[Evento] La Herencia [Cerrado]
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[Evento] La Herencia [Cerrado]
El puño de su hermano le golpeó en la cara obligándole a retroceder un par de pasos aturdido. – Jonathan, sabes lo que me pertenece por derecho, no hay por qué hacer de esto una disputa – Comentó el joven de ojos claros mientras se limpiaba la sangre que manaba de sus labios con la manga de la camisa y volvía a levantarse. – ¡No me hables! - Gritó el enorme individuo que había lanzado el derechazo - ¡No tienes derecho a reclamar nada!
La pequeña taberna en la que se encontraban se había quedado mirando a los dos sujetos que, sin previo aviso, habían comenzado a discutir en mitad del lugar. – ¡Te marchaste de casa egoístamente! ¡Padre se pasó años preocupado por ti! – Exclamó de nuevo el tipo alto y corpulento. – Tenía que hacerlo, hermano, no podía… - La voz del joven rubio de tez clara fue interrumpida por otro golpe del llamado Jonathan - ¡La herrería de padre no es algo que puedas venir a reclamar cuando ha muerto Charles!
Después de unos segundos contemplando aquella escena todo el mundo volvió a sus propios asuntos, la gente del lugar conocía a los hermanos Armstrong, por lo que no tardaron en quitarle cierta importancia al asunto, siempre estaban peleando.
Charles y Jonathan, tan diferentes como el día y la noche. A simple vista jamás podrías saber que son hermanos, el mayor de los dos era Jonathan, alto y corpulento, de buen corazón e impulsivo, había ayudado a su padre durante toda su vida en la herrería y su cuerpo marcado de cicatrices y quemaduras daban fe de ello; por otro lado, el hermano pequeño, Charles, era esbelto y de tez clara, el joven Charles había abandonado el lugar hacia años sin avisar siquiera a su anciano padre y, por los rumores que corrían por la ciudad, pensaba hacerse con la vieja herrería de su padre para hacer extrañas investigaciones que iban desde lo más extraño y enigmático hasta la simple herrería de toda la vida.
-No permitiré que te apropies del trabajo de toda la vida de padre – Dijo Jonathan ahora con un tono de voz más calmado – No tú. - ¡Pero es importarte Jonathan! Por favor, solo necesito… - Jonathan frunció el ceño y golpeó la mesa que tenía frente a él - Vuélvete a Lunargenta Charles, la herrería dejó de estar a tu alcance cuando decidiste continuar con tu investigación en lugar de visitar a padre. – Jonathan sentenció la discusión con aquellas palabras y, después de dejar varios Aeros sobre la mesa, abandonó la taberna.
-¿Qué voy a hacer…?- Susurró Charles dejándose caer sobre la silla y pasándose la mano por su despeinada cabellera rubia.
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Instrucciones.
La pequeña taberna en la que se encontraban se había quedado mirando a los dos sujetos que, sin previo aviso, habían comenzado a discutir en mitad del lugar. – ¡Te marchaste de casa egoístamente! ¡Padre se pasó años preocupado por ti! – Exclamó de nuevo el tipo alto y corpulento. – Tenía que hacerlo, hermano, no podía… - La voz del joven rubio de tez clara fue interrumpida por otro golpe del llamado Jonathan - ¡La herrería de padre no es algo que puedas venir a reclamar cuando ha muerto Charles!
Después de unos segundos contemplando aquella escena todo el mundo volvió a sus propios asuntos, la gente del lugar conocía a los hermanos Armstrong, por lo que no tardaron en quitarle cierta importancia al asunto, siempre estaban peleando.
Charles y Jonathan, tan diferentes como el día y la noche. A simple vista jamás podrías saber que son hermanos, el mayor de los dos era Jonathan, alto y corpulento, de buen corazón e impulsivo, había ayudado a su padre durante toda su vida en la herrería y su cuerpo marcado de cicatrices y quemaduras daban fe de ello; por otro lado, el hermano pequeño, Charles, era esbelto y de tez clara, el joven Charles había abandonado el lugar hacia años sin avisar siquiera a su anciano padre y, por los rumores que corrían por la ciudad, pensaba hacerse con la vieja herrería de su padre para hacer extrañas investigaciones que iban desde lo más extraño y enigmático hasta la simple herrería de toda la vida.
-No permitiré que te apropies del trabajo de toda la vida de padre – Dijo Jonathan ahora con un tono de voz más calmado – No tú. - ¡Pero es importarte Jonathan! Por favor, solo necesito… - Jonathan frunció el ceño y golpeó la mesa que tenía frente a él - Vuélvete a Lunargenta Charles, la herrería dejó de estar a tu alcance cuando decidiste continuar con tu investigación en lugar de visitar a padre. – Jonathan sentenció la discusión con aquellas palabras y, después de dejar varios Aeros sobre la mesa, abandonó la taberna.
-¿Qué voy a hacer…?- Susurró Charles dejándose caer sobre la silla y pasándose la mano por su despeinada cabellera rubia.
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Instrucciones.
- El evento es para cualquier personaje, independientemente de su edad, raza, sexo o nivel.
- Es individual, por lo que solo puede participar una persona.
- Se debe de tener al menos diez post Onrol para participar.
