.
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Mensaje  Twistedtale Vie Nov 13 2020, 22:36

Twistedtale se apoyó en el mostrador mientras veía cómo se alejaba Lili en la dirección indicada, arrastrando al herido sin miramiento.

-Uhh... ¿No está Katiel?

-¿Tienes problemas de audición?

-¿Y no puedes decirle que venga?

-No seré yo quien saque de su día de descanso a un sanador.

Dicho lo cual puso rumbo junto a ellas hacia donde quiera que las llevase. Lolo había desaparecido sin ninguna explicación hacía rato, probablemente acobardado por los misterios en curso y la palabra "catacumba", que si bien sonaba ominosa y establecía cierto ambiente peligroso, en realidad no era para tanto. Igual no le juzgaba, resultaba antinatural que un pájaro tuviese agallas.

Cuando llegaron a la sala allí estaba Liliana. Tan esplendorosa, con sus rizos prietos de noche sin luna y sus ojos azules de deshielo, igual de bella que en todos los poemas que el bardo escribía anualmente. Y que nunca le hacían justicia porque no, la rima de Twist no mejoraba con el tiempo, no se trataba de vino.

-¡Liliana...! -exclamó con gesto grandilocuente, abriendo los brazos al aire.

-Venga, déjalo sobre la cama…- dijo, después de mirarla con el ceño fruncido e ignorarla ampliamente en favor de Lili. Su Lili, la elfa en armadura, no ella misma.

La mirada de Liliana alternaba entre los cuidados al hombre en el camastro y la brillante armadura de caballero de su acompañante. El bardo asentía en silencio porque le quedaba estupenda y además se la veía muy pulida, por lo que le brillaba todo en cuando incidía la luz sobre el metal. No, espera, esa ojeada a la loriga... a las grebas torneadas... a la placa del pecho de suaves curvas...

-¿Podrías hacer eso por mí? -no podía creer que le estuviese haciendo pucheritos a Lixis.

-Ah…uh… seguro... - ¡y encima la otra se quedaba embobada mirándola! Bueno, la morena tenía unos ojazos, quién no la miraría.

-Yyyyy... ¿qué tal Katiel? -preguntó en voz demasiado alta, sobresaltándolas a ambas. Quizá salvando a la elfa, porque parecía apurada y maldición si no le quedaba linda esa expresión en su rostro serio.  

-En casa. -comentó, limpiándose las manos en el delantal de tela y terminando de acomodar al herido.- Ayer casi le saca un ojo un hombre cuervo.

-Ouch. Ehm. Mmm. ¿Has recibido ya el poema de este año?

-¡Otro más no! -la apuntó con un dedo acusador.- Te prohíbo que sigas aceptando sus encargos, ¿me oyes? Eres una poetisa terrible.

-¡Y qué culpa tengo de que tu mujer no tenga sentido de la métrica! ¡Lo mío son la prosa y las canciones! Pero ella no, ella no atiende a razones.

-No tiene sentido del oído.

-Ni del gusto. ¡Para el arte, para el arte! -se parapetó detrás de Lili por si acaso, asomando por debajo de uno de sus brazos.

-Sólo traedme el antídoto, o algo con lo que pueda trabajar, ¿vale?

-¿Y cómo vamos a hacer eso? Hace mil que no vengo a Lunargenta, ya no sé qué es lo que se cuece en este caldero y preguntar me da mucha pereza. ¿Tú sabes algo, Lili? Ella tampoco sabe nada ¿ves?

-¡Gánate el suelo por una vez en tu vida, holgazana! Algo debiste ver si te viniste con estos dos.

-Primero, no estoy cobrando nada; lo cual es terrible y se me acaba de ocurrir ahora. ¿Sabes si el tipo llevaba algo en los... no? Vale. Y segundo, lo único interesante de todo el numerito fue un tipo calvo con barba de concurso. Y un hombre pájaro, pero a ese le he perdido por el camino.

-¿Muy delgado?

-Sip.

-¿Con una barba realmente impresionante?

-Eso acabo de decir.

Liliana las miró a ambas con el semblante completamente serio. Rebuscó entre los bolsillos de su delantal manchado de más cosas que sangre hasta que encontró lo que buscaba. Agarró la mano de la elfa y depositó en ella una pieza redonda de madera, como si fuese una moneda.

