La última gota. [Privado] [Cerrado]
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La última gota. [Privado] [Cerrado]
Un carruaje avanzaba a buen ritmo por el camino entre Lunargenta y Roilkat, tirado por dos magníficos caballos de pura sangre. No había duda alguna: pertenecía a una familia noble. Era lo suficientemente grande como para ser parte de una caravana de comercio, pero los adornos y el pulido material era una forma de decir "Mirad, somos ricos".
Tal arrogancia les serviría en la ciudad, pero los caminos están llenos de peligros, y esas presuntuosas exhibiciones de dinero no protegían contra garras, espadas o flechas.
Claro que, esos ataques solo ocurrían en historias de plebeyos, para asustar a los incautos. Aquella era la magnífica familia Windorm, y no se acobardarían ante nadie. El padre, la cabeza de familia, había servido ante el ejercito de Lunargenta como oficial. No le faltaba experiencia militar. Y por ello, su esposa y su hijo mayor se sentían seguros. No tardarían en aprender que "sentirse" seguro y "estar" seguro son cosas completamente distintas.
La tierra tembló. Un muro de piedra y arcilla surgió en medio del camino, bloqueando el paso. Por fortuna, los caballos habían tenido el tiempo suficiente para frenar, aunque el susto casi hizo que derribasen el carruaje. ¿Que demonios había pasado?
Una figura se acercó a la puerta del carruaje y aporreó la puerta.
-Quedaos aquí.- ordenó el señor de los Windorm, saliendo del vehículo. Lo primero que vio fue un brillo plateado, reflejando el sol sobre los ojos del noble. Una espada, marcada con dibujos arcanos. Y al otro extremo, un hombre perro, esbozando una sonrisa arrogante.
-Te dejaré adivinar. ¿La bolsa, o...?-
-Miserable... ¡he enviado a ratas como tu a la horca!- gritó, indignado.
-No, no, la respuesta era "la vida".- dije, chasqueando la lengua. -Se nota que no estás acostumbrado...-
-Vete al infierno. De hecho, yo mismo te mandaré allí, bastardo.- escupió, llevando la mano a su espada. No llegó a desenfundarla. Un chasquido vibró en los oidos de todos, y un virote se clavó en el hombro del noble, que cayó al suelo por la fuerza del impacto.-
-¿Qué... qué...?- farfulló, intentando levantarse. No lo logró. Sus piernas le temblaban, y cayó al suelo inútilmente.
-Veneno paralizante. No sabes lo práctico que es.- sonreí, poniéndome en cuclillas delante del noble. -¡Buen tiro, Syl! Justo en el hombro, totalmente limpio. Bueno, salvo por la sangre.-
Desenfundé la espada del hombre. Una ropera, por supuesto.
-Sabes, la gente como tu no debería ir paseándose con una espada si no la puedes usar de verdad. Esta cosa se rompería con nada...- musité. -Pero está en buen estado, y seguro que tiene buen precio. No te preocupes, le daremos mejor uso que tu.- Alcé mi brazo e hice un gesto al aire, indicando al resto del grupo que se acercasen.
Un par de hombres salieron de su escondite, uno a cada lado del camino. El más cercano era relativamente joven: tenía pelo corto y barba de color azabache, ropa ligera de viaje, y una lanza sobre la que parecía apoyar parte de su peso. Una vez se acercó, le tendí la espada ropera. -Dann. Llévala por ahora, al menos. Si te gusta, podrías quedártela, incluso...-
-Voy bien con mi lanza, gracias...- dijo en voz baja. -Además, tu mismo has dicho que no es buena para viajes largos...-
El otro hombre, Irirgo Raimond, era bastante más mayor. Era rubio y tenía unas notables entradas. Su rostro estaba cubierto de distintas cicatrices, e incluso lo que parecía una marca hecha con hierro ardiente. Sin embargo, no parecía ir armado, a pesar de su armadura: llevaba una cota de mallas, y cuero reforzado con acero en distintas secciones de su atuendo.
-¿...padre?- El hijo de aquel noble salió del carruaje, inseguro.
-Quédate... dentro...- ordenó con dificultad. Su boca estaba parcialmente dormida, después de todo.
El chico me miró como si hubiese visto un fantasma. Esbocé la misma sonrisa autocomplaciente que le había dedicado a su padre, y cerró la puerta, gritándole órdenes a su cochero inutilmente. El rostro del sirviente era la expresión de puro terror. Su mirada estaba clavada en el muro de piedra sobre el que ahora estaba sentado un hombre gato de pelaje claro, apuntándoles con una ballesta. El felino saludó con la mano e incluso guiñó un ojo, pero los humanos no respondieron.
-Así que... ¿tu dinero, o la vida de toda tu familia (y además, tu dinero)? Piénsalo. Hay una opción correcta. No es muy difícil.-
-El... baúl rojo... en el suelo del carruaje...-
Sonreí, abriendo la puerta. Ignoré a la temblorosa mujer, a pesar de lo cómico que resultaba (¡parecía un hamster hiperactivo!) y saqué el pequeño baúl rojo.
-¡Uf! Es más pesado de lo que parece.- sonreí. -¿Y la llave? Preferiría no tener que romper las bisagras... oh, ya la veo.- dije, acercando mi garra al cuello del noble. Arranqué el fino colgante que llevaba y abrí el cofre.
-...no está mal.- dijo Irirgo. -Pero me pregunto donde esconde el resto.-
-Bueno, si no nos lo dice, solo hay una manera de averiguarlo...-
-O está realmente asustado, o cree que somos idiotas...- señaló Dann.
-Irirgo. Saca a su hijo, ¿quieres?- dije en voz alta.
Tal arrogancia les serviría en la ciudad, pero los caminos están llenos de peligros, y esas presuntuosas exhibiciones de dinero no protegían contra garras, espadas o flechas.
Claro que, esos ataques solo ocurrían en historias de plebeyos, para asustar a los incautos. Aquella era la magnífica familia Windorm, y no se acobardarían ante nadie. El padre, la cabeza de familia, había servido ante el ejercito de Lunargenta como oficial. No le faltaba experiencia militar. Y por ello, su esposa y su hijo mayor se sentían seguros. No tardarían en aprender que "sentirse" seguro y "estar" seguro son cosas completamente distintas.
La tierra tembló. Un muro de piedra y arcilla surgió en medio del camino, bloqueando el paso. Por fortuna, los caballos habían tenido el tiempo suficiente para frenar, aunque el susto casi hizo que derribasen el carruaje. ¿Que demonios había pasado?
Una figura se acercó a la puerta del carruaje y aporreó la puerta.
-Quedaos aquí.- ordenó el señor de los Windorm, saliendo del vehículo. Lo primero que vio fue un brillo plateado, reflejando el sol sobre los ojos del noble. Una espada, marcada con dibujos arcanos. Y al otro extremo, un hombre perro, esbozando una sonrisa arrogante.
-Te dejaré adivinar. ¿La bolsa, o...?-
-Miserable... ¡he enviado a ratas como tu a la horca!- gritó, indignado.
-No, no, la respuesta era "la vida".- dije, chasqueando la lengua. -Se nota que no estás acostumbrado...-
-Vete al infierno. De hecho, yo mismo te mandaré allí, bastardo.- escupió, llevando la mano a su espada. No llegó a desenfundarla. Un chasquido vibró en los oidos de todos, y un virote se clavó en el hombro del noble, que cayó al suelo por la fuerza del impacto.-
-¿Qué... qué...?- farfulló, intentando levantarse. No lo logró. Sus piernas le temblaban, y cayó al suelo inútilmente.
-Veneno paralizante. No sabes lo práctico que es.- sonreí, poniéndome en cuclillas delante del noble. -¡Buen tiro, Syl! Justo en el hombro, totalmente limpio. Bueno, salvo por la sangre.-
Desenfundé la espada del hombre. Una ropera, por supuesto.
-Sabes, la gente como tu no debería ir paseándose con una espada si no la puedes usar de verdad. Esta cosa se rompería con nada...- musité. -Pero está en buen estado, y seguro que tiene buen precio. No te preocupes, le daremos mejor uso que tu.- Alcé mi brazo e hice un gesto al aire, indicando al resto del grupo que se acercasen.
Un par de hombres salieron de su escondite, uno a cada lado del camino. El más cercano era relativamente joven: tenía pelo corto y barba de color azabache, ropa ligera de viaje, y una lanza sobre la que parecía apoyar parte de su peso. Una vez se acercó, le tendí la espada ropera. -Dann. Llévala por ahora, al menos. Si te gusta, podrías quedártela, incluso...-
- Dannos Raoulet:
-Voy bien con mi lanza, gracias...- dijo en voz baja. -Además, tu mismo has dicho que no es buena para viajes largos...-
El otro hombre, Irirgo Raimond, era bastante más mayor. Era rubio y tenía unas notables entradas. Su rostro estaba cubierto de distintas cicatrices, e incluso lo que parecía una marca hecha con hierro ardiente. Sin embargo, no parecía ir armado, a pesar de su armadura: llevaba una cota de mallas, y cuero reforzado con acero en distintas secciones de su atuendo.
- Irirgo Raimond:
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-¿...padre?- El hijo de aquel noble salió del carruaje, inseguro.
-Quédate... dentro...- ordenó con dificultad. Su boca estaba parcialmente dormida, después de todo.
El chico me miró como si hubiese visto un fantasma. Esbocé la misma sonrisa autocomplaciente que le había dedicado a su padre, y cerró la puerta, gritándole órdenes a su cochero inutilmente. El rostro del sirviente era la expresión de puro terror. Su mirada estaba clavada en el muro de piedra sobre el que ahora estaba sentado un hombre gato de pelaje claro, apuntándoles con una ballesta. El felino saludó con la mano e incluso guiñó un ojo, pero los humanos no respondieron.
- Syl:
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-Así que... ¿tu dinero, o la vida de toda tu familia (y además, tu dinero)? Piénsalo. Hay una opción correcta. No es muy difícil.-
-El... baúl rojo... en el suelo del carruaje...-
Sonreí, abriendo la puerta. Ignoré a la temblorosa mujer, a pesar de lo cómico que resultaba (¡parecía un hamster hiperactivo!) y saqué el pequeño baúl rojo.
-¡Uf! Es más pesado de lo que parece.- sonreí. -¿Y la llave? Preferiría no tener que romper las bisagras... oh, ya la veo.- dije, acercando mi garra al cuello del noble. Arranqué el fino colgante que llevaba y abrí el cofre.
-...no está mal.- dijo Irirgo. -Pero me pregunto donde esconde el resto.-
-Bueno, si no nos lo dice, solo hay una manera de averiguarlo...-
-O está realmente asustado, o cree que somos idiotas...- señaló Dann.
-Irirgo. Saca a su hijo, ¿quieres?- dije en voz alta.
Última edición por Asher el Lun Jun 26 2017, 20:31, editado 1 vez
Asher Daregan
Aerandiano de honor
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Re: La última gota. [Privado] [Cerrado]
Los caminos eran peligrosos, él lo sabía, los aldeanos con los que se encontraba lo sabían, en realidad, cualquiera con dos dedos de frente lo sabía. Bandidos, mercenarios, ladrones… daba igual la denominación exacta, si tenía nombre y se dedicaba a vivir a costa del trabajo de los demás, te lo encontrabas en aquellas tierras.
El ejemplo perfecto de ello era el lugar desde el cual había partido, hacía ya varios días que había dejado atrás aquella pequeña aldea en dónde unos mercenarios habían raptado a un cuantioso número de personas y seguía sintiéndose incomodo, tenía mucho de lo que pensar.
- …Espero que estén bien – Susurró girándose sobre sí mismo, mirando el camino desde el cual venia, no estaba muy seguro si todo iría bien después de lo sucedido, pero podía admitir que, como mínimo, había ayudado un poco.
Suspiró y tras encogerse de hombros, siguió caminando, no tenía realmente rumbo, ni tampoco caballo con el que recorrerlo, había dejado a Mohr en la hacienda de Roilkat, con los refugiados, el animal ya había tenido aventuras suficientes para varias vidas y estaba empezando a pensar que cualquier día acabaría bajo la hoja de un criminal, Mohr se merecía como mínimo un descanso.
Sí, era cierto que iba más lento de aquella forma, pero tampoco le importaba demasiado, no es como si tuviese prisa.
El por qué rondaba por los caminos se respondía con relativa facilidad, le habían dado carta blanca para ir tras lo que quisiera, una autonomía de la que normalmente no podía presumir, y eso lo que estaba haciendo, en uno de los bolsillos traseros que pendían de su cinturón descansaban varios carteles de se busca antiguos, de personas que, por algún motivo u otro, habían cometido crímenes. Desde asesinatos a esclavismo, no faltaba de nada.
– Adorables… – Murmuró echando un vistazo al rostro que le miraba desde el papel amarillento que había extraído del bolso. – La última vez que te vieron fue en… - El hablar consigo mismo siempre había sido una costumbre, algo que llevaba repitiendo desde que dejó la granja años atrás, no se sentía orgulloso de ello, aunque tampoco es como si siquiera se percatase de que lo hacía. - ¿Roilkat? – Negó con la cabeza, venía de allí y la ciudad era una fortaleza por la crisis de Dundarak, ya lo habrían atrapado - …Hacía el norte y después… - Se detuvo a mitad de frase cuando vislumbró desde la lejanía una carroza detenida en mitad del camino, enarcó una ceja.
Estaba demasiado lejos como para ver que hacían con exactitud las siluetas que se arremolinaban alrededor del vehículo, pero tanto el enorme monolito que esta tenía enfrente como la silueta que yacía en el suelo no eran buenos augurio.
Frunció el ceño y miró a su alrededor, la calzada seguía completamente desierta, solo estaban él y las personas del carromato. – Perfecto – Dijo asiendo la espada suavemente, desvelando una leve sonrisa mientras lo hacía. - Más trabajo.
Avanzó a paso lento, fuese quienes fuesen, parecían estar hablando entre ellos y no se habían percatado de su presencia, por otro lado, la silueta en el suelo no se movía. ¿Un muerto? No le descartaría aquella idea, no eran caminos precisamente seguros.
La carroza fue ocupando cada vez más espacio en su línea de visión, la suficiente como para poder ver que era bastante lujosa, la ornamentación de aquel vehículo era, básicamente, una diana gigante para los bandidos.
Torció el gesto, pudo entrever un hombre bestia entre el grupo, un felino por su silueta. Seguía sin poder ver las facciones del resto del grupo. - "¿No eran cuatro?" – El que faltaba ocultaba su figura tras el carromato.
Sus dudas se fueron despejando y, según se acercaba, fue asegurando sus suposiciones, aquello era un asalto, finalmente, estuvo lo suficientemente cerca como para poder tocar el carromato con la palma de su mano si quería.
- ¿Una presa fácil? – Preguntó lo suficientemente alto como para atraer las miradas de los presentes. Dos hombres, y un hombre bestia, todos le miraban fijamente, y no precisamente amistosamente. El hombre del suelo estaba vivo y no parecía correr peligro a simple vista, pero por alguna razón no podía moverse, el noble pudo, sin embargo, enfocar su mirada en el guarda, distinguió algo parecido a alivio en los ojos, aunque por supuesto, seguía siendo Eltrant solo contra tres, por no hablar del cuarto que no conseguía ver y del crío que sujetaban como rehén. – He visto desde lejos… - Dejó caer su brazo útil en el pomo de su espada mientras con el pulgar de la extremidad opuesta señalaba tras él – …Que sois cuatro. ¿Me podéis decir dónde está vuestro amigo? – Sonrió a los presentes, siempre sin soltar su mano diestra de la espada que colgaba de su cinto - ¿Qué clase de fiesta seria esta si no estamos todos invitados?
Repasó a los que tenía enfrente, un muchacho joven que esgrimía lo que parecía ser una lanza, un hombre entrado en años que le miraba con cara de pocos amigos desde una distancia prudente, y el felino, por su parte, no tenía armamento visible a simple vista, pero Eltrant pudo distinguir un par de saetas sobresalir entre su indumentaria. – Hacedme un favor y retiraos – Suspiró y se pasó la mano por el pelo, para volver a tomar la postura que había tenido antes.
Finalmente, de detrás del carromato emergió una figura que no esperaba ver, no en aquel lugar, no en aquella situación. Arrastraba un pesado baúl de color rojo - ¿…Asher? – No le salían las palabras, no sabía que decir, retrocedió un par de pasos. ¿Cómo dioses había llegado el lobo hasta allí? ¿Estaba participando en aquel asalto? ¿Era consciente de lo que estaba haciendo? ¿Era cierto que había desertado en el desierto? Nunca le había gustado aquel pensamiento, siempre había pensado que tenía un plan, algo que pasaba por su cabeza que no terminó de salir bien. - ¿…Qué? ¿…Cómo? – Negó con la cabeza y esbozó una sonrisa – Me alegro de verte - Dijo sinceramente, al menos ahora podía asegurar que no estaba muerto.
Cerró los ojos un instante, estuvo tentado de acercarse al perro y conversar con él, como en los viejos tiempos, pero volvió a dejar descansar su mano sobre su espada sutilmente, casi sin pretenderlo, sin perder de vista a los nuevos compañeros de Asher.
- ¿Se puede saber que leches estáis haciendo?
El ejemplo perfecto de ello era el lugar desde el cual había partido, hacía ya varios días que había dejado atrás aquella pequeña aldea en dónde unos mercenarios habían raptado a un cuantioso número de personas y seguía sintiéndose incomodo, tenía mucho de lo que pensar.
- …Espero que estén bien – Susurró girándose sobre sí mismo, mirando el camino desde el cual venia, no estaba muy seguro si todo iría bien después de lo sucedido, pero podía admitir que, como mínimo, había ayudado un poco.
Suspiró y tras encogerse de hombros, siguió caminando, no tenía realmente rumbo, ni tampoco caballo con el que recorrerlo, había dejado a Mohr en la hacienda de Roilkat, con los refugiados, el animal ya había tenido aventuras suficientes para varias vidas y estaba empezando a pensar que cualquier día acabaría bajo la hoja de un criminal, Mohr se merecía como mínimo un descanso.
Sí, era cierto que iba más lento de aquella forma, pero tampoco le importaba demasiado, no es como si tuviese prisa.
El por qué rondaba por los caminos se respondía con relativa facilidad, le habían dado carta blanca para ir tras lo que quisiera, una autonomía de la que normalmente no podía presumir, y eso lo que estaba haciendo, en uno de los bolsillos traseros que pendían de su cinturón descansaban varios carteles de se busca antiguos, de personas que, por algún motivo u otro, habían cometido crímenes. Desde asesinatos a esclavismo, no faltaba de nada.
– Adorables… – Murmuró echando un vistazo al rostro que le miraba desde el papel amarillento que había extraído del bolso. – La última vez que te vieron fue en… - El hablar consigo mismo siempre había sido una costumbre, algo que llevaba repitiendo desde que dejó la granja años atrás, no se sentía orgulloso de ello, aunque tampoco es como si siquiera se percatase de que lo hacía. - ¿Roilkat? – Negó con la cabeza, venía de allí y la ciudad era una fortaleza por la crisis de Dundarak, ya lo habrían atrapado - …Hacía el norte y después… - Se detuvo a mitad de frase cuando vislumbró desde la lejanía una carroza detenida en mitad del camino, enarcó una ceja.
Estaba demasiado lejos como para ver que hacían con exactitud las siluetas que se arremolinaban alrededor del vehículo, pero tanto el enorme monolito que esta tenía enfrente como la silueta que yacía en el suelo no eran buenos augurio.
Frunció el ceño y miró a su alrededor, la calzada seguía completamente desierta, solo estaban él y las personas del carromato. – Perfecto – Dijo asiendo la espada suavemente, desvelando una leve sonrisa mientras lo hacía. - Más trabajo.
Avanzó a paso lento, fuese quienes fuesen, parecían estar hablando entre ellos y no se habían percatado de su presencia, por otro lado, la silueta en el suelo no se movía. ¿Un muerto? No le descartaría aquella idea, no eran caminos precisamente seguros.
La carroza fue ocupando cada vez más espacio en su línea de visión, la suficiente como para poder ver que era bastante lujosa, la ornamentación de aquel vehículo era, básicamente, una diana gigante para los bandidos.
Torció el gesto, pudo entrever un hombre bestia entre el grupo, un felino por su silueta. Seguía sin poder ver las facciones del resto del grupo. - "¿No eran cuatro?" – El que faltaba ocultaba su figura tras el carromato.
