Entre Sombras y Acero [LIBRE][NOCHE]
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Entre Sombras y Acero [LIBRE][NOCHE]
La luna creciente flotaba en lo alto, bañando con su luz plateada la vasta extensión de la llanura nevada. A su alrededor, el mundo se extendía en un lienzo inmaculado de blanco que parecía no tener fin, un paisaje tan tranquilo como intimidante. Seraphine se encontraba de pie en medio de esa desolación helada, envuelta en su manto de silencio. El frío mordía el aire, pero no le afectaba; había pasado ya horas entrenando, buscando la paz en el movimiento de su cuerpo y la disciplina en el manejo de su arma.
A pesar de la nieve bajo sus pies, que crujía suavemente con cada paso, sus movimientos eran precisos y ligeros. La cimitarra cortaba el aire con una velocidad controlada, trazando formas invisibles en el viento. Cada giro, cada estocada era un reflejo de la disciplina que había cultivado durante años. Aunque había dejado atrás las exigencias de su hogar y de su maestra, el entrenamiento nunca la había abandonado. En el equilibrio del acero encontraba una serenidad que no podía hallar en ningún otro lugar.
El frío extremo de la llanura, con su aire gélido y su viento cortante, solo acentuaba la claridad de sus pensamientos. Mientras sus pies se movían con elegancia sobre la nieve, el sudor apenas formaba una fina capa de humedad en su piel, pero nada en su postura denotaba cansancio. Su cuerpo estaba acostumbrado a la fatiga, a la resistencia. Para ella, la lucha no era con el agotamiento, sino con la tentación constante del fuego que ardía en su interior, un poder que siempre estaba allí, llamándola, desafiándola.
Finalmente, Seraphine detuvo sus movimientos, dejando que el silencio de la noche volviera a envolverla. Respiró profundamente, dejando que el aire helado llenara sus pulmones. Había pasado el tiempo suficiente entrenando en esa llanura interminable; aunque su cuerpo lo demandaba, su mente no podía detenerse. Algo dentro de ella la impulsaba a continuar, a moverse. No sabía bien hacia dónde se dirigía, pero el horizonte blanco la llamaba, como si algo más allá de la llanura la estuviera esperando.
Fue entonces cuando decidió caminar, dejando que sus pies la llevaran sin un rumbo claro, mientras el paisaje nevado se transformaba a su alrededor. La luna brillaba con fuerza en el cielo despejado, y, tras lo que parecieron horas de caminata, las primeras luces comenzaron a aparecer a lo lejos. A medida que se acercaba, el frío helado dio paso a una sensación distinta, un leve calor que emanaba de un pueblo al pie de la llanura. La música y las voces que flotaban en el aire no tardaron en llegar a sus oídos.
Nogserverk.
Seraphine había escuchado hablar de ese pueblo en alguna ocasión, aunque nunca había prestado demasiada atención. Las historias lo describían como un lugar peculiar, conocido no solo por su prosperidad como centro mercante, sino también por su enigmático comercio de lencería, un detalle que siempre le había parecido irrelevante. Ahora, frente a esas luces y el murmullo de la gente, no podía evitar sentir una leve intriga. Nogserverk se alzaba ante ella como una isla en medio de la nieve, un lugar vivo y vibrante que, de algún modo, había encontrado en medio de su errático camino.
Al cruzar el umbral de la llanura hacia las primeras calles adoquinadas, Seraphine notó de inmediato el cambio en el ambiente. Aunque era tarde en la noche, el pueblo estaba lejos de estar en calma. Las calles estaban iluminadas por faroles y antorchas que proyectaban sombras danzantes sobre las fachadas de los edificios. La arquitectura dracónica predominaba en cada esquina: techos inclinados de madera oscura y vigas robustas que soportaban las inclemencias del clima del norte. A pesar de la hora, el bullicio era palpable. Las risas y el sonido de la música llenaban el aire, creando un ambiente festivo que no se correspondía con la quietud de la llanura nevada.
Seraphine caminaba con paso ligero, pasando desapercibida entre la gente que iba y venía por las calles. Sus ojos, siempre atentos, recorrían el lugar. Los dragones, en su forma humana, predominaban entre los habitantes del pueblo. Altos y con una presencia imponente, sus ojos brillaban con una intensidad que delataba su naturaleza. No era algo que sorprendiera a Seraphine. No obstante, la mezcla de razas y la diversidad de las personas que caminaban por las calles añadía un aire cosmopolita al lugar. Mercantes, viajeros y dragones convivían, algunos en busca de fortuna, otros quizás de algo más.
Seraphine no buscaba interactuar con nadie. No aún. Su llegada a Nogserverk había sido fortuita, y aunque la curiosidad la empujaba a observar, prefería mantenerse al margen. Sus pasos eran silenciosos mientras se movía por las sombras, una habilidad que le permitía navegar sin atraer la atención. A pesar del cansancio que sentía tras las largas horas de entrenamiento, su postura seguía siendo impecable, su caminar firme y decidido. El pueblo, aunque bullicioso, no parecía percatarse de su presencia, algo que siempre le había resultado tranquilizador.
Mientras caminaba, una tienda llamó su atención, casi por inercia. No había planeado detenerse, pero sus ojos se posaron en una fachada decorada con símbolos elegantes. A pesar de que el letrero no era particularmente llamativo, supo de inmediato que estaba ante una de las famosas tiendas de lencería de las que tanto había escuchado. Los rumores sobre este tipo de comercio en Nogserverk siempre habían sido serios, envueltos en cierto misterio que había dado lugar a muchas especulaciones.
Seraphine se quedó un momento observando la tienda, aunque no tenía intención de entrar. Sus pies, sin embargo, la acercaron un poco más, como si el lugar ejerciera una atracción sutil que la empujaba hacia él. No podía explicar por qué, pero algo en el ambiente, en las luces titilantes de la noche, la mantenía allí, inmóvil, frente a la tienda. Su mente divagaba mientras el bullicio del pueblo seguía resonando a su alrededor. Los dragones y mercantes seguían con sus vidas, ignorando su presencia, pero Seraphine sabía que no estaba sola. Nogserverk podía parecer próspero y festivo, pero como en todos los lugares, algo más latía bajo la superficie.
Las luces y sombras de la noche proyectaban historias que aún no había descubierto. El misterio de Nogserverk la envolvía, y mientras sus ojos permanecían fijos en la tienda, una pregunta no podía evitar formarse en su mente. ¿Qué secretos guardaba este lugar? Y más importante aún, ¿por qué se encontraba allí esa noche, guiada por un impulso que ni siquiera comprendía del todo?
A pesar de la festividad que la rodeaba, la sensación de ser observada nunca la abandonó. Tal vez alguien, en algún lugar entre las sombras y el bullicio, estaba esperando el momento adecuado para mostrarse.
A pesar de la nieve bajo sus pies, que crujía suavemente con cada paso, sus movimientos eran precisos y ligeros. La cimitarra cortaba el aire con una velocidad controlada, trazando formas invisibles en el viento. Cada giro, cada estocada era un reflejo de la disciplina que había cultivado durante años. Aunque había dejado atrás las exigencias de su hogar y de su maestra, el entrenamiento nunca la había abandonado. En el equilibrio del acero encontraba una serenidad que no podía hallar en ningún otro lugar.
El frío extremo de la llanura, con su aire gélido y su viento cortante, solo acentuaba la claridad de sus pensamientos. Mientras sus pies se movían con elegancia sobre la nieve, el sudor apenas formaba una fina capa de humedad en su piel, pero nada en su postura denotaba cansancio. Su cuerpo estaba acostumbrado a la fatiga, a la resistencia. Para ella, la lucha no era con el agotamiento, sino con la tentación constante del fuego que ardía en su interior, un poder que siempre estaba allí, llamándola, desafiándola.
Finalmente, Seraphine detuvo sus movimientos, dejando que el silencio de la noche volviera a envolverla. Respiró profundamente, dejando que el aire helado llenara sus pulmones. Había pasado el tiempo suficiente entrenando en esa llanura interminable; aunque su cuerpo lo demandaba, su mente no podía detenerse. Algo dentro de ella la impulsaba a continuar, a moverse. No sabía bien hacia dónde se dirigía, pero el horizonte blanco la llamaba, como si algo más allá de la llanura la estuviera esperando.
Fue entonces cuando decidió caminar, dejando que sus pies la llevaran sin un rumbo claro, mientras el paisaje nevado se transformaba a su alrededor. La luna brillaba con fuerza en el cielo despejado, y, tras lo que parecieron horas de caminata, las primeras luces comenzaron a aparecer a lo lejos. A medida que se acercaba, el frío helado dio paso a una sensación distinta, un leve calor que emanaba de un pueblo al pie de la llanura. La música y las voces que flotaban en el aire no tardaron en llegar a sus oídos.
Nogserverk.
Seraphine había escuchado hablar de ese pueblo en alguna ocasión, aunque nunca había prestado demasiada atención. Las historias lo describían como un lugar peculiar, conocido no solo por su prosperidad como centro mercante, sino también por su enigmático comercio de lencería, un detalle que siempre le había parecido irrelevante. Ahora, frente a esas luces y el murmullo de la gente, no podía evitar sentir una leve intriga. Nogserverk se alzaba ante ella como una isla en medio de la nieve, un lugar vivo y vibrante que, de algún modo, había encontrado en medio de su errático camino.
Al cruzar el umbral de la llanura hacia las primeras calles adoquinadas, Seraphine notó de inmediato el cambio en el ambiente. Aunque era tarde en la noche, el pueblo estaba lejos de estar en calma. Las calles estaban iluminadas por faroles y antorchas que proyectaban sombras danzantes sobre las fachadas de los edificios. La arquitectura dracónica predominaba en cada esquina: techos inclinados de madera oscura y vigas robustas que soportaban las inclemencias del clima del norte. A pesar de la hora, el bullicio era palpable. Las risas y el sonido de la música llenaban el aire, creando un ambiente festivo que no se correspondía con la quietud de la llanura nevada.
Seraphine caminaba con paso ligero, pasando desapercibida entre la gente que iba y venía por las calles. Sus ojos, siempre atentos, recorrían el lugar. Los dragones, en su forma humana, predominaban entre los habitantes del pueblo. Altos y con una presencia imponente, sus ojos brillaban con una intensidad que delataba su naturaleza. No era algo que sorprendiera a Seraphine. No obstante, la mezcla de razas y la diversidad de las personas que caminaban por las calles añadía un aire cosmopolita al lugar. Mercantes, viajeros y dragones convivían, algunos en busca de fortuna, otros quizás de algo más.
Seraphine no buscaba interactuar con nadie. No aún. Su llegada a Nogserverk había sido fortuita, y aunque la curiosidad la empujaba a observar, prefería mantenerse al margen. Sus pasos eran silenciosos mientras se movía por las sombras, una habilidad que le permitía navegar sin atraer la atención. A pesar del cansancio que sentía tras las largas horas de entrenamiento, su postura seguía siendo impecable, su caminar firme y decidido. El pueblo, aunque bullicioso, no parecía percatarse de su presencia, algo que siempre le había resultado tranquilizador.
Mientras caminaba, una tienda llamó su atención, casi por inercia. No había planeado detenerse, pero sus ojos se posaron en una fachada decorada con símbolos elegantes. A pesar de que el letrero no era particularmente llamativo, supo de inmediato que estaba ante una de las famosas tiendas de lencería de las que tanto había escuchado. Los rumores sobre este tipo de comercio en Nogserverk siempre habían sido serios, envueltos en cierto misterio que había dado lugar a muchas especulaciones.
Seraphine se quedó un momento observando la tienda, aunque no tenía intención de entrar. Sus pies, sin embargo, la acercaron un poco más, como si el lugar ejerciera una atracción sutil que la empujaba hacia él. No podía explicar por qué, pero algo en el ambiente, en las luces titilantes de la noche, la mantenía allí, inmóvil, frente a la tienda. Su mente divagaba mientras el bullicio del pueblo seguía resonando a su alrededor. Los dragones y mercantes seguían con sus vidas, ignorando su presencia, pero Seraphine sabía que no estaba sola. Nogserverk podía parecer próspero y festivo, pero como en todos los lugares, algo más latía bajo la superficie.
Las luces y sombras de la noche proyectaban historias que aún no había descubierto. El misterio de Nogserverk la envolvía, y mientras sus ojos permanecían fijos en la tienda, una pregunta no podía evitar formarse en su mente. ¿Qué secretos guardaba este lugar? Y más importante aún, ¿por qué se encontraba allí esa noche, guiada por un impulso que ni siquiera comprendía del todo?
A pesar de la festividad que la rodeaba, la sensación de ser observada nunca la abandonó. Tal vez alguien, en algún lugar entre las sombras y el bullicio, estaba esperando el momento adecuado para mostrarse.
Seraphine Valaryon
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Re: Entre Sombras y Acero [LIBRE][NOCHE]
Cohen había llegado finalmente a Nogserverk y fue directamente hacia el interior de la tienda de Luminicious Champagne. El modista había abierto un pequeño establecimiento de lencería en el pueblo, conocido por sus aquellas prendas exóticas y eróticas.
Hacía tiempo que sus caminos no se cruzaban, pero cuándo la misiva del modista había llegado hasta La Flor Inerte, informándole de su nuevo paradero, el vampiro se vio tentado a preguntarse qué había sido de su amigo.
Por ello, cuándo llegó hasta Nogserverk, Cohen ignoró por completo el ambiente jovial y festivo del lugar. Peter, que se había empeñado en acompañarle, estaba más interesado en ese ambiente.
