Encuentros fugaces [Privado][Nana]
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Encuentros fugaces [Privado][Nana]
Lilja se encontraba mucho mejor en aquellos momentos. La medicina que Aradu nos había entregado, había sido más que suficiente para que pudiera aguantar durante algunos meses más, al menos hasta que pudiéramos encontrar a nuestra madre, quien tenía la verdadera solución a su enfermedad. Todavía no teníamos la menor idea del origen de esta, pero Arada había dado con un remedio que había funcionado levemente para poder reducir los síntomas, y desde entonces Lilja se había mostrado muy más activa, con más salud, y la enfermedad que parecía haber estado comenzando a matarla, parecía haberse desvanecido por completo. No quería hacerme ilusiones, dado que al fin y al cabo no había sido la medicina definitiva, pero tenía grandes esperanzas de que una vez encontráramos a nuestra madre, aquello no volvería a ser un inconveniente jamás.
— No me dejes sola —me pidió.
Yo me encontraba a pocos metros de la cama, en la habitación donde ella había estado descansando durante toda la mañana.
— Tengo miedo de caer enferma de nuevo. No quiero saber que estas lejos si eso pasa.
— No te preocupes —trate de tranquilizarla—. No pasara nada. De verdad. Estas mucho mejor ahora, y Aradu hará más de ese remedio para que te puedas encontrar cada día mejor. Hasta que la encontremos, ya sabes.
— Pues… por lo menos no tardes demasiado. ¿A dónde vas, por cierto? —Me pregunto entonces.
— Tengo que hacer un par de cosas, trabajos como mercenario, no te preocupes.
Ella parecía inquieta. Desde hacia unas semanas, había comenzado a sospechar de la estrecha relación que tenía yo con Nana. Había tensión en nuestros en encuentros, cuando nos encontrábamos rodeados de amigos y conocidos. Y esa tensión no era difícil de ver. Especialmente porque mientras que al principio trataba de esconderlo, últimamente me estaba costando más de lo normal darme cuenta de mi propia expresión al verla aparecer, o mis propias reacciones al tenerla cerca. Lilja se había dado cuenta de ello, y aunque no me había dicho nada, cada vez que estaba Nana cerca, se quedaba mirándome fijamente, viendo a ver que hacía, a ver que reacciones tenía. Y desde que había caído enferma, se había vuelto mucho más irritable. En parte por miedo, en parte por odio; ella continuaba sintiendo que aquella enfermedad era injusta, la misma que había tenido durante su infancia. Ella sentía que no era justo que ahora que todo estaba bien, el destino se volviera en su contra.
Le di un beso en la frente, y la deje descansar. Salí de la casa y paseé por Ulmer. La cabaña escondida, allí era a donde iría más tarde, para encontrarme con Nana. Ya habían pasado algunos días desde la última vez que nos habíamos visto, y sentía como si hubiera pasado una eternidad desde la última vez que había sentido su piel cálida, o sus ojos dorados robándome el alma. Salí de Ulmer para poder en caminare hasta el lugar de reunión, pero en todo momento estuve con la mirada fija en mi alrededor, asegurándome de que absolutamente nadie me seguía. No podían vernos juntos, no debían. Podría ser un problema para la líder de Ulmer, algo que podría hacerle perder parte de la confianza y autoridad que ya desprendía como líder de la ciudad de los licántropos. Tampoco yo quería romperle el corazón a Lilja, y hacerla sentir abandonada. Pero deseaba a Nana, como a pocas cosas había deseado en la vida. Deseaba volver a fundirme con ella. Era una necesidad inexplicable que había sentido desde el primer momento en el que la había visto, aquella noche entre los bosques, lejos de todo y de todos.
— No me dejes sola —me pidió.
Yo me encontraba a pocos metros de la cama, en la habitación donde ella había estado descansando durante toda la mañana.
— Tengo miedo de caer enferma de nuevo. No quiero saber que estas lejos si eso pasa.
— No te preocupes —trate de tranquilizarla—. No pasara nada. De verdad. Estas mucho mejor ahora, y Aradu hará más de ese remedio para que te puedas encontrar cada día mejor. Hasta que la encontremos, ya sabes.
— Pues… por lo menos no tardes demasiado. ¿A dónde vas, por cierto? —Me pregunto entonces.
— Tengo que hacer un par de cosas, trabajos como mercenario, no te preocupes.
Ella parecía inquieta. Desde hacia unas semanas, había comenzado a sospechar de la estrecha relación que tenía yo con Nana. Había tensión en nuestros en encuentros, cuando nos encontrábamos rodeados de amigos y conocidos. Y esa tensión no era difícil de ver. Especialmente porque mientras que al principio trataba de esconderlo, últimamente me estaba costando más de lo normal darme cuenta de mi propia expresión al verla aparecer, o mis propias reacciones al tenerla cerca. Lilja se había dado cuenta de ello, y aunque no me había dicho nada, cada vez que estaba Nana cerca, se quedaba mirándome fijamente, viendo a ver que hacía, a ver que reacciones tenía. Y desde que había caído enferma, se había vuelto mucho más irritable. En parte por miedo, en parte por odio; ella continuaba sintiendo que aquella enfermedad era injusta, la misma que había tenido durante su infancia. Ella sentía que no era justo que ahora que todo estaba bien, el destino se volviera en su contra.
Le di un beso en la frente, y la deje descansar. Salí de la casa y paseé por Ulmer. La cabaña escondida, allí era a donde iría más tarde, para encontrarme con Nana. Ya habían pasado algunos días desde la última vez que nos habíamos visto, y sentía como si hubiera pasado una eternidad desde la última vez que había sentido su piel cálida, o sus ojos dorados robándome el alma. Salí de Ulmer para poder en caminare hasta el lugar de reunión, pero en todo momento estuve con la mirada fija en mi alrededor, asegurándome de que absolutamente nadie me seguía. No podían vernos juntos, no debían. Podría ser un problema para la líder de Ulmer, algo que podría hacerle perder parte de la confianza y autoridad que ya desprendía como líder de la ciudad de los licántropos. Tampoco yo quería romperle el corazón a Lilja, y hacerla sentir abandonada. Pero deseaba a Nana, como a pocas cosas había deseado en la vida. Deseaba volver a fundirme con ella. Era una necesidad inexplicable que había sentido desde el primer momento en el que la había visto, aquella noche entre los bosques, lejos de todo y de todos.
Friðþjófur Rögnvaldsson
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Re: Encuentros fugaces [Privado][Nana]
La planta de los pies sobre el frío suelo le heló hasta el más pequeño de sus huesos. Se llevó la mano al hombro para calmar su piel erizada, cubriéndose el cuerpo con una de las mantas de piel que había usado para taparse de la húmeda noche de primavera. Un largo mechón azabache cruzó el umbral de su frente para posarse sobre sus labios, un suspiro que dilató hasta sus pupilas le hizo recorrer la otra mitad de su cara hasta volver a su forma original.
La luz de la mañana había cegado esos ojos dorados que miraban sin ver, todavía. Su mano recorrió su brazo hasta posarse sobre sus rodillas, en un inútil esfuerzo por tomar el control de sus piernas y conseguir ponerse en pie. Vaciló antes de descargar todo su peso en sus tobillos, y anudándose la manta de piel al torso caminó a penas unos pasos hacia la ventana, una suave brisa meció las pestañas de la loba, quien aspiró con fuerza a la vez que abría la ventana de madera. Ulmer se dibujó en sus orbes dorados en todo su esplendor, un azul impoluto envolvía la escena donde reinaban el verde de los tejados de madera y la vereda de los caminos, así como el amarillo y el rojo de esas tímidas flores que habían tardado todo un invierno en volver.
