Los ojos de un traidor [Libre] [Noche]
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Los ojos de un traidor [Libre] [Noche]
La noche había caído hacía apenas unos minutos en Sacrestic Ville. Se notaba por el silencio sepulcral que ya conquistaba las calles de la pequeña ciudad del oeste de Aerandir. Caleb había oído hablar alguna vez de la villa: sabía que se trataba de algún tipo de refugio para vampiros renegados, lo cual no le hacía especial ilusión. Para él, su nueva condición racial significaba renacimiento, vida y esperanza. Sin embargo allí los vampiros parecían vivir en armonía con los humanos, incluso con cierto recelo.
Caleb frunció el ceño. Absorto en sus pensamientos, no advirtió que había caminado hasta el centro de la ciudad, que se limitaba a una pequeña plaza circular con unas cuantas casas bajas rodeándola y, en un callejón, haciendo esquina, una de las pocas tabernas con vida en el lugar. De dentro salían varias voces temblorosas, afectadas ya por la ebriedad.
Si hay algo peor que un vampiro renegado, es un vampiro renegado y borracho.
Aunque lo pensó para sus adentros, la expresión facial del joven hablaba por sí sola. No le hacía gracia ese lugar, pero de todos los sitios por los que viajaría sabía que allí, al menos, no le mirarían mal. Observó el exterior del sitio. No era, desde luego, una arquitectura elegante, pero hacía bien su papel: dos faroles grandes iluminaban el portón de madera oscura que se alzaba en medio de una estructura austera, incluso tétrica.
Al entrar, Caleb notó como algunos ojos se clavaban sobre él. Quizá fuesen imaginaciones suyas, acostumbrado al rechazo sistemático, pero tampoco le gustaba sentirse observado. A la izquierda, una barra mojada era capitaneada por una mujer humana bastante fornida. Desenfadada, charlaba con energía con otro humano sobre temas banales. A la derecha, un grupo de etnias mezcladas bebía en jarras de litro mientras parecían discutir sobre algún tema de política que Caleb no entendía. El albino se centró en la encargada y le hizo una señal con la mano para que repitiese el servicio que acababa de preparar: un par de rebanadas de pan con mantequilla y una jarra de cebada clara. Se sentó en la mesa más apartada que pudo ver y comenzó a casi engullir su plato. Recordó que llevaba sin comer desde hacía prácticamente un día.
Mientras mataba el tiempo en ese antro oscuro, el grupo que tenía delante empezó a discutir más acaloradamente. Aunque no tenía el más mínimo interés, Caleb levantó la mirada justo para presenciar cómo uno de los hombres más mayores le acertaba un puñetazo en la nariz a otro. Esbozó una sonrisa. Eso le gustaba más. De golpe, el grupo -ahora pudo identificar a tres humanos y dos vampiros- se levantó y la taberna se convirtió en un ring de gritos e intentos de agresiones (poco fructíferas, no nos vamos a engañar, el alcohol había hecho bien su trabajo). Mientras repelaba el plato con el tenedor Caleb fantaseaba con unirse a la diversión, pero le interesaba pasar con discreción por aquella ciudadela. Se levantó con intención de pedir una habitación individual para pasar la noche, pero algo interfirió en su corto camino.
-Eh, tú. Rubito.
Una voz ronca llamó la atención de Caleb, que inmediatamente se giró para descubrir a un varón humano de unos 60 años de edad, con barba gris y de anchura corporal, acercándose a él con actitud amenazante. Quería ser discreto, pero definitivamente no le iban a dejar.
-¿Hm? -musita el joven.
La indiferencia causó mayor rabia en el paisano, que fue directo a él. Agarró por la pechera a Caleb, que se mantuvo firme e impasible.
-Conozco esos ojos. Son los ojos de un... -dudó un poco-. De un traidor. Y en Sacrestic no queremos traidores.
Aunque en el fondo la ira le invadía poco a poco, el vampiro mantuvo las formas. Tenía mil maneras de salir de esas situaciones, y en pocas ocasiones necesitaba implicarse. Clavó su mirada dorada en los ojos arrugados del humano, y lo que pasó después fue un visto y no visto. El terror tensó todos los músculos faciales del hombre, que instantáneamente soltó a Caleb y, tropezándose por el camino, huyó hacia la neblina de la calle. El silencio se apoderó entonces del lugar. Caleb levantó la mirada y vio lo que, al principio de la escena, ya había ocurrido: todos los ojos clavados en él. El terror entonces se expandió por el resto de la sala, y en apenas unos segundos se vació del todo. Caleb, ya abiertamente desganado, se volteó hacia la tabernera para pedir su habitación. Pero no había ni rastro de la mujer. Soltó una risilla y, podido por la curiosidad, asomó fuera del local sin prever que dos jóvenes vampiros que habían descubierto el escándalo al deambular cerca de allí le estarían esperando en la puerta. Lo último que escuchó fue un golpe metálico contra su cráneo, probablemente con algún tipo de herramienta de obra.
Caleb se desplomó a la tierra mojada por la humedad de la costa, que apenas quedaba a unos kilómetros de allí. Un hilillo de sangre recorría su rostro, naciendo en una pequeña brecha de la frente. Había perdido el conocimiento.
Off Rol: He utilizado "Presencia Vampírica" para aterrar al hombre en la taberna.
Caleb frunció el ceño. Absorto en sus pensamientos, no advirtió que había caminado hasta el centro de la ciudad, que se limitaba a una pequeña plaza circular con unas cuantas casas bajas rodeándola y, en un callejón, haciendo esquina, una de las pocas tabernas con vida en el lugar. De dentro salían varias voces temblorosas, afectadas ya por la ebriedad.
Si hay algo peor que un vampiro renegado, es un vampiro renegado y borracho.
Aunque lo pensó para sus adentros, la expresión facial del joven hablaba por sí sola. No le hacía gracia ese lugar, pero de todos los sitios por los que viajaría sabía que allí, al menos, no le mirarían mal. Observó el exterior del sitio. No era, desde luego, una arquitectura elegante, pero hacía bien su papel: dos faroles grandes iluminaban el portón de madera oscura que se alzaba en medio de una estructura austera, incluso tétrica.
Al entrar, Caleb notó como algunos ojos se clavaban sobre él. Quizá fuesen imaginaciones suyas, acostumbrado al rechazo sistemático, pero tampoco le gustaba sentirse observado. A la izquierda, una barra mojada era capitaneada por una mujer humana bastante fornida. Desenfadada, charlaba con energía con otro humano sobre temas banales. A la derecha, un grupo de etnias mezcladas bebía en jarras de litro mientras parecían discutir sobre algún tema de política que Caleb no entendía. El albino se centró en la encargada y le hizo una señal con la mano para que repitiese el servicio que acababa de preparar: un par de rebanadas de pan con mantequilla y una jarra de cebada clara. Se sentó en la mesa más apartada que pudo ver y comenzó a casi engullir su plato. Recordó que llevaba sin comer desde hacía prácticamente un día.
Mientras mataba el tiempo en ese antro oscuro, el grupo que tenía delante empezó a discutir más acaloradamente. Aunque no tenía el más mínimo interés, Caleb levantó la mirada justo para presenciar cómo uno de los hombres más mayores le acertaba un puñetazo en la nariz a otro. Esbozó una sonrisa. Eso le gustaba más. De golpe, el grupo -ahora pudo identificar a tres humanos y dos vampiros- se levantó y la taberna se convirtió en un ring de gritos e intentos de agresiones (poco fructíferas, no nos vamos a engañar, el alcohol había hecho bien su trabajo). Mientras repelaba el plato con el tenedor Caleb fantaseaba con unirse a la diversión, pero le interesaba pasar con discreción por aquella ciudadela. Se levantó con intención de pedir una habitación individual para pasar la noche, pero algo interfirió en su corto camino.
-Eh, tú. Rubito.
Una voz ronca llamó la atención de Caleb, que inmediatamente se giró para descubrir a un varón humano de unos 60 años de edad, con barba gris y de anchura corporal, acercándose a él con actitud amenazante. Quería ser discreto, pero definitivamente no le iban a dejar.
-¿Hm? -musita el joven.
La indiferencia causó mayor rabia en el paisano, que fue directo a él. Agarró por la pechera a Caleb, que se mantuvo firme e impasible.
-Conozco esos ojos. Son los ojos de un... -dudó un poco-. De un traidor. Y en Sacrestic no queremos traidores.
Aunque en el fondo la ira le invadía poco a poco, el vampiro mantuvo las formas. Tenía mil maneras de salir de esas situaciones, y en pocas ocasiones necesitaba implicarse. Clavó su mirada dorada en los ojos arrugados del humano, y lo que pasó después fue un visto y no visto. El terror tensó todos los músculos faciales del hombre, que instantáneamente soltó a Caleb y, tropezándose por el camino, huyó hacia la neblina de la calle. El silencio se apoderó entonces del lugar. Caleb levantó la mirada y vio lo que, al principio de la escena, ya había ocurrido: todos los ojos clavados en él. El terror entonces se expandió por el resto de la sala, y en apenas unos segundos se vació del todo. Caleb, ya abiertamente desganado, se volteó hacia la tabernera para pedir su habitación. Pero no había ni rastro de la mujer. Soltó una risilla y, podido por la curiosidad, asomó fuera del local sin prever que dos jóvenes vampiros que habían descubierto el escándalo al deambular cerca de allí le estarían esperando en la puerta. Lo último que escuchó fue un golpe metálico contra su cráneo, probablemente con algún tipo de herramienta de obra.
Caleb se desplomó a la tierra mojada por la humedad de la costa, que apenas quedaba a unos kilómetros de allí. Un hilillo de sangre recorría su rostro, naciendo en una pequeña brecha de la frente. Había perdido el conocimiento.
Off Rol: He utilizado "Presencia Vampírica" para aterrar al hombre en la taberna.
Caleb Maimah
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Re: Los ojos de un traidor [Libre] [Noche]
El miembro 'Caleb Maimah' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Re: Los ojos de un traidor [Libre] [Noche]
La carreta de carga, en la que se trasladaba la joven, se tambaleaba un poco por el camino pedregoso, lo cual no le permitió conciliar el sueño en el último tramo del viaje hacia Sacrestic Ville. El motivo de su visita era simplemente poder conocer los lugares donde se alojasen vampiros, su curiosa personalidad le invitaba a saber más de esta especie, a la que pertenecía el hombre a quien pretendía servir. Los aeros que logró robar de unos hombres ebrios aquella vez que conoció a quien le salvaría, le habían dado un muy bien modo de moverse por los poblados. En algunos pudo trabajar un par de noches en fiestas de señores adinerados, realizando bailes que con su natural encanto, deleitararan a los presentes.
