Cuestión de valor [Privado] [Cerrado]
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Casi una semana de viaje para llegar al límite de la frontera de Verisar, la última línea que separaba el territorio humano del resto. Un territorio peligroso y sin apenas viajeros hasta hacía muy poco, ya que en cuestión de meses, se había levantado Ciudad Lagarto al lado de la base de biocibernéticos, aquellos extraños seres sacados casi de otro mundo cuyo modo de vida era extraño para el resto de mortales. Esa ciudad era su objetivo, allí se encontraba el hombre que buscaba.
Lo malo de haber llegado literalmente "volando" hasta Ciudad Lagarto era que a pie el trayecto cambiaba completamente, y a partir de cierto punto, los mapas se volvían bastante confusos y debido a que esta ciudad no aparecía en el que el espadachín portaba, le era difícil orientarse. Por otro lado, acercarse demasiado a la base de los bio no era algo recomendable para ningún viajero, se contaban historias bastantes terribles sobre ese lugar.
Y así se encontraba Alward, a lomos de Epons, la cual caminaba a paso tranquilo por los caminos boscosos de la zona, mientras que su jinete estudiaba el mapa que tenía entre manos. No tenía tanta facilidad como Emmanuel para descifrar los mapas, y eso sumado a los problemas anteriores, dejaban al castaño bastante perdido, sí, podría decirse perfectamente que estaba perdido.
-...Estoy empezando a cansarme de tanto andar sin sentido-Epons bufó y meneó su cuello-Bueno, literalmente eres tú la que andas, pero ya me entiendes, estar aquí sentado me da un dolor de culo increíble-Bromeó, la yegua respondió con otra sacudida de cuello-Tranquila, pronto pararemos a descansar si no encontramos nada...-Suspiró-También empiezo a tener hambre y a estar agotado... Pronto podrá caer la tarde-Se mordió el labio inferior, maldiciendo mentalmente su suerte-Ir de noche a esa ciudad tiene que ser una sentencia de muerte segura-Vaticinó
Echó un vistazo a su alrededor, pero por más que intentaba orientarse, tan solo veía camino y árboles, algún que otro matorral, pero poco más. Nada que llamase especialmente la atención.
Lo malo de haber llegado literalmente "volando" hasta Ciudad Lagarto era que a pie el trayecto cambiaba completamente, y a partir de cierto punto, los mapas se volvían bastante confusos y debido a que esta ciudad no aparecía en el que el espadachín portaba, le era difícil orientarse. Por otro lado, acercarse demasiado a la base de los bio no era algo recomendable para ningún viajero, se contaban historias bastantes terribles sobre ese lugar.
Y así se encontraba Alward, a lomos de Epons, la cual caminaba a paso tranquilo por los caminos boscosos de la zona, mientras que su jinete estudiaba el mapa que tenía entre manos. No tenía tanta facilidad como Emmanuel para descifrar los mapas, y eso sumado a los problemas anteriores, dejaban al castaño bastante perdido, sí, podría decirse perfectamente que estaba perdido.
-...Estoy empezando a cansarme de tanto andar sin sentido-Epons bufó y meneó su cuello-Bueno, literalmente eres tú la que andas, pero ya me entiendes, estar aquí sentado me da un dolor de culo increíble-Bromeó, la yegua respondió con otra sacudida de cuello-Tranquila, pronto pararemos a descansar si no encontramos nada...-Suspiró-También empiezo a tener hambre y a estar agotado... Pronto podrá caer la tarde-Se mordió el labio inferior, maldiciendo mentalmente su suerte-Ir de noche a esa ciudad tiene que ser una sentencia de muerte segura-Vaticinó
Echó un vistazo a su alrededor, pero por más que intentaba orientarse, tan solo veía camino y árboles, algún que otro matorral, pero poco más. Nada que llamase especialmente la atención.
Última edición por Alward Sevna el Lun Mayo 27 2019, 13:27, editado 1 vez
Alward Sevna
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Había pasado un tiempo desde que se instalara en la casona junto a Matthew, y para Eyre se sentía como si hubiera pertenecido a ese lugar desde siempre. El clima, la naturaleza, la casa, su siempre lleno de sorpresas compañero, todo era simplemente perfecto. Salvo, claro, un pequeño detalle:
Que vivían a apenas diez minutos de la ciudad más peligrosa de toda Aerandir.
Tras vivir durante una temporada en el mismísimo núcleo de la ciudad, podía decir que había terminado acostumbrándose a sus... pintorescos habitantes. Además, pese a todas las desventuras que había vivido, Eyre seguía pecando de ser una chica demasiado confiada en sí misma. Se sabía inteligente y tendía a subestimar a los demás, pese a que físicamente era inferior a la gran mayoría. Pero, para ella, la inteligencia ganaba a la fuerza bruta... aunque muchas veces la vida hubiera insistido en demostrarle lo contrario.
Por ello, y porque resultaba ser una tarde realmente preciosa, la joven se había alejado de la casona sin ningún temor en busca de ciertas plantas que crecían en el bosque. Matthew había tenido el enorme detalle de construir un invernadero en uno de los patios, pero había especies caprichosas que aún no había descubierto cómo mantener vivas artificialmente, pues en la naturaleza tendían a crecer en troncos de árboles muy específicos con los que, por supuesto, no contaba.
Así que allí estaba la joven bruja, ataviada con su gruesa capa de lana azul oscuro, botas y unos guantes de cuero que protegían sus manos del contacto con ciertas hierbas ponsoñozas, agachada al pie de un abeto centenario cuando, al último segundo, intuyó una presencia a sus espaldas.
Quiso gritar, pero su voz fue cortada por una mano que le tapó bruscamente la boca desde atrás. El sujeto destilaba una insoportable pestilencia a alcohol y, al mirarlo de reojo, vio que tenía un ojo morado. Mostrándole su desdentada sonrisa, balbuceó:
-Tú debesh ser la mujer de Owens, ¡qué bien, ¿verdáh?! ¡Te eshtaba buscando! -La joven se congeló cuando sintió el filo de una daga en su cuello- Eshe hijo de puta aprenderá a reshpetar las apuestash que hace...
Presa del pánico, la bruja dejó que fuera el instinto quien moviera su cuerpo. Se giró un poco más, pese a que aquello causó que la daga cortara superficialmente su piel, y estampó la mano repleta de hierbas contra la cara del hombre. Había varias plantas allí que eran venenosas, tenían espinas o savias que actuaban con la potencia del más fuerte ácido cuando entraban en contacto con la piel...
Los gritos del hombre se escucharon a kilómetros.
Que vivían a apenas diez minutos de la ciudad más peligrosa de toda Aerandir.
Tras vivir durante una temporada en el mismísimo núcleo de la ciudad, podía decir que había terminado acostumbrándose a sus... pintorescos habitantes. Además, pese a todas las desventuras que había vivido, Eyre seguía pecando de ser una chica demasiado confiada en sí misma. Se sabía inteligente y tendía a subestimar a los demás, pese a que físicamente era inferior a la gran mayoría. Pero, para ella, la inteligencia ganaba a la fuerza bruta... aunque muchas veces la vida hubiera insistido en demostrarle lo contrario.
Por ello, y porque resultaba ser una tarde realmente preciosa, la joven se había alejado de la casona sin ningún temor en busca de ciertas plantas que crecían en el bosque. Matthew había tenido el enorme detalle de construir un invernadero en uno de los patios, pero había especies caprichosas que aún no había descubierto cómo mantener vivas artificialmente, pues en la naturaleza tendían a crecer en troncos de árboles muy específicos con los que, por supuesto, no contaba.
Así que allí estaba la joven bruja, ataviada con su gruesa capa de lana azul oscuro, botas y unos guantes de cuero que protegían sus manos del contacto con ciertas hierbas ponsoñozas, agachada al pie de un abeto centenario cuando, al último segundo, intuyó una presencia a sus espaldas.
Quiso gritar, pero su voz fue cortada por una mano que le tapó bruscamente la boca desde atrás. El sujeto destilaba una insoportable pestilencia a alcohol y, al mirarlo de reojo, vio que tenía un ojo morado. Mostrándole su desdentada sonrisa, balbuceó:
-Tú debesh ser la mujer de Owens, ¡qué bien, ¿verdáh?! ¡Te eshtaba buscando! -La joven se congeló cuando sintió el filo de una daga en su cuello- Eshe hijo de puta aprenderá a reshpetar las apuestash que hace...
Presa del pánico, la bruja dejó que fuera el instinto quien moviera su cuerpo. Se giró un poco más, pese a que aquello causó que la daga cortara superficialmente su piel, y estampó la mano repleta de hierbas contra la cara del hombre. Había varias plantas allí que eran venenosas, tenían espinas o savias que actuaban con la potencia del más fuerte ácido cuando entraban en contacto con la piel...
Los gritos del hombre se escucharon a kilómetros.
Eyre
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Estaba hambriento, realmente lo estaba, sus tripas empezaban a sonar y se llevó una mano al estómago, mientras arrugaba el rostro por el malestar. Abrió su zurrón y no encontró nada más que sus pertenencias materiales, no tenía ni un solo alimento que llevarse a la boca. Necesitaba encontrar ya esa maldita ciudad, o al menos algún sitio con comida. Si no, iba a pasar una muy mala noche.
De pronto, pudo escuchar un grito proveniente del bosque, era de dolor, y masculino. ¿Otro mercader al que asaltaban? Era lo más probable, aquellos caminos eran peligrosos. Alward suspiró, la última vez que se encontró con una situación similar no acabó muy bien, ¿Y si la causó el mismo motivo? Le entraba un escalofrío tan solo de pensarlo. Estaba en una complicada tesitura, ¿Ayudar a aquel que está en apuros aún sabiendo que puede encontrarse con un enemigo bastante superior y que puede fácilmente derrotarle, o hacer como si no hubiese escuchado nada? Le era difícil en aquel momento decidirse.
Soltó un profundo suspiro, tal vez si ayudaba a aquel que estaba en apuros, podría indicarle hacia donde estaba la ciudad. Debía de arriesgarse, si no, estaría dando vueltas como un bobo hasta la muerte.
Sin más, agarró con decisión las riendas de Epons, indicando a la equina el camino que tenía que seguir, instándole a ir rápido. Ambos; jinete y montura, se internaron en la profundidad del bosque, siguiendo la dirección por la que había venido el grito.
Enrabietado, con los ojos rojos y la piel del rostro un poco quemada, todo producto de las plantas que impactaron en su cara, aquel sujeto agarró a la joven y la llevó contra su voluntad y a la fuerza hasta ponerla apoyada al tronco del abeto centenario que se alzaba majestuoso en aquel lugar.
-Ahora te vash a enterar...-Balbuceó, con cierta dificultad para articular las palabras. Sonrió con perversión, dejando escapar su aliento, el cual era una mezcla entra alcohólico y fétido-Te voy a follar y sholo nosh eshcucharán los árrbolesh-Dijo acercándose al oído de la chica, susurrándole con un tono pervertido mientras ponía de nuevo la daga en su cuello
Así que allá iba, aquel tipejo estaba dispuesto a hacer lo que había dicho, no sin antes pararse a toquetear y manosear el cuerpo de la joven.
En ese momento, el relinchar de un caballo y el ruido de las pisadas que dejaban su galopada se abrieron camino en el silencio y la calma del bosque, llegando al lugar donde aquello acontecía. Alward, arco en mano y flecha tensada, bien aprendido de su vez anterior, ya que en ese tipo de lugares era mejor disparar y preguntar después, iba montado en Epons y apuntando a ambos.
En ese momento, el tipejo que sujetaba a la chica se volteó y, aún teniendo agarrada a esta a modo de rehén, maldijo la repentina aparición del Sevna.
-...¡Me voy a cagar en...!-Balbuceó de nuevo, esta vez incluso dejando escapar pequeños perdigones de saliva. Tenía toda la cara roja, aparte de por el efecto de las plantas, por el alcohol-¡Vete por donde has venido!-Apretó la daga en el cuello de la joven-....¡O me la cargo!-Se acercó unos pasos
Alward, con el ceño fruncido, hizo una mueca con su boca y apuntó hacia arriba, alejando así toda tentativa de atacar. Estaba claro que la víctima no era el hombre.
-...Bien-Comentó, más calmado-¡Ahora largo!-Ordenó
El Sevna entonces hizo un esbozo de sonrisa y disparó dicha flecha, pero hacia arriba, sin ningún objetivo concreto.
-...¿Q-qué...?-De pronto, la flecha que iba en una dirección contraria, desvió su rumbo y dibujó un arco en el aire que daba lugar a una nueva trayectoria, esta vez más despejada y sin tener a la chica de por medio, como si Alward hubiese disparado desde la posición trasera, la flecha impactó en el gemelo izquierdo del sujeto, haciendo que este arrancase un grito de dolor desgarrador y cayese al suelo, soltando así a su rehén [1]. Quiso atenderse la herida, pero el castaño se bajó de Epons y le colocó su espada zurda en la cabeza, señalándolo. El bandido levantó la cabeza con cuidado y se encontró la punta del arma a tan solo centímetros de su entrecejo. Alward lo miraba desde arriba con desdén y asco.
-Se ha dado la vuelta a la situación-Le hizo un gesto con la cabeza-Ahora vete, y no vuelvas más
-P-pero no puedo ponerme en pie...-Dijo con dolor. Su pierna sangraba y la flecha había sido incrustada bastante honda
-Vete-Acto seguido, pateó su mano, para que dejase de agarrar la daga que aún portaba y a esta la pateó también para dejarla fuera de su alcance, tras eso, le arrancó la flecha de la pierna para que parte del dolor disminuyese y la herida comenzara su sanación-Aunque sea arrastrándote-Sentenció
Una vez el tipejo se fue del lugar, cosa que le costó debido a su estado, Alward se centró en la joven que había estado como rehén.
-¿Estás bien?-La miró a los ojos, ese rostro... Le resultaba familiar-...¿Eyre?-Se sorprendió al verla precisamente allí
____________________________________________________
Off:
Habilidad usada: Flecha rastreadora [1]
De pronto, pudo escuchar un grito proveniente del bosque, era de dolor, y masculino. ¿Otro mercader al que asaltaban? Era lo más probable, aquellos caminos eran peligrosos. Alward suspiró, la última vez que se encontró con una situación similar no acabó muy bien, ¿Y si la causó el mismo motivo? Le entraba un escalofrío tan solo de pensarlo. Estaba en una complicada tesitura, ¿Ayudar a aquel que está en apuros aún sabiendo que puede encontrarse con un enemigo bastante superior y que puede fácilmente derrotarle, o hacer como si no hubiese escuchado nada? Le era difícil en aquel momento decidirse.
Soltó un profundo suspiro, tal vez si ayudaba a aquel que estaba en apuros, podría indicarle hacia donde estaba la ciudad. Debía de arriesgarse, si no, estaría dando vueltas como un bobo hasta la muerte.
Sin más, agarró con decisión las riendas de Epons, indicando a la equina el camino que tenía que seguir, instándole a ir rápido. Ambos; jinete y montura, se internaron en la profundidad del bosque, siguiendo la dirección por la que había venido el grito.
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Enrabietado, con los ojos rojos y la piel del rostro un poco quemada, todo producto de las plantas que impactaron en su cara, aquel sujeto agarró a la joven y la llevó contra su voluntad y a la fuerza hasta ponerla apoyada al tronco del abeto centenario que se alzaba majestuoso en aquel lugar.
-Ahora te vash a enterar...-Balbuceó, con cierta dificultad para articular las palabras. Sonrió con perversión, dejando escapar su aliento, el cual era una mezcla entra alcohólico y fétido-Te voy a follar y sholo nosh eshcucharán los árrbolesh-Dijo acercándose al oído de la chica, susurrándole con un tono pervertido mientras ponía de nuevo la daga en su cuello
Así que allá iba, aquel tipejo estaba dispuesto a hacer lo que había dicho, no sin antes pararse a toquetear y manosear el cuerpo de la joven.
