[Evento] Soporte en Terpoli
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[Evento] Soporte en Terpoli
EVENTO: SOPORTE
Terpoli, un pequeño pueblo, insignificante hasta para los mapas, de pronto concentra la atención de todo Aerandir. Un grupo de nigromantes lo ha tomado por la fuerza y ahora amenaza con llevar a cabo horribles rituales con los habitantes. Sus calles están repletas de muertos vivientes, volviendo realidad las peores pesadillas.
Una expedición ha salido desde Lunargenta, al mando de Lord Treki el Rubio. Un elfo a cargo de la guardia de la ciudad. En sus filas se cuentan muchos aventureros apenas reclutados hace unos días atrás para esta misión, sedientos de gloria. Uno de ellos eres tú.
Habéis realizado una marcha desde la ciudad, establecido un asedio y descansado una jornada, pero ya no podéis esperar más, los habitantes están en peligro y sólo vosotros estáis en condiciones de salvarles.
¿Cumplirás con tu parte en esta misión?
Toda batalla conlleva, necesariamente, heridos. No todo acto heroico conlleva, sin embargo, herir a otros.
Mientras ruge la batalla, es inevitable que haya heridos, en especial cuando te enfrentas a muertos que caminan y magias oscuras y tenebrosas.
Se ha instalado un campamento muy cerca del combate, al exterior de la ciudad, donde son llevados tanto los guerreros heridos como los habitantes de Terpoli que aún pueden ser salvados. No es una vista fácil ni destinada al débil de estómago. Miembros cercenados, heridas que dejan al descubierto los intestinos, mordidas horribles, heridos más allá de toda esperanza.
Los sanadores deben enfrentarse a esto y mucho más para cumplir su labor, pero lo hacen con la fuerza en su corazón, convencidos de que están haciendo algo valioso por personas valerosas, que su aporte salvará vidas y que eso es al final lo que más importa, no es la gloria, no es el poder, lo realmente importante es la vida que hoy se enfrenta en un cara a cara a la muerte, lo importante no era ganar, sino volver a casa, con los hijos maridos y esposas por los que estaban luchando.
Una expedición ha salido desde Lunargenta, al mando de Lord Treki el Rubio. Un elfo a cargo de la guardia de la ciudad. En sus filas se cuentan muchos aventureros apenas reclutados hace unos días atrás para esta misión, sedientos de gloria. Uno de ellos eres tú.
Habéis realizado una marcha desde la ciudad, establecido un asedio y descansado una jornada, pero ya no podéis esperar más, los habitantes están en peligro y sólo vosotros estáis en condiciones de salvarles.
¿Cumplirás con tu parte en esta misión?
Toda batalla conlleva, necesariamente, heridos. No todo acto heroico conlleva, sin embargo, herir a otros.
Mientras ruge la batalla, es inevitable que haya heridos, en especial cuando te enfrentas a muertos que caminan y magias oscuras y tenebrosas.
Se ha instalado un campamento muy cerca del combate, al exterior de la ciudad, donde son llevados tanto los guerreros heridos como los habitantes de Terpoli que aún pueden ser salvados. No es una vista fácil ni destinada al débil de estómago. Miembros cercenados, heridas que dejan al descubierto los intestinos, mordidas horribles, heridos más allá de toda esperanza.
Los sanadores deben enfrentarse a esto y mucho más para cumplir su labor, pero lo hacen con la fuerza en su corazón, convencidos de que están haciendo algo valioso por personas valerosas, que su aporte salvará vidas y que eso es al final lo que más importa, no es la gloria, no es el poder, lo realmente importante es la vida que hoy se enfrenta en un cara a cara a la muerte, lo importante no era ganar, sino volver a casa, con los hijos maridos y esposas por los que estaban luchando.
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Instrucciones:
- Puede participar cualquier PJ de cualquier nivel, siempre y cuando no esté participando de una quest, mastereado o evento.
- Los participantes deben ser elfos o poseer la habilidad pasiva de primeros auxilios para poder ayudar a los heridos.
- Los hechos ocurrirán entre las 8:00 y las 17:00 horas (8am - 5pm), aproximadamente, aunque los participantes pueden relatar sólo una parte de este periodo.
- Se aceptan entre 1 y 2 personajes (se esperará hasta una semana luego de que se inscriba uno para el posible ingreso de otro, luego de eso, si no hay nadie más, se comenzará con uno solo).
- Las instrucciones generales de esta mega evento, así como la trama, se encuentran en [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo].
- Para unirte, debes primero postear tu reclutamiento en [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo].
Othel
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Nivel de PJ : : 0
Re: [Evento] Soporte en Terpoli
Los rumores sobre nigromantes y muertos vivientes se extendieron a una velocidad vertiginosa entre la población de Lunargenta, que al ver tan cercana la amenaza, en la pequeña y olvidada villa de Terpoli, empezó a preocuparse. Muchos entraron en pánico y optaron por encerrarse en sus casas, con el miedo de que tras terminar con el pequeño pueblo, las oscuras fuerzas decidieran dirigirse hacia allí, mientras otros más valientes, acudían a las oficinas de la guardia para inscribirse y luchar contra aquellos seres.
Elen pertenecía a ese segundo grupo, y poco después de firmar el contrato frente al sargento, ya volvía a estar en su habitación de la posada, preparando varias alforjas de tamaño considerable, donde transportaría su equipo de alquimia y todo libro, pócima, ingrediente, ungüento o recipiente que consiguiese reunir antes de que llegase la hora de partir. No importaba si tenía que pasar la noche en vela elaborando más productos, pues ya que no poseía conocimientos de primeros auxilios ni el don sanador de los elfos, compensaría esa falta haciendo uso de todo lo que había aprendido hasta el momento.
Así pues, la bruja aprovechó los días que quedaban antes de la marcha del ejército tanto como pudo, y gracias a ello se hizo con bastantes existencias, aunque no podía asegurar que fuesen suficientes para lo que estaba por venir. Por suerte habría más sanadores en el hospital de campaña, expertos en medicina probablemente, así que su labor se orientaría más bien a apoyarlos y darles tiempo, atendiendo a los heridos de menor gravedad para que ellos pudiesen ocuparse del resto.
A pesar de eso, y de que su posición en cuanto a la batalla se considerase segura dentro de lo que cabe, iría preparada para cualquier posible problema. Al ponérsela, sintió de nuevo cómo la armadura se ajustaba perfectamente a su cuerpo, protegiéndola mucho más que la ropa que solía llevar, pero sin afectar a su capacidad de movimiento ni a la destreza. Era como una segunda piel, resistente y adaptada a sus necesidades, con la que cada vez se sentía más a gusto.
Abrochó el cinturón en que portaba la daga alrededor de su cintura y se ajustó el de doble correa, de modo que la tira le cruzase el pecho en diagonal, dejando las empuñaduras de las dos espadas por encima de su hombro derecho, con eso ya estaba lista. Tomó todo cuanto había reunido y se dirigió al lugar desde el que saldría la marcha, bajo el mando de Lord Treki el Rubio, el caballero que estaba al frente de la guardia.
El trayecto no hasta la villa no era exageradamente largo, pero a causa de la pesada carga que portaba, la hechicera pronto se arrepentiría de no llevar consigo su caballo. Había optado por dejarlo a salvo en Lunargenta, en parte para que no corriese peligro y en parte por su fuerte carácter, lo que menos necesitaba era que Sombra empezase a cocear a cualquier extraño que se le acercase, aumentando con ello el número de heridos que atender. Sin embargo, al poco de que el ejército se pusiese en marcha una joven llamó su atención y la invitó a viajar a su lado, en la carreta que dirigía.
La de cabellos cenicientos aceptó y le dio las gracias mientras se sentaba junto a ella, depositó sus alforjas con cuidado entre las botas y se giró para observar mejor a la mujer, que resultó ser una elfa, de dorada melena y ojos castaños. - ¿A qué destacamento perteneces? - preguntó con amabilidad, al tiempo que tiraba de las riendas para que la yegua volviese a ponerse en movimiento. - Voy al hospital. - respondió la maga, que seguramente daría otra impresión al ir tan preparada para entrar en combate.
- Hmmm… seguro que nos vendrá bien tener una bruja en el campamento. - añadió la rubia, para sorpresa de Elen, que no esperaba ser descubierta tan fácilmente. - Sentí el flujo de magia que hay a tu alrededor, y está claro que no eres de los míos. - prosiguió, sin abandonar el tono afable. - Y aun así me invitaste a subir…- musitó la de ojos verdes, que siempre tenía presente la longevidad de los elfos, y que ello iba irremediablemente unido a la memoria y el recuerdo del conflicto entre ambas razas.
- ¿Por qué no hacerlo? - preguntó, dedicándole una leve sonrisa. - Me llamo Fleur, trabajo en el hospital de Lunargenta. - continuó, antes de desviar la vista nuevamente hacia el camino. - Elen, tengo nociones de alquimia y os daré algo de apoyo con ellas. - dijo con voz suave, para presentarse. Para algunos podía resultar extraño verlas allí juntas, pero ambas se sintieron bastante a gusto, intercambiando experiencias y conocimientos, sobre todo en lo referente a hierbas y sus efectos.
El resto del camino se le pasó bastante rápido, instalaron el hospital de campaña fuera de la ciudad y se estableció el asedio, tras lo cual todos descansaron durante una jornada para recuperar fuerzas antes de atacar. Pero ya no se podía esperar más, aún quedaban ciudadanos en el interior del pueblo y estaban a merced de los nigromantes, que no dudarían en usarlos para terribles rituales. Desde el exterior se podían escuchar los gritos, junto con los ininteligibles gruñidos de los muertos vivientes, que campaban a sus anchas por las calles.
La encarnizada lucha por recuperar Terpoli dio comienzo desde bien temprano, y con ello el improvisado hospital empezó a recibir a los primeros soldados. Heridas abiertas, miembros cercenados e incluso marcas de salvajes mordiscos, sin duda lo que había tras las murallas no mostraba piedad. Y a pesar de ello la bruja en cierto modo deseaba estar en medio del campo de batalla, combatiendo a aquellas malignas criaturas que los hechiceros habían despertado para sembrar el terror.
¿Por qué tenían los de su raza esa tendencia al caos? Elen quería que la gente dejase de ver a los brujos con malos ojos, como seres destructivos y ambiciosos, sedientos de poder. Pero por individuos como los que habían tomado la villa eso resultaba difícil, toda la confianza que hubiesen podido conseguir volvería a ponerse en entredicho. Sin embargo, su sitio estaba en el campamento, y debía ponerse manos a la obra de inmediato.
Examinó con rapidez a los primeros heridos, para determinar si era capaz de ayudarlos en algo o debía dejarlo en manos de los sanadores más expertos. No tenía conocimientos suficientes para ocuparse de aquellos que habían perdido alguna de las extremidades, pero podía administrarles una potente poción que les aliviase el dolor, así que se dirigió al rincón en que había instalado sus cosas y comenzó a trabajar, tan rápido como pudo.
Tenía el agua al fuego desde hacía varias horas, así que pudo retirar el perol poco después de que la primera oleada de caídos estuviese instalada en los camastros. Repartió la infusión de Inhibis y Barrimorth en una veintena de frascos vacíos y añadió rosa sangrante a la mitad de ellos, antes de preparar de nuevo el caldero para que se fuese haciendo otra remesa, el día apenas empezaba y ya tenían bastante de lo que ocuparse.
Debía tratar con prioridad a aquellos que estaban en peor estado, así que se acercó a un soldado cuyos gritos podían escucharse incluso desde fuera del campamento. Le habían seccionado una pierna a la altura de la rodilla y sangraba abundantemente, así que el tiempo corría en su contra, si no se detenía la pérdida pronto moriría. - Tranquilo, vengo a ayudarte. - dijo la joven, al tiempo que abría una de las infusiones que acababa de preparar. Vertió parte del contenido sobre la zona afectada y esperó a que hiciese efecto, para luego llamar a Fleur y pedirle que lo sanase.
La elfa utilizó sus poderes y consiguió detener el sangrado, vendó la parte más cercana al punto en que le habían cortado e hizo lo posible por calmar al guerrero, era todo cuanto podían hacer por él. Una vez tratado el primero, la hechicera avanzó hacia el camastro más cercano, donde yacía una de las habitantes de Terpoli que el ejército había conseguido rescatar. La muchacha estaba pálida y no tenía fuerzas casi ni para moverse, su cuerpo mostraba múltiples cortes abiertos, que debían ser tratados con urgencia si se quería tener alguna posibilidad de salvarla.
Al igual que con el anterior, vertió un poco de la poción de curativa sobre los cortes, utilizando esta vez la que llevaba sustancia cicatrizante. Corrió al rincón en que estaba su equipo y buscó entre los frascos hasta dar con un remedio de Neien, que de inmediato haría beber a la dolorida chica. Eso la ayudaría a sanar y levantar sus defensas, mientras la infusión se encargaba del resto.
Sin perder tiempo pasó al siguiente, un soldado al que habían arrancado parte de la armadura y quemado uno de los brazos, dejándolo al borde de la inconsciencia por el terrible sufrimiento. En sus ojos podía leerse el miedo, no regresaría a la batalla si podía evitarlo. - Bébete esto, regresaré enseguida. - le indicó, tendiéndole una de las pócimas de efecto sedante. Avanzó con rapidez a través de los camastros hasta llegar al lugar en que tenía los ingredientes, donde en cuestión de segundos se hizo con un cuenco lleno de agua fresca y unas hojas de Kortinque.