- La duración del evento puede durar un solo turno, o prolongarse hasta un máximo de tres turnos, siempre interviniendo yo entre ellos.
- Aquel que participe debe relatar por qué se encuentra en este lugar y, a continuación, tratar de arreglar la disputa entre ambos hermanos, así como el motivo por que lo hace.
Última edición por Fehu el Dom 18 Oct 2015, 20:12, editado 1 vez
Fehu
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Re: [Evento] La Herencia [Cerrado]
-¡Levántate!- Gritó la joven camarera de cabellos rubios y rizados al mismo tiempo que se levantaba rápidamente de la cama y se vestía apresuradamente.
-¿Por qué tantas prisas, no quieres quedarte conmigo un rato más?- Le contesté con voz melodiosa renegando de salir de la cama.
-Idiota.- Me contesto con una sonrisa que, claramente, quería decir que “sí”. – Mi padre se estará preguntando por qué no estoy en la taberna ayudándole con las copas.-
-Que se lo pregunte todo lo que quiera, mientras no suba no pasa nada.- La agarré de su cintura con suavidad y la empujé hacia la cama. Le había dado el tiempo suficiente para que se pusiera la parte inferior de su vestimenta, todavía tenía sus lindos pechos al aire.
-No…- La interrumpí besándola con un largo y apasionado beso en la boca. - Vale solo un poco más.- Me devolvió el beso saboreando cada minúsculo rincón de mis labios.
-¿Y si sube tu padre?- Le pregunté tras estar besándonos largos instantes. – Tu padre se estará preguntando por qué no estás en la taberna ayudándole con las copas.- Ya había disfrutado con ella suficiente, ahora tocaba hacerla rabiar. -¡Corre, Va! Que te está esperando.-
-Idiota.- Dijo con la misma sonrisa picarona tirándome el cojín a la cara.
Al cabo de un momento la chica, de cuyo nombre ya no podía recordar, ya se había vestido completamente y bajaba por las escaleras hasta la taberna que se situaba en el piso inferior sin dejar de pasarse la lengua disimuladamente entre los labios para recordar los nuevos sabores que le enseñé la noche anterior.
Ya estaba otra vez solo y desnudo en una habitación que no era la mía. A ese paso no me servía de nada comprarme una casa propia, no me saldría rentable y perdería el poco dinero que tenía. Me vestí con las mismas ropas que la noche anterior la joven camarera me la intentaba arrancar a mordiscos; todavía olía a ella. Por último, cogí a Suuri, mi fiel martillo, y me lo colgué a la espalda preparado por lo que pudiera suceder. Bajo la habitación, en la taberna, estaba el padre de la rubia. Si me viera bajar por la escalera de caracol de madera que llevaba al cuarto de su hija iba a intentar destrozarme; que pudiera sería otra cosa.
Por mi parte, no quería combatir con nadie. Si alguien me quería atacar yo se lo devolvería pero para nada empezaría yo una disputa. Si se podía evitar mejor; mucho mejor. Decidí hacer lo más sentado: Bajar la escalera de caracol rápidamente antes de que nadie me viera y disimular ser un borracho más sentándome en la primera silla que viera libre.
-¿Quién eres?- Dijo molestó un joven chico sentado enfrente de mí. Tenía los ojos hinchados, por lo que daba la impresión que estuviera llorando; eso y que tenía un buen montón de aeros sobre la mesa mojados por las lágrimas.
-Solo alguien que se ha dejado caer por aquí.- Le contesté con una sonrisa mientras mi mirada se fijaba en la barra para vigilar que nadie me había visto bajar desde el cuarto de la hermosa camarera.
-Largo.- Suplicó el chico en un susurro. –Quiero estar solo.-
-Mejor me quedo, tienes cara de pocos amigos. Te haría bien beber junto a alguien. Invitas tú, ¿verdad? Perfecto. ¡Camarera dos cervezas!- Aquella me sentía realmente animado. Después de estar toda la noche follando, estaba lleno de vida. Sentía que podía hacer cualquier cosa a cualquier persona sin que pudiera tener alguna consecuencia.
-¿-No… Este dinero no…- Habló tan entrecortado que parecía que podría volver a empezar a llorar en cualquier momento.
-¿No? Tengo sed. ¿Tú no? ¡Vamos, celebremos que tienes un montón de aeros! Encima que voy a pasar por tu amigo no me vas a hacer el feo de no invitarme.-
-¿Cállate…-
-No… Este dinero no…- Imité sus palabras con marcada burla. –Eres patético amigo. Estás aquí solo llorando y eso que tienes un buen montón de monedas en la mesa. –Bufé sonoramente al ver que no me contestaba. –Está bien, está bien. ¿Qué te pasa?-
-¿-No lo entenderías.-
-Inténtalo.-
-La herrería… No. Mi padre…-A sus extrañas palabras le interrumpieron un gran llanto. No sabía que le había podido pasar al joven pero, fuera lo que fuera, seguro que hubiera sido algo tan atroz como para hacer que el joven ignorase el dinero que tenía sobre la mesa. –Es culpa de Jonathan, es él que no me entiende. No acepta cómo soy ni mis nuevas ideas. La herrería de padre me pertenece a mí tanto como le pertenece a él. No tiene derecho a negarme la herencia de padre.- Había cogido para hablar y, al parecer, le había cogido el gusto. Lejos quedaban sus palabras cortadas, estas últimas frases las dijo todas de un tirón.