Sus dudas se fueron despejando y, según se acercaba, fue asegurando sus suposiciones, aquello era un asalto, finalmente, estuvo lo suficientemente cerca como para poder tocar el carromato con la palma de su mano si quería.
- ¿Una presa fácil? – Preguntó lo suficientemente alto como para atraer las miradas de los presentes. Dos hombres, y un hombre bestia, todos le miraban fijamente, y no precisamente amistosamente. El hombre del suelo estaba vivo y no parecía correr peligro a simple vista, pero por alguna razón no podía moverse, el noble pudo, sin embargo, enfocar su mirada en el guarda, distinguió algo parecido a alivio en los ojos, aunque por supuesto, seguía siendo Eltrant solo contra tres, por no hablar del cuarto que no conseguía ver y del crío que sujetaban como rehén. – He visto desde lejos… - Dejó caer su brazo útil en el pomo de su espada mientras con el pulgar de la extremidad opuesta señalaba tras él – …Que sois cuatro. ¿Me podéis decir dónde está vuestro amigo? – Sonrió a los presentes, siempre sin soltar su mano diestra de la espada que colgaba de su cinto - ¿Qué clase de fiesta seria esta si no estamos todos invitados?
Repasó a los que tenía enfrente, un muchacho joven que esgrimía lo que parecía ser una lanza, un hombre entrado en años que le miraba con cara de pocos amigos desde una distancia prudente, y el felino, por su parte, no tenía armamento visible a simple vista, pero Eltrant pudo distinguir un par de saetas sobresalir entre su indumentaria. – Hacedme un favor y retiraos – Suspiró y se pasó la mano por el pelo, para volver a tomar la postura que había tenido antes.
Finalmente, de detrás del carromato emergió una figura que no esperaba ver, no en aquel lugar, no en aquella situación. Arrastraba un pesado baúl de color rojo - ¿…Asher? – No le salían las palabras, no sabía que decir, retrocedió un par de pasos. ¿Cómo dioses había llegado el lobo hasta allí? ¿Estaba participando en aquel asalto? ¿Era consciente de lo que estaba haciendo? ¿Era cierto que había desertado en el desierto? Nunca le había gustado aquel pensamiento, siempre había pensado que tenía un plan, algo que pasaba por su cabeza que no terminó de salir bien. - ¿…Qué? ¿…Cómo? – Negó con la cabeza y esbozó una sonrisa – Me alegro de verte - Dijo sinceramente, al menos ahora podía asegurar que no estaba muerto.
Cerró los ojos un instante, estuvo tentado de acercarse al perro y conversar con él, como en los viejos tiempos, pero volvió a dejar descansar su mano sobre su espada sutilmente, casi sin pretenderlo, sin perder de vista a los nuevos compañeros de Asher.
- ¿Se puede saber que leches estáis haciendo?
Eltrant Tale
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Re: La última gota. [Privado] [Cerrado]
Syl llamó nuestra atención con un silbido. Alguien debía estar acercándose. Alcé una mano, deteniendo al resto antes de que atacasen. Tal vez no fuese necesario. Me quedé detrás del vehículo, esperando poder sorprender a quien fuese... hasta que escuché una voz familiar.
-¿Retirarnos? ¿Ante un guardia solitario?- preguntó Dann. -Deberías dar la vuelta antes de que se derrame sangre.- dijo, toqueteando su lanza, algo nervioso. Irirgo no tardó en sumarse.
-Estás muy lejos de casa, chico. Mejor olvida que has visto nada, ¿eh?-
Esbocé una sonrisa y salí a la vista. Eltrant Tale. Por supuesto, vivo y coleando... y con equipamiento nuevo. Parecía alegre de verme, lo cual era agradable. Mi sonrisa pasó de ser alegre a sarcástica cuando vi la mano del guardia volver a acercarse a su espada. ¿Estaba nervioso? Reí.
-Creo que no te hace falta preguntar. Simplemente estábamos... liberando a este señor de sus cosas pesadas. Es malo para los caballos cargar con tanto peso, además de su ego.- dije, estirándome.- Tranquilos, estamos entre amigos, ¿no, Tale?
Dann e Irirgo se tranquilizaron un poco, aunque este último aún se mostraba receloso. Syl no había dejado de apuntar a Eltrant con su ballesta desde que este le dio la espalda.
-Hmm. ¿No disparo?- preguntó, desconfiado.
-Quiero decir... podrías dispararle, pero probablemente se arrancaría el virote del cuello y te lo devolvería diciéndote "Se te ha caído esto".- reí. El gato resopló. -¿Recordáis a ese bicho, Kagzilla?- pregunté. No había llegado a verlo por mi mismo, pero había oído historias.
-...es cierto. Es él. Lo... lanzó por encima de su cabeza. Como si no fuese nada... ¿Como hiciste eso?- preguntó Dann, abriendo mucho los ojos. Syl me miró y, tras verme asentir, se bajó del muro de un salto, se dirigió a los árboles que se adentraban en el bosque sin decir palabra.
-No es la única vez que ha movido algo de varias toneladas, si no recuerdo mal.- sonreí. Distraidamente, rodeé al guardia, evitando mostrar cualquier tipo de hostilidad. Me puse en cuclillas junto al noble, una vez más. -Parece que es tu día de suerte, ¿eh?- dije, mirándole de cerca y perdiendo cualquier rastro de una sonrisa. Clavé mi mirada en el viejo. Definitivamente, no se merecía lo que tenía, y gracias a Tale, iba a conservar más de lo que debía.
-Limpiad la zona.- ordené, mirando a mis otros compañeros. Dann se dirigió al muro de piedra y extendió su mano. La tierra tembló con un quejido, pero a los pocos segundos, todo lo que quedaba de aquella pared de dos metros era ahora un pequeño trazo en la tierra. Mientras, Irirgo cerró el baúl y lo alzó sobre su hombro, llevándolo con cuidado. Aquel tipo era como un buey. Ambos se dirigieron al mismo lugar al que había ido Syl.
-Bueno, ya está. Has puesto fin al atraco. Bien hecho. Buen guardia y todo eso.- dije, sin ocultar la ligera molestia de mi voz. -No pretenderás que devolvamos el cofre, ¿hmm? No puedes controlar eso, así que ni lo intentes. Puedo hacerlo desaparecer en cuestión de segundos. Además... tenemos muchas cosas de las que hablar.-
-¿Retirarnos? ¿Ante un guardia solitario?- preguntó Dann. -Deberías dar la vuelta antes de que se derrame sangre.- dijo, toqueteando su lanza, algo nervioso. Irirgo no tardó en sumarse.
-Estás muy lejos de casa, chico. Mejor olvida que has visto nada, ¿eh?-
Esbocé una sonrisa y salí a la vista. Eltrant Tale. Por supuesto, vivo y coleando... y con equipamiento nuevo. Parecía alegre de verme, lo cual era agradable. Mi sonrisa pasó de ser alegre a sarcástica cuando vi la mano del guardia volver a acercarse a su espada. ¿Estaba nervioso? Reí.
-Creo que no te hace falta preguntar. Simplemente estábamos... liberando a este señor de sus cosas pesadas. Es malo para los caballos cargar con tanto peso, además de su ego.- dije, estirándome.- Tranquilos, estamos entre amigos, ¿no, Tale?
Dann e Irirgo se tranquilizaron un poco, aunque este último aún se mostraba receloso. Syl no había dejado de apuntar a Eltrant con su ballesta desde que este le dio la espalda.
-Hmm. ¿No disparo?- preguntó, desconfiado.
-Quiero decir... podrías dispararle, pero probablemente se arrancaría el virote del cuello y te lo devolvería diciéndote "Se te ha caído esto".- reí. El gato resopló. -¿Recordáis a ese bicho, Kagzilla?- pregunté. No había llegado a verlo por mi mismo, pero había oído historias.
-...es cierto. Es él. Lo... lanzó por encima de su cabeza. Como si no fuese nada... ¿Como hiciste eso?- preguntó Dann, abriendo mucho los ojos. Syl me miró y, tras verme asentir, se bajó del muro de un salto, se dirigió a los árboles que se adentraban en el bosque sin decir palabra.
-No es la única vez que ha movido algo de varias toneladas, si no recuerdo mal.- sonreí. Distraidamente, rodeé al guardia, evitando mostrar cualquier tipo de hostilidad. Me puse en cuclillas junto al noble, una vez más. -Parece que es tu día de suerte, ¿eh?- dije, mirándole de cerca y perdiendo cualquier rastro de una sonrisa. Clavé mi mirada en el viejo. Definitivamente, no se merecía lo que tenía, y gracias a Tale, iba a conservar más de lo que debía.
-Limpiad la zona.- ordené, mirando a mis otros compañeros. Dann se dirigió al muro de piedra y extendió su mano. La tierra tembló con un quejido, pero a los pocos segundos, todo lo que quedaba de aquella pared de dos metros era ahora un pequeño trazo en la tierra. Mientras, Irirgo cerró el baúl y lo alzó sobre su hombro, llevándolo con cuidado. Aquel tipo era como un buey. Ambos se dirigieron al mismo lugar al que había ido Syl.
-Bueno, ya está. Has puesto fin al atraco. Bien hecho. Buen guardia y todo eso.- dije, sin ocultar la ligera molestia de mi voz. -No pretenderás que devolvamos el cofre, ¿hmm? No puedes controlar eso, así que ni lo intentes. Puedo hacerlo desaparecer en cuestión de segundos. Además... tenemos muchas cosas de las que hablar.-
Asher Daregan
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Re: La última gota. [Privado] [Cerrado]
Asher Darengan, en carne y hueso, el mercenario más sarcástico que, de alguna forma, habían acabado atrapando los diferentes grupos de mercaderes y nobles de Lunargenta, alguien obligado a unirse a la guardia por la fuerza. Y por lo que podía ver Eltrant, había vuelto a su usual modo de vida, con más gente de dudosa moralidad.
Soltó su espada y se cruzó de brazos, ¿Amigos? Sí, estaban entre amigos, pero Eltrant no había pasado por alto el hecho de que estuviesen planeando usar al hijo de aquel tipo para algo que solo los dioses y Asher sabían.
Afortunadamente para todos los presentes, sobre todo para Eltrant, el hecho de que el guarda y el lobo se conociesen alivió un poco la tensión que todo el mundo parecía sentir. Aún así, los aliados del perro seguían recelosos de él, y no era para menos, acababa de pillarles infraganti, de no estar Asher en aquel lugar, probablemente él ya habría desenvainado su espada, aun cuando estaba en inferioridad de condiciones.
Miró al felino, que seguía apuntándole con la ballesta ¿Se atrevería a dispararle? Enarcó una ceja y miró ahora tanto al niño como al hombre que yacía a sus pies. – Tranquilo – Susurró agachándose momentáneamente, dándole un par de palmadas en el hombro sano.
Unas cuantas palabras más por parte del lobo sirvieron para hacer que el ballestero bajase su arma, así como para indicar a Eltrant que los rumores volaban, ¿Cómo era posible que supiera lo de Kagzilla? Negó con la cabeza – ...No fue para tanto, la mayoría de lo que cuentan esta exagerado – Contestó, ignorando deliberadamente la pregunta que el brujo había hecho, enfocando su atención en Asher, quien no tardó mucho en descubrir era quien lideraba a aquellas personas.
Volvieron a cargar a todo el mundo en la carreta, básicamente intacta, Eltrant frunció el ceño y tras ver como Asher bajaba del vehículo subió a comprobar el estado de los integrantes - ¿Todos bien? – Preguntó, pero no recibió respuesta alguna, el marido seguía sin moverse, los demás estaban demasiado aterrados como para decir nada.
Rebuscando entre sus objetos, tomó entre sus manos un pequeño frasco de poción cicatrizante, no era nada especial, el equipo estándar que llevaba consigo todo guarda – Toma – Dijo entregándoselo a la mujer – Cuando extraigas la saeta viértelo directamente en la herida – Indicó – No salgáis más del carromato ¿Vale? – Guiñando un ojo al chaval, que seguía tan pálido como un vampiro. Hecho esto se dejó caer al suelo de nuevo, cerrando la puerta tras él.
- Me harías las cosas más sencillas si lo devolvieses, eso es verdad – Dijo cruzándose de brazos frente al perro, todo su equipo tenía una asignación y se estaba marchando a realizar las tareas que probablemente este les habría encomendado – No puedo evitar pensar que estáis robando ¿Sabes? A lo mejor es que no termino de entender el contexto. – Dijo con un evidente tono molesto en la voz. – Si no llegas a ser tú… - Suspiró, se llevó la mano hasta la cara - …Mira, quedaos con el cofre, pero dejad a esta gente en paz ¿Vale?
¿A cuántos de los bandidos de Asher podría tumbar si se lo proponía? No podía decirlo con certeza, nunca se solía plantear aquellas cosas, pero sí sabía que si trataba de detenerles por su cuenta probablemente los nobles de la carroza y su cochero acabarían ahogados en un charco de su propia sangre, demasiados enemigos para contenerlos a todos, demasiado impredecibles.
Y también estaba Asher.
El can no mentía cuando decía que haría desaparecer aquella mercancía como si tal cosa, le había visto hacer cosas mucho más sorprendentes, no, lo más prudente era dejar que se llevasen aquello. - …No quiero derramar sangre. – Dijo para sí, indicándole con la mano al chófer que se marchase de allí con los nobles.
Cuando el carromato comenzó a avanzar, cuando este se alejó lo suficiente de aquel lugar como para poder volver a sentirse a salvo, se giró hacía Asher. Darengan era un desertor si estaba allí, había abandonado a Alanna en su misión y esto había conllevado torturas, vejaciones y semanas encerrada en una jaula húmeda. Cerró los ojos y tomó aire. Su deber, en cualquier caso, era llevarlo consigo de vuelta.
Por otro lado, seguía considerando a Asher alguien de confianza, un amigo cercano; una persona que, por muy dudosa que fuese su moralidad siempre acababa haciendo lo correcto, por mucho que le doliese al propio perro en su orgullo.
O eso es lo que le gustaba pensar.
- ¿De qué quieres hablar entonces? – Preguntó dejando caer su mano en el hombro del perro.
Soltó su espada y se cruzó de brazos, ¿Amigos? Sí, estaban entre amigos, pero Eltrant no había pasado por alto el hecho de que estuviesen planeando usar al hijo de aquel tipo para algo que solo los dioses y Asher sabían.
Afortunadamente para todos los presentes, sobre todo para Eltrant, el hecho de que el guarda y el lobo se conociesen alivió un poco la tensión que todo el mundo parecía sentir. Aún así, los aliados del perro seguían recelosos de él, y no era para menos, acababa de pillarles infraganti, de no estar Asher en aquel lugar, probablemente él ya habría desenvainado su espada, aun cuando estaba en inferioridad de condiciones.
Miró al felino, que seguía apuntándole con la ballesta ¿Se atrevería a dispararle? Enarcó una ceja y miró ahora tanto al niño como al hombre que yacía a sus pies. – Tranquilo – Susurró agachándose momentáneamente, dándole un par de palmadas en el hombro sano.
Unas cuantas palabras más por parte del lobo sirvieron para hacer que el ballestero bajase su arma, así como para indicar a Eltrant que los rumores volaban, ¿Cómo era posible que supiera lo de Kagzilla? Negó con la cabeza – ...No fue para tanto, la mayoría de lo que cuentan esta exagerado – Contestó, ignorando deliberadamente la pregunta que el brujo había hecho, enfocando su atención en Asher, quien no tardó mucho en descubrir era quien lideraba a aquellas personas.
Volvieron a cargar a todo el mundo en la carreta, básicamente intacta, Eltrant frunció el ceño y tras ver como Asher bajaba del vehículo subió a comprobar el estado de los integrantes - ¿Todos bien? – Preguntó, pero no recibió respuesta alguna, el marido seguía sin moverse, los demás estaban demasiado aterrados como para decir nada.
Rebuscando entre sus objetos, tomó entre sus manos un pequeño frasco de poción cicatrizante, no era nada especial, el equipo estándar que llevaba consigo todo guarda – Toma – Dijo entregándoselo a la mujer – Cuando extraigas la saeta viértelo directamente en la herida – Indicó – No salgáis más del carromato ¿Vale? – Guiñando un ojo al chaval, que seguía tan pálido como un vampiro. Hecho esto se dejó caer al suelo de nuevo, cerrando la puerta tras él.
- Me harías las cosas más sencillas si lo devolvieses, eso es verdad – Dijo cruzándose de brazos frente al perro, todo su equipo tenía una asignación y se estaba marchando a realizar las tareas que probablemente este les habría encomendado – No puedo evitar pensar que estáis robando ¿Sabes? A lo mejor es que no termino de entender el contexto. – Dijo con un evidente tono molesto en la voz. – Si no llegas a ser tú… - Suspiró, se llevó la mano hasta la cara - …Mira, quedaos con el cofre, pero dejad a esta gente en paz ¿Vale?
¿A cuántos de los bandidos de Asher podría tumbar si se lo proponía? No podía decirlo con certeza, nunca se solía plantear aquellas cosas, pero sí sabía que si trataba de detenerles por su cuenta probablemente los nobles de la carroza y su cochero acabarían ahogados en un charco de su propia sangre, demasiados enemigos para contenerlos a todos, demasiado impredecibles.
Y también estaba Asher.
El can no mentía cuando decía que haría desaparecer aquella mercancía como si tal cosa, le había visto hacer cosas mucho más sorprendentes, no, lo más prudente era dejar que se llevasen aquello. - …No quiero derramar sangre. – Dijo para sí, indicándole con la mano al chófer que se marchase de allí con los nobles.
Cuando el carromato comenzó a avanzar, cuando este se alejó lo suficiente de aquel lugar como para poder volver a sentirse a salvo, se giró hacía Asher. Darengan era un desertor si estaba allí, había abandonado a Alanna en su misión y esto había conllevado torturas, vejaciones y semanas encerrada en una jaula húmeda. Cerró los ojos y tomó aire. Su deber, en cualquier caso, era llevarlo consigo de vuelta.
Por otro lado, seguía considerando a Asher alguien de confianza, un amigo cercano; una persona que, por muy dudosa que fuese su moralidad siempre acababa haciendo lo correcto, por mucho que le doliese al propio perro en su orgullo.
O eso es lo que le gustaba pensar.
- ¿De qué quieres hablar entonces? – Preguntó dejando caer su mano en el hombro del perro.
Eltrant Tale
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Re: La última gota. [Privado] [Cerrado]
Solté una larga carcajada ante el comentario de Eltrant. Tal vez hubiese sido una buena (o mala) influencia con mi tono sarcástico.
-¿Robar? Nunca haría algo así. Soy inofensivo. De verás.- dije, esbozando mi típica sonrisa. Me despedí con la mano mientras el carro se alejaba. -¡Adiós! ¡Volved pronto! De verdad. Necesitamos cosas nuevas.- Me encogí de hombros. -No me mires así. Ellos no lo necesitan.-
-Oh, venga. ¿No tienes preguntas? ¿Donde he estado, que ocurrió con los Nórgedos y esas cosas?- pregunté. -Bueno, supongo que ya sabrás gran parte de la situación, pero conociendote... seguro que estás deseando oir mi parte. No me lo pidas más, tranquilo, te lo contaré.-
-Bueno, empezaré por el principio. Llegamos a un pueblo de los nórgedos: Alanna, yo, el hijo imbécil de un noble, y tres gusanos con uniforme de soldado. Estos últimos decidieron que, al ser conquistadores, podían asaltar y violar a quien le diese la gana. Fue repugnante. Les dimos su merecido, aunque sin matarlos... vale, entonces llegó una patrulla de Nórgedos. A caballo, nos superaban en número, y sabían que eramos soldados. Sin embargo, no me habían visto.- relaté.
>> Me oculté. Sabía que no tardarían en encontrarme, así que tuve que pensar rápido. Fingí ser un viajero que, simplemente, pasaba por allí y detuve a aquellos bastardos. Aquella mujer, Bashira, pareció confiar en mi, y me dio la bienvenida, diciendo que podía unirme a ellos. Me ofrecieron una familia, Tale. Un lugar en el que estar... voluntariamente. Con los brazos abiertos, a pesar de ser de distintas razas... En un principio, sentí cierta lealtad hacia Alanna, al menos. Parte de mi la odiaba, pero sabía que estaba de mi parte. Mi plan era estar entre ellos y liberarla, pero...
No tuve una buena oportunidad. Sin darme cuenta, me sentía a gusto con esa gente. Aunque eran desconocidos, no me miraban como lo hace la mayoría. No creo que sepas como es eso.