Regresó junto al hombre y empezó a humedecer las hojas, para hacer con ellas varias compresas, que usaría para cubrir el brazo quemado. Con eso debería bastar por el momento, las propiedades de la Kortinque se encargarían de sanar la extremidad, aunque eso podría tardar. Siguió atendiendo a cuantos podía, agradeciendo por una vez la insensibilidad ante la muerte y aquel tipo de escenas que los jinetes oscuros le habían provocado con las pesadillas.
Las horas pasaban y el sol ya se encontraba cerca de su punto más alto, pero en el interior del hospital la cosa solo iba a más, con una entrada constante de camilleros, y la verdad era que no se podía salvar a todos los heridos que traían. Elen ya se había hecho a la idea de esa terrible realidad, y ahora se hallaba sentada al borde de uno de los camastros, con las manos ensangrentadas y expresión vacía, junto al cadáver de la mujer a la que acababa de perder.
La habían mordido en el cuello, y la bruja solo pudo hacer presión en un vano intento por detener el sangrado, no había esperanza para la dama, en cuestión de un par de minutos su vida se extinguió. Se levantó de su lado y comenzó a dirigirse hacia el rincón, para lavarse las manos y volver al trabajo, pero solo se había apartado de la muerta unos metros cuando empezó a escuchar una especie de gruñido gutural, que la alertó de inmediato.
Se dio la vuelta y observó cómo se levantaba, la magia de los nigromantes también llegaba hasta allí, despertando a los que perdiesen la vida. Corrió hacia ella y la empujó, para acto seguido situarse a su espalda y rodearla con los brazos a la altura de los codos, limitándole de ese modo el movimiento. En cuanto logró sacarla del campamento la tiró al suelo de forma brusca, echó mano a su espada y no se lo pensó demasiado, concentró sus fuerzas y dio un contundente tajo, cortándole la cabeza.
- Mierda. - musitó con la respiración agitada, al pensar en todos los cadáveres que podrían levantarse. Ni siquiera sabía si lo que había hecho funcionaría de algo, ¿cómo matar algo que ya está muerto? Se preguntó interiormente, antes de que una idea llegase repentinamente. - ¡Eh, esperad! - exclamó a un par de camilleros que pasaban cerca. - Necesito que hagáis algo y rápido. - prosiguió, ignorando las caras de espanto con que miraban la escena. - Apartaos diez metros del hospital y cavad una fosa, amplia y profunda, como para que nadie pueda salir de ella. - los hombres la miraron confusos, pero entendieron que la quería para retirar los cadáveres y despejar camastros, así que se limitaron a asentir.
- Ah y una cosa más, en cuanto la terminéis echad brea dentro, bastante. - añadió antes de dejarlos marchar y volver a centrar su atención sobre la mujer. Polvo, a eso debía reducirlos para que no regresasen, o al menos era lo que se le había ocurrido. Contuvo la respiración y volvió a levantar la espada, para descargar varios tajos y separar del torso todas las extremidades, luego dejó caer el arma y trató de serenarse. Hasta hacía bien poco esa extraña era una persona como otra cualquiera, y ahora la bruja se había visto obligada a desmembrarla para que no hiciese daño a otros, hecho que la atormentaría por lo semejante que era a las matanzas de los jinetes oscuros.
Off: No me odies Othel, me inspiré demasiado >.<
He subrayado las partes en que utiliza su habilidad pasiva.
Elen pertenecía a ese segundo grupo, y poco después de firmar el contrato frente al sargento, ya volvía a estar en su habitación de la posada, preparando varias alforjas de tamaño considerable, donde transportaría su equipo de alquimia y todo libro, pócima, ingrediente, ungüento o recipiente que consiguiese reunir antes de que llegase la hora de partir. No importaba si tenía que pasar la noche en vela elaborando más productos, pues ya que no poseía conocimientos de primeros auxilios ni el don sanador de los elfos, compensaría esa falta haciendo uso de todo lo que había aprendido hasta el momento.
Así pues, la bruja aprovechó los días que quedaban antes de la marcha del ejército tanto como pudo, y gracias a ello se hizo con bastantes existencias, aunque no podía asegurar que fuesen suficientes para lo que estaba por venir. Por suerte habría más sanadores en el hospital de campaña, expertos en medicina probablemente, así que su labor se orientaría más bien a apoyarlos y darles tiempo, atendiendo a los heridos de menor gravedad para que ellos pudiesen ocuparse del resto.
A pesar de eso, y de que su posición en cuanto a la batalla se considerase segura dentro de lo que cabe, iría preparada para cualquier posible problema. Al ponérsela, sintió de nuevo cómo la armadura se ajustaba perfectamente a su cuerpo, protegiéndola mucho más que la ropa que solía llevar, pero sin afectar a su capacidad de movimiento ni a la destreza. Era como una segunda piel, resistente y adaptada a sus necesidades, con la que cada vez se sentía más a gusto.
Abrochó el cinturón en que portaba la daga alrededor de su cintura y se ajustó el de doble correa, de modo que la tira le cruzase el pecho en diagonal, dejando las empuñaduras de las dos espadas por encima de su hombro derecho, con eso ya estaba lista. Tomó todo cuanto había reunido y se dirigió al lugar desde el que saldría la marcha, bajo el mando de Lord Treki el Rubio, el caballero que estaba al frente de la guardia.
El trayecto no hasta la villa no era exageradamente largo, pero a causa de la pesada carga que portaba, la hechicera pronto se arrepentiría de no llevar consigo su caballo. Había optado por dejarlo a salvo en Lunargenta, en parte para que no corriese peligro y en parte por su fuerte carácter, lo que menos necesitaba era que Sombra empezase a cocear a cualquier extraño que se le acercase, aumentando con ello el número de heridos que atender. Sin embargo, al poco de que el ejército se pusiese en marcha una joven llamó su atención y la invitó a viajar a su lado, en la carreta que dirigía.
La de cabellos cenicientos aceptó y le dio las gracias mientras se sentaba junto a ella, depositó sus alforjas con cuidado entre las botas y se giró para observar mejor a la mujer, que resultó ser una elfa, de dorada melena y ojos castaños. - ¿A qué destacamento perteneces? - preguntó con amabilidad, al tiempo que tiraba de las riendas para que la yegua volviese a ponerse en movimiento. - Voy al hospital. - respondió la maga, que seguramente daría otra impresión al ir tan preparada para entrar en combate.
- Hmmm… seguro que nos vendrá bien tener una bruja en el campamento. - añadió la rubia, para sorpresa de Elen, que no esperaba ser descubierta tan fácilmente. - Sentí el flujo de magia que hay a tu alrededor, y está claro que no eres de los míos. - prosiguió, sin abandonar el tono afable. - Y aun así me invitaste a subir…- musitó la de ojos verdes, que siempre tenía presente la longevidad de los elfos, y que ello iba irremediablemente unido a la memoria y el recuerdo del conflicto entre ambas razas.
- ¿Por qué no hacerlo? - preguntó, dedicándole una leve sonrisa. - Me llamo Fleur, trabajo en el hospital de Lunargenta. - continuó, antes de desviar la vista nuevamente hacia el camino. - Elen, tengo nociones de alquimia y os daré algo de apoyo con ellas. - dijo con voz suave, para presentarse. Para algunos podía resultar extraño verlas allí juntas, pero ambas se sintieron bastante a gusto, intercambiando experiencias y conocimientos, sobre todo en lo referente a hierbas y sus efectos.
El resto del camino se le pasó bastante rápido, instalaron el hospital de campaña fuera de la ciudad y se estableció el asedio, tras lo cual todos descansaron durante una jornada para recuperar fuerzas antes de atacar. Pero ya no se podía esperar más, aún quedaban ciudadanos en el interior del pueblo y estaban a merced de los nigromantes, que no dudarían en usarlos para terribles rituales. Desde el exterior se podían escuchar los gritos, junto con los ininteligibles gruñidos de los muertos vivientes, que campaban a sus anchas por las calles.
La encarnizada lucha por recuperar Terpoli dio comienzo desde bien temprano, y con ello el improvisado hospital empezó a recibir a los primeros soldados. Heridas abiertas, miembros cercenados e incluso marcas de salvajes mordiscos, sin duda lo que había tras las murallas no mostraba piedad. Y a pesar de ello la bruja en cierto modo deseaba estar en medio del campo de batalla, combatiendo a aquellas malignas criaturas que los hechiceros habían despertado para sembrar el terror.
¿Por qué tenían los de su raza esa tendencia al caos? Elen quería que la gente dejase de ver a los brujos con malos ojos, como seres destructivos y ambiciosos, sedientos de poder. Pero por individuos como los que habían tomado la villa eso resultaba difícil, toda la confianza que hubiesen podido conseguir volvería a ponerse en entredicho. Sin embargo, su sitio estaba en el campamento, y debía ponerse manos a la obra de inmediato.
Examinó con rapidez a los primeros heridos, para determinar si era capaz de ayudarlos en algo o debía dejarlo en manos de los sanadores más expertos. No tenía conocimientos suficientes para ocuparse de aquellos que habían perdido alguna de las extremidades, pero podía administrarles una potente poción que les aliviase el dolor, así que se dirigió al rincón en que había instalado sus cosas y comenzó a trabajar, tan rápido como pudo.
Tenía el agua al fuego desde hacía varias horas, así que pudo retirar el perol poco después de que la primera oleada de caídos estuviese instalada en los camastros. Repartió la infusión de Inhibis y Barrimorth en una veintena de frascos vacíos y añadió rosa sangrante a la mitad de ellos, antes de preparar de nuevo el caldero para que se fuese haciendo otra remesa, el día apenas empezaba y ya tenían bastante de lo que ocuparse.
Debía tratar con prioridad a aquellos que estaban en peor estado, así que se acercó a un soldado cuyos gritos podían escucharse incluso desde fuera del campamento. Le habían seccionado una pierna a la altura de la rodilla y sangraba abundantemente, así que el tiempo corría en su contra, si no se detenía la pérdida pronto moriría. - Tranquilo, vengo a ayudarte. - dijo la joven, al tiempo que abría una de las infusiones que acababa de preparar. Vertió parte del contenido sobre la zona afectada y esperó a que hiciese efecto, para luego llamar a Fleur y pedirle que lo sanase.
La elfa utilizó sus poderes y consiguió detener el sangrado, vendó la parte más cercana al punto en que le habían cortado e hizo lo posible por calmar al guerrero, era todo cuanto podían hacer por él. Una vez tratado el primero, la hechicera avanzó hacia el camastro más cercano, donde yacía una de las habitantes de Terpoli que el ejército había conseguido rescatar. La muchacha estaba pálida y no tenía fuerzas casi ni para moverse, su cuerpo mostraba múltiples cortes abiertos, que debían ser tratados con urgencia si se quería tener alguna posibilidad de salvarla.
Al igual que con el anterior, vertió un poco de la poción de curativa sobre los cortes, utilizando esta vez la que llevaba sustancia cicatrizante. Corrió al rincón en que estaba su equipo y buscó entre los frascos hasta dar con un remedio de Neien, que de inmediato haría beber a la dolorida chica. Eso la ayudaría a sanar y levantar sus defensas, mientras la infusión se encargaba del resto.
Sin perder tiempo pasó al siguiente, un soldado al que habían arrancado parte de la armadura y quemado uno de los brazos, dejándolo al borde de la inconsciencia por el terrible sufrimiento. En sus ojos podía leerse el miedo, no regresaría a la batalla si podía evitarlo. - Bébete esto, regresaré enseguida. - le indicó, tendiéndole una de las pócimas de efecto sedante. Avanzó con rapidez a través de los camastros hasta llegar al lugar en que tenía los ingredientes, donde en cuestión de segundos se hizo con un cuenco lleno de agua fresca y unas hojas de Kortinque.
Regresó junto al hombre y empezó a humedecer las hojas, para hacer con ellas varias compresas, que usaría para cubrir el brazo quemado. Con eso debería bastar por el momento, las propiedades de la Kortinque se encargarían de sanar la extremidad, aunque eso podría tardar. Siguió atendiendo a cuantos podía, agradeciendo por una vez la insensibilidad ante la muerte y aquel tipo de escenas que los jinetes oscuros le habían provocado con las pesadillas.
Las horas pasaban y el sol ya se encontraba cerca de su punto más alto, pero en el interior del hospital la cosa solo iba a más, con una entrada constante de camilleros, y la verdad era que no se podía salvar a todos los heridos que traían. Elen ya se había hecho a la idea de esa terrible realidad, y ahora se hallaba sentada al borde de uno de los camastros, con las manos ensangrentadas y expresión vacía, junto al cadáver de la mujer a la que acababa de perder.
La habían mordido en el cuello, y la bruja solo pudo hacer presión en un vano intento por detener el sangrado, no había esperanza para la dama, en cuestión de un par de minutos su vida se extinguió. Se levantó de su lado y comenzó a dirigirse hacia el rincón, para lavarse las manos y volver al trabajo, pero solo se había apartado de la muerta unos metros cuando empezó a escuchar una especie de gruñido gutural, que la alertó de inmediato.