-Esto es serio. Cuando bajéis a las catacumbas buscad a Sopita y decidle que vais de mi parte. Os ayudará.

-¿Cómo sabes...?

-Es ese tipo de la barba, le llaman Moskova. Ésta no es la primera vez que zurzo alguno de sus descosidos. Trabaja para gente peligrosa, Twist, y normalmente las cosas peligrosas en esta ciudad salen de las catacumbas.

-Vaaaale... -observó dubitativa a Lixis, la moneda, a Liliana, al herido, y de vuelta a la moneda.

-Y ahora largaos antes de que me traigáis problemas.
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Mensaje  Lixis Miér Dic 02 2020, 14:57

Al parecer, la historia entre esas dos era más complicada de lo que la bardo había sugerido inicialmente. Bueno, es decir, no había  pensado ni por un momento que los poemas de esa mujer fueran a ser cautivadores, pero al menos los esperaba…decentes. Al parecer tampoco. Y el tipo seguía muriéndose mientras discutían sobre la mujer que no estaba, Katiel.

Es decir, treinta segundos no iban a hacer que se muriera de repente, especialmente no después de haberlo llevado a rastras, pero aun así…

Pero al menos la mujer, Liliana, iba menos perdida que ellas, lo que era bueno. Acepto el disco de madera, prefiriendo no preguntar sobre el infame Sopita. En cualquier caso, tenían un nombre para el supuesto envenenador, alguien a quien preguntar educadamente. Así que hacia las catacumbas se fueron, prácticamente siendo echados del hospital. Y nunca había estado en las catacumbas, de verdad, lo que era un problema, porque no sabía ir, así que pregunto en la entrada, como antes.

La miraron raro, pero el tipo sabía la respuesta, así que podía guardarse sus juicios. En cualquier caso, en un periquete estaban en un agujero que llevaba a las catacumbas, a juzgar por cómo las paredes pasaron a ser pulidas. ¿Y hacia donde ir ahora? No lo tenía muy claro, pero por como Liliana lo había dicho, iba a encontrarse con alguien si o si, así que siguió andando hacia delante, con la maza sacada por supuesto, nunca estaba de más ser precavido.

No estaba muy segura de que hubiera servido de mucho cuando una figura encapuchada cayo del techo ante ella. Le llegaba al ombligo, lo que no ayudaba mucho con el factor intimidación, pero la sorpresa, la capa negra y las tres dagas que llevaba (¿Cómo? A saber.) compensaban. Las dagas brillaron un instante mientras desconocido y elfa se tensaban. -¿Sopita?- probó, y la figura se sacudió como si le hubiera dado una patada.

-…¿Quién pregunta?- tomaría eso como un tentativo “si”.

-Liliana nos dio esto, nos dijo que buscáramos a un tal “Sopita”.- enseñó el disco de madera con la otra mano, por si ayudaba.

-Ah, amigos de Lady Liliana.- la figura se alzó un poco más, quitándose la capa. Era una rata, una rata muy grande, la más grande que había visto en su vida, más que Juliana, esa rata del convento tan gorda que casi no podía moverse y se había vuelto una mascota. Aunque esa hablaba, así que debía ser un hombre bestia. Sopita guardó las dagas, una siendo sostenida con la cola y se puso, de entre todas las cosas, una maldita fedora en la cabeza. -Los amigos de Lady Liliana son mis amigos, ¿Qué necesitan?- tenían una misión, lo sabía, pero su cerebro se centró en una única pregunta.

-¿Por qué Sopita?-

-Es…ah… cuando nos conocimos…cuando era un chaval… Lady Liliana… en toda su misericordia… me dio… sopa de fideos.-
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Mensaje  Twistedtale Lun Dic 07 2020, 21:41

  -Me caes bien, Lili.

  El bardo exhaló una espesa nube de humo con la pipa colgando peligrosamente de la comisura de su boca. El humo se disipó en una lluvia de flores al estrellarse contra los techos bajos de la catacumba mientras la mujer, haciendo malabares tras la elfa, se complicaba el viaje tratando de sostener un hongo luminiscente de aspecto tóxico, un carboncillo y su libreta de campo.

  -Lo digo en serio. ¿Quién pregunta hoy en día el camino a la muerte y, o, a una posible destrucción, de manera tan educada? Desde luego los paladines con los que me he encontrado arrollan primero y preguntan después. Si se acuerdan. Tú sólo les miras como basurita. Me gusta la mejora.