Hice algunos amigos. Syl fue el primero. Igual que muchos otros, había sido exiliado al arenal, a pesar de apenas tener edad suficiente para empuñar un arma. Estuvo mucho tiempo solo. Pero me gané su confianza. No es tan simple, claro, pero... sabiamos que nuestras situaciones no eran tan diferentes.
Dann. Un brujo excelente. Infinitamente curioso. Un compañero de estudios respecto a runas. No estoy seguro de que es lo que le sigue pesando. Pero cuando tiene algo que hacer, cuando hace un buen trabajo o algo le apasiona... Sonrie, Eltrant. Y me hace sentir bien, porque ha pasado por muchas cosas.
Pero el que más ha visto de todos nosotros, es ese carcamal que te estaba mirando. Ha tenido una larga vida, y ha visto más traición y muerte en el mundo "civilizado" de la que podrías imaginar. Es basicamente un padre para todos.
Sea como sea, esto no duró. El tipo ese al que Bashira mató con vuestra ayuda... tenía apoyo. Un apoyo que no se mantuvo callado. Hubo conflictos. A pesar de que esa mujer sea blanda y no quiera guerra, sus seguidores tienen ideales. Lo que debía ser una gran familia se partió en dos. Y muchos nos vimos en medio de ese conflicto.
-No podíamos seguir allí. demasiado peligroso. Fue... muy decepcionante. El bastardo de Roiland... dioses, como me gustaría destriparle.- gruñí, desgarrando el aire frente a mi. -Así que nos fuimos. Y ahora estamos aquí. Nos ha exiliado la ciudad, y nos ha escupido el desierto. Solo podemos vivir de los caminos.- dije.
-Esta es mi familia, Tale. Por el motivo que sea, confían en mi para que les guíe. No les voy a decepcionar.-
-¿Robar? Nunca haría algo así. Soy inofensivo. De verás.- dije, esbozando mi típica sonrisa. Me despedí con la mano mientras el carro se alejaba. -¡Adiós! ¡Volved pronto! De verdad. Necesitamos cosas nuevas.- Me encogí de hombros. -No me mires así. Ellos no lo necesitan.-
-Oh, venga. ¿No tienes preguntas? ¿Donde he estado, que ocurrió con los Nórgedos y esas cosas?- pregunté. -Bueno, supongo que ya sabrás gran parte de la situación, pero conociendote... seguro que estás deseando oir mi parte. No me lo pidas más, tranquilo, te lo contaré.-
-Bueno, empezaré por el principio. Llegamos a un pueblo de los nórgedos: Alanna, yo, el hijo imbécil de un noble, y tres gusanos con uniforme de soldado. Estos últimos decidieron que, al ser conquistadores, podían asaltar y violar a quien le diese la gana. Fue repugnante. Les dimos su merecido, aunque sin matarlos... vale, entonces llegó una patrulla de Nórgedos. A caballo, nos superaban en número, y sabían que eramos soldados. Sin embargo, no me habían visto.- relaté.
>> Me oculté. Sabía que no tardarían en encontrarme, así que tuve que pensar rápido. Fingí ser un viajero que, simplemente, pasaba por allí y detuve a aquellos bastardos. Aquella mujer, Bashira, pareció confiar en mi, y me dio la bienvenida, diciendo que podía unirme a ellos. Me ofrecieron una familia, Tale. Un lugar en el que estar... voluntariamente. Con los brazos abiertos, a pesar de ser de distintas razas... En un principio, sentí cierta lealtad hacia Alanna, al menos. Parte de mi la odiaba, pero sabía que estaba de mi parte. Mi plan era estar entre ellos y liberarla, pero...
No tuve una buena oportunidad. Sin darme cuenta, me sentía a gusto con esa gente. Aunque eran desconocidos, no me miraban como lo hace la mayoría. No creo que sepas como es eso.
Hice algunos amigos. Syl fue el primero. Igual que muchos otros, había sido exiliado al arenal, a pesar de apenas tener edad suficiente para empuñar un arma. Estuvo mucho tiempo solo. Pero me gané su confianza. No es tan simple, claro, pero... sabiamos que nuestras situaciones no eran tan diferentes.
Dann. Un brujo excelente. Infinitamente curioso. Un compañero de estudios respecto a runas. No estoy seguro de que es lo que le sigue pesando. Pero cuando tiene algo que hacer, cuando hace un buen trabajo o algo le apasiona... Sonrie, Eltrant. Y me hace sentir bien, porque ha pasado por muchas cosas.
Pero el que más ha visto de todos nosotros, es ese carcamal que te estaba mirando. Ha tenido una larga vida, y ha visto más traición y muerte en el mundo "civilizado" de la que podrías imaginar. Es basicamente un padre para todos.
Sea como sea, esto no duró. El tipo ese al que Bashira mató con vuestra ayuda... tenía apoyo. Un apoyo que no se mantuvo callado. Hubo conflictos. A pesar de que esa mujer sea blanda y no quiera guerra, sus seguidores tienen ideales. Lo que debía ser una gran familia se partió en dos. Y muchos nos vimos en medio de ese conflicto.
-No podíamos seguir allí. demasiado peligroso. Fue... muy decepcionante. El bastardo de Roiland... dioses, como me gustaría destriparle.- gruñí, desgarrando el aire frente a mi. -Así que nos fuimos. Y ahora estamos aquí. Nos ha exiliado la ciudad, y nos ha escupido el desierto. Solo podemos vivir de los caminos.- dije.
-Esta es mi familia, Tale. Por el motivo que sea, confían en mi para que les guíe. No les voy a decepcionar.-
Asher Daregan
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Re: La última gota. [Privado] [Cerrado]
Se deshizo de su espada, cuidadosamente la desató de su cinturón y la colocó junto al árbol bajo el que se sentó a escuchar al can, a la sombra. No hizo ningún comentario, dejó que Asher le contase que había sido de él durante todo aquel tiempo que había estado desaparecido.
El lobo le habló básicamente de sus nuevos aliados, de los hombres que habían estado a una orden de atacarle y de cómo les había conocido.
“Cierta lealtad hacía Alanna” había dicho mientras tanto. No hizo ningún comentario al respecto, a pesar de esto no pudo evitar tensar levemente la mandíbula, confiaba en que el lobo no supiese el destino que había sufrido la muchacha mientras estaba en prisión.
Se limitó a mirarle mientras hablaba, centrándose en su voz y en el suave murmullo del viento que mecía las hojas que tapaban el sol que se alzaba en el firmamento. Se preguntó si alguna de las personas de las que hablaba Asher con tanta estima estaba oculta en algún lugar cercano en aquel momento, vigilando que el malvado guarda no acabase con la vida de su líder en un ataque a traición.
Fue cuando terminó de hablar, cuando el mercenario anteriormente conocido como Wernack se quedó mirándole esperando una reacción por su parte, ese fue instante en el que Eltrant comprendió lo que era realmente para Asher, lo que habían sido todos en el cuartel.
Carceleros.
Garret, Schott, Alanna, todos, incluso él mismo. Una amistad veladamente oculta por una inamovible obligación, aquello era lo que sentía Asher por sus antiguos aliados.
Suspiró y se pasó la mano por la cara, analizando la información que acababa de adquirir. Ninguna de las personas que confiaba en el lobo parecía haber tenido una vida fácil, ¿Qué buscaban? ¿Un modelo a seguir? ¿Alguien que les sacase del abismo? Darengan tenía cierto magnetismo para esos perfiles.
– Familia… - Dijo para sí, asintiendo escuetamente, pensando en la connotación que tenía aquella palabra. – Ya veo. – Tomó de nuevo su espada entre sus manos y se la ató al cinturón, lentamente, no tenía prisa por llegar a ningún lugar de todas formas. – Me alegro de que hayas encontrado tú lugar Asher – Dijo ajustando ahora las correas que sujetaban firmemente sus grebas en su sitio – De verdad – Zarandeó al lobo amistosamente, parte de él se sentía orgulloso, por fin había encontrado su hueco en el mundo, con unas personas con las que se sentía bien, con la que no se comportaba como si tuviese el peso del Aerandir sobre los hombros cada vez que les miraba a la cara.
Puede que fuese un guarda, pero le seguía teniendo en estima, no iba a arrestarle, no en aquel momento. Eltrant tenía suerte el día en el que alguien no intentaba matarle, ya era una siniestra tradición, una que no tenía ganas de perpetuar en aquel camino.
Esbozó una sonrisa y estiró los brazos por encima de su cabeza – De todos modos, está bien verte de una sola pieza - Miró los caminos, el último destino de su amigo. ¿Seguía caminando? ¿Se quedaba allí un rato más? Realmente no estaba seguro de que hacer - …Te creíamos muerto – Dijo en voz baja, rememorando el momento en el que localizó a Alanna en el Arenal pero no pudo hacer lo propio con él.
– De todos modos… - Dejó caer sus manos hasta el cinturón, en jarra – Ten más cuidado con lo que haces. – Dijo – No voy a… - Suspiró - …Tratar de arrestarte. – Se pasó la mano por el pelo, aquello parecía surrealista.
Él mismo había estado a punto de hacer algún que otro acto de aquel tipo en sus primeros años fuera de la granja, por no hablar que había arrojado dinero a los pies de una ladrona que se había infiltrado en el cuartel.
– Si vas a robar, por lo menos, tapaos las malditas caras. No sois lo que se dice del montón– Y ahí estaba él, Eltrant Tale, dando consejos sobre cómo ser el mejor bandido de aquel maldito condado. – … Y nada de muertes. - Más que para sobrevivir, creía entender por sus palabras y su comportamiento, que Asher estaba tratando de hacer caer algún tipo de justicia divina sobre todo aquel que tuviese un mínimo de poder adquisitivo. No compartía aquel sentimiento, pero lo entendía, aunque lo más seguro es que muchas de las personas a las que terminase atracando Asher hubiesen conseguido aquel dinero honradamente.
- Defiéndete si te atacan – Lo dejó todo en aquella sencilla frase – Intimida, haz lo que quieras con eso. Pero… – Miró directamente al can, tomando un tono aún más serio si cabía, esperaba que Asher entendiese lo que decía - …No quiero ver como tomas a ningún otro niño de rehén. – Dijo – No caigas tan bajo. – ¿Qué es lo que pretendía el lobo con eso? ¿Partirle los dedos al muchacho hasta que alguien le dijese lo que quería saber? ¿Repetir con la mujer si fallaba? Incluso los ladrones tenían un código moral, le gustaba pensar que su amigo también.
No tenía apego por ninguno de los nobles pomposos de Lunargenta, personas que miraban por encima del hombro a los demás por no ser como ellos, individuos con sus propios ejércitos, pagados directamente de su bolsillos. “Los guardas no hacen justicia como se debe” Había oído aquellas palabras en más de una ocasión, y siempre de la boca de uno de estos seres que, por tener más dinero, se creían con autoridad total para hacer lo que quisiera.
Pero sería injusto describir a todo el que vestía mínimamente elegante de la misma forma. También había visto donaciones, orfanatos mantenidos solo con el dinero de estas personas, altruismo y amabilidad. Podía decirse conocía lo mejor y lo peor de la sociedad, daba igual el dinero que tuviese, como su padre solía decirle. “Gilipollas los hay en todos lados Elt, hay demasiados, y muy pocas flechas para darles a todos, así que usa una espada” El viejo patriarca Tale nunca había sido muy asiduo de usar refranes clasicos, aunque le gustaban más aquellos.
Dicho esto, sacó un pequeño papel del bolsillo trasero del pantalón. – Ahora dime ciudadano. – Sonrió tratando de aliviar la tensión que acababa de producir – Haz uso de tu deber cívico – Bromeando le enseñó el dibujo de uno de los tantos carteles de se busca que portaba, la cara que yacía dibujada era la de una mujer que, por lo que podía entrever, a Asher le interesaría mucho. - ¿Has visto a este malhechor por aquí?
El lobo le habló básicamente de sus nuevos aliados, de los hombres que habían estado a una orden de atacarle y de cómo les había conocido.
“Cierta lealtad hacía Alanna” había dicho mientras tanto. No hizo ningún comentario al respecto, a pesar de esto no pudo evitar tensar levemente la mandíbula, confiaba en que el lobo no supiese el destino que había sufrido la muchacha mientras estaba en prisión.
Se limitó a mirarle mientras hablaba, centrándose en su voz y en el suave murmullo del viento que mecía las hojas que tapaban el sol que se alzaba en el firmamento. Se preguntó si alguna de las personas de las que hablaba Asher con tanta estima estaba oculta en algún lugar cercano en aquel momento, vigilando que el malvado guarda no acabase con la vida de su líder en un ataque a traición.
Fue cuando terminó de hablar, cuando el mercenario anteriormente conocido como Wernack se quedó mirándole esperando una reacción por su parte, ese fue instante en el que Eltrant comprendió lo que era realmente para Asher, lo que habían sido todos en el cuartel.
Carceleros.
Garret, Schott, Alanna, todos, incluso él mismo. Una amistad veladamente oculta por una inamovible obligación, aquello era lo que sentía Asher por sus antiguos aliados.
Suspiró y se pasó la mano por la cara, analizando la información que acababa de adquirir. Ninguna de las personas que confiaba en el lobo parecía haber tenido una vida fácil, ¿Qué buscaban? ¿Un modelo a seguir? ¿Alguien que les sacase del abismo? Darengan tenía cierto magnetismo para esos perfiles.
– Familia… - Dijo para sí, asintiendo escuetamente, pensando en la connotación que tenía aquella palabra. – Ya veo. – Tomó de nuevo su espada entre sus manos y se la ató al cinturón, lentamente, no tenía prisa por llegar a ningún lugar de todas formas. – Me alegro de que hayas encontrado tú lugar Asher – Dijo ajustando ahora las correas que sujetaban firmemente sus grebas en su sitio – De verdad – Zarandeó al lobo amistosamente, parte de él se sentía orgulloso, por fin había encontrado su hueco en el mundo, con unas personas con las que se sentía bien, con la que no se comportaba como si tuviese el peso del Aerandir sobre los hombros cada vez que les miraba a la cara.
Puede que fuese un guarda, pero le seguía teniendo en estima, no iba a arrestarle, no en aquel momento. Eltrant tenía suerte el día en el que alguien no intentaba matarle, ya era una siniestra tradición, una que no tenía ganas de perpetuar en aquel camino.
Esbozó una sonrisa y estiró los brazos por encima de su cabeza – De todos modos, está bien verte de una sola pieza - Miró los caminos, el último destino de su amigo. ¿Seguía caminando? ¿Se quedaba allí un rato más? Realmente no estaba seguro de que hacer - …Te creíamos muerto – Dijo en voz baja, rememorando el momento en el que localizó a Alanna en el Arenal pero no pudo hacer lo propio con él.
– De todos modos… - Dejó caer sus manos hasta el cinturón, en jarra – Ten más cuidado con lo que haces. – Dijo – No voy a… - Suspiró - …Tratar de arrestarte. – Se pasó la mano por el pelo, aquello parecía surrealista.
Él mismo había estado a punto de hacer algún que otro acto de aquel tipo en sus primeros años fuera de la granja, por no hablar que había arrojado dinero a los pies de una ladrona que se había infiltrado en el cuartel.
– Si vas a robar, por lo menos, tapaos las malditas caras. No sois lo que se dice del montón– Y ahí estaba él, Eltrant Tale, dando consejos sobre cómo ser el mejor bandido de aquel maldito condado. – … Y nada de muertes. - Más que para sobrevivir, creía entender por sus palabras y su comportamiento, que Asher estaba tratando de hacer caer algún tipo de justicia divina sobre todo aquel que tuviese un mínimo de poder adquisitivo. No compartía aquel sentimiento, pero lo entendía, aunque lo más seguro es que muchas de las personas a las que terminase atracando Asher hubiesen conseguido aquel dinero honradamente.
- Defiéndete si te atacan – Lo dejó todo en aquella sencilla frase – Intimida, haz lo que quieras con eso. Pero… – Miró directamente al can, tomando un tono aún más serio si cabía, esperaba que Asher entendiese lo que decía - …No quiero ver como tomas a ningún otro niño de rehén. – Dijo – No caigas tan bajo. – ¿Qué es lo que pretendía el lobo con eso? ¿Partirle los dedos al muchacho hasta que alguien le dijese lo que quería saber? ¿Repetir con la mujer si fallaba? Incluso los ladrones tenían un código moral, le gustaba pensar que su amigo también.
No tenía apego por ninguno de los nobles pomposos de Lunargenta, personas que miraban por encima del hombro a los demás por no ser como ellos, individuos con sus propios ejércitos, pagados directamente de su bolsillos. “Los guardas no hacen justicia como se debe” Había oído aquellas palabras en más de una ocasión, y siempre de la boca de uno de estos seres que, por tener más dinero, se creían con autoridad total para hacer lo que quisiera.
Pero sería injusto describir a todo el que vestía mínimamente elegante de la misma forma. También había visto donaciones, orfanatos mantenidos solo con el dinero de estas personas, altruismo y amabilidad. Podía decirse conocía lo mejor y lo peor de la sociedad, daba igual el dinero que tuviese, como su padre solía decirle. “Gilipollas los hay en todos lados Elt, hay demasiados, y muy pocas flechas para darles a todos, así que usa una espada” El viejo patriarca Tale nunca había sido muy asiduo de usar refranes clasicos, aunque le gustaban más aquellos.
Dicho esto, sacó un pequeño papel del bolsillo trasero del pantalón. – Ahora dime ciudadano. – Sonrió tratando de aliviar la tensión que acababa de producir – Haz uso de tu deber cívico – Bromeando le enseñó el dibujo de uno de los tantos carteles de se busca que portaba, la cara que yacía dibujada era la de una mujer que, por lo que podía entrever, a Asher le interesaría mucho. - ¿Has visto a este malhechor por aquí?
Eltrant Tale
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Re: La última gota. [Privado] [Cerrado]
Sonreí, aliviado. Parte de mi pensaba que, llegado a ese punto... No lo sé. Tal vez Eltrant insistiese en devolverme a la guardia. Si lo consideraba su deber, era posible. Era un hombre de honor, o al menos, eso me parecía. Había evitado parecer hostil, a pesar de la tensión. Aquello podía haber salido mal de muchas formas.
Si hubiese llegado a las manos... probablemente ni siquiera entonces atacaría. No tendría sentido. Ese hombre tenía una resistencia inhumana. Con mi grupo a mi lado, por supuesto, habría conseguido reducirle, pero era demasiado arriesgado. Incluso si hubiese tenido intención de arrestarme, no me rebajaría a ese nivel. Eltrant se había ganado mi respeto, después de todo.
Dicho esto, no volvería a ser encerrado ni esclavizado. Nunca. No me volvería a encontrar en la misma situación que antes, sin importar la otra opción.
-Oh, ¿de verdad pensabas que iba a simplemente morir sin más?- resoplé, indignado a modo de broma. -Bueno, al menos eso explica por qué nadie fue a buscarme...
Escuché al guardia, frunciendo el ceño. No iba a mentirle: no tenía autoridad para decirme como actuar, incluso desde la superioridad moral. No tenía pretensiones de atarme por ningún código que no fuese el mio. Pero tampoco tenía ganas de discutir sobre ello. No íbamos a llegar a ningún acuerdo, después de todo: teníamos ideas opuestas en cosas fundamentales.
Me levanté, sacudiéndome la hierba y el polvo de los pantalones, y me recliné hacia delante, examinando el papel que me mostraba Eltrant.
-Espera, ¿esa no es...? Oh.- algo más captó mi atención. Syl había bajado de su árbol y estaba caminando hacia mi. ¿Habría oído la conversación? Como mínimo, se había dado cuenta de que era seguro, puesto que no estaba apuntando a nadie con su ballesta. El hombre gato acortó la distancia en unas pocas zancadas, hasta llegar a donde estaba...
Y me abrazó. Dioses, estaba temblando. Exhalé, relajando mi rostro, y le devolví el abrazo, lo cual solo hizo que reforzase su agarre. Tras unos largos segundos, Syl me soltó... y aplastó mi pata con todo su peso, enviando una descarga de dolor por toda mi espina dorsal.
-¡Hijo de...! Ah. Mierda. Ah. Ah.- gruñí, sentándome en el suelo y agarrándome el pie entre maldiciones. Ardía y dolía y picaba, todo a la vez. Me mordí el labio. ¿Desde cuando podía reunir tanto peso?- Probablemente me merezco eso, pero... ¡joder, Syl!- dije, manteniendo una mueca.
-Eres un idiota...- suspiró, tumbándose en la hierba y dándome un fuerte sentimiento de deja-vú. Le miré a los ojos. Estaba serio y... era difícil de leer. Pero me parecía que había estado al borde de las lágrimas, cosa que pareció disimular cerrando los ojos, lo cual le daba un aspecto relajado.