Se dio la vuelta y observó cómo se levantaba, la magia de los nigromantes también llegaba hasta allí, despertando a los que perdiesen la vida. Corrió hacia ella y la empujó, para acto seguido situarse a su espalda y rodearla con los brazos a la altura de los codos, limitándole de ese modo el movimiento. En cuanto logró sacarla del campamento la tiró al suelo de forma brusca, echó mano a su espada y no se lo pensó demasiado, concentró sus fuerzas y dio un contundente tajo, cortándole la cabeza.
- Mierda. - musitó con la respiración agitada, al pensar en todos los cadáveres que podrían levantarse. Ni siquiera sabía si lo que había hecho funcionaría de algo, ¿cómo matar algo que ya está muerto? Se preguntó interiormente, antes de que una idea llegase repentinamente. - ¡Eh, esperad! - exclamó a un par de camilleros que pasaban cerca. - Necesito que hagáis algo y rápido. - prosiguió, ignorando las caras de espanto con que miraban la escena. - Apartaos diez metros del hospital y cavad una fosa, amplia y profunda, como para que nadie pueda salir de ella. - los hombres la miraron confusos, pero entendieron que la quería para retirar los cadáveres y despejar camastros, así que se limitaron a asentir.
- Ah y una cosa más, en cuanto la terminéis echad brea dentro, bastante. - añadió antes de dejarlos marchar y volver a centrar su atención sobre la mujer. Polvo, a eso debía reducirlos para que no regresasen, o al menos era lo que se le había ocurrido. Contuvo la respiración y volvió a levantar la espada, para descargar varios tajos y separar del torso todas las extremidades, luego dejó caer el arma y trató de serenarse. Hasta hacía bien poco esa extraña era una persona como otra cualquiera, y ahora la bruja se había visto obligada a desmembrarla para que no hiciese daño a otros, hecho que la atormentaría por lo semejante que era a las matanzas de los jinetes oscuros.
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He subrayado las partes en que utiliza su habilidad pasiva.
Elen Calhoun
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Re: [Evento] Soporte en Terpoli
Níniel, recostada sobre el cómodo lecho de plumas de su habitación aunque con sus ojos aguamarina abiertos y mirando al techo, no podía evitar que su cabeza volara lejos de su cuerpo pensando en cosas en las que no debería estar pensando, imágenes de dolor, sangre y miedo. Suspiró por enésima vez aquel día y giró la cabeza hacia la izquierda para mirar a la pequeña mesita y al trozo de pergamino de irregulares bordes sobre la misma, en el que, con impecable caligrafía, se hallaban escritas las palabras y los números que tan inquieta la tenían, hora y lugar en los que debería incorporarse a aquel ejercito recién formado. Ni siquiera preparar su equipo para la marcha y para asegurarse de que disponía de cuanto creía necesitar una vez llegaran a Terpoli conseguía mantener su mente ocupada demasiado tiempo. Quizá el hecho de que de repetir el proceso de deshacer los bártulos y volverlos a preparar una vez más sería la cuarta vez en dos horas tenía algo que ver, puede que si.
Giró la cabeza de nuevo, esta vez hacia la derecha, hacia la ventana, guiada por un sonido familiar y observó en silencio como Geralt comía con fruición una bellota a la vez que a través del cristal observaba con interés las idas y venidas de la gente de aquella ciudad alterada por las circunstancias. Debía de notar que algo anormal estaba ocurriendo, alguna especie de instinto animal o de especial sensibilidad porque normalmente no le interesaba mucho lo que ocurría en la calle, al no ser que fuera a salir o que su reserva de bellotas estuviera menguando de manera alarmante, lo cual para la pequeña ardilla ocurría cuando la montaña de bellotas bajo la cama de Níniel no era lo bastante alta como para poder taparle hasta la cola.
Con un nuevo suspiro la peliblanca se incorporó y se acercó a la ventana también empezando a acariciar a su peludo amiguito que emitió un sonidito de satisfacción. La elfa pudo ver como unos carros cargados con armas y armaduras se habían detenido justo bajo donde ella se encontraba. Debían de ser sin parte de los últimos preparativos antes de de que las tropas partieran, pero parecía que uno de los carros había perdido una rueda y no podía seguir avanzando. Enseguida un grupo de hombres con armaduras de cuero, mercenarios por su aspecto, se acercaron y colaboraron en el proceso para solucionar el problema y pronto los carromatos pudieron reanudar su camino. También era la hora de que Níniel hiciera lo mismo.
Revisó que su armadura estuviese perfectamente colocada y abrochada, tomó su daga, se echó por encima su capa negra y tras recoger sus cosas y su bastón estuvo lista para salir. En aquella ocasión la ardilla no iría con ella y el pequeñín era tan listo que entendía cuando debía quedarse en casa y lo aceptaba sin rechistar...Bueno mas o menos sin rechistar.
En la planta baja de la posada, a rebosar aquellos últimos días de mercenarios, voluntarios y hombres de armas y ahora vacía, el dueño le ofreció un pequeño paquete con comida a la elfa y le deseó suerte pues sabía que se había alistado. Níniel agradeció la comida y sus buenos deseos y se dirigió al cercano hospital, punto de reunión de su destacamento de soporte.
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El lugar bullía de actividad y los diversos grupos se afanaban en atar los últimos cabos antes de ponerse en marcha. Cargaban los carros con los últimos suministros, impartían las últimas instrucciones y realizaban los cambios de última hora en la distribución de voluntarios en las diferentes unidades, alzando la voz entre las presentaciones de los recién llegados y las conversaciones de todo tipo que tenían lugar. Algunas eran sobre alquimia, otras sobre primeros auxilios, los elfos hablaban de magia, tanto en común como en su idioma y se notaba que la mayoría se sentían más cómodos rodeados de los suyos que con los humanos, aunque había de todo. En general había un extraño ambiente de jovialidad que no dejaba de resultar extraño a la peliblanca pero que resultaba contagioso, era como si por actuar de ese modo creyesen que podrían lograr que todo saliese bien.
Aquel elfo que la convenció de formar parte de aquella operación llamó su atención e indicó que se acercara hasta él, cerca de uno de los carros de suministros. Le informó de a qué grupo unirse y también que podría viajar en carrolo cual eran buenas noticias pues podría evitar la caminata. Pronto descubrió que su grupo estaba enteramente formado por elfos sanadores, dos elfas morenas y que eran hermanas y un elfo rubio del clan del claro al que la peliblanca conocía de vista. Tan pronto como cumplieron con las presentaciones protocolarias comenzaron a hablar entre ellos con la familiaridad de quien comparte raza, fe, creencias y vocación, cosa que animó mucho a Níniel, especialmente que el elfo, Sinderión, fuese un veterano con experiencia.
Pronto se pusieron en marcha, el grupo de soporte iba en la retaguardia del ejercito, escoltados por algunos lanceros y jinetes, por lo que ya pocos pétalos de flores quedaban por lanzar a su paso por las puertas de la ciudad pero no ocurría lo mismo con los ánimos de la población que parecía dispuesta a correr el riesgo de quedar afónica por desear la mejor de las suertes hasta al último de los miembros del ejercito. Para los elfos, la idea de haber arrancado tantas flores para algo tan inútil como lanzarlas sobre los soldados y que estos las pisaran no resultaba agradable, de hecho costaba entender cómo cortar flores, matar seres vivos, era un signo de buena fortuna o elogio cuando iban a la batalla...Pero hicieron el esfuerzo por pasar aquello por alto y aceptar con sonrisas en los labios los buenos deseos de los humanos.
El resto del camino fue aprovechado por Sinderión para aleccionar a sus compañeras, que nunca habían estado en una batalla, sobre los procedimientos a usar, cómo catalogar heridos por gravedad y, por duro que pareciera, a no malgastar recursos con aquellos que ya no podían ser salvados, solo mitigar su dolor y ayudarles en la medida de lo posible a que su paso al otro lado ocurriese de la mejor forma. Sus palabras eran duras pero sabias, Níniel no perdió detalle de ellas.
-¿Es cierto lo de la Nigromancia maestro Sinderión?- Preguntó una de las hermanas queriendo confirmar los omnipresentes rumores sobre la presencia de magia negra en la ciudad. Era la única que se había atrevido a preguntar directamente pero la verdad es que tanto su hermana como Níniel estaban más que interesadas en la respuesta.
-Eso me han dicho, y no tengo motivos para pensar que sea mentira. No temáis a la oscuridad, pero como a cualquier enemigo, no la subestiméis-
Así que era cierto...Magia negra. Níniel se mordió el labio con preocupación pero más allá de aquel gesto involuntario, mantuvo la calma. El miedo no iba a dominarla, no iba a permitir que nada influyera en sus habilidades de sanación.
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Tan pronto como llegaron ante los muros de Terpoli, las diferentes divisiones de aquel ejercito comenzaron a levantar sus respectivos campamentos y a fortificar sus posiciones así como a montar y desplegar el material de asedio que usarían para abrir brecha en aquellas murallas para después entrar por ella como el agua entre las rocas y limpiar la ciudad. El ataque comenzaría al amanecer y había mucho que hacer.
La división de soporte se colocó en una posición resguardada aunque no demasiado lejos del frente para que los heridos pudiesen ser atendidos con la mayor brevedad posible. Tan pronto como llegaron comenzaron a levantar las tiendas y pabellones médicos y a distribuir los equipos, los ingredientes, las pociones y ungüentos ya listos así como los materiales. Trabajaron sin descanso hasta que la noche cayó sobre ellos y todo todo estuvo listo y organizado, momento en el cual se dispusieron turnos de guardia, tanto militar como médica, para que pudieran rotarse para descansar y recuperar fuerzas para el día siguiente. Pero conseguir descansar aquella noche era algo fácil de decir y difícil de hacer. Desde la ciudad, no dejaban de oírse gritos desesperados de dolor y miedo a todas horas enervando los ánimos de todos, soldados, ingenieros, médicos. Ya no había mucho rastro de aquel alegre jolgorio que les había acompañado durante buena parte del viaje, el ánimo estaba mucho mas tenso y en mas de una ocasión vio como a algún soldado la cena no se le pudo quedar en el estómago y salía de la tienda para vomitar. También pudo ver como un par de soldados arratraban a otro hasta las tiendas de mando acusado de intento de deserción. No sería la última de la noche.
Cuando llegó su turno para dormir, Níniel lo hizo de forma intermitente lo que seguro que a pesar de todo fue mas de lo que habían conseguido muchos. Salió de una de las tiendas de mujeres, con su armadura puesta pues no se la había quitado para dormir y se encontró allí otra vez con el elfo reclutador, parecía que estaba esperando por ella.
-Buenos días sacerdotisa, espero que haya podido descansar bien-
-Buenos días- Dijo dudando de que realmente lo fueran- ¿Que puedo hacer por usted?No parece herido-
-Verá, es la única sacerdotisa del campamento, algunos de mis elfos y yo querríamos recibir la bendición de los dioses antes de la batalla. Que nos otorguen la victoria o una muerte digna en este día y nos permitan regresar a la madre-
Níniel no podía negarse a algo así por lo que accedió a acompañarle. Para su sorpresa, pues esperaba a un grupo pequeño de elfos, parecía que bastantes de los suyos habían acudido a la llamada de Lunargenta, eran un grupo nutrido los que esperaban por sus palabras en la zona del campamento destinada a los soldados.Estaban allí reunidos, con el equipo de batalla preparado y llamando la atención de muchos de sus compañeros de las demás razas que no sabían lo que pasaba.
Níniel sabía que no había tiempo para mucha ceremonia por lo que fue un servicio corto pero a pesar de ello el mas emotivo que la joven hubiese realizado jamás. Medio centenar de elfos de rodillas ante ella escuchandola y con los ojos llenos de agradecimiento por aquella oportunidad con la que muchos no contaban. Incluso, algunos humanos y otros seres se sumaron con sumo respeto a los elfos por lo que la peliblanca comenzó a realizar las fórmulas en ambos idiomas, elfo y común.
-Hijos e hijas de Sindorai, de Aerandir...Devolved la oscuridad de vuelta a la luz-
Al acabar el reclutador se lo agradeció profusamente.
-Hasta nuestro próximo encuentro- Dijo despidiéndose y uniéndose a las tropas que avanzaban ya hacia la batalla. Níniel sintió la sensación de que no lo volvería a ver, al menos no en aquella vida.
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Poco después de que la batalla empezase comenzaron a llegar los heridos y Níniel pudo dejar de prestar atención a los gritos y grotescos ruidos de la lucha que no querían salir de su cabeza. Fueron sustituidos por los de los heridos, pero al menos por ellos si podía hacer algo. Los primeros en llegar fueron soldados de su propio ejército, heridos. La mayoría presentaba cortes o heridas de flecha pero también comenzaron a llegar algunos heridos con quemaduras o fracturas por golpes o caídas. El campamento médico pronto se llenó de una frenética actividad para diagnosticar y tratar a sus compañeros.