Lo entendí. Lo entendí a la perfección. No creo que nadie mejor que yo le hubiera entendido tan bien. Mil y unas veces de joven había insistido a mi padre, al gran y rico señor Nephgerd, con mis “nuevas ideas” para que sus muchos negocios mejorasen. Jamás me hizo caso. Esa fue una de las razones por las que la cabeza del señor Nephgerd acabó hundida bajo el acero de Suuri. Esa y que si no lo hacía Samhaim no me hubiera aceptado para la rebelión. – No sé quién es ese Jonathan pero te he entendido muy bien.-
-Es mi hermano mayor.- Me cortó antes de poder seguir hablando.
-Y ahora lo entiendo todo mucho mejor. Tú hermano es el típico que quiere seguir el honor de su padre. – En ese momento llegó mi joven amante de rizos dorados con las dos cervezas que le había pedido. Cogí la mía y le guiñé un ojo para que viera que todavía no la había olvidado. -¿Por dónde iba?- Dije cuando se fue la camarera. - ¡A sí, el asqueroso honor! No hay nada peor que el honor de la familia.-
-¡Eso es mentira!- Me contestó dando un fuerte puñetazo a su mesa. Suspiré. Olvidé que eran humanos, tan cortos y cerrados como una puerta sin pomo. -–El honor de mi padre es lo más grande que tenemos mi hermano y yo. No dejaré que hables así.-
-Pues díselo a Jonathan. Ves y díselo.-
-¡No es tan sencillo!- Suspiró, me alegró de que no volviera a llorar de nuevo aunque estaba a punto. - Hace unos años me fui. Abandoné a mi familia y Jonathan cree que he vuelto solo por la herrería. Pero no es así. ¡OH DIOSES, CLARO QUE NO ES ASÍ!– Bebí de mi cerveza mientras daba tiempo al joven de relajarse. – He vuelto por mi padre. Seguirá vivo en la herrería, pero si seguimos como antes el negocio morirá. He aprendido mucho en mis viajes, sé que si nos adelantamos al resto de herreros acabaremos en la ruina y “el honor” de mi padre morirá.-
-Más motivo para hablar con Jonathan.-
-Me pegará.-
-No lo hará si le invitas a una cerveza. Yo te hubiera pegado por ponerte a llorar pero como me has invitado a una cerveza no lo he hecho.-
-Nunca dije que te iba a invitar…- Vaciló unos segundos de lo que había o no dicho. Durante un instante me pareció que estaba sonriendo.
-Porque estabas llorando y ni siquiera tú mismo te has escuchado.- Dije con mi risa más burlona. - Ahora sal, ve y busca a tu hermano y dile: -Me levanté de un salto de la silla y puse la mano derecha en el corazón para gesticular lo que estaba diciendo: - “POR EL HONOR DE MI PADRE QUE TAMBIÉN ES EL TUYO TE INVITO A UNA CERVEZA Y A UNA CHARLA.” No podrá negarse.- No sabía si es que le hacía gracia mis gestos o es que le había convencido con mis palabras pero se le veía más animado.
-¿Por qué tantas prisas, no quieres quedarte conmigo un rato más?- Le contesté con voz melodiosa renegando de salir de la cama.
-Idiota.- Me contesto con una sonrisa que, claramente, quería decir que “sí”. – Mi padre se estará preguntando por qué no estoy en la taberna ayudándole con las copas.-
-Que se lo pregunte todo lo que quiera, mientras no suba no pasa nada.- La agarré de su cintura con suavidad y la empujé hacia la cama. Le había dado el tiempo suficiente para que se pusiera la parte inferior de su vestimenta, todavía tenía sus lindos pechos al aire.
-No…- La interrumpí besándola con un largo y apasionado beso en la boca. - Vale solo un poco más.- Me devolvió el beso saboreando cada minúsculo rincón de mis labios.
-¿Y si sube tu padre?- Le pregunté tras estar besándonos largos instantes. – Tu padre se estará preguntando por qué no estás en la taberna ayudándole con las copas.- Ya había disfrutado con ella suficiente, ahora tocaba hacerla rabiar. -¡Corre, Va! Que te está esperando.-
-Idiota.- Dijo con la misma sonrisa picarona tirándome el cojín a la cara.
Al cabo de un momento la chica, de cuyo nombre ya no podía recordar, ya se había vestido completamente y bajaba por las escaleras hasta la taberna que se situaba en el piso inferior sin dejar de pasarse la lengua disimuladamente entre los labios para recordar los nuevos sabores que le enseñé la noche anterior.
Ya estaba otra vez solo y desnudo en una habitación que no era la mía. A ese paso no me servía de nada comprarme una casa propia, no me saldría rentable y perdería el poco dinero que tenía. Me vestí con las mismas ropas que la noche anterior la joven camarera me la intentaba arrancar a mordiscos; todavía olía a ella. Por último, cogí a Suuri, mi fiel martillo, y me lo colgué a la espalda preparado por lo que pudiera suceder. Bajo la habitación, en la taberna, estaba el padre de la rubia. Si me viera bajar por la escalera de caracol de madera que llevaba al cuarto de su hija iba a intentar destrozarme; que pudiera sería otra cosa.