―¿Sabías que había una fiesta?― le preguntó el humano.
―No. Ha sido mera casualidad… lo que no pensé es que el invierno se adelantase tanto. ¡Las primeras nevadas! Entiendo por qué siempre me aconsejaban venir hasta aquí al comenzar el verano…
Encontraron el pequeño establecimiento. Allí, encontraron a Luminicious, que hizo uno de sus excéntricos y artificiosos aspavimientos cuándo les vio entrar.
―¡Pero si son mis chicos favoritos!
No tardó en abrazar a Cohen, rodeándolo con sus finos brazos y sus movimientos femeninos. A Peter se limitó a darle la mano, pues la confianza que tenía con él era mucho menor.
―¡Me alegro tanto de ver un par de caras conocidas! ¡Cariño, la gente de aquí es maravillosa, pero es tan diferente a la de Verisar, que me temo que mi corazón se hiele cómo los témpanos de hielo que cuelgan de los tejados! Afortunadamente, tengo licores ardientes que hacen que las almas rejuvenezcan y el corazón palpite… ¡Sentaos, por favor!
Tras señalar a un diván de dos plazas, él mismo se tendió en el de enfrente, con una pose dramática típica de una diva sureña.
―Me sorprendió saber que te habías instalado aquí…
―Bueno… podemos decir que… he tenido problemas en Lunargenta y pensé que refugiarme en Nogserverk, aquí en el culo del mundo, me ayudaría…
―¿Qué clase de problemas?
―Algunas familias nobles se volvieron en mi contra cuándo hablé bien… ―hizo una dramática pausa, dirigiendo ahora su mirada a Peter― de ti…
―¿De mí?
―Vuestra historia se ha vuelto legendaria. El antiguo líder de los soldados de la Guardia de Sacrestic Ville expulsado de la misma por enamorarse de un enemigo de guerra…
―¿Desde cuándo soy un enemigo de guerra?
―¡Eso mismo le dije yo! Esa señorona creía que iba a tolerar ese tipo de comentarios y lo que no esperaba era mi dura crítica para defenderos.
―¿Qué le dijiste?
―Le dije que la ropa le quedaba horrible, que su cuerpo era demasiado vulgar para mis diseños y le dije que su pelo parecía haber sido atacado por una pandilla de monos salvajes. Además, les dije que os conocía y que vuestro amor era el más puro y real que yo había logrado a ver en toda mi vida… y la invité a marcharse...
―¿Eso no es un poco exagerado?
―¡Por los Dioses que no! El caso es que esa vulgar vieja de gran posición habló con toda la alta sociedad de Lunargenta y he pasado de ser el modista más glamuroso de Verisar a un paria social que tiene que emigrar al norte en búsqueda de la paz con una reputación nefasta que le persigue…
Luminicious Champagne llevó la palma de su mano hasta su frente y con gestos exagerados, simuló un dramático gesto de tragedia que hizo sonreír a Cohen.
―Bienvenido al grupo de los marginados. Lo siento mucho por ti.
―Tarde o temprano, recuperaré mi status… Adoran mis prendas, aunque odien mi compañía y mi brillo personal...
―Brillo no te falta...
― Pero qué monada... ¿Qué me decís de vosotros, todo bien?
Cohen le contó todo lo sucedido desde la última vez que coincidieron. Él ya sabía que Peter había sido expulsado de la Guardia y de su conflicto familiar con sus padres y que había huido en búsqueda de su amante.
―Ahora me odia los vampiros radicales, parte de los moderados y gran parte de los humanos de la ciudad.
―¡Por los Dioses! ¿Eres capaz de dormir por las noches?
―Duermo durante el día.
―No me extraña nada, mi amor… las noches están hechas para el drama y el asesinato... ¿tú qué tal, querubín?
Cohen estaba distraído, observando una figura femenina que parecía mirar hacia el interior del establecimiento. Una joven rubia que le recordó rápidamente a Ingela y a Meraxes.
―¿La conoces?
Luminicious Champagne dirigió su vista hacia el otro lado del cristal junto a la puerta de entrada.
―¡Oh! Una posible cliente.
El modista se puso en pie, dirigiéndose a la entrada del establecimiento, con la intención de saludar a la joven del otro lado del cristal.
#FF6600: Luminicios Champagne
Hacía tiempo que sus caminos no se cruzaban, pero cuándo la misiva del modista había llegado hasta La Flor Inerte, informándole de su nuevo paradero, el vampiro se vio tentado a preguntarse qué había sido de su amigo.
Por ello, cuándo llegó hasta Nogserverk, Cohen ignoró por completo el ambiente jovial y festivo del lugar. Peter, que se había empeñado en acompañarle, estaba más interesado en ese ambiente.
―¿Sabías que había una fiesta?― le preguntó el humano.
―No. Ha sido mera casualidad… lo que no pensé es que el invierno se adelantase tanto. ¡Las primeras nevadas! Entiendo por qué siempre me aconsejaban venir hasta aquí al comenzar el verano…
Encontraron el pequeño establecimiento. Allí, encontraron a Luminicious, que hizo uno de sus excéntricos y artificiosos aspavimientos cuándo les vio entrar.
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―¡Pero si son mis chicos favoritos!
No tardó en abrazar a Cohen, rodeándolo con sus finos brazos y sus movimientos femeninos. A Peter se limitó a darle la mano, pues la confianza que tenía con él era mucho menor.
―¡Me alegro tanto de ver un par de caras conocidas! ¡Cariño, la gente de aquí es maravillosa, pero es tan diferente a la de Verisar, que me temo que mi corazón se hiele cómo los témpanos de hielo que cuelgan de los tejados! Afortunadamente, tengo licores ardientes que hacen que las almas rejuvenezcan y el corazón palpite… ¡Sentaos, por favor!
Tras señalar a un diván de dos plazas, él mismo se tendió en el de enfrente, con una pose dramática típica de una diva sureña.
―Me sorprendió saber que te habías instalado aquí…
―Bueno… podemos decir que… he tenido problemas en Lunargenta y pensé que refugiarme en Nogserverk, aquí en el culo del mundo, me ayudaría…
―¿Qué clase de problemas?
―Algunas familias nobles se volvieron en mi contra cuándo hablé bien… ―hizo una dramática pausa, dirigiendo ahora su mirada a Peter― de ti…
―¿De mí?
―Vuestra historia se ha vuelto legendaria. El antiguo líder de los soldados de la Guardia de Sacrestic Ville expulsado de la misma por enamorarse de un enemigo de guerra…
―¿Desde cuándo soy un enemigo de guerra?
―¡Eso mismo le dije yo! Esa señorona creía que iba a tolerar ese tipo de comentarios y lo que no esperaba era mi dura crítica para defenderos.
―¿Qué le dijiste?
―Le dije que la ropa le quedaba horrible, que su cuerpo era demasiado vulgar para mis diseños y le dije que su pelo parecía haber sido atacado por una pandilla de monos salvajes. Además, les dije que os conocía y que vuestro amor era el más puro y real que yo había logrado a ver en toda mi vida… y la invité a marcharse...
―¿Eso no es un poco exagerado?
―¡Por los Dioses que no! El caso es que esa vulgar vieja de gran posición habló con toda la alta sociedad de Lunargenta y he pasado de ser el modista más glamuroso de Verisar a un paria social que tiene que emigrar al norte en búsqueda de la paz con una reputación nefasta que le persigue…
Luminicious Champagne llevó la palma de su mano hasta su frente y con gestos exagerados, simuló un dramático gesto de tragedia que hizo sonreír a Cohen.
―Bienvenido al grupo de los marginados. Lo siento mucho por ti.
―Tarde o temprano, recuperaré mi status… Adoran mis prendas, aunque odien mi compañía y mi brillo personal...
―Brillo no te falta...
― Pero qué monada... ¿Qué me decís de vosotros, todo bien?
Cohen le contó todo lo sucedido desde la última vez que coincidieron. Él ya sabía que Peter había sido expulsado de la Guardia y de su conflicto familiar con sus padres y que había huido en búsqueda de su amante.
―Ahora me odia los vampiros radicales, parte de los moderados y gran parte de los humanos de la ciudad.
―¡Por los Dioses! ¿Eres capaz de dormir por las noches?
―Duermo durante el día.
―No me extraña nada, mi amor… las noches están hechas para el drama y el asesinato... ¿tú qué tal, querubín?
Cohen estaba distraído, observando una figura femenina que parecía mirar hacia el interior del establecimiento. Una joven rubia que le recordó rápidamente a Ingela y a Meraxes.
―¿La conoces?
Luminicious Champagne dirigió su vista hacia el otro lado del cristal junto a la puerta de entrada.
―¡Oh! Una posible cliente.
El modista se puso en pie, dirigiéndose a la entrada del establecimiento, con la intención de saludar a la joven del otro lado del cristal.
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Re: Entre Sombras y Acero [LIBRE][NOCHE]
Seraphine se mantuvo firme frente al escaparate, la suavidad de la nieve bajo sus pies contrarrestando el ambiente casi surrealista del interior de la tienda. El reflejo del cristal le devolvía la imagen de una mujer que poco tenía que ver con aquel lugar. Su figura esbelta, envuelta en una capa de viaje pesada, con el cabello suelto cayendo como un río dorado sobre sus hombros, contrastaba con los maniquíes que exhibían prendas de encaje y satén, piezas delicadas que parecían hechas para cuerpos mucho más refinados que el suyo. La tienda, "Luminicious Champagne", rezumaba una elegancia excéntrica, una que no le pertenecía.
A través del cristal, veía el bullicio en el interior, donde un hombre con un porte dramático y movimientos exagerados parecía ser el epicentro de la conversación. Hablaba con dos figuras masculinas, una de ellas mirando de soslayo hacia ella, como si hubiera notado su presencia desde hacía un rato. Seraphine sintió una punzada de incomodidad cuando el hombre de apariencia llamativa se giró hacia la puerta, alzando la mano en un saludo que parecía demasiado entusiasta para aquella hora de la noche.
"¿Qué estoy haciendo aquí? Esto no es para mí... debería irme..." El sonido de la puerta al abrirse fue como una especie de llamado. La calidez del interior de la tienda se escapó, envolviendo a Seraphine en un soplo de aire tibio que parecía invitarla a cruzar el umbral. Al otro lado, el modista la miraba con una mezcla de curiosidad y alegría, como si su sola presencia fuera motivo de celebración.
El hombre, con sus gestos floridos y voz dulce, se acercaba hacia la puerta, una sonrisa radiante en sus labios pintados de un rojo profundo. Su ropa, rica en texturas y colores, reflejaba una persona que vivía para el drama y el espectáculo. Era un contraste evidente con Seraphine, quien prefería deslizarse entre las sombras, evitando las miradas de aquellos que la rodeaban.
— ¡Querida, qué sorpresa verte aquí a estas horas! — exclamó el hombre, su voz vibrante cortando la quietud de la noche. Se acercaba con pasos decididos, el eco de sus tacones resonando sobre el suelo de la tienda. — ¡No me digas que has venido a admirar mis últimas creaciones! — añadió, con una risa suave pero llena de entusiasmo.
Seraphine tragó saliva, indecisa. Podría dar media vuelta y perderse en la oscuridad, regresar a la seguridad de su soledad, como había hecho tantas veces antes. Pero algo la retenía. Tal vez era la curiosidad que la había traído hasta este extraño pueblo, o quizás la sensación de que, por una vez, no estaba obligada a huir ni a mantenerse oculta.
El modista se acercó un poco más, invitándola con una mirada cálida y una mano extendida hacia la puerta. Era evidente que él ya había decidido que ella entraría, como si no hubiera otra opción. Sin embargo, Seraphine vaciló un instante más, sintiendo el peso de las miradas desde dentro, el brillo de las prendas que colgaban en los expositores, el calor acogedor de la tienda en contraste con la fría noche exterior.
Finalmente, dio un paso adelante, su mano rozando levemente el pomo de la puerta mientras el modista la mantenía abierta para ella. La tentación de dar media vuelta aún estaba allí, pero la curiosidad que la había llevado hasta Nogserverk era demasiado fuerte para ignorarla ahora.
— No tengas miedo, cariño — dijo el modista, con una sonrisa cómplice que parecía prometer más de lo que decía en palabras. — Aquí dentro, no hay nada que temer… solo belleza, arte y… una pizca de extravagancia — añadió con una risa melódica.
Seraphine levantó la vista, sus ojos brillando con una mezcla de recelo y expectación, mientras cruzaba el umbral. No sabía qué iba a encontrar dentro de esa tienda, pero algo le decía que había tomado el camino correcto... aunque lo que le aguardara podría ser más complicado de lo que aparentaba. Las puertas de Nogserverk estaban abiertas para ella ahora, y quizá también lo estuvieran para los misteriosos personajes que había dentro.
Dentro de la tienda, todo parecía estar esperando a que ella diera el siguiente paso.
Seraphine permaneció de pie junto a la entrada, dejando que su mirada recorriera lentamente el lugar. El modista, Luminicious Champagne, con su pose dramática, se adelantó unos pasos, observándola con un brillo en los ojos que mezclaba curiosidad y diversión.
"Es como entrar en otro mundo... un mundo que no me pertenece." Pensó mientras sus ojos se detenían en un conjunto de lencería fina, con detalles de encaje negro y bordados dorados que brillaban bajo la luz suave. Había algo inquietante y, al mismo tiempo, fascinante en aquel lugar. Las prendas, aunque delicadas, parecían tener una energía propia, como si contaran historias de personas que las habían llevado con orgullo, misterio y poder. Sin darse cuenta, Seraphine se había quedado absorta mirando el escaparate interno, donde un maniquí llevaba una prenda de encaje rojo oscuro, tan vibrante como el fuego que tanto le recordaba a su propio linaje.