El dolor disminuyó lentamente. Mientras masajeaba mi dolida pata, noté como el resto del grupo también se acercaba.
-¿Que mosca te ha picado, Syl?- preguntó Irirgo.
-No es asunto tuyo.-
-¿...que has hecho, perro?-
-¿Por qué asumes que es culpa mía?- gruñí. Miré al gato, inseguro de si decirlo o no. Supuse que no tenía sentido ocultarlo más. -...no iba a volver con la guardia. Pero hay un par de guardias con los que simplemente, no puedo pelear. Así que...-
-Si el humano intentaba arrestarle, Asher quería que disparase. No al humano. A él.-
Nadie dijo nada. Los dos hombres se quedaron en silencio, analizando la información que acababan de recibir.
-Eres un idiota.- declaró Irirgo, sentándose en el suelo junto al cofre.
-...no es como si fuese a morir... la idea era que me disparase en el abdomen y... una vez me diesen por muerto...- saqué dos pequeños viales con pociones de cicatrización, mostrándolas en alto.
-Definitivamente, eres un idiota.- se sumó Dann.
-Sois la peor banda del mundo. ¿Donde está mi respeto?- gemí, algo avergonzado.
-En serio. ¿Que pasaría si, por algún casual, Eltrant decidiese haberte enterrado, o se llevase tu cuerpo a la ciudad?- preguntó el brujo.
-...Moriría...-
-¿Y si las pociones no hubiesen sido suficiente para cerrar las heridas internas?- añadió Irirgo.
-...Moriría.
-¿Y si te hubiese disparado en el corazón? Porque no me dijiste donde querías el virote.-
-...vale. Lo he entendido. No era un plan perfecto. De todas formas... mi libertad es algo por lo que estoy dispuesto a morir.- dije, en tono serio.
-Idiota... te habríamos sacado de prisión. Hemos hecho cosas peores.-
-¡Dejad de llamarme idiota! ¡Es culpa de Tale! ¡Él es el idiota original!- acusé, lanzando un puñado de hierbas en su dirección.
Respiré hondo. Estaba cómodo ahí. Sorprendentemente, el resto del grupo no parecía muy a disgusto con un guardia tan cerca, pero tal vez fuese por mi propia actitud.
-Ah. Enséñales el cartel, Tale. ¿No hemos visto a esa mujer antes?
-Oh...-
-Creo que ese papel ya no te hace falta, chico.
-La vimos hace... tres días. Sus ojos daban miedo.- dijo Syl.
-Mira quien fue a hablar...- rió Dann.
El gato bufó como respuesta, pero Dann continuó.
-Adicta al Väruk. Estaba dando tumbos por el camino, amenazando con una daga a todo el que se cruzase.- afirmó el brujo.
-Estaba peleándose con un mercader, creo. Los gritos del pobre desgraciado nos llamaron la atención. Básicamente...
-Básicamente, está muerta. Al menos su cadaver sirvió de algo...- musitó Syl.
-Espera, eso me recuerda... Creo que Tale no conoce a Kayr.- sonreí. -Vamos a tener que adentrarnos un poco en el bosque.-
Si hubiese llegado a las manos... probablemente ni siquiera entonces atacaría. No tendría sentido. Ese hombre tenía una resistencia inhumana. Con mi grupo a mi lado, por supuesto, habría conseguido reducirle, pero era demasiado arriesgado. Incluso si hubiese tenido intención de arrestarme, no me rebajaría a ese nivel. Eltrant se había ganado mi respeto, después de todo.
Dicho esto, no volvería a ser encerrado ni esclavizado. Nunca. No me volvería a encontrar en la misma situación que antes, sin importar la otra opción.
-Oh, ¿de verdad pensabas que iba a simplemente morir sin más?- resoplé, indignado a modo de broma. -Bueno, al menos eso explica por qué nadie fue a buscarme...
Escuché al guardia, frunciendo el ceño. No iba a mentirle: no tenía autoridad para decirme como actuar, incluso desde la superioridad moral. No tenía pretensiones de atarme por ningún código que no fuese el mio. Pero tampoco tenía ganas de discutir sobre ello. No íbamos a llegar a ningún acuerdo, después de todo: teníamos ideas opuestas en cosas fundamentales.
Me levanté, sacudiéndome la hierba y el polvo de los pantalones, y me recliné hacia delante, examinando el papel que me mostraba Eltrant.
-Espera, ¿esa no es...? Oh.- algo más captó mi atención. Syl había bajado de su árbol y estaba caminando hacia mi. ¿Habría oído la conversación? Como mínimo, se había dado cuenta de que era seguro, puesto que no estaba apuntando a nadie con su ballesta. El hombre gato acortó la distancia en unas pocas zancadas, hasta llegar a donde estaba...
Y me abrazó. Dioses, estaba temblando. Exhalé, relajando mi rostro, y le devolví el abrazo, lo cual solo hizo que reforzase su agarre. Tras unos largos segundos, Syl me soltó... y aplastó mi pata con todo su peso, enviando una descarga de dolor por toda mi espina dorsal.
-¡Hijo de...! Ah. Mierda. Ah. Ah.- gruñí, sentándome en el suelo y agarrándome el pie entre maldiciones. Ardía y dolía y picaba, todo a la vez. Me mordí el labio. ¿Desde cuando podía reunir tanto peso?- Probablemente me merezco eso, pero... ¡joder, Syl!- dije, manteniendo una mueca.
-Eres un idiota...- suspiró, tumbándose en la hierba y dándome un fuerte sentimiento de deja-vú. Le miré a los ojos. Estaba serio y... era difícil de leer. Pero me parecía que había estado al borde de las lágrimas, cosa que pareció disimular cerrando los ojos, lo cual le daba un aspecto relajado.
El dolor disminuyó lentamente. Mientras masajeaba mi dolida pata, noté como el resto del grupo también se acercaba.
-¿Que mosca te ha picado, Syl?- preguntó Irirgo.
-No es asunto tuyo.-
-¿...que has hecho, perro?-
-¿Por qué asumes que es culpa mía?- gruñí. Miré al gato, inseguro de si decirlo o no. Supuse que no tenía sentido ocultarlo más. -...no iba a volver con la guardia. Pero hay un par de guardias con los que simplemente, no puedo pelear. Así que...-
-Si el humano intentaba arrestarle, Asher quería que disparase. No al humano. A él.-
Nadie dijo nada. Los dos hombres se quedaron en silencio, analizando la información que acababan de recibir.
-Eres un idiota.- declaró Irirgo, sentándose en el suelo junto al cofre.
-...no es como si fuese a morir... la idea era que me disparase en el abdomen y... una vez me diesen por muerto...- saqué dos pequeños viales con pociones de cicatrización, mostrándolas en alto.
-Definitivamente, eres un idiota.- se sumó Dann.
-Sois la peor banda del mundo. ¿Donde está mi respeto?- gemí, algo avergonzado.
-En serio. ¿Que pasaría si, por algún casual, Eltrant decidiese haberte enterrado, o se llevase tu cuerpo a la ciudad?- preguntó el brujo.
-...Moriría...-
-¿Y si las pociones no hubiesen sido suficiente para cerrar las heridas internas?- añadió Irirgo.
-...Moriría.
-¿Y si te hubiese disparado en el corazón? Porque no me dijiste donde querías el virote.-
-...vale. Lo he entendido. No era un plan perfecto. De todas formas... mi libertad es algo por lo que estoy dispuesto a morir.- dije, en tono serio.
-Idiota... te habríamos sacado de prisión. Hemos hecho cosas peores.-
-¡Dejad de llamarme idiota! ¡Es culpa de Tale! ¡Él es el idiota original!- acusé, lanzando un puñado de hierbas en su dirección.
Respiré hondo. Estaba cómodo ahí. Sorprendentemente, el resto del grupo no parecía muy a disgusto con un guardia tan cerca, pero tal vez fuese por mi propia actitud.
-Ah. Enséñales el cartel, Tale. ¿No hemos visto a esa mujer antes?
-Oh...-
-Creo que ese papel ya no te hace falta, chico.
-La vimos hace... tres días. Sus ojos daban miedo.- dijo Syl.
-Mira quien fue a hablar...- rió Dann.
El gato bufó como respuesta, pero Dann continuó.
-Adicta al Väruk. Estaba dando tumbos por el camino, amenazando con una daga a todo el que se cruzase.- afirmó el brujo.
-Estaba peleándose con un mercader, creo. Los gritos del pobre desgraciado nos llamaron la atención. Básicamente...
-Básicamente, está muerta. Al menos su cadaver sirvió de algo...- musitó Syl.
-Espera, eso me recuerda... Creo que Tale no conoce a Kayr.- sonreí. -Vamos a tener que adentrarnos un poco en el bosque.-
Asher Daregan
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Re: La última gota. [Privado] [Cerrado]
Sus sospechas no eran infundadas, poco después de que Asher hubiese escuchado, no con muy buena cara las advertencias que le había dado, el hombre gato que respondía al nombre de Syl cayó de la copa de uno de los árboles cercanos.
Enarcó una ceja al ver como el felino daba un fuerte abrazo a su líder y, después, al borde del llanto, le pisaba la pata haciendo uso de todo el peso con el que contaba en su cuerpo. Estaba temblando. Con curiosidad, se quedó contemplando como el resto de integrantes del grupo de Asher de acercaba y comenzaban a conversar entre ellos, tratando de discernir el comportamiento del muchacho, el cual solo parecía evidente para él mismo y para Asher, a quien Syl acababa de denominar idiota.
Finalmente, al cabo de unos segundos de preguntas, Asher desveló el porqué de la actitud del gato. Eltrant no supo cómo reaccionar ante aquella revelación, el lobo había ordenado a su subalterno que le disparase si pretendía llevárselo consigo de vuelta a Lunargenta, se llevó la mano hasta la cara, y durante unos segundos que permaneció en silencio, escuchó como todos los integrantes de la banda de Asher le recriminaban aquella orden mientras le hacían ver casi el centenar de problemas que derivaban a la muerte que podían haber.
“Familia” Recordó las palabras del lobo esbozando una sonrisa. Sí, estaba en buenas manos, podía verse a simple vista. Y empezó a reír, a carcajadas, fue algo superior a él, cada palabra de aquella absurda discusión solo ayudaba a que se quedase sin aire.
Incapaz de mantenerse en pie, se apoyó en un árbol ignorando lo que los demás decían mientras. Oyó su nombre seguido de las palabras “Idiota Original”, cosa que solo hizo que riese con más fuerza.
Siguió riendo hasta el punto de caer al suelo - ¡Oh! ¡Ya sé! – Dijo ahora ayudándose del árbol para levantarse - ¡Voy a imitar al bueno de Tale! – Continuó diciendo - ¿Qué es lo mejor de él que puedo copiar? – Miró directamente a Asher - ¿Su generoso atractivo? ¿Su habilidad con las féminas? ¿Su maestria con la espada? – Siguió – Nah… - Se calmó un poco, limpiándose las lágrimas que salían de sus ojos – Sí… si de todos modos… - Se aguantó la risa – … me sobra sangre… – Incapaz de aguantar volvió a dejar escapar una risotada.
- Darengan… - Dijo tratando de recobrar la compostura inútilmente - … Eres un idiota.
***
Volvía a ser dueño de sí mismo. Le costó un poco, pero lo suficiente como para seguir con algo, no mucho, pero algo de su dignidad intacta.
- ¿Así que está muerta? – Dijo siguiendo a Asher y a su grupo, que lejos de querer cesar con su misticismo, le estaban llevando a través del bosque para presentarle a una tal “Kayr”. - ¿Y la habéis matado vosotros? – Preguntó, aunque no había que ser un genio para adivinarlo, quería asegurarse. – En ese caso… - Rebuscó entre sus bolsillos sin detenerse, un paso en falso y se quedaba atrás, salvo por el anciano Irirgo que se asemejaba a su velocidad, el grupo era bastante más ágil que él, sobre todo en aquel tipo de terreno. – Tengo que daros esto… - Dijo sacando un papel y estampando un pequeño sello que cargaba consigo en él.
Debido al movimiento no había quedado lo que se decía exactamente bien, pero aquello atestiguaba al poseedor como alguien que podía reclamar una recompensa en cualquiera de las garitas de la guardia que hubiese en la zona, aunque conociendo al grupo, dudaba mucho que siquiera se acercasen a una.
La muerte de aquella fugitiva indicaba a Eltrant que aquellas personas tenían su propio código de conducta, sus leyes, no dejaban la injusticia por que sí sin castigo, sonrió para sí sin decir palabra alguna y siguió caminando junto a Irirgo.
- ¿Seguro que no me podéis decir nada de esta tal Kayr? – Preguntó, si sabía algo de Asher era que todo aquel secretismo encerraba algo que, en la cabeza del lobo, sorprendería al exmercenario. - Baja el ritmo Asher, no todos somos tan rápido como tú – Protestó ahora avanzando un poco - ¿Quieres cargar con cuarenta kilos de armadura? – Bromeó – Viene bien para los músculos.
El bosque era, fundamentalmente, idéntico allá por dónde pasaban. El sol se perdía entre la espesura formada por las copas de los árboles, y salvo las voces de los presentes, no había nada especialmente relevante audible. Pájaros, el murmullo de un distante riachuelo, el susurro de las plantas mecidas por el viento, si no hubiese estado preocupado por seguir al grupo de bandidos probablemente habría parado en cualquier claro a dormir un poco.
- Oh, mi nombre es Eltrant Tale – Dijo así porque sí a los compañeros de Asher. Era consciente de que era un guarda y salvo por el lobo, todos tenían motivos para recelar de su presencia allí, pero le daba un poco igual, no es como si nunca le hubiesen dicho que hablaba demasiado – No me había presentado en condiciones – Añadió – Lo siento.
Tomó aire y, concentrándose en el sonido del distante arroyo, siguió al grupo hasta que llegaron a un claro en el cual, justo en el centro, había un pequeño lago en el cual desembocaba el riachuelo que llevaban escuchando durante todo el trayecto.
- Entonces… ¿Falta mucho?
Enarcó una ceja al ver como el felino daba un fuerte abrazo a su líder y, después, al borde del llanto, le pisaba la pata haciendo uso de todo el peso con el que contaba en su cuerpo. Estaba temblando. Con curiosidad, se quedó contemplando como el resto de integrantes del grupo de Asher de acercaba y comenzaban a conversar entre ellos, tratando de discernir el comportamiento del muchacho, el cual solo parecía evidente para él mismo y para Asher, a quien Syl acababa de denominar idiota.
Finalmente, al cabo de unos segundos de preguntas, Asher desveló el porqué de la actitud del gato. Eltrant no supo cómo reaccionar ante aquella revelación, el lobo había ordenado a su subalterno que le disparase si pretendía llevárselo consigo de vuelta a Lunargenta, se llevó la mano hasta la cara, y durante unos segundos que permaneció en silencio, escuchó como todos los integrantes de la banda de Asher le recriminaban aquella orden mientras le hacían ver casi el centenar de problemas que derivaban a la muerte que podían haber.
“Familia” Recordó las palabras del lobo esbozando una sonrisa. Sí, estaba en buenas manos, podía verse a simple vista. Y empezó a reír, a carcajadas, fue algo superior a él, cada palabra de aquella absurda discusión solo ayudaba a que se quedase sin aire.
Incapaz de mantenerse en pie, se apoyó en un árbol ignorando lo que los demás decían mientras. Oyó su nombre seguido de las palabras “Idiota Original”, cosa que solo hizo que riese con más fuerza.
Siguió riendo hasta el punto de caer al suelo - ¡Oh! ¡Ya sé! – Dijo ahora ayudándose del árbol para levantarse - ¡Voy a imitar al bueno de Tale! – Continuó diciendo - ¿Qué es lo mejor de él que puedo copiar? – Miró directamente a Asher - ¿Su generoso atractivo? ¿Su habilidad con las féminas? ¿Su maestria con la espada? – Siguió – Nah… - Se calmó un poco, limpiándose las lágrimas que salían de sus ojos – Sí… si de todos modos… - Se aguantó la risa – … me sobra sangre… – Incapaz de aguantar volvió a dejar escapar una risotada.
- Darengan… - Dijo tratando de recobrar la compostura inútilmente - … Eres un idiota.
***
Volvía a ser dueño de sí mismo. Le costó un poco, pero lo suficiente como para seguir con algo, no mucho, pero algo de su dignidad intacta.
- ¿Así que está muerta? – Dijo siguiendo a Asher y a su grupo, que lejos de querer cesar con su misticismo, le estaban llevando a través del bosque para presentarle a una tal “Kayr”. - ¿Y la habéis matado vosotros? – Preguntó, aunque no había que ser un genio para adivinarlo, quería asegurarse. – En ese caso… - Rebuscó entre sus bolsillos sin detenerse, un paso en falso y se quedaba atrás, salvo por el anciano Irirgo que se asemejaba a su velocidad, el grupo era bastante más ágil que él, sobre todo en aquel tipo de terreno. – Tengo que daros esto… - Dijo sacando un papel y estampando un pequeño sello que cargaba consigo en él.
Debido al movimiento no había quedado lo que se decía exactamente bien, pero aquello atestiguaba al poseedor como alguien que podía reclamar una recompensa en cualquiera de las garitas de la guardia que hubiese en la zona, aunque conociendo al grupo, dudaba mucho que siquiera se acercasen a una.
La muerte de aquella fugitiva indicaba a Eltrant que aquellas personas tenían su propio código de conducta, sus leyes, no dejaban la injusticia por que sí sin castigo, sonrió para sí sin decir palabra alguna y siguió caminando junto a Irirgo.
- ¿Seguro que no me podéis decir nada de esta tal Kayr? – Preguntó, si sabía algo de Asher era que todo aquel secretismo encerraba algo que, en la cabeza del lobo, sorprendería al exmercenario. - Baja el ritmo Asher, no todos somos tan rápido como tú – Protestó ahora avanzando un poco - ¿Quieres cargar con cuarenta kilos de armadura? – Bromeó – Viene bien para los músculos.
El bosque era, fundamentalmente, idéntico allá por dónde pasaban. El sol se perdía entre la espesura formada por las copas de los árboles, y salvo las voces de los presentes, no había nada especialmente relevante audible. Pájaros, el murmullo de un distante riachuelo, el susurro de las plantas mecidas por el viento, si no hubiese estado preocupado por seguir al grupo de bandidos probablemente habría parado en cualquier claro a dormir un poco.
- Oh, mi nombre es Eltrant Tale – Dijo así porque sí a los compañeros de Asher. Era consciente de que era un guarda y salvo por el lobo, todos tenían motivos para recelar de su presencia allí, pero le daba un poco igual, no es como si nunca le hubiesen dicho que hablaba demasiado – No me había presentado en condiciones – Añadió – Lo siento.
Tomó aire y, concentrándose en el sonido del distante arroyo, siguió al grupo hasta que llegaron a un claro en el cual, justo en el centro, había un pequeño lago en el cual desembocaba el riachuelo que llevaban escuchando durante todo el trayecto.
- Entonces… ¿Falta mucho?
Eltrant Tale
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Re: La última gota. [Privado] [Cerrado]
Fruncí el ceño, esperando a que el guardia dejase de reir, y fingiendo que su risa no era contagiosa. Pensé en decir algo, pero probablemente solo generaría más burlas, así que lo dejé pasar, solo gruñendo algunas maldiciones. Si era idiota, ellos estaban siguiendo a un idiota, lo cual era peor.
Sonreí al ver como Eltrant nos daba una "recompensa" por encargarnos de la mujer. No ibamos a reclamarla nosotros mismos, por supuesto, pero tal vez pudiesemos llegar a un acuerdo con alguien inocente. Me guardé el papel en el bolsillo, recordando mis días como mercenario: había cazado unas cuantas recompensas de esa misma forma.
-Noooo, nada de arruinar la sorpresa.- dije, sin mirar al guardia. Irirgo y Dann intercambiaron una sonrisa cómplice, y miraron a Eltrant. Ralenticé un poco cuando este protestó. -Nadie te dijo que llevases esa cosa... si te esforzases un poco por evitar golpes, seguro que no te haría falta...-
-No todo el mundo puede ir dando saltos y fintas por ahí.- bromeó Irargo. -Además, recibir golpes refuerza el carácter.-
-...en ese caso, no quiero tener más personalidad, gracias.- dijo Dann. Estaba utilizando su lanza como bastón, como solía hacer. -¿Sabes que es una mantícora, Eltrant? Porque conozco a un cretino que no lo sabía. Y la dejo suelta. Larga historia. La versión corta es: una espina gigante me atravesó la pierna. Daño permanente. Incluso los elfos solo la han podido tratar parcialmente.