En ese momento, el relinchar de un caballo y el ruido de las pisadas que dejaban su galopada se abrieron camino en el silencio y la calma del bosque, llegando al lugar donde aquello acontecía. Alward, arco en mano y flecha tensada, bien aprendido de su vez anterior, ya que en ese tipo de lugares era mejor disparar y preguntar después, iba montado en Epons y apuntando a ambos.
En ese momento, el tipejo que sujetaba a la chica se volteó y, aún teniendo agarrada a esta a modo de rehén, maldijo la repentina aparición del Sevna.
-...¡Me voy a cagar en...!-Balbuceó de nuevo, esta vez incluso dejando escapar pequeños perdigones de saliva. Tenía toda la cara roja, aparte de por el efecto de las plantas, por el alcohol-¡Vete por donde has venido!-Apretó la daga en el cuello de la joven-....¡O me la cargo!-Se acercó unos pasos
Alward, con el ceño fruncido, hizo una mueca con su boca y apuntó hacia arriba, alejando así toda tentativa de atacar. Estaba claro que la víctima no era el hombre.
-...Bien-Comentó, más calmado-¡Ahora largo!-Ordenó
El Sevna entonces hizo un esbozo de sonrisa y disparó dicha flecha, pero hacia arriba, sin ningún objetivo concreto.
-...¿Q-qué...?-De pronto, la flecha que iba en una dirección contraria, desvió su rumbo y dibujó un arco en el aire que daba lugar a una nueva trayectoria, esta vez más despejada y sin tener a la chica de por medio, como si Alward hubiese disparado desde la posición trasera, la flecha impactó en el gemelo izquierdo del sujeto, haciendo que este arrancase un grito de dolor desgarrador y cayese al suelo, soltando así a su rehén [1]. Quiso atenderse la herida, pero el castaño se bajó de Epons y le colocó su espada zurda en la cabeza, señalándolo. El bandido levantó la cabeza con cuidado y se encontró la punta del arma a tan solo centímetros de su entrecejo. Alward lo miraba desde arriba con desdén y asco.
-Se ha dado la vuelta a la situación-Le hizo un gesto con la cabeza-Ahora vete, y no vuelvas más
-P-pero no puedo ponerme en pie...-Dijo con dolor. Su pierna sangraba y la flecha había sido incrustada bastante honda
-Vete-Acto seguido, pateó su mano, para que dejase de agarrar la daga que aún portaba y a esta la pateó también para dejarla fuera de su alcance, tras eso, le arrancó la flecha de la pierna para que parte del dolor disminuyese y la herida comenzara su sanación-Aunque sea arrastrándote-Sentenció
Una vez el tipejo se fue del lugar, cosa que le costó debido a su estado, Alward se centró en la joven que había estado como rehén.
-¿Estás bien?-La miró a los ojos, ese rostro... Le resultaba familiar-...¿Eyre?-Se sorprendió al verla precisamente allí
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Alward Sevna
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Aunque el improvisado ataque pareció funcionar durante algunos segundos, pronto Eyre descubrió que con aquello no había logrado disuadir al tipejo. Quizás estaba tan alcoholizado que ni siquiera era plenamente consciente de su dolor. Incapaz de superarlo en fuerza, no tuvo más opción que dejarse apresar contra el abeto.
-¡Déjame! ¡¡Suéltame, maldita sea!!
El corazón le palpitaba tan fuerte que podía sentirlo en las sienes. Sin embargo, más por desgracia que por suerte, no era la primera vez que Eyre pasaba por una situación así. Primero había sido en Beltrexus y luego apenas llegara a Ciudad Lagarto; parecía tener un desafortunado imán para ese tipo de asquerosos bastardos. La cosa era que en ambas ocasiones se había odiado por no haber reaccionado en el momento. Esta vez, por mucho que sintiera que le iba a dar un infarto, debía controlarse y buscar la manera de salir ilesa de la situación.
No prestó atención a las palabras del sujeto. Mientras contenía la respiración para no vomitar por su aliento, oteaba desesperadamente los alrededores en busca de algo, lo que fuera, que le sirviera para escapar. Las ilusiones no servirían, pues la mente del tipo estaba de por sí ya demasiado extraviada por el alcohol. -Piensa, Eyre, ¡piensa! -Pero no había nada más que plantas y, aunque lo hubiera, sus dos manos estaban apresadas por el férreo agarre del hombre. Dado que seguía teniendo la daga en el cuello y ya su piel exhibía una fina línea carmesí bajo el acero, no era buena idea intentar forcejear. Tragó saliva y sintió que el corazón le daba un vuelco. ¿Cómo podía, una vez más, sucumbir ante la fuerza de un inmundo bruto? ¿Acaso tendría que soportar de nuevo que...
Un relincho llamó la atención de ambos. La joven observó con los ojos abiertos como platos al arquero sobre la yegua; hubiera sonreído de no haber sido porque el borracho apretó aún más el arma contra su cuello y la obligó a caminar junto a él para encarar al recién llegado. Una vez estuvieron más cerca, Eyre alzó la mirada y, aún con los ojos empañados, pudo verlo mejor. Y, casi sin poder creer lo que estaba viendo, lo reconoció.
Se trataba de Alward Sevna... que acababa de disparar justo sobre sus cabezas.
Al principio no comprendió. Luego, cuando tanto ella como el tipejo alzaron la vista para seguir la trayectoria de la flecha, esbozó una sonrisa cargada de ansiedad. Supo al instante cuál era el plan del humano, pero lo que no sabía era cuán certero podía ser ese disparo. Intentó apartarse pero el hombre la apretó con más fuerza. No había dónde huir. Cerró los ojos tan fuerte como pudo, retuvo la respiración y rezó a todos los dioses para no sentir una saeta clavándose en su piel en los próximos instantes...
Y no la sintió, aunque su captor corrió una suerte distinta. Inmediatamente fue soltada y reculó varios pasos llevándose las manos al cuello mientras el otro se desplomaba en el suelo entre gritos y maldiciones. Eyre apoyó la espalda en el tronco de un árbol y se limitó a observar la escena mientras intentaba recuperar el ritmo normal de su respiración. No obstante, cuando el truhán emprendió la huida, la joven se agachó para tomar la daga que había soltado y, tras apuntar durante breves segundos, tomó impulso y la lanzó por los aires.
La daga se clavó en un tronco a medio metro del borracho y Eyre arqueó una ceja. ¿Había apuntado allí a propósito... o realmente no tenía muy buena puntería? Nadie podría saberlo. Lo seguro era que ya no se quedaría de brazos cruzados. La niña inocente que perdonaba y dejaba ir impune hasta al más terrible de los monstruos había quedado muy atrás en el pasado.
-¡No olvides quedarte en la ciudad! -Le gritó, llevándose ambas manos en torno a la boca para amplificar su voz- ¡Recibirás visitas muy pronto!
Cuando el tipo se perdió entre los matorrales, por fin la bruja relajó los hombros y regresó su mirada al humano. El gesto que se dibujó en su rostro fue una mezcla extraña entre felicidad y consternación, y era lógico que fuera así tras lo que acababa de ocurrir.
-Alward... -Masculló mientras se acercaba hasta quedar a apenas un par de pasos de distancia. ¿Qué debía hacer? ¿Darle un apretón de manos? ¿Abrazarlo? Eyre no había tenido muchos amigos durante su corta vida y no sabía qué hacer en esos casos- Espero que no pasen estas cosas cada vez que nos encontremos. -Rió nerviosamente y bajó la mirada mientras se pasaba una mano por el cabello, que ahora le llegaba hasta los hombros- Gracias... otra vez.
Eyre
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-No ha sido nada-Colocó los brazos en las caderas, adoptando una pose relajada mientras sonreía-Debiste de haberle dado una buena patada en la entrepierna a ese desgraciado-La barrió con la mirada de arriba a abajo-O quizás deberías llevar algo encima con lo que defenderte. No siempre va a haber alguien que aparezca de la nada a rescatarte-Sentenció
Aún portaba en su mano la flecha, la cual estaba ahora manchada de sangre. Giró medio tronco hacia atrás, donde estaba Epons y silbó, ordenando así a la equina que se acercara. Como novedad que hasta ese momento no había usado, la montura llevaba en la propia silla el arco y carcaj colgados en el lado derecho. Alward no podía portales directamente como sí pasaba con sus dos espadas, ya que perdería movilidad y no sería muy eficiente en combate, así que optó por dejarlos ahí.
La yegua se acercó y el humano volvió a meter a la flecha en su sitio correspondiente; el carcaj.
Tras eso, volvió a centrar por un instante la atención en la bruja, y seguidamente miró hacia los lados, como si estuviera buscando a algo o alguien.
-¿Dónde está tu biocibernético?-La miró, extrañado-Deberías de quedarte más cerca suya, es fuerte y parecía que te tenía cariño-Esbozó media sonrisa
De pronto, un dolor agudo y momentáneo se hizo notar en su vientre, a la vez que una sensación de malestar le recorrió todo el cuerpo. A su vez, las tripas le rugían y su rostro se encogió, dando a saber su malestar.
-Agh... Tengo hambre-Miró al cielo, el cual poco a poco se iba tiñendo de naranja-Va a caer la noche en cualquier momento-Torció el gesto, pero aún así, volvió a mirar a Eyre-¿Qué haces aquí sola? ¿Acaso te alojas en una posada cercana? ¿No sabes que este sitio es peligroso ahora? La zona está llena de bandidos y ladrones de esa maldita ciudad a la que llaman "Lagarto"-Una pregunta tras otra, y todas bastante lógicas. La última vez que vio a la bruja, esta estaba en las Islas Illidenses, muy lejos de donde ambos se encontraban ahora, y a decir verdad, esta no tenía mucha pinta de trotamundos, viajera o guerrera, era bastante curioso su repentina aparición por allí, cerca de la ciudad de los ladrones.
Aún portaba en su mano la flecha, la cual estaba ahora manchada de sangre. Giró medio tronco hacia atrás, donde estaba Epons y silbó, ordenando así a la equina que se acercara. Como novedad que hasta ese momento no había usado, la montura llevaba en la propia silla el arco y carcaj colgados en el lado derecho. Alward no podía portales directamente como sí pasaba con sus dos espadas, ya que perdería movilidad y no sería muy eficiente en combate, así que optó por dejarlos ahí.
La yegua se acercó y el humano volvió a meter a la flecha en su sitio correspondiente; el carcaj.
Tras eso, volvió a centrar por un instante la atención en la bruja, y seguidamente miró hacia los lados, como si estuviera buscando a algo o alguien.
-¿Dónde está tu biocibernético?-La miró, extrañado-Deberías de quedarte más cerca suya, es fuerte y parecía que te tenía cariño-Esbozó media sonrisa
De pronto, un dolor agudo y momentáneo se hizo notar en su vientre, a la vez que una sensación de malestar le recorrió todo el cuerpo. A su vez, las tripas le rugían y su rostro se encogió, dando a saber su malestar.
-Agh... Tengo hambre-Miró al cielo, el cual poco a poco se iba tiñendo de naranja-Va a caer la noche en cualquier momento-Torció el gesto, pero aún así, volvió a mirar a Eyre-¿Qué haces aquí sola? ¿Acaso te alojas en una posada cercana? ¿No sabes que este sitio es peligroso ahora? La zona está llena de bandidos y ladrones de esa maldita ciudad a la que llaman "Lagarto"-Una pregunta tras otra, y todas bastante lógicas. La última vez que vio a la bruja, esta estaba en las Islas Illidenses, muy lejos de donde ambos se encontraban ahora, y a decir verdad, esta no tenía mucha pinta de trotamundos, viajera o guerrera, era bastante curioso su repentina aparición por allí, cerca de la ciudad de los ladrones.
Alward Sevna
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“No siempre va a haber alguien que aparezca de la nada a rescatarte”, dijo Alward, y Eyre arrugó el entrecejo. Todo en su mueca dejó entrever que acababa de tocarle una fibra sensible. ¡No era como si a ella le gustara depender de los demás en situaciones así! No era su culpa tener todas las de perder: había nacido con un dominio escaso de los elementos; sus ilusiones, aunque lograran sacarla de apuros, no hacían ningún daño, y no tenía la fuerza necesaria para defenderse de tipos más grandes que ella. ¿Qué quería que hiciera?
-No se suponía que el tipo aguantara el efecto de las plantas. ¿No has visto cómo le quedó el rostro? -Refunfuñó, mas su enojo pronto se disipó al ver acercarse a la yegua. El mohín de enfado fue suplantado por uno de ternura al tiempo en que alzaba una mano para ofrecérsela a la equina, permitiendo que la oliera antes de atreverse a acariciar con gentileza su cuello. Iba a preguntarle a Alward cuánto tiempo llevaban viajando, dado que el animal se veía notablemente cansado, pero él se le adelantó. Y su pregunta volvió a ensombrecer la expresión de su rostro.
-Nos... nos separamos hace mucho tiempo. -Murmuró. Para Eyre resultaba especialmente difícil recordar esa época de su vida y con frecuencia se encontraba a sí misma evitando pensar en aquello. Veintitrés había sido un compañero fiel e inseparable con el cual, al final, se había terminado encariñando hasta el punto de creer que permanecería a su lado por muchos años, sino durante toda la vida. -Estaba diseñado para cuidar niños. -Agregó con un nudo en la garganta- Cuando decidió que yo ya no era una, simplemente... se marchó. -Inhaló profusamente, le dio un par de palmadas al cuello de la yegua y suspiró, forzándose a sonreír para no encarar a su amigo con un gesto tan penoso en el rostro.
Justo entonces Alward se quejó del hambre y, con cada una de sus preguntas, la sonrisa de la bruja se ensanchó genuinamente. Sentía un agradable cosquilleo en el estómago al saber que su presencia allí superaba con creces todas las expectativas. De alguna manera, pensó con orgullo, eso la convertía en una persona osada y aventurera, ¿no?
-Vivo aquí. -Admitió, conteniendo la risa al ver la expresión del espadachín- Bueno, no aquí aquí. En aquella casa, ¿la ves? -Señaló a espaldas del muchacho. Desde allí apenas podía verse una parte del tejado asomándose por entre las copas de los árboles, la casa no estaba a más de cinco minutos de distancia a pie. Con un ademán de la mano le indicó que podían ponerse en marcha hacia allá- Sí, sé que es peligroso, pero... no es para tanto. -Continuó mientras se disponía a caminar, como si la situación de minutos atrás no hubiera sido más que un pequeño percance- Viví en el centro de la ciudad durante meses. Esta zona es mucho más tranquila, sin duda. ¡Ven!
Campante, la joven lideró el camino mientras se excusaba de vez en vez para pararse a recoger las mismas especies de plantas que había perdido al defenderse contra el borracho. Distraída en su labor, le contó a Alward qué hacía cada planta, aunque realmente no sabía si le interesaba dicha información. Aunque intentaba disimularlo, la presencia del humano le causaba una suerte de ansiedad mezclada con alegría. Nunca tenía visitas propias, mucho menos de una persona confiable que no tuviera nada que ver con la turbia ciudad, y no sabía bien cómo hacer de anfitriona sin que todo resultara demasiado raro.
Cuando llegaron a la casa, y luego de indicarle a Alward que podía dejar a la yegua en las caballerizas, abrió la puerta y lo primero que hizo fue dejar el saquito de plantas sobre la mesita del recibidor y quitarse tanto los guantes como las botas con lodo para reemplazarlas por zapatos más cómodos. Las botas de Matt no estaban y su par de zapatos de andar por casa seguían allí, lo que significaba que todavía no había vuelto y, de hecho, no recordaba que le hubiera dicho cuándo lo haría. Por primera vez se preguntó si acaso estaba bien invitar a otro hombre a la casa... e inmediatamente decidió que sí. ¿Qué problema podía haber? Después de todo, Alward era su amigo y la había salvado no una, sino dos veces desde que se conocían.