El modista rompió el silencio, con su típica voz entusiasta:
— ¡Veo que algo ha capturado tu atención! — dijo, señalando con gracia el conjunto que Seraphine estaba mirando. — Esa pieza es parte de mi nueva colección, una creación única, como cada cliente que cruza estas puertas. Pero tú… — agregó, observándola con una mirada astuta — tú eres diferente. Hay algo en ti que… brilla en las sombras, una luz que no puedo ignorar.
Seraphine levantó la vista, encontrándose con la mirada de Luminicious. Su intuición le decía que el modista no la veía solo como una posible clienta, sino como alguien envuelta en misterios que él deseaba desvelar. Sintió el peso de sus palabras, pero, como siempre, decidió no dejar traslucir ninguna emoción. "No busco atención... solo estoy de paso."
— Solo estoy observando — respondió Seraphine, manteniendo su tono neutral, sin querer revelar más de lo necesario. El modista sonrió ampliamente, sin parecer molesto por su respuesta escueta. Al contrario, parecía disfrutar del misterio que ella representaba.
— ¡Observar está muy bien, mi querida! — exclamó Luminicious, girando sobre sus talones en un elegante movimiento, como si ejecutara una danza ensayada cientos de veces. — ¡Pero dime, ¿no es acaso lo que todos hacemos en la vida? Observar, aprender… y luego decidir qué es lo que nos hace sentir vivos, lo que realmente deseamos. Aquí, cada pieza cuenta una historia, y estoy seguro de que si miras lo suficiente, encontrarás algo que hable directamente a ti — concluyó con una sonrisa enigmática. Seraphine sintió cómo las miradas de los otros en la tienda seguían fijas en ella.
Sintió una pequeña punzada de incomodidad, pero decidió mantener la calma. No era la primera vez que se encontraba en una situación extraña, pero pocas veces en un lugar tan íntimo y fuera de su elemento. Es solo una tienda, pensó para sí misma, aunque la energía vibrante que llenaba el aire le hacía sentir que había más de lo que aparentaba.
Se acercó lentamente al conjunto rojo que había captado su atención. Los detalles eran tan intrincados que parecían haber sido tejidos con llamas en lugar de hilo. Tocó suavemente la tela, sorprendiéndose de su suavidad y calidez. Un fragmento de su vida en Dundarak vino a su mente, los rojos intensos del fuego que tanto había dominado en su entrenamiento. Y, por un momento, sintió que había algo profundamente familiar en aquella prenda.
Luminicious, quien observaba con atención, dio un pequeño paso adelante. — ¡Te sienta bien — dijo suavemente. —¡ No hablo solo del físico, querida, hablo de lo que proyectas. Fuego, sombras, acero… todo está en ti. ¿Verdad?
Seraphine giró ligeramente la cabeza, sus ojos ahora fijos en el modista. No respondió de inmediato. Las palabras de Luminicious resonaban con una verdad que ella misma no quería aceptar del todo. Sabía que era fuego y sombras, pero se había pasado tanto tiempo alejándose de una parte de sí misma que no esperaba que otros pudieran percibirla tan fácilmente.
— Quizás. — respondió finalmente, su voz baja pero firme, dejando que el silencio pesado del momento se acomodara entre ellos.
Los demás en la tienda seguían mirándola, pero ahora había algo diferente en el aire. No era solo curiosidad; era una mezcla de admiración y respeto silencioso. Por primera vez, Seraphine no se sentía fuera de lugar, aunque seguía deseando, en lo más profundo, pasar desapercibida. Sin embargo, este no parecía ser el tipo de lugar donde las sombras pudieran ocultarla.
Seraphine dejó que sus dedos se apartaran de la tela suave del conjunto rojo, sintiendo una mezcla de emociones mientras se obligaba a desprenderse de aquellos recuerdos de Dundarak que momentáneamente la habían invadido. Giró ligeramente la cabeza, notando nuevamente la presencia de los otros dos clientes en la tienda. Aunque intentaba mantener un perfil bajo, sabía que habían estado observándola desde su llegada. La atención persistente de uno de ellos, el hombre que la había estado mirando con curiosidad desde el escaparate, se sentía cada vez más palpable.
No podía evitar sentir una ligera incomodidad, como si estuviera expuesta más de lo que deseaba. Aún así, algo en la atmósfera de la tienda la mantenía inmovilizada, como si el lugar mismo la estuviera llamando a quedarse.
Luminicious, con su naturaleza magnética y su habilidad para atraer las miradas de todos los presentes, parecía ser el puente que conectaba a los desconocidos en la tienda. Su energía excéntrica, combinada con su habilidad innata para leer las emociones de quienes lo rodeaban, lo convertían en un maestro de ceremonias en aquel pequeño escenario lleno de telas y sombras.
El modista sonrió y, con un aire de dramatismo, giró para dirigirse hacia los otros dos clientes, como si hubiera leído los pensamientos de Seraphine.
— ¡Ah, mis queridos! — exclamó Luminicious, con su típico gesto grandilocuente. — Veo que nuestra misteriosa visitante también ha sido cautivada por mis creaciones. ¿No es fascinante cómo la belleza puede unir a completos desconocidos? ¿Por qué no presentarnos, ahora que estamos todos en este pequeño teatro de sueños? Después de todo, las historias que contamos son mucho más interesantes cuando se entrelazan con las de otros.
"¿Quiénes son?" Seraphine los estudió con discreción mientras se acercaba, aunque su rostro permaneció sereno, sin delatar la curiosidad que comenzaba a despertarse dentro de ella.
A través del cristal, veía el bullicio en el interior, donde un hombre con un porte dramático y movimientos exagerados parecía ser el epicentro de la conversación. Hablaba con dos figuras masculinas, una de ellas mirando de soslayo hacia ella, como si hubiera notado su presencia desde hacía un rato. Seraphine sintió una punzada de incomodidad cuando el hombre de apariencia llamativa se giró hacia la puerta, alzando la mano en un saludo que parecía demasiado entusiasta para aquella hora de la noche.
"¿Qué estoy haciendo aquí? Esto no es para mí... debería irme..." El sonido de la puerta al abrirse fue como una especie de llamado. La calidez del interior de la tienda se escapó, envolviendo a Seraphine en un soplo de aire tibio que parecía invitarla a cruzar el umbral. Al otro lado, el modista la miraba con una mezcla de curiosidad y alegría, como si su sola presencia fuera motivo de celebración.
El hombre, con sus gestos floridos y voz dulce, se acercaba hacia la puerta, una sonrisa radiante en sus labios pintados de un rojo profundo. Su ropa, rica en texturas y colores, reflejaba una persona que vivía para el drama y el espectáculo. Era un contraste evidente con Seraphine, quien prefería deslizarse entre las sombras, evitando las miradas de aquellos que la rodeaban.
— ¡Querida, qué sorpresa verte aquí a estas horas! — exclamó el hombre, su voz vibrante cortando la quietud de la noche. Se acercaba con pasos decididos, el eco de sus tacones resonando sobre el suelo de la tienda. — ¡No me digas que has venido a admirar mis últimas creaciones! — añadió, con una risa suave pero llena de entusiasmo.
Seraphine tragó saliva, indecisa. Podría dar media vuelta y perderse en la oscuridad, regresar a la seguridad de su soledad, como había hecho tantas veces antes. Pero algo la retenía. Tal vez era la curiosidad que la había traído hasta este extraño pueblo, o quizás la sensación de que, por una vez, no estaba obligada a huir ni a mantenerse oculta.
El modista se acercó un poco más, invitándola con una mirada cálida y una mano extendida hacia la puerta. Era evidente que él ya había decidido que ella entraría, como si no hubiera otra opción. Sin embargo, Seraphine vaciló un instante más, sintiendo el peso de las miradas desde dentro, el brillo de las prendas que colgaban en los expositores, el calor acogedor de la tienda en contraste con la fría noche exterior.
Finalmente, dio un paso adelante, su mano rozando levemente el pomo de la puerta mientras el modista la mantenía abierta para ella. La tentación de dar media vuelta aún estaba allí, pero la curiosidad que la había llevado hasta Nogserverk era demasiado fuerte para ignorarla ahora.
— No tengas miedo, cariño — dijo el modista, con una sonrisa cómplice que parecía prometer más de lo que decía en palabras. — Aquí dentro, no hay nada que temer… solo belleza, arte y… una pizca de extravagancia — añadió con una risa melódica.
Seraphine levantó la vista, sus ojos brillando con una mezcla de recelo y expectación, mientras cruzaba el umbral. No sabía qué iba a encontrar dentro de esa tienda, pero algo le decía que había tomado el camino correcto... aunque lo que le aguardara podría ser más complicado de lo que aparentaba. Las puertas de Nogserverk estaban abiertas para ella ahora, y quizá también lo estuvieran para los misteriosos personajes que había dentro.
Dentro de la tienda, todo parecía estar esperando a que ella diera el siguiente paso.
Seraphine permaneció de pie junto a la entrada, dejando que su mirada recorriera lentamente el lugar. El modista, Luminicious Champagne, con su pose dramática, se adelantó unos pasos, observándola con un brillo en los ojos que mezclaba curiosidad y diversión.
"Es como entrar en otro mundo... un mundo que no me pertenece." Pensó mientras sus ojos se detenían en un conjunto de lencería fina, con detalles de encaje negro y bordados dorados que brillaban bajo la luz suave. Había algo inquietante y, al mismo tiempo, fascinante en aquel lugar. Las prendas, aunque delicadas, parecían tener una energía propia, como si contaran historias de personas que las habían llevado con orgullo, misterio y poder. Sin darse cuenta, Seraphine se había quedado absorta mirando el escaparate interno, donde un maniquí llevaba una prenda de encaje rojo oscuro, tan vibrante como el fuego que tanto le recordaba a su propio linaje.
El modista rompió el silencio, con su típica voz entusiasta:
— ¡Veo que algo ha capturado tu atención! — dijo, señalando con gracia el conjunto que Seraphine estaba mirando. — Esa pieza es parte de mi nueva colección, una creación única, como cada cliente que cruza estas puertas. Pero tú… — agregó, observándola con una mirada astuta — tú eres diferente. Hay algo en ti que… brilla en las sombras, una luz que no puedo ignorar.
Seraphine levantó la vista, encontrándose con la mirada de Luminicious. Su intuición le decía que el modista no la veía solo como una posible clienta, sino como alguien envuelta en misterios que él deseaba desvelar. Sintió el peso de sus palabras, pero, como siempre, decidió no dejar traslucir ninguna emoción. "No busco atención... solo estoy de paso."
— Solo estoy observando — respondió Seraphine, manteniendo su tono neutral, sin querer revelar más de lo necesario. El modista sonrió ampliamente, sin parecer molesto por su respuesta escueta. Al contrario, parecía disfrutar del misterio que ella representaba.
— ¡Observar está muy bien, mi querida! — exclamó Luminicious, girando sobre sus talones en un elegante movimiento, como si ejecutara una danza ensayada cientos de veces. — ¡Pero dime, ¿no es acaso lo que todos hacemos en la vida? Observar, aprender… y luego decidir qué es lo que nos hace sentir vivos, lo que realmente deseamos. Aquí, cada pieza cuenta una historia, y estoy seguro de que si miras lo suficiente, encontrarás algo que hable directamente a ti — concluyó con una sonrisa enigmática. Seraphine sintió cómo las miradas de los otros en la tienda seguían fijas en ella.
Sintió una pequeña punzada de incomodidad, pero decidió mantener la calma. No era la primera vez que se encontraba en una situación extraña, pero pocas veces en un lugar tan íntimo y fuera de su elemento. Es solo una tienda, pensó para sí misma, aunque la energía vibrante que llenaba el aire le hacía sentir que había más de lo que aparentaba.
Se acercó lentamente al conjunto rojo que había captado su atención. Los detalles eran tan intrincados que parecían haber sido tejidos con llamas en lugar de hilo. Tocó suavemente la tela, sorprendiéndose de su suavidad y calidez. Un fragmento de su vida en Dundarak vino a su mente, los rojos intensos del fuego que tanto había dominado en su entrenamiento. Y, por un momento, sintió que había algo profundamente familiar en aquella prenda.
Luminicious, quien observaba con atención, dio un pequeño paso adelante. — ¡Te sienta bien — dijo suavemente. —¡ No hablo solo del físico, querida, hablo de lo que proyectas. Fuego, sombras, acero… todo está en ti. ¿Verdad?
Seraphine giró ligeramente la cabeza, sus ojos ahora fijos en el modista. No respondió de inmediato. Las palabras de Luminicious resonaban con una verdad que ella misma no quería aceptar del todo. Sabía que era fuego y sombras, pero se había pasado tanto tiempo alejándose de una parte de sí misma que no esperaba que otros pudieran percibirla tan fácilmente.
— Quizás. — respondió finalmente, su voz baja pero firme, dejando que el silencio pesado del momento se acomodara entre ellos.
Los demás en la tienda seguían mirándola, pero ahora había algo diferente en el aire. No era solo curiosidad; era una mezcla de admiración y respeto silencioso. Por primera vez, Seraphine no se sentía fuera de lugar, aunque seguía deseando, en lo más profundo, pasar desapercibida. Sin embargo, este no parecía ser el tipo de lugar donde las sombras pudieran ocultarla.
