El lobo de Ulmer [Evento de Año Nuevo]

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El verdugo sin duda se había vuelto loco. Obviamente por mi cabeza pasó agarrar el hacha e incrustársela en el cráneo. Lamentablemente aquel cuerpo era demasiado paqueño como para pasar de incrustársela en una de las rodillas. Y aquello no me parecía apropiado en el momento. Así pues, tras apresar a una persona aleatoria y presuntamente inocente, decidí que lo mejor era ofrecerme para que me llevasen a mi.

Miré a aquel hombre-bestia gigantesco.

- ¡Si tú eres la elfa, eres la elfa más fea que he visto en toda mi vida! -A continuación me giré hacia el verdugo. -Obviamente yo soy la sacerdotisa, ¿es que no reconoces a una elfa cuando la ves, pedazo de tarugo? -Le señalo con el dedo de forma acusatoria. -Obviamente te he protegido a ti ¿qué te esperabas que hiciera? Si has colgado a la amante del lobo feroz... Yo sabía esto y por eso es por lo que proteger al verdugo que la había colgado para que pudiese seguir impartiendo justicia era el movimiento lógico. -Me cruzo de brazos. -Vaya desagradecido sin duda...

Me recoloco el pelo, tanto gritar había conseguido deshacer mi trenza. Una elfa debe estar presentable y aquella farsa se estaba alargando demasiado, si todo seguía así todos acabaríamos muertos. Además el verdugo cada vez estaba más nervioso, lo que hacía nublar su juicio. No podíamos permitir algo como aquello en nuestro pequeño pueblo. Ciertamente ahora que todos teníamos cuerpos extraños y podíamos ocultarnos a simple vista se había vuelto una caza imposible de resolver. Además nadie sabe qué hacen los demás por las noches... Cualquiera podría ser el lobo. Debía andarme con ojo aquella noche, si no... Podría ser fatal.

Miro de nuevo hacia el hombre-bestia.

-Además... Tu único argumento para decir que eres Elentari es que estás vivo ahora mismo... Todos los que están aquí ahora pueden decir lo mismo. ¿Por qué deberían creerte a ti? ¿Acaso eres el lobo? Pintas tienes, desde luego...


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Me presento como Elentari Neril, y...

¡Acuso a Asher de ser la elfa más fea de Sandorai! (Acuso a Asher de ser loboferoz, por si no quedaba claro O:)

Las cosas se habían complicado más de lo que esperaba.

¿Era su nuevo cuerpo? ¿Era eso? ¿Por eso había fallado?

Contempló en silencio todos los acontecimientos que acaecieron la mañana siguiente a la muerte de la bruja en la horca y al asesinato de la mujer que había estado en el estrado, junto a ella.

Habían acabado con un factor importante en toda aquella historia, pero la situación estaba lejos de acabar. De la lista inicial que había hecho ahora había tres nombres tachados y, si bien ver el nombre de la bruja así era un alivio, la joven inocente que había aparecido muerta aquel día no.

Maldijo su ser en su propia cabeza, aun sin decir nada.

Escuchó pacientemente lo que iban diciendo todos y cada uno de los presentes mientras pensaba metódicamente que decir; Buscaban a una elfa que jamás había llegado a aparecer la noche anterior, buscaban a un asesino que seguía suelto.

Y ahora eran el lobo y uno de los hombres los que estaban en el estrado, siendo juzgados fríamente por el resto del pueblo. Aquello era malo y bueno. El día anterior había salido bien, este, en cambio, podía no serlo del todo.

No había pasado por alto que, prácticamente, era el más puro de los azares azar el que decidía que personas que acababan siendo interrogadas por el verdugo frente a todos los demás.

Todo pensamiento que pasaba por su cabeza empezó a zozobrar cuando dos de los presentes procedieron a identificarse como Elentari. Frunció el ceño, aquellas afirmaciones precedieron a una sucesión de presentaciones que no tenían por qué ser ciertas, pero que eran un avance.

Fue el lobo, que ahora se denominaba a sí mismo el alcalde del pueblo, el primero en corregirse. También fue el que propuso la idea de desvelar las identidades reales de los que quedaban con vida.

James Morgan, el hombre que le acompañaba en el estrado, fue el segundo en identificarse.