  Empezó a tararear con suavidad, muy centrada en anotar las ideas que le venían a la mente. No siempre podía una adentrarse en lugares peligrosos con escolta, sin pagar ni que la tacharan de lunática, y encima con un propósito tan noble como era el de salvar una vida. Excelente excusa que anotó al vuelo. Inhaló y exhaló, y esta vez el humo se disipó en caballos de carreras que se perdieron en la oscuridad.

  -Aunque claro, sólo hay que verte con esa maza enorme y esa armadura brillante, yo no te diría que no ni aunque me pidieras prestado. ¿Has matado a alguien alguna vez? ¿De dónde sacas el pulidor? Puedo verme la cara en tu culo. ¿Vienes de Sandorai? Tendrás que contarme alguna historia bonita de allí. ¿Tienes amigos en la ciudad? ¿Podemos ser amigas? Te llevaré a los m- ¡AAAAHHHHTUPUTAMADRE!

  Se parapetó de inmediato tras la mujer, su grito de alarma y sorpresa rebotando en las silenciosas catacumbas como un eco extraño y sin dueño. Asomándose tras las hombreras de metal de Lili, cauta, observó fascinada el intercambio verbal entre ambos. La persona que les había salido al paso de manera tan misteriosa no era nada menos que un hombre rata. Con sus bigotitos, y sus ojillos de roedor, y esa expresión de asesino en la sombra que levantaba tantas fantasías oscuras en las novelas románticas clásicas.

  De lo que no te hablaban los libros era de las dagas (de metal) dispuestas a buscar tu garganta y de lo poco atractivos que resultaban los hombres rata en realidad. Con o sin fedora, por elegante que fuese el toque.

  -¡¿Lady?! -exclamó, abandonada toda cautela; recogió del suelo la pipa caída y le apuntó con ella, las ascuas apagadas.- ¿Acabas de decir Lady Liliana?

  -Shhh. No hables tan alto, aquí dentro todo resuena el do-...

  -¡Cuéntame lo de la sopa! ¡Cuéntamelo todo!

  -Silencio. -dijo el hombre en tono neutro, con la suficiente firmeza como para forzar al bardo a prestarle atención. Las manos habían vuelto al escondite de las dagas y la amenaza sin palabras fue suficiente para la pelirroja.

  -Paz, amigo. -comentó alzando las manos en un suspiro, guardando la pipa y el cuaderno toda resignada.- Directos al asunto, supongo. Bueno, pues nada, le llevamos un hombre envenenado a Lili, y ella nos envía a por ti. Para que nos ayudes, digo. Al parecer es culpa de un tal Moskova y tenemos que traerle el antídoto. A Liliana, no a Moskova, a ése me ha quedado claro que no hay que acercarse.

  -Pues si queréis el antídoto no os va a quedar otra. Trabajo en los túneles limpiando y asegurando rutas de paso para los que se lo pueden permitir, y ese tipo siempre paga con buen oro. No soy leal a nadie salvo al dinero y a aquellos que fueron buenos conmigo cuando lo necesitaba... porque os envía Lady Liliana os guiaré, pero sólo eso. Seguidme.

  Y emprendió la marcha sin más, en absoluto silencio. Lo hubiera perdido de vista de no ser porque iba pegada a la figura de Lixis, sin duda con mejor vista nocturna que ella. O eso aparentaba. Los tres se internaron entre las vueltas y recovecos de las antiguas catacumbas, un laberinto invicto sólo descifrable para sus habitantes... que demasiadas veces caían presa del lugar al que llamaban hogar. No resultaba un entorno muy acogedor.

  Doblaron un recodo bajo órdenes estrictas de no hablar más alto que un susurro; por fin Sopita se detuvo. La atmósfera de la zona era pesada, olía demasiado a productos alquímicos.

  La pelirroja pensó que a lo mejor era un buen momento para comentarle a Lili que ella era un bardo pacífico que renegaba de la violencia, porque pegar a la gente estaba mal la mayor parte de las veces. Luego pensó que lo mismo a la otra no le hacía gracia recibir soporte moral desde un rincón mientras se llevaba todos los golpes.