Seraphine dejó que sus dedos se apartaran de la tela suave del conjunto rojo, sintiendo una mezcla de emociones mientras se obligaba a desprenderse de aquellos recuerdos de Dundarak que momentáneamente la habían invadido. Giró ligeramente la cabeza, notando nuevamente la presencia de los otros dos clientes en la tienda. Aunque intentaba mantener un perfil bajo, sabía que habían estado observándola desde su llegada. La atención persistente de uno de ellos, el hombre que la había estado mirando con curiosidad desde el escaparate, se sentía cada vez más palpable.
No podía evitar sentir una ligera incomodidad, como si estuviera expuesta más de lo que deseaba. Aún así, algo en la atmósfera de la tienda la mantenía inmovilizada, como si el lugar mismo la estuviera llamando a quedarse.
Luminicious, con su naturaleza magnética y su habilidad para atraer las miradas de todos los presentes, parecía ser el puente que conectaba a los desconocidos en la tienda. Su energía excéntrica, combinada con su habilidad innata para leer las emociones de quienes lo rodeaban, lo convertían en un maestro de ceremonias en aquel pequeño escenario lleno de telas y sombras.
El modista sonrió y, con un aire de dramatismo, giró para dirigirse hacia los otros dos clientes, como si hubiera leído los pensamientos de Seraphine.
— ¡Ah, mis queridos! — exclamó Luminicious, con su típico gesto grandilocuente. — Veo que nuestra misteriosa visitante también ha sido cautivada por mis creaciones. ¿No es fascinante cómo la belleza puede unir a completos desconocidos? ¿Por qué no presentarnos, ahora que estamos todos en este pequeño teatro de sueños? Después de todo, las historias que contamos son mucho más interesantes cuando se entrelazan con las de otros.
"¿Quiénes son?" Seraphine los estudió con discreción mientras se acercaba, aunque su rostro permaneció sereno, sin delatar la curiosidad que comenzaba a despertarse dentro de ella.
Seraphine Valaryon
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Re: Entre Sombras y Acero [LIBRE][NOCHE]
Cohen observó a la visitante con atención desde el momento en que entró en la tienda. Parecía incómoda, aunque de cerca, algo debió ver Luminicious en ella, pues estaba completamente fascinado con la presencia de la joven, algo que Cohen no supo ver.
Sin embargo, después de tantas vivencias junto al sastre, el vampiro sabía a la perfección que por algunas razones, Luminicious siempre acertaba en sus criterios y si él encontraba fascinante a aquella joven seguramente lo fuese.
Peter, en cambio, observaba la tienda con sorpresa. Si bien había visto varias prendas del sastre en su cuerpo, jamás había imaginado tan amplia colección y variedad.
―Si algo te llama la atención, deberías probártelo… Estoy seguro que algunas prendas de cuero de Nogserverk te sentaría genial…
El antiguo líder de la Guardia de Sacrestic pareció avergonzarse con el comentario, aunque no pudo evitar que una sonrisa pícara se dibujara en sus labios.
Volvió la vista a la joven que contemplaba una prenda delicada de un intenso color rojo. Se veía que tenía buen gusto. Había que reconocerlo.
Cuando unos momentos más tardes, el sastre les invitó a conocerse, provocando que la mujer se uniera al grupo que formaban, como siempre, Peter fue el primero en presentarse.
―Soy Peter Lannet. Encantado de conocerla― dijo, mostrando una vez más la buena educación de la clase alta de Lunargenta― Siéntate, si lo deseas.
Le incitó a sentarse a su lado, frente a Cohen, que pasó a presentarse.
―Yo soy Cohen. Alquimista de Sacrestic Ville.
El vampiro revelaba su procedencia. Su piel clara, a la que el sol no había tocado desde su nacimiento, haría el resto en la mente de la joven, que llegaría a la conclusión sobre su raza rápidamente.
―Cohen, ¿te has fijado en los pómulos de esta chica? ¡Qué barbaridad! ¡Qué porte y elegancia! Me recordó enseguida a una prima de una ricachona de Roilkat, cuyo nombres no puedo recordar... pero esta larga melena rubia... ¡eres hermosa! Cohen, ¿te fijaste en sus pómulos?
―Sí, me he fijado… sin duda… ―ironizó, mientras reía.
―¡Cómo eres! Hermosa, aquí dónde le ves, este hombre es uno de mis musos. Si vieras lo bien que le sienta algunas de mis prendas masculinas a su cuerpo, te quedarías muda de la impresión…
El vampiro miró a la joven a los ojos y le sonrió.
―No nos has dicho tu nombre aún, ¿verdad? Tengo la impresión de que tu historia es interesante...
―No la atosigues...
―Cariño, su belleza natural incita a preguntar― le defendió Luminicious, tan deseoso como el vampiro de conocer más sobre su nueva conocida, para luego añadir―. ¿Cómo no tener curiosidad ante esos pómulos? ¿Quizás una bebida caliente te calmaría? Tengo infusiones de todo tipo... ¿Quieres una taza?
Cuatro dragones sobrevolaban Nogserverk formando círculos en el aire. Esperaban el momento propicio para descender, observando con atención los festejos nocturnos del pueblo y la vida que había en él, viendo como habitantes y visitantes caminaban por sus calles, bailaban y bebían.
A la señal de uno de ellos, descendieron. Cada cual terminó aterrizando sutilmente sobre uno de los tejados, volviendo rápidamente a su forma humana. A la señal del líder, saltaron de los mismos, cada uno de ellos en distintas calles y se mezclaron entre las personas. Miraban a su alrededor, cómo si buscaran algo en concreto, aunque parecían nerviosos. Sin embargo, entre la multitud, pasaban desapercibidos...
Sin embargo, después de tantas vivencias junto al sastre, el vampiro sabía a la perfección que por algunas razones, Luminicious siempre acertaba en sus criterios y si él encontraba fascinante a aquella joven seguramente lo fuese.
Peter, en cambio, observaba la tienda con sorpresa. Si bien había visto varias prendas del sastre en su cuerpo, jamás había imaginado tan amplia colección y variedad.
―Si algo te llama la atención, deberías probártelo… Estoy seguro que algunas prendas de cuero de Nogserverk te sentaría genial…
El antiguo líder de la Guardia de Sacrestic pareció avergonzarse con el comentario, aunque no pudo evitar que una sonrisa pícara se dibujara en sus labios.
Volvió la vista a la joven que contemplaba una prenda delicada de un intenso color rojo. Se veía que tenía buen gusto. Había que reconocerlo.
Cuando unos momentos más tardes, el sastre les invitó a conocerse, provocando que la mujer se uniera al grupo que formaban, como siempre, Peter fue el primero en presentarse.
―Soy Peter Lannet. Encantado de conocerla― dijo, mostrando una vez más la buena educación de la clase alta de Lunargenta― Siéntate, si lo deseas.
Le incitó a sentarse a su lado, frente a Cohen, que pasó a presentarse.
―Yo soy Cohen. Alquimista de Sacrestic Ville.
El vampiro revelaba su procedencia. Su piel clara, a la que el sol no había tocado desde su nacimiento, haría el resto en la mente de la joven, que llegaría a la conclusión sobre su raza rápidamente.
―Cohen, ¿te has fijado en los pómulos de esta chica? ¡Qué barbaridad! ¡Qué porte y elegancia! Me recordó enseguida a una prima de una ricachona de Roilkat, cuyo nombres no puedo recordar... pero esta larga melena rubia... ¡eres hermosa! Cohen, ¿te fijaste en sus pómulos?
―Sí, me he fijado… sin duda… ―ironizó, mientras reía.
―¡Cómo eres! Hermosa, aquí dónde le ves, este hombre es uno de mis musos. Si vieras lo bien que le sienta algunas de mis prendas masculinas a su cuerpo, te quedarías muda de la impresión…
El vampiro miró a la joven a los ojos y le sonrió.
―No nos has dicho tu nombre aún, ¿verdad? Tengo la impresión de que tu historia es interesante...
―No la atosigues...
―Cariño, su belleza natural incita a preguntar― le defendió Luminicious, tan deseoso como el vampiro de conocer más sobre su nueva conocida, para luego añadir―. ¿Cómo no tener curiosidad ante esos pómulos? ¿Quizás una bebida caliente te calmaría? Tengo infusiones de todo tipo... ¿Quieres una taza?
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Cuatro dragones sobrevolaban Nogserverk formando círculos en el aire. Esperaban el momento propicio para descender, observando con atención los festejos nocturnos del pueblo y la vida que había en él, viendo como habitantes y visitantes caminaban por sus calles, bailaban y bebían.
A la señal de uno de ellos, descendieron. Cada cual terminó aterrizando sutilmente sobre uno de los tejados, volviendo rápidamente a su forma humana. A la señal del líder, saltaron de los mismos, cada uno de ellos en distintas calles y se mezclaron entre las personas. Miraban a su alrededor, cómo si buscaran algo en concreto, aunque parecían nerviosos. Sin embargo, entre la multitud, pasaban desapercibidos...
Cohen
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Re: Entre Sombras y Acero [LIBRE][NOCHE]
Seraphine comenzó a sentir cómo la atmósfera en la tienda se volvía menos opresiva a medida que se acostumbraba a la presencia de los otros dos clientes. Aunque seguía sintiendo cierta incomodidad por estar en el centro de atención, comenzaba a aceptarla poco a poco. La amabilidad de Luminicious y el ambiente acogedor del lugar aligeraban sus tensiones, y ahora que había comenzado a interactuar, le resultaba un poco más fácil relajarse.
Sus ojos volvieron a posarse en la prenda roja que la había atraído desde el principio. No podía evitar pensar en su madre cada vez que veía un color tan vibrante. El recuerdo la golpeó con fuerza, llevándola brevemente a aquellos días en Dundarak, cuando su madre le mostraba telas similares y le hablaba del poder de los colores intensos. Ella solía decir que el rojo representaba fuerza y pasión, algo que Seraphine siempre había sentido en su corazón, aunque a veces se esforzara por ocultarlo.
El suave murmullo de la conversación en la tienda la devolvió al presente. Cohen y Peter seguían hablando entre ellos, aunque de vez en cuando notaba las miradas que le lanzaban, especialmente Cohen, cuya presencia la intrigaba. Sentía curiosidad por él, por la forma en que interactuaba con el mundo y por la relación que mantenía con Peter. Había algo en la dinámica entre ambos que le resultaba interesante, algo más profundo que una simple camaradería.
Cuando Luminicious le ofreció la bebida caliente, Seraphine sintió un gesto de calma. Agradecida, asintió suavemente.
-Sería agradable...- Murmuró, esbozando una pequeña sonrisa. -A veces una infusión es justo lo que uno necesita para aclarar los pensamientos...-
La calidez de la tienda contrastaba con la extraña inquietud que seguía sintiendo. Era como si algo estuviera ocurriendo afuera, algo que no podía ver pero que sentía de manera casi visceral. Trató de ignorar esa sensación, centrando su atención en los presentes.
Notó cómo Cohen la observaba, y aunque no se sentía completamente cómoda bajo su escrutinio, había algo en su presencia que la hacía querer saber más. Era como si hubiera una historia detrás de esos ojos, una historia que aún no había tenido la oportunidad de escuchar. Finalmente, decidió romper el silencio que la envolvía.
-Mi nombre es Seraphine... Seraphine Valaryon.- Dijo con voz tranquila, aunque en su interior se sentía algo expuesta al compartir ese detalle. No era habitual que hablara de sí misma, y menos aún con desconocidos. Pero la calidez del ambiente y el interés que mostraban por ella la animaron a abrirse un poco más. -Vengo de Dundarak, aunque hace tiempo que dejé mi hogar. El lugar donde crecí es... muy diferente a este.-
La nostalgia impregnó su voz. Recordar Dundarak le traía sentimientos encontrados. Por un lado, había sido su hogar, lleno de memorias felices, pero también era el lugar que había dejado atrás cuando decidió emprender su propio camino. Miró nuevamente la prenda roja que la había cautivado, como si el simple acto de contemplarla le diera fuerzas para continuar hablando.
-Este lugar... Nogserverk... es fascinante. No esperaba encontrar algo así aquí. No sólo por las prendas...- Agregó, con un ligero tono de admiración en su voz. Luego, mirando a Cohen y Peter con una leve sonrisa, añadió: -Parece que ambos también tienen una historia interesante...-
Era un intento tímido de saber más sobre ellos, aunque aún no se sentía del todo lista para hacer preguntas directas. La curiosidad por su relación no dejaba de crecer, y a pesar de su inclinación por mantener cierta distancia, algo en ellos la hacía querer conocer más. Peter, con su apariencia imponente pero amable, y Cohen, con su misterio y ese aire enigmático que lo rodeaba, despertaban su interés de maneras distintas.
La sensación de algo que ocurría afuera persistía, pero decidió no mencionarlo, prefiriendo concentrarse en la conversación que estaba teniendo. Sabía que, de alguna manera, la curiosidad la llevaría a descubrir más sobre ellos, y por primera vez en mucho tiempo, no se sentía sola en su búsqueda de respuestas.
-Luminicious... tus prendas son... excepcionales. Esta prenda roja... me recuerda a algo de mi pasado...- Confesó en voz baja, aún contemplando el delicado tejido.
Seraphine sostuvo la prenda roja entre sus manos con delicadeza, dejándose llevar por la suavidad de la tela. Los recuerdos que evocaba eran profundos, pero no del todo claros. Era como si el pasado y el presente se mezclaran, como si su madre estuviera a su lado, mostrándole aquella prenda, hablándole del significado del color y su conexión con la fuerza interior.