Una vez que llegaron era ya el atardecer, le pagó al mercader, quien le diera el servicio de llevarla hasta allá, en un largo viaje desde las afueras de Heckshold. Al adentrarse en el poblado, se percató de una actitud algo presurosa por parte de los pobladores. Parecían tener prisa por llegar a casa. El lugar no era precisamente un paisaje digno de apreciarse, aunque a sus ojos tenía su encanto, uno bastante lúgubre. O quizá quedaba claro que, su atracción por la oscuridad y misterio, le hacían apreciar de forma distinta sus entornos.
Conforme avanzó, el sol se ocultaba de a poco tiñendo el cielo en una paleta de colores cálida. Y para el momento en que se adentra en una posada, para pasar su primera noche y lograr descansar sin interrupciones, el último rayo de sol se desvaneció. Era tan temprano y varios presentes ya se encontraban ebrios, pero pasó de ellos discretamente gracias a su contextura, hasta llegar a la barra donde una mujer que sí se destacaba de entre otros, con mucha fluidez atendía a los asistentes. Itzamaray se acercó a ella, y descubrió su rostro quitándose el velo que cubría la mitad de éste y la capucha también, para no parecer sospechosa a la vista de la mujer, y ésta no le negase el servicio. Era de esperar que su apariencia aniñada, dado el lugar, de cualquier forma causó una mirada dudosa en la anfitriona.
Lo único que le solicitó a la mujer era un puñado de uvas y un trozo de queso, acompañado de un pequeño tarro de hidromiel. Ella permaneció en la barra, en un extremo, distanciada lo más posible de otros, ya que sólo deseaba comer e irse a dormir al cuarto que había pedido a la mujer. Pagó los servicios antes de comenzar a alimentarse, las uvas jugosas y dulces hacían un par excelente al queso añejo. Cuando avanzó la noche los presentes se comportan de forma irracional, sin duda ahogados en los efectos de las bebidas fermentadas. Eso la fastidió un poco, y justo cuando estaba finalizando su cena, iniciaba la hostilidad con golpes y refunfuños.
Al ponerse de pie hizo un gesto de negación con la cabeza mientras resoplaba, dio media vuelta y siguió las indicaciones que le había dado antes la anfitriona de la posada y taberna, fué hacia el pasillo de la izquierda, y encontró unas escaleras algo maltrechas. Subió y buscó una puerta con una “estrella” tallada en ella, caminando en la pobremente iluminada estancia, hasta dar fondo con la puerta indicada. Al entrar en ella vió por qué le dijo que tenía suerte de encontrar una habitación adecuada para una “jovencita”, pues por dentro aquella puerta tenía un sistema de obstrucción con hierro y una gruesa madera a un lado del umbral, así podría cerrar por dentro.
Cerrando esta puerta tras ella, pretendió tomar su largo sueño hasta el siguiente día, pero el escándalo debajo de su piso, se había intensificado. Entonces, visiblemente fastidiada, se acercó a la ventana, abriendola para recargar sus manos en el borde y observar la calle. No había prácticamente movimiento en ellas, excepto por un par de hombres que se acercaban a la entrada de la taberna, con lo que parecía un arma. En efecto, era una herramienta usada como arma, pues en cuanto un joven de cabello platino salió del lugar, pudo ver cómo le atacaron sin permitirle defenderse. Ella dió un sobresalto y retiró las manos, para recorrer su cuerpo al rincón de la ventana, ayudándose de las sombras, para poder observar qué estaba sucediendo claramente. Una barbarie atacar a otros de sorpresa así. Pero si de algo se había dado cuenta era, que los hombres tendían tan fácilmente a la violencia, que no le extrañaba del todo que incluso fueran tan viles de buscar ventaja. Entrecerró los ojos observando atentamente al recordar al hombre, pues ella había visto a la víctima en el salón de abajo, se le había notado tranquilo, así que no entendía que podría causar el ataque imprevisto.
Una vez que llegaron era ya el atardecer, le pagó al mercader, quien le diera el servicio de llevarla hasta allá, en un largo viaje desde las afueras de Heckshold. Al adentrarse en el poblado, se percató de una actitud algo presurosa por parte de los pobladores. Parecían tener prisa por llegar a casa. El lugar no era precisamente un paisaje digno de apreciarse, aunque a sus ojos tenía su encanto, uno bastante lúgubre. O quizá quedaba claro que, su atracción por la oscuridad y misterio, le hacían apreciar de forma distinta sus entornos.
Conforme avanzó, el sol se ocultaba de a poco tiñendo el cielo en una paleta de colores cálida. Y para el momento en que se adentra en una posada, para pasar su primera noche y lograr descansar sin interrupciones, el último rayo de sol se desvaneció. Era tan temprano y varios presentes ya se encontraban ebrios, pero pasó de ellos discretamente gracias a su contextura, hasta llegar a la barra donde una mujer que sí se destacaba de entre otros, con mucha fluidez atendía a los asistentes. Itzamaray se acercó a ella, y descubrió su rostro quitándose el velo que cubría la mitad de éste y la capucha también, para no parecer sospechosa a la vista de la mujer, y ésta no le negase el servicio. Era de esperar que su apariencia aniñada, dado el lugar, de cualquier forma causó una mirada dudosa en la anfitriona.
Lo único que le solicitó a la mujer era un puñado de uvas y un trozo de queso, acompañado de un pequeño tarro de hidromiel. Ella permaneció en la barra, en un extremo, distanciada lo más posible de otros, ya que sólo deseaba comer e irse a dormir al cuarto que había pedido a la mujer. Pagó los servicios antes de comenzar a alimentarse, las uvas jugosas y dulces hacían un par excelente al queso añejo. Cuando avanzó la noche los presentes se comportan de forma irracional, sin duda ahogados en los efectos de las bebidas fermentadas. Eso la fastidió un poco, y justo cuando estaba finalizando su cena, iniciaba la hostilidad con golpes y refunfuños.
Al ponerse de pie hizo un gesto de negación con la cabeza mientras resoplaba, dio media vuelta y siguió las indicaciones que le había dado antes la anfitriona de la posada y taberna, fué hacia el pasillo de la izquierda, y encontró unas escaleras algo maltrechas. Subió y buscó una puerta con una “estrella” tallada en ella, caminando en la pobremente iluminada estancia, hasta dar fondo con la puerta indicada. Al entrar en ella vió por qué le dijo que tenía suerte de encontrar una habitación adecuada para una “jovencita”, pues por dentro aquella puerta tenía un sistema de obstrucción con hierro y una gruesa madera a un lado del umbral, así podría cerrar por dentro.
Cerrando esta puerta tras ella, pretendió tomar su largo sueño hasta el siguiente día, pero el escándalo debajo de su piso, se había intensificado. Entonces, visiblemente fastidiada, se acercó a la ventana, abriendola para recargar sus manos en el borde y observar la calle. No había prácticamente movimiento en ellas, excepto por un par de hombres que se acercaban a la entrada de la taberna, con lo que parecía un arma. En efecto, era una herramienta usada como arma, pues en cuanto un joven de cabello platino salió del lugar, pudo ver cómo le atacaron sin permitirle defenderse. Ella dió un sobresalto y retiró las manos, para recorrer su cuerpo al rincón de la ventana, ayudándose de las sombras, para poder observar qué estaba sucediendo claramente. Una barbarie atacar a otros de sorpresa así. Pero si de algo se había dado cuenta era, que los hombres tendían tan fácilmente a la violencia, que no le extrañaba del todo que incluso fueran tan viles de buscar ventaja. Entrecerró los ojos observando atentamente al recordar al hombre, pues ella había visto a la víctima en el salón de abajo, se le había notado tranquilo, así que no entendía que podría causar el ataque imprevisto.
Itzamaray
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Re: Los ojos de un traidor [Libre] [Noche]
Cuando Caleb recobró el conocimiento, ya no había ni rastro de los atacantes. Entreabrió un poco los ojos, aún con la confusión del golpe, y alargó el brazo para palpar la zona frontal de su cabeza. La sangre aún mojaba, por lo que pudo intuir que apenas habían pasado unos minutos desde la agresión. Suspiró. Estaba un poco mareado, pero pudo levantarse sin más problemas que un ligero tambaleo. Al mirar a su alrededor, descubrió a un grupo de mujeres mirando de lejos la escena, pero nada más. ¿Por qué le pasaba todo a él? Intentando reestructurar en su mente lo sucedido hacía unos instantes, recordó las palabras del hombre que le había increpado en el interior de la taberna.
Me llamó traidor. ¿Quién era?
Era la primera vez que Caleb se alejaba tanto de las minas. Era imposible que lo hubiese visto antes. El joven vampiro tenía una memoria prodigiosa, siempre recordaba los rostros. Sin embargo, el semblante arrugado del viejo no le resultaba familiar. Cuando volvió a entrar en el local, no quedaba casi nadie ya. La tabernera le miró de reojo y Caleb pudo notar el terror en sus movimientos, pero lo ignoró y se acercó a ella para solicitar la habitación individual y un paño de agua fría. La mujer entró en un habitáculo trasero y apareció unos segundos después con una llave metálica y un trapo de algodón húmedo. Cuando parecía que menos predispuesta estaba, habló:
-¿Una mala caída? -Señaló su frente con el dedo índice.
Caleb hizo una mueca que podría haberse interpretado como una sonrisa o una cara de asco. Agarró el paño mojado y comenzó a limpiarse la herida, que ya empezaba a secarse. Un par de mechones albinos ya estaban completamente pegados a su piel, y ni con el agua fue capaz de quitar la tonalidad rojiza que había quedado impregnada.
-Sí, más o menos. Gracias.