-De verdad le encanta compartir esa historia, ¿eh?- preguntó Syl
-Claro, es el único golpe que se ha llevado en su vida... por algo es especial-
-Tampoco es como si tú estuvieses en primera linea... siempre ahí, escondido en tu árbol...-
-Bah. Pero podría. A diferencia de otros, yo puedo esquivar... diría que incluso mejor que Asher.-
-¿Ah, si...? Eso habrá que verlo. Muy bien, a partir de ahora yo estaré comodamente sentado en un árbol, disparando flechas a la gente, mientras tú das la cara por nosotros.- sonreí
-Y así es como moriremos todos. ¿Ves, Eltrant? Ni siquiera hace falta que nos arrestes...- bromeó el veterano.
-Bueno, da igual. Ya casi estamos... nuestro campamento está por aquí.-
Estaba bien escondido, tras unos frondosos matorrales, pero aquella zona era ideal para establecer una base temporal. Me adelanté, acercándome al claro y quedando a la vista, cerca de donde acababa el bosque. Pero algo parecía... raro.
-¿...donde está?- pregunté. El olor estaba ahí, definitivamente, así que no podía haber ido muy lejos. Escuché el crujido de unas ramas, y llevé mi mano a la espada. Algo iba mal.
-Quedaos ahí, voy a... Oh, no.-
Una enorme bestia felina me miraba con ojos hambrientos. Aquel ser... no procedía del bosque, pero por algún motivo... estaba ahí. Un león. Un león de verdad. No pude reaccionar. Con un rugido, la bestia se abalanzó sobre mi, derribandome al suelo. Desgarró mi carne con sus afiladas uñas. Dioses, había sangre por todas partes...
Bueno, no. Eso último no. Kayr, el león, (mi león) estaba muy ocupado lamiendome la cara como para matarme y devorarme.
-Le encanta hacer eso... deberías haber visto la cara que puso Dann cuando lo vio por primera vez.- rió Irirgo, dándole una palmada en la espalda al guardia. Después, cargó con el cofre hasta las tiendas de campaña. El resto se esparció por el claro, dedicándose a sus propias actividades.
-Vale, ¿alguien me echa una mano?- pregunté, aún con el león encima. Por más que trataba de zafarme, el animal se negaba a dejarme ir. -Hace demasiado calor como para tener una manta de 200 kilos encima...- me quejé.
Mis cómplices no reaccionaron. De verdad, tenía la peor banda de la historia.
Sonreí al ver como Eltrant nos daba una "recompensa" por encargarnos de la mujer. No ibamos a reclamarla nosotros mismos, por supuesto, pero tal vez pudiesemos llegar a un acuerdo con alguien inocente. Me guardé el papel en el bolsillo, recordando mis días como mercenario: había cazado unas cuantas recompensas de esa misma forma.
-Noooo, nada de arruinar la sorpresa.- dije, sin mirar al guardia. Irirgo y Dann intercambiaron una sonrisa cómplice, y miraron a Eltrant. Ralenticé un poco cuando este protestó. -Nadie te dijo que llevases esa cosa... si te esforzases un poco por evitar golpes, seguro que no te haría falta...-
-No todo el mundo puede ir dando saltos y fintas por ahí.- bromeó Irargo. -Además, recibir golpes refuerza el carácter.-
-...en ese caso, no quiero tener más personalidad, gracias.- dijo Dann. Estaba utilizando su lanza como bastón, como solía hacer. -¿Sabes que es una mantícora, Eltrant? Porque conozco a un cretino que no lo sabía. Y la dejo suelta. Larga historia. La versión corta es: una espina gigante me atravesó la pierna. Daño permanente. Incluso los elfos solo la han podido tratar parcialmente.
-De verdad le encanta compartir esa historia, ¿eh?- preguntó Syl
-Claro, es el único golpe que se ha llevado en su vida... por algo es especial-
-Tampoco es como si tú estuvieses en primera linea... siempre ahí, escondido en tu árbol...-
-Bah. Pero podría. A diferencia de otros, yo puedo esquivar... diría que incluso mejor que Asher.-
-¿Ah, si...? Eso habrá que verlo. Muy bien, a partir de ahora yo estaré comodamente sentado en un árbol, disparando flechas a la gente, mientras tú das la cara por nosotros.- sonreí
-Y así es como moriremos todos. ¿Ves, Eltrant? Ni siquiera hace falta que nos arrestes...- bromeó el veterano.
-Bueno, da igual. Ya casi estamos... nuestro campamento está por aquí.-
Estaba bien escondido, tras unos frondosos matorrales, pero aquella zona era ideal para establecer una base temporal. Me adelanté, acercándome al claro y quedando a la vista, cerca de donde acababa el bosque. Pero algo parecía... raro.
-¿...donde está?- pregunté. El olor estaba ahí, definitivamente, así que no podía haber ido muy lejos. Escuché el crujido de unas ramas, y llevé mi mano a la espada. Algo iba mal.
-Quedaos ahí, voy a... Oh, no.-
Una enorme bestia felina me miraba con ojos hambrientos. Aquel ser... no procedía del bosque, pero por algún motivo... estaba ahí. Un león. Un león de verdad. No pude reaccionar. Con un rugido, la bestia se abalanzó sobre mi, derribandome al suelo. Desgarró mi carne con sus afiladas uñas. Dioses, había sangre por todas partes...
Bueno, no. Eso último no. Kayr, el león, (mi león) estaba muy ocupado lamiendome la cara como para matarme y devorarme.
-Le encanta hacer eso... deberías haber visto la cara que puso Dann cuando lo vio por primera vez.- rió Irirgo, dándole una palmada en la espalda al guardia. Después, cargó con el cofre hasta las tiendas de campaña. El resto se esparció por el claro, dedicándose a sus propias actividades.
-Vale, ¿alguien me echa una mano?- pregunté, aún con el león encima. Por más que trataba de zafarme, el animal se negaba a dejarme ir. -Hace demasiado calor como para tener una manta de 200 kilos encima...- me quejé.
Mis cómplices no reaccionaron. De verdad, tenía la peor banda de la historia.
Asher Daregan
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Re: La última gota. [Privado] [Cerrado]
Se quedó mirando, durante varios largos segundos como Asher se permanecía bajo el inmenso animal que aquel grupo tenía como mascota. Kayr no era ninguna persona, era un león. Un león de los de verdad, no sabía si había muchos en Aerandir, pero como mínimo, eran escasos, relegados a las zonas más cálidas, cercanas a Roilkat y Beltrexus.
- ¿Un león? – La respuesta a aquella pregunta era obvia, respondida automáticamente por la ingente cantidad de sangre que comenzó a manar de los brazos del lobo – Vale… - Dijo atusándose la barba, mirando al resto del grupo se dispersaba en el campamento. – A ver como hago para...
Avanzó unos tres pasos, muy lentamente, Kayr estaba demasiado ocupado como para percatarse siquiera que Eltrant estaba allí. – No te muevas – Pidió a su amigo mientras, cuidadosamente, colocaba una mano en su hombro, momento en el que el león se fijó directamente en él durante una milésima de segundo. – Vale… me alejo… muy lentamente – Dijo retrocediendo sin apartar su mirada del león - ¿Y esto lo hace siempre? – Preguntó a la nada, obteniendo como respuesta el murmullo del viento y las distantes palabras del brujo que, como había comprendido según habían caminado a través de la espesura, nunca dejaba de hablar.
Kayr volvió a centrar su atención en el lobo, Eltrant sonrió. – …Voy a intentarlo de nuevo, Asher. – Avanzando de igual manera de antes, se colocó justo tras el can - ¿Cómodo? – Preguntó - ¿Qué tal tú, Kayr? – Dijo mirando al león, que ignorándole completamente al exmercenario había pasado de lamer la cara del can a yacer encima de este, como si de un mullido cojín se tratase. – Parece que él sí que esta cómodo. – Dijo tomando diligentemente a Asher por los brazos – A la de tres te saco… - Dijo – Una… - Miró al león, que abrió un poco uno de sus ojos, pero volvió a cerrarlo al momento, disfrutando del suave resplandor del sol que se filtraba entre los árboles y le daba directamente en el hocico – Dos… - Las orejas de Kayr reaccionaban con cada palabra que decía Eltrant, sabía que el guarda estaba ahí, simplemente había decidido ignorarle. - ¡Y tres! – Con un fuerte tirón, extrajo a su amigo debajo del grueso pelaje del animal, quien inmediatamente miró a Eltrant con cara de pocos amigos.
Tragó saliva y volvió a retroceder un par de pasos. - ¿Lo he enfadado? – Preguntó Eltrant a Asher, alejándose sin perder el contacto visual con aquella bestia – Lo he enfadado. – Se respondió a si mismo cuando el animal se levantó y abrió sus fauces, bostezando, mostrando los afilados colmillos con los que contaba.
- Encantador – Dijo - ¿Va a tratar de comerme? – Tensó los musculos, por mucho que corriese no iba a llegar muy lejos a pie, no podía ganar a una carrera a aquel felino – No soy bueno para una dieta equilibrada – Aseguró a Asher – Mucho hierro – Dijo señalando la coraza – Y bajo eso todo huesos, no tengo carne suficiente. – Continuó diciendo colocándose sutilmente tras su amigo.
No le daban miedo los leones, pero Kayr era la mascota de Asher, no iba a defenderse si le atacaba, y aunque bestia armadura completa, tratar de quitarse a una bestia enfurecía de encima sin hacerle daño solía ser una tarea bastante compleja. Tarea que muchas veces acababa en muerte.
- El caso es… - Zarandeó un poco a Asher - … un gato gigante muy bonito. Pero que no se me coma.
- ¿Un león? – La respuesta a aquella pregunta era obvia, respondida automáticamente por la ingente cantidad de sangre que comenzó a manar de los brazos del lobo – Vale… - Dijo atusándose la barba, mirando al resto del grupo se dispersaba en el campamento. – A ver como hago para...
Avanzó unos tres pasos, muy lentamente, Kayr estaba demasiado ocupado como para percatarse siquiera que Eltrant estaba allí. – No te muevas – Pidió a su amigo mientras, cuidadosamente, colocaba una mano en su hombro, momento en el que el león se fijó directamente en él durante una milésima de segundo. – Vale… me alejo… muy lentamente – Dijo retrocediendo sin apartar su mirada del león - ¿Y esto lo hace siempre? – Preguntó a la nada, obteniendo como respuesta el murmullo del viento y las distantes palabras del brujo que, como había comprendido según habían caminado a través de la espesura, nunca dejaba de hablar.
Kayr volvió a centrar su atención en el lobo, Eltrant sonrió. – …Voy a intentarlo de nuevo, Asher. – Avanzando de igual manera de antes, se colocó justo tras el can - ¿Cómodo? – Preguntó - ¿Qué tal tú, Kayr? – Dijo mirando al león, que ignorándole completamente al exmercenario había pasado de lamer la cara del can a yacer encima de este, como si de un mullido cojín se tratase. – Parece que él sí que esta cómodo. – Dijo tomando diligentemente a Asher por los brazos – A la de tres te saco… - Dijo – Una… - Miró al león, que abrió un poco uno de sus ojos, pero volvió a cerrarlo al momento, disfrutando del suave resplandor del sol que se filtraba entre los árboles y le daba directamente en el hocico – Dos… - Las orejas de Kayr reaccionaban con cada palabra que decía Eltrant, sabía que el guarda estaba ahí, simplemente había decidido ignorarle. - ¡Y tres! – Con un fuerte tirón, extrajo a su amigo debajo del grueso pelaje del animal, quien inmediatamente miró a Eltrant con cara de pocos amigos.
Tragó saliva y volvió a retroceder un par de pasos. - ¿Lo he enfadado? – Preguntó Eltrant a Asher, alejándose sin perder el contacto visual con aquella bestia – Lo he enfadado. – Se respondió a si mismo cuando el animal se levantó y abrió sus fauces, bostezando, mostrando los afilados colmillos con los que contaba.
- Encantador – Dijo - ¿Va a tratar de comerme? – Tensó los musculos, por mucho que corriese no iba a llegar muy lejos a pie, no podía ganar a una carrera a aquel felino – No soy bueno para una dieta equilibrada – Aseguró a Asher – Mucho hierro – Dijo señalando la coraza – Y bajo eso todo huesos, no tengo carne suficiente. – Continuó diciendo colocándose sutilmente tras su amigo.
No le daban miedo los leones, pero Kayr era la mascota de Asher, no iba a defenderse si le atacaba, y aunque bestia armadura completa, tratar de quitarse a una bestia enfurecía de encima sin hacerle daño solía ser una tarea bastante compleja. Tarea que muchas veces acababa en muerte.
- El caso es… - Zarandeó un poco a Asher - … un gato gigante muy bonito. Pero que no se me coma.
Eltrant Tale
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Re: La última gota. [Privado] [Cerrado]
La mole felina me estaba usando como su cama. Otra vez. Sabía que el tener un león como mascota era peligroso, pero siempre había asumido que era por sus garras y dientes, no por eso. Finalmente, Tale tuvo la valentía para ayudarme. Sabía que podía contar con él. Nunca dejaría que me diese un golpe de calor por un gato sobredimensionado con problemas para controlar su afecto. Dicho esto, el guardia parecía algo preocupado por su propio bienestar.
-Tranquilo.- dije.- Es inofensivo.- Mejor no le contaba que, en efecto, se había comido a más de una persona. Bueno, técnicamente eran cadáveres, no personas, pero la gente era muy sensible respecto a aquello. Me arrodillé junto al león y le rasqué la melena con ambas manos, empujandole al suelo. Kayr se acostó en su costado y levantó sus enormes patas mientras le rascaba, tocándome la cara con las grandes almohadillas.
-Mira a este bicho que podría romperme el cuello con un movimiento... ¿no es adorable?- pregunté, rascándole la barriga. Finalmente, me levanté.
-Ah... te hemos traído aquí y todo... ¿Que vas a hacer? ¿No deberías estar patrullando o algo?- pregunté, volviéndome hacia Eltrant. -Aunque, ya que estás aquí... podrías quedarte a comer.- dije, encogiéndome de hombros.
-Hoy le toca cocinar a Irargo. Estamos a salvo.- dijo la voz de Syl, revelándose. ¿Había estado subido a ese árbol todo ese tiempo?- Si le tocase a Dann... su último "experimento" podría haber reanimado a los muertos.
-Definitivamente, hizo que los vivos los envidiasemos...- rió Irargo, acercandose.
-¡Esa receta es considerada una delicia por los elfos!- dijo la voz de Dann a lo lejos.
Era raro. Aunque estaban recelosos al principio, parecían haber aceptado a Eltrant rápidamente. Seguramente notaban que era amigo mio y eso les daba confianza, pero aun así... era un guardia.
-¿Que tal un poco de ejercicio primero, de todos modos?- dije, levantándome. Estaba de buen humor. Ese día podía haber salido infinitamente peor. -¿Quieres ver si puedes esquivarme de verdad, Syl?-
-Podría. Pero no, gracias. Demasiado calor.-
-Bueno. ¿Que tal tú, Tale? ¿Te animas a una pequeña pelea? Espero que hayas aprendido algo en todo este tiempo.- ofrecí, dedicándole una sonrisa pícara. Levanté mi espada en su funda, apuntándola al guardia. -Bonita armadura, por cierto. Deberías ponerle un encantamiento o algo.- señalé, ladeando la cabeza.
Tanto Syl como Dann dejaron lo que estaban haciendo y se acercaron a mirar desde el suelo, mientras Irirgo preparaba un fuego para cocinar.
-Gana el que tire al otro al suelo.- sonreí. Tenía una clara ventaja si esas eran las condiciones. No le sería fácil mantener el equilibrio en esa coraza, después de todo. Sujeté mi arma con ambas manos: pesaba algo más de lo que estaba acostumbrado, debido a la funda, pero no hasta el punto de ser dificil de blandir.
-Venga, Tale. Cuando quieras.- dije, manteniendome a una distancia prudente.
-Tranquilo.- dije.- Es inofensivo.- Mejor no le contaba que, en efecto, se había comido a más de una persona. Bueno, técnicamente eran cadáveres, no personas, pero la gente era muy sensible respecto a aquello. Me arrodillé junto al león y le rasqué la melena con ambas manos, empujandole al suelo. Kayr se acostó en su costado y levantó sus enormes patas mientras le rascaba, tocándome la cara con las grandes almohadillas.
-Mira a este bicho que podría romperme el cuello con un movimiento... ¿no es adorable?- pregunté, rascándole la barriga. Finalmente, me levanté.
-Ah... te hemos traído aquí y todo... ¿Que vas a hacer? ¿No deberías estar patrullando o algo?- pregunté, volviéndome hacia Eltrant. -Aunque, ya que estás aquí... podrías quedarte a comer.- dije, encogiéndome de hombros.
-Hoy le toca cocinar a Irargo. Estamos a salvo.- dijo la voz de Syl, revelándose. ¿Había estado subido a ese árbol todo ese tiempo?- Si le tocase a Dann... su último "experimento" podría haber reanimado a los muertos.
-Definitivamente, hizo que los vivos los envidiasemos...- rió Irargo, acercandose.
-¡Esa receta es considerada una delicia por los elfos!- dijo la voz de Dann a lo lejos.
Era raro. Aunque estaban recelosos al principio, parecían haber aceptado a Eltrant rápidamente. Seguramente notaban que era amigo mio y eso les daba confianza, pero aun así... era un guardia.
-¿Que tal un poco de ejercicio primero, de todos modos?- dije, levantándome. Estaba de buen humor. Ese día podía haber salido infinitamente peor. -¿Quieres ver si puedes esquivarme de verdad, Syl?-
-Podría. Pero no, gracias. Demasiado calor.-
-Bueno. ¿Que tal tú, Tale? ¿Te animas a una pequeña pelea? Espero que hayas aprendido algo en todo este tiempo.- ofrecí, dedicándole una sonrisa pícara. Levanté mi espada en su funda, apuntándola al guardia. -Bonita armadura, por cierto. Deberías ponerle un encantamiento o algo.- señalé, ladeando la cabeza.
Tanto Syl como Dann dejaron lo que estaban haciendo y se acercaron a mirar desde el suelo, mientras Irirgo preparaba un fuego para cocinar.
-Gana el que tire al otro al suelo.- sonreí. Tenía una clara ventaja si esas eran las condiciones. No le sería fácil mantener el equilibrio en esa coraza, después de todo. Sujeté mi arma con ambas manos: pesaba algo más de lo que estaba acostumbrado, debido a la funda, pero no hasta el punto de ser dificil de blandir.
-Venga, Tale. Cuando quieras.- dije, manteniendome a una distancia prudente.
Asher Daregan
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Re: La última gota. [Privado] [Cerrado]
- Sí… - Dijo sin pararse a fingir un mínimo de credibilidad en sus palabras - …adorable. – En cuanto a mascotas, prefería a Sam. El mapache con sobrepeso tendría más secretos de los que parecía a simple vista y se bebería todas las botellas de licor que tenía en la oficina, pero al menos podía dormir sin miedo a que le arrancasen la cara de un mordisco.
Asher preguntó, después de zafarse de las garras de Kayr, si el guarda no debía estar de patrulla o algo por el estilo en lugar de allí. Eltrant sonrió ante esto y se pasó la mano por la nuca. – Ahora que lo dices… - Miró a su alrededor, había estado tan centrado en la existencia del león que no se había percatado de dónde estaba, aquel parecía ser el campamento del grupo de Asher, el lugar en el que se sentían mínimamente seguros. Y aun así, no parecían haber puesto pegas a su presencia, no que él hubiese escuchado al menos.
Después de que hiciesen varios chistes acerca de la comida del brujo que, desde la distancia solo pudo afirmar que su forma de cocinar era considerada una delicatesen en otros lugares, el lobo decidido que era un buen momento para hacer un poco de ejercicio.
Eltrant arqueó una ceja y miró hacia arriba, viendo como el sol estaba en la cúspide suspiró. - ¿Estás seguro de esto? – Syl descartó aquella idea casi de inmediato, alegando como motivo el evidente calor que hacía en ese momento, Asher, lejos de querer pasar un momento agradable relajado preguntó a Eltrant si quería sustituir a Syl en sus planes de entrenamiento.
