Ocaso [Noche] [Solitario] [Cerrado]

**Cohen** Miér 26 Jul - 12:41

Cohen regresaba hacia la habitación dónde dormía, en la planta baja del edificio dónde se encontraba la Flor Inerte. Había pasado la noche fuera, intentando encontrar algunos ingredientes alquímicos para algunos de sus elixires.

El negocio últimamente iba mal, las ganancias económicas eran pocas y el vampiro se planteaba seriamente si seguir adelante con el establecimiento valía la pena.

Bajó los tres escalones que daban acceso a la puerta de entrada, se sorprendió al encontrarla entreabierta. Horas antes, había dejado a Peter allí, desnudo sobre la cama. Quizás había vuelto sabiendo que llegaría pronto.

Al abrirla por completo, quedó impactado ante la presencia del cuerpo ensangrentado de Peter sobre el suelo. Un profundo corte había abierto su vientre, dejando a la vista sus tripas. El suelo estaba repleto de sangre, formando un enorme charco, alrededor de su inerte cuerpo.

No hacía falta ningún experto para determinar que el cadáver llevaba muerto unas horas y que nada podía hacerse ya… ni siquiera proporcionándole su sangre para la conversión.

El vampiro, impactado ante la imagen de su amante, alzó la vista hacia la pared dónde el cuerpo de Peter descansaba. Dibujado allí estaba el Ojo Carmesí, pintado de un intenso rojo sangre. La misma sangre de su amante.

Aquel grupo de vampiros ya no sólo había provocado la locura de Zana, su conversora, sino que además, había dado fin a una de las personas más importantes de su vida.

Desorientado, sin saber qué hacer, a pocos minutos del amanecer, salió al exterior a paso ligero. Cerró la puerta con llave. Debía deshacerse del cuerpo en algún momento, pues no podía notificarlo a la Guardia. Demasiadas preguntas. Demasiadas sospechas recaerían sobre él.

Antes de entrar en el Jardín Botánico, en dirección a la casa de los Rappaccini, dónde sabía que Isabella le ofrecería cobijo, alzó la vista para contemplar una figura sobre uno de los tejados, en la lejanía de la noche.

Un hombre, vestido de negro, alzó su mano saludándole, un par de segundos, hasta que tras un ligero movimiento desapareció.

Al volver en sí, descubrió que sus puños estaban cerrados con gran ira. El Ojo Carmesí le había declarado la guerra... Mientras su cabeza estallaba con deseos de venganza y las lágrimas se deslizaban por su rostro, juró que los aniquilaría. Uno a uno.