-Nana.-La voz de Rose la sacó de sus cavilaciones.
Rodó los ojos con exasperación, maldiciendo a su amiga en silencio por romper aquel momento. No se tomó siquiera en volver la cabeza para mirarla.
-Te dejo esto por aquí... -Comentó la pelirroja ignorando el mal humor de su amiga.
Cruzó el umbral de la puerta, a la cual no se había molestado ni en llamar antes de abrirla de par en par, y colocó perfectamente dobladas las mallas de cuero marrón y una camisa blanca antes de volver a salir por donde había entrado. Nana volvió a cerrar la ventana a la vez que negaba ligeramente con la cabeza. Al sentarse de nuevo sobre la cama para ponerse la ropa, el corazón le dio un vuelco. Casi pudo sentir sobre sus muslos unas enormes manos. Se llevó la punta de los dedos al cuello, allí donde días antes se habían posado sus labios, Frith. Se apresuró para terminar de vestirse y salió del cuarto golpeando con firmeza la suela de sus botas contra la madera. Alec y Leo la miraron pasar desde la mesa del gran salón, donde atendían quejas y peticiones de los aldeanos con paciencia. La siguieron con la mirada mientras tomaba un bollo de pan blanco de la mesa donde Rose se dedicaba a repartir desayunos a los más desfavorecidos antes de salir por la puerta del gran salón.
-¿Va a volver a desaparecer todo el día? -Preguntó Alec con cierta ironía girándose hacia su compañero con una pequeña sonrisa de resignación.
-Eso parece. -Respondió Leo con resignación, alzando ligeramente la vista sobre las pequeñas gafas redondas que se posaban sobre la punta de su nariz.
Saludó y atendió a cada una de las personas que interrumpieron su camino hacia el bosque, bajo el pretexto de patrullar por ciertas falsas afirmaciones del avistamiento de miembros de la manada en territorio de Ulmer, la líder se zafó de algunas preguntas incómodas y conversaciones tediosas. Pero llegaba tarde.
Caminó, esta vez en su forma humana, por los senderos que ella misma había recorrido mil y una veces antes, hasta escuchar el silbido del agua del lago arremeter contra las piedras de la orilla. La cascada golpeaba con fuerza aquel medio día. La cabaña se encontraba a unos metros del lago, del que había sido su hogar. Con una sonrisa casi imperceptible apartó la maleza que la separaba de aquel paraíso. El azul del agua inundó sus pupilas y sus sentidos, caminó hasta la enorme roca que coronaba la costa este del lago casi inconscientemente. Se desabrochó las botas antes de que sus propios pies la llevaran inconscientemente hasta la cumbre gris, dejándose caer sentada sobre ella. Por fin estaba en casa.
La luz de la mañana había cegado esos ojos dorados que miraban sin ver, todavía. Su mano recorrió su brazo hasta posarse sobre sus rodillas, en un inútil esfuerzo por tomar el control de sus piernas y conseguir ponerse en pie. Vaciló antes de descargar todo su peso en sus tobillos, y anudándose la manta de piel al torso caminó a penas unos pasos hacia la ventana, una suave brisa meció las pestañas de la loba, quien aspiró con fuerza a la vez que abría la ventana de madera. Ulmer se dibujó en sus orbes dorados en todo su esplendor, un azul impoluto envolvía la escena donde reinaban el verde de los tejados de madera y la vereda de los caminos, así como el amarillo y el rojo de esas tímidas flores que habían tardado todo un invierno en volver.
-Nana.-La voz de Rose la sacó de sus cavilaciones.
Rodó los ojos con exasperación, maldiciendo a su amiga en silencio por romper aquel momento. No se tomó siquiera en volver la cabeza para mirarla.
-Te dejo esto por aquí... -Comentó la pelirroja ignorando el mal humor de su amiga.
Cruzó el umbral de la puerta, a la cual no se había molestado ni en llamar antes de abrirla de par en par, y colocó perfectamente dobladas las mallas de cuero marrón y una camisa blanca antes de volver a salir por donde había entrado. Nana volvió a cerrar la ventana a la vez que negaba ligeramente con la cabeza. Al sentarse de nuevo sobre la cama para ponerse la ropa, el corazón le dio un vuelco. Casi pudo sentir sobre sus muslos unas enormes manos. Se llevó la punta de los dedos al cuello, allí donde días antes se habían posado sus labios, Frith. Se apresuró para terminar de vestirse y salió del cuarto golpeando con firmeza la suela de sus botas contra la madera. Alec y Leo la miraron pasar desde la mesa del gran salón, donde atendían quejas y peticiones de los aldeanos con paciencia. La siguieron con la mirada mientras tomaba un bollo de pan blanco de la mesa donde Rose se dedicaba a repartir desayunos a los más desfavorecidos antes de salir por la puerta del gran salón.
-¿Va a volver a desaparecer todo el día? -Preguntó Alec con cierta ironía girándose hacia su compañero con una pequeña sonrisa de resignación.
-Eso parece. -Respondió Leo con resignación, alzando ligeramente la vista sobre las pequeñas gafas redondas que se posaban sobre la punta de su nariz.
Saludó y atendió a cada una de las personas que interrumpieron su camino hacia el bosque, bajo el pretexto de patrullar por ciertas falsas afirmaciones del avistamiento de miembros de la manada en territorio de Ulmer, la líder se zafó de algunas preguntas incómodas y conversaciones tediosas. Pero llegaba tarde.
Caminó, esta vez en su forma humana, por los senderos que ella misma había recorrido mil y una veces antes, hasta escuchar el silbido del agua del lago arremeter contra las piedras de la orilla. La cascada golpeaba con fuerza aquel medio día. La cabaña se encontraba a unos metros del lago, del que había sido su hogar. Con una sonrisa casi imperceptible apartó la maleza que la separaba de aquel paraíso. El azul del agua inundó sus pupilas y sus sentidos, caminó hasta la enorme roca que coronaba la costa este del lago casi inconscientemente. Se desabrochó las botas antes de que sus propios pies la llevaran inconscientemente hasta la cumbre gris, dejándose caer sentada sobre ella. Por fin estaba en casa.
Nana
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Re: Encuentros fugaces [Privado][Nana]
Continúo caminando saliendo de Ulmer. Se encontraba todavía nervioso, y afortunadamente el hecho de haber estado mirando a cada una de las direcciones por si alguien lo estaba mirando, le ayudo a que no lo tomara por sorpresa un individuo. Tenia un aspecto desaliñado, una túnica larga y una capa de cuero grueso. Tenia el rostro magullado, y el cabello largo y oscuro. Sus ojos eran azules, tanto que hacían sentir incomodo a quien observaban.
- Eres Frith. ¿No es así? -pregunto entonces.
El pelirrojo se giró hacia el individuo desconcertado, aunque trato de mantenerse sereno.
- Así es. ¿Quién habla?
- Soy “un amigo”. Has estado buscando a tu madre. ¿No es así?
Frith dudo durante algunos segundos opero finalmente asintió. El individuo esbozo una media sonrisa.
- Se donde esta -Frith repentinamente se acercó hacia él, de forma brusca y frunciendo el ceño-. No puedo decirte donde esta. Ella me ha pedido que no te lo haga saber. Hay condiciones. Cuestiones que debemos tratar antes.
