"Queridos suegros..." [Privado] [Cerrado]
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-¡Aún no tengo sueño, mamá! ¿Me lees un cuento?
Las regordetas manos se asieron a la falda de la mujer, quien ya se disponía a abandonar la habitación. Disimulando un suspiro, se dio la vuelta y dedicó a su hija una mirada de cansado afecto. Esa niña no se cansaba nunca. Apartando suavemente los deditos que tironeaban la tela, se alejó tan solo para ir hacia la pequeña biblioteca personal de la chiquilla. Pasó la mano sobre los gruesos tomos y la detuvo por un instante sobre “Mil y un historias para dormir”, pero terminó tomando el libro de al lado: “Flora y Fauna de las Islas Illidenses.”
-Toma, cariño. Lee esto. Tiene los dibujos que te gustan. -Dijo y, tras darle una palmada en la cabeza, salió de la habitación.
Eyre abrió los ojos y supo, por la presión que sentía en el pecho, que sus sueños no habían sido placenteros. A veces no podía recordarlos, pero bastaba prestar atención a las sensaciones que quedaban como resabio de una historia para saber qué clase de noche había tenido. Suspiró, buscando deshacerse de ese malestar, y se sentó en la cama mientras se tallaba los ojos.
-¿Matt? -Susurró, pero al parecer él se había levantado más temprano. Eyre no solía dormir hasta tarde, salvo tras aquellas largas noches en que... bueno, estaban demasiado ocupados como para dormirse temprano. Sonriendo por ciertos recuerdos indecorosos, se levantó para desperezarse y comenzar el día. A esas alturas ya nada quedaba en su mente de la incertidumbre dejada por sus sueños. Tenía muchas cosas que hacer, desde practicar su telequinesis, que tenía bastante olvidada, hasta hacer las pociones y ungüentos que sus amigas necesitaban por culpa de los gajes del oficio.
-Flor de Nirana, Ilfrost, Urtica Lycium... -Recitó por lo bajo, como un mantra, mientras se lavaba la cara en el cuenco con agua que descansaba cerca de la cama. Cada día debía ir un poco más allá de las lindes de la ciudad para encontrar las plantas que necesitaba. -Si tan solo pudiera tener un invernadero... -Refunfuñó, pero sabía que era imposible. Cualquier construcción medianamente frágil que pusiera cerca de la sarta de borrachos y bandidos que tenía por vecinos, sufría un único e inexorable destino: ser destruida a las pocas horas, víctima de alguna pelea o de simple y puro vandalismo.
Tomó una respiración profunda para juntar el valor que requería desvestirse en esa época del año; viviendo en una tienda cuyas paredes eran de tela, era prácticamente imposible aislar el despiadado frío que se cernía sobre la región. Se quitó el pijama, lo dobló cuidadosamente y lo dejó al pie de la cama. En una silla descansaba su ropa diaria: un simple pantalón de lino y su holgada camisa de algodón, con los que se cubrió dando saltitos y tiritando los dientes. Por último se puso las botas sobre unos gruesos calcetines de lana y se enfundó en una capa del mismo material color azul añil cuyo interior estaba forrado con cuero de Gabhar. Ató a su cinturón la bolsita ya media vacía donde guardaba las plantas que iba encontrando y salió de la “habitación”, aunque en realidad solo cruzaba la abertura en la pared de tela para dar con la sala más grande, donde la temperatura era un tanto más piadosa. No pudo caminar más de cinco pasos cuando fue interceptada por Aldana, una chica casi de su edad que se había incorporado al grupo hacía pocos días.
-Oh, Eyre, ¿verdad? -La saludó tímidamente, a lo que la joven bruja se detuvo y le dedicó una expectante sonrisa- ¡Hola! ¿Qué necesitas? -Aldana se llevó ambas manos al abdomen y se encogió de hombros, no parecía habituada a pedir favores- Tengo dolor de estómago hace unos días y Verónica me dijo que tú podrías... -¡Boldori! -Interrumpió, aunque pronto rió con vergüenza al darse cuenta de que había pensado en voz alta- Lo... lo siento, quiero decir que el boldori te puede ayudar. ¡Tengo un poco! Sabe feo... -masculló mientras abría la bolsita de su cinturón y hurgaba hasta sacar un pedazo disecado de hongo color grisáceo que, ciertamente, no se veía para nada apetitoso- ...pero te hará bien. Asegúrate de comerlo todo, ¿sí?
La muchachita se llevó la planta a la boca e inmediatamente una mueca de asco desfiguró sus facciones, pero pronto se esforzó por comenzar a masticar. Eyre le sonrió y le pidió que, más tarde, le contara si se sentía mejor. Así salió de la gran tienda e inhaló profusamente mientras se tomaba un momento para contemplar el paisaje. Cubierta por un fino manto de nieve, Ciudad Lagarto no era tan fea como de costumbre.
Atravesó la gélida ciudad-campamento para dirigirse a las afueras, saludando a algunas personas e ignorando a otras, borrando su sonrisa para no ser molestada por nadie. Ya todos sabían que estaba con Matthew y aquello le ahorraba una gran cantidad de disgustos con los otros hombres del campamento, pero nunca faltaba el borrachín que, inconsciente, molestaba a quien no debía y terminaba con una daga invisible ensartada en el trasero.
Eyre
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Matthew podía ver el vapor saliendo de su boca al respirar, aún no había comenzado a nevar, pero por el frío seco que se sentía en el ambiente era evidente que empezaría de un momento a otro. El estafador se había levantado ni bien había salido el sol, y había tenido que utilizar toda su fuerza de voluntad para alejarse de los cálidos brazos de su amada, en su cómoda y caliente cama, para ponerse su abrigo y salir a enfrentar esa fría mañana de invierno.
Pero era importante que estuviera levantado antes que Eyre, tenía que ir a revisar que todo estuviera en orden, cada detalle listo y dispuesto para poder llevar luego a la hechicera y que fuera una sorpresa. Pocas veces se podía ver a Matt tan nervioso, había buscado unas ropas algo más formales de lo habitual, aunque a comparación del promedio de los bandidos de esa ciudad, iba vestido como el más elegante de los caballeros.
La verdad sea dicha, en esa ocasión quería que Eyre lo viera con buenos ojos, pero tampoco quería exagerar “¿Estoy exagerando?” se preguntaba Matthew mientras caminaba por el lugar “No, creo que no ¿O sí?” apretó los labios, no podía decidirse. Intentó concentrarse nuevamente en la residencia que tenía en frente, todo parecía estar en orden, abrió la puerta principal y todos los muebles estaban en su lugar, todo nuevo y hecho específicamente a pedido suyo.
Suspiró. Cerró la puerta y fue en busca de su caballo.
Para el momento en que la joven hechicera se despertaba, Matthew estaba entrando con su montura en Ciudad Lagarto. Las actividades ya habían comenzado para muchos, aunque otros siquiera se habían enterado que había salido el sol, algunos porque estaban ebrios, otros inconscientes y otros tantos porque jamás volverían a ver ninguna luz.
Una nieve muy ligera había cubierto todo el lugar, se veía muy bonita por el momento, pero Owens sabía que a la larga eso solo significaba una cosa, estar llenos de barro hasta las rodillas. Cuando llegó a su carpa se encontró con la novedad de que Eyre ya no estaba allí, la sonrisa del estafador se torció, comenzar la sorpresa de esa manera era un mal presagio.
Volvió a subir al caballo y fue en busca de la joven. Para cuando la encontró ya se había recorrido media ciudad, sin imaginarse que la muchacha estaría precisamente en la entrada principal…
-Te encontré – Dijo Matthew mientras rodeaba la cintura de la joven con sus brazos - ¿Qué haces tan lejos del centro de la Ciudad? Es peligroso, deberías refugiarte en el poblado lleno de bandidos y asesinos – Se rio y la soltó no sin antes dejar un beso en su mejilla.
Desde donde estaban podían ver toda la ciudad, caótica y hermosa, asquerosa y fascinante, el moreno estaba bastante satisfecho con los resultados, pero era consciente de que aún quedaba mucho por hacer.
-Tengo una sorpresa para ti y no creo que tenga la paciencia suficiente como para esperar hasta más tarde – La agarró de la mano – Creo… Creo que va a gustarte esto… - Acercó el caballo con las riendas y se subió, luego extendió la mano hacia Eyre para ayudarla a montar junto a él.
Una vez que estuvieron listos espoleo al corcel y comenzó a andar en dirección opuesta a la ciudad. Cuando se encontraban relativamente cerca de su destino Matt le pidió que bajara y que se tapara los ojos, él la guiaría la última parte del tramo.
Pero era importante que estuviera levantado antes que Eyre, tenía que ir a revisar que todo estuviera en orden, cada detalle listo y dispuesto para poder llevar luego a la hechicera y que fuera una sorpresa. Pocas veces se podía ver a Matt tan nervioso, había buscado unas ropas algo más formales de lo habitual, aunque a comparación del promedio de los bandidos de esa ciudad, iba vestido como el más elegante de los caballeros.
La verdad sea dicha, en esa ocasión quería que Eyre lo viera con buenos ojos, pero tampoco quería exagerar “¿Estoy exagerando?” se preguntaba Matthew mientras caminaba por el lugar “No, creo que no ¿O sí?” apretó los labios, no podía decidirse. Intentó concentrarse nuevamente en la residencia que tenía en frente, todo parecía estar en orden, abrió la puerta principal y todos los muebles estaban en su lugar, todo nuevo y hecho específicamente a pedido suyo.
Suspiró. Cerró la puerta y fue en busca de su caballo.
Para el momento en que la joven hechicera se despertaba, Matthew estaba entrando con su montura en Ciudad Lagarto. Las actividades ya habían comenzado para muchos, aunque otros siquiera se habían enterado que había salido el sol, algunos porque estaban ebrios, otros inconscientes y otros tantos porque jamás volverían a ver ninguna luz.
Una nieve muy ligera había cubierto todo el lugar, se veía muy bonita por el momento, pero Owens sabía que a la larga eso solo significaba una cosa, estar llenos de barro hasta las rodillas. Cuando llegó a su carpa se encontró con la novedad de que Eyre ya no estaba allí, la sonrisa del estafador se torció, comenzar la sorpresa de esa manera era un mal presagio.
Volvió a subir al caballo y fue en busca de la joven. Para cuando la encontró ya se había recorrido media ciudad, sin imaginarse que la muchacha estaría precisamente en la entrada principal…
-Te encontré – Dijo Matthew mientras rodeaba la cintura de la joven con sus brazos - ¿Qué haces tan lejos del centro de la Ciudad? Es peligroso, deberías refugiarte en el poblado lleno de bandidos y asesinos – Se rio y la soltó no sin antes dejar un beso en su mejilla.
Desde donde estaban podían ver toda la ciudad, caótica y hermosa, asquerosa y fascinante, el moreno estaba bastante satisfecho con los resultados, pero era consciente de que aún quedaba mucho por hacer.
-Tengo una sorpresa para ti y no creo que tenga la paciencia suficiente como para esperar hasta más tarde – La agarró de la mano – Creo… Creo que va a gustarte esto… - Acercó el caballo con las riendas y se subió, luego extendió la mano hacia Eyre para ayudarla a montar junto a él.
Una vez que estuvieron listos espoleo al corcel y comenzó a andar en dirección opuesta a la ciudad. Cuando se encontraban relativamente cerca de su destino Matt le pidió que bajara y que se tapara los ojos, él la guiaría la última parte del tramo.