-¡Pasa! ¿Te importaría sacarte las botas? Puedes usar las zapatillas de Matthew si quieres. -Comentó alegre, como si su acompañante supiera de quién estaba hablando. Le indicó la sala de estar, donde podía elegir cualquiera de los sillones... no sin antes adelantársele para voltear nerviosamente los almohadones que tenían sospechosas manchas de sangre en ellos. Mientras Alward se acomodaba, ella se acercó a la chimenea y, con un simple chasquido de los dedos, ésta se encendió.
-¿Qué quieres comer? -Inquirió, sonriente, mientras se sacaba la capa y la colgaba en el perchero. Bajo ésta llevaba una camisa blanca un par de tallas más grandes y pantalones de hombre ceñidos al cuerpo; los vestidos que solía usar eran cosa del pasado- Puedes quedarte aquí esta noche y, umh, todas las que necesites, supongo. -De seguro Matthew lo entendería- Tómalo con agradecimiento por haberme ayudado.
Eyre
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Re: Cuestión de valor [Privado] [Cerrado]
Arqueó las cejas sorprendido cuando escuchó el triste desenlace que tuvo la historia entre la relación de Eyre y su bio. Sintió tanta ternura que incluso sintió que el corazón se le había encogido en su propia cuenca.
-...Más o menos puedo entenderte-Dijo-Yo también me he separado de mis amigos... Y estoy solo-En ese momento, Epons relinchó, haciendo notar su presencia-Bueno, ESTAMOS solos-dibujó media sonrisa en su rostro cuando corrigió lo dicho
Alward no salió de su sorpresa cuando la joven le comentó que no se trataba de ningún extravío en ningún viaje, ni siquiera que se instalase en una posada cercana, sino que allí vivía.
-¿V-vives aquí...?-Fue una mezcla entre pregunta y afirmación que asimiló el hecho-¿Cómo puedes vivir aquí tan tranquila?-Preguntó.
Y no vivía en cualquier casucha de medio pelo, sino en una gran casa, para él, parecida a una mansión. Para una sola persona, eso era demasiado, y más en un lugar tan recóndito y a la vez tan en peligro al estar en las proximidades de las ciudades más peligrosas de toda la península, era inaudito.
-...Me estás tomando el pelo-Dijo ante lo que dijo la chica sobre vivir en el centro de Ciudad Lagarto
Acto seguido, la siguió, al mismo tiempo que tomaba desde el suelo las riendas de Epons y la guiaba allá donde Eyre iba.
De vez en cuando, la joven bruja detenía su camino para buscar las plantas que, según ella, necesitaba. Alward no podía hacer otra cosa que encogerse de hombros y asentir, realmente no tenía nada mejor que hacer, y si tenía suerte, su amiga le daría comida y un sitio para pasar aquella noche. Poco a poco, a medida que se iba acercando a la gran casa, se sentía afortunado de haberla encontrado, ya que probablemente sin ella podría haber corrido un destino bastante distinto y menos halagüeño. A veces, Eyre le contaba las propiedades de cada planta y qué efectos tenía sobre los mortales, a lo que el Sevna mostró atención, nunca venía mal saber cosas de esas, quién sabe en qué situaciones futuras se podría encontrar y qué ventajas podría tener el conocer sobre herbología.
-Una vez tuve que buscar una planta para un herbolero-Explicó-No muy lejos de aquí, en el camino que va a Vulwufar, me encontré a una biocibernética que me ayudó, era bastante... extraña, pero creo que al final creamos un vínculo de amistad... Si es que ella lo considera así...-Rió mientras se llevaba una mano tras la cabeza. Hablaba de Zöe, y no sabía realmente si la bio lo consideraría un amigo, realmente no sabría explicar qué cánones definen la amistad, pero todo lo que pasó con ella suponía que les había creado un lazo mucho más fuerte que simplemente ser "conocidos".
Al llegar al recinto, Eyre le indicó dónde dejar a Epons para que esta se alimentase, bebiese y descansara, que también le necesitaba. Una vez soltada a la equina, echó un vistazo general antes de entrar al edificio mientras no salía de su asombro.
-Es bonita, sin duda.-Asintió-Nada que ver con esa "ciudad"-Soltó con cierto desdén.
Una vez que entraron a la casa, el interior no estaba tampoco nada mal. Era acogedor, y sí que parecía un hogar. Todo ello no hizo más que acrecentar la duda de por qué precisamente iría allí a vivir, y... ¿Por qué construir una casa? Eyre le sugirió quitarse las botas y ponerse unos zapatos que tenía por ahí.
-No quisiera molestar a... ¿Tu esposo?-Preguntó al no saber qué relación tendría con el tal Matthew, aunque lo más seguro es que para esa edad, esa situación y el hecho de vivir ambos en una casa solitaria, es que fuera eso. Suspiró, al ver que realmente era de mala educación el pasar con las botas manchadas-...Está bien-Y sin más procedió a quitarse una, calculando mal el peso que tenía que ejercer para controlar el mismo peso de la armadura y sus espadas, todo ello sumado a la falta de energías que tenía, dio como resultado que el castaño cayera de bruces contra el suelo mientras saltaba a la pata coja en el mismo acto de quitarse una de las botas.
Una vez en el suelo, miró hacia Eyre y le sonrió nerviosamente
-Por Odín, parece que me he bebido dos barriles de hidromiel-Se incorporó sentado y se quitó las botas-Que conste que no estoy borracho-Aclaró en tono bromista mientras se ponía aquellos cómodos zapatos de andar por la casa
Dejó las espadas junto a sus botas y procedió a seguir a Eyre hasta la sala de estar. Una vez acomodado en uno de los sillones, la bruja encendió la chimenea de un solo chasquido.
-Buen truco-Comentó bromista mientras le lanzaba media sonrisa-Y... Lo que sea, no te apures, cualquier cosa me vendrá bien-Respondió ante la pregunta de qué comería, se llevó una mano a las tripas, que de nuevo le rujían-Y también gracias por dejar que me aloje, lo necesito de veras-Sonrió con sinceridad-Llevo varios días durmiendo al aire libre y sin descansar bien
Cuando la bruja le trajo la comida, no hizo otra cosa sino aumentar la dilatación de sus pupilas y atacar sin piedad, se notaba que llevaba tiempo sin comer, casi tanto que iba a devorar incluso el recipiente que contenía dicha comida, era increíble, estuvo incluso hasta a punto de atragantarse, pero unos golpes en el pecho y un vaso de agua le sacaron del apuro. Realmente estaba disfrutando comer como hacía días que no lo hacía. Se hizo de noche, y finalmente, el humano acabó de saciar su voraz apetito.
-¿Cómo pasaste de vivir en las islas de los brujos a instalarte en, posiblemente, la zona más peligrosa de toda la península de Verisar?-Preguntó de forma repentina, aún no se podía sacar la duda de la cabeza-Es difícil de creer-Dijo-Y más sin...-Intentó escoger las palabras adecuadas-Saber defenderte-Lo soltó de la mejor manera que pudo, y en el tono que más suave pudiera parecer-Eres una buena chica, te lo aseguro, nada que ver con el tipo de gente que vive en ese campamento que tratan como a una "ciudad".
-...Más o menos puedo entenderte-Dijo-Yo también me he separado de mis amigos... Y estoy solo-En ese momento, Epons relinchó, haciendo notar su presencia-Bueno, ESTAMOS solos-dibujó media sonrisa en su rostro cuando corrigió lo dicho
Alward no salió de su sorpresa cuando la joven le comentó que no se trataba de ningún extravío en ningún viaje, ni siquiera que se instalase en una posada cercana, sino que allí vivía.
-¿V-vives aquí...?-Fue una mezcla entre pregunta y afirmación que asimiló el hecho-¿Cómo puedes vivir aquí tan tranquila?-Preguntó.
Y no vivía en cualquier casucha de medio pelo, sino en una gran casa, para él, parecida a una mansión. Para una sola persona, eso era demasiado, y más en un lugar tan recóndito y a la vez tan en peligro al estar en las proximidades de las ciudades más peligrosas de toda la península, era inaudito.
-...Me estás tomando el pelo-Dijo ante lo que dijo la chica sobre vivir en el centro de Ciudad Lagarto
Acto seguido, la siguió, al mismo tiempo que tomaba desde el suelo las riendas de Epons y la guiaba allá donde Eyre iba.
De vez en cuando, la joven bruja detenía su camino para buscar las plantas que, según ella, necesitaba. Alward no podía hacer otra cosa que encogerse de hombros y asentir, realmente no tenía nada mejor que hacer, y si tenía suerte, su amiga le daría comida y un sitio para pasar aquella noche. Poco a poco, a medida que se iba acercando a la gran casa, se sentía afortunado de haberla encontrado, ya que probablemente sin ella podría haber corrido un destino bastante distinto y menos halagüeño. A veces, Eyre le contaba las propiedades de cada planta y qué efectos tenía sobre los mortales, a lo que el Sevna mostró atención, nunca venía mal saber cosas de esas, quién sabe en qué situaciones futuras se podría encontrar y qué ventajas podría tener el conocer sobre herbología.
-Una vez tuve que buscar una planta para un herbolero-Explicó-No muy lejos de aquí, en el camino que va a Vulwufar, me encontré a una biocibernética que me ayudó, era bastante... extraña, pero creo que al final creamos un vínculo de amistad... Si es que ella lo considera así...-Rió mientras se llevaba una mano tras la cabeza. Hablaba de Zöe, y no sabía realmente si la bio lo consideraría un amigo, realmente no sabría explicar qué cánones definen la amistad, pero todo lo que pasó con ella suponía que les había creado un lazo mucho más fuerte que simplemente ser "conocidos".
Al llegar al recinto, Eyre le indicó dónde dejar a Epons para que esta se alimentase, bebiese y descansara, que también le necesitaba. Una vez soltada a la equina, echó un vistazo general antes de entrar al edificio mientras no salía de su asombro.
-Es bonita, sin duda.-Asintió-Nada que ver con esa "ciudad"-Soltó con cierto desdén.
Una vez que entraron a la casa, el interior no estaba tampoco nada mal. Era acogedor, y sí que parecía un hogar. Todo ello no hizo más que acrecentar la duda de por qué precisamente iría allí a vivir, y... ¿Por qué construir una casa? Eyre le sugirió quitarse las botas y ponerse unos zapatos que tenía por ahí.
-No quisiera molestar a... ¿Tu esposo?-Preguntó al no saber qué relación tendría con el tal Matthew, aunque lo más seguro es que para esa edad, esa situación y el hecho de vivir ambos en una casa solitaria, es que fuera eso. Suspiró, al ver que realmente era de mala educación el pasar con las botas manchadas-...Está bien-Y sin más procedió a quitarse una, calculando mal el peso que tenía que ejercer para controlar el mismo peso de la armadura y sus espadas, todo ello sumado a la falta de energías que tenía, dio como resultado que el castaño cayera de bruces contra el suelo mientras saltaba a la pata coja en el mismo acto de quitarse una de las botas.
Una vez en el suelo, miró hacia Eyre y le sonrió nerviosamente
-Por Odín, parece que me he bebido dos barriles de hidromiel-Se incorporó sentado y se quitó las botas-Que conste que no estoy borracho-Aclaró en tono bromista mientras se ponía aquellos cómodos zapatos de andar por la casa
Dejó las espadas junto a sus botas y procedió a seguir a Eyre hasta la sala de estar. Una vez acomodado en uno de los sillones, la bruja encendió la chimenea de un solo chasquido.
-Buen truco-Comentó bromista mientras le lanzaba media sonrisa-Y... Lo que sea, no te apures, cualquier cosa me vendrá bien-Respondió ante la pregunta de qué comería, se llevó una mano a las tripas, que de nuevo le rujían-Y también gracias por dejar que me aloje, lo necesito de veras-Sonrió con sinceridad-Llevo varios días durmiendo al aire libre y sin descansar bien
Cuando la bruja le trajo la comida, no hizo otra cosa sino aumentar la dilatación de sus pupilas y atacar sin piedad, se notaba que llevaba tiempo sin comer, casi tanto que iba a devorar incluso el recipiente que contenía dicha comida, era increíble, estuvo incluso hasta a punto de atragantarse, pero unos golpes en el pecho y un vaso de agua le sacaron del apuro. Realmente estaba disfrutando comer como hacía días que no lo hacía. Se hizo de noche, y finalmente, el humano acabó de saciar su voraz apetito.
-¿Cómo pasaste de vivir en las islas de los brujos a instalarte en, posiblemente, la zona más peligrosa de toda la península de Verisar?-Preguntó de forma repentina, aún no se podía sacar la duda de la cabeza-Es difícil de creer-Dijo-Y más sin...-Intentó escoger las palabras adecuadas-Saber defenderte-Lo soltó de la mejor manera que pudo, y en el tono que más suave pudiera parecer-Eres una buena chica, te lo aseguro, nada que ver con el tipo de gente que vive en ese campamento que tratan como a una "ciudad".
Alward Sevna
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Re: Cuestión de valor [Privado] [Cerrado]
El nerviosismo de Eyre no hizo más que aumentar cuando vio que su invitado estaba cansado al punto de caerse mientras se quitaba las botas. Realmente quería ser una buena anfitriona y ofrecerle a Alward todo lo que necesitara para recobrar las energías que eran brutalmente consumidas durante viajes tan largos. Muy pocas personas podían permitirse viajar cómodamente, dado que había que contar con un gran presupuesto para alquilar un carruaje y dormir en posadas cuyas camas no estuvieran repletas de piojos. El resto de los mortales debía contentarse con pernoctar en campamentos y, con suerte, hacer una que otra parada para comer algo decente. Sabía lo desgastante que era aquello.
-¿S-Seguro que estás bien? -Inquirió, consternada y culpable por no haber podido ayudarlo a tiempo. Sentía pena por él, tanta que se forzó a evitar hacerle el millón de preguntas que le surcaban la mente para no cansarlo aún más de lo que ya estaba. Lo ideal sería que primero comiera y luego charlaran, así que, tras oír que cualquier cosa estaría bien, se excusó para ir hacia la cocina durante un momento.
Tras abrir la despensa y ponerse en puntas de pie para ver qué opciones tenían, terminó sacando una hogaza de pan fresco y un gran trozo de queso. Luego se dirigió a una cofrecillo que descansaba sobre la mesa. Aunque a simple vista parecía una caja común y corriente, había algo que la hacía muy especial: las inscripciones pintadas con tinta que adornaban su tapa. Cuando Eyre la abrió, de su interior manó frío y extrajo medio pollo que habían asado el día anterior en perfectas condiciones. Esa clase de truquillos para simplificarse la vida eran comunes entre los brujos; con la ayuda de unos simples arcanos, había encantado aquella caja para tener un lugar donde preservar la comida que normalmente se echaba a perder muy rápido.
Puso todo sobre una bandeja, sumándole a lo anterior una botella con agua y dos vasos, y volvió raudamente a la sala de estar.
-Buen... provecho. -Dijo con un hilo de voz, sorprendida al ver la voracidad con que su acompañante atacaba el plato. Tuvo que taparse la boca para contener la risa. Siempre había convivido con hombres de muy buenas maneras, desde los brujos pacatos de clase alta hasta Matthew, quien era tan delicado que a veces se le olvidaba que el resto de los humanos comunes eran... bueno, como Alward. Verlo devorar así era un espectáculo. Lo dejó comer tranquilo mientras ella picaba una que otra pieza del pollo y, cuando vio que había terminado, se limpió los labios con una servilleta de tela y le sonrió.