- ¿La armadura? – Miró hacia abajo y se pasó la mano por encima de la coraza, sintiendo el metal que protegía su cuerpo - Sí que he pensado en encantarla, pero… - Sonriendo levemente el guarda se encogió de hombros – …El dinero, ya sabes, lo de siempre – Dejó escapar una carcajada y procedió a tirar del cordel que mantenía su capa sujeta a su cuello, de forma que esto cayó pesadamente a su espalda. - No te quejes cuando estés en el suelo. – Dijo devolviéndole la sonrisa al lobo, aceptando, de este modo, la petición que Asher acababa de hacer.
Soltó la espada que yacía en su cintura y la tomó con ambas manos, para entonces proceder a dar varias estocadas al aire, asegurándose de que la hoja no salía de su vaina con ningún movimiento brusco. – Muy bien. – Ensanchó su sonrisa – Prepárate. – Levantó su espada, tensó todos los músculos de sus brazos, normalmente era él quien esperaba a su enemigo, quien aguardaba a que este se equivocase para atacar, pero era un invitado en aquel campamento, que menos que enseñarles a los presentes que no era una mole incapaz de moverse.
Avanzó lento, sin prisa, estudiando los movimientos de Asher, lo conocía lo suficiente, no podía dejar de mirarle o desaparecería de su vista con un simple parpadeo, y su armadura, aunque era capaz de llevarla de manera natural, impedía, entre otras cosas, que se pudiese girar rápidamente. – Aquí voy – Dijo tomando algo de carrera, colocando su espada frente a él. - ¡Te tengo! – Lanzó una estocada directamente al pecho del lobo, tratando de derribarle de un solo golpe.
El lobo tenía ventaja, era más rápido que él y, si era sincero consigo mismo, en la mayor parte de los duelos en los que acababa inmiscuido acababa en el suelo al poco de comenzar. Tenía que mantenerse firme, sonrió. - ¿Caer de rodillas cuenta como suelo? – Asher era rápido, por supuesto que no iba a poder conectar la primera embestida, pero que su hoja solo cortase el aire no impidió que Eltrant tratase de unir a esa primera estocada a una segunda.
- ¡Quédate quieto!
Asher preguntó, después de zafarse de las garras de Kayr, si el guarda no debía estar de patrulla o algo por el estilo en lugar de allí. Eltrant sonrió ante esto y se pasó la mano por la nuca. – Ahora que lo dices… - Miró a su alrededor, había estado tan centrado en la existencia del león que no se había percatado de dónde estaba, aquel parecía ser el campamento del grupo de Asher, el lugar en el que se sentían mínimamente seguros. Y aun así, no parecían haber puesto pegas a su presencia, no que él hubiese escuchado al menos.
Después de que hiciesen varios chistes acerca de la comida del brujo que, desde la distancia solo pudo afirmar que su forma de cocinar era considerada una delicatesen en otros lugares, el lobo decidido que era un buen momento para hacer un poco de ejercicio.
Eltrant arqueó una ceja y miró hacia arriba, viendo como el sol estaba en la cúspide suspiró. - ¿Estás seguro de esto? – Syl descartó aquella idea casi de inmediato, alegando como motivo el evidente calor que hacía en ese momento, Asher, lejos de querer pasar un momento agradable relajado preguntó a Eltrant si quería sustituir a Syl en sus planes de entrenamiento.
- ¿La armadura? – Miró hacia abajo y se pasó la mano por encima de la coraza, sintiendo el metal que protegía su cuerpo - Sí que he pensado en encantarla, pero… - Sonriendo levemente el guarda se encogió de hombros – …El dinero, ya sabes, lo de siempre – Dejó escapar una carcajada y procedió a tirar del cordel que mantenía su capa sujeta a su cuello, de forma que esto cayó pesadamente a su espalda. - No te quejes cuando estés en el suelo. – Dijo devolviéndole la sonrisa al lobo, aceptando, de este modo, la petición que Asher acababa de hacer.
Soltó la espada que yacía en su cintura y la tomó con ambas manos, para entonces proceder a dar varias estocadas al aire, asegurándose de que la hoja no salía de su vaina con ningún movimiento brusco. – Muy bien. – Ensanchó su sonrisa – Prepárate. – Levantó su espada, tensó todos los músculos de sus brazos, normalmente era él quien esperaba a su enemigo, quien aguardaba a que este se equivocase para atacar, pero era un invitado en aquel campamento, que menos que enseñarles a los presentes que no era una mole incapaz de moverse.
Avanzó lento, sin prisa, estudiando los movimientos de Asher, lo conocía lo suficiente, no podía dejar de mirarle o desaparecería de su vista con un simple parpadeo, y su armadura, aunque era capaz de llevarla de manera natural, impedía, entre otras cosas, que se pudiese girar rápidamente. – Aquí voy – Dijo tomando algo de carrera, colocando su espada frente a él. - ¡Te tengo! – Lanzó una estocada directamente al pecho del lobo, tratando de derribarle de un solo golpe.
El lobo tenía ventaja, era más rápido que él y, si era sincero consigo mismo, en la mayor parte de los duelos en los que acababa inmiscuido acababa en el suelo al poco de comenzar. Tenía que mantenerse firme, sonrió. - ¿Caer de rodillas cuenta como suelo? – Asher era rápido, por supuesto que no iba a poder conectar la primera embestida, pero que su hoja solo cortase el aire no impidió que Eltrant tratase de unir a esa primera estocada a una segunda.
- ¡Quédate quieto!
Eltrant Tale
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Re: La última gota. [Privado] [Cerrado]
Esbocé la sonrisa arrogante a la que tanto estaba acostumbrado, ladeando la cabeza. La clase de sonrisa que dice "Lo tengo todo bajo control" o "No eres una amenaza y me estoy riendo de ti". Era una expresión elocuente, y tan natural para mi como respirar.
Y sacaba de sus casillas a tanta gente.
Sabía que con Eltrant tampoco funcionaria, aunque tal vez consiguiese desconcentrarle un poco. Estaba siendo precavido. Mirándome fijamente. Cada movimiento que hacía. A pesar de que simplemente estaba caminando a su alrededor, dando vueltas y manteniendo una vaga postura amenazadora. Bostecé, enseñando todos los dientes.
Eltrant se anunció, lanzando el primer ataque por una vez, pero me había dado tanto tiempo para reaccionar que era imposible *no* esquivarlo, pero solo para probar, decidí desviarlo con mi propio ataque. Golpeé su espada con la mia, de forma que no llegó a tocarme, pero... algo no iba bien. Creía que podría hacerlo sin esfuerzo, pero el humano tenía más fuerza de la que creía.
Claro que el "humano" no dejaba de ser Eltrant Tale.
Iba a tener que cansarlo. Empecé a dar saltos para evitar sus ataques, devolviendo unos cuantos golpes por mi parte, que el guardia parecía encajar sin problema. Como golpearle a una pared. ¿Podía acaso empujarle de verdad? Esa armadura estaba mejor hecha de lo que pensaba.
Tras una serie de frustrantes golpes inútiles por parte de ambos, aquel duelo empezaba a volverse cargante. Iba a tener que buscar maneras alternativas. Sonreí de nuevo, poniendo distancia entre los dos, y llevé mi mano izquierda a mi bolsillo. Después, la saqué en un puño cerrado. Acto seguido, cogí impulso con el brazo de la espada.
Todo sucedió muy deprisa. Lancé mi espada hacia arriba, soltándola de forma que volase por encima de nuestras cabezas. Una distracción. Al mismo tiempo, abrí mi puño izquierdo, vacio, mientras lo movía hacia Eltrant, fingiendo que le iba a arrojar algo. La segunda distracción. El peligro real estaba en mi mano derecha, en la que ahora había un trozo de carne seca. Con un dramático giro, se la lancé al guardia... y esta acabó entre su armadura y su ropa.
-Solo tengo que derribarte para ganar, ¿no...? Kayr, ataca.-
El león se levantó de su sitio y miró a Eltrant con un interés que no había mostrado hasta el momento. Empezó a caminar a paso acelerado, acercándose a Eltrant a un ritmo que amenazaba con volverse una persecución si el guardia intentaba huir. Era una táctica vil.
Pero lo que nadie se esperaba es que aquella fuese mi tercera distracción. Me lancé contra Eltrant en un placaje que tenía que pillarle distraido. Tenía el suficiente peso para tirarle al suelo, armadura o no. Y, tecnicamente... solo tenía que derribarle. El que cayese al suelo en el proceso no importaba.
-¿...por qué tiene que ser tan dramático?- preguntó Dann en voz baja.
Y sacaba de sus casillas a tanta gente.
Sabía que con Eltrant tampoco funcionaria, aunque tal vez consiguiese desconcentrarle un poco. Estaba siendo precavido. Mirándome fijamente. Cada movimiento que hacía. A pesar de que simplemente estaba caminando a su alrededor, dando vueltas y manteniendo una vaga postura amenazadora. Bostecé, enseñando todos los dientes.
Eltrant se anunció, lanzando el primer ataque por una vez, pero me había dado tanto tiempo para reaccionar que era imposible *no* esquivarlo, pero solo para probar, decidí desviarlo con mi propio ataque. Golpeé su espada con la mia, de forma que no llegó a tocarme, pero... algo no iba bien. Creía que podría hacerlo sin esfuerzo, pero el humano tenía más fuerza de la que creía.
Claro que el "humano" no dejaba de ser Eltrant Tale.
Iba a tener que cansarlo. Empecé a dar saltos para evitar sus ataques, devolviendo unos cuantos golpes por mi parte, que el guardia parecía encajar sin problema. Como golpearle a una pared. ¿Podía acaso empujarle de verdad? Esa armadura estaba mejor hecha de lo que pensaba.
Tras una serie de frustrantes golpes inútiles por parte de ambos, aquel duelo empezaba a volverse cargante. Iba a tener que buscar maneras alternativas. Sonreí de nuevo, poniendo distancia entre los dos, y llevé mi mano izquierda a mi bolsillo. Después, la saqué en un puño cerrado. Acto seguido, cogí impulso con el brazo de la espada.
Todo sucedió muy deprisa. Lancé mi espada hacia arriba, soltándola de forma que volase por encima de nuestras cabezas. Una distracción. Al mismo tiempo, abrí mi puño izquierdo, vacio, mientras lo movía hacia Eltrant, fingiendo que le iba a arrojar algo. La segunda distracción. El peligro real estaba en mi mano derecha, en la que ahora había un trozo de carne seca. Con un dramático giro, se la lancé al guardia... y esta acabó entre su armadura y su ropa.
-Solo tengo que derribarte para ganar, ¿no...? Kayr, ataca.-
El león se levantó de su sitio y miró a Eltrant con un interés que no había mostrado hasta el momento. Empezó a caminar a paso acelerado, acercándose a Eltrant a un ritmo que amenazaba con volverse una persecución si el guardia intentaba huir. Era una táctica vil.
Pero lo que nadie se esperaba es que aquella fuese mi tercera distracción. Me lancé contra Eltrant en un placaje que tenía que pillarle distraido. Tenía el suficiente peso para tirarle al suelo, armadura o no. Y, tecnicamente... solo tenía que derribarle. El que cayese al suelo en el proceso no importaba.
-¿...por qué tiene que ser tan dramático?- preguntó Dann en voz baja.
Asher Daregan
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Re: La última gota. [Privado] [Cerrado]
Cada golpe que el lobo daba sobre su armadura no hacía más que hacerle retroceder un par de pasos. Y no era de extrañar, aquel trozo de metal estaba hecho para soportar armas con filo, en cierto sentido, era casi como hacer trampa en aquella situación.
Pero tampoco podía confiar en que fuese prácticamente una ventaja, Asher era rápido, mucho, tanto que le costaba mantenerlo en el centro de su visión, saltaba te golpeaba por detrás y desaparecía durante un instante para lanzarte una sucesión de rápidas estocadas en el pecho.
Por no hablar de aquella sonrisa. - Eso, ríete, que vas a caer igual – Dijo dedicándole la suya propia, aunque no le salía tan bien como al can, algo evidente por la extraña mueca que hizo y que, en su cabeza, era similar a la de Asher.
El combate estaba siendo frustrante, parecía no tener final cercano, mientras que él se quedaba bloqueando todo lo que le lanzaba, Eltrant apenas podía igualar la velocidad de la que hacía gala Asher, no pudo contar cuando tiempo exactamente estuvieron de esa forma, quizás el suficiente como para que entre el poco público que tenían alguien dejase escapar algún bostezo que otro.
Y entonces, cuando ya parecía que los dos participantes de aquel duelo estaban aburridos de no llegar a ningún punto, el perro lanzó su espada hacía arriba de forma que Eltrant, que estaba centrándose en cada acción que realizaba Asher, no pudo sino romper el recio contacto visual que había mantenido hasta con él hasta el momento para centrarse en bloquear la espada que giraba en el aire con la suya propia antes de que le acertase en la cabeza.
Consiguió desviarla rápidamente, de forma relativamente fácil, gracias a su propia espada, pero antes de que pudiese comprender siquiera que estaba sucediendo, Asher hizo el amago de lanzarle una cosa que en realidad no existía, algo que solo sirvió para que el guarda realizase un tajo frente a él esperando desviar un objeto del que no se había percatado su existencia. Con un dramático giro Asher terminó aquel endiablado plan lanzando un trozo de carne a las juntas de la armadura con una precisión digna de elogio.
- ¿…Y esto es para…? – Preguntó mirando el trozo de carne que pendía de la junta de su hombro – Solo tienes que derribarme, no alimentarme, ni tampoco… - El perro llamó al gato, nunca mejor dicho. Kayr acudió a la llamada de su amo prestando bastante interés en el trozo de carne seca que colgaba de la indumentaria del exmercenario. – No, no, no. ¡Gatito bueno! ¡Gatito bueno! – Estuvo tentado de empezar a correr, pero sabía que si lo hacía aquella bestia emprendería la marcha, se tocó el brazo derecho, ¿Se deshacía del guantelete de metal y usaba el de cuero?, era una estupidez hacerlo en aquel lugar. – “No… Asher no permitiría que me comiese… ¿Verdad?” - La respuesta de Kayr a aquel pensamiento fue relamerse los labios, Eltrant tragó saliva. - "Vale, relajate, solo es un gato grande..."
Un placaje a su espalda cortó toda línea de pensamiento coherente que estaba teniendo en aquel momento, aquel enrevesado plan debía de tener minutos ¿Cómo había sido capaz de ponerlo en marcha en tan poco tiempo? El mundo se ralentizó mientras caía lo suficiente como para que pudiese decir “Esto es trampa” en su cabeza más de un centenar de veces.
¡Pero no iba a caer! No tan fácilmente, la armadura no le permitía hacer acrobacias, pero si podía mover los brazos lo suficiente como para sujetar al lobo por la cintura según se precipitaba contra el suelo.
- “¡Si caigo, caeré con mis propias condiciones!” – Gritó en su cabeza mientras se dejaba caer con todo su peso, tratando de arrastrar al lobo consigo. – “¡Árbol va!”
Pero tampoco podía confiar en que fuese prácticamente una ventaja, Asher era rápido, mucho, tanto que le costaba mantenerlo en el centro de su visión, saltaba te golpeaba por detrás y desaparecía durante un instante para lanzarte una sucesión de rápidas estocadas en el pecho.
Por no hablar de aquella sonrisa. - Eso, ríete, que vas a caer igual – Dijo dedicándole la suya propia, aunque no le salía tan bien como al can, algo evidente por la extraña mueca que hizo y que, en su cabeza, era similar a la de Asher.
El combate estaba siendo frustrante, parecía no tener final cercano, mientras que él se quedaba bloqueando todo lo que le lanzaba, Eltrant apenas podía igualar la velocidad de la que hacía gala Asher, no pudo contar cuando tiempo exactamente estuvieron de esa forma, quizás el suficiente como para que entre el poco público que tenían alguien dejase escapar algún bostezo que otro.
Y entonces, cuando ya parecía que los dos participantes de aquel duelo estaban aburridos de no llegar a ningún punto, el perro lanzó su espada hacía arriba de forma que Eltrant, que estaba centrándose en cada acción que realizaba Asher, no pudo sino romper el recio contacto visual que había mantenido hasta con él hasta el momento para centrarse en bloquear la espada que giraba en el aire con la suya propia antes de que le acertase en la cabeza.
Consiguió desviarla rápidamente, de forma relativamente fácil, gracias a su propia espada, pero antes de que pudiese comprender siquiera que estaba sucediendo, Asher hizo el amago de lanzarle una cosa que en realidad no existía, algo que solo sirvió para que el guarda realizase un tajo frente a él esperando desviar un objeto del que no se había percatado su existencia. Con un dramático giro Asher terminó aquel endiablado plan lanzando un trozo de carne a las juntas de la armadura con una precisión digna de elogio.
- ¿…Y esto es para…? – Preguntó mirando el trozo de carne que pendía de la junta de su hombro – Solo tienes que derribarme, no alimentarme, ni tampoco… - El perro llamó al gato, nunca mejor dicho. Kayr acudió a la llamada de su amo prestando bastante interés en el trozo de carne seca que colgaba de la indumentaria del exmercenario. – No, no, no. ¡Gatito bueno! ¡Gatito bueno! – Estuvo tentado de empezar a correr, pero sabía que si lo hacía aquella bestia emprendería la marcha, se tocó el brazo derecho, ¿Se deshacía del guantelete de metal y usaba el de cuero?, era una estupidez hacerlo en aquel lugar. – “No… Asher no permitiría que me comiese… ¿Verdad?” - La respuesta de Kayr a aquel pensamiento fue relamerse los labios, Eltrant tragó saliva. - "Vale, relajate, solo es un gato grande..."
Un placaje a su espalda cortó toda línea de pensamiento coherente que estaba teniendo en aquel momento, aquel enrevesado plan debía de tener minutos ¿Cómo había sido capaz de ponerlo en marcha en tan poco tiempo? El mundo se ralentizó mientras caía lo suficiente como para que pudiese decir “Esto es trampa” en su cabeza más de un centenar de veces.
¡Pero no iba a caer! No tan fácilmente, la armadura no le permitía hacer acrobacias, pero si podía mover los brazos lo suficiente como para sujetar al lobo por la cintura según se precipitaba contra el suelo.
- “¡Si caigo, caeré con mis propias condiciones!” – Gritó en su cabeza mientras se dejaba caer con todo su peso, tratando de arrastrar al lobo consigo. – “¡Árbol va!”
Eltrant Tale
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Re: La última gota. [Privado] [Cerrado]
Mi plan funcionó. Por supuesto. Era demasiado complicado como para fallar, aunque Eltrant realizó un inesperado, raro... agarre. Ambos acabamos en el suelo, dando final a aquel duelo de espadas con un sucio movimiento desarmado.
-Bueno.- dije, levantándome y sacudiendome el polvo y la hierba. -He ganado. ¿Verdad?- pregunté, mirando al grupo. Solo respondieron con encogidas de hombros y sonidos evasivos de interpretación ambigua. -Bien.-
-Si habéis dejado de hacer el idiota... la comida ya esta lista.- anunció Irirgo. -Solo que no tenemos mesa. Y solo cuatro pares de cubiertos. Dann, trae un mantel o algo sobre lo que sentarnos, ¿quieres?-
-No pasa nada, puedo comer con las manos.- ofrecí. Los humanos eran demasiado recatados para eso, por algún motivo. No dejaba de ser curioso: ellos no tenian pelo en las manos. De todos modos, podía lavarmelas en el claro.
Tras un par de minutos, todos tenian un buen pedazo de carne asada en su plato (o garras) y pudimos empezar a comer. El ejercicio me había dejado hambriento, y no tardé en empezar a devorar mi comida a gran velocidad, cosa que no dejaba de asombrar a algunos de mis acompañantes.
-Come como si la carne estuviese intentando escaparse... es hipnótico- comentó Dann, sin apartar la mirada.
-No sabía que teníamos buey.- dije tras tragar. -¿De donde lo has sacado?-
-Si no lo sabías era para que siguiese existiendo...- sonrió el veterano. Syl no dijo nada durante la comida, pero tampoco parecía molestarle mis modales de mesa.
-¿Que tal está, Eltrant? ¿Mejor que lo que te dan en la guardia?-
Para cuando el resto aún estaba a medias, ya había acabado con mi porción y mis manos estaban... pegajosas. Las lavé con el agua de la cantimplora, con cuidado de no mojar el mantel.
-Hmmm... ¿que hacemos ahora...? Tenemos un buen botín, e incluso una recompensa que reclamar. Tal vez podríamos ir mañana a Lunargenta, a reabastecernos.
-Vas demasiado rápido. Ni siquiera hemos acabado de comer. ¿Nunca has probado a... parar?- me reprimió Irirgo.