Por mi parte, no quería combatir con nadie. Si alguien me quería atacar yo se lo devolvería pero para nada empezaría yo una disputa. Si se podía evitar mejor; mucho mejor. Decidí hacer lo más sentado: Bajar la escalera de caracol rápidamente antes de que nadie me viera y disimular ser un borracho más sentándome en la primera silla que viera libre.
-¿Quién eres?- Dijo molestó un joven chico sentado enfrente de mí. Tenía los ojos hinchados, por lo que daba la impresión que estuviera llorando; eso y que tenía un buen montón de aeros sobre la mesa mojados por las lágrimas.
-Solo alguien que se ha dejado caer por aquí.- Le contesté con una sonrisa mientras mi mirada se fijaba en la barra para vigilar que nadie me había visto bajar desde el cuarto de la hermosa camarera.
-Largo.- Suplicó el chico en un susurro. –Quiero estar solo.-
-Mejor me quedo, tienes cara de pocos amigos. Te haría bien beber junto a alguien. Invitas tú, ¿verdad? Perfecto. ¡Camarera dos cervezas!- Aquella me sentía realmente animado. Después de estar toda la noche follando, estaba lleno de vida. Sentía que podía hacer cualquier cosa a cualquier persona sin que pudiera tener alguna consecuencia.
-¿-No… Este dinero no…- Habló tan entrecortado que parecía que podría volver a empezar a llorar en cualquier momento.
-¿No? Tengo sed. ¿Tú no? ¡Vamos, celebremos que tienes un montón de aeros! Encima que voy a pasar por tu amigo no me vas a hacer el feo de no invitarme.-
-¿Cállate…-
-No… Este dinero no…- Imité sus palabras con marcada burla. –Eres patético amigo. Estás aquí solo llorando y eso que tienes un buen montón de monedas en la mesa. –Bufé sonoramente al ver que no me contestaba. –Está bien, está bien. ¿Qué te pasa?-
-¿-No lo entenderías.-
-Inténtalo.-
-La herrería… No. Mi padre…-A sus extrañas palabras le interrumpieron un gran llanto. No sabía que le había podido pasar al joven pero, fuera lo que fuera, seguro que hubiera sido algo tan atroz como para hacer que el joven ignorase el dinero que tenía sobre la mesa. –Es culpa de Jonathan, es él que no me entiende. No acepta cómo soy ni mis nuevas ideas. La herrería de padre me pertenece a mí tanto como le pertenece a él. No tiene derecho a negarme la herencia de padre.- Había cogido para hablar y, al parecer, le había cogido el gusto. Lejos quedaban sus palabras cortadas, estas últimas frases las dijo todas de un tirón.
Lo entendí. Lo entendí a la perfección. No creo que nadie mejor que yo le hubiera entendido tan bien. Mil y unas veces de joven había insistido a mi padre, al gran y rico señor Nephgerd, con mis “nuevas ideas” para que sus muchos negocios mejorasen. Jamás me hizo caso. Esa fue una de las razones por las que la cabeza del señor Nephgerd acabó hundida bajo el acero de Suuri. Esa y que si no lo hacía Samhaim no me hubiera aceptado para la rebelión. – No sé quién es ese Jonathan pero te he entendido muy bien.-
-Es mi hermano mayor.- Me cortó antes de poder seguir hablando.
-Y ahora lo entiendo todo mucho mejor. Tú hermano es el típico que quiere seguir el honor de su padre. – En ese momento llegó mi joven amante de rizos dorados con las dos cervezas que le había pedido. Cogí la mía y le guiñé un ojo para que viera que todavía no la había olvidado. -¿Por dónde iba?- Dije cuando se fue la camarera. - ¡A sí, el asqueroso honor! No hay nada peor que el honor de la familia.-
-¡Eso es mentira!- Me contestó dando un fuerte puñetazo a su mesa. Suspiré. Olvidé que eran humanos, tan cortos y cerrados como una puerta sin pomo. -–El honor de mi padre es lo más grande que tenemos mi hermano y yo. No dejaré que hables así.-
-Pues díselo a Jonathan. Ves y díselo.-
-¡No es tan sencillo!- Suspiró, me alegró de que no volviera a llorar de nuevo aunque estaba a punto. - Hace unos años me fui. Abandoné a mi familia y Jonathan cree que he vuelto solo por la herrería. Pero no es así. ¡OH DIOSES, CLARO QUE NO ES ASÍ!– Bebí de mi cerveza mientras daba tiempo al joven de relajarse. – He vuelto por mi padre. Seguirá vivo en la herrería, pero si seguimos como antes el negocio morirá. He aprendido mucho en mis viajes, sé que si nos adelantamos al resto de herreros acabaremos en la ruina y “el honor” de mi padre morirá.-
-Más motivo para hablar con Jonathan.-
-Me pegará.-
-No lo hará si le invitas a una cerveza. Yo te hubiera pegado por ponerte a llorar pero como me has invitado a una cerveza no lo he hecho.-
-Nunca dije que te iba a invitar…- Vaciló unos segundos de lo que había o no dicho. Durante un instante me pareció que estaba sonriendo.