El primer herido de Níniel presentaba dos profundos cortes en la pierna izquierda y en el pecho, eran heridas serias pero había tenido una gran suerte. Su pieza de armadura pectotal había evitado que el arma que le había hecho la herida en el pecho no le hubiera matado. Un par de enfermeras le retiraron la armadura mientras Níniel revisaba la reserva de pociones y ungüentos para seleccionar la mas adecuada para esas heridas. - Todo va a salir bien, te recuperarás y apenas si quedarán unas marcas para no olvidar tu valor hoy- Níniel procuraba siempre hablar a sus pacientes, incluso cantarles para que su voz melodiosa les tranquilizara y les diera confianza, solía funcionar aunque no siempre. Había seleccionado un frasco con poción de extracto de ranúnculo encorvado y polvo de ala de mariposa que ya tenía en la mano. Su experiencia en el hospital de Lunargenta facilitaba el saber cómo organizaban las pociones por no hablar que durante el día anterior había ayudado en aquella tarea. Limpió bien la herida y vertió unas gotas del liquido sobre las mismas esperando que surtiera efecto para después vendar con cuidado las heridas y administrarle al hombre un poco de inhibis para el dolor. Se recuperaría totalmente por lo que fue llevado a otro lugar por camilleros para dejar aquel espacio libre para un nuevo herido.
A continuación trató a una mujer que era incapaz de ver por culpa de alguna especie de sustancia que un nigromante había lanzado sobre ella. Su ceguera la convertía en una paciente complicada y desconfiada que apenas se dejaba diagnosticar. Tanto que ni siquiera inmovilizarla serviría. -Eres una gran soldado, hasta diría que eres de las pocas dispuesta a volver a la batalla de la ciudad de poder, si me dejas ver tus ojos podré saber cómo ayudarte- La mujer se detuvo y aunque insistió en que no la tocasen intentó abrir los ojos y al final se dejó tratar. -Acruire Agria, tiene multitud de usos-, le explicó Níniel para que al saber lo que iban a aplicarle estuviera tranquila.- Una simple infusión aplicada sobre tus ojos con cuidado y en un par de horas volverás a ver, si quieres claro- La mujer asintió y sumisa por fin dejó que una de las enfermeras aplicara la cura mientras Níniel atendía a otro paciente mas grave.
Era un hombre de mediana edad, un habitante del lugar por lo visto pues no llevaba armas, ni armadura ,ni identificativo alguno. Estaba realmente mal, cortes profundos y otros no tanto por todo el cuerpo pero el que mas preocupaba a la elfa era uno en el cuello que los hombres que lo habían traído habían mantenido acertádamente presionado. Aquella herida necesitaría de sus habilidades sanadoras para cerrarse por lo que sin perder un instante retiró la tela que comprimía la herida y colocó sus manos sobre ella comenzando a tratar de sanarle. Sin esa herida cerrada, curar las demás no serviría de nada.
Al principio todo pareció ir bien, normal al menos, pero pronto Níniel se percató de que estaba pasando algo extraño, no estaba logrando que la sanación surtiera efecto. Entonces pasó algo inaudito para la peliblanca, sus habilidades comenzaron a causar el efecto contrario al que deberían y una mancha negra comenzó a extenderse por el cuello del hombre hasta la herida. Níniel cesó la cura de inmediato sin saber, por primera vez en mucho tiempo, qué debía hacer en cuestiones médicas.
Por si aquello fuera poco, aquel cuerpo ennegrecido abrió los ojos de par en par y comenzó a murmurar intentos de palabras de forma gutural mientras trataba de incorporarse. Cuando por fin lo logró, el maxilar inferior se desprendió de su cara creando una imagen dantesca y terrorífica que causó que las ayudantes de Níniel comenzaran a gritar y que la elfa se quedara con la boca abierta.
-!Magia negra!- Comenzó a vocear para pedir ayuda mientras aquella cosa terminaba de levantarse y tras rompérsele una pierna empezara a arrastrarse hacia ella con los antebrazos, interponiéndose entre la elfa, sus ayudantes y la puerta.
-Por debajo de la lona deprisa- Consiguió decir, reaccionando y buscando que lograran salir levantando la tela de la tienda médica antes de que aquella cosa oscura llegara hasta ellas.
Subrayado el uso de Alquimia (conocimientos) en el tratamiento de heridos.
Giró la cabeza de nuevo, esta vez hacia la derecha, hacia la ventana, guiada por un sonido familiar y observó en silencio como Geralt comía con fruición una bellota a la vez que a través del cristal observaba con interés las idas y venidas de la gente de aquella ciudad alterada por las circunstancias. Debía de notar que algo anormal estaba ocurriendo, alguna especie de instinto animal o de especial sensibilidad porque normalmente no le interesaba mucho lo que ocurría en la calle, al no ser que fuera a salir o que su reserva de bellotas estuviera menguando de manera alarmante, lo cual para la pequeña ardilla ocurría cuando la montaña de bellotas bajo la cama de Níniel no era lo bastante alta como para poder taparle hasta la cola.
Con un nuevo suspiro la peliblanca se incorporó y se acercó a la ventana también empezando a acariciar a su peludo amiguito que emitió un sonidito de satisfacción. La elfa pudo ver como unos carros cargados con armas y armaduras se habían detenido justo bajo donde ella se encontraba. Debían de ser sin parte de los últimos preparativos antes de de que las tropas partieran, pero parecía que uno de los carros había perdido una rueda y no podía seguir avanzando. Enseguida un grupo de hombres con armaduras de cuero, mercenarios por su aspecto, se acercaron y colaboraron en el proceso para solucionar el problema y pronto los carromatos pudieron reanudar su camino. También era la hora de que Níniel hiciera lo mismo.
Revisó que su armadura estuviese perfectamente colocada y abrochada, tomó su daga, se echó por encima su capa negra y tras recoger sus cosas y su bastón estuvo lista para salir. En aquella ocasión la ardilla no iría con ella y el pequeñín era tan listo que entendía cuando debía quedarse en casa y lo aceptaba sin rechistar...Bueno mas o menos sin rechistar.
En la planta baja de la posada, a rebosar aquellos últimos días de mercenarios, voluntarios y hombres de armas y ahora vacía, el dueño le ofreció un pequeño paquete con comida a la elfa y le deseó suerte pues sabía que se había alistado. Níniel agradeció la comida y sus buenos deseos y se dirigió al cercano hospital, punto de reunión de su destacamento de soporte.
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El lugar bullía de actividad y los diversos grupos se afanaban en atar los últimos cabos antes de ponerse en marcha. Cargaban los carros con los últimos suministros, impartían las últimas instrucciones y realizaban los cambios de última hora en la distribución de voluntarios en las diferentes unidades, alzando la voz entre las presentaciones de los recién llegados y las conversaciones de todo tipo que tenían lugar. Algunas eran sobre alquimia, otras sobre primeros auxilios, los elfos hablaban de magia, tanto en común como en su idioma y se notaba que la mayoría se sentían más cómodos rodeados de los suyos que con los humanos, aunque había de todo. En general había un extraño ambiente de jovialidad que no dejaba de resultar extraño a la peliblanca pero que resultaba contagioso, era como si por actuar de ese modo creyesen que podrían lograr que todo saliese bien.
Aquel elfo que la convenció de formar parte de aquella operación llamó su atención e indicó que se acercara hasta él, cerca de uno de los carros de suministros. Le informó de a qué grupo unirse y también que podría viajar en carrolo cual eran buenas noticias pues podría evitar la caminata. Pronto descubrió que su grupo estaba enteramente formado por elfos sanadores, dos elfas morenas y que eran hermanas y un elfo rubio del clan del claro al que la peliblanca conocía de vista. Tan pronto como cumplieron con las presentaciones protocolarias comenzaron a hablar entre ellos con la familiaridad de quien comparte raza, fe, creencias y vocación, cosa que animó mucho a Níniel, especialmente que el elfo, Sinderión, fuese un veterano con experiencia.
Pronto se pusieron en marcha, el grupo de soporte iba en la retaguardia del ejercito, escoltados por algunos lanceros y jinetes, por lo que ya pocos pétalos de flores quedaban por lanzar a su paso por las puertas de la ciudad pero no ocurría lo mismo con los ánimos de la población que parecía dispuesta a correr el riesgo de quedar afónica por desear la mejor de las suertes hasta al último de los miembros del ejercito. Para los elfos, la idea de haber arrancado tantas flores para algo tan inútil como lanzarlas sobre los soldados y que estos las pisaran no resultaba agradable, de hecho costaba entender cómo cortar flores, matar seres vivos, era un signo de buena fortuna o elogio cuando iban a la batalla...Pero hicieron el esfuerzo por pasar aquello por alto y aceptar con sonrisas en los labios los buenos deseos de los humanos.
El resto del camino fue aprovechado por Sinderión para aleccionar a sus compañeras, que nunca habían estado en una batalla, sobre los procedimientos a usar, cómo catalogar heridos por gravedad y, por duro que pareciera, a no malgastar recursos con aquellos que ya no podían ser salvados, solo mitigar su dolor y ayudarles en la medida de lo posible a que su paso al otro lado ocurriese de la mejor forma. Sus palabras eran duras pero sabias, Níniel no perdió detalle de ellas.
-¿Es cierto lo de la Nigromancia maestro Sinderión?- Preguntó una de las hermanas queriendo confirmar los omnipresentes rumores sobre la presencia de magia negra en la ciudad. Era la única que se había atrevido a preguntar directamente pero la verdad es que tanto su hermana como Níniel estaban más que interesadas en la respuesta.
-Eso me han dicho, y no tengo motivos para pensar que sea mentira. No temáis a la oscuridad, pero como a cualquier enemigo, no la subestiméis-
Así que era cierto...Magia negra. Níniel se mordió el labio con preocupación pero más allá de aquel gesto involuntario, mantuvo la calma. El miedo no iba a dominarla, no iba a permitir que nada influyera en sus habilidades de sanación.
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Tan pronto como llegaron ante los muros de Terpoli, las diferentes divisiones de aquel ejercito comenzaron a levantar sus respectivos campamentos y a fortificar sus posiciones así como a montar y desplegar el material de asedio que usarían para abrir brecha en aquellas murallas para después entrar por ella como el agua entre las rocas y limpiar la ciudad. El ataque comenzaría al amanecer y había mucho que hacer.
La división de soporte se colocó en una posición resguardada aunque no demasiado lejos del frente para que los heridos pudiesen ser atendidos con la mayor brevedad posible. Tan pronto como llegaron comenzaron a levantar las tiendas y pabellones médicos y a distribuir los equipos, los ingredientes, las pociones y ungüentos ya listos así como los materiales. Trabajaron sin descanso hasta que la noche cayó sobre ellos y todo todo estuvo listo y organizado, momento en el cual se dispusieron turnos de guardia, tanto militar como médica, para que pudieran rotarse para descansar y recuperar fuerzas para el día siguiente. Pero conseguir descansar aquella noche era algo fácil de decir y difícil de hacer. Desde la ciudad, no dejaban de oírse gritos desesperados de dolor y miedo a todas horas enervando los ánimos de todos, soldados, ingenieros, médicos. Ya no había mucho rastro de aquel alegre jolgorio que les había acompañado durante buena parte del viaje, el ánimo estaba mucho mas tenso y en mas de una ocasión vio como a algún soldado la cena no se le pudo quedar en el estómago y salía de la tienda para vomitar. También pudo ver como un par de soldados arratraban a otro hasta las tiendas de mando acusado de intento de deserción. No sería la última de la noche.
Cuando llegó su turno para dormir, Níniel lo hizo de forma intermitente lo que seguro que a pesar de todo fue mas de lo que habían conseguido muchos. Salió de una de las tiendas de mujeres, con su armadura puesta pues no se la había quitado para dormir y se encontró allí otra vez con el elfo reclutador, parecía que estaba esperando por ella.
-Buenos días sacerdotisa, espero que haya podido descansar bien-
-Buenos días- Dijo dudando de que realmente lo fueran- ¿Que puedo hacer por usted?No parece herido-
-Verá, es la única sacerdotisa del campamento, algunos de mis elfos y yo querríamos recibir la bendición de los dioses antes de la batalla. Que nos otorguen la victoria o una muerte digna en este día y nos permitan regresar a la madre-
Níniel no podía negarse a algo así por lo que accedió a acompañarle. Para su sorpresa, pues esperaba a un grupo pequeño de elfos, parecía que bastantes de los suyos habían acudido a la llamada de Lunargenta, eran un grupo nutrido los que esperaban por sus palabras en la zona del campamento destinada a los soldados.Estaban allí reunidos, con el equipo de batalla preparado y llamando la atención de muchos de sus compañeros de las demás razas que no sabían lo que pasaba.
Níniel sabía que no había tiempo para mucha ceremonia por lo que fue un servicio corto pero a pesar de ello el mas emotivo que la joven hubiese realizado jamás. Medio centenar de elfos de rodillas ante ella escuchandola y con los ojos llenos de agradecimiento por aquella oportunidad con la que muchos no contaban. Incluso, algunos humanos y otros seres se sumaron con sumo respeto a los elfos por lo que la peliblanca comenzó a realizar las fórmulas en ambos idiomas, elfo y común.
-Hijos e hijas de Sindorai, de Aerandir...Devolved la oscuridad de vuelta a la luz-
Al acabar el reclutador se lo agradeció profusamente.
-Hasta nuestro próximo encuentro- Dijo despidiéndose y uniéndose a las tropas que avanzaban ya hacia la batalla. Níniel sintió la sensación de que no lo volvería a ver, al menos no en aquella vida.