Asintió con la cabeza y deslizó unos cuantos aeros por la barra. Luego se dirigió directamente a la parte superior de la taberna, donde hacía su función de posada. Los escalones crujieron a su paso y, al llegar, un pasillo no demasiado largo presentaba cuatro cuartos, dos a cada lado. Uno tenía representada una estrella en la puerta. Caleb echó un vistazo a su llave y vio dibujado el mismo símbolo en ella, así que intuyó que sería la habitación correspondiente. La introdujo en la cerradura, pero no se abrió. Lo volvió a intentar un par de veces, sin resultado.
Mierda. ¿De verdad voy a tener que forzar una puerta que he pagado?
Se rascó la cabeza con un movimiento involuntario y un gruñido de dolor surgió de entre sus labios. La cabeza le palpitaba como si de una bombona se tratase. Y luego un pinchazo recorrió su cuerpo. Empezaba a impacientarse, así que volvió a introducir la llave y, con un par de movimientos sorprendentemente elegantes para el estado en el que se encontraba, abrió la puerta.
Con la sorpresa de que, en el interior, una joven con aires de ingenuidad le observaba agitada.
Off Rol: Para abrir la puerta he usado Diestro Siniestro.
Me llamó traidor. ¿Quién era?
Era la primera vez que Caleb se alejaba tanto de las minas. Era imposible que lo hubiese visto antes. El joven vampiro tenía una memoria prodigiosa, siempre recordaba los rostros. Sin embargo, el semblante arrugado del viejo no le resultaba familiar. Cuando volvió a entrar en el local, no quedaba casi nadie ya. La tabernera le miró de reojo y Caleb pudo notar el terror en sus movimientos, pero lo ignoró y se acercó a ella para solicitar la habitación individual y un paño de agua fría. La mujer entró en un habitáculo trasero y apareció unos segundos después con una llave metálica y un trapo de algodón húmedo. Cuando parecía que menos predispuesta estaba, habló:
-¿Una mala caída? -Señaló su frente con el dedo índice.
Caleb hizo una mueca que podría haberse interpretado como una sonrisa o una cara de asco. Agarró el paño mojado y comenzó a limpiarse la herida, que ya empezaba a secarse. Un par de mechones albinos ya estaban completamente pegados a su piel, y ni con el agua fue capaz de quitar la tonalidad rojiza que había quedado impregnada.
-Sí, más o menos. Gracias.
Asintió con la cabeza y deslizó unos cuantos aeros por la barra. Luego se dirigió directamente a la parte superior de la taberna, donde hacía su función de posada. Los escalones crujieron a su paso y, al llegar, un pasillo no demasiado largo presentaba cuatro cuartos, dos a cada lado. Uno tenía representada una estrella en la puerta. Caleb echó un vistazo a su llave y vio dibujado el mismo símbolo en ella, así que intuyó que sería la habitación correspondiente. La introdujo en la cerradura, pero no se abrió. Lo volvió a intentar un par de veces, sin resultado.
Mierda. ¿De verdad voy a tener que forzar una puerta que he pagado?
Se rascó la cabeza con un movimiento involuntario y un gruñido de dolor surgió de entre sus labios. La cabeza le palpitaba como si de una bombona se tratase. Y luego un pinchazo recorrió su cuerpo. Empezaba a impacientarse, así que volvió a introducir la llave y, con un par de movimientos sorprendentemente elegantes para el estado en el que se encontraba, abrió la puerta.
Con la sorpresa de que, en el interior, una joven con aires de ingenuidad le observaba agitada.
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Caleb Maimah
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Re: Los ojos de un traidor [Libre] [Noche]
Se mantuvo atenta a lo que pasaría a continuación, y se sorprendió que no se lo llevasen aquellos agresores, o al menos le hicieran más daño. Un grupo pequeño de mujeres se había dedicado a mirarlo, pero no lo ayudaron, y no las culpaba, a veces en estos casos era mejor no involucrarse sobre todo siendo un poblado con una aparente hostilidad natural en su ambiente.
Pasaron un par de minutos, y sabiendo que no podría hacer mucho por el joven, se alejó de la ventana para comenzar a tomar una ducha con el jarrón de agua y la pequeña tina de madera, al final se colocó la otra muda de ropa que llevaba consigo y se recostó.
Aunque intentaba dormir, miraba hacia el techo con una insistente curiosidad de saber si seguía vivo o no, la intriga le motivó a levantarse y asomarse por la ventana, para encontrarse con que ya no estaba ahí, y eso sólo confirmó su sospecha de que, seguramente, los agresores habrían vuelto por él. Suspiró y, con menos sentido de curiosidad, logró conciliar el sueño.
Un ruido insistente en el pasillo, seguido del choque contra el suelo, de la tabla que aseguraba la puerta, la obligaron a incorporarse de prisa, tuvo que retirar su cabello de un lado de su rostro para poder ver con claridad al frente. Forzó a su cuerpo moverse hacia la mesa desgastada donde reposaba su daga, cuando se abrió la puerta dejando ver una sombría figura, debido a la tenue iluminación de las velas en el pasillo, la figura abarcaba casi toda la altura del marco y no se diría que era precisamente esbelta tampoco. Un grito ahogado apenas asomó desde su garganta, y tuvo miedo, pero a pesar de ello había llegado a la mesa, de donde tomó la empuñadura y con una respiración agitada la mantuvo lista para defenderse. Mientras intentaba enfocar la vista, pues la luz temblorosa tras el intruso y la habitación a oscuras, dificultaba su percepción.
En ese momento una serie de pensamientos invadieron su mente, ¿quién era? ¿Acaso no era esa la supuesta habitación con seguro interno? ¿Será que la mujer que le atendió, confabula con algunos criminales? ¿Traficantes de personas? Esta última le aterró, no se encontraría dos veces con alguien que le salvase de ello... ¿Vendría a violarla? ¿Un vampiro desalmado y asesino?
Pasaron un par de minutos, y sabiendo que no podría hacer mucho por el joven, se alejó de la ventana para comenzar a tomar una ducha con el jarrón de agua y la pequeña tina de madera, al final se colocó la otra muda de ropa que llevaba consigo y se recostó.
Aunque intentaba dormir, miraba hacia el techo con una insistente curiosidad de saber si seguía vivo o no, la intriga le motivó a levantarse y asomarse por la ventana, para encontrarse con que ya no estaba ahí, y eso sólo confirmó su sospecha de que, seguramente, los agresores habrían vuelto por él. Suspiró y, con menos sentido de curiosidad, logró conciliar el sueño.
Un ruido insistente en el pasillo, seguido del choque contra el suelo, de la tabla que aseguraba la puerta, la obligaron a incorporarse de prisa, tuvo que retirar su cabello de un lado de su rostro para poder ver con claridad al frente. Forzó a su cuerpo moverse hacia la mesa desgastada donde reposaba su daga, cuando se abrió la puerta dejando ver una sombría figura, debido a la tenue iluminación de las velas en el pasillo, la figura abarcaba casi toda la altura del marco y no se diría que era precisamente esbelta tampoco. Un grito ahogado apenas asomó desde su garganta, y tuvo miedo, pero a pesar de ello había llegado a la mesa, de donde tomó la empuñadura y con una respiración agitada la mantuvo lista para defenderse. Mientras intentaba enfocar la vista, pues la luz temblorosa tras el intruso y la habitación a oscuras, dificultaba su percepción.
En ese momento una serie de pensamientos invadieron su mente, ¿quién era? ¿Acaso no era esa la supuesta habitación con seguro interno? ¿Será que la mujer que le atendió, confabula con algunos criminales? ¿Traficantes de personas? Esta última le aterró, no se encontraría dos veces con alguien que le salvase de ello... ¿Vendría a violarla? ¿Un vampiro desalmado y asesino?
Itzamaray
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Re: Los ojos de un traidor [Libre] [Noche]
Caleb abrió mucho los ojos al encontrarse con que su habitación estaba ya habitada. Una joven, al otro lado del cubículo, lo miraba con pánico -para variar. El rubio resopló, ya totalmente desesperado, porque no entendía qué hacía otra persona ocupando el único espacio que le daría paz esa noche. Se fijó por un segundo en la joven: expulsaba dulzura por los poros de su piel.
Estas son las peores -pensó.
Se agarró al marco de la puerta con el brazo derecho mientras que con el izquierdo sostenía el paño teñido en sangre, que aún goteaba. Luego clavó sus pupilas doradas en los ojos de la chica, no con rabia ni con morbosidad, sino con tristeza. Caleb siempre había sido un ser capaz de percibir todas las sensaciones con extrema delicadeza, pero no se le conocía por ser precisamente un sensiblón. Algo dentro de sí le impedía llorar. Había un cimiento duro e impenetrable en su mente que le bloqueaba. Cuando era pequeño, sus padres siempre se habían encargado de que creciese como un hombre rudo y con pocos escrúpulos, lejos de la espontaneidad de las emociones reales. Aunque hacía mucho que su educación en el Clan Serpentium había pasado a mejor vida, las conductas adquiridas habían hecho mella en él. Pero lo cierto es que aquella noche Caleb tenía muchas ganas de romperse.
Fue largo el contacto visual que mantuvieron los dos. Después de un rato, terminó por desmoronarse. Los ojos comenzaron a humedecérsele, y un temblor casi imperceptible le sacudía los labios. Antes de poder articular palabra siquiera, las lágrimas ya le caían por las mejillas y aterrizaban en su boca. El vampiro converso había olvidado el sabor salado que las caracterizaba. Después, cerró los ojos muy fuerte y empezó a gritar.
-¿¡Es que no me puede salir nada bien!?
Habían pasado muchos años desde la última vez que Caleb lloró. Hay que remontarse al inicio de su adolescencia, a aquella trágica noche primaveral. Desde entonces, el pequeño albino se había prometido renunciar a las debilidades del ser viviente. Aunque en el fondo sabía que, tarde o temprano, se vería sobrepasado por su propia naturaleza. Se puso de cuclillas y se agarró el pelo con las manos, tirando de él para aliviar su ira sin parecer un loco violento. Comenzó a sangrar de nuevo, ya que la herida estaba lejos de estar curada, y aprovechándolo hundió la cara en el paño rojizo. Aunque fueron unos escasos segundos los que sollozó, para Caleb parecieron eternos. Por un momento se había olvidado completamente de que no estaba solo.
Off Rol: Perdona que no haya podido responder antes, he tenido unos días liados <3
Estas son las peores -pensó.