-Porque estabas llorando y ni siquiera tú mismo te has escuchado.- Dije con mi risa más burlona. - Ahora sal, ve y busca a tu hermano y dile: -Me levanté de un salto de la silla y puse la mano derecha en el corazón para gesticular lo que estaba diciendo: - “POR EL HONOR DE MI PADRE QUE TAMBIÉN ES EL TUYO TE INVITO A UNA CERVEZA Y A UNA CHARLA.” No podrá negarse.- No sabía si es que le hacía gracia mis gestos o es que le había convencido con mis palabras pero se le veía más animado.
Gerrit Nephgerd
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Re: [Evento] La Herencia [Cerrado]
Salió de la cabeza de mal humor y bajó calle abajo en dirección a la vieja herrería - ¿Qué se cree ese imbécil viniendo aquí y hablando sobre investigaciones y salvar el negocio? – Murmuró para sí convencido de sus palabras mientras continuaba andando calle abajo. –Le tenía que haber dado otro puñetazo, maldito vago – Zanjó cuando se paró frente a la puerta del pequeño local.
Sin parar de murmurar para si las diferentes formas de las que habría podido dañar a su hermano buscó las llaves que abrían la entrada del edificio que tenía frente a él en uno de los bolsillos de su grueso delantal de herrero y después de maldecir en voz baja a los dioses consiguió abrir la puerta, la cual se abrió con un sonoro “crack”
-Tres año por ahí y tiene la cara de venir a pedirme este lugar, mi lugar de trabajo, mi maldita casa.
Tomó aire profundamente y dejó que el olor del metal y el calor que desprendía la forja, aún encendida aquella hora del día penetrara en sus pulmones – ...A trabajar – Dijo a la vez que tomaba uno de sus más fieles martillos y el trozo de hierro que, con un poco de suerte, acabaría siendo una espada.
***
Aquel imbécil le hizo esbozar una sonrisa, nunca se había planteado el hablar con su hermano de una forma tan clara – Aunque probablemente recibiré otro puñetazo… ese idiota… - Dijo llevándose la mano hasta la mandíbula y suspirando.
Miró a su alrededor momentáneamente, la gente seguía a lo suyo y casi no había prestado atención al tipo que gritaba en mitad del lugar, estaba claro que aquellas personas estaban habituadas, como mínimo, a que los borrachos montasen escenas. El único al que Charles pareció notar cierta animadversión sobre aquel extraño pero simpático hombre fue el tabernero, que por alguna extraña razón tenía una expresión que mezclaba cierto odio y felicidad, como si de algún modo, supiese algo sobre aquel hombre que nadie sabía.
Respiró hondo y, después de permanecer varios segundos con los ojos cerrados frunció el ceño - ¿Sabes qué? ¡Tienes razón! – Exclamó dando un fuerte golpe en la mesa - ¡Extraño! ¡Acompáñame! ¡Vienes conmigo a pedir… no mejor aún, a exigir la herrería a mi hermano! – Dijo Charles justo antes de darle un largo trago a la jarra de cerveza que tenía sobre la mesa, para enseguida casi ahogarse con el líquido y empezar a toser copiosamente, lo cual produjo risas en las personas más cercanas a la mesa - …En cualquier caso – Empezó de nuevo cuando hubo recuperado la compostura – La herrería no está muy lejos, y por tu martillo, supongo que algo sabrás. – Charles volvió a pasarse la mano por el pelo y tras dejar un par de Aeros en la mesa se encaminó a la salida – ¿Qué puedo perder ya…?
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Sin parar de murmurar para si las diferentes formas de las que habría podido dañar a su hermano buscó las llaves que abrían la entrada del edificio que tenía frente a él en uno de los bolsillos de su grueso delantal de herrero y después de maldecir en voz baja a los dioses consiguió abrir la puerta, la cual se abrió con un sonoro “crack”
-Tres año por ahí y tiene la cara de venir a pedirme este lugar, mi lugar de trabajo, mi maldita casa.
Tomó aire profundamente y dejó que el olor del metal y el calor que desprendía la forja, aún encendida aquella hora del día penetrara en sus pulmones – ...A trabajar – Dijo a la vez que tomaba uno de sus más fieles martillos y el trozo de hierro que, con un poco de suerte, acabaría siendo una espada.
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Aquel imbécil le hizo esbozar una sonrisa, nunca se había planteado el hablar con su hermano de una forma tan clara – Aunque probablemente recibiré otro puñetazo… ese idiota… - Dijo llevándose la mano hasta la mandíbula y suspirando.
Miró a su alrededor momentáneamente, la gente seguía a lo suyo y casi no había prestado atención al tipo que gritaba en mitad del lugar, estaba claro que aquellas personas estaban habituadas, como mínimo, a que los borrachos montasen escenas. El único al que Charles pareció notar cierta animadversión sobre aquel extraño pero simpático hombre fue el tabernero, que por alguna extraña razón tenía una expresión que mezclaba cierto odio y felicidad, como si de algún modo, supiese algo sobre aquel hombre que nadie sabía.