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Poco después de que la batalla empezase comenzaron a llegar los heridos y Níniel pudo dejar de prestar atención a los gritos y grotescos ruidos de la lucha que no querían salir de su cabeza. Fueron sustituidos por los de los heridos, pero al menos por ellos si podía hacer algo. Los primeros en llegar fueron soldados de su propio ejército, heridos. La mayoría presentaba cortes o heridas de flecha pero también comenzaron a llegar algunos heridos con quemaduras o fracturas por golpes o caídas. El campamento médico pronto se llenó de una frenética actividad para diagnosticar y tratar a sus compañeros.
El primer herido de Níniel presentaba dos profundos cortes en la pierna izquierda y en el pecho, eran heridas serias pero había tenido una gran suerte. Su pieza de armadura pectotal había evitado que el arma que le había hecho la herida en el pecho no le hubiera matado. Un par de enfermeras le retiraron la armadura mientras Níniel revisaba la reserva de pociones y ungüentos para seleccionar la mas adecuada para esas heridas. - Todo va a salir bien, te recuperarás y apenas si quedarán unas marcas para no olvidar tu valor hoy- Níniel procuraba siempre hablar a sus pacientes, incluso cantarles para que su voz melodiosa les tranquilizara y les diera confianza, solía funcionar aunque no siempre. Había seleccionado un frasco con poción de extracto de ranúnculo encorvado y polvo de ala de mariposa que ya tenía en la mano. Su experiencia en el hospital de Lunargenta facilitaba el saber cómo organizaban las pociones por no hablar que durante el día anterior había ayudado en aquella tarea. Limpió bien la herida y vertió unas gotas del liquido sobre las mismas esperando que surtiera efecto para después vendar con cuidado las heridas y administrarle al hombre un poco de inhibis para el dolor. Se recuperaría totalmente por lo que fue llevado a otro lugar por camilleros para dejar aquel espacio libre para un nuevo herido.
A continuación trató a una mujer que era incapaz de ver por culpa de alguna especie de sustancia que un nigromante había lanzado sobre ella. Su ceguera la convertía en una paciente complicada y desconfiada que apenas se dejaba diagnosticar. Tanto que ni siquiera inmovilizarla serviría. -Eres una gran soldado, hasta diría que eres de las pocas dispuesta a volver a la batalla de la ciudad de poder, si me dejas ver tus ojos podré saber cómo ayudarte- La mujer se detuvo y aunque insistió en que no la tocasen intentó abrir los ojos y al final se dejó tratar. -Acruire Agria, tiene multitud de usos-, le explicó Níniel para que al saber lo que iban a aplicarle estuviera tranquila.- Una simple infusión aplicada sobre tus ojos con cuidado y en un par de horas volverás a ver, si quieres claro- La mujer asintió y sumisa por fin dejó que una de las enfermeras aplicara la cura mientras Níniel atendía a otro paciente mas grave.
Era un hombre de mediana edad, un habitante del lugar por lo visto pues no llevaba armas, ni armadura ,ni identificativo alguno. Estaba realmente mal, cortes profundos y otros no tanto por todo el cuerpo pero el que mas preocupaba a la elfa era uno en el cuello que los hombres que lo habían traído habían mantenido acertádamente presionado. Aquella herida necesitaría de sus habilidades sanadoras para cerrarse por lo que sin perder un instante retiró la tela que comprimía la herida y colocó sus manos sobre ella comenzando a tratar de sanarle. Sin esa herida cerrada, curar las demás no serviría de nada.
Al principio todo pareció ir bien, normal al menos, pero pronto Níniel se percató de que estaba pasando algo extraño, no estaba logrando que la sanación surtiera efecto. Entonces pasó algo inaudito para la peliblanca, sus habilidades comenzaron a causar el efecto contrario al que deberían y una mancha negra comenzó a extenderse por el cuello del hombre hasta la herida. Níniel cesó la cura de inmediato sin saber, por primera vez en mucho tiempo, qué debía hacer en cuestiones médicas.
Por si aquello fuera poco, aquel cuerpo ennegrecido abrió los ojos de par en par y comenzó a murmurar intentos de palabras de forma gutural mientras trataba de incorporarse. Cuando por fin lo logró, el maxilar inferior se desprendió de su cara creando una imagen dantesca y terrorífica que causó que las ayudantes de Níniel comenzaran a gritar y que la elfa se quedara con la boca abierta.
-!Magia negra!- Comenzó a vocear para pedir ayuda mientras aquella cosa terminaba de levantarse y tras rompérsele una pierna empezara a arrastrarse hacia ella con los antebrazos, interponiéndose entre la elfa, sus ayudantes y la puerta.
-Por debajo de la lona deprisa- Consiguió decir, reaccionando y buscando que lograran salir levantando la tela de la tienda médica antes de que aquella cosa oscura llegara hasta ellas.
Subrayado el uso de Alquimia (conocimientos) en el tratamiento de heridos.
Níniel Thenidiel
Aerandiano de honor
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Re: [Evento] Soporte en Terpoli
Los heridos seguían llegando, pero las heridas eran cada vez más exóticas. Heridas ya infectadas se alternaban con venenos, enfermedades endémicas de otras zonas o heridas que simplemente no sanaban o cicatrizaban. Con un número de tropas potencialmente ilimitado, los nigromantes parecían contentarse con enfrentarse al mínimo de soldados por asalto, para maximizar su ganancia de soldados. Por cada herido, había al menos un soldado sano que se encargaba de llevarlo a un lugar soldado y, tantas heridas raras tenían como claro objetivo saturar el sistema sanitario del ejercito de Lunargenta, hasta que los alaridos de dolor cesaran y los agonizantes se alzaran como parte del ejército, lo que también reduciría el número de soldados en el frente, puesto que los médicos y sanadores necesitarían protección.
Esta situación llego al punto álgido cuando dos hombres se acercaron al campamento, prácticamente llevando a pulso un tercero. A pesar de estar desbordados, alguien del personal sanitario se acercó rápidamente a determinar la gravedad de la herida, pero no había ninguna. No podía verse sangre (suya, al menos) ni cortes o moratones, pero a ese humano le pasaba algo, claramente, su piel tenía un tono ligeramente azulado y su tripa estaba anormalmente hinchada. Habría parecido un cadáver ahogado una semana antes si no se estuviera quejando en ese mismo instante.
Lo perdimos de vista un momento y lo encontramos así... se limitaron a decir, como excusándose. Al parecer había algunos nigromantes especialmente ingeniosos en eso de neutralizar soldados.
Sus acompañantes, visiblemente preocupados, lo dejaron en una de las camillas y se apartaron un poco para dejar trabajar al personal sanitario. No parecía ser su día de suerte, puesto que después de que uno de ellos exclamara animado un "Seguro que te pondrás bien", un agujero se abrió en el estómago del herido, dejando paso a un montón de gusanos negros y provocando que aquellos que lo habían traído vaciaran su estómago. Del tamaño de una serpiente pequeña, esas pequeñas aberraciones dentadas ignoraban deliberadamente a los sanos, deslizándose hacia los heridos y mordiéndolos, para luego seguir su camino hacia otro paciente. Su objetivo era envenenar a tantos como pudieran, su ponzoña no tardaría en causar necrosis en el cuerpo y, al llegar al corazón o al cerebro, provocaría la muerte. Si no se los detenía de inmediato, tendrían que enfrentarse a un ejército de no muertos mientras los soldados estaban demasiado ocupados como para darse cuenta de lo que pasaba en la retaguardia y, con el hospital de campaña desmantelado, los soldados morirían a cientos. Eso ya podía decantar una batalla normal, pero cuando te enfrentabas a enemigos que alzaban a los muertos, se volvía simplemente intolerable, no podía pasar.
• Dado que en última instancia proceden de las entrañas de alguien y son de tamaño moderado (un par de dedos de grosor, dos palmos de largo), diez parece un numero aceptable de gusanos. Al estar sanas, os ignoraran, por lo que no suponen un peligro inmediato, pero no puedo decir lo mismo de los pacientes que mueran.
• Debéis ingeniároslas para acabar con los gusanos usando el personal sanitario y esos dos guardias horrorizados, siempre de acuerdo a vuestras capacidades y cierto realismo. Al tener una sanadora, Nini podría neutralizar la necrosis hasta que el veneno deje de hacer efecto, pero requerirá de al menos treinta segundos si se aplica la sanación de inmediato y aumentara enormemente cuando más se extienda, puede que prefieras usar tu tiempo en evitar el caos.
• Este es mi primer y ultimo post, así que si cuando ambas posteeis solucionando la situación no hay ningún problema, os enviare mp para que postees para recibir la recompensa.
Esta situación llego al punto álgido cuando dos hombres se acercaron al campamento, prácticamente llevando a pulso un tercero. A pesar de estar desbordados, alguien del personal sanitario se acercó rápidamente a determinar la gravedad de la herida, pero no había ninguna. No podía verse sangre (suya, al menos) ni cortes o moratones, pero a ese humano le pasaba algo, claramente, su piel tenía un tono ligeramente azulado y su tripa estaba anormalmente hinchada. Habría parecido un cadáver ahogado una semana antes si no se estuviera quejando en ese mismo instante.
Lo perdimos de vista un momento y lo encontramos así... se limitaron a decir, como excusándose. Al parecer había algunos nigromantes especialmente ingeniosos en eso de neutralizar soldados.
Sus acompañantes, visiblemente preocupados, lo dejaron en una de las camillas y se apartaron un poco para dejar trabajar al personal sanitario. No parecía ser su día de suerte, puesto que después de que uno de ellos exclamara animado un "Seguro que te pondrás bien", un agujero se abrió en el estómago del herido, dejando paso a un montón de gusanos negros y provocando que aquellos que lo habían traído vaciaran su estómago. Del tamaño de una serpiente pequeña, esas pequeñas aberraciones dentadas ignoraban deliberadamente a los sanos, deslizándose hacia los heridos y mordiéndolos, para luego seguir su camino hacia otro paciente. Su objetivo era envenenar a tantos como pudieran, su ponzoña no tardaría en causar necrosis en el cuerpo y, al llegar al corazón o al cerebro, provocaría la muerte. Si no se los detenía de inmediato, tendrían que enfrentarse a un ejército de no muertos mientras los soldados estaban demasiado ocupados como para darse cuenta de lo que pasaba en la retaguardia y, con el hospital de campaña desmantelado, los soldados morirían a cientos. Eso ya podía decantar una batalla normal, pero cuando te enfrentabas a enemigos que alzaban a los muertos, se volvía simplemente intolerable, no podía pasar.
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• Dado que en última instancia proceden de las entrañas de alguien y son de tamaño moderado (un par de dedos de grosor, dos palmos de largo), diez parece un numero aceptable de gusanos. Al estar sanas, os ignoraran, por lo que no suponen un peligro inmediato, pero no puedo decir lo mismo de los pacientes que mueran.
• Debéis ingeniároslas para acabar con los gusanos usando el personal sanitario y esos dos guardias horrorizados, siempre de acuerdo a vuestras capacidades y cierto realismo. Al tener una sanadora, Nini podría neutralizar la necrosis hasta que el veneno deje de hacer efecto, pero requerirá de al menos treinta segundos si se aplica la sanación de inmediato y aumentara enormemente cuando más se extienda, puede que prefieras usar tu tiempo en evitar el caos.
• Este es mi primer y ultimo post, así que si cuando ambas posteeis solucionando la situación no hay ningún problema, os enviare mp para que postees para recibir la recompensa.
Othel
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Re: [Evento] Soporte en Terpoli
La bruja casi no tuvo tiempo para pensar en lo que acababa de hacer, los gritos provenientes del hospital la alertaron, haciendo que se girase a toda prisa para escuchar mejor la voz que se alzaba por encima de los quejidos. “Magia negra”, las dos palabras resonaron con fuerza, indicando que lo peor ya había llegado al campamento, otros muertos se estaban levantando. ¿Podía existir un escenario peor? Allí no había más que sanadores y algunos soldados para las tareas de transporte de heridos, y teniendo en cuenta que la mayoría de los primeros carecían de habilidades de combate, no podían permitirse perder a ningún paciente.
Recogió su espada y escrutó con la mirada lo que la rodeaba, en busca de algo con lo que envolver el cuerpo de la mujer, por si la oscura magia de los nigromantes conseguía que se regenerase. No tardó mucho en fijarse en una gruesa manta, como las que tenían para cubrir los camastros en el interior, eso tendría que servir. Tomó lo que había quedado de la extraña y lo depositó sobre la tela, para de inmediato cerrar la manta en torno a los restos y asegurarla con una cuerda, todas las precauciones podrían ser pocas.
Arrastró el bulto hacia donde los camilleros empezaban a cavar y les dio instrucción de tirarlo dentro una vez hubiesen acabado, advirtiéndoles de paso que lo vigilasen de vez en cuando, y que si comenzaba a moverse lo quemaran. Puede que aquello no sirviese de nada, pero por el momento no se le ocurría otra forma de acabar con los muertos vivientes. Corrió hacia el hospital tan rápido como le permitieron las piernas, y la visión que la esperaba dentro no sería agradable.
Tal como había supuesto, otro cadáver había sido traído de vuelta por culpa de la magia, y a pesar de que su cuerpo se estuviese pudriendo a una velocidad increíble, hecho que le hacía perder miembros conforme se movía, no parecía dispuesto a rendirse. Tenía por objetivo a una elfa, que para sorpresa de la maga resultó ser Níniel, la sacerdotisa a la que había conocido en las afueras de Lunargenta, cuando investigaba a los hombres escorpión.