-Pues bueno, aunque no “sepa defenderme”, aquí estoy. -En su tono había sarcasmo cubierto de cordialidad. Se le hería el orgullo cada vez que le recordaban lo débil que era. Aún así, pese a aquella pequeña espinita en el zapato, Eyre no era rencorosa y simplemente decidió dejar el tema de lado para continuar hablando. -Es una larga historia. -Masculló mientras se reclinaba hacia atrás- Cuando nos conocimos, de hecho, ya no vivía allí. Solo estaba en Beltrexus para tomar clases durante un tiempo. Y, umh, digamos que estaba... ¿de incógnito? Resulta que... -carraspeó- ...había escapado de casa.
Le dedicó una sonrisa vergonzosa. Ahora que lo decía en voz alta, sonaba como una locura. Y, de hecho, había sido la mayor de su vida. Se encogió de hombros y continuó:
-Conocí a Matthew cuando vine a Verisar por primera vez. Nos hicimos amigos -No sabía si esa era la palabra correcta para definir la extraña relación que tenían en su momento, pero decidió no entrar en detalles con eso- y después él fue conmigo a las islas para tomar clases también. ¡Fue entonces que tú y yo nos conocimos! Luego pasaron cosas... no muy buenas. -su sonrisa amenazó con desaparecer, aunque hizo un gran esfuerzo por no pensar demasiado en aquello- Y, esto... él se adelantó para volver al continente, yo me quedé un tiempo más en las islas para seguir estudiando y luego lo seguí, y, umh... básicamente es eso. ¡Oh! Y no es mi esposo. Es mi... mi... -Bajó la mirada y su rostro comenzó a enrojecer. ¿Qué palabra debía usar? “Compañero” sonaba demasiado extraño. “Pareja”, muy formal- ¿a...mante? -admitió con las mejillas rojas como dos tomates. Esa palabra tampoco sonaba bien.
Había sido terriblemente ambigua, pero es que no sabía bien cómo resumir tantas cosas en tan poco tiempo, y tampoco quería pasarse la noche hablando sobre sí misma. Recordó, sin embargo, algo que le había parecido importante mencionar al oír repetidas veces el desdén con el cual Alward se refería a la ciudad. Cuando por fin pudo calmar su vergüenza, y deseando cambiar rápido de tema, comentó:
-Oh, por cierto. Si llegas a conocer a Matthew, no creo que sea conveniente que hables mal de Ciudad Lagarto enfrente suyo. -El moreno era demasiado impredecible como para correr ese riesgo, pensó. Así como podía reírse ante semejantes comentarios y simplemente darle a Alward un par de palmadas en el hombro, también podía reaccionar ensartándole una daga en el trasero. Era mejor no correr riesgos. -Él es el Virrey. -Añadió con una sonrisa, como si fuera un detalle poco relevante en la conversación.
Luego de tanto hablar, se sirvió un vaso de agua y lo bebió mientras escudriñaba a su amigo con la mirada. Ahora era su turno de soltar la lengua.
-¿Y tú? ¿Por qué razón viniste a la pérfida y horrenda Ciudad Lagarto? -Lo remedó entre risas traviesas, aunque pronto su gesto se tornó más cordial e inquirió con más tacto una pregunta que le había quedado en mente desde más temprano: -¿Por qué te separaste de tus amigos?
Eyre
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Re: Cuestión de valor [Privado] [Cerrado]
Estuvo bastante atento a la explicación que la bruja le ofrecía a sus preguntas, cuando esta acabó, enarcó ambas cejas como primera respuesta. Sin duda era una historia digna de una novela.
-¿Tu amante?-Fue lo primero que dijo-Pues no lo parece-Dijo mirando a su alrededor al ver la casa que ambos poseían-No estás unido a él por ningún lazo divino ni mortal, pero aún así vives con él en una mansión. Una relación extraña-Sentenció esbozando una sonrisa-No digo que esté mal, sino que no es común-Aclaró
Ante la ambigüedad de la joven, el Sevna no quiso ahondar más. Si había cosas que quería ocultar u omitir, las respetaría, después de todo, cada uno es libre de querer dar a saber lo que se quiera, siempre y cuando no afecte de mala forma a terceras personas o las perjudique.
-Así que... Eres la amante del virrey-Dijo-Eso explica esta enorme vivienda-Calló unos segundos, al darse cuenta de un pequeño detalle-¿¡Espera, en Ciudad Lagarto hay nobleza!?-Preguntó, realmente extrañado.
Tras unos minutos hablando, pudo observar como Eyre lo observó con detenimiento, esto en realidad lo puso un poco nervioso.
-...¿P-pasa algo?-Preguntó, a lo que la bruja respondió con otra pregunta, una que atañía al propio propósito del viaje de Alward hasta aquella ciudad. Su rostro entonces se tornó algo más serio.-...Busco a un hombre-Contestó de forma seca y sin dar mucho más detalles ni lugar a siguientes preguntas sobre el tema. La siguiente pregunta de la joven iba encaminada casi en la misma dirección que la anterior, así que esta vez ensombreció su rostro y fue igual de comedido-Me separé de mis amigos porque no quería ponerlos en peligro. Este mundillo es demasiado peligroso, y ellos ya han pagado demasiadas consecuencias como para hacer que se metan aún más en el fango-Dijo de forma ambigua y casi profética. Era la verdad, pero esa frase solo la entendería alguien que hubiese vivido lo que él o los suyos.
Intentó evitar más preguntas, por lo que se levantó y estiró. Miró por la ventana y vio que la noche había caído, excusa perfecta para evitar las preguntas de la curiosa Eyre.
-Se ha hecho demasiado tarde y estoy cansado... Mi cabeza y mi cuerpo solo quieren reponer energías...-Se excusó
-¿Tu amante?-Fue lo primero que dijo-Pues no lo parece-Dijo mirando a su alrededor al ver la casa que ambos poseían-No estás unido a él por ningún lazo divino ni mortal, pero aún así vives con él en una mansión. Una relación extraña-Sentenció esbozando una sonrisa-No digo que esté mal, sino que no es común-Aclaró
Ante la ambigüedad de la joven, el Sevna no quiso ahondar más. Si había cosas que quería ocultar u omitir, las respetaría, después de todo, cada uno es libre de querer dar a saber lo que se quiera, siempre y cuando no afecte de mala forma a terceras personas o las perjudique.
-Así que... Eres la amante del virrey-Dijo-Eso explica esta enorme vivienda-Calló unos segundos, al darse cuenta de un pequeño detalle-¿¡Espera, en Ciudad Lagarto hay nobleza!?-Preguntó, realmente extrañado.
Tras unos minutos hablando, pudo observar como Eyre lo observó con detenimiento, esto en realidad lo puso un poco nervioso.
-...¿P-pasa algo?-Preguntó, a lo que la bruja respondió con otra pregunta, una que atañía al propio propósito del viaje de Alward hasta aquella ciudad. Su rostro entonces se tornó algo más serio.-...Busco a un hombre-Contestó de forma seca y sin dar mucho más detalles ni lugar a siguientes preguntas sobre el tema. La siguiente pregunta de la joven iba encaminada casi en la misma dirección que la anterior, así que esta vez ensombreció su rostro y fue igual de comedido-Me separé de mis amigos porque no quería ponerlos en peligro. Este mundillo es demasiado peligroso, y ellos ya han pagado demasiadas consecuencias como para hacer que se metan aún más en el fango-Dijo de forma ambigua y casi profética. Era la verdad, pero esa frase solo la entendería alguien que hubiese vivido lo que él o los suyos.
Intentó evitar más preguntas, por lo que se levantó y estiró. Miró por la ventana y vio que la noche había caído, excusa perfecta para evitar las preguntas de la curiosa Eyre.
-Se ha hecho demasiado tarde y estoy cansado... Mi cabeza y mi cuerpo solo quieren reponer energías...-Se excusó
Alward Sevna
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Re: Cuestión de valor [Privado] [Cerrado]
El entrecejo de la muchacha se frunció en un gesto de preocupación al oír la seca respuesta de su acompañante. No había pensado que podría suscitar en él semejante reacción, aunque, ahora que lo reflexionaba, se sentía tonta al no haber previsto que no podía existir ninguna razón halagüeña para acercarse a esa zona del mapa. ¿Qué esperaba oír? ¿Que había ido a Ciudad Lagarto por turismo? Avergonzada, bajó la mirada y simplemente asintió.
-Ya veo. -Dijo quedamente- Lo... lo siento. Espero que puedas encontrar a quien buscas.
Al ver que se ponía de pie, Eyre lo observó durante algunos segundos con un ligero puchero que se apresuró en disimular. Le apenaba que la charla hubiese terminado tan pronto tras una tan mala elección de preguntas, y había esperado quedarse conversando mucho más tiempo, ansiosa por compartir tanto como se suponía que compartían los amigos que pasaban mucho sin verse.
-No debo ser tan egoísta. -Se reprochó para sus adentros. Alward debía estar exhausto y no era propio de una buena anfitriona retenerlo por más tiempo. Tras levantarse también, le sonrió e indicó las escaleras con un ademán de la mano- Ven, te mostraré la habitación de invitados.
Escaleras arriba los esperaba un largo pasillo, tan bien decorado como el resto de la casa, con cuatro puertas enfrentadas. Eyre abrió la primera del lado derecho y entró esperando ser seguida por su acompañante. La habitación era espaciosa, tenía una cama individual, un armario, un escritorio con su respectiva silla y un baúl. Desde la ventana podía verse el patio frontal de la casa, aunque en ese momento todo lo que se divisaba era un exterior en penumbras y el cielo estrellado.
-¡Ponte cómodo! No dudes en dormir tanto como lo necesites. -Exclamó mientras daba un par de palmaditas a la cama, como constatando cuán cómoda era- Si me necesitas, estaré en la habitación de enfrente. ¡Que descanses! Me, umh... -Pareció dudar y, avergonzada, susurró: -...me alegra que nos hayamos encontrado otra vez.
Inmediatamente se retiró con un presuroso “buenas noches” y desapareció tras la puerta de enfrente. Ya en su habitación, se tapó el hirviente rostro y exhaló un profuso suspiro. Tratar con amigos, sin duda, era más difícil de lo que creía. ¿Había sido demasiado cariñosa? ¿O, al contrario, muy poco? A veces deseaba tener la labia de Matthew, quien siempre parecía saber exactamente qué decir y cuándo decirlo. Aunque, hablando de él... Miró la cama y gruñó. ¿Dónde demonios estaba?
______________________________
Eyre se despertó temprano a la mañana siguiente y, tras constatar con enfado que el otro lado de la cama seguía vacío, se dispuso a levantarse. Quería tener todo listo para cuando Alward despertara, dado que sería de terrible educación seguir durmiendo mientras el pobre merodeaba solo por la casa en una mañana tan bonita. Se vistió, añadiendo al conjunto del día anterior un ligero abrigo de lana color verde, y bajó a preparar el desayuno. Normalmente, si Matthew no estaba, desayunaba en la pequeña mesa de la cocina, mas esta vez llevó todo al salón comedor para que su invitado estuviera cómodo.
Los pájaros cantaban y, pese a que hacía frío, era un día soleado. Tomó un libro de la biblioteca y se sentó a leer en la mesa mientras, en espera de su amigo, comía distraídamente una fruta.
Eyre
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Re: Cuestión de valor [Privado] [Cerrado]
Eyre lo guió hasta la que sería su habitación. Cuanto más andaba y estaba en la casa, más grande la parecía. Era sin duda increíble. Desde luego, el virrey de Ciudad Lagarto tendría buenos recursos propios digno de un mismísimo noble de Lunargenta.
La habitación era bastante acogedora y agradable, Alward la barrió con la mirada mientras se ponía los brazos en jarras.
-Una habitación preciosa-Dijo-Gracias por dejarme pasar la noche, y por la comida-Miró a Eyre y le dedicó la más sincera de sus sonrisas
Miró a la bruja un poco extrañado cuanto esta empezó a titubear.
-Yo también-Asintió y le dedicó otra sonrisa. Acto seguido, la joven salió del lugar algo apresurada y... ¿Avergonzada? ¿Qué le pasaba?
A medida que Eyre salía de la habitación y cerraba la puerta tras de sí, el castaño la siguió con la mirada con un rostro confuso. Tras eso, arrugó su ceño un poco mostrando aún más duda y acabó encogiéndose de hombros.
-Mujeres-Soltó con un suspiro-No hay quien las entienda
Le restó importancia a lo acontecido y se sentó en la cama. Era bastante suave y cómoda, y necesitaba tumbarse, cosa que hizo al instante. Cerró los ojos para despejar la mente, no se dormiría así, no al menos no la armadura puesta y todo encima... No, su intención era levantarse en tres.... dos... uno... Y acabó por dormirse, realmente estaba tan cansado que lo haría de la forma que sea, con las condiciones que fuesen y llevando lo que sea que llevara encima.
Al día siguiente, se despertó debido a la luz del sol que entraba por la ventana que hasta anoche solo entraba penumbra y nada dejaba ver. Ahora, se dibujaba un paisaje boscoso bien distinto, y se podía ver el hermoso patio delantero que ostentaba la casa. Alward se acercó a la ventana para ver a través de ella. No sabía qué tan tarde sería, pero estaba seguro que hacía un par de horas o quizás más que había amanecido. Abrió la ventana para respirar aire fresco y este entró aireando la habitación y dando oxigenación a los pulmones del humano. La suave brisa mañanera le acariciaba el rostro, todo era bastante agradable en aquel momento único de paz.
Tras eso, se separó de la ventana, orientándose hacia la salida y, en mitad de la habitación, empezó a estirar sus brazos seguido de un largo bostezo. Seguramente Eyre se habría despertado ya, era demasiado educada como para dormir hasta tarde teniendo un invitado. Hasta un ex mercenario y ex granjero como él sabían los cánones de el anfitrionismo.
Bajó las escaleras y caminó hasta donde probablemente estaría Eyre, según su propio pensamiento. Allí estaba la bruja, sentada en el salón mientras leía un libro demasiado grueso para los estándares de Alward y comía una pieza de fruta.
-Buenos días-Le dedicó una sonrisa mañanera, con la voz un poco truncada por ser las primeras palabras que decía tras una noche de confortable descanso, el cual necesitaba-Hacía días, o incluso semanas, que no dormía así-Confesó
Desayunó junto a la bruja. Tuvieron una conversación cordial y distendida, realmente parecía una buena chica, aún era un misterio el cómo alguien así había acabado viviendo en las cercanías de Ciudad Lagarto, pero no entraría más al tema, tampoco quería incomodarla, además como él bien sabía, las cosas que uno no dice de primeras y se quiere guardar, es mejor dejarlas así, ya que sus motivos tendría.
-¿No has pensado en contratar guardia personal o algo así? Aunque sean unos mercenarios, te vendrían bien para casos de peligro-Le comentó-El mundo es peligroso, y Ciudad Lagarto más aún-Le advirtió-O también podrías entrenarte-Comentó en un tono bromista-Podrías aprender a manejar algún arma, como la espada por ejemplo, el resto de filos son una bazofia. Los espadachines tenemos más prestigio y gustamos más-Rió
La habitación era bastante acogedora y agradable, Alward la barrió con la mirada mientras se ponía los brazos en jarras.
-Una habitación preciosa-Dijo-Gracias por dejarme pasar la noche, y por la comida-Miró a Eyre y le dedicó la más sincera de sus sonrisas
Miró a la bruja un poco extrañado cuanto esta empezó a titubear.
-Yo también-Asintió y le dedicó otra sonrisa. Acto seguido, la joven salió del lugar algo apresurada y... ¿Avergonzada? ¿Qué le pasaba?
A medida que Eyre salía de la habitación y cerraba la puerta tras de sí, el castaño la siguió con la mirada con un rostro confuso. Tras eso, arrugó su ceño un poco mostrando aún más duda y acabó encogiéndose de hombros.
-Mujeres-Soltó con un suspiro-No hay quien las entienda
Le restó importancia a lo acontecido y se sentó en la cama. Era bastante suave y cómoda, y necesitaba tumbarse, cosa que hizo al instante. Cerró los ojos para despejar la mente, no se dormiría así, no al menos no la armadura puesta y todo encima... No, su intención era levantarse en tres.... dos... uno... Y acabó por dormirse, realmente estaba tan cansado que lo haría de la forma que sea, con las condiciones que fuesen y llevando lo que sea que llevara encima.