  -Ésta es la ruta que suele usar para llevar el alcohol a la ciudad; en concreto este pasillo tan recto se rompe al final con una cuesta que va a dar directo a un taller de curtidores. Moskova tiene un laboratorio aquí montado, yo llevaría especial cuidado porque se dedica a experimentar y he escuchado explosiones y gritos más de una vez.

  Las miró a ambas, evaluándolas sin decir nada. La bruja pudo sentir cómo el hombre rata ponía sus apuestas del lado de la elfa, dirigiéndose a ella al hablar. Twistedtale sonrió. Nunca era el caballito ganador de nadie y no les culpaba por pensarlo, a veces tenían razón.

  -Debéis seguir este pasillo hasta encontrar una bifurcación, coged la de mayor tamaño. El olor y la luz os guiarán. Lo único que puedo deciros es que últimamente han estado llevando cántaros de barro escondidos entre las damajuanas de alcohol. A lo mejor os sirve de algo, a lo mejor no. Estaré vigilando. Suerte.
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Mensaje  Lixis Miér Dic 09 2020, 19:35

¿Estaba mal alegrarse de que una pseudorata asesina saltara de las sombras y asustara y, más importante, callara a su acompañante? Bueno, rata era, rata pseudoasesina entonces.

No, seguramente era una emoción muy natural.

En cualquier caso, el amigo de Liliana los estaba llevando hacia ese tal Moskova. La moralidad de la rata era…dudosa, pero criándose en esa ciudad tan…. Sucia, tanto de aspecto como de alma, no podía reprochárselo, supongo que era un mérito que no fuera un completo maníaco, señalaba virtud. Puede. Quería pensar que sí.

-Alcohol ilegal…- de todas las cosas que podían hacer allí, alcohol clandestino para no tener que pagar impuestos era la más inocua. Ni siquiera estaba segura de que estuviera mal, siempre que lo que sea que preparasen no dejará ciego a nadie. Pero por otro lado, habían apuñalado a alguien, y Sopita había mencionado cosas muy sospechosas. ¿Alcohol ilegal siendo usado para hacer contrabando de algo más?

Les daría una oportunidad de hacer lo correcto, era su deber. Aunque por supuesto, como buena servidora de la Luz, era su deber… ¿como lo decía su instructora?… darle peso a la elección correcta. O, si hacía falta, estampar la mano contra la balanza y hacer que el otro platito saliera disparado. Eso seguramente sería lo que pasaría en ese caso. Llegaron a la bifurcación, y siguió la luz y aroma, como les había dicho Sopita.

No tardaron en llegar al lugar, veía una escalera con una trampilla y siguiendo el túnel, cacharros que asociaba con la alquimia. Allí, sin puerta ni nada. Por los vapores seguramente, pero igualmente, sonaba un poco cutre, vaya sindicato del crimen de pacotilla que se encontraba, por una vez que conseguía encontrar a gente mala. Suspiró. Daba igual, ahora era la hora de la verdad.

Entró tranquilamente en la estancia, un tipo de espaldas a ella, haciendo sus cosas de alquimista. No la oyó, aunque desde luego se giró cuando agarró una silla y le partió una pata.

-Buenos días, con Moskova, por favor.- y acercó la pata a una de las llamas que estaban destilando mejunjes, adquiriendo una antorcha improvisada.

-No puedes estar aqu…- pegó un respingo cuando un tarro de algo pasó por encima de su cabeza y se estampó contra una pared. -Ups. Soy muy torpe. Y la antorcha está empezando a consumirse, no querría…dejarla caer si me quema las manos…-

-¿Estas loca? Nos vas a mat…- esta vez le dio una patada a una mesa, provocando que el apartijo de destilación temblara peligrosamente, solo un único tarro cayó, olía a alcohol.

-Dile que es sobre el veneno que usó en un tipo esta mañana, quiero una cura, o un poco del veneno, gracias.- iba a hablar otra vez, el muy idiota, pero como un gato, colocó una mano al lado de un tarro y empezó a empujar, leeentamente. Eso pareció convencerlo.
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Mensaje  Twistedtale Vie Dic 18 2020, 20:43

Sin el menor asomo de vergüenza el bardo dejó que la paladina de los bosques se encargase de la primera toma de contacto. Algo brusca, si debiera calificarse. No parecía una mujer muy dada a las sutilezas sociales. O así en general.