- ¿De qué hablas, miserable? Dime donde esta y ya está. ¿Como te atreves a venir hasta a mí y decirme que sabes donde esta ella? ¿Crees que aceptare cualquier condición? ¿Qué te hace pensar que no te torturare hasta que me digas donde esta?
- Se que no el harás, ella me lo dijo -asintió el sonriente-. Además, sé que necesitas saber donde esta, tu hermana necesita saber donde esta. ¿No es así? Si intentas torturarme, jamás te lo diré. Moriré sin decírtelo y tal vez ella también muera porque no sabrás jamás donde esta tu madre.
Frith miro hacia todas las direcciones. No quería mantener aquella conversación en público, o con nadie mirándolos de forma sospechosa. Lo había tomado completamente desprevenido, y realmente aquel no era el mejor momento para que aquel individuo hubiera aparecido. ¿Pero que iba a hacer? ¿Dejarlo marchar y perder tal vez la única posibilidad de saber dónde se encontraba su madre? Y de ese modo poder tener la cura para Lilja por fin. ¿Por qué se escondía su madre del? Por qué no simplemente se esforzaba por contactarlo ella, y en cambio propia unas condiciones. Frith dejo escapar un largo suspiro y asintió. Tomo al individuo por los hombros y lo aparto, alejándolo del camino, allí continuaron hablando.
- Tu madre es disidente -dijo rápidamente.
- ¿Qué quieres decir? -pregunto Frith entonces-. ¿Disidente de qué?
- Tu madre, al igual que la gente con la que ella se encuentra, piensan que Ulmer es un lugar demasiado pacifico, mal aprovechado. Los licántropos merecemos mucho más, y deberíamos sacar provecho de nuestro poder para poder obtener lo que nos pertenece.
- ¿De qué me hablas? -Frith estaba completamente perdido.
- Sabemos sobre el affaire que tienes con la líder.
- Sigo sin comprenderte -sonrió Frith fingidamente-. ¿Qué dices? ¿Nuestra líder? ¿Hace cuánto que no vives en Ulmer? Eres consciente de que tiene un prometido. ¿Sabes lo que es un prometido?
El individuo soltó una fuerte risotada. Frith se puso serio.
- No es necesario nada de esto. Lo sabemos, tu madre lo sabe, y es precisamente esta la cuestión que debemos tratar. La líder de Ulmer es débil, no sigue las ambiciones y los intereses que nosotros tenemos, y hasta que podamos actuar, tu madre no quiere que mantengas ninguna relación con la líder, no quiere que su hijo se vea implicado con Nana. Solo podrás contactar con tu madre, si hieres públicamente a nana, o si terminas con esto de una vez, y lo demuestras. Es sencillo -esbozo una diabólica sonrisa-. Si terminas con esto, podrás ver a tu madre, y podrás salvar a tu hermana. Si no, vete despidiendo de ella. Tienes dos semanas para pensarlo bien. Pasadas dos semanas, te aseguro que jamás volverás a saber absolutamente nada de tu madre. No existirás para ella, ni ella para ti. Y perderás la cura, y con ella a Lilja.
Frith camino, todavía con la intención de encontrarse con nana. No iba a decirle nada, no por el momento por lo menos. Actuar demasiado precipitadamente podría hacer que perdiera la tal vez única posibilidad de curar la enfermedad de Lilja. Por mucho que ayudase el remedio que Aradu les había entregado, no era suficiente. La salud de Lilja continuaba mermando día tras día. Pero no podía traicionar a nana, ni quería hacerlo.
Mascullando maldiciones continuo su camino hacia la localización que nana le había dado en su momento. Poco a poco todos aquellos pensamientos fueron desaparecieron. Nana lleno sus pensamientos esta vez, tranquilizándolo. Por fin iba a encontrarse con ella, lejos de todos. Parecía que cuando estaba junto a ella, los problemas e inconvenientes que el mundo generaba desaparecían, y solo estaban ellos dos.
Camino pausadamente adentrándose en una zona semejante a tal y como ella la había descrito. El busco con la mirada, no sin disfrutar del entorno. La naturaleza lo envolvía, el juego de luces adentrándose entre la copa de los árboles, la hierba fresca generando aquel aroma dulzón. Y mas allá, sobre la piedra gris, se encontraba ella. Frith sintió como su corazón de repente parecía latir con fuerza. El primer bombeo fue el peor, casi sintió como si fuera a caerse, aunque por supuesto, tan solo era una sensación. Esbozo una amplia sonrisa y trato de acercarse. Se quito las botas y las dejo caer sobre la hierba. Pausadamente fue aproximándose a ella, todavía estando bastante lejos, y mucho antes de llegar hasta ella, fue el primero en hablar.
- Me preocupaba haberte hecho esperar demasiado. Pero no te veo especialmente impaciente -dijo con una media sonrisa, alzando ligeramente la voz.
- Eres Frith. ¿No es así? -pregunto entonces.
El pelirrojo se giró hacia el individuo desconcertado, aunque trato de mantenerse sereno.
- Así es. ¿Quién habla?
- Soy “un amigo”. Has estado buscando a tu madre. ¿No es así?
Frith dudo durante algunos segundos opero finalmente asintió. El individuo esbozo una media sonrisa.
- Se donde esta -Frith repentinamente se acercó hacia él, de forma brusca y frunciendo el ceño-. No puedo decirte donde esta. Ella me ha pedido que no te lo haga saber. Hay condiciones. Cuestiones que debemos tratar antes.
- ¿De qué hablas, miserable? Dime donde esta y ya está. ¿Como te atreves a venir hasta a mí y decirme que sabes donde esta ella? ¿Crees que aceptare cualquier condición? ¿Qué te hace pensar que no te torturare hasta que me digas donde esta?
- Se que no el harás, ella me lo dijo -asintió el sonriente-. Además, sé que necesitas saber donde esta, tu hermana necesita saber donde esta. ¿No es así? Si intentas torturarme, jamás te lo diré. Moriré sin decírtelo y tal vez ella también muera porque no sabrás jamás donde esta tu madre.
Frith miro hacia todas las direcciones. No quería mantener aquella conversación en público, o con nadie mirándolos de forma sospechosa. Lo había tomado completamente desprevenido, y realmente aquel no era el mejor momento para que aquel individuo hubiera aparecido. ¿Pero que iba a hacer? ¿Dejarlo marchar y perder tal vez la única posibilidad de saber dónde se encontraba su madre? Y de ese modo poder tener la cura para Lilja por fin. ¿Por qué se escondía su madre del? Por qué no simplemente se esforzaba por contactarlo ella, y en cambio propia unas condiciones. Frith dejo escapar un largo suspiro y asintió. Tomo al individuo por los hombros y lo aparto, alejándolo del camino, allí continuaron hablando.
- Tu madre es disidente -dijo rápidamente.
- ¿Qué quieres decir? -pregunto Frith entonces-. ¿Disidente de qué?
- Tu madre, al igual que la gente con la que ella se encuentra, piensan que Ulmer es un lugar demasiado pacifico, mal aprovechado. Los licántropos merecemos mucho más, y deberíamos sacar provecho de nuestro poder para poder obtener lo que nos pertenece.
- ¿De qué me hablas? -Frith estaba completamente perdido.
- Sabemos sobre el affaire que tienes con la líder.
- Sigo sin comprenderte -sonrió Frith fingidamente-. ¿Qué dices? ¿Nuestra líder? ¿Hace cuánto que no vives en Ulmer? Eres consciente de que tiene un prometido. ¿Sabes lo que es un prometido?