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Al día siguiente, se despertó debido a la luz del sol que entraba por la ventana que hasta anoche solo entraba penumbra y nada dejaba ver. Ahora, se dibujaba un paisaje boscoso bien distinto, y se podía ver el hermoso patio delantero que ostentaba la casa. Alward se acercó a la ventana para ver a través de ella. No sabía qué tan tarde sería, pero estaba seguro que hacía un par de horas o quizás más que había amanecido. Abrió la ventana para respirar aire fresco y este entró aireando la habitación y dando oxigenación a los pulmones del humano. La suave brisa mañanera le acariciaba el rostro, todo era bastante agradable en aquel momento único de paz.
Tras eso, se separó de la ventana, orientándose hacia la salida y, en mitad de la habitación, empezó a estirar sus brazos seguido de un largo bostezo. Seguramente Eyre se habría despertado ya, era demasiado educada como para dormir hasta tarde teniendo un invitado. Hasta un ex mercenario y ex granjero como él sabían los cánones de el anfitrionismo.
Bajó las escaleras y caminó hasta donde probablemente estaría Eyre, según su propio pensamiento. Allí estaba la bruja, sentada en el salón mientras leía un libro demasiado grueso para los estándares de Alward y comía una pieza de fruta.
-Buenos días-Le dedicó una sonrisa mañanera, con la voz un poco truncada por ser las primeras palabras que decía tras una noche de confortable descanso, el cual necesitaba-Hacía días, o incluso semanas, que no dormía así-Confesó
Desayunó junto a la bruja. Tuvieron una conversación cordial y distendida, realmente parecía una buena chica, aún era un misterio el cómo alguien así había acabado viviendo en las cercanías de Ciudad Lagarto, pero no entraría más al tema, tampoco quería incomodarla, además como él bien sabía, las cosas que uno no dice de primeras y se quiere guardar, es mejor dejarlas así, ya que sus motivos tendría.
-¿No has pensado en contratar guardia personal o algo así? Aunque sean unos mercenarios, te vendrían bien para casos de peligro-Le comentó-El mundo es peligroso, y Ciudad Lagarto más aún-Le advirtió-O también podrías entrenarte-Comentó en un tono bromista-Podrías aprender a manejar algún arma, como la espada por ejemplo, el resto de filos son una bazofia. Los espadachines tenemos más prestigio y gustamos más-Rió
Alward Sevna
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Eyre pegó un respingo cuando oyó la voz a sus espaldas. Tan inmersa estaba en su lectura que hasta había olvidado que estaba sentada a la mesa esperando a su acompañante. Rápidamente dejó el libro a un costado y, sonriendo para disimular su sobresalto, le indicó a Alward que tomase asiento intentando no reír al ver que aún tenía las líneas de las sábanas marcándole la mejilla izquierda.
-¡Me alegra! Aunque no hay nada como las cómodas y limpias camas de una posada, ¿verdad? -Bromeó, riendo al recordar el espanto que había sentido al dormir por primera vez en una de esas pocilgas a los pocos días de escapar de su hogar.
Luego se dedicó a mordisquear una manzana mientras charlaban de temas variados y, para su gusto, algo superficiales. Aún se sentía arrepentida por sus desafortunadas preguntas del día anterior y ahora no sabía bien qué palabras podían repentinamente incomodar al espadachín, por lo cual decidió mantenerse en terreno seguro. La conversación fluyó con normalidad hasta que el otro decidió recordarle, una vez más, su supuesta inutilidad para cuidar de sí misma.
Ante la primera pregunta no se molestó en disimular su disgusto; rodó los ojos y suspiró exageradamente al tiempo en que negaba con la cabeza.
-¿Guardia personal? Para cuidar de alguien se necesita honra, valentía, compromiso, fidelidad... Dudo mucho que haya un solo hombre en toda Ciudad Lagarto capaz de reunir siquiera dos de esas cualidades. -Comentó. Estaba dispuesta a simplemente ignorar aquello y llevar la charla hacia otro tema, cansada de aquel que era tan recurrente, hasta que Alward soltó una broma que hizo brillar los ojos de Eyre.
-Podría. ¿Por qué no? -Inquirió con perspicacia- ¿Así que te estás ofreciendo a ser mi profesor? ¡Qué considerado de tu parte! -Le dedicó una sonrisa traviesa al tiempo en que dejaba la mitad de la manzana sobre la mesa y se ponía de pie. Puso los brazos en jarra y observó a su amigo desde arriba. Eyre nunca había intentado levantar una espada, pero su alta autoestima le brindaba toda la confianza que necesitaba para emprender esa nueva tarea. Se sabía inteligente y capaz, pues nunca en la vida había fracasado en ninguna de las cosas que decidía estudiar.
Eso sí... jamás había probado con algo que requiriera fuerza bruta.
-¡Vamos! Afuera hace un día hermoso. -Se dirigió hacia la puerta y desde allí agitó los brazos, picándole- ¿Qué está esperando, señor profesor?
Eyre
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-...Ya-Se cruzó de brazos, echándose hacia atrás en el respaldar. Lo siguiente que dijo Eyre, le dejó bastante desconcertado-¿Yo... Tu profesor?-Frunció el ceño, adoptando un gesto de duda-No sería buen profesor. Nunca he enseñado a...--Cortó su frase. Parecía que la bruja no estaba por la labor de escucharle. Haciendo caso omiso a la opinión que el humano podría tener, o si siquiera este aceptaría darle clases, la joven se encaminó hacia la puerta con bastante resolución y animada. De nuevo, instó al castaño para que se decidiera y su respuesta fuera afirmativa.
Ante tanta ilusión y ganas por parte de Eyre, realmente le daba reparo darle una respuesta negativa, por lo que suspiró y se puso en pie, yendo hacia donde la bruja había ido. Se detuvo frente a ella, la cual le había llamado "señor profesor", una especie de escalofrío recorrió su espalda.
-...No me llames así-La miró con cierto desdén, intentando mostrar falsa molestia ante el intento de la bruja por picarle.
Una vez fuera, se situaron en un espacio grande del jardín trasero de la gran casa, uno lo suficientemente plano y abierto como para poder ejercer un buen entrenamiento.
Soplaba una suave brisa, y el sol calentaba la piel de forma agradable. Tan solo unas pocas nubes cruzaban la bóveda celeste. Sin lugar a dudas, era un día idílico.
Alward le indicó a Eyre que se pusieran frente a frente, separados por una distancia de diez metros. Antes de salir, Alward había cogido tan solo una de sus armas; la Espada Superior. También fue hasta donde estaba Epons para recoger su espada antigua, la cual siempre llevaba en sus viajes por lo que pudiese pasar. Las dos las sujetaba individualmente el castaño, cada una en una mano. Miró fijamente a la joven unos segundos, hasta que optó por lanzar a sus pies una de las armas; le lanzó aquella más antigua.
-Para ser un guerrero perfecto, se debe de ostentar tres esenciales características-Alzó la mano que le quedaba libre, alzando el pulgar-Fuerza-Alzó el dedo índice-Sabiduría-Por último, alzó el dedo corazón-Y valor-Bajó la mano-Nos centraremos en este último, y más importante para empuñar una espada.-Hizo una pausa para ver la reacción de la bruja. De pronto, el Sevna se estaba tomando bastante en serio el tema, ¡Incluso parecía un verdadero profesor!-Sin valor, la espada no tiene ningún poder. Nunca olvides estas palabras-Inquirió-Cuando desenfundas tu arma contra un rival, pones en juego tu vida y la de todos aquellos que te rodean, por ello, el valor es esencial para sacar adelante un enfrentamiento y llevarte la victoria. ¿Entiendes?-Hizo otra pequeña pausa para ver si Eyre realmente sabía de la importancia de sus palabras. No sabría realmente si se había explicado bien, pero de lo que estaba seguro, es que sus palabras no eran meras frases vacías, ya que en la vida real y en una situación de enfrentamiento directo, eran más reales que cualquier otra cosa.
-Lo ideal, sería que el guerrero que reuniese estas características se rigiese por un código de honor, pero lamentablemente el mundo está lejos de funcionar así. En todo caso, los pocos que seguimos esto, ejecutamos el verdadero arte de la guerra.
Tras la explicación, el humano desenvainó su arma mientras observaba pos escasos segundos el brillo que el sol reflejaba en su brillo. Realmente se notaba que aquella espada era nueva, casi recién forjada.
-Se supone que todo guerrero le da un nombre a su arma...-Agarró el filo de la espada con su otra mano, para así mostrársela a Eyre-Yo no soy bueno para los nombres, así que a esta la llamo "Espada Superior", ya que es la mejor espada que nunca he tenido-Esbozó una sonrisa. Acto seguido dejó de mostrarle la espada a la joven y se centró en la que le había tirado-Esa espada ni siquiera tiene nombre, si encuentras alguno adecuado, te la regalo-Le sonrió de forma agradable-Es bastante antigua e incluso está algo mellada, pero un buen herrero podría dejártela como nueva. De todas formas, aún tiene vida para mucho, así no dudes de que será tu mejor aliada en combate.-Dijo. Acto seguido, con la mirada señaló la espada que le había ofrecido a Eyre-Desenfúndala. Empúñala y hazte con su peso, es importante que te adaptes bien al arma.
Calló unos segundos para que la bruja viese la espada y se acostumbrara a ella. No sabía si esta era la primera vez que poseía un filo entre sus manos directamente, pero siempre era bueno dejar a un novicio su tiempo de margen para tomar contacto con su arma. Bien se acordaba él de la impresión que le generó tener tal cosa entre sus manos la primera vez, y el desastroso resultado de aquello. Con el tiempo mejoró, pero tampoco estaba preparado hasta mucho después de conocer a Rischer y convertirse en mercenario.
-Estas clases de armas son a una sola mano, así que sujétala con la que te sea más hábil.-Dijo-Ahora adopta una postura de combate, es esencial para pasar de ataque a defensa. Más o menos así.-Dijo mientras se colocaba en una postura de combate la cual se basaba en estar alerta tanto con los pies como las manos. Tensó sus músculos y encogió un poco su postura para estar más adecuado a los movimientos rápidos, el tiempo que ponía su arma con la punta apuntando hacia Eyre.-Aquí puedes pasar a la defensa-Interpuso todo el filo de su arma por delante mientras retraía un poco su postura, haciendo ver que todos los ataques del enemigo debían de recaer sobre la espada-O puedes pasar al ataque-Adoptó de nuevo la postura normal, pero esta vez dando un par de tajos seguidos y una sola estocada; todo en el aire ante un supuesto objetivo invisible. Acto seguido, el humano recobró la normalidad en su postura, fuera del combate.-Prueba tú-Dijo mientras se acercaba un poco más Eyre, aunque apartándose un poco de la trayectoria delantera por si acaso a esta le daba por atacar.
Ante tanta ilusión y ganas por parte de Eyre, realmente le daba reparo darle una respuesta negativa, por lo que suspiró y se puso en pie, yendo hacia donde la bruja había ido. Se detuvo frente a ella, la cual le había llamado "señor profesor", una especie de escalofrío recorrió su espalda.
-...No me llames así-La miró con cierto desdén, intentando mostrar falsa molestia ante el intento de la bruja por picarle.
Una vez fuera, se situaron en un espacio grande del jardín trasero de la gran casa, uno lo suficientemente plano y abierto como para poder ejercer un buen entrenamiento.
Soplaba una suave brisa, y el sol calentaba la piel de forma agradable. Tan solo unas pocas nubes cruzaban la bóveda celeste. Sin lugar a dudas, era un día idílico.
Alward le indicó a Eyre que se pusieran frente a frente, separados por una distancia de diez metros. Antes de salir, Alward había cogido tan solo una de sus armas; la Espada Superior. También fue hasta donde estaba Epons para recoger su espada antigua, la cual siempre llevaba en sus viajes por lo que pudiese pasar. Las dos las sujetaba individualmente el castaño, cada una en una mano. Miró fijamente a la joven unos segundos, hasta que optó por lanzar a sus pies una de las armas; le lanzó aquella más antigua.
-Para ser un guerrero perfecto, se debe de ostentar tres esenciales características-Alzó la mano que le quedaba libre, alzando el pulgar-Fuerza-Alzó el dedo índice-Sabiduría-Por último, alzó el dedo corazón-Y valor-Bajó la mano-Nos centraremos en este último, y más importante para empuñar una espada.-Hizo una pausa para ver la reacción de la bruja. De pronto, el Sevna se estaba tomando bastante en serio el tema, ¡Incluso parecía un verdadero profesor!-Sin valor, la espada no tiene ningún poder. Nunca olvides estas palabras-Inquirió-Cuando desenfundas tu arma contra un rival, pones en juego tu vida y la de todos aquellos que te rodean, por ello, el valor es esencial para sacar adelante un enfrentamiento y llevarte la victoria. ¿Entiendes?-Hizo otra pequeña pausa para ver si Eyre realmente sabía de la importancia de sus palabras. No sabría realmente si se había explicado bien, pero de lo que estaba seguro, es que sus palabras no eran meras frases vacías, ya que en la vida real y en una situación de enfrentamiento directo, eran más reales que cualquier otra cosa.
-Lo ideal, sería que el guerrero que reuniese estas características se rigiese por un código de honor, pero lamentablemente el mundo está lejos de funcionar así. En todo caso, los pocos que seguimos esto, ejecutamos el verdadero arte de la guerra.
Tras la explicación, el humano desenvainó su arma mientras observaba pos escasos segundos el brillo que el sol reflejaba en su brillo. Realmente se notaba que aquella espada era nueva, casi recién forjada.
-Se supone que todo guerrero le da un nombre a su arma...-Agarró el filo de la espada con su otra mano, para así mostrársela a Eyre-Yo no soy bueno para los nombres, así que a esta la llamo "Espada Superior", ya que es la mejor espada que nunca he tenido-Esbozó una sonrisa. Acto seguido dejó de mostrarle la espada a la joven y se centró en la que le había tirado-Esa espada ni siquiera tiene nombre, si encuentras alguno adecuado, te la regalo-Le sonrió de forma agradable-Es bastante antigua e incluso está algo mellada, pero un buen herrero podría dejártela como nueva. De todas formas, aún tiene vida para mucho, así no dudes de que será tu mejor aliada en combate.-Dijo. Acto seguido, con la mirada señaló la espada que le había ofrecido a Eyre-Desenfúndala. Empúñala y hazte con su peso, es importante que te adaptes bien al arma.
Calló unos segundos para que la bruja viese la espada y se acostumbrara a ella. No sabía si esta era la primera vez que poseía un filo entre sus manos directamente, pero siempre era bueno dejar a un novicio su tiempo de margen para tomar contacto con su arma. Bien se acordaba él de la impresión que le generó tener tal cosa entre sus manos la primera vez, y el desastroso resultado de aquello. Con el tiempo mejoró, pero tampoco estaba preparado hasta mucho después de conocer a Rischer y convertirse en mercenario.
-Estas clases de armas son a una sola mano, así que sujétala con la que te sea más hábil.-Dijo-Ahora adopta una postura de combate, es esencial para pasar de ataque a defensa. Más o menos así.-Dijo mientras se colocaba en una postura de combate la cual se basaba en estar alerta tanto con los pies como las manos. Tensó sus músculos y encogió un poco su postura para estar más adecuado a los movimientos rápidos, el tiempo que ponía su arma con la punta apuntando hacia Eyre.-Aquí puedes pasar a la defensa-Interpuso todo el filo de su arma por delante mientras retraía un poco su postura, haciendo ver que todos los ataques del enemigo debían de recaer sobre la espada-O puedes pasar al ataque-Adoptó de nuevo la postura normal, pero esta vez dando un par de tajos seguidos y una sola estocada; todo en el aire ante un supuesto objetivo invisible. Acto seguido, el humano recobró la normalidad en su postura, fuera del combate.-Prueba tú-Dijo mientras se acercaba un poco más Eyre, aunque apartándose un poco de la trayectoria delantera por si acaso a esta le daba por atacar.