Se agarró al marco de la puerta con el brazo derecho mientras que con el izquierdo sostenía el paño teñido en sangre, que aún goteaba. Luego clavó sus pupilas doradas en los ojos de la chica, no con rabia ni con morbosidad, sino con tristeza. Caleb siempre había sido un ser capaz de percibir todas las sensaciones con extrema delicadeza, pero no se le conocía por ser precisamente un sensiblón. Algo dentro de sí le impedía llorar. Había un cimiento duro e impenetrable en su mente que le bloqueaba. Cuando era pequeño, sus padres siempre se habían encargado de que creciese como un hombre rudo y con pocos escrúpulos, lejos de la espontaneidad de las emociones reales. Aunque hacía mucho que su educación en el Clan Serpentium había pasado a mejor vida, las conductas adquiridas habían hecho mella en él. Pero lo cierto es que aquella noche Caleb tenía muchas ganas de romperse.
Fue largo el contacto visual que mantuvieron los dos. Después de un rato, terminó por desmoronarse. Los ojos comenzaron a humedecérsele, y un temblor casi imperceptible le sacudía los labios. Antes de poder articular palabra siquiera, las lágrimas ya le caían por las mejillas y aterrizaban en su boca. El vampiro converso había olvidado el sabor salado que las caracterizaba. Después, cerró los ojos muy fuerte y empezó a gritar.
-¿¡Es que no me puede salir nada bien!?
Habían pasado muchos años desde la última vez que Caleb lloró. Hay que remontarse al inicio de su adolescencia, a aquella trágica noche primaveral. Desde entonces, el pequeño albino se había prometido renunciar a las debilidades del ser viviente. Aunque en el fondo sabía que, tarde o temprano, se vería sobrepasado por su propia naturaleza. Se puso de cuclillas y se agarró el pelo con las manos, tirando de él para aliviar su ira sin parecer un loco violento. Comenzó a sangrar de nuevo, ya que la herida estaba lejos de estar curada, y aprovechándolo hundió la cara en el paño rojizo. Aunque fueron unos escasos segundos los que sollozó, para Caleb parecieron eternos. Por un momento se había olvidado completamente de que no estaba solo.
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Caleb Maimah
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Re: Los ojos de un traidor [Libre] [Noche]
Aunque la posición que tomó ella era defensiva, la respuesta corporal del intruso distaba de la agresión, y ésto fué lo que le alertó. Acostumbrada a una vida de violencia inesperada, por sencillamente ninguna razón, pensaba constantemente que otros eran exactamente igual de reaccionarios o violentos, así que conocer gente nueva no siempre le hacían sentir cómoda, ahora mucho menos seguridad le daba un intruso que forzara su puerta y no se explicara si quiera.
Su pequeña mano se aferraba a la empuñadura, y se mantuvo en su sitio a pesar de que él tomara posturas, si no relajadas, parecían de cansancio. Cuando sus ojos se habían adaptado al entorno, podía vislumbrar más detalladamente al hombre. Al hacer contacto con sus ojos dorados, dio un paso hacia atrás y un grito ahogado, su sorpresa no se hizo esperar cuando su mente conectó esta imagen con la de su salvador, características tan similares en rostros y cuerpos diferentes. Su poco conocimiento sobre los vampiros, le hizo pensar en ese instante que todos entonces son muy similares, o quizá era el origen antes de serlo. Y para su mayor sorpresa, era el mismo joven al que habían atacado, pero eso no significaba que no fuera a correr peligro con él ahí, tal vez le atacaran por una buena razón... Aquel análisis se interrumpió cuando lo vió tomar una actitud confusa, pues sus ojos dejaron caer lágrimas sobre aquellos pómulos marcados.
No sabía qué pensar, pues en cuestión de momentos, aquella alta figura se desmoronaba frente a ella, quedando tan solo un par de cuartos menos que la propia altura de la joven. Su naturaleza nunca fué violenta, sino melancólica, y sin duda también curiosa, y en esto último recae la decisión que tomó. Sin soltar la daga, bajó el filo y lo mantuvo junto a su muslo, muy junto a su piel, y dio unos pasos hacia él. Silenciosa por sus pisadas ligeras y descalza, se acercó conservando menos de un metro de distancia, lo suficiente para extender el brazo libre y tocar su hombro. Su expresión era de desconcierto y una pena nacida de su empatía con el sufrimiento.
-¿Qué te sucede? El olor a sangre, a esta distancia, era ahora evidente. Frunció el entrecejo tratando de ver cuánta era, pues el olor era intenso. Se inclinó ligeramente hacia él, casi dejando su cabeza al nivel de él. Decidió no hacerle saber que estaba al tanto de la agresión, con la intención de indagar un poco más y dispersar las dudas. Su mano aún afianzaba su daga, si le intentaba hacer daño clavará la misma tantas veces como pueda. -¿Cómo te hiciste daño? Y... ¿Qué haces aquí, es decir, en la habitación ocupada? No quiero lastimarte, pero necesito respuesta...-
Él podrá estar herido, pero no descartaba la posibilidad de que representara un peligro, aunque su ingenuidad propia de la juventud, le hizo actuar de forma taimada en ese momento y no dimensionar que tal vez no fuese él el problema si no quienes le habían agredido.
Su pequeña mano se aferraba a la empuñadura, y se mantuvo en su sitio a pesar de que él tomara posturas, si no relajadas, parecían de cansancio. Cuando sus ojos se habían adaptado al entorno, podía vislumbrar más detalladamente al hombre. Al hacer contacto con sus ojos dorados, dio un paso hacia atrás y un grito ahogado, su sorpresa no se hizo esperar cuando su mente conectó esta imagen con la de su salvador, características tan similares en rostros y cuerpos diferentes. Su poco conocimiento sobre los vampiros, le hizo pensar en ese instante que todos entonces son muy similares, o quizá era el origen antes de serlo. Y para su mayor sorpresa, era el mismo joven al que habían atacado, pero eso no significaba que no fuera a correr peligro con él ahí, tal vez le atacaran por una buena razón... Aquel análisis se interrumpió cuando lo vió tomar una actitud confusa, pues sus ojos dejaron caer lágrimas sobre aquellos pómulos marcados.
No sabía qué pensar, pues en cuestión de momentos, aquella alta figura se desmoronaba frente a ella, quedando tan solo un par de cuartos menos que la propia altura de la joven. Su naturaleza nunca fué violenta, sino melancólica, y sin duda también curiosa, y en esto último recae la decisión que tomó. Sin soltar la daga, bajó el filo y lo mantuvo junto a su muslo, muy junto a su piel, y dio unos pasos hacia él. Silenciosa por sus pisadas ligeras y descalza, se acercó conservando menos de un metro de distancia, lo suficiente para extender el brazo libre y tocar su hombro. Su expresión era de desconcierto y una pena nacida de su empatía con el sufrimiento.
-¿Qué te sucede? El olor a sangre, a esta distancia, era ahora evidente. Frunció el entrecejo tratando de ver cuánta era, pues el olor era intenso. Se inclinó ligeramente hacia él, casi dejando su cabeza al nivel de él. Decidió no hacerle saber que estaba al tanto de la agresión, con la intención de indagar un poco más y dispersar las dudas. Su mano aún afianzaba su daga, si le intentaba hacer daño clavará la misma tantas veces como pueda. -¿Cómo te hiciste daño? Y... ¿Qué haces aquí, es decir, en la habitación ocupada? No quiero lastimarte, pero necesito respuesta...-
Él podrá estar herido, pero no descartaba la posibilidad de que representara un peligro, aunque su ingenuidad propia de la juventud, le hizo actuar de forma taimada en ese momento y no dimensionar que tal vez no fuese él el problema si no quienes le habían agredido.
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Off: No worries, lentos pero seguros xd
Itzamaray
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Re: Los ojos de un traidor [Libre] [Noche]
Mientras lloraba, Caleb notó una mano suave posarse sobre sus hombros. Recordó a su madre, aquellas pocas veces que le demostraba cariño, y por un segundo sintió más pena aún de la que ya le afligía. Al cabo de unos instantes volvió en sí, y como si antes le hubiese invadido un ser externo a su persona, se levantó de un salto y recuperó su postura esbelta. Al quitarse el paño ensangrentado de la cara pudo ver de cerca el rostro de la joven que intentaba consolarlo. Tenía una belleza angelical, de eso no cabía duda. Caleb pensó que sería fácil conquistar a una chica con apariencia tan inexperta.
Cuando se enderezó, su altura le hizo posicionarse un par de cabezas por encima de ella. Miró de nuevo a la chica y, al inspeccionarla, descubrió que tenía un arma entre las manos. Dio un paso atrás, quitándose un par de mechones rubios de la frente, y arqueó las cejas, como pidiéndole algún tipo de explicación. Pero en realidad era obvio: ¿Quién iba a recibir con cariño a un intruso herido que acababa de colarse en sus aposentos?
-Deja el arma en el suelo y te daré una explicación.
Aunque por el tono de voz parecía firme, en el fondo él estaba igual de confuso que ella. ¿Por qué demonios le habrían dado una llave que indicaba una habitación que no abría? Ahora tendría que volver a buscar a la tabernera y, por las horas que eran ya, lo más seguro es que no quedase nadie en la barra. Aunque no le importaba pasar una noche -otra más- acunado por la luz de la luna y nada más, no le apetecía ni lo más mínimo. Llevaba deambulando por los bosques del oeste casi dos días y, a quién quería engañar, a todo el mundo le gusta descansar en un lugar amable. Además, era obvio que en esa ciudad corría peligro. Ya le habían atacado dos veces en apenas un momento. Por el rabillo del ojo miró al pequeño ventanal por el que minutos antes se había asomado la joven para visualizar la agresión. Se quedó un rato pensativo.
-No te voy a hacer daño. Te lo prometo -asintió levemente con la cabeza y algo que parecía ser una sonrisa débil se dibujó en sus labios.
Cuando se enderezó, su altura le hizo posicionarse un par de cabezas por encima de ella. Miró de nuevo a la chica y, al inspeccionarla, descubrió que tenía un arma entre las manos. Dio un paso atrás, quitándose un par de mechones rubios de la frente, y arqueó las cejas, como pidiéndole algún tipo de explicación. Pero en realidad era obvio: ¿Quién iba a recibir con cariño a un intruso herido que acababa de colarse en sus aposentos?
-Deja el arma en el suelo y te daré una explicación.