El individuo soltó una fuerte risotada. Frith se puso serio.
- No es necesario nada de esto. Lo sabemos, tu madre lo sabe, y es precisamente esta la cuestión que debemos tratar. La líder de Ulmer es débil, no sigue las ambiciones y los intereses que nosotros tenemos, y hasta que podamos actuar, tu madre no quiere que mantengas ninguna relación con la líder, no quiere que su hijo se vea implicado con Nana. Solo podrás contactar con tu madre, si hieres públicamente a nana, o si terminas con esto de una vez, y lo demuestras. Es sencillo -esbozo una diabólica sonrisa-. Si terminas con esto, podrás ver a tu madre, y podrás salvar a tu hermana. Si no, vete despidiendo de ella. Tienes dos semanas para pensarlo bien. Pasadas dos semanas, te aseguro que jamás volverás a saber absolutamente nada de tu madre. No existirás para ella, ni ella para ti. Y perderás la cura, y con ella a Lilja.
***
Frith camino, todavía con la intención de encontrarse con nana. No iba a decirle nada, no por el momento por lo menos. Actuar demasiado precipitadamente podría hacer que perdiera la tal vez única posibilidad de curar la enfermedad de Lilja. Por mucho que ayudase el remedio que Aradu les había entregado, no era suficiente. La salud de Lilja continuaba mermando día tras día. Pero no podía traicionar a nana, ni quería hacerlo.
Mascullando maldiciones continuo su camino hacia la localización que nana le había dado en su momento. Poco a poco todos aquellos pensamientos fueron desaparecieron. Nana lleno sus pensamientos esta vez, tranquilizándolo. Por fin iba a encontrarse con ella, lejos de todos. Parecía que cuando estaba junto a ella, los problemas e inconvenientes que el mundo generaba desaparecían, y solo estaban ellos dos.
Camino pausadamente adentrándose en una zona semejante a tal y como ella la había descrito. El busco con la mirada, no sin disfrutar del entorno. La naturaleza lo envolvía, el juego de luces adentrándose entre la copa de los árboles, la hierba fresca generando aquel aroma dulzón. Y mas allá, sobre la piedra gris, se encontraba ella. Frith sintió como su corazón de repente parecía latir con fuerza. El primer bombeo fue el peor, casi sintió como si fuera a caerse, aunque por supuesto, tan solo era una sensación. Esbozo una amplia sonrisa y trato de acercarse. Se quito las botas y las dejo caer sobre la hierba. Pausadamente fue aproximándose a ella, todavía estando bastante lejos, y mucho antes de llegar hasta ella, fue el primero en hablar.
- Me preocupaba haberte hecho esperar demasiado. Pero no te veo especialmente impaciente -dijo con una media sonrisa, alzando ligeramente la voz.
Friðþjófur Rögnvaldsson
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Re: Encuentros fugaces [Privado][Nana]
Reclinó suavemente la espalda sobre la roca, apoyando ambas manos sobre la superficie abrupta. Con aquella imagen de la cascada fluyendo y el cielo casi despejado pasó el tiempo. Minutos, quizá horas. O tal vez segundos eternos. Ese sentimiento de paz había inundado cada uno de sus sentidos y se había sumido en una calma, una calma que estaba a punto de acabar. Casi no pudo escuchar el crujir de los ramajes del suelo en cada pisada del pelirrojo. Tampoco advirtió su olor.
Nana se irguió levemente para sentir el calor de los rayos de sol que asomaban deslumbrándola sobre la enorme cascada. Aún no llegaba el medio día y el sol se asomaba tímido desde el este, su tierra. Dio un pequeño sobresalto al escuchar la voz del pelirrojo entre tanto silencio. El corazón, madre mía el corazón, parecía que se le iba a salir en cualquier momento. Y ahora, ¿Qué? Habían pasado tanto tiempo jugando al escondite en los lugares más recónditos de Ulmer, hablando en voz baja porque las paredes tenían oídos, y ojos, que casi no podía reconocer la voz de Frith.
-Buenos días. -Se limitó a responder con toda la normalidad que le permitía el hilo de voz casi trémulo. Giró el cuello hasta que sus ojos dorados se abrieron para posarse sobre él. Una sonrisa casi involuntaria surcó de lado a lado sus labios, impaciente.
Despegó las manos de la superficie de la roca y las sacudió para luego ponerse en pie casi de un salto sobre la roca, y con una esporádica torpeza provocada por los nervios, bajó de la roca, no sin antes hacer algún amago de caer al suelo de bruces al flojear sus rodillas. La adolescencia es un lujo que no todas las personas pueden pasar, o bien por motivos personales o simplemente por cuestiones de la vida, y ella ahora, sin saberlo, estaba pasando por aquella estúpida etapa de su vida, tarde, sí, pero más vale tarde que nunca. Ese morbo que otorgaba el secretismo a su relación, los encuentros premeditados en los mismos sitios a las mismas horas tan solo para gozar del simple roce de la mano del otro, estúpidos detalles que, esperaba, fueran imperceptibles para todos y sin embargo, un mundo para ellos.
Sus pies pararon a la altura del pelirrojo, el cual le sacaba un par de cabezas. Nana arqueó levemente una ceja y ladeó el mentón con la mirada impasible.
-Ya pensaba que no vendrías. -Reprochó a modo de broma para romper la tensión que sentía posarse en sus hombros y que le hacía temblar las rodillas.
Darle un beso le suponía la cosa más vergonzosa del mundo, y aunque ciertamente se moría de ganas de lanzarse a sus brazos, lo reprimió, como reprimió cada atisbo de sus instintos, esos que le decían que había algo que no estaba bien en todo aquello y que allí, y en aquel momento, más antes que después, tendría que tomar una decisión.
-Si no has desayunado en la cabaña debe de quedar algo de cecina de ciervo de los cazadores. -Añadió mientras se colocaba el cabello a un lado de la cabeza.
Echó a andar, maldiciéndose por todo el torrente de emociones que sentía y que era incapaz de gestionar. Frenó su paso en un momento y se giró hacia él con una sonrisa sincera. -Me alegro de que hayas venido. -Confesó por fin clavando sus ojos amarillos en él.
Nana se irguió levemente para sentir el calor de los rayos de sol que asomaban deslumbrándola sobre la enorme cascada. Aún no llegaba el medio día y el sol se asomaba tímido desde el este, su tierra. Dio un pequeño sobresalto al escuchar la voz del pelirrojo entre tanto silencio. El corazón, madre mía el corazón, parecía que se le iba a salir en cualquier momento. Y ahora, ¿Qué? Habían pasado tanto tiempo jugando al escondite en los lugares más recónditos de Ulmer, hablando en voz baja porque las paredes tenían oídos, y ojos, que casi no podía reconocer la voz de Frith.
-Buenos días. -Se limitó a responder con toda la normalidad que le permitía el hilo de voz casi trémulo. Giró el cuello hasta que sus ojos dorados se abrieron para posarse sobre él. Una sonrisa casi involuntaria surcó de lado a lado sus labios, impaciente.