Alward Sevna
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Eyre no hizo más que ensanchar su sonrisa cuando Alward le pidió que no lo llamara “profesor”. Pocas veces la joven se daba la libertad de actuar con un poco de picardía y la verdad era que la sensación resultaba bastante agradable. Campante, siguió al mayor hasta situarse frente a él en medio del jardín, se sacó el abrigo para lanzarlo a un lado y acto seguido alzó los brazos para desperezarse, llevándose ambas manos tras la nuca. Lo bueno de estar usando ropajes masculinos era que podía moverse con libertad sin temer exhibir más de lo aceptable con algún movimiento imprudente.
La perspectiva de estar a punto de aprender algo nuevo la llenaba de entusiasmo. No podía dejar de sonreír, incluso recogió la espada con alegría pese a la brusquedad con que había sido lanzada a sus pies. Eso sí, la sonrisa comenzó a amainar cuando, al intentar levantarla, se dio cuenta de que era más pesada de lo que esperaba.
...¿Cómo demonios conseguían los guerreros sostener esa cosa con una sola mano?
Mientras Alward comenzaba la explicación, Eyre disimuladamente apoyó la punta del arma en el suelo para dejar descansar ambas manos sobre la empuñadura. Lo escuchó con atención, asintiendo ante cada nuevo concepto. Al oír la palabra “Fuerza” tragó saliva, mas ante la siguiente, “Sabiduría”, se sintió envalentonada de nuevo. “Valor” fue, probablemente, la más difícil de escuchar. Había sido valiente al huir de su hogar. Había sido valiente al viajar sola a través de caminos desolados y de bosques oscuros... Pero también había actuado con cobardía en muchas otras circunstancias, tantas que le faltaban dedos para contarlas todas.
-E...Entiendo. -Masculló, repentinamente seria al entender el peso que residía en las palabras del mayor.
Al verlo desenvainar su arma, puso la espalda recta y contuvo la respiración casi por instinto. Fue entonces, al ver al humano sostener la espada como si ésta no pesara más que una pluma, cuando notó cuán grandes y fuertes eran sus brazos en comparación con los propios. Su confianza en sí misma comenzaba a menguar.
-¿¡Regalármela!? Pero... pero es tuya. -Bajó la mirada hacia el arma y suspiró. Las mejillas se le tiñeron de carmín al intentar desenvainarla; para hacerlo tuvo que sujetar el mango con una mano y con la otra forcejear hasta desprender la vaina, y luego zarandearla hasta que finalmente cayera al suelo. “Puedo ponerle un nombre. Lo que probablemente no pueda hacer es sostenerla por más de cinco minutos”, pensó mientras hacía un visible esfuerzo por mantenerla en alto aún sosteniéndola con ambas manos.
Su posición era patética. Estaba haciendo tanta fuerza que había terminado por arquear la espalda y doblar las rodillas, por no hablar del color que enrojecía su rostro mezcla del esfuerzo y de la vergüenza. Estaba ya a punto de volver a bajarla cuando el humano le ordenó lo que más temía: que la sostuviera con una sola mano.
Su cara al observar la demostración de los distintos movimientos era un cuadro digno de ver. Pocas veces en su vida había puesto semejante expresión de anonadamiento; no le alcanzaban los ojos para analizar los detalles de cada postura. ¿Cómo había puesto los pies en la primera? ¿Y la segunda cómo era? Tragó saliva cuando llegó su turno y, titubeante, intentó levantar la espada y adoptar la posición ofensiva dando una estocada hacia adelante. Pero el arma era tan pesada que su propio envión le torció la muñeca y le arrancó un gritito de dolor al tiempo en que la dejaba caer.
-¡Auch! -Chilló mientras se frotaba la muñeca con la mano opuesta. Con el ceño fruncido en gesto acusatorio, miró a Alward y protestó- Es demasiado pesada para sostenerla con una mano. ¿N-No se puede hacer lo mismo pero con una daga? -Intentó negociar, dedicándole entonces una sonrisa culposa. Se sentía humillada e inútil. ¿Por qué había tenido que nacer con esos brazos flacuchos y cortos? Bajó la mirada y caviló durante un momento. Quizás estaba en desventaja física... pero debía pensar en todas las otras ventajas que sí tenía.
-Umh, ¿se consideraría trampa usar arcanos en una espada? -Las dagas de Matthew funcionaban con arcanos, aunque... él no era una gran referencia si pensaba en luchar con honor y honestidad- Podría hacerla más ligera. En realidad, podría hacer lo que quisiera con ella. -Murmuró mientras se inclinaba para recogerla del suelo.
Eyre
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Se colocó al lado de Eyre, cruzado de brazos y observante en todo momento, tal y cómo Rischer había hecho con él años atrás, y cómo su propio primo le enseñó en los días de su adolescencia. Nunca fueron suficientes clases, pero siempre le agradecería a este último el haberle abierto las puertas de aquel mundillo, uno que ahora no se le daba nada mal.
Torció el gesto al ver cómo la bruja se desenvolvía con el arma. Desde luego, era real que en su vida había empuñado un filo, lo cual complicaba las cosas bastantes.
-...Estas cosas requieren bastante tiempo-Dijo intentando que la joven no se sintiese mal, adornando la frase con una sonrisa sincera que intentase paliar la frustración de esta-Yo mismo tardé años en poder desenvolverme con naturalidad-Explicó. No pudo evitar dejar escapar una sonrisilla cuando a la bruja se le cayó el arma y pegó un pequeño grito-No tienes por qué seguir mis movimientos. Puedes crear tu propio estilo-Dijo-Usar una daga es igual de legítimo que usar una espada. Pero ahí no puedo ayudarte-Le explicó. Notó que la bruja no dejaba de poner excusas sobre el uso de una espada común y corriente, pero mantuvo la paciencia suficiente para contestar a sus preguntas-Si no sabes manejar una espada normal, ¿Cómo vas a saber manejar una que esté encantada?-Torció el gesto-Bajar su peso y hacerla más accesible solo te hará acostumbrarte a tu propia debilidad-Sentenció
Acto seguido, le ordenó que siguiese dando algunos golpes, que adoptase distintas posiciones con la espada, que la manejara, que se adaptara a ella, tanto en su peso como en su longitud, conocer bien el tipo de arma que empuñas es esencial para saber controlarla. Cuando vio a la bruja demasiado cansada como para seguir, le posó una mano sobre el hombro y asintió con la cabeza.
-Es suficiente.-Declaró-Tras tomar el primer contacto, dime, ¿Qué te parece? ¿Te gustaría seguir aprendiendo?-Preguntó-Yo me iré al norte después de abandonar Ciudad Lagarto, pero cuando regrese podemos seguir ahondando en tu entrenamiento. Mientras yo esté fuera, sería bueno que siguieses practicando, y que entrenes tu fuerza y agilidad tampoco estaría mal.-Dejó de tocarla y bajó la mano-Pero, por ahora, descansa-Le dedicó una amplia sonrisa de calidez. Alzó su vista al cielo azul y respiró hondo.-Hace un día demasiado hermoso como para ofuscarse-Acto seguido, se amarró la funda de la espada a su espalda y allí quedó colgada, como siempre, a falta de su hermana, la cual seguía reposando donde la dejó.-Por cierto, ¿No te aburre estar tan sola?-Dijo echando un vistazo a su alrededor-En este sitio se respira bastante paz y tranquilidad, pero... Tiene pinta de ser bastante monótono, ¿Qué haces para divertirte?-Preguntó poniendo sus brazos en jarras, relajado.
Torció el gesto al ver cómo la bruja se desenvolvía con el arma. Desde luego, era real que en su vida había empuñado un filo, lo cual complicaba las cosas bastantes.
-...Estas cosas requieren bastante tiempo-Dijo intentando que la joven no se sintiese mal, adornando la frase con una sonrisa sincera que intentase paliar la frustración de esta-Yo mismo tardé años en poder desenvolverme con naturalidad-Explicó. No pudo evitar dejar escapar una sonrisilla cuando a la bruja se le cayó el arma y pegó un pequeño grito-No tienes por qué seguir mis movimientos. Puedes crear tu propio estilo-Dijo-Usar una daga es igual de legítimo que usar una espada. Pero ahí no puedo ayudarte-Le explicó. Notó que la bruja no dejaba de poner excusas sobre el uso de una espada común y corriente, pero mantuvo la paciencia suficiente para contestar a sus preguntas-Si no sabes manejar una espada normal, ¿Cómo vas a saber manejar una que esté encantada?-Torció el gesto-Bajar su peso y hacerla más accesible solo te hará acostumbrarte a tu propia debilidad-Sentenció
Acto seguido, le ordenó que siguiese dando algunos golpes, que adoptase distintas posiciones con la espada, que la manejara, que se adaptara a ella, tanto en su peso como en su longitud, conocer bien el tipo de arma que empuñas es esencial para saber controlarla. Cuando vio a la bruja demasiado cansada como para seguir, le posó una mano sobre el hombro y asintió con la cabeza.
-Es suficiente.-Declaró-Tras tomar el primer contacto, dime, ¿Qué te parece? ¿Te gustaría seguir aprendiendo?-Preguntó-Yo me iré al norte después de abandonar Ciudad Lagarto, pero cuando regrese podemos seguir ahondando en tu entrenamiento. Mientras yo esté fuera, sería bueno que siguieses practicando, y que entrenes tu fuerza y agilidad tampoco estaría mal.-Dejó de tocarla y bajó la mano-Pero, por ahora, descansa-Le dedicó una amplia sonrisa de calidez. Alzó su vista al cielo azul y respiró hondo.-Hace un día demasiado hermoso como para ofuscarse-Acto seguido, se amarró la funda de la espada a su espalda y allí quedó colgada, como siempre, a falta de su hermana, la cual seguía reposando donde la dejó.-Por cierto, ¿No te aburre estar tan sola?-Dijo echando un vistazo a su alrededor-En este sitio se respira bastante paz y tranquilidad, pero... Tiene pinta de ser bastante monótono, ¿Qué haces para divertirte?-Preguntó poniendo sus brazos en jarras, relajado.
Alward Sevna
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Re: Cuestión de valor [Privado] [Cerrado]
Aunque la amabilidad de Alward era reconfortante, la joven sabía en su fuero interno que su desempeño había sido decepcionante. “...Hacerla más accesible solo te hará acostumbrarte a tu propia debilidad. Lo había dicho. Admitía que era débil. Agachó la mirada y, durante algunos segundos, se limitó a escrutar el césped a sus pies con el entrecejo fruncido y los labios apretados en una tensa y fina línea de disconformidad, luchando con todas sus fuerzas contra las ganas de hacer un berrinche.
-Lo siento. Es una mala costumbre de los brujos. -Refunfuñó como toda respuesta son cierto sarcasmo solapado en su tono. A decir verdad, a su parecer no era nada malo servirse de sus poderes para hacer la vida un poco menos difícil. Por algo los Dioses le habían dado a los hechiceros la capacidad de utilizar magia, ¿no? De alguna manera debían compensar sus nulas aptitudes físicas. Aún así no insistió con aquello, pues tampoco quería ofender a su improvisado profesor, y simplemente se dedicó a obedecer el resto de las órdenes... o, al menos, a intentar obedecerlas.
No aguantó ni cinco minutos antes de comenzar a sentir la manera en que sus exhaustos músculos ardían y punzaban cada vez que intentaba alzar un poco más la espada. Pero, incluso más que el dolor físico, el dolor en su autoestima era algo que le costaba demasiado soportar. Eyre estaba acostumbrada a ser buena en todo cuanto intentase y su orgullo, aunque a veces no se notara, estaba bastante inflado. Fue por ello que, cuando por fin finalizó el “entrenamiento”, le costó enormemente luchar contra la vergüenza y la fatiga para dedicarle a Alward una forzada sonrisa.
-Me ha parecido... difícil. Supongo que ahora veo con otros ojos a quienes sí pueden empuñar una espada. -Se encogió de hombros y suspiró- No... no creo que sea lo mío, la verdad. -Apoyó la punta del arma en la tierra y volvió a poner ambas manos sobre la empuñadura, con la vista fija en ésta. Antes de conocer a Matthew siempre había sentido un poco de lástima por los humanos, con sus vidas tan frágiles y el desconocimiento sobre las energías mágicas que se movían al rededor suyo sin siquiera notarlas. Sin embargo, poco a poco tanto él como otros humanos habían cambiado sus prejuicios y ahora, con Alward, sentía un renovado respeto por aquellos guerreros que, pese a su fragilidad, entrenaban sus cuerpos y sus mentes para el arte de la guerra- “Sákti” -Murmuró de pronto, y entonces alzó su mirada hacia Alward- Significa “Fuerza”. Es un buen nombre, ¿verdad? -Era irónico. La espada tendría la cualidad que a ella misma le faltaba; quizás así encontraría inspiración en ella. Más animada, continuó: -¿Y qué tal “Værdi” para la tuya? Significa “Valor”.
El cambio de tema la tomó por sorpresa y, tal como su acompañante, desvió la mirada hacia los alrededores para observar el paisaje. Caviló durante un momento y, finalmente, dijo:
-Pues... Leo, practico mi magia, paso el tiempo en el invernadero, voy a buscar plantas al bosque, o... o cuido a los caballos. -Sintió que la cara se le enrojecía- Si lo digo en voz alta suena realmente aburrido, ¿verdad? Oh, a veces desearía tener vecinos para pasar el tiempo. Vecinos agradables, claro. -Recalcó al final, pues en su estadía en el centro de Ciudad Lagarto también había tenido vecinos, si podía llamar así a esa panda de borrachos vagabundos. Dejó solo una mano en el mango de la espada y alzó la otra para rascarse la nuca- ¿Qué harás luego de encontrar a quien estás buscando e ir al Norte? -Inquirió de pronto- ¿No has pensado en construir una casa en las turísticas inmediaciones de la bella Ciudad Lagarto? -Bromeó- ¡Prometo que sería una excelente vecina!
Eyre
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Re: Cuestión de valor [Privado] [Cerrado]
Ante la negativa de la bruja por querer aprender más sobre el arte de la espada, o de la misma guerra, el humano torció el gesto en su sonrisa y soltó una carga pesada de aire por su nariz, resignándose a aceptar la decisión de Eyre. Quizás no todo el mundo sea apto para ello, después de todo.
Enarcó ambas cejas cuando la joven pronunció el nombre de la espada que le había regalado.
-Sí, es un buen nombre-Asintió con una escueta sonrisa-Aunque no la uses, espero que al menos te acuerdes de mí-Dijo dándose un par de golpes en el pecho con un tono amistoso mientras mostraba una sonrisa sincera, al golpearse la armadura, esta sonó a puro metal.
Cuando la bruja se atrevió a sugerir un nombre para la espada que Alward tenía a su espalda, este la miró con desdén.
-¿Estás diciendo que el nombre que tiene ahora es una bazofia?-Preguntó, actuando como si realmente estuviese molesto, pero al rato relajó su tono y su rostro para mostrar su broma-Razón no te falta-Soltó una sonrisa. Acto seguido, puso sus brazos en jarras mientras sopesaba la propuesta de la morena de ojos azules-"Værdi", ¿Eh?...-Se encogió de hombros-Es difícil de pronunciar.-Dijo, bajando los brazos-Pero supongo que tendré que aprendérmelo-Asintió, dedicándole a la bruja otra sonrisa. Sí, había aceptado su propuesta, y que Eyre hubiese escogido el nombre era, en cierta forma, especial.-Supongo que, en cierta forma, esta espada me recordará a ti, por lo que siempre tendré presente lo que hiciste por mí anoche, que no es poco-Dijo refiriéndose al ofrecimiento de comida y un sitio donde poder pasar la noche. Quién sabe cuál hubiese sido el destino del Sevna de no haber encontrado a la joven bruja.