Matthew Owens
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Un solitario copo de nieve se posó sobre su nariz provocándole un estornudo. La joven cerró los ojos mientras se arrebujaba en la capa y apretó el paso; guarecerse bajo los árboles de las afueras sería mejor que estar en las terrosas y expuestas calles del poblado. Estaba frotándose la cara contra el cuello de su capa para ahuyentar un segundo estornudo cuando su pie se topó con algo y trastabilló.
-¡Auch! -Escuchó muy cerca, justo al lado, pero por debajo de ella- ¡L-Lo siento! -Bajó la mirada para encontrarse con un niño de no más de once o doce años que descansaba en el suelo con la espalda apoyada contra una de las chozas del lugar, agarrándose la pierna con el ceño fruncido. Eyre nunca lo había visto antes y le preocupó su apariencia descuidada y hambrienta. -¿Estás aquí solo? -Inquirió por lo bajo; preguntarle directamente por sus padres habría sido sumamente insensible dado que, si estaba allí, era obvio que no contaba con ninguna tutela decente. El chico se encogió de hombros y miró hacia otro lado con obvio desdén.
-Oye, yo... -Pero en ese instante apareció Matthew, quien no pareció notar lo que ocurría, dado que pronto la tomó de la cintura y la atrajo hacia él. Apabullada lo escuchó, recibió el beso en la mejilla, dejó que le tomara las manos y finalmente permitió que la subiera al corcel. Todo ocurrió tan rápido que no pudo sino mirar al niño mientras se alejaban y fue cuando pasaron la salida de la ciudad cuando realmente cayó en la cuenta del significado de las palabras del hombre.
-¿Qué clase de sorpresa es? -Preguntó sin respuesta alguna. Le bastó echar un vistazo al humano para notar que estaba actuando raro... más raro de lo normal. Se veía nervioso, parecía haber olvidado cómo llevar su actuación de hombre juguetón e impredecible; por la manera en que apretaba la mandíbula, Eyre supo de inmediato que se avecinaba algo grande. Y tuvo miedo. Miedo de lo que aquel hombre de gustos pomposos e hilarantes caprichos podía considerar como una “grata sorpresa”.
-¿En serio debo taparme los ojos? -Ahogó una risa nerviosa y se llevó las manos al rostro; aún teniendo la posibilidad de espiar a través de las rendijas de los dedos, Eyre era tan honrada que no se le pasó por la cabeza hacerlo. Se dejó guiar titubeante a través de un sinuoso sendero de tierra y rocas camino arriba, justo en la dirección contraria adonde ella acostumbraba ir a buscar las plantas. El corazón le palpitaba tan fuerte que casi podía oírlo. ¿Qué sería? ¿Qué clase de excentricidad encontraría al abrir los ojos?
Matthew detuvo el paso y ella lo imitó. -¿Ya? -Tragó saliva y casi no pudo esperar la aprobación del mayor antes de destaparse los ojos. Y frente a ella, imponente en lo alto de la pequeña colina, una enorme casa de piedra con tejados tan azules como su capa se cernía orgullosa y bella. Eyre la admiró durante largos minutos. Quizás demasiado largos. Su gesto permaneció invariable, con los labios entreabiertos y el ceño ligeramente fruncido hasta que, por fin, la comisura de sus labios se sacudió en un intento de sonrisa que terminó en una risa floja.
-No... no estoy segura de terminar de entenderlo. -Admitió al tiempo en que se volteaba para observar al humano- La sorpresa es... -Tragó saliva. Verbalizarlo hacía que se volviera real. Y que se volviera real era demasiado... vertiginoso- ...¿la casa? -Volvió a mirar la edificación y poco a poco comenzó a entender. Las horas que Matthew pasaba fuera, cómo últimamente desaparecía por las mañanas, cuán nervioso lo había percibido...
¿Matthew Owens acababa de construirle una casa?
-Matt... -Dijo sin aliento. Se notaba que estaba tardando en procesarlo, pero poco a poco los colores iban subiéndole al rostro y la voz comenzaba a temblarle. ¡Ni siquiera sabía cómo sentirse al respecto!- Yo... me... es decir... ¡Es hermosa! ¿Cuándo has...? ¿¡Nosotros vamos a...!? -Jamás había pensado que algún día podría vivir junto a Matthew en una casa normal; se había forzado a sí misma a acostumbrarse a la falta de intimidad, al frío, a la incomodidad y al hecho de que, cuando ponían un pie fuera de la habitación, estarían siempre rodeados de jóvenes semidesnudas con quienes, en cierta forma, tendría que compartirlo. Pero ahora, con los ojos clavados sobre la casa y una mano tapándole la boca, comenzaba a hacerse a la idea. Un poco tarde pero reaccionó: lanzando un gritito de emoción, saltó sobre el moreno y lo abrazó con todas sus fuerzas.
-¡¡Vamos a vivir en una casa!! -Chilló tan fuerte que el caballo relinchó.
Y otros tres caballos, no muy lejos de allí, relincharon también.
- casa casita rancho palacio (?):
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Eyre
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No había manera de que Matthew se percatara del niño abandonado que la muchacha había encontrado, en primer lugar porque estaba mucho más preocupado por las posibles respuestas de Eyre a su regalo. Pero además, es que no causaban empatía alguna en él ese tipo de casos, había vivido como esos niños durante muchos años, sabía perfectamente de lo que eran capaces, así que era incapaz de sentir lástima por su situación.
-¿Recuerdas cuando llegaste de modo imprevisto a la ciudad? – Había sido una situación bastante complicada, con la joven hechicera gritándole a Owens, claramente desilusionada al ver en las condiciones que vivía – En ese momento te dije que mi intención era que vinieras cuando todo estuviera listo – El moreno era perfectamente consciente de que Ciudad Lagarto no era el lugar soñado para vivir, incluso aunque para Matthew fuera el sitio perfecto – No estaba mintiendo –
Cuando preguntó si tenía que taparse los ojos el estafador solo asintió, Eyre era una chica honesta, estaba seguro que si le decía que no mirara, no lo haría. Pasó un brazo por arriba de los hombros y la fue guiando por el estrecho camino, poniendo atención para que no tropezara con nada.
-Ahora – Le dijo Matt, parado atrás de ella y se quedó en silencio, ansioso por saber qué era lo que la mujer opinaba. Pero el silencio se extendía, y la espera estaba matando a Owens - ¿Quizás es demasiado? Pensé en hacerla tres veces más grande pero Brenda me dijo que estaba completamente loco así que hice algo más pequeño y… - La casa tenía una amplia cocina, con habitaciones para la gente del servicio, un hall principal, un comedor diario y otro para reuniones. En el segundo piso había una habitación principal que sería la de ellos, dos más para matrimonios y una cuarta que era individual. Además de eso tenía dos torres y el patio trasero – Hice que prepararan la tierra del jardín, pensé que en lugar de ir a recoger tus plantas medicinales al bosque, podrías plantarlas allí directamente… - Había empezado como un proyecto monumental, como siempre pasaba con Matthew, por suerte la enana había intercedido recortando aquellos aspectos más extravagantes hasta que quedara una casa lujosa, pero dentro de los cánones normales.
El chillido que lanzó Eyre fue escuchado a varios kilómetros a la redonda, el moreno agradeció no tener un oído más sensible. Pero al sentir el abrazo todo su nerviosismo desapareció “Fue el regalo correcto” la envolvió en un fuerte abrazo, levantándola ligeramente del piso.
-Así es, este será nuestro hogar de ahora en más – La apoyó de nuevo en la tierra y agregó – Estando a caballo podemos ir y venir a la ciudad en pocos minutos – Ahora que sabía que le había gustado parecía estar mucho más relajado, y a la vez emocionado – Ya no tendrás que soportar todo ese ambiente que tanto detestas- Dijo con un gesto algo avergonzado - Y yo no tendré que preocuparme de que alguno de los ebrios de la ciudad te haga algo –
Dio un par de zancadas para acercarse a la entrada y abrir la puerta, luego le hizo un gesto a Eyre para que entre.
-Adelante, quiero que me des tu opinión sobre la decoración – Cuando la chica se acercó, Matthew fue hacía el caballo – Voy a amarrarlo en el establo y luego entrare contigo – Sonrió y espero a que Eyre no lo estuviera mirando para cambiar a un gesto serio – Bien ¿Quién está ahí? Es de muy mala educación andar espiando – El estafador miro hacia la espesura del bosque, aunque no podía verlos, sabía que estaban allí.
No permitiría que arruinaran el momento.
-¿Recuerdas cuando llegaste de modo imprevisto a la ciudad? – Había sido una situación bastante complicada, con la joven hechicera gritándole a Owens, claramente desilusionada al ver en las condiciones que vivía – En ese momento te dije que mi intención era que vinieras cuando todo estuviera listo – El moreno era perfectamente consciente de que Ciudad Lagarto no era el lugar soñado para vivir, incluso aunque para Matthew fuera el sitio perfecto – No estaba mintiendo –
Cuando preguntó si tenía que taparse los ojos el estafador solo asintió, Eyre era una chica honesta, estaba seguro que si le decía que no mirara, no lo haría. Pasó un brazo por arriba de los hombros y la fue guiando por el estrecho camino, poniendo atención para que no tropezara con nada.
-Ahora – Le dijo Matt, parado atrás de ella y se quedó en silencio, ansioso por saber qué era lo que la mujer opinaba. Pero el silencio se extendía, y la espera estaba matando a Owens - ¿Quizás es demasiado? Pensé en hacerla tres veces más grande pero Brenda me dijo que estaba completamente loco así que hice algo más pequeño y… - La casa tenía una amplia cocina, con habitaciones para la gente del servicio, un hall principal, un comedor diario y otro para reuniones. En el segundo piso había una habitación principal que sería la de ellos, dos más para matrimonios y una cuarta que era individual. Además de eso tenía dos torres y el patio trasero – Hice que prepararan la tierra del jardín, pensé que en lugar de ir a recoger tus plantas medicinales al bosque, podrías plantarlas allí directamente… - Había empezado como un proyecto monumental, como siempre pasaba con Matthew, por suerte la enana había intercedido recortando aquellos aspectos más extravagantes hasta que quedara una casa lujosa, pero dentro de los cánones normales.
El chillido que lanzó Eyre fue escuchado a varios kilómetros a la redonda, el moreno agradeció no tener un oído más sensible. Pero al sentir el abrazo todo su nerviosismo desapareció “Fue el regalo correcto” la envolvió en un fuerte abrazo, levantándola ligeramente del piso.
-Así es, este será nuestro hogar de ahora en más – La apoyó de nuevo en la tierra y agregó – Estando a caballo podemos ir y venir a la ciudad en pocos minutos – Ahora que sabía que le había gustado parecía estar mucho más relajado, y a la vez emocionado – Ya no tendrás que soportar todo ese ambiente que tanto detestas- Dijo con un gesto algo avergonzado - Y yo no tendré que preocuparme de que alguno de los ebrios de la ciudad te haga algo –
Dio un par de zancadas para acercarse a la entrada y abrir la puerta, luego le hizo un gesto a Eyre para que entre.