Aunque por el tono de voz parecía firme, en el fondo él estaba igual de confuso que ella. ¿Por qué demonios le habrían dado una llave que indicaba una habitación que no abría? Ahora tendría que volver a buscar a la tabernera y, por las horas que eran ya, lo más seguro es que no quedase nadie en la barra. Aunque no le importaba pasar una noche -otra más- acunado por la luz de la luna y nada más, no le apetecía ni lo más mínimo. Llevaba deambulando por los bosques del oeste casi dos días y, a quién quería engañar, a todo el mundo le gusta descansar en un lugar amable. Además, era obvio que en esa ciudad corría peligro. Ya le habían atacado dos veces en apenas un momento. Por el rabillo del ojo miró al pequeño ventanal por el que minutos antes se había asomado la joven para visualizar la agresión. Se quedó un rato pensativo.
-No te voy a hacer daño. Te lo prometo -asintió levemente con la cabeza y algo que parecía ser una sonrisa débil se dibujó en sus labios.
Caleb Maimah
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Re: Los ojos de un traidor [Libre] [Noche]
El invasor se levantó tan de golpe que se obligó a enderezar el cuerpo y su mano elevó el arma, apuntando hacia él. Su cuerpo estaba tenso una vez más, y comenzó a sentir demasiados nervios al mirar al pasillo detrás de él, no veía cómo salir de ahí y reclamar a la tabernera. En el momento que le sugirió dejar su arma, levantó una ceja. No dijo nada y en su lugar colocó lentamente la punta en el estómago del hombre, haciendo una ligera presión.
Mantuvo ese silencio, pensando qué salidas habría y adelantando sus pensamientos, buscando y rebuscando respuestas. Su tendencia a sobreanalizar todo, la sobrepasaba muchas veces. Sus ojos lo miraban pero en realidad se había desconectado para prestar atención a esos pensamientos. ¿Qué buena razón puede existir a esa abrupta interrupción a su calma? ¿Qué garantía te puede dar un completo desconocido, de que no te va a hacer daño?
Se mordió el labio inferior y miró hacia la daga detenida en su abdomen. De alguna manera quería pensar que se equivocaba sobre él y en realidad todo esto fuese una broma de las circunstancias, es decir un absurdo error de la tabernera o, simple humor desagradable de parte de la tabernera. Exhaló.
-Te daré la oportunidad de explicarme que pasa.- Presionó la daga un tanto más en el abdomen del joven y dió más firmeza a su tono de voz. -Deja las armas enfundadas aquí junto a la puerta. No pretendas que una joven se quede indefensa, después de meterte a su cuarto a la fuerza. Y... Si intentas algo raro voy a enterrarte esto y gritar, y no sabemos qué humor tengan nuestros vecinos...-
Con su mano libre hizo ademán de señalar el área, invitándolo a hacerlo de una vez. Pero en ningún momento retiró ni suavizó la presión de la daga sobre la superficie dónde apuntaba. Una parte de sí, se sentía algo emocionada de conocer personas, y ésta era una moneda al aire, si las cosas salían mal usaría sus habilidades para escapar.
Mantuvo ese silencio, pensando qué salidas habría y adelantando sus pensamientos, buscando y rebuscando respuestas. Su tendencia a sobreanalizar todo, la sobrepasaba muchas veces. Sus ojos lo miraban pero en realidad se había desconectado para prestar atención a esos pensamientos. ¿Qué buena razón puede existir a esa abrupta interrupción a su calma? ¿Qué garantía te puede dar un completo desconocido, de que no te va a hacer daño?
Se mordió el labio inferior y miró hacia la daga detenida en su abdomen. De alguna manera quería pensar que se equivocaba sobre él y en realidad todo esto fuese una broma de las circunstancias, es decir un absurdo error de la tabernera o, simple humor desagradable de parte de la tabernera. Exhaló.
-Te daré la oportunidad de explicarme que pasa.- Presionó la daga un tanto más en el abdomen del joven y dió más firmeza a su tono de voz. -Deja las armas enfundadas aquí junto a la puerta. No pretendas que una joven se quede indefensa, después de meterte a su cuarto a la fuerza. Y... Si intentas algo raro voy a enterrarte esto y gritar, y no sabemos qué humor tengan nuestros vecinos...-
Con su mano libre hizo ademán de señalar el área, invitándolo a hacerlo de una vez. Pero en ningún momento retiró ni suavizó la presión de la daga sobre la superficie dónde apuntaba. Una parte de sí, se sentía algo emocionada de conocer personas, y ésta era una moneda al aire, si las cosas salían mal usaría sus habilidades para escapar.
Itzamaray
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Re: Los ojos de un traidor [Libre] [Noche]
Lo último que esperaba esa noche era que una cría le amenazase con un arma blanca. Caleb se sorprendió de las agallas que había demostrado, cualquier otra joven habría huido despavorida o suplicado piedad por su vida. Sin embargo ahí estaba ella, sosteniendo ese filo contra su abdomen, mirándolo con una mezcla entre curiosidad, rabia y miedo. Caleb puso su mano izquierda sobre la mano que agarraba la empuñadura de la daga y mantuvo contacto directo por primera vez con la piel de la joven. Estaba fría. Presionó un poco más, como invitándola a hacer fuerza sobre su vientre y dañarlo más.
-Aprovecha ahora que estoy herido.
La mirada desafiante del vampiro denotaba cierta ira. Los malos tratos formaban parte de su día a día, pero pensaba que, al menos por aquella noche, se habrían acabado. Acto seguido desenfundó su propio sable y, como sin siquiera prestarle demasiada atención, la lanzó sobre la cama y levantó los brazos.
-Totalmente indefenso -por primera vez desde su encuentro, sonrió ampliamente.
Aunque su intención era irse de la habitación, la realidad es que algo le decía que le estaban tendiendo una trampa. Su intuición le advertía de un peligro que no podía identificar. Y su única potencial aliada podía ser ella. No sabía quién era, ni qué hacía allí. Ni siquiera sabía por qué demonios le perseguían a él. Solo sabía que necesitaba ayuda.
-Aprovecha ahora que estoy herido.
La mirada desafiante del vampiro denotaba cierta ira. Los malos tratos formaban parte de su día a día, pero pensaba que, al menos por aquella noche, se habrían acabado. Acto seguido desenfundó su propio sable y, como sin siquiera prestarle demasiada atención, la lanzó sobre la cama y levantó los brazos.
-Totalmente indefenso -por primera vez desde su encuentro, sonrió ampliamente.
Aunque su intención era irse de la habitación, la realidad es que algo le decía que le estaban tendiendo una trampa. Su intuición le advertía de un peligro que no podía identificar. Y su única potencial aliada podía ser ella. No sabía quién era, ni qué hacía allí. Ni siquiera sabía por qué demonios le perseguían a él. Solo sabía que necesitaba ayuda.
Caleb Maimah
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Re: Los ojos de un traidor [Libre] [Noche]
Ver su mano rodeada por la del hombre, le dió un leve escalofrío, recordando su realidad, pues de su familia llena de salud y cuerpos frondosos, ella parecía siempre una niña, quizá solo por la presencia de pechos y caderas anchas se sabría que se encontraba en la adolescencia o saliendo de ella. Se sentía frágil y frustrada tal vez un poco. Pero no desistió de su firme presión, hasta que le trajo a la mesa el hecho de que en efecto ya estaba herido, y fue en ese momento que suavizó su mano, siendo ahora la presión ejercida por él mismo. Su moral se afectó. Aunque, si había algo que ella no era, es una asesina desalmada, ha matado en el pasado, pero únicamente porque la situación le orilló a elegir entre su vida o la de su atacante. Y la primera, al menos, le había causado una enorme angustia y conflictos internos. No pudo evitar sentirse desolada por el recuerdo..
La grácil y rápida forma de despojarse de su sable, le hizo saber al momento que, si él hubiese querido, ya la habría matado. Dió un paso hacia atrás.
-Tengo agua, y unos paños. Te ayudaré a limpiar la herida.- Se alejó para dar unos pasos hacia la cama, donde también dejó su daga. Y de la rústica cabecera tomó su ropa y procedió a colocarla, nunca se había sentido incómoda con estar en paños menores o desnuda frente a las personas. Así que lo hizo todo con mucha naturalidad y sin importancia, aunque la cortina de cabello azabache le cubría bastante bien algunas partes. Pero en efecto, prefería vestirse, huir desnuda no era prudente.
-Cierra la puerta cuando entres, y coloca la traba... Aunque bueno, queda claro que no ayuda mucho.- Dijo esto último mientras remojaba los paños en el cuenco donde vertió agua. -Bueno... Dime porqué forzaste la entrada. Y ¿por qué estás herido? ¿Te emborrachaste como todos al final y se golpearon para ver quién tiraba más dientes al suelo?- Lo decía con un tono casi enojado, le decepciona bastante la falta de elegancia, y el desmedido uso de la fuerza para banalidades, de una banda de borrachos. Junto a la tina, donde se encontraban los cuencos y el agua, había un par de sillas grandes, aunque una de ellas tenía un pata quebrada así que señaló la otra con su mano, mientras lo miraba a él.
La grácil y rápida forma de despojarse de su sable, le hizo saber al momento que, si él hubiese querido, ya la habría matado. Dió un paso hacia atrás.
-Tengo agua, y unos paños. Te ayudaré a limpiar la herida.- Se alejó para dar unos pasos hacia la cama, donde también dejó su daga. Y de la rústica cabecera tomó su ropa y procedió a colocarla, nunca se había sentido incómoda con estar en paños menores o desnuda frente a las personas. Así que lo hizo todo con mucha naturalidad y sin importancia, aunque la cortina de cabello azabache le cubría bastante bien algunas partes. Pero en efecto, prefería vestirse, huir desnuda no era prudente.
-Cierra la puerta cuando entres, y coloca la traba... Aunque bueno, queda claro que no ayuda mucho.- Dijo esto último mientras remojaba los paños en el cuenco donde vertió agua. -Bueno... Dime porqué forzaste la entrada. Y ¿por qué estás herido? ¿Te emborrachaste como todos al final y se golpearon para ver quién tiraba más dientes al suelo?- Lo decía con un tono casi enojado, le decepciona bastante la falta de elegancia, y el desmedido uso de la fuerza para banalidades, de una banda de borrachos. Junto a la tina, donde se encontraban los cuencos y el agua, había un par de sillas grandes, aunque una de ellas tenía un pata quebrada así que señaló la otra con su mano, mientras lo miraba a él.