-Ahora que lo dices... siempre parece tener algo en mente. Cuando no está leyendo, hablando sobre runas, o desgarrando el aire con su cortacosas, está planeando cosas ilegales. O cometiendolas.- coincidió el brujo.
-Aburrirse es para los muertos.- dije, encogiendome de hombros.
-¿...no planeabas morir hoy?-
No respondí. La verdad es que hacía tiempo que no descansaba, pero me sentía lleno de vida. Sentía que esa era mi lugar de verdad. Realmente, estaba feliz.
-Bueno, como sea... al menos es un buen líder.-
-...no me llames eso.- gruñí, esbozando una mueca. No pensaba en mi mismo como su jefe, o su lider, o como si tuviese más importancia que nadie en el grupo. Además, no creía que se me diese bien liderar.
-Pero es lo que eres, ¿no? Siempre das las órdenes, y eres el primero en dar la cara. A pesar de que el viejo tenga tres veces tu edad.-
-...cállate.- musité.
-Pero tiene razón. Tienes la iniciativa que necesitamos. Yo siempre he sido más de seguir que de guiar, de todos modos.- dijo el viejo. Por supuesto, eso era solo media verdad. Las razones eran mucho más complejas, pero nadie iba a discutirlo en ese momento. Miré a Syl, esperando que se pusiese de mi parte.
-...la verdad es que creía que ya lo tenías asumido.- dijo, encogiéndose de hombros. -Siempre te ocupas de todo lo que necesitemos, sea en grupo o no. Guiar, iniciar y ayudar... Lo mires como lo mires, es lo que hace un líder. O no sé. Si somos una familia, serías el padre. O el hermano mayor. Algo así.-
Gruñí, tumbándome hacia atrás.
-Tale, sálvame.- pedí.
-Bueno.- dije, levantándome y sacudiendome el polvo y la hierba. -He ganado. ¿Verdad?- pregunté, mirando al grupo. Solo respondieron con encogidas de hombros y sonidos evasivos de interpretación ambigua. -Bien.-
-Si habéis dejado de hacer el idiota... la comida ya esta lista.- anunció Irirgo. -Solo que no tenemos mesa. Y solo cuatro pares de cubiertos. Dann, trae un mantel o algo sobre lo que sentarnos, ¿quieres?-
-No pasa nada, puedo comer con las manos.- ofrecí. Los humanos eran demasiado recatados para eso, por algún motivo. No dejaba de ser curioso: ellos no tenian pelo en las manos. De todos modos, podía lavarmelas en el claro.
Tras un par de minutos, todos tenian un buen pedazo de carne asada en su plato (o garras) y pudimos empezar a comer. El ejercicio me había dejado hambriento, y no tardé en empezar a devorar mi comida a gran velocidad, cosa que no dejaba de asombrar a algunos de mis acompañantes.
-Come como si la carne estuviese intentando escaparse... es hipnótico- comentó Dann, sin apartar la mirada.
-No sabía que teníamos buey.- dije tras tragar. -¿De donde lo has sacado?-
-Si no lo sabías era para que siguiese existiendo...- sonrió el veterano. Syl no dijo nada durante la comida, pero tampoco parecía molestarle mis modales de mesa.
-¿Que tal está, Eltrant? ¿Mejor que lo que te dan en la guardia?-
Para cuando el resto aún estaba a medias, ya había acabado con mi porción y mis manos estaban... pegajosas. Las lavé con el agua de la cantimplora, con cuidado de no mojar el mantel.
-Hmmm... ¿que hacemos ahora...? Tenemos un buen botín, e incluso una recompensa que reclamar. Tal vez podríamos ir mañana a Lunargenta, a reabastecernos.
-Vas demasiado rápido. Ni siquiera hemos acabado de comer. ¿Nunca has probado a... parar?- me reprimió Irirgo.
-Ahora que lo dices... siempre parece tener algo en mente. Cuando no está leyendo, hablando sobre runas, o desgarrando el aire con su cortacosas, está planeando cosas ilegales. O cometiendolas.- coincidió el brujo.
-Aburrirse es para los muertos.- dije, encogiendome de hombros.
-¿...no planeabas morir hoy?-
No respondí. La verdad es que hacía tiempo que no descansaba, pero me sentía lleno de vida. Sentía que esa era mi lugar de verdad. Realmente, estaba feliz.
-Bueno, como sea... al menos es un buen líder.-
-...no me llames eso.- gruñí, esbozando una mueca. No pensaba en mi mismo como su jefe, o su lider, o como si tuviese más importancia que nadie en el grupo. Además, no creía que se me diese bien liderar.
-Pero es lo que eres, ¿no? Siempre das las órdenes, y eres el primero en dar la cara. A pesar de que el viejo tenga tres veces tu edad.-
-...cállate.- musité.
-Pero tiene razón. Tienes la iniciativa que necesitamos. Yo siempre he sido más de seguir que de guiar, de todos modos.- dijo el viejo. Por supuesto, eso era solo media verdad. Las razones eran mucho más complejas, pero nadie iba a discutirlo en ese momento. Miré a Syl, esperando que se pusiese de mi parte.
-...la verdad es que creía que ya lo tenías asumido.- dijo, encogiéndose de hombros. -Siempre te ocupas de todo lo que necesitemos, sea en grupo o no. Guiar, iniciar y ayudar... Lo mires como lo mires, es lo que hace un líder. O no sé. Si somos una familia, serías el padre. O el hermano mayor. Algo así.-
Gruñí, tumbándome hacia atrás.
-Tale, sálvame.- pedí.
Asher Daregan
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Re: La última gota. [Privado] [Cerrado]
- Empate – Dijo Eltrant levantándose del suelo. Anudó su espada de nuevo a su cinturón y lanzó, lo más lejos de su cuerpo que pudo, el trozo de carne cruda que le había arrojado Asher, esperando que el simpático Kayr decidiese ir a por el filete crudo que a por el olor que este había dejado en la ropa del guarda – Empate – Volvió a repetir, aunque era evidente que nadie le estaba haciendo caso a él y únicamente habían dejado entrevé entre sonidos aleatorios y gestos automáticos que, como mínimo, el desenlace de aquella pelea había sido decepcionante.
Irirgo dejó claro a los presentes que la comida ya estaba servida, así como que no tenían cubiertos suficientes para todos, Eltrant se encogió de hombros quitándole importancia al asunto, él podría comer perfectamente con las manos, las semanas al raso no eran raras en su vida. Pero Asher decidió quesería él quien comería con las manos y ya que el perro se ofrecía, Eltrant no iba a rechazar un plato limpio del que comer.
No pudo evitar sonreír ante el dantesco espectáculo que estaba dando el Asher con su comida, la devoraba como si esta fuese a escapar de sus manos si se descuidaba, no recordaba haberle visto comer así en el cuartel, puede que fuese extraño de ver, pero aquel lobo era uno en libertad, no estaba mal verle en su hábitat natural.
- No suelo comer en el comedor de la guardia… - A cada palabra que decía el tono de su voz bajaba, al final aquella frase no fue más que un susurro casi inaudible. Lo cierto era que normalmente invitaba a Alanna y a los demás a comer con él en su oficina – Aunque… teniendo en cuenta lo que dicen… – Sonrió y probó la carne que Irirgo le había servido concentrándose en el sabor de la misma – …Estoy seguro de que sí – Dijo alzando levemente el plato, mostrándole al veterano que su comida era buena. – Cocinas mejor que yo desde luego – Añadió al final en un murmullo, jugueteando con los trozos de carne.
La siguiente conversación que siguió a esta sucedió justo cuando Asher hubo terminado su carne, algo que sucedió cuando los demás apenas habían tenido tiempo para atacar sus respectivos platos y fue acerca del siguiente movimiento de la banda.
Sus compañeros pronto le recriminaron que nunca paraba quieto, cosa que Eltrant sabía con creces que era cierto, incluso cuando estaba en el cuartel siempre estaba en aquella oficina adyacente a la enfermería jugueteando con pergaminos y piedras mágicas que el castaño no comprendía, o apaleando a reclutas y a demás soldados en el patio de entrenamiento, nunca paraba.
Continuó callado, comiendo lentamente, dejando que el grupo hablase de sus cosas, de como todos los presentes parecían considerar a Asher el líder de aquel grupo. – “¿Pero no lo era?” – Alzó un instante la mirada de su plato para ver como todos tenían los ojos posados en el hombre-bestia de pelaje gris. – “Así que todos lo ven como un líder menos él mismo” – Negó con la cabeza y sonrió, volviendo a su plato y escuchando lo que los demás decían de fondo, hacía días que no tenía una comida en condiciones, y tenía que admitirlo, Irirgo era un cocinero endiabladamente bueno, daban ganas de unirse a aquella banda solo por él.
- Tale, sálvame.
La voz de Asher le hizo alzar la vista de su plato, el cual estaba prácticamente vacío y solo quedaban restos de la sala producida por la comida.
Enarcó una ceja al mismo tiempo que el fantasma de una sonrisa se asomaba en su rostro cuando su cerebro terminó de comprender las palabras que habían salido de los labios de Asher. - Bueno… - Dejó el plato a un lado y asintió con suavidad a Irirgo para mostrarle que estaba agradecido por la comida – …Podría decir bastantes cosas por las que no deberían llamarte así si quieren seguir vivo el mes que viene… ya sabes, ese día en el que me dejaste encerrado en una habitación con tres brujos mal de la cabeza mientras tú te reías fuera – Aseguró cruzando las piernas, ensanchando su sonrisa.
Tras varios segundos de silencio suspiró levemente y negó con la cabeza – Pero… – Comenzó a decir repasando cada uno de los rostros que tenía frente a él. – La verdad es que tienen razón. – Dijo levantándose de su asiento – Un líder, Asher, no se ve a sí mismo como uno – Estiró los brazos – … Y muchas veces, irónicamente, tampoco es el más adecuado para serlo – Su forma de pensar quizás no terminase de encajar con la forma de ver la vida que tenían aquellos bandidos, pero tampoco importaba demasiado para lo que estaba relatando – Un buen líder daría su vida por… - Pensó la palabra que decir a continuación durante un segundo. - … por su familia. Esa es la distinción diría yo. Familia, no soldados, no seguidores. Familia. – Miró a los presentes. – Se hace el duro. - Señaló a Asher - Pero se ve que os aprecia bastante, lo suficiente como para dirigiros sin darse cuenta. – Miró de nuevo a Asher sonriendo maliciosamente, sabía que al lobo no le gustaba que expusiesen sus sentimientos de aquel modo, aun recordaba el día en el que le dio un puñetazo en la cara como señal de amistad, curiosa forma, cuanto menos. – Así que asúmelo, “Hermano Mayor”, eres el líder.
Se calló y miró a su alrededor, al campamento del grupo estaba ordenado sorpresivamente bien, no se había percatado al entrar en él, sobre todo por el tema del león que casi se le come dos veces.
– ¡Bueno! – Dio una fuerte palmada cambiando de tema radicalmente – El sol está alto todavía, si me doy prisa puede que llegue al siguiente pueblo. – Sacó de uno de los bolsillos traseros un montón de carteles de se busca pobremente doblados – Tomad, cada uno de estos son Aeros suficientes para comer una semana – Aseguró – Deberían estar por esta zona.
Irirgo dejó claro a los presentes que la comida ya estaba servida, así como que no tenían cubiertos suficientes para todos, Eltrant se encogió de hombros quitándole importancia al asunto, él podría comer perfectamente con las manos, las semanas al raso no eran raras en su vida. Pero Asher decidió quesería él quien comería con las manos y ya que el perro se ofrecía, Eltrant no iba a rechazar un plato limpio del que comer.
No pudo evitar sonreír ante el dantesco espectáculo que estaba dando el Asher con su comida, la devoraba como si esta fuese a escapar de sus manos si se descuidaba, no recordaba haberle visto comer así en el cuartel, puede que fuese extraño de ver, pero aquel lobo era uno en libertad, no estaba mal verle en su hábitat natural.
- No suelo comer en el comedor de la guardia… - A cada palabra que decía el tono de su voz bajaba, al final aquella frase no fue más que un susurro casi inaudible. Lo cierto era que normalmente invitaba a Alanna y a los demás a comer con él en su oficina – Aunque… teniendo en cuenta lo que dicen… – Sonrió y probó la carne que Irirgo le había servido concentrándose en el sabor de la misma – …Estoy seguro de que sí – Dijo alzando levemente el plato, mostrándole al veterano que su comida era buena. – Cocinas mejor que yo desde luego – Añadió al final en un murmullo, jugueteando con los trozos de carne.
La siguiente conversación que siguió a esta sucedió justo cuando Asher hubo terminado su carne, algo que sucedió cuando los demás apenas habían tenido tiempo para atacar sus respectivos platos y fue acerca del siguiente movimiento de la banda.
Sus compañeros pronto le recriminaron que nunca paraba quieto, cosa que Eltrant sabía con creces que era cierto, incluso cuando estaba en el cuartel siempre estaba en aquella oficina adyacente a la enfermería jugueteando con pergaminos y piedras mágicas que el castaño no comprendía, o apaleando a reclutas y a demás soldados en el patio de entrenamiento, nunca paraba.
Continuó callado, comiendo lentamente, dejando que el grupo hablase de sus cosas, de como todos los presentes parecían considerar a Asher el líder de aquel grupo. – “¿Pero no lo era?” – Alzó un instante la mirada de su plato para ver como todos tenían los ojos posados en el hombre-bestia de pelaje gris. – “Así que todos lo ven como un líder menos él mismo” – Negó con la cabeza y sonrió, volviendo a su plato y escuchando lo que los demás decían de fondo, hacía días que no tenía una comida en condiciones, y tenía que admitirlo, Irirgo era un cocinero endiabladamente bueno, daban ganas de unirse a aquella banda solo por él.
- Tale, sálvame.
La voz de Asher le hizo alzar la vista de su plato, el cual estaba prácticamente vacío y solo quedaban restos de la sala producida por la comida.
Enarcó una ceja al mismo tiempo que el fantasma de una sonrisa se asomaba en su rostro cuando su cerebro terminó de comprender las palabras que habían salido de los labios de Asher. - Bueno… - Dejó el plato a un lado y asintió con suavidad a Irirgo para mostrarle que estaba agradecido por la comida – …Podría decir bastantes cosas por las que no deberían llamarte así si quieren seguir vivo el mes que viene… ya sabes, ese día en el que me dejaste encerrado en una habitación con tres brujos mal de la cabeza mientras tú te reías fuera – Aseguró cruzando las piernas, ensanchando su sonrisa.
Tras varios segundos de silencio suspiró levemente y negó con la cabeza – Pero… – Comenzó a decir repasando cada uno de los rostros que tenía frente a él. – La verdad es que tienen razón. – Dijo levantándose de su asiento – Un líder, Asher, no se ve a sí mismo como uno – Estiró los brazos – … Y muchas veces, irónicamente, tampoco es el más adecuado para serlo – Su forma de pensar quizás no terminase de encajar con la forma de ver la vida que tenían aquellos bandidos, pero tampoco importaba demasiado para lo que estaba relatando – Un buen líder daría su vida por… - Pensó la palabra que decir a continuación durante un segundo. - … por su familia. Esa es la distinción diría yo. Familia, no soldados, no seguidores. Familia. – Miró a los presentes. – Se hace el duro. - Señaló a Asher - Pero se ve que os aprecia bastante, lo suficiente como para dirigiros sin darse cuenta. – Miró de nuevo a Asher sonriendo maliciosamente, sabía que al lobo no le gustaba que expusiesen sus sentimientos de aquel modo, aun recordaba el día en el que le dio un puñetazo en la cara como señal de amistad, curiosa forma, cuanto menos. – Así que asúmelo, “Hermano Mayor”, eres el líder.
Se calló y miró a su alrededor, al campamento del grupo estaba ordenado sorpresivamente bien, no se había percatado al entrar en él, sobre todo por el tema del león que casi se le come dos veces.
– ¡Bueno! – Dio una fuerte palmada cambiando de tema radicalmente – El sol está alto todavía, si me doy prisa puede que llegue al siguiente pueblo. – Sacó de uno de los bolsillos traseros un montón de carteles de se busca pobremente doblados – Tomad, cada uno de estos son Aeros suficientes para comer una semana – Aseguró – Deberían estar por esta zona.
Eltrant Tale
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Re: La última gota. [Privado] [Cerrado]
Esbocé una mueca. Tale no estaba ayudando. Pensé en lo que estaba diciendo... ¿realmente podía guiar a aquel grupo? ¿A donde...? ¿Que era lo que buscábamos? Si era seguir vivos, corriamos demasiados riesgos. ¿Atacar a la sociedad noble? ¿Por venganza? No tendría sentido. Cierto, ganabamos un buen botín, pero seguía siendo muy arriesgado y no duraría eternamente.
Me abracé las rodillas y hundí la cara en mis brazos, pensativo. Familia... era eso, sin duda. Nos llevabamos bien. Estábamos más felices juntos que separados, más seguros... y teniamos más potencial. Nuestro trabajo en equipo era mucho mejor que el de cualquier escuadrón de guardias. Siempre había pensado en hacer lo más natural. Seguir con la corriente, a donde me llevase el viento.
Pero si realmente era el líder, tenía que tenerlos a todos en cuenta. No podía tomar decisiones precipitadas. Tenia una responsabilidad, después de todo. No podía permitirme fallar. Suspiré, sintiendo una carga sobre mis hombros.
Syl puso su mano en mi brazo y apretó ligeramente. Levanté la mirada, y el sonrió. Tanto Dann como Irirgo hicieron lo mismo. ¿Habían notado lo que estaba sintiendo?
Tan pronto como vino, la carga se hizo mucho más ligera. No fallaría. No me dejarían, después de todo.
Una enorme sonrisa iluminó mi cara. Respiré hondo, sintiendo la brisa en mi cara. No habían hecho falta palabras.
-Siento... haber actuado por mi cuenta.- empecé. -No volveré a hacer algo así. No moriré de forma egoista.- prometí, solemnemente. -Gracias por estar conmigo.-
-Venga. No hace falta ponernos emocionales.- dijo Dann. Algo me decía que quería detenerse antes de que le afectase a él también... como habría hecho yo, en otras ocasiones. -No ha cambiado nada. Ya te seguiamos desde antes. Lo único distinto es que no te has dado cuenta hasta ahora.-
Me levanté, mirando el cielo. Hacía un buen día.
-Si soy el lider, ¿significa que estoy exento de lavar los platos, no? Ni siquiera los he usado esta vez.-
-...y así de repente, ha pasado de ser un líder a ser un tirano.- rió Irirgo. -Es casi un record. Aunque los he visto más rápidos.-
-No deberiamos haberle dicho nada, ahora se le subirá a la cabeza.- bromeó el gato, recogiendo los platos y cubiertos.
Miré los carteles que ofreció Eltrant. Al menos un par de esos... los había visto antes. ¿Por qué había un pañuelo rojo en lugar de un retrato? Menuda chapuza. Sin embargo, tomé algunos de ellos. Podrían ser útiles.
El grupo se levantó, limpiando y volviendo a sus actividades. Le hice un gesto con la cabeza a Eltrant, para que me siguiera, y caminé hasta el borde del claro.
-Si sigues recto, no deberías tardar mucho en llegar. Incluso si te pierdes, como seguramente harás.- bromeé. Sin embargo, había algo más en mi cabeza. -Tal vez tengamos que enfrentarnos, si sigues en la guardia. Tal vez estemos haciendo algo que tengas que detener a toda costa, o no puedas desobedecer órdenes.- dije.
-Antes de hoy, habría muerto en esa situación. Pero ahora no puedo rendirme. Tampoco puedo matarte, Eltrant. Estoy aquí por ti, después de todo. Si luchamos de nuevo, ganaré.- declaré. -No lo digo desde mi ego, ni con mala intención. Pero si te metes en mi camino, te daré una paliza- sonreí, dándole un puñetazo amistoso en el hombro.
Llevé la mano a la bolsa que colgaba de mi cintura, con una "A" inscrita por el mismo guardia, y saqué una pequeña piedra, con un dibujo que brillaba ligeramente inscrito en ella. Se la mostré al guardia.
-Esta es la misma runa de protección que puse en tu armadura anterior. Efectivamente, solo hace que sea una roca algo más resistente de lo normal, salvo que le pongas algún significado profundo en tu cabeza. Pero me parece una buena metáfora para tu existencia.- sonreí. -Tómala, al menos que te sirva como recuerdo.-
Respiré profundamente, contento.