Mientras acariciaba la tela, los sonidos a su alrededor parecían desvanecerse, y por un momento, sólo quedó el silencio. Cerró los ojos, respirando profundamente, y dejó que los recuerdos fluyeran. Su madre siempre había tenido un sentido especial del estilo, una elegancia natural que había admirado desde pequeña. Aquellas tardes en Dundarak, cuando su madre le enseñaba cómo una simple prenda podía reflejar tanto de una persona, eran uno de los pocos momentos en los que Seraphine se sentía realmente conectada con su linaje. Sin embargo, esos recuerdos también traían consigo una sombra, una presión que nunca había podido sacudirse del todo: la expectativa de ser algo más que ella misma.
"Siempre me dijeron que tenía que ser fuerte... que debía estar a la altura del legado de nuestra familia..." Pensó, abriendo los ojos y volviendo al presente. El peso de esas expectativas aún pesaba sobre sus hombros, pero con los años había aprendido a cargar con ellas de una manera distinta. Ya no intentaba cumplir con lo que otros esperaban, sino con lo que ella misma deseaba.
Sacudió ligeramente la cabeza para despejarse, justo cuando la voz de Luminicious volvió a llenar el espacio, ofreciéndole una taza caliente. Agradecida, aceptó el gesto, disfrutando del calor que emanaba de la taza en sus manos. La infusión, con un aroma suave y reconfortante, ayudó a calmar su mente.
-Gracias... realmente lo necesitaba- Murmuró con una sonrisa ligera, mirando al sastre con aprecio. A pesar de las peculiaridades de su manera de ser, Luminicious parecía tener una habilidad natural para hacer sentir a la gente más cómoda.
Bajó la vista hacia el líquido humeante, permitiendo que el silencio se asentara entre ellos por un momento antes de dirigir su mirada nuevamente a Cohen y Peter. La sensación de que había algo que aún no comprendía plenamente entre ellos no dejaba de rondar su mente. La relación que compartían parecía ser mucho más profunda que una simple amistad, y esa curiosidad la impulsó a continuar la conversación, aunque con cautela.
-He escuchado algo sobre Sacrestic Ville...- Dijo, observando a Cohen con atención. -Un lugar de alquimistas y secretos, según dicen. Debe ser fascinante vivir allí...-
De inmediato, se dio cuenta de que había revelado más interés del que quizás hubiera querido, pero no se detuvo. Su curiosidad era genuina, y aunque trataba de mantener una barrera, la atmósfera relajada en la tienda le permitía abrirse más de lo que normalmente lo haría. Además, no podía evitar preguntarse cómo alguien tan misterioso como Cohen había acabado en un lugar como Nogserverk.
Llevó la taza a sus labios, tomando un sorbo y sintiendo cómo el calor de la bebida se expandía por su cuerpo. Esa calidez le dio el valor suficiente para continuar hablando.
-Debe ser interesante ser un alquimista. Siempre he sentido curiosidad por cómo logran manipular los elementos y crear... lo que otros no pueden. No es tan diferente de lo que algunos hacemos con el fuego...-
La mención de su propio vínculo con el fuego escapó de sus labios antes de que pudiera detenerse. Era raro que hablara abiertamente de sus habilidades, pero algo en la conversación, en el ambiente relajado que Luminicious había creado, le hizo sentir que no era necesario esconderse en ese momento.
-En mi caso...- Continuó, bajando la mirada momentáneamente hacia la prenda roja, como si buscara refugio en ella, -el fuego siempre ha sido parte de mí. Desde que era niña, he sentido esa conexión...-
Sabía que, al decir aquello, estaba revelando una parte importante de su vida, algo que solía mantener en privado. Pero por alguna razón, estar en aquella tienda, rodeada de extraños que no parecían tener intenciones ocultas, la hacía sentir más segura. Sentía que, aunque no conocía del todo a Cohen y Peter, podía permitirse bajar la guardia por un momento.
-Tal vez sea por eso que esta prenda me ha llamado tanto la atención- Dijo en voz baja, acariciando de nuevo la suave tela roja. -El rojo siempre me ha recordado al fuego, a la fuerza que puede surgir de él... y también a la delicadeza que puede tener.-
Llevó la vista hacia Cohen y Peter, notando cómo ambos escuchaban con atención. A pesar de la incomodidad inicial que había sentido, ahora se sentía más tranquila. El misterio que envolvía a aquellos dos hombres la intrigaba, pero también había algo reconfortante en sus presencias. Aunque aún no conocía mucho sobre ellos, algo en su intuición le decía que no había peligro en esa tienda.
-Es curioso cómo los lugares más inesperados pueden revelarnos cosas sobre nosotros mismos...- Añadió, pensando en voz alta, mientras sus dedos seguían jugando con la prenda.
Seraphine se dejó llevar por la atmósfera tranquila de la tienda, sumida en sus pensamientos mientras sus dedos seguían acariciando la prenda roja. Sin embargo, una sensación extraña empezó a crecer en su interior, algo que no podía ignorar. Era sutil, pero inconfundible: una perturbación en el ambiente, como si el aire hubiera cambiado de textura, volviéndose más denso, cargado de una energía que reconocía demasiado bien.
Algo no está bien... pensó, levantando la mirada y observando a su alrededor. Aunque nada en la tienda parecía haber cambiado, su vínculo con el fuego la hacía sensible a las fluctuaciones de la energía a su alrededor. Era como si una presencia familiar, pero a la vez inquietante, estuviera acercándose.
Los dragones.
Aunque no podía verlos, los sentía. Su conexión con el fuego le permitía percibirlos de alguna manera, como una vibración en el aire, una advertencia silenciosa de que algo poderoso estaba cerca. No había visto dragones desde que dejó Dundarak, pero esa sensación era inconfundible, una mezcla de respeto y alerta que le recorría la piel.
La taza en sus manos empezó a enfriarse mientras su atención se desviaba completamente hacia el exterior de la tienda. Sus ojos, antes fijos en la prenda, ahora vagaban hacia las ventanas, aunque no podía ver nada. ¿Por qué están aquí? La inquietud creció en su interior. Los dragones no solían sobrevolar lugares como Nogserverk a menos que estuvieran buscando algo… o a alguien.
-Siento que algo está ocurriendo afuera...- murmuró, casi sin darse cuenta, mientras apartaba la taza y se incorporaba ligeramente en su asiento. Sus palabras no iban dirigidas a nadie en particular, pero la tensión en su voz era evidente. A pesar de la calidez de la tienda y la conversación tranquila, esa sensación no la dejaba en paz.
Los recuerdos de su entrenamiento con Nimue Aeralis, la caballero dragón que la había formado en el dominio del fuego, volvieron a su mente de forma fugaz. Su maestra siempre le decía que no debía ignorar esos impulsos. "El fuego dentro de ti siempre te advertirá de lo que está por venir", le repetía. Y aunque Seraphine había aprendido a controlar ese fuego, nunca había podido apagar por completo su vínculo con las criaturas que compartían su misma esencia.
Respiró hondo, intentando recuperar la calma mientras se dirigía a Luminicious, Cohen y Peter, pero su mente seguía enfocada en lo que sentía afuera.
-¿Alguno de ustedes siente algo… diferente?- preguntó, su tono aún amable pero con un matiz de preocupación. -El aire parece… cargado. No sabría explicarlo mejor.-
Tomó un momento para observar sus rostros, pero la incertidumbre seguía creciendo en su interior. A pesar de estar en un entorno que le era completamente ajeno, la presencia de los dragones en los alrededores la mantenía en alerta. No sabía si estaban allí por accidente o si su llegada tenía algún propósito más oscuro, pero no podía quedarse de brazos cruzados.
Se levantó lentamente, dejando la prenda roja sobre la mesa de exhibición con cuidado, y caminó hacia la ventana. Afuera, todo parecía en calma, pero algo dentro de ella seguía inquietándola. Sabía que no podían estar lejos.
-Algo no va bien...- susurró, casi para sí misma. No estaba segura de cómo los otros reaccionarían ante tal declaración, pero no podía guardarlo más.
Sus ojos volvieron a posarse en la prenda roja que la había atraído desde el principio. No podía evitar pensar en su madre cada vez que veía un color tan vibrante. El recuerdo la golpeó con fuerza, llevándola brevemente a aquellos días en Dundarak, cuando su madre le mostraba telas similares y le hablaba del poder de los colores intensos. Ella solía decir que el rojo representaba fuerza y pasión, algo que Seraphine siempre había sentido en su corazón, aunque a veces se esforzara por ocultarlo.
El suave murmullo de la conversación en la tienda la devolvió al presente. Cohen y Peter seguían hablando entre ellos, aunque de vez en cuando notaba las miradas que le lanzaban, especialmente Cohen, cuya presencia la intrigaba. Sentía curiosidad por él, por la forma en que interactuaba con el mundo y por la relación que mantenía con Peter. Había algo en la dinámica entre ambos que le resultaba interesante, algo más profundo que una simple camaradería.
Cuando Luminicious le ofreció la bebida caliente, Seraphine sintió un gesto de calma. Agradecida, asintió suavemente.
-Sería agradable...- Murmuró, esbozando una pequeña sonrisa. -A veces una infusión es justo lo que uno necesita para aclarar los pensamientos...-
La calidez de la tienda contrastaba con la extraña inquietud que seguía sintiendo. Era como si algo estuviera ocurriendo afuera, algo que no podía ver pero que sentía de manera casi visceral. Trató de ignorar esa sensación, centrando su atención en los presentes.
Notó cómo Cohen la observaba, y aunque no se sentía completamente cómoda bajo su escrutinio, había algo en su presencia que la hacía querer saber más. Era como si hubiera una historia detrás de esos ojos, una historia que aún no había tenido la oportunidad de escuchar. Finalmente, decidió romper el silencio que la envolvía.
-Mi nombre es Seraphine... Seraphine Valaryon.- Dijo con voz tranquila, aunque en su interior se sentía algo expuesta al compartir ese detalle. No era habitual que hablara de sí misma, y menos aún con desconocidos. Pero la calidez del ambiente y el interés que mostraban por ella la animaron a abrirse un poco más. -Vengo de Dundarak, aunque hace tiempo que dejé mi hogar. El lugar donde crecí es... muy diferente a este.-
La nostalgia impregnó su voz. Recordar Dundarak le traía sentimientos encontrados. Por un lado, había sido su hogar, lleno de memorias felices, pero también era el lugar que había dejado atrás cuando decidió emprender su propio camino. Miró nuevamente la prenda roja que la había cautivado, como si el simple acto de contemplarla le diera fuerzas para continuar hablando.
-Este lugar... Nogserverk... es fascinante. No esperaba encontrar algo así aquí. No sólo por las prendas...- Agregó, con un ligero tono de admiración en su voz. Luego, mirando a Cohen y Peter con una leve sonrisa, añadió: -Parece que ambos también tienen una historia interesante...-
Era un intento tímido de saber más sobre ellos, aunque aún no se sentía del todo lista para hacer preguntas directas. La curiosidad por su relación no dejaba de crecer, y a pesar de su inclinación por mantener cierta distancia, algo en ellos la hacía querer conocer más. Peter, con su apariencia imponente pero amable, y Cohen, con su misterio y ese aire enigmático que lo rodeaba, despertaban su interés de maneras distintas.
La sensación de algo que ocurría afuera persistía, pero decidió no mencionarlo, prefiriendo concentrarse en la conversación que estaba teniendo. Sabía que, de alguna manera, la curiosidad la llevaría a descubrir más sobre ellos, y por primera vez en mucho tiempo, no se sentía sola en su búsqueda de respuestas.
-Luminicious... tus prendas son... excepcionales. Esta prenda roja... me recuerda a algo de mi pasado...- Confesó en voz baja, aún contemplando el delicado tejido.
Seraphine sostuvo la prenda roja entre sus manos con delicadeza, dejándose llevar por la suavidad de la tela. Los recuerdos que evocaba eran profundos, pero no del todo claros. Era como si el pasado y el presente se mezclaran, como si su madre estuviera a su lado, mostrándole aquella prenda, hablándole del significado del color y su conexión con la fuerza interior.
Mientras acariciaba la tela, los sonidos a su alrededor parecían desvanecerse, y por un momento, sólo quedó el silencio. Cerró los ojos, respirando profundamente, y dejó que los recuerdos fluyeran. Su madre siempre había tenido un sentido especial del estilo, una elegancia natural que había admirado desde pequeña. Aquellas tardes en Dundarak, cuando su madre le enseñaba cómo una simple prenda podía reflejar tanto de una persona, eran uno de los pocos momentos en los que Seraphine se sentía realmente conectada con su linaje. Sin embargo, esos recuerdos también traían consigo una sombra, una presión que nunca había podido sacudirse del todo: la expectativa de ser algo más que ella misma.
"Siempre me dijeron que tenía que ser fuerte... que debía estar a la altura del legado de nuestra familia..." Pensó, abriendo los ojos y volviendo al presente. El peso de esas expectativas aún pesaba sobre sus hombros, pero con los años había aprendido a cargar con ellas de una manera distinta. Ya no intentaba cumplir con lo que otros esperaban, sino con lo que ella misma deseaba.
Sacudió ligeramente la cabeza para despejarse, justo cuando la voz de Luminicious volvió a llenar el espacio, ofreciéndole una taza caliente. Agradecida, aceptó el gesto, disfrutando del calor que emanaba de la taza en sus manos. La infusión, con un aroma suave y reconfortante, ayudó a calmar su mente.