Respiró hondo y, después de permanecer varios segundos con los ojos cerrados frunció el ceño - ¿Sabes qué? ¡Tienes razón! – Exclamó dando un fuerte golpe en la mesa - ¡Extraño! ¡Acompáñame! ¡Vienes conmigo a pedir… no mejor aún, a exigir la herrería a mi hermano! – Dijo Charles justo antes de darle un largo trago a la jarra de cerveza que tenía sobre la mesa, para enseguida casi ahogarse con el líquido y empezar a toser copiosamente, lo cual produjo risas en las personas más cercanas a la mesa - …En cualquier caso – Empezó de nuevo cuando hubo recuperado la compostura – La herrería no está muy lejos, y por tu martillo, supongo que algo sabrás. – Charles volvió a pasarse la mano por el pelo y tras dejar un par de Aeros en la mesa se encaminó a la salida – ¿Qué puedo perder ya…?
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- Cansado de que su hija pasase la noche con todo hombre que pasase por su posada, el camarero se gastó todos sus ahorros en pedir a unos brujos que encantaran la habitación de su hija. La próxima que Gerrit se desnude notará que una bonita mariposa ha aparecido en la parte interior de su muslo, este supuesto tatuaje, en principio inofensivo, mostrará al brujo como cuando necesite al "pequeño Gerrit", este no responderá. Necesitarás ayuda experta para deshacerte de la supuesta "maldición"
- Charles acepta tu consejo y se dispone a encarar a su hermano por el destino de la herencia familiar, puedes apoyarle y quizás entre los dos consigáis hacer entrar en razón a Jonathan. Por el contrario, siempre puedes ponerte de parte del hermano mayor, la decisión es tuya.
Fehu
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Re: [Evento] La Herencia [Cerrado]
Me alegraba verle tan animado. En Aerandir solo había dos cosas que podían transformar a un patético llorón como él a un charlatán vivaracho: la cerveza y el sexo. Con lo segundo no le iba a ayudar; no por nada en especial, solo que mi sexo es exclusivo para todas las hermosas aerandianas que estén dispuestas a pasarlo bien durante un par de noches. Por lo visto la cerveza funcionó, si no hubiera sido por mí y por mis burlas estaba seguro que jamás se hubiera pedido nada y todavía seguiría llorando como una nena.
-Nunca dije que iría contigo a la herrería a hablar con tu hermano.- Dije con fingida molestia mientras me centraba en mi jarra. Bajo la espuma de mi cerveza escondí una sonrisa burlona.
-¡Venga!- Me gritó ya en la salida de la taberna. –Sin tu ayuda no podré plantarle cara a Jonathan.-
¿Quedarme en el bar a la espera que el padre de la camarera descubriera que me pasé toda la noche follando con su hoja o seguir al joven herrero para que hablase con su hermano mayor? No fue una difícil elección. Me acabé el tragó de cerveza que me quedaba en la jarra, también la poca que se había dejado mi joven nuevo amigo, y le seguí hacía la salida. En ocasiones, era demasiado bueno y más cuando acaba de pasar una muy grata noche. No disfrutaba ayudando a gente, si por mí fuera, los hermanos herreros se podrían matar al uno al otro. Sin embargo, en cierto sentido, cuando me sentía tan animado quería contagiar de mi buen humor a todos aquellos con los que tropezase.
La herrería de los hermanos no estaba muy lejos de la taberna. Por lo visto, al estar tan cerca del bar, ambos eran habituales y todo el mundo de allí les conocía bastante bien. Otro punto positivo para mi buena suerte. El padre de la camarera no podría sospechar de mí si me veía con aquellos dos hermanos; de verme pensaría que sería amigo de la familia en lugar del amante de su hija. Todo en aquella mañana me estaba saliendo francamente bien.
-¡Jonathan, he venido a hablar contigo!- Dijo mi nuevo amigo, de cuyo nombre desconocía, al entrar en la herrería. Al fondo, su hermano daba martillazos a un trozo de metal, si es que se le podían llamar martillo a lo que tenía en sus manos. Si mi fiel Suuri tuviera sentimientos, se sentiría avergonzada de ser de la misma especie que aquel bruto instrumento.
-¡LÁRGATE!- Bramó con fuerza. -¡TE DIJE QUE TE FUERAS A LUNARGENTA!-
Mientras los hermanos se chillaban el uno al otro, me dediqué a curiosear por las estanterías de la herrería. No creía que tuvieran nada mejor que Suuri pero no perdería nada por mirar. Mientras estuvieran entretenidos podía coger todo lo que me gustase. Entre todas las armas me llamó la atención una espada; seguramente, la terminaron hacía un par de semanas, todavía seguía teniendo el brillo del fuego en el acero de su filo. Con mi martillo en una mano y con la espada en la otra, di un martillazo al filo de la espada. Se quebró al primer beso de Suuri. –Basura.- Dije sonoramente para que Jonathan me escuchase. –Que desperdicio de hierro.-
-¿¡Qué demonios has hecho?!- Funcionó, me escuchó y ya venía cara a mí.