-Adelante, quiero que me des tu opinión sobre la decoración – Cuando la chica se acercó, Matthew fue hacía el caballo – Voy a amarrarlo en el establo y luego entrare contigo – Sonrió y espero a que Eyre no lo estuviera mirando para cambiar a un gesto serio – Bien ¿Quién está ahí? Es de muy mala educación andar espiando – El estafador miro hacia la espesura del bosque, aunque no podía verlos, sabía que estaban allí.
No permitiría que arruinaran el momento.
Matthew Owens
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Re: "Queridos suegros..." [Privado] [Cerrado]
Cuando escuchó el nombre de Brenda, Eyre sonrió disimuladamente y agradeció para sus adentros el sentido común de la mujer. Sabía que Matthew era... demasiado Matthew como para hacer una casa tan normal. Normal para los estándares de la bruja, claro, y es que sorprendentemente la vivienda era prácticamente del mismo tamaño que la de su infancia, por lo cual no la encontraba ni demasiado grande ni demasiado pequeña, sino exactamente del tamaño que necesitaban para estar cómodos. Claro que, luego de vivir de posada en posada, acampar en los bosques y finalmente asentarse en una tienda de tela, debería acostumbrarse de nuevo al acogedor abrigo de una casa de verdad.
-¡Es simplemente perfecta! -Festejó, conteniéndose para no dar saltitos que evidenciaran demasiado su emoción. Tenían un establo, un jardín, una cocina, ¡baños! ¡tenían baños! Quería gritar, saltar y bailar, pero... tampoco quería darle al humano una idea equivocada. Si se ponía tan exageradamente feliz, era obvio que el tiempo viviendo por debajo de sus estándares no había sido precisamente placentero. Respiró profundo y, súbitamente seria, dijo:
-Te lo agradezco muchísimo, pero sabes que no necesitaba esto para quedarme a tu lado, ¿verdad? -Buscó su mirada a medida que se acercaban a la entrada- En una tienda, en una posada o en una casa, estoy bien si estamos juntos, Matt. -Sonrió- Además, con esto no conseguirás que me mantenga alejada de la ciudad, ¿sabes? Las chicas me extrañarían demasiado. -“Y alguien tiene que vigilarte para que no te metas en tantos problemas”, pensó con gracia.
Finalmente la puerta se abrió y, conteniendo a duras penas su entusiasmo, dio un paso dentro de la casa. Sus ojos brillaron de emoción, ¡era perfecta! Las alfombras, los muebles, todo combinaba perfectamente bien y adoraba la luz que entraba a través de los amplios ventanales. No sabía si subir corriendo por las escaleras o ver qué había tras las puertas de los laterales.
-¡Encenderé el fuego! -Decidió al ver la enorme chimenea que coronaba el salón, sin siquiera percatarse de que Matthew se había alejado con el caballo.
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El viaje había sido largo y tedioso. En esa época, incluso las personas más adineradas tenían problemas en conseguir un barco que fuese hasta el continente debido a la guerra y a los todavía palpables estragos causados por la peste. Pero Yvette y Milovan no dejarían que nada, absolutamente nada, los detuviera. Brahim, el mercenario, por fin la había encontrado luego de un largo año de búsqueda a través de todo el continente aerandiano: desde los cálidos bosques del Sur hasta las hostiles cordilleras del Norte, había rastreado cada camino hasta descubrir que su objetivo, luego de regresar a las Islas -cosa que sus señores jamás debían saber- se había terminado por instalar en el lugar más insospechado: Las inhóspitas tierras de los biocibernéticos.
Los rumores respecto a la Ciudad del Pecado ya habían llegado a las Islas, pero nadie daba crédito a ello. ¿Vándalos justo al lado de los bios? ¿Una ciudad totalmente anárquica? ¿Y el Rey Siegfried, ya de vuelta en la península, qué opinaba de eso? No lo creyeron hasta que estuvieron allí, en esa colina desde donde podía verse toda la ciudad-campamento.
-¿Está seguro? -Cuestionó Milovan con gravedad mientras detenía su caballo. Yvette, a su lado, deseó por primera vez que el mercenario estuviera equivocado.
-Me temo que sí, mi señor. Ella debería estar...
-Bien ¿Quién está ahí? Es de muy mala educación andar espiando.
Brahim desenvainó su espada y espoleó al caballo para atravesar el corto tramo boscoso que lo separaba de aquella voz. No habían visto la casa y mucho menos que tenían compañía. Al ver al hombre que había hablado, su gesto se relajó. Estaba bien vestido y, aunque era más que evidente su falta de alcurnia, no parecía ser un bandido ni un asqueroso borracho. Envainó la espada y desmontó para acercarse al hombre con las manos en alto.
-Mis disculpas, buen hombre. No estábamos espiando, -tras él aparecieron sus acompañantes todavía montados- solo estábamos observando la... ciudad. -Si es que puede llamársele así a ese tugurio de mala muerte. -Dijo el otro hombre por lo bajo, a lo que recibió una mirada de desaprobación por parte de su esposa.
-Estamos aquí buscando a alguien. -Intercedió la mujer con mejores maneras, pese a que su expresión era igual de seria que la de sus acompañantes. Parecía cansada y triste, pero una tristeza digna, como si nunca en su vida llorara. Sin bajarse del caballo, le tendió a Matthew un papel. Dentro, gastado por el uso, podía verse un dibujo bastante bien hecho de una joven con cabello largo, pecas y ojos azules. “Se busca”, ponía, y debajo figuraba la copiosa recompensa.
-Buscamos a Eyre Lenaviv Hochgrevink. Nuestras fuentes -dijo Milovan, echando una mirada casi amenazadora a Brahim- nos aseguran que está aquí. ¿La ha visto?
- Spoiler:
- Milovan
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Yvette
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Eyre
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Re: "Queridos suegros..." [Privado] [Cerrado]
Mentirle a un mentiroso no era tarea fácil, Matt sabía que Eyre no la había pasado bien en su instancia en Ciudad Lagarto ¿La había tolerado? Si ¿Estaría encantada de vivir allí el resto de su vida? Claramente no. El moreno había vivido cada día con esa certeza, y no había sido sencillo, Owens tendía a preocuparse en exceso por las cosas pequeñas y a estar completamente relajado ante los problemas en verdad serios.
-Lo sé, has demostrado que puedes soportar cualquier tipo de percance – Apretó ligeramente el abrazo para darle a entender que estaba orgulloso de ella – Pero quiero que sepas que ya no es necesario – Ahora Eyre podría llevar la vida que quisiera, si deseaba viajar podría hacerlo, si quería dedicarse a las plantas medicinales, también, o si quería practicar con su magia en ese sitio podría hacerlo – Jajaja, siquiera pude mantenerte alejada cuando teníamos un mar de por medio – Continuó la broma el humano.
Había sido una gran sorpresa, pero el día le había dado múltiples señales a Matthew para advertirle que algo no saldría bien.
Al principio el moreno pensó que se trataban de simples viajeros despistados que no tenían idea de hacía donde estaban yendo, por lo que al verlos acercarse sonrió con su amabilidad engañosa.
-Oh, soy yo quiero debería disculparse, les hable de modo tan poco cortes a ustedes y a la dama. Debe entender que estando en el bosque los peligros abundan y uno olvida por momentos los buenos modales – La primer idea de Matt era darles instrucciones de por dónde seguir y guiarlos precisamente hacía uno de los caminos en los que sabía que habían bandidos de la ciudad esperando – Ya veo, así que conocieron Ciudad Lagarto… -
Eran extranjeros, eso resultaba evidente, y sin duda tenían un pasar de lo más acomodado “¿Por qué están aquí?” ese tipo de personas solo viajaban rodeados de un ejército de guardaespaldas. Owens prestó atención a los alrededores, por si se tratara de una trampa, pero parecían estar solos.
Matthew agarró el papel que le ofreció la mujer, solo sus más de quince años de práctica en la mentira y la estafa puede justificar el que lograra que ni un músculo se le moviera al ver allí plasmada la cara de Eyre.
-Vaya, que jovencita tan tierna – Dijo Owens mientras sonreía con cariño, le devolvió el papel a la dama y agregó – Creo que la he visto, pero no estoy seguro de si seguirá por aquí – Se peinó la barba con los dedos mientras meditaba sobre el asunto – Los llevare hasta el lugar, quizás tengan suerte y aún esté cerca – Fue acercándose lentamente hacía la puerta de la casa – Solo déjenme buscar mis cosas, no me tardo –
En cuanto se dio la vuelta apretó los labios, en un gesto de preocupación “¿Por qué ahora? ¿Por qué en este preciso momento? No estamos listos” Caminó lo más rápido que pudo hasta encontrar a Eyre.
-Tenemos problemas…. Problemas…. De los grandes – Le dijo Matt en cuanto la vio, apoyando sus palabras con un gesto de brazos que le daba una idea de lo enorme del problema – Tus padres están aquí – Se acercó y la agarró por los hombros, frunciendo el entrecejo y agregó en tono muy preocupado – Y la vajilla nueva que encargue aún no ha llegado ¿Dónde les serviremos el té? -
-Lo sé, has demostrado que puedes soportar cualquier tipo de percance – Apretó ligeramente el abrazo para darle a entender que estaba orgulloso de ella – Pero quiero que sepas que ya no es necesario – Ahora Eyre podría llevar la vida que quisiera, si deseaba viajar podría hacerlo, si quería dedicarse a las plantas medicinales, también, o si quería practicar con su magia en ese sitio podría hacerlo – Jajaja, siquiera pude mantenerte alejada cuando teníamos un mar de por medio – Continuó la broma el humano.
Había sido una gran sorpresa, pero el día le había dado múltiples señales a Matthew para advertirle que algo no saldría bien.
Al principio el moreno pensó que se trataban de simples viajeros despistados que no tenían idea de hacía donde estaban yendo, por lo que al verlos acercarse sonrió con su amabilidad engañosa.
-Oh, soy yo quiero debería disculparse, les hable de modo tan poco cortes a ustedes y a la dama. Debe entender que estando en el bosque los peligros abundan y uno olvida por momentos los buenos modales – La primer idea de Matt era darles instrucciones de por dónde seguir y guiarlos precisamente hacía uno de los caminos en los que sabía que habían bandidos de la ciudad esperando – Ya veo, así que conocieron Ciudad Lagarto… -
Eran extranjeros, eso resultaba evidente, y sin duda tenían un pasar de lo más acomodado “¿Por qué están aquí?” ese tipo de personas solo viajaban rodeados de un ejército de guardaespaldas. Owens prestó atención a los alrededores, por si se tratara de una trampa, pero parecían estar solos.
Matthew agarró el papel que le ofreció la mujer, solo sus más de quince años de práctica en la mentira y la estafa puede justificar el que lograra que ni un músculo se le moviera al ver allí plasmada la cara de Eyre.
-Vaya, que jovencita tan tierna – Dijo Owens mientras sonreía con cariño, le devolvió el papel a la dama y agregó – Creo que la he visto, pero no estoy seguro de si seguirá por aquí – Se peinó la barba con los dedos mientras meditaba sobre el asunto – Los llevare hasta el lugar, quizás tengan suerte y aún esté cerca – Fue acercándose lentamente hacía la puerta de la casa – Solo déjenme buscar mis cosas, no me tardo –
En cuanto se dio la vuelta apretó los labios, en un gesto de preocupación “¿Por qué ahora? ¿Por qué en este preciso momento? No estamos listos” Caminó lo más rápido que pudo hasta encontrar a Eyre.