-Gracias... realmente lo necesitaba- Murmuró con una sonrisa ligera, mirando al sastre con aprecio. A pesar de las peculiaridades de su manera de ser, Luminicious parecía tener una habilidad natural para hacer sentir a la gente más cómoda.
Bajó la vista hacia el líquido humeante, permitiendo que el silencio se asentara entre ellos por un momento antes de dirigir su mirada nuevamente a Cohen y Peter. La sensación de que había algo que aún no comprendía plenamente entre ellos no dejaba de rondar su mente. La relación que compartían parecía ser mucho más profunda que una simple amistad, y esa curiosidad la impulsó a continuar la conversación, aunque con cautela.
-He escuchado algo sobre Sacrestic Ville...- Dijo, observando a Cohen con atención. -Un lugar de alquimistas y secretos, según dicen. Debe ser fascinante vivir allí...-
De inmediato, se dio cuenta de que había revelado más interés del que quizás hubiera querido, pero no se detuvo. Su curiosidad era genuina, y aunque trataba de mantener una barrera, la atmósfera relajada en la tienda le permitía abrirse más de lo que normalmente lo haría. Además, no podía evitar preguntarse cómo alguien tan misterioso como Cohen había acabado en un lugar como Nogserverk.
Llevó la taza a sus labios, tomando un sorbo y sintiendo cómo el calor de la bebida se expandía por su cuerpo. Esa calidez le dio el valor suficiente para continuar hablando.
-Debe ser interesante ser un alquimista. Siempre he sentido curiosidad por cómo logran manipular los elementos y crear... lo que otros no pueden. No es tan diferente de lo que algunos hacemos con el fuego...-
La mención de su propio vínculo con el fuego escapó de sus labios antes de que pudiera detenerse. Era raro que hablara abiertamente de sus habilidades, pero algo en la conversación, en el ambiente relajado que Luminicious había creado, le hizo sentir que no era necesario esconderse en ese momento.
-En mi caso...- Continuó, bajando la mirada momentáneamente hacia la prenda roja, como si buscara refugio en ella, -el fuego siempre ha sido parte de mí. Desde que era niña, he sentido esa conexión...-
Sabía que, al decir aquello, estaba revelando una parte importante de su vida, algo que solía mantener en privado. Pero por alguna razón, estar en aquella tienda, rodeada de extraños que no parecían tener intenciones ocultas, la hacía sentir más segura. Sentía que, aunque no conocía del todo a Cohen y Peter, podía permitirse bajar la guardia por un momento.
-Tal vez sea por eso que esta prenda me ha llamado tanto la atención- Dijo en voz baja, acariciando de nuevo la suave tela roja. -El rojo siempre me ha recordado al fuego, a la fuerza que puede surgir de él... y también a la delicadeza que puede tener.-
Llevó la vista hacia Cohen y Peter, notando cómo ambos escuchaban con atención. A pesar de la incomodidad inicial que había sentido, ahora se sentía más tranquila. El misterio que envolvía a aquellos dos hombres la intrigaba, pero también había algo reconfortante en sus presencias. Aunque aún no conocía mucho sobre ellos, algo en su intuición le decía que no había peligro en esa tienda.
-Es curioso cómo los lugares más inesperados pueden revelarnos cosas sobre nosotros mismos...- Añadió, pensando en voz alta, mientras sus dedos seguían jugando con la prenda.
Seraphine se dejó llevar por la atmósfera tranquila de la tienda, sumida en sus pensamientos mientras sus dedos seguían acariciando la prenda roja. Sin embargo, una sensación extraña empezó a crecer en su interior, algo que no podía ignorar. Era sutil, pero inconfundible: una perturbación en el ambiente, como si el aire hubiera cambiado de textura, volviéndose más denso, cargado de una energía que reconocía demasiado bien.
Algo no está bien... pensó, levantando la mirada y observando a su alrededor. Aunque nada en la tienda parecía haber cambiado, su vínculo con el fuego la hacía sensible a las fluctuaciones de la energía a su alrededor. Era como si una presencia familiar, pero a la vez inquietante, estuviera acercándose.
Los dragones.
Aunque no podía verlos, los sentía. Su conexión con el fuego le permitía percibirlos de alguna manera, como una vibración en el aire, una advertencia silenciosa de que algo poderoso estaba cerca. No había visto dragones desde que dejó Dundarak, pero esa sensación era inconfundible, una mezcla de respeto y alerta que le recorría la piel.
La taza en sus manos empezó a enfriarse mientras su atención se desviaba completamente hacia el exterior de la tienda. Sus ojos, antes fijos en la prenda, ahora vagaban hacia las ventanas, aunque no podía ver nada. ¿Por qué están aquí? La inquietud creció en su interior. Los dragones no solían sobrevolar lugares como Nogserverk a menos que estuvieran buscando algo… o a alguien.
-Siento que algo está ocurriendo afuera...- murmuró, casi sin darse cuenta, mientras apartaba la taza y se incorporaba ligeramente en su asiento. Sus palabras no iban dirigidas a nadie en particular, pero la tensión en su voz era evidente. A pesar de la calidez de la tienda y la conversación tranquila, esa sensación no la dejaba en paz.
Los recuerdos de su entrenamiento con Nimue Aeralis, la caballero dragón que la había formado en el dominio del fuego, volvieron a su mente de forma fugaz. Su maestra siempre le decía que no debía ignorar esos impulsos. "El fuego dentro de ti siempre te advertirá de lo que está por venir", le repetía. Y aunque Seraphine había aprendido a controlar ese fuego, nunca había podido apagar por completo su vínculo con las criaturas que compartían su misma esencia.
Respiró hondo, intentando recuperar la calma mientras se dirigía a Luminicious, Cohen y Peter, pero su mente seguía enfocada en lo que sentía afuera.
-¿Alguno de ustedes siente algo… diferente?- preguntó, su tono aún amable pero con un matiz de preocupación. -El aire parece… cargado. No sabría explicarlo mejor.-
Tomó un momento para observar sus rostros, pero la incertidumbre seguía creciendo en su interior. A pesar de estar en un entorno que le era completamente ajeno, la presencia de los dragones en los alrededores la mantenía en alerta. No sabía si estaban allí por accidente o si su llegada tenía algún propósito más oscuro, pero no podía quedarse de brazos cruzados.
Se levantó lentamente, dejando la prenda roja sobre la mesa de exhibición con cuidado, y caminó hacia la ventana. Afuera, todo parecía en calma, pero algo dentro de ella seguía inquietándola. Sabía que no podían estar lejos.
-Algo no va bien...- susurró, casi para sí misma. No estaba segura de cómo los otros reaccionarían ante tal declaración, pero no podía guardarlo más.
Seraphine Valaryon
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Re: Entre Sombras y Acero [LIBRE][NOCHE]
La joven terminó aceptando la taza con la infusión de Luminicious ante la atenta mirada del vampiro. Finalmente, pasó a presentarse cómo Seraphine Valaryon. Cohen enseguida se preguntó si su apellido sería el de algún clan draconiano importante de la capital del Norte.
La verdad era que Cohen apenas había visitado aquella zona. Aquella era la segunda vez que acudía al Norte en sus cuatro años de existencia. La primera vez había sido la visita a las Minas del Cadalso, cuándo se había infiltrado en el grupo de Oneca. Aquella segunda ocasión esperaba que fuera mucho más pacífica.
Tras una nueva alusión a las prendas del local, la joven dragona, que apenas había formulado nada de ella misma, puso poner el foco en ellos. Ante la sugerencia de que ambos compartían una historia interesante, Cohen emitió una leve sonrisa, aunque notó cómo Peter se sonrojaba ligeramente.
―Somos amantes. Sí― pasó a confirmar el vampiro mientras llevó su mano derecha al pelo del humano, que comenzó a acariciar mientras seguían hablando―. Nos conocimos en una ciudad dónde estábamos predestinados a odiarnos, pero terminamos colaborando y de ahí a la lujuria… hubo sólo un paso.
Peter se limitó a mirarle y sonreírle brevemente. Su carácter, algo más tímido y reservado, le hacía más complicado manifestar en voz alta aquellas vivencias compartidas. Además, había nacido en un entorno en el que sus deseos hacia los hombres habían sido reprimidos. La clasista élite de Lunargenta esperaba de sus varones que se casaran con mujeres y tuvieran descendientes. En cambio, Peter había preferido ingresar en la Guardia antes de formar una familia y engañar a una esposa, haciéndole creer que era alguien distinto a quién era en realidad.
Luminicious sirvió una taza caliente a la joven, mientras asentía tras escuchar las palabras de Cohen.
―Cariño, si vieras lo que su romance ha provocado en la sociedad noble de Lunargenta… ¡Libros! ¡Se escribirán libros de esta historia de amor! ¡Estoy seguro!
Cuándo la joven mencionó Sacrestic Ville, Cohen sintió cómo su cuerpo se tensaba ligeramente durante un par de segundos. Aunque Seraphine no había dicho demasiado, parecía que encontraba Sacrestic Ville fascinante…
―¿Fascinante? Esa ciudad es un nido de ratas…
―¡Oye!
―Es la verdad, cariño… La visité tan sólo una vez y casi nos matan... ¡Nunca más!
Peter rió ante aquella situación y Cohen le dirigió una mirada irónica durante un par de segundos, antes de volver a dirigirse a la joven.
―La ciudad ha conocido tiempos mejores… Ahora mismo, estamos al borde de la guerra civil. Es un lugar peligroso… Sobre la alquimia, tengo mucho más que decir. Sólo se trata de mezclar algunas hierbas y aceites. Tengo un taller… La Flor Inerte. Está junto a la entrada del Jardín Botánico de Sacrestic Ville.
―Del que es también el propietario…
Cohen asintió, confirmando las palabras de Peter.
Cuándo la joven dragona comenzó a hablar del fuego, el vampiro sintió que era peligrosa y recordó enseguida su encuentro con Ingela. Cuándo esa joven dragona había intentado quemar las telas mágicas que había robado en Beltrexxus para la confección de las prendas que Luminicious tenía en aquel taller.
Los dragones de fuego le inspiraban cierto resquemor, pues los vampiros eran especialmente sensibles y vulnerables a ese elemento. Por lo que comenzó a observar a la joven con nuevos ojos. No era tan ingenua como podría aparentar. Debía tener cuidado con ella.
―Me recordó a la joven Ingela, cuándo intentamos impedir la boda de esos engendros. ¿Qué habrá sido de esos miserables?
En ese momento, Seraphine pareció tensarse y pronunció unas palabras preocupantes. Cohen miró desde su posición hacia la calle y a través de los cristales del local, no vio nada extraño o ajeno.
Pero la joven que había caminado hasta la entrada del local para ver de cerca por una de sus ventanas parecía pensar todo lo contrario.
Peter, que había liderado la Guardia humana de Sacrestic Ville durante dos años, se puso de pie enseguida, caminando hacia la posición de la chica.
―¿Ves algo fuera de lo normal? Yo no veo nada…
En el interior de la tienda, Luminicious se sentó junto al vampiro.
―Espero que no se vaya sin comprar… ―dijo el sastre, en voz muy baja, para que sólo Cohen le escuchara― No estoy teniendo demasiadas ventas. Temo arruinarme y verme obligado a volver a Lunargenta a atender a esas horribles mujeres.
―Seguro que te irá bien… Yo debería de comenzar a probarme alguna que otra cosa… ¿qué tienes para mí?
Mientras que el vampiro y el sastre continuaban hablando, Peter abrió la puerta de la tienda para salir al exterior de la noche.
Los vecinos de Nogserverk parecían continuar con aquellos festejos. Un grupo de personas, a unos metros a su izquierda, bebían en la entrada de una taberna. Por la calle, pasaban vecinos de la localidad y turistas. Algunos de ellos lanzaban pétalos de flores al suelo nevado. Intensos colores contrastaban con la escasa nieve del pavimento. En unos días, si no continuaba nevando, todo se convertiría en barro.
A unos metros de la tienda de lencería de Luminicious Champagne, Ignark custodiaba aquel objeto con el mayor de los cuidados.
El dragón de tierra llevaba tres días ocultos en aquel lugar. En la noche de su llegada, le habían informado de que los próximos días eran las celebraciones de Nogserverk y que numerosos turistas acudirían hasta allí. Pensó que aquello lo camuflaría y por aquella razón, había reservado una habitación discreta en el sótano de la taberna, lugar dónde normalmente se alojaba el dueño tras largas noches de trabajo.
Ignark sólo había subido a la planta baja de la taberna para comer y beber. Mientras que los gritos, juegos y voces transcurrían por la superficie, el hombre dragón se ocultaba allí mientras escuchaba la música y cánticos del lugar. Sólo una pequeña ventana que daba a la calle iluminaba la estancia y lo único que alcanzaba a ver eran las piernas de las personas que pasaban ante ella.
Había recuperado ese objeto sagrado de quiénes lo habían robado anteriormente, una peligrosa banda de mercenarios ladrones. La misión que había aceptado era encontrarlo y devolverlo a su propietario original.
Una esfera de color azul brillante que no podía tocarse, pues era bastante peligrosa. [1]
[1] Trama relacionada con otro objeto reconocido por Cohen, [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo], aunque esta esfera es de otro color y aún desconozco el poder que oculta.
La verdad era que Cohen apenas había visitado aquella zona. Aquella era la segunda vez que acudía al Norte en sus cuatro años de existencia. La primera vez había sido la visita a las Minas del Cadalso, cuándo se había infiltrado en el grupo de Oneca. Aquella segunda ocasión esperaba que fuera mucho más pacífica.