-Comprobar si tus armas son buenas. Tu hermano me ha dicho que te ocupas tú solo de la herrería. Solo quería ver si de verdad eres tan bueno como para trabajar solo.-
-¿Qué quieres decir con eso?- Dijo plantándose cual pavo real. – Esa espada cuesta cien aeros. Espero que me lo pagues.-
-Una espada que se rompe al primer golpe no cuesta ni un solo aero.- Tal vez Jonathan pensó que sería como si patético hermano y se dispuso a darme un puñetazo que paré con magia de telequinesis antes de que me tocase. – Déjame que te explique una cosa: ¿Has combatido alguna vez con una espada? Si te rompe estás muerto.-
-¿Has dejado respirar el metal?- Preguntó el hermano pequeño. No me di cuenta que mientras estaba discutiendo con Jonathan, este había cogido los pedazos de la espada y los estaba examinando cuidadosamente. – ¿No lo has hecho verdad? Has enfriado el metal directamente después de darle forma sin dejar que se amolde.-
-¿Y tú que sabes? No has estado aquí para verlo. No has estado en años.-
El joven herrero no dijo nada, todo el ánimo que le había conseguido revivir en él murió con la última frase de su hermano. - ¡Ya basta!- Dije cansado y furioso por la tensión que se creaba entre los dos hermanos. –Tú, Jonathan. Toma.- Le cedí mi martillo. - Si tanto odias a tu hermano mátalo. Venga, lo estás deseando.-
-No…- Susurró tras unos instantes de vacilación. – No le odio.-
-Entonces no le hablas así a nadie que no estés dispuesto a matar.- Le arranqué a Suuri de sus manos. –Él solo intenta ayudar con la herrería de tu padre; de vuestro padre.- Jonathan calló. No supe si era por pensar en lo que le había dicho o porque se estaba aguantando las ganas que tenía de matarme a mí. -¿Cómo era eso del asqueroso honor de la familia?-
El hermano más joven sonrió seguramente porque estaría recordando nuestra conversación en la taberna. – Mientras sigamos trabajando en la herrería, el honor de nuestro padre seguirá con vida.- Recitó como si se fuera un libro. – Déjame honrar a padre. Viajé durante años, aprendí mucho en mis viajes. Conozco nuevos metales con los que hacer espadas más ligeras y resistentes. Aprendí nuevas a formar más armas y también más armaduras. Padre estaría orgulloso de ver todas las cosas que haremos los dos juntos en la herrería.-
Jonathan bajó la cabeza. Tenía un gesto bastante apenado. No sabía en que podía estar pensado pero no sería nada bueno. – Vamos no es tan difícil…- Le insistí para que dijera algo.
-Lo siento…- Susurró Jonathan. –Lo siento mucho.- Por fin alguien a quien ayudaba lograba conseguir su final feliz.
-Nunca dije que iría contigo a la herrería a hablar con tu hermano.- Dije con fingida molestia mientras me centraba en mi jarra. Bajo la espuma de mi cerveza escondí una sonrisa burlona.
-¡Venga!- Me gritó ya en la salida de la taberna. –Sin tu ayuda no podré plantarle cara a Jonathan.-
¿Quedarme en el bar a la espera que el padre de la camarera descubriera que me pasé toda la noche follando con su hoja o seguir al joven herrero para que hablase con su hermano mayor? No fue una difícil elección. Me acabé el tragó de cerveza que me quedaba en la jarra, también la poca que se había dejado mi joven nuevo amigo, y le seguí hacía la salida. En ocasiones, era demasiado bueno y más cuando acaba de pasar una muy grata noche. No disfrutaba ayudando a gente, si por mí fuera, los hermanos herreros se podrían matar al uno al otro. Sin embargo, en cierto sentido, cuando me sentía tan animado quería contagiar de mi buen humor a todos aquellos con los que tropezase.
La herrería de los hermanos no estaba muy lejos de la taberna. Por lo visto, al estar tan cerca del bar, ambos eran habituales y todo el mundo de allí les conocía bastante bien. Otro punto positivo para mi buena suerte. El padre de la camarera no podría sospechar de mí si me veía con aquellos dos hermanos; de verme pensaría que sería amigo de la familia en lugar del amante de su hija. Todo en aquella mañana me estaba saliendo francamente bien.
-¡Jonathan, he venido a hablar contigo!- Dijo mi nuevo amigo, de cuyo nombre desconocía, al entrar en la herrería. Al fondo, su hermano daba martillazos a un trozo de metal, si es que se le podían llamar martillo a lo que tenía en sus manos. Si mi fiel Suuri tuviera sentimientos, se sentiría avergonzada de ser de la misma especie que aquel bruto instrumento.
-¡LÁRGATE!- Bramó con fuerza. -¡TE DIJE QUE TE FUERAS A LUNARGENTA!-
Mientras los hermanos se chillaban el uno al otro, me dediqué a curiosear por las estanterías de la herrería. No creía que tuvieran nada mejor que Suuri pero no perdería nada por mirar. Mientras estuvieran entretenidos podía coger todo lo que me gustase. Entre todas las armas me llamó la atención una espada; seguramente, la terminaron hacía un par de semanas, todavía seguía teniendo el brillo del fuego en el acero de su filo. Con mi martillo en una mano y con la espada en la otra, di un martillazo al filo de la espada. Se quebró al primer beso de Suuri. –Basura.- Dije sonoramente para que Jonathan me escuchase. –Que desperdicio de hierro.-
-¿¡Qué demonios has hecho?!- Funcionó, me escuchó y ya venía cara a mí.