Tras eso, Eyre relató en qué ocupaba su tiempo por lo general y todo sonaba demasiado.... Aburrido. Cosas que al castaño le parecían monótonas y sin ningún ápice de entretenimiento, aunque todo lo que mostraría de su opinión sería una sonrisilla nerviosa al final de la explicación, cuando la propia bruja determinó que quizás la mayor parte del tiempo hacía cosas aburridas.
La siguiente pregunta dejó un poco descolocado al espadachín, "¿Qué harás cuando encuentras a quien buscas en el norte?" No tenía respuesta a esa pregunta, ¿Volvería a ser mercenario? ¿Intentaría entrar en la Guardia ahora que sus habilidades habían mejorado? Después de su experiencia, no iba a dejar a su hermana sola durante una larga temporada, así que realmente no sabía qué haría, ¿Volvería a la Granja y la reconstruiría? Quizás sus padres quisieran eso, pero él no las tenía todas consigo.
-...N-no... No lo sé...-Dijo apartando la mirada, con cierto vacío en sus palabras y en su mente. Las siguientes palabras de la joven, le sacaron una sonrisa tonta-¡Seguro que serías una buena vecina!-Declaró, siguiéndole la broma-Eh, ¿Quieres hacer algo divertido?-Puso de nuevo sus brazos en jarras-Supongo que no tendrás invitados todos los días, y quizás haya cosas que te gustaría hacer que normalmente no puedes, ¿Se te ocurre algo?-Dijo, sacando su lado infantil, intentando así que no todo en su viaje fuesen penurias y estrés.
Enarcó ambas cejas cuando la joven pronunció el nombre de la espada que le había regalado.
-Sí, es un buen nombre-Asintió con una escueta sonrisa-Aunque no la uses, espero que al menos te acuerdes de mí-Dijo dándose un par de golpes en el pecho con un tono amistoso mientras mostraba una sonrisa sincera, al golpearse la armadura, esta sonó a puro metal.
Cuando la bruja se atrevió a sugerir un nombre para la espada que Alward tenía a su espalda, este la miró con desdén.
-¿Estás diciendo que el nombre que tiene ahora es una bazofia?-Preguntó, actuando como si realmente estuviese molesto, pero al rato relajó su tono y su rostro para mostrar su broma-Razón no te falta-Soltó una sonrisa. Acto seguido, puso sus brazos en jarras mientras sopesaba la propuesta de la morena de ojos azules-"Værdi", ¿Eh?...-Se encogió de hombros-Es difícil de pronunciar.-Dijo, bajando los brazos-Pero supongo que tendré que aprendérmelo-Asintió, dedicándole a la bruja otra sonrisa. Sí, había aceptado su propuesta, y que Eyre hubiese escogido el nombre era, en cierta forma, especial.-Supongo que, en cierta forma, esta espada me recordará a ti, por lo que siempre tendré presente lo que hiciste por mí anoche, que no es poco-Dijo refiriéndose al ofrecimiento de comida y un sitio donde poder pasar la noche. Quién sabe cuál hubiese sido el destino del Sevna de no haber encontrado a la joven bruja.
Tras eso, Eyre relató en qué ocupaba su tiempo por lo general y todo sonaba demasiado.... Aburrido. Cosas que al castaño le parecían monótonas y sin ningún ápice de entretenimiento, aunque todo lo que mostraría de su opinión sería una sonrisilla nerviosa al final de la explicación, cuando la propia bruja determinó que quizás la mayor parte del tiempo hacía cosas aburridas.
La siguiente pregunta dejó un poco descolocado al espadachín, "¿Qué harás cuando encuentras a quien buscas en el norte?" No tenía respuesta a esa pregunta, ¿Volvería a ser mercenario? ¿Intentaría entrar en la Guardia ahora que sus habilidades habían mejorado? Después de su experiencia, no iba a dejar a su hermana sola durante una larga temporada, así que realmente no sabía qué haría, ¿Volvería a la Granja y la reconstruiría? Quizás sus padres quisieran eso, pero él no las tenía todas consigo.
-...N-no... No lo sé...-Dijo apartando la mirada, con cierto vacío en sus palabras y en su mente. Las siguientes palabras de la joven, le sacaron una sonrisa tonta-¡Seguro que serías una buena vecina!-Declaró, siguiéndole la broma-Eh, ¿Quieres hacer algo divertido?-Puso de nuevo sus brazos en jarras-Supongo que no tendrás invitados todos los días, y quizás haya cosas que te gustaría hacer que normalmente no puedes, ¿Se te ocurre algo?-Dijo, sacando su lado infantil, intentando así que no todo en su viaje fuesen penurias y estrés.
Alward Sevna
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Re: Cuestión de valor [Privado] [Cerrado]
Eyre asintió sonriente al oír que Alward aceptaba el nombre que acababa de sugerir para la espada que tenía entre manos. ¡Claro que se acordaría de él! Ni siquiera hacía falta que tuviera un recuerdo material para hacerlo. Habían pasado muy poco tiempo juntos, pero las experiencias vividas en esos momentos habían sido tan intensas que quedarían permanentemente grabadas en su memoria... y, secretamente, esperaba que su acompañante sintiera lo mismo.
Entonces, al pronunciar el siguiente nombre, la bruja sintió que se le paraba el corazón y se empequeñecía ante la mirada desdeñosa del otro- ¡N-No, no me refería a...! -Pero Alward repentinamente cambió de actitud, dejando a Eyre primero pasmada e, inmediatamente, avergonzada al darse cuenta de que había sido una broma. Soltó una risa nerviosa, aunque por dentro aún tenía el cosquilleo del susto apretándole incómodamente el estómago.
-¡No vuelvas a asustarme así! -Reprochó, aunque nada en su gesto denotaba enojo. Las bromas de esa índole le molestaban, pero, a decir verdad, gracias a (o por culpa de) Matthew ya estaba acostumbrada a ellas- Bien, entonces yo tendré algo que me recuerde a ti, y tú tendrás algo que te recuerde a mí. -Sus labios se curvaron en una sonrisa pequeña, curva teñida con un deje de melancolía. Era la primera vez que hacía un intercambio semejante y pensó, con cierta sorna, que ojalá no le ocurriese nada a su amigo mientras usaba ese arma que asociaba con ella- Cuando tengas otra ven de nuevo para que le busquemos un nombre, ¿está bien?
Una vez más, Alward fue ambiguo respecto a sus planes futuros y ella, respetuosa, se esforzó por no indagar al respecto. La conversación fluyó hacia otro lado, terminando en una pregunta que la dejó pensativa- ¿Algo... divertido? -Inquirió por lo bajo mientras agachaba la mirada. Jamás se había caracterizado por ser una persona demasiado activa y tampoco había tenido amigos con quienes llevar a cabo actividades que la gente consideraba “divertidas”. Divertido para ella era leer, practicar hechizos o, como mucho, salir a cabalgar. Pasó casi un minuto pensando hasta que, por fin, exclamó:
-¡Oh, ya sé!
Se dio la media vuelta, recogió su abrigo del suelo y partió hacia la casa con la espada entre manos esperando ser seguida por su invitado. Allí entró, se quitó las botas y apoyó cuidadosamente a Sákti contra la pared prometiéndole a Alward que luego le encontraría un lugar protagónico en la sala. Lo guió a través de los pasillos hasta llegar a una habitación pequeña y acogedora con grandes ventanales que daban a uno de los patios laterales. La luz del sol daba al lugar una sensación acogedora pese a que hacía frío, e iluminaba una enorme biblioteca que ocupaba enteramente una de las paredes.
Hacia allí se dirigió Eyre, quien tuvo que ponerse en puntas de pie para alcanzar una caja que reposaba en uno de los estantes superiores. La extrajo con dificultad y la llevó hacia la mesa con una sonrisa de oreja a oreja en el rostro.
-¡Hace tiempo que estoy deseando jugar a esto! -Sopló la caja para deshacerse de todo el polvo que tenía encima; mala idea, pues pronto comenzó a estornudar. Mientras se rascaba la nariz con un antebrazo, destapaba la caja con la mano libre. Al hacerlo, inmediatamente el tablero se extendió sobre la mesa y las piezas del juego comenzaron a acomodarse solas en sus respectivos lugares.
-¡Es ajedrez mágico! -explicó mientras buscaba la mirada de su amigo para ver su reacción- ¿Sabes jugar?
- Spoiler:
- Porque Zöe y Taliesin no son los únicos que pueden jugar al ajedrez, ¿verdad?
Eyre
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Re: Cuestión de valor [Privado] [Cerrado]
A Eyre le llevó al menos un minuto pensar en algo que hacer. Alward, mientras tanto, la miraba cruzado de brazos, esperando una respuesta, y si podía ser, para esta vida al menos.
Al final, a la bruja se le ocurrió algo. Se dirigió al interior de la casa, por lo que el humano optó por seguirla.
-¿Qué has pensado?-Le decía mientras iba tras ella. La joven no detuvo ni por un solo momento su repentina marcha, y tampoco dijo nada que esclareciera al Sevna sobre lo que se le había ocurrido.
Llegaron a una pequeña sala fría, se notaba que el sol recién había empezado a calentar, y aún sus rayos, aunque penetrantes, no habían surtido efecto sobre ese lugar. Era una estancia acogedora, de eso no había ninguna duda. Aquella estancia parecía ser un lugar bastante recurrente para la bruja, ya que tenía toda la pinta de una biblioteca, y bien sabido era que la mayoría de brujos se enfrascaban en estos como una especie de afición acérrima.
Mientras Eyre se ponía a buscar algo entre los estantes, Alward estudió cada detalle del lugar. Aquella casa era considerada para él una mansión, y cada nuevo lugar que descubría le parecía fascinante, sin duda el lugar idóneo para que viviesen reyes.
La joven, tras encontrar aquello que fue a buscar, regresó junto al castaño con una caja y una amplia sonrisa en su rostro.
-¿Qué es eso?-Preguntó, extrañado.
La bruja entonces limpió la gran capa de polvo que envolvía a la caja y una nube de este empezó a flotar por el aire, haciendo estornudar a la morena. Alward no pudo evitar reírse ante tal escena, pero a la mínima mirada de Eyre, volvió a recobrar la compostura, escondiendo forzadamente sus ganas de reírse y tosiendo para paliar la sensación y necesidad de hacerlo.
-¿Ajedrez mágico?-Arrugó el ceño, con duda-Ni siquiera sé jugar al ajedrez normal-Soltó con un tono bromista. Y era cierto, recordaba que Rischer le encantaba, e incluso quería enseñarle, pero no le llamaba para nada la atención aquel "juego"-Una vez me aposté con un amigo en una partida de ajedrez unos aeros. Perdí. Y desde entonces no he vuelto a querer jugar-Se llevó una mano tras la cabeza, en señal de vergüenza-Pero bueno...-Se sentó en una de las sillas que había en la mesa donde Eyre había dejado el tablero-Puedes enseñarme a jugar de esta... Extraña forma-Esbozó una sonrisa-Pero eso sí-Advirtió-No voy a apostar aeros, que lo que tengo me tiene que durar todo mi viaje-Sentenció en un tono bromista
Al final, a la bruja se le ocurrió algo. Se dirigió al interior de la casa, por lo que el humano optó por seguirla.
-¿Qué has pensado?-Le decía mientras iba tras ella. La joven no detuvo ni por un solo momento su repentina marcha, y tampoco dijo nada que esclareciera al Sevna sobre lo que se le había ocurrido.
Llegaron a una pequeña sala fría, se notaba que el sol recién había empezado a calentar, y aún sus rayos, aunque penetrantes, no habían surtido efecto sobre ese lugar. Era una estancia acogedora, de eso no había ninguna duda. Aquella estancia parecía ser un lugar bastante recurrente para la bruja, ya que tenía toda la pinta de una biblioteca, y bien sabido era que la mayoría de brujos se enfrascaban en estos como una especie de afición acérrima.
Mientras Eyre se ponía a buscar algo entre los estantes, Alward estudió cada detalle del lugar. Aquella casa era considerada para él una mansión, y cada nuevo lugar que descubría le parecía fascinante, sin duda el lugar idóneo para que viviesen reyes.
La joven, tras encontrar aquello que fue a buscar, regresó junto al castaño con una caja y una amplia sonrisa en su rostro.
-¿Qué es eso?-Preguntó, extrañado.
La bruja entonces limpió la gran capa de polvo que envolvía a la caja y una nube de este empezó a flotar por el aire, haciendo estornudar a la morena. Alward no pudo evitar reírse ante tal escena, pero a la mínima mirada de Eyre, volvió a recobrar la compostura, escondiendo forzadamente sus ganas de reírse y tosiendo para paliar la sensación y necesidad de hacerlo.
-¿Ajedrez mágico?-Arrugó el ceño, con duda-Ni siquiera sé jugar al ajedrez normal-Soltó con un tono bromista. Y era cierto, recordaba que Rischer le encantaba, e incluso quería enseñarle, pero no le llamaba para nada la atención aquel "juego"-Una vez me aposté con un amigo en una partida de ajedrez unos aeros. Perdí. Y desde entonces no he vuelto a querer jugar-Se llevó una mano tras la cabeza, en señal de vergüenza-Pero bueno...-Se sentó en una de las sillas que había en la mesa donde Eyre había dejado el tablero-Puedes enseñarme a jugar de esta... Extraña forma-Esbozó una sonrisa-Pero eso sí-Advirtió-No voy a apostar aeros, que lo que tengo me tiene que durar todo mi viaje-Sentenció en un tono bromista
Alward Sevna
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Re: Cuestión de valor [Privado] [Cerrado]
El gesto ilusionado de Eyre se extinguió al oír que su compañero no sabía jugar, pues pensó que inmediatamente se negaría, pidiendo hacer alguna otra cosa entretenida y obligándole a admitir que, aún siendo una jovencita en la flor de la vida y con toda la energía del mundo... no tenía idea de cómo divertirse.
No obstante, Alward no se negó; en vez de eso pidió valientemente que le enseñara a jugar. Pobre ingenuo, no sabía a lo que se estaba exponiendo. La sonrisa de Eyre se ensanchó y sus ojos brillaron de emoción. La bruja adoraba enseñar, ¡amaba dar indicaciones a los demás y, así, demostrar cuán inteligente era!
-¡Claro! ¡Te enseñaré! -Exclamó al tiempo en que le hacía un ademán con la mano para indicarle que podía tomar asiento. Tan alegre estaba, que usó telekinesis en vez de las propias manos para apartar las sillas sin siquiera notarlo. Se sentó frente a él, del lado de las piezas de color blanco, y esperó con notable impaciencia, mientras tamborileaba los dedos sobre la mesa, a que el mayor pusiera toda su atención sobre el tablero.
-Bien. Tú tienes las negras. Estos son los peones, estos los caballos, estos los alfiles... -Y continuó nombrándolos mientras los tocaba suavemente con la punta del dedo índice- El ajedrez no es como las damas, donde todas las piezas se mueven igual. Aquí cada una puede hacer jugadas distintas. Los peones, por ejemplo, solo pueden moverse un paso hacia adelante, excepto en su primer turno, que pueden hacer dos. Pero los caballos hacen algo muy distinto, pues se mueven en forma de ele. -Mientras explicaba, tomaba las piezas y las movía hacia todas sus posibles direcciones. Así mencionó cada una hasta que las hubo repasado todas- Hasta aquí es fácil, ¿verdad? -Buscó la mirada ajena y esperó a ver si tenía alguna duda; cuando se aseguró de que todo estuviera claro, prosiguió- Hay un detalle más. No todas “comen” igual. Verás...