-Tenemos problemas…. Problemas…. De los grandes – Le dijo Matt en cuanto la vio, apoyando sus palabras con un gesto de brazos que le daba una idea de lo enorme del problema – Tus padres están aquí – Se acercó y la agarró por los hombros, frunciendo el entrecejo y agregó en tono muy preocupado – Y la vajilla nueva que encargue aún no ha llegado ¿Dónde les serviremos el té? -
Matthew Owens
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Los ojos de los forasteros destellaron cuando el moreno admitió haber visto a la muchacha del papel. La búsqueda había terminado, por fin, luego de un largo año buscando a Eyre en cada rincón de las tierras conocidas por el hombre. Aún así, por alguna razón, la pareja tenía expresiones contrariadas en el rostro: había emoción, sí, pero también un atisbo de enojo.
-¿La ha visto? ¿Aquí? ¿Está seguro? -Inquirió la mujer, casi deseando que fuera mentira, y de inmediato echó un vistazo a los alrededores- Hay otro poblado con casas como esta por aquí cerca, seguramente. -Asumió, pero Brahim la miró con los labios apretados y negó con la cabeza. El mercenario tenía entendido que el único asentamiento en esa zona era, aparte de la base biocibernética, la Ciudad Lagarto. Y si la niña no estaba allí... Suspiró y echó un vistazo a la villa, cada vez más enfadado con la escurridiza mocosa. ¿Cómo, siquiera, una niña bien podía sobrevivir en un lugar como ese?
Al parecer no tenían más opción que bajar hasta la ciudad. Brahim supo de inmediato que no era una buena idea que sus señores se metieran allí, pero sabía que no se detendrían luego de tan largo viaje a tan pocos metros de su hija. Asintió en silencio cuando el moreno se ofreció a llevarlos, suponiendo que la compañía de alguien del lugar, con suerte, les evitaría problemas.
Por otro lado, aún feliz en su ignorancia, Eyre acababa de encender la chimenea y merodeaba en la cocina, maravillándose con su espacio, todos los utensilios, la pequeña mesita donde podrían desayunar y cada pequeño detalle que encontraba por ahí. Cuando Matthew entró lo miró exultante, a punto de volver a saltarle encima y de sugerirle sutilmente que estrenasen esa mesa cuanto antes, pero su sonrisa y el color en sus mejillas desaparecieron cuando mencionó que había problemas. Para que él, la persona más despreocupada que había conocido jamás, dijera algo así... tenía que ser algo grave.
-¿¡MIS QUÉ!? -Y vaya que lo fue. En una fracción de segundo su mundo se desmoronó. Sintió que se le subía el estómago a la garganta y se agarró al otro para no caerse. De repente rió, pero fue una risa floja, como de quien no ha entendido el chiste pero siente que debe reír para quedar bien- Ja, es broma, ¿verdad? ¡Jajaja! -Lo soltó, caminó tres pasos marcha atrás, apoyó la espalda en la pared y se giró para echar un rápido vistazo por la ventana- ...No es broma. NO ES BROMA.
Las rodillas le flaquearon. Se dejó caer hasta sentarse en el piso, con las piernas dobladas y las manos en la cabeza. Inhala, exhala, inhala, exhala, inhalaexhalainhalaexhala. ¡Genial, estaba hiperventilando! De pronto, como un oasis en plena crisis, se detuvo, alzó la mirada y dijo con gravedad:
-No habrá té. No estoy aquí. Nunca me viste. -Se puso de pie, caminó hacia Matthew y lo señaló con el dedo índice- ¿Quién es Eyre? ¡Ni idea! ¡Yo no, de seguro! Yo -masculló con determinación- solo soy tu sirvienta, ¿entendido? Y debo salir a... ¡a hacer mis cosas de sirvienta! ¡adiós!
Pocas veces Eyre se había mostrado tan decidida en la vida; pero sucedía que definitivamente su corazón no estaba preparado para lidiar con aquello. Dicho lo propio tomó una cesta de mimbre que descansaba cerca de la alacena, se dio la media vuelta y atravesó el umbral en dirección a la sala principal. Debía hacer que sus padres se fueran. O, al menos, ella debía irse de ahí sin que la vieran; no toleraba estar ahí sabiendo que podían entrar en cualquier momento y arruinar todo lo que habían construido hasta entonces.
Y, si algo había aprendido en la escuela de los ilusionistas, era que no había mejor manera de ocultarse que estando a plena vista.
Quien entró a la sala fue Eyre, pero quien salió de ella, hacia el exterior, fue una dulce ancianita desdentada y de cabello cano que caminaba encorvada tras tantos años de trabajo. Llevaba la cesta en el brazo, como quien salía a recoger cerezas en el bosque, y saludó con un asentimiento a los recién llegados. El corazón le dio un vuelco al pasar la mirada sobre sus padres y cometer el error de tener un fugaz contacto visual con Yvette. Se veían... más viejos y serios de lo que recordaba. Sin embargo, puso toda su energía en evitar hacer algún gesto que pudiera delatarla.
-Disculpe, señora... -La paró Yvette a medio camino, y la ancianita se detuvo con el corazón en la boca y la miró de reojo- ¿Ha visto a esta niña? -Resignada, tomó el papel con manos temblorosas y lo desdobló. No lo miró ni tres segundos antes de devolverlo y negar con la cabeza, rozando sin querer la mano de su madre en el proceso.
Algo dentro de Yvette pareció sacudirse. La anciana tragó saliva y se disculpó con un ademán de la cabeza para retomar la marcha. Hizo un paso, dos, tres, estaba cerquísima de escapar... cuando su oreja fue atrapada por una mano implacable que la forzó a retroceder.
-¡Auch! -Gimió mientras la mujer, sin soltarla, se apeaba del caballo- Reconocería los ojos de mi hija en cualquier parte. -Reprochó con tono grave, apretando más el agarre y arrancándole un aullido de dolor.
-¿Eyre? -Inquirió entonces Milovan, comprendiendo un poco más tarde lo que sucedía y bajándose también de su montura para acercarse a la ancianita que, en un abrir y cerrar de ojos, volvía a ser la joven de siempre, pero con la oreja muy roja, el ceño fruncido y los ojos llorosos. Brahim observó incrédulo cómo los Hochgrevink se unían en un abrazo forzado del cual Eyre no parecía querer formar parte. Los había extrañado, sí, mil y una noche había pensado en ellos y deseado volver a casa...
Pero su angustia residía en la triste certeza de lo que ocurriría a continuación.
Eyre
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Re: "Queridos suegros..." [Privado] [Cerrado]
El moreno había visto a Eyre en muchos estados, pero nunca la había visto… Así. Matt la observó desconcertado, levantó una ceja cuando le gritó, y se separó de él como si de pronto la sala entera se achicara a su alrededor. El humano sabía que la relación que tenía la joven con sus padres no era la mejor, de hecho, había escapado de su casa. Owens entendía todo eso y obviamente apoyaba a la joven en lo que sea que quisiera hacer.
Pero… ¿Era acaso tan terrible el tenerlos allí?
Quizás era porque Matthew no había tenido contacto alguno con su familia desde hacía muchos, muchos años “Para ser exactos me vendieron” pensó el estafador con ese tono sarcástico que mantenía siempre. Al ver a la joven hechicera desesperada, hiperventilando mientras miraba hacía las ventanas y las puertas como si fuera un animal asustado intentando escapar, el moreno comenzó a tener los primeros atisbos de preocupación.
-Oye Cariño… No deberías… - Eyre siquiera lo escuchaba, estaba demasiado alterada intentando formular alguna especie de plan que incluyera un engaño – No creo que eso… - La hechicera no era buena mintiendo, Matt quiso detenerla porque sabia que un plan que incluyera engaños no saldría bien.
Pero no hubo manera.
La siguió en silencio, vio como cambiaba su apariencia para adoptar la de una simpática ancianita “¿Por qué tendría de sirvienta a una vieja si puedo tener a una chica joven?” pensó Matt, evaluando la estratagema de Eyre más con mentalidad de estafador profesional que otra cosa.
Matthew miró como se desarrollaba el desastroso plan desde la puerta de la casa, apoyando la espalda contra el marco de la puerta y de brazos cruzados. Negó con la cabeza cuando vio que se detenía para ver el papel, con lo nerviosa que estaba Eyre era imposible que lograra disimular.
Y pasó exactamente como el moreno se lo había imaginado, la mujer utilizo ese extraño poder llamado “instinto materno” y descubrió a la hechicera casi al instante.
“Si me hubiese pedido ayuda habría salido de aquí sin problema” se dijo a si mismo Matt, dando unos pocos pasos para acercarse a la escena.
-Y ahí está, les dije que me parecía haberla visto – Comentó finalmente Owens sonriendo con amabilidad. Claro que su presencia no fue tan bien recibida como esperaba, el sujeto que iba armado sacó su espada y apuntó directamente a Matthew.
-Quisiéramos saber exactamente quién es usted- El estafador levantó las manos, aparentemente desarmado, aunque seguramente Eyre sabía que las armas de Matt eran invisibles.
-Matthew Owens, Señor – Respondió sin perder la calma.
-Y ahora explíquenos qué hacía la Señorita en su casa – Acercó un poco más el filo al cuello del humano – ¿Acaso la mantenía retenida en contra de su voluntad?- Pregunto el mercenario, achicando los ojos con sospecha.
-¿En contra de su voluntad? Jajaja, no, no, nada de eso – Al moreno le parecía graciosa la idea de que pudiera tener a Eyre encerrada “Bueno, tengo una torre, quizás podría…” – Pueden preguntarle si quieren – Entonces Matthew miro directamente a la joven – ¿Podrías explicales a tus padres y a este amable caballero qué hacías aquí, Eyre? -
Pero… ¿Era acaso tan terrible el tenerlos allí?
Quizás era porque Matthew no había tenido contacto alguno con su familia desde hacía muchos, muchos años “Para ser exactos me vendieron” pensó el estafador con ese tono sarcástico que mantenía siempre. Al ver a la joven hechicera desesperada, hiperventilando mientras miraba hacía las ventanas y las puertas como si fuera un animal asustado intentando escapar, el moreno comenzó a tener los primeros atisbos de preocupación.
-Oye Cariño… No deberías… - Eyre siquiera lo escuchaba, estaba demasiado alterada intentando formular alguna especie de plan que incluyera un engaño – No creo que eso… - La hechicera no era buena mintiendo, Matt quiso detenerla porque sabia que un plan que incluyera engaños no saldría bien.
Pero no hubo manera.
La siguió en silencio, vio como cambiaba su apariencia para adoptar la de una simpática ancianita “¿Por qué tendría de sirvienta a una vieja si puedo tener a una chica joven?” pensó Matt, evaluando la estratagema de Eyre más con mentalidad de estafador profesional que otra cosa.
Matthew miró como se desarrollaba el desastroso plan desde la puerta de la casa, apoyando la espalda contra el marco de la puerta y de brazos cruzados. Negó con la cabeza cuando vio que se detenía para ver el papel, con lo nerviosa que estaba Eyre era imposible que lograra disimular.
Y pasó exactamente como el moreno se lo había imaginado, la mujer utilizo ese extraño poder llamado “instinto materno” y descubrió a la hechicera casi al instante.
“Si me hubiese pedido ayuda habría salido de aquí sin problema” se dijo a si mismo Matt, dando unos pocos pasos para acercarse a la escena.