-Comprobar si tus armas son buenas. Tu hermano me ha dicho que te ocupas tú solo de la herrería. Solo quería ver si de verdad eres tan bueno como para trabajar solo.-
-¿Qué quieres decir con eso?- Dijo plantándose cual pavo real. – Esa espada cuesta cien aeros. Espero que me lo pagues.-
-Una espada que se rompe al primer golpe no cuesta ni un solo aero.- Tal vez Jonathan pensó que sería como si patético hermano y se dispuso a darme un puñetazo que paré con magia de telequinesis antes de que me tocase. – Déjame que te explique una cosa: ¿Has combatido alguna vez con una espada? Si te rompe estás muerto.-
-¿Has dejado respirar el metal?- Preguntó el hermano pequeño. No me di cuenta que mientras estaba discutiendo con Jonathan, este había cogido los pedazos de la espada y los estaba examinando cuidadosamente. – ¿No lo has hecho verdad? Has enfriado el metal directamente después de darle forma sin dejar que se amolde.-
-¿Y tú que sabes? No has estado aquí para verlo. No has estado en años.-
El joven herrero no dijo nada, todo el ánimo que le había conseguido revivir en él murió con la última frase de su hermano. - ¡Ya basta!- Dije cansado y furioso por la tensión que se creaba entre los dos hermanos. –Tú, Jonathan. Toma.- Le cedí mi martillo. - Si tanto odias a tu hermano mátalo. Venga, lo estás deseando.-
-No…- Susurró tras unos instantes de vacilación. – No le odio.-
-Entonces no le hablas así a nadie que no estés dispuesto a matar.- Le arranqué a Suuri de sus manos. –Él solo intenta ayudar con la herrería de tu padre; de vuestro padre.- Jonathan calló. No supe si era por pensar en lo que le había dicho o porque se estaba aguantando las ganas que tenía de matarme a mí. -¿Cómo era eso del asqueroso honor de la familia?-
El hermano más joven sonrió seguramente porque estaría recordando nuestra conversación en la taberna. – Mientras sigamos trabajando en la herrería, el honor de nuestro padre seguirá con vida.- Recitó como si se fuera un libro. – Déjame honrar a padre. Viajé durante años, aprendí mucho en mis viajes. Conozco nuevos metales con los que hacer espadas más ligeras y resistentes. Aprendí nuevas a formar más armas y también más armaduras. Padre estaría orgulloso de ver todas las cosas que haremos los dos juntos en la herrería.-
Jonathan bajó la cabeza. Tenía un gesto bastante apenado. No sabía en que podía estar pensado pero no sería nada bueno. – Vamos no es tan difícil…- Le insistí para que dijera algo.
-Lo siento…- Susurró Jonathan. –Lo siento mucho.- Por fin alguien a quien ayudaba lograba conseguir su final feliz.
- Tatuaje:
- Con permiso previo del Master, pongo una imagen del tatuaje de la maldición de Gerrit
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Gerrit Nephgerd
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Re: [Evento] La Herencia [Cerrado]
Jonathan aceptó que su hermano se quedase con él en la herrería, y aunque al principio no confiaba mucho en la capacidad de Charles, su innovadora forma de pensar y sus estudios sobre el hierro acabaron convenciéndole.
No obstante, aun siendo un erudito Charles sigue sin saber poner en práctica sus teorías debido a su inexperiencia con la forja, cosa que hace perfectamente Jonathan gracias a todos los años que ha pasado frente al fuego, juntos consiguen que la herrería adquiera cierto renombre y, aunque aún no es gran cosa, sus clientes aumentan poco a poco.
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Recompensas y resumen:
No obstante, aun siendo un erudito Charles sigue sin saber poner en práctica sus teorías debido a su inexperiencia con la forja, cosa que hace perfectamente Jonathan gracias a todos los años que ha pasado frente al fuego, juntos consiguen que la herrería adquiera cierto renombre y, aunque aún no es gran cosa, sus clientes aumentan poco a poco.
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Recompensas y resumen:
- Gerrit ha conseguido conciliar a los dos hermanos, por lo que ambos consiguen algo que no hubiesen podido hacer por si solos: mantener el negocio de su difunto padre activo. Como agradecimiento Jonathan fabrica un puñal expresamente para Gerrit mientras que Charles le entrega los pocos Aeros que puede reunir.
+5 Puntos de experincia por evento completo.
+200 Aeros- Daga de Acero:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Daga de acero resistente, útil a corto alcance y contra oponentes desarmados, ideal para moverte sin ser detectado.
Bastante frágil si se usa para combatir a un oponente de frente, de ser usada de este modo, aguantará tres turnos sin romperse.
Fabricada expresamente para Gerrit, en su filo tiene gravado "Rompe Corazones"
Recuerda registrar los objetos y los puntos de experiencia en los apartados correspondientes.
Fehu
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