Despegó las manos de la superficie de la roca y las sacudió para luego ponerse en pie casi de un salto sobre la roca, y con una esporádica torpeza provocada por los nervios, bajó de la roca, no sin antes hacer algún amago de caer al suelo de bruces al flojear sus rodillas. La adolescencia es un lujo que no todas las personas pueden pasar, o bien por motivos personales o simplemente por cuestiones de la vida, y ella ahora, sin saberlo, estaba pasando por aquella estúpida etapa de su vida, tarde, sí, pero más vale tarde que nunca. Ese morbo que otorgaba el secretismo a su relación, los encuentros premeditados en los mismos sitios a las mismas horas tan solo para gozar del simple roce de la mano del otro, estúpidos detalles que, esperaba, fueran imperceptibles para todos y sin embargo, un mundo para ellos.
Sus pies pararon a la altura del pelirrojo, el cual le sacaba un par de cabezas. Nana arqueó levemente una ceja y ladeó el mentón con la mirada impasible.
-Ya pensaba que no vendrías. -Reprochó a modo de broma para romper la tensión que sentía posarse en sus hombros y que le hacía temblar las rodillas.
Darle un beso le suponía la cosa más vergonzosa del mundo, y aunque ciertamente se moría de ganas de lanzarse a sus brazos, lo reprimió, como reprimió cada atisbo de sus instintos, esos que le decían que había algo que no estaba bien en todo aquello y que allí, y en aquel momento, más antes que después, tendría que tomar una decisión.
-Si no has desayunado en la cabaña debe de quedar algo de cecina de ciervo de los cazadores. -Añadió mientras se colocaba el cabello a un lado de la cabeza.
Echó a andar, maldiciéndose por todo el torrente de emociones que sentía y que era incapaz de gestionar. Frenó su paso en un momento y se giró hacia él con una sonrisa sincera. -Me alegro de que hayas venido. -Confesó por fin clavando sus ojos amarillos en él.
Nana
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Re: Encuentros fugaces [Privado][Nana]
- He desayunado -respondió Frith con una media sonrisa-. Aunque no mucho, y eso suena demasiado bien como para decir que no.
Marcharon en dirección a la cabaña. Frith se quedó sorprendido de que no se acercara a él, más de lo poco que se había acercado. Había pasado suficiente tiempo como para que el pudiera decir que la echaba de menos, e in embargo, parecía que de algún modo ella no quería dar el paso en aquel reencuentro. En cuanto se giró hacia él y clavo sus ojos dorados en los suyos, Frith no pudo esperar un segundo más. El la rodeo por la cintura y la acerco a si, y aproximo sus labios a los suyos, dándole el primer beso de aquel día.
Frith sintió como su cuerpo experimentaba escalofríos. Aquel beso pareció durar una eternidad, aunque realmente fue poco más que un instante. Se volvieron a separar, y entonces el pelirrojo contempló por primera vez aquel lugar de verdad, dado que momentos antes había estado más atento a encontrar a Nana. Era un lugar precioso, el sonido del agua, los pájaros y la serenidad de los bosques y la naturaleza los envolvía. La luz del sol era cálida, pero lo justo para resultar agradable. Caminaron en dirección a la cabaña, y una vez llegaron a esta Frith la vio por primera vez. Le pareció una estructura de lo más adorable, y se preguntó por un momento si pertenecía a alguien más, dado que Nana había mencionado a los cazadores con anterioridad. Como fuera, no le preocupaba que fuera a ir alguien allí, era consciente de que, si Nana había considerado aquel un buen lugar para que tuvieran aquel encuentro, seria porque debía serlo.
Se encontraba bien estando cerca de ella, pero una pequeña parte de sí mismo le impedía disfrutar de aquellos momentos en su totalidad. Aullé individuo había aparecido en un mal momento; cuando creía que podía estar por fin con nana tranquilo, a solas, le había hecho un trato que le había dado a entender que, en algún momento, aquello tal vez tendría que terminar. Llegado el momento, tendría que tomar una decisión, y lo peor de todo era que no estaba seguro de cual tomaría. Si bien siempre había antepuesto a su hermana Lilja ante todo y todos siempre, esta vez era distinto. No podía hacerle aquello a Nana. Tampoco sabía si podía contárselo. Haciéndolo, se precipitaría a perder la posibilidad de curar a Lilja.
Aparto todos aquellos pensamientos de su cabeza, entro en la cabaña. Era un interior pequeño, y por alguna razón tenía un olor dulzón en su interior -contrariamente a lo que Frith había imaginado, pensando en la carne de caza que guardaba-, posiblemente por la flora que la rodeaba. Una vez entraron en su interior, Frith se giró hacia Nana y la acerco a su cuerpo, tomándola con un brazo por la cintura y conduciendo su otra mano a su rostro, acariciándoselo con sus manos ligeramente ásperas, para después acariciar con sus dedos sus labios. Por fin estaban solos, lejos de todo y de todos, cayendo en algo prohibido, algo que estaba mal y sin embargo le encantaba y lo volvía loco. Sintió el calor de su cuerpo, y sintió como el suyo propio comenzaba a arder más intensamente. Miro sus ojos dorados, perdiéndose una vez más en ellos, solo hasta que un ligero ruido en la lejanía lo distrajo por un instante. Giro la vista rápidamente, pero sin apartarse de ella, luego se volvió nuevamente hacia ella, más tranquilo.
- Nadie nos encontrara aquí, ¿verdad?
Marcharon en dirección a la cabaña. Frith se quedó sorprendido de que no se acercara a él, más de lo poco que se había acercado. Había pasado suficiente tiempo como para que el pudiera decir que la echaba de menos, e in embargo, parecía que de algún modo ella no quería dar el paso en aquel reencuentro. En cuanto se giró hacia él y clavo sus ojos dorados en los suyos, Frith no pudo esperar un segundo más. El la rodeo por la cintura y la acerco a si, y aproximo sus labios a los suyos, dándole el primer beso de aquel día.
Frith sintió como su cuerpo experimentaba escalofríos. Aquel beso pareció durar una eternidad, aunque realmente fue poco más que un instante. Se volvieron a separar, y entonces el pelirrojo contempló por primera vez aquel lugar de verdad, dado que momentos antes había estado más atento a encontrar a Nana. Era un lugar precioso, el sonido del agua, los pájaros y la serenidad de los bosques y la naturaleza los envolvía. La luz del sol era cálida, pero lo justo para resultar agradable. Caminaron en dirección a la cabaña, y una vez llegaron a esta Frith la vio por primera vez. Le pareció una estructura de lo más adorable, y se preguntó por un momento si pertenecía a alguien más, dado que Nana había mencionado a los cazadores con anterioridad. Como fuera, no le preocupaba que fuera a ir alguien allí, era consciente de que, si Nana había considerado aquel un buen lugar para que tuvieran aquel encuentro, seria porque debía serlo.
Se encontraba bien estando cerca de ella, pero una pequeña parte de sí mismo le impedía disfrutar de aquellos momentos en su totalidad. Aullé individuo había aparecido en un mal momento; cuando creía que podía estar por fin con nana tranquilo, a solas, le había hecho un trato que le había dado a entender que, en algún momento, aquello tal vez tendría que terminar. Llegado el momento, tendría que tomar una decisión, y lo peor de todo era que no estaba seguro de cual tomaría. Si bien siempre había antepuesto a su hermana Lilja ante todo y todos siempre, esta vez era distinto. No podía hacerle aquello a Nana. Tampoco sabía si podía contárselo. Haciéndolo, se precipitaría a perder la posibilidad de curar a Lilja.