-Y ahí está, les dije que me parecía haberla visto – Comentó finalmente Owens sonriendo con amabilidad. Claro que su presencia no fue tan bien recibida como esperaba, el sujeto que iba armado sacó su espada y apuntó directamente a Matthew.
-Quisiéramos saber exactamente quién es usted- El estafador levantó las manos, aparentemente desarmado, aunque seguramente Eyre sabía que las armas de Matt eran invisibles.
-Matthew Owens, Señor – Respondió sin perder la calma.
-Y ahora explíquenos qué hacía la Señorita en su casa – Acercó un poco más el filo al cuello del humano – ¿Acaso la mantenía retenida en contra de su voluntad?- Pregunto el mercenario, achicando los ojos con sospecha.
-¿En contra de su voluntad? Jajaja, no, no, nada de eso – Al moreno le parecía graciosa la idea de que pudiera tener a Eyre encerrada “Bueno, tengo una torre, quizás podría…” – Pueden preguntarle si quieren – Entonces Matthew miro directamente a la joven – ¿Podrías explicales a tus padres y a este amable caballero qué hacías aquí, Eyre? -
Matthew Owens
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Re: "Queridos suegros..." [Privado] [Cerrado]
El abrazo grupal se disolvió tan pronto Brahim habló y los Hochgrevink, consternados, intercalaron sus miradas entre su hija y el hombre que desde un principio les había ocultado la presencia de ésta. Mientras Yvette apretaba el rostro de Eyre entre sus manos y murmuraba reproches sobre lo flaca que estaba y lo mal que le quedaba tener el rostro bronceado, Milovan puso los brazos en jarra y observó a la joven con el ceño tan fruncido que sus cejas parecían no tener ningún espacio entre ellas.
-Eyre Lenaviv Hochgrevink, -La susodicha miró hacia un lado con un mohín de enfado, ¡cómo odiaba que la llamaran por su nombre completo!- nos darás la explicación en tanto lleguemos a casa. ¡Andando! -El brujo la agarró del brazo con tanta fuerza que tuvo que morderse el labio, pero ella, con el fulgor de la rebeldía chispeándole en la mirada, se libró del agarre con un brusco ademán, soltó la canasta y caminó hacia Matthew para apartar la espada del mercenario con una mano.
-Matthew es mi compañero, nos amamos y vivimos juntos en esta casa. -“O viviremos”, pensó, pero el cómo y el cuándo no tenían importancia en ese momento- También es el Virrey de Ciudad Lagarto, por cierto. ¡Oh! ¡Y es humano!-Añadió con secreto disfrute, solo para molestar. Los tres adultos tuvieron reacciones diferentes: Su padre apretó la mandíbula, su madre empalideció y ahogó un gemido y Brahim esbozó una sonrisita incrédula. ¿En serio había rastreado a esa mocosa por todo el mundo... y resultaba que había escapado para vivir una aventura con ese tipo? “Al menos fui bien pagado”, pensó mientras se llevaba una mano al rostro y soltaba un suspiro de hastío.
-Esto es inadmisible. -Yvette fue la primera en romper el silencio. Eyre nunca había visto semejante expresión en el rostro de su madre: parecía a punto de desheredarla, si es que aún no lo había hecho. -No tienes ni la más mínima idea de lo que haces, Eyre. -Dijo entre dientes- Piensa en todo lo que dejaste atrás. Tu alcurnia, tus estudios, ¡tu potencial! ¡invertimos tanto en ti para que termines junto a este... este..!
-Este cualquiera. -Terminó su padre en un gruñido, señalando a Matthew con un despectivo ademán de la mano. Eyre respiró muy profundo, tomó con fuerza la mano del moreno y se tragó las ganas de llorar para poder decir lento y claro:
-Me tuvieron encerrada en casa durante años, como a un ave en una jaula. Padre, madre, no miento cuando digo que los amo con todo mi corazón, -“O al menos los amaba”, pensó- pero no podría tolerar ni un día más viviendo en esas condiciones. Mi vida ahora está aquí. Lo lamento... -se abrazó al brazo de Matthew y continuó- ...pero no iré a ninguna parte.
-No mientras estés aferrada a este pueblerino, sin duda. Brahim, -dijo Milovan mientras se sacaba los guantes y los guardaba en el bolsillo de su abrigo- ayúdame con él.
Ante la estupefacta mirada del mercenario, dos lengüetazos de fuego salieron de las manos del brujo hacia Matthew. Brahim gruñó mientras, resignado, volvía a enarbolar la espada. Comenzaba a pensar que no, no le pagaban lo suficiente para esto.
Eyre
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Re: "Queridos suegros..." [Privado] [Cerrado]
Hasta el día de la fecha Matthew no había conocido a un solo hechicero decente, exceptuando a Eyre, claro está. No solo habían demostrado ser prepotentes y engreídos, sino que además parecían tener solo un tipo de respuesta ante cualquier tipo de situación: Denigrar con insultos muy poco originales y luego atacar con sus lucecitas brillantes.
El moreno no se esperaba que quisieran llevarse a la joven así de la nada, no entendía muy bien esa dinámica familiar. Claramente no les iba a permitir que se la lleven, Eyre era suya y no había fuerza alguna que pudiera arrebatársela “Y mucho menos si son solo un par de padres caprichosos”
Una sonrisa sincera se dibujó en su rostro cuando vio que no era necesario, que la joven se negaba a irse y decía sin vergüenza alguna quien era Matthew Owens.
-Amante, Virrey y Humano ¿Cómo ordenas tus prioridades? – Bromeó el estafador mientras rodeaba a Eyre con sus brazos – Creo que empezamos con el pie izquierdo, que tal si entramos a la casa, nos sentamos y… - La madre de la joven no lo dejó terminar la oración, estaba tan indignada que parecía que iba a explotar – Oh cielos.. – Matt levantó una ceja impresionado.
“Este cualquiera” el moreno tuvo que aguantarse la risa, sabía que era un momento dramático pero no podía tomarse en serio a esas personas. Parecían intentar ofenderlo o algo similar, pero evidentemente eran gente que jamás habían tenido que utilizar el lenguaje más allá del “Por favor” y “Gracias”, por lo cual, imposible que pudieran hacer sentir mal a Matthew.
-Señor Pueblerino para usted – Dijo aun intentando no reírse. Para los cánones de Matt estaba siendo bastante educado y paciente, pero en cuanto vio al padre de Eyre sacarse los guantes cambio a un gesto más serio – En verdad, no creo que esto sea necesario – Puso a Eyre detrás de sí para protegerla de las llamaradas - ¿Dos contra uno? Vaya, la cobardía de los hechiceros no deja de sorprenderme –
El moreno se puso en guardia, con los puños semi-cerrados y en alto, lo que no podía verse es que en realidad tenía una daga en cada mano. El padre de Eyre se quedó frente a Matt, mientras que el mercenario comenzó a rodearlo, en un instante lo ataco con la espada pero Owens la golpeó para desviar el filo. Sintió algo caliente acercándose a su rostro, así que por mero instinto se arrojó a un lado, esquivando en el último segundo las llamas.
-¿No podemos hablar? En verdad no deseo pelear – Si de Matthew dependiera su querido suegro ya tendría una daga clavada en el medio de la frente, pero no estaba seguro de cómo reaccionaría Eyre y no quería arriesgarse a que se enoje con él. Un nuevo lengüetazo de fuego puso en un aprieto al ladrón, no pudo moverse a tiempo y sintió como las llamas golpeaban contra su pierna - ¡Aaah! – Aprovechando la distracción el mercenario hizo un movimiento descendente que dejó un tajo desde el pecho hasta el ombligo de Matt.
Su paciencia estaba llegando al límite, arrojó una de las dagas en dirección al padre de Eyre, pero solo para agarrarle el dobladillo del pantalón contra el piso. Ahora que tenía la mano libre sacó su otra daga, la que Amanda le había regalado, se acercó al mercenario, ahora serio.
Intentó acortar la distancia entre ambos, la espada larga sería menos útil si Matt estaba demasiado cerca, pero el hombre lo evadió y logró zafarse. Entonces tomó la iniciativa en el ataque y apuntó al corazón del moreno, quien golpeó el filo con la daga de la mano izquierda y acto seguido le hizo un ligero tajo en el cuello al mercenario.
No era una herida letal, no al menos si Owens estuviera usando una daga común, pero su cuchillo de obsidiana no era como cualquier otra arma. La herida en el cuello cicatrizo de inmediato, pero en un estado de necrosis avanzado, el mercenario soltó su espada y se llevó ambas manos a la herida, su piel estaba pálida y ahora unos bonitos colmillos nuevos adornaban su dentadura.
-Mira esto, yo también puedo hacer fuego – Era una hermosa mañana soleada, y el ahora vampiro comenzó a arder con intensidad.
El moreno no se esperaba que quisieran llevarse a la joven así de la nada, no entendía muy bien esa dinámica familiar. Claramente no les iba a permitir que se la lleven, Eyre era suya y no había fuerza alguna que pudiera arrebatársela “Y mucho menos si son solo un par de padres caprichosos”
Una sonrisa sincera se dibujó en su rostro cuando vio que no era necesario, que la joven se negaba a irse y decía sin vergüenza alguna quien era Matthew Owens.
-Amante, Virrey y Humano ¿Cómo ordenas tus prioridades? – Bromeó el estafador mientras rodeaba a Eyre con sus brazos – Creo que empezamos con el pie izquierdo, que tal si entramos a la casa, nos sentamos y… - La madre de la joven no lo dejó terminar la oración, estaba tan indignada que parecía que iba a explotar – Oh cielos.. – Matt levantó una ceja impresionado.
“Este cualquiera” el moreno tuvo que aguantarse la risa, sabía que era un momento dramático pero no podía tomarse en serio a esas personas. Parecían intentar ofenderlo o algo similar, pero evidentemente eran gente que jamás habían tenido que utilizar el lenguaje más allá del “Por favor” y “Gracias”, por lo cual, imposible que pudieran hacer sentir mal a Matthew.
-Señor Pueblerino para usted – Dijo aun intentando no reírse. Para los cánones de Matt estaba siendo bastante educado y paciente, pero en cuanto vio al padre de Eyre sacarse los guantes cambio a un gesto más serio – En verdad, no creo que esto sea necesario – Puso a Eyre detrás de sí para protegerla de las llamaradas - ¿Dos contra uno? Vaya, la cobardía de los hechiceros no deja de sorprenderme –
El moreno se puso en guardia, con los puños semi-cerrados y en alto, lo que no podía verse es que en realidad tenía una daga en cada mano. El padre de Eyre se quedó frente a Matt, mientras que el mercenario comenzó a rodearlo, en un instante lo ataco con la espada pero Owens la golpeó para desviar el filo. Sintió algo caliente acercándose a su rostro, así que por mero instinto se arrojó a un lado, esquivando en el último segundo las llamas.
-¿No podemos hablar? En verdad no deseo pelear – Si de Matthew dependiera su querido suegro ya tendría una daga clavada en el medio de la frente, pero no estaba seguro de cómo reaccionaría Eyre y no quería arriesgarse a que se enoje con él. Un nuevo lengüetazo de fuego puso en un aprieto al ladrón, no pudo moverse a tiempo y sintió como las llamas golpeaban contra su pierna - ¡Aaah! – Aprovechando la distracción el mercenario hizo un movimiento descendente que dejó un tajo desde el pecho hasta el ombligo de Matt.