- Me parece bien. – dijo finalmente al can que decía ser Rudolph. – Dejémonos de misticismo.  – Miró a la pequeña elfa que se había llamado a si misma con su nombre y sacudió la cabeza con suavidad. – Yo soy Elentari Neril. – Miró al verdugo que la buscaba con tanto ahínco, empezaba a haberse arrepentido de darle aquel maldito talismán. – Y pasaré encantada una noche en una celda para que os aseguréis de quien soy en realidad. – Respiró profundamente. – Puedo probarlo con... - Elentari se lo pensó unos instantes. ¿Cómo convencía a aquella turba de que era ella quien era? Podía ser difícil, pero seguía siendo una sacerdotisa, con los conocimientos que esto conllevaba – La primera noche dibujé runas de protección en mi propia habitación pues pensaba que podía ser una victima. – Indicó. – Esta segunda la he pasado dormida, en esa misma habitación. Coincido en que eso levantaría sospechas...– Señaló a la elfa que había tratado de suplantarla. – Mi idea inicial era proteger a la chiquilla, pues creía que era un condestable que había sido afectado mentalmente por la poción y de ahí su comportamiento. – Bajó su mirada hasta sus manos. – Pero este cuerpo… - Tensó la mandíbula, es como si no le respondiese. – Casi parece drenar mi magia, estaba sencillamente agotada. – Expuso finalmente.

Miró durante unos segundos al lobo que seguía en el estrado.

- Condestable Rudolph. – dijo mirando al can, aun cuando le habían tachado de “loboferoz” el can era el único que parecía estar tomándose la investigación de forma mínimamente seria, aun cuando había sido el primero en hablar el día anterior lo había hecho con base.

Confiaría en él, se lanzaría a ciegas a un pozo de incertidumbre. Estaba casi segura de que el cuerpo que poseía ahora había influido encarecidamente en tomar aquella decisión.

– Si estoy en la cárcel mi voto no será válido, supongo. – Advirtió mirando a la otra elfa del grupo, la misma que había bailado el día anterior al acusar a alguien a la horca como si tal cosa. – Tampoco podré hacer nada por el pueblo, incluso ahora que mi magia vuelve a ser plena. Aun así… – Bajó la mirada hasta sus manos, pensando todavía en lo que podía haber pasado la noche anterior. - La mente de esa joven… - Entrecerró los ojos, negó con la cabeza. – Si pudiese votar en este momento, con la información que tenemos… votaría por ella. – Aseveró finalmente, indicándole con un gesto al verdugo para que le acompañase hasta el lugar en el que iba a estar encerrada durante la noche. – Acabemos con esto. – Le dijo de forma solemne.

Sabía que, ahora que había desvelado quien era, había muchas posibilidades de que no volviese a ver un amanecer. Pero, de alguna forma u otra, era lo que tenía que hacer para acabar con los asesinatos.


Off: Me quito la careta y finalmente me identifico como la Sacerdotisa Elentari Neril, tambien acuso a Arethusa de ser loboferoz. :'D

Crucé los brazos. Toda aquella gente que se había juntado allí se estaba dedicando a tan solo una cosa. Enfadarme. ¿Como se atrevían a presentarse como la niña, el padre, el alcalde del pueblo y la propia Elentari Neril? A ver, estaba claro que yo no era la elfa. Pero ¿podía fiarme de que todos ellos estuvieran diciendo la verdad? Pues seguramente no.

Algo cambió dentro de este receptáculo. Este cuerpo extraño, de repente es como si la mente se enturbiara, como si...

- ¡Os lo advertí! ¡Pero nunca me escuchais! Vuestros pecados os han traído esta desgracia. Todos y cada uno de vosotros, embusteros, farsantes. Os merecéis lo que os está pasando. Sin ninguna excepción. -Hago una pequeña pausa dramática. -A escondidas os reiais de mis sermones. ¡Ja! Miraos ahora, corriendo como borregos de un lugar a otro.

Me acerco al hombre perro y le doy con un dedo en el pecho.

-¡Tú eres el peor de todos! Acusando personas sin ningún tipo de pruebas. Solo te seguimos el juego por miedo. Eso está claro. - Me alejo rápidamente antes de que golpee el pequeño cuerpo de la elfa. -Seguro que todo esto os ha enseñado una lección. Esta noche en vuestras casas, rezad por el perdón del Señor. Y por el mío, porque ahora mismo estoy muy enfadada. Bueno, enfadado. ¡Qué más da! Sí, estoy cómodo en el cuerpo de esta elfa. Pero todavía os puedo sermonear.