Aparto todos aquellos pensamientos de su cabeza, entro en la cabaña. Era un interior pequeño, y por alguna razón tenía un olor dulzón en su interior -contrariamente a lo que Frith había imaginado, pensando en la carne de caza que guardaba-, posiblemente por la flora que la rodeaba. Una vez entraron en su interior, Frith se giró hacia Nana y la acerco a su cuerpo, tomándola con un brazo por la cintura y conduciendo su otra mano a su rostro, acariciándoselo con sus manos ligeramente ásperas, para después acariciar con sus dedos sus labios. Por fin estaban solos, lejos de todo y de todos, cayendo en algo prohibido, algo que estaba mal y sin embargo le encantaba y lo volvía loco. Sintió el calor de su cuerpo, y sintió como el suyo propio comenzaba a arder más intensamente. Miro sus ojos dorados, perdiéndose una vez más en ellos, solo hasta que un ligero ruido en la lejanía lo distrajo por un instante. Giro la vista rápidamente, pero sin apartarse de ella, luego se volvió nuevamente hacia ella, más tranquilo.
- Nadie nos encontrara aquí, ¿verdad?
Friðþjófur Rögnvaldsson
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Re: Encuentros fugaces [Privado][Nana]
Los brazos de Nana rodearon instintivamente el de Frith, elevándose ligeramente sobre sus tobillos, de puntillas para poder depositar un suave beso en la comisura de sus labios tras escucharle hablar. La loba sonrió y negó ampliamente con la cabeza. Una mano recorrió su brazo hasta encontrarse con su mano, la cual entrelazó con cariño.
-Aquí no, solos tú y yo. -Dijo clavando sus ojos amarillos en los de él.
La madera del suelo crujió levemente cuando la loba se dejó caer sobre sus talones, quedando unos cuantos centímetros más baja que él, a la altura de su pecho, donde posó la cabeza unos instantes. El latido del corazón del pelirrojo la reconfortó, no era demasiado rápido, pero sí era fuerte como el más rápido de los caballos de carreras. Sabía perfectamente la situación que vivía Frith, se había enterado inevitablemente de la enfermedad de su hermana, pero no le pareció el momento más oportuno para preguntarle por ella.
-¿Late así de rápido por mi? ¿Acaso estás nervioso? -Replicó divertida.
Enredó la mano que tenía sobre su hombro en uno de sus rizos pelirrojos y enmarcó en sus labios una amplia sonrisa juguetona. Fue entonces cuando se zafó de su abrazo, y sin soltar la mano que entrelazaba con la ajena, estiró de él hacia el interior de la cabaña.
Era un lugar no muy grande, se elevaba del suelo unos metros en una tarima de madera, sobre la que se edificaba, con grandes vigas de madera, la cabaña. En mitad de la estancia se encontraba el hogar, a diferencia de las casas de Ulmer, en las cuales el fuego se hace directamente sobre el suelo de tierra, aquí un enorme plato de hierro templado con restos de hollín y maderas a medio quemar coronaba la sala. Junto a él, una mesa y un banco corrido donde poder sentarse junto a la hoguera, así como algunos taburetes más claros, desgastados por el paso del tiempo y cubiertos de polvo. Sin duda hacía mucho tiempo que nadie pasaba por allí. Tras la mesa, en la penumbra, se desalaban patas de jabalí para ser vendidas años después.
En la misma estancia se encontraba un pequeño jergón en el suelo, cubierto de pieles de diferentes animales. Estaba alejado del fuego, arrinconado contra la ventana de cristal totalmente opaco.
La loba apretó suavemente la mano de Frith para luego soltarla, le tomó de los antebrazos para apoyarse mientras se ponía de puntillas para rozar suavemente sus labios.
-Ve encendiendo el fuego, se me ha ocurrido algo. -Comentó con una media sonrisa pícara en el rostro.
Y dejando atrás al pelirrojo, la loba se adentró en la estancia, dejando la bolsa que portaba sobre la mesa y acercándose al jergón tirado en el suelo. Abrió la ventana de par en par, y sacudió, primero las mantas de pelo, y luego el jergón por la ventana. Una extensa polvareda le hizo toser dos o tres veces antes de volver a cerrar la ventana. Abrazando el enorme jergón con ambas manos, se acercó a la hoguera, junto a la cual dejó el lecho de lanas y retales de pieles que habían hecho los cazadores, después, colocó con decoro las mantas sobre el jergón. Antes de que Frith pudiera decir nada, Nana corrió hasta su bolsa, la tomó con ambas manos y sacó de ella algo, tan verde que casi deslumbraba. Lo escondió tras de sí, y se plantó frente al pelirrojo, entre pícara y divertida, con ambas manos tras ella.
-Tienes tres oportunidades para adivinar qué es.
Sacó la otra mano vacía y enseñó los tres dedos, pulgar, índice y corazón, haciendo énfasis en el reto que le acababa de poner a su amante.
-Aquí no, solos tú y yo. -Dijo clavando sus ojos amarillos en los de él.
La madera del suelo crujió levemente cuando la loba se dejó caer sobre sus talones, quedando unos cuantos centímetros más baja que él, a la altura de su pecho, donde posó la cabeza unos instantes. El latido del corazón del pelirrojo la reconfortó, no era demasiado rápido, pero sí era fuerte como el más rápido de los caballos de carreras. Sabía perfectamente la situación que vivía Frith, se había enterado inevitablemente de la enfermedad de su hermana, pero no le pareció el momento más oportuno para preguntarle por ella.
-¿Late así de rápido por mi? ¿Acaso estás nervioso? -Replicó divertida.
Enredó la mano que tenía sobre su hombro en uno de sus rizos pelirrojos y enmarcó en sus labios una amplia sonrisa juguetona. Fue entonces cuando se zafó de su abrazo, y sin soltar la mano que entrelazaba con la ajena, estiró de él hacia el interior de la cabaña.
Era un lugar no muy grande, se elevaba del suelo unos metros en una tarima de madera, sobre la que se edificaba, con grandes vigas de madera, la cabaña. En mitad de la estancia se encontraba el hogar, a diferencia de las casas de Ulmer, en las cuales el fuego se hace directamente sobre el suelo de tierra, aquí un enorme plato de hierro templado con restos de hollín y maderas a medio quemar coronaba la sala. Junto a él, una mesa y un banco corrido donde poder sentarse junto a la hoguera, así como algunos taburetes más claros, desgastados por el paso del tiempo y cubiertos de polvo. Sin duda hacía mucho tiempo que nadie pasaba por allí. Tras la mesa, en la penumbra, se desalaban patas de jabalí para ser vendidas años después.
En la misma estancia se encontraba un pequeño jergón en el suelo, cubierto de pieles de diferentes animales. Estaba alejado del fuego, arrinconado contra la ventana de cristal totalmente opaco.
La loba apretó suavemente la mano de Frith para luego soltarla, le tomó de los antebrazos para apoyarse mientras se ponía de puntillas para rozar suavemente sus labios.
-Ve encendiendo el fuego, se me ha ocurrido algo. -Comentó con una media sonrisa pícara en el rostro.
Y dejando atrás al pelirrojo, la loba se adentró en la estancia, dejando la bolsa que portaba sobre la mesa y acercándose al jergón tirado en el suelo. Abrió la ventana de par en par, y sacudió, primero las mantas de pelo, y luego el jergón por la ventana. Una extensa polvareda le hizo toser dos o tres veces antes de volver a cerrar la ventana. Abrazando el enorme jergón con ambas manos, se acercó a la hoguera, junto a la cual dejó el lecho de lanas y retales de pieles que habían hecho los cazadores, después, colocó con decoro las mantas sobre el jergón. Antes de que Frith pudiera decir nada, Nana corrió hasta su bolsa, la tomó con ambas manos y sacó de ella algo, tan verde que casi deslumbraba. Lo escondió tras de sí, y se plantó frente al pelirrojo, entre pícara y divertida, con ambas manos tras ella.