Itzamaray
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Re: Los ojos de un traidor [Libre] [Noche]
Ver a la joven moverse por la habitación con tan poca ropa le ruborizó sutilmente. Caleb había sido siempre un conquistador nato, no era una imagen nueva para él, pero le sorprendió la espontaneidad con la que pasó de querer matarlo a pasearse semi desnuda junto a él. Miró durante unos segundos al suelo, aquella noche se había sentido más vulnerable que en los últimos veinte años. Que tuviese que estar atendiéndolo una chica que seguramente acabara de llegar a la mayoría de edad no hablaba precisamente bien de sus fortalezas. Pero le dio igual. Asintió con la cabeza cuando le acercó los paños mojados y se apartó los mechones rubios que caían por su frente para dejar al descubierto una herida que, aunque él no lo sabía, se veía más profunda de lo que creía. Un corte limpio le atravesaba la mitad derecha de la frente y llegaba hasta bien entrado su cráneo, de unos diez centímetros de longitud. En ese momento la sangre había dejado de surgir a borbotones, pero seguía estando fresca. Extendió la mano para pedirle ayuda.
-La idea era cerrarla. Hasta que me has puesto una daga en el estómago -giró la cabeza un poco, como diciendo "es lo que hay".
Una mueca de dolor surgió de él cuando empezó a manosear su herida. No pintaba bien. Por la extensión parecía haber sido hecha con algo de material duro, posiblemente un metal. Intentó recordar algo de lo sucedido unas horas atrás, la cara de alguno de sus agresores o palabras sueltas, pero sin resultado. De lo único que se acordaba era del viejo barbudo de la taberna. Quizá si lo encontraba podía pedir explicaciones, aunque lo más seguro es que le dijese lo que él ya sabía. Simplemente era un traidor para el resto de razas. Inmerso en sus pensamientos, se vio de pronto acribillado por un retahíla de preguntas que salían de la boca de la joven como espuma desbordándose de una jarra de cebada. Aunque abrumado, quiso responderle. Sabía que ganarse la confianza de la joven podría ser su única salvación.
-Yo no bebo. Al menos no como esos animales. Me atacaron, sin más. Soy diferente al resto de razas de por aquí, creo que tiene algo que ver con eso. Siento haberte asustado -algo de ternura parecía asomar en la cara del vampiro. Se sorprendió a sí mismo de la sinceridad con la que respondió a todo. Era como si no quisiese ocultarle nada, por alguna razón que escapaba, entonces, de su entendimiento.
-La idea era cerrarla. Hasta que me has puesto una daga en el estómago -giró la cabeza un poco, como diciendo "es lo que hay".
Una mueca de dolor surgió de él cuando empezó a manosear su herida. No pintaba bien. Por la extensión parecía haber sido hecha con algo de material duro, posiblemente un metal. Intentó recordar algo de lo sucedido unas horas atrás, la cara de alguno de sus agresores o palabras sueltas, pero sin resultado. De lo único que se acordaba era del viejo barbudo de la taberna. Quizá si lo encontraba podía pedir explicaciones, aunque lo más seguro es que le dijese lo que él ya sabía. Simplemente era un traidor para el resto de razas. Inmerso en sus pensamientos, se vio de pronto acribillado por un retahíla de preguntas que salían de la boca de la joven como espuma desbordándose de una jarra de cebada. Aunque abrumado, quiso responderle. Sabía que ganarse la confianza de la joven podría ser su única salvación.
-Yo no bebo. Al menos no como esos animales. Me atacaron, sin más. Soy diferente al resto de razas de por aquí, creo que tiene algo que ver con eso. Siento haberte asustado -algo de ternura parecía asomar en la cara del vampiro. Se sorprendió a sí mismo de la sinceridad con la que respondió a todo. Era como si no quisiese ocultarle nada, por alguna razón que escapaba, entonces, de su entendimiento.
Caleb Maimah
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Re: Los ojos de un traidor [Libre] [Noche]
No sabía si estaba tratando con un arrogante, por pequeñas expresiones que había hecho, pero se limitó a dejar fluir la situación. Sonrió levemente cuando el hombre hizo aquella camuflada mueca de dolor, -Nadie puede ser inmune al dolor, ni los más fuertes. Sólo los locos., pensó, mientras mantenía esa expresión de satisfacción. La cual se iba borrando cuando vió la gravedad de su herida. No sería capaz de curarla de forma eficiente, no era curandera, pero hizo lo mejor que podía ignorando el dolor que ésto provocaba a su “paciente”.
Fué lavando la herida, retirando así la tierra y la sangre que brotaba ya muy poco. Una vez que logró dejar despejada la herida pensó en cómo cerrarla, no había ninguna herramienta, así que tomó la daga, y cortó un paño que aún estaba seco, se dedicó a envolver en forma diagonal su cabeza con los largos trozos de tela.
-Mañana deberías conseguir licor, y dejar así más limpia tu herida. Pero por ahora esto ayudará. Cubrió un poco la venda improvisada, moviendo los mechones platinados, al hacerlo contempló detenidamente su rostro. Y aunque tenía las facciones mucho más suaves y fluidas, le recordaba a su salvador.
Amplió el espacio entre ellos, dando unos pasos hacia atrás, y tomó asiento en el borde de la cama, era una bastante grande, hacía ruidos típicos de madera vieja al moverse en ella, y sus pies llegan justos a tocar el suelo con la planta. -Bien. Mi nombre es Itzamaray, por cierto. Entonces...- Se interrumpió, para ponerse de pie, encender 2 velas y seguidamente ir a cerrar la ventana, mientras tanto retomó su charla. -¿Quieres decirme qué pasó, de una vez? Aunque ahora mismo tengo sospechas de cómo terminaste irrumpiendo en mi habitación. Y bueno yo...- Antes de decir lo último, volvió a la cama y tomó asiento abrazando sus rodillas, encogida, asomando la mitad superior de su rostro y mirándolo fijamente a los ojos. Sentía mucha menos tensión, y decidió hacerle saber que ella estaba al tanto de algo más. -Vi cuando te golpearon... ¿Con quién te has metido en líos?-
Fué lavando la herida, retirando así la tierra y la sangre que brotaba ya muy poco. Una vez que logró dejar despejada la herida pensó en cómo cerrarla, no había ninguna herramienta, así que tomó la daga, y cortó un paño que aún estaba seco, se dedicó a envolver en forma diagonal su cabeza con los largos trozos de tela.
-Mañana deberías conseguir licor, y dejar así más limpia tu herida. Pero por ahora esto ayudará. Cubrió un poco la venda improvisada, moviendo los mechones platinados, al hacerlo contempló detenidamente su rostro. Y aunque tenía las facciones mucho más suaves y fluidas, le recordaba a su salvador.
Amplió el espacio entre ellos, dando unos pasos hacia atrás, y tomó asiento en el borde de la cama, era una bastante grande, hacía ruidos típicos de madera vieja al moverse en ella, y sus pies llegan justos a tocar el suelo con la planta. -Bien. Mi nombre es Itzamaray, por cierto. Entonces...- Se interrumpió, para ponerse de pie, encender 2 velas y seguidamente ir a cerrar la ventana, mientras tanto retomó su charla. -¿Quieres decirme qué pasó, de una vez? Aunque ahora mismo tengo sospechas de cómo terminaste irrumpiendo en mi habitación. Y bueno yo...- Antes de decir lo último, volvió a la cama y tomó asiento abrazando sus rodillas, encogida, asomando la mitad superior de su rostro y mirándolo fijamente a los ojos. Sentía mucha menos tensión, y decidió hacerle saber que ella estaba al tanto de algo más. -Vi cuando te golpearon... ¿Con quién te has metido en líos?-
Itzamaray
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Re: Los ojos de un traidor [Libre] [Noche]
Mientras la joven limpiaba su herida, Caleb aguantaba el dolor como podía. Aunque no era ni por asomo el ataque más violento que había recibido, el lugar había sido peligroso y podría haberle dejado secuelas irremediables si hubiese tenido un poco menos de suerte. Afortunadamente, solo estaba algo mareado y conmocionado por el golpe. Cuando la chica mencionó lo del licor, Caleb pensó que si bajaba a la taberna a hurtadillas podría encontrar algo que le fuese de ayuda. De otra forma seguramente le sería imposible pegar ojo en toda la noche.
De nuevo pensativo, la descubrió mirando detenidamente su cara. Había algo familiar en ella, o al menos era lo que transmitía. Era como si ya se hubiesen visto antes. Caleb sabía que esa sensación pasaba cuando dos personas conectaban, pero lo descartó rápidamente. Al final, él era un vampiro repudiado y ella... Se quedó en blanco. No sabía nada de ella.
-Puedes llamarme Caleb -le tendió una mano, a modo de saludo, y arqueó una ceja cuando la chica le preguntó por lo que había pasado, momentos antes de confesarle que ya lo había presenciado por sí misma-. ¿Qué quieres que te cuente, si ya lo has visto todo?
Sonrió ampliamente y luego siguió hablando.
-Está bien. No tengo muy claro el motivo del ataque, pero creo que tiene algo que ver con mi condición. Soy un vampiro convertido. Un elfo repudiado. Y aquí solo hay vampiros que quisieran ser humanos... Tsk -chasqueó la lengua de forma despectiva-. No tienen ni idea.
No quería invadir el espacio de su acompañante, así que se incorporó cuando la joven se sentó sobre la cama y se dirigió hacia la puerta, aún con el paño mojado sobre su rostro y un aspecto claramente desaliñado.
-Voy a por alcohol, ¿te vienes?
De nuevo pensativo, la descubrió mirando detenidamente su cara. Había algo familiar en ella, o al menos era lo que transmitía. Era como si ya se hubiesen visto antes. Caleb sabía que esa sensación pasaba cuando dos personas conectaban, pero lo descartó rápidamente. Al final, él era un vampiro repudiado y ella... Se quedó en blanco. No sabía nada de ella.
-Puedes llamarme Caleb -le tendió una mano, a modo de saludo, y arqueó una ceja cuando la chica le preguntó por lo que había pasado, momentos antes de confesarle que ya lo había presenciado por sí misma-. ¿Qué quieres que te cuente, si ya lo has visto todo?