No tenía nada en contra de Rudolph, en realidad, pero por alguna extraña razón aquel contenedor parecía odiarlo. O no, odiarlo y abrazarlo a la vez. Odiarlo y ser protegida por aquel enorme hombre-bestia. Sin duda un cúmulo de sensaciones contradictorias. Aquello comenzaba a ser exasperante, por lo que decidí que lo mejor era alejarse un poco. O no. Me quedé allí, mirando con curiosidad a aquel hombre. Al menos debíamos esperar a que los demás se presentaran. La horca debía desenmascarar al lobo si él no lo hacía por propia voluntad. Aquel infierno estaba a punto de terminar.

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Off: Me presento como el Padre Barnes.

Interesante, todos habían optado por decir nombres, en cierto modo le sorprendía.

- Veo que me he adelantado a las circunstancias. – dijo Elentari girándose hacia la elfa a la que acababa de acusar. – Lo lamento. – Le dijo haciendo una pequeña reverencia a modo de disculpa.

La muchacha podía ser... excéntrica, pero las palabras de Rudolph estaban cargadas de verdad. Todos habían dicho un nombre, ya se sabía, por diferentes motivos, quiénes de los presentes estaban allí.

Era imposible que la elfa afirmase ser quien era.

- Antes de irme con nuestro... querido verdugo. – dijo a los presentes. – Me gustaría cambiar mi voto. – Era evidente que no podía votar debido a la situación en la que se encontraba. Nadie parecía haber puesto en duda que era la verdadera sacerdotisa y eso significaba que no podría hacer nada hasta el amanecer del día siguiente.

Pero apoyar una buena idea nunca estaba de más.

- Coincido con lo que dice el condestable. – dijo mirando a la joven a la que había estado, curiosamente, a punto de proteger la noche anterior. – Mi voto recae sobre ti - Frunció levemente el ceño al recordarlo, había juzgado a dos personas precipitadamente en un tema tan sumamente delicado como aquel, no pudo evitar sentirse avergonzada por ello.

Podía haber mandado perfectamente a un inocente a la horca, o al menos haber incitado a ello.

Afortunadamente, había estado a tiempo de corregirse.


Off: Post rápido para cambiar mi voto teniendo en cuenta la nueva información: ahora voto a Jeannie. :'D

De repente, sin saber bien cómo, todos se habían vuelto contra mi. Aquello era lo que sucedía cuando decías la verdad, aquellos fanáticos inútiles y egocéntricos se volvían contra ti, cegados por la lujuria de la horca y el miedo a morir por la noche bajo las garras de un desconocido. Pues bien, aquello era mucho más sencillo. Solo tenía que señalar al verdadero culpable de todo. Aquel detrás de los asesinatos y todo lo ocurrido en el pueblo.

- Pues bien, sabía que os volveríais todos contra mi, aunque no me esperaba que sin pruebas factibles. Ahora veréis, porque yo también debo señalar a un culpable y ese es... -Levanto el dedo índice y con un movimiento ágil elevo mi brazo directo al cielo. -Ese hombre. -A continuación lo bajo lentamente para señalar al verdugo. -Sí, mis gentes, mis pequeños feligreses. Efectivamente, el verdugo es el verdadero loboferoz. Veréis, veréis. ¿Acaso no es quien lleva presionándoos desde el principio para que elijáis a alguno de vosotros quedándose al margen? ¿Acaso no habeis pensado ni por un segundo en que puede ser el que está detrás de todo? Lo último que me ha llevado a esto es... Que es quien ha dado las pistas falsas. Habeis descartado gente tan solo por sus palabras. -Bajo el dedo y miro a mis acusadores. -Su máximo deseo ahora mismo es encerrar a la elfa Elentari Neril para que no pueda hacer uso de sus poderes, así se libra de quien puede curar al atacado. A la vez que cuelga a uno nuevo de nosotros y mata por la noche a otro diferente. -Hago una pequeña pausa para que asimilen mis palabras. -Le habeis dejado las cosas taan fáciles que es hasta irrisorio. Le habéis entregado a Elentari en bandeja de plata, mientras tranquilamente se queda al margen de toda esta historia y nos va eliminando uno a uno. -Vuelvo a levantar el dedo. -Acuso al verdugo, y es mi última palabra al respecto.

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Off: Acuso a Master Ger de ser loboferoz.

Mis motivos son que lleva desde el inicio manejando los hilos y ha llevado a confusión con quien queda con vida y quien no. Así como que el verdugo siempre ha estado al margen de todo esto. Ninguno de nosotros es el loboferoz, tan solo buscaba enfrentarnos a todos mientras observa tranquilamente como todo el pueblo queda diezmado.