-Tienes tres oportunidades para adivinar qué es.
Sacó la otra mano vacía y enseñó los tres dedos, pulgar, índice y corazón, haciendo énfasis en el reto que le acababa de poner a su amante.
Nana
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Re: Encuentros fugaces [Privado][Nana]
Estaban solos y nadie los encontraría, aquello relajó a Frith. Creía en las palabras del a loba, y le dijera lo que le dijera, la creería. Ella atravesó sus dedos por su cabello, y él sintió un escalofrío recorriendo todo su cuerpo.
– Tal vez un poco –respondió él a su pregunta, con una media sonrisa. Había sentido cómo su corazón se aceleraba.
Cuando estaba tan cerca de ella, sentía que una fuerza lo empujaba a acercarse más todavía, a lanzarse hacia ella y no separarse. Se acomodó sobre su pecho, pero no tardó en alejarse de él, mientras lo arrastraba al interior de la cabaña. Era un lugar acogedor, usado por cazadores, pese a que parecía que llevaba bastante tiempo sin que estos hubieran pasado por allí. En aquel momento, era únicamente el refugio de ellos dos. Había un jergón, madera, y también algo de carne desalándose. Ella le pidió que encendiera el fuego, y se dispuso a hacerlo. Buscó entre sus bolsillos la piedra de pedernal que solía llevar consigo, y tras seleccionar las piezas de madera que habían sobrevivido a la humedad, comenzó a preparar el fuego. Introdujo un trozo de tela arrancada que había formado parte de sus vestiduras, y con las chispas producidas por el pedernal, despertó el fuego.
Pronto, la madera ardía y las llamas comenzaban a esparcirse. Cuando ella abrió la ventana, notó cómo una brisa breve y rápida atravesó la estancia; al pasar esta por encima del fuego, este emitió algunas chispas y pareció tomar algo más de fuerza. Él se giró hacia ella, en cuanto la escuchó toser, pero en cuanto vio que se encontraba bien volvió nuevamente la vista hacia las llamas. Tras acomodar el lecho, ella tomó algo entre sus manos y lo escondió tras de sí, acercándose poco después a él. Era una adivinanza, ¿de qué se trataría? Frith se quedó mirandola con una sonrisa, y enarcando una ceja.
– Podría ser mil cosas, o nada en absoluto –volvió la mirada un segundo al fuego–. ¿Seguro que no es una excusa para que me lance encima de ti tratando de averiguarlo por mi cuenta? –se quedó callado un momento y luego se giró completamente hacia ella–. De acuerdo, intentémoslo. ¿Es algo afilado, un arma tal vez?
Frith había imaginado tal vez una daga, o algún arma que los cazadores habrían dejado en la cabaña y que ella había encontrado mientras acomodaba el lecho. Pese a que distaba de lo que era realmente, aquel había sido su primer intento. También, sin percatarse de sí mismo, se había acercado a ella un poco, y observaba fijamente sus ojos, dorados e hipnóticos, perdiéndose una vez más en ellos. Dorados, sobre la piel pálida y los largos y oscuros cabellos rodeándola, Frith sentía que ella parecía casi irreal, una volva o una hechicera que fácilmente podía jugar con sus emociones e impulsos.
– Tal vez un poco –respondió él a su pregunta, con una media sonrisa. Había sentido cómo su corazón se aceleraba.
Cuando estaba tan cerca de ella, sentía que una fuerza lo empujaba a acercarse más todavía, a lanzarse hacia ella y no separarse. Se acomodó sobre su pecho, pero no tardó en alejarse de él, mientras lo arrastraba al interior de la cabaña. Era un lugar acogedor, usado por cazadores, pese a que parecía que llevaba bastante tiempo sin que estos hubieran pasado por allí. En aquel momento, era únicamente el refugio de ellos dos. Había un jergón, madera, y también algo de carne desalándose. Ella le pidió que encendiera el fuego, y se dispuso a hacerlo. Buscó entre sus bolsillos la piedra de pedernal que solía llevar consigo, y tras seleccionar las piezas de madera que habían sobrevivido a la humedad, comenzó a preparar el fuego. Introdujo un trozo de tela arrancada que había formado parte de sus vestiduras, y con las chispas producidas por el pedernal, despertó el fuego.
Pronto, la madera ardía y las llamas comenzaban a esparcirse. Cuando ella abrió la ventana, notó cómo una brisa breve y rápida atravesó la estancia; al pasar esta por encima del fuego, este emitió algunas chispas y pareció tomar algo más de fuerza. Él se giró hacia ella, en cuanto la escuchó toser, pero en cuanto vio que se encontraba bien volvió nuevamente la vista hacia las llamas. Tras acomodar el lecho, ella tomó algo entre sus manos y lo escondió tras de sí, acercándose poco después a él. Era una adivinanza, ¿de qué se trataría? Frith se quedó mirandola con una sonrisa, y enarcando una ceja.
– Podría ser mil cosas, o nada en absoluto –volvió la mirada un segundo al fuego–. ¿Seguro que no es una excusa para que me lance encima de ti tratando de averiguarlo por mi cuenta? –se quedó callado un momento y luego se giró completamente hacia ella–. De acuerdo, intentémoslo. ¿Es algo afilado, un arma tal vez?
Frith había imaginado tal vez una daga, o algún arma que los cazadores habrían dejado en la cabaña y que ella había encontrado mientras acomodaba el lecho. Pese a que distaba de lo que era realmente, aquel había sido su primer intento. También, sin percatarse de sí mismo, se había acercado a ella un poco, y observaba fijamente sus ojos, dorados e hipnóticos, perdiéndose una vez más en ellos. Dorados, sobre la piel pálida y los largos y oscuros cabellos rodeándola, Frith sentía que ella parecía casi irreal, una volva o una hechicera que fácilmente podía jugar con sus emociones e impulsos.
Friðþjófur Rögnvaldsson
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Re: Encuentros fugaces [Privado][Nana]
Frith había conseguido encender un fuego que poco a poco iba a avivándose, las llamas danzarinas comenzaban a chisporrotear alrededor de los troncos más gruesos, desviando ligeramente la vista de la loba por unos segundos antes de volver a clavarlos en los ajenos. Se encendió algo en sus mejillas, un ligero rubor al sentirlo de nuevo tan cerca de ella y reprimió toda clase de instinto. Sonrió pícara y juguetona antes de bajar el pulgar negando con la cabeza.
-No, no es un arma.
Pero pronto su mano libre deshizo el nudo en el que se habían convertido sus dedos para posarse sobre el hombro de aquel, deslizándose hasta su pecho. Sus dedos ya no contaban fallos en aquella adivinanza, sino botones en su camisa, repasándolos uno a uno con el dedo índice hasta llegar a los últimos.
Se había acercado aún más a él y había alzado el mentón para poder seguir esbozando aquella pequeña pero sincera sonrisa que se le había dibujado en los labios y que marcaba dos pequeños hoyuelos en cada uno de sus mejillas.
-Es redonda.
Dio otra pista, a la vez que su mano volvía a los inicios, al cuello de su camisa, pero esta vez la palma de su mano se posó sobre su pecho, como si casi pudiera sentir su piel. Como si pudiera decirle la respuesta sin hablarle. Se alzó ligeramente poniéndose de puntillas para darle un suave beso en el trozo de cuello que dejaba entrever su camisa.