Sonrió ampliamente y luego siguió hablando.
-Está bien. No tengo muy claro el motivo del ataque, pero creo que tiene algo que ver con mi condición. Soy un vampiro convertido. Un elfo repudiado. Y aquí solo hay vampiros que quisieran ser humanos... Tsk -chasqueó la lengua de forma despectiva-. No tienen ni idea.
No quería invadir el espacio de su acompañante, así que se incorporó cuando la joven se sentó sobre la cama y se dirigió hacia la puerta, aún con el paño mojado sobre su rostro y un aspecto claramente desaliñado.
-Voy a por alcohol, ¿te vienes?
Caleb Maimah
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Re: Los ojos de un traidor [Libre] [Noche]
Ante el gesto de la mano, se extraño, jamás había estrechado a nadie, era algo más propio de hombres, podría haber sido aislada en su núcleo familiar, pero recordaba a su abuelo saludar a su madre con un beso en el dorso de la mano, se sintió importante con el gesto de Caleb. Así que estiró, y torpemente colocó su mano como si esperase el beso, sin embargo la balanceó tratando de imitar los movimientos de un saludo más parecido al que de hecho él esperaba recibir: un simple saludo de manos. Volvió a abrazar sus rodillas.
Alzó una ceja, con un aire indignado, enderezó su torso para hablarle con franqueza. -Te permití entrar y te ayude a lavarte la herida, así que espero que me expliques, ¿por qué te golpearon? Ellos sólo fueron por tí, no vi que agredieran a nadie más, o ¿acaso me dirás que es mera casualidad?- En realidad, ella sólo quería saber con quien estaba dentro de ese cuarto, y quizá también, su ansia de vivir algo nuevo le orillaba a averiguar qué más podría estar detrás de estos acontecimientos de la noche.
Cuando él le contestó la pregunta, y fué avanzando, comprendió un poco mejor su caso, se notaba a leguas que las personas de este sitio vivían con una notable desconfianza hacia foráneos, o al menos la mayoría. -Entiendo, las personas aquí se ven... algunos se ven hostiles.- Lo había estado escuchando atentamente, hasta cuando mencionó lo del alcohol, cuando tras aquella explicación se volvió a repetir la palabra “vampiro”. Se puso de pie de un salto. Llena de una renovada excitación, se aproximó a él, pasándose el espacio personal por el traste, se posicionó frente a él con una sonrisa propia de un niño que acaba de abrir un regalo.
-Espera... ¡Eres un vampiro!- Dijo exaltada. -Dime, ¿qué edad tienes? ¿Desde hace cuánto eres vampiro? ¿Dolió? ¿Por qué te convertiste? ¿Comes comida normal? ¿Cómo es que no te hace daño beber alcohol?- Las preguntas curiosas salían de sus labios, esta vez sin ningún filtro o análisis previo. La abrumadora forma en que su actitud había cambiado, no era algo que ella notara realmente, genuinamente sentía un profundo interés por su acompañante improvisado. No pensaba en otra cosa que saciar sus dudas, así que abrió la puerta después de tomar la llave de la mesa. Salió descalza y lo esperó del otro lado, con una expresión entusiasta y apremiando a darse prisa.
Alzó una ceja, con un aire indignado, enderezó su torso para hablarle con franqueza. -Te permití entrar y te ayude a lavarte la herida, así que espero que me expliques, ¿por qué te golpearon? Ellos sólo fueron por tí, no vi que agredieran a nadie más, o ¿acaso me dirás que es mera casualidad?- En realidad, ella sólo quería saber con quien estaba dentro de ese cuarto, y quizá también, su ansia de vivir algo nuevo le orillaba a averiguar qué más podría estar detrás de estos acontecimientos de la noche.
Cuando él le contestó la pregunta, y fué avanzando, comprendió un poco mejor su caso, se notaba a leguas que las personas de este sitio vivían con una notable desconfianza hacia foráneos, o al menos la mayoría. -Entiendo, las personas aquí se ven... algunos se ven hostiles.- Lo había estado escuchando atentamente, hasta cuando mencionó lo del alcohol, cuando tras aquella explicación se volvió a repetir la palabra “vampiro”. Se puso de pie de un salto. Llena de una renovada excitación, se aproximó a él, pasándose el espacio personal por el traste, se posicionó frente a él con una sonrisa propia de un niño que acaba de abrir un regalo.
-Espera... ¡Eres un vampiro!- Dijo exaltada. -Dime, ¿qué edad tienes? ¿Desde hace cuánto eres vampiro? ¿Dolió? ¿Por qué te convertiste? ¿Comes comida normal? ¿Cómo es que no te hace daño beber alcohol?- Las preguntas curiosas salían de sus labios, esta vez sin ningún filtro o análisis previo. La abrumadora forma en que su actitud había cambiado, no era algo que ella notara realmente, genuinamente sentía un profundo interés por su acompañante improvisado. No pensaba en otra cosa que saciar sus dudas, así que abrió la puerta después de tomar la llave de la mesa. Salió descalza y lo esperó del otro lado, con una expresión entusiasta y apremiando a darse prisa.
Itzamaray
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Re: Los ojos de un traidor [Libre] [Noche]
Cuando Itzamaray empezó a escupir toda clase de preguntas, Caleb se abrumó considerablemente. Nunca nadie se había interesado tanto por su raza, aunque quiso creer que tenía que ver con que nunca antes se había relacionado estrechamente con seres no-vampiros. Dio un paso atrás, incluso agobiado, cuando la joven se acercó repentinamente a él para seguir con el interrogatorio. Comenzó a pensar si querría toda esa información por algo en concreto, o si simplemente era movida por la curiosidad de un niño que acaba de descubrir un nuevo estímulo.
-No responderé a todo eso. Tendrás que descubrirlo -el rubio sonrió con picardía, pero en el fondo le costaba bastante hablar de su intimidad-. Pero sí, soy un vampiro. Y uno muy guapo, además.
Antes siquiera de acabar la frase, la chica ya estaba pegando saltos hacia la puerta, entusiasmada de poder acompañarlo a por alcohol. A Caleb le pareció cómica la situación: hace apenas unos instantes estaba asustada y amenazándole con clavar una daga en su estómago, y ahora parecía que le daba igual pasar la noche con él.
A veces me sorprendo a mí mismo con mi encanto -pensó.
Aún con dolor de cabeza (cosa que no mejoraba con la ametralladora de dudas que era su acompañante) salió detrás suya y cerró la puerta de la habitación, con cierto temor a haber sido tan tonto de haber caído en alguna trampa del destino. Pero no pasó nada. Bajaron las escaleras hasta la taberna y, efectivamente, aquello estaba vacío y el silencio imperaba sobre las mesas de madera clara. Las sillas estaban subidas boca abajo y el suelo relucía, resultado de haber sido fregado hacía relativamente poco: aún podía apreciarse el mojado en una amplia parte de la sala. Una única luz tenue alumbraba el habitáculo, naciente de un farol del exterior que se colaba por la ventana. Caleb se acercó a la barra y se metió dentro, en una búsqueda exhaustiva de su objetivo. Sabía que todos los taberneros tenían algo para beber cerca, de otra forma sería imposible aguantar la cantidad de borrachos fastidiosos que frecuentaban el lugar. Al cabo de un rato, encontró lo que buscaba. Una pequeña petaca de cuero viejo sobresalía de uno de los cajones de la barra, que ni se habían esforzado en cerrar. Caleb la mostró a Itzamaray, orgulloso.
-Equilicuá -ladeó la cabeza-. ¿Qué te piensas que somos los vampiros? Claro que bebemos. La sangre no emborracha.
-No responderé a todo eso. Tendrás que descubrirlo -el rubio sonrió con picardía, pero en el fondo le costaba bastante hablar de su intimidad-. Pero sí, soy un vampiro. Y uno muy guapo, además.
Antes siquiera de acabar la frase, la chica ya estaba pegando saltos hacia la puerta, entusiasmada de poder acompañarlo a por alcohol. A Caleb le pareció cómica la situación: hace apenas unos instantes estaba asustada y amenazándole con clavar una daga en su estómago, y ahora parecía que le daba igual pasar la noche con él.
A veces me sorprendo a mí mismo con mi encanto -pensó.
Aún con dolor de cabeza (cosa que no mejoraba con la ametralladora de dudas que era su acompañante) salió detrás suya y cerró la puerta de la habitación, con cierto temor a haber sido tan tonto de haber caído en alguna trampa del destino. Pero no pasó nada. Bajaron las escaleras hasta la taberna y, efectivamente, aquello estaba vacío y el silencio imperaba sobre las mesas de madera clara. Las sillas estaban subidas boca abajo y el suelo relucía, resultado de haber sido fregado hacía relativamente poco: aún podía apreciarse el mojado en una amplia parte de la sala. Una única luz tenue alumbraba el habitáculo, naciente de un farol del exterior que se colaba por la ventana. Caleb se acercó a la barra y se metió dentro, en una búsqueda exhaustiva de su objetivo. Sabía que todos los taberneros tenían algo para beber cerca, de otra forma sería imposible aguantar la cantidad de borrachos fastidiosos que frecuentaban el lugar. Al cabo de un rato, encontró lo que buscaba. Una pequeña petaca de cuero viejo sobresalía de uno de los cajones de la barra, que ni se habían esforzado en cerrar. Caleb la mostró a Itzamaray, orgulloso.
-Equilicuá -ladeó la cabeza-. ¿Qué te piensas que somos los vampiros? Claro que bebemos. La sangre no emborracha.
Caleb Maimah
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Re: Los ojos de un traidor [Libre] [Noche]
Hizo un puchero por unos segundos, ante esa actitud algo presumida o engreída, no sabría en qué categoría colocarla. Pero ella continuó con su cometido del momento, comenzó a bajar los escalones, sobre las puntas de los pies. Permitió que él se adelantó estando el el salón de entrada, la taberna.