La peliblanca y sus ayudantes trataban de huir pasando por debajo de la lona, pero esa cosa las perseguiría sin tregua, debía actuar. Avanzó hacia el muerto espada en mano, y en cuanto lo tuvo lo suficientemente cerca, tiró de él por una de las pútridas piernas, para alejarlo de ellas cuanto pudiese y posteriormente decapitarlo. - ¡Níniel, tenemos que tratar a los heridos! ¡Hay que evitar que mueran! - exclamó, sabiendo que aquel solo era el principio de lo que podría convertirse en una terrible desgracia.
El pánico se había extendido entre los que habían sido testigos de la escena, y muchos empezaban a desconfiar de quienes tenían al lado, sobre todo si estaban inconscientes o dormidos. ¿Quién sería el siguiente en levantarse? Esa era la pregunta que todos se hacían mentalmente, y que les impulsaba a querer salir del campamento, cosa que no era posible. Envainó la hoja y actuó del mismo modo que antes, envolviendo el cadáver para asegurarse de tenerlo controlado si volvía a moverse, llamó a los camilleros y les pidió que lo sacaran de allí, para en cierto modo tranquilizar a los presentes.
Evaluó la situación, que no pintaba nada bien, se lavó las manos y comenzó a tratar a aquellos que más alterados estaban, dándoles a beber infusión de Inhibis para que se calmasen. Muchos se resistieron, pero finalmente logró acallar a la mayoría, lo que le permitiría pensar con mayor claridad, al eliminar los gritos del ambiente. La maga debía ser realista, por mucho que hicieran ellos, el estado en que llegaban algunos de los heridos no tenía remedio posible, a éstos tendrían que apartarlos del hospital y no perder el tiempo intentando salvarlos, aunque sonara cruel.
- Escuchadme. - dijo al acercarse a algunos de los sanadores, entre los que se encontraba Fleur, con expresión horrorizada. - Debemos reducir las bajas para evitar que la magia de los nigromantes despierte un ejército de muertos aquí dentro, aquellos que no puedan ser sanados deben ser llevados fuera, a la fosa que están cavando los camilleros. - en todos los semblantes se podía leer el espanto, nunca se habían enfrentado a algo semejante. - Sé que no es agradable, pero no podemos permitir que se extienda. - continuó, antes de ponerse manos a la obra.
Caminó hacia el camastro más cercano y revisó las heridas del soldado que yacía en él, lo habían alcanzado con una flecha a la altura del muslo. No le había tocado ninguna vena importante pero la punta llevaba veneno, así que darse prisa si quería que aún quedase esperanza para él. Echó mano a su daga y cortó con ella el proyectil, para extraerlo y proceder a ocuparse del orificio que había producido al entrar en la piel. Buscó entre sus pociones hasta dar con un remedio de Ayite, hongo que en cantidades controladas ayuda a expulsar toxinas del cuerpo. Le añadió algo de Barrimorth y un poco de Inhibis para aliviar su dolor, tras lo cual vertió la mezcla sobre la herida y la vendó con cuidado.
El siguiente paciente tuvo peor suerte, su herida no sanaba ni cicatrizaba a pesar de que la bruja utilizase pociones para ello, debía haber algo más que lo que se veía a simple vista, pero ni Elen ni Fleur consiguieron averiguar de qué se trataba, lo que las obligó a enviarlo fuera por precaución. Era triste tener que actuar de aquel modo tan drástico, pero la situación podía ponerse mucho peor si no lo hacían.
Mientras avanzaba hacia el siguiente camastro, un grito captó su atención, haciendo que se desviase para ver qué estaba pasando. Palideció inmediatamente al darse cuenta de qué había originado el sonido, una de las sanadoras se apartaba a toda prisa de la camilla en que habían instalado a un soldado, por cuyo estómago empezaron a salir gusanos. Los dentados bichos se deslizaron por el suelo en busca de víctimas, centrando su atención en los heridos, que resultaban mucho más fáciles de morder.
- ¡Detenedlos! ¡Matadlos como sea! - exclamó, en un intento por obtener la ayuda del personal sanitario y los soldados que habían traído al portador. Pero antes de perseguir a la decena de gusanos debía ocuparse del cuerpo en que habían llegado, para que no se levantase y les diese más problemas aún. Corrió hacia el camastro, topándose por el camino con uno de los bichos, que pareció ignorarla por completo. Levantó la mano y le soltó una descarga sin pensárselo dos veces, pero el maldito era rápido y consiguió escapar.
Tras ocuparse del portador, instó a los aterrorizados soldados para que ayudasen a matarlos, pero tardaron algunos segundos en reaccionar, perdiendo un valioso tiempo. La de ojos verdes se guió por los gritos de espanto y dio con algunos de los gusanos, volvió a utilizar sus poderes y ésta vez acertó, achicharrando a uno de ellos. Por si las moscas, tomó un saco lo tiró dentro, antes de perseguir a los otros que había visto por la zona.
Dos de ellos consiguieron subirse a uno de los camastros, y mordieron a la joven de Terpoli que Elen había tratado hacía un rato, inyectándole su veneno. La necrosis aparecería poco después, extendiéndose a una velocidad alarmante por todo el cuerpo de la pobre muchacha. Enfadada, la de cabellos cenicientos hizo uso de su telequinesis para poner obstáculos al par de gusanos, hasta que consiguió arrinconarlos contra una esquina, en la que recibieron su merecido, en forma de descarga eléctrica.
No podía hacer nada por la chica, así que trataría de terminar con los bichejos antes de que convirtiesen a medio hospital en muertos vivientes. Los soldados finalmente dejaron de lado el miedo que les atenazaba la garganta y se unieron a ella, revisando cada rincón para dar con el resto de gusanos, lo que dio sus frutos. El mayor de los hombres cortó por la mitad a uno con su espada antes de que consiguiese morder a otro herido, lo añadieron al saco y prosiguieron con la cacería, guiándose por los gritos de aquellos pacientes que los veían acercarse.
En cuestión de minutos encontraron a otro, que se había apartado bastante del grupo y trataba de alcanzar a su víctima, un niño al que habían conseguido sacar con vida de la villa. El pequeño no se encontraba bien, pero consiguió mantenerse fuera del alcance del bicho hasta que llegaron ellos y lo acorralaron, luego no les costó matarlo. El soldado más joven consiguió abatir al siguiente, con lo que seis habían quedado fuera de juego, pero si la memoria de la hechicera no fallaba, aún quedaban cuatro sueltos por el hospital.
Recogió su espada y escrutó con la mirada lo que la rodeaba, en busca de algo con lo que envolver el cuerpo de la mujer, por si la oscura magia de los nigromantes conseguía que se regenerase. No tardó mucho en fijarse en una gruesa manta, como las que tenían para cubrir los camastros en el interior, eso tendría que servir. Tomó lo que había quedado de la extraña y lo depositó sobre la tela, para de inmediato cerrar la manta en torno a los restos y asegurarla con una cuerda, todas las precauciones podrían ser pocas.
Arrastró el bulto hacia donde los camilleros empezaban a cavar y les dio instrucción de tirarlo dentro una vez hubiesen acabado, advirtiéndoles de paso que lo vigilasen de vez en cuando, y que si comenzaba a moverse lo quemaran. Puede que aquello no sirviese de nada, pero por el momento no se le ocurría otra forma de acabar con los muertos vivientes. Corrió hacia el hospital tan rápido como le permitieron las piernas, y la visión que la esperaba dentro no sería agradable.
Tal como había supuesto, otro cadáver había sido traído de vuelta por culpa de la magia, y a pesar de que su cuerpo se estuviese pudriendo a una velocidad increíble, hecho que le hacía perder miembros conforme se movía, no parecía dispuesto a rendirse. Tenía por objetivo a una elfa, que para sorpresa de la maga resultó ser Níniel, la sacerdotisa a la que había conocido en las afueras de Lunargenta, cuando investigaba a los hombres escorpión.
La peliblanca y sus ayudantes trataban de huir pasando por debajo de la lona, pero esa cosa las perseguiría sin tregua, debía actuar. Avanzó hacia el muerto espada en mano, y en cuanto lo tuvo lo suficientemente cerca, tiró de él por una de las pútridas piernas, para alejarlo de ellas cuanto pudiese y posteriormente decapitarlo. - ¡Níniel, tenemos que tratar a los heridos! ¡Hay que evitar que mueran! - exclamó, sabiendo que aquel solo era el principio de lo que podría convertirse en una terrible desgracia.
El pánico se había extendido entre los que habían sido testigos de la escena, y muchos empezaban a desconfiar de quienes tenían al lado, sobre todo si estaban inconscientes o dormidos. ¿Quién sería el siguiente en levantarse? Esa era la pregunta que todos se hacían mentalmente, y que les impulsaba a querer salir del campamento, cosa que no era posible. Envainó la hoja y actuó del mismo modo que antes, envolviendo el cadáver para asegurarse de tenerlo controlado si volvía a moverse, llamó a los camilleros y les pidió que lo sacaran de allí, para en cierto modo tranquilizar a los presentes.
Evaluó la situación, que no pintaba nada bien, se lavó las manos y comenzó a tratar a aquellos que más alterados estaban, dándoles a beber infusión de Inhibis para que se calmasen. Muchos se resistieron, pero finalmente logró acallar a la mayoría, lo que le permitiría pensar con mayor claridad, al eliminar los gritos del ambiente. La maga debía ser realista, por mucho que hicieran ellos, el estado en que llegaban algunos de los heridos no tenía remedio posible, a éstos tendrían que apartarlos del hospital y no perder el tiempo intentando salvarlos, aunque sonara cruel.
- Escuchadme. - dijo al acercarse a algunos de los sanadores, entre los que se encontraba Fleur, con expresión horrorizada. - Debemos reducir las bajas para evitar que la magia de los nigromantes despierte un ejército de muertos aquí dentro, aquellos que no puedan ser sanados deben ser llevados fuera, a la fosa que están cavando los camilleros. - en todos los semblantes se podía leer el espanto, nunca se habían enfrentado a algo semejante. - Sé que no es agradable, pero no podemos permitir que se extienda. - continuó, antes de ponerse manos a la obra.
Caminó hacia el camastro más cercano y revisó las heridas del soldado que yacía en él, lo habían alcanzado con una flecha a la altura del muslo. No le había tocado ninguna vena importante pero la punta llevaba veneno, así que darse prisa si quería que aún quedase esperanza para él. Echó mano a su daga y cortó con ella el proyectil, para extraerlo y proceder a ocuparse del orificio que había producido al entrar en la piel. Buscó entre sus pociones hasta dar con un remedio de Ayite, hongo que en cantidades controladas ayuda a expulsar toxinas del cuerpo. Le añadió algo de Barrimorth y un poco de Inhibis para aliviar su dolor, tras lo cual vertió la mezcla sobre la herida y la vendó con cuidado.
El siguiente paciente tuvo peor suerte, su herida no sanaba ni cicatrizaba a pesar de que la bruja utilizase pociones para ello, debía haber algo más que lo que se veía a simple vista, pero ni Elen ni Fleur consiguieron averiguar de qué se trataba, lo que las obligó a enviarlo fuera por precaución. Era triste tener que actuar de aquel modo tan drástico, pero la situación podía ponerse mucho peor si no lo hacían.
Mientras avanzaba hacia el siguiente camastro, un grito captó su atención, haciendo que se desviase para ver qué estaba pasando. Palideció inmediatamente al darse cuenta de qué había originado el sonido, una de las sanadoras se apartaba a toda prisa de la camilla en que habían instalado a un soldado, por cuyo estómago empezaron a salir gusanos. Los dentados bichos se deslizaron por el suelo en busca de víctimas, centrando su atención en los heridos, que resultaban mucho más fáciles de morder.
- ¡Detenedlos! ¡Matadlos como sea! - exclamó, en un intento por obtener la ayuda del personal sanitario y los soldados que habían traído al portador. Pero antes de perseguir a la decena de gusanos debía ocuparse del cuerpo en que habían llegado, para que no se levantase y les diese más problemas aún. Corrió hacia el camastro, topándose por el camino con uno de los bichos, que pareció ignorarla por completo. Levantó la mano y le soltó una descarga sin pensárselo dos veces, pero el maldito era rápido y consiguió escapar.
Tras ocuparse del portador, instó a los aterrorizados soldados para que ayudasen a matarlos, pero tardaron algunos segundos en reaccionar, perdiendo un valioso tiempo. La de ojos verdes se guió por los gritos de espanto y dio con algunos de los gusanos, volvió a utilizar sus poderes y ésta vez acertó, achicharrando a uno de ellos. Por si las moscas, tomó un saco lo tiró dentro, antes de perseguir a los otros que había visto por la zona.
Dos de ellos consiguieron subirse a uno de los camastros, y mordieron a la joven de Terpoli que Elen había tratado hacía un rato, inyectándole su veneno. La necrosis aparecería poco después, extendiéndose a una velocidad alarmante por todo el cuerpo de la pobre muchacha. Enfadada, la de cabellos cenicientos hizo uso de su telequinesis para poner obstáculos al par de gusanos, hasta que consiguió arrinconarlos contra una esquina, en la que recibieron su merecido, en forma de descarga eléctrica.