Su paciencia estaba llegando al límite, arrojó una de las dagas en dirección al padre de Eyre, pero solo para agarrarle el dobladillo del pantalón contra el piso. Ahora que tenía la mano libre sacó su otra daga, la que Amanda le había regalado, se acercó al mercenario, ahora serio.
Intentó acortar la distancia entre ambos, la espada larga sería menos útil si Matt estaba demasiado cerca, pero el hombre lo evadió y logró zafarse. Entonces tomó la iniciativa en el ataque y apuntó al corazón del moreno, quien golpeó el filo con la daga de la mano izquierda y acto seguido le hizo un ligero tajo en el cuello al mercenario.
No era una herida letal, no al menos si Owens estuviera usando una daga común, pero su cuchillo de obsidiana no era como cualquier otra arma. La herida en el cuello cicatrizo de inmediato, pero en un estado de necrosis avanzado, el mercenario soltó su espada y se llevó ambas manos a la herida, su piel estaba pálida y ahora unos bonitos colmillos nuevos adornaban su dentadura.
-Mira esto, yo también puedo hacer fuego – Era una hermosa mañana soleada, y el ahora vampiro comenzó a arder con intensidad.
Matthew Owens
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Re: "Queridos suegros..." [Privado] [Cerrado]
Si bien Eyre sabía que su padre era irracional, sobreprotector y testarudo, nunca lo había visto tan determinado a hacer cumplir su voluntad. No le importó que su propia hija estuviera a menos de un metro de distancia; el fuego emergió de sus manos con un objetivo claro y seguro. La joven dio un paso atrás y se llevó las manos a la boca, observando impotente el desarrollo de la pelea.
-¡Basta! -Gritó- ¡Papá! -Pero no tenía caso. El hombre que la había criado atacaba con superioridad numérica al que amaba, decidido a borrarlo de la faz del planeta para evitar que su hija tuviera motivos para permanecer lejos de casa. Era simplemente enfermizo. Cuando el mercenario hirió a Matthew, Eyre chilló y miró a su madre con súplica, pero Yvette, aunque temía por su marido, más aún temía entrometerse en esa afrenta que era como un baile de llamas y aceros.
Todo se detuvo cuando Matthew hirió a Brahim, quien al principio tan solo observó absorto la sangre que impregnaba sus manos. Su gesto se torció, pero no pareció preocuparse en exceso. Estaba dispuesto a volver a la carga cuando un sonido áspero y grave salió de su garganta, como... como si algo lo quemase por dentro. -¡No! -Gimió Eyre con los ojos abiertos como platos. Aquel hombre no era más que otro peón de sus padres, muerto solo porque le habían pagado el supuesto valor de su vida. La joven se tapó los oídos y apretó los párpados en un intento desesperado por ignorar el agónico final de aquel pobre desafortunado que no era más viejo que el mismo Matthew.
Por su parte, Milovan observó el cadaver y escupió al suelo en un gesto de repudio, culpándolo por la debilidad que acababa de llevarlo a la muerte. Eyre sintió que los pocos buenos recuerdos que tenía de su progenitor terminaban por quedar aplastados bajo una pesada carga de decepción. Por primera vez veía con ojos de adulta cómo era realmente el sujeto apático y egoísta que tenía por padre.
-Eres un maldito cobarde. -Las palabras salieron solas de su boca, tan cargadas de pena y de ira, mientras caminaba para situarse justo entre Matthew y él con los brazos abiertos. Desde allí, sin que le temblara ni un músculo, lo desafió con la mirada. ¿Qué tan lejos estaba dispuesto a llegar para llevarla a casa?
-No me pongas a prueba, niña ingrata. -Las manos del brujo se alzaron de nuevo en un ademán ofensivo y, con la mirada fija en su hija, volvió a invocar las llamaradas. Que fuera lo que tenía que ser. Eyre se encogió sobre sí misma pero no huyó; con una mano sobre el rostro y otra asiéndose a Matthew, esperó ser abrasada por el calor...
-¡SUFICIENTE!
...pero las llamas se disolvieron en el aire cuando la voz de Yvette tronó. Milovan observó a su mujer con sorpresa y, guiado por las manos de ella, bajó los brazos. Su rostro colorado por la ira evidenció que luego discutirían sobre eso; no obstante, ahora era la mujer quien había decidido terminar con el sinsentido.
-Ya ha muerto un hombre inocente, ¿ahora nos mataremos entre nosotros? ¿cuánto más durará esto? -Parecía dirigirse a los tres, y Eyre se ladeó rápidamente para ver la herida de Matthew antes de decir:
-Durará lo que tarde en curarlo. -Decretó con firmeza mientras miraba primero a su madre, y luego a su padre- Iremos adentro, se sentarán en nuestro salón y dialogaremos como personas civilizadas. Porque eso es lo que somos, ¿o no, padre? -inquirió con marcado reproche- Por supuesto, también tienen la opción de irse en este mismísimo instante y nunca volver a ver a su preciada hija.
Milovan chasqueó la lengua, se puso los guantes con brusquedad y finalmente asintió de mala gana mientras que Yvette lo tomaba del brazo para instarlo a seguir las indicaciones de su hija. Eyre, por su parte, puso toda su atención en el humano para ayudarlo a caminar hacia adentro.
-Oh, Matt... -susurró una vez estuvieron varios pasos por delante de los Hochgrevink- ¿estás bien? ¿tenemos vendas en la casa? Oh, dioses... lo siento tanto. Mis padres son unos...
Eyre
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Nadie se esperaba que de pronto el mercenario se volviera una antorcha humana, Matthew era el único que conocía los efectos de la daga y jamás se lo había contado a nadie. Se quedó de pie mirando como el hombre se consumía, quizás, de haber sabido que ahora era un vampiro, hubiese intentado al menos el refugiarse en alguna sombra. Pero probablemente su cerebro ya estaba parcialmente quemado, su final fue lento y doloroso.
Matt no lo disfrutó, pero tampoco sintió lastima alguna, había intentado detenerlos y no le habían hecho caso “Tendrías que saber cuándo es necesario dejar de obedecer” pensó el moreno mientras veía el cuerpo inmóvil “Que bonito modo de estrenar la casa”
El estafador miro al padre de Eyre, el odio que el hechicero sentía era evidente, Owens en cambio lo observaba con algo de indiferencia. Fue entonces cuando la joven hechicera se interpuso, Matt bajó sus armas, pero al ver que su suegro levantaba las manos agarró a la muchacha con la intención nuevamente de hacerla a un lado.
“SUFICIENTE” gritó la madre de Eyre y la escena completa se detuvo. Mientras hablaban sobre si era necesario matarse ahora o más tarde, Matt se quedó mirando a la que era su suegra “Es una mujer muy hermosa. Seguro debe verse aún más bella cuando…”
-Eyre tiene razón, nos estamos comportando como animales – Agarró las manos de la joven que estaban revisando la herida que tenía en el pecho, dejo un beso en cada una y agregó – Fue más de un año fuera de casa, seguro tienen mucho que contar ambas partes – A Matthew le dolía enormemente las dos heridas que había recibido, pero no podía permitirse el mostrarse débil frente a esa gente, por lo que continuó manteniendo su postura erguida y los buenos modales incluso aunque estaba sangrando y le costaba mantenerse en pie.
Pasó un brazo por arriba de los hombros de Eyre para poder apoyarse mejor, la pierna quemada palpitaba con fuerza cada vez que la apoyaba. Ingresaron a la casa y fueron hacia la sala de estar.
-Tranquila, estaré bien - Le respondió Matt, intentando calmarla aunque con dificultad para poder hablar sin hacer gestos de dolor – Estoy seguro de que deben haber en algún sitio – Se dejó caer en el sillón principal, se quitó lo que quedaba de su camisa rota e intentó detener la sangre con ella, la mayor preocupación de Owens en ese momento era el evitar ensuciar el sofá nuevo – Esperaré aquí si no te importa –
En general Matthew era un buen anfitrión, pero estando herido no había manera de que les ofreciera nada, tampoco parecían muy dispuestos a entablar una charla amigable. Por lo que en cuanto Eyre no estuvo un silencio incómodo se instaló en el ambiente, silencio que fue roto por el padre de la muchacha.
-Terminemos de una vez con esta fantochada – Dijo mientras apenas se dignaba a dirigirle alguna mirada a Matt – Dime cuanto quieres –
-¿Disculpe? – Respondió el moreno, aun sosteniendo los restos de la camisa contra su pecho.
-Podrás haber engañado a mi hija, es una chiquilla inocente y crédula. Pero yo no voy a tragarme todas esas patrañas del amor – Se cruzó de brazos y dio un paso hacia el humano – Así que dime, cuánto dinero quieres, solo pon un precio. Te lo daré de inmediato y luego quiero que te marches y no vuelvas a intentar ver a Eyre nunca más –
Matthew se quedó en silencio durante algunos segundos, luego se empezó a reír y la sangre de la herida empezó a salir más fuerte, hasta que una gota terminó manchando la tela del sillón.
-Oh, cielos… Qué lástima, no hay nada que pueda quitar este tipo de manchas – El moreno suspiró – Señor, como no quiero que Eyre sufra más de lo que ya lo está haciendo, voy a hacer como que esta parte de la charla no ocurrió ¿De acuerdo? -
Matt no lo disfrutó, pero tampoco sintió lastima alguna, había intentado detenerlos y no le habían hecho caso “Tendrías que saber cuándo es necesario dejar de obedecer” pensó el moreno mientras veía el cuerpo inmóvil “Que bonito modo de estrenar la casa”
El estafador miro al padre de Eyre, el odio que el hechicero sentía era evidente, Owens en cambio lo observaba con algo de indiferencia. Fue entonces cuando la joven hechicera se interpuso, Matt bajó sus armas, pero al ver que su suegro levantaba las manos agarró a la muchacha con la intención nuevamente de hacerla a un lado.
“SUFICIENTE” gritó la madre de Eyre y la escena completa se detuvo. Mientras hablaban sobre si era necesario matarse ahora o más tarde, Matt se quedó mirando a la que era su suegra “Es una mujer muy hermosa. Seguro debe verse aún más bella cuando…”
-Eyre tiene razón, nos estamos comportando como animales – Agarró las manos de la joven que estaban revisando la herida que tenía en el pecho, dejo un beso en cada una y agregó – Fue más de un año fuera de casa, seguro tienen mucho que contar ambas partes – A Matthew le dolía enormemente las dos heridas que había recibido, pero no podía permitirse el mostrarse débil frente a esa gente, por lo que continuó manteniendo su postura erguida y los buenos modales incluso aunque estaba sangrando y le costaba mantenerse en pie.
Pasó un brazo por arriba de los hombros de Eyre para poder apoyarse mejor, la pierna quemada palpitaba con fuerza cada vez que la apoyaba. Ingresaron a la casa y fueron hacia la sala de estar.
-Tranquila, estaré bien - Le respondió Matt, intentando calmarla aunque con dificultad para poder hablar sin hacer gestos de dolor – Estoy seguro de que deben haber en algún sitio – Se dejó caer en el sillón principal, se quitó lo que quedaba de su camisa rota e intentó detener la sangre con ella, la mayor preocupación de Owens en ese momento era el evitar ensuciar el sofá nuevo – Esperaré aquí si no te importa –
En general Matthew era un buen anfitrión, pero estando herido no había manera de que les ofreciera nada, tampoco parecían muy dispuestos a entablar una charla amigable. Por lo que en cuanto Eyre no estuvo un silencio incómodo se instaló en el ambiente, silencio que fue roto por el padre de la muchacha.