Por su parte, la mente de la bruja estaba puesta en encontrar el alcohol desde el momento en el que la rata revelara la existencia de tan maravilloso líquido. Esperaba poder dar con alguna de esas sabrosas damajuanas antes de que el enfrentamiento llegase a mayores y saliesen todos volando... Echó una ojeada por encima del hombro a Lili, más que nada para confirmar la procedencia de aquel crack repentino. Pobre silla.

Se escabulló como el mejor roedor de tamaño humano, curioseando entre cajas y cajones de madera prestos para ser contrabandeados a la superficie. Sin etiquetas, sin señales más allá de los propios envases, no tenía ni idea de lo que estaba viendo. Había vasijas de barro y botellas de cristal, y... cosas raras metálicas amontonadas que brillaban un poco y que no sabía lo que eran, y algo que juraría era una pila de biusas ilegales.

Cansada de jugar al escondite (más que nada porque le dolía la espalda de andar inclinada todo el rato), recuperó su posición normal y empezó a levantar las lonas que cubrían las cajas, con descaro. En realidad aprovechaba que el señor alquimista estaba un poco acojonado por la rubia. Como bien decía Merlot, todo en la vida era cuestión de aprovechar la oportunidad correcta.

-Hágale caso, señor mío, esta mujer no está bien de la cabeza. ¿Sabe cómo la llamaban en su clan? La suicida. -comentó sin interés en él, husmeando en un cajón.- Y la echaron por extremista.

La elfa tiró otro tarro más con los que le hacía la guerra psicológica al pobre desgraciado. Dicho tarro se estrelló contra el suelo y literalmente derritió la piedra tres centímetros.

-¡Puta loca! ¡Quién entra en un laboratorio de alquimia y empieza a tirar cosas! ¡No-... para para PARA! ¡ESO ES FUEGO ABISAL Y ESTAMOS RODEADOS DE.... AAAAHHHH! -el pobre señor se lanzó al suelo, no recuperó el control de su pánico hasta que el bote cayó en sus manitas blandas y no se rompió a sus pies.

-Eso es culpa suya, señor, por completo. ¿Quién almacena licor y fuego potencial en la misma habitación? ¿Tiene ganas de morir? Ah, a lo mejor es usted un compañero suicida de mi amiga. ¿Tú le conoces, Lili?

De repente alzó una botella de cristal basto encerrada en una red de mimbre, una magnífica damajuana que sonaba mucho a alcohol de alta graduación. Triunfal, la descorchó con los dientes y olió el contenido: hiriente de regaliz, con suaves toques de ajenjo, nuez moscada y... sí, díctamo.

-¡Ropinka! ¡El hijo de puta está destilando ropinka! -exclamó con la gozosa alegría de todo alcohólico que descubre una joya inesperada. Ya estaba vaciando los últimos tragos de su petaca sobre el suelo, sin más.- Lili, ¿tienes idea de lo que hace esto? Literalmente te puede dejar ciego si no lo rebajas lo suficiente. Juraría... puedo jurarte sobre mi guitarra que este ropinka tiene setenta grados de concentración. Los artistas lo apreciamos mucho... fíjate, que sin magia te lleva a otros lugares.

Usando su telekinesis se montó un embudo improvisado por el que empezó a deslizarse la bebida en las extensas tripas de su fiel petaca mágica. Algún día le pondría nombre por su grato servicio. Mientras tanto, observó alegre la escena con la elfa y cómo el tipo trataba de huir sin éxito, porque Moskova apareció de la nada con su magnífica barba y su brillante calva. Probablemente el hombre tuviese algún que otro túnel secreto para escapar... o hacer una aparición triunfal.

-¿Qué es todo esto? ¿Quiénes sois vosotras? -exclamó Moskova; no se le veía contento.- ¿¡Las has dejado entrar, Fonella!?

-¡No! ¡Moskova, no! ¡Aparecieron de la nada y esta tía loca empezó a tirar cosas! -gritó el pobre alquimista a los pies del hombre, sollozando.- ¡Hablaba del veneno, es una suicida! ¡Tienes que creerme, iba ahora mismo a buscarte!

-Cada día eres más inútil, Fonella. Lleváoslo y que termine la fórmula en el otro sitio. ¡Y vosotras...! Espera ¿qué coño haces con mi mercancía?