Tras una nueva alusión a las prendas del local, la joven dragona, que apenas había formulado nada de ella misma, puso poner el foco en ellos. Ante la sugerencia de que ambos compartían una historia interesante, Cohen emitió una leve sonrisa, aunque notó cómo Peter se sonrojaba ligeramente.
―Somos amantes. Sí― pasó a confirmar el vampiro mientras llevó su mano derecha al pelo del humano, que comenzó a acariciar mientras seguían hablando―. Nos conocimos en una ciudad dónde estábamos predestinados a odiarnos, pero terminamos colaborando y de ahí a la lujuria… hubo sólo un paso.
Peter se limitó a mirarle y sonreírle brevemente. Su carácter, algo más tímido y reservado, le hacía más complicado manifestar en voz alta aquellas vivencias compartidas. Además, había nacido en un entorno en el que sus deseos hacia los hombres habían sido reprimidos. La clasista élite de Lunargenta esperaba de sus varones que se casaran con mujeres y tuvieran descendientes. En cambio, Peter había preferido ingresar en la Guardia antes de formar una familia y engañar a una esposa, haciéndole creer que era alguien distinto a quién era en realidad.
Luminicious sirvió una taza caliente a la joven, mientras asentía tras escuchar las palabras de Cohen.
―Cariño, si vieras lo que su romance ha provocado en la sociedad noble de Lunargenta… ¡Libros! ¡Se escribirán libros de esta historia de amor! ¡Estoy seguro!
Cuándo la joven mencionó Sacrestic Ville, Cohen sintió cómo su cuerpo se tensaba ligeramente durante un par de segundos. Aunque Seraphine no había dicho demasiado, parecía que encontraba Sacrestic Ville fascinante…
―¿Fascinante? Esa ciudad es un nido de ratas…
―¡Oye!
―Es la verdad, cariño… La visité tan sólo una vez y casi nos matan... ¡Nunca más!
Peter rió ante aquella situación y Cohen le dirigió una mirada irónica durante un par de segundos, antes de volver a dirigirse a la joven.
―La ciudad ha conocido tiempos mejores… Ahora mismo, estamos al borde de la guerra civil. Es un lugar peligroso… Sobre la alquimia, tengo mucho más que decir. Sólo se trata de mezclar algunas hierbas y aceites. Tengo un taller… La Flor Inerte. Está junto a la entrada del Jardín Botánico de Sacrestic Ville.
―Del que es también el propietario…
Cohen asintió, confirmando las palabras de Peter.
Cuándo la joven dragona comenzó a hablar del fuego, el vampiro sintió que era peligrosa y recordó enseguida su encuentro con Ingela. Cuándo esa joven dragona había intentado quemar las telas mágicas que había robado en Beltrexxus para la confección de las prendas que Luminicious tenía en aquel taller.
Los dragones de fuego le inspiraban cierto resquemor, pues los vampiros eran especialmente sensibles y vulnerables a ese elemento. Por lo que comenzó a observar a la joven con nuevos ojos. No era tan ingenua como podría aparentar. Debía tener cuidado con ella.
―Me recordó a la joven Ingela, cuándo intentamos impedir la boda de esos engendros. ¿Qué habrá sido de esos miserables?
En ese momento, Seraphine pareció tensarse y pronunció unas palabras preocupantes. Cohen miró desde su posición hacia la calle y a través de los cristales del local, no vio nada extraño o ajeno.
Pero la joven que había caminado hasta la entrada del local para ver de cerca por una de sus ventanas parecía pensar todo lo contrario.
Peter, que había liderado la Guardia humana de Sacrestic Ville durante dos años, se puso de pie enseguida, caminando hacia la posición de la chica.
―¿Ves algo fuera de lo normal? Yo no veo nada…
En el interior de la tienda, Luminicious se sentó junto al vampiro.
―Espero que no se vaya sin comprar… ―dijo el sastre, en voz muy baja, para que sólo Cohen le escuchara― No estoy teniendo demasiadas ventas. Temo arruinarme y verme obligado a volver a Lunargenta a atender a esas horribles mujeres.
―Seguro que te irá bien… Yo debería de comenzar a probarme alguna que otra cosa… ¿qué tienes para mí?
Mientras que el vampiro y el sastre continuaban hablando, Peter abrió la puerta de la tienda para salir al exterior de la noche.
Los vecinos de Nogserverk parecían continuar con aquellos festejos. Un grupo de personas, a unos metros a su izquierda, bebían en la entrada de una taberna. Por la calle, pasaban vecinos de la localidad y turistas. Algunos de ellos lanzaban pétalos de flores al suelo nevado. Intensos colores contrastaban con la escasa nieve del pavimento. En unos días, si no continuaba nevando, todo se convertiría en barro.
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A unos metros de la tienda de lencería de Luminicious Champagne, Ignark custodiaba aquel objeto con el mayor de los cuidados.
El dragón de tierra llevaba tres días ocultos en aquel lugar. En la noche de su llegada, le habían informado de que los próximos días eran las celebraciones de Nogserverk y que numerosos turistas acudirían hasta allí. Pensó que aquello lo camuflaría y por aquella razón, había reservado una habitación discreta en el sótano de la taberna, lugar dónde normalmente se alojaba el dueño tras largas noches de trabajo.
Ignark sólo había subido a la planta baja de la taberna para comer y beber. Mientras que los gritos, juegos y voces transcurrían por la superficie, el hombre dragón se ocultaba allí mientras escuchaba la música y cánticos del lugar. Sólo una pequeña ventana que daba a la calle iluminaba la estancia y lo único que alcanzaba a ver eran las piernas de las personas que pasaban ante ella.
Había recuperado ese objeto sagrado de quiénes lo habían robado anteriormente, una peligrosa banda de mercenarios ladrones. La misión que había aceptado era encontrarlo y devolverlo a su propietario original.
Una esfera de color azul brillante que no podía tocarse, pues era bastante peligrosa. [1]
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[1] Trama relacionada con otro objeto reconocido por Cohen, [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo], aunque esta esfera es de otro color y aún desconozco el poder que oculta.
Cohen
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Re: Entre Sombras y Acero [LIBRE][NOCHE]
Seraphine se mantenía aún cerca del escaparate, observando con curiosidad la interacción entre Cohen y Peter. La manera en que Cohen deslizaba su mano por el cabello de Peter y la sonrisa tímida de este último la hicieron sentir una extraña calidez en el pecho. La forma en que se miraban, como si compartieran un mundo solo para ellos, le provocaba una mezcla de admiración y un ligero anhelo.
Pese a su juventud, Seraphine nunca había experimentado ese tipo de intimidad. A lo largo de su vida, había visto parejas en los festivales de los pueblos que había visitado, compartiendo risas y dulces en los mercados, pero nunca se había sentido parte de ese mundo. Aunque siempre había tenido amigos de la infancia, las conexiones profundas y románticas parecían ser una experiencia ajena a su realidad. Quizás no estoy hecha para eso, pensó mientras sus ojos se suavizaban, perdiéndose por un momento en las palabras del vampiro.
Seraphine se preguntaba cómo sería sentir algo tan profundo y reconfortante. Había dedicado tanto tiempo a perfeccionar sus habilidades con la cimitarra y a buscar un equilibrio interno que, a menudo, se olvidaba de que su corazón también podía desear algo más. -Es... curioso ver cómo se complementan tan bien. La forma en la que os miráis, el afecto que os tenéis...- comentó, su voz suave pero cargada de una mezcla de admiración y curiosidad.
Mientras Cohen explicaba cómo se conocieron, Seraphine se sintió cautivada por la historia. Su rostro iluminado y su tono animado la transportaron a un mundo donde el amor y la complicidad superaban todas las adversidades. -Así que, ¿un amor que floreció en un lugar lleno de enemistades? Eso suena a una historia de superación y coraje.- Ella misma había tenido que lidiar con su propio viaje, aunque no fuera tan romántico. La historia de amor que compartían parecía casi sacada de una novela, llena de contradicciones que, al final, los había unido.
Pero había algo más profundo en el anhelo que sentía. La noción de amor, de conexión emocional, era algo que ella había escuchado en las historias de Nimue, pero no lo había vivido. Las noches en que su maestra le contaba relatos, las aventuras de antiguos guerreros y sus amores perdidos, resonaban en su mente. Quizá no todo está destinado a ser guerra y soledad, pensó. La lucha era una parte de su vida, pero también había espacio para la belleza.
En ese momento, Seraphine sintió un ligero sonrojo en sus mejillas al pensar en lo que podría ser un vínculo así, tan fuerte y significativo. -No puedo evitar preguntarme cómo sería encontrar a alguien con quien compartir mis sueños, mis miedos. Alguien que entienda lo que significa cargar con una herencia tan pesada.- Mientras hablaba, sus ojos se deslizaban entre Cohen y Peter, quienes parecían estar sumidos en su propio mundo. A medida que sus corazones se abrían uno al otro, Seraphine sintió que la calidez que emanaba de ellos la envolvía, aunque aún no entendía del todo lo que significaba.
Finalmente, su mente se desvió hacia su propia vida. Aunque había estado entrenándose y preparándose para enfrentar cualquier adversidad, la soledad le dejaba un vacío que aún no sabía cómo llenar. Cada día era una batalla, pero la conexión entre Cohen y Peter le hizo preguntarse si tal vez habría espacio en su vida para algo más. Su mirada se alzó, reflejando una mezcla de esperanza y un atisbo de tristeza. -A veces me pregunto si este viaje solitario valdrá la pena, si algún día encontraré un camino que me lleve a algo más que a la lucha.-
Con la mente aún sumida en sus pensamientos sobre el amor, Seraphine dio un paso atrás del escaparate, sintiendo el frío aire nocturno contrastar con la calidez que emanaban Cohen y Peter. No podía evitar recordar sus visitas a Sacrestic Ville; aunque la mayoría de los relatos que había escuchado sobre la ciudad eran sombríos, para ella había sido un lugar de descubrimiento. Quizás su visión no sea tan negativa... reflexionó, mientras sus pensamientos comenzaban a entrelazarse con los recuerdos de su infancia.
La primera vez que había estado en Sacrestic Ville, había sido un viaje breve, pero suficiente para dejar una impresión duradera. Las calles estaban llenas de vida y movimiento; las risas de la gente resonaban en el aire, y los colores de las tiendas y los mercaderes le parecían un festín visual. -No era tan diferente de aquí, ¿verdad? Hay tanto que se pierde cuando sólo se ve lo negativo...- murmuró, recordando el bullicio de la ciudad, donde las historias de la gente, aunque a menudo difíciles, estaban impregnadas de esperanza.
Con un suspiro, su mente evocó las historias que Nimue le había narrado sobre las antiguas guerras, aquellas que habían marcado el destino de su pueblo. Las descripciones de batallas épicas, de luchas entre seres poderosos y sus devastadoras consecuencias habían dejado una huella en su corazón. Seraphine recordó cómo Nimue había hablado de esas criaturas majestuosas que volaban en el cielo, cómo su poder era tanto una bendición como una maldición. -Nimue solía decir que cuando esos seres descendían sobre la tierra, el viento mismo parecía temblar de miedo.-
La idea de que tales seres estuvieran ahora sobrevolando Nogserverk la hizo sentir una punzada de inquietud. Había algo en el aire, un cambio sutil que sólo aquellos que estaban en sintonía con su entorno podían notar. -Es extraño...- susurró para sí misma, mientras sus ojos se movían por el espacio entre las sombras, buscando alguna señal de lo que estaba por venir. Quizás las historias de Nimue no eran solo relatos de un pasado distante, sino advertencias de lo que podría ocurrir si no se prestaba atención.
Se mantuvo bajo el marco de la puerta de la tienda, mirando hacia el interior mientras las luces del local brillaban cálidamente. -Los cielos pueden ser engañosos. Lo que parece bello puede esconder un peligro inminente. Y cuando los seres más poderosos se reúnen, el equilibrio de todo lo que conocemos puede cambiar en un instante.- Un escalofrío recorrió su espalda al pensar en las consecuencias de esos encuentros. Nimue, mi maestar, siempre hablaba de cómo el poder puede consumir a quienes no están preparados.
Seraphine se estremeció al recordar las noches en que su maestra compartía historias de antiguos conflictos. Historias de traiciones y alianzas, de sacrificios y valentías. -La guerra nunca es solo un conflicto físico. Es un choque de voluntades, un enfrentamiento entre ideales. Lo que se vive en la batalla se siente mucho tiempo después, en los corazones de aquellos que quedan.- En ese instante, comprendió que la historia no sólo era importante por sus lecciones, sino por el peso emocional que llevaba consigo. Y a pesar de que sus propias experiencias no estaban tan llenas de guerras, su alma también había sentido la carga de sus elecciones.
Al volver su atención hacia la tienda, Seraphine sintió una determinación renovada. -Quizás no pueda cambiar lo que vendrá, pero puedo prepararme para enfrentar cualquier desafío.- Con ese pensamiento en mente, volvió a entrar en la tienda, cerrando la puerta detrás de sí. La calidez del lugar la envolvió, y, aunque sus pensamientos seguían enredados, algo en su interior había comenzado a despejarse.
Su mirada se centró en el vestido rojo que había capturado su atención anteriormente. -Luminicious, ¿tendrás ese vestido listo para mí? Me gusta que este tipo de prendas se ciñan al cuerpo. Quiero sentir que reflejan quién soy.- En su voz había una mezcla de resolución y una leve chispa de emoción, podría ser la última vez que tenía un momento de normalidad ante lo que podía avecinarse.