-Eso es todo, soldado. Puede retirarse.- bromeé, guiñandole un ojo.
Me abracé las rodillas y hundí la cara en mis brazos, pensativo. Familia... era eso, sin duda. Nos llevabamos bien. Estábamos más felices juntos que separados, más seguros... y teniamos más potencial. Nuestro trabajo en equipo era mucho mejor que el de cualquier escuadrón de guardias. Siempre había pensado en hacer lo más natural. Seguir con la corriente, a donde me llevase el viento.
Pero si realmente era el líder, tenía que tenerlos a todos en cuenta. No podía tomar decisiones precipitadas. Tenia una responsabilidad, después de todo. No podía permitirme fallar. Suspiré, sintiendo una carga sobre mis hombros.
Syl puso su mano en mi brazo y apretó ligeramente. Levanté la mirada, y el sonrió. Tanto Dann como Irirgo hicieron lo mismo. ¿Habían notado lo que estaba sintiendo?
Tan pronto como vino, la carga se hizo mucho más ligera. No fallaría. No me dejarían, después de todo.
Una enorme sonrisa iluminó mi cara. Respiré hondo, sintiendo la brisa en mi cara. No habían hecho falta palabras.
-Siento... haber actuado por mi cuenta.- empecé. -No volveré a hacer algo así. No moriré de forma egoista.- prometí, solemnemente. -Gracias por estar conmigo.-
-Venga. No hace falta ponernos emocionales.- dijo Dann. Algo me decía que quería detenerse antes de que le afectase a él también... como habría hecho yo, en otras ocasiones. -No ha cambiado nada. Ya te seguiamos desde antes. Lo único distinto es que no te has dado cuenta hasta ahora.-
Me levanté, mirando el cielo. Hacía un buen día.
-Si soy el lider, ¿significa que estoy exento de lavar los platos, no? Ni siquiera los he usado esta vez.-
-...y así de repente, ha pasado de ser un líder a ser un tirano.- rió Irirgo. -Es casi un record. Aunque los he visto más rápidos.-
-No deberiamos haberle dicho nada, ahora se le subirá a la cabeza.- bromeó el gato, recogiendo los platos y cubiertos.
Miré los carteles que ofreció Eltrant. Al menos un par de esos... los había visto antes. ¿Por qué había un pañuelo rojo en lugar de un retrato? Menuda chapuza. Sin embargo, tomé algunos de ellos. Podrían ser útiles.
El grupo se levantó, limpiando y volviendo a sus actividades. Le hice un gesto con la cabeza a Eltrant, para que me siguiera, y caminé hasta el borde del claro.
-Si sigues recto, no deberías tardar mucho en llegar. Incluso si te pierdes, como seguramente harás.- bromeé. Sin embargo, había algo más en mi cabeza. -Tal vez tengamos que enfrentarnos, si sigues en la guardia. Tal vez estemos haciendo algo que tengas que detener a toda costa, o no puedas desobedecer órdenes.- dije.
-Antes de hoy, habría muerto en esa situación. Pero ahora no puedo rendirme. Tampoco puedo matarte, Eltrant. Estoy aquí por ti, después de todo. Si luchamos de nuevo, ganaré.- declaré. -No lo digo desde mi ego, ni con mala intención. Pero si te metes en mi camino, te daré una paliza- sonreí, dándole un puñetazo amistoso en el hombro.
Llevé la mano a la bolsa que colgaba de mi cintura, con una "A" inscrita por el mismo guardia, y saqué una pequeña piedra, con un dibujo que brillaba ligeramente inscrito en ella. Se la mostré al guardia.
-Esta es la misma runa de protección que puse en tu armadura anterior. Efectivamente, solo hace que sea una roca algo más resistente de lo normal, salvo que le pongas algún significado profundo en tu cabeza. Pero me parece una buena metáfora para tu existencia.- sonreí. -Tómala, al menos que te sirva como recuerdo.-
Respiré profundamente, contento.
-Eso es todo, soldado. Puede retirarse.- bromeé, guiñandole un ojo.
Asher Daregan
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Re: La última gota. [Privado] [Cerrado]
Se cruzó de brazos y esbozó una sonrisa al ver cómo era en realidad aquel grupo de supuestos bandidos sin escrúpulos. – “Esta con buena gente” – Pensó atusándose la barba, lanzando un último vistazo a los compañeros de Asher. – “Le ira bien”
Se alejó un par de metros e hizo como que revisaba su equipo otra vez, estaban teniendo un momento en el que no hacía falta un tipo con el blasón de Lunargenta dando su opinión, lo mejor que podía hacer era no inmiscuirse.
Finalmente, cuando terminaron de conversar, Asher le hizo un gesto con la cabeza y lo llevó hasta el borde del claro, el mismo lugar por el que se habían adentrado en el campamento.
Lo primero que hizo el lobo fue darle indicaciones para llegar hasta la civilización, así como hizo alusión a la nula capacidad de orientación del guarda entre risas, pero también era evidente que eso no era lo único que estaba en su cabeza, suspiró profundamente ante la triste realidad dijo y asintió levemente.
- Asher… - La segunda parte de aquel discurso le sorprendió, para bien, dibujando una sonrisa en su rostro encajó el puñetazo amistoso que este le dio y respiró hondo – Me gustaría verte intentarlo sin un león – Dijo en el mismo tono que el lobo, cruzándose de brazos. Tenían ideales diferentes, acabarían en bandos opuestos, era algo que Eltrant sabía, pero aquello no significaba que aquel hombre no tuviese su respeto, que no le considerase un amigo – No hay mejor forma de mostrar tu aprecio por alguien que un buen puñetazo – Dijo bromeando – Marca Asher.
Tomó la runa de protección que le entregó Asher y miró la pequeña piedra a contraluz mientras hablaba, una escueta runa parpadeaba con suavidad en el centro de la roca, riendo con ganas cuando el lobo habló de la “metáfora” que había inherente a aquella runa – Mi existencia es algo más que llevarme golpes – Dijo - …Aunque no te voy a quitar la razón tampoco – Añadió mirándole con complicidad, guardando la runa con cuidado en la bolsa de viaje en la que yacían los objetos que consideraba más importantes.
- Eso es todo, soldado. Puede retirarse.
– Yo no te he traído ningún regalo… – Dijo atusándose la barba, pensativo – Ah… ya sé. ¡Ven aquí y dame un abrazo! – Gritó extendiendo los brazos – No te escapes – Lo atrapó entre sus brazos y lo levantó un poco, zarandeándolo durante unos segundos antes de lo liberarlo, dejó escapar una carcajada tras esto – No pongas esa cara. – Se giró hacía el camino, le quedaba bastante por delante, suspiró - Asegúrate de mantenerte con vida, Darengan – Dijo – Y sí – Le dio una palmada en el hombro antes de marcharse – Es una orden.
Lentamente, comenzó a internarse en la espesura, dejando atrás el campamento de los bandidos de Asher – “Me pregunto si se habrán puesto algún nombre…” – Pensó lanzando un último vistazo atrás. - ¡Mándale una maldita carta a Garret o algo! – Gritó antes de perder de vista por completo el campamento, acordándose del brujo – ¡El muy imbécil sigue desesperado por encontrarte! – Aseguró antes de perderse en la espesura.
***
Sorpresivamente, llegó al camino a la primera, sin perderse.
Tomó aire y alzó la vista, hacía un buen día, no podía negarlo por mucho que quisiera. La aldea que había ardido hasta prácticamente los cimientos le había dado mucho que pensar, pero el encontrar a Asher sano y salvo le había ayudado más de lo que esperaba.
Sin perder más tiempo, comenzó a avanzar inmediatamente hacia dónde le había indicado Asher, una amplia calzada de tierra que, por los gruesos surcos que había en mitad de la misma, estaba bastante transitada.
Era interesante, había recorrido Aerandir el número suficiente de veces como para que aquellos caminos comenzasen a ser monótonos, todos iguales, pero a pesar de esto, siempre había algún lugar que no había visitado, alguna ruta alternativa que no conocía.
Y siempre encerraban sorpresas desagradables.
Se detuvo en cuanto lo vio, no era muy difícil hacerlo, estaban en mitad de la calzada, justo en el centro. No se habían molestado ni en ocultarlos.
Examinó los tres cuerpos empapados en sangre. Dos niños y un adulto, un hombre. Por su aspecto eran mercaderes o granjeros, aunque era imposible decirlo con total certeza, los ropajes estaban demasiado raídos para saberlo con exactitud y no tenían nada consigo que les identificara ¿Cuánto tiempo llevaban allí?
Cerró los ojos del hombre, que seguían abiertos de par en par y arrastró, uno a uno, a los cadáveres a un lado del camino. No eran nadie, sus recuerdos,sus amistades, todo lo que eran, se había perdido junto a sus vidas en aquellos caminos, arrebatadas por algunos Aeros en el mejor de los casos.
- … se acabó. – Susurró arrodillándose junto a ellos.
Se alejó un par de metros e hizo como que revisaba su equipo otra vez, estaban teniendo un momento en el que no hacía falta un tipo con el blasón de Lunargenta dando su opinión, lo mejor que podía hacer era no inmiscuirse.
Finalmente, cuando terminaron de conversar, Asher le hizo un gesto con la cabeza y lo llevó hasta el borde del claro, el mismo lugar por el que se habían adentrado en el campamento.
Lo primero que hizo el lobo fue darle indicaciones para llegar hasta la civilización, así como hizo alusión a la nula capacidad de orientación del guarda entre risas, pero también era evidente que eso no era lo único que estaba en su cabeza, suspiró profundamente ante la triste realidad dijo y asintió levemente.
- Asher… - La segunda parte de aquel discurso le sorprendió, para bien, dibujando una sonrisa en su rostro encajó el puñetazo amistoso que este le dio y respiró hondo – Me gustaría verte intentarlo sin un león – Dijo en el mismo tono que el lobo, cruzándose de brazos. Tenían ideales diferentes, acabarían en bandos opuestos, era algo que Eltrant sabía, pero aquello no significaba que aquel hombre no tuviese su respeto, que no le considerase un amigo – No hay mejor forma de mostrar tu aprecio por alguien que un buen puñetazo – Dijo bromeando – Marca Asher.
Tomó la runa de protección que le entregó Asher y miró la pequeña piedra a contraluz mientras hablaba, una escueta runa parpadeaba con suavidad en el centro de la roca, riendo con ganas cuando el lobo habló de la “metáfora” que había inherente a aquella runa – Mi existencia es algo más que llevarme golpes – Dijo - …Aunque no te voy a quitar la razón tampoco – Añadió mirándole con complicidad, guardando la runa con cuidado en la bolsa de viaje en la que yacían los objetos que consideraba más importantes.
- Eso es todo, soldado. Puede retirarse.
– Yo no te he traído ningún regalo… – Dijo atusándose la barba, pensativo – Ah… ya sé. ¡Ven aquí y dame un abrazo! – Gritó extendiendo los brazos – No te escapes – Lo atrapó entre sus brazos y lo levantó un poco, zarandeándolo durante unos segundos antes de lo liberarlo, dejó escapar una carcajada tras esto – No pongas esa cara. – Se giró hacía el camino, le quedaba bastante por delante, suspiró - Asegúrate de mantenerte con vida, Darengan – Dijo – Y sí – Le dio una palmada en el hombro antes de marcharse – Es una orden.
Lentamente, comenzó a internarse en la espesura, dejando atrás el campamento de los bandidos de Asher – “Me pregunto si se habrán puesto algún nombre…” – Pensó lanzando un último vistazo atrás. - ¡Mándale una maldita carta a Garret o algo! – Gritó antes de perder de vista por completo el campamento, acordándose del brujo – ¡El muy imbécil sigue desesperado por encontrarte! – Aseguró antes de perderse en la espesura.
***
Sorpresivamente, llegó al camino a la primera, sin perderse.
Tomó aire y alzó la vista, hacía un buen día, no podía negarlo por mucho que quisiera. La aldea que había ardido hasta prácticamente los cimientos le había dado mucho que pensar, pero el encontrar a Asher sano y salvo le había ayudado más de lo que esperaba.
Sin perder más tiempo, comenzó a avanzar inmediatamente hacia dónde le había indicado Asher, una amplia calzada de tierra que, por los gruesos surcos que había en mitad de la misma, estaba bastante transitada.
Era interesante, había recorrido Aerandir el número suficiente de veces como para que aquellos caminos comenzasen a ser monótonos, todos iguales, pero a pesar de esto, siempre había algún lugar que no había visitado, alguna ruta alternativa que no conocía.
Y siempre encerraban sorpresas desagradables.
Se detuvo en cuanto lo vio, no era muy difícil hacerlo, estaban en mitad de la calzada, justo en el centro. No se habían molestado ni en ocultarlos.
Examinó los tres cuerpos empapados en sangre. Dos niños y un adulto, un hombre. Por su aspecto eran mercaderes o granjeros, aunque era imposible decirlo con total certeza, los ropajes estaban demasiado raídos para saberlo con exactitud y no tenían nada consigo que les identificara ¿Cuánto tiempo llevaban allí?
Cerró los ojos del hombre, que seguían abiertos de par en par y arrastró, uno a uno, a los cadáveres a un lado del camino. No eran nadie, sus recuerdos,sus amistades, todo lo que eran, se había perdido junto a sus vidas en aquellos caminos, arrebatadas por algunos Aeros en el mejor de los casos.
- … se acabó. – Susurró arrodillándose junto a ellos.
Eltrant Tale
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Re: La última gota. [Privado] [Cerrado]
Di un paso adelante, y noté el agua, fría, acariciando mis pies. Reprimí el instinto de volver atrás, y me senté, mojando mis piernas, aunque evitando humedecer mi ropa.
La luna era maravillosa. Esa noche había sido tan buena como el día. Respiré hondo, y el aire del claro llenó mis pulmones. Era un buen momento para empezar algo nuevo. Me tumbé, con mis pies rozando el agua. Una noche tan clara, iluminada por miles de estrellas. Alcé la mano, como si pudiese tocarlas. La suave brisa meció mi pelaje.
Me sentía libre. Mucho más de lo que había sido en cualquier otro momento de mi vida. Había tenido una vida muy extraña. Nada más alejado de la de una persona honorable, o la de un buen hombre. Había huido de mi hogar. De mi familia original. Había matado, robado, atacado y traicionado más veces de las que podía contar. Durante un tiempo, temía lo que me esperaba después de la muerte. La gente como yo recibía castigos divinos. Sufrimiento eterno.
Y entonces... ¿por qué era feliz?
Incluso alguien como yo... había podido encontrar sus alas. Y no estaban solo en la libertad. No era alejarme del desierto, ni de las ciudades, ni de la vida criminal. Volví mi vista al campamento, donde mi familia estaba durmiendo.
Si. Mi familia. No había nacido entre ellos. Eramos distintos. No teniamos la misma sangre, ni la misma raza... pero estabamos unidos. Mucho más de lo que la sangre puede atar.
No hacía falta pensarlo más. La defendería ante todo.
Syl se despertó. Notaba algo raro... ¿ruido? ¿movimiento?
Casi de un salto, se levantó, y palpó el extremo de su tienda de campaña, buscando su ballesta. Lentamente, sin hacer un solo ruido, salió de la tienda, a la oscuridad de la noche.
Cuando lo vio, respiró aliviado, y dejó su arma donde la había encontrado. Dann e Irirgo seguían dormidos. La hoguera que les había dado luz llevaba horas apagada. Lentamente, el felino se acercó al claro.
El gato se sentó en silencio sobre la hierba, presenciando el espectáculo. Ante sus ojos, Asher luchaba contra el aire, sujetando su espada con ambas manos. Aunque se esforzaba por no gruñir con cada movimiento, podía ver algo distinto en su estilo. Parecía más rápido. Cada golpe tenía más fuerza... pero no había furia, ni frialdad, ni rencor... ni ninguna emoción que nublase su juicio. A pesar de todo, sus ataques inspiraban paz.
Cada giro de su espada tenía todo su esfuerzo. Sus asaltos eran intensos. Más potentes y más rápidos de lo que nunca habían sido. El hombre perro estaba jadeando, sudando y poniendo todo su empeño en derrotar a un enemigo invisible.
Tras unos minutos, sus brazos empezaron a temblar del cansancio, y, tras clavar su espada en el suelo, se dirigió a Syl lentamente.
-¿Crees que has ganado?- preguntó el gato.
-Definitivamente.- jadeó Asher, agitando la cola detrás de él. -Más de lo que crees.-
El canino se acostó sobre la hierba, disfrutando de la brisa. El silencio que se formó no era incómodo, ni solemne. Cada movimiento del hombre perro, cada aliento, estaba lleno de vida. Algo había cambiado dentro de él.
-Te mueves de una forma distinta.- observó Syl. Su compañero asintió, pensando sus palabras.
-He decidido que voy a tomarme las cosas en serio.- declaró. -SI quiero proteger a mi familia, voy a tener que luchar bien.-
El gato sonrió, pero un tono triste inundó su siguiente pregunta.
-No morirás, ¿verdad?
-No moriré, Syl.- dijo, incorporandose y frotando ligeramente el cuello del gato. -Te lo prometo.-
La luna era maravillosa. Esa noche había sido tan buena como el día. Respiré hondo, y el aire del claro llenó mis pulmones. Era un buen momento para empezar algo nuevo. Me tumbé, con mis pies rozando el agua. Una noche tan clara, iluminada por miles de estrellas. Alcé la mano, como si pudiese tocarlas. La suave brisa meció mi pelaje.
Me sentía libre. Mucho más de lo que había sido en cualquier otro momento de mi vida. Había tenido una vida muy extraña. Nada más alejado de la de una persona honorable, o la de un buen hombre. Había huido de mi hogar. De mi familia original. Había matado, robado, atacado y traicionado más veces de las que podía contar. Durante un tiempo, temía lo que me esperaba después de la muerte. La gente como yo recibía castigos divinos. Sufrimiento eterno.
Y entonces... ¿por qué era feliz?
Incluso alguien como yo... había podido encontrar sus alas. Y no estaban solo en la libertad. No era alejarme del desierto, ni de las ciudades, ni de la vida criminal. Volví mi vista al campamento, donde mi familia estaba durmiendo.
Si. Mi familia. No había nacido entre ellos. Eramos distintos. No teniamos la misma sangre, ni la misma raza... pero estabamos unidos. Mucho más de lo que la sangre puede atar.
No hacía falta pensarlo más. La defendería ante todo.
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Syl se despertó. Notaba algo raro... ¿ruido? ¿movimiento?
Casi de un salto, se levantó, y palpó el extremo de su tienda de campaña, buscando su ballesta. Lentamente, sin hacer un solo ruido, salió de la tienda, a la oscuridad de la noche.
Cuando lo vio, respiró aliviado, y dejó su arma donde la había encontrado. Dann e Irirgo seguían dormidos. La hoguera que les había dado luz llevaba horas apagada. Lentamente, el felino se acercó al claro.
El gato se sentó en silencio sobre la hierba, presenciando el espectáculo. Ante sus ojos, Asher luchaba contra el aire, sujetando su espada con ambas manos. Aunque se esforzaba por no gruñir con cada movimiento, podía ver algo distinto en su estilo. Parecía más rápido. Cada golpe tenía más fuerza... pero no había furia, ni frialdad, ni rencor... ni ninguna emoción que nublase su juicio. A pesar de todo, sus ataques inspiraban paz.
Cada giro de su espada tenía todo su esfuerzo. Sus asaltos eran intensos. Más potentes y más rápidos de lo que nunca habían sido. El hombre perro estaba jadeando, sudando y poniendo todo su empeño en derrotar a un enemigo invisible.
Tras unos minutos, sus brazos empezaron a temblar del cansancio, y, tras clavar su espada en el suelo, se dirigió a Syl lentamente.
-¿Crees que has ganado?- preguntó el gato.
-Definitivamente.- jadeó Asher, agitando la cola detrás de él. -Más de lo que crees.-
El canino se acostó sobre la hierba, disfrutando de la brisa. El silencio que se formó no era incómodo, ni solemne. Cada movimiento del hombre perro, cada aliento, estaba lleno de vida. Algo había cambiado dentro de él.
-Te mueves de una forma distinta.- observó Syl. Su compañero asintió, pensando sus palabras.
-He decidido que voy a tomarme las cosas en serio.- declaró. -SI quiero proteger a mi familia, voy a tener que luchar bien.-
El gato sonrió, pero un tono triste inundó su siguiente pregunta.
-No morirás, ¿verdad?
-No moriré, Syl.- dijo, incorporandose y frotando ligeramente el cuello del gato. -Te lo prometo.-
Asher Daregan
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