-Terminemos de una vez con esta fantochada – Dijo mientras apenas se dignaba a dirigirle alguna mirada a Matt – Dime cuanto quieres –
-¿Disculpe? – Respondió el moreno, aun sosteniendo los restos de la camisa contra su pecho.
-Podrás haber engañado a mi hija, es una chiquilla inocente y crédula. Pero yo no voy a tragarme todas esas patrañas del amor – Se cruzó de brazos y dio un paso hacia el humano – Así que dime, cuánto dinero quieres, solo pon un precio. Te lo daré de inmediato y luego quiero que te marches y no vuelvas a intentar ver a Eyre nunca más –
Matthew se quedó en silencio durante algunos segundos, luego se empezó a reír y la sangre de la herida empezó a salir más fuerte, hasta que una gota terminó manchando la tela del sillón.
-Oh, cielos… Qué lástima, no hay nada que pueda quitar este tipo de manchas – El moreno suspiró – Señor, como no quiero que Eyre sufra más de lo que ya lo está haciendo, voy a hacer como que esta parte de la charla no ocurrió ¿De acuerdo? -
Última edición por Matthew Owens el Dom Ene 20 2019, 19:10, editado 1 vez
Matthew Owens
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Re: "Queridos suegros..." [Privado] [Cerrado]
Los gestos de dolor que Matthew aguantaba se reflejaban en el rostro de Eyre, quien lo ayudó a avanzar con el mayor cuidado posible hasta que llegaron al sofá. Bajo la atenta mirada de su madre, la joven dejó una caricia en la mejilla del humano antes de retirarse con la promesa de que volvería pronto.
Entonces, cuando Milovan rompió el silencio glacial, Yvette clavó su mirada sobre el humano con seria expectación. Sabía que su marido estaba siendo tremendamente descortés pero, lejos de reprenderlo, se interesó más por ver qué tenía para decir el moreno en respuesta a tan duras palabras. Cuando se echó a reír, la mujer arqueó una ceja y entrelazó los dedos de las manos, que descansaban sobre su regazo, en una postura atenta y reflexiva.
-¿No quieres que Eyre sufra? -Continuó el brujo- Entonces deja que se vaya con nosotros. No hay futuro para ella aquí. Y, aunque lo hubiera, duraría poco. -Lo miró de arriba a abajo con patente desdén, pasando la vista sobre cada una de las cicatrices que marcaban el torso del humano- ¿Cómo vas a proteger a mi hija si no puedes protegerte ni a ti mismo?
Eyre estaba tardando mucho. Mientras su marido hablaba, Yvette se levantó y salió del salón dejando a los hombres conversar solos. Buscó tras cada puerta que encontró por el camino, sin perderse ni el más mínimo detalle de la casa, hasta que encontró a su hija en el cuarto de baño más próximo al comedor.
La muchacha observaba con las mejillas cubiertas de lágrimas la caja que tenía entre las manos, repleta de vendas, algodón, hilo y aguja. Seguramente había sido Brenda quien tuviera el buen tino de dejar eso allí. Aunque a su madre se le encogió el corazón al verla así, su duro gesto no cambió ni un ápice.
-¿Qué sucede? -Eyre pegó un respingo y se volteó mientras intentaba secarse las lágrimas con una mano. “Nada”, iba a decir, pero sabía que debía ceder, pues necesitaba ayuda. Ella sabía alquimia, no medicina y, aunque podía curar algunas dolencias gracias al conocimiento de las plantas, no sabía hacer suturas ni procedimientos más complicados. Su madre, en cambio, sí.
-No puedo simplemente vendarlo, se desangrará. -Habló con voz temblorosa- Hay que coserlo. Madre, por favor...
-Es frágil, Eyre, ya lo has visto. -La interrumpió- ¿Por qué insistes tanto en quedártelo? -“Quedártelo”, ¡como si fuera una mascota! Eyre apretó los dientes y se odió por haber bajado la guardia. Su madre pareció notarlo y, exhalando un suspiro, relajó tanto sus hombros como su mirada- Es humano. -¿¡Y!? -Morirá mucho antes que tú. -Cualquiera de nosotros puede morir en cualquier momento, madre. Matthew, yo, papá... o aquel pobre hombre. Tú, de entre todas las personas, deberías saberlo. -Entrecerró los ojos y añadió: -Prefiero morir ahora antes que volver a casa. Lo amo, mamá, pero no lo entenderías. ¿Siquiera has amado a alguien en toda tu vida?
Tras una mirada cargada de seguridad, Eyre ocultó el profundo dolor que sus propias palabras habían suscitado en ella. Por primera vez vio los ojos de su madre empañarse de lágrimas y se sintió como el peor de los monstruos. Siempre había sido una niña dócil, jamás le había causado problemas ni visto cuánto sufrimiento podía causarle. Pero, antes de poder decir nada, Yvette le quitó la caja de las manos y se volteó para volver hacia la sala con paso rápido y firme. Para cuando llegó, no había ningún indicio de tristeza en su pétrea expresión.
-Ponte derecho. -Le ordenó a Matthew mientras se sentaba a su lado. Dejó la caja a un costado, enhebró el hilo en la aguja y se dispuso a comenzar. Eyre llegó inmediatamente después con un mortero entre las manos para sentarse en el suelo, junto a la pierna herida del humano, y levantarle la pernera del pantalón. Hizo un emplasto moliendo ciertas plantas de su bolsita y, poco a poco, comenzó a cubrir la herida en completo silencio.
-Oh, genial. Ahora lo curaremos. ¿Qué sigue? ¿Invitarlo a cenar?
-Silencio, Milovan.
Eyre
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Re: "Queridos suegros..." [Privado] [Cerrado]
No es como si Matt no estuviera acostumbrado a sentirse evaluado, lo había sentido desde la primera vez en que su maestro llegó a la casa de sus padres en busca de un pequeño discípulo. Lo había sentido la primera y la segunda vez que había entrado al gremio de ladrones, y también cuando había pisado la academia de los hechiceros. Cientos de situaciones, incontables personas de todas las edades y razas habían mirado de arriba abajo a Owens y le habían preguntado “¿De qué crees que eres capaz?”
Y Matthew siempre les había devuelto la mirada.
-Oh claro, porque usted lo ha hecho maravillosamente – El moreno entrecerró los ojos cuando una pinzada de dolor le atravesó el cuerpo – Sin duda encerrar a una joven el resto de su vida en una mansión es un plan infalible- Matt sintió que un nuevo ataque de risa estaba por escapársele, pero logró controlarlo – Yo no voy a proteger a Eyre, Señor. Yo voy a enseñarle a Eyre cómo protegerse a sí misma. Solo así podrá ser en verdad libre –
El estafador podía verlo, día a día la joven hechicera aprendía, crecía, maduraba, había comenzado a entender cómo funcionaba el mundo que la rodeaba, y cada día era un poco menos ingenua y bastante más peligrosa. Matthew podía imaginarla dentro de algunos años, poderosa y avasallante, nadie en todo Aerandir podría oponerse a ella, hermosa y letal por igual...
Sin darse cuenta el humano había cerrado los ojos, comenzaba a sentirse débil, y aunque el padre de Eyre le había contestado no podía entender bien sus palabras.
De la nada llegó hasta sus oídos un “Ponte derecho”, Matt se había desacostumbrado bastante a que le dieran ordenes, y mucho menos viniendo de una completa desconocida. Sin embargo su cuerpo se movió solo, sacó al moreno de ese estado semi inconsciente en el que había caído y lo obligó a enderezarse.
-Odio esta parte… - Owens ya había conocido varias veces a sus queridos amigos “el hilo y la aguja”, y sabía que a menos que estuviera ebrio, o bajo el influjo de alguna toxina, era horriblemente doloroso – No me negaré a una buena cena… - Dio un respingo cuando la aguja entró por primera vez – Me cgg… Maldi… - El moreno respiraba con fuerza pero se mordía la lengua para no decir groserías.
El corte era bastante largo, por lo que el procedimiento para cerrarlo fue lento y doloroso. Para cuando las dos mujeres terminaron Matthew parecía estar más cansado que ellas dos, aunque lo único que había hecho era estar sentado y soportar con el mínimo de quejas posibles.
-De verdad… Agradezco esto, Señora… - Le dijo Matt, aun recuperándose del dolor, a la madre de Eyre. Luego dejó caer la cabeza sobre el respaldo del sofá, intentando relajarse luego de pasar por esa desagradable experiencia.
Los tres hechiceros continuaban hablando, pero a menos que intentaran agarrar de nuevo a Eyre para llevársela, Owens continuaría quieto en el sillón. “¿Será que Brenda dejó algo de vino en los depósitos?” pensaba Matthew con los ojos cerrados, en líneas generales no bebía, pero esta era una ocasión especial.
Y Matthew siempre les había devuelto la mirada.
-Oh claro, porque usted lo ha hecho maravillosamente – El moreno entrecerró los ojos cuando una pinzada de dolor le atravesó el cuerpo – Sin duda encerrar a una joven el resto de su vida en una mansión es un plan infalible- Matt sintió que un nuevo ataque de risa estaba por escapársele, pero logró controlarlo – Yo no voy a proteger a Eyre, Señor. Yo voy a enseñarle a Eyre cómo protegerse a sí misma. Solo así podrá ser en verdad libre –
El estafador podía verlo, día a día la joven hechicera aprendía, crecía, maduraba, había comenzado a entender cómo funcionaba el mundo que la rodeaba, y cada día era un poco menos ingenua y bastante más peligrosa. Matthew podía imaginarla dentro de algunos años, poderosa y avasallante, nadie en todo Aerandir podría oponerse a ella, hermosa y letal por igual...
Sin darse cuenta el humano había cerrado los ojos, comenzaba a sentirse débil, y aunque el padre de Eyre le había contestado no podía entender bien sus palabras.
De la nada llegó hasta sus oídos un “Ponte derecho”, Matt se había desacostumbrado bastante a que le dieran ordenes, y mucho menos viniendo de una completa desconocida. Sin embargo su cuerpo se movió solo, sacó al moreno de ese estado semi inconsciente en el que había caído y lo obligó a enderezarse.
-Odio esta parte… - Owens ya había conocido varias veces a sus queridos amigos “el hilo y la aguja”, y sabía que a menos que estuviera ebrio, o bajo el influjo de alguna toxina, era horriblemente doloroso – No me negaré a una buena cena… - Dio un respingo cuando la aguja entró por primera vez – Me cgg… Maldi… - El moreno respiraba con fuerza pero se mordía la lengua para no decir groserías.
El corte era bastante largo, por lo que el procedimiento para cerrarlo fue lento y doloroso. Para cuando las dos mujeres terminaron Matthew parecía estar más cansado que ellas dos, aunque lo único que había hecho era estar sentado y soportar con el mínimo de quejas posibles.
-De verdad… Agradezco esto, Señora… - Le dijo Matt, aun recuperándose del dolor, a la madre de Eyre. Luego dejó caer la cabeza sobre el respaldo del sofá, intentando relajarse luego de pasar por esa desagradable experiencia.