Seraphine tomó aire, tratando de calmar su corazón que latía con fuerza en su pecho. El vestíbulo de la tienda, lleno de colores y aromas, parecía distante mientras su mente se concentraba en la inquietante sensación que la envolvía. Con un ligero temblor en sus manos, se volvió hacia Cohen y Peter, su mirada llena de seriedad. -Cohen, Peter… hay algo que necesito compartir con ustedes.- Su voz era un susurro cargado de tensión.
A medida que hablaba, su conexión con el fuego se intensificó, y su percepción del mundo a su alrededor se agudizó. -He notado la presencia de cuatro dragones cerca de aquí.- Al pronunciar esas palabras, sintió una mezcla de miedo y responsabilidad. -Gracias a mi conexión con el fuego, puedo sentir el calor corporal de cada ser viviente que está a cierta distancia. Es como un eco que se despliega en el aire.-
Hizo una pausa, sus ojos se dirigieron hacia Cohen, y sintió que el ambiente se volvía más denso. -En tu caso, Cohen… tú eres invisible para mí. No puedo percibir tu calor de la misma manera. Es como si… estuvieras fuera de la ecuación. Pero los demás… son diferentes.- Su voz se entrelazaba con la tensión que sentía, y la preocupación se reflejaba en su rostro.
Los recuerdos de las advertencias de Nimue resonaban en su mente. -Nimue siempre decía que cuando los grandes seres se reúnen, es una señal de que algo importante está por suceder. Y hay algo en el ambiente que perturba la calma de este lugar. Una sensación de que la tensión puede romperse en cualquier momento.- Su mirada se desvió hacia la ventana, donde la luz de la calle iluminaba brevemente la nevada. Es posible que no se trate solo de mí...
Con un gesto de manos que reflejaba su inquietud, continuó hablando, tratando de encontrar las palabras adecuadas. -No quiero que esto cause pánico, pero hay que estar preparados. No sé por qué están aquí o qué buscan. Pero si esos seres están en la zona, podría significar que algo mucho más grande está a punto de desatarse.-
Sus ojos se posaron nuevamente en los rostros de Cohen y Peter, buscando en sus expresiones la comprensión de la gravedad de la situación. -Es posible que estén buscando algo, o tal vez simplemente se encuentran aquí por capricho. Pero la última vez que vi algo así, en las historias de Nimue, no terminó bien.-
Seraphine tomó un momento para respirar, sintiendo cómo el aire se volvía más pesado a su alrededor. La luz en la tienda pareció tambalear, como si el mismo espacio respondiera a la presión inminente. -Debemos quedarnos alerta y considerar nuestros movimientos. No quiero que esto termine en caos.- La tensión en su voz era palpable, pero había una determinación subyacente. -Lo que suceda aquí nos afectará a todos. Hay que estar listos para cualquier cosa que pueda venir.-
Después de hablar, Seraphine se quedó en silencio un momento, permitiendo que sus palabras se asentarán. Sabía que el tiempo se estaba acabando, y que lo que vendría podría cambiar el curso de todo. Con la mente aún en el futuro incierto, buscó la conexión entre ellos, esperando que la unión de sus fuerzas pudiese ser suficiente para enfrentar lo que estaba por llegar.
Pese a su juventud, Seraphine nunca había experimentado ese tipo de intimidad. A lo largo de su vida, había visto parejas en los festivales de los pueblos que había visitado, compartiendo risas y dulces en los mercados, pero nunca se había sentido parte de ese mundo. Aunque siempre había tenido amigos de la infancia, las conexiones profundas y románticas parecían ser una experiencia ajena a su realidad. Quizás no estoy hecha para eso, pensó mientras sus ojos se suavizaban, perdiéndose por un momento en las palabras del vampiro.
Seraphine se preguntaba cómo sería sentir algo tan profundo y reconfortante. Había dedicado tanto tiempo a perfeccionar sus habilidades con la cimitarra y a buscar un equilibrio interno que, a menudo, se olvidaba de que su corazón también podía desear algo más. -Es... curioso ver cómo se complementan tan bien. La forma en la que os miráis, el afecto que os tenéis...- comentó, su voz suave pero cargada de una mezcla de admiración y curiosidad.
Mientras Cohen explicaba cómo se conocieron, Seraphine se sintió cautivada por la historia. Su rostro iluminado y su tono animado la transportaron a un mundo donde el amor y la complicidad superaban todas las adversidades. -Así que, ¿un amor que floreció en un lugar lleno de enemistades? Eso suena a una historia de superación y coraje.- Ella misma había tenido que lidiar con su propio viaje, aunque no fuera tan romántico. La historia de amor que compartían parecía casi sacada de una novela, llena de contradicciones que, al final, los había unido.
Pero había algo más profundo en el anhelo que sentía. La noción de amor, de conexión emocional, era algo que ella había escuchado en las historias de Nimue, pero no lo había vivido. Las noches en que su maestra le contaba relatos, las aventuras de antiguos guerreros y sus amores perdidos, resonaban en su mente. Quizá no todo está destinado a ser guerra y soledad, pensó. La lucha era una parte de su vida, pero también había espacio para la belleza.
En ese momento, Seraphine sintió un ligero sonrojo en sus mejillas al pensar en lo que podría ser un vínculo así, tan fuerte y significativo. -No puedo evitar preguntarme cómo sería encontrar a alguien con quien compartir mis sueños, mis miedos. Alguien que entienda lo que significa cargar con una herencia tan pesada.- Mientras hablaba, sus ojos se deslizaban entre Cohen y Peter, quienes parecían estar sumidos en su propio mundo. A medida que sus corazones se abrían uno al otro, Seraphine sintió que la calidez que emanaba de ellos la envolvía, aunque aún no entendía del todo lo que significaba.
Finalmente, su mente se desvió hacia su propia vida. Aunque había estado entrenándose y preparándose para enfrentar cualquier adversidad, la soledad le dejaba un vacío que aún no sabía cómo llenar. Cada día era una batalla, pero la conexión entre Cohen y Peter le hizo preguntarse si tal vez habría espacio en su vida para algo más. Su mirada se alzó, reflejando una mezcla de esperanza y un atisbo de tristeza. -A veces me pregunto si este viaje solitario valdrá la pena, si algún día encontraré un camino que me lleve a algo más que a la lucha.-
Con la mente aún sumida en sus pensamientos sobre el amor, Seraphine dio un paso atrás del escaparate, sintiendo el frío aire nocturno contrastar con la calidez que emanaban Cohen y Peter. No podía evitar recordar sus visitas a Sacrestic Ville; aunque la mayoría de los relatos que había escuchado sobre la ciudad eran sombríos, para ella había sido un lugar de descubrimiento. Quizás su visión no sea tan negativa... reflexionó, mientras sus pensamientos comenzaban a entrelazarse con los recuerdos de su infancia.
La primera vez que había estado en Sacrestic Ville, había sido un viaje breve, pero suficiente para dejar una impresión duradera. Las calles estaban llenas de vida y movimiento; las risas de la gente resonaban en el aire, y los colores de las tiendas y los mercaderes le parecían un festín visual. -No era tan diferente de aquí, ¿verdad? Hay tanto que se pierde cuando sólo se ve lo negativo...- murmuró, recordando el bullicio de la ciudad, donde las historias de la gente, aunque a menudo difíciles, estaban impregnadas de esperanza.
Con un suspiro, su mente evocó las historias que Nimue le había narrado sobre las antiguas guerras, aquellas que habían marcado el destino de su pueblo. Las descripciones de batallas épicas, de luchas entre seres poderosos y sus devastadoras consecuencias habían dejado una huella en su corazón. Seraphine recordó cómo Nimue había hablado de esas criaturas majestuosas que volaban en el cielo, cómo su poder era tanto una bendición como una maldición. -Nimue solía decir que cuando esos seres descendían sobre la tierra, el viento mismo parecía temblar de miedo.-
La idea de que tales seres estuvieran ahora sobrevolando Nogserverk la hizo sentir una punzada de inquietud. Había algo en el aire, un cambio sutil que sólo aquellos que estaban en sintonía con su entorno podían notar. -Es extraño...- susurró para sí misma, mientras sus ojos se movían por el espacio entre las sombras, buscando alguna señal de lo que estaba por venir. Quizás las historias de Nimue no eran solo relatos de un pasado distante, sino advertencias de lo que podría ocurrir si no se prestaba atención.
Se mantuvo bajo el marco de la puerta de la tienda, mirando hacia el interior mientras las luces del local brillaban cálidamente. -Los cielos pueden ser engañosos. Lo que parece bello puede esconder un peligro inminente. Y cuando los seres más poderosos se reúnen, el equilibrio de todo lo que conocemos puede cambiar en un instante.- Un escalofrío recorrió su espalda al pensar en las consecuencias de esos encuentros. Nimue, mi maestar, siempre hablaba de cómo el poder puede consumir a quienes no están preparados.
Seraphine se estremeció al recordar las noches en que su maestra compartía historias de antiguos conflictos. Historias de traiciones y alianzas, de sacrificios y valentías. -La guerra nunca es solo un conflicto físico. Es un choque de voluntades, un enfrentamiento entre ideales. Lo que se vive en la batalla se siente mucho tiempo después, en los corazones de aquellos que quedan.- En ese instante, comprendió que la historia no sólo era importante por sus lecciones, sino por el peso emocional que llevaba consigo. Y a pesar de que sus propias experiencias no estaban tan llenas de guerras, su alma también había sentido la carga de sus elecciones.
Al volver su atención hacia la tienda, Seraphine sintió una determinación renovada. -Quizás no pueda cambiar lo que vendrá, pero puedo prepararme para enfrentar cualquier desafío.- Con ese pensamiento en mente, volvió a entrar en la tienda, cerrando la puerta detrás de sí. La calidez del lugar la envolvió, y, aunque sus pensamientos seguían enredados, algo en su interior había comenzado a despejarse.
Su mirada se centró en el vestido rojo que había capturado su atención anteriormente. -Luminicious, ¿tendrás ese vestido listo para mí? Me gusta que este tipo de prendas se ciñan al cuerpo. Quiero sentir que reflejan quién soy.- En su voz había una mezcla de resolución y una leve chispa de emoción, podría ser la última vez que tenía un momento de normalidad ante lo que podía avecinarse.
Seraphine tomó aire, tratando de calmar su corazón que latía con fuerza en su pecho. El vestíbulo de la tienda, lleno de colores y aromas, parecía distante mientras su mente se concentraba en la inquietante sensación que la envolvía. Con un ligero temblor en sus manos, se volvió hacia Cohen y Peter, su mirada llena de seriedad. -Cohen, Peter… hay algo que necesito compartir con ustedes.- Su voz era un susurro cargado de tensión.
A medida que hablaba, su conexión con el fuego se intensificó, y su percepción del mundo a su alrededor se agudizó. -He notado la presencia de cuatro dragones cerca de aquí.- Al pronunciar esas palabras, sintió una mezcla de miedo y responsabilidad. -Gracias a mi conexión con el fuego, puedo sentir el calor corporal de cada ser viviente que está a cierta distancia. Es como un eco que se despliega en el aire.-
Hizo una pausa, sus ojos se dirigieron hacia Cohen, y sintió que el ambiente se volvía más denso. -En tu caso, Cohen… tú eres invisible para mí. No puedo percibir tu calor de la misma manera. Es como si… estuvieras fuera de la ecuación. Pero los demás… son diferentes.- Su voz se entrelazaba con la tensión que sentía, y la preocupación se reflejaba en su rostro.
Los recuerdos de las advertencias de Nimue resonaban en su mente. -Nimue siempre decía que cuando los grandes seres se reúnen, es una señal de que algo importante está por suceder. Y hay algo en el ambiente que perturba la calma de este lugar. Una sensación de que la tensión puede romperse en cualquier momento.- Su mirada se desvió hacia la ventana, donde la luz de la calle iluminaba brevemente la nevada. Es posible que no se trate solo de mí...
Con un gesto de manos que reflejaba su inquietud, continuó hablando, tratando de encontrar las palabras adecuadas. -No quiero que esto cause pánico, pero hay que estar preparados. No sé por qué están aquí o qué buscan. Pero si esos seres están en la zona, podría significar que algo mucho más grande está a punto de desatarse.-
Sus ojos se posaron nuevamente en los rostros de Cohen y Peter, buscando en sus expresiones la comprensión de la gravedad de la situación. -Es posible que estén buscando algo, o tal vez simplemente se encuentran aquí por capricho. Pero la última vez que vi algo así, en las historias de Nimue, no terminó bien.-
Seraphine tomó un momento para respirar, sintiendo cómo el aire se volvía más pesado a su alrededor. La luz en la tienda pareció tambalear, como si el mismo espacio respondiera a la presión inminente. -Debemos quedarnos alerta y considerar nuestros movimientos. No quiero que esto termine en caos.- La tensión en su voz era palpable, pero había una determinación subyacente. -Lo que suceda aquí nos afectará a todos. Hay que estar listos para cualquier cosa que pueda venir.-
Después de hablar, Seraphine se quedó en silencio un momento, permitiendo que sus palabras se asentarán. Sabía que el tiempo se estaba acabando, y que lo que vendría podría cambiar el curso de todo. Con la mente aún en el futuro incierto, buscó la conexión entre ellos, esperando que la unión de sus fuerzas pudiese ser suficiente para enfrentar lo que estaba por llegar.
Seraphine Valaryon
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