-Bueno, creo que... serías más guapo si no irrumpieras en cuartos de doncellas solas.- Mantuvo una expresión de reproche. Mientras él buscaba en la barra, ella tomó asiento sobre la barra, pues las butacas estaban apiladas en un rincón. Se colocó de rodillas, sentando su trasero sobre sus talones y le extendió la mano para que le entregase la botella. -Ven. Te ayudaré.- Mientras retiraba el paño envuelto en su cabeza, no podía evitar querer saber más, así que continuó. -¿Cuántos años llevas siendo vampiro? ¿Lo hiciste voluntariamente? ¿Convertirse de elfo a vampiro?...- Hizo una pausa. -Lamento que te traten mal por ser lo que eres... me he dado cuenta que, la ignorancia es el origen del rechazo, e inevitable es entonces que sientan miedo, lo cual despierta la crueldad de muchos.- No fue posible contener la humedad en sus ojos, era aún demasiado joven e inexperta para regular correctamente sus emociones. Emociones que, ahora libre, puede experimentar sin consecuencias terribles. Pero aún conservaba atisbos de miedo a ser castigada por llorar, reir, hablar...
Derramó algo del licor sobre la herida y dejó pasar unos momentos antes de derramar otro pequeño chorro, y entonces volver a colocar con cuidado la venda rústica. -Yo soy una bruja y cumpliré 17 o 18 muy pronto.- Cuando terminó su oración, tomó la botella y olfateó el líquido en ella, desde la boquilla. Tenía un aroma dulce, y bastante herbal. Cerró los ojos ante tan delicioso aroma, y se alejó la botella de la cara cuando ya no soportó el duro golpe del alcohol a su nariz. Le dedicó ahora una mirada insistente, como si esperara un intercambio de curiosidades sobre ambos, en su afán de comprender un poco mejor sobre su raza, y quizá un poco también sobre él.
Mientras ella perdió la atención a su entorno, para centrarse en su acompañante, fuera de la taberna se lograba escuchar pasos a lo lejos. Pasos que, muy lentamente, se hacían más y más claros.
-Bueno, creo que... serías más guapo si no irrumpieras en cuartos de doncellas solas.- Mantuvo una expresión de reproche. Mientras él buscaba en la barra, ella tomó asiento sobre la barra, pues las butacas estaban apiladas en un rincón. Se colocó de rodillas, sentando su trasero sobre sus talones y le extendió la mano para que le entregase la botella. -Ven. Te ayudaré.- Mientras retiraba el paño envuelto en su cabeza, no podía evitar querer saber más, así que continuó. -¿Cuántos años llevas siendo vampiro? ¿Lo hiciste voluntariamente? ¿Convertirse de elfo a vampiro?...- Hizo una pausa. -Lamento que te traten mal por ser lo que eres... me he dado cuenta que, la ignorancia es el origen del rechazo, e inevitable es entonces que sientan miedo, lo cual despierta la crueldad de muchos.- No fue posible contener la humedad en sus ojos, era aún demasiado joven e inexperta para regular correctamente sus emociones. Emociones que, ahora libre, puede experimentar sin consecuencias terribles. Pero aún conservaba atisbos de miedo a ser castigada por llorar, reir, hablar...
Derramó algo del licor sobre la herida y dejó pasar unos momentos antes de derramar otro pequeño chorro, y entonces volver a colocar con cuidado la venda rústica. -Yo soy una bruja y cumpliré 17 o 18 muy pronto.- Cuando terminó su oración, tomó la botella y olfateó el líquido en ella, desde la boquilla. Tenía un aroma dulce, y bastante herbal. Cerró los ojos ante tan delicioso aroma, y se alejó la botella de la cara cuando ya no soportó el duro golpe del alcohol a su nariz. Le dedicó ahora una mirada insistente, como si esperara un intercambio de curiosidades sobre ambos, en su afán de comprender un poco mejor sobre su raza, y quizá un poco también sobre él.
Mientras ella perdió la atención a su entorno, para centrarse en su acompañante, fuera de la taberna se lograba escuchar pasos a lo lejos. Pasos que, muy lentamente, se hacían más y más claros.
Itzamaray
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Re: Los ojos de un traidor [Libre] [Noche]
El escozor de la herida se agravó cuando la joven derramó el líquido sobre ella. Hizo una mueca de claro desagrado, pero no emitió ni un solo sonido. Mientras soportaba el malestar, escuchaba la cantidad de preguntas que le hacía y que parecía no acabar nunca. Era posiblemente la primera persona que se interesaba por su raza de forma pura, sin intenciones maléficas ni trapos sucios escondidos, pero aún así le costaba horrores hablar de sí mismo. Y no se lo pondría fácil.
-Voluntario del todo no fue. Pero siento mucho orgullo de lo que soy ahora -Caleb miró al suelo, nostálgico. Siempre que recordaba su origen le invadía la rabia, pero esa noche una profunda tristeza taladraba su cabeza. Cuando Itzamaray quiso mostrar empatía por el trato que había recibido, despertó un poco de su letargo-. Es normal que me teman. Al fin y al cabo, soy una mala persona.
El vampiro se había culpado mucho a sí mismo por haber rechazado su ciudad natal y a su familia. Se había creído la narrativa de que era un traidor, y quizá por ello había tanto odio dentro de él: era su forma de paliar el dolor.
-¿No sabes la edad que edad tienes? -Arqueó una ceja-. Bueno, sea lo que sea eres demasiado joven para mí.
Le arrebató la botella de las manos a su ahora conocida y le dio un trago largo. No estaba convencido de las funciones anestésicas del alcohol, pero al menos conseguiría conciliar el sueño de alguna forma. O eso es lo que creía. Mientras bebía, escuchó unos pasos marcados que se acercaban a la taberna. Le resultó extraño, porque el local llevaba cerrado un rato largo ya, y luego le invadieron las dudas. ¿De verdad iban a volver a por él?
-Voluntario del todo no fue. Pero siento mucho orgullo de lo que soy ahora -Caleb miró al suelo, nostálgico. Siempre que recordaba su origen le invadía la rabia, pero esa noche una profunda tristeza taladraba su cabeza. Cuando Itzamaray quiso mostrar empatía por el trato que había recibido, despertó un poco de su letargo-. Es normal que me teman. Al fin y al cabo, soy una mala persona.
El vampiro se había culpado mucho a sí mismo por haber rechazado su ciudad natal y a su familia. Se había creído la narrativa de que era un traidor, y quizá por ello había tanto odio dentro de él: era su forma de paliar el dolor.
-¿No sabes la edad que edad tienes? -Arqueó una ceja-. Bueno, sea lo que sea eres demasiado joven para mí.
Le arrebató la botella de las manos a su ahora conocida y le dio un trago largo. No estaba convencido de las funciones anestésicas del alcohol, pero al menos conseguiría conciliar el sueño de alguna forma. O eso es lo que creía. Mientras bebía, escuchó unos pasos marcados que se acercaban a la taberna. Le resultó extraño, porque el local llevaba cerrado un rato largo ya, y luego le invadieron las dudas. ¿De verdad iban a volver a por él?
Caleb Maimah
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Re: Los ojos de un traidor [Libre] [Noche]
-Bueno, no puedo decir que con una hora de conocerte, seas bueno, pero no pareces precisamente mala persona... Pudiste simplemente hacerme daño para quedarte en el cuarto a gusto, y sin embargo no fué así...- De cierta forma su intención también era hacerlo sentir mejor, a parte de darle un poco de su perspectiva para que no se quedase sólo con la propia o la de otros. Sabía de primera mano cómo podía ser la maldad realmente y hasta dónde puede alguien “malvado” llegar a actuar.
Reflexiona un poco las palabras del vampiro, y se da cuenta de que en realidad, era demasiado hermético, no daba nombre a la forma de expresarse que tenía Caleb, era como si luchara consigo mismo. Pero necesitaría más información sobre él para llegar a una conclusión. Aún así, suponía que si otras razas tenían dificultades mentales a lo largo de su vida, afrontar algo que es una maldición seguramente no te hacía si no complicar más las cosas en el interior. ¿Pasaría su salvador por algo parecido?
De inmediato se indignó ante la respuesta sobre su edad, alzando ambas cejas. -Bueno no todos crecemos con padres cuidadosos que te celebran cada año puntualmente ¿sabes? .- La verdad, ésto no le molestaba en lo absoluto, pues no anhelaba más que la presencia de su abuelo en su vida. Las celebraciones no eran necesariamente importantes, sólo le importaba hacer conteo de su edad, para al menos tener esa información sobre sí misma.
Ignoró por completo el desdén sobre su juventud, se bajó de la barra y se encaminó a su habitación. -Deberíamos ir a descansar...- Estaba por acercarse a las escaleras, cuando notó que al parecer alguien estaba intentando abrir la puerta principal. El pensamiento inmediato fué que seguramente era la dueña del sitio, así que le restó importancia, se encaminó para acudir al piso superior tratando de no hacer ruido y que la tendera los escuche. -Vamos, antes de que se de cuenta de que estuvimos merodeando sin su consentimiento.- Musitó en un tono casi de susurro.
Reflexiona un poco las palabras del vampiro, y se da cuenta de que en realidad, era demasiado hermético, no daba nombre a la forma de expresarse que tenía Caleb, era como si luchara consigo mismo. Pero necesitaría más información sobre él para llegar a una conclusión. Aún así, suponía que si otras razas tenían dificultades mentales a lo largo de su vida, afrontar algo que es una maldición seguramente no te hacía si no complicar más las cosas en el interior. ¿Pasaría su salvador por algo parecido?
De inmediato se indignó ante la respuesta sobre su edad, alzando ambas cejas. -Bueno no todos crecemos con padres cuidadosos que te celebran cada año puntualmente ¿sabes? .- La verdad, ésto no le molestaba en lo absoluto, pues no anhelaba más que la presencia de su abuelo en su vida. Las celebraciones no eran necesariamente importantes, sólo le importaba hacer conteo de su edad, para al menos tener esa información sobre sí misma.
Ignoró por completo el desdén sobre su juventud, se bajó de la barra y se encaminó a su habitación. -Deberíamos ir a descansar...- Estaba por acercarse a las escaleras, cuando notó que al parecer alguien estaba intentando abrir la puerta principal. El pensamiento inmediato fué que seguramente era la dueña del sitio, así que le restó importancia, se encaminó para acudir al piso superior tratando de no hacer ruido y que la tendera los escuche. -Vamos, antes de que se de cuenta de que estuvimos merodeando sin su consentimiento.- Musitó en un tono casi de susurro.
Itzamaray
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