Los tres hechiceros continuaban hablando, pero a menos que intentaran agarrar de nuevo a Eyre para llevársela, Owens continuaría quieto en el sillón. “¿Será que Brenda dejó algo de vino en los depósitos?” pensaba Matthew con los ojos cerrados, en líneas generales no bebía, pero esta era una ocasión especial.
Matthew Owens
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Re: "Queridos suegros..." [Privado] [Cerrado]
El procedimiento transcurrió en silencio, con ambas mujeres concentradas en su tarea y con el patriarca Hochgrevink ceñudo y enfadado al ver que nadie hacía caso a su rabieta. Yvette no solía contradecirlo, por lo que su desobediencia en esas circunstancias le molestaba aún más. Pero Milovan comenzaba a entender que, por mucho que mirase feo a las tres personas que tenía enfrente, no conseguiría que dieran el brazo a torcer. De alguna manera su tímida e insegura hija se había convertido en una mujer valiente e independiente que sabía lo que quería o al menos, pensó el brujo aún con cierta desconfianza, parecía saberlo.
-Ya pasó, Matt, ya pasó... -Lo consoló Eyre en voz baja mientras se limpiaba las manos en el pantalón -cosa que suscitó una mirada de reprobación por parte de su madre- y se levantaba para sentarse junto a él. Le tomó la mano y acarició distraídamente su dorso mientras observaba a Yvette regresar a sentarse junto a su marido. La familia se miró en silencio durante largo rato, hasta que la joven decidió que no podían permanecer así el resto del día.
-Estuvimos en Beltrexus hace unos meses. -Bastó decir eso para que las muecas de sus padres volvieran a desfigurarse; Milovan ya estaba abriendo la boca cuando Eyre levantó una mano para indicar que aún era su turno de hablar- Matthew es alumno del profesor Rutherfod...
-¿¡Alumno!? ¡Pero si es un...!
-Y yo soy alumna de la profesora Meitner. -Continuó como si su padre nunca hubiera interrumpido; de hecho, buscó la mirada de su madre al referirse a la profesora- Ella me enseña a controlar las visiones.
Yvette bajó la mirada. Las premoniciones eran un tema del cual, por norma general, evitaba hablar. Cambiando de tema, dijo:
-Podrías haberte puesto en contacto con nosotros.
-¿Para que les fuera aún más fácil arrastrarme a casa? -Frunció el ceño e inhaló, intentando controlar su tono de voz- Me hubiese encantado hacerlo, pero... padre, madre, deben entender que no puedo volver mientras piensen en mí como su propiedad.
-No eres nuestra propiedad, ¡eres nuestra hija!
-Que es casi lo mismo para ti, ¿no?
Milovan gruñó y apretó los puños. Yvette puso una mano sobre el hombro de su marido y suspiró.
-Como yo lo veo, -continuó- tenemos dos opciones. Pueden irse enfadados conmigo, expulsarme de la familia y negarse a volver a verme... O pueden aceptar que me quedaré aquí, venir a visitarnos cuando quieran -miró a Matthew de reojo con pena ante la idea de que tendría que soportar a sus padres en más ocasiones- y recibirme cuando vaya a las islas.
-No incluiste la opción de que vuelvas con...
-Eso está fuera de discusión. ¿Qué prefieren?
La joven apretó la mano del humano y contuvo la respiración al ver cómo sus padres parecían meditar las posibilidades. ¿Qué tanto debían pensar? ¿Acaso incluso consideraban la opción de romper para siempre sus lazos? Tuvo que poner toda su concentración en evitar lagrimear; ella no quería nada más en el mundo que reconciliarse y verlos partir con la promesa de que se verían pronto en mejores circunstancias. Estaba comenzando a impacientarse cuando, para su sorpresa, fue su madre quien dijo:
-...Solo promete ir a visitarnos pronto.
-Y tú -intervino Milovan señalando a Matthew con desdén- no creas que serás parte de la familia tan fácilmente. Lo negociaremos cuando se casen, ¡no antes!
_______________________
Un rato después, los Hochgrevink se alejaban de la casa con la promesa de que volverían para el próximo otoño. Eyre les había dado claras indicaciones para que no pasaran por los caminos peligrosos y se había disculpado, sin ningún cargo de conciencia, por no ofrecerles pasar la noche allí. A fin de cuentas aún era temprano, estaban tan solo a unas horas del puerto más cercano y no podía ocuparse de ellos mientras tuviera a un humano medio desangrado convaleciendo en la sala de estar.
Entró a la casa, se sacó por fin la capa y regresó junto a Matthew para dejarse caer a su lado. El suspiro que exhaló fue de proporciones colosales; jamás se había enfrentado a una negociación tan increíblemente desgastante. Y nunca, pensó con orgullo, había salido victoriosa como ese día.
-Y esos eran los Hochgrevink. -Con cuidado de no lastimarlo, se acercó a él para apoyar la cabeza en su hombro y cerró los ojos- No sé cómo disculparme, Matt. ¿Crees que podrás seguir queriéndome aunque mis padres sean unos locos controladores? -Rió por lo bajo- Ya me da pánico pensar en su próxima visita. Se necesita un tropel de sirvientes para satisfacerlos... Oh, lo cual me recuerda -se alejó de él para mirarlo con una sonrisa pícara; lo conocía lo suficiente como para saber que aquello no le agradaría demasiado- tengo a alguien en mente para que nos ayude con la casa. ¡Me aseguraré de traerlo mañana a primera hora!
Eyre
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Re: "Queridos suegros..." [Privado] [Cerrado]
El moreno estaba semi despierto, mantenía los ojos cerrados mientras escuchaba en parte la conversación de los Hochgrevink. Cuando sintió la presencia de Eyre, tomo su mano también, y apoyó la cabeza contra su cuerpo, sentir su perfume siempre lo relajaba. Sin embargo, cuando escuchó que mencionaba su estadía en Beltrexus frunció ligeramente el entrecejo.
“¿Va a contarles eso?” la pregunta cruzó la mente de Matt, no creía que fuera algo de lo que tener vergüenza, pero quizás no era el momento ni el lugar como para comentar algo así, los padres de Eyre parecían haber tenido suficientes emociones por un día. Para tranquilidad de Matthew, la charla circuló por otros caminos, así que regresó a su estado relajado apoyado en la joven.
-Será un placer recibirlos en cualquier momento del año - Y en ningún momento Owens insinuó la posibilidad de que él fuera a ir a la casa de los suegros, esa sería otra batalla a ganar en el futuro - No se preocupe, Señor. Hay planes de que la boda sea pronto - Dijo en un tono totalmente convencido, y no se giró para ver el rostro sorprendido de Eyre - Serán los primeros en enterarse cuando tengamos la fecha -
Matthew hizo un esfuerzo y fue caminando solo hasta la puerta de la casa, donde saludó a sus suegros levantando apenas la mano, no quería pasar por la dolorosa experiencia de estirar la piel de su pecho. Luego regresó al sofá para que Eyre pudiera despedirse tranquila de ellos.
Estaba algo dormido cuando sintió que la joven regresaba y se sentaba junto a él, por su exhalación era evidente que había sido una mañana agotadora para ambos.
-Parecen personas agradables - Dijo Owens con sarcasmo - Mmmm - Hizo gesto como si lo estuviera pensando - Creo que podré soportarlo, si. Y... Quizás con algo de tiempo ellos también lo van a aceptar - Rodeo la cintura de la joven con ambos brazos, incluso estando convaleciente no podía resistirse a sus ansias de tener siempre a la joven al alcance de su mano - Entonces contrataremos a doscientos sirvientes, o a trescientos, los que sean necesarios. Tendrás sirvientes que les limpiarán la boca con una servilleta cuando terminen de comer, y hasta sirvientes que respiren por ellos - Eyre se alejó un poco y el gesto de Matt fue como el de un niño al que le han quitado su golosina favorita cuando estaba a pocos segundos de darle un mordisco - Si hablas del mocoso ese con el que hablabas hoy temprano la respuesta es No - Conocía a la joven hechicera lo suficiente como para saber que tendía a adoptar a cualquier tipo de ser vivo que le resultara indefenso.
Pero solo se estaba haciendo el duro, sabía que bastaba con que Eyre le insistiera un par de veces para que terminara cediendo, ambos lo sabían, y a Matt le encantaba que fuera así.
-Tenemos que estrenar la casa - Apretó un poco el abrazo y una punzada en la herida del pecho lo detuvo - ... Bueno, supongo que conformare con una cena y algo de cariño - Suspiró y se acercó a la joven para besarla - Te amo Eyre Lenaviv Hochgrevink- Ahora que sabía su nombre completo no se lo dejaría pasar.
“¿Va a contarles eso?” la pregunta cruzó la mente de Matt, no creía que fuera algo de lo que tener vergüenza, pero quizás no era el momento ni el lugar como para comentar algo así, los padres de Eyre parecían haber tenido suficientes emociones por un día. Para tranquilidad de Matthew, la charla circuló por otros caminos, así que regresó a su estado relajado apoyado en la joven.
-Será un placer recibirlos en cualquier momento del año - Y en ningún momento Owens insinuó la posibilidad de que él fuera a ir a la casa de los suegros, esa sería otra batalla a ganar en el futuro - No se preocupe, Señor. Hay planes de que la boda sea pronto - Dijo en un tono totalmente convencido, y no se giró para ver el rostro sorprendido de Eyre - Serán los primeros en enterarse cuando tengamos la fecha -
Matthew hizo un esfuerzo y fue caminando solo hasta la puerta de la casa, donde saludó a sus suegros levantando apenas la mano, no quería pasar por la dolorosa experiencia de estirar la piel de su pecho. Luego regresó al sofá para que Eyre pudiera despedirse tranquila de ellos.
Estaba algo dormido cuando sintió que la joven regresaba y se sentaba junto a él, por su exhalación era evidente que había sido una mañana agotadora para ambos.
-Parecen personas agradables - Dijo Owens con sarcasmo - Mmmm - Hizo gesto como si lo estuviera pensando - Creo que podré soportarlo, si. Y... Quizás con algo de tiempo ellos también lo van a aceptar - Rodeo la cintura de la joven con ambos brazos, incluso estando convaleciente no podía resistirse a sus ansias de tener siempre a la joven al alcance de su mano - Entonces contrataremos a doscientos sirvientes, o a trescientos, los que sean necesarios. Tendrás sirvientes que les limpiarán la boca con una servilleta cuando terminen de comer, y hasta sirvientes que respiren por ellos - Eyre se alejó un poco y el gesto de Matt fue como el de un niño al que le han quitado su golosina favorita cuando estaba a pocos segundos de darle un mordisco - Si hablas del mocoso ese con el que hablabas hoy temprano la respuesta es No - Conocía a la joven hechicera lo suficiente como para saber que tendía a adoptar a cualquier tipo de ser vivo que le resultara indefenso.
Pero solo se estaba haciendo el duro, sabía que bastaba con que Eyre le insistiera un par de veces para que terminara cediendo, ambos lo sabían, y a Matt le encantaba que fuera así.
-Tenemos que estrenar la casa - Apretó un poco el abrazo y una punzada en la herida del pecho lo detuvo - ... Bueno, supongo que conformare con una cena y algo de cariño - Suspiró y se acercó a la joven para besarla - Te amo Eyre Lenaviv Hochgrevink- Ahora que sabía su nombre completo no se lo dejaría pasar.
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