Twistedtale parpadeó con inocencia, rezando mucho y muy rápido en su interior para que la garrafa de cristal se vaciase lo más pronto posible. Sonrió con la mayor candidez que supo, que era mucha porque, diantres, era un excelente bardo.

-¿Nada?

-¿Me estás vacilando? Me estáis vacilando las dos. Os creéis que podéis venir a mi trabajo a distraer a mi gente y romper mis cosas y robarme sin que os ocurra nada. ¿Buscabais veneno? Lo habéis encontrado.

Y desenfundó dos de las dagas más grandes que la bruja había visto jamás. De hecho, Moskova venía equipado con cuchillería fina colgando de las caderas, sobresaliendo de las botas y en una funda al bies sobre el pecho. Con el último gorgoteo del ropinka perdiéndose en la petaca, el bardo dejó la botella muy cuidadosamente en el suelo sin perder de vista la escena.

El barbudo calvo descorchó un botellín pequeño para derramar una sustancia algo pegajosa sobre las hojas.

-¿Lili? ¿Tienes un plan? ¡¿Liliii?! -exclamó, la voz subiéndole dos octavas.
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Mensaje  Lixis Mar Dic 22 2020, 23:33

El camino hacia el mal era una resbaladiza pendiente, ahora lo entendía, pues ver como ese hombre se retorcía de pánico e histeria le aportaba cierto calorcillo. O puede que fueran los vapores del lugar, no estaba segura.

-¡HEY! ESO FUE SOLO UNA VEZ.- Protestó, no del todo siguiendo el juego, pero la condenada ya estaba ojeando una botella algo diferente al resto. Puede que fuera acido y así aprendiera algo.

Ah, no, esa si era acido. Al parecer solo quedaban botellas peligrosas. -En serio, ¿os moriríais por ponen etiquetas? Puede que algún simbolito o algo. Imagínate que alguien se bebe lo que no es porque sois un atajo de vagos.- menos mal que los malvados eran también, por norma general, incompetentes, o tendría muchísimo más trabajo.

Pero por fin había aparecido el tipo que estaban buscando. Calvo, con barba, y llamado Moskova. Puede que hubieran un par más en la ciudad, pero ninguno estaría casualmente allí abajo. Y el tipo tenia veneno y dagas, lo que reforzaba su suposición.

-¿Plan? Por supuesto que tengo un plan.- dijo, tirándole una botella y avanzando hacia el. El veneno era mala noticia, pero las armas… una daga no iba a atravesar una armadura de placas, por más que fuera casi una espada corta. Por lo que tenia que vigilar la cara, puede que los dedos y las axilas, pero nada más.

Ambos se encontraron, Lixis extendiendo la maza a un lado para hacer un golpe horizontal, y el hombre se agachó inmediatamente para evitarlo, solo para recibir un rodillazo en la cara. Al alzarse por el golpe, inmediatamente centró su atención en la mano de su maza, para recibir un escudazo ahora que su otra mano ya lo había sacado de su espalda. Y lo siguiente… fue un empate técnico, ninguno de los dos dispuestos a comprometerse demasiado, haciendo fintas y ataques suaves para no dejar una apertura. Pero solo ella era la intrusa ene se sitio, así que tenia que arriesgarse. Avanzo súbitamente, dando un mazazo, que el hombre esquivo por poco.

Eso era… malo, se había extendido demasiado, y aunque se estaba retirando ya, el criminal atacaría, y tenía que adivinar donde.

O al menos tendría que haberlo hecho, si en plena retirada no se hubiera atravesado a si misma. Allí, parada, un meto delante de donde en realidad estaba. Era… confuso, especialmente cuando una daga atravesó su no-cabeza, aunque no perdió la oportunidad. -Te tengo.- susurró, la maza saliendo disparada y destrozando la mano del criminal, provocando que una de las dagas cayera al suelo, en algún lugar de la ilusión. Ya tenia la muestra asegurada, ahora podía luchar sin miedo que la sangre contaminara la muestra.

O eso habria dicho si el tipo tuviera una pizca de guerrero en el. Una mano completamente destozada y se ponia en el suelo a lloriquear... tres segundos más tarde, ya no daria problemas, y seguia teniendo la muestra. -Voy a volver a darle el antidoto a esa... carismatica mujer.- si, mejor dejarlo en carismatica. -¿Lo quemas todo? No quiero perder tiempo.- y volver daba un poco de pereza, todo fuera dicho.
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