-Creo que no lo vas a adivinar nunca.
Bromeó volviendo a bajar sobre sus talones. Alzó ligeramente una ceja, sin perder ese aire divertido, y lo desveló, llevando su mano en compañía de la otra hacia su pecho. Era redonda y brillante, casi tan verde como los ojos de Frith, un simpático ramillete sobre salía de su extremo con un par de hojas; Una manzana.
-No encontré el manzano de aquella vez, el de las manzanas rojas.
Explicó arrugando ligeramente los labios disgustada. Bajó la mano con la que sostenía la fruta y la puso sobre la mano de Frith, recuperando así la sonrisa que a penas se había desdibujado unos segundos de su rostro.
-Pero te debía una manzana.
Rió pícara y divertida, separándose ligeramente de él y dejando caer la manzana sobre su mano, dejando así ambas manos libres para llevarlas a su pecho.
-No, no es un arma.
Pero pronto su mano libre deshizo el nudo en el que se habían convertido sus dedos para posarse sobre el hombro de aquel, deslizándose hasta su pecho. Sus dedos ya no contaban fallos en aquella adivinanza, sino botones en su camisa, repasándolos uno a uno con el dedo índice hasta llegar a los últimos.
Se había acercado aún más a él y había alzado el mentón para poder seguir esbozando aquella pequeña pero sincera sonrisa que se le había dibujado en los labios y que marcaba dos pequeños hoyuelos en cada uno de sus mejillas.
-Es redonda.
Dio otra pista, a la vez que su mano volvía a los inicios, al cuello de su camisa, pero esta vez la palma de su mano se posó sobre su pecho, como si casi pudiera sentir su piel. Como si pudiera decirle la respuesta sin hablarle. Se alzó ligeramente poniéndose de puntillas para darle un suave beso en el trozo de cuello que dejaba entrever su camisa.
-Creo que no lo vas a adivinar nunca.
Bromeó volviendo a bajar sobre sus talones. Alzó ligeramente una ceja, sin perder ese aire divertido, y lo desveló, llevando su mano en compañía de la otra hacia su pecho. Era redonda y brillante, casi tan verde como los ojos de Frith, un simpático ramillete sobre salía de su extremo con un par de hojas; Una manzana.
-No encontré el manzano de aquella vez, el de las manzanas rojas.
Explicó arrugando ligeramente los labios disgustada. Bajó la mano con la que sostenía la fruta y la puso sobre la mano de Frith, recuperando así la sonrisa que a penas se había desdibujado unos segundos de su rostro.
-Pero te debía una manzana.
Rió pícara y divertida, separándose ligeramente de él y dejando caer la manzana sobre su mano, dejando así ambas manos libres para llevarlas a su pecho.
Nana
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Re: Encuentros fugaces [Privado][Nana]
– ¿No es un arma? –pregunté entonces, al tiempo que contemplaba sus ojos y me perdía una vez más en ellos.
No tenía la menor idea de que era lo que escondía tras de sí, pero si no lo averiguaba, tendría una buena excusa para poder acercarme todavía más a ella y averiguarlo por mí mismo. Se aproximó ella entonces a mí, pasando los dedos por encima de mi pecho. La rodee despacio con mis brazos, mientras mis manos la recorrían y poco a poco la acercaban un poco más hacia mí. Ella sonreía, con aquella sonrisa que encubría siempre algo. Sus labios de algún modo me llamaban a gritos.
– No, no creo que pueda adivinarlo –confesé, después de que me diera una nueva pista. Entonces fue cuando me descubrió la manzana.
Recuerdos de aquel momento manaron en mí, de cuando nos habíamos encontrado por primera vez. No pude evitar esbozar una sonrisa mientras la miraba. “Te debía una manzana”. Reí al pensar en esas palabras. Y de repente, todo parecía una especie de sueño, al recuperar aquel recuerdo.
– Nunca imaginé que fuera a encontrarte de nuevo –le dije entonces. Acaricié su rostro con el dorso de mi mano, sintiendo su piel, suave y cálida–. El destino es curioso.
Dejó caer la manzana y condujo sus manos hacia mi pecho. Se alejó un poco de mí, pero lo suficiente como para que sintiera como el calor de su cuerpo y aquello que desprendía sobre mí, se desvaneciera durante un instante. La tomé de las manos y la situé allí donde me encontraba yo, sobre la pared. Hundí mis dedos entre su cabello y me acerqué más a ella, mientras acariciaba su cuerpo despacio. Acerqué mis labios hacia ella, y aunque en un primer momento se dirigían hacia los suyos, los desvié hasta su cuello. El calor del fuego parecía una brisa fresca en comparación al nuestro. Solo un único pensamiento lejano a lo que estaba pasando, pasó fugaz por mi cabeza. Lilja, tarde o temprano tendría que hacerle saber sobre esto, y sin embargo no estaba seguro de cómo lo haría, o siquiera si llegaría a hacerlo. El aroma dulzón la piel de Nana, a bosque y a una naturaleza salvaje, disipó por completo todos aquellos pensamientos. Ella lo era todo, y conseguía hacerme perder en ella una vez más, como solo ella podía hacerlo.
No tenía la menor idea de que era lo que escondía tras de sí, pero si no lo averiguaba, tendría una buena excusa para poder acercarme todavía más a ella y averiguarlo por mí mismo. Se aproximó ella entonces a mí, pasando los dedos por encima de mi pecho. La rodee despacio con mis brazos, mientras mis manos la recorrían y poco a poco la acercaban un poco más hacia mí. Ella sonreía, con aquella sonrisa que encubría siempre algo. Sus labios de algún modo me llamaban a gritos.
– No, no creo que pueda adivinarlo –confesé, después de que me diera una nueva pista. Entonces fue cuando me descubrió la manzana.
Recuerdos de aquel momento manaron en mí, de cuando nos habíamos encontrado por primera vez. No pude evitar esbozar una sonrisa mientras la miraba. “Te debía una manzana”. Reí al pensar en esas palabras. Y de repente, todo parecía una especie de sueño, al recuperar aquel recuerdo.
– Nunca imaginé que fuera a encontrarte de nuevo –le dije entonces. Acaricié su rostro con el dorso de mi mano, sintiendo su piel, suave y cálida–. El destino es curioso.
Dejó caer la manzana y condujo sus manos hacia mi pecho. Se alejó un poco de mí, pero lo suficiente como para que sintiera como el calor de su cuerpo y aquello que desprendía sobre mí, se desvaneciera durante un instante. La tomé de las manos y la situé allí donde me encontraba yo, sobre la pared. Hundí mis dedos entre su cabello y me acerqué más a ella, mientras acariciaba su cuerpo despacio. Acerqué mis labios hacia ella, y aunque en un primer momento se dirigían hacia los suyos, los desvié hasta su cuello. El calor del fuego parecía una brisa fresca en comparación al nuestro. Solo un único pensamiento lejano a lo que estaba pasando, pasó fugaz por mi cabeza. Lilja, tarde o temprano tendría que hacerle saber sobre esto, y sin embargo no estaba seguro de cómo lo haría, o siquiera si llegaría a hacerlo. El aroma dulzón la piel de Nana, a bosque y a una naturaleza salvaje, disipó por completo todos aquellos pensamientos. Ella lo era todo, y conseguía hacerme perder en ella una vez más, como solo ella podía hacerlo.
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