No podía hacer nada por la chica, así que trataría de terminar con los bichejos antes de que convirtiesen a medio hospital en muertos vivientes. Los soldados finalmente dejaron de lado el miedo que les atenazaba la garganta y se unieron a ella, revisando cada rincón para dar con el resto de gusanos, lo que dio sus frutos. El mayor de los hombres cortó por la mitad a uno con su espada antes de que consiguiese morder a otro herido, lo añadieron al saco y prosiguieron con la cacería, guiándose por los gritos de aquellos pacientes que los veían acercarse.
En cuestión de minutos encontraron a otro, que se había apartado bastante del grupo y trataba de alcanzar a su víctima, un niño al que habían conseguido sacar con vida de la villa. El pequeño no se encontraba bien, pero consiguió mantenerse fuera del alcance del bicho hasta que llegaron ellos y lo acorralaron, luego no les costó matarlo. El soldado más joven consiguió abatir al siguiente, con lo que seis habían quedado fuera de juego, pero si la memoria de la hechicera no fallaba, aún quedaban cuatro sueltos por el hospital.
Elen Calhoun
Aerandiano de honor
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Re: [Evento] Soporte en Terpoli
Por suerte aquella cosa era incapaz de moverse demasiado rápido pero compensaba su lentitud con una tenacidad en su empeño por atraparla realmente maligna. Ni siquiera cuando una de las ayudantes de Níniel volcó una de las camillas vacías, para colocar un obstáculo entre ellas y la criatura, esta cesó sus intentos ni pareció plantearse un objetivo distinto, no apartó sus ojos teñidos de negro de la peliblanca que seguía sujetando la lona por la que ya había salido medio arrastrándose una de las chicas, quedaba otra.
-Vamos rápido- Le dijo a la segunda mientras el no-muerto usaba sus brazos para pasar por encima de la camilla en su camino, ya casi habiendo logrado llegar hasta ellas. -Avisad a alguien, a Sinderión, el sabrá qué hacer. Decidle lo de la reacción a la magia curativa, que tengan cuidado- El elfo era un veterano, si alguien podía ayudar con esa situación era él y si no sin duda que sus siglos de experiencia resultarían muy útiles para pensar en algo, escapar de aquella cosa solo era el primer paso, después habría que organizarse para eliminarla y para que no pudiera volver a ocurrir.
Llegaba su turno para salir bajo la lona cuando la mujer que Níniel menos se esperaba encontrar allí apareció cruzando la puerta de la tienda médica espada en mano. Se trataba de Elen, la bruja alquimista. ¿Qué hacía allí? Debía de haberse alistado en aquel ejercito, sería propio de ella, pero a alguien con su poder destructivo la habrían mandado al frente...Poco importaba, la elfa peliblanca ya la había visto luchar y no podía si no alegrarse de su presencia. Con un coraje digno del de los héroes y heroínas de los libros cogió al no muerto por la pierna y tiró de él hacia atrás para acto seguido cortarle la cabeza de un solo tajo. El ser dejó de moverse aunque dadas las circunstancias era arriesgado atreverse a decir que para siempre.
-!Elen! Gracias a los dioses. Eso es lo que intentamos hacer, somos el equipo médico, tratamos de salvar cuantas vidas podamos...Incluso antes de saber que aquí también los muertos se levantan...-
El miedo se había extendido por el lugar, muchos los sanadores, médicos y sus ayudantes habían interrumpido la aplicación de curas y tratamientos por miedo a que algunos de sus pacientes en peor estado pudieran acabar levantándose y atacándoles a ellos también y no se les podía culpar tras lo que acababa de ocurrir y auqnue aquel no-muerto no hubiese tratado de atacarles a ellos. Otros directamente habían entrado en pánico y resultaría imposible que retomaran la actividad en aquel estado, harían mas mal que bien. Había que felicitar a los nigromantes por aquella insidiosa aunque efectiva estrategia, de un plumazo habían logrado paralizar buena parte de la atención médica de las tropas de Lunargenta, simplemente usando sus propios heridos contra ellos. La elfa soltó un suspiro en el que iban sus últimos atisbos de duda y se decidió a actuar de forma rápida y contundente, no iba a permitir que aquello se extendiera, no durante su guardia. A su lado Elen parecía tener el mismo propósito en mente, pronto se puso manos a la obra y Níniel hizo lo mismo. Mientras la bruja se ocupaba de algunos de los sanadores, la sacerdotisa hizo lo mismo con otro grupo de elfos sanadores y otros voluntarios menos afectados.
- Sé que tenéis miedo, yo también lo tengo, pero no podemos dejarnos intimidar. Cada paciente que perdamos será un aliado menos y un enemigo más, en nuestra mano está que eso no ocurra. No somos guerreros pero tenemos nuestras propias armas, vamos a demostrarles a nuestros hermanos y hermanas, y a nuestros enemigos también, que sabemos cómo usarlas, que pueden contar con nosotros-
Uno a uno aquel los miembros de aquel grupo asustado se habían atrevido a dar un paso al frente conforme la elfa hablaba, puede que el miedo aún anidara en sus corazones pero al menos la determinación se había impuesto por el momento. Níniel asintió hacia cada uno de ellos, aceptando y apreciando su esfuerzo, volvían a tener equipo médico, el siguiente paso era organizarlo.
Una nueva figura había cruzado el umbral de la tienda y parecía que había escuchado las palabras de las dos jóvenes que trataban de volver a poner en marcha todo de forma eficaz, así como de tratar la amenaza a la que se enfrentaban. Se trataba de Sinderión, el aviso le había llegado.
-Me alegra ver que en la sangre de las nuevas generaciones aún hierve el espíritu que nos hizo prevalecer en una guerra que muchos daban por perdida de antemano. La bruja tiene razón, nos centraremos en aquellos que podemos salvar y aislaremos a aquellos que por desgracia están más allá de nuestras mortales capacidades, tras administrarles algo para el dolor. Sus cuerpos deben de ser inmovilizados y vigilados, ya he dispuesto a algunos camilleros y a algunos de los soldados heridos capaces de luchar para esa tarea.-
-Contamos con una gran reserva de esencia de Tuore para aliviar el dolor de los soldados moribundos. Comunicaré estas instrucciones a los demás pabellones- Dijo Níniel con la voz claramente afectada por una profunda tristeza. Para cualquier sanador, tomar una decisión como aquella de abandonar a los moribundos era muy dura, para un elfo resultaba especialmente doloroso, por mucho que la razón dijera que hacían lo correcto, que con aquel último sacrificio se salvarían vidas.
-Ya me he ocupado de eso, quédate aquí y atiende a los heridos sacerdotisa, pronto haré que vuelvan tus ayudantes-
Era un alivio no tener que ser la portadora de aquellas palabras, aunque solo uno leve. Realmente la magia negra era atroz, ni el mayor de los esfuerzos por erradicarla de la faz de Aerandir sería suficiente. "Qué los dioses sean misericordiosos".
No había tiempo para lamentos, mientras los camilleros se llevaban a los pobres desahuciados uno a uno tras recibir su sedante, otros no cesaban de traer más heridos que los sanadores debían tratar. Algunos de los compañeros de aquellos moribundos no se tomaban muy bien que lo único que los sanadores hicieran por sus amigos fuese evitarles el dolor, incluso uno de los camilleros acabó como paciente cuando un soldado trató de obligarle a atender a su amigo por la fuerza, hizo falta sacar al atacante a rastras de allí mientras gritaba barbaridades contra los sanadores, lo que no ayudaba a subir la ya escasa moral.
Los sanadores elfos tenían cuidado a la hora de aplicar su imposición de manos sobre los pacientes y siempre se hacía con al menos otra persona cerca supervisándolo para evitar sorpresas desagradables, medida idea de Níniel, toda precaución era poca.
De nuevo las heridas por cortes eran la tónica general pero algunos de aquellos soldados...Parecía que auténticas bestias salvajes se habían ensañado con sus cuerpos y no solo por las marcas de mordiscos que presentaban algunos, si no porque había evidencias claras de tortura y ensañamiento.
La peliblanca trató a varios pacientes con cortes de diferente gravedad y estaba atendiendo a una soldado con el brazo roto cuando un grito de nuevo detuvo casi toda la actividad en el lugar por temor a que de nuevo hubiese ocurrido lo peor, que un herido grave, aunque cuya salvación era posible, hubiese muerto y de nuevo un engendro amenazara a todos. Solo era cuestión de tiempo que algo así volviese a ocurrir, ahora verían si estaban preparados.
Pero no era lo que Níniel, ni seguramente la mayoría de los allí presentes, había temido que fuera, no había ningún no-muerto levantándose si no...Una especie de lombrices gordas con cierto parecido a serpientes que habían salido del cuerpo abotargado de un soldado, causando el pánico y el vomito a los estómagos mas delicados. Aquellas cosas, fuesen lo que fuesen, comenzaron a dispersarse por todas partes de la tienda reptando y dejando a su paso un rastro de negra humedad. La gente en vez de atraparlos se dejaba llevar por el instinto y huía de ellos. Menos Elen, Con ella siempre se podía contar.
-Evitad que escapen pero no los toquéis con las manos- Aquellas cosas parecían únicamente interesadas en seguir moviéndose, pasando de largo e ignorando al personal médico y a los dos soldados que habían llevado hasta allí al portador de las criaturas. Al principio Níniel pensó que trataban de escapar, por lo que sabía que debía evitarlo a toda costa pero entonces una atacó a una de las heridas, una chica joven. No era la única, otro gusano se lanzó de un salto contra un paciente envenenado y hubiera llegado hasta su cuello de no haber reaccionado a tiempo una de las ayudantes de Níniel que, tomando una bandeja de metal, golpeó al ser en el aire dejándolo en el suelo sufriendo convulsiones y rematándolo allí.
-Buen golpe- Felicitó la otra ayudante y no era para menos, aquellas cosas no eran precísamente lentas.
-Están atacando a los pacientes, permaneced cerca de ellos y protegedlos, matad a esas cosas tan rápido las veáis.- Dijo mientras se dirigía a atender a la chica mordida y dándose cuenta enseguida de que no había sido un mordisco normal si no que había inyectado algo nocivo y que se extendía rápidamente creando una necrosis creciente.
Por supuesto algunos no estaban muy dispuestos a obedecer aquellas palabras de perseguir nada, estaban asustados, pero otros si, por lo que Elen pronto tuvo ayuda extra para acabar con aquellas cosas. Uno de los sanadores arrojó una poción con base de sal a una de las lombrices que no acertó por poco de lleno sobre el ser, pero no hizo falta pues el líquido, al romperse el frasco, si alcanzó al objetivo y este comenzó a reaccionar causando que la criatura sufriera horribles estertores antes de morir. Aquella había sido una gran idea por su parte al pensar que sufriría una fulminante deshidratación por su aspecto viscoso.
Otra criatura fue atrapada mientras mordía a un paciente elfo al que habían quemado parte del cuerpo, de nuevo el cuello parecía el punto predilecto para atacar de aquellas cosas. Por desgracia no pudieron evitar el mordisco pero un par de enfermeras se ocuparon de que fuera lo último que haría en su vida e inmediatamente trataron de atender aquel mordisco percatándose de la creciente infección y pidiendo ayuda.
Mientras, Níniel, atendiendo a la chica, pensaba en usar algún antídoto para contrarrestar toxinas animales. La reacción de la paciente al mordisco era similar al que se producía tras la mordedura de animales venenosos aunque de una forma extremadamente veloz, si no se daba prisa no podría salvar a la humana. Necesitaba ganar tiempo por lo que, a pesar de que aún temía que se produjera una reacción negativa a su magia, colocó sus manos sobre el lugar de la mordida y comenzó a usar su habilidad de imposición de manos. Inmediatamente notó que estaba surtiendo efecto, a diferencia de con aquel otro paciente, por lo que de nuevo con confianza puso todo su empeño en ello a la vez que pidió que alguien le trajera un antídoto y mandaba a otra elfa, una llamada Fleur y a la que había visto por el hospital de Lunargenta, a atender al elfo mordido indicándole que la imposición de manos detenía la necrosis.
Entonces otro de aquellos gusanos apareció reptando por la camilla de la chica, quizá sabiendo de algún modo que el veneno que debía de estar matándola no lo estaba haciendo y queriendo terminar el trabajo. Níniel se quedó muy quieta mientras mantenía la imposición de manos sobre la humana, sin querer hacer ningún movimiento brusco. -Elen- Llamó en voz tan alta como se atrevió con aquella cosa tan cerca. La criatura se irguió y la miró mostrándole sus filas de pequeños y afilados dientes. Elen no debió de escucharla .Si tan solo pudiera coger su daga sin que aquella cosa la atacase...Pero tampoco quería detener la imposición y que la necrosis avanzara mas. "Maldita sea, puto bicho asqueroso" pensó a pesar de que no era una mujer que soliera hablar o pensar de esa forma tan ordinaria. El ser volvió su atención a la humana dispuesto a morderla y...!Zas! Una daga élfica atravesó su cabeza dejándola clavada a la camilla. Era Sinderión y Niniel pudo por fin soltar el aire y respirar tranquila.
-Ma melava halani*, gracias- Expresó la peliblanca mientras Sinderión desclavaba la daga con una sonrisa en los labios y le ofrecía el último de los gusanos a Elen. -Un placer sacerdotisa- Habían acabado ya con todos y un rápido recuento así lo confirmó.