Unos minutos más tarde, todos los detalles del juego estuvieron cubiertos. Para Eyre, memorizar reglas así era una cosa de niños, pero no tenía idea de cómo resultaba para Alward. Era una tarea difícil para la bruja no subestimar a los humanos; aún cuando los respetaba en ciertos aspectos, siempre aparecía un nuevo ámbito donde parecían ser menos dotados que los brujos. Y se sentía mal pensándolo, pues siempre había estado en contra del adoctrinamiento racista impartido por los educadores de las Islas, pero aún así tenía incorporados prejuicios que sólo podría combatir relacionándose con humanos que llegaran a cambiar su percepción sobre ellos.
Además, todo fuera dicho... Se sentía bien ser ella quien le enseñara al otro luego de tan humillante derrota con la espada.
-Ahora bien. Se llama “ajedrez mágico” por una buena razón. No hace falta que toques las piezas, basta con decirles hacia dónde quieres que se dirijan para que lo hagan. Mira. -Se cruzó de brazos y dijo con voz clara: -Caballo a Efe Tres. -Y el caballo saltó grácilmente hacia el puesto indicado, soltando incluso un pequeño relincho al tiempo en que Eyre subía la mirada para analizar la expresión de su amigo- También podrías solo pensarlo, pero... al principio es más fácil si lo dices en voz alta. Los hu... -“humanos”, iba a decir, mas inmediatamente se corrigió- hu...ombres a veces tienen demasiado ruido en la cabeza como para transmitir un pensamiento claro a la primera, ¿no crees? -Soltó una risita nerviosa antes de hacer lo mejor que podía luego de casi meter la pata: cambiar rápidamente de tema.
-Oh y no te preocupes, yo no tengo aeros para apostar. -Admitió encogida de hombros, como si le restase importancia a tal frase. Parecía impensable y hasta ridículo que, viviendo rodeada de lujos, dijera aquello. Pero es que todo aquello había sido conseguido por Matthew, y ella no consideraba que el dinero del Virrey fuera dinero suyo. Tampoco es que le hiciera falta, pues rara vez viajaba sola y, cuando lo hacía... bueno, había aprendido que las ilusiones cumplían la misma función que cualquier aero real. Era deshonesto, sí, y no le agradaba hacerlo, pero... no se puede vivir junto a un embustero sin aprender uno que otro mal ejemplo, ¿verdad?- ¿Qué tal esto? Si tú pierdes, mmmh... -Se masajeó la barbilla un instante- prometes venir a visitarme para el otoño. Y si yo pierdo... ¿tú qué quieres?
Eyre
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Re: Cuestión de valor [Privado] [Cerrado]
En el momento en le que tomó asiento, el humano se concentró todo lo que pudo en las palabras y las enseñanzas que la bruja impartía. Para darle mayor énfasis a su "estado de concentración", el Sevna se cruzó de brazos e inclinó el tronco hacia adelante, mientras fruncía el ceño y sus ojos no se separaban del tablero.
A medida que la joven le explicaba todo lo que había que saber, el humano comprendía poco a poco las erratas de su pasado con respecto a las partidas perdidas, y el por qué las perdía. "Maldito Rischer, ya me podría haber enseñado también en vez de sacarme los aeros...", pensó.
Realmente era difícil ese juego, y solo practicable para aquellos que de verdad tenían la habilidad lógica y mental para llevar a cabo semejante desafío. Los brujos eran famosos por su inteligencia, en cambio... Los humanos no. Aunque supiera leer y escribir sin problema (Cosa que le costó unos años aprender), le era bastante complicado planificar una buena estrategia sobre ese tablero.
Tras finalizar Eyre, Alward se echó en el respaldar de su asiento, relajando su postura y desfrunciendo el ceño.
-Este "juego" puede servir incluso para planear buenas estrategias en un campo de batalla-Dijo, sorprendido
A la bruja le quedaba un pequeño detalle más por explicar: la razón por la que ese tablero específicamente se denominaba "mágico". Ya suponía el por qué, pero la demostración de aquel movimiento sin tocar una sola cosa de la mesa hizo que el humano abriera los ojos, sorprendido.
-¡Increíble!-Afirmó, aunque luego, con el extraño comentario de la joven con respecto a los "Hu... Hombres...?" hizo que torciera un poco el gesto, extrañado. No la había entendido muy bien, ¿Pero acaso había insinuado que los hombres no podían "pensar" bien?-¿"Ruido"?-Preguntó, volviéndose a cruzar de brazos-¿Por qué...?-Antes de continuar, paró un segundo y volvió a rehacer su frase, con cierto tono picaresco-¿Te refieres al sexo, la guerra y al alcohol?-Rió, restándole importancia, mencionando así los pensamientos que un hombre común podría tener-Tranquila, no bebo, y la guerra no es algo que me quite el sueño...-Y no dijo nada más, callándose así y dibujando de nuevo una sonrisa pícara en su rostro.
Cuando la bruja cambió de tema, inmediatamente Alward adoptó un gesto neutral en su rostro.
-Y yo que lo agradezco, porque seguramente sea una desastrosa derrota para mí-Sonrió. Pero pronto se puso nervioso ya que pensó que esa frase pudo dar pie a malinterpretaciones-¡N-no es que me alegre de que no tengas aeros, sino que... En fin, ya me entiendes!-Se llevó una mano detrás de la cabeza mientras reía falsamente y con vergüenza
Eyre le propuso que, en vez de dinero, se apostaran algo más al alcance de ambos. Ella quería que si salía vencedora, el humano volviese a visitarla, pero en cambio... ¿Qué quería Alward? Se quedó unos segundos pensando.
-Bueno. Si yo gano, quiero que me prometas que seguirás entrenando con la espada por tu cuenta, ¡Para así cuando volvamos a vernos, puedas vencerme en un duelo amistoso!-Ensanchó su sonrisa. Quizás no le hiciese gracia a la joven dicha propuesta, ya que había notado que no había salido muy bien de la primera toma de contacto, pero el Sevna sabía que alguien que vive en un sitio tan remoto y está tanto tiempo a solas debe de saber como mínimo defenderse.-Son tareas que te dejo, como tu "profesor" que soy-Dijo, con sarcasmo y un tono bromista. Ahora era él quien había tomado el relevo para "pincharla" con ese tema.
_____________________________________________________________________________
Off:
Resultado de las runas:
Muy Mala: Pierdo
Mala: Pierdo
Neutra: Pierdo
Buena: Gano
Muy buena: Gano
A medida que la joven le explicaba todo lo que había que saber, el humano comprendía poco a poco las erratas de su pasado con respecto a las partidas perdidas, y el por qué las perdía. "Maldito Rischer, ya me podría haber enseñado también en vez de sacarme los aeros...", pensó.
Realmente era difícil ese juego, y solo practicable para aquellos que de verdad tenían la habilidad lógica y mental para llevar a cabo semejante desafío. Los brujos eran famosos por su inteligencia, en cambio... Los humanos no. Aunque supiera leer y escribir sin problema (Cosa que le costó unos años aprender), le era bastante complicado planificar una buena estrategia sobre ese tablero.
Tras finalizar Eyre, Alward se echó en el respaldar de su asiento, relajando su postura y desfrunciendo el ceño.
-Este "juego" puede servir incluso para planear buenas estrategias en un campo de batalla-Dijo, sorprendido
A la bruja le quedaba un pequeño detalle más por explicar: la razón por la que ese tablero específicamente se denominaba "mágico". Ya suponía el por qué, pero la demostración de aquel movimiento sin tocar una sola cosa de la mesa hizo que el humano abriera los ojos, sorprendido.
-¡Increíble!-Afirmó, aunque luego, con el extraño comentario de la joven con respecto a los "Hu... Hombres...?" hizo que torciera un poco el gesto, extrañado. No la había entendido muy bien, ¿Pero acaso había insinuado que los hombres no podían "pensar" bien?-¿"Ruido"?-Preguntó, volviéndose a cruzar de brazos-¿Por qué...?-Antes de continuar, paró un segundo y volvió a rehacer su frase, con cierto tono picaresco-¿Te refieres al sexo, la guerra y al alcohol?-Rió, restándole importancia, mencionando así los pensamientos que un hombre común podría tener-Tranquila, no bebo, y la guerra no es algo que me quite el sueño...-Y no dijo nada más, callándose así y dibujando de nuevo una sonrisa pícara en su rostro.
Cuando la bruja cambió de tema, inmediatamente Alward adoptó un gesto neutral en su rostro.
-Y yo que lo agradezco, porque seguramente sea una desastrosa derrota para mí-Sonrió. Pero pronto se puso nervioso ya que pensó que esa frase pudo dar pie a malinterpretaciones-¡N-no es que me alegre de que no tengas aeros, sino que... En fin, ya me entiendes!-Se llevó una mano detrás de la cabeza mientras reía falsamente y con vergüenza
Eyre le propuso que, en vez de dinero, se apostaran algo más al alcance de ambos. Ella quería que si salía vencedora, el humano volviese a visitarla, pero en cambio... ¿Qué quería Alward? Se quedó unos segundos pensando.
-Bueno. Si yo gano, quiero que me prometas que seguirás entrenando con la espada por tu cuenta, ¡Para así cuando volvamos a vernos, puedas vencerme en un duelo amistoso!-Ensanchó su sonrisa. Quizás no le hiciese gracia a la joven dicha propuesta, ya que había notado que no había salido muy bien de la primera toma de contacto, pero el Sevna sabía que alguien que vive en un sitio tan remoto y está tanto tiempo a solas debe de saber como mínimo defenderse.-Son tareas que te dejo, como tu "profesor" que soy-Dijo, con sarcasmo y un tono bromista. Ahora era él quien había tomado el relevo para "pincharla" con ese tema.
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Última edición por Alward Sevna el Miér Mayo 15 2019, 17:54, editado 1 vez
Alward Sevna
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Re: Cuestión de valor [Privado] [Cerrado]
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Re: Cuestión de valor [Privado] [Cerrado]
La sonrisa de la joven se convirtió un mohín de enfado al oír la petición de su acompañante. Por algún motivo se sentía decepcionada. No era como si esperase que le pidiera algo en particular, pero... tampoco esperaba que su castigo, de perder, fuera tan aburrido como entrenar con la espada durante meses sola, aburrida y sin tener ni idea de lo que estaba haciendo.
-Ummmh... -Bajó la mirada y caviló durante un momento. Definitivamente no quería tener que hacer eso, pero, por otro lado, no haría una apuesta sin estar segura de su inminente victoria, y en este caso era evidente que ella tenía todas las de ganar. Alward ni siquiera sabía jugar bien, mientras que ella tenía años de práctica a sus espaldas y por supuesto, la mente privilegiada de una bruja promedio- ¡Acepto! -Dijo al tiempo en que asentía con la cabeza y dedicaba una sonrisa confiada al mayor- ¿Preparado para perder?
Reclinó cómodamente su espalda en la silla y, por cortesía, concedió el primer movimiento a su contrincante. Los ávidos ojos de la muchacha analizaban no solo cada movimiento del juego, sino también las expresiones de Alward cuando éste se detenía a pensar sus jugadas. La primera vez que una de las piezas desplazó a otra, Eyre observó la escena con una sonrisa complacida y escudriñó la expresión del humano; en esa ocasión fue su caballo quien apartó al peón enemigo con una patada que partió la pieza en dos. -No te preocupes, al terminar el juego vuelven a estar como nuevas. -Aclaró mientras apartaba hacia un costado los trocitos de ébano con que estaban confeccionadas las piezas negras.
La batalla duró más de lo que esperaba. Había subestimado a su amigo, quien de hecho estaba demostrando ser un gran estratega. Pero las batallas de la vida real eran difícilmente aplicables al tablero, donde las reglas eran estrictas y no admitían improvisación. Luego de media hora de reñida competencia, la reina blanca y su séquito terminaron rodeando a la reina negra en una esquina del tablero y Eyre, incapaz de disimular su orgullo, exclamó con pedantería:
-¡Jaque mate!
Era imposible ignorar la sonrisa en su rostro; los ojos le brillaban y tuvo que contenerse para no ponerse a saltar por la habitación restregando su victoria en la cara del mayor. En vez de eso se levantó, rodeó la mesita y, educadamente, ofreció una mano a su contrincante.
-Ha sido una pelea justa e interesante, Alward Sevna. No te sientas mal, a mí me tomó siete años vencer a mi padre. -Lo consoló, aunque la frase era tan ambigua que podía dar a entender que, de hecho, había tenido su primer victoria siendo tan solo una niña- La próxima vez que nos veamos podrás tener tu revancha. ¡Solo tienes un par de meses para practicar antes de que llegue el otoño!
Eyre
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Re: Cuestión de valor [Privado] [Cerrado]
Alward sopesaba muy bien sus jugadas. Más que un simple juego de mesa, lo tomaba como una simulación estratégica de una batalla, y le gustaba. Se sentía poderoso, como si todas aquellas piezas fueran tropas de un ejército propio, un ejército que podría trasladarse a un campo de batalla real. Seguramente, los altos mandos de la Guardia practicaban así sus estrategias y muchas veces usarían el ajedrez como referencia para dar órdenes a sus tropas. Era tan inspirador...
Realmente al principio tenía un poco de reticencia para jugar, pero luego se soltó y, tras probarlo entendiendo un poco más las reglas y los movimientos, disfrutó de la partida; la cual acabó en una estrepitosa derrota. Una sonrisilla nerviosa se dibujó sus labios. Vio cómo su rey quedaba destrozado sin piedad ante sus ojos, sin salir de su asombro aún por la maravillosa magia que contenían aquellas figuras.
-...Pobre hombre-Dijo en referencia a su monarca caído-Será recordado como un héroe-Bromeó, levantando su mirada hacia la bruja
La joven no podía esconder su regocijo ante tal victoria. Aunque en realidad poco mérito tenía, Alward no es que fuera el más ducho en las artes de la estrategia, y mucho menos intelectuales. La miró con condescendencia mientras soltaba aire por su nariz, mordiéndose la lengua.
-En otoño volveré, y te juro que te borraré esa sonrisa-Se cruzó de brazos, dedicándole una mirada desafiante, pero sin salirse del tono amistoso y siempre bromista.-Esta será la última vez que seré humillado-Asintió, con seguridad. Luego, sonrió. Era hora de marcharse. Tan solo le bastarían unas pocas indicaciones y llegar a Ciudad Lagarto sería cuestión de pocas horas o incluso minutos-Ha sido un placer, Eyre-Se quedó mirando por unos cortos segundos a la joven-Siempre es un placer verte-Le dedicó una sonrisa sincera
Realmente al principio tenía un poco de reticencia para jugar, pero luego se soltó y, tras probarlo entendiendo un poco más las reglas y los movimientos, disfrutó de la partida; la cual acabó en una estrepitosa derrota. Una sonrisilla nerviosa se dibujó sus labios. Vio cómo su rey quedaba destrozado sin piedad ante sus ojos, sin salir de su asombro aún por la maravillosa magia que contenían aquellas figuras.
-...Pobre hombre-Dijo en referencia a su monarca caído-Será recordado como un héroe-Bromeó, levantando su mirada hacia la bruja
La joven no podía esconder su regocijo ante tal victoria. Aunque en realidad poco mérito tenía, Alward no es que fuera el más ducho en las artes de la estrategia, y mucho menos intelectuales. La miró con condescendencia mientras soltaba aire por su nariz, mordiéndose la lengua.
-En otoño volveré, y te juro que te borraré esa sonrisa-Se cruzó de brazos, dedicándole una mirada desafiante, pero sin salirse del tono amistoso y siempre bromista.-Esta será la última vez que seré humillado-Asintió, con seguridad. Luego, sonrió. Era hora de marcharse. Tan solo le bastarían unas pocas indicaciones y llegar a Ciudad Lagarto sería cuestión de pocas horas o incluso minutos-Ha sido un placer, Eyre-Se quedó mirando por unos cortos segundos a la joven-Siempre es un placer verte-Le dedicó una sonrisa sincera
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