Era pronto para saber si con su actuación y el antídoto habían salvado la vida de la chica humana y el elfo mordidos, pero todo apuntaba a que podían ser optimistas al respecto. Rápidamente se pudieron retomar retomar las actividades médicas con normalidad, al menos con toda la normalidad de un campamento donde los muertos podían levantarse con ansias de sangre y dónde los heridos podían ser trampas mortales. El cadáver abotargado no sería la última sorpresa del día para la división de soporte, pero ya lo dice el dicho "Lo que no mata hace mas fuerte" y "De todo se aprende". Lograrían su objetivo y pondrían su grano de arena para lograr una victoria aquel día.
Subratado conocimiento en alquimia para saber los efectos del Tuore y derivados
*Ma melava halani: Me has ayudado
-Vamos rápido- Le dijo a la segunda mientras el no-muerto usaba sus brazos para pasar por encima de la camilla en su camino, ya casi habiendo logrado llegar hasta ellas. -Avisad a alguien, a Sinderión, el sabrá qué hacer. Decidle lo de la reacción a la magia curativa, que tengan cuidado- El elfo era un veterano, si alguien podía ayudar con esa situación era él y si no sin duda que sus siglos de experiencia resultarían muy útiles para pensar en algo, escapar de aquella cosa solo era el primer paso, después habría que organizarse para eliminarla y para que no pudiera volver a ocurrir.
Llegaba su turno para salir bajo la lona cuando la mujer que Níniel menos se esperaba encontrar allí apareció cruzando la puerta de la tienda médica espada en mano. Se trataba de Elen, la bruja alquimista. ¿Qué hacía allí? Debía de haberse alistado en aquel ejercito, sería propio de ella, pero a alguien con su poder destructivo la habrían mandado al frente...Poco importaba, la elfa peliblanca ya la había visto luchar y no podía si no alegrarse de su presencia. Con un coraje digno del de los héroes y heroínas de los libros cogió al no muerto por la pierna y tiró de él hacia atrás para acto seguido cortarle la cabeza de un solo tajo. El ser dejó de moverse aunque dadas las circunstancias era arriesgado atreverse a decir que para siempre.
-!Elen! Gracias a los dioses. Eso es lo que intentamos hacer, somos el equipo médico, tratamos de salvar cuantas vidas podamos...Incluso antes de saber que aquí también los muertos se levantan...-
El miedo se había extendido por el lugar, muchos los sanadores, médicos y sus ayudantes habían interrumpido la aplicación de curas y tratamientos por miedo a que algunos de sus pacientes en peor estado pudieran acabar levantándose y atacándoles a ellos también y no se les podía culpar tras lo que acababa de ocurrir y auqnue aquel no-muerto no hubiese tratado de atacarles a ellos. Otros directamente habían entrado en pánico y resultaría imposible que retomaran la actividad en aquel estado, harían mas mal que bien. Había que felicitar a los nigromantes por aquella insidiosa aunque efectiva estrategia, de un plumazo habían logrado paralizar buena parte de la atención médica de las tropas de Lunargenta, simplemente usando sus propios heridos contra ellos. La elfa soltó un suspiro en el que iban sus últimos atisbos de duda y se decidió a actuar de forma rápida y contundente, no iba a permitir que aquello se extendiera, no durante su guardia. A su lado Elen parecía tener el mismo propósito en mente, pronto se puso manos a la obra y Níniel hizo lo mismo. Mientras la bruja se ocupaba de algunos de los sanadores, la sacerdotisa hizo lo mismo con otro grupo de elfos sanadores y otros voluntarios menos afectados.
- Sé que tenéis miedo, yo también lo tengo, pero no podemos dejarnos intimidar. Cada paciente que perdamos será un aliado menos y un enemigo más, en nuestra mano está que eso no ocurra. No somos guerreros pero tenemos nuestras propias armas, vamos a demostrarles a nuestros hermanos y hermanas, y a nuestros enemigos también, que sabemos cómo usarlas, que pueden contar con nosotros-
Uno a uno aquel los miembros de aquel grupo asustado se habían atrevido a dar un paso al frente conforme la elfa hablaba, puede que el miedo aún anidara en sus corazones pero al menos la determinación se había impuesto por el momento. Níniel asintió hacia cada uno de ellos, aceptando y apreciando su esfuerzo, volvían a tener equipo médico, el siguiente paso era organizarlo.
Una nueva figura había cruzado el umbral de la tienda y parecía que había escuchado las palabras de las dos jóvenes que trataban de volver a poner en marcha todo de forma eficaz, así como de tratar la amenaza a la que se enfrentaban. Se trataba de Sinderión, el aviso le había llegado.
-Me alegra ver que en la sangre de las nuevas generaciones aún hierve el espíritu que nos hizo prevalecer en una guerra que muchos daban por perdida de antemano. La bruja tiene razón, nos centraremos en aquellos que podemos salvar y aislaremos a aquellos que por desgracia están más allá de nuestras mortales capacidades, tras administrarles algo para el dolor. Sus cuerpos deben de ser inmovilizados y vigilados, ya he dispuesto a algunos camilleros y a algunos de los soldados heridos capaces de luchar para esa tarea.-
-Contamos con una gran reserva de esencia de Tuore para aliviar el dolor de los soldados moribundos. Comunicaré estas instrucciones a los demás pabellones- Dijo Níniel con la voz claramente afectada por una profunda tristeza. Para cualquier sanador, tomar una decisión como aquella de abandonar a los moribundos era muy dura, para un elfo resultaba especialmente doloroso, por mucho que la razón dijera que hacían lo correcto, que con aquel último sacrificio se salvarían vidas.
-Ya me he ocupado de eso, quédate aquí y atiende a los heridos sacerdotisa, pronto haré que vuelvan tus ayudantes-
Era un alivio no tener que ser la portadora de aquellas palabras, aunque solo uno leve. Realmente la magia negra era atroz, ni el mayor de los esfuerzos por erradicarla de la faz de Aerandir sería suficiente. "Qué los dioses sean misericordiosos".
No había tiempo para lamentos, mientras los camilleros se llevaban a los pobres desahuciados uno a uno tras recibir su sedante, otros no cesaban de traer más heridos que los sanadores debían tratar. Algunos de los compañeros de aquellos moribundos no se tomaban muy bien que lo único que los sanadores hicieran por sus amigos fuese evitarles el dolor, incluso uno de los camilleros acabó como paciente cuando un soldado trató de obligarle a atender a su amigo por la fuerza, hizo falta sacar al atacante a rastras de allí mientras gritaba barbaridades contra los sanadores, lo que no ayudaba a subir la ya escasa moral.
Los sanadores elfos tenían cuidado a la hora de aplicar su imposición de manos sobre los pacientes y siempre se hacía con al menos otra persona cerca supervisándolo para evitar sorpresas desagradables, medida idea de Níniel, toda precaución era poca.
De nuevo las heridas por cortes eran la tónica general pero algunos de aquellos soldados...Parecía que auténticas bestias salvajes se habían ensañado con sus cuerpos y no solo por las marcas de mordiscos que presentaban algunos, si no porque había evidencias claras de tortura y ensañamiento.
La peliblanca trató a varios pacientes con cortes de diferente gravedad y estaba atendiendo a una soldado con el brazo roto cuando un grito de nuevo detuvo casi toda la actividad en el lugar por temor a que de nuevo hubiese ocurrido lo peor, que un herido grave, aunque cuya salvación era posible, hubiese muerto y de nuevo un engendro amenazara a todos. Solo era cuestión de tiempo que algo así volviese a ocurrir, ahora verían si estaban preparados.
Pero no era lo que Níniel, ni seguramente la mayoría de los allí presentes, había temido que fuera, no había ningún no-muerto levantándose si no...Una especie de lombrices gordas con cierto parecido a serpientes que habían salido del cuerpo abotargado de un soldado, causando el pánico y el vomito a los estómagos mas delicados. Aquellas cosas, fuesen lo que fuesen, comenzaron a dispersarse por todas partes de la tienda reptando y dejando a su paso un rastro de negra humedad. La gente en vez de atraparlos se dejaba llevar por el instinto y huía de ellos. Menos Elen, Con ella siempre se podía contar.
-Evitad que escapen pero no los toquéis con las manos- Aquellas cosas parecían únicamente interesadas en seguir moviéndose, pasando de largo e ignorando al personal médico y a los dos soldados que habían llevado hasta allí al portador de las criaturas. Al principio Níniel pensó que trataban de escapar, por lo que sabía que debía evitarlo a toda costa pero entonces una atacó a una de las heridas, una chica joven. No era la única, otro gusano se lanzó de un salto contra un paciente envenenado y hubiera llegado hasta su cuello de no haber reaccionado a tiempo una de las ayudantes de Níniel que, tomando una bandeja de metal, golpeó al ser en el aire dejándolo en el suelo sufriendo convulsiones y rematándolo allí.
-Buen golpe- Felicitó la otra ayudante y no era para menos, aquellas cosas no eran precísamente lentas.
-Están atacando a los pacientes, permaneced cerca de ellos y protegedlos, matad a esas cosas tan rápido las veáis.- Dijo mientras se dirigía a atender a la chica mordida y dándose cuenta enseguida de que no había sido un mordisco normal si no que había inyectado algo nocivo y que se extendía rápidamente creando una necrosis creciente.
Por supuesto algunos no estaban muy dispuestos a obedecer aquellas palabras de perseguir nada, estaban asustados, pero otros si, por lo que Elen pronto tuvo ayuda extra para acabar con aquellas cosas. Uno de los sanadores arrojó una poción con base de sal a una de las lombrices que no acertó por poco de lleno sobre el ser, pero no hizo falta pues el líquido, al romperse el frasco, si alcanzó al objetivo y este comenzó a reaccionar causando que la criatura sufriera horribles estertores antes de morir. Aquella había sido una gran idea por su parte al pensar que sufriría una fulminante deshidratación por su aspecto viscoso.
Otra criatura fue atrapada mientras mordía a un paciente elfo al que habían quemado parte del cuerpo, de nuevo el cuello parecía el punto predilecto para atacar de aquellas cosas. Por desgracia no pudieron evitar el mordisco pero un par de enfermeras se ocuparon de que fuera lo último que haría en su vida e inmediatamente trataron de atender aquel mordisco percatándose de la creciente infección y pidiendo ayuda.
Mientras, Níniel, atendiendo a la chica, pensaba en usar algún antídoto para contrarrestar toxinas animales. La reacción de la paciente al mordisco era similar al que se producía tras la mordedura de animales venenosos aunque de una forma extremadamente veloz, si no se daba prisa no podría salvar a la humana. Necesitaba ganar tiempo por lo que, a pesar de que aún temía que se produjera una reacción negativa a su magia, colocó sus manos sobre el lugar de la mordida y comenzó a usar su habilidad de imposición de manos. Inmediatamente notó que estaba surtiendo efecto, a diferencia de con aquel otro paciente, por lo que de nuevo con confianza puso todo su empeño en ello a la vez que pidió que alguien le trajera un antídoto y mandaba a otra elfa, una llamada Fleur y a la que había visto por el hospital de Lunargenta, a atender al elfo mordido indicándole que la imposición de manos detenía la necrosis.
Entonces otro de aquellos gusanos apareció reptando por la camilla de la chica, quizá sabiendo de algún modo que el veneno que debía de estar matándola no lo estaba haciendo y queriendo terminar el trabajo. Níniel se quedó muy quieta mientras mantenía la imposición de manos sobre la humana, sin querer hacer ningún movimiento brusco. -Elen- Llamó en voz tan alta como se atrevió con aquella cosa tan cerca. La criatura se irguió y la miró mostrándole sus filas de pequeños y afilados dientes. Elen no debió de escucharla .Si tan solo pudiera coger su daga sin que aquella cosa la atacase...Pero tampoco quería detener la imposición y que la necrosis avanzara mas. "Maldita sea, puto bicho asqueroso" pensó a pesar de que no era una mujer que soliera hablar o pensar de esa forma tan ordinaria. El ser volvió su atención a la humana dispuesto a morderla y...!Zas! Una daga élfica atravesó su cabeza dejándola clavada a la camilla. Era Sinderión y Niniel pudo por fin soltar el aire y respirar tranquila.
-Ma melava halani*, gracias- Expresó la peliblanca mientras Sinderión desclavaba la daga con una sonrisa en los labios y le ofrecía el último de los gusanos a Elen. -Un placer sacerdotisa- Habían acabado ya con todos y un rápido recuento así lo confirmó.
Era pronto para saber si con su actuación y el antídoto habían salvado la vida de la chica humana y el elfo mordidos, pero todo apuntaba a que podían ser optimistas al respecto. Rápidamente se pudieron retomar retomar las actividades médicas con normalidad, al menos con toda la normalidad de un campamento donde los muertos podían levantarse con ansias de sangre y dónde los heridos podían ser trampas mortales. El cadáver abotargado no sería la última sorpresa del día para la división de soporte, pero ya lo dice el dicho "Lo que no mata hace mas fuerte" y "De todo se aprende". Lograrían su objetivo y pondrían su grano de arena para lograr una victoria aquel día.
Subratado conocimiento en alquimia para saber los efectos del Tuore y derivados
*Ma melava halani: Me has ayudado
Níniel Thenidiel
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